Matrimonio
Matrimonio
Matrimonio
Yo pensaba que el genial filósofo casi todo se lo debía a las muchas horas de
biblioteca..., y, como resulta que no es así y que, como el confiesa, ha sido , su
familia la causante de casi todo el borbotón de su filosofía, y, que solo el otro
poquito que falta lo ha puesto él con su esfuerzo, uno no puede por menos que
exclamar la tan típica frase "VIVA LA MADRE QUE TE PARIÓ". Y eso por justicia y
por representar en esa mujer, madre de 9 hijos. los méritos de toda la familia de
Los Llano, que tan bien le enseñó al filósofo Claro, que se podía pensar que tal
reconocimiento a la familia queda muy poco "filosófico" y, desde luego. poco
moderno.
Nadie está obligado a contraer matrimonio, pero una vez contraído, todos están
obligados a cumplir sus leyes. Quien contrae el matrimonio, NO CREA, NO INVENTA el
matrimonio, del mismo modo que el nadador no inventa la naturaleza o las leyes del
agua o de la gravedad. Por consiguiente, no es el matrimonio el que debe plegarse
a su arbitrio, sino SU ARBITRIO AL MATRIMONIO. Lo que debe decidir si un
matrimonio está muerto o no, es la esencia de la cosa, los datos de hecho y no los
deseos de las partes litigantes.
"PERO POR MÁS QUE DIGAN, A CADA UNO LO SUYO Y POR ESO LA FAMILIA NATURAL NO ES NI
DE DERECHAS NI DE IZQUIERDAS... LO MISMO QUE EL DIVORCIO, QUE TAN POCO ES NI DE UN
LADO NI DE OTRO Y NI SIQUIERA ES CENTROREFORMISTA, POR MÁS QUE ESTE VERTEDERO
IDEOLÓGICO AGUANTE TODO LO QUE SE LE ECHE... LA FAMILIA ES SENCILLAMENTE HUMANA Y
TODO LO QUE LE ATAQUE O COMBATA ES INHUMANO...Ó. Perdón, que se me olvidaba: la
cita es de CARLOS MARX.
Publicó estas líneas en LA GACETA RENANA, el 19 de diciembre de 1832.
INTEGRIDAD. Con esta idea que asumo totalmente y que quienes me conocen saben que
comparto totalmente, mi defensa de la familia ha hecho que durante tantos años de
mi estancia en México me haya dedicado muy en serio a defender a la familia, al
matrimonio, a ayudar a la gente a comprender sus sentimientos y a intentar
construir relaciones de amor auténtico, algo sé, sin duda de cómo estructurar una
vida en pareja. Por eso quiero hablar de ello.
Estas palabras quieren dar una esperanza a todos aquellos que creen en el
matrimonio, pero no quiere que sea como un manual con reglas para hacer revivir
simplemente una relación de pareja. Este tipo de métodos y recetas no obtiene
ningún resultado; La gente necesita algo que le haga entender QUIEN ES Y
COMPRENDER AL OTRO EN SU
SE OLVIDAN DE AMARSE.
En estos casos, en general, se piensa en uno mismo, se ven sólo las propias
razones y los errores del otro la atmósfera conyugal se enrarece y se convierte en
lugar de ulteriores enfrentamientos. A menudo, por otra parte, para reducir la
tensión, llegan a conciliarse, pero sólo superficialmente, procurando no tocar o
no analizar los motivos que constituyen la causa desencadenante.
Hay que tener valor y afrontar las cuestiones que siguen abiertas, sin resolver,
tratando de profundizar de reencontrar juntos una solución. Por desgracia, muchas
parejas, tratan de olvidar el problema por miedo a empeorar la situación o
descubrir una verdad incómoda. No quieren ver al otro tal como es. Prefieren
idealizarlo, mantener una imagen de la pareja que no les haga pensar, que no les
ponga el crisis, en discusión. O bien, no quieren verse a sí mismos tal como son.
Una cosa es cierta en todo caso: LA FELICIDAD Y LA SERENIDAD CONYUGAL NUNCA VIENEN
DADAS O REGALADAS, SINO CONSTRUIDAS. Quien cree qué el amor entre dos personas
puede existir sin consciencia o responsabilidad individuales es un iluso.
El amor no puede reducirse a un evento milagroso.
Es una capacidad personal, una cuestión de trabajo PSÍQUICO Y ESPIRITUAL entre
personas.
LA COMUNICACIÓN CONSTRUCTIVA.
Creo que las psicologías femeninas y masculinas son muy diversas entre sí y que
esta profunda diferencia de vivir consigo mismo, con el otro Y con el mundo
circundante es la verdadera razón de la inmensa mayoría de los conflictos
conyugales. .
Vivir juntos, día tras día, con psicologías diversas, agudiza inevitablemente el
SUFRIMIENTO, la INTOLERANCIA, la INCOMUNICABIUDAD, la INCOMPRENSIÓN entre los
cónyuges.
No debe acusar
No debe exigir.
No debe burlarse.
No debe dominar.
No debe guardar rencor.
No debe ser pedante, repetitiva.
No debe ser nunca DESLEAL o FALSA, sino VALEROSA y siempre ACTIVA, capaz de
permitir una conciencia personal por parte de ambos cónyuges,
Una comunicación auténtica, verdadera, sólo puede brotar si los cónyuges recorren
un camino de crecimiento psicológico y espiritual. Difícilmente se comunicarán si
no se aporta el matrimonio como cambio resignación .o conversión de la propia
vida.
No existirá comunicación mientras uno se SIENTA VICTIMA.
No habrá comunicación mientras SE QUIERA HACER SIEMPRE Y SOLO JUSTICIA.
No habrá comunicación mientras se quiere cambiar AL CÓNYUGE SIN REPARAR EN UNO
MISMO. .En las parejas casadas desde hace muchos años es difícil reavivar el
sentido de COMPLICIDAD. Estos cónyuges no se viven como cómplices y sus discursos
se ocupan siempre DE LOS HIJOS O DE LOS NIETOS, NUNCA DE , ELLOS MISMOS. En
general, estos cónyuges se sienten a disgusto cuando se encuentran solos el uno
con el otro mucho tiempo. Es como si no supieran hablar Pero se puede, pero es
necesario que admitan consigo mismos que quieren empezar de nuevo.
Es pues necesario buscar lo QUE UNE, no lo QUE SEPARA. Hay que recordar cuáles
fueron al principio, los elementos, las características del cónyuge que nos
atrajeron, LOS LIBROS QUE SE LEÍAN JUNTOS, LAS PEÚCULAS, LAS CONVERSACIONES, LOS
INTERESES COMPARTIDOS ANTES DE NACER LOS HIJOS, y hacer que vuelvan a convertirse
en un PUENTE DE COMUNICACIÓN INTERPERSONAL. . Obviamente, esto no sirve de casi
nada si ambos no están en un camino de CONSCIENCIA PSICOLÓGICA y ESPIRITUAL.
No hay recetas en tal sentido. Aconsejo SER ESPONTÁNEOS, SER AUTÉNTICOS y DECIR
LA VERDAD DE MODO SENCILLO, LIMPIO. "SIENTAN" su corazón mientras se comunican con
el cónyuge. Creo que es mas que suficiente.
Sean francos, no den vueltas en torno al problema, exprésense de modo honrado,
humilde. TRATEN DE NO HABLAR CONDICIONADOS POR EL OTRO. DIGAN AQUELLO QUE PIENSAN,
CUESTE LO QUE CUESTE. Y después ESPEREN. El otro puede responder o comunicarse de
formas distintas de la palabra CON GESTOS, con LA MÍMICA FACIAL, CON LA POSTURA
DEL CUERPO, CON UNA MIRADA, UNA SONRISA, UN ABRAZO... Acéptenlo TODO con
naturalidad. No se detengan a analizar escrupulosamente las reacciones del otro.
ARRUINARÁN la COMUNICACIÓN !!. Limítense a EXPRESARSE A SI MISMOS.
CUÁNDO COMUNICARSE ?
SIEMPRE !!!. No hay un momento privilegiado para hacerlo. Puede suceder que
durante una conversación difícil, mientras se dicen cosas negativas, se siente
dentro también algo positivo. Bien. NO LO GUABDEN EN SU INTERIOR!!, EXPRÉSENLO!!.
NO hay mejor prueba de afecto o amor que una palabra dulce, una valoración, una
expresión de respeto, mientras se está discutiendo. Es la mejor prueba de que en
la relación existen todavía posibilidades de recuperación.. Si se comparte todo,
los aspectos negativos se disipan cada vez más y entre ambos cónyuges viven un
gran sentido de complicidad, ya no tienen miedo de descubrirse mutuamente, se
sienten por fin y verdaderamente libres. Hay tantas y tantas formas de
comunicare!!!
HAY OUE ESFORZARSE Y CONFIAR EN USTEDES MISMOS Y EN EL OTRO. Bien merece la pena!!
Una de la de las formas de comunicación que siempre es buena cuando los cónyuges
no consiguen expresar sus sentimientos es exponerlos en una carta.
Todo lo que se piensa del otro debe ser reflexionado y dicho después, ADEMÁS DE
COMPARTIDO. Cada vez estoy más convencido de que sI en un matrimonio no se logran
compartir DOLOR, SUFRIMIENTOS DUDAS, DECEPCIONES y PERPLEJIDADES..., tampoco se
pueden compartir el amor la serenidad y la intimidad.
A este propósito en un pacto de lealtad, desaconsejo usar tonos polémicos
violencias o agresividad verbal o de comportamiento. Traten de decir TODO SIEMPRE
pero con calma y paciencia. Su mensaje llegará mejor al otro y servirá mas
adecuadamente a tal fin. Es triste ver algunas parejas decirse la verdad usando
tal agresividad y espíritu polémico, que acaban litigando por sentirse heridos, no
por el contenido de las palabras, sino por el tono usado. (Es decir, las cosas se
tienen que decir con CLARIDAD, pero también con CARIDAD).
No hay que jugar en el matrimonio, las palabras en una relación de amor tienen su
peso, pueden tanto EXALTAR y HERIR, como DESTRUIR.
Procure nunca interrumpir al otro mientras está hablando o desahogándose. Esperen
pacientemente su turno y después con calma digan todo lo que piensan CUESTE LO QUE
CUESTE.
Si no entienden un concepto pidan que se lo repita. Sean humildes en la relación;
en caso contrario corren el peligro de crear un clima de PODER, COMPETICIÓN, de
DESIGUALDAD y, por tanto de INCOMUNICABILIDAD
Deben saber claramente que desean del cónyuge que es lo que el otro a su vez desea
de ustedes; cuales son sus valores y cuales los de su pareja. No crean que aclarar
todo esto reste “poesíaÓ al matrimonio. Al contrario, les dará SEGURIDAD y SENTIDO
DE ESTABILIDAD. Las zonas de sombras, los misterios, las desilusiones, las
idealizaciones, la falta de realismo... déjenlo para la fase del enamoramiento
(por naturaleza fugaz y engañosa, aunque también útil...) pero ¿ahora? No olviden
que están CASADOS – NO CAZADOS – y no se trata de estar enamorados, sino de AMARSE
en plenitud.
Vida en pareja
Una frágil unión que se debe cimentar día a día
Es fácil convenir en que no hay una fórmula que garantiza el éxito de la vida en
pareja. Cada unión se rige por unas reglas, normalmente no explicitadas por sus
miembros pero que sirven para mantener viva (en el mejor de los casos, armónica)
la relación mientras dura. Lo que sigue son sencillas propuestas generales para
fomentar la armonía en la vida de pareja, partiendo siempre de dos puntos de
partida: la igualdad de derechos de sus miembros y la promoción de una dinámica
activa, equilibrada, participativa y sincera en el desarrollo de la relación a lo
largo del tiempo.
Efigenio Amezua, experto sexólogo y teórico de la vida en pareja, define a ésta
como una relación de comunicación que debe organizarse sobre las bases de sentirse
con..., comunicarse con... y compartirse con... Expliquemos estos conceptos.
Sentir la presencia de la otra persona en ese camino que ambos han decidido
compartir, percibir su compañía, su apoyo y su incondicionalidad, lo que no exime
a cada uno de la responsabilidad de andar la parte del camino que le corresponde.
Comunicarse desde el gesto y la palabra, con una verbalidad abierta y positiva, de
quien cree y confía en su interlocutor y con un cuerpo que se expresa desde la
receptividad, la amistad y la caricia. Compartirse no significa sólo intercambiar
cosas, favores o deberes. Compartirse es darse, mostrarse involucrado, ofrecer
abiertamente la vulnerabilidad de cada uno en la seguridad de ser entendido,
aceptado y querido.
Una rutina de equilibrio y consenso
La búsqueda de la armonía de la pareja nos mueve a muchos a intentar identificar
todo aquello que conviene evitar y también lo que debemos hacer cuando surgen los
desencuentros. Comencemos por crear una rutina en la que queden desterrados los
silencios con significados negativos, los enfados soterrados y los rencores
acumulados. En su lugar, hablemos. Pongamos un diálogo constante y la negociación:
el consenso y los acuerdos. Ante la discrepancia de opiniones, la alternancia en
las decisiones es una buena opción: hoy eliges tú la película a ver en el cine,
mañana decido yo a qué restaurante vamos. O cada uno va por su lado, por qué no.
Lo importante es mantener el buen ambiente y evitar los agravios o las
desconsideraciones. No temamos los desencuentros ni las crisis, intentemos
utilizarlos para fortalecer la relación. Unas buenas habilidades de comunicación
nos sacarán de muchos atolladeros. Puestos a desterrar hábitos perniciosos,
empecemos con la culpabilización. Abandonemos esa caza de brujas de quién ha sido
el culpable, y pasemos a considerar global y lúcidamente qué parte de
responsabilidad nos corresponde a cada uno en los hechos. Y a la más mínima duda,
preguntemos.
Ceder el paso a los sobreentendidos, los silencios acusatorios y las suposiciones
genera posos de desconfianza y distanciamiento que envenenan la relación y
resultan difíciles de disipar. Una pregunta, un comentario a tiempo, frena
ansiedades y malestares y permite que fluya la comunicación.
Otra cosa es cuando surgen problemas de gran calado (discrepancias profundas en
temas esenciales, relaciones sentimentales con personas fuera de la pareja,
incompatibilidad de caracteres o costumbres, aburrimiento o cansancio en la
pareja...), que requieren medidas a veces drásticas que no son objeto de esta
reflexión. De todos modos, estas propuestas son también útiles para encarar
situaciones excepcionales o graves que deterioran gravemente la relación.
Vivir en pareja no debería significar una actitud de dar sin límites y no esperar
nada a cambio. Eso es una falacia y genera desequilibrios que, antes o después,
terminan pasando factura. En la pareja, al igual que en toda relación, hay que dar
y recibir. Hoy yo, mañana tú. Vasos comunicantes que se ladean en un sentido u
otro y cuyo fin es mantener la estabilidad. Las desigualdades pueden dar lugar a
situaciones de dominio que a largo plazo generan insatisfacción al menos en una de
las dos partes.
Hemos de conocer al otro
Conviene que nuestra pareja sepa qué nos gusta, qué y cómo lo queremos. Hemos de
mantener informada a nuestra pareja del momento que vivimos, porque no siempre
sentimos, ni queremos, ni vivimos lo mismo: nuestra vida es una sucesión de
etapas, y cada una de ellas tiene sus peculiaridades propias. Somos,
afortunadamente muy distintos, pero también compartimos cosas. A todos nos gusta
que nos respeten, que nos quieran, que cuenten con nuestra opinión, que nos
valoren como personas en toda nuestra dimensión: como trabajadores, como hijos,
como padres, como amantes, como amigos, como interlocutores.
El cuerpo es un gran comunicador y hemos de dejarle expresarse. Si queremos
mantener un diálogo fluido con nuestra pareja, las relaciones corporales (no
exclusivamente las sexuales, sino también las caricias, los besos, los abrazos)
han de ser cotidianas y satisfactorias para ambos. Adaptémoslas a cada momento,
circunstancia y etapa de nuestra vida. Que formen parte de ésta porque ayudan a
garantizar que la calidez, la ilusión y la búsqueda del disfrute forman parte de
nuestro código.
"Se hace camino al andar" decía la canción. La pareja se hace cuando cada día
sentimos que vamos juntos en el mismo camino, comunicándonos desde el cuerpo y la
palabra y compartiéndonos de forma incondicional. Establezcamos nuestro propio
código propio, basado en la comunicación, la confianza, el respeto, la ternura y
el placer.
Vida en pareja: lo que no conviene hacer
· Esperar a que mi pareja adivine lo que quiero y necesito, a que se adelante
a mis deseos antes de formulárselos, a que renuncie a su vida personal y me
coloque en el centro de su existencia, a que sea la procuradora de mi felicidad. ·
Responsabilizarle de mis frustraciones, de que lo que obtengo de mi vida de
pareja no se corresponde con mis expectativas, de los cambios que he tenido que
introducir en mi vida. · Competir por quién es más o menos, mejor o peor,
quién le debe más o menos al otro, quién es esto, aquello o lo otro, quién es el
que más pone para mantener viva la pareja. · Ser infiel al proyecto en común,
pero no entendido exclusivamente como las relaciones sentimentales y/o sexuales
con otra persona sino en su totalidad. Para no perjudicar a nuestra vida en pareja
hemos de mantenernos leales al compromiso adquirido, trabajar día a día para
reavivar ese proyecto común, intentar que esa ilusión inicial, ese amor, crezca;
o, al menos, se mantenga y la vida resulte gratificante para ambos. · Acumular,
sin sacarlos a la luz y sin comentarlos de forma relajada, desaires, desacuerdos,
enfados, reproches, faltas de respeto y desilusiones,. · Dudar de la otra
persona. Las fisuras por falta de confianza suponen el inicio del
resquebrajamiento de la pareja. Es difícil, y muy duro, amar a alguien de quien se
duda. · Permitir o propiciar los silencios ante situaciones que pueden provocar
un desencuentro o bronca. Positivicemos: una circunstancia crítica puede ayudar a
aclararnos, a adoptar compromisos y acuerdos. El silencio es el vacío y en éste
(aunque en principio pueda resultar apacible y llevadero) no hay nada. ·
Renunciar a formular nuestras quejas, necesidades y querencias de una forma
clara, concisa y directa. Hemos de mostrar una clara intención de negociar cambios
concretos y de acordar en firme con plazos determinados, todas las cosas que
planteamos. · La ironía, el sarcasmo, la crítica destructiva, el grito, el
insulto, la ridiculización, la descalificación o el desdén al dirigirnos a la otra
persona. Las formas cuentan, y mucho. La familiaridad no debe convertirse en
ordinariez, falta de respeto o grosería. Hemos de procurar que las discusiones
tengan un cierto protocolo, unos límites que no conviene sobrepasar. Todo puede
decirse con un mínimo de corrección y respeto al otro. Lo cortés no quita lo
valiente. -Culpabilizar al otro de todo cuanto no ha salido como esperábamos. ·
Relegar las relaciones sexuales a un plano secundario. Son imprescindibles
para el mantenimiento del compartir, de la confidencialidad y la ilusión en la
relación de pareja. La carencia de estas relaciones corporales abonan el desánimo
y la apatía en la comunciación de la pareja. La rutina y la inercia que la
acompaña nos puede llevar a un callejón sin salida. ·Gestionar mal las cosas
prácticas. Una vida en común tiene muchos aspectos tangibles, prácticos y
cotidianos sobre los que hay que llegar a acuerdos. Hemos de hacer frente a tareas
domésticas, gastos y otros cometidos familiares. Habrá que hablarlo y ver cómo
vamos a organizar los gastos, la distribución de las tareas domésticas, la crianza
de los hijos o, incluso, las vacaciones. Lo mejor es una negociación continua que
se adapta a cada etapa de la relación. · Creer que sólo existo en cuanto que
miembro de la pareja. La relación es cosa de dos, pero de dos que suman. Por
tanto, empieza por uno mismo y es por ello que me cuido física y anímicamente, me
mimo y hago de mi vida una vida rica en situaciones, experiencias nuevas y
sensaciones; en esa medida, aporto riqueza a esa relación. Cada uno tiene su
propia vida y la pareja es la expresión de dos vidas que se unen para sumar, para
aportar la una a la otra.