Javier Peña Perez. El Renacimiento de La Biografia
Javier Peña Perez. El Renacimiento de La Biografia
Javier Peña Perez. El Renacimiento de La Biografia
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EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAFA
F. Javier Pea Prez
Universidad de Burgos
1. INTRODUCCIN
La dcada de los noventa del pasado siglo xx fue testigo de la eclosin en
los ambientes acadmicos espaoles de los estudios relacionados con la histo-
riografa y la teora de la Historia, hasta el punto de consolidarse en pocos aos,
gracias al elevado grado de complejidad analtica alcanzado y al notable desa-
rrollo cuantitativo de las publicaciones, como una especialidad historiogrfica
ms, dotada de unos objetivos de gran densidad terica, de unos mtodos de
trabajo ciertamente exigentes y de un lenguaje expositivo peculiar, tanto en su
contenido conceptual como en su expresin terminolgica. Este reciente incre-
mento de los estudios historiogrficos y de teora histrica', sin duda beneficio-
Citaremos, simplemente como referencias destacadas, las actuaciones de Josep
FONTANA en las sucesivas revisiones historiogrficas que ha elaborado, as como en su puesto
de director de la coleccin Historia y Teora. de la editorial Crtica. Igualmente hay que resaltar
la ineente labor desarrollada por Carlos BARROS en la direccin del foro de reflexin Historia a
Debate, bajo cuyo emblema se han celebrado recientemente dos Congresos Internacionales
(1993 y 1999). se han editado seis vol ^ menes de las Actas de dichos Congresos (1995 y 2000), y
se mantiene una paeina web (http://vww.h-debate.com o http://www.cbarros.com) con secciones
abiertas para el debate y el intercambio de ideas y propuestas relacionadas con estos temas. Y
tambin merece una cita singular la coleccin de la editorial Ctedra FrOnesis. diri2ida por
Pedro RUIZ TORRES. Sergio SEVILLA y Jenaro TALENS. La lista de referencias podra alar-
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so para la ciencia histrica en general, no est exento, sin embargo, de incon-
venientes: mientras la especializacin permite una profundizacin analtica
selectiva sobre las cuestiones tratadas en este campo, los trabajos resultantes
de tales proyectos especulativos se hacen cada vez ms inaccesibles para el
com^ n de los historiadores, generalmente desbordados por la cantidad y com-
plejidad de los temas abordados y por la dificultad prctica de asimilar la me-
todologa y los conceptos utilizados en este tipo de estudios. Las inevitables
incursiones en la filosofa el espacio, el tiempo, el yo, el individuo en la
sicologa el subconsciente, en la sociologa la comunidad, el grupo, la
clase, el estrato, el estamento, la interaccin individuo/grupo y las referen-
cias a la lingstica el giro lingstico, a la antropologa el giro cultural, a
la literatura el narrativismo, y a otras disciplinas afines, como la semitica o
la hermenutica, al tiempo que enriquecen las aportaciones de los especialis-
tas, contribuyen tambin al distanciamiento de los no iniciados, frecuentemen-
te situados ante el dilema de renunciar al seguimiento de la ya de por s abru-
madora produccin de la propia especialidad para prestar una mayor atencin
a las aportaciones de los tericos e historigrafos, o de centrarse exclusiva-
mente en su campo especfico de trabajo y delegar en los respectivos especia-
listas el desarrollo y seguimiento de aquellas cuestiones. Con lo cual se habr
cumplido otra vez la paradoja que acompaa inevitablemente a todo proceso
de especializacin cientfica: la creacin de espacios de trabajo y de comuni-
cacin con altas dosis de hermetismo, cuyas claves se sit^an frecuentemente
fuera del alcance del investigador solitario, que, por otra parte, representa la
figura dominante en el crculo de los historiadores.
Y la biografa no escapa a estas dificultades y paradojas. La emergencia
de este subgnero historiogrfico se ha visto acompaada, tambin, de un
profundo proceso de reflexin sobre su sentido y significado, del que quere-
mos dejar constancia aqu en sus facetas y rasgos ms accesibles, no sin antes
denunciar amablemente la posicin de desventaja que, en nuestra calidad de
medievalista convencional, padecemos respecto a los especialistas a que
hacamos referencia lneas arriba. Esta posicin nos obligar a manejar el te-
ma con altas dosis de prudencia y de modestia, y, al mismo tiempo, nosex-
culpar de penetrar en profundidad en las m^ ltiples cuestiones perifricas que
le afectan, sean de naturaleza filosfica, lingstica, literaria o antropolgica,
como veremos.
No debemos perder de vista, en todo este asunto, que la meta final del
historiador es producir buenas obras de historia, al margen del grado de inte-
riorizacin consciente que cada uno pueda alcanzar sobre la pertenencia o
2arse mucho ms. para dar cuenta de otros muchos proyectos ejecutados bajo el formato de edi-
ciones de libros y de artculos. de Jornadas. Cursos. Seminarios. Secciones Monogrficas de
revistas. etc.
EM (2002)EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAFA41
adscripcin a una escuela o corriente terica o metodolgica determinada.
A este respecto, no vendr mal traer a colacin una reflexin pertinente y un
ejemplo estimulante para el com^n de historiadores. La reflexin pertenece a
J. Fontana y se refiere a los xitos de los historiadores nouveaux franceses
de la dcada de los setenta y primeros aos de los ochenta del siglo pasado:
El resultado final de esta etapa de cambio parece ser, en muchos casos, un
predominio de la especulacin filosfica y sociolgica, que da pie a numero-
sos ensayos de teorizacin, pero no a una gran obra de investigacin histrica
que se pueda tomar como modelo... Lo que queda de los nouveaux se dedi-
ca... a refinados juegos de erudicin y a experimentaciones l ^dicas que no
interesan casi a nadie aparte de a una comunidad que amenaza con convertirse
en un club de autocelebracin mutua2 . Y el ejemplo remite a un historiador
de xito sostenido durante muchas dcadas gracias a la vigencia perdurable de
una de sus obras, de la cual tard bastantes aos en saber a qu corriente his-
toriogrfica perteneca. Se trata de Carlo Ginzburg y de su obra El queso y los
gusanosl. Pues bien, el libro se public por primera vez en 1976. Cinco aos
ms tarde, en 1981 se acua el trmino microhistoria para definir a una nueva
corriente historiogrfica4, de la cual el citado El queso se convertir con el
tiempo en obra de referencia. Y tendrn que pasar 18 aos desde la fecha de
aquella primera edicin, hasta 1994, para que su autor se manifieste sobre el
particular, para confesar modestamente que apenas saba dos o tres cosas
sobre la microhistorid.
2 Josep FONTANA. La historia de los hombres, Barcelona. 2001. pp. 296-297.
3 Carlo GINZBURG, I formaggio e i vermi, Turn, 1976 (Primera edicin en castellano: El
queso y los gusanos, Barcelona. 1981).
4 En realidad, en este ao, la misma editorial que public El queso, Einaudi, inaugura una
nueva coleccin bajo el nombre de Microstoire. Para un conocimiento ms profundo y un
seguimiento detallado del proceso de consolidacin de la microhistoria y de la identificacin de
El queso y de su autor con esta corriente, puede consultarse la obra de Justo SERNA v Anaclet
PONS, Ctno se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginsburg, Madrid. 2000: espe-
cialmente, los captulos 2 y 7. Volveremos sobre este asunto un poco ms adelante.
5 Carlo GINZBURG. Microhistoria: duo o tre cose che so di lei. Quaderni Storici. 85
(1994). pp. 511-539. En realidad, el terico de la microhistoria que goza de mayor prestigio y
reconocimiento es Giovanni LEVI, gracias, entre otros. a su breve tratado sobre este asunto
inserto en la obra colectiva coordinada por Peter BURKE New Perspectives on Historical
Cambridge. 1991, traducida al castellano con el ttulo Formas de hacer historia, Ma-
drid. 1993. donde se incluye el artculo de LEVI Sobre microhistoria, en las pp. 119-143.
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2.1. NARRACIN Y BIOGRAFA
La narracin se define como gnero historiogrfico por oposicin a los di-
ferentes modelos estructurales o analticos, por un lado, y al providencialista,
por otro, aunque generalmente pueda compartir con ste ^ ltimo un estilo litera-
rio semejante. Porque los gneros historiogrficos son algo ms que variables
literarias. La escritura de la historia nunca es asptica, y hasta las ms inofensi-
vas reivindicaciones estilsticas esconden o revelan concepciones ideolgica-
mente impregnadas de intencionandad explicativa. Porque, en definitiva, el
lenguaje tampoco es neutral, como sabemos".
As, pues, la narrativa como gnero historiogrfico se diferencia de cual-
quiera de las variables del modelo analtico estructural, entre otras cosas que
iremos comentando, por su recomendada tendencia al encadenamiento de los
hechos seg^ n un orden cronolgico, y por la b^ squeda de la explicacin perso-
nalista en el desarrollo de la historia. Por su parte, y frente al paradigma provi-
dencialista, en el que la concepcin del tiempo suele situarse ms all de la ex-
periencia sensorial o de la proyeccin intelectual humana para convertirlo en
tiempo sagrado, tiempo de salvacin o de condenacin, eterno, sin principio ni
fin, y en el que la fuerza motriz de la historia se sit ^ a en el impredecible y
trascendente dedo de Dios, la corriente historiogrfica convencionalmente
identificada con el modelo expositivo de la narracin reivindica normalmente
una concepcin inmanente, a escala humana, del tiempo y de la dinmica social,
y propugna una explicacin gentica del devenir histrico basada, como deca-
mos, en el principio de causalidad liiieal, instancia que, en su versin historio-
grfica ms purista, viene a identificar la secuencia cronolgica de los aconte-
cimientos con su explicacin causal.
La historia narrativa, a su vez, puede adoptar formas variadas en funcin de
los argumentos elegidos en cada caso. La de mayor tradicin y ms genrica
remite a los acontecimientos poltico-militares o episodios singulares en gene-
en la historiografla actual, en VV. AA.. Problemas actuales de la historia. Terceras Jornadas de
Estudios Histricos, Salamanca. 1993. pp. 229-257: pp. 250-255.
I I La narracin es un modo de escritura de la historia: pero es un modo que afecta tambin
al contenido y al mtodo, y que se ve afectado por ellos (L. STONE. El resureimiento.... p. 92). La
expresin ms radical de esta especie de confusin entre lo literario-estilistico y lo ontolgico pertenece
a Paul R1COEUR_ para quien contar lo que ha sucedido es ya explicar por qu ha sucedido (Tiempo y
narracin. Configztracin del tiempo histrica Madrid. 1987. p. 263), aunque el sentido de esta
afirmacin tan radical se matiza oportunamente en la obra citada en el sentido sieuiente, como interpre-
tan Aeusti COLOMI NES y Vicent S. OLMOS: Narrar es explicar en cuanto que si la narracin hist-
rica es rigurosa y no consiste en contar una historia un cuento. la construccin de la trama narrativa
atiende al cambio, la duracin y la permanencia de los fenmenos que afectan al individuo conviviendo
en sociedad (A vueltas con la narrativa.... p. 153).
EM (2002)EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAFIA45
ral. Representa el paradigma historiogrfico ms antiguo y tradicionalmente
suele adomarse con los atributos de la objetividad y de la imparcialidad.
Otro subgnero de la narrativa histrica lo encontramos en la biografa,
dentro de la cual podemos distinguir, a su vez, cinco variables, al menos, en
funcin de la diversa naturaleza de los protagonista de cada relato. En primer
lugar, debemos referirnos a la biografa de personajes relevantes de la vida
poltica, militar, artstica o social, colectivo que monopoliz el inters de los
historiadores en el pasado y sigue disfrutando de una atencin privilegiada en el
presente' 2 . Los ilustrados del siglo xviiI, en un primer momento'', y, tras
muchas dcadas de hegemona del empirismo academicista, los fundadores de
Annales y los marxistas occidentales, a mediados del siglo XX, arremetieron
furibundamente contra estas modalidades de historia narrativa y de biografa
histrica, sobre las que unos y otros vertieron agrios denuestos".
En segundo lugar, nos encontramos, dentro del captulo de la biografa, con
el apartado dedicado expresamente a glosar la vida de las personas que han
destacado por la intensidad con que han desarrollado el sentido religioso de su
existencia. Se trata de la hagiografa, en sentido literal centrada en la narracin
de la vida de los santos, aunque, desde una perspectiva no dogmtica ni sectaria,
debera incluir tambin las obras dedicadas al seguimiento de la trayectoria vtal
del antihroe religioso, del hereje, cuyo perfil honorable slo resulta perceptible
desde el punto de vista del disidente religioso, del heterodoxo. Consustancial a
las hagiografas es el tono encomistico o apologtico que se utiliza para resal-
tar las virtudes del protagonista. Tampoco suelen faltar en estas obras referen-
cias al mundo fantstico, referidas a una esfera religiosa de una intensidad ex-
trema, donde se borran los perfiles que separan lo inmanente de lo trascendente,
lo natural de lo sobrenatural o preternatural, lo racional de lo mgico. Por su-
puesto, cuando se trata de escribir una antihagiografa, o, lo que es lo mismo, de
1 2 Adems de otras razones de carcter ideolgico o terico, los historiadores no pueden
berarse sin rieseo de la dependencia del documento escrito o de los testimonio materiales del
pasado, cuyo halo de luz converge con ms fuerza y mayor frecuencia en la vida de los notables.
En cualquier caso. y bajo presupuestos terico-metodolgicos renovados. se vuelve a poner de
relieve el papel que el individuo sobresaliente, el hroe. o bien las lites, jueean en la historia
(Antonio MORALES MOYA. Bioerafia y narracin.... p. 236).
1 3 En su Ensayo sobre las costzunbres y el espiritzt de las naciones. (1756). VOLTAIRE
sentenciaba sin recato alguno: La finalidad de este trabajo no es la de saber en qu ao un prin-
cipe indigno de ser conocido sucedi a un principe brbaro en una nacin grosera. Si se tuviera la
desgracia de meterse en la cabeza la lista cronolgica de todas las dinastias no se sabra ms que
palabras (Citado por Josep FONTANA, La historia de los hombres, Barcelona. 2001 . p. 95).
1 4 La militancia de los fundadores de Annales contra la Historia historizante dominante en
las dcadas finales del siglo XIX y primeras del XX en Francia y resto de Europa occidental
queda bien reflejada en el ttulo de la obra recopilatoria de los artculos de Lucien FEBVRE dedi-
cados a la defensa del nuevo paradigma de metodologia histrica: Combats pour l'histoire, Paris,
1 953.
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denigrar al antihroe, la escritura se vuelve acerada en la descripcin de los
vicios y pecados del hereje, mientras sus excesos de piedad se relacionan con el
submundo infernal de la perversidad satnica.
En tercer lugar, sabemos que la biografia se ha enriquecido notablemente a lo
largo del siglo XX
en lo que a variedad de protagonistas se refiere. Desde mediados
de siglo, la nmina se abre para acoger los nombres de individuos marginales, here-
jes, delincuentes y rebeldes, cuyas vidas marcaron el contraste oficial entre el orden
establecido y sus capacidades de asimilacin e integracin de los individuos fronte-
rizos y las posibilidades de alteracin o subversin del mismo'5.
En cuarto lugar, debemos referirnos a una variable del subgnero biogrfi-
co de aparicin reciente, cuya singularidad temtica reside en la eleccin de
personajes de referencia con un perfil social bajo, gris, poco menos que anni-
mo: ni hroes ni villanos; ni santos ni herejes; ni prohombres ni marginados;
sencillamente, gentes del com^n. El modelo se consolid hace apenas unas d-
cadas, y su afirmacin como paradigma alternativo frente al hasta entonces do-
minante, deriv en su consideracin, no ya como una simple variable de la bio-
grafa, sino como una corriente historiogrfica autnoma. Se trata, como es
sabido, de la microhistoria, en pos de la cual se ha creado, desde comienzos de
los aos 80 del siglo XX, una fecunda estela de refiexin y pensamiento, cuyas
secuelas se dejan ver, entre acogidas amables y prudentes reticencias, en m^ lti-
ples trabajos de investigacin histrica generall.
La microhistoria, en efecto, pretende definirse como algo ms que un mo-
delo alternativo de biografia. Sin embargo, este proceso de definicin no est
exento de ambig^edades y ngulos oscuros, fenmeno, por otra parte, recurrente
en el campo de la refiexin terica actual sobre la historia y la historiografa. Ya
dejamos constancia unas pginas atrs del escaso inters del que es considerado
como el pionero y maestro del gnero, Carlo Ginsburg, en la teorizacin sobre
este asunto. Por su parte, el empeo de los tericos por lograr un perfil ntido de
las seas de identidad terico-metodolgicas de la escuela resulta tan meritorio
como difuso'', toda vez que sus conclusiones apenas sirven para otra cosa que
1 5 Despus de la Segunda Guerra Mundial y ms concretamente a partir de 1 968. se impo-
ne en los estudios histricos el cambio de orientacin.... al mismo tiempo que una palabra nueva.
los marginados, que aparece por primera vez y simultneamente como sustantivo en la gran
prensa y los trabajos de los historiadores (Jean-Claude SCHMITT. La historia de los margina-
dos. en Jacques LE GOFF. director, La nueva historia, Bilbao. 1 988, pp. 400-426: p. 402).
1 6 Las reflexiones en torno a esta cuestin no pueden faltar en ning ^n foro de debate que se
precie. Por lo dems, la microhistoria cuenta con el privilegio de disponer de un rgano oficial de
difusin, los Ouaderni Storici. mientras es objeto de reflexin y de estudios especificos sobre su
singularidad terico-metodolgica, tal como retlejamos en las notas 3. 4 y 5.
1 7 Veamos, si no, las conclusiones a las que Ilega G. LEVI en el articulo suyo citado en la
nota 5: Estas, son. pues, las cuestiones y posiciones comunes que caracterizan la microhistoria:
la reduccin de la escala, el debate sobre la racionalidad, el pequeo indicio como paradigma
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EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAFIA
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para dar pie a nuevos esfuerzos hermenuticos sobre las mismas, y as sucesi-
vamente, hasta desdoblarse indefinidamente en una cascada interminable de
aclaraciones e interpretaciones que resultan siempre complejas y difcilmente
asimilables. Y todo ello para obtener unas rentas demasiado modestas, como
pone de manifiesto alg^n historigrafo de prestigio".
En ^ ltimo trmino, cerraremos este apartado con una breve referencia a la
prosopografa, especie de biografa coral o conjunto de biografas encadenadas
por razones de parentesco o de afinidad corporativa, profesional u ocupacional
de los individuos seleccionados. Su cultivo, como el de la biografa individual,
tanto puede obedecer a simples criterios de curiosa erudicin como a propuestas
ms exigentes de estudio del comportamiento histrico de colectivos que act ^an
en lugares o momentos distintos de acuerdo con unas pautas o referencias de
alcance e incidencia tanto personal como grupal.
2.2. ALGUNAS RAZONES PARA EXPLICAR EL XITO
La biografa ha vuelto. En propiedad, deberamos hablar mejor de la recu-
peracin del prestigio acadmico y del xito social por parte de la biografa
histrica. Porque, en realidad, esta modalidad de produccin historiogrfica
nunca desapareci del todo de la escena universitaria y erudita' 9 , a pesar de las
cientffico, el papel de lo particular (sin oponerse, sin embargo. a lo social). la atencin a la recep-
cin y al relato, una definicin especfica de contexto y el rechazo del relativismo (p. 142). No
parece extrao. a la vista del texto conclusivo, que las disquisiciones programticas deban conti-
nuar, como ponen de manifiesto los autores de la obra citada en la nota 4.
is.
Ei pretexto del trabajo en una escala pequea ha servido con demasiada frecuencia para
presentar como muestras de novedad terica minucias eruditas carentes de inters. Incluir las
cautelas de los microhistoriadores y aleunos de sus instrumentos en la caja de herramientas del
historiador es de una utilidad innegable. Limitarse a trabajar con este equipo, no lleva demasiado
lejos (J. FONTANA. La historia de los hombres, p. 317).
19
Ms que biografas en sentido divulgativo. en la Universidad espaola se han editado
siempre monografias centradas en reinados, comp.letos o parciales, de determinados soberanos,
elaboradas como Tesis Doctorales o con criterios semejantes, lo que converta a aquellas obras en
autnticos monumentos a la tirania documentalista. al rigor metodolgico y al lenguaje tcnico:
muy alejadas, por tanto, de los postulados estilisticos y narrativos de la biografia histrica ms
convencional y abierta al lector no especializado, en cuyo sentido las primeras en destacar en las
^ ltimas dcadas. entre nosotros, fueron las de Jhon H. ELLIOTT. El conde-duque de Olivares. El
poltico en una poca de decadencia. Barcelona. 19 9 0 (Primera edicin en ingls: The Count-
Duke of Olivares. The Statesman in an Age of Decline. New Haven y Londres. 19 86), Santos
JULI. Arafia. Una biografia poltica. Del Ateneo al Palacio Nacional, Madrid. 19 9 0, y Paul
PRESTON, Franco. Caudillo de Espaha, Barcelona. 19 9 4 (Primera edicin en ingls: Franco.
A Biography Londres. 19 9 3). A modo de puente y de enlace entre aquellos estudios formalmente
ms rigurosos. cuyo arquetipo puede ser la monografia de Julio GONZLEZ sobre Alfonso VIII
(El reino de Castilla en la poca de Alfonso 1/111, Madrid, 19 60: 3 vols.) y estas biograflas ms
accesibles, la coleccin. dirigida por Valentin de la Cruz. Corona de Espaa. de la editorial La
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EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAFiA
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la elaboracin del guin; la armonizacin del anlisis y la narracin y el
manejo ponderado de los cambios de escala, plano o enfoque... stos y otros
problemas de semejante tenor son los que con mayor intensidad inquietan o
deben inquietar al historiador comprometido en la elaboracin de cualquier
biografa histrica.
Las cuestiones relacionadas con el biografiado que suscitan alguna
problemtica son, como decamos, de baja densidad: la restriccin que puede
plantearse para la biografa, en el sentido de que deba reducirse su campo de
aplicacin exclusivamente a protagonistas de mbito social privado o, mejor, al
reducto personal y privado de cualquier individuo", tengan o no proyeccin
p^ blica sus actos, no parece tener mucho fundamento, toda vez que el
subgnero no se ha de definir tanto por el cariz social del biografiado o de sus
actos, sino por el nfasis de su presencia en el relato y en el desarrollo de la
accin, as como por el estilo narrativo que ha de impregnar a la obra en
cuestin, como decamos antes. De la misma manera, las distinciones entre
biografa interna o desde dentro y externa o por lneas exteriores tampoco se
ofrecen como alternativas incompatibles, al menos en el terreno de los
planteamientos prograrnticos: Toda investigacin biogrfica (debe) contener
rasgos de ambos tipos', aunque el deseado equilibrio se consiga pocas veces,
alternando en las producciones concretas obras en las que se resaltan los rasgos
personales y la percepcin de la realidad ambiental propia del biografiado,
frente a otras en las que predomina la observacin del ambiente y el estudio de
los efectos que los agentes externos causan en el individuo elegido como espejo
de la realidad social que se pretende analizar. La deriva hacia una u otra
direccin puede deberse tanto a la naturaleza y atractivo del biografiado como a
los intereses, habilidades y recursos del investigador.
Mayor peso especfico, decamos, tienen los problemas relacionados con el
modo de actuar del autor. Comencemos por las disquisiciones sobre la viabili-
dad exitosa de la propia biografa. Con frecuencia, los estudiosos y tericos de
la biografia se preguntan sobre las posibilidades reales de elaborar una historia
consistente, seria y rigurosa, bajo el formato de la biografa. Arnaldo Momiglia-
no defina en 1968 a este subgnero con una caracterstica doble: ambigiledad y
fecundidad. En la biografa, seg^ n l, contamos con un espacio controlado: el
33 Luis Vicente DAZ MARTN insista, en el artculo antes citado (La biografa bajome-
dieval.... p. 21). en la distincin entre crnica oficial y biografia particular, distincin que
resulta un tanto forzada cuando se quiere proyectar sobre los monarcas y sus colaboradores de los
tiempos anteriores al desarrollo de la democracia, dado el alto ndice de discrecionalidad de que
disfrutaban en el ejercicio del poder. lo que confera a sus actos oficiales un cariz personalista
perfectamente encajable en su biografa particular.
34 Javier MORENO LUZON. Ronzanones. Caciquismo y poltica liberal, Madrid. 1998. p.
22; C. SECO SERRANO. La biografia..., pp. 111-114 .
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EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAF1A
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ral". La microhistoria, as, no se presenta como una frmula alternativa enfren-
tada a los modelos analticos dominantes, sino como una plataforma comple-
mentaria de cualquiera de stos". Y lo mismo podemos decir de la biografa y
de la narracin histrica en general.
Pero hay ms. Las buenas voluntades y la conveniencia de las reducciones
de escala pueden aconsejar el trnsito y la alternancia del anlisis a la narracin
como un simple ejercicio higienizante para el historiador inquieto. Y no estara
de ms que as sucediera con ms frecuencia. Pero, seg ^n han dejado planteado
algunos autores, las relaciones entre una y otra instancia de aproximacin a la
realidad histrica deben alcanzar un mayor grado de densificacin y reconoci-
miento en su potencial interactivo, para definirse como dialcticamente inevita-
bles" en el sentido siguiente: debemos asumir que algunas preguntas derivadas
del anlisis estructural slo podrn ser contestadas desde la reduccin de la es-
cala de observacin que se hace posible mediante la eleccin de objetivos redu-
cidos y a travs del lenguaje narrativo; y, viceversa, el enfoque personalista de
la narracin nos Ilevar al planteamiento de problemas cuya resolucin slo se
podr acometer desde la panormica analtica estructural'. El intercambio de
problemas y soluciones entre una y otra frmula historiogrfica debe ser algo
ms, por tanto, que un mero capricho erudito, un ejercicio l ^dico de gimnasia
intelectual, o, peor, simple resultado de una vergonzosa concesin al gusto del
gran p^blico o cada deshonrosa en la tentacin del beneficio econmico plan-
teada por las grandes editoriales.
Y, dado el cariz divulgativo que frecuentemente suelen mostrar las biografias
histricas, parecidas reflexiones pueden hacerse sobre las relaciones entre investi-
gacin bsica y divulgacin, centradas en este caso en la ciencia histrica. Aunque
no tienen por qu ser equivalentes, no resulta dificil asimilar los conceptos de anli-
sis e investigacin bsica, por un lado, y divulgacin y biografa, por otro. Tampoco
se le escapa al historiador curtido que el p^blico alumnos habituales u oyentes
ocasionales se muestra ms receptivo y agradecido cuando se le trasmiten conoci-
mientos del pasado en tono divulgativo y en formato narrativo que cuando se le
47 Vase G. LEVI, Sobre microhistoria. en Peter BURKE y otros, Formas de hacer histo-
ria, Barcelona_ 1993. pp. 119-143: pp. 122-126.
48 La reduccin de escala no adensa de por s una narracin. Lo importante es que los his-
toriadores sociales han vuelto a la narracin como medio de iluminar las estructuras (Peter
BURKE. Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narracin. en Peter BURKE y
otros. Formas de hacer historia, Barcelona. 1993. pp. 287-305: p. 300).
49 Este mismo autor que acabamos de citar reflexiona en ese mismo artculo sobre estas
cuestiones, reafirmando sus posiciones en este sentido con las convicciones coincidentes del
antroplogo americano Marshall SAHLINS (pp. 303-304).
La microhistoria... no proporciona una solucin a todos los problemas... y genera otros
propios. sobre todo el de vincular la microhistoria y la macrohistoria. los detalles locales con las
tendencias generales (Peter BURKE. Historia de los acontecimientos...)>. p. 300).
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conscientes y libres que las derivadas, por ejemplo, de la posicin econmica o
de las condiciones ecodemogrficas". (:,Acaso las creencias religiosas, sobre
todo si remiten a una religin revelada, pueden tildarse, sin ms, de ms huma-
nas que los dictados de la economa o las convenciones culturales que rigen los
comportamientos demogrficos? han sido precisamente las creencias reli-
giosas, casi siempre impuestas, el factor limitador ms importante de la libertad
humana durante largos periodos de nuestra historia? ,Desde cundo los lazos de
parentesco, extenso o nuclear, han sido liberadores para todos los individuos
y no slo para quienes ostentaban la potestad tribal o familiar? no han sido
la tradicin y la Ilamada mentalidad unas ^ tiles herramientas de control social
de los pueblos y las masas, gracias a su efectividad en el adormecimiento de las
conciencias y de las inteligencias y en la disolucin de los impulsos de afirma-
cin individual?verdad podemos pensar que el desarrollo de la economa
obedece a impulsos ciegos?conoce a sus beneficiarios netos? :,0 es que
la ambicin de riqueza y las ansias de explotacin son actitudes extraterrestres?
nadie se siente explotado?debemos admitir que este sentimiento y esta
conviccin son poco humanos?
Un segundo abanico de problemas de indole filosfica y sicolgica asocia-
dos a la biografa tiene que ver con la figura del sujeto en su versin filosfica,
sujeto que puede concebirse como indiviso y homogneo sobre el que se apoya
la experiencia subjetiva o escindido, fragmentado, discontinuo y yuxtapues-
to, seg^ n atendamos a la versin moderna o postmoderna del concepto'. Para
el pensamiento moderno, la conciencia del yo no es otra cosa que el hilo con-
ductor de una existencia integrada, mientras que la versin postmoderna reduce
el campo de la individuacin al nombre propio de cada persona, que se concibe
como una plataforma donde convergen diversas experiencias fragmentadas e
inconexas, relacionadas entre s tan slo por su recalado ocasional, fortuito e
imprevisible en el mismo receptculo nominal. Indudablemente, la decantacin
del bigrafo por una u otra acepcin no ha de ser indiferente al desarrollo del
trabajo ni, por supuesto, a su resultado final.
En paralelo a la cuestin del sujeto, los filsofos y los tericos de la histo-
riografia debaten tambin sobre la naturaleza histrica del individuo y sus posi-
5 3 Este parece ser el sentido que L. STONE atribuye al atractivo de la antropoloaa para los
nuevos historiadores y de su consideracin como primera causa de la vuelta del relato en la
prctica historiogrfica (El resurgimiento..., p. 98).
5 4 Nora C. PAGANO, Biografia e historiografia. pp. 5 4-5 5 . Susana STROZZI nos propone
una versin depurada del concepto de sujeto desde la perspectiva del sicoanlisis lacaniano, aunque con
resultados aparentemente desconcertantes: en tanto la biografia es calificada como el consuelo fugaz
de una ficcin, al trabajo que permite Ia iluminacin de un tiempo histrico desde el prisma de una
historia individual se le denomina construccin. juegos de palabras? (Sujeto y persona en la
biografia histrica. en Carlos BARROS. editor. Historia a debate, Tonzo 111: Otros enf oques, Santiago
de Compostela. 1995 . pp. 175 -182: citas. en la pgina 182).
EM (2002)EL RENACIMIENTO DE LA BIOGRAFIA
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bilidades de afirmacin, integracin, marginacin o negacin en relacin al
grupo de pertenencia y a la sociedad que lo envuelve".
Finalmente, queremos dejar constancia tambin de otra serie de problemas
relacionados con el medio de expresin habitualmente utilizado en la biografa
histrica: el lenguaje narrativo. Ya hemos dejado constancia de la importancia
que debe otorgarse a la elegancia estilstica en la elaboracin de este tipo de obras
histricas. Pero, aparte las cuestiones relacionadas con la literatura, se plantean
otros problemas de ms profundo calado, que van ms all de las cuestiones pu-
ramente formales para sumergirse en el campo de la fllosofa del lenguaje y de la
revisin ontolgica de este medio de expresin como instrumento adecuado para
el reflejo de la realidad o la transmisin de imgenes, ideas y sentimientos desde
el interior del ser humano hasta la palabra o el texto escrito.
Las preocupaciones fundamentales se centran en dos puntos de discusin. En
primer lugar, la b^squeda del sentido profundo de la narracin en general y de la
narracin histrica en particular: sus mbitos de confluencia y de divergencia y
sus peligros compartidos como instancia potencialmente distorsionadora del
mundo interior de la persona o de la realidad, fsica, esttica o social, exterior. El
inconsciente o el subconsciente, por un lado, y el proselitismo, la propaganda o
los intereses particulares o de grupo, por otro, pueden corromper, por igual, el
mensaje de los textos histricos y las elaboraciones subsiguientes de los historia-
dores, cuestin que demanda de los investigadores un cuidado exquisito en el
manejo e interpretacin de los contenidos de los testimonios escritos y orales-
del pasado, tanto los que se presentan como autnticos textos Ios narrativos,
literarios o doctrinales como los que asumen la forma de pre-textos los do-
cumentos". Preocupan tambin las relaciones entre narracin y relato", la
55 La reivindicacin de un individualismo radical desde los crculos de pensamiento neolibe-
rales ha obligado a los pensadores tradicionalmente ms alejados de tales preocupaciones, como
pueden haberlo sido los marxistas, a implicarse en el debate, aportando nuevas perspectivas del
individuo desde su consideracin como elemento activo o pasivo en la dinmica social o en la
accin colectiva o como objetivo filosfico especfico histricamente remodelado y redefinido a
la luz del pensamiento dominante en cada momento (Pueden consultarse los trabajos de Niklas
LUHMANN. Individuo, individualidad, individualismo. Zona Abierta, 70/71 (1995), pp. 53-
157: Femando AGUIAR, compilador. Intereses individuales y accin colectiva, Madrid. 1992. o
Roberto R. ARAMAYO, Javier MUGUERZA y Antonio VALDECANTOS. compiladores, El
individuo y la historia. Antinomias de la herencia moderna,
Barcelona, 1995). No faltan tampoco
intrpretes del pensamiento marxiano que reivindican esta preocupacin por el individuo en el
pensamiento de los propios fundadores del materialismo histrico: La Filosofia de Marx es
tambin una filosofa personal para la cual la racionalizacin del mundo no es nada si no va tam-
bin acompaada por una racionalizacin, esto es humanizacin, del individuo (Francisco
RUBIO LLORENTE, en la Introduccin a una reciente edicin de la obra clsica de Karl MARX
Manuscritos: econona y filosolia, Barcelona, 1993. pp. 11-47; p. 21).
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Ve'ase Isabel BURDIEL y Mara CRUZ ROMEO. Historia y lenguaje: la vuelta al relato
dos dcadas despus. Hispania. 192 (1996), pp. 333-346.
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