En el centro de este
zoco se veía una fuente; el suelo, de puntiaguda piedra, estaba cubierto de sombras movedizas, y más allá, bajo un inmenso toldo amarillo, junto a un muro encalado, se abría la arcada de un café musulmán.
Roberto Arlt
Lástima enorme no vivir en la época en que uno se encontraba con una terrorífica aventura a la vuelta de cada
zoco." Pues bien: yo y estos honrados creyentes que los han secuestrado a ustedes nos hemos dedicado a explotar la emoción del secuestro.
Roberto Arlt
El guía miró cavernosamente en rededor, satisfecho de que en el
Zoco Chico no se encontrara alguien que podía perjudicarle, y confió: -Pues cuídate de ese hombrecillo que te acompañaba ayer.
Roberto Arlt
También aparecía Enriqueta en el palacio del ex sultán, con el joven Dais a su lado; a la entrada de la mezquita, con el joven Dais sentado a sus pies; en una grada del pórtico, en el
zoco, con el joven Dais ofreciéndole un ramo de rosas; bajo un grupo de palmeras, más allá de la "Puerta del Castigo".
Roberto Arlt
De pronto apareció un campesino que espantó al jumento con grandes movimientos de brazos. Una muchedumbre cubierta de verticales colores cruzaba el
zoco de ed-Dajel.
Roberto Arlt
La luz verdosa del farolón de bronce, amarrado por una cadena a la clave del arco, proyectaba del mendigo una desmesurada sombra, movediza en el triangular empedrado del
zoco, sembrado de rosas podridas y cáscaras de melones.
Roberto Arlt
Sin embargo, de la ciudad continúan saliendo respetables cargas de proyectiles para ametralladoras no sólo livianas, sino pesadas, que se distribuyen entre los bandidos de la campiña." Por supuesto, "los bandidos" eran los líderes nacionalistas extremistas, que luchaban activamente, organizando a los campesinos para la próxima revuelta. Un gandul se detuvo en la boca del
zoco, junto mismo al arco de la fuente, y comenzó a gritar: -¡La renuncia de Djamil!
Roberto Arlt
Estaba una noche sentado en la mesa de un café de ese patio de calle que se llama el
Zoco Chico de Tánger, en compañía de un hombre uniformado con el modestísimo traje azul de agente de hotel.
Roberto Arlt
Estaba, como comencé narrando, una noche bajo los focos voltaicos del
Zoco Chico con el corredor de hoteles, que no se quitaba jamás su uniforme azul y gorra de inmensa visera de hule, cuando acertó a pasar, guiado por un lazarillo, un europeo gigantesco, andrajoso, ciego, tan melenudo como un indígena del Borch, la barba en collar y los pies calzados con unas pantuflas de piel de cabra.
Roberto Arlt
-No me interesan las piedras. ¿Quién es tu marido? -Sidi Fodil, el cambista del
Zoco Chico. -No le conozco. -Es un mal hombre, de genio vivo.
Roberto Arlt
Como siempre, comenzó: -¿Quieres visitar el palacio de Hach Idris ben Yelul? -No. Llévame al
Zoco Chico. Al día siguiente marchó hasta el zoco para conocer a Sidi Fodil.
Roberto Arlt
Es una antigua zona de comercio, aunque algunos negocios tienen talleres propios de dimensiones reducidas. Los orígenes del zoco se remontan a 1382, cuando el emir Dyaharks el-Jalili construyó un gran caravasar (o jan).