Juan de Zapata y Sandoval Más Allá Del Criollismo

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Fray Juan Zapata y Sandoval: un paso ms all del criollismo Roberto HEREDIA CORREA

Universidad Nacional Autnoma de Mxico rhc37@hotmail.com

RESUmEN: A pesar de que el tratado De iustitia distributiva et acceptione personarum ei opposita disceptatio es una disertacin jurdica, su autor, el fraile agustino fray Juan de Zapata y Sandoval, aprovecha la oportunidad para confesar all su amor a la dulce y amada patria y desahogar sus quejas por las desgracias que la afligen. En este artculo discutimos la defensa que hace Zapata en el marco de la controversia sobre el derecho que indios, mestizos y criollos reclaman a beneficios eclesisticos y cargos civiles.

Friar Juan Zapata y Sandoval: One Step beyond the Criollo Consciousness
ABSTRAcT: In spite of its being a legal dissertation, the treatise De iustitia distributiva et acceptione personarum ei opposita disceptatio gives its author, the Franciscan friar Juan de Zapata y Sandoval, the opportunity to disclosure his loving feelings for his sweet and beloved homeland and to utter his complaints about his countrys misfortunes. In this article we discuss Zapatas defense of the controversy regarding the claim that people of indigenous, half-blood and criollo descent stake to access to benefits of clergy and civil posts.

PALABRAS cLAVE: Juan de Zapata y Sandoval, derechos de los indios, mestizos y criollos, Nueva Espaa. KEYWORDS: Juan de Zapata y Sandoval, rights of indigenous, half-blood and criollo people, New Spain. FEcHA DE REcEPcIN: 25 de marzo de 2011. FEcHA DE AcEPTAcIN: 29 de junio de 2011. 215
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Fray Juan Zapata y Sandoval: un paso ms all del criollismo Roberto HEREDIA CORREA

Las primeras noticias e informes sobre Amrica que llegaron a Europa dieron origen a dos imgenes opuestas del indgena del Nuevo Mundo: por una parte, el hombre primitivo, inocente y feliz; por otra, el ser salvaje, inhumano y vicioso. En cualquier caso se plante la duda sobre su racionalidad. La enorme diferencia, difcil de asimilar, y el inters por aprovechar al mximo la mano de obra indgena fomentaron esta segunda imagen, que qued configurada de algn modo en algunos pasajes de la crnica de Fernndez de Oviedo.l El celo religioso y evangelizador de los misioneros milit en favor de la primera: basta con leer algunos prrafos de fray Bartolom de las Casas.2 De inmediato se plantearon graves problemas a las autoridades espaolas y a telogos y juristas: legitimidad del dominio de los reyes de Espaa sobre las nuevas tierras, justicia de las guerras de conquista, racionalidad de los indios, capacidad de stos para recibir el Evangelio y la cultura europea, etc. Muy pronto, en 1510, el telogo Juan Maior, catedrtico de la universidad de Pars, expuso su opinin acerca de algunos de estos problemas: se mostr partidario de la conquista previa a la evangelizacin y expres el argumento de la condicin servil a natura de los indgenas americanos, de acuerdo con la doctrina de Aristteles.3 Hacia 1512, el
1 L. Hanke (1985, p. 98) ha reunido en un jugoso prrafo algunas expresiones dispersas de Fernndez de Oviedo. Este cronista public en 1526 el Sumario de la Natural Historia de las Indias, y en 1535, los primeros 19 libros de la Historia General y Natural de las Indias. 2 Por ejemplo, los primeros prrafos de la Brevsima relacin (1965, vol. l, pp. 15-l7). Una primera versin de esta obra fue presentada al emperador Carlos V en 1542. Su pri mera edicin data de 1552. 3 Ioannes Maior (1510), ap. Venancio Carro, 1951, pp. 289 y ss. Sobre la doctrina aris totlica de la servidumbre natural vanse los pasajes 1254b y1255a-b de la Poltica.

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jurista Palacios Rubios, consejero del rey Catlico, y el dominico fray Matas de Paz discutieron aspectos diversos de esta doctrina en sendos tratados referentes al dominio de los reyes de Espaa sobre las Indias. Esta opinin del Estagirita ser esgrimida, interpretada y rebatida en las dcadas siguientes. Tomar forma definitiva, en cuanto a su aplicacin a los indios, en la obra Democrates alter de Juan Gins de Seplveda: Hay hombres libres por naturaleza y siervos por naturaleza. Estos deben obedecer y estar sometidos a aquellos por su propio bien, pues, segn la naturaleza, la perfeccin impera sobre la imperfeccin; la fortaleza sobre la debilidad; la virtud sobre el vicio. Los indios, brbaros, incultos e inhumanos, son siervos por naturaleza. Si rehsan el imperio de hombres ms prudentes, poderosos y perfectos, pueden ser sometidos por las armas; y tal guerra es justa.4 Como sabemos, esta doctrina fue impugnada vigorosamente por fray Bartolom de las Casas en la famosa controversia de Valladolid (1550-1551), y antes y despus de ella en sus numerosos escritos. Y en 1554 aqu, en esta Universidad, fray Alonso de la Vera Cruz se opuso tambin a tal interpretacin de la doctrina aristotlica.5 Sin embargo, sta pervivi a todo lo largo del perodo colonial. Se echaba mano de ella con frecuencia cuando se discuta acerca de las capacidades intelectuales, corporales y morales de los indios. Todava en vsperas de la Independencia, fray Servando Teresa de Mier se sinti obligado a refutarla,6 y el prebendado espaol Benito Mara Mox, auxiliar del obispo de Michoacn, a exponerla y explicarla.7 Y en las Cortes de Cdiz de 1812 sali a relucir durante las discusiones acerca de la pertinente representacin de los indios.8 De hecho, los ecos de la controversia de Valladolid llegan con toda su frescura hasta nuestros das. El ardor misionero de las primeras dcadas, aquella edad de oro o edad primaveral como la llama fray Jernimo de Mendieta, fue transformndose poco a poco en una edad de plata o edad otoal durante las ltimas dcadas del siglo XVI.9 El entusiasmo por la evangelizacin e instruccin de los indios, que haba fructificado en numerosas escuelas
J. G. Seplveda, 1984, p. 19 y ss. Fray A. de la Vera Cruz, 2007, p. 1 et passim. 6 Cf. L. Hanke, 1974, p. 152. 7 B. M. Mox, 1999, pp. l86-214 et passim. 8 Cf. L. Hanke, 1974, p. l52. 9 Fray J. de Mendieta, 1945, vol. III, I, IV, pp. 219, 222 et passim.
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de doctrina y tambin de enseanza elemental y de oficios, y en varios memorables colegios, y que haba culminado en el establecimiento del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco,10 fue declinando en esos aos a consecuencia de factores diversos. Era opinin muy extendida entre magistrados, funcionarios y espaoles en general, y aun entre los mismos frailes y clrigos, que el dar instruccin superior a los indios era intil y peligroso.11 Marginados, pues, por este mismo hecho de los cargos civiles, pronto vieron cerrada tambin la puerta de los oficios eclesisticos. Ya en 1535 los dominicos haban prohibido la admisin de indios, mestizos y mulatos en la casa de estudios establecida en el convento de Santo Domingo de Mxico.12 Y fray Juan de Zumrraga, promotor entusiasta del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, haba perdido muy pronto la esperanza de formar sacerdotes indgenas. En 1540 escriba, decepcionado, al emperador Carlos V: el Colegio de Santiago [Tlatelolco] no sabemos lo que durar, pues los estudiantes gramticos tendunt potius ad nuptias quam ad continentiam.13 Fray Bernardino de Sahagn y fray Jernimo de Mendieta repetirn esta misma queja. Como consecuencia, hacia 1546, los franciscanos dejaron la administracin del Colegio en manos de los mismos colegiales, y ste decay muy pronto.14 Por otra parte, Don Vasco de Quiroga, quien haba fundado en Michoacn el Colegio de San Nicols (15381539) para instruccin general de indios y espaoles y para formacin de su clero, tampoco fue partidario de conceder la ordenacin sacerdotal a los indios.15 Finalmente, en 1555, el Primer Concilio Mexicano mand que no deban admitirse al sacerdocio indios, mestizos ni negros.16 Sabemos, sin embargo, que algunos obispos, obligados por la necesidad, ordenaron a varios indios y mestizos.17 Los jesuitas, llegados a la Nueva Espaa en 1572, abrigaron tambin en sus primeros aos la esperanza de formar sacerdotes indgenas, y aun mR. Heredia Correa, 2007. Id. 12 S. Mndez Arceo, 1952, p. 28. 13 R. Ricard, 1947, p. 404. 14 J. L. Becerra Lpez, 1963, p. 75. 15 F. Miranda Godnez, 1990, p. 110. 16 R. Ricard, op. cit., p. 411. 17 Cf., por ejemplo, Solrzano y Pereyra, 1972, vol. III, 1. IV, cap. XX, p. 304 y ss.
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dicos y otros profesionales que se requeran con urgencia.18 Para este propsito intentaron establecer algunos colegios con estudios de latinidad para los indios, pero les falt el apoyo decisivo tanto de sus superiores como de las autoridades civiles. Segn las cdulas fundacionales y las constituciones que rigieron la Universidad de Mxico hasta 1668, nada impeda que los indios hicieran estudios en esta institucin; y existe fundamento para suponer que algunos nobles indgenas cursaron ctedras universitarias.19 Sabemos, por otra parte, que algunos jvenes indios, muy escogidos, estudiaron latinidad en el Colegio jesutico de San Pedro y San Pablo de Mxico.20 Pero se trata, en una y otra institucin, de casos excepcionales. Las terribles epidemias que se sucedieron desde los aos mismos de la conquista, y la desmedida explotacin que sufra la poblacin indgena en minas, pesqueras de perlas, obrajes y todo tipo de repartimientos, etc. la diezmaron de tal manera que, durante los aos sesenta y setenta del siglo XVI, se manifestaba con frecuencia el temor de que desapareciera totalmente. Alonso de Zorita, oidor de la Audiencia de Mxico (1556-1565), escriba en los aos setenta que la poblacin indgena se haba reducido en ms de las dos terceras partes.21 Como consecuencia lgica, cuanto ms mermaba la mano de obra disponible, la explotacin se intensificaba. Los mestizos eran en su gran mayora hijos ilegtimos. Su origen los degradaba en el estatuto social. El trmino mestizo como el vocablo criollo en sus inicios se usaba en sentido despectivo;22 y a menudo en el uso comn abarcaba tambin a los mulatos. Desde muy pronto, los mestizos sufrieron serias restricciones legales: no podan heredar encomiendas ni desempear cargos pblicos; se les prohiba el ejercicio de ciertos oficios mecnicos; no se les permita portar armas ni sentar plaza de soldado; no tenan acceso en principio a las rdenes sacerdotales, y por tanto quedaban excluidos de los oficios y dignidades eclesisticos. En 1568 Felipe II haba mandado expresamente tal vez reiterando rdenes anteriores que no se confiriese el sacerdocio a los mestizos. Y en 1588, cediendo a reclamaciones y a la intervencin del mismo sumo pontfice, encargaba a los prelados de las Indias que ordenaran sa18 19

I. Osorio Romero, 1990, pp. LI-LXVIII. P. Gonzalbo Aizpuru, 2002, p. 37. 20 I. Osorio Romero, 1990, loc. cit. 21 A. de Zorita, 1993, p. 149. 22 Cf. M. A. Pastor, 1999, p. 197 y ss., B. Lavall, 1993, p. 15 y ss.

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cerdotes slo a aquellos mestizos que tuvieran las calidades y suficiencia necesarias. Sin embargo, persisti la tendencia de ex clu irlos.23 As como hubo mestizos legitimados por sus padres espaoles, hubo tambin algunos miembros de esta casta que hallaron acogida en los pueblos de indios. Pero un gran nmero de ellos, as como tambin de mulatos, incmodos para indios y espaoles y marginados de la educacin y de la vida social, buscaron acomodo y cierta libertad en las minas o en las haciendas ganaderas, o derivaron a la vagancia. En la documentacin de la poca son comunes las quejas acerca de las tropelas y escndalos de los inquietos, turbulentos y vagabundos mestizos y mulatos. Richard Konetzke glosa la ya mencionada orden de Felipe II en estos trminos: El gobierno metropolitano est alarmado por el creciente nmero de mestizos inquietos que ocupando curatos y otros cargos eclesisticos podran poner en peligro la dominacin espaola en Amrica.24 Esta alarma es comprensible: son los aos de la llamada conjuracin de Martn Corts. Por otra parte, en cuanto la primera generacin de mancebos de la tierra criollos en sentido estricto estuvo en edad de pretender cargos y contender por ellos, surgi la pugna entre stos y los peninsulares, que tuvo manifestaciones muy diversas. Los naturales de la tierra estaban convencidos de que ellos eran los nicos que podan alegar derechos para disfrutar mercedes y cargos y para ejercer el poder en su patria. Las autoridades se resistan a confiar los hilos de la administracin a los criollos.25 Los peninsulares se negaban a dejar escapar las jugosas oportunidades que les ofrecan tanto los oficios civiles como los beneficios eclesisticos. La lucha fue larga; y los intentos de arreglo, infructuosos o insatisfactorios. El campo de batalla se extendi a la Universidad y al interior de las rdenes religiosas. En las discusiones, as como en informes, memoriales y otros documentos no pocas veces sali a relucir la sospecha fundada o no de que los criollos podran conspirar para separar el reino.26
M. Mrner, 1961, p. 62. R. Konetzke, 1961, pp. 59-64. 25 Entre la numerosa bibliografa pueden consultarse los captulos pertinentes de D. Brading,1991, y de B. Lavall, 1993. 26 Id. Cf. tambin: R. Jaramillo Escutia, 1991, p. 176 y F. Morales Valerio, 1988, pp. 661 y ss.
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Aparte de las diferencias de carcter, talento y costumbres, los criollos fueron contaminados por la palabra o la pluma de muchos peninsulares con los vicios y deficiencias que stos achacaban a los indios. Ellos se defendan con vigor: exaltaban la naturaleza y opulencia de su patria, los mritos de sus padres y las virtudes y realizaciones de sus compatriotas; escarnecan la rudeza, soberbia y avaricia de los peninsulares; reprochaban la ignorancia y ceguera de los gobernantes, que haban convertido a su patria en madre de extraos y en madrastra, destierro y azote de sus propios hijos.27 Y tambin muy a menudo, aun cuando lamentaban las desgracias y miseria de los indios y pedan su alivio, se cuidaban de marcar una clara distancia respecto a ellos.28 En las dcadas postreras del siglo XVI, la pugna se recrudeci por razones diversas, que van desde las urgentes necesidades econmicas de la Corona hasta el notable incremento de la instruccin en la juventud criolla, que se dio a partir del establecimiento de la Universidad y de los colegios jesuticos. Tras la drstica disminucin de la poblacin indgena causada por la gran pestilencia del matlalzahuatl (1576-1579) que por cierto afect tambin a los negros,29 sucesivas epidemias trastornaron severa mente la vida econmica y social de la Nueva Espaa. En un Memorial dirigido a un miembro del Consejo de Indias en 1599, el funcionario criollo tal vez oidor de la Audiencia de Mxico Gonzalo Gmez de Cervantes afirmaba: Ha sucedido y va sucediendo en esta Nueva Espaa una cosa de gran admiracin, y es que los indios se van acabando tan aprisa que desde que este reino se descubri hasta hoy faltan de mil partes de gente ms [de] las novecientas.30 A esta dramtica disminucin de la mano de obra indgena se aadi un creci miento inusitado de inmigrantes peninsulares.31 Entonces, escribe Borah, por primera vez se sinti escasez de alimentos y productos bsicos en las ciudades novohispanas. Y cita diversos testimonios. Es muy elocuente una carta que el virrey Luis de Velasco (hijo) envi a Felipe II el 6 de abril de 1595, en la cual pinta con viveza la penuria de mantenimientos,
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B. Dorantes de Carranza, 1970, pp. 113-114. Cf. C. Garriga, 2003, p. 1086 y B. Lavall, op. cit., pp. 119-120 et passim. 29 W. Borah, 1975, pp. 74-76. 30 G. Gmez de Cervantes, 1944, pp. 77 y ss. 31 W. Borah, op. cit., pp. 78-79.

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la escasez de mano de obra y la excesiva demanda de puestos de trabajo:


He informado a Su Majestad en otras ocasiones respecto a la necesidad y general escasez que padece esta tierra y que aumenta diariamente por los muchos que llegan de fuera y el aumento natural de los de aqu, porque no tienen modo de ganarse la vida. No hay vacantes de justicias para la cuarta parte de los que reclaman recompensa por sus servicios o los servicios de sus padres, ni hay forma alguna de proveer mantenimiento de las rentas de puestos vacantes, ni otorgando monopolios de vino o de carne, ni en ninguna forma, como haba en tiempos de mis predecesores [].32

Y en los avisos que el mismo virrey de Velasco dej a su sucesor el Conde de Monterrey pocos meses despus, le adverta con notoria angustia:
Hubo un tiempo en que el trmino Indias significaba carne en abundancia a precio moderado; todo eso ya pas []. Aunque he tomado medidas amplias, he promulgado nuevas ordenanzas [], no veo que haya logrado reparar el dao []. Y lo peor es que no s qu otras medidas aplicar que dieran resultado.33

Por otra parte, las encomiendas se desvanecan o haban fenecido. El Cabildo de la ciudad de Mxico atestiguaba que muchos descendientes de conquistadores y primeros pobladores vivan en la pobreza, y que los recin llegados se haban apoderado del comercio y la minera y se haban adueado de las tierras. Los encomenderos o sus descendientes acosaban a la Corona con insistentes peticiones para que las encomiendas pudieran prolongarse hasta una cuarta generacin, o abogaban por su perpetuidad. Gmez de Cervantes en el citado memorial propona como remedio de los males que agobiaban a la Nueva Espaa el repartimiento general y perpetuo en los hijos y nietos y descendientes de los conquistadores y antiguos pobladores y con jurisdiccin civil y criminal. Esto asegurara la prosperidad del pas y adems el bienestar de los naturales.34 A este tipo de demandas se aadan insistentes peticiones para que se abrieran con mayor generosidad las puertas de los cargos pblicos y
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Id. Ib., p. 80. 34 G. Gmez de Cervantes, op. cit., pp. 77 y ss.

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beneficios eclesisticos a los criollos.35 Se reclamaba por la venta de oficios y se condenaba la inclinacin de los virreyes y funcionarios reales a instalar en los cargos pblicos al vasto squito de parientes, servidores y amigos: todo esto en detrimento de los hijos de la tierra.36 Entre estos documentos destaca por su solidez y equilibrio el tratado De iustitia distributiva et acceptione personarum ei opposita disceptatio del agustino fray Juan Zapata y Sandoval, publicado en Valladolid (Espaa) en 1609. El autor dedic y dirigi su libro a don Pedro Fernndez de Castro, Conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias (1603-1609).
Toda la industria del autor dice el telogo fray Ildefonso de Vargas en su Aprobacin al elaborar esta obra, tiende a demostrar a los jueces del Consejo que los cargos y oficios, tanto eclesisticos como seculares, de las Indias no deben conferirse a extraos y aliengenas, sino a los propios habitantes all engendrados y educados. Y tan esforzadamente se empea en esto, con tan vigorosas razones lo persuade, y tan virilmente combate por su gente y por su patria, que ese Nuevo Orbe puede gloriarse de haber procreado a tal hijo y de haber hallado a tan gran patrono [].37

Ya en la dedicatoria al Conde de Lemos, Zapata hace un fervoroso elogio del amor a la patria, trayendo a la memoria los tradicionales para digmas griegos y los cannicos dechados de la Repblica romana:
Escuchar siempre dice y venerar a aquellos que consideraron que todas las cosas humanas han de ser pospuestas al amor de la patria. Por esto principalmente Platn recibi el sobrenombre de Divino: porque haba dicho que la patria debe anteponerse a los progenitores []. Ninguna edad, ninguna, ha callado a Lenidas, a Epaminondas []. Y la romana memoria nunca olvid a sus Curios, Brutos, Decios. Si yo hubiese podido, con no menor nimo habra borrado con mi sangre las mayores calamidades de mi patria; falt quien la exigiera, no quien la diera.38

En usual prosopopeya, el libro mismo de Zapata se dirige despus al muy benvolo lector:
D. Brading, op. cit., pp. 323 y ss. Id. Vase tambin G. Gmez de Cervantes, op. cit., pp. 93-94 y 121-124. 37 Cito los preliminares del libro de Zapata segn la edicin mexicana (cf. Nota bibliogrfica, p. 6). 38 Zapata, op. cit., p. 10.
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Mrame atentamente: diserto por la patria amada, por el honor de nuestros padres y la digna remuneracin de sus numerosos trabajos, por sus hijos, varones doctsimos y muy religiosos [], por la msera situacin, destino y condicin de aquellos pequeuelos, es decir, de los indios. Acgeme benignamente, y con nimo sincero lee hasta el final, ptimo y humansimo lector [] Si eres mexicano, porque escuchas a un mexicano y a quien combate por ti; si eres espaol, porque lees a un espaol, a quien como lector y maestro [] hace ya muchos aos esta tu Espaa recibi con benevolencia [].39

Ya en estos preliminares estn algunos de los rasgos definitorios de la personalidad de nuestro fraile y del espritu que anima su libro. A pesar de que se trata de una severa disertacin jurdica, Zapata no desdea las oportunidades que se le brindan o las convierte en propicias para confesar su amor a la dulce y amada patria y desahogar sus quejas por las desgracias que la afligen. Divide su obra en tres partes; trata en ellas, segn la Prologal divisin, los temas siguientes: en la primera parte, acerca de la justicia conforme a s misma, de su objeto, partes y especies; y acerca de la acepcin de personas, su esencia y su gravedad. En la segunda expone en qu circunstancias tiene lugar la acepcin de personas y la injusta distribucin de los bienes, y discute acerca de la eleccin para beneficios eclesisticos y oficios seculares y de la distribucin de cargas y tributos. En la tercera se refiere a las obligaciones de quienes distribuyen injustamente, y as, cometen acepcin de personas, y tambin de quienes impiden la consecucin de todos estos propsitos. Advierte que en todo su discurso atender especialmente a sealar lo que en aquellas partes del Nuevo Orbe de las Indias [] debe observarse en la distribucin de los bienes comunes.40 Zapata expone con ciencia, erudicin y claridad. Pretende hacerlo tambin con brevedad. No era fcil en ese tiempo, y ms en una disertacin escolstica, prescindir del acopio de fuentes y autoridades, de la refutacin de otras opiniones, de las interpretaciones y cotejos. Sin embargo, como dice Arturo Ramrez, el pensamiento profundo y la clara dialctica de su argumentacin, as como la que el mismo Zapata llama
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Ib., p. 17. Ib., pp. 21-22.

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la luz de la verdad, cautivan el nimo y la mente. Fray Ildefonso de Vargas afirma acertadamente en su Aprobacin que el autor trata las cuestiones con afortunada facilidad de estilo; y el bibligrafo mexicano del siglo XIX Vicente de Paula Andrade no duda en afirmar que el tratado est escrito en elegantsimo latn. Creo que en este punto Arturo Ramrez pone la cuestin en sus debidos trminos.41 Voy a examinar enseguida los pasajes que interesan a mi propsito. En el captulo III de la segunda parte, al tratar de las condiciones que deben ponderarse en la eleccin de personas para los beneficios eclesisticos, llega al punto de discutir acerca de la designacin de los individuos ms dignos, ms idneos, para los obispados del Nuevo Mundo. Los ms apropiados, dice, sern sin duda alguna aquellos que, aparte de ciencia, virtudes, salud, etc., conozcan la lengua de los indios:
Pienso sin tergiversacin alguna ni piadosa (para no decir inicua) inter pretacin, que deben tenerse por indignos de que se les encomiende dicha cura de almas aquellos que ignoran el idioma y lengua de los indios, sobre todo en algunas partes de aquellos reinos donde los obispos tienen que instruirlos de manera directa con su propia presencia, ensearles la sana doctrina e invitarlos con la palabra, la predicacin y el trato asiduo a llevar una vida recta: pues este es el oficio del padre y el pastor[].42 En opinin de todos es indigno quien carece de una cualidad absolutamente necesaria para ensear la doctrina y administrar el sacramento de la pe nitencia []. Por lo tanto, si desdeando al que es experto en la lengua indgena [] se elige al que la ignora, pecan mortalmente los electores y obran contra la piedad [] debida a aquellos pequeuelos.43

Pero no slo deben conocer la lengua de los indios, sino entender sus costumbres, sus tradiciones y su condicin, de manera que puedan convivir con ellos, comunicar con ellos, militar por ellos; los alivien y favorezcan en sus aflicciones con asidua conmiseracin; y, si fuere necesario, como el buen pastor, expongan su vida por ellos.44
A. Ramrez Trejo, en su Introduccin a J. Zapata y Sandoval, 1994, pp. XXVIXXVII. 42 II, III, 15. Cito el texto de Zapata indicando parte, captulo y pargrafo, segn la edicin mexicana, y segn la prnceps a la cual se ajusta en la parte no publicada todava en aquella. De este modo pueden cotejarse las notas en cualquier edicin. 43 II, III, 17. 44 II, III, 22.
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Arrebatado por la emocin, apostrofa, glosando palabras de Zacaras y Ezequiel, a los obispos que son enviados a las Indias para apacentar las greyes cristianas de los indios, verdaderos rebaos de matanza. Dice:
[] ciertamente destinados a la muerte a causa de las continuas injurias de los hombres, de los acerbsimos ultrajes recibidos de los espaoles. Destinados a la muerte, a extraer los metales bajo las cavernas de la tierra, a trabajar los campos, distribuidos como esclavos lo cual all en espaol se dice repartidos, a llevar pesos intolerables aun para los mismos caballos, a pagar tributos desproporcionados a sus posibilidades. Destinados a la muerte.45

Termina su doliente digresin. Las palabras de Zacaras le han tocado fibras muy sensibles; han despertado recuerdos que le lastiman. Se disculpa porque piensa que se ha excedido en su desahogo: Siento, dice, que he transgredido la medida de la brevedad que me haba propuesto; porque, al hablar de aquel reino, de mi propia y amada patria, se apoder de mi la dulzura y la conmiseracin.46 En captulos siguientes, nuestro fraile estudia otra condicin, estrechamente relacionada con sta, que debe ser considerada en la concesin de beneficios eclesisticos. La expone del modo siguiente:
En cuanto a los obispos y otros oficios [], se determina que sean elegidos del gremio de la misma iglesia o pueblo; precepto que los autores ms graves aseguran que fue muy justo []. En los reinos de Espaa solo se observa de manera general que no se admita a los beneficios a un aliengena, es decir, a alguien que venga de un reino extranjero []. A esto aado que si en las partes de las Indias no se observa otra costumbre que la de los reinos de Espaa ni se ha establecido una ley para aquellos y otra ley para stos en la promocin de beneficios y obispos [], aado aquello de lo que quisiera persuadirte: que, as como en Espaa no se admiten ministros u obispos de otro reino, de modo semejante tampoco se admitan extranjeros en aquellas partes del Nuevo Mundo, con tal de que se encuentren en ellas individuos idneos y del todo dignos.47
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II, III, 20-21. II, III, 22. 47 II, VIII, 5-8.

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En el capitulo XI de la misma segunda parte, el autor responde a las dos preguntas siguientes, que le sirven de ttulo: 1. Deben ser admitidos a las dignidades de los beneficios eclesisticos y a los episcopados los indios y los descendientes de indios recientemente convertidos a la fe? 2. Pueden y deben ser apartados con algn derecho de tales oficios y dignidades y tambin de los oficios civiles? Es ste el pasaje del tratado que ms importa a mi propsito. As arguye Zapata: Desde San Pablo hasta los telogos y juristas ms recientes se admite que los recin convertidos, es decir, los nefitos, deben ser apartados de los oficios eclesisticos y del episcopado. Pero nefitos para dar una cifra son los que han recibido la fe hace menos de diez aos; es decir, quienes recibieron la fe y el bautismo en edad adulta y recientemente. Este es el parecer de Torquemada, Azpilcueta y el cardenal Francisco de Toledo, y es la opinin ms general.
Sostengo, pues afirma Zapata, como doctrina absolutamente verdadera y aceptada por todos que, de acuerdo con las reglas del derecho comn, deben ser admitidos a todos los beneficios y dignidades eclesisticos, servicios y cargos pblicos los indios que habitan en aquel Nuevo Mundo Occidental, convertidos en tiempos recientes a la fe, porque van de su conversin ms de noventa aos, aunque hayan tenido padres, abuelos y bisabuelos indios y gentiles y de ellos desciendan directamente.48

Pero el discurso de nuestro agustino avanza ms all. Hasta aqu ha afirmado que los beneficios eclesisticos, y aun los oficios civiles de las Indias, deben proveerse en individuos nacidos en aquellas tierras, con tal de que sean dignos, y no en extraos y aliengenas. Y que entre los candidatos deben considerarse tanto a los hijos de espaoles como a los hijos de indios, pues stos de ningn modo pueden considerarse nefitos. Llegado a este punto, sostiene con firmeza y aun con manifiesta osada:
Adems, bajo censura eclesistica no temo afirmar y tener por muy ver dadero que, de hallarse individuos por lo dems dignos de tales oficios, deben preferirse stos [los indios] a los espaoles en aquellos reinos, en igualdad de condiciones y excluido todo escndalo. Y lo digo a ciencia y conciencia. En efecto, como aquellos reinos y posesiones pertenecieron
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II, XI, 11.

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a sus mayores, no perdieron por el hecho de la conversin el dominio y el derecho de gobernarse a s mismos y de administrar justicia, pues son ciudadanos de aquellas tierras.49

Creemos escuchar un eco lejano de fray Alonso de la Vera Cruz a quien no menciona en estas ltimas expresiones. De la mano de fray Francisco de Vitoria a quien s menciona , Zapata redondea su argumento con un detalle muy significativo: la inclusin y equiparacin de los mestizos, que, al parecer, haba dado por supuestas:
Al igual que el nacido de espaol e india en aquellos territorios es ciudadano, y no se le puede privar de los privilegios y prerrogativas de la ciudadana, como dice Francisco de Vitoria en la releccin De indis insulanis [], as tambin y con mayor razn no se ha de defraudar a estos mismos indios en sus privilegios por haber admitido a los espaoles, por haber escuchado la predicacin de la fe catlica y haberla aceptado espontneamente (cosa admirable!) y haber perseverado en ella con constancia y firmeza hasta el final.50

Todos ellos, reafirma, son ahora vasallos y sbditos del rey de Espaa y en la provisin de oficios y cargos civiles y eclesisticos no se les ha de juzgar con derecho distinto al de los espaoles, quienes son all [e. d. en las Indias] huspedes y extranjeros.51 Ahora bien, como es muy arriesgado juzgar sobre la idoneidad, ndole y cualidades morales de las personas, Zapata considera pertinente sealar la incomprensin de que han sido objeto los habitantes de las Indias por parte de algunos espaoles:
La ndole y costumbres de todos los hombres, sobre cualquier regin que sean, son diversas, y sera muy temerario dar una regla general para la poblacin entera de todo el reino []. Pero, por desenfrenada pasin e intransigente envidia, algunos no slo pretenden llamar incapaces para ser admitidos [en los oficios y cargos] a los que son indios y descendientes de indios, sino que aun han querido marcar con la misma nota de incapacidad que ellos mismos han fingido entre sueos e intrigas a aquellos que nicamente han nacido entre los indios,
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II, XI, 13-14. II, XI, 14. 51 II, XI, 16.

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pero que son de padres espaoles. Y sin temor de Dios ni la caridad debida a los hombres se han atrevido a increparlos de palabra y por escrito.52

En captulos subsecuentes, nuestro autor se refiere en particular a la provisin de los oficios civiles. Se extiende en el tratamiento de las condi ciones que deben exigirse, en la mayor o menor idoneidad de los candidatos, en las obligaciones de quienes deben proponerlos y designarlos y en la acepcin de personas que puede cometerse en estos casos. No hace referencia precisa a los indios; alude en general a los ciudadanos de las Indias, a los hijos de aquellos reinos; y a veces alega claramente en favor de los criollos, y sobre todo de los hijos de conquistadores y primeros pobladores. Pero hace una afirmacin de carcter general con el fin de ahorrar mayores explicaciones:
Las razones aducidas ms arriba sobre los beneficios eclesisticos valen tambin para los oficios civiles []. Y no se presume menos la voluntad de la repblica civil para que los oficios civiles se concedan a los ms dignos, que la voluntad de la Iglesia para que sus beneficios se confieran a los ms dignos.53

De hecho, como vimos en el prrafo arriba citado, al tratar de los oficios eclesisticos, ya Zapata haba expresado una afirmacin general en la que abarcaba los cargos de uno y otro foros: todos los beneficios y dignidades eclesisticos, oficios y cargos pblicos, etc.. Y debo reiterar que, de acuerdo tambin con la opinin aducida, deben incluirse a los mestizos en estas aseveraciones. *** El libro de Zapata tuvo primero la forma de un memorial o un informe, que el agustino present manuscrito al Conde de Lemos, Presidente del Consejo de Indias, en secreta reserva dice para que slo tus ojos lo leyesen. No sabemos si lo escribi por encargo del alto funcionario. Conocemos la preocupacin de ste por recabar informacin fidedigna sobre el estado y la gobernacin del Nuevo Mundo. Adems, el texto fue publicado por mandato suyo. El discurso revela una cordial cercana del escritor y el destinatario, quien aparece como constante interlocutor.
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II, XI, 20. II, XV, 9.

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Zapata nos hace saber que algunos temas de su disceptacin fueron discutidos por l mismo y el Conde en entrevistas personales. En el inicio del captulo XVII del libro II dice as:
En el tratado manuscrito que te present, sensatsimo prncipe, hice una brevsima exposicin de este asunto. Yo afirmaba que no me pareca que debiera juzgarse tan estrictamente acerca de los oficios seculares como de los eclesisticos. Pero cuando trataste conmigo este tema y lo discutiste con la agudeza de tu sutil ingenio y me opusiste en privado argumentos no ligeros, que eran muy dignos de que salieran a la luz pblica [].54

Parece, pues, consecuente afirmar que la obra de Zapata tuvo algn influjo en el rgano supremo del gobierno de las Indias desde antes que fuera publicado, y cuando menos durante la presidencia del Conde de Lemos. No puede ser simple coincidencia que el 4 de abril de 1609 se despachara una real cdula que ordenaba a las autoridades americanas que la provisin de beneficios curados se realizara mediante examen;55 y que el 26 de mayo del mismo ao se enviara otra en la cual se dictaban y renovaban medidas estrictas referentes al servicio personal de los indios, asunto que Zapata toca con gran sensibilidad en varias partes de su tratado.56 Como otros criollos de las dcadas finales del siglo XVI y primeras del XVII (Juan Velzquez Salazar, Gonzalo Gmez de Cervantes, Baltasar Dorantes de Carranza, etc.), Zapata y Sandoval tambin defiende en sus propios trminos el derecho de los descendientes de conquistadores y primeros pobladores a disfrutar de los justos premios debidos a sus antepasados; l mismo, al parecer, descenda de un conquistador. Y como los criollos que eran simplemente criollos (y de esto hay abundantes manifestaciones en crnicas, obras literarias y documentos diversos) abogaba por que en la colacin de oficios eclesisticos y civiles tuvieran preferencia los hijos de la tierra. Aunque debo advertir que en este mote y para este propsito pocas veces se haca referencia, y no sin reticencias y limitaciones, a indios y castas. Nuestro agustino, como hemos podido comprobar, rene en su alegato a criollos, indios y mestizos.
II, XVII, 1-2. J. de Solrzano y Pereyra, l972, vol. III, l. IV, cap. XV, pp. 222-223. 56 Ib., vol. I, l. II, cap. II, p. l44. Sobre la relacin Zapata- Conde de Lemos y la influencia de la obra de Zapata cf. A. M. Barrero Garca, Una lectura contextual, en J. Zapata y Sandoval, 2004, pp. 33-48.
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No es este el lugar oportuno para discutir la influencia de Zapata en autores de los siglos XVII y XVIII. Slo har dos breves referencias a los otros dos grandes juristas indianos sin duda los ms representativos, dice Ana Mara Barrero Garca (cf. nota 57) del siglo XVII: Juan de Solrzano y Pereyra y Diego de Avendao. Pocos aos despus de que nuestro agustino publicara su tratado, el ilustre jurista Juan de Solrzano y Pereyra, a quien podemos calificar justamente de acriollado, cita y se adhiere a Zapata en los puntos de doctrina que hemos revisado, aunque no con total franqueza. Afirma en su Poltica indiana que entre quienes tienen derecho a los beneficios de las Indias deben contarse los indios y los mestizos. Pero, cuando habla de prelacin, alude a los criollos; cuando trata de la no exclusin, se refiere a los indios y mestizos.57 El jesuita espaol Diego de Avendao vivi en Per de 1610 hasta su muerte (1688). Su magna obra, Thesaurus Indicus, tiene gran semejanza con la de Zapata en temtica, actitud y mtodo; en ella, nuestro agustino es citado abundantemente como fuente y autoridad. Sin embargo, al tratar de la asignacin de cargos civiles y eclesisticos y a esto dedica varios captulos, Avendao, hasta donde he podido consultarlo, no llega a plantearse la idoneidad de indios y mestizos para tales cargos.58 En resumen: Zapata y Sandoval aboga por las recompensas debidas a los hijos de conquistadores y primeros pobladores; defiende los derechos de los criollos al gobierno y al disfrute de los bienes de su patria; y, en cuanto a la asignacin de oficios y cargos civiles y eclesisticos, conjuga en su alegato a todos los hijos de la tierra: criollos, indios, mestizos y mulatos. Pero, finalmente y en este punto de doctrina no hay criollo ni autor de este perodo que lo acompae, sustenta la prelacin de los indios frente a los criollos en igualdad de condiciones. Y no s si a lo largo del siglo XVII alguien lleg a defender una opinin semejante.

Vase, por ejemplo, J. de Solrzano y Pereyra, 1972, vol. I, l. II, cap. XXIX, pp. 536-437, y cap. XXX, pp. 445-446; vol. III, l. IV, cap. XIX, pp. 295-302, y cap. XX, pp. 304-311. 58 La obra de Avendao est en proceso de traduccin y edicin. Se han publicado dos volmenes; yo conozco solamente el primero (Avendao, 2001).

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BIBLIOGRAFA

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