El documento describe la primera sesión de terapia entre el psiquiatra Conklin y su nuevo paciente Michael Briggs, un constructor de 45 años viudo que quiere hablar sobre su hijo de 7 años Jeremy y está preocupado por su psique.
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El documento describe la primera sesión de terapia entre el psiquiatra Conklin y su nuevo paciente Michael Briggs, un constructor de 45 años viudo que quiere hablar sobre su hijo de 7 años Jeremy y está preocupado por su psique.
El documento describe la primera sesión de terapia entre el psiquiatra Conklin y su nuevo paciente Michael Briggs, un constructor de 45 años viudo que quiere hablar sobre su hijo de 7 años Jeremy y está preocupado por su psique.
El documento describe la primera sesión de terapia entre el psiquiatra Conklin y su nuevo paciente Michael Briggs, un constructor de 45 años viudo que quiere hablar sobre su hijo de 7 años Jeremy y está preocupado por su psique.
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Cerraduras.
Por Stephen King
(El siguiente fragmento es un indito e incompleto relato corto) El primer y repentino juicio de Conklin fue que este hombre, Michael Briggs, no era la clase de persona que normalmente solicitara ayuda psiquitrica. Iba vestido con unos pantalones negros de pana1 (sic), una pulcra camisa azul y una chaqueta deportiva que combinaba ms o menos con ambas prendas. Su pelo era largo, casi hasta los hombros. Su cara estaba bronceada. Sus largas manos estaban agrietadas, con costras en algunos lugares y cuando la alz sobre el escritorio para estrechrsela, sinti la aspereza de sus callos. Hola, Sr. Briggs. Hola Briggs dibuj una enfermiza y cmoda sonrisa. Sus ojos recorrieron la habitacin y se centraron en el sof, todo en una sola ojeada. Conklin haba visto a ese hombre antes, pero no lo asociaba con alguien que hubiera estado en su terapia anteriormente. Ellos saban que el sof estara all. Este Briggs de manos desgastadas estaba buscando el smbolo ms conocido de aquella profesin... el que vean en las pelculas y series de televisin. Es usted empleado de la construccin? pregunt Conklin. S Briggs se sent atentamente frente al escritorio. Quiere hablarme de su hijo? S. Jeremy. S. Hubo un pequeo silencio. Conklin, que usaba el silencio como una herramienta, estaba obviamente menos incmodo que Briggs. La Sra. Adrian, su enfermera y recepcionista, recogi la llamada cinco das antes, y dijo que Briggs pareca sonado... un hombre que se controlaba, dijo, pero por muy poco. La especialidad de Conklin no era sicologa infantil y su agenda estaba atestada, pero la evaluacin del formulario mecanografiado de Nancy Adrian sobre aquel hombre que tena ahora enfrente lo haba intrigado. Michael Briggs tenan cuarenta y cinco aos, un empleado de la construccin que viva en Lovinger, Nueva York, una localidad a 40 millas de la ciudad de Nueva York. Era viudo. l quera hablar con Conklin sobre su hijo, Jeremy, que tena siete aos. Nancy le haba prometido que le devolveran la llamada al final del da. Dgale que llame a Milton Abrams de Albany haba dicho Conklin, deslizndole a Nancy el formulario sobre el escritorio. Podra aconsejarle que lo viera en una cita y despus decidiera al respecto? pregunt (sic) Nancy Adrian. Conklin la mir, luego se apoy sobre el respaldo de la silla y sac su paquete de tabaco. Cada maana lo llenaba exactamente con diez Winston 100s al salir de casa., y no fumaba nada ms hasta el da siguiente. No era tan bueno como dejarlo, eso lo saba; solo era la nica tregua que haba podido alcanzar. Ahora estaban al final del da no ms pacientes, en cualquier caso y se mereca un cigarrillo. Y la reaccin de Nancy hacia Briggs lo intrigaba. Sugerencias como aquellas no eran odas normalmente... pero eran raras. Y las intuiciones de la mujer eran buenas. Por qu? pregunt, prendiendo el cigarrillo. Bueno, le suger que visitara a Milton Abrams (vive cerca de Briggs, y le gustan los nios), pero Briggs ya lo conoca un poco. Trabaj en un equipo de construccin que construy una piscina en la casa de campo de Abrams hace dos aos. l dijo que lo visitara si usted an lo recomendaba despus de or lo que tena que decirle. l quera contrselo a un total desconocido antes primero y obtener una opinin. l dijo Se lo contara a un sacerdote si fuera catlico. Uhm.
Courderoy en el original.
l dijo, quiero saber qu le pasar a mi hijo... si soy por m o qu Sonaba agresivo
en esto, pero tambin sonaba muy, muy asustado. El nio tiene... Siete aos. Y usted quiere que lo vea. Ella se encogi de hombros, luego sonri. Tena cuarenta y cinco aos, pero cuando sonrea pareca que todava tena veinte. Sonaba... concreto. Como si pudiera contar una historia clara y sin sombras. Fenmenos, no efmeros. Expngame todo lo que quiera... todava no voy a subirle el sueldo. Ella arrug la nariz, y luego sonri. A su modo, l quera a Nancy Adrian (sic). Una vez, tomando unas copas, la llam la Della Street de la Psiquiatra, y ella casi le pega. l valoraba su perspicacia, y ahora estaba ah, clara y simple: l sonaba como un hombre que piensa que hay algo estropeado en la psique de su hijo. Y ha llamado a la oficina de un psiquiatra neoyorquino. Un caro psiquiatra neoyorquino. Y pareca muy asustado. Est bien. Suficiente aplast el cigarrillo, no sin pesar . Ctelo la semana que viene, el Martes o el Mircoles, a las cuatro en punto. Y ah estaban, Mircoles por la tarde, no a las cuatro en punto, pero s a las 4:03 exactamente... y ah estaba el Sr. Briggs sentado delante de l con sus desgastadas manos entrelazadas en el regazo y mirando preocupadamente a Conklin.