BRAUDEL Historia Evenementielle

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K & A u D t I : L A AsS

A M B I C I O N h S OI

I.A H I S T OR I A

y
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Z c c '2 _

L a historia evenem encia U

Sangrientos acontecimientos nos asaltan, nos rodean por todas partes


y, al parecer, tejen sobre la marcha, caiga quien caiga, la historia que se
est haciendo. Nunca han estado tan prximos a nosotros ni nunca han
sido tan amenazadores: los aos felices carecen de historia, es decir, no
tienen sucesos acuciantes; pero nosotros no vivimos aos felices. Hemos
recuperado, para mucho tiempo, el sentimiento trgico de la historia.
Sin embargo, la peor de las polticas, como bien saben, sera la que
consiste o bien en ignorar estos acontecimientos o bien en aceptarlos tal
y como se nos presentan, ceder a su insistente empuje, y sobre todo creer
en su amenaza y en su importancia puntual. La buena poltica, la actitud
viril, consiste en reaccionar contra ellos, soportarlos pacientemente en pri
mer lugar y, sobre todo, juzgarlos por su valor, a veces irrisorio, pues los
grandes acontecimientos se desvanecen con rapidez, y no siempre dejan
tras de s las importantes consecuencias anunciadas. Pensemos en el des
tino de tantas victorias clamorosas o de tantos grandes discursos polti
cos... Qu quedaba de ellos dos o tres meses despus? Y qu retendr
la historia dentro de cincuenta aos, en bloque, de este tiempo nuestro lle
no de agitacin, monstruosamente preocupado de s mismo?
Un acontecimiento es un hecho histrico; sa es una definicin pobre,
me objetarn. Quiere decir eso que es un hecho como cualquier otro?
No, es un hecho notable, al menos eso es lo que nos dice Anatole France. Yo, por mi parte, ms bien dira que es un hecho notado, sealado a
nuestra atencin, registrado, convertido de un modo u otro en visible para
nuestra mirada, por una luz tal vez fortuita, en medio de la masa de esos
hechos innumerables que, a cada instante, conforman la historia ideal y
completa del mundo. No creamos entonces en la pureza del hecho, mate
rial de la historia ayer, y que se sigue considerando con una especie de
idolatra. Esa gente no se da cuenta escribe Lucien Febvre de que su
famoso hecho es ya el resultado de toda una elaboracin, una abstraccin
donde lo subjetivo ya ha actuado. Y eso es lo que yo quisiera establecer,
a mi manera, en el plano de la actualidad. Este origen del hecho, o mejor
digamos del acontecimiento en lo actual (el acontecimiento de hoy es el
hecho histrico de maana), no implica a la fuerza que haya de ser siem
pre un hecho considerable. Podramos saberlo en el momento en que se
produce? Lo que decidir su importancia no es el ruido que haga en su
momento o el ruido que se haga en torno a l, sino las consecuencias que
se deriven o no de l. Ahora bien, esas consecuencias son hijas del tiem3.

Sobre la historia evenemencial, vase supra, p. 18, la presentacin de este texto.

TRF.S DEFI NI CI ONE S

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po. Los hechos actuales a los que se seala como importantes lo son, por
tanto, con carcter provisional, y q uedan sujetos a revisin. Lo sabamos...
Pero ah tenemos una buena razn para no sobreestimarlos y no creer a
ciegas que todos tienen obligatoriamente importancia.
Observemos tambin que los sucesos nos abordan al galope. Ftiles o
no, son dramas extraordinariamente breves, dramas-relmpago, como
podemos observar en varios acontecimientos-tipo que tomamos como
ejemplo, al azar, entre nuestras informaciones actuales y nuestros recuer
dos de ayer. Un puado de sucesos que maana parecern totalmente
desprovistos de inters, confirmando as nuestro punto de vista. Insista
mos, sin embargo. El detalle merece que nos detengamos a observarlos
desde ms cerca. Acontecimientos? Winston Churchill acaba de pronun
ciar un discurso en la Cmara de los Comunes; Roosevelt, una vez ms,
habr hablado desde el rincn junto a la chimenea en la Casa Blanca;
Goebbels acaba de escribir un largo artculo, objetivo, plagado de detalles
y declaraciones, en el Reich, el gran semanario alemn. Un diario recien
te anuncia la llegada a Argel del general americano Doolitle,que en 1942
dirigi el primer ataque areo contra Tokio. A Argel llega tambin, nos
cuentan, el arzobispo de Nueva York, monseor Spellman, del que se nos
ha hablado repetidamente a propsito de misteriosos viajes a Londres,
Roma, Ankara... Incidentes dignos de sealar, si se quiere, rumores pro
cedentes una vez ms de Ankara y que una vez ms plantean, aunque sin
llegar a esclarecerlos de verdad, el urgente y languideciente problema tur
co. Acontecimiento tambin es ese reportaje de un corresponsal de gue
rra alemn, ese P. K. Bericht animado que publica el Frankfurter Zeitung
de ayer sobre un combate en Ucrania incidente annimo, es cierto, per
dido en la inmensidad del frente del Este y tanto ms significativo quiz.
Sucesos tambin, y grandes sucesos, sucesos-tipo los llamaramos de bue
na gana, situados en el corazn de la vida del mundo, son esas entrevistas
sensacionales de ayer, sta en el estuario del Potomac, aqulla en la esta
cin histrica del Brenner, aquellas otras en Florencia, en Casablanca,
en El Cairo, en Adana, a la espera de las entrevistas y conferencias del
futuro.
Todo el haz de noticias relmpago, casi sin motivo, esos instantes car
gados de emocin y que durante un segundo se fijan de lleno sobre los
dueos del mundo. Volvern a mostrrnoslos a intervalos regulares, pode
mos estar seguros, y es un juego repetido ofrecernos sus conversaciones
como si fuesen enigmas y sealar imperturbablemente que estas entrevis
tas son los dramas a travs de los cuales se elabora el destino del mundo
y el nuestro. Tenemos corazn para dudar de que sea verdad? Adems,
sin esos maestros, sin esos relmpagos de flash, seguira habiendo acon
tecimientos? Habra siquiera diarios? S muy bien que la semana que

2C'

I AS AMBI CI ON! S 1)1 ! A HISTORIA

acaba de pasar no ha sido muy rica en peripecias militares, que la guerra


en el Este se detiene a causa del barro y de las aguas del deshielo. Pero
no resulta curioso ver el lugar que ocupan los acontecimientos alejados
de las lneas de fuego? Cuando la guerra se calma, los diarios tienen que
seguir hablando. Es algo que vemos siempre, es la prensa la que nos da
esas noticias hechas picadillo, recortadas en instantes breves. El da es la
unidad de medida obligada de la informacin, esa fabricante de aconteci
mientos. Las operaciones militares en s mismas obedecen muy a menudo,
pese a su continuidad, a esa necesidad del artculo diario. Estn troceadas
en episodios, recortadas en batallas locales, descritas en frases de comuni
cados diarios, pues el lector reclama su pitanza de cada da.
Es necesario que alarguemos la lista de ejemplos que pueden en
contrarse en las diferentes categoras de nuestros acontecimientos? O
que nos preguntemos si el acontecimiento, instante de historia, corres
pondera a la brevedad orgnica de nuestros recuerdos, al trabajo en pun
teado de nuestra memoria? En todo caso, me parece probado, o fcil de
probar, en lo que se refiere a su duracin. Cronometrad los aconteci
mientos que queris, siempre os sorprender su brevedad! lodos ellos
dan exactamente la impresin de ser trilers, esos cortes de las pelculas
nuevas que se proyectan en las salas de cine para anunciar el programa de
la semana que viene. Por apasionantes que sean, esos trilers nunca nos
cuentan la pelcula entera, toda una historia; la anuncian y la sugieren,
pero a nosotros nos toca soar con ella.
Muy a menudo, un acontecimiento en el tiempo es algo bastante in
significante, incluso los grandes acontecimientos equivalen a cien o dos
cientos metros de pelcula. Algunos decorados ms adivinados que vis
tos; la estacin de Brenner, dos trenes oficiales, algunos personajes y los
propios grandes personajes entrevistos en el instante del apretn de ma
nos, pues lo esencial, como ocurre en las buenas novelas, se nos ha es
camoteado.
Pero es que lo esencial es siempre tan importante? Otra historia,
otra gran pregunta con la que nos encontraremos. Esos grandes hombres
tienen en sus manos el destino del mundo y su propio destino? S y no.
Muy a menudo no, ya que como mucho su papel consiste en desplazar al
destino durante un instante de su camino normal, un breve instante a es
cala histrica, no a escala de nuestras impaciencias, desde luego.
Recuerdo que en Amrica vi una pelcula de la que todo el mundo de
ca que era sensacional, sobre la guerra de 1914-1918, y que no era ms que
una serie de fragmentos de noticias, sobre pelculas gastadas, de una po
ca en que los operadores no saban filmar los movimientos sin deformar
los de manera poco graciosa. El pblico sin embargo se abalanzaba sobre las
taquillas para verla. En resumidas cuentas, era una extraa pelcula sobre

TRPS D F F IN i r i O N T S

el largo drama de la primera guerra mundial. No se vea un solo soldado


de verdad y las escasas explosiones se haban preparado luego, en estudio.
Tampoco se vea un solo combate. Pero los oficiales desempeaban su pa
pel al natural, con aplicacin y compuncin, solos esta vez, sin los ruidos
y las ilusiones de ayer: el rey Jorge V apareca cinco o seis veces, si no me
equivoco; a Poincar se le vea en lando; Guillermo II pasaba tres o cua
tro veces por el frente de las compaas de honor; se vean generales po
niendo condecoraciones, desfilando. Y el resto era parecido. Despus de
todo, la actualidad vista de lejos, no es muy a menudo una caricatura ms
triste que risible de la historia?
Por lo tanto, es por abuso por lo que muy a menudo, pero que muy a
menudo, los supuestos grandes hombres encarnan el destino y parecen go
bernarlo. La cercana de su grandeza y su poder social nos imponen mien
tras estn vivos. Pero en qu medida son realmente grandes? Evidente
mente no vayamos a creer que con esas pocas palabras el problema del
individuo en la historia est solucionado. Es verdad que no, y volveremos
a encontrarlos en su tiempo con sus dificultades... Pero, por el momento,
depositen provisionalmente en m su confianza. Los acontecimientos son
hombres, estos o aquellos hombres, uno que habla, otro que llega, otro
que escribe, etc. Hombres a los que separamos de los dems mientras que,
sin esos otros hombres, suelen ser poca cosa. El carcter humano o, ha
blando ms concretamente, el carcter individual del acontecimiento no
aumenta su importancia. Y eso es todo lo que quiero que retengamos de
momento.
Ello no impide que estos acontecimientos, que esos trilers pintores
cos, atractivos y en algn caso agobiantes, compongan as las primeras
imgenes coherentes de la historia de nuestro tiempo (de todos los tiem
pos, por lo dems). Imgenes instantneas, imperfectas hay que decir
lo?, dibujadas a toda prisa, unas hinchadas, mal engarzadas otras, y to
das ellas adems iluminadas segn la fantasa de las propagandas o de los
reportajes. Cuando el mundo es libre (si bien entonces su historia es me
nos dramtica), series opuestas de imgenes se encuentran y se juntan
como pueden. Lstima si al espectador le cuesta entenderlas. El especta
dor tiene sus imgenes: pues que vuelva las pginas del lbum o de la re
vista!
Es cierto que esta primera historia est plagada de errores; es cierto
que es falaz; es cierto que se presenta como la superficie, fosforescente,
discontinua de la vida del mundo y solamente como su superficie; es cier
to que mezcla los grandes acontecimientos con los nimios sucesos sin dis
tinguirlos, como convendra, pero esta es una primera historia de todos
modos, resistente ya, que posee la fuerza y la potencia del primer ocu
pante. Es mentira sin duda, pero una mentira cargada de verdades y de

n a I UKI A

sortilegios. El hombre y ese es el encanto de esta historia se encuen


tra a gusto al principio y se reconoce en ella, pues esta historia est escri
ta da a da, tiene la medida de sus pasiones y de sus ilusiones y, por ello,
est cargada de humanidad y de poesa, y existe una ilusin ms tenaz
entre quienes viven una historia que la de creerse los autores responsa
bles de ella y no solamente sus vctimas?
Una de las fuerzas de este triunfo de lo evenemencial est precisa
mente en dejarnos creer que el destino depende de nuestras voluntades;
que, modesta o ilustre, nosotros forjamos nuestra propia historia. Deja
que as lo creamos, ya sea exaltando a los seores del momento, hroes
hegelianos, superhombres nietzschianos, demiurgos, grandiosas hazaas
del hombre, pero todos ellos hechos a nuestra imagen, fabricados con
nuestro propio barro. Bonito motivo de orgullo y de confianza! De ah
sin ninguna duda, repito, procede el evidente encanto de esta primera his
toria en titulares, siempre rica en incidentes, peripecias y emociones. La
vida habitualmente tan gris adquiere los matices crueles y tiernos de una
novela vivida. Cmo no iba el pblico a dejarse seducir por tanto relato
emocionante, tantas existencias humanas que podemos revivir a placer? Y
esto ocurre tanto en lo que se refiere al tiempo presente como al pasado.
Creen que un acontecimiento de la vida de Napolen, por ejemplo, con
tado con suma precisin, no tendr tambin mucho ms inters humano
para un auditorio comn que las consideraciones ms refinadas sobre la
historia profunda del Primer Imperio? Fjense en la moda de las vidas no
veladas y, para comparar, pensemos en la tirada y en la audiencia de los
verdaderos libros de historia.
Poder, por lo tanto, magia de los acontecimientos. Sin embargo, por
cautivadores que sean, no representan la historia entera del tiempo que
pasa sino su superficie nada ms. La historia no es el relato de aconteci
mientos sin ms. No es solamente la medida del hombre, del individuo,
sino de los hombres, de todos los hombres y de las realidades de su vida
colectiva. Volver sobre ello a lo largo de este libro.
No todos los historiadores lo saben.
Pensemos que en cualquier trabajo de historia tenemos a nuestra dis
posicin una documentacin evenemencial, anecdtica y llena de vida. A
travs de dicha documentacin, de su inventario y crtica, empieza el pri
mer trabajo. Es verdad que nuestra investigacin se dirige a aconteci
mientos despojados del halo de la actualidad, dispuestos segn unas pers
pectivas bastante a menudo alteradas, pero en cualquier caso sobre
acontecimientos. La segunda tarea consistira en buscar, junto a los acon
tecimientos, hechos menores que no conciernen a las acciones extraordi
narias o a personajes ilustres, sino a los actos de la vida diaria. Para ello,
el precio del hierro o la tasa de la renta, el nivel de los salarios o el pre

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ci del pan nos instruyen mejor que el relato de una batalla o la entre
vista de dos soberanos, sealaba Anatole France en un captulo de La
Vie littraire. A travs de estos hechos nimios se nos ofrece la posibili
dad de conocer las realidades de la historia colectiva, de la historia pro
funda. Pero no todos los historiadores, insisto, se dedican a realizar estas
investigaciones suplementarias y decisivas. La historia evenemencial,
que no pretendo considerar desdeable (creo solamente que es una cate
gora de la historia y no toda la historia), ejerce su encanto exclusivo so
bre ellos como sobre los contemporneos. Ms all de su decorado, como
los propios contemporneos, no se preguntan si tienen lugar o han tenido
lugar otras historias, dramas semiocultos pero dramas reales. No se pre
guntan si, ms all de la superficie, no estn las profundidades de la his
toria.
Una aventura de todos los das: un historiador registra tal historia eve
nemencial, ya acabada, al alcance de la mano, y nos la entrega sin ms,
como una mercanca legal. La encuentra en los diarios de ayer, de antea
yer, en los cronistas y memorialistas, que son los periodistas avant-la-lettre. Es el caso del grueso libro de Pierre de la Gorce dedicado al Segundo
Imperio, que muchos de ustedes habrn ledo. Otro libro anlogo y que
circula por aqu, el Francisco I de Charles Terrasse, lleva por subttulo El
rey y el reino. Concedo que es un libro que tiene su inters y su mrito,
pero en realidad es un libro de acontecimientos colocados uno despus de
otro, alineados en un relato agradable, muy vivido, est claro. En realidad,
trasladado al pasado, es una serie de reportajes: hay uno dedicado a la in
fancia del rey, otro a su juventud, otro a Marignan y as todo. El primer
prrafo sobre la rivalidad de Francisco I y de Carlos V se titula, en titula
res dira yo, La chispa y el reguero de fuego, ni ms ni menos. En cuan
to a la Francia sobre la que se apoya este reino, Francia esa realidad co
lectiva, esa persona, en cuanto a la Francia que lo rodea, en cuanto a la
civilizacin del Renacimiento y de la Reforma que la cruza como una vida
infusa, tumultuosa, decisiva, en cuanto a la economa mundial de la poca
ya tirnica, no le pidamos al autor que nos hable de ello de verdad, a pe
sar de algunos esfuerzos en este sentido. l va a lo que brilla, a lo que sor
prende y divierte. Podis estar seguros de que har un alto en la entrevis
ta del Campo de la bandera de oro. Una entrevista tan bonita bien
merece y tendr todo un captulo!
Y sin embargo, la historia no es solamente un relato, ni siquiera un re
lato de grandes acontecimientos; es una explicacin y los grandes acon
tecimientos mismos hay que explicarlos, por pequea ciencia coyuntural
que sea la historia. En realidad, fuera de su propia historia, sealan reali
dades, lneas de fuerza a menudo decisivas, y son esas lneas, son esas rea
lidades las que tal vez cuenten ms. Me ocurri una noche, en el Estado

LAS AMBI CI ONKS DK LA HI STORIA

de Baha, en que me vi atrapado bruscamente en medio de una prodigio


sa invasin de lucirnagas fosforescentes. Estallaban por todas partes sin
parar, a diferentes alturas, innumerables, en haces al salir de los bosquecillos y de las cunetas de la carretera, como cohetes, aunque demasiado bre
ves sin embargo para iluminar el paisaje con nitidez. Los sucesos son co
mo esos puntos de luz. Ms all de su resplandor ms o menos intenso,
ms all de su propia historia, hay que reconstruir todo el paisaje de alre
dedor: el camino, la maleza, el altobosque, la polvorienta laterita rojiza del
norte brasileo, los declives del terreno, los escasos vehculos que pasaban
y los borricos, mucho ms numerosos, con sus pesadas cargas de carbn de
piedra, y por ltimo las casas de los alrededores y los cultivos. De ah la
necesidad, ya lo ven, de rebasar la franja luminosa de los acontecimientos,
que es slo una primera frontera y a menudo una pequea historia por s
sola.
Ustedes mismos pueden comprender fcilmente esta necesidad que
estoy analizando con mejor o peor acierto, y la comprenden mejor que
otras personas, pues acaso no pasan el tiempo criticando las noticias, le
yendo entre lneas, buscando por detrs de lo que se nos ofrece lo que se
nos oculta? El acontecimiento no nos basta. Estn buscando a su manera
una verdad, otra historia, una historia real y profunda. Y lo hacen por un
simple deseo de informacin personal, por la necesidad de saber dnde
est uno. Gran preocupacin, bien lo s... Imaginemos, sin embargo, nues
tro entusiasmo si con este trabajo se tratara no de modelar nuestras re
flexiones del momento, sino de escribir un libro, de comprometer por en
tero nuestro pensamiento en este juego y, ms an, si se tratase de tener
que dar continuidad a una obra viva, de elaborar una poltica real e inte
resante para nuestros contemporneos, una poltica que hubiese que des
prender del polvo de las noticias y de los incidentes diarios, como lo son
todas las polticas. Polticas? Quiero decir esas elecciones repetidas, no
siempre afortunadas o lcidas, entre lo accesorio y lo principal, entre la
historia evenemencial, demasiado a menudo sin futuro, y la historia pro
funda a la que pertenece el futuro. Pero cmo distinguir una de otra? En
ello reside casi todo el problema de este libro.

La

parte del azar

Explicar. No creo que, hacia 1920, en los tiempos de mi juventud, esta


palabra dominase los estudios histricos en la Sorbona: por entonces se
desconfiaba demasiado de la gran historia. La filosofa dominante era la
del manual de Ch.-V. Langlois y de C. Seignobos, aquella Introduccin al
mtodo de las ciencias histricas, tan llena de prudencia cientfica y mucho

TRES DE F I NI CI ONE S

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ms libro de crtica de los documentos que una obra de verdadera meto


dologa. Ah! Es verdad que en ese libro se aprenda admirablemente a
leer y a criticar un texto, pero sin sospechar nunca que los documentos es
critos pudiesen no ser el nico material de la historia. No sigue suce
diendo lo mismo, an hoy, con muchos historiadores? Pero entonces ape
nas haba pasado el tiempo en que el autor de una nueva y notable tesis
sobre los comerciantes en la Italia meridional del siglo xm mereciese or,
ex cathedra, que an habra ido mejor si se hubiese limitado a publicar ex
clusivamente los documentos. Para qu comentarlos? Acaso lo ideal no
es entregar bellos, hermosos materiales y no alterarlos con glosas intiles,
captar la historia en estado puro, preferentemente en su estado emergen
te? Entonces nada de imperialismos. Nada de investigaciones vehementes
de la historia profunda, desde luego que no. Por entonces se colecciona
ban hechos, acontecimientos... Tal da, en tal lugar, tal personaje..., etc.
De vez en cuando se intentaba explicar esos hechos, pero la curiosidad en
tales tentativas no iba ms all de la historia biogrfica, poltica e institu
cional. Ms a menudo se limitaba al marco de las biografas de los gran
des personajes, marco ideal de investigacin...
S, pero cmo ver el mundo en tales condiciones? El mundo? Pero
acaso exista? Para Charles Seignobos, el mundo era incoherencia, suce
sin de azares, de fantasas, de absurdos movimientos brownianos, como
diramos con trminos actuales, absurdos, inaprensibles, por abundantes
en exceso y terriblemente complejos... Prudenciare nos repeta,pruden
cia, es todo tan complicado... y el azar se lleva la parte del len! Pero
lean al respecto las conclusiones de la preciosa Historia poltica de la Eu
ropa contempornea, de Seignobos.
Esta visin, a decir verdad, caracteriz a toda una poca, la poca de
Anatole France entonces en todo su esplendor. Pero ms que el seor de
la villa Sai'd, fue el helenista Maurice Holleaux su representante consu
mado, el ms brillante y ms significativo en el plano de la historiografa
francesa, el ms consciente a todas luces. Quien lo conoca quedaba de in
mediato subyugado...
Toda la desconfianza de Maurice Holleaux se animaba cuando haba
que explicar los acontecimientos. Los historiadores, deca, pasan su tiem
po inventando causas. Cuanto ms importantes son los acontecimientos,
ms importantes, numerosas y sutiles son las causas que descubren. Es
una simple cuestin de imaginacin... por desgracia! Qu no les adju
dican a los seores del mundo esos historiadores aficionados a dar expli
caciones? Proyectos, polticas coherentes, clculos a largo plazo y qu
cantidad de negros pensamientos! Y qu prisa tambin por unir los
acontecimientos entre s, por soldarlos, por encontrar buenos motivos
para lo que ha ocurrido y que no forzosamente deba ocurrir. Un aconte-

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