El Mestizaje en La Sociedad Virreinal (Siglo XVI)
El Mestizaje en La Sociedad Virreinal (Siglo XVI)
El Mestizaje en La Sociedad Virreinal (Siglo XVI)
Introducción
La presente exposición busca reconstruir el proceso de formación del mestizaje en los
inicios de la sociedad virreinal peruana. Para ello se analiza los aspectos sociales y legales más
significativos de este proceso.
El fenómeno del mestizaje
El fenómeno del mestizaje biológico se inició a la par de la conquista del Nuevo
Mundo. Esto se vio favorecido por la escasa presencia de mujeres españolas entre las huestes de
los conquistadores. Para entender esta escases de féminas ibéricas conviene recordar que la
conquista fue llevada a cabo primordialmente por un contingente de soldados procedentes de las
distintas regiones de la Península Ibérica. Por lo cual, normalmente, las mujeres españolas se
embarcaban hacía las Américas cuando estas áreas eran relativamente pacíficas. Aún así fueron
pocas las que se embarcaron, debido a las dificultades del viaje y a los peligros que acechaban
en muchos parajes. Según James Lockhart (1982), “en Lima había 14 españolas en 1537. [y] En
1541, año de la muerte de Francisco Pizarro, pudo haber 150 o 200 españolas en el Perú” (p.
195). Lo cual representa un número bastante pequeño. Debido a esto, la sociedad colonial del
siglo XVI fue constituyéndose con un irreparable déficit de mujeres españolas. De ahí que no
resulte sorprendente que los españoles mantuvieran constantes relaciones sociales y sexuales
con las mujeres indias. Para ilustrar este fenómeno, la historiadora Berta Ares Queija (1997) ha
examinado las partidas del Primer Libro de Bautismos de Lima, que a mediados del siglo XVI
constituía la única parroquia de Lima. El registro se extiende de 1538 a 1547 y contiene un
total de 1.299 partidas de bautismo, 833 de las cuales la historiadora fue capaz de identificar la
filiación étnica de los progenitores. De ellas, 347 partidas describen la descendencia de
españoles e indias, excepto en tres casos donde la madre era española y el padre indio y
solamente 120 partidas sugieren que ambos padres eran presumiblemente hijos de españoles.
Por tanto, como sostiene la historiadora, la mayoría de descendientes de españoles nacidos en
los primeros años de la colonia eran mestizos, al menos en Lima.
La primera generación de mestizos
La primera generación de mestizos surgió como fruto en su mayoría de uniones
ilegitimas. Ninguno de los grandes conquistadores se casó con una indígena americana. Se
unieron a ellas sí, pero no procedieron a contraer nupcias con estas mujeres. Por ejemplo, uno
de los primeros cronistas, el mestizo Garcilaso de la Vega, era hijo bastardo de un conquistador
noble y de una princesa inca, pero el padre español prefirió contraer matrimonio con una
española de vieja familia noble. Era el comportamiento típico de los españoles, según el mismo
Garcilaso asevera: “Pocos ha habido en el Perú que se hayan casado con indias para legitimar
los hijos naturales y que ellos heredasen”. En distintos casos entregaron a sus amantes indias
para que se casaran con subalternos suyos. Fueron sobre todo los “segundones” de la conquista
los que realizaron matrimonios con hijas o sobrinas de caciques. Uniones del todo atractivas
para consolidar sus aspiraciones como encomenderos y amos de indios.
La suerte de esta primera generación de mestizos dependía en gran medida de sí fueron
o no reconocidos como hijos por parte del padre. Los mestizos no reconocidos llevaron una
existencia azarosa. En distintas trayectorias siguieron a sus madres hacia las ciudades, donde
vivieron al amparo de alguna familia noble, o se radicaron en alguno de los nuevos barrios,
destinados para los indígenas. Pero también otros continuaron en la comunidad materna, criados
en sus tradiciones de vida y cultura, resistiendo la exigencia de tributos y trabajo con que se los
agobiaba.
No obstante, hubo un reducido número de ellos que sí fueron reconocidos e incluso
legitimados por sus padres; de estos la mayoría crecieron en la casa paterna, donde a menudo
convivieron con la madre, al menos por un tiempo. De manera general, se puede decir que
pasaron su infancia en contacto más o menos estrecho con el mundo indígena, pero más bien
adscritos e integrados en el universo paterno, cuyos valores absorbieron. También recibieron
legados testamentales de propiedades rústicas. Además, en los claustros de los seminarios y
conventos recibieron las primeras letras y después conformaron un contingente creciente de
religiosos. De esta manera, reconocidos por sus padres y auxiliados con partidas hereditarias,
este grupo de mestizos, encontró un espacio de afirmación y reconocimiento social.
Sin embargo, a mediados del siglo XVI, la condición general de los mestizos empeoró a
medida que se iba consolidando la nueva sociedad colonial, en la que se iban afirmando
principios como la limpieza de sangre y la legitimidad de nacimiento, ocasionando su paulatina
segregación a posiciones marginadas. El principal factor que impulsó este cambio fue su
condición de ilegítimos. Recordemos que, por lo general, la mayor parte de mestizos nacían
fuera del matrimonio y pocos españoles se dignaban a contraer matrimonio con una india, por lo
cual los mestizos eran forzosamente en su mayoría hijos ilegítimos. Este factor de ilegitimidad
limitaba de manera muy considerable su acceso a la herencia, aún cuando figuraran en los
testamentos paternos. Además, por esa misma razón no podían detentar cargos públicos y de
tipo honorifico como procuradores, escribanos, etc. Asimismo, les supuso una gran limitación
para acceder al sacerdocio, poque para ser ordenados debían obtener una dispensa que algunos
obispos no eran muy proclives a conceder. Todo ello generó que se les fuera constriñendo cada
vez más un espacio de afirmación y reconocimiento social en el mundo colonial. Con lo cual el
principio de legitimidad servía como un mecanismo de diferenciación social.
Por otro lado, la reputación de los mestizos también empeoró. Se convirtieron en
sospechosos de tener malas inclinaciones y de ser mal intencionados. Para ilustrar esta nueva
percepción del mestizo, el historiador francés Nathan Wachtel (1976), cita una carta enviada por
el virrey Nieva al Rey de España en 1562. El virrey escribía que los mestizos “[eran] ya tantos
(…), y tan mal inclinados, que se ha de temer, por los muchos que hay, y ha de haber en
adelante daño y bullicio en estos Estados, pues de ellos no se puede esperar cosas buenas” (p.
215). En la misma línea, la historiadora Berta Ares Queija (1997) cita una carta escrita en 1572
por el rector del colegio de jesuitas del Cuzco, Fray Juan de Vivero. El fray escribía que “esta
gente [los mestizos] se cría en grandes vicios y libertad, sin trabajar ni tener oficio, (…) y
críanse con los indios e indias y hállanse en sus borracheras y hechicerías (…)” Además agrega
que muchos “temen que por tiempo ha de ser esta gente en gran suma más que los españoles y
son de más fuerzas y para más que los hijos de los españoles nacidos acá, que llaman criollos
(…)” (p. 44). Ambas citas expresan una negatividad hacía los mestizos, siendo relacionada por
su crianza en ambientes indígenas, recordemos que los mestizos no legitimados continuaron
viviendo en la comunidad materna, asimismo, consideran que mientras sigan aumentando serán
un futuro peligro. Lo curioso es que este rechazo y temor emanado por los españoles hacía los
mestizos pudo ser compartido en parte por un sector de los indígenas, como atestigua Huamán
Poma de Ayala; que los considera una “raza maldita”, cargada de todos los vicios. Incluso
propone que los obliguen a fijar sus residencias en las ciudades o exiliarlos a Chile, a fin de
proteger a los indígenas. Es más, llega a preconizar la segregación de las razas para impedir que
los mestizos sigan multiplicándose. De esta manera, como afirma Nathan Wachtel, “los
mestizos representan para ambos, indios y españoles, el mismo polo de repulsión” (P. 216).
Los mestizos en la legislación colonial
La legislación colonial respecto a los mestizos no les fue para nada favorable. Una vez
la Corona consiguió imponer su maquinaria administrativa, numerosos decretos reales limitaron
las oportunidades para el ascenso social de los mestizos. La historiadora Berta Ares (1997) ha
demostrado como a partir de 1573 fueron creados cedulas que prohibían a los mestizos llevar
armas y recibir las ordenes sacerdotales.
La primera restricción legislativa, es decir, que los mestizos porten armas, se les impuso
debido a las constantes denuncias y advertencias de sedición que sobre ellos pesaban. Por
ejemplo, en 1567 el virrey García de Castro, luego de reprimir un motín en el estaban
implicados como co-protagonistas un grupo bastante significativo de mestizos, escribe una carta
al Rey en el pide prohibir para los mestizos el uso de cualquier arma, bajo pena de muerte,
porque, decía él, “esta es una gente que andando el tiempo ha de ser muy peligrosa y muy
perniciosa en esta tierra” (Wachtel, 1976, p. 215). Igualmente, el virrey Toledo, en una carta
enviada al Rey en 1572, expresa sus temores hacia los mestizos, sobre todo ante el riesgo de una
posible alianza entre los mestizos y los indios en contra de los españoles. Por lo cual también
solicita que se les prohíba hacer uso de cualquier arma. Estos dos ejemplos expresan el temor
por parte del régimen colonial de que haya una subversión por parte de los mestizos y sobre
todo que estos se alíen con los indios para combatir a los españoles.
La segunda restricción legislativa, es decir, prohibir a las ordenes sacerdotales recibir
mestizos, dada en 1578, era la respuesta a los constantes informes negativos que día a día
llegaban a la metrópoli. A grandes rasgos, en dichos informes se acusaba a algunos obispos de
ordenar a personas que no reunían las cualidades suficientes y se mencionaba en particular a los
mestizos, a los que se incluso se atribuía una conducta contraria a la moral y al catolicismo.
Según Berta Ares, esta restricción suscitó la primera reacción de tipo colectivo por parte de los
mestizos, ya que, para muchos de ellos la vía eclesiástica era el medio para ganarse la vida. Por
ello, un grupo de 165 mestizos de varias ciudades del virreinato peruano decidieron actuar. Y en
1584 enviaron a la Corte a un mestizo llamado Pedro Rengifo con el objetivo de que la cédula
de 1578 sea derogada. Para tal fin elaboraron un amplio expediente que consta de dos pilares. El
primer pilar sobre el que reposa la legitimidad de sus reclamaciones es el reconocimiento y
aceptación de su doble filiación, española, por parte paterna, e indígena, por parte materna.
Asimismo, ambas filiaciones adquieren una importancia simbólica equiparable. Ya que, por
parte de sus madres ellos tenían lazos de consanguinidad con los antiguos señores de la tierra
(ya fueran incas o caciques), y por parte de sus padres heredaban los méritos de estos en el
descubrimiento, conquista, pacificación y poblamiento de aquellas tierras. Por lo cual ser hijos
de españoles e indias no implicaba nada que fuera negativo, ni mucho menos podía constituir un
impedimento legal para pertenecer al sacerdocio. Así pues, por este doble origen étnico, se
alegaba que la corona debería derogar la cedula de 1578 y permitirles acceder al sacerdocio.
En base a esta doble filiación afirmaban el segundo pilar de sus reclamos. Para ellos ser
mestizos los convertía en personas idóneas para la evangelizar a los indios. Porque, según ellos,
los mestizos, por parte del ámbito materno, conocían las lenguas originarias que era
indispensable para poder instruir adecuadamente a los indios en la fe. Asimismo, alegaban que,
debido a sus lazos de parentesco, los indios muestran una mayor disposición a escuchar su
predica que del no-mestizo. Por lo cual, alegaban que, debido a sus conocimientos de las
lenguas autóctonas, no solo debían ser admitidos al sacerdocio, sino incluso tener preferencia
frente a los sacerdotes meramente españoles, debido a su idoneidad.
Al exponer en ese expediente sus principales reclamos, los mestizos terminaron no solo
oponiéndose a una ley, sino también reivindicando su doble origen étnico y reclamando un
espacio propio dentro de la sociedad colonial. Finalmente, los esfuerzos dieron frutos y, luego
de diez años de iniciado el reclamo, Rengifo consiguió que se emita una nueva cédula,
derogando la de 1578.
Conclusiones
El fenómeno del mestizaje, que inició a la par de la conquista del Nuevo Mundo, fue
impulsado por la carencia de mujeres hispanas entre las filas de los conquistadores. Por
lo que la mayoría de descendientes de españoles nacidos en los primeros años de la
colonia eran mestizos.
La primera generación de mestizos surgió en su mayoría de uniones ilegitimas. Por lo
cual su suerte dependía en gran medida de sí fueron o no reconocidos como hijos por
parte del padre. Sin embargo, a mediados del siglo XVI, la condición y reputación
general de los mestizos empeoró a medida que se iba consolidando la nueva sociedad
colonial. Siendo estos relegados a estratos secundarios.
La legislación colonial respecto a los mestizos no les fue para nada favorable. Porque a
partir de 1573 fueron creados cédulas que prohibían a los mestizos llevar armas y
recibir las ordenes sacerdotales. Restricciones que suscitaron una respuesta colectiva
por parte de un grupo de mestizos que justificaron su alegato reivindicando sus dos
filiaciones.
Bibliografía
Ares Quieja, Bertha (1997). El papel de los mediadores y la construcción de un
discurso sobre la identidad de los mestizos peruanos (Siglo XVI). En: Entre dos
mundos: fronteras culturales y agentes mediadores, Sevilla, pp. 37-59.
------------------------ (2004). Las categorías del mestizaje: desafíos a los
constreñimientos de un modelo social en el Perú colonial temprano. Histórica XXVIII,
pp. 193-218.
Stolcke, Verena (2009). Los mestizos no nacen, sino que se hacen. Avá. Revista de
Antropología, núm. 14, julio.
Rodríguez Jiménez, Pablo (2008). Sangre y mestizaje en la América Hispánica.
Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, núm. 35, pp. 279-309.
Wachtel, Nathan. (1974). Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista
española (1530-1570). Madrid: Alianza Editorial.