Smith, C. - El Barco Ebrio. (1981)
Smith, C. - El Barco Ebrio. (1981)
Smith, C. - El Barco Ebrio. (1981)
EL BARCO EBRIO
Traduccin de Elvio Gandolfo. En: Cuentos de ciencia ficcin contemporneos, tomo 1, Centro Editor de Amrica Latina, 1981.
Paul Myron Anthony Linebarger (1913-1966) fue un diplomtico y especialista en cuestiones asiticas y guerra psicolgica, que dio a conocer sus relatos de ciencia ficcin bajo el seudnimo de Cordwainer Smith. Segn su amigo Arthur Burns, Linebarger era de ascendencia surea y se haba criado en los crculos gubernamentales de la Repblica China, donde su padre fue durante aos asesor de Sun Yat-sen; tena firmes convicciones anticomunistas, y escribi un manual de Guerra Psicolgica (1955) que se transform en. un clsico sobre el tema; asesor al ejrcito de Estados Unidos entre 1942 y 1954; durante gran parte de su vida sufri una serie ininterrumpida de enfermedades, que lo sometan a complejos tratamientos; era afecto a los gatos y, dentro de la ciencia ficcin, a la obra de Arthur Clarke (en quien admiraba la claridad digna de Defoe pero en quien lamentaba la falta de profundidad en el tratamiento de los personajes) y la de Fritz Leiber; se haba sometido durante quince aos al psicoanlisis, al que Burns atribuye en parte la asombrosa liberacin imaginativa que predomina en su obra de ciencia ficcin; era anglicano tradicionalista y rechazaba la religin excesivamente secularizada. El proyecto de la obra de Cordwainer Smith (un seudnimo que ocult con eficacia su verdadera identidad a los adictos al gnero) tiene antecedentes y continuadores: se trata de una historia futura, en la que se van insertando unos 30 relatos cortos y una novela, escritos a partir de 1948. Lo que los diferencia por completo de proyectos similares (de Asimov, James Blish, y Robert Heinlein, entre otros) es el modo en que estn construidos y escritos. Hay un marco general que los sostiene: un mundo regido por los Seores de la Instrumentalidad, poblado por la Subgente (una especie de proletariado con ascendencia animal), surcado por distintos tipos de vehculos o modos de viajar (las naves de la planoforma y naves defendidas por seres humanos modificados, luego por ostras, luego por gatos). Es un mundo dividido en distintas eras, y donde tiene gran importancia la religin. Pero no hay continuidad narrativa, no slo entre los distintos cuentos, sino dentro de cada uno de los mismos: Smith declaraba explcitamente su intento de ser precervantino, de esquivar el carcter lineal de la novela moderna, para construir ms bien trozos de leyendas mezclados con informaciones concretas, desde un supuesto futuro, posterior a lo contado. Esto se ve unido a un uso muy particular del idioma ingls, sometido a modificaciones sintcticas, distorsiones y repeticiones. En los mejores casos (cuentos como AIpha Ralpha Boulevard", "El juego de la rata y el dragn" o "El barco ebrio") el resultado alcanza una notable sofisticacin, que tal vez explique la demora que ha sufrido su obra para difundirse plenamente. Un rasgo extraliterario destacable es la importancia que tienen en su universo el dolor, las enfermedades, la angustia ("Un planeta llamado Shayol" es uno de los ejemplos ms impresionantes en ese sentido). Otro aspecto es el carcter crptico de los nombres y la organizacin de su mundo, transfiguracin en clave de lugares y personajes de la poca en que fueron creados. El crtico y ensayista Pablo Capanna ha desentraado gran parte de esas referencias en un extenso volumen sobre Smith, del que slo se han conocido fragmentos publicados en revistas. "El barco ebrio" es uno de los relatos en los ,que Smith emplea con mayor libertad los elementos poticos, con resultados notables por momentos (el uso desencadenado de las imgenes para narrar la travesa por el espacio, por ejemplo).
Tal vez sea la historia ms triste, ms loca, ms feroz, en toda la larga historia del espacio. Es cierto que ningn otro hizo algo as antes, viajar a tal distancia, y a tales velocidades, y con tales medios. El hroe pareca un hombre comn... cuando la gente lo miraba por primera vez. La segunda vez, ah! las cosas cambiaban. Y la herona. Pequea era, y rubia cenicienta, inteligente, bonita, y herida. Herida: s, esa es la palabra correcta. Pareca necesitar consuelo o ayuda, incluso cuando se encontraba perfectamente bien. Los hombres se sentan ms hombres cuando ella estaba cerca. Se llamaba Elizabeth. Quin habra pensado que su nombre resonara intenso y ntido en la salvaje nada vomitante que constitua el espacio3? El tom un cohete antiguo, muy antiguo, de viejo diseo. Con l vol, huy, salt, ms que todas las mquinas que haban existido antes. Casi podra pensarse que se movi tan rpido que sacudi las grandes bvedas del cielo, de modo que el antiguo poema podra haber sido escrito slo para l: "Todas las estrellas dejaron caer sus espadas y mojaron el cielo con sus lgrimas." Se movi, tan rpido, tan lejos que la gente sencillamente no lo crey al principio. Pensaron que era una broma contada por los hombres, una farsa tejida por los rumores, una historia alocada para pasar el tiempo en las tardes de verano. Ahora conocemos su nombre. Y nuestros hijos y sus hijos lo conocern por siempre jams. .Rambo. Artyr Rambo de Tierra Cuatro. Pero l sigui a su Elizabeth adonde no haba espacio. Fue adonde los hombres no podan ir, no haban estado, no se atrevan, no haban pensado. Hizo todo por propia voluntad. Como es lgico la gente pens al principio que era una broma, y se puso a hacer canciones tontas acerca del viaje referido. -Cvenme un agujero para ese pavo mareado...! -canto uno. -Disquen para m el nmero del hmero...! cant otro. -Dnde est la nave del burln marrn...? -cant un tercero. Despus la gente se enter en todas partes de que era cierto. Algunos se quedaron duros y se les puso la carne de gallina. Otros se dedicaron rpidamente a las cosas cotidianas. El Espacio3 haba sido descubierto, y penetrado. El mundo nunca volvera a ser el mismo. La. roca slida se haba convertido en una puerta abierta. El propio espacio, tan limpio, tan vaco, tan prolijo, ahora se pareca a un milln de millones de aos luz de budn de tapioca: gomoso, pulposo, viscoso, inadecuado para respirar, inadecuado para nadar en l. Cmo ocurri? Todos se acreditaron el hecho, cada cual a su modo.
-El vino por m -dijo Elizabeth-. Mor y l vino por m porque las mquinas estaban haciendo un enredo con mi vida mientras trataban de curar mi muerte intil, terrible. -Yo mismo fui -dijo Rambo-. Me trampearon y me mintieron y me engaaron, pero tom el barco y me convert en el barco y llegu all. Nadie me oblig a hacerlo. Estaba furioso, pero fui. Y regres, no es cierto? El tambin tena razn, incluso mientras se retorca y gema en la verde hierba de la tierra, con su nave perdida en un espacio tan terriblemente lejano y extrao que podra haber estado bajo su mano viviente o a media galaxia de distancia. Quin puede asegurar algo, con el espacio tres? Fue Rambo quien regres, buscando a su Elizabeth. La amaba. As que el viaje fue suyo, y a l hay que acreditarlo. Pero el Seor Crudelta dijo, muchos aos despus, mientras hablaba en voz baja, confidencialmente, entre amigos: -El experimento fue mo. Yo lo prepar, eleg a Rambo. Volv locos a los selectores, tratando de encontrar un hombre que se ajustara a esas especificaciones. E hice construir ese cohete segn planos viejos, muy viejos. Era el tipo de aparato que usaron los humanos por primera vez cuando saltaron un poquito fuera del aire, brincando como peces voladores de una ola a la siguiente y creyendo que ya eran guilas. Si hubiese empleado una nave de la planoforma, sta habra desaparecido con una especie de gorgoteo invertido, dejando el espacio lechoso por un momento mientras se esfumaba dentro de la suciedad y la destruccin. Pero no me arriesgu a eso. Emplac el cohete sobre una plataforma de despegue. Y la plataforma de despegue era una nave interestelar! Dado que emplebamos un cohete antiguo, lo preparamos bien, con la antiqusima escritura, las letras misteriosas impresas encima de toda la mquina. Incluso escribimos bien claro el nombre de nuestra Organizacin: la I y la D y la H: por "Instrumentalidad de la Humanidad". -Cmo iba yo a saber -prosigui el Seor Crudelta-, que tendramos un xito mucho mayor que el que esperbamos, que Rambo arrancara al propio espacio de sus goznes y que dejara esa nave atrs, slo porque amaba con tanta violencia, con tanta ferocidad a Elizabeth? Crudelta suspir. -Lo s y no lo s. Soy como aquel hombre antiguo que trat de llevar una nave acutica por el camino equivocado alrededor del planeta Tierra y que en vez de eso descubri un nuevo mundo. Coln, lo llamaban. Y la tierra, era Australia, o Amrica, o algo por el estilo. Eso es lo que hice yo. Despach a Rambo en aquel cohete antiguo y l descubri un camino nuevo a travs del espacio3. Ahora nadie de nosotros sabr nunca quin puede empujar y salir a travs del piso o tomar forma en el aire ante nosotros. Crudelta agreg, casi pensativo: -Qu sentido tiene contar la historia? Da lo mismo, todos la conocen. Mi parte en ella no es muy gloriosa. Ahora, en cuanto al final, es hermoso. El bungalow junto a la cascada y todos los nios maravillosos que otras personas les entregaron. Pero lo anterior al final, cmo se present l en el hospital, invlido e insano, buscando a su Elizabeth. Eso fue triste y sobrenatural, fue espantoso. Me alegra que todo llegara al final feliz con el bungalow junto a la cascada, pero llegar a eso exigi un tiempo demoledoramente largo. Y hay partes del asunto que nunca se comprendern, la piel desnuda contra el espacio
desnudo, los globos oculares cabalgando algo mucho ms rpido que la luz. Saben qu es un aoudad? Es una oveja antigua que sola vivir en la Vieja Tierra, y aqu estarnos, miles de aos despus, con una rima infantil sin sentido sobre ella. Los animales han desparecido, pero la rima permanece. Lo mismo pasar con Rambo algn da. Todos conocern su nombre y lo que hay que saber sobre su barco ebrio, pero olvidarn el mojn cientfico que cruz, buscando a Elizabeth en un cohete antiguo que no poda volar de ping a pong... Oh, la rima? No la conocen? Es una tontera. Dice as: Apntale a una obscura oruga. (Tienes que elegir: jamn o tortuga!) Disprale a un agnico aoudad. (No preguntes por qu o cmo, pap!) No me pregunten qu son "jamn" o "tortuga". Es probable que se trate de partes de animales antiguos, como el bife o el solomillo. Pero los nios an dicen las palabras. Lo mismo harn algn da con Rambo y su barco ebrio. Incluso tal vez cuenten la historia de Elizabeth. Pero nunca contarn la parte sobre cmo l lleg al hospital. Esa parte es demasiado terrible, demasiado real, demasiado triste y maravillosa al final. Lo encontraron sobre la hierba. Atencin: desnudo sobre la hierba, y nadie saba de dnde haba venido!
Lo encontraron desnudo sobre la hierba y nadie saba de dnde haba venido. Ni siquiera estaban enterados del cohete antiguo que el Seor Crudelta haba enviado ms all del fin de ningn-lugar con las letras I, D y H escritas encima. No saban que aquel era Rambo, que haba atravesado el espacio tres. Los robots fueron quienes lo vieron primero y lo entraron, fotografiando todo lo que hacan. Los haban programado as, para asegurarse de que cualquier cosa inusual quedara en los registros. Despus las enfermeras lo encontraron en un cuarto al aire libre. Asumieron que estaba vivo, porque no estaba muerto, pero tampoco pudieron demostrar que estaba vivo. Eso aument el enigma. Llamaron a los mdicos. Mdicos autnticos, no mquinas. Eran hombres muy importantes. El Ciudadano Doctor Timofeyev, el Ciudadano Doctor Grosbeck y el director en persona, el Seor y Doctor Vomact. Se encargaron del caso. (Sobre el costado opuesto del hospital Elizabeth aguardaba, inconsciente, y nadie lo saba. Elizabeth, por quin l haba saltado el espacio y traspasado las estrellas, pero nadie lo saba an!) El joven no poda hablar. Cuando hicieron pasar sus impresiones oculares y digitales por la Mquina de Poblacin, descubrieron que haba sido procreado en la propia tierra, pero lo haban despachado como un beb congelado y nonato a Tierra Cuatro. Con un costo tremendo, hicieron investigaciones en Tierra Cuatro mediante un "mensaje instantneo", slo para descubrir que el joven que descansaba ante ellos en el hospital se haba perdido en una nave experimental en un viaje intergalctico. Perdido. Ni nave, ni rastros de la nave. Y all estaba l.
Estaban parados al borde del espacio, y no saban lo que estaban mirando. Eran mdicos y su oficio era reparar y reconstruir gente, no embarcarlas. Qu podan saber tales hombres acerca del espacio3, si ni siquiera saban algo sobre el espacio2, salvo, el hecho de que la gente se metan en naves de la planoforma y viajaban a travs de l? Buscaban enfermedad mientras sus ojos vean ingeniera. Cuando el joven mejor lo trataron. Todo lo que l necesitaba era tiempo, para recobrarse del shock del viaje ms tremendo jams realizado por un ser humano, pero los mdicos no lo saban y trataron de acelerar su recuperacin. Cuando le pusieron prendas, l pas del coma a una especie de espasmo mecnico y se las arranc a tirones. Una vez ms desnudo, se tendi de mala manera sobre el piso y se neg a comer o hablar. Lo alimentaron con agujas mientras toda la energa del espacio, ojal lo hubieran sabido, sala radiando de su cuerpo en formas nuevas. Lo dejaron solo en un cuarto cerrado con llave y lo observaron a travs de una mirilla. Era un joven apuesto, an cuando tuviera la mente en blanco y el cuerpo rgido e inconsciente. Tena cabello muy rubio y ojos celestes pero su rostro mostraba carcter: mandbula cuadrada; una boca elegante, resuelta, adusta; viejas arrugas en la cara que hacan pensar que cuando estaba consciente haba vivido muchos das o meses al borde de la clera. Cuando lo examinaron en el tercer da en el hospital, el paciente no haba cambiado en absoluto. Haba vuelto a arrancarse el pijama y descansaba desnudo, boca abajo, sobre el piso. Su cuerpo estaba inmvil y tenso como en el da anterior. (Un ao despus, este cuarto iba a ser un museo con una placa de bronce que deca: "Aqu descans Rambo despus de abandonar el Cohete Antiguo para entrar en el Espacio Tres", pero los mdicos an no tenan idea acerca de lo que enfrentaban.) Su rostro se volvi con tanta violencia hacia la izquierda que se le vieron los msculos del cuello. Su brazo derecho se proyect recto desde el cuerpo. El brazo izquierdo form un ngulo recto exacto a partir del cuerpo, con el antebrazo y la mano izquierda sealando rgidos hacia arriba a 90 desde la parte superior del brazo. Las piernas ejecutaban una parodia grotesca de la posicin de carrera. -Me parece que est nadando -dijo el doctor Grosbeck-. Dejmoslo caer en un tanque de agua y veamos si se mueve. A veces Grosbeck era partidario de las soluciones drsticas para los problemas. Timofeyev ocup su puesto en la mirilla. -Espasmo, an -murmur-. Espero que el pobre tipo no sienta dolor cuando caigan sus defensas corticales. Cmo puede un hombre combatir el dolor si ni siquiera sabe qu est experimentando? -Y usted, seor y doctor -le dijo Grosbeck a Vomact-, qu ve usted? Vomact no necesitaba mirar. Haba llegado temprano y haba mirado durante largo rato en silencio al paciente a travs de la mirilla antes de que llegaran los otros mdicos.
Vomact era un hombre sabio, con buena percepcin y ricas intuiciones. Poda adivinar en un hora ms de lo que poda diagnosticar una mquina en un ao; ya empezaba a comprender que aquella era una enfermedad que ningn hombre haba tenido antes. An as, haba remedios a la espera. Los tres mdicos los probaron. Probaron con hipnosis, electroterapia, masaje, subsonidos, atropina, quirurgital, una familia entera de digitalnidas, y algunos virus casi narcticos que haban crecido en rbita, donde mutaban rpido. Obtuvieron un principio de respuesta cuando probaron gas hipntico combinado con un telpata amplificado electrnicamente; esto demostr que an funcionaba algo en el interior de la mente del paciente. De otro modo el cerebro habra parecido mero tejido adiposo, sin un solo nervio. Los otros intentos no haban mostrado nada. El gas mostr una leve agitacin de alejamiento del miedo y el dolor. El telpata inform sobre atisbos de cielos desconocidos. (Los mdicos entregaron el telpata a la Polica Espacial de inmediato, para que pudieran tratar de codificar los diseos estelares que haba visto en la mente del paciente, pero los diseos no encajaban. El telpata, aunque un hombre de talentos agudos no poda recordarlos con los detalles suficientes como para ubicarlos contra las muestras de hojas de pilotaje.) Los mdicos volvieron a las drogas y probaron remedios antiguos, sencillos: morfina y cafena para que se contrarrestaran entre s, y un masaje violento para hacerlo soar otra vez, de modo que el telpata pudiera captarlo. No hubo ms resultados ese da, ni en el prximo. Entre tanto las autoridades de la Tierra empezaban a inquietarse. Pensaban, con bastante razn, que el hospital haba hecho un buen trabajo al probar que el paciente no haba estado en la tierra hasta un momento antes de que los robots lo encontraran en la hierba. Cmo haba llegado a la hierba? El espacio areo de la Tierra no registraba la menor intrusin, ningn vehculo que hubiese trazado un arco refulgente de aire incendindose contra el metal, ningn susurro de las fuerzas enormes que conducan a una nave de la planoforma a travs del espacio. (Crudelta, empleando naves ms rpidas que la luz, se arrastraba lento como una serpiente de regreso a la Tierra, acelerando todo lo posible para ver si Rambo haba llegado primero.) Al quinto da, hubo un principio de apertura. Elizabeth haba pasado. Esto se averigu slo mucho ms tarde, mediante un cuidadoso control de los registros del hospital. Los mdicos slo saban esto: se haban trasladado pacientes por el corredor, cuerpos inmviles cubiertos con sbanas sobre camillas rodantes. De pronto las camillas dejaron de rodar. Una enfermera aull. La gruesa pared de acero y plstico se doblaba hacia adentro. Alguna fuerza lenta, silenciosa empujaba la pared hacia el propio corredor. La pared se desgarr. Surgi una mano humana.
Una de las enfermeras ms vivaces grit: -Empujen esas camillas! Aprtenlas del paso. Las enfermeras y los robots obedecieron. Las camillas se balancearon como un grupo de botes que cruza una ola cuando llegaron al sitio donde el piso, unido a la pared, se haba inclinado hacia arriba para acompaar a la pared cuando sta se desgarr hacia adentro. El resplandor color-paz de las luces parpade. Aparecieron robots. Una segunda mano humana. atraves la pared. Empujando en direcciones opuestas, las manos desgarraron la pared como si fuera de papel mojado. El paciente de la hierba asom la cabeza a travs de ella. Mir ciegamente de un lado al otro del corredor, con los ojos an desenfocados, la piel brillando con un extrao color marrn rojizo debido a las quemaduras del espacio abierto. -No -dijo. Slo esa palabra. Pero ese "No" fue odo. Aunque el volumen no era alto, recorri todo el hospital. El sistema de intercomunicaciones internas lo retransmiti. Cada interruptor del edificio pas a negativo. Enfermeras y robots frenticos, incluso con ayuda de los mdicos, se precipitaron a volver a encender todas las mquinas: las bombas, los ventiladores, los riones artificiales, los re-registradores cerebrales, hasta los sencillos extractores de aire que mantenan la atmsfera limpia. Arriba, muy lejos, una aeronave gir vertiginosamente. Su interruptor de "apagado", rodeado por precintos triples de seguridad, haba pasado de pronto a la posicin negativa. Por suerte el piloto robot lo hizo funcionar otra vez antes de estrellarse en tierra. El paciente no pareca saber que su palabra haba tenido este efecto. (Mas tarde el mundo supo que esto formaba parte del efecto "barco ebrio". El propio hombre haba desarrollado la capacidad de emplear su sistema neurofsico como mquina de control.) En el corredor, lleg la mquina robotizada que haca las veces de polica. Llevaba guantes acolchados esterilizados, de terciopelo, con un poder de agarre de sesenta toneladas mtricas en sus manos. Se acerc al paciente. El robot haba sido entrenado meticulosamente para reconocer todo tipo de peligro procedente de seres humanos delirantes o psicticos; ms tarde inform que haba tenido una entrada de informacin de "peligro, extremo" en todas sus bandas sensoriales. Esperaba aferrar al prisionero con firmeza irreversible y devolverlo a su cama, pero en aquel tipo de peligro siseando en el aire, el robot no se arriesg. Su mueca contena una pistola hipodrmica accionada por argn comprimido. Tendi la mano hacia el hombre desconocido y desnudo que estaba erguido en el enorme desgarrn de la pared. El arma de la mueca silb y una inyeccin de condamina, el narctico ms poderoso del universo conocido, entr con fuerza a travs de la piel del cuello de Rambo. El paciente se desmoron. El robot lo alz con cuidado y gentileza, lo hizo pasar a travs de la pared desgarrada, abri la puerta con un puntapi que rompi la cerradura y volvi a colocar al paciente en
su cama. El robot pudo or que se acercaban mdicos, as que emple sus manos enormes para moldear la pared de acero hasta que recobr la forma correcta. Los obreros robots y la subgente podan terminar el trabajo ms tarde, pero entretanto esa parte del edificio se vea mejor con sus ngulos rectos. Lleg el doctor Vomact, seguido de cerca por Grosbeck. -Qu pas? -aull, arrancado de la calma de toda una vida. El robot seal la pared desgarrada. -La abri. Le di forma otra vez -dijo el robot. Los mdicos se volvieron para mirar al paciente. Una vez ms se haba arrastrado fuera de la cama y estaba en el piso, pero su respiracin era liviana y natural. -Qu le dio? -exclam Vomact dirigindose al robot. -Condamina -dijo el robot-, de acuerdo a la regla 47-B. La droga no debe ser mencionada fuera del hospital. -Ya lo s -dijo Vomact, abstrado y un poco malhumorado-. Ahora puede retirarse, gracias. -No se acostumbra agradecer a los robots -dijo el robot-, pero usted puede leer una recomendacin para mis registros si lo desea. -Desaparezca ya mismo, marmota! -le grit Vomact al oficioso robot. El robot parpade. -Aqu no hay marmotas, pero tengo la impresin de que se refiere a m. Me ir, con su permiso. Salt con extravagante elegancia alrededor de los dos mdicos, juguete abstrado con la cerradura rota, como si deseara repararla; y despus, al ver la mirada furiosa que le diriga Vomact, abandon el cuarto por completo. Un momento despus empezaron a sonar los golpes sordos, apagados. Los dos mdicos prestaron atencin por un momento y despus se rindieron. El robot estaba en el corredor, dndole forma suavemente con las manos al acero del piso. Era un robot prolijo, probablemente animado por un cerebro de pollo amplificado, y cuando le daba por la prolijidad llegaba a ser obstinado. -Dos preguntas, Grosbeck -dijo el seor y doctor Vomact. -A sus rdenes, seor! -Dnde estaba el paciente parado cuando empuj la pared hacia el corredor, y dnde consigui el punto de apoyo necesario para hacerlo? Grosbeck estrech los ojos, confundido. -Ahora que usted lo menciona, no se me ocurre cmo pudo hacerlo. En realidad, no pudo hacerlo. Pero lo hizo. y la otra pregunta? -Qu piensa usted de la condamina? -Peligrosa, desde luego, como siempre. La adiccin puede...
-Se puede tener adiccin sin actividad cortical? -interrumpi Vomact. -Por supuesto -dijo Grosbeck de inmediato-. Adiccin de los tejidos. -Bsquela, entonces -dijo Vomact. Grosbeck se arrodill junto al paciente y palp con las puntas de los dedos las terminaciones musculares. Palp el sitio donde se anudaban, en la base del crneo, los extremos de los hombros, la zona despejada de la espalda. Cuando se irgui haba una expresin perpleja en su rostro. -Nunca antes he tocado un cuerpo humano como ste. Ni siquiera estoy seguro de que siga siendo humano. Vomact no dijo nada. Los dos mdicos se enfrentaron. Grosbeck se agit bajo la serena mirada del hombre mayor. Por ltimo barbot: -Seor y Doctor, s lo que podramos hacer. -Y qu viene a ser? -dijo Vomact con voz neutra, sin el menor indicio de aliento o advertencia. -No sera la primera vez que se hace en un hospital. -Qu? -dijo Vomact, con .los ojos (aquellos ojos temibles!) obligando a decir a Grosbeck lo que Grosbeck no quera decir. Grosbeck enrojeci. Se inclin hacia Vomact como para susurrar, an cuando no haba nadie cerca de ellos. Cuando surgieron, sus palabras tenan la indecencia apresurada de una sugerencia incorrecta dicha por un amante: -Mate al paciente, Seor y Doctor. Mtelo. Tenemos muchos datos sobre l. Podemos traer un cadver del subsuelo y convertirlo en un buen simulacro. Quin puede saber qu dejaremos suelto en medio de la humanidad si l se recupera? -Quin puede saberlo? -dijo Vomact, sin ningn tono o cualidad particular en la voz-. Pero ciudadano y doctor, cul es el duodcimo deber de un mdico? -"No ejercer la ley con sus propias manos, dejando la curacin para quienes curan y dndole al estado de la Instrumentalidad todo lo que pertenece propiamente al estado de la Instrumentalidad. -Grosbeck suspir mientras se retractaba de su sugerencia-. Retiro lo dicho, Seor y Doctor.. No hablaba yo de medicina. Lo que tena en mente eran en realidad cuestiones polticas y gubernamentales. -Y ahora...? -pregunt Vomact. -Crelo, o djelo en paz hasta que se cure solo. -Y qu hara usted? -Yo tratara de curarlo. -Cmo? -dijo Vomact. -Seor y Doctor -exclam Grosbeck-, no se aproveche de mi debilidad en este caso! S que le caigo bIen porque soy un hombre confiado, audaz. No me pida que sea como soy cuando ni siquiera s de dnde vino este cuerpo. Si fuera audaz como de costumbre, le dara a l tifoidea y condamina, ubicando telpatas cerca. Pero esto es algo nuevo en la
historia del hombre. Somos personas, y tal vez l ya no sea una persona. Tal vez representa la combinacin de una persona con una fuerza nueva. Cmo lleg aqu desde el extremo borde de ningn lugar? Cuntos millones de veces se vio l aumentado o reducido? No sabemos qu es o qu le pas? Cmo podemos tratar a un hombre si estamos tratando el fro espacio, el calor de los soles, la frialdad de la distancia? Sabemos qu hacer con la carne, pero esto ya no es carne. Comprubelo usted mismo, Seor y Doctor, plpelo! Tocar algo que nadie ha tocado antes. -Ya lo he palpado -declar Vomact-. Usted tiene razn. Probaremos con tifoidea y condamina por medio da. Encontrmonos aqu dentro de doce horas. Les indicar a las enfermeras y los robots qu hacer entretanto. Ambos le dieron un vistazo de despedida al cuerpo marrn rojizo que estaba tendido con las piernas y los brazos abiertos en el suelo. Grosbeck mir el cuerpo con algo parecido al disgusto mezclado con miedo; Vomact estaba inexpresivo, salvo una torcida sonrisa de compasin. En la puerta los esperaba la enfermera en jefe. Grosbeck se sorprendi ante las rdenes de su jefe. -Seora y enfermera, tienen en este hospital una bveda a prueba de armas? -S, seor .:.-dijo ella-. La usamos para guardar nuestros registros hasta que los telemetreamos todos a la Computadora Orbital. Ahora est sucia y vaca. -Que la limpien. Haga llegar un tubo de ventilacin. Quin es su protector militar? -Mi qu? -exclam la enfermera, sorprendida. -En la Tierra todos tienen proteccin militar. Dnde estn las fuerzas, los soldados que protegen su hospital? -Mi seor y doctor! -dijo ella en voz alta-. Mi seor y doctor! Soy una mujer vieja y hace trescientos aos que me permiten trabajar aqu, pero nunca pens antes en eso. Para qu iba a necesitar yo soldados? -Averige quines son y pida que hagan guardia. Ellos tambin son especialistas, de un arte distinto del nuestro. Que hagan guardia. Tal vez los necesitemos antes de que termine el da. Dele mi nombre como autoridad al teniente o sargento que los dirige. Y sta es la medicacin que deseo que le apliquen al paciente. Los ojos de la enfermera se abrieron de par en par mientras l segua hablando, pero era una mujer disciplinada y asenta a medida que lo oa, punto por punto. Hacia el final sus ojos se vean muy tristes y cansados pero era experta y entrenada y senta un respeto enorme por la habilidad y la sabidura del Seor y Doctor Vomact. Tambin experimentaba una piedad clida, femenina por el joven cuerpo varonil inmvil en el piso, nadando eternamente sobre el duro piso, nadando entre archipilagos con los que ningn hombre vivo haba soado antes.
La crisis lleg esa noche. El paciente haba grabado impresiones de las manos en la pared interna de la bveda, pero no haba escapado.
Los soldados, que parecan extraamente alertas con sus armas refulgentes en el corredor brillante del hospital, estaban en realidad muy aburridos, como les ocurre siempre a los soldados cuando estn de guardia sin que haya accin. El teniente que los diriga estaba agitado. El puntalambre zumbaba en su mano como un insecto peligroso. El Seor y Doctor Vomact, que saba sobre armas ms de lo que los soldados crean que saba, vio que el puntalambre estaba regulado en MXIMO, con la capacidad de paralizar personas cinco pisos hacia arriba, cinco pisos hacia abajo o en un radio de un kilmetro. Vomact no dijo nada. Se limit a agradecer al teniente y entr a la bveda, seguido de cerca por Grosbeck y Timofeyev. El paciente nadaba tambin all. Haba pasado a un movimiento intercalado de los brazos, pateando con las piernas contra el piso. Era como si hubiese nadado en el otro piso con el nico propsito de permanecer a flote, y hubiese descubierto ahora cierta direccin en la cual ir, aunque con mucha lentitud. Sus movimientos eran deliberados, tensos, rgidos, y tan reducidos en el tiempo que era como si apenas se moviera. El pijama desgarrado estaba en el piso junto a l. Vomact mir a su alrededor, preguntndose qu fuerzas podra haber usado el hombre para dejar aquellas impresiones manuales sobre la pared de acero. Record la advertencia de Grosbeck acerca de que el paciente deba morir antes que someter a la humanidad a riesgos nuevos e impensables, pero aunque comparta la sensacin, no poda condonar la recomendacin. Casi irritado, el gran mdico pens para s: adnde poda estar yendo el hombre? (Hacia Elizabeth, era la verdad, hacia Elizabeth, ahora a slo sesenta metros de distancia. Iba a pasar mucho tiempo antes de que la gente comprendiera lo que Rambo haba intentado hacer: cruzar nada ms que sesenta metros para alcanzar a Elizabeth cuando ya haba saltado una infinitud de aos luz para regresar a ella. A su bien, a su amor, a su bienamada que lo necesitaba!) La condamina no dej su marca caracterstica de lasitud profunda y piel refulgente: tal vez la tifoidea la contrarrestaba de modo efectivo. Rambo pareca ms animado que antes. El nombre haba llegado a travs del sistema de mensajes normal, pero an no significaba nada para el Seor y Doctor Vomact. Ya significara. Ya significara. Entretanto los otros dos mdicos, a quienes se haba instruido por anticipado, se ocuparon de los aparatos que los robots y las enfermeras haban instalado. Vomact les murmur: -Creo que se encuentra mejor. Ms flojo en general. Probar con gritos. Estaban tan ocupados que slo asintieron con movimientos de cabeza. Vomact vocifer al paciente: -Quin es usted? Qu es usted? De dnde viene? Los tristes ojos azules del hombre que estaba en el suelo lo miraron con una mirada sorprendentemente rpida, pero no hubo ningn otro signo real de comunicacin. Los miembros siguieron ejecutando su natacin contra el spero piso de cemento de la bveda. Dos de los vendajes que el personal del hospital le haba puesto se haban salido otra vez. La rodilla derecha: raspada y magullada, dej un rastro de sesenta centmetros de sangre -en parte vieja y negra y coagulada, en parte fresca, nueva y lquida- sobre el piso, al moverse hacia atrs y adelante.
Vomact se irgui y se dirigi a Grosbeck y Timofeyev. -Veamos ahora qu pasa cuando aplicamos el dolor. -Los dos retrocedieron sin necesidad de ser advertidos. Timofeyev agit su mano hacia un ordenanza robot esmaltado de blanco que estaba en el umbral. La red del dolor, una frgil jaula de alambres, cay del techo. Corresponda a Vomact, como mdico mayor, enfrentar el riesgo ms importante. El paciente estaba envuelto por completo en la red de alambres, pero Vomact se dej caer sobre las manos y las rodillas, alz la red en un ngulo con su mano rgida, meti su propia cabeza dentro de ella y cerca de la cabeza del paciente. La tnica del doctor Vomact se arrastr sobre el cemento limpio, tocando las viejas manchas negras de sangre que haba dejado el paciente durante su "natacin" de toda la noche. Ahora la boca de Vomact estaba a centmetros del odo del paciente. -Oh -dijo Vomact. La red zumb. El paciente detuvo su lento movimiento, arque la espalda, mir al mdico con firmeza. Los doctores Grosbeck y Timofeyev pudieron ver que el rostro de Vomact se pona blanco con el impacto de la mquina del dolor, pero Vomact mantuvo su voz controlada y dijo con tono alto y parejo al paciente: -Quin... es... usted? -Elizabeth -dijo el paciente llanamente. La respuesta era tonta pero el tono racional. Vomact sac la cabeza de debajo de la red, gritndole otra vez al paciente: -Quin... es... usted? El hombre desnudo contest, hablando con gran nitidez: -"Chuincle, chuincle, chico chbil, Me estoy sintiendo muy dbil! Vomact frunci el entrecejo y murmur al robot: -Ms dolor. Pselo .al dolor extremo. El cuerpo se desbarat bajo la red, tratando de continuar con su natacin sobre el cemento. Un intenso grito chirriante y salvaje surgi de la vctima bajo la red. Sonaba como una distorsin aullada del nombre Elizabeth, resonando desde una lejana sin fin. No tena sentido. Vomact volvi a vociferar:
-Quin... es... usted? Con claridad y sonoridad inesperadas, la voz lleg a los tres mdicos desde el cuerpo contorsionado que estaba bajo la red del dolor: -Soy el embarcado, el desgarrado, el engaado, el ahogado, el obsesionado, el desnudado, el volteado, el deslizado, el lanzado, el pellizcado... aah! Su voz se apag con un gemido y sigui nadando sobre el piso, a pesar de la intensidad de la red del dolor que lo cubra. El mdico alz la mano. La red del dolor dej de zumbar y subi en el aire. Le tom el pulso al paciente. Era rpido. Alz un prpado. Las reacciones se acercaban mucho ms a lo normal. -Retrocedan -les dijo a los otros. -Dolor para nosotros dos -dijo al robot. La red baj sobre ambos. -Quin es usted? -chill Vomact, directo en el odo del paciente, alzando a medias al hombre del piso y sin saber si e! cuerpo que desgarraba paredes de acero no podra, de algn modo, desgarrarlos a los dos mientras se erguan. El hombre le contest balbuceante: -Soy el supremo, el cartero, el posadero, el fantasmal, el litoral, el jactancia!, el drogado, el aumentado, el tostado, el asado, no! no! no! Forceje en los brazos de Vomact. Grosbeck y Timofeyev dieron un paso adelante para rescatar a su jefe cuando el paciente agreg, con gran serenidad y nitidez: -Su procedimiento es correcto, doctor, quienquiera que usted sea. Ms fiebre, por favor. Ms dolor, por favor. Un poco de esa droga para combatir el dolor. Usted me est sacando. S que estoy en la Tierra. Elizabeth est cerca. Por amor de Dios, trigame a Elizabeth! Pero no me presione. Necesito das y das para recobrarme. La racionalidad era tan impresionante que Grosbeck, sin aguardar las rdenes de Vomact como doctor en jefe, orden que alzaran la red del dolor. El paciente empez a balbucear otra vez: -Soy el hombre tres, el hombre l, el hombre pez, el hombre mies, el hombre tres, el hombre tres...-su voz se apag y cay inconsciente. Vomact sali de la bveda. Se lo vea un poco tambaleante. Sus colegas lo tomaron de los hombros. Les dirigi una sonrisa dbil: -Me gustara que fuera legal... Podra tomar un poco de esa condamina yo tambin. No es de asombrarse que las redes del dolor despierten a los pacientes y hasta les saquen muecas a los muertos! Triganme algo de beber. Mi corazn es viejo. Grosbeck hizo que se sentara mientras Timofeyev corra por el corredor, a buscar licor medicinal.
-Cmo vamos a encontrar a su Elizabeth? Debe haber millones. Y adems l es de Tierra Cuatro. -Seor y Doctor, usted ha logrado milagros -dijo Grosbeck-. Meterse bajo la red. Arriesgarse tanto. Hacerlo hablar. Nunca volver a ver algo as. Haber visto lo que pas hoy es suficiente para toda una vida. -Pero qu haremos a continuacin ? -pregunt Vomact cansado, casi confundido. . Esa pregunta en particular no necesitaba respuesta.
El Seor Crudelta haba llegado a la Tierra. Su piloto hizo aterrizar el aparato y se desmay sobre los controles, de puro agotamiento. De los gatos escoltas, que haban viajado junto a la espacionave en naves en miniatura, tres estaban muertos, uno en coma y el cuarto escupa y rabiaba. Cuando las autoridades portuarias trataron de demorar al Seor Crudelta para asegurarse de su autoridad, l invoc Emergencia Mxima, se hizo cargo de las tropas en nombre de la Instrumentalidad, arrest a todos los que estaban a la vista con excepcin del comandante de las tropas, y requis al comandante de las tropas para que lo condujera al hospital. Las computadoras del puerto le haban indicado que un tal Rambo, "sans origine", haba llegado de modo misterioso a la hierba de un hospital determinado. En la parte externa del hospital, el Seor Crudelta invoc otra vez Emergencia Mxima, coloc a todos los hombres armados bajo sus rdenes, pidi aun registrador monitor que cubriera todas sus acciones por si ms tarde se vea llevado ante una corte marcial, y arrest a todos los que estaban a la vista. Los pasos pesados de hombres muy armados, que marchaban en formacin de combate, alcanzaron a Timofeyev mientras regresaba con rapidez para darle algo de beber a Vomact. Los hombres estaban avanzando por el recodo. Todos llevaban cascos encendidos y los puntalambres zumbaban. Las enfermeras se adelantaron corriendo para expulsar a los intrusos, y retrocedieron corriendo cuando el aguijonazo de los rayos aturdidores pas cruelmente sobre ellas. Todo el hospital estaba conmocionado. La Guerra de los Dos Minutos estall de inmediato. Hay que comprender el esquema de la Instrumentalidad para ver como ocurri. La Instrumentalidad era un cuerpo de hombres que se autoperpetuaba, con poderes enormes y un cdigo estricto. Cada cual constitua el pleno de la justicia baja, media, y alta. Cada cual poda hacer todo lo que encontraba necesario o correcto para mantener la Instrumentalidad y para resguardar la paz entre los mundos. Pero si cometa un error o una injusticia... ah, entonces las cosas de pronto cambiaban. Cualquier Seor poda ejecutar a otro Seor en una emergencia, pero se aseguraba su propia muerte y desgracia si asuma tal responsabilidad. La nica diferencia entre la ratificacin y el repudio se expresaba en el hecho de que los Seores que mataban en una emergencia y luego se demostraba que estaban equivocados eran incluidos en una lista ignominiosa, mientras que aquellos que mataban a otros Seores con razn (como poda demostrarlo un examen posterior) eran anotados en una lista muy honrosa, pero an as se los mataba.
Con tres Seores, la situacin era distinta. Tres Seores conformaban una corte de emergencia; si actuaban juntos, actuaban de buena fe, e informaban a las computadoras de la Instrumentalidad, se vean exentos del castigo, aunque no de la culpa o incluso de la reduccin al nivel de ciudadano. Siete Seores, o todos los Seores de un planeta dado en un momento dado, estaban ms all de los alcances de toda crtica, salvo la de una digna revocacin de sus acciones si un fallo posterior demostraba que estaban equivocados. As se manejaban las cosas en la Instrumentalidad. La Instrumentalidad tena un lema perpetuo: "Vigilar, pero no gobernar; detener la guerra pero no agitarla, proteger, pero no controlar; Y ante todo, sobrevivir!" El Seor Crudelta haba tomado las tropas -no sus tropas, sino las tropas regulares livianas del Gobierno del Hogar Humano- porque tema que el mayor peligro de la historia del hombre poda provenir de la persona que l mismo haba enviado a travs del Espacio3. Nunca esper que las tropas fueran arrancadas de su comando: un poder abrumador reforzado por telepata robtica y la incomparable red de comunicaciones, tanto abiertas como secretas, reforzado por miles de aos de trucos, derrota, secreto, victoria y lisa y llana experiencia, que la Instrumentalidad haba perfeccionado desde que surgiera de las Guerras Antiguas. iAbrumador, abrumado! Esas eran las rdenes que la Instrumentalidad haba empleado antes de que empezara el tiempo registrado. A veces suspendan a sus antagonistas basados en puntos legales, a veces mediante la diestra y letal insercin de armas, ms a menudo interviniendo en los controles mecnicos y sociales de los dems y haciendo su voluntad, slo para dejar caer los controles con la misma brusquedad con que los haban tomado. Pero no las tropas apresuradamente reunidas de Crudelta. La guerra estall con un cambio de paso. Dos escuadrones de hombres se movan en la zona del hospital donde descansaba Elizabeth, esperando los regresos sin fin a los baos de gelatina que reconstruiran su pobre cuerpo arruinado . Los escuadrones cambiaron de paso. Los sobrevivientes no pudieron informar qu ocurri. Todos admitieron una gran confusin mental. ..ms tarde. En aquel momento pareci como si hubiesen recibido una orden clara, lgica de volverse y defender el sector de las mujeres contraatacando a su propio batalln principal que los segua... El hospital era un edificio muy slido. De otro modo se haba derretido hasta los cimientos o estallado en llamas. Los soldados que marchaban adelante se volvieron de pronto, se dejaron caer para cubrirse y dispararon con los puntalambres a los camaradas que los seguan. Los puntalambres estaban regulados para material orgnico, aunque eran bastante inofensivos para lo inorgnico. Eran activados por rels energticos que cada soldado cargaba sobre la espalda.
En los primeros diez segundos del cambio de marcha, murieron veintisiete soldados, dos enfermeras, tres pacientes y un ordenanza. Ciento nueve personas mas quedaron heridas en ese primer intercambio de fuego. El comandante de las tropas nunca haba estado en batalla, pero lo haban entrenado bien. Despleg de inmediato sus fuerzas de reserva alrededor de las salidas externas del edificio y envi a su escuadrn favorito, comandado por un tal Sargento Lansdale en quien confiaba plenamente, al subsuelo, para que pudiera subir verticalmente desde el subsuelo hasta las salas de mujeres y averiguar quin era el enemigo. Hasta ese momento, no tena idea de que se trataba de sus propias fuerzas de avanzada que se haban vuelto y combatan a sus camaradas. Ms tarde testimoni, en el proceso, que personalmente no haba tenido sensaciones de interferencias extraas en su propia mente. Simplemente se enter de que sus hombres haban encontrado inesperadamente resistencia armada de adversarios -de identidad desconocida! -que tenan armas idnticas a las propias. Dado que el Seor Crudelta los haba llevado por si se presentaba un combate con adversarios no especificados, sinti que era correcto asumir que un Seor de la Instrumentalidad saba lo que estaba haciendo. Aquel era el enemigo, sin duda. En menos de un minuto, los dos bandos se haban equilibrado. La lnea de fuego haba pasado a su propia fuerza. Los hombres se daban vuelta y empezaban a defenderse contra los hombres que estaban inmediatamente tras ellos. Era como si una lnea invisible, que se mova con rapidez, hubiese separado las dos secciones de la fuerza militar. El aceitoso humo negro de los cuerpos en disolucin empez a atascar los ventiladores. Los pacientes gritaban, los mdicos maldecan, los robots se movan de un lado a otro, con pasos resonantes y las enfermeras trataban de llamarse mutuamente. La guerra termin cuando el comandante de las tropas vio que el Sargento Lansdale, a quin l mismo haba enviado arriba, cargaba desde las salas de mujeres... directamente contra su comandante! El oficial no perdi la cabeza. Se dej caer al piso y rod de costado mientras el aire chisporroteaba hacia l, ya que las emanaciones del puntalambre de Lansdale mataban todas las minsculas bacterias del aire. Puls los controles manuales del micrfono del casco en VOLUMEN MXIMO y en SOLO PARA OFICIALES, y orden, en un brusco chispazo de genio: -Buen trabajo, Lansdale! La voz de Lansdale lleg dbil, como de otro planeta: -Los mantendremos fuera de esta seccin, seor! El comandante le contest con voz muy alta pero sereno, sin dejar que se filtrara el pensamiento de que su sargento estaba psictico. -Tranquilo ahora. Aguante. En seguida me reno con usted. Cambi al otro canal y les dijo a los hombres cercanos: -Alto el fuego. Cbranse y esperen. Un grito salvaje le lleg desde los micrfonos.
Era Lansdale. -Seor! Seor! Estoy combatiendo contra usted, seor. Recin ahora caigo. Me est dando de nuevo. Cuidado. El zumbido y el susurro de las armas se detuvo de pronto. El salvaje alboroto humano del hospital continu. Un mdico alto, con una insignia de alto seoro, se acerc con suavidad al comandante de las tropas y dijo: -Ahora puede levantarse y llevarse sus soldados, muchacho. La lucha fue un error. -No estoy bajo sus rdenes -estall el joven oficial-. Estoy a las rdenes del Seor Crudelta. El requis estas fuerzas del Gobierno del Hogar Humano. Quin es usted? -Puede usted saludarme, capitn -dijo el mdico-. Soy el Coronel General Vomact de la Reserva Mdica de la Tierra. Pero hara mejor en no esperar al Seor Crudelta. -Pero dnde est l? -En mi cama -dijo Vomact. -Su cama? -exclam el joven oficial, perplejo por completo. -En cama. Dopado hasta los dientes. Me encargu de l. Estaba excitado. Saque de aqu a sus hombres. Trataremos a los heridos en el jardn. En unos minutos podr ver a los muertos en los refrigeradores de abajo, salvo los que se hicieron humo ante impactos directos. -Pero el combate...? -Un error, joven, o bien... -O bien qu? -grit el joven oficial, horrorizado ante el absoluto enredo de su propia experiencia de combate. -O bien un arma que ningn hombre ha visto antes. Sus tropas se combatieron entre s. Sus rdenes fueron interceptadas. -Me di cuenta de eso -restall el oficial-, en cuanto vi que Lansdale se me vena encima. -Pero sabe usted qu tom posesin del mando? dijo Vomact suavemente, mientras tomaba al oficial del brazo y empezaba a sacarlo del hospital. El capitn lo acompa de buena gana, sin notar hacia dnde se diriga, tal era la atencin que prestaba a las palabras del otro. -Creo que lo s -dijo Vomact-. Los sueos de otro hombre. Sueos que han aprendido a transformarse en electricidad o plstico o piedra. O cualquier otra cosa. Sueos que nos llegan del espacio tres. El joven oficial asinti, atontado. Aquello era demasiado. -El espacio tres?
Era como si le hubiesen dicho que los invasores realmente extraterrestres, a quienes los hombres haban esperado durante trece mil aos sin que nunca llegaran, lo estaban esperando sobre la hierba. Hasta entonces el espacio tres haba sido una idea matemtica, la fantasa de un novelista, pero no un hecho. El seor y doctor Vomact ni siquiera pidi el permiso del joven oficial. Roz suavemente al joven en la nuca y le inyect un tranquilizante. Despus Vomact lo gui hasta la hierba. El joven capitn se qued solo y silb feliz hacia las estrellas del cielo. Detrs de l, los sargentos y cabos de sus tropas sacaban a los sobrevivientes y conseguan tratamientos para los heridos. La Guerra de los Dos Minutos haba terminado. Rambo haba dejado de soar que su Elizabeth estaba en peligro. Haba reconocido, incluso en su profundo sueo enfermo, que el sonido de pasos en el corredor era el movimiento de hombres armados. Su mente haba emplazado defensas para proteger a Elizabeth. Se adue del comando de las tropas de avanzada e hizo que detuvieran al cuerpo principal. Los poderes que el espacio3 haba introducido en l hicieron que le resultara fcil, an cuando no saba qu estaba haciendo. -Cuntos muertos? -dijo Vomact a Grosbeck y Timofeyev. -Unos doscientos. -Y cuntos muertos irrecuperables? -Los que se transformaron en humo. Una docena, tal vez catorce. Los otros muertos pueden repararse, pero a la mayora habr que imprimirles personalidades nuevas. -Sabe lo que pas? -pregunt Vomact. -No, Seor y Mdico -dijeron ambos a coro. -Yo s. Creo que yo s. No, no lo s. Es la historia ms loca en la historia del hombre. Nuestro paciente lo hizo: Rambo. Se hizo cargo de las tropas e hizo que lucharan entre s. Ese Seor de la Instrumentalidad que entr cargando... Crudelta. Hace mucho que lo conozco. El est tras este caso. Crey que sus tropas ayudaran, sin darse cuenta que las tropas invitaran a que las atacaran. Y hay algo ms. -S? -dijeron, al unsono. -La mujer de Rambo... la que l busca. Tiene que estar aqu. -Por qu? -dijo Timofeyev. -Porque l est aqu. -Usted supone que l vino aqu por su propia voluntad, Seor y Doctor. Vomact dej ver la sonrisa sabia y astuta de su familia; era casi una marca registrada de la casa Vomact. -Supongo todas las cosas que no puedo probar de otro modo. -En primer lugar, supongo que l lleg aqu desnudo desde el propio espacio, impulsado por un tipo de fuerza que ni siquiera podemos adivinar.
En segundo lugar, supongo que vino aqu porque deseaba algo. Una mujer llamada Elizabeth, que ya deba de estar aqu. En un momento haremos el inventario de todas nuestras Elizabeths. "En tercer lugar, supongo que el Seor Crudelta saba algo sobre esto. El hizo entrar tropas al edificio. Empez a desvariar cuando me vio. Conozco la fatiga histrica, como ustedes, hermanos mos, as que le di condamina como para una noche de sueo. "En cuarto lugar, dejaremos a nuestro hombre en paz. Ya habr procesos y audiencias en abundancia, el Espacio lo sabe, cuando todos estos acontecimientos se desenreden. Vomact tena razn. Por lo general la tena. Hubo procesos. Fue una suerte que la Vieja Tierra ya no permitiera noticias periodsticas o televisivas. la poblacin habra llegado a la revuelta y el terror si hubiese averiguado alguna vez lo que pas en el Antiguo Hospital Central, al oeste de Meeya Meefla. Veintin das despus, Vomact, Timofeyev y Grosbeck fueron convocados al proceso del Seor Crudelta. Todo un jurado de siete Seores de la Instrumentalidad estaba all para brindarle a Crudelta una amplia audiencia y, si era necesario, una pronta muerte. Los mdicos estaban presentes como mdicos de Elizabeth y Rambo y como testigos del Seor Investigante. Elizabeth, recin salida de la muerte, estaba hermosa como un recin nacido de exquisita, adulta forma femenina. Rambo no poda apartar los ojos de ella, pero una expresin de perplejidad invada su rostro cada vez que ella le diriga una amable, serena, remota sonrisita. (Le haban dicho a ella que era su novia, y la muchacha estaba preparada para creerlo, pero no lo recordaba a l o a nada que estuviera ms all de sesenta horas antes, cuando haban reinstalado en su mente la capacidad de hablar; y a l, por su parte, an le costaba hablar, y estaba sujeto a tensiones que los mdicos no podan imaginar del todo.) El Seor Investigante era un hombre llamado Starmount. Pidi al jurado que se pusiera de pie. Lo hicieron. . Enfrent al Seor Crudelta con gran solemnidad. -Est usted obligado, mi Seor Crudelta, a hablar a esta corte con rapidez y claridad. -S, Seor mo -contest. -Tenemos el poder de levantar sumario. -Tienen ustedes el poder de levantar sumario. Lo reconozco. -Usted dir la verdad o de lo contrario mentir. -Dir la verdad o mentir.
-Si lo desea, puede usted mentir acerca de cuestiones de hecho u opinin, pero en ningn caso mentir acerca de las relaciones humanas. Si miente, de todos modos, pedir usted que su nombre sea incluido en la Nmina de Deshonra. -Comprendo a este jurado y los derechos de este jurado. Mentir si lo deseo, aunque no creo que necesite hacerlo -y aqu Crudelta hizo relampaguear una cansada sonrisa inteligente hacia todos ellos-, pero no mentir acerca de cuestiones de relaciones humanas. Si lo hago, pedir la deshonra. -Ha sido usted bien entrenado como Seor de la Instrumentalidad? -Lo he sido y aprecio mucho a la Instrumentalidad. De hecho, yo mismo soy la Instrumentalidad, como lo es usted, y como lo son los honorables Seores que estn detrs de usted. Me comportar bien, por el tiempo que viva esta tarde. -Lo aceptan a l, Seores mos? -pregunt Starmount. Los integrantes del jurado asintieron con movimientos de sus cabezas mitradas. Se haban puesto la vestimenta ceremonial para la ocasin. -Usted estuvo relacionado con la mujer Elizabeth? Los integrantes del tribunal retuvieron el aliento cuando vieron que Crudelta se pona blanco. -Seores mos! -exclam, y no contest nada ms. -Se acostumbra -dijo Starmount con firmeza,-, que usted conteste pronto o muera. El Seor Crudelta se control. -Estoy contestando. No saba quin era ella, salvo el hecho de que Rambo la amaba. La envi a la Tierra desde Tierra Cuatro, donde yo estaba entonces. Despus le dije a Rambo que ella haba sido asesinada y que penda desesperadamente al borde la muerte, que slo necesitaba la ayuda de l para regresar a los verdes campos de la vida. -Era verdad eso? -dijo Starmount. -Mi Seor y Seores, era una mentira. -Por qu la dijo? -Para hacer que la clera entrase en Rambo y le diera un motivo imperioso para desear llegar a la Tierra ms rpido que cualquier otro hombre antes. -A-a-ah! A-a-ah! -Dos gritos salvajes surgieron de Rambo, ms semejantes al llamado de un animal que al sonido de un hombre. Vomact mir a su paciente, y sinti que l mismo empezaba a gruir con una profunda clera interna. Los poderes de Rambo, generados en las profundidades del espacio3 ,haban empezado a actuar otra vez. Vomact hizo una seal. El robot que estaba detrs de Rambo haba sido codificado para mantener tranquilo a Rambo. Aunque estaba esmaltado para verse como un blanco y refulgente ordenanza de hospital, era en realidad un robot polica con alto poder, equipado con un crtex electrnico basado en el cerebro medio congelado de un viejo lobo. (Un lobo era un animal casi extinguido, semejante a un perro.) El robot toc a Rambo, que cay dormido. El doctor Vomact sinti que la ira se esfumaba de su mente. Alz la mano con suavidad;
el robot capt la seal y dej de aplicar la radiacin narcolptica. Rambo dorma normalmente; Elizabeth mir preocupada al hombre que segn le haban dicho era su prometido. Los Seores dejaron de mirar a Rambo. -Y por qu hizo usted eso? -dijo Starmount con tono helado. -Porque deseaba que l viajara a travs del espacio tres. -Por qu? -Para demostrar que poda hacerse. -Y usted afirma, mi Seor Crudelta, que este hombre ha viajado realmente a travs del espacio tres? -As es. -Est usted mintiendo? -Tengo el derecho de mentir, pero no deseo hacerlo. En nombre de la propia Instrumentalidad, les aseguro que esto es la verdad. Los integrantes del jurado respingaron. Ahora no haba escapatoria. O el Seor Crudelta deca la verdad, lo que significaba que todas las pocas anteriores hablan llegado a su fin y que una nueva edad empezaba para todos los tipos de humanidad, o de lo contrario menta ante la ms poderosa forma de afirmacin que todos ellos conocan. Hasta el propio Starmount adquiri un tono distinto. Su voz irritante, incansable, inteligente adquiri un timbre bondadoso. -En consecuencia usted afirma que este hombre ha regresado desde el exterior de nuestra galaxia sin ms que su propia piel natural para cubrirlo? Sin instrumentos? Sin energa? -No dije eso -dijo Crudelta-. Otras personas han empezado a pretender que he usado tales palabras. Lo que digo, Seores mos, es que viaj por la planoforma durante doce das y noches terrestres consecutivos. Tal vez alguno de ustedes recuerde dnde est el Puesto de Avanzada Baiter Gator. Bien, yo tena un buen Go-captain, y l me llev a cuatro largos saltos ms all, hacia el espacio intergalctico. Dej a este hombre all. Cuando llegu a la Tierra, l se encontraba aqu desde haca ms o menos doce das. En consecuencia supuse que su viaje haba sido ms o menos instantneo. Yo estaba en camino a Baiter Gator, contando segn el tiempo terrestre, cuando este mdico encontr a este hombre sobre la hierba del hospital. Vomact alz la mano. El Seor Starmount le dio derecho a hablar. -Caballeros y Seores mos, no encontramos a este hombre sobre la hierba. Los robots lo hicieron, y lo dejaron registrado. Pero ni siquiera los robots vieron o fotografiaron su llegada. -Lo sabemos -dijo Starmount con furia-, y sabemos que nos han dicho que nada lleg a la Tierra por ningn medio, en ese cuarto de hora en particular. Adelante, mi Seor Crudelta. Qu relacin tiene usted con Rambo? -El es mi vctima. -Explquese!
-Lo eleg con computadoras. Pregunt a las mquinas dnde me sera fcil encontrar a un hombre con. un tremendo porcentaje de clera en l, y me informaron que en Tierra Cuatro se haba permitido un alto nivel de clera porque ese planeta en especial tena una necesidad considerable de exploradores y aventureros, para quienes la clera es un importante factor de supervivencia. Cuando llegu a Tierra Cuatro, orden a las autoridades que averiguaran qu casos fronterizos haban excedido los lmites de la rabia permisible. Me dieron cuatro hombres. Uno era demasiado grande. Dos eran viejos. Este hombre era el nico candidato para mi excitacin. Lo eleg. -Qu le dijo usted? -Qu le dije? Le dije que su amada estaba muerta o moribunda. -No, no -dijo Starmount-. En el momento de la crisis. Qu le dijo usted para hacer que cooperara en primer trmino? -Le dije -dijo el Seor Crudelta sin alterar su voz- que yo era un Seor de la Instrumentalidad y que me matara si l no obedeca, y si no obedeca prontamente. -Y bajo qu costumbre o ley actu usted? -Material reservado -dijo el Seor Crudelta de inmediato-. Aqu hay telpatas que no forman parte de la Instrumentalidad. Ruego permiso para postergar hasta que estemos en un lugar resguardado. Varios integrantes del jurado asintieron y Starmount estuvo de acuerdo con ellos. Cambi la direccin del interrogatorio. -O sea que usted oblig a este hombre a hacer algo que l no quera hacer? -As es -dijo ef Seor Crudelta. -Por qu no fue usted mismo, si era tan peligroso? -Honorables Seores mos, formaba parte la naturaleza del experimento que el propio experimentador no quedara eliminado en el primer intento. Artyr Rambo ha viajado concretamente a travs del. espacio tres: Yo lo seguir, a su debido tiempo. -(Como hizo eso el Seor Crudelta es otro cuento, contado en otra ocasin.)- Si hubiese ido yo y me hubiese perdido, habra sido el fin de los intentos con el espacio tres. Al menos para nuestra poca. -.Cuntenos las circunstancias exactas bajo las que vio por ltima vez a Artyr Rambo antes de que se encontraran despus de la batalla en el antiguo Hospital Central. -Lo habamos metido en un cohete del tipo ms antiguo. Adems escribimos en la parte externa del mismo, tal como lo hacan los Antiguos cuando se aventuraron por primera vez en el espacio. Ah, fue una hermosa pieza de ingeniera y arqueologa! Copiamos todo, hasta el ltimo detalle, de los modelos correctos de hace catorce mil aos,.cuando los Paroskii y los Murkins se disputaban el dominio del espacio. El cohete era blanco, con una armazn roja y blanca junto a l. Sobre el cohete se vean las letras IDH, aunque las palabras no importaban. El cohete ha desaparecido en la nada, pero el pasajero esta sentado aqu. El cohete subi en un escabel de fuego. El escabel se transform en columna. Despus el campo de aterrizaje desapareci. -Y el campo de aterrizaje, qu era? -dijo Starmount serenamente. -Una nave de la planoforma modificada. Hemos tenido naves que se ablandaban en el espacio porque se esfumaban molcula por molcula. Hemos tenido otras que desaparecan por completo. Los ingenieros han cambiado esto. Retiramos toda la
maquinaria necesaria para circunnavegacin, supervivencia o comodidad. El campo de aterrizaje tenia que durar tres o cuatro segundos, no ms. En cambio, instalamos catorce dispositivos de planoforma, que actuaban en tndem, de modo que la nave hara lo que hacen otras naves cuando entran en la planoforma, a saber: dejar de lado una de nuestras dimensiones familiares y escoger una nueva dimensin de alguna categora espacial desconocida... pero lo hara con tal fuerza que saldra de lo que la gente llama espacio dos y pasara al espacio tres. -Y qu esperaba usted del espacio tres? -Pensaba que era universal e instantneo, en relacin con nuestro universo. Que todo quedaba a igual distancia de todo lo dems. Que Rambo, si quera ver otra vez a su muchacha, se movera en una milsima de segundo desde el espacio vaco que est ms all del Puesto de Avanzada Baiter Gator hasta el hospital donde ella se encontraba. -Y qu le hizo pensar en eso, mi Seor Crudelta? -Una corazonada, Seor mo, por la cual puede usted matarme. Starmount se volvi hacia el jurado. -Sospecho, Seores mos, que es ms probable que ustedes lo condenen a una vida larga, gran responsabilidad, recompensas enormes, y la fatiga de ser su propio ser, dificultoso y complicado. Las mitras se movieron suavemente y los integrantes del jurado se pusieron de pie. -Usted, mi Seor Crudelta, dormir hasta que termine el proceso. Un robot lo acarici y l cay dormido. -El prximo testigo -dijo el Seor Starmount-, dentro de cinco minutos. Vomact trat de impedir que Rambo fuera convocado ardorosamente con el Seor Starmount en el intervalo. como testigo. Discuti
-Ustedes los Seores han tiroteado mi hospital, secuestrado a dos de mis pacientes y ahora van a atormentar tanto a Rambo como a Elizabeth. No pueden dejarlos en paz? Rambo no est en condiciones de dar respuestas coherentes y Elizabeth puede daarse si lo ve sufrir. El Seor Starmount le dijo: -Usted tiene sus reglas, doctor, y nosotros las nuestras. Este proceso est siendo registrado, pulgada a pulgada, y minuto a minuto. No se le har nada a Rambo a menos que encontremos que tiene poderes para matar planetas. Si es as, desde luego, le pediremos a usted que lo conduzca otra vez al hospital y le proporcione la muerte del modo ms agradable posible. Pero no creo que ocurra. Necesitamos la historia contada por l para poder juzgar a mi colega Crudelta. Cree acaso que la Instrumentalidad sobrevivira si no tuviera una frrea disciplina interna? Vomact asinti con tristeza; regres junto a Grosbeck y Timofeyev, y les murmur con tristeza: -Rambo ir. No podernos hacer nada.
El jurado volvi a reunirse. Se colocaron las mitras judiciales. Las luces del cuarto se ensombrecieron y se encendi la extraa luz azul de la justicia. El ordenanza robot ayud a Rambo a ubicarse en el banquillo de los testigos. -Est usted obligado -dijo Starmount-, a hablar con rapidez y claridad a la corte. -Usted no es Elizabeth -dijo Rambo. -Soy el Seor Starmount -dijo el seor Investigante, tornando la rpida decisin de pasar por alto las formalidades-. Me conoce usted? -No -dijo Rambo. -Sabe dnde se encuentra? -En la Tierra -dijo Rambo. -Desea mentir o decir la verdad? -Una mentira -dijo Rambo-, es la nica verdad que los hombres pueden compartir entre ellos, as que les dir mentiras, como siempre lo hacemos. -Puede relatar su viaje? -No. -Por qu no, ciudadano Rambo? -Las palabras no pueden describirlo. -Recuerda su viaje? -Recuerda usted su pulso de hace dos minutos? -contraatac Rambo. -No estoy jugando con usted -dijo Starmount-. Creemos que estuvo en el espacio tres y queremos que testimonie acerca del Seor Crudelta. -Oh! -dijo Rambo-. El no me gusta. Nunca me gust. -Tratar de todos modos de contarnos qu le ocurri a usted? -Debo hacerlo, Elizabeth? -pregunt Rambo a la muchacha, que estaba sentada en la sala. Ella no vacil. -S -dijo con una voz ntida. que reson en el cuarto enorme-. Cuntales, para que podamos encontrar otra vez nuestras vidas. -Les contar -dijo Rambo. -Cundo vio por ltima vez al Seor Crudelta? -Cuando me desnudaron y me colocaron en el cohete, cuatro saltos ms all del Puesto de Avanzada Baiter Gator. El se encontraba en tierra. Me saludaba agitando la mano. -Y despus qu pas?
-El cohete subi. Daba una sensacin muy extraa, distinta a la de cualquier otro vehculo que yo haya conocido. Yo pesaba muchas, muchas gravedades. -Y despus? -Se encendieron los motores. Me vi arrojado fuera del propio espacio -A qu se pareca? -Dej detrs de m las naves en marcha, la ropa y la comida que va a travs del espacio. Baj por ros que no existan. Sent a mi alrededor gente, aunque no poda verlos, gente roja que disparaba flechas a cuerpos vivos. -Dnde estaba usted? -pregunt un miembro del jurado. -En el tiempo invernal donde no hay verano. En un vaco como la mente de un nio. En pennsulas que se haban separado de la tierra. y yo era la nave. -Usted era qu? -pregunt el mismo miembro del jurado. -El hocico del cohete. El cono. El barco. Yo estaba ebrio, El barco estaba ebrio. Yo mismo era el barco ebrio -dijo Rambo. -Y adnde fue usted? -continu Starmount. -Donde las linternas dementes miraban con ojos idiotas. Donde las olas avanzaban y retrocedan con los muertos de todas las pocas. Donde las estrellas se convertan en una piscina, y yo nadaba en ella. Donde el azul se transforma en licor, ms fuerte que el alcohol, ms salvaje que la msica, fermentado con el rojo rojo rojos del amor. Vi todas las cosas que los hombres han credo que vean, pero era yo quien las vea realmente. O cantar la fosforescencia y mareas que parecan ganado loco clavando las pezuas en los acantilados para salir del ocano. Usted no me creer, pero encontr Floridas ms salvajes que sta, donde las flores tenan piel humana y ojos como grandes gatos. -De qu est usted hablando? -pregunt el Seor Starmount. -De lo que encontr en el espacio3 -contest con violencia Artyr Rambo-. Cralo o no. Esto es lo que recuerdo ahora. Tal vez sea un sueo, pero es todo lo que tengo. Fueron aos y aos y fue el momento de un parpadeo. So noches verdes. Palp lugares donde el horizonte entero se converta en una enorme catarata. El barco que era yo se encontr con nios y les mostr El Dorado, donde viven los hombres de oro. La gente ahogada en el espacio pasaba suavemente junto a m. Yo era un barco donde todas las espacionaves yacan ahogadas y quietas. Caballos de mar que no eran reales corran junto a m. El mes estival lleg y martille con el sol. Pas a lo largo de archipilagos de estrellas, donde los cielos delirantes se abran para los vagabundos. Llor por m. Gem por el hombre. Quise ser el barco ebrio hundindose. Me hund. Ca. Me pareci que la hierba era un lago, donde un nio triste, sobre manos y rodillas, haca navegar un barco de juguete tan frgil como una mariposa en primavera. No puedo olvidar el orgullo de las banderas no recordadas, la arrogancia de prisiones que sospech, el nadar de los hombres de negocios! Despus me encontr sobre la hierba. -Esto puede tener valor cientfico -dijo el Seor Starmount-, pero no tiene importancia judicial. Algn comentario por hacer sobre lo que hizo durante la batalla del hospital. Rambo contest pronto y pareca cuerdo. -Lo que hice, no lo hice. Lo que no hice, no puedo decirlo. Djenme ir, porque estoy cansado de ustedes y del espacio, hombres grandes y cosas grandes. Djenme dormir y recobrarme.
Starmount alz la mano para pedir silencio. Los integrantes del jurado lo miraron. Slo los pocos telpatas presentes saban que todos haban dicho: S. Dejen ir al hombre. Dejen ir a la muchacha. Dejen que los mdicos se vayan. Pero traigan otra vez a Crudelta ms tarde. Le esperan muchos problemas, y deseamos aumentarlos.
En la Instrumentalidad, el Gobierno del Hogar Humano las autoridades del Antiguo Hospital Central, todos deseaban darle felicidad a Rambo y Elizabeth. Cuando Rambo se recobr, regres mucho de la memoria de Tierra Cuatro. El viaje se esfum de su mente. Cuando lleg a conocer a Elizabeth, odi a la muchacha. Aquella no era su muchacha, su Elizabeth audaz y descarada, de los mercados y los valles, de las colinas nevadas y los largos paseos en bote. Era alguien dcil, dulce, triste y desesperadamente enamorada. Vomact cur eso. Envi a Rambo a la Ciudad del Placer, en las Hesprides, donde mujeres audaces y locuaces lo persiguieron porque era rico y famoso. En unas pocas semanas -muy pocas en realidad- dese a su Elizabeth, aquella extraa muchacha tmida que haba sido recobrada de entre los muertos mientras l recorra el espacio con sus propios huesos frgiles. -Di la verdad, querida -le dijo una vez con voz grave y seria-. El Seor Crudelta no prepar el accidente que te mat? -Dicen que l no estaba all -dijo Elizabeth-. Dicen que fue un verdadero accidente. No s .Nunca lo sabr . -Ahora no importa -dijo Rambo-. Crudelta est entre las estrellas, buscando problemas y encontrndolos. Tenemos nuestro propio bungalow, y nuestra cascada, y el uno al otro. -S, querido mo -dijo ella-, el uno al otro. y no hay Floridas fantsticas para nosotros. El parpade ante esa referencia al pasado, pero no dijo nada. Un hombre que ha atravesado el espacio3 necesita muy poco en la vida, aparte de no regresar al espacio3. A veces soaba que era otra vez el cohete, el cohete antiguo que despegaba hacia un viaje imposible. Que otros hombres siguieran! pensaba. Que otros hombres fueran! Yo tengo a Elizabeth y estoy aqu.