Tomassini PDF
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LA POLTICA INTERNACIONAL
EN UN MUNDO
POSTMODERNO
con la colaboracin de
Carlos J. Moneta
Augusto Varas
RIAL
Programa de Estudios Conjuntos sobre las
Relaciones Internacionales de Amrica Latina
GRUPO EDITOR LATINOAMERICANO
Coleccin Estudios internacionales
Coleccin E studios i n t er n a ci o n a l e s
212.295
1? edicin
ISBN 950-694-184-X
Diseo de tapa: Pablo Barragn
1991 by Grupo Editor Latinoamericano S. R. L., Buenos Aires, Argentina.
Queda hecho el depsito que dispone la ley 11.723.
Impreso y hecho en la Argentina. Printed and made in Argentina.
Indice 7
I NDI CE
LA POLITICA INTERNACIONAL EN UN MUNDO POSTMODERNO
Reconocimiento.................................................................................................... 11
Introduccin............................................................................................................ 13
I
LOS MAPAS COGNITI VOS
CAPITULO I.
LA POSTMODERNIDAD COMO REALIDAD Y COMO IDEA
La necesidad de nuevos mapas cognitivos........................................................ 23
El contrapunto modernidad-postmodernidad.................................. 25
El sentido de este debate en Amrica Latina.................................................. 33
CAPITULO II.
LOS SUPUESTOS EPITEMOLOGICOS DEL POSTMODERNISMO
Direcciones centrales del pensamiento postmoderno.................................... 41
Principales antecedentes de este enfoque......................................................... 47
Algunas cuestiones fundamentales.................................................................... 50
CAPITULO III.
UNA CRITICA POSTMODERNISTA AL NEORREALISMO
Qu significa el postmodernismo en los estudios internacionales? 61
La herencia perdida de los maestros clsicos.................................................. 63
Hacia una reestructuracin terica.................................................................... 64
CAPITULO IV.
HACIA UNA VISION POSTESTRUCTURALISTA
DE LAS RELACIONES INT ERNACIONALES
Trascendente las invitaciones del neorrealismo.............................................. 73
8 LA POLITICA INTERNACIONAL EN UN MUNDO POSTMODERNO
Una crtica a su disfraz estructuralista..................................................... 77
La poltica internacional despus del muro............................................. 81
II
LA EXPLORACION DEL TERRITORIO
CAPITULO V.
LA EVOLUCION DE LOS ESPACIOS ECONOMICOS REGIONALES
EN EL CONTEXTO DE LOS CAMBIOS MUNDIALES
Los bloqueos econmicos en el contexto de los cambios mundiales 97
Dinmica de algunos factores relativos a la formacin de bloques
econmicos.................................................... ,...................................... 118
Hacia el ao 2000. El nuevo mapa mundial............................................. 139
CAPITULO VI.
LAS RELACIONES ESTRATEGICAS INTERNACIONALES
DE LA POSTGUERRA FRIA
Consideraciones preliminares................................................................. 153
Nuevas dimensiones estratgicas........................................... 155
Nacin e Internacionalizacin................................................................ 162
Algunas conclusiones.............................................................................. 167
CAPITULO VII.
TRANSFORMACION DE LA ECONOMIA POLITICA INTERNACIONAL
La renovacin del inters en la economa poltica internacional.............. 175
Los ciclos largos en la economa mundial................................................ 177
La economa mundial en transicin............................... 180
Hacia una nueva poltica internacional: aspectos estructurales................ 183
Hacia una nueva poltica internacional: aspectos regionales.................... 188
CAPITULO VIII.
LA TRANSFORMACION DEL CONCEPTO DEL PODER
Consideraciones preliminares................................................................. 203
El conocimiento, nuevo nombre del poder.............................................. 206
Poder y soberana en las relaciones internacionales................................. 211
Indice 9
III
EL USO DE LAS BRUJULAS
CAPITULO IX.
LA TRANSFORMACION DEL ESTADO Y SU ACTUACION INTERNACIONAL
Origen y evolucin del concepto del estado.................................................... 219
Las relaciones entre el estado y la cultura poltica imperante...................... 222
La cultura poltica en el mundo postmoderno................................................ 224
Algunos desafos en relacin con el estado...................................................... 228
El cambiante papel del estado en las relaciones internacionales................ 233
CAPITULO X.
LOS NUEVOS DESAFIOS DE LA POLITICA EXTERIOR
La transformacin del marco externo............................................................... 241
El proceso de formulacin de la poltica exterior........................................... 244
El inters nacional y la agenda internacional.................................................. 248
La operacionalizacin de los intereses nacionales................................... 254
El proceso de adopcin de decisiones............................................................... 259
CAPITULO XI.
LA NECESIDAD DE UNA NUEVA DIPLOMACIA
Algunos antecedentes histricos .............................................................. 269
Hacia una nueva cultura diplomtica............................................................... 273
Diversificacin y especializacin de la diplomacia......................................... 278
CAPITULO XII.
CONSIDERACIONES SOBRE LA ENSEANZA DE LAS RELACIONES
INTERNACIONALES EN AMERICA LATINA
Los orgenes de los estudios internacionales en Amrica Latina................. 287
Principales desafos planteados a la disciplina................................................ 290
Algunas implicaciones en relacin con la docencia........................................ 296
Reconocimientos
Deseo agradecer a Hugo Salinas, Patricia Correa y Ana Mara Tomassini su
aporte a la preparacin de este libro.
Tambin deseo dejar constancia de las mltiples motivaciones e ideas que
he recibido de los miembros del RIAL y que se reflejan de alguna manera en estas
pginas.
Quisiera por ltimo expresar mi admiracin a Gabriel Valds, cuya perso
nalidad y trayectoria son -no un modelo porque l no cree en ellos- sino un espejo
de la amplitud, riqueza y variedad de la realidad contempornea.
Introduccin 13
INTRODUCCION
*En la casa de mi padre hay muchas moradas',
Juan, 14,2
'Hay ms cosas en el cielo y en la tierra,
Horacio, que las que puede concebir tu filosofa',
Hamlet
"Gracias quiero dar al divino
Laberinto de los efectos y las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo'
J. L. Borges
Desde el BID y la CEPAL, el Foro Latinoamericano en los aos setenta y el
RIAL en los ochenta, o desde la actividad acadmica desarrollada en varios pa
ses, durante largos aos me toc observar el acontecer internacional. A travs del
RIAL, en particular, me correspondi promover y seguir muy estrechamente nu
merosas investigaciones sobre temas especficos. En estos casos es fcil tener la
sensacin de que los rboles no dejan ver el bosque. En las ciencias sociales siem
pre es importante tener una visin de conjunto de las cosas, pero ms en tiempos
de transicin o cambio como el que ahora vivimos, pues la ausencia de esa visin,
o una visin errnea, indefectiblemente nos llevarn por un camino equivocado.
Tan larga familiaridad con estudios especializados y con situaciones especficas
me hicieron sentir desde hace tiempo la necesidad de reexaminar los rasgos y ten
dencias que presenta en conjunto el sistema internacional contemporneo, que
influye en la orientacin de esos eventos singulares, y es influido por stos. El his
toriador Leopoldo von Ranke deca que "la investigacin de todo detalle singular
requiere de por s un estudio profundo y penetrante, pero no sufre al vincularse
con lo universal, ya que sin esa visin la investigacin se debilitara, y sin estudios
exactos, la concepcin de lo universal degenerara en una fantasa. Por eso este
informe es ambicioso e, inevitablemente, ser incompleto y fallar en su cometi
do.
Este es adems un libro hbrido, incoherente y eclctico. Aunque forma par
te de la serie de informes anuales del RIAL sobre El Sistema Internacional y
Amrica Latina es al mismo tiempo un libro personal. Es hbrido tambin porque
de personal tiene muy poco, como no slo lo atestiguan los captulos solicitados a
dos amigos y colaboradores, sino tambin la presencia, tal vez menos visible, de
aportes provenientes de muchos otros compaeros de trabajo acadmico. Es inco
14 Luciano Tomassini
herente adems porque constituye una mezcla de preocupaciones intelectuales
con experiencias vividas, sin que yo pretenda ser una autoridad en unas ni otras, y
reconociendo la legitimidad de cada una de ellas y la riqueza de la interaccin en
tre ambas. Tambin lo es porque para elaborarlo utilic materiales preparados en
diversas circunstancias para distintos fines, en parte porque tratndose de una
problemtica tan amplia es casi inevitable hacerlo, y en parte porque cuando pude
evitarlo no lo hice, pues nunca me propuse dar a este trabajo una rigurosa cohe
rencia lgica. Esto ltimo explica las repeticiones contenidas en el texto. Por lti
mo, este trabajo es incoherente porque tambin lo es el punto de vista adoptado a
lo largo del mismo, el postmodernismo, as como lo es la propia realidad interna
cional contempornea cuando se la examina a travs de dicho prisma. Estas consi
deraciones constituyen una explicacin, no una defensa, pues creo que la renuncia
a imponer un relato lgico a la sociedad y a la historia, y el reconocimiento de su
fragmentacin y permanente cambio, es la tendencia central del sistema interna
cional en la era postmodema.
El informe anual del RIAL ha procurado a lo largo de una dcada presentar
una visin, elaborada desde una perspectiva latinoamericana, acerca de las princi
pales tendencias del sistema internacional y de cmo ellas afectan a los pases de
esta parte del mundo. Desde un comienzo el RIAL decidi no elaborar informes
encuadrados dentro de un espectro temtico uniforme cada ao, en que junto a la
evolucin de la poltica internacional en los principales bloques de poder o regio
nes geogrficas del mundo se analizaran sectorialmente los acontecimientos pol
ticos, estratgicos, econmicos o financieros del perodo. Se intent, en cambio,
escoger cada ao un tema relativamente monogrfico que, por su actualidad, rele
vancia y ramificaciones, ofreciera un punto de observacin para identificar las
tendencias del sistema internacional en cada perodo. Hace tres aos el RIAL de
cidi modificar ligeramente este enfoque, elaborando informes anuales no nece
sariamente recurrentes pero tal vez ms panormicos. El informe que ahora pre
sento pretende completar un ciclo concebido desde esta perspectiva. En 1989
Carlos Portales coordin un estudio sobre la transformacin de los principales
bloques de poder en un mundo en transicin. El ao siguiente, Roberto Russell
organiz un informe que pretenda subrayar los principales temas incluidos en la
agenda internacional contempornea. Debido a la importancia y al dinamismo de
los cambios que han tenido lugar en la agenda internacional y en los actores que
intervienen en ella, su impacto sobre la estructura misma del sistema internacio
nal tambin ha sido muy profundo. Podra pensarse que los efectos de ese impac
to no han sido puramente cuantitativos, ni se han circunscrito a la proliferacin
de temas y de agentes, ni al consiguiente aumento de la intensidad de las relacio
nes internacionales, sino que han tenido una significacin cualitativa. Lo que est
cambiando es la naturaleza misma del sistema internacional que conocimos a lo
largo de la edad moderna.
Introduccin 15
El perodo en comparacin con el cual se postula este cambio est estrecha
mente relacionado con la profundidad del mismo. Aqu se sugiere que lo que est
cambiando es el sistema internacional que naci con los tiempos modernos y se
consolid a lo largo de su accidentada trayectoria. Es posible percibir ms de un
punto de inflexin durante ese perodo. Hay diferencias entre la poca marcada
por la aparicin de las ciudades-estado del norte de Italia y, posteriormente, de
los primeros estados nacionales en el resto de Europa, y el perodo dominado por
la expansin y ulterior fracaso de la idea imperial de Carlos V, iniciado en el siglo
XVI y cancelado por la Paz de Westfalia y el Tratado de los Pirineos de 1648 y
1659, respectivamente. Tambin hay diferencias entre esta experiencia y la poca
del concierto europeo que, con distintos ejecutantes, se desarroll en Europa en
tre los siglos XVII y XVIII conforme se alternaban en el llamado balance del po
der las principales potencias que dominaron ese continente despus de la amena
za del imperio Hasburgo: los Pases Bajos, Suecia, Francia y Gran Bretaa y,
posteriormente, Austria, Prusia y Rusia. El concierto europeo finaliza o se apaga
frente al estruendo de las fbricas y de los caones de la Europa industrial y mili
tarizada que surge despus de las guerras napolenicas. En la segunda mitad del
siglo XX el viejo concepto del balance del poder adquiere an otro significado
con la guerra fra. Pero a lo largo de la Edad Moderna y de los perodos seala
dos, las relaciones internacionales se basaron en unos principios que no slo se
mantuvieron a lo largo del tiempo sino que se reafirmaron y cristalizaron a travs
de su paso por esas distintas experiencias. Estos principios se conjugan en una vi
sin del sistema internacional considerado como un conjunto de relaciones inte
restatales, del estado como protagonista exclusivo de esas relaciones, de la anar
qua como estado normal de las mismas debido a la ausencia de una autoridad
mundial, de la seguridad como objetivo fundamental y casi excluyente del estado,
del poder y de la acumulacin de recursos militares como los instrumentos privi
legiados para garantizar seguridad, de la mantencin del balance del poder como
la funcin central de las relaciones internacionales, de la poltica exterior como el
producto exclusivo de cada estado soberano, y del estado como un agente racional
y unitario en la formulacin de esas polticas.
Ms importante an que la notable persistencia que estos principios tuvie
ron en la evolucin de las relaciones internacionales de la Edad Moderna, y que la
forma en que ellos se volvieron cada vez ms absolutos y ms rgidos, es la canti
dad de intereses, actores, vinculaciones, posibilidades y opciones que fueron des
cartados de la visin tradicional de las relaciones internacionales debido a su ca
rcter racionalista y autocontenido. Una visin postmoderna de las mismas
tiende, en primer lugar, a desestructurar muchos de los conceptos que sirvieron
de base en ei pasado, con el objeto de sacarlos del marco rgido, racional y para
digmtico en que fueron acuados, y de confrontarlos con el juicio de la realidad y
de la historia. En segundo lugar, a legitimar y abrir algn espacio para las reali
16 Luciano Tomassini
dades excluidas de la visin clsica de las relaciones internacionales, sobre la base
de que no es una teora ni un modelo sino la historia y la realidad la fuente de
ellas. Y, por ltimo, a proponer mapas cognitivos que permitan superar las for
mas canonizadas de representacin acuadas por el discurso' logocntrico de la
modernidad y mirar la realidad internacional contempornea sin emplear esos
lentes epistemolgicos.
Este ejercicio permite descubrir que esa realidad est integrada por factores
polticos, militares, econmicos, tecnolgicos, sociales, culturales, tnicos, religio
sos e incluso humanitarios, as como por elementos subjetivos, que actan en for
ma estrechamente entrelazada. Permite percibir tambin que no slo est confi
gurada por los tipos ideales, las ideologas y las instituciones consagradas en que
durante largo tiempo concentraron su atencin los analistas, sino tambin por
una cantidad de elementos singulares, fragmentarios, transitorios, fortuitos e in
cluso marginales que emergen en cada momento, y que interactan entre s para
configurar situaciones ms amplias y otorgarles, sumados, algn significado. La
principal consecuencia de este procedimiento consiste, a nuestro juicio, en poder
escapar a la homogeneidad impuesta por los conceptos y paradigmas admitidos,
aceptar el cambio y la diferencia, y reconocer la coexistencia de lo uno y de lo
mltiple.*
Todo esto puede parecer -y ciertamente es- altamente terico. Pero hay dos
justificaciones para ello.
La primera se refiere a que, si no fueran necesarios nuevos mapas cogniti
vos, la sabidura convencional en materia de relaciones internacionales, y los ana
listas o gobernantes inspirados en ella, no podran haberse equivocado tanto en
cuestiones tan importantes durante tanto tiempo. Cmo es posible que los alia
dos no previeran o simplemente restaran importancia a la emergencia de un con
flicto entre ellos, a la construccin del muro de Berln, y al estallido de la guerra
fra en la postguerra? Cmo es que los Estados Unidos, despus de la guerra de
Corea, pudo inventar la teora del domin y prepararse desaprensivamente para
intervenir en todos los teatros blicos del mundo hasta que en Vietnam fue humi
llantemente detenido? Cmo es que la amenaza americana a las renacientes eco
nomas europeas, para no hablar de la inexistente economa japonesa, se transfor
m sin vaticinios previos en la amenaza del Japn y de una Europa unida a unos
Estados Unidos cada vez ms deficitarios y endeudados? Cmo fue que la venta
ja tecnolgica e industrial indiscutida de los Estados Unidos despus de la segun
da guerra se anquilos y perdi la batalla por la innovacin, la productividad, la
Pasquale Ferrara, L tino Plurale: Identit e Differenza nei Mutamento Intemazionale, Roma, Cit
t Nuova, 1990.
Introduccin 17
competitividad y las exportaciones frente a sus principales socios? Cmo fue que
a partir de fines de los aos sesenta y principios de los setenta las sociedades in
dustriales slidamente establecidas durante los ltimos cien aos se transforma
ron en sociedades post-industriales basadas en actores, sectores, tecnologas y for
mas de vida completamente nuevas? Cmo es que, ms recientemente, la
inteligencia americana no pudo prever el aumento de los precios del petrleo, la
cada de Somoza y del Sha de Irn, la captura de rehenes estadounidenses por el
Ayatolah, la invasin de Afganistn, el derrumbe del imperio sovitico, el golpe
que pretendi retrotraer esa revolucin, ni su ulterior fracaso? La respuesta es
que los conceptos en que se bas el anlisis de la poltica internacional en el pasa
do, que fueron reseados ms arriba, no servan para comprender los factores
econmicos, sociales, tnicos, religiosos, locales y humanos que se encuentran de
trs de la mayora de los eventos anteriormente mencionados.
La segunda razn es la de que para captar y comprender cualquier cambio
radical en la realidad histrica, social e internacional es necesario revisar los ins
trumentos cognitivos, las categoras epistemolgicas, a la luz de las cuales esos fe
nmenos han sido entendidos en el pasado. De all el nfasis de este libro en los
aspectos epistemolgicos que intervienen en el estudio de las relaciones interna
cionales. De all tambin su preferencia por la interpretacin del significado y las
tendencias de un flujo dinmico de acontecimientos frente a la aplicacin unidi
reccional de determinadas ideas arquetpicas o formas de conocimiento sedimen
tadas por el tiempo para clasificar desde un punto de vista intelectual y reproducir
polticamente una realidad a la cual estamos acostumbrados y en la que tenemos
intereses creados.
La estructura internacional y el mundo en general se han transformado. Las
categoras de anlisis o la epistemologa de la modernidad madura -o esclertica-
nos imponen ciertos arquetipos que nos impiden ver las nuevas realidades por lo
que necesitamos nuevos mapas cognitivos. Premunidos de ellos, aunque sea con
la generalidad e imprecisin con que los cartgrafos de la era de los descubri
mientos trazaron los contornos del nuevo mundo o del planeta, podramos explo
rar el territorio en que se desenvuelve el acontecer internacional contemporneo.
Para hacerlo tendremos que emplear las viejas brjulas, compases y astrolabios de
acuerdo con la sensibilidad y las informaciones que nos proporcionen esos nuevos
mapas. Las tres partes en que se divide este informe responden a ese itinerario.
La hiptesis que atraviesa todas las partes de este informe es que el sistema
internacional estructurado, claro y arquetpico que se habra consolidado durante
los ltimos siglos de acuerdo con la escuela clsica se estara disolviendo y, en su
lugar, se abrira paso un mundo ms fragmentado, imprevisible y fluido; n que
todo lo que sucede es vlido, y no slo aquellos fenmenos que respondan a un
18 Luciano Tomassini
tipo ideal previamente establecido. Yendo ms all de la realidad y de su posible
evolucin, para penetrar en los dominios del prisma epistemolgico desde el cual
sta es comprendida (o incluso construida), este libro plantea la necesidad de di
sear nuevos mapas cognitivos que nos permitan ver, comprender y tambin legi
timar estas nuevas realidades. El autor identifica esas realidades con las que confi
guran el mundo moderno, y los mapas cognitivos necesarios para comprenderlas,
con la epistemologa post-estructuralista. La primera parte del libro se concentra
en estos temas. La segunda, en algunos procesos de cambio que, a nivel muy gene
ral, ilustran en forma pertinente y relativamente equilibrada el sentido de la tran
sicin que postulamos: los acomodos que se estn produciendo entre los principa
les bloques de poder, la transformacin de las relaciones estratgicas
internacionales, la profunda mutacin de la economa mundial, y la transforma
cin del concepto mismo del poder. La tercera parte a analiza algunos de los ins
trumentos mediante los cuales actan los distintos agentes del proceso internacio
nal, instrumentos que incluyen el estado, la poltica exterior, la diplomacia y la
enseanza misma de las relaciones internacionales. Se procura iluminar as, aun
que de un modo incoherente e incompleto, el sentido del trnsito desde el orden
internacional que prevaleci durante los ltimos siglos hasta el que emerge con el
mundo postmoderno, tanto en el plano terico como en el de algunas ilustracio
nes prcticas. El captulo V fue preparado por Carlos J. Moneta, y VI, por Augus
to Varas.
En forma caractersticamente postmoderna, esta reflexin fue iniciada en la
poca del derrumbe del Muro de Berln, y mis primeras notas al respecto fueron
publicadas bajo el ttulo "La Poltica Internacional despus del Muro" en Estudios
Internacionales No.91, correspondiente a julio-septiembre de 1989. Tras una lar
ga interrupcin estas reflexiones fueron retomadas en Washington mientras se
produca el golpe que pretendi revertir las reformas en la Unin Sovitica y que
fracas posteriormente para abrir paso a la consolidacin y profundizacin de ese
proceso. Contrariamente a la pretensin de Fukijama, hecha a partir de una
arriesgada lectura del hermtico Kojeve, de que la historia habra terminado co
mo consecuencia del fin de las ideologas y el conflicto, y del triunfo indiscutido
del liberalismo, el postmodernismo rechaza que el conflicto de poderes sea el mo
tor exclusivo de dicho proceso, y proclama por el contrario que "todo es historia",
que para comprender un fenmeno es necesario remontarse a su genealoga, y
que la historia nunca cesa de producir y legitimar mltiples experiencias singula
res, cuyo flujo y sentido construyen, dan significado y alteran el conjunto.*
Ver A. Kojebe, La Dialctica del Amo y del Esclavo, Buenos Aires, La Plyade, 1971.
LOS MAPAS COGNITIVOS
CAPITULO I
LA POSTMODERNIDAD
COMO REALIDAD Y COMO IDEA
La postmodemidad como realidad y como idea 23
La necesidad de nuevos mapas cognitivos
En un artculo periodstico preparado en respuesta a otras publicaciones so
bre el tema yo sostena que lo que necesitbamos para comprender la ltima par
te del siglo XX es un nuevo mapa cognitivo e incluso un nuevo mtodo para dibu
jarlo.1
En el estudio de las relaciones internacionales la reflexin terica tiende a
ser estimada redundante, pues todo analista que se considera bien formado cree
tener claras las premisas que guan la investigacin emprica, o bien simplemente
irrelevante pues en definitiva el conocimiento de la realidad internacional depen
dera slo de esta ltima. El hecho de que cuando este tipo de reflexin se da, sue
la ser controversial, es otro motivo para no incurrir en ella. Esas motivaciones son
errneas pues tales premisas no siempre son claras o, lo que es peor, pueden estar
equivocadas y, por lo tanto, distorsionar la visin del observador. El papel de di
cha reflexin consiste en cuestionar y clarificar esas premisas, lo cual da lugar por
definicin al surgimiento de distintas perspectivas tericas, por lo que en este
campo el temor a la controversia es improcedente. El avance del conocimiento o
de la ciencia no depende de la mera acumulacin de hechos, sino de una interpre
tacin adecuada de los mismos, y sta a su vez depende de la eleccin de una pers
pectiva epistemolgica correcta. Dada la inextricable relacin que en los asuntos
vinculados con el comportamiento humano se da entre la subjetividad del analista
y la realidad objetiva que ste observa, esas perspectivas dependen fuertemente de
las circunstancias culturales e histricas desde las cuales el observador interpreta
la realidad que lo rodea, por lo que la formulacin de las mismas y la eleccin de
una de ellas es generalmente materia de competencia o controversia. Este ensayo
pretende, precisamente, controvertir la corriente neorrealista considerada como
la escuela predominante en el estudio de las relaciones internacionales.2
Lord Keynes deca que detrs de todo hombre prctico hay un pensador di
funto. Mario Bunge notaba que "aquellos que tratan de ignorar la filosofa slo
han logrado volver a inventarla.3 Otros autores consideran que este tipo de refle
xin "es demasiado importante para darlo por garantizado y forma parte demasia
do estrecha de nuestros proyectos de investigacin para dejar que slo los filso
fos se ocupen de ella".4 En la introduccin al libro anteriormente mencionado, yo
mismo sealaba que teora y prctica "son inseparables: la primera no es sino una
forma racional de comprender y orientar la accin", la cual a su vez necesita ser
dirigida por la teora. Ms adelante agregaba que, por constituir una disciplina
nueva dentro del campo de las ciencias sociales, los estudios interna dnales se
han visto con frecuencia afectados por "la ausencia de teora, esto es, de una vi
24 Luciano Tomassini
sin lo suficientemente general acerca de la estructura de los fenmenos que com
prende la poltica internacional como para poder analizar sus diversas concatena
ciones, aunque para ello fuere necesario echar mano de distintas perspectivas". Y
otro autor declara que los especialistas en relaciones internacionales "demuestran
cierto orgullo frente a su inmunidad a las reflexiones tericas y filosficas".5
Sostenemos que en el perodo ms reciente el anlisis de las relaciones in
ternacionales ha estado enmarcado dentro de una camisa de fuerza terica con
feccionada con diferentes materiales, cuyo comn denominador radica en una co
rriente neorrealista definida en trminos ms o menos vagos, pero dotada de con
tornos, restricciones y nfasis bastante definidos. Que esa corriente no ha sido ca
paz de incorporar los cuestionamientos e ideas aportados a las ciencias sociales -
ya con algn retraso en comparacin con otros mbitos de la cultura contempor
nea- por las perspectivas epistemolgicas postmodernistas y post-estructuralistas.
Que la corriente neorrealista incluso revela una lectura reduccionista y rgida del
realismo clsico, que pretende prolongar, basada en un reforzamiento antihistri
co de la "jaula de hierro" racionalista a que condujo una de las vertientes de la
modernidad segn Max Weber. Y que esta camisa de fuerza terica ha hecho cada
vez ms difcil captar la cambiante realidad internacional contempornea, que ha
producido esquemas interpretativos cada vez ms desfasados de la experiencia
histrica,que por eso no ha sido capaz de anticipar los principales acontecimien
tos actuales, y que para volver a capturarla ser necesario cuestionar o descons
truir las premisas en que se basa ese modelo.
Sin embargo, poniendo una nota de optimismo, sostenemos tambin que
ese cuestionamiento se ha iniciado y que incluso est implcito en varias de las
vertientes que integran la corriente neorrealista, particularmente a travs de lo
que se ha dado en llamar "el tercer debate". Se refiere esta expresin al hecho de
que al debate explcitamente poltico entre realistas e idealistas despus de la pri
mera guerra mundial, y a la enconada controversia acadmica entre tradicionalis-
tas y cientficos despus de la segunda, a partir de los aos setenta se inici un ter
cer debate entre los continuadores del realismo tradicionalista y los que trataban
de reflejar en sus anlisis el surgimiento de un sistema internacional ms comple
jo, fluido, interdependiente, transnacional y pluralista.
Para cuestionar seriamente el monismo estado-cntrico que inspir durante
los ltimos decenios la visin del sistema internacional como consecuencia del
exagerado racionalismo en que cayeron los continuadores de la escuela clsica, y
sobre todo para proponer alternativas tericas que hicieran posible una compren
sin ms adecuada de la actual realidad internacional contempornea, las distin
La postmodemidad como realidad y como idea 25
tas posiciones vagamente agrupadas dentro de la corriente neorrealista hubieran
debido poseer una mayor claridad y coherencia epistemolgica. Por carecer de
ella, el neorrealismo combina en forma contradictoria percepciones que tratan de
dar cuenta de la amplitud y complejidad de los factores no tradicionales que ac
tualmente intervienen en el escenario internacional, con la tradicional deferencia
frente a los poderes establecidos, al Estado como nico actor en la vida interna
cional y a la necesidad de que uno de ellos ejerza un rol hegemnico como condi
cin necesaria para la estabilidad del sistema; apela a la autoridad de los grandes
analistas clsicos de quienes dice ser heredero; y se esfuerza por vestir el pensa
miento de esas figuras con un ropaje a la moda de corte cientfico y estructuralis-
ta, sin comprender ni aplicar todas las implicaciones de este enfoque epistemol
gico, y limitndose a exagerar su reduccionismo racionalista y antihistrico. Por
eso este ensayo se centra en el compromiso epistemolgico, heterogneo y opor
tunista, insuficientemente explicitado por la corriente neorrealista, para enjui
ciarlo a la luz de los enfoques postmodernistas, post-estructuralistas y pluralistas
que han ganado tanta influencia en la cultura actual, estn modificando las bases
cientficas del conocimiento, y comienzan a hacerse presente en otros campos de
las ciencias sociales.6
Considerando que la inscripcin de Amrica Latina en el mundo moderno
occidental a travs de la cultura hispnica fue por definicin marginal, incompleta
y eclctica, y que tuvo lugar dentro de un cuadro muy marcado de diferenciacin
geogrfica y mestizaje cultural, el cuestionamiento de esa visin racionalista y es
quemtica para apreciar su entorno internacional resulta dentro de la regin par
ticularmente necesario, como se ver ms adelante.
El contrapunto moderaidad-postmodernidad
El contrapunto entre el discurso de la modernidad y de la postmodernidad,
fruto del encuentro entre el curso adoptado a partir de la ilustracin por la prime
ra de las corrientes mencionadas con una reaccin o contracorriente cultural mar
cadamente crtica, constituye el marco dentro del cual se inscriben -y es posible
identificar y hacer explcitas- las premisas que inspiran la visin clsica, y ms an
la neorrealista, en el campo de los estudios internacionales. Proporciona tambin
la perspectiva desde la cual se pueden definir las posiciones epistemolgicas a tra
vs de las cuales sera posible desconstruir y modificar esas premisas para acceder
a una visin ms amplia, menos racionalista y ms histrica del acontecer interna
cional contemporneo. Sin embargo, describir este contrapunto, clarificarlo y re
ducirlo a sus coordenadas esenciales es ruy difcil, debido al carcter complejo y
26 Luciano Tomassini
multifactico de las corrientes en conflicto y al estado de fluidez que ste presen
ta. Con todo, aunque tal clasificacin desbordara los objetivos de este ensayo, es
necesaria una aproximacin al tema para comprender las premisas, confusiones y
alternativas que hoy es necesario considerar para hacer teora de las relaciones in
ternacionales.
Las dificultades mencionadas se deben a mltiples factores. Desde luego es
discutible el origen, el contenido y la direccin de la modernidad como proceso
histrico, pudiendo buscarse estos elementos alternativamente en los comienzos
del mundo moderno a partir del renacimiento y la reforma, en la forma que este
mundo adopta con la ilustracin y su tormentosa trayectoria, o en la posterior
consolidacin de la sociedades industriales, tecnolgicas y burocrticas que sur
gen en la segunda mitad del siglo XIX, no sin que cada opcin implique diferen
cias en cuanto al contenido mismo del concepto. Desde este punto de vista inclu
so se podra distinguir entre la modernidad considerada como un concepto apto
para caracterizar los valores que han inspirado al mundo moderno desde el rena
cimiento por contraposicin con el mundo medieval; el modernismo entendido
como el ethos o programa esttico, filosfico y cultural que predomin en los gru
pos de vanguardia a partir de la segunda mitad del siglo pasado, y el concepto de
modernizacin concebido como un proyecto de transformacin social basado en
la transferencia o profundizacin del modelo de las sociedades industriales avan
zadas que domin el desarrollo de las ciencias sociales, las estrategias polticas y
las experiencias econmicas a partir de la segunda postguerra.7 A esto se agregan
las confusiones creadas por el espejismo de una querella entre antiguos y moder
nos reiterada en el tiempo, no slo cuando adquiri notoriedad literaria en el si
glo XVII, sino desde que el cristianismo propag la novedad del Evangelio a tra
vs del mundo antiguo hasta cuando los jvenes representantes de la contracultu
ra se levantaron contra las autoridades intelectuales y polticas de su tiempo en
los aos sesenta.8 Naturalmente la forma que adopte la reaccin postmodernista
depender de la idea de la modernidad con que se enfrente y de la etapa escogida
como reflejo de esa idea.
A este respecto, para buscar un hilo conductor dentro de esta confusa tra
yectoria, sugiero que la modernidad inaugurada por el renacimiento constituye, a
la vez, el impulso y el molde dentro del cual se inscriben las distintas etapas ante
riormente sealadas, caracterizadas por la diversidad de sus circunstancias histri
cas y por los nfasis adoptados por cada una de las respuestas respectivas, y que el
proyecto iluminista representa un quiebre en esa trayectoria, en desmedro de la
amplia gama de posibilidades abiertas para la realizacin del individuo o la perso
na que contena la propuesta inicial renacentista. Una obra muy sugerente en este
La post modernidad como realidad y como idea 27
aspecto, refirindose al trnsito del mundo medieval hacia la edad moderna, dice
que "en ltima instancia siempre existir una lnea divisoria decisiva: la desempe
ada por la crtica de la razn frente a un mundo de autoridades admitidas". Lo
que pas con la idea de la modernidad en la trayectoria sealada es que a partir de
algn punto del camino la razn -el sujeto pensante convertido en autor soberano
de la historia- termin construyendo una jaula de hierro destinada a aprisionar a
la sociedad y al individuo, y relegando a un segundo plano los peligrosos impulsos
brotados de la crtica, la diversidad y el cambio inseparable de la historia.9
Si las visiones de la modernidad siguen una cadencia histrica, cambian con
el tiempo o incluso son objetivamente divergentes, mayores son las divergencias,
o simplemente incoherencias, observables en el seno de la reaccin postmo
dernista, dependiendo en parte de la visin acerca de la modernidad a que cada
una se refiere y en parte mayor del punto de partida, las preferencias valricas, la
perspectiva ideolgica o el campo de especializacin de cada crtico.
Desde luego se observa una amplia gama de posiciones con respecto al des
tino, agotamiento o reemplazo de la modernidad por otra forma de sensibilidad
histrica dependiendo, no de la orientacin ideolgica, sino simplemente de la
claridad, el diapasn o la intensidad con que cada crtico se plantee frente a ese
fenmeno. Como suele ocurrir en todo proceso de transicin cultural, valorativo
o ideolgico, la cuestin de la "intensidad" es decisiva. Podra pensarse que si Lu-
tero logr dividir la iglesia catlica en el siglo XVI no fue porque su crtica tuvie
ra mayor autoridad teolgica o racional que los mltiples movimientos heterodo
xos que agitaron la cristiandad desde sus orgenes, y muy particularmente al final
de la Edad Media, sino debido a la intensidad que puso en ella. Desde este punto
de vista las corrientes crticas de la modernidad oscilan entre dos extremos: las
que se sitan en el interior de ese proceso y ven en la crisis actual un punto de in-
fleccin o cambio que no representa su definitivo agotamiento, sino que es parte
de su propia dinmica, y las que proclaman el fin de la modernidad, de su proyec
to, sus paradigmas y sus expresiones vitales, en el pensamiento, la ciencia, la orga
nizacin social, la poltica, el arte y la vida cotidiana. Como se sealaba, entre es
tos dos extremos hay una amplia gama de actitudes, cuya unidad podra basarse en
la hiptesis de que la postmodernidad slo es posible a partir del impulso original
de la modernidad, ya sea una prolongacin o un quiebre de esta ltima. Ese im
pulso radica en el deseo y la capacidad de la sociedad y del sujeto de pensarse a s
mismos, y por lo tanto de forjarse una y otra vez de nuevo de conformidad con ese
pensamiento, en la tendencia de la humanidad postulada por Hegel a profundizar
la conciencia de s misma en la historia. Y el reemplazo de esa racionalidad creati
va, libertaria y diversa por la jaula de hierro construida por el pensamiento ilus
28 Luciano Tomassini
trado y por la sociedad industrial habra provocado el quiebre frente al cual se
plantea esta extremada gama de interpretaciones.10
Haciendo un esfuerzo de simplificacin heroico, de aquellos que se requie
ren precisamente en casos de confusin extrema, podra decirse que el comn de
nominador fundamental del postmodernismo es un proceso a la razn, cuya libe
racin frente a un mundo de autoridades constituidas se inici con la modernidad,
y cuya pretensin totalitaria desvirtu la potencialidad liberadora de esa idea dan
do lugar a la regimentacin, la uniformidad y la deshumanizacin de las socieda
des industriales avanzadas.11 Una razn cuya exacerbacin se inici con la ilustra
cin y se encarn en las sociedades a que ese proceso dio lugar, ya sea a travs de
sus tendencias centrales hacia la creacin de un orden tecno-industrial disciplina
rio o de las utopas revolucionarias que ste gener como respuesta, con su base
comn universalista, uniformadora y burocrtica que tan clarividentemente vis
lumbr Max Weber, por una parte, y el Marx maduro y sus continuadores por la
otra.
Si hay un rasgo central en las distintas versiones de la reaccin postmo
dernista es el rechazo al discurso logocntrico, al papel central de la razn y del
sujeto pensante como autores soberanos de la historia, a la capacidad de los gran
des paradigmas, ideologas o relatos para moldear o explicar en un sentido unidi
reccional ese proceso, y a la nocin de que el lugar del hombre es la razn y no la
historia. Aunque en esta etapa germinal esas reacciones contienen ms crticas
que proposiciones, sobre todo en el plano intelectual (ya que en cambio la reali
dad social contempornea est fuertemente impregnada de manifestaciones post-
modernas extremadamente llamativas), es posible correr el riesgo de esbozar la
direccin hacia la cual apuntan en lo esencial dichas reacciones. A partir de los re
chazos anteriormente mencionados, todas ellas subrayan la historicidad de los
asuntos sociales; buscan un mejor equilibrio entre la idea y la experiencia, entre la
razn y la prctica; privilegian la diferenciacin sobre la uniformidad del raciona
lismo moderno. Todas ellas procuran trascender el triple sometimiento de la rea
lidad a su representacin, de la vida a un modelo, de la sociedad a las instituciones
burocrticas. Todas ellas tratan de percibir lo general, lo permanente y necesario
de las cosas a travs de lo particular, lo transitorio y lo fortuito. Esto indicara que
la postmodernidad intenta recuperar los impulsos originales del movimiento mo
dernista, una de las interpretaciones que en este ensayo se propondr entre las
ms probables, oponindose a la hegemona de los grandes proyectos sociales ra
cionalistas, regimentadores y homogneos, y a los epgonos autoritarios o anar
quistas de la ilustracin, con su subordinacin del sujeto al pensamiento, la diso
lucin del mismo en una ideologa o un relato, y el desplazamiento del individuo
La postmodemidad como realidad y como idea 29
como autor libre y creativo de la historia en favor de una visin de la misma como
un proceso unilineal y programado mediante un proyecto del cual el sujeto es el
privilegiado pero inescapable ejecutor.
Este proceso a la razn no implica necesariamente descartarla sino tan slo
rechazar sus formas ms dogmticas. Umberto Eco distingue cinco acepciones a
este respecto. Conforme a una de ellas consistira en la facultad de conocer lo ab
soluto, la esencia de las cosas, por medio de una especie de visin directa. Segn
otra constituira un conjunto de categoras universales e innatas que preceden y
orientan la capacidad de abstraccin del hombre y, por lo tanto, moldean su cono
cimiento de la realidad o la construyen. Segn una tercera la razn sera la facul
tad de juzgar el bien y el mal. Mientras que estas tres acepciones han perdido toda
aceptacin en el siglo XX, hay una cuarta que es la que est realmente en crisis,
segn la cual la razn representara la forma natural de conocimiento del hombre
por contraposicin con el conocimiento no discursivo, como el que proviene de la
experiencia subjetiva, la intuicin o la fe, y que se caracteriza por ser universal o
unvoco. De all una quinta definicin de alcance crtico, segn la cual la raciona
lidad se ejercita por el simple hecho de expresar proposiciones sobre el mundo
comunicables a otros, en donde lo importante no es que sean verdaderas sino que
intenten dar interpretaciones de la realidad sobre las cuales se pueda actuar y sus
ceptibles de ser comprendidas por los otros. Esta visin implica que "no sea nece
sario que cuando hablamos debamos decir siempre una misma cosa y que existan
tambin discursos que quieren decir ms de una cosa a un tiempo, contradictorias
entre s.12 Esta ltima acepcin abre la posibilidad de ejercer la razn en forma
abierta y de acceder a una visin pluralista de la realidad como la que caracteriz
la modernidad en sus orgenes.
De esta manera el postmodernismo aparece, por una parte, como una reac
cin contra la forma que adopt predominantemente el desarrollo de la moderni
dad a partir de la ilustracin y que alcanz su madurez en el mundo racional, bu
rocrtico e industrial surgido a fines del siglo XIX y, por la otra, como un intento
por rescatar las fuentes que originalmente inspiraron la modernidad frente al pro
yecto modernizador anteriormente sealado. Esa ambivalencia inicial explica mu
chas de las ambigedades con que uno tropieza en el pensamiento postmoderno.
En efecto, la modernidad comenz como un movimiento de liberacin frente al
orden establecido, de crtica frente a las autoridades admitidas y de reivindicacin
de la capacidad creadora del hombre en todas las esferas, pero termin convir
tindose en una especie de jaula de hierro colectiva creada por el discurso logo-
cntrico en que se fueron encerrando los herederos del pensamiento ilustrado. La
percepcin de que los tiempos modernos se iniciaron con la separacin entre lo
30 Luciano Tomassini
pblico y lo privado, por contraste con la indiferenciacin entre esas dos esferas,
la falta de individualidad y el peso de los estamentos colectivos, la promiscuidad y
el anonimato atemperados por la jerarqua feudal en que vivi el hombre medioe
val, explica mucho acerca de la contradictoria evolucin de la modernidad que
acabo de esbozar, de su descubrimiento y acentuacin inicial de lo privado, y de su
sometimiento final a una racionalidad pblica, colectiva y burocrtica. El proble
ma "est en saber cmo se pasa de un tipo de sociabilidad en la que lo privado y lo
pblico se confunden, a una sociabilidad en que lo privado se separa de lo pbli
co" e incluso posteriormente lo absorbe o lo somete, y en que luego ocurre nueva
mente lo contrario.13 Veamos primero cmo se manifiesta la reaccin contra esta
ltima tendencia en la realidad contempornea y luego cmo se expresa en las
ideas.
La reaccin se inicia como un rechazo a la sociedad ideolgica, uniformiza-
dora, dirigista y tecnocrtica, y como su fragmentacin a travs de un proceso de
personalizacin en que predominan la expresin individual, la libertad de elec
cin y la diferenciacin. Hay que destacar, contrariando prejuicios hasta hace po
co comunmente aceptados, que esta reaccin se dirige tanto contra los esquemas
disciplinarios de origen conservador o neoconservador como contra las utopas
revolucionarias cuya crisis se manifiesta con claridad a fines de los aos sesenta.
La cultura actual rechaza los textos, programas y cdigos conclusos y omnicom-
prensivos: representa la crisis del relato y la liberacin del sujeto. Es heterognea,
multidireccional y policntrica. Por ser personalista, es tambin contradictoria: es
a la vez vanguardista y nostlgica, indiferente y selectiva, insatisfecha y saciada, so
lidaria y anrquica, ecolgica y consumista, materialista y sicolgica, sofisticada y
espontnea, seductora y discreta, aficionada a la cultura a la carta pero tambin a
los grandes espectculos. Con frecuencia se han empleado los trminos de narci
sismo o hedonismo para describir aquel proceso "que conduce a los individuos a
reducir la carga emocional invertida en el espacio pblico y en las esferas trascen
dentales de la vida y correlativamente a aumentar la prioridad de la esfera priva
da".14
Si es difcil describir sumariamente los signos de esa cultura postmoderna
que emerge en la realidad contempornea -aunque estos signos puedan ser mino
ritarios pues toda nueva etapa histrica nace de una contracorriente cultural, esto
es, de una minora- ms difcil an es presentar el reflejo conceptual de la misma.
Y aqu se habla de reflejos pues el postmodernismo no slo es por definicin frag
mentado y centrfugo, sino tambin acrnico, en el sentido de que a lo largo de los
ltimos cien aos no es posible distinguir entre sus precursores y exponentes ple
nos. J. Baudelaire deca, desde el ngulo esttico, que "la modernidad es lo transi
La postmodemidad como realidad y como idea 31
torio, lo contingente y fugitivo, la mitad del arte, cuya otra mitad es inmutable y
eterno". Y agregaba que el observador, el filsofo, el pintor de las cosas exterio
res, y no slo de las cosas efmeras sino tambin de las duraderas, "es el pintor del
momento que pasa y de todas las sugerencias de eternidad que ste contiene".
Mientras que desde un punto de vista sociolgico Simmel afirmaba que "la esen
cia de la modernidad es el sicologismo, la experiencia y la interpretacin del mun
do en trmifros de las reacciones de nuestra vida interior, la disolucin de sus con
tenidos fijos en los elementos fluidos del alma, en la cul todo lo que es sustantivo
se diluye, y los cuales son meramente formas en movimiento" y que, por lo tanto,
no estaba tan interesado en la estructura global de la sociedad y en sus institucio
nes como en el flujo de acciones e interacciones en que ella se basa, en los frag
mentos y situaciones transitorias que la tejen y la integran.15 Este es tambin el
mensaje de algunos autores contemporneos, como Berman, que destaca los ros
tros en la multitud y las voces de la calle como expresiones privilegiadas de la cul
tura actual; la sensacin de Relia de que no vivimos dentro de un proyecto dotado
de motivaciones, fundamentos y metas absolutas sino en un tiempo de espera, un
espacio intermedio, y la defensa de la diferenciacin que hace Vattimo contra la
uniformidad impuesta por la soberana de la razn en la vida moderna.16 Creo
que la realidad que he tratado de resear anteriormente, y su significado, est muy
bien expresada en las siguientes reflexiones.
"El concepto de postmodernidad o postmodernismo se ha con
vertido en uno de los conceptos ms esquivos en la discusin esttica,
literaria y sociolgica de la ltima poca. El trmino postmodernidad
pertenece a una red de conceptos y pensamientos "post" -sociedad,
post-industrial, post-estructuralismo, post-empiricismo y post-racio-
nalismo- en los que, segn parece, trata de articularse a s misma la
conciencia de un cambio de poca, consciencia cuyos contornos son
an imprecisos, confusos y ambivalentes, pero cuya experiencia cen
tral, la de la muerte de la razn, parece anunciar el fin de un proyecto
histrico".17
Todo cambio de poca es anunciado por una transformacin de las catego
ras epistemolgicas, de las formas del pensamiento, de la percepcin del mundo
colectiva. El trnsito a la edad moderna fue precedido por el cuestionamiento a la
teologa escolstica efectuado desde una perspectiva nominalista como la de Ock-
ham o Scoto, por renovadores filosficos como Della Mirndola o Erasmo, o por
estetas crticos o subversivos como Vasari o Alberti. El reflejo intelectual de los
cambios sealados, el surgimiento de lo que se ha llamado una era postmoderna,
se ha expresado hasta ahora en una pluralidad de reflexiones crticas sobre las ca
32 Luciano Tomassini
tegoras actuales del conocimiento, nuestra forma de ver el mundo y de compren
demos a nosotros mismos, es decir, en un cambio epistemolgico.
Entre las dificultades existentes para expresar el reflejo conceptual de las
nuevas corrientes cabe sealar, en primer lugar, los contradictorios orgenes y ca
minos de la reaccin postmodernista frente a las expresiones filosficas, histricas
y cotidianas de una modernidad cuya resistencia al ser apresada en definiciones
unvocas ha hecho difcil definir al enemigo y presentar una alternativa unvoca.
Algunas de estas contradicciones se refieren a los orgenes y motivaciones de la
reaccin postmodernista: se trata en realidad de un intento de negar o de recu
perar los valores de la modernidad en su expresin primera? Pero otras tienen
que ver con la ambivalencia misma del fenmeno contra el cual se reacciona:
"Uno de los usos ms antiguos del concepto de modernidad es aquel que se rela
ciona con el significado de la decadencia", afirma un autor que demuestra cmo
esta sensacin acompaa toda transicin entre dos pocas, para sealar a conti
nuacin que la comprensin de esos momentos "permite articular el concepto de
decadencia con aquel de recuperacin" y que, desde este punto de vista, la moder
nidad puede presentar imgenes muy distintas: la restauracin de un modelo cl
sico, la innovacin, el progreso y la completa renovacin del paradigma vigente.18
Otra contradiccin o dicotoma, como ya se ha indicado, radica en el reconoci
miento de que la pretensin hegemnica del discurso logocntrico de la moderni
dad puede darse tanto en sus versiones conservadoras y disciplinarias como en los
proyectos encaminados a imponer esa hegemona por vas utpicas y revoluciona
rias. Una contradiccin ms consiste en que mientras por una parte se considera
que el discurso de la modernidad tiene un sesgo monstico y globalizador, otras
explicaciones -cuyo principal exponente fue Max Weber- proponen que el desa
rrollo y la crisis de la modernidad radica en la progresiva desvinculacin entre la
esfera filosfica, esttica y moral (que, probablemente, incluye la poltica), en la
separacin entre cultura y vida, o en el creciente desarraigo entre las distintas for
mas de expresin social con respecto a sus orgenes culturales (como en el papel
del consumo, la recreacin o la tecnologa en la sociedad moderna).19 Hay otras
contradicciones que se refieren a las reacciones despertadas por la postmo
dernidad: hay aqu reacciones negativas o melanclicas y otras positivas y celebra-
torias, mientras desde otro punto de vista el surgimiento de la cultura postmo-
derna deja en algunos casos como saldo una actitud nihilista de desilusin, indife
rencia y desencanto, en tanto que en otros provoca una sensacin de vitalidad, de
aventura, de libertad y de una mayor capacidad de eleccin y experimentacin que
en el pasado.20 Por ltimo, si se consideran los ensayos interpretativos o crticos
escritos en torno a esta tendencia, puede decirse que ellos se escalonan desde ver
La postmodemidad como realidad y como idea 33
siones neoconservadoras como las de Daniel Bell, reformistas como la de Haber-
mas, y radicales como las de Lyotard.
Tratando de sintetizar de nuevo, y de cruzar a travs de las contradicciones
sealadas, sera posible proponer un inventario preliminar, y no jerarquizado, de
los principales razgos que presenta este fenmeno. Ante todo, el cuestionamiento
de la capacidad explicativa, legitimadora y predictiva de los metarrelatos entendi
dos como los grandes paradigmas, ideologas y proyectos que en la etapa raciona
lista de la modernidad pretendieron modelar la historia. En seguida, la desapari
cin tanto de la capacidad de control de los modelos colectivos, como de una cen-
tralidad del sujeto entendida como una legtima pretensin a imponer sus propios
valores y modos de comportamiento, para hacer posible su expresin personal y
creativa, liberada del imperativo de racionalizar y disciplinar su entorno. A conti
nuacin, el descrdito de una racionalidad colectiva y disciplinaria, investida de la
responsabilidad de modelar la historia, y la confianza en que el conocimiento, la
informacin, las comunicaciones y la libre definicin y expresin de las preferen
cias personales constituyen un elemento central en el mejoramiento de la calidad
de la vida. Unido a lo anterior va el cuestionamiento de la idea del progreso, que
domin la evolucin de la modernidad implcitamente desde sus orgenes y en
forma concierne desde la Ilustracin, y de la posibilidad de que existan vanguar
dias ilustradas y decididas que aceleren el proyecto respectivo. Dentro de este
contexto se inscribe el declinio de las ideologas y de las utopas. Por ltimo, la
deslegitimacin de la idea de que la modernizacin tiene una misin homogenei-
zante, integradora y jerarquizante, en el sentido de ser portadora de valores, ideas,
formas de organizacin y modos de comportamiento cada vez mejores para la hu
manidad. El agotamiento de estas ideas tiene como contrapartida la reivindica
cin de la historia como lugar del sujeto, la del sujeto como agente privado que se
afirma a travs de la expresin de sus preferencias y la materializacin de sus op
ciones, de la primaca de lo cualitativo sobre la aspiracin a tener "ms de lo mis
mo", la legitimizacin de las diferencias, el inters en lo fragmentario, contingente
o efmero, y la valorizacin de lo personal, especfico o local, considerados como
los materiales con los cuales se construye, sin un modelo previo, el tejido social.
Acuerdos de Asociacin
con la CEE y AELE
_ _ _ Antigua lnea de deli
beracin Este-Oeste.
Cit. en Carlos Moneta, Amrica Latina en los escenarios mundiales
del ao 2000 (Ttulo provisorio), Ed. Planeta, Buenos Aires, 1992.
144 Luciano Tomassini
Para que el crecimiento se produzca, es necesario contar con una expansin
de la demanda mundial. Eso puede significar una mejora de los ingresos para una
parte de la fuerza de trabajo de la semiperiferia (aquellos que se hallan vinculados
a los sectores transferidos, industria de apoyo y servicios), con efectos colaterales
negativos sobre la distribucin del ingreso en otros segmentos sociales. De igual
manera, es dable esperar mayores brechas en el ingreso entre los distintos pases
en desarrollo y al interior de sus sociedades.
Es probable que la actual conformacin de los flujos comerciales no vare
tan sustancialmente. En el caso que se contine avanzando por el camino de los
bloques econmicos regionales, se incrementar parcialmente el comercio verti
cal Norte-Sur y el Sur-Sur, pero lo sustancial de los flujos continuar concentrado
en el Norte, con la posibilidad de que emerjan corrientes diagonales ms significa
tivas vinculando a los centros respectivos con Asia Oriental y Norte, el Mediterr
neo, algunos pases de Amrica Latina, Europa Oriental y la Unin Sovitica.
Con respecto a estos ltimos, debe preverse la organizacin de espacios eco
nmicos flexibles en el rea del Mar Bltico (soldadura URSS-Europa Oriental;
ver Cuadro N 9). Asimismo, en un plazo de tiempo mayor, es dable esperar la ge
neracin de un espacio econmico articulado en derredor de la Repblica Suda
fricana, compuesto por los pases de Africa del Sur.
Un punto importante a considerar es la evolucin probable del comercio en
zonas perifricas y en aquellas ms alejadas de los ncleos. Al presente, los acto
res cuya participacin en las exportaciones mundiales crece ms dinmicamente
son los pases de reciente industrializacin y parte de los pases en desarrollo. Con
respecto a estos ltimos, se puede esperar que se incremente el comercio intra-
grupal o intrarregional si se consolidan los bloques econmicos y una menor im
portancia relativa de ese comercio en el caso de la plena vigencia de un rgimen
multilateral.
No obstante, se presentarn variaciones segn las zonas. En particular, es
muy probable que las reas de Asia Oriental, Pennsula de Indochina y en menor
grado, Asia del Norte (ej.: reas fronterizas de China, Corea y la URSS frente al
Mar del Japn) manifiesten un importante crecimiento de comercio intrarregio
nal en cualquiera de los dos regmenes.
Quizs la mayor sorpresa se observar en un importante aumento del co
mercio entre Europa y Asia, en parte facilitado por la apertura de las rutas inter
nas que vinculan la masa euroasitica a partir de los nuevos desarrollos que se
La evolucin de los espacios econmicos... 145
producirn en el rea asitica rusa, la pennsula de Indochina, Japn (especial
mente, la zona continental contigua al Mar del Japn) ASEAN, PARI, China e
India (ver Cuadro N 8). En suma, es dable esperar mayores desarrollos del co
mercio y crecimiento productivo en esas zonas de la masa terrestre e insular que,
superadas muchas de las barreras polticas y estratgicas que contuvieron su desa
rrollo e intercambio comercial durante las ltimas dcadas, pueden ahora presen
tar un importante crecimiento relativo.
Cabe recordar que al referirnos al crecimiento del intercambio comercial
entre nuevas reas en desarrollo en la gran masa terrestre e insular euroasitica, si
bien las magnitudes econmicas pueden resultar menores o marginales frente a
los flujos ya establecidos intranorte, desde la perspectiva de la dimensin y capaci
dad de los pases latinoamericanos, constituyen nuevas reas potenciales impor
tantes.
El actual proceso de crecimiento zigzagueante y de turbulencias econmicas
puede durar toda la dcada y aun avanzar hacia los primeros aos del prximo si
glo.71 Para que el sistema capitalista mundial experimente otra etapa de creci
miento importante y sostenido, debe solucionarse el problema de las inestabilida
des ms relevantes (consolidacin de un modelo compatible de distribucin y
concentracin de poder). Si se excluye un escenario de imposicin de un orden
por la va exclusiva de la disuacin militar, el predominio corresponder al actor o
actores que logren controlar el liderazgo cientfico-tecnolgico y la gestin y pue
dan llevar a cabo un fuerte proceso concentrado de acumulacin.
En los prximos aos de esta dcada o a principios del 2000 se podrn ob
servar los resultados de esta puja entre los grandes actores desarrollados. El he
cho de que la competencia puede darse bajo un modelo de bloques econmicos,
enfatiza la necesidad de que Amrica Latina y el Caribe diversifiquen, al mximo
de sus posibilidades, sus vinculaciones y articulaciones con los tres centros y con
los nuevos polos emergentes en Asia, no slo en el comercio, sino en todos los
restantes mbitos.
Tambin hay que considerar la posibilidad (en el entender del autor, muy
probable), que no se logre establecer por largo tiempo una clara supremaca por
parte de ninguno de esos actores o de alianzas de parte de los mismos. En ese ca
so, el escenario ser de "liderazgos fraccionados y mixtos", situacin que ofrece
mayores posibilidades de accin para los pases en desarrollo y enfatiza la impor
tancia de prepararse para actuar "hacia todos los azimutes".
146 Luciano Tomassini
NOTAS
1. Carlos Moneta. "La cooperacin latinoamericana ante los cambios del sistema mundial", CAP.II
en CLAT. Amrica Latina. Desafias y esperanzas, CLAT, Serie Coloquios, Caracas, 1988.
2. Al respecto, puede verse Inmanuel Wallerstein "The Capitalist Worid-economy: Middle run
Prospects" Altematives, Vol. XIV, N 3, july 1989.
3. Gerard Lafay et Colette Herzog, Commerce International: La fin des avantages acquis, Econmi
ca, Pars, 1989, Cap. I.
4. Tal es el caso de la constante y enrgica presin ejercida sobre Japn para reducir el dficit en
la balanza comercial bilateral; se aduce como causa al proteccionismo nipn y prcticas comer
ciales desleales, sin corregir, por ejemplo, el grave problema que enfrentan los Estados Unidos
ante la persistente reduccin de sus tasas de ahorro y el mantenimiento de un alto consumo.
5. Carlos Quenan, Impacto de los procesos internacionales en la realidad latinoamericana: Amrica
Latina y la economa de pandes bloques, Informe para la COPRE, Documento interno, Caracas,
junio de 1991, pags. 9-10.
6. La situacin econmica del Japn y sus relaciones con Amrica Latina y el Caribe, SELA, Cara
cas, 1989,1990 y 1991. Informes anuales preparados por el autor de este trabajo como consul
tor de la Secretara Permanente del SELA
7. Carlos Quenan y Guillermo Hillcoat, "International Restructuring and Re-specialization in the
Caribbean" Caribbean Studies, Vol. 24, N 1-2, enero-junio de 1991.
8. Sobre la posicin de Amrica Latina frente a las negociaciones de la Ronda Uruguay y en gene
ral sobre los problemas del comercio internacional para la regin, ver, SELA /CL/XVII./DT
N 9, "La situacin de las relaciones externas de Amrica Latina y el Caribe", y
SP/CL/XVIII.O/DT N 14 "Ronda Uruguay".
9. Carlos Quenan y G. Hillcoat, Impacto de los procesos internacionales en..., trab. cit.
10. Susan Strange, "Are trade blocs emerging now? "Papel (versin borrador) presentado al Conse
jo de la Asociacin Internacional de Ciencia Poltica (IPSA) celebrado en Buenos Aires, julio
de 1991.
11. Gerard Laffay et Colette Herzog, Commerce International: La fin des..., obr. cit., p. 1.
12. Para un anlisis de este tema, puede verse, entre otros, la obra de Laffay y Herzog previamente
citada y distintos trabajos del CEPII y la OECD.
13. Sobre este punto, ver Carlos J. Moneta "Mitos y realidades del Nuevo Orden Mundial: Escena
rios posibles", Captulos del SELA N 29, Caracas, abril-junio de 1991.
14. Carlos Quenan, "Impacto de los procesos internacionales..." doc. cit. p. 1.
15. Ver Carlos Moneta, "Mitos y realidades del Nuevo...", art. cit.
16. Parte de los elementos bsicos de una propuesta para esa estrategia han sido delineados en la
seccin "Posibles estrategias para Amrica Latina" de nuestro libro, Japn y Amrica Latina en
la dcada del noventa Nuevas opciones econmicas. Planeta, Buenos Aires, 1991.
17. Un anlisis comparativo de los procesos seguidos por los pases del Sudeste Asitico y Amrica
Latina puede verse en Carlos Moneta, "Los pases asiticos de reciente industrializacin en la
dcada del noventa", Perspectiva Internacional, Ao 1, N 1, Buenos Aires, mayo de 1989.
18. Carlos Moneta, "Mitos y realidades del Nuevo..., art. cit., Cap. II.
La evolucin de los espacios econmicos... 147
19. C Moneta, "Los pases asiticos de reciente industrializacin art. cit. y "La situacin de las
relaciones externas de Amrica Latina y el Caribe", SELA, SP/CL/XVII.O/DT N 9, Caracas,
septiembre de 1991, Cap. II.
20. Hans Sonntag, "Las mutaciones del liberalismo y el sistema internacional en perspectiva", "Se
minario PNUD-CENDES, La economa latinoamericana en los aos noventa: Posibles solucio
nes, Caracas, CELARG, 8-9/4/1990.
21. Ver Carlos Moneta, "Mitos y realidades del Nuevo Orden Mundial..., doc. cit.
22. El planteo original de esta teora, denominada de estabilidad "hegemnica" o "liderazgo, co
rresponde a Charles Kindleberger. Ver, por ejemplo: "Dominance and Leadership in the Inter
national Economy. Exploitation, Public Goods and Free Riders, International Studies Quaterfy,
Vol. 25, 1981 y "On the Rise and Decline of Nations, International Studies Quaterfy, Vol. 27,
1983. Una presentacin de sus elementos principales puede hallarse Robert Gilpin, La econo
ma poltica de las Relaciones Internacionales, G. E. L., Buenos Aires, 1990, pp. 86-94.
23. Robert Gilpin, La economa poltica de..., obr. cit., pp. 86-87.
24. Ver Robert Keohane After Hegemony: Cooperation and Discord in the World Political Economy,
Princeton University Press, 1984, p. 32, cit. en R. Gilpin, La economa poltica..., obr. cit., p. 90.
25. Kindleberger, art. cit., 1981; Albert Hirschmann, National Power and the Structure of Foreign
Trade, Univ. of California Press, 1945 y R. Gilpin, La economa poltica de..., obr. cit., pp. 90-
91.
26. Ralph Hawtrey, Economics aspects of sovereignty, Longmans, London, 1952, cit. en R. Gilpin,
La economa poltica de..., obr. cit., p. 91.
27. Kindleberger, "Dominance and Leadership ...", art. cit., p. 247, cit. en R. Gilpin, La economa
poltica de..., obr. cit. pag. 89.
28. Michael Hart, A North American Free Trade Agreement. The Strategic Implications for Canada,
The Institute for Research on Public Policy, Otawa, 1990.
29. Carlos Moneta, "Situacin y perspectivas recientes en las relaciones entre Japn y Amrica La
tina", Coloquio internacional sobre prospectiva de la economa mundial y sus efectos sobre las eco
nomas de Amrica Latina y el Caribe, ILPES, IIAP, CEPAL, Santiago, 15-18/4/91, Cap. I.
30. Ibid, pp. 5-7.
31. Ibid.
32. Wall Street Journal, 12, May, 1988. Ver tambin, porque comparte el criterio de Wolf, Hand
book o f Economic Indicators, 1988, CIA, G.P.O., Washington, DC, 1988. The Economic Report
o f the Council of Economic Advisors (G.P.O., Washington DC, 1990) enfatiza los logros alcan
zados y la recuperacin del liderazgo norteamericano en el plano econmico, si bien reconoce la
existencia de ciertos problemas en trminos de competitividad y desarrollo tecnolgico aplicado
al sector productivo.
33. Project de Comparaisons Internationales, CEPII, Paris, 1989.
34. Datos del F. M. I., International Financial Statistics.
35. Paul Kennedy, "Does America needs Perestroika?" New Perspectives Quaterfy N 5 Spring 1988,
cit. en J. Nye, "Americas Decline..., art. cit., p. 6. Existe una vasta literatura sobre el tema; con
respecto a la prdida de liderazgo en el plano tecnolgico-productivo, ver, entre otros, Made in
148 Luciano Tomassini
America. Regaining the productive edge, Michael Dertouzos, Richard Lester, Robert Solow, The
MIT Commission on Industrial Productivity, MIT Press, Cambridge, 1989.
36. Recent Developments related to Transnational Corporations and International Economic Rela
tions, Report of the Secretary. General, ONU, E/C.10/1991/2, 21/1/91 y Takanori Satake,
Trends, in Japan's Direct Investment Abroad in FY1988. Research Institute of Overseas Inves
tment, Eximbank Japan, January 1991.
37. Ibid. '
38. No se incluye en esta lista a los "parasos fiscales": Bahamas; Barbados, Bermudas, Islas Cay
man, Antillas Holandesas y Panam.
39. Takanori Satake, Trends in Japan's Direct Investment..., obr. cit., p. 6.
40. Institu National de la Statistique et des tudes Ecnomiques, N 232, Pars, mai 1990, p. 97.
41. Sobre ese proceso, ver los "White Papers" sobre temas econmicos publicados por el Gobierno
de Japn; SELA, La situacin econmica del Japn y sus relaciones con Amrica Latina y el Cari
be, Informes Anuales preparados por el autor de este trabajo en carcter de consultor del SELA
y Recent Development related to Transnational..., obr. cit., p. 22.
42. Recent developments related to Transnational..., doc. cit., p. 24.
43. Recent developments related to ..., doc. cit., pp. 30-36; Far Eastern Economic Review, 25 july
1991, p. 55; JE (Japanese Economic Journal) 4/5/91, p. 12.
44. Carlos J. Moneta, Japn y Amrica Latina en los aos noventa. Nuevas opciones econmicas,
Edit. Planeta, Buenos Aires, 1991 y, JETRO, Ministry of Finance, 1991, JEJ, 4/5/91, p. 12.
45. C. Moneta, Japn y Amrica Latina en los aos..., obr. cit., p, 92.
46. Ver. C. Moneta, "El sistema internacional contemporneo y sus implicaciones para la poltica
exterior de Venezuela" en La poltica exterior de Venezuela hacia el ao 2000 (ttulo provisorio),
INVESP, Nueva Sociedad, Caracas, 1992 (en prensa).
47. Recent developments related to transnational..., doc. cit., p.
48. Tal el caso del Informe Anual de la UNCTAD, Trade and Development Report, 1991, pp. 11-13.
49. Survey o f Current Bussiness, varios nmeros.
50. Datos del Banco Central de Mxico.
51. FMI, Finanzas y Desarrollo, Junio de 1991, p. 4.
52. Ibid, p. 5.
53. Ibid.
54. Ver, La situacin econmica del Japn y sus relaciones con... (ao 1987), SELA. Caracas, 1987.
Informe preparado por el autor de este trabajo con carcter de Consultor de ese Organismo.
55. Benjamn Hopenhayn y Pablo Rojo, Comercio Internacional y ajuste extemo. Una perspectiva la
tinoamericana, CISEA, Edit. Legasa, Buenos Aires, 1990, p. 11.
56. Ibid, p. 12.
57. Carlos Ominami (Director) et al, Informe sobre la economa mundial. Perspectiva Latino
americana, aos 1989-90, Editorial Ecosurvey, Stgo. 1989, p. 122.
La evolucin ele los espacios econmicos... 149
58. Datos del East-West Centre, Univ. of Hawai, 1991 y Doc. SP/CL/XVI.O/DT N 15, SELA, Ca
racas, septiembre 1990.
59. Ibid.
60. Doc. SP/XVI.O/DT N 15 ....
61. SELA, SP/CL/XVII.O/Di N 3, Caracas, septiembre 1991 y SELA, SP/CL/XVII.O/Di N 4, Ca
racas, septiembre 1991.
62. Benjamn Hopenhayn y Pablo Rojo, Comercio Internacional y ..., obr. cit, Cap. III.
63. Examen amplio del S.G.P. en su aplicacin, mantenimiento, mejora y utilizacin, UNCTAD,
TD/B/C.5/130, Ginebra, marzo 1990, pp. 33-34.
64. I. M. F., World Economic Outlook, Washington, DC, april 1991, p. -118.
65. SELA, Doc. SP/CL/XVII.O/Di N 12, La dinmica y los dilemas de la integracin en Amrica
Latina y el Caribe, Caracas, septiembre de 1991, p. 24.
66. Ibid, pp. 25 y 27.
67. Ibid, p. 29.
68. Ibid, pp. 25 y 29.
69. Este punto est basado en le tratamiento del tema presentado en Carlos J. Moneta "El sistema
internacional contemporneo...", trab. cit., Seccin II.4.
70. SELA, The Enterprise for the Americas Initiative in the context o f Latin American and Caribbean
relations with the United States, SP/RC-IA/DT N 2, Caracas, 22-24, april, 1991.
71. Inmanuel Wallerstein, "The Capitalist World-economy...", art. cit., p. 28.
CAPITULO VI
LAS RELACIONES
ESTRATEGICAS INTERNACIONALES
DE LA POSTGUERRA FRIA
Las relaciones estratgicas... 153
Consideraciones Preliminares
El 19 de noviembre de 1990, a poco ms de un ao del fin del muro de Ber
ln, se ha dado trmino a la guerra fra. El Tratado de Pars, que limita drstica
mente las fuerzas convencionales en Europa marc el inicio de la post-guerra fra.
La posterior Conferencia de Seguridad y Cooperacin en Europa (CSCE) y la
programacin del trmino del Pacto de Varsovia, han sellado el inicio de esta
nueva poca.
El fin de la Segunda Guerra Mundial es una realidad.1 Los estados totalita
rios, contradiciendo todas las predicciones, han iniciado un irreversible proceso
de democratizacin. El principio del fin comenz cuando las superpotencias acor
daron reducir el nmero de misiles estratgicos intermedios en Europa, apoyando
indirectamente el proceso de solucin pacfica de los conflictos en Africa (Ango
la, Sudfrica), Amrica Central (acuerdo bipartidario en EE.UU. y en la regin
sobre Nicaragua) y Asia (Irn-Irak, India-Pakistn, India-China, Afganistn).
Esta nueva realidad internacional fue destacada por uno de los principales
gestores de la poltica estadounidense, George Kennan, cuando afirm ante el Se
nado de Estados Unidos en abril de 1989 que
"cualquiera hayan sido las razones que hayamos tenido alguna vez para
considerar a la Unin Sovitica como el principal oponente militar, no
slo posible sino probable, el tiempo para este tipo de consideracin
claramente ha pasado. (Los intereses soviticos) no estn tan seria
mente en conflicto con los nuestros como para justificar la idea de que
considerables diferencias entre nuestros pases no puedan ser resueltas
por las vas normales de la negociacin y el acomodo recproco".2
Tales estimaciones han sido ratificadas por los hechos ocurridos tanto en
Europa del Este como en la URSS. La mutacin de la Unin Sovitica ha trans
formado el sistema poltico y econmico de Europa del Este. Igualmente se ha
modificado la dominante presencia de Rusia en el conjunto de lo que otrora fuera
la URSS. El escenario estratgico de lo que fue la segunda superpotencia mundial
est configurndose en torno a la Federacin Rusa como nuevo centro dominan
te, quin concentrar el poder nuclear existente -misiles estratgicos y de teatro-
dispersos tanto en su territorio y periferia. Aun cuando este poder militar slo le
permite calificar como miembro del club atmico, no deja de proporcionarle un
instrumento de negociacin internacional que se podra poner al servicio de su in
tegracin a la comunidad econmica internacional. Los crecientes intereses occi
dentales -alemanes, suecos, estadounidenses- y japoneses en lo que fueron las
154 Luciano Tomassini
economas centralmente planificadas, tender a forzar una nueva forma de rela
cin estratgica-militar entre lo que quede de la URSS y las potencias occidenta
les.
La radicalidad de estas transformaciones hizo posible una nueva afirmacin
de Kennan quien afirm que "los cambios que se estn produciendo en Europa
Central y Europa del Este son enormes e irreversibles".3 Si esta tendencia conti
na, el mundo del siglo XXI ser sin duda distinto del mundo bipolar de comien
zos de los ochenta. En consonancia con estos cambios, una nueva estructura de
relaciones polticas internacionales deber emerger en los prximos aos.
Otra consecuencia de estas transformaciones globales puede observarse en
el acelerado proceso de reacomodo intrabloques.4 La estructuracin de un orden
econmico internacional ha terminado por romper las viejas relaciones polticas
internacionales. Estas deben ahora readecuarse a las primeras.5 En el campo pol
tico internacional se comienzan a definir nuevas normas, instituciones, el tipo de
fuerzas requeridas para conjurar las nuevas amenazas a ese nuevo orden, y las
reas de responsabilidad de los principales actores del sistema.6 Sin embargo, es
tos cambios no son simtricos con las transformaciones econmicas, ni estn sin
cronizados entre s, lo cual da por resultado un aparente "desorden" internacional
de postguerra fra.
En la actualidad el principio integrador de la comunidad internacional o de
partes de ellas no descansa en la confrontacin y alianzas poltico-ideolgicas. Las
ideologas revolucionarias estn en retiradas. Slo desarrollos futuros de ideolo
gas fundamentalistas o del islamismo7 podran volverse en contra de un nuevo
orden poltico internacional.
Considerando el carcter crecientemente "domstico" de esta sociedad glo
bal,8 y abusando de una analoga sociolgica la Durkheim, estaramos transitan
do desde un estado de "solidaridad mecnica", caracterizado por estados de con
ciencia nacionales de bloques interestatales homogneos, en la que predomin la
coaccin intra-bloque y el uso de las sanciones y de la fuerza para incrementar la
cohesin interna, a uno de "solidaridad orgnica" internacional, en el que tendera
a predominar una gran variedad de actos contractuales entre unidades autnomas
en creciente nmero y nivel de interdependencia, y, por consiguiente, dominara
el escenario futuro el tema de las mltiples cambiantes y flexibles alianzas que le
expresen.9 Producto de esta tendencia, las instancias de negociacin vern incre
mentada su importancia, y las crisis internacionales se manifestarn en este pero
do de transicin como imposibilidades de acuerdo sin el recurso a la coaccin.
Las relaciones estratgicas... 155
Con todo, la lnea ordenadora central de los cambios es la creciente adecua
cin -simetra y sincronizacin- entre la expansin de los cambios econmicos ya
iniciados, las transformaciones polticas derivadas en curso y las visiones de ese
nuevo orden global interdependiente de nuevo tipo que an no emerge con clari
dad, pero que en todo caso son radicalmente diferentes a las del perodo de gue
rra fila.
Nuevas Dimensiones Estratgicas
El desarrollo de la tecnologa militar, la integracin creciente del mercado
internacional, as como la cambiante naturaleza, forma y funcin militar del pro
cesamiento de la informacin ha modificado las principales dimensiones estrat
gicas internacionales.
Cambios conceptuales
Esto ha convertido la gestin de la defensa y de la paz en una tarea multidis-
ciplinaria y pluriinstitucional que el Estado moderno debe enfrentar de manera
imaginativa.
Una nueva topografa estratgica
La tecnologa militar ha transformado los conceptos estratgicos. Tal es as
que se ha afirmado que "la clave de la evolucin de los conceptos estratgicos vie
ne de la evolucin de la innovacin tecnolgica".10 Los nuevos sistemas de armas,
propios de la era nuclear, transformaron radicalmente no slo la conceptualiza-
cin sino que la propia realidad estratgica mundial.
En primer lugar, se ha modificado el propio concepto de defensa puesto que
su connotacin territorial ha variado y se ha diversificado.11 El uso de las armas
nucleares ha cambiado la naturaleza del espacio en peligro. De una superficie
continua a ser amenazada, atacada y eventualmente conquistada, se ha transitado
a una amenaza a puntos estratgicos. El xodo rural-urbano, la concentracin en
grandes urbes de la capacidad productiva, los recursos demogrficos y polticos,
han profundizado esta tendencia a la puntualizacin estratgica. Esta tendencia,
ms desarrollada en los pases centrales, tambin se observa en los perifricos.12
156 Luciano Tomassini
Este cambio de la topografa estratgica implica la obsolecencia del cerco
militar tradicional y la necesidad de dispersar los recursos en vez de concentrar
los. Esta nueva situacin ha generado a su vez necesidades adicionales de movili
dad estratgica que no siempre son adecuadamente logradas. En el contexto de
una competencia a escala mundial entre las superpotencias, esta dispersin ha im
plicado una distribucin planetaria del potencial estratgico nuclear y de sus apo
yos.13 Ello explica el nfasis que han puesto las potencias militares en los sistemas
de armamentos con una alta movilidad estratgica y los recursos de infraestructu
ra necesarios para lograrla.14
En segundo lugar, esta transformacin topogrfica se ha visto diversificada
con la ampliacin del propio espacio estratgico. La necesidad de dispersin de
recursos ha integrado al juego estratgico las dimensiones submarinas y los lechos
martimos potencialmente utilizables como lugares aptos para la localizacin de
armamento.15
En tercer lugar, la propia nocin de topografa se ha modificado al incorpo
rarse una tercera dimensin estratgica crucial, la del espacio exterior. Sin indagar
acerca de las perspectivas actuales de la Iniciativa de Defensa Estratgica
(IDE),16 tal programa puso pblicamente de relieve la importancia de la dimen
sin espacial de la estrategia militar contempornea. Ms ac de la IDE se puede
sealar que el espacio exterior, junto al ter, se han convertido en reas de impor
tancia estratgica. En la medida que la emisin, recepcin y acopio de informa
cin (datos, mensajes, rdenes, programas, etc.) adquiere una importancia crucial
en una era informatizada: Las rbitas geoestacionarias, y la propia posibilidad del
"libre trnsito comunicativo" se convierten en arenas de competencia y confronta
cin.17 Algunos pases latinoamericanos han terminado necesariamente involu
crados en estas temticas.
En cuarto lugar, la tecnologa de misiles ha modificado la relacin espacio-
tiempo, acortando a niveles cada ms estrechos el lapso entre amenaza y ataque,
llegndose a una situacin de difcil discernimiento. Esto lleva a generar una si
tuacin de preparacin permanente para una rpida respuesta, y junto con ella
los mecanismos adecuados para evitar confrontaciones accidentales.18 De esta
forma, la poltica militar y las relaciones exteriores -aptos para la prevencin de
percepciones errneas- adquieren un dinamismo nunca antes conocido.
En suma, tenemos que las dimensiones espaciales y temporales se han modi
ficado, dando por resultado una transformacin de los propios conceptos estrat
gicos, todo ello estimulado por la acelerada y creciente aplicacin militar de la in
novacin tecnolgica.
Las relaciones estratgicas... 157
Territorialidad e inters nacional
La diversificacin de los actores internacionales -gubernamentales, no-gu
bernamentales y transnacionales- ocurrida en dcadas anteriores ha tenido en la
actualidad un impacto estratgico de importancia, el que se ha expresado bajo la
forma de una escisin entre el inters nacional y su territorializacin. -
De acuerdo a las actuales realidades internacionales, la integracin de los
mercados ha implicado una diversificacin del poder econmico mundial. El efec
to neto de este proceso ha sido la relativa distancia que ltimamente se ha puesto
entre posesin territorial e intereses nacionales. De acuerdo a los cambios antes
sealados en las principales dimensiones estratgicas, esta relacin ya haba afec
tado el contenido de las nociones de soberana, relativizando sus connotaciones
exclusivamente territoriales. El efecto de la integracin mercantil a nivel mundial
ha profundizado esta erosin. El acelerado proceso de interdependencia econ
mica y de constitucin de una comunidad internacional de naciones ha erosiona
do la nocin de soberana irrestricta que coexisti con el Estado-lder, siendo re-
lativizada por nuevas situaciones internacionales que limitan la soberana plena
de los estados y que la hacen conceptual y polticamente ms compleja.19
Los Estados Unidos, por ejemplo, necesitan un mercado internacional de li
bre acceso tanto como necesitan que esta libertad sea equitativamente resguarda
da por el conjunto de los beneficiarios del sistema econmico occidental.20 De es
ta forma, a la integracin del mercado -que implica una cierta forma de compartir
beneficios- le tiende a corresponder una proteccin colectiva del mismo. Esta co
lectivizacin de los intereses de la defensa de Occidente, correspondiente a la co
lectivizacin de los beneficios del mercado integrado, genera, en primer lugar, la
tendencia a desligar el inters militar de los intereses econmicos nacionales es
pecficos. En segundo lugar, permite que potencias industriales se proyecten ms
all de sus territorios sin que esta proyeccin est necesariamente respaldada por
un poder militar correspondiente, en la medida que la integracin e interdepen
dencia relativa del mercado tiende a identificar, ms que antes, inters colectivo
con inters econmico individual de quienes estn integrados a l.21
En la medida que el mercado internacional -y los procesos asociados a l- se
integra, la tendencia a sobreproteger el inters econmico en ultramar ha perdido
peso (para algunos pases) y ha relativizado su caracterstica de enclave a ser pro
tegido militarmente. As, por ejemplo, Japn puede superar sus limitaciones te
rritoriales proyectndose productivamente en grandes complejos cerealeros y mi
neros en Brasil, o bien en asentamientos humanos de trabajadores jubilados en
158 Luciano Tomassini
Espaa. Ello, sin una proyeccin militar asociada equivalente, y con la tranquili
dad que sus intereses tienden a coincidir con los de los estados receptores, pro
ducto de la participacin de los mismos en la mercado internacional y en los be
neficios de este tipo de intercambio. Con todo, la soberana territorial contina
siendo y ser por largo tiempo ms la principal preocupacin de las fuerzas arma
das y polticas latinoamericanas.
Poltica exterior y defensa nacional
Ahora ms que antes la poltica exterior adquiere mayor relevancia en lo
que a defensa nacional se refiere, posibilitando u obstaculizando la materializa
cin de polticas de defensa especficas. Ello es producto de una mayor diversifica
cin de las dimensiones de la propia poltica militar, y, al mismo tiempo, de una
mayor integracin de las mismas con las polticas exteriores.
As, por ejemplo, la poltica militar ya no descansa fundamentalmente en el
entrenamiento puramente castrense del personal uniformado sino que es el resul
tado de una adecuada provisin -interna e internacional- de tecnologa, que debe
saber usarse por un personal bien capacitado para ello. El desarrollo de una mni
ma capacidad tecnolgica endgena al servicio del esfuerzo defensivo es una nece
sidad que los pases de la regin han comenzado a implementar desde ya hace va
rios aos en ritmos y formas muy diversas.22 De esta forma, a la integracin de los
mercados mundiales le ha correspondido una mayor integracin de los propios
mercados de armas.
Producto de estas nuevas formas de integracin, la transferencia de tecnolo
ga militar de los pases centrales a los perifricos se ha visto crecientemente enla
zada a criterios de poltica exterior de los gobiernos de las industrias proveedoras.
Por una parte, la poltica de embargos23 -de productos civiles o militares- por ra
zones polticas e ideolgicas ha puesto en determinadas oportunidades crecientes
problemas a los pases de la regin. La posicin de los Estados Unidos frente a
Chile, Argentina y Brasil al respecto signific que estos pases ampliaran su rango
de opciones y compensaran tales limitaciones con esfuerzos locales. La restitucin
de la ayuda militar estadounidense a la Argentina, por ejemplo, recin se logr a
fines de 1988 y a Chile en 1990, una vez iniciado los procesos de transicin demo
crtica. Por otra parte, la produccin local requiere escalas de produccin24 que
slo se han logrado en el caso de Brasil, an cuando en este caso existiran algu
nas dudas al respecto.25 As las relaciones exteriores del Brasil se han visto forza
das a mantener ciertas posiciones que de otra manera le negaran a la industria
militar sus posibilidades de mantencin interna.
Las relaciones estratgicas... 159
Desde la perspectiva de los pases proveedores, la transferencia de armas y
las relaciones militares internacionales se ponen crecientemente en funcin de
objetivos de poltica exterior, convirtindose a veces en uno de sus instrumentos
privilegiados, tal es el caso de los Estados Unidos o la URSS. Para la mayora de
los pases europeos sta tiene un componente econmico ms pronunciado.26 En
otros casos, ciertas polticas exteriores que aspiran a tener un rol autnomo, inde
pendiente de los bloques en pugna, se tienden a manifestar en algunas ocasiones
en polticas individuales de relacionamiento internacional a travs de las armas.
Este carcter integrado de la poltica militar a la iniciativa diplomtica hace
que los pases de la regin comiencen a depender, ms que antes, del estado de
sus vnculos externos, de su imagen, alianzas y prestigio internacional para obte
ner los recursos militares que necesitan.
Paradojalmente, la integracin del mercado mundial le ha restado mbitos
de accin institucional a los servicios exteriores, an cuando sto no ha implicado
una contraccin del papel de la poltica exterior. As, cada actor gubernamental
local tiene su propia red de interacciones internacionales, muchas veces ni siquie
ra conocidas por los respectivos ministerios de relaciones exteriores. El ejemplo
ms claro al respecto han sido las negociaciones de la deuda externa.Sin embargo,
en este mismo contexto de diversificacin, la importancia de la iniciativa exterior
para la defensa nacional ha aumentado correlativamente. As, poltica exterior y
poltica militar muestran una necesidad creciente de mayor integracin.
Intereses nacionales y recursos de poder nacional
La diversificacin de las dimensiones estratgicas y las nuevas posibilidades
que ofrecen las mltiples combinaciones entre poltica exterior y poltica militar,
tienen como efecto una ampliacin exponencial de los intereses nacionales. Sin
embargo, la mayor densidad de los temas internacionales y los relativos a la defen
sa nacional y la paz regional no se ha visto acompaada por una ampliacin corre
lativa y simultnea de los recursos de poder para proteger y materializar tales in
tereses.
Este hiato entre intereses y recursos ha estrategizado recursos anteriormen
te no considerados como tales en la perspectiva de defensa. De esta forma, los re
cursos naturales -de importancia histrica para el desarrollo econmico, especial
mente de los pases centrales- adquieren connotaciones estratgicas no slo para
los consumidores, sino que ltimamente tambin para los proveedores. El con
160 Luciano Tomassini
trol, por parte de pases latinoamericanos, de materias primas deseadas por pases
centrales, se ha convertido en un recurso de poder apto para ser usado no sola
mente con criterio econmico, sino que simultneamente con una perspectiva es
tratgica. El petrleo, el gas natural, los minerales terrestres y submarinos, las
aguas dulces y las de pesca, los granos, e incluso la poblacin, comienzan a adqui
rir connotaciones estratgicas antes desconocidas.27
Son precisamente estas consideraciones las que, por ejemplo, han imposibi
litado la suscripcin por parte de los Estados Unidos de la Ley del Mar, en la me
dida que ella no slo limita sus posibilidades de extraccin de recursos naturales
sino que tambin prohbe el uso de los ocanos y lecho martimo para fines bli
cos.28
La diversificacin de los intereses nacionales y su estrategizacin llev a la
diversificacin de la naturaleza y variedad de las amenazas. La forma civilizada y
contempornea de enfrentar estas nuevas realidades ha sido el derecho interna
cional, los acuerdos y conversaciones en torno a aspectos y temas especficos. Por
consiguiente, la defensa del patrimonio y soberana nacional requiere ahora de
una mayor integracin de los mecanismos militares y de poltica exterior, adqui
riendo mayor coherencia y permanencia que en el pasado. La cooperacin para la
paz adopta, en consecuencia, una caracterstica mucho ms dual (militar-poltica)
y multilateral que en dcadas anteriores.
De la misma forma, esta diversificacin hace imposible que un solo pas
pueda enfrentar exitosamente todas las amenazas con sus recursos individuales.
En consecuencia, de la naturaleza actual de la creciente estrategizacin de los in
tereses nacionales y de la falta proporcional de recursos adecuados, surge la nece
sidad adicional de multilateralizar la bsqueda de los mismos y su defensa.
Racionalidad de actores internacionales
Otro cambio significativo en las relaciones internacionales contemporneas
que afecta tanto las relaciones norte-sur como las del Tercer Mundo, es la emer
gencia y estabilizacin de la presencia de ideologas o doctrinas fundamentalistas.
Estas ideologas hacen que la racionalidad imputada al Estado no se en
cuentre en la prctica internacional tal como en el pasado reciente. El fundamen-
talismo podra definirse como una visin de los intereses nacionales indisoluble y
completamente asociados a la identidad nacional y su expresin en polticas exte
Las relaciones estratgicas... 161
riores tipo "cruzadas". Desde esta perspectiva no hay nada que negociar cuando se
trata de intereses nacionales, puesto que la identidad no se negocia. Como teln
de fondo en los procesos de toma de decisiones en poltica internacional, el fun-
damentalismo estatal ha tenido en determinados momentos consecuencias alta
mente desestabilizadoras, i. e. Irn, Libia, Sudfrica, Irak.
Esta ideologa tambin se encarna en organizaciones no-gubernamentales,
las que -bajo la forma de acciones terroristas de izquierda o derecha, separatista o
religiosas- afectan la predictibilidad de la conducta y, por lo tanto, del orden in
ternacional, as como la estabilidad de los procesos de toma de decisin.29
El fundamentalismo, extendido a materias de poltica exterior como una po
ltica de anti-orden internacional institucionalizado, puede ser seguido en mo
mentos por gobiernos democrticos, autoritarios, desarrollados, tercermundistas
o por organizaciones internacionales, gubernamentales o privadas. El problema
es que la presencia internacional de esta ideologa en determinadas situaciones
afecta la capacidad de predecir el futuro internacional, generando niveles superio
res de incertidumbre si se compara con momentos en los cuales esta ideologa no
era tan ubicua.
Estratificacin internacional cambiante
Los cambios en las dimensiones estratgicas, las nuevas formas de relacin
entre poltica exterior y militar, la inadecuacin y desproporcionalidad entre inte
reses y recursos, as como la cierta impredictibilidad del curso internacional fini
secular define a este perodo como uno de transicin. No estaramos en un proce
so de trnsito de un sistema a otro. Ms bien se tratara de un estado del sistema
mundial, el que estara a mitad de camino, no existiendo claridad sobre las carac
tersticas y distancias a la que dista la meta.
Lo problemtico radica en que la difusin, diversificacin y heterogeneidad
del poder se incrementa en el momento del proceso de transicin. Todo lo cual
fragmenta las jerarquas preexistentes pero no genera una estructura de estratifi
cacin nueva a nivel internacional que sirva de reordenamiento del sistema. Se
podra decir que a diferencia del pasado -fines de los cincuenta y comienzo de los
sesenta- cuando los pases subdesarrollados vean aumentar las diferencias entre
ellos y los pases centrales, hoy da el conjunto del sistema internacional se en
cuentra en una situacin atmica.30
162 Luciano Tomassini
Por una parte se tiene que la capacidad econmica y militar de las potencias
mundiales tiende a decrecer relativamente como producto de sus importantes blo
queos internos, econmicos en los EEUU y econmico y polticos en la URSS.
Lo mismo sucede con los pases del Tercer Mundo en general. En el caso de pa
ses prsperos econmicamente, como los europeos y algunos NICs., stos incre
mentan paralelamente su capacidad militar. Sin embargo, y esto es lo ms intere
sante, pases igualmente prsperos como los anteriores no incrementan su poder
militar en forma correlativa. Los casos de Japn y Nueva Zelandia muestran que
el notable incremento de sus economas no est acompaado de un incremento si
multneo en materia de poder militar. Esto estara indicando que -a lo menos en
el caso de pases de desarrollo militar mediano- la proyeccin de sus intereses
econmicos no se encadena necesariamente a un aumento similar de su poder mi
litar. Este hecho podra estar indicando la presencia de una tendencia que habra
que seguir ms de cerca.
Nacin e Intemacionalizacin
Las transformaciones globales en curso que han impactado al sistema global
produciendo cambios estratgicos, polticos y econmicos, han obligado al con
junto de los miembros de la comunidad internacional a acomodarse a estas nue
vas realidades modificando sus patrones tradicionales de relacionamiento, as co
mo sus relaciones econmicas y polticas. Este proceso de acomodacin est alte
rando la configuracin previa de las hegemonas internacional y regionales.
La principal tensin que se puede percibir en este proceso de cambio inter
nacional se encuentra en la contradiccin creciente entre una mayor integracin
de las economas nacionales al mercado mundial incorporndose a una economa
mundo que estara estructurndose, y las inercias nacionales existentes tanto en el
campo polticos, cultural como militar. Estas ltimas resurgiendo con fuerza, toda
vez que los trminos comunes de las integraciones regionales hegemnicas obser
van cambios concomitantes.
En este marco de cambios globales surgen nuevas realidades internaciona
les, que a su vez tienen efectos de distinto tipo en cada regin del globo, todo lo
cual genera nuevas percepciones de amenaza a la seguridad de las naciones.
Las relaciones estratgicas... 163
Globalizacin Segmentada
En la dcada de los setenta y ochenta la economa mundial termin por
transformarse en lo que Braudel -citando a Sismondi- denomin "el mercado del
universo".31 El estado actual del sistema internacional super las histricas ten
dencias a la autarqua econmica y autonoma poltica, poniendo en cuestin la
individualidad de las polticas exteriores de las grandes y medianas potencias. En
medio de este proceso de cambios profundos es posible percibir la existencia de
tensiones producidas por residuos de configuraciones estructurales y polticas que
an persisten en mantenerse en el pasado. Las grandes tensiones entre los princi
pales poderes comerciales al interior de la Ronda Uruguay y el neo-proteccionis
mo de las grandes potencias, muestran que la constitucin de este mercado uni
versal est en proceso y an no completa su ciclo de implantacin. Sin embargo,
la tendencia est trazada y ms tarde o ms temprano el sistema internacional
cambiar los parmetros centrales de su funcionamiento. Es a estos cambios que
le comienzan a corresponder transformaciones en el campo poltico y militar-es
tratgico como veremos ms adelante.
El cambio de la zonificacin econmica y poltica preexistente se ha mani
festado en una transformacin de las fronteras tradicionales al interior de las cua
les se haban dado determinados procesos econmicos. As, las economas cen
tralmente planificadas -URSS y Europa del este- o las economas sustitutivas de
importaciones -Brasil- se han abierto, configurando nuevas zonas con fronteras de
diverso tipo. En las economas de mercado desarrolladas las fronteras estatales
son superadas por barreras comerciales, producindose un proceso de "compacta-
cin comercial" en territorios circunscritos -los bloques geocomerciales- cuyo ca
so ms ilustrativo es la Europa del 92 y el rea de libre comercio de la Amrica
del norte.
En este proceso de compactacin comercial, los centros tradicionales del di
namismo econmico sufren transformaciones, generndose una divisin interna
cional del trabajo de nuevo tipo en la cual las dimensiones financieras, comercia
les, laborales y productivas no necesariamente se corresponden. As, EEUU sigue
siendo la locomotora comercial del mercado universal pero el eje financiero est
centrado en Japn. Esta divisin del trabajo se transforma, adems, en dinmica,
dado que la creacin de otras compactaciones comerciales, como la de Europa co
munitaria o la posible "casa europea", producirn zonas diversas con ejes finan
cieros sui gneris, como posiblemente el del Bundesbank en la Europa de los no
venta.
164 Luciano Tomassini
Los aos noventa proporcionan un cuadro estratgico -poltico y econmi
co- internacional con varios centros de gravedad diferenciales segn las dimensio
nes que se traten. Transitamos as de una poca caracterizada por la integracin
de las dimensiones econmicas -finanzas, comercio, inversin, mercados labora
les- a una en la que predominar la diversificacin, caracterizada por la segmenta
cin de estas dimensiones y una nocin de territorialidad menos circunscrita a la
existencia de homogeneidades interestatales.
La propia nocin de centro-periferia enfrenta transformaciones. As, en la
actualidad y con mayor fuerza en el futuro, en los pases tanto del sur como del
norte32 se estructurarn combinaciones particulares de centros y periferias. En al
gunos aspectos, ciertas reas sern perifricas en trminos financieros o comercia
les, y en otros lo sern en trminos laborales o productivos.
En suma, la especial combinacin de las interacciones internacionales entre
centros y periferias, en el marco de una nueva divisin internacional del trabajo,
est generando un nuevo orden internacional caracterizado por su globalizacin
segmentada. Esto es, un sistema en el cual existen diversos "rdenes", o espacio-
dimensiones especficos, pero de alcance y carcter global, que coexistirn con
otros "rdenes" a los que no necesariamente se les correspondern espacios geo
grficos determinados.
La esquematizacin rudimentaria presentada en el Cuadro 1, nos ilustra la
hiptesis central de nuestra aproximacin terica: el orden internacional ha pasa
do de un "momento" anrquico originario en el que las dimensiones econmicas
se encontraban desagregadas y tenan un alcance limitado, a momentos imperiales
en los ltimos quinientos aos en el que se integraron territorial y dimensional-
Cuadro 1
NATURALEZA DEL ORDEN INTERNACIONAL
Alcance
Global Limitado
Agregado Imperial Hegemnico
Regional
Integracin
Dimensiones
Sistema
Productivo
Desagregado Segmentado Anrquico
Las relaciones estratgicas... 165
mente los diversos aspectos de las relaciones econmicas y polticas internaciona
les. La presencia de Espaa e Inglaterra le dio al sistema internacional un orden
determinado. Sin embargo, la creciente divisin internacional del trabajo llev a
desagregaciones territoriales que, manteniendo las integraciones econmicas y
polticas, dieron por resultado un orden caracterizado por hegemonas regionales.
Finalmente, la mayor desagregacin y descentralizacin de las dimensiones de las
actividades productivas ha llevado a un nuevo orden internacional caracterizado
por una combinacin original de dimensiones econmicas con alcance global, es
tructurndose un mercado universal en el que la divisin del trabajo no slo es te
rritorial sino que, combinada y simultneamente, se ordena segn dimensiones
especficas y discretas de la actividad econmica y poltico-militar.
La globalizacin econmica segmentada que caracteriza este nuevo orden
internacional se identificar por existir una economa de mercado de alcance glo
bal, una compactacin comercial geogrficamente circunscrita, una alta integra
cin financiera de alcance global, una alta movilidad de capital con centros inver
sores desagregados y una movilidad relativa de trabajo en rea especficas previa
mente compactadas o en proceso de compactacin comercial.
Efectos globales y regionales
Dado que la organizacin de los mercados va mecanismos autoritativos se
r cada vez menos significativa, una de las consecuencias de este nuevo perfil in
ternacional ser una creciente concentracin y centralizacin de los beneficios y
frutos del desarrollo tanto a nivel internacional como nacional. Esto producir
una erosin de los mecanismos de compensacin tpicos del estado de bienestar
de los cincuenta y sesenta, y de la cooperacin internacional de los setenta y
ochenta, generando de paso una desproteccin de los "perdedores" y una crecien
te distribucin regresiva del ingreso internacional.33 Por otra parte, los efectos de
las crisis poltico-militares parciales -Golfo Prsico, por ejemplo- impactarn las
jerarquas establecidas produciendo cambios del perfil de la estratificacin inter
nacional estructurado de la nueva forma antes indicada. Por ello, en la actualidad
se observa un inters creciente por parte de los pases dbiles por un refortaleci
miento de las instituciones multilaterales y del derecho internacional. Igualmente,
a nivel poltico-militar se observa una creciente tendencia al condominio estrat
gico de las grandes potencias, expresado en el nuevo papel del Consejo de Seguri
dad de las Naciones Unidas, lo que se mostr en la modalidad de manejo de la cri
sis del Golfo.
166 Luciano Tomassini
Igualmente, tanto en el sistema internacional como al interior de cada zona
comercial se rejerarquizarn los diversos estados, en un proceso de mayor fluidez
que en el pasado. Quienes han estado a la cabeza de determinados mercados de
jan el paso a otros en un proceso de cambio acelerado y continuo de restructura
cin impulsado por el desarrollo cientfico-econmico.
Nuevas Percepciones de Amenaza
En el campo poltico-estratgico, los procesos actualmente en desarrollo in
tentan adecuar las dimensiones polticas y militares a la nueva divisin internacio
nal del trabajo global y segmentada.
A nivel global, los cambios estratgicos producidos por el monopolarismo
emergente ha creado una situacin particular. Por una parte, los Estados Unidos
han quedado como la nica potencia mundial de alcance global. Sin embargo, por
la otra, este rol de organizador del sistema internacional no puede ser desempe
ado sin el apoyo multilateral de sus socios del norte producto de sus insuficien
cias econmicas y comerciales. Por esta razn es posible afirmar que este mono
polarismo se expresar de manera creciente en vez de un nuevo rol de carcter
imperial en un liderazgo sin hegemona. Este nueva situacin implicar la con
centracin del poder militar en los EEUU, sin que ello pueda expresarse simtri
camente en las reas econmicas y polticas.
En este perodo de postguerra fra, las superpotencias han dado paso a nue
vas formas de relacin. Sin embargo, la tendencia al condominio ha comenzado a
verse confrontada con un incremento en algunas respuestas antisistmicas contra
el nuevo orden, en los pases del Tercer Mundo (Irak). Existen fundadas hiptesis
que el nuevo marco internacional de postguerra fra traer como consecuencia la
emergencia de inestabilidades, pero de distinto tipo a las pasadas.34 Ello producto
del auge de los nacionalismos,35 de la desaparicin de las grandes alianzas que ge
neraban solidaridades internas,36 y de irredentismos y reivindicaciones territoria
les de minoras tnicas en estados federados como Yugoslavia y la URSS.37
Ahora las percepciones de peligro en el norte no surgen de la confrontacin
este/oeste, sino que provienen desde el sur.38 Para los europeos las amenazas ms
importantes son las que se concentran en la cuenca del Mediterrneo como pro
ducto de la explosin demogrfica del Magreb, su crisis econmica, y el funda-
mentalismo islmico.39 Para los EEUU ellas surgen del deterioro del medio am
biente40 en el hemisferio, el narcotrfico y la migracin ilegal. Para la URSS se
Las relaciones estratgicas... 167
originan en las revueltas nacionalistas de sus periferias ms atrasadas.41 Ya no es
el norte que amenaza al sur con su escalada armamentista nuclear y la marginali-
zacin del tercer y segundo mundo de sus logros econmicos, sino que -desde la
perspectiva de los formuladores e implementadores de polticas exteriores del
norte- los peligros vienen de un sur atrasado, anrquico y violento,42 que puede
erosionar el orden alcanzado por un norte desarrollado y civilizado. La existencia
de armas de destruccin masiva en manos de pases del sur ha abierto la posibili
dad de guerras ecolgicas.43
De esta forma, la nueva realidad internacional se est constituyendo a travs
de desarrollos estructurales, as como por visiones de lo que es y debe ser el futu
ro del sistema internacionales. Estos procesos son parte del reordenamiento glo
bal del sistema internacional.44
Conclusiones
Las relaciones estratgicas internacionales despus de la guerra fra se en
cuentran en medio de un profundo proceso de cambio. A pesar de la complejidad
y originalidad de estas transformaciones es posible concluir que ellas estn defi
niendo un nuevo espacio o territorio conceptual para el anlisis de las relaciones
estratgicas contemporneas.
Este campo analtico se comienza a estructurar en torno a lo que hemos de
nominado relaciones internacionales de mercado. Estas expresan una nueva reali
dad del relacionamiento internacional en el campo estratgico-poltico.
En primer lugar, el impulso del desarrollo econmico basado en la innova
cin tecnolgica ha modificado conceptos propios de la ciencia militar. As, esta
ha iniciado un camino de crecientes cambios e innovaciones par passu con la
emergencia de nuevas tecnologas. Ello estrecha la relacin entre economa y
mercado con los desarrollo estratgico-polticos, ya que ningn pas podr pres
cindir de esta vinculacin cada vez ms cercana.
En segundo lugar, los intereses estratgicos de defensa de la soberana e in
tegridad territorial se proyectan en condiciones de una integracin creciente al
mercado internacional o a la economa mundo hacia reas tradicionalmente con-
ceptualizadas al interior de lo que tradicionalmente se ha definido como dominio
reservado del mercado y de las vinculaciones no-gubernamentales.
168 Luciano Tomassini
-*------------------------------------------------------------------
En tercer trmino, la cada vez ms fuerte vinculacin entre poltica exterior
-entendida como altamente diversificada ms all de las cancilleras respectivas- y
poltica de defensa pone los temas estratgicos en cada vnculo internacional. La
estrategizacin de recursos de poder escasos frente a la explosin de intereses na
cionales le proporciona a cada interaccin internacional potencialmente un com
ponente estratgico que antes no tena.
En cuarto lugar, las tensiones, conflictos, vulnerabilidades y amenazas que
enfrentan los miembros de la comunidad internacional no slo provienen de las
fuentes tradicionales del relacionamiento interestatal tradicional. Ahora, ellas se
diversifican alcanzando reas no gubernamentales y no econmicas o polticas, si
no tnicas, ideolgicas o religiosas.
Finalmente, producto del proceso de globalizacin segmentada en la crea
cin de la economa mundo en curso, y del nuevo perfil de amenazas potenciales,
las relaciones estratgicas se proyectan a futuro en el marco de los vnculos inter
nacionales de mercado con un perfil menos estado-cntrico que en el pasado. Es
to presenta el gran desafio a las elites nacionales de armonizar sus intereses en
torno a proyecciones estratgicas no contradictorias o conflictivas entre s, maxi-
mizando -especialmente en el caso de los pases menos desarrollados- el conjunto
de recursos de poder nacional.
NOTAS
1. De acuerdo a algunos excesivamente entusiastas autores incluso la historia ha terminado, Fran
cis Fukuyama, "The End of History?", The National Interest, verano, 1989.
2. George Kennan, "The Future of U.S.-Soviet Relations". Declaracin presentada al Foreign Re
lations Committee del Senado de los EE.UU., abril 4,1989.
3. George F. Kennan, "An Irreversibly Changed Europe, Now to be Redesigned", en The Interna
tional Herald Tribune, martes, noviembre 14,1989.
4. Sobre los efectos estratgicos de estos cambios, ver: Dominique David, "Les Alliances en Muta
tion Ont Encore Un Rle Jouer en Europe", Le Monde Diplomatique, enero, 1990.
5. Sobre estas asincronfas, ver Dominique David, "Les Alliances en Mutation ont Encore un Rle
Jouer en Europe", Le Monde Diplomatique, enero 1990.
6. Ello sera necesario para evitar grandes tensiones y crisis sistmicas. Respecto de los conflictos
generados al interior del sistema internacional en momentos de transicin, ven Zeev Maoz,
"Joining the Club of Nations: Political Development and International Conflict, 1816-1976", In
ternational Studies Quarterly, junio 1989.
7. Bernard Lewis, "The Roots of Muslim Rage", The Atlantic Monthly, septiembre 1990.
Las relaciones estratgicas... 169
8. Norman A. Palmer, "Thoughts on International Relations and World .Society: A Dialogue Re-
newed", International Studies Notes, primavera 1990.
9. Un anlisis del impacto de los cambios internacionales en curso sobre las teoras de relaciones
internacionales, en: Luciano Tomassini, "La poltica internacional despus del muro", Estudios
Internacionales, julio-septiembre, 1990.
10. Ven Fierre Lellouche, "Influencia de las nuevas tecnologas sobre las concepciones estratgicas
actuales", en: Manuel Castells et.al., Impacto de Tecnologas Avanzadas sobre el Concepto de Se
guridad. FEPR1, Madrid, 1987. Sobre el impacto econmico-militar de las nuevas tecnologas y
su efecto en las relaciones internacionales, ven Manuel Castells, "Revolucin tecnolgica y rees
tructuracin econmico-poltica del sistema mundial", en Ibid.
11. Ven Alain Joxe, "Vers Une Theorie Generale Des Fortiflcations", manuscrito, abril, 1986. Tam
bin ven Alain Joxe, et.al., EurostrategiesAmericaines. CIRPES, Pars, 1987.
12. Ven Susana Pealva, "Urbanization, Urban-Rural Cleavages and Conflicts Bettween States and
Societies, trabajo presentado al Second Meeting of the Issue Group on Peace, International So
cial Science Council, (ISSC), Washington, 1-2 septiembre, 1988.
13. Los acuerdos sovitico-estadounidenses en materia de niveles de fuerza en Europa, y el retiro
de tropas soviticas de Cuba, cambiar esta situacin para la URSS, sin embargo, esta tenden
cia aun persiste para el caso de los EEUU.
14. En el caso de nuestra regin, los proyectos que alguna vez han tenido argentinos y brasileros de
submarinos nucleares no estn desligados de esta necesidad.
15. Ven Allans S.Krass, Verificatioiu How Much is Enough?Taylor & Francis, London, 1985, pgi
nas 137-138.
16. Al respecto, ven Rafael L. Bardaj, La Guerra de las Galaxias. 1NAPPS, Madrid, 1986; Carlos
Portales, "La Iniciativa de Defensa Estratgica y el Cambio Tecnolgico", Documento de Traba
jo N 313, FLACSO, Santiago, 1986; Guillermo Velarde, "Anlisis de la Iniciativa de Defensa
Estratgica", en Manuel Castells, et.al., op.cit.; y M. Zahera, "El programa Eureka", en ibid.
17. Ven Giusseppe Richeri, "Las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin, en Ma
nuel Castells, op.cit., tambin, ven Bhuprenda Jasani (Editor), Outer Space A New Dimensin
o f the Arms. Race. Taylor & Francis, London, 1982; Bhuprenda Jasani, Space Weapons. The
Arms Control Dilemma Taylor & Francis, London, 1984; Bhuprenda Jasani y Toshibomi Sakata,
Satellites for Arms Control and Crisis Management. Oxford University Press, London, 1987.
18. El programa de misiles brasilero y el proyecto de misil estratgico argentino Cndor II (mo
mentneamente cancelado) son ejemplos de lo mismo.
19. Esta nueva realidad se ha incorporado a nuestro ordenamiento constitucional, por ejemplo, en
el Artculo 5 de la Constitucin Poltica de la Repblica, el que reconoce limitaciones al ejerci
cio de la soberana provenientes de normas superiores -los derechos humanos- expresados en
los tratados internacionales ratificados por el pas.
20. Ver: Frank Carlucci, "Americas Alliance Structure and the new Isolationism", Defense, July/Au-
gust, 1988, pgina 2 a 4.
21. Al respecto ver el anlisis que se hace de Japn y Nueva Zelandia en: "The Military Choices
Will Not Be Easy". The Bulletin, febrero 23,1988, pginas 96 y 97.
22. El esfuerzo argentino de desarrollo de la Direccin General de Industrias y Fbricas Militares,
en la actualidad ha sido acompaado por una diversificada industria blica brasilera y de un me-
170 Luciano Tomassini
nor, pero igualmente sostenido esfuerzo, de Colombia, Chile y Per, para mencionar a los ms
destacados. AI respecto, ven Michael Brzoska y Thomas Ohlson, Arms Production in the Third
World, y Arms Transfers to the Third World, 1971-85. Oxford University Press, London, 1986 y
1987 respectivamente.
23. Ven Yves Perez, La dissuasion par les embargos. CIRPES, Paris, 1985.
24. De acuerdo a los criterios internacionales, la mantencin de una industria local de armas re
quiere que cinco sextas partes de ellas se exporte.
25. Ven Renato Dagnino, "O Comercio de Armamentos na America do Sul: sua importada para a
anlie das perspectivas de cooperado regional, manuscrito, septiembre 1988.
26. Ven Michael Brzoska and Thomas Ohlson, Anns production in the Third World. Taylor & Fran
cis, London, 1986, pgina 287.
27. Ven Arthur H. Westling, Global Resources and International Conflict. Oxford University Press,
London, 1986.
28. Al respecto, ven Department of State, "Current Development in the US Oceans Policy", Depart
ment of State Bulletin, septiembre, 1986.
29. Ver al respecto, Augusto Varas (Editor) Jaque a la democracia. Orden internacional y violencia
poltica. GEL: Buenos Aires, 1990.
30. El concepto de atlmlca se refiere a la prdida o deterioro del status de una nacin en un marco
de igualdad formal entre los miembros de la comunidad internacional. Ven Gustavo Lagos, In
ternational Stratification and Underdeveloped Countries. The University of North Carolina Press,
Chapel Hill, 1963.
31. Fernand Braudel, The Perspective of the World. Civilization <4Capitalism, 15th-18th Century. Vo
lume 3, Harper & Row: New York, 1984, pgina 21.
32. Sobre las periferias en el norte, ven Paul Moreira, "La mal-vie des jeunes dans les villes en cri-
se", Le Monde Diplomatique, diciembre 1990.
33. De acuerdo a las cifras ms actuales disponibles, los pases pobres representan el 84.6% de la
poblacin mundial y concentran el 21.8% del ingreso internacional. A su vez, lo pases ricos tie
nen el 15.4% de la poblacin, y concentran el 788.2% del ingreso mundial. Michel Chossu-
dovsky, "Coment viter la mondialisation de la pauvret?, Le Monde Diplomatique, septiembre
1991.
34. Ver, John J. Mearsheimer, "Back to the Future: Inestability in Europe After the Cold War*', In
ternational Security, verano, 1990.
35. Sobre los nacionalismo del este, ver Claude Julien, "Alerte: Nationalismes", Le Monde Diplo
matique, Janvie( 1990; y sobre los del oeste, ver: E. J. Hobsbawm, Nations and Nationalisms Sin
ce 1780. Programme, Myth, Reality. Mass.: Cambridge University Press, 1990.
36. Woosang Kim, "Power, Alliance and Major Wars, 1816-1915", Journal of Conflict Resolution, ju
nio 1989.
37. Ven Naomi Chazan, Irredentism and International Politics. Boulden Lynne Rienner, 1990.
38. Ver, Maurice Bertrand, "Les Dangers DUne Commounaut de Securit du Nord Contre le
Sud", Le Monde Diplomatique, febrero 1990.
39. Al respecto, ven Bernard Lewis, "The Roots of Muslim Rage", The Atlantic Monthly, septiem
bre, 1990.
Las relaciones estratgicas... 171
40. Sobre este tema, ver. Jessica Tuchman Mathews, "Redefining Security", Dialogue 1,1990.
41. Ven Claude Julien, "Alerte: Nationalismes", Le Monde Diplomadque, enero, 1990.
42. Edward N. Luttwak, "The Shape of Things to Come", Commentary, junio 1990.
43. Concepto usado por Francisco Orrego, "Constante y evolucin del nuevo orden en el sistema
internacional y sus posibles repercusiones en una poltica de defensa chilena", Academia de
Guerra del Ejrcito, Segundo Seminario sobre Poltica de Defensa, Santiago, 4-6 de septiembre,
1991.
44. Un esfuerzo ms general en este mismo sentido en: James N. Rosenau, Turbulence in World Po-
litcs. A Theory ofChange and Continuity. Princeton University Press: New Jersey, 1990.
CAPITULO VII
LA TRANSFORMACION
LA ECONOMIA POLITICA
INTERNACIONAL
La transformacin estructural de la economa 175
Este captulo se centra en tres interrogantes. Primero, hasta qu punto la
transformacin de la economa mundial obedece a tendencias de largo plazo y qu
antecedentes histricos tiene este proceso. Segundo, cul es la direccin y la natu
raleza de los cambios que est experimentando la economa mundial y qu peso
relativo tienen ciertos factores de carcter estructural o regional en dichos cam
bios. Tercero, cules son sus implicaciones para los pases en desarrollo, en gene
ral, y para Amrica Latina. La segunda de estas interrogantes concentrar el grue
so de estas reflexiones. La conclusin central de este trabajo es que la economa
mundial entr en un proceso de cambio secular entre fines de 1960 y comienzos
de 1970. El anlisis y las fuentes empleadas aqu toman en cuenta esta perspectiva
histrica. Tambin se explica la utilizacin del trmino "economa poltica inter
nacional" para referirnos al objeto de dicho proceso.
La renovacin del inters en la economa poltica internacional
Puede decirse que es la "economa poltica internacional" lo que se ha trans
formado de acuerdo con los lineamientos sealados ms arriba. Es ste el trmino
con el cual los economistas clsicos de fines del siglo XVIII y del siglo pasado -
Smith, los dos Mills y Ricardo- se refirieron a la denominada "economa mundial"
durante el ltimo perodo. El uso de uno u otro concepto no es un asunto mera
mente semntico -si es que bajo el impacto de la reflexin post-estructuralista
puede restarse importancia a la semntica- sino que implica una opcin entre una
acepcin reduccionista y limitada de la realidad econmica y una visin ms am
plia de la misma, como la que es necesario emplear para comprender la economa
mundial contempornea, y la disposicin a poner trmino a la esquizofrenia que
durante tanto tiempo rein entre la consideracin de los factores polticos y eco
nmicos en las relaciones internacionales. Desde la ltima parte del siglo pasado
los cientistas sociales, reflejando una realidad histrica en que convena disimular
la asociacin existente entre el impulso nacionalista de las nuevas potencias in
dustriales y su expansin econmica atribuida solamente a las fuerzas del merca
do, establecieron una divisin tajante entre economa y poltica desde el punto de
vista acadmico. Se fue acuando as la idea de que el sistema poltico funciona
sobre la base de la formulacin de respuestas a las demandas sociales por parte de
la autoridad -o la distribucin de recursos entre los distintos grupos- mientras que
en el campo econmico la asignacin de recursos la efecta el mercado. Esta se
paracin result conveniente mientras sirvi a los intereses de las grandes poten
cias, pero nunca describi adecuadamente la realidad socio-econmica, especial
mente a partir del creciente entrelazamiento que comenz a darse entre los facto
res polticos y econmicos en un escenario internacional caracterizado, por una
176 Luciano Tomassini
parte, por una situacin de "interdependencia compleja" y, por la otra, por el re
troceso y trmino de la guerra fra, cuya amenaza haca resaltar la importancia de
los problemas vinculados con la seguridad militar, haciendo sombra a las cuestio
nes econmicas, tecnolgicas y socio-culturales. De all que a lo largo de este lti
mo perodo se haya cuestionado cada vez ms la separacin anteriormente seala
da.1
La separacin entre los aspectos polticos y econmicos de las relaciones in
ternacionales, as como tambin entre las esferas interna y externa del proceso
econmico y poltico, est muy vinculada a la escuela realista o clsica de las rela
ciones internacionales que domin estos estudios durante todo el presente siglo.
En efecto, su nfasis en los conceptos de "poder" y "seguridad", margin los facto
res econmicos del estudio de la poltica mundial. El nfasis en el poder como el
factor dominante en las relaciones internacionales, y la consideracin de las varia
bles econmicas como un mecanismo independiente que funciona al margen del
juego poltico, reflej y legitim los intereses de la potencia dominante durante el
perodo de postguerra. No es casual el hecho de que la mayor parte de la literatu
ra representativa de la corriente realista haya tenido su origen en los Estados Uni
dos y que uno de los autores ms brillantes que absorbi dicho pas, Stanley Hoff-
mann, haya declarado hace tiempo que los estudios internacionales son una cien
cia americana.
Esa separacin, por lo dems, era enteramente coherente con los intereses
liberales en el terreno econmico, y contribua a atribuir al sistema de Bretton
Woods una extraordinaria estabilidad, as como tambin la capacidad de encua
drar en forma autnoma los intercambios econmicos. El pensamiento liberal se
basaba en la idea de que poda existir un orden econmico internacional separado
de la poltica y gobernado por el mercado regulado, en la medida necesaria, por
reglas tcnicas acordadas en forma multilateral. Lo curioso es que ese orden libe
ral facilit el extraordinario perodo de crecimiento econmico que vivi el mun
do en la postguerra y, con ello, cre el contexto necesario para el desarrollo de un
proceso de transnacionalizacin que hizo inevitable vincular los aspectos polticos
y econmicos de las relaciones entre las naciones, as como tambin los factores
internos y externos que intervienen en ellas, planteando de esta manera la necesi
dad de reconstruir el concepto de una economa poltica internacional. De las di
versas discontinuidades sealadas ms arriba ninguna representa tan bien el fin de
la separacin entre economa y poltica que postulaba el realismo poltico y el li
beralismo econmico como el anuncio efectuado por el Presidente Nixon de una
nueva poltica econmica, el 15 de agosto de 1971, que puso trmino a los funda
mentos del sistema de Bretton Woods. A partir de ese momento se torn imposi
La transformacin estructural de la economa 177
ble entender la poltica mundial sobre la base de una separacin entre poltica y
economa.
La reconstitucin del concepto de "economa poltica internacional", y por
lo tanto su estudio, han ganado mucho terreno en los ltimos aos. Debido a que
la reconstruccin de este concepto supone vincular de nuevo los aspectos polti
cos y econmicos, as como tambin los internos y externos, que intervienen en
las relaciones entre las distintas sociedades nacionales, esta tarea ha sido aborda
da principalmente desde un punto de vista transdisciplinario.2 En cuanto al mbi
to que abarca este concepto se podra recordar la definicin de Gilpin en el senti
do de que l usa el trmino economa poltica "simplemente para indicar un con
junto de cuestiones que deben ser examinadas por medio de una mezcla eclctica
de mtodos analticos y perspectivas tericas".3 Por su parte, Susan Strange ha ca
racterizado este campo de estudio como aquel que "concierne a los arreglos socia
les, polticos y econmicos que afectan el sistema global de produccin, intercam
bio y distribucin (de bienes y servicios) y la combinacin de valores reflejados en
dicho proceso".4 La economa poltica internacional evoluciona lentamente y ha
pasado por varias etapas en la poca contempornea.
Los ciclos largos en la economa mundial
Despus de un cuarto de siglo de expansin sin precedentes, iniciado duran
te la segunda postguerra, la economa mundial entr en un prolongado perodo
de recesin o cambio. Los rasgos centrales del perodo, el hecho de que ste est
marcado por el estancamiento o la transformacin econmica mundial y la natu
raleza de estas mutaciones, constituyen la preocupacin central de este ensayo.
En l se propone que la economa internacional est atravesando por un perodo
de transicin, y no de estancamiento, y que no es la primera vez que ocurre tal fe
nmeno sino que ste se inserta en la cadencia que secularmente han presentado
los ciclos econmicos.
La teora de los ciclos largos fue redescubierta, despus de cerca de medio
siglo de polticas keynesianas o de variaciones en torno a este enfoque, como con
secuencia de los intentos encaminados a disipar la confusin con que el pensa
miento econmico enfrent la inflexin del ciclo expansivo anteriormente men
cionado durante el perodo comprendido entre fines de los aos sesenta y comien
zos de los setenta. La visin keynesiana propona sincronizar la demanda con la
oferta manipulando fundamentalmente la primera, mientras que la teora de los
ciclos largos subraya el papel que desempean los cambios en la combinacin de
178 Luciano Tomassini
factores productivos, privilegiando ms bien as el lado de la oferta. Naturalmen
te, la demanda puede ser estimulada en el corto plazo, lo cual no ocurre en el caso
de los factores ltimamente mencionados.
La influencia de ciclos de largo plazo en la actividad econmica fue identifi
cada por primera vez por Kondratieff en 1935.5 Los ciclos de Kondratieff abarcan
perodos de aproximadamente medio siglo, que comprenden 25 aos de expan
sin, seguidos por otros 25 aos de estancamiento de la actividad econmica. Las
investigaciones de Kondratieff se desarrollaron durante los aos veinte, y le per
mitieron predecir que ese decenio marcara el comienzo de un perodo de incerti-
dumbre y recesin econmica, que seguira a la fase de auge anterior a la primera
guerra. Kondratieff alcanz a identificar tres de esos ciclos, aunque no presenci
el fin del tercero, pues de acuerdo con Solzhenitsyn, en El Archipilago de Gulag,
muri poco despus en un campo de concentracin de Stalin. Siguiendo su visin,
y prolongndola hasta nuestro tiempo, se podra distinguir cuatro ciclos largos.
La fase ascendente del primero abarca el perodo comprendido entre 1770 y
1815, cubierto por la revolucin francesa y las guerras napolenicas, que se abre
poco despus que Inglaterra, que de proveedor de alimentos haba pasado a ser
importador de granos, iniciara la revolucin industrial basada en la expansin de
la produccin textil, la introduccin de nuevos mtodos para producir hierro y el
empleo dl motor a vapor ideado por Watt. La guerra, junto con elevar los pre
cios de la produccin agrcola, increment la demanda por productos textiles y,
sobre todo, en la industria del hierro, al mismo tiempo que estimulaba la prospe
ridad de los Estados Unidos, basada en el aumento de los precios de sus materias
primas y productos alimenticios. Esta era es seguida de un perodo descendente,
que se extiende entre 1815 y 1848, cuando la abundancia de granos, algodn y ma
terias primas que se produce despus de la guerra, tiende a deprimir sus precios,
conjuntamente con las tasas de inters, reorientando las inversiones hacia los Es
tados Unidos y hacia el Este de Europa, representada entonces por Alemania o
Blgica.
El perodo ascendente del segundo ciclo comprende los aos 1848-1870, du
rante los cuales el aumento de la poblacin a ambos lados del Atlntico presiona
sobre la produccin de alimentos y la apertura de nuevas reas agrcolas, aumen
tan los salarios y la tasa de inters, y emerge un nuevo sector lder: la produccin
de acero, la construccin de ferrocarriles y, posteriormente, de barcos metlicos
dotados incluso de frigorficos. Estos procesos, naturalmente, van estrechamente
asociados con el aumento del comercio y de las exportaciones. Despus de la gue
rra franco-prusiana de 1873 y hasta mediados de los aos noventa, a pesar -o a
La transformacin estructural de la economa 179
causa- de la produccin de acero barato, la expansin de la electricidad y el surgi
miento de la industria qufmica, la demanda parece quedar a la zaga de la oferta,
caen los precios y la tasa de inters, aumenta el salario urbano -en desmedro de
otros sectores- desestimulando la actividad industrial, y el nuevo ciclo ingresa en
su perodo descendente.
La fase ascendente del tercero tiene lugar entre 1896 y 1920 en un clima ca
racterizado por una creciente tensin blica que culmina en la gran guerra y por
grandes flujos de capital entre los pases industriales as como tambin hacia Ar
gentina, Australia, Canad y Rusia. La depresin de los salarios industriales cau
sada por el anterior ciclo depresivo estimula la actividad fabril, al mismo tiempo
que da lugar a la formacin de sindicatos y a la creacin del partido Laborista Bri
tnico, mientras que la explotacin de minerales de oro en Alaska y en Sudfrica
favorece las inversiones. Estas tendencias econmicas, poltica y sociales, estimu
lan la produccin agrcola, y con ello las industrias qumicas, incrementando el
empleo de acero en el transporte, la construccin de barcos y la fabricacin de au
tomviles. A partir de 1920, y durante todo el perodo de entreguerras, se acumu
lan inventarios en todos los sectores, tanto en los alimentos y productos bsicos
como los de bienes industriales, caen vertiginosamente los precios, los salarios y
el ingreso real de las familias, y se desencadena una depresin sin precedentes his
tricos. La recuperacin ocasionada por los preparativos blicos en el continente
europeo y por el New Deal en los Estados Unidos no logran poner trmino a un
tormentoso perodo de nacionalismo econmico, reorientacin industrial hacia la
produccin militar y desarticulacin de los intercambios internacionales, del cual
el mundo slo empieza a recuperarse despus de la segunda guerra mundial. Es
sintomtico de la importancia que las potencias aliadas asignaron a este proceso
como una de las principales causas de las tensiones blicas el hecho de que en ple
na guerra se hayan reunido en Bretton Woods para establecer las bases de un
nuevo orden econmico mundial que procurara eliminar los factores econmicos
de inestabilidad y conflicto que dieron lugar a ese perodo.
Un cuarto ciclo, post Kondratieff, estara representado por el perodo de ex
pansin sin antecedentes histricos que vivi la economa mundial desde la poca
de postguerra hasta un perodo situado entre fines de los aos sesenta y 1973, y la
etapa de disminucin de la actividad econmica, turbulencia y transformacin de
la economa poltica internacional que ha vivido el mundo durante los ltimos
dos decenios.
Kondratieff no identific en forma sistemtica los factores que explican los
perodos de auge y decadencia de la economa mundial. Entre ellos se cuentan, a
180 Luciano Tomassini
veces, movimientos demogrficos, la explotacin de nuevas variedades de recursos
naturales, innovaciones tecnolgicas, guerras y revoluciones, o procesos de colo
nizacin, segn las pocas. Schumpeter, poco despus de l, proporcion una vi
sin ms sinttica, fecunda y poderosa acerca de cmo nuevas combinaciones de
recursos naturales, sistemas de produccin, conocimientos tecnolgicos, merca
dos, variedades de bienes y servicios, capacidad empresarial y organizacin polti
ca y social pueden transformar el ciclo productivo.6 Casi treinta aos ms tarde
Kuznets elabor una interpretacin alternativa basada en ciclos econmicos de
alrededor de veinte aos, en cuya explicacin privilegia los factores demogrfi
cos.7 El renacimiento del inters en la teora de los ciclos largos, y en la obra de
Kondratieff, se debe en gran parte al controvertido historiador econmico W.W.
Rostow, quien sistematiza y explica desde un punto de vista contemporneo la su
cesin de estos ciclos en sus obras principales.8
El ms notable de los historiadores de la Escuela de Estrasburgo, Fernand
Braudel, distingue en su obra ciclos ms largos todava. "De acuerdo con los datos
actualmente aceptados, es posible distinguir cuatro ciclos seculares sucesivos en
lo que concierne a Europa: 1250 (1350) 1507-10; 1507-10 (1650) 1733-43; 1733-43
(1817) 1896; 1896 (1974...?). La primera y la ltima fecha de cada una de estos ci
clos marcan el comienzo del ascenso y el fin de un descenso; la fecha intermedia,
entre parntesis, marca el punto culminante, lugar en que se revierten las tenden
cias seculares, el momento de la crisis".9 El historiador hace notar que en 1350 la
peste negra aade sus fatdicas consecuencias a la lenta pero persistente desacele
racin del crecimiento en los pases del norte de Europa, no obstante que en esos
momentos Italia comienza a industrializarse, y se empieza a afirmar la preponde
rancia de Venecia. Trescientos aos ms tarde, en 1650, el fin de las guerras de re
ligin y la destruccin subsiguiente ponen fin al prolongado perodo de prosperi
dad que vivi el siglo XVI; ese es, sin embargo, el momento del encumbramiento
de Amsterdam. Hacia 1817 Europa sufre el desabastecimiento de los envos de
plata del continente americano y principalmente de Mxico. El autor se pregunta
despus qu decir del perodo 1973-74: una crisis de coyuntura o un cambio se
cular tanto a an ms importante que los anteriormente sealados?
La economa mundial en transicin
Nuestra hiptesis es que la economa mundial no slo est atravesando por
uno de esos ciclos largos sino por una transicin incluso ms profunda.
La transformacin estructural de la economa 181
En tal sentido, sin duda el hecho a la vez ms reciente y ms relevante en
perspectiva histrica est constituido por el fin de la guerra fra, con la consi
guiente subordinacin de los intereses vinculados con la seguridad militar, que
durante tanto tiempo dominaron la poltica mundial, y el definitivo ascenso al pri
mer plano de los procesos econmicos, tecnolgicos y socio-culturales. Es ms,
esta dramtica transformacin histrica no slo implic alterar la prioridad relati
va de esas dos esferas, sino el tipo de asociacin existente entre ellas. Durante los
ltimos doscientos aos, es decir desde las guerras desatadas por la revolucin
francesa y la expansin napolenica, la produccin civil y militar se estimul mu
tuamente y fue incluso intercambiable. Hasta la segunda guerra mundial, y an
despus, la produccin civil poda ser reorientada hacia la fabricacin de materia
les blicos en tiempo de guerra, y reconvertida de nuevo al fin de ella, legando a la
nueva infraestructura productiva los adelantos tecnolgicos logrados en funcin
del conflicto blico.
Generalizando an ms puede decirse que a lo largo de toda la edad moder
na la guerra represent un poderoso estmulo al cambio tecnolgico y al avance
productivo de los pases europeos y, posteriormente, de Japn y los Estados Uni
dos.10 A lo largo de la ltima postguerra los analistas asignaron creciente impor
tancia al significado del complejo militar-industrial como factor de cambio tecno
lgico y de crecimiento econmico, especialmente en los Estados Unidos. Actual
mente esa asociacin ha cambiado. Hoy da las grandes potencias saben que el
gasto y la produccin en defensa representa un severo drenaje a su economa. El
hecho de que durante la postguerra el Japn haya gastado tan poco en defensa, y
muy especialmente en investigacin tecnolgica para fines militares, es una de las
principales causas de su crecimiento econmico y tambin poltico. Por el contra
rio, el que la Unin Sovitica haya destinado una parte tan grande de su producto
interno a fines militares constituy la principal causa de su fracaso econmico y
del descontento de su sociedad civil, desencadenando su actual proceso de refor
ma poltica. Lo que es ms importante, al concluir la guerra fra no ser ya nece
sario optar en uno u otro sentido, como lo hicieron el Japn y la Unin Sovitica,
en tanto que el gasto y la produccin militar se tomarn anti-econmicos y deja
rn de dar dividendos polticos.
Pero este acontecimiento histrico slo puso de relieve y torn inevitable la
transformacin que vena experimentando la economa mundial durante los lti
mos veinte aos. Con la ventaja que da esa perspectiva histrica no vale la pena
detenerse aqu en el debate que durante la primera parte del perodo se desarroll
entre quienes, no sin determinadas intenciones, atribuan un carcter cclico o co-
yuntural a esta crisis y los que vean en ella un proceso de ms largo plazo. Por lo
182 Luciano Tomassini
dems, la distincin entre crisis y transformacin es artificiosa. El primero de es
tos conceptos -que proviene de la palabra griega /crisis- evoca la idea de una elec
cin, de una decisin o de una bifurcacin entre caminos. La palabra fue introdu
cida en el siglo XVI por Ambroise Par para designar "un momento en una enfer
medad caracterizado por un cambio sbito, para bien o para mal, generalmente
decisivo". Y Antonio Gramsci pensaba que "la crisis se produce cuando una anti
gua situacin desaparece sin que la situacin nueva est a la vista".11 Pero la con
fusin no se circunscribi a la duracin de este proceso de transicin o crisis sino
tambin a su naturaleza y a sus causas.
El inicio de la declinacin de la industria americana y de la atenuacin del
ritmo de crecimiento de los intercambios comerciales fue atribuida primeramente
a las rupturas monetarias de 1971-72. El abandono de la convertibilidad del dlar,
su posterior devaluacin, y el consiguiente flotamiento generalizado de las parida
des cambiaras pusieron de manifiesto la dificultad de mantener un crecimiento
econmico estable en caso de que la economa dominante perdiera la capacidad
de mantener la paridad de su moneda. Sin embargo y paradojalmente, el dlar ha
continuado siendo la clave del sistema monetario internacional, sobre todo a par
tir de las polticas iniciadas en 1979 con el objeto de revalorizar esa moneda con
el consiguiente incremento de las tasas de inters.
Los shocks petroleros de 1973 y 1979 ofrecieron durante cierto tiempo una
segunda explicacin a este proceso de transicin o crisis. Su impacto fue ampliado
al proyectarse contra el teln de fondo creado por el primer informe del Club de
Roma sobre los lmites del crecimiento y la Conferencia de Estocolmo sobre el
medio ambiente, en 1971, que anticipaban un prolongado perodo de "crecimien
to cero" como consecuencia de haberse sobrepasado los lmites fsicos del desa
rrollo econmico, representados por el crecimiento de la poblacin, la produc
cin de alimentos, la urbanizacin, la contaminacin ambiental y la escasez de re
cursos naturales, particularmente energticos. La teora de los lmites del creci
miento demostr ser exagerada y, aunque especficamente ha continuado agravn
dose el deterioro ecolgico, los avances en el campo biolgico y el aumento de la
produccin agrcola en diversas regiones del mundo han mejorado el equilibrio
entre poblacin y alimentos, mientras que se aleja el peligro de una escasez gene
ralizada de recursos naturales, debido en parte a su reemplazo por la produccin
de nuevos materiales. Tambin el peligro energtico ha adquirido proporciones
ms reales, no tanto como resultado de la bsqueda de nuevas fuentes energti
cas, sino del silencioso proceso de ahorro de energa emprendido por las socieda
des y las economas industrializadas a partir del primer shock petrolero. Debe to
marse en cuenta al respecto que la cada de las reservas mundiales de 93 a 88 das
La transformacin estructural de la economa 183
de consumo de petrleo bast para desencadenar el segundo de estos shocks y
que ni siquiera la guerra del Golfo constituy nunca un desafo serio desde el
punto de vista del abastecimiento y los precios del producto mencionado.12
Una hiptesis que a nuestro juicio roza ms de cerca la naturaleza de la
transicin se refiere a que el estancamiento que a largo plazo estara afectando ac
tualmente a la economa mundial sera la consecuencia inevitable de la difusin
tecnolgica. El rpido proceso de crecimiento de los aos cincuenta y sesenta se
bas en la utilizacin de tecnologas que por razones histricas, como por ejem
plo la guerra, no haban sido explotadas anteriormente para fines civiles y que, es
tando fundamentalmente en manos de los Estados Unidos, despus de la guerra
pudieron ser transferidas a otros pases industriales, principalmente sus aliados, el
Japn y la Comunidad Europea. Mientras los pases industriales incorporaron a
su aparato productivo el acervo de tecnologa disponible el crecimiento fue muy
acelerado pero, una vez cumplido ese proceso, dicho ritmo tena que atenuarse.
Sin embargo, esta hiptesis interpreta el proceso que nos ocupa como un perodo
de desaceleracin del crecimiento econmico, y no como de transformacin de la
economa mundial, que es la hiptesis que aqu proponemos.13
Nuestra propuesta consiste en que la economa poltica internacional que
prevaleci por lo menos durante los ltimos cien aos ha sufrido una transforma
cin profunda. "La crisis de la economa mundial es ante todo una crisis indus
trial. No hay dudas de que los sucesivos shocks petroleros han contribuido pode
rosamente a desestabilizar las economas nacionales as como tambin los inter
cambios internacionales. Sin duda, igualmente, es necesario preocuparse perma
nentemente por las tensiones monetarias que se inician de los cambios provoca
dos en 1979, revirtiendo completamente la tendencia surgida despus de 1971. Pe
ro si bien es indispensable en la actualidad conjurar los riegos monetarios, como
ayer los desequilibrios energticos, es en la industria donde se encuentran los or
genes ms profundos de la crisis y las perspectivas que se divisan en el horizonte
hacia 1990".14
Hacia una nueva economa poltica internacional: aspectos estructurales
Sostener que la transformacin de la economa mundial se ha centrado en el
sector industrial equivale a asignar un rol protagnico al cambio tecnolgico. Una
visin que no slo tiende a destacar su papel en la presente etapa sino que adems
lo reivindica retrospectivamente como una fuerza histrica. El ltimo informe del
Banco Mundial sostiene que "el factor que ms ha contribuido por si mismo al
184 Luciano Tomassini
progreso econmico ha sido el de los adelantos tecnolgicos".15 Pero destacar el
rol del avance tecnolgico en el actual contexto implica reconocer la superacin
de una economa basada en los recursos naturales, el capital y la fuerza de trabajo,
y la emergencia de una sociedad basada en el conocimiento. Y ello implica, a su
vez, reconocer que estn cayendo las fronteras entre sociedad y economa, entre la
persona como protagonista social y el hombre econmico, entre el obrero y el
profesional, entre la profesin y la empresa o el negocio.
En un artculo relativamente reciente dentro de su larga obra, Peter F.
Drucker sostiene que la economa mundial no est cambiando sino que ya ha
cambiado y que con toda probabilidad dicha transformacin es irreversible. Segn
l, durante los ltimas dcadas se han producido tres cambios fundamentales en la
estructura misma de la economa mundial: la economa de los productos prima
rios se desvincul de la economa industrial; en la economa industrial propia
mente dicha, la produccin se desvincul del empleo, y los movimientos de capital
han superado al comercio como la fuerza rectora de la economa internacional.16
Esto ltimo, a su vez, significa que la produccin ha dejado de depender funda
mentalmente del capital financiero. En efecto, en un mundo en que la economa
"simblica" de las finanzas adquiere un tamao mucho mayor que la economa
"real" de la produccin y el flujo de bienes y servicios, es decir, en donde la prime
ra representa un valor veinticinco veces mayor que el del comercio mundial (75
trillones de dlares contra 3 trillones anuales), resultara muy difcil encontrar
una empresa productivo exitosa que se malogre por falta de apoyo financiero.
La identificacin de estos cambios no se verific dentro de la profesin eco
nmica en sentido estricto. En los Estados Unidos fueron un especialista en ad
ministracin de empresas como Peter F. Drucker, un socilogo como Alvin Tof-
fler o un cientista social como Ronald E. Mller, entre otros, lo que los detecta
ron primero.17 En Europa estas tendencias fueron rastreadas por centros interdis
ciplinarios de investigacin con una fuerte orientacin prospectiva.18 Probable
mente uno de los diagnsticos ms tempranos y completos los realiz la Organi
zacin para la Cooperacin Econmica y el Desarrollo (OCED) a travs del pro
yecto Interfutures, cuyas conclusiones centrales fueron publicadas en 1979.19
Es necesario adoptar este punto de vista si se desea comprender la transfor
macin experimentada por la economa mundial debido a la diversidad de las va
riables que han incidido en ella. Como seala Drucker, si un economista de co
mienzos de siglo se hubiese quedado dormido en 1914, antes de los caones de
agosto, y hubiera despertado en 1970, no habra encontrado las cosas muy cambia
das. Si uno considerara solamente las cifras y las variables econmicas, encontra
La transformacin estructural de la economa 185
ra una notable similitud entre los dos extremos del perodo, y descubrira que di
chas cifras no revelan que durante ese tiempo se desencadenaron dos guerras
mundiales, se produjo la revolucin rusa y estall la guerra fra. Pero la verdad es
que la economa poltica internacional s mostr una extraordinaria continuidad
durante todo ese perodo. Todos los pases lderes en 1970, desde un punto de vis
ta econmico, ya haban iniciado el despegue en 1914. Los sectores dinmicos de
la economa eran, en trminos generales, los mismos que en aquel entonces. Su
crecimiento se bas en tecnologas desarrolladas mucho antes de 1914. Los mto
dos de Bessemer y Siemens para producir acero se desarrollaron al comienzo de
la segunda mitad del siglo pasado; la industria qumica surgi con fuerza en esa
poca, sobre todo a partir de Alemania; nuevas fuentes de energa, como el gas, la
electricidad y el petrleo, ingresaron al mercado durante ese perodo: en 1870 se
construyeron ductos de acero para transportar petrleo en Rusia y los Estados
Unidos, y en 1898 Daimler conduca el primer automvil por las calles de Mann-
heim, generalizndose as el empleo del motor de combustin interna, la cons
truccin de carreteras y otros procesos que caracterizaron la evolucin de la eco
noma mundial durante todo el siglo XX. Si hubo una excepcin en el perodo es
tuvo representada por Rusia, que ya era una potencia industrial a fines del siglo
pasado, aunque su industria hubiera crecido ms a la sombra del Estado que en el
caso de Inglaterra o Alemania, y cuya evolucin fue truncada por la experiencia
socialista.
Ese prolongado plateau comenz a agrietarse profundamente entre fines de
los aos sesenta y comienzos de los setenta. Siguiendo el hilo conductor de las ob
servaciones precedentes podramos encontrar la causa de este quiebre secular en
la emergencia de un nuevo paradigma tecnolgico, para utilizar la idea de
Kuhn,20 si bien ste implica o conlleva transformaciones sociales, poltica y cultu
rales que se examinarn ms adelante. Ya Heidegger demostraba que la tecnolo
ga, en esencia, no es meramente tcnica. La incorporacin de una nueva tecnolo
ga, y su utilizacin en la vida diaria, implica necesariamente un nuevo espectro de
preferencias y comportamientos sociales. No es de extraar que el perodo que
media entre el surgimiento de una innovacin tecnolgica y su aceptacin social
y, por ende, su incorporacin al sistema productivo, suela ser muy prolongado. De
acuerdo con una sntesis reciente sobre esta problemtica elaborada desde una
perspectiva latinoamericana "asistimos en la actualidad a una transicin global
hacia un nuevo paradigma tecnolgico basado en la microelectrnica y la infor
macin, el cual sustituye el paradigma anterior, estructurado en torno al petrleo
barato y otros materiales intensivos en energa". De acuerdo con ese anlisis "las
innovaciones en el campo de electrnica tiene un carcter radical toda vez que
comportan una modificacin de la trayectoria tecnolgica" que va desde la inven
186 Luciano Tomassini
cin de un proceso hasta el consumo de un producto.21 La invencin de un nuevo
proceso o de un nuevo producto ocurre en el mbito de la ciencia y la tecnologa y
puede permanecer all para siempre. La innovacin tecnolgica, es decir, su incor
poracin al proceso productivo, es en cambio un hecho econmico. Su difusin la
transforma en un fenmeno social. Hay innovaciones incremntales que son las
mejoras sucesivas a que se ven sometidos los procesos y productos, que aumentan
la productividad y modifican los coeficientes de la matriz insumo-producto, pero
no transforman su estructura. Las innovaciones radicales representan la introduc
cin de procesos o productos verdaderamente nuevos. Debido al carcter autosu-
ficiente del cambio incremental es prcticamente imposible que una innovacin
radical resulte de mejoramientos en la tecnologa existente. Una innovacin radi
cal es por definicin una ruptura capaz de iniciar una nueva trayectoria tecnolgi
ca, e incluso un nuevo paradigma, considerado como una constelacin de innova
ciones interrelacionadas econmica y tcnicamente que afectan a muchas ramas
del sistema productivo y tienen la capacidad de transformar la organizacin socio-
cultural. Cada nuevo paradigma tecnolgico est basado en un factor clave que
debe reunir las condiciones de tener un costo barato, una oferta ilimitada, gran
versatilidad en sus aplicaciones y, por lo tanto, encontrarse en la raz de un siste
ma de innovaciones tecnolgicas y organizativas capaces de cambiar el perfil del
aparato productivo y del propio sistema social.22 En los ciclos anteriores ese fac
tor estuvo representado por la energa del vapor y sus aplicaciones industriales,
principalmente en los textiles, por la produccin de acero y su aplicacin a la in
dustria de la construccin de barcos y de los ferrocarriles, y posteriormente por el
petrleo, el motor de combustin interna y la industria petroqumica. Hoy da es
la electrnica.
Cada uno de estos ciclos econmicos, sociales y culturales podra definirse,
siguiendo a Schumpeter, como "el despliegue de una revolucin tecnolgica y la
absorcin de sus efectos". Una vez que emergen los rasgos del nuevo paradigma se
modifican las estructuras econmicas y sociales y, por consiguiente, la economa
poltica de las relaciones internacionales. El surgimiento de este paradigma impli
ca una fuerte preferencia por el uso intensivo del factor clave de la nueva trayec
toria tecnolgica; una reorientacin de la inversin hacia los sectores basados en
ste; un cambio correlativo en la composicin de la produccin y en la tasa de cre
cimiento de los sectores relacionados con el uso del factor clave; una redefinicin
de las escalas ptimas de produccin, implicando una redistribucin entre empre
sas grandes y pequeas, nuevas formas de organizacin y una estructura y califica
cin diferente de la fuerza de trabajo, as como un nuevo patrn geogrfico de lo
calizacin de las inversiones siguiendo el ritmo de transformacin de las ventajas
comparativas; nuevos conceptos de eficiencia para la organizacin de la produc
La transformacin estructural de la economa 187
cin a nivel de plantas; nuevos requerimientos de trabajo por unidad de producto,
con un perfil de calificaciones distinto que en el pasado, y nuevos sistemas de ge
rencia y de organizacin de las empresas.23 Pero el nuevo paradigma tecnolgico
ha causado la obsolescencia y la acumulacin de capacidad ociosa en los sectores
que tradicionalmente constituyeron el motor del crecimiento econmico, como
los mencionados ms arriba, y ha llevado al primer plano a los sectores de la mi
croelectrnica, la informtica, las comunicaciones, la educacin, el marketing, la
construccin de nuevos materiales y sus diversas aplicaciones, la biotecnologa, y
el manejo del medio ambiente y de los conglomerados urbano.
Esto no slo ha producido una innovacin radical en la gama de productos,
servicios y procesos productivos que requiere la sociedad sino tambin en la orga
nizacin de la planta industrial del futuro, la oficina del futuro, el tiempo libre del
futuro e incluso el hogar del futuro, de acuerdo con estos lincamientos. Ha puesto
en jaque a las grandes corporaciones .tradicionales y ha premiado el comporta
miento de nuevas empresas ms pequeas, tecnificadas, profesionales y persona
les. Ha favorecido nuevas combinaciones entre descentralizacin y coordinacin
de las operaciones productivas; la flexibilidad en la planta y la diversidad en los
productos; la integracin computarizada de tres procesos tradicionalmente sepa
rados en la organizacin y en el tiempo, el diseo del producto, su fabricacin ma
siva, y su venta en el mercado, y de esta manera ha sincronizado de una manera
inimaginada la produccin con la demanda/estimulando la proliferacin de la ga
ma de productos y los nichos de mercado. La clsica distincin entre obrero in
dustrial y trabajador profesional, basado en el conocimiento, ha tendido a desdi
bujarse en desmedro del primero. El big business y las trade unions dejaron de ser
los factores claves del crecimiento econmico. Pas el tiempo en que las grandes
corporaciones podan ser creadas por trabajadores no educados como Gottlieb
Daimler o Henry Ford, a fines del siglo pasado, y hoy la mayora de las empresas
tecnolgicas en Japn, Europa y en California o el cordn del sol de los Estados
Unidos se deben a iniciativas de estudiantes doctorados altamente especializados.
Pas tambin el tiempo en que un puado de capitalistas como J. D. Rockefeller,
J. P. Morgan, A. Camegie o A. Krupp podan adquirir o financiar sectores com
pletos de la industria de sus pases o del mundo entero. Pas incluso el tiempo en
que el objetivo principal de la empresa consista en las ganancias obtenidas al ex
plotar a travs de una lnea de produccin suficientemente acreditada las perspec
tivas de un mercado estable y en constante expansin, para ser reemplazada por
otra poca en que la orientacin principal de la empresa es la penetracin en un
mltiple y cambiante abanico de mercados, y en donde no es suficiente relacionar
se con ellos at arrns length sino que le es necesario adquirir presencia, familiaridad
188 Luciano Tomassini
y mimetizacin con los mercados acentuando, de esta manera, la tendencia a la
transnacionalizacin de la economa mundial.
Las fuerzas motrices y los rasgos centrales de la nueva economa poltica in
ternacional fueron anticipados lcidamente en uno de los estudios mencionados
ms arriba.24 La primera de estas fuerzas radica en el cambio de los valores o de
las preferencias de la sociedad, en el sentido de una progresiva personalizacin de
las relaciones sociales, una creciente diferenciacin en lugar de la uniformidad
propia de las sociedades modernas y un nuevo nfasis en la calidad de la vida en
lugar de la mera acumulacin de indicadores materiales; los valores siempre han
jugado un papel fundamental en el crecimiento econmico, no slo al legitimarlo
como objetivo social, sino tambin al influir en su orientacin y en el desarrollo
de actitudes favorables o adversas por parte de los individuos y la sociedad en su
conjunto. Un segundo elemento clave radica en la innovacin tecnolgica, como
ya se ha sealado, con la consiguiente tendencia a la divergencia en cuanto al rit
mo de crecimiento de la productividad por pases y sectores, en lugar de la homo
geneidad que presentaba este proceso cuando el crecimiento econmico se basaba
en la incorporacin al aparato productivo de la tecnologa existente. Un tercer
elemento se refiere a las experiencias encaminadas a superar las rigideces polti
cas, sociales y organizacionales -la esclerosis institucional- acumulada por la mo
derna sociedad capitalista como consecuencia de la oligopolizacin del estado, la
empresa, el sindicato, los grupos de presin, los partidos polticos y los dems ele
mentos que formaban la estructura social, experiencias encaminadas a una mayor
descentralizacin, flexibilizacin y fragmentacin de la sociedad contempornea.
Hacia una nueva economa poltica internacional: aspectos regionales
La dispersin geogrfica de los polos de innovacin tecnolgica, y su cons
tante mutacin, as como el ritmo divergente de aumento de la productividad en
tre pases y sectores han alterado varias veces, y continuarn alterando, la estruc
tura regional de la nueva economa poltica internacional. Alrededor de los aos
setenta su centro de gravedad pareci empezar a desplazarse desde el Atlntico al
Pacfico, pero al iniciarse los aos noventa el surgimiento de una Europa sin mu
ros permita predecir que ese continente estaba llamado a convertirse en la prime
ra fuente de dinamismo econmico. Tres hechos cobran primordial importancia
desde esta ltima perspectiva. Primero, el fin de la guerra fra disminuir la im
portancia de los intereses vinculados con la seguridad estratgica y dar la prima
ca a los intereses econmicos. Segundo, el perfeccionamiento de la unidad euro
pea en 1992 y las reformas econmicas en la Unin Sovitica y Europa del Este
La transformacin estructural de la economa 189
asignarn un nuevo protagonismo al viejo continente sin que se pueda anticipar
todava si ste ir acompaado de una tendencia endgena o contribuir a estimu
lar el dinamismo econmico global. Tercero, el Japn probablemente continuar
siendo el mayor acreedor y el lder tecnolgico en el mundo, y continuar crecien
do en forma acelerada, con un producto que hacia el ao 2000 superar las tres
cuartas partes del de los Estados Unidos. "Las relaciones internacionales se vern
muy diferentes hacia el ao 2000 como resultado de esas transformaciones. La je
rarqua de las naciones cambiar considerablemente. Los Tres Grandes de la eco
noma suplantarn a los Dos Grandes de la competencia nuclear y pasarn a cons
tituir los poderes que moldearn la mayor parte del siglo XXI".25
Los Estados Unidos recuperarn el lugar que ocuparon durante el perodo
de la inmediata postguerra como la nica superpotencia en el terreno militar. Sin
embargo, esto ser poco significativo en un mundo en que las tensiones militares
se habrn reducido considerablemente, y en que el grueso de la competencia in
ternacional ser de carcter econmico. En cambio continuar la declinacin re
lativa de los Estados Unidos en este ltimo terreno. Los Estados Unidos se han
transformado en un pas menos influyente pero, en cambio, ms vulnerable en la
economa mundial. La participacin norteamericana en el producto mundial se
redujo a la mitad durante el perodo de postguerra mientras que la participacin
del comercio internacional en la economa norteamericana se triplic durante ese
perodo pasando a ser tan importante como en el caso de Japn o de la Comuni
dad Europea. La importancia internacional del dlar ha disminuido notablemen
te en favor del yen y el marco, y durante los prximos aos los Estados Unidos
tendr que seguir recibiendo aportes de capital superiores a US$ 100 billones por
ao para financiar sus dficits externos. Durante los ltimos decenios el creci
miento econmico ha sido mucho ms rpido en Asia y en Europa que en los Es
tados Unidos y con toda probabilidad continuar incrementndose a un ritmo de
3% o 4% anual durante el futuro cercano en comparacin con un crecimiento de
la economa americana del orden del 2% al 2% anual. Hacia el ao 2000 los Tres
Grandes de la economa sern mucho ms equilibrados que en los ltimos cua
renta aos desde cualquier punto de vista, ya sea desde el relativo al tamao del
producto o a su dependencia con respecto al comercio internacional, para no ha
blar de la necesidad de financiamiento externo en donde dicha dependencia ser
mayor en el caso de los Estados Unidos.
Esto plantea la interrogante de si la relacin entre estos Tres Grandes dar
lugar a la formacin de bloques econmicos cada uno de ellos dominado por una
de estas potencias. Esta ha sido la hiptesis predominante durante los ltimos
aos. Es cierto que en Europa se ha estado formando un bloque que en los prxi
190 Luciano Tomassini
mos aos tender a ensancharse para incluir ms pases y a profundizarse con el
objeto de incorporar nuevos sectores, pero no es probable que esto ocurra en for
ma generalizada en el hemisferio occidental a pesar de las promesas de la Iniciati
va de la Amricas, en tanto que el comercio asitico se canaliza en tres direccio
nes diferentes: hacia la propia regin, hacia el hemisferio occidental, y hacia Eu
ropa y el Medio Oriente; los pases asiticos estn fundamentalmente interesados
en expandir sus relaciones econmicas a nivel global mientras que, por otra parte,
sus niveles de desarrollo presentan disparidades que haran imposible pensar en
un bloque realmente integrado. Esto ltimo es tambin valedero para el caso de
los Estados Unidos, con la excepcin de Canad y Mxico, en razn de su proxi
midad geogrfica y a pesar de las disparidades mencionadas en el caso de este lti
mo pas. Sin embargo, si la hiptesis segn la cual el mundo se encamina hacia la
formacin de bloques econmicos no coincide con la realidad por completo, la al
ternativa basada en la cooperacin internacional y el fortalecimiento del multila-
teralismo tampoco parece representar una tendencia muy pujante y debera ser
fortalecida a partir de negociaciones, polticas y medidas de carcter deliberado.
Otra interrogante se refiere precisamente a en qu medida este mundo eco
nmicamente tripolar en sus tendencias centrales, aunque potencialmente ms
fragmentado, podra estimular relaciones de cooperacin o conflicto. Otra hip
tesis plausible es la de que el fin de la Guerra Fra conduzca a un recrudecimiento
de las guerras comerciales conforme el receso de las preocupaciones concernien
tes a la seguridad coloquen en el primer plano la competencia econmica. Duran
te el perodo de postguerra las exigencias de la Guerra Fra hicieron pasar a se
gundo plano las disputas econmicas dentro del bloque occidental. Mientras F.
Fukuyama desde el Departamento de Estado de los Estados Unidos predice el fin
de la historia, como consecuencia de la reconciliacin entre ideologas contra
puestas, el dirigente japons S. Ishihara predice que "el siglo XXI ser un siglo de
guerras econmicas", las que podran poner de nuevo en movimiento la historia.
Estas guerras seran ms probables entre los Estados Unidos y el Japn, en la me
dida en que los primeros continen viendo a este pas como un caso diferente de
las economas occidentales que, por consiguiente, debe ser tratado en forma dis
tinta o ms dura, y en que el Japn pierda la paciencia frente a la prolongada inca
pacidad de los norteamericanos para corregir sus dficits fiscales y comerciales,
mejorar su nivel de ahorro, mejorar sus sistemas educativos e incrementar la com-
petitividad al nivel de sus propias firmas. Esta hiptesis tambin podra confir
marse en el caso de que una nueva Europa, reconstruida desde el Atlntico hasta
los Montes Urales, siguiera un camino introvertido como se sugera ms arriba.
Pero estas posibilidades son contradichas por las principales tendencias que pre
sentan las relaciones polticas y econmicas internacionales. Entre las primeras se
La transformacin estructural de la economa 191
cuentan la presencia global adquirida en los ltimos cincuenta aos por los Esta
dos Unidos, la posicin del Japn como acreedor, exportador y difusor de nuevas
tecnologas a nivel mundial y la evidente motivacin de los pases europeos de
utilizar su unidad para recobrar liderazgo en el plano internacional. En el plano
econmico, esta alternativa es incongruente con el nivel de interdependencia al
canzado a nivel global, con la tendencia a la redistribucin de ventajas comparati
vas y a la creciente divisin del ciclo productivo, con la creciente interpenetracin
de los mercados, con la importancia y la volatilidad que ha adquirido el cambio
tecnolgico como factor protagnico del crecimiento econmico, y con la autono
ma que han adquirido los movimientos de capital, es decir la economa simblica,
en comparacin con la evolucin experimentada en el plano de la economa real.
Sin embargo, los Tres Grandes enfrentan esta nueva etapa a partir de una
larga experiencia como aliados polticos y socios econmicos, durante la cual de
sarrollaron una extraordinaria capacidad para evitar crisis importantes as como
mecanismos de cooperacin efectivos. En el mbito privado, el estrecho entrela
zamiento entre las empresas productivas y los mercados financieros en las tres re
giones refuerza las perspectivas de la cooperacin, y aleja la amenaza del conflic
to. Despus de cuatro dcadas durante las cuales el mundo occidental vivi al am
paro de una potencia hegemnica que garantiz su seguridad y suministr estabi
lidad a sus relaciones econmicas, se plantea la interrogante de que hasta qu
punto ser capaz de reemplazar esa hegemona por un manejo colegiado de los
problemas internacionales, particularmente en una poca en que la confrontacin
estratgica ha sido reemplazada por la competencia econmica.
Un informe reciente sobre la materia plantea la posibilidad de dos distintos
escenarios. El primero dependera de la instauracin del "nuevo orden internacio
nal" esbozado por el Presidente Bush despus de la guerra del Golfo Prsico, por
el reestablecimiento de la hegemona poltica de los Estados Unidos y por el lo
gro, por parte de ste, de que sus aliados asuman parte de los costos generados
por la implementacin de este nuevo orden. Sin embargo, la declaracin emitida
por la Cumbre de los 7 el 16 de agosto de 1991 acenta los elementos multilatera
les de ese nuevo orden. El segundo escenario es muy parecido al descrito ms
arriba y se basa en el retroceso de las preocupaciones estratgicas y en la prepon
derancia de los intereses econmicos, en el reemplazo de las tensiones militares
por la competencia industrial, comercial y tecnolgica mundial, y en la continua
cin de la tendencia hacia la formacin de bloques regionales morigerada por la
acumulacin de una experiencia eficaz en materia de cooperacin.26 Los meses si
guientes a la guerra no han convalidado la probabilidad de que prevalezca el pri
mer escenario.
192 Luciano Tomassini
Implicaciones para Amrica Latina
Si no estn del todo claro los rasgos centrales de los cambios experimenta
dos por la economa poltica internacional durante los ltimos dos decenios, es
menos an lo que se sabe acerca de la influencia de esos cambios sobre los pases
en desarrollo, y en particular sobre Amrica Latina. Adems, la evolucin de es
tos pases tuvo una dinmica propia, que se entrelaza en forma difcil de precisar
con los cambios estructurales experimentados por la economa mundial.
Si se mantiene un escenario como el descrito en este ensayo, que implicara
la mantencin de las caractersticas prevalecientes antes de la guerra del Golfo,
los pases latinoamericanos tendran que enfrentar un ambiente econmico inter
nacional fragmentado, competitivo y poco regulado. La tendencia hacia la regio-
nalizacin del desarrollo industrial, las inversiones y el comercio, y su reflejo en el
debilitamiento de la Ronda Uruguay, continuara oponiendo obstculos al creci
miento de las exportaciones de los pases latinoamericanos y creando un clima de
inestabilidad e incertidumbre. Esta perspectiva est asociada con la interrogante
acerca de si la ampliacin y profundizacin de la unidad europea acentuar su au
tosuficiencia y se har bajo un signo centrpeto y la de qu posibilidades especfi
cas ofrece la Iniciativa de las Amricas, en vista de la heterogeneidad de los pases
a los cuales est dirigida, frente a las razones econmicas o geopolticas que han
estimulado la integracin de Canad y Mxico con los Estados Unidos. La ten
dencia internacional hacia los cambios estructurales, la regionalizacin y la incer
tidumbre probablemente presionar sobre los flujos financieros y podra tender a
elevar las tasas de inters. Esta probabilidad se vera reforzada por el manteni
miento de presiones inflacionarias en algunos pases industrializados, la prolon
gacin de la recesin en algunos pases en desarrollo, y la incorporacin de la
Unin Sovitica y los pases de Europa del Este a los flujos de inversiones, crdito
y cooperacin tcnica. Pese a lo anterior diversos anlisis destacan otros factores
que permiten anticipar que Amrica Latina enfrentar en mejores condiciones el
escenario econmico externo. El ltimo informe del CLEPI sobre la economa
mundial, basndose en las variables relacionadas con las tasas internacionales de
inters, el valor del dlar, los precios del petrleo, el de los metales y el de los ali
mentos, llega a esta conclusin, si bien estima que la suerte de Amrica Latina "si
gue apareciendo estrechamente ligada a la evolucin de los Estados Unidos", y
por lo tanto se vera ms favorecida en caso de imponerse el "nuevo orden inter
nacional" vagamente anunciado por el Presidente Bush despus de la guerra del
Golfo. Al mismo tiempo, el ritmo y la fluidez de los cambios estructurales que es
t experimentando la economa mundial, por una parte, y las experiencias realiza
das por los pases latinoamericanos, por la otra, han tornado sus economas ms
La transformacin estructural de la economa 193
sensibles, abiertas y flexibles en relacin con esos cambios y aqu radica, tal vez, la
principal conclusin a que podra llegarse al hacer una comparacin entre esos
cambios estructurales y las perspectivas econmicas de Amrica Latina.
El ltimo informe del Banco Mundial es particularmente revelador en tal
sentido.27 Este informe representa un avance cualitativo hacia una mayor com
prensin de los problemas que enfrentan los pases en desarrollo y, muy en parti
cular, hacia una revisin de los enfoques tericos que han inspirado ese proceso.
En esta parte el informe empieza por referirse a las teoras del desarrollo que pre
valecieron en los decenios del cincuenta y del sesenta recordando, con cierta exa
geracin, que "las principales instituciones de desarrollo (incluido el Banco Mun
dial) respaldaron esas opiniones con diversos grados de entusiasmo". Esa visin
supona que el desarrollo implica cambios estructurales, que se expresaban en una
alteracin de la composicin sectorial del producto, consistente en una cada de la
participacin de la produccin agrcola en ste y un aumento de la participacin
de la produccin manufacturera. Se postulaba que estos cambios estaran asocia
dos con mejoramientos en el empleo, el ingreso y los indicadores sociales. Este
modelo inclua otras presunciones acerca de cuatro reas fundamentales: (1) se
asignaba una importancia crucial a la acumulacin de bienes de capital mediante
el incremento del ahorro y la inversin; (2) se consideraba que la agricultura era
la principal fuente de recursos para las inversiones en la industria, y se propiciaba
una poltica de proteccionismo industrial, que tenda a modificar la relacin de
intercambio en desmedro de la agricultura; (3) en materia comercial, se tena que
una incorporacin amplia a la economa internacional poda desestabilizar el pro
ceso de desarrollo, y se preconizaba una poltica de produccin para el mercado
interno, proteccionismo industrial y sustitucin de importaciones, y (4) se supo
na que el desarrollo no se poda confiar al mercado sino que deba estar fuerte
mente dirigido por el estado.
Estas presunciones comenzaron a ser seriamente revisadas a partir de los
aos ochenta. As, en primer lugar, se dej de considerar que la insuficiencia del
ahorro interno y la falta de infraestructura y bienes de capital constituyera la limi
tacin ms grave al proceso de desarrollo como se haba preconizado hacia los
aos cincuenta,28 y se empez a hacer hincapi en el aporte del conocimiento, la
innovacin tecnolgica, la capacidad organizacional y los recursos humanos. En
segundo lugar, los mejoramientos tecnolgicos y el aumento de la productividad
desdibujaron la separacin entre industria y agricultura, y se empezaron a recono
cer los efectos perjudiciales de la discriminacin contra esta ltima, en el contexto
de un proceso de creciente integracin sectorial y flexibilizacin productiva de las
economas nacionales. En tercer lugar se revis profundamente la idea convenci-
194 Luciano Tomassini
nal de que el comercio exterior desempeaba una funcin poco importante o in
cluso perjudicial en el proceso de desarrollo, que deba estimular el crecimiento
hacia adentro y la independencia nacional, y se reconoci ampliamente la impor
tancia de la liberalizacin comercial y de la apertura externa en este proceso. Por
ltimo, los resultados insatisfactorios de la planificacin estatal, incluso en la
Unin Sovitica, llevaron a cuestionar tambin la eficacia generalizada de la in
tervencin estatal en el proceso econmico y a buscar formas novedosas de com
binacin entre el estado y el mercado, de descentralizacin y privatizacin de al
gunos sectores econmicos. Lo que es tal vez ms importante, aunque no sea per
cibido con la misma claridad, es que los cambios estructurales que postulaba la
teora convencional, con su nfasis en las compensaciones que deban alcanzarse
en el peso relativo de la agricultura y la industria en cuanto a los sectores lderes,
la composicin del producto y la distribucin del empleo, era funcional a la es
tructura de la economa mundial imperante en esa poca, pero dej de serlo en
relacin con la nueva economa poltica internacional que ha emergido en los l
timos veinte aos, con su tendencia a la diversificacin y al dinamismo, su nfasis
en la innovacin tecnolgica y la familiaridad con los mercados, sus requerimien
tos en cuanto a flexibilidad y capacidad de adaptacin de los aparatos productivos,
y su dependencia con respecto al conocimiento y a la calificacin de los recursos
humanos. La teora del desarrollo, y las economas latinoamericanas, estn co
menzando a compatibilizar sus propios cambios estructurales con esa nueva es
tructura de la economa mundial como una condicin esencial para operar dentro
de ella.
Una de las principales lecciones de la experiencia latinoamericana en el
campo del desarrollo, y ms an de otras experiencias que en la regin hemos co
nocido con ciertas dificultades, como las de los pases asiticos, es la necesidad de
adaptarse a los nuevos perfiles tecnolgicos, a la nueva estructura del comercio
internacional y a los mltiples y cambiantes requerimientos del mercado. Este es
tambin el rea donde resulta ms visible, y tambin ms significativa, la interac
cin entre los cambios estructurales que se han producido en la economa mun
dial y las perspectivas econmicas de los pases latinoamericanos. Es perturbador
preguntarse si el problema de la deuda externa y las polticas de ajuste impuestas
inicialmente por los organismos vinculados a las instituciones acreedoras en los
pases industrializados, con su saldo de sacrificios, de retroceso econmico y de
deterioro social, no represent indirectamente la ciruga que era necesaria para
remover algunas ideas, instituciones y prcticas vinculadas con la teora tradicio
nal del desarrollo y enfrentarse abiertamente con las nuevas realidades. Tambin
cabe preguntarse, cuando actualmente se habla de una condicionalidad impuesta
desde los centros industriales a los pases latinoamericanos, hasta qu punto esta
La transformacin estructural de la economa 195
difiere de las orientaciones que dichos pases desean ver reflejadas en sus polticas
econmicas, con resultados muy variados. En el mismo sentido, aunque existe una
reaccin contra el llamado "Consenso de Washington", esto es, contra el conjunto
de ideas y recomendaciones formuladas por los organismos financieros multilate
rales para orientar la poltica econmica de los pases en desarrollo, reaccin en
caminada a corregir ese consenso, si uno examina la posicin de las autoridades
econmicas de los gobiernos de la regin encuentra que stas no estn plantean
do tantas rectificaciones, y que a veces se muestran demasiado ansiosas por adap
tarse a esos lineamientos. Por muy chocante que pueda aparecer el catlogo de re
comendaciones incluidas en el Consenso de Washington, desde el punto de vista
de las concepciones populistas y desarrollistas del proceso econmico que predo
minaban en los aos cincuenta y sesenta, no parece tan diferente de las polticas
econmicas que estn siguiendo en la actualidad los pases latinoamericanos, con
su nfasis en la disciplina fiscal, el establecimiento de prioridades para el gasto
pblico, la reforma tributaria, la liberalizacin financiera, la competitividad de las
tasas de cambio, la liberalizacin comercial, el estmulo a la inversin extranjera
directa, la privatizacin, la desregulacin y el derecho de propiedad.29 Por lo tan
to una de las principales consecuencias de los cambios estructurales que han teni
do lugar en la economa poltica internacional, y de su creciente proceso de globa-
lizacin e interdependencia, es una mayor convergencia entre las caractersticas y
tendencias de la economa mundial y las polticas econmicas de los pases latino
americanos.
NOTAS
1. En tomo a ello existe una abundante literatura que va desde Ch. Lindblom, Politics and Mar
kets: The Worlds Political Economic Systems, 1977, hasta S. Strange, States and Markets: An In
troduction to International Political Economy, 1988.
2. Un ejemplo de ello es la formacin de una Seccin sobre Economa Poltica Internacional den
tro de la International Studies Association (ISA) hace algunos aos. La primera publicacin sur
gida de este grupo es el libro de W. L. Hollist y F. LaMond Tulls, An International Political
Economy, 1985.
3. R. Gilpin, Political Economy of International Relations, 1987, pg. 9.
4. S. Strange, States and Markets, op.cit., pg. 18.
5. N. V. Kondratieff, The Long Wives in Economic Life, Review of Economic Statistics, noviembre
de 1935.
6. J. A. Schumpeter, The Theory of Economic Development, 1934.
7. S. Kuznets, Modem Economic Growth, New Haven, Yale University Press, 1966.
196 Luciano Tomassini
8. W. W. Rostow, The World Economy, Londres, MacMillan, 1978 y Getting from Here to There,
Londres, MacMillan, 1979.
9. F. Braudel, Le Temps du Monde, Vol.III de Civilization Materille, Economie et Capitalism,
XVI-XVIII Siecles, 1979, pg.62.
10. Ver R. Gilpin, War and Change in World Politics, Cambridge, 1981, as como tambin P. Ken
nedy, The Rise and Fall of the Great Powers, Random House, 1987.
11. Ifri, Rapport Annuel Mondiale sur le System Economique et les Stratgies (Ramses) 1983-84,
Paris, 1984, pg. 3.
12. Ver principalmente D. H. Meadows et. al., The Limits to Growth, 1972; L. Brown, World Wit
hout Borders, 1972; M. Mesarovic y E. Pestel, The Mankind at the Turning Point, 1974, y el Glo
bal Two Thousands Report to the President: Entering the Twenty First Century, 1980. Para una
visin ms optimista ver la obra de P. Drucker, sobre todo a partir de su libro The Age of Dis
continuity, 1968, y las predicciones -un tanto exageradas- de H. Kahn, The Next 200 Years, 1976,
y World Economie Development: 1979 and Beyond, 1979.
13. Ver J. Cornwall, Modem Capitalism: Its Growth and Transformation, 1977, y para una visin
ms sugerente E. J. Mishan, The Economic Growth Debate: An Assessment, 1977. Ver tambin
Ch. Freeman y M. Jahoda, World Futures: The Great Debate, 1978.
14. Centre dEtudes Prospectives et dinformations Internationales (CEPII), Economie Mondiale:
La Monte des Tensions, 1983.
15. BIRF, Informe sobre El Desarrollo Mundial 1991: La Tarea Acuciante del Desarrollo, 1991.
Este punto de vista inspira a la Escuela Histrica de los Anales de Estrasburgo, particularmente
a travs de la obra de F. Braudel, Civilization and Capitalism: XV-XVIII centuries, 3 Vols., 1981-
84, la de H. Thomas, A History of the World, 1979, y la de P. Kennedy, The Rise and Fall of the
Great Powers, op.cit.
16. P. F. Drucker, The Changed World Economy, Foreign Affairs, primavera 1986.
17. Ver la obra de P.F. Drucker desde The Age of Discontinuity, op.cit., hasta The New Realities,
1989; la de A. Toffler, desde Future Shock, 1971, hasta Power Shift, 1990, pasando por The Third
Wave, 1981, y R. Mller, Revitalizing America, 1980.
18. Centre dEtudes Prospectivas et dinformations Internationales (CEPII), op.cit., e Institute
Franais des Relations Internationales (IFRI), Rapport Annuel Mondiale sur le System Econo
mique et les Strategies (Ramses), 1983-84, particularmente su captulo segundo, sobre la batalla
tecnolgica y las estrategias industriales.
19. OECD, Facing the Future, 1979.
20. Th. S. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, 1962.
21. C. Ominami (editor), La Tercera Revolucin Industrial: Impactos Internacionales del Actual Vi
raje Tecnolgico, GEL-RIAL, 1986, Introduccin por el autor, pg.21.
22. Carlota Prez, "Las Nuevas Tecnologas: Una Visin de Conjunto", en C. Ominami, op.cit.,
pgs. 44 y siguientes.
23. C. Prez, op.cit., pg.55. P. Drucker, New Realities, op.cit., pgs. 173 y siguientes.
24. OECD, Facing the Future, op.cit. pgs. 97 y siguientes.
25. C.F. Bergsten, "The World Economy after the Cold War", en Foreign Affairs, Vol. 69, No.3, ve
rano de 1990, pg. 96.
La transformacin estructural de la economa 197
26. Centro Latinoamericano de Economa y Poltica Internacional (CLEPI), Informe sobre La
Economa Mundial y Amrica Latina: Perspectiva Latinoamericana, 1991, captulo VI.
27. BIRF, World Development Report 1991, op.cit., pgs. 37 y siguientes. Ms sugerente es el in
forme de CEPAL, Transformacin Productiva con Equidad, 1990. Ver tambin O. Sunkel y G.
Zuleta, El Neoestructuralismo frente al Neoliberalismo en los Aos Noventa, Revista de la CE-
PAL No.42,1991.
28. Ver las teoras de P. Rosenstein-Rodan sobre el Big Push y los aportes de A. Lewis y R. Nurske
en esa poca.
29. Catlogo tomado de una de las exposiciones ms recientes de dicho Consenso, contenida en J.
Williamson, The Progress ofPolicy Reform in Latn America, Inslitute for International Econo-
mics, 1990.
CAPITULO VIII
TRANSFORMACION
DEL CONCEPTO
DEL PODER
La transformacin del concepto del poder 201
Mao Tse Tung, que cre un lugar dentro del mundo moderno para la mile
naria China siguiendo un esquema igualmente moderno, como es la va revolucio
naria, declar una vez que el poder nace del can de un fusil. Esto indica que
Mao estaba prisionero de la forma de pensamiento de su poca, aquella etapa s
lidamente establecida a la cual aspiraba que ingresara su gigantesco pero rezaga
do pas. En las postrimeras del renacimiento, al final de una poca de transicin
muy parecida a la nuestra, Francis Bacon propona una visin muy diferente al
sostener que, fundamentalmente, el poder es conocimiento. Es sintomtico de es
te contrapunto el hecho que, una vez que se super esa etapa de transicin, se
consolid la modernidad y se instal una nueva poca, otro pensador, como Hob-
bes, refirindose a la poltica tanto interna como internacional, sostuviera que
"los convenios, sin la espada, son meras palabras y carecen de fuerza para infundir
seguridad". A pesar de que Hobbes est mucho ms distante en el tiempo de Mao
que de Bacon, quien escribi unos pocos decenios antes que l, su posicin est
ms cerca de la de Mao. La razn consiste en que, concluida la turbulenta y fluida
transicin renacentista, Hobbes escriba instalado en una modernidad que se pro
longa.
Sera difcil exagerar la importancia del poder en los anlisis modernos so
bre poltica internacional. Es bien sabido que en el ltimo siglo estas interpreta
ciones se concentraron, fundamentalmente, en la escuela realista o clsica de las
relaciones internacionales y que stas, a su vez, heredaron y racionalizaron la lec
cin derivada de trescientos aos de esfuerzos por la supervivencia y consolida
cin de los estados nacionales, y de lucha por supremaca de unos sobre otros,
morigerada por la permanente bsqueda del balance del poder.
Los elementos centrales del pensamiento realista radican en el estado de
anarqua como condicin normal de las relaciones internacionales; el poder como
el factor fundamental de las mismas; la preservacin de la seguridad como el obje
tivo central del ejercicio del poder; el inters nacional como el criterio que inspira
las decisiones de poltica, encaminadas a garantizar la seguridad del estado e im-
plementadas a travs de la utilizacin del poder, al margen de todo compromiso
moral o colectivo ; el estado como rbitro exclusivo y omnisciente del inters na
cional, y el balance del poder como una situacin que es necesario preservar a
cualquier precio para asegurar la sobrevivencia de los estados, acumulando y po
niendo en juego, precisamente, los recursos de poder de que cada uno de ellos
dispona.
Sera difcil desconocer la centralidad del concepto del poder en la visin re
alista o clsica de las relaciones internacionales. Tambin lo sera desconocer el
202 Luciano Tomassini
hecho de que, en el contexto de esa escuela, ese fenmeno tiende a ser definido en
trminos de las capacidades militares que logra acumular cada pas. Uno de los
pioneros del pensamiento clsico, Spykman, explica esta centralidad del concepto
del poder a la luz de la naturaleza misma de las relaciones internacionales. En un
estado de anarqua, caracterizado por la ausencia de una autoridad mundial, las
relaciones entre los estados tienden a ser competitivas, conflictivas y confronta-
cionales, conforme cada uno de ellos procuren mantener, restablecer o controlar
el equilibrio del poder, o llenar los vacos que ste deja, y slo sobrevive en la me
dida en que logra ser ms fuerte que los otros o en que otro estado ms poderoso
lo protege. En una situacin como sa, para asegurar su supervivencia, los estados
"deben hacer de la preservacin o del mejoramiento de sus posiciones de poder el
principal objetivo de su poltica exterior".1En ltimo trmino la supervivencia de
un estado se pone en juego en los casos lmites representados por el estallido de
un conflicto o de una guerra y, en tales casos, ellos dependen de su capacidad para
ganarla utilizando recursos militares. De ah el nfasis que la escuela clsica pone
en el conflicto como estado normal de las relaciones internacionales, su desmesu
rado inters en el papel de los recursos militares en la poltica mundial en desme
dro de otros factores que intervienen en ella, y su inevitable confusin entre fines
y medios en la actuacin poltica, en la medida en que no se limitan a subrayar la
importancia del poder como un instrumento para lograr sus objetivos, sino en que
terminan por hacer de l un fin en s mismo. Esta confusin atraviesa el pensa
miento clsico, desde los escritos de uno de los pioneros de la ciencia poltica mo
derna, Harold Lasswell, quien hablaba del "uso del poder para la adquisicin de
ms poder o de otros valores" hasta el verdadero fundador de los actuales estudios
internacionales, Hans Morgenthau, quien ha afirmado que los estadistas actan
en trminos de "intereses definidos como poder", una visin en donde la acumula
cin de recursos de poder, que debera ser un simple medio, reemplaza los objeti
vos de fondo de la poltica internacional y la substancia de los intereses persegui
dos.2
En efecto, la poltica del poder es la columna vertebral de la teora clsica
de las relaciones internacionales. Morgenthau define la poltica internacional co
mo una "lucha pr-r el poder" y Spykman sostiene que "toda vida civilizada descan
sa en ltima instancia en el poder." Burton declara que "probablemente no hay
ningn comn denominador ms importante en el estudio de las relaciones inter
nacionales que la presuncin de que los estados dependen del poder para su sub
sistencia, y que consiguen sus objetivos por medio del poder, haciendo as de la
administracin de ese factor el principal problema que debe ser resuelto".3 Esta
teora concibe el poder como la capacidad de lograr que otros agentes acten de
determinada manera a travs de "la persuacin, el trueque, la compra o la coac
La transformacin del concepto del poder 203
cin". Sin embargo, en la prctica, sus anlisis suelen privilegiar esta ltima va, o
considerarla como un recurso de ltima instancia, al cual generalmente se apela,
ms bien temprano que tarde, en situaciones concretas.
Los realistas y sus crticos ms imparciales, sostienen que dicha escuela nun
ca ha definido el poder en trminos exclusivamente militares. Muchos anlisis su
brayan la importancia de las caractersticas geopolticas de un pas determinado,
de su capacidad econmica en trminos de su producto nacional o de sus exporta
ciones, de su prestigio, de su carcter nacional o de la solidez de sus instituciones.
Se ha dicho que la fuerza consiste en la utilizacin de medios fsicos para obligar a
tomar ciertas decisiones, que la influencia es la capacidad de lograr el mismo ob
jetivo por medios ms sutiles, y que el prestigio es el respeto que se debe a quie
nes detentan el poder, sugiriendo que este ltimo concepto est integrado por to
dos estos elementos. Tambin se han hecho distinciones entre la fuerza de que
dispone una nacin y su capacidad para usarla eficazmente.4 Por otra parte, el po
der no se define tanto como la capacidad de lograr ciertos resultados, sino cmo
la de controlar una cierta cuota de recursos -preferentemente militares- que per
mita influir sobre esos resultados y qued influencia a un actor sobre los otros.5
Esta posicin de los realistas, sus predecesores y continuadores, ha domina
do la visin de las relaciones internacionales en el mundo moderno, desde la paz
de Westfalia hasta la declinacin de Reagan. Todos los intentos por presentar una
imagen de la poltica internacional como un proceso ms cooperativo, racional,
regulado y predecible, han ocupado un lugar ms o menos marginal en el anlisis,
desde la propuesta de Grocio en su tratado De JureAcPacis, publicado durante la
Guerra de los Treinta Aos, hasta la Paz Perpetua de Kant en 1795. Las dos con
flagraciones mundiales que tuvieron lugar durante la primera mitad del presente
siglo y su inmediata consecuencia, la guerra fra, tendieron a convalidar y consa
grar la validez de esta perspectiva.
Morgenthau tuvo la capacidad de hacer de estos principios la base de una
ciencia de las relaciones internacionales. La maximizacin del uso del poder es lo
que proporciona un comn denominador a la conducta internacional de unos es
tados que, desde otros puntos de vista, deberan presentar caractersticas y perse
guir intereses diferentes. La reduccin de la poltica internacional al empleo de
este comn denominador se justifica en la medida en que se considere que los in
tereses de las distintas sociedades nacionales se subordinan, sin excepcin alguna,
a su necesidad de supervivencia y de seguridad. El inters nacional, que podra de
sagregarse en mltiples aspectos de acuerdo con los intereses especficos que po
seen los distintos segmentos de las sociedades nacionales, se identifica de manera
204 Luciano Tomassini
uniforme con el objetivo de la seguridad. Slo en la medida en que ste se en
cuentre garantizado, una sociedad puede darse el lujo de perseguir objetivos de
menor jerarqua.
Raymond Aron, otro de los fundadores de la disciplina, tambin sostiene
que el rasgo central de las relaciones internacionales es "la multiplicidad de cen
tros de decisin autnomos y, por lo tanto, de riesgo de la guerra".6 Adoptando
un punto de partida que lo inscribe claramente dentro de la escuela clsica, Aron
considera que el sistema internacional se distingue de las dems organizaciones
sociales en que est constituido por "relaciones entre distintas unidades polticas,
cada una de las cuales reclama el derecho a tomar la justicia de sus propias manos
y ser el nico rbitro en la decisin de luchar o no luchar; de ah que dicho siste
ma se caracterice por una incesante rivalidad en que cada parte se reserva el dere
cho a recurrir a la ltima ratio, es decir, a la violencia".7
Coincidiendo con estas ideas, las relaciones internacionales durante la po
ca moderna se caracterizaron por la anarqua y por el predominio del conflicto en
las relaciones interestatales, dando lugar a una prctica que constituy el antece
dente histrico de la teora clsica de las relaciones internacionales: la del balance
del poder. Esta teora, durante el desarrollo de la edad moderna, tuvo distintos
significados. "En un primer sentido se refiere a una situacin de equilibrio en la
forma en que el poder est distribuido entre los distintos estados. Surge un segun
do sentido cuando ese equilibrio es perturbado: si un estado toma la primaca y
otros forman una coalicin contra l, esa coalicin es considerada "como un ba
lance", en el sentido de que representa el contrapeso mediante el cual el balance
del poder puede ser restablecido. En un tercer sentido se puede usar este concep
to para sealar al estado que controla el balance del poder".8 Este control puede
referirse al predominio de ese estado sobre los dems o a su capacidad para de
sempear un papel crucial en la articulacin de coaliciones destinadas a ejercer
un contrapeso en el juego de la poltica mundial. De esta prctica naci la "ms
antigua, ms persistente y ms controvertida de todas las teoras de la poltica in
ternacional".9 Esta visin volvi a adquirir un auge aparente a fines del siglo pasa
do.
"El rasgo ms notable de los pronsticos efectuados a comienzos de siglo
consista en la revitalizacin de la idea de Tockeville de que los Estados Unidos y
Rusia seran los dos grandes Poderes Mundiales del Futuro. No es sorpresivo que
ese punto de vista se desprestigiara despus del desastre de Rusia en la guerra de
Crimea y su mediocre comportamiento frente a Turqua en 1977, as tambin du
rante la guerra civil americana y las consiguientes dcadas introspectivas de re
La transformacin del concepto del poder 205
construccin y expansin interna hacia el oeste. Hacia el final del siglo XIX, sin
embargo, la expansin industrial y agrcola de los Estados Unidos y el auge mili
tar de Rusia en Asia estaban causando serias preocupaciones a muchos observa
dores europeos acerca de que el orden mundial del siglo XX estara dominado
por la fuerza rusa y el dinero americano. Debido tal vez a que las ideas comercia
les neomercantilistas haban vuelto a prevalecer en algunas partes sobre las pacfi
cas ideas de Cobden sobre la conveniencia de un sistema global de libre comercio,
se desarroll una tendencia mucho ms fuerte que antes a sostener que el cambio
del podero econmico debera llevar tambin a cambios territoriales y polticos...
Sin embargo casi no es necesario decir que no todos los miembros de la raza hu
mana estaban obsesionados por tales ideas mientras tocaba a su fin el siglo XIX.
Muchos ms estaban preocupados con problemas sociales y domsticos. Y mu
chos ms an se inclinaban hacia ideales liberales, de laisser faire, y cooperacin
pacfica".10 Esos son, al parecer, los problemas que ms preocupan a la comuni
dad internacional a fines del siglo XX.
Como todos los conceptos utilizados en las ciencias sociales, esta visin del
poder est estrechamente vinculada con la experiencia histrica de la edad mo
derna, a partir del nacimiento de los estados nacionales y del surgimiento de un
proceso de competencia de entre ellos y, muy particularmente, de la realidad con
tempornea. La visin realista est en el origen de los estudios internacionales,
considerados como disciplina acadmica, y a su vez ste estuvo estrechamente re
lacionado con una particular coyuntura histrica y poltica. Stanley Hoffmann
sostuvo que los estudios internacionales son una ciencia norteamericana, origina
da en las predisposiciones intelectuales, las circunstancias polticas y las oportuni
dades institucionales que present este pas a lo largo de este siglo y, muy en espe
cial, despus de la segunda guerra mundial. Las predisposiciones mencionadas
consisten en la importancia atribuida a la ciencia en rpido proceso de expansin
y desarrollo, como era la sociedad norteamericana en esa poca, y en la masiva in
migracin de intelectuales europeos que desde su nueva patria americana fueron
capaces de observar con mayor independencia y objetividad los asuntos mundia
les. Las circunstancias polticas fueron proporcionadas por la hegemona adquiri
da por los Estados Unidos a partir de la ltima guerra, posicin que no slo hizo
posible, sino tambin necesario desarrollar una visin global de la poltica inter
nacional; por las repercusiones que pas a tener en el mundo entero el ejercicio
del poder por parte del gobierno norteamericano (lo cual proporcion un exce
lente laboratorio a aquellos analistas que haban hecho del poder su principal
campo de estudios), y por el inters de las autoridades estadounidenses en obte
ner asesoramiento por parte de los acadmicos en cuestiones relacionadas con la
poltica exterior de su pas. Las oportunidades institucionales fueron suministra
206 Luciano Tomassini
das, ciertamente, por el rico y flexible sistema acadmico norteamericano y por la
posibilidad de colaboracin que, al abrirse, le brindaron las instituciones guberna
mentales.
El Conocimiento, nuevo nombre del Poder
Probablemente el elemento que ha experimentado un mayor cambio dentro
del campo de las ciencias sociales, bajo el impacto difuminador de la realidad con
tempornea, es el concepto del poder. Las reflexiones fundamentales efectuadas
en torno a este concepto hace solamente veinte aos, hoy resultan inadecuadas
para describir este fenmeno.11 No es fortuito que Foucault haya centrado su in
tento de arqueologa del conocimiento en estudiar de qu manera instituciones
aparentemente desconectadas de este tema en el fondo haban servido, a lo largo
de la historia, para disciplinar a los seres humanos dentro de ciertas categoras o
pautas de comportamiento contribuyendo de esta manera, de un modo mucho
ms sutil, pero tambin ms efectivo que el mero uso de la fuerza, al ejercicio del
poder.12
No nos estamos refiriendo aqu simplemente a los cambios que se han pro
ducido en el locus del poder. Estos son, ciertamente, dramticos. En los ltimos
veinte aos hemos asistido, simultneamente, a la declinacin relativa de la hege
mona absoluta con que emergieron los Estados Unidos de la segunda guerra
mundial y al anquilosamiento y posterior desintegracin del bloque sovitico.
Asistimos tambin al surgimiento del Japn como una potencia mundial sin po
dero militar, sino que basada fundamentalmente en la innovacin tecnolgica y
la competitividad econmica. En Europa Occidental el poder se transfiri desde
Londres o Pars a Bonn y a la poderosa economa alemana y, posteriormente, a la
Comunidad Europea, que consolidar su unificacin en 1992. Las reformas em
prendidas por los pases de Europa del Este y la reunificacin de Alemania, pro
bablemente, transferirn una vez ms ese poder desde la CE hacia una "Casa Co
mn Europea", cuyo techo albergar a las dos Europas que hasta ahora estaban
divididas por un muro.
Evidentemente el poder est emigrando de los centros en que se concentr
masivamente durante los ltimos decenios. Y lo que es ms interesante, consiste
en comprobar que en estas transferencias pesa tanto el debilitamiento de los anti
guos centros de poder como la creacin de vacos o cajas negras causadas por el
colapso de ciertas reas y su prdida de poder. La destruccin de Europa durante
la ltima guerra dio lugar a la Comunidad Europea; la derrota y desmilitarizacin
La transformacin del concepto del poder 207
del Japn lo encumbraron al primer plano de la competencia econmica mundial,
y actualmente el vaco de poder que se ha producido en Europa del Este podra
desplazar el centro de gravitacin del poder en ese continente hacia una rbita
ms amplia. En este ltimo caso, en vsperas de su perfeccionamiento definitivo,
la CE est aguardando el desarrollo de los acontecimientos en Europa Oriental y
los desafios que stos impondrn sobre el Occidente, al mismo tiempo que los Es
tados Unidos tiene la seguridad de que en el futuro desempear en Europa un
papel mucho menor que el que ejerci desde la postguerra hasta fines del decenio
pasado. Pero en este tema se concentr el captulo quinto de este libro, y no es a
aquel al que pretende referirse ste.
Lo que aqu proponemos es que el poder no slo est cambiando de lugar,
sino que se est transformando su naturaleza misma. Y ello, por cierto, no ocurre
slo en el plano internacional sino que en todos los mbitos de la vida poltica y
social. De ah que esta transformacin resulte tan importante y de ah que las re
laciones internacionales no pueden escapar a ella. Podramos sintetizar en tres las
principales direcciones en que se est produciendo este enorme cambio. En pri
mer lugar, hemos aprendido a reconocer que las fuentes del poder no son unvo
cas -ni estn exclusivamente vinculadas a la fuerza- sino que son diferenciadas, y
que no operan separadamente sino que estn entrelazadas. En segundo trmino,
hemos aprendido que los agentes que ejercen cuotas de poder a partir de esas di
versas fuentes o en distintos sectores tampoco son tan monoplicos o uniformes
como se pensaba, sino que son mucho ms atomizados, pluralistas y fragmentados
que antes. Por ltimo, contrariando casi todas las presunciones comnmente
aceptadas, hoy tambin sabemos que el poder no se mide fundamentalmente en
trminos cuantitativos, sino cualitativos. Y todo esto, a su vez, lleva a la conclu
sin central de que en la actualidad el conocimiento no slo es la principal forma
del poder sino que es tambin el elemento que est en la base de cada una de sus
fuentes y que da eficacia a la accin de los mltiples agentes que hoy lo ejercen.
El ltimo libro de Alvin Toffler, con que cierra una triloga dedicada a ex
plorar el impacto del "futuro" en la sociedad contempornea desde una perspecti
va sociolgica a la vez que periodstica, se centra en este tema y comienza ilus
trndolo con una evocacin de los famosos westerns de hace 30 aos. La figura del
cowboy auchz, triunfador y solitario, era una demostracin grfica de que el poder
emana del can de un revlver y reflejaba la percepcin prevaleciente en esa
poca. Pero en esas pelculas siempre figuraba un personaje gordo, siniestro y
bien vestido, que era el constructor de los ferrocarriles o el comprador de los ran
chos tradicionales para criar ganado en gran escala, y que al trmino del film,
mientras el llanero solitario parta a caballo a buscar otra aventura, permaneca a
208 Luciano Tomassini
cargo del futuro. Pero tambin sola aparecer otro personaje: un sereno maestro o
el delgado e inquieto editor del peridico local, que manejaban conocimientos e
informaciones venidos de ms lejos, y que adems trasuntaban la confianza de po
der anticipar un futuro todava ms lejano. La fuerza, la riqueza y el conocimiento
han sido siempre, en distintas proporciones, otros tantos ingredientes del poder.
La tradicin japonesa siempre ha identificado tres objetos sagrados que constitu
yen otros tantos presentes para el gran Dios solar, y que tambin representan los
smbolos del poder imperial, y que son la espada, una joya y el espejo. Si el espejo
representa la capacidad de reflejar la realidad y, lo que es an ms importante, de
tomar conciencia de s mismo, es el smbolo, entre los dones imperiales, del poder
que emana del conocimiento.13
Ya se ha sealado que la economa y la sociedad contemporneas estn
siendo remodeladas por la emergencia y desarrollo de un nuevo paradigma tecno
lgico. Este no slo ha impuesto nuevas estructuras productivas basadas en nue
vos factores, distintos del capital, los recursos naturales y la fuerza de trabajo, ha
generado una oferta cada vez ms diferenciada de bienes y servicios, ha permitido
crear plantas industriales, oficinas y hogares informatizados, ha alterado la orga
nizacin de la sociedad, el estado y las empresas, ha afectado las lealtades y con
glomerados polticos en que se basaba el proceso democrtico, y ha atenuado el
carcter absoluto y confrontacional de las grandes ideologas del pasado, sino que
tambin ha ido estrechamente acompaada por un cambio profundo en los valo
res, las actitudes y las preferencias de los individuos y las comunidades. En el pla
no poltico, los conservadores se han vuelto ms liberales en cuanto al respeto de
la democracia y la valorizacin de los requerimientos sociales, y los socialistas
tambin lo han hecho en cuanto al reconocimiento de la importancia de la inicia
tiva individual, la descentralizacin y la funcin del mercado. En otro plano, los
pases y los sectores lderes del crecimiento econmico durante los ltimos cien
aos estn en retirada y las grandes corporaciones industriales que dominaron la
produccin durante la postguerra estn luchando por sobrevivir frente a nuevos
competidores basados en el conocimiento y la tecnologa. La sociedad de masas y
sus grandes pilares, la concentracin de la demanda en unos cuantos rubros muy
uniformados como los electrodomsticos, los automviles o las propiedades urba
nas, en la seguridad social a niveles cada vez ms altos, o en la gran organizacin
sindical, tiende a fragmentarse en una multiplicidad de comunidades especializa
das o locales con una creciente preferencia por soluciones ms especficas o auto-
gestionadas para la satisfaccin de las necesidades que antes se encargaba el esta
do o a estos grandes conglomerados. En todos los niveles organizacionales, la au
toridad incontestada de la iglesia, el directorio o los ejecutivos de la empresa, los
dirigentes sindicales, los lderes polticos, los mdicos y los profesores, son contes
La transformacin del concepto del poder 209
tados por cada miembro de la sociedad, por cada lector, empleado, paciente o es
tudiante. Estos, gracias a un acceso mayor a la informacin y a su participacin en
una fluida red de comunicaciones sociales, son capaces ahora de formarse una
percepcin mucho ms clara que en el pasado de las situaciones en que estn in
volucrados, y de actuar en consecuencia. Este fenmeno est erosionando profun
damente la tradicional concepcin jerrquica y reduccionista del poder.14
Tambin es interesante que en el perodo reciente los diagnsticos ms
comprehensivos acerca de esta transformacin provengan de publicistas que usan
menos rigor acadmico que cercana a la realidad como, por ejemplo, A. Toffler.
Ilustrativos a este respecto son los trabajos de J. Naisbitt y P. Aburdene, titulados
Megatrends, el ltimo de los cuales, publicado en 1990, analiza temas tales como
la bonanza econmica prevista para los aos noventa; la transformacin del capi
talismo; la emergencia de un socialismo basado en el mercado; la coexistencia de
estilos de vida globales con un renacimiento del nacionalismo y de las culturas lo
cales; la privatizacin del Welfare State-, la creciente importancia de la vida priva
da; el impacto de las comunicaciones en la vida social; la influencia de los avances
cientficos como, por ejemplo, en la biologa; la creciente presencia de la mujer en
la cultura; el renacimiento religioso a fines del siglo; la revalorizacin de las races
comunitarias de los individuos junto a una mayor subjetividad e individualismo;
las nuevas caractersticas del empresario y en la organizacin de las empresas; la
primaca del consumidor; la erradicacin de la electrnica y el papel de la infor
macin; la primaca del consumidor y la preponderancia del individuo sobre los
esquemas y organizaciones de carcter colectivo, entre otras tendencias.15
Tal vez el elemento principal del complejo proceso de transformacin que
ha sufrido el concepto del poder es el cambio del nfasis colocado en sus aspectos
cuantitativos y la importancia que ha adquirido la calidad de los recursos puestos
en juego para ejercerlo. "La mayora de la presunciones convencionales acerca del
poder, por lo menos en la cultura occidental, suponen que ste depende de la can
tidad. Sin embargo, aunque es cierto que muchos de nosotros tenemos menos po
der que otros, ese enfoque ignora lo que hoy da constituye el factor ms impor
tante: la calidad del poder".16 Sea que se conciba desde un ngulo convencional o
desde un punto de vista postmoderno, el poder es siempre el mismo, aunque se
manifiesta en distintos grados.
Algunas formas de poder son menos poderosas que otras. En las luchas por
el poder que se dan por el control del gobierno, las ciudades, las empresas, los sin
dicatos, las escuelas o los hospitales, aquellos que entienden que lo decisivo est
en la calidad de sus recursos tienen las mayores probabilidades. Del mismo modo,
210 Luciano Tomassini
la primada estratgica de los Estados Unidos no impidi su declinacin como po
tencia econmica ni tampoco su transformacin en el mayor deudor del mundo,
as como la enorme acumulacin de capacidades militares por parte de la Unin
Sovitica slo sirvi para desencadenar la disoludn de su imperio. Ello ocurra
mientras que pases sin capacidades militares pero dotados de un poder de mucho
mejor calidad -el conodmiento y la tecnologa- como Alemania y el Japn, estn
desempeando un papel cada vez ms importante en los asuntos internacionales.
La calidad del poder, como contrapuesta a su cantidad, puede definirse en funcin
de su adaptacin al manejo ms eficiente posible del mayor nmero de temas, in
tereses o procesos en que estn realmente involucradas las sociedades nacionales,
los individuos y los grupos intermedios en el mundo contemporneo.
En tal sentido podra decirse que la calidad del poder tiende a coincidir con
su carcter ms o menos democrtico. En la medida en que se suponga que el po
der est concentrado en unos cuantos grupos y temas de inters para esos grupos
perder su utilidad para hacer posible la gestin de mltiples cuestiones que inte
resan al resto de los segmentos en que cada vez ms se divide la sociedad contem
pornea. En la medida, por el contrario, en que el poder sea ms diversificado,
ms compartido y ms plural, ser ms capaz de facilitar la gestin de los intereses
anteriormente mencionados. La crisis de los imperios y los grandes bloques de
poder, del estado intervencionista en el mbito domstico del estado considerado
como el protagonista monoplico de las relaciones internacionales, de los gobier
nos centrales, de los partidos polticos como representantes exclusivos de los ciu
dadanos, de las grandes organizaciones urbanas o comunitarias, del gran conglo
merado industrial frente a las nuevas unidades productivas basadas en la tecnolo
ga, de las grandes ideologas y de las lealtades absolutas, son otras tantas conse
cuencias del proceso de transformacin del concepto del poder resumido ms
arriba.
Contrariamente a las apariencias, cuando no est al servicio de una realidad
o de una idea, el poder no crea nada. El enorme podero acumulado por Stalin o
por Hitler fue justificado por ideas de un contenido tan pobre que no permitieron
crear nada y que, por lo tanto, comprometieron los resultados de sus planes. Cada
vez que cambia sustancialmente la base en que se cimenta una sociedad o una cul
tura, y por consiguiente las ideas que representan esa base, cambian tambin las
fuentes, ls agentes y la naturaleza misma del poder. Se ha dicho que en este sen
tido hasta ahora han habido dos cambios radicales. El primero se produjo en los
comienzos de la historia con la invencin de la agricultura, como la base principal
de la vida y la organizacin poltica y social. Esta revolucin material y tambin
intelectual signific el fin de un estilo basado en el nomadismo, en una economa
La transformacin del concepto del poder 211
de recoleccin y en una organizacin social tribal, y su reemplazo por organiza
ciones feudales, monarquas dinsticas, e incluso por pequeas ciudades estados
como en el mundo griego. La revolucin industrial, hace doscientos aos, conde
n a muerte esos esquemas y dio surgimiento a una industrializacin basada en
sistemas de produccin en cadena y a sociedades orientadas al consumo de masas,
a los medios de educacin masivos, y a la democracia. No es posible esperar que la
transformacin de la sociedad industrial en una sociedad del conocimiento, de
una sociedad comprometida con tener ms de lo mismo en otra orientada a facili
tar una creciente diferenciacin destinada a atender opciones cualitativas, no ten
ga efectos profundos sobre la naturaleza del poder y de las organizaciones que lo
encarnan.
Poder y Soberana en las Relaciones Internacionales
En el campo internacional este cambio se expresa en la transformacin del
concepto, las fuentes los agentes del poder, y de la forma que ste especficamente
asume cuando se trata de relaciones entre estados, es decir, la soberana. En un
mundo desmitificado, singular y fragmentado, como el que vivimos hoy da, el
sentido y la utilidad del poder y la soberana para el manejo cotidiano de los asun
tos internacionales disminuye apreciablemente en favor de otros elementos como
las relaciones entre las partes, el intercambio, la informacin y la coordinacin
entre ellas. Incluso el mbito de lo poltico, que anteriormente monopolizaba las
relaciones internacionales e instrumentalizaba los dems factores, se tiende a di
luir en un conjunto de elementos econmicos, sociales, tecnolgicos y culturales y
a ser -en el mejor de los casos- un mecanismo privilegiado para la coordinacin
entre ellos. En otras palabras, deja de ser el amo y se convierte en un "referente"
de los factores sociales.17
En un trabajo reciente, Michael Shapiro propone una comparacin de los
conceptos de "soberana" e "intercambio" durante la modernidad y despus de
ella.18 Para ello l compara la preocupacin central de Hobbes, quien escribi ba
jo el impacto de la guerra civil inglesa y de la imperiosa necesidad de restablecer
la unidad social y la autoridad poltica en un pas dividido, con la obra de Adn
Smith, quien escribi cien aos ms tarde, cuando la preocupacin dominante
consista en facilitar el funcionamiento del mercado para hacer posible el avance
de la revolucin industrial inglesa, y en integrar el mercado britnico con los del
resto del mundo.
212 Luciano Tomassini
Para el Leviathan, la soberana surge cuando los ciudadanos, enfrentados a
una situacin -excepcional o normal- de violencia y anarqua, renuncian a impo
ner su voluntad y a ejercer su propia capacidad de coercin en forma individual, y
acuerdan transferir sus capacidades a una entidad poltica o social, de carcter co
lectivo, capaz de imponer la paz y la unidad. En la visin de Hobbes, naturalmen
te, la soberana tiene una inclinacin claramente absolutista. Esta inclinacin es
justificada desde un punto de vista racional en funcin de la necesidad de los indi
viduos de establecer un mbito de orden y de paz que encuadre y delimite sus
comportamientos subjetivos. Esto se logra a travs de una serie de pactos a travs
de los cuales los autores y dueos de sus propias acciones delegan sus responsabi
lidades en actores o representantes que, a su vez, convienen en designar a un so
berano que garantice el estado de cosas deseado. Esto tiene, entre otras, dos im
plicaciones bsicas. Una tiene que ver con el carcter mtico que posee tanto la
soberana original del individuo como los pactos a travs de los cuales el conjunto
de ellos delega su responsabilidad en sus representantes o en un soberano; aqu el
mito sirve para introducir elementos que no estn dados en la realidad. La segun
da tiene relacin con el reduccionismo implcito en la visin hobbesiana, en el
sentido de presentar una visin atrofiada de los elementos econmicos, sociolgi
cos e incluso subjetivos, que estn detrs del contrato abstracto que supuestamen
te da origen a la soberana y que, posteriormente, los subordina a sta. El mito,
aqu, tiene la funcin de minimizar o eliminar elementos que forman parte esen
cial de la realidad social o internacional. En ambos casos el mito no tiene un ori
gen mgico o tradicional sino que es el resultado de un artificio lgico y casi mate
mtico, concorde con la admiracin de Hobbes por las ciencias fsicas de su poca,
destinado a solucionar el problema del orden en la sociedad nacional o interna
cional por una va racional, uniforme y unvoca.
Al igual que Hobbes, cien aos ms tarde Adam Smith estaba preocupado
por el problema de la gobernabilidad del sistema poltico o, por extensin, de la
comunidad internacional. Pero esa preocupacin no se refera a cmo asegurar la
primaca del gobierno central sobre fuerzas polticas centrfugas, como en los
tiempos de la revolucin inglesa, sino en cmo compatibilizar la accin de ese go
bierno con las fuerzas centrfugas del mercado, en plena expansin en esa poca.
Para Smith el individuo no es el dueo y autor soberano de sus acciones, o de los
actos en virtud de los cuales delega su responsabilidad en el gobierno o el estado,
sino un elemento inmerso en un sistema colectivo de intercambios simblicos cu
yo contrapunto, conflicto o confluencia definen la identidad del sujeto que parti
cipa en ellos. Esta visin se refiere por igual a los distintos agentes que interac-
tan en las sociedades nacionales que a los actores de la vida internacional. "Al
postular que el sujeto est inmanentemente socializado, Smith promueve una
La transformacin del concepto del poder 213
fuerte resistencia a una nocin absoluta de soberana a nivel de la colectividad. Su
contribucin al concepto del gobierno est mucho ms influenciada por fuerzas
que estimulan la circulacin y el intercambio, que por aquellas que militan en fa
vor de una unidad y cohesin impuestas desde arriba y que se fundamentan en la
confianza incuestionable en un control social de carcter soberano".19
NOTAS
1. Nicholas J. Spykman, Americas Strategy in World Politics, Nueva York, Harcourt Brase, 1942,
pgina 7.
2. Harold Lasswell, Power and Personality, Nueva York, Norton, 1948, pgina 30, y Hans J. Mor-
genthau, Politics Among Nations, Nueva York, Alfred Knopf, 1974, pgina 5. Las palabras su
brayadas son nuestras.
3. Nicholas J. Spykman, op.cit.; Hans J. Morgenthau, op. cit., y J. W. Burton, International Rela
tions: The General Theory, Cambridge University Press, 1967, pgina 46. Debe advertirse que
Burton trasciende, indudablemente, el pensamiento realista.
4. Charles P. Kindleberger, Power and Money: The Politics of International Economics and the Eco
nomics of International Politics, Nueva York, Basic Books, 1970, asf como tambin Klaus Knorr,
The Power of Nations: The Political Economy of International Relations, Nueva York, Basic
Books, 1975.
5. Jeffrey Hart, "Three Approaches to the Measurement of Power in International Relations",
Nueva York, Basic Books, 1975.
6. R. Aron, Peace and War: A Theory of International Relations, Nueva York, Praeguer, 1968, pgi
na 28.
7. R. Aron, op.cit., pgina 10.
8. R. R. Palmer y J. Colton, A History of the Modem World, Nueva York, A. Kopf, 1986 (5a. edi
cin), pgina 154.
9. J. E. Dougherty y R. F. Pfaltzgraff, Contending Theories of International Relations. A Compre
hensive Survey, Nueva York, Harper and Row, 1981 (2a. edicin), pgina 23.
10. Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers, Nueva York, Random House, 1987, pp.
195-196.
11. R. Aron, Main Currents in Sociological Thought, 2o. tomo, Nueva York, Basic Books, 1967; B.
Jouvenal, On Power, Boston, Beacon Press, 1969 y, anteriormente Bertrand Russell, Power, edi
cin en paper back de Unwind, 1983.
12. Nos referimos a la obra de Michel Foucault a travs de obras tales como Madness and Civiliza
tion, The Birth of the Clinic, Discipline and Punish: The Birth of the Prison, The History of Sexua
lity, y Power-Knowledge.
13. Alvin Toffler, El Cambio del Poder, Plaza Jans, eds. 1990.
14. Es interesante recordar que los anlisis ms penetrantes sobre los cambios que se estaban pro
duciendo en la trama social y, por consiguiente, en las fuentes del poder, se elaboraron en la
214 Luciano Tomassini
poca en que esos cambios se iniciaban, y que slo con posterioridad esos anlisis fueron lleva
dos hasta sus ltimas consecuencias por las corrientes que sostienen que nos estamos adentran
do en una sociedad postmodema. Entre aquellos anlisis cabe mencionar el informe de la
OECD titulado Interfutures, Pars, 1970; el libro de J. Lessoume, Les Milles Sanders de l Avenir,
Paris, Press Universitaires de France; A. Gould, The Corning Crisis of Western Sociologue, y S.
Dell, The Corning of Post Industrial Society, The Cultural Contradictions of Capitalism.
15. J. Naisbitt, P. Aburdene, Megatrends 2000: Ten New Directions for the 1990s, Nueva York,
Morrow, 1990.
16. A. Toffler, El Cambio del Poder, Plaza Jans eds., 1990.
17. Jean Baudrillard, In The Shadow of the Silence Mayorities: On the End of the Social, Nueva
York, Basic Books 1983. La expresin "referente" es de l.
18. M. J. Shapiro, Sovereignly and the Change in the Orders of Modernity, documento no publicado,
basado en una presentacin efectuada ante la 32 Convencin Anual de la International Studies
Association, en Vancouver, Canad, el 20-23 de marzo de 1991.
19. M. J. Shapiro, op. cit., pgina 13. Traduccin libre.
III. EL USO DE LAS BRUJULAS
CAPITULO IX
LA TRANSFORMACION
DEL ESTADO Y SU ACTUACION
INTERNACIONAL
La transformacin del estado... 219
Origen y evolucin del concepto del estado
El estado ha sido considerado tradicionalmente como el protagonista por
antonomasia de las relaciones internacionales. Actualmente, tambin se est
transformando. Pero la transformacin del estado obedece a causas autnomas
que ameritan analizarse por s mismas. La primera dificultad que uno enfrenta pa
ra reflexionar sobre el estado radica en la ausencia de marcos tericos adecuados
para ello.
Estas notas parten de la presuncin de que el estado no constituye una enti
dad autnoma, dotada de una forma esencial ms o menos cannica y resistente al
cambio, sino que es un producto histrico que debe adaptarse a la cultura poltica
vigente. Supone tambin que la cultura poltica que imper en el mundo occiden
tal, y que se transmiti a nuestros pases desde fines del siglo pasado, a partir de
los aos setenta est cambiando. Por ltimo, propone que dicha transformacin
est fuertemente influida por los valores, instituciones y comportamientos pro
pios de una sociedad postmoderna. Antes de explicar preliminarmente estas pre
misas hay que advertir que la reflexin sobre el estado est condicionada por va
rios prejuicios.
El primero se identifica con un concepto abstracto del estado, que no lo
considera como una formacin histrica, sino como un dato dado. A partir de esa
concepcin es fcil atribuir al estado ciertas caractersticas esenciales, de carcter
permanente, que en el fondo son la expresin de la experiencia histrica de la
poca contempornea. Esta perspectiva esttica no corresponde a la realidad. El
estado de su forma actual no es una agencia permanente y, por cierto, no existi
siempre. Es fruto de esa constelacin de circunstancias inditas con que surge la
edad moderna: el comercio y la proteccin requerida por los gremios, ferias, flotas
y rutas que esta actividad supone; la ciudad, la burguesa, la ruptura de los lazos
de dependencia propios de la sociedad feudal y el nacimiento de los primeros go
biernos autnomos; los cambios y el mayor costo de la tecnologa blica, la orga
nizacin de ejrcitos regulares y la necesidad de cobrar impuestos para mantener
los, con la consiguiente creacin de organismos representativos (los parlamen
tos), de una administracin central y del concepto de "razn de estado" como rela
tivamente independiente de los intereses del prncipe. Al influjo de estas tenden
cias, se construye el estado sobre la disolucin de formaciones polticas menos es
tructuradas y ms amplias (el sacro imperio romano-germnico) y de unidades
menores como seoros y principados. Pero el estado as surgido no cristaliza en
el tiempo sino que va evolucionando desde las ciudades-estado, pasando por los
estados dinsticos que se consolidan entre la guerras religiosas y las guerras apo-
220 Luciano Tomassini
lenicas, hasta llegar al moderno estado industrial que comienza a perfilarse en la
segunda mitad del siglo pasado. Todo lleva a suponer, por lo tanto, que en la so
ciedad post-industrial contempornea, lejos de reproducir esa experiencia, ser
necesario encarar un nuevo estado.1
La reifcacin del estado, y su interpretacin ahistrica, qued en manos de
los juristas. El segundo prejuicio se origina en la reaccin anti-jurdica de los
cientistas polticos en la ltima mitad de este siglo. Los juristas haban descrito el
sistema poltico como un conjunto de instituciones. Los analistas polticos, reac
cionando contra el sesgo formalista de ese enfoque, tendieron a describir la polti
ca en forma de comportamientos. Las promesas de este enfoque se vieron frustra
das por el hecho de que haya ido acompaado de una visin estructuralista que
conceba el sistema poltico como una matriz insumo-producto, como un meca
nismo neutral, abstracto y racional, semejante al del mercado, que recibe las de
mandas sociales, las procesa y las resuelve, asignando los recursos disponibles en
forma ms o menos autoritaria o centralizada. En esta visin sistmica sobre el
funcionamiento del estado, ste representa una "caja negra cuya naturaleza y es
tructura, reglas de funcionamiento o preferencias internas se suponen inexistentes
o constituyen una incgnita. De hecho, esta visin sistmica contribuy a fortale
cer la reifcacin del estado, aunque restndole protagonismo y subrayando su
neutralidad. Determin que se le atribuyera un carcter abstracto y no histrico.
Adems impidi comprender que las modalidades que adopta la estructura del es
tado, y sus formas de operacin, no son factores neutrales en la convivencia polti
ca sino que producen diferencias. No est dems insistir en la facilidad con que se
extrapol al campo de la poltica la nocin del market-place tomada del campo
econmico. Con contadas acepciones, como el new deal en los Estados Unidos y
los gobiernos laboristas en algunos perodos en Gran Bretaa, esta visin oficial
acerca del rol del estado sirvi perfectamente bien a los intereses globales del li
beralismo econmico. Como esto se dio principalmente en los Estados Unidos, y
de hecho la ciencia poltica es una "ciencia americana", no es de extraar que la
reflexin sobre el estado haya sido tan pobre durante estos ltimos decenios.2
La reaccin contra esta visin liberal del estado dio lugar al tercero de los
principales prejuicios que han constreido la reflexin sobre el mismo. Esta reac
cin, en sus diversas formas, descarta la idea de que el estado sea un market-place
en donde interactan los distintos grupos e intereses polticos y considera que es
un instrumento controlado y moldeado por los grupos dominantes para imponer
sus intereses. Junto con rechazar la extrapolacin de la imagen del mercado como
un concepto apto para describir el estado, estas corrientes niegan que ste consti
tuya un mecanismo neutral cuya funcin consiste en mantener en la sociedad un
La transformacin del estado... 221
estado de equilibrio similar al que debera imperar en el campo de la economa
segn la escuela clsica, y sostienen que es un mecanismo de dominacin utilizado
para dirimir el conflicto social en favor de determinados intereses. Por una parte
Marx, Lenin y Gramsci, desde diversas perspectivas marxistas, y por la otra We-
ber, con su concepcin instrumental de una autoridad jurdico-racional, contribu
yeron a legitimar este concepto. Todas estas visiones comparten una interpreta
cin del estado centrada en la sociedad segn la cual el primero es una funcin
del contexto social en que opera.3 Cualesquiera que sean las exageraciones de que
puedan adolecer estas corrientes, desde el punto de vista de su funcionalidad his
trica, este ltimo punto resulta extremadamente valedero para reconstituir el
concepto del estado bajo las circunstancias de una sociedad postmoderna.
El pensamiento latinoamericano acerca del estado, vinculado a las teoras
del desarrollo que surgieron en la regin a partir de los aos cincuenta, es parcial
mente tributaria de estas perspectivas, aunque contiene diferencias y elementos
propios, particularmente vinculados a la realidad histrica y social de estos pases,
por lo que merecera anlisis aparte. Con base en la experiencia histrica de algu
nos pases de la regin en el perodo comprendido entre la gran depresin de los
aos treinta y los comienzos de la guerra, particularmente Argentina, Chile y M
xico, se estim que unas comunidades socialmente retrasadas, polticamente divi
didas y econmicamente subdesarrolladas necesitaban un estado fuerte, que en
carnara y unificara la nacionalidad, dirimiera los conflictos de clase, promoviera
los intereses de las ms perjudicadas, y se hiciese portador de un proyecto de de
sarrollo en funcin del cual fuese capaz de movilizar los recursos disponibles. En
perspectiva histrica, pocas dudas caben de que ese estado inici los procesos de
desarrollo en los pases latinoamericanos, hizo transitar a la mayora de ellos des
de una etapa agrcola y primario exportadora hacia otra industrial y urbana, dio
origen a los sectores medios, brind las oportunidades necesarias para el surgi
miento de una clase trabajadora industrial, cre en favor de los ms desposedos
servicios sociales en el campo de la salud y de la educacin, gener instituciones e
incluso cre nacionalidades. Esto ocurra durante un perodo en que el mundo es
taba polticamente dividido por la guerra fra y econmicamente desarticulado co
mo consecuencia de la depresin de los aos treinta, de la guerra y de los esfuer
zos por la reconstruccin de las regiones devastadas por sta. Desde entonces tan
to el mundo como Amrica Latina han cambiado. Esto es lo que obliga a repensar
la estructura y las funciones del estado.4
Esta nueva reflexin sobre el estado supone trascender los prejuicios ante
riormente mencionados y repensarlo a la luz de los cambios experimentados por
la cultura poltica de las sociedades respectivas.
222 Luciano Tomassini
Las relaciones entre el estado y la cultura poltica imperante
De las vertientes anteriormente sealadas, cabe rescatar la visin de la pol
tica como un conjunto de comportamientos, que propone la segunda de ellas. En
cuanto a la tercera, a pesar de los sesgos implicados en su definicin unilateral del
estado como creacin e instrumento de las clases dominantes, algunos de sus ele
mentos proporcionan un buen punto de partida para repensar este fenmeno. Es
te punto de partida radica en su tendencia a concebir el estado como una funcin
del contexto social y, agregaramos, de la organizacin econmica, la base tecno
lgica y, sobre todo, de la cultura poltica de las sociedades respectivas. Este pun
to de vista hace posible superar una concepcin del estado que lo define como
una entidad jurdica abstracta y ahistrica, como una arena neutral en que compi
ten intereses, o como un instrumento de los grupos dominantes, para pasar a en
tenderlo como la forma de gestin de los intereses colectivos que una sociedad se
da a partir de las caractersticas que prevalecen en cada momento histrico en los
diversos niveles anteriormente mencionados. Desde esta perspectiva, lo impor
tante no es la soberana del estado, su estructura, tamao, neutralidad, capacidad
para servir a las clases dirigentes o desestabilizarlas para pasar a manos del prole
tariado, y ni siquiera en su capacidad para impulsar un proyecto de desarrollo
preestablecido y poco flexible, sino que es su capacidad para gestionar los intere
ses societales de acuerdo con las circunstancias predominantes en cada perodo.
Desde este ngulo, adems, el estado no aparece siendo el portador de un proyec
to de sociedad y de economa sino el agente de los valores e intereses de los mlti
ples agentes que integran la cultura poltica predominante en esa etapa. Ms que
un estado promotor e intervencionista es un estado consensual y asociativo.
Cuando la combinacin de valores que constituye la cultura poltica de una socie
dad en un momento dado cambia, como por ejemplo, los valores relativos a la
participacin de lo pblico y lo privado en la convivencia ciudadana, a la concer-
tacin o el conflicto, a la estabilidad de las instituciones frente a la posibilidad de
cambio revolucionario, a la participacin de aquellas ramas que tradicionalmente
fueron lderes en el proceso de crecimiento econmico vis vis el papel de nuevos
sectores, al reemplazo de un paradigma tecnolgico por otro, al cambio en las
preferencias sociales y en la forma de organizacin colectiva, o a la legitimidad y
el peso del estado frente a las diversas organizaciones que integran la sociedad ci
vil, entre otros rubros, debe cambiar tambin el papel del estado.
Hacia 1960 el concepto de cultura poltica o cvica pareca bien establecido.
Sin embargo, posteriormente su importancia se redujo como consecuencia de la
aparicin de escuelas de anlisis alternativas, y cay en un estado de confusin o
en un segundo plano, perdindose as su potencial interpretativo.
La transformacin del estado... 223
Varias de las corrientes centrales del pensamiento social del siglo XX han
girado, explcita o implcitamente, en torno al concepto de cultura poltica, al pri
vilegiar el papel de la conformidad o el conflicto en funcin de las actitudes pre
valecientes frente a determinados valores o normas de comportamiento sociales.
Una de estas corrientes escogi indicadores objetivos capaces de definir una cul
tura poltica en trminos, precisamente, de los valores y normas consensualmente
aceptados por una sociedad determinada.5 Hubo tambin aproximaciones socio-
sicolgicas, que cobraron gran importancia, y que destacaban las orientaciones
del comportamiento individual en relacin con determinados valores sociales y
polticos, como en la tipologa elaborada por Parsons acerca de las principales
pautas de comportamiento que distinguen una sociedad tradicional de una socie
dad moderna.6 Una tercera corriente intent reconstruir la cultura poltica de una
sociedad a travs de un camino heurstico, tratando de explicar determinadas ins
tituciones o comportamientos sociales en funcin de su mayor o menor aproxima
cin a ciertos tipos ideales, tales como un gobierno autoritario o racional, o una
sociedad jerrquica o competitiva.7
La suposicin central del concepto de cultura cvica, consistente en que los
comportamientos polticos y sociales giran en torno a un conjunto de valores y de
normas consensualmente aceptados, fue desafiado por el anlisis sistmico del
comportamiento poltico iniciado por Easton y sus seguidores despus de 1960.
Este enfoque consideraba que cada sistema poltico constituye un mecanismo abs
tracto, sin carga de valores, cuya supervivencia depende de su capacidad para en
tregar respuestas satisfactorias a las demandas sociales que recibe el gobierno.
Consciente o inconscientemente, este enfoque incorpor supuestos fsicos o bio
lgicos acerca del comportamiento social, que hicieron de ste una respuesta rela
tivamente mecnica a las presiones existentes, desplazando la nocin de una cul
tura poltica, con sus valores, preferencias y pautas de conducta, como el referente
central de estos comportamientos y el marco que permite distinguir una lnea de
conducta o un sistema de otro. Por supuesto, esta pretensin de ser una "caja ne
gra" o un mecanismo neutral, y la negativa a analizar por dentro o desestructurar
el estado, sirvi para ocultar el hecho de que en realidad ste estaba asociado al
proyecto de desarrollo y expansin transnacional de las sociedades industriales,
estaba hecho a su imagen y semejanza, y no era en modo alguno neutro.
En otro ngulo, si no claramente en el otro extremo, el pensamiento marxis
ta entendi que la cultura poltica forma parte de la superestructura social, y es
por 'o tanto un reflejo de las relaciones de produccin que prevalecen en ella y de
su base econmica. Los valores y normas de comportamiento son determinados,
dentro de este esquema, por la base econmica y social de la comunidad. El re-
224 Luciano Tomassini
duccionismo implcito dentro de esta perspectiva explica por qu, despus de su
formulacin original, ella fue objeto de tantas y tan diversas revisiones.8
No obstante los desafos planteados por las variantes anteriormente men
cionadas, hasta los aos setenta mantuvo cierta vigencia la definicin convencio
nal de la cultura poltica.9 Segn esta definicin dicho concepto se refera a una
particular configuracin de actitudes, sentimientos, informaciones y habilidades
frente al sistema poltico.10 Los cultivadores de este concepto orientaron su anli
sis hacia la formulacin de interpretaciones globales acerca de la naturaleza que
podan adoptar los sistemas polticos de acuerdo con la peculiar constelacin de
actitudes cognitivas, afectivas y valorativas con respecto al mismo. As, por ejem
plo, los autores mencionados, despus de conducir encuestas en cinco pases dis
tintos, propusieron tres tipos ideales: la cultura tradicional o de carcter parro
quial, una cultura, activista y racional, y una cultura participativa o ciudadana. Las
cinco encuestas nacionales sealadas ms arriba llegaron a la conclusin de que
solamente en Gran Bretaa, y en menor medida en los Estados Unidos, la cultura
poltica present las caractersticas atribuidas a los dos ltimos modelos.
La cultura poltica en el mundo postmoderno
El primer ataque a esta lnea de anlisis provino, probablemente, de Ronald
Inglehart, quien cont con el auspicio de la Comunidad Europea para realizar un
estudio en seis naciones diferentes, comprobando cambios profundos en el com
portamiento ciudadano y en el apoyo a los partidos y las instituciones polticas.
Entre estos cambios registr la declinacin de las lealtades de clase en la eleccin
de partidos, la creciente importancia asignada a los estilos de vida y a las oportu
nidades de consumo en la poltica contempornea, la emergencia de nuevos movi
mientos como los de la juventud y la mujer, y una desvalorizacin de las ideolo
gas frente a un creciente inters por la libertad de eleccin y la calidad de la vida.
Inglehart primeramente vio en esas tendencias el nacimiento de una cultura pol
tica de carcter "postmaterialista" que ms tarde comenzara a ser explicado a la
luz del concepto de la postmodernidad. Sus conclusiones fueron precedidas por
un estudio en gran escala realizado por la OCDE y, posteriormente, fueron segui
das de numerosos anlisis ms desagregados sobre el tema.11
El contrapunto entre el discurso de la modernidad y de la postmodernidad
ofrece un marco adecuado para comprender la estructura y el papel que debera
adoptar el estado en el futuro. Nacido en el campo de la lingstica y la esttica,
este debate penetr hace tiempo en las ciencias sociales, en donde existe una
La transformacin del estado... 225
abundante literatura sobre el tema.12 Si hay un rasgo central en las distintas ver
siones de la corriente postmodernista, expresada en dicha literatura, es el rechazo
al discurso logocntrico, al papel central de la razn y del sujeto pensante como
autores soberanos de la historia, a la capacidad de los grandes paradigmas, ideolo
gas o relatos para moldear y explicar en un sentido unidireccional ese proceso, y
a la nocin de que el lugar del hombre es la razn y no la historia. A partir de di
chos rechazos, todas esas vertientes subrayan la historicidad de los asuntos socia
les; buscan un mejor equilibrio entre la idea y la experiencia, entre la razn y la
prctica; privilegian la diferenciacin sobre la uniformidad del racionalismo mo
derno, y prefieren al diferenciacin y la particularidad de lo individual, fluido y
fragmentario a la hegemona de las grandes estructuras, ideologas o modelos.
Los rasgos propios de la sociedad postmoderna se proyectan tambin en la
cultura poltica. El trnsito de una sociedad industrial, basada en la acumulacin y
el crecimiento (fuertemente dependiente de algunos sectores lderes como la side
rurgia, la petroqumica o la industria automotriz) a una economa basada en el
conocimiento, en la informacin y en el consumo; la reorganizacin del empleo
en el sector de los trabajadores industriales y de las clases medias, y el crecimiento
de los sectores vinculados con el conocimiento, la especializacin y los servicios;
el cambio en las preferencias, el gasto y el consumo del pblico, y el surgimiento
de nuevas formas de existencia que comienzan a subordinar el bienestar material
a la calidad de la vida; la ineficiencia de las grandes organizaciones, y la consi
guiente desconfianza en ellas, unida a una creciente preferencia por organizacio
nes en pequea escala; el rechazo a la uniformidad y la masificacin de la vida
moderna junto con la bsqueda de la diferenciacin en los valores y comporta
mientos sociales; la relativizacin o eclecticismo en las ideas, la moral, la esttica
y la cultura; el malestar frente a las instituciones y las prcticas disciplinarias de
izquierda y de derecha, y la bsqueda de una mayor creatividad o libertad de elec
cin, junto a la aparicin de actitudes hedonsticas o narcisistas; la modificacin
de las actitudes hacia el tiempo libre y el trabajo; el descrdito de la centralizacin
y la tendencia a la descentralizacin y el pluralismo; la desconfianza frente al go
bierno interventor y fuerte y la transferencia de responsabilidades -incluso antes
consideradas pblicas- al mercado, la sociedad civil u otras organizaciones solida
rias o regionales; la insustentabilidad de los dficit fiscales creados por el gigan
tesco tamao de los sistemas de seguridad social y los establecimientos militares
que formaron parte de los proyectos nacionales, y de la organizacin estatal en la
edad moderna; la preocupacin por el deterioro ecolgico causado por los gran
des proyectos industriales y urbanos propios de ese modelo; la transnacionaliza
cin o globalizacin de la economa y de los intercambios comerciales, los movi
mientos financieros, las inversiones, y la innovacin tecnolgica; todo ellos unido
226 Luciano Tomassini
a la transnacionalizacin de la cultura, las comunicaciones, el turismo, las formas
de vida, y los movimientos ideolgicos o religiosos, e incluso de las redes ilegales
de negocios criminales o saboteadores polticos, en un mundo cada vez ms inter-
dependiente, alteran profundamente la cultura poltica de la poca moderna y,
con ello, la naturaleza y el papel del estado.
Era muy diferente la cultura poltica a la cual esta institucin respondi du
rante los ltimos ciento cincuenta aos y distinto tambin el papel que ella cum
pla. "En esa perspectiva el estado moderno buscaba resolver las crisis econmi
cas, la inflacin y el desempleo, extendiendo y sobrecargando sus responsabilida
des, y estimulando a los ciudadanos a ampliar sus expectativas y necesidades. La
social-democracia, y la sociedad del bienestar y del consumo que la acompaaron,
crearon problemas provenientes de creciente demandas sociales y esto condujo a
una crisis poltica acerca de la capacidad de los partidos y del estado para respon
der a ellas, lo cual a su vez result en una crisis de legitimidad y de motivacin.
Offe y Habermas tenan confianza en que cualquier intento encaminado a modifi
car el papel del estado como gestor de la economa, proveedor de bienestar, y ga
rante de las oportunidades de consumo, sera rechazado. Sin embargo, la estrate
gia de replegar el papel del estado, con el sutil surgimiento de una nueva cultura'
poltica y de una nueva forma de manejo social, ha tenido gran xito en los Esta
dos Unidos y Gran Bretaa... La problemtica consiste en cmo, si es que es posi
ble, puede mantenerse un cierto orden, significado, moral y legitimidad una vez
que el absolutismo, la objetividad, la certeza, la unidad y la conmensurabilidad (de
las instituciones que gobernaban la sociedad en nombre de un determinado mo
delo o cultura poltica) son descontruidos".13
Los tiempos inspirados en proyectos globales e instituciones omnicompren-
sivas, como el estado, han pasado. La poltica ideolgica, paradigmtica y heroica,
tambin ha pasado. Slo aquella experiencia que ha ido quedando ms aislada en
el mundo an la reivindica. As lo hizo en uno de sus ms importantes discursos
recientes Fidel Castro. "Algunos necios se han llenado la boca para declarar que
ya pas la etapa heroica de la poltica. La bandera del heroismo es nuestra arma
(Eso es lo hace temblar a todo el mundo!". En realidad, ello no ocurre en una so
ciedad pluralista y abierta, como la que comienza a abrirse paso en el mundo
postmoderno cuando se plantea la cuestin del sentido de la tica en una sociedad
pluralista parece entenderse que existe una cierta incompatibilidad entre las con
vicciones y las libertades: dicho de otra manera, sociedad abierta y heroismo (o
ideologa) son dos enemigos irreconciliables.14
La transformacin del estado... 227
La evolucin de los valores, las actitudes y los sentimientos en Amrica La
tina parece encaminarse en esa misma direccin, con el fortalecimiento de las
prcticas de la concertacin, el rechazo a la violencia, la revalorizacin de la esta
bilidad y la preservacin de los equilibrios macroeconmicos, el descrdito en los
grandes modelos, la bsqueda del pluralismo y el abandono de la poltica confron-
tacional e ideolgica en aras de una ms consensual y ms pragmtica. Un colum
nista de un diario de Caracas, ledo al azar captura en forma sencilla este proceso.
"Hay signos que parecen indicar que la humanidad se encamina poco a poco hacia
una etapa de pacfica mediocridad, en cierto modo, de reposo. Ya la gente no
quiere ni gobernantes geniales, audaces caudillos llenos de imaginacin, ni apre
surados soadores. Lo que desea es que la dejen en paz. Todas las encuestas he
chas entre los jvenes en los pases desarrollados muestran su indiferencia ante
las ideologas, los partidos, las grandes empresas humanas, el sacrificio de la vida
en aras de una concepcin trascendente del mundo. Aunque sea paradjico, inclu
so los habitantes del tercer mundo, tan lejanos a las mnimas satisfacciones de la
vida, estn demostrando tambin el deseo de caminar en paz y de ir resolviendo
los problemas que los agobian sin tener que recurrir al derramamiento de sangre
y de lgrimas que ha caracterizado su lucha por avanzar y que, por lo dems, ha si
do tan intil".15
El estado de nimo descrito anteriormente se puede ejemplificar particular
mente con la situacin actual de Chile, un pas que durante los ltimos decenios
se ha destacado por constituir un laboratorio para ideologas contrapuestas, y un
campo de lucha entre modelos polticos irreconciliables.16 La larga trayectoria
democrtica de este pas fue rota por la lucha ideolgica y el cambio de modelos
radicalmente diferentes. Era natural, entonces, que su reconstruccin supusiera el
desarme ideolgico y la bsqueda de convergencias. Pero, dado el carcter para
digmtico y confrontacional que haba adquirido su cultura poltica en los ltimos
decenios, ello era tambin muy difcil. Sin embargo, en esta primera etapa de su
transicin democrtico, parece haberse logrado. Un reportaje publicado mientras
revisaba este artculo destaca esta situacin coincidiendo enteramente con la re
flexin anterior "Ms que la alegra, lo que lleg a Chile es la normalidad. Y resul
ta algo bien extrao para una nacin acostumbrada a la confrontacin, a moverse
entre el negro y el blanco. Los intelectuales, los periodistas, los polticos, no todos
pero no pocos, estn alertas, desesperados. Es cierto, falta la mstica de la gran
cruzada, porque ya no aparece el temido adversario. La macropoltica dej de ser
el ombligo de Chile. La ltima encuesta del CEP revela que los independientes
comienzas a remontar el 40%, como nunca en perodos democrticos. Y el des
censo o la trivialidad -al alcalde local, los problemas de seguridad domstica, o los
familiares- parecen un cepo para los comunicadores acostumbrados a la especta-
228 Luciano Tomassini
cularidad de la poltica global... Es obvio que nuestra normalidad es en buena me
dida hija del consenso que hoy se respira en el mundo.17
Algunos desafos en relacin con el estado
El punto de partida de este ensayo consisti en suponer que el estado no
constituye una entidad cannica, intemporal y abstracta, sino que es esencialmen
te un fruto de la historia. En segundo trmino, se supuso tambin que, en ese con
texto, es particularmente tributario de la cultura poltica prevaleciente en una so
ciedad y en un perodo dados. Por ltimo, se propuso que la cultura poltica mo
derna que prevaleci desde fines del siglo XIX hasta alrededor de los aos seten
ta, est cambiando y est dando lugar a nuevos valores, actitudes y comportamien
tos inspirados en las tendencias de un mundo postmoderno. Nuestra hiptesis
consiste en que el estado debe adaptarse a esa cultura.
La cultura poltica emergente contiene, explcita o implcitamente, un pro
fundo cuestionamiento al estado en la forma que adopt durante los ltimos cien
to cincuenta aos. El estado formal, soberano y autnomo, que legitimaba y en
cuadraba superestructuralmente las sociedades nacionales haciendo tabla rasa de
las diferenciaciones regionales, tnicas o sociales involucradas en ella, ha perdido
vigencia. El estado concebido como el centro invisible -o como la caja negra- en
donde el sistema poltico convierte las demandas societales en respuestas prove
nientes de la autoridad, ese estado pretendidamente moldeado a imagen y seme
janza del mercado, ha dejado de responder a las realidades y requerimientos de
unas sociedades caracterizadas por una constante multiplicacin de los grupos de
inters y por la permanente mutacin de los valores, las organizaciones y las tec
nologas. El estado concebido como instrumento de las clases dominantes para
imponer sus proyectos y sus intereses sobre las clases oprimidas ha perdido valor
interpretativo, y tambin poltico, en unas sociedades en que las clases tradiciona
les se han fragmentado a travs de un tejido social mucho ms complejo y en don
de desde la propia dirigencia sovitica se propone abandonar el concepto de lucha
de clases como elemento central de la actividad poltica.
Lo que es ms, estas y otras versiones esquemticas y globalizantes del esta
do han hecho crisis como consecuencia del cuestionamiento de la hegemona de
la razn sobre la historia, de los proyectos, paradigmas y relatos omnicomprensi-
vos que pretendan moldearla en forma ineluctable, que surgen de una sociedad
postmaterialista y postmoderna. Desde el punto de vista de esta nueva sensibili
dad, el estado ms que una estructura -o superestructura- dotada de una esencia,
La transformacin del estado... 229
formalidad y funcionalidad bsicamente estables o, al menos, resistente al cambio
proveniente de las mutaciones polticas, econmicas y socio-culturales, pasa a ser
concebido, cada vez ms, como un acuerdo, arreglo o mecanismo asociativo, con-
sensualmente adoptado pero muy flexible, para manejar los intereses societales de
acuerdo con los valores, preferencias y comportamientos prevalecientes dentro
del marco de la cultura poltica vigente. Ese concepto, no menos real por encon
trarse an poco estructurado, es el que inspira una publicacin reciente sobre el
tema:
"Los procesos de recuperacin democrtica y modernizacin
econmica que est viviendo el pas hace necesario repensar el papel
del estado en ellos. El tema parecera ser omnicomprensivo. Sin em
bargo, si bien el estado interviene en prcticamente todos los sectores
de la vida nacional, no monopoliza la gestin de los mismos. Por el
contrario, las tendencias prevalecientes en nuestro pas y en el mundo
apuntan hacia una articulacin ms equilibrada y ms dinmica entre
el estado, la sociedad civil y el mercado. En este juego el estado acta
formulando polticas pblicas con respecto a diversos temas en caso
necesario. Pero el estado tampoco se identifica con las sumas de esas
polticas. Es ms bien una manera particular de disearlas y llevarlas a
cabo a partir de cierta concepcin acerca de las necesidades de una so
ciedad nacional determinada. Es esa manera de actuar, en que centra
lizacin y descentralizacin, lo privado y lo pblico, el desarrollo na
cional y la insercin en el mundo se combinan de distintas maneras, lo
que se encuentra en plena transicin."18
Se deca al comienzo que el estado no es un arquetipo intemporal o perma
nente, sino un producto histrico, que nace conjuntamente con el mundo moder
no. Est implcito en ello que la lucha del estado por afirmarse, bajo las distintas
formas que adquiri a lo largo del tiempo, es una lucha por afirmar su autonoma
contra otros poderes supra o infra nacionales. Gran parte de la teora del estado
en la poca contempornea, desde el siglo pasado hasta nuestros das, ha girado
en torno a conceptos afines al de autonoma, como los de soberana, relaciones
entre la autoridad y los ciudadanos (anteriormente los sbditos), divisin de po
deres y esferas de competencia de cada uno de ellos, monopolio de la violencia o
de la fuerza, integridad territorial y otro afines. Aqu se sostiene que el problema
del estado en las sociedades postmodernas no se refiere nica ni principalmente a
su autonoma sino a su capacidad para manejar los diversos intereses societales en
comunidades cada vez ms valorativas, dinmicas y diferenciadas.19
230 Luciano Tomassini
Tradicionalmente Amrica Latina ha estado a la zaga de las tendencias
mundiales. Debe decirse que en esto radica la definicin misma de su situacin de
subdesarrollo. La teora social prevaleciente despus de la segunda postguerra
respondi a esa realidad preconizando una va de desarrollo hacia adentro y una
actitud de sospecha, e incluso de beligerancia, frente a los factores provenientes
del escenario externo. Esta visin del desarrollo de origen latinoamericano, que
como se sealaba al comienzo tuvo una slida justificacin histrica, fue adoptada
posteriormente por los pases del tercer mundo, en el decenio de los setenta,
cuando iniciaron un plan de accin para el establecimiento de un nuevo orden
econmico internacional que implicaba la exigencia de transferencias masivas de
recursos provenientes, de los pases del norte hacia los pases pobres del sur, el
concepto de delinking para sugerir la conveniencia de que estos ltimos pases ce
rraran filas entre ellos reduciendo o cortando sus lazos con los pases capitalistas,
todo ello unido a un llamado a la cooperacin horizontal, o a la cooperacin sur-
sur, como una alternativa a su insercin en la economa mundial. Las estrategias
sealadas, tanto las originadas en el mbito latinoamericano como a nivel del ter
cer mundo, no tuvieron resultados, y para bien o para mal nos encontramos in
mersos en un proceso de transnacionalizacin de las actividades productivas, fi
nancieras, de inversin, de innovacin tecnolgica, de formas de organizacin po
ltica y de expresiones culturales, que caracterizan claramente este perodo hist
rico. Cuando la estructura del estado est siendo revisada en todo el mundo, en el
contexto del surgimiento de sociedades postmodernas, Amrica Latina no puede
darse el lujo de conservar en sus museos polticos una reliquia histrica prove
niente de un perodo comprendido entre los aos treinta y la segunda postguerra.
La postmodernidad contiene muchos mensajes importantes en relacin con
el estado. Uno de los rasgos centrales de la sensibilidad postmoderna, estrecha
mente vinculada a su peculiar complejidad, radica en el cuestionamiento de una
aproximacin simplista del concepto del poder. Una parte sustancial de pensa
miento poltico moderno se ha centrado en el proceso de formacin y consolida
cin de estados nacionales, de administraciones pblicas altamente centralizadas,
de control territorial y de competencia internacional, procesos que giran en torno
a los conceptos de poder, seguridad y expansin nacional. Considerando la com
plejidad social, econmica, tecnolgica, cultural y subjetiva de las sociedades mo
dernas y sus miembros uno podra cuestionarse la utilidad de este concepto para
manejar los intereses en torno a los cuales giran estas colectividades. La sociedad
postmoderna es cada vez ms fragmentada. "Si se habla de sociedad cristiana sera
absurdo pensar que toda conducta y toda creencia provendra de un todo denomi
nado cristianismo; cuando se evoca el poder absoluto del faran no se puede pa
sar por alto la escasa influencia ejercida por el poder central sobre la vida de sus
La transformacin del estado... 231
localidades perifricas. Tenemos una capacidad tan grande de actuar sobre noso
tros mismos que terminamos creyendo que una voluntad absoluta puede transfor
mar puede transformar absolutamente a la sociedad".20 El paradigma, el proyecto
y la ideologa dominante nunca han logrado penetrar por completo en la estructu
ra social y en la vida cotidiana. Y esta realidad se ha multiplicado en la sociedad
postmoderna, con su tendencia a la diferenciacin, y a la desestructuracin de las
instituciones utilizadas por la cultura dominante para establecer jerarquas o rela
ciones de poder entre los distintos elementos sociales. De all que los conceptos
de diferenciacin, y la bsqueda de identidades personales, societales, locales o
culturales, sea un rasgo dominante de las sociedades postmodernas. La tendencia
a la configuracin de "micro-poderes" o la "micro-fsica", preconizada por Fou-
cauld, es decir, la irradiacin capilar del poder en los intersticios del tejido social
y la proliferacin de una multiplicidad de mbitos o circuitos de inters, que pa
san a constituir otros tantos micro-centros de poder, son otro elemento esencial
de este tipo de sociedades.21 El estado soberano, monopolizador del poder, uni
forme y regulador, intervencionista y omnicomprensivo, heredado del pasado, no
est en condiciones de dar respuestas a las demandas provenientes de este nuevo
tejido social. Para manejar la creciente gama de valores, intereses y conductas que
este tejido conlleva se necesita renunciar a una visin superestructura! de esa en-
telequia llamada estado y pasar a concebirlo como un arreglo flexible, consensual,
y por lo tanto dotado de la autoridad que la sociedad le transfiere, encargado de
manejar los intereses societales, y permanentemente evaluado en funcin de su
eficacia para cumplir dicho cometido. La reflexin sobre el estado debera apar
tarse, as, de concepciones jurdicas, la idea de soberana, de un pretendido papel
de portador de una ideologa, de un posible rol de intermediacin en el conflicto
de clases, y de otras formulaciones igualmente globalizadoras, para acercarse un
poco ms a la teora de las organizaciones, al estudio de la interaccin social, la
prctica de la convergencia y la administracin de valores, intereses y objetivos en
comunidades ms complejas, dinmicas y diferenciadas que las que hemos conoci
do en la madurez de la edad moderna.
"En un mundo dominado por la guerra, el nacionalismo estatal, la industria
lizacin acelerada, cuando la transmisin de herencia socio-cultural aparece cada
vez ms problemtica a medida que aumenta la heterogeneidad de las sociedades
nacionales acaso hay todava lugar para la idea de cierta estabilidad del sistema
social alrededor de un principio central, consista ste en creencias, valores y dere
chos fundamentales o, por el contrario, descanse sobre la hegemona de una clase
dominante o del estado omnipresente? es necesario, inversamente, guiarse otra
vez por el aforismo griego panta rhei, todo es cambio? (se est imponiendo la
232 Luciano Tomassini
diversidad) o queda la posibilidad de proponer una nueva definicin para la uni
dad del sistema social?".22
Acercar ms la reflexin sobre el estado a la teora de las organizaciones o a
la ciencia de la administracin implica alejarla un poco del plano filosfico, moral
e ideolgico en que se ha situado hasta ahora. Ello no implica declarar que la
cuestin relativa a la legitimidad del estado es irrelevante sino separar este punto
de aqul que atae a su eficiencia. Al estado, ya sea antiguo o nuevo y sea que
cumpla sus funciones en forma ms o menos adecuada a los requerimientos de la
cultura cvica imperante, cabe siempre exigirle que sea legtimo, que tenga una ba
se consensual y participativa. Pero la legitimidad del estado no depende funda
mentalmente de su forma, como implcitamente se tendi a suponer durante mu
cho tiempo, sino de que su origen sea democrtico. Sin embargo, el que un estado
sea legtimo no garantiza su eficiencia, y eventualmente la inoperancia del estado
puede debilitar su legitimidad cualquiera que hayan sido sus orgenes. Peter Druc-
ker sostiene que durante los dos ltimos siglos se discuti lo que el gobierno de
ba hacer y no lo que poda hacer. Incluso recuerda que Adam Smith, en La Ri
queza de las Naciones, no sostuvo que el gobierno manejaba mal la economa sino,
ms bien, que no poda manejarla. "El no crea, para decirlo de alguna manera,
que los elefantes vuelan peor que las abejas: ms bien argument que, siendo un
elefante, no poda volar del todo."23
De lo que se trata, hoy como ayer, es determinar lo que el estado puede ha
cer y cmo puede hacerlo mejor para manejar los intereses de la actual realidad
socio-econmica de acuerdo con las valoraciones de la cultura poltica emergente.
Ello implica concebir menos al estado como una institucin y verlo, al igual que
otros fenmenos estudiados por la ciencia poltica, como una forma de comporta
miento. El manejo de la economa: la tasa de inters, la inflacin y el crecimiento;
la distribucin de roles entre los sectores pblicos y privados; la concertacin de
intereses entre empresarios y trabajadores; la incorporacin a la poltica y a la so
ciedad civil de sectores relativamente marginados como la mujer y los jvenes; la
administracin de justicia y el control de la violencia y el crimen; el gobierno re
gional y local y la distribucin territorial de las actividades econmicas, estos y
otros aspectos abordados en el seminario, dependen ms de determinados tipos
de comportamientos gubernamentales, comunitarios o administrativos que a la
presencia o reemplazo de ciertas instituciones.
Como ya se sealaba, sea en la actualidad o en el mediano plazo, estas consi
deraciones son pertinentes para las experiencias de Chile y del resto de Amrica
Latina. La renovacin del estado en los aos noventa no ser un resultado fortui
La transformacin del estado... 233
to sino que requerir un nuevo pensamiento sobre esta problemtica. El desarro
llo de algunos de los pases de mayor tamao y ms avance en Amrica Latina se
est viendo frustrado por la creciente obsolescencia del estado. El mayor desafo
que enfrentan los pases latinoamericanos es el de agregar a las medidas encami
nadas a reestrablecer la democracia, a retomar el camino del desarrollo econmi
co y a corregir los desequilibrios acumulados en materia de equidad social, medi
das tendientes a incorporarlos al mundo del futuro bajo la conduccin de un esta
do renovado, basado en nuevas formas de accin y en un mejor equilibrio entre
ste, la sociedad civil y el mercado. Desgraciadamente, como se sealaba en un
comienzo, esta reflexin est plagada de tradiciones desfasadas y de falsos dile
mas. Uno de ellos consiste en centrar la polmica en torno al tamao del mercado
en comparacin con el nfasis que debera otorgarse a las modalidades operativas
que es posible ensayar en este campo. Las experiencias realizadas en diversos pa
ses en torno a procesos de descentralizacin, privatizacin, desregulacin, incre
mento de la eficiencia de las operaciones estatales, flexibilidad de sus programas,
selectividad y competitividad de sus actividades, nuevas modalidades organizativas
y nuevas formas de organizacin territorial de su accin, complementacin entre
las iniciativas centrales y el apoyo a procesos generados desde la base (sea en el
plano productivo, tecnolgico o social), una adecuada diferenciacin y comple-
mentariedad entre los agentes gubernamentales, no gubernamentales y privados,
unido al apoyo del sector informal y de la micro-empresa, son algunas de las l
neas que habr que explotar a lo largo del tiempo en la direccin anteriormente
sealada.
El cambiante papel del estado en las relaciones internacionales
La importancia asignada al estado como protagonista central, e incluso mo-
noplico, de las relaciones internacionales se remonta a la pregunta con que se
inicia -y que preside- el estudio de esas relaciones: cmo puede asegurarse la go-
bernabilidad del sistema internacional en ausencia de un gobierno mundial? C
mo puede construirse un orden en ausencia de una autoridad ordenadora? C
mo es posible promover la cooperacin en un mundo intrnsecamente anrquico?
Desde Grotio y Hobbes hasta nuestros das, la modernidad ha conocido dos
corrientes de pensamiento sobre el problema de la anarqua en la vida internacio
nal, y sobre cmo resolverlo. Por una parte, la corriente principal supone que la
poltica internacional, pese a su esencial anarqua originada en la ausencia de una
autoridad central, est relativamente estructurada gracias a la presencia de una
multiplicidad de estados soberanos que interactan entre s. Los estados son en
234 Luciano Tomassini
tendidos como identidades soberanas que ejercen control sobre sus respectivas
sociedades nacionales, y que en forma exclusiva toman decisiones para promover
sus intereses, decisiones que, sin embargo, afectan o pueden afectar los intereses
de otros estados. Aunque estos conflictos de intereses no pueden ser resueltos en
forma centralizada, por falta de una autoridad global, por lo menos pueden serlo
apelando a un principio aceptado por todas las partes que intervienen en el juego
internacional, a saber, el derecho de esas presencias soberanas para manejar esos
conflictos a travs de la competencia, la negociacin o la confrontacin con otras
entidades igualmente soberanas. Naturalmente que esta visin tiende a promover
ms la competencia que el conflicto en las relaciones internacionales. Por otra
parte, a lo largo de la edad moderna algunas corrientes alternativas se han resisti
do a concebir al estado como una unidad autosuficiente, que ejerce por sf solo un
efectivo control de su sociedad y su economa, sino ms bien como una agencia
esencialmente intermediadora, que acta en lo interno como coordinador de una
pluralidad de intereses, y que en lo internacional tambin debe concertar su ac
cin con la de otros estados o actores transnacionales. En esta visin no hay lugar
para soberanas absolutas, abrumadoras hegemonas, para la inapelabilidad del
estado o su inescrutabilidad en relacin con otros actores, que hizo de l durante
tanto tiempo una especie de "caja negra, una fuente de poder omnmoda e infali
ble que monopoliza las decisiones.24 Desde fines de los aos sesenta estas ltimas
corrientes han ido ganando terreno a partir del reconocimiento de que las relacio
nes econmicas, tecnolgicas y socioculturales entre los distintos pases, as como
problemas globales como los del medio ambiente, slo pueden ser objeto de un
manejo colectivo y requieren, por consiguiente, de una estrecha coordinacin de
polticas y acciones. Desde esta perspectiva, el manejo unilateral de este tipo de
problemas por el estado soberano no slo es inadecuado a la naturaleza de estos
temas, sino que es contraproducente y crea mayores problemas.
Cmo se gener esta visin que asign al estado un papel soberano y pro-
tagnico en las relaciones internacionales y por qu comenz a cuestionarse?25 El
discurso terico que describe al sistema internacional como caracterizado por un
estado de anarqua refleja, reproduce y legitima los intereses de algunos poderes
establecidos frente a otros actores mediante una' prctica muy comn en el razo
namiento moderno: la de establecer dicotomas que, implcitamente, significan
dar primaca a uno de los trminos, validar uno y descalificar el otro. En este caso,
por anarqua se entiende el campo problemtico de lo que an no es racional ni
est bajo el control de un centro soberano, mientras que la soberana evoca una
identidad racional y reguladora capaz de poner orden en esa anarqua. La aplica
cin de este mtodo es lo que explican cmo surgen, se relacionan y se jerarqui
zan estos dos conceptos. Pero una vez establecido, mediante este sistema, que la
La transformacin del estado... 235
anarqua es mala y la soberana es necesaria esta lnea de razonamiento introduce
el concepto de estado y le asigna un papel primordial, sin justificarlo, dando como
establecido un elemento problemtico que previamente hay que justificar. En
efecto, uno puede aceptar que la poltica mundial se caracterice por la ausencia de
un poder central y, por lo tanto, por un estado de anarqua. Pero la otra mitad del
razonamiento, consistente en que este vaco es llenado por la presencia de un
conjunto de estados igualmente soberanos, es problemtica y debe justificarse. La
presencia del estado es demasiado importante para no estar fundamentada. "C
mo es posible que, en medio de las ambigedades y contingencias de una historia
tan diversificada, coordinar acciones diferentes, concertar energas, romper las re
sistencias y establecer los lmites de la conducta permitida, mediante la simple re
presentacin de una multiplicidad de sociedades nacionales, cada una de las cua
les constituira una identidad coherente y subordinada al control de un nico cen
tro interpretativo, el estado soberano? Este es el problema perenne de la moder
na poltica global. Se trata de un problema que est siempre en proceso de solu
cin, tal vez, pero sin que se pueda decir nunca que ese proceso se haya completa
do, que la solucin se haya hayado y que el estado simplemente existe. Sin embar
go, esto es precisamente lo que hace el discurso terico de la problemtica sobre
la anarqua, al proponer el estado como una presencia originaria, como una pre
tensin que no puede ser cuestionada si se desea tomar todo lo dems en serio".26
Qu sucede con el estado una vez que su postulacin como actor y regula
dor exclusivo y soberano de las relaciones internacionales ha sido cuestionada?
Lo que sucede es, sencillamente, que se ampla el elenco de actores que intervie
nen en ellas y el estado deja de ser su protagonista monoplico. Una amplia gama
de agencias e individuos pasan a ser legtimamente considerados como otros tan
tos actores de la dinmica internacional contempornea. A su vez, los actores ins
titucionales dejan de ser slo estatales, y una cantidad de agentes no gubernamen
tales comienzan a participar en estas relaciones. Lo que es ms, la visin monol
tica del estado considerado como un actor racional y unitario se desmembra, y es
te pasa a ser considerado como una institucin, tal vez ms grande y ms compleja
que otras, pero integrada por mltiples agencias e intereses que interactan entre
s para influir en su poltica. De esta manera, incluso los que desean privilegiar el
papel del estado no pueden seguir aceptando que sus representantes hablen en
nombre de ellos con una voz unvoca, estn comprometidos con el inters pblico
y persigan siempre intereses colectivos, concentrando sus diversas lealtades en un
simple centro de interpretacin y de poder, excluyendo otras influencias, y canali
zando todas sus energas en torno a una sola causa. La realidad internacional con
tempornea es mucho ms diversificada que antes, gira en torno a una multiplici
dad creciente de tramas, intereses y valores, y por consiguiente es protagonizada
236 Luciano Tomassini
por un elenco cada vez ms amplio de actores. Esto plantea al estado, como un
actor importante en la vida internacional, no slo el desafo de reconocer que,
dentro de ese contexto, ya no ejerce un papel monoplico, sino tambin el de
aprender a articularse con otros actores.
NOTAS
1. Ver principalmente, entre otros, C. Polanyi, The Great Transformation, 1948; B. Moore Jr., So
cial Origins of Dictatorship and Democracy, 1967; M. Crouzet (director), Historia General de las
Civilizaciones (Vol. IV), y Ph. Aris y G. Duby (directores), Historia de la Vida Privada
(Vol.III), esto ltimo para una estudio de los orgenes de la separacin entre lo privado y lo p
blico, uno de los conceptos ms importantes en el estudio de la evolucin del estado.
2. Para una visin sistmica, germinal y paradigmtica, ver la obra de D. Easton, especialmente
The Political System, 1953, y A System Analysis of Political Life, 1955. Un aporte ms complejo y
provocativo ala comprensin del sistema politico como un market place se encuentra en la obra
de C. Wright Mills, The Power Elite, 1956, y tambin en M. Olson, The Logic of Collective Ac
tion, 1971.
3. Ver R. Milliband, The State in Capitalist Society, 1969, Nicos Poulantzas, Classes in Capitalist So
cieties, 1975, y E. Camoy, State and Political Theory, 1987.
4. La concepcin y fuqdamentacin de dicho estado, curiosamente, no se debi en definitiva a los
juristas sino a un conjunto de socilogos entre los cuales destacan Don Jos Medina Echavarra,
Gino Germani, sobre todo a partir de su obra Poltica y Sociedad en una Epoca de Transicin, y
Kalman Sylvert con The Conflict Society. Este proceso histrico ha sido reconstituido, posterior
mente, en T. S. di Telia, Sociologa de los Procesos Polticos, 1988 (2a. edicin). Para algunas
perspectivas recientes sobre el tema ver D. Ibarra, "Los Acomodos de Poder entre el Estado y el
Mercado"; E. Lahera, "El Estado y la Transformacin Productiva con Equidad", y O. Sunkel y
G. Zuleta, "El Nuevo Estructuralismo vs. el Nuevo Liberalismo en los Aos Noventa", en Revis
ta de la CEPAL, N42,1990.
5. E. Durkheim, The Division o f Labor in Society, edicin de 1933.
6. T. Parsons y E. Shis, Towards a General Theory of Action, 1951 y tambin G. Almond y S. Ver
ba, The Civil Culture, 1963.
7. Ver Max Weber, Economa y Sociedad-, S. Bell, The Coming of Post Industrial Society, 1973 S.
Lipset, Political Man, I960.
8. Ver A. Gramsci, as como los trabajos de Prisin Notebooks, 1971, Lukcs, Mandel, y otros etc.
9. Almond y Verba, The Civic Culture, 1963 y S. Lipset, Political Man, 1960.
10. Almond y Verba, op.cit., pg.13.
11. R. Inglehart, The Silent Revolution, 1977; OECD, Facing the Future, 1979; J. Habermas, El Dis
curso Filosfico de la Modernidad, 1989; D. Bell, The Cultural Contradictions o f Capitalism,
1976; A. Toffler, The New Wave, 1981; F. Miiller-Rommel, New Policies in Western Europe, 1989
y J. R. Gibbins (editor), Contemporary Political Culture: Politics in a Post Modem Age, 1989.
La transformacin del estado... 237
12. Dentro de ella, ver J. Lyotard, La Condicin Post-Modema, 1986; G. Vattimo, El Pin de la Mo
dernidad, 1988; G. Lipovetzky, La Era de Vacio: Ensayo sobre el Individualismo Contemporneo,
1986; N. Casullo, (editor), El Debate Modemidad-Postmodemidad, 1989, y J.R. Gibbins (edi
tor), Contemporary Political Culture: Politics in a Post Modem Age, op.cit.
13. J. R. Gibbins, op.cit., pgs. 12 y 15.
14. D. Innerarity, "La Nueva Tarea del Hroe", El Mercurio, 24 de septiembre de 1989. La expre
sin entre parntesis es ma.
15. P. Berroeta, "Los Felices Tiempos Mediocres, El Nacional, Caracas, 6 de mayo de 1990.
16. El historiador Mario Gngora calific este perodo como "la era de las planificaciones globales".
Ver, de este autor, Ensayos sobre la Formacin del Estado en Chile, 985.
17. "Chile Hoy ...Casi Aburrido", por Pilar Molina, El Mercurio, 4 de agosto de 1991. El Centro de
Estudios Pblicos (CEP) conduce regularmente una de las encuestas de opinin ms prestigio
sas en el pas.
18. M. Tagle (editor), para FORO 90, Desafos del Estado en los Aos Noventa, 1991, Introduccin.
19. Ver Ph. G. Cemy, The Changing Architecture o f Politics, 1990.
20. A. Touraine, La Socit Invisible, 1977, pg.25.
21. Ver B. Arditi, "La Sociedad a pesar del Estado", en F. Caldern (compilador), La Modernidad
en la Encrucijada Postmodema, 1988.
22. A. Touraine, El Regreso del Actor, 1987. La frase entre parntesis es ma.
23. P. Drucker, The New Realities, 1990, pg.60.
24. Para dos visiones contrapuestas a este respecto ver Headley Bull, The Anarchical Society: a
Study o f Order in World Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1977 y Robert O.
Keohane, After Hegemony: Cooperation and Discord in the World Political Economy, New Jersey,
Princeton University Press, 1984.
25. En cuanto a un anlisis postestructuralista de este dilema, ver, de Richard K. Ashley, Untying the
Sovereign State: a Double Reading of the Anarchy Problematique, en Millenium, Vol. 17, No. 2,
verano de 1988.
26. R. K. Ashley, op. cit., pg. 229.
CAPITULO X
LOS
NUEVOS DESAFIOS
DE LA POLITICA
EXTERIOR
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 241
La Transformacin del Marco Externo
Hasta hace relativamente poco tiempo los pases latinoamericanos vivieron
en un escenario internacional jerarquizado y restrictivo, pero relativamente sim
ple y estable. Este era un escenario caracterizado desde el punto de vista poltico
por la guerra fra, y desde la perspectiva econmica por un esquema de relaciones
centro periferia. Las vinculaciones externas de los pases de la regin se encontra
ban bsicamente definidas por su posicin como "patio trasero" dentro de la ar
quitectura estratgica de los Estados Unidos y por su papel como exportadores de
materias primas, en un perodo en que no tenan ninguna expectativa de acceder a
los mercados mundiales con productos no tradicionales y en que sus esfuerzos de
industrializacin tenan necesariamente que ser sustitutivos.
A partir de los aos setenta todos estos rasgos han cambiado. El sistema in
ternacional de la postguerra se transform profundamente como consecuencia de
un conjunto de factores polticos, econmicos y socioculturales, dando lugar a un
escenario internacional ms complejo, fluido y dinmico, ms fragmentado pero
tambin ms interdependiente y, sobre todo, ms turbulento y ms incierto. Al
mismo tiempo los pases latinoamericanos, por diversos caminos y en distintos
grados, iniciaron procesos de apertura poltica, econmica y financiera externa
que los condujo a adquirir crecientes niveles de integracin en el sistema interna
cional.
Esta situacin plantea a la poltica exterior de los pases latinoamericanos
numerosos desafos, entre los cuales cabe destacar los siguientes:
-La necesidad de comprender que el cambio es el estado normal de las rela
ciones internacionales. Tres rasgos hacen que el cambio se haya convertido en un
elemento estructural del mundo actual: es permanente, no se desarrolla en un s
lo sentido sino que en mltiples direcciones paralelas, y no es fruto de decisiones
voluntaristas o polticas sino de la evolucin de la realidad misma. En este contex
to, la adaptacin bien informada, inteligente y oportuna al cambio pasa a consti
tuir la esencia misma de la poltica exterior de los pases.
-El reconocimiento de la creciente complejidad del mundo moderno, en ge
neral, y del sistema internacional en particular. Este reconocimiento ha produci
do una extraordinaria diversificacin de la agenda internacional de los pases,
agenda que es mucho ms amplia y menos jerarquizada que en el pasado, en el
sentido de que incluye una variedad de temas e intereses a los cuales se asigna una
importancia parecida. A las consideraciones de seguridad o geopolticas y a la
242 Luciano Tomassini
promocin de los intereses econmicos y comerciales de los pases se ha aadido
el inters por incorporarse al cambio tecnolgico, por la preservacin del medio
ambiente, por la defensa de los derechos humanos y de los valores culturales, por
los fenmenos del terrorismo y del narcotrfico, por disponer de sistemas moder
nos de informacin, etc. Los temas que integran esta nueva agenda no slo son
ms numerosos sino que se presentan en forma estrechamente entrelazada. Lo
anterior tiende a erosionar la vigencia de una diplomacia de "doble va", en donde
los asuntos polticos se manejaban por canales distintos de aquellos reservados a
cuestiones tcnicas que por entonces se consideraban subalternas, o a desdibujar
la diferencia entre una "alta" y una "baja poltica" consagradas, respectivamente, a
ambos grupos de problemas.
-El hecho de que la mayor complejidad del mundo actual vaya aparejada por
el surgimiento de mltiples actores que intervienen en los asuntos internacionales
desde centros de poder ms fragmentados que antes, en donde junto a los actores
estatales de carcter clsico se admite a una serie de actores no gubernamentales
que vinculan a las distintas sociedades nacionales a travs de canales no conven
cionales, imprimindoles un carcter cada vez ms interdependiente.
-El contrapunto que se ha desarrollado durante los ltimos aos en el plano
de la poltica exterior entre el aumento de la incertidumbre y la necesidad de pre
visin. Esto actualiza el permanente dilema que enfrentan la administracin p
blica y la poltica exterior en los pases latinoamericanos: concentrarse en el corto
plazo, tratando de resolver los problemas que se plantean da a da, o tratar de an
ticipar el mediano y largo plazo.
-El hecho de que la proliferacin de problemas interrelacionados o incluso
globales, como el de la deuda externa, la energa, el medio ambiente, el terrorismo
o el narcotrfico, haga aconsejable perfeccionar el uso de instrumentos multilate
rales en un perodo de paulatino descrdito de este tipo de instituciones y polti
cas. En efecto, la crisis del multilateralismo constituye una de las grandes contra
dicciones del sistema internacional contemporneo, en la medida en que repre
senta un intento por manejar problemas globales o estrechamente interconecta-
dos, propios de un mundo interdependiente, por vas bilaterales o unilaterales. La
caractersticas del mundo actual, por lo que ya se ha sealado, exige imaginar y
fortalecer nuevos mecanismos de manejo colectivo de problemas internacionales.
Este desafo es tanto ms importante para los pases en desarrollo, como los lati
noamericanos, cuanto menor sea su cuota de poder en el equilibrio poltico mun
dial y, por lo tanto, ms dependan del imperio efectivo del derecho internacional
y del funcionamiento real de mecanismos colectivos o multilaterales.
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 243
-La circunstancia de que cada vez sea ms difcil hablar de la autonoma de
la poltica exterior, en el sentido de que sta se ocupara de defender intereses ta
les como la soberana nacional, la integridad territorial o la seguridad geopoltica
de los estados, intereses que por lo general se juegan en el plano externo y que se
ran independientes de aquellos que normalmente preocupan a los diversos secto
res de sus respectivas sociedades nacionales. En efecto, hoy no es posible tratar
las vinculaciones externas del estado sin considerar la forma en que stas son de
terminadas por los intereses internos de esas sociedades, o los efectos que pueden
tener las acciones respectivas sobre los grupos de inters involucrados. Al mismo
tiempo es cada vez ms amplia la proporcin de las polticas pblicas de un pas
que influyen en sus relaciones externas, o que pueden ser afectadas por stas, sea
en el campo econmico, financiero, tecnolgico, energtico, de los transportes y
las comunicaciones, las migraciones, los derechos humanos y otros.
-De all la nueva importancia que han adquirido los factores externos en los
procesos de desarrollo de los pases latinoamericanos. Ello es fruto de la creciente
complejidad que presenta el escenario externo, por una parte, y de la progresiva
integracin internacional de esos pases, por la otra. De hecho, los problemas ms
graves que enfrentan en la actualidad estos pases inciden en el sector externo de
sus economas y en su poltica exterior. Entre ellos se cuentan los problemas vin
culados con el manejo de su deuda externa, su vulnerabilidad frente a las transfor
maciones experimentadas por el sistema de comercio internacional, su dbil parti
cipacin en la transformacin industrial y tecnolgica mundial, los problemas vin
culados con el mantenimiento de la paz y la seguridad en el mbito latino
americano, y la necesidad de fortalecer y tornar ms equilibradas sus vinculacio
nes con las grandes potencias, asumiendo una mayor presencia en un sistema in
ternacional dentro del cual estn profundamente marginados.
La urgencia y complejidad de estos problemas, as como la interdependencia
observable entre ellos, determinan que los aspectos polticos, econmicos, tecno
lgicos y culturales de las relaciones externas de los pases latinoamericanos se
presenten en forma mucho ms entrelazada. Ello implica la necesidad de desarro
llar una visin en que la interaccin entre estos diversos factores pueda apreciarse
en forma integrada. Plantea tambin la necesidad de que los servicios exteriores
asuman una gama ms amplia de responsabilidades. Tambin plantea la conve
niencia de que las cancilleras, en el manejo de los problemas anteriormente men
cionados, acten en forma mucho ms coordinada con otras agencias del estado
que tiene responsabilidad tcnica en ellas.
244 Luciano Tomassini
Los desafos sealados han modificado la importancia de la poltica exterior
para el desarrollo de los pases, la intensidad y complejidad de esa poltica, las exi
gencias que es necesario plantear al anlisis del escenario internacional y de la po
ltica exterior de los pases, los sistemas de organizacin y gestin de sus servicios
exteriores y la articulacin de los mismos con el resto del aparato del estado.
El Proceso de Formulacin de la Poltica Exterior
Es a la luz de estas distintas visiones sobre las relaciones internacionales,
sea que stas se encuentren explcitas o implcitas, cmo los pases formulan su
poltica exterior. En Iberoamrica se ha investigado poco acerca del marco en que
se debe formular esa poltica. A continuacin se presentan algunos elementos vin
culados con el anlisis de la poltica exterior.
A manera de introduccin nos referiremos a la importancia que reviste el
tema, al estado actual de la disciplina y a algunas definiciones esenciales para
abordar la materia.
Dentro de la evolucin de las ciencias sociales en Amrica Latina los estu
dios internacionales se iniciaron con considerable retraso y continan estando re
lativamente poco desarrollados.1 Con todo, su tardo y precario desarrollo con
trasta con la casi total ausencia de trabajos sobre anlisis de la poltica exterior.
Cabe sealar aqu desde un comienzo que el estudio de las relaciones internacio
nales de un pas determinado (o a nivel global), no proporciona necesariamente
antecedentes tiles para analizar su poltica exterior ni la de sus principales inter
locutores.
Varios factores han contribuido a llamar la atencin sobre la importancia de
dicho anlisis. Uno de los rasgos centrales de la evolucin de los pases latino
americanos durante los ltimos quince aos radica en la creciente influencia que
han adquirido en ellos los factores externos como resultado, por una parte, de la
progresiva integracin internacional de esos pases y, por la otra, de la creciente
complejidad que presenta el escenario internacional. De hecho los problemas ms
graves que enfrentan en la actualidad estos pases inciden en el sector externo de
sus economas y en su poltica exterior. Ello ha impuesto nuevas responsabilida
des a las instituciones de servicio exterior de esos pases con respecto a una gama
de problemas mucho ms amplia y ms compleja que en el pasado. Como conse
cuencia de lo anterior, tiende a cerrarse la brecha que tradicionalmente existi en
tre el manejo de los asuntos polticos y el de las relaciones financieras, comercia
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 245
les y tecnolgicas con el resto del mundo, desdibujndose as aquella diplomacia
de "doble va", en virtud de la cual todas estas cuestiones que no constituan "la al
ta poltica" quedaban enteramente entregadas a agencias distintas de las cancille
ras. Al mismo tiempo, el incremento de la interdependencia en las relaciones en
tre los estados ha dado lugar a una tendencia hacia el empleo de una diplomacia
multilateral o el manejo colectivo de problemas internacionales, lo cual plantea
desafos adicionales a las cancilleras. Por ltimo, debe sealarse el ensancha
miento de los mrgenes de incertidumbre creados por las turbulencias registradas
en el plano de la poltica internacional y de la economa mundial, como otro fac
tor que hace necesario agudizar la capacidad de previsin de dichos organismos.
Todas estas circunstancias comprometen la capacidad de esos servicios para
planificar la poltica exterior, para organizar en forma eficaz, coherente y oportu
na a las situaciones a que ellas se refieren.
En estas notas se postula la existencia de un estrecho vnculo entre (a) el
anlisis de la poltica exterior, (b) los sistemas de informacin de que disponen
los servicios respectivos, (c) la planificacin de esa poltica, (d) los procesos de
adopcin de decisiones y, (e) los mecanismos para implementar dichas decisiones.
En cuanto al estado de los estudios sobre poltica exterior, cabe sealar que
no slo existe una profunda brecha entre la experiencia acumulada en los pases
desarrollados sobre la materia y la falta de aportes que se observa en Amrica La
tina, sino tambin entre los pases anglo-sajones y las naciones, caracterizndose
estas ltimas por un enfoque menos preciso y ms generalista, histrico o polti
co, de las cuestiones tcnicas involucradas en este tipo de anlisis.
Tambin existen considerables diferencias entre la importancia asignada en
los Estados Unidos y en Gran Bretaa al anlisis de las polticas pblicas, en ge
neral, y de la poltica exterior, en particular. "El anlisis de las polticas como una
disciplina separada -que involucra a cientistas polticos y economistas entre otros-
no ha echado races en Gran Bretaa; el anlisis de polticas no se ensea en las
universidades britnicas, al menos bajo ese nombre; los analistas polticos no
constituyen una categora reconocida dentro del servicio civil, como en los Esta
dos Unidos -afirma un informe sobre la materia-. La prdida, segn sospecho, es
para Gran Bretaa".2
Adems de estas diferencias en cuanto a la importancia asignada al anlisis
de la poltica exterior entre ambos pases, se precian significativas diferencias de
enfoque. As, por ejemplo, se ha sealado que la naturaleza ms cerrada del pro
246 Luciano Tomassini
ceso de adopcin de decisiones en Gran Bretaa ha tendido a concretar el anlisis
de las polticas dentro del mbito de la Administracin Pblica, mientras que la
mayor dispersin de las agencias que intervienen en este campo en los Estados
Unidos ha determinado que estos anlisis incursionen dentro de un espectro ms
amplio y se detenga mucho ms en la dinmica de esa "poltica burocrtica".3 Por
otra parte se ha sealado tambin que en el Reino Unido ha predominado un en
foque histrico, basado en el estudio de casos frecuentemente compartimentaliza-
dos por perodos, mientras que en los Estados Unidos se ha desarrollado un enfo
que ms comparativo, basado en la eleccin de un conjunto de variables claves, y
de un estudio del comportamiento de la poltica exterior de los distintos pases en
relacin con cada una de ellas.4
Sin embargo, a nuestro juicio, en todas estas orientaciones existe un comn
denominador consistente en la tendencia a ofrecer una interpretacin ms des
criptiva que analtica de la poltica exterior, ya sea en trminos del nmero de ac
tores que intervienen en el proceso decisorio, ya sea en funcin de una visin his
trica o comparativa de lo que ha sido de hecho la poltica exterior de los pases.
Para fines no puramente acadmicos o ilustrativos, sino prcticos y operacionales,
la formulacin y aplicacin de la poltica exterior a situaciones complejas, cam
biantes y concretas, exige disponer de un marco conceptual ms analtico.
Esta seccin no podra terminar sin decir algo acerca de qu debe entender
se por polticas (en este caso la poltica exterior) y en qu consiste el anlisis de
ellas.
Bajo el trmino "polticas", se entiende un conjunto de reas ms o menos
relacionadas entre s. Tal vez su sentido ms usual se refiera a los distintos cam
pos de la actividad del Estado, pudiendo hablarse as de una poltica exterior, eco
nmica, industrial, monetaria o cambiara, sin distinguir mayormente entre la po
ltica como aspiracin o como resultados de un programa. En otros casos se le da
la connotacin de expresar un propsito general, un estado deseable de cosas o un
conjunto de proposiciones especficas destinadas a hacerlo realidad. Otras veces
se alude a un programa como un plan de ayuda externa bajo la forma de prsta
mos o el retiro programado de armamentos y tropas de una zona conflictiva. Con
frecuencia se emplea esta palabra para indicar una lnea de accin que ha sido ob
jeto de una aprobacin formal por parte de la autoridad respectiva. Conviene no
confundir, como ocurre algunas veces y como se ver a continuacin, el concepto
de poltica con el de decisiones de la autoridad o el de resultados de un programa.
Una poltica incluye algo de los varios significados que se han mencionado aqu,
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 247
como subrayar ms adelante, y constituye siempre un proceso que se desarrolla
en el tiempo a travs de varias etapas.
Al respecto tambin puede ser til sealar lo que no es una poltica. Desde
luego, como se ha dicho, no debe ser confundida con la decisin que generalmen
te es ms circunstancial y ms estrecha y es adoptada dentro del marco ms gene
ral de una poltica, como ocurri con las decisiones de intervenir en Suz o de in
vadir las Islas Malvinas. Toda poltica involucra intenciones, sin reducirse a ellas,
pues incluye tambin el comportamiento inspirado por esas intenciones. Ander-
son la ha definido como "un curso de accin internacional seguido por una actor o
un grupo de actores para abordar un problema o una rea de inters".5 Sin embar
go, dicho comportamiento puede involucrar acciones y omisiones. Por otra parte,
si bien toda poltica debe ser atribuida a una autoridad, o a una organizacin o un
grupo, no hay que olvidar la influencia que por presencia, colaboracin u oposi
cin ejercen otros factores ajenos a la organizacin o al grupo al cual se atribuye
la poltica.6
Por "anlisis de polticas" (no existe una traduccin satisfactoria para el tr
mino ingls policy analysis), tambin se suelen entender diversas cosas. La ms co
mn se refiere al contenido de la misma; militar, cultural o de expansin de las ex
portaciones. Otros enfoques ponen nfasis en sus resultados con el objeto de po
der cuantificar sus costos. Otros ms bien se refieren a estudios encaminados a
evaluar ciertas polticas. Y muchas veces su anlisis se identifica con el proceso
mediante el cual se argumenta en favor de ella o se defiende una poltica.7
En general, puede decirse que el anlisis de la poltica exterior tambin es
un proceso a travs del cual se define el curso de accin ms apropiado para en
frentar una situacin suficientemente general o recurrente como para requerir
una pauta de conducta, y no una decisin aislada con el objeto de lograr determi
nados valores, intereses u objetivos. El anlisis de toda poltica debe tener una se
rie de caractersticas, entre las cuales cabe mencionar su carcter aplicado, su con
tenido interdisciplinario, su sensibilidad frente a los imponderables que suelen
hacer necesaria una poltica y su carcter no desinteresado, es decir, su propsito
de servir a un beneficiario.
Para fines prcticos puede decirse que, el proceso de formulacin de la pol
tica tiende a seguir ciertas etapas consistentes en la definicin del inters nacional
o de la agenda internacional; la operacionalizacin de los intereses incluidos en la
agenda; el establecimiento de objetivos y la identificacin de cursos de accin al
248 Luciano Tomassini
ternativos; y los procesos a travs de los cuales se adoptan las decisiones respecti
vas.
El Inters Nacional y la Agenda Internacional
El concepto de inters nacional se utiliza al mismo tiempo como un instru
mento de anlisis y como un componente de la poltica exterior. En la prctica,
sin embargo, resulta mucho menos til en el primero de estos roles, mientras que
los estadistas parecen no poder prescindir de l en el segundo. Por lo tanto, aun
que por su generalidad el inters nacional ha dejado de ser til como herramienta
analtica en un mundo tan complejo, debido a su carga emocional y a que su pro
pia generalidad permite justificar objetivos muy diversos, el concepto sigue orien
tando (o pretendiendo orientar) la poltica exterior.8 Se plantea as la paradoja de
que los analistas tienen que usar un concepto inadecuado para explicar las moti
vaciones y los objetivos de la poltica exterior, debido a la utilidad que posee su
propia imprecisin, tratando de refinarlo, precisarlo y desagregarlo en la menor
forma posible, para acercarlo a los intereses reales que constituyen la agenda in
ternacional de un pas en un momento determinado.
El concepto de inters nacional tiene una larga historia. Prefigurado duran
te la poca del absolutismo por "la voluntad del prncipe", los "intereses dinsti
cos", y la "razn de estado", conforme se consolid la nacin como expresin so
ciolgica y la democracia como forma poltica, aparecieron otros conceptos como
"la voluntad general" y el "inters pblico", antes de decantarse en la actual con
cepcin de inters nacional. Sin embargo, si bien este concepto aparece en el dis
curso de los estadistas norteamericanos desde el establecimiento de la Constitu
cin de los Estados Unidos, hubo que esperar hasta el siglo XX para que los ana
listas lo utilizaran sistemticamente. Las conmociones creadas por las dos guerras
mundiales al despertar el inters de las masas en la conduccin de los asuntos in
ternacionales, contribuyeron a hacer del inters nacional un concepto que poda
serusado para describir, explicar o evaluar la poltica exterior de las naciones.9
Desde entonces el inters nacional ha sido "el perenne patrn de acuerdo
con el cual la accin poltica debe ser juzgada y dirigida.10 Morgenthau fue pro
bablemente el fundador de una teora realista de la poltica internacional fundada
en el concepto del inters nacional. Segn l los objetivos de la poltica exterior
deban ser definidos a la luz de ese concepto.11 Morgenthau reconoca que "los in
tereses que determinan la accin poltica en cada perodo histrico dependen del
contexto poltico y cultural dentro del cual la poltica exterior es formulada.12 Sin
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 249
embargo, en la prctica, en su anlisis este autor descarta esos factores al definir
el inters nacional exclusivamente en trminos de poder: de hecho "los estadistas
piensan y actan en trminos de intereses definidos como poder".13 Para Mor
genthau el poder de que dispone una nacin en comparacin con otras es el factor
que en ltima instancia asegura su supervivencia y el inters nacional, por sobre
todo, consiste en mantener esos recursos o ese balance de poder. Esta visin sume
el concepto en una irremediable ambigedad que ha sido objeto de numerosas
crticas.
La primera se refiere, precisamente, a la confusin entre el inters nacional
y el poder. Este ltimo es, evidentemente, un medio (y para ser ms precisos, uno
de los medios) para alcanzar el inters nacional. La confusin del medio con el fin
no slo es lgicamente tautolgica sino que tambin, en la prctica, oscurece la
identificacin de los intereses reales de una nacin, al subordinarlos a un elemen
to instrumental como la acumulacin de recursos de poder, exacerbando el nacio
nalismo en la poltica exterior y el conflicto en las relaciones internacionales.
Una segunda crtica se refiere a que el concepto de inters nacional supone
la existencia de una nacin unvoca, homognea y monoltica. Esto pudo ser cier
to en la poca anterior a la revolucin francesa, cuya caracterstica esencial "fue la
identificacin de la nacin con la persona del soberano".14 La verdad es que las
sociedades nacionales son ms heterogneas de lo que esta presuncin propone y
que en el mundo moderno existe la tendencia hacia una creciente diversificacin
de la sociedad civil y del Estado, a iravs del surgimiento, la competencia y la arti
culacin de mltiples grupos de inters organizados. Los realistas carecen de la
inclinacin a analizar los intereses reales que componen la agenda internacional
de una nacin y para hacerlo terminan por apoyarse en mecanismos procesales -
las diversas formas que puede adoptar el proceso decisorio- eludiendo el definir
los en funcin de consideraciones sustantivas.15 En ltimo trmino esta visin
conduce a un enfoque autoritario, subjetivo y acrtico. Como declaran dos desta
cados exponentes del pensamiento clsico "el inters nacional es lo que la nacin,
es decir, los que toman las decisiones en nombre de ella, deciden que es".16
Todo aquello significa que, en tercer lugar, el inters nacional constituye un
concepto "no operacional"; no proporciona elementos de juicio para definir inte
reses especficos y para desagregar la imagen de un inters nacional altamente
abstracto. Tampoco sirve para agregar los mltiples intereses especficos de una
sociedad en una agenda internacional susceptible de orientar la poltica externa
del Estado.
250 Luciano Tomassini
Otra fuente de dificultades radica en el hecho de que en el mundo actual la
integracin internacional y las vinculaciones externas de las distintas sociedades
nacionales se han expandido extraordinariamente, dando lugar al surgimiento de
mltiples intereses sectoriales, como se sealaba ya en la segunda de las conside
raciones procedentes. Ello acenta la inadecuacin del concepto que estamos co
mentando para contribuir a la definicin de esos intereses. Una de las expresiones
de dicho fenmeno consiste en el progresivo desdibujamiento de la distincin tra
dicional entre poltica interna e internacional.
Por ltimo, y sin intencin de agotar las crticas formuladas frente a este
concepto, cabe sealar que ste siempre ha sido usado en dos sentidos diferentes:
primero, como un criterio para evaluar los intereses que estn en juego en cada si
tuacin y las alternativas o cursos de accin ms calificados para preservarlos y,
segundo, como una justificacin a decisiones ya tomadas. Es ms, considerando su
escasa utilidad como herramienta analtica, el inters nacional es invocado con
mucha ms frecuencia para justificar retrospectivamente acciones ya cumplidas
que para disear lo que debera ser en el futuro una poltica. Este uso del concep
to est preado de consecuencias negativas.
Debido a estas caractersticas, el concepto de inters nacional ejerce una in
fluencia reduccionista en virtud de la cual todos los dems intereses de una nacin
se subordinan en ltima instancia a unos cuantos intereses irreductibles que no
son sino una visin nacional de la triloga individual "vida, libertad y propiedad", a
saber: la supervivencia fsica de la nacin, la libertad de sus ciudadanos y su sub
sistencia econmica. "En los Estados Unidos hubo un acuerdo sustancial durante
muchos aos despus de la segunda guerra mundial en que esos tres valores fun
damentales -o intereses nacionales irreductibles- deban modelar los propsitos y
objetivos bsicos de la poltica exterior de ese pas"17 En un plano algo ms con
creto, durante el perodo de postguerra los Estados Unidos se sintieron amenaza
dos por dos riesgos principales: la expansin del comunismo internacional y el pe
ligro de una tercera guerra mundial. Naturalmente, el temor a un nuevo holocaus
to frecuentemente inhibi a los Estados Unidos de emprender acciones encami
nadas a contener a la Unin Sovitica, lo que plante la contradiccin anterior
mente sealada entre ambos objetivos y, por lo tanto, al interior del "inters na
cional" tal como era entendido en esa poca. De esta manera, el inters nacional
demostr ser un concepto que se tornaba ms ambiguo en la medida en que se di
versificaron los valores y aumentaba la incertidumbre en la vida internacional.
Lo anterior implica que la falta de precisin de este concepto tiende a verse
agravada por las distorsiones que suelen afectan la percepcin que tiene un pas
Los nuevos desafos de a Poltica Exterior 251
acerca de la naturaleza de un sistema internacional caracterizado como anrquico
-esto es, como constituido por el enfrentamiento entre diversos Estados orienta
dos a perseguir sus respectivos intereses nacionales- asi como tambin acerca del
inters nacional del adversario, distorsiones que se producen con tanta mayor fa
cilidad cuanto ms vagamente este concepto sea definido. As, como por ejemplo,
la visin que tuvieron los Estados Unidos durante la postguerra acerca de un
mundo dividido por la guerra fra y de un adversario expansionista y agresivo, ac
tu como una especie de profeca autocumplida, frustrando muchas oportunida
des para crear un orden internacional mucho ms estable y sembrando las semi
llas de la fragmentacin y los conflictos que caracterizaran las relaciones interna
cionales a partir de los aos 70.
Las crticas anteriores pueden resumirse en la conclusin de que el inters
nacional es un concepto no operacional, que no proporciona criterios para identi
ficar intereses especficos, compararlos y establecer una jerarqua entre ellos, para
plantear opciones de poltica, ni para evaluar los costos ni los beneficios de cada
una de ellas. Como se ha anticipado, esta falla se ve exacerbada por la creciente
complejidad del sistema internacional contemporneo con su proliferacin de in
tereses contrapuestos y con un margen cada vez mayor de incertidumbre, agudi
zndose especialmente en tiempos de crisis. Es esas circunstancias, lo ms proba
ble es que el inters nacional sea definido de acuerdo con los intereses del grupo
gobernante o que incluso aquellos a quienes en un momento corresponde tomar
las decisiones hagan depender esta definicin de sus propios valores, particular
mente si la decisin se toma bajo la presin sicolgica propia de una situacin de
incertidumbre o crisis. Por otra parte, y paradojalmente, "el hecho de que el inte
rs nacional sea un objetivo no operacional estimula la tendencia a que determi
nadas agencias o de departamentos administrativos identifiquen las metas de la
poltica exterior con sus propios intereses burocrticos, reemplazando una con
cepcin ms amplia y equilibrada de lo que exige el inters nacional, con lo que
este una vez ms se confunde con aquello que desean las personas que se encuen
tran a cargo del manejo de la situacin en un momento determinado.18
Adems de su ambigedad y su carcter no operacional, el concepto de inte
rs nacional tiene el defecto de excluir del anlisis la posibilidad de emplear for
mar de diplomacia colectiva para resolver o regular determinadas situaciones o
procesos, o formas multilaterales de limitacin al uso de la fuerza, mecanismos
acerca de los cuales hay interesantes experiencias en el perodo ms reciente. Uno
de los componentes de la visin actual de las relaciones internacionales radica en
la percepcin de la complejidad del mundo moderno, del avance del proceso de
transnacionalizacin, de la interdependencia cada vez mayor entre las distintas so
252 Luciano Tomassini
ciedades nacionales, el creciente entrelazamiento entre los aspectos polticos,
econmicos y tecnolgicos que presentan esas relaciones y de la progresiva secto-
rializacin y tecnificacin de la poltica exterior. Dichas tendencias han dado lu
gar al surgimiento de una serie de mbitos, juegos o circuitos -polticos, ideolgi
cos, religiosos, comerciales, financieros, tecnolgicos, energticos, militares o cul
turales- dotados de un alto grado de especificidad propia y definidos por un reper
torio de intereses, actores y regulaciones que les confieren cierta autonoma fren
te a las clsicas relaciones de poder entre las grandes potencias. Una de las mane
ras de capturar este fenmeno, apunta a la emergencia de diversos regmenes in
ternacionales estructurados para pautar la interaccin entre diversos actores na
cionales y transnacionales dentro de cada uno de los circuitos anteriormente men
cionados.19 Estos regmenes representan mbitos de articulacin de las polticas
exteriores de los distintos pases y de manejo colectivo de determinados proble
mas internacionales. El concepto del inters nacional no permite comprender es
tas experiencias ni proponer polticas adecuadas para enfrentarlas.
Las crticas formuladas ms arriba no deben hacernos perder de vista la im
portancia que vastos sectores polticos, diplomticos y analistas continan asig
nando al concepto de inters nacional. Da testimonio de ello la aparicin en los
Estados Unidos de una nueva revista publicada por Irving Kristol precisamente
bajo ese nombre, en cuya primera edicin se declara que sus supuestos consisten
en "que el propsito primordial y abrumador de la poltica exterior norteamerica
na debe ser el de defender y promover el inters nacional de los Estados Unidos
(un inters que engloba los valores y aspiraciones del pueblo americano as como
tambin su seguridad frente a las amenazas externas y su bienestar material); que,
para mal o para bien la poltica internacional sigue siendo esencialmente una po
ltica de poder, y que la eficacia de la capacidad militar en la conduccin de la po
ltica exterior permanece inalterada; y que la Unin sovitica constituye la princi
pal amenaza importante para los intereses de los Estados Unidos y debe conti
nuar sindolo en el futuro previsible".20 Nosotros, sin embargo, quisiramos pro
poner un paso hacia adelante.
El concepto de agenda internacional nos parece promisorio en tal sentido.21
Este concepto obedece a la percepcin de que en un mundo cada vez ms transna
cional, ms interdependiente y ms complejo, en que proliferan los actores inter
nacionales (gubernamentales y no gubernamentales), en parte porque las propias
sociedades nacionales se desarrollan y diversifican generando mltiples grupos de
inters que con mayor frecuencia buscan la satisfaccin de sus aspiraciones en el
frente externo, los intereses nacionales se vuelven mucho ms sectorializados, de
sagregados y especficos -de tal manera que cada vez son menos susceptibles de
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 253
ser englobados bajo el concepto abstracto del inters nacional- para constituir
ms bien una suerte de agenda internacional cuya elaboracin pasa a representar
una tarea central en la planificacin de la poltica exterior. Tres rasgos han sido
sealados, entre otros, como esenciales a la nueva agenda en torno a la cual se es
tructurar la competencia y la articulacin internacional de los pases: su carcter
ms diversificado, menos jerarquizado y ms entrelazado que antes.
En efecto, a las tradicionales cuestiones geopolticas, estratgicas y militares
que monopolizaban la definicin del inters nacional en el pasado, comienzan a
agregarse nuevos temas de inters vital para las relaciones entre los estados, como
las relaciones econmicas y comerciales, la competencia industrial y tecnolgica,
sus vinculaciones financieras, la energa, el medio ambiente, el terrorismo, el nar
cotrfico y los nexos raciales, ideolgicos y religiosos entre las distintas sociedades
nacionales.
Al mismo tiempo, el abrumador predominio de los asuntos relacionados
con la seguridad estratgica de las naciones (identificadas, como hemos visto, con
su propia supervivencia), cede paso a una percepcin menos jerarquizada de los
distintos intereses nacionales, que permite que unos u otros tomen la primaca
dependiendo de los pases, los sectores o los perodos de tiempo involucrados.
Por ltimo, no slo se diversifican los intereses que persigue cada pas en
sus relaciones exteriores sino que se multiplican tambin los canales de que cada
sociedad nacional dispone para competir, cooperar o negociar en torno a esos in
tereses. Toda una variedad de actores gubernamentales y no gubernamentales, in
cluyendo la fragmentacin del Estado en mltiples burocracias sectoriales que
acompaan a los sectores privados en la persecucin de sus intereses, (pinsese,
en el caso de los Estados Unidos, en las posiciones contrapuestas de los Departa
mentos de Estado, de Defensa, de Comercio o del Tesoro, as como tambin entre
las ramas del Ejecutivo y del Congreso, en relacin con temas especficos que
afectan de diversa manera a los distintos grupos de inters), multiplican tambin
los canales de comunicacin entre las diversas sociedades nacionales y facilitan el
entrelazamiento entre los distintos temas.
Todos estos factores contribuyen a erosionar la capacidad -no ya analtica si
no legitimadora- del concepto de inters nacional en la formulacin de la poltica
exterior y atribuye nueva importancia a la confeccin de la agenda internacional y
a los mecanismos que intervienen en dicho proceso. Asimismo la capacidad de
que disponen determinados organismos o sectores para vincular unos temas con
otros en el curso de sus negociaciones y para lograr transacciones y compensacio
254 Luciano Tomassini
nes, se convierte en una fuente particular de poder en el plano de las relaciones
internacionales (de ah la expresin inglesa linkage politics). Uno de los aspectos
abordados en la prxima seccin se refiere, precisamente, a las distintas instancias
a travs de las cuales se define la agenda internacional de los pases.
La Operacionalizacin de los Intereses Nacionales
La agenda internacional, tal como se describe ms arriba, incluye un conjun
to de intereses que responde en buena medida a la forma cmo est dividida la so
ciedad y el Estado, susceptibles de ser identificados con relativa claridad, jerarqui
zados, articulados o compensados, como ocurre cuando algunos de ellos tiene que
ser total o parcialmente sacrificados para satisfacer otros de mayor importancia.
El inters nacional, por la excesiva generalidad de este concepto, su ambigedad y
sus tautologas (como las de identificarlo con los medios empleados para alcan
zarlo -el poder- o con las preferencias de la autoridad que lo proclama), no poda
ser claramente definido, y no proporcionaba un instrumento analtico para optar
entre alternativas de polticas, si bien muchas veces sirvi para justificarlas una
vez adoptadas. La agenda internacional, en cambio, constituye un repertorio de
intereses o temas ms precisos y susceptibles de ser operacionalizados.
Dicho proceso incluye una serie de funciones que se podran englobar en
tres categoras: el establecimiento de la agenda, la fijacin de los objetivos y la de
terminacin de los cursos alternativos de accin apropiados para alcanzarlos.22
Esta seccin se refiere a la primera de ellas.
El establecimiento de la agenda incluye la identificacin de los temas que
podran integrarla, la seleccin de los ms relevantes y la definicin de los mis
mos.
El primer paso en el proceso de anlisis de la poltica exterior consiste en
identificar los principales problemas y oportunidades que enfrenta un pas en las
distintas reas en que se desenvuelven sus relaciones externas. Todos los gobier
nos disponen de mecanismos formales o informales para hacerlo. Estos temas
pueden ser peridicos (los presupuestos anuales de defensa), recurrentes (la apli
cacin por parte de terceros de medidas proteccionistas contra los productos de
exportacin ms competitivos) o emergentes (una guerra o una oferta de inversio
nes externas no previstas). Se ha sealado que para que un tema adquiera relevan
cia generalmente se requiere que haya alcanzado una situacin de crisis o al me
nos una marcada particularidad, ejerza un impacto suficientemente generalizado,
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 255
tenga connotaciones emocionales o simplemente est de moda.23 Naturalmente,
los sectores que intervienen en laidentificacin de estos temas varan grandemen
te, yendo desde la opinin pblica ilustrada (como en el caso de un conflicto lim
trofe), hasta crculos muy especializados (como en la poltica cientfica y tecnol
gica internacional o en la poltica de defensa).
Lo anterior plantea la conveniencia de encontrar sistemas ms activos para
la identificacin de estos temas. El mejor momento para hacerlo es antes que den
lugar a una crisis. Adems, una vez planteados, los arreglos institucionales nece
sarios para enfrentarlos toman bastante tiempo. Por otra parte, y si la decisin es
adoptada en plena crisis, hay mayores probabilidades de que resulte equivocada.
Por cierto existen formidables obstculos que dificultan un proceso de identifica
cin de cuestiones internacionales ms efectivo. Por un lado est la tentacin de
los gobiernos de concentrarse en la coyuntura, fortalecida por la inclinacin de
los polticos y burcratas de mayor importancia a privilegiar los temas que pue
den influir hoy en su carrera, todo lo cual crea una brecha entre lo que es objeti
vamente racional y lo que es racional para un gobierno o para un dirigente en un
momento dado, desde el punto de vista de su estabilidad y su suceso. Una dificul
tad todava ms estructural radica en el desigual acceso que tienen los distintos
sectores a las instancias que deciden qu temas integrarn la agenda; este desequi
librio determina que aquellos que lo tienen en mayor medida impongan sus inte
reses, su visin o sus preferencias sobre ella. La rotacin frecuente de las burocra
cias involucradas en este proceso y la excesiva concentracin de responsabilidades
sobre los eslabones ms influyentes, lcidos o eficientes de la cadena burocrtica,
que son precisamente los que deberan anticipar y escoger los temas, obstruyen
tambin este proceso. Por ltimo, resulta difcil desarrollar mtodos que permi
tan interpretar y procesar seales demasiado novedosas, atpicas o dbiles, o in
cluso, la ausencia de mensajes. Como dijo Holmes a Watson en un caso determi
nado, el hecho de que el perro no ladrara durante la noche le proporcion la clave
para descubrir la identidad del intruso.
La segunda funcin de este proceso consiste en la jerarquizacin de los te
mas identificados como relevantes y la seleccin de los que deben ser incluidos en
la agenda. Hay aqu varias opciones administrativas que se examinarn ms ade
lante. En general ellas se escalonan entre frmulas organizativas y otras ms in
tuitivas o polticas. Un especialista, al concluir un acucioso estudio, encuentra
que "la mayor parte de las decisiones acerca de qu temas deben ser objeto de una
planificacin detallada se basan en criterios esencialmente polticos que con fre
cuencia no se apoyan en ningn anlisis sistemtico de la situacin".24 Por eso,
nunca est de ms reiterar que tarde o temprano es necesario tomar una decisin
256 Luciano Tomassini
acerca de las estructuras institucionales ms adecuadas para cumplir la funcin de
identificar y seleccionar los temas que deben formar parte de la agenda interna
cional.
Pero junto a la cuestin institucional se plantea la de los criterios que debe
ran ser empleados para seleccionar estos temas. Uno de los autores que hemos
seguido ms de cerca en esta parte los agrupan en cuatro categoras.25 Los prime
ros tienen que ver con el contexto en que se plantea la situacin: aqu se incluyen
preguntas acerca de si hay tiempo para el anlisis; sobre el grado en que el proble
ma puede tener consecuencias polticas y la naturaleza de esas consecuencias; si
ya se han adoptado posiciones relativamente rgidas acerca del problema, y sobre
cun central es ste desde el punto de vista de un servicio exterior y sus polticas.
El segundo grupo de criterios se refiere a las preguntas acerca de que si existe un
margen de opcin; sobre el grado de consenso existente en torno a la definicin
del problema y sus posibles soluciones; acerca de su complejidad; sobre el grado
de incertidumbre que lo rodea; sobre la medida en que tiene connotaciones valo-
rativas, y sobre cmo lo ven y qu importancia le asignan los interlocutores o ad
versarios del pas respectivo. El tercer grupo tiene relacin con las repercusiones
del problema: con la escala o magnitud de sus consecuencias; en el nmero de ac
tores afectados; por el poder relativo de los mismos; con la profundidad en que
son afectados esos actores; con la probabilidad de que las consecuencias del pro
blema puedan afectar la forma en que se plantean otros temas, y con la forma en
que el gobierno pueda salir fortalecido o debilitado frente a otros pases al abor
dar ese problema. La ltima categora de preguntas se refiere a los costos de enca
rarlo: su monto, en trminos materiales y polticos; el perodo durante el cual po
dran ser necesario pagarlos; la probabilidad de que limiten la capacidad de ese
gobierno para atender otros problemas, etc.
La operacionalizacin de la agenda internacional se inicia con la identifica
cin y seleccin de los temas que deben integrarla pero, una vez cumplidas estas
tareas, an falta definir con precisin los temas. Debemos advertir que el uso de
la palabra temas (imperfecto equivalente del vocablo issue) es preferible y ms
amplio que otras palabras similares, porque un tema puede envolver problemas al
igual que oportunidades. Hecha esta advertencia, recordemos que la identifica
cin de los distintos temas se basa en una percepcin o conciencia inicial, refinada
por la aplicacin de algunos criterios para jerarquizar definicin del tema. Por s
ta queremos significar "el proceso mediante el cual un tema (problema, oportuni
dad o tendencia), habiendo sido reconocido como tal y colocado en la agenda a
que se refiere una poltica, es percibido por las distintas partes interesadas; es ex
plorado con mayor detalle, articulado y, en la medida de lo posible, cuantificado;
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 257
y, en algunos si no en todos los casos, es materia de una definicin autorizada o
por lo menos provisoriamente aceptable en trminos de sus posibles causas, com
ponentes y consecuencias''.26
La definicin del tema es importante porque, como hemos visto en la prcti
ca, su identificacin est fuertemente basada en la intuicin, en la influencia de
determinados grupos de poder y en la accin poltica. Ello suele conducir, en las
primeras etapas sealadas hasta ahora, a serios errores de percepcin acerca de la
naturaleza, importancia y posibles consecuencias de un problema. Como lo han
sealado otros autores, "una definicin plausible pero incompleta a un problema
puede ser ms peligrosa que una definicin equivocada" (y, agregaramos noso
tros, que la completa falta de percepcin del mismo).27 As, por ejemplo, muchos
observadores estiman que la Argentina habra sido mejor desconocer o restar im
portancia al problema de Malvinas, que definirlo en trminos tan equivocados co
mo los que condujeron al curso de accin que adopt esa guerra.
La definicin de un tema tambin incluye ciertas fases. La primera se refiere
a la forma como el tema es "percibido". La segunda tiende a refinar esa percep
cin explicitando las motivaciones emocionales o polticas que subyacen tras ella,
relacionndola con otros factores presentes en nuestro "mapa cognitivo", o esta
bleciendo las concatenaciones o superposiciones del tema con otros conexos. Una
tercera fase consiste en agregar a las percepciones oficiales, provenientes de las
agencias formalmente autorizadas para manejar el tema, las de otros actores invo
lucrados en el mismo para llegar a una visin ms amplia, multidimensional y
equilibrada. Una cuarta fase cuantifica las dimensiones del problema en el contex
to de la poltica exterior del pas de que se trate. Una ms, consiste en reconocer
la influencia que las instancias de poder tienen en la definicin del tema y en pre
cisar el grado y la direccin en que esa influencia puede distorsionar la definicin
del mismo.
La operacionalizacin de los intereses nacionales -la identificacin, selec
cin y definicin de los intereses especficos que componen la agenda internacio
nal de un pas determinado- es lo que permite establecer los objetivos, priorida
des y opciones que enfrenta un pas en las distintas reas por las que discurre su
accionar externo. La inclusin de un tema en dicha agenda, y la correcta defini
cin de sus alcances, es condicin necesaria para que la poltica exterior de un
pas fije sus objetivos en relacin con este tema. El establecimiento de objetivos
especficos ocupa tambin un papel central en la formulacin y aplicacin de una
poltica. Dos tendencias o enfoques principales han predominado en el anlisis de
258 Luciano Tomassini
las funciones que cumple la administracin en relacin con el establecimiento de
objetivos.
El enfoque racional presume que los encargados de tomar las decisiones tie
nen un alto grado de control sobre las circunstancias, y que deben desarrollar una
conducta activa y manipulatoria, particularmente en relacin con el estableci
miento de sus objetivos. Estos permiten definir con gran precisin los cursos ne
cesarios para impulsarlos. Tambin permiten evaluar los resultados en funcin de
los objetivos perseguidos.28
Este enfoque contrasta con la tradicin incrementalista, segn la cual los
que toman las decisiones tienen poco control sobre las situaciones y disponen de
una capacidad de opcin muy limitada. Para ellos la formulacin de la poltica es
ms reactiva que activa y sus programas deben ser reexaminados constantemente
a la luz de la experiencia ms que a la luz de los objetivos iniciales. Es ms, segn
ellos, las organizaciones y programas carecen de objetivos, y slo deben evaluarse
en funcin de sus resultados: son los individuos y los grupos los que fijan las me
tas. De acuerdo con esto, toda poltica podra ser evaluada en forma diferente se
gn el grupo que est en el poder en el momento de examinarla, retrospectiva
mente. Aqu la recomendacin apunta a que una poltica sea lo suficientemente
flexible y bien informada como para responder a la evaluacin de la situacin a la
que se refiere, antes que lo suficientemente racional y rigurosa como para asegu
rar el cumplimiento de determinados objetivos como originalmente se previeron.
La mala ejecucin de una poltica es mucho peor que la insuficiente precisin del
establecimiento de estos ltimos.29
Cuando se pasa de la fijacin de los objetivos en la ejecucin de una poltica
-en forma ms racional o ms incrementalista- al papel de dichos objetivos en una
organizacin burocrtica, el tema se vuelve problemtico. El anlisis de las buro
cracias -como los servicios exteriores y las dems agencias vinculadas con ellos-
desdibuja el papel de los objetivos que resaltaba tan claramente el analizar una
poltica. Es ms fcil establecer los objetivos de stas que los de una organizacin
burocrtica. Ya se ha dicho que, segn algunos, no son las organizaciones sino las
personas que las dirigen las que realmente tienen objetivos. Como las burocracias
son por definicin compartimentalizadas y complejas, lo normal es comprobar
que persiguen objetivos mltiples, y con frecuencia contradictorios. Al mismo
tiempo, el comportamiento cotidiano de una burocracia permite apreciar crecien
tes brechas entre los objetivos declarados y los reales. Por ltimo, es normal que
los objetivos de una organizacin adems de ser mltiples y contradictorios, cam
bien constantemente a lo largo del tiempo.
Los nuevos desafos de la Poltica Elxterior 259
Aunque la importancia de los objetivos en el anlisis de la poltica exterior
puede ser fcilmente exagerado, particularmente en la medida en que el enfoque
sea ms racionalista, el nfasis en este proceso implica a veces un racionalismo ex
tremo. Por otra parte, una visin de las organizaciones burocrticas como entida
des sin objetivos institucionales y cuyos miembros carecen de todo sentido o de
propsito colectivo, parece ser una descripcin exageradamente negativa. Tam
bin aqu conviene llegar a un equilibrio entre las visiones ms pesimistas y ms
optimistas sobre el tema.
Pero tal vez su tarea ms importante desde un punto de vista prctico, una
vez fijados esos objetivos, consista en determinar las opciones disponibles desde
el punto de vista del curso de accin que se debe seguir. La eleccin de uno de
ellos, entre distintas alternativas, forma parte central del proceso de anlisis y pla
nificacin de la poltica exterior. De hecho existen dos aproximaciones bsicas a
este proceso. La primera consiste en identificar las opciones disponibles a travs
de un mtodo predominante pasivo o reactivo, que consiste en buscar bsicamen
te esas opciones entre aquellas que ya hayan sido propuestas o ensayadas por el
gobierno, el servicio exterior y otras agencias. Esta aproximacin se basa en la
tendencia a creer que el rango de opciones abierto a los que formulan la poltica
es generalmente muy estrecho, que las ms seguras desde el punto de vista de sus
resultados son aquellas que ya han sido ensayadas y que cuentan con el respaldo
de la "sabidura convencional", y que innovar siguiendo cursos de accin antes
nunca explorados es particularmente peligroso en el campo de la poltica exterior.
El otro enfoque consiste en "generar opciones considerando conjuntamente las
antiguas y las nuevas, con el fin de que la eleccin se haga sobre la base de un es
pectro ms amplio de posibilidades*.30 Aqu parece haber consenso en que, tra
tndose de generar opciones nuevas, la racionalidad juega un papel limitado, y es
necesario apelar a la imaginacin incorporando al proceso de anlisis a personas
que dispongan de una buena cuota de ella, confrontando las ideas de distintas
personas en un ejercicio colectivo (brain storming), buscando inspiracin en la
conducta de otras naciones de otras agencias dentro del estado o en las lecciones
de la historia.31
El proceso de adopcin de decisiones
Se han desarrollado numerosas tcnicas para la adopcin de decisiones en
relacin con la seleccin de opciones adecuadas. El proceso de adopcin de deci
siones es, en definitiva, aqul durante el cual se construye la agenda internacional
que en la prctica va a concitar la mencin de la poltica exterior de un pas, se
260 Luciano Tomassini
van a operacionalizar los temas o intereses incorporados a la agenda y se van a de
terminar los objetivos y opciones de la poltica exterior.
Con todo, como se haba advertido en un comienzo, no conviene confundir
cada una de las etapas anteriores con el proceso de adopcin de decisiones, ni re
ducirlas solamente a este ltimo: en los dems hay un alto componente analtico,
segn el cual el analista debe elegir constantemente por medio de decisiones con
ceptuales, que forman una especie de continuo, con aquellas de carcter poltico
mediante las cuales se adopta un curso de accin especfico.
Conviene sealar desde el comienzo el conflicto que con frecuencia se plan
tea entre la calidad de la decisin y su viabilidad. Esta ltima depende, fundamen
talmente, de tres cosas. El primer lugar, de que la decisin cuente con un nivel m
nimo de apoyo. Las ms esclarecidas decisiones se frustran por falta de consenso:
a esto se refiere el grueso de esta seccin destinada a analizar el proceso de adop
cin de decisiones. Una segunda dificultad deriva de la relacin entre la calidad de
decisin y el tiempo requerido para adoptarla y/o para llevarla a cabo: ese pero
do, si es muy dilatado, puede comprometer sus resultados. Otro factor que atenta
contra la viabilidad de una decisin consiste en la magnitud de los recursos nece
sarios para implementarla. Por eso, los que toman las decisiones con frecuencia
tienen que entrar en compromiso entre la calidad de la decisin, por una parte, y
su grado de consenso, el tiempo necesario para llevarla a cabo y a los recursos re
queridos para su implementacin.
Estos tres aspectos condicionan el elemento central en que depende la cali
dad de accin: la identificacin adecuada de los intereses en conflicto y su opera
cionalizacin en trminos de objetivos y de opciones. "Una decisin de alta'cali
dad es aquella en que el Presidente (u otros funcionarios de nivel poltico) ponde
ra correctamente el inters nacional en una situacin particular y escoge la polti
ca u opcin que ms probablemente conducirn a satisfacerlo con un costo y ries
gos aceptables".32 Ya se ha explicado como el concepto de inters nacional, que
en esta definicin sin duda se usa como un signo taquigrfico para expresar una
gama de intereses ms compleja, debe desagregarse en un conjunto de temas sus
ceptibles de configurar una agenda internacional ms amplia y realista.
Se ha sealado que generalmente existen, con muy diferentes nfasis en el
papel desempeado por cada uno de ellos, tres subsistemas en el proceso deciso
rio: individual, de grupo e institucional. No slo es interesante destacar la natura
leza, caractersticas y pautas de funcionamiento de cada una de estas esferas sino
que tambin analizar las relaciones que suelen darse entre ellas: la psicologa indi
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 261
vidual, la dinmica de grupo y las pautas que imperan en una organizacin com
pleja. Tambin es interesante anticipar de qu manera cada una de ellas se com
plementa o entra en contradiccin con los dems frente a factores propios del sis
tema internacional contemporneo que tornan ms difcil el proceso decisorio,
tales como la complejidad de dicho sistema, la creciente dispersin de los valores
e intereses nacionales y la incertidumbre cognitiva.
La primera de estas esferas se refiere a los personeros que participan a ttu
lo individual en adopcin de decisiones. Desde diversos ngulos se ha subrayado
en la literatura relativa a este problema los modos en que la personalidad, la ex
periencia o la formacin de estos individuos influyen en la forma en que stos
perciben el problema y se inclinan a adoptar determinadas lneas de conducta
frente al mismo.33 Aqu la tipologa se extiende a travs de tres polos principales:
los factores pasivos (que prefieren que las situaciones se resuelvan por s mismas),
los que tratan de definirlas o resolverlas a partir de paradigmas preestablecidos y
los que se inclinan a utilizar y evaluar toda la informacin de que pueden dispo
ner para fundamentar -y modificar si es necesario- su diagnstico de la situacin y
sus posibles soluciones.
Estas diferencias, en la medida en que el factor individual influya en la pol
tica exterior, determinan las distinciones observables entre aquellos que se limi
tan a reaccionar frente a los acontecimientos, los que se basan en las imgenes o
los clichs que tienen acerca de la situacin, y los que se esfuerzan por adaptarse
efectiva y permanentemente a las cambiantes caractersticas del mundo real.34 El
primer tipo de personajes es una especie de fatalista histrico, el segundo un ma-
ximizador de consistencia conceptual o ideolgica, y el tercero un solucionador de
problemas. Esta ltima actitud supone dejar detrs la comodidad de descansar en
el paso del tiempo y la intervencin de otras circunstancias para resolver los pro
blemas, as como tambin los prejuicios, preferencias y estrechez de miras del que
repite pautas y experiencias previas.
Una sugerencia interesante desde el punto de vista prctico es la que consi
dera que la cantidad de informacin no tomada en cuenta es lo que define una ac
titud pasiva, prejuiciada o analtica: la primera evita involuntaria o deliberada
mente procesar nueva informacin; la segunda la emplea selectivamente para
confirmar imgenes preestablecidas; mientras que la tercera centra la mayor parte
de su atencin en ella, la evala permanentemente y est siempre dispuesta a revi
sar conclusiones anteriores a la luz de nuevas evidencias. Tal vez la actitud ms
corriente en la diplomacia convencional es la intermedia. Se han dado mltiples
ejemplos de decisiones en donde la informacin que iba llegando a los responsa
262 Luciano Tomassini
bles de adoptarlas fue utilizada para confirmar profecas, expectativas o temores
previos a travs de un proceso mental que los norteamericanos llaman wishful
thinking. El optimismo de las grandes potencias con respecto a su posibilidad de
controlar la situacin en Suz y el pesimismo norteamericano con respecto a la
repeticin de otras Cubas, el cual determin la intervencin en la Repblica Do
minicana, han sido citados por diversos autores en este sentido.35
La segunda instancia que normalmente forma parte de los procesos de deci
sin, con mayor o menor peso, es colectiva: se refiere a los grupos asesores de los
que deben tomar las decisiones. Desde los consejeros de los prncipes hasta los
modernos grupos consultivos, esta prctica ha tenido numerosas expresiones en la
historia.36 No obstante los numerosos anlisis realizados acerca de las formas y
roles que pueden adoptar estos grupos, todava distamos mucho de comprender
adecuadamente sus funciones, posibilidades y limitaciones.
Existe un amplio margen de opiniones acerca de los objetivos que debera
perseguir la asesora: satisfacer necesidades cognitivas que deben ser llenadas an
tes de adoptar la decisin; asegurar la obtencin de un consenso lo ms amplio
posible; legitimar la decisin una vez tomada, o diluir el stress generado por el
proceso de adopcin de decisiones, particularmente en una situacin de crisis,
compartiendo la responsabilidad de una instancia real o aparentemente colegiada.
Se han sealado tambin muchos factores que pueden anular esas ventajas: las
tensiones, la falta de imaginacin o la rutina que puede producir el hecho de tra
bajar permanentemente juntos; el estrechamiento del ngulo de visin y de los
mrgenes de opciones que produce el confrontar constantemente distintos puntos
de vista, generar convergencia y habituarse a encontrar reas de consenso o mni
mos comunes denominadores, y las distorsiones que afectan al proceso de deci
sin cuando ste se apoya en grupos colegiados en una atmsfera de presin psi
colgica generada por una situacin de crisis.37 Tambin se han sealado los peli
gros que enfrentan los grupos colegiados, al cifrar demasiadas expectativas en ese
mecanismo, perdiendo contacto con los niveles tanto polticos como tcnicos que
tienen responsabilidad en la cima y en la base por la opcin de decisiones y pres
tando ms atencin a la opinin del grupo que la cambiante informacin que se
ra posible considerar en un momento determinado. En general, se han subrayado
los peligros de que el grupo quede absorbido por la jerarquizacin, la centraliza
cin y el ritualismo de la instancia colectiva.
Se ha procurado tambin identificar las condiciones y alternativas bajo las
cuales los grupos asesores colegiados pueden cumplir ms eficazmente sus funcio
nes. Entre stos se mencionan el tamao del grupo, la composicin de sus miem
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 263
bros, la jerarqua establecida entre ellos, la diferenciacin de sus distintos roles, la
cohesin entre sus miembros, la naturaleza y amplitud de las tareas encomenda
das a ellos, las pautas adoptadas por el grupo para desempear su trabajo, los es
tilos empleados para administrarlo y la naturaleza del liderazgo desarrollado den
tro de ellos.38 Entre las funciones que pueden cumplir los grupos asesores se
mencionan la posibilidad de ampliar la informacin y las opciones que se manejan
en una situacin determinada, su capacidad para estimar desde un punto de vista
pluralista los riesgos y oportunidades encerrados en ella, su potencialidad para
generar consenso y su papel morigerador frente a la influencia abrumadora de
una autoridad personalista o elitista. Todo ello debera redundar en la reduccin
de la incertidumbre en el proceso decisorio.39
En suma, las ventajas y desventajas de la asesora colectiva frente a la com
petencia individual en el proceso de adopcin de decisiones y sus funciones prin
cipales -solucin de problemas y clculo de riesgos- han sido ampliamente discuti
dos. Las principales fuentes de presiones que podran limitar la autoridad de estos
grupos radican en la tendencia a buscar cierta convergencia dentro del mismo, el
stress derivado del manejo de situaciones complejas o crticas, o el peligro de que
dar subordinado a la influencia de una organizacin o un lder. Sus posibles ven
tajas radican en su mayor capacidad para acumular y procesar informacin, para
establecer una eficaz divisin del trabajo, para atacar problemas complejos desde
un punto de vista interdisciplinario, para estimar los riesgos desde un espectro
ms amplio de puntos de vista, y para identificar un mayor rango de opciones.
El tercer nivel que interviene en el proceso de decisiones, es el de la dinmi
ca de las organizaciones burocrticas vinculadas con este proceso y se refiere a su
capacidad para desagregar tareas, establecer una buena divisin del trabajo y apli
car criterios de racionalidad en el desempeo de las mismas (Weber) o para en
cuadrar la irracionalidad o la emotividad individual (Freud). Estas ideas poste
riormente han sido extensamente revisadas, acundose poco a poco y desde las
vertientes ms variadas el concepto de "poltica burocrtica", cargado de nuevas
connotaciones entre las cuales juegan un papel central las caractersticas de jerar-
quizacin, especializacin y centralizacin de este tipo de organizaciones -inicial
mente consideradas ventajosas- como posibles fuentes de distorsin en el proceso
de recopilacin de informacin, obtencin de asesoramiento y adopcin de deci
siones.40 Ello es probablemente la consecuencia del crecimiento de las organiza
ciones burocrticas en el mundo contemporneo. La profileracin de intereses en
el plano nacional e internacional, el creciente entrelazamiento entre ellos, la ne
cesidad de que en su manejo intervenga un nmero cada vez mayor de agencias, la
proyeccin externa que ha adquirido un nmero cada vez ms elevado de ella
264 Luciano Tomassini
(ms de treinta agencias principales en Washington), y el consiguiente desdibuja-
miento -ya anotado- entre poltica interna e internacional, contribuyen a crear
una verdadera maraa burocrtica. Esto genera un crecimiento exponencial de las
necesidades de divisin y delegacin del trabajo; interaccin, consulta y coordina
cin entre las distintas agencias; competencia entre ellas o erosin de sus respon
sabilidades por la intervencin de otras, y de utilizar la negociacin y el consenso
para poder adoptar ciertas decisiones.41
NOTAS
1. Ver L. Tomassini (ed.), Relaciones Internacionales en la Amrica Latina (Mxico: Fondo de Cul
tura Econmica, 1981), R. Perina (ed.), Los Estudios Internacionales y Amrica Latina y el Cari
be (Buenos Aires: GEL, 1985) y A. Barros (ed.), Directorio de Centros Latinoamericanos de Es
tudios Internacionales (2a. edicin, 1987).
2. R. Klein, "Creating Problems", New Society, N 53, p. 141.
3. S. Smith, "Foreign Policy Analysis", en el libro editado por l bajo ei tftulo International Rela
tions: British & American Perspectives.
4. J. E. Anderson, Public Policy Making (Londres: Nelson, 1975).
5. G. T. Allison, Essence o f Decision (Boston: Little & Brown, 1971).
6. Para una visin crtica, ver T. Dye, Understanding Public Policy, Prentice Hall, 1972).
7. Para un anlisis pormenorizado de estas categoras de anlisis ver B. W. Brown Hogwood y L.
A. Gunn, Policy Analysis for the Real World (Oxford: Oxford University Press, 1984).
8. J. N. Rosenau, The Scientific Study o f Foreign Policy (New York: The Free Press, 1971), p. 239 y
siguientes.
9. Ch. A. Beard, The Idea o f National Interest: An Analytical Study in American Foreign Policy (New
York: Me Millan 1934), p. 227.
10. H. Morgenthau, Politics Among Nations: The Struggle for Power and Peace (New York: Knopt,
2o edicin, 1954), p. 9.
11. Ibid, p. 528.
12. Ibid, p.8.
13. Ibid. p. 5. Ver tambin, del mismo autor, In Defense of the Nations Interest: A Critical Examina
tion of American Foreign Policy (New York: Knopt, 1951), p. 242.
14. E. H. Carr, Nationalism and After (Londres: St. Martin, 1945), p. 2.
15. J. N. Rosenau, op. cit., pp. 146-147.
16. E. S. Fumiss y R. C. Snyder, An Introduction to American Foreign Policy (N. Y.: Reinhart,
1955), p. 17, citado en Rosenau, op. cit.
Los nuevos desafos de la Poltica Exterior 265
17. Ver capitulo preparado con la colaboracin de R. O. Keohane en el libro de A. George, Presi
dential Decision-Making. The Effective Use of Information and Advice, Boulder Westview Press,
1980.
18. Ibid, p. 237.
19. A. George, Presidential Decision-Making, op. cit. pp. 127 y 85. Ver tambin S. P. Krasner (ed.)
International Regaes Cornell U. P., 1983); M. Stewart, The Age of Interdependence Economic
Policy in a Shrinking World (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1984); R. O. Keohane After Hege
mony: Cooperation and Discord in the World Political Economy (N. Y.: Princeton U. P., 1984) y
J. G. Ruggie (ed.), The Antinomies o f Interdependence (New York: Columbia U.P., 1983).
20. Ver nota de los editores en The National Interest, No.l, otoo de 1985.
21. Entre los principales analistas de este concepto se cuentan R. O. Keohane y J. S. Nye, especial
mente en Power and Interdependence: World Politics in Transition (Boston: Little & Brown,
1977). Ver tambin la introduccin al libro editado por L. Tomassini, Transnacionalizacin y
Desarrollo Nacional en Amrica Latina (Buenos Aires: GEL, 1984).
22. Este esquema est tomado de B. W. Hogwood y L. A. Gunn, Policy Analysis for the Real World
(Oxford: Oxford U. P., 1984), caps. 5,6 y 7.
23. Ibid., p.68.
24. C. Wiseman, "Selection of Mayor Issues", Policy Sciences, nmero 9,1978.
25. Hogwood y Gunn, op. cit., 92 y siguientes.
26. Ibid., p. 108.
27. A. M. Steiss y G. A. Daneke, Performance Administration , Nueva York, Lexington Books, 1980.
28. Ver R. Albanese, Management: Toward Accountability for Performance , Irwin, 1975, y tambin
E. F. Harrison, The Managerial Decision-Making Process.
29. C. E. Lindblom, The Intelligence of Democracy, New York; Free Press, 1965, y The Policy Pro
cess Prentice Hall, 1968.
30. Ver H. A. Simon, Administrative Behaviour, 3a. edicin, 1976, y tambin Y. Dior: Public Policy-
Making Reexamined, Chandler, 1968.
31. Sobre los usos de la historia, ver G. A. Craig y A. L. George, Force and Statecraft: Diplomatic
Problems of our Time, Oxford: Oxford U. P., 1983, as como tambin R. E. Newstadt y E. R.
May, Thinking in Time: The Uses o f History for Decision-Makers, New York: Free Press, 1986.
32. A.L. George, op.cit., p. 3.
33. Ibid, pp. 61 y siguientes.
34. Ibid., Cap. III.
35. Ver A. Lowenthal, The Dominican Intervention, Cambridge, Mass.: Harvard U. P., 1972, p. 154,
sobre la repeticin de "otras Cubas", y tambin R. Jazvitz, Perception and Misperception in Inter
national Politics, N.Y.: Princeton, U.P., 1976, Cap. 4.
36. H. Goldhamer, The Advisor, N. Y.: Elgenier, 1987.
37. A. L. Janis, Victims o f Group Thinking, (Boston, 1972).
38. R. F. Bates, "International Process Analysis", Reading, 1950.
266 Luciano Tomassini
39. Dos libros fundamentales para analizar estos aspectos son los de J. G. March y H. A. Simon, Or
ganizations (New York: Wiley, 1958, y de A. Dawns, Inside Bureaucracy.
40. Wilensky, Organization and Intelligence (Basic Books, 1967).
41. Ver G. T. Allison, Essence o f Decision, op.cit., y M. Halpering, Bureaucratic Politics and Forcing
Policy (Washington: Brookings Institution, 1974).
CAPITULO XI
LA
NECESIDAD
UNA NUEVA
DIPLOMACIA
La necesidad de una nueva diplomacia 269
Algunos antecedentes histricos
La diplomacia ha sido desde muy antiguo, pero fundamentalmente desde el
inicio de los tiempos modernos, la forma de intermediacin por excelencia entre
los estados y la ejecutora de su poltica exterior. Hemos visto que las relaciones
entre los estados han oscilado permanentemente entre el conflicto y la coopera
cin, y que ello ha dependido en buena medida de la teora o imagen prevalecien
te en cada poca acerca de las relaciones internacionales, imagen que, a su vez,
dentro de una visin postestructuralista de los paradigmas e instituciones socia
les, no se basa en fundamentos abstractos sino que nace de la experiencia y de la
prctica, procurando legitimarlas. Aunque la escuela realista de las relaciones in
ternacionales ha predominado durante todo este perodo, puede decirse que la di
plomacia, desde muy antiguo, ha estado vinculada con los conflictos y la negocia
cin.
Curiosamente, y en forma tpicamente no estructuralista, no hay contraposi
cin entre ambos trminos. Todo conflicto puede ser dirimido por la negociacin
y sta no es sino una de las formas que pueden emplearse para la solucin de los
conflictos. El uso cada vez ms frecuente de la negociacin, en diferentes formas,
a todos los niveles de la vida social contempornea, corre a parejas con la desinte
gracin de los grandes paradigmas y esquemas organizativos y con el nfasis en lo
fragmentario, en lo particular y cotidiano. Tradicionalmente la negociacin era
un procedimiento utilizado para solucionar cuestiones importantes, como la paz
o la guerra, la eleccin de autoridades, la delimitacin de sus competencias, la dis
tribucin del territorio, transacciones patrimoniales de importancia, o negocios
de gran envergadura. Se ha dicho que hoy, por el contrario, la negociacin es una
parte integral de la vida diaria. Es interesante destacar que la teora y la prctica
de la negociacin, y en general de todos los procedimientos de solucin de con
flictos, se originan en el campo de la diplomacia y de las relaciones internaciona
les, y desde all se extrapolan a las vinculaciones entre los distintos grupos que in
tegran una sociedad nacional, a las relaciones entre las empresas, e incluso a la vi
da privada.
La historia subraya la vinculacin entre negociacin y diplomacia. El diccio
nario de Littr defina la negociacin como "la accin de solucionar los diferendos
pblicos, sobre todo los internacionales". El Diccionnaire Diplomatique seala
que "la negociacin es la razn de ser, no solamente del agente diplomtico en
cuanto a jefe de misin, sino incluso de la diplomacia en su conjunto, y todas las
otras formas, todos los otros aspectos de la accin oficial de un diplomtico, le es
tn subordinadas". El Diccionaire Politique Garniere-Pags, de 1982, asimila la
270 Luciano Tomassini
negociacin a la diplomacia: "Las negociaciones comprenden casi todo el campo
de la diplomacia". Saunders estima que hay un problema conceptual en saber
"cundo estamos hablando de negociaciones y cundo de la conduccin de las re
laciones internacionales".1
Es interesante indagar por qu a partir de la poca moderna los gobiernos
aplicaron preferentemente el concepto de negociacin a la conduccin de sus re
laciones recprocas, apartndolo as de su acepcin original, que en el mundo an
tiguo provena del negotium (como ausencia de ocio), que se vinculaba con el co
mercio o negociato y con la actividad del comerciante o negociator. La transforma
cin de la sociedad feudal y su reemplazo por el estado moderno, a partir del siglo
XVI, marca la emergencia de una sociedad jerarquizada, en donde las relaciones
entre el prncipe y sus sbditos pasan a constituir una relacin de autoridad, en
cuadrada dentro del marco del derecho. La promulgacin y aplicacin de una ley
no se negocia ms de lo que se negocia el cobro de las contribuciones o la inter
vencin de la polica. Donde hay una autoridad competente para regular cierta
materias no queda espacio para libre disposicin entre las partes. El imperio de la
autoridad y de la ley recortan el papel de la negociacin en el interior de las mo
dernas sociedades nacionales, y lo desplazan hacia el dominio de las relaciones
entre los estados, en donde no existe una autoridad central.2 La negociacin es el
nico tipo de relacin que puede darse entre estados soberanos, que deben coexis
tir en un mundo anrquico, carente de una autoridad supranacional: "entre pue
blos libres y soberanos, no hay en la tierra una instancia de juicio superior ante la
cual puedan comparecer para obtener una decisin que dirima sus disputas; no
queda, pues, otro camino para dirimirlas que las negociaciones amistosas o, en su
defecto, las vas de hecho".3
De ah la importancia de la negociacin en la vida diplomtica y en las rela
ciones entre los estados. Cuando no existe una autoridad superior que permita
zanjar las divergencias entre stos, cuando no hay una norma jurdica para regu
larla ni medios para imponer su cumplimiento, cuando fracasan los medios pacfi
cos de solucin de estos conflictos, y cuando no es posible o conveniente el uso de
la fuerza, las partes contendientes deben recurrir a la negociacin. Lo anterior im
plica que la negociacin no es nunca ajena a esta triloga: la autoridad, el derecho
y el uso de la fuerza, sino un sustituto ms deseable en muchos casos. Podra de
cirse que la negociacin es el mtodo normal, ms satisfactorio y menos peligroso,
para conducir las relaciones entre los estados y que, en tal sentido, constituye la
esencia misma de la diplomacia. Esta ltima falla cuando fracasa la negociacin.
El mismo von Clausewitz deca que "la guerra es la continuacin de la poltica (o
de la diplomacia) por otros medios".4
La necesidad de una nueva diplomacia 271
La diplomacia moderna surge en la ciudades-estados del renacimiento ita
liano y, muy particularmente, de la Repblica de Venecia y de los estados de Mi
ln y de Toscana. En los siglos XIV y XV Venecia era un gran centro comercial
cuya prosperidad dependa de poder contar con una buena estimacin acerca de
las condiciones de los mercados externos y una amplia informacin sobre los ries
gos de sus empresas en el exterior, as como de su habilidad para negociar con sus
socios comerciales. Por eso Venecia desarroll el primer servicio diplomtico
profesional y sistemtico conocido en el mundo moderno. De all esta prctica se
traslad a otros estados que vivan en una situacin de rivalidad constante, por ra
zones de carcter poltico, y que por lo tanto necesitaban negociar permanente
mente entre ellos. Unos tras otros, estos estados comenzaron a reemplazar a sus
enviados transitorios por misiones permanentes en el exterior, y sus pensadores
polticos, como Macchiavello, se dedicaron a codificar las reglas de la funcin del
diplomtico, lo cual facilit la transmisin de esa experiencia de un estado a otro.
El establecimiento de un servicio exterior centralizado y permanente, encargado
de la coordinacin de las relaciones internacionales de un pas, fue un poco poste
rior a estos inicios. Poco a poco estas prcticas fueron adoptadas por las naciones
ms grandes que en aquella poca estaban formndose en Europa. Francia abri
el camino a este respecto, seguida de cerca por otras potencias europeas, y la crea
cin de un ministerio de relaciones exteriores, inspirado por la experiencia fran
cesa, fue una de las reformas ms importantes que introdujo Pedro el Grande en
Rusia.
Desde un comienzo los diplomticos estuvieron rodeados de un atmsfera
de secreto e intriga. Sir Henry Wotton, embajador britnico ante los Duques de
Venecia, describi al embajador como "un hombre honesto enviado para mentir
en el extranjero por el bien de su patria". A esta visin se opuso desde un comien
zo una concepcin tica de la funcin diplomtica. Bernard du Rosier, Arzobispo
de Toulousse, escribi un tratado que sostena que la tarea de un embajador es es
timular la paz y que nunca deba promover la guerra. Entre estos dos extremos,
poco a poco se fue imponiendo una visin intermedia, ms realista, propuesta ya
en el siglo XV por Ermalao Brbaro, quien sostena: "su primer deber es exacta
mente el mismo que el de cualquier otro servidor pblico, esto es, pensar, hacer,
decir y aconsejar todo lo que pueda servir para la preservacin y engrandecimien
to de su propio estado". Este concepto, heredado ms tarde por ios clsicos, su
braya el papel de informante y negociador del diplomtico, en lugar de centrar sus
responsabilidades en la observancia de determinados principios jurdicos o acuer
dos internacionales, como entendan los idealistas, o en la promocin de la inter
dependencia y la cooperacin entre las distintas sociedades nacionales como lo
hara un enfoque post-realista.5
272 Luciano Tomassini
El autor citado anteriormente ha resumido las contribuciones de varios tra
tados sobre la materia pertenecientes a pocas pretritas.6 Uno de los tratados
ms antiguos sobre la materia es el de Abraham de Wickefort, titulado L'Ambas
sadeur et ses Functions y publicado en 1679, el cual est cerca de la visin de Br
baro, y define al diplomtico como un "espa honorable". Wickefort mismo practi
c esa idea al servir al mismo tiempo a diversos gobiernos, lo que lo llev varias
veces a la crcel, en donde escribi su libro. En uno de sus pasajes, escrito en esta
do de nimo ms constructivo, Wickefort lo defini como un "mensajero de la
paz". En un mundo tan corrupto y cambiante como el de la poltica en la poca
barroca, ambos extremos se alternaban y frecuentemente coincidan. Sin embargo,
bsicamente, para el autor la tarea del embajador no tiene nada que ver con idea
les ticos, ni con su ascenso personal, sino con el de su soberano. Su funcin prin
cipal "consiste en mantener una comunicacin efectiva entre los prncipes prote
giendo a sus soberanos y a sus sbditos y preservando sus intereses". Sus dos virtu
des principales deben ser la prudencia y la moderacin. Tambin deben ser ambi
guos y discretos, tratando de no ser nunca demasiado directos en prosecucin de
sus objetivos, y de "dar la impresin de que no est interesado en las cosas que de
sea", movindose hacia sus objetivos "en la forma en que lo hacen los cangrejos, es
decir, dndoles la espalda".7
Franois de Callires dio un paso hacia adelante al abogar por la profesio-
nalizacin del diplomtico. "La diplomacia es una profesin que merece la misma
preparacin y atencin que los hombres dan a otras profesiones conocidas. El ta
lento para la diplomacia nace, no se hace; pero hay muchas cualidades que se pue
den desarrollar con la experiencia, y la mayor parte del conocimiento necesario
para ello slo puede ser adquirido mediante una aplicacin constante al estudio
de estas materias".8
Otra idea particularmente pertinente en nuestro tiempo es la que el xito de
la diplomacia y de la poltica exterior depende en gran medida de la naturaleza del
contexto internacional. Callires lo sugiri al sealar que lo que permiti a las na
ciones europeas constituir una unidad, a pesar de que cada una de ellas se caracte
rizaba por una "fuerte libertad interna e independencia recproca en medio de
grandes desigualdades de poder", fue el hecho de que todas "se parecan unas a
otras en sus costumbres, su religin y su cultura, y estaban conectadas por intere
ses recprocos.9 Incluso von Clausewitz, el gran terico de la guerra, comparte es
ta visin. "Si consideramos la comunidad de estados europeos de hoy -escriba en
su poca- encontraremos que el conjunto de los intereses de esos estados y sus
pueblos estn entrelazados de la manera ms variada y ms cambiante: cada punto
de interseccin vincula a esos estados entre s y sirve para equilibrar los intereses
La necesidad de una nueva diplomacia 273
de cada uno de ellos respecto de los otros".10 Los resultados de la poltica exte
rior, de la accin diplomtica y de la negociacin dependen, pues, considerable
mente de que se den en un contexto de interdependencia o de anarqua, de coope
racin o de conflicto, de comunicacin o de incomunicacin, de intereses recpro
cos o fuertemente divergentes, basados en una cultura poltica homognea o divi
dida, as como tambin en que el diplomtico y el negociador comprenden ade
cuadamente ese contexto.
Hacia una Nueva Cultura Diplomtica
Ello pone de manifiesto que cuando ese escenario se transforma, no slo de
be cambiar la poltica exterior, sino tambin el estilo y contenido de la diploma
cia. La diplomacia de los tiempos modernos se desarroll en un mundo caracteri
zado por un pequeo nmero de estados homogneos, que configuraban en el
concierto europeo, y cuya actuacin se enmarcaba dentro un conjunto de valores
y procedimientos comnmente aceptados. Esto permiti el desarrollo de una di
plomacia uniforme, protocolar, precisa y generalmente secreta. En el mundo que
sigui a la segunda guerra mundial, el escenario internacional pasa a estar domi
nado por tres fuerzas hasta entonces desconocidas: el nacionalismo, las ideologas
y la democracia, es decir, la influencia de la opinin de las masas. El reordena
miento del mapa europeo e internacional se efectu en torno a estas cuestiones.
Muy pronto ellas desbordaron la pulcra diplomacia de gabinete, ritualista y secre
ta, heredada del pasado. Ello plantea la necesidad de una diplomacia abierta, p
blica y ms profesionalizada.
El mundo que empieza a perfilarse despus de la segunda postguerra se ca
racteriza por una acelerada diversificacin de la agenda internacional, por un cre
ciente entrelazamiento entre las distintas sociedades nacionales, y por la multipli
cacin de las tramas y los actores "nacionales y transnacionales" que ocupan el es
cenario internacional. La diplomacia enfrenta el desafio de representar a ese abi
garrado conjunto de intereses y actores, volverse ms tcnica o sectorializada, y
tornarse ms activa: su labor cotidiana no se limita ya a dirimir conflictos, por
ms que estos continen teniendo una importancia decisiva, sino que se extiende
a la compatibilizacin de los intereses y al aprovechamiento de las oportunidades
que surgen en un mundo interdependiente, intereses cuya naturaleza es ms espe
cializada y ms compleja. De all la exigencia de una diplomacia ms cooperativa,
flexible y sectorializada.
274 Luciano Tomassini
Para entender los desafos y los cambios que debe enfrentar la diplomacia es
necesario remontar la historia. Ya he dicho que la diplomacia, como toda forma
de accin y de interaccin poltica, econmica y social, sea a nivel nacional o in
ternacional, no surge como la concrecin de un paradigma o por aproximacin a
un tipo ideal, sino que es el producto de una prctica histrica. Despus de haber
aludido a sus orgenes en la seccin anterior, en un plano anecdtico, lo haremos
ahora en forma un poco ms sistemtica para, a partir de ah, sealar algunos de
los rasgos que debera tener la diplomacia en el mundo contemporneo. Y para
comprender el nacimiento y la evolucin histrica de la diplomacia es convenien
te adoptar como marco de referencia el concepto de cultura diplomtica. Porque
as como la forma que adopta el estado en cada poca depende de la cultura pol
tica o cvica imperante en ella, y as como las caractersticas del sistema interna
cional -o de las relaciones entre los estados- dependen de la sensibilidad cultural
de cada poca y de su reflejo en las distintas sociedades, as tambin las funciones
y modalidades que debe presentar la diplomacia en cada perodo dependen de una
suerte de estilo que, a su vez, es la expresin de las actitudes culturales anterior
mente mencionadas.
Es posible definir la cultura diplomtica? El hecho de que tanto el trmino
"cultura" como el de "diplomacia" representen nociones esponjosas y ambiguas, en
el sentido de que pueden absorber una gran variedad de significados conceptuales
y operativos, hace difcil responder a esta pregunta. Sin embargo, el hecho de que
todos los conceptos e instituciones sociales no constituyen entes abstractas sino
que son la expresin de prcticas histricas es una idea central de todo este traba
jo, as como tambin lo es la de que esta ambigedad no es ilimitada, sino que
existen lmites para que estas instituciones y conceptos puedan adquirir nuevos
significados o referirse a un nmero cada vez mayor de realidades, sin perder un
mnimo de identidad ni convertirse en un concepto diferente. Desde un punto de
vista postestructuralista, si bien es fcil legitimar y comprender la necesidad de
contar con definiciones en las ciencias sociales, hay tambin razones para dudar
de la necesidad de trabajar con definiciones o categoras excesivamente rgidas, y
para evitar el rigor mortis intelectual a que generalmente stas llevan. Con todo, es
necesario aceptar algunos lmites conceptuales si se desea llegar a una definicin
de la cultura diplomtica que permita comprender su evolucin histrica y sus ac
tuales responsabilidades.
Es ms, estos lmites no pueden ser tan amplios como los propuestos por
uno de los ms grandes diplomticos y analistas de su propia funcin de la pri
mera mitad del siglo XX, Harold Nicolson, quien consideraba que el sentido co
mn ha sido siempre el principal ingrediente en el desarrollo de la teora diplo
La necesidad de una nueva diplomacia 275
mtica. 11Porque incluso el sentido comn no es algo puramente individual, dis
crecional y singular, sino que es un producto relativamente estructurado de la his
toria, como lo es la religin, la filosofa prctica -en que fundamentamos el con
cepto de cultura cvica- o la cultura: "No se trata de algo rgido o inmutable, sino
de algo que constantemente se est enriqueciendo y transformando, mediante la
incorporacin de las ideas cientficas y las opiniones filosficas que penetran en la
vida social. El sentido comn es el folklore de la filosofa, y siempre se encuentra
a mitad de camino entre el folklore propiamente dicho y la filosofa, la ciencia y el
dominio de los especialistas."12 Un cauto y moderado avance en esta direccin lo
constituye la definicin de Hedley Bull en el sentido de que "la cultura diplomti
ca es el conjunto colectivo de ideas y valores compartidos por los representantes
oficiales de los estados, y la cultura poltica internacional, el bagaje intelectual y
moral que determina las actitudes frente al sistema internacional de la sociedades
que lo integran".13 Esta definicin simple tiene el valor de hacer posible una dis
tincin entre la cultura subjetiva de la profesin diplomtica y la cultura institu
cional del sistema internacional, as como tambin apreciar la forma en que inte-
ractan estos dos aspectos, toda vez que la cultura profesional a la cual ajusta su
comportamiento diplomtico no puede separarse de las pautas colectivas que ri
gen el funcionamiento del sistema internacional, en su conjunto, y el desarrollo
de la poltica exterior de cada pas.
La genealoga del significado de la diplomacia es muy ilustrativa. El concep
to proviene de diploma y originalmente significaba, en griego, una hoja de papel
doblada en dos, que era la forma que en esa poca adoptaban los documentos ofi
ciales, casi los nicos para los cuales se utilizaba un papel escrito. En 1784, el es
critor ingls Thomas Astle defina la diplomacia como "la ciencia o el conoci
miento que nos capacita para formarnos un juicio personal sobre la poca y au
tenticidad de manuscritos, mapas, registros y otros monumentos de la antige
dad". Generalmente se estima que la primera vez que la palabra diplomacia se uti
liz para referirse al arte de conducir las relaciones internacionales fue en 1796,
por Edmundo Burke.14 El puente entre estos dos usos del concepto est repre
sentado porque, en el primer caso, el especialista en diplomas era una persona
que posea la capacidad de atestiguar la autenticidad de un documento que perte
neca a un mundo histrico lejano, mientras que el diplomtico puede testimoniar
acerca de los intereses y polticas de sociedades o estados diferentes y distantes
del propio en el plano de las relaciones internacionales. Esta distancia, alienacin
o diferencia, dara origen a la necesidad para entender en cual se desarrolla la mo
derna diplomacia.
276 Luciano Tomassini
La obra de Der Derian anteriormente mencionada, de gran riqueza intelec
tual, es un ensayo sobre la alienacin como fuente histrica de la diplomacia. De
bido a su complejidad, no desarrollaremos explcitamente este concepto, aunque
est presente en todo este captulo. Sin embargo, "la relacin entre la alienacin,
entre el sentido de sentirse extranjero o separado, con el desarrollo de una cultura
diplomtica, es evidente, y a veces hasta explcita en los escritos de algunos repre
sentantes de la escuela clsica en el estudio de las relaciones internacionales. As,
por ejemplo, Martin Wight sostiene que las sociedades nacionales que surgen en
la edad moderna se basan en principios diferentes de aquellos en que se fund
Europa durante la poca de la Cristiandad medieval y, por lo tanto, estimulan la
cooperacin y crean "la posibilidad del conflicto" al interior del huevo mosaico de
naciones. Antes del surgimiento de los estados nacionales, ese conflicto slo po
da darse entre dos culturas diferentes, como la Cristiandad y el Islam. Adam Wat-
son sostiene que "inicialmente la diplomacia aparece como una forma espordica
de comunicacin entre estados separados".15 Por su parte, Hedley Bull considera
que "en el actual sistema internacional, en el cual los estados son ms numerosos,
ms profundamente divididos y mucho menos participativos en una cultura com
partida, el papel simblico de los mecanismos diplomticos pueden ser, por esa
misma razn, ms importantes".16
La sociedad moderna estuvo dominada por su adhesin a grandes paradig
mas, la necesidad de racionalidad y la bsqueda de uniformidad y jerarqua, tanto
en el plano interno como internacional. En ese contexto, la forma de resolver el
problema de la alienacin provocada por la consolidacin de una multiplicidad de
estados soberanos, y de mediar entre ellos, consisti en imponer cierto orden y
uniformidad a esas identidades diferentes mediante la presencia y el ejercicio de
un poder y de una racionalidad hegemnicos. Caractersticamente, las relaciones
internacionales estuvieron dominadas por la razn de estado y no por los intere
ses de la sociedad civil y de sus mltiples partes integrantes, ni de los individuos.
Respondiendo a esto, la poltica exterior de los principales actores fue una polti
ca de poder, y su diplomacia se orient unilateralmente a imponer a los dems ac
tores sus ideales e intereses y ejerci una funcin de dominacin y de control, ms
que de comunicacin, entendimiento y coordinacin.
Los tres procesos ms importantes que caracterizaron la evolucin de las re
laciones internacionales despus de la segunda guerra mundial demuestran que
estas fueron las caractersticas de la poltica exterior y de la diplomacia de las
grandes potencias durante ese perodo. Este fue el caso del papel que desempea
ron los Estados Unidos en la reconstruccin de Europa y otras reas destruidas
por la guerra, con el objeto de crear un mundo capaz de asegurar su expansin
La necesidad de una nueva diplomacia 277
militar y econmica, en donde los Estados Unidos tendran una presencia hege-
mnica. Fue tambin el caso de la poltica de contencin frente a la Unin Sovi
tica y de alineamiento de todos los pases que se encontraban fuera del campo so
cialista con los intereses globales de los Estados Unidos. Y es el caso, por ltimo,
de su relacin con los pases en desarrollo a travs de diversas combinaciones en
tre algunos programas de ayuda externa y diversas formas de penetracin de sus
empresas transnacionales en ellos para contribuir, mediante la modernizacin de
esos pases, a la creacin de un mundo hecho a su imagen y semejanza y, por lo
tanto, compatible con sus intereses.
No es de extraar que esa poltica internacional, y que la diplomacia encar
gada de poneTla en prctica, crearan tantos conflictos durante ese perodo, no s
lo en las relaciones este-oeste y en la confrontacin norte-sur, sino incluso -aun
que en menor medida- al interior mismo de la alianza atlntica, primero, y del sis
tema trilateral posteriormente. Decir, como sostiene la escuela realista, que lo
que caracteriza al sistema internacional no es la cooperacin sino el conflicto no
slo no es algo evidente, ni que se funda en una teora, sino que es el reflejo de los
intereses prevalecientes en ese y en otros perodos de la historia, aunque no en to
dos. Si nos remontamos al primer estudioso de las relaciones internacionales de
su poca, Tucdides, nos damos cuenta con cunta facilidad la historia registra los
conflictos que dieron origen a la guerra del Peloponeso y con cunta facilidad ol
vida el sostenido proceso de cooperacin y coordinacin que, partiendo del gora
de las ciudades griegas, pasando por las anctonas que se organizaron en la pe
nnsula helnica, y culminando con su proyeccin hacia la Magna Grecia, dieron
lugar a la admirable civilizacin del mundo griego.
Aunque por las razones sealadas la diplomacia suele asociarse con el con
flicto y con la guerra, tambin est vinculada con la cooperacin y el bienestar, y
lo ha estado cada vez ms durante el ltimo perodo. Puede decirse, en general,
que esta tendencia es la que caracteriza a la diplomacia postmoderna. Se ha dicho
que, tradicionalmente, la diplomacia tiende a cumplir tres funciones principales.
La primera es la representacin de los intereses de sus respectivos estados y sus
correspondientes sociedades, lo cual implica la explicacin y defensa de sus polti
cas frente a los interlocutores vlidos en el pas donde el diplomtico est acredi
tado: para adecuarse a las tendencias descritas ms arriba esta funcin debe refle
jar una gama cada vez ms amplia de intereses vinculados con los distintos secto
res que integran esas sociedades -no exclusivamente los de sus gqbiernos- as co
mo tratar con un creciente nmero de interlocutores en sus pases de acredita
cin. La segunda funcin es de informacin, y se refiere a que los diplomticos
constituyen los principales puntos de observacin y anlisis del acontecer externo
278 Luciano Tomassini
con que cuenta cada una de las sociedades nacionales, funcin cuya importancia
se acenta con el aumento de la interdependencia en las relaciones internaciona
les. La tercera tiene que ver con las negociaciones a que suele dar lugar en la re
presentacin y defensa de los intereses de un pas determinado, funcin que tam
bin se ha diversificado y expandido en un escenario integrado por un nmero ca
da vez mayor de temas y de actores, cuyos intereses se entrelazan de diversas ma
neras, dando lugar a una gran multiplicidad de juegos o negociaciones contra un
teln de fondo muy dinmico, marcado por la imprevisibilidad o incertidumbre.
Todas estas funciones pueden ser puestas por igual al servicio de la cooperacin o
del conflicto.
El anlisis de Harold Nicolson en uno de sus ltimos ensayos, aunque reco
noce la insuficiencia de la diplomacia elitista de corte tradicional en un contexto
democrtico y la necesidad de desarrollar una diplomacia abierta, esta fuertemen
te influenciado por la presencia de la guerra fra y del conflicto ideolgico, y por
la desvalorizacin de la confianza y su reemplaza por la fuerza en las relaciones
internacionales. Sin embargo Livingstone Merchant, escribiendo poco despus,
subrayaba la ampliacin de la esfera de competencia de la funcin diplomtica, su
creciente responsabilidad en materias econmicas, su progresiva sectorializacin,
la necesidad de disponer de un mayor nmero de especialistas y el fortalecimiento
de la diplomacia multilateral en el mundo contemporneo.17
Diversificacin y especializacin de la diplomacia
La creciente complejidad del sistema internacional, la consiguiente amplia
cin de su agenda, la multiplicacin del nmero de estados que lo integran (n
mero que se triplic entre 1950 y 1990), la aparicin de un conjunto de actores no
tradicionales, y la creciente interdependencia entre los distintos intereses y agen
tes que participan en l, han afectado el estilo, la sustancia y los procedimientos
de la funcin diplomtica. En el plano ms general, esta ha tenido que seguir la
tendencia mencionada, en el sentido de no limitarse a intermediar en los conflic
tos y a reducir las fricciones entre los distintos actores, sino de subrayar su fun
cin de mediacin y coordinacin entre distintos intereses, y de extenderse cada
vez ms desde el mbito de las relaciones bilaterales al de la poltica multilateral.
Adems "la tarea central de la diplomacia ha dejado de concentrarse en la solu
cin de los conflictos y en la administracin del orden para referirse cada vez ms
al anlisis, la previsin y el manejo del cambio, respondiendo as a la arraigada
conviccin social de que es necesario tener un mnimo de orden en medio de un
cambio constante".18 Adems, la tarea actual de la diplomacia se coloca en un
La necesidad de una nueva diplomacia 279
punto equidistante entre la exportacin de un proyecto, un paradigma o un mode
lo por parte de las grandes potencias y la mera administracin de situaciones es
pecficas. Ella tiende a asumir, cada vez ms, responsabilidades relacionadas con
la creacin y el mantenimiento de un sistema internacional debidamente integra
do, favorable al desarrollo de los intereses de sus distintos componentes mediante
el manejos coordinado de mltiples situaciones singulares. Se trata de una fun
cin no slo ms vinculada con estas situaciones singulares que con la ejecucin
de grandes proyectos sino tambin ms comprometida con la cooperacin que
con la fuerza. En tal sentido la diplomacia de hoy no necesita tanto como en el
pasado seguir rituales establecidos o atenerse estrictamente a directrices centra
les, que siempre corren el peligro de quedar un tanto desfasadas o lejanas con res
pecto al acontecer real, sino que debe enfatizar su papel heremenutico o inter
pretativo, su capacidad de analizar, comprender y transmitir la escencia de una si
tuacin, su contexto y sus implicaciones. Del mismo modo debe confiar menos en
la fuerza de las instrucciones, el misterio, la sorpresa, la imposicin de ideas o el
triunfalismo en las negociaciones y dedicarse ms a desempear funciones de
comprensin, anlisis, informacin, comunicacin y coordinacin entre las partes.
Al fin y al cabo, pese a un impresionante esfuerzo tradicional de "inteligen
cia" encaminado a prevenir situaciones, evitar sorpresas y capacitarse para res
ponder prontamente y con gran fuerza los organismos del gobierno de los Estados
Unidos fueron incapaces de anticipar el aumento de los precios del petrleo, la
cada del Sha de Irn, la toma de rehenes norteamericanos por el Ayatolah, la in
vasin de Afganistn, la Guerra del Golfo, las reformas en la Unin Sovitica, el
golpe militar de agosto de 1991 que pretendi anularlas, ni su breve duracin y la
consiguiente restauracin de esas reformas, es decir, los principales acontecimien
tos acaecidos durante los ltimos aos. En cambio, por haberse concentrado tan
obsesivamente en esa labor de "inteligencia" para prevenir sorpresas eventuales,
las agencias de la poltica exterior estadounidenses fallaron en desplegar esfuer
zos importantes para crear un clima de informacin, de comunicacin y de coope
racin entre los grandes actores de la poltica internacional de este perodo.
Otra tendencia apunta a la sectorializacin de la diplomacia. Conforme se
ampla la agenda internacional de los pases, y se vuelve ms compleja, la diplo
macia tiene que atender, con la competencia debida, un nmero cada vez mayor
de cuestiones sustantivas. Los principales analistas clsicos de las relaciones inter
nacionales han reconocido formalmente que tanto stas como sus instrumentos,
representados principalmente por la diplomacia, han dejado de estar circunscritos
a cuestiones de carcter poltico o vinculadas con la seguridad para incluir cada
vez ms temas de carcter social o humanitario, econmicos o tcnicos. Esto agu
280 Luciano Tomassini
diza el tradicional dilema que enfrenta el diplomtico entre ser un generalista o
un especialista en las cuestiones que cada perodo maneja. Ese dilema es hoy tan
to ms grave para l cuanto que nunca podr renunciar a ser un generalista, que
en la medida en que siga siendo el canal por excelencia de representacin, infor
macin y negociacin con el mundo externo, pero tendr que asumir la tarea de
sectorializar cada vez ms su accin de acuerdo con la creciente complejidad y es
pecificidad de los temas que envuelve la agenda internacional contempornea y
que, por lo tanto, compromete a sus responsabilidades.
Otros rasgos de la nueva diplomacia, cuya enumeracin podra reiterar algu
nos de los elementos centrales antes sealados, incluyen la tendencia contradicto
ria a recortar las funciones de las misiones diplomticas con el objeto de fortale
cer el papel central de los servicios exteriores en la planificacin de sus polticas,
conjuntamente con un inevitable aumento de las presiones depositadas sobre es
tas misiones y con un constante incremento del nmero y la complejidad de los te
mas a su cargo, que pese a la poltica explcita anteriormente mencionadas tiende
a ampliar y a hacer ms imperiosas sus funciones. Esta contradiccin determina
que los anlisis referentes a la declinacin del papel de las misiones diplomticas
vis a vis los servicios situados en las capitales, y al creciente rol del proceso deciso
rio radicado en los centros, deban ser calificados. Contribuye a ello el impacto de
los sistemas de informacin y las modernas comunicaciones en el desempeo de
las funciones diplomticas. El dinamismo y complejidad del escenario internacio
nal contemporneo hace inevitable una creciente intervencin del personal diplo
mtico en funciones de informacin, anlisis y negociacin de cuestiones relevan
tes, as como su creciente participacin en conferencias y foros, conjuntamente
con un contacto cada vez ms intenso con sus contrapartidas polticas, diplomti
cas o econmicas, y con una serie de situaciones individuales creadas por proble
mas tales como los derechos humanos, el exilio o el empleo. Estrechamente rela
cionado con anterior se encuentra el auge de la diplomacia personal desarrollada
por los jefes de gobierno o por enviados especiales suyos con mayor o menor
coordinacin con los servicios exteriores.19
Ya se ha comentado acerca de la necesidad o la tendencia a la sectorializa
cin de las funciones diplomticas. Tambin, de la importancia que ha adquirido
la diplomacia multilateral, debido a la naturaleza global o interdependiente de
muchos de los problemas que debe enfrentar el diplomtico. La diplomacia de fo
ros, de bloques y de grupos es otro hechos cada vez ms visible en la realidad in
ternacional, contempornea.
La necesidad de una nueva diplomacia 281
"Mucho de lo que se ha dicho se refiere al impacto que la ampliacin sustan
cial de la agenda internacional ha tenido sobre la diplomacia. Actualmente las
personas involucradas en la funcin diplomtica necesitan participar en un espec
tro cada vez ms amplio de materias, tales como las telecomunicaciones, los dere
chos de pesca en aguas jurisdiccionales, disputas tarifales, acuerdos sobre aviacin
civil y la compleja diplomacia multilateral de la deuda externa. Ms an, los esta
dos enfrentan amenazas nuevas, muchas veces fundamentales, que plantean inte
rrogantes sobre la medida en la cual puede lograrse una accin diplomtica coor
dinada, puedan alcanzarse acuerdos, y su cumplimiento pueda ser exigido, como
ocurre en materias tales como el control de la contaminacin nuclear transfronte-
riza (como, por ejemplo, en Chernobyl), fraude financieros internacionales, falsi
ficacin de productos y flujos de informacin a travs de las fronteras".20 Entre
los nuevos problemas se incluyen tambin el de los refugiados, el terrorismo, el
narcotrfico y el lavado de dlares por parte de bancos internacionales. Natural
mente, la ampliacin de la agenda internacional no slo tiene implicaciones con
respecto a la funcin diplomtica, sino tambin a la organizacin y forma de tra
bajo de las instituciones encargadas de formular y ejecutar la poltica exterior. Es
cribiendo sobre el Bureau of Economic and Business Affairs (EB) del Departa
mento de Estado de los Estados Unidos un autor sealaba lo siguiente. "Hace
diez aos los miembros ms prominentes del Departamento de Estado desarrolla
ban una labor casi exclusivamente poltica, y en el desempeo de la diplomacia es
ta lnea siempre haba tenido una clara primaca sobre los asuntos econmicos,
administrativos o consulares. Durante los aos setenta el EB surgi como un de
partamento extremadamente poderoso y competente dentro del Departamento de
Estado, en asuntos econmicos internacionales tales como el problema del petr
leo, los asuntos monetarios, el comercio y otros, que haban pasado a situarse en
la cima de la agenda internacional".21
En este mismo plano, y para no extender excesivamente la mencin de los
nuevos rasgos o las nuevas funciones de la diplomacia, cabe sealar la imperiosa
necesidad de desarrollar la poltica exterior, y la funcin diplomtica propiamente
dicha, con la participacin de un creciente nmero de agencias gubernamentales.
La poltica externa de un pas, y la diplomacia, han dejado de ser un asunto exclu
sivamente reservado a los servicios exteriores. Da a da observamos cmo los
mltiples asuntos incluidos en la nueva agenda internacional requieren la inter
vencin de representantes o de especialistas de los ministerios de economa o de
finanzas, de los bancos centrales, de los departamentos de salud o de agricultura,
de organismos cientficos y tecnolgicos, de las autoridades migratorias o de uni
dades policiales y, lo que es an ms destacable, de organizaciones empresariales
representantes del sector privado. En este ltimo sentido se observa cmo visitas
282 Luciano Tomassini
diplomticas efectuadas para fortalecer sus relaciones con terceras partes por pa
ses tan dismiles como Gran Bretaa, la Unin Sovitica o Malasia incluyen en
sus vastas delegaciones a una mayora de representantes del sector privado. Pero
sto no slo constituye una caracterstica de la diplomacia contempornea sino
tambin un desafo: el de iniciar el complejo camino de la coordinacin intera-
gencial, al interior del estado, as como tambin entre sta y el sector privado en
el manejo y la promocin de los intereses externos de los respectivos pases.
NOTAS
1. Harold H. Saunders, The Brain Negotiation Fase, en B. Bendahname y J. W. McDonald (edito
res), International Negotiation: Art or Science.
2. Ver M. A. Merler, "De la Ngotiation", en Pouvoires, Presses Universitaires de France, 1980,
nmero consagrado a la negociacin.
3. Tomado de Charles de Martens, La Guide Diplomatique, reimpresin por Brock Haus, Leipzig,
1930.
4. Cari von Clausewitz, On War, Princeton University Press, 1976, pg. 74. La frase entre parnte
sis es ma.
5. Ver G. A. Craig, y A. George, Force and Statecraft: Diplomatic Problems for our Time, Oxford
University Press, 1983, de donde estn tomadas las referencias anteriores.
6. G. A. Graig, "On the Nature of Diplomatic History: The Relevance of Some Old Books, en P.
G. Lauren (editor), Diplomacy: New Approaches in History, Theory and Policy, Nueva York, The
Free Press, 1979.
7. Referencias tomadas de G. A. Craig y A. George, op.cit., pginas 13 y 14.
8. F. de Callires, On the Manner o f Negotiating with Princes, University of Notre Damme Press,
1963, Pgina 55 (versin en ingls de su obra original escrita en el siglo XVII).
9. A. H. L. Haaren, History o f the Political System o f Europe and its Colonies, versin en ingls pu
blicada por S. Butler and Sion, Massachussets, en 1822.
10. Ver C. von Clausewitz, op. cit., pgina 36.
11. H. Nicolson, Diplomacy, Londres, 1931, pgina 24.
12. Antonio Gramsci, tomado de la versin inglesa, Prisin Notebook, Londres, 1971, pg. 326.
13. H. Bull, The Anarchical Society, op.cit. 6 e. pg. 316.
14. Citados por J. Der Derian, On Diplomacy, Oxford, Basil Blackwell, 1987, pg.32 y siguientes.
15. Citados por Der Derian, op. cit., pgs. 32 y 33.
16. H. Bull, op. cit., pg. 183.
17. Ver H. Nicolson, "Diplomacy then and now", en Foreign Affairs, 1961, y L. Merchant "New Te
chniques in Diplomacy", en E. A. Johnson (editor), The Dimensions of Diplomacy, John Hop
kins University Press, 1964.
La necesidad de una nueva diplomacia 283
18. Adam Watson, Diplomacy: The Dialogue between States, Londres, Methuen, 1984, pag. 223. Tra
duccin libre.
19. Peter Calvert, The Foreign Policy o f New States, Sussex, Wheatsheas, 1986, pag. 96 y siguiente.
20. R. P. Barston, Modem Diplomacy, Londres, Longman, 1988, pg. 7.
21. R. K. Olson, US Foreign Policy and the New International Economic Order, Boulder, Colorado,
Westview Press, 1981, p.126.
CAPITULO XII
CONSIDERACIONES
SOBRE LA ENSEANZA
DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES
EN AMERICA LATINA
Consideraciones sobre la enseanza... 287
Los Ordenes de los Estudios Internacionales en Amrica Latina
Como recuerda Der Derian, las relaciones internacionales "comenzaron ha
ce doscientos aos con una revolucin y una nota al pie de pgina". Si bien el ori
gen de las relaciones entre las naciones antecede por mucho a la revolucin fran
cesa, remontndose a los gobiernos representativos que surgieron en plena cris
tiandad tanto en Venecia como en la Confederacin Suiza, a las ciudades-estado
italianas o al establecimiento de una repblica en los Pases Bajos, es slo con la
Declaracin de Filadelfia en 1789 que se acepta que "la soberana reside esencial
mente en la nacin", doctrina que -difundida en europa por Napolen- seala el
trmino de las vinculaciones dinsticas y el comienzo de las relaciones internacio
nales. Es precisamente en 1789 cuando en una nota al pie de pgina en la obra de
Jeremy Benthan, Principies of Moral and Legislation, se usa por primera vez esta
terminologa para distinguir el derecho interno del internacional: "La palabra in
ternacional, debe reconocerse, es nueva; sin embargo, esperamos, es suficiente
mente inteligible y unvoca. Est calculada para expresar, de la manera ms signi
ficativa, aquella rama del derecho que en la actualidad se denomina comnmente
como el derecho de las naciones".1
A partir de entonces el desarrollo de la disciplina estuvo marcado por tres
grandes hitos: la convergencia de las perspectivas diplomticas, jurdicas, milita
res o geoestratgicas en una visin integrada e interdisciplinaria acerca de las re
laciones internacionales; las diferencias que fueron observndose entre la tradi
cin europea y norteamericana en este campo, con la primera ms apegada a los
enfoques filosficos, histricos e institucionales y la segunda, a los cientficos; y
los tres debates que dividieron a los miembros de esta comunidad cientfica du
rante el siglo XX, entre realistas e idealistas despus de la primera guerra mun
dial, tradicionalistas y cientficos despus de la segunda, y neorrealistas y sus crti
cos en el perodo ms reciente. De estos debates, el primero se dio en un plano
sustantivo y gir en torno a las formas ms apropiadas para asegurar un mnimo
de estabilidad y orden frente a la anarqua imperante en la comunidad internacio
nal contempornea y a la permanente amenaza de la guerra; el segundo, en un
plano metodolgico, con los representantes de la escuela clsica respondiendo a
las manifestaciones de la revolucin behavioralista en este campo de estudios; y el
tercero, en un plano ms profundo, en parte antolgico y en parte epistemolgi
co, concerniente a la naturaleza o la estructura misma de la realidad internacional
en nuestros das.2
En todos estos debates cabe destacar dos comunes denominadores, plagados
de implicaciones histricas e epistemolgicas, respectivamente. El primero, el he
288 Luciano Tomassini
cho de que los tres tuvieran su locus fundamental en los Estados Unidos, lo que
permiti a Stanley Hoffmann sostener hace ms de tres decenios que los estudios
internacionales constituan una "ciencia norteamericana". Este hecho sirve para
poner de manifiesto los tres factores que ms contribuyeron al rpido desarrollo
de los estudios internacionales durante la postguerra: la complejidad del escena
rio internacional que emergi de la segunda guerra mundial, la circunstancia de
que en ese escenario los Estados Unidos hayan tenido que asumir responsabilida
des globales en forma permanente (que contrariaban su tradicional aislacionis
mo), y el hecho de que reaccionaran procurando ejercer esas responsabilidades y
solucionar los correspondientes problemas en una forma tpicamente norteameri
cana, esto es, cientfica. Esto ltimo se efectu transfiriendo al plano internacio
nal una experiencia que haba hecho posible enfrentar la gran depresin de los
aos 30 a travs de la poltica del new deal, es decir, reclutando profesores univer
sitarios para buscar soluciones a los nuevos problemas, y devolvindolos poste
riormente a la vida acadmica para desarrollar proyectos de investigacin que po
sean un grado mucho mayor de integracin entre la teora y la prctica que antes,
dando lugar a una fructfera circulacin de "in" y "outers" entre estos dos mbitos
institucionales (un tipo de interaccin que siempre ha faltado en Amrica Latina
debido a la persistente ausencia del tringulo de Sabato). El segundo rasgo comn
consiste en que en los tres debates la escuela realista o clsica de las relaciones in
ternacionales siempre ocup el centro del ring o del escenario frente a sus sucesi
vos adversarios. Como la escuela realista hunde sus races en la experiencia del
concierto europeo y de la bsqueda del balance del poder que inspir las relacio
nes entre los estados durante los tres siglos anteriores, mientras que el escenario
internacional se transform sustancialmente tanto despus de la primera guerra
mundial (como consecuencia del impacto de las ideologas, la democracia y los
nacionalismos en las relaciones diplomticas) como despus de la segunda (como
resultado de la irrupcin de una serie de factores econmicos, tecnolgicos y cul
turales que antes no se contabilizaban entre los recursos de poder as como tam
bin de la tendencia hacia la transnacionalizacin y la interdependencia entre las
distintas sociedades nacionales), la escuela clsica no slo dej de suministrar una
descripcin adecuada del sistema internacional contemporneo sino que se ence
rr en un discurso cada vez ms reduccionista y rgido, muy alejado de las pers
pectivas epistemolgicas que haran posible percibir la nueva trama del sistema
internacional, y su naturaleza cambiante y pluralista, esto ltimo tanto en trmi
nos de los temas incluidos en su agenda como de los actores que intervienen en
ella.
Esta breve resea de los hitos que marcan la evolucin de las relaciones in
ternacionales como disciplina acadmica a nivel mundial tiene por objeto desta
Consideraciones sobre la enseanza... 289
car el rasgo que, despus de su rezago, caracteriza ms agudamente el desarrollo
de estos estudios en nuestra regin: su desvinculacin con los marcos de referen
cia, los nfasis temticos y los grandes debates que caracterizaron la marcha de es
ta disciplina en el exterior y esto, sobre todo, a nivel terico. Y este segundo fac
tor contribuye a explicar circularmente su rezago: como se propondr a continua
cin, los estudios internacionales no slo comenzaron tarde sino que se mantuvie
ron durante demasiado tiempo disgregados en Amrica Latina, carentes de unos
parmetros y de un foco comn, por falta de un desarrollo terico adecuado.
Pues, como deca Kaynes, detrs de todo hombre prctico hay siempre un pensa
dor difunto y, como afirma Bunge, aquellos que en la actividad cientfica "tratan
de ignorar la filosofa slo han conseguido volver a inventarla".3 A continuacin
se examinan algunos de los desafos planteados desde un comienzo tanto por el
rezago como por la falta de unidad cientfica de que han adolecido los estudios in
ternacionales en Amrica Latina.
En un estudio preparado hace cerca de veinte aos para la Fundacin Ford
por un distinguido especialista, en relacin con el tercer mundo, se llegaba a la
conclusin de que "con pocas excepciones, los acadmicos de los pases en desa
rrollo estn trabajando en problemas internos, y no externos". Se admita que en
muchos de esos pases el nmero de acadmicos es muy limitado y que inducirlos
a dedicar su tiempo al anlisis del sistema internacional podra reducir su dedica
cin al anlisis de sus propios problemas. Con todo, se conclua que "en el largo
plazo no es satisfactorio que los dirigentes de los pases en desarrollo tengan que
depender exclusiva o fundamentalmente de los acadmicos de los pases ricos pa
ra obtener asesoramiento acerca de como vincularse al orden internacional".4
Con anterioridad a la segunda guerra mundial las preocupaciones interna
cionales de los pases latinoamericanos giraron en torno a cuestiones de gran im
portancia pero muy especficas, como las intervenciones externas o el cobro de
sus deudas, orientndose generalmente hacia formulaciones de tipo jurdico como
las doctrinas Calvo o Drago. En los comienzos de la postguerra la CEPAL pre
sent una poderosa visin acerca de las relaciones econmicas centro-periferia.
Bajo el influjo cada vez ms indirecto de ese esquema se desarrolla primeramente
el enfoque de la dependencia, que se abre a factores no econmicos y proporciona
una explicacin ms completa acercq de las caractersticas de la insercin externa
de Amrica Latina, explicacin que result ser excesivamente holstica, determi
nista y tautolgica; al mismo tiempo, y como respuesta a esta situacin de depen
dencia, surge el nfasis en la integracin latinoamericana; la insuficiencia de estos
dos enfoques como denuncia y como proyecto, respectivamente, lleva a profundi
zar el anlisis de la potencia dominante, que explica tanto la dependencia como la
290 Luciano Tomassini
falta de integracin de Amrica Latina: los Estados Unidos. Estos y otros nfasis
marcan las distintas etapas por que atraviesan los estudios internacionales dentro
de la regin acusando, de una u otra manera, una doble tendencia a ofrecer expli
caciones excesivamente globales o a reificar determinados temas (como los Esta
dos Unidos, la integracin o la dependencia), en desmedro de la apertura y el di
namismo que debera tener la comprensin de la realidad internacional contem
pornea, y dando lugar a una fuerte separacin entre cada etapa, a escuelas de
pensamientos radicalmente diferentes o a crculos de estudio con fuertes dificulta
des para interconectar sus respectivos temas. Estos factores explican, en apretada
sntesis, la evolucin de los estudios internacionales en Amrica Latina: su rezago
en comparacin con otras disciplinas, su heterogeneidad y su excesiva comparti-
mentalizacin, y su falta de un encuadramiento y un foco terico adecuados, fac
tor ste ltimo que -en mi apreciacin- explica las dems limitaciones.
Principales Desafos Planteados a la Disciplina
As como el desarrollo de los estudios internacionales a nivel mundial se de
bi a desafos provenientes del entorno histrico, as tambin en Amrica Latina
el remozamiento y auge de una disciplina que haba partido con retraso y que se
haba visto afectada por las limitaciones anteriormente sealadas se debi a la
emergencia de desafos reales, proveniente tanto del escenario internacional co
mo de la propia insercin de la regin en l.
El desarrollo de una disciplina acadmica y el nivel de excelencia que consi
ga es una cuestin que depende tanto de factores de forma como de sustancia. En
tre los primeros cabe sealar tres frentes que fue necesario atacar desde en un co
mienzo. El primero consisti en delimitar el mbito de las relaciones internacio
nales como campo de estudio acadmico y en evitar que ellas continuaran siendo
aquel "cajn de sastre" a donde iban a parar los aportes de otras disciplinas. El se
gundo, en destacar la relevancia de este tipo de estudios en un perodo en que au
ment considerablemente la complejidad y la influencia de los factores externos
que intervienen en el desarrollo de los pases latinoamericanos, como se ver ms
adelante. El tercero, en promover una mayor comunicacin e intercambio entre
los centro e investigadores dedicados a esta disciplina, a fin de hacer posible la
acumulacin de un cuerpo homogneo y compartido de conocimientos cuya nece
sidad se haba puesto de manifiesto como consecuencia de las dos consideraciones
anteriores.
Consideraciones sobre la enseanza... 291
En relacin con estos tres aspectos, las relaciones internacionales han reco
rrido un largo camino en Amrica Latina antes de lograr definir su campo de es
tudio y afirmarse como una disciplina dotada de especificidad propia. Durante
largo tiempo los estudios internacionales fueron monopolizados por la historia
diplomtica, los enfoques jurdicos o las concepciones geopolticas, debido a la
tradicional gravitacin de esas perspectivas y a las falta de una formacin moder
na en este campo. Ms adelante, como ya se ha dicho, los intemacionalistas deja
ron que su imaginacin fuera capturada por el anlisis de algunos procesos espe
cficos cuyo estudio les pareca constituir por s mismo una expresin de moderni
dad, como el sistema interamericano, la integracin europea y latinoamericana,
las proyecciones de la guerra fra, las organizaciones internacionales o las corpo
raciones transnacionales, temas que mantuvieron pertinazmente su prestigio an
largos aos despus de haber perdido la relevancia que una vez tuvieron o de ha
ber cambiado profundamente de naturaleza. De esta manera, la excesiva compar-
timentalizacin de los enfoques y la falta de una visin interdisciplinaria por un
lado y, por otro, la reificacin mtica de determinados temas que fueron congela
dos por los especialistas al margen de las mutaciones de la historia, postergaron
durante bastante tiempo el desarrollo de una reflexin cientfica de carcter acu
mulativo en este campo debido principalmente, como se ha expresado, al desinte
rs o confusin imperantes con respecto a los fundamentos tericos de la discipli
na.5
Estos avances de forma han hecho posible tambin atacar algunos proble
mas de sustancia en el desarrollo de la disciplina. En efecto, desde un punto de
vista sustantivo los desafos de la disciplina en Amrica Latina han girado funda
mentalmente en torno a la eleccin de enfoques adecuados. La creciente concien
cia acerca de la necesidad de abordar temas relevantes mediante instrumentos
analticos correctos implicaba la necesidad de adoptar claras opciones frente a las
principales cuestiones de carcter terico involucradas en la disciplina. Por las ra
zones varias veces anotadas estas opciones no siempre se adoptaron explcitamen
te, lo cual no significa que los distintos investigadores no tuvieran posiciones te
ricas implcitas, como aquel personaje de Molire que no saba que estaba hablan
do en prosa. Esta situacin fue inconveniente para el desarrollo de la disciplina.
Las cuestiones anteriormente mencionadas pueden agruparse en tres grandes
campos estrechamente relacionados entre s.
El primero se refiere a lo que constituye la sustancia misma de la poltica in
ternacional. La escuela clsica nos acostumbr a pensar que sta gira en torno a
los conceptos de poder y de seguridad, siendo esta ltima la condicin esencial
para la supervivencia del estado y, por lo tanto, el componente central y casi mo-
292 Luciano Tomassini
noplico del inters nacional, y el primero el medio por excelencia para que esa
condicin se diera. Morgenthau define la poltica internacional como una lucha
por el poder, mientras que Spykman sostiene que "toda vida civilizada descansa en
ltima instancia en el poder", y que para asegurar su supervivencia los estados
"deben hacer de la preservacin o del mejoramiento de sus posiciones de poder el
principal objetivo de su poltica exterior".6 Esto conduce a un razonamiento tau
tolgico en que los medios terminan por identificarse con los fines y en que la
acumulacin de recursos de poder pasa a relegar a un segundo plano todos los de
ms objetivos de la poltica internacional, como se advierte en Morgenthau cuan
do afirma que los estadistas actan en trminos de "intereses definidos como po
der", o en pensadores polticos de alcance ms amplio como Lasswell quien habla
ba del "uso del poder para la adquisicin de ms poder o de otros valores".7 Al
adoptar este enfoque, esos estudios tendieron a concentrarse en los medios utili
zados en la poltica internacional, perdiendo de vista los fines o los intereses re
ales que persiguen los actores que intervienen en ella. Mediante su participacin
en el sistema internacional las naciones y los dems actores tienden, en definitiva,
a obtener la satisfaccin de determinados intereses o valores a lograr ciertos obje
tivos. El desarrollo y la complejidad de las modernas sociedades nacionales, y del
sistema internacional en que stas participan, ha desbordado los conceptos de po
der y de seguridad centrando su interaccin en torno a los de interdependencia y
bienestar. Al lado de la seguridad de los estados, definida en trminos de supervi
vencia, toda una amplia gama de nuevos intereses hace su aparicin en el escena
rio externo, incluyendo factores econmicos, tecnolgicos, culturales, ticos o re
ligiosos, y ampliando extraordinariamente la agenda internacional de las nacio
nes. El anlisis de la poltica internacional desarrollado exclusivamente en trmi
nos de poder tiende a vaciar su interpretacin de todo contenido sustantivo, a
perder de vista los intereses concretos en torno a los cuales interactan los distin
tos grupos y se articulan sus relaciones de cooperacin o de conflicto, y a imprimir
a la visin de ese proceso un carcter ritual que lo convierte, como deca Toynbee,
en "un cuento narrado por un idiota" (Macbeth). Aun si histricamente pudo ser
comprensible la preferencia por los conceptos de poder y de seguridad tratndose
de la poltica internacional de las grandes potencias, pocas dudas caben acerca de
que este nfasis tiene mucho menos sentido cuando se trata de examinar la parti
cipacin internacional de los pases en desarrollo, y de que incluso para las prime
ras dichos conceptos han perdido gran parte de su valor interpretativo cuando se
trata de explicar o predecir el comportamiento de naciones o grupos que no pare
cen tan interesados en maximizar el poder como el bienestar o los valores asocia
dos con la calidad de la vida.
Consideraciones sobre la enseanza... 293
Un segundo grupo de opciones que se plantean como consecuencia directa
del primero se refiere a los enfoques tericos elegidos por los estudiosos de las re
laciones internacionales, ya sea en forma explcita o implcita como se sealaba
ms arriba, as como tambin a los usos de la teora. Antes de examinar sucesiva
mente ambos aspectos procurar precisar el papel que asigno a la teora del desa
rrollo de los estudios internacionales. Al insistir en ella a lo largo de este ensayo
no la estoy definiendo como una materia especfica dentro del estudio de las rela
ciones internacionales, que debera abarcar un espacio mayor dentro de la investi
gacin y la docencia que el reducido lugar que hoy ocupa, sino como una preocu
pacin que debera inspirar todas las manifestaciones generadas dentro de este
campo de estudio, servirles de punto de partida, delimitar su mbito, contribuir a
la eleccin de temas relevantes, ayudar a formular las preguntas pertinentes res
pecto de cada uno de ellos, orientar las investigaciones y convalidar sus principa
les resultados. Por muy diluidas que se encuentren dentro de las actividades de in
vestigacin o de docencia, y por muy poco tiempo que los estudiosos les dediquen
formalmente, las preocupaciones de ndole terica deberan servir para encauzar
directa o indirectamente esos estudios en un sentido ms fructfero. Se ha dicho
que la teora y la prctica son inseparables, que la primera no es sino una forma
racional de comprender y orientar la accin y que sta ltima es ciega sin la teo
ra, y se ha dicho tambin que la teora "es un componente demasiado importante
de la investigacin emprica como para ignorarla o dejarla entregada exclusiva
mente a los filsofos".8 Volviendo a los dos aspectos sealados al comienzo, en
cuanto al tipo de enfoque escogidos por los especialistas, cabe sealar que por re
gla general stos han prestado escasa atencin a estas materias y que, de los tres
grandes debates desarrollados durante este siglo, los dos primeros pasaron en for
ma relativamente ms inadvertida mientras que con respecto al ltimo, concer
niente a la naturaleza misma del sistema internacional y a su estructura, el punto
de referencia terico de los estudiosos ha sido generalmente el realismo slo con
trovertido, por algunos sectores, desde puntos de vista ms ideolgicos que cient
ficos y epistemolgicos. Es as como desde los ngulos ms progresistas l fealis-
mo ha sido atacado como una pantalla poltica para encubrir proyectos conflicti
vos, imperialistas, o agresivos, incluso largo tiempo despus que el imperialismo
perdi si no toda su vigencia gran parte de su tradicional fisonoma, en lugar de
ser atacado en cuanto un mapa cognitivo trazado a partir del paisaje internacional
de otras pocas que posee una capacidad descriptiva e interpretativa cada vez me
nor con respecto a la cambiante y compleja realidad internacional contempornea
y que, como se sealaba en el acpite anterior, deja fuera de su campo visual una
proporcin cada vez mayor de los temas, agentes y procesos que hoy configuran
esa nueva trama. El segundo aspecto se refiere a los usos de la teora. Stanley
Hoffmann distingua tres tipos desde esta perspectiva: la teora normativa, esto
294 Luciano Tomassini
es, orientada a definir como debera ser el sistema internacional; emprica u
orientada a analizar el comportamiento de los distintos actores y procesos y, por
ltimo, prctica, es decir, fundamentalmente interesada en contribuir a la solu
cin de problemas y al diseo de polticas.9 Aunque tanto ste como otros autores
previenen contra el peligro de un ethos acadmico orientada hacia la praxis, y sos
tienen que en el largo plazo slo las generalizaciones basadas en rigurosos proce
dimientos de amplificacin emprica pueden suministrar una base firme para la
formulacin de polticas y la adopcin de decisiones, no es posible ignorar que la
urgencia con que los acontecimientos internacionales golpean sobre los pases en
desarrollo hacen muy difcil para ellos seguir ese procedimiento en forma riguro
sa. Sin embargo, si bien como sealaba Kaynes "en el largo plazo, todos estaremos
muertos, y tal vez tambin en el corto plazo", no es menos cierto que como deca
Hoffmann "el cientificismo prctico es una forma de impaciencia poltica" que
puede tener consecuencias negativas tanto para la actividad acadmica como para
sus ampliaciones en el plano operativo.
El ltimo grupo de cuestiones se refiere a la importancia relativa que pue
den adquirir los diferentes elementos que intervienen en las relaciones internacio
nales segn el esquema interpretativo que se escoja. Estos elementos se han
transformado y ampliado extraordinariamente durante los ltimos decenios como
consecuencia de la profunda transformacin experimentada por el escenario in
ternacional. Ya se ha sealado que la importancia asignada a la seguridad como
objetivo central de los estados privilegi el concepto del poder como el instru
mento por excelencia para conseguir ese objetivo, y nos ofreci una visin estado-
cntrica del sistema internacional tomada de la fsica, que lo conceba como un
planetario en que los distintos estados nacionales interactan entre s jerarqui
zndose de acuerdo con sus respectivas cuotas de poder, actuando generalmente
como actores racionales y unitarios, y apelando fundamentalmente a los medios
diplomticos, jurdicos y sobre todo militares de que disponen los estados para
poner en juego sus recursos de poder a fin de manejar dichas relaciones.10 Poste
riormente, el avance de la distensin y el ensanchamiento del margen de seguri
dad de las grandes potencias, conjuntamente con el surgimiento de una serie de
factores no milit: es en la poltica mundial como consecuencia de la configura
cin de un sistema internacional cada vez ms transnacionalizado, y dominado
por factores econmicos, tecnolgicos y socio-culturales desplaz estos conceptos
del centro de la poltica exterior, aunque no siempre este fenmeno haya sido re
conocido oportunamente por los acadmicos. Cuando se public por primera vez
la revista Estudios Internacionales, en 1967, Claudio Vliz observaba que "el re
troceso de la marea alta de la guerra fra ha dejado al descubierto las elevadas
cumbre de los intereses nacionales"; diez aos ms tarde puede afirmar en esa
Consideraciones sobre la enseanza... 295
misma publicacin que "el retiro ulterior de las aguas ha hecho emerger la llanura
de los intereses econmicos-sociales, obligando al estado a asumir un nmero cre
ciente de compromisos, y tornndolo al mismo tiempo ms sensible a las fluctua
ciones provenientes de sus relaciones externas".11
En efecto, las grandes transformaciones que han tenido lugar en el campo
poltico, econmico, tecnolgico, social y cultural han dado lugar a un sistema in
ternacional de nuevo cuo, caracterizado por un considerable grado de fluidez y
pluralismo en comparacin con el sistema bipolar de la postguerra. Emergen nue
vos centros de poder mundial. Se fortalecen y diversifican las sociedades naciona
les, persiguiendo una gama cada vez ms variada de intereses, cuya satisfaccin
muchas veces depende de lo que ocurra en el contexto externo. Se acrecienta la
interpenetracin entre esas sociedades. La agenda internacional se vuelve ms
amplia, menos jerarquizada y ms compleja, dejando de estar exclusivamente do
minada por consideraciones vinculadas con la seguridad e incorporando una gama
mucho ms variada de intereses. A su vez los temas incluidos en esta nueva agen
da son manejados por un elenco de actores mucho mayor que en el pasado. El es
tado deja de monopolizar el manejo de las relaciones externas y nuevos agentes
gubernamentales y no gubernamentales comienzan a intervenir en ellas, poniendo
en juego recursos de poder no tradicionales, y actuando en arenas que desbordan
aquellas dentro de las cuales tradicionalmente la poltica internacional haba esta
do confinada. La distincin entre poltica interna y poltica exterior, o entre alta y
baja poltica internacional, se desdibuja. La estructura internacional se vuelve
ms compleja, ms interdependiente y ms dinmica, aunque tambin ms frag
mentada y ms incierta. Las interpretaciones reduccionistas de la escuela clsica, y
la tendencia de los especialistas a reificar los distintos temas analizndolos en for
ma completamente separada, comienzan a resultar cada vez ms insuficientes pa
ra dar cuenta de la realidad internacional contempornea.12
La dificultad para integrar las distintas perspectivas profesionales a travs
de las cuales los especialistas se acercaban al estudio de sus respectivos temas y
para conectarlos entre s, en vez de mantener su tratamiento completamente se
parado, a fin de lograr una mejor comprensin de la realidad internacional; para
mantener una actitud ms abierta y ms dinmica frente a los temas emergentes
en vez de reificar y congelar en el tiempo los ms tradicionales; para manejar con
verdadero inters y competencia tcnica una agenda ms diversificada y ms cam
biante; para desarrollar el dilogo y la colaboracin entre los investigadores, y pa
ra acceder a una visin autnticamente interdisciplinaria de las relaciones inter
nacionales, todas ellas cuestiones que se cuentan entre las principales dificultades
que han enfrentado los estudios internacionales en Amrica Latina, han dependi
296 Luciano Tomassini
do de la capacidad de tomar opciones adecuadas en los tres campos anteriormen
te sealados.
Algunas Implicaciones en Relacin con la Docencia
Los programas docentes en relaciones internacionales son bastante recien
tes pero se estn expandiendo muy rpidamente. Las dos principales excepciones
a esta regla las constituyen el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio
de Mxico y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, a
nivel de licenciatura y de post-grado respectivamente, que se inician en los aos
sesenta. Estas dos experiencias iniciales son muy reveladoras de los principales
problemas que habra de enfrentar posteriormente la docencia en este campo y
sus posibles soluciones. As, por ejemplo, ambas establecieron desde un comienzo
una relacin adecuada entre docencia e investigacin, al asignar mucha importan
cia a esta ltima, particularmente, en el caso del Instituto de Estudios Internacio
nales que se inspir fuertemente en el modelo ingls de Chatham House (que in
cluso no tiene programas de enseanza). Distinta fue su respuesta en cambio en
relacin con otro problema importante cual es el de la especificidad de la discipli
na, especificidad que lejos de estar garantizada era problemtica, pues se trataba
de diferenciar los estudios internacionales dentro de la tradicin ms antigua de
las ciencias sociales en Amrica Latina, y respecto a lo cual la primera de las insti
tuciones mencionadas opt por dedicar ms atencin a la poltica interna y exter
na mexicana y la segunda, a las relaciones internacionales propiamente dichas.
Otro problema se refiere a la coherencia interna de la enseanza y a su concentra
cin en los aspectos ms relevantes de la disciplina, problema que no fue resuelto
satisfactoriamente en ninguno de ambos casos ni en otros posteriores, que se ba
san ms bien en un mosaico temtico como el que se describir ms adelante.
A partir de esta situacin inicial, los programas docentes en relaciones in
ternacionales han proliferado considerablemente, sobre todo durante el ltimo
decenio, en respuesta a desafos muy concretos a algunos de los cuales se ha he
cho referencia ms arriba. La profunda transformacin que por aquel entonces es
taba experimentando el escenario externo, el incremento de la integracin inter
nacional de los pases latinoamericanos, y la creciente complejidad e interdepen
dencia entre los distintos temas, con la consiguiente politizacin de problemas
que antiguamente haban sido reservados a la esfera militar, econmica o finan
ciera, determinaron que en los ltimos aos se asignara una importancia mucho
mayor que en el pasado al estudio de las relaciones internacionales y que tales es
Consideraciones sobre la enseanza... 297
fuerzos procuraran ampliar y diversificar su temario o sus programas -no siempre
con xito- para poder dar cuenta de las nuevas realidades.
Los principales problemas que a mi juicio han enfrentado los programas do
centes en esta disciplina giran en torno a su heterogeneidad y a sus dicotomas. La
primera se refiere a la que existe entre las academias en que se forma el personal
que ingresa a la carrera diplomtica y los programas universitarios -o paralelos-
existentes en este campo, una dualidad que raramente se da en otras profesiones y
que no ha podido ser salvada mediante el establecimiento de mayores vnculos de
comunicacin y de intercambio entre ambos mbitos. La segunda se debe a la co
existencia de cursos a nivel de pre y de post grado que, a diferencia de lo que suele
ocurrir en otras reas, se han desarrollado separadamente, sin obedecer a ningn
proyecto y sin que exista una cierta secuencia o integracin entre ellos, de tal ma
nera que las carreras de pre-grado generalmente no generan programas de nivel
superior y los post-grados estn basados en el aire, sin que en el pas o en el me
dio respectivo existan carreras de pre-grado, con la consiguiente falta de integra
cin y de coherencia entre ellas. La tercera, y sin duda la ms grave, que se ha co
rregido en parte pero no se ha superado, radica en la coexistencia de programas
docentes reales junto a otros "de papel", que slo tienen el nombre pero no la sus
tancia que hoy deben poseer los estudios internacionales, ya sea por la escasez, la
calidad o la obsolescencia de los elementos con que cuentan. Una cuarta dicoto
ma consiste en el desarrollo de orientaciones y contenidos excesiva e injustifica
damente diferentes como consecuencia de la localizacin geogrfica de los distin
tos programas docentes. Una ltima se refiere a la persistente dificultad con que
se ha tropezado en muchos casos para superar la heterogeneidad que se advierte
en los cursos o contenidos de los programas respectivos, esto es, en su curricula.
Me referir con mayor detencin a estos dos ltimos puntos.
Muchos de los programas surgidos durante el ltimo perodo, y muy parti
cularmente durante los ltimos dos aos, acusan excesivamente el origen, las
prioridades y las limitaciones del mbito nacional o subregional en que se crea
ron. Esto se debe generalmente a una combinacin de tres factores: la limitacin
de los recursos humanos disponibles al comienzo, los intereses, problemas y prio
ridades propios de ese mbito geogrfico, y la orientacin de las instituciones o
personas que asesoraron esos programas en su primera etapa. As, por ejemplo,
hace ya tiempo el grueso de los estudios internacionales en Mxico se orient ha
cia los Estados Unidos, arrastrando en la misma direccin algunos programas de
otros pases que tenan una vinculacin con los Estados Unidos o una insercin
internacional muy diferente. En el mismo sentido, con posterioridad surgieron
programas centrados en cuestiones estratgicas en pases dominados por regime-
298 Luciano Tomassini
nes militares, en problemas de seguridad de naturaleza un tanto diferente en pa
ses con importantes conflictos limtrofes pendientes, o en el fenmeno de la de
pendencia en pases de menor desarrollo econmico relativo, como algunos del
Caribe. Es ciertamente natural y necesario que la enseanza de las relaciones in
ternacionales, cuyo contenido es esencialmente contingente e histrico, se centre
en los intereses del pas o de la regin en que se imparte. Pero ello no debe ir en
desmedro del ncleo bsico de la disciplina. En estos casos de lo que se trata es de
asegurar que estos programas tengan acceso a ese ncleo bsico, vinculado con
los aspectos centrales de la disciplina y respaldado por una masa crtica adecuada
de acadmicos y bibliografa, sin dejar de orientar el grueso de su periferia hacia
el estudio de los temas de mayor inters especfico para el lugar respectivo.
El ltimo de los cinco problemas mencionado ms arriba se refiere a la per
sistencia de programas que ofrecen un mosaico de cursos sobre diversos temas
que aunque efectivamente ocupan un lugar ms o menos importante dentro de la
disciplina estn muy poco conectados entre s y, sobre todo, no se imparten a par
tir de una formacin terica y emprica lo suficientemente profunda como para
permitir al estudiante integrar esas diversas materias, e incluso abordar por cuen
ta propia otros temas importantes no contemplados en los programas respectivos.
Esta deformacin se puede dar bajo dos modalidades. La primera, y tal vez la ms
comn, se encuentra en aquellos programas que ofrecen un men de temas tales
como el sistema interamericano, la integracin latinoamericana, el derecho del
mar, la cuestin antrtica y otros cuya importancia relativa es discutible y cuya su-
matoria no reemplaza una autntica formacin en relaciones internacionales. La
otra modalidad consiste en ofrecer cursos aparentemente ms relevantes pero a
los cuales les falta una base metodolgica previa, como cuando se estudia el pano
rama de la poltica internacional contempornea sin una base slida en teora de
las relaciones internacionales, cursos relacionados con los aspectos internaciona
les del comercio, la inversin o las empresas transnacionales sin una buena forma
cin en relaciones econmicas internacionales, o estudios sobre polticas exterio
res nacionales o comparativas sin una slida formacin metodolgica en cuanto al
anlisis y formulacin de esas polticas. Resulta interesante comprobar aqu que
el origen de estas situaciones se encuentra en otro crculo vicioso, consistente a
que esos mosaicos se han ido construyendo por razones histricas vinculadas
principalmente con la disponibilidad o preferencias de los profesores, los que lue
go no son capaces de adecuar y racionalizar esos programas por falta de una base
terica y metodolgica comn que les permita tanto efectuar esos cambios como
comunicarse entre ellos.13
Consideraciones sobre la enseanza... 299
Quisiera terminar formulando tres sugerencias muy simples en relacin con
la estructuracin de un post-grado en relaciones internacionales, en adicin a las
recomendaciones habituales que naturalmente comparto, como la de disponer de
un elenco de profesores calificados y homogneo, exigir una dedicacin de tiempo
adecuada a los profesores y estudiantes, emplear mtodos activos que estimulan
la participacin de estos ltimos, incluir con tal objeto seminarios o talleres, y re
querir un nivel elevado de lectura, con buenas bibliografas y una biblioteca apro
piada para ello. El primero se refiere al tema con que comenzamos estas reflexio
nes, esto es, a la necesaria vinculacin que debera existir en un post-grado entre
docencia e investigacin, comenzando por los profesores, y esto no tanto para
asegurar la calidad de la enseanza cuanto la flexibilidad y la coherencia del curri
cula (pues la causa principal de la preferencia por el modelo del "mosaico" es que
cada profesor sabe su cosa, sea que la haya aprendido en el curso de una exitosa
carrera profesional o, lo que es peor, de una actividad acadmica unilateral y mo-
notemtica, y que en el fondo no investiga). Lo segundo se refiere a lograr un
equilibrio adecuado entre un ncleo de materias bsicas para la enseanza mo
derna de la disciplina, de carcter terico, metodolgico o histrico, y las dems
materias especficas escogidas por cada programa en funcin de sus intereses aca
dmicos, nacionales o polticos. Con base en mi propia experiencia sugiero que
dentro de ese ncleo deberan incluirse cursos extremadamente serios, por lo me
nos, sobre teora de la relaciones internacionales, el sistema internacional con
temporneo, relaciones econmicas internacionales, anlisis y formulacin de la
poltica exterior y relaciones internacionales latinoamericanas. Naturalmente que,
si se asegura ese ncleo, resulta indispensable que las dems materias especficas
tengan un mnimo de coherencia epistemolgica con l y, adems, sean flexibles,
no se congelen en el tiempo, sino que vayan cambiando de acuerdo con la alter
nancia de las prioridades en el mundo real de las relaciones internacionales (lo
que slo es posible, precisamente, en la medida en que se definan a partir de las
categoras de anlisis proporcionadas por ese ncleo bsico). En tercer lugar es
necesario mantener un alto nivel de comunicacin dentro del cuerpo de profeso
res del programa, orientada fundamentalmente a la evaluacin permanente del
mismo, con el doble objetivo de compatibilizar lo ms posible el contenido de los
distintos cursos y de introducir peridicamente en el programa los ajustes necesa
rios para abordar nuevos problemas. Es asombroso el grado de incomunicacin
que suele existir entre los profesores de un mismo departamento o instituto, o la
falta de inters o de medios que posee la direccin de los mismos para mejorar es
ta situacin, habiendo podido comprobar que en muchos casos existe una comu
nicacin mucho ms estrecha entix. investigadores provenientes de pases muy
distantes pero involucrados en temas comunes o proyectos de investigacin con
juntos que entre stos y sus colegas en sus propios institutos. El escepticismo
300 Luciano Tomassini
frente a la posibilidad de abordar estas tres tareas generalmente es fruto del mie
do a la excelencia.14
Un aspecto que excede los lmites de estas reflexiones, centradas en algunos
de los problemas que afectan la docencia en materia de relaciones internacionales
dentro del desarrollo general de la disciplina, pero que tiene una vinculacin muy
importante con el tema, es el de la utilidad de estos estudios para la formulacin
de la poltica internacional y los servicios exteriores. Ya se han hecho algunas re
ferencias marginales al respecto, sea en relacin con la vertiente prctica de la dis
ciplina dentro de la clasificacin de Stanley Hoffmann, sea al sealar la separa
cin existente entre la formacin impartida por las academias diplomticas y por
las universidades y otras instituciones acadmicas en otro lugar de este trabajo. El
punto no es tan ajeno a la problemtica de la enseanza de las relaciones interna
cionales, en la medida en que se acepte como un verdadero paradigma de las cien
cias sociales la necesidad de servir para la formulacin de las polticas, tan impe
riosas como la de que stas sean informadas por la reflexin intelectual y tcnica.
Esta interaccin ha sido muy escasa en Amrica Latina a diferencia de lo que ocu
rre en los pases ms avanzados. En otras oportunidades he sealado que los estu
dios internacionales que se desarrollan en torno a esta problemtica experimen
tan un triple desequilibrio en esta parte del mundo. El primero, que ha ido siendo
superado con los aos, se refiere a que los trabajos dedicados a esta disciplina son
pocos en comparacin con aquellos vinculados a otras reas de las ciencias socia
les. El segundo, dentro ya de los estudios internacionales, radica en la poca aten
cin que se ha prestado de la poltica exterior de los pases en contraste con el es
tudio de las relaciones internacionales en sus aspectos globales. El tercero, referi
do precisamente a los estudios sobre poltica exterior, consiste en la escasez de
aportes metodolgicos y profesionales frente a la preferencia de los acadmicos
por el anlisis de situaciones histricas o actuales relevantes de carcter concre
to.15 Estos desequilibrios se traducen en el doble problema de que los resultados
de los estudios concernientes a las relaciones internacionales a nivel global no
siempre son tiles para el quehacer especfico de la poltica exterior, y en que los
estudios histricos y comparativos acerca de la poltica externa de las grandes po
tencias o de los pases latinoamericanos no siempre entregan herramientas de
anlisis a los que deben formular e implementar esa poltica, instrumentos que
muchas veces se nutren de estudios de casos pero que no consisten en la repeti
cin de esas experiencias sino que exigen desarrollar una metodologa que ya ha
recorrido un largo camino en los pases avanzados y que permite dar respuestas
apropiadas a una pluralidad de situaciones emergentes en un escenario muy din
mico. Este estado de cosas se debe principalmente a tres factores. El primero con
siste en la natural privacidad de las instancias en que se formula la poltica exte
Consideraciones sobreia enseanza... 301
rior en nuestros pases debido a la delicadeza e importancia de los temas aborda
dos por ellas: El segundo, a la pertinaz desvinculacin entre el estado y la socie
dad civil en nuestros pases (incluyendo dentro de esta ltima el quehacer acad
mico), un fenmeno al cual ya me he referido en relacin con nuestra incapacidad
para articular el tringulo de Sbato. El tercero tiene que ver con la tendencia de
nuestros servicios diplomticos, en razn de la delicadeza misma de su cometido,
a confiar en la jerarqua, el buen juicio y la experiencia, y con su desconfianza
frente a la importancia de lo que los anglosajones denominan policy Sciences, que
en este campo se han traducido en un importante cuerpo de conocimiento acerca
de los mtodos aplicables al anlisis y formulacin de la poltica exterior, los di
versos sistemas existentes para la gestin de los servicios exteriores, las alternati
vas empleadas en el proceso de adopcin de decisiones o el uso de tcnicas mo
dernas de negociacin internacional, y otros aspectos similares que prcticamente
no se encuentran reflejados en los programas docentes que se desarrollan en este
campo.16
NOTAS
1. J. Der Derian, "The Bounderes of Knowledge and Power in International Relations", en J. Der
Derian y M. J. Shapiro (editores), Intemational/Intertextual Relations: Postmodern Readings in
World Politics, Lexington Books, 1989.
2. Para un resumen de estos tres debates ver L. Tomassini, Teora y Prctica de la Poltica Interna
cional, Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1989, Captulo II. Ver tambin R.
Maghroori y B. Ramberg (editores), Globalisai versus Realism: International Relations Third
Debate, Boulder, Co. Westview Press, 1982; M. Smith, R. Little y M. Schackleton, Perspective on
World Politics, Londres, Open University, 1981, y P. R. Viotti y M. V. Kaupi, International Rela
tions Theory: Realism, Pluralism, and Globalism, Mac Millan, 1987.
3. M. Bunge, Epistemology and Methodology: Understanding the World, Boston, Reidel, 1983.
4. C. Bergsten (editor), The Future o f the International Economic Order: An Agenda for Research,
Lexington Books, 1973, pp. 138-139.
5. Para examinar estos aspectos con mayor detalle ver L. Tomassini, "Los Estudios Internacionales
en Amrica Latina: una Experiencia Regional, en R. E. Perina (editor), El Estudio de las Rela
ciones Internacionales en Amrica Latina y el Caribe, Buenos Aires, GEL, 1989 pp. 216-220.
6. N. J. Spykman, America s Strategy in World Politics, Nueva York, Hardcourt Brace, 1942, p. 7.
7. H. J. Morgenthau, Politics Among Natiotts, Nueva York, Alfred Knot, 1958, p. 5 y H. Lasswell,
Power and Personality, Nueva York, Norton, 1948, p. 30 (el subrayado es nuestro).
8. La primera afirmacin corresponde a L. Tomassini, Teora y Prctica de la Poltica Internacio
nal, op., cit., Introduccin, y la segunda a D. W. Fische y R. A. Schweder (editores), Metatheory
in Social Sciences, University of Chicago Press, 1986, p.3.
302 Luciano Tomassini
9. S. Hoffmann, Contemporary Theory in International Relations, 1960, p. 27 (hay traduccin espa
ola en editorial Tecnos, Madrid).
10. La imagen del planetario es evocada por la racionalizacin estructuralista del realismo clsico
hecha por K. Waltz, Theory o f International Politics, Mass., Addison-Wesley, 1979, y explicitada
por sus crticos: ver R. Ashley, "The Poverty of Neorrealism", en International Organization
Vol. 38, N 2.
11. Ver Estudios Internacionales N 1 (abril-julio de 1967) y N 10 (octubre-diciembre de 1977)
respectivamente.
12. Ver, entre otros, los trabajos publicados bajo la coordinacin de L. Tomassini en El Proceso de
Transnacionalizacin y el Desarrollo de Amrica Latina, Buenos Aires, GEL, 1984, de cuya in
troduccin estn tomados estos pasajes.
13. Propongo como ejemplo de lo dicho los cursos sobre integracin que existen en muchos de es
tos programas, los cuales no slo mantienen en el tiempo la enseanza de una problemtica que
ha perdido parte de la importancia o viabilidad que se le haba atribuido en el pasado, sino que
adems la ensean en trminos que no son los mismos en que este fenmeno se presenta hoy.
14. Desgraciadamente los intercambios entre acadmicos de distintos pases, promovidos a travs
del RIAL, de otros esquemas subregionales o del contacto directo entre los centros, por regla
general se refieren a tareas de investigacin y no de docencia. Esto no ocurri con el desarrollo
de la sociologa en Amrica Latina (agrupadas en ALAS) o de las ciencias sociales en general en
la regin (cuyo punto focal ha sido FLACSO), pues las instituciones afiliadas a dichas organiza
ciones abordaron desde un comienzo tanto la investigacin como la enseanza. De all la conve
niencia de Henar el vaco dejado por la falta de comunicacin entre los programas de enseanza
en relaciones internacionales, por lo menos en nivel de post-grado, justificndose plenamente la
asignacin de una fraccin de los recursos de que disponen las instituciones respectivas a en
cuentros selectivos destinados a comparar experiencias sobre la materia.
15. Ver L. Tomassini, prlogo a Teora y Prctica de la Poltica Internacional, op., cit., as como tam
bin su prlogo a H. Muoz (editor), Chile: Poltica Exterior para la Democracia, Santiago, Pe-
hun, 1989. A
16. Entre las pocas excepciones registradas a este respecto cabe mencionar el trabajo de A. Van
Klaveren, "El anlisis de Poltica Exterior Latinoamericana: Perspectivas Tericas" en H. Mu
oz y J. Tulchin,(editores), De la Autonoma y la Subordinacin: Poltica Exterior de los Pases
Latinoamericanos, Buenos Aires, GEL, 1984, as como tambin la introduccin por J. C. Puig al
libro editado por ste, Amrica Latina: Polticas Exteriores Comparadas, Buenos Aires, GEL,
1984. Ver tambin algunos trabajos de la primera parte del libro de J. Drekonja y J. G. Totak-
lian, Teora y Prctica de la Poltica Exterior Latinoamericana, Bogot, CEREL,1983; en varios
autores, Anlisis y Formulacin de la Poltica Exterior, Documento de Trabajo N 1 del Proyecto
de Cooperacin con los Servicios Exteriores de Amrica Latina PNUD/CEPAL. Para algunos
casos nacionales hay elementos al respecto en C. Prez Llana, Reinsercin Argentina en el Mun
do: Entre la Poltica Exterior Esquizofrnica y la Poltica Exterior Independiente, Buenos Aires,
CID; 1983, en H. Muoz (editor), Chile: Poltica Exterior para la Democracia, op. cit.; en varios
trabajos de R. Pardo y J. C. Tokatlian en el caso de Colombia, y en M. Hirst (editor) Continui
dad y Cambio en las Relaciones entre Estados Unidos y Amrica Latina, Buenos Aires, GEL,
1987.
Se termin de imprimir
en noviembre de 1991
los Talleres Grficos Edigraf S. A.,
Delgado 834, Buenos Aires