Este documento analiza la problemática de los adolescentes en los cuentos de Julio Cortázar. En la introducción, se explica que se abordarán aspectos de la adolescencia a la luz de la obra de Cortázar. El capítulo 1 explora la adolescencia desde la perspectiva psicológica, citando a Françoise Dolto. El capítulo 2 analiza seis cuentos de Cortázar, mostrando cómo explora los sentimientos y dilemas de la adolescencia a través de la literatura.
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Este documento analiza la problemática de los adolescentes en los cuentos de Julio Cortázar. En la introducción, se explica que se abordarán aspectos de la adolescencia a la luz de la obra de Cortázar. El capítulo 1 explora la adolescencia desde la perspectiva psicológica, citando a Françoise Dolto. El capítulo 2 analiza seis cuentos de Cortázar, mostrando cómo explora los sentimientos y dilemas de la adolescencia a través de la literatura.
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Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea (A-1369)
Corrector literario especializado en textos literarios
LA PROBLEMTICA DE LOS ADOLESCENTES EN LOS CUENTOS DE JULIO CORTZAR
Tutora: Adriana Beatriz Santa Cruz Autora: Mara Cecilia Facal Fecha de entrega: 23 de junio de 2011
Quiero expresar mi agradecimiento a la licenciada Paula Marrone, quien me orient y asesor en los aspectos psicolgicos de este trabajo. Tambin deseo agradecer especialmente a mi amigo Alfredo Zubieta, quien recorri incansablemente las libreras y las bibliotecas de Buenos Aires y logr que la distancia no me impidiera obtener el material de consulta necesario para la redaccin de esta tesina. A mi familia y mis amigos, que me alentaron y apoyaron con calidez y comprensin. Finalmente, a mi tutora, la profesora Adriana Santa Cruz, quien me acompa durante la carrera con el consejo justo y la paciencia necesaria.
NDICE
INTRODUCCIN4 CAPTULO I LA ADOLESCENCIA. TRANSICIN O CRECIMIENTO? ..............6 1. UN PUENTE DE LA NIEZ A LA JUVENTUD................................................... 6 2. LOS RITOS DE INICIACIN.............................................................................. 10 CAPTULO II ANLISIS LITERARIO DE LOS CUENTOS SELECCIONADOS..15 1. BESTIARIO...................................................................................................... 15 2. LOS VENENOS................................................................................................ 22 3. LAS BABAS DEL DIABLO ............................................................................. 26 4. SEORITA CORA ........................................................................................... 32 5. USTED SE TENDI A TU LADO ................................................................... 36 6. DESHORAS...................................................................................................... 39 CONCLUSIONES ..........................................................................................................44 BIBLIOGRAFA............................................................................................................46
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INTRODUCCIN
Abordaremos en este trabajo algunos aspectos de la problemtica adolescente universal, a la luz de la obra de Julio Cortzar. Este autor recorri, varias veces a lo largo de su potica, el conflictivo camino que lleva al nio hacia la edad adulta. Lo hizo con una gran capacidad para mostrar los sentimientos y los dilemas de los adolescentes, sin juzgarlos desde la moral de los adultos ni tampoco describirlos con indiferencia. A pesar de esto, podemos afirmar que su punto de vista evolucion a travs de los aos pues cada vez que visita el tema del despertar juvenil aporta una nueva mirada, siempre enriquecedora, sobre la identidad del protagonista. Podra decirse que estos seres en proceso de crecimiento son los personajes ms entraables del autor, aquellos que contienen ms rasgos de su personalidad y de su propia historia. Son precisamente los que estn dejando de ser nios, quienes son arrancados de la fantasa infantil y de los juegos inocentes para ser lanzados al mundo adulto del desencanto, de la traicin y del trauma emocional. Los adolescentes poseen una forma de ver la realidad que Cortzar, segn sus propias palabras, mantuvo durante toda su vida: una mezcla de asombro y vulnerabilidad. En el primer captulo, haremos una resea de la adolescencia desde el punto de vista de la psicologa. Se trata de la fase del desarrollo humano que est caracterizada por la dificultad en el trnsito a la edad adulta, el despertar sexual, la necesidad de pertenencia a un grupo, la presencia de los referentes mayores y la influencia fundamental que estos ejercen en la conformacin de un proyecto para una vida plena. Junto con la dificultad en definir la duracin de la etapa adolescente, es necesario reconocer que se trata de uno de los perodos ms difciles para el ser humano, ya que en l se desarrolla la capacidad de adaptacin e insercin en un grupo social. Para comprender mejor el tema, apelaremos a la renombrada pediatra y psicloga infantil Franoise Dolto, quien explor y resumi el mundo infanto-juvenil de manera clara y concreta, revolucion el concepto de las relaciones entre nios y adultos, y traz un camino de comprensin y contencin de los jvenes, para los padres, educadores y profesionales de la salud de la actualidad. Se trazar el perfil psicolgico del adolescente universal; sealaremos los temores y las pruebas que enfrenta para poder conquistar la edad adulta. En este perfil se incluir el aspecto sociolgico. Tambin, 5
haremos una recorrida histrica por la literatura mundial, para constatar cmo la sociedad ha reflejado, en diferentes perodos, este movimiento vital y, en algunos casos, ha aportado verdaderas hojas de ruta para las generaciones de jvenes en desarrollo. Observaremos algunos aspectos fundamentales de la biografa de Cortzar e indagaremos en ciertos datos de inters que l mismo ofreci en dilogos, ensayos, cartas y entrevistas para completar una visin ms amplia sobre su identificacin con la etapa adolescente y, por lo tanto, con estos protagonistas de sus narraciones. En el segundo captulo, analizaremos seis cuentos del autor cuyos personajes pertenecen a esta franja etaria. Los cuentos de Julio Cortzar relativos a esta temtica que hemos elegido para analizar son una muestra de su particular forma de describir la crisis adolescente y de exponer los tabes sexuales de nuestra poca. De su obra, tomaremos los cuentos Bestiario (1951), Los venenos (1956), Las babas del diablo (1959), La seorita Cora (1966), Usted se tendi a tu lado (1977) y Deshoras (1982). Con ellos buscaremos ejemplificar los diferentes aspectos de la psique adolescente desde el punto de vista del autor, el choque con el orden de los adultos, los riesgos que esta edad de mutacin conlleva y los posibles resultados de este desafo vital en el destino de los protagonistas. Mostraremos cmo por medio de la introduccin de novedosas tcnicas narrativas, el autor explora nuevos horizontes lingsticos y literarios y crea, sin respetar el lmite impuesto por las formas, un verdadero puente de comunicacin directa con el lector. En ltima instancia, deseamos resaltar la vigencia y la claridad de Julio Cortzar para abordar con maestra, desde la literatura, los sentimientos ms profundos y, por tanto, ms conflictivos del alma humana.
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CAPTULO I LA ADOLESCENCIA. TRANSICIN O CRECIMIENTO?
Iniciaremos este captulo con un estudio de la evolucin psicolgica del ser humano desde la niez hasta la adolescencia desde el punto de vista de la prestigiosa mdica pediatra y psicloga francesa Franoise Dolto (1908-1988), quien public varios libros sobre este tema y desencaden una verdadera toma de conciencia sobre la formacin de los nios y los adolescentes por parte de los padres, los educadores y los adultos en ge- neral. En segundo trmino, tomaremos algunos datos biogrficos de Julio Cortzar, las entrevistas y ensayos del escritor que nos permitirn vincular a los personajes adoles- centes con la biografa del autor y su visin sobre esta etapa del desarrollo de la perso- nalidad.
1. UN PUENTE DE LA NIEZ A LA JUVENTUD
En nuestra sociedad occidental, es comn considerar que la adolescencia comienza a partir de los trece o catorce aos, edad en la que los nios comienzan a mostrar los sig- nos fsicos de una maduracin sexual o, al menos, los primeros indicios de sta: la pri- mera menstruacin en las nias o las primeras emisiones involuntarias de esperma en los nios. Sin embargo, la adolescencia es una mutacin progresiva; no es posible sealar su comienzo o el final de la niez de forma exacta: el cambio se produce gradualmente tanto en lo fsico como en lo psquico. Las diferentes etapas de la transformacin de un nio en un adolescente se suceden. El nio pequeo atraviesa la fase edpica desde los tres aos en adelante y, alrededor de los seis aos, llega al perodo de latencia que dura hasta los nueve o los once aos aproximadamente. Durante este lapso tiene una idea clara de su sexualidad, pero tambin reconoce que an es un nio y que deber esperar para encontrar al objeto de su amor fuera de su familia. A partir de entonces, segn Dolto: se manifiestan los primeros indicios de una sexualidad que se anuncia con un fortsimo componente imaginario antes de que el cuerpo entre en juego. [] La primera vida imaginaria, que se inicia a los tres o cuatro aos, pone la mira en las personas del grupo prximo al nio, es decir, el padre, la madre, los herma- 7
nos y las hermanas y el entorno familiar ntimo []; en su segundo mundo imaginario, el nio ya no necesitar tomar sus modelos intramuros de la familia. En lo sucesivo, sus modelos sern exteriores. Sigue contando con la familia como un valor-refugio, pero no siente que desempee en ella un papel y pone su empeo en triunfar socialmente. Toda su energa se dirige ahora hacia el grupo de compaeros de la escuela o a los grupos deportivos y dems, y hacia la vida imaginaria que pueden proporcionar la televisin, las lecturas o sus in- venciones en los juegos. Esto es lo que ocurre antes de la eclosin de la puber- tad en un umbral de lo imaginario ms all de la familia, en el mundo exterior. Cuando llega a la adolescencia es cuando este mundo imaginario exterior le provocar, le har decir que quiere salir. Quiere ir a medir, por decirlo as, esta discriminacin que ha hecho entre lo imaginario y la realidad, penetrando en esos grupos sobre los que ha imaginado muchas irrealidades pero que, al mismo tiempo, existen, puesto que se habla de ellos (1997:23-25).
Es durante la adolescencia cuando tendr lugar su primer ensayo amoroso, muchas veces signado por un carcter platnico a causa del riesgo que implica el intento de concretar la primera experiencia sexual, tan deseada como temida. Franoise Dolto seala, justamente, la relacin indisociable entre el primer amor, el riesgo, el peligro e incluso la muerte: porque precisamente el riesgo del primer amor es experimentado como la muerte de la infancia (22). En la obra de Julio Cortzar, varios personajes son pberes o prepberes; otros, adolescentes o jvenes; pero todos ellos comparten algunas caractersticas comunes que reflejan, en todos los casos, las vivencias del autor en su niez. Son observadores crticos de la realidad que los rodea; viven todava en el mundo imaginativo del juego infantil, pero despiertan a la observacin curiosa del mundo adulto, cuyas motivaciones profundas no llegan a comprender y contra el que se rebelan al transgredir el orden establecido por sus mayores. Se rinden al primer amor; descubren tambin en forma conflictiva el deseo sexual, sin poder definirlo cabalmente, aunque son conscientes de la prohibicin que socialmente se les impone. Atraviesan el quiebre del universo infantil como una prdida, a veces mortal. En la literatura universal, el tema del primer amor y la muerte se presenta en los personajes de Paolo y de Francesca en la obra de Dante Alighieri, La divina comedia (1304?); en Romeo y Julieta (1597), de Shakespeare; en Pellas y Melisande (1892), de Maeterlinck. En todos ellos, el amor se muestra como un imposible, vedado a quienes no han llegado a la edad adulta, es decir, a quienes no han muerto a su infancia. Podemos citar, tambin, dentro de la literatura argentina, el personaje de Balbina, la protagonista de El ingls de los gesos (1924), de Benito Lynch. 8
Reconocemos tambin, el importante enfoque literario de la novela de autoformacin alemana o Bildungsroman, cuya influencia se prolonga hasta nuestros das. Esta surge a fines del siglo XVIII y su estilo se proyecta ms all de los autores alemanes. El exponente prototpico es el Wilhem Meisters Lehrjahre (1796), de Goethe, pero se reconocen ejemplos tan cercanos a nuestros das como La montaa mgica (1924) de Thomas Mann. La caracterstica principal de la novela de autoformacin es la capacidad formativa y modeladora de los acontecimientos novelescos sobre la personalidad del protagonista. El hroe bildungsromaniano es, en este sentido, el personaje modelado par excellence. [] El Bildungsroman se vertebra narrativamente en el eje de conflictividad yo-mundo. El protagonista, actor y receptor de su propio proceso formativo, gestado en esa conflictividad obtiene, por autoconciencia, un conocimiento de s mismo o, lo que es lo mismo, su propia identidad. El eje estructural de la novela de formacin es la construccin de una personalidad que ha de superar, en el transcurso de la narracin, un proceso inicitico denominado aqu autoformativo en aras de una nueva fase vital: el renacimiento del yo experimentado. Este renacimiento es el equivalente narrativo del ingreso en el mundo adulto de las ceremonias rituales de pubertad (Rodrguez Fontela, 1996:52,63).
Ms tarde, a mediados del siglo XX, un nuevo tipo de literatura adolescente se plantea en El cazador oculto The catcher in the rye (1951), de J.D. Salinger. La novela transcurre en los Estados Unidos de Norteamrica, en la ciudad de Nueva York. El personaje, Holden Caulfield, expresa su desazn y su hasto de vivir, desprecia las mentiras del mundo que lo rodea, pero se define a s mismo como el mayor mentiroso. El amor no es el principal obstculo que debe sortear, sino la dificultad para insertarse en el mundo de los adultos, al que considera vaco y carente de sentido. Lo hace utilizando el lenguaje como su escudo protector; con l inventa las mentiras que contar a sus interlocutores para proteger su frgil verdadero yo. Este novedoso punto de vista coincide con el cambio que produce la II Guerra Mundial en las obras literarias con personajes adolescentes: Antes de 1939, la adolescencia era contada por los escritores como una crisis subjetiva: uno se rebela contra los padres y las obligaciones de la sociedad, en tanto que, a su vez, suea con llegar a ser rpidamente un adulto para actuar como ellos. Despus de 1950, la adolescencia ya no es considerada como una crisis, sino como un estado. Es en cierto modo institucionalizada como un experiencia filosfica, un paso obligado de la conciencia. Llegamos al tema existencialista del descubrimiento del absurdo. En esta interpretacin, la adolescencia es un estado necesario de la conciencia moderna para descubrir lo trgico de la condicin humana. Cada ser humano rehara, sin saberlo, el 9
camino de los filsofos de manera ms intuitiva que conceptual (Dolto, 1997:51).
Tal vez por este motivo el escritor se identifica con los nios mayores, quienes conviven con sus miedos y sus monstruos, que estn creciendo y toman conciencia de su destino trgico, pero se asoman al universo desconocido con una mezcla de asombro, imaginacin y coraje. Cortzar nos demuestra que el mundo nunca es un refugio seguro, que lo extrao contina acechando al hombre en cada momento y en cada lugar. Por esta razn, quien mantiene esta mirada de nio siempre alerta para leer los signos que se presentan disimulados en medio de los acontecimientos cotidianos, es quien puede aspi- rar a superarse como ser humano. Nstor Garca Canclini, al analizar la obra del autor, lo expresa de esta forma: en el comienzo de su obra, el otro aparece como lo monstruoso que nos enfrenta, pero que secretamente es nuestro semejante y por eso nos seduce, nos llama a reconocer y vivir nuestra solidaridad con l.[] En todos estos casos la anormalidad del otro cuestiona la conviccin de mi normalidad, la vuelve sospechosa, una ilusin de mi egosmo. Por eso, el yo humano quiere matar a los monstruos, porque desafan su autoafirmacin. Pero no es posible extirparlos. La realidad sigue alojndolos para recordar la trascendencia que nos negamos a afrontar, para que no sea cmoda la instalacin del yo en lo que ya es y posee. La instalacin del yo en su exclusiva realidad, no lo asla totalmente de los dems. Contina vinculado a ellos como miembro de una masa indiferenciada pues donde no hay originalidad personal, nadie se distingue, aunque se enclaustre en su yo. Slo al quebrar la uniformidad de lo masivo, al aceptar lo monstruoso [] renunciamos a las relaciones inautnticas con ellos. Pero tambin quedamos solos. [] Esto lo saben bien los adolescentes, mejor que ninguno el protagonista de Seorita Cora, absolutamente solo [], soledad de adolescente que quiere agarrar el mundo por su cuenta y sin embargo debe estar inmvil en la cama []. Pero si lo humano es en toda la obra de Cortzar algo que est realizndose constantemente no algo logrado, sino una tarea y una conquista, es lgico que el encuentro entre los hombres, requisito imprescindible para una humanidad plena, sea tambin una labor inacabada e imperfecta. [] El hombre es para Cortzar una avidez obstinada, un enigma que nunca se resuelve plenamente, la persecucin de un horizonte que huye. Sin embargo, su obra tambin afirma que esto no es un motivo para que la bsqueda se detenga (1967:1-2).
Entre los personajes representativos de los cuentos de Cortzar con temtica adolescente nombraremos a Isabel, de Bestiario; al chico de Las babas del diablo; al nio de Los venenos; a Holanda, a Leticia, a Ariel y a la narradora innominada de Final del juego; al protagonista de Despus del almuerzo; a Wanda y a Teresita, de Siestas; a Roberto, de Usted se tendi a tu lado; a Anbal, de Deshoras; a Pablo, de Seorita Cora. En estos cuentos, se relata un episodio ms o menos trivial en la 10
vida de los personajes, pero en todos percibimos inequvocamente el momento psquico que estos personajes atraviesan, cuya importancia trasciende el peso de la ancdota. En muchos casos, este conflicto se testimonia apenas en los indicios que nos deja entrever el autor, como si se tratara de sombras que pasan furtivamente por detrs de la accin principal; en otras, la lucha se desata con una gran violencia y dramatismo. Cualquiera sea el desarrollo de la trama o el desenlace, la crisis existencial adolescente se revela como la motivacin profunda y, tal vez, como la causa principal de la suerte del protagonista.
2. LOS RITOS DE INICIACIN
El filsofo y novelista rumano Mircea Eliade (1907-1986) fue un estudioso de las reli- giones comparadas y estableci semejanzas entre distintas culturas y pocas del hombre. En su obra La bsqueda, define la iniciacin como una serie de ritos y de enseanzas orales cuyo propsito es provocar una modificacin radical del estatus religioso y social de la persona que la recibe (1969:152). A la vez, clasifica los ritos de iniciacin en tres tipos: los rituales de pubertad o ritos colectivos de transicin de la infancia o la adoles- cencia a la edad adulta; los ritos de introduccin a una sociedad secreta y los de inicia- cin en una vocacin mstica. Con respecto al primer grupo, indica que los ritos tribales de pubertad introducen al joven en la cultura de la sociedad, sus costumbres, sus dioses, su historia. Tambin inician al nio en la sexualidad adulta. Los ritos especficos varan segn la etnia o la organizacin social, pero la gran mayora de ellos implican una muerte ritual, una separacin fsica y temporal de la madre y de la tribu y un renacimiento tambin ritual tras el cual se incorporan como adultos a la sociedad. Este autor remarca que, en la sociedad actual, el carcter inicitico de la literatura ha sido sealado por varios psiclogos, historiadores, filsofos y crticos y, si bien la validez de esta teora puede ser discutible, interpreta que este anlisis, por ser propio de nuestra poca [], es relevante para la comprensin del ser humano actual (Eliade, 1969:163). Las novelas de Julio Verne, Viaje al centro de la tierra y La isla misteriosa; Moby Dick de Hermann Melville y Huckelberry Finn de Mark Twain han sido descriptas por los crticos como novelas iniciticas. Es importante destacar que Eliade considera que en un mundo desacralizado como el nuestro, lo sagrado est presente y es activo 11
principalmente en los universos imaginarios. Pero las experiencias imaginarias forman parte del ser humano total y no son menos significativas que sus experiencias diurnas (1969:170). En la primera juventud, como ya hemos sealado, estas experiencias imaginarias funcionan a modo de motor de nuevas acciones en el mundo real que, encauzadas en un sentido positivo, llevarn a los jvenes a alcanzar la edad adulta y la concrecin de sus sueos. Actualmente, la sociedad impone a los adolescentes la necesidad de obtener logros individuales, pero no los provee de los medios para que, por ejemplo, ellos puedan obtener su propio dinero con el fin de realizar sus proyectos o independizarse de sus padres durante la adolescencia. De esta forma, quedan presos de una infancia que no termina. Dolto asegura que el proyecto [personal] no puede reemplazar el rito de paso, pero permite quiz prescindir de l (1997:84). En las sociedades tribales, las pruebas colectivas que se realizaban siempre a una edad ms bien tarda impedan que el senti- miento de culpa que causa la transgresin individual se apoderase del adolescente. Una vez superadas las terribles pruebas a las que eran sometidos en el seno de su comunidad, el individuo se transformaba en un miembro pleno del clan y era aceptado como tal. Los jvenes de hoy conservan, sin embargo, un sentimiento que no ha cambiado con el devenir de los tiempos: su preferencia por la amistad. Creen profundamente en que la amistad existe y que es gracias a este sentimiento interpersonal que logran superar las dificultades propias de la edad. Dice Dolto: En la medida en que las familias no les proponen ya ritos de paso, en que sus mayores se descalifican completamente en la investigacin de la vida, los jvenes se reagrupan, aprietan los codos, emplean un lenguaje algo ms gestual y hacen como si inventaran nuevos intercambios o como si vivieran con otra sociedad pensando que podrn inventar cosas nuevas. Y tienen razn. A los jvenes es a quienes corresponde hacerlo, no a los adultos (1997:58).
Julio Cortzar, sin embargo, no logra conformar en su niez estas amistades que le ayuden a atravesar la etapa adolescente. En primer lugar, es un nio que sufre frecuentes enfermedades que lo hacen estar postrado durante largas semanas. Adems, la fascinacin que siente respecto de temas poco usuales para los nios de su edad hacen que no comparta estas inquietudes con sus compaeros de juegos. 12
As lo explica en el dilogo que entabla con el periodista uruguayo Omar Prego: Uno de mis recuerdos de infancia estando enfermo (yo fui un nio bastante enfermo, me pasaba largas temporadas en la cama con asma y pleuresa, cosas de ese tipo) consiste en verme escribiendo palabras con el dedo, contra una pared. [] Yo creo que desde muy pequeo, mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. [] En suma: desde pequeo, mi relacin con las palabras, con la escritura no se diferencia de mi relacin con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas. [] Yo recuerdo compaeros de mi edad que en un principio eran capaces de participar un poco en esa visin diferente que yo tena. Cuando ramos muy amigos yo me atreva a hablarles en confianza, a transmitirles, un poco, esas reacciones mas ante las cosas y ante el idioma, ante las palabras. Pero muy pronto advert que a medida que pasaban los meses el tiempo va rpido en la infancia, a lo sumo un ao, ellos finalmente haban optado por quedarse de este lado. Es decir, ya no me seguan en ese camino de la exploracin ingenua que haca el nio Julio. No me seguan e incluso rechazaban eso como prueba de tontera o de afeminamiento, de mariconera. En vez de jugar al ftbol, yo perda el tiempo en dar vuelta palabras y en cosas de chicas (1985:25,27-28).
El pequeo Julio no encuentra en sus pares la camaradera que afirme su bsqueda y queda atrapado en un doble rechazo: el que l experimenta por las cosas dadas y el que sus compaeros sienten por los extraos juegos de palabras que Cortzar plantea. Es claro que este ltimo surge de la incomprensin, de la necesidad natural de excluir al que es diferente que muestran todos los nios. El escritor, ms adelante, sublimar su soledad de adolescente a travs de la palabra escrita en la que lograr plasmar sus recuerdos con una gran intensidad. La enfermedad toma, para el autor, el lugar simblico de un rito de paso doloroso que debe enfrentar en soledad, como un hroe arquetpico, para superarse a s mismo y llegar a ser mayor. De esa misma forma la traslada a la ficcin, como la prueba que algunos personajes superan y otros no logran vencer, en medio de otros conflictos propios de la etapa adolescente. El autor reivindica para s el derecho de conservar para siempre en su interior a aquel nio incomprendido y as se describe a s mismo: Siempre ser como un nio para tantas cosas, pero uno de esos nios que desde el comienzo llevan consigo al adulto, de manera que cuando el monstruito llega verdaderamente a adulto ocurre que a su vez ste lleva consigo al nio, y nel mezzo del camin se da una coexistencia pocas veces pacfica de por lo menos dos aperturas al mundo (Cortzar, 1967:21)
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Cortzar mantiene durante toda su vida una aoranza de la juventud, lo confiesa en una carta a su amigo Jonquires, en la que dice: Es curioso, yo guardo el recuerdo de mi juventud con tanta triste ternura como vos, pero hoy en da me siento tanto o ms vido que entonces. [] Toda la conciencia vigilante de este mundo no paga, quiz, aquellos deslumbramientos de los dieciocho aos, aquel valor increblemente mgico de un pocillo de caf en su momento, de una playa, de una pgina de libro. Te acuerdas lo que era recibir entonces el regalo de un amigo? Era como una salpicadura de divinidad. Las ms pequeas cosas, una cita, un cumpleaos, un banco de plaza, todo estaba cargado de infinito, no s decirlo de otra manera. Uno rea y lloraba de otra manera (Cortzar, 2010:281).
Esta visin potica de la juventud, se remonta a su participacin en la llamada generacin del 40 del mbito literario nacional, un grupo de poetas signados por la Segunda Guerra, quienes revisan la obra de grandes poetas europeos con el afn de rescatar los valores humanistas. Rimbaud, el primer ensayo publicado por Cortzar a los veintisiete aos en la revista Huella con el seudnimo de Julio Denis, demuestra, segn Graciela Maturo (1968), la pertenencia del autor a dicho grupo literario. En este trabajo, Cortzar se refiere a la identidad del poeta galo y analiza el verso Car je suis un autre, 1 de la famosa Lettre du Voyant: Pero a Rimbaud le interesaba poco o nada todo aquello; l no prosigui un propsito de liberacin y sublimacin del autre, sino del Je. 2
Alazraki afirma que el anlisis del joven escritor argentino destaca que el inters de Rimbaud en la literatura como el de Cortzar, aquello que ms profundamente lo une al surrealismo, es su creencia en la posibilidad de la poesa de cambiar la vida (1994:25). En el ao 1946, publica el anlisis de la poesa A una urna griega, de John Keats y all refuerza este concepto de transformacin de la realidad a travs del arte y del desdoblamiento del yo de quien posee sensibilidad artstica. Dice Cortzar: Para esa proyeccin sentimental contaba Keats con la admirable y angustiosa caracterstica de todo poeta: la de ser otro, estar siempre en y desde otra cosa. Su conciencia de esa ubicuidad disolvente que abre al poeta los accesos del ser y le permite retornar con el poema a modo de diario de viaje se revela en los siguientes prrafos de una carta: [] Un poeta es lo menos potico de cuanto existe, porque carece de identidad;
1 Puesto que yo soy otro. 2 Julio Denis (seudnimo de Julio Cortzar). Rimbaud, revista Huellas, N2 (1941), en Julio Cortzar Obra crtica, [Jaime Alazraki compilador], vol 2, Buenos Aires, Suma de letras argentinas S.A., 2004, p.25. 14
continuamente est yendo hacia y llenando algn otro cuerpo. [] Tal vez ni siquiera ahora estoy hablando por m mismo, sino desde alguna individualidad en cuya alma vivo en este instante (2004d:62).
Rilke, Baudelaire, Rimbaud y Keats figuran entre las lecturas frecuentes de Cortzar, pero son tambin la inspiracin que lo acompaa en su vida diaria: Mi cabeza de Keats cuelga sobre mi cama (Cortzar, 2010:19), dice en una carta de 1951, cuando describe la austera decoracin de una de sus primeras habitaciones en Pars. Tambin, luego de su primer viaje a Inglaterra, relata: Pas toda una maana en Hampstead, en la casa de Keats, en el bosque y los brezales por donde le gustaba vagar. Haca diez aos que esperaba ir (54). La correccin de su manuscrito Imagen de John Keats, que fue editado en forma pstuma, le lleva dos aos de trabajo entre 1951 y 1952. En Pars se desempe como traductor de la Unesco, tarea que lo llev a recorrer numerosos pases. A partir de 1963, ao en el que viaja por primera vez a La Habana, se compromete con la revolucin socialista en los pases latinoamericanos. Alazraki resume esta vida hecha literatura en el eplogo que titula La literatura como amistad: [Son] Textos que tienen el inslito poder de incluirnos, como si el relato nos abriera sus puertas para entrar en l y ser un personaje ms que ingresa en el nudo de la ficcin como cualquier otro personaje. No hablo del lector cmplice. Pienso ms bien en el autor-cmplice que desde los artificios de la narracin o el ritmo de un poema estira la mano para estrechar la nuestra como solamente saben y pueden hacerlo los amigos. Porque despus de la mano vena esa sensacin de que tras ese personaje o aquella historia, respiraba y pensaba y viva un ser humano. Nunca sabremos el secreto de esa alquimia, pero tal vez una primera explicacin sea esa idea de Rimbaud que Cortzar record cuando todava firmaba Julio Denis: La literatura como una ambiciosa realizacin humana, la poesa como un desatarse total del ser. Es decir, escribir como una forma de vivir. [] Una segunda explicacin es esa frase que l descubri por aquellos aos juveniles de lector apasionado de Keats y que lo acompaar toda su vida: Si un gorrin viene a mi ventana, yo comparto su existencia y picoteo en la arena. [] Y as como escribir era para l una forma de vivir, vivi de la mano con los sueos, con sus sueos y con los del prjimo que son los nuestros y que l hizo suyos: Cuba, primero, el Chile de Allende despus, los desaparecidos en Argentina, Uruguay, Chile, Guatemala y El Salvador. [] Nos ense a todos a ser ms buenos. Sin lecciones. Era incapaz de predicar. Simplemente respirando, viviendo, asumindose desde sus textos, desde sus personajes, desde su poesa y, sobre todo, desde sus actos (1994:367-369).
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CAPTULO II ANLISIS LITERARIO DE LOS CUENTOS SELECCIONADOS
En este captulo analizaremos seis cuentos de la potica cortazariana cuyos protagonis- tas son adolescentes. Hemos reseado en el captulo anterior una de las perspectivas de la psicologa moderna con respecto a esta etapa vivencial. Ahora nos centraremos en los cuentos de Julio Cortzar para observar el comportamiento de los personajes y los con- flictos que deben resolver tanto en su interior como en el escenario social en el que les toca vivir y crecer. Se ha de tener presente, sin embargo, que interpretar estos cuentos y definir sus mensajes es mera especulacin [el nfasis es nuestro] porque carecemos de un cdigo de la ambigedad que nos permita reconstruir su semntica (Alazraki, 1983:135). Alazraki nos advierte que las metforas del autor establecen una alternativa a las insufi- ciencias del lenguaje para expresar los sentidos ausentes en ste y que, por lo tanto, no deben ser tratadas como adivinanzas puesto que carecen de una solucin unvoca (135).
1. BESTIARIO
Bestiario fue publicado en el volumen que toma su nombre, en el ao 1951. Es un cuento que ha recibido numerosas interpretaciones, sobre todo enfocadas a dilucidar la presencia extraa de un tigre que ronda por la casa de la familia Funes. En este anlisis, nos abstendremos de buscarle una asociacin inmediata a este elemento fantstico, atendiendo al consejo de Jaime Alazarki quien afirma que el tigre es a la vez no menos real que cualquiera de los dems personajes y abstracto como portador de sentidos que rechazan toda explicitacin (1983:178). Antes bien, centraremos nuestro estudio en el personaje principal, la adolescente Isabel, y los recursos que Cortzar despliega para introducirnos en el universo de esta nia que comienza a ser mujer y despierta a nuevas sensaciones y sentimientos. El primer elemento ambiguo que hallamos en el cuento es el narrador de tercera persona que, sin embargo, comparte el punto de vista de Isabel. Traduce las ex- periencias de la nia con las mismas limitaciones en el anlisis de la realidad que tiene la adolescente ya que aporta nicamente la escasa informacin que ella posee sobre lo que realmente sucede en la estancia Los Horneros. De hecho, se aparta de este punto de 16
vista en un solo pasaje en un caso de paralepsis, como la define Genette, donde el narrador ofrece cierta informacin que no es accesible al personaje focal. As, se disocia de Isabel para indicar la falta de madurez de la nia para juzgar los hechos: Isabel se pregunt una noche por qu los Funes la habran invitado a veranear. Le falt edad para comprender que no era por ella, sino por Nino, un juguete estival para alegrar a Nino (Cortzar, 2004a:217). En la narracin se describen dos ncleos familiares atpicos, pero muy cercanos a los que conoci Cortzar en su infancia. Isabel vive en Bnfield con su madre e Ins, cuyo parentesco no se aclara pero puede ser una ta, una prima mayor, etc.; el padre es un personaje ausente. Los Funes son tres hermanos: 3 Luis, Nene y Rema, la menor de los Funes. Nino es el hijo de Luis quien, a pesar de convivir con ellos, es tambin un padre ausente, constantemente absorto en la lectura. Nada se nos aclara sobre la madre de Nino o de por qu los tres hermanos, ya adultos, conviven en la estancia. A diferencia de Irene y el narrador de Casa tomada, que viven un simple y silencioso matrimonio de hermanos (131) en pacfica armona, aqu la presencia del Nene rompe con la posible placidez de la vida familiar e instala una gran tensin alrededor del tema del incesto. Contribuye a este estado de desasosiego la presencia de un tigre, que ha aparecido hace menos de tres aos en el hogar de los Funes: Todo ms menudo, ms de cristal y rosa, sin el tigre entonces, con don Nicanor menos canoso, apenas tres aos atrs, Nino un sapo, Nino un pescado, y las manos de Rema que daban deseos de llorar y sentirlas eternamente contra su cabeza, en una caricia casi de muerte y de vainillas con crema, las dos mejores cosas de la vida (215).
Los parentescos entre los personajes son bien conocidos por Isabel pues visita a los Funes desde hace aos y, por esta razn, no los explicita. La focalizacin del narrador en el punto de vista de la nia deja a cargo del lector pesquisar en los detalles que pueda hallar dentro del cuento para completar la informacin que le sera til y, sin embargo, le falta. Esto es lo que Genette describe como omisin lateral o paralipsis. Isabel es invitada a pasar el verano en la estancia de los Funes y de esta forma emprende su viaje inicitico, se lanza en la enorme ola verde (213). El color verde se menciona ocho veces dentro del cuento. Adems de ser el color preferido del autor, l
3 Aunque se desprende del texto, algunos crticos dudan de los lazos familiares entre Luis, Nene y Rema. El autor despeja las dudas en Noticias de los Funes: Quiz Luis Funes no se suicid porque su amigo Robirosa haba descubierto que era un espa, sino que el recuerdo de un tigre y un hermano [el nfasis es nuestro]deshecho a zarpazos pudo ms que la improbable felicidad de Rema (Cortzar, 1969:31). 17
mismo indica en una entrevista con Evelyn Picn Garfield que se relaciona con cualquier forma de erotismo. 4 En este caso, sin embargo, creemos que la ola representa sobre todo el impulso vital del cambio, el entusiasmo por comenzar a transitar una nueva etapa en su vida, que implica, por supuesto, la pulsin ertica. Curutchet describe varios recursos literarios que estn presentes en toda la po- tica cortazariana y que son utilizados aqu. 5 Uno de ellos, reemplazar una descripcin por la enumeracin de elementos simples, aporta vivacidad a la sntesis y al relato mismo. El retrato de Isabel se explicita de la siguiente manera: Bronquios delicados, Mar del Plata carsima, difcil manejarse con una chica consentida, boba, conducta regular, con lo buena que es la seorita Tania, sueo inquieto y juguetes por todos lados, preguntas, botones, rodillas sucias (213).
Ms adelante, Isabel evoca una visita anterior a Los Horneros; recuerda con ter- nura a Nino y a Rema. En su duermevela, anhela el viaje y teme que la decisin de enviarla a la estancia haya sido la ilusin de un sueo: No era un sueo. No era un sueo. [Punto y aparte] No era un sueo. La llevaron a Constitucin una maana ventosa, (214). Este mismo ejemplo es otro de los recursos que apunta Curutchet: la repeticin como exorcismo de estados obsesivos, como la repeticin de un mantra. Los juegos de palabras, la evocacin de imgenes que se aparecen frente a sus ojos en la oscuridad, el terror nocturno, los recuerdos de Isabel, las imgenes que pueblan su paso de la vigilia al sueo, prefiguran el descenso al inconsciente que implica el dormir, pero tambin el descenso ritual a un inframundo, que su psique pre- adolescente realizar para luego lanzarse a la conquista del mundo exterior, para culminar el viaje de iniciacin. Cortzar utiliza tambin otros recursos de la retrica tradicional como el anacoluto: Querida mam tomo la pluma para Coman en el comedor de cristales, donde se estaba ms fresco. [] Mamita antes de ir a comer es como en todos los otros momentos, hay que fijarse si Casi siempre era Rema la
4 Evelyn Picn Garfield (1981) Cortzar por Cortzar, Universidad Veracruzana, Xalapa, Mxico. Citado por Jaime Alazraki en Hacia Cortzar, (1994), Anthropos, Barcelona, Espaa, p.127. 5 Curutchet, Juan Carlos (1971) Cortzar: aos de aprendizaje, Cuadernos Hispanoamericanos, n 255, [en lnea], Fondo Julio Cortzar, Centre de Recherches Latino-Amricaines, Equipe de l'Institut des Textes et Manuscrits Modernes, Universit de Poitiers, [citado el 1 de junio de 2011].Disponible en: <http://presnum.mshs.univ-poitiers.fr/Cortazar/image.php?Id_img=807&Code=3.034>
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que iba a ver si se poda pasar al comedor de cristales. [] Vos me dijiste que no debo andar haciendo Porque Rema pareca detener, con su tersa bondad, toda pregunta (216).
Adems, podemos notar que las oraciones truncas se cierran con una raya, el signo de puntuacin que se utiliza para indicar el inicio de un dilogo que, en este caso, termina sin haber comenzado y enfatiza, justamente, la falta de comunicacin de los habitantes de la estancia. Estos recursos estilsticos advierten al lector que las transgresiones en las dimensiones notacional y sintctica representan los lmites que Isabel, nia an, no puede atravesar pues no comprende todava cmo est construido el precario equilibrio establecido en el mundo adulto de Los Horneros. Isabel escribe a su madre, pero se interrumpe all donde encuentra los temas que le son vedados a causa de su falta de madurez, de un tab o de la prohibicin familiar. No puede relatar lo que ve que sucede en aquella casa; no debe descuidarse del tigre, siempre al acecho; no debe preguntar por qu todos se someten al orden de la casa; un orden extrao que nadie cuestiona; tampoco Isabel, por el momento. Alazraki subraya que La ambige- dad del relato traza con riqueza de matices la ambigedad en que se debate Isabel, que sale del mundo seguro y definido de la infancia para entrar en la resbaladiza adolescencia (1983:174). A medida que los juegos de Nino, con el correr del verano, resultan menos atractivos para la protagonista, los sentimientos confusos que experimenta Isabel por Rema se manifiestan con mayor claridad. Hemos de destacar que este tratamiento sesgado del tema no quiere decir que el autor no se atreva a describir la atraccin homosexual de Isabel por Rema. Por el contrario, Cortzar refleja perfectamente que durante la adolescencia la atraccin homosexual, la admiracin, la amistad y el afecto se presentan entremezclados, son una constante y forman parte del desarrollo de la personalidad. De todos los entretenimientos infantiles que se proponen con Nino durante las vacaciones, el formicario es el que ms llama la atencin de Isabel, pues observa que puede comparar la vida de esas hormigas apresadas en el bal de cristal con la sociedad familiar de Los Horneros. El formicario vala ms que todo Los Horneros, y a ella le encantaba pensar que las hormigas iban y venan sin miedo a ningn tigre, a veces le daba por imaginarse un tigrecito chico como una goma de borrar, rondando las galeras del formicario; tal vez por eso los desbandes, las concentraciones. Y le gustaba repetir el mundo grande en el de cristal, 19
ahora que se senta un poco presa, ahora que estaba prohibido bajar al comedor hasta que Rema les avisara (Cortzar, 2004a:219).
Isabel comparte un momento ntimo con Rema cuando ella la ayuda a cambiarse y siente la proximidad de las hormigas del deseo (Alazraki, 1983:175) lo cual le provoca temor. Le haba pedido a Rema que se llevara el formicario y Rema se lo prometi. Despus, charlando mientras la ayudaba a colgar su ropa y a ponerse el piyama, se olvidaron. Isabel sinti la cercana de las hormigas cuando Rema le apag la luz y se fue por el corredor a darle las buenas noches a Nino todava lloroso y dolido, pero no se anim a llamarla de nuevo, Rema hubiera pensado que era una chiquilina. Se propuso dormir enseguida, y se desvel como nunca (Cortzar, 2004a:221).
Esa noche en la oscuridad de la habitacin, desvelada en su cama, Isabel reme- mora los hechos que presenci ese da y que quebraron su candidez infantil para siempre, como los vidrios de la ventana, trizados por un pelotazo durante los juegos de la siesta. En ese desfile de figuras que emergen de su subconsciente, el tringulo que componen Nino-Nene-Rema aparece en la evocacin de aquella tarde: Rema y Nino juegan, se besan y abrazan; todos ren, incluso Isabel. El Nene llega y castiga a Nino, supuestamente por la rotura del vidrio del estudio, pero mientras le pega al nio, mira a Rema. Es a ella a quien castiga por satisfacer las necesidades amorosas de Nino y no satisfacer las suyas. Llaman la atencin los nombres de los personajes: Nino similar a nio y Nene, ambos sobrenombres infantiles. Los dos parecen competir en un tringulo edpico por el amor de Rema. Isabel, en su ensoacin nocturna, decide que en ese episodio Nino ha perdido la contienda, pues lo visualiza con los ojos enormes y huecos tal vez por haber llorado tanto, en una imagen que evoca la del propio Edipo y al Nene, en cambio, con la boca dura y hermosa, de labios rojsimos que sugiere un matiz diablico. Isabel no es ajena a la atraccin sensual del Nene, pero comprende que es engaosa, una belleza que encierra cierta corrupcin: de los dientes sali una nube esponjosa, un tringulo verde [] (222): el tringulo ertico. El Nene no ha logrado trascender su niez y emanciparse. Es el eterno adolescente sometido al designio de sus caprichos, deseos y humores; no ha sido capaz de convertirse en un adulto adaptado a la sociedad, en cambio tiene una infinita perversin y pretende para s la completa atencin de Rema. 20
A partir de esa noche, Isabel ha descubierto el engao en el que vive esta fami- lia: un disimulo, una mentira (222). En ese instante, la protagonista abandona el mundo fantasioso de la niez y reconoce que el mundo real est poblado de verdades invisibles, ms densas que su imaginacin. Isabel intenta visualizar con la imaginacin el bal de cristal en la oscuridad: pens en el formicario: eso estaba ah y no se vea [] Le pareci casi curioso, no poda hacer salir el formicario, ms bien lo alcanzaba como un peso, un pedazo de espacio denso y vivo (222). Se acerca al formicario con una vela de noche pues la realidad de las hormigas dentro de la caja de cristal oprime su espritu ms que las mil imgenes que ve en la oscuridad. El autor recurre a la sinestesia para explicitar el peso emocional de ese pensa- miento: Las vio ir y venir, bullentes, en un silencio tan visible, tan palpable. Trabajaban all dentro, como si no hubieran perdido todava la esperanza de salir (222). En este punto de la narracin, Isabel ha dado un paso que no admite retorno. Ha entendido que la realidad puede ser modificada, que hay una escapatoria, que puede encontrar la salida del laberinto que propone el formicario de Los Horneros. Despus de varios das en la estancia y de indagar en las costumbres, llega a la conclusin de que las razones importantes continuaban faltando (223). Luego de esa noche, escribe una carta a su madre que, esta vez, es coherente y reflexiva. Selecciona cuidadosamente la informacin que desea transmitir, considera cules son las palabras que puedan provocar en su madre una reaccin deseada, tal vez Rema necesite que una mujer adulta la ayude. A pesar de adoptar una actitud madura, Isabel an no se reconoce a s misma como tal, no comprende de qu forma puede aliviar la angustia de Rema. El acoso del Nene a Rema se vuelve explcito la noche en que atrapan al mam- boret de un verde tan verde (225). El Nene manda a Isabel que le transmita a Rema un pedido: debe traerle una limonada fra a su estudio. Rema sirve la limonada en una jarra verde y le pide a Isabel que sea ella quien se la lleve. Isabel toma entonces una decisin heroica, luchar contra el Nene para rescatar a Rema, ya que ella misma as lo entiende Isabel se lo pide. Por favor. Isabel se sent al lado de la mesa. Por favor. Haba nubes de bichos girando bajo la lmpara de carburo, se hubiera quedado horas mirando la nada y repitiendo: Por favor, por favor. Rema, Rema. 21
Cunto la quera, y esa voz de tristeza sin fondo, sin razn posible, la voz misma de la tristeza. Por favor. Rema, Rema Un calor de fiebre le ganaba la cara, un deseo de tirarse a los pies de Rema, de dejarse llevar en brazos por Rema, una voluntad de morirse mirndola y que Rema le tuviera lstima, le pasara los finos dedos frescos por el pelo, por los prpados (226).
Isabel se deshace del verde mamboret que tanto asco le produce a Rema y es smbolo del deseo sexual: ya no fantasea con ser el objeto del amor ertico de Rema, sino de su lstima, quiere tirarse a sus pies, morirse mirndola. En el mejor de los casos, si logra liberarla del monstruo como un hroe arquetpico, aspirar a su comprensin y su gratitud. El argumento que Isabel trama para justificar su decisin le sirve para convencerse de la justicia de su causa; las palabras por favor de Rema, la invisten del carcter heroico y comprende cul ha de ser la prueba que deber superar. A partir de este momento, la subjetividad del narrador se hace ms evidente, pues la conviccin de Isabel polariza la narracin. Isabel miente astuta y deliberadamente sobre la ubicacin del animal salvaje y el Nene es atacado por el tigre. Mientras esto sucede, la joven observa los caracoles y espera calladamente la recompensa, la realizacin de su ambigua fantasa de sentir los dedos esbeltos como caracoles de Rema sobre su hombro, sobre su cabeza; escuchar el murmullo de gratitud, de un consentimiento de su accin que es innominable, una complicidad que queda indefinida como un secreto entre las dos. Sin embargo, no debemos olvidar que el narrador transmite el pensamiento de Isabel. La actitud que adopta Rema tambin podra juzgarse, desde un punto de vista objetivo, como el consuelo de un adulto carioso hacia una nia inocente que ha cometido, involuntariamente, un error fatal. La ambigedad de este final queda abierta a la participacin del lector comprometido. Rema comprende lo que ha sucedido y se lo agradece, aliviada, o en su tersa bondad, incapaz de sospechar la intencionalidad de la confusin, tan solo perdona y consuela a Isabel? Queda tambin abierto a la interpretacin, el significado de la presencia del tigre en Los Horneros. Este acaba con la vida del Nene, pero nadie mata al tigre asesino. El orden que el animal custodia podr haberse modificado, pero no ha sido quebrado, de ninguna manera, para el resto de los habitantes de la estancia.
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2. LOS VENENOS
En 1956, se publica en Mxico el volumen Final de juego, que contiene nueve cuentos, entre los que se encuentra Los venenos. La edicin de 1965, en Buenos Aires, ampla a dieciocho las narraciones publicadas. Los venenos es un cuento autobiogrfico, como lo aclara el autor en una carta a su amiga Graciela Maturo (1968:9), narrado en primera persona por un nio de la localidad de Bnfield que asoma a la pubertad y sufre el primer desengao amoroso. l vive con su familia un calco de la familia del autor: madre, abuela y hermana. Reciben la visita de un to, Carlos, y ms tarde de una ta y algunos primos. La narracin transcurre dentro de los lmites de la casa familiar, principalmente en el jardn, que se adivina enorme, sembrado de plantas, rboles frutales y flores, perros, gatos, gallinas e insectos. Fuera del ncleo familiar, se nombra a dos familias vecinas: los Negri y sus hijas Chola, Ela y Cufina; y, hacia el otro lindero, Lila y su mam. Es un universo cerrado, nadie fuera del grupo familiar ingresa a la casa, salvo Lila, la vecina. Nuevamente estamos frente a una narracin inicitica, en la que el protagonista atraviesa un perodo de prueba, un rito de paso. El protagonista narra con el lenguaje de un nio, el registro se mantiene dentro del lxico y la sintaxis propios de los once o doce aos. Si es necesario ampliar el cronolecto con expresiones ajenas a l, el narrador aclara dnde ha obtenido esta informacin adicional: [] para impedir el desmoronamiento de las galeras como deca el manual [el nfasis es nuestro] (Cortzar, 2004a:406). En cuanto a los recursos retricos, Cortzar utiliza el polisndeton, las perfrasis verbales y adverbiales durante toda la narracin para imitar la locuacidad y el discurso poco elaborado de un nio. Las de Negri tambin andaban por el jardn de ellas, y yo saba que las tres estaban locas con Hugo y se hablaban a gritos y siempre por la nariz, y la Cufina sobre todo se la pasaba preguntando:Y dnde est el costurero con los hilos? y la Ela le contestaba no s qu, entonces se peleaban pero a propsito para llamar la atencin, y menos mal que de ese lado los ligustros eran tupidos y no se vea mucho [Los nfasis son nuestros] (409).
En cuanto a la trama, ya en el primer prrafo del cuento se nos informa de la amenaza que se cierne sobre esta familia: el jardn sufre una invasin de hormigas. Esta vez, en contraposicin a las hormigas de Bestiario, no estn encerradas en un 23
formicario, sino que actan libremente y por lo tanto, constituyen una amenaza: son las hormigas negras que se van comiendo todo (403). La familia se une en contra de este peligro y aparece la mquina de veneno, trada por su to Carlos, un personaje masculino con quien el nio se identifica positivamente. El protagonista relata con entusiasmo la colaboracin con el hombre adulto: Van a morir todas, dijo mi to que estaba muy contento con el funcionamiento de la mquina, y yo me puse al lado de l con las manos llenas de barro hasta los codos, y se vea que era un trabajo para que lo hicieran los hombres (406). En el momento de cargar la mquina, el narrador nos dice que el veneno era violeta, un color precioso (406). El autor, por medio del color, nos da una pista de cules son los venenos a los que alude el ttulo del cuento: el veneno para matar a las hormigas es de color violeta y el otro veneno es Lila, quien matar su ilusin. El color prpura est tradicionalmente asociado a la muerte, al luto o a los rituales funerarios; el autor apela a la inferencia del lector a partir de su conocimiento previo de este color como smbolo fnebre. En otro pasaje, se vuelve a asociar el veneno con el color violeta y la muerte de las hormigas con la muerte de los humanos: toda la cueva estaba llena de hormigas muertas y tena un color violeta que ola a azufre. Ech barro encima, como en los entierros [el nfasis es nuestro], y calcul que habran muerto unas cinco mil hormigas por lo menos (407). Los nios de la casa han sido advertidos por los mayores y convenientemente amedrentados sobre el riesgo mortal que implica manipular el veneno. El protagonista describe el esmero con que sigue estas instrucciones y se siente a salvo, satisfecho. Han exterminado las hormigas y han sobrevivido al peligro del veneno. A partir de aqu, comienza la segunda parte del cuento, en la que el nio atrave- sar el umbral de los sentimientos y sufrir su primer desengao. Como en Final del juego, este punto de quiebre se da cuando llega una persona ajena a la casa. De todos modos, como se trata de un pariente, no se presenta como una amenaza para el protagonista, quien ms tarde descubrir que el enemigo, como las hormigas, puede atacar desde dentro del hogar. Hugo, el primo de los nios que vive en la ciudad, se queda a pasar unos das en la casa de Bnfield para recuperar la salud. Hugo es mayor no slo porque lo supera en edad, sino porque ha atravesado con xito una enfermedad de riesgo mortal, que reviste 24
las caractersticas de un rito de paso. l posee una pluma de pavo real que le regal su madre, verde con un ojo violeta y azul, toda salpicada de oro (407), la que guarda dentro un libro como un tesoro. Encontramos otra vez la alusin al color verde como smbolo del erotismo y al color violeta, como la imagen de un peligro ponzooso. Sin embargo, para el nio inexperto, la combinacin resulta hermosa y atractiva. El protagonista confiesa que es la primera vez que observa una pluma como aquella. Tambin es la primera vez que siente atraccin por una nia, pero no lo manifestar en ningn pasaje del cuento. El protagonista ignora qu es todo aquello que siente: amor, atraccin, pasin, desilusin, traicin; son todos sustantivos que el lector avezado abstrae de las palabras sencillas con las que l relata sus experiencias. Al principio de la semana, se siente feliz de haber encontrado un compaero de juegos en su primo apenas mayor, quien adems es solidario en el menosprecio que l siente hacia su hermana y las vecinas Negri. Durante los juegos, ambos varones compiten por demostrar quin es superior; sin embargo, el narrador se siente confiado en la preferencia de Lila por ser su compaera, independientemente de que gane o pierda. En los momentos de soledad durante el crepsculo, en cambio, se deja llevar por la melancola. Ntese que tanto el atardecer como la melancola tambin se asocian poticamente con el color violeta. Nuevamente, el lector adulto atento se ve llamado a completar la informacin que el narrador, limitado a su propia percepcin, transmite en forma ingenua y comienza a temer un desenlace fatal. El protagonista razona: Si uno coma un poco de veneno, en realidad vena a ser lo mismo que el humo de la mquina, el veneno andaba por las venas del cuerpo igual que el humo en la tierra, no haba mucha diferencia (410). Lila se lastima durante uno de los juegos y pretende demostrar a Hugo que es valiente, pues lo mira fijamente y no llora cuando la curan. Este hecho es relatado simplemente, sin ninguna interpretacin por parte del protagonista quien se compadece del sufrimiento de su vecina y pasa una noche en vela, preguntndose si estar bien. El lector, en este punto, ya se encuentra desarrollando la historia paralela. El enamoramiento de Lila y Hugo es tan claro como la devocin del protagonista por la vecina traducido en actitudes romnticas como dibujar sus nombres uno al lado del otro, en pasar la noche pensando en ella, que no puede menos que anticipar el sufrimiento del adolescente. 25
El protagonista regala un jazmn a Lila y la ayuda a plantarlo en su jardn. Hugo regresa a Buenos Aires. Cuando ese mismo sbado, en una nueva sesin con la mquina de veneno, pretende salvar la planta del humo venenoso, alcanza a ver una pluma de pavo real que asoma del libro que Lila est leyendo. Es justamente la inocencia lo que le impide asociar inmediatamente que la pluma verde de pavo real que Lila lleva en su libro es la de Hugo, quien se la ha regalado como obsequio de despedida. Ella lo confiesa, avergonzada. Esta prenda de erotismo ha sellado un pacto simblico entre Lila y Hugo; por eso, el joven protagonista se siente traicionado en su amor. En los dos ltimos prrafos, el autor abandona sutilmente el estilo pausado y descriptivo con que ha redactado el cuento. A partir de aqu, la narracin adquiere un ritmo vertiginoso, en parte por el uso de los verbos de movimiento, que aceleran el desenlace. Yo iba de un lado a otro [] To Carlos se asom al alambrado [] la Cufina armaba gran revuelo [] Lila me llamaba y fui corriendo al ligustro [] y yo ya estaba saltando el alambrado [] Yo estaba arrodillado echando barro con todas mis fuerzas. [] Lila se haba sentado a la sombra con un libro y me miraba trabajar. [] Despus me acerqu [] Lila se levant y fue a buscar la pala [] y me qued asombrado al ver que Lila tambin tena una pluma de pavo real preciosa en el libro, y que nunca me haba dicho nada (416).
En este punto, el tiempo narrativo se suspende por un instante a causa del asombro y de la confusin del protagonista. Despus de que Lila se excusa, el nio huye; vuelve al refugio de su hogar, salta el ligustro para regresar junto al familiar que lo llama, pero ya no es la misma persona. La prdida de la inocencia se produjo en ese breve lapso en que abandon la seguridad del jardn de su casa. El alivio es la primera sensacin que llega al lector, pues nadie ha muerto a pe- sar de las reiteradas alusiones a lo largo del cuento al efecto mortal del veneno. El protagonista se conforma con dejar que el veneno mate la planta de jazmn para vengar su amor traicionado Sin embargo, la imagen de Lila llorando, con el libro en la mano y la pluma que asomaba a penas (417) y la venganza dolida del nio que deja morir lo mejor que tena, a causa de la traicin, de sentirse humillado en su entrega incondicional, revela la tristeza y la desolacin que significa dejar atrs la infancia y el mundo de los juegos inocuos, para sufrir el primer desengao.
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3. LAS BABAS DEL DIABLO
Este cuento, publicado en 1959, dentro del volumen Las armas secretas es uno de los cuentos ms famosos de Cortzar, tal vez por la adaptacin que en 1969 hizo para el cine Michelangelo Antonioni, 6 pero seguramente uno de los ms estudiados por la riqueza narrativa y la dificultad que encierra su anlisis. La crtica coincide en afirmar que trata sobre el proceso de la creacin artstica literaria, sus dificultades y el compromiso tico del artista con la sociedad. En este caso, intentaremos ceirnos al tema que nos ocupa y, por lo tanto, deja- remos necesariamente fuera numerosos elementos e interpretaciones igualmente vlidas para este texto, tan rico en smbolos e imgenes. En l, Cortzar anuncia desde el principio la complejidad de lo que se leer. Cabe hacer notar que la primera oracin del cuento es impersonal: Nunca se sabr cmo hay que contar esto [] (Cortzar, 2004a:283). Luego, el narrador inicia explicando la dificultad de fijar un punto focal o una identidad desde donde relatar los hechos; no sabe si los recursos lingsticos con los que cuenta le alcanzarn para describir su experiencia. Cambia de primera a tercera persona, prueba los diferentes pronombres para ajustarse a la necesidad del relato, pero no lo consigue. El narradorque es uno solo alternar en los siguientes prrafos entre la pri- mera y la tercera persona, pues se desdoblar a causa de la variacin del foco de la narracin entre el narrador que utiliza la tercera persona del singular pues se observa a s mismo como personaje y Roberto Michel, traductor franco-chileno y fotgrafo aficionado, quien narra en primera persona. De esta forma mostrar la incertidumbre que lo agobia, pero tambin se servir de este recurso para desplegar las infinitas bifurcaciones de este cuento, de los personajes y sus posibles realidades, del desenlace final. Como consecuencia de la superposicin de ambos puntos focales, aparece el nosotros: Y ya que vamos a contarlo pongamos un poco de orden, bajemos por la escalera de esta casa hasta el domingo 7 de noviembre, justo un mes atrs (284). En este cuento, Cortzar crea para el narrador un foco flotante, pues no logra fijar su punto de vista, sino que desliza la mirada sobre los hechos narrados como las nubes que ve pasar Michel y que lo interrumpen constantemente. As lo expresa:
6 Nos referimos a Blow up, el largometraje de 1966. 27
Si me substituyen, si ya no s qu decir, si se acaban las nubes y empieza alguna otra cosa (porque no puede ser que esto sea estar viendo continuamente nubes que pasan, y a veces una paloma), si algo de todo esoY despus del si, qu voy a poner, cmo voy a clausurar correctamente la oracin? Pero si empiezo a hacer preguntas no contar nada; mejor contar, quiz contar sea como una respuesta, por lo menos para alguno que lo lea (285).
Este narrador atpico se encuentra adems suspendido en el tiempo, pues evoca los hechos de un domingo 7 de noviembre en Pars, pero refiere constantemente al momento presente en el que intenta narrarlos e incluso al futuro, cuando el lector participe en la lectura de su narracin. No es extrao, entonces, que l mismo relativice el valor del tiempo presente ya que tampoco puede aprehender la realidad de su existencia. Uno de todos nosotros tiene que escribir, si es que esto va a ser contado. Mejor que sea yo que estoy muerto, que estoy menos comprometido que el resto; yo que no veo ms que las nubes y puedo pensar sin distraerme, escribir sin distraerme (ah pasa otra, con un borde gris) y acordarme sin distraerme, yo que estoy muerto (y vivo, no se trata de engaar a nadie, ya se ver cuando llegue el momento []) (283).
Y ms adelante: Ahora mismo, (qu palabra, ahora, qu estpida mentira) (286). Cortzar invita a no olvidar, mientras se descubren los hechos, que todos ellos estn contaminados por el punto de vista de quien los narra: Creo que s mirar, si es que algo s, y que todo mirar rezuma falsedad, porque es lo que nos arroja ms afuera de nosotros mismos, sin la menor garanta, en tanto que oler, o (pero Michel se bifurca fcilmente, no hay que dejarlo que declame a gusto). [] Michel es culpable de literatura, de fabricaciones irreales. Nada le gusta ms que imaginar excepciones, individuos fuera de la especie, monstruos no siempre repugnantes (287, 291).
Una vez establecida la capacidad de mirar de Michel, como narrador y como fotgrafo, y a la vez el riesgo de incurrir en falsedad que implica interpretar lo que se ve o en nuestro lugar de lectores, de creer todo lo que se nos cuenta, inicia la narracin del suceso de aquel domingo de noviembre. Sin embargo, continuarn apareciendo los cambios de persona y las interrupciones, pues no se le permitir al lector estar cmodo durante esta lectura. 28
Nos centraremos ahora en la segunda parte de este cuento, el relato de la anc- dota. Michel sale con su cmara un domingo soleado de otoo y se dirige a la isla de Saint Louis. All encuentra una pareja, despareja en edad. Como nosotros, lectores de Cortzar, Michel lee, observa y traduce la situacin que se le presenta ante los ojos y la interpreta desde la subjetividad. de la mujer recuerdo mucho mejor su cuerpo que su imagen. Era delgada y esbelta, dos palabras injustas para decir lo que era, y vesta un abrigo de piel casi negro, casi largo, casi hermoso. Todo el viento de esa maana (ahora soplaba apenas, y no haca fro) le haba pasado por el pelo rubio que recortaba su cara blanca y sombra dos palabras injustas y dejaba al mundo de pie y horriblemente solo delante de sus ojos negros, sus ojos que caan sobre las cosas como dos guilas, dos saltos al vaco, dos rfagas de fango verde. No describo nada, trato ms bien de entender. Y he dicho dos rfagas de fango verde (287).
Cada uno de los detalles que Michel dice recordar bien, son relativizados inme- diatamente. Las palabras son injustas; las descripciones, imprecisas. La percepcin general sobre el personaje es negativa, predomina el color negro, el aspecto animal, el erotismo degradante que simboliza el fango verde. En cuanto al chico, para su caracterizacin vuelve a utilizar el recurso de la enumeracin, como ya lo observamos en Bestiario. La descripcin del joven adolescente presenta a un ser inexperto, desvalido e inocente, para ello se sirve el autor de imgenes blancas: un perfil nada tonto pjaro azorado, ngel de Fra Filippo, arroz con leche y una espalda adolescente que quiere hacer judo y que se ha peleado un par de veces por una idea o una hermana. Al filo de los catorce, quiz de los quince, [] todo el ro para l (pero sin un centavo) y la ciudad misteriosa de los quince aos, con sus signos en las puertas, sus gatos estremecedores, el cartucho de papas fritas a treinta francos, la revista pornogrfica doblada en cuatro, la soledad como un vaco en los bolsillos, los encuentros felices, el fervor por tanta cosa incomprendida pero iluminada por un amor total, por la disponibilidad parecida al viento y a las calles (288).
La enumeracin de hechos que hace Michel no est sustentada ms que por su imaginacin, pero rescata del joven su ingenuidad, su entrega absoluta por los ideales, la melancola. En palabras del autor, la biografa de cualquier chico (288). Sin embargo, este chico est aislado. Literalmente, ha atravesado un puente y se encuentra en una isla. La simbologa del puente y de la isla, del encuentro con una mujer que representa la tentacin, todo seala al arquetipo del hroe de Jung y sugiere 29
los elementos de la iniciacin de un joven hroe arquetpico tal como la describe Joseph Campbell en su libro El hroe de las mil caras. 7 Daniel Reedy desarrolla un anlisis basndose en Campbell, pero en cambio coloca a Roberto Michel en el lugar del hroe que emprende el camino del viaje de iniciacin, apoyndose en indicios que pesquisa a lo largo del texto. 8 Sin embargo, no toma en cuenta que Michel no es un adolescente que debe realizar su viaje de iniciacin ni el protagonista de la ancdota; el relato supuestamente inicitico no cierra el ciclo de partida-iniciacin-regreso y por lo tanto, el paralelismo queda trunco. Desde nuestro punto de vista, el fotgrafo, en esta parte de la narracin, no tiene un papel en el desarrollo del drama pues es un mero observador. De hecho, este papel de observador y el posterior cambio para asumir un rol en el desenlace de la ancdota es lo que sostiene todo el cuento. El joven seducido por la mujer, en cambio, ha venido hasta aqu aunque an no lo sepa a luchar contra el mal y superar una prueba: conquistar la edad adulta. Esta interpretacin es la que, efectivamente, hace Michel de la situacin e imagina la previsin del desenlace. Luego agrega: Curioso que la escena (la nada, casi: dos que estn ah, desigualmente jvenes) tuviera como un aura inquietante. Pens que eso lo pona yo, y que mi foto, si la sacaba, restituira las cosas a su tonta verdad [el nfasis es nuestro] (289). Roberto Michel calcula los finales posibles. Proyecta una lectura de la escena, adivina los roles y justifica la fabulacin pues esa mujer invitaba a la invencin, dando quiz las claves suficientes para acertar con la verdad (291). Finalmente, toma la foto y con ese hecho artstico interviene en la realidad y cambia el devenir de los hechos. Usurpa el lugar del protagonista y desplaza al joven en su propia historia inicitica. Moralmente, este supuesto final satisface a Michel; se siente bien consigo mismo: gozaba socarronamente de cmo el chico se replegaba, se iba quedando atrs con slo no moverse y de golpe (pareca casi increble) se volva y echaba a correr, creyendo el pobre que caminaba y en realidad huyendo a la carrera, pasando al lado del auto, perdindose
7 CAMPBELL, Joseph (1949) The Hero With A Thousand Faces, Nueva York: Bollingen Foundation. (El hroe de las mil caras, trad. Luisa Josefina Hernndez, 1959, Mxico DF: Fondo de la Cultura Econmica). 8 REEDY, Daniel R. (1962) The symbolic reality in Cortzars Las babas del Diablo, Columbia University Hispanic Studies, New York, [en lnea], Fondo Julio Cortzar, Centre de Recherches Latino- Amricaines, Equipe de l'Institut des Textes et Manuscrits Modernes, Universit de Poitiers, [citado el 1 de junio de 2011]. Disponible en: <http://presnum.mshs.univ-poitiers.fr/Cortazar/image.php?Id_img=1727&Code=8.041>
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como un hilo de la Virgen en el aire de la maana. [] En el fondo, aquella foto haba sido una buena accin (292).
El joven hroe huye. No completa su iniciacin y por lo tanto, no regresa victo- rioso, sino que se deshace como un hilo de la Virgen en el aire de la maana. Michel no se compromete con la historia del muchacho, no lo ayuda a realizarse o a superar una prueba, simplemente ha esperado perversamente para captar una foto interesante, bien encuadrada, que retratara el momento, sin cuestionarse ticamente por las consecuencias que ello provocara en la vida de los personajes y, en particular, en la del chico indefenso. Es decir, busca hacer una fotografa que lo satisfaga egostamente a l como artista sin preguntarse por la dimensin humana y tica de su arte. Se nos advierte que los hilos de la Virgen se llaman tambin babas del diablo. Una vez que el joven escapa, Michel enfrenta a la mujer y al hombre sin sangre, otro observador aparentemente externo a la escena que, sin embargo, jugaba un papel en la comedia. El fotgrafo se niega a entregarles el negativo y se aleja un poco ms despacio que el chico. Es decir, tambin huye, temeroso de la realidad, aunque trate de aparentar que no tiene miedo. El fotgrafo queda enredado en su falta de compromiso social. Aqu concluye la segunda parte del cuento (292). Unos das ms tarde, Michel revela las fotografas y fija una ampliacin a la pa- red de su habitacin. En esta ltima parte, se manifiestan las dualidades de toda la narracin. Hemos mencionado anteriormente que hay un narrador doble: Roberto Michel que se expresa en primera y tercera persona, quien adems tiene doble nacionalidad, doble ocupacin. Los reflejos distorsionados de las situaciones ya descriptas volvern a repetirse a partir de la identificacin que surge entre el fotgrafo y el adolescente, esta identificacin que lo enreda, que atrapa a Michel sin que l lo advierta. A los hilos de la Virgen, se contraponen las babas del diablo. Contina con su trabajo de traduccin, pero al observar la ampliacin nota que su escritorio est ubicado en el punto focal de la imagen y queda frente a ella como si su ojo fuera la cmara. La primera sorpresa fue estpida; nunca se me haba ocurrido pensar que cuando miramos una foto de frente, los ojos repiten exactamente la posicin y la visin del objetivo: son esas cosas que se dan por sentadas y que a nadie se le ocurre considerar (294).
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Luego, la imagen cobra vida, la historia vuelve a repetirse en el afiche de la pared. La mujer seduce al adolescente pero el verdadero amo aguarda junto al auto. Al chico le esperan las lgrimas demasiado tarde, despertar en el infierno. El protagonista lamenta no poder intervenir esta vez pues el orden se ha invertido, ellos se mueven, deciden o son decididos; l en cambio es prisionero de otro tiempo, de una habitacin en un quinto piso, de no saber quines eran esa mujer y ese hombre y ese nio, de ser nada ms que la lente de mi cmara, algo rgido, incapaz de intervencin. Me tiraban a la cara la burla ms horrible, la de decidir frente a mi impotencia, la de que le chico mirara otra vez al payaso enharinado y yo comprendiera que iba a aceptar, que la propuesta contena dinero o engao, y que no poda gritarle que huyera, o simplemente facilitarle otra vez el camino con una nueva foto, una pequea y casi humilde intervencin que desbaratara el andamiaje de baba y perfume (296).
En este prrafo Cortzar nos deja entrever por qu ha elegido precisamente esta ancdota para este cuento. La lucha dispar entre las personas malvolas y un inocente, la injusticia, el maltrato a un desvalido desvelan al escritor tanto como al personaje- narrador quien slo puede aportar una humilde intervencin con un hecho artstico, con una instantnea o una narracin que pueda abrir una opcin de escape a los que sufren los males del mundo. Es necesario que el artista se comprometa moralmente con su produccin para que el cambio en la realidad se cristalice. La juventud, la adolescencia son para Cortzar edades muy cercanas a sus sentimientos, pues nunca deja de sentir la extrema sensibilidad que se atribuye a esos aos, como tampoco deja de observar la vida de manera crtica o como un juego de infinitas posibilidades. Dice Carmen de Mora Valcrcel: El hecho de que gracias a la fotografa de Roberto Michel fuera posible evitar la corrupcin de un adolescente tema, el de la adolescencia, muy frecuente en los cuentos de Cortzar induce a concluir que, al menos en aquellos aos, pensaba que el arte poda cumplir una misin no exclusivamente esttica sino tica, aunque dicha posibilidad solo se contemplara desde una perspectiva individual [] (1995:120).
Michel grita, se acerca al afiche y logra intervenir una vez ms, pero accede a la accin de la fotografa desde la capacidad de ver de la lente de una cmara fotogrfica: entonces gir un poco, quiero decir que la cmara gir un poco, [] en ese instante alcanc a ver como un gran pjaro fuera de foco que pasaba de un solo vuelo delante de la imagen, y me apoy en la pared de mi 32
cuarto y fui feliz porque el chico acababa de escaparse, lo vea corriendo, otra vez en foco, huyendo con todo el pelo al viento, aprendiendo por fin a volar sobre la isla, a llegar a la pasarela, a volverse a la ciudad (Cortzar, 2004a:297).
Esta vez, Michel interviene en forma voluntaria y decidida, con la intencin moral y con el compromiso tico de rescatar al muchacho, como debe hacerlo un artista cabal. Por esta razn, el joven escapa y, esta vez, no se deshace como un hilo de la Virgen, es un pjaro, vuela a voluntad por sobre la isla, se salva a s mismo. Ha superado la prueba de iniciacin con la ayuda del artista, quien se sirve del arte para ayudar a desenmascarar las mentiras de la sociedad y abrir los ojos de las personas dispuestas a afrontar el cambio. El chico se ha convertido en el hroe de su propia historia. Michel queda atrapado en los dos planos de la foto, as lo expresa mientras ob- serva pasar las nubes en un rectngulo pursimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto (298). Tal vez, expone que un artista es responsable de su obra y que el autor corre el riesgo de quedar atrapado por las historias que escribe. En una carta a Roberto Fernndez Retamar, Cortzar confirma: sin embargo hoy s que escribo para, que hay una intencionalidad que apunta a esa esperanza de un lector en el que reside ya la semilla del hombre futuro. No puedo ser indiferente al hecho de que mis libros hayan encontrado en los jvenes latinoamericanos un eco vital, una confirmacin de latencias, de vislumbres, de aperturas hacia el misterio y la extraeza y la gran hermosura de la vida (Fernndez Retamar, 1993:143).
4. SEORITA CORA
Este cuento publicado en Todos los fuegos el fuego (1966) es, en palabras del autor, lo ms ertico que ha escrito, a pesar de que se lamenta porque la crtica no lo ha considerado de esa forma (Cortzar, 1967:149). La afirmacin de Cortzar, sin embargo, se relativiza al analizar el epgrafe, que cita los versos de una cancin tradicional inglesa. En ella se habla sobre una joven, quien debe esperar a que su prometido termine su educacin para casarse con l. Sin embargo, cuando finalmente llega la edad en que pueden estar juntos, l muere poco despus de la boda y ella sufre su desconsuelo, otra vez sola. Entonces, el erotismo de 33
La seorita Cora queda sometido a la tragedia, a la muerte que impedir la realizacin de un encuentro amoroso entre los protagonistas. Ellos son Pablo Morn, un adolescente que es internado para ser operado de apendicitis y Cora, la enfermera del turno de la noche. Otros personajes secundarios son la madre de Pablo; Marcial, un mdico anestesista y novio de Cora; el doctor De Luisi; el padre de Pablo; otras enfermeras, mdicos y parientes. La caracterstica principal de este cuento es la alternancia de varias primeras personas como voz narradora en primera persona. El autor utiliza para el cambio de narrador la repeticin anafrica de elementos, la referencia a otro personaje para que ste tome la voz narrativa o bien el deslizamiento del foco narrativo a travs de uno o varios objetos. Habr que ver si la frazada lo abriga bien al nene, voy a pedir que por las dudas le dejen otra a mano. Pero s, claro que me abriga, menos mal que se fueron de una vez, mam cree que soy un chico y me hace hacer cada papeln (Cortzar, 2004b:240). Al rato vino mam y qu alegra verlo tan bien, yo que me tema que hubiera pasado la noche en blanco el pobre querido, pero los chicos son as (Cortzar, 2004b:241). no s por qu de golpe me dio un poco de miedo, en realidad no era miedo pero empec a mirar lo que haba en la mesita, toda clase de frascos azules o rojos, tambores de gasa y tambin pinzas y tubos de goma, el pobre deba estar empezando a asustarse sin la mam que parece un papagayo endomingado [todos los nfasis son nuestros] (Cortzar, 2004b:243).
La historia abre con un colorido monlogo de la madre de Pablo, quien protesta por no poder pasar la noche con su hijo e interpreta esta negativa como una cuestin personal de la joven enfermera, esa mocosa presumida, que le transmite la disposicin de la clnica. La madre transforma esta regla de la institucin en una rivalidad por la posesin del adolescente, al que cree todava absolutamente dependiente de ella: tiene apenas quince aos y nadie se los dara, siempre pegado a m aunque ahora con los pantalones largos quiere disimular y hacerse el hombre grande (239). Por otro lado, la enfermera Cora es una mujer muy joven, Pablo dice que ella no tiene ni diecinueve aos, debe haberse recibido de enfermera hace muy poco (241). Cora cree necesario defender esta distancia entre profesional y paciente que Pablo estima muy corta porque se siente insegura. Ella aspira a ser vista como una adulta independiente; tiene un trabajo y un novio bastante mayor que ella. Se repite a s 34
misma que manteniendo las distancias en lo verbal se sentir menos comprometida en lo emocional. Su novio, Marcial, considera que an no ha logrado despersonalizar su profesin: Se ve que todava es tiernita, va a pasar un buen rato antes de que aprenda a vivir en este oficio maldito, [] Todava no ha encontrado la manera de buscarle la vuelta a algunos enfermos, ya le pas con la vieja del veintids [] (252). Cora se debate entre el trato profesional fro, ms que objetivo, cosificado que se hace de los enfermos en el hospital y el trato ntimo, personal que Pablo propone cuando le demuestra su atraccin, muy a su pesar ya que no puede reprimir el rubor, el llanto, la rabia, la impotencia, la incapacidad para explicar sus razones, la vergenza: todas estas reacciones caractersticas de la adolescencia. l contina siendo la misma persona que era fuera de la clnica; en cambio, para los adultos cada uno desde su rol, ha pasado a ser el enfermo, un objeto. Un cuerpo que debe ser curado, para los mdicos; una preocupacin que quita el sueo, para su madre; un depositario de cuidados, regalos y visitas para los parientes; alguien de quien se habla, pero a quien poco se le explica; un motivo de pena, de lstima o de preocupacin, a medida que se van desencadenando los hechos. Cora, a su vez, disfruta perversamente de las humillaciones que, justificadas por los procedimientos mdicos, repite sobre el cuerpo de Pablo y cree que as toma distancia de l en lo emocional. Pablo rene el valor para decirle a Cora: Si yo estuviera sano a lo mejor me tratara de otra manera (246). Reclama su derecho a ser tratado como un ser humano con sentimientos, capacidad de razonar y comprender, pero no logra que Cora lo tome en serio, pues todava conserva muchos de los hbitos de un nio, como por ejemplo leer historietas o comer caramelos. l es consciente de que estos hbitos no lo hacen lucir adulto y se avergenza de ellos; mejor dicho, se enoja cuando Cora los pone en evidencia y los utiliza para tratarlo como a un nio. Esta ambigedad es parte, sin duda, de la etapa evolutiva que l transita, pero tambin es la muestra de que la enfermera todava experimenta algunos de estos sentimientos pues los reconoce y goza al exponerlos, como si esto la inmunizara y la convirtiera automticamente en una adulta escptica. Sin embargo, Cora no logra despojarse de su sensibilidad y comienza un juego de caricias y roces que, aunque maternales, no dejan de manifestar cierto erotismo. La preocupacin por el resultado negativo de la primera operacin desmantela la precaria barrera que separa a Cora de Pablo. En su delirio, l la confunde con su madre 35
y ella acepta gustosa este rol de cuidarlo y acompaarlo durante el posoperatorio, de acariciarlo y tomar su mano. La salud de Pablo decae y luego de la segunda operacin, el desenlace fatal es inevitable. A medida que se debilita, la voz de Pablo deja de relatar sus propios pensamientos, de revelar lo que pasa en su interior y comienza a prestar ms atencin a los sonidos externos: el arrullo de las palomas, los dilogos de los mdicos con sus padres. Finalmente se hace cada vez menos audible, se va apagando como su vida. La voz de Cora es la que predomina en el relato final de los hechos quien, desesperadamente, trata de retenerlo vivo con la promesa de ser para l, solamente para l. Con este desenlace, se cumple el deseo del joven que, en un primer momento de enojo desea: Yo cerr los ojos y hubiera querido estar muerto, estar muerto y que ella me pasara la mano por la cara, llorando (252). La muerte de Pablo se describe utilizando el recurso de la sinestesia: Volv hasta la cama, me agach para besarlo; ola a fro, detrs del agua colonia estaba el vmito, la anestesia [el nfasis es nuestro] (261). En este cuento, Cortzar rescata el lenguaje de los cuerpos, los impulsos natura- les como una forma primera y pura del amor autntico, ms all de la razn. El dilogo corporal que se entabla entre Pablo y Cora, pasa a ser el verdadero dilogo del cuento. Los nicos que dialogan de verdad son los cuerpos de Cora y del adolescente, a travs de reacciones instintivas o gestos que demuestran sus ms profundos sentimientos. Los dems son soliloquios, monlogos que los personajes recitan para s mismos, para calmar sus conciencias o justificar sus acciones. Incluso las otras relaciones fsicas de los personajes de los mdicos con la apendicitis de Pablo, de Marcial y su relacin casi exclusivamente sexual con Cora, del padre de Pablo y sus miradas al cuerpo de la enfermera, de la madre de Pablo que pretende poner a Cora en su lugar con slo mirarla de arriba abajo (241) son relaciones fallidas, distantes, que no acercan a los personajes, sino que los distancian. Pablo atrae a Cora hacia el universo de la expresin pura, no contaminada; pero sucumbe a la enfermedad, a la incapacidad de una sociedad que no comprende ni escucha al cuerpo y, por lo tanto, es incapaz de curarlo.
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5. USTED SE TENDI A TU LADO
Usted se tendi a tu lado (Alguien que anda por ah, 1977) parece dar con la solucin a la inquietud del narrador de Las babas del diablo. Aqul se preguntaba cmo podra contarse aquella historia. Este narrador simplemente saltea la incorreccin gramatical y produce un relato en segunda persona donde distingue para cada personaje un registro diferente: usted para Denise, la madre y vos para Roberto, el hijo. Cortzar contina en la bsqueda de una voz que trascienda las limitaciones propias del lenguaje para expresar el universo de lo narrado y a la vez mantenga despierto al lector, atento a los matices que le impone la trama. En este sentido, la narracin en segunda persona no est focalizada en la primera persona subyacente, sino que ms bien refleja los pensamientos de los personajes. Nuevamente se describe aqu la relacin de madre e hijo, el ncleo familiar re- ducido por la ausencia de un padre al que ni tan slo se nombra. La madre ha tenido, hasta hoy, la exclusividad afectiva dentro del vnculo parental, lo que se demuestra en el relato de los pequeos detalles: no ha compartido el cario de Roberto con nadie ms. Esta relacin sobredimensionada y ambigua de los personajes se refleja tanto en la transgresin gramatical del ttulo como en el registro confuso del narrador. El cuento se abre con una pregunta que plantea sesgadamente el tema de la na- rracin; no se tratar nicamente de la ancdota risuea sobre los cambios fsicos de los nios que se hacen mayores como, por ejemplo, el cambio de voz, los rubores, la retraccin en el carcter o la falta de confianza; aquellos signos que pueden comentarse graciosamente en los crculos sociales, con la comprensin y la simpata de los mayores como ya plantea Cortzar en el epgrafe. No, aqu se hablar del amor posesivo, casi incestuoso de una madre por su hijo, se tratar el tab de la desnudez y la iniciacin al sexo de un adolescente. Cundo lo haba visto desnudo por ltima vez? Casi no era una pregunta, usted estaba saliendo de la cabina, ajustndose el sostn de la bikini mientras buscaba la silueta de su hijo que la esperaba al borde del mar [] el cuerpo infantil de Roberto en la ducha, un masaje en la rodilla lastimada, imgenes que no haban vuelto desde vaya a saber cundo, [] (Cortzar, 2004b:501).
Denise acaba de ponerse el traje de bao en la cabina de la playa, entonces su propia desnudez la lleva a preguntarse por el cuerpo de su hijo. Cortzar retoma el 37
lenguaje corporal, el dilogo fsico en este caso, interrumpido por el inicio de la maduracin sexual entre dos personas que comparten su intimidad. El primer prrafo del cuento explicita esta relacin que, a pesar de que no muestra signo alguno de perversin, resulta incmoda. Aqu la pregunta del autor queda formulada en la lectura entre lneas: Por qu no se debe hablar claramente de los cuerpos de los adultos y de los jvenes y de sus necesidades? Denise y Roberto forman una familia donde algunos lmites estn desdibujados. Son madre e hijo, s; pero tambin son amigos, se tratan como iguales. A veces, como adultos; otras veces, como nios, pero siempre ambos en el mismo plano. Como adultos, comparten los cigarrillos, l se ofrece a servirle un whisky, la llama por su nombre de pila, los dilogos son francos, directos. Como nios, juegan en el agua, corren carreras en la playa. El narrador omnisciente es el que sostiene verdaderamente el rol de adulto, juzgando ecunime las actitudes y pensamientos de uno y otro, a medida que se los adjudica con cierta ternura. Tal vez, juega el rol de aquel hombre adulto inexistente que completara y equilibrara la relacin familiar. Inmediatamente, se introduce el personaje de Lilian, la novia adolescente de Ro- berto y a quien deliberadamente se mantiene fuera de este tro conformado por el narrador, Denise y Roberto, ya que se habla de ella, pero no obtiene una voz para expresarse hasta el final del cuento. Denise interroga a Roberto, pues quiere saber si Lilian y l ya han mantenido una relacin sexual. Esta conversacin, como bien seala Standish, se produce mar adentro, en un mbito de juego y sensaciones placenteras, un medio acutico que remite a la intimidad nica de madre e hijo dentro del vientre materno: That so much of the action takes place in the water evokes a womblike environment in which, for example, Roberto dog paddles round his mother [] (Standish, 2001:42-43). 9
Denise invade el territorio de la privacidad incipiente de Roberto con Lilian, le hace preguntas a su hijo, lo aconseja. Aquella complicidad de los juegos se extiende a la confidencia ntima y Roberto no es ajeno a este placer con tintes perversos, que Denise estimula y premia. Usted pens que quince aos y medio eran muy pocos aos, le atrap la cabeza y lo bes en el pelo, mientras vos protestabas riendo y ahora s,
9 El hecho de que gran parte de la accin ocurra en el agua, evoca un medio similar al vientre materno en el que, por ejemplo, Roberto chapotea alrededor de su madre. 38
ahora realmente esperabas que Denise te siguiera hablando de eso, que increblemente fuera ella la que te estaba hablando de eso (503).
La madre se ofrece para comprar los profilcticos en la farmacia pues el adoles- cente se excusa en la vergenza de no poder pedrselos a la mujer empleada de la farmacia. De esta forma, Denise mantiene el control de una situacin que no le pertenece y acota la capacidad de su hijo para independizarse, aunque desde el papel de cmplice. Roberto agradece esta intervencin con un gesto que favorece la ambigedad del lmite entre ellos. La abraza por detrs, le besa el cuello en una actitud de amante. Denise lo rechaza, pero luego no puede dormir mientras imagina la escena entre Lilian y su hijo en la cueva de la playa. Denise piensa en trminos de ncubo y scubo, es decir, demonios que tienen sexo con seres humanos; su imaginacin le provoca un insomnio febril que solo cede cuando escucha llegar al hijo. A la maana siguiente, Roberto espera que su madre le pregunte, que lo obligue a contarle todo lo ocurrido. Decime algo, Denise, no te queds as, me Sh, si alguien tiene algo que decir sos vos, no me conviertas en la madre araa. No, mam, es que No tenemos ms nada que decirnos, sabs que lo hice por Lilian y no por vos. Ya que te sents un hombre, aprend a manejarte solo ahora. Si al nene le duele la garganta, ya sabe dnde estn las pastillas (510).
La mujer espera poder colocar ahora un lmite a su deseo de poseer para siempre a su hijo, marcando duramente cada palabra. Sin embargo, el lenguaje gestual deshace el discurso, pues con una caricia demuestra que la mano haba sido la invariable mano de Denise, la paloma que ahuyentaba los dolores, dispensadora de cosquillas y caricias entre algodones y agua oxigenada (510). Roberto le confiesa que Lilian no accedi a tener sexo la noche anterior, pero lo hace con la boca tapada a medias por la arena. Ambos son incapaces de cortar el vnculo. Roberto dice no te preocupes por Lilian (510) y puede interpretarse que dice que Lilian no corre el riesgo de quedar embarazada si no consuman su relacin sexual, pero tambin puede sugerir que Lilian no es una rival digna de Denise en el afecto de Roberto. 39
La madre fantasea con que haya alguna posibilidad de volver atrs el tiempo. Quiz el hijo alguna vez se olvide de cerrar la puerta del bao con llave o la observe salir de la ducha y se produzca algn episodio fortuito de desnudez que les permita desligarse de la culpa, a causa de lo involuntario de la confusin. Denise comprende, angustiada, que la fantasa es incestuosa, acepta que no encuentra un lmite y se pregunta cul podr ser. El narrador se lo impone desde fuera y por primera vez le otorga el privilegio de la palabra a Lilian, cuando ella se sienta entre los dos y habla. La joven asume as el papel de la sociedad que prohbe el incesto y encarna el lmite externo que Denise no encuentra para sus sentimientos posesivos. Roberto permanece en silencio, sometido a la competencia de fuerzas entre estas dos mujeres; en el mejor de los casos, todava incapaz de tomar sus propias decisiones.
6. DESHORAS
El ltimo cuento de nuestro anlisis, Deshoras, es el que da ttulo al volumen publicado en 1982. Esta magnfica narracin presenta una sntesis de varios elementos sealados en los cuentos analizados previamente, verdaderos smbolos de la potica cortazariana. Los primeros prrafos nos presentan a Anbal, un ingeniero y escritor aficionado narrador de primera persona que se pregunta sobre la verdad subyacente en el impulso creativo; cul es el motivo que lo lleva a recordar su infancia y plasmar los recuerdos en la corporeidad de la palabra escrita. me ocurra preguntarme a veces si esos recuerdos de la infancia merecan ser escritos, si no nacan de la ingenua tendencia a creer que las cosas haban sido ms de veras cuando las pona en palabras para fijarlas a mi manera, para tenerlas ah como las corbatas en el armario o el cuerpo de Felisa por la noche, algo que no se podra vivir de nuevo pero que se haca ms presente como si en el mero recuerdo se abriera paso a una tercera dimensin, una casi siempre amarga pero tan deseada contigidad (Cortzar, 2004c:367).
El narrador-escritor duda de que se pueda recuperar el pasado por medio de la literatura, pero aun as, presenta a los personajes que inspiran sus recuerdos. Doro, su amigo, compaero de juegos infantiles; pero sobre todo Sara, la hermana mayor de Doro, es quien lo llama a evocar el escenario de sus trece aos: Bnfield, un pueblo 40
alejado del centro de Buenos Aires, el barrio, las casas, los potreros donde jugaban ftbol. El narrador se desdobla (como Michel en Las babas del diablo) para convertir a Anbal-nio en el objeto de su narracin y comienza a narrar como una tercera persona omnisciente, focalizada en Anbal. Este pasaje del yo narrador, sin embargo, no es inmediato e imprevisto, como en La seorita Cora, ni confuso, como en Las babas; se explican al lector las razones para asistir a esta historia envuelta en la nostalgia: no era capaz de sentirme escribiendo separadamente sobre Doro, aceptarme desde fuera de la pgina y escribiendo sobre Doro. Verlo era verme simultneamente como Anbal con Doro, y no hubiera podido recordar nada de Doro si al mismo tiempo no hubiera sentido que Anbal estaba tambin ah en ese momento [] (367-368).
El personaje escritor siente que el lenguaje es un obstculo para relatar los hechos o describir los sentimientos. A pesar de ello, no recurre aqu a formas gramaticales transgresoras, sino que transfiere todo el peso narrativo a ese otro que pueda narrar la historia sin quebrar la unin inseparable de los amigos, sin que sea necesario colocar el yo por encima del nosotros de aquella amistad tan preciada. Recupera, de esta forma, el verano, siempre, el verano de las vacaciones, la libertad de los juegos, el tiempo solamente de ellos, para ellos, sin horario ni campana para entrar a clase, [] de rerse y a veces de llorar pero siempre juntos, siempre libres dueos de su mundo de barriletes y pelotas y esquinas y veredas (368).
Sara se presenta como una imagen esttica en la memoria del narrador, ya que no participa demasiado en la vida o en los juegos de los nios. Apenas aparece de vez en cuando, interviene brevemente en la rutina diaria de los amigos para servir la merienda o bien es el tema de las preguntas que Anbal hace a Doro. Este ltimo es quien aporta la informacin importante sobre Sara: Doro le contestaba distrado que estaba bien (370), Doro le haba dicho que ya tena novio (370), Doro le dijo que Sara se iba a casar a principios de marzo (375). Anbal se enferma de bronquitis y luego de dos semanas de enfermedad y de convalecencia, Sara empieza a formar parte de las fantasas nocturnas de Anbal. Una vez ms, la enfermedad se presenta como una de las pruebas que se deben superar para 41
llegar a la edad adulta, una reminiscencia clara de la infancia del autor. La necesidad de sentir a Sara se manifiesta en las imgenes que ve antes de dormirse, que tanto recuerdan al deseo de Isabel por Rema en Bestiario o al lenguaje corporal del cabello o las manos de la protagonista en La seorita Cora. Antes de dormirse esa noche, Anbal sinti que algo le suba a los ojos, que la almohada se le volva Sara, una necesidad de apretarla en los brazos y llorar con la cara pegada a Sara, al pelo de Sara, queriendo que ella estuviera ah y le trajera los remedios y mirara el termmetro sentada a los pies de la cama. Cuando su madre vino por la maana para frotarle el pecho con algo que ola a alcohol y a mentol, Anbal cerr los ojos y fue la mano de Sara alzndole el camisn, acaricindolo livianamente, curndolo (370). Abrazado a la almohada se senta de pronto tan solo, y cuando abra los ojos en el cuarto ya vaco de Sara era como una marea de congoja y de delicia porque nadie, nadie poda saber de su amor, ni siquiera Sara, nadie poda comprender esa pena y ese deseo de morir por Sara, de salvarla de un tigre o de un incendio y morir por ella, y que ella se lo agradeciera y lo besara llorando [los nfasis son nuestros] (372).
Este amor ideal por Sara est claramente diferenciado de su deseo sexual, ya que no poda imaginarse a Sara cuando empezaba a acariciarse como Doro, como todos los chicos (372). Es probable que la escisin entre amor y deseo fije a este personaje en la adolescencia e impida que el ideal de amor romntico llegue a concretarse en su madurez. Durante el ltimo verano en Bnfield, se produce el episodio del zanjn: los chi- cos caen en un riachuelo y vuelven completamente sucios a la casa de Doro. Sara los enva a ducharse y, tal vez para moderar sus gritos y juegos en el agua, abre la puerta del bao y entra. Anbal no puede resistir la vergenza. Ella no vuelve a aparecer esa tarde en el patio y tambin est ausente esa noche, en las fantasas del adolescente: ausente como ahora bajo los prpados que ya no le servan para hacerla venir, para que supiera cunto la quera, qu ganas de morirse de veras despus de haberla visto mirndolos en la ducha (374). En la analepsis mixta, segn Genette, la anacrona se inicia en un tiempo anterior al punto de partida del relato primero y llega a unirse con este punto o a ir ms all. Para alcanzar el presente narrativo, en este caso, los aos transcurridos se describen por medio de la enumeracin de sucesos, un recurso que ya hemos observado en la potica cortazariana. Por un lado, se enumeran las experiencias ntimas en las que no ha participado Sara, ni siquiera en la imaginacin, que explican por qu Anbal ya casi no 42
la recuerda. Por el otro, se enumeran los hechos de la vida social adulta: el diploma, una enfermedad, un viaje, un proyecto. Curiosamente, ni en una ni en otra relacin de hechos hace referencia a que est casado y tiene hijos. Anbal no ha logrado convertirse en una persona completa, dej partes de s en el pasado y en el presente lleva una vida compartimentada, que no reconoce como propia o por lo menos, de la que no se considera el autor: Anbal aceptaba sin aceptar, algo que deba ser la vida aceptaba por l (377), de ah que, como autor literario, necesite poner los recuerdos en el papel, para apropiarse de su experiencia de una forma ms autntica, ms vvida. La proyeccin del tiempo narrativo no regresa a la realidad presente, avanza hacia un tiempo imaginario. El encuentro con Sara en la calle se produce como la continuacin lgica de un sueo de la noche anterior, en el que Sara se aparece luego de tantos aos de olvido. y verla venir ahora por la calle, verla ah vestida de blanco, idntica a entonces con el pelo azotndole los hombros a cada paso en un juego de luces doradas, encadenndose a las imgenes del sueo en una continuidad que no le extra, que tena algo de necesario y previsible, cruzar la calle y enfrentarla, decirle quin era y que ella lo mirara sorprendida, no lo reconociera y de golpe s, de golpe sonriera y le tendiera la mano, se la apretara de veras y siguiera sonrindole (378).
Sara est idntica a como l la recuerda, el encuentro se produce fcilmente, sin tropiezos ni obstculos. Las palabras que hasta ahora haban tenido una connotacin negativa e impedan la tan deseada contigidad (367) de los recuerdos, se convierten ahora en ladrillos que los personajes utilizan para construir un dilogo que los muestra tal y como son, que describe sus historias y sus sentimientos pasados y presentes. En aquella tarde, hasta entrada la noche, la conversacin encamina a los protagonistas hasta la presencia total, una sola imagen instantnea resolvindose en una blancura de sbanas (380), en la que los cuerpos y los sentimientos forman la unidad del encuentro sexual. Inmediatamente, luego de este clmax, reaparece el narrador en primera persona, Anbal-escritor, y con l, el tiempo presente real. La realidad excluye la posibilidad de un reencuentro cuyo relato ha sido una fantasa, slo palabras: meros dibujos privados de todo sostn (381). Haba querido seguir y que tambin las palabras aceptaran seguir adelante hasta llegar al hoy nuestro de cada da, a cualquiera de las lentas 43
jornadas en el estudio de ingeniera, pero entonces me haba acordado del sueo de la noche anterior, de ese sueo de nuevo con Sara, [..] las palabras haban vuelto a llenarse de vida y aunque mentan, aunque nada era cierto, haba seguido escribindolas porque nombraban a Sara,[] (381).
El intento de redefinir la imagen de Sara como mujer, como imagen ertica en una instantnea, es en realidad, la ltima oportunidad de Anbal para completar su propia personalidad que ha quedado atrapada en aquella fantasa adolescente. La idea de seguir adelante por medio de la imaginacin consigue que el sujeto ficcional, al igual que las palabras del texto, vuelva a llenarse de vida. Sin embargo, el propsito se malogra cuando la rutina diaria irrumpe y su esposa Felisa lo reclama para la cena familiar ya que los chicos quieren ver al pato Donald en la televisin de las diez y veinte (382). Hace mucho tiempo que Anbal ha olvidado sus sentimientos ms profundos: Nunca ms supo de Doro y no le import, tambin se haba olvidado de Beto que enseaba historia en algn pueblo de provincia [] (377). Ya es demasiado tarde, pues ha perdido contacto con ese que fue, con lo autn- tico de su pasado. Anbal sigue sin poder decidir sobre su propia vida; la vida elige por l y la fractura de su identidad se hace ms honda. La ilusin de empezar desde esa noche una vida con Sara (381) es apenas un tibio deseo de escapar de la realidad hacia la ficcin. No puede siquiera plantearse la posibilidad de actuar en la vida real y perseguir su sueo, aunque ste no sea ms que una quimera.
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CONCLUSIONES
Hemos recorrido la obra de Cortzar para conocer a los adolescentes que pueblan la ficcin del autor. En ellos se refleja todo el espectro de las emociones humanas en su estado ms puro, pues el escritor las muestra cuando suceden por vez primera en la vida del personaje. La experiencia del amor, del dolor, de la amistad, de la inocencia, del incesto, de la atraccin homosexual, del desengao, del desprecio, de la humillacin, del herosmo, del despertar sexual, del hasto y de la muerte se presentan inequvocamente, sin que se las nombre en las narraciones ni una sola vez. Como ya hemos sealado, esto no debe ser interpretado como un gesto de pacatera o un exceso de pudor por parte del escritor. Antes bien, el sentimiento surge en el nimo del lector a causa de la pintura detallista de las experiencias de los personajes que hace Cortzar con las palabras. El concepto se forma en la mente del lector al mismo tiempo que los hechos y las sensaciones se suceden en la ficcin pues quien lee ya ha atravesado en su vida, seguramente, una situacin semejante a la que se narra, en la que ha descubierto en carne propia qu significan cada una de estas circunstancias para el alma humana. En este universo creado por el escritor, somos capaces de compartir la historia de los nios, adolescentes o jvenes desde sus propios sentimientos y temores, sencillamente porque son tambin los nuestros. De esta manera, Cortzar nos llama a crear un mundo ms justo, ms tico y ms solidario, como el que so para Amrica Latina; un sueo al que dedic su compromiso de artista y de ser humano. Este autor exhibe un manejo conciso de la lengua escrita y explora los lmites ms all de la gramtica; propone una forma narrativa que trasciende la herramienta lingstica e implica al lector en todos los niveles, incluso en el de la transgresin de las reglas. La complejidad que se observa en estos recursos permite la inmersin en el devenir de los personajes y se traduce en una narrativa gil y de profundo impacto. Prueba de esta complejidad son los innumerables estudios de los que la obra de Cortzar 45
ha sido y es objeto, no slo en el aspecto literario sino tambin en el campo de la filosofa, de la psicologa y de otras ciencias humanas. En sntesis, el autor logra presentar su postura frente a la sociedad en que vivimos sin otros objetivos que los de provocar la empata con el personaje y convocarnos a imaginar un lugar menos hostil para los espritus jvenes, sensibles y llenos de ilusiones. Aun ms, nos invita a unirnos a ellos y conservar durante toda la vida el idealismo propio de la juventud. 46
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