Garci Fernandez de Gerena

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Manuel Cadaval Gil

Garci Fernndez de Gerena










2003 - Reservados todos los derechos

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Manuel Cadaval Gil



Garci Fernndez de Gerena



El poeta lrico andaluz ms antiguo, con nombre, obra y origen conocidos, de la literatura
castellana


Introduccin
El propsito de esta indagacin sobre la vida y la obra literaria de Garci Fernndez de
Gerena no es otro que contribuir a un mayor conocimiento popular de este antiqusimo
poeta que, pese a no ser, en modo alguno, importante en la historia de la literatura espaola
por la discreta calidad de sus versos, s merece al menos figurar en ella con alguna mayor
relevancia de la que se le concede actualmente.

Aunque es cierto que su breve produccin literaria no pasa de mediocre, no lo es menos
que era buen conocedor de la tcnica potica de su tiempo y un fcil versificador. Estos
factores, unidos a los avatares de su extravagante existencia, a su pintoresca personalidad, a
su inestable y cambiante carcter, y tambin, por qu no, a la ms que probable autenticidad
de los sentimientos que refleja en sus composiciones -en patente contradiccin con las
noticias que de l tenemos por la va del Cancionero de Baena-, aportan, indudablemente,
un marcado inters a su deteriorada figura, aunque a menudo se trate de razones ms
histricas y personales que propiamente literarias.

Si a todo esto aadimos que es muy posible que sea, como muy pronto veremos, el
primer poeta lrico con nombre propio y obra conocida de la lengua castellana nacido en
tierra andaluza, ese inters histrico qu duda cabe que se puede acrecentar
extraordinariamente. Al menos quiz sirva para hacerle salir del olvido o del casi absoluto
desconocimiento en que hoy ha cado su nombre.

Si se pregunta, en efecto, a cualesquiera personas con estudios medios, incluso a muchos
universitarios, Qu recuerda usted de Garci Fernndez de Gerena?, en la inmensa
mayora de los casos las respuestas nos indicarn -si no se trata de especialistas en Filologa
hispnica, y en algunas ocasiones aun sindolo- que jams leyeron nada de l.

O, peor an, que ni siquiera conocen su nombre ni saben quin fue. En una miniencuesta
que hemos realizado sobre el tema, entre las respuestas que obtuvimos, y no hacemos
chiste, nos dejaron muy confusos y apenados algunas que apuntaban a que se poda tratar
de un torero o cantaor de pocas pasadas, o tal vez de algn poltico de mbito local.

De ah pues la conveniencia, la necesidad ms bien, de un trabajo como este cuya
pretensin es doble: la de llevar a cabo una investigacin histrico-filolgica y la de
contribuir, por qu no, a la divulgacin de la figura del casi desconocido personaje. Por
desgracia no ha sido posible encontrar ni un solo documento original del que poder extraer
algn dato nuevo sobre la vida de Garci Fernndez. Todo lo que conocemos de ella procede
del citado Cancionero. No podremos nosotros, por tanto, aadir prcticamente nada a lo que
se sabe de l (o, por decirlo con ms propiedad: a lo que slo algunos andaluces y espaoles
saben de l). En consecuencia, poco ms hemos podido hacer que presentar su discreta y
corta obra, examinarla desde el punto de vista de la lingstica y la filologa y plantear
algunas consideraciones en torno a su personalidad; eso s, con un permanente propsito de
coherencia y sin echar a volar alegremente la fantasa. En seguida explicamos los criterios
metodolgicos en los que nuestro trabajo ha tratado de inspirarse. Adelantemos ahora que si
lo que intentamos es dar a conocer mejor y algo ms ampliamente lo poco que sabemos de
Garci Fernndez, no podemos por menos de hacer -sanos perdonado nuestro atrevimiento-
una interpretacin lgica y razonada de su obra a la luz de sus propios textos y poniendo un
tanto en solfa las acusaciones de sus coetneos.

J ustamente por causa de esa precariedad documental, nuestras hiptesis son
obligatoriamente inverificables en casi todo lo que se refiere a la vida del poeta. Sin
embargo, con el fin de paliar esa insalvable dificultad sin tener que renunciar al aspecto
vulgarizador al que asimismo aspira este trabajo, nos apoyaremos -cmo no- en las notas
del compilador del Cancionero, pero tambin en unas deducciones a las que queremos dotar
del mayor fundamento posible y en algunos datos, ciertamente muy escasos y dispersos, de
carcter histrico. Y en cuanto a su obra, intentando separar lo que se ha dicho de ella de lo
que ella misma dice por s sola.

Es as que, ante la inexistencia de nuevas fuentes de informacin, nuestro estudio tiene
que ofrecer, por fuerza, una cierta semejanza con las tesis y trabajos llamados de
compilacin. Este podra ser, por tanto, un trabajo de compilacin a partir de otra
compilacin (la compilacin o coleccin de poesas que representa todo Cancionero).

En efecto, lo que aqu se intenta es reunir y correlacionar de forma orgnica opiniones
ya expresadas por otros sobre el mismo tema, tal y como recomienda Umberto Eco a los
que aspiran a hacer una tesis con este carcter compilatorio. Siguiendo sus consejos, hemos
tratado de revisar crticamente la mayor parte de la 'literatura' existente (esto es, de los
escritos publicados sobre el tema), haciendo todo lo posible para exponer nuestro trabajo
con claridad, intentando interrelacionar los diversos puntos de vista y ofreciendo una
panormica inteligente [o al menos inteligible]. Sin olvidarnos, por supuesto, de otro de
los requisitos exigidos por el ilustre profesor y escritor piamonts para que las
investigaciones de este tipo adquieran una cierta validez: que no exista todava ninguna
parecida en el mismo campo.

No sabemos que haya estudio alguno -al menos un estudio meditado o ponderado-en
torno a Garci Fernndez. Lo que hay es apenas un manojo de apostillas siempre breves y
dispersas, adems de apresuradas. Sobre las composiciones del poeta, tambin es muy poco
lo que se puede encontrar en la crtica y la historia literaria. Ni siquiera aquellas que
parecen ofrecer un cierto regusto potico han sido objeto de una mnima atencin por la
inmensa mayora de los historiadores.

Lo que aqu se ha perseguido no ha sido otra cosa que reunir esos escasos datos
disponibles para sistematizarlos intentando encontrar posibles interconexiones entre ellos.
El objetivo final es tratar de analizar la obra literaria de Garci Fernndez de Gerena y de
aproximarnos algo ms a la verdad histrica, pero sin dejarnos influir, en la medida de lo
razonable, por unas noticias y observaciones que nos han llegado de su poca y que no
siempre aparecen guiadas por un recto y desinteresado criterio. Ocurre tambin -dice el
profesor Lpez Estrada- que a veces el argumento de la obra literaria se basa en la vida y
los hechos de un personaje histrico; entonces conviene esclarecer hasta qu punto
mantiene o modifica la verdad del mismo, y esto puede ser un indicio para determinar su
historicidad, valor siempre relativo en la literatura, pero con el que conviene contar.

Recogemos y agrupamos ordenadamente las crticas y valoraciones previamente
aportadas por los historiadores literarios. Pero, tambin en este caso, nos resistimos a
aceptarlas sin ms. Tambin nosotros las someteremos, a nuestra vez, a una revisin crtica;
como si dijramos, a una metacrtica o crtica de la crtica.

De lo poco que se ha escrito de Garci Fernndez, no todo es producto de la reflexin.
Los contados investigadores que se ocuparon de l siempre dieron por bueno lo que dos o
tres voces -no muchas ms- dijeron en su tiempo sobre su persona. No queremos insinuar
que no daremos ningn crdito a estas voces... entre otros motivos porque son las nicas
que en su poca se oyeron y las que luego inspiraron las que se han dejado or a lo largo de
los siglos. Pero no pasaremos por alto que la mayora de los comentarios recientes basados
en ellas no hacen ms que dejar al descubierto una ligereza de juicio y un apresuramiento
que en ciertos casos sorprenden por venir, algunos, de figuras de la crtica histrica o
literaria justamente admiradas y reverenciadas.

Resumiendo: nuestras posibles aportaciones, o nuestras meras meditaciones, sobre Garci
Fernndez de Gerena tendrn su principal apoyo en el anlisis y en la deduccin, ya que no,
por desgracia, en nuevos hallazgos documentales. Pero en todo caso aspiramos a que vayan
siempre acompaadas de razonamientos que acaso conduzcan -ojal- a una interpretacin
ms lgica, y quiz ms ajustada a la verdad, de la obra de nuestro poeta.

Y, por ltimo, en cuanto a su persona, trataremos de ver si es posible devolverle la
dignidad, el prestigio, la autenticidad e incluso la nobleza que sus contemporneos
quisieron arrebatarle actuando muchas veces, a nuestro entender, con una indiscutible
malquerencia.

Slo nos queda ya dejar constancia de nuestro agradecimiento a los profesores Feliciano
Delgado Len, catedrtico emrito de Lingstica General de la Universidad de Crdoba, y
Manuel Garca Fernndez, profesor titular de Historia Medieval de la Universidad de
Sevilla, por sus observaciones y sugerencias, tan sabias como generosas, que para el autor
han sido utilsimas en la realizacin de este trabajo.




Antecedentes
Criterios metodolgicos
El estudio de la obra de Garci Fernndez de Gerena lo hacemos, por lo general,
conjuntamente con el de su figura histrica, alternando uno y otro continuamente. Por dos
razones: por imperativo de la brevedad de su produccin potica y por la singularidad de su
vida, que en bastantes ocasiones se presenta como absolutamente inseparable de su poesa.

Al margen de la crtica tradicional de carcter estrictamente filolgico, con arreglo a la
cual, como es lgico, analizaremos las composiciones de nuestro poeta, hemos intentado
seguir, pero muy a grandes rasgos, algunas de las ms destacadas corrientes que tambin se
han venido empleando en los estudios de crtica literaria: las de inspiracin biogrfica y
psicoanaltica y la conocida como crtica impresionista. Como tales tendencias o enfoques
tambin se irn mezclando en el amplio saco de nuestro anlisis, nos parece oportuno
indicar cules son los criterios metodolgicos por los que trataremos de guiarnos.

Al intentar seguir la crtica psicoanaltica -y esto no habra que decirlo porque en
seguida se podr notar- no haremos otra cosa que apoyarnos en nociones muy elementales,
dada nuestra escasa, nula prcticamente, preparacin en la materia. Lo cual no deber
representar una carencia grave puesto que nuestro trabajo persigue sobre todo,
recordmoslo, un objetivo de divulgacin. En este sentido, la figura y la obra potica de
Garci Fernndez de Gerena la estudiamos desde varias pero no muy diferentes perspectivas
(aunque no se mencionen expresamente en cada caso): la del biografismo de Sainte-Beuve;
la positivista, en cierto modo vinculada a ella; la del psicologismo crtico de inspiracin
freudiana; y la de la psicocrtica de Charles Mauron. Siempre, hemos de insistir en esto,
utilizando slo los principios ms conocidos y generalizados, como no poda ser de otro
modo.

Sainte-Beuve parta del examen analtico de una obra para desentraar el carcter o el
temperamento del autor que la hizo posible. Y al revs: del conocimiento de la biografa de
un autor se serva para enjuiciar su obra literaria. Y como quiera que, pensaba l, a un
determinado temperamento tiene que corresponder una determinada obra, la trayectoria
vital del escritor constituye una valiosa fuente informativa para entender la naturaleza de su
creacin.

Es eso, en cierto sentido, lo que haremos aqu muchas veces al estudiar globalmente la
vida y la obra de Garci Fernndez. A menudo arrancaremos de su poesa para deducir
aspectos biogrficos, y otras veces partiremos de lo que se sabe de su vida para interpretar
su produccin potica. Tropezamos con un inconveniente: el de las patentes divergencias
existentes -a veces muy acusadas, casi escandalosas- entre los datos que aporta el
compilador del Cancionero sobre las intenciones del autor y el contenido literal de sus
poemas.

Si se tiene en cuenta que la de Garci Fernndez de Gerena es, en una buena parte, una
obra de expresin biogrfica, puesto que en casi todos sus poemas, sobre todo los de la
segunda parte de su vida, lo que hace es hablarnos de s mismo, tal vez nos sea de alguna
utilidad el biografismo metodolgico del mencionado crtico francs, pese a las censuras de
que ha sido objeto por la crtica literaria y estilstica, que ha visto en su mtodo, muchas
veces con harta razn, un producto hbrido en el que vida y literatura se amalgaman con
poco rigor. Anotemos, sin embargo, que crticos de prestigio -Astrana Marn,
Entrambasaguas y algunos otros- no desdearon, en absoluto, las ideas de Sainte-Beuve,
sino que por el contrario sostuvieron que el hecho literario puede pasar a veces a un
segundo plano para dedicar ms atencin a la peripecia personal del autor: a sus
dificultades econmicas, a sus aventuras, a su vida amorosa, etc. Esto en cierto modo es
aplicable al caso de Garci Fernndez, en quien la mediocridad de su obra acaso pueda
justificar el que a menudo hayamos situado por encima de ella su biografa apasionada.

Al analizar la potica (si as podemos llamarla desde una perspectiva actual) de Garci
Fernndez de Gerena tambin hemos tenido en cuenta otras nociones emparentadas con el
positivismo crtico, el cual considera la obra literaria poco menos que predeterminada por
condicionamientos externos al escritor -el medio en que vivi, el momento histrico, sus
circunstancias personales...-; en cualquier caso, este mtodo crtico es el que menos
seguimos, precisamente por ser excesivamente determinista e incluso mecanicista con
relacin al texto que examina.

Desde el ngulo psicoanaltico freudiano, desde el que sugiri Valbuena Prat la
conveniencia de un estudio sobre Garci Fernndez, poco ms haremos que constatar cmo
algunas de sus composiciones parecen, en efecto, una clara consecuencia de su personal
conflicto psquico. Nos referimos concretamente, como en su momento se analizar, a sus
poemas penitenciales y religiosos, que son los que mejor se pueden ver como un reflejo de
su problemtica individual y social.

En la que podemos llamar segunda poca de su vida, aparece claro que su poesa no
es en absoluto creadora, ni siquiera mnimamente imaginativa. Es slo un mero referente de
su estado anmico. Si en su poca primera los poemas son autnomos en cuanto a la
temtica, en la segunda veremos que estn ms en funcin de su yo y su circunstancia. Si
en la primera lo que hace es exteriorizar libremente los motivos que eligi para su
produccin literaria -poco importa a este efecto la exigua calidad de su potica-, la segunda
es un constante desahogo de su espritu angustiado; o, si queremos usar un lenguaje ms
freudiano, una vlvula de escape para la neurosis obsesiva creada en l por la idea de su
condenacin eterna.

Haremos un frecuente uso del concepto de interpretacin, fundamental en el mtodo
crtico basado en el psicoanlisis. Probablemente nosotros [los psicoanalistas] y l [el
poeta] sacamos agua de las mismas fuentes, trabajamos sobre el mismo objeto, cada uno
con un mtodo distinto, y la coincidencia en los resultados parece garantizarnos que cada
uno hemos trabajado de manera correcta. Esto lo ha escrito Freud, quien en seguida aada
que el poeta experimenta en s lo que nosotros aprendemos de otros, es decir, las leyes a
las cuales tiene que someterse la actividad del inconsciente, pero no tiene necesidad de
expresar dichas leyes, ni de conocerlas claramente; en virtud de su inteligencia crtica ellas
se hallan contenidas y englobadas en sus creaciones. As pues, lo mismo sacaremos
conclusiones sobre las aventuras y las desventuras que fueron jalonando la vida del poeta,
desoyendo a menudo las noticias insidiosas del antlogo -para intentar que el agua que
saquemos sea ms pura o acaso menos contaminada-, que sobre las intenciones o
motivaciones que nos han parecido ms probables en algunas de sus poesas.

En cuanto a la aproximacin al tema conforme al mtodo conocido como psicocrtica,
tambin de filiacin psicoanaltica, seguimos a su creador, Charles Mauron, cuando parte
en sus anlisis de un corto nmero de postulados, entre ellos los referentes a la personalidad
del autor y al ambiente social en que vivi. Con ms audacia que autoridad, ambas facetas
las consideramos en nuestro trabajo. En nuestro descargo digamos que slo hemos querido
tratar de ascender a las cumbres menos elevadas de la psicocrtica para ver, por as
decirlo, cmo puede contemplarse el panorama desde all; pero sin ocultar que la nuestra es
slo la mirada de un profano que trata nicamente de husmear en el problema desde esta
sugerente perspectiva. Siempre con las debidas cautelas y sin profundizar ni querer sentar
ctedra de nada. Una vez ms nos amparamos en el carcter predominantemente
vulgarizador que tiene nuestro estudio.

La psicocrtica, como el psicoanlisis crtico de Lacan, trata tambin de buscar en la
obra literaria una lgica inconsciente. Recomienda estudiar la personalidad inconsciente
de un autor, pero sin pretender abarcar con su mtodo una crtica integral. Como se sabe, su
creador estableci una serie de comparaciones o superposiciones con los textos de
Mallarm para apreciar lo que llam redes de asociaciones de imgenes obsesivas,
probablemente involuntarias. Aplicado grosso modo este mtodo a Garci Fernndez,
esas asociaciones inconscientes de ndole obsesiva tambin se pueden observar en l,
aunque no, por desgracia, en la forma de imgenes o smbolos, como era el caso de
Mallarm. Se lo viene a impedir su mediana literaria, que apenas es capaz de producir un
lenguaje potico casi totalmente hurfano de smbolos, imgenes o metforas. (Pero
tampoco se debe olvidar que la suya fue una poca en que la poesa lrica en lengua
castellana -con muy pocas excepciones, entre ellas, como es natural, la del Arcipreste de
Hita- apenas iniciaba por entonces su andadura histrica. Se estaba en los albores de la
lengua y la literatura era fundamentalmente oral.)

Por la va de las superposiciones, Mauron pretenda descubrir en el inconsciente de un
autor unas estructuras que se exteriorizaban en forma de figuras retricas o de dramticas
actitudes personales. Ausente en Gerena casi por completo el artificio del retoricismo, nos
quedamos slo con la exteriorizacin de su drama personal, que fcilmente hallaremos en
sus doloridas composiciones religiosas y penitenciales. Como crtica literaria, la
psicocrtica funda sus investigaciones en los textos, analizndolos y comparndolos. El
recurrir a la biografa no es utilizado ms que a ttulo de verificacin de las hiptesis que el
estudio de los textos ha permitido plantear. Modernamente, las relaciones entre literatura y
psicoanlisis han sido sabiamente estudiadas en nuestro pas por Carlos Castilla del Pino
partiendo de la base de que la psiquiatra tambin puede operar sobre el discurso escrito del
enfermo. Qu gran anlisis podra haber hecho este ilustre profesor de la vida y la obra,
entremezcladas, de Garci Fernndez de Gerena!

Asimismo hemos intentado ver al poeta gerenense a travs del prisma de la crtica
impresionista, basada, como se sabe, en la intuicin y en la percepcin subjetiva de una
obra. No otra cosa representarn, sin duda, las hiptesis que introducimos para reconstruir
los posibles motivos reales que lo movieron a escribir sus cantigas y decires. A partir de
estas hiptesis -indemostrables, s, pero intubles y razonables- pasamos a configurar
algunas tesis, entre ellas la de que J uan Alfonso de Baena falt a la verdad, muchas veces,
al proclamar en sus rbricas las que eran segn l las secretas intenciones del autor,
presentando a ste poco menos que como un degenerado, como un sujeto casi monstruoso,
cosa que en manera alguna certifican los contenidos de sus poemas.

Sobre este modelo de crtica se han vertido tambin juicios despectivos y
descalificatorios por prescindir a menudo, segn sus detractores, de un mnimo rigor
metodolgico. Pero tiene tambin, o ha tenido, egregios defensores. Alfonso Reyes ha
dicho que en el fondo de toda crtica siempre tiene que haber un sustento de
impresionismo y Rafael Lapesa ha advertido que, pues la crtica impresionista registra el
efecto que la obra de arte produce en el crtico, ste no debe entregarse de manera
irreflexiva a sus interpretaciones, aunque tampoco las debe evitar, sino intentar razonarlas
mediante el anlisis. En este modelo hemos intentado basarnos nosotros porque aplica por
sistema la interpretacin, como la hermenutica y la psicocrtica, pero ms libremente; y ya
hemos repetido que en el caso de Gerena, por la precariedad documental, no hay ms
alternativa que tratar de intuir e interpretar no pocos aspectos de su vida y de sus
composiciones.

En cuanto a las hiptesis, no hay que rasgarse las vestiduras si asimismo hacemos de
ellas un uso frecuente. Oigamos lo que al respecto dice el maestro Menndez Pidal: Lo
hipottico es siempre necesario en todo trabajo cientfico; lo que importa es que est bien
fundado; y es de asombrosa ingenuidad la ilusin que la crtica positivista se hace sobre
prescindir de toda hiptesis. (...) Sin algunas hiptesis no podramos salir de un indolente y
atontado agnosticismo...

Habr, pues, tambin algo o mucho de impresionismo en nuestras conjeturas en torno a
ciertas actitudes de Garci Fernndez. Sealadamente en cuanto a los mviles de su
apostasa, fingida o real, forzada o voluntaria. Lo que no nos parece sensato es aceptar sin
matizaciones todas las imputaciones de que le hace objeto J uan Alfonso de Baena.

Y nos serviremos tambin, como no poda ser menos, de la inexcusable crtica clsica.
Para que haya interpretacin, antes tiene que haber un anlisis serio y riguroso. En el
examen de los factores textuales s que no caben subjetividades: no puede haber un mnimo
rigor en la interpretacin si sta no va acompaada de un anlisis imparcial y objetivo de
los textos. Los de Garci Fernndez lo mismo los veremos como un todo que descompuestos
en los elementos que los constituyen. Sus doce composiciones sern examinadas una a una.

Por tanto, si las aproximaciones antes mencionadas las centramos preferentemente en la
biografa y en la psicologa del autor, para el estudio de sus composiciones utilizaremos,
como es obligado, la llamada crtica objetiva. Sin apartarnos (eso al menos es lo que hemos
intentado) del ms estricto rigor acadmico. Con ella nos aplicaremos a esbozar una
valoracin estrictamente literaria y filolgica de la obra de nuestro poeta, esta vez
completamente al margen de toda hiptesis o interpretacin psicolgico-biogrfica.

Finalmente: en cuanto a las dos teoras, individualista y tradicionalista, que suelen
aplicarse en el terreno de la crtica medieval, excusado es decir que seguimos la primera, la
que examina las composiciones lricas como obras de poetas individuales que nos dejaron
una constancia escrita de sus creaciones. Para el objeto de nuestro estudio no cuenta para
nada el criterio de que las primitivas muestras lricas tuvieron carcter oral y por fuerza
tuvieron que ser anteriores a los textos conservados.






En obediencia (parcial) a Menndez Pelayo
Refirindose a los poetas de los Cancioneros, Menndez Pelayo afirm que hay en ellos
una muchedumbre de poesas breves y fugitivas: algunas de ellas, fciles, frescas y
graciosas; otras, discretas, sutiles y alambicadas; las ms, insulsas en la frase y triviales en
el concepto, sin nada que realce unas de otras. Pero, para ser enteramente justos, hay que
poner esta poesa en su marco propio, y hacernos cargo de que los contemporneos no la
vieron, como nosotros, en las rancias pginas de un cdice, donde se han tornado letra
muerta, sino rodeada de todos los prestigios que podan ofrecer las fiestas y saraos de una
Corte magnfica y ostentosa, en que estos poemas no se lean, sino que se cantaban,
salvando sin duda lo gracioso del tono la insignificancia de la letra.

El propio Menndez Pelayo, al hablar en otro sitio de la poesa cancioneril y aludiendo
concretamente a los poetas del Cancionero general de Hernando del Castillo-, escribi que
ES DE TODO PUNTO IMPOSIBLE, Y ADEMS INTIL, O POR MEJ OR DECIR
ABSURDO, EL EXAMEN ANALTICO DE TODOS ESTOS VERSIFICADORES, EN
GRAN PARTE DBILES Y AMANERADOS.

Pero dijo asimismo que, pese a haber en estos poetas mucha gente oscura, otros son
personajes de la mayor notoriedad, que suelen tener una biografa mucho ms potica e
interesante que sus versos, como sucedi tambin entre los provenzales y en todas las
escuelas de trovadores.

Los Cancioneros -aada- estn reclamando un trabajo crtico, bibliogrfico, filolgico
e histrico, para el cual existen ya, aunque muy desparramados, excelentes materiales.

Y por fin: CONVENDRIA HACER UN CATLOGO DE TODOS ESTOS POETAS,
CON NOTA EXACTA DE LAS DIVERSAS COMPOSICIONES SUYAS
REGISTRADAS EN CADA UNA DE LAS COLECCIONES Y CON CUANTAS
NOTICIAS PUDIERAN ALLEGARSE ACERCA DE SUS PERSONAS.

Resaltamos estas frases del insigne crtico e investigador para subrayar que acaso nos
hallemos ante alguna nueva minipalinodia en la lnea de las que en l apreci Dmaso
Alonso. En cualquier caso, algo de contradictorio, sin duda, s que hay en ellas.

En efecto, puede que sea imposible, intil e incluso absurdo hacer un examen analtico
de todos estos versificadores, en gran parte dbiles y amanerados, como l dice. Segn esto,
lo sensato sera olvidarnos de tan mediocres poetas, o simples versificadores, y dedicar toda
nuestra atencin y todo nuestro esfuerzo a autores ms importantes. Pero entonces, )por qu
esas recomendaciones que a rengln seguido hace sobre que los Cancioneros estn
reclamando una atencin crtica, filolgica, etc., y acerca de que convendra un catlogo
con nota exacta de las diversas composiciones en cada una de las colecciones y con cuantas
noticias pudieran allegarse de sus personas?

En el caso particular de Garci Fernndez de Gerena, nosotros entendemos que no es
tarea intil contribuir a hacerlo ms conocido por las generaciones actuales. Estamos
convencidos de que es bueno y positivo -no slo en su homenaje personal sino tambin en
aras de un mejor conocimiento de la historia de la Literatura espaola- tratar de conseguir
que en el futuro se le recuerde por lo que realmente fue, un poeta o versificador con todos
sus errores y defectos, pero no, por Dios!, como un presunto torero, un posible cantaor o
un oscuro poltico local.

Las razones para nuestro empeo en divulgar la figura y la obra de nuestro poeta las
podemos concretar en las siguientes:

- En primer lugar, la ya indicada de popularizar su identidad histrica.
- Dar a conocer al pblico no especializado su autntica dimensin, sobre todo desde el
punto de vista literario.
- Divulgar cuanto sabemos de l y de su pintoresca vida: feliz y triunfante al principio,
desgraciada y hasta miserable al final.
- Indagar en la autenticidad de sus sentimientos, sobre todo religiosos, que contradicen
ostensiblemente la opinin de sus colegas cancioneriles.
- Reflexionar sobre el puesto que debe ocupar entre los poetas ms antiguos del
Cancionero baenense, y en torno a su condicin de uno de los primeros poetas lricos
conocidos (si es que no el primero) que, de entre los nacidos en Andaluca, escribieron en
lengua castellana (aunque fuera un castellano mezclado con galleguismos).
- Y, por fin, la razn de obedecer modestamente la segunda recomendacin de don
Marcelino -ignorando la primera-: la que aconseja la conveniencia de hacer un catlogo de
los poetas de los Cancioneros, con nota exacta de sus diversas composiciones, etc.

Los Cancioneros del siglo XV eran por lo general colecciones de poesas lricas hechas
por un compilador, ms o menos de la misma poca, cuyo nombre sola figurar en el ttulo
de la compilacin (aunque otros son nombrados por la biblioteca o el lugar donde los
cdices se conservan o por las personas que los poseyeron o descubrieron). En lenguaje
actual, los Cancioneros de la Edad Media los podemos ver como colecciones antolgicas o
florilegios poticos, segn observa J uan Luis Alborg, para el cual el tono general que
predomina en ellos es el de una poesa artificiosa y convencional, basada en sutilezas y
habilidades de ingenio, juegos de imgenes y todo gnero de recursos retricos al servicio
de discreteos amorosos, requiebros, adulaciones y composiciones de circunstancias; con lo
que tales compilaciones vienen a ser la ms genuina representacin del mundo frvolo y
cortesano [...] que es producto de las nuevas condiciones poltico-sociales de la centuria.

La poesa de Garci Fernndez de Gerena, como toda la poesa de cancionero, se
preocupa sobre todo de la tcnica de la versificacin, de la mtrica, de la perfeccin de la
rima -consonante siempre- y del ajuste y la armona de las estrofas. La posesin de tales
cualidades era lo que evidenciaba en aquel tiempo no slo la habilidad y la maestra del
autor, sino su misma condicin de trovador o poeta. La distincin entre uno y otro la hace,
como se sabe, el marqus de Santillana en su Prohemio e carta al Condestable de Portugal
cuando, despus de citar a los ms antiguos autores de su tiempo (entre ellos a Garci
Fernndez de Gerena), se refiere a Mier Francisco Imperial, el qual yo non llamara
deidor o trovador, mas poeta.

No procede, pues, enjuiciar la poesa cortesana y cancioneril con la sola aplicacin de
los criterios modernos en cuanto, por ejemplo, a valoracin de una riqueza de imgenes,
elevacin o belleza de conceptos, metforas, originalidad, etc. Mucho menos an la que fue
compuesta, como la del Cancionero de Baena, entre la segunda mitad del siglo XIV y la
primera del XV, cuyo denominador comn es, segn Lpez Estrada, una expresin que
crea un estilo cerrado, casi una lengua de gnero que usan los poetas aceptando su
condicin convencional.

Los cnones de esta poesa cancioneril eran esencialmente el artificio y la destreza del
poeta para vencer las dificultades de la rima. Lo cual, con ser efectivamente poco,
demostrado est que vino a ser un primer paso para el progreso posterior que a la lrica
castellana iran imprimiendo sucesivamente los Imperial, J uan de Mena, Garcilaso y otros.

Todo esto es bueno tenerlo en cuenta a la hora de emitir un juicio sobre la calidad de la
poesa cancioneril. No es ocioso insistir en este punto. Si esta poesa la juzgramos segn
los gustos y conocimientos actuales -a la luz, podra decirse, del estado actual de la crtica
literaria- es obvio que sera, en efecto, una poesa nfima. La primera de las anteriores
recomendaciones de Menndez Pelayo, la de que sera imposible, y adems intil, o por
mejor decir absurdo, el examen analtico de todos estos versificadores, en gran parte dbiles
y amanerados, estara, segn este enfoque moderno, plenamente justificada. Sin
embargo, atendiendo a las limitaciones del gnero cortesano y, sobre todo, al nivel de
exigencias y conocimientos de la poca, est claro que no puede ser ni mejor ni peor poesa,
sino simplemente eso: la poesa de su clase y de su tiempo.

Pero dejando de momento a un lado todo lo que se refiere a las escasas virtudes y ms
frecuentes defectos de su poesa, la propia existencia de Garci Fernndez tiene inters por s
sola Bincluso, si se quiere, desde un punto de vista histrico-anecdtico- para el moderno
lector. Lstima que no se tengan ms datos de su vida: sta tuvo que ser, sin duda, todava
ms espectacular. As y todo, los que de l nos han llegado en los comentarios de su
antlogo muy bien pueden servir para hacernos una idea de cul pudo ser su talante
personal, y para comprender las razones o motivaciones de sus avatares en las distintas
fases de su vida.

La vida de Garci Fernndez de Gerena no se debe separar del contexto en que se
desarroll: un perodo que empezaba a marcar ya el trnsito de la ideologa medieval a la
moderna. Una etapa, por tanto, conflictiva, oscura; una etapa signada por la crisis -en el
sentido etimolgico del trmino y en el sentido corriente- poltica, social y cultural. En este
sentido, no tendra que pasarse por alto el hecho de la pacfica coexistencia Balterada en
1391, con el asalto a la judera de Sevilla, y en aos posteriores, con algunas fases de
tregua- entre cristianos, musulmanes y judos. Las influencias recprocas no slo se daran
en las costumbres: tambin, quiz, en la concepcin del mundo y de la vida. Y sin duda
seran, como supona Amrico Castro, ms activas e importantes de lo que se piensa.

Como examinaremos luego con mayor detalle, a Gerena le toc vivir en un medio
social que hoy podramos llamar frvolo y bohemio: en el ambiente pcaro y a veces
demasiado desenvuelto en el que se recreaban y medraban trovadores, juglares y juglaras,
cantaderas, danzaderas, etc. al arrimo y amparo de la Corte y los grandes seores. Un clima
social en el que se mezclaban, sin distinciones de credos ni de razas, aquellos cuya nica
misin consista en entretener con sus trovas, sus danzas y sus juegos los ocios de los reyes
y los nobles. De una nobleza y una realeza que en el tiempo de Garci Fernndez haban
interrumpido momentneamente su participacin en la gran empresa de la Reconquista y se
dedicaban casi por entero -salvo la disputa de J uan I con Portugal por la posesin del
vecino reino a la muerte de su suegro Fernando I- a la msica, a la poesa, al recreo, a las
diversiones... Y en el caso de los nobles, adems, a intrigar contra el Rey.

Garci Fernndez de Gerena, trovador, juglar o tal vez trovador ajuglarado -poeta en la
acepcin que a este vocablo da el marqus de Santillana, desde luego no-, vivi al principio
en aquel cmodo entorno: al cobijo de la corte y en contacto con la juglara de las distintas
creencias. Su poca urea, su ventura y su prestigio, pertenecen a esta fase de su vida. Sus
desgracias llegaran despus: cuando fue seducido por una hermosa juglara y perdi la
proteccin real.

Su vida tuvo, pues, esas dos alternativas: primero el bienestar, el prestigio y la honra;
ms tarde, la desdicha, el deshonor y el desprecio. La verdad, como pronto veremos, es que
l mismo, con su temperamento irreflexivo y alocado, contribuy, y no poco, a su propia
perdicin.




La poesa del Cancionero de Baena y su marco cultural
Para situar la vida y la obra potica de Garci Fernndez en el marco cultural en que
surgieron no est de ms recordar, aunque sea de forma resumida, las caractersticas
fundamentales de la poesa del Cancionero de Baena, el corpus en que aparecen sus
composiciones, y mostrar, asimismo de manera muy concisa, cul era el panorama de la
lrica de entonces.

Tampoco aqu se trata de aportar nada nuevo, sino de ofrecer algunas referencias
histrico-literarias que faciliten una mejor comprensin del poeta, y de suministrar al lector
no versado en la historia de nuestra Literatura unas indispensables indicaciones o una breve
orientacin global que podrn serle muy tiles. Lo que en definitiva pretendemos es brindar
una visin del escenario y una informacin referencial. Dicho de otro modo: presentar algo
as como lo que en la jerga periodstica se conoce con el nombre de background.

Hasta poca reciente -hasta mediados del siglo XX- se vino considerando que los
antecedentes ms lejanos de la poesa lrica en lengua romance eran los poemas de la lrica
provenzal, especficamente los de Guillermo IX, duque de Aquitania y conde de Poitiers,
que se suelen datar en torno al ao 1100.

Por lo que a la historia de nuestra literatura peninsular se refiere -con independencia de
la primitiva lrica oral, que por supuesto tuvo que existir, aunque no se nos haya podido
transmitir-, durante mucho tiempo se crey que las primeras poesas lricas de autores
conocidos fueron las compuestas a fines del siglo XII en la lengua gallego-portuguesa.
Estas poesas, herederas en parte de aquella lrica antigua nacida en el sur de Francia,
continuaron componindose hasta mediados del siglo XV y hoy se conservan,
principalmente, en los cancioneiros de Ajuda, Colocci-Brancuti y de la Vaticana.

Pero tales estimaciones, generalmente aceptadas, sobre los orgenes de la lrica romance,
se vinieron abajo, casi de golpe y porrazo, en 1948, a partir del revolucionario hallazgo
hecho por el hebrasta y catedrtico de Oxford Samuel M. Stern de unos breves poemas
escritos en mozrabe, el dialecto arcaico del espaol que se hablaba en las zonas de
dominio islmico en la pennsula. Eran las jarchas, cancioncillas que remataban las
estrofas de un cierto tipo de poema lrico escrito en rabe o en hebreo llamado moaxaja y
cuya invencin se atribuye al poeta ciego de Cabra Muccadam ibn Mu'afa.

El sensacional descubrimiento de Stern consisti en una veintena de moaxajas hebreas,
imitadas de las rabes, una de las cuales, compuesta por Ysef el Escriba, se supone fue
escrita antes del ao 1042. Si fuera as -ha comentado Dmaso Alonso-, se tratara no slo
del texto potico ms antiguo -con mucho-en romance espaol (anterior un siglo a la fecha
atribuida por Pidal al Poema del Cid), sino -tambin con mucho- del ms antiguo texto
lrico de la Romania y de Europa: enormemente anterior al primer trovador provenzal,
Guillermo de Poitiers.

Gran parte de las jarchas descubiertas como versos finales de las moaxajas eran
poemillas amatorios muy similares en su temtica a las que luego recibieron el nombre de
cantigas de amigo en la lrica gallego-portuguesa y que consistan en las quejas o
invocaciones de una chica enamorada. Dmaso Alonso sostiene que estas canciones de
amigo de la lrica mozrabe de los siglos XI y XII han de considerarse entre los
ascendientes de la lrica corts gallego-portuguesa, que surge, como queda dicho, en las
ltimas dcadas del siglo XII y en la que el ttulo de primer poeta de nombre conocido en
esa lengua unos autores se lo conceden a J ohan Sorez de Pavha o Pvia (llamado por
antonomasia o trovador y que muri de amores, segn el marqus de Santillana), otros a Pai
Soarez de Tabeirs y otros, en fin, al rey Sancho I de Portugal.

En la lrica galaico-portuguesa se distinguen, por influjo de la poesa galante de la
Provenza -que en la pennsula sera difundida en gran parte por los peregrinos que venan a
Compostela (aunque, como a su tiempo veremos, hay autores que disienten de esto)-, tres
categoras de composiciones: las cantigas de amor (que manifiestan las emociones de un
amante masculino), las cantigas d'escarnho e de maldizer (composiciones que satirizan los
vicios morales, incluyendo adems invectivas personales) y las cantigas de amigo (en las
cuales, a diferencia de las de amor, es la mujer quien lamenta la ausencia del amado).

Sobre los orgenes de la lrica castellana dice J uan Luis Alborg que era posible
encontrar ligeras muestras de poesa lrica esparcidas en obras de otra especie, como en los
poemas religiosos de Berceo a mediados del siglo XIII, o entre las creaciones miscelneas y
personalsimas del Arcipreste de Hita y del Canciller Ayala en la plenitud del siglo XIV.

Pero aade: Mas para dar con las primeras manifestaciones de la lrica propiamente
dicha, exenta digamos, haba que llegar al Cancionero de Baena, compilado a mediados del
siglo XV, y en el cual figuran algunos escritores que pueden remontarse todo lo ms a fines
de la centuria anterior.

Citamos este comentario porque viene en apoyo de nuestra hiptesis sobre el decanato
de Garci Fernndez entre los poetas lricos andaluces. Si las primeras manifestaciones
lricas propiamente dichas son las que aparecen en el Cancionero y si entre sus poetas ms
antiguos est Garci Fernndez de Gerena, que adems es el ms viejo de entre los nacidos
en Andaluca, sanos permitida la insistencia (en el tema profundizaremos algo ms en
pginas siguientes): es muy aventurado deducir que l es el lrico ms antiguo, el primer
poeta lrico con nombre y obra conocida de la lengua castellana?

En las composiciones del Cancionero baenense se observan, como decimos, huellas
visibles de la poesa de los cancioneiros gallego-portugueses. Sobre todo de las cantigas de
amor, en las que se inspiran ms especialmente los poetas anteriores a Imperial, y de las
d'escarnho, antecedentes de los deires de Villasandino, Baena y otros. Por el contrario, de
las cantigas de amigo apenas se encuentran vestigios.

Segn veremos ms adelante, Garci Fernndez slo compuso algunos poemas que en
cierto modo se podran asemejar a las cantigas de amor, como su loor a la Virgen, la
cantiga del ruiseor, la que aparece en el Cancionero con el nmero 565 que comienza con
los versos Convenme biver..., la nmero 557 (De la montaa, montaa...) y alguna
otra. El resto de su breve produccin -al menos de la recogida por Baena- son cantigas o
decires religiosos, de penitencia o de tono elegaco, composiciones que de algn modo
recuerdan la figura potica de la deprecacin, la cual, en la oratoria latina primero y en la
lrica renacentista despus, se empleaba para defender al reo -al pecador, tratndose de
Gerena- cuando ste, tras admitir su culpabilidad, proclamaba su arrepentimiento y
demandaba clemencia y perdn.

Subrayemos que en el caso de Garci Fernndez slo podemos hablar de las
composiciones recogidas por Baena. Pero es lgico pensar que tendra que escribir ms
cantigas y composiciones del gnero cortesano. De haber compuesto slo los poemas que
aparecen en el manuscrito, difcilmente se podr entender no ya que disfrutara de una real
privanza, sino que hubiera llegado a alcanzar un cierto prestigio en la corte, como se puede
inferir de que lo haya citado por su nombre el marqus de Santillana, entre los trovadores o
decidores ms ilustres de su tiempo, en el Prohemio e carta que envi en 1449, varias
dcadas despus de la muerte de Gerena, al condestable don Pedro de Portugal y que est
justamente considerado como el primer ensayo de historia y crtica literaria que se ha
escrito en lengua espaola.

Que parte de la obra de Garci Fernndez aparece en la fase transitoria en que la poesa
ya apenas se cantaba y slo se lea o se recitaba, lo demuestra una de sus ms celebradas
composiciones, la que alude a la progresiva desaparicin del gran tema del Amor en la
lrica castellana (nm. 556). Desechado o ausente este tpico, los poetas del Cancionero se
dedicaron sobre todo a componer poemas y decires escasamente lricos, en los que ms que
nada se incluan controversias personales, disputas pseudoteolgicas y pseudofilosficas,
panegricos de encargo, reqestas, desafos, etc. Por su particular idiosincrasia, poco dada
al parecer a la polmica, y por las adversas circunstancias de su vida, Garci Fernndez, una
vez expulsado de la corte, ya slo encontrara motivos para escribir unas composiciones
afligidas en las que constantemente alude a sus tristes experiencias personales.

Si la lengua empleada por los poetas ms antiguos del Cancionero fue, como ya se ha
apuntado, un castellano cuajado de galleguismos, ello obedeca a que la gallego-portuguesa
se consideraba todava la lengua ms apropiada para la lrica, como lo fue en el reinado de
Alfonso X el Sabio. Recurdese al respecto la conocidsima noticia que nos da el marqus
de Santillana en su citado Prohemio: Non ha mucho [y esto lo escriba igo Lpez de
Mendoza en la primera mitad del siglo XV] cualesquier dezidores e trobadores destas
partes, agora fuessen castellanos, andaluzes o de la Estremadura, todas sus obras conponan
en lengua gallega o portuguesa.

Los historiadores literarios agrupan a los poetas del Cancionero de Baena en dos grandes
escuelas: la escuela trovadoresca, cuyo principal representante es Alfonso lvarez de
Villasandino y a la que pertenecen la mayora de los autores viejos (Pero Ferrs, Garci
Fernndez de Gerena, Macas, el Arcediano de Toro y J uan Alfonso de Baena), y la
llamada italianizante, alegrico-dantesca o tambin escuela de Sevilla, capitaneada
por micer Francisco Imperial, un culto genovs afincado en Sevilla, e integrada por sus
discpulos y seguidores (Lando, Pez de Ribera, los hermanos Martnez de Medina, Prez
Patio y Pero Gonzlez de Uceda), nacidos en Sevilla o vinculados a esta ciudad.

La primera representa, como se deduce de su nombre, una continuacin de la lrica
provenzal a partir de la gallego-portuguesa, y en ella, y no en la de Sevilla -por su
antigedad, obviamente-, hemos de incluir a nuestro poeta. La alegrico-dantesca, aun
sin prescindir totalmente del tono cortesano de la escuela anterior, se inclina por una poesa
de signo ms intelectual y especulativo, menos lrica en definitiva. Se habla incluso de una
tercera escuela, la llamada didctica o doctrinal, ya de ntida ascendencia castellana,
que se preocupa ante todo de los temas doctrinales (de ah uno de esos nombres con que se
la conoce), morales y satricos. Sin embargo, en palabras de Claudine Potvin, las que se ha
convenido en llamar escuela italianizante y escuela doctrinal en la prctica son slo dos
postigos de una misma ventana que ofrece por un lado la alegora y los smbolos, y por otro
la stira social y poltica.

La influencia del gallego-portugus comenz a debilitarse a raz de la muerte del ltimo
mecenas literario de la corte lusa, el conde de Barcelos (1354), y sigui languideciendo,
cada vez ms ostensiblemente, tras la ruptura de relaciones entre Espaa y Portugal por el
desastre de Aljubarrota. A partir de entonces la poesa lrica se empez a escribir casi
enteramente en lengua castellana, sin apenas galleguismos; stos desaparecieron totalmente
cuando Imperial introdujo la citada escuela de inspiracin claramente italiana y de un
carcter ms intelectual.

De forma paralela, desde la segunda mitad del siglo XIV, justamente cuando empieza el
reinado de Pedro I el Cruel, el panorama poltico y cultural de Castilla se va deteriorando
progresivamente como consecuencia de las luchas constantes del rey con su hermano
bastardo Enrique de Trastmara. A partir de ah fueron menguando las prerrogativas del
soberano, al tiempo que adquira mayor preponderancia la nobleza. Se origina entonces un
estado de anarqua moral y social durante el cual se mantienen en suspenso las luchas de la
Reconquista, que sern sustituidas por las disputas entre los nobles. Unos nobles que, sin
dejar de intrigar contra el monarca, ya empezaban a gustar de la msica y de las letras y a
frecuentar, sobre todo en el siglo XV, la compaa de trovadores, poetas y juglares.

Naca as la poesa cortesana de Castilla que, continuadora de la gallego-portuguesa -y
hasta cierto punto heredera, por conducto de sta, de las frmulas antiguas de la poesa
provenzal-, es la que se nos ha transmitido en los cancioneros.

En el de Baena, sin contar las adiciones posteriores, se incluyen poemas escritos por
trovadores y poetas castellanos -de acuerdo con la distincin de Santillana- entre 1360/70 y,
como mucho,1435 (ao en que ya haba muerto el recopilador, segn los ltimos
descubrimientos de Nieto Cumplido). Como hemos visto ya, la influencia de la escuela
gallego-portuguesa se aprecia sobre todo en las composiciones ms antiguas, como las de
Gerena, y se concreta de modo visible en la utilizacin de voces y expresiones de esta
lengua. Los poemas ms modernos, ms prximos al ao de la entrega del manuscrito a
J uan II, ya se escriben totalmente en castellano.

J uan Alfonso de Baena, judo converso nacido en Baena (o acaso en Marchena, segn
podra inferirse de alguno de sus propios versos), termin de compilar su Cancionero hacia
el ao 1430. Hasta no hace mucho se tena entendido -y lo tenan entendido estudiosos e
investigadores eminentes, como Ticknor, Lang, Amador de los Ros y muchsimos otros-
que el Cancionero y su prlogo fueron concludos por el recopilador hacia 1445. Sin
embargo, en 1979 primero y despus en 1982, los trabajos del citado investigador cordobs
Manuel Nieto Cumplido -de los que se hacen amplio eco Brian Dutton y Gonzlez Cuenca
en su esplndida edicin del Cancionero- han venido a arrojar definitiva luz a la
controvertida cuestin de la fecha de la antologa. J uan Alfonso de Baena muri antes del
mes de septiembre de 1435. Lo ms probable, pues -como Alberto Blecua adelantara, con
plausible perspicacia-, es que la compilacin baenense se hubiera terminado de reunir entre
1425 y 1430.

Se incluyen en ella un total de 576 composiciones lricas correspondientes a 56 autores.
Tras diversos avatares, la nica copia del cdice -que se trata de una copia parece probado,
aunque algunos crticos se inclinan a pensar que es el original- ha ido a parar a la Biblioteca
Nacional de Pars, donde se conserva actualmente. Los poemas se agrupan en tres gneros:
cantigas, decires y preguntas y respuestas. En las cantigas, por lo general de tema amoroso
y destinadas al canto (aunque tambin las hay panegricas y de tipo religioso, como algunas
de Garci Fernndez), el metro ms usado es el octoslabo, a veces de pie quebrado, con
rima consonante. En el decir y en las preguntas y respuestas se alternan los versos de ocho
slabas con los dodecaslabos y otros de medida irregular.

Las composiciones no aparecen en el manuscrito por orden cronolgico y entre ellas no
hay ninguna del marqus de Santillana (seor de Buitrago a la sazn) ni de Enrique de
Villena, pese a que Baena, al parecer, conoca la obra de ambos. Antes de cada una el
antlogo inserta una rbrica o noticia referida a los autores, los cuales vivieron durante los
reinados de Pedro I, Enrique II, J uan I, Enrique III y J uan II. Garci Fernndez de Gerena
compuso sus poesas en los reinados de los tres primeros monarcas de la casa de
Trastmara.

Entendemos que esta elemental informacin -obviamente innecesaria, se insiste, para el
buen conocedor de la Historia de la Literatura, pero de indudable utilidad para nuestro
propsito divulgador- puede servir de background o de teln de fondo del panorama
cultural y literario en el perodo en que surge la figura y la obra de Garci Fernndez, cuya
biografa, siempre de la mano de Baena, glosaremos inmediatamente (despus de algunas
reflexiones previas en torno a su ms que probable condicin de poeta andaluz ms antiguo
de la lrica en lengua castellana).




El primer poeta lrico andaluz, con nombre, obra y origen conocidos, de la literatura
castellana
La vida de Garci Fernndez de Gerena, aunque conocida nicamente por la va de las
rbricas que Baena antepone a las composiciones de su Cancionero, ha sido glosada
tambin con las reflexiones, muy breves y escasas por cierto, que sobre l han hecho,
basndose en las referencias del compilador, algunos crticos e historiadores literarios,
como ya dejamos indicado. Pero asimismo cabe deducirla -por qu no?- del contenido
mismo de sus poemas, aplicando aqu y all los criterios metodolgicos y procedimientos
crticos antes mencionados. De no recurrirse a unas razonadas deducciones, obviamente
seran esas dos citadas fuentes -las rbricas de Baena y las dispersas glosas de los crticos-
las nicas disponibles; con lo cual nada se podra avanzar en la investigacin de la vida y la
obra de nuestro poeta.

Pero, antes de iniciar esa tarea investigadora -o, si se prefiere, simple intento de
recopilacin histrico-literaria con un propsito divulgador- queremos plantear una
pregunta: hay serios argumentos que impidan considerar a Garci Fernndez de Gerena
como el poeta lrico castellano ms antiguo, suficientemente conocido por su nombre, su
obra y su origen, de entre los nacidos en Andaluca? Que es el poeta andaluz ms antiguo
de los del Cancionero de Baena es algo que parece indiscutible. Hemos rastreado datos
biogrficos de los trovadores y poetas que en l aparecen y, aunque muchas fechas son tan
slo aproximadas, no hemos encontrado ningn nombre de autor andaluz que en la obra de
Baena aparezca como nacido antes de los aos 1340 a 1350, dcada en la que los
historiadores -todos prcticamente- estiman que Garci Fernndez debi de nacer.

No vamos a decir que el hecho de ser el poeta andaluz ms antiguo de entre todos los del
corpus baenense constituya tambin, por s solo, motivo suficiente para proclamarlo el
primer poeta lrico andaluz de la lengua castellana. Sera una afirmacin tan precipitada
como temeraria. Pero s decimos que, en el recorrido por pocas anteriores que hemos
hecho a travs de las pginas de toda nuestra historia literaria -recorrido no exhaustivo, mas
no por ello rpido ni apresurado- no hemos conseguido hallar ni un solo nombre de poeta
andaluz que pudiera quitarle a Gerena este ttulo que, con la mxima cautela, proponemos
para l.

Es posible que hubiera una poesa lrica anterior, en Castilla y tambin en la tierra
andaluza. Entre los que defienden esta hiptesis destaca Menndez Pidal, quien sostiene
que para comprender bien la historia de nuestra lrica es preciso darse antes cuenta de que
el Cancionero de Baena no representa fielmente la vida de la poesa lrica en el siglo XIV,
sino tan slo la lrica cortesana; es nada ms que una seleccin palaciega, guiada por el
escaso talento potico del escribano de la corte. Como dice tambin algo ms adelante, al
lado de la lrica culta de los cancioneros medievales existi una abundante lrica popular.

Esta primitiva poesa popular en castellano -aparte dejamos las jarchas mozrabes- quiz
tuvo que haberla, como acaso tambin tuvo que haber poetas lricos anteriores. Pero no los
conocemos. O no usaron la lengua castellana. Los que nos son conocidos emplearon la
lengua latina, el rabe, el mozrabe o la lengua gallego-portuguesa, pero no la de Castilla
(por ms que sta pueda aparecer plagada, como veremos, de los que llamamos
galleguismos). Por lo tanto, no parece muy correcto argumentar que hubo, o que tuvo que
haber, una lrica anterior en castellano. En esto tendramos que decir, con Marx, que la
realidad es lo que acaece, y que lo que no se documenta no puede contar. Adelantemos de
todas formas que, aunque Garci Fernndez conoca y seguramente us la lengua gallego-
portuguesa, la mayor parte de su produccin aparece en castellano en el manuscrito del
Cancionero; al menos en el castellano de transicin que por entonces empezaba a desterrar
al gallego-portugus de la poesa cortesana.

Por supuesto, antes que l existieron tambin otros poetas cultos que escribieron poemas
lricos, o con partes lricas, en castellano: Gonzalo de Berceo, los desconocidos autores del
Libro de Apolonio y el Libro de Alexandre, el propio Arcipreste de Hita y bastantes ms
(en pginas siguientes relacionamos prcticamente todos los poemas castellanos, desde el
Poema del Cid en adelante); pero, que se sepa con certeza, o a ninguno de ellos lo
nacieron en suelo andaluz o bien ignoramos su nombre o su obra.

Prescindiendo, como es lgico, de los antiguos autores latinos nacidos en lo que hoy es
Andaluca -Sneca, Lucano, etc.-, de los cuales en este trabajo no hay por qu ocuparse, s
nos parece oportuno empezar por hacer una muy somera relacin de los poetas lricos
andaluses que alcanzaron un mayor renombre. No slo porque, al estar ms prximos a los
aos de Garci Fernndez nos podrn servir para acercarnos a su tiempo histrico, sino
porque a partir de ellos se podr deducir con mayor fundamento la virtual condicin de
Gerena de lrico andaluz ms antiguo, con nombre, naturaleza y obra conocida, de la lengua
castellana.

De la primitiva lrica andalus habra que mencionar en primer trmino al poeta arbigo-
andaluz Muccddam ibn Mu'afa el Cabr, llamado el Ciego, ya citado pginas atrs. Fue,
como indica su nombre, natural de Cabra, vivi entre los siglos IX y X y pasa por ser el
inventor de la moaxaja, especie de poema hispanorabe (ms tarde empleado tambin
por poetas hebreos espaoles) al final del cual se inclua una cancioncilla, la jarcha(o
salida), escrita en dialecto mozrabe.

En rabe o en mozrabe, como el Ciego, escribieron tambin otros poetas arbigo-
andaluces conocidos. Entre ellos podramos citar a Ibn al-Hasan al-Kattani, autor de una
antologa potica titulada El libro de las comparaciones (siglos X-XI); a un poeta de
Almanzor, el jiennense Ibn Darray al-Qastalli (s. XI); a los cordobeses Ibn Zaydun e Ibn
Hazm (o Abn Hzam) -el famoso autor de El collar de la paloma-, que vivieron en el siglo
XI, como el propio rey al-Mutamid de Sevilla; al tambin cordobs Abn Guzmn o Ibn
Quzman (que vivi entre los siglos XI y XII y cultiv el zjel, gnero procedente de la
moaxaja); a Iben-Baqui (o Ibn Baqi), autor de una celebre moaxaja y coetneo del anterior;
a Abul Beka (o Abu l-Baqa, siglo XIII), poeta de Ronda que compuso una casida
(traducida a finales del siglo pasado por don J uan Valera) para llorar la prdida de Crdoba,
Sevilla, Murcia y Valencia; a Ibn Sa'id al-Magribi, nacido en el siglo XIII en Alcal la Real
y autor del no menos clebre Libro de las banderas de los campeones, editado y traducido
por Emilio Garca Gmez; o al arbigo-granadino Ibn Zamrak, asimismo traducido por E.
Garca Gmez ... (La lista la podramos ampliar con muchos nombres ms, pero lo que
importa es recordar que ninguno emple todava la lengua castellana.) Ms interesante,
sin duda, ha de sernos indagar en los poetas medievales castellanos que escribieron en la
lengua gallego-portuguesa. Sabemos, por ejemplo, que de mediados del siglo XIII a
principios del XIV transcurri la vida del poeta Pedr' Amigo de Sevilha, que fue cannigo
de las catedrales de Oviedo y Salamanca y cuyas composiciones aparecen en los
cancioneiros Colocci-Brancuti y de la Vaticana. De la mencin a Sevilla que ostenta en su
nombre podramos deducir que naci en la ciudad hispalense, aunque algunos
investigadores eminentes piensan lo contrario.

Pero, a diferencia de Garci Fernndez, este Pedr' Amigo de Sevilha s escribi
enteramente en la lengua gallego-portuguesa. O sea, en un sistema lingstico distinto del
castellano, aunque ambos pertenezcan a la gran familia de las lenguas romnicas.
Comprese cualquier composicin de Pedr' Amigo con cualquiera de las de Gerena, incluso
con las ms antiguas -las que ms galleguismos presentan-: las de Amigo no contienen ni
una sola palabra en castellano; las de Garci Fernndez slo incluyen algunas en gallego-
portugus.

La cuestin, por tanto, no parece suscitar problema alguno. Si la inmensa mayor parte
de la obra de Gerena aparece en castellano, aun con frecuentes gotas de galleguismos,
forzoso ser concluir que se trata de un poeta castellano, puesto que escribi
mayoritariamente en esta lengua. O que en todo caso usaba -como Villasandino y los otros
de su generacin- cualquiera de las dos, cosa que parece muy probable. En cambio, Pedr'
Amigo, aunque le consideremos natural de Sevilla, fue slo y exclusivamente un poeta
gallego-portugus, ya que slo escribi en esta lengua.Garci Fernndez, nacido en la
provincia sevillana un siglo ms tarde, fue, pues, un poeta de la lengua de Castilla; por ms
que la que usara, cosa habitual en la lrica de su poca, estuviera todava muy influida por
la que previamente utilizaron el rey Alfonso el Sabio y los poetas de su corte.

No se pone en duda, por otra parte, que desde los primeros balbuceos del castellano
como lengua propia -y dentro de la que Menndez Pidal denomin poesa tradicional-,
existieran ya poetas lricos que se expresaron, y hasta escribieron tal vez, en lengua
castellana. Pero de ellos no existe ninguna mencin personal ni testimonio escrito. No se
los conoce. Seguro que tuvo que haber poetas lricos castellanos -si hubo coplas, hubo
autores- ms antiguos que Gerena; pero se han quedado en el anonimato. Sus
composiciones, olvidadas o acaso fundidas en canciones de uso popular, no han pasado a la
posteridad asociadas a sus nombres. De sus autores no se tiene ninguna referencia histrica.
(Hay una aparente excepcin, incluso documentada, pero al final todo se queda en eso, en
apariencia; la podremos ver en el captulo siguiente.)

Tanto en el Cancionero de Baena como en los restantes cancioneros castellanos se
constata la existencia de otros trovadores y poetas nacidos en Andaluca que asimismo
emplearon, como Garci Fernndez, la lengua de Castilla. He aqu algunos de ellos: Ruy
Pez de Ribera (vecino de Sevilla); Pero Gonzlez de Uceda; el tambin sevillano Ferrand
Manuel de Lando; J uan de Montoro (o Alonso de Montoro); el propio J uan Alfonso de
Baena y un hermano o familiar de ste llamado Francisco (de quien aqul incluy en su
Cancionero un dezir bastante ordinario por cierto); J uan de Mena, natural de Crdoba;
J uan de Padilla El Cartujano; Diego Martnez de Medina (jurado de Sevilla) y su hermano
Gonzalo; Garci Snchez de Badajoz (que por cierto naci en cija); y bastantes ms.

Pero qu es lo que ocurre? Pues que, segn nuestras exploraciones cronolgicas,
ninguno de ellos naci antes que Garci Fernndez de Gerena. Todos nacieron despus. Y no
se olvide el dato de que Garci Fernndez pertenece al grupo de los poetas ms antiguos del
Cancionero, junto con el norteo Pero Ferrs, el gallego Macas, y los castellanos
Villasandino, Pero Gonzlez de Mendoza (padre del Almirante de Castilla Diego Hurtado
de Mendoza y abuelo del Marqus de Santillana) y el Arcediano de Toro. Adems, como se
sabe, la poesa culta de inspiracin trovadoresca, o sea, la poesa lrica, empez a
documentarse en la lengua castellana a finales del siglo XIV, precisamente con los poetas
ms antiguos del Cancionero de Baena.

La Razn feyta d'amor con los Denuestos del agua y el vino (la llamada Siesta de abril
por M. Pidal), que se supone escrita a comienzos del siglo XIII, se ha venido considerando
desde su publicacin -las jarchas que aparecen en las moaxajas estn compuestas en
dialecto mozrabe: un dialecto romnico asimismo, pero que tampoco es castellano- como
la primera obra lrica que se nos ha conservado en la lengua de Castilla. Pero quin fue su
autor? En el verso 5 se dice que la rim un escolar, y en los versos 7-10 que este tal escolar
se cri en Alemania y Francia y mor mucho en Lombardia para (a)prender cortesa.
Menndez Pidal cree que el poema se escribi en dialecto aragons. Al final del cdice,
hallado en la Biblioteca Nacional de Pars, figura el nombre de Lupus (o Lope) de
Moros, pero, en la opinin de Alborg, a juzgar por la frmula empleada y el lugar de su
colocacin, es seguro que se trata, no del autor, sino de un mero copista. Si es as, como
parece, el poema es annimo por tanto.

Repasando la historia de la literatura castellana podemos afirmar que toda la poesa que
conocemos es la siguiente:

- El Cantar de Mo Cid (1 mitad del siglo XII) y otros poemas y cantares picos (Cantar
de Sancho II y el cerco de Zamora, el Cantar de los siete infantes de Lara, el Poema de
Roncesvalles, el Cantar de Rodrigo, el de la Campana de Huesca y el Poema de Alfonso
XI; este ltimo fue compuesto hacia 1350 y en el cdice se indica que lo not un
desconocido Rodrigo Yez, sin duda mero copista, del que nos dice Dmaso Alonso que
probablemente era un gallego poco conocedor de la lengua castellana);

- Los poemas del mester de clereca, con Gonzalo de Berceo a la cabeza (floreci entre
1230 y 1265), junto con el Libro de Apolonio (compuesto entre 1230 y 1250) y el de
Alexandre (hacia 1249);

-El Poema de Yuf (la obra cumbre de la literatura aljamiada y una de las ltimas
manifestaciones del mester de clereca, compuesto a fines del s. XIII o en el XIV, en
relacin con el cual supone Dmaso Alonso que seguramente es obra de un morisco de
Aragn);

- Las Coplas de Yosef (escritas en castellano con signos hebreos en la segundas mitad
del siglo XIV);

-El Poema de Fernn Gonzlez (escrito h. 1250);

-El Catn castellano (compuesto h. 1265);

-La Historia Troyana (h. 1270);

-Los Proverbios en rimo del Sabio Salamn (donde aparece el nombre de un tal Pero
Gmez, con toda probabilidad simple copista tambin);

-El Libro de la Miseria del Omne;

-La poesa juglaresca de tipo hagiogrfico: el Libre dels tres Reis d'Orient y la Vida de
Santa Mara Egipcaca, ambos compuestos h. 1215;

-Los poemas de disputas o debates (la citada Razn feyta d'amor con los Denuestos del
agua y el vino, de hacia 1205, el poema de Elena y Mara, de hacia 1280, y la Disputa del
alma y el cuerpo, de la segunda mitad del s. XII, con su posterior versin, la Revelacin de
un Ermitao);

-La poesa didctico-moral, con los Proverbios morales del rab don Sem Tob de Carrin
(por supuesto el de los Condes, no el de la provincia de Sevilla), el Tratado de la Doctrina
Cristiana de Pedro de Verage, la Danza de la Muerte y el annimo planto Ay, J erusalem!,
compuesto h. 1274;

-Una ms que discreta Vida de San Ildefonso (hacia 1303) de un desconocido
Beneficiado de beda...

..y as enlazamos ya con el Arcipreste de Hita (1 mitad del siglo XIV), con el Canciller
Ayala (nacido en un lugar de lava en1332), con las obras del marqus de Santillana y de
J uan de Mena (que asimismo naci, no se olvide, despus que Garci Fernndez), con la
poesa del Romancero y, por fin, con la antologa de J uan Alfonso de Baena, el primero y
ms famoso de los cancioneros del siglo XV, donde aparece ya Garci Fernndez.

Como se ve, un extenssimo recorrido por toda nuestra historia literaria en el que no se
tropieza con ningn poeta lrico andaluz de nombre propio y obra conocida que empleara la
lengua de Castilla antes que l.

Y algo ms acerca de la lengua en que escribi nuestro poeta. Sobre las composiciones
del Cancionero citemos de nuevo a Menndez Pelayo: ... mucha parte del Cancionero de
Baena es evidente continuacin de los cancioneros galaico-portugueses, as en los gneros
y asuntos como en los metros, aunque, por lo comn, en lengua diversa. Algunos versos
gallegos hay todava en Villasandino, Macas, el Arcipreste [sic] de Toro, D. Pedro Vlez
de Guevara, Garci Ferrandes de Gerena, pero tan impuros en la diccin que muchas veces
duda uno si lee gallego castellanizado o castellano agallegado.

En nuestra modestsima opinin, lo que hallamos en las composiciones de Garci
Fernndez no son tanto versos gallegos, segn nos dice Menndez Pelayo, como
galleguismos o voces gallegas aisladas; y aun esto, como veremos, cada vez ms
espordicamente. Si fue capricho de los copistas la eleccin de la lengua en la que aparecen
los poemas en el manuscrito de Pars, es algo en lo que no podemos entrar. Fueron en
efecto los copistas quienes los tradujeron por su cuenta del gallego-portugus al
castellano, o, por el contrario, fueron los propios autores quienes eligieron esta lengua,
aunque resultara un castellano agallegado? De ser cierto lo primero, es lgico pensar que
los copistas no haran esas arbitrarias traducciones solamente en el caso de las
composiciones de Gerena; las haran tambin de las dems, de las de los viejos por lo
menos. Y hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido calificar de poetas no castellanos a los
Villasandino, Ferruz y dems vates antiguos del Cancionero baenense. Ni, por supuesto,
este Cancionero sera considerado la primera muestra de nuestra poesa lrica culta, el
primer monumento de la lrica castellana, segn el clebre dictamen de Le Gentil.

A nuestro parecer, no es un gallego castellanizado el sistema en que escribi nuestro
poeta, sino ms bien, en todo caso, un castellano levemente agallegado. Segn Lapesa, la
abundancia de galleguismos no autoriza la eliminacin completa de las formas castellanas.
A su juicio no es posible separar ntidamente los textos gallegos y castellanos (que por lo
dems, como se sabe, comparten muchas formas lxicas y sintcticas), puesto que ambas
lenguas se entremezclan en los poemas. En cuanto a Garci Fernndez, Lapesa identifica tres
composiciones suyas que incluyen elementos castellanos y gallegos (las nmeros 556, 558
y 565 del Cancionero). Pero se est, comenta, ante una poesa compuesta en Castilla y casi
siempre por gentes de lengua castellana, cuyas estructuras fonemticas y morfolgicas
asomaban en las obras a pesar del barniz gallego.

En cualquier caso, como ha escrito el profesor Delgado Len,la lrica galaico-
portuguesa toma la lengua que se hablaba en una parte de la pennsula, antes que la historia
la segregara en dos reinos diversos. Primero fue Galicia propiamente dicha y unos
territorios que se extendan desde la frontera del Mio hasta el Duero y ms all. En 1097
se cre el condado portucalense como germen de lo que sera el nacimiento de una nacin
futura. Tras citar a Carolina Michelis de Vasconcelos -segn la cual esta fragmentacin
de Galicia en dos mitades, ocurrida exactamente en el momento psicolgico de la primera
florescencia de la supuesta poesa popular, nos obliga a emplear el trmino compuesto de
gallego-portugus-, el mismo profesor aade: Esta lengua propia de una parte de Espaa
se constituye en un dialecto potico que tomaba su base real en la lengua hablada en la
regin comprendida entre el Duero y el Mio y desde el Mio hasta el mar, no en la que se
hablaba en Lisboa. Lengua diferenciada del castellano, 'portugus o gallego-portugus
ilustre'. Por encima de las variaciones regionales [los poetas] constituyeron, con la
construccin misma de su obra potica, un instrumento de cultura.

Era, pues, una lengua potica construida sobre una base concreta pero que se despegaba
de los usos concretos, y era empleada por poetas, juglares y trovadores que, como en su
Carta-Prohemio indicaba el marqus de Santillana, no tenan que ser por fuerza portugueses
o gallegos. Una lengua potica, en fin, de la que los poetas trovadorescos se servan junto
con la lengua castellana -recurdese que casi todos conocan las dos- hasta que en el
Cancionero de Baena fue a encontrar el final de su existencia.

La lengua que usaban por los aos 1370 a 1400 los poetas cortesanos era ya un sistema
en el que el anterior predominio del gallego-portugus iba progresivamente desapareciendo
de la lrica para ir dejando paso a un castellano cada vez ms exento de prstamos ajenos.
No es posible negar que hay todava galleguismos en las composiciones de Gerena -quiz
se deba hablar, ms que de lusismos o galleguismos, de meras pervivencias de aquella
lengua potica que iba desapareciendo ya-, pero en todo caso representan slo un pequeo
porcentaje del conjunto lxico. El resto es, sin duda, castellano. Un castellano impuro, un
castellano rido, plasmado en una grafa -de posible influencia alfons-que an estaba por
fijar; pero, evidentemente, el castellano que entonces usaba la primera poesa cancioneril.
Todava a fines del siglo XIV -comenta Menndez Pidal- seguan empleando a veces el
gallego muchos poetas castellanos, como Pero Gonzlez de Mendoza, Garci Fernndez de
J erena, Alfonso lvarez de Villasandino, y aun en pleno siglo XV rinden culto a tan arcaica
costumbre el mismo marqus de Santillana, Gmez Manrique y hasta varios poetas
aragoneses.

Dicho en trminos cuantitativos: solamente en un par de poemas de Garci Fernndez son
muy visibles los galleguismos (en los nmeros 555 y 566 del Cancionero de Baena); en
otros son muy escasos (nmeros 556, 557, 558, 559 y 565); en los restantes (los nmeros
560, 561, 562, 563 y 564) ya no aparecen en absoluto.

As pues, no parece haber duda, y con ello dejamos zanjado tambin este punto: la
poesa del Cancionero, la poesa de Gerena, es poesa castellana. Por consiguiente, tampoco
desde el punto de vista lingstico tendra que haber inconveniente alguno para catalogarle
a l, entre los poetas andaluces conocidos -y reconocidos por su origen-, como el primer
lrico castellano del que se tiene noticia documental. O uno de los dos primeros, si
queremos llevar la prudencia, probablemente, hasta la exageracin.


Y lo mismo podramos decir, finalmente, en cuanto a su andalucismo. De que naci
en territorio andaluz, y en concreto en la villa sevillana de Gerena, tampoco cabe dudar.
Como es archisabido, los autores medievales, y tambin los de pocas posteriores -incluso
de la actual en muchos casos-, solan mencionar o aadir el nombre de su ciudad o pueblo
natal a sus respectivos patronmicos: Rodrigo Daz de Vivar, Gonzalo de Berceo, Alfonso
lvarez de Villasandino, J uan Alfonso de Baena...

Sobre este tema precisamente ha comentado Amador de los Ros que era costumbre de
los tiempos medios, y aun de los ltimos siglos, hasta fijarse los apellidos, el adoptar tanto
los nobles como los plebeyos, el nombre del pueblo en que nacan, siempre que se hallaban
distantes de l o se hacan insignes por algn concepto.

El propio Menndez Pidal, refirindose a Gerena, dice de l textualmente: ...llevado
por deshonra y pobreza a sentimientos anacorticos, retirse con su juglaresa mora a ser
ermitao entre los olivares de J erena, a cuatro leguas de Sevilla, donde escribi canciones a
la Virgen y ascticos decires, animados frecuentemente con acentos de verdadera
devocin. Si se llamaba a s mismo Garci Fernndez de Gerena y ermitao quiso hacerse
cerca de Gerena, no hay por qu alimentar grandes dudas de que naci en esta villa.

Si Brian Dutton y J oaqun Gonzlez Cuenca, en su esplndida edicin del Cancionero
baenense, dicen que naci en Gerena (J an), obviamente esto no es ms que un simple
gazapo tipo-topogrfico. (En cualquier caso, como reza el cantar popular, no hay quien
diga de J an que no es de tierra andaluza...) Pero la verdad es que nunca existi villa o
ncleo alguno de poblacin con el nombre de J erena, Xerena o Gerena en la provincia
jiennense.




Fue andaluz el Arcipreste de Hita?
Nuestra creencia de que Garci Fernndez es, o puede ser, el primer poeta andaluz con
nombre conocido de la lrica en lengua castellana se esfumara de manera instantnea de ser
cierta la hiptesis del supuesto nacimiento del Arcipreste de Hita en tierra andaluza,
concretamente en la actual Alcal la Real, provincia de J an. Esta hiptesis la propusieron
hace ms de veinticinco aos los profesores E. Sez y J . Trenchs. Y dado que el Arcipreste
vivi entre finales del siglo XIII y mediados del XIV (antes, por tanto, que Garci Fernndez
de Gerena), l sera sin duda, de verse confirmada esta teora, el primer poeta lrico
andaluz, no slo en cuanto a categora sino inclusive en el tiempo. Ocioso es decir que, si
nos atenemos a su genio y a la calidad de su poesa -para s la quisiera el poeta gerenense!-
, J uan Ruiz lo sera con todos los honores y merecimientos.

Vale la pena resumir aqu la hiptesis de los dos citados profesores. La presentaron
como ponencia al Congreso Internacional mencionado, celebrado en Barcelona en 1972
bajo la direccin de Manuel Criado de Val, y la fundamentaron en una serie de documentos
copiados del Archivo Secreto Vaticano, del existente en el Colegio de Espaa de Bolonia y
de otros diferentes archivos eclesisticos, los cuales daban noticia de un tal J uan Ruiz de
Cisneros que, en opinin de los investigadores, bien poda ser el autor del Libro de Buen
Amor.

Segn los ponentes, este J uan Ruiz (o Rodrguez) de Cisneros -hijo natural de un tal
Arias Gonzlez (prohombre palentino de la casa de Cisneros que fue hecho prisionero por
los musulmanes) y de una cristiana cautiva tambin- naci en tierra de al-Andalus, en la
antigua Alcal de Benzayde, la Alcal la Real de despus de la conquista, en la actual
provincia de J an. Sobre la biografa del personaje aportaron al Congreso una serie de datos
en virtud de los cuales afirmaron que se trataba del futuro Arcipreste de Hita, el cual,
siendo nio todava, fue liberado y puesto bajo la tutela de un to paterno suyo, Obispo de
Sigenza, que fue quien le hizo estudiar la carrera eclesistica, en la que lleg a ser
cannigo y familiar del Arzobispo de Toledo, don Gil de Albornoz.

No tenemos noticia de que los citados profesores hayan explicado la vinculacin del tal
J uan Ruiz de Cisneros con la villa de Hita, ni de que hayan ofrecido convincentes pruebas
que permitan otorgarle la autora del Libro. Por lo que sabemos, la hiptesis de Sez y
Trenchs sobre la naturaleza andalus o andaluza del Arcipreste ha sido tenida en cuenta
pero no rotundamente validada por la crtica posterior, aunque provisionalmente se
avinieran a aceptarla algunos investigadores eminentes, entre ellos Criado de Val, M. Alvar
y J . Rodrguez Purtolas. Este ltimo ha escrito sobre el tema: Investigaciones
relativamente recientes apuntan a sealar unos datos -muy cuestionados, dicho sea de paso,
por las crticas que bien podemos llamar occidentalistas- sobre la vida de J uan Ruiz,
Arcipreste de Hita; todo ello segn informaciones textuales. De este modo, su verdadero
nombre sera J uan Ruiz de Cisneros, hijo de un noble castellano cautivo en tierras de al-
Andalus, donde habra nacido J uan Ruiz [obsrvese el empleo del modo potencial, con el
que nada se asegura ni rechaza] en 1295, precisamente en esta Alcal la Real o de Ben-
Zayde. Ya en Castilla habra sido protegido por la reina Mara de Molina y por un to
paterno, obispo de Sigenza, y alcanzado diversos cargos eclesisticos. A la hiptesis
de Sez y Trenchs se adhera tambin, en el congreso sobre Estudios de Frontera: Alcal la
Real y el Arcipreste de Hita celebrado a finales de 1995 en la propia Alcal la Real, el
profesor marroqu Ahmed Benremdane, quien -no esta vez de una forma posible o
potencial, sino de manera concluyente- afirmaba en su comunicacin: Ya se sabe -gracias
al profesor Sez y a su equipo de la Universidad de Barcelona- que el Arcipreste naci en la
Espaa musulmana, en Alcal la Real o Alcal de Benzayde (Beni Said), donde pas toda
su infancia (hasta la edad de diez aos).

Sin embargo, no toda la crtica se ha prestado a dar idntica acogida a la propuesta.
Otros estudiosos e investigadores que han analizado la figura y la obra del Arcipreste en los
ltimos aos -es decir, despus del Congreso Internacional de Barcelona- en el mejor de los
casos apenas se limitan a dejar una mera constancia del trabajo de investigacin de los
profesores Sez y Trenchs. As, el tambin profesor J ess Menndez Pelez, de la
Universidad de Oviedo, en su edicin del Libro, comenta simplemente: En dos momentos
de la obra (estrofas 19 y 575) el autor nos dice que se llama J uan Ruiz, y que ejerce el cargo
eclesistico de Arcipreste de Hita. Qu personalidad se esconde detrs de este nombre? Lo
desconocemos. A pesar de los intentos por buscar referencias histricas [sin duda alude,
entre otros, a los mencionados profesores Sez y Trenchs], la personalidad del autor sigue
siendo una de las incgnitas que plantea la obra; se puede decir que lo nico cierto que
sabemos de su autor es que se llama J uan Ruiz y que desempe el cargo eclesistico de
Arcipreste de Hita; todos los dems datos, que pudieran esclarecer su biografa, no tienen
ms apoyo que la forma autobiogrfica -de naturaleza ms bien literaria que real- en que
est escrita la obra.

Otro que solamente da un valor relativo a la hiptesis de Sez y Trenchs es Alberto
Blecua, quien, en su completsima edicin del Libro de buen amor (la cuarta de las que ha
publicado, la de 1998), dice literalmente en nota a pie de pgina: Para quienes apoyan la
tesis del mudejarismo, a la zaga de don Amrico Castro, presenta grandes atractivos
[tampoco este editor afirma o niega nada por su cuenta] la figura de J uan Rodrguez de
Cisneros, hijo ilegtimo nacido en tierra de moros y ligado posteriormente a don Gil de
Albornoz (Vid. E. Sez y J os Trench, J uan Ruiz de Cisneros, 1295/1296-1351/1352,
autor del Libro de buen amor, Actas I Congreso..., pp. 371-388). Pero Blecua no se
atiene slo a la propuesta de estos profesores. En la misma nota alude, como de pasada, a
otros dos candidatos a autor de la obra maestra presentados igualmente en sociedad en
el mismo Congreso de Barcelona: un segundo J uan Rodrguez, maestro de cantores del
monasterio de las Huelgas en Burgos (Vid. J os Filgueira Valverde, J uan Ruiz en
Burgos, Actas I Congreso..., pp. 369-370), e incluso un tercer J uan Ruiz apadrinado esta
vez por Toms Calleja Guijarro (Era el Arcipreste de Hita segoviano?, Ibid., pp. 371-
388").

Muy explcito es, acerca de este tema del posible origen andaluz del Arcipreste, el
hispanista britnico G.B. Gybbon-Monypenny, el cual, en la parte introductoria de su
edicin del Libro de Buen Amor, escribe lo siguiente: Durante los ltimos aos, la
investigacin ha revelado lo que era de esperar: que en aquella poca bastantes seores se
llamaban J uan Ruiz (o Rodrguez), entre ellos varios clrigos. En su libro reciente [Henry
A. Kelly, Canon Law and the Archpriest of Hita, Binghamton, New York, 1984, Appendix,
pp. 116-119], el profesor Henry A. Kelly identifica a nada menos que 16 clrigos
castellanos llamados J ohannes Roderici en los registros papales para los aos 1305-1342.
Pero no hay nada que conecte a ninguno de ellos ni con el Arciprestazgo de Hita ni con el
Libro de buen amor.

La mencin en la c. 1690 del arobispo don Gil -aade el mismo editor-, y la
declaracin por el copista del ms. de Salamanca, en su apostilla final (despus de la c.
1709), de que el Arcipreste de Hita compuso el libro seyendo preso por mandado del
Cardenal don Gil, Arobispo de Toledo, ha llevado a los investigadores a buscar huellas
de algn J uan Ruiz que hubiese tenido relaciones con el cardenal. El profesor Emilio Sez y
su discpulo J os Trenchs, quienes vienen estudiando la materia albornociana en los
archivos del Vaticano, anunciaron al Primer Congreso Internacional sobre el Arcipreste de
Hita (en junio de 1972) que haban identificado al autor del Libro de buen amor en la
persona de un tal J uan Rodrguez (o Ruiz) de Cisneros, hijo ilegtimo de un noble
palentino, nacido en 1295 1296, protegido en su carrera eclesistica por Albornoz, y
muerto en 1351 1352. Pero, como en el caso de los dems J uan Ruiz identificados hasta
la fecha, no hay nada que conecte a este seor ni con el Arcipreste ni con el Libro. (Los
subrayados son nuestros.)

El mismo Gibbon-Monypenny menciona todava en su comentario una posterior
aportacin, hecha por Francisco J . Hernndez y publicada en la revista La Cornica (The
Venerable J uan Ruiz, Archpriest of Hita, XIII.1 (1984), pp. 10-22), consistente sobre todo
en una frase que combina en una sola persona el nombre y el oficio del personaje. La frase
en cuestin figura en el texto de una sentencia, dictada el ao 1330 por un cannigo de
Segovia, con la que se resolva una larga disputa eclesistica, y en ella se alude a un
uenerabilibus J ohanne Roderici archipresbitero de Fita. Desde luego no est probado -
dice Gibbon-Monypenny- que este venerable J uan Ruiz (o Rodrguez) sea el autor del
Libro de buen amor, ni sabemos nada de l tampoco; pero la coincidencia de nombre, oficio
y fecha es significativa.

Ms explcito y significativo es an el comentario crtico de otro especialista en J uan
Ruiz, J os Luis Girn Arconchel, quien en la introduccin a su edicin del Libro se refiere
tambin a las citadas investigaciones en torno a la vida y la personalidad del Arcipreste:
Ya se ha dicho -escribe- que la biografa histrica de J uan Ruiz, hoy por hoy, es
imposible. Carecemos de los documentos necesarios para narrarla. Con todo, Filgueira
Valverde pretende identificar al autor del Libro de Buen Amor con un J ohannes Roderici o
J ohan Rodrigues mencionado en el Cdice musical de Burgos como maestro de canto del
monasterio de las Huelgas. Pero se trata de una hiptesis apoyada en rasgos estilsticos y
sin fundamento documental.

Despus de indicar que resulta ms interesante la propuesta de E. Sez y J . Trenchs,
basada en documentos (que no citan) del Archivo Secreto Vaticano, del Archivo del
Colegio de Espaa en Bolonia y de otros archivos eclesisticos espaoles, este otro
estudioso de la figura y la obra del Arcipreste concluye su juicio sobre el tema con estas
palabras: Sez y Trenchs no han publicado todava los documentos en que, al parecer, se
basa esta biografa. Debemos considerarla, pues, como una hiptesis verosmil [seguimos
subrayando] que explica el mudejarismo de J uan Ruiz y otros aspectos (su formacin
cultural, su conocimiento del mundo y de la sociedad, su relacin con don Gil de Albornoz)
a los que se haba llegado por conjetura partiendo de la lectura del Libro de Buen Amor.

Sin embargo, quien ms rotundamente ha refutado, a nuestro parecer, los indicados
trabajos de investigacin sobre el autor del Libro ha sido, sin ninguna duda, el catedrtico
de Literatura espaola medieval de la Universidad Complutense de Madrid, Nicasio
Salvador Miguel. En el estudio preliminar a su excelente edicin modernizada del Libro de
buen amor, refirindose a los trabajos publicados en las Actas del I Congreso Internacional
sobre el Arcipreste de Hita de 1972 ha escrito lo siguiente: En uno de ellos [el ya citado de
T. Calleja Guijarro, Era el Arcipreste de Hita segoviano?, Actas...,Barcelona, 1973, pp.
371-378, al que califica de muy despistado y confuso], se lanza la hiptesis de un origen
segoviano y hasta se pretende establecer Valdecasas como pueblo natal, conclusin a la que
se llega despus de sumar una ristra de suposiciones gratuitas al error de homologar al
poeta y al protagonista.

Luego de aludir tambin a la sugerencia lanzada por J . Filgueira Valverde [J uan Ruiz
en Burgos, Actas, pp. 369-370], sobre la que simplemente dice que insina la asimilacin
del escritor con un maestro de canto de Las Huelgas, Nicasio Salvador Miguel se refiere a
la hiptesis de Sez y Trenchs, los cuales prometieron un libro con pruebas, del que nada
se ha vuelto a saber; y aade: (...) Mas, por desgracia, las investigaciones de los
profesores Sez y Trenchs no iluminan los posibles lazos entre ese J uan Ruiz de Cisneros y
la villa de Hita, ni llenan el vaco que ms nos interesa (ninguna noticia entre 1327 y 1330,
por una parte, y entre esta fecha y 1343, por otra), ni facilitan un hilo que vincule a esa
persona con el Libro de buen amor. Tales oquedades, anlogas a las que se encuentran en el
artculo de Filgueira, impiden dar por buena la identificacin, aunque el contacto con don
Gil de Albornoz -nico personaje coetneo citado en el texto de manera expresa- es digno
de inters. No se entiende bien, en todo caso, el crdito otorgado por algunos eruditos a esta
teora.

En resumidas cuentas, nada seguro. Por tanto, lo nico que cabe deducir es lo que ya
sabamos: sigue sin saberse a ciencia cierta ni el lugar exacto del nacimiento del Arcipreste
ni cul fue su verdadera personalidad. De aceptarse el supuesto, improbable, de que el
Arcipreste es el real protagonista de su Libro, tendra que aceptarse tambin que si J uan
Ruiz hace decir de l mismo a la Trotaconventos -cuando la enva a preparar su frustrada
conquista de la mora- aquello de Fija, mucho vos saluda uno que es de Alcal (c. 1510),
lo mismo puede estarse refiriendo a la andaluza Alcal la Real que, como desde tiempo
atrs se vino suponiendo, a la villa castellana de Alcal de Henares. En rigor no se puede
dar ms crdito a la hiptesis de Sez (ni tampoco a las otras) que a las tradicionales que
relacionaron el lugar de nacimiento del poeta con las provincias de Segovia, Burgos y
Guadalajara. Unas hiptesis, estas ltimas, que adems concuerdan plenamente con la
topografa citada en el poema.

As pues, no encontramos razones de peso que se opongan de manera clara y
concluyente a nuestra personal iniciativa de conceder a Garci Fernndez de Gerena el
posible honor -ms fortuito, sin duda, que merecido por su poesa, como ya dejamos
anotado- de que lo proclamemos el primer poeta lrico andaluz, con nombre, obra y origen
conocidos, de la lengua y la literatura de Castilla. (Todo lo ms, de no ser el primero,
tendra que ser el segundo, despus del Arcipreste, lo cual no representara tampoco
menguado honor.) Siendo as parecera como si la Historia quisiera desagraviarle
otorgndole tal privilegio, tras haberse ensaado con l mostrando nicamente el lado
negativo de su vida.




Dos lricos castellanos del siglo XIII (pero de obra y origen desconocidos)
En el subttulo de este trabajo adelantbamos nuestra propuesta de que Garci Fernndez
de Gerena sea reconocido y admitido como el primer poeta lrico castellano con nombre y
obra conocida de entre los nacidos en Andaluca. Por qu precisamos lo de con nombre y
obra conocida? Ya vimos que hay poemas conocidos cuyos ignorados autores tambin,
acaso, nacieron en Andaluca, e incluso antes que l, como el annimo autor de la Vida de
San Ildefonso, del que slo se sabe que fue Beneficiado en beda. Situmonos ahora en el
caso inverso y hagmonos esta pregunta: pudo haber poetas lricos andaluces, con
nombres conocidos y documentados, que vivieran antes que Garci Fernndez, aunque de
sus obras nicamente se sepa que tuvieron que escribirla en castellano?

Pudo haberlos. Mejor dicho, los hubo. Por lo menos hubo dos. Sin embargo, hoy por
hoy, slo sabemos sus nombres. Y que vivieron antes que Garci Fernndez; y que
escribieron sus versos en castellano. Que fueran andaluces o no, eso s podr ponerse en
duda. Si no lo fueron, desde luego vivieron en Andaluca y aqu se dieron a conocer hacia
mediados del siglo XIII (cien aos largos antes que el poeta gerenense). Lo que nos es
totalmente ignorada es su obra. Por mucho que, al menos la de uno de los dos, nos la haya
querido descubrir -o ms bien endosar, como vamos a ver en seguida- el por muchos
otros conceptos notable crtico e historiador Gonzalo Argote de Molina.

El caso es que, efectivamente, en el siglo indicado vivieron estos dos personajes, que
escribieron sus poesas -y poesas lricas al parecer- en la lengua vulgar castellana. Sus
nombres: Domingo Abad de los Romances y Nicols de los Romances, padre e hijo segn
todos los indicios. A ellos, al primero sobre todo, dedica Dmaso Alonso un documentado
y sagacsimo estudio de investigacin. Sus lcidas conclusiones -a las que nos adherimos,
como no poda ser menos- las resumimos en este captulo, en el que seguimos paso a paso
su indagacin y sus razonamientos; eso s, sin perder nunca de vista sus posibles
repercusiones sobre nuestra tesis en cuanto al decanato lrico con el que pretendemos
distinguir a Gerena entre los poetas castellano-andaluces.

Adelantmoslo ya: el resultado de la investigacin del insigne crtico y poeta
contemporneo, su veredicto final, es adverso a la sorprendente posicin de Argote de
Molina. Y favorable, sensu contrario, a la nuestra sobre Garci Fernndez.

El estudio de Dmaso Alonso lo titula Crtica de noticias literarias transmitidas por
Argote y lo incluye en el tomo II, primera parte, de sus obras completas.

Se refiere a un manuscrito de Argote de Molina que contiene la ms antigua versin del
Repartimiento de Sevilla en tiempos del Rey San Fernando y unos Elogios, que
asimismo son obra, sin duda, del erudito y humanista sevillano, de las personas notables
que en l aparecen. Dmaso Alonso transcribe una parte de ese texto -tal como sali de la
pluma de Argote- en la que se habla de un Domingo Abad de los Romances, caballero de
la criazn -criacion en el texto comentado- del Santo Rey, y de otro caballero, Nicols de
los Romances, que perteneci a la criazn de Alfonso X el Sabio y debi de ser hijo del
anterior. Argote de Molina dice que entre los libros de su biblioteca tena uno de coplas
antiquissimas, alguna de ellas de Domingo Abad, el cual, sigue diciendo Argote, deuio de
llamarse de los Romances por ser poeta castellano y hazer coplas en castellano, de donde
vinieron a llamarse Romances los cantares antiguos castellanos.

De que estos dos poetas existieron no parece haber ninguna duda. Tampoco la hay para
Dmaso Alonso -y esto ya debiera sernos suficiente. Nuestro eminente crtico y poeta
coincide con las versiones que hace (contra el criterio de Amador de los Ros) el moderno
editor del Repartimiento, J ulio Gonzlez, en las que se testimonia la existencia real de
Domingo Abad, quien efectivamente era de la criazn de San Fernando (el rey le dio
heredamiento en el trmino de Aznalfarache), y de su presunto hijo Nicols, que lo era
de la criazn de Alfonso el Sabio y que recibi su heredamiento en Pilas (Pilias) ques
en trmino de Aznalcaar. Asimismo admite Dmaso Alonso la cualidad de poetas que
confiere Argote a los Romances y con la que tampoco estaba de acuerdo Amador. Si a una
persona se le llamaba de los Romances -deduce Alonso- tena que ser porque escriba o
recitaba narraciones literarias en lengua vulgar, y es casi seguro que se trataba de
narraciones en verso; nuestros Domingo y Nicols deban de ser, segn esto, poetas o
juglares.

Va ms lejos incluso Dmaso Alonso cuando, tras insistir en que no hay motivo serio
para dudar que Domingo Abad y Nicols de los Romances eran poetas (y no simples
escribanos de la corte, como afirmaba Amador), basndose en una escritura que Ortiz de
Ziga dice haber hallado en el Archivo de la Santa Iglesia de Sevilla -en la que aparece
Nicols de los Romances como autor de unas trobas que hizo para el Rey-, no vacila en
emitir este juicio: Ellos, con Berceo, seran, pues, los primeros nombres de poetas de la
literatura espaola.

Hasta aqu, todo bien. Dmaso Alonso desmiente a Amador de los Ros y se alinea con
Argote de Molina afirmando la condicin de poetas de los Romances. Pero despus invierte
su postura y se pone del lado de Amador al rechazar la autora de una serranica que
Argote atribuye, de manera un tanto extraa, al mayor de los Romances. Segn nos informa
el autor de Hijos de la ira, Argote incluye en su manuscrito, con el Repartimiento y sus
Elogios, una serranica de Domingo Abad por el gusto de los curiosos. Pero qu es lo
que sucede? Pues sencillamente esto: que la tal serranica es tan slo una mera y fiel
reproduccin, con escassimas variantes, de las estrofas 1023-1027 del Libro de Buen
Amor. Se trata, pues, de un plagio descarado -esto no lo dice, bondadosamente, Dmaso
Alonso- del que no hay en absoluto que culpar al inocente Domingo Abad sino a don
Gonzalo Argote de Molina, que fue quien se lo adjudic, l sabra por qu razones.

Esta serranica supuestamente escrita por Domingo Abad la transcribe entera Dmaso
Alonso, quien la somete a careo, siguiendo los manuscritos de Gayoso y de Salamanca,
con las estrofas correspondientes del Libro de Buen Amor. Nosotros, para no fatigar al
lector ni desviarnos demasiado de nuestro particular objetivo, transcribimos aqu slo un
par de estrofas de la serranica junto a las del Arcipreste (stas pertenecen a la cuarta cantiga
de serrana del Libro) copindolas nicamente tal como aparecen en el manuscrito de
Salamanca, considerado el ms completo de los cdices:

Domingo Abad Libro de Buen Amor
(Segn Argote de Molina) Estrofa 1023

En somo del puerto En cima del puerto
cuidme ser muerto coid ser muerto
de nieve y de fro de nieve e de fro
y dese roco e dese roco
de la madrugada. e de gran elada.

Estrofa 1025
Dxele a ella: Dixe yo a ella:
Omllome, bella. Omllome, bella.
Dis: T que bien corres Diz: T que bien corres
aqu no te engorres, aqu non te engorres,
que el sol se recala. Anda tu jornada.

Obligado es preguntarse: quin copi a quin? Abad al Arcipreste o ste a aqul? En
principio se podra pensar que pudiera haber sido J uan Ruiz el que se apropiara de la
serranica del De los Romances. Pero, como ya se ha dicho, ni uno ni otro se copiaron; por
lo tanto, ninguno es culpable del desaguisado. Oigamos a Dmaso Alonso:

[ ... ] He llegado a convencerme de que la supuesta serranica del siglo XIII tiene
todas las trazas de ser una superchera: Argote la debi de tomar, sin ms ni ms, del Libro
de Buen Amor, adobndola para su propsito.

Hay que decir que tal adobamiento no era algo inslito en Argote de Molina. El
propio Dmaso Alonso nos hace tambin sabedores de otra falsificacin similar que hizo
ya, en el Discurso sobre la poesa castellana que va detrs de su edicin de El Conde
Lucanor, el ilustre crtico e historiador. En l transcribe Argote unos versos turcos que toma
de un libro de Bartholome Georgie Viz peregrino; pero lo hace utilizando un lenguaje
que no es de su poca, sino del siglo XIII o a lo sumo del XIV. Cmo de un texto
publicado en el siglo XVI tenamos una traduccin a un castellano medieval, se pregunta
perplejo Dmaso Alonso. Pero el enigma lo aclara en seguida: Argote hizo la traduccin
sobre una versin en latn y, por un capricho absurdo, en lugar de verter al castellano que
l hablaba y escriba, se le ocurri hacerlo a una 'fabla' medieval.

Pero volviendo a la versin del texto de J uan Ruiz que Argote atribuye falsamente a
Domingo Abad. Aade Dmaso Alonso: Despus de haber pasado por esta experiencia
podemos ya considerar algo ms tranquilamente el caso de la supuesta serranica. Quien
haya ledo lo que antecede [se refiere a la retroactividad que a los indicados versos turcos
adjudica por su cuenta y riesgo Argote de Molina] tiene que inclinarse a esta solucin: los
retoques que caracterizan la serranica (comparada con el Buen Amor) se hicieron para
dar an ms ptina de antigedad a la obrita.

Dmaso Alonso termina diciendo que Argote tom las citadas estrofas de un manuscrito
del Libro de Buen Amor que figuraba en su biblioteca, e insiste en que el hecho de verlo
adobando su lengua -en la traduccin de los versos turquescos- para hacerla ms arcaica, le
lleva a considerar superchera la serranica y su atribucin a Domingo Abad; y a suponer,
en definitiva, que Argote no hizo sino arrancarla de unas estrofas del Libro del Arcipreste.

Finalmente, vacilando por un lado entre la compasin y el respeto que senta por Argote
de Molina y su insobornable amor a la verdad por otro, Dmaso Alonso concluye su
estudio con estas palabras: No tengo la prueba, pero medito an una vez ms antes del
irremediable punto final y digo: s, estoy convencido de que debe de ser una falsificacin.

Concluimos nosotros. Los de los Romances existieron en verdad. Y en el siglo XIII. Y
fueron poetas. Y escribieron en lengua castellana. Pero qu escribieron? Al margen de la
serranica que Argote de Molina quiso regalar, magnnimo l, al mayor, no se sabe nada en
absoluto. Y adems, podemos preguntarnos: fueron realmente andaluces? El haber
pertenecido a las criazones o servidumbres de Fernando el Santo y Alfonso el Sabio no nos
aclara nada: lo mismo pudieron haber llegado con sus seores desde tierras de Len o de
Castilla que haber nacido ambos en Andaluca.

Por tanto, nuestra hiptesis sobre la precedencia de Gerena en el catlogo de andaluces
en la lrica en lengua castellana, queda en pie tambin por este lado. Esta vez conocemos el
nombre de un poeta que, anterior a l en el tiempo, debi de escribir sus romances o versos
en castellano. Pero desconocemos qu es lo que escribi. Su nombre ha llegado a nosotros,
pero no su obra. En consecuencia: seguimos sin saber de ningn poeta lrico andaluz con
nombre y obra conocida que fuera ms antiguo que Garci Fernndez.




Todo lo que se sabe de la vida de Garci Fernndez de Gerena
Cara y cruz en la vida de Garci Fernndez de Gerena
No parece muy probable ya que, al margen de las rbricas baenenses, sean muchos los
datos de primera mano que en el futuro puedan obtenerse sobre la vida de Garci Fernndez.
No existan en su poca, segn el profesor Cabrera Muoz, archivos parroquiales que
hubiesen permitido conocer, a travs de los libros de bautismos, matrimonios y
defunciones, datos referentes a la poblacin, y en los archivos actuales a los que nosotros
hemos podido acceder no hemos encontrado nada. En la villa de Gerena, a veintisiete
kilmetros de Sevilla, tampoco se conserva documento alguno que haga referencia a su
vida o a su obra. El antiguo archivo parroquial gerenense, en el que tal vez habra podido
hallarse todava alguna noticia de l, o alguna pista al menos, por desgracia qued destruido
en un intencionado incendio que la iglesia del pueblo sufri por los aos inmediatamente
anteriores a la guerra civil espaola.

La villa o aldea de Gerena -conquistada a los moros por Fernando el Santo en 1247, un
ao antes que la conquista de Sevilla- tuvo que sufrir una importante despoblacin a partir
de la toma del pueblo por las huestes castellanas. En la dcada de 1430, su poblacin era,
segn los padrones municipales, de slo 99 vecinos (esta cifra subi a ms del doble cinco
dcadas despus -exactamente a 204 vecinos- en una segunda fase repobladora, de acuerdo
con los padrones de hacia 1480). Pero antes de la poca de Garci Fernndez y hasta el
ltimo tercio del siglo XIII, el volumen de habitantes de derecho debi ser bastante
superior.


Grabado de Gerena a mediados del siglo XVI segn la obra Ciudades del Orbe de la Tierra,
en la que se alude a la localidad como lugar famoso cercano a Sevilla.






Gerena tuvo que sufrir una primera gran regresin demogrfica cuando la sublevacin
de los mudjares andaluces en 1264, tras la cual se produjo la expulsin de muchos y un
xodo masivo de la poblacin musulmana. La revuelta ocasion, como indica el profesor
Gonzlez J imnez, un vaco poblacional y que muchos lugares quedasen despoblados -uno
de ellos, sin duda, Gerena- al no ser ocupados inmediatamente por los primeros
repobladores venidos del Norte. Algn tiempo despus, hacia mediados del siguiente siglo,
todava padecera el vecindario gerenense una nueva regresin -como sucedi en general en
toda Andaluca- debido a varias importantes causas, entre ellas la gran mortandad
ocasionada por la Peste Negra, los malos aos agrcolas y la hambruna consiguiente. Slo
as puede explicarse la escasa poblacin que registran los padrones de Gerena por los aos
1430.

Aunque el ao de su nacimiento no es posible fijarlo con exactitud, nuestro poeta debi
de nacer hacia 1340, poco ms o menos, y vivir hasta los primeros aos de la centuria
siguiente. Segn Amador de los Ros, en 1401 ya se encontraba de nuevo en Castilla, de
vuelta de su estancia en tierras granadinas, y en algn lugar del reino castellano debi pasar
los postreros aos de su vida, viejo ya, derrotado y en unas circunstancias muy penosas.

Parece seguro que an viva en 1406, el ao de la muerte de Enrique III. Solamente dos
contaba entonces el hijo y sucesor de este monarca, J uan II, del cual fue doncel, segn nos
informa tambin J uan Alfonso de Baena, otro poeta de su Cancionero, Ferrand Manuel de
Lando. ste, en una de sus composiciones -la incluida en la compilacin con el nmero
279, que en su momento comentaremos- formul a Garci Fernndez, cosa frecuente en la
poesa cortesana, una irnica pregunta que o no tuvo respuesta de nuestro poeta o Baena no
crey oportuno insertarla en su recopilacin. Lando, doncel o paje del Rey en la infancia
del monarca, sin duda era muy joven en 1406, ya que el soberano nio, lgicamente, no
tendra necesidad de un paje a su servicio antes de cumplir siquiera dos aos de vida.


Garci Fernndez de Gerena fue, durante aos, trovador de la corte de J uan I de Castilla
hasta que fue expulsado de ella por su casamiento con la juglara que avia sido mora. La
foto reproduce un grabado de la Genealoga de los Reyes por Alonso de Cartagena
(Biblioteca del Palacio Real de Madrid) en el que aparecen el monarca, sus dos esposas,
Leonor de Aragn e Isabel de Portugal, sus hijos Fernando y Enrique y el momento de su
muerte, ocurrida al caer de un caballo.


Quiere esto decir que la pregunta citada se la hara Ferrand Manuel a Garci Fernndez
como muy pronto hacia 1406, pues antes de ese ao no slo no tendra edad para componer
poesas sino mucho menos la madura maldad indispensable para zaherir a Gerena con la
experta socarronera con que lo hizo, impropia de un chiquillo. Lo cual nos lleva a la
conclusin de que del hecho mismo de retar Lando a Gerena a un duelo literario se infiere,
sin posible error, que el poeta gerenense an viva por la indicada fecha. No cabe pensar
que la pregunta-reto se la hiciera el retador estando ya muerto el retado.

De su infancia y juventud se ignora todo. Es seguro que adquiri una aceptable
preparacin literaria -para su tiempo naturalmente-, probablemente en algn monasterio
prximo a Sevilla, en Toledo o en otro lugar de Castilla si es que pronto abandon, como
parece, su villa natal. En algunos monasterios se enseaba entonces el trivium y el
quadrivium, de manera que Garci Fernndez pudo conocer probablemente al menos las tres
artes liberales que componan el primero: gramtica, retrica y dialctica; es decir, las artes
triviales que incluan el estudio de la literatura en la Edad Media y cuyo desarrollo, segn
Lpez Estrada, constituye en trminos generales lo que hoy llamamos Letras, en tanto que
las artes del quadrivium fueron el origen de las Ciencias. Hemos, pues, de suponer que un
Estudio General o, con ms seguridad, un Estudio Particular o alguna de las escuelas
menores regidas por clrigos (escuelas de cantar y leer) citadas por Gonzalo de Berceo en
los Milagros de Nuestra Seora, tuvieron que ser los cauces de la formacin cultural -no
muy slida sin duda, segn todos los indicios- que consigui adquirir nuestro poeta.

Las primeras noticias que Baena suministra de Garci Fernndez nos lo muestran ya en la
corte de don J uan I de Castilla, bien visto por todos y gozando de las prerrogativas y
privilegios que se dispensaban a los trovadores y juglares de prestigio. Su vida quiz fuera
itinerante, como en parte lo era por entonces la de los soberanos. Acaso disfrutara de una
quitacin, renta o salario mensual, adems de gozar de los regalos en alimentos y paos
(ropa de vestir) con que los monarcas y los nobles solan distinguir a menudo a la tribu
juglaresca que les amenizaba sus frecuentes fiestas y banquetes.

Sin embargo, esta cmoda y feliz situacin empezara a quebrarse -y ya, a partir de ah,
todo seran errores y desdichas para l- cuando Garci Fernndez fue a caer en las redes del
amor de la juglara que ava sido mora. (Subrayamos lo de que haba sido mora: cuando
Gerena decide casarse con ella, en realidad no va a unirse a una mujer de religin islmica,
sino a una que antes lo fue, pero que ya, sin duda, habra tenido que abrazar la fe cristiana.)

Lo cierto es que Garci Fernndez se enamora de su juglaresa tornadiza. Baena dice
que existieron dos razones de este amor: que la juglara era muger vistosa y que el
enamorado crey que era rica. Dos razones muy humanas, por decirlo as, pero que el
malicioso Baena parece como si las quisiera presentar envueltas en un cierto tono burlesco.
Como quiera que fuese, nuestro poeta, llevado del amor o la pasin, no se lo piensa mucho:
le pide permiso al Rey para su casamiento con la ex mora y el Rey se lo concede. Se lo
concede, pero, eso s, desposeyndole de la privanza de que hasta entonces gozaba Las
concretas razones que diera el monarca son desconocidas.

(Por lo que se ve, las juglaras de ascendencia rabe eran admitidas y hasta agasajadas en
la corte como cantaderas o danzaderas, pero no eran aceptadas como esposas cristianas de
un poeta o trovador ajuglarado como Garci Fernndez. Su pasado musulmn, al parecer, no
se les perdonaba fcilmente.)

Es perfectamente verosmil que en la decisin del Rey de quitarle a Gerena su privanza
influyera tambin otra razn, adems de la de ndole tnico-religiosa. El desastre de
Aljubarrota frente a Portugal -a cuyo trono aspiraba J uan I de Castilla por su matrimonio
con Doa Beatriz, heredera de la corona portuguesa a la muerte del rey Don Fernando, su
padre- sumi al monarca castellano en tan triste estado de arrepentimiento y en tan honda
depresin que estuvo mucho tiempo retrado y alejado por completo de las fiestas
cortesanas. En tales circunstancias, poco o nada tendran que hacer los poetas y juglares en
una corte invadida por un clima de tristeza y pesadumbre. Es muy posible que la drstica
medida de expulsarle la adoptara el Rey ms que nada contrariado por la impertinente
peticin de Gerena. Debi estar, tras la derrota, fcilmente predispuesto a mostrarse severo
y hostil con cualquiera, pero ms, probablemente, con quienes ya no podan divertirle.
Como tambin es posible que a nuestro poeta tampoco le importase demasiado salir de una
corte donde ni l ni su mujer podan encontrar ya el clima ms adecuado para el ejercicio de
sus lricos y ldicos quehaceres.

No poda, en cambio, pesar por entonces en el nimo del Rey el famoso criterio de la
limpieza de sangre. Esta obsesin colectiva surgi despus, en el siglo XVI. En cualquier
caso, la compaera de Garci Fernndez, tras convertirse al catolicismo, adquira la
condicin de conversa, y parece ser que los musulmanes conversos no empezaban ya a
gozar de buena fama, ni siquiera de alguna simpata, en la corte castellana, aunque se los
tolerase y pudieran convivir con los miembros de otras religiones. No slo se los segua
considerando apstatas e incluso sospechosos de fingidas conversiones -igual que ocurrira
ms tarde con los judos conversos, y an despus con los moriscos granadinos, muchos de
los cuales fueron acusados de practicar la taqiyya o disimulacin-, sino que se supona que
hasta se podan seguir relacionando con gentes de su antiguo credo musulmn, resultando
as, por tanto, secretos enemigos del monarca.

Sea como fuere, lo cierto es que, aun teniendo Gerena un cierto prestigio en la corte -
donde sin discusin se le estimaba al menos como buen conocedor del arte de trovar-, su al
parecer inslita demanda de casar con una juglara que haba sido mora suscit las iras del
monarca, el cual, irritado como estaba por su fracaso ante los portugueses, no dud en
decretar el fin de la privanza de su trovador y su inmediata expulsin del entorno palaciego.

Nuestro impulsivo poeta, ciegamente enamorado de su juglaresa y persuadido, como lo
estara sin duda, de que con la riqueza de su bella dama ya no tendra que seguir
dependiendo del favor real, en principio acepta de buen grado la prdida de la privanza y se
marcha de la corte con su esposa. Todo esto debi de ocurrir en torno a 1385, segn se
puede inferir de una rbrica baenense.

Pero no hubo de pasar mucho tiempo tras su casamiento cuando descubri que haba
sido engaado en lo de la fortuna de su esposa, la cual result, como dice Baena, que non
tena nada. Aqu se iniciara la cruz de su nueva y asendereada existencia. Sus desdichas
comenzaron a partir de entonces. Perdida la privanza del monarca y descubierto el engao
de la inexistente riqueza de su juglara, nuestro poeta, que hasta aquel momento debi de
haber vivido entre honores y regalos -al menos sin problemas econmicos-, de repente se
encuentra con que lo ha perdido todo. Todo, menos la juglara. Es entonces cuando
determina retirarse a su villa de Gerena y buscar refugio espiritual en una ermita perdida
entre los olivares de su trmino.

Estando en la ermita -se supone que en ella permaneci varios aos, seguramente tres-
Garci Fernndez parece que compuso, como veremos despus, sus compungidas
composiciones y las de contenido religioso, entre las que destaca la linda cantiga Virgen,
flor de espina, una de las mejores producciones, acaso la mejor, de su discreta obra
literaria.

Sin embargo, siempre segn las noticias que nos da Baena, nuestro apasionado trovador
decide un buen da dar por terminada su estancia en el eremitorio de su pueblo e ir en
peregrinacin a J erusaln. J uan Alfonso dice en otra de sus rbricas que no haba intencin
religiosa en su declarado propsito de peregrinar a Tierra Santa, sino slo el deseo de
abandonar su vida de ermitao para instalarse en el reino de Granada y all apostatar de su
religin cristiana.

En qu pudo basarse J uan Alfonso de Baena para endosarle esta intencin premeditada
y sucia? Y por qu asegura tan resueltamente que sus cantigas y decires religiosos
encubran el propsito de renegar de la fe de sus mayores? Cmo podra saber que en
realidad enfinga de muy devoto contra Dios? Tena quizs Baena el don de penetrar en
lo profundo de los corazones? Cuando examinemos las composiciones de Garci Fernndez
veremos que no slo no parece que fueran dictadas, como dice el lenguaraz compilador, por
la hipocresa, por un preconcebido propsito hertico o por una fingida piedad, sino que,
por el contrario, estuvieron animadas frecuentemente -es la docta opinin de Menndez
Pidal-, con acentos de verdadera devocin.

Si recordamos lo que el propio J uan Alfonso deca de su lengua -barrena que cercena
cuanto halla-; si nos atenemos a la literalidad de los versos de Gerena; y si damos crdito a
los pos y nobles sentimientos que en ellos expresa, no debe resultar descabellado colegir
que su inicial intencin tal vez fuera -por qu no?- marchar de buena fe a J erusaln, y que
slo durante el viaje, o repentinamente - al tocar su embarcacin en el puerto de Mlaga-,
decidiese no seguir, impulsado quiz por otro sbito arranque de su carcter irreflexivo y
arrebatado o por cualquier otra causa. Pero estas no dejan de ser, como es obvio, ms que
meras y simples hiptesis (y esta vez, reconozcmoslo, sin mayor razn ni fundamento).

Lo que parece indudable, de acuerdo siempre con las informaciones de Baena -las
nicas que se tienen, no se olvide-, es que Garci Fernndez se embarc con su mujer en
Sevilla; que despus desembarc en Mlaga; y que desde el puerto malagueo se intern en
el reino de Granada. Segn la mayora de los historiadores, trece aos vivi en l hasta que
en 1401 regres a Castilla. Suponiendo que su marcha de la Corte castellana se hubiera
producido justamente despus de la batalla de Aljubarrota, librada el 14 de agosto de 1385,
esto quiere decir que en la ermita de Gerena hubo de permanecer entre dos y tres aos por
lo menos.

En esos trece aos, el reino nazar estuvo regido por tres sucesivos monarcas:
Muhammad VI (cuyo reinado -el segundo, ya que antes rein y fue depuesto- dur veinte
aos, hasta 1391); su hijo Yusuf II (el suyo, al revs que el de su padre, fue cortsimo:
apenas dur un ao, hasta finales de 1392, en que muri envenenado); y Muhammad VII, el
cual rein hasta el ao 1407. Fueron, por lo general, trece pacficos aos, salvo el del
efmero reinado de Yusuf II.

Qu pudo hacer Gerena en Granada en esos trece aos? Poesa, lgicamente, no en una
lengua que no conoca. Vivir de los recursos de la familia de su esposa? Ya sabemos por
Baena que l mismo pronto descubri que su juglara non tena nada. Pudo estar como
cautivo en el reino nazar? Tampoco se tendra que descartar. Algn tiempo antes, en 1362,
ya lo estuvo en su niez -hasta los aos de su madurez- el que luego lleg a ser Adelantado
de Castilla, Gmez Manrique, que tambin fue converso al Islam tras ser dado en rehenes,
con los hijos de otros caballeros de Castilla, al rey de Granada. Por otra parte, el cautivo
cristiano tena la posibilidad de liberarse si renegaba de su fe convirtindose en lo que en
Castilla se llam helche o tornadizo. Cabra pensar que sta fuera una causa -una de las
causas, con independencia de su carcter proteico y apasionado- que tambin contribuyera
a explicarnos su apostasa? Cabe suponerlo todo, hasta que se enrolara en algn puesto de
la administracin del emir, como hicieron otros cristianos renegados; o que ejerciera de
intrprete en alguna alfaquequera fronteriza; o tal vez que estuviese al amparo del reino
viviendo en calidad de refugiado. Como dice Ladero Quesada, no sera el nico cristiano
que, por unas u otras causas, se fuera a tierra islmica en busca de refugio.

Lo cierto es -o parece ser- que en esos trece aos que vivi en Granada Garci Fernndez
se entreg a un desenfrenado loco amor. Reneg del cristianismo y se hizo mahometano;
ejerci el concubinato con una hermana de su mujer; tuvo muchos hijos, ms de lo que su
pobreza consenta; quiz anduviera errante por tierras granadinas y...

Y al final, en el ao primero del siglo XV regres a Castilla, donde, tras reintegrarse al
redil de la Iglesia Catlica -importante y significativa decisin que a menudo es pasada por
alto-, vera transcurrir los postrimeros aos de su inquieta y azarosa vida, viejo ya,
mendigando la caridad y agobiado por los hirientes ataques de al menos tres de sus colegas
de la gaya ciencia (Villasandino, Baena y Ferrn Manuel de Lando). Los cuales, ajenos
por completo a la ms mnima muestra de compasin, decidieron divertirse a costa de l
amargndole la ancianidad al recordarle, con sorna o con saa, su pasada apostasa. Aun
sabiendo los tres, como decimos, que ya estaba arrepentido y haba vuelto al seno de la
Iglesia.




Trovador de la corte de Castilla
De los comentarios de Baena se desprende que Garci Fernndez de Gerena (o Gari
Ferrandes de J erena, o Garca Ferrandes de Gerena: de las tres maneras se le nombra en el
manuscrito baenense) fue un hombre muy desdichado desde que perdi la privanza del rey
J uan I. Hasta entonces, y desde un perodo incierto de su juventud, habra vivido ms o
menos bien, quiz ms bien que menos, como trovador o poeta ulico en la corte de
Castilla.

Oigamos lo que dice de nuestro poeta uno de los investigadores que mejor le han
estudiado, J os Amador de los Ros: Es Garci Fernndez uno de aquellos ingenios a
quienes concede el cielo imaginacin lozana y pintoresca: sus poesas, que no carecen de
pensamientos profundos y alguna vez elevados, muestran que le era familiar el
conocimiento de las formas artsticas de la escuela provenzal y que, dominado por influjo
ms favorable a la nacionalidad castellana, hubiera podido levantarse a ms alta esfera.

Ese conocimiento de la potica provenzal tendremos ocasin de comprobarlo, en efecto,
en algunas de sus composiciones. Es seguro que tambin conoca a la perfeccin la lrica
gallego-portuguesa (en esta lengua escribi, segn parece, algunos de sus poemas), y hay
asimismo en sus versos alguna que otra expresin en latn. Es por ello por lo que pensamos
que tuvo que salir bastante pronto del medio rural en que naci. De haber seguido en l, es
obvio que no se hubiera hecho con una formacin que hoy podr parecernos muy elemental
pero que en su tiempo no lo era. Es posible incluso que estudiara humanidades en alguna
escuela monacal o en alguna de las Universidades que ya en el siglo XIV empezaban a
florecer en torno a las ciudades.

La hiptesis de una posible vinculacin a algn monasterio o convento en sus aos de
infancia y adolescencia la parece confirmar el espritu cristiano del que estn impregnados
varios poemas suyos y que, en comparacin con los otros poetas del Cancionero, le
convierten en uno de los ms religiosos; lo cual, como veremos en su momento, no deja de
ser un evidente contrasentido en un poeta que en su madurez lleg a renegar, si bien
temporalmente, de la religin en la que fue iniciado.

Que Garci Fernndez tuvo que gozar de una privilegiada posicin en la corte de J uan I
de Castilla es algo que por s solo se desprende de la informacin que Baena nos transmite
de que se dirigi al monarca en solicitud de la real licencia para su casamiento con la
juglaresa tornadiza, lo que debi de ocurrir hacia 1385, el fatdico ao -lo mismo para el
rey que para l- de la batalla de Aljubarrota.

Sobre el tiempo que permaneci en la corte castellana puede deducirse lo siguiente:
admitiendo que naciera hacia 1340 -esta fecha aproximada la aceptan casi todos los
investigadores y la confirma adems la noticia, que tambin se acepta por lo general, de que
era viejo ya cuando volvi a Castilla en 1401-, resulta razonable establecer que llegara a
la Corte en la dcada de 1360 a 1370, o tal vez algo antes. Y si estuvo junto al Rey hasta el
ao 1385, en que perdi la privanza y descubri el engao de la inexistente fortuna de su
mujer, ello quiere decir que en la corte trastumbara tuvo que permanecer al menos un
perodo de entre 15 a 20 aos. Es este el tiempo en el que podemos suponer ira
consolidando el prestigio y la fama que lleg a alcanzar, segn demuestran de modo
indudable los diversos testimonios, explcitos unos, implcitos otros, de importantes
personalidades de la poca.
igo Lpez de Mendoza, marqus de Santillana. En su Prohemio e carta al Condestable
don Pedro de Portugal (considerado por algunos investigadores como el primer ensayo de
historia literaria escrito en lengua espaola), cita a Garci Fernndez de Gerena entre los
mejores trovadores de su tiempo.



Entre los testimonios implcitos podemos incluir el que da el propio J uan Alfonso de
Baena cuando en el Prologase Baenensis, con el que introduce y presenta su antologa,
enumera las condiciones que un poeta debe reunir. Escribe Baena:

(...) La qual ienia [o sea, el arte de la poetrya e gaya ienia] e avisaion e dotrina
que d'ella dependee es avida e rreebida e alcanada por graia infusa del seor Dios que la
da e la enbya e influye en aquel o aquellos que byen e sabya e sotyl e derechamente la
saben fazer e ordenar e conponer e limar e escandir e medir por sus pies e pausas, e por sus
consonantes e sylabas e aentos, e por artes sotiles e de muy diuersas e syngulares
nombranas, e avn asymismo es arte de eleuado entendimiento e de tan sotil engeo que la
non puede aprender, ni aver, ni alcanar, nin saber bien nin como deue, saluo todo omne
que sea de muy altas e sotiles inueniones, e de muy eleuada e pura discreion, e de muy
sano e derecho juysio, e tal que haya visto e oydo e leydo muchos e diuersos libros e
escripturas e sepa de todos lenguajes, e avn que haya cursado cortes de rreyes e con grandes
seores, e que aya visto e platicado muchos fechos del mundo, e, finalmente, que sea noble
fydalgo e cortes e mesurado e gentil e graioso e polido e donoso e que tenga miel e aucar
e sal e ayre e donayre en su rrasonar, e otrosy que sea amador, e que siempre se preie e se
finja de ser enamorado...

De esta larga relacin de cualidades exigidas por Baena a los poetas hay que concluir
que muchas de ellas, sin duda, las cumpla Gerena, o al menos se le atribuan en su tiempo.
En caso contrario, ni su nombre ni sus poesas estaran presentes en el Cancionero. El
recopilador, como sabemos, no le distingua precisamente con su aprecio personal.

Como quiera que el prlogo debi de escribirlo Baena hacia 1432 o 1433, no mucho
antes de su fallecimiento, esto viene a confirmar que Garci Fernndez tuvo que gozar en la
corte de esa fama y prestigio que, segn lo que nosotros entendemos, l mismo tuvo que
irse granjeando durante una prolongada permanencia en ella. No podra explicarse de otro
modo que su recuerdo estuviera fresco an no slo en la memoria de Baena sino en la de
otros escritores que tambin le citan y recuerdan muchos aos despus de su muerte.

Del prestigio que tuvo que alcanzar da de nuevo indirecto testimonio el propio J uan
Alfonso de Baena cuando en otro lugar -en la dedicatoria de su Cancionero a J uan II-
escribe que las composiciones que en l reuni las ordenaron e metrificaron muy grandes
desidores e omnes muy discretos e bien entendidos en la muy graiosa e sotil arte de la
poetria e gaya ienia. Es obvio, pues, que el malvado, pecador y aborrecible Garci
Fernndez era para Baena uno de esos grandes decidores y entendidos. Si hubiera pensado
de forma distinta, est claro que no lo habra incluido en su coleccin.



En principio se podra dudar entre encuadrar a Gerena en el grupo que Mil y Fontanals
considera como de trovadores gallego-portugueses o en el que denomina de los
trovadores castellanos. Es decir, si deberamos situarlo ms prximo a la lrica que en
Castilla empez a cultivar el rey Sabio en la lengua gallego-portuguesa y en la que se suele
integrar a los poetas que, al parecer, indistintamente usaban esta lengua o la castellana (el
Arcediano de Toro, Ferrs, Villasandino y el propio Gerena entre otros), o acaso ms
cercano ya al grupo de escritores que, a partir de los reinados de J uan I y Enrique III, hasta
alcanzar su apogeo en el de J uan II, pululaban por las cortes de unos y otros, procedentes,
dice Mil y Fontanals, de todas las clases de la sociedad, desde la ms encumbrada a la
ms humilde... afanndose con especialidad por merecer las gracias de los poderosos... y
que, adems de hallar mecenas en los reyes y sus allegados, lograban tambin proteccin y
morada en cortes particulares: una semejanza, ms o menos completa, de estado social con
el de los antiguos trovadores.

Tambin Mil y Fontanals parece que incluye a Gerena en la clase o escuela de los
trovadores castellanos, puesto que lo cita por su nombre cuando hace referencia a ella.
Como en otras escuelas lricas figuran en sta -son sus palabras textuales-, y a menudo
poco favorablemente, las personas de los poetas: as vemos los rencores personales en
varios, el orgullo y la inquietud de espritu (Snchez Calavera), la irregularidad de conducta
(Garci Fernndez de Gerena), la adulacin rastrera y el abatimiento pedigeo,
especialmente en Villasandino.

En realidad, a cualquiera de ambos grupos lo podramos adscribir perfectamente, ya que
lo mismo encontramos composiciones suyas en una u otra lengua; quizs cabra
encuadrarlo mejor en el de los trovadores castellanos, puesto que se sirvi con preferencia
de la lengua de Castilla, si nos decidimos a aceptar que en sta aparecen escritos, en el
manuscrito de Pars, la mayor parte de sus poemas.

Tampoco aparece muy claro cul era exactamente el papel de Gerena en la corte del rey
J uan I. Los historiadores modernos le llaman indistintamente juglar, trovador y hasta
trovador ajuglarado. Pero las actividades de los juglares y de los trovadores en las cortes
castellanas de la baja Edad Media, aunque ciertamente afines -de ah que de ordinario se las
considere equiparables- no eran las mismas exactamente. Las de unos y otros tenan unas
especficas caractersticas.

Segn Menndez Pidal, desde el siglo XI haba surgido en el sur de Francia una nueva
denominacin, la de trobador, para designar al poeta culto y no al mero intrprete o
ejecutante de cantigas y tonadas. El vocablo, que expresamente aluda al acto de la
invencin o creacin potica - trobar =hallar-, no tardara en introducirse tambin en las
vecinas lenguas.

El tipo arcaico del juglar, como inferior socialmente al de trovador -escribe Menndez
Pidal-, tiene con ste relaciones de dependencia. El juglar en las cortes es el que, taendo
un instrumento, canta los versos del trovador, o el que con su msica acompaa a ste en el
canto (...) Alfonso el Sabio, el infante Don Pedro de Aragn, el Arcipreste de Hita,
Villasandino, destinaban sus composiciones para que los juglares las cantasen en las fiestas
de la iglesia o de la corte, o se ganasen con ellas el pan por plazas y calles. El trovador -
aade- inventa y el juglar ejecuta (...) El juglar pide al trovador las canciones; el trovador
las compone y para publicarlas toma a su servicio al juglar.

Esto es, posiblemente, lo que haran Garci Fernndez y su juglaresa: l compondra las
cantigas o canciones y ella las cantara. Lamentablemente, tan a su servicio al parecer la
tuvo y tanto se compenetr con ella que al final qued enredado en la sutil telaraa amorosa
que la hermosa mora teji para l.

Tales hechos nos declaran bien -sigue Menndez Pidal-la gran diferencia y la ntima
relacin que existen entre estos dos tipos en los usos ms corrientes de la poesa cortesana
del siglo XIII; y esta diferencia continu, pues aunque el poeta cortesano pierda su dignidad
caballeresca y hasta su independencia, aunque la poesa venga a ser para l un oficio del
cual vive, aunque se convierta en un hombre asalariado y pedigeo como un juglar, se le
seguir llamando trovador, porque su oficio no es cantar y taer como el juglar.

El juglar no tena que ser forzosamente un hombre. Haba tambin -y Gerena bien que lo
saba por experiencia...- juglaresas o juglaras atractivas y muy bien dispuestas para el baile,
la recitacin y la interpretacin de las cantigas. Al lado de los juglares -agrega Menndez
Pidal- hallamos juglaresas o juglaras a las que, sobre todo en el siglo XIII, veremos en los
palacios de los reyes y de los prelados. Muchas de sus artes femeninas derivaban sin duda
de las que desplegaron las bailadoras que alegraban los festines romanos, especialmente
aquellas muchachas de Cdiz, puellae gaditanae, que tan clido recuerdo dejaron de s en
los versos de Marcial y J uvenal.

Todos y todas, juglares y juglaresas -sin excluir a las de procedencia mora, como la
esposa de Garci Fernndez-, disfrutaban de pinges prebendas en la corte durante los siglos
XIII y XIV. De los soberanos reciban a veces franquicias y exenciones tributarias, y hasta
casas y heredades. De los juglares tambin nos dice Menndez Pidal que si alguno tena
que comparecer ante los tribunales, a ellos llegaba una carta del Rey ordenando la rpida
tramitacin del pleito o rebajando la pena. Es lgico pensar, por consiguiente, que si tales
privilegios se otorgaban a los juglares y a las juglaras, igualmente los habran de percibir
los trovadores, superiores en cultura y en estimacin social.

Se trataba, quiz, de privilegios que venan de antiguo y que no solo alcanzaban a los
trovadores y juglares castellanos, sino tambin a los musulmanes y judos. La normal
(aunque discutida) convivencia de razas y credos en el perodo bajomedieval -normal al
menos, en todo caso, antes de las persecuciones y matanzas de judos en 1391 y de las
expulsiones posteriores de los moriscos- parece que se pone de relieve con esta amigable y
hasta generosa actitud de los soberanos de Castilla y Aragn. No haba discriminaciones
raciales ni religiosas a la hora de premiar con dinero y regalos a aquellos artistas.

El mismo Menndez Pidal precisa tambin que en la corte de Sancho IV de Castilla
cobraban sueldo mensual, en 1293, hasta 27 juglares, de los cuales 13 eran moros (entre
ellos dos mujeres), uno era judo y 12 cristianos; adems, las nminas de la casa real
registran otros dos juglares moros a los que se da pao para vestir...

Estos beneficios tan indiscriminadamente concedidos podran explicar, al menos en
cierta medida, el engao de Gerena al creer que su juglara avia mucho tessoro. En todo
caso, lo que s aparece claro es el hecho de las fluidas y amistosas relaciones existentes.
Citando explcitamente a Garci Fernndez, don Ramn ilustra con estas palabras ese clima
de armona racial y religiosa: A fines del siglo XIV pudiera simbolizar la unin de las dos
corrientes artsticas [las juglaras musulmana y cristiana] el matrimonio de Garci Fernndez
de Gerena con una juglaresa que haba sido mora.

No tenemos, por tanto, claras razones para llamar a Gerena juglar en el sentido de
simple intrprete o ejecutante. S los hay, en cambio, para afirmar que fue un trovador o
creador de sus composiciones. De juglar slo tendra, por as decirlo, su conducta personal,
su vida bohemia o golirdica, su contacto asiduo con la juglara, y -si quedaban algunas en
su poca- tambin, quiz, con las representantes de otro tipo social muy semejante al de las
juglaresas pero de fama peor: el de las soldaderas, que solan acompaar a trovadores y
juglares en sus fiestas y orgas, y que en la literatura cortesana eran consideradas mujeres
de vida alegre, cuando no rameras.

Pero estas soldaderas ya actuaban muy poco hacia 1330. Al respecto observa
Menndez Pidal que el Arcipreste de Hita jams habla de ellas, aunque s de las
cantaderas, de lo cual extrae la conclusin de que seguramente se trataba del mismo tipo
de mujer, ejercientes de idntico oficio, si bien ahora con distinto nombre. Para nuestro
propsito, lo que nos interesa constatar es que tanto Garci Fernndez de Gerena como
Alfonso lvarez de Villasandino, y sin duda otros versificadores cortesanos, tuvieron con
ellas estrechas y frecuentes relaciones; como sin disputa las tendra tambin, unos decenios
antes, el propio Arcipreste de Hita, quien declara expresamente que escribi muchos versos
y composiciones para estas alegres mujeres.

Es, por consiguiente, muy probable que en el seno de estas relaciones naciera el
desdichado amor de Garci Fernndez por su vistosa juglara. Un amor que primero le
trajo su forzado abandono de la corte, ms tarde la ruina econmica y social y la quiebra de
su curso literario y, finalmente, la apostasa. Este loco amor por su juglara fue causa, sin
duda, de todos sus males y lo que hara que cambiase de signo el hasta entonces plcido y
feliz transcurrir de su vida.

Queda por resear, finalmente, otro testimonio explcito y documental sobre la
estimacin que disfrut Gerena como trovador castellano. Ya hemos aludido a l. Es el que
nos ha dejado Iigo Lpez de Mendoza en su Prohemio e carta al condestable Don Pedro de
Portugal. Antes de referirse a sus propias poesas, Santillana hace una especie de resumen
de los hombres de letras de entonces y en l incluye, nombrndole expresamente, a Garci
Fernndez de Gerena. Eso s, lo incluye entre los que llam deidores o trovadores,
reservando con toda justicia la denominacin de poeta para autores como Micer
Francisco Imperial, el genovs-sevillano que inici la corriente alegrico-dantesca en la
poesa cancioneril.

Encontramos ms claro, por tanto, el papel de Gerena como trovador en la corte del rey
de Castilla. La privanza de la que goz, segn Baena, la mencin que hace de l el marqus
de Santillana y el contenido mismo de sus poemas as lo proclaman de manera irrefutable.
No se encuentra atisbo alguno, en cambio, que le acredite de simple juglar o de mero
intrprete o ejecutante de las obras que otros compusieran. Gerena fue el autor de sus
propias cantigas y stas debieron de ser recitadas o cantadas por los juglares y juglaras de la
corte. Por el contrario, sus composiciones de carcter penitencial y religioso hay que
suponer que las hizo en los momentos ms difciles y graves de su vida; y, obviamente, no
para ser interpretadas o cantadas, sino como ntimo desahogo espiritual, o acaso para dar
pblico testimonio de sus sinceros temores y arrepentimientos.

De cualquier manera, no resultara del todo inapropiado adjudicarle tambin, junto a la
de trovador, esa calificacin complementaria de trovador ajuglarado a la que a veces
recurre la crtica. Ms que por sus funciones de carcter juglaresco -cantar o taer-, por su
temperamento personal y por sus relaciones y contactos con el mundo de la juglara. Ms
por sus andanzas y su trato con juglares y juglaras que por un talante rufianesco que ni por
asomo puede rastrearse a lo largo de toda su obra.

Gerena fue, ante todo, un trovador, como afirma el Marqus de Santillana. Como
trovador por tanto, no como juglar, es de justicia considerarle. Y ciertamente, como uno de
los trovadores ms antiguos de Castilla, integrante del grupo de los que asistieron a la
desaparicin del tema del Amor corts e incluso de la lrica gallego-provenzal que lo llev
a las cortes de media Europa.







Los poemas de Garci Fernndez
Todos los poemas de Garci Fernndez incluidos en el Cancionero de Baena se insertan
en dos nicos gneros de la poesa cancioneril: la cantiga y el decir. Para ser ms precisos:
de sus doce composiciones, once son cantigas y una sola figura como decir.

Heredera de la antigua cancin corts, la cantiga era una composicin de forma fija
concebida para ser cantada, de ah su nombre. Afirma Pierre Le Gentil que en la Provenza
el nmero de estrofas raramente pasaba de cinco, o a la sumo seis, mientras que en Galicia
la llamada cantiga de maestra normalmente constaba de slo tres. Las cantigas del
Cancionero de Baena -escribe Le Gentil- son por lo regular ms largas que las cantigas de
las antiguas recopilaciones gallegas: son raras las composiciones que no tienen ms de tres
estrofas. Son, aade, cantigas estrficas que se corresponden con la antigua cantiga de
maestra, con la sola excepcin del nmero de estrofas, cuatro por lo general.

En cuanto a los decires, poemas ms largos, sus temas son ms didcticos o narrativos
que propiamente lricos. Eran composiciones para ser recitadas o ledas en vez de
interpretadas o cantadas como las cantigas. Le Gentil distingue entre el decir corto y el
decir largo. El primero slo se distingua de la cantiga por estar compuesto para la lectura o
la recitacin. El decir largo naci, en palabras del mismo Le Gentil, el da en que el
acompaamiento musical ya no se juzg indispensable, cuando la funcin del poeta
empez a primar sobre la del msico. El nico poema de Gerena que aparece en el
Cancionero como decir es el nmero 564 de la coleccin y consta de siete estrofas.

Entre las cantigas hay tambin, a juicio de T. Navarro Toms, dos composiciones que
adoptan formas especiales: una es la del villancico, y la otra la de la cancin trovadoresca.
En su momento las examinaremos.

Consignemos finalmente que Garci Fernndez de Gerena, como todos los poetas del
Cancionero -y sobre todo los ms antiguos-, solamente utilizaba el verso octoslabo
acentuado en la sptima slaba. En cuanto a las formas estrficas, la octavilla era la
predilecta de todos los poetas del corpus baenense (segn Le Gentil, ms de las cuatro
quintas partes de la coleccin aparecen en estrofas de ocho versos cortos). Por lo comn se
descomponan en dos cuartetas; al principio con dos o tres rimas y ms tarde adoptando una
cuarta.

Veamos ya, tal como aparecen en el Cancionero de J uan Alfonso de Baena, con sus
comentarios o rbricas correspondientes, las doce composiciones que nos presenta el
recopilador como originales de Garci Fernndez.




Aqu se comienan las cantigas e dezires que fizo e orden en su tiempo Gari Ferrndez de
J erena, el qual por sus pecados e grand desaventura enamorse de una juglara que ava sido
mora. Pensando que ella tena mucho tesoro e otros porque era muger vistosa, pedila por
muger al rey e digela, pero despus fall que non tena nada.




1 composicin
Por leal servir, cuitado!...

Nmero 555 del Cancionero de Baena




Esta cantica fizo el dicho Gari Fernndez quexndose de la privana que perdi del Rey, e
por el engao del casamiento de su muger



1 Por leal servir, cuitado!,
eu siempre servir,
soy *conquisto a salvaf conquistado
e a la morte condenado
de cuidado.
J a me non convn partir
pois que non posso encobrir
mias coitas, mal pecado!

2 Por ende, non osara
mia coita eu dizer,
que ella ha tan grand poder
que me lo *defendera. prohibira
Grand *folla locura
me ser erto sin par
en cuidar contra cuidar,
por grand mal de m sera.

3 Do cuidi *enriquintar enriquecer
fui, *cativo, empobreer desgraciado
bivo e desejo morrer,
*inda non oso falar aun
el pensar
en trocar por mal ben,
poisque non posso, *por n por eso
mia grand coita olbidar.

4 El muy Alto, sin porqu,
mostrme por s contenda;
atal hei mia *bivenda vida
que non si dizer *cl cul es
ca pens
en trocar como leal;
*atendendo por ben mal,esperando
mias cuitas non dir.



Una libre interpretacin de este poema en espaol moderno podra ser la siguiente:

Por leal servir, ay de m!,
(y as siempre servir),
me veo engaado, a prueba mi fe
y a la ruina condenado
para mi preocupacin.
Ya no me conviene irme
porque no puedo ocultar
mis desgracias, mala suerte!

Por lo tanto, no osar
hablaros de mi desgracia
pues es de tal magnitud
que hasta me lo prohibira.

Grande y sin igual locura
sobrevenirme podra;
pensar y pensar en ella
gran mal para m sera.

Donde quise enriquecerme
fui, infeliz, a empobrecerme;
vivo y deseo morir,
ni siquiera quiero hablar
ni pensar
en trocar el bien por mal,
porque no puedo por eso
mi gran desgracia olvidar.

El muy alto sin por qu
se mostr conmigo airado
y hoy es mi vida tal
que no s decir cul es,
porque tan slo pens
en devolver lealtad.
Esperando por bien mal
mis desgracias no dir.



En la rbrica general con la que inicia las composiciones de Gerena, J uan Alfonso, tras
resumir en unas cuantas lneas la historia del engao del poeta y la peticin que hizo al Rey
de desposarse con la juglara, nos informa de que este primer poema es una cantiga que
compuso quejndose del engao y de la prdida de su real privanza. No hay serios motivos
para pensar que esta primera noticia del compilador sobre Garci Fernndez no sea correcta.
La informacin del epgrafe se corresponde perfectamente tanto con el tono como con el
contenido del poema.

El poeta parece lamentarse, en efecto, de que, habiendo hecho su peticin de buena fe -
se podra referir a que la juglaresa, si ava sido mora, ya no lo era-, el muy alto soberano,
J uan I, le muestra contienda (rompe las hostilidades) y le castiga concedindole el
permiso demandado, pero suprimindole las prebendas de su rango de poeta cortesano.
Gerena se confiesa conquistado por la mora, pero al parecer su fe queda a salvo.

Sin tapujos proclama su desengao (Do cuidi enriquintar / fui, cativo, empobreer...)
dando a entender que la esperanza que alberg de enriquecerse con los tesoros de la mora
dio paso a la constatacin de su pobreza. Tras sugerir su desencanto ante la hostil decisin
del monarca, parece indicar que, descubierto su error, ya no le convendra salir de la corte
(ya me non convn partir), aunque al final, desacreditado y sin prebendas, tuviera que
hacerlo, para retirarse y buscar refugio en la ermita de su pueblo.

(Otra posible interpretacin, pero menos probable -si damos al verbo servir el sentido
amoroso que le otorgaban los poetas provenzales-, sera la de que Garci Fernndez se
lamenta del desprecio de su amada, uno de los temas preferidos, como queda dicho, por los
trovadores que escriban en la lengua de oc. En tal caso, la desgracia a la que alude sera
precisamente sa, la de verse desdeado por su dama. La mencin al muy Alto podra
referirse, no al rey, sino a alguna secreta senhor, con gnero gramatical masculino, como
acostumbraban a llamar los poetas occitanos a la destinataria de sus versos, rindindole as
el tpico homenaje vasalltico. Pero, insistimos: mejor nos inclinamos por la primera de
amas interpretaciones, la que atribuye al poema la intencin de lamentar el engao de la
juglaresa y el duro castigo del rey.)

En esta primera composicin quiz pueda adivinarse una cierta irona en el autor, que
est hablando de sus cuitas sin cesar mientras dice que no quiere hablar de ellas. Si en la
primera estrofa, por ejemplo, se muestra enamorado, conquisto o conquistado y
condenado a la morte (hay que entender a la ruina), declarando que no puede encubrir su
desgracia, en la segunda manifiesta que no se atrevera a contarla, pese a lo cual la cuenta,
declara y explica en las estrofas tercera y cuarta. El poema lo concluye insistiendo,
contradictoria e irnicamente otra vez, en que no hablar de su infortunio (mias cuitas
non dir).

En este poema con el que Baena quiso inaugurar el repertorio de Garci Fernndez se
comprueba la existencia de bastantes galleguismos (eu, mias coitas, non oso falar). Esto
nos puede inducir a pensar que fue escrito en la poca en que la produccin de los autores
antiguos del Cancionero estaba todava muy influida por la lengua gallego-portuguesa.

No da la impresin de que fuera, aunque en la compilacin aparezca al comienzo de sus
poesas, la primera que compuso nuestro autor. Antes tuvo, seguro, que haber escrito ms:
si era ya un poeta ulico, obviamente lo sera por haber compuesto otras obras con
anterioridad. Es ms lgico pensar que Baena, siempre interesado en reflejar la desgraciada
vida de Garci Fernndez, slo insertase en su compilacin aquellas composiciones que de
un modo u otro se relacionaran con su affaire con la mora y con su apostasa.

De carcter autobiogrfico son tambin otras composiciones que despus aparecen en el
Cancionero. Sin embargo, a diferencia de sta, en ellas mostrar el poeta un tono menos
sereno, ms agitado por el dramatismo de su situacin de expulsado de la Corte, cuyos
efectos quiz no hubiera empezado a experimentar todava en toda su crudeza. Se podra
decir que en esta primera poesa Garci Fernndez an no vislumbraba la magnitud y las
fatales consecuencias de su error, y de ah que adoptara esa actitud entre desencantada e
irnica que en ella parece querer ocultar.

El poema consta de cuatro estrofas en forma de coplas de arte menor, con versos
octoslabos de pie quebrado (el quinto, tetraslabo), con arreglo a la siguiente distribucin: a
b b a a c c a. Segn Azceta, el verso nmero 22 aparece en el manuscrito irregularmente
hipomtrico (en trocar ...). Las slabas que faltan, segn l, deberan rimar en -en; y,
efectivamente, los editores Dutton y Gonzlez Cuenca completan el verso con las palabras
por mal ben, hacindolo rimar en -en, lo que se ajusta perfectamente al sentido de la
composicin.

Henry R. Lang clasifica esta cantiga de Garci Fernndez -creemos que fue efectivamente
escrita para ser cantada, como casi todas las de forma fija- entre las cinco suyas (nmeros
555 al 559 del Cancionero) que carecen de tema inicial. Las cantigas, por lo general,
constaban de este tema, ms tarde llamado estribillo, y de una estrofa de cuatro a ocho
versos; los cuatro ltimos repetan las rimas y a veces las palabras finales e incluso versos
enteros del tema.

Haba, adems, otros dos modelos de cantigas: aquellas en las que cada estrofa termina
con un proverbio (enxemplo o anaxir) o con un pareado de carcter sentencioso llamado
trebejo; y aquellas otras que incluyen un tema y una o ms estrofas que no van seguidas de
sus repeticiones como estribillo.






2 composicin
Por una floresta estraa...

Nmero 556




Esta cantiga fizo el dicho Garci Ferrndez despus de la batalla de Aljubarrota por la
entenin de aquel su feo e mal casamiento



1 Por una floresta estraa,
yendo triste muy pensoso,
o un grito pavoroso,
voz aguda con grand saa:
Montaa!
-iva esta voz diziendo-
Ora a Deus te encomiendo
que *non curo ms de Espaa. no me preocupo

2 De la voz fui espantado
e mir con grand pavor,
e vi que era el Amor
que se chamava cuitado.
De grado
o seu grand planto faza,
segund entend deza:
Alto prez veo abaxado. rebajado

3 Desque vi que se quexava,
por saber de su querella,
pregunt a una donzella
que por la floresta andava.
Falava
a donzella sin plazer:
Plzeme de vos dezer
por qu Amor tan triste estava.

4 Amigo, saber devedes
que Amor vive en *manzela dolor, tristeza
e se va ja de Castela,
e nunca mientra bivedes
sabredes
nde faze a su morada
por una que foi loada
de quen ya porfazaredes. hablis mal



La versin al espaol contemporneo no es muy difcil en esta ocasin:

Por una floresta extraa,
yendo triste y pensativo,
o un grito pavoroso
(una voz alta y airada):
Montaa!
-estaba la voz diciendo-
a Dios ahora te encomiendo,
no me ocupo ms de Espaa.

De la voz qued espantado
y mir con gran pavor,
y vi que era el Amor
llamndose desgraciado.
De grado
su lamento grande haca;
segn entend deca:
Mi alto prestigio ha bajado.

Cuando vi que se quejaba,
para conocer su queja
le pregunt a una doncella
que por la floresta andaba.
Hablaba
La doncella sin placer:
Quiero hacerte conocer
por qu Amor tan triste estaba.

Amigo, debes saber
que Amor vive tristemente
y que se va de Castilla,
y nunca, mientras vivis,
sabris
dnde va a hacer su morada:
en la que antes se alababa
de l ahora mal hablis.

Dos veces aparece este poema en el cdice baenense. Primero con el nmero 40 y en su
rbrica Baena lo atribuye a Alfonso lvarez de Villasandino con la mencin de que ste lo
compuso por amor e loores de una seora que deza [ ... ], quexndose del Amor de su
amiga. Ms tarde lo hallamos con el nmero 556 y en esta ocasin su autora se adjudica a
Garci Fernndez de Gerena.

No cabe duda -y as lo interpretan todos los crticos e historiadores- de que el verdadero
autor es el trovador gerenense. Sobre esta duplicidad, Dutton y Gonzlez Cuenca dicen (en
nota a pie de pgina sobre la composicin nmero 40, supuestamente escrita por
Villasandino): La versin de PN1-556 [con la sigla PN1 aluden al cdice del cancionero
guardado en la Biblioteca Nacional de Pars y con el nmero 556 al del poema de Garci
Fernndez] es ms correcta; sta [la nmero 40, la adjudicada a Villasandino] est muy mal
castellanizada. Bien pudiramos haberla orillado y publicar slo la otra; si no lo hacemos es
por respeto a la numeracin tradicional del cdice.

Despus, en otra nota crtica a la composicin 556 (la atribuida a Garci Fernndez),
estos mismos editores insisten en que parece ms probable la autora de Gerena, que
adems tiene una desfecha [despedida] que obviamente pertenece a este poema.

Y no son ellos los nicos que afirman que el autor autntico es Gerena. Veamos lo que
escribe, en relacin con el poema y con la progresiva desaparicin del tema del Amor en la
poesa cortesana, Ramn Menndez Pidal:

Parece que entonces (hacia 1370) la poesa lrica de la corte no sola destinarse ya a los
juglares. La lrica cortesana sufra una evolucin hondsima; iba dejando de ser cantada
para convertirse en poesa meramente leda. La escuela gallega contina dominando; don
Pedro Gonzlez de Mendoza, lo mismo que Villasandino y otros muchos, escriban en
gallego a la vez que en castellano; pero la evolucin indicada se muestra bien en sntomas
salientes: ahora ya han dejado de componerse los cantares de amigo y de romera; la misma
cancin amorosa trovadoresca va desapareciendo de los palacios. Es decir, los temas ms
propiamente lricos o cantables van dejando su puesto a los menos musicales: stiras y
maldecires, didctica, recuestas o tensones, elogios, peticiones de un don.

Como apunta Menndez Pidal, Garci Fernndez de Gerena es tambin, sin duda, uno de
esos poetas que, lo mismo que Pedro Gonzlez de Mendoza y Villasandino, igual escriban
en la lengua gallego-portuguesa que en la castellana. Eso piensan asimismo Dutton y
Gonzlez Cuenca, quienes aseguran que este poema 556 de Garci Fernndez fue escrito
originalmente en gallego y castellanizado despus. Lo que no puede saberse en modo
alguno es si la castellanizacin fue hecha por el propio autor o fue obra del copista que la
reescribi para el Cancionero.

Sobre este tema de la autora de la composicin, Menndez Pidal es an ms explcito.
Es curioso -comenta- que hacia 1380-1390 escriben el Arcediano de Toro su despedida
del Amor, y Villasandino su decir proponindose no hacer ms canciones amorosas, pues si
los antecesores las estimaban mucho, ahora los buenos abandonan la mesnada del Amor;
tambin entonces Garci Fernndez de Gerena escribe su visin del Amor que, apenado,
abandona Espaa:

Amigo, saber devedes
que Amor vive en mansela,

e se va ja de Castela
e nunca mientra bivedes
sabredes
nde faze su morada...

No hay duda, pues, de que es justamente este tpico de la desaparicin del Amor de la
temtica de la poesa ulica el que inspir la composicin del trovador de Gerena, y en
ningn caso la entenin de su feo e mal casamiento como aviesamente afirma el
recopilador del Cancionero.

Despus del desastre de Aljubarrota -tras del cual, segn Baena, escribi Garci
Fernndez la composicin- demostrado est que el Rey J uan I se recluy en su palacio y
prohibi por espacio de ms de dos aos todo tipo de fiestas y recreos cortesanos. A juicio
de Menndez Pidal, esta actitud del monarca podra explicar la decadencia de la lrica y de
la msica en la corte y, en consecuencia, el hecho de que los poetas y juglares coincidieran
en lamentar la ausencia del Amor.

La atribucin de la intencin del poema a la ausencia del Amor, como sostiene
Menndez Pidal , y no, como indica Baena, al feo y mal casamiento del poeta -cosa que
carece de sentido, como fcilmente se infiere del texto-, plantea tambin la duda de si se
escribi realmente en 1385, despus de Aljubarrota. Es probable que el dato de Baena sea
correcto, dado que es verosmil que el Rey, triste y malhumorado por su derrota ante los
portugueses, no quisiera saber nada de fiestas ni de juglares. Su actitud abona igualmente la
hiptesis de que por entonces mostrara su disgusto al pedirle Gerena licencia para casarse
con su juglaresa.

Siendo as, admitiendo como cierto que el tema es el de la ausencia de Amor de Castilla,
no hay ms remedio que admitir tambin que Garci Fernndez no slo fue un tipo alocado e
iluso, sino que a tales gracias una el don de la inoportunidad. La razn es clara. Con
independencia de su extempornea peticin de permiso para el casamiento, tampoco era
aquel el momento ms propicio para componer este tipo de poema de inspiracin cortesana.
No estaba el horno para bollos; no era la coyuntura ms idnea para que el trovador
hiciera esta cantiga -con el presunto objeto de ser cantada, no hay que olvidar esto- cuando
el Rey, en psimo estado anmico (sufriendo, como diramos hoy, una fuerte depresin), no
estaba para cantos ni para peticiones amorosas con juglaras (y adems de extraccin
musulmana). Era tiempo de tristeza para todos; y para los poetas y juglares, cuando menos,
tiempo de silencio.

Claro que tambin cabe pensar que no sea cierta la fecha que asigna al poema el poco
fidedigno J uan Alfonso. No habra que descartar que Gerena la escribiera no despus de
Aljubarrota, sino antes. Esta interpretacin la podramos basar en la misma razn por la que
consideramos inexacta la entenin o el motivo que el recopilador adjudica al poema.
Por qu habra de ser cierta la fecha de 1385, despus de la batalla, para la composicin, si
a todas luces parece no serlo el dato caprichoso de que la compuso por su feo y mal
casamiento, como afirma Baena?

De cualquier manera, no es sta una cuestin demasiado relevante. Tanto si Gerena
compuso el poema en 1385 como si no, lo que s aparece claro es que su abandono de la
corte tuvo que ocurrir despus de la derrota castellana y que en su decisin pudo influir la
actitud de desnimo del Rey.




3 composicin
De la montaa, montaa...

Nmero 557




Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez por manera de desfecha de la otra



1 De la montaa, montaa,
de la montaa parta,
o Amor e su compaa
maldiziendo *todava siempre, sin cesar
a bondad e cortesa,
de la montaa parta.

2 De la montaa espaiosa
al partir de aquesta gente,
una, que chamavan Rosa,
maldeziendo *de talente; con ganas
-tal nombrar non osara-
de la montaa parta.

3 Vi fazer *esquivo planto angustiosa queja
e *guayas muy dolorosas; lamentaciones
con dolor *fillar quebranto recibir
a las donzellas cuitosas,
dizendo Qu negro da!
De la montaa parta.

4 Dolorosas vozes davan
las que de aqu partan;
unas donzellas choravan,
Otras grand planto fazan.
Chamando: Qu negra va!
De la montaa parta.



En versin castellana actual:



De la montaa, montaa,
de la montaa partan
Amor y su compaa
maldiciendo sin cesar
la bondad y cortesa.
De la montaa parta.

De la montaa espaciosa
al partir de aquella gente,
una que llamaban Rosa
con ms saa maldeca
-mencionarla no osara-.
De la montaa parta.

O angustiosos lamentos
y quejas muy dolorosas,
y percib el desaliento
de las cuitadas hermosas
diciendo: Qu negro da!.
De la montaa parta.

Dolorosas voces daban
las que de all se partan;
unas doncellas lloraban,
otras gran lamento hacan,
llamando: Qu negra vida!
De la montaa parta.

Lo mismo que la composicin anterior, sta sigue y cierra el tpico de la desaparicin
del amor de la temtica lrica castellana. Se deduce de ello que Gerena la escribi no mucho
ms tarde que aqulla.

Como aclara Baena en su rbrica, el autor la compuso como desfecha o despedida de la
otra. Sobre la desfecha ha escrito Navarro Toms: En su sentido ms corriente, el
nombre de desfecha parece haber designado una cancin que se inspiraba en el mismo
asunto de otra poesa, del cual representaba una versin ms condensada y lrica (...) Desde
fines del siglo XV, el nombre sola aparecer en castellano bajo las formas fonticas de
deshecha y dessecha. La disposicin estrfica de la desfecha era corrientemente la del
villancico o de la cancin.

El hecho de que esta composicin repita el contenido temtico de la anterior, viene a
demostrarnos, sin lugar a dudas, que aquella, la nmero 556, no fue escrita por Alfonso
lvarez de Villasandino, sino por Garci Fernndez. Es absurdo que Gerena hiciese una
cantiga por desfecha o despedida de otra compuesta por distinto autor.

Antonio Quilis sugiere que el poema podra considerarse -y lo mismo apunta Navarro
Toms- como un villancico al que le sobrara el primer verso del estribillo.

Garci Fernndez insiste, pues, en el tema del amor -seguimos entendiendo que se trata
del amor corts, heredero de la fin' amors provenzal-, que traspasa ahora las montaas y
huye de Castilla con todo su acompaamiento, maldiciendo el desprecio de que le hacen
objeto trovadores y poetas. Sorprende un poco que J uan Alfonso de Baena no incluya esta
vez en la rbrica ninguna informacin sobre el autor, segn costumbre. Claro es que, puesto
que en el poema precedente ya indicaba que Gerena lo escribi por la intencin de su feo
casamiento, al ser compuesto ste como despedida o desfecha del otro, tal vez no juzg
necesario insistir; por la tcita quedaba sugerido que la intencin tendra que ser la misma.
Por nuestra parte, por tanto, renunciamos a insistir en que el tema no tiene nada que ver con
el mal casamiento del poeta.

Prosigue en esta cantiga Garci Fernndez la misma lnea de regularidad en cuanto al
nmero de estrofas que en los dos poemas anteriores. Las cuatro de este tercero van en
forma de sextillas. Sigue utilizando el verso octoslabo, con lo que se mantiene fiel a la
tradicin popular y tambin a las tendencias de la lrica provenzal y de la gallego-
portuguesa, cuyas frmulas, como se ha dicho, parece conocer perfectamente. Sin embargo,
no acierta a mantener idntica regularidad y maestra en lo que se refiere a la distribucin
de los acentos de intensidad.

La forma de las rimas de esta composicin es a b a b b b c d c d b b. H. R. Lang le
otorga el esquema a b a b b b a c d c d b b a , aadindole un verso. Pero esto obedece a que
sigue la edicin de P. J . Pidal de 1851, reproducida por Ediciones Anaconda (Buenos
Aires) en 1949, las cuales hacen concluir todas las estrofas con el verso o amor e su
compaa que, segn Azceta, no figura en el cdice al final de ninguna de ellas.

El propio Lang cita este poema de Garci Fernndez como una de las 17 composiciones
de la coleccin de Baena que representan lo que el recopilador llam arte de media maestra
y el marqus de Santillana de maestra menor. Su peculiaridad radica en que una rima -la
rima en -a en este poema de Garci Fernndez- est presente en todas las estrofas.

Con el estribillo De la montaa parta... utiliza Gerena el denominado recurso de
repeticin, caracterstico de la poesa escrita para ser cantada, que se adapta perfectamente
al ritmo musical del poema. Se ve, pues, que se trata de una cantiga que recuerda el modelo
de las denominadas de refram en la poesa gallego-portuguesa.

Igualmente se podra tratar de una cantiga de amor slo que con la peculiaridad de
que el tema no aparece referido a la coyta o afliccin del poeta al verse rechazado por su
dama, sino que es el propio Amor el que, en las voces de las doncellas que le siguen en su
huida, manifiesta su dolor ante el creciente rechazo de los poetas. Es, en cualquier caso, la
clsica cantiga o poema con estribillo de los cancioneros castellanos.

El vocabulario es sumamente sencillo. Ms an: es pobre, prosaico, montono y hasta
reiterativo. Son ms visibles los galleguismos (chamavan, fillar, cuytosas, choravan) y la
ausencia de adjetivos podemos calificarla de lamentable tratndose de una poesa lrica.
Pero recordemos que tales deficiencias estilsticas son comunes en las composiciones de
casi todos los poetas del Cancionero -salvo raras excepciones-; no hay razn especial por lo
tanto para atriburselas en exclusiva a Garci Fernndez de Gerena.

No obstante, en la misma extrema sencillez de la composicin tal vez pueda encontrarse
un cierto encanto potico. La repeticin del estribillo al fin de cada estrofa nos permite
imaginar al juglar -o, ms probablemente, a su falaz y vistosa juglara- interpretando el
poemita al comps de la vihuela y al son de una tonada que, quin sabe, a lo mejor incluso
estaba impregnada tambin de un sencillo encanto musical. En realidad, una composicin
concebida para ser cantada ante un pblico predominantemente analfabeto, o en todo caso
muy poco ilustrado, no requiere mucho ms que una estructura simple; nunca, por supuesto,
un complejo entramado de imgenes de escondido simbolismo y comprensin difcil .
Tratndose de la poesa cancioneril, esto simplemente representara una absurda forma de
pedir peras al olmo.




4 composicin
Ruiseor, vote quexoso...

Nmero 558




Esta cantiga fizo el dicho Gari Fernndez contemplando el quexo de su casamiento con un
ruiseor por figuras, e de cmo el ruiseor le responda por la manera que aqu oiris



1 -Ruiseor, vote quexoso.
Rugote, por cortesa,
que me digas todava
por qu sufres este enojo.
D'un cantar muy saboroso
que t solas dizer
ora fueste *falleer desfallecer
do cumpla ser brioso.

2 -Yo non devo ser culpado,
seor, por esta razn;
siempre fue mia entenin
de servir Amor de grado.
Aylas! Qu far, cuitado,
pois non posso aqu biver?
Ms me valdra morrer
que vevir mal desonrado.

3 -Ruiseor, vos non seredes
por aquesto muy corts,
en vos partir d'esta ves
de donde bevir soledes,
mayormente que avedes
huspedes enamorados
que quieren ser enseados
de vos, que de Amor sabedes.


En versin libre en castellano actual la composicin podra decir as:

Ruiseor, te veo quejoso
ruego de tu cortesa
que me digas en seguida
por qu sufres tal enojo.
De aquel cantar tan gracioso
que t solas hacer
ahora se te ve fallar
donde estabas ms airoso.

Yo no debo ser culpado,
seor, por esa razn;
que siempre fue mi intencin
servir al Amor de grado.
Ay de m! Qu har, cuitado,
si aqu no puedo vivir?
Ms me valiera morir
que no vivir deshonrado.

Ruiseor, no os mostraris
de este modo muy corts,
al marcharos esta vez
de donde vivir solis;
mxime cuando tenis
huspedes enamorados
que quieren ser enseados
de vos, que de Amor sabis.

Observemos en primer lugar que esta poesa aparece escrita casi enteramente en
castellano (salvo un par de trminos aislados: mia y morrer). Para intentar demostrar
que nuestro poeta, aunque usara las dos lenguas, por estas fechas, al parecer, escriba
mayoritariamente en la de Castilla -o por lo general, segn dijimos, en un castellano
levemente agallegado-, vamos a transcribir a continuacin una versin en gallego que de
esta misma composicin hemos encontrado en una antologa de la poesa de Galicia
seleccionada por Carmen Martn Gaite y A. Ruiz Tarazona.

Para que resalten ms los cambios idiomticos indicamos subrayados y en cursiva los
trminos gallegos que no estn, lgicamente, en la anterior versin, extrada del manuscrito
parisiense del Cancionero de Baena y que es, salvo ciertas variantes, algunos errores y
bastantes diferencias ortogrficas, sustancialmente la misma en las ediciones de P. J . Pidal
(1851), F. Michel (1860), Anaconda (1949), Azceta (1966) y Dutton-Gonzlez Cuenca
(1993).

Aunque suponemos que este texto gallego que insertamos se ha copiado de alguno de
los cancioneiros gallego-portugueses -Ajuda, Vaticano o Colocci -Brancuti-, ignoramos de
cul de ellos procede en concreto.



Roiseor, vexote queixoso
de
Garci Fernndez de Xerena




Roiseor, vexote queixoso;
rogote por cortesa
que me digas todavia
por que sofres ese enoxo.
Teu cantar mui saboroso
que tu soias diser,
ora foste faleer
do compria ser brioso.

Eu non debo ser culpado,
seor, por esta rasn;
sempre foi mia entenon
de servir Amor de grado.
Ailas!, que farei, cuitado,
pois non poso aqui viver?

Mais me valera morrer
que viver mal deshonrado.
Roiseor, vos non seredes
por aquesto mui cortes
en vos partir desta ves
de onde viver soedes;
maiormente que habedes
hospedes enamorados,
que queren ser ensinados
de vos, que de amor sabedes.

Fcilmente se advierte que el tema de esta cuarta composicin es el mismo de las dos
que la preceden en el Cancionero: otra vez el de la desaparicin del topos amoroso de la
poesa lrica cortesana.

Aunque J uan Alfonso de Baena siga insistiendo obsesivamente en que esta cantiga la
hizo fingiendo un coloquio con un ruiseor en torno al tema de su casamiento con la mora,
por nuestra parte nosotros seguimos tambin con nuestra paralela fijacin: insistiendo en
rechazar, por incoherente y absurda, esta maligna interpretacin del ladino antlogo y
perseverante acusador.

Utilizando el tpico de la figura del ruiseor -smbolo del amor en la potica medieval y
tambin, despus, en la renacentista- lo que hace esta vez el poeta es introducir el conocido
recurso del desdoblamiento de su personalidad fingiendo un breve dilogo con la legendaria
filomena, a la que, hallndola quejumbrosa, le pregunta los motivos de su enojo,
extrandose de verla flaquear (ora fueste falleer) cuando ms falta haca su quehacer
amoroso en el entristecido reino castellano.

Le responde el ruiseor que no es suya la culpa -de la ausencia del tema del Amor,
naturalmente-, pues su intencin siempre fue la de servirlo o amarlo de grado. Y, pues no
puede hacer oir su cantar muy saboroso, piensa que ms le valiera morir que vivir sin
cantar en Castilla.

Vuelve a censurar el poeta a su ficticio interlocutor, en la tercera estrofa, su falta de
cortesa al querer partir de donde bevir soledes, o sea, de la corte castellana, sobre todo
cuando hay huspedes enamorados / que quieren ser enseados / de vos, que de Amor
sabedes. Obviamente, lo que el poeta pide al ruiseor es que siga cantando al amor -es
esto quejarse de un mal casamiento?-, que no desaparezca de Castilla, que siga enseando a
los nuevos poetas y que as, en definitiva, siga vivo el Amor en la corte.

El smbolo potico del ruiseor, que parece remontarse nada menos que a la poesa
oriental y que puede encontrarse asimismo en la literatura latina, fue tambin muy usado
por los poetas y trovadores del norte de Francia y por los de la Provenza, los cuales fingan
escuchar y entender su lenguaje amoroso.

Esto viene a reafirmarnos en nuestra creencia de que Garci Fernndez conoca los temas
y las formas de la poesa provenzal, o al menos no era extrao a ellas. Nos detendremos en
ello ms adelante. De momento nos limitaremos a decir que tal conocimiento parece
ratificarlo, si se quiere interpretar as, una pequea muestra: el empleo de la exclamacin
Aylas! (ay de m!), que aparece con frecuencia en la poesa provenzal, y de la que, por
cierto, acaso se podra decir que formal y semnticamente guarda relacin tambin con la
voz rabe wilun, que significa pena o desgracia, con su derivada wail (infeliz de m!) y
con otras de su mismo campo significativo.

Gerena, como dcadas despus el marqus de Santillana, debi de conocer y aprender la
potica trovadoresca provenzal, ya fuera por conducto de la lrica gallega-portuguesa, por
los peregrinos que de todas partes acudan a visitar el sepulcro del Apstol Santiago o
simplemente como una tarda consecuencia de las enseanzas dejadas en Castilla por los
trovadores occitnicos, a los cuales los reyes castellano-leoneses, a raz de Alfonso VIII,
dieron una excelente acogida en su corte.

Despus de esta composicin, el tema de la progresiva ausencia del Amor de la poesa
de Castilla ya no reaparecer en los poemas de Garci Fernndez. En lo sucesivo sus obras
sern de tono elegaco, lamentando sus continuas desgracias; de tipo religioso,
proclamando su fe en emotivas cantigas a Cristo y a la Virgen; o de ndole penitencial,
confesando su arrepentimiento por sus muchos y graves pecados.

Este brusco cambio que da a su poesa no es fruto nicamente de su amarga experiencia
personal. Ese mismo cambio, por supuesto orientado a otra temtica, lo empez a registrar
por aquel tiempo, de una forma generalizada, toda la poesa cancioneril. Las composiciones
amorosas sern cada vez ms escasas y en cambio mucho ms frecuentes los decires
sobre asuntos didcticos, narrativos o polmicos. Se aceleraba la decadencia de la poesa
trovadoresca que caracteriz el perodo galaico-provenzal y ya se empezaba a imponer el
modelo de poesa inspirada en Dante, Petrarca y Boccaccio que se ha convenido en llamar
alegrico-dantesca.

Con el declive de los viejos trovadores (Ferrs, el Arcediano de Toro, el propio Garci
Fernndez) la poesa propiamente lrica se ir haciendo a un lado -slo temporalmente por
fortuna- para dejar paso a esos temas de debate sobre cuestiones especulativas o utilitarias.
Los trovadores castellanos propiamente dichos van desapareciendo de la escena histrica o
se transforman progresivamente en decidores o en simples versificadores.

Realmente, la mayor parte del Cancionero de Baena aparece ocupado por este segundo
tipo de poesa, el decir polmico-descriptivo, ms prosaico an que la cantiga; un gnero
nuevo que sin duda ofrece un inters mayor por la extravagancia de los argumentos que por
sus valores literarios, en multitud de ocasiones absolutamente inexistentes.

Este poema de Garci Fernndez lo cataloga Le Gentil como uno de los dos debates
ficticios que incluye el Cancionero de Baena (el otro es de Ferrn Snchez de Calavera o
Talavera, nm, 538), en el que el autor, al no tener ante s ningn partenaire real al que
dirigir la pregunta, como en los debates verdaderos, recurre tcnicamente al sistema de
las coplas o estrofas alternadas. Nuestros dos debates ficticios del Cancionero de Baena
-escribe Le Gentil-se muestran adems bastante cercanos a la antigua tenson de los
trovadores y trouvres. Al escoger como interlocutores ficticios a una dama o a un ruiseor,
ambos autores castellanos se mantienen fieles a la lejana tradicin.

El tema de los pjaros, aade Le Gentil, sobre todo cuando son utilizados como
mensajeros de amor o cuando se les pide consejo, aparece en cuatro composiciones del
Cancionero de Baena bajo formas diversas.

La ms tpica -dice textualmente-, la de Garci Fernndez de Gerena, es un dilogo en
estrofas alternadas; incompleta sin duda, ya que slo contiene tres coplas o estrofas,
representa al poeta que acaba de casarse y a un ruiseor que se muestra indignado con tal
unin. (Como se ve, Le Gentil es tambin de los que acatan ciegamente no slo las
noticias sino las infamantes glosas de Baena; en las que ataen a este poema, el crtico
francs no vacila en aceptar que ste alude al caso personal del autor, en concreto a su mal
casamiento.)

El mismo Le Gentil indica que este gnero de debates ficticios, que constituyen una
parte de los que l llama gneros dialogados, fue cultivado ya por los poetas provenzales.
Lo que nuevamente viene a reforzar la varias veces repetida hiptesis de que Garci
Fernndez de Gerena conoca la lrica provenzal.

Como en la anterior composicin, esta cuarta de Gerena en el Cancionero baenense es
otra cantiga deliciosamente simple en cuanto a su estructura formal. Se dira que cautiva
por su misma ingenuidad. Tal vez se la pueda considerar como una de las ms atractivas de
su produccin. Incluso desde nuestra perspectiva actual podra leerse y recitarse con
agrado.

Desde el punto de vista estrfico adopta igualmente la forma de tres coplas de arte
menor en octoslabos, con rimas en a b b a : a c c a, d e e d : d c c d, f g g f : f d d f. H. R.
Lang la clasifica como una cobla capdenal. La cobla era un trmino de la poesa
trovadoresca provenzal cuyo nmero de versos y situacin de rimas, segn la define Martn
de Riquer, se repiten en las diversas partes de la poesa. Uno de sus tipos es la cobla
capdenal, que se caracteriza por que el primer verso de cada estrofa comienza con la misma
palabra o palabras. Pero obsrvese que en el poema de Garci Fernndez de Gerena la
palabra ruiseor comienza las estrofas primera y tercera, mas no la segunda.

En cuanto a la fecha de composicin, lo lgico es suponer que no debi de alejarse
demasiado de las anteriores sobre el mismo tema.

En lo sucesivo, Gerena ya nunca ms lanzar su mirada hacia fuera para cantar al Amor
y a la vida. A partir de ahora su actitud anmica le llevar a refugiarse en la ms absoluta
introspeccin y la temtica de su poesa ser siempre personal y autobiogrfica. Su obra
quedar circunscrita, en efecto, a su desdichado mundo interior, desde el que entonar unas
cantigas que de tales tendrn ya muy poco (aunque Baena les siga otorgando este nombre).
Sern slo confesiones, actos de contricin o plegarias de un alma pecadora obsesionada
con la idea de su condenacin eterna.




5 composicin
A Vos, grand perdonador...

Nmero 559




Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez en loores de Dios quando se fizo hermitao



1 A Vos, grand perdonador,
fao promesa e verdade
de mantener castidade
mientra que yo bivo for'.
e de non servir Amor
nin estar ms en su corte,
membrndome de la morte
de vos, J hesu Salvador.

2 Salvador, que vos salvastes
el mundo de perdiin,
e despus de la passin
los infiernos quebrantastes,
Seor, pues que vos passastes
por penas tan cruelmente
quiero ser vuestro serviente
pues a todos perdonastes.

3 Perdonad, Seor, a m
Rey de los Reyes mayor
e muy alto Facedor
*de o canto vos mal serv de cuanto
que yo en todos ca
en os pecados mortaes;
*por n, quero que sepaes por eso
en como me arrepent.

En la versin modernizada que venimos haciendo de todos los poemas para su ms fcil
y rpida comprensin, este podra quedar as:

A Vos, gran perdonador
hago promesa en verdad
de guardar la castidad
mientras que vivo estuviere,
y no servir al amor
ni estar ms tiempo en su corte,
y recordar vuestra muerte,
oh J ess, mi Salvador.

Salvador, pues que salvsteis
al mundo de su perdicin,
y despus de la pasin
a los infiernos vencsteis;
Seor, pues que supersteis
nuestros muy crueles tormentos,
quiero ser vuestro sirviente
pues a todos perdonsteis.

Seor, perdonadme a m
-Rey de Reyes el mayor
y altsimo Creador-,
por tan mal como os serv,
pues confieso que ca
en los pecados mortales.
Espero, pues, que veis
cmo al fin me arrepent.

Con este dan comienzo los poemas religiosos y penitenciales de Garci Fernndez. El
tema aqu es el del arrepentimiento. Sin duda lo escribi estando ya en la ermita de Gerena,
tal y como dice J uan Alfonso de Baena (esta vez sin ulteriores comentarios).

La fecha de composicin la podemos fijar, con toda probabilidad, entre los aos 1386 y
1388. Como hemos visto, las cantigas acerca de la ausencia del tema amoroso en la poesa
cortesana las debi de escribir Garci Fernndez estando todava al servicio del rey J uan I,
poco antes quiz de la batalla de Aljubarrota o en todo caso muy poco despus. Pero como
quiera que pas trece aos de su vida en tierras de Granada y que en 1401 ya estaba de
nuevo en Castilla, es posible inferir que tanto este poema como los que le siguen con el
mismo tono dolorido hubo de componerlos en la ermita de Gerena por los citados aos. De
otro modo tendra que admitirse que las escribi viviendo ya en el reino nazar, lo cual sera
sencillamente absurdo.

Es patente el acento de sincera contricin que esta composicin nos quiere transmitir. El
autor se dirige a J esucristo y hace promesa de vivir en el recuerdo de su pasin y muerte, al
tiempo que se arrepiente de sus pecados mortales. Es lcito pensar que se est refiriendo a
sus andanzas con juglaras y cantaderas cuando lo que promete es mantener castidad
mientras viviera e non servir Amor / nin estar ms en su corte? Invocando al grand
perdonador le demanda el perdn de todos sus agravios llamndole, significativamente,
Rey de los Reyes mayor, es decir: mayor que el mortal rey castellano que hasta poco
antes fue su protector.

Insistimos en que no deja de ser curioso que el poeta que ms se apart de la religin de
Cristo, hasta el punto de acabar apostatando de ella, sea al mismo tiempo uno de los ms
religiosos de cuantos figuran en el Cancionero de Baena. Y con una religiosidad que, diga
lo que diga J uan Alfonso, en modo alguno da la sensacin de ser fingida (cosa que, despus
de todo, no sera completamente extraa en una corte como la de Castilla a finales del siglo
XIV, presidida por la hipocresa, la corrupcin de las costumbres y la vida licenciosa, y en
una sociedad donde el mbito espiritual vena representado por una clereca igualmente
rijosa y corrompida). En un ambiente en el que muchos poetas, con Villasandino a la
cabeza, viven una vida pcara, procaz y pedigea, al servicio del noble que mejor les
pague, atacando o defendiendo a quien fuera -en funcin de los particulares intereses del
mecenas de turno-, resulta en verdad un tanto sorprendente que aparezca alguien como
Garci Fernndez de Gerena que no exhibe -al menos que se sepa- ese estilo rastrero y
vergonzante, y que en cambio se muestre como el creador de unos poemas que, si bien
ciertamente mediocres, por lo menos transpiran dignidad.

La estructura formal de esta quinta cantiga es la misma que la de la anterior. Se
compone de tres coplas de arte menor con versos octosilbicos y rima en a b b a a c c a. En
el manuscrito de Pars, segn Azceta, se detectan irregularidades mtricas en los versos 5
(e de non servir Amor, falta e) y 14 (por penas tan cruelmente, falta tan), ignorndose
si ello obedece a una deficiente versificacin por parte del autor o a descuido o error del
copista.

Otra vez vuelve a ponerse de relieve lo ya indicado reiteradas veces sobre los
conocimientos literarios de Garci Fernndez. Lo mismo este poema que los nmeros 561 y
562 utilizan un recurso tcnico que emplearon los poetas de Galicia y los trovadores
provenzales (aqullos, sin duda, copindolo de stos). Se trata del lexa-prende de la poesa
gallego-portuguesa y la cobla capfinida de la provenzal. Este artificio potico puede
mostrar varias formas. La que utiliza Garci Fernndez es la caracterizada por que el verso
primero de una estrofa comienza con la ltima palabra de la anterior.

El poema parece adoptar la figura potica de la antigua deprecatio o splica, que, usada
al principio en la oratoria jurdica clsica para la defensa del reo -tras aceptar ste su
culpabilidad y pedir clemencia al tribunal-, pas luego a la literatura grecolatina y otra vez
resurgira despus en la poesa renacentista en la forma de la peticin que el poeta hace a
Dios (tambin a persona influyente) comunicndole su arrepentimiento por las ofensas
causadas y demandando el perdn.

No se observan galleguismos de importancia, con lo cual parece confirmarse que la
tendencia al uso del gallego-portugus se iba ya desvaneciendo. Puede pensarse tambin
que, al estar el poeta en la soledad de su ermita de Gerena, lejos de las costumbres de la
corte, el tipo de poesa que compusiera entonces tuviera ya un carcter ms pattico que
lrico, al brotar, adems, de un entorno donde slo se hablaba castellano.

Pese al rigor de la tcnica empleada, tampoco es posible negar el patente prosasmo de
la composicin. Se dira que se trata, ms que de un poema lrico, de una plegaria
versificada. O de un decir corto, segn la distincin de Le Gentil. El componente cortesano
visible en los poemas anteriores es sustituido en ste por la exteriorizacin de unos
sentimientos religiosos que, por dignos y nobles que nos puedan parecer, no dejan de ser
escasamente poticos. Pero por otro lado se puede entender que tan perceptibles son en el
poema esa dignidad y esa nobleza que hasta su pblico acusador se aviene a respetarlas. Al
no obsequiarnos esta vez con ninguna apostilla, se dira que J uan Alfonso, con su silencio,
acepta y da por ciertos los piadosos sentimientos del autor.
Otra vista de la antigua Gerena (J erenna), segn un grabado de hacia finales del siglo XIV
o principios del XV. La villa fue conquistada a los moros por el rey Fernando el Santo en
1247, un ao antes de la conquista de Sevilla.










6 composicin
Virgen, flor d'espina...

Nmero 560




Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez en loores de Santa Mara por desfecha



1 Virgen, flor d'espina,
siempre te serv;
santa cosa e dina,
ruega a Dios por m.

2 Eres, sin dudana,
muy perfeta e santa,
la tu omildana
en el mundo non ha tanta;
de tu alabana
la Iglesia canta;
meu coran se levanta
bendizendo a ti.

3 Pariste, Seora,
mas sin corrupin;
santa eres agora
do los santos son.
Virgen, a ti adora
el mi coran,
con grand devoin
te obedesco a ti.

En versin actualizada:

Virgen, flor de espina
siempre te serv;
santa cosa y digna,
ruega a Dios por m.

Eres, sin dudar,
muy perfecta y santa;
como tu humildad
en el mundo no hay tanta;
querindote honrar
la Iglesia te canta;
mi alma se levanta
en loores de ti.

Pariste, Seora,
mas sin corrupcin;
santa eras ahora
do los santos son.
Virgen, a ti adora
mi leal corazn,
y con devocin
ser fiel a ti.

En su epgrafe informa J uan Alfonso de Baena que Garci Fernndez hizo esta cantiga
por desfecha o despedida de otra anterior. A lo ya comentado sobre la desfecha se debe
aadir lo que Lang ha escrito de ella: es un trmino que alude a una composicin pensada
como sumario o conclusin de otro poema, conforme se indica en las rbricas. Ya vimos
tambin el criterio de Navarro Toms con respecto a la otra composicin de Garci
Fernndez (nmero 557) igualmente anunciada por Baena como una desfecha. El mismo
Lang se adhiere, por otra parte, a la conjetura de Carolina Michalis de Vasconcellos segn
la cual la desfecha podra tener un origen musical, como una ampliacin de la finida, que
con frecuencia tena su meloda propia.

Sin embargo, en su edicin del Cancionero, J os Mara Azceta hace constar, en nota
crtica a pie de pgina, la opinin de Henry R. Lang de que en el cdice falta el poema al
que hace referencia la desfecha, aunque aade que el tono piadoso de este y del anterior
poema permite afirmar que parece errnea su opinin.

Este juicio de Azceta, contrario al de Lang -y contrario asimismo al del propio Baena
(lo que prueba una vez ms, si bien de indirecta manera, que no somos nicamente nosotros
los que disentimos del compilador)-, es compartido tambin por Navarro Toms, quien,
despus de afirmar que la unidad mtrica de la desfecha dio lugar a que algunas de estas
composiciones adquirieran vida independiente, refirindose en concreto a esta poesa de
Gerena, dice: Como tal [o sea, como composicin independiente] puede sealarse la
cantiga por desfecha en metro hexaslabo de Garci Fernndez de Gerena (Cancionero de
Baena, nmero 560) con forma de villancico: Virgen, flor d'espina, / siempre te serv...

Sin duda, esta composicin del trovador gerenense es, junto con la de la Despedida del
amor (nmero 558 de la coleccin), la ms conocida y elogiada de su breve obra. Se trata
de una de las cantigas de estribillo o estribote que ms tarde, a partir del siglo XVI,
pasaran a conocerse como villancicos o villancetes. Es un tipo de composicin que no
aparece con demasiada frecuencia en el Cancionero baenense y que guarda una notable
semejanza con el zjel originario de la Espaa musulmana.

El tema o estribillo, que cantaran, de seguro, un juglar o un coro de juglares, figura al
comienzo del poema y consta de cuatro versos hexaslabos con la disposicin de una
cuarteta (a b a b). Sigue la glosa o mudanza, compuesta por siete versos tambin de seis
slabas (de los cuales el octavo y el undcimo son hipermtricos, octoslabos ambos) con la
rima c d c d c d d. A continuacin va el verso de vuelta para enlazar de nuevo con el
estribillo.

ste (Virgen, flor d'espina / siempre te serv; / santa cosa e dina, / ruega a Dios por
m) no se repite en el texto del poema, como es frecuente en otros. Esto lo justifica de este
modo Navarro Toms: En la representacin escrita del villancico, como en la del zjel, el
tema o estribillo se situaba al principio de la composicin y las estrofas terminaban en sus
respectivos versos de vuelta. Al cantar el villancico, el tema o estribillo se repeta despus
en cada estrofa, con lo que se completaba la unidad de la copla. La repeticin se da por
consabida en la lectura, aunque no se realice de forma efectiva.

A propsito de este celebrada composicin de Garci Fernndez de Gerena y refirindose
a la ausencia de frmulas juglarescas en estas devotas canciones, ha escrito Menndez Pidal
que el mismo estribote popular no es usado por l sino en su forma complicada con
consonante interno, como la que a veces us el Arcipreste de Hita, a quien acaso imit
J erena.

Comprese, en efecto, el tema y la primera glosa de esta cantiga

Virgen, flor d'espina / siempre te serv,
Santa cosa e dina / ruega a Dios por m.
Eres, sin dudana, / muy perfeta e santa,
La tu omildana / en el mundo non ha tanta;
De tu alabana / la Iglesia canta;
Meu coran se levanta / bendizendo a ti

con el poema llamado ditado que el Arcipreste ofrece a la Virgen en el Libro de buen
amor (1046):

Omllom', Reina, / Madre del Salvador,
Virgen santa e dina / Oy' a mi pecador.
Mi alma en ti cuda / E en tu alabana,
De ti non se muda / La mi esperana;
Virgen, t me ayuda / E sin detardana
Ruega por mi a Dios...

La semejanza insinuada en trminos generales por Menndez Pidal se hace tan evidente
en estas dos composiciones que no parece haber duda de que Gerena debi conocer la
poesa del Arcipreste e inspirarse en ella. (Ms adelante se analizarn con ms detalle las
posibles huellas que en l dej el Arcipreste de Hita.) Hay incluso versos que son
prcticamente idnticos: Santa cosa e dina en Garci Fernndez, Virgen santa e dina en
J uan Ruiz. Coinciden hasta en la forma de zjel o villancico con rima interna.

Incluso en ambos poemas se da -aunque esto, por supuesto, no pase de una simple
ancdota- una muy curiosa coincidencia respecto a los lugares donde se escribieron (si es
correcta la hiptesis de que Garci Fernndez escribi sus poemas religiosos cuando estaba
en la ermita de Gerena). El Arcipreste informa de que su ditado lo ofreci a la Virgen en
la ermita de Santa Mara del Vado: Fui tener vigilia, como es acostumbrado: / a onra de
la Virgen ofreile este ditado, mientras que nuestro poeta compuso al parecer el suyo en
otra ermita, muy probablemente, como ya indicamos, la dedicada a la Virgen de la
Encarnacin, muy cercana al pueblo, a la que fue a retirarse al salir de la corte.

La estructuracin en forma de cantiga con estribillo de cuatro versos parece sugerir que
esta composicin acaso fuese cantada por algn coro de religiosos o religiosas de vecinos
conventos y monasterios, si es que no tambin por su juglara tras haber dejado de ser mora.

Es claro que constituye una nueva manifestacin del fervor cristiano de Garci Fernndez
antes de convertirse en mulad en el reino de Granada. Estos poemas religiosos pueden
ilustrarnos sobre la autenticidad de su piedad. Tngase en cuenta, adems, la antigedad de
la devocin mariana en Andaluca. Ya se observa en el reinado de Fernando el Santo,
conquistador de Sevilla en 1248, y aparece continuada en su hijo Alfonso el Sabio, autor e
inspirador de las Cantigas de Santa Mara. La devocin a Mara prosigui y an prosigue en
los tiempos actuales.

Por qu tenan que ser fingidos estos sencillos y encendidos versos que a la Virgen
dedic nuestro infeliz poeta y ermitao? Y sin embargo, cmo explicarnos que tras
escribirlos tan de buena fe llegara a renegar, pocos aos ms tarde, de esa fe y esa piedad
que tan sinceras y limpias parecen? Para responder a esta pregunta no hay ms remedio que
apelar de nuevo a su naturaleza impulsiva y pasional. Sin olvidarnos tampoco del clima
hipcrita y lujurioso que proliferaba en torno suyo, que tambin, qu duda cabe, tuvo que
influir para llevarle a dudar de la fe de sus mayores. A la vista de estas pas composiciones
no parece posible encontrar otras causas que expliquen su posterior desviacin.

Ciertamente, esta cantiga de estribillo de Garci Fernndez es una de sus mejores
composiciones. Ese aroma popular, ese sencillo atractivo y ese escueto lirismo no eran muy
frecuentes en la poesa castellana del siglo XIV, ni siquiera en la poesa religiosa.

Entre los elogios que han hecho de ella algunos crticos eminentes citaremos slo a dos,
Marcelino Menndez Pelayo y J os Amador de los Ros. El erudito santanderino, pese a no
profesar la menor simpata hacia Gerena (por causa, sin duda, de su apostasa), ha escrito
sin embargo que de las canciones religiosas que compuso destaca la muy linda que tiene
por estribillo 'Virgen, flor d'espina...'

Amador de los Ros -nacido, por cierto, en Baena, paisano por tanto del recopilador del
Cancionero- afirma por su parte que entre las composiciones de Garci Fernndez es
notable la cantiga 'que fizo en loores de Santa Mara', la cual tiene este estribillo: Virgen,
flor d'espina... En ella, como en todas, resaltan las dotes [imaginacin lozana y
pintoresca, pensamientos profundos y elevados, conocimiento de las formas
artsticas] que le dejamos reconocidas.

ste es, de entre los de tema religioso, el nico poema que Garci Fernndez compuso en
honor de la Virgen. Todos los dems de ese carcter se dirigen a J esucristo Salvador o al
mismo Dios padre en su triple condicin de juez, perdonador y creador. Habindolos
escrito, como parece, durante su estancia en el santuario de Gerena, cabe que nos
preguntemos si esta preferente devocin de Garci Fernndez a Dios padre y J esucristo no
podra tener alguna relacin con el hecho de que la ermita de la Encarnacin tuvo desde su
origen -y an siendo teniendo- como titular al Santsimo Sacramento.




7 composicin
Quien por Dios se empobree...

Nmero 561




Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez despedindose del mundo, e psose beato en una
hermita cabo J erena



1 Quien por Dios se empobree
en este mundo que vive,
e despus lo leal sirve,
enriquee.

2 Enriquee de riqueza
qu'es para siempre durable,
muy infinita, estable
e muy *quita d'escureza; libre
el Seor de la grandeza
e muy grand perdonador
que a ningund su servidor
non *fallee. falta

3 Non fallee ningund da,
qu'es firme sin mudamiento;
quien le da *egualamiento igualdad
ay amigos! Faz' *folla, locura
qu'el Seor de la granda
nunca ovo par nin avr,
ensandee.

4 Ensandee e es muy loco
quien de tal locura *enfinge, alucina
mal se viste, mal se *cinge, cie
e muere de poco en poco;
yo, amigos, non lo troco
por otro santo nin santa,
pues que todo'l mundo espanta
su grandee.

O en la traduccin al moderno castellano

Quien por Dios empobrece
en este mundo en que vive
y despus leal le sirve,
enriquece.

Enriquece de riqueza
que es para siempre durable,
infinita, muy estable,
libre de toda tiniebla;
el Seor de la grandeza
y muy gran perdonador
en todo fiel servidor
permanece.

Permanece, siempre dura,
que es firme y sin mudamiento;
quien busca su igualamiento
comete grave locura;
el Dios de toda criatura
ni tuvo ni tendr par;
y quien le quiere objetar,
ensandece.

Ensandece y es muy loco
quien en tal locura insiste;
mal se cie, mal se viste,
muriendo va poco a poco.
Yo jams lo cambiar
por otro santo ni santa,
pues a todo el mundo espanta
su grandeza.

En esta sptima composicin segn el orden del Cancionero, Garci Fernndez vuelve a
utilizar el recurso estilstico -nuevamente lo emplea en la que sigue- del leixa pren o leixa-
prende (deja y toma), muy frecuente, ya se ha dicho, en la poesa trovadoresca, de la que
pas a la escrita en la lengua gallego-portuguesa.

Navarro Toms lo clasifica como una de las galas del trovar con las que los poetas y
trovadores de la gaya ciencia pretendan dejar acreditadas sus habilidades versificadoras.
Heredero de las coplas capfinidas provenzales, el leixa-pren consista, como ya vimos
antes, en la repeticin de la ltima palabra de un verso al principio del verso siguiente. En
esta composicin, Garci Fernndez adopta concretamente la variante del encadenado, que
no era sino la aplicacin del artificio del leixa-pren a la estructura estrfica de suerte que el
verso de comienzo de una estrofa fuera el mismo con el que finalizaba la anterior.

Este recurso potico del leixa-pren lo utilizaban los trovadores no slo para demostrar su
pericia en la versificacin o para dotar de alguna amenidad y colorido a la composicin.
Tena tambin la utilidad prctica de facilitar a los juglares e intrpretes musicales el
recuerdo del texto. Fue muy usado en las cantigas de amigo de la lrica galaico-portuguesa.

En esta ocasin Garci Fernndez lo extrae de su contexto cortesano y amoroso para
emplearlo, con resultado bastante aceptable, en esta cantiga de estricto contenido religioso.
No es posible saber si el ltimo verso, que en el manuscrito de Pars aparece como su
grandeza -rompiendo la rima en -ee con los anteriores de final de estrofa-, estara
encadenado al primero de una posible estrofa posterior haciendo ms largo el poema, o si se
trata slo de una palabra perdida (o palavra perduda) como la que cita el Arte de trobar al
comienzo del Cancioneiro gallego-portugus de Colocci-Brancuti o de la Biblioteca
Nacional de Lisboa.

El poema est escrito en octoslabos de pie quebrado (tetraslabos el cuarto verso de la
redondilla inicial y los finales de las tres coplas de arte menor). Los versos de pie quebrado
tienen la misma rima consonante, excepto el ltimo, que queda libre.

Otra vez -y es muy justo decirlo- vuelve a parecernos coherente la rbrica de Baena con
el contenido de la composicin. El poeta gerenense, ya apartado de la corte, deja la
impresin de que quiere despedirse de su adscripcin al mundo palaciego. Hace un canto a
la grandeza de Dios y, descubierto al propio tiempo el engao del tesoro de su esposa, trata
de buscar consuelo a su pobreza material recurriendo a la riqueza espiritual que le supone
su aproximacin al Seor de la grandeza, el que siempre perdona y nunca falta a quien lo
sirve con lealtad.

Esta antilogia existente entre la prdida de la esperada riqueza material y el hallazgo del
tesoro espiritual que representa servir y amar a Dios constituye el motivo central del
poema, con el que el autor parece contrastar la voluble condicin del que fue su seor de
este mundo, el que le conden al destierro de la corte, con la firme inmutabilidad del
Seor de la granda, que jams abandona a sus leales servidores y al que nadie se puede
igualar.

Los versos en que ensalza al grand perdonador podran interpretarse, en efecto, como
una parodia sutil de la actitud que con l adopt J uan I, al que sin nombrarlo parece otra
vez dirigir un velado y tmido reproche por no concederle el perdn y prohibirle seguir en
la corte.

Aunque J uan Alfonso presente el poema dentro del grupo de composiciones religiosas
de Garci Fernndez, lo mismo podra ser el primero compuesto en la ermita que el ltimo
de los que escribiera estando todava en la corte, si bien a punto ya de abandonarla por la
implacable decisin del rey. No hay que olvidar que Baena no sigui ningn criterio
cronolgico al insertar los textos en su coleccin.




8 composicin
Vos, mi Dios e mi Seor...

Nmero 562




Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez enfingendo de muy devoto contra Dios



1 Vos, mi Dios e mi Seor,
seredes mi fortaleza
el da de la escureza,
que seredes judgador.
Seor, sed mi valedor,
pues que non he abogado
sinon a vos, el muy loado
e muy alto Criador.

2 Criador, que vos criastes
todo el mundo sin dudana
Seor, sed mi amparana
pues pecador me formastes,
ca nunca desamparastes
el que vos siempre obedee;
en infierno non perese
quien fizo lo que mandastes.

3 Yo far vuestro mandado,
sed vos mi defendimiento,
ca, Seor, mucho me siento
por muy pecador errado.
Non sea desamparado,
Seor, de vuestra grandeza
el da de la escureza
que ser por vos judgado.

4 Alto Seor temeroso,
joez de toda claridad,
concluida la verdad,
non hay otro poderoso.
Siervo soy e muy cuitoso,
Seor, por vuestra mered
de m piadad aved,
Pues que sodes piadoso.

En nuestra habitual versin:

Vos, mi Dios y mi Seor
seris mi fortaleza
el da de la tiniebla
en que seris juzgador.
Seor, sed mi valedor
pues no tengo otro abogado
sino a Vos, el muy loado
y muy alto Creador.

Creador, pues que creasteis
el mundo, sin discusin,
sed, Seor, mi proteccin
pues pecador me formasteis;
Vos jams desamparasteis
al que siempre os obedece;
en infierno no perece
quien hizo lo que mandasteis.

Yo cumplir lo ordenado,
sed Vos mi gran valimiento,
pues ved, Seor, que me siento
pecador equivocado.
Haced que obtenga en amparo
vuestra magnanimidad
el da de la oscuridad
cuando sea por Vos juzgado.

Alto Seor generoso,
J uez que ve con claridad
dnde queda la verdad
(no hay otro ms poderoso).
Soy vuestro siervo angustioso,
concededme la merced
de piedad de m tener,
pues sois misericordioso.

Esta octava composicin constituye otro ejemplo de lo que antes llamamos oracin
versificada. El poema es una protestacin de fe y una encendida plegaria al Creador, ante
el que el poeta se confiesa muy pecador errado y del que reiteradamente solicita el
perdn el da de la escureza (el da de las tinieblas o del J uicio Final) cuando sea por l
juzgado.

Se evidencia de principio a fin, una vez ms, la autntica y sincera devocin de nuestro
autor. Gerena se siente desamparado (pues que non he abogado sinon a Vos) en el retiro
de su pueblo. Sin proteccin, y probablemente sin recursos econmicos, vive un perodo de
obligada austeridad y dolorido ascetismo. Alejado de todos y expulsado de la corte de
Castilla, Garci Fernndez dirige su mirada al Todopoderoso, encomendndose a l y
pidindole que sea su valedor.

Es forzoso volver otra vez a las glosas de Baena. Cmo se atreve a decir de estos
versos afligidos que el autor los compuso enfingendo de muy devoto contra Dios? El
verbo enfengir tena en la Baja Edad Media muchas acepciones, todas de sentido
negativo: levantarse con soberbia contra alguien, presumir, blasonar,
envanecerse, fingir, imaginar, engaar, mostrarse como, engatusar... Ninguna
es aceptable aplicada a la intencin de este poema. No es posible admitir que estuviese
guiado por una voluntad de presuncin, o de envanecimiento, o de soberbia, y menos an
de engaar o tratar de fingir contra Dios. Qu objetivo podra perseguir el autor
adoptando esta actitud estpida?

Es preciso insistir: todo parece producto de la mala voluntad que a Garci Fernndez le
tena Baena -o mejor digamos el primer Baena, no el Baena que escribi su admirable
dezir a J uan II-. Por qu? Lo utilizaba acaso en su propia defensa, como escudo para
protegerse de las acusaciones contra los judos conversos, presentndose l como una
especie de inquisidor de sus nuevas creencias? Reflexionaremos sobre esto con alguna
mayor extensin en pginas siguientes. Podemos aceptar, a tenor de las informaciones de
Baena y dems compaeros de la gaya ciencia, que los negativos atributos que le
adjudican, expresa o veladamente -su presunta incontinencia sexual, la inconstancia y la
volubilidad de su carcter, su ingenuidad, incluso una posible paranoia-, estn ms o menos
de acuerdo con la realidad. Lo que cuesta aceptar de Gerena es que prcticamente todo lo
que escribi lo hiciese movido por una intrnseca perversidad.

Ms prudente parece admitir, a juzgar por lo que inspiran las composiciones en las que
el trovador nos habla de s mismo, que simplemente quieren expresar lo que expresamente
manifiestan. No habra que buscarle tres pies al gato. Los poemas de esta triste fase de su
vida no son sino lamentaciones por sus desgracias, declaraciones de arrepentimiento,
expresiones de temor de Dios: pruebas, en definitiva, de una fe sincera. Lo que no pueden
nunca representar, en ningn caso -y esto lo afirmamos rotundamente-, son hipcritas
afirmaciones, estratagemas de fingimiento o una actitud temeraria de diablica soberbia
contra Dios.

Aunque solo sea de paso, debemos constatar aqu el hecho sorprendente de que un
crtico e investigador tan sagaz y autorizado como Menndez Pelayo no observara -como
han hecho otros igual de eminentes- estas visibles contradicciones entre lo que Baena
comenta en sus rbricas y el texto -e incluso el contexto-de los poemas de Garci Fernndez.
De ste ha dejado escrito don Marcelino que desesperado de su torpeza, se retrajo
entonces a una ermita cabe Gerena 'enfingendo de muy devoto contra Dios' [las palabras
textuales de Baena] y dando por testimonio de esta simulada piedad suya algunas canciones
religiosas que entonces compuso.

En qu pudo basar el insigne polgrafo que la de Gerena era una simulada piedad?
En los versos del poema, no por cierto. Entonces por qu opt por dar ms crdito al
difamador que al mismsimo autor de la plegaria? Por lo que se ve, la estrategia cazurra del
desprestigia que algo queda tambin puede hacer mella en los cerebros ms lcidos y
perspicaces... Aqu cabra aplicar -salvando las distancias existentes entre ambos poetas
(abismales sin lugar a dudas)- lo que Dmaso Alonso ha observado sobre la paralela escasa
simpata que asimismo le tena don Marcelino al gran don Luis de Gngora (cuya obra
lleg a calificar de nihilismo potico): No hay un hombre genial -y Menndez Pelayo
autnticamente lo fue- sin grandes incomprensiones y vacos. La ceguedad para Gngora
no es ms que una, entre una larga serie de cegueras de nuestro crtico mximo. Con
todo nuestro respeto a la sapiencia de don Marcelino -y con toda la cautela que nos viene
aconsejada por nuestra falta de autoridad-, no parece propio de un crtico imparcial y
riguroso atribuir bastardas intenciones a un autor, como hace con Gerena, por el solo hecho
de conocerse unos datos -procedentes, adems, de una fuente tan poco fiable-sobre su
penosa biografa.

Podramos hablar, de modo parecido, de una piedad simulada a propsito de los
bellsimos poemas religiosos de Lope de Vega atendiendo, no a sus versos, sino a las
noticias que tenemos de l sobre sus devaneos amorosos y sexuales, moralmente
rechazables siempre pero mucho ms al haberlos seguido protagonizando tras haberse
ordenado sacerdote? Tambin Unamuno, luego de componer sus poemas devotsimos a
Cristo, inmediatamente se pasaba al polo opuesto y hasta llegaba a poner en tela de juicio la
propia existencia de Dios. Podramos deducir por estos bruscos cambios de mentalidad
que tambin eran fingidas la fe y la devocin que evidencian, por ejemplo, las poesas de El
Cristo de Velzquez?

Por fortuna -por fortuna para la memoria histrica de nuestro pobre e ignorado trovador-
, otros eruditos investigadores han juzgado a Gerena con mayor benevolencia. Ya hemos
visto cmo Menndez Pidal entendi que sus canciones a la Virgen y sus ascticos decires
estaban animados frecuentemente con acentos de verdadera devocin, y cmo Amador
de los Ros, al hablar de su marcha a la ermita, nos dice que all estuvo, al parecer, en
fervorosa penitencia, ya componiendo devotas cantigas en alabanza de Dios, ya tomando a
la Virgen por su intercesora. Lejos de aceptar sin ms los desfavorables comentarios de
Baena, ellos los desoyeron y desatendieron, prefiriendo juzgar la fe y los sentimientos del
poeta a la sola luz de sus composiciones.

Nuevamente se ha de consignar -tambin sinceridad obliga- que la valoracin literaria
de esta octava composicin tampoco puede ser muy favorable. Otra vez se aprecia en ella
un torpe y perceptible prosasmo. Se ignora si fue escrita en castellano -no se incluyen
galleguismos-, lo que parece bastante probable si se repara, como ya qued indicado, en la
tendencia al exclusivo uso de esta lengua que los poetas empezaban a mostrar a finales del
siglo XIV.

El poema se compone de cuatro octavas de arte menor u octavillas, con rima a b b a a c c
a y versos octosilbicos, todos ellos medidos correctamente. Como en composiciones
anteriores, Gerena vuelve a servirse del lexa-prende.

Sealemos por ltimo que esta composicin, aunque Baena la anuncie como cantiga,
responde ms bien a la estructura de los decires o poesas para leer y recitar. Para el
recopilador del Cancionero todos los poemas de Garci Fernndez son cantigas excepto una,
la nmero 564, que es para l un dezir. Pero no imaginamos que estos versos tristes y
afligidos que Gerena al parecer compuso durante su eremtico retiro fuesen escritos para ser
cantados por los juglares o las cantaderas.




9 composicin
Oh valiente abastado...

Nmero 563




Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez estando en su hermita erca de J erena con su
muger, contemplando en Dios e en sus grandes poderos, pero so espeia d'esto otra maldad
tena en su coran



1 Oh valiente *abastado abastecido
noble Rey glorificado,
t seras mi amparana!

2 Eres mi defendedor
e mi perdurable vida;
mi coran non te olbida,
llamando: Seor, Seor!
Pues eres el *Acabado Perfecto
sea de ti perdonado,
ca en ti tengo fiana.

3 T eres el piadoso,
sin medida es el tu nombre;
por salvar a todo ombre,
alto Seor poderoso,
eres del mundo loado,
ca sin fin es tu reynado
e la tu dule esperana.

4 Tus meredes ien *millas miles
fazes de que prendo espanto.
Quin podra dezir tanto
de tus grandes maravillas?
T eres, Seor, llamado
el Pudiente e alabado,
visin de toda folgana.

5 Non puede mi pensamiento,
Seor, pensar tu alteza;
atn grande es tu grandeza,
firme Rey sin mudamiento.
Pues eres el Ensalado,
oh santo Rey coronado!
aya de ti perdonana.

Que en nuestra versin en castellano actual vendra a decir, ms o menos:

Oh pudiente y esforzado
noble Rey glorificado,
t sers mi venturanza!

T eres mi protector
y mi perdurable vida;
mi corazn no te olvida,
invocndote: Seor,
de todo poder dotado!
Sea yo de ti perdonado,
pues pongo en ti mi confianza.

T eres el piadoso,
incomparable es tu nombre,
por salvar a todo hombre
alto Seor poderoso,
eres del mundo alabado;
sin trmino es tu reinado
y muy dulce tu esperanza.

Tus mercedes por millares
haces, de lo que me espanto.
Quin podra decir tanto,
quin posee tus maravillas?
T, Seor, eres llamado
el Pudiente, el Alabado,
visin de completa holganza.

No puede mi pensamiento,
apreciar, Seor, tu alteza,
tan ingente es tu grandeza,
firme Rey sin mudamiento.
Pues eres tan ensalzado,
yo espero oh Rey coronado!
merecer tu tolerancia.

Poema compuesto en forma de cancin trovadoresca, nombre con el que, segn
Navarro Toms, pas a ser conocido este tipo de cantigas desde mediados del siglo XV.

Su estructura mtrica (similar asimismo a la del villancico castellano) consta de un tema
o fragmento inicial -el primer terceto- al que siguen una redondilla y despus otro terceto
que repite la rima del tema, a a b : c d d c : a a b. Esta disposicin de la rima se repetir, con
distintos consonantes, en las cuatro estrofas del poema.

Tanto Azceta como Dutton y Gonzlez Cuenca coinciden en que la secuencia de los
versos 1 y 3 aparece equivocada en el cdice de Pars. En nuestra opinin, esta vez s debi
de tratarse de un despiste del copista. No tiene sentido que el poema comenzara con el
verso T sers mi amparana porque rompera el orden de las rimas. Pedro J . Pidal y
Anaconda mantienen el orden del manuscrito. Pero con mejor criterio, los editores antes
citados trastocan la colocacin de los versos para normalizar las rimas y seguir el esquema
tcnico de la cancin.

Los versos 18 y 19 Tus meredes ien millas / fazes... presentan la novedad del
encabalgamiento. Es la nica vez que encontramos este recurso potico en Garci Fernndez
de Gerena. Era muy raro adems en toda la poesa de su tiempo.

Esta composicin de Garci Fernndez representa uno de los ejemplos ms antiguos de
este tipo de cancin, cuya estructura pudo inspirarse en algunas de las Cantigas de Alfonso
X el Sabio. El modelo ya fue utilizado, segn parece, en la primera mitad del siglo XIV por
el rey Alfonso XI -para componer la conocida composicin En un tiempo cog flores,
atribuida al monarca y que figura en el Canzionere portoghese della Biblioteca Vaticana- y
por Pero Lpez de Ayala, para alguno de los poemas incluidos en su Rimado de Palacio.
Garci Fernndez de Gerena es tambin as, por tanto, junto con los citados, uno de los
primeros en introducir en la literatura en lengua castellana la cancin trovadoresca.

Por su disposicin, esta forma de cantiga con tres partes -la inicial o tema, media y final- e
idntica rima en las partes primera y tercera, repercutira en los siglos XIV y XV, segn T.
Navarro Toms, en el virelai francs y en la dansa provenzal, que aparecen compuestos en
metro octoslabo, poco corriente en las poticas francesa y occitana.

En su estudio sobre las formas estrficas y trminos mtricos del Cancionero de Baena,
H. R. Lang cita este poema de Garci Fernndez (junto con el nmero 565) como ejemplo,
discutible, de lo que se llam palabra perdida. No queda muy claro, en efecto, si con el
vocablo perdida se quera significar una mera expresin de censura o si era un trmino
tcnico equivalente al portugus palavra perduda, que, segn el propio Lang, aparece
definido en el Cancioneiro Colocci-Brancuti: 'Alguns trobadores para mostraren meor
maestra meteron en sas cantigas que fezeron ha palavra que non irmase con as outras e
chamanlhe palavras perdudas.

En el Cancionero de Baena -agrega Lang- no hay verdaderos ejemplos de palabra
perdida. En los contados poemas en que parece encontrarse, el ltimo verso de cada estrofa
rima con un verso del tema. En este poema de Garci Fernndez el verso ltimo de cada
estrofa rima con el vocablo amparana que se encuentra en el tema inicial y que as viene
a ser la palabra o rima no hermanada con las otras en las diversas estrofas.

Constituye otra de las composiciones religiosas o de penitencia de Garci Fernndez. El
autor hace en ella un nuevo canto piadoso a la grandeza de Dios, proclamando su fe y
expresando su confianza en el perdn.

En cuanto al lxico, de nuevo se observa una ausencia total de los galleguismos usuales
en composiciones anteriores. Ntese, por ejemplo, cmo aparece el verbo llamar (versos
7 y 23) donde en otros poemas veamos la forma gallega chamar. Pero se ha de insistir en
que esto apenas prueba nada, puesto que -partiendo de la base de que el manuscrito de Pars
no es el original, sino una copia- lo mismo se podra tratar del poema tal y como lo escribi
Garci Fernndez que de la versin en castellano hecha por iniciativa del copista o
amanuense.

Como vemos en la rbrica, J uan Alfonso de Baena vuelve de nuevo a la carga. Otra vez
quiere dejar clara constancia de su imparcialidad de juicio y de su reconocido afecto
por Gerena. En el epgrafe dice primero que esta composicin la escribi estando en la
ermita con su mujer, en honor de Dios y de su gran podero, e inmediatamente se apresura a
poner, cmo no, su maldiciente guinda habitual: pero so espeia d'esto, otra maldad tena
en su corazn.

Por ensima vez queda patente que Baena posea la facultad de penetrar en los ntimos
secretos del poeta, en las profundidades de su mente y de su corazn.




10 composicin
Quien faze mover los vientos...

Nmero 564




Este dezir fizo e orden el dicho Gari Fernndez de Gerena estando en su hermita, en
loores de las virtudes e poderos de Dios; mas, poniendo en obra su feo e desaventurado
pensamiento, tom su muger, diziendo que iva en romera a J erusalem, e metise en una
nao e, llegando a Mlaga, quedse ende con su muger



1 Quien faze mover los vientos
e *concluye las virtudes perfecciona, remata
e nos emba saludes
e ms los mantenimientos,
l fizo los elementos
los ngeles e los coros
e sac de sus tesoros
la Ley de los Mandamientos.

2 l es governador
que todas las cosas cra,
seor es de grand vala
e ser el juzgador;
es de todo Fazedor
e pint los altos ielos,
que son obras de sus dedos,
y es llamado el Criador.

3 l emba mensajero
como fuego espantable
e por l dizen durable:
Gloria in excelsis Deo!
Cumple todo buen desseo
e toda buena esperana;
ha de ser, sin ms dudana,
de todos el heredero.

4 Quando fuer' su voluntad
ayuntar su juizio,
quienquier que dixo e fizo
publicar su maldad;
mostrar su crueldad,
qu valdr el abogado
a ningund omne cuitado,
salvo la su piadad?

5 Piadad del piadoso
venga all sobre m,
ca mucho temo de aqu
aquel da tenebroso,
da atn *calunioso acusador
que non s dnde m'esconda,
si en la tierra, si en la onda:
todo ver el Poderoso.

6 Pues l todo lo ver
e non se le asconde palma,
oh cativa de mi alma!
qu cuenta ant'l dar?
Ninguno non fallar
que all pueda *acorrella, socorrerla
salvo el que ha poder sobre ella:
como quisier' jusgar.

7 Oh Valiente abastado,
Seor de las fortalezas,
partidor de las riquezas,
noble Rey glorificado!
Dios muy fuerte grandeado,
lbrame de la tormenta
el da de tal afrenta
que ser por vos judgado.

Una versin de este poema en castellano actual podra ser aproximadamente esta:

Quien hace mover los vientos
y excede a toda virtud,
quien nos presta la salud
y nos da el sustentamiento;
quien hizo los elementos,
los ngeles y los coros,
quien nos dio, de sus tesoros,
la Ley de los Mandamientos.
l es el gobernador
que todas las cosas cra,
Seor de muy gran vala
y futuro juzgador;
de cuanto hay Hacedor;
pintor de los altos cielos
que son obras de sus dedos;
bien llamado el Creador.

Avisa por mensajero
del fuego que nos espanta,
y por l los coros cantan
Gloria in excelsis Deo.
Sacia todo buen deseo
y toda buena esperanza;
a todos nos da confianza
de hacernos sus herederos.

Cuando sea su voluntad
celebrar su juicio;
de quien la dijo o la hizo
descubrir la maldad
y mostrar la crueldad;
de qu le valdr abogado
si al pecador desgraciado
no lo salva Su piedad?

La piedad del Piadoso
venga entonces sobre m;
mucho temo desde aqu
aquel da tenebroso,
acusador y afrentoso,
do no habr donde me esconda,
ni en la tierra ni en la onda:
todo lo ve el Poderoso.

Y pues todo lo ver,
sin escondrijo que valga,
ay!, la infeliz de mi alma
qu cuentas ante l dar?
All a nadie encontrar
con poder de socorrerla,
slo el que puede absolverla
segn quiera juzgar.

Oh, pudiente y esforzado,
Seor de la fortaleza,
distribuidor de riquezas,
noble Rey glorificado!
Dios fuerte y magnificado,
lbrame de la tormenta
en el da de la afrenta
cuando sea por Ti juzgado.

Nos hallamos ante el nico decir que con este ttulo figura entre las doce composiciones
de Garci Fernndez que recoge el Cancionero de Baena.

Tambin es correcta esta vez la calificacin del recopilador. Si las cantigas ofrecen, por
lo general, una temtica de inspiracin amorosa -aunque en el caso de Gerena,
rigurosamente hablando, muchas de las as llamadas por Baena propiamente no lo son, al
no mostrar forma o contenido para ser cantadas o una relacin argumental con el tema del
Amor, ni siquiera a lo divino-, el decir se caracteriza por estar dedicado a asuntos
didcticos, teolgicos, polticos o que de alguna manera se presten a la controversia.

Este decir lo relaciona Navarro Toms con los ditados que hemos visto en la obra del
Arcipreste de Hita, lo que de nuevo parece probar que Garci Fernndez, como hicieron sin
duda tambin otros trovadores y poetas, se inspir en J uan Ruiz al componer algunos de sus
poemas religiosos. Formalmente tambin lo compara con otras composiciones medievales,
como la Danza de la muerte y la Revelacin de un ermitao.

Sin embargo, en cuanto al asunto, la Revelacin de un ermitao, escrita a finales del
siglo XIV por autor desconocido, es muy diferente. Pertenece al gnero de las disputas y el
tema es el de las mutuas acusaciones del alma y el cuerpo por los pecados del hombre
(como ya sucede en la primera versin de este poema, la llamada Disputa del alma y el
cuerpo, de finales del siglo XII o comienzos del XIII). En principio se podra pensar que
esta Revelacin de un ermitao pudiera haberla escrito Gerena, puesto que la compuso un
ermitao y l lo fue, como sabemos, en la ermita de la villa en que naci. Pero, al margen
de otras peculiaridades estilsticas, la fecha de composicin que se da en el propio texto
(ao de 1382) reduce a cero tan remota posibilidad: por entonces Garci Fernndez estaba,
segn todos los indicios, todava en la corte. S cabe en cambio conjeturar que en los tres
aos que median entre la fecha de la Revelacin y la que deducimos para la composicin de
este decir (en torno a 1385), el trovador gerenense bien pudo conocer ese poema e
inspirarse en cierto modo en l, adaptando su estructura de coplas de arte mayor a la de arte
menor o en octoslabos, la forma ms frecuente del decir en la compilacin de Baena.

En siete estrofas de ocho versos cortos u octavillas viene escrita, en efecto, esta dcima
composicin de Garci Fernndez, la ms extensa de cuantas escritas por l aparecen en el
Cancionero. Las estrofas segunda, cuarta y sexta adoptan la disposicin de octavillas
agudas o italianas, con rimas en agudo en los versos cuarto y octavo. La disposicin
mtrica de todas las estrofas es a b b a : a c c a, y se pueden contar hasta 21 rimas
diferentes.

En cuanto a la mtrica, en el manuscrito de Pars aparecen varios versos mal medidos. El
noveno (l es governador) tiene una slaba menos y son en cambio hipermtricos el
verso 25 (Quando fuer' su voluntad, que figura como Quando ffuere su voluntad), el
47 (salvo el que ha poder sobre ella) y el 48 (como quisyere jusgar). Los nmeros 32,
33 y 34 presentan hiato.

Obsrvese que los versos 49 y 52, Oh, valiente, abastado y noble Rey glorificado,
son los mismos que los que comienzan la precedente composicin, la nmero 563. Podra
esto interpretarse en el sentido de que la composicin, o en todo caso la estrofa, formaran
parte de la anterior y que el copista o Baena decidieran desgajarla de ella por capricho o
negligencia?

Con el decir estamos en presencia -ha escrito Le Gentil- de lo que suele llamarse poesa
estrfica libre cuya nica ley esencial es la repeticin de una misma frmula estrfica
tomada como base. O sea, lo contrario de lo que ocurra con la cantiga, que poco a poco se
fue convirtiendo en un gnero de forma fija.

En honor a la verdad, de nuevo es preciso reconocer que tampoco este poema tiene una
excesiva calidad potica. Lo podramos ver como un tpico producto de la lrica popular o
tradicional castellana, en donde la sencillez -incluso la extremada sencillez- constituye el
factor principal desde el punto de vista del estilo. El lxico, en efecto, no puede ser ms
sencillo y reiterativo. Las metforas, los simples eptetos, brillan por su ausencia.

Nuevamente se trata de un poema ms fervientemente religioso que estrictamente lrico.
Es un canto a la grandeza de Dios creador y conservador del universo, y al mismo tiempo
una confesin del obsesivo temor del poeta al J uicio Final. Tambin una expresin de su
confianza final en la piedad divina. Por su parte, fiel a su costumbre, J uan Alfonso de
Baena se nos muestra otra vez ms como difamador y acusador que como informador
imparcial. Otra vez nos da en su epgrafe noticia puntual del viaje de Gerena a J erusaln y,
nuevamente sin venir a cuento, de cmo se embarc con su mujer en una embarcacin que
no pas de Mlaga. Claro est, poniendo en obra su feo e desaventurado pensamiento.

Termina con este decir la serie de composiciones religiosas. Tras ellas, acaso sea
oportuno adelantar una breve impresin sobre Gerena y su circunstancia.

Pasados ya, al parecer, sus frecuentes devaneos amorosos y concluida la etapa ms o
menos goliardesca de su juventud, en estos poemas religiosos y penitenciales lo podemos
ver como un hombre atormentado por la idea de su destino de ultratumba. Lo mismo su
mentalidad que su conducta coinciden con la actitud que se ha considerado tpica del alma
medieval: un comportamiento alegre y sensual durante el da, un talante contrito y a veces
espantado por la noche. Gerena llev probablemente su afliccin a un punto extremo, dado
que en estos ltimos versos alude casi permanentemente a sus pecados y a cada paso
proclama la esperanza de ser perdonado el da del gran J uicio. Esto, insistimos, es lo que
nos permite ver en l a un hombre de sincera y profunda religiosidad que con las solas
armas de su poesa parece desmentir todas las acusaciones de hipocresa o fingimiento
hechas contra l.

Es posible tambin que en sus ascticos sentimientos influyese de alguna manera el
clima eremtico que le rodeaba, siempre de ser correcta la suposicin de que las
composiciones religiosas y penitenciales las escribi en la ermita de Gerena. Lo cierto es
que en ellas se muestra como un hombre obsesionado, ms que simplemente preocupado,
con la idea de su condenacin. Mal puede un hombre de esta clase ponerse a jugar con
fuego -en este caso nunca mejor dicho: con el fuego eterno- componiendo poemas contra
Dios.

Si unos aos despus de escribir estos versos dio ese cambio radical en su conducta que
le llev a renegar de su fe, nos podramos adherir a lo que muy ilustres crticos e
investigadores han insinuado -Amrico Castro entre ellos-: que en aquellos tiempos
caracterizados por una generalizada corrupcin en el estamento clerical y un patente
desconcierto en la alta jerarqua espiritual, el hecho de un cambio de religin quiz no se
considerase -o al menos no todos lo considerasen-una decisin fundamental, sino ms bien
secundaria, no demasiado relevante, entre las religiones monotestas. Eran tiempos en que
la pblica barragana de los curas y frailes de misa y olla, la asimismo visible mundanalidad
del alto clero, las disputas por la tiara pontificia, la extendida doctrina del carpe diem, etc.,
por fuerza tenan que dejar alguna negativa huella en los creyentes.

Pudo Garci Fernndez pensar que, aun convirtindose al islamismo, segua
conservando la fe en un nico Dios, creador, omnipotente y misericordioso? Ya en el siglo
XII, los tres pueblos del Libro convergan en creer en un mismo Dios, en una misma
esperanza de paz y misericordia, nos recuerda Amrico Castro, quien aade: Para hacer
visible como un conjunto el pueblo castellano en el siglo XIV, el Arcipreste de Hita ha de
mencionar a los tres pueblos cuando quiere abarcar la totalidad de la gente a quien la carta
de Don Carnal se refera:

La nota de la carta vena a todos nos:
Don Carnal poderoso, por la gracia de Dios,
a todos los cristianos, e moros e judos,
salud con muchas carnes... (1193)

O simplemente cabe atribuir su apostasa a su inquieto y voluble carcter, al constante
y dramtico combate que sin duda hubieron de librar en l su fuerte vitalismo por un lado y
por otro su espiritualidad no menos fuerte?




11 composicin
Convenme biver...

Nmero 565




Esta cantiga fizo e orden el dicho Gari Ferrndez de J erena con grand quebranto e
amargura de su corazn, por quanto despus que parti de Mlaga se fue a Granada con su
muger e con sus fijos, e se torn moro e reneg la fe de J hesu Christo e dix' mucho mal
d'ella. Estando en Granada, enamorse de una hermana de su muger e seguila tanto que la
ovo e us con ella, e fizo entone esta cantiga que se sigue.



1 Convenme biver
triste, muy penado,
pues desamparado
bivo *todava. siempre

2 Por bien que serv
a una flor d'altura,
la muerte *des desde entonces
veo sin mesura;
*por n digo ass: por eso
Pues non he ventura,
quiero ir morrer
atn *alongado alejado
de la que, cuitado,
mered *atenda. esperaba

3 Si de tu verdad
a morte membrares,
fars grand bondad
sinon me matares.
Ave piadad
non me desamapares,
pues en tu poder
bivo encarelado,
e si he buen donado
esta seora ma.

4 El mi coran
muy graves cuidados
*ha toda sazn tiene siempre
que por ti son dados;
por esta razn
los enamorados
non me querrn ver
por el mi pecado,
pues Amor de grado
dame alegra.

O, en la versin libre al castellano actual,

Me est bien vivir
triste y apenado,
pues desamparado
vivo cada da.

Por bien que serv
a una flor de altura,
ahora en morir
pienso sin cesar;
por eso hablo as:
por mi desventura
deseo morir
asaz alejado
de la que, cuitado,
merced esperaba.

Si por tu verdad
en muerte pensaras,
tendras gran bondad
si no me mataras.
Ten de m piedad,
no me desampares,
pues en tu poder
vivo encarcelado
y bien regalado
por ti, vida ma.

En mi corazn
hay graves cuidados
en toda ocasin,
y por ti son dados;
por esta razn
los enamorados
no me querrn ver,
por mi gran pecado;
por tanto, de grado
dame alegra.

Puede ser que esta composicin la hiciera y ordenara Garci Fernndez viviendo ya en
Granada, tal como dice el recopilador. Es posible asimismo que la compusiera en honor -
en loores como por entonces se deca- de la hermana de su mujer, de la que tambin se
enamor, segn Baena. As se explicara su confesin de querer ir a morir bien alejado
de aquella de la que slo ddivas o premios haba esperado. El poema sera entonces una
declaracin de amor a su cuada, solicitando de ella el amparo amoroso que perdi tras su
presumible ruptura con la embaucadora juglaresa.

El poeta nos deja entrever el estado de nimo en que se halla cuando escribe esta
composicin. Ya lo ha perdido todo: no slo su prestigio y su antiguo bienestar en la corte,
sino incluso la ntima amistad espiritual que le una con J esucristo y la Virgen. Ahora,
adems, parece haber perdido el amoroso amparo de su antigua esposa, de la que, cuitado,
merced esperaba, por lo cual demanda de su nueva dama que le d la alegra que requiere
su estado de afliccin y de tristeza.

Expresa Garci Fernndez los cuidados de su corazn, los temores y preocupaciones que
le ocasion la juglaresa, e insina (o eso parece) que los enamorados no le querrn ver por
el pecado de abandonarla -o ser abandonado de ella?- para reemplazarla por su hermana.
La composicin termina con una resuelta declaracin que podra interpretarse como si diera
a entender que, puesto que las cosas son as, lo mejor es olvidarlo todo y echarse
alegremente en brazos de su amada.

Los versos 5 y 6 (Por bien que serv / a una flor de altura) tanto pueden aludir a su
juglara -una flor sera, sin duda, aquella vistosa muger- como al rey J uan I. Recurdese
que en otras ocasiones Gerena le llam el muy Alto y que el propio Baena, en el famoso
desir que hizo al monarca, le llama una y cien veces Alto Rey. Acaso todava le
recordase con dolor por haberle cambiado su vida con la supresin de la privanza.

Pero igual podra tratarse de un poema no necesariamente autobiogrfico con el que el
autor, cuando se declara enamorado de una flor de altura, tambin puede aludir a un
amor imposible (recordmoslo, uno de los grandes tpicos del amor corts) que le lleva a
pensar en morir alejado de la dona o senhor. La hipermetra del verso 24, esta seora
ma, lo mismo puede atribuirse, como otras veces, a descuido del poeta que a ignorancia
del copista, desconocedor tal vez de la costumbre, tan extendida como sabemos en la poesa
provenzal y en la gallego-portuguesa, de mencionar a la dama o dirigirse a ella llamndola
seor.

En este segundo supuesto estaramos otra vez ante una composicin de ntido matiz
trovadoresco que utiliza el cdigo corts para mostrarnos la desazn del enamorado por no
haber sido fiel a su amada, conforme a los cnones amorosos de la ms pura lrica occitana.

Dado que Baena no observ ningn orden cronolgico al insertar en su Cancionero las
obras de los poetas, tampoco se ha de descartar que esta composicin -que desde luego no
da la impresin de haber sido escrita estando todava en la ermita de Gerena, como las
anteriores- la escribiera Garci Fernndez en una fase anterior de su agitada vida. Incluso, tal
vez, viviendo todava en la corte de don J uan I de Castilla.

El acostumbrado informe del compilador sin duda es correcto de nuevo en lo que se
refiere a las peripecias del poeta (no as en la a todas luces infame adicin de que estando
en Granada -cmo lo poda saber Baena?- dijo mucho mal de la fe de J esucristo.) Pero
insistimos: el ladino informador muy bien pudo tener la sutil intencin de dar a conocer al
rey, que ya era J uan II, las antiguas aventuras de Garci Fernndez, viniesen a cuento o no
(no se olvide que nuestro poeta regres a Castilla a principios del siglo XV y que la
compilacin no la entreg el antlogo al monarca sino varias dcadas despus). Con qu
otro fin -puesto que Gerena seguro que haba muerto ya- que con el repetidamente
mencionado de aparecer ante el muy Alto como un converso sincero, libre de toda
sospecha de una secreta lealtad a su primitiva religin hebraica? Cuando el de Baena
entreg el Cancionero al monarca los tiempos no eran ya demasiado favorables para los
judos: el recuerdo inquietante de los pogromos iniciados en la judera de Sevilla estaba
fresco an y el ambiente antisemtico creado por los clrigos y frailes fanticos resultaba
todava muy peligroso.

Esta nueva poesa de Garci Fernndez es la segunda de las suyas que aparece en versos
hexaslabos (la otra es la citada Virgen, flor d'espina, / siempre te serv). Est escrita,
como aquella, en forma de villancico y comienza con una cuarteta en la que el cuarto verso
rima con el quinto y ltimo de las tres coplas reales que la siguen. La disposicin es: a b b c
: d e d e d a b b c, nica de este tipo que figura en todo el Cancionero de Baena. Los versos
sptimos de las tres coplas reales tienen la misma rima, coincidente con la del primero del
villancico.

Sobre ste digamos finalmente que es heredero del antiguo zjel rabe y del estribote, la
forma estrfica caracterstica de la lrica castellana, que ya cultivaron Garci Fernndez y los
otros poetas viejos del Cancionero. Al referirse al hexaslabo como forma mtrica ya usada
en la poesa cortesana, Rafael Lapesa cita expresamente esta composicin de Gerena como
una de las cantigas hexasilbicas zejelescas, junto con la 560, de la recopilacin de J uan
Alfonso de Baena.

El villancico dio origen a otra forma de expresin de la poesa lrica, la serranilla, y
asimismo fue empleado por la lrica pastoril para la composicin de canciones navideas en
honor del Nio Dios, en cuyo sentido sigue usndose hoy.




12 composicin
Muito teo que gradeer...

Nmero 566

Este escritura fizo e orden el dicho Gari Ferrndez de J erena a manera de cantiga como
que la cantava por s Fernn Rodrguez, que degollaron en Segovia



1 Muito teo que gradeer
a Deus pois me s' quer' levar
d'este mundo ms sin pesar
nin mayores coitas sufrer,
que un poco que eu bev
penas e cuitas sofr
que espanto he de lo dizer.

2 Quantos a m quisieron mal
en este mundo a sinrazn,
todos en m de coran
*fillaron venganza mortal, tomaron
e los que me quisiron ben
de m nunca *cur ningun. se ocup
Veredes qu ventura tal!

3 Ans cuitado eu morr
pero todos deven creer
que eu non moiro mais viver,
nin mais coitas non avr,
e pois me dexaron *de plan claramente
cruel pesar e grand afn:
ass morendo bevir.

4 Deus, que sabe toda verdad,
quera de m mered aver,
pois o corpo se vai perder
aya del alma piedad;
pois me non val' verdat nin fe
sinon o que Deus ten por ben,
todo *lo l es vanidad. lo dems

O sea

Mucho debo agradecer
que Dios me quiera llevar
de este mundo, sin pesar
ni ms cuitas padecer,
que en lo poco que viv
tantas penas yo sufr
que espanto me da exponer.

Cuantos me quisieron mal
en el mundo, sin razn,
todos en mi corazn
tomaron venganza mortal,
y los que bien me quisieron
nunca de m se ocuparon.
Habis visto suerte igual?

As infeliz morir,
mas todos deben creer
que tras morir vivir
y ms penas no tendr;
si me fueron a dejar
con gran pena y cruel pesar
en muriendo vivir.

Dios, que sabe la verdad
tenga de m caridad;
si el cuerpo se va a perder
haya de mi alma piedad:
no valen dogmas ni fe
vale lo que l tiene a bien.
Lo dems es vanidad.

Esta dcimosegunda y ltima composicin de Garci Fernndez en el Cancionero nos da
la impresin de haber sido escrita cuando ya se aproximaba el final de su vida. El autor
parece presentirlo, habla en ella de cmo el cuerpo se va a perder y dice a Dios que
aceptara le llevase de este mundo para no seguir sufriendo nuevas desventuras. Hay que
verla, pues, como otra de sus composiciones religiosas, ya que sigue invocando al
Todopoderoso como ltimo refugio de su vida accidentada y pecadora.

Despus de proclamar de nuevo su agradecimiento al Creador -ya poco importara que
aludiera al Dios de los cristianos o al Al musulmn, aunque, como decimos, el poema
parece que fue escrito tras volver al cristianismo- afirma que son tantas las penas y
desgracias que sufri en un poco que eu bev que le causa pavor recordarlas.

En lo que parece una secuencia de alusiones autobiogrficas, el poeta se lamenta de que
todos los que le quisieron mal no dejaron de hacerle vctima de sus mortales deseos de
venganza, mientras que entre los que le quisieron bien ninguno vino en su ayuda en los
momentos aciagos. No se est concretamente refiriendo a las pullas y sarcasmos de que
Villasandino y Lando le hicieron objeto?

Cuando dice que morir en la desgracia (ans cuitado eu morr) parece indicar que, en
efecto, est agotando ya el ltimo perodo de su vida, cuando, de nuevo en Castilla, arrastra
una msera existencia, mantenindose segn parece de la caridad y humillado y ofendido
por los que antes fueron sus amigos.

(De esta triste fase de su vida nos da unas pintorescas pinceladas Federico Carlos Sainz
de Robles cuando nos cuenta que viejo, cano, calvo [no especifica si ms lo uno que lo
otro, es decir, si se trataba de una canicie calva o de una cana calvicie], lleno el rostro de
arrugas [un defecto en el que suelen incurrir todos los viejos, apstatas o no] y el cuerpo de
bizmas de socrocio, el arrepentimiento y la miseria le volvieron a Castilla... De dnde
sacara este crtico e historiador tan preciso y seguro diagnstico?)

Despus de insistir en su intuicin de una muerte inminente, el poeta vuelve a dar una
postrera prueba de esperanza diciendo (ms o menos como hara siglo y medio despus
Teresa de J ess en su famoso muero porque no muero) que tampoco l morir -ass
morendo bevir- puesto que ya vivir sin sufrir ulteriores desgracias.

En la ltima estrofa encomienda su alma a Dios -quera de m mered aver-y,
barruntando el prximo fin de su cuerpo, se abandona en la divina Providencia y demanda
piedad para su alma. El poema termina con una alusin al tema de la vanitas vanitatum del
Eclesiasts proclamando que no le valen verdat nin fe (o sea, posiblemente, ni los
dogmas ni los condicionamientos de una determinada fe religiosa) pues lo que vale en
ltima instancia es aquello que Dios tiene por bien, lo que es bueno y sincero a los ojos de
Dios. Todo lo dems, lo que entiendan y juzguen los hombres, no es ms que vanidad y
slo vanidad.

A lo largo de toda la composicin aletea tambin el tpico del contemptus mundi
(muito teo que gradecer / a Deus pois me s' quer' levar / d'este mundo...), si bien
asociado a un discurso de carcter religioso en el que se hacen claras alusiones a la
proximidad de la muerte y a la fatuidad de las cosas terrenas junto con una muy serena
afirmacin de la esperanza que el autor deposita en la piedad divina a la hora de dejar esta
vida; una vida que tan mal lo trat sobre todo en sus ltimos aos.

No sabemos qu pudiera destacarse ms de la personalidad de Gerena en esta ltima
composicin: si su cualidad de poeta atento sobre todo a las leyes de la versificacin, al
cumplimiento de unas normas poticas fijas (estrofas, mtrica, rima regular...) o su
condicin de cristiano piadoso (qu chocante paradoja al tratarse de un futuro renegado!)
que ya ve muy cerca su liberacin al acercarse el final de su mundana existencia (pois o
corpo se vai perder...) y espera que Dios le conceda (ass morendo bevir) el premio de
la vida perdurable tras la muerte.

Esta interpretacin de los versos de Garci Fernndez es, pues, perfectamente aplicable a
la triste experiencia del poeta en sus ltimos aos. Sin embargo, segn el recopilador, l los
puso en boca de un tal Fernn Rodrguez, al que degollaron en Segovia. Lo ms lgico es
pensar -si es correcto el comentario de Baena- que nuestro poeta adopt el artificio de
adjudicrselos al condenado, vindose l condenado tambin, por la miseria y los aos, a
una muerte segura e inmediata.

Se tiene la impresin de que esta vez s reserv el antlogo este supuesto ltimo poema
de Garci Fernndez para incluirlo al final de sus composiciones, cerrando as, con un
inusual criterio cronolgico, el ciclo de su vida y de su obra.

Resulta, por ltimo, un tanto sorprendente -si admitimos que esta poesa la escribi
Gerena en su vejez- la reaparicin de los galleguismos de poemas anteriores, que ya
parecan olvidados. Pudo en efecto ocurrir que todas las obras de Garci Fernndez se
escribieran en gallego-portugus y que algunas fueran ms o menos castellanizadas por los
amanuenses? O acaso que el autor, alejado de la lengua de Castilla durante los trece aos
que permaneci en Granada, compusiera esta ltima obra, viejo y cansado ya, regresando a
su norma lingstica antigua, al gallego-portugus o al castellano agallegado que con
frecuencia us en su juventud?

Lo que no consideramos verosmil es que este poema pudiera haberlo escrito en otra
fase anterior de su vida. Los versos aparecen impregnados de una sinceridad y un patetismo
que por fuerza tienen que relacionarse con su ntima vivencia personal: con el triste estado
anmico en el que presumiblemente habra de hallarse en las postrimeras de su vida,
derrotado y asqueado del mundo, del que da la impresin de querer despedirse.

El poema adopta la forma de cuatro estrofas de siete versos con la disposicin a b b a c c
a, caracterstica de la cantiga de maestra, derivada por lnea directa de la poesa
provenzal y que, como sabemos, careca de estribillo. J uan Alfonso lo presenta como
escritura, y probablemente con toda razn al tratarse de una composicin que por su
contenido no parece estar en modo alguno vinculada al canto, con lo cual, desligada por
completo de ste, quedaba simplemente convertida en escritura.

Digamos finalmente que es una de las cinco poesas que, segn T. Navarro Toms,
aparecen en verso eneaslabo en todo el Cancionero de Baena. De las cuatro restantes, tres
son de Alfonso lvarez de Villasandino y la otra del Arcediano de Toro. Como se ve, las
cinco corresponden a los viejos poetas de la primera generacin.
El canciller Pero Lpez de Ayala recibiendo de San Gregorio el libro de las Morales
(miniatura del cdice existente en la Biblioteca Nacional de Madrid). El canciller Ayala fue
contemporneo de Garci Fernndez de Gerena, al que acaso conoci personalmente durante
la poca ulica del trovador gerense.









Garci Fernndez, visto por sus contemporneos
Garci Fernndez, en dos poemas de sus coetneos (I)
Alfonso lvarez de Villasandino

Hemos visto ya cmo, despus de su aventura en el reino nazar, donde reneg la fe
cristiana y se hizo moro, Garci Fernndez de Gerena se volvi a Castilla en compaa de su
mujer e hijos (no se sabe si esta mujer fue su hipottica segunda esposa -o sea, su antigua
cuada- o la vistosa juglara que lo enga hacindole creer en su falsa fortuna) . El
regreso a su patria ocurri, segn todos los indicios, en 1401, tras haber permanecido trece
aos en Granada desde que en 1388 decidi dejar la ermita de Gerena para ir de romera a
J erusaln.

Tambin sabemos ya que de nuevo en el reino castellano reneg del islamismo y volvi
a su primitiva fe catlica. Igualmente que la ltima etapa de su vida -de 1401 hasta los aos
1407/1410, en los que se sita la fecha de su muerte- fue muy triste y penosa. El poeta que
antao alcanzara un notable prestigio en la corte se vea abocado ahora a la mayor miseria,
ejerciendo la mendicidad y, por si fuera poco, hasta era objeto de los despiadados ataques
de quienes antes fueron sus amigos y colegas.

De tales ataques, el Cancionero de Baena refleja expresamente dos, los que se contienen
en sendas composiciones dirigidas contra l por Alfonso lvarez de Villasandino y Ferrn
Manuel de Lando. Ambos se muestran en ellas muy duros y mordaces con Gerena, al que
irnicamente mortifican avivndole el recuerdo de su ya pasada apostasa.

La composicin de Villasandino contra Garci Fernndez figura en el Cancionero con el
nmero 107. Tiene forma de pregunta y aparece precedida, como todas, por la rbrica del
recopilador. Brian Dutton y Gonzlez Cuenca piensan que fue escrita hacia 1388, o sea, el
ao en que el poeta pudo abandonar el eremitorio de Gerena. Pero es mucho ms probable
que Villasandino la escribiera por lo menos un ao despus. Tenemos que pensar que en
aquel tiempo las noticias no circularan con tanta rapidez y por tanto parece sensato inferir
que su apostasa, incluso suponiendo que la decidiera nada ms llegar al reino de Granada,
tuviese que tardar en divulgarse y ser conocida en Castilla.

La composicin es la siguiente:




Esta pregunta fyzo e orden el dicho Alfonso lvarez de Villasandino contra Garia
Ferrndez de Gerena cuando se torn moro

1 Gara amigo, ninguno te espante,
*peroque te diga que muito perdiste aunque
desde que en Mahomad tu creenia posiste,
segunt que dize o vello Almirante;
que *o que ganaste direi de *talante: lo; buena gana
ganaste nome de alcaide de vento,
ganaste inferno, escuro tormento,
ganaiste ms que tragas ante.

2 Desque a J hes nosso Salvador,
t renegaste por ben adorar
o falso propheta, linage *de Agar agareno, de moros
que dizen Mafomad, vil *embaidor, engaador
de quanto ganaste s ben sabidor:
ganaste ms barvas que trager solas,
ganaste maridos que ac non avas,
ganaste privana do demo mayor.

3 Con tales trocos como has trocado
muito ben podes chamarte traidor,
pois non oviste de Christus pavor
nin de as gentes vergona, coitado;
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -ado. (falta el verso)
*canto ganaste, *proveza e maa aventura cuanto ah; pobreza
ganaste luxuria, amarga tristura,
ganaste por siempre de ser lastimado.

4 Ya non te podes chamar perdidoso
pois tantas cosas com' stas gaaste
cando a Ley muy santa trocaste
por maa seita do falso engaoso;
de canto ganaste sei ledo e gozoso:
ganaste *lazeria de noite e de da, sufrimientos
ganaste la ira de Santa Mara,
ganaste vileza e cambio *astroso. desastroso
Finida . . .
Ganaste . . . . . . . . . . . . . . . . .

La composicin termina con el anuncio de una finida (los versos que iban al final de un
poema y que solan rimar con los de la ltima estrofa) de la que slo se conserva la primera
palabra, Ganaste...

Acaso merezca la pena que nos detengamos un momento a comentar el verso 4, en el
que alude Villasandino a la apostasa de Gerena segunt que dize o vello Almirante.
Quin era realmente este viejo Almirante? En principio se pens que podra ser Diego
Hurtado de Mendoza (hijo de Pero Gonzlez de Mendoza, que muri combatiendo a favor
de J uan I en Aljubarrota, y padre del marqus de Santillana), el cual fue nombrado
Almirante de Castilla en 1394. Sin embargo, la fecha de su nombramiento como tal no slo
se aleja de la que se da para el poema (c. 1388), sino que, adems, Diego Hurtado de
Mendoza muri en Guadalajara en 1405 a los cuarenta aos, una edad a la que no cuadra -
ni siquiera entonces, cuando el promedio de vida era mucho ms corto que hoy- el
calificativo de viejo.

Tambin se ha de descartar rotundamente la hiptesis que apuntan Brian Dutton y
J oaqun Gonzlez Cuenca, quienes insinan que el viejo Almirante no es otro que J uan
Fernndez de Tovar. La Crnica del rey don J uan I de Castilla de Len, ao 1385, cap.
XV, cita especficamente a J uan Ferrndez de Tovar, Almirante de Castilla, entre los
muchos e muy buenos seores e caballeros que murieron en la desbaratada batalla de
Aljubarrota, librada aquel ao. La noticia, por tanto, no se corresponde con el muy
verosmil supuesto de los dos citados editores de que el poema en cuestin lo compuso el
de Villasandino hacia 1388, tras la marcha de nuestro poeta a Granada. Si aceptamos como
cierta esta fecha para la composicin, el maligno vate castellano no poda decir,
refirindose a Fernndez de Tovar, segn lo que dice el viejo Almirante, puesto que ya
haba muerto unos tres aos antes, sino, evidentemente, algo as como segn lo que deca
o segn lo que nos dijo el Almirante.

En la relacin documentada de los almirantes de Castilla hay un perodo de cinco a seis
aos, de 1385 a 1391, en el que no se encuentra nombre alguno de quin o quines
ocuparon este cargo, si es que se lleg a cubrir en ese tiempo. Solamente se sabe que
despus de Fernndez de Tovar los que le sucedieron en el almirantazgo fueron lvar Prez
de Guzmn (1391-1394), Diego Hurtado de Mendoza (1394-1404) y Alonso Enrquez
(1405-1426). Pero en todos los casos los aos de sus mandatos se alejan demasiado del de
1388, o de los inmediatamente siguientes, en que se estima que Villasandino escribi este
poema.

Mejor podra tratarse de J uan Furtado o Hurtado de Mendoza, que en la misma Crnica
de J uan I, ao 1389, cap. IV, es citado como Almirante mayor de Castilla y que muri en
Madrid aos ms tarde, a la edad de 75 aos. De acuerdo con la edicin ordenada por
Cayetano Rosell de las Crnicas de los Reyes de Castilla, en una nota al ao 1389,
undcimo del reinado de J uan I, se dice que, entre los diputados conservadores de las
treguas firmadas por el rey de Francia y don J uan I y sus aliados con el rey de Inglaterra y
los suyos, figuraban representando a Sevilla y el Algarbe don J uan Alfonso, conde de
Niebla, y J uan Furtado de Mendoza, Almirante mayor de Castilla.

A nuestro parecer, el viejo Almirante aludido por Villasandino quiz pudiera ser el
Canciller Pero Lpez de Ayala, quien en 1353, con veintin aos, era doncel de Pedro I de
Castilla y seis aos despus, a la edad de 27, particip en calidad de cmitre o capitn de
una de las naves castellanas en la expedicin enviada a luchar contra el rey de Aragn. Si
damos crdito a Kenneth Adams, editor del Rimado de Palacio, el joven Pero Lpez de
Ayala al cabo de seis aos [en 1359] fue nombrado Almirante y al ao siguiente, en 1360,
tom el mando de la galera del rey, la uxel, en contra de Aragn. Nuestra opinin la
basamos en que -de ser cierta esta noticia del editor e hispanista irlands-, aunque Lpez de
Ayala pasase pronto a ocupar otros cargos notables (Alguacil Mayor de Toledo, consejero,
embajador, etc. hasta su nombramiento para el ms alto de todos, el de Canciller Mayor de
Castilla), para muchos de sus conocidos es probable que siguiera siendo siempre el
Almirante, ya fuera ste, como dice Adams, el primer gran ttulo de su carrera, o bien,
simplemente, un ttulo honorfico si es que no pas de capitn de alguna de las naves. En
cualquier caso, es posible, y verosmil, que como el Almirante fuera mencionado
siempre, quiz, por sus ntimos amigos de la gaya ciencia, entre los cuales est
demostrado que se contaban Alfonso lvarez de Villasandino y Pero Ferruz. J uan Alfonso
de Baena, que sepamos, no lo cita nunca como el Almirante, pero en alguna rbrica lo
llama Pero Lpez de Ayala el Viejo. Y puesto que Garci Fernndez era otro de los ms
antiguos trovadores de Castilla, no es gratuito colegir que el Canciller tambin debi de
conocerle, y de ah que acaso fuese l quien diera a Villasandino -y a Baena tambin, con
bastante probabilidad- la noticia de su apostasa, a la que pudo tener un ms fcil y rpido
acceso en su calidad de diplomtico y hombre pblico.

Por los aos en que Villasandino escribi su irnico poema contra Garci Fernndez,
Lpez de Ayala podra tener ya sesenta o ms aos, lo cual s concuerda con el calificativo
de vello Almirante que el autor de la composicin le otorga. El Canciller muri en
Calahorra en 1407, tambin, como J uan Furtado de Mendoza, a la edad de 75 aos.

La posibilidad de que la informacin sobre la apostasa de Gerena se la diese Ayala a los
poetas ms viejos del Cancionero tambin encaja, perfectamente, con la cualidad de celoso
defensor de la doctrina cristiana que se le atribuye, y, por supuesto, con su seversimo
concepto de la moralidad.

Volviendo al poema de Villasandino. De lo que afirma su autor en el verso 15, ganaste
maridos que ac non avas, no cabe pensar otra cosa sino que se trata de una soez
expresin, una ms, de las muy frecuentes en este fecundo, ingenioso y desvergonzado
trovador. Nada puede encontrarse en Gerena que nos lleve a pensar que fuera homosexual.
Ms bien hay que pensar (y ah estn para probarlo las noticias de su inclinacin al bello
sexo) en todo lo contrario. Dutton y Gonzlez Cuenca se inclinan a creer que en vez de
maridos quiso decirse maridas. No vemos indicios -sealan-de que pudiera acusrsele
a Gerena de homosexualidad.

Para los que no conozcan nada de su vida: este Alfonso lvarez de Villasandino que tan
satricamente pregunta a Gerena por lo que gan al hacerse moro, es uno de los poetas o
trovadores ajuglarados ms importantes del Cancionero de Baena. J uan Alfonso le dedica
ms de un tercio de su antologa (casi 200 poemas del total de 576), por lo cual se ha dicho,
con razn, que tambin se podra hablar del Cancionero de Villasandino al estar en gran
parte dedicado a l.

Debi de nacer por los mismos aos que Garci Fernndez (entre 1340 y 1350), casi con
toda seguridad en Villasandino, provincia de Burgos, aunque a veces es llamado Alfonso
lvarez de Illescas o de Toledo por haber vivido en ambos sitios. Tuvo una larga vida (se
cree muri hacia 1425) y en su trayectoria potica se pueden apreciar -ms claramente que
en la de Gerena, ya que vivi y compuso ms que l-los sucesivos cambios lingsticos que
se fueron operando en la poesa cortesana entre los siglos XIV y XV (paso del gallego-
portugus al castellano).

Por su habilidad versificadora, su indudable ingenio y una cierta maestra en el manejo de
las formas poticas (sobre todo las de arte menor), Villasandino super en prestigio, sin
duda alguna, a los otros trovadores de su poca. Baena dice de l en la rbrica general a su
primera composicin, con la que se inicia el Cancionero, que fue muy sabio e discreto
varn e muy singular componedor en esta muy graiosa arte de la poetra e gaya ciencia,
aadiendo que por graia infusa que Dios en l puso, fue esmalte e luz e espejo e corona e
monarca de todos los poetas e trobadores que fasta oy fueron en toda Espaa.

Escribi de todo y casi siempre con propsitos utilitarios. Ms que nada poesas de
encargo, como las que compuso para Enrique II en homenaje a dos mancebas de ste, doa
J uana de Sosa y doa Mara de Crcamo; para los nobles y caballeros que le pedan
composiciones para dedicrselas ellos despus a sus respectivas damas; preguntas y
respuestas polemizando en verso con otros autores, a veces -muchsimas veces- de la
forma ms procaz y ordinaria que se pueda imaginar... Baena le llama viejo podrido -nos
lo recuerda Menndez Pidal- y cosas ms nauseabundas, mientras el podrido le
responde llamndole sucio y relleno de ajos y vino. Y as -aade don Ramn-,
lanzndose espumarajos asquerosos, luchan revueltos ante el rey (se refiere a las
frecuentes recuestas o disputas entre trovadores en las que el monarca y los nobles de la
corte actuaban como jueces de aquellos singulares desafos poticos).

Salvo alguna que otra poesa amorosa desinteresada, dos loores a la Virgen, unas
adivinanzas rimadas y un poema en forma de acrstico, el resto de sus composiciones las
hizo Villasandino con el solo objeto de pedir favores: aguilandos, dinero para su
mantinimiento, para comprar una heredad en Illescas, para ropas, para una hopa
(abrigo o capote), para una mula...

Son de especial inters cuatro cantigas (las nmeros 28 al 31 del Cancionero) que
compuso por alabana e loores de Sevilla. Cuando present la primera al Cabildo
municipal, sus oficiales le dieron como aguinaldo la por entonces respetable suma de cien
doblas de oro, junto con la promesa (por supuesto cumplida por l, escrupulosamente,
durante varios aos) de recibir otro tanto por cada nueva cantiga que hiciese en honor de la
ciudad al llegar las fechas navideas. J ugador, bebedor, mujeriego, pedigeo y
pendenciero por naturaleza, en el cdice baenense ha dejado, junto a finos e ingeniosos
poemas, muchos otros que muy bien pudieran figurar entre los ms groseros e inmorales de
toda la literatura castellana. (Son particularmente impdicos los que llevan el nmero 104,
que escribi por encargo de alguien que quiso insultar a su duea por no aceptar sus
amores, y el nmero 106, respondiendo del modo ms soez a un poeta que sali en defensa
de esa duea).

Otras stiras escribi ms adelante -dice de l Amador de los Ros - contra los
palaciegos que eran obstculo a la largueza del joven condestable don lvaro de Luna o de
don J uan II, a quienes ya viejo, cano, calvillo y lleno el rostro de arrugas y el cuerpo de
bizmas de socrocio, demandaba vistuario y dineros cada da, cometiendo a veces
censurables bajezas. (Por fin sabemos de dnde sac Sainz de Robles el retrato fsico de
Garci Fernndez pintndolo como viejo, arrugado, calvo, cano y con el cuerpo cubierto de
bizmas de socrocio. l, por su cuenta y riesgo, fue y se lo endos gratuitamente al pobre
Garci Fernndez, cuando, segn vemos ahora, se trataba en realidad del retrato de
Villasandino, de su autorretrato ms bien, pues l mismo parece que fue, y no Amador de
los Ros, quien se describi a s mismo con tales defectos.)

Ya se ha visto en qu forma sarcstica y mordaz arremete el de Villasandino contra Gerena
por su apostasa. Y sin embargo, Garci Fernndez no hizo ms que llevar a la prctica una
decisin que el propio Alfonso lvarez no habra vacilado en tomar, como l mismo afirma
en uno de sus ms celebrados poemas (nmero 31 bis del Cancionero):

1 Quien de linda se enamora
*atender debe perdn esperar
en caso que sea mora.

2 El Amor e la Ventura
me fizieron ir mirar
muy graiosa criatura
de linage de *Agar;
quien fablare verdat pura
bien puede dezir que non
tiene talla de pastora.

3 Linda rosa muy suave
vi plantada en un vergel,
puesta so secreta llave
de la *lia de Izmael; lnea de Ismael, rabe
*maguer sea cosa grave, aunque
con todo mi coran
la resibo por seora.

4 Mahomad el atrevido
orden que fuesse tal,
de *asseo noble complido, encanto
alvos pechos de cristal;
de alabasto muy broido
devi ser con grant razn
lo que cubre su *alcandora. bata fina

5 Diole tanta fermosura
que lo non puedo dezir;
cuantos miran su figura
todos la aman servir;
con lindeza e apostura
vene a todas quantas son
de *alcua donde mora. alcurnia

6 Non s ombre tan *guardado recatado
que viesse su resplandor
que non fuesse conquistado
*en un punto de su amor. al momento
Por aver tal *gasajado alegra, recompensa
yo *porna en condiin pondra en riesgo, arriesgara
la mi alma pecadora.

O sea, que a l, por conseguir en recompensa a esta dama fermosa y desconocida, no
le importaba arriesgar el destino de su alma pecadora, puesto que quien de linda se
enamora esperar debe el perdn aun en caso de ser mora. Infeliz Garci Fernndez! Slo a
l, por lo visto, no poda alcanzar este perdn. El autor de la composicin se lo reservaba
para s, en rigurosa exclusiva. Lo que Villasandino, sin dudarlo, habra sido capaz de hacer,
a l, que efectivamente lo hizo a impulsos del loco amor, se lo recriminaba
sarcsticamente, ironizando y mofndose de l.

Esta misma opinin la sostiene Amador de los Ros, quien ha dicho textualmente de este
poema que es obra no sin gracejo, pero de poca autoridad en quien pona en peligro su
alma por amor de una mora.

En su afn de requerir de amores -agrega- a cuantas bellas contemplaba, iba
[Villasandino] hasta el punto de tomar por dama a la que haba sido antes combleza de
Enrique II, manifestndose a poco andar tan prendido en las redes de una bella sarracena
que no vacilaba en asegurarle que porna por ella en condiin su alma pecadora (...) En
efecto, la belleza que en esta obra es aplaudida viene de lynage de Agar y de la lia de
Izmael, dotada por Mahoma de alvos pechos de cristal y de tal fermosura que la non poda
decir el poeta. Este motejaba despus, o lo haba hecho ya, a Garci Fernndez de Gerena
por sus amores con una juglara mora.

Como se ve, Amador de los Ros siempre comprensivo y tolerante con Gerena. Esta vez
poniendo al descubierto la hipocresa y el cinismo de Villasandino, a cuya lengua, sin duda,
cabra extender tambin la facultad de tajar como linda navaja que a la suya se aplic
Baena.




Garci Fernndez, en dos poemas de sus coetneos (II)
Ferrn Manuel de Lando

La segunda composicin del Cancionero en la que vemos a Garci Fernndez
irnicamente humillado por un contemporneo suyo es obra de Ferrn Manuel de Lando.
En la coleccin de J uan Alfonso de Baena lleva el nmero 279.

Con la correspondiente rbrica del recopilador, es la siguiente:




Esta pregunta fizo e orden el dicho Ferrant Manuel de Lando contra Garci Ferrndez de
J erena, por quanto era christiano e se fue a tornar moro a Granada, E despus que moro se
pass a tierra de christianos con sus fijos e se torn christiano

1 Eelente e sabio *dino digno
grant poeta e *natural, cientfico
aquel Dios qu'es uno e trino
vos guarde siempre de mal,
por qu'el dragn infernal
non aya en vos poder,
e que podades caber
en la gloria elestial.

2 Protestando mi simpleza,
que non es por vos daar,
seor, la mi gran rudeza
vos querra preguntar:
a qu fin fuestes dexar
la Ley santa perfeta,
por vevir en tan vil *seta secta
trece aos sin mudar?

3 Si dixredes arguyendo
alguna sotil manera
que, maguer moro seyendo,
vuestra opin buena era;
mas dezidme, si la *espera esfera
su grant rueda trastornara
e la muerte vos levara,
vuestra alma dnde fuera?

4 Bien puedo dezir verdat,
qu'el mi breve entendimiento
es *ledo con caridat alegre
por vos ganar salvamiento;
mas tengo un pensamiento
mucho de que me non plaze:
que aquel que un cesto faze
presumo que far iento.

Claramente se advierte que este poema en forma de pregunta lo compuso Lando despus
del regreso de Garci Fernndez a tierras castellanas -y una vez reconvertido a la religin de
J esucristo- ya que en l se informa de que fue a dejar la Ley santa perfeta / por vevir en
tan vil seta / trece aos sin mudar.

Esta directa alusin a su renuncia a la fe catlica se completa con la noticia -que por fin
Baena se decide a dar en el epgrafe de esta poesa- de que despus de moro se pas a
tierra de christianos con sus fijos e se torn christiano. Se confirma asimismo que
efectivamente fueron trece los aos que estuvo viviendo Gerena en el reino de Granada.

El autor de la composicin, Ferrn Manuel de Lando, era judo converso, como Baena, o
proceda de familia juda. Naci en Sevilla hacia 1385 (entre 35 y 45 aos despus que
Gerena) y en 1407 ya se le menciona, segn vimos, como doncel del rey nio J uan II. Era
primo de doa Ins de Torres, dama de confianza de la reina madre doa Catalina, hija del
duque de Lancaster (o de Alencastre, como transcribe este ttulo la Crnica de los Reyes de
Castilla) y de doa Constanza de Castilla, y esposa, desde 1388, del que dos aos despus
sera el rey don Enrique III el Doliente. Al morir ste el da de Navidad de 1406, su hijo y
heredero J uan II an no haba cumplido los dos aos (naci en Toro en marzo de 1405), por
lo que la regencia de Castilla la ejercieron doa Catalina y el infante don Fernando de
Antequera, to del rey y despus soberano de Aragn.

Era este Ferrn Manuel de Lando -informa Amador de los Ros-, hijo de J uan Manuel,
hidalgo de Sevilla, quien, ganoso de labrar su fortuna [la de su hijo, naturalmente], le
enviaba muy joven a la Corte, donde era bien recibido de la nobleza, logrando plaza de
doncel del nio rey don J uan y con el tiempo la estima de la reina tutora.

En su incorporacin a la corte influy sin duda la presencia en ella de su prima Ins a
partir de 1388. El ascendiente de sta sobre la reina doa Catalina debi ser muy grande,
sobre todo a raz de la marcha del infante don Fernando para ocupar el trono aragons. Y no
menos grande la confianza que la soberana depositara en el noble sevillano, al que lleg a
encomendar misiones de importancia extraordinaria. Una de ellas la menciona Fernn Prez
del Pulgar en su Crnica de J uan II.

Segn el cronista, como la reyna doa Catalina fue certificada que el Rey don
Fernando de Aragon, su hermano [realmente hermano poltico, pues don Fernando era
hermano de Enrique III], se iba coronar Zaragoza, hubo dello muy gran placer, mand
traer ante s todas las joyas del Rey Don J uan, su hijo, para le embiar alguna joya de gran
valor, y entre aquellas hall una corona que podra pesar quince marcos de oro, en la cual
haba muchos balaxes y esmeraldas, zafires, perlas muy gruesas de gran valor; e mand
llamar a Fernan Manuel de Lando, J uan de la Cmara, mandles que con ella fuesen al
Rey Don Fernando, e le dixesen de su parte cmo ella haba habido muy gran placer en
saber que se quera coronar, por eso le embiaba aquella corona con que se haba coronado
el Rey Don J uan, padre del Rey Don Enrique, su seor su marido, suyo. El qual [don
Fernando] recibi muy graciosamente el rico presente que la Reyna le embi, y escribile
tenindoselo en merced, dio a los mensageros sendas piezas de seda, cada doscientos
florines para el camino. La privanza de doa Ins se prolongara hasta 1416, en que fue
desterrada de la corte junto con su aliado J uan lvarez Osorio, Guarda Mayor del Rey, a
cuyos tristes sucesos dedic Ferrn Manuel sendos poemas (los nmeros 277 y 278 del
Cancionero de Baena).

Para Charles F. Fraker, Lando fue un hombre inteligente, coherente consigo mismo,
cuyas dispersas ideas religiosas, globalmente consideradas, presentan una armona y una
consistencia lgica notables. Sus conclusiones, aade, no son a veces muy ortodoxas, pero
de un poema suyo, un dezir en que elogia la figura de San Vicente Ferrer y en el que le
manifiesta su cordial y total admiracin, deduce este hispanista que el cristianismo de
Lando no era meramente superficial o convencional.

De esta elogiosa opinin participa tambin Amador de los Ros: Era el joven sevillano
hombre de gentil continente, de noble semblante, discreto en el decir y tan presto como
agudo en sus rplicas. Unanse a estas dotes naturales, que le ganaban desde luego
admiradores y envidiosos, la reputacin que traa de atildado trovador y alto poeta, docto en
la lengua latina...

Pero era, al mismo tiempo, un tanto presuntuoso. En palabras del mismo historiador,
ms confiado en su ingenio de lo que debiera, achaque sin duda de sus cortos aos, hizo
Ferrn Manuel inmoderada ostentacin de sus versos, menospreciando a los poetas de la
corte (lo que vemos hace con Garci Fernndez).

As, pues, su composicin contra Gerena -la fecha no es posible precisarla; slo puede
establecerse con certeza que fue despus de 1401- la tuvo que escribir siendo muy joven, en
los momentos en que vivira digamos su poca urea, y cuando, por contraste, Garci
Fernndez pasaba por los peores aos de su vida, viejo ya, mendigo y desamparado. Como
antes hiciera Villasandino, Ferrn Manuel tambin pone el acento en la apostasa del
gerenense y apenas alude a su arrepentimiento ni a su reconversin. En el caso de
Villasandino podemos suponer que slo conociera por ajena referencia (por el viejo
almirante) la noticia de la apostasa, pero no, tal vez, la de su vuelta al cristianismo;
Manuel de Lando, en cambio, s que conoca el retorno del anciano vate a su primitiva fe
cristiana cuando escribi contra l esta despiadada poesa.

Su tono en apariencia admirativo y respetuoso nos lleva a preguntarnos: Utiliza la
irona cuando le llama excelente, digno sabio, grande y cientfico poeta, incluso
seor? Le habla as porque as se sola, y an se suele -a veces- hablar a los mayores?
Es sincero el respeto que parece dedicarle? En todo caso, el final de la composicin no
deja duda alguna de su malicioso pensamiento cuando en los ltimos versos sugiere que
Gerena, pese a todo, no resulta de fiar, pues, como dice el proverbio, quien hace un cesto,
hace ciento.

Tanto esta actitud del joven y lindo hidalgo sevillano -as lo llam Menndez Pidal-
con respecto a Garci Fernndez como la ms hostil y persistente de Baena nos permiten
descubrir la superioridad o prepotencia que exhiben ambos cuando escriben de l y nos
llevan sobre todo a sospechar que por su condicin de conversos -o tal vez, en el caso de
Lando, descendiente de judos conversos- utilizaran a Garci Fernndez para mostrarse ante
el Rey y los poderosos como paladines de su nueva fe.

Indiquemos finalmente que ninguno de los dos poemas, ni el de Villasandino ni el de
Lando, compuestos ambos como preguntas, encontr respuesta alguna de Garci
Fernndez. O, si alguno de los dos la tuvo, J uan Alfonso no quiso incluirla entre las
composiciones de su Cancionero. Per o ms nos inclinamos a pensar que fuera el propio
Gerena quien optase por no contestarles. Ni su temperamento, por lo que se puede deducir,
era muy proclive a la polmica, ni l se hallaba a la sazn en el mejor estado anmico para
responder a los ataques de sus, por entonces, felices y satricos amigos.




Citado por alusiones
En otro cancionero posterior al de Baena, el Cancionero de Palacio, compilado hacia
1460, aparece una curiosa composicin en la que se intercalan, a manera de estribillo,
versos de otros poemas de famosos trovadores de la poca. Como vamos a ver en seguida,
uno de estos versos corresponde -sin ser citado el autor por su nombre- a una de las ms
celebradas poesas de Garci Fernndez de Gerena, ya comentada y analizada. Obviamente,
esta es la razn por la que, adoptando la terminologa parlamentaria al uso, hemos dado el
ttulo de Citado por alusiones a este breve captulo.

El poema en cuestin figura en esta otra antologa medieval -llamada de Palacio por
custodiarse en la biblioteca del Palacio Real de Madrid- firmada simplemente por
Montoro, apellido bajo el cual algunos prestigiosos investigadores, no todos, suponen
que se esconde la figura de un poeta andaluz natural de la villa cordobesa de ese nombre
que indistintamente usaba, al parecer, los nombres de Antn de Montoro, J uan de Montoro,
Alonso de Montoro, Sancho Alfonso de Montoro o, como en esta ocasin, simplemente
Montoro. Algunos lo identifican con el llamado Ropero de Crdoba por su oficio de sastre.
Era judo converso, como Baena, y su vida transcurri, segn parece, entre 1404 y 1480.

La composicin de Montoro figura con el nmero 130, folio 62v, en el Cancionero de
Palacio, y es la siguiente:

1 Ay, cuytado, agora siento
que por mi mal cono
tanto bien como perd
por cobrar tal perdimiento.

2 Los mis das ya pasaron
en que yo bevir sola
por placer e alegra
todo'l tiempo que duraron
pues non se an paramento
loado seas amor
que a Deus minya [boa] senyor
fue causa de mi tormento.
pues s puesto en tal cuidado

3 Hordenar quiero mi vida
que morir deuo cuytado
o fazer vida perdida
et sera puesto
ruy senyor vote quexoso,
amor cruel e brioso
ffora por mi conplimiento.

3 Ya non puedo ms durar
esta vida padesiendo
et pues muero as biviendo
bivo me quiero 'nterrar
cativo de minya tristura,
pues me fallesio ventura
cobrir mi monumento.





Oigamos lo que dice de esta extraa oda Francisca Vendrell de Mills en su edicin
crtica de El Cancionero de Palacio:

Ofrece la particularidad [...] de intercalar entre sus estrofas, y formando cuerpo de la
poesa a modo de estribillos, los primeros versos de otras composiciones, que son: en la
segunda estrofa, Loado seas, amor, el primer verso de una poesa de Villasandino...; el
verso que subsigue, Que a Deus minya boa senyor, parece aludir a otra composicin, en
gallego, o mejor galleguizante, contenida tambin en nuestro Cancionero, n 236, sin
nombre de autor, pero que sigue a una poesa de Santa Fe.

En la tercera estrofa -aade- se inserta, a modo de estribillo, el verso Ruy seor vote
queioso que encabeza una composicin de Garci Fernndez de Xerena [la cuarta de las
suyas, la que incluye el Cancionero de Baena con el nmero 558, como ya hemos visto], y
el verso Amor cruel e brioso, de Macas, correspondiente a una de las cuatro
composiciones que le atribuye el marqus de Santillana en su Carta-prohemio. En la cuarta
estrofa se inserta el verso Cativo de minya tristura, tambin de Macas, y Pues me
fallesio ventura, composicin atribuida a Macas en nuestro Cancionero, n 247, fol.
105".

Una conclusin cabe extraer del hecho de que un verso de Garci Fernndez fuera
elegido por el de Montoro para esta composicin (que debi de escribir hacia 1424, o quiz
un poco ms tarde): quince o veinte aos despus de la muerte de Gerena sus poemas eran
todava recitados o cantados. Al menos an se tena noticia viva de ellos.

Lo cual parece probar estas dos cosas: una, que nuestro poeta debi de formar parte de la
lite de la poesa cortesana, junto a Baena, Villasandino, Macas o Ferruz, siendo justo por
tanto incluirle entre los ms reputados de los trovadores viejos; y otra, que su produccin
literaria tuvo que superar esas doce nicas composiciones que nos han llegado de l a travs
de J uan Alfonso de Baena.

En efecto, no se entiende bien que, habiendo escrito nicamente doce poesas, Garci
Fernndez tuviera en su tiempo la fama que Montoro le atribuye, tcitamente, aludindole
en este poema con la cita de uno de sus versos; y menos an que esa parva produccin fuera
suficiente para que el mismsimo marqus de Santillana lo incluyera en el informe que
envi al Condestable de Portugal sobre los poetas y trovadores castellanos ms
sobresalientes de la poca.




Apostasa, loco amor y persecucin de los conversos
Sobre la apostasa de Gerena
Despus de lo que ya llevamos visto de Garci Fernndez de Gerena parece llegada la
hora de reflexionar un poco sobre su apostasa. Qu razones pudieron llevarle a renunciar
a su credo cristiano? Cmo pudo un hombre de una tan acendrada religiosidad como la
que transpiran sus versos llegar a renegar de su fe en J esucristo y olvidarse tan pronto de su
proclamada devocin a la Virgen Mara?

Pudo ser insincera o fingida su conversin al Islam? En los versos 17 al 20 de la
composicin que escribi contra l Ferrn Manuel de Lando -si dijrais, arguyendo / de
alguna sotil manera, / que no obstante moro siendo / vuestra opinin buena era- no parece
transmitirse la impresin de que el lindo sevillano no descartaba del todo la posibilidad
de que Gerena llegase a abrazar la religin islmica sin dejar de creer secretamente en el
Dios de los cristianos?

Por otro lado, y esto tambin es lgico pensarlo: qu podra hacer nuestro poeta tras
verse desterrado de la corte y quedar abandonado a su suerte? Permanecer de por vida en
la ermita, suponiendo que su estancia en ella la hubiese podido alargar indefinidamente?

En cuanto a su situacin econmica, no parece difcil imaginarla. Rico, por supuesto que
no era. Entre los linajes de hidalgos o miembros de la nobleza sevillana, pequea o alta, no
aparece por entonces ningn Fernndez, Ferrandes o Garci Fernndez. S figuran en
cambio, de los poetas mencionados en el Cancionero de Baena, adems del hidalgo Ferrn
Manuel de Lando, los siguientes: Pedro Carrillo (que fue alguacil mayor de Toledo y
Burgos y asisti a la coronacin de don Fernando de Antequera en Zaragoza en 1412); los
tambin ya citados igo Ortiz de Estiga (Mariscal de Navarra) y Diego de Estiga
(J usticia Mayor de Castilla); Pedro Garca de Herrera (Mariscal de Castilla); Pedro
Gonzlez de Mendoza (padre del almirante de Castilla Diego Furtado y abuelo del marqus
de Santillana, muerto en Aljubarrota por salvar la vida del rey J uan I); J uan Alfonso de
Guzmn llamado el Pstumo (naci en Sevilla, en 1396, despus de haber muerto su
padre, el Conde de Niebla); el propio omnipotente Condestable, don lvaro de Luna; los
hermanos Martnez de Medina, hijos del Tesorero Mayor de Andaluca: Diego (jurado de
Sevilla, donde naci en 1375) y Gonzalo (tambin jurado y veinticuatro de Sevilla); y Ruy
Pez de Ribera.

Por consiguiente, al no ser un hombre con recursos propios -de haberlo sido, acaso no se
hubiera encandilado con la supuesta riqueza de su juglara-, resulta obligado pensar que slo
vivi bien durante el tiempo que estuvo en la corte. Y no muy bien tampoco. Recordemos
que viviendo en ella y gozando de la benevolencia de reyes y nobles, tanto J uan Alfonso de
Baena como Alfonso lvarez de Villasandino en ms de una ocasin se vieron obligados a
tener que mendigar de aqullos, incluso en sus versos, ayuda econmica, en dinero o en
especie. Hemos de suponer que Garci Fernndez, sin tener ya a nadie a quien pedir -y esto
atribuyndole tambin a l la misma pedigea condicin de sus colegas, lo que no parece
muy probable a la luz de sus composiciones-, acabara comprendiendo que en tierras de
Castilla poco o nada poda ya encontrar para subvenir a sus necesidades.

Se da una misteriosa circunstancia en cuanto a su retiro en la ermita de Gerena. Baena
dice que hasta all se fue con su mujer para hacer vida de ermitao. Era esto posible?
Poda un hombre vivir en una ermita con su esposa como si adems de santuario fuese una
posada? Y aun estando en compaa de ms personas, ya fueran frailes u otros ermitaos,
era permitida entre ellos la presencia de mujeres, y ms an, en el caso de la de Garci
Fernndez, de una que antes haba sido mora?

Sobre las funciones religiosas y profanas de las ermitas en la Edad Media hay ciertos
puntos oscuros en la historia literaria. A propsito de las cantigas de romera, la definicin
que de estos santuarios da Rodrigues Lapa, citada por Eugenio Asensio, de que la ermita
era fecunda oficina de poesa popular, no es fcil encajarla en el contexto de la vida de
Garci Fernndez. Dice Asensio que los cantores de ermitas suelen ser juglares y tratan a
los santos con una desenvuelta familiaridad, y en apoyo de esta tesis cita al infante D. J uan
Manuel, quien conden los cantares y juergas profanas que solan organizarse con ocasin
de las vigilias sagradas, a las cuales se llevaban, para divertir al personal, a histriones y
juglares moros y judos. Asensio aade que, aun despus de que la Iglesia frenara muchas
inmoralidades, el ambiente en las ermitas estaba encapotado de una desazn ertica.

Cita asimismo las Constituciones de Badajoz, en las que el por entonces Obispo y
despus inquisidor Alonso Manrique prohbe las vigilias y veladas profanas dentro de las
iglesias para que no se hagan bayles ni danas ni cantares dentro de ellas, e incluso
ordena a un clrigo de orden inferior que si la yglesia fuese hermita, la cierre al tiempo
como dicho es.

Era aquel el ambiente eremtico que Garci Fernndez fue a buscar cuando se hizo
ermitao en Gerena? Opinamos que no. No poda serlo. Por mucho que hubiesen adolecido
los santuarios de aldea, como entiende Enrique Asensio, de abusos similares, y aunque en
ellos pudiera mezclarse a veces el jolgorio y la lujuria con la devocin, nosotros suponemos
que este ambiente no sera entonces muy diferente del que hoy se vive en torno a muchos
santuarios durante las festividades patronales -pensemos, por ejemplo, en el ambiente
ruidoso y festivo que rodea a la romera del Roco-, donde el pueblo canta, baila, se divierte
y -a qu negarlo?- an sigue a veces mezclando con la verdadera devocin el jolgorio y
hasta la lujuria.

El propio Asensio concluye que los juglares y segreles que nos han dejado lo que
podamos llamar el ciclo de las romeras, suelen componer verdaderas series de tres hasta
siete cantares, presentando diversos momentos y situaciones sentimentales en torno de la
misma ermita. Pero inmediatamente aade: Son secuencias imaginativas no ligadas con
la vida del autor o la historia del lugar.

En definitiva: el que las ermitas se pudieran convertir en ciertas festividades, como
ocurre hoy, en aquellos sitios de jolgorio que el Infante don J uan Manuel reprobaba en el
siglo XIV o el Obispo Alonso de Manrique en el siguiente, ello nada viene a demostrar ni
contra los clrigos de las ermitas ni contra los ermitaos, sobre todo en los das no festivos.
Garci Fernndez, por consiguiente, fue a la ermita de Gerena -donde psose beato, dice
incluso J uan Alfonso de Baena- a hacer penitencia; no a componer cantigas para que los
juglares las interpretasen en fiestas y jolgorios.

O pudo suceder que, despus de descubrir el lamentable engao de su esposa, decidiera
separarse de ella e irse l solo a la ermita? Sabemos que no es esto lo que nos dice Baena -
...estando en su hermita erca de J erena con su muger-, pero sabemos tambin que no se
puede dar un crdito excesivo a J uan Alfonso. En cualquier caso, suponiendo que se
hubiesen separado, no habra que descartar la posibilidad de que, pasado algn tiempo, la
ausente juglara optase por ir a la ermita a buscarlo para sacarlo de all y juntos emprender el
viaje hasta J erusaln, o slo hasta Granada si lo de la devota romera fue slo un pretexto.
Y una vez en el reino granadino, tampoco es descartable que Gerena hiciera lo que en el de
Castilla hicieron a su vez un nmero elevado de judos conversos, a saber: afectar que
profesaba la fe mahometana, aunque en el fondo slo se tratase de una engaosa actitud
para guardar las apariencias y poder seguir librando as en mejores condiciones, como los
judaicos, la imperiosa lucha por la vida.

Quin sabe si nuestro desgraciado trovador no pudo verse obligado a actuar de
semejante manera! Caben, naturalmente, toda clase de suposiciones. Incluso que fuera
inicialmente cierto el propsito de ir a Tierra Santa y que el no pasar del reino granadino se
debiera a la influencia de la antigua mora, todava sujeto l a su hechizo amoroso pese a
haberlo llevado a la ruina.

Le habra sido posible no llevar a efecto su conversin al islam, ya fuese fingida o
sincera? Su juglara, convertida aos atrs al cristianismo, mal podra vivir como cristiana
una vez de regreso en su reino, casada con un cristiano y rodeados ambos de musulmanes
en un clima forzosamente hostil. Lo probable es que ni la autoridad religiosa ni la civil lo
hubieran consentido. Es cierto que desde Enrique II la poltica cristiana con los
musulmanes no se distingui precisamente por unos acusados sentimientos de maurofobia,
pero no lo es menos que en los ltimos aos del reinado de Enrique III la poltica de paz
empez ya a trocarse por otra ms agresiva.

Apenas llegado al poder el sultn nazar Muhammad VII (en el ao 1392, cuando ya
Gerena estaba viviendo en Granada), Castilla comprendi que los pacficos tiempos de
Enrique II y de J uan I eran algo del pasado. Dos aos despus, en 1394, las relaciones
entre Castilla y Granada eran ya muy tensas. Con este da a da cada vez ms presionante -
afirma Rojas Gabriel-, era realmente difcil que no se agrietase el delicado equilibrio oficial
entre Castilla y Granada, y lo cierto es que termin por romperse en mil pedazos. El primer
aviso de intolerancia por parte de uno de los dos reinos vino de manos granadinas, cuando
fueron ajusticiados en la capital del emirato dos frailes franciscanos, J uan de Cetina y Pedro
de Dueas, a causa de predicar sin permiso de Muhammad VII. No eran, pues, tiempos de
demasiada tolerancia en el terreno de las confesiones religiosas. La persistencia de Gerena
en su profundo catolicismo tal vez le hubiese llegado a crear, lo mismo a l que a su esposa
renegada del Islam, problemas tan graves que acaso pudieran haberles costado la vida,
como a los dos citados franciscanos.

En tales circunstancias, lo ms verosmil es que la juglara tuviera otra vez que abrazar su
antigua religin y que a l se le hubiera exigido otro tanto. Si en el reino de Granada
suceda lo mismo que en Castilla, los cristianos all residentes tendran que convertirse al
islamismo, o vivir sometidos y en un constante peligro, o salir del territorio nazar.
Obligado Gerena a tomar una de esas decisiones no tendra que elegir la primera por
motivos de seguridad personal y familiar, incluso por razones econmicas? No pudo verse
forzado a ser -al menos en el fondo, ya que no en la forma- algo as como un mozrabe en
tierra rabe, dando al trmino mozrabe (<r. must`rab) su ms puro y originario
significado de el que se ha hecho semejante a los rabes (pero sin serlo)?

No debe pasarse por alto tampoco el clima de inestabilidad espiritual de la Cristiandad
en la poca en que ocurren todos estos acontecimientos. En efecto, el panorama religioso es
a fines del siglo XIV, y hasta bien entrado el XV, de lo ms desolador. En 1378, dos Papas
se disputan el vicariato de Cristo en la Tierra: Urbano VI en Roma y Clemente VII en
Avin. A la muerte del primero fue elegido en Roma Bonifacio IX, y a la de Clemente, en
Avin, el aragons Pedro de Luna, que adopt el nombre de Benedicto XIII. A Bonifacio
IX le sucedera Inocencio VII y a ste Gregorio XII; los tres hubieron de enfrentarse a la
tozudez del antipapa Luna. La situacin todava se agrav ms cuando fue designado un
tercer Papa, Alejandro V, con lo que en 1409 haba ya tres pontfices que se consideraban
como tales: Gregorio XII, Alejandro V y Benedicto XIII (quien al final tuvo que huir de
Avin y refugiarse en la fortaleza valenciana de Pescola). El cisma tricfalo continuaba
an en 1417, cuando en el concilio de Constanza fue elegido un Papa nico, el cardenal
Colonna, que tom el nombre de Martn V; pero slo concluy realmente cuando en 1429
el sucesor de Benedicto XIII, Clemente VIII, decidi someterse a Martn V.

A todas estas trifulcas en la cumbre de la jerarqua haba de unirse adems en los reinos
hispnicos la generalizada actitud de un clero corrompido moral y econmicamente. Tanto
en el snodo de Valladolid (1322) como en el de Toledo (1339) ya se haba denunciado y
condenado la barragana creciente de los clrigos. La crisis pontificia coincidi -escribe
Antonio Ubieto Arteta- con una crisis espiritual en la Pennsula. La dejadez moral, el
escaso respeto por el sacramento matrimonial, la falsificacin de las bulas, el hundimiento
de la escolstica, el enriquecimiento material del clero, contribuyeron al menosprecio de la
doctrina cristiana. Adems, comenta por su parte Azceta, la inseguridad social y
poltica, la anarqua seorial, el psimo estado de las clases inferiores, etc. debilitan los
principios ticos y producen una decadencia del espritu religioso, con relajacin de las
costumbres.

Tal vez no sea muy disparatado suponer que, ante este caos espiritual y religioso de la
Castilla de a fines del siglo XIV, acaso hasta pasara por la mente de Garci Fernndez la
idea de encontrar en Granada una religiosidad ms autntica -o una forma quiz ms
coherente de entender la religin- entre los musulmanes nazares. Por lo menos all no
hallara la corrupcin moral de los representantes religiosos castellanos, ni tanta hipocresa,
ni una jerarqua tricfala, y s en cambio una fe ms sincera en el mismo nico Dios de las
tres castas de creyentes, adems de una prctica ms fiel de las obligaciones religiosas y
ms en consonancia con las disposiciones del Corn.

Por lo tanto, quiz resulte lgico, o al menos explicable en cierto modo, que en aquel
estado anrquico en que haba desembocado la espiritualidad castellana no faltasen los
comportamientos sacrlegos o herticos. Ni, en casos extremos, incluso los cambios
pblicos de religin.

Escribe Amrico Castro: Hubo adems los trnsfugas de una a otra religin:
mulades, cristianos que islamizaban, y tornadizos, moros que se volvan cristianos.
Dicen las Partidas de Alfonso el Sabio (VII, 25, 8) que, a veces, hombres de 'mala ventura e
desperados de todo bien, reniegan de la fe de N. S. J esucristo, e trnanse moros... por saber
de vivir a su guisa, o por prdidas que les avienen'. Dichos renegados perdan sus bienes y
si eran aprehendidos, la vida. El mismo cdigo legal habla de la vida difcil de los
tornadizos (VII, 25, 3), lo cual reduca el nmero de las conversiones; muchos se hubieran
hecho cristianos 'si non por los abiltamientos e las deshonras que ven recibir a los otros que
se tornan cristianos, e profandolos en otras muchas maneras malas e denuestos'. Se ve,
por consiguiente, que la convivencia de ambas creencias era fcil, mas no la apostasa
dentro de ninguna de ellas.

Sin embargo, de hecho, tales apostasas no faltaron dentro de la fe catlica, como
tampoco las actitudes claramente heterodoxas. Vimos ya cmo en el siglo XI el monarca
castellano Alfonso VI no vacil en casarse con la bella Zaida, hija de al-Mutamid de
Sevilla. Disponemos tambin del testimonio histrico de los famosos amores de Alfonso
VIII con la J uda de Toledo. En los frecuentes cambios de religin asimismo tuvieron que
influir, y no en pequea medida, las diarias interrelaciones que se daban entre moros, judos
y cristianos, y la coincidencia de la fe en un nico Dios entre los militantes de las tres
religiones del Libro (el Corn, el Antiguo y el Nuevo Testamento).

Y hubo tambin, como no poda ser menos, apostasas de islamitas que se integraban en
la fe catlica. En su mencionado libro Epalza menciona a un P. 'Abdel-J alil, musulmn
marroqu que no slo se convirti al cristianismo sino que hasta se hizo fraile franciscano.
En su Crnica del Rey J uan II de Castilla, Fernn Prez de Guzmn relata el peregrino caso
de un mahometano que abraz el catolicismo e intervino en la conquista de la villa de
Pruna, provincia de Sevilla. E, despus desto -refiere el magistral autor de las
Generaciones y semblanzas-, estando el Maestre de Santiago en cija se vino para l un
moro, el qual le dixo que quera ser Christiano; e quera tanto servir a Dios, que entenda de
darle el castillo de Pruna; y el Maestre le torn Christiano... Y el Moro que era tornado
Christiano les mostr dnde echasen las escalas, e la villa fue luego tomada. Lo qual
acaeci sbado de maana, quatro das de junio de mil e quatrocientos e siete aos. Otro
caso conocido de moro converso fue el de Mahomat el Xartosse de Guardafaxara (el
Cartujo de Guadalajara), poeta y escritor que curiosamente sigui usando el nombre de
Mahomat tras convertirse al catolicismo.

Y qu decir de los judos conversos? Qu eran ellos realmente sino apstatas tambin
de la fe de sus mayores? Aqu s es larga la lista de trnsfugas que se pasaron a la religin
de Cristo. Muchos, sin duda, lo haran a impulsos de una conviccin sincera, pero no seran
todos los que actuaran con idntica limpieza de intenciones. Nadie ignora que los judos
conversos de Espaa se vieron muchas veces duramente hostilizados y en peligro casi
permanente, lo que a la fuerza repercutira en sus comportamientos religiosos. No hace falta
recurrir a la cruel matanza de judos de 1391 en la aljama de Sevilla ni a los otros
sangrientos pogromos que se sucedieron en Crdoba, Toledo, Barcelona y algunas otras
ciudades. Aos antes, la tolerancia o la coexistencia ms o menos pacfica y feliz de las
tres castas de creyentes-en esto hay notorias diferencias entre los historiadores: Amrico
Castro, defensor a ultranza de la buena convivencia, recuerda en su citado libro que sta se
mantuvo, con altibajos, a lo largo de unos 700 aos- ya haba empezado a quebrarse y a
deteriorarse, dando paso a las abiertas persecuciones de judos que despus se extenderan a
los moriscos hasta terminar unos y otros expulsados de Espaa.

Un cierto nmero de poetas o versificadores del Cancionero de Baena, entre ellos el
propio J uan Alfonso -ha escrito Claudine Potvin-, son judos conversos que, aunque se
beneficien de la proteccin oficial de J uan II, no por ello dejan de vivir en un clima de
angustia y de temor. Esta atmsfera de miedo y de inseguridad condiciona
indiscutiblemente sus textos hasta el punto de que nos permiten darle una distinta
interpretacin.

Segn esta misma investigadora, la persecucin contra los judos, lejos de verse
atenuada en el reinado de J uan II, solamente haba cambiado de aspecto. En lo sucesivo se
ejercera tambin contra los conversos, si bien, tal vez, con una cierta sutileza. La
pragmtica dada en 1443 por el rey y don lvaro de Luna en favor de los judos dio como
resultado excitar ms an la clera de los cristianos nuevos y precipitar la cada del propio
condestable. El temor a las represalias empujaba a los judos conversos a denunciarse y
atacarse mutuamente. El hecho de que la apostasa de Gerena, aade Claudine Potvin,
adems de brindar a J uan Alfonso una estupenda ocasin de reafirmar pblicamente sus
nuevas convicciones religiosas, tambin chocase tanto a los dems poetas, indica hasta qu
punto la idea de la lucha contra el Islam era fundamental para todos. Los poetas del
Cancionero -concluye la citada autora- no podan permanecer al margen de esta realidad.

Los judos conversos, sinceros o fingidos-la conversin era para muchos, sin duda,
cuestin de vida o muerte- constituan, en efecto, una largusima relacin. Sin salirnos del
mundo de las letras podemos integrar en ella a J uan Alfonso de Baena, J uan de Mena, Fray
Diego de Valencia, Alonso de Cartagena, don Sem Tob de Carrin, Mosn Diego de
Valera, Diego de San Pedro, Alonso de Palencia, Rodrigo de Cota, Hernando del Pulgar,
J uan lvarez Gato, Elio Antonio de Nebrija y Fernando de Rojas. De los miembros del
clero destaca el Obispo de Burgos don Pablo de Santa Mara (el rab Salomn Halev de
antes de su conversin). Si se incluye a los posibles conversos y a los descendientes de
conversos citaremos slo, entre los ms conocidos -aunque tambin la lista se podra
agrandar extraordinariamente- al gentil colega de Gerena, Ferrn Manuel de Lando -su
panegirista: recordemos los elogios que le dedic, en broma o en serio, en su irnica
pregunta antes transcrita, donde le llam sabio, gran poeta, etc.-; a don Alonso
Henrquez, Almirante de Castilla, que descenda por un lado de los reyes Alfonso XI y
Enrique II mientras que por otro era de linaje hebreo; a su hija doa J uana Henrquez; y al
mismsimo rey don Fernando el Catlico, quien, como hijo de don J uan II de Aragn y de
la citada doa J uana, llevaba sangre juda por su madre.

Los conversos de mayor cultura consiguieron ascender a los ms altos puestos en la
poltica, la clereca, las finanzas, la ciencia y las letras -se trataba, segn dice Castro, de lo
que Andrs Bernldez, cura de Los Palacios y cronista de los Reyes Catlicos, calificaba de
empinacin (y hoy podramos llamar arribismo)- acercndose a los reyes y a los
nobles. Una vez instalados en la cumbre, para dar prueba de la firmeza de su conviccin no
vacilaban en arremeter contra los de la casta de los moros, con lo cual, como hemos
observado repetidas veces, trataban de librarse de las sospechas de fingimiento. Entre los
que procedan as ya sabemos que estaba Baena, del que Amrico Castro, por cierto, ha
escrito lo siguiente: El rastrero poetizar del converso J uan Alfonso de Baena, en el dezir
al rey J uan II de Castilla, le incita a que 'haga guerra a los moros' y hasta le aconseja que no
retroceda luego de haber comenzado.

Lo malo es, a lo que parece, que los reyes solan prestar odos a las recomendaciones de
los cristianos nuevos y dudosos. Es cierto, la historia nos lo dice, que los matrimonios
mixtos no eran bien aceptados ni en Andaluca ni en lo que quedaba ya de al-Andalus. Pero
en el caso de Garci Fernndez, J uan I de Castilla, que jams se opuso a que los judos
conversos, o algunos de ellos, gozaran de su aprecio y de su auxilio, ya hemos visto lo a
mal que tom que el poeta de Gerena le pidiera su licencia para unirse en matrimonio no a
una mora, sino a una mora conversa, a una juglara que ava sido mora. En realidad, lo
que Gerena le demand fue slo su real licencia para contraer un matrimonio cristiano. Por
lo tanto tiene ms sentido suponer que, aunque por aquellos aos no eran muy frecuentes
las guerras de religin -las guerras se hacan ms que nada por ampliaciones geogrficas-,
s se ejerca, al parecer, una patente discriminacin en lo concerniente al mestizaje con la
casta musulmana.

Evidentemente, al sentir tanto enojo con la demanda nupcial de Gerena, el muy alto
J uan I -aunque la Historia nos dice, por cierto, que ms bien era bajo de cuerpo- pareca
desconocer, o al menos no tuvo en cuenta, lo que ya ha quedado dicho de un antepasado
suyo, Alfonso VI, quien no hall el menor inconveniente en tomar como una de sus siete
esposas a la princesa mora Zaida, hija de al-Mutamid de Sevilla.




Siguiendo las huellas del arcipreste
As pues, no habra que descartar de plano que, al menos en su fuero interno, Garci
Fernndez siempre permaneciese fiel a su antigua creencia, sin llegar a renunciar
ntimamente a su bien arraigado cristianismo. Otra cosa es que formalmente tuviera que
hacerlo para seguir viviendo con menos problemas en el reino de Granada. Bien mirado, si
su conversin al islam hubiera sido profunda y sincera no tiene mucho sentido que al final
de su vida volviera a Castilla para tornarse de nuevo cristiano.

Lo ms verosmil es, pues, que tanto su regreso al reino castellano como la vuelta a su
antigua fe fueran decisiones motivadas por la secreta sobrevivencia de su catolicismo
primitivo en lo ms recndito de su conciencia; y ms concretamente, por su angustiada
obsesin ante la idea de la condenacin eterna -actitud, como se sabe, inconfundiblemente
medieval- viendo prximo ya el fin de su existencia. Sin embargo, si su retorno a Castilla y
su reconversin al cristianismo nos dan pie para pensar que en el fondo de su corazn
nunca dej de creer en J esucristo ni de temer al Dios juzgador de su religin de siempre,
nos podremos preguntar: y esta presencia de Cristo oculta pero firmemente instalada en su
alma, habra podido compatibilizarla con su fidelidad a los preceptos de Mahoma? Nuestra
opinin personal ha quedado ya expuesta: externamente s, pero no de una forma sincera y
autntica.

Lo que s parece claro es que su acendrada religiosidad tuvo que encontrar un obstculo
fortsimo -an mayor, seguramente, que el que pudieran representarle las dificultades que
presuntamente habra de superar en el plano civil o social- en su temperamento apasionado
y vitalista. A la luz de la escasa informacin que poseemos, no parece haber duda de que
estos dos rasgos, vitalismo y religiosidad, son los ms acusados de su personalidad
desconcertante.

En sus sentimientos religiosos no vamos a insistir. Dicho queda que lo ms importante
para l, la salvacin que tanto le inquietaba, no la habra de arriesgar componiendo
enfingidos poemas o mostrando una piedad que no senta. Eso slo podra hacerlo un
loco y nada puede verse en l que nos lleve a pensar que lo era. Garci Fernndez, sin duda,
fue un tipo alocado, mas no un loco.

Pero le traicionaba su carcter impulsivo e inestable. Por supuesto, no hay que atribuir
solamente a este rasgo de su personalidad el que tomara la decisin, de tanta seriedad y
trascendencia para un hombre cristiano como l, de abandonar su primitiva fe para
sustituirla por otra. A esta faceta temperamental sin duda habra que sumar -sin olvidar el
factor econmico- los factores ambientales ya apuntados: la crisis espiritual que a la sazn
angustiaba a Castilla, la corrupcin y falta de credibilidad de los clrigos y la aparicin de
un clima de sensualidad que anunciaba ya el ocaso del Medievo y la inminente irrupcin de
la mentalidad renacentista.

En efecto, a partir del siglo XIII ya se empiezan a notar unos tmidos cambios en la
forma de pensar del pueblo llano, frreamente medieval hasta entonces. A consecuencia sin
duda de la desorientacin doctrinal y de la penuria material, el espritu del carpe diem
empieza a respirarse por doquier y con l, inevitablemente, un erotismo creciente que al
principio asoma de una forma tmida y ambigua para irse extendiendo despus de un modo
ms abierto. Amrico Castro sostiene que en este cambio de mentalidad hay que ver la
victoria final de la influencia rabe, tan largamente ejercida durante siglos, sobre la
tradicional austeridad castellana. Seguramente es as, pero lo cierto es que a partir de la
primera mitad del siglo XIV empiezan ya a convivir y a hacerse extraamente compatibles
entre el pueblo no slo las tres castas ideolgicas, sino dos sentimientos o factores
esencialmente contrapuestos: la sensualidad y la religiosidad.

Es ese el periodo en el que transcurre la vida del Arcipreste de Hita, el genial artista que
marca la cumbre de la literatura medieval espaola y el hombre que refleja, quiz tanto en
su vida como (sin quiz) en su obra, ese cambio de tendencia desde la mentalidad
encorsetada del mester de clereca a la ms libre, y como consecuencia ms humana, de
la literatura ajuglarada.

J uan Ruiz es el primer autor medieval que en la lengua castellana se atreve a escribir
sobre el loco amor del mundo contraponindolo al buen amor. Y estos son
precisamente los dos amores que, a travs de doce poemas breves y de slo un puado de
noticias poco fidedignas, podemos rastrear en la obra y en la vida de Garci Fernndez de
Gerena.

Antes hemos apuntado que Gerena pudo conocer el libro del Arcipreste de Hita -al que
tan felizmente bautizara Menndez Pidal con el ttulo de Buen Amor- a juzgar por las
similitudes formales observadas en algunas de sus composiciones. Pero quiz sea ms clara
y visible an la influencia que ejerci J uan Ruiz en la vida de Garci Fernndez.
Recordemos lo que el Arcipreste escribe en el prefacio del Libro: E conpuse este nuevo
libro, en que son escriptas algunas maneras e maestras e sotilezas engaosas del loco amor
del mundo, que usan algunos para pecar... Enpero, por que es umanal cosa el pecar, si
alguno, lo que non los consejo, quisieran usar del loco amor, aqu fallarn algunas maneras
para ello...

No queremos insinuar, en modo alguno, que el Arcipreste ejerciera sobre l un influjo
pernicioso. En todo caso, si fuera cierto que pudo influir en l en el plano sensual, tambin
lo habra de ser que asimismo influyera en el plano religioso. En el mismo prefacio se lee:
E Dios sabe que la mi intenin non fue de lo fazer por dar manera de pecar ni por
maldezir, mas fue por reduir a toda persona a memoria buena de bien obrar et dar
ensienplo de buenas costumbres e castigos de salvain; e porque sean todos aperebidos, e
se puedan mejor guardar de tantas maestras como algunos usan por el loco amor. No. La
influencia sensual flotaba en el ambiente en que Garci Fernndez se desenvolva. No
podemos hacer al Arcipreste responsable, ni cercana ni remotamente, ni directa o
indirectamente, de las pecaminosas veleidades de nuestro poeta.

Pero otra cosa es que se las inspirase involuntariamente. Las vidas de uno y otro corren
muy cercanas en el tiempo. Muy parecido es tambin el medio ajuglarado que ambos
frecuentaron. La diferencia puede radicar en que mientras en uno se da un perfecto
equilibrio psicolgico, lo que en el otro se aprecia es un patente desequilibrio. Es verdad
que de la vida del Arcipreste tampoco se sabe gran cosa y de sus devaneos amorosos slo
las aventuras, casi siempre terminadas en fracaso, que l mismo nos cuenta (ya sean
ficticias o autobiogrficas). En cambio, de la vida de Gerena, aunque igualmente la
desconozcamos casi por completo -a excepcin de los informes de Baena-, s se puede
hablar de autnticas locuras y calaveradas.

Est claro que Garci Fernndez copi ms el loco amor del mundo que con tanta
maestra dibuj el Arcipreste de Hita que los consejos de ste sobre el buen amor.

La vida de Garci Fernndez, por lo que podemos deducir, siempre estuvo debatindose
entre el polo de su irreprimible erotismo y el de su profunda religiosidad. Por s misma
vena a constituir un fiel reflejo del continuo vaivn entre lo carnal y lo espiritual tan
caracterstico de la Edad Media. Al margen de las circunstancias ambientales, esa
bipolaridad de su carcter igual podra explicarnos su aventura con la juglaresa que su
conversin al islamismo, forzada o sincera, y hasta su retorno final al redil del cristianismo.
E igual sus amoros con su cuada -pero de esto no habra que extraarse: cualquier
practicante del mahometismo poda tener varias esposas; tan legal era la poligamia (hasta
cuatro mujeres) como el concubinato (ste sin lmite de partenaires)- que sus
composiciones religiosas y sus pblicas protestaciones de arrepentimiento.

De expresar en sus primeras odas cortesanas el sentimiento del amor terico
caballeresco, l pas a experimentar en sus carnes -nunca quiz mejor dicho- ese loco amor
contra el cual prevena el Arcipreste. Alocado siempre, no vacil en combinar lo abstracto
del Amor retrico y artificioso con lo concreto de su ertica pasin. Lo cristiano y lo rabe
se funden en l no ya slo en un plano terico, sino en la vida prctica tambin por la va de
su carnal unin con la juglaresa mora. (A decir verdad, a su fuerte instinto sexual no
tuvieron que venirle mal las facilidades del Corn en cuanto a los asuntos de la carne...)

Del mismo modo que, como ha observado Max Aub a propsito del libro del Arcipreste
de Hita, en l [en el Arcipreste] se cumple la unin todava visible de lo rabe y lo cristiano,
la misteriosa incertidumbre entre piedad y erotismo de que habla Dmaso Alonso,
tambin nosotros podramos decir que ambos pares de factores, lo cristiano y lo rabe, la
piedad y el erotismo, se entremezclan igualmente en la biografa conocida de Garci
Fernndez.

Sera absurdo preguntarse qu es lo que predomina en el carcter de nuestro poeta, si lo
tico-religioso o lo ertico-sensual. En cada momento de su vida, como en la vida de
cualquier mortal, un sentimiento mandara sobre el otro. Lo que s se puede establecer es
que, igual que no observ ninguna hipocresa u ocultamiento a la hora de pecar, tampoco
tena por qu hacerlo (contra lo que dice el malvado Baena) en la hora del arrepentimiento.
Su mpetu vital debi de ser tan autntico y fuerte como lo fueron su devocin y hasta sus
temores sobrenaturales.

Pero volvamos a la influencia (ya insinuada, recordmoslo, por Menndez Pidal) que
sobre l pudo ejercer el Arcipreste. En J uan Ruiz y en Gerena se dan, en efecto, notorias
coincidencias -algunas bastante curiosas- y ciertas circunstancias paralelas, a ms de las
citadas, que de alguna manera parecen vincular al uno con el otro.

A modo de resumen, de la vida y la obra del poeta gerenense podemos inferir:

a) Conoci el Libro de Buen Amor (la Historia literaria certifica que ste tuvo un xito
inmediato y que alcanz una gran circulacin, inusitada sin duda en su tiempo);

b) desde la indiscutible mediocridad de su potica, en alguna ocasin se inspir, al
parecer, en la poesa religiosa del Arcipreste (caso de su Virgen, flor d'espina...);

c) adems del Libro, tambin debi conocer la vida del ilustre clrigo, sus concretas
andanzas y peripecias y sus personales relaciones con el pueblo llano. (Y con toda
probablidad mucho mejor que nosotros: l las pudo conocer por una tradicin verbal
prcticamente inmediata, dada la proximidad de ambos en el tiempo.);

d) tuvo un asiduo trato con las juglaresas, moras o cristianas, igual que el Arcipreste, el
cual -en caso de ser l el autntico protagonista de sus relatos- hasta intent tener con una
mora, como Gerena lo tuvo realmente, un contacto amoroso o sexual por conducto de la
Trotaconventos;

e) ambos hicieron poesas para juglaras y danzaderas moras; y

f) ambos compartieron paralelamente una clara tendencia a la sensualidad y una sincera
actitud religiosa (esta ltima visible sobre todo en los poemas que uno y otro compusieron
en loores de la Virgen).

Claro est, del Arcipreste le separan multitud de cosas. Garci Fernndez carece -esto no
habra que jurarlo- del arte singular de J uan Ruiz, de su ternura, de su irona, de su fino
sentido del humor... La formacin cultural de uno y otro son asimismo tan incomparables
como sin duda lo son sus facultades imaginativas o de penetracin psicolgica: si
admirables en uno, en el otro casi inexistentes.

Y aunque es cierto que ambos aparecen unidos por el nexo de las mencionadas
predisposiciones erticas y religiosas, tambin se advierte en ellas, que sepamos, la
diferencia de que en el Arcipreste se quedaron, en cuanto a las primeras, slo en lo que
narra su obra escrita, mientras que Gerena las desarroll, y aun les dio rienda suelta, en el
transcurso de su turbulenta vida.

Los supuestos escarceos loco-amorosos del Arcipreste -reales o ficticios, para nuestro
objeto tanto da- se quedaron casi siempre en eso, en escarceos, en conatos o en fracasos;
pero pasaron a la posteridad por obra y gracia de su arte y su talento magistrales. En
cambio, los de Garci Fernndez de Gerena, que sin duda fueron mucho ms que simples
intentonas o escarceos, no han pasado a la historia por llegarnos envueltos en la fermosa
cobertura de un arte literario que l estaba muy lejos de poseer, sino porque, para su
desgracia, los foment y consum en su apasionada y, al final, infeliz existencia.

Con todo, la alegra del vivir goliardesco, la inclinacin al arte de la juglara, la
tendencia a los placeres y la religiosidad patente en sus poemas, bien pudieron haber sido
inspiradas a Garci Fernndez por la actitud personal y literaria de su eximio e hipottico
maestro, cuyas huellas literarias y vitales parece que intent seguir.




Vctima de los judos conversos?
Y por qu habra de ser tan cruel e irnicamente atacado Gerena por sus colegas -y sin
embargo enemigos- Villasandino, Baena y Ferrn Manuel de Lando? Slo por su
apostasa? No pudo esto ser solamente un pretexto? A ninguno de sus atacantes los
podemos caracterizar precisamente como modelos de impecable religiosidad, ni siquiera
como personas de intachable integridad moral. No puede haber algo que nos explique o
acl are ms satisfactoriamente la actitud abiertamente hostil que mostraron con Garci
Fernndez?

La hiptesis de que con su enemiga hacia Gerena estos tres poetas trataran de justificar
ante el rey y los poderosos la pureza de su catolicismo, subrayando de paso la misma
ojeriza contra los moros que el monarca y los nobles albergaban, ya ha sido adelantada en
anteriores pginas. Trataremos ahora de profundizar un poco ms en ella.

La situacin de los judos vari notablemente en los Estados cristianos por los aos
finales de la Edad Media, como ha resumido Prez Bustamante, quien ha sealado un
perodo de gran tolerancia en los siglos XIII y XIV, que contrasta con la reaccin
antijudaica del siglo XV y culmina en la expulsin realizada por los Reyes Catlicos.
Situndonos concretamente en el marco histrico de la Castilla de entre finales del siglo
XIV y hacia la mitad del XV, notamos que es ese el perodo en que realmente crece, para
irse enconando despus y traducirse en acciones violentas -aunque con intervalos de tregua-
, el odio secular de los cristianos hacia el pueblo hebreo (que como es bien sabido hunda
sus races en el deicidio de J esucristo, del que seran acusados los judos de todas las
generaciones como herederos raciales de quienes lo perpetraron en su tiempo). En esa
concreta fase de la historia bajomedieval, la ancestral inquina antijuda digamos que se
actualiz por una serie de nuevos motivos, a saber: la envidia que despertaban por su
riqueza y poder; la secreta aversin que asimismo suscitaban por su indudable vala
intelectual; y el malestar que iba creando en todos los sectores de la poblacin el hecho de
que ocuparan los ms altos cargos, no slo en la corte sino, tras su conversin, incluso en el
gobierno de la Iglesia.

Por los aos finales del siglo XIV surgieron las ardorosas predicaciones antijudas del
arcediano de cija, Ferrn Martnez, que desembocaran en oleadas sucesivas de
movilizaciones populares, brutales saqueos y crueles asesinatos. Desoyendo las
recomendaciones de prudencia por parte del Rey y de la propia jerarqua eclesistica, aquel
fantico orador sigui enardeciendo a las masas con sus vibrantes prdicas antisemticas.
Fruto trgico de ellas sera la matanza de judos ocurrida en el asalto a la aljama de Sevilla
en 1391, a la que siguieron, casi sin solucin de continuidad, las que se registraron
sucesivamente en las juderas de Crdoba, J an, Cuenca, Burgos, Valencia, Barcelona,
Toledo, Lrida, Teruel, Palma de Mallorca, Palencia y Gerona. La cifra de vctimas
mortales habidas en aquellos atroces asaltos no es posible conocerla, aunque, a juicio de los
especialistas, no fue realmente tan alta como desde hace siglos se vino afirmando.

Cmo reaccionaron los judos a raz de aquellas vandlicas actuaciones? Las nicas
opciones que tenan no eran otras que vivir en un estado de inseguridad constante, la ruina,
el exilio o la muerte. O esas, o la apostasa. La ms prctica de todas era, sin duda, esta
ltima. (Ms o menos, lo que pudo ocurrirle a Gerena en Granada.) Y esta fue la que
eligieron la mayor parte de ellos. Se ha calculado que las conversiones de judos en los
reinos de Castilla y Aragn alcanzaron una cifra cercana a las 200.000, a las que habra que
unir las que se produjeron despus en el reino castellano, hacia 1411, como consecuencia
de las fecundsimas predicaciones de otro excelente orador sagrado, tan ardoroso y
arrebatador como el de cija -pero sin duda menos fantico-, el valenciano Vicente Ferrer.

La animadversin antijudaica, aunque siempre pervivi en Castilla hasta las expulsiones
del siguiente siglo, pas por perodos en que la virulencia se alternaba con fases de mayor o
menor tolerancia. En las primeras dcadas del siglo XV ya no se prodigaron aquellas
horribles matanzas de a finales del XIV, pero los judos conversos (y no slo los
marranos, como el pueblo llamaba, al parecer por influencia portuguesa, a los que
judaizaban en secreto, sino todos) siguieron siendo objeto del odio y la envidia. La nobleza
castellana -y el pueblo llano tambin- segua sin poder digerir verlos encaramados en los
ms altos puestos de la administracin, las finanzas, el ejrcito y hasta de la jerarqua
catlica, como el rab Salomn Halev, ya citado, que lleg a ser Obispo de Cuenca con el
nombre de Pedro de Santa Mara. Los ms ricos hasta contraan matrimonio con familias
nobles castellanas venidas a menos. Al serles suprimidas o suavizadas, tras su conversin,
muchas de las anteriores limitaciones sociales y religiosas, ya no quedaban tan
discriminados y al menos podran disfrutar de un status parecido -no idntico desde luego-
al de los que se preciaban de cristianos viejos.

Aunque, como dice la investigadora antes mencionada, tras los asaltos a las juderas el
nmero de conversos aument considerablemente, a pesar de todo el hecho de la
conversin no implic, en absoluto, un cambio de tipo de vida o de status socioeconmico.
En primer lugar, la mayor parte de los conversos continuaron viviendo en la antigua
judera, aunque muchos abandonaron totalmente sus antiguos apellidos judos, [pudo ser
este el caso, entre otros muchos, de J uan Alfonso de Baena?] por lo que es muy difcil
identificarlos.

Pero el odio y la envidia hacia ellos continu. Adems de los abusos que cometieron, al
parecer, muchos de los que ejercieron actividades como banqueros y prestamistas -se les
acusaba de usureros-, los cristianos viejos seguan sospechando que las conversiones eran
ms aparentes que reales. Casi todo el mundo estaba persuadido de que los marranos
seguan observando en secreto los preceptos de su ley mosaica. Se pensaba, como ha escrito
Cecil Roth, que eran judos en todo menos de nombre, y cristianos en nada salvo en la
forma.

Esta era, a grandes rasgos, la situacin de los judos conversos durante el reinado de
J uan II de Castilla. Es verdad que al principio se vieron favorecidos por su rehabilitacin
como ciudadanos libres -aunque nunca lo fueron de pleno derecho- con lo que al menos
vivan ms seguros que antes de su conversin, como lo demuestra el mencionado hecho de
que algunos ocuparan cargos importantes. De los compaeros de Gerena en el arte de la
poetrya e gaya ciencia, J uan Alfonso de Baena ejerci durante cierto tiempo una de las
secretaras de la Cancillera real, para la que fue nombrado por el condestable lvaro de
Luna, mientras que al tambin converso, o hijo de conversos, Ferrn Manuel de Lando se lo
elevaba al rango de Doncel del rey, y, segn vimos antes, hasta la reina madre le
encomendaba misiones sumamente delicadas como la de llevar fsicamente a don Fernando
de Antequera la corona de zafiros y diamantes que ci como rey de Aragn. (Por lo que
atae a Villasandino, l s parece que fue cristiano viejo, aunque tampoco falten crticos e
historiadores eminentes -Amrico Castro entre ellos- que tambin lo toma por judo
converso.)

Y sin embargo, como decimos, seguan intranquilos. Si a los no convertidos se les
obligaba a usar trajes especiales y les eran restringidas sus relaciones con los cristianos, los
que pasaron a ser confesos o conversos, pese a haber mejorado su status, tampoco se podan
sentir totalmente a salvo. Y no les faltaban motivos. Las convulsiones antisemticas
nuevamente fueron en aumento a medida que avanzaba el siglo XV. Los cristianos viejos
sentan rencores contra los burcratas conversos de la Cancillera real [el caso de Baena],
escribe Kenneth R. Scholberg, quien aade: Por otra parte, hay escritores conversos que
nada dicen de su linaje, pero su posicin de cristianos nuevos -aceptados dentro de la
cultura dominante, aunque relegados a una posicin ambigua si es que no marginal [otra
vez el caso de Baena] y a pesar de los muchos enlaces con familias nobles [ahora el caso
aproximado de Ferrn Manuel de Lando]-bien podra influir en su modo de pensar, as
como aguzar su sensibilidad para la crtica de los defectos polticos y sociomorales de su
poca.

Para la crtica poltica y moral, como sostiene Scholberg, sin duda alguna; pero tambin,
con muy alta probabilidad -aadimos nosotros-, para las delaciones individuales de quienes
ellos juzgaban heterodoxos (en lo que atae a Gerena por haber estado apartado algn
tiempo de la religin catlica, sin tener en cuenta nunca su arrepentimiento final y su
retorno a la Iglesia), a los cuales denunciaban pblicamente para hacerse acreedores a la
consideracin de autnticos nuevos cristianos y quedar al margen de toda sospecha. Es
lcito pensar que con aquellas acusaciones contra Garci Fernndez -las de enfingindose
de muy devoto contra Dios, pero so espeia d'esto [contemplando en Dios e en sus
grandes poderos] otra maldad tena en su coran, o poniendo en obra su feo e
desaventurado pensamiento, entre otras-, que nosotros estimamos infundadas (y no slo
nosotros como ya se ha visto), lo que el recopilador del Cancionero realmente intentara no
fuera otra cosa sino ocultar su fingida o forzada conversin, exhibiendo un celo exagerado
en la defensa del credo recin estrenado.

S, el de congraciarse con el Rey y los poderosos pudo razonablemente ser el autntico
mvil que impuls a Baena y a Ferrn Manuel de Lando a magnificar el ya de por s
gravsimo pecado de apostasa de Garci Fernndez de Gerena. De ese modo intentaban
hacer olvidar su propia abjuracin del judasmo -o sus vnculos con esta religin-, que
tampoco podemos saber si era autntica o fingida. Por otra parte -comenta la investigadora
Isabel Montes-, parece claro que muchas conversiones no fueron sinceras, lo que llev a
muchos conversos a emigrar a Granada y Portugal. A pesar de que muchos abjuraron de su
fe cristiana, gran parte de ellos permanecieron fieles a su nueva religin, hasta tal punto que
su celo antisemita era ms fuerte que el de los cristianos viejos. El caso de Villasandino
parece distinto: a l quiz no le importara tanto aparecer o no como un cristiano viejo; su
sarcstica composicin contra Gerena simplemente se ha de atribuir a su espritu impo y
rufianesco.

Obsrvese, adems, un detalle que acaso resulte significativo: en las rbricas que
anuncian los poemas de Garci Fernndez, J uan Alfonso nunca dice una palabra acerca de su
vuelta al cristianismo. Lo hace, pero como de pasada, segn hemos visto, en el epgrafe que
antecede a la composicin 279 de Manuel de Lando; pero no, como sera ms lgico, en los
que tan minuciosamente ilustran las composiciones de nuestro poeta. Y Lando, por su parte,
cuando alude a ella, no se priva de expresar su malintencionada desconfianza cuando al
final de su poema dice aquello de que quien hace un cesto hace ciento. Todava no
descartaba el lindo sevillano la posibilidad de una segunda vuelta de Gerena al
mahometismo, pese a su ancianidad, pese a su pblico arrepentimiento, pese a la presentida
cercana de su muerte y pese a su evidente horror a condenarse!

Creemos que es as, en este contexto, como se podra entender esa postura de
animadversin hacia Garci Fernndez que parece adivinarse en sus colegas ms o menos
vinculados, por ascendencia o por conveniencia, a la casta hebraica (de manera ms clara y
continua en Baena). Acusaban para no ser acusados. Hasta se podra llegar a ms: no
estaran dando rienda suelta, por aadidura, a ese cruel sentimiento -ms cruel y
despreciable que la envidia- de gozo y alegra ante el mal ajeno que los alemanes llaman
Schadenfreude y que ellos tal vez escondan en sus corrompidos corazones?

Lo sabemos: nos estamos moviendo en el terreno de las conjeturas, en el que nada puede
o debe asegurarse. Pero tambin nos parece legtimo y correcto caminar un poco, con paso
ms o menos firme -lase: sin afirmar nada, pero sin tener que descartar tampoco nada-, por
el terreno del razonamiento. Y es desde l desde el que nos inclinamos a pensar que Garci
Fernndez de Gerena pudo ser, en cierto modo, un poco vctima de la maldad y de la
persecucin de los judos conversos, tan apstatas en realidad, o descendientes de apstatas,
como l.




El Islam y la Provenza, en la vida y en la obra de Gerena
Supuestos elementos islmicos en la poesa de Garci Fernandez
Hay algunos crticos e historiadores literarios -entre otros, J os Amador de los Ros- que
coinciden en atribuir a la poesa de Garci Fernndez de Gerena algunos difusos aspectos de
ascendencia islmica. Lo que ocurre es que casi siempre se habla de ellos en trminos muy
generales y abstractos; que nosotros sepamos, hasta ahora nadie se ha molestado en tratar
de encontrar unas pruebas visibles y concretas de ese posible influjo de la literatura rabe
en la obra de nuestro poeta.

Con la esperanza de hallar aunque slo fueran algunos atisbos de elementos islmicos en
la poesa de Garci Fernndez nos hemos detenido a examinar un trabajo escrito sobre l, en
lengua rabe, por un historiador egipcio contemporneo, Ahmad Lutfi Abdel Badi', y
publicado en la Revista del Instituto de Estudios Islmicos. No tenemos el menor
inconveniente en adelantar cul ha sido el resultado de la exploracin: adems de no
aportarnos nada nuevo en lo relativo a la vida del poeta -los escasos datos biogrficos que
este crtico maneja tambin estn tomados, cmo no!, de las famosas rbricas de Baena-,
ha sido muy poco asimismo, nada prcticamente, lo que hemos podido encontrar de inters
en lo que se refiere a su poesa.

El investigador rabe, tras resumir lo poco que se sabe de la vida de Gerena tomndola,
como decimos, de los epgrafes de Baena, comienza su ensayo afirmando que Garci
Fernndez representa, por su vida y por su produccin potica, el contacto entre las dos
Espaas (las dos Espaas de los ltimos siglos del Medievo, lgicamente), y casi en
seguida pasa a recordarnos que nuestro hroe, luego de casarse con la juglaresa mora - por
cierto, se olvida tambin de decir que, aunque antes haba sido mora, no lo era ya-, se
estableci en Granada, donde se islamiz. As -dice-, su contacto con la juglara
musulmana resulta evidente. (Algo que asimismo ya sabamos que ocurra, antes incluso
de que Gerena se fuera a vivir a Granada: cuando todava en Castilla mantena, como el
Arcipreste y otros, estrechas y continuas relaciones con las juglaras moras y cristianas.)

Posible secuela de tales contactos, opina el escritor egipcio, es la filtracin en los
poemas de Garci Fernndez de algunos elementos que abundan en la poesa rabe. Entiende
as, por ejemplo, que, en la primera de sus cantigas -la que en el Cancionero de Baena
aparece con el nmero 555-, cuando nuestro autor lamenta la falta de misericordia del rey
proclamndose ante l cautivo del dolor que le produce haber sido alejado de la corte, est
tratando un tema que, a juicio del historiador, guarda cierta relacin -aunque en verdad
nosotros no la vemos-con uno que siglos atrs ya abord el poeta rabe al-Nabiga, quien
tambin, por motivos parecidos, se lamentaba o se justificaba ante el rey Nu'man en versos
tales como

Eres como la noche que me alcanza,
pese a creer que mi alejamiento de ti es grande.

Otros versos de Garci Fernndez, aquellos en que aparece el Amor ocultndose y
quejndose de ver disminuido su prestigio en Castilla -donde ya viva triste- y en los que,
despus de preguntar a una doncella acerca de la causa de la queja, manifiesta el poeta

De la voz fui espantado
e mir con gran pavor
e vi que era el Amor
que se chamaba cuitado.
De grado
o seu grand planto faza...
(C. de Baena, 556),

el historiador rabe los asemeja, tambin en cuanto al tema, a una poesa de Ibn al-Haddad
en la que el Amor parece que tambin quiere ocultar la causa de sus cuitas, hasta que un
plaidero y un suplicante acuden a revelrsela:

El plaidero y el suplicante han dicho lo que hay en mi conciencia
Por qu ocultar lo que es claro? Mi tristeza es patente,
otrgame el perdn del irritado; mi corazn est prisionero en su espacio.

La vida de Garci Fernndez, afirma Abdel Badi', es una manifestacin de la conexin
existente entre los dos citados elementos, cristiano e islmico. No obstante, cuanto intenta
probar su afirmacin lo que hace antes que nada es recurrir a Menndez Pidal y referirse a
las huellas -asimismo estudiadas por nosotros ya- que el Arcipreste de Hita dej,
probablemente, en l, sobre todo en lo que se refiere a sus contactos con la juglara
islmica, poniendo luego nfasis en los elementos arbigos visibles en la obra de J uan Ruiz
-en la del Arcipreste s, pero no tanto en la de Garci Fernndez-. Segn este historiador, el
Arcipreste quizs tuvo acceso a determinadas obras de la literatura rabe, entre ellas El
collar de la paloma, de Ibn Hazm, en lo que coincide con algunos autores hispanos, como
Gonzlez Palencia, para el cual J uan Ruiz incluso conoca la lengua rabe.

Tal vez la nica prueba concreta que aporta Abdel Badi' sobre posibles correlaciones
entre Garci Fernndez y el Islam radique en la semejanza que dice encontrar entre la
amorosa aventura del trovador de Gerena y la de un desconocido personaje rabe llamado
Abi al-Fadel Ibn Hasday al-Islami al-Saraqusty, el cual, segn nos informa citando al poeta
al-Maqqari, se enamor de una esclava que penetr en su interior y apoderse de su
corazn; enloqueci por ella y dej su religin y su ciencia, y por eso el dueo de la esclava
la cas con l... e incluso intercedi por l para que la gente no creyera que su conversin al
Islam fue por influencia de ella.

Pero Abdel Badi' se apresura a aclarar -lo que no era tampoco demasiado necesario- que
tal similitud entre ambas peripecias personales pertenece ms bien al terreno del azar que a
otro tipo de influencias; pese a lo cual apostilla que es de todos modos una prueba de que
los ambientes rabe y cristiano fueron muy parecidos en la Castilla de la Baja Edad Media,
sobre todo en las zonas fronterizas.

Segn el escritor egipcio, la influencia rabe en la poesa de Gerena se centra sobre todo
en el significado de su obra y en las imgenes elegidas por nuestro poeta andaluz para sus
composiciones. Cita al respecto el que l considera tambin uno de los ms bellos
fragmentos escritos por Garci Fernndez: la composicin que comienza diciendo
Ruiseor, vote quexoso..., a la que compara con una de otro poeta llamado Abi Abd-
allah Muhammad Ben'iza en la que asimismo se menciona, segn sigue diciendo, a un
pjaro cantor entonando un pesar que conmueve el corazn del amado recordndole los
tiempos pasados en Crdoba seguro y bien acompaado entre los amigos. En estos
versos parece detectar el crtico una relacin de semejanza temtica con la composicin de
nuestro trovador sobre la desaparicin del topos del amor corts de la poesa castellana.

Es esto mismo -asegura- lo que imagin Garci Fernndez que poda reflejar con la
figura del ruiseor, valindose de l para expresar, lo mismo que Ben'iza, las emociones
que ambos compartan, aunque en apariencia slo se tratase de intercambios verbales que se
establecan entre los poetas y las simblicas aves parleras.

Tras insistir en la tesis de que es la poesa rabe la que da origen a la concepcin del
amor unido a la sumisa rendicin del amante a su dama, y tras confirmar que esa misma
concepcin aparecera despus en las canciones de Guillermo IX de Aquitania -para lo que
se apoya otra vez en Menndez Pidal-, el ensayo de Abdel Badi` termina diciendo que
aunque la poesa rabe no tiene por qu ser la nica fuente que influy en Garci Fernndez
-la influencia provenzal fue, en efecto, mucho ms patente en l-, s est, no obstante,
relacionada con los cauces secretos por los que flua el ambiente [ms bien el estilo] del
trovador castellano.

En honor a la verdad tenemos que decir que, tanto los supuestos factores islmicos como
las remotas semejanzas con la poesa rabe que Ahmad Lutfi Abdel Badi' pretende
descubrir en la obra de Garci Fernandez, a nosotros nos parecen apenas visibles, por no
decir que absolutamente inexistentes. S en cambio apreciamos en ella, insistimos, unos
rasgos y unas formas mucho ms coincidentes con la poesa trovadoresca, por mucho que
sta haya podido beber -lo que ya parece indiscutible- en la fuente de las jarchas mozrabes
y, en general, de la lrica rabe.

Pero, dejando aparte ya el trabajo comentado de Ahmad Lutfi Abdel Bad', en realidad
son muy pocas las cosas que podemos descubrir en los poemas de Garci Fernndez que
apenas vayan algo ms all de recordar vagamente ciertas claves de la poesa corts escrita
por autores rabes. lvaro Galms de Fuentes admite que el amor corts islmico est
representado por un nmero limitado de motivos poticos, los cuales, asegura, aparecen
tambin en la lrica provenzal. El tema general del amor puro y platnico derivado de la
antigua castidad practicada por la tribu preislmica de los Banu 'Udra (Hijos de la
virginidad), el llamado amor udr, quiz pudiramos rastrearlo -por supuesto a lo divino
y llevados tambin ms por la condescendencia y la buena voluntad que por un deseo
sincero de servir a la verdad objetiva- en una de las composiciones de Gerena, la nmero
559 del Cancionero, en la que nuestro autor proclama aquello de fao promesa e verdade /
de mantener castidade / mientra que yo vivo for.

Otro tpico extrado de la lrica ertica rabe es el que lvaro Galms denomina -
aplicando la terminologa que anteriormente usara Menndez Pidal- Obediencia y servicio
amoroso. Podra estar representado en la obra de Garci Fernndez por los versos de su
primera composicin (Por leal servir, cuitado!, / eu siempre servir, / soy conquisto a
salvaf / e a la morte condenado), y por los de la segunda estrofa del poema 558 del
Cancionero, cuando pone en boca del ruiseor las palabras Yo non devo ser culpado, / s
eor, por esta razn; / siempre fue mia entenin / de servir Amor de grado, e incluso en
los primeros y en los ltimos de la cantiga nmero 560 (Virgen, flor d'espina, / siempre te
serv; / santa cosa e dina, / ruega a Dios por m, y Virgen, a ti adora / el mi coran, / con
grand devoin / te obedesco a ti), respectivamente.

Tambin Menndez Pidal atribuye origen rabe a este tpico de la obediencia y
servicio amoroso. Conocida es la teora de don Ramn, y de otros especialistas, de que la
idea de servicio de los primeros trovadores no parece de origen europeo, sino que ms
bien refleja el sentir de los poetas rabes: En varios zjeles de Abn Guzmn se declara
deber del amante el someterse humilde y satisfecho a los deseos, caprichos e injusticias del
ser querido. Los trovadores provenzales, dice don Ramn, usaron expresiones como
obedecer y servir al amor asimilando el servicio a la dama al servicio feudal del
vasallaje; pero esto, afirma, se halla mucho antes en la literatura rabe. La moda, al
parecer, pas luego, por conducto del gallego-portugus, a los trovadores castellanos, en los
que a estos efectos podemos tambin incluir a Garci Fernndez de Gerena, segn hemos
podido ver.

Otro de los temas generales a los que aluden Pidal y Galms es el del sufrimiento
gozoso: apasionado refinamiento que aparece como un hecho nuevo en la poesa rabe y
en la provenzal, ha escrito don Ramn. Quiz pudiera estar igualmente presente en
algunos versos de la poca primera de Gerena: en los que comienzan la tercera estrofa de su
dcimo poema (Do cuidi enriquintar / fui, cativo, empobrecer, / bivo e desejo morrer /
inda non oso falar / el pensar / en trocar por mal ben) y en los de la segunda de la
composicin 565 (...por n digo ass: / Pues non he ventura, / quiero ir morrer / atn
alongado / de la que, cuitado, / mered atenda. )

Finalmente, en cuanto a la poesa religiosa de Garci Fernndez, el propio Menndez
Pidal nos informa de otra muy curiosa coincidencia con la literatura en lengua rabe: la
representada por el mstico rabe Aben Arab Mohidin (muerto en Damasco en 1240), que
aplic el gnero potico popular a fines devotos, componiendo [como pudo hacer tambin
nuestro poeta] muchas de sus poesas religiosas en forma de zjel para que las cantasen los
fieles a coro.

Pero hemos de insistir. Todas estas citas respecto de posibles influencias -siempre
rebuscadas y de rigor bastante discutible- de la lrica rabe sobre la poesa de nuestro
trovador, mejor haramos interpretndolas como anecdticas coincidencias que como
verdaderos influjos temticos. Ni siquiera sera vlido el argumento de que Garci
Fernndez vivi en el reino de Granada trece largos aos, durante los cuales quiz pudo
aprender, o al menos manejar, la lengua rabe: nuestro poeta, recordmoslo, escribi
muchas de las composiciones mencionadas estando todava en Castilla; y la posibilidad de
que los temas rabes se los diera a conocer su juglaresa tampoco parece ofrecer muchos
visos de verosimilitud.

Todo lo ms, la obra de Garci Fernndez cabra considerarla como influida -y tambin
de una forma global- por el arte literario mudjar surgido de la simbiosis que sin duda debi
producirse entre las culturas oriental y occidental. Pero sin ms precisiones. Podra pensarse
tambin que esos trece aos que estuvo en Granada en contacto con la lengua rabe
pudieron permitirle conocer -ya fuera por s mismo o por las traducciones que le hiciesen
otros, su juglara o su cuada por ejemplo- algunas obras poticas de importancia capital en
la literatura rabe, que alcanzaron una amplia y duradera difusin y que pudieron influir en
l, como parece influy en J uan Ruiz El collar de la paloma. Pero mucho nos tememos que
tambin esta suposicin represente algo as como echar alegremente al vuelo especulacin
y fantasa.

A nuestro modesto juicio, slo podran admitirse -y siempre de manera general, hemos
de recalcarlo, sin pormenorizar demasiado- tesis como la conocida de Amrico Castro
sobre los recprocos influjos derivados de la fructfera convivencia de cristianos, moros y
judos, o sobre la posible relacin, por la va del mudejarismo, de una serie de rasgos
literarios comunes o concomitantes entre los escritos en las respectivas lenguas.

Tan slo aquellas posiciones crticas que han vinculado algunas composiciones lricas
castellanas -el villancico sobre todo- con el tronco comn de la moaxaja y el zjel -todas
constan de estribillos, mudanzas y vueltas- son las que permiten aceptar como claras,
visibles y ciertas tales influencias. En cuanto al influjo de la poesa rabe en los trovadores
castellanos incluidos en el Cancionero de Baena, slo acaso lo podamos rastrear en el uso
que stos hacen, en algunas de sus composiciones, de los temas y formas de la moaxaja o el
zjel -el hbrido de rabe y romance creado en Crdoba en el siglo IX, en expresin de
Menndez Pidal-, cuyo predominio en Castilla se atribuye a una juglara morisca que nunca
lleg hasta Galicia. Pero en la mayora de los casos -este es, repetimos, nuestro particular
parecer- se trata casi siempre de unas influencias casi meramente tericas, a menudo muy
difusas y escondidas.

El panorama no est claro en ningn caso. Como dice Anwar G. Chejne, la cuestin de
la influencia de la moaxaja y el zjel en las composiciones lricas espaolas y europeas ha
sido objeto de encontradas opiniones entre los eruditos, algunos de los cuales la admiten y
otros la niegan.

Por lo que a Gerena se refiere, lo ms honesto parece pensar que esas pretendidas
influencias de la lrica rabe en su corta y discreta poesa -concretamente en la suya-
debiramos considerarlas ms imaginarias o forzadas que fundadas en pruebas rigurosas.
Los tpicos citados, que Galms lo mismo encuentra en la poesa rabe que en la provenzal,
nosotros entendemos que es en sta donde nuestro poeta pudo descubrirlos, mejor que en la
rabe, cosa que analizamos en el siguiente captulo.

Con independencia del legado de un sector importante del lxico rabe y de algunas
huellas fonticas y morfosintcticas -sin olvidar, claro est, ese otro legado monumental
que sobrevive esplendorosamente en los dominios de la filosofa, la arquitectura, las
ciencias y las bellas artes)-, Garci Fernndez nace ya en una Castilla que slo es heredera
de los musulmanes en lo que se refiere a ciertas tendencias y hbitos vitales; en la literatura,
y en la lrica concretamente, ya haca tiempo que haba dejado paso a otra influencia: a la
de la poesa provenzal por conducto de la lrica gallego-portuguesa, sta s descendiente
directa de aquella.

En definitiva, en lo que atae a nuestro trovador, hemos de calificar simplemente de
posibles o supuestos los pretendidos influjos arbigos en su poesa. A nosotros, como
creemos ha quedado ya suficientemente demostrado, nos resulta muchsimo ms claro -y
tambin, por supuesto, mucho ms prudente- hablar de ms influjo rabe en la vida de
Garci Fernndez que, por ms que lo intentemos, en su obra.




Influencias provenzales
La influencia de la lrica occitnica en la obra de Garci Fernndez de Gerena tenemos
que enmarcarla, lgicamente, en el contexto general de la que dejaron en nuestra pennsula
los poetas provenzales a travs de sus frecuentes viajes y de las prolongadas estancias de
algunos de ellos en las diversas cortes hispnicas.

Se sealan tres ncleos o focos de penetracin de la lrica en la lengua de oc en nuestro
territorio peninsular: Catalua, las cortes de Castilla y Len y la zona del gallego-
portugus. En los tres, la poesa provenzal se conoci directamente de labios de los propios
trovadores del Midi francs. Muchos estudiosos e investigadores sostienen que una
importante va de penetracin fue la ruta del Camino de Santiago, que parta, como se sabe,
del sur de Francia. As piensa, por ejemplo, Carolina Michelis, aunque no faltan otros que
sustentan la opinin contraria, como Carlos Alvar, quien ha escrito sobre el tema lo
siguiente: La afirmacin insistentemente repetida de que la poesa provenzal entr en
Castilla y Len a travs del Camino de Santiago, carece de fundamento: solamente hallo
dos trovadores documentados como peregrinos a Compostela; por otra parte, qu hace una
poesa de corte fuera de las cortes? Para Alvar, el influjo provenzal sobre el gusto lrico
castellano-leons y el de los trovadores sobre los poetas gallego-portugueses se produjo
directamente en las cortes de Castilla y Len, a donde acudan tanto trovadores como
nobles y poetas gallegos y portugueses.

La historia deja constancia, en efecto, de que un elevado nmero de trovadores
provenzales residieron en las cortes hispnicas por los siglos XII y XIII. La muy larga
relacin de nombres se comienza por el ms antiguo, Guillermo IX de Aquitania, que
adems de poeta era una gran seor feudal -sus dominios, se dice, eran ms extensos que
los del mismsimo rey de Francia- y un guerrero esforzado que particip, con 600 de sus
caballeros, junto al rey aragons Alfonso I en la batalla de Cutanda (1120) contra los
almorvides. El conde de Poitiers y duque de Aquitania conoca bien, por tanto, las cortes
peninsulares; se dice que en su lrica pudo influir de algn modo el haber odo cantar a las
juglaras moras, hebreas y cristianas.

La lrica provenzal influy no slo en la peninsular ibrica, sino en gran parte de la lrica
europea, de su tiempo (siglos XII a comienzos del XIV) y aun de tiempos posteriores. Se
difundi por las cortes de Francia, en la inglesa de los Plantagenets, en las alemanas y
austracas por conducto de los Minnesinger, en la castellana de Alfonso el Sabio, en la
portuguesa de don Dions, en la catalana de Pedro el Magnnimo y en la Italia septentrional
y meridional.

Por lo que respecta a los reinos hispnicos, entre los trovadores de la lengua de oc -as se
conoce (por el adverbio s, oc en occitano) a la que se escriba y hablaba en la zona
situada al sur del ro Loira- que residieron durante algn tiempo en nuestro territorio
podemos citar, entre otros muchos, a Marcabr, husped en la corte de Alfonso VII de
Castilla y Len entre 1137 y 1145; a Peire d'Alvernha, que lo mismo estuvo en Barcelona
que en la corte de Castilla; Richart de Barbezilh, que residi algn tiempo en la corte
nobiliaria de don Lope Daz de Haro, seor de Vizcaya; Guiraut de Bornelh, trovador de
slidos estudios literarios que tambin vivi unos aos en las cortes de Alfonso III de
Castilla y Alfonso II de Aragn; Guillem Montanhagol, protegido de J aime I de Aragn,
que asimismo pas largas temporadas en la corte de Alfonso X el Sabio; Peire de Vic, el
extravagante prior de Montaudon -se hizo juglar para obtener recursos con destino a su
priorato-, que asimismo goz de la proteccin del rey Alfonso II de Aragn; Peire Vidal,
que igualmente residi largo tiempo en la corte de ese mismo rey, as como en la de Len y
en la castellana de Alfonso VIII; o Guillaume de Machaut (1 mitad del siglo XIV), amigo
y protegido de Carlos el Malo, rey de Navarra.

De entre los trouvres o troveros -los que se valieron de la lengua de ol (el s del
territorio situado al norte del Loira)- podemos destacar especialmente a Thibaut IV de
Champagne, al que llamaron prncipe de los trouvres y que en 1234 se convertira en el
rey Teobaldo I de Navarra al heredar el trono de su to Sancho el Fuerte. De entre los
trovadores italianos descuellan sobre todo dos: Bonifaci Calvo, que tambin vivi en la
corte de Alfonso el Sabio, y el conocido como Sorel (o Sorello), el ms clebre de todos,
que asimismo visit las cortes ibricas. Finalmente, entre los trovadores catalanes
sobresalen Rimbaut de Vaqueiras, que compuso un curioso descort con estrofas escritas en
cinco lenguas: provenzal, italiano, francs, gascn y gallego-portugus (lo que viene a
demostrar el prestigio internacional que los trovadores alcanzaron en aquel perodo), y uno
de los ltimos, el llamado lo mismo Guillem de Cervera que Cerver de Girona, nacido en
Cervera (de ah su nombre), que fue un poeta ulico ligado a la familia del rey de Aragn y
del que ha dicho Martn de Riquer que su extensa obra (114 poesas lricas y varios poemas
narrativos y morales) constituye una especie de rico balance y un digno colofn de la
lrica provenzal.

Finalmente, por su muy especial relacin con el reino de Castilla, de entre los ltimos
trovadores occitnicos merece destacar a Geraldo o Guiraut de Riquier, gran parte de cuya
actividad potica se desarroll en las cortes de nuestra pennsula. Este trovador, nacido en
Narbona en 1230, no slo divulg la poesa corts en el reino castellano sino que se atrevi
a presentar al rey Alfonso el Sabio una Suplicati para que pusiese orden, al menos un
orden jerrquico, en el confuso mundo trovadoresco, lo que di lugar a una Declarati, que
el trovador atribuye al rey poeta, en la que, en efecto, las categoras por las que debera
regirse el dominio de la poesa quedaban establecidas. En el lugar inferior se coloc a los
bufos o bufones, que eran algo as como chistosos, saltimbanquis y titiriteros; despus iba
el joglar, experto en el arte de tocar algn instrumento o en el de cantar composiciones
escritas por otras personas; en lugar ms alto estaba el trobador, autor de las composiciones
(los ms antiguos tambin eran autores de la msica) para que las interpretasen los juglares;
y, por fin, en la cumbre de la clasificacin, el doctor de trobar, maestro de los otros
trovadores. De hecho, estas bien delimitadas categoras fueron aceptadas y se mantuvieron,
con los mismos nombres o similares, hasta bien entrado el siglo XV.

En total se han podido contabilizar unos setenta trovadores provenzales que visitaron los
reinos hispnicos y se relacionaron, en mayor o menor grado, con los reyes y los nobles de
la pennsula ibrica.

La lrica occitana empez a decaer en su propio territorio original a partir de la segunda
mitad del siglo XIII, pero es entonces cuando ms se advierte su expansin por el resto de
la Romania. Como sabemos que ocurri en Castilla a finales del siglo XIV -tambin
pudimos verlo en algunas de las composiciones de Gerena-, mucho antes se empez a notar
en la Provenza un cierto agotamiento de la cancin amorosa. El tema del amor corts haba
iniciado ya su decadencia en el Midi y la poesa derivaba hacia nuevos rumbos temticos.

Ello se atribuye sobre todo a la crisis que experiment la sociedad feudal y aristocrtica
a partir de la cruzada contra los albigenses (entre 1209 y 1229) con sus desfavorables
consecuencias poticas y culturales. La cruzada contra los herejes ocasion la ruina de una
gran nmero de nobles, con lo cual la profesin de trovador dej de ser lucrativa; muchos
de ellos se vieron obligados al exilio, teniendo que emigrar a Espaa e Italia, donde la
poesa provenzal era especialmente admirada.

El resultado ya lo conocemos: tras un primer periodo de esplendor, hacia finales del
siglo XIV las composiciones -incluidas las de Garci Fernndez de Gerena- ni siquiera en el
reino castellano versaban ya sobre el tema del amor; pasaban a ser, sobre todo,
especulativas o didctico-morales. La poesa corts de los trovadores provenzales, la
conocida como Fin' Amors, prcticamente haba muerto a comienzos de ese siglo.

Pero los trovadores provenzales dejaron una muy profunda huella -no abordamos aqu,
como es lgico, la que asimismo dejaron, ms profunda an, en el reino de Aragn y sobre
todo en Catalua- en la literatura gallego-portuguesa, y despus, a partir de sta, en la que
ya empez a escribirse predominantemente en lengua castellana. Como ha observado Ren
Nelli, los reyes de Castilla (de Castilla-Len desde 1280) dieron inmejorable acogida a los
trovadores, pero la influencia de stos sobre el pensamiento y las costumbres se ejerci con
cierto retraso.

Este retraso parece evidente en el caso de Garci Fernndez de Gerena, cuya vida
transcurri, segn sabemos, solo dcadas despus de los aos que presenciaron el
crepsculo primero y despus la desaparicin de la poesa trovadoresca provenzal. Sin
embargo, la influencia de sta segua estando viva todava en Castilla. No se debe olvidar
que del arte literario de Provenza, cuna de la gran mayora de la lrica en lengua romance,
se nutrieron los temas y las formas de la poesa gallego-portuguesa, el lenguaje potico
empleado, como queda dicho, por todos los poetas espaoles de aquel tiempo.

Esto nos permite deducir que, al pasar a ser la gallego-portuguesa la lengua comn de
los poetas de todas procedencias (extremeos, andaluces, etc.) -a convertirse, como han
escrito Carlos Alvar y ngel Gmez Moreno, en una koin literaria-, Garci Fernndez, que
tambin cultiv, como los dems poetas viejos, tanto esa lengua potica como la castellana,
igualmente tuvo que haber conocido, si no la lengua de oc en s misma, al menos los
gneros y los temas que los poetas provenzales difundieron en la corte de Castilla a travs
del gallego-portugus.

Sobre cmo llegaron a Espaa las frmulas poticas de la Occitania tambin difieren los
criterios de los investigadores. Carmen Hernndez cita a Tavani, para quien las influencias
provenzales llegan a Galicia a travs primero de Catalua, fuertemente impregnada de
lirismo occitnico, y sobre todo a travs de Toledo, donde, segn l, en tiempos de
Fernando III el Santo (1217-1252) y su hijo Alfonso X (1252-1284) se constituye el ms
importante grupo de poetas gallego-portugueses. Pero a rengln seguido nos informa la
misma investigadora de que para Rodrigues Lapa el influjo se podra explicar mejor por
otras causas, entre ellas el camino de Santiago -en lo que coincide, como hemos visto, con
Carolina Michelis, mas no con Carlos Alvar-, los viajes de los poetas y la poltica
matrimonial de los reyes. Sin olvidar, por supuesto, la causa ms decisiva: la de las
prolongadas estancias de poetas provenzales en los reinos hispnicos.

Por ltimo, sobre la incapacidad de los trovadores para trasvasar el lirismo occitnico
directamente a la lengua castellana, como hicieron con la lengua gallego-portuguesa, Mil y
Fontanals se pregunta si no fue tal vez porque se creyese la lengua provenzal nica para
los gneros musicales que cultivaba, sin ms rival acaso que la gallego-portuguesa, o bien
porque la influencia de las cosas provenzales fuese slo a flor de tierra y se resistiese a
admitirla ms adentro el suelo nacional, lo que no ocurri hasta el reinado de J uan II,
poca en que lleg al apogeo el entusiasmo por la nueva escuela potica que, con naturales
modificaciones, abraza desde los ltimos aos de don Pedro, o poco ms tarde, hasta muy
entrado el siglo XVI. No parece necesario precisar que el ttulo de trovadores que se
concede en Castilla a Garci Fernndez y a los otros poetas antiguos del Cancionero -a los
de la escuela trovadoresca, precisamente-, se otorga en el sentido que dan al vocablo
J uan Alfonso de Baena y el marqus de Santillana; o sea, en el basado en la simple
semejanza funcional de su potico quehacer con el de los trovadores cantautores venidos
de la Provenza.

Tras este largo prembulo, hora es ya de preguntarnos: dnde y cmo veramos
reflejada, en el caso concreto de Garci Fernndez de Gerena, la influencia de la lrica
occitana en su corta obra potica? Lo hemos indicado ya: a travs del anlisis de dos
factores fundamentales: por un lado los temas y por otro las formas y gneros literarios.
Tambin, si se quiere, con un somero examen lexicolgico. No podemos saber -pero
tampoco habra de descartarse- si Gerena lleg a conocer las famosas Leys d'amors cuya
redaccin, iniciada en 1323, no qued terminada hasta 1356. En cualquier caso, la
presencia de los trovadores provenzales en las cortes castellana y leonesa no estaba muy
lejana todava. Y por supuesto se ha de recordar la hiptesis que parece ms probable: que
nuestro autor aprendiese las formas y gneros de la literatura provenzal por conducto del
gallego-portugus, lengua que l conoca y usaba sin dificultad.

Como los dems poetas de su tiempo, tanto los de los cancioneiros portugueses como
los del Cancionero de Baena, Garci Fernndez hered dos cosas del arte de componer de
los trovadores occitanos: la tcnica del isosilabismo regular de los versos y el uso prefijado
de la rima, artes hasta entonces poco menos que ignoradas en la lrica peninsular.

En un estudio excelente sobre el Cancionero de Baena, Charles F. Fraker J r. presenta a
Alfonso lvarez de Villasandino y a Ferrn Manuel de Lando como mximos
representantes de los dos arquetipos de poetas que aparecen en la antologa. Para l,
Villasandino -pero en su lugar podra haber puesto tambin, a esos mismos efectos, a Garci
Fernndez de Gerena- representa el modelo de poeta o trovador fcil pero de discreta
formacin, en tanto que Ferrn Manuel de Lando supona el tipo opuesto: el poeta ms
versado e intelectual, el que entonces llamaban poeta culto o letrado. Villasandino -como
Gerena- segua, con mayor o menor fidelidad, los patrones provenzales: las cosas que ms
le importaban eran el ingenio y la tcnica en la versificacin (la graia infusa que, segn
Baena, reciban del cielo los poetas); Lando, por su parte, encarnaba el paradigma del poeta
o versificador de corte ms clsico y acadmico, pero menos lrico, sin duda, que los otros.

Una prueba de que la lrica de la Provenza influy ms en el arte de trovar de los poetas
antiguos del Cancionero la encuentra Fraker en una reqesta que Villasandino escribe
contra Lando, en la que le acusa -y esto s que jams habra podido hacer contra Garci
Fernndez, tan experto como l en la materia- de incompetencia para versificar al estilo
provenzal, e incluso le reprocha su ignorancia de los trminos tcnicos al uso en la poesa
trovadoresca:

E pues vos tenedes por tan sabidor
que en tan breve tiempo tan alto sobistes,
s maravillado cmo preposistes
sin lay e sin deslay, sin cor, sin discor,
sin doble, manzobre senzillo o menor,
sin encadenado, dexar o prender,
que arte comn devedes creer
que non tiene en s saber nin valor.
De verso partido, maestra mayor,
nin de macho e fembra non vos acorristes;
palabra perdida non las *enxeristes insertaste
en vuestros dezires con saa o rigor.
(C. de Baena, 255)


Pudiramos decir que por la sencillez y claridad de su poesa, Villasandino, Baena,
Garci Fernndez y en general todos los viejos del Cancionero son continuadores del
llamado trobar leu en la lrica en lengua provenzal (poesa fcil de entender y con
escassimos recursos estilsticos), reservando la denominacin de trobar clus (poesa difcil
y ms rebuscada) para los poemas de Manuel de Lando, Ferrn Snchez Calavera y dems
poetas especializados en los temas didcticos y especulativos, ms tpicos por cierto -
salvo por lo que atae a Baena- de los poetas que fueron judos conversos que de los
trovadores provenzales.

Ese carcter letrado de la poesa de Ferrn Manuel de Lando parece que lo deja traslucir
en sus intervenciones en los frecuentes debates con otros colegas, en los que se planteaban
cuestiones filosficas y teolgicas de cuyo entendimiento se jactaba el lindo sevillano.
Un ejemplo de esta prepotencia suya podramos verlo concretamente en la composicin que
escribi contra Gerena (la nmero 279 del Cancionero), en la que parece hacer ostentacin
de su conocimiento de la doctrina cristiana ...aunque tuviera que haberlo adquirido de prisa
y corriendo tras dejar su primitivo judasmo.

Cindonos a la temtica, en la posible influencia provenzal sobre Garci Fernndez de
Gerena se han de separar las dos grandes etapas que hemos visto en su vida: la de poeta
triunfante en la corte y la agitada y triste que vivi despus de su expulsin. En la primera,
sus poemas los podemos ver relacionados, grosso modo, con el tema del amor corts. Si
pasamos por alto, una vez ms, las infamantes rbricas baenenses, las primeras
composiciones de Gerena muestran, en efecto, una vaga, pero perceptible relacin con el
tema de la fin' amors.

En la primera de todas -aunque pueda tener, segn cabe deducir de algunos versos,
solamente un carcter autobiogrfico- es posible descubrir los mismos tpicos de la
obediencia y servicio amoroso y del sufrimiento gozoso que ya observamos antes -
aunque mucho menos claramente- en los presuntos factores islmicos de la poesa de
nuestro autor y que acaso pudieran derivar, pero en todo caso muy remotamente, de la
potica udr, de un tono, como vimos, ms puro y platnico.

En la segunda de las composiciones de Gerena, Por una floresta extraa..., vemos
nuevamente planteado el tema del Amor. Aunque nuestro autor nunca lo emplea en la
forma personal o individual con que lo trataban los poetas provenzales -con directas
expresiones de obediencia sumisa a la midons (del latn meus dominus, mi seor) ,
proclamado deseo de morir de amor por ella, manifestando la joy o alegra espiritual, etc.-,
s lo hace, o podemos entender que lo hace, en un sentido afn o paralelo: en el sentido casi
elegaco de la desaparicin del tpico amoroso de la temtica acostumbrada. Pero es
siempre, en todo caso, el tema del Amor, el tema por antonomasia de la poesa provenzal,
que otra vez aparece en Gerena en su tercera composicin, en la que lo vemos abandonando
Castilla (de la montaa, montaa / de la montaa parta), acompaado de unas doncellas
llorosas a las que interpelaba el trovador.

El asunto del servicio amoroso reaparece en la cuarta poesa, esta vez representado
por la figura -eminentemente provenzal tambin- del ruiseor, cuyo lenguaje amoroso
fingan saber, escuchar e interpretar los trovadores de la Occitania. Recordemos cmo Le
Gentil relaciona esta composicin del poeta gerenense con la antigua tradicin
trovadoresca. Se trataba de un tema, por otra parte, que en la poesa corts asimismo se
integraba en el gnero de los llamados mensajes de pjaros.

En las siguientes composiciones, la temtica de inspiracin corts desaparece ya de la
poesa de nuestro autor, pero no por esto podremos decir que en ellas se extingue tambin
la influencia provenzal. Recordemos, con Nelli, que hacia 1280, la poesa occitana y las
concepciones del amor evolucionaban hacia el misticismo, y que los poetas se crean
obligados a cantar a la Santsima Virgen en lugar de a las damas hermosas. Por otro lado,
como opina Fernando Carmona, las canciones de inspiracin piadosa no podan faltar en
una poca tan religiosa como la medieval. Y sabido es adems que, desaparecido el tema
del amor de la lrica en lengua castellana, tras haber subsistido algn tiempo en los poetas
ms antiguos, poco a poco se abra paso la corriente de tono ms didctico, pero menos
lrico como se ha dicho, que terminara desembocando en los decires -por cierto,
descendientes de los dits de la poesa provenzal-: composiciones sobre asuntos ya nada
amorosos y escritas muchas veces para mero lucimiento personal de unos autores a los
cuales ya podemos definir con toda propiedad como ms decidores que poetas.

En cuanto a los gneros y las formas, la influencia provenzal es bastante visible tambin
en la obra de Gerena. Con la excepcin de un decir -de su nico deciren el Cancionero
de Baena-, todas sus composiciones son cantigas, o sea, el gnero potico que en la lrica
gallego-portuguesa designaba a las composiciones ms relacionadas con la tradicin
trovadoresca. De las dos modalidades de cantiga, la de maestra (sin estribillo) y la de
refram o estribillo, la primera, que se hace derivar directamente de la poesa provenzal, es
la que emplea Garci Fernndez en cinco de sus composiciones (nmeros 555 a 559), todas
las cuales carecen de tema inicial o estribillo.

La composicin nmero 558 (Ruiseor, vote quexoso...) vimos ya cmo la catalogaba
Le Gentil como una especie de tens provenzal. Y en efecto, este es el nico poema
comparable a la tens que encontramos en la obra de Gerena. Le Gentil lo interpreta como
una recuesta o debate ficticio, uno de los gneros dialogados que tanto cultivaron, dice,
los poetas provenzales, que utilizaban al ruiseor como su interlocutor artificial.

Como vimos tambin, la composicin nmero 560 es una cantiga con tema inicial o
estribillo ( Virgen, flor d'espina...), el cual, si no se reitera en el texto, es porque, como
afirma Navarro Toms, ya se daba por sabido que tena que repetirse en la lectura o
interpretacin.

En la 561 -tambin en la 559- igualmente utiliza Garci Fernndez un recurso potico
heredado de la poesa provenzal a travs de la lrica gallego-portuguesa: el del leixa-pren
gallego o copla capfinida provenzal. Muy frecuente en el arte de los trovadores y uno de los
supuestos incluidos en las Leys d'Amors , Gerena volver a utilizarlo, aunque con otra leve
variante, en la composicin nmero 562.

Por ltimo citemos la composicin 563 (Oh valiente abastado / noble Rey
glorificado), la que Toms Navarro Toms cita como una cantiga que por su disposicin
tripartita e idntica rima en las partes primera y tercera se asemeja en su forma mtrica a la
del virelai francs (un poema muy usado al final de la baja Edad Media) y a la dansa
provenzal, coincidentes en lo fundamental con la que denomin cancin trovadoresca
castellana.

Y por fin, algunas reflexiones sobre el lxico. Como lenguas neolatinas que ambas son,
el gallego-portugus y el castellano presentan muchas formas gramaticales idnticas. Lo
pudimos comprobar al comparar la composicin Ruiseor, vote quexoso... en su versin
gallega y en la original del manuscrito en castellano. Tampoco descubrimos nada nuevo si
decimos que palabras empleadas en la poesa en lengua de oc -lengua romnica al fin y al
cabo- aparecen tambin en la escrita en gallego. Est claro que si la influencia provenzal es
patente en la escuela gallego-portuguesa tambin tendra que verse reflejada el lxico
empleado por los trovadores castellanos, que lo mismo usaban esa lengua, como sabemos,
que la suya propia.

En las composiciones de Gerena podemos sealar un ramillete de voces llegadas de la
Occitania a travs del gallego-portugus (aunque puedan tener un origen primario latino,
anterior a su inmediata y directa ascendencia occitnica). He aqu algunos ejemplos:
conven (J a me non convn partir..., composicin nmero 555 del Cancionero de Baena);
convenme (Convenme biver..., composicin nmero 565); coyta o cuita (nmero 555);
saa (556); prez (556); mesura (565); cortesa (557 y 558), e incluso la interjeccin Aylas!
(558), mencionada anteriormente, de ostensible semejanza formal con las voces
provenzales Ai las!, Las!, Eu las! y otras, equivalentes a las exclamaciones castellanas
Ay!, Ay de m!, Infeliz de m!, etc.

Como ha escrito Rafael Cano Aguilar, la historia de la Espaa medieval, y en especial
su historia lingstica, difcilmente podra entenderse sin la aportacin de los francos,
nombre con el que se design a los extranjeros venidos de ms all de los Pirineos, gentes
de habla galorromnica (franceses, provenzales, borgoones, etc.) en su mayora ms
significativa. No podemos olvidar-aade ms adelante- la influencia de la poesa
trovadoresca provenzal o de la poesa pica y culta francesa a lo largo de los siglos XII y
XIII.

Segn Cano, la huella dejada por formas lxicas de origen franco es muy clara, por
ejemplo, en las que presentan el sufijo -aje (homenaje, vasallaje...), en las de significacin
guerrera o caballeresca (dardo, estandarte, batalla, palenque...), en las vinculadas a la vida
cortesana (dama, duque, doncel....), etc. En nuestro caso particular podramos mencionar,
entre los que descienden de la lengua de oc, adems de los citados cuita, cuitado, etc., el
trmino ruiseor (del ant. occitnico rossinhol) y el que el propio profesor Cano Aguilar
califica como uno de los ms notables galicismos medievales, el vocablo espaol (nacido
en el siglo XIII en Occitania), derivado de Espaa: una palabra, por cierto, que tambin usa
Gerena en su composicin nmero 556: Ora a Deus te encomiendo / que non curo ms de
Espaa.




Un historiador francs, abogado defensor de Garci Fernndez de Gerena
Despus de escritas las lneas que hemos dedicado a la perversidad del desconcertante
J uan Alfonso de Baena y a la mala fama que quiso darle a Gerena -para la posteridad-,
hemos conocido la existencia de un libro editado en Pars a finales del pasado siglo en el
que su autor, Lucien Dollfus, dedica un captulo entero al tema de la inquina manifiesta con
que el recopilador del Cancionero distingui a nuestro pobre y desgraciado trovador.

Ya desde el principio, el ttulo del captulo, Garci Ferrans de J erena et le J uif Baena,
pareci anticiparnos la idea de que el autor quiz tomase partido en favor de Gerena y en
contra del judo converso. Y as fue, en efecto. Dollfus viene a dar apoyo a nuestra tesis -o
mejor somos nosotros quienes, ignorndola, apoyamos realmente la suya?- sobre la
malquerencia del compilador hacia Gerena. Lo cierto es que este crtico galo se convierte
as en uno de los pocos abogados defensores que ha tenido el infeliz Garci Fernndez y, por
supuesto, en el primero de todos entre los historiadores de allende nuestras fronteras.

En su estudio, Dollfus analiza brevemente la poca de los primeros trastmaras y resume
cmo fueron la poesa y los poetas de la antologa baenense, antes de centrarse en la figura
de J uan Alfonso y en sus comentarios crticos acerca de la vida del poeta de Gerena . De la
singular poesa delCancionero dice el historiador que cargados de escolasticismo,
repletos de alusiones pedantes e ingenuas, los versos se suceden en la antologa en una serie
de estrofas fijas, como un desfile de nobles damas luciendo sus ricos vestidos siempre
recargados de bordados y blasones, con las manos cubiertas de adornos y alhajas y un
aspecto grave en la mirada.

Dollfus va citando as, tras el compilador, a algunos de los ms importantes poetas que
aparecen en la coleccin: a Ruy Pez de Ribera, que imita al Dante rimando unos decires
alegricos en los que la Soberbia y la Modestia entablan un curioso dilogo; al gran
poeta Micer Francisco Imperial, que, principal seguidor del encanto literario florentino,
entrev el esplendor de las Siete Virtudes cuando est medio dormido en un prado cubierto
de flores; a Fernn Prez de Guzmn que, amalgamando leyenda e historia, va nombrando a
personas divinas y humanas, desde el triceflico Gerin, seor de Espaa, a la mismsima
Virgen Mara; a Villasandino, que se expresa en versos saltarines y triviales, siempre
divertidos por vacos que sean; al erudito Snchez Calavera consultando a los ms doctos
autores sobre el tema de la predestinacin; y al franciscano Diego de Valencia de Len -
que a pesar de su estado clerical no se recata en dedicar sus dezires a sus muchas
amantes- contestando a Calavera con las ms imprevistas respuestas. (Este fraile, dice
Dollfus, no se aviene a admitir que el destino del hombre pueda ser la temida gehena y slo
acepta a regaadientes las eternas penas del infierno.) Y no slo le responde el fraile.
Asimismo lo hacen el cronista y poeta Pero Lpez de Ayala, Imperial, fray Alfonso de
Medina, Lando, el mdico rabe convertido al cristianismo Mohamed el Xartose de
Guadalajara y Garca lvarez de Alarcn; todos ellos, seglares o eclesisticos, responden
sucesivamente a Calavera manifestndole lo que piensan sobre el formidable tema de la
predestinacin.

Pero de entre todos los poetas, ya fueran caballeros o gente del pueblo, sobresale uno,
Garci Ferrans -as prefiere llamarlo Dollfus- o Ferrandes de J erena, cuya vida y carcter
merecen un lugar aparte, no tanto, dice el crtico, por su talento, por lo general bastante
escaso, cuanto por la extravagancia de una vida aventurera y pecadora, continuamente
rebelde no slo a los prejuicios de la poca sino tambin a las normas y preceptos de una
Iglesia a la sazn regida por una jerarqua poco ejemplar.

Escribe Dollfus: El antiguo judo J uan Alfonso de Baena, tan indulgente con la poesa
de los nobles y al que las frivolidades de Fray Diego jams llegaron a escandalizar, no
desperdicia ocasin para infamar a Garci Ferrans. En las breves notas que antepone a sus
poesas, el converso le adjudica prcticamente todos los vicios: escndalo, codicia, lujuria,
mentira, adulterio, apostasa, insultos a la religin cristiana, burla de las cosas santas... Para
l, Garci Ferrans rene en su persona todas las imperfecciones, ninguna le falta.

El hispanista francs expone noblemente su criterio de que la situacin religiosa y social
de Baena tal vez pudiera explicar, al menos parcialmente, tantsima severidad. Pero agrega:
J udo de origen y convertido al catolicismo en circunstancias que nos son desconocidas,
las aguas bautismales, sin embargo, se vertieron en vano sobre l. Para los fieles creyentes
de siempre, no por eso dejaba Baena de ser menos despreciable y sospechoso. J uan Alfonso
una de todos modos, a la bajeza de su condicin humana y a unas dosis no pequeas de
cobarda, astucia y adulacin, las innegables virtudes de su inteligencia e incluso de su
erudicin. Curiosamente aade que, a fin de desarmar a los que se las dieran con l de
graciosos, l mismo se jactaba de su aspecto fsico. Baena debi ser, en efecto, dice el
comentarista, bastante feo. Lando, nos informa, aludi en cierta ocasin al aspecto grotesco
de su boca innoble, y el propio Baena lleg a decir de s mismo que, adems de un
pequeo personaje y de no muy buen cronista, era un individuo de una fea apariencia
fsica.

Otras peculiaridades que el medievalista galo aprecia en J uan Alfonso de Baena -aunque
esto no lo habra tenido que jurar- eran sus habituales obscenidades y su carcter rastrero y
pedigeo. Sin embargo, a diferencia de lo que Baena hizo con Garci Fernndez, Dollfus
no quiere ensaarse con l y como si quisiera disculparle aade: Era de una vil condicin,
sin duda, pero tambin se ha de tener en cuenta su condicin de cristiano nuevo.
Reconoce, como ya nosotros observamos pginas atrs, que la abjuracin de su primitiva fe
no le proporcionaba una total seguridad. En su poca, y bastante ms en las dcadas
siguientes, los integrantes del pueblo cristiano no quisieron distinguir entre infieles y
nuevos bautizados cuando desencadenaron los violentos y cruentos asaltos a las aljamas y
las juderas. En 1473, en el reinado de Enrique IV, el pueblo sigui persiguiendo y matando
a los judos conversos (en Crdoba incluso a sus descendientes). En J an, el condestable
Miguel Lucas de Iranzo fue asesinado tambin cuando se encontraba orando en una iglesia,
durante la misa, por haber intentado brindar proteccin a esas vctimas del odio popular. Su
mujer y sus hijos consiguieron escapar a duras penas de la ira de los agresores. Escenas
similares ocurrieron tambin en Carmona, en toda Andaluca y finalmente en Castilla. El
imbcil Enrique IV -escribe Dollfus-, tan impotente ante el pueblo como ante las mujeres,
deplor estos sucesos pero no tom jams ninguna medida efectiva; en el caso de Iranzo se
limit a nombrar un nuevo condestable.

El reinado de J uan II fue menos violento que el de su sucesor, Enrique IV; en l todava
se brindaba alguna proteccin a los conversos. Sin embargo, en los reinados siguientes, ya
en los albores del Renacimiento, el fanatismo seguira en aumento, lo que sin duda supuso,
al menos en este sentido, un retroceso evidente con respecto a tiempos anteriores. En
pleno apogeo de las luchas de la Reconquista -dice Dollfus- los guerreros de la edad
heroica -Alfonso el Batallador, Fernando el Santo, J aime el Conquistador o Sancho el
Bravo-, no fueron tan duros con los judos y los mudjares como lo sera en el siglo XVII
Felipe III, cuando tanto la Iglesia como la Corona no vean sino herejes en las personas de
todos ellos.

Se comprende as -sigue diciendo Dollfus, cargando nuevamente contra J uan Alfonso-
que un hombre como Baena tuviera que vivir en un estado de perpetua angustia y tratar de
hacer ostentacin, por todos los medios posibles, de una rgida ortodoxia religiosa. Los
excesos de Garci Ferrans le proporcionaban una estupenda ocasin para ello. Y l,
naturalmente, no la quiso desaprovechar.

Cuando Dollfus examina la vida del poeta gerenense tambin se apresura a indicar que
no tiene ms remedio que seguir, como no poda ser menos, las noticias del recopilador,
pese a las lagunas que se pueden ver en ellas. Pero lo hace justamente lo mismo que
nosotros: poniendo siempre en tela de juicio los aviesos comentarios del antlogo y
observando, como nosotros tambin, las contradicciones existentes entre la informacin de
muchas de las rbricas y los sentimientos, en apariencia sinceros, de nuestro trovador.
Dollfus conjetura que Garci Fernndez debi de nacer hacia 1365, o probablemente
antes. Diferimos en esto. A nuestro juicio, como en su momento adelantamos, no es que
naciera probablemente antes de esa fecha, sino que, con una casi absoluta seguridad, tuvo
que nacer entre 20 25 aos antes, hacia 1340 1345: recordemos que cuando nuestro
autor vuelve a Castilla en 1401 ya era viejo; y ni siquiera en el siglo XIV podra llamarse
viejo a un hombre de slo 35 aos.

Se pregunta el crtico francs qu pudo hacer Garci Fernndez durante los diez aos del
reinado de Enrique II, cmo los vivi. A su modo de ver es posible que ejerciera el oficio
de trovador, que estuviese agregado al personal al servicio del monarca, o que acaso
simplemente fuera -cosa que nosotros descartamos- taedor de algn instrumento musical o
intrprete de sus cantigas (los tpicos quehaceres del juglar). Pero ya vimos antes cmo
Santillana distingua entre jugalres, trovadores y poetas. Dollfus cree que el pedido la
autorizacin del rey para su casamiento abona la hiptesis de que acaso ejerciera algn
empleo en palacio, aunque muy probablemente fuera de escasa importancia.

Sostiene luego que en la Espaa de los Trastmara no hubo nunca mujeres tan
menospreciadas como las juglaras. Su profesin -dice Dollfus- era reputada de
abominable y la ley las declaraba infames. El cdigo de las Partidas de Alfonso el Sabio
declaraba a las juglaras fuera de la ley y tanto a ellas como a sus hijas se les prohiba que
fueran esposas, ni siquiera concubinas, de las altas personalidades. El legislador las
asimilaba a las alcahuetas. En el caso de Garci Ferrans, comenta, su mujer haba sido
musulmana (una circunstancia agravante) y sin duda conservaba las costumbres rabes a fin
de atraer a la masa cuando bailaba o cantaba. Tampoco estamos muy de acuerdo en esto.
Ya pudimos ver tambin que algunas juglaras gozaban de fortuna y de un alto prestigio, lo
que, como decamos, pudo encandilar a Garci Fernndez; pero es que, adems, las
prohibiciones del Rey Sabio ya cada vez estaban ms distantes en el tiempo y ya se
empezaba a entrever un cambio ms favorable en el criterio regio en cuanto a ellas, cambio
que al final desemboc en un decreto de Enrique III en el ao 1398 por el que se concedan
privilegios notables a los juglares.

Con fantasa no exenta de finura literaria, Dollfus describe en su libro el episodio del
descubrimiento por Gerena del engao de que le hizo objeto su mujer: Consumado el
matrimonio, el marido corre a abrir los cofres de su esposa. Todos vacos, no encuentra en
ellos ni un maraved. El oro de los califas? Absolutamente nada. Todo oropel y chatarra
[mera bisutera, diramos hoy]. As pues, ante la pobreza manifiesta de la vistosa, el
desventurado trovador no ve en su desesperacin otra salida que abominar de los bienes
terrenos -a los que, por otra parte, ya nunca podra aspirar- y opta por hacerse ermitao en
J erena, dans le royaume de J aen.

Estando ya en la ermita de Gerena, sigue informndonos Dollfus, es cuando Garci
Fernndez compone sus cantigas religiosas y penitenciales:

Quien por Dios se empobree
en este mundo que vive
e despus lo leal sirve,
enriquee.

Pero Baena llama a esto hipocresa, observa Dollfus, que a continuacin formula esta
pregunta: Y por qu no se habra de aceptar un impulso repentino de sincero
acercamiento a Dios, un autntico arrepentimiento (aunque fuese pasajero) al final de una
vida poco edificante? Lo cierto es que en la ermita en que vive con su mujer, el extrao
beato dirige a Dios y a la Virgen una sentidas plegarias en verso [lo que nosotros
llamamos oraciones versificadas]. El crtico comenta, con toda razn, que se trata en
realidad de unas montonas cantilenas, muy pobres ciertamente en cuanto a calidad potica,
pero al menos aparecen -en lo que otra vez se muestra en abierto desacuerdo con Baena-
ricas en sinceridad.

A Garci Fernndez, observa Dollfus, le estremeca el pensamiento del juicio universal.
El poeta se muestra claramente atormentado con la idea, y a ella vuelve una y otra vez,
reiterando a cada paso el tema, siempre el mismo, como un obseso. El crtico francs no ve
en estos poemas -no poda verlas- ninguna imagen o idea original, ninguna que otros no
hubieran usado antes. Y, sin embargo -agrega-, se ve que todos salen directamente del
corazn, que todos son el mismo lamento de un alma angustiada. J erena parece sentir
dentro de s como si sangrasen sus pecados cual heridas incurables. Viviendo con la que
fue antigua mora, dice, el ermitao parece que peca o fornica primero, se queja y llora
despus, pide perdn al cielo... y otra vez a comenzar el ciclo, retornando a la carnalidad y
a los lamentos. La carne, dice Dellfus, no quiere morir. El poeta se agita entre la angustia y
la relajacin, pasando sucesivamente del placer a los remordimientos. No vamos a decir
que Dollfus quiera transmitirnos la impresin de que Gerena fue mejor cristiano, o ms
proclive al arrepentimiento, que el propio Arcipreste de Hita. Sin embargo no vacila en
afirmar que, aun siendo un hombre de iglesia, J uan Ruiz no experiment jamas unos
escrpulos semejantes; al contrario, cuando reconoce sus debilidades y flaquezas humanas
se dira que lo que hace es justificarlas, eso s, con toda la gracia del mundo:

E yo como soy omne commo otro pecador,
ove de las mugeres a las vezes grand amor...
(Libro de Buen Amor, c. 76)

Pero a todo esto, prosigue el hispanista, el hipcrita Baena -l, tan dado a censurar la
supuesta hipocresa de Gerena- no parece querer entender lo que debi ser una palpitante
realidad en la vida de Garci Ferrans. Al poema que incluye los versos Vos, mi Dios e mi
Seor, / seredes mi fortaleza / el da de la escureza / que seredes juzgador..., el antlogo
antepone su malvada rbrica: Esta cantiga fizo el dicho Gari Ferrndez enfingendo de
muy devoto contra Dios...

El da de la escureza -repite como un eco Lucien Dollfus-, el ermitao piensa sin cesar
en ese da. No encierra en esas palabras el espanto que albergaba en cuerpo y alma?. En
su composicin nmero diez, segn el orden del Cancionero, en la que alaba el podero de
Dios -Quien faze mover los vientos / e concluye las virtudes / e nos enva saludes...-,
Dollfus dice que encuentra reminiscencias bblicas, como si el poema se hubiese inspirado
en el libro de los Salmos.

Sobre el abandono de la ermita para irse en peregrinacin a J erusaln, oigamos lo que
dice de Gerena su abogado defensor: Su sincero deseo de ver el Santo Sepulcro y la
buena fe del desdichado parecen indiscutibles, al principio al menos, a despecho del criterio
de Baena, segn el cual su intencin de ir a vivir entre moros era todo un proyecto
pensado y madurado largamente por el trovador y su mujer, conforme insina J uan Alfonso
en el epgrafe correspondiente: Este dezir fizo e orden el dicho Gari Ferrndez de
Gerena estando en su hermita, en loores de las virtudes e poderos de Dios: mas, poniendo
en obra su feo e desaventurado pensamiento, tom su muger, diziendo que iva en romera a
J erusalem... Desdichadamente, dice Dollfus, el navo que los llevaba a Tierra Santa hizo
escala en Mlaga, en territorio ya nazar. Miedo al mar, se trataba de una travesa larga y
peligrosa, haba podido enfriarse tal vez su fervor religioso? El hecho es que el barco
reemprendera sin ellos el viaje y que la visita al Santo Sepulcro se trocara en la que en
compaa de su mujer hara despus, sin duda, a cualquier mezquita granadina para
implorar del Profeta la suprema proteccin de Al.

En el reino nazar, el poeta se qued, quizs, maravillado ante la cultura rabe, ms
alegre y risuea, incluso ms dulce, que la que dej al abandonar el eremitorio de Gerena.
La ocasin, dice Dollfus, pudo serle propicia en cierto modo. Cuando Garci Ferrans llega a
Granada, el mundo hispanorabe, esplndido sin duda, todava pareca ensimismado, entre
msica y perfumes, en el lujo y en las artes, aunque en verdad estaba moribundo ya, abatido
por las revueltas y guerras civiles. Muchos de los emires nazares fueron asesinados o
depuestos: la mayor parte de ellos ya slo tenan la grandeza descrita en sus epitafios. La
frontera granadina segua retrocediendo hasta las proximidades de la capital. El avance
castellano era continuo e inexorable.

Nuestro trovador, inmerso en esta atmsfera languideciente, pronto perder all la poca
energa moral que le quedaba an. Como los lotfagos de Homero -escribe Dollfus-, Garci
Ferrans se olvida de volver, se olvida de la patria y hasta parece olvidarse de su Dios
cristiano. Se olvida de todo y decide hacerse mahometano.

La noticia de la abjuracin de Garci Ferrans produjo sin duda en Castilla, prosigue el
historiador, la lgica indignada reaccin. No tardaran en surgir las censuras y las
maldiciones contra el renegado. Le atacaron todos, hasta Villasandino, pese a que su pcara
y frvola vida no le autorizaba en absoluto a mostrarse con l tan severo, ni mucho menos a
calumniarle tan groseramente como cuando dice de l que ganaste maridos que ac non
avas: una acusacin de sodoma -dice Dollfus- que en modo alguno est justificada,
aunque en la poca fuera frecuente hallarla dirigida a los herejes y a los enemigos de la
Iglesia.

A partir de su apostasa todo empieza a irle de mal en peor a Gerena: Traiciona a su
juglaresa y seduce a su cuada. Y despus, cometido el pecado, a las lamentaciones otra
vez, como antes. Le acomete el deseo de morir, pero naturalmente no lo lleva a efecto: se
limita a expresarlo en sus versos. A esta ltima fase de su vida -y en esto nuevamente
coincidimos con el historiador y crtico francs- entiende Dollfus que corresponde la
cantiga que compone sobre la muerte de un tal Fernn Rodrguez, al que degollaron en
Segovia. Dollfus cree, lo mismo que nosotros, que el poeta lo que hace es ponerse en el
lugar del desconocido condenado para dar l tambin su propio adis a la vida en esta su
ltima poesa, en la que de nuevo pide a Dios que, puesto que el cuerpo ya se va a perder,
tenga ahora piedad de su alma.

Al final, no pudiendo soportar por ms tiempo su vida en Granada, Garci Fernndez
abandona el reino musulmn. Secretamente sin duda, como un fugitivo -opina Dollfus-,
el poeta toma a su mujer e hijos, y reemprende el camino de Castilla, ms pobre todava
que cuando sali de ella. Trece aos haba permanecido viviendo entre infieles. Dollfus
imagina que Gerena tuvo que abjurar de nuevo, ahora del mahometismo, y recibir un
segundo bautismo, antes de acabar sus das, triste, en la miseria y despreciado, en algn
lugar de la Espaa cristiana. No se sabe nada ms. Sobre sus ltimos aos y sobre su
muerte, Baena guarda un completo silencio. Slo se sabe que su regreso tuvo que ocurrir
bajo el reinado de J uan II, pero la fecha no es posible fijarla con exactitud.

Sin embargo -concluye Dollfus-, Garci Ferrans poda esperar an el perdn del Grand
Perdonador. Si es verdad que abjur de l estando en tierra de moros, solamente lo hizo
de dientes afuera. Si entr, como Tannhuser, en la caverna de Venus, donde la diosa
exhibi para l su desnudez pagana, el trovador espaol fue ms afortunado que el
minnesinger: cuando de all sali, llevaba traspasado por las espinas del sufrimiento. S, an
poda aspirar Garci Fernndez a obtener el perdn, l que tanto lo pidi desde sus
remordimientos y su fe:

Oh santo Rey coronado,
aya de Ti perdonana!







Conclusiones
Qu conclusiones podemos sacar de cuanto hasta aqu se ha dicho y deducido sobre
Garci Fernndez de Gerena? En lo concerniente a su vida, poco queda que aadir. Al no
tenerse de ella ms noticias que las suministradas por Baena, corroboradas en parte por
Villasandino y Lando, es forzoso aceptarlas y darlas por ciertas. Slo cabe insistir en que la
temtica de sus poemas, su estilo y hasta podramos decir el talante personal que parece
adivinarse en l, en modo alguno se corresponden con las secretas maldades o con las
sacrlegas intenciones de las que le acusa el recopilador.

Por nuestra parte, la interpretacin que damos a su peripecia biogrfica ya ha quedado
indicada: la conducta irregular que observ, en abrupto contraste con sus poesas, debi de
estar motivada por su temperamento apasionado e irreflexivo (alocado, segn Menndez
Pidal), por su presunta congnita sensualidad y por una vitalidad asimismo bastante
presumible. Pero en su comportamiento tuvieron tambin que influir, sin duda, el clima
escandaloso que se respiraba en lo espiritual, la relajacin ostensible del clero y la situacin
de desamparo en que se quedara cuando perdi la privanza del rey y se vio sin medios
materiales para subsistir, una vez descubierto el engao de la inexistente fortuna de su
juglaresa.

De la autenticidad de su cristianismo, contra los comentarios de Baena -y con
independencia de sus poesas-, tenemos las pruebas de su arrepentimiento final y el
voluntario retorno a su antigua religin. No fue el suyo el caso de Turmeda, que muri
siendo fiel al islamismo. En modo alguno tratamos de justificar su apostasa, su imprevista
y pasajera negacin de la fe y la doctrina de Cristo. Su condicin de renegado ha quedado
reflejada de una forma inequvoca en la Historia. Pero tendramos por eso que condenarle
para siempre haciendo caso omiso de su arrepentimiento posterior? Si es as, tambin
tendramos que condenar al mismsimo apstol San Pedro, que neg y reneg de J esucristo
no una vez sino tres veces, y despus -una vez perdonado por l- lleg a ser su primer
representante en la Tierra.

Quiz Gerena pudo haberse quedado tambin en Granada, como Turmeda, y all haber
permanecido hasta su muerte sin abandonar el mahometismo. De haberlo hecho as, de
haber decidido seguir en el reino granadino, quin sabe si hubiese tenido que sufrir all lo
que sufri tras volver a Castilla, o sea, soportar que transcurriera mendigando el ltimo
periodo de su vida y afrontar el ms amargo desvalimiento y los ms dolorosos desprecios
y humillaciones. O quizs no, dada la difcil coyuntura de las relaciones entre ambos reinos.
Pero lo cierto es que l quiso regresar de todos modos y venir a morir en el seno de la
Iglesia. Decididamente, Garci Fernndez no debi de ser tan sacrlego y perverso como nos
lo muestra J uan Alfonso de Baena.

De su poesa lo primero que hay que concluir es que, vista desde nuestra perspectiva
actual, por supuesto deja mucho que desear, como qued demostrado. Garci Fernndez
conoca la tcnica de la versificacin, que aprendi, seguramente, de la lrica gallega y
provenzal; pero la inspiracin, lo que no puede aprenderse, ya vimos que brillaba por su
ausencia en sus poemas. En stos hay sentimiento, emocin y hasta patetismo si se quiere,
pero en cuanto a calidad no es posible negar que es escasa.

Pero volvemos a preguntarnos: es que esa calidad abundaba entre los poetas y prosistas
de la poca? Excluyamos a J uan Ruiz, a don J uan Manuel, al canciller Ayala y al marqus
de Santillana y ya no encontraremos a muchos escritores y poetas a los que poder calificar
de propiamente tales hasta que aparece en la historia literaria el primer gran poeta andaluz,
el cordobs J uan de Mena. En trminos generales, Garci Fernndez no es ni mejor ni peor
que los dems poetas viejos del Cancionero baenense. Ni J uan Alfonso de Baena,
Villasandino, Pero Ferruz, el Arcediano de Toro o el mismo Macas tienen mucho que
ensearle (algunos poco ms que procacidad y desvergenza). La poesa de Gerena es la
tpica de la poesa cancioneril, con su fidelidad al octoslabo, a la rima consonante, a unos
gneros de forma fija, a unas rgidas estructuras estrficas. Y si en el dominio de estas
exigencias consista -ms que en la inspiracin o el genio literario- el arte de la gaya
ciencia, todas ellas, como ya hemos visto, las reuna nuestro poeta. Esto puede explicar que
alcanzara el prestigio que alcanz, sin duda, en la primera fase de su vida, cuando an
permaneca en la corte del rey J uan I.

Al pertenecer al grupo de poetas ms antiguos de entre los del Cancionero, Gerena debi
de empezar su quehacer literario escribiendo en la lengua gallego-portuguesa. l fue un
poeta lrico y esta lengua era la que se empleaba todava, desde los aos de Alfonso X el
Sabio, en la lrica del reino de Castilla. Pero pronto tendra que pasar a servirse
preferentemente de la castellana, como fueron haciendo de manera progresiva los otros
trovadores y poetas veteranos incluidos en la coleccin. Es posible que, sin dejar de
emplear el gallego-portugus, escribiera tambin otras composiciones -o tal vez las mismas,
en doble versin- en la emergente lengua de Castilla. Como uno ms de aquellos poetas
viejos, Garci Fernndez conoca ambas lenguas. (Quiz tambin tuviera algn
conocimiento del latn -recordemos el Gloria in excelsis Deo que incluye en uno de sus
poemas- y de la vieja lengua provenzal.) Sin embargo, no podemos colegir en cul de las
dos lenguas, castellana o gallego-portuguesa, redact sus poesas originales. Dado que los
copistas actuaban a su antojo, los frecuentes galleguismos que se observan en sus textos
nunca sabremos si l mismo fue quien los introdujo en ellos o -lo que parece mucho ms
probable- fueron los caprichosos amanuenses quienes los insertaran por su cuenta.

Lo que s queda claro de Garci Fernndez es que fue un poeta o trovador de Castilla y de
la lengua castellana. Si esta cualidad se la negamos por causa de sus galleguismos, tambin
se la tendremos que negar a los restantes poetas: a Ferruz, a Villasandino y a los dems de
su generacin. Pero si procediramos as, una de dos: o se tendra que excluir a estos viejos
poetas del catlogo de vates de Castilla o no podramos ver en el Cancionero de Baena el
primer monumento de la lrica castellana, un criterio que comparten todos los historiadores.

Garci Fernndez vivi el perodo de transicin de la escuela gallego-portuguesa a la
denominada gallego-castellana; pero a l, dentro de sta, se le debe situar entre los que ya
se fueron olvidando de la moda de usar el gallego y empezaban a escribir preferentemente
en castellano. Su poesa, en el aspecto estilstico, unas veces parece que se aleja de los
patrones lricos de la Edad Media para acercarse, tmidamente, al estilo del Renacimiento
(lo que se podra explicar por ese ms frecuente empleo del castellano y de las nuevas
formas estrficas), y otras, al persistir en ella el ms exagerado teocentrismo medieval sin
el menor asomo del posterior homocentrismo renacentista, nos produce ms bien la
impresin de que permanece fiel a los cnones temticos que caracterizaron los llamados
siglos oscuros. Desde un punto de vista filolgico-lingstico, por supuesto no hay duda de
que su obra incorpora muchos de los rasgos peculiares de la transicin de la escuela
gallego-portuguesa a la gallego-castellana; unos rasgos que empezaron a marcar los
Cancioneros, a partir del de Baena, y que se observan con ms claridad en la evolucin
literaria mostrada por los poetas que vienen despus.

Garci Fernndez se nos presenta como un poeta o versificador que, puesto en parangn
con los dems de su tiempo, ofrece la singularidad de no ser, como lo eran muchos de ellos,
ni rastrero ni pedigeo ni desvergonzado. No slo no hay atisbo alguno de procacidad en
sus composiciones, sino que ni siquiera en aquellas que aluden al injusto castigo del muy
alto Rey llega a perder jams la mesura y la elegancia. l es, por supuesto, un poeta
discreto, pero siempre corts y sincero, que a veces transmite en sus versos una cierta carga
de emocin. Solo por estas virtudes -muy raras, rarsimas, en los dems poetas
cancioneriles- podramos ver en l una cierta caballerosidad o al menos una indiscutible
dosis de nobleza.

Es efectivamente el primer poeta lrico castellano de nombre y obra conocida -no nos
cansaremos de insistir en esta precisin- de entre los que sabemos nacidos en Andaluca?
Fue el ms viejo, el ms antiguo de todos ellos? Parece que s. En nuestras investigaciones
no hemos podido encontrar otros nombres de lricos andaluces anteriores a l. Despus de
las jarchas, escritas en dialecto mozrabe, y de los antiqusimos poetas andaluses que
escriban y componan en lengua rabe o en ese mismo dialecto, toda la poesa que
conocemos es la que dejamos reseada en las pginas 52-54. De ella, como ya se vio, nada
puede hallarse que venga a echar por tierra nuestra hiptesis.

De la poesa anterior al Cancionero de Baena slo puede quedarnos la duda sobre la
condicin de andaluz del Arcipreste de Hita -si bien, como en su momento qued
demostrado, tampoco existen razones de peso para afirmarla-. De los trovadores incluidos
en la compilacin de J uan Alfonso, Gerena es, sin duda, el andaluz ms viejo de entre los
viejos.

Por consiguiente, no habiendo antes que l ningn poeta lrico andaluz -o
desconocindose con certeza total y absoluta su existencia-, y siendo el Cancionero
baenense el primer monumento reconocido de la lrica en lengua castellana, forzoso ser
concluir, con toda la cautela que se quiera, que Garci Fernndez de Gerena es, o puede ser,
el lrico andaluz ms antiguo, con origen, nombre y obra conocida, de la literatura
castellana. Pudiramos decir que si Gonzalo de Berceo fue el primer poeta de nombre
conocido y obra documentada de la literatura castellana, a nuestro Garci Fernndez de
Gerena le corresponde el paralelo honor de ser el primer poeta lrico andaluz, con obra
asimismo documentada y suficientemente conocido por su nombre y por su origen.

Si no estamos en lo cierto cunto nos agradara que alguien nos sacara de este error!

Hay un aspecto curioso que quiz valga la pena subrayar en la poesa de Garci
Fernndez. Pese a su apostasa, asombrmonos!, resulta que es, sin duda, el poeta ms
religioso de todos los del Cancionero de Baena a juzgar por el nmero de poemas que con
este carcter compuso. Apresurmonos a adelantar que la suya es una religiosidad
perfectamente atpica, muy particular y personal. Incluso antes de llegar a su inesperada
apostasa, en su obra puede haber elementos suficientes para considerarle un cristiano que
en ocasiones roza la hereja. As lo ve, por ejemplo, el citado hispanista Charles F. Fraker,
J r.: Al menos un poeta, el ermitao Gerena, da muestras de un profundo y personal estilo
de piedad no muy diferente de algunos alumbrados. Tambin Gerena parece tener una
pobre opinin de la devocin a los santos: un rasgo que, en tiempos posteriores, sin duda le
habra valido el epteto de luterano. En muchos de los poetas del Cancionero de Baena
[Garci Fernndez podra ser uno de ellos] se advierte la nocin de que Dios ilumina a
algunos hombres directamente, evitando o marginando toda sumisin a la jerarqua e
incluso a la doctrina teolgica.

En cualquier caso, sea cual fuere la verdadera ndole de sus creencias, lo que no podr
dudarse es que fue un hombre de una profunda religiosidad. Nosotros hemos tenido la
paciencia de cotejar, entre todas las composiciones que el antlogo incluye en su
recopilacin, las que son de contenido religioso, y he aqu el resultado de nuestro rastreo:

De Villasandino slo hay dos (precisamente las dos primeras del Cancionero, dos
cantigas a la Virgen); dos hay tambin de Ruy Pez de Ribera, la nmero 293 (un decir en
confesin de sus pecados a Dios) y la 298 (lamento ante Dios por la soberbia del
hombre); otras dos cantigas (nmeros 317 y 318) de Pero Vlez de Guevara en loores de
Santa Mara, y la composicin nmero 321, un decir por manera de contemplacin con
Dios; una cantiga a los siete gozos de la Virgen (nmero 334) que aparece atribuida a dos
poetas, Pero Gonzlez de Uceda y Fray Lope del Monte; un decir, asimismo por manera
de contemplacin de Dios, de Gonzalo Martnez de Medina (336); un poema de Fray
Diego de Valencia de Len (503) en loores de Santa Mara estando doliente); y otros dos
loores a la Virgen de Ferrn Manuel de Lando (567 y 568).

No consideramos poemas religiosos las composiciones pseudoteolgicas que tanto
proliferan en el Cancionero, entre las que destaca la que hizo en forma de pregunta Ferrn
Snchez Calavera (nmero 517) y que debi alcanzar una gran notoriedad ya que obtuvo
respuestas de Pero Lpez de Ayala, Fray Diego de Valencia, Fray Alfonso de Medina,
Francisco Imperial, Mahomat el Xartosse de Guadalajara, Garca lvarez de Alarcn,
Ferrn Manuel de Lando y del propio Snchez Calavera. Ms que otra cosa constituyeron,
en opinin de Fraker, una teologa desarrollada por la va potica. Excluimos asimismo
otras composiciones, como nuevas preguntas y respuestas (los denominados jeux partis, a
los que se refiere Le Gentil), versetes, etc. sobre temas tales como el del pecado original,
la eternidad del mundo, los misterios de la Trinidad y la Encarnacin, y otros ms o menos
vinculados a la ciencia teolgica de entonces. Estos poemas, ms que manifestaciones de
piedad o religiosidad, no son en realidad sino simples especulaciones o pretextos para
exhibir sus autores su ingenio, o para tratar de despertar admiracin por sus fciles virtudes
versificatorias.

Cuntas composiciones religiosas -y de un sincero acento religioso, con independencia
de sus mencionadas actitudes personales, ms o menos ortodoxas- nos lega Garci
Fernndez en el Cancionero de Baena? Nada menos que seis: ms que ningn otro poeta (el
doble del que ms, Pedro Vlez de Guevara). Son: la nmero 559 (en loores a la Virgen
cuando se hizo ermitao); la 560 (en loores de Santa Mara por desfecha); la 561 (la
dedicada al Todopoderoso, que comienza con los versos Quien por Dios se empobree /
en este mundo que vive..., de la cual dice Baena que la compuso despedindose del
mundo cuando psose beato en una hermita cabo J erena); la 562, que el compilador
califica de enfingendo de muy devoto contra Dios; la 563 (escrita tambin estando en su
hermita erca de J erena con su muger, contemplando en Dios e en sus grandes poderos,
pero so espeia d'esto otra maldad tena en su corazn); y la nmero 564, igualmente
compuesta en la ermita en loores de las virtudes e poderos de Dios.

Como se ve, todo un rcord de religiosidad en un poeta al que los azares de su torpe vida
condujeron al final a apostatar de una fe que tan profunda y autnticamente posey, segn
todos los indicios. (Una apostasa, por lo dems, que hoy acaso no tendra que verse como
un pecado grave o un grave delito moral si nos atenemos a una reciente declaracin del
papa J uan Pablo II, durante su visita a Nueva Delhi a finales de 1999, donde textualmente
dijo que la libertad religiosa constituye un derecho humano fundamental y que el
cambio de religin debe ser respetado como un derecho inviolable.)

En cuanto a su talante personal. Por las trazas, y pese a sus amoros, Garci Fernndez
tuvo que ser -esto al menos es lo que insinan sus versos- un hombre honrado y respetuoso
con los dems. Qu alejada se presenta su temtica de la frvola y procaz que con tanta
frecuencia aparece en las composiciones de la antologa! Qu ajeno su lenguaje del
desvergonzado, pcaro y grosero de los Baena, Villasandino y algunos otros!

Y no slo de stos, y de todos aquellos cuya condicin servil y adulatoria acaso pudiera
explicarse por su inestable posicin social o por la viva urgencia de vencer en la diaria
batalla por el sustento. Gerena se muestra tambin a mil millas del vocabulario y de las
manifestadas intenciones de otros poetas con mayor acervo cultural y hasta con un status
social ms seguro, digno y respetable, como era el caso de algunos miembros de la clereca.
Fijmonos, por ejemplo, en el lxico y los temas de algunas composiciones de Fray Diego
de Valencia. Este clrigo es autor de una cntica contra una muger de Len que era
mala e puta (nmero 499 del C. de Baena); de otra en favor e ayuda de otra puta llamada
Cartabota (nmero 500); de una cantiga por amor e loores de una duea de quien l
[menudo galn debi ser este fraile!] era muy enamorado (504); de otra sobre una
donzella de la qual era muy enamorado (505); de una duea que era su enamorada en
Len; de una muy fermosa que era su enamorada en Len [la misma u otra de las
muchas?] (506); y un dezir sobre una duea que era [cmo no!] su enamorada e non lo
preciava (513).

Nada de esto encontramos en Gerena. A l nada se le puede reprochar en cuanto a su
vocabulario, pobre y prosaico sin duda pero honesto y limpio; ni en cuanto a los temas, que
son como sabemos slo tres: el del amor corts, el religioso y el del arrepentimiento.
Tampoco hallamos en sus poemas el menor barrunto de la degradacin moral que le
atribuye el regio escribano converso (quien, al parecer, toda su dignidad la reserv para su
Prlogo y para su nobilsimo y paradigmtico Dezir al Rey J uan II, mostrndose en el
resto de su obra como el mal sujeto que posiblemente fue, a tenor de las acusaciones, casi
unnimes, de quienes le conocieron).

La poesa de Garci Fernndez de Gerena, como la de todos los dems de la compilacin,
ha sido calificada de pobre, pesada y a veces excesivamente artificiosa. No alcanza, desde
luego, ese grado superior de perfeccin que se empieza a mostrar en la poesa italianizante
a partir de Imperial y que, inspirada en el Dante y Petrarca, poco a poco ir
perfeccionndose con J uan de Mena, Manrique, Boscn, Castillejo, Garcilaso, etc.; pero ya
comienza a distanciarse de la aridez y la monotona de los poetas castellanos anteriores, con
la excepcin de Berceo, J uan Ruiz y a veces, no siempre, el canciller Ayala.

Sus composiciones pueden verse ms cercanas que las de sus colegas al sentir del
pueblo medieval. Por lo menos en lo que se refiere a sus continuas oscilaciones entre lo
pecaminoso y lo divino, entre el olvido de Dios y la piedad ferviente, tpicas de la
mentalidad de aquella poca. En este sentido podramos decir que su poesa es ms popular
que la de los dems poetas, en los que no aparece esa actitud -igual de generalizada entre
los nobles que entre los plebeyos- de dar constantes bandazos de lo sensual a lo espiritual, y
s en cambio el mezquino deseo de medrar adulando a los nobles -escribiendo para ellos
poemas de encargo, del tenor o el contenido que se les pidiese-, con la fatua pretensin, en
cierto modo aristocratizante, de demostrar sus habilidades versificadoras o una pretendida y
ridcula erudicin.

Adems de las dos escuelas o tendencias literarias que ya hemos visto se observan en el
Cancionero de Baena (la galaico-portuguesa o de los trovadores por un lado, y la
italianizante o alegrica-dantesca por otro), desde el punto de vista lingstico los
especialistas han marcado otra diferenciacin: la que distingue entre autores ms
estrechamente vinculados a la lengua gallego-portuguesa (de 1200 a 1350) y los que ya se
pueden integrar en la escuela gallego-castellana (de 1350 a 1450). Resulta evidente que
Garci Fernndez, aunque su obra est lingsticamente ms cerca del grupo de los primeros,
cronolgicamente tendra que incluirse en el de los segundos, lo cual no sera en ningn
caso un criterio caprichoso puesto que, como sabemos, nuestro autor era de los que
escriban con igual facilidad en las lenguas gallega y castellana.

Por otro lado, la ausencia de decires de carcter narrativo en su poesa viene a subrayar
en ella ese aliento personal y subjetivo -de un sabor ms lrico por tanto- que advertimos en
toda su obra. Como bien ha resumido Rafael Lapesa, poesa lrica es la que expresa los
sentimientos, imaginaciones y pensamientos del autor; es la manifestacin de su mundo
interno y, por tanto, el gnero ms subjetivo y personal. Aunque su calidad no sea muy
elevada, no es eso exactamente lo que con ms claridad puede verse en la potica de Garci
Fernndez?

Fue, en definitiva, un mediano poeta, ms tcnico sin duda que inspirado, cuya
produccin ha pasado a la Historia literaria por estar ms estrechamente ligada a su vida
que la de otros. Pero su obra de poeta -sea por ella misma, sea por ya venir interpretada
por Baena en los trazos biogrficos que incluye en sus rbricas- no ha llegado a perderse
del todo. Por mucho que hoy todava, seis siglos despus, no sea muy conocida ni siquiera
entre los especialistas.

Pero por una razn o por otra, lo cierto es que su breve y discreto repertorio potico ha
llegado a la posteridad -aunque semiescondido- e incluso ha conseguido abrirse algn
pequeo hueco en el catlogo histrico de la poesa castellana.

Es esto suficiente? En cierto modo s. Su sencilla y mediocre poesa acaso no merezca
mucho ms. Se dira que el modelo de Garci Fernndez parece haber inspirado un poema de
J orge Luis Borges incluido en su libro El otro, el mismo (por cierto, el preferido por l de
toda su obra potica ), el titulado A un poeta menor de antologa, del que seleccionamos
estos versos:

Dnde est la memoria de los das
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?
El ro innumerable de los aos
los ha perdido; eres una palabra en el ndice.
Dieron a otros gloria interminable los dioses,
inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores;
de ti slo sabemos, oscuro amigo,
que oste al ruiseor, una tarde.
Entre los asfdelos de la sombra, tu vana sombra
pensar que los dioses han sido avaros.
Pero los das son una red de triviales miserias,
y habr suerte mejor que ser la ceniza
de que est hecha el olvido? ...

Y sin embargo, gracias a Baena -pese a todo es muy justo estarle muy reconocidos- su
sencilla poesa ha logrado llegar hasta nosotros. Todava ser desconocida para muchos -a
tratar de rescatarla del olvido aspira sobre todo este trabajo-, pero la verdad es que ha
sobrevivido. El paso de Gerena por el mundo, al menos ha dejado alguna leve huella. Lo
que dice Le Gentil en general de los poetas de los Cancioneros, nosotros se lo vamos a
aplicar en especial a l, expresamente a l, de una forma muy particular: Su esfuerzo no ha
sido en vano. Es cierto, la parte superflua es considerable. Pero cul es la escuela potica,
quin es, incluso, el poeta que, para triunfar por siempre del olvido, no se contentara con
unas pginas en la gran antologa universal?




Anexo
Lo que ha dicho la crtica hispana de Garci Fernndez de Gerena
Casi todos los investigadores, crticos e historiadores literarios que se han tomado la
molestia de ocuparse de Garci Fernndez lo han hecho, lo hemos indicado ya, fijndose
ms en las breves noticias que tenemos de su vida que en las cualidades y defectos de su
obra. Y, casi siempre, tomando al pie de la letra las rbricas de J uan Alfonso de Baena, sin
someterlas a un mnimo anlisis.

Es posible, incluso probable, que la informacin que tenemos de Gerena por la va del
recopilador del Cancionero sea grosso modo cierta. Pero... slo grosso modo. Es preciso
distinguir, como hemos hecho nosotros, entre las noticias y los comentarios. Las noticias,
ms o menos, se podrn ajustar a la verdad. En realidad, con Baena coinciden, al menos en
lo concerniente al episodio de su apostasa, Alfonso lvarez de Villasandino, Ferrn
Manuel de Lando y, segn el propio Villasandino, el misterioso vello Almirante, fuera
ste el Canciller Ayala o quien fuese. Por lo tanto, no hay razn alguna para desmentirlas.
Son las nicas que hay, y punto.

Pero de los comentarios s cabe dudar. Aunque sean mayora los crticos que los aceptan
como si fueran dogmas de fe, hay al menos, por fortuna, una minora que, expresa o
implcitamente, ponen en entredicho la veracidad de las ms que dudosas apostillas salidas
de la lengua viperina del bigrafo.

Nosotros hemos tenido la paciencia de reunir un buen nmero de juicios que los
historiadores y crticos literarios de diversas pocas han ido emitiendo, en nuestra lengua,
sobre las poesas de Garci Fernndez y sobre sus venturas y desdichas. Son breves casi
todos, como no poda ser menos, al ser muy breves y escasas tambin las noticias que se
tienen de su vida y de su obra. Creemos oportuno recordar y subrayar que no nos estamos
ocupando de, por ejemplo, un Gngora, un Lope o de cualquier otro autor eminente de una
larga, eximia y fecunda produccin, sino de lo que se sabe y se deduce de un modesto
trovador de la Baja Edad Media. Pero de un trovador o un poeta, en cualquier caso, que,
pese a su indiscutible mediana, sin duda merece ser ms conocido, sobre todo en su tierra
andaluza; por lo menos no ser tomado en ella por un incierto poltico, un oscuro cantaor o
algn desconocido practicante del arte de Cchares.

Al reunir los juicios que se han vertido sobre Garci Fernndez, nuestro objeto es
presentar un catlogo amplio de los crticos e historiadores que quisieron ocuparse de l,
junto con la referencia de cmo le entendieron y trataron. Despus, que cada lector extraiga
sus propias deducciones.

No aparecern aqu, naturalmente, todos los comentarios y pareceres que se hayan
emitido sobre l. Pero creemos haber incluido los de las ms relevantes figuras de la crtica
y la historia literarias. J unto a ellos indicamos el nombre del autor que los suscribe y el
lugar donde aparecen. Nos hemos permitido una licencia: la de aadir unas mnimas glosas
personales a esos comentarios de la crtica. Tambin los crticos y enjuiciadores pueden ser
sometidos -por qu no?- a alguna suerte de examen crtico, aunque el que lo haga rena,
como es el caso, mucha ms temeridad que autoridad en la materia.

He aqu pues, sin ms prembulo, la relacin, ordenada onomsticamente, de los
comentarios que hemos espigado sobre la vida y la obra de Garci Fernndez de Gerena:




ALONSO, DMASO: Poesa de la Edad Media y Poesa de tipo tradicional. Seleccin,
prlogo, notas y vocabulario. Editorial Losada, Buenos Aires, 1942, pg. 548.

Garci Fernndez (o Ferrndez) de J erena. Segn las indicaciones del Cancionero
de Baena, Garci Fernndez cas con 'una juglara que haba sido mora', porque crey que
era muy rica y porque 'era mujer vistosa'; ms tarde, fingindose arrepentido, 'psose beato',
y vivi con su mujer en una ermita cerca de J erena; cansado de la ermita, con achaque de ir
en peregrinacin a J erusaln, tom una nao, y llegando a Mlaga, que estaba an en poder
de los moros, se qued all.
Pas despus a Granada con su mujer e hijos, abraz la religin mahometana, se
enamor de una cuada suya 'e siguila tanto que la ovo e us con ella'.
Pero hasta qu punto merece crdito esta pintoresca historia? Deba de ser ya adulto
en 1385, y vivi principalmente en los reinados de J uan I y Enrique III. El lenguaje de
Garci Ferrndez, como el de otros poetas que dentro del Cancionero de Baena pertenecen a
la vieja escuela de fines del siglo XIV, presenta muchos galleguismos y el metro que
emplea es preferentemente de ocho slabas. La Despedida del amor aparece en el
Cancionero de Baena atribuida en un sitio a Garci Fernndez y en otro a Villasandino; en
donde est atribuida a Gerena lleva la indicacin de haber sido compuesta despus de la
batalla de Aljubarrota (1385).

Dice en el mismo libro Dmaso Alonso que Garci Fernndez fue sobre poco ms o
menos contemporneo de Villasandino. De ste comenta [y lo mismo podra haber hecho, a
nuestro juicio, en el caso de Gerena] que ha sido maltratado por la crtica moderna, y al
frente de ella por Menndez Pelayo. En otra pgina, la nmero 550, vuelve a aludir a
Garci Fernndez cuando, hablando del marqus de Santillana, afirma que en l se nota una
mayor perfeccin en el uso de los metros de su poca, ante todo el octoslabo y el arte
mayor, mejora patente si se le compara con un J erena o un Villasandino.

[Dmaso Alonso va incluso ms lejos que nosotros al poner en duda la fiabilidad de
J uan Alfonso de Baena. Si nosotros aceptamos el relato de la vida de Garci Fernndez al no
haber otras noticias que lo puedan desmentir, pero desconfiamos de sus juicios de valor, el
insigne crtico y poeta llega hasta a poner en duda (Hasta qu punto merece crdito esta
pintoresca historia?) la credibilidad de la semblanza biogrfica que Baena traza de nuestro
poeta. Posiblemente se base, aunque no lo manifieste, en la incoherencia que muestra el
compilador cuando descubre intenciones bastardas donde otros investigadores solamente
han visto acentos de verdadera devocin o profundos y elevados pensamientos.]

AMADOR DE LOS ROS, J OS: Historia crtica de la literatura espaola, tomo V,
edicin facsmil, Gredos, Madrid, 1969, pgs. 187-189.

Ms original que el Arcediano se mostr sin duda Garci Fernndez de Gerena,
merced a muy especiales circunstancias de su vida. Honrado desde su juventud con cierta
estimacin y privanza en el palacio de don J uan I, peda al rey por su mujer, llevado de
ciega codicia, 'una juglara que ava sido mora, pensando que ella ava mucho tesoro'.
Otorgsela don J uan; pero apartndole desde aquel punto de su lado.
Esta repulsa, el desengao de la soada riqueza y el general menosprecio que atrajo
sobre su persona aquella desusada y singular unin, hubieron de moverle a prorrumpir en
estriles lamentos, que pens tal vez hacer interesantes, mezclndolos al universal de
Castilla 'despus de la batalla de Aljubarrota'.
La deshonra que juzg cubrir con los tesoros de la juglaresa le ech al cabo de la corte
y aun de la sociedad, retrayndose con su mujer a una ermita cercana a Gerena, donde pas
algn tiempo en simulada y al parecer fervorosa penitencia [Amador de los Ros incurre
aqu -todo hay que decirlo- en una patente contradiccin: puede una penitencia ser a un
tiempo simulada y fervorosa?], ya componiendo devotas cantigas en alabanza de Dios, ya
tomando a la Virgen por su intercesora. Al fin le arrancaba su ndole verstil de aquel
retiro, y fingiendo que 'iva en rromera a Ierusalem', embarcse en Sevilla con la juglaresa,
dirigindose a Mlaga y pasando de all a Granada, para renegar la fe de sus mayores y
abrazar el mahometismo.
Trece aos vivi en tierra de moros, olvidado de su patria y encenagado en liviandades
con una hermana de su mujer, hasta que, cansado sin duda de andar errante, tornse a
Castilla (1401), ms cargado de hijos de lo que su pobreza consenta, mendigando la
caridad o excitando la indignacin de sus antiguos amigos, que motejaban su vejez con el
infamante dictado de apstata.

En nota a pie de pgina aade Amador de los Ros:

Villasandino, en la composicin que lleva el nmero 107 del Cancionero, le
hace cierta especie de inventario de las cosas que haba ganado al renegar la fe de
J esucristo. Es obra no sin gracejo, pero de poca autoridad en quien pona en peligro su alma
por amor de una mora.
Fcilmente se alcanza que las obras poticas [de Gerena, naturalmente], fuente de
semejantes noticias biogrficas, deban tener alguna originalidad aun cuando fuese sta
nacida en parte de la misma extravagancia de la vida del poeta.
Es Garci Fernndez uno de aquellos ingenios a quienes concede el cielo imaginacin
lozana y pintoresca: sus poesas, que no carecen de pensamientos profundos y alguna vez
elevados, muestran que le era familiar el conocimiento de las formas artsticas de la escuela
provenzal y que, dominado por influjo ms favorable a la nacionalidad castellana, hubiera
podido levantarse a ms alta esfera.
Pero descaminado, como todos sus contemporneos, y sujeto ms que todos a los raros
accidentes de una vida borrascosa, en que lleg naturalmente a embotarse el sentimiento
patritico, ni pens siquiera en consagrar su musa a la gran causa de la civilizacin
espaola, ni pudo hablar otro lenguaje que el ya convenido en el crculo artificial de los que
se apellidaban trovadores, ni revelar tampoco otra individualidad potica que la reflejada
exteriormente en sus propias vicisitudes.
Garci Fernndez de Gerena, aunque no con la variedad de Villasandino, daba no
obstante a conocer el progreso de las formas artsticas y de lenguaje, mereciendo en este
concepto no despreciable lugar en la historia de la poesa castellana.





Y en otra nota concluye:

Entre las composiciones de Gerena es notable la cantiga 'que fizo en loores de Santa
Mara', la cual tiene este estribillo:

Virgen, flor de espina
siempre te serv,
santa cosa e dina
ten piedad de m.----

En ella, como en todas, resaltan las dotes que le dejamos reconocidas.

[No hara falta insistir en que Amador de los Ros es, no slo el historiador que ms
espacio y atencin ha dedicado a Gerena, sino tambin el que mejor le ha tratado en su
crtica. Desoyendo las acusaciones de J uan Alfonso de Baena, l es de los pocos que
admiten el autntico fervor y las limpias intenciones religiosas del poeta gerenense,
tratando de penetrar por s mismo, con positivas y certeras deducciones, en la originalidad y
en las virtudes tcnicas de su potica.




CASTRO, AMRICO: Aspectos del vivir hispnico, Alianza Editorial, Madrid, 1970, p.
160 n.

Si se analizara el 'Cancionero de Baena' segn el mtodo que vengo siguiendo se
notara una vez ms la conexin entre lo religioso, lo potico y lo social. Al ponerse al
descubierto el panorama de la intimidad propia, a consecuencia de haberse desplazado el
horizonte humano, la minora culta de Castilla se lanz por un tiempo a la orga vital, con
confusin y entremezcla de principios y clases...
En el 'Cancionero', escritores profanos como Snchez Calavera se acercan audazmente
a las sutilezas teolgicas, y un franciscano, Diego de Valencia (otro converso), descubre su
ardor por una doncella 'muy fermosa y muy resplandeciente'. Y all est Garci Fernndez de
J erena practicando un anacoretismo entre cnico y literario, para mostrarnos cmo tanto
delicioso desbarajuste poda coordinarse con una ocupacin religiosa.



CEJ ADOR Y FRAUCA, J ULIO: Historia de la lengua y la literatura castellana, Madrid,
1915, pgs. 324-325.

Habla primero de Alfonso lvarez de Villasandino, de quien dice que no pasa de ser el
ms fcil versificador del Cancionero de Baena. A continuacin aade:

Aunque algo menos, no deja de serlo Garci Ferrandes de J erena y tan descuadernado
de vida como Villasandino. Perdironle las moriscas juglaresas, enamorndose de una
'pensando que ava mucho tesoro', casse con ella perdiendo el favor en la corte de J uan II
[otro autor que se equivoca de reinado; no son ya demasiados errores de imprenta?] y
'fall que su mujer non tena nada'.
Metise despechado ermitao fingido [Cejador, como se ve, pertenece al amplio
grupo de los que desconfan de la sinceridad del trovador y se ponen de la parte del
antlogo mostrando una fe ciega -l all- en su imparcialidad e integridad moral] y
simulando peregrinar a J erusaln, dio con su cuerpo en Mlaga, donde se circuncid
abrazando el mahometismo, hasta que trece aos despus, el 1401, volvi del reino de
Granada viejo, pobre y cargado de hijos, habidos los ms en la hermana de su mujer, y
arrepentido [arrepentido y reconciliado con la Iglesia; Cejador tambin olvida este
detalle], acab en Castilla entre los escarnios de los poetas, sus antiguos compaeros.
Sus poesas, peores que las de Villasandino, y es bastante decir.

** DEYERMOND, A. D.: Historia de la literatura espaola, 1, La Edad Media, Editorial
Ariel, Esplugues de Llobregat, Barcelona, 1973, pg. 317:

Abarca este Cancionero [el de Baena] la produccin potica de Castilla de hacia
1370 en adelante y los poetas aqu representados se agrupan en dos conjuntos principales:
aquellos que compusieron en el reinado de J uan I (1379-1390) o en un perodo
inmediatamente anterior, y aquellos otros de muy a finales del siglo XIV o de comienzos
del XV.
Omite, sin embargo, obras relevantes del perodo, como las Edades del mundo
(1418) de naturaleza didctica, que compusiera Pablo de Santa Mara (1350-1435), rabino
supremo de la ciudad de Burgos y, andando el tiempo, obispo de la misma ciudad.
Figuran en el primer grupo Pero Ferrs, probablemente el ms antiguo de los poetas de
Baena, de excluir a Pero Lpez de Ayala, canciller de Castilla (1332-1407); Garci
Fernndez de J erena, poeta de origininalidad marcada desde el punto de vista tcnico, que
llev, al parecer, una vida disoluta y abandon el cristianismo por el Islm, desertando de
los moros y retornando a una vida solitaria en Castilla; Gonzalo Rodrguez, Arcediano de
Toro, cuya animada produccin encierra un testamento de arte mayor; y, por ltimo,
Macas, cuya atractiva poesa amorosa se vio eclipsada por la leyenda urdida en torno a su
figura.

** Al gran medievalista A. D. Deyermond -profesor que fue del Westfield College, de
Londres- le damos en este catlogo la consideracin de crtico hispano por su cualidad de
eminente hispanista y reconocido especialista en literatura medieval espaola.

Castilla; Gonzalo Rodrguez, Arcediano de Toro, cuya animada produccin encierra un
testamento de arte mayor; y, por ltimo, Macas, cuya atractiva poesa amorosa se vio
eclipsada por la leyenda urdida en torno a su figura.




DOMNGUEZ REY, ANTONIO: Antologa de la poesa medieval espaola, Siglo XV,
Narcea, Madrid, 1981, pgs. 84-85.

Consecuencia de esta inestabilidad psicolgica es la vida y la obra de Garci
Ferrandes de J erena. Se casa con una ex mora a la que cree rica. Resulta que no tiene nada.
Evidente engao. Acuden lamentaciones retricas. Le sugestiona entonces la vida ermitaa
y se hace beato. Elogia la pobreza. Reaparece su mujer y parten para Mlaga.
Remordimientos de conciencia. Solicita perdn divino a la hora de las cuentas finales.
Cambian de ciudad. En Granada reniega del cristianismo, se hace moro y se enamora -no
sabemos qu sucedi antes- de una cuada.
El tono de sus canciones es desamparado e inestable por falta de norte preciso. J erena
intent romper en lo vital el tpico del amor corts. Su error aviva las llamas del
arrepentimiento, mas su talante natural, incapaz de encubrirlo, lo lanza, incluso, contra la fe
cristiana, al tiempo que su conciencia, escindida, slo goza en brazos del amor.
As lo confiesa al final de una composicin, oponindose al tpico de la pena y la
tristeza, por otra parte, en el primer verso de la misma: Pues, amor, de grado / dame
alegrya.



DUTTON, BRIAN y GONZLEZ CUENCA, J OAQUN, editores: Cancionero de J uan
Alfonso de Baena, Visor Libros, Madrid, 1993, pg. 439:

Las obras de Garca Fernndez de Gerena no constan en la Tabla del Cancionero,
pero parecen, como las de Pero Lpez de Mendoza, ser adiciones hechas a la coleccin
original por pertenecer a la poca general de los poetas del mismo.
Garca Fernndez de Gerena (1350-1410?) era contemporneo de Alfonso lvarez de
Villasandino. De vida muy agitada, se enamor de una juglaresa mora, que crea tener
mucho dinero. El Rey le permiti casarse con ella, pero result que era pobre, y en 1385 se
quejaba amargamente de su desengao. Se retir a una ermita cerca de Gerena (J an)
[lapsus ya comentado], pero despus decidi ir a J erusaln con su mujer.
En 1388 emprendi el viaje, detenindose algn tiempo en Mlaga. Despus pas a
Granada, donde reneg, sedujo a su cuada, y despus de trece aos volvi a Castilla en
1401, cargado de hijos y sin haber salido de la pobreza. Alfonso lvarez de Villasandino le
conden quando se torn moro... segunt que dize o vello almirante. En 1401 Fernn
Manuel de Lando le dirigi un poema irnico donde cuenta algo de su vida y confirma casi
todos estos datos.



MENNDEZ PELAYO, MARCELINO: Antologa de poetas lricos castellanos (1890-
1908), Madrid, 1944, Prlogo pgs. LXVII-LXVIII.

A fines del mismo siglo XIV floreci en Castilla un trovador de aventurera y
azarosa vida, 'el qual por sus pecados y mala ventura hubo de casarse con una juglaresa
mora, porque cuid que haba gran tesoro, empero luego fall que non tena nada'. Este
rasgo de costumbres consignado en las rbricas del Cancionero de Baena al frente de las
poesas de Garci Ferrandes de Gerena (que as se llamaba este pecador, ermitao despus,
luego renegado y, finalmente, arrepentido) es un nuevo y fehaciente dato que confirma la
existencia de clases poticas populares entre los rabes, y sus ntimas y familiares
relaciones con los poetas cristianos de vida airada, lo menos en el siglo XIV, poca de
gran confusin moral y poltica.

[ Est claro que Garci Fernndez no era santo de la devocin de don Marcelino. No
quiere, se advierte, perder el tiempo hablando mucho de su obra, y se despacha llamndole
pecador y poeta de vida airada. Pero no hemos de quejarnos: an sale peor parado, en la
pgina siguiente, el mismsimo J uan Ruiz, al que menciona, sin que le temblara el pulso por
lo que se ve, como el maleante y goliardesco Archipreste de Hita. ]




MENNDEZ PELAYO, MARCELINO: Historia de los heterodoxos espaoles, t. I.,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 5 edicin (reimpresin), 1948, pp. 653-654.

Todas las noticias que tenemos de Garci Ferrandes de Gerena resultan de las
rbricas del Cancionero de Baena: Aqu se comienan las cantigas e dezires que fizo e
orden en su tiempo gari Ferrandes de J erena, el cual por sus pecados e grand desaventura
enamorse de una juglara que ava sido mora. Pensando que ella tena mucho tesoro e
otros porque era muger vistosa, pedila por muger al Rey e digela, pero despus fall que
non tena nada. Despus de este engao despidise del mundo e psose beato en una
ermita cabe J erena... enfingiendo de muy devoto contra Dios. All hizo varas poesas
msticas, entre ellas una graciosa cancin a la Virgen: Virgen, flor d'espina / siempre te
serv, / santa cosa e dina / ten piedad de m...[Aqu , como podemos apreciar, don
Marcelino se muestra un tanto ms amable con Gerena. Observemos que hasta accede a
distinguirlo con algunos tmidos elogios].
Pero (como dice Baena) otra maldad tena en su corazn y, poniendo en obra su feo e
desaventurado pensamiento, tom su muger, diziendo que iva en romera a J erusalem, e
metiose en una nao e, llegando a Mlaga, quedse ende con su muger... Despus que
parti de Mlaga se fue a Granada con su muger e con sus fijos, e se torn moro e reneg la
fe de J esucristo... Estando en Granada enamorse de una hermana de su muger e seguiola
tanto que la ovo e us con ella... e aun le compuso una cantiga, no mala [otro inesperado
elogio], que anda en el Cancionero.
Viejo ya y cargado de hijos volvi a Castilla y a la fe, no sin que los dems trovadores
le recibieran con pesadas burlas. Baena trae un decir de Alfonso lvarez de Villasandino
contra Garci Ferrandes en gallego: Ya non te puedes chamar perdidoso, etc.. Las obras
de este pecador se reducen a doce cantigas, unas gallegas y otras castellanas con resabios
gallegos. Tienen bastante armona y halago [est desconocido don Marcelino!]. Floreci
en tiempo de J uan I.



MENNDEZ PIDAL, RAMN: Poesa juglaresca y juglares (Aspectos de la historia
literaria y cultural de Espaa), sexta ed., Austral, Madrid, 1969, pgs. 150-151:

Es curioso que hacia 1380-90 escriben el Arcediano de Toro su despedida al
Amor y Villasandino su decir proponindose no hacer ms canciones amorosas, pues si los
antecesores las estimaban mucho, ahora los buenos abandonan la mesnada del Amor.
Tambin entonces Garci Fernndez de Gerena escribe su visin del Amor que,
apenado, abandona Espaa:
Amigo, saber devedes
que Amor vive en mansela,
e se va ja de Castela
e nunca mientra bivedes
sabredes
nde faze su morada...
Este Garci Fernndez de J erena que as lamenta la desaparicin del gran tema musical
de la lrica, fue un trovador que, como el Arcipreste de Hita, debi de frecuentar demasiado
el trato con las cantaderas. Al frente de sus propias poesas leemos: el qual, por sus
pecados e grand desaventura, enamorse de una juglara que ava sido mora, pensando que
ella tena mucho tesoro, e otros porque era mujer vistosa; pedila por mujer al rey e
digela; pero despus fall que non tena nada.
J erena es el nico juglar castellano [obsrvese que Menndez Pidal lo mismo le llama
trovador que juglar, lo que confirma la hiptesis de que sin duda era un trovador
ajuglarado] de quien tenemos una biografa comparable a la de los antiguos provenzales. En
sus canciones y en la razn o epgrafe que las declara, le omos lamentarse del engao
que padeci en el casamiento con la mora conversa y de cmo perdi la privanza del rey
(que era J uan I); llevado por deshonra y pobreza a sentimientos anacorticos, retirse con
su juglaresa mora a ser ermitao entre los olivares de J erena, a cuatro leguas de Sevilla,
donde escribi canciones a la Virgen y ascticos decires animados frecuentemente con
acentos de verdadera devocin. [Ntese tambin cmo el maestro de los fillogos espaoles
tampoco presta mayor atencin, a diferencia de otros crticos e historiadores, a los
maliciosos comentarios de Baena. Para l no hay fingimiento contra Dios en las
composiciones de Garci Fernndez, sino que estn frecuentemente animadas con acentos
de verdadera devocin.]
En vano buscamos en estos versos rastros de las frmulas juglarescas que hemos
notado en el perodo anterior: eso haba quedado ya muy atrs, superado en las nuevas
escuelas poticas; el mismo estribote popular no es usado por l sino en su forma
complicada con consonante interno, como la que a veces us el Arcipreste de Hita, a quien
acaso imit J erena:
Virgen, flor d'espina / sienpre te serv,
santa cosa e dina / ruega a Dios por m.
Eres sin dudana / muy perfeta e santa,
la tu omilldana / en el mundo non ha tanta,
de tu alabana / la iglesia canta,
meu coran se levanta / bendiziendo a ti.
Virgen, flor d'espina / sienpre te serv, etc.
(C. Baena, 560)

Siempre vehemente y alocado, Garci Fernndez se cans del remitorio de J erena y se
embarc con su mujer diciendo que iba en romera a J erusaln; pero al tocar la nao en
Mlaga, desembarc all, se intern en el reino moro y habit en Granada, donde reneg el
cristianismo y vivi como buen musulmn, enamorado y concubinario de una hermana de
la juglaresa.
La visin en que el Amor se ausenta de Castilla est escrita por J erena cuando J uan I
atac a Portugal y fue deshecho en la batalla de Aljubarrota (14 de agosto de 1385).

[ Como vemos, Menndez Pidal es, con J os Amador de los Ros, el investigador
espaol que ms extensamente se ha ocupado de Garci Fernndez de Gerena. Es tambin
uno de los que mejor le trata, mostrando una cierta comprensin ante su azarosa vida y
elogiando incluso algunas de sus obras.]




NAVARRO TOMS, T.: Mtrica espaola, Editorial Labor, 6 edicin, Madrid, 1983, pg.
50:

En la segunda mitad del siglo XIV compona canciones de juglara don Pedro de
Mendoza, abuelo del Marqus de Santillana; se ejercitaban en el mismo arte varios poetas
de la corte de Pedro el Curel y empezaban a darse a conocer autores como Alfonso lvarez
de Villasandino y Garci Fernndez de J erena, quienes en gran parte de sus composiciones y
en sus propias costumbres continuaron la tradicin juglaresca hasta muy entrado el
siguiente siglo.



RO, NGEL DEL: Historia de la literatura espaola, edicin revisada, tomo I, New York,
1963, pgs. 132-133:

Este historiador se limita a incluir a Garci Fernndez entre los poetas ms famosos del
Cancionero baenense, junto con Macas, Villasandino, Diego de Valencia, Ferrn Snchez
Calavera, el Arcediano de Toro y Francisco Imperial. Tambin se hace eco del comentario
de Amrico Castro en Lo hispnico y el erasmismo, ya citado.




SINZ DE ROBLES, FEDERICO CARLOS: Historia y antologa de la poesa espaola
(en lengua castellana), tomo I, Aguilar, Madrid, 1967, pg. 46:

An llev una vida ms deshonesta y degradada que Villasandino Garci
Ferrandes de J erena, 'al que perdieron aquellas moriscas, tan caras al Arcipreste de Hita'.
[Sinz de Robles tena, por lo visto, la costumbre de no especificar las fuentes de que
proceden sus citas o menciones literales, as que no sabemos bien a quin atribuir este
comentario entrecomillado.] Por casarse con una de ellas, 'pensando que ava mucho tesoro'
[esta frase s sabemos que es la que emplea J uan Alfonso en su rbrica general a las
composiciones de Gerena], hubo de perder el favor de J uan II [sic!!] y luego 'fall que su
muger no tena nada.
Se acogi entonces a una ermita y escribi versos a la Virgen [menos mal que aqu no
sigue a Baena y omite lo de enfingendo de muy devoto contra Dios], viviendo en gran
penitencia. Pero al poco tiempo, pretextando que se diriga a J erusaln se qued en Mlaga
con su mujer, donde se circuncid, abrazando el islamismo.
Viejo, cano, calvo [ya comentamos antes que no especifica si ms cano que calvo o
viceversa], lleno el rostro de arrugas [la sagaz deduccin que antes observamos] y el cuerpo
de bizmas de socrocio [tambin vimos ya cmo en esto se confunde Sinz de Robles: quien
confiesa tener cubierto el cuerpo con aquellos emplastes de azafrn no es Garci Fernndez
sino Villasandino], el arrepentimiento y la miseria le volvieron a Castilla, donde arrastr el
resto de su vida entre las chuflas y los respingos despreciativos de sus cofrades de gaya
ciencia.
Sus poesas son peores que las de Villasandino, ya que ni siquiera tena dominio
tcnico ni la facilidad de ste.

En el mismo libro, en una especie de rbrica que, imitando a Baena, antepone l tambin
a dos composiciones de Gerena que inserta en su particular antologa, insiste Sinz de
Robles (op. cit. p. 421):

'Por sus pecados e gran desaventura, enamorse de una juglara que ava sido
mora, pensando que ella tena mucho tesoro e otros porque era mujer vistosa...; pero
despus fall que non tena nada.' Desesperado, se apart de ella [esta noticia la ofrece
Sinz de Robles por su cuenta y riesgo: lo que Baena dice textualmente es que la cantiga
563 la fizo el dicho Gari Fernndez estando en su hermita erca de J erena CON SU
MUGER] y se retir a una ermita, haciendo vida penitente. Despus, fingiendo irse a
J erusaln, se qued en Mlaga, volvi a unirse con su mujer [de dnde sacara Sinz de
Robles este dato, desconocido incluso por Baena?] y se hizo circuncidar, abrazando el
islamismo. Cometi adulterio con su cuada, de la que tuvo varios hijos. Ya viejo regres a
Castilla (1391), [otro error: Sinz de Robles anticipa su regreso en una dcada], arruinado,
para sufrir las chuflas y desprecios [antes eran respingos lo que ahora son desprecios]
de magnates y poetas. (Desconocemos tambin si la fecha que da de su vuelta a Castilla,
errnea a todas luces, hemos de cargrsela en su debe o al de algn otro autor. Por otro
lado, quiz resulte significativo que, tan preciso como es en detalles inventados, Sinz de
Robles se olvide de decir que al volver a Castilla se reconcili con el cristianismo.)



VALBUENA PRAT, NGEL: Historia de la Literatura Espaola, tomo I, Edad Media, 9
ed. ampliada, G. Gili, Barcelona, 1981, pg. 289.

Un poeta antiguo, que puede interesar como representacin de la anarqua moral
de fines del siglo XIV, es Garci Ferrandes de J erena, cuya obra de influencia trovadoresca
no pasa de mediana. Su figura, en cambio, permite perfilar un caso de rebelda moral entre
instintos bajos y un hondo fracaso sentimental, caracterstico de la poca contradictoria de
esta ltima Edad Media.
Se cas con una juglaresa que haba sido mora segn el malicioso Baena, 'pensando
que ella tena mucho tesoro e otros porque era mujer vistosa... pero fall despus que non
tena nada'. Despus sabemos que el poeta se retir a hacer vida asctica, con su mujer,
viviendo en una ermita.
Tuvo propsitos de ir a J erusaln [Valbuena Prat es tambin de los que hacen caso
omiso de las insinuaciones de Baena. Vase: el historiador cataln habla de que tuvo
propsitos de ir a J erusaln, mientras que el compilador del Cancionero comenta que
poniendo en obra su feo y desaventurado pensamiento, tom su mujer y dysiendo que iba
en romera a J erusaln...], y con este fin embarc con su esposa, pero no pas de Mlaga,
de donde se traslad a Granada.
Ah -cuenta Baena-, 'se torn moro e reneg de la fe de J esucristo e dijo mucho mal
della, e... enamorse de una hermana de su mujer e siguila tanto que la ovo e us con ella.
Qu tipo ms notable de bajas pasiones y propsitos de renovacin espiritual, de
complejos ntimos, que podran tratar de definirse con las teoras de Freud! La poca
ofreca muchos casos semejantes. [Como ya dijimos antes, qu gran estudio
psicoanaltico pudiera haber hecho de l Carlos Castilla del Pino!]



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