El Saqueo de Couffignal

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El saqueo de Couffignal

[The Gutting Of Couffignal, THE BLACK MASK, diciembre 1925]


La isla de Couffignal, de bordes afilados, no es una isla muy grande, y no est muy
alejada de la pennsula con la que est unida por un puente de madera. Su costa
occidental es un acantilado alto y recto que rompe bruscamente sobre la Baha de San
Pablo. Desde lo alto de este acantilado la isla se desliza hacia el este, hasta una suave
playa pedregosa donde penetra de nuevo en el mar; en esta parte hay embarcaderos, un
club y numerosas embarcaciones de placer amarradas.
La calle principal de Couffignal, paralela a la playa, tiene los usuales Banco, hotel,
cine y comercios. Pero se distingue de la mayora de las calles de su tamao en que est
mejor arreglada y conservada. Hay rboles verde esmeralda. Los edificios se parecen
mucho entre s, como si hubieran sido diseados por el mismo arquitecto, y en los
comercios podran encontrarse artculos de calidad que competiran con los de los
mejores comercios de la ciudad.
Las calles laterales alineadas entre filas de limpios chalets prximos al pie de la
pendiente se transformaban en caminos cercados a medida que se acercaban al
acantilado. Cuanto ms se alejaban estos caminos ms altas y ms grandes se volvan
las casas. Los propietarios de estas casas ms altas eran los propietarios y gobernantes
de la isla. La mayora de ellos eran viejos caballeros adinerados, que con lo que haban
ganado en su juventud, ahora invertido en negocios asegurados, se haban introducido
en la colonia de la isla para emplear lo que les quedaba de vida en el cuidado de sus
hgados y en mejorar su golf entre los de su clase. Slo toleraban a los comerciantes,
trabajadores y gente por el estilo, necesarios para que estuvieran perfectamente
servidos.
Esto era Couffignal.
Era algo despus de la medianoche. Yo estaba sentado en una habitacin del
segundo piso de la casa ms grande de Couffignal, rodeado de regalos de boda cuyo
valor ascenda a una suma comprendida entre los cincuenta y los cien mil dlares.
De todos los trabajos que tiene que hacer un detective privado (excepto el trabajo de
divorcio, del que no se ocupa la Agencia de Detectives "Continental"), el de las bodas es
de los que menos me gustan. Usualmente me las arreglo para no hacerlos, pero esta vez
no haba podido solucionarlo. Dick Foley, que haba sido encargado de este trabajo,
tena un ojo negro a consecuencia de un puetazo que le haba dado un carterista el da
anterior. Esto excluy a Dick y me incluy a m. Haba venido a Couffignal un
recorrido de dos horas en ferry y coche aquella maana, desde San Francisco, y
regresara la prxima.
Este no era mejor ni peor que los asuntos usuales de las bodas. La ceremonia se
haba desarrollado en una pequea iglesia de piedra al pie de la colina. Luego la casa
haba empezado a llenarse con los huspedes de la recepcin. Estuvo repleta hasta el
momento que los novios partieron para tomar el tren del Este.
La sociedad haba estado bien representada. Haba un almirante y uno o dos condes
ingleses; un ex presidente de una repblica sudamericana; un barn dans; una
princesa rusa, alta y joven, rodeada de ttulos inferiores, incluyendo un general ruso,
bajo, gordo, jovial y de barba negra, quien me haba hablado durante una hora entera de
boxeo, deporte en el que estaba muy interesado pero del que saba menos de lo que era
posible esperar; un embajador de uno de los pases de Europa Central; un miembro del

tribunal supremo; y un montn de gente cuya prominencia o semiprominencia no


llevaba rtulo.
En teora, se supone que un polica que debe proteger los regalos de boda no debe
distinguirse de los otros invitados. Pero en la prctica, nunca se trabaja en estas
condiciones. Tiene que pasar la mayor parte del tiempo en medio del botn, con lo que
se lo reconoce fcilmente. Aparte de eso, entre los invitados reconoc a ocho o diez
personas que haban sido clientes de la Agencia, y que por esa razn me conocan. Sin
embargo, el ser conocido no significa tanto como se puede pensar, y todo transcurri
tranquilamente.
Un par de amigos del novio, excitados por el alcohol y por la necesidad de mantener
su reputacin de graciosos, haban tratado de sacar subrepticiamente algunos de los
regalos de la habitacin para ocultarlos en el piano. Pero yo me esperaba la broma
familiar y la imped antes de que pudiera causarle problema a alguien.
Algo despus de oscurecer, el viento empez a arrastrar sobre la baha negros
nubarrones que presagiaban una inmediata lluvia. Los invitados que vivan lejos,
especialmente los que tenan que atravesar el mar, se apresuraron a regresar a sus casas.
Los que permanecan en la isla se quedaron hasta que empezaron a caer las primeras
gotas. Entonces se marcharon.
La casa de Hendrixson qued en reposo. Los msicos y los sirvientes especiales se
marcharon. Los criados de la casa empezaron a desaparecer en direccin a sus
dormitorios. Encontr un par de sandwiches, unos libros y un confortable silln, y me
los llev hasta la habitacin de los regalos, ahora ocultos bajo sbanas grisceas.
Keith Hendrixson, el abuelo de la novia que era hurfana asom la cabeza a
travs de la puerta.
Tiene todo lo que necesita? pregunt
S, gracias.
Me dio las buenas noches y se fue a la cama. Era un viejo alto y delgado como un
muchacho.
El viento y la lluvia eran intensos cuando baj para echar el ltimo vistazo a las
puertas y ventanas. En el primer piso todo estaba bien cerrado y seguro, lo mismo que
en el stano. Sub de nuevo.
Acercando mi silln a una lmpara de pie, puse los sandwiches, los libros, el
cenicero, la pistola y la linterna en una pequea mesa de al lado. Entonces apagu las
otras luces, encend mi cigarrillo, me sent, apoy mi espalda cmodamente contra el
respaldo del silln, tom uno de los libros y me prepar a pasar la noche.
El libro se llamaba El lord del mar, y trataba de un hombre fuerte, spero y violento
llamado Hogarth, cuyo plan ms modesto era el de apoderarse del mundo. Haba
complots y contracomplots, raptos, asesinatos, fugas de crceles, falsificaciones y robos,
diamantes ms grandes que puos y fortalezas flotantes ms grandes que Couffignal.
Aqu parece descabellado, pero en el libro era tan real como una moneda de diez
centavos.
Hogarth todava le daba fuerte cuando las luces se apagaron.
En la oscuridad, apagu mi cigarrillo aplastndolo contra un sandwich. Dejando el
libro, agarr la pistola y la linterna y me levant de la silla.
Escuchar los ruidos no da ningn resultado. La tormenta haca cientos de ruidos. Lo
que yo necesitaba saber era porqu se haban apagado las luces. Todas las otras luces de
la casa estaban apagadas desde haca tiempo, as que la oscuridad del vestbulo no me
deca nada.
Esper. Mi trabajo consista en vigilar los regalos. Nadie los haba tocado todava.
No haba por qu ponerse nervioso.

Los minutos pasaron: quiz diez.


El suelo se movi bajo mis pies. Las ventanas retumbaron con una violencia ms
intensa que la de la tormenta. El sordo estallido de una explosin anul el ruido del
viento y del agua al caer. La detonacin no haba sido prxima, pero tampoco lo
suficientemente lejana como para que no hubiera tenido lugar en la isla.
Acercndome a la ventana, y escrutando a travs de los vidrios hmedos, no pude
ver nada. Debera haber visto unas pocas luces mortecinas all abajo, alejadas de la
colina. Esas luces no se vean. En Couffignal estaba todo apagado, no slo en la casa de
Hendrixson.
Eso estaba mejor. La tormenta poda haber sido la causa del apagn general, quiz
podra haber sido la causa de la explosin.
Mirando a travs de la negra ventana tuve la impresin de que haba una gran
excitacin all abajo, una sensacin de movimiento en la noche. Pero todo estaba
demasiado alejado de m para que pudiera ver u or algo aun en el caso de que hubiera
luz, y era muy difcil precisar qu se mova. La impresin era fuerte, pero no serva para
nada. No me llevaba a ninguna parte. Me dije que estaba empezando a ver visiones, y
me retir de la ventana. Otra sacudida me hizo volver de nuevo. Esta explosin se oy
ms prxima que la primera, quiz porque fuera ms fuerte. Mirando de nuevo a travs
de la ventana, no pude ver nada todava. Y an tena la impresin de que abajo haba
cosas que se movan mucho.
Pies desnudos sonaron en el vestbulo. O una voz que me llamaba ansiosamente.
Retirndome de nuevo de la ventana guard mi pistola y encend la linterna. Keith
Hendrixson, en pijama y bata, pareca ms delgado que nunca cuando entr en la
habitacin.
Es un... ?
No creo que sea un terremoto dije, porque es la primera calamidad en que
piensa un californiano. Hace un momento que se han apagado las luces. Hubo un par
de explosiones debajo de la colina desde que...
Me detuve. Haban sonado tres disparos muy seguidos. Disparos de rifle, pero de
esa clase que slo los rifles ms pesados pueden hacer. Luego, agudas y pequeas en la
tormenta, se escucharon detonaciones de pistola.
Qu es eso? pregunt Hendrixson.
Son disparos.
Se oyeron ms pisadas en los vestbulos, algunas de pies descalzos, otras de
calzados. Voces excitadas murmuraban preguntas y exclamaciones. El mayordomo, un
hombre solemne y slido, parcialmente vestido y llevando un candelabro de cinco
brazos, entr.
Muy bien, Brophy le dijo Hendrixson al mayordomo cuando puso el
candelabro sobre la mesa al lado de mi sandwich. Ha tratado de averiguar lo que
pasa?
Lo he intentado, seor. El telfono parece que no funciona, seor. Puedo enviar
a Oliver al pueblo?
No. No me parece que sea nada importante. Cree que es algo serio? me
pregunt.
Le dije que no me pareca, pero es que prestaba ms atencin al exterior que a l.
Haba odo algo parecido a un grito lejano de mujer y una detonacin de arma corta.
El rumor de la tormenta ahog estos disparos, pero cuando el fuego de ms calibre que
habamos odo antes empez de nuevo, se oa muy claramente.
Si hubiramos abierto la ventana habran entrado enormes cantidades de agua sin
que hubiramos odo mejor. Me qued con el odo pegado a la ventana, tratando de

llegar a una conclusin sobre lo que estaba sucediendo all abajo.


Otro ruido distrajo mi atencin de la ventana: el timbre de la puerta. Se oy alto y
persistente.
Hendrixson me mir. Yo asent.
Mira quien es, Brophy dijo.
El mayordomo baj solemnemente, y volvi todava ms solemne.
La princesa Zhukovski anunci.
La princesa entr corriendo en la habitacin. Era la alta muchacha rusa que yo haba
visto en la fiesta. Sus ojos estaban oscuros y abiertos por la excitacin. Su cara estaba
muy blanca y muy mojada. El agua caa a chorros al final de su impermeable azul, cuya
capucha cubra sus cabellos oscuros.
Oh, seor Hendrixson! La princesa haba tomado una de sus manos entre las
suyas. Su voz, sin ningn acento extranjero, era la voz de alguien que est excitado por
una sorpresa maravillosa. El Banco ha sido robado, y el... cmo lo llaman ustedes?,
el jefe de polica ha sido muerto!
Cmo? exclam el viejo, saltando torpemente, porque un chorro de agua del
impermeable haba cado sobre su pie desnudo. Weegan muerto? Y el Banco
robado?
S! No es horrible? dijo ella como si estuviera diciendo "maravilloso".
Cuando la primera explosin nos despert, el general envi a Ignati para averiguar lo
que pasaba, y lleg abajo en el momento preciso para ver cmo volaba el Banco.
Escuche!
Escuchamos, y omos el salvaje estallido de un fuego graneado.
Eso ser la llegada general! dijo. Se divertir mucho. Tan pronto como
Ignati volvi con esas noticias el general arm a todos los varones de la casa, desde
Alejandro Sergyeevich hasta Ivn el cocinero, y se los llev ms contento que nunca
desde que condujo su divisin al este de Prusia en 1914.
Y la duquesa? pregunt Hendrixson.
El general abandon la casa estando yo, por supuesto, y me escap cuando la
duquesa estaba tratando, por primera vez en su vida, de llenar de agua el samovar. No
es una noche para quedarse en casa!
Hum! dijo Hendrixson, sin atender evidentemente a sus palabras. Y el
Banco?
Me mir. Yo no dije nada. El ruido de otro tiroteo lleg hasta nosotros.
Podra hacer algo all abajo? pregunt.
Puede ser, pero... Seal a los regalos bajo sus cubiertas.
Oh, esos! dijo el viejo. Estoy tan interesado en el Banco como en ellos; y,
adems, estaremos nosotros aqu.
Muy bien! Yo deseaba bastante satisfacer mi curiosidad sobre lo que pasaba
debajo de la colina. Bajar. Es mejor que el mayordomo permanezca aqu y que el
chofer se quede delante de la puerta principal. Ser mejor que les d pistolas si es que
tiene. Pueden prestarme un impermeable? Slo traje conmigo un abrigo liviano.
Brophy encontr un impermeable azul que me quedaba bien. Me lo puse, guard la
pistola y la linterna convenientemente y encontr mi sombrero mientras Brophy cargaba
una pistola automtica para s, y un rifle para Oliver, el chofer mulato.
Hendrixson y la princesa me acompaaron escaleras abajo. En la puerta advert que
ella no me segua exactamente; vena conmigo.
Pero, Sonya! protest el viejo.
No voy a hacer tonteras, aunque me gustara le prometi. Pero voy a
regresar junto a mi Irina Androvna, que quiz ya ha llenado el Samovar.

Es una muchacha sensible! dijo Hendrixson, y nos dej ir en medio de la


lluvia y del viento.
No era momento apropiado para conversar. En silencio nos dirigimos hacia abajo en
medio de dos filas de setos, con la tormenta en nuestras espaldas. Al llegar al primer
claro entre los setos, me detuve, sealando la oscura sombra de una casa.
Es la suya.
Ella me sonri brevemente. Me tom del brazo y me apresur a bajar por el camino.
Slo se lo dije al seor Hendrixson para que no se preocupara explic. No
piense que me voy a quedar aqu y perderme el espectculo.
Ella era alta. Yo soy bajo y gordo. Tena que mirar hacia arriba para mirarle la cara,
para vrsela todo lo que me permita la lluvia gris de la noche.
Se empapar hasta los huesos en medio de esta lluvia objet.
Cmo? Estoy preparada para ello.
Levant el pie para ensearme una pesada bota de goma y la pierna cubierta por una
media de lana.
No hace falta que le diga que no vamos a dar vueltas por all abajo, porque yo
tengo que trabajar .insist. No puedo andar cuidndola.
Me puedo cuidar sola.
Entreabri el impermeable para mostrarme una pistola automtica en la mano.
Me estorbar.
No replic. Ya ver que puedo ayudarlo. Soy muy fuerte y ms rpida que
usted y s disparar.
El retumbar de un fuego graneado haba subrayado nuestra discusin, pero ahora el
ruido de un fuego de ms calibre haba silenciado la docena de objeciones a su
compaa en las que todava pensaba. Despus de todo podra librarme de ella en la
oscuridad si llegaba a ser un estorbo.
Haga lo que quiera le dije, pero no espera nada de m.
Es muy amable murmur cuando nos pusimos de nuevo en camino con el
viento a nuestras espaldas empujndonos.
Oscuras figuras se movan ocasionalmente por el sendero ante nosotros, pero eran
demasiado lejanas para que fueran reconocibles. De repente un hombre cruz a nuestro
lado corriendo hacia arriba, un hombre alto cuyo pijama sala por los pantalones y por el
saco, lo cual lo identificaba como un residente.
Acabaron con el Banco y ahora estn en Medcraft's! nos grit al pasar.
Medcraft es el joyero me inform la muchacha.
La pendiente era ahora menos pronunciada. Las casas oscuras pero con caras
vagamente visibles en algunas ventanas se hicieron ms prximas. Abajo, los
fogonazos de una pistola rayas naranja en la noche podan verse intermitentemente.
Nuestro sendero nos condujo hacia el extremo inferior de la calle principal, justo en
el momento en que comenzaba el tableteo de una ametralladora.
Empuj a la muchacha contra la puerta ms prxima y me arroj tras ella.
Las balas chocaban contra las paredes como el sonido del granizo sobre las hojas.
Eso era lo que haba tomado por un rifle excepcionalmente pesado, una
ametralladora.
La muchacha haba cado en un rincn, revuelta encima de algo. La ayud a
levantarse. El algo era un muchacho de unos diecisiete aos, con una sola pierna y una
muleta.
Es el repartidor de diarios dijo la princesa Zhulovski, y le ha hecho dao con
su torpeza.
El muchacho sacudi la cabeza, haciendo gestos mientras se levantaba.

No, no me ha hecho ningn dao, pero es muy amable saltando as sobre m.


Tuve que explicarle que ella no haba saltado as sobre l, sino que yo la haba
empujado, y que ella lo senta mucho, lo mismo que yo.
Qu sucede? pregunt al muchacho cuando pude hablar con l.
Todo alarde, como si tuviera una gran autoridad. Deben ser unos cien,
volaron el Banco y ahora algunos de ellos estn en Medcraft's, y me parece que tambin
lo van a volar. Mataron a Tom Weegan y han emplazado una ametralladora sobre un
coche en medio de la calle. Estn disparando ahora.
Dnde est todo el mundo, todos los felices habitantes?
Muchos de ellos estn detrs de la municipalidad. No pueden hacer nada, sin
embargo, porque la ametralladora no les permite acercarse lo suficiente para ver adnde
tienen que disparar, y el inteligente de Bill Vincent me dijo que me fuera, como si
teniendo una sola pierna no pudiera disparar como cualquiera, si tuviera algo con que
disparar.
Eso no estuvo bien de su parte le dije para simpatizar. Pero puedes hacer
algo por m: quedarte aqu y vigilar este extremo de la calle, de modo que sepa si ellos
se van en esa direccin.
No estar tratando de decirme que me quede aqu para librarse de m, verdad?
No ment. Necesito alguien que vigile. Iba a dejar a la princesa aqu pero t
lo hars mejor.
S ella me ayud siguiendo mi idea. Este seor es un detective, y si haces lo
que te dice ayudars ms que estando all con los otros.
La ametralladora todava estaba disparando, pero ya no en esta direccin.
Voy a cruzar la calle le dije a la muchacha. Si usted...
Va a reunirse con los otros?
No. Si puedo ubicarme detrs de los asaltantes mientras estn ocupados con los
otros quiz pueda hacer algo.
Ahora vigila atentamente! orden al muchacho, y la princesa y yo corrimos
velozmente hasta la otra vereda.
La alcanzamos sin tropiezos, caminamos pegados a un edificio durante unos pocos
metros, y doblamos por un callejn al final del cual se perciba el olor y el murmullo de
la oscura baha.
Mientras avanzbamos conceb un plan para librarme de mi compaera, envindola
a una caza inofensiva. Pero no se me presentaba la oportunidad.
La corpulenta figura de un hombre apareci frente a nosotros.
Avanzando delante de la muchacha me dirig hacia l. Debajo de mi impermeable
sostena la pistola en su direccin.
El no se movi. Era ms corpulento de lo que me haba parecido a primera vista.
Era gordo, de hombros redondos y con cuerpo de barril. Sus manos estaban vacas. Le
alumbr la cara con la linterna durante un segundo. Tena una cara de mejillas lisas y
rasgos gruesos, con pmulos muy pronunciados y un par de cicatrices en ellos.
Ignati! exclam la muchacha sobre mi hombro.
Empez a hablar, en lo que yo supuse ruso, con la muchacha. Ella sonri y replic.
El movi su enorme cabeza obstinadamente, insistiendo en algo. Ella pate el suelo y
habl con tono irritado. El movi su cabeza de nuevo y se dirigi a m.
El general Pleshkev me ha dicho que lleve a la princesa Sonya a casa.
Su ingls era casi tan difcil de entender como su ruso. Su tono me sorprendi. Era
como si lo que estuviera explicando fuera algo absolutamente necesario que tuviera que
hacer, por lo cual no quera ser culpado, pero que de todas maneras hara.
Mientras la muchacha le hablaba de nuevo, yo adivin la respuesta. El corpulento

Ignati haba sido enviado por el general para que llevara a la muchacha a casa, y l iba a
obedecer sus rdenes aunque tuviera que llevrsela a la fuerza. Trataba de evitar las
dificultades conmigo intentando explicarme la situacin..
Llvela le dije, ponindome de su parte.
La muchacha se volvi hacia m y sonri.
Muy bien, Ignati, me volver a casa dijo ella en ingls al mismo tiempo que
daba la vuelta y regresaba por el callejn, con el hombre corpulento a su lado.
Satisfecho por estar solo, no tard mucho tiempo en avanzar en direccin opuesta
hasta que las piedras de la playa estuvieron bajo mis pies. Las piedras sonaban
agudamente. Retroced hacia un terreno ms silencioso y comenc a andar tan
rpidamente como pude por la playa hacia el centro de la accin. La ametralladora
segua gruendo. Pistolas de pequeo calibre ladraban de vez en cuando. Tres
conmociones llegaron juntas, bombas o granadas de mano, segn me indicaron mis
odos y mi memoria.
El cielo tormentoso resplandeci por encima de mi cabeza sobre un tejado hacia la
izquierda. El estallido de la explosin golpe mis odos. Fragmentos que no pude ver
cayeron a mi alrededor. Eso, pens, deba ser la caja fuerte del joyero volando por los
aires.
Continu por la lnea de la playa. La ametralladora se haba callado. Pistolas ms
pequeas sonaban sin cesar. Estall otra granada. La voz de un hombre aull de puro
terror.
Arriesgndome al crujido de las piedras, regres de nuevo al borde del agua. No
pude ver en el agua ninguna forma oscura que pudiera haber sido una embarcacin.
Haba embarcaciones amarradas a lo largo de la playa esa misma tarde. La tormenta
podra haberlas dispersado, pero yo no lo crea as. La altura occidental de la isla
protega a esta playa. El viento era fuerte en esa zona, pero no violento.
Paso a paso, me aproxim.
Una sombra se movi entre la parte posterior de un edificio y yo. Me qued helado.
La sombra, del tamao de un hombre, se movi de nuevo en la direccin que yo vena.
Esperando, ignoraba cuan invisible o plano podra estar yo contra el suelo. Podra
arriesgarme movindome para tratar de mejorar mi posicin.
A unos tres metros la sombra se detuvo repentinamente. Haba sido visto. Mi pistola
apuntaba a la sombra.
Venga llam suavemente. Contina avanzando. Djeme ver quien es.
La sombra vacil, dej la proteccin del edificio y se acerc ms. No poda
arriesgarme a encender la linterna. Pude ver una hermosa cara, puerilmente descuidada,
con una mejilla manchada de oscuro.
Oh! Cmo est? dijo el propietario de la cara con una voz musical de
bartono. Usted estaba en la recepcin esta tarde.
S.
Ha visto a la princesa Zhukovski? La conoce?
Se volvi a casa con Ignati har unos diez minutos.
Excelente! Se limpi su mejilla manchada con un pauelo ms manchado
todava, y volvi para mirar la embarcacin. Es la lancha del seor Hendrixson
murmur. Se apoderaron de sa y soltaron las otras.
Eso quiere decir que se marcharn por el mar.
Si acord, a menos... Por qu no lo intentamos?
Quiere decir que la abordemos?
Por qu no? pregunt. No puede haber mucha gente a bordo. Dios sabe que
la mayor parte de ellos estn en tierra. Usted est armado. Yo tengo una pistola.

Primero observaremos decid; as sabremos qu es lo que abordamos.


Est bien dijo, y podemos avanzar protegindonos con la parte de atrs de
los edificios.
Pegados a las paredes de los edificios, avanzamos hacia la embarcacin.
La lancha se hizo ms clara en la noche. Quiz fuese una embarcacin de unos trece
metros de largo, con su popa hacia la playa, subiendo y bajando en un pequeo
embarcadero. En la popa algo sobresala. Algo que yo no poda ver muy claramente.
Ruidos de pisadas sonaban intermitentemente en el muelle de madera. En ese momento
una cabeza oscura y unos hombros se mostraron encima de la sorprendente cosa de la
copa.
Los ojos del muchacho ruso vieron mejor que los mos.
Enmascarado me susurr al odo. Algo como una media le tapa la cara y la
cabeza.
El enmascarado estaba de pie y sin moverse. Nosotros estbamos de pie y sin
movernos.
Podra alcanzarlo desde aqu? pregunt el muchacho.
Puede ser, pero la noche y la lluvia no son una combinacin muy apropiada para
hacer buena puntera. Lo mejor que podemos hacer es acercarnos tanto como podamos y
empezar a disparar cuando l nos descubra.
Est bien convino.
Nos descubri cuando dimos el primer paso. El hombre de la lancha gru. El
muchacho que estaba a mi lado salt hacia delante. Descubr la cosa de la popa en el
mismo momento en que adelantaba mi pie para hacer caer al muchacho ruso. Cay al
suelo, todo desparramado sobre las piedras. Me tir detrs de l.
La ametralladora de la popa de la lancha arroj plomo sobre nuestras cabezas.
Esto es descabellado! dije. Vmonos de aqu.
Di el ejemplo retrocediendo hacia la pared del edificio que acabbamos de dejar.
El hombre de la ametralladora roci la playa, pero muy torpemente; sus ojos sin
duda vean muy mal en la noche, a juzgar por la trayectoria de las balas.
Una vez que dimos la vuelta a la esquina del edificio, nos sentamos.
Salv mi vida hacindome caer me dijo el muchacho framente.
S. Me pregunto si habrn retirado la ametralladora de la calle, o si...
La respuesta me lleg inmediatamente. La ametralladora de la calle junt su spera
voz con una rfaga de la de la lancha.
Dos! exclam. Sabe algo de los asaltantes?
No me parece que haya por all ms de diez o doce dijo, aunque es difcil
contarlos en la oscuridad. Los pocos que vi van completamente enmascarados, como el
hombre de la lancha. Parece que primero cortaron el telfono y la luz y luego volaron el
puente. Los atacamos cuando estaban robando el Banco, pero tenan enfrente una
ametralladora montada en un automvil, y no estbamos equipados para combatir en
igualdad de condiciones.
Dnde estn ahora los isleos?
Dispersados, y la mayora de ellos ocultos, supongo, a menos que el general
Pleshkev haya conseguido reunirlos de nuevo.
Mir serio y me exprim el cerebro. Uno no puede enfrentarse con ametralladoras y
granadas de mano contando con pacficos habitantes de un pueblo y capitalistas
retirados. No importa lo bien dirigidos y armados que estn: no se puede hacer nada con
ellos. Por eso, cmo alguien podra tener suerte en un juego tan violento?
Qudese aqu y vigile la lancha suger. Yo dar una vuelta por los
alrededores para ver si puedo reunir unos cuantos hombres decididos, y tratar de

abordar de nuevo el bote, probablemente desde el otro lado. Pero no podemos contar
con eso. La retirada ser por mar. Podemos estar seguros de eso, y trataremos de
bloquearla. Si usted se arroja al suelo puede vigilar la lancha desde la esquina del
edificio sin ofrecer un buen blanco a la ametralladora. Yo tratara de no llamar la
atencin hasta que inicien la retirada hacia la lancha. Entonces puede disparar todo lo
que quiera.
Excelente! dijo. Probablemente encontrar a la mayora de los isleos
detrs de la iglesia. Puede llegar all yendo derecho hacia la colina, hasta que encuentre
una valla de hierro, y seguir entonces a la derecha.
Bien.
Avanc en la direccin que me haba indicado.
En la calle principal me detuve antes de aventurarme a cruzarla. Todo estaba
tranquilo. El nico hombre que pude ver estaba tendido boca abajo en la vereda prxima
a m.
Me acerqu andando a gatas hasta su lado. Estaba muerto. No me detuve a
examinarlo, sino que me arrastr hasta el otro lado de la calle.
Nada se opuso a mi paso. En un portal, pegado contra la pared, escudri alrededor.
El viento haba cesado. La lluvia ya no era torrencial, sino que era un flujo continuo de
pequeas gotas. La calle principal de Couffignal, por lo que yo poda apreciar, era una
calle desierta.
Me pregunt si ya habra comenzado la retirada hacia la lancha. Sobre la vereda,
caminando rpidamente hacia el Banco, tuve la respuesta.
Arriba, en la pendiente, casi en el borde del cerro, y a juzgar por el ruido, una
ametralladora comenzaba a esparcir su chorro de balas..
Confundidas con el estrpito de la ametralladora se oan detonaciones de armas ms
pequeas, y una o dos granadas.
Dej la calle principal y empec a subir hacia la colina. En direccin contraria a la
ma venan corriendo varios hombres. Dos de ellos me pasaron sin prestar atencin a
mis gritos:
Qu est pasando all ahora?
El tercer hombre se detuvo porque lo agarr por el brazo; era un hombre gordo con
el aliento jadeante, y cuya cara estaba mortalmente plida.
Han subido detrs nuestro con el coche de la ametralladora musit cuando por
segunda vez le grit mi pregunta al odo.
Qu hace usted sin una pistola? le pregunt.
Yo, yo la arroj.
Dnde est el general Pleshskev?
Por all atrs, en alguna parte. Est tratando de apoderarse del coche, pero nunca
lo conseguir. Es un suicidio! Por qu no nos llega ayuda?
Otros hombres pasaron corriendo hacia abajo, mientras hablbamos. Dej
marcharse al hombre de cara plida, y detuve a cuatro hombres que no corran tan
rpido como los otros.
Qu sucede ahora? les pregunt.
Fueron a travs de las casas hasta la colina dijo un hombre de rasgos agudos,
de pequeo bigote y con un rifle.
Alguno consigui establecer contacto con el exterior de la isla? pregunt.
No se puede me inform el otro. Lo primero que han hecho es volar el puente.
Alguno sabe nadar?
No con este viento. Young Catlan lo intent, y tuvo suerte de salir vivo y con slo
dos costillas rotas.

El viento est aflojando ahora seal.


El hombre de los rasgos afilados entreg el rifle a uno de los otros y se sac el saco.
Lo intentar prometi.
Bien! Despierte a todo el pas, y hable a travs del servicio fluvial de la Polica
de San Francisco con la base naval de Mare Island. Tendrn que intervenir si les dice
que los asaltantes tienen ametralladoras. Dgales tambin que los asaltantes tienen una
lancha armada para abandonar la isla. Es la de Hendrixson.
El nadador voluntario nos dej.
Una lancha? preguntaron a la vez dos de los hombres.
S, con una ametralladora emplazada. Si vamos a hacer algo, tiene que ser ahora
que estamos entre ellos y su salida. Renan a todos los hombres y armas que puedan.
Hostiguen a la lancha desde los tejados. Cuando el coche de los asaltantes aparezca
hagan lo mismo. Lo harn mejor desde los edificios que desde la calle.
Los tres hombres se fueron hacia abajo. Yo me dirig hacia arriba, donde se oan los
tiroteos. La ametralladora disparaba irregularmente. Tableteaba durante unos segundos y
luego se detena. Le contestaba un fuego pequeo e irregular.
Me encontr con ms hombres, enterndome por ellos que el general, con menos de
una docena de hombres, luchaba todava contra el coche. Repet a stos el consejo que
haba dado a los otros. Mis informantes se dirigieron hacia abajo para reunirse con ellos.
Yo segu hacia arriba.
Cien metros ms arriba, lo que quedaba de la docena de hombres del general,
pasaron a mi lado volando en direccin contraria, con las balas silbndoles por la
espalda.
El camino no era lugar para hombres mortales. Tropec con dos cuerpos y me ara
en una docena de sitios al saltar sobre un seto. Continu mi ascensin hacia la colina
sobre un suave y hmedo csped.
La ametralladora, en la colina, detuvo su tableteo. La del bote todava continuaba
disparando.
La que tena enfrente empez de nuevo a hacer fuego, disparando demasiado alto
para que pudiera hacer blanco sobre nada que estuviera prximo. Estaba haciendo un
fuego combinado con la de la lancha, barriendo a tiros la calle principal.
Antes de que me acercara ms, dej de disparar. Pude or el motor del coche al
aproximarse. El coche se acercaba en mi direccin.
Me zambull en un seto y me qued all, con mis ojos en tensin atisbando entre los
tallos. Tena seis balas en una pistola que no haba usado todava aquella noche en que
parecan haberse quemado toneladas de plvora.
Cuando vi las ruedas sobre la parte ms iluminada del sendero, vaci mi pistola,
apuntando bajo.
El coche continu avanzando.
Sal de mi escondrijo.
El coche se sali de pronto del sendero vaco.
Hubo un ruido rechinante. Un choque. El ruido de metal retorcindose. Vidrios
rotos.
Corr en direccin a esos ruidos.
Fuera de un montn de hierros retorcidos, surgi una figura negra, que se lanz a
travs del pasto hmedo. Me lanc tras ella, esperando que los otros del accidente
estuvieran inmovilizados all.
Estaba a menos de quince pasos del hombre que hua cuando se meti en un seto.
Yo no soy atleta, pero tampoco l lo era. El pasto hmedo era la causa de que la carrera
fuera algo resbaladiza.

Tropez cuando yo estaba saltando el seto. Cuando corrimos de nuevo, estaba a


menos de diez pasos de l.
Apret el gatillo de mi pistola, olvidndome que estaba vaca. Tena seis balas
envueltas en un pedazo de papel en el bolsillo de mi chaleco, pero no haba tiempo para
cargar.
Estuve tentado de tirarle la pistola vaca a la cabeza. Pero no tena muchas
posibilidades de alcanzarlo.
Se vislumbr un edificio enfrente nuestro. El fugitivo se volvi hacia la izquierda,
para desaparecer por una esquina.
Dios mo! se quej la melosa voz del general Pleshskev. Haber fallado con
una escopeta a un hombre, a esa distancia!
D la vuelta por el otro lado le grit, arrojndome por la esquina tras mi presa.
Sus pisadas se oan frente a m. No poda verlo. El general resopl por el otro lado
de la casa.
Ya lo tiene?
No!
Frente a nosotros haba una loma de terreno por cuya parte superior corra un
sendero. A cada lado nuestro haba un alto y slido seto.
Pero, amigo mo protest el general, cmo pudo l...?
Un plido tringulo sobresala por el camino de arriba, un tringulo que poda ser
un trozo de cara mostrndose por encima del chaleco.
Qudese aqu y siga hablando! susurr al general, y me arrastr hacia arriba.
Debe haberse ido por el otro lado. El general obedeca mis instrucciones,
charlando como si yo continuara a su lado. Porque si hubiera ido por el mo yo
tendra que haberlo visto, y si no se subi por los setos o por el terrapln, seguramente
alguno de nosotros tendra que haberlo visto de nuevo...
Segua hablando cuando yo llegu al borde de la loma por la que corra el sendero,
mientras buscaba un terreno apropiado sobre el que poner mis pies.
El hombre que estaba en el camino, tratando de hacerse pequeo con la espalda
apoyada en un arbusto, miraba al parlanchn general. Me vio cuando yo ya tena un pie
en el sendero.
El salt, levantando una de sus manos.
Yo salt, con las dos mas levantadas.
Una piedra que al resbalar tropez contra mi pie, me tir hacia un lado torciendo mi
tobillo, pero evitando que mi cabeza fuera alcanzada por la bala que l me dispar.
Mi pierna izquierda libre se agarr a las suyas al mismo tiempo que me
desparramaba. El cay encima de m. Le di una patada, agarr su brazo armado, e iba a
morderlo cuando el general lo encaon en el borde del sendero con la escopeta.
Cuando tuve que levantarme, no me encontr muy cmodo. Mi tobillo torcido no
soportaba a gusto su parte de mis ochenta kilos. Cargando la mayor parte de mi peso
sobre la otra pierna, ilumin al prisionero con mi linterna.
Hola, Filippo! exclam.
Hola! dijo sin mucho entusiasmo por el reconocimiento.
Era un rechoncho joven italiano de unos veintitrs o veinticuatro aos. Haca cuatro
aos yo haba colaborado en su envo a San Quintn por su participacin en un robo a
los sueldos de una fbrica. Haca pocos meses que estaba en libertad bajo palabra.
A la Junta de la prisin no le va a gustar esto le dije.
Est equivocado implor. No hice nada. Sub aqu a ver a unos amigos. Y
cuando esta cosa empez tena que ocultarme, porque tengo antecedentes, y me
meteran entre rejas de nuevo si se enteraran que estuve por aqu. Y ahora usted me

encontr y piensa que estoy metido en esto.


Piensas muy claramente le asegur, y pregunt al general:Dnde podramos
encerrar a este cretino durante un momento bajo llave?
En mi casa hay una habitacin de troncos con una puerta muy fuerte y sin
ventanas.
Eso ir bien. En marcha, Filippo!
El general Pleshkev se llev al joven, mientras yo renqueaba detrs de ellos,
examinando la pistola de Filippo que estaba cargada excepto el disparo que me haba
hecho, y cargando la ma.
Habamos tomado a nuestro prisionero en los terrenos del ruso, as que no tuvimos
que caminar mucho.
El general llam a la puerta y dijo algo en su idioma.
Los cerrojos se descorrieron y rechinaron, y la puerta fue abierta por un criado ruso
de grandes bigotes. Detrs de l estaban, de pie, la princesa y una mujer fornida bastante
ms vieja.
Entramos al mismo tiempo que el general explicaba a los de su casa la captura y se
llevaba al prisionero a la habitacin de troncos. Antes lo registr para sacarle su navaja y
sus fsforos no tena nada ms que pudiera servirle para huir. Lo encerramos y
atranqu slidamente la puerta con un grueso tronco. Luego bajamos de nuevo.
Est herido! grit la princesa al verme renquear.
Slo es un tobillo torcido le dije. Pero me molesta un poco. Tienen algunas
vendas por aqu?
S y habl al criado de bigotes, que sali de la habitacin regresando
enseguida, trayendo rollos de gasa, vendas y una palangana con agua caliente.
Sintese me orden la princesa, tomando las cosas al criado.
Pero yo mene la cabeza y agarr las vendas.
Quiero agua fra, porque voy a tener que salir de nuevo a la humedad. Si me
indica dnde est el bao, podr arreglrmelo enseguida.
Discutimos sobre eso, pero al final fui al bao, donde dej correr el agua fra sobre
mi pie y mi tobillo, y lo vend tan fuerte como pude, sin detener la circulacin. Ponerme
de nuevo el zapato hmedo fue todo un trabajo, pero cuando acab tena dos piernas
firmes, aunque una de ellas me molestara un poco.
Cuando volv a la habitacin me enter que el fuego en la colina haba cesado, la
lluvia empezaba a disminuir, y una claridad griscea anunciaba un prximo amanecer.
Me estaba abrochando el impermeable cuando son el timbre de la puerta de calle.
Se oyeron palabras rusas a travs de la puerta, y apareci el joven ruso que me haba
encontrado en la playa.
Eres t, Alejandro! chill la fornida y vieja mujer, y cuando vio la sangre en
su mejilla se desmay.
El muchacho no le prest atencin en absoluto, como si estuviera acostumbrado a
sus desmayos.
Se han ido en la lancha me dijo mientras la princesa y los dos criados recogan
a la vieja y la tendan sobre un divn.
Cuntos? pregunt.
Cont diez, y no me parece que me haya perdido ms que uno o dos, si es que me
he perdido alguno.
No pudieron detenerlos los hombres que mand abajo?
El se encogi de hombros.
Qu quera usted? Se necesita mucho estmago para enfrentarse con una
ametralladora. Sus hombres desaparecieron de los edificios casi antes de llegar.

La mujer que se haba desmayado se haba recobrado, y ansiosamente interrogaba


en ruso al muchacho. La princesa se estaba poniendo el impermeable azul. La mujer
dej de preguntar al muchacho y le dijo algo a la princesa.
Todo ha terminado dijo la princesa. Voy a ver las ruinas.
Esta sugestin pareci despertar a todo el mundo. Cinco minutos ms tarde todos
nos dirigamos hacia la colina. Por todas partes, alrededor nuestro, delante, atrs, la
gente se diriga hacia abajo, apresurndose en la lluvia que ahora caa muy suavemente,
con las caras excitadas y cansadas en la naciente luz de la maana.
A mitad del camino hacia abajo, una mujer se me acerc y empez a decirme algo.
La reconoc como una de las sirvientas de Hendrixson.
Escuch algunas de sus palabras.
Los regalos desaparecidos... El seor Brophy asesinado... Oliver...
Volver ms tarde les dije a los otros y segu a la sirvienta.
Ella regresaba corriendo a la casa de Hendrixson. Yo no poda correr, ni incluso
caminar rpidamente. Ella, Hendrixson y la mayora de sus criados estaban en el porche
de la puerta principal cuando llegu.
Mataron a Oliver y a Brophy me dijo el viejo.
Cmo?
Estbamos detrs de la casa, al fondo del segundo piso, observando las
trayectorias de los disparos en el pueblo. Oliver se haba quedado aqu, justamente al
lado de la puerta principal, y Brophy en la habitacin de los regalos. Escuchamos un
disparo aqu, e inmediatamente apareci un hombre en la puerta de nuestra habitacin,
amenazndonos con dos pistolas, y hacindonos permanecer all durante unos diez
minutos. Luego cerr la puerta con llave y se fue. Echamos la puerta abajo, y
encontramos a Oliver y a Brophy muertos.
Djeme verlos.
El chofer estaba justo al lado de la puerta principal. Yaca sobre su espalda, con su
moreno cuello cortado desde delante casi hasta la vrtebra. Su rifle estaba debajo de l.
Lo tom y lo examin. No haba sido disparado.
Arriba, Brophy, el mayordomo, estaba amontonado contra el pie de una de las
mesas sobre las que haban estado expuestos los regalos. Su pistola haba desaparecido.
Lo di vuelta, lo enderec y encontr un agujero de bala en su pecho. Alrededor del
agujero su chaqueta estaba muy ensangrentada.
Muchos de los regalos todava estaban all. Pero los ms valiosos haba
desaparecido. Los otros estaban desordenados, esparcidos de cualquier forma, con sus
cubiertas arrancadas.
Qu aspecto tena el hombre que vieron? pregunt.
No lo vi muy bien dijo Hendrixson. No haba luz en nuestra habitacin. Era
slo una figura oscura resaltando contra la luz del candelabro del vestbulo. Un hombre
corpulento con un impermeable negro de goma, con una especie de mscara negra que
cubra su cabeza y su cara, excepto unos pequeos agujeros en los ojos.
Con sombrero?
No; slo la mscara sobre la cara y la cabeza.
Cuando bajbamos le di a Hendrixson una breve impresin de lo que haba visto,
odo y hecho desde que los haba dejado. No era mucho para que constituyera una
historia larga.
Cree que podr sacarle algo sobre los otros al prisionero que atrap? pregunt
cuando me preparaba a salir.
No. Pero espero capturarlos igualmente.
La calle principal de Couffignal estaba atestada de gente cuando llegu renqueando

de nuevo. Haba un destacamento de marines de la base naval de Mare Island y varios


hombres en una lancha de Polica de San Francisco. Ciudadanos excitados en todos los
grados de desnudez bullan a su alrededor. Un centenar de voces se oan al mismo
tiempo, contando sus aventuras y valentas personales y lo que haban visto. Palabras
tales como ametralladora, bombas, asaltantes, coche, disparos, dinamita y muertos se
oan una y otra vez, en voces de todos los tonos y variedades.
El Banco haba sido completamente destruido por la carga que haba volado su
bveda. La joyera era otra ruina. En farmacutico serva a travs de la calle como un
hospital de campaa. Dos mdicos se apresuraban , curando a los habitantes del pueblo
heridos.
Reconoc una cara familiar en un hombre de uniforme era el sargento Roche de la
polica del puerto, y me dirig hacia l empujando a la multitud.
Acabas de llegar? me pregunt cuando nos estrechbamos las manos. O es
que ya estabas durante el jaleo?
S.
Qu es lo que sabes?
Todo.
Nunca o que algn polica particular no lo supiera todo ironiz cuando
salamos de entre la multitud.
Encontr tu gente una lancha vaca en el exterior de la baha? le pregunt
cuando estuvimos apartados de la gente.
Toda la noche han estado flotando sobre la baha lanchas vacas dijo.
No haba pensado en eso. Dnde est ahora la lancha de ustedes? le pregunt.
Afuera, tratando de agarrar a los asaltantes. Me qued aqu con un par de
hombres para dar una mano.
Tienes suerte le dije. Ahora echa una ojeada a travs de la calle. Ves al
hombre de patillas negras que est enfrente de la farmacia?
El general Pleshkev estaba all de pie, con la mujer que se haba desmayado, el
joven ruso cuya mejilla ensangrentada haba causado su desmayo, y un hombre plido y
gordo de unos cuarenta y tantos aos que haba estado con ellos en la recepcin. Un
poco apartado estaba el corpulento Ignati, los dos criados que haba visto en la casa, y
otro que evidentemente era uno de ellos. Estaban charlando entre ellos y observando los
excitados ademanes de un hombre de cara roja que le estaba diciendo al teniente de los
marines que los asaltantes haban robado su propio coche para montar en l la
ametralladora, y le explicaba lo que l consideraba que deba hacerse con respecto a ese
asunto.
S dijo Roche, veo al tipo de las patillas.
Bien, ese es tu hombre. La mujer y los dos hombres que est con l, tambin son
presas tuyas. Y aquellos cuatro rusos que estn a la izquierda tambin son de ellos. Falta
uno, pero yo me ocupar de l personalmente. Dselo al teniente, y as podrn rodear a
estos angelitos sin darles oportunidad de resistir. Creen que estn ms seguros que los
ngeles.
Ests seguro? pregunt el sargento.
No seas ingenuo! le dije, como si nunca me hubiera equivocado en mi vida.
Yo me apoyaba en mi pie sano. Cuando pis sobre el otro, para alejarme del
teniente, me aguijone durante todo el camino hasta la cadera. Apret los dientes y
comenc a cruzar penosamente entre la multitud hacia el otro lado de la calle.
La princesa no pareca estar entre los presentes. Mi idea era que, despus del
general, era el miembro ms importante del grupo. Si estaba en su casa y sin sospechar
todava, me imaginaba que podra acercarme a ella para capturarla sin promover ms

disturbios.
Caminar me dola horriblemente. Mi temperatura aument. El sudor me caa a
chorros.
Seor, ninguno de ellos baj por este lado.
El muchacho lisiado estaba a mi lado. Le di la bienvenida como si fuera mi
talonario de cheques.
Acompame de dije, agarrndolo del brazo. Trabajaste muy bien aqu y
ahora quiero que habas todava algo ms por m.
Media cuadra ms all de la calle principal lo llev hasta el porche de un pequeo
chalet amarillo. La puerta principal estaba abierta, dejada as por los ocupantes, sin
duda, al salir precipitadamente para dar la bienvenida a los policas y a los marines.
Justo al lado de la puerta, en un pequeo vestbulo, haba un cmodo silln de mimbre.
Entr ilegalmente, hasta el extremo de sacar la silla fuera del porche.
Sintate, hijo urg al muchacho.
Se sent, mirndome con una cara asombrada. Agarr su muleta fuertemente y se la
arranqu de la mano.
Espera aqu le dije. Si la pierdo te comprar una de oro y marfil!
Puse la muleta bajo mi brazo y comenc a caminar hacia la colina.
Era mi primera experiencia con una muleta. No bat ningn record. Pero era mucho
mejor que ir renqueando sobre un tobillo torcido.
La colina estaba ms lejos y ms alta que algunas montaas que haba visto, pero el
sendero de grava de la casa de los rusos apareci finalmente bajo mis pies.
Todava estaba a unos doce pasos del porche cuando la princesa Zhukovski abri la
puerta.
Oh! exclam, y luego recobrndose de su sorpresa, dijo : Su tobillo est
peor.
Baj las escaleras corriendo para ayudarme a subirlas. Cuando lleg percib que
algo pesado oscilaba en el bolsillo derecho de su saco gris de franela.
Con una mano bajo mi codo, el otro brazo rodendome por la espalda, me ayud a
subir las escaleras y a cruzar el porche. Esto me asegur que no crea que yo hubiera
descubierto su juego. Si fuera as, no se hubiera confiado ponindose al alcance de mis
manos. Por qu, me preguntaba, haba regresado yo a la casa despus de haber ido con
los otros abajo?
Mientras me haca estas preguntas, entramos en la casa, donde me instal en un
silln de cuero grande y mullido.
Ciertamente, debe estar deshecho despus de su agotadora noche dijo. Ver
si...
No, sintese. Seal una silla que estaba enfrente mo. Quiero hablar con
usted.
Ella se sent, cruzando sus manos blancas y delgadas sobre el regazo. Ni en su cara
ni en su pose haba ningn signo de nerviosismo, ni de curiosidad. Y esto lo haca ms
extrao.
Dnde escondi el botn? pregunt.
La blancura de su cara no vari en absoluto. Estaba blanca como el mrmol, igual
que desde el primer momento que la haba visto. La oscuridad de sus ojos era tan
natural como siempre. Sus otros rasgos no se alteraron. Su voz era suavemente serena.
Lo siento dijo. Esa pregunta no tiene nada que ver conmigo.
Esa es la cuestin le expliqu. La estoy acusando de complicidad en el
saqueo de Couffignal, y en los asesinatos que se han cometido. Y le estoy preguntando
dnde est escondido el botn.

Lentamente se levant, alz su barbilla y me mir al menos desde un kilmetro por


encima de m.
Cmo se atreve? Cmo osa hablarme as, a un Zhukovski?
No me importa si es una de las hermanas Smith! Inclinndome hacia delante,
haba apoyado mi tobillo torcido encima de la pata de la silla y la agona que result no
mejor mi disposicin. Para el asunto del que estamos hablando usted es una ladrona
y una asesina.
Su cuerpo delgado y fuerte se transform en el cuerpo de un animal al acecho. Su
blanca cara se transform en la cara de un animal perseguido. Una de sus manos
ahora garra se acerc al pesado bolsillo de su saco.
Luego, antes de que pudiera cerrar los ojos aunque mi vida pareca depender de
que no los cerrara, el animal salvaje haba desaparecido. En lugar de l y ahora s
de donde los escritores de los viejos cuentos de hadas sacaban sus ideas apareci
nuevamente la princesa, alta, fresca y serena.
Se sent, cruz sus tobillos, apoy su codo sobre el brazo de su silla, poniendo su
mejilla en el dorso de esa mano, y me mir curiosamente a la cara.
Cmo murmur se las arregl para llegar a una teora tan extraa y
fantstica?
No tuve que tener suerte, y no es extraa ni fantstica dije. Es posible que
nos ahorremos tiempo y dificultades si le cuento parte de los indicios que la acusan.
Entonces sabr en qu situacin est y no tendr que romperse la cabeza implorando
inocencia.
Le estar agradecida sonri. Mucho!
Puse mi muleta entre una rodilla y el brazo de mi silln, de modo que mis manos
quedaran libres para contar con las puntas de mis dedos.
Primero. La persona que plane el asunto conoca la isla no medianamente sino
centmetro a centmetro. Sobre eso no hay necesidad de discutir. Segundo. El coche en
que fue montada la ametralladora era de propiedad local, y fue robado aqu a su
propietario. Lo mismo la lancha en la que se supone que escaparon los asaltantes. Si
hubieran sido asaltantes venidos de afuera habran necesitado un coche o una lancha
para traer sus ametralladoras, explosivos y granadas, y no parece haber ninguna razn
por la que no debieran haber usado su coche o su lancha en vez de robarlos aqu.
Tercero. En este golpe no se not ni la ms ligera seal de asaltantes profesionales. Si
usted me lo pregunta, le dir que fue un golpe militar desde el principio hasta el fin. Y el
peor ladrn de cajas del mundo podra haber robado la bveda del Banco y la caja fuerte
del joyero sin necesidad de volar los edificios. Cuarto. Los asaltantes venidos de afuera
no habran destruido el puente. Lo habran conservado para el caso de que tuvieran que
escaparse en esa direccin. Quinto. Los asaltantes que tuvieran que escaparse en la
lancha habran trabajado rpidamente, sin emplear toda la noche. Aqu se hizo suficiente
ruido como para despertar a toda California desde Sacramento hasta Los ngeles. Lo
que hizo su gente fue que un hombre saliera con la lancha, y disparando, y no fue lejos.
Tan pronto como estuvo a una distancia prudencial, se arroj al agua, y nad para
regresar a la isla. El corpulento Ignati podra haberlo hecho sin el menor esfuerzo.
Esto dej exhausta mi mano derecha. La baj, empezando a contar con la izquierda.
Sexto. Me encontr con uno de los de su banda, el muchacho, abajo en la playa, y
vena de la lancha. El me sugiri que la asaltramos. Hicieron fuego sobre nosotros,
pero la ametralladora estaba jugando. Podra habernos barrido en un segundo si hubiera
querido, pero apunt por encima de nuestras cabezas. Sptimo. El mismo muchacho es
la nica persona de la isla, por lo que yo s, que vio partir a los asaltantes. Octavo.
Todos los de su gente con los que me encontr fueron especialmente amables conmigo;

el general se pas, incluso, toda una hora hablando conmigo en la recepcin de esta
tarde. Esto es un distintivo de un criminal aficionado. Noveno. Cuando el coche con la
ametralladora se estrell, yo persegu a su ocupante. Lo perd alrededor de esta casa. El
muchacho italiano que atrap no era l. No poda haberse subido al terrapln sin que yo
lo hubiera visto. Pero pudo haber dado la vuelta por el lado del general y desvanecerse
en el interior de la casa. Era un amigo del general y podra haberme servido de mucho.
Yo lo s, porque el general realiz el milagro de fallarle el tiro cuando dispar sobre l a
unos seis pasos con una escopeta. Dcimo. Usted llam a la casa de Hendrixson sin otro
objeto que sacarme de all.
Esto acab con mi mano izquierda. Prosegu con la derecha.
Undcimo. Los dos criados de Hendrixson fueron muertos por alguien que
conocan y en quien confiaban. Le dir que usted estaba con Oliver para que la dejara
entrar en la casa, y estaba hablndole cuando uno de sus hombres le cort el cuello
desde atrs. Luego usted subi las escaleras y probablemente mat al desprevenido
Brophy. El no estara alerta contra usted. Duodcimo. Pero creo que ya es suficiente, y
se me est quedando la garganta seca de enumerar todo esto.
Ella retir la barbilla de su mano, tom un cigarrillo rubio de una delgada cigarrera
negra, y lo puso en su boca mientras yo encenda un fsforo para darle fuego. Le dio
una larga chupada una chupada que consumi el tercio de su longitud y exhal el
humo hacia su rodilla.
Eso sera suficiente dijo, si todo el mundo y usted mismo no supieran que
nos fue imposible estar tan ocupados. No nos vio usted, lo mismo que los dems, una y
otra vez durante el suceso?
Eso fue fcil! arg. Con un par de ametralladoras, un arsenal de granadas,
conociendo la isla de arriba abajo, en la oscuridad y en la tormenta, contra aturdidos
ciudadanos, eso fue una tarea fcil. Yo conozco a nueve de ustedes, incluyendo a dos
mujeres. Cinco cualesquiera de ustedes podran haber realizado el trabajo, una vez que
empez, mientras los otros se turnaban apareciendo aqu y all, estableciendo coartadas.
Y eso fue lo que hicieron. Se turnaron para tener sus coartadas. A todas partes a las que
fui siempre me tropec con alguno de ustedes. Y el general! El viejo bromista de
patillas dirigiendo a los ciudadanos ingenuos a la batalla. Los dirigi muy bien!
Pueden considerarse afortunados los que estn vivos esta maana!
Ella termin su cigarrillo con otra chupada, arroj la colilla sobre la alfombra, la
apag con un pie, suspir profundamente, puso sus manos sobre las caderas, y pregunt:
Y ahora, qu?
Ahora quiero saber dnde guardaron el botn.
Lo inmediato de su respuesta me sorprendi.
Bajo el garaje, en un stano que cavamos secretamente hace varios meses.
No lo cre, por supuesto, pero result ser la verdad.
Ya no tena nada que decir. Cuando tom mi muleta prestada para levantarme,
levant una mano y me habl amablemente:
Espere un momento, por favor. Tengo algo que sugerirle.
Medio incorporado, me inclin hacia ella, alargando una mano hasta que la tuve
prxima a su lado.
Quiero la pistola le dije.
Asinti, y se qued sentada mientras se la saqu del bolsillo, la puse en el mo y me
sent de nuevo.
Usted dijo hace un momento que no le importaba quin era yo empez
inmediatamente. Pero quiero que lo sepa. Hay muchos rusos como nosotros que
alguna vez fueron alguien y que ahora no son nadie, y con esto no quiero aburrirlo

repitindole un cuento del que ya se ha cansado todo el mundo. Pero recuerde que ese
cuento de hadas es real para los que somos sus protagonistas. Sin embargo, nos
escapamos de Rusia con lo que pudimos llevar de nuestras propiedades, lo cual
afortunadamente fue suficiente para permitirnos vivir con un confort soportable durante
unos pocos aos.
"En Londres abrimos un restaurante ruso, pero Londres se llen sbitamente de
restaurantes rusos, y el nuestro lleg a ser, en vez de un medio de vida, una fuente de
prdidas. Tratamos de ensear msica e idiomas, y as sucesivamente. En resumen,
tratamos de ganarnos la vida del mismo modo que los dems exiliados rusos, y siempre
nos encontramos con campos demasiado explotados y, por tanto, improductivos. Pero
qu sabamos todava que pudisemos hacer?
"Promet no cansarlo. Bien, nuestro capital disminua siempre, y cada vez estaba
ms prximo el da en que nos veramos andrajosos y hambrientos, el da en que llegara
a ser familiar para los lectores de los diarios dominicales, el ver a una princesa de
sirvienta o un duque como mayordomo. No haba lugar en el mundo para nosotros. Los
exilados llegan a estar fcilmente fuera de la ley. Por qu no? Acaso poda decirse que
le debiramos al mundo alguna lealtad? No se haba quedado el mundo de brazos
cruzados al ver cmo nos despojaban de nuestras tierras, de nuestras propiedades, de
nuestro pas?
"Lo planeamos antes de que hubiramos odo hablar de Couffignal. Queramos
encontrar un pequeo emporio de riqueza, suficientemente aislado, y, despus de
habernos establecido all, saquearlo. Cuando lo encontramos, Couffignal nos pareci el
lugar ideal. Alquilamos esta casa por seis meses, con el capital justo para hacerlo y vivir
decorosamente mientras maduraban nuestros planes. Empleamos seis meses para
establecernos, reunir armas y explosivos, planear nuestra ofensiva y esperar la noche
favorable. Anoche nos pareci que era nuestra noche, y nos preparamos para realizarlo,
contra todas las eventualidades. Pero, naturalmente, no habamos previsto ni su
presencia ni su genio. Fueron simplemente otras de las imprevistas desgracias a las que
parecemos eternamente condenados".
Se detuvo y comenz a estudiarme pensativamente con sus grandes ojos, lo cual me
hizo sentirme molesto.
No est bien que me llame genio objet. La verdad es que su gente trabaj
torpemente desde el principio hasta el fin. La forma de conducir a la gente del general
hubiera arrancado una sonrisa a un hombre que no tuviera incluso experiencia militar.
Pero adems est el resto de la banda, realizando un asunto que requiere la ms alta
clase de habilidad criminal. Mire como actuaron todos a mi alrededor! Como
aficionados! Un criminal profesional con alguna inteligencia no me hubiera dejado solo
o me hubiera eliminado. No es extrao que hayan fracasado! Por lo que respecta a sus
dificultades, yo no puedo hacer nada por ellas.
Por qu? dijo muy suavemente. Por qu no puede?
Por qu debera? lo dije de una manera descorts.
Nadie sabe todava lo que usted sabe se inclin hacia m para ponerme una de
sus blancas manos sobre mi rodilla. Hay mucha riqueza en ese stano debajo del
garaje. Puede tener todo lo que pida.
Mov la cabeza.
Usted no es tonto! protest. Usted sabe...
Permtame que le saque eso de la cabeza la interrump. Podemos dejar a un
lado lo que la honestidad, el sentido de la lealtad a los que nos emplean, y as
sucesivamente, significan. Usted puede dudar de ellas, as que las dejaremos a un lado.
Soy un detective porque resulta que este trabajo me gusta. Me pagan un sueldo regular,

y podra encontrar otros trabajos en los que me pagaran ms. Incluso cien dlares ms
por mes seran mil doscientos al ao. Suponga unos veinticinco o treinta mil dlares en
los aos que me quedan hasta que cumpla los sesenta.
"Ahora renuncio a unos veinticinco o treinta mil dlares de dinero ganado
honradamente porque me gusta ser detective, me gusta este trabajo. Y cuando a uno le
gusta el trabajo procura hacerlo tan bien como puede. De otro modo no tendra sentido.
Esto es lo que soy yo. No s nada ms, no me divierte nada, ni quiero saber ni
divertirme con nada distinto. Usted no puede comparar esto con ninguna cantidad de
dinero. El dinero es una cosa buena. No tengo nada contra l. Pero en los ltimos
dieciocho aos me he estado divirtiendo cazando a criminales y resolviendo enigmas,
con lo que mi diversin es cazar a criminales y resolver enigmas. Es el nico deporte
que conozco. Y no puedo imaginarme un futuro ms agradable que unos veinte y pico
de aos haciendo lo mismo. No voy a eliminarlo de repente!
Ella movi la cabeza lentamente, inclinndola hacia abajo, de modo que sus ojos
me miraran ahora hacia arriba bajo los delgados arcos de sus cejas.
Usted slo habla de dinero dijo. Yo quiero decir que puede tener todo lo que
quiera.
Eso estaba fuera de lugar. No s de dnde sacan sus ideas estas mujeres.
Todava est equivocada le dije bruscamente, ponindome ahora de pie y
ajustndome mi muleta prestada. Usted cree que yo soy un hombre y usted una mujer.
Eso no es verdad. Yo soy un cazador de hombres y usted algo que ha estado corriendo
delante de m. No hay nada humano en ello. De la misma manera podra esperarse que
un perro de caza jurara tiernamente con la liebre que atrapa. De todos modos estamos
perdiendo el tiempo. Pensaba que la polica o los marines subiran hasta aqu
ahorrndome la caminata. Usted esperaba que regresara su gente y me atrapara. Podra
haberle dicho que los estaban arrestando cuando los dej.
Eso la impresion. Se levant y retrocedi un paso, echando una mano hacia atrs
para buscar apoyo en una silla. De su boca sali una exclamacin que no comprend.
Rusa, pens, pero un segundo despus me di cuenta que era italiana.
Arriba las manos!
Era la spera voz de Filippo. Estaba en la puerta, sosteniendo una pistola
automtica.
Levant mis manos tanto como pude sin que se cayera la muleta que me sostena,
mientras me culpaba por haber sido demasiado despreocupado, o vano, al no tener una
pistola en mi mano mientras hablaba con la muchacha.
As que sta era la razn por la que ella haba regresado a la casa. Si liberaba al
italiano, deba haber pensado, no habra ninguna razn para sospechar que l no
estuviera complicado en el robo, y de ese modo se buscara a los asaltantes entre sus
amigos. Un prisionero que por supuesto no podra habernos persuadido de su inocencia.
Le haba dado la pistola para que pudiera matar a alguien, o lo que sera mejor, para que
lo mataran a l mismo.
Mientras estaba pensando estas cosas, Filippo se haba puesto detrs de m. Su
mano libre palp mi cuerpo, tomando mi propia pistola, la suya y la que le haba sacado
a la chica.
Te propongo un trato, Filippo le dije, mientras se apartaba hacia un lado,
quedando en una posicin que formaba un tringulo con la de la muchacha y la ma.
Ests en libertad bajo palabra, pero todava tienes pendientes varios aos. Te atrap con
una pistola encima. Esto es suficiente para mandarte de nuevo a la crcel. Yo s que no
estabas mezclado en este asunto. Creo que estabas aqu para un golpe particular ms
pequeo, pero no puedo probarlo ni quiero hacerlo. Escpate de aqu, solo y neutral, y

me olvidar que te vi.


Pequeas arrugas pensativas surcaron la redonda y oscura cara del muchacho.
La princesa avanz un paso hacia l.
Has escuchado la oferta que acabo de hacerle? pregunt. Pues bien, te la
hago a ti si lo matas.
Las arrugas de la cara del muchacho se hicieron todava ms profundas.
Es tu oportunidad, Filippo lo anim. Todo lo que puedo darte es la libertad.
La princesa, en cambio, puede darte una parte importante de los beneficios de un asunto
fracasado, que quiz con muchas probabilidades te conduzca a la horca.
La muchacha, recordando la ventaja que tena sobre m, continu hablndole
ardorosamente en italiano, un idioma del que yo slo conoca cuatro palabras. Dos de
ellas eran profanas y las otras dos obscenas. Dije las cuatro.
El muchacho se debilitaba. Si hubiese sido diez aos ms viejo, hubiera aceptado
mi oferta y me hubiera dado las gracias. Pero era joven y ella ahora que lo pensaba
era hermosa. La reaccin no era muy difcil de adivinar.
Pero no es preciso matarlo le dijo a ella en ingls, para suerte ma. Lo
encerraremos donde estaba yo.
Yo sospechaba que Filippo no tena grandes prejuicios contra el asesinato. Deba ser
porque lo consideraba innecesario, a menos que estuviera tratando de encerrarme para
matarme ms fcilmente.
La muchacha no estaba satisfecha con esta sugestin. Le habl ms en un italiano
ardiente. Su juego era muy sutil, pero tena una falla. No poda convencerlo de que las
posibilidades de escapar con su parte fueran muy grandes. Tena que confiar en sus
encantos para ganrselo. Y eso quera decir que tena que mirarlo.
Ella se acerc a l.
Le cantaba en mil tonos melosos palabras italianas al odo.
Ya lo tena.
l se encogi de hombros. Su cara entera deca s. Se volvi... Lo golpe en la
cabeza con la muleta prestada.
La muleta se rompi en mil pedazos. Las rodillas de Filippo se doblaron. Se
desmoron cuan largo era. Cay en el suelo sobre su cara. Qued all como muerto,
excepto por el delgado hilo de sangre que saliendo de su cabeza se esparca por la
alfombra.
Di un paso y tropec, y arrastrndome sobre mis manos y rodillas me apoder de la
pistola de Filippo.
La muchacha, escapndose de mi lado, estaba a medio camino de la puerta cuando
me incorpor con la pistola en la mano.
Alto! orden.
No puedo dijo, pero lo hizo, al menos por el momento. Me voy.
Usted se ir cuando yo me la lleve.
Ella sonri con una sonrisa agradable, baja y confidencial.
Me voy a marchar antes de eso insisti.
Yo mov la cabeza.
Cmo se propone detenerme? pregunt.
No me parece que tenga que decirlo le dije. Usted tiene demasiado sentido
como para echarse a correr teniendo yo una pistola en la mano, apuntndola.
Sonri de nuevo, pareca divertida.
Tengo demasiado sentido comn como para quedarme me corrigi. Su
muleta est rota, y usted est rengo. As que no puede alcanzarme corriendo detrs de
m. Pretende que har fuego, pero no lo creo. Si yo lo atacara, por supuesto disparara,

pero no puedo hacerlo. Saldr simplemente, y usted sabe que no puede dispararme por
eso. Querra poder, pero no puede. Lo ver.
Su cara se volvi sobre sus hombros, con los ojos oscuros parpadeando, y dio un
paso hacia la puerta.
Ser mejor que no cuente con eso! la amenac.
Por toda respuesta, me sonri dulcemente. Y avanz otro paso.
Alto, idiota! le grit.
Su cara me sonri por encima del hombro. Se dirigi sin prisa hacia la puerta, con
su corta camisa de franela gris moldeando sus piernas hasta las caderas a medida que
avanzaba.
El sudor humedeci la pistola en mi mano.
Cuando tena su pie derecho en el umbral, un ligero suspiro surgi desde su
garganta.
Adieu! dijo suavemente.
Y yo le met una bala en la pantorrilla de su pierna izquierda.
Ella se sent. Plum! Una amarga sorpresa se dibuj en su cara blanca. Todava era
demasiado pronto para que sintiera dolor.
Nunca haba disparado a una mujer. Eso me causaba desazn.
Tendra que haber credo que lo hara! Mi voz son spera y salvaje en mis
odos, como si fuera la de un extrao. Acaso no le rob una muleta a un invlido?

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