Pariremos Con Placer
Pariremos Con Placer
Pariremos Con Placer
.
PARIREMOS CON PLACER
Apuntes sobre
la recuperación del útero espástico
y la energía sexual femenina
Anexo:
TENDER LA URDIMBRE
El parto es una cuestión de Poder
I Congreso Internacional
de Parto y Nacimiento en Casa
Jerez, octubre 2000
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Depósito legal:
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Notas (47)
Tender la urdimbre........................................51
Introducción (53)
1. ¿Por qué necesita el poder que el nacimiento y el
parto sean dolorosos? (55)
2. ...Y que sea inimaginable (la desaparición de la
serpiente) (65)
3. Tender la urdimbre... (71)
Notas (75)
7
8
PARIREMOS CON PLACER
9
Casila Rodrigáñez Bustos- Pariremos con placer
10
1. Sobre la función
fisiológica natural del útero
Dice Frederick Leboyer (3) que lo que hasta ahora se han cono-
cido como contracciones uterinas adecuadas en realidad son calam-
bres, contracciones altamente patológicas; puesto que el útero
debiera distenderse suavemente, con un movimiento rítmico y
ondulante a lo largo de sus haces de fibras musculares, de arriba
abajo, y tan suave y tierno como la respiración de una criatura
cuando duerme plácidamente. Es, nos asegura Leboyer, el ritmo
suave y tierno, y también ciego y todopoderoso del mundo visce-
ral.
De la misma opinión es el obstetra inglés Dick Read (1933) (4).
Después varios años de práctica obstétrica llegó a la conclusión de
que el dolor en el parto era algo patológico. Para confirmar esta
hipótesis realizó un estudio en aborígenes africanas, concluyendo
que el parto natural es indoloro (5). En su tesis doctoral, Claudio
Becerro de Bengoa, del hospital Gregorio Marañón de Madrid
asegura que el dogma de parto doloroso, peligroso y penoso, como
ha surgido en el transcurso de nuestro desarrollo cultural, crea un
miedo de expectación responsable de los dolores y de muchas de
las complicaciones que de ello se derivan (6). En una entrevista
al diario El País (7) el Dr. Becerro afirmaba que en las civiliza-
ciones primitivas o tribales en las que no existen divinidades o
apenas tiene relevancia la religión, se concibe el parto como algo
absolutamente fisiológico y que acontece sin dolor.
11
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
Juan Merelo-Barberá (8) yl Dr.Serrano Vicens (9) hicieron en
el siglo pasado un importantísimo estudio sobre la sexualidad
femenina y el orgasmo en el parto, que ha quedado recogido en sus
libros; confirmaron la existencia de partos orgásmicos, encontran-
do que su frecuencia es más alta de lo que podemos imaginar. El
Dr. Schebat del Hospital Universitario de Paris, realizó también un
estudio encontrando 14 casos en 256 partos (10).
El ensayista francés del siglo XVI Montaigne, afirmaba que
había pueblos enteros en donde se desconocía el dolor en el parto
(11). Así mismo Bartolomé de las Casas (12) refería que el parto
de las indígenas del Caribe que había conocido, se producía sin
dolor. El anatomista francés Ambroise Paré en su tratado de ana-
tomía (1575) (13) asegura que el destino de la matriz es gestar y
parir con extremo placer; textualmente dice:
2. Hacilar, Anatolia,
alrededor de 6000 a.C.
15
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
siendo cada latido el origen de una ola de placer
6. Las serpientes recorren el cuerpo de esta mujer: brazos, hombros, torso, cabeza; algunas
se enroscan en su vientre. Knossos, Creta, 1700-1450 a.C.
17
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
trae la matriz/y desencadena el parto (17), poniendo así de mani-
fiesto la existencia de esa conexión con el útero que tenemos per-
dida.
¡Cómo se entiende ahora el triple mandato encadenado de Yavé:
el hombre te dominará, pondré enemistad entre ti y la serpiente (la
representante en la antigüedad de la sexualidad de la mujer) y pari-
rás con dolor! Verdadero cimiento de la civilización patriarcal.
Tras varios milenios de socialización en el triple mandato, cuan-
do se aborda científicamente la sexualidad de la mujer, lo que se
hace en realidad es abordar la sexualidad de una mujer que desde
generaciones ya no vive según su deseo, y que se socializa en una
desconexión corporal, con el útero espástico. Entonces se toma la
devastación como lo originario -¡como siempre!- y se define una
sexualidad femenina que va del clítoris a la vagina, y se habla de
orgasmo clitoridiano y de orgasmo vaginal.
Sin embargo, en la antigüedad se conocía perfectamente la fun-
ción sexual y erógena del útero; un ejemplo: en los tratados de
sexualidad tántrica, el ‘yoni’ se suele traducir por vagina, aunque
en sánscrito quiere decir literalmente útero. No pudiendo, o no
queriendo entender qué pinta el útero en la sexualidad femenina, se
inventan la traducción de ‘yoni’ por vagina y nos presentan los dos
órganos sexuales, el masculino, el ‘lingam’ (el pene) y el femeni-
no, el ‘yoni’, la vagina, No cabe mejor representación de la castra-
ción patriarcal de la mujer que la traducción de ‘yoni’ por vagina.
Como dice Choisy, la vagina es el canal que conduce al verdadero
órgano sexual de la mujer, el útero, que una vez desconectado de la
conciencia, desaparece, se invisibiliza porque era y sigue siendo
‘políticamente incorrecto’.
El movimiento del útero está reflejado en los primeros tratados
sobre medicina de los antiguos griegos, lo que sirvió para después
hablar peyorativamente de un animal que se mueve dentro de la
mujer, con una voracidad insaciable, animal dentro de otro animal;
animales que en otro tiempo tenían un significado erótico, como la
serpiente, la medusa, el pulpo, etc., se van convirtiendo simbólica-
mente en sucesivos monstruos, a medida que la sexualidad de la
mujer se demoniza, se convierte en lascivia, y se consolida el orden
sexual falocrático del patriarcado.
18
Sobre la función fisiológica natural del útero
Como el monstruo en el que se convierte la sabia Pitón de Delfos
en nuestro Renacimiento:
19
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
El movimiento del útero también queda implícitamente recono-
cido en el concepto de ‘histeria’ (que viene de ‘hystera’ útero en
griego) con el que se calificaba la enfermedad de la frigidez
sexual, y que consistía en que el útero se quedaba inmovilizado y
contraído en la parte superior de la cavidad pélvica: de ahí el nom-
bre de ‘histeria’ dado a la frigidez.
Según refiere Dorion Sagan (18), los griegos aplicaban enton-
ces a las mujeres sustancias picantes y de fuerte olor para provocar
convulsiones que hicieran reaccionar el útero contraído. Así pues,
los griegos tenían identificada la frigidez sexual con el útero con-
traído.
Reich, unos siglos después, también identifica anorgonosis,
muerte biológica, y útero contraído (ver cita del comienzo). Como
también lo hacen Masters y Johnsons, por el camino inverso, al
asegurar que se producen contracciones rítmicas de las fibras mus-
culares uterinas en el orgasmo femenino sea cual sea el origen del
mismo.
Ambroise Paré dice concretamente que el deseo y el placer
comienzan cuando el útero empieza a temblar (utiliza los verbos
franceses ‘titiller’ y ‘frétiller’). Dice textualmente que los juegos
amorosos previos a la cópula son necesarios… hasta que ella se
embargue de deseos del macho, lo que sucede en el momento en
que su matriz le tiembla. (Tant qu’elle soit éprise des désirs du
mâle qui est lorsque sa matrice lui frétille) (19)
El temblor del útero siempre es el comienzo de una excitación
sexual. Es como un latido muy tenue y muy seguido, pero sosteni-
do, que toma la forma de temblor en vez del oleaje con latido y
ritmo más pronunciado. El proceso del orgasmo siempre empieza
con temblor y se va convirtiendo en oleaje, lo mismo que la super-
ficie del mar, que incluso cuando está más calmado, tiembla, y
cuando empieza a soplar la brisa, el temblor va haciéndose peque-
ñas olas, y luego con el fuerte viento, se hacen las olas más gran-
des.
Y al igual que el mar, un útero suelto y relajado tiembla por cual-
quier cosa, como la medusa suspendida en el mar: cuando está grá-
vido, y se deja llevar sutilmente por la fuerza de la gravedad; cuan-
do menstrúa y tiembla al abrir un poco el cervix. Una mujer conta-
20
Sobre la función fisiológica natural del útero
ba que en los comienzos de su cuarto embarazo sentía la pesantez
del útero hinchado como un foco de placer, y como si estuviera en
un estado pre-orgásmico permanente.
Cuando el útero tiembla, irradia placer como una bombilla irra-
dia la luz; y todo el cuerpo de la mujer va siendo invadido por la
radiación, hacia abajo, hacia los muslos, y hacia arriba, el vientre,
el torso, los pechos; y al igual que el imán imanta una barra de hie-
rro, la irradiación de placer desde el útero, abarca todo el cuerpo y,
en cierto sentido, lo transforma.
Como dice Reich, hay una gran diferencia entre ser gestad@s en
un útero distendido, dentro de un cuerpo relajado por el placer, y
ser gesta@s en un útero contraído, dentro de un cuerpo acorazado.
No sólo el parto y la lactancia, también la gestación es una acti-
vidad sexual. Masters y Johnsons también cuentan que habían
registrado, tras un estudio realizado en 100 casos de mujeres
embarazadas, una intensificación de la erogeneidad de las áreas
genitales (los pechos se vuelven muy sensibles y constituyen una
fuente de placer) (20) Y añaden también que algunas mujeres que
anteriormente no habían conseguido tener ningún orgasmo,
durante este período lo consiguen fácilmente.
El estado normal de la mujer es tener el útero relajado y suelto,
que se mueve rítmicamente y no con espasmos o contracciones
violentas.
Maryse Choisy en las conclusiones de su estudio, habla de un
orgasmo que llama ‘no paroxísmico’, es decir, sin acmés. Es un
temblor del útero tan intenso que despliega toda la carga libidinal
sin necesidad de acmés. La diferencia entre el temblor de un esta-
do pre-orgásmico y el temblor de un orgasmo no paroxísmico está
en que en el primero la mujer desea que el temblor avance hacia el
oleaje para sentirse satisfecha; mientras que el segundo es satisfac-
torio plenamente por sí mismo, y la mujer no desea más. Es como
si ya toda la líbido se hubiera descargado. En la antigüedad a las
amazonas también se las llamaba medusas, por su opción sexual
autoerótica. Vivir con el útero en temblor permanente es algo que
se puede identificar bastante con el Paraíso o lo que es lo mismo,
con los Jardines neolíticos del Edén o de las Hespérides.
21
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
Este funcionamiento del útero se corresponde con la otra mane-
ra de parir que Leboyer recoge en el libro ya citado El Parto cró-
nica de un viaje:
(subrayados míos)
22
Sobre la función fisiológica natural del útero
Entonces, con cada movimiento de distensión de las fibras mus-
culares del útero, se distiende el cervix, y así se va aflojando y se
va abriendo.
Con esta explicación de la fisiología del útero, se resuelve la apa-
rente paradoja de los partos orgásmicos referidos por Serrano
Vicens y Merelo-Barberá; y también se pueden entender que se
puedan producir los dos tipos de distensión solapadamente.
Veamos cómo describe Leboyer lo que ocurre en el cervix cuando
el útero se contrae ‘en bloque y brutalmente’:
¿Qué es un calambre?
Una contracción que no cesa,
que se crispa y se niega a soltar su presa
y, por tanto, no ‘afloja su garra’,
para transformarse en su contrario:
la relajación en la que normalmente desemboca.
En otras palabras,
lo que hasta ahora se había tomado por
‘contracciones adecuadas’
eran contracciones altamente patológicas
y de la peor calidad,
¡Qué sorpresa!
¡Qué revelación!
¡Qué revolución en ciernes!
23
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
Niles Newton para probar que el parto es un acto sexual, en su
libro Maternal emotions, (22) presenta un cuadro comparativo
entre las transformaciones histológicas del útero y otras observa-
ciones de la mujer durante el parto descritas por Dick Read por un
lado, y las descritas por Kinsey durante la excitación sexual en
otras relaciones sexuales reconocidas como tales, por otro.
También hay que recordar otra prueba que tenemos del parto
como acto sexual: la llamada (23) hormona del amor, la oxitocina,
que tiene un papel oxitócico, corroborado por los receptores de
oxitocina existentes en las fibras musculares uterinas; de hecho
para inducir artificialmente un parto se utiliza oxitocina sintética.
En un proceso fisiológico natural, la oxitocina la segregan la madre
y el feto cuando llega a término (parece ser que la iniciativa la toma
el bebé y la madre responde). El hecho de que sea la hormona del
amor, la oxitocina, la que pone en marcha el sistema neuro-endo-
crino-muscular del parto, es otra prueba de que la fisiología natu-
ral del parto comportaría el placer y no el dolor. De hecho la medi-
cina no ha encontrado otra cosa más que la oxitocina sintética para
inducir un parto. Ahora bien, la oxitocina natural se segrega de
forma pulsátil, rítmicamente, como el latido del placer; en cambio
la oxitocina artificial inyectada en vena llega en tromba al útero y
produce las ‘brutales’ contracciones de los haces musculares en
bloque. Y como dice Leboyer, estas contracciones son intermina-
bles, porque no ayudan a relajar el cervix; el espasmo del útero ‘no
afloja la garra’, o lo hace muy lentamente, a costa de muchísimas
de esas contracciones brutales. Por eso, cuando se induce un
parto, la probabilidad de que acabe en cesárea, es muy alta.
Reich decía que un útero relajado tarda unas 5 horas en abrirse
mientras que un útero espástico unas 40 horas.
A veces, cuando se tenían muchos hij@s, oíamos a alguna mujer
contar que su cuarto o quinto hij@, había salido sin contracciones
dolorosas, y que no se había enterado de que estaba de parto hasta
los reflejos finales de eyección. Esto se explica porque los mismos
partos anteriores hacen que el útero pierda rigidez y que pueda dis-
tenderse suavemente, sin calambres; y al estar la mujer desconec-
tada del útero, no se entera que está de parto hasta los reflejos de
eyección.
24
2. La represión de la sexualidad en
la infancia y el útero espástico
25
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
y que no hay que dejarse llevar por ellas. Con esta presión y re-
presión ejercida de manera sistemática, la criatura aprende a
autoinhibirse automáticamente; y a fuerza de autoinhibirse auto-
máticamente, acaba haciéndolo también inconscientemente.
A pesar de todo, no es infrecuente ver a niñas, que no se han cria-
do en un ambiente excesivamente opresor, montadas sobre el brazo
de un sofá moviendo la pelvis, es decir, dejándose llevar por un
impulso de mover el vientre (para mover el útero) que les da gusto.
Las danzas del vientre actuales son un vestigio de las danzas
sexuales autoeróticas que practicaban las mujeres en la antigüedad,
formando corros, de manera colectiva. La misma universalidad de
estas danzas femeninas del vientre llevan a la conclusión de que no
eran una expresión cultural de tal o cual pueblo, sino la expresión
de una sexualidad común y universal, de antes del Tabú del Sexo y
de la civilización patriarcal. Las niñas entonces crecían no sólo
moviendo la pelvis espontáneamente sin inhibición o censura, sino
que eran estimuladas por sus madres, hermanas etc., y los hábitos
culturales de buscar el placer haciendo danzas del vientre en
corros.
26
La represión de la sexualidad en la infancia y el útero espástico
La arqueóloga Marija Gimbutas, en El Lenguaje de la Diosa
(24) asegura que En las cerámicas Cucuteni, en la segunda mitad
del V milenio a.C., se representaban danzas en círculo de mujeres
denudas: una serie de soportes para vasos… están formados por
figuras de mujeres desnudas, en círculo, cogidas de las manos; los
rumanos las llaman 'vasos Hòrà', por el 'hòrà' o 'baile en círculo'
todavía en práctica hoy en día. Los sellos y la decoración pictóri-
ca de vasos minoicos también son testigos de danzas en círculo.
Las piezas de cerámica de las civilizaciones neolíticas prueban
la existencia de los corros femeninos y su carácter sexual autoeró-
tico y no de seducción (posterioremente, la danza del vientre dejo
de realizarse en círculo porque pasó de ser una práctica autoeróti-
ca a ser para la complacencia falocentrica).
No sé cómo son actualmente las danzas que menciona Gimbutas
en Rumanía, pero en Sudan, las mujeres de la tribu Nubas todavía
practican estas danzas sexuales, según el testimonio del reportaje
fotográfico de Antonio Cores, de 1975. (25)
Rastrear el origen de los juegos de corro (empezando por nues-
tro inocente ‘corro de la patata’ y su ‘achupé, achupé, sentadita me
quedé’, y demás), nos lleva a una sexualidad de las niñas hecha
verdadera cultura (26). Para rastrear el origen de las danzas del
vientre que hoy conocemos tendríamos que remontarnos al paleo-
lítico, pues no solo hay cerámica y pinturas del neolítico de las dan-
zas femeninas en corro, sino hasta de esa época hay una pintura de
mujeres danzantes en la cueva de Cogull en Lérida (como cita en
su libro Merelo-Barberá), y otras en Cerdeña; y por último, están
los akelarres en donde las mujeres/brujas se juntaban por la noche
para bailar alrededor de las hogueras (27). En definitiva, encontra-
remos que no sólo hay una expresión espontánea de otra sexuali-
dad femenina que se reprime en la infancia, sino también que ha
habido una cultura de la misma, cuyos vestigios han perdurado a lo
largo de los milenios de represión patriarcal. La existencia de esta
‘otra’ sexualidad femenina nos permite también entender el por qué
la caza de brujas que se llevó a término de los siglos XIV al XVII:
como dicen Bárbara Ehrenreich y Deirdre English (28), ante
todo lisa y llanamente sobre ellas pesaba la ‘acusación’ de poseer
una sexualidad femenina. Había que arrasar con cualquier vestigio
27
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
que quedara de esta sexualidad femenina porque se sabía y se era
consciente de su incompatibilidad con el orden falocrático. En
Alemania hubo aldeas en las que sólo se salvó una mujer. En
Toulouse, en un solo día, cuentan estas autoras, quemaron a 400
mujeres. A los ojos de la Iglesia, todo el poder de las brujas pro-
cedía en última instancia de la sexualidad.
Las prácticas autoeróticas en torno a la excitación del útero se
llevaban a cabo también dentro del agua. La figura simbólica de la
sirena, una mujer que de cintura para abajo, es un pez, es significa-
tiva a este respecto (en el arte neolítico, el pez representa el útero).
Una sirena no puede tener relaciones coitales con un hombre,
pero puede mover el vientre. Si probamos a nadar con las piernas
juntas y sin doblar las rodillas, como si efectivamente fuéramos
una sirena, veremos que sólo nos podemos impulsar en el agua con
un movimiento de la pelvis, y el estilo de natación que sale se pare-
ce al del delfín, un impulso hacia arriba que se completa ‘coletean-
do’ con las piernas movidas desde la pelvis. Es decir, al nadar
como un delfín en realidad estamos haciendo una especie de danza
del vientre dentro del agua. El delfín también en la antigüedad fue
un simbolo de la femeneidad.
Estas referencias a la simbología de la antigüedad (29) creo que
son un tesoro, porque nos sirven de espejo donde reflejarnos.
Necesitamos ver que otro cuerpo tenemos que no conocemos ni
sentimos. Necesitamos comprender cómo fue posible hacer des-
aparecer en tan gran medida la sexualidad uterina, y socializar a las
generaciones de mujeres con el útero espástico. Cómo se consiguió
que las niñas crecieran sin mover el útero, reprimiendo sus pulsio-
nes espontáneas, sin corros autoeróticos, sin cultura de danzas
sexuales.
Otro aspecto que tiene que ver con la represión de la sexua-
lidad femenina, que se inicia en la más temprana infancia, es la
estricta educación postural que nos disciplina para sentarnos en
sillas con las piernas juntas y la pelvis rígida, forzando el ángulo
recto e impidiendo su posición natural y su balanceo.
La vida a ras de suelo, como todavía vemos en algunos pueblos
no occidentalizados, y concretamente la posición en cuclillas, con
el sacro casi tocando el suelo, las piernas dobladas y abiertas, las
28
La represión de la sexualidad en la infancia y el útero espástico
2. rodillas a la altura del pecho (tal y
Mujer San como aparece la mujer de la etnia
(Namibia)
San en la fotografía, imagen 2),
hace que el útero quede suelto y
descienda; en cambio cuando nos
sentamos en una silla, se queda
aprisionado. La forma de vida a
ras de suelo, con su continuo aga-
charse y levantarse, además hace
que la pelvis esté en continuo
balanceo, movilizando los mús-
culos del vientre. Sabemos que el
movimiento de la pelvis desenca-
dena el del útero; como también sucede cuando apretamos las nal-
gas o los muslos, cuyo roce interno acaricia las paredes uterinas y
desencadena su temblor y su latido.
Así mismo la forma de agacharnos cambia. Si nos fijamos, las
mujeres africanas y otras de culturas poco occidentalizadas, se aga-
chan sacando el trasero, a diferencia de las que hemos sido educa-
das en Occidente, que hemos aprendido a agacharnos forzando la
columna vertebral, para doblarnos metiendo el trasero sin balance-
ar la pelvis; aquí, agacharnos sacando el trasero se consideraría
una obscenidad. Sin embargo, nuestra manera de doblarnos para
agacharnos, no es natural ni es buena para la columna. Invito a
probar a agacharse sacando el trasero, para comprobar que de esta
manera, la columna siguiendo los huesos pélvicos, no sufre; por el
contrario, es una postura cómoda en la que se puede realizar cual-
quier tarea.
Todo esta educación que acontece a lo largo de la socialización
de las niñas, es lo que hace que desde hace siglos los úteros sean
espásticos y que el parto se realice con dolor.
A veces pongo el ejemplo de lo que sucede cuando nos escayo-
lan una pierna: si sólo la inmovilización muscular durante uno o
dos meses requiere después ejercicios de rehabilitación para recu-
perar la función de los músculos, ¿qué sucedería si la inmoviliza-
ción aconteciera en la más temprana edad de nuestro desarrollo, y
se mantuviera durante años? Los músculos que no se utilizan se
29
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
agarrotan, pierden su flexibilidad. El mandato de ‘parirás con
dolor’, en tiempo futuro, no sólo nos indica que antes no era así;
también nos indica que sabían cómo hacerlo.
30
3. Algunas ideas y propuestas
para recuperar el útero
31
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
todo para las mujeres, cultivar -en el sentido de hacer verdadera
cultura- el reconocimiento de la función orgánica del placer; una
cultura que vaya más allá del mero rechazo al destino tradicional
de sufridoras. Que ponga el placer en el lugar que tiene en la
vida. Porque no sólo se trata de acabar con la vieja resignación
tradicional, y de que el placer ya no sea pecado, ni sea ‘malo’. Se
trata de entender que el placer no es algo aleatorio o prescindible,
que pueda y deba esperar frente a otras cosas (responsabilidades
profesionales, hij@s, etc.) que sí consideramos imprescindibles o
necesarias. Como todo lo que se produce en el cuerpo, el placer
no se produce porque sí sino que tiene una función de regulación
fisiológica y psíquica. Es necesario que las mujeres tengamos una
actitud de reconocimiento del placer que mana de nuestro cuerpo.
Sin el placer no es posible la percepción corporal ni la reconexión.
Sin el placer el cuerpo se queda despiezado. Reconocer el placer
es ‘soltar’ la inhibición inconsciente y automática, socialmente
adquirida.
En tercer lugar, la recuperación del útero se propicia también
desde el neocortex, conociendo la función del útero. Cuanto más
sepamos, más nos empapemos de la sexualidad uterina, más faci-
litaremos la reconexión. Si el neocortex ha sido el camino de la
inhibición, por donde la moral y el orden sexual alcanzan nuestros
cuerpos y logran nuestra propia autoinhibición del deseo, también
puede ser lo contrario (de hecho la pornografía que excita los
cuerpos, lo hace a través del neocortex):
- Visualizar el útero. Deberíamos de tener dibujos de úteros en
las paredes de nuestros cuartos (¡no en sección transversal por
favor! sino enteros y vivos).
-Pensar en el útero; pensar, sentir y percibir desde el útero (el
cerebro recogido/haciéndose vientre – Gioconda Belli).
- Recuperar el lenguaje del placer que hace referencia a las pul-
siones, a las conexiones, y a sus procesos de expansión. Podemos
empezar por recuperar el lenguaje simbólico del neolítico.
Con la cultura de represión de la sexualidad hemos perdido el
lenguaje del placer; o mejor dicho, se quedó en aquello del ‘peca-
do de la carne’ (por cierto que es bastante explícito, porque según
32
Algunas ideas y propuestas para recuperar el útero
esta expresión toda la carne es pecaminosa, es decir pulsátil, sus-
ceptible de ser invadida por el placer). No tenemos palabras, pero
tenemos símbolos que nos penetran y nos reactivan las pulsiones
corporales. El arte neolítico reprodujo el placer, pintando sobre
los cuerpos los meridianos más habituales por donde sentían que
el placer pasaba (figuras 1 y 2 de la página siguiente), líneas o ser-
pientes que se enroscaban en el vientre (figuras 3 y 4), que ascen-
dían hacia los pechos, donde también hacían una doble rosca; que
descendían a los muslos donde terminaban su recorrido formando
también espirales, o a los glúteos con otra doble espiral (figuras 5
y 6).
A veces en vez de espirales eran vórtices, donde la espiral se
reduplicaba y se relanzaba para seguir expandiéndose. Parece ser
que estas dobles roscas duplicadas, fueron a su vez el origen, en
la antigüedad, del lauburu vasco y de la svástica.
Esos meridianos tienen una comprobación fisiológica sorpren-
dentemente exacta, por ejemplo las que trazan la ‘simpatía’ entre
el útero y los pechos. Ambroise Paré dice:
Or y a-t-il une sympathie des mamelles à la matrice : car cha-
touillant le tétin, la matrice se délecte aucunement et sent une titi-
llation agréable parce que ce petit bout de mamelle a le sentiment
fort délicat, à cause de nerfs qui y finissent: à celle fin que même
en cela les tétins eussent affinité avec les parties qui servent à la
génération, et aussi à ce que la femelle offrît y exhibât plus volon-
tiers ses mamelles à l’enfant qui les chatouille doucement de sa
langue et bouche. A quoi la femme sent un grande délectation, et
principalement quand le lait y est en abondance. (30)
Luego existe una simpatía desde las mamas a la matriz: por-
que acariciando el pezón, la matriz se deleita de manera especial
y siente un temblor agradable porque este pequeño extremo de la
mama tiene un delicado sentir, debido a las terminaciones nervio-
sas que tiene: con el fin de que los pezones tengan afinidad con
las partes que sirven a la generación, y también para que la
mujer ofrezca y exhiba con mayor agrado sus pechos a la criatu-
ra que se los acaricia dulcemente con su lengua y su boca. Con
lo cual la mujer siente un gran deleite, principalmente cuando
hay leche en abundancia.
33
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
1 2
5 6
1. Figurilla cultura Vinca, NO. Bulgaria. Decoración incisa con pasta blanca. 5000-4500 a.C.
2. Mujer con forma de serpiente (según Gimbutas ‘Diosa’ de la Serpiente’) con lineas serpen-
tiformes (según G. kundalini, que representan la corriente de la vida: yo creo que representan
las corrientes del placer). Anatolia, 6000-5500 a.C.
3.. Cultura Vinca (Balcanes Centrales)5000-4500 a.C.
4. Sesklo, Tesalia, Grecia 4300-3000 a.C.
5. Cultura Vinca NO. Bulgaria 5000-4500 a.C. Boceto de M. Gimbutas.
6. Cultura Karanovo, Bulgaria 5200-5000 a.C. Boceto de M. Gimbutas
34
Algunas ideas y propuestas para recuperar el útero
Silvia Tubert (31) traduce ‘titti-
lation’ por ‘titilación’, pero yo pre-
fiero utilizar ‘temblor’; creo que es
más exacto y más expresivo.
Como decía antes, las mujeres que
viven relajadas, durante sus ratos
de ocio pueden tener permanente-
mente el útero en estado de medu-
sa, es decir, irradiando placer a
7
todo el cuerpo. Es la idea del
7. Figura en hueso del Epigravetiense Paraíso de las mujeres, distendidas
SO.Rumania 8000 a.C. (17 cm.). Se
trata de falanges de caballo, que por su
en los Jardines neolíticos de la
forma fueron utilizadas para represen- matrística, representada en el
tar el cuerpo femenino. Las encontra- Jardín de las Hespérides y muy
mos en el Museo Arqueológico de
Murcia, en el de Cehegin (Murcia), y concretamente, en el que pintó el
también en el Museo Arqueológico romántico británico Frederick
Nacional de Praga
Leighton (figura 8).
La mujer de la izquierda del cuadro está siendo impulsada por
una ola de placer, otra duerme beatíficamente, y la del centro tiene
la expresión misma de la bienaventuranza, mientras tiende su
mano a la serpiente sobre la que están recostadas.
35
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
No tenemos jardines neolíticos, pero podemos aprovechar los
atascos de tráfico, para poner el útero a temblar, mientras espera-
mos en el asiento del coche.
El lenguaje del placer nos sirve también para contar a nuestras
hijas cómo es nuestro útero. En el neolítico vivían en contacto
con la naturaleza y por eso utilizaban lo que veían que se aseme-
jaba al útero (que no veían pero que sentían). Y eligieron la rana,
no por casualidad, sino porque su cuerpo palpita de una manera
muy ostensible. No hay muchos animales cercanos cuyo cuerpo
tenga ese palpitar tan explícito (figuras 9 y 10).
Tanto que no sólo en la Vieja Europa, sino en otras culturas pre-
colombinas de América también la rana representaba el útero.
Podemos hablar a nuestras hijas de la ranita que tenemos todas las
mujeres en nuestro vientre. Y decirlas que no hay que contener
ningún movimiento que nos de gusto o placer, para que la ranita
viva, respire y palpite.
La arqueóloga Marija Gimbutas (32) dice que la forma uterina
es la más representada en todo el arte de la civilización de la Vieja
Europa. Como racimos de berenjenas, los úteros se dibujan en
cenefas, entre hojas de parra, y muy frecuentemente pegados a
espirales (figuras 11, 12, y 13).
Encontramos la espiral con el útero también en la cerámica del
arte Ibero, con abundantes piezas en los museos de Cartagena,
Murcia, Alicante, Elx y sobre todo en la Alcudia (Alicante); e
incluso he encontrado una cenefa de espirales con úteros en un
lebrero actual de la cerámica popular de Totana (figuras 14 y 15).
Luego están los peces-útero (figuras 16, 17. También la figura 5
del primer capítulo.), las ranas, las medusas, las serpientes y el
pulpo (figuras 18, 19, y 20)).
Los pulpos, encontrados abundantemente en la cerámica micéni-
ca, son una representación impresionante del orgasmo femenino:
el cuerpo del pulpo se convierte como el mejor de los abstractos
de Picasso, en un cuerpo de mujer, pechos y útero, de los que
salen los tentáculos convertidos en ondas que rodean la panza del
cántaro o de la vasija sobre la que están dibujados (figuras 21 a
28). Este es el lenguaje más erótico que jamás he conocido.
36
Algunas ideas y propuestas para recuperar el útero
11
9 10
13
12
14 15
9. Anfora con rana y forma uterina. Faestos, Creta, 2000 a.C.Baviera, 1811 d.C.
10. Cultura Vinca, Balcanes Centrales, 5000-4500 a.C.
11. Minoico tardío, isla de Mochlos, E. de Creta 1400 a.C.
12. Jarra de Elide, Museo arqueológico de Olimpia 1600 a.C.
13. Cultura Cucuteni, Moldavia, N.O. Rumanía, 5000-4000 a.C.
14. Lebrero cerámica artesana de Totana (Murcia).
15. Jarra cultura ibérica aprox. 500 a.C. Museo arqueológico de Cartagena.
37
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
16 17 18
20
19
21 22
16. Detalle de ánfora, Tebas 700 a.C.
17. Faestos, Creta, 2000-1700 a.C. Se pueden apreciar especiales con úteros y el dibujo
central con pez, serpiente y útero.
18. Detalle de jarra, Katsambas, Creta, 1450-1300 a.C. Museo A. Heraklion.
19. Detalle de ánfora Palacio Zakros, Creta, 1700-1450 a.C. Museo A. Heraklion.
20. E. Creta, Museo Nikolaios 1400 a.C. (detalle).
21 y 22. Detalles de pulpo en jarra de estribo, Langada, Museo A.de Cos 1200 a.C.
38
Algunas ideas y propuestas para recuperar el útero
23 24
26
25
27 28
39
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
No, no es el lenguaje de una Diosa (33), es el lenguaje del pla-
cer de los cuerpos de nuestras antepasadas, que no requiere de
mucha especialización para ser descifrado, y en cambio puede
ayudar a nuestra recomposición corporal. Lo aquí expuesto sólo
es una ínfima parte de lo que el arte neolítico aporta sobre la
sexualidad femenina.
No hay metodología para la recuperación del útero. Cada una
de nosotras está donde está, y cada una debe confiar en su cuerpo
y dejar que le guíe. Todo lo aquí escrito son tan solo sugerencias
de prácticas antiguas o contemporáneas.
Todavía hay alguna cosa más. Sobre las llamadas ‘prácticas
femeninas’ de origen maya:
Una de estas prácticas, de la tradición olmeca están siendo
recogidas por algunas mujeres, como Silvia Sterbova y Elena
Lázaro (34) para tratar de recuperar los ejercicios de aquella civi-
lización para expandir ‘la energía femenina’, y para lo que ellas
llaman el ‘despertar del útero’. He visto en un video estos ejer-
cicios, y algunos son claramente prácticas autoeróticas, por ejem-
plo:
40
Algunas ideas y propuestas para recuperar el útero
cerebro límbico con el útero, y hace intervenir el neocortex blo-
queando la activación erótica. Estas prácticas no fueron diseña-
das para coger energía cósmica del universo, sino para propiciar
el placer interno corporal.
41
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
útero, y cuando el útero está un poco reconectado, puede sentirse
y diferenciarse de los músculos del suelo pélvico.
Llaman también la atención los grabados hallados en cuevas
paleolíticas, de mujeres tumbadas o recostadas con las piernas
abiertas, con una o con las dos piernas dobladas, en posición dis-
tendida y relajada. Sin embargo, en nuestra cultura, esta posición
no se considera ‘normal’ más que para tener relaciones coitales.
Es una postura que cuando menos se considera ‘desinhibida’, y
efectivamente, lo es, y por lo mismo, sumamente confortable que
debe ser recuperada y para ello, debe dejar de identificarse con
una postura coital (figuras 29 a 32).
42
Algunas ideas y propuestas para recuperar el útero
29
30
31
Odalisca
de Matisse
32
29 y 30. Paleolítico superior. Cueva de la Magadelaine, Tarn, Francia. Relieves de
aprox. 1m de longitud.
31. Paleolítico superior, entre 15.000 y 20.000 a.C. Cueva de Le Gabillou,
Dordogne, Francia.
32. Odalisca, Matisse.
43
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
44
4. Reflexión final
45
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
46
Notas
47
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
Indias. Fondo de Cultura Económica México, 1986
13) AMBROISE PARÉ, L’Anatomie, livre I, ‘Sur la genera-
tion’, 1575.
14) LYNN MARAGULIS y DORION SAGAN Qué es el sexo
Tusquets, 1998
15) MASTERS Y VIRGINIA JOHNSONS. Human Sexual
Response. Intermédica, México 1978
(16) MARYSE CHOISY La guerre des sexes Publications
Premièrs. Paris 1970. Pg 45-47
(17) Citado en THORKILD JACOBSEN The Treasures of
Darkness Yale Universty Press, 1978, pag.108.
(18) DORION SAGAN Por qué las mujeres no son hombres,
El País 02.08.1998…
(19) AMBROISE PARE Ibidem, livre XVIII.
(20) MASTERS Y JOHNSONS Citado en el monográfico de la
revista Integral nº4 ‘el embarazo y el parto gozosos’ (1988)
(21) Se refiere a un documental suyo Autour de la Naissance, edi-
tado por Seuil
(22)NILES NEWTON Maternal emotions Nueva York, 1955
(23) En 1992 se publicó un libro de 500 páginas recogiendo
diversos estudios sobre la oxitocina : PEDERSEN C.A. ET AL
‘Oxitocin in maternal, sexual and social behaviours’, Annals
of the New York Academy of Sciences, 1992; 6527. NILES NEW-
TON lo resumió diciendo que la oxitocina es la ‘hormona del
amor’, y desde entonces así se la conoce.
(24)MARIJA GIMBUTAS El lenguaje de la diosa Oviedo,
Dove 1996.
(25) Puede verse en: www.antoniocores.com/Sudan-
Photographs/006-Niaro-danza
(26) MARI CRUZ GARRIDO El juego del corro en la cultura
femenina, Inédito 2006 Por su parte, Karmele O’Hanguren en
un artículo en el Gara 29 de septiembre 2001 “La danza del vien-
tre regula la menstruación” asegura que la danza del vientre no
tiene fecha de nacimiento, pero parece ser la supervivencia de
una forma de danza ligada a los ritos de fertilidad y maternidad,
ya que reproduce simbólicamente los movimientos de la concep-
48
Notas
ción y del alumbramiento... En sus distintas versiones, que van
desde el raks sharki con música clásica árabe, al estilo baladí
más popular, la danza del vientre es uno de los bailes más sensua-
les del mundo reservado únicamente a mujeres.
(27) Mari Cruz Garrido establece la relación entre las danzas
sexuales en corro y las prácticas de la brujería.
(28) BARBARE EHRENRICH y DEIRDRE ENGLISH, D
(1973) Brujas, comadronas y enfermeras lasal edicions de les
dones, Barcelona, 1988.
(29) Algunas de las claves de la simbología neolítca se abordan en
mi libro El Asalto al Hades (3ª edición Ed.Virus Barcelona 2007)
(30) AMBROISE PARE L’Anatomie, livre II, 1575
(31) En el libro colectivo: SILVIA TUBERT (edit) Figuras de
la madre Cátedra/Feminismos, Madrid 1996, del que forma parte
un capítulo de Yvonne Knibieler en el que cita a Paré.
(32) Además del libro citado: MARIJA GIMBUTAS Diosas y
dioses de la Vieja Europa, Madrid, Istmo 1991,
(33) Hago referencia al libro de Gimbutas EL LENGUAJE DE
LA DIOSA, que bien podría haberse llamado, por ejemplo, LA
VIDA COTIDIANA DE LAS MUJERES DE LA VIEJA EURO-
PA. También a toda la corriente que en la arqueología ha empe-
zado a deificar la imágen de la mujer, convirtiendo las antiguas
Venus en Diosas. En el prólogo del libro de Henri Delporte La
imagen de la mujer en el arte Prehistórico (Istmo, Madrid 1982)
que recopila con un criterio meramente geográfico algunos cente-
nares de imágenes de mujer del paleolítico, se advierte del peligro
de que la ausencia de ‘interpretación’ deificante pueda ser utiliza-
da por ‘feministas fanáticas’. Sobran comentarios.
(34) ELENA LAZARO El camino de la mujer Inbi Sudameris
Argentina 1999
(35) CARLOS CASTANEDA Pases Mágicos, las enseñanzas
prácticas de Don Juan Ed. Martínez Roca Barcelona 1998
(36) COLECTIVO DE MUJERES DE BOSTON (1977) nues-
tros cuerpos nuestras vidas Ed. Colectivo de Mujeres de Cali
(Colombia) 1987
(37) VICTORIA SAU (1994): La maternidad: una impostura.
49
Casilda Rodrigáñez Bustos - Pariremos con placer
Revista Duoda nº 6 Universidad de Barcelona.
(38) MICHEL ODENT (1990) El bebé es un mamífero Mandala,
Madrid, 1990
50
TENDER LA URDIMBRE
El parto es una cuestión de poder(*)
I Congreso Internacional
de Parto y Nacimiento en Casa
Jerez, octubre 2000
51
Casilda Rodrigáñez Bustos - Tender la urdimbre
52
Introducción
53
Casilda Rodrigáñez Bustos - Tender la urdimbre
hace 500 años parían sin dolor -la generalización del patriarcado
no alcanzó aquellas islas hasta la llegada de la expedición de
Colón-.
Voy a tratar de explicar brevemente el por qué se produjo el
cambio.
54
1. ¿Por qué necesita el poder que el parto
y el nacimiento sean dolorosos?
55
Casilda Rodrigáñez Bustos - Tender la urdimbre
dependencia. Como dice Balint (3) se trata de un estado de sim-
biosis (y no una serie de acoplamientos puntuales) entre madre-
criatura que necesariamente implica la mayor catexia libidinal de
toda nuestras vidas.
Esta especialmente fuerte catexia libidinal, para contrarrestar el
fenómeno neoténico y asegurar la supervivencia, explica el que
las mujeres fueran las primeras artesanas y agricultoras, y el ori-
gen de la civilización humana, según informa ya la antropología
académica.(4)
Porque la cualidad específica de la líbido materna es el deve-
nir pasión irrefrenable por cuidar de la pequeña criatura (que
es, por otro lado, quien la ha inducido); pasión por alimentarla,
protegerla de la intemperie, del frío y de la sequías, para darla
bienestar; esta pasión desarrolló la imaginación y la creatividad de
las mujeres para recolectar, hilar, tejer, hacer abrigos, conservar y
condimentar alimentos, hacer cacharros con barro, etc.etc. El cui-
dado de la criatura se convierte en la prioridad absoluta de la
madre y a su lado, el interés por las demás cosas se desvanece. Es
la condición misma, la cualidad del deseo y de la emoción
materna, que para ese cuidado de la vida mana de los cuerpos
maternos (5). Cualquier invento de amor espiritual no es sino
una mala copia, un pálido reflejo de la intensidad, de la pasión y
de la identificación absoluta del cuerpo a cuerpo madre-criatura.
Y esta cualidad específica de la líbido materna, no es una casuali-
dad ni una arbitraridad. El cuerpo materno durante la exterogesta-
ción es nuestro nexo de unión con el resto del mundo durante la
etapa primal, porque desde ese estado de simbiosis se pueden
reconocer nuestros deseos y necesidades; a la vez que ese estado
potencia las facultades y energías necesarias para satisfacerlas.
Ahora bien, nuestra sociedad actual no tiene nada que ver con
la vida humana autorregulada; desde hace más o menos 5000
años, según los sitios, vivimos en una sociedad que no está cons-
tituída para realizar el bienestar de sus componentes sino para rea-
lizar el Poder. Y por eso al Poder le estorba la sexualidad de la
mujer, los cuerpos de mujeres que secretan líbido maternal.
56
¿Por qué necesita el poder que los partos sean dolorosos?
Porque una sociedad con cuerpos femeninos productores de
líbido materna es incompatible con todo el proceso cotidiano de
represión que implica la educación de niños y niñas en esta socie-
dad. La socialización patriarcal exige que la criatura se críe en un
estado de necesidad y de miedo; que haya conocido el hambre, el
dolor, y sobre todo el miedo a la muerte, durante el parto por asfi-
xia y luego por abandono, miedo este último que psicosomática-
mente siente cualquier cachorro de mamífero cuando se rompe la
simbiosis. Por eso la sociedad patriarcal se ha ocupado a lo largo
de estos milenios de romper la simbiosis madre-criatura (Michel
Odent) (6), para que nada más nacer la criatura se encuentre en
medio de un desierto afectivo, de la asepsia libidinal, y de las
carencias físicas que acompañan a la ruptura de la simbiosis, para
las que su cuerpo no estaba preparado. Desde este estado, que es
el opuesto al de la simbiosis, se organiza su supervivencia a cam-
bio de su sumisión a las normativas previstas por la sociedad adul-
ta, a cambio de ser ‘un niñ@ buen@’, es decir, que no llora aun-
que este sól@ en la cuna, que come lo que decide la autoridad
competente y no lo que la sabiduría de su organismo requiere; que
duerme cuando conviene a nuestra autoridad y no cuando viene el
sueño; que se traga en fin los propios deseos para, ante todo, obte-
ner una aceptación de la propia exitencia que ha sido cuestio-
nada con la destrucción de la simbiosis; complaciendo a l@s
adult@s y a nuestras descabelladas conductas, sometiéndose ino-
centemente a nuestro Poder fáctico, se acorazan, automatizan y
asumen las conductas convenientes a esta sociedad de realización
del Poder -llámese dinero etc.- Así comienza la pérdida de la
sabiduría filogenética de 3600 millones de años y el acoraza-
miento psicosomático.
Es decir, que a la espiral de la carencia--miedo a carecer--miedo
al abandono--miedo a la muerte, reaccionamos con la espiral del
llanto--resignación--acorazamiento--sumisión.
El acorazamiento tiene dos aspectos básicos: 1) la resigna-
ción ante el propio sufrimiento (condición emocional para la
sumisión) y 2) la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno (con-
dición emocional para ejercer el Poder).
57
Casilda Rodrigáñez Bustos - Tender la urdimbre
Es decir, que para sobrevivir en este mundo hay que congelar
la sensibilidad emocional específica de las relaciones de ayuda
mutua en la vida humana autorregulada: pérdida de la inocencia,
pérdida de la confianza puesto que no hay reciprocidad: una con-
gelación y un acorazamiento necesarios para luchar, competir e
imponerse sobre el de al lado, en la guerra de conquista de posi-
ciones, de escalada de peldaños, de expoliación y de acaparación;
porque aunque sólo pretendamos sobrevivir, en este mundo para
no carecer hay que poseer, y para poseer hay que de algún modo
robar y devastar, y para devastar y robar hay que ser capaces ejer-
cer la violencia contra nuestr@s herman@s.
Para lograr este acorazamiento psicosomático en cada criatura
humana individual, hombre o mujer, y el aprendizaje de las con-
ductas y de las estrategias fratricidas y jerárquico-expansivas de
realización del Poder -lo que eufemísticamente se llama educa-
ción-, se necesitan cuerpos de mujeres que engendren y paran sin
desarrollo sexual y libidinal.
La represión de la impronta y la prohibición de mimar y com-
placer a las criaturas está por ejemplo muy claramente expuesta en
diversos textos bíblicos: mima a tu hijo y verás lo que te espera,
doblégale cuando aún es tierno, etc. etc.; y la rebelión contra el
padre se castiga en el Antiguo y Nuevo Testamento, con la pena
de muerte.
Véamos la función de la líbido materna desde la perspectiva de
las relaciones sociales:
En 1861 Bachofen (7) escribió un libro en el que explica, basán-
dose directamente en algunos autores de la Grecia antigua, la cua-
lidad y la función social y civilizadora de la líbido maternal en
las primeras sociedades humanas; lo que ahora ya la antropología
con la nueva aportación de la ‘revolución arqueologica’ está con-
firmado; Bachofen dijo que la fraternidad, la paz, la armonía y el
bienestar de aquellas sociedades del llamado Neolítico en la Vieja
Europa, procedían de los cuerpos maternos, de lo maternal, del
mundo de las madres. No de una religión de las Diosas ni de una
organización política o social matriarcal, sino de los cuerpos
maternos (8). Es decir que aquella sociedad no provenía de las
58
¿Por qué necesita el poder que los partos sean dolorosos?
ideas o del mundo espiritual, sino de la sustancia emocional que
fluía de los cuerpos físicos y que organizaba las relaciones
humanas en función del bienestar; y de donde salían las energías
que vertebraban los esfuerzos por cuidar de la vida humana.
Esta vertebración de las relaciones humanas desde lo mater-
nal, lo explica así la antropóloga Martha Moia (9): el primer vín-
culo social estable de la especie humana... fue el conjunto de
lazos que unen a la mujer con la criatura que da a luz... El víncu-
lo original diádico madre/criatura se expande al agregarse otras
mujeres... para ayudarse en la tarea común de dar y conservar la
vida...unidas por una misma experiencia, formando lo que esta
autora llama el ‘ginecogrupo’. En el ginecogrupo el vínculo más
importante era el uterino, el haber compartido el mismo útero y
los mismos pechos. Este es el origen del concepto de la fraterni-
dad humana, que se ha sacado de sus raíces físicas y se ha eleva-
do a lo sobrenatural, para corromperlo y prostituirlo. El vínculo
uterino entre un hombre y una mujer era algo fundamental para la
reproducción de las generaciones en un sociedad con sistema de
identidad grupal, horizontal y no jerarquizada, sin concepto de
propiedad ni de linaje individual-vertical; es decir, con conciencia
de reproducción grupal. Por cierto, que todavía exiten aldeas en
rincones perdidos del mundo que continúan funcionando de este
modo (10).
La díada madre-criatura y el despliegue de la líbido materna en
los ginecogrupos creaba lo que Moia llama la urdimbre del teji-
do social, sobre la cual se entrecruzaba la actividad del hombre, la
trama. Este encaje de urdimbre y trama daba como resultado ese
tejido social de relaciones armónicas, por el que puede transcurrir
la líbido autorreguladora sin bloqueos ni trabas; un campo social
recorrido por el deseo productor de la abundancia y no de la
carencia (11). La arqueología ha confirmado las relaciones armó-
nicas entre los sexos y entre las generaciones de aquellas socieda-
des. (12)
Pues no estamos hablando de teorías abstractas: nos referimos
a civilizaciones humanas como las que se han descubierto en la
denominada “Vieja Europa”, geográficamente ubicadas en
59
Casilda Rodrigáñez Bustos - Tender la urdimbre
Europa oriental, desde el sur de Polonia hasta las islas del Egeo,
algunas de las cuales se remontan al séptimo milenio a.C.
En cambio el tipo de sociedad esclavista que consiguieron
imponer las oleadas de pastores seminómadas indoeuropeos que
empezaron a asolar las antiguas aldeas y ciudades matrifocales, a
partir del 4000 a.c., al principio esporádicamente, (13) no busca-
ban el bienestar y la armonía, sino la dominación para extraer,
acaparar y acumular las producciones de la vida; es decir, crear
Poder, a cualquier precio, con toda la violencia necesaria y con los
quebrantamientos de la autorregulación de la vida que sus objeti-
vos requisieran, con tal de sedimentar su Poder contra esta vida
humana autorregulada. Para ésto, para devastar, luchar, con-
quistar, matar, expoliar y acaparar se requiere un tejido social
distinto del que se crea para el bienestar y conservación de la
vida, partiendo de lo maternal. Un tejido de guerreros, de jefes
de guerreros, de linajes de guerreros, de esclavos, de jefes de
esclavos, de líneas de mandos, de mujeres disciplinadas y dis-
puestas a acorazar y adiestrar criaturas, es decir, de cambiar la
maternidad por la construcción de los linajes verticales, y organi-
zar la crianza de esos futuros guerreros dispuestos a matar y escla-
vos dispuestos a dedicar sus vidas a trabajar para los amos; muje-
res enseñadas para enseñar a sus hijas a negar sus deseos, a para-
lizar sus úteros y a hacer lo mismo que ellas.
Es decir, una sociedad con madres patriarcales, que no son ver-
daderas madres sino un sucedáneo de madres, que no crían a su
prole para el bienestar y para su integración en un tejido social de
relaciones armónicas que ya no existen, sino para el de la guerra
y la esclavitud. (14) Como dice Amparo Moreno sin una madre
patriarcal que inculque a las criaturas ‘lo que no debe ser’ desde
su más tierna infancia, que bloquee su capaciad erótico-vital y la
canalice hacia ‘lo que debe ser’, no podría operar la ley del
Padre que simboliza y desarrolla de una forma ya más minuciosa
‘lo que debe ser’.(15)
Entonces tenemos que la destrucción de lo maternal no sólo
destruye algo básico en el desarrollo físico y psíquico de cada
criatura, sino también y correlativamente, lo básico de nuestra
condición social y de nuestra sociedad.
60
¿Por qué necesita el poder que los partos sean dolorosos?
Aquí no tenemos tiempo, pero esto se puede ver en el proceso
histórico.
A lo largo de 3000 años tuvieron lugar guerras de devastación
de las pacíficas ciudades y aldeas matrifocales, durante las que se
exterminaron generaciones enteras de hombres que las protegie-
ron con sus vidas; guerras durante la cuales se esclavizaron gene-
raciones de mujeres que vivían plenamente su sexualidad y parí-
an con placer; generaciones con las que ‘desapareció la paz sobre
la tierra’ según expresión de Bachofen porque con ellas desapare-
ció el tejido social, el espacio y el tiempo en el que la verdadera
maternidad es posible.
Según Gerda Lerner (16), l@s niñ@s fueron la primera mano
de obra esclavizada, por la facilidad de manejarlos y de explotar-
los. A las mujeres de las aldeas conquistadas, se las mantenía
vivas para la producción de mano de obra, montándolas y preñán-
dolas como al ganado. Y así empezó la maternidad sin deseo,
por la fuerza bruta.
La consolidación y generalización del patriarcado fue un pro-
ceso discontinuo y largo, que fueron no décadas, ni siglos, sino
varios milenios. Tras las guerras venían las treguas, las fronteras,
el rearme, la vida bajo la amenaza y la presión del enemigo, es
decir, los periodos de guerra ‘fría’, durante los que se crean las
formas de sumisión voluntaria de la mujer, producto de diferen-
tes pactos, basadas en las incentivaciones sociales y en el chanta-
je emocional, pero también en la búsqueda de situaciones que fue-
ran el menor mal posible para ellas y para las criaturas.
Además, la agresividad del guerrero o la docilidad del esclavo o
de la esclava reside, desde luego, en que lo sea desde su más tier-
na infancia; pero también depende del arte de combinar el látigo
y el hambre con incentivaciones, mitos engañosos y chantajes
emocionales, de los que tenemos abundantes pruebas, no sólo
arqueológicas, sino escritas, como el famoso Código de
Hammurabi (17), rey de Mesopotamia en el 1800 a.c., en un esta-
dio ya avanzado de la transición.
En los orígenes del patriarcado la paternidad era adoptiva, esto
es, los primeros patriarcas adoptaban (18) a sus seguidores o
61
Casilda Rodrigáñez Bustos - Tender la urdimbre
filios entre los niños mejor educados y preparados para las guerras
y el gobierno de los incipientes Estados, y las mujeres adquirían
un rango en función del que adquirían sus hijos e hijas (esposas,
concubinas, esclavas), de manera que incluso su supervivencia y
la de sus criaturas dependían a menudo de su firmeza en el adies-
tramiento de éstas. Esto es un ejemplo de un tipo de incentivación
que va conformando la madre patriarcal; la mujer que subordina
el bienestar inmediato de sus hij@s a su preparación para el futu-
ro éxito social, en una sociedad jerarquizada y competitiva; y ade-
más que tiene su cuerpo disciplinado para limitar su líbido sexual
a la complacencia falocrática.
Según se va desapareciendo la sexualidad específica de la
mujer y se va consolidando la maternidad sin deseo y la madre
patriarcal, se van institucionalizando formas de matrimonio,
porque ya se puede predecir a priori que una muchacha será, como
se suele decir, ‘una buena madre y una buena esposa’ y que cria-
rá a su prole de forma adecuada. En realidad, el matrimonio y la
paternidad tal cual la conocemos hoy data del Imperio romano.
Entre los engaños míticos está la satanización de la sexualidad de
la mujer. Como dice la Biblia: la maldad es por definición lo
que mana del cuerpo de la mujer. “De los vestidos sale la poli-
lla y del cuerpo de la mujer la maldad femenil”, dice la Biblia; y
también que “ninguna maldad es comparable a la maldad de la
mujer”. La mujer tiene que sentir vergüenza de su cuerpo incluso
ante su marido, debe cubrirse de velos, considerarse impura. Esto
es una percepción efectivamente paralizante de los cuerpos. La
mujer seductora y seducible, voluptuosa, sólo puede ser una puta
y una zorra, absolutamente incompatible con una buena madre,
cuyo paradigma es una virgen que engendra sin conocer varón y
que tolera resignadamente la tortura y la muerte de su hijo en
sacrificio al Padre.
Con las generaciones se va perdiendo la memoria sobre la
otra manera de vivir y de parir, la otra percepción del cuerpo de
la mujer, cuyo rastro, retrospectivamente, podemos encontrarlo en
tres lugares: en el Hades (a donde enviaron lo que no debe ser y
debe permanecer oculto), en el infierno (a donde va todo lo que es
62
¿Por qué necesita el poder que los partos sean dolorosos?
maligno), y también en lo más hondo de nuestro ser psicosomáti-
co.
La milenaria represión sexual de la mujer, acompañada de
toda clase de torturas físicas y psíquicas, es algo relativamente
bien conocido. Pero quizá no es igualmente sabido que esa repre-
sión ha tenido por objeto impedir que irrumpa nuestra sexualidad.
Porque para que una mujer se preste voluntariamente a hacer de
madre patriarcal, hay que eliminar la líbido materna, para lo cual
hay que impedir el desarrollo de su sexualidad desde su infancia.
Así se consuma el matricidio histórico, somatizándose en el
cuerpo de cada mujer generación tras generación. Como dice
Amparo Moreno, cada vez que parimos, afirmamos la vida que
no debe ser, bloqueamos la capacidad erótico-vital de la criatura,
para a continuación adiestrarla de acuerdo con el orden estableci-
do (15).
Esta es la maldición de Yavé: paralizar los úteros para paralizar
la producción libidinal de la mujer, y cambiar el tejido social de la
realización del bienestar por el tejido social de la dominación y de
la jerarquía.
Tras la devastación de la sexualidad y la paralización del
útero, se construye ‘el amor materno’ espiritual, destinado ante
todo a neutralizar y reconducir las pulsiones y los deseos que pue-
dan impedir la represión y el adiestramiento de las criaturas; y
junto a ese ‘amor’, se construye la imagen de la madre abnegada
y sacrificada, dedicada a la guerra doméstica de vencer la resisten-
cia de las criaturas a formar parte de este tejido social. La cuali-
dad de este tipo de falso ‘amor’ es que neutraliza la com-pasión
y el con-sentimiento que puedan irrumpir y agrietar las corazas,
y que pueden llegar a hacer imposible la represión y el sacrificio
de l@s hij@s al Padre, al Espiritu Santo, al Capital, al Estado, al
sistema de enseñanza obligatorio, etc. etc.
Porque, en cambio, el amor que nos sale de las vísceras, a
diferencia del que dicen que sale del alma escondida tras los cuer-
pos acorazados, sólo sabe complacer y aplacer a los hij@s y es
incompatible con el sufrimiento y con la angustia que presiden su
socialización en este mundo.
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2. ...y que sea inimaginable
(la desaparición de la serpiente)
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cional, que debe acompañar la relación de sumisión al hombre.
Este proceso de construcción del nuevo orden simbólico, se
puede verificar siguiendo el rastro del que fue símbolo de nuestra
sexualidad en casi todas las culturas: la serpiente.
La importancia y la omnipresencia de la imagen de la serpien-
te había sido correlativa a la importancia del despliegue de la líbi-
do femenina. Hacer que la serpiente desapareciera era imposible.
Por eso lo que hicieron fue eliminar su fuerza simbólica, que
mantenía viva la memoria, el recuerdo y la posibilidad de ima-
ginar otra forma de ser mujer.
Cambiaron su significado simbólico cambiando las historias
míticas, y convirtiendo el movimiento ondulante de la serpiente
en un símbolo de todos los males y de todos los demonios.
También el asco que nos producen los reptiles, sus mucosas y sus
pieles húmedas, es una construcción cultural paralela al asco y al
pudor que sentimos hacia nuestros cuerpos y sus fluídos, y que
tiene por objeto sacar de nuestra imaginación su sentido maternal
y simbiótico.
El orden simbólico tiene que hacer a lo bueno, malo, y a lo
malo, bueno.
Así, junto a la satanización de la sexualidad de la mujer, se sata-
niza también a la serpiente que pasa a ser el demonio del infierno
judeo-cristiano; y el infierno y el Hades pasaron a ser los lugares
a donde va todo lo que no debe ser, por contraste de los cielos
donde habitan los paradigmas de lo que debe ser; y el guardián del
Hades en la mitología griega, fue el can Cerbero, hermano de la
amazona Medusa, la de la cabellera de serpientes, que lleva tam-
bién el lomo lleno de serpientes y su cola es una serpiente. La sire-
nas y las Nereidas que representaban la asociación de lo femeni-
no con el agua, se convirtieron en monstruos marinos que ataca-
ban a los héroes, como Escila que no deja a Ulises pasar por el
estrecho de Mesina. Atenea, en un tiempo representada con ser-
pientes (fig. 1), pasa a ser la diosa de la guerra (fig. 2); a su vez
las serpientes caen simbólicamente en manos de Esculapio (fig.
3), dios, como no, de la Medicina, y de Hermes, dios de la fertili-
dad, de manera que la sexualidad femenina pasó poco a poco de
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...y que sea inimaginable (la desaparición de la serpiente)
ser una emanación de la mujer para la autorregulación de la vida,
a ser algo administrado y gobernado por los dioses patriarcales.
En todas las culturas patriarcales aparece el héroe o el dios que
desafía y mata la serpiente: Zeus mata a Tifón, Apolo a la Pitón,
Hércules a la Hidra (fig. 4), Perseo a Medusa (fig. 5)y Jasón vence
al dragón que guardaba al vellocino; el dios mesopotámico
Marduk mata a las serpientes de la diosa Tiamet, y el hindú Krisna
a la serpiente-demonio Kaliya (fig. 6). En las culturas cristianas,
después del famoso y explícito mito del Génesis (“pondré enemis-
tad entre tí y la serpiente”), la virgen María vuelve a aplastar a la
serpiente (fig. 7), San Jorge al dragón de Inglaterra (fig. 8), San
Patricio a la serpiente de Irlanda, San Miguel a diversos drago-
nes...
Fijaos que la resistencia al orden patriarcal a lo largo de los
siglos la delatan los mitos: porque la virgen María tiene que vol-
ver a aplastar a la serpiente que ya había sido enviada por Jehova
al Infierno 2500 años antes. Y en la Edad Media, para hacer las
naciones modernas y acabar con el relativo descontrol de las alde-
as desperdigadas por la tierra, siguen haciendo falta mitologías
con santos que matan a las serpientes locales: San Jorge en
Inglaterra, San Patricio en Irlanda, pueblos en donde los campesi-
nos celtas animados por los druidas conservaron durante mucho
tiempo reductos de antiguos modos de vida.
Arturo es otro mito, en plena Edad Media que representa, al
igual que Edipo, la tragedia de la transición. Arturo, no mata al
dragón, sino que lo salva, y al principio llevaba su imagen en su
estandarte porque era un caballero que defendía el antiguo modo
de vida. Y llevaba serpientes tatuadas en ambas muñecas.
Junto al cambio de significado simbólico de la serpiente, está
la inversión de lo que vale, del bien y del mal, y también, la sig-
nificación de los que la matan: el héroe o el santo. Matando a la
serpiente, el santo salva nuestras almas y el caballero o el prínci-
pe azul, nuestros cuerpos.
Dice Robert Graves que muchas de estas historias son versio-
nes falseadas de las originales; y asegura que las fábulas de las
doncellas salvadas por héroes, que matan a los dragones o a los
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monstruos, sólo puede deberse a un error ‘iconotrópico’: porque
la doncella o la princesa no es la futura víctima de la serpiente,
sino que ella es quien ha sido encadenada por Bel, Marduk, Perseo
o Hércules después de haber vencido éstos al monstruo que era
una emanación de ellas.
Este cambio en los mitos corresponde al paso de la dominación
de la mujer por la fuerza bruta (se captura a la mujer tras destruir
por la fuerza lo que emana de ella), a la sumisión voluntaria de la
misma (la mujer se considera ‘salvada’ cuando se destruye las
monstruosas emanaciones de su cuerpo).
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1. Atenea, frontón oriental del templo de Atenea Polia, Acrópolis, 570 a.c.
2. Atenea, Academia de Artes y Ciencias, Atenas.
3. Esculapio, dios de la medicina. Rodas, época romana.
4. Hércules luchando con tra la Hidra. 500 a.C. Museo del Louvre.
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5. Perseo con la cabeza decapitada de Medusa. B. Cellini, Loggia dei Lanzi, Florencia.
6. Krishna sobre la serpiente Kaliya. Tamil Nadu, India, finales del siglo X d.c.
7. Inmaculada concepción aplastando a la serpiente. P. Pablo Rubens, Museo del Prado.
8. San Jorge matando al dragón. P. Pablo Rubens, Museo del Prado.
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Tender la urdimbre...
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tema circulatorio es superior al digestivo, por decir algún ejemplo.
La diversidad tienen que funcionar para que haya armonía, que
no es ningún estado místico, sino la sensación de bienestar que
produce la vida autorregulada. Para restablecer la armonía entre
los sexos tiene que haber sexo femenino; para que haya encaje
armónico entre la urdimbre y la trama, hay que tender primero la
urdimbre. Hay que recuperar la maternidad, el espacio y el tiem-
po de la simbiosis primaria.
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Notas
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de Bachofen, se viene traduciendo ‘mutterlich’ (maternal), ‘mut-
tertum’ (entorno de la madre) y ‘mutterrecht’ (derecho de la
madre) por ‘matriarcado’. Sin embargo cuando Bachofen se quie-
re referir al ‘archos’ femenino de la transición, utiliza el término
de ‘gynecocratie’.
(9) MARTHA MOIA El no de la niñas laSal edicions de les
dones, Barcelona, 1981
(10) Ver artículo de PAKA DÍAZ en El Semanal del Diario La
Verdad de Murcia, del 16-22 de Julio 2000, “Los Musuo, el últi-
mo matriarcado”. Y también sobre este pueblo: YANG ERCHE
NAMU Y CHRISTINE MATHIEU La Tierra de las Mujeres
Lumen, Barcelona 2003
(11) GILLES DELEUZE Y FELIX GUATTARI El anti-edipo,
capitalismo y esquizofrenia Paidós, Barcelona, 1985.
(12) En esto ya no hay discusión, empezando por la misma
Gimbutas.
(13) Gimbutas, Mellaart, Eisler, Rodríguez etc.
(14) Sobre el matricidio, ver particularmente la obra de
VICTORIA SAU: La maternidad: una impostura Revista
Duoda, n16 Barcelona, 1994; El vacío de la maternidad Icaria,
Barcelona 1995, entre otros.
(15) Carta de AMPARO MORENO a la Asociación
Antipatriarcal, Boletín num. 4, Madrid, diciembre 1989.
(16) GERDA LERNER La creación del patriarcado, Crítica,
Barcelona 1990
(17) El código de Hammurabi son 282 leyes (con un prólogo y
un epílogo) grabadas sobre un falo de basalto de 2,05 m., que se
encuen(17) Sobre el orígen adoptivo de la paternidad, véase por
ejemplo el estudio de Assmann en el Antiguo Egipto: en
(18) TELLENBACH, H. et al. L'image du père dans le mythe et
l'histoire. PUF, Paris 1983
(19) AMPARO MORESNO Pensar la historia a ras de piel Ed.
Tempestad, Barcelona, 1991.
(20) Ver artículo en el diario El Mundo del 1 de julio 2000 de
MYRIAM LOPEZ BLANCO: ¿Debería ser opcional la mens-
truación?
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