Monografico Arte Andalusí (Artigrama)
Monografico Arte Andalusí (Artigrama)
Monografico Arte Andalusí (Artigrama)
Monogrfico:
Arte andalus
01. Borrs (15-35) 5/6/08 08:33 Pgina 15
En la edicin de este monogrfico, se ha respetado el sistema de transcripcin
de los nombres rabes utilizado por cada uno de los autores.
Estado actual de los estudios sobre arte andalus:
introduccin
GONZALO M. BORRS GUALIS*
Resumen
Este monogrfico ofrece en once trabajos una visin sinttica y actualizada, acompaada
de bibliografa crtica, sobre los principales temas del Arte andalus. Por ello, la Introduccin
se dedica a unas consideraciones previas sobre la propuesta del trmino andalus, sobre la pro-
blemtica general de los temas tratados en el monogrfico y sobre la pertinencia de los autores
invitados, y, por ltimo, se aade una breve nota sobre las Instituciones y Revistas relaciona-
das con el arte andalus.
This monograph offers eleven essays on the main topics of al-Andalus art, all of them
synthetic and update analysis, provided with selected bibliography. Thus, the Introduction revol-
ves around some previous considerations that embrace both the proposal of the term Andalus
and the general problems faced in this monograph. Finally, this Introduction presents all the
relevant and pertaining authors who participate in this monograph, as well as some institu-
tions and reviews involved with al-Andalus art.
* * * * *
Ante la propuesta de la directora de Artigrama, la profesora Mara
Isabel lvaro Zamora, de dedicar este monogrfico de la revista al arte
andalus, y su ofrecimiento de coedicin al Instituto de Estudios Islmi-
cos y de Oriente Prximo (centro mixto entre las Cortes de Aragn, el
Consejo Superior de Investigaciones Cientficas y la Universidad de Zara-
goza), del que soy director desde el ao 2002, adems de que me hiciese
cargo de la coordinacin del mismo, le suger, y as lo propuso para su
refrendo al Consejo de redaccin de la revista, que en esta ocasin el
monogrfico tuviese un planteamiento y contenidos diferentes al de otras
ediciones anteriores. Por ello el objetivo de este monogrfico no radica
tanto en aportar nuevas investigaciones o estudios sobre el arte andalus,
una tarea necesaria a la que se dedican con carcter permanente revis-
tas e instituciones especializadas, de las que se hace mencin ms ade-
lante, sino en ofrecer un panorama de conjunto sobre el arte andalus,
renovado y actualizado, en una sntesis que se desea sencilla y accesible,
a modo de vademecum para uso de los alumnos universitarios y de cual-
Artigrama, nm. 22, 2007, 17-35 I.S.S.N.: 0213-1498
* Catedrtico de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza.
quier estudioso, donde, sin renunciar al rigor acadmico exigible, los
temas principales del arte andalus son abordados en unos textos sint-
ticos, que adems se acompaan de una bibliografa seleccionada y cr-
tica.
Por ello la primera anotacin de esta Introduccin debe ir encami-
nada a justificar el enfoque de este monogrfico sobre el arte andalus,
que se propone a modo de manual con estados de la cuestin, cuya razn
no es otra que la necesidad sentida desde la docencia universitaria espa-
ola en esta materia, una docencia que se inscribe en el actual marco de
las titulaciones (de grado y de master) en Historia del Arte. En efecto,
cada vez resulta ms dificultoso ofrecer en esta materia en las aulas uni-
versitarias unos contenidos de carcter general que respondan al estado
actual de los conocimientos, situacin que puede agravarse cada vez ms
y de la que es testimonio la evidente carencia de manuales actualizados.
En opinin de este introductor una sntesis actualizada y crtica sobre el
arte andalus era una tarea pendiente, de patente necesidad, que este
monogrfico ha pretendido paliar en alguna medida.
Los estados de la cuestin, como es sabido, constituyen un gnero li-
terario de larga tradicin acadmica, que ha sido cultivado con brillan-
tez por la historiografa, pero que, atendida la progresiva intensidad y
marcada especializacin de los estudios acadmicos, ofrecen cada vez
mayor dificultad para un slo autor, sobre todo si la materia estudiada
abarca un marco histrico dilatado, como en el caso del arte andalus,
que transcurre entre los siglos VIII y XV, que a su vez queda subdividido
en periodos, que vienen siendo objeto de estudios especializados (cor-
dobs, taifal, almorvide, almohade y nazar). A esta amplitud cronol-
gica se suman no slo la riqueza y variedad de las manifestaciones arts-
ticas andaluses sino la interdisciplinariedad de su estudio en el momento
actual, ya que es preciso tener en cuenta y cohonestar numerosas infor-
maciones, que proceden tanto de las fuentes escritas, rabes y cristianas,
como de los resultados de las excavaciones arqueolgicas y de los levan-
tamientos planimtricos cada vez ms complejos, con ayuda de la foto-
grametra y de la infografa. No siempre un slo investigador domina con
idntica fluidez todos los posibles mtodos de trabajo, por lo que desde
aqu se valora positivamente la diversidad profesional de los estudiosos
del arte andalus en el momento actual, entre los que destacan tanto los
historiadores del arte como los arquitectos, los arquelogos y los fillo-
gos, aunque algunos de ellos reunen a la vez varias de estas capacidades
profesionales.
Teniendo en cuenta todos estos factores, ante todo era obligado selec-
cionar los temas bsicos a tratar y encontrar los autores ms idneos para
18 GONZALO M. BORRS GUALIS
su desarrollo y dispuestos adems a ofrecer la generosidad intelectual de
ajustarse a los planteamientos antes expuestos y a dedicarle el tiempo
necesario en medio de sus acuciantes tareas acadmicas y profesionales
de todo tipo. Esta ha sido una grata misin que hemos compartido la
directora de la revista y este introductor, teniendo que agradecer a todos
los requeridos que hayan respondido afirmativamente a nuestra llamada.
El resultado, que a juicio de este introductor ha sido excelente, como
podr comprobar el lector, se ofrece en este monogrfico para disfrute
de todos, esperando que constituya una til herramienta de aproxima-
cin al arte andalus, a modo de esbozo o primer intento de ese manual
universitario ideal, del que carecemos por el momento.
Por ello, gracias a los once artculos sobre los temas seleccionados,
con sus ajustados resmenes y sus ponderados estados de la cuestin, esta
Introduccin puede limitar su objetivo a exponer el momento de los temas
seleccionados y la pertinencia de los autores invitados, con una mencin
final a las instituciones y las revistas especializadas en arte andalus, ante-
poniendo a todo ello una breve nota inicial sobre el trmino andalus.
Nota sobre el trmino andalus
No creo que resulte ociosa esta breve consideracin sobre el trmino
andalus como el ms correcto y preciso para designar tanto al arte como
al resto de las manifestaciones culturales del Islam durante su dominio
en la Pennsula Ibrica, hoy dividida polticamente entre Espaa y Por-
tugal, ya que si bien el uso acadmico del trmino andalus puede con-
siderarse consolidado, sin embargo es todava relativamente reciente,
habiendo desplazado a otros trminos anteriores y menos adecuados,
como los de arte rabe espaol y arte hispanomusulmn.
El trmino ms antiguo, y a la vez el ms obsoleto, es el de arte rabe
espaol, aunque todava en el ao 1951 daba el ttulo al volumen tercero
de la coleccin Ars Hispaniae, El arte rabe espaol hasta los almohades,
escrito por el gran maestro Manuel Gmez-Moreno. Al mismo magiste-
rio se debe que la ctedra de la Universidad de Madrid, por l desem-
peada hasta su jubilacin en 1940, llevase la denominacin de Arte
Medieval rabe y Cristiano. Equivalente es el trmino hispanorabe, que
ha dado nombre al Instituto Hispanorabe de Cultura de Madrid. El tr-
mino rabe, en el marco histrico-cultural, debe reservarse estrictamente
para una doble acepcin: la lengua rabe, por un lado y la etnia rabe,
originaria de la pennsula de Arabia, por otro. En la denominacin actual
de Estudios rabes e Islmicos, que ostentan diversos Departamentos uni-
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 19
versitarios, Escuelas e Institutos de investigacin, con el trmino rabe se
alude a la lengua y con el trmino islmico a la cultura histrica del Islam
en general.
Por lo que se refiere a los trminos musulmn e islmico, que se han
utilizado como equivalentes, es ms adecuado reservar el uso del sustan-
tivo musulmn para aludir a las personas, los musulmanes, y en todo caso
para denominar a la religin como la religin musulmana, mientras que
el adjetivo islmico resulta ms correcto para aludir a las cosas y en gene-
ral a los hechos culturales, y en concreto al arte, y por ende al arte isl-
mico. La denominacin arte islmico ha desplazado a la de arte musul-
mn, esta ltima de mayor arraigo en la tradicin cultural francesa.
Entre los estudiosos espaoles, por adscripcin a la tradicin cultu-
ral francesa, se ha utilizado hasta momentos recientes la denominacin
de Arte musulmn e hispano-musulmn. Bajo el ttulo de Crnica arque-
olgica de la Espaa musulmana se publicaron en la revista Al-Andalus
las prestigiosas aportaciones de Leopoldo Torres Balbs. Y, en el momento
actual, Arte musulmn e hispano-musulmn sigue siendo la denomina-
cin de la asignatura en los planes de estudio del departamento de His-
toria del Arte de la Universidad de Zaragoza, que debera ya modificarse
por la de Arte islmico y andalus.
La propuesta que se hace desde este monogrfico es la de utilizar el
trmino andalus en lugar del trmino hispano-musulmn. Ya se ha ano-
tado la inadecuacin del trmino musulmn para aludir a las manifesta-
ciones artsticas. El territorio de la Pennsula Ibrica fue denominado en
lengua rabe Alandals desde el primer momento de la invasin musul-
mana. Aqu se sigue para Alandals la transcripcin y la acentuacin man-
tenidas por el profesor Federico Corriente, experto en dialectologa rabe
andalus y norteafricana, quien, por un lado, propone la supresin del
guin entre el artculo y el nombre, frente a las transcripciones clsicas
de al-Andalus Al-Andalus, para simplificar la transcripcin y sus secue-
las bibliogrficas y adems defiende una acentuacin aguda, de donde
ha derivado el trmino actual andaluz, frente a posibles lecturas del tr-
mino con acento esdrjulo o grave. En un estudio reciente (Collectanea
Christiana Orientalia, 5, 2008, pp. 115-118) adems Federico Corriente ha
defendido asimismo la etimologa copta del trmino Alandals, con un
significado de situacin geogrfica, equivalente al suroeste.
El adjetivo andalus, que adems no ofrece problemas de transcrip-
cin ni de acentuacin, es el trmino ms correcto desde el punto de
vista histrico-cultural para designar al arte islmico de la Pennsula Ib-
rica, y con l quedan desplazadas las obsoletas denominaciones de arte
rabe espaol, de arte hispano-musulmn y de arte hispano-islmico.
20 GONZALO M. BORRS GUALIS
Sobre los temas tratados y los autores invitados
Los once temas aqu seleccionados y desarrollados constituyen un
repertorio bsico del arte andalus y atendida su trascendencia en el pro-
ceso de formacin y desarrollo del arte andalus no precisan de una jus-
tificacin prolija. Por un lado, en la primera parte, se tratan con carc-
ter monogrfico los monumentos capitales del arte andalus en cada uno
de sus periodos: la mezquita aljama de Crdoba y Madnat az-Zahr en
el periodo cordobs, la Aljafera de Zaragoza en el periodo de taifas, la
nueva mezquita aljama de Sevilla y los Reales Alczares en el periodo
almohade, y la Alhambra y el Generalife de Granada en el periodo anda-
lus. Todos ellos son monumentos emblemticos y a la vez compendio del
arte de su poca, al que nos introducen de modo ejemplar. El recorrido
por estos monumentos capitales permite que nos formemos una idea cabal
del proceso histrico y formal del arte andalus.
Estas monografas se completan en la segunda parte con una selec-
cin de temas generales de destacado inters. Cabra haber introducido
alguno ms, pero los elegidos son todos de obligada inclusin. En unos
casos se trata de tipologas arquitectnicas y urbansticas las fortifica-
ciones, la ciudad y la casa andaluses y en otros de las ms sealadas
manifestaciones de las artes decorativas la cermica y los tejidos anda-
luses. En todos ellos la sntesis es todava ms apretada al abordar el
desarrollo de cada tema durante todo el proceso histrico andalus, de
forma muy compendiada.
En los once temas tratados sus autores aportan, adems de su visin
actualizada del mismo, un excelente estado de la cuestin con observa-
ciones crticas sobre la bibliografa esencial, de modo que el lector sepa
a qu atenerse en cada caso y quede informado del estado actual de los
conocimientos sobre dicho tema. A juicio de este introductor cada tema
tratado entraaba sus dificultades peculiares que los autores han salvado
con acierto.
La mezquita aljama de Crdoba ha sido tratada por Juan Antonio
Souto Lasala, quien tiene en curso de preparacin una ms extensa Gua
de la misma para la coleccin Conocer Alandals, que edita el Insti-
tuto de Estudios Islmicos y de Oriente Prximo en Zaragoza. Paradigma
de todo el arte del periodo cordobs, la mezquita-catedral de Crdoba
ha contado durante el siglo XX con dos grandes estudiosos, ambos arqui-
tectos, Flix Hernndez Gimnez y Christian Ewert. Era conocida la pro-
verbial generosidad intelectual de don Flix Hernndez, de cuyo saber
se nutran cuantos se acercaban al monumento, incluidas las excelentes
sntesis de Leopoldo Torres Balbs; no obstante Flix Hernndez, tan poco
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 21
proclive a dar a la imprenta sus investigaciones, todava conoci pocos
das antes de su muerte en 1975 la alegra de tener entre sus manos su
monumental monografa sobre el alminar de Abdarrahmn III. Similar
tributo de agradecimiento se rinde al llorado Christian Ewert por varios
de los autores de este monogrfico, como ver el lector; de sus estudios
iniciales sobre el sistema andalus de arcos entrecruzados en la mezquita
de Crdoba as como de sus posteriores interpretaciones espaciales se
reconoce deudor el excelente texto aqu ofrecido por Souto, quien nos
ofrece adems un ponderado comentario bibliogrfico.
Juan Antonio Souto Lasala, autor del texto sobre la mezquita aljama
de Crdoba, adems de la circunstancia ya sealada antes, rene una for-
macin acadmica poco frecuente por su multidisciplinariedad, puesto
que es historiador, historiador del arte, arquelogo y arabista. Nacido en
Caracas, Venezuela, en 1959, realiza en la Universidad de Zaragoza la
licenciatura (1982) y el doctorado (1986) en Historia, ste con una tesis
sobre fortificaciones islmicas en la Marca Superior de al-Andalus. Com-
pagina estos estudios con los de rabe Clsico en las Universidades de
Zaragoza, El Cairo y Tnez y de rabe Marroqu en Fez. Ha participado
en varias excavaciones arqueolgicas en Espaa, Portugal y Oriente Pr-
ximo, con estancias en el Campo Arqueolgico de Mrtola (Portugal) y
en la Escuela Britnica de Arqueologa de Jerusaln; y ha dirigido exca-
vaciones en Espaa, entre ellas en el palacio de la Aljafera y en La Seo
de Zaragoza. Entre 1987 y 1988 ejerce la docencia en el rea de Estudios
rabes e Islmicos de la Universidad de Zaragoza; y desde 1989 lo hace
en la de la Complutense de Madrid, donde actualmente es Profesor Titu-
lar. Su labor investigadora se centra en la Historia del Islam, entendida
en su sentido ms amplio y abordada de forma pluridisciplinar, combi-
nando fuentes escritas y no escritas. Desde 1996 desarrolla el proyecto
Epigrafa y construccin en al-Andalus omeya, que ha recibido dos sub-
venciones de la Fondation Max van Berchem.
Al igual que la mezquita aljama de Crdoba, el otro gran monu-
mento, en este caso circunscrito al periodo califal cordobs, la ciudad
alica de Madnat az-Zahr, actual Conjunto Arqueolgico, ha contado
de nuevo entre sus mayores estudiosos del siglo XX con el arquitecto
Flix Hernndez Gimnez, quien dedic grandes desvelos a la anastilo-
sis del Saln Rico y mantuvo actualizado durante toda su vida un manus-
crito de estudio sobre el yacimiento arqueolgico, que slo vi la luz en
publicacin pstuma. Pero a diferencia de la autora sobre la mezquita
aljama de Crdoba, para la que caban diversas opciones, todas muy plau-
sibles, para el caso del Conjunto Arqueolgico de Madnat az-Zahr, tan
slo su director desde el ao 1985, Antonio Vallejo, dedicado en exclu-
22 GONZALO M. BORRS GUALIS
siva al estudio y gestin cultural del monumento nos poda ofrecer una
visin actualizada y crtica. Por ello es ms de agradecer todava que haya
aceptado esta invitacin.
Antonio Vallejo Triano (Antequera, Mlaga, 1957), ha realizado los
estudios de la licenciatura en Historia Medieval por la Universidad de
Mlaga (1976-1981), doctorndose por la Universidad de Jan en el ao
2003. Entre los aos 1983 y 1984 realiza y coordina excavaciones arque-
olgicas en las provincias de Mlaga y Cdiz. En 1985 obtiene por con-
curso-oposicin el contrato de Director Tcnico de la zona arqueolgica
de Madnat az-Zahr, alcanzando en 1991 la situacin de funcionario de
carrera y en 1992 la de destino definitivo como Director del Conjunto
Arqueolgico, donde sigue hasta hoy. Es autor de numerosas publica-
ciones, de carcter general o monogrfico sobre Madnat az-Zahr, as
como de de la Gua oficial del Conjunto Arqueolgico y director de la
revista Cuadernos de Madinat al-Zahra.
De todas las posibilidades de seleccin monumental que dentro del
arte andalus ofrece el periodo de taifas, ninguna puede rivalizar con el
palacio hud de la Aljafera en Zaragoza, que es el ejemplar ms impor-
tante de todo el occidente islmico en el siglo XI. Tambin este monu-
mento ha tenido dos grandes estudiosos durante la segunda mitad del
siglo XX, a la que lleg transformado en cuartel. Me refiero al arquitecto
restaurador Francisco iguez Almech y, de nuevo, al arquitecto y estu-
dioso Christian Ewert. La Aljafera monumental que hoy podemos visitar,
actual sede de las Cortes de Aragn, es en buena medida el resultado de
los trabajos de restauracin realizados por Francisco iguez entre 1947
y 1982, y continuados por el arquitecto ngel Peropadre Muniesa hasta
1985. Pero iguez tampoco fue proclive a publicar sus actuaciones sobre
el monumento. Por otro lado, los estudios actuales sobre la Aljafera son
en buena medida el resultado de las investigaciones realizadas por Chris-
tian Ewert. Fallecidos ambos, el mximo estudioso del palacio islmico
de la Aljafera en la actualidad y a la vez el ms ferviente seguidor de
Christian Ewert es Bernab Cabaero Subiza, para nuestra fortuna pro-
fesor en la Universidad de Zaragoza, que aqu nos ofrece una nueva visin
del monumento, actualizada y crtica.
Bernab Cabaero Subiza (Zaragoza, 1961) es licenciado y doctor
en Filosofa y Letras, Seccin de Historia del Arte, por la Universidad de
Zaragoza (en 1984 y 1992, respectivamente). Sus tesis de licenciatura y
de doctorado han versado sobre distintas cuestiones histricas y proble-
mas arquitectnicos relativos a los castillos catalanes del siglo X,
ampliando estudios sobre cultura medieval en Francia y en Italia. Sus tra-
bajos se han dedicado por un lado a las manifestaciones del arte pre-
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 23
rromnico y romnico en Aragn durante el siglo X y la primera mitad
del siglo XI; y por el otro, a las caractersticas de la cultura islmica de
la Marca Superior, analizando tanto las fortalezas construidas contra el
poder cristiano, como los problemas artsticos del llamado reino de Zara-
goza, desde el momento de la Fitna hasta la conquista cristiana de Lrida
y de Fraga en 1149. Aspecto este ltimo que se completa con el estudio
de la pervivencia e imitacin del arte islmico en el propio de las comu-
nidades mudjares. Es Profesor Titular del Departamento de Historia del
Arte de la Universidad de Zaragoza, donde es responsable de la docen-
cia en Arte Musulmn e Hispanomusulmn; y miembro del Instituto de
Estudios Islmicos y del Oriente Prximo, donde es el director de la Uni-
dad de Arte islmico. Colaborador habitual de la revista Artigrama, donde
han aparecido algunos de sus estudios ms destacables sobre la Aljafera,
merece especial mencin por su enfoque y significativo ttulo La Alja-
fera de Zaragoza como imitacin y culminacin del esquema arquitec-
tnico de la mezquita aljama de Crdoba (en col. con Carmelo Lasa
Gracia y Jos Luis Mateo Lzaro), en Artigrama, 21, 2006. pp. 243-290.
Para el periodo almohade se tratan los dos monumentos ms emble-
mticos de Sevilla, o sea, la nueva mezquita aljama de la ciudad, actual
catedral y los Reales Alczares. Por lo que hace a la mezquita almohade
de Sevilla tenemos la fortuna de haber obtenido la colaboracin de su
mximo estudioso a lo largo de estas ltimas dcadas, debido a su con-
dicin de maestro mayor de la actual catedral de Sevilla desde el ao
1987, el arquitecto Alfonso Jimnez Martn. De modo que en este caso
los estudios bsicos sobre el monumento son los de nuestro autor del
tema, lo que acrecienta an ms si cabe el inters del texto que nos ofrece.
Alfonso Jimnez Martn (Sevilla, 1946) ha cursado estudios en la
Escuela Tcnica de Aparejadores de la Universidad hispalense (1962-
1966) y en la Escuela Tcnica Superior de Arquitectura de la misma ciu-
dad (1966-1971), doctorndose, bajo la direccin de Antonio Blanco Frei-
jeiro, en 1977. Ha ejercido como aparejador entre los aos 1968 y 1974
en obras de los arquitectos Flix Hernndez Gimnez y Rafael Manzano
Martos y desde 1974 hasta el presente ha proyectado y dirigido numero-
sas intervenciones de restauracin en las provincias de Cdiz, Huelva y
Sevilla. Ha sido profesor adjunto (1978) y catedrtico de Anlisis de For-
mas Arquitectnicas de la Escuela Tcnica Superior de Arquitectura de
la Universidad de Sevilla (1983). Desde octubre de 2007 disfruta de un
premio de jubilacin anticipada. Este introductor querra destacar en
Alfonso Jimnez, adems de su condicin de arquitecto, la de docente
universitario y autor de manuales, as como la pluridisciplinariedad de
sus estudios, en los que se tienen en cuenta desde las aportaciones de las
24 GONZALO M. BORRS GUALIS
excavaciones arqueolgicas y la fotogrametra hasta las nuevas traduc-
ciones de los textos rabes y los repertorios documentales y grficos.
Por lo que respecta a los Reales Alczares de Sevilla tal vez consti-
tuyan el conjunto monumental de ms intrincada peripecia histrica, y
por tanto de mayor complejidad en su lectura, al que adems se han dedi-
cado varios estudios recientes, tanto histricos como arqueolgicos, con
destacables novedades que han modificado sustancialmente el estado de
la cuestin. Este introductor recuerda an con cario los tiempos en que
el conjunto tena como director al arquitecto Rafael Manzano Martos,
cuyos estudios sobre el alczar almohade son bsicos, quien siempre aco-
ga con franca hospitalidad y brillantes explicaciones a los viajes de estu-
dio de la Universidad de Zaragoza. Asimismo varios colegas del Depar-
tamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, estudiosos de
los Reales Alczares en alguna de sus etapas histricas, entre los que cabe
mencionar a Rafael Cmez para la mudjar y a Alfredo Morales para la
renacentista, nos guiaron en ms de una ocasin. Todos ellos aparecen
crticamente referidos por el autor del texto de este monogrfico, el arqui-
tecto Antonio Almagro Gorbea. La oportunidad de su autora para el
tema de los Reales Alczares de Sevilla queda refrendada por algunos de
sus ltimos trabajos, como el audiovisual en soporte DVD sobre El Alc-
zar de Sevilla en el Siglo XIV, del ao 2006, o su reciente discurso de ingreso
en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el 27 de enero de
2008 sobre los Palacios medievales hispanos, que ha sido contestado por el
arquitecto ya mencionado Rafael Manzano Martos.
Antonio Almagro Gorbea (Barcelona, 1948) ha realizado sus estu-
dios en la Escuela Tcnica Superior de Arquitectura de Madrid, obte-
niendo el ttulo de arquitecto en 1971 y el de doctor en 1978. Entre
1975 y 1987 se dedica a la restauracin de monumentos como arquitecto
de zona de la Direccin General de Bellas Artes para Aragn y la Rioja.
En 1987 se traslada a la Escuela de Estudios rabes de Granada, donde
ha sido director entre 1998 y 2005 y de la que es profesor de investiga-
cin desde 2002, siendo sus lneas bsicas de trabajo la arquitectura isl-
mica, la restauracin, la fotogrametra y la arqueologa de la arquitec-
tura. Pionero en nuestro pas en el uso de la fotogrametra como tcnica
de levantamiento planimtrico objetiva y moderna, convirtindola en un
mtodo analtico en el proceso de investigacin del monumento, en la
actualidad se dedica asimismo al campo tridimensional y dinmico de
la infografa. Entre sus publicaciones cientficas cabe destacar las dedi-
cadas a los palacios omeyas de Qusayr Amra y de Amman en Jordania,
resultado de permanentes campaas de excavaciones arqueolgicas en
dicho pas.
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 25
La Alhambra y el Generalife son la mxima expresin monumental
y a la vez el compendio de toda la evolucin del arte nazar, ltima y bri-
llantsima etapa del arte andalus. El estudio de ambos monumentos ha
sido una constante preocupacin de la historiografa clsica espaola, en
la que ha destacado el arquitecto y profesor Leopoldo Torres Balbs, quien
adems fue su restaurador entre 1923 y 1936. Adems no quiero dejar de
recordar aqu la entraable figura del profesor Jess Bermdez Pareja, a
quien debo en gran medida mi primera aproximacin a estos conjuntos
monumentales, sobre cuyas caractersticas formales, funcin arquitect-
nica y significado cultural tanto aprend de sus palabras y de sus escritos.
Despus han llegado otras aportaciones ms recientes, entre las que des-
tacan las del profesor Antonio Fernndez Puertas, siempre minuciosas y
concienzudas, en las que vierte sus profundos conocimientos sobre arte
nazar en general y sobre la Alhambra y el Generalife, en particular, que
le convierten en el primer especialista sobre el tema. En verdad se trata
de conjuntos de gran complejidad y de difcil sntesis y de complejo
comentario bibliogrfico. Por ello es ms de agradecer en este caso la
aceptacin de Jos Miguel Puerta Vilchez, quien ha realizado un magn-
fico trabajo teniendo en cuenta todo ello y atendiendo de modo especial
a los textos rabes nazares, en la gran tradicin de la filologa espaola,
en la que han destacado en relacin con este tema Emilio Garca Gmez,
Daro Cabanelas y Mara Jess Rubiera Mata.
Jos Miguel Puerta Vilchez (Drcal, Granada, 1959), tras realizar su
licenciatura en Historia del Arte por la Universidad de Granada en 1981,
y al tiempo que trabaja como archivero de carrera en el ayuntamiento de
su ciudad natal entre 1987 y 1998, completa su formacin en filologa
raboislmica, en la que se doctora en 1995 por la misma Universidad
Granada con una monumental tesis sobre Historia del pensamiento esttico
rabe. Al-Andalus y la esttica rabe clsica (publicada en Akal, 1997). Por
fortuna incorporado a la docencia universitaria como profesor titular de
la Universidad de Granada desde el ao 2004, sus lneas bsicas de inves-
tigacin son la historia de la esttica rabe, la historia del arte islmico,
el arte andalus, la Alhambra de Granada, y arte, filosofa y cultura en al-
Andalus. Entre sus publicaciones, adems de la ya mencionada, merece
retenerse en relacin con el tema aqu desarrollado Los cdigos de utopa
de la Alhambra de Granada. Para un estudio semiolgico de los palacios de Coma-
res y Leones, (Granada, Diputacin Provincial, 1990), y muy reciente, de
bellsima edicin y amplio alcance, La aventura del Clamo. Historia, for-
mas y artistas de la caligrafa rabe, (Granada, Edilux, 2007), que es la pri-
mera historia general de la caligrafa rabe que se escribe y se edita en
espaol, en la que se concede asimismo sealada atencin a 59 calgra-
26 GONZALO M. BORRS GUALIS
fos y 22 calgrafas andaluses, y que constituye un autntico hito cultural
en nuestra historiografa arabista.
Una vez cerrado este relato de la evolucin del arte andalus a tra-
ves de la consideracin monogrfica de los ms emblemticos monu-
mentos de cada periodo, se abordan con carcter global y sin nimo de
exhaustividad algunos temas relevantes, como las fortalezas, las ciudades,
la casa, la cermica y los tejidos, a los que se podan haber sumado varios
ms. Un tema abierto y en proceso de revisin profunda por los arque-
logos es el de las fortalezas andaluses, como podr deducirse del estado
de la cuestin que nos presenta Juan Zozaya. Los proyectos de estudio
sistemtico de las fortalezas andaluses dentro del sistema defensivo del
estado y de la red de comunicaciones de Alandals datan ya del periodo
clsico de nuestra historiografa, como es el caso de los trabajos empren-
didos y nunca concluidos por Flix Hernndez y Henri Terrasse. Hoy
constituye un tema no slo complejo sino controvertido, por lo que es
ms de agradecer la aceptacin de Juan Zozaya.
Juan Zozaya Stabel-Hansen (Santaf de Bogot, Colombia, 1939) rea-
liza sus estudios en Filosofa y Letras (seccin de Geografa e Historia)
en la Universidad Complutense de Madrid, donde se forma en arqueo-
loga con los profesores Almagro Basch, Garca y Bellido y Gonzlez y
Gonzlez. Funcionario por oposicin del cuerpo de Conservadores de
Museos, tras su paso como director por el Museo Provincial de Soria entre
1969 y 1972, se incorpora a partir de 1979 al Museo Arqueolgico Nacio-
nal de Madrid, donde es subdirector hasta su traslado en 1999 al Museo
de Amrica. Jubilado en 2004, reside en la actualidad en Almagro (Ciu-
dad Real). Entre las excavaciones arqueolgicas, por el tema aqu tra-
tado, cabe destacar las realizadas en Gormaz (Soria) con Philip Banks, y
en Calatrava la Vieja (Ciudad Real) con Manuel Retuerce.
Las ciudades andaluses han sido objeto de una reciente (2007) y
excelente monografa, con el ttulo Las ciudades de Alandals. Nuevas pers-
pectivas, publicada en la coleccin Conocer Alandals, n. 5, que edita
el Instituto de Estudios Islmicos y de Oriente Prximo de Zaragoza, y
de la que son autores Julio Navarro Palazn y Pedro Jimnez Castillo. En
esta obra sus autores nos ofrecen una nueva lectura e interpretacin de
las ciudades islmicas, en general, y de las ciudades andaluses, en parti-
cular, donde el urbanismo islmico no se nos presenta como un resul-
tado cerrado, de concepcin apriorstica e inmutable, consecuencia en
suma del pensamiento religioso y de la cultura del Islam, sino que se ins-
cribe en el complejo proceso de evolucin urbana del mundo tardoanti-
guo, en el que sitan la gnesis y el desarrollo de las ciudades islmicas.
Es en este nuevo contexto de evolucin histrica de las ciudades islmi-
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 27
cas en la edad media en el que se ofrece toda la informacin aportada
durante la ltimas dcadas por la arqueologa medieval, desmontando
numerosos tpicos y superando la historiografa tradicional espaola.
Agradecemos vivamente a los autores que hayan aceptado realizar una
sntesis de su obra para este monogrfico sobre arte andalus.
Julio Navarro Palazn (Murcia, 1956) cursa estudios de Filosofa y
Letras en la Universidad de Murcia, obteniendo el titulo de licenciado
en 1981 y el de doctor en historia antigua y arqueologa en 1999. Entre
1983 y 2001 desarrolla su trabajo como arquelogo del Ayuntamiento de
Murcia, dirigiendo el Centro de Estudios rabes e Islmicos Ibn Arabi de
dicha ciudad. En el ao 2001 se incorpora como cientfico titular a la
Escuela de Estudios rabes del CSIC en Granada, ocupando la primera
plaza de arqueologa islmica. Es especialista en cermica, urbanismo,
arquitectura residencial y decoracin arquitectnicas andaluses. Entre
sus investigaciones y publicaciones destacan las dedicadas a los yacimientos
arqueolgicos de Murcia, Siysa (Cieza), Litor (Albacete), Alczar de
Guadalajara y Amman (Jordania).
Pedro Jimnez Castillo (Murcia, 1963) ha cursado la licenciatura en
Geografa e Historia por la Universidad de Murcia, especializndose en
Historia Antigua y Arqueologa. Acredita un amplio historial como arque-
logo, en el que destacan la direccin de los trabajos arqueolgicos de la
misin espaola en Amman (Jordania) entre 1993 y 2001, as como sus
intervenciones en Siysa (Cieza) en 2000-2001. En el ao 2005 se incor-
pora como ayudante de investigacin a la Escuela de Estudios rabes del
CSIC en Granada donde colabora en el equipo de Julio Navarro Palazn.
Los estudios sobre la casa andalus han recibido en las ltimas dca-
das notables aportaciones, en especial procedentes del campo de la arque-
ologa, como ya puso de manifiesto en 1990 la edicin de las Actas del
coloquio patrocinado por el Patronato de la Alhambra de Granada sobre
la casa hispano-musulmana. Desde entonces se diferencia entre la casa
urbana y la casa rural, siendo la principal tipologa la casa con patio, cuyas
variantes morfolgicas ya se constatan todas en poca califal en Madnat
az-Zahra, con escasa evolucin a lo largo de los siguientes periodos. Anto-
nio Orihuela nos ofrece en su texto un detenido y preciso recorrido por
la casa andalus desde el periodo emiral al nazar, a travs de las princi-
pales excavaciones arqueolgicas y de los estudios mas sobresalientes
publicados en los ltimos aos. Sus trabajos sobre la casa nazar y la casa
morisca le permiten una ms ajustada comprensin desde el final del
camino.
Antonio M. Orihuela Uzal (Pontevedra, 1955) ha realizado sus estu-
dios en la Escuela Tcnica Superior de Arquitectura de Barcelona, obte-
28 GONZALO M. BORRS GUALIS
niendo el ttulo de arquitecto en 1979, y doctorandose con premio extra-
ordinario en la de Sevilla en el ao 1994. Desde el ao 1988 se incorpora
como titulado superior en arquitectura islmica a la Escuela de Estudios
rabes del CSIC en Granada, en la que desde 1999 es cientfico titular.
Su especialidad en el marco de la arquitectura andalus son las Casas y
palacios nazares, siglos XIII-XV, que ha dado ttulo a la monumental mono-
grafa publicada en 1996 por El Legado Andalus.
El estudio y conocimiento de la cermica andalus se ha incremen-
tado asimismo de modo notable en las ltimas dcadas a partir de las
excavaciones arqueolgicas, tanto las realizadas con carcter sistemtico
en yacimientos arqueolgicos correspondientes a ciudades andaluses
abandonadas, como aquellas de carcter urgente y previo a la edificacin
en los solares actuales de las ciudades que en su da fueron andaluses.
Los datos obtenidos en estas excavaciones en bastantes casos no han sido
adecuadamente procesados. Pero, a pesar de esta circunstancia, y por lo
que se refiere a la cermica andalus decorada ha destacado en su estu-
dio la historiadora del arte y profesora de Universidad Complutense de
Madrid Balbina Martnez Cavir, cuya obra de conjunto sobre la cer-
mica andalus y mudjar del ao 1991 es la ms extensa e importante
sobre el tema. Aqu debo agradecer de modo muy especial a la asimismo
historiadora del arte y profesora en la Universidad de Zaragoza, Mara
Isabel Alvaro Zamora, directora de esta revista Artigrama, que haya acep-
tado ocuparse de este tema, que conoce en profundidad tanto por sus
investigaciones sobre la cermica decorada aragonesa como por su docen-
cia universitaria, ofrecindonos una excelente y precisa sntesis sobre todas
las variedades tcnicas de la cermica andalus.
Mara Isabel lvaro Zamora (Zaragoza, 1948) ha realizado los estu-
dios de Filosofa y Letras (seccin de Historia) en la Universidad de Zara-
goza, obteniendo el ttulo de licenciado en 1970 y el de doctor en 1975
con una monumental tesis sobre la cermica de Muel y otros alfares ara-
goneses. Incorporada como docente a dicha Universidad, es catedrtica
de Historia del Arte desde 1986. De sus numerosas publicaciones sobre
cermica y alfarera en general y sobre cermica aragonesa en particular
cabe destacar su contribucin en el volumen colectivo sobre La cermica
espaola (Summa Artis, XLII, 1997) y su monumental obra, Cermica ara-
gonesa, en 3 volmenes (Zaragoza, Ibercaja, 2002). Adems ha investigado
y publicado sobre otras manifestaciones del arte mudjar como la casa,
la carpintera, las yeseras y las encuadernaciones.
Cierra este panorama general del arte andalus Cristina Partearroyo
con un detenido estudio sobre los tejidos andaluses, que constituye una
apretada sntesis de sus ms destacados trabajos sobre el tema, que la con-
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 29
vierten en la mxima especialista en el mismo, por lo que es an ms de
agradecer su generosa participacin en este monogrfico.
Cristina Partearroyo Lacaba (Mora, Toledo, 1948) ha realizado los
estudios de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid,
obteniendo la licenciatura en 1972. Desde 1974 se incorpora como con-
servadora al Instituto de Valencia de Don Juan, en Madrid (fundacin
privada dedicada a las Artes Suntuarias, desde el ao 1916 por don Gui-
llermo de Osma y su esposa la condesa de Valencia de Don Juan). Cris-
tina Partearroyo es especialista en artes decorativas y en textiles antiguos,
y dedica su lnea de trabajo al estudio de los tejidos andaluses desde el
siglo X, en poca califal, hasta los de la Granada nazar y su continua-
cin con la incorporacin de los elementos cristianos en los talleres gra-
nadinos.
Revistas e Instituciones sobre arte andalus
En los primeros momentos los estudios sobre arte andalus en Espaa
fueron de la mano de las Instituciones y Revistas dedicadas a los estudios
rabes e islmicos; con posterioridad han encontrado cultivo tanto en los
principales conjuntos monumentales andaluses, como en algunos cen-
tros hispanistas y, recientemente, en los Departamentos universitarios de
Historia del Arte.
As, en el ao 1932, el gobierno de la Segunda Repblica, siendo
ministro el granadino Fernando de los Ros, impuls la creacin de las
Escuelas de Estudios rabes de Madrid y de Granada, las que como rgano
de expresin cientfica crearon la revista Al-Andalus, que se publicaba en
dos fascculos semestrales para cada nmero anual, inicindose en 1933,
vol I, fasc. 1 y 2 y extinguindose en 1978, vol. XLIII, fasc. 1 y 2. Su apa-
ricin tan slo sufri interrupcin durante la guerra civil espaola (el
fasc. 1 del n. IV, corresponde a enero-junio de 1936 y el fasc. 2 del mismo
nmero a julio-diciembre de 1939) y la nica modificacin fue que las
Escuelas, que eran autnomas durante la Segunda Repblica, pasaron
tras la guerra civil a quedar integradas en el Consejo Superior de Inves-
tigaciones Cientficas. Fueron codirectores de la revista Al-Andalus Miguel
Asn Palacios y Emilio Garcia Gmez hasta la muerte del primero en el
ao 1944, momento en que Garca Gmez pervive como director nico
hasta la extincin de la revista por voluntad propia en 1978.
Por lo que al arte andalus se refiere la revista Al-Andalus es de un
destacado inters, ya que desde el fascculo 2 del n. II, 1934, se crea la
seccin fija de la Crnica Arqueolgica de la Espaa Musulmana, de la que
30 GONZALO M. BORRS GUALIS
se hace cargo Leopoldo Torres Balbs (1888-1960), entre 1923 y 1936
arquitecto director de La Alhambra cuyos trabajos de reparo han sido
analizados por Carlos Vlchez Vlchez, y desde 1931 catedrtico de la
Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Con esta Crnica se inici
la edicin facsmil de la Obra Dispersa de Leopoldo Torres Balbs, en diez
volmenes, preparada por Manuel Casamar y editada por el Instituto de
Espaa, entre 1981 y 1985, siendo su presidente Fernando Chueca Goi-
tia. La Crnica, de fcil consulta, tanto en la propia revista Al-Andalus, pre-
sente en toda biblioteca que se precie, como en la edicin de la Obra Dis-
persa, ya citada, constituye un escrupuloso relato, initerrumpido durante
tres dcadas, de la arqueologa y la arquitectura andaluses. Tras la muerte
de Leopoldo Torres Balbs mantiene la Crnica durante algunos aos su
buen amigo el hispanista Henri Terrasse, dando paso a jvenes investi-
gadores como Basilio Pavn Maldonado.
Tras el cierre de la revista Al-Andalus en el ao 1978 por decisin
unilateral de su director Emilio Garca Gmez, el Instituto Miguel Asn
del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas decidi reanudar la
tarea con una nueva revista, que recibe el significativo nombre de Al-Qan-
tara, que est considerada como una continuacin de Al-Andalus, man-
teniendo el mismo formato. Desde el ao 1980 se publica el vol. I, as-
mismo con dos fascculos semestrales 1 y 2, que desde el vol. IX, 1988,
se editan por separado, y desde el primero se introduce una Seccin Arque-
olgica, que es lo que ms interesa a los efectos del arte andalus, de la
que se hace cargo Basilio Pavn Maldonado hasta la fecha de su jubila-
cin en el ao 1996 (se recoge una biobibliografa suya en este ao).
Aunque la Seccin Arqueolgica con tal nombre ha desaparecido desde la
ltima fecha citada, son frecuentes en el contenido de la revista los artcu-
los sobre arte andalus, entre los que sobresale la participacin de Anto-
nio Almagro Gorbea, colaborador de este monogrfico. Sin embargo, aun-
que la revista Al-Qantara dedica el fascculo 2 de cada ao a un dossier
monogrfico, no se ha abordado hasta el momento ningn tema de arte
andalus, predominando en las ltimas ediciones los temas de religin y
derecho.
Por su lado, la Escuela de Estudios rabes de Granada, creada como
se ha dicho en el ao 1932, y que ha cumplido en el ao 2007 el 75 ani-
versario de su fundacin, desarrolla sus actividades como Instituto de
investigacin dependiente del CSIC, con sede en la Casa del Chapiz de
Granada (Cuesta del Chapiz, 22, esquina al camino del Sacromonte),
estructurada en dos secciones dedicadas a Historia y Textos Andaluses,
y a Arqueologa y Arquitectura Islmicas. En esta segunda seccin reali-
zan su trabajo investigador los arquitectos Antonio Almagro Gorbea y
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 31
Antonio Orihuela Uzal y los arquelogos Julio Navarro Palazn y Pedro
Jimnez Castillo, todos ellos colaboradores de este monogrfico.
Por lo que se refiere al impulso de los estudios sobre arte andalus
desde las Instituciones responsables de los principales conjuntos monu-
mentales andaluses, hay que mencionar al Patronato de la Alhambra y
el Generalife de Granada, a la direccin del Conjunto Arqueolgico de
Madinat al-Zahra en Crdoba, a la direccin de los Reales Alczares en
Sevilla, y a las Cortes de Aragn en la Aljafera de Zaragoza.
El Patronato de la Alhambra y el Generalife de Granada crea en el
ao 1965 la revista monogrfica Cuadernos de la Alhambra, de periodici-
dad anual, que se ha publicado sin interrupcin, siendo su ltimo nmero
el 41, correspondiente al ao 2005. Precisamente en este ltimo nmero
puede leerse un excelente artculo historiogrfico, escrito por Jos Manuel
Pita Andrade, el primer director de la revista Cuadernos de la Alhambra
durante trece aos, quien pone de relieve la calidad de los estudios sobre
el monumento salidos de la pluma de los primeros colaboradores, como
Jess Bermdez Pareja y Daro Cabanelas (que ser el segundo director).
Especial mencin por su excelente contenido y colaboradores merece el
nmero doble 10-11 (1974-1975), en homenaje a Flix Hernndez Gim-
nez, a quien en el mismo ao 1975 y por impulso del profesor Pita
Andrade se le haba editado su monografa sobre el alminar de Abda-
rrahman III en la mezquita de Crdoba.
El Conjunto Arqueolgico Madinat al-Zahra, dirigido desde 1985,
como se ha dicho, por el arquelogo Antonio Vallejo Triano, colabora-
dor de este monogrfico, cre en 1987 una revista de investigacin pro-
pia, los Cuadernos de Madinat al-Zahra, con el objetivo de servir de cauce
divulgativo de los trabajos desarrollados en el yacimiento y aquellos otros
relativos al periodo califal que de una u otra forma guardan relacin con
la ciudad fundada por Abd al-Rahman III. Han aparecido hasta la fecha
cinco nmeros, editados con periodicidad irregular, que contiene estu-
dios y la crnica del conjunto: Vol. 1. Crdoba, 1987, con las Actas de las
I Jornadas sobre Madinat al-Zahra; Vol. 2. Crdoba, 1988-90; Vol. 3, Cr-
doba, 1991, con las Actas de las II Jornadas de Madinat al-Zahra, al-Anda-
lus antes de Madinat al-Zahra; Vol. 4, Crdoba, 1999; y Vol. 5. Crdoba,
2004, con las Actas de las IV Jornadas de Madinat al-Zahra, Nuevas inves-
tigaciones sobre el Califato de Crdoba.
La direccin de los Reales Alczares de Sevilla ha creado la revista,
de edicin digital, Apuntes del Alczar de Sevilla, de periodicidad anual,
editada regularmente por la Institucin en el mes de mayo de cada ao,
desde el n. 1, mayo 2000, hasta el n. 8, mayo 2007, por lo que el pr-
ximo n. 9 est previsto para mayo 2008. La trascendencia de las nove-
32 GONZALO M. BORRS GUALIS
dades arqueolgicas en el conjunto monumental del Alczar sevillano,
desde que en el ao 1999-2000 el arquelogo Miguel Angel Tabales Rodr-
guez, en la actualidad profesor titular de la Escuela Universitaria de Arqui-
tectura Tcnica de Sevilla, abordara el anlisis arqueolgico integral del
monumento, hacen de estos Apuntes una herramienta de trabajo impres-
cindible para la actualizacin de los conocimientos sobre el mismo, tal
como se ha sealado en el artculo de este monogrfico a cargo de Anto-
nio Almagro Gorbea.
El palacio hud de La Aljafera en Zaragoza asisti en el ao 2000 a
la creacin del Instituto de Estudios Islmicos y del Oriente Prximo, un
Centro Mixto de investigacin, impulsado por las Cortes de Aragn, junto
con el Consejo Superior de Investigaciones Cientficas y la Universidad
de Zaragoza, estructurado en tres unidades, dedicadas a Arte Islmico, a
Estudios rabes e Islmicos y a Prximo Oriente Antiguo. Inaugurada su
sede el 14 de noviembre del ao 2002 (c/ Diputados, 19-21), ha publi-
cado una primera Memoria 2002-2007, en la que se da cumplida cuenta
de las actividades desarrolladas y de los libros y revistas editados en este
quinquenio. La Unidad de Arte Islmico, que aqu interesa, adems de
los correspondientes proyectos de investigacin, edita la Coleccin Conocer
Alandals y ha dispuesto para uso de los investigadores un Archivo de la
Aljafera; a esta unidad, que coedita este monogrfico de Artigrama sobre
arte andalus, estamos incorporados Gonzalo M. Borrs Gualis y Bernab
Cabaero Subiza, profesores de la Universidad de Zaragoza y Pedro I.
Sobradiel Valenzuela, funcionario municipal de la ciudad de Zaragoza.
Entre las instituciones hispanistas que en las ltimas dcadas han
sobresalido en los estudios sobre la arqueologa y el arte andaluses hay
que mencionar al Instituto Arqueolgico Alemn de Berln, en su Sec-
cin de Madrid (c/ Serrano, n. 159), que en la dcada de 1960 era diri-
gido por el arquelogo y eminente hispanista Helmut Schlunk; bajo su
direccin se fueron incorporando a la Seccin de Arqueologa del mismo
primero Klaus Brisch y a partir de 1965 Christian Ewert (1935-2006), desde
1969 encargado de dicha seccin, quien ha sido el ms eminente estu-
dioso del arte andalus en el ltimo tercio del siglo XX. Sobre Ewert puede
verse una amplia nota biobibliogrfica en Artigrama, 21, 2006, pp. 817-
824, redactada por el profesor Bernab Cabaero Subiza, en la que se
valoran cumplidamente sus aportaciones a los estudios de arte andalus
y que hace innecesario aqu un mayor desarrollo.
La revista del Instituto Arqueolgico Alemn de Madrid, Madrider
Mitteilungen, de periodicidad anual inicia su andadura en el ao 1960
(n. 1), habindose editado ininterrumpidamente hasta hoy (n. 48,
2007). Precisamente desde el n. 1 se manifiesta ya la futura vocacin de
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 33
la revista por los estudios de arte andalus con la publicacin en versin
alemana de la obra de Flix Hernndez Gimnez sobre El codo en la his-
toriografa rabe de la mezquita de Crdoba. En ella ven la luz los artculos
de Brisch y de Ewert (el primero de Ewert en el n. 7, 1966, corresponde
a la serie sobre los sistemas de arcos entrecruzados, en este caso en la
alcazaba de Mlaga), acogiendo siempre adems los trabajos de los ms
destacados investigadores espaoles.
La otra institucin hispanista, que junto con la alemana ya citada,
merece una destacada mencin por la atencin concedida a los estudios
sobre la arqueologa y el arte andaluses es la francesa Casa de Velzquez
en Madrid (Ciudad Universitaria, c/ Paul Guinard, 3), que forma parte
de red de altas escuelas francesas en el extranjero, dependientes del Minis-
terio de Educacin Nacional de Francia, que da acogida tanto a investi-
gadores como a creadores franceses. La revista, si es que puede denomi-
narse as, con el ttulo Melanges de la Casa de Velzquez, inici su andadura
en el ao 1965, con el volumen I, y aunque no prometa periodicidad,
lo cierto es que durante los veinticinco primeros aos se editaron con
regularidad los XXV volmenes correspondientes; el primer nmero lleva
un breve pero significativo prlogo, firmado por el eminente estudioso
del arte andalus Henri Terrasse; entre 1990 y 1996 adquiere periodici-
dad cuatrimestral con tres nmeros al ao, producindose una inte-
rrupcin entre 1996 y la Nouvelle Srie, que a partir de 2003 edita dos vol-
menes por ao, manteniendo la numeracin correlativa, de enfoque
monogrfico y temtica varia.
La Casa de Velzquez mantiene adems un excelente Catlogo de
publicaciones, entre las que destacan para nuestro inters la serie Cas-
trum (con siete volmenes entre 1983 y 2001), dedicada al anlisis de las
estructuras del habitat y de las formas de poblamiento en los pases medi-
terrneos durante la edad media. Entre las monografas cabe mencionar
desde las ya clsicas de Andr Bazzana, Patrice Cressier y Pierre Guichard
sobre Les chateaux ruraux dal-Andalus (1988), de Andr Bazzana y Patrice
Cressier sobre Shaltish/Salts (1989), o de Andr Bazzana sobre Maisons
dal-Andalus (1992), hasta las ms recientes, como El vidrio en al-Andalus
(2000), editada por Patrice Cressier, en coedicin con la Fundacin Cen-
tro Nacional del Vidrio, o Los almohades: problemas y perspectivas (2005),
coordinada por Patrice Cressier, Maribel Fierro y Luis Molina, en coedi-
cin con el CSIC. De la mayor parte se ofrece comentario crtico en los
captulos dedicados al urbanismo y a la casa andaluses en este mono-
grfico.
Por ltimo, y por lo que se refiere a la participacin de las univer-
sidades espaolas en el impulso de los estudios sobre arte andalus, deri-
34 GONZALO M. BORRS GUALIS
vados de la docencia de esta asignatura en los planes de estudios de la
titulacin en Historia del Arte, adems de las tradicionales ctedras de
las Universidades de Madrid (ya mencionada a propsito de Manuel
Gmez-Moreno) y de Granada (esta ltima dotada con una ctedra espe-
cfica de Arte Musulmn e Hispanomusulmn, de la que en la actualidad
es titular el profesor Antonio Fernndez Puertas), otras universidades,
como la de Zaragoza, se han ido incorporando silenciosamente a esta
honrosa nmina. Por ello la revista Artigrama, del Departamento de His-
toria del Arte de la Universidad de Zaragoza, ha acogido la edicin de
este monogrfico sobre arte andalus y en las pginas de esta revista pue-
den seguirse los excelentes trabajos que dedican al tema los profesores
Bernab Cabaero Subiza y Mara Isabel lvaro Zamora, asimismo invi-
tados en este monogrfico.
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS SOBRE ARTE ANDALUS: INTRODUCCIN 35
La Mezquita Aljama de Crdoba
JUAN A. SOUTO*
A la memoria de Cndido Milln y Francisco San Jos,
artistas sin fortuna, maestros afortunados
Resumen
La Mezquita Aljama de Crdoba fue el monumento ms emblemtico del Islam anda-
lus. Sus gnesis y desarrollo fueron un fiel reflejo de los avatares del Estado omeya a lo largo
de su existencia en la Pennsula Ibrica. El complejo lenguaje plstico, tanto arquitectnico
como decorativo, plasmado en este edificio sirvi de modelo a construcciones islmicas occi-
dentales contemporneas y posteriores.
La presente contribucin se pretende descripcin sucinta e interpretacin bsica de las cla-
ves de este paradigma arquitectnico al hilo de la historia de al-Andalus entre los siglos VIII y
X.
The Jami Mosque of Cordova was al-Andalus most emblematic monument. Its genesis
and development were a clear image of the evolution of the Umayyad state during its existence
in the Iberian Peninsula. The intricate plastic language, architectural as well as decorative of
this building, was used as a model for the Western Islamic ones, both contemporaries and later.
This contribution is intended to be a brief description and a basic discussion of the artis-
tic keys of this architectural model in the light of the history of al-Andalus from the 8th to the
10th centuries.
* * * * *
1. Definiciones, conceptos y contextos
La Mezquita Aljama de Crdoba es el edificio ms importante de
cuantos se han conservado de al-Andalus. Esta afirmacin, que de entrada
puede parecer exagerada, cobra sentido a travs del monumento en s y
de su trascendencia. Con el monumento en s me refiero a sus gnesis y
desarrollo; con su trascendencia, al influjo que ejerci y sigue ejerciendo
Artigrama, nm. 22, 2007, 37-72 I.S.S.N.: 0213-1498
* Profesor Titular del Departamento de Estudios rabes e Islmicos de la Universidad Com-
plutense de Madrid. Investiga sobre Historia del Islam con fuentes escritas y no escritas.
A la vez que agradezco a los Dres. D. Isabel lvaro y D. Gonzalo Borrs el proponerme la
confeccin del presente trabajo para su publicacin en este nmero de Artigrama, advierto al lector
que las descripciones e interpretaciones que en l se contienen intentan, en la medida de lo posi-
ble, obviar las consecuencias derivadas del hecho de que el edificio de que se trata es una Catedral
desde 1236. Mis sucesivas campaas de tomas de datos en ella contaron con el preceptivo permiso
y el valiossimo apoyo del Cabildo Catedralicio y del Rvdo. Prroco del Sagrario, a quienes expreso
mi ms profundo agradecimiento, as como al personal de vigilancia del conjunto.
en la arquitectura del Occidente islmico (y no slo islmico) hasta nues-
tros das. Por eso, para poder hablar de ella con cierta coherencia y con-
secuencia hay que empezar por una serie de definiciones y conceptos
imprescindibles.
El Islam es ms que una religin en el sentido estrecho en que enten-
demos habitualmente esta palabra. Es toda una forma de vida y de com-
portamiento que implica, entre otras cosas, el sentimiento de los musul-
manes, los que profesan el Islam, de pertenecer a una comunidad
integrada. El Islam se configura entonces como una fuerza motriz crea-
dora de formaciones polticas, es decir, de Estados. Estados encarnados
en dinastas cuya legitimidad poltica ha de ser a la vez, por lo dicho, tam-
bin espiritual. Si la encarnacin de todo Estado islmico es una dinas-
ta, el Estado islmico hecho arquitectura es una mezquita, edificio reli-
gioso y tambin poltico, pues en l se congregan los fieles para rezar,
ritual que les sirve para sentirse parte de una comunidad y de un Estado;
y durante la oracin ms importante, la del viernes al medioda, se invoca
en la mezquita el nombre del califa, representante vivo de la dinasta
dominante y por ello suprema autoridad poltica y espiritual de la comu-
nidad, Emir de los creyentes. Al ser todo Estado islmico de carcter urbano,
burocrtico y piramidal, su cspide se encuentra en la ciudad capital
correspondiente. De todo esto se colige que el edificio ms emblemtico
de un Estado islmico es la mezquita aljama (mezquita mayor o congre-
gacional) de su capital, donde el jefe del Estado dirige personalmente la
oracin del viernes ante la comunidad de sus fieles, representando ritual-
mente su unin en una fe y en un destino comn bajo su mandato. Natu-
ralmente, la arquitectura de ese edificio ha de ser tan emblemtica como
los rituales que contiene. Cada nuevo mandatario (mximo representante
de la dinasta, del Estado y del Islam) tiende a embellecer, mejorar y
ampliar la mezquita aljama existente o a demolerla para hacer otra nueva
a su propia imagen y semejanza. De ah que tal mezquita sea la primera refe-
rencia a tener en cuenta a la hora de estudiar la arquitectura generada
por el Estado y, por tanto, de estudiarlo a l.
El golpe de Estado promovido en Oriente por los Abbases y que en
el ao 750 derroc a los Omeyas, primera dinasta del Islam, fue seguido
de la matanza de esta familia. Uno de sus miembros, sin embargo, logr
escapar. Se llamaba Abdarrahmn, era nieto del califa Hishm (724-743)
y en su huida al punto ms lejano posible del territorio islmico lleg a
al-Andalus, donde en 756 se proclam emir independiente. Es induda-
ble que al hacer todo esto tena en mente una clara idea de traslado: en
su persona, Abdarrahmn llev el Estado omeya de Siria a la Pennsula
Ibrica, de Damasco a Crdoba. El estudio de la creacin y la formacin
38 JUAN A. SOUTO
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 39
Fig. 1. Mezquita Aljama de Crdoba: planta general tras la ampliacin de Almanzor
(Ewert & Wisshak).
(lase la traslacin y el desarrollo) de un Estado omeya en Occidente resulta
apasionante desde el punto de vista poltico, cultural, institucional y
material, que es el que interesa aqu. Los Omeyas fueron consolidando
su poder y su estructura poltica a la vez que configuraban fsicamente el
dominio sobre el territorio que gobernaban. Es as como partiendo de la
nada (un prncipe sin Estado) se desemboc en el califato, desde un
reducto fiel (Crdoba) se lleg al dominio territorial (al-Andalus), desde
la importacin oriental a un lenguaje propio.
Crdoba fue la sede del Estado omeya andalus, un Estado que se
pretenda unitario y centralista. Su mezquita aljama fue su mejor repre-
sentacin arquitectnica. La creacin y la evolucin de este edificio emble-
mtico ilustran perfectamente, desde el punto de vista material, las de
ese Estado. Ninguna otra mezquita, al menos de entre las conservadas
hasta nuestros das, manifiesta tan claramente un fenmeno evolutivo
semejante. Las pginas que siguen intentan recoger estas ideas y, de la
forma ms clara y sucinta posible, describir e interpretar a su luz los aspec-
tos ms destacados de la Mezquita Aljama de Crdoba.
2. Abdarrahmn I (756-788): la fundacin de un Estado
Cuando el Abdarrahmn que conocemos como primero, apodado por
las fuentes El Inmigrado, se proclam independiente en Crdoba en 756,
lo hizo en calidad de emir, un ttulo que no entraaba el sentido de diri-
gente tambin religioso que conlleva el de califa. Los Abbases, al des-
tronar a los Omeyas, se haban arrogado esa condicin, que en el Islam
clsico slo puede tener un individuo y transmitirse dentro de su dinas-
ta, como se ha apuntado. Abdarrahmn dej explcita su independen-
cia terrenal, pero no poda hacer otro tanto con la espiritual de la comu-
nidad, puesto que la que l diriga era muy pequea. Ser califa significaba
ser emir de cuntos creyentes? Ni siquiera fue reconocido de inmediato
en el conjunto de al-Andalus, pas que hubo de ir sometiendo, sin lograrlo
del todo, a lo largo de decenios.
Pero haba fundado un Estado, haba hecho frente a los Abbases, y la
comunidad que diriga necesitaba una representacin arquitectnica, sobre
todo en la capital, Crdoba. Cmo se resolvi este asunto? En principio,
mediante la continuidad de lo que los conquistadores del lugar haban esta-
blecido: compartiendo un importante espacio sagrado cristiano del centro
urbano, el complejo episcopal de San Vicente. Segua as los pasos dados
en muchos lugares recin conquistados por el Islam, principalmente en
Siria, Irn y Egipto, donde las primeras mezquitas fueron edificios preexis-
40 JUAN A. SOUTO
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 41
Fig. 2. Mezquita Aljama de Crdoba: estado actual con expresin de los tipos de capiteles
(Ewert & Wisshak).
tentes, generalmente religiosos, compartidos o repartidos entre musulma-
nes y no musulmanes. Slo tras casi treinta aos de su entrada en al-Anda-
lus, en 785, Abdarrahmn logr contar con suficiente apoyo poltico (lase
sometimiento) en el conjunto del pas y una comunidad de seguidores lo bas-
tante grande en su capital como para dar el paso de la representacin edi-
licia de su Estado en sta: la construccin de una mezquita aljama. Lo cual
hizo sobre el solar del complejo religioso cristiano del que as el Islam, con
esa caracterstica tan suya, tom completa posesin real y simblica.
Cmo fue esa primera mezquita aljama? Del tipo ms tradicional y
arcaico posible, para retrotraer la imagen del Estado omeya implantado
en la Pennsula a la de los mismos orgenes del Islam y de la dinasta que
el soberano encarnaba: un trasunto de la casa del Profeta en Medina, un
edificio rectangular con oratorio hipstilo y patio definido perimetral-
mente por prticos. Su orientacin qued marcada por varios factores,
sobre todo dos: la propia del solar disponible, impuesta por sus lmites;
y la inclinacin topogrfica del terreno, ligeramente descendente hacia
el ro Guadalquivir, es decir, en sentido noroeste-sureste, hacia La Meca,
aunque con un ligero desvo hacia el sur (figs. 1 y 2).
El oratorio, espacio fundamental de la mezquita, se concibi con una
planta dotada de once naves perpendiculares a la alquibla, la central de
las cuales, ms ancha que las dems, divida el conjunto en dos mitades,
formando un doble cuadrado. Las dos naves extremas son a su vez algo
ms estrechas que el resto. El resultado es un trasunto de la hipottica
planta primitiva de la mezquita al-Aqs de Jerusaln, construida en tiem-
pos del califa al-Wald I, entre 705 y 715 (fig. 3). Por qu se sigui este
modelo sirio atpico y no el de la Mezquita Aljama de Damasco, ligera-
mente anterior, prototipo oficial de los antepasados de Abdarrahmn I?
Hay dos razones. La primera de ellas es estructural: el oratorio de la
Aljama de Damasco tiene tres naves paralelas a la alquibla interrumpidas
en su continuidad por una central, perpendicular (fig. 4). Un edificio as
organizado es menos estable ante el empuje gravitatorio hacia la alqui-
bla que uno de naves perpendiculares a ella. La segunda razn es sim-
blica: la mezquita al-Aqs se encuentra en el Harm ash-Sharf, El Recinto
Noble de Jerusaln, haciendo juego constructivo con la Cpula de la Roca
(terminada en 691), lo que conforma un programa sobre todo repre-
sentativo de la apropiacin terrritorial del Islam y del nuevo orden (a la
vez religioso y poltico) que ste estableca como ltimo eslabn de la tra-
dicin abrahmica. Abdarahmn se dara as carta de legitimidad invocando
las formas de sus antepasados al tomar posesin del recinto sagrado cor-
dobs y con ello de la ciudad y el territorio que desde ella dominaba. El
Islam, una vez ms, haba llegado y haba hecho suyo cuanto le preceda.
42 JUAN A. SOUTO
El alzado de este oratorio de arqueras perpendiculares a la alqui-
bla, en la que moran, se hizo mediante un doble orden superpuesto:
arcos de herradura sustentados por columnas sobre los que se disponen
arcos de medio punto sustentados por pilares (fig. 5). Se trata de una
solucin estructural cuyo antecedente islmico ms inmediato est en la
Aljama de Damasco (fig. 4) y que cuenta con ejemplos hispanorroma-
nos, aunque aplicados a magnas obras de ingeniera y siempre sobre pila-
res, como los acueductos de Segovia, Los Milagros (Mrida) o el tarra-
conense Pont del Diable. Con Los Milagros (y otros muchos ejemplos
clsicos y omeyas orientales), la arquera de Crdoba comparte la dua-
lidad de materiales, ladrillo y piedra, aunque limitado a las dovelas, que
los alternan. Esta alternancia presta al conjunto elasticidad estructural a
la vez que un llamativo juego cromtico que habra de servir de insignia
a la arquitectura omeya y, por extensin, a la andalus hasta sus ms tar-
dos ejemplos.
En cuanto a las columnas, todos sus elementos (basas, fustes, capi-
teles y cimacios) son piezas preislmicas (romanas o visigodas) reutiliza-
das procedentes de diversos edificios, lo que en principio obedece a razo-
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 43
Fig. 3. Mezquita al-Aqs (Jerusaln): planta tras las reformas abbases del siglo IX (Hamilton).
nes prcticas, ya que resulta ms rpido y barato edificar con materiales
ya elaborados. Sin embargo, eso no lo explica todo, sino que se trata de
otro rasgo propio de la arquitectura omeya de Oriente, en especial de la
religiosa: el reempleo y la exposicin programtica de materiales clsi-
cos, sobre todo sustentantes. Con la Cpula de la Roca y la Aljama de Da-
masco como principales, que no nicos, antecedentes, la Mezquita de
Crdoba retomaba la idea del Islam sostenido por cuanto le antecede,
que expone a modo de trofeo a la vez que emblema de legitimidad y
ambiciones imperiales. Hay que destacar que estos soportes guardan cierta
simetra en la nave central, simetra que se pierde progresivamente en
las laterales.
La techumbre del oratorio consista en un alfarje o techo plano de
madera y cubiertas a dos aguas en cada nave.
Por lo que se refiere al exterior de la fase fundacional de la Aljama
de Crdoba, la fachada del oratorio hacia el patio mostraba abierta la
arquera que daba acceso a las naves, el arco central ms grande, por
supuesto, que los laterales (figs. 1 y 2). Las fachadas este y oeste, refor-
zadas con contrafuertes, lindaban con respectivas calles. La occidental
enfrentaba el palacio que sera Alczar omeya (cuyo juego con la mez-
quita gener as el conjunto dual de la dar al-imra o casa del poder, muy
significativo de la naturaleza a la vez poltica y religiosa del Islam). En
esta fachada se conservan las nicas portadas originales, aunque muy
reformadas, de la mezquita primitiva: la llamada Puerta de los Deanes, que
se abre al patio (fig. 6), y la llamada Puerta de San Esteban, que lo hace al
oratorio (fig. 7).
Esta portada de San Esteban, entre dos contrafuertes, se organiza de
la siguiente forma: es tripartita, con tres calles verticales, la central ms
ancha que las laterales. stas tienen dos puertas ciegas superpuestas por
arcos tambin ciegos que cobijan celosas encargadas de tamizar la luz
que a travs de ellas entra al oratorio. La calle central tiene una puerta
practicable rematada por un dintel adovelado, cobijado el conjunto por
un arco de herradura con dovelas alternas (ladrillo y piedra) y ste, a su
vez, enmarcado por un alfiz. Sobre l corre un friso de arquillos ciegos
de herradura que alternan con paneles cubiertos de decoracin floral.
Este conjunto central se remata mediante un tejaroz sostenido por modi-
llones de rollos. La portada de San Esteban, por su cronologa temprana
y sus materiales dbiles (los paramentos estn hechos, como el resto de
las fachadas, de arenisca fosilfera), ha sufrido numerosas restauraciones
y remodelaciones a lo largo de los siglos, por lo que su cronologa no es
homognena. Hoy por hoy puede decirse, con las debidas reservas, que
son originales de Abdarrahmn I la configuracin general del conjunto,
44 JUAN A. SOUTO
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 45
Fig. 4. Mezquita Aljama de Damasco: vista del oratorio desde el oeste. Obsrvense el doble orden
de arcos, los grandes formeros de la nave central, que cortan las tres paralelas a la alquibla, y
el espacio reservado a las mujeres (a la izquierda), limitado con una repisa mueble de madera.
Fig. 5. Mezquita Aljama de Crdoba: nave central de la fase de Abdarrahmn I.
Al fondo, la de Abdarrahmn II y el arco triunfal que da acceso a la de al-Hakam II.
las calles laterales y el tejaroz. Sus decoraciones, de fuerte influencia orien-
tal, son las ms antiguas conservadas de la arquitectura de al-Andalus. La
puerta de entrada con su arco, su alfiz y quizs el friso de arquillos sobre
ella corresponden a la poca del emir Muhammad I, como se ver ms
abajo.
Las cuatro fachadas de la Mezquita estaban recorridas en su parte
superior por una lnea de merlones escalonados, otro elemento de impor-
tacin, documentado desde muy antiguo en la arquitectura del Prximo
Oriente y que fue tomado por la omeya (fig. 7). Esta corona de merlones
orientales habra de ser el remate constante del edificio hasta su ltima
ampliacin.
Lo ms importante de esta primera fase de la Mezquita Aljama de
Crdoba, y que es necesario hacer notar muy claramente, es que con
ella Abdarrahmn I puso la imagen arquitectnica y decorativa del
Estado que haba creado y que sus descendientes habran de aumen-
tar y perfeccionar, pero cuyos elementos y lenguaje bsicos quedaron
establecidos desde el principio. Un Estado con claras aspiraciones cali-
fales insatisfechas por imposibles de colmar, pero cuyo germen estaba
ah porque vino con aquel prncipe inmigrado, paradigma de supervi-
viente en contra todas las circunstancias posibles. La evolucin de ese
Estado discurrir en tal sentido, al igual que la Mezquita Aljama de su
capital. Y an despus de extinguido aqul, su imagen y su recuerdo
seguiran siendo luminaria y ejemplo para cuantos surgieron o se
implantaron en la Pennsula y en el Occidente Islmico durante mucho
tiempo. Y as su edificio emblemtico, ese Islam hecho arquitectura.
Veamos cmo.
3. Hishm I (788-796): cortos aos de continuidad y avance
Una de las ventajas que la Mezquita Aljama de Crdoba presenta de
cara a su estudio es la gran cantidad de datos conservados acerca de ella
en fuentes escritas de diversos tipos, frente a su escasez por cuanto se
refiere a otras mezquitas andaluses. Gracias a esos datos sabemos de
hechos ocurridos al edificio o relacionados con l. Datos que de otra
manera desconoceramos y sin los cuales se nos hara bastante ms dif-
cil establecer cronologas, funciones y significados de conjunto y de deta-
lles.
Gracias en buena medida a esas fuentes se sabe que el emir His-
hm I, hijo de Abdarrahmn El Inmigrado, dot a la Aljama de su padre
de algunos elementos que ste no construy, como el que sera su pri-
46 JUAN A. SOUTO
mer alminar, en el muro septentrional del patio. Hasta entonces la lla-
mada a la oracin se haca desde una torre del alczar frontero. Las exca-
vaciones del arquitecto Flix Hernndez, revisadas en fechas recientes
por el arquelogo Pedro Marfil, pusieron al descubierto parte de su estruc-
tura, de planta cuadrada con unos seis metros de lado (fig. 1) y cuya
altura total sera de entre 18 y 20 metros, segn datos de las fuentes. De
Hishm I tambin es la midt o pabelln de abluciones anejo por el este
a la Mezquita, as como las galeras para las mujeres, al norte de la sala de
oraciones (es decir, a los pies de las naves o en pleno patio), de nuevo
segn las fuentes. No quedan restos de estas galeras. Se reduciran qui-
zs a la instalacin de cortinas, biombos u otros elementos mviles an
ms simples (fig. 4)?
Es obvio que el primer heredero del emirato omeya andalus termin
una obra que haba quedado inconclusa, pues si bien hoy da la mezquita
que se ve es el conjunto formado por el patio y un oratorio difano, una
mezquita en general y una aljama en particular comprende estas dos
estructuras junto con aditamentos y anejos, de los que el alminar y el
pabelln de abluciones son imprescindibles: desde el primero se con-
voca a los fieles y en el segundo stos purifican ritualmente sus cuerpos
antes del ritual de la azal en comn, de la que no se excluye a las muje-
res, pese a no poder mezclarse con los hombres (fig. 4). No ser la ltima
vez que un emir concluya los trabajos (entindase los proyectos) de su
padre en la Aljama de Crdoba, veremos algunos casos ms. Desde el
punto de vista del lenguaje poltico, esto habla claramente de continui-
dad respecto de lo que haba comenzado Abdarrahmn I. Recordemos,
sin embargo, que fue en tiempos de Hishm I cuando el Estado omeya
andalus comenz su firme consolidacin poltica e institucional. Es un
dato importante para comprender los siguientes pasos de su edificio insig-
nia.
4. Al-Hakam I (796-822): tiempos difciles, silencio monumental
El hijo y sucesor de Hishm I fue testigo y protagonista de momen-
tos entre los ms dramticos de la historia de los Omeyas de al-Andalus,
pues sufri importantes convulsiones internas. stas se debieron sobre
todo a la resistencia de diversos elementos de la poblacin a la poltica
cada vez ms clara de implantacin de un Estado islmico pleno, moderno
y burocrtico frente al en buena medida embrionario, con un fuerte carc-
ter tribal y de relaciones personales fundado por su abuelo. Para lo que
aqu interesa, la inestabilidad poltica del emirato de al-Hakam I se corres-
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 47
48 JUAN A. SOUTO
Fig. 6. Mezquita Aljama de Crdoba: puerta de los Deanes desde el interior.
Fig. 7. Mezquita Aljama de Crdoba: puerta de San Esteban desde el exterior.
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 49
Fig. 8. Mezquita Aljama de Crdoba: nave central de la fase de Abdarrahmn II.
Obsrvese el arco triunfal de al-Hakam II, donde estuvo el mihrab,
y las columnas que forman una cmara ante l.
Fig. 9. Mezquita Aljama de Crdoba: estado actual del exterior
de la puerta del sabt del emir Abdallh.
ponde con la falta de construcciones en la Mezquita Aljama. Es signifi-
cativo el doble silencio del edificio y de las fuentes escritas.
5. Abdarrahmn II (822-856): el tmido aperturismo de la dinasta
consolidada
Abdarrahmn II termin de abrir el pas a las influencias externas
y de organizar el Estado inspirndose en modelos abbases, aunque sin
perder de vista en ningn momento la reivindicacin de la legitimidad
de su dinasta. Todo esto se reflej en la Aljama de Crdoba mediante el
seguimiento del modelo fijado por su bisabuelo El Inmigrado, pero intro-
duciendo una serie de matices muy claros y precisos.
Las fuentes escritas indican que la mezquita de Abdarrahmn I haba
quedado pequea para la comunidad de los fieles, por lo que muchos
no acudan a ella para hacer la azal congregacional. Esto decidi al emir
a ampliar el oratorio de su antepasado homnimo. Las obras comenza-
ran en 833 y fueron concluidas por su hijo, Muhammad I (852-886).
La ampliacin de Abdarrahmn II se hizo hacia el sur, para lo que
se derribaron la alquibla y el mihrab de Abdarrahmn I, dejando como
pilares los fragmentos donde mora cada una de las arqueras, que fue-
ron ampliadas ocho tramos. La superficie de esta ampliacin equivala a
dos terceras partes de la del oratorio primitivo. Las arqueras fueron del
mismo tipo de las de Abdarrahmn I, es decir, de doble orden: arcos de
herradura en el inferior y de medio punto en el superior, siempre con
alternancia de dovelas de ladrillo y de piedra. Tambin se sostenan
mediante columnas con pilares superpuestos, caracterstica constante de
este edificio (figs. 1 y 8).
Ya se ha dicho que la nave central del oratorio fundacional es algo
ms ancha que las restantes. Este nico rasgo de jerarquizacin espacial
se mantuvo en la ampliacin de Abdarrahmn II, en la que se aadi
uno nuevo, un tmido anuncio de lo que se llama planta en T, consis-
tente en la combinacin de una nave central ms ancha (elemento ya
existente) con un transepto o nave transversal junto al muro de la alqui-
bla, paralelo a ste. La planta en T fue una creacin abbas, presente en
la mezquita de Abu Dulaf en Samarra, Iraq (859-61), y una de las refor-
mas que la nueva dinasta oriental introdujo en la mezquita (omeya) al-
Aqs de Jerusaln, segn la hiptesis de Robert Hamilton (fig. 3). Como
reflejo de lo que Christian Ewert llam el tmido aperturismo de la dinasta
consolidada, Abdarrahmn II anunci la planta en T en su ampliacin
(figs. 2 y 8). Lo hizo mediante la seal de una pequea cmara cua-
50 JUAN A. SOUTO
drangular ante el mihrab situando un par de fustes de alabastro sim-
tricos de tipo acanalado de tradicin bizantina, nicos en el edificio,
coronados por capiteles de nueva talla (columnas O13 y P13) y enca-
jando otras dos columnas iguales entre s en el muro de la alquibla, como
remate de las arqueras que definen la central (O12n y P12n). Otras dos
columnas simtricas en la alquibla, esta vez como remate de las arque-
ras N y Q (N12n y Q12n), creaban una pequea prolongacin trans-
versal a ambos lados. No hubo bveda ante el mihrab, pues no hay espa-
cio para ella, ni transepto estructural, sino este juego visual tan sutil como
perfectamente observable en el propio monumento por el visitante avi-
sado. De esta manera se continuaba con la estructura anterior del edi-
ficio, pero al introducir la planta en T se aada un nuevo elemento de
influencia oriental.
Otro rasgo distintivo de la ampliacin de Abdarrahmn II respecto
del oratorio fundacional fue la introduccin, junto con elementos de
columnas reutilizados procedentes de edificios preislmicos, de capiteles
de nueva talla (fig. 2). As se continuaban luciendo preciados trofeos cl-
sicos como sostenes de la fe, a la vez que se indicaba que el pujante y afir-
mado Estado omeya era capaz de crear los suyos propios. Estos nuevos
capiteles, once en total hoy da, reproducen de hecho modelos antiguos,
algo muy tpico del mensaje de legitimidad y de las tmidas pero ciertas
pretensiones de la dinasta.
En cuanto a las cubriciones, tanto techos como cubiertas debieron
seguir la misma o muy similar disposicin que en la fase fundacional.
6. Muhammad I (852-886): estrepitosa desintegracin o callado
afianzamiento del Estado?
Muhammad I hubo de enfrentarse a las quizs ms serias amenazas
centrfugas en la historia del Estado omeya andalus, lo que llev a que
apenas hiciese obras de importancia en la Mezquita Aljama, pues sus pre-
supuestos fueron masivamente empleados en grandes obras de infraes-
tructura, como prueban las fuentes escritas y las evidencias materiales.
Pero el caso es que Abdarrahmn II muri en 852 sin haber podido con-
cluir las obras de su ampliacin, por lo que stas fueron terminadas por
su hijo, quien adems restaur cuanto estaba en mal estado en la zona
de Abdarrahmn I. Las fuentes dicen tambin que, tras concluir las obras
de su padre, el nuevo emir erigi la maqsra, un pequeo recinto ante
el mihrab, reservado al soberano y que lo separa del resto de los fieles,
a la que puso tres puertas.
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 51
Estos tres datos son de gran trascendencia. Algunos autores han visto
en el primero el puro compromiso de este oscuro emir de terminar unas
obras que ni siquera eran suyas; en el segundo, la imperiosa necesidad
de sujetar unos muros que se caan; y en el tercero, tan slo la materia-
lizacin de la timidez y el aire esquivo y apartadizo de Muhammad I, que
no deseaba dejarse ver en pblico. En realidad, la ereccin de la maqsra
fue un paso ms en la evolucin del ceremonial de corte en Crdoba, un
ceremonial que segua de cerca al abbas, muy insistente en la figura del
soberano oculto, una forma de darle empaque, distancia y categora. Un
rasgo ms, pues, del orientalismo andalus, que tena en Bagdad y Sama-
rra sus modelos. La maqsra cordobesa, sin embargo, no debi estar hecha
de obra de fbrica, ya que no queda ningn resto ni seal de ella. Ms
bien consistira en biombos o celosas de madera entre las columnas del
tramo ante el mihrab, ese juego de pares simtricos que hoy da lo enmar-
can. Podramos preguntarnos si el sutil recuerdo de la planta en T all
indicado corresponde a una innovacin de Muhammad I tanto como de
Abdarrahman II? Desde luego, el conjunto de planta en T y maqsra es
muy representativo, tanto plstica como simblicamente, de la situacin
poltica e institucional del pas entre uno y otro emir. Ya hemos visto
cmo Hishm I termin las obras de su padre en la Aljama introduciendo
elementos que a sta le faltaban. Hasta dnde podemos considerar ori-
ginales de unos o innovaciones de otros estos refuerzos o toques de gracia? Vol-
veremos con estas ideas al estudiar la ampliacin de al-Hakam II.
Como obra propia y reconocible de Muhammad I slo queda en esta
mezquita el vano de entrada de la Puerta de San Esteban (fig. 7), bien
documentado tanto por las fuentes como por la inscripcin que exhibe
en su rosca y su dintel diametral, el epgrafe ms antiguo conservado en
la Aljama, que reza: En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Orden
el emir Dios le honre Muhammad b. Abdarrahmn la construccin de lo que
se renov de esta mezquita y su consolidacin, esperando la recompensa ultrate-
rrena de Dios por ello. Eso se termin en el ao 241 / 22 mayo 855-9 mayo 856,
con la bendicin de Dios y Su ayuda, bajo la direccin de Masrr, su fat. Ese
vano se compone de arco de herradura con dovelas alternas de ladrillo
y de piedra, talladas stas con motivos florales, enmarcado por un alfiz.
Destaca claramente del resto de la portada, tanto por el tipo de decora-
cin como por su estado de conservacin. Tambin podra pertenecer a
la restauracin de Muhammad I el friso de tres arquillos ciegos de herra-
dura que alternan con otros tantos paneles florales por encima de esa
entrada.
52 JUAN A. SOUTO
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 53
Fig. 10. Mezquita Aljama de Crdoba: alminar de Abdarrahmn III.
Vista del paramento exterior con tres arcos de herradura restaurados
por Flix Hernndez. Foto: Julin Glick Fernndez.
Fig. 11. Mezquita Aljama de Crdoba: fachada del oratorio construida por Abdarrahmn III.
7. Al-Mundhir (886-888) y Abdallh (888-912): la bancarrota estatal y la
apoteosis del soberano oculto
Los sucesores de Muhammad I, los emires al-Mundhir y Abdallh,
hubieron de enfrentarse a la bancarrota estatal gestada desde haca aos
y precipitada por la falta de ingresos a causa de las rebeldas y el enorme
gasto que Muhammad I y ellos mismos debieron hacer para frenarlas,
tanto en tropas como en obras de arquitectura militar y asentamientos
humanos. Sin embargo, no por ello dejaron de estampar sus firmas en la
Mezquita Aljama.
Al-Mundhir, cuyo emirato no lleg a los dos aos, construy la bayt
al-ml o sala del tesoro de la Mezquita. No es un detalle balad: la bayt al-
ml era un elemento consubstancial a las mezquitas aljamas de Oriente
desde poca omeya, por lo que su adicin a la de Crdoba la redondeaba
en cierto sentido. Tambin repar la azacaya, fuente pblica con piln,
imprescindible para las abluciones.
En cuanto a Abdallh, dio un paso que parece inevitable a estas altu-
ras: estableci un ingenio de uso exclusivo del soberano para acceder
directamente desde el Alczar a la maqsra, el recinto ante el mihrab. Lo
hizo construyendo un paso elevado y cubierto desde el palacio hasta la
mezquita, sobre la calle. A continuacin abri una puerta en la fachada
occidental del oratorio, a la altura del tramo ante la alquibla (fig. 9), y
cerr este tramo con un sabt o pasadizo a lo largo del cual llegaba a la
maqsra que Muhammad I haba hecho ante el mihrab. Todo un pro-
grama coherente y progresivo, pues, desde Abdarrahmn II.
Vemos que, junto con el Estado, poco a poco se reforzaba la expre-
sin del poder y el aludido ceremonial oriental del soberano distante. Esto
contrasta vivamente con la idea ms bien negativa que se tiene de estos
ltimos emires de al-Andalus, pues la historiografa pinta sus figuras con
tonos bastante oscuros. Creo necesaria una profunda revisin del pero-
do, lejos de prejuicios y visiones sesgadas: la tradicin recoge que la razn
del sabt fue la impopularidad de Abdallh, que yendo ms all que
Muhammad I, lleg a ocultarse del todo ante la comunidad. Puede que
hubiera algo de eso, es bien cierto que su emirato conoci los momen-
tos ms bajos de la situacin econmica y poltica de al-Andalus omeya,
como tambin lo es que los cordobeses no estaban acostumbrados a que
su soberano se ocultase hasta tal punto, ni gustaban de ello. Pero tam-
bin es cierto que la ocultacin no fue repentina sino progresiva, con un
programa muy claro y concordante con la evolucin del propio Estado.
No hay casualidades, nada es arbitrario ni repentino. Menos an en pol-
tica estatal cuando se tiene visin de Estado.
54 JUAN A. SOUTO
Del sabt de Abdallh no quedan ms huellas visibles que la citada
puerta. En el interior del edificio debi ser un simple cerramiento visual
mueble, como la maqsra.
8 Abdarrahmn III (912-961): de emirato a califato
El emirato fue testigo de un cudruple fenmeno: la creacin del
Estado omeya andalus, el asentamiento de sus instituciones, su formacin
fsica y su islamizacin hasta el punto de alcanzar una proporcin de pobla-
cin musulmana que en los primeros aos del mandato de Abdarrah-
mn III ya llegaba (si es que no superaba) al 50% de la total del pas.
Este soberano, si bien heredero de una situacin convulsa, tambin cont
con unas bases que le hicieron capaz de vencer las ltimas rebeliones
internas y de responder a la provocacin fatim proclamndose califa en
929. A ello sigui una paz califal que trajo consigo un esplendor prolon-
gado a lo largo de su gobierno y el de su hijo al-Hakam II (961-976). Hoy
da parece indudable que la ampliacin de la Aljama cordobesa por ste
fue en realidad la ejecucin de un magno proyecto de connotaciones
imperiales, posiblemente acariciado desde la fase fundacional y sin duda
anticipado en las pocas pero significativas obras de Abdarrahmn III,
quien centr su actividad constructiva en retocar la infraestructura fsica
del pas y en crear y dar vida a su propia capital califal, la ciudad ulica
de Madnat az-Zahr.
Pero no nos adelantemos a lo que habr de explicarse ms abajo.
Las obras de Abdarrahmn III en la Mezquita Aljama de Crdoba hubie-
ron de limitarse a lo siguiente: una ampliacin del patio para hacerlo
proporcional a las dimensiones que el oratorio habra de alcanzar en su
momento, un nuevo alminar y la consolidacin de la fachada septentrional
de la sala de oraciones, es decir, la que da al patio (fig. 1).
Para ampliar el patio hacia el norte se derrib el muro correspon-
diente y con l el alminar que haba erigido Hishm I. En otoo de 951
comenz la construccin de la nueva torre, en lo que se emple un ao
entero. Fue ubicada en el nuevo muro norte, algo apartada del eje del
edificio para poder poner a su lado una puerta de ingreso bien alineada
con ste. El alminar en cuestin est hoy da envuelto por un campana-
rio de finales del siglo XVI rematado por una efigie de San Rafael. Las
investigaciones de Flix Hernndez han permitido conocer la estructura
de la obra califal: consista en una torre de ms de 30 metros de altura,
con un primer cuerpo dotado de doble escalera y ventanas de tres arqui-
llos de herradura dispuestas a lo largo de tres alturas (fig. 10). Encima
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 55
56 JUAN A. SOUTO
Fig. 12. Mezquita Aljama de Crdoba: embocadura de la primera nave lateral derecha
de la ampliacin de al-Hakam II. En segundo plano, el juego de arcos entrecruzados que
marcan el transepto, cierran ese tramo de la maqsra y preceden la puerta del sabt,
que se vislumbra al fondo.
Fig. 13. Mezquita Aljama de Crdoba: bveda nervada de la capilla de Villaviciosa.
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 57
Fig. 14. Mezquita Aljama de Crdoba: vista de la capilla de Villaviciosa desde el oeste.
de este primer cuerpo se dispona otro de planta y alzado ms reducidos
y que serva de cmara a los almudanos. Se cubra con una cpula calada.
Sobre ella haba tres grandes esferas de bronce, doradas las extremas y
plateada la central, ensartadas en una gran vara. Rematando este con-
junto, una manzana de oro y una inscripcin con la fecha de termina-
cin del edificio. Al igual que el conjunto de la mezquita, este alminar
tendra una gran influencia sobre otros posteriores hasta la poca almo-
hade.
En cuanto a la fachada del oratorio (fig. 11), fechada epigrficamente
en el mes de dh l-hijja del ao 346 / 23 febrero-24 marzo 958, el motivo
de su consolidacin fue doble: por una parte, era necesario apear debi-
damente la fachada de Abdarrahmn I, que arrastraba daos causados
por un terremoto ocurrido en 880-881; por otra, reforzarla a fin de suje-
tar el empuje adicional de las arqueras de la ampliacin que ya habra
de ejecutar al-Hakam II. Las obras consistieron en la superposicin de
una nueva fachada sobre la antigua, respetando cuidadosamente las
dimensiones de los arcos de ingreso y sus pilares intermedios. El muro
resultante tena el doble de espesor del primitivo (figs. 1 y 2). Lo ms
interesante de esta intervencin son los capiteles empleados como remate
de las correspondientes columnas. Estos capiteles son todos de nueva fac-
tura, corresponden a dos rdenes, corintio (en realidad, corintizante) y
compuesto, y tienen como caracterstica singular el ser de silueta muy
sencilla, con sus hojas lisas (figs. 2 y 11). Veremos la importancia de este
tipo de elemento en la ampliacin califal del oratorio.
9. Al-Hakam II (961-76): el califato hecho mezquita
Ya se ha hecho alguna alusin a las obras del segundo califa de al-
Andalus en la Mezquita Aljama de Crdoba. Hoy da est bastante claro
que stas fueron la ejecucin de un proyecto gestado y apenas comen-
zado en tiempos de su padre, Abdarrahmn III, a quien la muy urgente
construccin de su ciudad-palacio de Madnat az-Zahr le impidi con-
cluirlo. De hecho, la ampliacin del principal oratorio del pas fue la pri-
mera orden que dio el nuevo califa a mediados de octubre de 961. En
enero de 967 las obras estaban concluidas. Dadas las dimensiones del
nuevo conjunto, la mezquita emiral qued como un prembulo de la cali-
fal, casi un edificio aparte (figs. 1 y 2).
La ampliacin de al-Hakam II se hizo, como la de Abdarrahmn II,
hacia el Sur (en este caso se aadieron trece tramos), por lo que hubo
de demolerse, una vez ms, la alquibla existente entonces, cuyo recuerdo
58 JUAN A. SOUTO
volvi a quedar en forma de pilares. Pero a diferencia del trnsito entre
las dos fases emirales del edificio, difano y sealado en su direccin por
la planta rectangular de los pilares, el que se hace a la zona califal est
marcado visualmente por una arquera transversal, cerramiento que hace
patente un antes y un despus material que se corresponde con lo poltico.
La embocadura de la nave central, ms ancha que las laterales, se hizo
mediante un gran arco triunfal, hoy muy remodelado por obras poste-
riores (fig. 8); las dos naves adyacentes fueron valoradas mediante sen-
das embocaduras de arcos lobulados (fig. 12); los dems de esta arque-
ra son de herradura. Sobre el espacio de la que fue cmara del mihrab
de Abdarrahmn II se puso una gran bveda nervada (figs. 1 y 13) sos-
tenida por sistemas de arcos entrecruzados que hacen las veces de facha-
das laterales y frontal (fig. 14). Es la primera vez que este tipo de arcos
aparece con funcin visualmente constructiva en la arquitecura andalus,
a la vez que marca una jerarqua espacial en el interior de un edificio.
Junto con este punto de arranque de la nave central (ms ancha que
las dems) y sus dos colaterales, la siguiente innovacin fue introducir
un transepto consistente en una arquera transversal ante el muro de la
alquibla (figs. 1, 2, 12 y 15). Las longitudinales, prolongacin de las emi-
rales, son del tpico doble orden de arcos. Van a morir a la alquibla, con
lo que el transepto no es difano como en las mezquitas abbases o de
tradicin abbas del siglo IX: se trata de un recuerdo ms que de una copia
pura. A lo mejor se intent, una vez ms, copiar la estructura final de la
sala de oraciones de la mezquita al-Aqs, el modelo primigenio de Cr-
doba, tras la intervencin abbas (fig. 3). De nuevo la llamada a la ima-
gen de la legitimidad califal omeya, en este caso tambin frente a la fuerte
propaganda fatim, mediante el recuerdo de Jerusaln. El resultado, una
sala con planta en T ya muy evidente, se vio reforzado en varios sentidos
y enriquecido con novedades.
En primer lugar, mediante juegos de arcos entrecruzados formando
una maqsra estructural que cierra el tramo ante el mihrab y los dos late-
rales (figs. 1, 15 y 12). Ya no es una maqsra abatible o una seal casi subli-
minal como debi ser la de los emires, sino toda una obra contundente
que separa al califa del resto de los musulmanes. En segundo lugar,
mediante bvedas sobre el compartimiento ante el mihrab (figs. 1 y 16)
y los dos laterales (figs. 1 y 17): el punto de interseccin y los brazos de
la T quedaban as marcados en planta, alzado y cubricin, haciendo juego
con la bveda sobre el arranque de la nave central. La que hay ante el
mihrab, adems, es octogonal y con una semiesfera en su centro, simbo-
lizando el conjunto el Trono de Dios y el trnsito entre la Tierra y el Cielo,
un nuevo recuerdo de Jerusaln y la Cpula de la Roca. Pero an hay ms
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 59
60 JUAN A. SOUTO
Fig. 15. Mezquita Aljama de Crdoba: nave central de la ampliacin de al-Hakam II.
Fig. 16. Mezquita Aljama de Crdoba: bveda nervada del tramo ante el mihrab.
acentos, esta vez sutiles: todas las columnas del oratorio de la nueva amplia-
cin, talladas a propsito para l, lucen fustes negros y rojos coronados
por sencillos capiteles de hojas lisas y orden corintio (o corintizante) y com-
puesto, respectivamente (figs. 2 y 15). Su colocacin se hizo de forma
alterna en cada arquera, de manera que fustes de iguales colores rema-
tados con capiteles de idnticos rdenes conforman lneas diagonales que
van a morir a la nave central: est donde est el visitante, ser conducido a
la va recta que desemboca ante el mihrab, foco polarizador del monu-
mento. Una vez en esa nave central, se encontrar flanqueado por pare-
jas alternas de columnas idnticas; y sobre ellas, formando una segunda
planta, otras tantas parejas alternas de pilastras de yeso tambin idnticas
y que se corresponden en altura con los arcos entrecruzados que se encuen-
tran de frente (fachada de la maqsra) o detrs (arranque de la nave).
Nada es casual, nada se deja escapar, todo est en orden: frente al apa-
rente caos representado por las columnas reutilizadas de las fases emira-
les, el nuevo orden del Estado califal, un orden fruto de precedentes que
se haban ido perfilando lenta pero inexorablemente a lo largo de dos
centurias, se hace patente de forma inequvoca.
La alquibla (fig. 15) mereci un tratamiento especial: el mihrab (fig.
18) est flanqueado por dos arcos laterales, el derecho correspondiente
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 61
Fig. 17. Mezquita Aljama de Crdoba: bveda nervada del tramo ante la puerta del sabt,
a la derecha del mihrab.
62 JUAN A. SOUTO
Fig. 18. Mezquita Aljama de Crdoba: fachada del mihrab.
Foto Instituto Arqueolgico Alemn de Madrid, negativo PLF-1316 (R. Friedrich).
al sabt o pasadizo (figs. 1, 2 y 12) y el izquierdo a la bayt al-ml o cmara
del tesoro (figs. 1 y 2). Estos tres arcos y la bveda del tramo ante el mih-
rab fueron cubiertos de mosaicos con temas epigrficos, geomtricos y
florales diseados por un artista trado especialmente para ello, junto con
el material, desde Bizancio. De nuevo el recuerdo de los antepasados
sirios, en cuyas mezquitas y monumentos ms seeros (recordemos otra
vez la Aljama de Damasco y la Cpula de la Roca) trabajaron musivarios
bizantinos. La cmara del mihrab en s, de planta ochavada, fue cubierta
con una venera naturalista. Los complicados simbolismos de todo este
conjunto hunden sus races en lo ms puramente clsico y ulico, y ser-
van para resaltar la figura imperial del califa y su legitimidad ante Dios
y ante los hombres. Como toque final de este programa legitimista, al-
Hakam II hizo desmontar las columnas talladas para el mihrab de Abda-
rrahmn II, que fueron trasladadas y colocadas en el suyo, donde hoy se
conservan sosteniendo las impostas que documentan la obra con ins-
cripciones cficas. Un homenaje ms a los ancestros, cuya obra se exhibe
como sostn de la actual. La conclusin de este mihrab est fechada epi-
grficamente a finales de 965.
El califa estaba, pues, separado de los fieles dentro de su maqsra,
pero, cmo acceda a ella? Pues por su propio pasadizo o sabt, tambin
ya mencionado, que comprende el tramo ms meridional de su amplia-
cin y cuyo muro norte es, claro, el de la alquibla (figs. 1 y 2). A este
sabt de la mezquita llegaba desde el Alczar a travs de un puente que,
como el del emir Abdallh, conectaba ambos edificios y desembocaba
en un postigo de la fachada occidental de la Aljama (fig. 19). El cere-
monial del soberano oculto tena aqu su desarrollo extremo y su escenario
perfecto. Una vez ms: ya no son los an tmidos pasos del emirato, sino
los del firme y seguro califato. Haciendo juego simtrico con este pasa-
dizo para el califa se encuentra, a la izquierda del mihrab, la tambin
mencionada bayt al-ml o cmara del tesoro, a la que se accede, como se
ha dicho, por una puerta con arco de herradura en la alquibla y, desde
el exterior, por la correspondiente en la fachada oriental, hoy dentro del
edificio (fig. 1).
Las portadas exteriores de la ampliacin de al-Hakam II eran simi-
lares a las ms primitivas en su composicin general, pero con sus ele-
mentos compositivos desarrollados (fig. 19). Entre cada pareja de con-
trafuertes se dispuso una portada tripartita con una puerta central
practicable y dos laterales ciegas, superpuestas por ventanas con celosas
marmreas monolticas coronadas por arcos con alfiz. La puerta central,
adintelada, se cobija bajo un arco de herradura enmarcado por un alfiz;
sobre l, un friso de arcos y mosaicos se remataba con inscripciones. La
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 63
decoracin era geomtrica y floral en piedra blanca y ladrillo rojo. Des-
graciadamente, poco se ha conservado de original en estas portadas. La
rica decoracin que hoy se ve en dos de ellas obedece en gran parte a
restauraciones hechas a comienzos del siglo XX por el arquitecto Ricardo
Velzquez Bosco, como est documentado epigrficamente (en rabe y
caracteres cficos) all mismo.
Las techumbres de la ampliacin de al-Hakam II son las ms cono-
cidas de toda la Mezquita. Consistan en un alfarje o techo plano de pie-
zas cuidadosamente decoradas con talla y policroma. Esta decoracin era
ms rica y compleja en la nave central, algo menos en las dos colaterales
y menos an en las laterales y extremas. La alternancia de tableros deco-
rativos de la nave central hara juego con los fustes, capiteles y pilastras
de yeso de su alzado (fig. 15). Las cubiertas, a dos aguas en las naves lon-
gitudinales y el transepto y a ocho en los lucernarios de las bvedas, debie-
ron ser de tejas planas.
64 JUAN A. SOUTO
Fig. 19. Mezquita Aljama de Crdoba: postigo del sabt de al-Hakam II (derecha)
en el verano de 2006. Obsrvese la excavacin a sus pies, con los cimientos del puente
que lo comunicaba con el Alczar, que queda a espaldas del espectador. A
la izquierda, la puerta de San Ildefonso, original de al-Hakam II y muy restaurada
por Velzquez Bosco en 1904, segn consta en su inscripcin.
Como conclusin de estas obras podemos decir que al-Hakam II,
retomando el modelo fundacional a la vez que las innovaciones de sus
antepasados, construy una ampliacin de sabor palatino donde hasta los
ms mnimos detalles estn perfectamente controlados en todas las dimen-
siones del espacio. Un fiel reflejo de la situacin del pas bajo la pode-
rosa frula califal: el apogeo del Estado omeya.
10. Almanzor (976-1002): un no tan sumiso canto a la legitimidad y el
jihd
A al-Hakam II sucedi su hijo Hishm II (976-1009), bajo buena
parte de cuyo califato (concretamente, entre 976 y 1002) actu como
regente en calidad de hjib Muhammad b. Ab mir, Almanzor, sujeto
de una usurpacin calculada que bas en dos elementos: el espritu de
jihd y la sumisin formal a la dinasta Omeya y a la persona del califa,
cada vez ms oculto. Quizs el ms contundente reflejo material de ambas
cosas sea su enorme ampliacin de la Mezquita Aljama de Crdoba, copia
fiel de cada una de sus fases anteriores, sin introduccin de novedades,
salvo de tipo tcnico, ni de elementos considerados privilegios de los cali-
fas (figs. 1 y 2).
Segn las fuentes escritas, la ampliacin del hjib amir fue comen-
zada en 987 991 y terminada del todo en torno a 1000. Ocurri que, a
los veinte aos de concluidas las obras de al-Hakam II, el oratorio de la
Aljama haba quedado pequeo para una poblacin cada vez ms nume-
rosa por su propio crecimiento demogrfico y por la aportacin de ele-
mentos extranjeros (sobre todo bereberes) a los ejrcitos. Se impona una
nueva ampliacin. El ro, el enorme desnivel creado (fig. 19) y sobre todo
la alquibla, elemento intocable, impedan que esta ampliacin se realizase
hacia el sur; y al oeste estaba el Alczar, de manera que slo qued el
este como opcin para agrandar el edificio. Tras adquirir los de la zona,
Almanzor procedi a su demolicin, junto con la de las construcciones
anejas por ese lado a la Aljama. Otro tanto hizo, lgicamente, con la
fachada oriental de sta, de la que salv tramos que quedaron descon-
textualizados en el interior, donde sirvieron y sirven hoy da para sea-
lar una clara frontera entre el oratorio omeya y el suyo, que guarda una
perfecta relacin proporcional con l (figs. 1 y 20).
La historiografa ha tratado la ampliacin de Almanzor de forma bas-
tante desigual, aunque generalmente peyorativa por su falta de innova-
ciones, sin destacar de modo especial que sa fue precisamente la inten-
cin del omnipotente hjib: ante las acusaciones de usurpacin, Almanzor
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 65
se mostr sumiso hacia los Omeyas hasta en los ms mnimos detalles de
su obra. Para empezar, prolong hacia el este las filas de pilares corres-
pondientes a las huellas de las alquiblas de Abdarrahmn I y Abdarrah-
mn II. A esta ltima le puso tambin su arquera transversal de dobles
arcos de herradura. Cre as tres compartimientos dentro de su propia
ampliacin, cosa estructuralmente innecesaria pero programticamente
efectiva, pues el segundo paso fue, utilizando fustes negros y rojos y capi-
teles de hojas lisas y de orden corintio y compuesto (los modelos califa-
les de esta mezquita), imitar el aparente caos de elementos sustentantes
de las zonas emirales y el perfecto orden alterno de la califal (fig. 2). Una
cuidadosa copia paso a paso o fase a fase. Tambin los emblemticos arcos
rojiblancos fueron copiados meticulosamente, aunque razones de espa-
cio forzaron a encoger algunos de ellos, introduciendo entonces la herra-
dura apuntada y los lbulos en el orden inferior. Tampoco se respet la
fbrica original de estos elementos, pues en vez de alternar dovelas de
piedra y ladrillo, los arcos almanzricos son todos ellos de piedra enlu-
cida y pintada haciendo el bcromo juego.
Fue cauto tambin el usurpador con la cuestin de la alquibla: no
se atrevi a construir un muro destacado al efecto ni por supuesto un
mihrab, mucho menos a tocar el de al-Hakam II, pese a que quedaba y
queda an hoy descentrado en el conjunto. Pues la sumisin y el respeto
deban primar por encima de todo, aunque hoy sabemos, como se saba
entonces, que tales sumisin y respeto no eran sino formales. Pero, qu
es un edificio sino pura forma?
En cuanto a las fachadas, ya se ha dicho que las orientales de Abda-
rrahmn I, Abdarrahmn II y al-Hakam II quedaron selectivamente
demolidas en el interior del oratorio (figs. 1 y 20). De todas las dems,
la oriental es la nica con rasgos definitorios claros, que la presentan
como imitacin de las anteriores (fig. 21): portadas tripartitas entre con-
trafuertes con las consabidas puertas centrales de acceso y vanos latera-
les ciegos rematados mediante ventanas con celosas, todo ello cubierto
de elementos anlogos a los de sus homlogas occidentales. Tambin
como ellas, las ms bellas que hoy da se ven son fruto de las restauracio-
nes de Velzquez Bosco. No faltaron inscripciones, pero ninguna fue un
epgrafe constructivo alusivo al usurpador. Las propias fuentes recogen
que ste no lo permiti. Era muy consciente de la importancia de seme-
jante documento y del insulto que supondra contra la legitimidad omeya
que pretenda defender y de la que su obra era una clara propaganda.
Sin embargo, tampoco hay en el edificio ninguna inscripcin construc-
tiva a nombre del califa, Hishm II. Hasta los silencios son elocuentes.
Las nicas inscripciones constructivas que se conservan en esta amplia-
66 JUAN A. SOUTO
cin son signos lapidarios en elementos de columnas, final de una cos-
tumbre que se inici en la fase de al-Hakam II. Ninguno de ellos se refiere
directamente, claro, a la persona del hjib.
Junto con la ampliacin del oratorio, Almanzor se cuid bien de
construir pabellones de abluciones. Lo que queda de ellos fue excavado
y publicado a finales del siglo XX y hoy se encuentra integrado en un hotel
frontero de la fachada oriental de la Aljama.
11. Conclusiones
La Aljama de Crdoba es el Estado omeya andalus hecho mezquita.
Hemos visto su gnesis y su desarrollo fase a fase; y cmo ese edificio
emblemtico en el sentido ms estricto del trmino lleg a erigirse en
modelo de una autntica copia suya en su propio interior, la ampliacin
de Almanzor, expresin plstica de la sumisin de un usurpador a la leg-
tima dinasta y a su Estado. Ahora bien, fue ese ejercicio visual de sumi-
sin un ejemplo nico o, por el contrario, uno ms de los que se hicie-
ron en al-Andalus? Dicho de otra manera: Lleg el Estado omeya andalus,
y con l su lenguaje, a penetrar en todos los rincones de la sociedad bajo
su dominio? Trascendi el tiempo y el espacio? Las respuestas son afir-
mativas, pero se acaba el espacio asignado a esta contribucin. El lector
ver saciada su curiosidad o su inters en las correspondientes a la arqui-
tectura omeya civil y militar y la de las taifas, las dinastas africanas... hasta
la nazar y la mudjar. Un viaje en verdad fascinante.
12. Orientacin bibliogrfica
Siempre digo que cuanto se ha publicado sobre la Mezquita Aljama
de Crdoba es inabarcable, o una frase por el estilo. Aqu me limitar a
una breve semblanza, ordenada cronolgicamente y comentada, de lo a
mi juicio ms significativo y de consulta ms indispensable de entre la
cuantiosa bibliografa cientfica producida a lo largo de la ltima media
centuria.
Media centuria y un ao es el tiempo transcurrido hasta hoy desde
la aparicin del tal vez ltimo compendio de los llamados grandes maes-
tros: me refiero a los pasajes dedicados al monumento por Leopoldo
Torres Balbs en su contribucin al volumen V de la Historia de Espaa
dirigida por Ramn Menndez Pidal, Madrid, 1957 (hay varias reedicio-
nes y reimpresiones posteriores). En ellos, junto con los datos de las fuen-
tes rabes conocidas entonces y una minuciosa descripcin acompaada
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 67
68 JUAN A. SOUTO
Fig. 20. Mezquita Aljama de Crdoba: fachada oriental de la ampliacin
de al-Hakam II y primeras naves de la de Almanzor, hacia el sur.
Fig. 21. Mezquita Aljama de Crdoba: puerta de San Jos en la fachada oriental,
original de Almanzor y muy restaurada por Velzquez Bosco.
de interpretaciones muy solventes, hay gran cantidad de buenos dibujos
y fotografas.
En Madrid y en 1961 public Flix Hernndez, arquitecto restaura-
dor, El codo en la historiografa rabe de la Mezquita Mayor de Crdoba. Con-
tribucin al estudio del monumento, sin duda el primer trabajo serio y bien
elaborado sobre la espinosa cuestin de la metrologa andalus.
En 1966 el investigador alemn Klaus Brisch public en Berln Die
Fenstergitter und verwandte Ornamente der Hauptmoschee von Crdoba, que
sigue siendo el estudio fundamental acerca de las celosas islmicas del
edificio.
En 1968 y tambin en Berln apareci la primera obra que Christian
Ewert dedic a la Mezquita Aljama de Crdoba: Spanisch-islamische Systeme
sich kreuzender Bgen. I. Die Senkrechten ebenen Systeme sich kreuzender Bgen
als Sttzkonstruktionen der vier Rippenkuppeln in der ehemaligen Hauptmoschee
von Crdoba. Con una amplia documentacin grfica aborda de forma
rigurosa la arquitectura del monumento, en especial de su tercera fase,
y la cuestin de sus arcos entrecruzados.
El mejor estudio acerca del alminar de la Aljama cordobesa es tam-
bin casi el nico: la obra pstuma de Flix Hernndez, El alminar de Abd
al-Rahman III en la Mezquita mayor de Crdoba. Gnesis y repercusiones, Gra-
nada, 1975. Se trata de un libro de historia editorial compleja cuyo autor
no slo hace un anlisis de esta torre, sino de todos los alminares ome-
yas andaluses conocidos hasta entonces, con hincapi en sus conse-
cuencias sobre los posteriores.
En 1976 Henri Stern public la que hoy sigue siendo monografa
bsica para el estudio de los mosaicos, Les mosaques de la Grande Mosque
de Cordoue, Berln, con una contribucin de Manuel Ocaa acerca de las
inscripciones musivarias.
Antonio Fernndez-Puertas es autor de varios trabajos sobre la Aljama
de Crdoba. La decoracin de las ventanas de la Bab al-Uzara segn
dos dibujos de don Flix Hernndez Gimnez, Cuadernos de la Alhambra,
15-17, 1979-81, pp. 165-210, trata de la portada ms compleja del con-
junto, la de San Esteban, con profusin de datos y excelentes documen-
tos grficos.
Hasta 1981 casi nadie se haba ocupado de los signos lapidarios de
esta mezquita, documentos no por marginales menos importantes para
la historia de su construccin y de la edilicia omeya andalus. De enton-
ces data la publicacin de Manuel Ocaa Jimnez Arquitectos y mano
de obra en la construccin de la gran mezquita de Occidente, Boletn de
la Real Academia de Crdoba, 102, pp. 97-137, reproducida en Cuadernos de
la Alhambra, 22, 1986, pp. 55-85.
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 69
Tambin en 1981 apareci en Maguncia otra obra fundamental de
Christian Ewert, sta en colaboracin con Jens-Peter Wisshak, Forschun-
gen zur almohadischen Moschee. Lieferung 1: Vorstufen. Con el apoyo de una
magnfica documentacin grfica se definen numerosos aspectos funda-
mentales del monumento, como su minuciosa organizacin espacial y,
por supuesto, sus gnesis y trascendencias hasta lo almohade.
Muy relacionado con esta obra est el estudio de Patrice Cressier,
Les chapiteaux de la grande mosque de Cordoue (oratoires dAbd ar-
Rahman I et dAbd ar-Rahman II) et la sculpture de chapiteaux
lpoque mirale. Premire partie, Madrider Mitteilungen, 25, 1984, pp.
218-81, cuya segunda parte se encuentra en Madrider Mitteilungen, 26, 1985,
pp. 257-313.
Christian Ewert habra de publicar varias semblanzas breves de la
Aljama cordobesa, siempre sobre la base de sus trabajos previos. Una de
ellas, quizs mi preferida, es su ponencia en el II Congreso de Arqueo-
loga Medieval Espaola, titulada Tipologa de la mezquita en Occidente:
de los Omeyas a los Almohades y publicada en el primer volumen de
sus actas, Madrid, 1987, pp. 179-204.
Junto con las crnicas y descripciones, las inscripciones rabes, y en
especial las constructivas, son una fuente de primer orden para el cono-
cimiento de la Aljama. Manuel Ocaa Jimnez es el autor de Inscrip-
ciones rabes fundacionales de la Mezquita-Catedral de Crdoba, Cua-
dernos de Madinat al-Zahra, 2, 1988-90, pp. 9-28, absoluta referencia de
esta autntica coleccin diplomtica.
Manuel Nieto Cumplido y Carlos Luca de Tena y Alvear son los auto-
res de La Mezquita de Crdoba: planos y dibujos, Crdoba, 1992, recopila-
cin editada en gran formato y que recoge una amplia seleccin de docu-
mentos tanto ya publicados como inditos hasta entonces.
El primero de los ltimos citados es tambin autor de La Catedral de
Crdoba, Crdoba, 1998, una monografa que si bien no puede calificarse
de cientfica por cuanto no cumple una serie de requisitos acadmi-
cos, su primera parte, de 312 pginas, es desde luego una referencia inex-
cusable sobre la Aljama cordobesa, fruto de toda una vida de investiga-
cin y dedicacin al monumento. Cuenta tambin con una bibliografa
casi exhaustiva hasta 1996. Hay una reedicin, actualizada, hecha en 2007.
Los resultados de las excavaciones de Flix Hernndez en el predio
catedralicio apenas fueron publicados a lo largo de decenios. Desde
mediados de los aos 90 del siglo XX el arquelogo Pedro Marfil Ruiz
se dedica al seguimiento sistemtico de las labores de restauracin en el
monumento y a la revisin de lo hecho antes de su llegada. Avance de
los resultados del estudio arqueolgico de la fachada este del oratorio de
70 JUAN A. SOUTO
Abd al-Rahman I en la Mezquita de Crdoba, Cuadernos de Madinat al-
Zahra, 4, 1999, pp. 175-207, es el estudio de referencia de cuanto de este
costado de la Aljama se encuentra bajo el suelo actual, incluido el pabe-
lln de abluciones del emir Hishm.
Del de Almanzor dio cuenta su excavador, Alberto J. Montejo Cr-
doba, en El pabelln de abluciones oriental de la Mezquita aljama de
Crdoba correspondiente a la ampliacin de Almanzor, Cuadernos de
Madinat al-Zahra, 4, 1999, pp. 209-31.
Los 309 signos lapidarios publicados en 1981 por Manuel Ocaa Jim-
nez se vieron incrementados hasta llegar a 694, editados informticamente
y situados segn el sistema de coordenadas de Ewert y Wisshak por M.
J. Rodrguez y Juan A. Souto, De gliptografa omeya: signos lapidarios
en la Mezquita Aljama de Crdoba. Situacin e ndice, Actes du XI
e
Collo-
que International de Glyptographie de Palma de Majorque, Braine-le-Chteau,
2000, pp. 359-91. Quien esto escribe contina trabajando y publicando
sobre el asunto.
Las inscripciones religiosas tienen su papel relevante en sta como
en todas las mezquitas. Susana Calvo Capilla lo ha estudiado en El pro-
grama epigrfico de la Mezquita de Crdoba en el siglo X: un alegato
en favor de la doctrina malik, Qurtuba. Estudios andaluses, 5, 2001, pp.
17-26.
Juan Carlos Ruiz Souza, en La fachada luminosa de al-Hakam II en
la Mezquita de Crdoba. Hiptesis para el debate, Madrider Mitteilungen,
42, 2001, pp. 432-45, propone la existencia de dos bvedas nervadas cali-
fales colaterales a la de la actual capilla de Villaviciosa.
La cuestin de los materiales preislmicos reaprovechados en las fases
de Abdarrahmn I y II ha sido retomada en la Tesis Doctoral de Anto-
nio Pea Jurado, autor del estudio Materiales de un posible edificio de
poca adrianea reutilizados en la Mezquita Aljama de Crdoba, Romula,
2, 2003, pp. 197-214.
Revisin y ampliacin del trabajo de Flix Hernndez sobre la
techumbre de al-Hakam II es la serie de Bernab Cabaero Subiza y Valero
Herrera Ontan, la ltima de cuyas entregas es La techumbre de la
ampliacin de al-Hakam II de la mezquita aljama de Crdoba. Anlisis
tcnico y estudio formal de su policroma, Cuadernos de Madinat al-Zahra,
5, 2004, pp. 391-412.
Los trabajos de Pedro Marfil en las cubiertas del edificio dieron como
resultado varias publicaciones, de entre las que destaca su Estudio de
las linternas y el extrads de las cpulas de la Maqsura de la Catedral de
Crdoba, antigua mezquita Aljama, Arqueologa de la Arquitectura, 3, 2004,
pp. 91-106.
LA MEZQUITA ALJAMA DE CRDOBA 71
Hectreas de papel ha manchado y manchar la cuestin de las
influencias de esta mezquita sobre la arquitectura islmica posterior. Con-
cluye este repaso a la bibliografa reciente con Bernab Cabaero Subiza,
Carmelo Lasa Gracia y Jos Luis Mateo Lzaro, La Aljafera de Zaragoza
como imitacin y culminacin del esquema arquitectnico y decorativo
de la mezquita aljama de Crdoba, Artigrama, 21, 2006, pp. 243-90.
72 JUAN A. SOUTO
Madinat al-Zahra. Notas sobre la planificacin y transformacin
del palacio
ANTONIO VALLEJO TRIANO*
Resumen
Las ltimas investigaciones sobre Madinat al-Zahra han demostrado la envergadura de
la planificacin desarrollada en el s. X por el Estado califal para la construccin de este magno
proyecto urbanstico. Este ordenamiento puede observarse de forma precisa en el territorio y en
la propia ciudad. En el palacio, los elementos que evidencian el alcance de esa planificacin
son las infraestructuras hidrulica y viaria, y la disposicin y arquitectura de sus edificios.
Sin embargo, lejos de haber quedado fosilizado tras la construccin inicial, el palacio experi-
ment una fase de transformacin muy importante, que ha sido puesta de relieve por las exca-
vaciones realizadas en algunos de esos edificios. Esta reforma afect a una buena parte del
alczar y produjo cambios en diversos rdenes del mismo, incluidos los programas decorativos.
Last researches on Madinat al-Zahra have thrown up the magnitude of the planning
developed by the caliphal state for the construction of this great urbanistic project in the 10th
century. This planning can be beheld in the terrain, which underwent an important reorga-
nization, aswell as in the very city. In the palace, the elements evidencing the scope of this ini-
cial planning are the hydraulic and road infrastructures and the disposition and architecture
of the buildings. However, far from remaining the same after the inicial construction, the palace
experienced an important transformation process, as the excavations carried out in some of these
buildings reveal. This reform affected a big part of the alczar, causing changes at various
levels, including the decorative programs.
* * * * *
La ltima etapa de trabajos desarrollada en Madinat al-Zahra, a par-
tir de 1985, ha supuesto un avance significativo en el conocimiento de la
ciudad fundada por Abd al-Rahman III, que viene a sumarse a una larga
trayectoria de investigacin iniciada desde las primeras excavaciones del
lugar en 1911.
Este nuevo aporte no ha venido motivado por la ampliacin del rea
excavada del palacio, que es bsicamente la misma que haba quedado
establecida en la dcada de 1980. Como se sabe, esta zona corresponde
al sector central del alczar y tiene una superficie aproximada de unas
10 ha. del total de 112 ha. que comprende la ciudad. En este sector se
encuentran ms de una decena de viviendas de diverso tipo incluidas
* Director del Conjunto Arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Artigrama, nm. 22, 2007, 73-101 I.S.S.N.: 0213-1498
dos residencias califales con baos asociados, dos residencias aristocrti-
cas, y viviendas de servicio donde trabaja la servidumbre que atiende a
los inquilinos de algunas de ellas, los espacios de control de la guardia
de palacio, algunos de los grandes edificios administrativos donde se desa-
rrolla el trabajo burocrtico del Estado califal, el extraordinario conjunto
ulico presidido por el saln de recepciones polticas, el conocido Saln
de Abd al-Rahman III y los grandes espacios ajardinados y, fuera de esta
rea, la mezquita aljama.
La renovacin producida en el conocimiento de Madinat al-Zahra
en estos aos deriva de varios rdenes de factores interrelacionados. Entre
ellos cabe destacar, primero, un cambio de perspectiva general en la inves-
tigacin e interpretacin del Islam andalus; segundo, un cambio en las
hiptesis de trabajo sobre la ciudad califal, con la introduccin de hip-
tesis histricas que explican su gnesis en el contexto oriental de cons-
truccin de grandes ciudades capitales por parte de los diferentes Esta-
dos islmicos del momento y, por tanto, como la mxima expresin
urbanstica del califato omeya, en competencia con el califato fatim rival;
y tercero, la ampliacin de los objetivos de la investigacin, con la utili-
zacin de los tres niveles de anlisis arqueolgico: la escala territorial, la
escala urbana o del conjunto de la ciudad, y la escala de la zona exca-
vada, con el concurso de diversas metodologas y disciplinas afines.
El territorio
A nivel territorial, el trabajo realizado en estos aos ha permitido
avanzar en el conocimiento de las singularidades y caractersticas del
emplazamiento y en las condiciones de implantacin de la ciudad, valo-
rando los aspectos topogrficos y paisajsticos como una condicin esen-
cial del proyecto urbanstico materializado en Madinat al-Zahra. El
emplazamiento de la ciudad, a caballo entre la sierra y el valle, fue cui-
dadosamente escogido para garantizar la exposicin permanente del
nuevo centro sobre una amplia franja del tramo medio del valle del Gua-
dalquivir. Mucho ms que en el mundo abbas, Abd al-Rahman utiliz
la topografa y los recursos escnicos del lugar con una clarsima inten-
cionalidad iconogrfica y, por tanto, poltica (fig. 1).
La implantacin de la ciudad signific, adems, una reestructuracin
radical del territorio prximo, que pas a ejercer una funcin de servicio
en relacin con la nueva urbe en varios sentidos. Por un lado se utiliz
como la principal fuente de aprovisionamiento de materiales constructi-
vos ptreos, explotando todo el frente de calizas miocnicas calcare-
74 ANTONIO VALLEJO TRIANO
nitas situadas en la franja de contacto entre el valle y la sierra, de donde
se extrajo la piedra bsica empleada en la construccin de la ciudad
(fig. 2). Otras rocas utilizadas en la edificacin revelan tambin una pro-
cedencia local, de forma que la principal zona de captacin de recursos
ptreos se situ en un radio de unos 50 km. en torno a la ciudad. La pro-
ximidad de estos recursos a Madinat al-Zahra y su facilidad de extraccin
explican la extraordinaria rapidez de las obras.
Por otro lado, para garantizar el abastecimiento de agua a la nueva
urbe se rehabilit un antiguo acueducto de poca romana que discurra
por sus proximidades, construyendo ex novo los elementos deteriorados
o desparecidos del sistema preexistente. Asimismo, se planific una impor-
tante infraestructura viaria para su conexin con Crdoba y su insercin
en la red de calzadas que conectaban la capital con el resto de al-Anda-
lus. De esta infraestructura caminera se conservan al menos dos puentes
califales y las cimentaciones de otros que atestiguan la envergadura de
esta red (fig. 3).
Por ltimo, este programa urbanstico se vio complementado con la
edificacin en sus proximidades de una gran finca de carcter privado,
la almunia al-Rummaniyya. Se trata de una importante explotacin agro-
pecuaria que cont con una zona residencial palaciega, una alberca de
grandes dimensiones y tres amplias terrazas de cultivo sostenidas por grue-
sos muros de sillera. Fue construida por tesorero del Estado califal, Durri
al-Sagir, y regalada por ste al califa al-Hakam II en el ao 973 (fig. 4).
En el extremo opuesto del territorio se sita el yacimiento de Turruuelos,
una extraordinaria edificacin oficial de forma rectangular y grandes
dimensiones, an no excavada. A nivel hipottico lo identificamos como
un lugar para el acantonamiento de las tropas califales antes de partir
hacia los distintos frentes blicos.
El emplazamiento de estos centros, a ambos lados de la ciudad, y no
en el frente sur de la misma, parece responder a un patrn de ordena-
cin del territorio que encuentra su reflejo en la propia estructura urbana
de Madinat al-Zahra.
La ciudad
Por lo que respecta al conjunto de la medina, aunque se encuentra
an sin excavar, la combinacin de la fotografa area vertical y la pros-
peccin arqueolgica han permitido realizar un plano interpretativo de
las estructuras que revela una planificacin urbanstica rigurosa (fig. 5).
En virtud de esta planificacin, la ciudad muestra una zonificacin pre-
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 75
76 ANTONIO VALLEJO TRIANO
Fig. 1. Madinat al-Zahra desde el sur. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Fig. 2. Canteras de calcarenita de Sta. Ana de la Albaida. A la derecha, explotacin califal;
a la izquierda, explotacin contempornea. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 77
Fig. 3. Puente de los Nogales. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Fig. 4. Alberca de la almunia al-Rummaniyya. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
78 ANTONIO VALLEJO TRIANO
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cisa que responde a un claro reparto de usos y funciones. La zona cen-
tral, con un mbito perfectamente delimitado, se presenta vaca de cons-
trucciones y destinada, por tanto, a diversos usos no edificatorios entre
los que se cuentan los agrcolas, como atestigua la presencia de una
alberca en ese mbito, al pie de la muralla sur del palacio, y otros rela-
cionados probablemente con actividades ldicas y de ocio.
La edificacin se reserv para las franjas laterales de la medina y
stas muestran una diferente organizacin urbana. En la parte occiden-
tal se observa la presencia de seis grandes estructuras similares, alineadas
de norte a sur, que hemos venido identificando hipotticamente como
el asiento del ejrcito de la ciudad, por su parecido formal con otras
estructuras similares de Samarra como Istabulat. Dos pequeos edificios
girados, debidamente orientados, permiten su identificacin con sendas
mezquitas para la poblacin que habita y trabaja en ese amplio sector.
Frente a esa organizacin de carcter estatal, la zona oriental mues-
tra una urbanizacin menos rgida que constituye el casero urbano, el
lugar donde se sitan mayoritariamente las casas de la poblacin comn
y otras instalaciones urbanas como los zocos y la mezquita aljama. La posi-
cin de esta mezquita, exterior al palacio aunque contigua al mismo, evi-
dencia su utilizacin compartida entre los habitantes del alczar y los de
la medina.
El palacio
Desde el punto de vista fsico y topogrfico, el alczar se desarrolla
en dos grandes plataformas, superior e inferior, de similar anchura (fig.
6). La superior se despliega en diversas terrazas constructivas y en ella se
emplaza la mayor parte de los edificios, en tanto que la inferior est ocu-
pada por los grandes espacios ajardinados que componen los jardines lla-
mados Alto y Bajo.
Como es sabido, la zona excavada corresponde al sector central del
palacio y supone un 50% aproximadamente de su superficie total eva-
luada en cerca de 20 Ha. Las investigaciones realizadas en ese mbito en
los ltimos aos han permitido avanzar en diversos aspectos relacionados
con su planificacin urbanstica especialmente la infraestructura hidru-
lica y la organizacin de las comunicaciones interiores, y con el pro-
ceso de construccin y transformacin urbana y arquitectnica operado
en el mismo, a pesar de su breve periodo de vida.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 79
80 ANTONIO VALLEJO TRIANO
Fig. 6. El alczar excavado. Distribucin por niveles y sectores
(A. Vallejo. Conjunto Arqueolgico Madinat al-Zahra).
Fig. 7. Puente-acueducto califal de Valdepuentes.
Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 81
Fig. 8. Pila reutilizada en las habitaciones anejas al Saln de Abd al-Rahman III.
Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Fig. 9. Letrina. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
El sistema hidrulico
El conocimiento actual de la red de abastecimiento permite afirmar
que el palacio, no la ciudad, cont con un suministro de agua perma-
nente que alcanz a todas sus edificaciones.
Para su transporte desde las fuentes de captacin en la sierra, se rea-
provech la caja de un antiguo acueducto romano el Aqua Augusta
construido en el s. I para alimentar a la Corduba clsica. La principal apor-
tacin islmica a esta infraestructura preexistente fue la construccin de
un nuevo puente-acueducto, el llamado Acueducto de Valdepuentes, obra
de clara factura califal tanto en su arquitectura como en su decoracin,
con el que Abd al-Rahman se apropi simblicamente del conjunto de
la obra hidrulica (fig. 7).
Todo el sistema de abastecimiento, tanto para usos de consumo e
higinicos como para otras funciones productivas, descansa sobre esta
aportacin. Salvo las albercas de los jardines, el palacio carece de cister-
nas o aljibes subterrneos para almacenar las aguas pluviales, que eran
evacuadas directamente a la red de alcantarillado.
La conduccin del agua desde el ramal principal del acueducto a las
distintas edificaciones del palacio se realiz por medio de tuberas de
plomo y, en menor medida, por atanores de barro. En algunas viviendas,
el punto de abastecimiento para el consumo se situ en el centro del
patio y gener un rico mobiliario asociado en el que destaca un nutrido
nmero de pilas de mrmol de diversa morfologa entre las que se
cuenta una importante coleccin de sarcfagos romanos reutilizados,
y algunos surtidores como los conocidos cervatillos de bronce (fig. 8).
Con independencia de este circuito destinado al consumo y a las
actividades domsticas, existe otro, diferenciado del anterior, cuyo obje-
tivo principal fue el suministro de agua a las letrinas. Podemos afirmar
que stas fueron una de las piezas clave del sistema higinico del pala-
cio, tanto por su avanzada concepcin como por su nmero, pues se exten-
dieron por la totalidad de las edificaciones (fig. 9). Todas ellas presen-
tan una morfologa y disposicin muy caractersticas, que ser prototpica
en la arquitectura andalus.
De la infraestructura higinica para uso del califa y sus allegados hay
que destacar los dos baos conocidos hasta el momento. Ambos estn
asociados a sendos espacios residenciales y protocolarios, uno de ellos a
la Vivienda de la Alberca (fig. 6, n. 15) y otro al conjunto de habitacio-
nes anejas al Saln de Abd al-Rahman III (n. 46). Se trata, en los dos
casos, de baos unipersonales y privados, de organizacin y tamao simi-
lares, que contemplan las tres salas propias de estas instalaciones: el ves-
82 ANTONIO VALLEJO TRIANO
tuario, la sala templada y la sala caliente. Estas dos ltimas se caracteri-
zan por una estancia central rematada en dos saletas extremas, de las cua-
les, una de las del caldarium corresponde a una pequea baera situada
bajo el nivel del suelo. Lo ms interesante de las investigaciones realiza-
das ha sido comprobar la extraordinaria calidad y riqueza del programa
decorativo desplegado en estos baos, especialmente en el caldarium, que
hace de ellos una de las edificaciones ms suntuosas del palacio (fig. 10).
Junto al suministro de agua, la infraestructura de saneamiento cons-
tituye uno de los rasgos ms definitorios de la planificacin urbanstica
de Madinat al-Zahra.
La red documentada hasta el momento est integrada por un con-
junto de ms de 1800 m. de canalizaciones subterrneas, de diversas tipo-
logas y tamaos, que discurren a distintas profundidades bajo las edifi-
caciones palaciegas. El sistema lo componen bsicamente dos tipos de
canalizaciones: unas, mayores, recorren longitudinalmente los distintos
conjuntos aterrazados y ncleos de edificacin, y atraviesan el centro de
la vivienda para recoger las aguas pluviales y residuales de los patios (fig.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 83
Fig. 10. Axonometra del bao de las habitaciones anejas al Saln de Abd al-Rahman III
(A. Vallejo. Conjunto Arqueolgico Madinat al-Zahra).
11); y otras, menores, transportan
las aguas de patinillos, letrinas y
dems elementos de desage, para
verter en las anteriores.
Esta infraestructura no tiene
parangn con las conocidas en
otros grandes centros urbanos coe-
tneos, porque afect al conjunto
completo del palacio y provey el
saneamiento de todas las edifica-
ciones, garantizando la evacuacin
de las aguas residuales a los arro-
yos prximos. Otra funcin, sta
secundaria, fue su utilizacin como
vertedero de residuos domsticos,
pues en estas conducciones se loca-
liza una buena parte del registro
material que podemos identificar
como deshechos cermicos y ali-
menticios.
Esta infraestructura de sanea-
miento cont con un elemento pre-
existente que fue la caja del anti-
guo acueducto romano. ste
discurra bajo la parte central de la
plataforma superior del palacio, donde hemos podido reconocer su tra-
zado en un recorrido rectilneo de ms de 200 m. En este tramo, y una
vez perdida su funcin originaria de abastecimiento, el acueducto se reu-
tiliz como una gran cloaca, tal como evidencia la concentracin en su
caja de un volumen importante de material de deshecho.
Las comunicaciones interiores
Las comunicaciones en el interior del palacio se garantizaron
mediante una organizacin viaria jerarquizada que experiment impor-
tantes modificaciones a lo largo del tiempo.
La disposicin escalonada de sus construcciones hizo necesario un
conjunto de caminos, calles y corredores basado en un sistema de ram-
pas quebradas que llegan a alcanzar en ocasiones pendientes del 23%.
Algunos de estos caminos, sobre todo los que constituyen prolongacin
de las calzadas de acceso al alczar desde la medina, se pavimentaron con
fragmentos de esquistos violceos y piezas de sillera que componen cua-
84 ANTONIO VALLEJO TRIANO
Fig. 11. Conduccin de saneamiento.
Foto: Conjunto arqueolgico de
Madinat al-Zahra.
drculas simples o diversos motivos
geomtricos, lo cual sugiere que
fueron concebidos para ser transi-
tados a caballo (fig. 12). En otros
casos, estas rampas se construyeron
con mortero de cal y tierra com-
pactada, como sucede con el
camino condenado por la cons-
truccin del Jardn Alto, que sirvi
tambin de enlace con el mbito de
la medina (fig. 6, n. 45), con la
rampa que discurre entre los gran-
des edificios superiores (n. 8) o
con la que se identifica con el sabat
(n. 52) que pone en conexin la
terraza del Saln de Abd al-Rah-
man III y la mezquita aljama. La
mayor parte de estas calles estuvie-
ron cubiertas, se encontraban jalo-
nadas de puertas y disponan de
poyetes adosados en uno o dos de
sus lados.
Algunas de estas vas son caminos abovedados que poseen un tra-
zado rectilneo y plano, y sirvieron para conectar puntos alejados del pala-
cio situados en el mismo nivel, como el llamado Camino de Ronda Bajo
(n. 47; fig. 13). Otros adarves, de menor longitud y anchura, garantiza-
ron la comunicacin entre distintas viviendas de la misma terraza, como
el corredor procedente de la vivienda de servicio oriental (n. 17), que
conecta esta rea de trabajo con las grandes residencias emplazadas al
sur y al oeste de la misma.
Junto a este sistema viario, las comunicaciones entre viviendas con-
tiguas de diferentes niveles o el acceso a los cuerpos altos de algunas edi-
ficaciones se realizaron a travs de escaleras. stas se desarrollaron en
forma lineal, sencillas o dobles, o en varios tramos dispuestos en torno a
un machn central, cuadrado o rectangular. Entre las primeras, podemos
sealar la existente en la vivienda occidental de servicios (n. 11) y en la
vivienda de la alberca (n. 14); entre las segundas, la situada en el con-
junto del Patio de los Pilares (n. 16), la del ngulo NE del espacio iden-
tificado como Cuerpo de Guardia (n. 10), y la emplazada al pie de la
residencia califal (n. 1). Esta ltima es la de mayores dimensiones del
alczar.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 85
Fig. 12. Pavimento de cuadrculas de
calcarenita y esquistos. Foto: Conjunto
arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Las transformaciones del palacio
Sin duda, una de las principales aportaciones de la investigacin rea-
lizada en estos aos ha sido desvelar la trascendental reforma, urbana y
arquitectnica, experimentada en Madinat al-Zahra tras su construccin
inicial.
Las noticias suministradas por las fuentes escritas indicaban un pro-
ceso de construccin del palacio y la ciudad que se caracterizaba por su
extraordinaria rapidez, al menos en lo que se refiere al traslado institu-
cional de algunos servicios y manufacturas oficiales desde Crdoba al
nuevo centro de poder. De acuerdo con esos textos las obras se habran
iniciado en el ao 936 o 940, segn los distintos autores, y habran pro-
seguido a lo largo de la dcada siguiente con una secuencia bien esta-
blecida: la mezquita aljama se habra terminado en el 941, unos aos ms
tarde, en 945, consta que el califa resida ya en Madinat al-Zahra, y en
947 se traslad desde Crdoba la dar al-sikka (Ceca, Casa de la Moneda),
cuyo cambio de sede es corroborado por el registro numismtico puesto
que las primeras acuaciones de la nueva ciudad se producen ese mismo
ao.
Al margen de las contradicciones que plantean algunas de estas
fechas con los datos suministrados por la investigacin arqueolgica, las
fuentes sealan tambin, de manera general, que el proceso constructivo
se desarroll durante los ltimos 25 aos del reinado de Abd al-Rahman
III (entre 936 y 961) y durante todo el califato de al-Hakam II (entre 961
y 976). De estos datos se infiere un proceso gradual y prolongado de cons-
truccin del palacio y de la urbe que finaliz en los ltimos aos del
gobierno de al-Hakam. El modelo de generacin urbana que parece deri-
varse de este nivel textual, por tanto, es el de una ciudad conformada
por acumulacin y agregacin de espacios y edificios, es decir, un modelo
segn el cual el califa fundador habra construido la parte ms significa-
tiva del palacio y de la ciudad, y su hijo al-Hakam habra completado el
desarrollo urbanstico con nuevas edificaciones. No se alude, en absoluto,
a ningn proceso importante de transformacin o estratificacin urbana,
salvo la existencia de pequeas reformas en algunos edificios fechadas en
el ao 972.
Los trabajos arqueolgicos muestran, sin embargo, una realidad dife-
rente y mucho ms compleja. La investigacin anterior ya haba adver-
tido que algunos de los edificios ms relevantes de Madinat al-Zahra, como
el Saln de Abd al-Rahman III tambin conocido como Saln Rico (fig.
6, n. 42) y el Saln Basilical Superior (n. 28), surgieron como con-
secuencia de unas importantes reformas que haban condenado o modi-
86 ANTONIO VALLEJO TRIANO
ficado estructuras precedentes. En el caso del Saln de Abd al-Rahman,
el edificio central de todo el programa de representacin que encarna
la ciudad, la propia epigrafa corroboraba esta evidencia al establecer una
fecha avanzada para su construccin, entre los aos 953 y 957, que no se
corresponda con el momento fundacional del palacio sealado por las
fuentes.
En otros edificios resultaba patente tambin la existencia de mlti-
ples modificaciones, de diverso alcance, que haban llevado a F. Hernn-
dez a sealar una fase de reforma del programa inicial llevado a cabo en el
palacio. Sin embargo, salvo en los grandes salones mencionados, esta
reforma no se encontraba suficientemente clarificada y, sobre todo, no
conocamos cmo se haba producido esa dinmica y cules fueron las
claves de esa transformacin. Ha sido el anlisis estratigrfico murario y
la reexcavacin de algunos de esos espacios lo que est permitiendo rela-
cionar entre s este conjunto de reformas y situarlas en el marco expli-
cativo de un proceso de transformacin general que afect a la prctica
totalidad del palacio, tanto en su urbanismo como en su arquitectura y
su lenguaje decorativo.
Este proceso ha podido ser documentado y explicado de manera pre-
cisa en dos edificaciones singulares del palacio, como la llamada Casa de
Yafar (n. 13) y el edificio conocido como Patio de los Pilares (n. 16).
Ambos han sido objeto reciente de intervencin y publicacin.
La primera es un amplsimo conjunto polifuncional articulado en
tres mbitos que hemos reconocido como zona oficial de representa-
cin y trabajo, ntima, y de servicio (fig. 14). Desde su excavacin en
1970 por F. Hernndez ha venido siendo identificada hipotticamente
como la residencia de un altsimo personaje de la administracin califal,
Yafar ibn Abd al-Rahman, conocido como Yafar el eslavo, que fue hayib
del califa al-Hakam II entre los aos 961 a 971.
El edificio llamado Patio de los Pilares, en cambio, no presenta una
organizacin residencial clara, pues se estructura en torno a un gran patio
cuadrangular rodeado de galeras de pilares en todos sus lados (fig. 15).
Las habitaciones se dispusieron en tres de sus lados y responden a un
mismo modelo de sala central paralela a los lados del patio y rematada
en una o dos alcobas extremas. No conocemos, por el momento, cul fue
su dedicacin funcional, si bien F. Hernndez pens que se destin a usos
administrativos.
Las excavaciones realizadas en ambos conjuntos han demostrado la
existencia de una fase previa a su construccin, integrada por tres vivien-
das en la Casa de Yafar y dos en el Patio de los Pilares (fig. 16). stas
haban establecido los lmites parcelarios generales sobre los que se levan-
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 87
taron los edificios posteriores, y su desmontaje se realiz de forma extre-
madamente cuidadosa con el objetivo manifiesto de utilizar todas las estruc-
turas y los materiales susceptibles de reaprovechamiento, especialmente
los pavimentos de losas de caliza violcea y de alabastro. Los nuevos edi-
ficios se construyeron, por tanto, sobre las parcelas ocupadas anteriormente
por varias viviendas, pero transformaron por completo su organizacin. El
resultado fue un programa radicalmente nuevo no slo en cuanto a su
monumentalidad, sino tambin desde el punto de vista decorativo y tipo-
lgico, con la introduccin de modelos arquitectnicos que estaban ausen-
tes en la fase inicial, como el patio con galeras porticadas del Patio de los
Pilares o el modelo asimilable al basilical en la Casa de Yafar.
Estos dos casos ilustran de manera elocuente cmo se produjo el
proceso de transformacin del palacio, al menos en ese sector. La adap-
tacin de esos edificios a lmites preestablecidos no significa que se trate
de meras sustituciones parciales ceidas estrictamente a esos mbitos; por
el contrario, su construccin pone de relieve la existencia de cambios
importantes en la topografa, en el sistema viario interior y en la infra-
estructura hidrulica que trastocaron el urbanismo palaciego, aunque
todava no conocemos su alcance con suficiente detalle.
88 ANTONIO VALLEJO TRIANO
Fig. 13. Camino de Ronda Bajo. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 89
Fig. 14. Casa de Yafar. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Fig. 15. Patio de los Pilares. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Probablemente en virtud de esta reforma qued establecida una
cierta divisin del palacio en dos sectores, oriental y occidental (fig. 6), sepa-
rados por las alineaciones de muros de direccin N-S donde se sitan las
caballerizas (n. 24) y las estancias de su lado oriental (n. 31). El sector
de poniente englob las residencias ms importantes del alczar, en tanto
que el oriental se destin a albergar prioritariamente el conjunto admi-
nistrativo y el ncleo de recepcin y representacin califal. Esto no sig-
nifica que esas dedicaciones sean exclusivas de uno y otro sector, pues,
adems de la polifuncionalidad constatada en varias viviendas, encontra-
mos edificaciones y usos residenciales en la zona oriental del palacio,
como tambin deben existir edificios administrativos o de recepcin en
el sector occidental no excavado, tal como sugiere el material decorativo
procedente de esos espacios.
En este sector oeste, de accesibilidad ms limitada, las viviendas que
hoy observamos corresponden a diferentes fases constructivas, pues algu-
nas formaron parte del programa inicial del alczar y otras se constru-
yeron con posterioridad. Todas ellas muestran una gran variedad de tipos
y modelos arquitectnicos. Las ms complejas y suntuosas son la resi-
dencia ntima del califa Abd al-Rahman III la Dar al-Mulk = Casa Real
(n. 1), la llamada Vivienda de la Alberca, que cuenta con un bao
anejo (n. 14 y 15), y la Casa de Yafar (n. 13). Los edificios ms modes-
tos, desde el punto de vista de sus materiales constructivos y de la ausen-
cia de programas decorativos basados en el ataurique, son los situados
en el escaln superior (n. 2, 6 y 7) y el conjunto de las viviendas de ser-
vicio (n. 11 y 12), donde trabaja la servidumbre que atiende a algunos
de los grandes personajes que viven en esa parte del palacio.
En el sector oriental, al este de las alineaciones sealadas, se desa-
rroll la mayor parte del conjunto administrativo del alczar. En la zona
excavada se localizan la monumental y emblemtica fachada de catorce
arcos que sirve de acceso al palacio (n. 34), el sistema viario que lo acom-
paa (n. 33), y diversas edificaciones entre las cuales destaca el Saln
Basilical Superior (n. 28) y el llamado convencionalmente Patio de los
Relojes (n. 40), un edificio cuadrangular de grandes dimensiones orga-
nizado en torno a un patio con galeras de pilares en los lados este y
oeste.
Si importante fue la transformacin experimentada en esta zona, con
la demolicin de algunos edificios y la construccin de otros nuevos,
mucho ms trascendental fue la ejecutada en la plataforma inferior del
palacio. A partir de esa reforma se configur la extraordinaria terraza
ulica presidida por el Saln de Abd al-Rahman III tal y como ha llegado
a nuestros das, es decir, con un jardn de forma cuadrangular (n. 44),
90 ANTONIO VALLEJO TRIANO
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 91
Fig. 16. Casa de Yafar y Patio de los Pilares con las viviendas preexistentes
(A. Vallejo. Conjunto Arqueolgico Madinat al-Zahra)
92 ANTONIO VALLEJO TRIANO
Fig. 17. Saln de Abd al-Rahman III. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
Fig. 18. Saln Basilical Superior. Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
un edificio en posicin central com-
pletamente expoliado y rodeado de
cuatro albercas, el llamado Pabelln
Central (n. 43), y un ala de habita-
ciones anejas al Saln en el costado
noreste (n. 46).
Desde el punto de vista estricta-
mente arquitectnico, la evidencia
ms importante de esta fase fue la apa-
ricin de los dos grandes edificios basi-
licales excavados hasta el momento, el
Saln de Abd al-Rahman III (n. 42)
y el Edificio Basilical Superior (n. 28).
El primero de ellos es un saln para
las recepciones polticas del califa. Se
identifica con uno de los dos edificios
mencionados en las fuentes escritas
para esta finalidad, concretamente
con el denominado maylis al-xarqi
(Saln Oriental), que fue el lugar
donde se celebraron la mayor parte de
las audiencias de embajadas y las dos
grandes fiestas religiosas islmicas anuales id al-fitr (fiesta de ruptura
del ayuno) e id al-adha (fiesta de los sacrificios) durante los ltimos
aos de Abd al-Rahman III y durante todo el gobierno del califa al-Hakam
II (fig. 17). Por l desfilaron, entre otros, la reina Toda de Navarra, San-
cho el Craso, los embajadores del conde Borrell de Barcelona, los embaja-
dores del conde de Castilla, el embajador del emperador bizantino Juan I
Tzimisces y, en repetidas ocasiones, distintos representantes de los idri-
ses Banu Hasan, pasados a la obediencia del califa. El segundo de estos
edificios, de cronologa similar al Saln Rico, es un espacio administra-
tivo de identificacin problemtica, aunque parece que pueda asociarse
con el denominado Dar al-Yund (Casa del Ejrcito) en las fuentes escri-
tas (fig. 18). Ambos se caracterizan por su tipologa arquitectnica basi-
lical, por su orientacin al sur y por su apertura a grandes espacios abier-
tos, un inmenso jardn en el primero y una gran plaza en el segundo,
adecuados para amplios movimientos procesionales.
Adems de jugar un papel importante como centro de recepcin de
nuevos modelos arquitectnicos, algunos de los cuales, como el basilical,
desaparecieron con la propia ciudad, y otros, como los patios con doble
prtico, pasaron a la posterior arquitectura palaciega y residencial anda-
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 93
Fig. 19. Tablero de la Vivienda de la
Alberca. Foto: Conjunto arqueolgico
de Madinat al-Zahra.
lus, en esta fase de reforma se ensayaron nuevos elementos como el
arco lobulado, que se presenta por primera vez en el Saln Rico antes
de su extraordinaria irrupcin en la aljama cordobesa, se formalizaron
los dispositivos del decorado en torno al arco de herradura, de manera
que los capiteles adquirieron su conformacin califal clsica, y se intro-
dujo un nuevo lenguaje decorativo, especialmente en los edificios de
representacin, donde es mejor conocido. En este campo, Madinat al-
Zahra muestra el mayor despliegue de ornamentacin arquitectnica
desarrollado en la Pennsula y en el Mediterrneo durante la Alta Edad
Media, y esto a pesar de que los programas decorativos en el palacio son
muy restringidos, pues se reservaron para algunos edificios residenciales
y representativos, y para la mezquita aljama. Como se sabe, el rasgo ms
singular de este vastsimo despliegue ornamental es que se labr en una
piedra distinta a la de la edificacin, superponindose sobre sta como
si de su epidermis se tratara. El lenguaje decorativo inicial se centr en
la residencia privada del califa Abd al-Rahman III la Dar al-Mulk, en
la Vivienda de la Alberca y en la mezquita aljama. En estos edificios, y
especialmente en las viviendas, la decoracin se limit a algunos ele-
mentos de la estructura arquitectnica, sobre todo los frentes de las por-
tadas, y se caracteriz por el predominio de pequeos tableros apilastra-
dos y un repertorio vegetal variado, proveniente del emirato, en el que
destacan dos formas muy caractersticas, como son el acanto y la palmeta
(fig. 19).
En comparacin con estos programas anteriores, las novedades que
presenta el desarrollado en el Saln de Abd al-Rahman III se centraron
en varios niveles. Primero, la extensin del decorado por todas las super-
ficies interiores del edificio y la fachada; segundo, la aparicin de los
grandes tableros de estructura arborescente que organizan la parte infe-
rior de la composicin; y tercero, la irrupcin de un nueva gramtica
vegetal asociada a esos tableros (fig. 20). Este nuevo lenguaje, de carc-
ter ms naturalista que el anterior aunque no exento de convenciona-
lismo, como las propias composiciones en las que se inserta, supuso la
introduccin de un aporte forneo ajeno a al-Andalus, del que se ha sea-
lado su conexin con algunos de los focos artsticos en contacto con el
mundo abbas. En relacin con esta temtica, las investigaciones realiza-
das por varios autores sobre los capiteles, sobre los programas basados
en el ataurique y, especialmente, sobre los elementos epigrficos han
venido a incidir en la funcin poltica y propagandstica de la ornamen-
tacin califal, cuya realizacin se centraliz en los talleres de la dar al-
sinaa. stos dispusieron de una organizacin fuertemente jerarquizada,
en cuya cabeza se situaban algunos altos funcionarios del Estado que
94 ANTONIO VALLEJO TRIANO
deben ser los responsables polticos de la ejecucin de esas produccio-
nes ante el califa.
La cronologa de este trascendental proceso de reforma debe situarse
a lo largo de la dcada del 950 y viene avalado por las fechas que pro-
porciona la construccin del Saln de Abd al-Rahman III. La naturaleza
representativa, en unos casos, y administrativa, en otros, de los edificios
y espacios surgidos con la reforma permite afirmar que el objetivo de esta
transformacin fue doble. Por un lado, la adecuacin urbanstica del pala-
cio a unas nuevas formas de representacin del poder, renovando el esce-
nario para la magnificacin de la figura califal; y por otro, la adaptacin
del mismo para acoger una importante reestructuracin del Estado efec-
tuada por el primer califa de al-Andalus en el ao 955, segn las fuen-
tes.
Orientacin bibliogrfica
La primera publicacin de las excavaciones de Madinat al-Zahra la
realiz R. Velzquez Bosco un ao despus de iniciadas las mismas (Medina
Azzahra y Alamiriya, Madrid, 1912). Esta obra ofrece una descripcin
somera de lo excavado en el palacio y en la almunia prxima de Al-Rum-
maniyya, que confundi con la Alamiriya de Almanzor hasta que en 1989
M. Ocaa rectific el error. Su interpretacin de los restos del palacio
estuvo muy condicionada por las fuentes histricas disponibles, funda-
mentalmente por al-Maqqari, a pesar de lo cual Velzquez realiz el pri-
mer acercamiento al territorio y nos dej jugosas pginas sobre la cultura
material del califato. Una nueva memoria en 1923, desdoblada en dos
publicaciones (Excavaciones en Medina Azahara. Memoria, Madrid; Excava-
ciones en Medina Azahara. Planos y fotograbados, Madrid), completa la inter-
vencin de este arquitecto en la ciudad, aunque la planimetra aportada
presenta serias deficiencias que fueron sealadas por la Comisin que le
sucede en el yacimiento.
Tras su muerte, la Memoria colectiva de 1924 marca un hito en la
investigacin porque trata Madinat al-Zahra en su escala territorial y
urbana, e incluye el excepcional plano topogrfico de la ciudad levan-
tado por F. Hernndez [JIMNEZ R. et alii, Excavaciones en Medina Azzahra
(Crdoba). Memoria de los trabajos realizados por la Comisin delegado-directora
de los mismos. Madrid]. Dos aos ms tarde, en la Memoria de 1926, tam-
bin colectiva, se actualiza lo excavado hasta el momento y se dibuja la
planta de todos los restos descubiertos con una notable precisin [JIM-
NEZ AMIGO R. et alii, Excavaciones en Medina az-Zahra (Crdoba). Memoria de
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 95
los trabajos realizados por la comisin delegada-directora de los mismos, Madrid].
A partir de este momento, las campaas de excavacin publicadas son
muy escasas, lo cual contrasta con el frentico ritmo de trabajo en el yaci-
miento. La lnea interpretativa y los aspectos territoriales que haban
estado presentes en esas publicaciones se abandonan en la siguiente
memoria, publicada por R. Castejn [Excavaciones del Plan Nacional en
Medina Azahara (Crdoba). Campaa de 1943, Madrid, 1944], en la que se
recoge de forma puntual lo realizado en el yacimiento, tanto en el mbito
de la excavacin como en el de la conservacin. La ausencia de noticias
sobre los trabajos de Madinat al-Zahra en los siguientes aos, salvo la que
dio cuenta de la excavacin del Saln de Abd al-Rahman III (Nuevas
excavaciones en Madinat al-Zahra: el saln de Abd al-Rahman III, Al-
Andalus, X, 1945, pp. 147-154), fueron suplidas, en parte, por este ltimo
autor, a travs de un nutrido grupo de artculos que tienen el inters de
reflejar la evolucin y la situacin de los trabajos en cada momento.
En este periodo debe destacarse la aportacin fundamental de M.
Ocaa, que desde la investigacin epigrfica, y a travs de varios trabajos
publicados en las dcadas de 1930 y 1940, y otros posteriores, fue cons-
96 ANTONIO VALLEJO TRIANO
Fig. 20. Tablero del Saln de Abd al-Rahman III.
Foto: Conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra.
truyendo el armazn cronolgico del palacio, resultando claves para el
conocimiento de su proceso de construccin y transformacin (Capite-
les de la residencia califal de Medinat az-Zahra, Boletn de la Real Acade-
mia de Crdoba, de Ciencias, Bellas letras y Nobles Artes, 32, Crdoba, 1931,
pp. 215-216; Capiteles epigrafiados de Madinat al-Zahra, Al-Andalus, IV,
1936-1939, pp. 158-166; Obras de al-Hakam II en Madinat al-Zahra, Al-
Andalus, VI, 1941, pp. 157-168; Inscripciones rabes descubiertas en
Madinat al-Zahra en 1944, Al-Andalus, X, 1945, pp. 154-159).
De los aos 50 datan dos sntesis importantes sobre Madinat al-Zahra,
integradas en las obras generales de M. Gmez-Moreno (El arte rabe espa-
ol hasta los almohades. Arte mozrabe, Madrid, 1951, pp. 63-75, 82-90, 153-
160) y L. Torres Balbs [Arte hispanomusulmn hasta la cada del Cali-
fato de Crdoba, en Menndez Pidal, R. (dir.), Historia de Espaa, vol.
V, Espaa musulmana hasta la cada del califato de Crdoba (711-1031 de J.
C.), Madrid, 1957, pp. 331-788]. Ambas son similares en sus objetivos y
planteamientos, si bien la de Torres Balbs, mucho ms documentada,
amplia y completa, incorpora numerosos datos histricos sobre la cons-
truccin de la ciudad, su trayectoria, destruccin, olvido y recuperacin.
No se publica ninguna otra memoria de los trabajos realizados hasta
la dedicada a la excavacin de la mezquita aljama por B. Pavn Maldo-
nado (Memoria de la excavacin de la mezquita de Madinat al-Zahra, Madrid,
1966). sta tiene el inters de ofrecer, por primera vez, un cierto rigor
arqueolgico en la metodologa de excavacin, con la aparicin de cor-
tes estratigrficos, y en el sistema de registro y representacin de los mate-
riales arquitectnicos y decorativos.
Hay que esperar a la dcada de 1980 para una nueva publicacin
importante, en este caso de S. Lpez Cuervo (Medina-Az-Zahra. Ingeniera
y formas, Madrid, 1983). Esta obra ofrece una apretada sntesis general
sobre lo excavado y presenta la novedad de hacer un uso amplio de la
fotografa area para interpretar la ciudad y los edificios palaciegos, al
tiempo que incorpora el primer estudio topogrfico del Acueducto de
Valdepuentes. Establece tambin una interesante relacin entre los res-
tos materiales, la vegetacin y el paisaje.
En 1985 aparece el libro pstumo de Flix Hernndez (Madinat al-
Zahra. Arquitectura y decoracin, Granada, 1985), que constituye el resul-
tado de ms de treinta aos de investigacin, prcticamente desde la pos-
guerra hasta su muerte en 1975. Esta obra, con ser fundamental para el
conocimiento de Madinat al-Zahra por el exhaustivo y riguroso anlisis
arquitectnico y decorativo de la parte excavada que se realiza en la
misma, no lleg a convertirse en el necesario libro de referencia del yaci-
miento por su difcil utilizacin, fundamentalmente por estar despojada
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 97
de cualquier imagen fotogrfica o planimtrica, circunstancia que explic
en su momento M. Ocaa (Consideraciones en torno al prlogo de la
obra Madinat al-Zahra. Arquitectura y decoracin, de don Flix Hernndez
Gimnez, Cuadernos de Madinat al-Zahra, 1, 1987, pp. 107-124). Una
decena de aos ms tarde, su sucesor en la direccin de las excavacio-
nes, R. Manzano, ofreca en un artculo su visin de los edificios del alc-
zar como antecedentes de la posterior arquitectura andalus [Casas y
palacios en la Sevilla almohade. Sus antecedentes hispnicos, en Nava-
rro Palazn, J. (comis.), Casas y palacios de al-Andalus, Barcelona, El Legado
Andalus, Lunwerg, 1995, pp. 315-352].
El primer hito importante en la elaboracin de una nueva historio-
grafa sobre la fundacin califal lo constituyen los artculos publicados
en el vol. 1 de Cuadernos de Madinat al-Zahra (Crdoba, 1987). Esta revista,
creada en el inicio de la nueva etapa de trabajos, es el instrumento de
divulgacin cientfica del Conjunto Arqueolgico y juega un papel impor-
tante en la proyeccin de la investigacin realizada. De los cinco nme-
ros publicados hasta la fecha, el vol. 1 recoge las ponencias de las I Jor-
nadas sobre Madinat al-Zahra y en sus diferentes trabajos sobre el
urbanismo, las fuentes histricas, la decoracin arquitectnica, los jardi-
nes y la cermica verde-manganeso, se hace una revisin en profundidad
de los conocimientos sobre la ciudad y se recupera una lectura hist-
rica de la misma. Por su trascendencia posterior debe destacarse el tra-
bajo de M. Acin (Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmn, pp.
11-26), con el que se inicia una nueva interpretacin histrica y poltica
de la ciudad.
Los trabajos realizados en la dcada de los 90 para la elaboracin
del Plan Especial de proteccin (redactado por J. Ramn Menndez de
Luarca) reactivaron el inters sobre el territorio y el paisaje, y propicia-
ron una serie de estudios, de desigual profundidad, sobre la red de cami-
nos (BERMDEZ, J. M., La trama viaria propia de Madinat al-Zahra y su
integracin con la de Crdoba, Anales de Arqueologa Cordobesa, 4, 1993,
259-287), y el acueducto de Valdepuentes, cuya identificacin romana se
realiz en esos momentos por A. Ventura (El abastecimiento de agua a la
Crdoba romana. I. El Acueducto de Valdepuentes, Crdoba, 1993). En esos
aos, la labor desarrollada en el Conjunto Arqueolgico fue produciendo
una serie de trabajos donde se dieron a conocer la planimetra bsica de
la organizacin territorial, el plano interpretativo de la ciudad, la red de
saneamiento interior, el anlisis urbanstico del palacio, la delimitacin
e identificacin funcional de sus distintas unidades constructivas y algu-
nos aspectos de las producciones cermicas (VALLEJO TRIANO, A., El pro-
yecto urbanstico del estado califal: Madinat al-Zahra, en Lpez Guzmn,
98 ANTONIO VALLEJO TRIANO
R. (coord.), La arquitectura del Islam occidental, Barcelona, El Legado Anda-
lus, Lunwerg, 1995, pp. 69-81; Madinat al-Zahra, capital y sede del Cali-
fato omeya andalus, en Viguera Molins, M. J. y Castillo, C. (coords.),
El esplendor de los omeyas cordobeses. La civilizacin musulmana de Europa occi-
dental.1. Estudios, Barcelona, 2001, pp. 386-397; Los usos del agua en el
alczar de Madinat al-Zahra, en Patrimonio Histrico Hidrulico de la cuenca
del Guadalquivir. Madrid, 2002, pp. 278-305; ESCUDERO, J., La cermica
decorada en verde y manganeso de Madinat al-Zahra, Cuadernos de Madi-
nat al-Zahra, 2, 1991, pp. 127-171; VALLEJO, A. y ESCUDERO, J., Aporta-
ciones para una tipologa de la cermica comn califal de Madinat al-
Zahra, Arqueologa y Territorio Medieval, 6, 1999, 133-176). Estos trabajos
se vieron complementados con otras aportaciones referidas a temas con-
cretos, como el estudio palinolgico de los jardines (MARTN, E., HER-
NNDEZ, E. y UBERA, J. L., Los jardines de Madinat al-Zahra. Su reconstruccin
a travs del plen, Crdoba, Universidad de Crdoba, Obra Social y Cul-
tural Cajasur, 2000), los materiales de poca clsica reutilizados en el pala-
cio [BELTRN, J., La coleccin arqueolgica de poca romana aparecida
en Madinat al-Zahra (Crdoba), Cuadernos de Madinat al-Zahra, 2, 1991,
109-126], la cermica verde-manganeso (CANO PIEDRA, C., La cermica verde-
manganeso de Madinat al-Zahra, Granada, El Legado Andalus, 1996) y la
moneda (FROCHOSO, R., Las monedas califales de ceca al-Andalus y Madinat
al-Zahra, Crdoba, Junta de Andaluca, 1996), o a aspectos ms genera-
les como las relaciones polticas y urbansticas entre Crdoba y Madinat
al-Zahra (ACIN, M. y VALLEJO, A., Urbanismo y Estado islmico: de Cor-
duba a Qurtuba-Madinat al-Zahra, en Cressier, P. y Garca Arenal, M. (eds.),
Gense de la ville islamique en al-Andalus et au Maghreb occidental, Madrid,
Casa de Valzquez, pp. 107-136; MAZZOLI-GUINTARD, CH., Cordoue et
Madinat al-Zahra: remarques sur le fonctionnement dune capitale dou-
ble polarit, Al-Qantara, XVIII, 1, 1997, pp. 43-64), o la recreacin y el
papel del paisaje en la arquitectura palaciega (RUGGLES, D. F., Gardens,
Landscape, and Vision in the Palaces of Islamic Spain, Pennsylvania, Pennsyl-
vania State University Press, 2000). Entre las contribuciones forneas,
debemos destacar especialmente el resultado de la investigacin de C.
Ewert sobre los elementos decorativos del Saln de Abd al-Rahman III
(Die Dekorelemente der Wandfelder im Reichen Saal von Madinat al-Zahra. Eine
Studie zum westumaiyadischen Bauschmuck des hohen 10. Jahrhunderts, Mainz
am Rhein, 1996), en la que analiza, de forma exhaustiva, la gramtica
ornamental de los grandes tableros arborescentes y su filiacin estilstica.
Este mismo edificio fue objeto en 1995 de una exposicin monogrfica
y de la publicacin de un volumen de trabajos sobre su proceso de res-
tauracin, decoracin arquitectnica, epigrafa, ceremonial y simbolismo
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 99
[VALLEJO, A. (coord.), Madinat al-Zahra. El Saln de Abd al-Rahman III, Cr-
doba, Junta de Andaluca, Consejera de Cultura, 1995]. Por la novedosa
interpretacin de algunos de sus trabajos, esta obra ha constituido un
aporte fundamental para la comprensin de este edificio.
Tambin vinculada a una exposicin fue la publicacin de una nueva
obra de sntesis en la que se analizaba la trayectoria de Madinat al-Zahra
entre los aos 1985 y 2000 en los diferentes mbitos de su tutela. La pro-
teccin y la interpretacin territorial fueron abordados por J. R. Menn-
dez de Luarca; la investigacin, por M. Acin; la conservacin, por L.
Enseat y P. Soler, y la difusin, por J. Escudero [VALLEJO, A. (coord.),
Madinat al-Zahra 1985-2000: 15 aos de recuperacin, Crdoba, 2000]. No
se trata de una mera recopilacin de las actuaciones realizadas en cada
uno de esos mbitos, sino de una obra interpretativa, escrita por los inves-
tigadores que han jugado un papel esencial en cada uno de esos cam-
pos, en la que se explicitan los objetivos y los criterios seguidos en esa
etapa.
A finales de esa dcada se aglutina en torno a Madinat al-Zahra un
grupo de investigadores de diversos campos disciplinares relacionados
con la historia y la arqueologa califal que, con una perspectiva interdis-
ciplinar y a travs de varios proyectos de I+D, han venido a producir un
nuevo aporte de conocimiento, realmente importante. Los resultados par-
ciales de esas investigaciones, junto con otras referidas a diversos aspec-
tos del califato (artculos de C. Barcel; V. Salvatierra; P. Gurriarn), de
la mezquita de Crdoba (B. Cabaero y V. Herrera) o a otros centros del
mundo islmico de poca omeya y fatim (T. Ulbert; S. Ory; P. Cressier y
M. Rammah; M. Barrucand), fueron objeto de unas jornadas y han sido
publicados en el vol. 5 de Cuadernos, que contiene trabajos fundamenta-
les que profundizan, entre otros, en el conocimiento de la estructura pol-
tica y administrativa del Estado califal (E. Manzano; M. Marn), el papel
y evolucin de la moneda (A. Canto; C. Domenech), el urbanismo cali-
fal cordobs y sus instituciones jurdicas (J. Murillo, M. T. Casal y E. Cas-
tro; J. P. Van Stavel), la centralizacin de algunas producciones decora-
tivas como los capiteles (P. Cressier) y, en el mbito estricto de Madinat
al-Zahra, en aspectos concretos como las fuentes escritas (M. Meouak),
los capiteles de la mezquita aljama (S. Noack-Haley), el proceso de trans-
formacin del palacio (A. Vallejo, A. Montejo y A. Garca) y la epigrafa
(M. A. Martnez y M. Acin). Algunos de estos trabajos, especialmente
los dedicados a la decoracin arquitectnica y a la epigrafa, han intro-
ducido una interesante lnea de investigacin relacionada con los aspec-
tos polticos y organizativos de las construcciones palaciegas, que permi-
ten entrever los diferentes niveles de direccin y control del proceso
100 ANTONIO VALLEJO TRIANO
constructivo, la centralidad de los talleres oficiales de la dar al-sinaa en
la produccin de la cultura material y el papel reservado al califa en este
complejo proceso. Este tema ha sido abordado tambin por otros inves-
tigadores como C. Barcel y J. A. Souto.
En los ltimos aos se han producido nuevos estudios sobre aspec-
tos parciales de Madinat al-Zahra y obras generales que giran en torno a
la misma. Entre los primeros hay que sealar varios trabajos de A. Alma-
gro, que arrancan de la dcada anterior, sobre las tipologas de los edi-
ficios palaciegos, algunas de cuyas planimetras y restituciones virtuales
deben ser revisadas a la luz de las estructuras conservadas, de los mate-
riales arqueolgicos existentes y de la diversidad de fases constructivas
que se observan en dichos edificios [por ejemplo, Anlisis tipolgico de
la arquitectura residencial de Madinat al-Zahra, en Mller-Wiener, M.,
Kothe, Ch., Golzio, K.-H. y Gierlichs, J. (eds.), Al-Andalus und Europa
zwischen Orient und Okzident, Petersberg, Michael Imhof, 2004, pp. 117-
124]. El papel y la extensin del decorado arquitectnico en el palacio
han merecido un anlisis preliminar desde el propio Conjunto Arqueo-
lgico [VALLEJO TRIANO, A., Consideraciones generales sobre los pro-
gramas decorativos de Madinat al-Zahra, en Caballero, L. y Mateos, P.
(eds.), Escultura decorativa tardorromana y altomedieval en la Pennsula Ib-
rica, Anejos de AEspA, XLI, 2006, 2007, 391-413]. La interpretacin pol-
tica e ideolgica de la construccin de la ciudad en el contexto de com-
petencia con el Estado fatim ha sido objeto tambin de una nueva
aportacin por parte de M. Fierro (Madinat al-Zahra, el paraso y los
fatimes, Al-Qantara, XXV, 2, 2004, pp. 299-327). Entre las obras hist-
ricas generales sobre el periodo debe resaltarse la contribucin de E. Man-
zano (Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formacin de al-Anda-
lus, Barcelona, Crtica, 2006), y los trabajos de L. Bariani sobre la etapa
de Ibn Abi Amir (Almanzor, San Sebastin, Nerea, 2003).
A la espera de la necesaria obra de conjunto sobre la realidad arque-
olgica del sitio, las publicaciones divulgativas tambin juegan un papel
relevante en la difusin de las modernas interpretaciones del yacimiento.
La fundamental es la Gua de Madinat al-Zahra (VALLEJO TRIANO, A.,
Madinat al-Zahra. Gua oficial del Conjunto Arqueolgico, Sevilla, Consejera
de Cultura, 2004), una obra de divulgacin cientfica en la que se ofrece
una visin actualizada de los diferentes aspectos histricos, territoriales,
urbansticos y arquitectnicos de la ciudad califal.
MADINAT AL-ZAHRA. NOTAS SOBRE LA PLANIFICACIN Y TRANSFORMACIN DEL PALACIO 101
La Aljafera de Zaragoza
BERNAB CABAERO SUBIZA*
Resumen
En este trabajo se analizan los restos arquitectnicos de la primera almunia que existi
junto a la Torre del Trovador de la Aljafera, as como el palacio que le sucedi erigido a
instancias de Ahmad al-Muqtadir bi-Llah (rein de 1046/1047 a 1081, y falleci en 1082).
Del monumento de la dinasta hud se analizan sus precedentes en los castillos omeyas del
desierto de Siria y Jordania, y en la Vivienda de la Alberca de Madinat al-Zahra. La Aljafe-
ra presenta tres niveles de lectura: El ms superficial es el edificio en s mismo; el segundo
nivel de lectura es el que muestra la imitacin que de la ampliacin de al-Hakam II de la mez-
quita aljama de Crdoba se llev a cabo en el monumento del siglo XI obedeciendo a razones
de bsqueda de legitimacin poltica; y el tercer nivel de lectura es el que permite mediante
la comparacin con el palacio gemelo de Balaguer (Lrida) comprender el aspecto que
hubiera tenido el edificio si en l no se hubiera reproducido la Gran Mezquita de Crdoba.
Finalmente se analizan las caractersticas de la decoracin del taller de la Aljafera y la alca-
zaba de Balaguer que tan importante papel jug en el arte almorvide temprano.
An analysis is made in this study of the architectonic remains of the first al-munya that
existed next to the Troubadour Tower of the Aljaferia, as well as the palace that succeeded
it, erected on the request of Ahmad al-Muqtadir bi-Llah (who reigned from 1046/1047 to 1081
and died in 1082). With respect to the Hudi dynasty monuments, its precedents are analysed
in the Omeya castles of the Syrian and Jordanian desert, and in the Dwelling of the Pool of
Madinat al-Zahra. The Aljaferia has three interpretation levels: the most superficial is the buil-
ding per se; the second interpretation level is the one that shows the imitation of al-Hakam IIs
extension of the Aljama Mosque of Cordoba that was carried out on the 11th century monu-
ment, due to reasons related to the search for political legitimisation; and the third interpreta-
tion level is the one that by comparing it with the twin palace of Balaguer (Lerida) ena-
bles us to understand the aspect that the building would have had if the Great Mosque of
Cordoba had not been reproduced in it. Finally, an analysis is made of the characteristics of
the decoration of the Aljaferia workshop and the Balaguer Castle which played such an
important role in early Almoravide art.
* * * * *
* Profesor Titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza e
Investigador de la Unidad de Arte del Instituto de Estudios Islmicos y del Oriente Prximo (Con-
sejo Superior de Investigaciones Cientficas-Cortes de Aragn-Universidad de Zaragoza). Investiga
sobre arte medieval occidental e islmico.
Artigrama, nm. 22, 2007, 103-129 I.S.S.N.: 0213-1498
La primera almunia de la Aljafera
El elemento arquitectnico ms antiguo del palacio de la Aljafera
es la Torre Mayor conocida con el nombre procedente de la literatura
romntica de Torre del Trovador. Dicha torre es preexistente al resto del
palacio (fig. 1) y en la actualidad se cree que fue erigida junto a su pozo
anexo en la segunda mitad del siglo X; conviene advertir, no obstante,
que no existe para su datacin ninguna fuente escrita que aporte una
cronologa absoluta.
La Torre del Trovador posee en su planta baja una escalera intramural
de acceso a la primera planta y otro pasillo igualmente intramural en el
lado oeste que comunica la torre con un espacio cilndrico subterrneo
de 560 metros de dimetro y 1570 metros de profundidad excavado en
el suelo natural. En el fondo de este espacio cilndrico hay un pozo cua-
drado entibado con vigas de sabina (con reparaciones posteriores con
madera de pino), que corta la capa fretica del ro Ebro. La zona donde
se encuentra dicho pozo estaba enlosada dejando en reserva el espacio
cuadrado hasta donde llega el agua. Este espacio subterrneo cilndrico
contaba en el siglo X con una escalera de mantenimiento ligeramente
volada que partiendo del Oeste descenda en el sentido contrario a las
agujas del reloj con un recorrido de circunferencia y media.
El espacio interno de la Torre del Trovador est dividido por medio
de dos pilares cruciformes en dos naves de tres tramos cada una. Slo la
planta baja procede de la segunda mitad del siglo X puesto que la pri-
mera planta que reproduce el mismo esquema espacial debi de ser eri-
gida entre 1039 y 1081. Los paramentos externos de esta primera planta
(segundo nivel) estn construidos en ladrillo en vez de en sillera y mam-
postera de alabastro como sucede en la planta baja (primer nivel). Las
cuatro plantas superiores de esta torre, en su actual estado, son obra de
poca cristiana.
En relacin directa con la Torre del Trovador se concibi una primera
almunia a la que pertenece una cimentacin de cal y canto hallada en la
excavacin de la Aljafera llevada a cabo en el ao 1985 bajo la direccin
de Juan A. Souto. Dicho muro describe respecto a la torre un ngulo per-
fecto de 90 y adems este muro es tangente con el vrtice de la estrella
de ocho puntas cuyos dos cuadrados que la generan toman como longi-
tud la del lado de la cara meridional de la Torre del Trovador. Tambin es
interesante apuntar que la diagonal del cuadrado cuyo vrtice es tangente
al muro hallado en la excavacin de Juan A. Souto es prcticamente coa-
xial con la puerta de acceso al torren prehud. Dicho pues de otra
manera, si a la distancia que hay desde el eje central de la puerta del
104 BERNAB CABAERO SUBIZA
Torren del Trovador al muro encontrado por Souto la llamamos x y a
la mitad de la longitud del muro sur de dicho torren la denominamos
y, obtendremos que x = 2 y.
En los trabajos de restauracin dirigidos por Francisco iguez
Almech fueron hallados los restos de una cimentacin integrada al menos
por cinco sillares dispuestos a tizn que es preexistente al palacio de
Ahmad al-Muqtadir bi-Llah (su reinado dur de 1046/1047 a 1081, y falle-
ci el ao 1082). Esta cimentacin pudo formar parte de un recinto que
protegera el flanco meridional de la Torre del Trovador, donde se encuen-
tra la puerta, y circundara la zona del pozo y la almunia propiamente
dicha.
Es interesante llamar la atencin sobre lo original de esta tipologa
arquitectnica de almunia fortificada que viene a coincidir con la des-
cripcin de las alqueras del llano de Lrida hecha por al-Himyari (ca.
siglo XV) a quien le llam la atencin que cada una de estas explota-
ciones agrcolas del valle del Segre contara con una torre defensiva o un
refugio subterrneo, algo que al parecer no suceda nunca en el entorno
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 105
Fig. 1. Reconstitucin hipottica del plano de planta del palacio islmico de la Aljafera.
Plano realizado en el estudio de arquitectura de Jos Javier Aguirre a partir de
un plano de planta de Christian Ewert.
de Crdoba en el siglo X. La idea arquitectnica de villa fortificada s que
cuenta con numerosos precedentes en el arte romano. Esta almunia de
la Aljafera debi de ser destruida en 1039, de tal manera que sera tras
el asentamiento de la dinasta hud en la corte de Zaragoza cuando se
comenzara la construccin de un nuevo palacio que obedece a un plan-
teamiento global diferente.
Caractersticas arquitectnicas del palacio de al-Muqtadir bi-Llah
Los principales esfuerzos constructivos y decorativos realizados en
este nuevo palacio fueron llevados a cabo durante el reinado del segundo
monarca del linaje de los hudes, el ms activo y de reinado ms largo
de toda la dinasta, Abu Yafar Ahmad al-Muqtadir bi-Llah, soberano del
llamado reino de Zaragoza, quien consigui que en los ltimos aos de su
gobierno su poder fuera reconocido no slo en Huesca, Calatayud, Tudela
y Lrida (dominios que haban pertenecido a sus cuatro hermanos), sino
tambin en el reino de Tortosa, la taifa de Denia (Alicante) y terica-
mente en el reino vasallo de Valencia, consiguiendo de esta forma dar a
sus dominios una salida al mar que facilitara su actividad comercial.
Existen cuatro inscripciones procedentes de la Aljafera (dos en un
arco del prtico del testero sur, una en un capitel y otra en un fragmento
de pila de agua) que se refieren a dicho rey, el nico mencionado en los
elementos decorativos del palacio. Es interesante llamar la atencin sobre
el hecho de que las cuatro inscripciones contienen el laqab, o seudnimo
personal, de al-Muqtadir o al-Muqtadir bi-Llah (Todopoderoso o Todopoderoso
por la ayuda de Dios), que ste no empez a utilizar hasta la anexin de
la ciudad de Barbastro a su reino en el ao 1065, de lo que se desprende
que el testero meridional de la Aljafera fue construido con posteriori-
dad a esta fecha o al menos que estaba erigindose entonces. El nombre
actual de Aljafera (en un documento fechado en 1352 todava es deno-
minado este monumento como Aliafaria) es una clara simplificacin y
deformacin del nombre rabe al-Qasr al-Yafariyya, que puede traducirse
como palacio de Abu Yafar. Este nombre no es el primitivo, ya que su cons-
tructor denomin a dicho monumento, segn consta en un poema escrito
por l mismo, al-Qasr al-Surur, es decir, El Palacio de la Alegra.
Los artistas que tallaron los capiteles y las yeseras del palacio de la
Aljafera ornamentaron otro palacete en la localidad de Balaguer (Lrida)
(fig. 6). Estos dos conjuntos ulicos son los nicos que se sabe con segu-
ridad que fueron construidos y decorados por este mismo taller de ala-
rifes; sta es la razn por la que ambos monumentos gemelos deben ser
106 BERNAB CABAERO SUBIZA
estudiados al unsono. No se conoce ninguna fuente escrita que propor-
cione una cronologa absoluta para este palacete taifal de Balaguer, sin
embargo, a juzgar por los acontecimientos histricos, debi de ser cons-
truido entre los aos 1046/1047 y 1082.
En cuanto a la disposicin general del palacio islmico de la Aljafe-
ra (figs. 1 y 2) se adopt el arquetipo palacial por antonomasia de la
dinasta omeya de Oriente, el de castillo del desierto de la primera mitad
del siglo VIII, cuyos rasgos arquitectnicos resultaban ser reaccionarios
en los aos centrales del siglo XI.
Las principales semejanzas del palacio de la Aljafera con los casti-
llos omeyas del desierto de Siria y de Jordania son las siguientes:
1. La Aljafera es de planta aproximadamente cuadrada. La longi-
tud de los lados y la superficie del palacio hud es adems bastante seme-
jante a la del recinto menor de al-Qasr al-Hair al-Sarqi (Siria) y el pala-
cio de al-Qastal (Jordania).
2. La disposicin de la puerta de acceso al interior del amuralla-
miento se encuentra entre dos torreones. El acceso al palacio de la Alja-
fera recuerda especialmente el de los palacios de al-Qasr al-Hair al-Garbi
(Siria) y al-Qasr al-Hair al-Sarqi.
3. La Aljafera presenta en su planta un esquema de progresiva sub-
divisin tripartita, tal como sucede en el palacio de al-Qasr al-Mushatta
o Msatta (Jordania).
Y 4. El permetro amurallado cuenta con torreones de planta ultra-
semicircular, como los que podemos ver en Msatta, al-Qasr al-Hair al-Sarqi
y al-Qastal. Los torreones de la muralla de Caesaraugusta del siglo III ya
presentaban una planta de forma ultrasemicircular.
El tercio central de la Aljafera adopta una estructura que deriva de
la Vivienda de la Alberca en Madinat al-Zahra, que debi de ser cons-
truida entre los aos 940 y 950. La Vivienda de la Alberca tiene unas
caractersticas nicas entre todas las que integran el alczar de Madinat
al-Zahra, por lo que se cree que se trataba de la residencia del califa
al-Hakam II, posiblemente ya desde la poca en que era prncipe here-
dero.
Es decir, de los castillos omeyas se imit en la Aljafera la disposicin
del recinto amurallado que acta en la prctica como un falso deco-
rado exterior que envuelve y desfigura el aspecto del palacio propiamente
dicho y el sistema de progresiva subdivisin tripartita, pero en cambio
la estructura palacial del tercio central ya no guarda relacin directa con
los castillos omeyas del desierto, estando vinculada a la Vivienda de la
Alberca en Madinat al-Zahra. Este hecho que se comenta explica que
siendo el testero norte de la Aljafera muy similar al testero septentrio-
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 107
nal del palacio del siglo XI de la alcazaba de Almera, los recintos exte-
riores que los circundan sean muy diferentes.
En la Aljafera de Zaragoza existen como en la Vivienda de la Al-
berca dos salas en ambos testeros, precedidas por un prtico; pero en
Zaragoza los prticos cerrados de la Vivienda de la Alberca se transfor-
man en prticos columnados abiertos, de los cuales el del testero norte
cuenta con dos alas que destacan hacia el espacio descubierto. El maes-
tro de obras que erigi esta estructura de prtico del testero septentrio-
nal debi de inspirarse en templos y villas del arte helenstico y romano,
puesto que no se conoce ni un solo ejemplo de esta solucin construc-
tiva en el arte paleoislmico.
Entre ambos testeros de la Aljafera se dispona un patio descubierto
con una alberca cuadrangular de sillera adosada al prtico meridional.
Esta alberca debi de estar abrazada por un medio patio de crucero. Para
concebir todo este tercio central se sigui un riguroso esquema geom-
trico y metrolgico que se basa en las propiedades del tringulo equil-
tero, del cuadrado y del pentgono.
As, en la Aljafera se desarrolla un nuevo tipo de estructura que
supone un paso fundamental hacia la fijacin del modelo arquitectnico
de sala con dos alhanas y prticos abiertos que se encuentra en el arte
andalus de los siglos XI al XV, en el arte mudjar e incluso en el arte
morisco. La disposicin del Saln del Trono de la Aljafera con una sala
rectangular central y dos alhanas laterales desarrolla estructuras simila-
res existentes en Madinat al-Zahra en el llamado Patio de los Pilares, en
la Dar al-Mulk (o Casa Real) y en la almunia al-Rumaniyya (situada a 15
km. al Oeste de Madinat al-Zahra).
Esta subdivisin tripartita en planta de las estructuras arquitectni-
cas de la Aljafera se refleja tambin en los alzados. As, la zona de acceso
al palacio de la Aljafera (fig. 2) est dividida en tres partes iguales, las
dos extremas correspondientes al dimetro de los torreones ultrasemi-
circulares y la parte central correspondiente a la distancia que separa
ambos cubos; el lienzo que contiene el vano de acceso, considerado desde
el lugar donde arrancan los torreones ultrasemicirculares, est dividido
a su vez en otros tres tercios, de los cuales la luz de la puerta de entrada
ocupa el tercio central.
Sobre el Saln del Trono o Saln Dorado del palacio islmico de la
Aljafera existi una segunda planta (fig. 3) de la que han sido hallados
algunos paramentos as como la escalera de acceso, que fue reconstruida
por Francisco iguez a partir del descubrimiento de las hendiduras
donde engastaban sus escalones.
En el testero norte de este palacio hud existen cuatro planos suce-
108 BERNAB CABAERO SUBIZA
sivos: El de las alas abiertas al patio, el del prtico norte, el del Saln
Dorado con dos plantas y el de la masa prismtica del Torren del Trovador.
De esta forma en muy poco espacio y con el fin de aparentar una pro-
fundidad, que realmente no existe, se sucedan distintos volmenes con
diversas alturas generando una imagen semejante a una perspectiva ace-
lerada. Este escalonamiento en alturas no fue utilizado en el Saln Rico
de Madinat al-Zahra, puesto que dicha estancia, con sus tres profundas
y bien proporcionadas naves que ocupan un rea mucho mayor que la
del testero septentrional del palacio de la Aljafera, ya era monumental
por s misma. Slo el espacio basilical del Saln Rico mide de profundi-
dad 1755 metros frente a los 528 metros del Saln del Trono de la Alja-
fera.
Es en el contexto de esta planta de la Aljafera (fig. 1), de gran sim-
plicidad, donde tienen verdadero significado los sistemas de arcos entre-
cruzados. No se debe de olvidar en este sentido que ya en el frente sep-
tentrional de la arquera del lado sur de la capilla de Nuestra Seora de
Villaviciosa de la Gran Mezquita de Crdoba los arcos entrecruzados
haban sido concebidos para crear una perspectiva acelerada, de tal
manera que visto dicho frente desde el lado norte de la fachada interna
de al-Hakam II se creaba la ilusin ptica de que entre la fachada interna
y la arquera sur de la capilla de Villaviciosa existan cuatro tramos donde
en realidad slo existe uno. As, pues, esta tendencia a crear sistemas de
arcos entrecruzados concebidos como una decoracin carente de fun-
cin estructural que propicia una falsa perspectiva tiene su origen en la
mezquita aljama de Crdoba, y por tanto, no puede considerarse como
una tendencia propiamente taifal.
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 109
Fig. 2. Lado este del palacio de la Aljafera. Fotografa de Jos Garrido.
En el palacio de la Aljafera no slo se imit el aspecto externo de
castillo del desierto de la dinasta omeya de Oriente (figs. 1 y 2) y las pro-
porciones de la fase fundacional de la mezquita aljama de Crdoba (con
una diagonal de 200 codos), sino tambin el esquema en forma de letra
T mayscula adoptado en este ltimo edificio en la ampliacin de al-
Hakam II. Es decir, el testero norte de la Aljafera posee realmente dos
ejes: El primero en sentido Norte-Sur, que acta como nave central que
lleva hasta el arco ciego donde se dispona el rey, y el segundo eje, te-
ricamente de mayor importancia, pero espacialmente secundario, en sen-
tido Este-Oeste que conduce hasta el oratorio y que cumple la funcin
de transepto.
Al oratorio de la Aljafera, integrado en el brazo sacro, que es el
menor de los dos brazos que conforman el esquema en forma de letra T
mayscula, se le dio el aspecto del mihrab de Crdoba, y al saln del Trono
de la Aljafera integrado en el extremo del brazo regio, que es el de mayor
longitud de dicho esquema en forma de letra T mayscula, el del com-
partimiento central de la maqsura de Crdoba.
El maestro de obras que concibi el oratorio del palacio de la Alja-
fera que posea una vasta cultura artstica que se extenda tanto por
el arte paleoislmico como por el arte de la Antigedad fue muy hbil
ya que la adopcin de una estructura similar a la del baptisterio paleo-
cristiano de Frjus (Francia) con dos registros de arcos ciegos, el infe-
rior de ocho arcos de medio punto y el superior de diecisis arcos de
medio punto sobre el que se dispone una cpula le permiti super-
poner sobre el mihrab un sistema de arcos lobulados entrecruzados, que
es la lgica evolucin formal del friso de arcos ciegos trilobulados sin
entrecruzar que existe sobre el mihrab de la mezquita aljama de Crdoba.
La rosca del arco del mihrab del oratorio de la Aljafera se decora con
dovelas lo que demuestra su preeminencia jerrquica sobre el arco de
herradura de la puerta del oratorio (que presenta en la rosca una banda
vegetal continua) y los arcos ultrasemicirculares ciegos y de acceso a las
alhanas del Saln del Trono (cuya rosca se ornament con diferentes
decoraciones geomtricas).
El Saln del Trono del palacio de la Aljafera de Zaragoza era la prin-
cipal estancia de dicho monumento (fig. 5). El rey Ahmad al-Muqtadir
bi-Llah, que promovi su construccin, lo denomin Saln Dorado o Saln
de Oro (en rabe: al-Maylis al-Dahab). El frente septentrional de la arque-
ra de acceso a dicho saln reproduca el lado norte de la arquera corres-
pondiente al transepto situada en la nave central de la mezquita aljama
de Crdoba. El arco ciego ante el que se dispona el rey posea en su
parte superior un sistema de siete arcos lobulados entrecruzados y por
110 BERNAB CABAERO SUBIZA
tanto era una reproduccin ligeramente ms compleja del mihrab del ora-
torio omeya. De esta manera, adoptando el aspecto de la Gran Mezquita
de Crdoba en la Aljafera, el rgulo de Zaragoza pretenda por una parte
ser considerado como el nico sucesor legtimo de loa califas omeyas y
por otra santificar su autoridad.
En los extremos este y oeste del muro septentrional del Saln Dorado
se dispusieron dos grandes arcos de herradura dovelados con funcin de
arcos de cobijo, cada uno de los cuales albergaba en su interior otro arco
de herradura de dimetro menor cuya rosca se decoraba con un trazado
geomtrico. Estos arcos de cobijo laterales, que franqueaban aquel otro
delante del cual se dispona el monarca, eran una imitacin de las puer-
tas existentes en la mezquita aljama de Crdoba por las que se acceda
al pasadizo en alto utilizado por el califa (en rabe: bab al-sabat) y al tesoro
de la mezquita (en rabe: bab al-bayt al-mal).
La sugerencia del cosmos en el Saln del Trono de la Aljafera se
lograba mediante la representacin de estrellas en los tableros parieta-
les, en la inscripcin del alfiz de la arquera de acceso desde el lado sur,
y en los tmpanos del arco ciego del centro del muro norte y de las puer-
tas de las alhanas. La techumbre del Saln del Trono de la Aljafera
que es el lugar natural para representar las estrellas del cielo deba
de sustentarse con un friso de canes de yeso, como el que existi en la
alhana oeste (fig. 5), en el que se disponan cobijas que tendran tam-
bin representaciones de estrellas.
Todo este simbolismo se reforzaba con el texto de la inscripcin que
discurra por el alfiz del frente norte de la arquera por la que se accede
al saln y por la banda epigrfica que circundaba dicha estancia a la altura
de un metro. En la primera de estas inscripciones figuraba la sura 67, El
Dominio, que se refiere a los siete cielos superpuestos que integran el cos-
mos. En la segunda se reproduce la sura 36, que alude entre las aleyas
33 y 40 al orden celestial sabiamente regido por Dios, que es el encar-
gado de hacer brotar las cosechas de la tierra y dirigir el recorrido de los
astros. El monarca del reino taifal de Zaragoza deba de presentarse en
el Saln Dorado, que era la viva imagen del firmamento, como el sol,
para lo que lucira un manto cuajado de estrellas.
Dicho soberano se rode de objetos sumamente refinados; as, el ao
1993, en el curso de las excavaciones arqueolgicas llevadas a cabo en el
palacio de la Aljafera, fue encontrado un fragmento de un bellsimo plato
de celadn procedente del alfar de Yazhou, con decoracin hecha a molde
por el anverso y por el reverso, que haba sido trado desde China en el
siglo XI.
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 111
112 BERNAB CABAERO SUBIZA
Fig. 3. Reconstitucin hipottica del testero norte del palacio islmico de la Aljafera.
Vista virtual realizada en el estudio de arquitectura de Jos Javier Aguirre.
Fig. 4. Testero meridional del palacio de la Aljafera tras la reconstruccin
de su prtico. Fotografa de Ricardo Vila.
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Esta imitacin de la mezquita aljama de Crdoba se completaba en
el testero norte con dos sistemas de arcos entrecruzados con tres regis-
tros de arcos de los que slo se conserva el del lado este que imita-
ban las arqueras de los lados oriental y occidental de la llamada Capilla
de Nuestra Seora de Villaviciosa, y en el testero sur con rplicas del
frente meridional de la arquera del lado sur de la mencionada capilla y
de los arcos de la fachada interna de la mezquita de al-Hakam II corres-
pondientes a las dos naves colaterales.
Gracias al estudio de las cimentaciones y de las yeseras del palacete
de Balaguer podemos hacernos una idea del aspecto que un da present
este monumento (fig. 6). Un patio de gran desarrollo longitudinal con-
taba en el centro con una gran alberca de 2065 metros de longitud en
sentido norte-sur por 3 metros de anchura en sentido este-oeste. Estas
dimensiones tan desporporcionadas quedan reducidas mediante el reflejo
de los prticos en la alberca que dan lugar a una duplicidad ilusoria. En
los lados este y oeste de la alberca existen sendos andenes cuya anchura
es de unos 100 cm., de los cuales el del lado oeste, al carecer de muro
de cierre, estaba abierto a un jardn inferior al que se descenda por una
escalera existente en el ngulo noroeste del patio descubierto; por esta
razn dicho palacete visto desde el jardn inferior, situado en el oeste,
dara la impresin de presentar dos alas que destacaban hacia el espec-
tador, como sucede en el testero norte de la Aljafera.
En el extremo septentrional del patio se erigi una sala con una alha-
na en el lado este; dicha sala estaba precedida por un prtico continuo,
semejante en ambos frentes, integrado por tres arcos de claves colgantes,
generados a partir de arcos de 11 lbulos trilobulados. Estos arcos for-
mulan con mayor rotundidez que los de la Aljafera el modelo de arcos
de claves colgantes y por ello tuvieron una mayor repercusin en el arte
almorvide y almohade. La sala norte del palacete de Balaguer posea
muy probablemente dos puertas en su muro meridional, una segura en
el extremo este y otra no conservada en el extremo oeste; ambas
puertas pudieron tener el aspecto de arcos de cinco lbulos con un anu-
damiento en forma de cuadrilbulo en la clave como los existentes tam-
bin en los arcos de los prticos.
Debido a un desprendimiento en la zona meridional de la ladera
donde se asienta el palacio taifal de Balaguer no se ha podido excavar
el testero sur, pero de l s que se conservan fragmentos de yesera de
su prtico hallados fuera de contexto. Dicho prtico, tambin semejante
en sus dos frentes, presentaba arcos de menor luz, puesto que estaban
generados por arcos de 9 lbulos trilobulados, lo que se explica porque
como sucede tambin en el palacio de la vega del Ebro la sala meri-
114 BERNAB CABAERO SUBIZA
dional estaba ms protegida de las inclemencias del tiempo que la sep-
tentrional concebida principalmente para los meses estivales. Las salas y
los prticos de este palacete de Balaguer son tan pequeos que desde
un punto de vista volumtrico ms recuerdan los pabellones nazares de
la vega de Granada (el Cuarto Real de Santo Domingo y el pabelln de
Alczar Genil) que el palacio de la Aljafera; se trata en realidad de una
arquitectura casi miniaturizada como se demuestra por el hecho de que
las dimensiones del palacete de Balaguer son similares a las del tran-
septo del palacio de la Aljafera que en sentido este-oeste conduce hasta
el oratorio (4 m. de anchura en Balaguer frente a 467 m. en Zaragoza;
y aproximadamente 3645 m. de profundidad en Balaguer por 306 m.
en la Aljafera, incluido el interior del oratorio).
De este modo, al volver la vista al monumento de la vega del Ebro,
se encuentra que en su zona palacial existen tres niveles de lectura: El
ms superficial es el que muestra a este edificio contemplado sin el an-
lisis de sus numerosos y ricos matices; el segundo nivel de lectura per-
mite ver la imitacin con un lenguaje formal propio del siglo XI de
la ampliacin de al-Hakam II de la mezquita aljama de Crdoba; y el ter-
cer nivel de lectura es aqul que muestra el aspecto que hubiera tenido
el edificio si en l no se hubiera reproducido la Gran Mezquita de Cr-
doba (es decir, un edificio con dos salas franqueadas por alhanas en los
extremos norte y sur, precedidas por prticos con sendos frentes iguales
de los cuales el del lado septentrional habra sido generado por arcos de
17 lbulos trilobulados ciegos, mientras que el del lado meridional, ms
cerrado, habra surgido de la interseccin de arcos de 15 lbulos trilo-
bulados ciegos).
Esta superposicin de tres niveles de lectura se cre por primera vez
en la sala de oracin de la mezquita aljama de Kairun (Tnez) erigida
a instancias del emir Ziyadat Allah I en el ao 836; all su maestro de
obras simultane el nivel superficial de lectura, con el segundo nivel que
evoca el aspecto de la mezquita de al-Aqsa de Jerusaln y el tercer nivel
que reproduce la planta del Santuario de la Roca de esta misma ciudad
santa. En la Aljafera para definir el monumento contenido no se hizo
uso de los capiteles y de los fustes como en Kairun, o de las cpulas
como en la mezquita de la Bab al-Mardum de Toledo, sino de los arcos
entrecruzados levantados ya con este fin en el oratorio cordobs. La copia
arquitectnica en la Edad Media no imita nunca todos los detalles del
modelo, reproduce slo una serie de rasgos distintivos.
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 115
Decoracin arquitectnica
La reduccin de medios que se observa en la arquitectura de la Alja-
fera respecto al arte del Califato se advierte tambin en el campo de la
decoracin vegetal. A una poca de creacin de cientos de elementos
vegetales como fue la segunda mitad del siglo X le sucede con la poca
taifal una etapa de reduccin del nmero de motivos, que sern ahora
generados en serie, de una manera casi mecnica.
Solamente un tercio de los motivos existentes en el Saln Rico de
Madinat al-Zahra sobrevivi en la Aljafera, es decir, unos 550 de los 1700
presentes en los tableros parietales del Saln de Abd al-Rahman III. La
tendencia general es de estricta esquematizacin, reducindose el nmero
de los motivos vegetales y simplificndose stos. nicamente en ejemplos
excepcionales como un grupo de palmetas talladas en yeso del palacete
116 BERNAB CABAERO SUBIZA
Fig. 6. Reconstitucin hipottica del palacete de Balaguer visto hacia el Noreste.
Vista virtual realizada en el estudio de arquitectura de Jos Javier Aguirre.
de Balaguer o una serie de palmetas pintadas en el oratorio del palacio
de la vega del Ebro sobrevivi la riqueza morfolgica de los motivos de
Madinat al-Zahra.
No obstante, aunque el nmero global de motivos disminuye hay
bastantes grupos de motivos de la decoracin vegetal de poca califal que
vuelven a encontrarse en Zaragoza y Balaguer, diecisiete grupos de un
total de veintids. Entre los de origen omeya pueden citarse las pias, las
flores, los cuernos de la abundancia, las palmetas digitadas, las hojas con
marco, los elementos con palmetas lobuladas y elementos colgantes, las
granadas, las hojas de acanto, y las veneras; y entre los de origen abbas
cabe mencionar las palmetas en forma de abanico con un horizonte
comn, los elementos cerrados con envoltura de palmetas lobuladas, los
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 117
Fig. 7. Arquera del segundo orden del oratorio de la Aljafera. a) Reconstitucin del panel
de jamba de la ventana oeste de lado norte. b) Reconstitucin del panel de jamba de la
ventana sur del lado este. c) Reconstitucin del panel de la pared norte de la esquina noroeste.
Los dibujos a y b son de Gudrun y Christian Ewert. El dibujo c es de Gudrun
y Christian Ewert con modificaciones de Bernab Cabaero.
elementos con una parte central dominante, los motivos con base (en
ocasiones una doble base) y parte superior, los florones, los elementos
lisos, y los motivos con elementos lisos y digitados.
Por el contrario, la reduccin del nmero de motivos vegetales se
observa en cinco grupos de elementos decorativos existentes en Madinat
al-Zahra que no se encuentran o estn muy poco representados en el
arte de la Aljafera y de Balaguer. stos son entre los de origen omeya las
hojas de vid y los racimos de uva, y entre los de origen abbas las solu-
ciones asimtricas, los grandes ramilletes con mltiples elementos, y los
elementos idnticos contrapuestos. Es especialmente reseable que los
motivos asimtricos sean poco frecuentes en la Aljafera y en Balaguer
puesto que stos vuelven a irrumpir otra vez con gran fuerza en el arte
almorvide de Marruecos (tanto en la Qubba de Ali ibn Yusuf de Marra-
kech como en los restos de Sisawa, actualmente expuestos en el Museo
Arqueolgico de Rabat).
La ornamentacin del palacio de la Aljafera constituye la lgica pro-
longacin formal de los tableros del Cortijo del Alcaide, tallados a fina-
les del siglo X o comienzos del siglo XI, en los que se alcanz la formu-
lacin definitiva de la decoracin arquitectnica del Califato. Estos
tableros (actualmente expuestos en el Museo Arqueolgico de Crdoba)
pertenecieron a una almunia mencionada en las fuentes en lengua rabe
como Palacio de la Noria (al-munya dar al-naura), que se encontraba a
55 km. al Oeste de Crdoba. Aunque las soluciones del Cortijo del Alcaide
rigen prcticamente todas las decoraciones de la Aljafera, tambin es
cierto que en la segunda mitad del siglo X exista entre los distintos talle-
res activos en Crdoba una cierta koin, razn por la cual a veces un motivo
concreto del palacio hud recuerda ms a uno existente en Madinat al-
Zahra o en la ampliacin de al-Hakam II de la Gran Mezquita de Cr-
doba que a los presentes en el Cortijo del Alcaide.
Los cinco principios de los tableros del Cortijo del Alcaide que dic-
tan las caractersticas de la decoracin del palacio de la Aljafera son los
siguientes:
El primero es la acentuacin de ritmos repetitivos de origen orien-
tal. Estos ritmos repetitivos pueden afectar a una sola serie vertical de
motivos, generalmente de forma acorazonada o en forma de cuadril-
bulo (fig. 7 a), a dos series verticales (fig. 7 b) o a paneles enteros (fig.
7 c) en los que un mismo motivo, en la mayora de los casos un cuadri-
lbulo, se repite en series horizontales y verticales como suceda en los
tejidos sasnidas en los que aparecan crculos anudados en ejes hori-
zontales y verticales; de hecho, el resultado final recuerda ms a un tejido
que a un panel de ataurique. Este mismo principio compositivo basado
118 BERNAB CABAERO SUBIZA
en la repeticin y en la adicin puede verse transportado al terreno de
la arquitectura en el progresivo proceso de densificacin y complicacin
decorativa de los sistemas de arcos entrecruzados del palacio de la Alja-
fera a medida que stos se alejan de los centros del inters regio y sacro.
Al sistema de arcos lobulados entrecruzados existente encima del arco
ciego delante del cual se dispona el rey (fig. 8 a) se le une un segundo
sistema semejante pero de menores proporciones en el frente norte del
prtico del testero septentrional (fig. 8 b), mientras que en el frente de
las alas que destacan hacia el patio se incorpora un tercer sistema de
arcos lobulados entrecruzados; en esta ltima arquera el sistema de arcos
lobulados entrecruzados superior ha adquirido el desarrollo de una semi-
circunferencia mientras que el sistema de arcos lobulados entrecruzados
interior se ha transformado en un sistema de arcos mixtilneos encade-
nados de direccin invertida que pasa a adoptar tambin la forma de una
semicircunferencia (fig. 8 c). El origen de esta solucin formal integrada
por arcos mixtilneos dispuestos de manera inversa se prefigura tambin
en los tableros del Cortijo del Alcaide, donde se retoma la solucin abbas
de encadenar palmetas de direccin invertida.
El segundo principio decorativo es la coexistencia de un eje de sime-
tra horizontal con mltiples ejes de simetra transversales verticales. La
misma solucin de un eje horizontal de decoracin geomtrica con ejes
verticales integrados por elementos vegetales de un tablero del Cortijo
del Alcaide (fig. 9) vuelve a encontrarse en el intrads de un lbulo del
segundo orden de arcos del oratorio de la Aljafera (fig. 10).
El tercer principio es la adaptacin de los tallos vegetales al esquema
geomtrico subyacente o esquema geomtrico invisible. Una sucesin ver-
tical de tallos que adoptan la forma de una circunferencia completa, cuyo
dimetro abarca toda la anchura del tablero, puede duplicarse en dos
series verticales cuyas circunferencias, que abarcan slo la mitad de la
anchura total del panel, son tangentes entre s y a su vez con el tallo cen-
tral. En un panel del Cortijo del Alcaide (fig. 12) se observa una varia-
cin de este ltimo esquema: Las circunferencias descritas por los tallos
de las dos sucesiones verticales cada una de las cuales abarca la mitad
de la anchura del tablero se entrelazan en el centro dando origen a
una almendra; variacin que vuelve a encontrarse entre varios ejem-
plos semejantes en un pilar de planta quebrada del segundo orden de
arcos del oratorio de la Aljafera (fig. 13).
El cuarto principio es la representacin de distintos arcos (de herra-
dura, aquillados, lobulados, mixtilneos, etc.), que en ocasiones llegan a
formar pequeos paos de sebka mediante tallos vegetales; debe de adver-
tirse, sin embargo, que en los tableros de la Aljafera (fig. 11), y a dife-
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 119
rencia con lo que sucede en los paneles del Cortijo del Alcaide, las for-
mas arquitectnicas no llegan nunca a ser completamente absorbidas por
el ataurique, conservndose siempre algunos elementos de la arquitec-
tura constructiva como fustes, capiteles o cimacios.
Y el quinto principio es la tendencia a conservar el contorno de algu-
nos elementos (hojas de acanto, palmetas bifurcadas, bulbos, volutas) y
sustituir su interior por motivos vegetales ms pequeos que en ocasio-
nes llegan a contar con un tallo central que acta como eje de simetra
de un pequeo panel autnomo de ataurique (fig. 14).
Una consecuencia lgica de estos dos ltimos principios es el origen
de los arcos de hojas. En dos capiteles de la Aljafera (fig. 14) las hojas
de envoltura son sustituidas por arcos lobulados entrecruzados creados
por la yuxtaposicin de palmetas con marco; slo falta eliminar los mar-
120 BERNAB CABAERO SUBIZA
Fig. 8. a) Sistema de arcos entrecruzados dispuesto sobre el arco ciego del centro del lado
norte del Saln del Trono. b) Frente septentrional del prtico del testero norte. c) Frente
meridional del ala este destacada hacia el patio del testero norte. Dibujo a del estudio
de arquitectura de Jos Javier Aguirre, y dibujos b y c de Christian Ewert.
cos (algo que sucedi en la ampliacin almorvide de la mezquita al-
Qarawiyyin de Fez llevada a cabo entre los aos 1134 y 1143) para que
las palmetas sean los nicos elementos que formen el arco.
A estos cinco principios decorativos heredados del arte califal hay
que aadir dos ms:
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 121
Fig. 9. Crdoba. Museo Arqueolgico. Tablero del Cortijo del Alcaide. Dibujo de Christian Ewert.
Fig. 10. Arquera del segundo orden del oratorio de la Aljafera. Reconstitucin del
intrads de la clave del arco lobulado del lado sur de la esquina noroeste.
Dibujo de Gudrun y Christian Ewert.
El primero es presentar nicamente un detalle de un esquema geo-
mtrico o de un sistema de arcos entrecruzados mucho mayor; slo mul-
tiplicando la imagen reproducida en anchura y en altura se revela el
esquema completo. As, en una cobija del friso de canes de la alcoba oeste
del Saln del Trono cuyo trazado geomtrico tiene un aspecto muy abs-
tracto, tal como sucede habitualmente con las decoraciones conseguidas
de esta forma para poder recomponer su esquema geomtrico es pre-
ciso prolongar su trazado por sus cuatro frentes (fig. 15).
Y el segundo principio es la desintegracin (mediante el uso de la
policroma) de las formas geomtricas obteniendo como resultado un
verdadero calidoscopio de colores en el que tan apenas es reconocible la
base geomtrica subyacente (fig. 16).
Entre las representaciones figuradas de los palacios hudes de Zara-
goza y de Balaguer merece destacarse la presencia en este ltimo de una
arpa que junto a otra antittica franqueaba un tallo; sobre estas arpas
se dispusieron dos pjaros con las cabezas vueltas hacia atrs. Esta com-
posicin de pjaros superpuestos sobre arpas se encontraba en la zona
interna del prtico septentrional. Este motivo iconogrfico de la arpa,
del mismo modo que un caballo alado procedente de la Aljafera, tiene
su origen en el arte del Prximo y Medio Oriente antiguo.
Los capiteles de la Aljafera en su mayora dispuestos por parejas
de piezas semejantes entre s adoptan los dos rdenes bsicos existen-
tes en la mezquita aljama de Crdoba: El corintio y el compuesto. No
obstante, si bien algunos capiteles corintios poseen los cuatro registros
del capitel corintio clsico (la primera corona de hojas, la segunda corona
de hojas, las hojas de envoltura, y las volutas de esquina y las hlices), la
mayor parte de los capiteles corintios tallados en alabastro del palacio de
la Aljafera presentan numerosas alteraciones:
1. En algunos capiteles slo estn presentes las dos coronas de hojas
y las hojas de envoltura pues han desaparecido las volutas de esquina y
las hlices.
2. Hay dos capiteles en los que las hojas de envoltura se han trans-
formado en arcos de hojas entrecruzados (fig. 14).
3. Otros capiteles en vez de presentar dos hojas de envoltura por cara
como es lo normal presentan cuatro hojas de envoltura por cara, ade-
ms en algunos casos las hojas de envoltura, en vez de ser transversales a
las coronas de hojas, experimentan un giro de 90 pasando a ser paralelas.
4. En un buen nmero de capiteles las hojas de envoltura se fun-
den con las volutas de esquina. Esta variacin ya se observa en los capi-
teles de hojas lisas del patio de la Gran Mezquita de Crdoba de poca
de Abd al-Rahman III.
122 BERNAB CABAERO SUBIZA
Y 5. Hay dos capiteles en los que las hlices, que estn entrelazadas,
tienen el aspecto de cabezas de pavo real. En estos dos capiteles a los que
me refiero adems las hojas de envoltura se funden con las volutas de
esquina.
Todos estos ejemplos anuncian las profundas alteraciones a las que
se vern sometidos los capiteles en poca almohade, cuando en muchos
casos el esqueleto bsico del capitel clsico tan apenas se reconoce.
En cuanto a sus proporciones existen en la Aljafera dos tipos prin-
cipales de capiteles: En primer lugar los de mdulo califal y en segundo
lugar los que poseen un canon ms esbelto, llegando en algunos ejem-
plos la altura a ser el doble de la anchura del lado del baco (fig. 14).
Esta solucin consistente en la elongacin de los capiteles es de carcter
local y fue abandonada en poca almorvide, momento en el que se
retorna al canon califal.
Los capiteles de la Aljafera presentan tres tipos distintos de deco-
racin:
En primer lugar se encuentran los capiteles decorados con hojas de
acanto. Hay tres capiteles de mrmol de orden compuesto y uno de orden
de corintio de este tipo que fueron importados de Crdoba donde fue-
ron tallados en el siglo X; tambin procede de Crdoba una basa de mr-
mol tallada en poca califal.
En segundo lugar estn aquellos otros capiteles cuyas hojas son autn-
ticos paneles decorativos, bien delimitados, en los que se insertan peque-
os rboles (fig. 14). En un capitel procedente de la Aljafera, conser-
vado actualmente en el Museo Arqueolgico Nacional de Madrid, se
puede contemplar el paso de los capiteles de hojas de acanto a los de
hojas como marco de paneles vegetales, puesto que la mayora de las
hojas son del primer tipo mientras que slo unas pocas estn tratadas ya
como paneles decorativos autnomos.
Y en tercer lugar hay que mencionar cinco capiteles de alabastro de
hojas lisas cuyos contornos se acentan con un estrecho marco en listn.
Estos capiteles de alabastro de hojas lisas no presentan indicios de haber
estado decorados con elementos pintados.
Valoracin del primer perodo taifal
El primer perodo taifal es un perodo de interregno entre el Cali-
fato de Crdoba y el Califato Almohade. Tanto las ampliaciones de poca
de la Fitna de las mezquitas aljamas de Zaragoza y de Tudela (Navarra)
como el palacio de la Aljafera fueron concebidos como imitaciones de
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 123
la ampliacin de al-Hakam II de la Gran Mezquita de Crdoba, lo que
demuestra que estos tres monumentos estaban muy ligados al arte cali-
fal, de tal manera que aunque en ellos empiezan a observarse soluciones
espaciales y formales que avanzan hacia lo que es el arte almohade cl-
sico, stas no lograrn alcanzar un desarrollo satisfactorio hasta los aos
centrales del siglo XII. As, por ejemplo, en las mencionadas ampliacio-
nes de Zaragoza y de Tudela se observan innovaciones respecto al modelo
de Crdoba (naves extremas ms anchas que las centrales, las naves extre-
mas se prolongan a ambos lados de un patio muy pequeo, interrupcin
124 BERNAB CABAERO SUBIZA
Fig. 11. Museo de Zaragoza.
Tablero perteneciente al friso
de canes de la alhana oeste
del Saln del Trono de
la Aljafera.
Fig. 13. Arquera del
segundo orden del oratorio
de la Aljafera. Reconstitucin
del pilar de planta quebrada
del ngulo suroeste. Dibujo de
Gudrun y Christian Ewert.
Fig. 12. Crdoba. Museo
Arqueolgico. Tablero
del Cortijo del Alcaide.
Dibujo de Christian Ewert.
de las arqueras a la altura del transepto) pero stas no alcanzarn el final
de su evolucin hasta la Memoria de Ibn Tumart en Tinmal. Las mez-
quitas almohades clsicas vuelven a presentar soluciones espaciales suma-
mente equilibradas y armnicas, como suceda en el Saln Rico de Madi-
nat al-Zahra, abandonando las soluciones de la arquitectura gesticulante
de la Aljafera. Adems en Tinmal se observa un modelo arquitectnico
y unas soluciones formales propias, que ya no estn en dependencia
directa con la Gran Mezquita de Crdoba.
No debe de obviarse, sin embargo, que el hundimiento del Califato
de Crdoba propici un momento de gran prosperidad cultural y eco-
nmica en el llamado reino de Zaragoza fruto del proceso de descentrali-
zacin de la estructura del estado califal, lo que propici la apertura del
arte andalus al Oriente islmico. No slo llegan en este momento nume-
rosos objetos preciosos importados de pases lejanos sino que tambin se
incorporan soluciones formales procedentes del Prximo y Medio Oriente
musulmn (introduccin del estilo cfico trenzado, el arco mixtilneo, y
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 125
Fig. 14. Capiteles reinstalados en el prtico del testero norte del palacio
de la Aljafera. Fotografa de Gonzalo M. Borrs.
los arranques cncavos en forma de S). Sin embargo, estas incorpora-
ciones dan lugar a un resultado un poco eclctico, ya que el arte taifal
no tiene la suficiente fortaleza como para reformularlas y crear unas mani-
festaciones artsticas genuinas (como son las del arte califal, el arte fatim
o el arte almohade).
Pese a las carencias y limitaciones del arte del primer perodo taifal
es de justicia reconocer que ste constituye la ltima fase plenamente
creativa del arte andalus. En el taller de la Aljafera de Zaragoza y de la alca-
zaba de Balaguer se crearon gran parte de las formas artsticas que con
tanto xito fueron exportadas en poca almorvide al Norte de frica.
Durante el imperio almorvide y almohade, que volvieron a adoptar una
estructura poltica centralizada, el gran centro generador de soluciones
arquitectnicas y formas decorativas del Islam Occidental pasar a ser Ma-
rrakech.
Orientacin bibliogrfica
Los trabajos sobre la Aljafera de Zaragoza pueden sistematizarse en
tres etapas:
La primera etapa que comienza en 1947 fue la de recuperacin del
monumento en una labor encomiable llevada a cabo en una larga anda-
dura en solitario por el arquitecto restaurador de la segunda zona del Te-
soro Artstico Nacional Francisco iguez Almech. Fue mrito suyo con-
vencer al Teniente General de la Capitana General de Aragn Juan
Bautista Snchez Gonzlez para que ste le fuera cediendo paulatinamente
ciertas dependencias del degradado cuartel de la Aljafera para que las
pudiera examinar y procediera a su restauracin, as como conseguir
recursos para emprender una restauracin tan costosa. Del mismo modo
debe decirse que entre los aos 1960 y 1965 se realiz bajo la direccin
de dicho arquitecto la mayor parte de los trabajos de limpieza y explo-
racin de las paredes y los suelos del antiguo alczar real, donde fue encon-
trada una enorme coleccin de ms de mil fragmentos de yesera y res-
tos cermicos pertenecientes al palacio del siglo XI. Tambin tuvo un
gran mrito desde el punto de vista arquitectnico la restauracin del tes-
tero norte del palacio taifal, eliminando los muros que lo compartimen-
taban; trabajo este ltimo que le plante a iguez enormes problemas
estticos, ya que las arqueras haban sido macizadas en poca de los Reyes
Catlicos para poder disponer sobre ellas una gran sala de audiencias cir-
cundada de estancias de pasos perdidos, salas que debido a su enorme
valor artstico era prioritario conservar. iguez falleci el ao 1982.
126 BERNAB CABAERO SUBIZA
A la primera etapa de los hallazgos le sucedi la segunda etapa del
estudio de los descubrimientos. En el ao 1965 el entonces joven arqui-
tecto alemn Christian Ewert, del Instituto Arqueolgico Alemn, Sec-
cin de Madrid, cuya intervencin en la Aljafera fue providencial para
este monumento, inici, animado por los magnficos resultados que ya
para aquella fecha haban acompaado los trabajos de restauracin de
Francisco iguez, su Trabajo de Habilitacin como profesor en la Uni-
versidad de Bonn sobre los sistemas de arcos entrecruzados del palacio
de la Aljafera de Zaragoza. Trabajo de Habilitacin que fue defendido
en la Universidad de Bonn en 1975 y publicado en Berln en dos vol-
menes bajo el ttulo Spanisch-islamische Systeme sich kreuzender Bgen. III. Die
Aljafera in Zaragoza (Sistemas hispano-musulmanes de entrecruzamientos
de arcos. III. La Aljafera de Zaragoza), Berln, 1. Teil-Text, 1. Teil-Beila-
gen, 1978; y 2. Teil, 1980. Esta obra siempre ser el estudio fundamental
sobre el palacio islmico de la Aljafera. De este trabajo se public en cas-
tellano un avance de los apartados referentes a las caractersticas arqui-
tectnicas de este monumento hud con el ttulo Tradiciones omeyas en
la Arquitectura palatina de la poca de los Taifas. La Aljafera de Zara-
goza, Actas XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte. Granada, 1973,
vol. II, Granada, 1976, pp. 62-75.
La segunda obra de Christian Ewert que se refiere al palacio de la
Aljafera es la titulada Islamische Funde in Balaguer und die Aljafera in Zara-
goza, Berln, 1971, trad. cast.: Hallazgos islmicos en Balaguer y la Aljafera
de Zaragoza. Madrid, 1979, en la coleccin Excavaciones Arqueolgicas
en Espaa, 97, en la que abord principalmente el estudio de los ele-
mentos vegetales de estos dos palacios gemelos. Debe tambin hacerse
constar que la aportacin posterior de Josep Giralt i Balaguer al estu-
dio del palacete de Balaguer ha sido muy importante, por lo menos tanto
como la de Christian Ewert, ya que excav, interpret y public la estruc-
tura de este palacete y sent las bases para la reconstitucin de su deco-
racin estudiando las yeseras descubiertas tanto antes como despus de
la publicacin de la monografa del Instituto Arqueolgico Alemn. Entre
sus estudios merece destacarse el siguiente trabajo de sntesis: GIRALT I
BALAGUER, J., Ciutat de Balaguer, en Pladevall i Font, A. (dir.), Cata-
lunya romnica, t. XVII, La Noguera, Barcelona, 1994, pp. 219-225; idem,
Castell Forms (o de Balaguer), ibidem, pp. 225-238; e idem, Jaciment
arqueolgic del pla dAlmat, ibidem, pp. 238-243.
La tercera obra notable de Christian Ewert relacionada con el pala-
cio de la Aljafera es el captulo del libro Die Kapitelle der Kutubiya-Moschee
in Marrakesch und der Moschee von Tinmal (Los capiteles de la mezquita de
la Kutubiyya de Marrakech y de la mezquita de Tinmal), Maguncia, 1991,
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 127
128 BERNAB CABAERO SUBIZA
Fig. 16. Arquera del segundo orden del oratorio de la Aljafera. Reconstitucin del intrads
de un lbulo del arco occidental del lado norte. Dibujo de Gudrun y Christian Ewert.
Fig. 15. Cobija de yeso del friso de canes de la alhana oeste del Saln del Trono de la Aljafera
(imagen izquierda) y reconstitucin del esquema geomtrico a partir del cual ha sido trazada
su decoracin. Dibujo de Natascha Kubisch.
pp. 361-385 y pp. de lms. 56-63, en el que aborda el inventario y siste-
matizacin por tipologas de los principales capiteles del palacio de la
Aljafera.
Y finalmente este investigador alemn en colaboracin con su esposa
Gudrun public otro libro de gran importancia cientfica y de gran belleza
formal, se trata del titulado Die Malereien in der Moschee der Aljafera in Zara-
goza (Las pinturas de la mezquita de la Aljafera de Zaragoza), Magun-
cia, 1999, del que Christian Ewert, como nico autor ha escrito un resu-
men en castellano bajo el ttulo La mezquita de la Aljafera y sus
pinturas, Simposio Internacional La Aljafera y el Arte del Islam Occidental en
el siglo XI, (en prensa). Ewert ofreci una sntesis de sus estudios sobre
la Aljafera en el libro EWERT, CHR., GLADIS, A. V, GOLZIO, K.-H. y WISSHAK,
J.-P., Hispania Antiqua. Denkmler des Islam. Von den Anfngen bis zum 12.
Jahrhundert (Hispania Antigua. Monumentos del Islam. Desde los comien-
zos hasta el siglo XII), Maguncia, 1997, pp. 99-107, 152-163 y lms. 56-
71, que es un magnfico manual universitario.
Tras la muerte de Chistian Ewert en 2006 se inicia una tercera etapa
en el estudio de este monumento, que llega de la mano del Instituto de
Estudios Islmicos y del Oriente Prximo (Instituto mixto de investiga-
cin integrado por el Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, las
Cortes de Aragn y la Universidad de Zaragoza) que comenz su anda-
dura cientfica el ao 2000. Las tres principales lneas de investigacin
relacionadas con el palacio islmico de la Aljafera en las que en la actua-
lidad trabajan Carmelo Lasa Gracia, Jos Luis Mateo Lzaro y Bernab
Cabaero Subiza son el estudio de un conjunto bastante amplio de ms
de mil fragmentos de yesera que procedentes de este palacio musulmn
se conservan actualmente en el Museo de Zaragoza y en el Museo Arque-
olgico Nacional de Madrid, la correcta interpretacin de las excavacio-
nes arqueolgicas llevadas a cabo en la Aljafera entre los aos 1982 y
1998, y el anlisis de la informacin que sobre el palacio medieval aporta
la rica coleccin de planos que se conservan de este alczar real. Puede
mencionarse como una lnea de investigacin conjunta, claramente inde-
pendiente de las de Christian Ewert, los trabajos dirigidos a la reconsti-
tucin en alzado del Saln del Trono de la Aljafera y su alhana occi-
dental. Descendiendo a un nivel ms especfico deben destacarse las
investigaciones de Carmelo Lasa sobre el material epigrfico de este
monumento, los estudios de Jos Luis Mateo sobre el sistema propor-
cional y metrolgico del mismo, y el anlisis comparativo llevado a cabo
por Bernab Cabaero sobre la Aljafera y el palacete de Balaguer.
LA ALJAFERA DE ZARAGOZA 129
Notas sobre la mezquita mayor de la Sevilla almohade
ALFONSO JIMNEZ MARTN*
Resumen
La mezquita mayor de Sevilla fue construida entre los aos 1172 y 1198, siendo con-
sagrada como catedral en 1248; el edificio musulmn empez a ser destruido en 1433, a medida
que se iba construyendo la catedral gtica, pero se salvaron del derribo dos lados del patio y la
torre. En este artculo presentamos el estado actual de ciento dieciocho aos de investigaciones,
que se hicieron sistemticas a partir de 1992, integrando excavaciones arqueolgicas tradicio-
nales, estudios de paramentos, fotogrametras, nuevas traducciones de los textos rabes y reco-
pilacin de documentos e imgenes fechados desde el siglo XIII hasta nuestros das.
The main mosque of Seville was built between the years 1172 and 1198, and inaugu-
rated as cathedral in 1248. This muslim building was destructed in 1433, as the new cathe-
dral was built. But only two sides of the court, and the tower were saved from the demolition.
With this paper we want to present the actual state of 118 years of investigations (rese-
arches), which becames methodical since 1992, integrating traditional archeological excava-
tions, studies about dressing, photogrammetry, new translations of the arabic texts and compi-
lations of documents and dated images from the 13th century till our days.
* * * * *
El contacto con el Islam permiti a los habitantes de los reinos cris-
tianos peninsulares un conocimiento de la arquitectura de las mezquitas
bastante preciso, empezando por la repetida tarea de adaptar las mayo-
res como iglesias y las pequeas a los fines ms diversos, especialmente
como almacenes, pues los oratorios islmicos superaban en nmero y
extensin las necesidades religiosas de los nuevos habitantes de las ciu-
dades y campos andaluses; de esta manera incluso aquellos que no for-
maron parte de las huestes de la Reconquista, ni fueron beneficiarios
directos de los repartimientos, supieron perfectamente como eran los
oratorios islmicos, cuales elementos los componan e incluso reconocan
su tipo arquitectnico en otros contextos, por absurdos que fuesen, como
acredita el propio Cristbal Coln que, al poco de la toma de Granada,
descubra mezquitas en las Antillas y no digamos Hernn Corts, a quien
algunos templos indgenas le parecieron oratorios musulmanes, incluso
menciona que en 1525 pasaron por un pueblo de mezquitas cuando la expe-
dicin a Las Hibueras.
Artigrama, nm. 22, 2007, 131-153 I.S.S.N.: 0213-1498
* Maestro Mayor de la Catedral de Sevilla.
Las antiguas mezquitas, transformadas o no, eran reconocidas como
tales con notable facilidad; as un turista alemn, el mdico Hieronymus
Mnzer, que visit Sevilla en 1494, escribi, al referirse a su catedral que,
la mitad que antiguamente era mezquita ha sido derribada ahora, y en su
lugar se levanta ahora una soberbia iglesia en honor de la bienventurada Virgen
Mara y en 1583, informaron a Felipe II que en medio del sitio de la dicha
fortaleza [de la villa de Almonaster la Real] en un alto della esta edificada
una yglesia de tiempo antiguo de moros y despues fue Redificada y hecha en ella
una yglesia y capilla de nuestra Seora de la conepion, adaptacin que haba
acaecido trescientos veinte aos antes.
Por todo ello no extraa que uno de los patriarcas de la erudicin
tradicional sevillana, Alonso de Morgado, identificara con todo rigor, en
1586, las partes subsistentes de la mezquita almohade, convertida en cate-
dral hispalense en 1248, mencionando incluso el parentesco de su torre
con las de Marrakech y Rabat, segn pudo informarse en la descripcin
que publicara Lus del Mrmol Carvajal de las mismas. Sin embargo, el
conocimiento exacto y documentado de las circunstancias de la cons-
truccin del edificio musulmn que nos ocupa fue una aportacin del
siglo XX, pues hasta 1930 el agustino Melchor Martnez Antua no
public en castellano el texto de Ibn Sahib al-Sala titulado Al-Mann
bi-l-Imama, con lo que la mezquita almohade de Sevilla se convirti en el
monumento andalus mejor y ms extensamente documentado por un
testigo presencial de su construccin, circunstancia excepcional que
nunca agradeceremos bastante. El relato se puede resumir en estos aos,
que el cronista suele ofrecer en forma de das concretos:
1169. Comenz la reurbanizacin del sector meridional de Sevilla
con la construccin de diversos recintos militares perifricos, ubicados
entre el lmite sur de la ciudad andalus vieja, el trazado de la nueva mura-
lla almoravid y el cauce del Tagarete.
1172. El prncipe de los alarifes, Ahmad ibn Basu, tras la expropiacin,
explanacin y replanteo de los terrenos necesarios, que estaban ubicados
a la entrada de la Alcazaba, comenz las obras de la mezquita, que que-
daron detenidas cuatro aos despus, cuando la sala de oracin estaba
prcticamente terminada.
1182. El califa Abu Yaqub Yusuf oblig al uso de la inconclusa mez-
quita y as se inaugur, sin que el alminar estuviera iniciado, ni resuelto
su entorno inmediato, aunque el patio, que no se menciona, probable-
mente tendra algo edificado.
1184. El mismo califa almohade decidi encerrar la sala de oracin
en un recinto amurallado para separarla de la ciudad, incluyendo la cons-
truccin del alminar en el ngulo suroriental de la sala, donde conver-
132 ALFONSO JIMNEZ MARTN
gan las murallas previstas. Estas obras fueron acometidas por el mismo
Ahmad ibn Basu, pero se detuvieron al poco, a causa de la muerte del
califa. Su sucesor, Abu Yusuf al-Mansur, orden continuar la torre, pero
abandon la idea de construir el recinto por donde haba ordenado su
padre; poco despus las obras volvieron a pararse.
1188. El califa orden la continuacin de las obras de la torre, bajo
la direccin de `Ali al-Gumari; probablemente en este momento se rea-
nudaron las obras del patio, concluyeron las labores en la sala de oracin
y comenzaron a materializar la solucin definitiva del entorno.
1198. El califa Abu Yaqub Yusuf orden concluir la torre con la colo-
cacin de las cuatro esferas doradas que la remataban, obra de un sici-
liano, Abu-l-Layth, como acredita otro cronista musulmn, Ibn Abi Zar.
As pues, tenemos todas las fechas necesarias e incluso los nombres
de los autores y sus responsabilidades, datos que, repitmoslo, dibujan el
panorama edilicio ms preciso del Islam occidental, tanto que sirven de
gua a las investigaciones arqueolgicas que, hasta el presente, verifican
puntualmente lo que atestiguan los textos.
Las investigaciones sobre las formas del edificio tuvieron su inicio
con los primeros trabajos de restauracin sistemticos, pues la descrip-
cin grfica ms extensa y antigua de los elementos musulmanes subsis-
tentes en la catedral es la de la Sevilla Monumental y Artstica. Historia y
descripcin de todos los edificios notables, religiosos y civiles, que existen actual-
mente en esta ciudad y noticias de las preciosidades artsticas y arqueolgicas que
en ellos se conservan, de 1890, pues incluy un dibujo del arquitecto Adolfo
Fernndez Casanova, director de las obras de restauracin de la poca,
diferenciando las zonas que consideraba pertenecientes a la mezquita;
no se trata, por lo tanto, de una restitucin de la planta de la mezquita
sino, y no fue poco, un primer acercamiento a la identificacin de lo que
de ella subsista. El ms antiguo de los ensayos de restitucin de la planta
del edificio almohade se titula Diseo de la mezquita de Sevilla: es un dibujo
a escala 1: 200, firmado en julio de 1896 por Juan B. de Aguilar Solano,
de quien nada ms sabemos. Como este plano, que injert los datos rea-
les de la mezquita sevillana sobre un esquema general tomado de la cor-
dobesa, ha permanecido indito hasta el ao 2005, se puede afirmar que
la primera restitucin publicada es la muy esquemtica que aparece en
un artculo de Henri Terrasse de 1928, en el que se mezclan los bien ates-
tiguados conocimientos del autor sobre la arquitectura musulmana con
una serie de datos del edificio verdaderamente deplorables, incluida la
datacin de una clave de bveda neogtica como medieval, cuando haca
dieciocho aos que se haban publicado tanto su fecha como su autor.
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 133
134 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 1. Apariencia global de la aljama de Sevilla en 1182.
Fig. 2. Apariencia global de la aljama de Sevilla en el primer semestre de 1184.
Las investigaciones que podemos calificar de arqueolgicas en el sentido
habitual de la palabra las dirigi entre 1941 y 1973 el arquitecto Flix
Hernndez Gimnez quien, de manera sistemtica, se dedic en exclu-
siva a explorar y consolidar los restos de la mezquita, contando con la
colaboracin del arquelogo Francisco Collantes de Tern y Delorme,
pero no me consta que, salvo una breve resea publicada por este ltimo,
fueran sus obras y sus hallazgos objeto de divulgacin alguna; en cual-
quier caso tales trabajos permitieron establecer la perfecta simetra y regu-
laridad del edificio musulmn.
Durante aquellos aos, concretamente en 1965, public Chueca Goi-
tia una restitucin del alzado de la torre, otra de la planta de la mez-
quita y un detalle del alzado existente; la primera era original del autor
de la publicacin y las otras dos son atribuidas a Torres Balbs, Rafael Man-
zano, lo que permite deducir que se trata de un trabajo escolar realizado
por el segundo cuando fue alumno del primero, cosa que debi ocurrir
antes de 1961. Se trata de una restitucin mucho mejor que las ante-
riores, heredera de las ideas de Terrasse y de algunos datos de Hernn-
dez y Collantes de Tern, realizada con menos prisas, mejor documen-
tada y con una calidad mtrica y grfica muy superior, aunque con las
salvedades propias de un trabajo de estudiante. Otro ensayo de restitu-
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 135
Fig. 3. Apariencia global de la aljama de Sevilla en 1198.
cin de la planta es el que public Juan Luis Trillo de Leyva en 1992
con los datos que le suministr para la ocasin; este grfico se bas en
el de Rafael Manzano, aportando diversas novedades. Posteriormente he
publicado sucesivas versiones de esta planta; as en 1995 salieron dos edi-
ciones de una misma publicacin en la que aparece tan mal editada que
hasta la Giralda queda en el costado de poniente, presentando como
novedad los resultados de las excavaciones que promov entre 1992 y
1995. En los aos 1996 y 1997 publiqu sendas restituciones cuya dife-
rencia esencial reside en la incorporacin de datos procedentes de nue-
vas excavaciones, dirigidas por el arquelogo lvaro Jimnez Sancho. En
1999 se volvi a editar el mismo libro de 1995, aunque con la planta
reproducida al derecho. Estas restituciones son las que sirvieron de base
a la maqueta electrnica que elabor por entonces el arquitecto Jos
Antonio Fernndez Ruiz, desarrollada posteriormente por la Escuela de
Estudios rabes, de Granada, en la serie de restituciones infogrficas que
en estas pginas usamos. En 2005 he publicado otra versin, aadiendo
136 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 4. La clave neogtica que Terrasse
us como documentacin medieval
sobre la torre de la mezquita.
Fig. 5. Propuesta de Chueca Goitia para
el alzado de la torre; obsrvense las
lneas verticales, calco de los cables del
pararrayos.
datos nuevos y que ahora, con los ltimos detalles y discusiones ofrezco
a la consideracin de los lectores.
Antes de entrar en la descripcin de las formas arquitectnicas que
configuran los restos del edificio musulmn conviene dedicar unas lneas
a la mezquita subterrnea, tanto en lo que concierne a sus cimentaciones
como en lo que atae a los restos que hemos podido documentar en las
excavaciones arqueolgicas. Consta que tanto la sala de oracin, como el
patio e incluso la torre, la que en el siglo XVII Agustn de Rojas Villan-
drando denominara Giralda, se asientan sobre terrenos que haban sido
pantanosos hasta la poca del califato de Crdoba, sobre los que haba
crecido un conjunto de casas, oratorios, mercados y jardines extramuros,
que los almohades expropiaron y derribaron, y cuyos muy expresivos res-
tos hemos documentado en las excavaciones; como estos edificios se asen-
taban en una superficie inclinada hacia el suroeste, Ahmad ibn Basu con-
sider conveniente nivelar diversas partes construyendo una potente cua
de argamasa para garantizar la estabilidad y regularidad de la sala de ora-
cin; sin embargo, en la parte del patio prefirieron labrar una decena de
aljibes, como si prolongaran las naves del oratorio hacia el norte, for-
mados por otras tantas bvedas de can, que permitieron tener agua en
abundancia, como es habitual en tantas y tantas mezquitas. Sabemos que
la sala de oracin se paviment con ladrillos de los llamados posterior-
mente mazares y el contorno con grandes sillares de piedra, siendo pro-
bable que el hueco del patio quedara terrizo, pero sin arbolado.
Para describir lo que conocemos del edificio visible tomar como
base el patio, ya que se conserva en gran parte, aunque debe muchos de
sus detalles, sobre todo la pavimentacin, a las obras de don Flix en la
etapa que se inaugur en 1948. Sabemos que las caras exteriores de los
estribos dibujaron un rectngulo de 43,32 metros, en direccin norte-sur,
por 81,36 metros en sentido perpendicular, dimensin esta ltima que
corresponde obviamente al ancho del edificio completo; conviene adver-
tir que las referencias a los puntos cardinales no son convencionales, sino
exactas. El lado de levante del rectngulo del patio lo forman el muro
exterior, con sus estribos, y sendas danzas de siete arcos gemelos, de herra-
dura tmida, doblados y con arranques en nacela; los huecos tienen 3,63
metros de luz libre, pero si aadimos a sta la dobladura resultan 4,53
de luz virtual; llevan alfices muy altos, que se pierden visualmente ante
la potencia de la cornisa y de los fuertes estribos que apean los pilares.
El alero est constituido por una espesa batera de modillones perfilados
mediante tres nacelas escalonadas en voladizo, cuyo ritmo slo inte-
rrumpen los estribos que separan los arcos, donde dos de los modillones
se transforman en mnsulas con perfil en forma de S. El nico elemento
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 137
de transicin entre la cornisa y el orden de arcos y estribos es una mol-
dura muy simple que va siguiendo las inflexiones horizontales de la
fbrica; todo esto va rematado por unos hilos de tejas y unos merlones
de gradas, con cinco escalones por cada lado. Aunque, como antes indi-
qu, esta apariencia es fruto de las obras de la segunda mitad del siglo
XX, pues los trabajos de don Flix fueron continuados por otros arqui-
tectos hasta 1992, lo cierto es que cuando hemos podido documentar
partes intactos, responden siempre con exactitud a lo que Hernndez Gi-
mnez y sus sucesores nos han legado, salvo la decoracin menuda del
tejaroz que protege la puerta del Perdn por su cara interna, inventada
por don Flix.
El modelo que acabo de describir se repite en todos los tramos que
abren al Patio, e incluso en las arqueras que subdividen las galeras cor-
tas de ste. Lo nico que varan son las plantas de los pilares, ya que los
138 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 6. Restitucin de la planta del edificio de acuerdo con los ltimos datos.
del lado sur son cruciformes, con
estribo por dentro y por fuera y
arcos duplicados en profundidad,
siguiendo la solucin de emergen-
cia que se arbitr en el ao 954
para el patio de la mezquita de Cr-
doba; los pilares de los lados de
Poniente y Levante son como los
anteriores pero cortados por la
mitad, mientras los del lado norte
carecen del estribo interno. Estas
variaciones, que en nada afectan a
la apariencia de los arcos vistos
desde el patio, responden con todo
rigor a las solicitaciones formales, y
por lo tanto constructivas, de los
elementos que en ellos confluyen y
a la conformacin de los espacios
que delimitan. Se trata, por lo
tanto, de un autntico orden com-
positivo en el sentido ms riguroso
de este trmino arquitectnico.
Estos elementos y sus relacio-
nes dan sustancia a las galeras del patio, descritas por Morgado, y que
son tres en la actualidad: una sencilla, ubicada al norte, con la puerta del
Perdn en el centro y dos paralelas, en el costado de levante, separadas
por danzas de arcos sobre sencillos pilares rectangulares. Estas galeras
dobles, atajadas slo por los arcos que prolongan la arquera sur del patio,
continuaban hacia el interior de la sala de oracin, para formar, con las
de sta, las diecisiete naves que posey; todas ellas tenan 5,46 metros de
anchura, excepto la central que tena 7,01 metros, conservando la longi-
tud comn de 67,88 metros, dimensin que est perfectamente definida
por la cimentacin exhumada. Estas naves se materializaron mediante die-
cisis arqueras constituidas por doce arcos, sostenidos por pilares rec-
tangulares. Delante del muro de la qibla corra probablemente otra nave
de 6,46 metros de luz. Con esto resulta que la sala tendra, sin incluir los
muros ni los arcos que abren al patio, una extensin neta de 8.231 m
2
,
que pudieron albergar unos 16.000 orantes, segn un clculo convencio-
nal que asigna medio metro cuadrado de espacio libre a cada uno.
Los pilares del interior fueron idnticos, como acabo de indicar, a
los de que subsisten como separacin de las naves de la galera occiden-
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 139
Fig. 7. Uno de los diez aljibes que ahuecan
el patio de los Naranjos.
140 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 8. Las cuatro lneas verticales de la izquierda son restos de la solera interior de la mezquita;
las restantes son obras cristianas anteriores a 1433.
Fig. 9. Solera de piedra de la plataforma que rodea la mezquita; el trozo de ladrillo es un
pavimento cristiano del siglo XIV; la ltima solera es la del siglo XX, con losas de Tarifa.
tal del patio, ya que ninguna de las noticias de poca cristiana se refie-
ren a columnas arrimadas o apilastradas, ni nada de ello ha aparecido en
los pilares excavados en el Trascoro. No obstante, los de la nave del
Lagarto muestran un detalle decorativo interesante en la nacela de arran-
que del arco, que exhibe una pequea inflexin, como si fuera la atro-
fia formal del baco de una pilastra dotada de una semicolumna. Este
tema, pero completo, aparece en la Qutubiyya y en Tinmal, pero la forma
atrofiada solo la conocemos en los pilares del rincn del patio de sta
ltima y en lo que fue el patio de la aljama de Al-Qanatir, en el actual
castillo de San Marcos de la ciudad gaditana de El Puerto de Santa Mara.
Ni que decir tiene que los pilares ms cercanos al muro de la qibla debie-
ron ser complejos y quizs con dos modelos, como sucede en las arque-
ras homlogas de Marrakech y Tinmal. El exterior del patio muestra una
apariencia que podemos suponer extendida a todo el resto del edificio.
Es un simple muro almenado, ritmado por estribos que repiten, con lige-
rsimas incongruencias, la cadencia interna. Por lo que sabemos cada cos-
tado del patio posey tres puertas gemelas, ms otra en el eje del lado
mayor, la ya mencionada del Perdn y otras dos en los extremos de la
fachada septentrional. Las puertas laterales son arcos de herradura, sobre
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 141
Fig. 10. Dos arcos del patio almohade a
la derecha y un arco de entrada a la sala
de oracin delante de la puerta del Pilar.
Fig. 11. La cara interna de la puerta
del Perdn muestra el tejaroz restituido,
el arco con dos etapas y el cuerpo
mudjar que corona la composicin.
impostas con nacelas, con alfiz muy alto y sin dobladura; este arco se
repite al otro lado del muro, ocupando el resto de ste una bveda de
mocrabes y de la que conocemos tres ejemplares, todos diferentes. La
puerta axial mencionada es algo ms compleja que las laterales, pues su
trnsito del muro es idntico, aunque todo de mayor tamao; transpuesto
el arco interior aparecen otros dos, de los tpicos de las galeras del patio,
paralelos al eje de ste y que apoyan en el muro exterior y en los pilares
del sahn. Lo ms espectacular son las hojas de madera originales, que
conservan virtualmente intacto su forro de bronce, formado por lazos
que dibujan hexgonos alargados, rellenos de florida epigrafa y atauri-
ques muy elegantes.
El elemento mejor conservado de la mezquita es la mencionada
Giralda, que constituye dentro de ella una entidad arquitectnica aut-
noma, destacable no solo por su ubicacin sino tambin por sus carac-
tersticas formales, funcionales y simblicas; la gran torre, cuya base cua-
drada tiene 13,61 metros de lado y alcanza hoy la altura de 94,70 metros,
parece unitaria pero, sin embargo, es el resultado de la superposicin de
dos obras muy distantes en el tiempo y en las formas, pero integradas
visualmente gracias a los artificios compositivos del arquitecto cordobs
Hernn Ruiz Jimnez. La primera obra, la almohade que nos interesa en
142 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 12. Organizacin general de las
arqueras que abren al patio la galeras
laterales.
Fig. 13. Arco divisorio de las naves, con la
nacela atrfica y arcos de capillas mudjares,
organizadas en dos plantas.
estos momentos, coincide con el gigantesco paraleleppedo de ladrillo
que nace del suelo y que forma casi la mitad de la altura del edificio; sus
colosales dimensiones, la constancia de su antigedad y su aparente peren-
nidad han propiciado la idea de la solidez de sus cimientos, pero, nada
ms lejos de la realidad. El edificio arranca de un zcalo de sillera que
tiene enterrados slo 3,30 metros, siendo este breve tramo subterrneo
casi toda la cimentacin que posee la torre; otros tres metros de sillera
emergen de la acera, empezando con una serie de aras y pedestales roma-
nos de mrmol, formando las esquinas y que marcan la separacin entre
el cimiento y este zcalo. El conjunto de sillares enterrados, muchos de
ellos almohadillados y algunos signados, apenas si aumentan la superfi-
cie de apoyo de la torre mediante unos escasos relejes, descansando sobre
una gruesa capa de argamasa, algo irregular, y sta a su vez sobre una
simple mejora del terreno, en el que quedaron incluidos los restos de
casas musulmanas anteriores.
A partir de este zcalo lo que vemos es el gran prisma de ladrillo,
de gran calidad, y regularidad, asentado con un buen mortero de cal y
que, como hemos podido determinar hace unos aos, apareja todo el
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 143
Fig. 14. Detalle del forro de bronce de las hojas de la puerta del Perdn.
espesor del muro, que es muy nota-
ble, sin relleno de otros materiales;
la fbrica esta bien trazada y nive-
lada, aunque la torre, quizs por
efecto de los asientos diferenciales
del terreno y el fraguado irregular
de los morteros, muestra leves
deformaciones y prdidas de verti-
calidad, que en modo alguno se
pueden apreciar a simple vista. El
cuerpo superior tambin es de la-
drillo, aunque, como en otras mu-
chas torres musulmanas, hemos
detectado la existencia de encade-
nados de madera que permitieron
atar la fbrica, a falta de otro tipo
de zunchado, contrarrestando los
eventuales esfuerzos horizontales.
El cuerpo principal alberga una
rampa que permite ascender pau-
sadamente, admirando el paisaje
urbano a travs de las bforas ubi-
cadas a la mano derecha, mientras
que, por la izquierda, el visitante puede, cada cinco tramos de rampa,
pararse a contemplar el contenido de una cmara abovedada, alojada en
la parte interior de la Torre, cuyo nico acceso es un arco de herradura
al que en el siglo XIX colocaron unas hojas de madera; en total son siete
cmaras y se ignora que funcin tuvieron en origen, aunque quizs fuese
la misma de las de su hermana marrakus, la Qutubiya, es decir, ninguna
concreta.
Una vez que se llega a la rampa nmero treinta y cuatro, donde
esperaramos hallar la entrada a la octava cmara, lo que encontramos
es, bajo una bveda antigua, una escalera moderna, muy pendiente, que
reproduce la musulmana original, y que desembarca en el lado sur de
la galera del campanario, espacio panormico situado donde existi en
poca antigua la azotea desde la que el almudano llamaba a la oracin;
del edificio medieval aun resta otra parte, pues la galera de campanas
rodea un ncleo central en que se apoyan sus bvedas y que, con leves
variaciones, es el que, desde el siglo XII, constituy el cuerpo superior
del edificio, que la obra renacentista englob y recreci. Ahora se entra
a l por una cancela situada en el lado de poniente, ascendiendo por su
144 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 15. La cimentacin de la Giralda.
interior gracias a otra escalera de mrmol, construida en 1886; hasta
entonces, aunque evidentemente modificada, se conservaba la original
almohade, situada en el lado norte, cuya entrada se conserva hoy en
forma de arco que slo da paso a un cuartito. Cuando se alcanza la coro-
nacin de este segundo cuerpo nos hallamos hoy en el interior de un
templete que se construy en 1565, justo donde, hasta el ao 1356, haba
existido una cpula coronada por el remate metlico que se coloc en
1198.
Lo ms interesante de la torre, adems de ser un notable esfuerzo
constructivo, es que la decoracin de sus cuatro fachadas exteriores se
pliega de forma muy inteligente a los dictados de sus ventanas, y stas al
trazado tirnico de la rampa, para dar un conjunto jugoso y sutil, prodi-
gio de diseo y previsin compositiva. Lo fundamental de la decoracin
son los huecos, casi siempre en forma de bforas, con columnas de mr-
moles como maineles y arcos de formas muy variadas, que ocupan en
centro de cada cara, en series desfasadas, ya que siguen con fidelidad el
recorrido ascendente de la rampa; a los lados, sin llegar a las esquinas y
asocindose por parejas de ventanas, se forman paos decorativos sim-
tricos, pero distintos en cada fachada, de los que se denominan de hom-
bro y escaln, subdivididos a veces por medio de tramas menores, que se
asemejan a grandes atauriques. Como el edificio arranca del suelo y
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 145
Fig. 16. Marcas en los sillares de la cimentacin de la Giralda.
corona en la antigua azotea del almudano, son necesarias zonas de tran-
sicin que permitan el correcto comienzo y el adecuado final de la cinta
decorativa; as la parte inferior de la torre islmica tiene ventanas peque-
as y aisladas, entre paos lisos, y la superior un friso de arquillos entre-
lazados que dan la necesaria banda horizontal para su remate, cuyas ven-
tanas son simples saeteras, las mnimas para iluminar los tramos altos de
la rampa; as pues, el observador poco avisado creer estar ante un torre
compuesta al estilo cristiano, de caras repetidas y niveladas, cuando en
realidad es una espiral que gira en el mismo sentido que lo hacen los
peregrinos musulmanes cuando, a paso ligero, circundan la Qaaba, giro
que se documenta en cuantos alminares andaluses conocemos.
Para la decoracin los almohades utilizaron el propio ladrillo recor-
tado, probablemente estucado con un mortero de cal de color marfileo;
es seguro que no son de esta poca los azulejos de color negro que don
Leopoldo Torres Balbs y quienes le copian creyeron islmicos, pero hay
dos argumentos en contra: conservamos en el archivo de la Catedral trece
facturas, fechadas entre el 6 de marzo de 1564 y el 17 de noviembre del
ao siguiente, que dan cuenta de la adquisicin de nada menos que dos
mil sesenta y seis piezas de dichos azulejos, ms que suficientes para la
146 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 17. El cuerpo principal de la Giralda, que muestra las huellas de los cables del pararrayos.
decoracin del cuerpo renacentista y para extenderlos a la parte almo-
hade, en el juego de artificios que tanto gustaban a Hernn Ruiz Jim-
nez, temprano antecesor del trencads gaudiniano; por otra parte es cosa
demostrada y publicada que no hubo azulejera en los exteriores de los
edificios andaluses de poca almohade, pues incluso se ha documentado
que los de la torre de Oro son del siglo XIV, o posteriores. En las obras
de 1886 se destruyeron unas interesantes yeseras que enmarcaban los
arcos de las bforas de la torre almohade, y de las que se conservan algu-
nas fotografas, aunque ignoramos si eran musulmanas o posteriores, pero
en cualquier caso es indudable que eran de gran calidad. De lo que si
estamos seguros es que el edificio estaba decorado por el mismo medio,
como atestiguan los restos conservados en la cara interna de la puerta
del Perdn, sobre el retablo barroco all existente, en la bveda que cubre
sus hojas de madera y bronce y en las puertas del frente oriental del patio,
decoracin que, como en el caso de la torre, certifica la existencia de una
segunda etapa musulmana, quizs puramente decorativa, que enriqueci
la muy austera apariencia original de los huecos almohades.
NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 147
Fig. 18. La composicin escalonada de
la decoracin almohade de la Giralda; son
del XVI los discos de azulejos negros y
las balaustradas de las bforas.
Fig. 19. Fotografa antigua que muestra
las yeseras que existieron en las
albanegas de las bforas.
No ha sido difcil, contando con la planimetra elaborada por don
Antonio Almagro Gorbea, restituir el aspecto primigenio de esta torre,
pues contamos con la descripcin de dos crnicas musulmanas, que dan
cuenta del remate de esta manera las manzanas de admirable obra, mucha
colaboracin, gran tamao y dorado dibujo, de elaborado renombre y tamao [...].
La cantidad de oro con que decoraron estas tres manzanas grandes y la cuarta
pequea fue siete mil mizcales grandes [...]. Cuando se terminaron, se cubrieron
con unas fundas de piezas de algodn para que no les alcanzase la suciedad de
las manos y el polvo. Fueron transportados con gran rapidez hasta el alminar,
entre aclamaciones y regocijos, durante el trayecto, y se elevaron hasta lo ms alto
del alminar [] Entonces se les quitaron las fundas y casi se cegaron los ojos por
tanto resplandor del oro puro y brillante y los rayos de sus reflejos e hizo las man-
zanas de tan desmesurada grandeza que no se conoce su peso, y solo se sabe que
la central de ellas no entr por la puerta de los almudanos, sino arrancando algo
del mrmol de la parte inferior []. Tambin disponemos de informacin
cristiana, pues la Crnica General dice muchas son las sus nobresas, e la su
beldad e la su alteza, ca ha sesenta brasas, en el trecho de la su anchura e cua-
tro tanto en lo alto. Otrosi tal alta, e tan llana, e de tan mestra es fecha la su
escalera, que cualesquier que alli quieren subir con bestias, suben hasta encima
della. Otrosi en somo adelante a la otra Torre que a ocho brasas, fecha a grandes
148 ALFONSO JIMNEZ MARTN
Fig. 20. Restos de yeseras sobre el retablo barroco del Cristo del Perdn,
en el interior de la puerta del mismo nombre.
maravillas. Et encima della estan quatro maanas aladas una sobre otra; tan
grandes et tan de grant obra et de tan gran nobleza son fecha que en todo el mundo
non podrian ser otras tan nobles nin tales: la de somo es la menor de todas, et
luego la segunda que esta so ella es mayor, et muy mayor la tercera. Mas de la
quarta non podemos retraer, que tan grant et de tan estranna obra que es dura
cosa de creer a qui lo non viese: esta es toda obrada a canales, et las canales della
son doze, et ay en la anchura de cada canal cinco palmos comunales; este con-
junto, la cpula de fbrica y las cuatro esferas metlicas, cay a resultas
de un terremoto del 24 de agosto de 1356. Afortunadamente se conser-
van algunas representaciones del edificio fechadas en el siglo XV que,
junto a los relatos antiguos que acabamos de recordar, permiten saber
como era la torre entre 1480 y 1557 y dibujar, con buen fundamento,
como haba sido antes de 1356; la ms fiel de todas es el relieve, datado
en 1499, que se conserva engastado en el coro de la parroquia de un pue-
blo burgals, Villasana de Mena.
El ltimo elemento que las investigaciones han aadido al pano-
rama de la gran aljama almohade ha sido su midaa, que se descubri
en los primeros das de octubre de 1994 y cuya publicacin no pas de
ser el cumplimiento de un trmite administrativo, no siendo posible su
visita por haber sido enterrada de nuevo, como tributo a la aparente uni-
dad actual del conjunto catedralicio: se trata de un edificio perfecta-
mente simtrico, con dos patios de letrinas centrados por sendas fuen-
tecillas.
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NOTAS SOBRE LA MEZQUITA MAYOR DE LA SEVILLA ALMOHADE 153
Los Reales Alczares de Sevilla
ANTONIO ALMAGRO*
Resumen
Este artculo presenta una breve revisin historiogrfica sobre la poca medieval de los
Reales Alczares de Sevilla, con una descripcin de los mismos segn la informacin de que
hoy disponemos con las investigaciones ms recientes. Se puede afirmar que la configuracin
actual del Alczar Sevillano arranca de la gran reforma acometida por Pedro I a mediados del
siglo XIV, en la que aprovech algunas construcciones anteriores del llamado Alczar Viejo ya
reformadas por los reyes castellanos tras la conquista de Sevilla, y a las que agreg constru-
yendo de nueva planta, una nueva residencia privada y otras dependencias, algunas de las
cuales quedaron inconclusas por la muerte del rey. Esta reforma destruy construcciones almo-
hades que a su vez sustituyeron a otras anteriores de las que se tiene una informacin parcial.
In this paper we present a brief historiographic review of the medieval period of the Royal
Alczares of Seville, along with a description of it according to the information that has been
made available by the most recent research. We can presume that actual configuration of the
Alczar can be dated back to the great reforms carried out by Peter the 1st of Castille in the mid
14th century, in which he reused some of the constructions from the Old Alczar, already trans-
formed by the Castilian kings after the conquest of Seville, and added others, such as a new
private residence and other rooms, some of which were never finished due to the death of the
king. These transformations destroyed certain Almohad buildings that had been built over prior
ones, of which we have partial knowledge.
* * * * *
El Alczar de Sevilla es sin duda uno de los monumentos ms emble-
mticos de la arquitectura medieval espaola. El conocimiento que de l
poseemos se ha visto poderosamente incrementado en los ltimos tiem-
pos gracias a dos circunstancias fundamentales. Por un lado, la mayor
concienciacin que existe por parte de la sociedad y de los poderes pbli-
cos sobre la importancia de ese conocimiento de nuestro patrimonio para
garantizar su mejor conservacin y, por otro lado, tambin por una mejora
sustancial de los procesos metodolgicos aplicados en la obtencin de
dichos saberes.
Todo ello ha trado consigo una significativa revisin de muchos de
los postulados en que se basaba la interpretacin cronolgica y formal
del Alczar, especialmente en lo referente a sus fases medievales, en
Artigrama, nm. 22, 2007, 155-185 I.S.S.N.: 0213-1498
* Laboratorio de Arqueologa y Arquitectura de la Ciudad. Escuela de Estudios rabes, CSIC.
Granada.
muchos casos escasamente sostenidos en certezas arqueolgicas y mucho
menos en datos documentales, que resultan dramticamente escasos.
Para un somero recorrido por la historiografa del Alczar sevillano
debemos remontarnos al siglo XVII, momento del que poseemos, entre
otros documentos, la interesante descripcin de Rodrigo Caro que aporta
informacin de sumo inters para el conocimiento del monumento en
su estado anterior a las importantes reformas que se acometen en l a
finales del siglo XVIII, as como a las restauraciones del XIX.
Pero debemos llegar a esta ltima centuria para encontrar avances
significativos en la identificacin de muchas zonas del Alczar como parte
de los palacios medievales. A este respecto resulta especialmente rele-
vante la figura de Francisco Mara Tubino, quien alcanz a identificar el
llamado Patio del Yeso y el Cuarto del Caracol entre las estructuras seve-
ramente transformadas por las obras acometidas tras el terremoto de Lis-
boa de 1755, que haban modificado la organizacin e imagen de una
parte sustancial del Alczar. Las investigaciones del insigne erudito Jos
Gestoso pusieron a disposicin de otros investigadores la abundante docu-
mentacin conservada en el archivo del propio palacio, inicindose con
ello el estudio de las realizaciones de poca moderna, perodo al que
corresponde dicha documentacin, aunque indirectamente tambin han
dado base para el conocimiento de las pocas anteriores gracias a las alu-
siones a lo existente o a las descripciones del estado y necesidad en que
se encontraban muchas zonas del conjunto.
Desgraciadamente, las ingentes restauraciones que se realizaros a lo
largo del siglo XIX no estuvieron acompaadas de un estudio y docu-
mentacin adecuados, lo que provoca que muchos de nuestros plantea-
mientos actuales tengan que hacerse con las consiguientes reservas a la
espera de que se investigue adecuadamente el verdadero alcance de aque-
llas actuaciones. Estos inconvenientes ya se pusieron de manifiesto en su
poca en escritos y publicaciones entre los que merece destacar el tra-
bajo sobre las inscripciones rabes de Sevilla de Rodrigo Amador de los
Ros, dedicada fundamentalmente al Alczar, y en el que ya apunta el
mencionado problema.
Tenemos que esperar a la segunda mitad del siglo XX para encon-
trar las aportaciones ms significativas al conocimiento del Alczar medie-
val. Quizs la ms llamativa, por las repercusiones y seguimiento que ha
tenido, sea la debida a Jos Guerrero Lovillo que apunt la posibilidad
de que el llamado Saln de Embajadores, o ms propiamente Sala de la
Media Naranja, del palacio del rey D. Pedro fuera la qubba al-Turaya men-
cionada en los poemas de Al-Mutamid ibn Abbad. Esto implicaba que el
Qasr al-Mubarak o Alczar de la Bendicin levantado por el rey poeta
156 ANTONIO ALMAGRO
estuviera situado en una supuesta ampliacin de la Dar al-Imara del siglo
X que se identificaba con el recinto encerrado por las murallas de gran-
des sillares visibles en la Plaza del Triunfo. Esta hiptesis, que hoy ha de
ser totalmente descartada merced a la informacin facilitada por las exca-
vaciones arqueolgicas, fue acogida y difundida por numerosos estudio-
sos, entre otros por Rafael Manzano Martos. A este ltimo, conservador
y director de los Reales Alczares entre 1970 y 1991 se deben algunos de
los ms interesantes descubrimientos y actuaciones en el monumento.
Destaquemos entre otros la exhumacin y limpieza de parte de los pr-
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 157
Fig. 1. Planta actual del Alczar de Sevilla. Antonio Almagro.
ticos inferiores del Patio del Crucero, enterrado tras el terremoto de Lis-
boa, el descubrimiento, excavacin y restauracin de los jardines medie-
vales del patio de la Casa de Contratacin, y la restauracin del Patio de
las Doncellas y el mirador de los Reyes Catlicos en el Palacio del rey
D. Pedro. En sus publicaciones ha planteado interesantes teoras sobre
los palacios almohades del Alczar, aunque algunas de ellas hoy deban
ser revisadas a la vista de los resultados de excavaciones arqueolgicas
ms generalizadas.
La tesis doctoral de Ana Marn Fidalgo, luego convertida en dos mag-
nficos volmenes publicados con un rico acompaamiento grfico, ade-
158 ANTONIO ALMAGRO
Fig. 2. Planta del palacio almohade de la Casa de Contratacin. Antonio Almagro.
ms de recoger muchas de las teoras e hiptesis de Rafael Manzano,
director de la tesis, aporta una rica informacin sobre las vicisitudes del
Alczar durante los siglos XVI y XVII, profundizando en la documenta-
cin ya publicada por Gestoso a la que aade nuevos documentos extra-
dos del archivo de Simancas. Ms recientemente, esta investigadora ha
iniciado el estudio del Alczar en el siglo XVIII, aunque an no haya
alcanzado el perodo de ms inters, correspondiente a las obras aco-
metidas tras el terremoto de Lisboa.
Las aportaciones de Rafael Cmez al conocimiento del Alczar me-
dieval son sin duda de la mayor relevancia. Su estudio sobre la arquitec-
tura alfons, luego desarrollado en anlisis mas concretos de las inter-
venciones realizadas por Alfonso X en el Alczar, as como su interesante
publicacin del palacio de Pedro I, nos ofrecen una visin innovadora,
sobre todo en aspectos tan fundamentales como la interpretacin del sig-
nificado y del trasfondo cultural y poltico que subyace en tan sobresa-
liente obra arquitectnica.
El libro de Rosario Chvez dedicado al Alczar del siglo XIX resulta
igualmente de gran ayuda por aportar la documentacin correspondiente
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 159
Fig. 3. Reconstruccin virtual del palacio almohade de la Casa de Contratacin. Imagen
virtual realizada de acuerdo con las hiptesis de Antonio Almagro por Miguel Gonzlez.
160 ANTONIO ALMAGRO
Fig. 4. Planta de la casa almohade del Patio del Yeso. Antonio Almagro.
Fig. 5. Reconstruccin virtual de la casa almohade del Patio del Yeso. Imagen
virtual realizada de acuerdo con las hiptesis de Antonio Almagro por Fidel Garrido.
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 161
Fig. 6. Plantas a nivel del jardn y a nivel de los salones
del Patio del Crucero en poca almohade. Antonio Almagro.
Fig. 7. Reconstruccin virtual del palacio almohade del Patio del Crucero. Imagen
virtual realizada de acuerdo con las hiptesis de Antonio Almagro por Miguel Gonzlez.
a este periodo conservada fundamentalmente en el propio archivo del
Alczar y en el del Palacio Real de Madrid. La coincidencia en este tiempo
del desarrollo de las restauraciones estilsticas impulsadas por el movi-
miento romntico y el gusto por lo oriental, hacen que este estudio sea
crucial para el conocimiento de muchos aspectos del Alczar medieval,
que qued transformado sobre todo en lo ornamental, sin que exista docu-
mentacin previa, lo que hace a veces difcil garantizar la originalidad de
lo que vemos. No obstante, pese al inters de este trabajo por el aporte
de informacin documental escrita, resulta insuficiente para la indivi-
dualizacin de las intervenciones concretas, y se echa en falta el haber
recurrido de manera ms exhaustiva, a otras fuentes documentales de
gran valor ya disponibles en este perodo, como son los grabados y foto-
grafas, que permiten una identificacin ms clara de las obras realiza-
das.
Seguramente, las ms novedosas aportaciones que se han producido
ltimamente al conocimiento del Alczar medieval han venido de la mano
de la aplicacin de metodologas arqueolgicas ms innovadoras. Hay que
destacar fundamentalmente la labor desarrollada por Miguel ngel Taba-
les al frente del proyecto de investigacin arqueolgica impulsado por la
actual direccin del Alczar y que ha permitido esclarecer la cronologa
de muchas de las estructuras medievales, a la vez que se descubran datos
fundamentales para conocer la disposicin del Alczar con anterioridad
al siglo XIV. Las excavaciones realizadas en los patios de la Montera, de
las Doncellas, de Banderas, del Prncipe y del Len, as como en distin-
tos puntos de la muralla del Alczar Viejo han clarificado notablemente
nuestro conocimiento del Alczar medieval, pese a que en algunos pun-
tos, este investigador plantea tambin algunas hiptesis que resultan dif-
cilmente sostenibles con los datos de que disponemos. La puntual publi-
cacin de todas estas investigaciones ha permitido adems su pronta
difusin facilitando las aportaciones de otros investigadores.
Tambin en estos ltimos aos hemos contribuido personalmente
con nuestro grano de arena a este proceso de investigacin, en primer
lugar realizando una planimetra completa del conjunto que sirviera de
apoyo a otros estudios futuros. Siempre hemos mantenido que esta base
documental resulta imprescindible en cualquier anlisis arquitectnico si
se quiere realizar una lectura clara y correcta de los organismos cons-
truidos. Sobre esa base hemos tratado de interpretar la forma y funcin
de las distintas estructuras que integraban el Alczar medieval centrn-
donos principalmente en el momento en que se fija la actual configura-
cin del conjunto y que corresponde fundamentalmente a mediados del
siglo XIV, cuando se lleva a cabo la gran reestructuracin acometida por
162 ANTONIO ALMAGRO
Pedro I. Este anlisis nos ha obligado a realizar una lectura diacrnica
de cada elemento tratando de discernir las transformaciones sufridas as
como sus causas, valindonos siempre de medios grficos para expresar
y validar nuestras teoras, que hemos intentado difundir no slo a travs
de las publicaciones cientficas, sino tambin recurriendo a los nuevos
instrumentos que hoy nos aporta la infografa.
La fortuna del Alczar de Sevilla ha radicado sin duda en el hecho
de seguir siendo el ms antiguo palacio real europeo que ha mantenido
esta funcin de manera ininterrumpida hasta nuestros das. Esto ha per-
mitido un mantenimiento y conservacin continuados a los largo de sus
ms de nueve siglos de existencia, y de un modo especial a partir del siglo
XIV cuando su configuracin actual queda establecida en sus rasgos gene-
rales. Por esta razn podemos sentirnos felices de poseer un monumento
de tal antigedad, conservado de manera satisfactoria, hasta el punto de
que muchas de sus realidades formales y espaciales se pueden an vivir
como arquitectura real. Pero esta fortuna conlleva tambin sus inconve-
nientes. Al haberse mantenido como edificio vivo, siempre en uso, han
sido numerossimas las obras, reformas y restauraciones que ha sufrido a
lo largo de su historia, lo que comporta una gran dificultad en la iden-
tificacin de cada una de estas actuaciones y su adscripcin cronolgica,
ya que pese a la abundancia de documentacin existente a partir del siglo
XVI, no siempre sta permite identificar con claridad el alcance y loca-
lizacin de todas las intervenciones. Se une a ello el que, por tratarse de
un edificio en uso, sus paramentos murales, en general bien conservados
y mantenidos, slo permiten una lectura arqueolgica muy limitada pues
no es posible, en la mayor parte de los casos, observar las fbricas inter-
nas de los muros ni los restos y cicatrices que las distintas transforma-
ciones siempre dejan en la estructura, pero que quedan disimuladas u
ocultas por los revestimientos de enlucidos y revocos que se han repuesto
de forma continuada para ocultar precisamente lo que nos interesa inves-
tigar. Por razones obvias, tampoco es fcil tener ocasin de eliminar,
siquiera temporalmente, algunos de estos recubrimientos, salvo en el caso
de que se acometa alguna labor de restauracin o mantenimiento.
Estas circunstancias han provocado que muchos de los estudios de
nuestro monumento sevillano se hayan abordado desde la mera inter-
pretacin estilstica o por la simple relacin de reas o elementos con
hechos conocidos o citados en la documentacin sin la adecuada con-
firmacin de que esas teoras encajen en un anlisis cronolgico y estra-
tigrfico global del monumento. Considerndose el Alczar un monu-
mento fundamentalmente de origen medieval, aunque evidentemente
muy transformado en periodos posteriores, resulta notable la escasez de
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 163
intentos de hacer una interpretacin, sobre todo formal, del conjunto en
ese perodo, limitndose los estudios, en su mayora, a analizar las dis-
tintas partes que han llegado hasta nosotros y que pueden ser adscritas
a ese perodo sin apenas ponerlas en relacin funcional. Sirva como mues-
tra la casi total ausencia, en el pasado, de planos del conjunto en los que
se hubiera resaltado las partes de claro origen medieval con respecto a
los correspondientes a otros perodos. En realidad resulta sangrante la
prctica ausencia de planos del Alczar en la bibliografa de referencia
publicada a lo largo del siglo XX (fig. 1). Es indudable que ningn inves-
tigador se plante tal cuestin y pese a las dificultades que evidentemente
comportaba, debemos decir que existan bases para haberlo abordado,
pues desde finales de siglo XIX se dispona de una buena planta de todo
el conjunto, conservada en el Archivo de Palacio de Madrid.
Hoy este panorama ha empezado a cambiar significativamente y cree-
mos que se puede ofrecer una visin e interpretacin global del Alczar
medieval mucho ms completa, especialmente en lo referente a los siglos
XIV y XV, pero ya con datos significativos y contrastables para los pero-
dos anteriores. Analicemos pues, en sntesis, lo que hoy sabemos del ms
importante conjunto palatino medieval hispano, al menos en lo que res-
pecta a la frecuencia de uso por parte de la monarqua.
164 ANTONIO ALMAGRO
Fig. 8. Plantas a nivel del jardn y a nivel de los salones del Patio del Crucero en poca alfons.
Antonio Almagro.
El Alczar islmico
Las excavaciones arqueolgicas llevada a cabo en los ltimos aos
en el Alczar y sus inmediaciones han puesto de manifiesto que el rea
en que se asienta estaba ya ocupado en poca romana por estructuras
relacionadas seguramente con la actividad portuaria, comercial e indus-
trial. El terreno natural, correspondiente a la zona de la confluencia del
arroyo Tagarete con el Guadalquivir presentaba un suave descenso en
direccin sur y oeste que con el tiempo se fue escalonando y mitigando
merced a la colmatacin producida tanto por acciones antrpicas como
por las naturales aportaciones de aluvin. La existencia de un baptiste-
rio, excavado hace ya tiempo en la parte norte del patio de Banderas
pone de manifiesto la importancia de este rea de la ciudad en la baja
antigedad y la alta Edad Media.
El primer dato concreto sobre la existencia del Alczar es la orden
dada por el califa Abd al-Rahman III, tras el sometimiento de la ciudad
rebelde en 913, para la construccin de un dar al-imara o residencia del
gobernador, al que se supone con similar forma al levantado en el siglo
anterior para el control de la levantisca ciudad de Mrida. Hasta que los
recientes estudios arqueolgicos han venido a refutar tal hiptesis, se con-
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 165
Fig. 9. Reconstruccin virtual del palacio alfons del Patio del Crucero. Imagen
virtual realizada de acuerdo con las hiptesis de Antonio Almagro por Miguel Gonzlez.
sideraba que las murallas construidas con grandes sillares que hoy cons-
tituyen el frente norte y oeste del Alczar hacia la plaza del Triunfo y la
calle Romero Morube formaban parte de esa construccin del siglo X,
junto con la puerta descubierta por Flix Hernndez en el ngulo nor-
deste de dicho recinto. La realidad es que del dar-al imara califal nada
puede decirse pese a que M. A. Tabales ha querido identificar como per-
tenecientes a tal periodo algunos restos aparecidos junto a la mencio-
nada puerta, en base a los cuales plantea la hiptesis de un supuesto
recinto rectangular, ya propuesto por otros investigadores pero que a nues-
tro juicio, hoy por hoy, no tiene ningn fundamento.
El recinto de murallas antes aludido, de acuerdo con los estudios
estratigrficos de su cimentacin, correspondera a la poca abbad, de
la segunda mitad del siglo XI, lo que corroborara la alusin al empleo
de algunos de sus sillares en la construccin del basamento de la Giralda
que nos relata Ibn Saib al-Sala al final de la siguiente centuria. Este recinto
tena planta trapecial bastante alargada, con la base ms ancha dando
frente al noroeste. Su lado oriental presenta una alineacin con una ligera
inflexin que pudo ser debida a la posible preexistencia de algn camino
o va periurbana. Este recinto es mencionado en pocas posteriores como
Alczar Viejo, y la presencia dentro de l de importantes palacios almo-
hades permite pensar que sigui siendo, hasta el siglo XIV, el ncleo prin-
cipal del Alczar. Fuera de este ncleo, en el patio de la Montera, y por
debajo de estructuras del siglo XII, se han podido identificar restos de
un patio de indudable adscripcin abbad confirmada por el hallazgo de
un fragmento epigrfico con el nombre de Mutamid. Estos hallazgos cues-
tionan la supuesta pervivencia de la qubba al-Turaya en el palacio de Pe-
dro I ya que ni los niveles en los que aparecen los restos de poca taifa
ni la alineacin de las estructuras guardan relacin alguna con el saln
de Embajadores. Lo mismo cabe decir de la supuesta primera fase taifa
del patio de la Casa de Contratacin que segn nuestra interpretacin es
de poca almohade.
Con el establecimiento de la capital de al-Andalus en Sevilla, los cali-
fas almohades hicieron del Alczar su principal residencia y el lugar de
acantonamiento de su ejrcito expedicionario africano. Para ello lo
ampliaron mediante la construccin de sucesivos recintos que se exten-
dieron hasta la misma orilla del Guadalquivir y cercando hacia el sur hasta
los mismos bordes del arroyo Tagarete, mediante otra muralla, un amplio
espacio de terreno que convirtieron en huertas y jardines del Alczar. El
recinto antiguo fue objeto tambin de una amplia remodelacin, cons-
truyndose nuevas residencias y estableciendo un gran espacio libre inte-
rior en lo que hoy es el Patio de Banderas.
166 ANTONIO ALMAGRO
Dentro de los distintos recintos del Alczar encontramos los mejo-
res ejemplos de palacios almohades hoy conocidos, con tamaos distin-
tos y soluciones todas llenas de originalidad. Como tendremos ocasin
de ver, estos palacios nos brindan adems magnficas muestras de cmo
tras la conquista se adaptaron para su uso por los reyes cristianos y cons-
tituyen el arranque y parte sustancial del desarrollo de la arquitectura
palatina castellana a partir del siglo XIII.
Quizs el edificio de organizacin ms acorde con la tradicin anda-
lus sea el situado en el solar de la antigua Casa de Contratacin. Con-
taba con un gran patio con disposicin de crucero y albercas anexas a
los lados menores (fig. 2). Los arriates en que se ubica la vegetacin estn
a casi 2 m de profundidad, lo que permita andar al nivel de la parte
superior de las plantas del jardn (fig. 3). Los muros de sostn de los
andenes estuvieron decorados con pinturas que representan series de
arcos mixtilneos que se prolongan en tramas de sebka. El prtico sep-
tentrional de este patio pudo ser reconstruido por D. Rafael Manzano
tras la demolicin del edificio de la antigua Casa de Contratacin. Con-
taba con un gran arco central apoyado en dos gruesas pilastras a las que
se adosan vanos menores geminados apoyados en pilares y columnas, que
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 167
Fig. 10. El Patio del Yeso tras la reforma cristiana. Antonio Almagro.
168 ANTONIO ALMAGRO
Fig. 11. Planta del Alczar de Sevilla en tiempos de Pedro I. Antonio Almagro.
Fig. 12. Reconstruccin virtual del Alczar de Pedro I. Imagen virtual
realizada de acuerdo con las hiptesis de Antonio Almagro por Fidel Garrido.
LOS REALES ALCZARES DE SEVILLA 169
Fig. 13. Reconstruccin virtual del Cuarto de la Montera. Imagen virtual realizada de acuerdo
con las hiptesis de Antonio Almagro por Miguel Gonzlez y Concepcin Rodrguez.
Fig. 14. Reconstruccin virtual de la fachada del Cuarto Real del palacio de Pedro I. Imagen
virtual realizada de acuerdo con las hiptesis de Antonio Almagro por Concepcin Rodrguez.
se prolongan en sebkas caladas con pequeos arcos mixtilneos en los que
tambin aparecen elementos florales caractersticos del arte almohade.
Un vano tripartito de aspecto arcaizante comunicaba el prtico con la
sala inmediata. Ni el prtico ni la sala meridional han llegado hasta noso-
tros pues debieron destruirse en el siglo XVI al adecuarse su espacio como
Sala del Tesoro, en que se depositaban el oro y la plata que llegaban de
Amrica.
Otra residencia singular es la conocida como Patio del Yeso o Cuarto
de los Yesos, como se le cita en poca medieval, en donde encontramos
un pequeo patio correspondiente a una vivienda secundaria del Alc-
zar (fig. 4). Lo ms sobresaliente de este conjunto es su prtico meri-
dional, el nico conservado, formado por un arco central de mayor luz
y triples vanos a ambos lados apeados sobre columnas y prolongados en
tramas de sebka calada, modelo que segn Rafael Manzano pudo inspi-
rarse en los prticos interiores de la Dar al
Yannat o
Yayyab
que recurre a los tpicos de la inigualable belleza y resplandor del edi-
ficio, sobre el que brilla esplendoroso el sultn: el saln (maylis) es una
novia adornada en la plenitud de la ceremonia nupcial, y la decoracin
se concibe como un brocado semejante a las flores del jardn (azahir al-
bustan), paradigma de la riqueza cromtica, aromtica y luminosa; luego,
reitera la renovacin del palacio en el ao de la victoria, se nombra al sul-
tn constructor, Abu l-Walid Ismail, al que se considera hirperblicamente
el mejor de los reyes, de noble estirpe arbiga perteneciente a los pri-
meros defensores (ansar) del Profeta y se ruega por la dicha eterna del
lugar. En la Dar al-mamlaka al-saida del Generalife asistimos asimismo a
un temprano tratamiento potico-simblico de las tacas de las estancias
palaciales, toda vez que conocemos varios poemillas para decorarlas, de
los que quedan dos, de cinco versos cada uno, en el arco tripartito de
LA ALHAMBRA Y EL GENERALIFE DE GRANADA 201
Fig. 6. Patio de la Acequia del Generalife, desde el ala norte del palacio.
Foto: Agustn Nez (Edilux).
entrada, en los que se mencionan el lugar en que se hallan (taq: taca,
nicho, arco) y las vasijas o jarrones de agua all depositadas, a las que se
figura cual doncellas exhibindose entronizadas en la boda. Sobre estas
mismas tacas se grabaron, en cfico, las sentencias Aquel cuyas palabras
son buenas debe ser respetado y Entra con compostura, habla con ciencia, s parco
en el decir y sal en paz, dirigidas a quienes fuesen a ser recibidos all por
el sultn.
No menos significativas son las dos inscripciones cornicas del
entorno: la primera est en la esquina noroeste del Patio de la Acequia,
sobre la puerta de la escalera de acceso a los stanos y jardn bajo, y es
un fragmento de Corn 36, 34: Hemos plantado en ella [la tierra] jardines
( yannat) de palmerales y viedos, hemos hecho brotar de ella manantiales (uyun),
para que coman [de sus frutos.], probablemente de la primitiva cons-
truccin del Generalife, que subraya el valor de don divino que tienen
el jardn, los rboles frutales y las aguas en este mundo, pasaje cornico
que tambin estuvo grabado en el Saln Dorado de la Aljafera; la
segunda, que est en el arrocabe del techo plano de madera del prtico,
es el comienzo de la azora de la Victoria (Corn 48, 1-10): Te hemos con-
cedido una clara victoria (). Para introducir a los crreyentes y a las creyentes
en jardines ( yannat) por cuyos bajos fluyen arroyos (anhar), en los que estarn
eternamente (jalidin), y borrarles sus malas obras (); y la tercera, situada en
la cenefa del alfz de la sala transversal, incluye de nuevo las tres prime-
ras aleyas de la azora de la Victoria, ms la clebre aleya del Trono (Corn
2, 256), la mayor proclamacin de la Soberana divina sobre los cielos y
la tierra contenida en el Corn. Ms tarde, Muhammad V, que por for-
tuna se salv del golpe de Estado dado contra l en la Alhambra el 25
de agosto de 1359 por estar en esta almunia, grabara precisamente los
citados versculos de la azora de la Victoria en la Puerta del Vino y la
aleya del Trono en la Fachada de Comares.
La almunia del Generalife se completa con el Patio del Ciprs de la
Sultana, remodelado en el siglo XVI, con un gran estanque para alma-
cn de agua, que posee una pennsula ajardinada con dos cuadros de
vegetacin y un nuevo estanque central, lo que le otorga notoria origi-
nalidad y podra marcar una ltima derivacin del jardn andalus, con
el Paseo de las Adelfas, de origen medieval, que es el tramo ms cercano
en la subida desde las huertas, y que antes se llam Paseo de los Cipre-
ses, pues hasta finales del siglo XIX fue una avenida de elevados cipre-
ses con dos setos de arrayn, de los que pervive un ejemplar centenario
de arrayn morisco, y con la excepcional Escalera del Agua, descrita por
Andrea Navagiero en 1526, que es una construccin nazar aunque de
imprecisa datacin. En esta celebracin del ingenio hidrulico islmico,
202 JOS MIGUEL PUERTA VLCHEZ
el agua en movimiento, elevada a la categora de arquitectura, une los
recintos ulicos de la almunia con un posible oratorio situado en la parte
superior del terreno. Realizada con la inventiva de un lcido alarife y con
la sencillez y eficacia con que maneja el agua un buen labriego, el agua
baja por los dos pasamanos de la escalera de cermica vidriada, abra-
zando los rellanos que, con planta circular y octogonal, se alternan, repro-
duciendo en esquema las plantas de los salones palatinos, aunque en
miniatura y sin sus cubiertas cupuladas, que en su da, como hoy, hubie-
ron de estar formadas por las ramas de los rboles. Esta arquitectura del
agua creada por el annimo alarife nazar con nimo ldico y purifica-
dor se enriquece con los surtidores que centran los mencionados rella-
nos circulares y octogonales de la escalera (lo mismo que los surtidores
que brotan en el centro de las cpulas y pabellones de algunos palacios),
recordndoles a tantos visitantes y estudiosos las imgenes cornicas antes
citadas del Paraso.
Aunque el reinado de Ismail I se trunc al ser apualado por un
arraz de su familia en la propia Alhambra, todo indica que construy
una amplia rea palatina intramuros de la misma, de la que slo quedan
huellas de una torre-qubba en el stano de la Torre de Comares y la Sala
de la Barca, frente a la que habra una alberca similar a la del Partal,
como lo denotan los restos descubiertos bajo el suelo del ngulo noreste
del Patio de Arrayanes. Tambin se atribuyen a l el Bao Real, del que
luego hablaremos, el aljibe cercano a la Sala de Abencerrajes, la pequea
mezquita cuya planta puede verse en los patios de acceso al Mexuar, lugar
este ltimo en que quedan algunas inscripciones regias con su nombre,
y el gran pabelln de planta cuadrada, linterna y cpula de gallones con
ladrillos pintados sostenida por cuatro arcos de herradura apuntados,
cuyas estancias contiguas y jardines fueron incorporados o destruidos al
construir Muhammad V el Palacio de los Leones, por lo que dicho edi-
ficio qued aislado junto a la Rawda. En la muralla norte de la Alcazaba
de la Alhambra, Ismail levant, adems, la Torre y Puerta de las Armas,
considerada la primera puerta monumental nazar, con la que estableci
un solemne umbral de conexin directa con la ciudad. Construida sobre
parte de las caballerizas, exhibe un bello arco de herradura apuntado en
la fachada que combina los sillares de piedra hasta las impostas y el ladri-
llo en los arquillos entrelazados y superpuestos que lo perfilan y en el
alfiz; tuvo decoracin cermica en sus albanegas. La entrada se hace en
recodo, adaptndose a la subida del terreno, y su interior se divide en
tramos por arcos de herradura apuntados con bvedas de gallones y bada
con pintura simulando ladrillos; no le faltan los habituales asientos para
la guardia bajo arcos ciegos, y una vivienda en la planta alta.
LA ALHAMBRA Y EL GENERALIFE DE GRANADA 203
El Palacio de Comares y las construcciones de Yusuf I (g. 1333-1354)
Tras el reinado de Muhammad IV (g. 1325-1333), durante el que las
obras en la Alhambra parecen detenerse, su sucesor, Yusuf I (g. 1333-
1354), sultn de intensas inquietudes piadosas, librescas y edilicias, lleva
la arquitectura nazar a su etapa de esplendor, no slo por la prolifera-
cin de edificaciones, sino, sobre todo, por la monumentalidad de las
mismas, por el clasicismo formal de los diferentes elementos arquitect-
nicos y decorativos empleados y por su honda significacin simblica. Sus
edificaciones defensivas y representativas en la Alhambra fueron de pri-
mera importancia, pues, adems de la Torre del Cad, que refuerza la
vigilancia del acceso al Generalife, erigi grandes torres con planta en U,
como la Torre Quebrada en la Alcazaba, y la Puerta de los Pozos (Bab
al-Gudur) (de los Siete Suelos), que abre al sector oriental y al barrio
artesanal desde la muralla meridional, muralla en la que tambin levant
la mayor torre-puerta nazar, la Puerta de la Justicia, revitalizando con
solemnidad la conexin por el sur de la Alhambra con la ciudad. La Puerta
de la Justicia (fig. 7) est formada por un majestuoso arco de herradura
apuntado de ladrillo que se apoya sobre una elevada base de sillar hasta
las impostas; en su clave aparece grabada una mano abierta con su ante-
brazo, en smbolo de autoridad, bienvenida y preservacin del lugar; el
arco y su entorno tuvieron estucos de ladrillo rojo y de sillera fingida;
ms adentro, y vigilada por una buarda defensiva, nos recibe una segunda
fachada, tambin con arco de herradura apuntado aunque de dimensio-
nes ms reducidas, con semicolumnas talladas en los sillares, cuyos capi-
teles llevan grabada la sahada (profesin de fe islmica) y dos breves jacu-
latorias; en el centro de su dintel se encuentra el signo de la llave con
cordn y borla. Por encima, se lee la gran inscripcin fundacional de la
puerta tallada en piedra, que menciona el nombre de la misma (Bab
al-Saria: de la Ley y/o de la Explanada), los del constructor, Yusuf I, y su
padre, Ismail I, as como la fecha en que se concluy, el da del naci-
miento del Profeta de 749 (30 de mayo-28 de junio de 1348). El muro
superior tiene cermica en tonos verdes y azules, como tambin la tie-
nen, formando sebkas, las albanegas de la puerta de salida al recinto.
Antes, se atraviesan cuatro recodos ascendentes, cubiertos por bvedas
esquifada, de aristas, bada y de can con lunetos, con asientos para la
guardia enmarcados por cinco arcos ciegos. Su planta alta goza de una
vivienda con salas abovedadas y azotea.
Yusuf I, que vea cmo por entonces era sacudido su reino por la gran
epidemia de peste, inauguraba al ao siguiente la Madrasa Yusufiyya, junto
a la Mezquita Mayor de Granada, y, en la Alhambra, prosegua sus pro-
204 JOS MIGUEL PUERTA VLCHEZ
yectos constructivos. En 1349 ya
haba hecho la bellsima Torre
de la Cautiva, magnfico proto-
tipo de qalahurra (as la llama
cada uno de sus poemas mura-
les), o torre-palacio enclavada
en la muralla norte, cuyo adarve
la atraviesa por debajo; en su pri-
mera planta tiene una entrada
en recodo con bvedas de arista
que lleva a un pequeo patio
con galera en tres de sus lados
de arcos peraltados y festonea-
dos sobre pilares cuadrados,
antecediendo a la sala principal,
que es de planta cuadrada, con
tacas en la entrada y alcobas en
sus tres laterales abiertas al exte-
rior por ventanas de doble arco
con parteluz. Sus zcalos de ali-
catados de lazo de ocho, son de
gran originalidad y belleza por
su traza y sus colores morados, as como por incluir caligrafas cornicas
cermicas (fig. 8). Muy interesantes son tambin los cuatro poemas de
Ibn al-
Yarrar,
Ammn, vol. II, pp. 23-29.
4. IBN BULLUGIN, (1980), El siglo XI en 1. persona: Las Memorias del
rey zir Abd Allah, tr. e intr. de Lvi-Provenal y Garca Gmez, Madrid,
Alianza.
5. IBN FURKUN, (1987), Diwan, ed. M. Ibn Sarifa, Rabat.
6. IBN AL-JATIB, (1989), Diwan, 2 vols., ed. de M. Miftah, Casablanca
, (1974), al-Ihata, ed. A. A. Inan, 4 vols.
, (1998), al-Lamha: Historia de los Reyes de la Alhambra, tr. de J.
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, (1989), Nufadat al-yirab III, ed. de S. Fagiya, Casablanca.
7. IBN LUYUN, (1988), Tratado de agricultura, ed. y tr. de Joaquina Egua-
ras, Granada, Patronato de la Alhambra.
8. IBN AL-