El Trompo
El Trompo
El Trompo
INTRODUCCIN
La obra de Andrs Sabella Glvez (1912-1989) demarca gran parte de la literatura del Norte de
Chile, por lo que se transforma en una fuente de informacin del territorio y sus gentes.
Sabella se adscribi a dos tendencias estticas claramente sealadas: la imaginista liderada por
Salvador Reyes (Gonzlez Pizarro; 2003) y la neorrealista, ms propia de los autores que concentran a
la generacin de 1938.
Queremos en estas lneas exponer sucintamente cmo se gesta el otro en su produccin literaria;
un otro que, de manera dialctica, Sabella desvelar de lo oculto que se halla en el medio social, por
prejuicios, exclusiones estereotipadas, para ponerlo en una perspectiva creadora.
Hemos elegido tres temticas que para Sabella constituyeron tambin un descubrimiento literario,
una introspeccin en su existencia y una incursin histrico-literaria.
La existencia del otro para Sabella supuso opciones variadas segn se trate del nio, del indgena
y del obrero pampino.
De esta manera, habr que tentar dos aproximaciones a la materia que tratamos:
1.- La pregunta por el otro: Quin es el otro? Qu es el otro?. Lo cual nos conduce a la
distincin imprescindible ante variados tipos de personas y/o sujetos. Esta distincin no slo
constituye separar sino asignar una identidad al otro. Una mirada desde una identidad urbana,
letrada, forjada bajo los cnones culturales de lo lgico-positivista, repara en la alteridad que no
encuadra del todo en la asimilacin de la identidad referencial, salvo algunos elementos de historia
social, importantes, como veremos, precisamente, para poder replantear su propia identidad social y
literaria.
En consecuencia, nos hallamos en el trnsito desde las categoras de distincin para contextualizar
el contexto intercultural en el cual se va a mover Sabella (Zimmermann-Bierbach,1997: 105) hacia el
conocimiento necesario de saber quin es? qu es?
2.- El conocimiento de la alteridad en todo su sentido orteguiano, tanto del sujeto social como de
su entorno (Ortega y Gasset; 1939) conlleva a nuestro autor adentrarse al reconocimiento en la
perspectiva hegeliana: acoger la diferencia legtima (Cruz; 2001).
Pero, ese reconocimiento del otro lo conduce a senderos que bifurcan su propia obra. En este
sentido, cabe consignar tres aspectos a tener en cuenta:
a) Sobre el tema del otro indgena, donde Sabella conoce lo realizado
por autores contemporneos suyos, como Fernando Santivn, Luis
Durand,
Marta
Brunet,
Daniel
Belmar
o
Reinaldo
Lomboy,
fundamentalmente por ser sus obras sobre la temtica mapuche de la
dcada del 40 (Pinto Rodrguez; 2.003: 259-271). Pero, tambin conoce
El conocimiento que obtiene lo complementa con las variadas entrevistas con los viejos salitreros
de Tarapac que pertenecieron a mancomunales o bien a la Federacin Obrera de Chile. En este
sentido, habr que diferenciar los arquetipos que el construye sobre las figuras de Elas Laferte o Luis
Solemne y ladino.
Para concluir del modo siguiente:
Llorando camina,
muy triste el pingino.
Pero, la pingino
No sale al camino.
Otro mecanismo empleado por Sabella lo constituir la forma dialgica, como se puede apreciar en
Testamento del Mar, Guiol del puerto, Dialogo del Marino y las Sirenas, etc.
El tono fuerte impresiones visuales y cascadas de palabras que Sabella emplea constituye su
propsito de alterar la realidad fea de la infancia en Chile, donde, desde la pobreza y el
hacinamiento populares, rescatar los rincones impresionistas de los das nicos, felices y luminosos
de los nios. Para ello, es necesario que no slo el vate se convierta en uno nio ms, sino que
restablezca las reglas imaginarias de todo juego infantil con su significado.
Aquello se puede apreciar en la mayora de los poemas sabellianos donde, como hemos visto,
algunos volmenes recogern exclusivamente esta clase de versos, conjuntamente con cuentos que
rescatan los frisos de una interpretacin para los nios, de los momentos ms especiales del
Cristianismo.
Concluyamos este pargrafo consignando su experiencia en la pampa salitrera en la dcada de
1950.
Escribe en Semblanza del norte chileno :
Conversando con nios pampinos para una antologa de la expresin
potica infantil chilena, colectamos ejemplos notables que son el ms
lmpido entendimiento y encendimiento de los atributos del Norte:
1. El salitre es una paloma blanca que reposa en mi mano, Ana
Gonzlez Rojas, 12 aos, Escuela N 24,Oficina Pedro de Valdivia, 31 de
mayo de 1954.
2. Los rajos son los surcos de los cuales se saca el salitre, que es el
corazn de la pampa, Gilda Castillo, 13 aos, Escuela Superior
Coeducacional N 5, Oficina Mara Elena, 21 de agosto de 1951.
3. El pimiento. Cuando me siento debajo del pimiento, me siento muy
feliz, Alfredo Vitaglich, 10 aos, Escuela del campamento Americano,
Oficina Mara Elena, 12 de abril de 1954.
Hemos indicado que Sabella conoci de modo fragmentario la cultura atacamea. El principal libro
sobre la historia regional, las Narraciones histricas de Antofagasta de Isaac Arce Ramrez, que se
publica en Antofagasta en 1930, dio lacnicas noticias sobre los aborgenes regionales. Sabella tuvo el
volumen de Arce como una de las fuentes inesquivables. No obstante, su paciente lectura de las
crnicas coloniales hizo de Sabella un conocedor de las virtudes del pueblo mapuche. Manej y fue un
estudioso de los autores mayores: las relaciones y crnicas de Gonzlez y Marmolejo, Pineda y
Bascun, el Abate Juan I. Molina, sin mentar las Cartas de Pedro de Valdivia; textos a los cuales
destin variados artculos e incluso acercamientos monogrficos.
El rescate de lo atacameo conllev en Sabella otra estrategia discursiva: el anonimato en que se
movi su pueblo, sin hombres-representativos, carentes de un cantor como Ercilla u Oa, conduce a
Sabella a rastrear su presencia en los objetos de su cultura: la cermica, sus textiles, sus pueblos. En
ellos se representa la cosificacin de un pueblo en su caminar colectivo y annimo. Sabella en su
panorama del descubrimiento del salitre que trae en su novela Norte Grande dedica un boceto a un
indgena del norte chileno: Hermenegildo Coca. Asume la parquedad del indio:
Hermenegildo Coca est calladoParco el indio, llena la ansiedad de su
patrn con enormes interrogantesEl indio se mira las sandalias de pies
de guanaco. (Sabella; 1944: 24-25)
Distinto es en el pueblo mapuche, donde Sabella recoge y reconstruye con pinceladas notables no
slo la epopeya sino su entronque con el alma nacional: el alma tiene una personalidad en el pueblo
mapuche y sta se simboliza en sus hombres y mujeres cantadas en los siglos coloniales.
En su mencin de las momias de Chiu-Chiu -poema Momias de Chiu-Chiu- se plantea lo antao
de un pueblo:
Sentadas encima de vuestra muerte,
tan obscuras,
flacas,
flaqusimas,
sonrientes por la cosquilla de los vientos,
clavando el da en el filo de vuestras rodillas,
formis la tertulia desolada. (Sabella, 1963)
Ms expresivo y definidor de su aproximacin al pueblo atacameo es el significado que el poeta
otorga a los pueblos de aquella comarca:
El Ande sopla su amor sobre los pueblos: Chiu-Chiu se alboroza en la
vieja campana de su capilla, donde los santos de madera chorrean
tiempo por los ojos. Ayquina baila a la Virgen de Guadalupe, iluminando
el da con el color de sus promesantes. El Pukar de Lasana dormita en
sus piedras. Llamas y ovejas mueven la luz en Machuca, Ro Grande y
Talabre. En la T de Toconce y Toconao, cuelgan tejidos, y artesanos
silenciosos crean, all, la diminuta humanidad de sus contornos. Caspana
enflora a sus llamas y a sus muertos, trabaja la minga en un solo
impulso de hermanos y golpea, alegremente, el bombo del Carnaval. Y
San Pedro de Atacama es la flor de la Arqueologa, una flor de polvo en el
regazo de sus momias. (Sabella; 1978a)
Habr que hacer notar que nuestro autor destin parte de su tiempo en la dcada de 1960 a recrear
parte del folklore andino, precisamente, con el Conjunto Folklrico de la Universidad del Norte,
primera entidad que rescat las costumbres y fiestas patronales de la precordillera atacamea
(Gonzlez Pizarro; 1996: 190-194).
La descripcin apunta a una visin sincrtica de la cultura atacamea: ya cristianizada (sus iglesias,
los promesantes) y la presencia humana se escurre en la minga.
El boceto que exhibe del pueblo mapuche apunta a la visin heroica y pica pero tambin a su
mirada actual, perspectiva antropolgica, antittica de un pasado glorioso, que se disemina en las
urbes. Un contraluz de fuerte prosa.
Sabella en Chile, frtil provincia destin un apartado bajo el rtulo Retratos de Araucanos y
elogio de la trutruca, a bocetar los momentos de un Caupolicn y la prueba de fortaleza -tres das
llevando a cuestas el tronco- (Al fin nadie dud: Caupolicn deba ser el jefe, un cacique ms fuerte
que un tronco de rbol); Colo-Colo y el sentido de la unidad mapuche (viejsimo, blanco de
sabidura); Michimalonco y la destruccin de Santiago (Era una lanza ardiendo. La de
Michimalonco. El bravo, casi el de piedra); Lautaro y la estrategia (El explicaba los combates como
asaltos de mareas); Galvarino y su sacrificio (No tena manos. Pero su corazn era un roble
cargado de manos!); Fresia y la templanza (La tarde que devolvi el hijo a Caupolicn, los pumas
lloraban en su corazn); Guacolda y su duelo (Sus lgrimas y la sangre del guerrero formaban una
alianza santa con la tierra, con su tierra!..).
El encuentro del poeta con un heredero del pueblo guerrero, en una ciudad, recogido en El indio
en la ciudad es expresivo de la fraternidad con el dolor y con la continuidad de una historia nica:
El indio llora en la trutruca, es un lamento el sonido que la trutruca
lanza, nada ms que un lamento, dolor de pjaro escondido adentro de la
madera, selva que gime cuando el indio toca.
Yo he visto a un indio mal trajeado, cuyas espaldas pedan a gritos el
poncho, en una esquina de la ciudad, con su trutruca llena de pena. Las
gentes le miraban, indiferentemente. La cancin sala avergonzada, como
un nio perdido en medio de tantas cosas. No tena yo qu darle, puesto
que los poetas no somos hombres de cargar dinero. pero lo acompa
oyndole una maana entera! (Sabella,1976)
El cuadro humano que pincel del pampino, en su gestacin social, Sabella distingui matices en el
pampino, segn fuese iquiqueo o antofagastino. Pero, a ambos los uni el terruo:
La pampa labra un hombre de esfuerzos, recio y de musculatura
superior, distinto del hombre del mar, del campo o la montaa, un tipo
suculento de hombre en paridad de violencias con el pramo, donde sus
Soy socialista
y amo al progreso:
muere por eso,
capitalista!.
El pampino es el chileno sublimado en el vasto crisol del desierto: mezcla
de Patria y de Mundo.
En su novela Norte Grande arropa al hombre en trnsito hacia el
empampado:
Con un sombrerote de anchas alas, una bufanda, una faja de lana y los
fieles calamorros, comenzaban la aventura del desierto los que
pretendan cruzarlo con tranco de ambicin. Un tarro lleno de agua, o una
botella, seran el talismn de buenaventura (Sabella; 1944: 75).
La apropiacin del cdigo lingstico pampino en los bocetos humanos y en las situaciones,
conlleva en la creacin de Sabella el reconocimiento pleno no slo de su significacin simblica del
obrero pampino (huelgas, masacres, sufrimientos), que constituye la epopeya reivindicativa del
proletariado, sino la propia experiencia de vida, la cotidianeidad comn a todos los obreros pampinos,
militantes o no, como se aprecia en su poema Habla Abilio Rojas, antiguo pampino:
En esta pampa fatigu las manos,
me tutearon el combo y la barreta.
Era ma la boca de la grieta,
Mo el viento de labios casi humanos.
En los montes reconoca hermanos,
Nitrato y el sol cargaba mi carreta.
Hasta la sed oscura fue una veta!.
Mi sudor quem el vientre de los llanos.
Sobre las huellas machaqu el fracaso.
De la robusta luz hice cuchilla
Para vaciar los tutanos al da.
Caballero de nada y cielo raso,
Mi corazn fue perro de cuadrilla,
un corazn que muerde todava!
(Sabella;1978a: 114).
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NOTAS
* Historiador. Universidad Catlica del Norte. Correo electrnico: jagonzal@ucn.cl.