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Cinco años de ausencia
Cinco años de ausencia
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Libro electrónico169 páginas2 horas

Cinco años de ausencia

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Información de este libro electrónico

Ella quería ser su esposa…
El matrimonio relámpago de Tanja con Leon Petrakis se había terminado. Ella no había vuelto a ver a Leon desde que él se marchó a Grecia hacía cinco años. Sin embargo, para poder adoptar a una niña, Tanja necesitaba que Leon siguiera siendo su esposo.
Dejar atrás el excitante vínculo que tenía con Tanja no fue fácil para Leon. Pero, para protegerla de las cicatrices que habían dejado en él el nefasto ejemplo de su familia, no le quedó elección. Le costó rechazar la petición de Tanja para hacer que sus sueños de tener una familia se hicieran realidad, pero ignorar la pasión que aún ardía entre ellos le resultó totalmente imposible.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 nov 2021
ISBN9788411052085
Cinco años de ausencia
Autor

Dani Collins

When Canadian Dani Collins found romance novels in high school she wondered how one trained for such an awesome job. She wrote for over two decades without publishing, but remained inspired by the romance message that if you hang in there you'll find a happy ending. In May of 2012, Harlequin Presents bought her manuscript in a two-book deal. She's since published more than forty books with Harlequin and is definitely living happily ever after.

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    Cinco años de ausencia - Dani Collins

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

    Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

    www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2020 Dani Collins

    © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Cinco años de ausencia, n.º 2888 - noviembre 2021

    Título original: What the Greek’s Wife Needs

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

    Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-1105-208-5

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Prólogo

    Cinco años atrás…

    Había llegado la hora. Tanja Melha era una mujer moderna e iría a por lo que deseaba: un hombre. Eso le hacía dudar de lo moderna que ella era exactamente, pero, después de todo, era humana. Leon Petrakis era muy sexy y estaba soltero y ella regresaría a la universidad unas pocas semanas después. Aquella era la única oportunidad que tenía de que un amor de verano le curara de una atracción de la que no parecía capaz de olvidarse.

    Saltó al muelle, con cuidado de no pisar las gruesas maromas que estaban enroscadas en el suelo y que, entre otros objetos peligrosos, podrían hacer que perdiera el equilibrio. Aquella tarde de agosto era algo más fresca allí, junto al agua.

    Sus amigos de la infancia se habían apresurado a abandonar la isla para dirigirse a Vancouver, Calgary o Toronto. Tanja había ido a la universidad en Victoria y, en ocasiones, incluso allí se sentía demasiado lejos de Tofino, la pequeña ciudad que había en la costa oeste de la isla de Vancouver en la que se había criado.

    Aquella era otra razón por la que tenía que carpe ese hombre en aquel diem. Leon era griego, pero en realidad ciudadano del mundo dado que vivía en un barco. Tenía la intención de quedarse el resto del verano para ayudar al hermano de Tanja a expandir el puerto deportivo del padre de ambos, pero Leon era la clase de hombre soltero y sin raíces que podía desaparecer en cualquier momento.

    Cuando llegó al lugar en el que su barco estaba atracado, lo vio. Llevaba unos pantalones vaqueros recortados y algo deshilachados y en la parte de arriba nada más que su bronceado.

    Dios, estaba hecho a la perfección. Tanja admiró los anchos hombros y la fuerza de su espalda, el ligero vello que le cubría los muslos y el modo innato en el que plantaba los pies y cabalgaba el movimiento del barco cuando lo golpeaban las olas.

    –Hola, marinero…

    Se suponía que tenía que haber sido un saludo casual, pero sonó ronco por el deseo que la atenazaba.

    Él se irguió y se dio la vuelta, sin prisa. Su belleza resultó aún más magnética cuando esbozó una ligera sonrisa.

    –Hola, Tanja.

    Su cabello negro era lo suficientemente largo como para mostrar su ondulación natural. Tenía los ojos oscuros, que mostraron una cierta admiración mientras deslizaban la mirada por el minivestido azul que Tanja llevaba puesto.

    Ella le hizo lo mismo. Se fijó en el modo en el que el vello que él tenía en el pecho se movía con el viento para danzar como llamas hacia los oscuros pezones. Otra línea oscura atraía la mirada hacia el botón que tenía junto al ombligo y que parecía sujetar a duras penas los pantalones cortos sobre las caderas.

    –Tengo pagados todos mis derechos de amarre. ¿A qué debo el placer?

    –Me preguntaba si querías compañía –comentó ella mientras le mostraba la botella de vino que llevaba en la mano.

    Después de una breve pausa, él inclinó la cabeza y contestó.

    –¿Cómo podría negarme? Sube a bordo.

    Él tomó la botella con una mano y extendió la otra para ayudarla. No se apartó para darle espacio. Cuando ella puso un pie en la cubierta, los dos estaban prácticamente pegados, unidos por completo. Él no le soltó la mano y la miró fijamente.

    –Soy demasiado mayor para ti, ¿sabes?

    –¿Con veintinueve años? Por Dios. Yo tengo veintidós. No he venido aquí a perder mi virginidad.

    Sin embargo, sí había ido allí para hacer el amor. No podía fingir, mucho menos cuando tenía la respiración tan entrecortada que, cada vez que inspiraba, los senos rozaban el musculado torso de él.

    Leon sonrió lentamente.

    –¿Lo abro ahora o más tarde?

    Era tan directo… Tanja se dijo que por eso le gustaba tanto. Quería saber lo que se sentía al estar con un hombre como él, que seguramente conocía perfectamente las curvas del cuerpo de una mujer.

    –Más tarde –susurró ella. No podía apartar la mirada de sus labios.

    –Vamos abajo.

    Tanja debería sentirse nerviosa y, en cierto modo, lo estaba. No solía enrollarse con hombres que no conocía. Había tenido algunos novios y había salido con algunos hombres en la universidad, pero nunca había sido tan directa.

    –Es muy bonito –dijo ella mirando el interior. Estaba mucho más ordenado de lo que había imaginado, dado lo libre que parecía ser su personalidad.

    –Gracias –respondió él mientras metía el vino en el frigorífico y se lavaba las manos–. En realidad, no estaba esperando compañía.

    –¿No?

    –Me vuelven loco las minifaldas. ¿Qué te puedo decir? Y las piernas largas –añadió mientras se las miraba–. Y el cabello rojo.

    –¿Y por qué no me lo dijiste? Habría venido mucho antes.

    –Ya sabes por qué –susurró mientras la invitaba a acercarse un poco más a él.

    –No, no lo sé –le aseguró ella mientras trataba de actuar con normalidad–. Los dos somos mayores de edad.

    Un ligero temblor se apoderó de ella, poniendo en peligro la madurez que afirmaba poseer. Dudó un instante antes de colocar las manos sobre los poderosos músculos del torso de Leon. Él le rodeó la cintura con las manos. No la besó. Se limitó a mirarla fijamente a los ojos.

    –Mezclar los negocios con el placer puede ponerse feo. Y, como puedes ver, me gustan las cosas bien colocadas.

    –Los negocios los tienes con mi hermano.

    –Mmm –murmuró, frunciendo los labios como si no estuviera del todo seguro–. ¿Y tú estás aquí por placer? –le preguntó mientras le dedicaba una tórrida mirada.

    –Esa esperanza tenía –bromeó ella mientras se inclinaba un poco más hacia él–. Pero hasta ahora parece que tú solo quieres hablar.

    –Te aseguro que no….

    Leon bajó el rostro y acarició los labios de Tanja con los suyos, como si estuviera comprobando si ella estaba del todo segura. Después, la besó largamente, sin prisa, de una manera que provocó un terremoto dentro de Tanja.

    Ella había sentido que, con Leon, las cosas serían muy diferentes. Más fuertes. Más excitantes. No había imaginado nunca que él la llenaría con la energía de mil tormentas.

    Le rodeó los hombros desnudos con los brazos, aferrándose a él, gimiendo por lo vital y fuerte que él era. Leon la estrechaba con fuerza contra su cuerpo, aplastándole los senos contra su pecho. El aroma de la sal y de la crema de protección solar emanaban de su piel. La incipiente barba le erosionaba la barbilla y el ligero aroma del café invadió la boca de Tanja cuando él le introdujo la lengua para besarla más profundamente.

    Solo la estaba besando, pero estaba a millones de kilómetros de lo que Tanja había experimentado en el pasado. Parecía que todo su ser se abría y la empujaba a devolverle el beso con un abandono que no era propio de ella, pero que no podía evitar. Cuanto más profundamente la besaba él, más excitaba se sentía y más quería excitarlo a él.

    Leon dejó escapar un sensual sonido cuando apretó la mano contra el trasero de Tanja para encontrarle la separación de los glúteos. Le apretó uno de ellos desde abajo, levantándola para que pudiera notar mejor la abultada bragueta y la firme columna que se adivinaba debajo. Estaban los dos pegados el uno al otro, besándose como si sus vidas dependieran de ello.

    Leon se apartó de ella un instante y susurró algo en griego.

    –Realmente no esperaba esto –murmuró con su sensual acento mientras le mordisqueaba la mandíbula y la barbilla antes de enterrarle la boca en el cuello–. ¿Estás segura?

    El corazón le latía con tanta fuerza que Tanja lo notó. Cuando Leon levantó la cabeza, había algo agudo y brillante en su mirada. ¿Una advertencia? ¿La revelación de que él estaba tan asombrado por todo aquello como Tanja? Fuera lo que fuera, ella sintió que se le tensaba el vientre. Los huesos parecieron licuársele mientras apretaba las caderas con el cuerpo de él para reafirmar el contacto.

    Él dejó escapar un suspiro entrecortado. Con un ligero movimiento, se irguió y la dirigió a ella hacia una puerta.

    Cuando entraron en el camarote, él corrió las cortinas. Tanja se bajó los tirantes del vestido y dejó que este cayera al suelo, quedándose tan solo con el tanga azul claro que se había puesto para él.

    Leon se mordió los labios al mirarla. Con una mano se sujetó contra el techo cuando el barco hizo un repentino movimiento y, con la otra, se desabrochó el botón de los pantalones y se bajó la cremallera. Dejó caer la prenda al suelo y se quedó completamente desnudo. Desnudo y excitado. Muy, muy excitado…

    Tanja tragó saliva. Sintió que llevaba una mano hasta una estantería cercana para sostenerse.

    Leon se sentó sobre el amplio colchón que cubría prácticamente todo el espacio.

    –Ven aquí…

    Tanja se acercó a él, sentándose sobre la cama y sobre él con un fluido movimiento en el que fusionó la boca con la de él al hacerlo.

    Leon estaba tan caliente… El cuerpo le ardía por todas partes. La firmeza de su cuerpo resultaba casi dolorosa, pero también muy excitante.

    Él le deslizó los dedos por la espalda, en un gesto posesivo y delicado a la vez, explorándola con lacónica dedicación, realizando un mapa de su cuerpo, desde la nuca a los hombros. Iba trazando su espina dorsal, rodeándole los costados y apretándola contra su cuerpo como si estuviera celebrando todo lo que ella era.

    Tanja le colocó las manos sobre los hombros y comenzó a moverse con él, acariciándole por todo el cuerpo, gimiendo contra su boca para demostrarle lo mucho que gozaba teniéndolo bajo ella. Dureza y suavidad de raso, caliente y duro, vital y fuerte. Él le enredó los dedos en la tira del tanga y le marcó el trasero con las manos mientras la guiaba para que se colocara a horcajadas encima de él y subiera un poco más hacia su cuerpo.

    –Quiero tus pezones –murmuró con voz gutural.

    Ella se levantó un poco más para colocarle los pechos al nivel de la boca. Leon comenzó a chupárselos y ella sintió que todo su cuerpo se tensaba. No se mostraba tímido y seguía acariciándole el trasero, los muslos e incluso más allá de la húmeda tira del tanga…

    Tanja llevaba pensando en aquello todo el día. En realidad, desde hacía semanas. Meses. Por supuesto que estaba húmeda y caliente. Gimió y se ofreció a él mientras Leon la acariciaba y la torturaba con dedos y labios. De tal magnitud eran las sensaciones que estaba produciendo en ella que Tanja perdió la cabeza. En pocos segundos, alcanzó un poderoso clímax que la hizo temblar y gemir de placer.

    Leon le soltó el pezón y la miró con tal carnalidad que ella sintió el deseo de nuevo entre las piernas.

    –Quiero sentir eso mismo cuando esté dentro de ti –dijo con voz ronca.

    –Y yo también…

    Se movieron un poco. Tanja se quitó el tanga mientras que él se colocaba rápidamente un preservativo. Entonces, se tumbó de espaldas y

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