Un Mundo para Todos Dividido Roberto Sosa
Un Mundo para Todos Dividido Roberto Sosa
Un Mundo para Todos Dividido Roberto Sosa
Roberto Sosa
Primera parte
Proximidad
A Luis Jimnez Martos y Miguel ngel Ruiz Matute
Llego. Caen mis llaves. Vuelvo. Estoy lejano ahora, tan lejano. Digo en voz baja el nombre de un ser querido lleno de la debilidad de una paloma en reposo, y tiemblo. Sufro porque no puedo multiplicar los panes; por lo vivido y por lo que no escribo, profundamente sufro. Se divide mi altura. Mido el tamao de los empellones, el tiempo del agua acobardada y mi propia cada. Llego. Y regreso siempre en dos pedazos.
Lmite
Estoy enfermo. Mi yo no es sino un bulto abandonado en un lugar con flores de doble filo. Me arrastro como puedo entre hombres y mujeres de sonrisa perfecta condicionada al cambio de las monedas falsas. Me sobrevuelan crculos concntricos de sombras con brillo de navajas que me escarban el fondo, y nada digo. Estoy enfermo, claro, muy enfermo, todos estn enfermos en la ciudad que habito. Anda drogado y sucio el odio por las calles y sufre oscuramente de fro en la cabeza. Lejos est el amor. Muy lejos de estos crueles edificios.
Arte espacial
Llevo conmigo un abatido bho. En los escombros levant mi casa. Dije mi pensamiento a hombres de imgenes impdicas. En la extensin me inclino hecho paisaje, y siento, vuelta msica, la sombra de una amante sepultada. Dentro de m se abre el espacio de un mundo para todos dividido. Estos versos. devuelven lo que ya he recibido: un mar de fondo, las curvas del anzuelo, el coletazo de un pez ahogado en sangre, los feroces silbidos. enterrados, la forma que adopt la cuchillada, el terror congelado entre mis dedos. Comprendo que la rosa no cabe en la escritura. En una cuerda bailo hasta el amanecer temiendo cada instante la breve meloda de un tropiezo.
La batalla oscura
He vuelto. El casero se desploma y flota su nombre solamente. Beso la tarde como quien besa una mujer dormida. Los amigos se acercan con un rumor de infancia en cada frase. Las muchachas pronuncian mi nombre y yo admiro sus bocas con animal ternura. Levanto una piedra como quien alza un ramo sin otro afn que la amistad segura. La realidad sonre tal vez porque algo he inventado en esta historia. He vuelto, es cierto, pero nadie me mira ni me habla, y si lo hacen, escucho una batalla de palabras oscuras entre dientes. (Las brasas del hogar amplan los rincones y doran las tijeras del da que se cierra). Un esfuerzo violceo contiene mi garganta.
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Dibujo a pulso
A como d lugar pudren al hombre en vida, le dibujan a pulso las amplias palideces de los asesinados y lo encierran en el infinito. Por eso he decidido dulcemente mortalmente construir con todas mis canciones un puente interminable hacia la dignidad, para que pasen, uno por uno, los hombres humillados de la Tierra.
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Segunda parte
Aire-Fuego-Agua-Tierra
Alguien extiende la asfixia. Alguien planea las descomunales mordeduras que dejan los incendios. Alguien gobierna el sumergido mecanismo del ahogo y las refinadas aproximaciones de las calaveras, y esa visin subterrnea del hombre, nos deja un hilillo gris en la comisura izquierda de los labios. Alguien grita (en nombre de millones de seres humanos) soterrado hasta resquebrajar el espesor de las lluviosas paredes crepusculares, y nadie lo oye.
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La muerte otra
Ellos, los enemigos nuestros de cada da, vendrn inesperadamente. Tres veces llamarn con firmes golpes. Tengo el presentimiento del eco duplicado de sus pasos calmados. (Pesan en el ambiente las desgracias, olfateadas por los perros del barrio, empujados al fondo, llenos de agua los ojos). Son ellos, los enviados que se abren brutalmente, los desiguales distribuidores de la muerte inventada que pasan en silencio, y que un da vendrn. Mi mujer extraar los arcos de mis nervios y mis hijos se inquietarn, enmudecidos, por la idea de la humedad, y por la suerte de las aves soledosas paradas en los vrtices.
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La hora baja
Eran los aos primeros. Cruzbamos entonces la existencia entre lineales zumbidos, difuntos calumniados y ros poseedores de mrgenes secretas. ramos los vagabundos hermanos de los canes sin dueo, cazadores de insectos, jurados enemigos de torpes implacables policas; guerreros inmortales de la mitologa no distinguamos un ala del cuerpo de una nia. Dando vueltas y cambios crecimos duramente. De nosotros se levantaron los jueces de dos caras; los perseguidores de cien ojos, veloces en la bruma y alegres consumidores de distancias; los delatores fciles; los verdugos sedientos de prpura; los falsos testigos creadores de la grfica del humo; los pacientes hacedores de nocturnos cuchillos.
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Algunos dijeron: es el destino que nos fue asignado, y huyeron dejando la noche enterrada. Otros prefirieron encerrarse entre cuatro paredes sin principio ni fin. Pero todos nosotros a cierta hora recorremos la callejuela de nuestro pasado de donde volvemos con los cabellos tintos en sangre.
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no acostumbrada al corazn, que puede convertirse de este modo en una suerte de Esfinge sin enigmas. Y as creemos vivir aproximndonos a lo perfecto. En realidad slo lo que hace el hombre por enaltecer al hombre es trascendente. La yerba cortada por los campesinos es igual a una constelacin. Una constelacin es igual a una piedra preciosa, pero el cansancio de los campesinos que cortaron la yerba es superior al universo. Demostrar los hechos mezclados con las lentitudes de un fuego que no conocemos, y quemar incienso a las buenas [gentes, ayuda a vivir, ayuda a bien morir.
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El vrtice ms alto
No ensearemos a las nuevas generaciones que la Luna es una dama de boca casi adolescente. No edificaremos nuestra casa sobre la arena, porque las lluvias y el mpetu del viento, explican los textos antiguos, la desplomarn; de igual manera desconfiaremos de las palabras de los falsificadores del sentir popular, porque sus cantos de sirena nos conducirn a un dominio pleno de incesantes cuerdas mortales. No fabricaremos placer con el terror que sufre el payaso a causa de las dificultades que para l representa subir al vrtice ms alto del circo, porque la palidez que mal oculta el maquillaje de su cara, quiz signifique el precio de la sonrisa de su hijo menor. En pblico y en privado repudiaremos la amistad de los demonios y la delicadeza de sus emisarios y cabestros.
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No nos baaremos jams en las aguas de la injusticia, ni cambiaremos la libertad por los disfraces luminosos y la superficie sin fin de la calma que el oro promete. Seremos impenetrablemente claros como los dolos de la venganza. Por todo ello heredaremos el traje de un mendigo, cuyo valor ninguno podr pagar transcurridos muchsimos aos.
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Tercera parte
(que adivino enemigas) procedentes de los bajos fondos en donde la poesa se acuesta a dormir y se levanta sumamente plida, y en donde el contacto con una hoja del nido de una vbora puede matar.
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(fabricantes de marcas) adictos a las bebidas de colores sanguneos y expertos infalibles en ddalos polticos y en las vacilaciones y matices de la nube de la transfiguracin de la Banca. Con los bultos de lluvia cados tambin se paralizaron los viajes y se ensordecieron los instrumentos msicos.
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reclinada en su lecho de rosas, la sfilis, con aire digno, silba su montona y dulzona y antigua cancin. Las iluminaciones superpuestas del teatro bifronte, los tenebrosos homosexuales que flotan en dos aguas y los seoritos con aspecto de floreros; el caf y las visitas intelectuales con un clavel de sospecha en la solapa; la roja fotografa del bebedor y una cola infantil que mueve al llanto, rechiflan sus comedias . por el ojo insistente de una llave.
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Esta edicin para internet de Un mundo para todos dividido, de Roberto Sosa, se termin en la Ciudad de Mxico en septiembre de 2009. En su composicin se utilizaron tipos de la familia Optima.