Quintana Ripolles

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SECCIN BIBLIOGRFICA

Quintanp Ripolls, Antonio.COMPENDIO DE DERECHO P E N A L Edit. Revista de Derecho Privado. Madrid, 1958. 2 tomos. 508 y 4 4 8 pgs.

Con sobrados mritos se incorpora este trabajo del famoso magistrado, en la difcil tarea para la construccin de u n b u e n m a n u a l de Derecho Penal F.spaol, del qu t a n necesitados estamos en nuestras aulas. Camina m a n i a t a d o a la disciplina de u n programa i m p u e s t o ; lo cual le a p a r t a de remordimientos sistemticos. Ms a n cuando n o se h a resistido a completar el cuestionario cuando era imprescindible. Efectivamente: al tratar del concepto y contenido de nuestra disciplina, aade la cuestin de la denominacin (Cap I ) ; no deja de extenderse al asilo cuando se ocupa de la extradicin (Cap. X I I ) ; ni omite las circunstancias agravante de lugar sagrado y ambivalente de parenteso (Cap. X X X V I I ) , etc. Igual hace en la p a r t e especial. Comienza justificando la indiferjsncia definitoria acerca del concepto de Derecho p e n a l ; pero acaba definindolo por razones propeduticas. Su definicin es como siempre son las definiciones, el p u n t o de vista sobre un objeto. Su visin es amplia. No slo incluye las medidas de seguridad (como y a hicieran MBZGER y MAYER) sino que alcanza a la funcin procesal. E n orden a la discusin sobre la a u t o n o m a de la ciencia penal se declara defensor de la no subsidiariedad de aqulla. Aqu nos atreveramos nosotros a p r e g u n t a r : E s el Derecho penal un modesto guarda de intereses reconocidos por otros principios jurdicos? S y no. Si es cierto que los derechos que tiene q u e salvaguardar lo mismo se h a n puesto ^histrica y tcnicamente bajo su custodia, que se le h a relevado de su vigilancia. Y no, p o r q u e i n g r a t a m e n t e llamaramos servidor (ni siquiera a la luz de la filosofa de los valores) a quien consigue, con su intervencin, hacer orden verdadero lo que antes era orden hipottico. Al ocuparse de las relaciones con otras r a m a s jurdicas y especialmente con las ciencias vecinas auxiliares vuelve a plantearse la cuestin de fronteras, a la que con razn conisdera balad. Destaca la importancia de la medici-

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n a legal en la implantacin de la justicia especialmjente por el camino penal y sobre todo la de su especializacin psiquitrica; no vinculante, pero s decisiva en la apreciacin de la imputabilidad. Observa la importancia de la psicologa h u m a n a , llegando a entrever en el fondo de todo juicio u n a apreciacin psicolgica. Quizs sta sea visible a la luz de la filosofa, pero queda m s oscura en el crculo, necesariamente m s reducido, de la particular ciencia penal. Sobre todo aclara que la auxiliariedad de las ciencias familiares, lo es slo p a r a la perspectiva del jurista q u e recurre a p a r t e de aquellas sin m e r m a de su integridad (Cap. I I ) . E n la exposicin de las doctrinas que i n t e n t a n explicar el fundamento del ius puniendi se limita a hacer u n a clarsima sntesis (Cap. I I I ) Igual tiene q u e hacer en la p a r t e histrica q u e en n u e s t r a r a m a (y en la historia del derecho en general) la falta de trabajos monogrficos imposibilita u n a visin general ; salvo atrevidos que se pongan a afirmar por intuicin o sealar etapas desensambladas, como hizo uno de los traductores espaoles de von LTSTZ (Cap. IV bis). Luego se encuentra con el aprieto de comprimir .en 52 pginas t o d a la teora del delito, con forzosas por eso a veces forzadas referencias al Derecho positivo espaol. Cuando tiene que definir el delito escucha la advertencia de DORADO sobre la imposibilidad de d a r u n a nocin del mismo valedera p a r a todo tiempo y lugar (Cap. X I V ) . H a y unos prrafos en los que comienza pensando como filsofo (Habr que contentarse con lo fenomnico y presentar t a n t o s conceptos del delito como escuelas hay, cada cual vlido t a n slo en su respectiva esfera) y a c a b a h a b l a n d o como jurista (lo q u e ofrece escasa utilidad, visto que, en definitiva, ello se referir siempre a vm deber sjer y no a u n ser) p a r a llegar luego a construir u n a descripcin dogmtica expresando los elementos de accin, tipicidad, culpabilidad y punibilidad que estn tal vez u n poco a posteriorir implcitos en el art. 1." del Cdigo penal. Aadiendo de p a r t e de la teora la n o t a de no justificacin (antijuricidad) y el elemento de l a . d e b i d a valoracin por el juzgador (reprochabilidad). I n m e d i a t a m e n t e se enfrenta con otra cuestin de ms importancia prctica, cual es la que se refiere a si el art. 1." comprende o no a la culpa o imprudencia del 565 Tras sealar la insuficiencia de los comentaristas decimonnicos se queda con que hay que dar a la expresin de voluntarias compr.ensin t a n t o de las conductas maliciosas ''omo de las que no lo son. Al buscar la relacin de causalidad (Cap. XV) recuerda primero su origen filosfico y racionalista, explica despus la teora d e la equivalencia criticando su fundamento sofstico' y califica de injusto, cmodo y b r b a r o al principio causa causae causa causati ; desgraciado engendro de aqulla. E s t u d i a luego .el contenido de la antijuricidad y encuentra con MAURACH sus diferencias con la tipicidad, en que sta concreta e indica la antijuricidad q u e es injusto abstracto e hipottico. I n t e n t a conciliar el d e b a t e sobre su objetividad o subjetividad, d a n d o paso a lo anmico o a lo subjetivo segn los tipos. Pero nosotros no podemos olvidar q u e la antijuricidad es fundamentalment e objetiva, relacin contradictoria, objetiva, con la n o r m a de cultura. Creemos que cuando se habla de antijuricidades subjetivas se est a n t e culpabilidades objetivas. Consigue luego u n a excelente sinopsis de las principales doctrinas sobre la culpabilidad Cap. X V I ) . Quiere zanjar la eterna polmica entre psicologistas y normativistas separando dos vertientes de la culpabilidad: a u n lado

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la imptabilidad, atribucin psquica concreta, al otro la culpabilidad normativa. N o cabe sta sin aqviella, pero puede no darse (es lo normal) la culpabilidad en el imputable. I n v i t a a guiarse siempre p o r la luz de la culpabilidad conquista de la cultura y, consecuentemente, denuncia a las tipicidades imprecisas y al versari in re illicita p o r oscurecerla m s o menos parcialmente. P o r lo mismo apla,ude la reforma alemana d e 1953 q u e lirriita la responsabilidad objetiva, a los casos en que medie culpa en el sujeto activo, de u n o de los llamados delitos cualificados p o r el resultado. H a b l a en el Cap. X V I I cmo y a en sus orgenes se forj el dolo al calor d e la teora penal. Al distinguirlo del ilcito civil dice con indudable razn que los criterios diferenciadores adolecen siempre de incurrir en peticiones de principio o en arbitrar soluciones a posteriori, puesto q u e se refieren a diversidad de n o r m a s o de consecuencia Al estudiarlo en la doctrina finalista lo encuentra vinculado directamente a la tipicidad, y sta es la q u e sirve como seguro d a t o discriminador. Del Cap. X V I I I slo diremos q u e la culpa fue estudiada monogrficamente de modo insuperable p o r el autor y q u e svi capacidad d e sntesis n o s la est demostrando sobradamente. E n el tomo segundo explica cmo los delitos en especie son el prius lgico-histrico y la base material para los sistematizadores. Seala como l a preocupacin exclusiva p o r la p a r t e general hizo olvidarse a los autores de la especial, dejndola atrofiarse. Sin olvidar ni omitir q u e CARRABA le dedic siete volmenes ni el trabajo q u e desarrollaron sobre ella MANZINI y FLORAN (seis volmenes el primero y diez el segundo), en contraste con nuestros decimonnicos q u e se limitaron a interpretar y comentar brevemente los delitos en particular,
como hicieron SILVELA, D O R A D O , PACHECO (igual R U E D A , IBARRA, V A L D S , B E -

NITO, etc.). Tolera amplitud de criterios piara la clasificacin de los delitos, siempre q u e se cumpla con el m n i m o lgico-jurdico (se muestra h o y m s rgido q u e en su- recensin de 1955 sobre el Manuale de ANTOLISEI), lo q u e n o hacen nuestro Cdigo ni la mayora d e los programas de Ctedra espaoles. Cuando critica al Cdigo es cuando m e j o r se n o t a su penetracin y conocimient o excelente del Derecho positivo. Se escandaliza de q u e pese al ejemplo extranjero mezcle en ttulo concerniente a la culpa entre las figuras en especie, otiando aqulla es u n a forma de culpabilidad; de n o agrupar a las infracciones contra la familia as como a las q u e a t e n t a n contra la comunidad, etc. E x p r e s a la inconcrecin d e la etiqueta Delitos contra las personas p o r n o hacer referencia concreta a los bienes q u e protege, q u e son vida y seguridad exclusivamente. Se indigna con la ancestral semiexcusa (no excusa p o r q u e el art. 428 seala u n a pena, a u n q u e sea leve) en favor del marido q u e sorprende a la esposa adtltera con el correo, causndoles la m u e r t e o lesiones graves. Y a propuso e n un trabajo anterior u n a solucin tcnica m s aceptable en base a calificar estos casos d e homicidio, con generoso ejercicio d e eximentes y atenuantes. Indignados a n t e este derecho de vida o m u e r t e en el marido, q u decir nos atrevemos a preguntar al ver q u e lo tiene el padre sobre la hija. A ella le liga u n vnculo m s puro e intenso, y n o tiene derechos sobre sus actividades sexuales. E s t o q u e d a slo a p u n t a d o aqu, ahora. Vuelve al t r a t a r de la causalidad en el homicidio a impugnar al principio causa causae, evidenciando como n o se puede operar aqu con m a t e m ticas ni resolver con la comodidad tradicional d e la jurisprudencia, excepcin hecha de la S. 8-VI-1933 q u e durmi el sueo de los justos.

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Al t r a t a r de los delitos contra el honor no se le escapa como la proximidad entre calumnia y denuncia falsa (de accin idnticamente tipificada, separables t a n slo por la falta de especfico destinatario en aqulla y la recepcin en sta en u n a autoridad) hace que al pronunciarse pblicamente pueda q u e d a r al mero azar (que se encuentre o no la autoridad entre los oyentes) la calificacin de la conducta delictiva, como calumna o como denuncia. Igualmente desaprueba la denominacin Delitos contra la propiedad pues en el ttulo qu as bautiza se recogen infracciones que pueden lesionar a la posesin, y porque tipifica modalidades que constituyen u n ejercicio abusivo del propio derecho, as las maquinaciones alteradoras de precios, la receptacin, la usura, etc. Si bien en la u s u r a podramos observar que el patrimonio es mero medio comisivo. Advierte tambin la asistemtica prioridad del robo y su excesiva amplit u d pues en el derecho comparado se restringe la calificacin agravadora de robo p a r a el apoderamiento de muebles ajenos con violencia en las personas y n o alcanza al empleo de fuerza en las cosas (efectivamente as lo hacen los arts. 628, 432 y 249 de los Cdigos italiano, portugus y alemn, respectivarriente). No deja de ver el contrasentido que implica el hecho de no h a b e r cuantas tipificadas correspondientes a penas fijas, .en las figuras complejas de robo violento. Ciertamente, aferrados a la letra del Cdigo, resulta beneficiado el que lesiona levemente a su vctima en integridad y patrimonio que si lo hace, por ejemplo, descerrajando u n a puerta. H e m o s destacado algn p u n t o i m p o r t a n t e o posicin original del autor, pero slo alguno porque la cultura de QUINTANO despunta en t o d a la obra con la visin filosfica, con el d a t o literario, con la cita histrica... El libro es lo suficient e m e n t e complejo como p a r a ser asimilado; pero no es u n remedia-vagos. Es u n libro difcil que no servir al memorista y menos al no iniciado. Y n a d a ms, salvo recordar que, como modestas contestaciones a u n p r o g r a m a similar, naci el que es h o y gigantesco t r a t a d o de Perecho Penal. Juan Prez VaZenzuela

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