La Personalidad Del Maestro
La Personalidad Del Maestro
La Personalidad Del Maestro
El nio, durante la edad escolar, pasa en las aulas gran parte del da, de ah que el entorno
escolar se configure como un espacio privilegiado de socializacin emocional, y el
profesor, quiralo o no, se convierta en su referente ms importante en cuanto a actitudes,
comportamientos, emociones y sentimientos.
Los profesores se erigen como un modelo adulto a seguir por sus estudiantes, y ms en las
edades tempranas, cuando el nio recin inicia su vida escolar. El maestro, sobre todo en la
enseanza primaria, se convierte en un modelo de inteligencia emocional insustituible.
Las necesidades de los alumnos en el aula de clases se satisfacen de acuerdo con las
relaciones que se producen con su profesor, especialmente las de carcter afectivo, de
proteccin, de participacin y de aprendizaje.
Kan Kalix, autor de la corriente de la pedagoga marxista, define a la comunicacin
pedaggica como un tipo especial de comunicacin profesional -la del profesor con sus
alumnos, tanto en el aula como fuera de ella- que tiene lugar en el proceso de enseanza y
educacin y posee determinadas funciones pedaggicas.
Leontiev, por su parte, la define como la comunicacin del maestro con los escolares en el
proceso de enseanza, que crea las mejores condiciones para desarrollar la motivacin del
alumno y el carcter creador de la actividad docente, para formar correctamente la
personalidad del estudiante.
De acuerdo con estas definiciones, la comunicacin en el sentido pedaggico, no puede
reducirse a un proceso de mera transmisin de informacin, sino que debe basarse en la
interaccin, en la elaboracin conjunta de significados entre los participantes del proceso
docente.
Una enseanza realmente educativa y no meramente instructiva solo tiene lugar cuando las
relaciones entre profesor y alumnos no son nicamente de transmisin de informacin, sino
de intercambio, de interaccin e influencia mutua.
Uno de los retos fundamentales de la educacin del siglo XXI radica en intentar la
formacin activa de la personalidad de los educandos mediante un rico proceso de
comunicacin participativa, para lo que debe lograrse que la comunicacin cumpla con sus
tres funciones principales: la informativa, la afectiva, y la reguladora.
La comunicacin que establece el maestro con el nio, su estilo y habilidades en ese
sentido, sern primordiales en su labor de educador de la personalidad.
Segn la perspectiva constructivista, la comunicacin educativa constituye el proceso
mediante el cual se estructura la personalidad del educando, lo que se logra a travs de las
informaciones que esta recibe, y por medio de las reelaboraciones que se producen como
resultado de la interaccin con el medio ambiente y con los propios conceptos construidos.
Dicho esto, no podemos entender al proceso de aprendizaje reducido a un esquema
nfasis en el rol activo del docente, mientras que las habilidades mentales de los estudiantes
se desarrollan naturalmente a travs de varias rutas del descubrimiento.
La relacin entre alumno y profesor es considerada por Vigotsky a partir del presupuesto de
que el aprendizaje es una actividad social colaborativa que no puede ser enseada a nadie,
depende del estudiante construir su propia comprensin. Desde esta perspectiva, se hace
relevante la motivacin y el estmulo permanente del docente hacia el alumno.
La educacin democrtica, como proceso comunicativo, como dilogo entre maestro y
alumno, supone no solo cambios en la concepcin y organizacin del proceso docente, sino
tambin en los papeles que tradicionalmente se les ha asignado a educadores y a educandos,
sin que desaparezca la autoridad moral y cientfico-tcnica del docente. El clima de
relaciones de respeto y afecto que se promueve en una educacin democrtica, facilita no
solo el aprendizaje, sino especialmente el desarrollo de la personalidad del estudiante.
La educacin del carcter para la personalidad.
El ambiente en que se desarrolla el hombre, y los procesos de socializacin en los que se
inmiscuye a lo largo de su vida tendrn una influencia indiscutible y modeladora sobre su
personalidad.
Algunos tericos reconocen, como requisito esencial en el proceso de educacin de la
personalidad, la educacin del carcter. Esta educacin implica para el maestro ensear a
los estudiantes los valores humanos bsicos como la honestidad, la generosidad, la libertad,
la igualdad, el respeto y la responsabilidad. Su objetivo radica en educar a los nios, desde
edades tempranas, para que mantengan una conducta moralmente aceptable.
La educacin del carcter corresponde, en primera instancia, a la familia, que desde el
momento del nacimiento, debe prever un plan con los valores para ello; a la sociedad, que
debe ofrecer un medio ejemplificador; y, aqu va el aspecto que nos ocupa, a la escuela, de
ah la necesidad de que el pacto educativo establezca un mnimo de valores comunes en los
que educar, sin los que la convivencia en la sociedad se hace difcil. Los medios para
adquirir esos valores e ideales son la enseanza y el ejemplo, adaptados a las caractersticas
de cada etapa educativa.
El aprendizaje de la responsabilidad es otro de los grandes temas de la educacin del
carcter. Thomas Lickona, reconocido experto de la educacin primaria, establece una
propuesta de modelo de formacin del carcter centrado en dos aspectos fundamentales: la
educacin del respeto y la educacin de la responsabilidad.
La educacin de la responsabilidad comienza encomendando pequeas responsabilidades a
los nios y, a partir de los seis o siete aos, ayudndolos a reflexionar sobre la diferencia
entre acciones voluntarias y acciones casuales, sobre la necesidad de prever las
consecuencias y planificar los comportamientos.
Esta educacin, en la escuela, tendr el aula de clases como uno de los escenarios
principales, y al maestro como su hilo conductor fundamental. Es en el aula donde el
maestro recibe un gran intercambio de acciones fsicas y afectivas de sus alumnos que le
resultan continuas, ineludibles e irrepetibles pero que se incorporan a su experiencia y lo
convierten en un ente activo en la conduccin del aprendizaje. Reconocer que el
trabajo docente es ejercido por sujetos concretos, poseedores de una historia e influenciados
por su poca, as como por el momento en el cual viven, lleva a romper el esquema
ordinario que considera al ejercicio magisterial como actividad homognea y nos acerca a
un nuevo planteamiento donde se reconoce que es en la docencia y en la prctica cotidiana
donde se construye al maestro, y que estos factores tambin estarn determinado la
influencia ejercida por este sobre sus estudiantes.
EL CLIMA AFECTIVO
Existe una atmsfera afectiva que cie el proceso educacional. La reaccin del educando al
comportamiento del educador no es de carcter puramente intelectual, sino primordialmente afectivo:
de admiracin o desprecio, reconocimiento o rechazo, confianza o recelo, amor u odio. Cuando el
clima es de comprensin y amor, el educando est ganado de antemano, interiormente reconoce la
superioridad y autoridad del educador, confa en su juicio y, en cierta forma, abandona su sentido
crtico pensando conforme a l. En el clima de rechazo y recelo, el educando opone resistencia
interior, no abre su espritu, sino lo cierra, buscando el punto dbil de lo expuesto para rechazarlo,
contestando con un no al s del educador.
La fuerza de las ideas, en el proceso educacional, no depende tanto de su valor intrnseco, sino del
ambiente emotivo que circunda la figura del educador: de rasgos de tipo supra-intelectual.
No slo une a educador y educando el contenido, sino substantivamente una relacin humana, cuya
ndole afectiva se vuelca en lo subconsciente del educando y se manifiesta en el inters con que capta
lo que se le ofrece por va intelectiva. De ah que no son los que ms saben los que mejor ensean,
sino los que poseen el arte de despertar el entusiasmo.
Los educandos se forman desde el primer momento una idea del educador. Entran en contacto con su
personalidad, detrs de sus palabras, allende su mmica, reaccionando con un movimiento interior de
rechazo o acercamiento. La presencia del educador provoca una reaccin de simpata o aversin, de
pro o contra. Los educandos no requieren captar los valores de la personalidad del educador en forma
racional y consciente, pero quiz de manera intuitiva y subconsciente, reaccionando afectiva y
espontneamente en movimientos anmicos de acercamiento o repulsa, aunque ignorando el por qu;
se entusiasman o permanecen fros, sin designios de vivir uno u otro momento. Esta disposicin
-sobre todo en los educandos pequeos- es ms importante que el juicio que puedan sobre la
capacidad intelectual del educador.
Empero, la posicin interior de los educandos no es, por lo regular, ms que un eco de la compostura
misma del educador. Los educandos, aun desconociendo la intencin y los mviles de ste
experimentan su actitud.
Aquel que acta sin cario a su misin, a pesar de cubrir las apariencias con su seriedad, cumpliendo
incluso objetivamente su deber, encuentra el rechazo interno de los educandos, aunque exteriormente
lo respeten y guarden compostura por una razn u otra. Y aquellos que poseen un
autntico pathos pedaggico, amor y simpata; los educandos -sobre todo los pequeos- se sienten
interiormente unidos a l, lo respetan y lo quieren, aun en el caso de que la disciplina en clase sea
exteriormente menor y el respeto a su personalidad aparezca tambin, desde un punto de vista
externo, disminuido. Porque la disciplina en la Escuela Tradicional es fundamentalmente cuestin de
autoridad, de energa, de don de mando en casos positivos, que no van necesariamente unidos al
amor; y es cuestin de temor, de abuso, de atropello, en casos negativos. La disciplina exterior por s
nada dice acerca de la relacin ntima entre educador y educandos.
VALOR TICO DE LA CONDUCTA DEL EDUCADOR
La accin del educador tiende al bien del educando, es transcendente. Esta actividad, desde el punto
de vista educativo, no puede ser considerada exclusivamente desde s, aisladamente, sino en su
relacin con el educando, en sus efectos -ser educado-.
En la conducta del educador se dan valores autnomos que no requieren tener valor educativo, ni aun
para l mismo. El afecto, el entusiasmo, la entrega del educador a su obra poseen un valor para s. El
amor se proyecta al educando, al objeto obra. Pero la actitud es en s misma valiosa,
independientemente de las repercusiones que pueda ejercer sobre el educando; aun ah donde sea
incomprendida, criticada y sin resonancia fecunda. Suponiendo, por ejemplo, que un educador
reaccione con bondad y altura ante la conducta innoble de un educando, y que ste la juzgue
despectivamente como fruto de su debilidad, falseando as su significacin profunda; no por eso deja
de tener un alto valor tico aquella actitud, a pesar de haber sido nulo su valor educativo.
A veces -en circunstancias especiales- el educador debe actuar de una manera determinada incluso en
el caso de no ser comprendido. El valor humano de su conducta es independiente del juicio de los
educandos y de toda estimativa. Pero este valor que en s mismo porta su luz, desde otro punto de
vista, exige ser mirado, reconocido. Este valor, en cuanto valor humano, por s mismo, al ofrecer sus
dones, su tesoro, exige ser captado. Por eso, y a manera de ejemplo, ah donde transita el hombre
insigne, con su mensaje incomprendido, sin resonancia en su tiempo, se tiene la impresin de la
injusticia cometida, se condena el srdido ambiente espiritual que no supo divisarlo.
No obstante, el educador, cuando es sincero y noble, encuentra por lo comn repercusiones en el alma
del educando. Mientras ms alto es el valor intrnseco de su actitud, mayores influencias educativas
ejerce. La fuerza educativa irradiada por la persona es dependiente del valor en s de esta ltima. El
valor autnomo de la actitud fundamental (otorga) la eficacia de la accin educativa.