Claret
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INTRODUCCIN
Se puede definir al P. Claret como hombre del Espritu y de la Palabra, o, dicho de otro modo, un
hombre ungido para evangelizar. El Espritu, que sopla donde quiere (Jn, 3,8) y da vida (Jn 6,63), lo
consagr, y en la Palabra encontr la fuente de vida espiritual y el instrumento para su lucha proftica.
Su pasin bblica, su talante proftico y su condicin de hombre evanglico y apostlico hicieron que
tuviera la Palabra siempre muy cerca de l, en su corazn y en su boca. Claret cultiv una fuerte
espiritualidad bblica, en clave misionera. Su asctica y su mstica toman savia y vitalidad de la Palabra
de Dios, leda, meditada y difundida con profusin.
Qu resonancia tuvieron los escritos jonicos en la experiencia espiritual y en la accin misionera
del P. Fundador?
Ya a priori se puede afirmar que influyeron bastante. Leyendo con atencin los escritos de Claret,
se encuentra un fuerte bagaje evanglico y paulino, pero existe tambin una buena dosis de textos
jonicos, ledos muchas veces en clave misionera. El santo admira al supuesto autor de esos escritos y
aprecia su doctrina; pero sobre todo se identifica con los hijos del trueno. A ellos - dice - tengo que
imitarlos en el celo, en la castidad y en el amor a Jess y a Mara (Aut. 686). Pero de un modo
especial se identifica con Juan, el discpulo amado -considerado por la tradicin como autor del cuarto
Evangelio (ver lo que se dice en el folleto de INTRODUCCIN)-, tipo de los jvenes sacerdotes
(Apuntes de un Plan, 1865 p. 222), aquel santo tan celoso y caritativo, todo caridad, fervoroso
amante de Jess y de Mara (Las dos banderas p. 31), porque l fue, con San Pedro y San Pablo, uno
de los santos que se distinguieron de un modo especial en el conocimiento y amor de Nuestro Seor
Jesucristo (Tardes de verano p.199).
La lectura que hace Claret de los escritos jonicos es sencilla, con frecuencia ingenua, pero est
llena de riqueza espiritual y de ardor apostlico.
Al servicio del Verbo de la vida
Juan ve en Jess ante todo al servidor del Padre y de los hombres, sus hermanos. Es servidor, sobre
todo dando la vida, porque nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13); y es
as como l, en el Espritu, da vida en abundancia (Jn 10,10).
Claret comprendi -incluso por experiencia mstica personal- que Jess es el Verbo de la vida, por
quien todo lo creado existe; y por eso se erigi en defensor de la vida: espiritual, moral, social,
econmica, cultural, etc. Y entendi que la proclamacin del Evangelio como su modo peculiar de
ponerse al servicio de esta Vida.
Estar al servicio del Verbo de la Vida es ofrecer la vida por la causa del Evangelio, como lo hicieron
Jess y los Apstoles; y eso es precisamente dar vida en abundancia.
En un mundo dominado por los poderes del mal
En Juan -sobre todo en el Apocalipsis- se capta la fuerza de las concupiscencias desencadenadas
(1Jn 2,16).
Claret percibi de una manera proftica la realidad de su tiempo: un mundo racionalista,
materialista o idealista (CCTT p. 602), sometido al poder del maligno; un siglo de egosmo y de
indiferencia, de egosmo respecto del prjimo y de indiferencia respecto de Dios (EE p. 370); un
mundo corrompido y atenazado por el becerro de oro, la lujuria y el poder desordenado (Aut. 312 y
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357; EE pp. 350, 414). La ambicin seca el corazn y las entraas de las sociedades modernas (Aut.
357), hace olvidar los deberes ms sagrados que el hombre tiene con sus prjimos y hermanos (Aut.
358) y lleva a la gente al olvido completo de Dios y (al) desprecio de su santa ley (Exhortacin
pastoral, 25-1-1855 p. 3). Era una peste que en la familia rompe el vnculo del amor, en la sociedad
afloja el lazo de los respectivos deberes, en los cdigos borra y destruye el fundamento de la justicia, en
el individuo apaga todo sentimiento de caridad y en la conciencia mata el remordimiento (ib.).
En sus aos de Madrid vio un nuevo signo de los tiempos: la presencia de las ideologas ateas, que
comenzaban a pulular en un ambiente dominado por el liberalismo radical anticristiano, y descubra tres
errores principales: el atesmo y el pantesmo; el desmo, que niega la providencia divina y la religin
revelada; y el racionalismo, que es el elemento de los secuaces del Anticristo (Tardes de verano p. 205).
Por otro lado, constat que, a pesar de todo, el pueblo conservaba la fe, aunque un tanto dbil para
resistir a las pruebas, y tena hambre y sed de la Palabra de Dios, pero careca de predicadores
evanglicos y apostlicos (EC, III, p. 41). El clero era escaso y falto de celo apostlico y la vida
religiosa haba quedado suprimida por el gobierno.
Nos confiesa que se sinti llamado por el Seor para hacer frente al torrente de corrupcin y
para curar de sus dolencias al cuerpo medio muerto y corrompido de la sociedad (Aut. 357) y ms
tarde para hacer frente a todos los males de Espaa (Aut. 694).
Esa situacin estaba pidiendo una profunda renovacin de la Iglesia, con un retorno a sus orgenes
de pobreza, de amor fraterno y de evangelizacin, siguiendo la decisin de los Apstoles: Nosotros nos
dedicaremos a la oracin y al servicio de la Palabra (Hch 6, 4).
La realidad que hoy interpela a la Iglesia est configurada por una serie de situaciones socioreligiosas que golpean nuestra conciencia misionera. Al creciente subdesarrollo se aade el materialismo
prctico: la idolatra del becerro de oro, que lleva al consumismo desbordante y al hedonismo, el peso
del neoliberalismo, el indiferentismo religioso, la quiebra de valores evanglicos, la increencia, la
ignorancia religiosa, la incoherencia entre fe y vida, el secularismo, el individualismo, etc.
La respuesta proftica que a Claret se le pidi y que hoy se nos pide a nosotros se articula en dos
puntos fundamentales:
1. El testimonio evanglico, esencial en la mente de Juan y de Claret, porque la credibilidad de la
predicacin est avalada la coherencia de vida con el mensaje que se anuncia.
2. La evangelizacin universal. Jesucristo y su doctrina -deca Claret- son el nico medio para
curar los males que sufre la sociedad, porque slo Jesucristo y su doctrina pueden curar las
aberraciones intelectuales, las debilidades morales y las ruinas morales de nuestra poca (EE p. 142).
Confesando la fe, testimoniando el amor, afrontando el martirio
Juan es ante todo un confesor de la fe y un testigo fiel del amor de Dios hecho carne en Jess de
Nazaret: amor experimentado especialmente en la ltima cena.
A lo largo de su vida Claret confiesa y proclama la fe, testimonia y vive la caridad y anhela el
martirio. Fe, testimonio, amor y martirio se enlazan entre s; pero es la caridad la que vivifica a todo lo
dems; es la nica realidad edificante, valiosa y eficaz. De ello nos dio ejemplo eminente el Seor.
Pero el martirio (dar la vida por el hermano) es la expresin suprema del amor. As lo hizo Jess: Toda
su santsima vida es una serie no interrumpida de pruebas, a cual ms evidente, de su obediencia, de su
humildad, de sus sacrificios (...): Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por el amado (Jn
15,13) (Tardes de verano, p. 184).
Claret conoce y acepta la necesidad del cliz que el Padre le entrega (Jn 18,11) y la inmolacin del
grano de trigo que muere para dar mucho fruto (Jn 12,24). Abrazado a la cruz del Seor, supo gozarse
en las persecuciones, como los Apstoles, que se tenan felices y dichosos al ver que haban podido
padecer algo por Jesucristo (Hch 5,41: Aut. 223). En sus ansias de martirio anhelaba poder sellar con
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la sangre de las venas las verdades que predicaba (EC, III, p. 377; Aut. 467); y entre tanto quera vivir
como viajero o peregrino que se cobija en cualquier posada sin apego ni aficin (Mss. Claret, X, 664).
La persecucin le dio fortaleza y ardor para reemprender la batalla por la causa del Reino, encarnando
lo que l mismo plasm en la definicin del misionero (Aut. 494).
I. EVANGELIO Y CARTAS
San Juan escribi su sublime Evangelio para probar la divinidad de Jesucristo contra Cerinto,
Ebin y cuantos en la sucesin de los tiempos pretendan negarla como ellos y como el impo y blasfemo
Renn en nuestros das (Tardes de verano pp. 178-179). Claret utiliza el cuarto Evangelio para
afianzarse en su vocacin y misin apostlica, tomando como modelo a los discpulos y a la samaritana
y acogiendo tres grandes temas jonicos: el pan de vida, la caridad fraterna y la filiacin mariana. En
las cartas ver sobre todo dos temas fundamentales de la vida cristiana: la filiacin adoptiva y el amor
fraterno.
1. Vocacin apostlica
Los escritos jonicos reflejan bien la esencia de la vocacin apostlica: el encuentro con Jess, ir
con l y ver (Jn 1,39) y convertirse en seguidor incondicional del nico Maestro. Pero el apstol no slo
se mueve en direccin a Jess, permaneciendo en xtasis contemplativo ante su palabra y sus prodigios,
sino que experimenta la cercana de su amistad y se entrega totalmente a su servicio, con plena
disponibilidad para ser enviado a todo el mundo y seguir generosamente la suerte del Maestro hasta la
muerte, dando la vida por el Evangelio.
Claret se senta ungido y urgido a evangelizar (Lc 4,18; Jn 14,24; Jr 1,9; Mt 10,20; Aut. 118; EA p.
647), y se vea inserto en la lnea apostlica, no en la dimensin jerrquica, sino carismtica, como
sucesor de los Apstoles en el ministerio de la Palabra. Su vocacin se expresa, como la de los
Apstoles, en la doble dimensin del estar con y del ir y anunciar.
Jess, ungido profticamente para anunciar el Evangelio, es cabeza y modelo de los dems
misioneros (EE p. 344); profeta escatolgico y definitivo, la Palabra ltima y definitiva del Padre, que
hace partcipes de su uncin y de su envo: primero a los Apstoles y luego a los misioneros apostlicos.
Todos hemos recibido el mismo don del Espritu (Aut. 687) y la misma misin: Id por todo el mundo y
anunciad la Buena Nueva a toda la creacin (Mc 16,15).
Como Jess, tambin Claret se siente enviado a evangelizar a los pobres: pecadores, pobres sin
gracia; a los pobres de bienes de fortuna...; a curar a los contritos de corazn, a aquellos que, por sus
pecados y por la ignorancia de las cosas divinas, se hallan con nimo afligido y corazn compungido,
deseando el perdn de sus pecados, el conocimiento de Dios, la gracia y la salvacin (EE p. 285).
El misionero, llevando a cabo la obra que se le ha confiado (Jn 17,4), se convierte en gloria y
alabanza del Padre para que tambin otros le conozcan, le amen, le sirvan y le alaben (Aut. 233).
1.1. A ejemplo de la samaritana, discpula de Jess y anunciadora del Reino
Jess predic a una sola mujer: la samaritana (Aut. 188). Claret vio en ella un modelo de discpula
y de misionera, porque escuch su mensaje y conoci y acogi el don de Dios (Jn 4,10).
En la meditacin del texto jonico Yo soy, el que te est hablando (Jn 4,26), se reforz su mstica
apostlica. Ah entendi grandes y muy grandes cosas. Yo soy: lo dijo a la Samaritana y le comunic
fe con que crey; dolor de sus pecados; gracia y celo de predicar y hacer conocer a Jess. Jess se
comunica a los humildes y se esconde a los soberbios. Se manifiesta a los pecadores, a veces ms que a
los justos (EA p. 644).
Esta experiencia le confiri un nuevo ardor misionero. Como a la Samaritana, a Moiss, a los
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Apstoles y a Saulo, as tambin a l le dio el Seor fe, dolor y la misin de predicar (EA pp. 644-685;
Aut. 681-682).
La samaritana, a quien Jess busc como oveja perdida, oye las palabras del Seor, conoce que
Jess es un Profeta enviado de Dios; se convierte de su mala vida; y la que antes sera una piedra de
escndalo, pasa a ser una apstola de la ciudad, diciendo a sus conciudadanos lo que le haba sucedido,
y que saliesen y viniesen a disfrutar de tan grande felicidad y luego sobresali por su perseverancia y
fervor (Pastoral al pueblo p. 87).
1.2. A ejemplo de los discpulos
Ser discpulo es escuchar la voz del Maestro que invita a seguirlo de cerca; dejarse amar, abriendo
dcilmente el corazn a la voluntad del Padre; aceptar su eleccin y su gratuidad amorosa; entrar con l
en comunin de vida, de misin y de sacrificio. Esto exige asumir en la propia vida la experiencia de
Jess: dar la vida para que tengan vida (Jn 10,10).
Todo esto lo vivi carismticamente el P. Claret, a travs del cual tambin nosotros somos
constituidos discpulos del nico Maestro y mensajeros de su Reino.
- Amados y elegidos
Juan y los dems discpulos se sintieron amados y escogidos, y casi todos respondieron a esa
llamada con entusiasmo y fidelidad. Jess no los llama siervos, sino amigos, porque a ellos les revela el
misterio del Padre (Jn 15,15); y es l quien los elige y los destina para que vayan y den fruto que
permanezca (Jn 15,16).
Claret ve este amor preferencial de Jess sobre todo en hacer a sus discpulos partcipes de su
misma misin salvadora. No hay honor semejante al que nos dispensa Jesucristo con admitirnos en su
apostolado y en compartir con nosotros el ttulo de salvador del mundo (EE p. 344). Este amor de
predileccin posee una fuerte dimensin misionera, haciendo que otros conozcan al nico Dios
verdadero y a su enviado Jesucristo (Jn 17,3).
- En comunin con Jess, Maestro y Seor
La comunin con Dios y la oblacin por los hermanos es una caracterstica de la vida misionera. Es
una sntesis que Claret se esfuerza por lograr, en una armonizacin de accin y contemplacin. Intenta
revivir la experiencia de Pablo: Es Cristo quien vive en m (Gal 2,20).
Claret capt este aspecto de comunin con el Maestro en el discpulo amado, a quien se propuso
imitar en el celo, en la castidad y en el amor a Jess y a Mara (Aut. 686). El misionero est llamado
a esa misma intimidad, porque Jess sigue golpeando a la puerta del corazn para entrar en profunda
comunin con l (Ap 3,20). Hemos de adherirnos a Jess como la hiedra al rbol; an ms, estar
unidos con l como los sarmientos lo estn con la vid (Jn 15,45), y slo as podremos participar de su
vivificante savia, slo as seremos participantes de su influencia sobrenatural y divina, slo as
viviremos en Jess y Jess vivir en nosotros (Tardes de verano p. 117).
La comunin con el Hijo lo es tambin con el Padre y con el Espritu: Dios fija su residencia en el
alma que est en gracia, y la buena y tranquila conciencia que el alma tiene es el trono en que se sienta
el mismo Dios... (Jn 14,23) (EA pp. 582 y 603). Esta comunin con la Trinidad es fuente de gozo y de
paz: aquella paz que da Jesucristo (Jn 14,27); paz con Dios, paz con los ngeles y santos del cielo; paz
con tu conciencia; paz que consiste en hallar el descanso y felicidad slo en Dios aun en medio de las
mayores adversidades y trabajos. Esta paz es uno de los frutos del Espritu Santo (Gal 5,22) (EE p.
149). Y es, asimismo, garanta de fecundidad apostlica: Para desempear fielmente los ministerios es
indispensable vivir ntimamente unido a Cristo, Salvador y Pastor (PE 31).
- Hijos de Mara, formados y amparados por Ella
La espiritualidad mariana del P. Claret es ante todo filial, por ser evanglica y por tener como punto
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de referencia a Jess y al discpulo amado. Para l la filiacin est estrechamente vinculada a la misin;
posee un sentido carismtico y vocacional; est unida a la filiacin del Hijo enviado, a su misin y al
modo concreto de realizarla.
El texto ah tienes a tu Madre y la acogi el discpulo en su casa (Jn 19,27) es central en la
espiritualidad claretiana. La maternidad de Mara es un don ofrecido por Jess a todos y cada uno de
los que creen en su nombre. De ese don deriva la acogida de Mara y la entrega filial a su accin
materna (me entrego por hijo vuestro; Madre, aqu tienes a tu hijo: EA 222s y nota 178). En cierto
modo Jess agonizante ha consagrado a su Madre para hacerla Madre nuestra, como consagr el pan
eucarstico (EE p. 494).
Siguiendo el ejemplo de Jess y del discpulo, el misionero debe tenerla por Madre, y como a tal
amarla, servirla, obsequiarla, y, como Jess, estarla completamente sujeta (EE p. 314) e imitarla,
porque Ella es la copia ms exacta de Jesucristo y su discpula ms aprovechada.
La Virgen, formadora de Jess y del discpulo amado, es tambin Maestra y formadora del apstol,
no slo desde la ejemplaridad exterior, sino desde una eficacia interior. En su fragua de misericordia y
amor (Aut. 270) se forma el hijo-apstol para arder en caridad y transmitir el amor misericordioso de
Dios.
Mara nos ensea a meditar y acoger la Palabra que debemos anunciar y nos asocia a su funcin
maternal para que tambin nosotros seamos capaces de dar vida por medio de la Palabra. Mara nos
hace ministros idneos de la divina Palabra (CC 73), ya que a su lado aprendemos a ser signos de la
ternura de Dios en el anuncio del Evangelio y de su entraable misericordia hacia los ms pobres y
necesitados.
Claret se siente un hijo de Mara muy mimado (EA p. 432), instrumento de Mara contra
Satans, prncipe de este mundo (Aut. 270). Para Claret la filiacin mariana es una experiencia de
comunin con Mara, la Victoriosa, la Nueva Eva enemistada con la serpiente. El misionero es linaje de
la Mujer que machaca la cabeza del Maligno.
El discpulo acoge a su Madre como cosa propia y Ella ejerce su funcin maternal sobre l,
siguiendo el ejemplo de Jess y de Juan, aprendiendo de ellos el modo de tratarla (EE p. 314).
Claret capt la dimensin cordimariana en su misin: en el siglo XIX, el Corazn de Mara fue
signo de la misericordia contra el jansenismo, de culto interior contra la secularizacin liberal, de fe y
amor personal contra el pantesmo hegeliano. Y hoy es signo de paz, de comunin, de amor oblativo, de
gratuidad, de vida, de fiesta, de liberacin (EE p. 432).
2. Comunin fraterna para la misin
Los escritos de Juan dan testimonio, como ningn otro, de la imperiosa necesidad de la caridad. Las
palabras de Jess: Este es mi mandamiento, que os amis los unos a los otros como yo os he amado
(Jn 15,12) aparecen con insistencia. Este mandamiento nuevo es de capital importancia en la
experiencia, vida y misin de Claret. La caridad fraterna est en la lnea del testimonio misionero: para
que el mundo crea (Jn 17,21). Es eje y fundamento de la vida cristiana y fuerza de irradiacin
apostlica. Se trata de una dimensin esencial para el apstol: Dios ser conocido, amado, servido y
alabado, si los testigos y heraldos del Reino se aman cordialmente como hermanos.
Es Jess mismo quien nos invita a permanecer en su amor (Jn15,9). Este amor, expresado en la
relacin fraterna, ser el distintivo que permitir que nos reconozcan como sus discpulos (Jn 13,34).
As experimentaremos el gozo de estar los unos con los otros y de hacer vida comn ( Clrigos en
comunidad, n.14); y ser atendida la oracin comn (Mt 18,20) (Ib. n.15). Un amor, en fin, que se
demuestra sobre todo en el sacrificio, porque el que no sabe sufrir, no sabe amar, segn el dicho de San
Juan: Amad no de palabra, ni de lengua, sino de obra y de verdad (1Jn 3,18); que quiere decir, haciendo
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ello en su dicesis de Cuba y a lo largo de su vida misionera: sacrific su vida para que todos tuvieran
vida abundante. No quera exponerse a que le llamaran traficante en vez de prelado, buscando la plata
y no las almas (EC, I, p. 880).
La autoridad de Jess radica en su entrega a la voluntad del Padre y en el servicio a los hermanos,
tal como lo demostr en la ltima cena (Jn 13,1-20), cuando lav los pies a sus discpulos; un gesto que
tambin el P. Claret deseaba imitar con sus misioneros (EC, II, p. 352).
La autoridad en la Iglesia no puede tener un fundamento distinto. Todo buen prelado debe conocer a sus
ovejas (Jn 10,14), procurarles todo el bien posible, apartarlas de los peligros defenderlas del mal y
ofrecerlas buenos pastos (Apuntes de un Plan p. 48). Debe tener amor (Jn 21,16-17), celo de la gloria
de Dios y salvacin de las almas, prudencia, fortaleza, castidad, modestia y gran amor a la virtud de la
pobreza (ib., pp. 81-84). Y de forma anloga tambin el sacerdote, que si quiere ser buen pastor y dar
la vida por las ovejas, como dice Jesucristo (Jn 10,11), debe dejarlo todo.
2.4. Entrega de la vida para que el mundo crea
Segn los escritos jonicos, Jess es el siervo obediente al Padre y el servidor de su Iglesia; como
Buen Pastor ama a los suyos hasta el extremo (Jn 13,1) y entrega su propia vida por ellos. Lo hace con
generosidad, como testigo fiel para que el mundo crea en Aquel que le ha enviado (Jn 17,21).
Claret puso toda su existencia en funcin del Reino. Testigo y apstol, ardi en caridad al Padre y a
los hermanos y afront con suma libertad y entrega trabajos, sacrificios, calumnias y tormentos (Aut.
494) para atraerlos a todos a la fe y al amor.
El misionero mantiene esa misma actitud de amor y de servicio, hasta el martirio, dichoso de ser
degollado a causa de Palabra de Dios y del testimonio mantenido fielmente (Ap 6,9). La entrega a la
misin nos permite transfigurar el mundo desde dentro con la fuerza de las bienaventuranzas (VC, n.
10).
3. Misin evangelizadora
En Claret aparecen tres textos jonicos muy importantes perfectamente concatenados entre s: Jn
3,16; Jn 17,3 y Jn 20,21. El primero manifiesta el amor fontal del Padre que quiere la salvacin de
todos: De tal manera am Dios al mundo, que no par hasta dar a su propio Hijo unignito, a fin de
que todos los que creen en l no perezcan, sino que vivan vida eterna (Jn 3,16) (Tardes de verano p. 2;
Pastoral al pueblo pp. 55-56; EE p. 297). El segundo indica el contenido de la salvacin: La vida
eterna consiste en conocerte a ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien t enviaste (Jn 17,3)
(Tardes de verano p. 2). Y el tercero va dirigido a los misioneros en comunin con la misin de Jess:
Como el Padre me envi, tambin yo os envo (Jn 20,21).
Al amor entraable del Padre por todos los habitantes del mundo responde en primer lugar Jess
y con l y como l sus enviados: Ni la divina majestad de nuestro Seor Jesucristo tuvo en el mundo
empleo ms aceptable a su eterno Padre ni ms glorioso que el de salvador del mundo. Pues bien, este
ministerio tan sublime, tan santo y tan divino, Jesucristo se ha dignado confiarlo a los apstoles y a los
misioneros apostlicos, dicindoles: Como el Padre me envi, tambin yo os envo (Jn 20,21) (EE p.
344).
Este texto -sobre todo en sus aos de misionero apostlico (Aut. 195; EE 260, 344; EC, III, p. 588
s.)- fue uno de los predilectos de Claret. Lo explic en los ejercicios previos a la fundacin de la
Congregacin de Misioneros, viendo en el como una llamada a la imitacin de las virtudes apostlicas
de Cristo que debe procurar el misionero. Claret se sinti en estrecha comunin con los Apstoles, a
quienes Jess resucitado hace partcipes de su uncin y misin proftica envindolos a todo el mundo,
como l mismo fue enviado por el Padre. Aqu aparece con claridad la imagen de Jess ofrecida por el
Evangelio de Juan; una imagen profundamente teolgica y misionera, con estos rasgos configurantes:
- Atrae al Padre (Jn 6, 44) (EC, I, p. 968).
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con la debida autorizacin por algunos de los componentes del grupo claretiano: la Madre Mara
Antonia Pars, Jos Caixal, Dionisio Gonzlez y Paladio Currius, que vean al P. Claret como un
enviado especial de Dios para realizar la reforma general de la Iglesia, segn las normas del Evangelio y
el espritu apostlico, desde la altura del supremo pontificado: Dios Nuestro Seor le tiene destinado a
trabajar por otro estilo ms alto, por el cual con menos ruido y menos cansancio producir un perenne y
centuplicado provecho (carta de Currius a Claret, 30 abril 1858: EPCL, II, p. 72). La idea clave era
que Claret tena que hacer no misiones, sino misioneros apostlicos a los obispos... como los Apstoles
y Obispos de la primitiva Iglesia, la cual debe ahora reformarse en el mismo orden y forma con que se
fund (ib. p. 73).
Claret se consideraba instrumento importante en las manos de Dios, pero no se prest nunca a esa
interpretacin y lo nico que intent fue realizar lo que el mismo Currius denomina su pasin
dominante: la predicacin evanglica.
Es cierto que -como se escribi en su tiempo- el espritu del arzobispo Claret no cabe en los
lmites de una dicesis, ni de una metrpoli; su alma, que Dios ha hecho grande, necesita un campo sin
fronteras y una vida sin trabas (Revista Catlica 1860, 10-11). Pero el santo nunca so ni pretendi
alcanzar el solio pontificio, ni hay rastro alguno de semejantes sueos en quienes le conocieron de cerca.
1.2. Actitud proftica frente al mal: libertad e independencia
Al igual que Jess, los Apstoles y tantos profetas y mrtires, Claret, a lo largo de su vida tuvo
tambin una gran libertad de espritu propia de quien vive en ntima comunin con Dios y se siente
instrumento suyo, respaldado por la verdad de su Palabra. En Cuba luch contra los amancebamientos,
la conculcacin de los derechos de la Iglesia y la esclavitud. Tampoco transigi con la reina, sino que
mantuvo una actitud firme, sobre todo en situaciones-lmite, como el reconocimiento del reino de Italia.
Detest la poltica de su tiempo, corrompida por el farisesmo y la idolatra de la codicia y del poder.
1.3. Conciencia y seguridad del triunfo del bien sobre el mal
En los escritos jonicos se insiste, por un lado, en la lucha contra los poderes del maligno, y, por
otro, en la victoria del Cordero inmolado. En su visin de la realidad Claret manifiesta un realismo
moderado, caracterstico de su identidad catalana, sostenido por la certeza del triunfo de la verdad y de
la virtud contra las fuerzas del error y del vicio.
En su predicacin por Catalua supone siempre la fe (EA p. 423). En Cuba, tras haber tomado el
pulso a la realidad de la isla y del pueblo cubano, encontr fe y religin, descubri buen corazn y vio
hospitalidad y compasin con los prjimos (Pastoral al Pueblo p. 38). Refirindose a la poca de
Madrid, exclama: An hay fe en Israel si se trabaja, an el terreno da de s (Aut. 735). Claret estaba
plenamente persuadido de la victoria de Cristo sobre el mundo. Ahora, en la lucha en acto, con la fuerza
del Espritu vencer la descendencia de la Mujer, que ser capaz de ahogar el mal con la abundancia
del bien (Aut.453).
1.4. Urgencia del anuncio
Los testigos y profetas de Jess han de continuar la lucha por infundir luz y vida en un mundo con
frecuencia hostil a la Palabra de Dios. Ah se inserta, como protagonista el P. Claret, cuyo lema es
bandera evangelizadora: Caritas Christi urget nos (2Co 5,14). La caridad o el amor de Cristo nos
estimula y apremia a volar con las alas del santo celo (EE p. 417). El Espritu de Pentecosts, que
estimul a los Apstoles, empuj tambin a Claret al apostolado y se convirti en l en fuego vivo que
no le daba tregua ni sosiego (Aut. 8-17.211-212.227.448.638). Para esta misin se necesitan hombres y
mujeres comprometidos: Oh Padre celestial, enviad misioneros! (Aut. 728). La urgencia nace del
proyecto salvfico de Dios y de la imperiosa necesidad de evangelizacin tanto ayer como hoy y en el
futuro.
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2. Misin escatolgica
Claret estaba convencido de la proximidad de los tiempos ltimos y definitivos: del juicio
escatolgico, que separar definitivamente la luz de las tinieblas y dar a cada uno la recompensa
prometida. Segn el Evangelio de Mateo, el fin llegar cuando el Evangelio haya sido predicado en todo
el mundo: Entre tanto se predicar este Evangelio del Reino de Dios en todo el mundo, en testimonio
para todas las naciones, y entonces vendr el fin (Mt 24,14). Y a estas horas -aade Claret, que cita
ese texto- se ha predicado ya el Evangelio en todas partes (La poca presente p. 16).
En sus aos de madurez escribi un opsculo cuyo ttulo es ya significativo: La poca presente
considerada probablemente como la ltima del mundo. El eje de este opsculo es el captulo IX del
Apocalipsis, interpretado a la luz de varios exgetas. Habla de los cuatro poderosos archidemonios: el
primero tiene como misin encender y promover el amor a los placeres sensuales (p. 42). El segundo,
fomentar el amor a las riquezas (p. 44). El tercero, promover el orgullo y la independencia de la razn,
emancipada de toda sujecin y obediencia (pp. 44-45). Y el cuarto, misin de sugerir y fomentar la
independencia de la voluntad (p. 46). En ayuda de estos archidemonios viene el dragn para consumar
la obra (p. 48).
Una seal de la cercana del fin del mundo es la progresiva extincin de la fe en muchos catlicos,
que slo mantienen una fe muerta, o si se quiere, una fe de hojarasca no ms, sin ninguno de los frutos
del Espritu Santo... (p. 57). En estos ltimos tiempos, que define muy peligrosos (p. 70), los
hombres se entregan a una culpable somnolencia y criminal disipacin, en vez de velar y orar para no
entrar ni caer en tentacin (p. 76); y hay muchos que se dejan seducir por halageas sugestiones,
frvolos pretextos, engaosas teoras y criminales placeres (p. 76-77).
De esta conviccin naca sin duda en Claret la pasin evangelizadora, el ansia por llevar a todos los
habitantes del mundo al conocimiento de Dios y a la gracia de la salvacin.
2.1. Claret, evangelizador de los ltimos tiempos
Claret se sita decididamente en esta perspectiva escatolgica. El tiempo ha llegado y la mies est
madura para la siega: Atended y mirad bien cmo Satans ha derramado su ltimo veneno sobre la
sociedad; por esto vemos que el individuo y la sociedad entera se pierden por falta de luces y de
virtudes (EE p. 144). El nico remedio eficaz es Jesucristo, su doctrina, sus sacramentos y la
verdadera devocin a la Virgen (ib.). En esta misma perspectiva de ultimidad coloc el P. Claret a la
Congregacin, a los dems grupos que inici y, en cuanto le fue posible, a toda la Iglesia; de ah la
urgencia misionera.
Claret en sus visiones aparece como un apocalptico en perspectiva escatolgica, entreviendo ya el
triunfo del Cordero en sus testigos fieles y la nueva Jerusaln convertida en gozosa realidad.
2.2. Denuncia proftica y anuncio de salvacin
El proyecto salvfico de Dios, tal como aparece en los escritos jonicos, consiste en denunciar y
abatir los poderes del mal y comunicar salvacin y vida nueva. Ante la decadencia de la fe, Claret luch
por denunciar los males de su tiempo, anunciar la verdad y suscitar predicadores evanglicos y
apostlicos.
Tambin hoy la denuncia proftica es parte integrante de la misin evangelizadora (MCH 232, VC
21,28). Esto supone rechazar, como lo hizo Claret, cualquier actitud contraria al designio de Dios: la
mentira, la violencia y todo tipo de violacin de la persona humana, teniendo en cuenta que el anuncio
del Evangelio no se limita slo a denunciar los pecados personales, sino tambin las situaciones que
lesionan la dignidad de los hijos de Dios (2AP 79). Anunciar fielmente la verdad de Dios es
desenmascarar la obra del padre de la mentira y de sus secuaces, haciendo que los errores se
desvanezcan ante la luz de la verdad (Tardes de verano p. 305).
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Hoy la Iglesia nos pide trabajar por evangelizacin integral, revisando continuamente la capacidad
transformadora del mismo anuncio: cmo proclamar la salvacin en un mundo satisfecho y sin
horizonte de transcendencia; cmo alentar la genuina liberacin cristiana sin las falacias de un
mesianismo temporalista; cmo hablar de Jesucristo a una cultura que se considera poscristiana; cmo
presentar el magisterio de la Iglesia en la sociedad secularizada (MCH 46).
2.3. Elementos simblicos
Claret ha visto e interpretado todos los elementos simblicos del Apocalipsis en relacin con su
misin evangelizadora, presentando en cada uno de ellos algn matiz de la misma: la lucha, la
universalidad, la persecucin, etc. Lo hace, naturalmente desde la mentalidad de su tiempo, pero -y esto
es ms importante- tambin a partir del don carismtico que Dios le concedi.
- guila que grita
El guila es smbolo de fuerza liberadora. A la mujer se le dan dos alas de guila para volar al
desierto (Ap 12,14). El guila voladora (Ap 4,7) grita y anuncia castigos amenazadores de Dios a los
habitantes de la tierra (Ap 8,13). Asimismo el misionero se remonta a las alturas para gritar, sin
violencia pero con podero, la palabra de la salvacin.
- ngel-len-profeta urgido a la evangelizacin universal para cambiar la historia de muerte en
destino de vida. Tambin estos elementos simblicos los ve Claret y los integra en su perspectiva
misionera. En ellos atisba la potencia resistente y victoriosa contra los poderes del maligno: Miguel y
sus ngeles que combaten contra la serpiente (Ap 12,7) y defienden la causa de Dios con el arma
cortante de su Palabra. El ngel valeroso, que bajaba del cielo con un libro abierto en la mano y puso un
pie sobre el mar y otro sobre la tierra, y dio un grito como rugido de len, al que siguieron siete truenos
(Ap 10,1-3), aparece en perspectiva de universalidad: anunciando una buena nueva eterna a los que
estn en la tierra, a toda nacin, raza, lengua y pueblo (Ap 14,6).
En septiembre de 1859 Claret entendi el texto del captulo 10 del Apocalipsis (Aut. 685-687; EA
pp. 646-647). Claret se auto-identifica con el ngel que est posedo por el fuego de Dios y grita a todo
el mundo el Evangelio de la salvacin, lo cual no es algo optativo u opcional, sino obligacin imperiosa:
Tienes que profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (Ap 10,11).
En el escudo primitivo de la Congregacin, dibujado por el P. Fundador, quedaron bien integrados
los elementos carismticos de nuestra misin y de nuestra espiritualidad: arriba un corazn grande (el de
Mara) y, debajo de l, un libro abierto (los cuatro evangelios), sostenido por la vara y el cayado; y en la
parte inferior la figura de San Miguel en lucha victoriosa con el demonio. El escudo actual ha perdido la
centralidad de la evangelizacin y en parte tambin el carcter de lucha contra el mal.
Claret, bajo esa amplia simbologa apocalptica, ve la situacin del mundo e intuye que esa
situacin de muerte fsica o espiritual, quedar cambiada, segn el plan de Dios, en situacin de vida
abundante y de vida eterna, gracias a la evangelizacin universal suya y de sus misioneros. Su misin
evangelizadora, como la del ngel y el guila del Apocalipsis, tena un alcance universal: primero en su
dicesis de Cuba y despus en las dems dicesis (EA, p. 647; Aut. 686). Este carcter de
universalidad se aplica igualmente a sus misioneros (Ib.).
- Hijo del trueno
Claret se siente hijo del trueno y as ve a sus misioneros (Aut. 686). stos se identifican con los
siete truenos que gritan y hacen or sus voces. Los hijos del trueno fueron primero los hijos del Zebedeo
(Mc 3,17). Ahora, en lnea de continuidad proftica, son l mismo y sus misioneros, herederos
carismticos de Santiago y Juan.
- Descendencia de la mujer victoriosa: caracteres y obras
En su visin proftica, Claret se sinti implicado en la lucha apocalptica contra el maligno y su
descendencia. La uncin del Espritu le puso de parte de la mujer y de su linaje en esa lucha incesante
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entre el bien y el mal, entre Satans y los escogidos por Dios (EE p. 336). La mujer privilegiada fue
bendecida, ella y su descendencia (EE p. 459). En esa descendencia los misioneros son vanguardia
valiente y comprometida. Claret, ya de joven tom la decisin de trabajar intensamente en el ministerio
de la evangelizacin, luchando, con el arma de la Palabra de Dios y unido a la Virgen y bajo su
proteccin, contra el demonio y su descendencia, plenamente consciente de que su espritu era para todo
el mundo (EC, III, p. 41). Ah quedan encuadrados en primera lnea los misioneros - religiosos, clrigos
y seglares - implicados en el misterio de la Iglesia militante como descendencia de la Mujer victoriosa.
- Linaje del dragn: caracteres y obras
El dragn hace guerra al linaje de la mujer, al resto de sus hijos, los que guardan los
mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jess (Ap 12,17). Tras sealar la diferencia que
va de los descendientes de la mujer llamada Mara a los que forman la raza de la serpiente (EE p. 470),
el P. Claret indica cmo el demonio se busca adictos: Todo el afn del diablo es procrearse hijos
semejantes a s (EE p. 469). Y luego enumera los caracteres de aquellos que no tienen ni quieren otro
rey que el Csar (Jn 19,15) (Apuntes de un Plan p. 12). Son los hombres ciegos y pervertidos, aquellos
cuyos ojos estn ausentes de la luz (El ferrocarril 1859 pp. 59-60) y realizan la obra proselitista de
Lucifer (EE pp. 459).
- Lucha y victoria
Claret tuvo una visin apocalptica y escatolgica de la historia sobre todo desde 1855 (Aut.
681s.685-687). Ve que es preciso ponerse en lucha y oposicin radical al misterio de la iniquidad que se
obstina en destruir el Reino de Dios. Ya el ttulo de uno de sus opsculos indica la orientacin
combativa de su apostolado: Apuntes de un plan para conservar la hermosura de la Iglesia y
preservarla de errores y vicios, que son la cizaa que el hombre enemigo aprovecha la oportunidad para
sembrarla entre el trigo bueno. Lo confirma an ms la Academia de San Miguel, cuyo objeto
exclusivo ser el combatir los errores religiosos y los vicios por medio de la verdad y de la virtud
(Plan Academia p. 12). Y lo ratifica, por fin, su ltimo opsculo: Las dos banderas (1870).
San Juan vio en espritu lo que pas en un principio y continuar hasta el fin (Las dos banderas
p. 11, nota 1). El dragn, que no pudo devorar al Hijo, se quiere vengar ahora en la descendencia. Pero
la Mujer sigue aplastando la cabeza de la serpiente. No se puede pensar que en Jess terminaron ya las
persecuciones: la oposicin contina su choque, y seguir la contradiccin y persecucin (EE p. 352).
La lucha est entablada entre dos ejrcitos: uno capitaneado por San Miguel y el otro por Lucifer (EE p.
405). En esta pelea no cabe la neutralidad por parte del hombre; ste debe necesariamente decidirse por
una u otra parte: o a favor de Jess, o a favor de Lucifer. Nadie puede servir a dos seores tan opuestos
como ellos (Mt 6,24) (Las dos banderas p. 6). Las armas para luchar y vencer son las armas de Dios
(Ef 6,13): las virtudes, especialmente la justicia, la fe, la esperanza, la Palabra de Dios y la oracin. En
cambio, las armas o astucias de Lucifer y sus secuaces son la mentira y el engao (EE pp. 405-406). La
finalidad de la lucha es la conversin.
A la gran lucha en el cielo (Ap 12,7) responde la guerra en la tierra. La guerra es o puede ser cruel,
pero triunfa el len de la tribu de Jud, el retoo de David (Ap 5,5), y al vencedor, al que es fiel en la
pelea hasta la muerte, se le dar la corona de la vida (Ap 2,10). Gozan de la confianza y seguridad de
la victoria de la fe los que han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero
(Ap 7,14). Venceremos gracias a l y con la ayuda eficaz de Mara: Debemos animarnos sabiendo que
Mara est de nuestra parte, que todo lo podremos con la gracia que se nos d y que Mara es la torre de
David, en la que hay toda especie de armamento (Cant 4,4) (EE pp. 482-483). Pero es preciso actuar
como Ella, que quebranta la cabeza soberbia y obstinada de Lucifer -sus errores, sus vicios y sus
engaos (EE. p. 412)-, pero mira con lstima y compasin el cuerpo de esta serpiente, deseando su
conversin (ib., p. 483).
Claret, profeta-guerrero, por tener la uncin del Espritu y la espada de la Palabra, se vio implicado
en ese contexto histrico de lucha y descubri el papel que a l le tocaba desempear: oponerse a la
descendencia del demonio con el arma del Evangelio y luchar con la palabra cortante como espada (Ap
2,16). As lo percibi ya en la visin de la casa Tortads (Aut. 95-98) y lo entendi mejor con la
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iluminacin recibida en la ordenacin de dicono, donde fue revestido de la fuerza del Espritu y el
obispo le entreg, como arma, el Evangelio (Aut. 101). Entonces se sinti misionero: enviado como el
Hijo y como los Apstoles. A partir de entonces su ideal fue vivir al estilo de los Apstoles, dando a su
ministerio una orientacin ms guerrera que cultual. En este sentido, hablar en 1864 del ejrcito de
Mara, integrado por los misioneros liberados y disponibles para la evangelizacin, los sacerdotes
seculares y los seglares comprometidos en la misin de la Iglesia (EE pp. 317-319).
- El libro comido
El libro, que nadie puede abrir sino el Cordero degollado (Ap 5,1-10), indica la Palabra de Dios
que hemos de asimilar, encarnar y proclamar. El libro es la persona misma de Jess, Palabra de vida y
salvacin, y es la Palabra inspirada por su Espritu. Al misionero se le exige una verdadera pasin por el
libro de los libros: la Biblia, que es necesario abrir; o mejor, dejar que nos lo abra el nico que es capaz
de hacerlo. La lectura de la Biblia forma parte del don carismtico recibido de Claret: poseemos su
mismo espritu apostlico y a l es inherente el don y la tarea de escudriar las Escrituras para ser
eficaces servidores de la Palabra de vida.
3. Finalidad de la apocalptica de la predicacin de Claret: dar consuelo y esperanza
La apocalptica claretiana se mueve en la lnea del profetismo y tiene como actitud fundamental la
mansedumbre. Claret es anunciador manso de buenas noticias, de paz, de gracia y de bendicin en su
predicacin, exenta de terrorismo estril y con frecuencia nocivo, como l mismo indica (Aut. 377). Sin
embargo, en ocasiones el misionero tendr que actuar con fortaleza para defender la verdad contra los
ataques del maligno y de sus secuaces (2Jn 10) (Las dos banderas p. 41ss).
4. Claret y la hermosura de la Iglesia
En el corazn del Arzobispo Claret lata con fuerza el deseo de que la Iglesia, Esposa de Cristo,
fuera sin mancha ni arruga y respondiera mejor a su gran amor, tanto en la vida evanglica como en la
misin, especialmente a nivel de vida religiosa, sacerdotal y episcopal. Claret quera re-crear la Iglesia,
reformndola en su totalidad. A este fin orient todas sus actividades en los diferentes campos y niveles.
Con esta misma finalidad escribi sus Apuntes de un plan para conservar la hermosura de la Iglesia,
para reconducirla a su pureza original: la pureza del Evangelio vivido con la mayor coherencia y
fidelidad. Es indudable que pensaba en una nueva Jerusaln que, segn el plan de Dios, se formara
en la unidad con Cristo de todo el gnero humano, con gente de toda raza, lengua, pueblo y nacin (Ap
5,9).
Claret aplica el captulo 21 del Apocalipsis a la Virgen como figura y representacin de la Iglesia:
Mara es la ciudad santa de Dios, de cristal transparente por su pureza y de oro finsimo por su
caridad; ella est edificada sobre los doce fundamentos de piedras preciosas que son las virtudes;
adornada de Dios para ser su querida hija, su amada Esposa y tierna madre del Cordero, y por esto tiene
la claridad de Dios (Ap 21,2.10-11). Esta ciudad santa mariana tiene doce puertas: tres puertas al
oriente, tres puertas al aquiln, tres puertas al austro y tres puertas al occidente (Ap 21,12-13), por
manera que Mara recibe gente de todas partes. Tanto es lo que desea la salvacin de todos, que ella
misma nos hace saber que el que la hallare, hallar la vida y la salud del Seor (Prov 8,35). Y San Juan
asegura que las gentes caminarn con su luz y los reyes de la tierra llevarn a ella su honor y su gloria
(Ap 21,24; Is 60,3) (EE p. 444).
Hermosa, como Mara, deba ser la Iglesia. En esta lnea de riqueza y hermosura ve el santo la
variedad de institutos religiosos: Esta diversidad forma la hermosura y el encanto de la Iglesia, llamada
reina, adornada con vestidos de oro por la caridad y hermoseada todava ms por la variedad especial de
los institutos religiosos (EE p. 413). Para ser santa -pensaba Claret- la Iglesia necesita dejar el becerro
de oro y entregarse la evangelizacin del pueblo, hambriento de la Palabra de Dios, pero privado de
evangelizacin por falta de predicadores evanglicos y apostlicos (EC, III, p. 41), retornando al
espritu primitivo.
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En tiempos de crisis social y religiosa, Claret trabaj por restaurar la hermosura de la Iglesia
renovando el clero, creando parroquias, formando asociaciones y promoviendo la vida consagrada y
elevando la cultura de los seglares con la creacin de la Academia de San Miguel para hacer frente al
atesmo naciente. Claret colabor como el que ms a hacer de Ella una Esposa pura y hermosa, digna
del Cordero inmaculado.
III. CLAVES PARA UNA LECTURA VOCACIONAL
1. Experiencia carismtica de fe cristiana y de vocacin apostlica
La repetida presencia del tema del amor en el cuarto evangelio y en los dems escritos jonicos
suponen una profunda experiencia personal del amor de Jess. Ah se insina ya una clave de lectura de
esa parte de la Biblia. Lo fue en Claret, para quien la experiencia de la cercana del Seor, cultivada a
travs de una oracin intensa, constituy la motivacin principal de su accin misionera. Esta
perspectiva nos descubre una clave importante de lectura vocacional de los escritos jonicos: ver el
carisma como signo de predileccin, que entraa al mismo tiempo una seria responsabilidad de fe y de
misin.
2. Identidad misionera
Nuestra identidad es misionera. Hunde sus races en la uncin del Espritu y en la misin de Jess:
Como el Padre me envi, tambin yo os envo (Jn 20,21). Con Claret y como a l, se nos pide asumir
el estilo de vida de los Apstoles y continuar su tarea evangelizadora.
- En lnea de continuidad carismtica con los Apstoles
La continuidad, en lnea carismtica, con Jess y Apstoles es esencial para el P. Fundador, no slo
ni principalmente por ser arzobispo, sino por su condicin de misionero apostlico. Tambin nosotros
participamos de esa misma dimensin. Jess es el paradigma del claretiano, llamado a revivir la
experiencia misionera de los Apstoles y de Claret.
- En actitud discernidora entre lo que es propio de la persona de Claret y lo que l nos transmite
en lnea de inspiracin carismtica. Ms de cien aos, llenos de transformaciones en todos los
mbitos, nos separan de Claret; pero quedan firmes los pilares carismticos en este mundo donde los
poderes del maligno continan activos y la necesidad de una evangelizacin intensa y extensa es tan
urgente hoy como entonces. El claretiano est llamado representar a Cristo en el mundo, a ser testigo y
heraldo suyo. Para ello, necesita acercarse a la Palabra de Dios que le permite alimentar su vida
misionera, corregir las desviaciones e infidelidades y discernir las expresiones adecuadas para su misin
en cada contexto.
- En dilogo creativo con pueblos y culturas diferentes
Este es un gran desafo: no imponer, sino anunciar y testimoniar el Evangelio e invitar a la nueva
vida con el Resucitado a travs de un dilogo respetuoso y abierto. Claret supo vivir cercano al pueblo,
tanto cuando se mova en su propia rea cultural catalana como luego en Canarias y en Cuba. Hoy
hablamos de inculturacin. En cierta ocasin escriba a un amigo suyo: En el nuevo Mundo, todo es
nuevo. Todos los planes hechos desde Europa no se pueden poner en prctica en la Amrica (EC, I, pp.
891-892).
La evangelizacin acontece siempre en el encuentro de personas y pueblos, con su historia peculiar
y sus culturas diferentes; tambin con sus realidades de pecado e injusticia porque, hoy como ayer, la
sed de bienes materiales est secando las entraas de la sociedad (Aut. 357). Leer los escritos jonicos
a partir de esa sensibilidad de dilogo intercultural nos ayudar a asumirlos vocacionalmente.
- Acogiendo las intuiciones de fondo que responden a la verdad del Evangelio y al sentir de la
Iglesia. La grandes intuiciones de Juan que recoge Claret son las siguientes:
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y anuncio. En esa palabra encontramos la fortaleza del Espritu, que nos ha ungido para evangelizar a
los pobres y nos hace testigos y apstoles, profetas y mrtires. As podremos anticipar de algn modo la
utopa del Reino, la presencia y la gracia de la nueva Jerusaln en medio de las ruinas del presente,
construyendo piedra a piedra el Reino del amor.
BIBLIOGRAFA:
A. Aparicio, Textos bblicos en los que se inspira la vocacin de Claret: en Sacerdotes misioneros al
estilo de Claret (Madrid 1985) pp. 107-146; M. Orge, La predicacin proftica de San Antonio Mara
Claret. Su inspiracin bblica: en Servidores de la Palabra (Madrid 1990) pp. 91-134; M. Orge,
Inspiracin y fundamentacin bblica del carisma claretiano: en C.M.F., Nuestro proyecto de vida
misionera (Roma 1993) pp. 187-268; J. M. Vias, El primado de la Palabra en la vida y escritos del
P. Claret: en Servidores de la Palabra (Madrid 1990) pp. 53-90; Palacios, J. M., Lectura de la
Palabra de Dios segn Claret: Studia Claretiana 12 (1994) 7-56.
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