La Crisis de La Hegemonia Oligarquica 1930-1945
La Crisis de La Hegemonia Oligarquica 1930-1945
La Crisis de La Hegemonia Oligarquica 1930-1945
ARGENTINO, 1930-1945
William Faulkner
∗
Consultor del proyecto Desarrollo y educación en América Latina y el Caribe”.
Introducción
El texto que sigue intenta plantear algunas cuestiones relativas a un sector específico
de la superestructura: el aparato educativo. En dicho sector, la crisis tuvo manifestaciones
peculiares y el referente más significativo de su existencia, es el fracaso de la “oligarquia”
en la tarea de readecuar el funcionamiento del aparato educacional desde el punto de
vista de sus intereses ante las nuevas condiciones impuestas por la quiebra del modelo
de crecimiento hacia afuera.
I. La crisis de 1930
La crisis mundial por la que atravesó la economía capitalista en el año 1930 produjo —
en el contexto general de América Latina y en el caso particular de la Argentina— una
profunda alteración en los moldes dentro de los cuales se venia desarrollando la actividad
económica y el conjunto de la vida social. De acuerdo a cierta nomenclatura, común en
los tratados de historia económica, la crisis del 30 marcaría el fin del ciclo de crecimiento
hacia afuera”, basado en la exportación de productos agropecuarios e importación de
productos manufacturados (vigente desde la segunda mitad del, siglo XIX) y el comienzo
de una nueva etapa con características, tanto a nivel de las actividades productivas como
de las instancias ideológicas e institucionales que las acompañaban, significativamente
diferentes.
Las teorías clásicas sobre las relaciones entre crecimiento industrial y poder político
tendieron a concebir, como condición necesaria del proceso de industrialización, el
desplazamiento de los representantes de los intereses agrarios tradicionales. Sin
embargo, la experiencia argentina muestra que —al menos en las primeras fases de la
industrialización— fueron precisamente los sectores más concentrados de la burguesía
agraria quienes —asociados con los sectores también más concentrados de la burguesía
industrial— impulsaron este proceso y lo hegemonizaron durante todo el periodo que nos
ocupa.
1
Jorge, Eduardo. Industria y Concentración Económica. Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
No obstante, este proceso no fue simple ni pacífico. Su comprensión exige, sin dudas,
un análisis preciso de la composición interna de las diferentes fracciones de la burguesía
y de sus intereses.
2
Las disposiciones del pacto favorecieron claramente a los invernadores” quienes, a cambio de importantes concesiones al
imperialismo británico, consiguieron asegurarse el mantenimiento de su participación en el comercio de carnes con una cuota fija de
venta inferior a la vigente antes de la crisis, pero estable y permanente. Este acuerdo produjo una fuerte reacción en los sectores no
favorecidos. El testimonio más claro lo representa el debate de las carnes, que tuvo a Lisandro de la Torre como protagonista activo
de la defensa de los pequeños productores ganaderos y criadores del interior. Véase Smith, Peter. Carne y Política en Argentina.
Buenos Aires, Paidos, 1969. Ciria, Alberto, Partidos y Poder en la Argentino Moderna. Buenos Aires, J. Alvarez, 1968; Skupch,
Pedro. El Deterioro y Fin de/a Hegemonía Británica sobre la Economía Argentina. 1914-1947”; en Panaia y otros. Estudios sobre
los Orígenes del Peronismo, vol II. cap. 1. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.
3
Peralta Ramos, Mónica. Etapas de Acumulación y Alianza de Clases en Argentina 1930-1970. Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
Hegemonizada por la oligarquía agropecuaria exportadora, esta alianza con los
industriales más concentrados quedó claramente fundamentada en el discurso que
pronunciara a fines de 1933 en la U.I.A. el entonces ministro de Agricultura, Luis Duhau:
“No creemos... que sea posible ni conveniente cambiar las bases económicas del
país. No pensamos en establecer la autarquía... Sigo creyendo que la mejor forma
de procurarnos los artículos que necesitamos es vendiendo aquello para lo cual
estamos especialmente dotados”.
... debemos precavernos del error de promover aquellas producciones que tienden a
discriminar las importaciones de los países que siguen comprando nuestros
productos en la medida suficiente para permitimos pagar esas importaciones. De lo
contrario, crearemos nuevos obstáculos a las exportaciones: hay que importar
mientras se pueda seguir exportando”.
Ninguno de los sectores que participó en esta alianza de la década del 30 tuvo
intereses que superarán esta concepción y propiciaran una industrialización que rompiera
con las relaciones de dependencia. En el caso de la burguesía agraria, es obvio que no
podía promover un proyecto que en última instancia la relevara de su posición
4
Revista de Economía Argentina, Buenos Aires, Tomo 32, No. 187, enero de 1934.
hegemónica. Respecto al sector industrial más concentrado, las limitaciones de su planteo
se relacionan directamente con su vinculación al capital extranjero. En este sentido, es
preciso tener en cuenta que en esta etapa su participación en la alianza no resultaba anta-
gónica con los intereses del capital internacional. Al parecer, la acumulación de capital en
los países centrales imponía la necesidad de superar la etapa de exportación de bienes
no durables y comenzar un periodo en el cual fuera posible la exportación de maquinarias
y equipos en general, que ya no tenían posibilidades de uso en los países centrales.
Según lo expresa M. Peralta Ramos,... en esta primera etapa de industrialización
sustitutiva de importaciones de bienes de consumo no durables en la Argentina coincidiría
entonces con el logro de un cierto nivel de acumulación de capital en los países más
desarrollados, que haría más lucrativo exportar en lugar de bienes de consumo no
durables, los equipos y herramientas que no tienen porque tener un nivel tecnológico
excesivamente refinado”5.
En primer lugar, se advierte que las ramas que crecieron con mayor significación
correspondieron a artículos de consumo directo que demandaban la importación de
equipos y repuestos (en algunos casos también materia prima) de los países centrales. El
rubro de mayor crecimiento fue, sin duda, el textil, que guió conjuntamente con el de
alimentos y bebidas la primera etapa del desarrollo industrial. El dinamismo de estos
sectores provocó un marcado descenso en las importaciones manufactureras y un
sostenido incremento en la importación de combustibles, insumos y productos
intermedios.
∗
Los datos estadísticos más significativos pueden consultarse en la sección V de este trabajo.
6
Graciarena, Jorge. Desarrollo, educación y ocupaciones técnicas”, en Revista de Ciencias de/a Educación. Buenos Aires, 1971, No.
6.
una forma apta (más barata y más rápida que la formación escolar) para resolver los
problemas de calificación.
Si bien esto quedó expuesto más arriba, cuando se afirmaba la evidencia que el
crecimiento industrial se había operado con mano de obra formada en el propio proceso
productivo, las referencias acerca del destino ocupacional de los técnicos calificados en la
escuela corrobora aún más esa afirmación. Los datos sobre este punto son pocos y
fragmentarios, ya que los estudios sistemáticos sobre calificación de la fuerza de trabajo
parten de fechas muy posteriores a las que aquí nos ocupan; sin embargo, algunos
testimonios autorizados avalan bastante bien lo que venimos exponiendo. Juan José
Gómez Araujo, inspector de enseñanza técnica de vasta actuación en este período, ha
sintetizado los resultados de una encuesta que se efectuara en 1942 para determinar el
grado de aprovechamiento por parte de la industria local de los egresados de las escuelas
técnicas. Según sus informes, esa encuesta habría arrojado los resultados siguientes:
7
Memoria del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, año 1942, Torno 1, Págs. 220-221.
∗
Por otra parte, es sabido que en toda esta fase de la industrialización sustitutiva, una cuota importante de las necesidades de mano de
obra calificada fue satisfecha por personal extranjero. El censo de 1947 indicó este origen para el 30% del personal calificado en
industria, energía, transporte y otros servicios y un porcentaje todavía mayor para sectores de más alta calificación.
industria —más compleja técnicamente — tampoco fue un factor estimulante para el
desarrollo cuantitativo de la enseñanza técnica, por cuanto a medida que la tecnología se
complejiza, la industria pierde su capacidad de absorber mano de obra. Si bien esta nueva
modalidad de desarrollo industrial requerirá personal capacitado, sus limitaciones en
cuanto a las posibilidades de absorber ocupacionalmente cantidades significativas de
personal tiende a limitar el desarrollo de la enseñanza técnica.
El grado de complejidad tecnológica no parece, pues, una variable que alcance para
explicar las alternativas que se produjeron en el crecimiento de la enseñanza técnica.
Para colocar su papel en el lugar adecuado corresponde analizar las opciones
tecnológicas a partir de los intereses de clase en juego en cada momento histórico
determinado.
Un análisis muy general de este problema haría posible sostener que en este período
ninguna de las fracciones de clase que conformaban el bloque de poder, tenían intereses
que los condujeran a postular un proyecto educativo que incluyera entre sus pautas el
estímulo para un desarrollo masivo y en todos los niveles de la enseñanza técnica. La alta
burguesía agraria, porque en definitiva una enseñanza de ese tipo, sólo tiene sentido si va
asociada con una industrialización que supere los límites de la sustitución de
importaciones y, por lo tanto, asociada a un proyecto que la desplazaría de la hegemonía
que detentaba. Con respecto a la burguesía industrial más concentrada sucede lo mismo,
pero por motivos diferentes. Su escaso interés se basa en la conexión con el capital
extranjero, que es el que provee precisamente de la tecnología a los países periféricos
dentro de los limites que marca su situación de dependencia. Por supuesto, la posición de
ambos sectores (burguesía agraria-burguesía industrial) no es similar. La burguesía
industrial, por su misma ubicación en relación a las fuerzas productivas, percibe el
problema de la enseñanza técnica de una manera muy distinta a la de los sectores
agrarios. Pero en este aspecto cabe reiterar una observación de carácter general
formulada con respecto a la burguesía industrial: “Tanto en el caso de la fracción más
poderosa de la burguesía industrial como en el caso de la pequeña y mediana industria,
existe una asincronía entre su interés objetivo en un cierto tipo de acumulación de capital
y la expresión orgánica del mismo. En ambos casos la expresión es delegada a otros
sectores de la sociedad; en un caso por la élite conservadora estrechamente ligada a la
oligarquía terrateniente” (...)
“…en el otro caso, a un sector del Estado”8 Esta asincronía está expresando otro
hecho, no menos importante: las fracciones de la burguesía industrial desarrollaron más o
menos orgánicamente las expresiones ideológicas que tendían a legitimar sus intereses
económicos, pero en el resto de los ámbitos de la ideología no alcanzaron a expresarse
con el mismo grado de autonomía. De ahí que, en lo específicamente educativo, siguieron
vigentes las expresiones de los intereses de las clases que se hablan manifestado
tradicionalmente en el debate educativo: la oligarquía y las capas medias urbanas.
8
Peralta Ramos, Mónica, op cit., Pág. 111.
Las capas medias, como se sabe, fueron las destinatarias del crecimiento del sistema
educativo argentino hasta ese momento. Pero su interés estuvo dirigido a utilizar el
sistema educativo como vía para el acceso a las posiciones dotadas de mayor prestigio
social y que les permitieran, a su vez, una inserción plena en el aparato político y
administrativo del país. En ese sentido, siempre percibieron las tentativas de canalizar su
ascenso dentro del sistema educativo a través de modalidades técnicas como intentos de
desplazarlas de los centros de socialización más aptos para el acceso al poder. Esto se
da unido, por supuesto, a la propia inserción de las capas medias en el aparato pro-
ductivo, inserción que se da principalmente a través de actividades terciarias. Si unimos a
todo esto la oposición a los proyectos jndustrializadores provenientes de las fracciones
más débiles de la burguesía agraria, expresados políticamente por la Unión Cívica Radical
(U.C.R.) por ejemplo, se obtiene un cuadro en el cual la clase media (destinataria social
de cualquier modificación de las orientaciones del sistema educativo en los niveles medio
y superior) aparece desalentando tentativas de modificaciones en este sentido.
Una opción era limitar la expansión del sistema educativo en sus modalidades técnicas
al nivel primario y post-primario y ejercer al mismo tiempo un fuerte control limitativo de las
modalidades clásicas tradicionales impidiendo el acceso masivo de las capas medias.
Esta opción fue, con rasgos y matices diferentes según los voceros, la opción planteada
por el nacionalismo oligárquico que, en este período elaboró una revalorización de los
estudios clásicos y de su necesario carácter elitista. Esta opción implicaba, por supuesto,
un enfrentamiento profundo con la clase media desde el momento que se le quitaba su
principal soporte de ascenso social y, por ello, se traducía en una postura claramente
antidemocrática.
La bibliografía documental sobre este tema es amplia y está bien difundida. Aquí nos
limitaremos a citar algunos testimonios y hechos representativos de esta tendencia, a
título meramente ilustrativo de lo que venimos planteando y sin intentar agotar con ello el
tema del nacionalismo de derecha y la educación, cuyo alcance merecería un tratamiento
especial.
La jerarquización del saber y la promoción de los estudios técnicos en el marco de la
metafísica católica, puede verse crudamente expuesta en el siguiente párrafo
perteneciente a Jordán Bruno Genta:
En el marco de esta jerarquización del saber, los estudios técnicos podían estar al
alcance del conjunto de la población, mientras que la cultura humanística sólo podía estar
al alcance de muy pocos. Ya otros trabajos han señalado el carácter elitista de estas
concepciones10, pero conviene especificar aquí cómo ese elitismo se traducía en formas
concretas a nivel educativo. Castellani, por ejemplo, en ocasión de debatirse la reforma
1939 elaborada por el ministro de educación del gobierno de Ortiz, Roberto Coll, proponía
un bachillerato basado en las humanidades clásicas cuyo eje central fueran el griego y el
latín. Obviamente, este bachillerato no podía tener la masividad del vigente y Castellani
percibía eso claramente:
9
Bruno Genta, Jordán. Acerca de la Libertad de Enseñar y de la Enseñanza de la Libertad. Buenos Aires, 1945, Págs. 88-89. Sobre
este mismo aspecto vale la pena recordar otro hecho ilustrativo. En el año 1936 se implanté en la provincia de Buenos Aires, bajo el
gobierno de Manuel Fresco, una reforma a la enseñanza primaria consistente en reducir el ciclo de estudios generales a cuatro grados
dejando los dos últimos para un ciclo de ‘preaprendizaje’ basado en cursos de industria, comercio, agricultura, ganadería, quehaceres
domésticos, etc. Paralelo a la reforma, el gobierno creó un Instituto de formación pedagógica destinado a preparar los docentes en el
marco adecuado para las finalidades que la reforma pretendía. Este instituto estaba dirigido por un grupo de intelectuales vinculados
al nacionalismo entre los cuales se encontraba el propio Jordán B. Genta. Los propósitos que la documentación oficial asignaba a esta
entidad incluían, precisamente,”... evitar el peligro (...) que la reforma, en su ejecución, pueda transformar los valores instrumentales
con que tiene que operar, en fines y derivar a objetivos practicistas que la desnaturalizarían, malogrando la bienhechora influencia
espiritual que está llamada a desarrollar”. Véase Ministerio de Gobierno. Reforma Educacional en Buenos Aires. La Plata, 1937, Págs
255-2 60.
10
Marsal, Juan F. “La ideología de la derecha”, en Argentina Conflictiva, Buenos Aires, Paidos, 1972. También Marsal, Juan F. y M.
Arent. “La Derecha Intelectual Argentina. Análisis de la Ideología y Acción Política de un Grupo de Intelectuales”, en Revista
Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires, lnst. Di Tella, Vol. V. noviembre de 1969.
presencia e influencia decisiva. Allí se sostiene que la enseñanza media debía tender en
general:
... a apartar a las juventudes de las profesiones liberales encaminándolas hacia las
profesiones vinculadas con el comercio, la industria y la producción nacionales”11
Esta fue, en definitiva, la opción asumida por las clases dominantes. Más adelante, al
analizar el contexto político de este período, se intenta describir y explicar cómo los
compromisos de la oligarquía con las capas medias fueron limitando progresivamente la
influencia del nacionalismo de derecha en todos los ámbitos del aparato estatal. Pero
además de este factor importante en la explicación de la política asumida por los sectores
dominantes, conviene anotar un hecho general pero significativo para la comprensión de
este problema. La promoción extensiva de la enseñanza técnica —. en la medida que los
sectores medios no eran reorientados y seguían ocupando masivamente los lugares
tradicionales del sistema— implicaba la promoción educacional de sectores hasta
entonces marginados (clase obrera y demás sectores populares). Este es un hecho que
supone condiciones sociales y políticas especiales y tiene varias consecuencias:
a) El único camino que quedaba abierto para el ascenso educacional de los sectores
obreros en condiciones de iniciarlo era la enseñanza técnica.
b) Para que este fenómeno pudiera producirse era preciso garantizar condiciones de
vida que permitieran a los hijos de obreros, postergar su ingreso a la actividad productiva
y asumir el costo de los estudios. Es este aspecto, la situación de la clase obrera en este
período distaba mucho de ser la más favorable14. Ambos aspectos, en cambio, se
presentarán en el período peronista. El mejoramiento sustancial de las condiciones de
11
Memoria del Ministerio de Justicia e instrucción Pública, año 1943, tomo I, Pág. 159.
12
idem, Pág. 160.
13
Los datos y formulaciones políticas justificando esta postura se encontrarán más adelante, en el punto IV. B.
14
Este período se caracterizó, en general, por un aumento sostenido en los niveles de empleo, acompañado por un prolongado
descenso en los niveles de salaría real que sólo comenzará a modificarse recién al final del período. Los datos de salario real son los
siguientes: 1929: 100; 1934: 99; 1939: 97; 1944: 118. Los datos sobre ocupación, en cambio, muestran la siguiente evolución: 1929:
100; 1934: 104.4; 1939: 132.1; 1944: 155.24. Véase Murmis, Miguel y Juan C. Portantiero, Estudios sobre los Orígenes del
Peronismo. Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, cap. 1.
vida de la clase obrera permitirá su participación en el sistema educativo por mayor
cantidad de años y esa incorporación será canalizada, en gran medida, a través de un sis-
tema casi paralelo al tradicional y dedicado exclusivamente a las orientaciones técnicas.
15
.Véase Terán, Juan B. Espiritualizar Nuestra Escuela. Buenos Aires, 1931. Allí se sostiene que la tarea de espiritualizar la escuela
significa. pronunciarse en contra de lo que se entiende por preparar para la vida práctica 1...) significa solamente libertar a la escuela
y al niño de la tiranía de la utilidad, del conocimiento de aplicación inmediata y afirmar, como su substratum, la enseñanza
desinteresada e intelectual, porque el hombre es un ser esencialmente espiritual’ (Pág. 39).
Las escuelas técnicas de oficios, en cambio, fueron creadas para cubrir las
necesidades de los grandes centros industriales. En 1934 se crearon las cuatro primeras
en la ciudad de Buenos Aires, con especialidades en hierro, electricidad, carpintería y
construcción. Se exigía haber terminado la escuela primaria y los cursos duraban tres
años obligatorios y un cuarto optativo. Estas escuelas tampoco llegaron a tener una
gravitación cuantitativa relevante, pero la fundamentación de su creación y algunas
discusiones sobre el carácter de su enseñanza ponen de relieve aspectos interesantes de
las motivaciones y limitaciones del planteo educativo del momento.
Existe una larga experiencia demostrativa de las grandes ventajas de todo género
que tiene el sistema de formación de obreros en establecimientos de tipo escolar,
sobre el de aprendizaje en talleres industriales. Una de ellas, y no la de menor valor
e importancia, está constituida por la educación y formación de esos futuros
ciudadanos en ambientes de orden, sin el contacto prematuro con adultos que
profesen y propaguen ideas contrarias a nuestras instituciones y al espíritu de
nacionalidad. Por más premiosa que fuese la necesidad de habilitar cuanto antes a
los jóvenes para el trabajo productivo, el Estado no debe olvidar que también tiene
la ineludible obligación de darles un mínimo de cultura y la indispensable formación
que abarque el conocimiento de sus deberes como miembros de la sociedad y
como ciudadanos’’16.
Pero además del problema ideológico que aparece claramente expuesto, esta postura
tiene implicaciones con respecto a la capacitación en si misma. Lo que el texto anterior
está postulando, es la necesidad de acompañar la formación técnica con una formación
general desligada de las explicaciones sobre los procesos técnicos, o sea una formación
general yuxtapuesta a la técnica.
La propuesta alternativa a esta opción del Ministerio de Educación —si bien era más
ajustada a los requerimientos del aparato productivo— no era menos limitativa en cuanto
al proceso formativo. La expuso Gómez Araujo al sostener que esta enseñanza general
debía tener:
16
Memoria del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, año, 1934, Tomo II, Pág. 308.
17
Idem, Pág. 692.
áreas del conocimiento y como tal, reducida así a una modalidad más del sistema escolar,
diferenciada claramente del resto; de esta manera, la incorporación de lo técnico a la
enseñanza no logró modificar el carácter de los contenidos abstractos de la enseñanza en
general, ni tampoco pudo, en consecuencia, convertirse en la base de un nuevo
humanismo. En este marco, el desarrollo de la enseñanza técnica produjo un
acentuamiento marcado de la ya existente diferenciación entre humanismo y ciencia,
entre trabajo manual y trabajo intelectual.
Hasta aquí nuestro análisis se movió dentro de los marcos determinados por el
desarrollo de las fuerzas productivas y por sus repercusiones en la instancia del poder
político. Sin embargo, y sin pretender con ello agotar todas las dimensiones de análisis
posibles, es preciso hacer algunas referencias a las determinaciones provenientes del
conjunto de la superestructura que, en este período, asume rasgos particularmente
complejos.
Como se sabe, la vigencia del liberalismo en América Latina siempre fue un hecho
aparentemente contradictorio. Su imposición estuvo a cargo de los sectores de la
burguesía agro exportadora que por la vinculación que mantenían con el mercado mundial
requerían una legislación que garantizase la libre circulación de mercancías. Pero en el
plano interno, la vigencia de relaciones de producción semiserviles y la necesidad de
garantizar el orden y la imposición plena del modelo agro exportador, determinaron la
necesidad de apelar a prácticas autoritarias de dominación social que estaban lejos de las
formas que al respecto predicaba el liberalismo y que se aplicaban en las sociedades
capitalistas avanzadas.
El golpe del 6 de septiembre de 1930, la proscripción del radicalismo como fuerza más
representativa de las capas medias y el aumento de la represión interna fueron, en este
sentido, los indicadores más elocuentes de esta nueva modalidad de dominación social
que fue racionalizada intelectualmente a través de las posturas elaboradas por el anti-
liberalismo europeo.
Los sectores intelectuales vinculados al fascismo o al tradicionalismo ideológico más
atrasado se convirtieron, en estos primeros momentos de la crisis, en los voceros más
representativos de esas modalidades de dominación social y lograron así hegemonizar el
control formal de algunos aparatos ideológicos (la educación, principalmente). En este
sentido, lo que caracteriza a esta fase del período que estamos analizando es que la
burguesía agraria se coloca enfrentando abiertamente no sólo a la clase obrera sino a la
pequeña burguesía en su conjunto, lo cual —desde el ámbito del sistema educativo— es
un hecho capital. La tónica de esos años consistió en intentar eliminar los rasgos más
característicos del sistema educativo vigente que, como se sabe había estado al servicio
pleno del ascenso de las capas medias. La cesantía de maestros, empleados,
funcionarios, etc., vinculados al radicalismo, la intervención a las universidades y la
represión del movimiento estudiantil, los intentos de modificación del carácter de la
escuela primaria anunciados por Juan B. Terán desde la presidencia del Consejo Nacional
de Educación y el freno a la expansión del sistema educativo son ejemplos ilustrativos de
todo esto.
Pero el proceso, como vimos, no se mantuvo estático. Esta posición recesiva no pudo
ser mantenida indefinidamente dado que implicaba una serie de consecuencias que la
oligarquía no estaba en condiciones de asumir: conflictos con el resto de las fracciones de
la clase dominante, conflictos con los centros de poder imperial a los cuales estaba
asociada (y que, en el plano internacional, se enfrentaba abiertamente con las opciones
antiliberales surgidas dentro de la sociedad capitalista: el fascismo y el nazismo) y
conflictos con los sectores políticos que habían asumido tradicionalmente la represen-
tación de la oligarquía y que ideológicamente permanecían adheridos al liberalismo. De
ahí que la oligarquía optara por asumir —o, si se quiere, reasumir— el liberalismo pero
vaciándolo totalmente de contenido.
En este nuevo esquema, los partidos políticos y las elecciones volverían a tener
vigencia, pero la práctica del “fraude patriótico” aseguraba que los resultados de esa
vigencia no alteraran el esquema de poder establecido18. Pero además, este esquema
permitió a la oligarquía rearticular sus relaciones con las capas medias. En el plano
ideológico y político, la aparente vigencia del liberalismo alcanzó para integrar y
comprometer a los representantes de ese sector en el deterioro institucional y en la
corrupción generalizada del aparato político en esta década. Pero a medida que la
situación internacional se polarizaba y que internamente el auge industrial —ante la
perspectiva de la finalización de la guerra — radicalizaba el enfrentamiento con la clase
obrera y con los sectores de la burguesía industrial vinculados al capital nacional, la
oligarquía tuvo que apelar a fortalecer esta alianza con las capas medias ya que le
resultaba indispensable tener una masa de maniobra disponible para ser movilizada en la
lucha contra los nuevos sectores en ascenso. Esta situación fue determinando poco a
poco el desplazamiento de los intelectuales de la derecha antiliberal que, a su vez,
respondieron aliándose a las nuevas fuerzas que aparecían en la arena política.
18
Un dato ilustrativo de la forma cómo, a pesar de haber reasumido el liberalismo, los sectores dominantes estaban inclinados a
interpretar las prácticas liberales de manera muy limitada, puede verse en el discurso del Presidente de la República Agustín P. Justo
ante el Congreso de la Nación inaugurando el período de sesiones legislativas del año 1937. Allí sostuvo sus dudas acerca de las
ventajas del sufragio universal (“... voces autorizadas han expresado a menudo sus dudas sobre las ventajas de la extensión ilimitada
del derecho al sufragio”) y preanunciaba algunas posibles soluciones (“el Poder Ejecutivo considera que la imperfección de nuestros
hábitos políticos exige por ahora privar al empleado público del derecho al sufragio”). Véase Diario de Sesiones de la Cámara de
Senadores, año 1937, Pág. 7 y ss.
análisis. Sin embargo, permite al menos vislumbrar descriptivamente las razones por las
cuales el peronismo aparecerá como ideológicamente tradicional y la alianza
hegemonizada por la oligarquía, al contrario, como ideológicamente “progresista”.
Tal como lo revelaron los estudios sobre períodos anteriores, el sistema educativo
argentino había sido percibido como un sistema en crisis (y, por lo tanto, necesariamente
reformable) a partir de 1890. Pero durante esos años (1890-1930) las clases dominantes
señalaron como punto critico la estructura del sistema y las orientaciones que ofrecía, las
cuales eran utilizadas por las capas medias como canal de acceso a la vida política; por
eso las tentativas de reforma elaboradas en ese período tendían básicamente a reorientar
la matrícula especialmente en el nivel medio y superior. A partir de 1930, en cambio, la
visión crítica abarca la totalidad de los aspectos que hacen al funcionamiento del sistema
educativo: las orientaciones de la matrícula, los aspectos ínternos de tipo pedagógico
(disciplina, relaciones maestro-alumno, etc.), los contenidos de la enseñanza y las
autoridades que controlaban su funcionamiento (opción estatal-privada). De este conjunto
de problemas descartaremos los dos primeros; el referido a las orientaciones de la
matrícula porque en buena medida fue analizado antes cuando nos referimos a la
situación de la enseñanza técnica y el segundo porque su tratamiento escapa a los límites
de este análisis y nos llevaría a un nivel teórico-pedagógico que merece un tratamiento
especial. Concentraremos pues, lo que sigue, en el análisis del problema de los
contenidos en tanto recursos a través de los cuales el aparato educativo cumplió su papel
de difusión-imposición ideológica y de las entidades que controlaban esa tarea. Ambos
aspectos están íntimamente ligados ya que la opción estatal privada es, en definitiva, una
opción entre quienes controlan la tarea y las formas de difusión-imposición ideológica. Por
razones de claridad y ordenamiento del texto trataremos ambos problemas por separado.
A. La opción estatal-privada
Antes de 1930, los sectores dominantes percibían sólo este carácter relativamente
democratizador del sistema educativo como factor crítico. Pero a partir de la crisis del
liberalismo surgió una fuerte corriente dentro de estos sectores (expresada por el
nacionalismo de derecha) a través de la cual se incluyó también en la concepción crítica el
carácter del Estado como agencia eficaz para restablecer la coherencia ideológica
perdida. Las criticas tendían a señalar que el Estado no podía cumplir dicha tarea dada la
tradición liberal que arrastraba, materializada en la legislación educativa y en la fuerte pre-
sencia del liberalismo en todos los cuadros de la administración estatal (maestros,
19
Véase más adelante, Cuadro No. 3.
profesores, inspectores, etc.). Ante la debilidad del Estado para cumplir su papel coercitivo
en momentos de crisis ideológica, el nacionalismo de derecha apelaba a la alternativa de
ciertas entidades civiles, fundamentalmente la Iglesia y. en menor medida, la familia20.
La justificación teórica de esta posición antiestatista por parte de los sectores católicos
es bien conocida21. Sin embargo, varios factores limitaron sus posibilidades. En primer
lugar, las instituciones “civiles” (el conjunto de la sociedad civil en Argentina) tampoco
ofrecía garantías para cumplir más eficazmente que el Estado esa tarea. Aún la misma
Iglesia no asumía ese papel con homogeneidad y si bien no hay estudios serios sobre el
rol de la Iglesia en los distintos momentos históricos, es interesante recordar que los
representantes del nacionalismo de derecha efectuaron fuertes críticas a la estructura
eclesiástica tanto por su apatía y falta de decisión para asumir militantemente la tarea
propuesta como por la influencia liberal que también se daba en ciertos sectores.
Otro factor que debilitó esta posición está dado por las relaciones de la oligarquía con
los representantes de las capas medias y la creciente pérdida de influencia del
nacionalismo de derecha. En este aspecto, hay que recordar que los representantes
políticos de las capas medias ejercieron un control permanente sobre el Estado para
evitar que estas tendencias se materializaran más allá de ciertos limites. Así, por ejemplo,
los debates parlamentarios más significativos de este período se produjeron a raíz de
interpelaciones promovidas por diputados socialistas a los ministros de Instrucción Pública
de la presidencia de Justo (Manuel de Iriondo y Jorge de la Torre) pidiendo informes y, a
la vez, denunciando concesiones otorgadas a los colegios privados22
En definitiva, esta presión privatizante dio resultados muy parciales, que afectaron
principalmente la enseñanza media y, con particular intensidad, el magisterio. Pero ante el
problema básico de la crisis ideológica y la necesidad de dotar al aparato educativo de
pautas más coercitivas de acción, el Estado tendió en toda esta etapa a eliminar
progresivamente las modalidades relativamente neutrales de acción que lo caracterizaron
hasta entonces. Esto es lo que analizará en el punto siguiente.
20
Esta situación (debilidad del aparato estatal y surgimiento de órganos privados para suplantarlo en su tarea coercitiva que, más
tarde, se incorporan al Estado, parece haber sido el caso del fascismo. H. Portelli, en su análisis de Gramsci, menciona esta
posibilidad: A la influencia de la sociedad política sobre la sociedad civil puede oponerse el fenómeno inverso: frente a la debilidad
de la sociedad política es posible que emerjan de la sociedad civil nuevas fuerzas de coerción de la clase dominante”. Esto, que
Portelli señala para las funciones coercitivas, también puede producirse en el ámbito de la hegemonía. A pesar que este ámbito, por
definición, pertenece a la sociedad civil, la sociedad política ejerció sobre él una influencia creciente que, en el caso de la educación,
es muy manifiesta. Sin embargo, en momentos de crisis o de pérdida del control del aparato estatal por parte de la clase dominante,
puede tener lugar esta regresión de la educación a entidades civiles (privadas) susceptibles de un control más directo. Véase Portelli,
Hugues. Gramsci y el Bloque Histórico. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.
21
En síntesis, el argumento católico sostiene que la educación pertenece a la familia por derecho natural y originario acordado por
Dios. Y lo que por derecho natural pertenece a la familia, por derecho sobrenatural pertenece a la Iglesia, a quien Cristo otorgó el
poder de enseñar y formar a los cristianos que nacen en su seno. El Estado no tiene derechos originarios sobre la educación y si bien
puede ejercer esa tarea, debe coordinarla con la familia y con la Iglesia a fin de no interferir en su labor. Véase, por ejemplo,
Meinvielle, J. Concepción Católica de la Política. Buenos Aires, Ed. Dictio, 1974, Págs. 133-34
22
En mayo de 1932, Américo Ghioldi promovió la interpelación parlamentaria al ministro de educación a raíz de una medida
mediante la cual se extendía el régimen de exámenes y promociones de las escuelas secundarias oficiales a las privadas y en junio de
1937 el mismo Ghioldi repitió el procedimiento con el ministro Jorge de la Torre a raíz del reconocimiento oficial a una serie de
escuelas normales privadas.
B. El neutralismo ideológico
En este sentido pueden citarse una serie de medidas de distinto orden, pero
encuadradas todas dentro de esta caracterización general. Una primera serie de medidas
estuvo destinada a eliminar el laicismo de la enseñanza primaria, objetivo logrado recién
después de producido el golpe del 4 de junio de 1943. Sin embargo, ya en los comienzos
de la década del 30 las autoridades del Consejo Nacional de Educación presidido por el
Ing. Octavio 5. Pico reinterpretaron el texto de la ley 1420 de tal forma que les permitiera
reformar los programas de enseñanza primaria en el área de la moral convirtiéndola —en
la práctica— en enseñanza religiosa. Criticando los programas de moral vigentes hasta
esa fecha, Octavio Pico sostenía que en ellos se había asignado:
También antes del golpe del 4 de junio, la enseñanza religiosa se había implantado en
la provincia de Buenos Aires, durante la gobernación de Manuel Fresco. Allí, la posición
no-neutralista fue expuesta con absoluta claridad por el ministro de educación de la
provincia, Roberto J. Noble:
23
Véase El Monitor de la Educación Común, año LIII, No. 739, julio de 1934, Pág. 38. Las referencias a las modificaciones de los
programas de la escuela primaria pueden verse en la Memoria del Consejo Nacional de Educación, año 1936 y en El Monitor de la
Educación Común, año LVII, noviembre de 1937.
quiera aproximar-se, pues en el espíritu sensible y diáfano del niño, la palabra
ponzoñosa cae como gota de ácido que empaña todo el contenido”24.
Un segundo orden de medidas dentro de esta tendencia general fueron las adoptadas
para controlar las expresiones ideológicas vertidas por los docentes en el ámbito de la
escuela. La cesantía de profesores y el control ideológico de los agrupamientos
estudiantiles fue una práctica constante en este periodo26
Finalmente, el tercer orden de medidas tomadas en esta línea está compuesto por las
disposiciones adoptadas en torno al control disciplinario de los alumnos, especialmente en
el nivel medio, en el cual una de las preocupaciones constantes de este periodo fue dotar
a las escuelas de un régimen de sanciones disciplinarias destinado a restaurar el orden
formal y jerárquico.
A. La enseñanza primaria
24
Reforma Educativa en la Provincia de Buenos Aires, op cit., pág. 20.
25
En ocasión del debate parlamentario producido por la interpelación promovida por A. Ghioldi al Ministro de Educación Jorge de la
Torre, varios diputados oficialistas se pronunciaron en favor de la enseñanza religiosa. Uno de ellos, el diputado Kaiser, sostuvo que
los que están por la enseñanza laica y sin Dios son los precursores de la infiltración comunista. Solamente vigorizando la enseñanza
religiosa hemos de evitar ese mal’. Diario de Sesiones en la Cámara de Diputados, 18 de junio de 1937.
26
Para no abundar en citas documentales, resumidos aquí sintéticamente los principales elementos informativos que corroboran la
afirmación expuesta en el texto: el 5-1-1933, el Consejo Nacional de Educación envió una circular a todos los directores de escuelas
alarmado por la negativa de una asamblea del magisterio de la provincia de Buenos Aires, a probar una moción condenando las
doctrinas comunistas y recordando a todos los maestros la obligación de mantener frente a este problema una posición clara. Un mes
después, el 6-2-1933, se envió otra circular en la cual se recordaba la prohibición para todos los docentes de participar en actividades
políticas. Las cesantías de profesores fueron frecuentes, en especial dentro de la enseñanza medía y superior. La Memoria que resume
la actividad del gobierno de A.P. Justo (1932-1938) admite este hecho y sostiene que el gobierno ‘... ha expulsado de la cátedra sin
miramientos a los profesores que han revelado ser hombres de odios antinacionales”; en el famoso debate sobre represión al
comunismo realizado en el Senado durante 1936, el Ministro de Educación expuso claramente la posición oficial en cuanto a la
depuración ideológica dentro del sistema educativo. (véase Diario de Sesiones, 30 de diciembre de 1936).
Cuadro No. 1
Año Matrícula
1915 951.495
1930 1.482.942
1945 2.033.781
1955 2.735.026
Tasas de crecimiento
1915-1930 3.1
1930-1945 2.1
1945-1955 3.0
Con todas las imprecisiones del caso, los datos confirmarían lo que marcaba el cuadro
anterior acerca de las tasas de crecimiento: el crecimiento más significativo en el nivel
primario posterior a 1930 se realizó durante los años de gobierno peronista. La etapa
1930-1945 seria, al respecto, una etapa de relativo estancamiento en este nivel.
El avance educacional en el nivel primario estuvo a cargo casi totalmente del Estado.
Tal como puede verse en el Cuadro No. 2, la enseñanza privada no alcanzó en ningún
momento niveles significativos y, además, su participación se mantuvo constante.
27
Las cifras que arrojan los censos sobre porcentaje de población escolar que asiste a las escuelas primarias es la siguiente: 1914:
48.0; 1947: 73.5 y 1960: 80.6.
28
Para el año 1932, la Memoria del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública presenta cifras que si bien no gozan de una
confiabilidad muy alta, pueden tomarse como indicativas del nivel alcanzado. Según el Ministerio, la población entre 6 y 14 años era
de 2.239.117 personas, de las cuales estaban matriculadas 1.545.238, es decir un 69%.
Cuadro No. 2
Pero dentro de la acción estatal es importante distinguir el rol que cumplieron los
estados provinciales por un lado y el gobierno central por el otro. Como se sabe, a partir
de la sanción de la ley Láinez (1905) el gobierno central suplanté la acción provincial en
muchos lugares a tal punto que ya en 1930 y a lo largo de todo el periodo, más de la
mitad de la matrícula de educación primaria de las provincias corresponde al gobierno
central. Esta situación varía según las zonas; las provincias de mayor crecimiento
económico son las que requieren menos del esfuerzo nacional mientras que, a) contrario,
el resto del país depende en casi sus dos terceras partes del esfuerzo central.
29
El 26-9-35, el Poder Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de Ley sobre unificación de la enseñanza primaria en todo el país
elaborado por el Consejo Nacional de Educación. Allí se proponía poner toda la enseñanza primaria bajo el control del gobierno
central justificando la propuesta con argumentos que iban desde lo administrativo (superar las diferencias de sueldos docentes, las
duplicaciones presupuestarias, etc.) hasta lo pedagógico (eliminar las diferencias metodológicas) y lo político (unificar criterios de
interpretación de de los hechos históricos). En el proyecto de 1938, en cambio, la propuesta de unificación de la enseñanza se apoya
(además de en una interpretación similar de la Constitución Nacional) en argumentos claramente políticos: ¿Cómo admitir que en una
provincia la enseñanza pueda ser religiosa y en otra laica; en aquella gratuita y en ésta de privilegio? (...) ¿Cómo consetir que en
algunas regiones se enseñan idiomas extranjeros o vayan penetrando por medio de la educación impartida en la escuela pública
dogmas y creencias de razas adventicias, contrarias a nuestras tradiciones, que en el futuro habrán de dividir la sociedad en clases, en
castas y provocar la oposición de la conciencia en los ciudadanos argentinos?”, ver Ley Nacional de Educación Común e Instrucción
Pública, Media y Especial, Buenos Aires, 1939.
Cuadro No. 3
Buenos Aires,
Córdoba,
Santa Fe y
Entre Ríos o 70.0 70.5 72.0 71.0 70.5
Resto del país 39.0 34.0 39.0 41.0 41.0
Total del país 47.0 46.0 48.0 49.0 50.0
Pero esta participación tan significativa del gobierno central se vincula con otro
problema importante en el análisis de la enseñanza primaria: el rendimiento. Las escuelas
Láinez tenían, por lo general, sólo cuatro de los siete grados que corresponden a este
nivel. De esta forma, el sistema educativo estaba ofreciendo a vastos sectores de la
población rural o semi-rural una enseñanza primaria de menor duración que a la población
urbana.
Los niveles de deserción escolar en el ciclo primario fueron muy altos. La-
mentablemente la información disponible sólo permite analizar en ese período los niveles
de desgranamiento, pero con ellos puede obtenerse una idea aproximada de la magnitud
de este fenómeno.
B. La enseñanza media
Cuadro No. 4
Cuadro No. 5
Cuadro No. 7
Cuadro No. 8
Además del control de la expansión del magisterio, los proyectos oficiales de este período
mencionaban permanentemente la reorientación de la matricula hacia las modalidades no
tradicionales. Al respecto, los datos del Cuadro No. 8 muestran el crecimiento del
comercial y del industrial, pero con diferencias importantes entre ellos. La enseñanza
técnica creció en forma mucho más significativa que el comercial, pero esto merece
algunas aclaraciones. Los datos sobre enseñanza técnica engloban la matrícula de
establecimientos muy diferentes (escuelas industriales, escuelas técnicas de oficios,
escuelas de artes y oficios) y la desagregación de esos datos (no siempre posible)
muestra que aproximadamente el 50% de la expansión de la enseñanza técnica se realizó
a través de establecimientos de enseñanza postprimaria de estructura y fines muy
distintos a los de las escuelas secundarias33. En primer lugar, porque se podía acceder a
ellos sin la escuela primaria terminada y, en segundo lugar, porque constituían una vía
muerta que no permitía —una vez terminados los estudios— continuarlos en una distancia
superior. Estos dos rasgos permiten presumir con cierta firmeza que el origen social de los
alumnos de estos establecimientos era más bajo no sólo con respecto al de los alumnos
de las modalidades tradicionales sino también al de los estudiantes de las escuelas
industriales propiamente dichas. Complementariamente, estos datos demuestran que la
orientación de las capas medias hacia las modalidades no manuales del sistema
educativo se mantuvo casi inalterada.
Cuadro No. 9
33
En 1930 y en 1940, sobre cifras extraídas de las memorias ministeriales, la proporción de inscritos en la enseñanza técnica se
dividía aproximadamente por la mitad entre las escuelas industriales y los otros establecimientos de enseñanza técnica.