Tini Y Otros Relatos

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Tini Y Otros Relatos

Eduardo Wilde

Tini y otros relatos

Eduardo Wilde

EDUARDO WILDE LA VIDA Eduardo Wilde naci en Tupiza, pequeo pueblo del sur de Bolivia, el 13 de junio de 1844. Sin embargo, por ser hijo de argentinos exiliados en la poca de Rosas, debe considerrselo tambin argentino, segn lo dispuso nuestra legislacin para esos casos. En su hogar conoci dificultades econmicas frecuentemente graves, pues su padre - tpico aventurero sin ventura - se dedicaba a la exploracin y explotacin de minas, empresas en las que sola fracasar en el aspecto prctico. No obstante esa situacin, pudo ser enviado al Colegio de Concepcin del Uruguay, en el que curs la enseanza media. En 1864 ingres en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Tambin sus das de universitario fueron muy penosos por la misma causa: la apremiante falta de dinero. Cuando cursaba el cuarto ao se le nombr interno del Lazareto de Colricos, cargo que ningn mdico recibido haba querido aceptar. En esa oportunidad contrajo el terrible mal que asolaba a la poblacin. Se doctor en 1870 con su famosa tesas sobre el hipo, trabajo con el que gan el premio que discerna la Asociacin Mdica. Poco despus se le otorg uno, beca para perfeccionar sus estudios en Europa, pero como por s sola no bastaba para mantenerse all, y dado que careca de recursos propios, se vio obligado a rechazarla. A partir de entonces comenz a destacarse tanto en el ejercicio de la medicina como en el de la docencia. Ocup ctedras en el Colegio Nacional; en la Facultad de Medicina y en la de Ciencias Fsicas y Naturales. Se desempe asimismo en tareas administrativas, prineipalmente en cuestiones de salubridad e higiene. Como presidente de Aguas Corrientes, del Departamento Nacional de Higiene y de la Comisin de Obras de Salubridad contribuy en forma decisiva a la transformacin de Buenos Aires, que por entonces dejaba de ser la Gran Aldea para convertirse, casi sin transicin, en una gran ciudad. A Wilde se debe la iniciativa de la provisin de aguas corrientes, as como la de la eliminacin de las aguas servidas y la eficiente canalizacin de las de lluvia. En 1870 se declar la epidemia de fiebre amarilla y entonces observ Wilde un comportamiento ejemplar. Cumpli todas las tareas que se le encomendaron sin aceptar remuneracin alguna ni siquiera los cinco mil pesos con que quiso premiarlo la Comisin Popular. Quizs esto haya sido tomado en cuenta por la poblacin poco despus, cuando lo llev a ocupar una banca en la legislatura provincial. Fue ste el principio de una larga serie de magistraturas desempeadas por Wilde, militante del partido Autonomista haba sido elegido diputado nacional cuando en 1882 Roca le confi cartera de Justicia, Culto e Instruccin Pblica, que retuvo hasta 1885. Durante la presidencia de Jurez Celman estuvo a cargo del ministerio del Interior hasta 1889, ao en que debi renunciar a causa de

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sus disensiones con el jefe del Ejecutivo. Poco despus estall la revolucin del 90. Se desat en esa oportunidad una campaa contra su persona de la que, por principio, se abstuvo de defenderse. En un gesto que bien puede interpretarse como un exilio voluntario, se ausent del pas y peregrin durante ms de ocho aos por tierras de Asia, Europa, frica y Amrica. En 1898 la segunda presidencia de Roca marc el resurgimiento de su partido y Wilde volvi a desempearse en funciones oficiales, esta vez en el servicio exterior de nuestra diplomacia, como embajador en los Estados Unidos primero y luego en Blgica, Holanda y Espaa. Pero sin duda lo ms importante de su actuacin como hombre pblico es su participacin decisiva en la que se ha llamado nuestra legislacin liberal, una de las ms grandes conquistas logradas en aquella poca de cambios trascendentales. A Wilde le cupo apoyar como ministro del ramo, en un debate que ha hecho poca por los hombres que participaron en l y por los conceptos que vertieron, el proyecto de la Ley N 1420, por la cual se instituy la enseanza comn, gratuita, obligatoria y laica tuvo tambin una actuacin importante en la sancin de las leyes de registro y matrimonio civil, con lo que se cerraba un ciclo de nuestra historia jura, dica, durante el cual los cuatro hechos quiz ms trascendentales de la vida humana - el nacimiento, la educacin, el matrimonio y la muerte estuvieron exclusivamente sujetos a la potestad eclesistica. La muerte lo sorpren- di lejos de su pas, en Bruselas, en 1913. LA GENERACIN DEL 80 Para interpretar en todos sus matices la trayectoria de Wilde, y de modo especial su significacin como hombre de letras, es imprescindible tomar en cuenta la poca en que actu y ubicarlo entre las figuras literarias de su generacin, la del 80. De sta dijo Ricardo Rojas en su Historia de la Literatura Argentina: Hay en esta generacin un tipo de escritores dotados de sensibilidad literaria y de variada cultura, que figuran en nuestra bibliografa como autores (le muchos volmenes, pero desprovistos de ese espritu de continuidad que en el pensamiento y en la obra crea la unidad orgnica del verdadero libro. A estos escritores, para agruparlos de algn modo, se me ocurre llamarlos nuestros "prosistas fragmentarios". Fueron todos ellos prosistas, aunque poetas a ratos, por la aficin al verso o las tendencias de la imaginacin, y fragmentarios porque no escribieron complejos tratados doctrinales ni eruditas investigaciones histricas ni largos relatos novelescos. Mezcla de universitarios y de hombres de mundo, formronse en los libros y en los viajes, frecuentaron las imprentas y la poltica, alternaron las tareas del gabinete con las charlas del club, gozaron de la vida, revelaron en sus obras un temperamento y dejaron en pos de s artculos, ancdotas, ensayos, impresiones, memorias, narraciones breves, impregnadas de experiencias

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autobiogrficas o de observaciones sobre el ambiente en que vivieron. Tal es el caso de Lucio V. Mansilla, Santiago Estrada, Miguel Can, Eduardo Wilde, Bartolom Mitre y Vedia, Jos S. Alvarez (Fray Mocho) y Jos M. Cantilo. Junto a ellos actuaron novelistas como Eugenio Cambaceres, Julin Martel, Manuel Podest ?t Lucio V. Lpez; poetas como Rafael Obligado, Carlos Guido y Spano y Olegario V. Andrade y socilogos como Jos Mara Ramos Meja, Agustn Alvarez y Carlos Octavio Bunge. Sin embargo, la representacin mxima de la generacin est dada por los prosistas fragmentarios, como los llama Rojas. Es que, de alguna manera, se dieron en ellos ms que en los otros las virtudes y defectos de la poca. En su mayora eran hombres de pensamiento progresista, de decidida filiacin liberal, positivistas y librepensadores. Fueron una generacin afrancesada de inequvoca sensibilidad aristocrtica, pero desde su mirador, constantemente abierto sobre Europa, recogieron saludables aires de renovacin para el pensamiento argentino y para el estilo de vida del pueblo, todava estancado en las formas anacrnicas de la Colonia. Parafraseando a Sarmiento se podra decir de ellos que fueron europeos en la Argentina y argentinos en Europa. A pesar de sus limitaciones de concepto y de clase, sentan un verdadero, aunque muy particular, amor por este rincn del mundo en que haban tenido la extravagancia de nacer y les gustaba aorarlo nostlgicamente desde Pars. Florencio Escard, en su libro sobre Wilde, dice entre otras cosas: La experiencia histrica re. ciente permite entender un poco ms las causas del relativo fracaso de la generacin del 80 y que reside, tal vez, en su autntica inautenticidad ; al bien escriban, decan o pensaban como buenos y limpios republicanos, ejercan, con la naturalidad que evita el remordimiento, una vida poltica bsicamente antirrepublicana y fraudulenta. Esta valoracin no amengua el mrito de su obra constructiva ni excusa a las generaciones siguientes de la timoratez y desconfianza con que usaron los instrumentos legales y doctrinarios que fueron puestos en sus manos. Inautenticidad por inautenticidad, la de los hombres del 80 fue ms autntica. As, hay quienes han encontrado que Wilde era osado, excesivo y categrico, y credo que sus escritos puestos en manos de las nuevas generaciones haran el efecto de bombas de tiempo. Es as como lo que de esos escritos llega a los estudiantes -- cuando algo llega - se detiene morosamente en lo literario y esquiva, so capa de profilaxis pedaggica, lo ms caracterstico de su pluma, o sea su capacidad de libre examen. que es precisamente lo que presta a muchas de sus pginas una actividad escalofriante. LA OBRA As como en su condicin de hombre pblico Wilde posey una lucidez y penetracin muy raras en los dems escritores de entonces que actuaron en poltica, y por lo mismo pudo gravitar en ella dejando huellas ms hondas, cabe afirmar', sin establecer comparaciones ociosas, que su raso

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por las letras fue tambin muy rico en testimonios de valor perdurable. Una parte no pequea de su obra la dio a conocer a travs del periodismo, en el que se inici, cuando era muy joven an, como redactor de El Bachiller. Pas despus por los principales diarios argentinos de entonces (El Mosquito, La Nacin Argentina, El Pueblo, La Tribuna, El Diario, El Nacional, La Nacin) hasta desempear durante cuatro aos la direccin de La Repblica. desde donde realiz sus ms violentas campaas polticas. Las Obras Completas de Wilde, editadas despus de su muerte, comprenden diecinueve volmenes, en los que se encuentra un material variadsimo; hay all gramtica, filosofa, me dicira, poltica, sociologa, derecho, historia y, por supuesto, literatura. Sus libros esencialmente literarios son: Aguas abajo, Prometen y Ca., Tiempo perdido, Cosas mas y ajenas, Cosas viejas y menos viejas, Recuerdos. recuerdos..., Entre la niebla, Por mares y por tierras y Viajes y observaciones. Entre sus mejores pginas debe citarse a Tini, el conmovedor relato que Anbal Ponce calific como el ms admirable de los poemas en prosa que se hayan escrito en loor a la niez, las semblanzas de Nicols Avellaneda e Ignacio Pirovano y; en definitiva, casi todos los esbozos de Aguas abajo, reconstrucciones milagrosas de ese mundo irrecuperable que signa las primeras impresiones de la vida. Su estilo es espontneo; tiene ese aire de prosa conversada propio de nuestros escritores dei 80, pero probablemente haya en l ms' hallazgos formales. Aun cuando parece descuidado tiene una gracia tan natural que sus mismos defectos no resultan inarmnicos. Es un estilo que se mueve dentro de leyes propias, que crea su propio ritmo y sorprende con imprevistos giros que se diran piruetas de volatinero. Ocurre que en Wilde alienta como elemento permanente una como voluntad de travesura, un donaire juvenil que comunica inagotable savia a su prosa. "Wilde - escribi alguna vez Sarmiento - ha venido a salvar al pas de la monotona de lo recto y de lo estrecho." Lo cierto es que con su humorismo (sin duda su rasgo ms carac. terstico) fue como un tbano socrtico sobre esta ciudad todava pacata., ;.adusta, y pusilnime. Un pensador argentino que conoce bien la materia observ que se llega a humorista cuando no se tiene la resolucin de suicidarse o se tiene la delicadeza de no volverse cnico. El humorismo acoso sea la forma ms sutil de la inteligencia, el ropaje cota el que se cubren frente a las inclemencias del medio ambiente las naturalezas demasiado sensibles. Y porque el humorismo de Wilde era as - genuino, profundo y no mera comicidad fue causa, asociado a otras peculiaridades de su personalidad, de la frecuente incomprensin de sus contemporneos, que lo difamaron y calumniaron hasta la desnaturalizacin y llegaron a calificarlo como cnico, confundiendo con cinismo su veracidad sin restricciones. La figura de Eduardo Wilde ha sido mantenida en un sospechoso cono, de sombra Corresponde a las jvenes generaciones rescatarlo del olvido y colocarlo en el lugar de privilegio que debiera ser el suyo.

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Entonces se advertir con sorpresa en qu medida tienen vigencia muchas de sus observaciones y cmo, cuando se llega a un cierto nivel que l alcanz con holgura -, los frutos del pensamiento no envejecen.

PROMETEO y CIA.
TINI
-Cmo va la enferma? - dijo el mdico, entrando a una pieza en la que varias personas hablaban en voz baja. -No est bien - contest una de ellas. -Perfectamente - repuso el doctor y penetr con precaucin en la habitacin contigua, que era un espacioso dormitorio, bien amueblado y dotado de cortinas dobles, alfombras blandas y lujosos adornos. Una lmpara opaca alumbraba escasamente con su luz indecisa el aposento, cuya atmsfera denunciaba la presencia de perfumes y la permanencia de personas cuidadas; haba olor a recinto habitado por dama distinguida. La enferma se hallaba acostada de espaldas, en un lecho limpio y acomodado. Su semblante estaba plido, sus labios algo descoloridos. Una cofia blanca aprisionaba sus cabellos, una bata bordada cubra su pecho; sus manos finas, blancas y suaves salan de entre un capullo de encajes que parecan un montn de espuma. Haba en su persona un poco de esa coquetera permitida que tienen todas las mujeres de buena cuna y que ostentan aun cuando estn enfermas. El doctor, mirando fijamente a la dama y tomndole la mano, medio en uso de su profesin, medio en forma de saludo, pregunt: -Cmo ha pasado el da la seora? -Mal, doctor, he sufrido mucho; me duele todo; deme algo que me calme : l qu falta de compasin venir a esta hora! -Seora, la mejor visita se deja para el ltimo, como los postres. Es necesario buscar la esttica aun en el desempeo de los ms dolorosos deberes. -Usted tiene siempre disculpas. -Y usted jams tiene necesidad de ellas. -Creme y le perdonar su indolencia. -Usted ser atendida con toda la prolijidad de que yo soy capaz.

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En seguida prescripciones.

hizo

un

interrogatorio

detenido

explic

sus

Junto a la cama de la enferma, recientemente madre, haba una cuna y en ella dorma sus primeros das un nio robusto, envuelto en mil bordados. El mdico se acerc a l y despus de observarlo un rato, dijo: -Ser un famoso guardia nacional si la naturaleza lo permite! -Si Dios quiere, diga, doctor -objet la dama. -Bien, si Dios quiere ; en materia de creencias, tengo las de mis enfermas distinguidas. El doctor se retir, y la madre del nio se qued reflexionando en el correctivo puesto por su mdico al augurio relativo al recin nacido. La enferma se restableci pronto, y el nio durmi mucho, llor poco y se aliment a satisfaccin en los das y los meses siguientes. La madre lo cuidaba con esmero, no se separaba de l durante el da y todas las noches se sentaba en la cama para mirarlo largo tiempo. Cuando el nio suspiraba, la madre se senta agitada, y cada tos y cada estremecimiento del pequeuelo querido, produca una alarma, pues el augurio del doctor con su correctivo, trotaba con singular insistencia, durante las largas horas de vigilia, en la cabeza de la madre. Mientras tanto, el objeto de tales inquietudes continuaba durmiendo sus das enteros y sus noches completas. Cuando no dorma, tomaba el pecho. ; Jams se vio nio ms dedicado a esas dos ocupaciones! A los diez meses dijo: mam; la casa se puso en revolucin. Despus dijo: pap; un criado corri a buscar al aludido a su escritorio para anunciarle la gracia. Ms tarde se par y 'dio algunos pasos, estirando los brazos para agarrar las manos que le ofrecan. En estos primeros ensayos recibi el nombre de Tini. Qu quera decir Tini? Nadie lo supo; pero. el apodo se qued como nombre. Tini comenz a caminar y a conversar. Se dio muchos golpes y dijo mil barbaridades graciossimas y comprometedoras. Por ejemplo llamaba pap a todo el que vea con barba larga y su verdadero padre slo obtuvo el titulo legtimo a travs de un montn de juguetes y caramelos regalados. Tini era muy lindo; lo pedan del barrio para mirarlo y ms de una vez, en sus excursiones, hizo de las suyas. Un da Tini estuvo de mal humor; su mam dio por causa que tena la boca caliente y que apretaba las encas. Con este motivo los dedos de todos los habitantes masculinos y femeninos de la casa, entraron en la boca de Tini, hasta que el ndice del pap, sucio del tabaco, descubri un conato de dentadura. Tini ech un diente, no sin un gran conflicto e el barrio y serias consultas al mdico.

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'Escenas anlogas se repitieron durante algn tiempo, y Tini present por fin una dentadura de ratn, chiquita, cortante, graciosa, que se mostraba sobre todo seductora en las sonrisas de su boca rosada. Intil es aadir que de all en adelante Tini obtuvo el privilegio de morder los dedos que se aventuraban en exploraciones peligrosas, y de desblocar todos los pedazos de carne que le caan a la mano. Sola tambin mascar las cabezas de los soldados de palo que le compraban; tales atentados motivaban invariablemente una visita mdica. El adorado y consentido Tini era sublime de impertinente, y sus audacias increbles para decir las cosas ms crudas con el mayor aplomo, slo tenan su explicacin en su inocencia singular respecto a las conveniencias sociales. Verdad es que cuando comenz a hablar con metforas inteligibles, y a encontrar smiles,' slo tena dos aos y medio. A pesar de sus franquezas y paradojas, Tini gozaba del cario de todos, y nios, mujeres, viejos y jvenes se disputaban su amistad y sus caricias. Su cara y su cuerpo eran una perfeccin, su carne era la ms fresca de la naturaleza, su piel la ms blanca, sus muslos duros y llenos, sus manos blandas, chicas, finas, con los dedos doblados hacia el dorso. Qu cabeza! qu pelo! qu ojos y qu boca! Si daba ganas de comrselo a besos!, como decan las muchachas ms expresivas del barrio. La boca, principalmente, era una delicia; tena gusto a leche con azcar y causaba el tormento de su dueo quien, tras de cada beso, se limpiaba los labios con el brazo en prueba de disgusto. Toda su ropa se pareca a l y lo recordaba sus botines sobre todo, eran adorables; gastados en el taln, algo torcidos y rotos a la altura del dedo grande, eran toda una historia de las mil ambulancias infantiles de su dueo. Al mirarlos tirados en cualquier parte, la imaginacin los rellenaba con el piececito del nio, y uno vea asomar su dedito rosado por el agujero de la punta. Tini progresaba diariamente y su inteligencia tomaba formas caprichosas y trascendentales. A la edad de cuatro aos emprendi una reforma capital de la gramtica, y atac, desde luego, los verbos irregulares con un encarnizamiento incomparable. No deca "hecho" por nada de este mundo, sino "hacido"; el verbo "jugar" en su presente de indicativo, era para l como sigue Yo jugo,/ vos jugs,/ l juga,/ nosotros jugamos,! ustedes jugara,/ ellos tambin jugara. En efecto, ya que el verbo no es "juegar" sino "jugar". Tini tena razn contra la Academia, que permite una barbaridad tan intil. Pasando los das, lleg un cumpleaos de Tini; varias aves fueron

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muertas y preparadas para la comida; los parientes recibieron su invitacin oportuna. El nio anduvo tras de las personas que se ocupaban de los preparativos, pero con cierta indolencia que no le era habitual. En la mesa estuvo cado, descontento y haciendo esfuerzos el pobrecito, por ser carioso con los que lo festejaban. Pidi levantarse antes de los postres y sin atreverse a abandonar la agradable compaa, busc un trmino medio entre sus deseos y su malestar, acostndose en un sof. La mam comenz a inquietarse, aun cuando se explicaba el caimiento del nio por lo agitado . del da y por el cansancio consiguiente. . . Las visitas se despidieron; Tini puso su mejilla o su boca, segn el grado de afeccin, pata: que fuera besada, y gan pronto su camita, en la que se durmi en el acto. Su sueo no fue tranquilo; la respiracin parecia anhelosa; silbaba mucho por la nariz y se daba vuelta con frecuencia. Una mano sana puesta sobre la frente de Tini, habra notado un ligero aumento de calor. El silencio se haba hecho en la casa, pero haba un sitio en que comenzaba a levantarse una tormenta : el corazn de la madre. Hubo unos ojos que no se cerraron y un cuerpo estremecido que se revolva en el lecho sin encontrar reposo. A eso de las doce de la noche una figura fantstica proyectaba su sombra en las paredes. La madre se haba levantado y se acercaba en puntas de pies a la cama del nio. Si yo fuera pintor y quisiera pintar un cuadro que representara la frmula de todas las inquietudes humanas, pintara una madre en camisa, con una vela en la mano, observando el sueo de su hijo, cuando teme que le sobrevenga alguna enfermedad. Cunta preocupacin disearan sus facciones! cunta zozobra y ternura mostrara su semblante! cunto temor descontado sobre la previsin de una futura desgracia! La madre de Tini pareca la imagen del dolor la ansiedad. Estuvo un rato mirando a su hijo, suspir profundamente y se retir con un millar de desdichas engastadas en el alma. Tini se despert de repente y quiso quejarse, cuando le sobrevino una tos ronca y repetida. Cien voces dijeron crup en el odo de la madre, los ecos repitieron crup, las sombras de las cortinas, de las molduras y de los adornos de la habitacin, proyectadas por la luz escasa de la lmpara, escribieron epitafios sobre los muros; la palabra crup se difundi por toda la casa, llen la atmsfera, penetr en los ltimos resquicios y hel las entraas de la pobre madre. Crup, dijeron los ruidos misteriosos de la noche; crup, deca el viento

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que soplaba sus lamentos por las rendijas de las puertas; crup, repetan los cascos de los caballos que pasaban de tiempo en tiempo, arrastrando los pesados coches por las calles silenciosas ; crup, decan la pndola del reloj y el crujido de los muebles; crup, crup, murmuraba el roer de los ratones tras de los zcalos de las piezas; crup, secreteaban las hojas de los rboles que se mecan en los patios ; crup, gritaban las veletas de los edificios vecinos, y hasta las estrellas que chispeaban en los cielos, mandando su luz temblorosa a travs de los vidrios, parecan encender sus cirios para velar el cuerpo de un ngel muerto de crup! Crup, dijeron las aves que pasaban en bandadas y los aleteos de los pjaros en sus jaulas; crup, pronunciaban las olas que chocaban en las costas; crup, vociferaban los golpes en las puertas de los habitantes retardados ; crup, roncaban las voces de los ebrios en las calles, y crup, crup, preludiaban los msicos ambulantes que buscaban un pan y un cobre martirizando sus instrumentos en la noche callada. Cuando todo en la naturaleza hubo dicho crup, la madre de Tini dio un grito estridente, desesperado, y saliendo de su cama se par rgida en medio de la habitacin. La casa se puso en movimiento, todos sus habitantes se levantaron y corran desatinados de un lado a otro. Se mand en busca del mdico; ste lleg pronto y observ al nio con profunda atencin, con mirada intensa, con imperturbable quietud. La madre buscaba adivinar en el semblante del doctor su pensamiento; pero ste se guard bien de darle formas por temor de que sus aprensiones fueran traducidas; su fisonoma no dijo nada, su actitud dijo reserva; pero los latidos de su corazn se perturbaron ms de un momento en su ritmo vitalicio. Tini miraba atnito la escena, y con cario y curiosidad a su amigo el doctor. Haba en la cara del nio algo extrao ; su expresin era entre seria y triste; no demostraba dolor, pero alejaba la idea de bienestar; alguna sombra rara, indecisa, alarmante, se paseaba por su rostro plido. La noche se pas en zozobras y cuidados; el nio dormitaba de tiempo en tiempo; el mdico observaba los progresos del mal y propinaba l mismo sus inciertos remedios. La tos ronca del pequeo enfermo se repeta con ms frecuencia; sus palabras, antes tan graciosas y sonoras, salan oscuras y veladas de su garganta. -Mam! -deca, estirando sus bracitos redondos -, no me duele nada, no llores -. Pero su inquietud mostraba su mal y su respiracin pareca un suspiro continuado. La madre se ahogaba, los sirvientes lloraban, el luto y la tristeza se esparca por toda la casa. Al otro da un pequeo alivio se inici. Tini pidi sus juguetes predilectos : su tambor, su corderito, su polichinela y sus soldados. Pronto se cans de acariciarlos, sin embargo, y los empuj al borde de la cama, como si le incomodaran : slo el polichinela, con sus platillos levantados, obtuvo el privilegio de acostarse

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a su lado. Ms tarde la respiracin se hizo anhelosa, volvi la inquietud; hubo varios accesos ligeros de sofocacin; el llanto apareci de nuevo en todos los ojos, varios mdicos examinaron a Tini y l soport con mansedumbre angelical aquellas molestas investigaciones. Despus, como quien pensara que todo era intil, al ver acercarse a los mdicos armados de cuchara, instrumento al cual ya miraba con horror, se daba vuelta desesperado y gritaba con voz ronca y lastimera " Basta, mam !" El corazn de la madre se desgarraba, sus lgrimas corran a torrentes y con su mano temblorosa apartaba la del mdico que iba a martirizar a su hijo. Nunca mayor dolor penetr en pecho humano, jams zozobra igual desgarr ms cruelmente. las entraas de mujer alguna. Se habl de peligro inminente, de remedios heroicos y de operacin; pero la confianza, esa tabla de salvacin de todos los infortunados de la tierra, haba desaparecido de todos los pechos. Las conversaciones se pararon, las comunicaciones intelectuales no tuvieron ya ms expresin que la mirada, y los ojos investigadores no hacan ms que preguntas sin esperanza, ni obtenan ms que respuestas dolorosas. A la noche siguiente, la operacin fue decidida. El cuerpo de la madre, desarticulado y desecho, fue arrancado de la. habitacin donde Tini tramitaba sus momentos de vida. -Pobre Tini ! Con sus ojos abiertos desmesuradamente y su rostro asombrado, fue colocado sobre una mesa con la cabeza echada hacia atrs y el cuello tendido. El doctor, sin mirar la cara de su tierno mrtir, pues no habra podido mirarla sin vacilar, hizo rpidamente una herida en el sitio elegido...; se oy un estertor de agona... -Muerto! - gritaron los asistentes... La sangre corri mansamente por los lados del cuello del nio...; los mdicos, silenciosos, no se inquietaron; en la herida se coloc una cnula por la que se proyect con violencia un montn de sangre y de espuma. Tini, desesperado, se sent llevndose las manos al cuello: quiso gritar y no pudo! no tena voz! Su mirada fue, sin embargo, ms inteligente, respir mejor y su dbil cuerpecito se extendi de nuevo sobre su lecho de tortura. Si hubiera palabras en algn idioma para describir el momento en que la madre de Tini volvi a ver a su hijo operado, yo intentara bosquejar la escena, medir la duracin de los abrazos infinitos, contar las caricias imprudentes, desesperadas y dementes, numerar los besos, recoger los suspiros y mostrar la tensin del llanto sujeto tras de los prpados por la intensidad de sentimientos contradictorios. Pero no hay tales palabras. La naturaleza ha puesto la expresin de los inmensos dolores fuera del alcance del lenguaje articulado, entregndosela a la msica y a la pintura. Para sentir no basta entender,

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es necesario or y ver. El padre de Tini se paseaba en las habitaciones sin preguntar, sin hablar, sin escuchar, con sumindose en el incendio de su tormento interno. Cuando se organiz la asistencia consiguiente la operacin ; cuando los mdicos se retiraron ; cuando la casa volvi a su monotona de dolores, las horas continuaron pasando, marcadas por la indiferencia de los relojes y los conflictos de las curaciones. El sueo haba huido de todos los cerebros; tos practicantes que cuidaban al nio, caminaban cautelosamente por la pieza : el menor ruido era una sorpresa! la menor palabra un sobresalto! La niera de Tini, sentada a los pies de la cama, ocultaba su rostro entre sus manos y esconda su dolor annimo y menospreciado como todo pesar de sirviente. Su Tini, su adorado Tini, no la hablaba, no la vea, no le estiraba los brazos como lo haca siempre! El da pasaba silencioso y la noche tristsima. La cabeza de Tini esparca sus rulos de oro sobre la almohada mojada, y su pobre cerebro, envenenado por la enfermedad, comenzaba ya a enloquecerse y a mostrar a su conciencia desorientada, las fantasas del otro mundo con los detalles de ste, mezclados, tergiversados, increbles! Cuando la aurora apuntaba, su luz indecisa, gris primero, blanca despus, pasaba por los postigos entreabiertos y, advirtiendo a la lmpara que su tarea penosa de alumbrar durante la noche haba concluido, iba a herir la pupila del nio con sus caricias cristalinas y sus besos transparentes. Haca fro en la alcoba; la luz del da traa horripilaciones del horizonte, sus rayos baados en las aguas de los mares, helaban con su lujo de vida los corazones de cuantos presenciaban aquellos preparativos de tragedia, tras de una noche de desvelo. Qu das y qu noches tan tristes se pasaba en el lgubre aposento! qu horas tan largas y tan desiertas! El silencio pareca el acompaamiento solemne del pesar que extenda sus alas sombras, y los ruidos inciertos, uno que otro crujido de muebles, alguna ligera oscilacin de las puertas sobre sus goznes, el estallido de una burbuja de aceite en la pequea lmpara o el choque repentino de algn insecto atolondrado contra las paredes, eran interrupciones sin cadencia que tomaban las proporciones atronadoras de una explosin en las soledades de aquel mar de aflicciones. Los espejos parecan meditar melanclicamente sobre las imgenes deslustradas que reflejaban ; los armarios entreabiertos, dejaban ver en su fondo semioscuro, las ropas ajusticiadas, cuyos cadveres colgaban de las perchas; las cortinas diseaban en los muros figuras fantsticas, y las molduras y los adornos proyectaban sombras de caras grotescas o de esfinges extraas, sobre las cuales se fijaba con tenacidad la imaginacin apesadumbrada de las personas que hacan su guardia a la cabecera de Tini.

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Una mosca grande, impertinente, extica, desafiaba a veces las persecuciones ms bien combinadas de los asistentes, y con una insistencia digna de mejor propsito, daba vuelta zumbando alrededor de todas las cabezas, inquietndolas con su aleteo sonoro y musical; de repente se paraba, luego comenzaba de nuevo su prolija tarea; se alejaba, volva, se asentaba en un objeto, se levantaba y repeta su paseo circular modulando sus peras abstrusas, hasta que tomaba rumbo hacia una puerta y se escapaba satisfecha, como si acabara de encantar a su auditorio. La atmsfera del aposento quedaba cargada con el bordoneo del insecto y pareca mantener en conserva algn mensaje lamentable, dicho por una comadre mal intencionada. Y luego continuaban los silencios y los ruidos, g las luces y las sombras, las caras y las esfinges, aterrorizando la imaginacin y girando lastimeramente en torno del nio enfermo. Pobre Tini ! Entre un letargo y otro letargo l vea cambiarse los personajes de la escena: unos entraban, otros salan, algunos permanecan estticos y serios como senadores petrificados, o bailaban contradanzas haciendo figuras al comps de una msica que no se oa. Los ruidos de las calles comenzaban luego a amontonarse en la atmsfera y penetraban poco a poco hasta la cama de Tini, solitarios primero, juntos y en tropel despus, hasta que su nmero y su mezcla produca un rumor uniforme, montono, sin articulacin ni timbre. El farol del patio, que haba mirado con su ojo amarillo durante toda la noche* a travs de las persianas el doliente cuadro, urgido por ta economa domstica y la competencia insostenible de la luz solar, se vio obligado a dejar de pestaear con su gas a medio foco, y sus fajas penumbradas, que desde las paredes del cuarto acompaaban a los veladores, se borraron de golpe, dejando en ellos la tristeza de una innovacin. Y a la plcida aurora, y al sol naciente y a los nublados de la tarde, sucedan el crepsculo, ta oscuridad de la noche, la semiluz de las estrellas o la serena reflexin de la luna que con su cara bruida se levantaba lentamente hacia los cielos. Las horas pasaban unas tras otras, con su nmero de orden a la espalda, en series por docenas,. marcadas como camisas de gente metdica y llevndose al infinito las desgracias que sucedieron en ellas, sin dar vuelta jams la cara, para mirar la msera tarea de sus compaeras; las horas pasaban prendidas las unas a los faldones de las otras, con su paso uniforme, como soldados de teatro, sin pararse ni acabarse jams. La nmero seis o siete de la segunda serie, que haba visto enconderse el sol tras de los edificios, con su cara roja como la de un enfermo de escarlatina, entraba en el cuarto de Tini envuelta en el

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crepsculo, a pedir que encendieran las luces y pusieran un punto brillante en el vaso de aceite, donde iba a navegar toda la noche un disco de porcelana con una mecha microscpica. Los ojos de Tini, medio empaados ya, vean los crculos difusos de aquella luz clandestina que alargaba y acortaba sus rayos, en un eterno juego sin consecuencia y sin destino. Los ruidos de la calle se hacan cada vez ms raros y se presentaban ms separados. La voz de los vendedores se alejaba; el fragor de los vehculos disminus y slo de tiempo en tiempo, un coche apurado atronaba los aires raspando el pavimento. Ruidos, luces, olores, todo llegaba a Tini como si viniera de otro mundo, y su cabeza desvanecida poblaba de fantasas increbles ese cosmos de sensaciones. Los mdicos entraban, observaban, conversaban, ordenaban y salan silenciosos. Slo uno, el de la casa, se quedaba ms tiempo junto a la cama de Tini. Su jovialidad haba desaparecido, su ciencia haba medido el abismo y su corazn de hombre se impresionaba ante aquella desolacin inevitable. -Doctor,. mi hijo se muere! - le deca la madre de Tini -. "Se mueren, repercuta como un eco en el pecho del mdico, pero sus labios no proferan una palabra. Tini ya no conoca, su cerebro preparaba vo- luptuosidades de otro mundo; sus rulos conti- nuaban esparcidos sobre la almohada y slo la E cnula, sujeta a su garganta, daba indicios de = vida, roncando flemas y sosteniendo artificial- 1 mente una existencia que se extingua. Por fin sus manos comenzaron a enfriarse; pequeas esferitas de sudor helado brotaron en su rostro plido, un movimiento convulsivo parecio iniciarse ; hubo un momento de quietud extrema... Tini hizo un esfuerzo supremo para incorporarse : no pudo. Abri sus grandes ojos, mir fijamente la luz de la lmpara, estir los brazos hacia su mam y los dej caer de nuevo; la cnula dio su ltimo ronquido y... Las horas continuaron pasando con su nmero de orden, marcadas coo camisas de gente metdica!... Es una felicidad morirse en la estacin de las flores! El cajn de Tini iba literalmente cubierto de ellas y la mano callosa del sepulturero, deshizo ms de una corona al tratar de llenar su funcin municipal. Y qu bueno es vivir en un pueblo donde hay carruajes de todas clases y de todos precios empresarios de diligencias, de mnibus y de coches fnebres; de coches fnebres, sobre todo para casados, para solteros, para viejos y para nios! Qu gran ventaja poder llevar un buen acompaamiento y-que hasta

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los caballos y los vehculos se vistan de luto o se adornen con penachos blancos! Cmo retrata esto los sentimientos humanos ! Un llamador con tules negros, un cuadro de Mesfitfeles cubierto de marino, una vela de estearina con corbata oscura, y hasta las teteras con capuchn de duelo, con la expresin ms seria del pesar por la prdida de un deudo! Las teteras principalmente, I qu t tan amargo hacen cuando estn de luto! Y si ustedes vieran con qu desgano comen su limosna de pasto averiado los caballos de las cocherias cuando vuelven del cementerio, comprenderan la afliccin que los oprime y se explicaran el aspecto dolorido que ofrecen cuando cojean su trote de alquiler, balanceando sus penachos por las calles y caminando sin ojos delante de un catafalco con ruedas. Y los cocheros sentimentales de los acompaamientos, que han aprendido a afligirse por el fallecimiento de todos los desconocidos, o por la tarea montona de transportarlos por el mismo camino y con el mismo paso, qu pesar inslito manifiestan en sus sombreros abollados y sus guantes de algodn, mientras metodizan su marcha, gestionando la ltima cuenta de su. patrn, tras del deudor que llevan a enterrar, junto con las coronas de siemprevivas marcadas con una calumnia de terciopelo negro que dice "II Eterno recuerdo!" Tini, dnde ests? Cuando corre una estrella por los cielos y cae para hundirse en los mares, t viajas en ella? Cuando las hojas de los rboles de tu casa hablan en voz baja con el viento, dicen algo de ti? Cuando mi corazn se oprime al ver un nio rubio como t, es tu mano pequea la que me lo aprieta desde el otro mundo? Cuando se evaporan las lgrimas que tu muerte ha hecho derramar sobre la tierra, el pesar que disuelven llega hasta ti? Dnde ests, dime? Habr de morirme para verte? Pobre Tini! Las flores de su cajn se han secado hace tiempo, las letras de su nombre se han carcomido, todo est viejo a su lado, pero el sepulcro que tiene en el seno materno se conserva nuevo y perfumado. Su pelo est en muchos relicarios, su ropa est guardada cuidadosamente y uno de sus botincitos extraviado que ha sido descubierto en una cmoda antigua, un ao despus de no haber ya tal Tini sobre la tierra, ha producido una escena conmovedora y dolorosa; la imaginacin de la madre lo ha llenado con el pie de Tini, y la niera asegura que, al ver esa reliquia, ha visto al mismo Tini con el botn amoldado, duro y torcido, mostrando su dedo rosado por el agujero de la punta. Sus juguetes yacen escondidos; el polichinela se ha quedado en el fondo de un mueble con los brazos tiesos y los platillos levantados; el tambor y los soldados estn rotos I y ya ningn nio jugar con ellos!

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LA SANTA ROSA EN EL RIO DE LA PLATA


Desde que comienza el mes de agosto no se oye en el muelle y en las fondas y tabernas del bajo en Buenos Aires, hablar de personaje alguno del almanaque que no sea Santa Rosa. Los que no estn en el secreto, sospecharan que se trata de alguna fiesta religiosa a no ser la categora de los comensales, su profesin y los juramentos catlicos, aunque prohibidos por la iglesia, que a modo de adjetivos acompaan el nombre de la santa, al salir de boca de tanto marinero sin nacionalidad o con todas las nacionalidades juntas. Pero como no hay uno solo de los habitantes de esta ciudad que no est en el secreto, semejante sospecha no tiene lugar, aun cuando se prescinda de los mencionados adjetivos y otros vocablos, en atencin a la cultura poco acadmica de los que los profieren. El nombre de Santa Rosa ha perdido entre nosotros su significacin celestial, adquiriendo esta otra ms mundana: tempestad!, que traducida a todos los idiomas quiere decir buques perdidos, hombres ahogados, cargamentos averiados, espectculos horribles y todos los males martimos imaginables. En el ao 1878, Santa Rosa haba pasado sin dar motivo a que se le prodigaran los dicterios habituales, los que no por eso fueron menos abundantes ni menos enrgicos. La poblacin de la costa se haba quedado desencantada y sus preparativos para comentar los siniestros acaecidos, sin aplicacin. Muchos marineros se volvieron locos de puro desorientados y algunas fondas fueron cerradas por inasistencia de los comentadores anuales. Pero lleg el lo de octubre y la santa que, por razones de familia, haba postergado la celebracin de su aniversario, sin prevenir a sus admiradores desencaden sus vientos sobre las aguas dormidas, tomndolas de sorpresa. Ni un juramento ni una maldicin ni una frase nutica turbulenta precedi al trastorno. Lob marineros se ahogaron y los buques se hundieron sin insultar por esta vez a la corte celestial. El da haba cerrado sus puertas sin ruido, la noche vino en puntas de pies y una nube viuda, viajera del sudeste, corri despavorida por los cielos derramando su lluvia sobre el ro, como si fuera su difunto esposo. Las aguas comenzaron a moverse y sus olas a corretear por la superficie, rezongando por el mal tiempo. El cielo pareca de prisa ; el viento se lo llevaba indudablemente hacia el noroeste. Los grupos de sombras avanzaban hacia el cenit y corran presurosos a ganar las fronteras del horizonte. Terrible noche! El huracn silbaba en los mstiles de los buques y

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entonaba preludios ele muerte en los cables tendidos. Las olas trepaban a la borda de los ms altos navos y asomaban su cabeza crespa y espumosa para mirar con curiosidad si los camarotes estaban ocupados por sus vctimas. Las rfagas sofrenaban los cascos produciendo un ruido espantoso de cadenas. La madera cruja, se retorca, se quebraba. Las amarras geman como los miembros de los herejes estirados en la tortura. Las anclas araaban el fondo del ro sin poder agarrarse y eran arrastradas por la embarcacin que deban asegurar. Los buques se atropellaban como combatientes con los ojos vendados; se precipitaban, se levantaban, se balanceaban, pero corran sin descanso como arrebatados por las furias. El viento silbaba en los mstiles y entonaba preludios de muerte en los cables tendidos! Loe murmullos de la voz humana se perdan en el fragor de la tempestad. Mirando de lejos se vea a la luz de los relmpagos abandonar la cubierta de los mseros marineros para hundirse en las aguas como sumisas obedientes a la fuerza que los empujaba. Despus, los fuegos apagados ocultaban las patticas escenas de que cada embarcacin era el teatro. Los buques se haban dado cita en la costa y corran afanosos a estrellarse en ella. La noche continu llena de ruidos siniestras que se perdan en el insondable abismo por falta de odos que los escucharan. Al otro da los cascos, los palos, los mascarones de proa, con sus caras grotescas y su expresin esttica, se acercaban y se retiraban, despus de chocar en las toscas, con aquel juego incomprensible y estpido de los cuerpos flotantes. Las mercaderas desembarcadas por su cuenta, y sin pagar derechos de aduana, descansaban de sus fatigas en la costa; se dejaban revolver por los curiosos, con la indiferencia propia de los objetos sin valor. Alguna madre desavenida con la fortuna se felicitaba en sus adentros, de ver tanto gnero mojado, que deba venderse barato, y los almaceneros del Paseo de Julio, gente toda sin conciencia, haban hecho ya el clculo del lquido producto de tanto comestible averiado. Las escenas de avaricia eran sin embargo perturbadas por la presencia de algn cadver, que serio y magullado, reflexionaba boca arriba acerca del paradero de su equipaje y de su vida. Gran laberinto entre los pescados y las lavanderas de la playa! Ms tarde, la nmina de los buques perdidos y algunos otros detalles en los diarios! Toda la poblacin de la costa ha jurado que no caer en la trampa el ao que viene, y que renegar en alta voz contra Santa Rosa desde el primer da de agosto hasta el treinta de octubre, para que la santa no se acostumbre a estas trasposiciones!...

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FRAGMENTO CRIOLLO
Sola, viento de furia, en su cabeza abatida, mana tu msica trada de los confines del mundo, sus ecos recogidos en los bosques lejanos o en, las montaas nevadas y solitarias donde huyen las gamas espantadas cuando t te quiebras en los desfiladeros y reniegas de tu suerte que te obliga a viajar eternamente, sufriendo el fro y el sol y la lluvia en tu trnsito por los hemisferios. Sopla, viento de furia, sobre la cruz de las cpulas o sobre las veletas de los edificios que gimen gritando a mis odos en la noche callada, todos los tonos del sentimiento que me domina. Arrebata en tus alas mi pensamiento y mi amor y llvalos hacia su lecho donde suspira inquieta y devorada por los celos; dile que la quiero, que te oiga y cambie tu mpetu al mez- ciarle con su aliento, en brisa tibia y suave que derrame la dicha en su camino. Vuela, viento del polo, del ecuador o de los desiertos inexplorados y roba tu humedad de las flores, en cuyas hojas coagula su llanto la atmsfera en lgrimas de roco. Pasa, viento de las pasiones, arrastrando las inquietudes de la vida ,y deja mi corazn y mi espritu sereno como los altos cielos que te miran pasar.

VIDA MODERNA
Ro IV, &.,&. Mi querido amigo Por fin me encuentro solo con mi sirviente y la cocinera, una seora cuadrada de este pueblo, muy entendida en poltica y en pasteles criollos. Ocupo una casa vaca que tiene ocho habitaciones, un gran patio enladrillado y un fondo con rboles y con barro. Tengo dos caballos de montar y uno de tiro. Mi dotacin de amigos es reducida; total: dos viejos maldicientes. He trado libros y paso mi vida leyendo, paseando, comiendo y durmiendo. Esto r s solo constituye una buena parte de la felicidad ; el complemento - quin lo creyera! - se encuentra tambin a mi alcance, aqu, en este pueblo solitario y en esta casa medio arruinada y desierta. Soy completamente feliz! Bsteme decirte que nadie me invita a nada, que no hay banquetes ni peras ni bailes y, lo que parece mitolgico en materia de suerte, no tengo ni un bronce ni un mrmol ni un cuadro antiguo ni moderno; no tengo vajilla ni cubiertos especiales para pescado, para esprragos, para ostras, para ensalada y para

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postres; ni centros de mesa que me impida ver a los de enfrente ; ni vasos de diferentes colores; ni sala ni antesala ni escritorio ni alcoba ni cuarto de espera; todo es todo. Duermo y como en cualquier parte. El caballo de montar entra a saciar su sed al cuarto de bao, en la tina, antes que yo me bae, con recomendacin especial de no beber de a poquitos, ni dejar gotear en la baadera el sobrante del agua que le queda en el hocico. Recuerdo que cuando era nio conoc un seor viejo, hombre importante, acomodado, instruido y muy culto. Pues el viejo no tena en su cuarto de recibo sino seis sillas, una mesa grande con pies torneados, gruesos y groseros, cubierta con una colcha usada, sobre la que estaba el tintero de plomo con tres agujeros en que permanecan a pique tres plumas de pato o ganso. Haba adems papeles, libros, tabaqueras, anteojos y naipes. De noche se reunan all los hombres ms notables del pueblo : el cura, el corregidor, el juez de letras, el tendero y otros ilustres habitantes. All se hablaba de la poltica, de la patria, de la moral y de filosofa, tpicos que ya no se usan. Concluida la tertulia el viejo se retiraba a su dormitorio en el que no haba sino una cama pobre, una mesita tica, una silla de baqueta, un candelero de bronce con vela de sebo, una percha inclinada como la torre de Pisa, que se ladeaba ms cuando colgaban en ella la capa de su dueo y, por todo adorno en las paredes, una imagen de San Roque, abogado de los perros. A pesar de esta ausencia de mobiliario que escandalizara hoy al ms pobre estudiante, el viejo era muy considerado, muy respetado y viva muy feliz ; nada le faltaba. Dime ahora lo que sera de cualquiera de nuestros contemporneos en tal desnudez! Cuando me doy cuenta de lo estpido que somos, me da gana de matarme. Por eso me gusta el poeta Guido Spano. La semana pasada lo encuentro en la calle y le digo: -Cmo le va? Tanto tiempo que no lo veo; usted habr hecho tambin negocios ! -No - me contest -, soy el hombre ms feliz de la tierra; me sobra casa, me sobra cama, me sobra ropa, me sobra comida y me sobra tiempo; no tengo reloj y no se me importa un comino de las horas !:, Con tamaa filosofa cmo no haba de estar ese hombre contento En una ocasin me acuerdo haberlo visto en cama enfermo de reumatismo y tocando la flauta con un pequeo atril y un papel de msica por delante. Nunca he sentido mayor envidia por el carcter de hombre alguno. A m tambin, aqu en Ro IV, me sobra todo, pero no tengo flauta, ni atril, ni s msica. Sabes por qu me he venido? Por huir de mi casa donde no poda dar un paso sin romperme la crisma contra algn objeto de arte. La sala

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pareca un bazar, la antesala dem, el escritorio, no se diga!, el dormitorio o los veinte dormitorios, la despensa, los pasadizos y hasta la cocina estaban repletos de cuanto Dios cri. No haba nmero de sirvientes que diera abasto. La luz no entraba en las piezas por causa de las cortinas; yo no poda sentarme en un silln sin hundirme hasta el pescuezo en los elsticos; el aire no circulaba por culpa de los biombos, de las estatuas, de los jarrones y de la grandsima madre que los dio a luz. No poda comer; la comida duraba dos horas porque el sirviente no dejaba usar los cubiertos que tena a la mano, sino los especiales para cada plato. Aqu como aceitunas con cuchara, porque me da la gana, y nadie me dice nada ni me creo deshonrado. Mira, no sabes la delicia que es vivir sin bronces! No te puedes imaginar cmo los aborrezco. Me han amargado la vida y me han hecho tomarle odio. Cuando era pobre, admiraba a Gladstone; me extasiaba ante la Venus de Milo; me entusiasmara por Apolo y me pasaba las horas mirando el cuadro de la Virgen de la Silla. Ahora no puedo pensar en tales personajes sin encolerizarme. Cmo no! Casi me saqu un ojo una noche que entr a oscuras a mi escritorio, contra el busto de Gladstone. Otro da la Venus de Milo me hizo un moretn que todava me duele; me alegr de que tuviera el brazo roto. Despus, por impedir que se cayera la Mascota, me disloqu un dedo en la silla de Napolen en Santa Elena, un bronce pesadsimo, y casi me ca enredado en un tapiz del Japn. Luego, todos los das tena disgustos con los sirvientes. Cada da haba alguna escena entre ellos y los adornos de la casa. -Seora - deca la mucama -, Francisco le ha roto un dedo a Fidias. -Cmo ha hecho usted eso, Francisco? -Seora; si ese Fidias es muy malo de sacudir. Otra vez dejaba Fidias de ser maltratado y apareca el busto de Praxteles sin nariz. Francisco se la haba echado abajo de un plumerazo; o bien le tocaba el turno a Mercurio, que se quedaba cojo de algn porrazo. Ya sabes que Mercurio tiene un pie en el aire. Bismarck, el rey Guillermo y Moltke, en barro pintado, se han escapado hasta ahora casi ilesos, gracias a que su pequea estatura les permite esconderse tras del reloj de la sala. Pero un gran elefante de porcelana cargado de una torre, pierde cada ocho das la trompa que le vuelven a pegar con goma. Otro da, se le ocurre al mismo Francisco limpiar con kerosene el cuadro del Descendimiento. En fin, he pasado estos ltimos aos en cuidar jarrones, cortinas, cuadros, relojes, candelabros, araas, bronces y mrmoles, y en echar gallegos a la calle con plumero y todo para que vayan a romperle las narices a su abuela. No te puedes imaginar los tormentos que he sufrido con mis objetos de arte; bstame decirte que muchas veces al volver a mi casa he

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deseado, en el fondo de mi alma, encontrarla quemada y hallar fundidos en un solo lingote a Cavour, a la casta Susana, al Papa Po nono, a madama Recamier y otros bronces notables de mi terrible coleccin. Y las flores, las macetas, los ramos, los rbo- les enteros que mandan a casa y que la seora coloca en mi estudio como si tal cosa? El patio es un bosque; creo que hay en l toda la flora y fauna argentinas: leones, tigres y millones de sabandijas. Los cactus no me dejan ir a mi cuarto, me enredo en los helechos- y unos malditos arbustos que hay con puntas y que estn ahora de moda, tienen obstruida la puerta del comedor al cual no se puede entrar sin careta, a menos de exponerse a perder un ojo. Ya estuve a punto de quedarme tuerzo, a causa de un alisum espinosum. -Mire, Juan -le dije al portero-: al primero que venga aqu con rboles, con bronces o con vasijas de loza, pguele un balazo. Ya no hay donde poner nada. Para pasar de una pieza a otra es necesario volar. Uno de mis amigos, muy aficionado a los adornos, ha tenido que alquilar una barraca para depositar sus estatuas y sus cuadros. Yo tengo una estatua de la caridad que es el terror de cuantos me visitan; no s qu arte tiene para hacer que tropiecen con ella. En casa de otro amigo se perdi hace poco una criatura que haba ido con su mam. Cuan do sta quiso retirarse se busc al nio en todas partes sin hallarlo; al fin se oy un llanto lastimero que pareca venir del techo y voces que. decan: aqu estoy! aqu estoy! El pobre nio se haba metido en un rincn del que no poda salir porque le cerraban el paso un chifonier, dos biombos, una nfora de no s dnde, los doce Pares de Francia, ocho caballeros cruzados, un camello y Demstenes de tamao natural, en zinc bronceado. Vaya usted a limpiar una casa as! Lo primero que se me ocurre al entrar a un saln moderno es pensar en un buen remate o en un terremoto que simplifique la vida. Tengo intencin de pasar aqu una temporada, y estara del todo contento si no fuera la espantosa expectativa de volver a mi bazar. Algunas noches sueo con mis estatuas y creo que, sabiendo ellas el odio que les tengo, me pagan en la misma moneda y me atacan en mi cama. Hasta he pensado alguna vez en fingirme loco y arrojar a la calle por la ventana los bustos de los hombres ms clebres, los cuadros, las macetas, las araas y los espejos. En fin, tengo un consuelo: no ocurre casamiento, cumpleaos o bautismo en casa de amigos, que no me proporcione el placer de soltarle al beneficiado algn len de alabastro, un oso de bronce o los gladiadores de hierro antiguo. A incomodar a otra parte y all se las avenga el novio, el bautizado o el que festeja un aniversario! Excuso decirte que cuando un sirviente torpe echa abajo un armario lleno de loza y cristales, no quepo en m de contento. Escrbeme pronto y no te olvides de comunicarme en el acto, si por acaso quiebra la casa de Lacoste o la de algn otro bandolero de su

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estirpe. Te recomiendo, adems, que si puedes hacerme robar durante mi ausencia algunos pedestales con sus correspondientes bustos, varios cuadros y todos los muebles de mi escritorio, no dejes de hacerlo. Sobre todo, por favor, hazme sustraer las palmeras que obstruyen los pasadizos y el alisum espinosum que est en la puerta del comedor y al cual profeso la ms corrosiva ojeriza. En el ltimo caso puedes recurrir al incendio. Te autorizo! Tu amigo, BALDOMERO TAPIOCA P. D. Si el da 14 de Ao me mandan tarjetas de felicitacin, cartas o telegramas, toma todo ello del escritorio, haz un paquete y mndalo a Francia, dirigido al presidente Carnot, con una carta insultante, dicindole que su nacin tiene la culpa de que, a ms de todas las mortificaciones criollas que soportamos, tengamos todava que aguantar la moda francesa de las felicitaciones del ao nuevo. 1888 Vale

AS
El amor es un tema universal y eterno, y ningn tratado de filosofa ni de moral me prohibe ocuparme de lo universal y de lo eterno. Graciana tena las manos speras y coloradas ; haba lavado mucho en su vida, lo que no le impeda tener quince aos y un corazn sensible. Tena, adems, ojos, boca, nariz y frente, como muchas personas de su sexo; pero estas facciones y otras ms en ella, se haban tomado la libertad de ser excesivamente bellas. La oreja, por ejemplo, era inimitable, bien doblada, chica y ligeramente sonrosada. No tena aros, ni agujeros en qu meterlos. Estos descuidos, dignos del ms justo reproche, fueron debidos a dos causas, una moral y otra fsica. La primera su pobreza; la segunda, el que su madrina, la nica abridora de orejas que haba en su pueblito, haba sido atendida de una simple irritacin de los prpados por un clebre oculista y naturalmente, haba quedado ciega. Aada Graciana a sus encantos un cabello que era un trigal maduro, unas cejas arqueadas y finas, un color de luna disuelta en leche, y unos dientes tan lindos que cualquiera al mirarlos deseaba en su fuero interno ver a la nia convertida en perro y ser mordido por ella. A lo menos, tal fue el primer cumplimiento que le dirigi Baldomero Tapioca, estudiante de medicina, ambulante.

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La nia se ri de semejante ocurrencia. Era italiana. No necesitaba ser italiana para rerse, pero ustedes comprendern que tampoco eso era un obstculo. Baldomero estaba perdidamente enamorado de Graciana y de otras varias avenes; as se lo dijo un da, suprimiendo lo referente a las otras jvenes, en lo cual obr con una prudencia sorprendente en su edad, pues solo tena veinte aos. La proporcin de edades haba sido ya discutida. Arreglado este punto, no qued pendiente sino l de la correspondencia de sentimientos, destinados a ser resuelto en otra correspondencia, la epistolar. Y aqu me es forzoso decir, sin ofensa para nadie, que en esta ltima Baldomero abus de los trminos tcnicos y Graciana maltrat horriblemente a la ortografa, pues jams escribi "yo te amo" sin ponerle una h en alguna parte. Slo dos ejemplares poseo en mi archivo, rico en autgrafos histricos, de' las cartas cambiadas entre estos clibes, y voy a transcribirlas en beneficio de la humanidad literaria. Baldomero a Graciana: Angel hipertrfico, es decir, magno: la arteria coronaria de mi corazn se cierra apenas mi retina percibe los msculos risorios de tu boca, y mi trax se siente atacado de angina pctoris. La circulacin cardaca se detiene, y turgencias espasmdicas forman protuberancias en mis rganos! Esprame a las siete post meridianum, en el anfiteatro de nuestros amores. Tuyo, como del hombre el pensamiento, Firmado: BALDOMERO TAPIOCA Graciana a Baldomero My Mahma thi N. do Lorde uuellhas man ! Dame huna me de Zyna perro ke saya gena? Tulla, Firmado: GRACIANA Hay jvenes capaces de todo en su aturdimiento, hasta de amar a una muchacha que escribe su nombre como una firma social. En ese caso estaba Baldomero, tal vez porque no buscaba la ortografa en los besos sabrosos, encantadores, frescos y con olor a violetas, de los labios de su ngel hipertrfico. Yo confieso francamente que aun cuando hubiera sido maestro normal y profesor aburrido de gramtica anestsica, en viendo a Graciana me habra arrojado a sus pies, no solo olvidando la ortografa, sino tambin la analoga, la sintaxis y la prosodia. Qu gramtica ni qu ortografa supo la fecunda Eva, joven analfabeta y robusta, cuando sedujo a su paisano Adn, mozo sin vicios y soltero, prefirindolo nada menos que al Padre Eterno?

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Y si se explica la preferencia de Eva por razones de edad, anlogos incentivos debi te. ner nuestro padre Adn, que en paz descanse, para no detenerse en detalles pedaggicos, tratndose de una vecina guapa, tentadora y resuelta, en aquellas soledades del Paraso terrenal. Graciana no experiment las dificultades de la eleccin entre Baldomero y el Padre Eterno, tal vez por no haberse presentado este ltimo a solicitar sus favores. Am a su amigo Baldomero con una pasin italiana, sancochada, hervida, calcinada al calor de un sol americano, y el joven estudiante supo corresponderle con todo el ardor de un potro salvaje. Los dos amantes se daban cita en los parajes ms inopinados, y no hubo seccin de territorio en la comarca donde no resonaran sus besos recprocos e irreflexivos. Pobre Graciana! Las altas horas de la noche la encontraban sin dormir tramitando sus impresiones, y la luz del alba, cuando entraba por las rendijas de la endeble ventana, sorprenda sus pupilas mirando al infinito a travs de las paredes de su cuarto desmantelado. Su cama sencilla, estrecha, inmaculada y dura, amaneca revuelta, tras de una noche de Insomnio en que la linda muchacha, buscando posiciones para conciliar el sueo, solo hallaba inquietudes con sus inacabables meditaciones. Y a la hora de levantarse, cuando tomaba su alimento, al comenzar o concluir cualquier ocupacin, en fin, en todos los momentos de su vida, ah estaba el agudo y delicioso tormento de sea amor, torturndole el alma con remordimientos vagos y acaricindole el corazn con suavsimas voluptuosidades. Con todo esto, un tinte melanclico se haba extendido en su rostro: sus ojos, antes alegres, apagaban su luz para armonizar con las somtiras de sus prpados cansados, y un nuevo gnero de belleza menos aldeana, se instalaba en sus facciones. La familia y las vecinas comenzaron a notar estas mudanzas y la tierna apasionada sufra el tormento de mil interrogaciones diarias, slo soportables en nombre de su talismn, su grande, noble y desinteresada locura, su abnegada y generosa entrega sin condiciones y sin esperanzas de futuras legitimidades. En su delirio, los ensueos de su fantasa la transportaban a una eternidad de felicidades, en una morada celeste, donde se aspiraba el perfume del amor fragante, y donde, en medio de las melodas ms inefables, se oa claro y distinto el nombre de su amante. Porque la suave Graciana, triste es decirlo, haba llegado a imaginarse que la palabra Baldomero era potica y melodiosa. La msica, en lugar de calderones, semicorcheas, fosas y bemoles, solo contena para ella Baldomeros; la pintura, la escultura y las letras solo ofrecan cuadros, estatuas o poemas perfectos, cuando tomaban por hroe o por objeto algn trasunto fiel de Baldomero.

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Y Baldomero, por su lado, bautizaba con el nombre de Graciana cuanta belleza soaba o vea. Algunos meses pasaron en estos devaneos, a los cuales pusieron trmino graves acontecimientos dolorosos, prosaicos y mundanos. Una maana entr la sala de San Ramn, en el hospital de mujeres, y fui informado por la hermana en turno de que el nmero 18 haba entrado la noche anterior...; todo haba pasado bien, pero tena actualmente cierto malestar... Fui a ver al nmero 18 y lo encontr plido, demacrado, inquieto. El nmero 18 era una muchacha muy joven, bonita a pesar de su estado, y sumamente interesante en su triste situacin. -Qu ;le duele, nia? -le pregunt. -No s - me contest. -Cmo no s! -As ! -De dnde ha venido? -Me han trado anoche. -Cmo se llama? -Graciana. - Graciana? (Todos los cuadernos y libros de un compaero mo tenan escrito en cada hoja el polislabo "Gracin" con diferentes caligrafas, y yo saba que l mostraba siempre su constancia amorosa escribiendo el nombre de su amada en todas partes, hasta en el recetario!) -Graciana de qu? -segu, reanudando el dilogo. -Graciana, no ms. -No tiene nombre su padre? -As. -As! As! As! No entiendo. (Pero deca as con tanta gracia y con una boca tan linda y tan triste!) Bueno, pobre nia... as... veamos... dnde le duele?.... aqu?... aqu?... -le dije palpndole con toda delicadeza el vientre. -S! Ah a la derecha, ah! La examin detenidamente y despus de un momento de reposo, le pregunt, tutendola, y con intencin paternal: -Dime, Graciana,conoces un estudiante que se llama Baldomero? La nia solt un grito ahogado, se llev las manos a la cara y se puso a llorar amargamente, como no he visto llorar a nadie. Yo soy muy atento y me gusta armonizar con la gente; yo tambin me puse a llorar, pero con ms mtodo y menos ruido que ella. -Vamos, no hay por qu llorar! - dije, secndome los ojos -. Te voy a dar ahora un medicamento y vas a tratar de no afligirte. Qu desagradable es tomar cario a un enfermo de hospital! All la

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democracia es absoluta, no hay preferencia ni distinciones y el afecto, por lo tanto, no encuentra formas legtimas para manifestarse. La verdad es que yo senta un inters indudable por el nmero 18 y que su estado me inquietaba sobremanera. No poda quedarme mucho tiempo a su lado porque no era prudente; pero me quedaba siempre lo bastante para irme intoxicando lentamente con su belleza y con el excitante de su pequeo romance. Ella tambin era cariosa conmigo, por gratitud, creo. Me miraba ms tiempo que el necesario a cada pregunta, y cuando me daba su mano para dejarse tomar el pulso, era con cierto abandono confiado, como quien no duda de una tierna acogida. -Graciana - le dije un da -,hace mucho tiempo que no lo ves? (Imprudente, dir el lector. No, por cierto; solo quera procurarle el medio, al provocar su confidencia, de frotar suavemente la herida de su alma, lo que es siempre un alivio). -Dos meses - me contest. -Y por qu no lo has visto en doy meses? -As... -l no te ha buscado? -S, que me ha buscado! .-Y entonces, por qu has dejado de verlo?... no quisiste t o no podas?... -As... -dijo, y vuelta a llorar! Yo tena que llenar esos as, tan conceptuosos para ella, con mi sola fantasa, y no pudiendo adelantar gran cosa con mis exmenes, me retiraba desolado, atormentado, tristsimo. Entre tanto el nmero 18 segua muy mal. Todas las prescripciones del mdico eran impotentes, todos mis cuidados intiles. A los ochos das de su entrada al hospital, la desgraciada joven muri vctima de una infeccin. Cuando la vi muerta sent que me arrancaban algo dentro del pecho. Jams he visto cadver ms lindo. Sus facciones afiladas por la fiebre y los sufrimientos, haban tomado una delicadeza extrahumana. Su pelo rubio, derramado sobre la almohada, era el marco de oro de su rostro inocente, tranquilo, esttico, modelado en su ltima expresin. El cuerpo de la pobre criatura, liviano, elegante y airoso, a pesar de la muerte, cupo en un pequeo cajn, el ms fino y ms blanco del depsito; yo lo eleg para ella y yo mismo la coloqu en l. Despus de clavado, escrib en la tapa con mi mejor letra: "As..." A los pocos das encontr a Baldomero en la calle, muy flaco, muy plido, muy decado. No se le haba visto en clase ni en los hospitales por mucho tiempo. -He estado enfermo - me dijo. -No lo he sabido; pero ahora ests bien, verdad -S, mejor. Nos miramos un momento con aire de recproca interrogacin. Yo

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cort la escena dicindole -Tienes tu cartera? Dmela un momento. Me la dio; saqu mi lpiz y puse en una de las hojas estas tres letras: As. l mir la palabra, levant los ojos con asombro y encontrando en los mos no s qu expresin, dio vuelta a la cara para ocultarme sus lgrimas. Lo tom del brazo y trab con l una dolorosa conversacin. -;.Dnde est? -me dijo. -No s. (Me pareci cruel darle la triste noticia). -.Cmo sabes eso de: As? -Por una casualidad, ya te lo contar. Y t no la ves? -No la veo desde hace ms de tres meses. -Por qu? -Porque no s dnde se ha ido. Sali de casa de su madre, vieja perversa; se fue a casa de una amiga y despus no s dnde, sin decir nada. Desde los primeros meses... sabes?... me haba tomado un odio mortal, no me poda sufrir; en vano hacia todo yo por contentarla. Me hua como al peor enemigo; creo que estaba histrica. Por fin se fue; yo me enferm de pena, te lo juro, porque la quera y la, quiero con toda mi alma; estaba dispuesto a casarme con ella, a pesar de la familia y de todo... -Bien, bien, tienes tiempo para casarte; y querrs mucho a tu hijo? -A mi hijo? -S, pues, a tu hijo. Ya conversaremos de eso ! Desde ese da fuimos inseparables Baldomero y yo. La palabra "as" fue nuestra frmula para todas las cuestiones : un verdadero amuleto ! Y muchos meses despus, muchos, cuando su pasin se haba dormido y su corazn se hallaba ms sereno, le cont todo, todo!

PABLO Y VIRGINIA
Acabo de leer este romance. Es bueno; voy a controslo por si no lo conocis. Una joven de familia distinguida se enamora en Francia de un hombre honrado, de mediana condicin, llamado La Tour. Se casa con l. Esto desagrada a la familia de la mujer. El marido, disgustado del accidente, decide ausentarse y se traslada a una isla donde existe una colonia francesa; deja all a su mujer y se va a negociar al extranjero. Muere antes de volver a la isla, quedando su mujer con una hija no nacida an, por toda su herencia. Esto se debi a que

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en el pas haba abogados; es decir: se debi a que haba abogados la reduccin de la herencia, no el hecho de haber quedado la seora encinta. La pobre viuda se encuentra abandonada en la isla; busca un terreno y se instala. Por lo visto, el terreno era sumamente barato en aquel paraje. Como vecina encuentra a una seora llamada Margarita, que se hallaba en idnticas circunstancias segn el autor; totalmente diferentes, segn lo ver el lector. En efecto, Mme. La Tour era de familia noble. Margarita no lo era. Mme. La Tour era casada. Margarita no lo era. El seor La Tour era marido y de mediana condicin. El seor seductor de Margarita era amante y sin condicin. El seor La Tour se muri. El otro seor no se muri por aquel entonces. Mme. La Tour estaba embarazada de una nia. Margarita de un nio. El autor encuentra que todas estas circunstancias son idnticas. Dios lo bendiga! Haba por all, adems, un vecino viejo y dos sirvientes negros de diverso sexo. Lis ruego no creer que el viejo fuera neutro. Cmo dividir el terreno de las nuevas vecinas, sin que hubiera cuestin de lmites? El viejo ech a la suerte el caso, y la cara y el castillo dieron los ttulos de propiedad de los terrenos. En ellos se construyen dos cabaas separadas, pero prximas. Margarita dio a luz un nio; le llamaron Pablo, y se plant un rbol. Mme. La Tour dio a luz una nia; la llamaron Virginia, y se plant otro rbol. Era evidente que los rboles representaran en adelante la edad de los nios, en caso de no secarse (los rboles). Las dos mujeres vivieron en santa paz y sin murmurar dei prjimo. 1 Es necesario ir a las islas para presenciar tales fenmenos! Los dos negros se casaron, pero la negra no dio a luz nada, razn por la cual no plantaron otro rbol. El mtodo de vida de estas gentes era muy sencillo : coman y se baaban juntas, pero dorman separadas. Iban a misa a la aldea vecina juntas, pero rezaban separadas. El viejo las visitaba a todas juntas. Pablo y Virginia crecieron y aprendieron a hablar; desde este ltimo suceso se llamaron hermanos. Uno se queda sorprendido de que no se hubieran dado tal nombre antes de saber hablar! Pablo se ocupaba de los juegos y trabajos propios de su edad y de su sexo. Virginia hacia respectivamente otro tanto. He ah un nuevo fenmeno singularsimo! Pablo quera mucho a Virginia y sta a Pablo. Siempre andaban juntos. Por qu no andaran de preferencia con el viejo?

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Haba adems un perro; se llamaba Fiel. i Esto es un pleonasmo! Cualquiera que tenga relaciones con un perro, sabe que es fiel, aunque no se llame tal. Me parece intil decir que las dos familias y el viejo eran felices. Coman, dorman, paseaban, jugaban y no pagaban contribucin directa. Nada tenan que reprocharse, ni una falta, ni un crimen, ni un pecado venial, salvo el ori ginal. A nadie hacan dao ; ni carne coman por no matar animales, pues no se atrevan a comerlos vivos. Tomaban leche, se alimentaban de verduras y huevos y habran dejado a salvo estos ltimos, si hubieran sospechado que de ellos salan los pollos. Fiel, por su parte, no haca tales distinciones y a pesar de su inmenso amor a la familia, no participaba de sus opiniones respecto al rgimen alimenticio. Un da que las dos madres haban ido a misa, lleg a las cabaas una negra esclava, flaca y hambrienta. Pablo y Virginia le dieron de comer Esto es lo que se llama ser oportunos! En seguida !a negra les cont que su ateo le pegaba y la tenia en ayunas, que ella se habla escapado y que si volva, su verdugo la mandara matar. Jzguese dei horror de los hermanos al or el verbo matar, ellos que vivan en perpetua Semana Santa por no matar una gallina. Como tenan buen corazn, se decidieron a interceder por la negra y emprendieron.: a pie un viaje de cinco leguas con su protegida. Llegaron a la hacienda dei amo de sta e intercedieron; el amo perdon a la negra, pero mir a Virginia con unos ojos... Ah! Qu ojos! Virginia se asust. La inocencia, naturalmente!... Y no era que no hubiera motivo para mirar a Virginia con ojos de hacendado; la mocita tenia ya sus trece aos, era redondita, blanca, graciosa, bonita y tena un famoso desenvolvimiento de caderas en que Pablo no haba fijado su atencin. Verdad es que Virginia era hermana de Pablo, y es sabido que las hermanas nunca tienen caderas. Pablo y Virginia se retiraron a su cabaa y se perdieron en el camino, a causa del susto que llevaba la jovencita. Llegaron a un ro. -Yo no paso - dijo Virginia. Pablo la carg a babucha y pasaron. A pesar del gusto que tuvo Pablo, lleg cansado a la otra orilla. l Es que los sentimientos tienen su limite! Continuaron su camino con los pies lastimados y sin esperanzas de llegar. La noche avanzaba; los hermanos temblaban de miedo y se pusieron a gritar; el nico que les respondi fue el eco que, como se sabe, repite las ltimas slabas.

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- Socorro! - deca Pablo. -Corro - deca el eco. -Bendito sea Dios - gritaba inoportunamente Virginia. -Adis - repeta el eco burln. -Vengan pronto - exclamaba Pablo. -Tonto - contestaba el eco, permitindose cambiar una letra. De repente los perdidos oyeron un ladrido: era el de Fiel. "Ah est el negro", dijo Pablo, aun cuando el negro no saba ladrar, y bien pronto se encontraron reunidos con el sirviente. -y Cmo nos has encontrado? - le preguntaron. -Vaya - les contest el negro -, hice oler vuestras ropas a Fiel y me ha entendido como si fuera un hombre. Fiel afirmaba con la cola que era cierto. -Los he buscado como si fueran agujas - aadi el negro --. Piel ha seguido la pista y me ha conducido hasta la hacienda a donde fueron a pedir merced para la negra; all he visto a la pobre en la tortura. Buen modo de perdonar haba tenido el patrn! Virginia sospech que no era bastante un viaje de cinco leguas para dominar las pasiones de un hacendado: Domingo, as se llamaba el negro, hizo fuego, prepar la cena y estaban en lo mejor de ella los viajeros, cuando vieron un grupo de negros que avanzaba : eran paisanos de la esclava castigada y reconociendo a sus protectores, quisieron premiarlos llevndolos en angarillas hasta las cabaas donde las madres los esperaban desoladas. La vida de estas familias, evanglicamente inocentes, sigui deslizndose por la senda de la felicidad. Desgraciadamente, eso no dur mucho. Virginia cambi de carcter: andaba triste, soadora y se ruborizaba al ver a Pablo. Este no comprenda una palabra del asunto; solamente infera que su hermana no lo quera tanto, pues no se dejaba abrazar ni besar como antes. La madre de Virginia se dio a pensar, por aquella poca, en que convena separar a su hija de Pablo y habl a ste de un viaje a la India. -Yo no voy a la India - respondi Pablo. -Est bien, joven obediente - repuso Mme. La Tour -, no vayas. Virginia continuaba soando y haciendo rarezas. Una carta de Francia lleg a manos de Mme. La Tour: era de una ta de Virginia, rica como Creso y mala como una avispa. En la carta peda que le mandaran a Virginia. La noticia se esparci por la isla y el gobernador y dems habitantes tomaron cartas en el juego. Para Virginia se estableca este dilema : dejo a Pablo y tengo fortuna, o no tengo fortuna y no dejo a Pablo. Ella se inclinaba a lo ltimo, pero las madres, los vecinos y el gobernador, opinaban por lo primero. Pablo se desolaba, mas nadie le haca caso.

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En fin, tras de mil vacilaciones, embarcaron a Virginia, sin que lo supiera Pablo, quien reneg mucho, llor mucho y se pas tres das mirando al mar. En Francia, la ta meti a la sobrina en un convento y la quiso casar con un viejo rico. Virginia se neg a ello y llev durante su permanencia, una vida de perros. En la isla no lo pasaban mejor. Pablo estaba sorprendentemente flaco y no cuidaba el jardn. No haban recibido noticias directas de Virginia, pero esto no les sorprenda porque la joven no saba escribir. Un da, por fin recibieron una carta de su puo y letra; i cmo supieron que era de su puo y letra?... Ah!... En las islas! Pablo se puso a aprender a escribir para contestarla, y al fin de seis meses envi .a su hermana nominal una plana de curiosos detalles y cuyos ltimos renglones contenan repetida cien veces la palabra ven. La ta, cansada de la obstinacin de su sobrina, se decidi a devolverla a su patria y la embarc en un mal buque, eligiendo la estacin de las tormentas. El buque lleg a la isla, pero al acercarse a la costa, se desencaden sobre l un horrible huracn. Pablo, el viejo, los negros, Fiel, el gobernador y todos los vecinos hbiles para desempear el cargo de municipales, acudieron a la orilla del mar a presenciar el espectculo y ver si podan servir de algo. La tormenta era preciosa y digna de aquellas costas providenciales. El poder del Supremo Hacedor se mostraba all en todo su apogeo. Dios, que permite a los fabricantes construir buques, manda a las tempestades destruirlos. Esto es de una lgica admirable y los humanos deben estar muy contentos de recibir lecciones tan provechosas! La tempestad continuaba arreciando; las maderas del navo crujan, los cables se rompan y la popa y la proa se sumergan alternativamente en la onda salada. Los tripulantes y pasajeros se arrojaban al mar, las olas barran la cubierta y a poco andar no quedaban en ella sino dos personas: un hombre de talla gigantesca y una joven de alma colosal. La joven era Virginia, el gigante no tenia nombre. El gigante innominado rogaba a la joven Virginia que se dejara salvar; sta si opona, a semejante pretensin por razones de pudor, pues era necesario desnudarse para echarse al mar y eso no entraba en sus costumbres. Tan edificante coloquio se oa desde la costa a pesar de la distancia y de la tormenta. -Desndese -le gritaban de tierra. -Pu de danger - responda la joven, que en su permanencia en el colegio haba hecho recopilacin de las expresiones ms puras del idioma francs. -Desndese! - le repetan los de la costa.

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-II ne manque plus que ca - responda Virginia. -Desndese! Desndese! - continuaban las voces. - J' ai bien autre chose a faire! - responda la joven. -Desndese, por la virgen santsima! -vociferaban sus amigos. -Ah! mais, non. Par exemple! - contestaba la dcil y tierna doncella. Cansado de rogar el gigante se ech al agua el mar creci al recibir tamao cuerpo. Pablo, desesperado, trat de llegar a nado al buque, pero lo nico que consigui fue pelarse las rodillas y las narices contra las rocas. Un momento despus Virginia y su pudor desaparecieron de sobre cubierta. Y Pablo? Fue sacado del mar, medio muerto y echando sangre por los odos, por la boca 'y por cuanto conducto tena. Y Virginia? Yaca ms linda que nunca y enteramente muerta sobre las arenas de la playa. Los isleos la recogieron y al otro da la enterraron. Al entierro asistieron todos los habitantes de la isla, inclusive el gobernador y los soldados, que hicieron a su cadver (al d Virginia) honores fnebres, como si se tratara del cuerpo de un coronel. Las jvenes de la isla queran que las enterraran vivas con el cadver de la virtuosa doncella. El gobernador se opuso a esto, fundndose en que muchas haban perdido lo que perdi a Virginia. As, pues, lo nico que se enterr con los restos de la virginal empecinada fue su castidad y algunas flores igualmente inocentes. Aqu deba concluir la novela, pero no concluye. Pablo fue debidamente atendido, pero qued mudo y bastante atontado. Juzgue el lector cul sera la situacin de Pablo con esta nueva dosis de estupor que le sobrevino! Intil es decir que las madres, los negros, el viejo y. Fiel fueron desagradablemente impresionados por tales sucesos. Pongo en conocimiento del lector que el viejo tantas vacas nombrado en esta lamentable historia, solo figura en ella por hallarse presente. Jams ha hecho cosa alguna que yo pueda narrar, pero el autor lo encuentra indispensable para el desarrollo del drama! Margarita muri poco despus. Pablo, seguido del viejo, anduvo vagando mucho tiempo y recobr temporalmente el habla. Dos o tres veces dijo: "Virginia! Virginia!", con todas sus letras, y se volvi a quedar mudo. El viejo lo llev al mercado (devuelvo al viejo su crdito puesto en duda en un prrafo anterior, en presencia de esta noble accin), lo llev para ver si el movimiento de aquel centro comercial lo distraa; pero nada. Ms bien las penas de1 joven aumentaron al ver terneros, pollos y pescados muertos. Por fin, l tambin muri y tuvo el gusto (dice el autor), de ser

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enterrado junto a su novia. La madre de Pablo muri a su tiempo y Fiel no quiso ser menos. Los negros tardaron ms en verificar esa operacin, pero tuvieron, por ltimo, que decidirse a imitar a sus amos y al perro. En cuanto a la ta, se supo en la isla que haba pagado caras sus maldades : muri loca en un manicomio. Lo nico que qued en la isla, como rastro de la existencia de aquellas familias, fue la ruina de sus habitaciones y algunas aves domsticas viejas, que, al verse abandonadas, se volvieron salvajes y carnvoras : gallina hubo que se convirti en una verdadera pantera. El viejo, empecinado en vivir, qued tambin para contar esta triste historia. Ya la ha contado mas de cien veces (le redevuelvo su reputacin de personaje importante), y todava llora al or su propio relato. Necesario es confesar que hay naturalezas muy sensibles!

TIEMPO PERDIDO
IGNACIO PIROVANO
All por el ao de 1860, todas las viejas de uno de los barrios ms poblados de esta ciudad dorman de noche, vestidas y con vela, y no salan de ala a la calle sin asomar antes la cabeza con aire preguntn y mirar arriba y abajo, como para asegurarse de que no haba peligro. A un viajero curioso que no hubiera estado en el secreto, habrale llamado sin duda la atencin tamaa cautela, pero los habitantes de Buenos Aires, y particularmente los moradores de aquel barrio, saban bien a qu atenerse en cuanto a esto y no solo no encontraban de ms semejantes precauciones, sino que aplaudan la rehabilitacin que se hizo por aquellos tiempos de un sinnmero de conjuros antiguos, a causa de los acontecimientos extrasimos que tenan lugar. As, no haba, pues, casa de mujer medianamente beata en la que no encontrara un San Antonio patas arriba, un San Roque sin perro, una herradura colgada, el pan dado vuelta y, lo que es ms an y se tenia en aquella poca por un conjuro de mucho crdito, una escoba con el mango para abajo tras de cada puerta. Barrer de noche los cuartos que, como se sabe, es lo ms atentatorio a las leyes de la brujera, era cosa de hacerse sin mirar para atrs; pero a pesar de todos estos contramaleficios, las calamidades continuaban y el

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gobierno se vio obligado a bajar la contribucin directa de aquel barrio, la municipalidad dej de cobrar el impuesto de alumbrado y sereno y hasta el Papa concedi cien das de indulgencia, a todos los habitantes de la parroquia en que tales acontecimientos tenan lugar. Pero quin traa en ese alborotado desorden a tan pacficos moradores? Quin haba de ser? Dios me ayude para nombrarlo, pues todava se encuentran respetables personas que no lo nombran sin santiguarse la boca. Era nada menos que un aprendiz de farmacia, el muchacho ms travieso del barrio, el travieso ms audaz de la ciudad y el audaz ms ingenioso de la provincia. No pasaba por la puerta de la botica en que despachaba el mencionado aprendiz, un solo hombre respetable y conocido, que no siguiera su camino llevndose pegada a la levita una cola de papel. No entraba en la farmacia matrona presuntuosa que no saliera con bigotes de corcho quemado, pintados en su labio como por arte del diablo. No se paraba en la esquina caballero distinguido, al cual un tarro lleno de clavos que caa como llovido hasta cierta altura, no le abollara el sombrero y, por ltimo, no haba bicho viviente que acertara a poner el pie en las inmediaciones de aquel foco de sucesos, que no llevara algn recuerdo del aprendiz de farmacia. Intil es decir que las hazaas de don Ignacio Pirovano, que as se llamaba el aprendiz de farmacia, haban casado a ser una leyenda popular y el mismo don Ignacio, an ms popular E que su leyenda. Las pandillas de estudiantes de la Universi- dad, organizadas para comer de balde pastelitos en la plazoleta del mercado, se hacan un honor en tener como miembro consultor a don Ignacio Pirovano, y hubo una poca en que poda con razn decirse de l que era el presidente nato del comit de mortificacin pblica. Cmo pasan los aos! Coloraba el oriente el sol resplandeciente, como dice Espronceda; las nubes de zafir, de ncar y oro huan por los cielos, dejando el horizonte limpio coreo una patena, y el sol con su cara impvida introduca raudales de luz por todas las aberturas de mi estudio, calle de la Florida 230, donde recibo consultas, gratis ara los pobres por decisin ma, y gratis para los que no son pobres por decisin de ellos. Y era una maana del presente mes de setiembre y la hora temprana en que una seora de noventa y tanto aos me haba madrugado para contarme, con aquella impertinencia clsica con que cuentan las viejas sus achaques, la historia de un catarro crnico que padeca desde joven y que, para mejor comprensin, quiso narrar desde el principio, adornndola con mil detalles minuciosos, inoportunos y biogrficos que se ligaban, a su modo de ver, ntimamente con su bronquitis incurable y con la guerra de la independencia. Iba la enferma a media asta de su cuento refiriendo las alteraciones que tuvo su catarro en tiempos de Rivadavia, cuando Benito, mi sir-

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viente, a quien aprovechando esta oportunidad presento a ustedes, me entreg un folleto que acababan de traer. La vieja suspendi su narracin y alarg los ojos con aquella sublime curiosidad que conservan todas las mujeres, desde la edad de tres meses hasta la de ciento cincuenta aos. La ansiedad de mi enferma me incit y por un rasgo de bondad casi paternal, le en alta voz la cartula y dedicatoria del folleto, que deca as: "Facultad de medicina. La hernia "toma. Tesis para el doctorado. Mi muy que rido Eduardo: vivimos juntos; en la fonda "de la Sonmbula nos fiaban juntos; juntos "tuvimos que repetir la inolvidable horchata de "Caneca. Quiera el cielo que en la nueva poca "de mi vida, tengamos ocasin de juntarnos "muchas veces. "Tu siempre amigo. - Ignacio Pirovano". Ni un caonazo a boca de jarro, ni un redoble de trueno en oreja desprevenida, ni una receta del doctor Granados, habra producido tan alarmante efecto. Apenas mis labios pronunciaron las dos palabras "Ignacio Pirovano", mi pobre enferma volvi los ojos al cielo y se hall presa de las ms horribles convulsiones. Entonces yo, con aquel talento generalizados que me caracteriza, saqu mi cartera y apunt esta prudente y cientfica observacin, semejante a muchas de las que hacen algunos de mis colegas y no pocos autores: "Contraindicado, para las bronquitis crnicas, el nombre de don Ignacio Pirovano". Y contento de m mismo, espero la oportunidad de comunicar este descubrimiento a la academia de ciencias mdicas. A las dos horas de este suceso vinieron a pedirme el certificado de defuncin para enterrar a la seora, muerta de emocin en la flor de su edad y sin motivo, pues don Ignacio Pirovano es hoy uno de nuestros distinguidos mdicos, habiendo abandonado por completo la profesin de atar tarros d lata a las colas de los perros, de ensear insolencias a los loros y de echar fsforos en los atrios de las iglesias. El mismo Pirovano que hace diez aos pona pica - pica debajo de la cola de las gatas, ha escrito hoy una de las tesis ms notables que se haya presentado ante la Facultad y ha recibido un honroso ttulo, despus de haber cursado con un xito envidiable todas las aulas de la escuela. Que elogien otros sus mritos como estudiante; yo no quiero hacer cosas intiles y no he de decir que Pirovano ha sido constantemente sobresaliente en sus estudios, porque todos lo saben. l no necesitaba elogios; el mrito se abre paso en todas partes y, entre nosotros, si los elogios ayudan a vivir, el verdadero valor nos es del todo desconocido. Pero la vida del hombre tiene a lo menos dos faces. En la una, cada hombre es el cmico que tiene un carcter y representa un papel serio ante el mundo; en la otra, el hombre es consecuente con sus tendencias ,y se queda con rasaos de nio q intenciones de muchacho durante toda su vida.

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Yo no paso jams delante de un naranjero sin que una tentacin irresistible me obligue a meter la mano en la canasta ; otros son perseguidos por el deseo de poner zancadillas a los que pasan. Pirovano, tan estudioso y serio como es, tan aprovechado, tan observador, no abandonar jams esas tendencias estudiantiles que harn clebre su nombre en la historia de las jaranas escolares. Yo s muy bien que poda hacer sobre Pirovano un pomposo articulo en que contara sus triunfos como estudiante y sus mritos como profesor de esta descalabrada ciencia, que consiste en la aptitud de dejar creer a los otros que remediamos algn mal en la vida. Pero semejante panegrico no sirve para nada. Entre nosotros, la Facultad de Medicina se hace la triste ilusin de que los ttulos que concede y los honores que dispensa al talento y al estudio tienen algn valor. Error deplorable. Ms que todos los ttulos cientficos y los honores facultativos, valen las hablillas mujeriles y la propagacin de la fama por la lengua de los conocidos. La Facultad nos hace mdicos y nada ms; pero las relaciones, las amigas de la casa, las sociedades de beneficencia y las seoras bien vistas, nos hacen especialistas en criaturas, muy hbiles para pulmona, muy entendidos en roturas de piernas y famosos para abrir orejas a las iitas de las casas decentes. Lo mejor que tiene todo esto es que es sin motivo y que en ello ms que en ningn otro caso verifica el refrn que dice : "por haber matado un perro, me llaman el mataperros". Para ganar el ttulo de especialista en nios, no hay ms que curar la tos que, tuvo la chica de una seora a la moda y, para ganar la fama de cirujano, basta cortarle los callos a un hombre rico y conocido. Mientras usted no haga esto, bien puede verificar maravillas en las criaturas de los corralones y practicar las operaciones ms difciles in anima viii: jams pasar usted de ser un mdico como tantos. Pero hay tambin otro medio de llegar a ser notable en una ciencia; ponerse serio, vestir rgidamente, no hablar nunca, no rerse jams y conservar constantemente el aire de la mayor solemnidad. Y luego, Z para qu sirve todo ello?, para adquirir comodidades, bienes de fortuna, lujo y consideracin social? Ante todo, sera necesario probar que en ello hay un tomo siquiera de felicidad. Cuando yo era estudiante y tenia que poner tinta en mis medias a la altura de los agujeros de mis botines; cuando tenia que pegar con hilo negro los botones de mi camisa y pagaba el lavado a mi lavandera con el tiernsimo amor que profesaba a su hija, los das se pasaban alegres y sin cuidado. Ahora, si alguna vez me encuentro descontento, es por el profundo fastidio que me causa el no necesitar de nada. Qu vida tan vulgar tener todo! El otro da entr al cuarto que ocupaba en el hospital mi inolvidable amig Pietranera; haba olor a humedad ; sobre una cama descompuesta

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se encontraban varios libros abiertos; una vela de sebo estaba pegada al borde de la mesa y en una mitad de crneo se vea un pedazo de lacre, una pinza y unos botones de puo; el papel de las paredes se estaba cayendo. Un placer melanclico me invadi, semejante al que se tiene en presencia de todos los recuerdos, y fue con profunda tristeza que dije en mi interior: pobre de m ! el papel de mi dormitorio est bien pegado y no tengo ni un miserable crneo en que poner los botones de mis puos! Hay das en que los espejos y las alfombras nos fastidian y desearamos vivir en un cuarto con cuevas de ratones, olor a humedad y piso con agujeros! Esto a lo menos suscita algunas reflexiones. Con que si el amigo Pirovano ha de tener coches, caballos, casa y clientela, es bueno que sepa que esto no se tiene sino a costa de la felicidad y con el favor de la lengua de unas cuantas seoras distinguidas y, solo por excepcin, a pesar de todo esto. Slo por excepcin perdona esta sociedad a un mdico, por ms talento que tenga, que durante su juventud haya puesto colas de papel a los transentes y enseado insolencias a los loros. Pirovano es actualmente profesor de anatoma en la Facultad de medicina y ha sido farmacetico del hospital; ser, por consiguiente, un hbil operador y es y ha sido sobresaliente en qumica. Esta cualidad le permita preparar una azcar inflamable con la cual, a la larga, tuvieron que familiarizarse todas las nias que asistan a los bailes del club del Esqueleto. Creo que este club es el nico de su especie que ha existido en el mundo. El club del Esqueleto fue una asociacin en la cual figuraba Pirovano, en su doble calidad de miembro activo y de repostero, empleo que le fue confiado en virtud de su habilidad para fabricar vinos y licores con las tinturas y los jarabes medicinales de la botica del hospital. Creo que fue Sydney Tamayo el fundador del club del Esqueleto. Tamayo es actualmente mdico y se halla en Salta prodigando a sus paisanos los dones de su talento maravilloso. Cuando era estudiante, tocaba la flauta con exquisito gusto y el ciego Gil, otro estudiante distinguido, lo acompaaba en el plano. El tener Tamayo una flauta y haber alquilado Gil un piano, fueron los trgicos sucesos que dieron origen a la formacin del club del Esqueleto. El propsito de esta asociacin era dar bailes sin un medio y divertirse de balde, pasando gratis las horas que se hayan pasado mejor sin pagar nada en este mundo. Tamayo, Gil y cuatro estudiantes ms vivan en una sala de la calle de San Jua. Los das en que deba haber baile, sacaban al patio las camas, se alfombraba la pieza con las frazadas de los enfermos de la sala de crnicos del hospital de hombres, se peda sillas en la vecindad. Tamayo

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robaba chocolate en Ja despensa del mismo hospital; se compraba masitas por subscripcin: Pirovano haca los cocimientos necesarios en la botica, con los que preparaba los vinos y los licores; llevaba un tarro de pastillas de quermes, con que deba obsequiarse a las seoras y, hechos todos estos preparativos, se invitaba a las nias del barrio, que, eran, cuando manos, novias legtimas de cada uno de los estudiantes. El doctor Larrosa, asistente infalible a esas tertulias, me ha confesado a m que pocas veces ha estado en reuniones ms amenas, a pesar del disgusto que le causaba ver trancadas las mesas y compuestas las sillas con los omplatos y tibias de los difuntos que suministraba la sala tercera. Aquellos bailes famosos en que jams se cometi desorden alguno, para honor de los estudiantes, y en que se arm no poco! matrimonios; a imitacin de lo que sucede en el Club del Progreso, terminaban siempre cuando Gil y Corvaln declaraban que tenan sueo y comenzaban a acercar sus catres, hmedos de roco, a la sala de baile. Entonces Pirovano servia la ltima copa de tintura de ruibarbo, que saboreaban con indecible placer las damas y caballeros de aquella fiesta. Qu dulces son estos recuerdos! El tiempo que todo lo va diseminando, mandar quiz a cada uno de nosotros a millares de leguas de distancia y los que fueron un da compaeros alegres no tendrn, como smbolo de su pasada felicidad, ms que un recuerdo por esa invencible tendencia que tiene el hombre a aferrarse a cada uno de los momentos de su vida, aunque vaya siempre buscando un porvenir mejor. Pero el recuerdo es una nueva vida para cada cerebro! Qu diferencia hay entre la realidad de un suceso y la viva impresin por una representacin ideal? Soar con claridad es, en el momento que se suea, tan cierto para el cerebro, para el alma, como tener la realidad presente! Al fin y al cabo todas son ideas y no hay nada real para la conciencia, sino lo que es capaz de suscitar una idea. El tiempo que est por hacer de Pirovano un personaje serio, no le har olvidar que siendo estudiante abra una caja de ostras, se beba el caldo de un sorbo, tragaba los mariscos en dos veces y se preparaba de este modo para comenzar su cena. Cuando su inteligencia y su buena fortuna le abran los primeros puestos de la Repblica y se celebre su advenimiento con esplndidos banquetes, no se olvidar de que hemos comido al fiado en la fonda de la Sonmbula y de que, cuando no llegaba nuestra felicidad a tanto, l robaba huevos, los frea en aceite de hgado de bacalao, los espolvoreaba con pimienta cubeba y nos los comamos salndolos con ioduro de potasio. Tampoco se olvidar que los tales huevos, preparados de este modo, eran riqusimos. Los postres ms exquisitos no le parecern mejores que el jarabe de genciana con que terminaba sus cenas en el hospital, ni los ms

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generosos vinos le harn el delicioso efecto que le hizo el da de su santo la copa de tintura de jalapa compuesta que tom, a falta de vino priorato, antes de encender un cilindro de esponja preparada, que se fum en seguida, en sustitucin de un habano y por si alguna vez tena que curarse de coto. Episodios son stos caractersticos en la vida de un hombre y que no pueden olvidarse jams. Pirovano tiene todas las cualidades fsicas para el trabajo y todas las aptitudes intelectuales para ser un mdico notable. Es bondadoso de carcter, reservado, meditador y pacienzudo; parece muy dctil, aunque siempre concluye por hacer lo que le da la gana; tiene una gran facilidad para hacerse querer de sus maestros; sabe evitar que lo envidien sus condiscpulos y el hecho de conservar como reliquias de su carcter, ciertos rasgos de muchacho y ciertas diabluras de estudiante, que contrastan singularmente con su aspecto serio, le da una fisonoma particular y simptica. En Buenos Aires hay una mala costumbre. Apenas aparece en la arena, pblica un joven que se _ha distinguido por sus estudios, todos comienzan a elogiarlo de un modo tan exagerado que el objeto del elogio mucho har si resiste al mareo que puede producirle tanto halago a su vanidad. Es necesario tener demasiado buen juicio para no perderse oyendo elogios. Por ejemplo, yo no s cmo Goyena, del Valle y otros jvenes de brillante inteligencia, no se han vuelto unos pedantes insoportables al orse llamar portentos a cada momento y propsito de todo. La primera vez que, vea a Pirovano, he de decirle con tono solemne y levantando el dedo ndice a la altura de la oreja: "No te dejes marear por los elogios ni invadir por la vanidad ; ya que tienes una buena inteligencia, piensa que nadie te puede juzgar mejor que t mismo; trabaja y estudia y si deseas reunirte conmigo de tiempo en tiempo, para recordar con placer los episodios de nuestra vida de estudiantes, te juro que no ha de faltar por m toda vez que crea en conciencia necesitar de tus conocimientos mdicos o toda vez que a mis enfermos se les antoje costearse el lujo de una consulta, en que, con generalidad, se habla de todo menos de ellos". Esto he de decirle a Pirovano cuando lo vea.

LA CARTA DE RECOMENDACIN
Hace poco se present en casa, el seor don Pedro Romualdo Mosqueira, que era portador de una carta de recomendacin para mi. Atendiendo a ella, pregunt a don Romualdo en qu poda serle til. -Me han dicho, seor - me contest -, que usted es algo relacionado

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aqu y quera que me diera una cartita para algunos de sus amigos. -Perfectamente; den qu deseara ocuparse? -En una empresa de diarios, por ejemplo. -Muy bien. j Sabe usted leer? -No, seor. -Perfectamente ; tome usted asiento un instante. Dicho y hecho, tomo la pluma y escribo: Seor don Eduardo Dimet, director y propietario del "Nacional". Estimado amigo: Le presento a usted al seor don Pedro Ronualdo Mosquera que me ha sido calurosamente recomendado por nuestro comn amigo don Hctor Varela. Desea ocuparse en su imprenta y yo creo que se contentar con un mdico sueldo de ocho mil pesos, si usted lo pone al frente de la administracin de su establecimiento. Saluda a usted atentamente. N. N. Hara de esto un mes, cuando una maana recibo una carta que deca: Seor don N. N. Querido amigo: Usted que tiene tanta relacin con Dimet, hgame el favor de darle al portador de sta don Rmulo Mezquita, una cartita de recomendacin que le sirva, a lo menos, para presentarse. Este seor desea ocuparse en algn diario y, como me ha sido muy recomendado, no vacilo en pedirle a usted un servicio en favor de un extranjero necesitado. Soy su afectsimo. JUAN A. GOLFARINI Quin ser ste don Rmulo Mezquita, deca yo, cuando alzando la vista percib en el patio la simptica figura de mi antiguo conocido don Pedro Romualdo Mosqueira, que en sus tribulaciones por emplearse en un diario hasta su nombre haba perdido. La cosa era sencilla. El circulo de amigos se cerraba. El hombre volva al punto de que haba partido, despus de haber andado a pie por las calles de Buenos Aires doscientas setenta y cinco leguas en un mes, tras de una o ms cartas de recomendacin. -- Cmo es esto, seor Romualdo? - exclam abriendo tamaa boca. -Cmo ha de ser - me contest -: todo el mundo me ha recibido bien, pero cada cual me despeda con una carta y muchos ofrecimientos. Como usted supondr, llev su carta a Dimet; Dimet me dijo que el puesto que yo pretenda estaba ocupado, pero que en el empeo de servirme, me recomendara a Luis Varela, como lo hizo ; Varela me recomend a Bilbao, Bilbao me recomend a Walls, Walls me recomend

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a Cordgien, Cordgien me recomend a Gutirrez, Gutirrez me recomend a Cantilo, Cantilo a Manadla, Manadla a Ojeda, Ojeda a Choquet, Choquet a Quesada, Quesada a Balleto, Balleto a del Valle, del. Valle a Goyena, Goyena a Paz, Paz a Mallo, Mallo a Golfarini y Golf arini a usted, y aqu me tiene otra vez al principio de mi carrera. Excusado es decir que yo solemnic tan original peregrinacin con toda la hilaridad de que pude disponer. -Y este cambio de nombre, seor don Romualdo? -Ese cambio de nombre, es que a fuerza de . repetir "Pedro Romualdo Mosqueira" el nombre me pareca vulgar y largo, y pensando que era ms cmodo para las cartas de recomendacin uno ms corto, lo acort llamndome Rmulo Mezquita. -Pues seor don Rmulo Mezquita, conforme ha cambiado de nombre, cambie tambin de aspiraciones y, en lugar de buscar un empleo en diarios, acepte cualquier trabajo... de cobrador por ejemplo. Don Pedro Romualdo Mosqueira tiene actualmente una agencia de cobranzas, vive sin lujo, pero cmodamente y solo tiene una enfermedad que amarga su vida; sufre de epilepsia cuando ve una carta de recomendacin.

RECUERDOS, RECUERDOS... ENTRE LA NIEBLA


NICOLS AVELLANEDA
Avellaneda ha sido uno de los pocos hombres que me ha querido realmente y sin ambages ; toleraba mis incongruencias y se explicaba las faltas aparentes de lgica o de correlacin en mis actos. Yo tambin lo quera mucho y no poda pasar un da sin verlo. Cuando por alguno de esos motivos mos, reales o imaginados, dejaba de visitarlo, sufra yo con la privacin que me impona, pero experimentaba un secreto placer calculando que l tambin me extraaba. Don Andrs Egaa nunca pudo explicarse reste vnculo entre dos personas tan diferentes en su opinin, pero como tena que subordinarse

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aI juicio y a los sentimientos de su compadre, l tambin concluy por quererme, siendo correspondido por m debidamente. Casi todos los das iba yo a casa de Avellaneda, temprano; lo encontraba leyendo los diarios o algn libro; al verme, suspenda la lectura, y la conversacin comenzaba para seguir sin alce por dos o ms horas. Era Avellaneda muy curioso y preguntn -Qu le parece Mitre, qu piensa de Sarmiento, de Irigoyen, de Pellegrini, qu dice Lpez? Cunteme cmo es Roca ! Tales eran sus tpicos, cundo no hablaba de literatura, de artes o ciencias o no refera crnicas sabrosas de otros tiempos. Yo opinaba casi siempre con sinceridad, pero algunas veces contra mis convicciones -para ver qu deca. Y mi vez, yo tambin preguntaba y oa los anlisis sutiles, ticos, admirablemente expresados e intensamente profundos que salan de los labios de ese hombre cuyo talento era, como todos lo saben, extraordinario. En nuestras revistas matinales no escapaban ni los presentes. -Usted no sera jams popular, mi doctor -me dijo un da. El llamaba mi doctor todo el mundo y como sus palabras y hasta sus entonaciones y acento peculiar tenan el don de pegarse, de trasmitirse, de grabarse, y sus frases el de convertirse en refranes, sentencias o proverbios, toda una generacin result diciendo mi doctor a diestra y siniestra, y an contina abusando de ese ttulo. --Usted no ser jams popular, mi doctor; es usted demasiado universitario y desparejo. Usted no sabe cunto es refractaria esta sociedad a lo extico y mal avenido con su tradicional modo de ser. Las familias tienen sus ritos, son santuarios con estatutos y formas seculares, y usted ni siquiera es sacristn. Adems, usted es demasiado suelto para adaptarse a este medio sin chocar con sus entidades. Sea como todo el mundo y ser bien venido, pero usted irrita las preocupaciones en su desdn manifiesto de las reglas recibidas y del culto de las convenciones que son la doctrina religiosa de cada gremio social. Cunto me ha costado m hacerme homogneo con los... y los... amalgamarme y ganar su confianza, siendo ellos la negacin de toda literatura y yo la protesta contra toda burguesa! Cuento como una buena fortuna en mi vida haber tenido ocasin de conocer tan ntimamente al doctor Avellaneda y no hay da que no recuerde alguna de sus frases o de sus palabras. En verdad, y lo escribo con cierta vanagloria, no s si por mi profesin o por la llana comodidad 'de mis maneras, he podido tratar de cerca hombres de indiscutible mrito, tomndolos en su dormitorio, en su cama, al comenzar el da y al iniciarse la accin humana, antes de toda preparacin o compostura para representar la comedia externa.

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As he conocido entre los historiadores y literatos a Lpez, a don Juan M. Gutirrez. a Goyena y muchos otros; entre los funcionarios, a los cuatro ltimos residentes: Sarmiento, Avellaneda, Roca y Jurez Celman. Me falta Mitre, literato, poetas historiador y ex Presidente y, deplornolo de veras, creo que con ello el ilustre general ha perdido un tanto. Hay datos biogrficos que escapan al cronista extrao y que slo el anuo o tal comensal afectuoso puede fijar. El historiador de oficio podr magnificar las calidades, pero tal vez no sabr atenuar desteir, dir, o explicar los defectos hasta convertir los en ventajas, aplicnndoles la tolerancia del cario, tan hbil para presentar con aspectos simpticos aun los ms palmarios divorcios con las reglas aplaudidas en el mundo. Y aqu me viene un recuerdo del infortunado Goyena, mi amigo, pesar del abismo de ideas que nos separaba. Resentido con Sarmiento por causas de poca monta, pero grandes a su juicio por la susceptibilidad de su carcter apasionado, dijo una vez con cierta excitacin: "Yo me he de vengar de l; no he de escribir su biografa" Aun cuando yo creyera en la eficacia del procedimiento de Goyena, no intentara vengarme en esa forma ni en otra del general Mitre; no me ha hecho nada ni soy vengativo; pero como nadie tiene la vida asegurada, quin sabe si la duracin de la ma me permitir revelar ante este pueblo, inocente de toda perspicacia, ciertas dotes y peculiaridades del general que, a pesar de cincuenta aos de comentario pblico sobre sus actos y sobre su persona, no han sido sealadas an ni por sus panegiristas ni por sus detractores. Pobre Avellaneda, morir tan pronto! Yo solo he comprendido cunto lo quera despus que ha muerto como uno solo se apercibe de que tiene entraas cuando le duelen. Irreemplazable!. .. es lo nico que puedo decir pensando en l. Era afable, ameno, constitucionalmente suave y tan bondadoso que, hasta cuando tena motivos de disgusto o de queja, buscaba las frases menos hirientes para expresar su resentimiento. Una vez le dijeron que su amigo don Andrs haba tenido en un tramway cierta conversacin indiscreta; y su` nico reproche al or la referencia fue esta reflexin inesperada: "Para qu andar en tramway, hombre, este mi compadre Egaa". Aun cuando pareca afectado, era sencillo y natural, sin pretensiones ni preocupaciones de raza, de edad o de posicin. Sola ir a visitarme al hospital y no desdeaba abandonar su casa lujosa para entrar en mi cuarto hmedo, sombro y sepulcral, can tirantes de palma amarillentos y vidrios romboidales minsculos, engastados e forma de mosaicos entre los barrotes coloniales de mi ventana.

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Y ms tarde, cuando las complicaciones de la vida me obligaron a tener, a ms de mi habitacin oficial, una clandestina, misteriosa de puro pobre, en alguna calle sin nombre de los barrios dei sud, Avellaneda iba todava a envidiar la independencia de mis ignoradas andanzas en las soledades de mi insignificancia social. Entonces, muchas veces no salamos por esos andurriales en busca de Goyena, que anidaba en una calle sin empedrado y pantanosa, y cuando lo encontrbamos, el paseo continuaba en inacabable discusin. Avellaneda no se dejaba imponer por las ideas admitidas en la manifestacin de sus preferencias y no pocos le reprochaban su falta de escrpulo en la aplicacin de sus afectos.. Sus rplicas en este caso eran inspiradas por una tolerancia caritativa, humorstica y filosfica. Al contarme en determinada ocasin la historia de un amigo suyo, de conducta poco edi- Picante, me dijo con marcada animacain: pierda usted jams por intolerancia sus amigos, aunque sean malos. Un amigo es coro el tiempo ; el que pasa, no vuelve y siempre se echa de menos dolorosamente el tiempo perdido. ste lo es de mi juventud, y yo lo quiero porque es bueno. Tiene sin duda una completa coleccin de vicios, pero por eso mismo es nico en su gnero : silo pierdo, no sabr cmo reemplazarlo. Ahora est por casarse y sabe usted la razn de su matrimonio? igala -Como te casas t, sin tener en qu caerte muerto - le digo. -Qu quieres - me contesta -, no puedo malbaratar once aos de visitas diarias a mi novia ! -Oh! sublime razn - aadi concluyendo -: an plausible, tan absurda y tan humana !" -Qu inteligencia tan limpia era la de Avellaneda, tan sagaz, tan extensa, tan clsica, tan honda, tan modelada, tan eficiente, y servida por un poder de expresin tan firme, tan elstico, tan hbil, tan dominante y tan hermoso! Tena el arte de convencer y persuadir, el supremo poder de la elocuencia, y lo usaba en sus discursos, en sus debates y sobre todo en sus conversaciones. Era imposible resistirle. Cuando se pona a hablar, la palabra en su boca se converta en un ariete formidable. Y si uno se propona no acceder a sus intentos, tena que huirle, taparse los odos o no dejarlo seguir. Escuchndolo, muchas veces be pensado en que la palabra era un aparato mecnico inconrastable, una batera, una prensa hidrulica! Y siempre tan gracioso y tan original para decir las cosas en la conversacin familiar, y tan elevado, tan cuantioso en las altas funda nes de la oratoria poltica o parlamentaria. "Nada hay nuevo bajo el sol". Es muy cierto; excepto la forma: No hay dos caras iguales en la humanidad.

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"Haremos cualquier sacrificio para cumplir nuestros compromisos" es una frase honrada, urbana, bien hablada, buena vecina, digna de una aprobacin municipal; un industrial serlo la dira y quedara contento; pero es una frase vieja, usual, comn, dicha mil veces en la circunstancia apropiada. Mientras tanto esta otra, idntica en su significado, igual en su mente y su propsito, con cunta novedad, donaire y elocuencia sale a la escena para quedar como un estereotipo en la conciencia pblica: "Economizaremos sobre nuestra hambre y nuestra sed para pagar nuestras deudas". El don de hallar la forma casi equivale al poder de crear. En Avellaneda haba un contraste entre sus medios aparentes y sus recursos reales. Por eso, ante el juicio vulgar, aparece. como el hombre que ha hecho ms con menos elementos. No tuvo sino su talento y su palabra y consigui todo cuanto se propuso. En un ministerio pobre, sin importancia administrativa, sin presupuesto y sin influencia poltica, se hizo Presidente. Contra l se levant soberbia la oposicin armada, prestigiosa, formidable; l la venci. La situacin financiera del pas era un desastre; l invent, cre, hizo brotar recursos con frases y con palabras y pudo gobernar hasta su trmino atendiendo los compromisos de la Nacin. En la mitad de su periodo se arm de nuevo la conjuracin para derrotarlo y l la disolvi, sirvindose con suerte excepcional de un recurso que en poltica no engendra sino monstruos : la conciliacin. Alzse por fin la provincia de Buenos Aires con su gobernador a la cabeza y con las riquezas de esta gran metrpoli a su servicio, y l, desplegando energas que nadie le sospechara y un valor y un carcter que todos le negaban, organiz ejrcitos, libr batallas, restableci su autoridad y sell su atribulado y difcil gobierno dando su capital a la Nacin. El instrumento con el cual se hizo obra tan acabada debi ser un modelo del arte y de la ciencia y as era la cabeza de este hombre, digno, entre los pocos elegidos, de ser calificado de estadista.

EL CORONEL ESTOMPA
All por el ao 1828, un destacamento de milicias, convertido en tropa de lnea por obra y gracia del Espritu Santo, hallabase como perdido en el desierto en los confines de la Repblica, cuidando de los indios y evitando una que otra vez sus invasiones a los campos poblados.

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El campamento se convirti en fortn, y a su sombra, como alrededor de una iglesia, se form una agrupacin. Las personas ms importantes de ese vecindario eran el cura, natualmente, y dos caballeros, uno ya de edad proyecta que haba sido comandante, hombre de consejo, erudito que as describa una batalla de Julio Csar como compona un acrstico con el nombre de la hija del juez de paz, en el da de su cumpleaos; muy respetado en el partido por su saber y muy popular por aquel tino que Dios le haba dado para convertirse en rbitro de todas las situaciones. El otro, ms joven, era un guardia nacional retirarlo que haba corrido mil peripecias y conservaba en su carcter los impulsos de los siempre afor- lunadas, por lo cual era muy perito en asunte de accin teniendo por aadidura un buen sentido prctico. Cundo el coronel Estompa fue nombrado jefe de la guarnicin y se instal en su campamento, sito a media legua del pueblito, las dos primeras visitas que tuvo fueron la del proyecto comandante y la del guardia nacional retirado, como que los, dos haban recomendado al ministerio el nombramiento del coronel Estompa para jefe de frontera. Rayaba el coronel en una edad un tanto incompatible con sus blicas y azarosas funcios, inconveniente que l salvaba en parte tndose metdicamente dos o tres aos, y epa^ no pequeas ventajas su estatura, su aplomo y su catadura, que armonizaban con su jerarqua militar. De lejos pareca un apuesto caballero: su andar era marcial, su gesto significaba energa y cierta disposicin en arco de su cuerpo, en virtud de la cual la parte anterior haca una perceptible prominencia, le daba el aspecto de un hombre decidido a llevarse todo por delante. Una nariz y unos ojos en continuo pestaeo eran los rasgos ms salientes de su fisonoma. Su retrato moral no haba sido hecho por nadie, tal vez por haberse considerado intil semejante tarea o quiz por no encontrarse en el original caracteres acentuados que le diferenciaran del comn de los mortales. Tomse al principio el coronel Estompa gran trabajo por disciplinar` su tropa y -en este empeo no dej de consultar ciertos tpicos con las dos personas mencionadas, aun cuando ellas no podan vanagloriarse de influir con eficacia en sus decisiones, pues el coronel, odo el parecer de sus consejeros, contestaba invariablemente "Lo meditar." Lo meditaba y despus haca a su cabeza, segn la expresin de su asistente, porque el coronel tena un asistente y ste, a su vez, un crculo hbil para propiciarse voluntades, compuesto de compaeros que ante los ojos del coronel representaban la opinin del pueblo. Nunca resolva nada el coronel sin previa consulta al asistente y su crculo, y la opinin de stos era, como se comprende, la misma del coronel, hbilmente descubierta, un tanto condimentada con algunos pedazos de la propia, merced a los cuales en las altas y graves determinaciones del superior haba seguramente una parte de origen subalterno.

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As, cuando el asistente oa, tras una consulta con los personajes del pueblito, el infalible "lo meditar", aada mentalmente "ya arreglar yo eso". -No tire caonazos, mi coronel - deca el erudito ex comandante -, porque con ellos advierte a los indios que est en guardia. -Lo meditar - contestaba el coronel. -No cambie con tanta frecuencia sus oficiales - aada el guardia nacional retirado -, no le conviene. -Lo meditar - repeta el coronel. Pero como al asistente le gustaban los fogonazos y los cambios por ser su coronel muy afecto a los aparatos y a las novedades, al otro da de la conferencia haba un tembladeral de caonazos y un trasplante total en la oficialidad del cuerpo. Con tales procederes el pueblito viva en completa alarma; los indios advertidos por las salvas, arreaban con el ganado en los intermedios; los estancieros se quejaban, los pobladores se empobrecan y los soldados no atinaban con el objeto de semejantes ejercicios. Pero no paraban aqu las fiestas. De repente, durante la noche, sin el menor motivo de alarma, se tocaba llamada; a formar, a ensillar los caballos, a enganchar los caones y en marcha hacia el desierto, sin vveres, sin agua, sin previa preparacin; y despus, alto, formacin de un nuevo campamento en cualquier parte y, a la madrugada siguiente, otra vez sin haber dormido ni comido, a levantar carpas y caoneo con puntera al horizonte; veinte oficiales destituidos, una compaa entera arrestada, dos sargentos condenados a muerte y ejecutados... todo ello sin saberse cmo ni por qu. Luego, toque de retirada hacia el pueblito con soldados y oficiales atados como prisioneros; y una vez llegada la tropa de su misteriosa excursin, investigaciones de los personajes: pero qu hay, qu ha sucedido? No se saba; el coronel deba tener noticias. Y vuelta a las formaciones, a los simulacros y a las destituciones. Una noche de luna hermossima, noche pampeana, triste, solemne con el campo dormido, alumbrado por una luz quieta y triste, en medio de la calma general, cien tambores tocan llamada. A formar; tres oficiales presos, uno de ellos condenado a muerte, en condiciones horribles, deba ser atado a la boca de un can y destrozado de un caonazo. El coronel en persona dio la orden; el oficial fue amarrado. 1 Momento solemne! Qu falta espantara habr cometido?, se preguntaban en las filas. Los personajes del pueblito y otros vecinos se presentaron en el campamento a interceder por el condenado, instruidos ya de la tragedia que se preparaba. -Seor coronel... - comenzaron diciendo. El coronel los interrumpi vociferando: "la disciplina, el principio de autoridad. Yo mando: Sargento, fuego!..." El sargento, con la cuerda del estopn en la mano, tuvo un momento de irresolucin; fij sus ojos en los del coronel, algo vio en su mirada que lo ilumin de sbito, y

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maquinalmente lanz este grito -Compaeros, el coronel est loco! Fue una revelacin! Los soldados se apoderaron del coronel. Estaba loco.

AGUAS ABAJO
CMO ERA TUPIZA A MEDIADOS DEL SIGLO XIX
Boris existe, luego naci ; esta proposicin es innegable y superior a la de Descartes : Pienso, luego existo. La primera encierra una verdad y la segunda, la adel clebre filsofo, una peticin de principio y una simple afirmacin que no llega a ser razonamiento. Boris naci en Tupiza (Bolivia),provincia del Chorolque o de Chichas, como se quiera; el da... iba a cometer la imprudencia de designarlo; felizmente un pudor natural, por cuenta de Boris, me lo ha impedido a tiempo. No tuvo el mrito ni la culpa de entrar en el mundo por Tupiza; pero si le hubiera sido posible escoger una poblacin para nacer en ella, habra optado por esa villa, en razn de ser ella modesta, elemental y rara. Tena dos calles, una de las cuales se llamaba "la calle izquierda", por contrapunto con la otra llamada "la calle derecha". Estos nombres no eran en manera alguna justificados, siendo la calle izquierda la ms derecha y pudiendo las dos cambiar de nombre segn la direccin del transente, pues no ha. bon nmeros en las puertas.

LIGERA DIGRESIN SOBRE LAS FECHAS Y ADELANTE


"Qu me importa a m dnde ni cundo naci Boris", podra decir cualquiera mal criado, el pblico, por ejemplo, si leyera estas pginas;

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pero el autor de ellas podra replicarle dicindole : "nada le importa, convenido, como no importa a nadie su observacin, pues podra usted hacer la misma a cuantos relatos, crnicas, historia, cuentos y biografas corren por el mundo". Que la batalla del 24 de mayo haya tenido lugar el 24 de mayo y no el 24 de noviembre, para usted es lo mismo, pero no lo es para los que han hecho de esa fecha un smbolo o algo ms sobre todo para los pensionistas militares por razn de sus deudos muertos ese da en accin de guerra; seis meses de diferencia de pensin para una viuda inconsolable!... como quien dice nada! Finalmente, si a usted no le importan las noticias de Tupiza, no las lea y habremos concluido ! Z Usted se piensa que yo escribo para usted? Yo escribo para m, como escriben para s, todos los autores que procuran el bien de la humanidad ! Usted no ignora que el tiempo es continuo. Si nosotros lo dividimos en rebanadas ms o menos grandes, lo hacemos por razones de economa poltica y domstica, y a fin de poder consignar las fechas en un cuaderno llamado "almanaque", sin el cual la vida es imposible. Qu sera de la historia, de la crnica y de la biografa sin fecha? Prive usted de ellas a la sociedad y a los gobiernos y se queda el mundo san registro civil, sin contribucin territorial, sin ley de patentes sin fiestas patrias, san regalos para el 26 de diciembre o el 1 de enero, sin congratulaciones ni psames, sin vida social; en fin, sin duracin prefijada para las estaciones, los solsticios y los equinoccios. Usted no piensa en la ventaja universal de un aniversario agradable, porque olvida usted, pblico ilustrado y mentecato, que usted es pulpero, mercero, tendero, zapatero, sastre, joyero, mercader, en uta palabra: que vende para regalos obligatorios o de cortesas, tarros de conservas, cintas, cortes de vestido, botines, ropa, relojes y cuanto a mano viene, a precios tales como para procurarle n usted una condenacin a trabajos forzados por su honorabilidad comercial reconocida. Hecho este parntesis tan importante cmo cualquiera de los de un libro clsico bueno es saber que en Tupiza no haba peridicos, ni demagogos ilustres, ni tribunos hipcritas y abnegados, ni defensores profesionales de los derechos del pueblo, nombrados por si mismos.

LO QUE EL PUEBLO CUANDO SE HACE VISIBLE


Todas estas privaciones dependan de que no haba all pueblo, propiamente hablando, sin. un reducido nmero de habitantes quienes,

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por fortuna, ni siquiera caan en cuenta de la falta de ese monstruo explotable y daino, sumiso y bravo al capricho de los vientos ; mezcla de hiena y de carnero, pronto a enfurecerse y a cometer, bajo el impera, de sus cleras tiesas los crmenes ms atroces, ponindoles el rtulo de "reivindicaciones heroicas"; pues lo que tienen por pueble 1o instigadores de las multitudes, cuando tratan de encarnar en algo sus pasiones, no es el total de los habitantes de una comarca o de una ciudad, sino esa conglomeracin repelente qu bate ostensibles sus ancanos, apcrifamente titulados "opinin pblica", por medio de la prensa o del comentario en las calles, y caracterizada realmente, por su innobleza, su perversidad, su absoluta falta de criterio sensato, sus tolerancias para los defectos, vicios y aun crmenes de algunos afortunados, generalmente mediocres, a quienes favorece y hasta idolatra, como por su desconocimiento de las calidades, virtudes y servicios de otros a quienes odia sin motivo y persigue con salvaje brutalidad. De estos componentes de la civilizacin actual careca, pues, la villa natal de Boris y por lo tanto, sus habitantes trabajaban mansamente, se divertan en las fiestas, rezaban a sus santos, enterraban sus muertos (muy pocos) y dejaban correr la vida segn como vena.

INFLUENCIAS DE LAS PERCEPCIONES E IMPRESIONES SOBRE LAS IDEAS, SENTIMIENTOS Y ACTOS DE BORIS DENME DESDICHAS - FLUYEN OTROS TPICOS
Boris, cuando comenz a hablar, invent un lenguaje para su uso particular; sin duda oa mal las slabas y las palabras y las pronunciaba como las oa; as hacen todos los nios; pero ste abusaba realmente de su derecho alterando los vocablos de la manera ms inslita. Para decir llvenme a Tupiza, deca: "vevs a m Popiza" ; a su mam, que llevaba el cristiano, deplorable y excelente nombre de Visitacin, la llamaba Mastototon. De dnde sacara eso? Es comn confundir la l con la r, aun en la composicin tipogrfica, y se cita la voz de mando de un general espaol que dijo en cierto momento de alarma: "Sordados alas almas!" Pero nadie como Boris ha confundido jams la r con la d. As, como no gustaba dar contestaciones negativas directas, por no parecerle eso bien, cuando estaba comiendo algo y uno de sus hermanos le peda una parte contestaba: "est cdudo, est amadgo" por no_ contestar: "no

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quiedo dadte". Para decir: plenme este durazno, deca "a pal a mi agga". Agga provena de manzana y manzana o agga llamaba l a toda fruta, como llaman papa los nios y sus cuidadores a todo alimento. Quin habra sospechado que despus iba a ser tan minucioso pada pdonunciad integda cada slaba! Ntese que es mucho ms difcil decir cdudo que crudo y amadgo que amargo. Por cierto que no admita verbos irregulares, comenzando por rechazar los auxiliares; del verbo tener, por ejemplo, sacaba : teno, tones, tepe...; pero se encontraba con dificultades a veces insuperables, para aplicar su reforma a muchos verbos de su vocabulario; los inventaba tambin con frecuencia, sacndolos de los nombres propios o de donde le daba la gana; felipear era hablar, tratar., estar con Felipe; broyer, verbo novsimo, que resulta ser francs y significa reducir un objeto a pequeos fragmentos, quera decir para l, trepar araando, como los gatos. En fin, para entender lo que deca Boris durante los primeros ensayos de su incipiente lenguaje, se necesitaba adivinarlo.

ARMONA DE LAS PALABRAS EN LAS IDEAS DE LAS COSAS


El ms lejano recuerdo que tena de su propia existencia, se refiere a la poca en que poda tener a lo ms cinco aos, y a un episodio cmico y doloroso de su infancia. La ms viva imagen de ese recuerdo es aquella en que se ve a si mismo llorando junto a una puerta pintada de verde, reventando con sus dedos las ampollas de la pintura mal hecha, y observando, sin dejar de llorar, que debajo de la capa verde haba una roja. En los mayores dolores, ya se sabe, la mente se complace en coleccionar trivialidades. Boris, no poda estar ms afligido y sin embargo, su cerebro anotaba las puerilidades de su trabajo mecnico. t Y por qu estaba afligido y porqu lloraba? Su padre tena minas en Choroma (buscar Choroma en el mapa), pasaba all toda la semana y venta a Tupiza el domingo 'por la maana, a caballo, trayendo siempre en las alforjas, a ms de muestras de minerales y otros objetos, algo para el chico: frutas, capias, dulces o algn juguete (Boris era un tanto mimado en la familia). El da del episodio, apenas se desmont su padre, Boris se acerc al caballo que era amigo suyo, abraz su cabeza inclinada, sinti aquel olor de sudor normal que l llamaba olor a viaje, y concluidas sus caricias al noble animal, pregunt a su padre qu le haba trado.

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-Qu te he de traer,. criatura - le respondi -, desdichas! -Magnfico - pens para sus adentros -, nunca me ha trado eso-. Y va saboreando de antemano el gusto del manjar, se hizo el distrado por no parecer ansioso. Pero despus de haber pasado un tiempo razonable, sin que su padre se preocupara de darle el regalo, se dirigi a las alforjas, revolvi todo en ellas, y no encontr ni seas de desdichas. An tuvo paciencia y supuso que su padre las haba sacado : se le hizo presente varias veces, intilmente, y cansado de esperar, interpel -Dnde estn las desdichas?" Su padre lo mir entre triste y burln y no le contest. Entonces, con los fueros que le daba su derecho de nio comenz esta letana, llorando : -Denme desdichas; quiedo desdichas; dnde estn las desdichas? Todos se rean y l se irritaba y gritaba cada vez ms : "denme desdichas". Vino el cura Rendn, su padrino, y l tambin se puso a rer; pero convencido de la sinceridad de la afliccin del nio, hizo cuanto pudo por distraerlo. Le dio una moneda, le prometi llevarlo a pasear a caballo y por fin, visto lo intil de su empeo, trat de saber lo que l entenda por desdichas. -Qu son pues? - le pregunt. -Son unas cosas Iadgas y negdas. (Otra risa). -Son juguetes o cosas de comer o de ponerse -De comed - contest irritado. (La hilaridad continuaba.) -Frutas, entonces? -No son fdutas. -Y, qu son? -Unas cosas negdas, asadas, que hace todos los jueves la negda Madia. Desdichas asadas!... ya entonces la diversin no tuvo limites, y se marc por una estrepitosa algazara. Boris lastimado por la burla sangrienta, sali al patio para ocultar su derrota y fue a parar junto a la puerta verde. Rotas todas las ampollas, se consol reflexionando en la falta de entendimiento de su padre, de su madre, de sus hermanos, de su padrino el cura y del resto de la asamblea. Tena razn, pues era fcil caer en la cuenta, despus de tantos detalles de que desdichas deba ser algo de comer, de nombre parecido, el de salchichas, por ejemplo, y de que Boris llamaba salchichas a las morcillas; por donde morcillas y desdichas eran para l la misma cosa. No habiendo en Tupiza dos sujetos del mismo nombre, crea que el nombre propio era exclusivo y comparticipable e intrnsecamente encarnado en lo ntimo de cada individuo. As, haba una Brgida frutera, una Mara empanadera, un Florencio herrero, un Tadeo sastre, picado de

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viruelas, etc., etc., y Boris crea que Tadeo significaba tetado, sastre y nico en la tierra con tales cualidades; y lo anlogo respecto a los nombres de Brgida, Mara y Florencia. Para colmo viva en aquellos tiempos unas vieja blanca, flaca, llamada Aurelia Evia de Pando, que habitaba una casa a cuyo patio daba sombra un enorme sauce; por tanto, doa Aurelia encarnaba la idea de vejez, de blancura ajada y de sauce grande. Fue siempre extraa y. poderosa en su mente la influencia del sonido de las palabras y la tendencia a sustituir la sustancia por su acci- dente. A lo dicho sobre Tadeo y compaa, deber aadirse que cada persona, cada objeto, cada suceso, cada poca, cada entidad concreta o abstracta tuvo para l un color, un sonido, un gusto, un olor, una forma, una semejanza; de tal manera que la idea del objeto y la suscitada, ocupaban en su cerebro el mismo rango. El nombre Diego representaba un pan de jabn ordinario, de forma cbica. El de Eusebio daba la idea de una vela de sebo gruesa. Francisco quera decir un hombre maduro, vestido con traje gris. Rodrguez un pedazo de queso con vetas verdosas. (Nota: Don Francisco Rodrguez era un pulpero de Tupiza y venda queso ms o menos viejo y deteriorado; usaba una ropa gris eterna.) Tucumn, color naranja; Buenos Aires, ncar; Crdoba, morado; Salta, verde; La Rioja, caf; Mendoza, color pizarra; Jujuy, amarillo... y no haba quien le quitara tales ideas de la cabeza. Inmediatamente que oa un nombre saltaba una figura, un color, un ruido u otra sensacin que eran respectivamente el alter ego de la persona o cosa designada. Los lunes eran color de hoja de lata algo empaada. Los martes verdes como cipreses, quin podra dudarlo? Los mircoles de un amarillo brillante. Los jueves tambin amarillos, pero a modo de yema d2 huevo. Los viernes verde claro. Los sbados plomo gris, parecido al cielo en da nublado. Lees domingos color rojo, no muy vivo. Los meses no tenan colores definidos, pero l en la paleta de sus impresiones era incapaz de equivocarse el tinte del mes de, abril con el d 2 agosto. No haba, pues en el idioma palabra cuyo sentido ignorara, pues a todas cuantas oa les daba una representacin conocida. As, rezar era un acto color plomo, porque don Jos Snchez Reza tena un sombrero alto de chinchilla de ese color. Materia.: un lquido algo espeso amarillento, (humor, supuracin, materia). Moral: un objeto de cobre (morado).

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Honor: un tumor, una hinchazn. Criterio: un gato baruno, arisco (aqu el vinculo se pierde, en un abismo insondable). A esto se aadan las concepciones ms extravagantes sobre las cosas que ya conoca. Por ejemplo, para hacer un libro, segn l, solo se requera poner un nmero mayor o menor de palabras, todas diferentes, una tras de otra; el mrito de la obra estaba en relacin con la cantidad de stas. Para hacer otro libro se necesitaba otra coleccin. La idea de que los libros contuvieran frases o dijeran algo, no se le vino jams a la mente. Extraa falta de sentido comn, inexplicable, pues no se concibe tales aberraciones ante las evidencias de cada momento.

ASTRONOMA - METEOROLOGA LIGERA RESEA DEL CIELO, DEL INFIERNO y DE SUS HABITANTES
Cuando vea salir la luna detrs de los cerros deseaba subirlos para tomarla con sus manos a su paso por las cumbres, y si estaba ya un poco elevada, presuma que don Lorenzo Sastre (el hombre ms alto de la comarca) armado de una caa y parado en la cima, podra voltearla de un caazo. Todos los nios han tenido, es de creerse, ante un espectculo anlogo, la misma idea. Parecidas sensaciones le sugeran las nubes flotantes sobre las montaas, como capullo de algodn si eran blancas, o como vellones de lana negra, si eran oscuras. En ambos casos, don Lorenzo Sastre, su candidato perpetuo para las grandes empresas, poda, con un rastrillo, traerse a casa una buena provisin de lana o de algodn. Los relmpagos eran rayas hechas por un gigante con un tizn encendido; los truenos, el fragor de cueros secos, arrastrados por las escabrosidades de los cielos. La tierra era plana, salvo algunas rugosidades como las montaas y quebradas, y estaba cubierta de una bveda de tules, densa por trechos y salpicada de pedacitos de vidrio ms o menos brillantes. Tras de esa tapa de sopera, en el punto central, estaban Dios, la Divina Providencia, los ngeles, entre ellos el de la guarda, los Arcngeles, los Serafines, Santa Ana, la Virgen Mara y su digno esposo, Jesucristo, San Pedro y otros personajes celestiales. Debajo de la tierra haba otra semiesfera. hueca, negra, llena de humo, soldada a esta por sus bordes, en cuyo fondo estaba el infierno, donde vivan el Diablo y comparsa. En los lmites del disco o plano

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terrestre, arriba y abajo, moraban los fantasmas, los aparecidos, los duendes, las brujas, las hadas, los encantadores y los gigantes que hacan los relmpes. La suposicin de que la tierra era un disco entre dos tapas de sopera, no iba tan desea. minada, dadas las creencias que alguna vez tuvo la humanidad; estaba adems de acuerdo con la iglesia y con las teoras de las altas eminencias que persiguieron y encarcelaron a Galileo, cuya historia no saba Boris, a quien en este caso, no se puede por tanto acusar de plagio. Cabe bien establecer aqu que, si los contradictores de Galileo fueron injustos con l, son a su vez injustos con ellos los sabios y los hombres ilustrados de nuestros tiempos. Alguien ha dicho, creo, y con razn, que haba circunstancias atenuantes en la conducta que usaba la Iglesia contra los promotores de reformas en las creencias. Ciertamente creer que la tierra era el punto central del universo, que todo giraba alrededor de ella, que el sol era un satlite, que los planetas y las estrellas eran un simple adorno en honor del hombre, todo eso armonizaba con su orgullo, halagaba su vanidad y le induca una conciencia de su importancia, superioridad y suficiencia, que lo dejaba muy contento de s mismo. En medio de esta felicidad de amor propio satisfecho, un viejo impertinente se atreve a decirle: "1 No hay tal cosa; la tierra es un tomo imperceptible en el universo, las estrellas no han sido hechas para que usted las mire; todas las creencias de usted son hijas de su loca y presuntuosa fantasa!" Venir a quitar as, con dos o tres frases, las ilusiones de siglos y siglos, era realmente una agresin. Nadie se queda contento cuando le prueban que no es lo que l se cree, sino todo lo contrario ; natural era, pues, que los desilusionados se enojaran con Galileo y lo trataran como a loco, ateo y criminal. Dios era, en el concepto de Boris, un verdadero Padre Eterno, un anciano venerable, hermoso, con una barba larga y blanca.; estaba siempre sentado para mantener la postura propia de Su Majestad; en esto Boris caa perfectamente en lo cierto; nadie cuando piensa en Dios, se lo representa de otro modo y mentira como un bellaco, quien dijera lo contrario. Imaginrselo, por ejemplo, joven y lampio, repugna al entendimiento. Sus juicios acerca de los personajes celestiales, sern tal vez condenados por la iglesia, pero l no tena en ello culpa, pues eran el producto de una germinacin en su cerebro, cuyas funciones no poda dirigir. La Divina Providencia habitaba, como se ha dicho, el cielo; creala emparentada con el Padre Eterno, y se la representaba con la figura de una mujer de cincuenta aos, gruesa, de aspecto vulgar, cara siempre engestada, cutis blanco amarillento, con manchas rojizas, nariz chata,

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ojos anegados y cabello castao claro. La sospechaba poco bondadosa y en oyndola nombrar ya tema que se tratara de alguna mala accin; la muerte de un nio, la ruina de una familia o cosas del estilo. Rara vez se la citaba con motivo de algn suceso feliz, y cuando esto suceda, hablndose, por ejemplo, de alguien que hubiera escapado de un peligro y oa decir: "Se salv gracias a la Divina Providencia", pensaba en sus adentros: "Por fin ha hecho algo bueno la comadre". El ngel de la guarda se colocaba todas las noches a su cabecera ; l lo vea de pie vestido de tules y rasos celestes con las alas pendientes a lo largo de los flancos; joven, hermoso, pero insignificante y bobo, no haca ni deca nada, estaba ah como poda estar en otra parte. Al verlo soaba con ngeles ms divertidos, con arcngeles y serafines, bailando contradanzas en el cielo y agitando tiras de gnero recamadas de oro y plata, como las casullas y otros ornamentos de iglesia; las bandas bordadas se tendan a cierto tiempo verticalmente, temblaban un rato, bajaban, pasaban lentamente y, por fin, Boris se dorma. A Santa Ana se la representaba en concordancia con sus retratos y efigies; seora mayor, vestida pobremente, con ropas viejas y , descoloridas; flaca, apesadumbrada, mirando hacia abajo y siempre resfriada, quiz por tener la nariz larga y puntiaguda. Qu mal hacen las autoridades eclesisticas de admitir en los altares imgenes presentadas bajo formas repelentes o ridculas; santos feos y santas y vrgenes antiestticas. Loa nios toman esos adefesios como encarnaciones de las entidades que representan, los graban en su mente y conservan la impresin toda su vida; la idea primera persiste y ya jams nadie podr concebir a Dios, la Virgen, Jesucristo, los santos y los ngeles, sino segn el modelo primitivo, visto en la iglesia, lugar sagrado, respetado y fidedigno. Por eso Santa Ana era la pobre seora que Boris vea en la madre de la Divina Mara., La Virgen santsima...; haba dos vrgenes santsimas segn el testimonio incontrovertible de sus sentidos y la tradicin, de la cual tena algunas nociones. La primera se le presentaba bajo la forma de una joven bellsima, inocente, melanclica, de ojos grandes, admirados, como si no comprendiera bien 19 que pasaba ante ella ; modesta cual cuadraba a la pobreza de su familia! Jams a Boris ni a nadie se le ocurri que la dulce Mara perteneciera a la aristocracia. l la vea en las lminas, siempre humilde, cuidando a su hijo, o bien yndose a Egipto en burro, con el nio en sus brazos, tiernamente oprimido y seguida paso a paso por San Jos, un buen hombre, mediocre, que ms bien pareca su padre que su marido. La segunda, era la virgen de los altares, Nuestra Seora del Rosario, de los Milagros o de cualquier otra advocacin; esa seora mayor de

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edad, representaba una verdadera dama de Corte; al verla nadie la creera hija de la pobre Santa Ana, sus vestidos de encajes, raso, terciopelo y oro, y sus collares de perlas, rubes, esmeraldas y diamantes, realzaban su figura de noble matrona un poco anticuada, rica y ostentosa. Su manto y dems vestidos, de la cintura para abajo, tendidos por un tringulo de caas, casi equiltero, le daban la forma de un cono sobre su base, en cuyo vrtice se hubiera colocado una, corona de plata tachonada de piedras preciosas. Su antebrazo izquierdo, rgido, tieso y horizontal, sustentaba al nio Jess en equilibrio inestable; desnudo, completamente en cueros, copa tres esptulas de metal clavadas en la cabeza por todo abrigo. Bien se conoca que Nuestra Seora no tena fro bajo sus ropas abrigadas de lujosas y gruesas telas, ni aun en aquella iglesia helada. El pobre nio, si hubiera podido hablar, habra pedido una manta o que lo llevaran al Ecuador. As lo dejaban comprender sus brazos estirados y sus ojos redondos de puro abiertos. Nuestra Seora no caa en cuenta de nada; ni miraba ni acariciaba a su hijo, ni lo aproximaba a su seno como hacen todas las madres cuando no estn vestidas de baile! San Jos estaba ah, de pie, con una redondela de plata remachada en la coronilla y una vara de nardos o lirios en la mano derecha, no se sabe por qu ni para qu. San Pedro figuraba en otro altar, con las Ilaves del cielo en la mano; solo, sin su gallo, probablemente suprimido por el escultor para apartar recuerdos inoportunos. Despus de tal exameni cmo poda creer Boris que Nuestra Seora de !o altares fuera la misma suave Mara por la cual tena tan sincero afecto? Ningn testimonio poda contradecir lo que sus ojos vean, y no hubo remedio: la idea de las dos vrgenes, la una simptica y la otra as, as, se Instal en su conciencia. Otro tanto le sucedi con Jesucristo. Hubo durante varios aos dos ejemplares diferentes de Jess en su concepto. Uno, el del nio Jess, sano, gordo, recin barnizado y con los brazos extendidos. El segundo Jess, el de la leyenda; un hermoso joven esbelto que llevaba la tnica con elegancia; soador, vagabundo, desocupado, indolente, amigo de la vida meditativa, apreciador de la belleza, predicador y profeta y como tal, convencido de que deba vivir sin trabajar y a expensas de sus admiradores. Boris no poda hacer de los dos un solo hijo de Mara sin quitar a cada uno su personalidad; ni pensar que el nio gordo y lustroso pudiera convertirse en el melanclico e interesante joven de cabello largo, el de la tnica elegante. 1 Eso no poda ser!, la lgica de los dos sentidos impona dos sujetos, dado el caso: el nio sano y gordo y el filsofo ambulante, el

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mrtir de la Semana Santa despus. Aceptados los datos falsos o verdaderos, las consecuencias forzosas deban ser tomadas como realidades. No son de extraar estas cavilaciones, en un lgico de nacimiento, cuyos elementos de juicio venan del examen de las imgenes de la Iglesia, o de algn trozo de Evangelio odo en los sermones y ampliado por su imaginacin. El diablo, personaje siniestro, segn sus detractores, no le inspiraba temor; por instinto sin duda, presuma la evolucin de las ideas de otros tiempos respecto a este distinguido sujeto. En la Edad Media y antes de ella, el demonio, Lucifer, Satans, o como quiera llamrsele, era una entidad malfica, daina, cruel y repugnante, odiosa bajo todos los puntos de vista. Ahora, gracias al conocimiento de la mitologa, primero, y a los poemas, romances y piezas para teatros, cuyo tipo principal es el Fausto, Mefistfeles, nombre ms eufnico que Satans, es un caballero simptico, algo escptico, espiritual, ameno, bien educado, amable con todo el mundo, gallardo y valiente, conocedor como nadie de las flaquezas humanas y dotado de la ms alta y serena filosofa. Si lleva almas al infierno con, engaos, maleficios u otras truhaneras, no es por su cuenta, sino por orden expresa del Ser Supremo. El infierno es una sucursal del cielo, las almas rechazadas en ste, son las nicas que aqul acoge (todo el mundo lo sabe). Las teoras del cristianismo no pueden rechazar la lgica de las precedentes afirmaciones. Ms en armona con los documentos humanos, est la mitologa que haca de Jpiter y Plutn dos amigos y confidentes. ste mantena tambin cordiales relaciones con los dems dioses y ceda a sus empeos cuando le pedan la libertad de algn condenado, dejndolo salir de los infiernos. Mefistfeles, es de creerse, tendra iguales tolerancias, dado su espritu caballeresco y bien humorado a pesar de las maldades que le atribuyen. En el relleno de la cabeza de Boris haba ciertos espritus ms o menos entrometidos en las cosas de este mundo. Los fantasmas y los aparecidos, que lo aterrorizaban con lo indefenido de su forma y de su personalidad, as como las Almas que salan a dar vueltas en las noches oscuras alrededor del cementerio, con apariencias de venir a reclamar algo de los vivos. Los duendes, unos enanos con grandes sombreros y una mano de lana y otra de hierro, segn la tradicin, lo perturbaban en extremo; el detalle del contraste entre manos de estos extraos sujetos no siendo explicable, pero debiendo responder a algo muy terrible, deba tomarse muy en cuenta. Las brujas, para l, eran ms bien simpticas, pobres mujeres tan

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perseguidas por todos. Las hada: una seoras de cierta edad, vestidas ricamente, frescas todava algunas, no le gustaban. Segn la leyenda concurran al acto de nacimiento de cada nio; unas otorgaban al recin nacido un don que lo hiciera feliz, pero nunca faltaba alguna vieja resentida que pona una cortapisa para paliar o anular los dones recibidos. Ms que con el proceder de las hadas, armonizaba con sus gustos el de los encantadores, cuyos hechos se manifestaban en los cuentos conocidos del pjaro Pipao, la Bella y la Fiera y otros; pero observaba que las hadas tomaban a veces el papel de los encantadores, y no saba en ciertos casos distinguir, en materia de encantamientos, lo que era obra de varn o de mujer, si bien tena una idea por gua: si la calidad del hecho era muy mala, l lo' atribua a una hacia; si era buena o no muy mala, a in encantador, pues en esto pensaba lo que los sis vientos piensan de sus amos, es decir: que el Seor os siempre ms bueno que la Seora.

ORIGEN DEL MUNDO - LA LUNA, LA TIERRA Y SUS ENSERES


Dios haba creado el mundo de la nada, y de paso se haba creado a si mismo. Eso no lo entenda Boris, pero as estaban las cosas. Los astros, las nebulosas, las estrellas, todo ello haba sido hecho a la vez, lo mismo que el sol, la luna y la tierra. El sol era una rueda de fuego, que sala por la maana de una orilla del disco de la tierra, giraba sobre l e iba a esconderse en la orilla de enfrente; siempre conservando su tamao, ms o menos, pero cambiando de color segn el estado de la atmsfera. La luna, naca en forma de un hilo de plata encorvado, tambin en una orilla de la tierra, pasaba sobre ella y descenda al otro lado, seguida por una pequea estrella, pero su tamao variaba cada noche; creca hasta llegar i ser un crculo y mermaba hasta perderse an forma de otro hilo de plata, menos brillante en el extremo opuesto al de su nacimiento. Probablemente el sol daba vuelta por debajo de la tierra, conservando su integridad, pero la luna mora en su ocaso, cada tantos das, y otra luna naca de nuevo. Ya se ha dicho algo sobre la tierra; falta solo saber el origen de sus enseres. El de stos comprenda dos categoras ; en la primera figuraban los objetos que l haba visto fabricar o nacer del suelo; aqu entran las ropas, los sombreros, el calzado, los utensilios de barro, las mesas, las sillas y dems artefactos de carpintera, cerraduras, cerrojos y artefactos de herrera, los rboles, las flores, las frutas, las legumbres, los

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matorrales, las calabazas, melones, sandas, guisantes, trigo, maz, judas, garbanzos y los productos enterrados, como las patatas ajipas, nabos y otras especies. Todo lo que no entraba en estas colecciones deba encontrarse en otra parte ya hecho, y para obtenerlo no haba ms que ir a recogerlo del suelo o de sus capas inferiores; y eso hacan, sin duda, los tenderos, los vendedores y otros negociantes que traan todo ello a Tupiza. l no encontraba ninguna dificultad en que las cosas pasaran as. La tierra, por el mismo procedimiento con que haca flores maravillosas, rboles gigantescos, frutas sabrosas, metales en bruto y en barra, azogue (plata lquida) y aceites en las minas, como el petrleo, piedras preciosas y objetos verdaderamente maravillosos, poda hacer relojes, platos de porcelana, teteras de metal, frascos de vidrio y todo aquello que no fuera de fabricacin manual. Lo que da la nota sobre las concepciones de Boris respecto al origen de los objetos que conoca, es su idea, por dems extravagante, relativa a las cajas de sardinas, que consideraba frutas de estacin. Tal absurdo no debe provocar la risa, ni inducir a juicios contra la sanidad intelectual del muchacho, porque emana de razones bien fundadas, algunas de las cuales enumero. Primera: las cajas de sardinas no circulaban en Tupiza sino en una estacin, en Cuaresma y Semana Santa; jams, fuera de esta poca, se coma sardinas. Segunda: la cscara de las sardinas era metlica y dura; stas se hallaban acomodadas en el interior en buen orden. Pero haba tambin otros productos de cscara dura : las nueces, las avellanas, las almendras, las granadas, los cocos; y otros de cscara blanda (lo que solo implica una diferencia de grado), tales como los guisantes, lentejas, las habas, etctera. Tercera: las cajas de sardinas blancas y brillantes contenan piezas blancas y brillantes cubiertas de un envoltorio de la misma especie, seguramente metlico. En esto las sardinas no se diferenciaban de las nueces, almendras, avellanas, etc., que tambin tiene una cubierta interna (hollejo) de un color anlogo al de la cscara. Cuarta: cmo poda la naturaleza encerrarlas en las cajas cuando no se vea rendija alguna por la cual se hubiera podido introducirlas? La objecin es seria, pero tambin lo es esta otra. Cmo puede la naturaleza encerrar en algunas frutas, carozos, semillas, pulpas, secciones geomtricas, tabiques de divisin, como en los cascos de naranja y figuras de variadas formas y consistencia sin que el envoltorio exterior de estos productos muestre seal de haber estado abierto y haber sido cerrado? Confisese, pues, que si la existencia de las sardinas dentro de sus cajas no se entiende, tampoco se entiende la del contenido interior de las frutas, de los cucurbitceos y de las vainas con granos.

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Quinta: los rboles nacan de entre las piedras, de entre las peas, de entre los trozos de minerales, a veces, lo que no les impeda florecer y dar frutas. Las flores eran olorosas, las frutas sabrosas y perfumadas; la forma de las primeras era de un arte exquisito, la de las segundas variadsima e inexplicable; y nadie negar que hacer una flor del aire, una orqudea, de cien mil pensamientos todos diferentes, variedad infinita de crisantemos, dalias, rosas, claveles. todo ello del ms artstico dibujo, de olor y colorido diferentes, es mucho ms difcil que hacer una caja de sardinas. Por otra parte se presenta una cuestin de equidad: las peas, las rocas, las piedras, los trozos de metal, dejaban brotar de su seno rboles y arbustos, por qu los rboles y matorrales no daran a su vez piedras, rocas y metales? Nadie haba demostrado a Boris la imposibilidad de que una planta diera productos metlicos : todos los sabios de la tierra no son tampoco capaces de probar la Imposibilidad de tal fenmeno! Y, por ltimo, sabia acaso Boris que la hoja de lata era metal? No vemos nacer minerales de la boca de un elefante, sus colmillos? dientes duros, de las encas de los animales : cuernos, uas y pelo de partes blandas del organismo? Pues explicarse todo esto es tan difcil como admitir la posibilidad de que los vegetales y la tierra produzcan vasijas minerales, llenas de comestibles y por tanto cajas de sardinas! Boris queda justificado.

ESPECIE RARA DE MATERIALISMO


Entrando a su edad madura Boris a habrselas con el mundo, fue convicto y confeso de materialista : mientras tanto lo hemos visto tan idealista que solamente lo quimrico era lo real para l. (Estas pginas estn llenas de anacronismos; se incurre en ellos porque a veces un hecho mental, como se indica en la advertencia puesta al principio del volumen, viene a ser confirmado por una idea de actualidad. Boris escribi a larga distancia de su infancia, el relato de la corta vida y de la temprana muerte de un nio. Lo escribi para probar a los mentecatos que sabia sentir : ellos lo ignoraban.) El cuento publicado fue decisivo: nadie pudo leerlo sin llorar ; y lo peor del caso es que el mismo autor, al corregir sus pginas dejaba caer en ella gruesas lgrimas, el nio imaginario se haba vuelto real en su conciencia; lo vea, lo quera, lo festejaba, lo compadeca, y cuando recordaba que lo haba muerto en el relato de pura invencin, lo miraba y vea que le hacia reproches con su cara angelical y triste desde el cielo, por su extrema crueldad ; lo cual le sugera el intento de escribir otro en

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que el nio continuase viviendo. Pero si no le hubiera muerto no habra hecho llorar a los que tan errneamente lo juzgaban.

ANTICIPO A CUENTA DE SENTIMIENTOS


La sensibilidad ms exquisita y el espritu de proteccin a los dbiles y la cortesa, fueron la caracterstica de su constitucin psquica. En Tupiza recoga, a orillas del ro, las piedrecitas ms chicas, aquellas que haban tomado la forma de almendras o de lentejas a consecuencia del frote reciproco en los torrentes porque le daban lstima; las consideraba indefensas y las crea ateridas de fro en las noches de invierno, pero su piedad no poda amparar a todas y era por eso deficiente y parcial, pues l slo recoga las muy bonitas (ya desde entonces tena predileccin por la belleza). Una vez, encontr en la calle un precioso ratoncito, lo tom, lo llev a su casa, le hizo una casilla de barro en el patio, lo aloj en ella, y le puso queso y agua para su alimento durante la noche. Al da siguiente, cuando fue a verlo, encontr la casilla vaca y con un agujero en la puerta... se fue el primer ejemplo de ingratitud que se le present. Despus, cuntos de cientos de ratoncitos ha encontrado en el mundo! Criaba conejos. Un domingo su mam, pus hermanas y hermanos se fueron a misa; l, aunque muy religioso, no fue por estar enfermo; tenia un panadizo muy doloroso en un dedo del pie y apenas poda caminar, no solo por el dolor, sino por una especie de almohada con que se lo haban colchado. Los conejos comenzaron a gritar por falta de alimento y l a desesperarse y a llorar al orlos; su madre no volva; los chillidos no cesaban y le traspasaban el alma. En un momento dado ya no pudo ms : sali a la calle con su almohada en el pie y se fue a rogar al panadero (no haba sino uno) algn socorro por el amor de Dios. El panadero, buen padre de familia, a pesar de creer que los irracionales no sufran, le dio unos cuantos puados de afrecho; y todo entr en su quicio. Entre tanto observ, a travs de sus edades, que jams sociedad de beneficencia humana en apuros, ni club poltico alguno falto de fondos, le haba causado igual, ni mayor impresin que el hambre de la comunidad de sus conejos, recuerdo ms penoso para l, que el de la historia leda o contada de las miserias de lejanos pueblos, por la ruina de sus sementeras. Un da Boris callejeando vio pasar un perro, tom una piedra y se la arroj: nunca pudo saber por qu; la piedra dio al pobre animal en la

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cabeza y parece que fue en un punto sumamente sensible, porque el perro aullando y gritando lastimeramente, sali a todo escape. Boris se qued yerto, la conciencia de su crimen lo espant; l, tan compasivo siempre, haba lastimado a un pobre animal que no le haba hecho nada, en virtud de ese sentimiento de ferocidad que todos los hombres tienen, pero que en l era una anomala. Desde ese momento no tuvo paz consigo mismo y, da y noche, vea el perro huyendo y oa sus gritos estridentes. No pudiendo al fin de cierto tiempo dominar sus remordimientos, decidi confesarse. Busc entre los pecados mortales si figuraba el de apedrear perros; no encontr tal prohibicin, pero deba estar involucrada en cualquier otro pecado capital. Faltaba an que salvar otra dificultad. Con quin se confesaba? Con su padrino el cura Rendn? No. Con el padre Aronis? S; a l le tena menos vergenza. E hizo en esta circunstancia, lo mismo que las ms puras almas cristianas de damas encumbradas, cuando eligen sus confesores entre los ms tolerantes y menos relacionados. Fue, pues, a lo del padre Aronis, y le dijo a boca d: jarro: -Vengo a confesarme. -T? Y de qu vienes a confesarte? -He apedreado a un perro. -Has hecho muy mal, pero, en fin, no es para tanto. -S es, porque el perro se ha ido aullando y gritando. -Bien, no lo vuelvas a hacer. -No lo volver a hacer, pero eso es poco; yo quiero una penitencia. -Qu penitencia, muchacho? No hay para ello ! -S, debe haber ;porque yo s que es un pecado. -Bueno; reza tres padres nuestros. -Bah ; los rezo todos los das sin penitencia. -Dale con la porfa! -Le har decir una misa a San Roque. -Eso nunca hace mal. -Y cmo se la hago decir? No tengo con qu pagarla. -Yo te la dir de balde, nio. -Entonces, no es penitencia. -Peste con el lgico! Vete de aqu, yo te dir la misa y hazte devoto de San Roque. -Si pudiera curarle la herida que tiene en la pierna? -Cmo se la vas a curar si ya se ha muerto?... Boris sali de la casa del Padre algo ms consolado, pero el grito del perro y la visin de su fuga le quedaron : fueron para l una obsesin. Boris viva constantemente afligido por las desgracias de los animales. Cierta seora tena una tienda que comunicaba por una de sus puertas con un cuarto de la casa habitada por la familia de Boris. La seora se fue a hacer no s qu maldito negocio fuera de Tupiza y dej

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su perro encerrado en la tienda, el que comenz a aullar apenas parti su ama y no ces en una semana. Sus lamentos, en los ltimos das, eran ya casi imperceptibles: el perro se mora! Imagnese cualquiera el suplicio impuesto a la familia y las torturas de Boris que revolvi todo el pueblo para ver cmo se poda sacar el perro o darle algo que comer; pero nadie quiso tomar sobre s la responsabilidad de penetrar en la tienda cuya puerta no tena una sola rendija por la cual se pudiera echar leche a lo menos. Durante el tiempo del cautiverio del perro, Boris no comi ni durmi a gusto. La vieja inocentemente cruel lleg al fin; se sac al perro ya moribundo y se le atendi con buen xito. Aos ms tarde, en un pueblecito de la provincia de Jujuy llamado Yav, en una de sus ambulancias por las orillas, en compaa de un muchacho callejero, gran perseguidor de nidos, entr conducido por l, a un terreno baldo encerrado en un cerco de piedra. Aqu hay muchos nidos -dijo el muchacho-; el otro da tap uno de rabia por no poderlo sacar; estaba muy hondo; voy a ver si lo encuentro. Busc un rato, dio con el sitio, retir una piedra del hueco y se vio detrs de ella un pajarito, parado, muerto, ya seco.., tena la cabeza cada y los ojos abiertos. Boris reconstruy en su mente, ante el tristsimo espectculo, la tragedia que ocurri en el nido; vio los pichones con sus picos abiertos en escuadra, piando, murindose de' hambre, y a la madre yendo y viniendo de sus polluelos a la puerta del nido cerrado; calcul sus angustias, su desesperacin ante ese terrible conflicto, su padecimiento, sintindose ella misma desfallecer; su resignacin, en fin, al situarse en la puerta y morir de pie i como ningn hroe lo ha hecho hasta ahora! ... Ech una mirada de clera y de reproche al muchacho, bandido cruel, destituido de todo sentimiento humano, que le pareci un monstruo horrible y, sin decir palabra, huy de su lado corriendo y llorando, para no verlo ms. La escena del pajarito, con todos sus detalles, qued grabada en la memoria de Boris para siempre, junto con las otras anlogas. Jams pudo ver crueldades y cien veces expuso su vida por evitarlas o reprimirlas, sin tener en cuenta su posicin, a veces encumbrada, para habrselas con el ms ruin de los plebeyos, en defensa de un nio, de un caballo, de un ser dbil cualquiera a quien vea maltratar. El abuso de la autoridad o de la fuerza le pareca odioso. As detestaba a los patrones que trataban mal a sus sirvientes. En cuanto a su cortesa, slo puedo decir que era muy singular. Crea que a un extrao nada poda negrsele, con tal que fuera posible concedrselo; y si no se poda, que se deba a lo menos explicarle la negativa con muy buenas razones. No se sabe de dnde sac semejante regla, que fue para l origen de muchos disgustos.

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SITUACIN ECONMICA DE LA FAMILIA. TRISTES REMINISCENCIAS VENTA DE JUGUETES EL PADRE. DON DIEGO. LA MADRE. DOA VISITACIN, LAS HERMANAS Y LOS HERMANOS DE BORIS
Incurriendo, como de costumbre ya anunciada. en anacronismos, contar, tomando una poca dada, las penurias por que pasaba la familia de Boris. Su padre estaba emigrado de Tupiza por haberse metido en una revolucin contra el gobierno legal de Bolivia. Su familia, compuesta de la madre y sus ocho hijos, qued sin recursos. Un seor muy generoso le prest una casa para que la habitaran gratuitamente; pero eso no bastaba, la familia tena que vivir, y viva a favor de donativos o prstamos que les hacan ese seor, su hermano, el cura Rendn - padrino de Boris - y otras gentes buenas del pueblo. No obstante, lleg un da en que estos recursos tocaron a su fin y entonces fue necesario recurrir a una operacin financiera dolorosa. Ya he dicho que Boris era un nio precioso y muy simptico : por esta razn todos los amigos de la casa le regalaban, en pocas dadas, juguetes, cortaplumas, instrumentos de carpintera, arte al cual era muy afecto, y objetos varios de plata fina, filigranas y otros dijes de valor. Pues bien, en ese da doa Visitacin, madre de Boris, lo llam a su cuarto, y pintndole la situacin, le pidi consentimiento para vender los objetos de plata que posea. Boris llor mucho, se lament, reuni sus dijes, se desprendi de ellos muy tiernamente y autoriz la venta, con cuyo precio la familia pudo vivir ocho das. Esta fue la primera ddiva de consideracin que hizo en su vida. Despus ellas no cuentan, pero s cuenta la gran cantidad de desagradecidos que hizo y que contina haciendo, como es muy natural, pues la cualidad ineludible de todo ser humano, es el desagradecimiento. En otra ocasin probar la razn fundamental de esta conducta. Don Diego, era oriundo de Inglaterra; su padre fue llamado a la Argentina .para fundar la contabilidad del Banco Oficial, en el cual estableci llevar los libros por partida doble, introduciendo esta reforma en la contabilidad. Don Diego a la edad conveniente, entr en la milicia y sirvi en los ejrcitos levantados por el partido unitario. Despus de varias batallas en que mostr su bravura, se vio obligado a emigrar a Bolivia, adonde llev a su mujer, y no recuerdo si a alguno de

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sus hijos. Lleg a Tupiza, donde se estableci como comerciante, abri una tienda que prosper rpidamente y la familia alcanz una situacin modesta, pero eficiente. En esto fue atacado de la fiebre de las minas; liquid su tienda, adquiri un mineral y se puso a trabajar en l, con cierto xito al principio sola. mente. Despus los rendimientos disminuyeron y ello continu as hasta que don Diego emigr de Tupiza, y de ah en adelante no se supo ms de las minas ni de nada. Don Diego era un hombre muy inteligente, instruido, lleno de humor, escritor elegante, narrador insuperable; era bondadoso y sumamente sensible; bien constituido, casi atltico y de una fuerza poderosa; lindo hombre, blanco, ojos azules, tiernos y suaves. En la sien izquierda tena unas manchas de plvora, resultantes de un fogonazo que recibiera en una batalla. Boris, excepto las manchas de plvora, era una miniatura de su padre. Una vez dijo: "Conozco que me parezco a mi pap porque, cuando me ro siento que se me arrugan los ojos". Don Diego no encontr galante la referencia. Sus originalidades y sus ancdotas corran de boca en boca, y se contaba de l, bajo el nombre de "cosas de don Diego", originalidades realmente extraordinarias. Ejemplos: cuando estuvo en el ejrcito organiz en su regimiento una sociedad llamada de "Tteres", de cual l 'fue el primer maestro o director. Los afiliados deban obedecer a un signo del maestro y ejecutar, en cualquier situacin en que se hallaran, movimientos ri- dculos, cual si fueran tteres, a una seal de don Diego que consista en mover la mano derecha como si tirara de un cordel. El lector calcular los incidentes cmicos y grotescos que se producan y la serie de arrestos y castigos impuestos por los superiores a los afiliados que parecan burlarse de ellos. Esta misma asociacin estableci Boris en el colegio con idnticos resultados desastrosos. Los afiliados, aun cuando estuvieran en presencia de nias o seoras, se ponan a hacerles morisquetas que eran tomadas como burlas sangrientas. Cierto da iba por la calle con un amigo, delante caminaba un sacerdote, muy amigo de l tambin. Don Diego dirigindose a su compaero le dijo: -A que me hago saltar por el padre. -A que no - respondi el otro. E inmediatamente don Diego corri adelante, puso las manos en los hombros del sacerdote y lo salt. El padre furioso .corri tras l y don Diego, ponindose en cuatro pies, lo oblig a saltarle, so pena de dar contra l, y, gan la apuesta. Una vez, emigrado en La Paz, se aloj en compaa de un seor llamado Madero, en una casa en la cual le dieron a cada uno un cuarto.

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Comenzaba a tomar el sueo el seor Madero, cuando oy un ruido en su puerta, encendi su vela, y vio a don Diego que entraba con su colchn a cuestas y le pidi alojamiento por aquella noche, pues no poda dormir solo. Don Diego tena miedo a las almas, singular contraste en un hombre que haba dormido en campos de batalla llenos de cadveres. Se recuerda tambin los terrores que ras cuando muri Moroo. Moroo era viejito, chiquito, flacuchin, insignificante; su alma deba estar en proporcin de su cuerpo, y sin embargo don Diego le tena ms miedo que a una legin de demonios. Otra aventura: Suipacha, sitio en que tuvo lugar la batalla, de su nombre y clebre por esto, era una aldea no muy distante de Tupiza. Sus campos circunvecinos producan mucho maz y don Diego necesitando alimentar a sus peones, fue a buscar maz a Suipacha. Lleg en una noche de luna, que en aquella comarca alumbra poderosamente. La aldea era tristsima, desolada, pareca inhabitada, y traa el recuerdo, a quien lo tuviera, de una poblacin rabe en el centro de un desierto montaoso. Ni una luz se vea en las calles ni en las casas, cuya sombra aumentaba el melanclico sosiego. Don Diego fue a aojarse a casa del cura, su amigo, donde le dieron un gran saln por dormitorio. El prroco, durante la cena, cometi la imprudencia de contar que en el saln indicado haba muerto haca poco su hermana. Don Diego, espantado, demor lo ms posible el momento de recogerse, pero no era posible pasar la noche en vela. Por fin se fue a su cuarto y para contar con un recurso de escape, dej entreabierta la puerta; la luna invada la habitacin; don Diego, cansado, no tard en conciliar el sueo, pero en cierto momento se record sobresaltado. Senta hacia los pies el peso de un cuerpo que se mova y masticaba, que lo hel de espanto; pero como el objeto aquel no era agresivo, cobr coraje, sac una mano con la cual se aventur a explorar el sitio con grandes precauciones, toc unas astas, y al descender la mano, unas barbas. Astas, barbas! se dijo, no puede ser sino el diablo, y sin ms ni ms se levant de la cama, sali al patio en camisa dando gritos, mientras oa el zapateo del diablo que corra tras de l. La cocinera del cura se asom a la ventana, y al ver a don Diego en paos menores y corriendo, seguido de un chivato familiar, se explic el episodio y le grit -No se asuste, don Diego, es el chivato! En otra -ocasin, en Salta, un enemigo del gobernador hablaba incendios de ste. Don Diego, al orle decir que aun cuando haba sido su amigo ntimo no volvera a poner los pies en su casa, le record este refrn : "nadie puede decir de esta agua no beber", y como el opositor insista, acto continuo lo levant en sus brazos, sali de la casa, atraves la calle, entr a la del gobernador que estaba enfrente, y lo deposit en medio del saln. Pobre don Diego, muri en Buenos Aires, a consecuencia de una infeccin .tomada en los esteros del Paraguay durante la guerra.

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Doa Visitacin haba nacido en Tucumn y perteneca a una familia distinguida de origen espaol. Haba sido muy linda en su juventud y en su edad madura, y aun en su vejez conservaba rasgos de belleza. Educada a la antigua, era sumamente religiosa e inconmovible en sus principios; en materia de educacin, crea en las ventajas de una gran severidad en que toda falta deba ser castigada con rigor, en que una madre tolerante era criminal, y aun cuando quera mucho a sus hijos y se sacrificaba por ellos, no les escatimaba rigores y castigos. Boris la llamaba, a escondidas, "el tirano". Toda su vida fue un verdadero martirio, por la escasez de recursos, por las penurias que ocasionaban las enfermedades de sus hijos, y por mil otras causas que es intil referir. Era inteligente, amena en su conversacin y hasta irnica, pero inaccesible al humor, del cual no entenda una palabra, y desconoca, por tanto, a su marido, cuyo carcter era esencialmente humorstico. Pocas personas saben lo que es humor, y las que lo entienden a medias, lo desdean. El humor es, sin embargo, una alta calidad del espritu. Alguien ha dicho: "Es necesario que tras de l haya algo que le d solidez y brillo; implica un espritu sano, capaz, penetrado de gravedad. Hay siempre un tinte de filosofa; hay tristeza, profundidad y pasin en los ms grandes humoristas". Los nicos aos de felicidad relativa que tuvo, fueron aquellos que pas en Salta, despus que sus hijas se casaron y que sus hijos fueron colocados ms o menos bien ; y esa relativa felicidad de que gozaba era debida al pobre Boris, quien desde que pudo ganar algn dinero, le mandaba socorros que se convirtieron al fin en una modesta pensin, a la cual se aada la del gobierno. Con ello y con los regalos de Boris, la seora lo pasaba bastante bien y satisfaca sus aficiones religiosas, traspasando a la Virgen cuanto vestido le mandaba Boris, lo cual no impeda que ste fuera debidamente calumniado en Buenos Aires, donde segn pblica opinin, era un hecho que su madre se mora de hambre en las provincias, mientras l viva en la abundancia. "Si no, por qu no la trae P", se decan las gentes. Qu brutos! Si Boris hubiera llevado su madre a Buenos Aires, habra hecho de ella la mujer ms infeliz de la tierra, provinciana y habituada a vivir a su modo, ser, transportada a la capital, en donde todo el mundo encontrara ridculos sus hbitos, sus modos, y hasta sus trajes por ms de moda que fueran... calclese los disgustos que semejante desaprobacin pblica le traera! En cambio ella viva en su casita, cerca de una iglesia, donde oa todas las misas que le daban la gana, se confesaba dos veces, por semana, para poder reincidir en sus murmuraciones; rezaba a San Vicente y a Santa Brbara, de quienes era devota, ocupaba poco espacio en el mundo y conserv hasta su ultimo momento la completa tranquilidad de alma y de conciencia.

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Las hermanas de Boris eran tres : Mara, Cristina y Vicente (ya se sabe que doa Visitacin era devota de Santa Brbara y de San Vicente de Paul, y spase que su hijita Vicente, si se llamaba as, era porque doa Visitacin no se atrevi a llamarla Brbara, aun a riesgo de provocar varias tempestades). Las dos mayores eran muy lindas y lo parecan an ms en Tupiza, donde no abundaban las gentes blancas y de origen extico. Marta era de tipo francs, heredado de su abuela paterna; Cristina pareca una inglesa nacida en el centro de Londres. La educacin que reciban en Tupiza era buena, pero insuficiente, como se comprender. El cura Rendn, quien tendr su. prrafo aparte, viendo que de la inteligencia de estas jvenes algo podra sacarse, llev su generosidad hasta el punto de costearles el viaje a Chuquisaca y su colocacin en un colegio religioso, durante un ao o ms. Doa Visitacin consinti en el viaje por razones que se suponen, a pesar del dolor de la separacin. Cuando volvieron a Tupiza ya saban las pobres chicas todo lo que se ensea en los colegios de nias, principalmente labores, y eran eximias en materias de rezos; nadie rezaba mejor que ellas. Su aptitud para el' bordado de seda en colores les proporcion varios encargos de ropas ricas, que les procuraba alguna ganancia. Ninguna de ellas era feliz, porque sus pensamientos y sentimientos salvaban los lmites de Tupiza. Mara era morbosamente impresionable y sufra verdaderos accidentes cuando su madre, en vez de reconocer el origen de sus padecimientos, la reprenda severamente por tenerlos. Tuvo cuantos pretendientes inservibles pasaron por el pueblo, pero se cas en Salta con un seor muy digno de ocupar un lugar distinguido en los infiernos; la hizo muy desgraciada, y fue tal vez la causa de su muerte. Mara era muy cariosa con todos sus hermanos, y particularmente con Boris. Este recuerda aun el llanto desesperado que caus a su hermana la orden terminante del Tirano de cortarle el pelo rubio, largo, enrulado, so pretexto de la dificultad de peinarlo. -Yo lo peinar todos los das - deca, y suplicaba el retiro de la orden. No obstante, la abundante masa de cabellos cay al suelo. Nunca olvidarn sus hermanitos el gran recurso de diversin que ella les proporcionaba. Era gran lectora de novelas y tena una excelente memoria; y en las noches de invierno, fras, cuando los nios estaban alrededor del brasero, ella les contaba, con una fidelidad insuperable, la novela que lea. El conde de Monte Cristo, Los misterios de Pars, RobRoy, El castillo de Woodstock, etc etc., dndoles as las primeras nociones de literatura, avivando sus sentimientos y endulzndoles la vida. Sus hermanitos la adoraban. Cristina era una muchacha alta, rubia, de grandes ojos negros, y

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facciones correctsimas, muy elegante; ms que afecto su persona inspiraba admiracin. Era muy ocurrente e irnica ; reservada, pareca que guardaba sus sentimientos como un tesoro difcil de alcanzar. Boris recuerda muchos de sus dichos y la impresin que revelaban. Muy afecta a los perfumes, amaba sobre todo el oler de la tierra recin mojada; echaba un jarro de agua a una pared de adobe y al sentir el olor que de ella desprenda exclamaba : "Para qu es la vida!" En cierta ocasin paseaba en los alrededores del pueblo con una familia y con un ingls que la quera con pasin. Una vaca pas corriendo junto a ellos, Cristina huy del sitio, llena de espanto; el ingls le pregunt despus si haba huido de temor, y ella le contest -"No, de vergenza!"... El ingls dijo: Oh!, muy perplejo. En otra circunstancia entregndole una receta a un sirviente, al preguntarle ste si deba llevarla a la botica, repuso: -No, a la carnicera. Cuando la familia fue a Yav, hallbase all emigrado de Salta un distinguido abogado; lindo hombre, elocuente orador, polemista, sumamente exaltado. La pasin en todo era la regla de su carcter, se enamor de Cristina, y Cristina, la altiva, sintiendo el influjo de la figura varonil y de ese temple enrgico, acept sus homenajes y se cas con l. Cristina no fue feliz al lado de un hombre tan violento, aunque bueno para ella; muri dejando dos hijas que heredaron su belleza y el carcter de su padre, pero invertido, pues eran de una dulzura encantadora. La fuerza del destino! Quin le haba de decir al marido de Cristina que en los ltimos das de su vida iba a ser asistido por el nio que apenas conoci! En efecto, cuando estall la fiebre amarilla en Buenos Aires, all por el ao 18..., Boris era ya mdico y gozaba de muy buena, reputacin. Fue a ver a su cuado, que contrajo la enfermedad, lo asisti durante dos das; l, a su vez, cay enfermo gravsimo, y cuando recobr la salud, pregunt; por su enfermo y supo que haba muerto. Vicenta. -Todos la llamaban Vicentita. Era un ngel, segn la idea que tengo de los ngeles, excepto en la belleza fsica. Pero como los ngeles no tiene cuerpo... La naturaleza le haba dado todas las cualidades, excepto esa ; sus hermanos para referirse a ella, decan: "la fea, la fiera" (fiera en el lenguaje usual significaba fea). Qu crueldad con una inocente criatura, modelo de bondad y de admirables sentimientos; solo la falta de intencin de sus hermanos poda disculpar esa inconsciente maldad. La pobrecita, cuando as se la denotaba, nada deca, pero sus ojos se llenaban de lgrimas, senta la herida y se iba a llorar donde nadie la viera. Era delgada, flacuchina, pareca un nio endeble bajo sus pobres vestidos que envolvan en apariencia un cuerpo de mujer. Pero esa frgil

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estructura encerraba un alma llena de sutil inteligencia, delicadeza, abnegacin y extrahumanas virtudes. Cuando su mam para consolarla le ofreca un vestido nuevo: "Para qu - deca -,yo me voy a morir pronto". Su modo de hablar revelaba su originalidad, usaba las frmulas de retrica sin saberlo, su inteligencia vivsima saltaba de un hecho concreto a una concepcin deducida, sin pasar por los preliminares, por intuicin. Pona nombres que implicaban vida a los objetos, por poco que se prestaran a una aproximacin a los seres vivientes. Un da dijo a su mam: - Sabes que voy a casar a Pina con el soldado? -Por qu, mi hijita? Porque es muy perezosa y necesita tener quien la proteja cuando yo me muera. Pina era una mueca de trapo y el soldado un mueco de madera vestido con chaqueta azul y pantaln colorado. 1 Pobrecita, siempre pensando en morirse! Esa obsesin tal vez era la causa de sus frecuentes tristezas y de su indiferencia por todo lo que otras criaturas ambicionan. No tena nada que valiera algo. Sus muecas eran baratas, su costurerito una canastilla ordinaria ; nada, nada, excepto un par de aritos de oro, regalo de su mam cuando la nia tena seis aos. Uno de esos aritos est en poder de Boris en calidad de reliquia. Como era muy servicial, por ayudar a la cocinera en cierta ocasin, cort una papa (patata) y, al abrirla, vio que haba partido un gusano, y espantada por la idea de haber cometido un crimen solt la papa, diciendo: "Dios mo, Dios mo, perdname este gusano", y corriendo y llorando fue a contar el suceso a su mam. -Bueno, mi hijita, no llores; lo has hecho sin intencin y Dios te ha perdonado. Con esto qued contenta y sali del cuarto; pero volvi al rato muy preocupada. Qu tienes?-le pregunt su mam. -Mam, no tengo ya ningn pecado y cuando vaya a confesarme... - Oh ! falta mucho para eso; pero cuando vayas le dices al padre... -S, ya s, le digo: "Padre mo, acsome padre, que no tengo ningn pecado". -Eso es. Su memoria era sorprendente, recordaba cuanto lea, recitaba el catecismo de principio a fin textualmente, y lo analizaba con aquella lgica implacable de los nios. Un da dijo a doa Visitacin: -Mam, yo no voy a ir al cielo ni voy a ver a Dios. -Por qu, mi hijita? -Por lo de las bienaventuranzas. -Qu dicen las bienaventuranzas? -Dicen : bienaventurados los pobres de es pritu porque de ellos es el reino de los cielos; bienaventurados los limpios del corazn porque ellos vern a Dios, y nada de las mujeres!

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-Lo mismo es, hija. -Tambin, mam, ya ves, todos los ngeles y serafines del cielo son puros hombres. Doa Visitacin, puesta al pie del muro, no supo qu contestar a esto, pues no se atrevi a insinuar que haba tambin ngeles y serafines en el cielo. Estas observaciones en boca de una nia, no se explican, pero el lector debe estar seguro de la estricta verdad de cuanto refiero. Los asuntos religiosos le ocupaban mucho, y sus preguntas sobre ellos ponan a prueba la erudicin de doa Visitacin. He aqu una de ellas para concluir con el tema -Mam, la Divina Providencia es hermana de Dios? -No, mi hijita. -La mujer, entonces? -No hija; la Divina Providencia es la bondad de Dios para dar a todos lo que necesitan. -Ah... Andando los tiempos lleg un da en que la nia se sinti cansada, decada y afiebrada; hacia la tarde anduvo acostndose a ratos desde temprano, almorz sin gana y se meti en su camita sin comer. Al da siguiente se levant bien, segn dijo, pero pasadas las horas de la maana, comenz el malestar y la fiebre; ech sangre por la nariz, tuvo escalofros y fue a la cama cuando el sol estaba an sobre el horizonte. Ea noche durmi recordndose a cada instante y soando disparates. Cuando fue la hora de levantarse se sinti fatigada y pidi que la dejaran dormir. Pas mal la noche, delirando a ratos; a la maana se repiti la hemorragia y la enfermita apenas poda moverse; en el vientre hinchado por gases y en el pecho, aparecieron unas manchas rojas (petequias). Se mand llamar al mdico, quien despus de un largo examen diagnostic fiebre tifoidea. Orden se trasladara a la nia a otra casa, para evitar el contagio a sus hermanos. Una amiga de doa Visitacin ofreci su casa, por la ventaja de estar vecina, y Vicentita, ya muy grave, fue instalada en un saln fro, bien ventilado y con buena luz. La orden de separacin se cumpli, menos en lo referente a Boris, quien declar que si no le dejaban asistir a su hermanita se arrojara a la Poza Verde. Y as fue que apenas se mova de su lado durante el da. Y mientras la dulce criatura tramitaba los ltimos restos de su vida, l pasaba su tiempo en contemplarla, besarla y acariciarla, y cuando ella dormitaba, l sin poderlo remediar se distraa examinando los detlles de la pieza; las rinconeras de sus ngulos llenas de santos y vrgenes, su techo de vigas y listones de color oscuro, sus sillas ordinarias y escasas en fila contra los muros blanqueados con cal, su faja de florecillas rojas y azules a lo largo de las paredes y sobre la altura del respaldo de las sillas, la gran ventana y, por una imagen de yeso con cara indiferente,

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sin expresin,. aptica y fea, colocada cerca de la cama de la enfermita, y que a Boris le pareci de mal agero. La cabeza de Vicentita era un volcn, a pesar de habrsele cortado el cabello. Su frente quemaba. Boris, en su instinto mdico, propuso que se le pusiera barro fro en la cabeza; eso le quitara ms calor que las compresas de agua helada, pensaba. Pero su receta no fue aceptada. Las horas pasaban sin marcar el menor alivio. Solo una vez la enfermita, haciendo un esfuerzo por mostrarse animada, pidi sus muecas; les hizo carios, acost a Pina a su laso; ms luego, fatigada, no se ocup ni aun de ella y cerr los ojos.. Boris se puso a llorar y empapando su pauelo en agua fra, humedeci los labios secos y ardientes de su hermana, para poder besarlos sin lastimarla. Todo iba de mal en peor. Vicentita deliraba. De repente, saliendo de un sopor se incorporaba y gritaba: -Lleven esos animales, que me dan miedo. -Pero no hay aqu animales, mi hijita - le deca su mam. -S - replicaba -; ratones, sapos, araas, gusanos, yo los veo. Y rendida por el esfuerzo ejecutado, caa sobre su almohada. Veinte horas despus perdi el conocimiento y a la tarde, hora del crepsculo, su respiracin anhelosa volvise difcil en extremo, estertorosa; era un ronquido continuo... -Por qu hace as? -pregunt Boris a su madre. -Porque est muy dormida - respondi sta, y aadi despus de una pausa--: mejor es no despertarla ; vete a casa y maana vienes temprano... -Bueno, mam. Boris no durmi esa noche ; se levant temprano y fue a montar su guardia. Al entrar en el aposento vio en l caras extraas ; algo nuevo haba ocurrido. Sin averiguarlo, apurado por ver a su hermanita, se acerc a ella y antes de enterarse de su estado le dio un beso en la frente; mas no bien sus labios la tocaron, se alz bruscamente, mir un momento el rostro de la nia, ech atrs la cabeza, y cay pesadamente a los pies de la cama... Muchos das despus de la catstrofe, cuando disminuy su pena, sus remordimientos continuaron hacindolo sufrir. -Por qu no le he dado todos mis juguetes?- se preguntaba a si mismo- Por qu no le daba la mitad de mi pan y la fruta que a m me regalaban? Por qu la mortifiqu alguna vez? Porque no la acariciaba y la consolaba, ni le mostraba el cario que le tena, sin saberlo yo mismo? Lo que ms le angustiaba era la imposibilidad de hacerle saber a su hermanita estos profundos pesares y arrepentimientos. -No me oye, no me oir nunca -deca-, ni conocer jams mi espantosa amargura. i Todo se acab para siempre! La verdad es que Boris, desde la -muerte de Vicentita, cambi en mucha parte la ndole de sus conceptos; su fe religiosa desapareci y con

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ella su aplicacin a los sucesos de la vida. Dios, si exista, era un ser mal intencionado y cruel; la Divina Providencia, una vieja bruja perversa, y el ngel de la Guarda, un tonto intil. Estas ideas atenuadas y reducidas a trminos racionales, subsisten en Boris; sus opiniones se amoldan a una irona festiva que no hiere, con la cual oculta o disfraza sus sentimientos ingnitamente bondadosos. No tiene ninguna de las ideas llamadas absolutas, ni cree en la estabilidad de las virtudes humanas. Los hermanos se llamaban Toms, Gregorio, Patricio y Alberto. Toms, como todos los miembros de su familia, tena instintos mdicos, y aunque colocado como dependiente en una casa de comercio, estudiaba, en cuanto libro le caa a la mano, cosas de medicina, principalmente de farmacia, de la cual se sirvi para establecer una especie de botica, con gran beneficio del pblico y suyo. Se caso a su tiempo, form una familia, como cualquier hijo de vecino, en la cual ningn acontecimiento extraordinario sucedi jams, a no ser la muerte de su jefe, ocurrido en la hora que marc el destino ,Gregorio era muy inteligente, pero algo extravagante e inclinado a abusar de su fuerza. Boris recuerda que lo despoj de una frazada una noche de mucho fro, en virtud de este aforismo que l llamaba lema chileno : "Por la razn o la fuerza". Fue a vivir un tiempo con su padrino, cuya casa era de altos y naturalmente con balcones a la calle. La nica ocupacin y diversin del ahijado era pararse de cabeza en una perilla de la baranda, lo que sacaba de quicio a su padrino y a la digna consorte de ste. No puedo dejar de mano esta casa sin estimar una de sus cualidades. Ya he dicho que Boris marcaba cada situacin de su vida con alguna sonata, aire conocido o armona, por tanto debo decir que persiste en su odo el arrullo melanclico y suave de dos palomitas silvestres que cuidaba el matrimonio sin hijos que la habitaba. Boris no recuerda ninguna otra peculiaridad de Gregorio ni su vida, a no ser que se caso en Salta; tuvo una regular familia de varones y mujeres y vivi, no s como, hasta que Boris, ministro de Instruccin Pblica, le dio un puesto en el laboratorio de qumica de esa ciudad, donde, a consecuencia de la explosin de una ampolla que contena cidos, se quemo la cara y recibi grave dao en los ojos. Al morirse, aos ms tarde, Boris naturalmente tuvo que asignar una pensin, que an contina, a la familia, olvidando el asunto de la frazada. Patricio era erudito, principalmente en historia, haragn, perezoso; habase inventado una enfermedad del corazn . para pasarlo bien y disculpar su ociosidad ; era pintor decorador y paisajista de aficin, y pintaba rboles que parecan animales y animales que parecan rboles. Tena un aspecto doctoral. En Salta fue profesor de un Instituto del cual

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Tini y otros relatos

Eduardo Wilde

sali a consecuencia de su terrible enfermedad del corazn. Se fue a Catamarca. All se caso, se meti en poltica, llego a ser elegido diputado por aquella provincia, pero el Congreso rechazo su diploma, por no s qu causa. Boris lo hizo empleado de correos primero, despus administrador en un pueblito, situacin que dejo por su consuetudinaria y admirable desidia. Naturalmente, ahora vive con una pensin de Boris y su enfermedad sigue. Alfredo era inteligentsimo, lleno de aptitudes para aprovechar, ninguna de ellas, al menos con cierta persistencia. Fue militar, estuvo en la guerra del Paraguay, donde hizo buena figura. Era burln y tenaz en sus bromas, lo cual le procur serios disgustos. Este no tuvo pensin pero dej, al morir, un hijo que la tiene. Boris es el hombre de las pensiones!

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