Maisanta El Ultimo Hombre A Caballo

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Jos Len Tapia

MAISANTA
El ltimo hombre
a caballo

EL AUTOR Y SU OBRA
Comenzamos a interesamos por los trabajos
histricos del doctor Jos Len Tapia cuando lemos su
interesante estudio "Por Aqu Pas Zamora", donde el
gran caudillo federal y dems protagonistas as como
tambin los sucesos narrados, cobran vida al
combinarse el relato histrico en s con la ancdota y
la leyenda. Nuestro inters por el esfuerzo narrativo
de este compatriota aument el saber que preparaba
un ensayo biogrfico sobre un personaje poco conocido
de nuestras guerras civiles ocurridas en los aos del
cambio de siglo y primeras dcadas del actual. Nos
referimos al general Pedro Prez Delgado, natural de
Ospino, conocido popularmente con el apodo de
"Maisanta" por utilizar de continuo al hablar esa
expresin. Siempre hemos credo de la mayor
importancia la investigacin dirigida al estudio de
sucesos y personajes relacionados con la ltima dcada
del siglo pasado y primera mitad del actual porque las
situaciones histricas y polticas que hoy vivimos son,
en mucho, efectos de aquellas causas. Siendo de
observar que lo reciente de ese perodo impide a veces
ver y juzgar con objetividad los hechos y las personas.

Por todo cuanto antecede, el anuncio de la


2

publicacin de este nuevo trabajo del doctor Tapia nos


mantena en expectativa. Pero lo que s constituy para
nosotros verdadera y feliz sorpresa fue que el autor
por generosa intervencin de nuestro comn amigo
doctor Ramn J. Velsquez, nos seleccionase para
escribir las palabras de presentacin de la misma.
Correspondiendo esta deferencia, trataremos dentro
de nuestras posibilidades de cumplir con una misin
que por otra parte nos honra y satisface.
El doctor Jos Len Tapia, distinguido
profesional de la medicina, nativo de Barinas y
residenciado en esa poblacin, lleva en s una sincera
vocacin de historiador, la cual encuentra especial
estmulo en la regin donde vive y desenvuelve sus
actividades. Los Llanos y poblaciones de Barinas han
sido teatro, desde los mismos tiempos del perodo
colonial, de hechos histricos importantes entre los
cuales resaltan de manera especial las jornadas de la
Guerra Federal que all se produjeron con especial
dureza. La misma profesin del doctor Tapia le pone en
contacto directo con los habitantes de esas regiones,
entre los cuales todava existen personas que fueron
testigos ellos mismos o recibieron de primera mano
por tradicin oral, informaciones importantes del
pasado, hoy en peligro de perderse caso de producirse
la desaparicin de sus depositarios. Todos estos han

sido factores contribuyentes para que el autor


encontrase campo propicio y asidero a sus
investigaciones alrededor de la vigorosa personalidad
del general Ezequiel Zamora, quien dej en los campos
de Barinas un importante acervo de recuerdos y
leyendas.
En cuanto a Pedro Prez Delgado, fue un
venezolano como ha habido tantos cuya vida estuvo
signada por la violencia. Huye del hogar y se lanza al
encuentro de la vida todava en temprana edad por
cobrar una deuda de honor. En esto existe cierta
similitud entre l y el famoso revolucionario mejicano
general Francisco Villa, quien por las mismas razones
se inici en el camino de la lucha armada.
Comienza el biografiado su carrera en el campo
de las armas, unindose a las banderas nacionalistas el
ao de 1898, cuando el general Jos Manuel
Hernndez lanza su grito de insurreccin en Queipa
como protesta ante el resultado de unas elecciones
que considera ventajistas y amaadas. Pedro Prez
Delgado entretanto va ascendiendo desde los rangos
ms bajos de la vida militar a medida que participa en
diversos hechos de armas, entre otros, el combate de
la Mata Carmelera donde ve caer herido de muerte al
general Joaqun Crespo. Vencida la revolucin, regresa

por breve lapso a las ocupaciones de la paz para


insurgir de nuevo en las filas de la Revolucin
Libertadora contra el gobierno del general Cipriano
Castro teniendo en esta ocasin oportunidad de
foguearse en diversos y recios combates. Vencido este
movimiento, vuelve a la vida tranquila de los pueblos
interioranos y es ya bajo el gobierno del Presidente
Gmez, all en la dcada de los aos diez, cuando
emerge de nuevo pero esta vez con la imagen propia de
un caudillo militar incipiente. Su teatro de operaciones
fueron los llanos de Barinas y de Apure, aunque
tambin utiliz como eventual refugio, las sabanas
colombianas de Casanare. Arauca y el Meta adonde se
diriga cuando se hacia insostenible la permanencia en
territorio venezolano. Fue uno de esos rebeldes que
como los generales Emilio Arvalo Cedeo, Roberto
Vargas. Alfredo Franco, Marcial Azuaje y tantos
otros, que seria prolijo enumerar. se levantaron en
armas para emprender una lucha sin esperanzas de
triunfo contra el gobierno frreo del Presidente
Gmez, quien les opona una slida estructura armada
constituida por Presidentes de estado valerosos y
aguerridos, formados en los campamentos y en los
campos de batalla: Vincencio Prez Soto, Hernn
Febres Cordero, Len Jurado, Eustaquio Gmez,
quienes reforzados con tropas regulares comandadas
por recios jefes de batalln para citar algunos,

coroneles Enrique Tovar Daz, Julio Melndez, Benicio


Jimnez, Angel Mara Snchez, Antonio Paredes Pulga,
Jos Ramn Pea. Esta maquinaria armada hizo
nugatorios los esfuerzos de un grupo de venezolanos
que haban probado el camino de la violencia y
pensaban de buena fe que mediante ella podan
derrocar el rgimen que adversaban. Es de admirar el
coraje de que hicieron gala esos compatriotas por lo
desproporcionado de la lucha, el desprecio con que se
jugaban la vida en medio de las ms duras condiciones
de una naturaleza hostil que a la vez les serva de
cobijo y por el riesgo inmenso que significaba no slo la
posibilidad de morir sino peor an, de caer prisionero
para sufrir el rgimen carcelario dursimo con que se
castigaba en esos tiempos la insurgencia y la
discrepancia poltica.
Pedro Prez Delgado es un ejemplo tpico de
esta casta de rebeldes y de esa poca. Despus de
deambular casi diez aos en actividades guerrilleras
por los llanos del Sur de Occidente y las regiones
fronterizas adyacentes, se le reduce a prisin cuando
al parecer se haba reintegrado a una vida de trabajo y
termina sus das pocos aos despus en un calabozo del
Castillo Libertador, sufriendo pesados grillos y muy
lejos de los llanos abiertos que le vieron nacer.
El doctor Jos Len Tapia nos hace vivir

intensamente en las pginas del presente libro la vida


plena de aventuras de "Maisanta". De acuerdo a su
mtodo de trabajo. Hay veracidad histrica a lo largo
de todo el relato sazonada con la leyenda y el mito
porque como muy bien dice el autor, "hay que rescatar
tambin el mito y la leyenda". Para los venezolanos que
puedan recordar esos tiempos, es un libro lleno de
evocaciones y de informaciones precisas que aclaran la
vida de accin de este personaje loca poco conocido
en las regiones del pas alejadas de su lar nativo y para
las nuevas generaciones, viene a ser la revelacin de
una Venezuela pobre levantisca y romntica que no
conocieron y que no volver a existir.

JOS GIACOPINI ZARRAGA

DEDICATORIA
A la memoria de mi padre Lus Alfonzo Tapia Encinoso,
amigo ntimo de MAlSANTA, y quien por primera
vez nos habl de sus hazaas.
A los compaeros de MAlSANTA vivos o muertos en el
presente.
A Jos Esteban Ruiz Guevara, periodista, cultor de lo
nuestro y compaero de la bsqueda de MAISANTA
por los caminos del llano.
A don Angel Betancourt Sosa, hombre de fina
sensibilidad social y gran admirador de Maisanta.
A Jos Agustn Catal Delgado, editor de MAlSANTA.
A los hijos y nietos de MAlSANTA.
A todos los que han luchado par un ideal en este pas.

ENTRE ZAMORA Y MAISANTA


Me parece que asistimos a un momento, fase o
movimiento aluvional de lo que sin mayor precisin
pudiramos llamar literatura histrica de Venezuela.
Lo de aluvional se me ocurre por el carcter
torrentoso acumulativo y de recoleccin fecunda para
labrantos futuros que observo en las obras
testimoniales que dominan el panorama literario
venezolano en la primera mitad de esta poca. Pero
vayamos por parte. Literatura histrica es una
expresin vaga y ambigua, en primer lugar porque toda
literatura es histrica, y luego porque como
denominacin convencional (poesa pica, crnica,
novela histrica) no corresponde a una poca
determinada, sino que se desliza a travs del tiempo
en gneros variables cuyo fondo comn es el suceso
realmente acontecido que sirve de centro a la danza
circular del narrador.
En este sentido, la literatura venezolana, y la
hispanoamericana en general, cuentan con una
tradicin que las signa, desde las crnicas del
Descubrimiento y Conquista y desde los largos poemas
heroicos del romanticismo hasta la novela propiamente
histrica (como "Las Lanzas Coloradas" y "Boves el
Urogallo"), las memorias y el panfleto (Pocaterra, Po

Gil) y ese gnero sociolgico-biogrfico tambin


cultivado entre nosotros por Ramn Daz Snchez,
Mariano Picn Salas y Ramn J. Velsquez.
Pero aqu no me refiero a ninguna de estas
rosas, sino a una elaboracin diferente, a una actitud
narrativa distinta que, dentro de aquella tradicin,
realiza una danza ms testimonial cuyo objetivo es
resaltar ante el lector ciertos aspectos del suceso
histrico que han impresionado profundamente al
autor y quien desea transmitirlos ms al modo oral que
dentro de un estilo escrito. Se trata bien de hechos
vividos de algn modo por el autor como en el caso de
testimonios de guerrilla o de poltica, o bien de hechos
no vividos directa o indirectamente, pero recogidos
oralmente en confesiones, relatos y recuerdos de
quienes estuvieron personalmente vinculados a los
mismos, como es el caso precisamente, de los dos
trabajos que acreditan el esfuerzo intelectual de Jos
Len Tapia: "Por aqu pas Zamora", y este "Maisanta"
que ahora vamos a comentar.
En ambos, el mtodo es el mismo: el autor con
paciencia y tenacidad que slo explican una elevada
pasin, ha recorrido su tierra barinesa buscando en los
ros, en los caminos, en los lugares de los
acontecimientos y, fundamentalmente, en la nostalgia,

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en los recuerdos y en los consejas de los


sobrevivientes, la huella viva de dos grandes valientes
que cabalgaron sobre el llano su aventura libertara en
el grado diverso de la claridad y firmeza de principios
y de la conciencia de sus objetivos.
Zamora y Maisanta son dos formas distintas de
una misma violencia. Un azar cualquiera los lanza a la
revuelta armada, en un pas y en tiempos en los cuales
ese azar es un destino. Los dos nacieron para mandar,
tienen carisma, se hacen caudillos populares, combaten
contra un Estado desptico y pierden la vida por la
causa cuyo triunfo no logran alcanzar. Esto es lo que
los une en la fatalidad de una violencia frustrada.
Otras cosas muy significativas los separan hasta
convertirlos en prototipos de los modos de guerra
subversiva. Zamora es el guerrillero y el caudillo
popular que va clarificando cada vez ms el sentido y la
finalidad colectiva de su lucha, que es hacia la
conquista del poder poltico sin transacciones ni
concesiones a las clases dominantes. Es un hbil militar
con iniciativa creadora en la guerra de guerrillas que
conduce a su ejrcito de victoria en victoria y a quien
slo detiene, en la vspera del triunfo tota, una
sospechosa bala de origen muy ambiguo. Es la nica
manera de impedir que el militar desarrolle, a la
cabeza del Estado, la potencialidad del estadista que

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se instruye en su ideario y en su accin. Maisanta es


otra cosa. Es el fruto silvestre de un gran
descontento, es el valor temerario y la emocin de la
aventura que halla plenitud en s mismo.
Un Maisanta necesita un Zamora o, de lo
contrario, se pierde y se confunde en la pobreza de su
horizonte mental; o lo confunden los "doctores",
quienes aprovechan, en sus clculos polticos, la
ingenua fe que ha puesto en una revolucin que
instruye, que husmea y que presiente en sus correras
pero que no logra plasmar como proyecto.
Jos Len Tapia busco y encontr a Zamora en
la llanura barinesa. Hurg en papeles, reconstruy
escenarios y apunt y grab las conversaciones en los
viejos pueblos, en caseros y en la propia Barinas,
voces vivas y nostlgicas ron rasgueos de cuatro en
anocheceres y con melancola de esquilas al toque de
oracin, que es cuando a los viejos les gusta sentarse a
enlazar leyendas en la cimarronera de una juventud
que todava los mantiene vivos. Despus fue tras de
Pedro Prez Delgado, Maisanta, ms cercano en el
tiempo, menos historia y ms romance, verdadero
personaje para una gran novela que se presiente en
este libro, sin pretensiones estilsticas de Tapia.

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Por eso habl de aluvin literario e histrico,


porque en obras tan distintas en tema y tiempo romo
"Aqu no ha pasado nada", de Angela Zago; "Los
Aderos" de Jos Salazar Meneses; "Aqu todo el
mundo est alzao" de Rafael Martines y este
"Maisanta" de Tapia, se nos est ofreciendo un
material de primera mano que ha roto nexos con la
historia convencional con el romanticismo heroificante
y con la mana de estilo que literaturiza falsamente,
para entregamos en un estadio testimonial, pero
coherente, materiales inslitos e imprescindibles para
investigar y profundizar en el ser del venezolano en
tres campos de esa investigacin: en las ciencias
socia1es y en el del arte.
Aqu doy la razn y la palabra a Jos Len Tapia,
quien sostiene, y yo lo acompao muy de veras, que
nuestra cultura ha bailado tanto al son de msicas de
afuera que se ha quedado sorda hacia adentro; a pesar
de que, escarbando un poco debajo de las costras
acadmicas, esperan buscando luz las autnticas
esencias de nuestra condicin humana y de nuestra
especificidad histrica y social.
Ni caba otro mtodo ni el asunto se prestaba a
malabarismos si tenemos en cuenta la intencin del
autor: rescatar con la frescura de sus propios
manantiales, la imagen de un hroe popular todava vivo

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en el lenguaje de quienes lo amaron, lo siguieron o lo


conocieron.
La
gran
novela
de
que
habl
como
presentimiento puede emprenderla el propio Jos
Len, o muy legtimamente puede uno de nuestros
narradores aprovechar lo que Tapia le regala; pero lo
que l se propuso fue logrado: no fallarle a Maisanta y
no fallarle al pueblo con el cual se confunde. Esto
quiere decir que no hay falseamientos de lenguaje y
que celebro con reconocimiento hacia el autor que,
consciente de su empresa, no nos haya depravado el
asunto de su obra con artimaas de narrativa a la
violeta.
Porque habr, sin duda, dos clases de lectores
de "Maisanta": el lector cultista que "corregir" el
lenguaje y todo se le ir en gramtica y ciencia del
estilacho; y el lector vital, ansioso de s mismo,
fatigado el corazn de letras que no le mandan sangre
y quien se alistar con el autor, un cirujano medio
brujo de Barinas, en las huestes irregulares de
Maisanta para la catarsis de seguir a un hombre libre
que quera vivir entre hombres libres, en un pas
violento que a veces no quebranta la esperanza. Por
estos lectores va este libro, como la vida.

Orlando Araujo

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ADVERTENCIA
Los personajes principales, las fechas y los
hechos histricos narrados en este libro, son
rigurosamente ciertos. Todo ello ha sido confirmado
por el autor en los pocos documentos que se pueden
conseguir al respecto.
Algunos personajes menores, como el Colmenares
de Sabaneta que muri en El Viento, segn otro
narrador, por ejemplo, no fue all sino en Elorza, la
noche del "asalto de los cochinos" y el que mat
Maisanta en El Viento, se llamaba Ramn Gonzlez.
Igualmente en los sucesos de Sabaneta hay
algunas contradicciones en los nombres, pues la otra
versin es que el Jefe Civil
era el coronel
Secundino Torres y Colmenares lleg enviado por
Prez Soto a buscar el prisionero, y el hombre que
descubri el asesinato en los canales del ro se
llamaba Cndido Tapia y no Cndido Daz.
Son variaciones en detalles pero no en el hecho en
s, como sucede casi siempre con la tradicin popular.
Igualmente nos pas con el Macias de Ospino,
nombre que no pudimos confirmar en otras versiones.
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Lo mismo podr pasar con algn otro suceso que


en nada alterar el cariz novelesco, el mito y la
fantasa popular en la vida de Maisanta, el ltimo
hombre a caballo.
Por lo anteriormente expuesto cualquier ligera
variacin en nombres y detalles tendr que ser
perdonada por muchos de los propios personajes que
nos informaron, pues, mantenindose la rigurosidad
puede que existan pequeas divergencias, lo cual no
altera en nada el encanto y la exaltacin de ese
personaje extraordinario que fue Pedro Prez
Delgado.

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MAISANTA

General Pedro Prez Delgado Maisanta

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INTRODUCCIN
Se nos ha ocurrido conversar con la gente y
recoger leyendas, ancdotas o relatos de testigos
presnciales o referenciales de las cosas que han
pasado en la tierra barinesa.
Nos vamos a veces por los caminos de Harinas a
conversar con la vieja gente y all hemos encontrado un
filn de tradicin popular.
Como les gusta contar historias que bullen en su
mente; y que si no se recogen ahora, se perdern
irremisiblemente, se irn con la existencia misma de
quien las cuenta.
As lo hicimos una vez, cuando recopilamos
versiones populares acerca del general Zamora. Y as
lo hemos hecho ahora con "Maisanta.
Son muchos los hombres que conocieron a
"Maisanta" y an viven ya ancianos en los cuatro puntos
cardinales de Barinas y Apure.
Es interesante observar la alegra en su cara,
cuando les alborotamos los recuerdos. Y cabe
preguntamos qu se habr hecho todo ese caudal de
19

informacin que han podido darnos generaciones de


venezolanos, acerca de mltiples sucesos de la patria,
cuya relacin fra est escrita, pero la parte
pintoresca con el sello personal de quienes lo vieron, se
fue con ellos a la tumba.
Con el general Ezequiel Zamora fue ms difcil la
tarea de rescate por lo lejano de su paso y la
rigurosidad histrica del personaje tan decisivo en la
historia de la patria.

Con "Maisanta" nos ha sido ms fcil porque se


trata de una figura legendaria que recorre la sabana
en la boca de la gente. Y cada narrador tiene su
versin, su novela personal de las andanzas de
"Maisanta", de su historia y de su mito.
Con l hay muchos que se identifican y viven el
personaje con todos los altibajos de su vida.
"Maisanta" fue algo as como un ltimo caudillo
popular que levantaba multitudes para una revolucin,
cuyo sentido l mismo no lo pudo precisar con claridad.
Pero, "Maisanta" posea carisma y simpata
suficientes para que sin ser un jefe de mando y con
xito entre los otros jefes de la revolucin

20

antigomecista, lograra calar profundamente en el alma


simple de la gente, hasta el punto de que se le
recuerda mucho ms que a todos los otros autores de
aquellos sucesos.
"Maisanta" fue una pura ilusin con quien la
gente se identificaba y quien, si hubiera vivido en otra
poca, habra sido un formidable conductor de masas,
como lo fueron Jos Toms Boves, Jos Antonio Pez
y Ezequiel Zamora.
Desafortunadamente a "Maisanta" le toc vivir
los tiempos en que Juan Vicente Gmez consolidaba un
ejrcito moderno, con dinero y apoyo del capital
nacional y forneo, en un pas que comenzaba a ser
petrolero y apetecible para la penetracin del mundo
imperialista.
Por eso "Maisanta" fue una frustracin que slo
dej una figura simptica y alegre a quien todo el
mundo recuerda con la nostalgia de sus hazaas y con
un dejo de pena por lo que hubo en l de frustracin.
"Maisanta" tuvo la mala suerte de haber vivido
una poca en que comenzaban a desaparecer las
revoluciones sin contenido alguno para darle paso a las
puramente ideolgicas, de las cuales slo tena ideas
vagas, que afloraban ocasionalmente en sus actos,

21

como se ver en este relato.


Como todos los dems, lucharon contra Gmez
slo para ponerse ellos en su puesto, sin ofrecer
ninguna otra cosa, salvo una libertad esotrica,
"Maisanta" qued solo despus de tanta guerra, sin
conocer el por qu de ella.
Por eso creemos que "Maisanta" sigue perenne
en la canta y el viento de las sabanas y los otros se van
perdiendo en el olvido.
A estas conclusiones llegamos despus de
haberle visto la cara a muchos de sus compaeros de
campaas, no historiadas todava.
Tal sentimiento nos fue comunicado por
hombres como Juan Rodrguez, el hijo de don Juan de
Jess, dueo del hato "Las Margaritas" Y cuartel
general de los revolucionarios; Hilarin Larrarte
Lapalma, hermano del capitn Cincinato, a quien
mataron en Periquera y los dos, compaeros de
"Maisanta". Tan de confianza era Hilarin que dorma
en el suelo debajo de la hamaca de su jefe para
aprovecharse del mosquitero.
Por eso fue que una noche de fuerte tormenta lo
escuch comunicarse con los espritus, pidindoles

22

suerte para su guerra y la libertad de Venezuela. Fue


as como en un silencio de muerte, entre el rayo y el
trueno, escuch el susurro de "Maisanta" hablando de
seres invisibles.
Tambin el viejo Fidel Betancourt, quien an
dearnbu1a por los pueblos con seis tomos de apuntes
histricos en sus manos, sin que nadie le haga caso,
partcipe de todo el proceso revolucionario
antigomecista, nos cont muchas cosas acerca de
"Maisanta" y sus andanzas.
El viejito Jess Salas, un campesino muy sabido
a quien llaman "el bachiller del monte", en una tarde
de Sabaneta, record hasta el color del caballo y la
pinta de los perros de "Maisanta".
Y as siguen las relaciones de Carlos Herrera,
Manuel Guevara y Antonio Salazar en Nutrias y
tambin del negro Caballero, el corneta de "Maisanta",
quien muri una noche en una sala de nuestro hospital,
en Barinas.
Igual ocurri con Luciano Montero, el anciano
con quien conversamos una vez y cuando regresamos a
retomar el hilo del relato, ya se haba muerto,
dejndonos trunca la historia.

23

Fueron muchas, en realidad, las personas con


quienes hablamos y que no vamos a seguir mencionando,
pero no queremos terminar sin resaltar el testimonio
escrito que dej el general Alfredo Franco y que por
bondad de sus hijos hemos logrado consultar.
Lo ms importante de todas estas cosas es que
en este libro se encontrar la vida de "Maisanta" llena
de hechos a veces inverosmiles y que nos costaba
creer a nosotros mismos al or los narradores
confundiendo a veces la realidad con la fantasa.
El lenguaje empleado es el del pueblo y en gran
parte lo transcribimos exactamente igual a la
grabacin, porque hemos querido escribir algo que
realmente rescate la tradicin popular y que
constituya lectura para la gente sencilla que es la
mayora de este pas.
Si llega a caer este relato en los crculos
intelectuales cultivados, a lo mejor les resultar
extrao que un cirujano como yo, se est ocupando de
estas cosas, pero me ha llevado a ello el hecho de ver
como cada da se escribe, se canta, se hace msica, se
pinta, buscando siempre fuentes de inspiracin ajenas
a nosotros, a pesar de que hay en este pas inmensas

24

posibilidades que surgen con slo hurgar un poco en el


alma de nuestro pueblo.
Pedro Prez Delgado, "Maisanta" para todos los
llaneros, fue el ltimo hombre a caballo salido de los
de abajo y quien aliment l esperanza de hacer una
revolucin en los estertores de la Venezuela pastoril y
campesina.

25

I
VIVA EL MOCHO HERNANDEZ!

Esta tarde iba por la calle larga y ancha de


Tinaquillo, el muchacho de Ospino: 14 aos, catire, ojos
guarapos y avispado, con la chanza a flor de labios.
Se haba venido desde Valencia buscando algo
que hacer, huyendo de algo que nadie saba, y slo
haba conseguido ser mandadero del pueblo.
-Vndeme estas tabletas Pedro Prez- y sala
Pedro Prez por las calles gritando a todo pulmn:
tabletas, tabletas de coco y panela. O eran empanadas
y dulces de majarete.
Pero esa tarde haba movimiento en el pueblo.
Caballos amarrados en las ventanas y coches
estacionados en la plaza. Haban trado gente, gente
de Valencia y de Caracas, gente de San Carlos que con
los pies levantaban polvaredas cuando se apresuraban
a llegar a la casa blanca y larga en la esquina de la
iglesia donde una vez Matas Salazar asalt a Len

26

Colina partindole la cara de un machetazo, segn


haba odo el cuento de un viejo soldado federal que
conversaba en una pulpera.
Se dej ir calle abajo con la bandeja en el
hombro hasta llegar a la ventana, una de las muchas
que tena la sala grande con piso de tabla pulido, que
hacan rechinar los ocupantes cada vez que se
levantaban de las largas hileras de sillas con asientos
de esterilla, recostadas a la pared.
Entraban y salan hombres y el muchacho miraba
por la ventana.
Al final de la sala, detrs de una mesa larga con
tapete de terciopelo rojo con flecos blancos en los
bordes, discurra un hombre alto, delgado, blanco,
plido, de barbas negras, voz de tiple y que gesticulaba
con sus manos largas de dedos finos, pero faltndole el
pulgar de la derecha.
"Estas sern unas elecciones libres, todos los
electores irn a la plaza, all estarn las urnas, la
fuerza pblica custodiar, nunca intervendr. Ese es el
ofrecimiento del general Crespo y all en esas mismas
urnas ustedes y toda su gente, la gente que puedan
reclutar, en las calles, en los campos, donde sea,

27

depositarn el voto en mi favor para que por primera


vez Venezuela, tenga un presidente democrtico" gritaba el hombre de la voz fina"
Venceremos porque es hora de incorporamos a
la vida civilizada. Esta es la oportunidad del pueblo y
no la desaprovecharemos".
"Ni oligarqua liberal, ni oligarqua conservadora,
nos toca ahora a nosotros los de la clase media y al
pueblo que siempre ha sido el sufrido.
"Viva el Mocho Hernndez!" -grit uno en el
saln y todos los parados a un tiempo hacan retumbar
el entablado de donde sala por entre los intersticios
de los cuartones, un fino polvillo blanco que se
mezclaba con el humo de los tabacos y haca ms
oscuro el ambiente donde ya la tarde caa en los
dbiles rayos de un sol amarillo y plido.
Crespo, el Mocho Hernndez, ahora s
recordaba. Crespo era el Presidente y el otro el
candidato en campaa, pero recordaba mejor al
primero cuando lo vio dando una carga a machete
montado en un caballo bayo durante la toma de
Valencia.

28

Virgen del Socorro, esa tarde s tuve miedo;


gracias que pude regresar temprano para contar la
historia a los muchachos amigos.
A este otro -pensaba-, primera vez que lo veo,
pero habla bonito el hombre, sobre todo de la
democracia y de que la juventud es la esperanza de la
patria, Y segua pegado a los balastres tragndose el
pensamiento.
-Un cigarro, general! -le ofrecieron cuando
termin de hablar el Mocho.
-S, cmo no; pero Partags, por favor.
Se registraron todos y ninguno tena de la marca
pedida.
Se volte el hombre ms cercano y vio al
muchacho en la ventana:
-Corre, corre hijo, a la pulpera de Silva y trete
una caja grande de tabaco Partags.
Y el muchacho, agarrando el fuerte de plata que
le
entregaban,
sali
corriendo
calle
arriba
bamboleando la bandeja.

29

En la esquina de la Botica Nueva estaba


boticario Alfredo Franco, sentado en una silla
suela, con el espaldar echado haca atrs inclinado
la pared y cuando vio al muchacho tan apurado
pregunt sorprendido:

el
de
en
le

-Qu te pasa Pedro Prez, por qu tanta


carrera?
-Voy a comprarle tabaco Partags al general
Hernndez, el que est en la reunin de los
Nacionalistas, don Alfredo.
-Llvale esta caja! -y sac una del bolsillo de la
blusa blanca que usaba el joven alto, delgado, de tez
blanca y bigote negro y fino que era Alfredo Franco.
Regres Pedro Prez con el Partags en la mano
y como una tromba se meti en la sala gritando para
que todos oyeran:
-No hubo necesidad de comprarla, esta caja se
la regala don Alfredo Franco, mi general.
Esa noche pasaron dos cosas en ese pueblo:
Pedro Prez Delgado conoci al Mocho Hernndez y el

30

Mocho Hernndez fue a visitar a Alfredo Franco para


agradecerle el tabaco. Pero cuando sali de la botica
ya Alfredo Franco estaba comprometido con l para la
Revolucin Nacionalista de 1898.

31

II
ESE MUERTO ES JOAQUIN CRESPO
Mucho despus llegaron las elecciones.
La plaza de Tinaquillo fue un torbellino de gente
buscando las urnas.
Campesinos de todas partes entraban por las
cuatro esquinas y comenzaban a pedir las boletas. Pero
los Jefes Civiles de los pueblos les repartan slo la de
Ignacio Andrade, el candidato de Crespo, y las del
Mocho Hernndez no aparecan por ninguna parte.
Un negrito carabobeo trat de protestar en
alta voz y le cay una peinilla de plano en la espalda
dejndole un rojo y largo camino al rezumar la sangre
que le empapaba la camisa.
-Coge tu Mocho -le dijo el soldado cuando
levantaba el machete.
Mientras Pedro Prez aprovechaba para vocear
las empanadas.
-A cobre, a cobre -y le volaban de la bandeja.

32

Ese da Ignacio Andrade sali Presidente de


Venezuela y a los pocos das vena el muchacho
atravesando la calle cuando Alfredo Franco en un
caballo jovero le grit con alegra:
-Catire, t eres un hombre, vente conmigo para
la guerra.
-Se alz Jos Manuel Hernndez dando el grito
de Queipa:
-En el hato El Peono de Loreto Lima se est
reuniendo la tropa.
Sin contestarle siquiera, se mont en el anca del
caballo de uno de los acompaantes tirando la bandeja
de las empanadas en plena Calle Real.
Esa noche en el campamento le dijo Alfredo
Franco entre la chanza y la verdad:
-Catire, te viniste en el anca de un caballo, mira
que as se fue Joaqun Crespo de San Francisco de
Cara en el caballo de Arstides Borrego cuando la
Guerra Federal y fjate donde lleg: a Presidente de la
Repblica.

33

Se le alegraron al catire sus ojos guarapos y si


alguien lo hubiera notado se los confunde con los
cocuyos que ponan puntos fluorescentes en los
mogotes cercanos iluminando la cancin de los grillos y
el zumbar de los zancudos.
Era un campamento sin fogata, para no alertar al
enemigo en la playa del ro Macapo.
Nunca se le olvid la comparacin y cada vez que
comenzaba a entrarle el miedo de lo que podra pasar,
recordaba al hombre de barba negra que haba visto
pelear en Valencia, montado en el caballo bayo.
-Virgen del Socorro de Valencia, acompame en
este trance-se encomend como lo haba, enseado su
madre, devota fiel de la imagen.
-Mai Santa no me abandones que ya me vine a la
guerra y en ella algo consigo, porque la guerra es para
eso -y se agarraba el escapulario que tena cosido en el
pecho por dentro de la franela.
Antes de dormirse esa noche en la hamaca de
rayas rojas colgada entre dos palmeras, se qued
mirando la luna, una luna enorme que cubra de amarillo
la noche haciendo relumbrar el pelo de los caballos

34

amarrados con sogas largas para que comieran hasta


saciarse en los gamelotales del ro.
Y la luna le trajo el recuerdo porque fue una
noche igual cuando l sali de su casa.
Tena escasos doce anos el da que todo Ospino
supo que el coronel Pedro Macas le embarrigon la
hermana mayor, la nica que tena.
Era catira como l y por eso llamaba tanto la
atencin. Catira con los ojos color guarapo, por el lado
de los Delgados. Empinada y cimbrea, por el lado de
los Prez, mestizos.
Ya su padre haba muerto y l era el nico
hombre de la casa; por eso, no pudo negarse cuando su
madre lo llam llorando y le cont lo que todos saban y
ella era la ltima en enterarse.
Esa noche como a las 12 vena el hombre por la
calle. Los caserones de Ospino le tapaban con la
sombra y en el momento que sali desde el manto
negro para entrar en el claro de la bocacalle amarilla
por una luna menguante, le hizo el tiro a media cuadra,
justo a punto de mira, con el fusil de su padre que la
madre le pas a travs de la ventana entreabierta y de

35

la sombra de la casa en la noche sin faroles.


Cay el hombre de bruces al impacto del
disparo. Y as veng la afrenta Pedro Prez Delgado,
cuando todava no era hombre, teniendo que serio
antes de tiempo, pues de qu otra forma le cobraban
ellos, tan pobres, al coronel Pedro Macas con todo y
su gran poder.
Esa misma madrugada sali huyendo para
Valencia por el camino de La Aparicin a esconderse
donde una ta, mientras apretaba el escapulario en la
pechera de la franela.
As fue como lleg a Valencia y se hizo amigo de
la Virgen del Socorro por recomendacin de su madre
que le haba prendido el escapulario en la pechera de la
franela.
Y as fue como vio por primera vez al hombre del
caballo bayo y el lunar en la cara, con barba boca de
len que se llamaba Joaqun Crespo, cargando por el
puente Morillo en un terrible ataque a machete, codo a
codo con El Albino, su edecn guariqueo, durante la
Revolucin Legalista.
Pensando en el episodio, entre la vigilia y el
sueo, se fue quedando dormido cuando tocaron

36

silencio con msica triste de corneta en el campamento


nacionalista. Era su primera noche de soldado
revolucionario.
Temprano, por la madrugada, sonaron alegres las
dianas y entre humos de caf colado se fue levantando
la tropa.
Cuando pasaron revista a la gente de infantera,
el capitn Alfredo Franco comenz a organizar los
reclutas.
"Reclutas, formen filas". "Reclutas, un paso al
frente". "Reclutas, armas a discrecin".
A las 10 de la maana, Pedro Prez Delgado ya
era teniente por nombramiento.
Como le dijo el mismo Franco, tena lo ms
importante para ser jefe: era alto, con voz de mando,
avispado y decidido para la accin, adems de que se
adornaba con saber leer y escribir.
Que tuviera slo 16 aos, no importaba. Primero,
no los representaba, pues aparentaba 20. Y segundo,
ya estaba probado, pues Alfredo Franco s saba que
haba matado un hombre.

37

-Pelotn, adelante! -siguiendo la caballera del


viejo Loreto Lima que abra la marcha abierta en dos
alas, para proteger a los de a pie.
Agarr el sable curvo, se terci la carabina en
banderola y puso su pelotn en marcha, luego de 3
horas de instruccin.
Ms adelante iba la mosca, campo volante de 6
hombres escogidos, recorriendo cerros, calles y casas,
para lograr informacin.
Esta noche durmieron en El Peono, el hato de
Loreto Lima.
La caballada en los potreros suelteada para
agarrarla ms fcil por la maana.
La infantera en los patios blancos con el fusil
de cabecera. Y los jefes en la casa del hato,
deliberando hasta tarde, entre caf, ternera asada y
uno que otro palo de ron viejo.
A la luz de la lmpara de sebo, se divisaba desde
el patio claro de luna nueva, la figura asctica delgada,
mesinica, del general Jos Manuel Hernndez,

38

siempre al lado de la recia, rechoncha y mestiza, del


ltimo lancero federal: el general Loreto Lima.
-Debe ser bueno llegar a jefe grande para andar
siempre a caballo y dormir a cubierto, codendose con
el propio general -pensaba Prez Delgado, mientras
acomodaba su gente para que le amaneciera
descansada.
Al otro da y todos los das siguientes,
continuaron la marcha incesante, con el sol
reverberante en el llano pelado, con cada vez menos
cerros y rboles y cada vez ms sabana abierta a sol y
viento, de los llanos de Cojedes, ya entrando en
Portuguesa.
El da 16 de abril de 1898, cuando ya calentaba
el sol a eso de las 11 de la maana, regres un "campo
volante" a toda carrera, con el caballo casi despeado
por el sudor que lo baaba y la barbada del freno
cubierta de espuma blanca.
-Al pasar la ceja de monte en las orillas de aquel
cao, se ve movimiento de tropa, mi general -grit
estirndose en los estribos.
Son las avanzadas del gobierno -contest

39

Samuel Acosta, el jefe de los fusileros del Mocho


Hernndez.
Tenan fusiles de repeticin de los Winchester
americanos que accionados por debajo halando una
palanca de aro disparaban 14 tiros seguidos, cosa
nunca vista en el llano.
Acomoda los hombres en la mata, pero en el
copo de los rboles-le orden Jos Manuel Hernndez
al general Samuel Acosta.
-Usted vaya con ellos, teniente Prez Delgado,
pues su gente desde ahora debe proteger a la de
Acosta desde la mata de adelante. As creern los del
gobierno, que es su pelotn el que dispara, mientras
desde las palmeras de la Carmelera los fusila la
Compaa del general Acosta -le dijo el capitn Franco
con el bigote ms fino de tanto manoterselo
nerviosamente.
Se acomod la tropa nacionalista para esperar al
enemigo.
Prez
Delgado
desde
su
escondite
mampuesteado con un matapalo, tena enmogotado su
pelotn de infantera y vea la caballera esconderse

40

en el barranco de El Cao pasando la ceja de monte.


A tres cuadras de distancia todo un ejrcito de
lnea empezaba a puntear la sabana parda, con los
bultos azules de sus uniformes de pao.
Despus de acercarse en filas simtricas
comenz el tiroteo y no haba Prez Delgado disparado
diez tiros, cuando vio que se aproximaba un grupo
enemigo y siempre adelante de los dems, un hombre
alto, grueso, moreno, con barba boca de len.
Se baj de una mula negra para montar otro
caballo, un caballo alazano enorme, que le pasaba un
catire tan blanco que se confunda con el blanco
jipijapa que usaba Joaqun Crespo.
Entonces fue cuando vino a saber el teniente
Prez Delgado contra quin andaba peleando.
-Ah carajo, si es el mismo que vi en Valencia, es
el propio general Crespo el del cuento de Alfredo
Franco.
Y en la identificacin con el personaje a quien
una vez haba admirado, comenz a dudar si dispararle
ano, mientras el hombre haca volar la manta blanca

41

como dos grandes mariposas cogiendo vuelo, al montar


su enorme caballo peruano.
No lo haba caracoleado dos veces en el fragor
de los tiros, cuando una de las balas que vena de las
copas de los rboles del Carmelero, le dio de pleno en
el pecho.
Lo vio todo tan cerca Pedro Prez Delgado que
no lo olvidara nunca, como jams olvidara, que ya la
infantera crespita lo estaba rodeando envolvente y
tenan que retirarse si no queran caer prisioneros.

Se fueron yendo en desorden, cubiertos por la


caballera de Loreto Lima, cabalgando a la defensiva
con sus carabinas ligeras.
Cuando se acercaban a Acarigua oy
conversando a los generales de que a las primeras de
cambio haban matado a un jefe grande, pero no saban
quin era.
-Era el general Crespo --les dijo Prez Delgado.
Se voltearon todos incrdulos hacia el catire altanero.
-Cmo carajo lo sabes? --le pregunt el general

42

Acosta.
-Porque yo lo conoc en Valencia cuando cargaba
por la calle acompaado del Albino, el mismo que ahora
lo recogi, mi general.
Se fueron yendo en desorden, cubiertos por la
caballera de Loreto Lima, cabalgando a la defensiva
con sus carabinas ligeras.
Cuando se acercaban a Acarigua oy
conversando a los generales de que a las primeras de
cambio haban matado a un jefe grande, pero no saban
quin era.
-Era el general Crespo -les dijo Prez Delgado.
Se voltearon todos incrdulos hacia el catire altanero.
Cmo carajo lo sabes? -le pregunt el general
Acosta.
-Porque yo lo conoc en Valencia cuando cargaba
por la calle acompaado del Albino, el mismo que ahora
lo recogi, mi general.
Se quedaron silenciosos y atnitos los jefes y se
retir, callado el teniente.

43

-Mai Santa, que son bastantes las leguas que hay


por delante -pensaba meditabundo, mientras le daba
con los talones a un caballito rucio mosqueado que
agarr aperado y corriendo solo porque le haban
matado al jinete.
Unos das despus fueron derrotados en El
Hacha donde el general Ramn Guerra, el hombre que
sustituy a Crespo en el mando del ejrcito del
gobierno, hizo prisionero al Mocho Hernndez.
-Se acab esta guerra. Pedro Prez -le dijo
Alfredo Franco cuando salan por una pica buscando
para Cojedes, escondindose entre los mogotes al
sentir las partidas enemigas.
En el Tinaco cada uno cogi por su lado. Franco
hacia Tinaquillo y Prez Delgado para Valencia
buscando la salvacin.
A los tres das de estar escondido en el cuarto
de la esquina, vio venir una tropa entrando por
Camoruco y por la rendija de la ventana que daba para
la calle, reconoci la figura plida y barbuda del
general Jos Manuel Hernndez, amarrado con nudo
de preso con los brazos a la espalda, montado en un
mulo viejo entre dos filas de oficiales.

44

Pero lo que ms le llam la atencin fue que


pareca ms bien el jefe, porque las mujeres de
Valencia le vitoreaban desde las puertas y balcones de
las casas.
Las cocineras sacaban su retrato como si fuera
el de un santo y hasta flores le tiraban cuando el grupo
se acercaba.
Ese da Pedro Prez Delgado supo lo que era la
popularidad y el carisma de un caudillo, que preso y
amarrado, vencido y humillado, se llevaba los aplausos
para rabia de sus captores.
De Valencia, Prez Delgado se fug esa noche
rumbeando para el llano como ayudante de un tren de
carretas de bueyes que venan para Sabaneta de
Barinas, con carga para Natalio Menoni.
Sigui por la va de Guanare, vadeando los
anchos ros y atravesando el Bocon por el Paso
Baronero, se aposent en Sabaneta, a orillas de ese ro
bravo.

45

III
COMO ES ESO DE REVOLUCIN?

-A la pizarra muchachos -y sealaba el negro


cuadro, polvoriento de tiza, con su bastn de mora
negra lustroso por el manoseo. Pero ms lustroso era
el mango semicircular imitando una cabeza de caballo
labrada en plata pura.
-Y t, estate quieto! -le deca a otro, dndole en
la cabeza con el extremo fino y nudoso pero tambin
reluciente del bastn.
Era una voz fina y gutural que entonaba sus
clases intercalando chistes y tambin sus palmetazos
cuando alguno se le alebrestaba.
Dictaba todos los grados en la escuela de
Sabaneta, del primero al cuarto, y aunque no estaba en
el programa, segua enseando despus a los
zagaletones que terminaban y se consuman de fastidio
en las esquinas del pueblo.
A eso lo llamaba enseanza superior y no le
faltaban 10 15 muchachos nuevos, a las 7 de la noche
escuchando sus clases.
46

Una tardecita trajo al catire Prez Delgado y lo


present al grupo.
-Este resabiao se me present hoy porque
quiere asistir a clase. Veremos qu se logra si de
verdad tiene inters -dijo como explicacin.
As comenz Prez Delgado a estudiar, despus
de saber lo que era la guerra y el plomo caliente
silbando cerca.
Pero despus se fastidi del horario y llegaba
siempre ms tarde para prolongar sus tertulias hasta
altas horas de la noche, pues en el da trabajaba como
dependiente en el negocio de musi Menoni, un italiano
rico comerciante en mercanca seca.
-Bachiller Elas, cmo es eso de la revolucin? le pregunt un da cuando oy al maestro repetir el
trmino y el bachiller Elas Cordero, quien casi tena su
edad de escasos 20 aos, comenzaba a alborotarle el
alma.
-Esa vaina es muy fcil, chico; en este pas el
pendejo no va a misa porque llega pidiendo la bendicin
al cura. Fjate en el vainn de la Independencia. Todo
el negraje que pele con Boves contra el mantuanaje,

47

todo por ir contra sus amos sin importarles un carajo


el rey. Despus se fue con el Catire Pez que vena de
los de abajo, catire de color pero tan pendejo corno
los otros. Pen de llano, para no decirte ms.
-Pero la vaina se puso buena cuando termin la
Independencia y entonces el general Pez no quiso
cumplir el decreto del reparto de bienes de los
realistas dictado por Bolvar para ganarse la gente. Y
sabes por qu? Carajo, chico! porque los realistas, que
se pasaron la guerra en Puerto Rico y en Espaa y
regresaron el ao 25, se cogieron el poder civil, ese de
los jueces, gobernadores, concejales, congresantes y
toda esa vaina, que hace las leyes y obliga a cumplirlas
y, qu carajo iban a hacer cumplir lo que era para
quitarles lo suyo!
-Por eso es que t vez a Pez peleando y
venciendo en Payara a los hermanos Farfn, ese par de
indios que fueron sus oficiales y despus derrotado l
mismo por Cornelio Muoz quien fue jefe de su Guardia
de Honor por muchos aos, cuando lleg a pelearlo en
Los Araguatos de Apure con todo el patiquinaje
caraqueo.
-La vieja Pilar, la cocinera del hato San Pablo
Paeo, si no se equivoc cuando el da antes del

48

encuentro le llev a la hamaca una taza de caf al


general Pez que se meca inquieto dndole con el taln
a la pared, y le dijo:
-Qu vaina es esa Jos Antonio, tu vas a pelear
a mi compadre Cornelio con esos patiquines que no
cagan sino en hoyo y slo comen con cubiertos? Qu
vaina es esa Jos Antonio, qu le pas a tu gente? Ah
est todo. Catire, eso es lo que pasa, los godos dominan
a los caudillos populares y los compran con sus maas
para que sirvan de instrumento.
-No ves lo que le pas a Zamora en la Guerra
Federal? Catire como Hoves y catire como Pez.
Carajo y catire como t! lo envainaron en San Carlos
con un tiro de cachito, para que Guzmn y el godaje se
cogieran la revolucin.
-Siempre pasa as, recuerda cmo rodearon a
Crespo y ellos siguieron mandando. Fueron los mismos
que reaccionaron contra Bolvar expulsndolo de
Venezuela porque ya les estorbaba para cogerse el
coroto.
-Queran la Independencia, eso es cierto, pero
que aqu no pasara nada, que se acabara el rey, pero
siguiendo ellos arriba y se mataran los pendejos para

49

ellos salirse con la suya.


-Carajo bachiller, con esa explicacin s veo
claras las cosas comentaba Prez Delgado, despus
que terminaba el maestro con sus arengas
revolucionarias y se le obscurecan los ojos de tanto
inters con que le miraba.
Por eso no se qued en Sabaneta en 1901,
cuando supo que haba una nueva guerra.
Los viejos caudillos federales se reunan en
todas partes para atacar a Cipriano Castro que haba
derrocado a Ignacio Andrade y quera seguir
mandando solo sin plegarse a sus deseos.
Pero como a l lo metieron a nacionalista antes
de saber qu era eso, sigui siendo nacionalista y en
seis jornadas estuvo en Cojedes bajo las rdenes de
Loreto Lima, el viejo oficial Mochero, el general de las
cinco eles, como decan en Cojedes:
Lus Loreto Lima "Lanza Libre"
En Caracas est lloviendo
En Valencia lloviznando
y en la Mata Carmelera
Lus Loreto vacunando.

50

Y hubo dos cosas que le impresionaron esa vez:


Los guantes y el paraguas de seda verde que usaba el
general Matos en medio del sol tremendo; y la muerte
en La Pascua del general Domingo Monagas.
-Como Matos seran los mantuanos de que me
hablaba el bachiller Cordero, -le coment a su
ayudante, un sambo Libertad que se haba ido con l. Y
como el general Monagas, los hroes de la
Independencia que salieron de las tropas de Boves,
como tambin dice el bachi.
Carajo, as deban de ser!, se deca, mientras la
caballera de Loreto Lima se estaba acercando al
Tinaco.
Ya iba Prez Delgado con el grado de Capitn y
comandaba un escuadrn de caballera, de esa
caballera con la cual este "ltimo lancero" como lo
llamaba el general Hernndez, se empeaba en atacar
el pueblo de Tinaco como si fueran los tiempos de
Pez.
Empezaron rodeando la ciudad por los cuatro
puntos cardinales y por cada viento fueron entrando
los quinientos jinetes de lanza y carabina. (La carabina

51

para de lejos y la lanza para de cerca, les haba dicho


el general Lima).
Estaban los batallones del general Gmez,
defendiendo las calles de Tinaco, armados con fusiles
de repeticin que comenzaron a ladrar temprano
tumbndoles la gente a una cuadra de distancia.
-Pero el viejo del carajo, se empeaba en que
haba que meterles los caballos -contaba despus
Maisanta, como ya le deca la gente.
-Slo muy poquitos llegamos al cuadro de la
plaza, pues con los tiros a repeticin no nos dejaron
acercar y cay casi todo el escuadrn, tan casi todo
fue, que hasta al viejo Loreto Lima le partieron el
pecho de un tiro y as sigui avanzando hasta que le
mataron el caballo.
-Caballo y hombre cayeron en una trinchera
profunda en la esquina de la plaza y sabes lo que me
dijo el viejo, cuando me le acerqu a auxiliarlo?:
"Djese de pendejadas, capitn, que ya esta batalla se
perdi, que aprovechen el hoyo de una vez y me
entierren con el ruano".
-Por eso dijo con razn el general Hernndez

52

que era el ltimo lancero, porque "lanza contra fusil de


repeticin no va" -terminaba con cierto dejo de
tristeza seis meses despus, en la plaza de Sabaneta
hablando con el bachiller Elas Cordero en una tarde
de tertulia.
-Adems, lancero y caballo es una sola cosa y lo
mejor es que los entierren juntos.
-Bueno Bachi, aqu estoy de nuevo con estas
morocoticas que me traje y no me pregunte de dnde
al tiempo que se tocaba la faja ancha, con bordados
arabescos multicolores y repleta de morocotas, que le
apretaban la cintura.
Ya tena 20 aos y era todo un capitn con
ascenso en la pelea, pero mal visto por el gobierno que
se afincaba en el mando luego del triunfo sobre la
Revolucin Libertadora.
-Hasta aqu me lleg el nacionalismo, bachi. Esa
vaina de jefe que no gana, no es conmigo y menos jefe
mandando de lejos, como lo hace el Mocho Hernndez.
-El capitn Prez Delgado va a trabajar, bachi; a
ver si compone su vida y este salvoconducto de
garantas lo favorece, para no tener que andar

53

huyendo.
-Mai Santa!, que hasta ahora no he ganado una
batalla y el nico recuerdo que traje es este
machetazo en la cara. Me lo dio un negro barloventeo
cuando en La Victoria le ca a una trinchera a tiro
limpio con la izquierda y a lanza limpia con la derecha.
Maisanta!, de vaina no me mat, bachi Cordero, dur
un mes para curarme-y se acariciaba con la mano en la
mejilla izquierda, el costurn largo y rojo que le dej
el filo del machete, rindose festivo como si fuera un
araazo de mujer celosa.

54

IV
HOMBRE DE A CABALLO

En Sabaneta fue deshilvanando los aos. Con el


tiempo se llev en el anca de su caballo a una morena
arrosquetada, la ms bonita del pueblo, y comenz a
vivir con ella.
Tena vivienda en el casero y tambin una
fundacin en las sabanas de La Marquesea donde
estn las ruinas del palacio campestre del antiguo
marqus de Bocon.
En ellas viva el viejo Severo Infante, padre de
la muchacha, que cuando vio las condiciones y lo llanero
que era el yerno, dej las cosas como estaban y
vivieron todos en paz.
Con las tejas de la antigua capilla tech Prez
Delgado su casa en un banco de sabana.
-Este era el hato San Fernando -le cont un da
Severo Infante-, y esa paila de cobre volteada boca
abajo no la ha podido levantar nadie, ni el ejrcito de
Ezequiel Zamora cuando pas por aqu. Le amarraron
55

tres yuntas de bueyes que ni la movieron siquiera y


sabes por qu? -continuaba con misterio-, porque
est tapando la boca del tnel que se comunica con el
otro palacio de Barinas.
-Por ah se vena el marqus si la ciudad estaba
sitiada porque cuando era tiempo de paz, lo haca en la
mula negra embrujada comindose el camino real.
Trochaba tan rpido ese animal, que el seor prenda
un tabaco en Barinas y antes que se le acabara la
candela ya estaba llegando al hato.
-Djate de vainas, viejo, ni que tuviera alas para
recorrer cinco leguas en tan poco tiempo. Y eso del
tnel, a otro perro con ese hueso. Esas son historias
de la gente para matar la soledad. Cmo crees que iba
a perforar un tnel de cinco leguas debajo de ros y
montes? eso es mentira, don Severo.
Pero le qued la curiosidad a Maisanta y se pas
medio da desenterrando el pailn donde haca melaza
y panela el marqus de Bocon.
A los dos aos ya era hombre acomodado. Casa
grande en el pueblo y ganado en la sabana. En las
noches sin luna se iba con la peonada.

56

-A desnudarse -les deca al llegar a la


cimarronera, y veinte hombres, desnudos para pasar
inadvertidos, se montaban en veinte bueyes negros
agarrados de la reata con el lazo listo en la mano.
Contra el viento se iba el buey metindose en la
madrina y cuando estaba en el medio, veinte lazos
silvaban en la oscuridad profunda cayendo en veinte
reses lebrunas, sardas o pelicanas que era la pinta del
ganado alzado.
En el da sabaneaban en parejas con los perros
gigantescos que le haban regalado en Valencia y al
salir el cimarrn, all iban los perros colgados del
hocico y las sogas del enlazador coronndole la
cornamenta.
Acab as con la cimarronera, pues era un
llanero de adelante y toro que sala de la madrina toro
con la soga en la carama.
Una vez enlaz uno y dej el caballo parado
mientras se bajaba manta en mano, a cogerlo por la
cola para tumbarlo de un todo.
No haba puesto el pie dos veces en el fondo del
lagunazo cuando el tras! de soga reventada le hizo

57

mirar al novillo que se vena encima arremetiendo


contra el caballo indefenso.
Le sac la manta de rayas rojas y lo descarg
dos veces antes de que el animal cogiera el monte.
-Buen lance, Prez Delgado -le grit el viejo
Infante.
-Mai Santa!, don Severo, si lo tori slo por el
ruido, para salvar a Banderita.
El negro guacharaco que se barajustaba con la
silla y el cabo de soga a rastra.
Nadie como l para vadear un ro nadando con
una mano y con la otra en la rienda del caballo o para
colear un toro en la tarde de fiesta.
El portero del coso ese da era un zambo
guariqueo tan bueno de agua y caballo que se senta
su rival.
Estaba Prez Delgado pintamonendole a una
muchacha que lo miraba desde arriba y quera
tumbarle un toro justo debajo del palco, cercado con
guasduas blancas.

58

Al voltear para el coso, vio salir un toro sardo,


pero cuando le mont el caballo encima, slo encontr
un tuco de rabo, porque el zambo hijo e' puta, se lo
haba cortado casi a la raz para hacerla quedar en
ridculo.
Agarr el tocn de cola que quedaba, y empuj a
Banderita con los talones. Cuando ya estaba cerca de
donde quera halarlo, a la manera apurea, se tir del
caballo desbocado y a pie, con las dos manos tumb el
toro en el sitio.
Al salir de la polvareda le grit al sambo mala
sangre:
-Te envainastes, Pancho Espinoza, porque te
equivocastes de hombre
Cada vez que iba al pueblo de Sabaneta lo
acompaaban sus enormes perros, un perro barcino, un
perro pintado, perros orejas largas con cinco uas en
las patas, los mejores perros del llano.
Visitaba siempre al bachiller Cordero y en la
puerta de su casa se sentaban en sillas de baqueta a
conversar en las tardes, mientras el caballo negro
coludo, patas blancas, esperaba amarrado en el corozo

59

de la plaza y los perros dormitaban echados en el


pasto.
Tenan largas conversaciones. Casi siempre
sobre guerras, triunfos, frustraciones y de los
caudillos de Venezuela, las cuales, le alborotaban el
alma y no le dejaban perder la idea de la insurgencia
que era brasa ardiente en su cerebro, esperando la
chispa que de nuevo levantara la candela.
Si iba hasta los otros pueblos, aprovechaba para
la parranda. El brandy era su trago y siempre se le
suba a la cabeza hacindole ms locuaz y
dicharachero.
El coronel Gavidia, jefe civil de Libertad, estaba
a la puerta de la Prefectura cuando vio a tres cuadras
de distancia, un hombre en un caballo negro con el
sombrero a la pedrada entrando por la puerta del
botiqun.
-Albarrn! -le grit el Jefe de la Polica- and
con dos agentes y ves quin es el faramallero que se
est metiendo a caballo en, el botiqun de Ramitos.
Cuando Albarrn lleg a la puerta de Ramitos,
encontr a Prez Delgado echndose un palo desde el

60

caballo enfrente del mostrador.


-Mi capitn -le dijo Albarrn, de parte de mi
coronel Gavidia que salga y no se alborote.
-iMai Santa!, anda y dile que me saque l mismo.
-Mi coronel, es el capitn Prez Delgado y le
manda a decir que vaya usted a sacarlo.
-Ah carajo!, decile que era jugando -contest
Gavidia resignado, y segua Maisanta en la parranda
con el pueblo todo suyo.
Un sbado en Barinas la gracia le cost tres mil
bolvares, pues el caballo se resbal en el piso lustroso
del saln y las patas delanteras cayeron como dos
martillos en la primera y nica mesa de billar del llano,
destrozndole el pao verde y el fondo de pizarra.
-Si vuelve Prez Delgado me lo desarman -dijo
el general Febres Cordero, presidente gomecista del
Estado. Y la orden era inevitable.
Vena un da por la calle de la iglesia cuando de
pronto le sali la polica. Diez hombres lo rodearon
pidindole registro.

61

Barajust el caballo por el altozano y entr por


la nave principal saliendo por la puerta lateral.
-Dganle a Febres Cordero que yo no cargo
armas, pues para eso soy su amigo -dijo en la otra
calle, mientras detena el caballo, permitiendo que lo
registraran.
Al otro da por la maana mand al negro Pedro
Garca, su espaldero de confianza:
-Entra en la iglesia, tranquilo como si fueras a
pagar una promesa y de los fustanes de la Pursima,
sacas el revlver que guard ayer.
-Este Prez Delgado tiene ms puntas que un
cabresto de cerdas! gritaba entre risas el bachiller
Elas Cordero cuando le escuchaba los cuentos al
regreso de sus "truenos" en los pueblos distantes.

62

V
PAREN ESA MUSICA!
Isilio Febres Cordero, de los Febres Cordero de
la Independencia, los mismos que se fueron a Mrida
cuando pas Ezequiel Zamora en la Guerra Federal,
haba sido furriel del general Len de Febres Cordero
en la batalla de Copl.
Viva en Barinas reaccion contra Castro
durante la guerra Libertadora. Por eso cuando Juan
Vicente Gmez se cogi la Presidencia, a Febres
Cordero lo llamaron de Caracas en el trmino de la
distancia.
Le quit prestado un caballo gordo a su amigo
Diego Ramrez y esa misma tarde se fue para regresar
dos meses despus como Presidente del Estado
Zamora.
Lo recibieron vestidos de negro todos los
notables del pueblo, alineados como zamuros en el
puente de la entrada.
Despus comenz a mandar con sus mtodos
patriarcales. Su carcter de hombre serio y sus rasgos

63

de bondad, lo hicieron un Presidente indispensable.


Pasaron los aos y segua inamovible en su cargo.
-La mesa siempre puesta, Mara Luisa -le deca a
su esposa, para que quien llegue vaya comiendo-. Y en
la enorme casa blanca, la gran mesa larga estaba
dispuesta a diario entre, los afanes del servicio.
Esa noche haba baile de gala en el da del Pilar y
danzaban las parejas con la msica de viento de la
Banda Municipal.
Se animaba el baile cadencioso en la enorme sala
amarilla, por la luz de las lmparas de carburo colgadas
en el techo, cuando de golpe se oy parar la msica por
orden de Benjamn Tapia.
Haba salido a bailar Clemencia Acosta con su
esposo legtimo, pero legtimo en lo civil porque fue el
primer divorciado de Barinas y el segundo matrimonio
no pudo hacerlo por la iglesia.
Plido, demudado, sali el esposo .del saln
llevndola del brazo entre un silencio de muerte.
-Qu pas compadre? -pregunt el general

64

-T lo sabes Isilio. No has debido invitarlos,


todos estbamos de acuerdo -contest don Benjamn.
-Recuerda que yo soy el Presidente y han
cambiado los tiempos le dijo con autoridad, tratando
de darle una satisfaccin a los esposos ofendidos que
no se pararon a escucharlo.
Sigui la fiesta un poco fra al principio, ms
alegre despus y olvidado todo a medianoche, entre
copas de champn y msica de vals, en ese da de la
patrona del Pilar.
El gobierno era la familia de los mismos
asistentes al baile y las cosas se quedaron tranquilas
con el consenso del silencio.
Tiempo despus Jos Isilio, el sobrino del
Presidente, parrandero, coleador, liberal y amigo,
invit a Pedro Prez para una fiesta en Barinas y muy
alegre Maisanta le cont al bachiller Elas Cordero el
honor de la invitacin.
Y el Bachi a quien no se le iba una, le aconsej
con certeza:
-No vayas, catire, no vayas que te desairan.

65

Vers cmo no levantas pareja.


Carajo, ya lo haba pensado y ser mejor dejarlo
as -le contest con rabia apretada en lo profundo del
pecho.

66

VI
MIEL EN TAPARAS
Se acercaba el ao 14 cuando las cosas
comenzaron a ponerse feas.
En el pueblo de Sabaneta viva un hombre que
hablaba mucho y se llamaba Maurielo. Era rubio y
pronunciaba un espaol muy claro aunque con acento
italiano y su conversacin era culta y agradable.
Como a Prez Delgado le gustaba reunirse con
gente que contara cosas nuevas, se haba hecho amigo
del italiano, quien traa de Europa las ideas modernas.
Maurielo fue su amigo casi inseparable. Pero los
gestos desenfadados del italiano y la franqueza de las
expresiones, le fueron poniendo mal con el jefe civil
gomecista, quien sospechaba de todo aquel que no era
como l bruto y alfabeto.
Era un coronel pelo parado llamado Jos Antonio
Colmenares, que administraba la justicia y tambin la
renta del pueblo para mantener sus gallos finos.
Un domingo en la gallera, tuvo una discusin con

67

Maurielo cuando un gallo maran del italiano, le gan a


un malatovo de Colmenares.
-Eso no se hace. Colmenares. La palabra en los
gallos es sagrada y los compromisos se cumplen -le
reproch el musi, con decencia en el lenguaje.
-Eso es verdad, compadre Maurielo, pero es
mejor que nos vamos -le dijo Prez Delgado
contemporizando y sacndolo por un brazo, porque vio
al coronel Colmenares en plan de busca pleitos.
El coronel Colmenares qued solo en el medio del
redondel, cuando todos los galleros se retiraron
silenciosos, con sus gallos en las busacas reprobando lo
sucedido.
-Se envain el Maurielo y tambin se envainar
el otro -le dijo a Quiones, el jefe de la polica.
-Tenga cuidado, mi coronel, que Prez Delgado
es peligroso; ese hombre est probado y es muy difcil
de ganrsela. Adems, ya sali para su fundo y all
tiene gente que lo respalda. Con el otro, cuando usted
quiera mi coronel.
-Pues lo quiero ahora mismo, carajo!

68

No haba llegado Maurielo a la puerta de su casa


esa tarde, cuando ya Quiones lo traa preso en rueda
de policas.
Lo llevaron a la Jefatura y lo amarraron al
instante con un rejo largo y seco.
A las cinco de la tarde sali el coronel
Colmenares en un caballo con una soga arrebiatada y
detrs, amarrado en la punta, musi Maurielo, a pie,
apurando el paso para mantener el de la bestia.
Ms atrs todava iban dos hombres negros,
gordos, gigantescos, que lo arreaban a golpe de
chaparro, si demoraba la marcha que ya comenzaba a
cansado.
En la orilla del Bocon por el Paso Baronero
estaba pescando cachamas el viejo Cndido Daz,
cuando los vio pasar en la canoa.
Se escondi Daz detrs de un rbol hasta que
se perdieron en la ribera opuesta, pero como oy a lo
lejos unos gritos que sonaban como lamentos
desesperados, esper casi tres horas hasta que se
atrevi a pasar el ro y revisar los caaverales, donde
encontr la tierra fresca de una tumba recin cavada y

69

las caas bravas, an con sangre, del hombre que


haban matado a puro filo de machete.
A los tres das regres Colmenares diciendo que
haba entregado el preso a la crcel de Guanare y
aunque nadie lo crey, ninguno se atrevi tampoco a
comprobar lo que haba contado Cndido Daz en
susurros maliciosos.
Prez Delgado en La Marquesea, con rabia y
tristeza supo la noticia y desde ese da no volvi ms
Sabaneta, pero nunca perdi la idea de vengar a su
amigo.
En las noches oscuras se deslizaba silencioso
hasta el solar de la casa donde su hermana Petra
Prez, que entonces se haba mudado de Ospino, sala
en la madrugada para informarle de las cosas.
Por ella supo que el sbado temprano saldra el
coronel Colmenares a jugar una pelea de gallos en el
camino de Mijagual y que lo acompaaran los negros
que no lo abandonaban nunca y l llamaba los toecos
para burla de los pobladores.
Arm a Ramn Moreno, su criado y caporal de
sabana, y los dos se fueron a caballo por el rumbo de la

70

gallera.
Cuando el da declinaba pasadas ya las cinco, se
encontraron a un hombre alto y flaco, con un burro
cargado de taparas, que apareci en un recodo del
camino.
-Compaero, qu lleva ah? -pregunt Prez
Delgado. -Miel para la venta, seor.
-Ha pasado por la gallera, compaero?
-S, all vend dos taparas.
Se escondi Daz detrs de un rbol hasta que
se perdieron en la ribera opuesta, pero como oy a lo
lejos unos gritos que sonaban como lamentos
desesperados, esper casi tres horas hasta que se
atrevi a pasar el ro y revisar los caaverales, donde
encontr la tierra fresca de una tumba recin cavada y
las caas bravas, an con sangre, del hombre que
haban matado a puro filo de machete.
A los tres das regres Colmenares diciendo que
haba entregado el preso a la crcel de Guanare y
aunque nadie lo crey, ninguno se atrevi tampoco a
comprobar lo que haba contado Cndido Daz en

71

susurros maliciosos.
Prez Delgado en La Marquesea con rabia y
tristeza supo la noticia y desde ese da no volvi ms
Sabaneta, pero nunca perdi la idea de vengar a su
amigo.
En las noches oscuras se deslizaba silencioso
hasta el solar de la casa donde su hermana Petra
Prez, que entonces se haba mudado de Ospino, sala
en la madrugada para informarle de las cosas.
Por ella supo que el sbado temprano saldra el
coronel Colmenares a jugar una pelea de gallos en el
camino de Mijagual y que lo acompaaran los negros
que no lo abandonaban nunca y l llamaba los toecos
para burla de los pobladores.
Arm a Ramn Moreno, su criado y caporal de
sabana, y los dos se fueron a caballo por el rumbo de la
gallera.
Cuando el da declinaba pasadas ya las cinco, se
encontraron a un hombre alto y flaco, con un burro
cargado de taparas, que apareci en un recodo del
camino.

72

-Compaero, qu lleva ah? -pregunt Prez


Delgado.
-Miel para la venta, seor.
-Ha pasado por la gallera, compaero?
-S, all vend dos taparas.
-Y por casualidad no vio all al coronel
Colmenares?
-Como no, seor. El jefe civil se qued en la casa
de posada, donde Felicia Gudez, usted sabe, la vieja
goda que usa gorro colorado creyendo que son sus
tiempos. Est hacindole un sancocho de gallina, a l y
a los dos espalderos que le acompaan.
-Carajo, compaero, usted s sabe vainas y eso
me ha dado una idea -exclam Maisanta.
-Te quedas aqu amarrado en este mijao,
mientras me sirvo de tu burro para llegarles de
sorpresa -continu dicindole al arriero asustado, al
tiempo que le pona la punta del machete carama de
plata, hacindole cosquillas en la garganta.

73

-Te quitas la ropa, porque ellos te vieron y me


das el burro. Las dos cosas a mi me sirven.
Lo dejaron atado al palo con doble vuelta de
mecate de cerda y a las siete de la noche, cuando
todava estaba claro, lleg Maisanta a casa de Felicia
Gudez disfrazado de vendedor de miel.
-Me devolv, doa Felicia, porque ya es tarde
para entrarle a la montaa -dijo con voz gruesa.
Cuando le contest "pase adelante", la vieja
Felicia Gudez, ya Maisanta estaba en la sala con la
peinilla en una mano y el revlver en la otra, mientras
por la puerta de la cocina se meta Ramn Moreno y sin
siquiera darles tiempo a que se pararan de la mesa, al
coronel y sus toecos, all mismo los dejaron tumbados
a tiros de revlver y tajos de peinilla.
-Gracias, compaerito, por prestarme la
indumentaria, -le dijo Prez Delgado al arriero como
despedida, antes de perderse en la noche de la selva
de Mijagual, sin imaginarse que Jos Antonio
Colmenares no morira esa vez, gracias a los cuidados
de la vieja Felicia Gudez.
Cuando regres en la madrugada al hato, ya

74

vena decidido a abandonarlo todo, dejando a Claudina


Infante, con dos muchachitos pequeos, cara larga y
nariz recta, con los ojos color guarapo, para
reconocerlos siempre como los hijos de Maisanta.
Se fue por el rumbo de Nutrias, buscando al
general Juan Jos Briceo, su viejo amigo de la
Libertadora, quien en ese tiempo comandaba una
guarnicin del Apure.
Lo protegi este jefe como solan hacerla en
esos tiempos, hasta que se olvid el asunto y nadie
pudo probar quin haba atacado al coronel Colmenares
y sus toecos de Sabaneta.
As, llevado por las circunstancias, al cabo de
unos meses consigui Maisanta el ingreso a la
guarnicin del Apure como oficial de reserva en
misiones de confianza para hombres como l, capaces
de lo que fuera.
Su amistad con Briceo era muy vieja y estable,
pues en Barinas lo reforz una vez Maisanta, con tropa
de caballera cuando lleg, sorpresivamente durante el
ataque del Gato Barroeta. El da en que el negro
Sabina Palacios, mampuesteado y a dos cuadras baj
de un tiro a un hombre de azul que result ser el

75

general Toms Garbi, uno de los jefes invasores que


tenan cercado a Briceo.
El general andino no olvid este gesto nunca y su
influencia sobre Maisanta fue siempre muy grande y
decisiva, pues era el nico hombre a quien respetaba el
"Americano", como tambin le deca la gente por lo
alto, catire y buen mozo.
-Lo respeto porque es buen amigo, y hombre de
verdad. Guapo es el "guate" y yo le debo favores que
no tena por qu concederme -dijo una vez como
explicacin.
Continu bajo su mando hasta que Luciano
Mendible mat a Juan Jos Briceo en el cuartel de
Calabozo y desde ese da Prez Delgado qued libre
para seguir su propia fe.
Sin embargo, como haba pasado el tiempo y ya
tena relaciones en el ejrcito, sigui en el Apure
sirviendo en un cuerpo especial con el grado de capitn
y hasta visti el uniforme que realzaba su figura
gallarda.
Pero la revolucin contra Gmez otra vez
tomaba cuerpo y el general Alfredo Franco, su viejo

76

amigo de Cojedes, se alz el ao 14 recibiendo rdenes


del Partido Nacionalista y valindose de recados
secretos, logr de Maisanta la promesa de que si
atacaba a San Fernando, tratara de sublevar su
batalln.
Atac Franco la primera vez y Prez Delgado no
consigui apoyo para cumplir lo ofrecido.
En la segunda oportunidad tena Franco 800
hombres en las afueras de la capital, cuando un oficial
explorador lleg con la noticia a gritos y sin bajarse
del caballo, de que el general Len Jurado traa 500
hombres de refuerzo y estaba entrando a San
Fernando por el paso de Puerto Miranda, para apoyar
al doctor Nez, quien era Presidente del Estado.
Tuvieron entonces que batirse afuera con la tropa en
retirada, pero Len Jurado les persigui con sus
quinientos hombres buscando hacia el Arauca.
Das y das detrs de los revolucionarios,
adelante por la llanura, cabresteando a Len Jurado.
Hasta que se acomodaron en el Yopito muy cerca
de la frontera.

77

Era el Yopito un hato construido sobre un banco


de sabana. Enfrente tena una laguna de fondo llano
que llegaba al pecho de un hombre y se llamaba de "Los
Pollinos". Un solo camino de trilla, la atravesaba por el
medio en el filo de un terrapln de tierra pisada.

Los jefes del Yopito. En la foto aparecen, de pie: Gral. Maximiliano Sosa
(izquierda) y Gral. Alfredo Franco a la derecha

En el hato, el terrapln y en los corrales de palo


a
pique
de
mora
centenaria,
estaban
los
revolucionarios.
En la casa Alfredo Franco, y en los corrales
Marcial Azuaje, a quien llamaban "Cuello de Pana"
porque en la Revolucin Legalista le machetearon el
pescuezo que desde entonces se cubra con un cuello
alto de pana verde para taparse la cicatriz.

78

Entre el terrapln y los patios estaban tambin


Ildefonso del Moral, Fermn Toro, Kuno Plessman y
muchos ms que completaban 800 hombres.
Resistieron por cinco horas los ataques de
Jurado, con su gente igual que patos reales
atravesando la laguna con slo la cabeza afuera y el
muser entre las manos suspendido sobre la superficie
del agua mientras hacan pie firme para acelerar el
ataque.
Les mataron mucha gente, pero alcanzaron el
terrapln a pesar de que el cado, se mora ahogado en
el fangal, o comido por los caribes atrados por el olor
de sangre fresca.
Hasta Len Jurado fue herido y sacado en una
canoa, pero la tropa sigui avanzando y cuando cinco
horas haban pasado, se retir Alfredo Franco no sin
antes haber recibido un tiro en una pierna que le vol
la chocozuela.
Cada ejrcito con su correspondiente jefe
acostado en una hamaca por las heridas recibidas,
sigui por la sabana ilimite atacndose sin cesar.
Se pararon los revolucionarios apoyados en el

79

barranco del cao El Congrio, donde las cargas de


caballera del general Rodolfo Pia y el coronel Roque
Puerta, lograron detener al gobierno justo el tiempo
necesario para permitir que los derrotados
atravesaran la frontera.
Cuando los revolucionarios entraban a El Viento,
el general Jurado, herido, ocupaba el pueblecito vecino
de Elorza y hasta El Viento mand su mdico para que
curara al general Franco, en otro de sus gestos de
coriano bravo y caballero.

80

VII
SOLAMENTE REVOLUCIONARIO
Mientras esto estaba pasando, sali el vapor
"Masparro" de San Fernando de Apure y en l iba
Pedro Prez Delgado con las ganas retozndole de
ayudar a su compaero. Y cuando el barco pit dos
veces en la vuelta de La Catira, donde desemboca el
Portuguesa en el ro Apure, ya iba alzado para unirse a
la Revolucin.
-Aunque esta revolucin del carajo no logra
unificarla nadie, pues todos los jefes quieren mandar y
a ninguno reconocen por completo -le deca al Mocho
Payara, que se haba embarcado con l y era su hombre
de confianza.
-Esa es la vaina, mi capitn, mientras el gobierno
cumple una sola orden, nosotros no nos ponemos de
acuerdo.- Por un lado Franco, que es nacionalista, y por
otro. "Cuello de Pana" con sus liberales amarillos y as
cada quien sin lograr un entendimiento.
-Y usted qu vaina es, mi capitn?
-Yo no soy nada de eso. Mocho Payara, yo slo

81

soy revolucionario para que tumbemos al tirano y


comencemos a mandar los de abajo. &os son los que yo
quiero que me sigan.
-Ah, carajo Pedro Prez, t con tus vainas otra
vez -le replic Payara un tanto mohno y en confianza.

Sublev a la tripulacin del barco en un playn


del ro, hizo prisioneros a los que no quisieron estar de
acuerdo con l y los dej abandonados para no tener
que fusilados.
Desde ese da comenz a pararse en los pueblos
ribereos y a conversar con la gente arengndola con
fervor.
-Con la falta que me hace el bachiller Elas para
que me escriba una proclama -deca con nostalgia-,
pues aqu en este pas todo el que se alza lo primero
que hace es escribir la suya, pero que carajo, a falta
de proclama le hablo a la gente. Mai Santa, que son
bastantes!
En el medio del ro, aguas arriba, el barco negro
como una tonina iba remontando el Apure y por las
playas la gente de a caballo siguindolo de cerca como

82

si los atrajera el peligro y la muerte que seguro los


esperaba.
El plan era recoger hombres en cada parte y con
las armas del barco formar un batalln para asaltar a
San Fernando. Y con el parque del cuartel, completar
un poderoso contingente para atacar a Len Jurado
que deambulaba por los esteros detrs de Alfredo
Franco.
Por donde pasaba el vaporcito desde la boca del
Arauca, la gente lo segua y en las playas soleadas,
entrenaba Prez Delgado los reclutas bisoos todos
los das por la maana.
Hasta la gente del profeta Enoc se vino a
formar en sus filas pues el profeta Enoc con su tnica
blanca que no se le ensuciaba nunca, recorra el llano
dejando solos los hatos ofrecindoles la redencin a
los hombres y Prez Delgado les ofreca la libertad y
tambin el botn en el camino del triunfo.
-iMai Santa y tiene gente el viejito! -se dijo
Prez Delgado cuando lo encontr acampado en un
claro de sabana junto con aquel gento que oa sus
predicciones.

83

Ese da consigui 100 hombres, casi todos


conocidos y de confianza, mientras el profeta con el
resto segua con sus sandalias de cuero crudo y su
barba cana y rojiza al viento, rumbeando para Zamora
por los mil caminos del llano.
Cuando el barquito se acercaba a San Fernando,
venan en l 200 hombres y por las veredas del monte
500 ms de a caballo para atacar la ciudad.
Atrac el "Masparro" y se qued quieto en el
desembarcadero con las calderas prendidas y su
chorro de humo negro pintando el cielo azul de San
Fernando, mientras bajaba la infantera dispersndose
por las calles donde ya los de a caballo comenzaban a
penetrar desde las sabanas cercanas.
Cinco cargas dieron ese da sin poder pasar el
primer piso del palacio Fonsequero, pues all, el coronel
Silvestre Castellano y sus tigres de Jobalito, se
defenda acorralado con la furia y el valor de los que
as se encuentran. Cargaban al machete, metan la
caballera en filas compactas reventando las hileras de
bayonetas, pero no lograron tomar ni el cuartel de
Casa de Zinc, defendido por el comandante Bonifacio
Blanco, ni el palacio Fonsequero a pesar de que el
propio Maisanta, le lleg al portn de madera vieja

84

reventndolo con sus hachazos.


Por la tarde tuvieron que retirarse dejando gran
parte de la gente muerta y Maisanta le dijo al Mocho
Payara:
-Esta vez tampoco pudimos y te puedo jurar que
jams podremos pelear mejor, pero la guerra es la
guerra y Gmez tiene lo suyo: armas, dinero y mano
libre para quienes le sirven con lealtad, por eso lo
defienden tanto.
Cuando comenzaron a retirarse e iban a una
cuadra de distancia, record Prez Delgado que en el
cuartel
de
San
Fernando
tenia
oficiales
comprometidos para entregarle el parque a la
revolucin. Y de improviso se volte gritndole a los
que lo acompaaban:
-MaiSanta, nos traicionaron los hijos de puta!
Nos aseguraron que desde adentro empezaran el
alzamiento y nunca ha resistido mejor una tropa
avisada, pues esos carajos saban que yo atacara hoy.
Traicin con traicin se paga, Mocho Payara, y
barajust el caballo que le haba quitado a un soldado
en el fragor del combate, llamando al bobo del pueblo,
un muchacho monglico que se llamaba Ramn Santana

85

y le dijo con furor:


T conoces al coronel Silvestre Castellano. Vete
all y entrgale esto de parte ma.
Mientras Prez Delgado se retiraba, el bobo le
entreg el papel al coronel Castellano y cul no sera su
sorpresa cuando se encontr con la lista de los
oficiales comprometidos, quienes no tardaron mucho
tiempo en estar camino de La Rotunda.
Con las sirenas entristecidas, pitando de tanto
en tanto, se retir el vapor "Masparro", cuando caa el
atardecer.
Ya el telgrafo funcionaba y por el alambre se
fue la noticia, alertando a Isilio Febres Cordero de que
para Barinas iba la gente de la revolucin y no tardaron
en estar listos en los barrancones de Puerto Nutrias
las tropas del estado Zamora que defendan a Juan
Vicente Gmez.
En el medioda sofocante se anunci al vapor
"Masparro" en el pueblo de Santa Catalina y en el paso
del ro se entrevist Prez Delgado, con el coronel
Alejandro Ojeda y su tropa de caballera. Caballos
negros, caballos blancos, caballos ruanos, rucios, rucio

86

azules y zainos guacharacas.


-Se saluda, coronel.
-Desde hoya sus rdenes, general
Y general lo siguieron llamando despus de aquel
reconocimiento, pues Alejandro Ojeda era el jefe
liberal ms antiguo que por el llano quedaba y as seria
el prestigio de Maisanta cuando lo reconoca por jefe,
un coronel que vena de la Revolucin Federal.
Brindaron y comieron ternera bajo la sombra de
un Guamal y en la noche sigui el vapor remontando las
aguas fangosas.
Al mismo tiempo sali la caballera de Ojeda.
Adelante la vanguardia y a la cabeza de ella, muy
bizarro, el capitn Vctor Pea, a quien llamaban
Caramucho.
Trescientos jinetes de lanza, machete y
carabina, recortando la sabana para salir pasillaneando
a los barrancones de El Picacho, a la entrada de
Puerto Nutrias, donde estaban acampados 600
soldados del gobierno con el hablar cantado de los
hombres de la serrana de Calderas donde les fue ms

87

fcil hacer la recluta.


Los comandaba el general Carlos Jordn Falcn
y el general Jess Antonio Ramrez, los dos haban
estado en la pelea de la Victoria, luchando contra los
andinos y del liberalismo se haban pasado a Juan
Vicente Gmez quien ya dominaba la patria con su
ejercito organizado y el dinero petrolero.
-Hasta aqu llegaron las banderas dijo un vez el
general Jordn Falcn. Porque al ejercito de lnea con
parque plata, comida y museres de repeticin, no se le
puede pelear con chopos y muchos menos con lanzas.
Por Ojeda supo Prez Delgado que no se tenan
noticias del general Alfredo Franco y que, con su
propio fracaso de San Fernando, poco podran lograr
en Puerto Nutrias. Pero su fantasa era tan grande,
que segua con optimismo, porque cuando el hombre se
sabe caudillo se siente como en la gloria y solo ve los
triunfos dentro de la bruma que le sierran el
pensamiento.
-MaiSanta, pa`lante que son bastantes! Y se
vea comandando grandes multitudes.
Como en los tiempos de Ezequiel Zamora!, sin

88

darse cuenta cabalmente que estaba entrando en la


poca moderna donde se terminaba la Venezuela
pastoril para entrar en la millonaria, neocolonial y
dependiente.
El coronel Ojeda sali adelante y romo por
tierra y a caballo se anda ms rpido que por agua en
un vaporcito cabezeador, apareci primero en las
sabanas de El Viga, reventando en El Picacho cuando
clareaba la maana.
En ese mismo momento Maisanta Prez Delgado,
ron el vapor a toda mquina y pitando romo un toro
bravo, sali en la curva lejana de agua azul ron ribetes
verdes donde el Apure se estrecha para formar la
resaca que se mete en El Picacho, atracadero de los
barcos.
La infantera la haba desembarcado en la boca
del cao Caimn para que entrara por detrs y los
agarrara desprevenidos, en una carga a machete
comandada por el Mocho Payara, quien ron una mano se
bastaba para manejar la peinilla mejor que todo el
mundo.
Cuando Maisanta vio desde el barco que ya
entraba el Mocho, mand a suspender los fuegos para

89

no herir a su propia gente y con la sirena del barro le


dio la seal a Alejandro Ojeda para que metiera los
caballos.
Por los callejones del monte iban desembocando
los jinetes a los gritos de "Camarucho":
-Pa'lante muchachos y a la lanza!
Saltaban los barrancones y se metan en las
galeras de los anchos corredores de las casas del
puerto, donde se protegan los soldados del gobierno,
quienes ya tenan das all, en la barranca pelada,
cuando apareci el vapor, vaporcito de agua dulce de
cuando los ros tenan caudal.
El barco estaba forrado con cueros secos de
res, cuyos extremos colgaban sobre la cubierta. Vena
el balazo de muser y se batan al impulso dejando las
balas fras sin efectividad precisa. Ms atrs, dentro
del barco, estaba la gente del "Americano" de lado y
lado del casco, tiro va y tiro viene a cada playa del ro.
Pas dos veces con sus chapaletas chorreantes
bajando y subiendo la corriente. Desapareca por ratos
en la curva y continuaba pasando y pasando, tiro va y
tiro viene y los andinitos asustados, pues nunca haban

90

visto una casa flotando que piraba como un toro y


botaba humo por la chimenea y plomo por las ventanas.
Justamente en el momento en que 'el humo
enmantaba el remanso fue cuando cayeron los
macheteros. Eran 20, 30, 40, quin sabe cuntos.
Machetazo por delante; machetazo por los lados,
brillando lustrosos cada vez que caan tajantes.
Comenz a correr la gente dejando el muser
atrs y fue cuando los del vapor empezaron a disparar
de nuevo y a desembarcar presurosos hacindole
descarga tras descarga a los que huan despavoridos.
Los que tuvieron ms valor y se quedaron a
resistir, cayeron bajo el filo de los machetes de la
gente del Mocho Payara y las cargas a lanza de
Alejandro Ojeda; unindoseles en ese momento, el
propio Maisanta Prez Delgado, quien a la cabeza de su
propia guardia pisaba tierra por el desembarcaderos,
A muchos les llam la atencin que se bajara el
"Americano" usando un zapato y una alpargata, porque
tena un pie enfermo de la punzada de una raya cuando
das antes se zambull desde la cubierta del barco a
quitar unos caramos que le impedan el paso en el cauce
de arena blanca.

91

Vesta blusa blanca cerrada en el cuello y


sombrero pelo e guama con una borlita de estambre
adornndole la cinta.
Banda amarilla en el pecho que le sostena el
sable y a sus gritos de iMai Santa! avanzaba toda la
gente mientras los caballos de Alejandro Ojeda
remataban a los rezagados, reventando con el pecho
las barandas de las casas y a las tropas que enviaba de
refuerzo al mando de Arturo Jurez, el coronel
Martnez Lecuna, quien sostena la retaguardia de las
fuerzas del gobierno.
En la puerta del mejor almacn del pueblo, le
grit "musi" Novellino:
Carajo, Maisanta, no vas a dejar ninguno vivo.
Te brindar esta botella de brandy pues no habr
quien me denuncie!
-Gracias, don Toms, porque sta la celebramos
y ya vuelvo para aceptrsela -le contest Prez
Delgado, cuando pasaba en la pelea.
Se retiraron Jordn y Ramrez y junto con ellos

92

todo el ejrcito, dejando las calles pobladas de


muertos, heridos, mochilas y museres, mientras los
soldados de la revolucin recogan el botn de guerra.
Hasta los quepis de los oficiales de lnea
estaban abandonados en las calles y sobre su sombrero
de palma real se mont uno el Mocho Payara.
Las fuerzas de Jordn Falcn estaban reducidas
a slo 175 hombres y entraban a la ciudad de Nutrias
distante 2 kilmetros del sitio del desembarco con los
gritos de Maisanta, oyndose en la retaguardia.

Cuartel y crcel de Ciudad de Nutrias

-iMai Santa, Virgen del Socorro! Esta vez te


necesito.

93

Y se manoteaba el escapulario cosido en la


franela al cual sus soldados ingenuos le atribuan el
poder real de detener las balas en lo ms duro del
combate.
En las casas de la ciudad de Nutrias trataron de
resistir los del gobierno, pero ya la caballera de
Ojeda recorra sus calles blancas, sacando polvo a la
tierra y chispas a las aceras de piedra, lo cual ocasion
de inmediato la dispersin total de las fuerzas
oficiales y cada quien tom el camino que le dejaba el
miedo.
Los persiguieron hasta el Vegn de Nutrias.
Regresaron ya casi de noche con filas de prisioneros.
Los guatecitos asustados pedan clemencia temprano,
temiendo que los fusilaran.
Con la tarde se fue calmando el pueblo en la
tranquilidad que sigue a la tormenta y la gente
comenz a asomarse a las puertas de las casas.
Los muertos arrastrados por los pies, eran
amontonados en las esquinas y a los heridos los metan

94

Ciudad de Nutrias, por esta calle larga de casas Blancas entr Maisanta

en la iglesia para tratar de curarlos. Comenzaron a


escucharse de vez en cuando vivas! vivas al Americano,
vivas, que se fueron haciendo ms frecuentes hasta
que se hizo un coro de voces campesinas. Vitoriaban a
"Maisanta" Prez Delgado como si fuera una esperanza
dentro de tanta barbarie. Cualquiera habra pensado
que era una Venezuela distinta.
Un muchacho de 14 aos, que haba sido el
informador silencioso que sali del pueblo en las
noches sin luna, montado en un caballo en pelo para

95

avisarle a Alejandro Ojeda sobre el nmero y


distribucin de las tropas de Gmez, se present al
Americano en el mismo caballo negro. Entre aplausos y
vivas comenz ese da su aventura el futuro capitn
Fidel Betancourt, quien despus se distinguira
durante largos aos de Revolucin.
Cuando termin la euforia del triunfo se retir
el Americano por el camino del Puerto.
En las ltimas calles del pueblo, encontr a un
hombre montado en un caballo castao y chuto que se
le acerc a paso lento y cul no sera su sorpresa, al
reconocer al bachiller Elas Cordero quien lo saludaba
alborozado.

Iglesia de Ciudad de Nutrias, donde recogieron los heridos del combate

96

Las paradojas de la vida, Prez Delgado, yo que tanto


te azuc en esto de la Revolucin, hoy me encuentras
en Nutrias como Secretario de Jordn. Como saba que
eras t el jefe del asalto, me qued para saludarte.
-Que vaina, bachi Cordero, con las cosas de la
vida, pero no se preocupe, que usted anda de
secretario y los secretarios no pelean, esos escriben.
Cundo carajo se ha visto un secretario peleando!
Ahora me vas a servir a m redactando un telegrama
contndole a Juan Vicente Gmez cmo le tomamos
este pueblo, pero primero tmate un brandy conmigo,
pues en alguna forma debemos celebrar el
encontramos de nuevo.
Despus que se tom el trago, le dijo Elas
Cordero con voz de resignacin:
-No seas tan optimista, Prez Delgado, este pas
ha cambiado y a este hombre no lo tumba nadie. A los
venezolanos de ahora lo que les interesa es el real y la
influencia para mantenerse arriba. Las ideas de una
patria
mejor,
donde
todos
tengan
iguales
oportunidades, las consideran pendejadas, pendejadas,
todo lo que yo te deca!

97

Ciudad de Nutrias inundada con sus calles de aguas azules. Las casas eran
construidas sobre pilotes y el agua les lavaba las tablas del piso

Esa tarde de alborozo pasaron dos cosas en


Puerto de Nutrias, que no se olvidarn nunca: Prez
Delgado entr a una pulpera y agarr una pieza de tela
amarilla.
Con ella debajo del brazo atraves la calle y
lleg donde doa Mercedes de Guevara quien tena la
nica mquina de coser en el pueblo.
Cuando penetr en la casa de piso entablado,
pues las de Puerto de Nutrias se construan sobre
botalones de madera porque el ro inundaba las calles
98

durante el invierno y slo las tablas separaban la gente


del agua, oy unos golpes sordos en la oscuridad de un
cuarto cerrado y slo su fino odo pudo descubrir lo
que significaban.
Doa Mercedes era la esposa del jefe civil, el
coronel Miguel Ramn Guevara, viejo oficial liberal.
-Doa Mercedes -le dijo el Americano---, aunque
esgarre, hgame con esta muselina, unas banderas y
varias divisas amarillas para adornar mi tropa y dgale
al coronel Guevara que saque el caballo que tiene
escondido en el cuarto con los cascos enfundados. Que
salga para que vea su color de .otros tiempos y salude
al general Prez Delgado que con l no se va a meter,
aunque, ahora despus de viejo, sea jefe civil de
Gmez.
Por la puerta del cuarto sali al rato el viejo
coronel Guevara, de diestro un caballo con las patas
embojotadas en fundas de trapo y una sonrisa de
tristeza en la cara.
Y la otra cosa fue con la vieja Petra Julia, la
posadera del pueblo, enemiga del Mocho Payara, a
quien una vez denunci de estar hablando mal del
gobierno.

99

-Esta vieja me la paga aunque sea con un susto se dijo el Mocho Payara cuando la vio de lejos en la
puerta de la posada.
-Doa Petra, ya pas la pelea y ahora tenemos
hambre, hganos un sancocho -le grit.
-De qu te vaya hacer sancocho Mocho Payara,
si aqu se acabaron las gallinas, comers muerto,
Mocho Payara -le contest la vieja con insolencia.
Enfurecido el hombre, se volte para la calle y
abrindole un ojal en la oreja a uno de los muertos del
gobierno, le dijo a un soldado: -tngame aqu -y con su
nico brazo dej caer el machete cercenndole la
cabeza al cadver.
Guard el sable destilante dentro de la funda en
su cintura, agarr la cabeza que colgaba por el ojal en
la mano del sorprendido soldado, se meti en la cocina
de su enemiga y dejndosela en el fogn le grit con
sorna:
-Si quieres hacerlo de muerto, aqu tienes la
cabeza -y sali de la casa pasndole por un lado a la
vieja Petra Julia que se debata en convulsiones de
terror y asco.

100

La casa de Lazo Marti en Ciudad de Nutrias

Esa noche cuando a la luz de un farol en la


esquina de musi Novellino discutan los planes de si
seguir o no para Barinas, se present un hombre de
modales finos y gestos comedidos, blanco, delgado, de
bigotes negros y con las mangas de la camisa
manchadas de sangre. Era el mdico de la ciudad de
Nutrias que haba curado a los heridos.
-Tanto gusto doctor, ya supe que usted estuvo
en La Victoria cuando peleamos all. Ojal se venga con
101

nosotros pues si las cosas siguen bien iremos pa'lante


y su prestigio nos ser muy til, le dijo el Americano.
Pero viendo que el mdico le sonrea con
profunda simpata pero no le contestaba nada, se fij
en el telegrafista Carmona quien se present en ese
momento con un parte de guerra que le haba llegado
para el general Jordn. Lo tom de pronto como si
presintiera algo y comenz a leerlo silencioso,
enterndose del inmediato del desastre de la
Revolucin.
El Mocho Hernndez, quien invada por el Estado
Bolvar, no pudo avanzar un paso, ni siquiera porque lo
apoy el general Angel Lanza I y tuvieron que pasar a
la Guayana Inglesa donde los hicieron prisioneros.
Alfredo Franco haba sido derrotado en el Yopito
teniendo que asilarse con sus compaeros en el Arauca
de siempre Fue entonces cuando se dio cuenta cabal
de que su triunfo de Nutrias no tena futuro.
Se volvi relampaguendole los ojos por la rabia
del momento y le pregunt al coronel Ojeda, quien con
la pierna en el pescuezo de su caballo zaino lo miraba
cabizbajo:

102

Coronel Alejandro Ojeda, el de las cargas de caballera

103

-T sospechaste esta vaina, Alejandro?


Y el coronel le contest:
Estaba seguro que pasara as porque nosotros
estamos desunidos al pesar de que somos dueos del
terreno y conocemos todos los caminos de la sabana,
pero yo tengo una sola palabra, y le dije que contara
conmigo y aqu estoy con usted tirando esta parada.
Displicentemente se despidi Pedro Prez
Delgado de los que lo acompaaban, pero antes de
seguir su camino hacia el embarcadero donde se vean
las luces del vapor, le dijo al doctor:
Mai Santa doctor! es mejor que se quede
terminando de curar los heridos, esta guerra se acab.
En la madrugada del otro da se levantaron las
chenchenas en los mogotes del ro con el ruido de las
calderas cuando desatracaba "El Masparro", pues
Maisanta Prez Delgado abandonaba el puerto en
retirada estratgica despus de un triunfo resonante.
Se llevaron las armas, las municiones y el
bastimento que les obsequiaba la gente, como si en el
fondo se identificaran con lo que l representaba.

104

Despus qued el sueo, el sueo de algo que


pas y la gente sigui cantndole hasta en la copla
sabanera:

CORRIO DEL PICACHO


1. Si me permiten seores
yo les contar una cosa
lo que le pas a Jordn
en el gran Distrito Sosa.
2. Les voy a contar la historia
de lo que pas en El Picacho
Jordn y Miguel Martnez
contra Pedro Prez el macho.
3. El 10 de junio en la tarde
marcharon para El Picacho
fueron a atrincherar la gente
y all doblaron el cacho.
4. Marcharon hacia El Picacho
en compaa de Carmelo
dejando las armas solas
para que sostuvieran los fuegos.

105

5. Jordn y Miguel Martnez


dorman en la Prefectura
cuando rompieron los fuegos
cada uno ensill su mula.
6. Martnez sali corriendo
la plebe hacindole burla
porque dicen le pegaba
con el sombrero a la mula.
7. Jordn le dice a Martnez
con ciertas frases de burla:
aprese compaero
pguele duro a la mula.
8. El teniente Cala Snchez
hombre de temple y bravura
con su sombrero en la mano
le daba en el anca a la mula.
9. Qu le pasa, mi teniente?
yo lo veo muy preocupado
Pedro Prez no es el hombre
que a m me tenga asustado.
10. Aprese general que
ya nos vienen siguiendo

106

Pedro Prez y su gente


van a entrar a la ciudad.
11. La sagrada de Jordn
que hacia abajo se perdi
a las 10 de la maana
a Boquerones lleg.
12. Todos llenos de pavor
huyeron los caldereos
preguntndose uno a uno
con tamaa turbacin
Qu ser ese peroln
que por doquiera bota humo?
13. Celso Arnensen y el
Americano bajaron ltimos
del vapor y con slo
dieciocho hombres
dieron el asalto mayor.
14. Maisanta, que son bastantes
palante Mocho Payara
deca Prez Delgado
a las cuatro de las tardes.
15. Alas! Pues que ms pensamos

107

marchmonos hacia Calderas


no contemos con Jordn
que ya se fue a la carrera.
16. Jordn le dice a Martnez
de aqu me sacan una historia
pero todo el mundo sabe
que yo peli en la Victoria.
17. Pedro Prez desde su barco
retirandose para el Apure
Les dijo adis a los guates
En la vuelta de Merecure.
18. Aqu se acab la historia
De estos generales tan guapos
Todos se fueron corriendo
Cuando Maisanta baj del barco.

(Copiado de una parranda de Puerto Nutrias en 1969. cantaba Miguel Toms


Cola, hijo del Teniente Cola Snchez).

108

VIII
UNA CALMA INQUIETANTE
En Barinas todo era soledad.
Don Isilio en su despacho encortinado de
terciopelo rojo, esperaba las noticias en la vieja casa
de gobierno.
A su alrededor, callados y nerviosos estaban los
empleados del ejecutivo.
Sentados en sillones de mimbre desesperaban el
tedio y el calor atosigante.
En este pueblo triste nunca pasaba nada y la
gente se entretena contando las consejas de siempre
en la tertulia provinciana.
Anoche vieron una luz azulosa en las ruinas del
palacio del marqus. Y entonces amanecan los
buscadores de tesoros hoyando a punta de barreton la
plata enterrada.
Otros, oan la carreta de los corrientes de la
ltima epidemia, traqueando a golpe de las 12 sobre las

109

calles empedradas.
Un cazador de chcharos se encontr con el amo
del monte, un viejo largo y seco con el pantaln rado y
un bonetico rojo, arriando una manada de dantas para
los pozos del ro.
Una vez entraron en el mes de marzo y a pleno
sol de las 2 de la tarde, centenares de vquiros
salvajes, arremetiendo contra todo lo que vean.
Mordieron gente, burros, acabaron con un yucal
y uno sali de la iglesia con la casulla del cura en la
boca. Eso fue cuando la gran sequa que acab el pan en
el llano, marchitando las sementeras.
Los enamorados furtivos en las noches oscuras
saltaban por los zaguanes en busca de amores
escondidos.
Y las serenatas de los sbados, con brindis de
ponche y ron, en las salas de las casas con la luz
mortecina de los candiles de sebo.
Si no se hablaba de estas cosas, se tenia que
hablar de poltica, o del programa para el da de San
Juan, cuando paseaban hasta la plaza Bolvar el enorme

110

retrato de Juan Vicente Gmez, cruzado por una cinta


tricolor, disputndose el honor de cargarlo los seores
vestidos de negro.
De lo nico que se podra haber hablado
animadamente era de las andanzas de Maisanta, pero
eso estaba prohibido y tena que hacerse en susurros.
Decan que Italia Unti, una catira juncal y
buenamoza, reciba correspondencia de Maisanta, pues
haba sido su novia en Obispo.
No falto quien recomendara durante las
conversaciones del gran saln de cortinas rojas,
vigilarla con disimulo cuando se apagaban los faroles.
Los jvenes de la sociedad estaban todos
armados de mauser y haciendo guardias de
reglamento, pues todo soldado y pen disponible haba
salido para Puerto de Nutrias.
Una noche oscura de tormenta y lluvia porque
era el mes de julio y la luna no sale lloviendo, el grupo
de los Arvelo, Tapia, Febres, Encinozo y Jimnez
estaban tan nerviosos y asustados que dieron un alto,
Quin vive?, varias veces, cuando sintieron pisadas
fuertes en las charcas del camino a la entrada del

111

pueblo. Y como nadie contestara, comenzaron las


descargas de fusilera.
Ocho burros y cinco vacas de patio amanecieron
tendidas por el fuego de los fusiles inquietos que
esperaban a Maisanta.
A los 3 das de zozobra, entre caf y dulce que
mandaban de las casas a los hombres reunidos en la
Casa de Gobierno, por el paso, de Torunos, comenzaron
a salir los soldaditos de Calderas con el pnico
retratado en sus caras de hambre y sed de varios das.
Un oficial se olvid en El Vegn de que el caballo
estaba amarrado y le revent los ijares con las
espuelas de rueda grande sin salir del mismo sitio, a
pesar de los azotes que le daba con el sombrero.
En el vado del ro Santo Domingo pasaron
acordonados, agarrados de la mano, pero como los
andinos no saben nadar, se ahogaron muchos en los
remolinos de agua turbia.
Cuando aparecieron los primeros en los alrededores del pueblo, cundi el pnico de verdad en la
ciudad dormida.

112

Entonces, se movilizaron los hombres del saln


de las cortinas rojas y comenzaron a enterarse del
desastre de Puerto de Nutrias.
-Dganle al general Jordn que como castigo por
esa derrota, pase directo-a Maracay a informarle
personalmente al general Gmez lo que pas en Nutrias
-orden don Isilio, abotagado y rabioso, esa tarde de
pena.
En la noche, la tensin se hizo ms grande
porque los cuentos eran ms y ms exagerados y el
miedo se aumentaba con cada nueva informacin de los
que aparecan continuamente.
Para colmo de males al catire Lino Traspuesto se
le ocurri la travesura de amarrarle malojo fresco a la
cabuya de las campanas en el Altozano de la iglesia.
Cuando los burros sueltos en las calles solitarias se
acercaron en la madrugada a comrselo, comenzaron a
doblar a difuntos las campanas de Barinas cada vez
que el burro daba un mordisco al malojo del mecate.
Todo el pueblo se ech a la calle creyendo que
estaban anunciando la entrada de Prez Delgado.
En la maana temprano decidieron evacuar la

113

ciudad y mudarse a Barinitas.


Ya 'la caja fuerte negra del general Febres
Cordero estaba montada en una carreta de bueyes y
cada quien acomodaba su equipaje en burros, caballos y
mulas, cuando lleg un "expreso" de Nutrias diciendo a
todo gaote que "Maisanta" se haba retirado.
Como por encanto volvi la paz y comenz de
nuevo a sentirse el tedio y la modorra del calor en la
ciudad donde nunca pasaba nada.
Con la cercana de "Maisanta" la gente se haba
alborotado y hasta al propio general Febres Cordera le
faltaron el respeto mientras pasaba a caballo, seguido
de su espaldera, por la calle real de Barinas y detrs
de una pared blanca de la casa de los Jimnez, unos
zagaletones le gritaron con voz de burla y escarnio:
Abajo Gmez! Viva la Revolucin!
Por los solares y rompiendo los caizos se meti
la polica buscando los culpables. Pero la calma retorn
y hubo tiempo para poner de nuevo las cosas en el
lugar en que siempre debieron estar si no hubiera sido
por "Maisanta".

114

IX
LA LUMBRE DE LOS MACHETES
All lejos, Maisanta, ante la situacin creada de
que Franco estaba derrotado y se quedaba sin apoyo
en el Apure, en una de las enormes vueltas del ro,
donde el agua clara de un cao se confunde con el agua
azulosa del ro, en una resaca escondido entre
guamales frondosos, meti de proa el vapor y botando
la rueda del timn en la profundidad del pozo le dijo a
la gente:
-Pie a tierra.
-Nos vamos en lnea recta para salir a Elorza
donde hay tropas acuarteladas, las asaltaremos por
sorpresa y conseguiremos informacin;
-El coronel Ojeda se queda con los suyos en
Santa Catalina y nosotros nos vamos en los caballos.
Montaron cincuenta hombres en cincuenta
caballos que Ojeda les tena listos en un, claro de
sabana y se perdieron en lontananza.
Tres das despus llegaban a Puerto de Nutrias

115

dos vapores ms: "El Apure" y "El Arauca", con mil


hombres de refuerzo y como no encontraron ni rastros
de la gente de Maisanta, orden el coronel Godoy
rematar los heridos enemigos que escondan en las
casas.
En el propio Picacho los colgaron de las ramas
paralelas de una ceiba gigantesca, y todo aquel que
ayud o dio de comer a los revolucionarios fue pasado
a palos para escarmiento de los dems.
La posadera Petra Julia, le indicaba en la noche
al propio coronel Godoy el nombre de los
comprometidos, cuando en una cama de catre se
revolcaban lascivos sin saber que debajo de ella,
estaba escondido esperando la madrugada para
fugarse del pueblo, el correo Fidel Betancourt quien
saba que ese era el nico sitio de Nutrias donde no lo
habran buscado nunca.
Por la sabana sin matas iban los cincuenta
hombres cuando en la distancia vieron una casa que era
el hato Herrereo. Se adelant el Mocho Payara y
entr solo al paradero. Amarraba el caballo en el
soberao de la caballeriza, cuando Herrera le dijo:
-Pase

adelante

seor

-brinc

Payara

116

desarmndolo de un can largo que portaba, al mismo


tiempo que los otros entraban en los patios.
All hicieron campamento, mataron dos vacas
gordas y comenzaron la conversacin que anunciaba
cordialidad.
-Por qu tan poca gente? -le pregunt Carlos
Herrera.
-Porque cada uno de los mos, vale por veinte de
los de Gmez, paisano -le contest El Americano y le
deca paisano porque Herrera era de Portuguesa y se
conocan desde antes.
Al terminar de comer durmieron alertas toda la
noche, pero a las cuatro de la madrugada se levant y
le dijo:
-Gracias, paisano, pero nos vamos, perdone que
me lleve sus caballos pero son para la revolucin. Se
volte hacia los corredores donde la gente dorma y
les grit:
-Arza, arriba muchachos que la chiva renca
madruga y le echa tres peos al da! Era la contrasea,
porque como si tuvieran resortes volaron de las

117

cobijas a ensillar los caballos a la orilla del cao.


-Paisano -le dijo Herrera-, djame el revlver
que lo tiene el del caballo alazano, un teniente que
ensillaba en la pata de un corozo.
El Americano dirigindose al, aludido le dijo:
-Teniente, dele el revlver de mi cmara.
-Yo no lo tengo mi general.
-He dicho que lo entregue.
Y el teniente le entreg el arma.
Esa maana remontaron al negro Manuel
Caballero que se les haba unido en Nutrias, en el
caballo mosqueado de silla del propio Carlos Herrera.
Caballerito era cometa en la banda de Ciudad de
Nutrias y antes de salir no se olvid de la corneta;
pero despus que siguieron camino y las leguas se
hacan largas se arrepinti de pronto devolvindose del
cao Chorroco. Con dos das de hambre se perdi en
los manglares y cuando ya no tena esperanza se le
ocurri tocar la cometa. La cometa reventaba la

118

sabana con sus toques repetidos que parecan ordenar


una carga, para, susto de los vecinos que crean que
era otra vez Maisanta. Cul no sera la sorpresa cuando
atrados por la curiosidad se acercaron al ro, y en lo
alto de un caramo vieron al negro Caballero con la ropa
hecha jirones y muerto de hambre suena-que suena su
corneta.
Mientras tanto, caminaban y caminaban los
cincuenta hombres por la sabana pelada, reventando
los pajonales con los cascos de los caballos y el polvo
se les pegaba en la garganta reseca por' la sed y el
calor.
A los diez das de marcha se acercaron a Elorza.
En una mata esperaron que la noche fuera noche y
cuando pasaron las doce empez la movilizacin.
-A las tres de la madrugada llegan los peseros
muchachos. Aprovecharemos la oportunidad de esta
fiesta de Elorza, Mai Santa! tendrn bastantes
marranos esta noche los peseros del pueblo -dijo
Pedro Prez y comenz a dar rdenes.
-A desnudarse, gente; t tambin Mocho Payara.
El nico que va vestido soy yo, que voy de marranero.

119

Treinta hombres desnudos y caminando en


cuatro pies invadieron las calles desde donde se
vislumbraban las primeras casas del pueblo.
-Acurdense que la pesa y los chiqueros estn al
lado del cuartel yeso nos favorece. Pasaremos al
centinela a media cuadra de lejos y llegaremos junto a
la puerta de la casa. La noche est tan oscura que no la
corta un cuchillo, y al estar enfrente, p dentro todo
el mundo y al machete sin compasin!
-Sigan muchachos que vamos pasando. Coche,
coche, coche, coche, coche, coche marranitos para la
pesa seor! -dijo con voz humilde cuando le alert el
centinela.
-Coche, coche, coche, treinta hombres desnudos
para conocerse entre ellos al comenzar el asalto.
-Pa' lante muchachos -les deca en susurros ustedes tocan por todos lados y al que tenga ropa
machetazo con l.
-Coche, coche, coche, ya estamos pasando, sigan
calladitos; de vez en cuando una roncadita como si
fueran cochinos; as, as, as es como es.

120

-Ya pasamos, estamos, estamos llegando; all


est la puerta del cuartel.
-Coche, coche, coche!, arre con voz ms
fuerte.
-Mai Santa que son bastantes! -grit el
Americano cuando llegaron a la puerta entreabierta
para un cambio de centinelas.
Entonces se pararon los cochinos y empezaron a
relumbrar los machetes en la madrugada con dbil luz
de las estrellas.
-Pa'lante, muchachos, viva la revolucin que aqu
lleg Pedro Prez!
Mientras el machete roznaba entre cuajarones
de sangre.
A la media hora el cuarte1ito era de ellos y los
cuerpos despedazados de los ocupantes llenaban el
piso. Sesenta cuerpos vestidos y muertos y treinta
hombres desnudos y ciegos de ira mortal. Los otros
hombres del gobierno se fueron por los solares sin ni
siquiera disparar un tiro, pues la sorpresa no se los
permiti. 1

121

Con el clarear de la maana lleg la retaguardia


de Maisanta. Traan para los asaltantes la ropa y los
sombreros con las divisas amarillas de Nutrias
arrugadas por el uso.
En la rabia del combate se les haba olvidado
que Elorza estaba de fiestas. Pero fueron anunciadas
en ese momento, con el repique de campanas que
Maisanta estaba dando desde la Torre de la iglesia,
para avisar su triunfo a los sorprendidos pobladores
an con el sueo de la madrugada arrugndoles la cara.

1
Eran 80 hombres al mando del coronel Jos Colmenares y del
clebre "Sute" Mrquez, oficiales de Prez Soto. Los dos murieron en el
asalto.

122

X
VELORIO CON MUERTO AJENO
Despus pas Prez Delgado a El Viento con 50
hombres de escolta y sus caballos despeados de tanto
correr sabanas - y terronales resecos del fondo de los
esteros.
La fama de lo de Nutrias y el asalto de los
cochinos le fue creando una aureola de jefe grande. En
El Viento estaban los derrotados del Yopito.
El Viento era un pueblo largo de calles de arena
fina y casas de palma blanca, bien alineadas a cuerda.
Lo nico que lo diferenciaba de los otros
pueblos del llano era la fila de maporas que marcaban
la raya por el medio de la calle real, separando a
Venezuela de Colombia. All El Viento. Del lado de ac
Elorza y la llanura.
-T puedes tener una casa en los dos lados y
pasas una noche en Colombia y otra en Venezuela'
segn te convenga. O una casa con la cocina en
Venezuela y el dormitorio en Colombia, para estar ms
seguro.

123

-Ser mejor tenerla all -le contest el


Americano a Pedro Montes de Oca, un larense amigo
2
quien le daba la informacin:
Enterraron .las armas que traan en una mata
cercana para tenerlas a mano y engrasarlas con aceite
de palma que les regalaban los indios.
-No te olvides, Mocho Payara, cuando yo te diga:
"Anda, ve el burrito y la jamuga", es que vayas a darle
una vuelta, limpiarlas y volverlas a poner en su sitio,
que pronto las necesitaremos.
No tuvieron problemas con los colombianos, pues
ya estaban acostumbrados a estar recibiendo asilados.
A los das ya eran familiares a los habitantes del
pueblo y el general Prez Delgado no era secreto para
nadie. Su carcter alegre y la fama que traa le hizo
dueo de la gente
-Un brandy, mi general -y brindaba con el
Alcalde.
2
Pedro Prez Delgado estuvo en una Escuela en Barquisimeto, donde adquiri
conocimientos de enseanza elemental hasta la edad de 12 aos. Despus viaj a Carora donde
estudi hasta tercer ao de bachillerato.
Esto fue antes del incidente de Ospino que cambi su vida. En tierras de Lara se contagi
con el hablar de inflexiones caractersticas de los larenses.
Desde esa poca de su infancia vena su amistad con Montes de Oca.

124

-Un brandy, mi general -y brindaba con el


guardia.
Por eso le era tan fcil pasar la hilera de
maporas y buscar en Venezuela la informacin que
necesitaba.
Cuando el gobierno de Gmez supo dnde estaba
el hombre, comenzaron las acechanzas para salir
temprano de l.
Y un da por la maana, muy temprano, el Mocho
Payara le movi la hamaca a Maisanta, dicindole de
sorpresa:
-Me avisaron de Venezuela que viene un tal
Colmenares. Es un hombre muy bragao; lo envan a
matarte.
-Mai Santa!, debe ser bragao de verdad; pero
recuerda una cosa: el que tira adelante siempre gana y
guerra avisada no mata soldado.
En el barranco del ro, dorado y relumbrante por
el sol de las doce, estaba el catire Prez Delgado
erecto como un poste y tenso como una cuerda,
montado en una mula mora, cuando vio la canoa

125

remontando el ro Arauca.
Le cubra el cuerpo una manta de rayas azules
que ocultaba sus manos y el rev61ver en la cintura.
En la canoa, adelante el palanquero y detrs un
hombre gordo, pelo liso, bigote grande, ojos rasgados
y boca gruesa.
-Mai Santa, Mocho Payara!, tal como te lo
describieron, ese es Colmenares; pero carajo!, es el
mismo de Sabaneta.
-S, es ese; mrale la pinta de guate que tiene
contest Payara, tan asombrado como su jefe.
Cuando atrac la canoa y el hombre vena
caminando por el largo sendero de su fondo para salir
por la proa, desde el alto del barranco le grit Prez
Delgado:
-Conque t eres Colmenares? Por qu carajo
no te moriste?
Y Colmenares le contest6:
-Para servirle, seor; porque ahora el muerto

126

ser otro.
-Aqu te estoy esperando; las noticias corren
con el viento. Vamos a salir de una vez de este apuro
porque a Pedro Prez el guarapo no se le enfra.
Se manote el revlver Jos Antonio
Colmenares pero no haba puesto la mano en la cacha
de ncar que le asomaba en la pretina cuando ya Prez
Delgado le haba metido un balazo en el medio del
pecho.
Se dej caer despacio Colmenares por el borde
de la canoa y se fue yendo lentamente en la
profundidad verdosa de las aguas del Arauca.
Desde la cima del barranco, con el revlver en
alto, lo mir deslizarse Pedro Prez Delgado y como
pasaba el tiempo y no se vean burbujas en la
superficie del remanso, le grit al Mocho Payara:
Mai Santa!, con uno fue suficiente; no se le ve ni
el resuello. En la noche, como a las nueve, mientras se
paseaba por El Viento, le dijo a sus compaeros:
-Ah, carajo, no lo recordaba. Yo tengo un velorio
en Venezuela. Vamos a pasar las maporas para visitar

127

al muerto.
Y esa noche fue de brandy, caf y parranda en
el lado venezolano donde su fama y el temor mantenan
el equilibrio en el velorio de Colmenares.
En la madrugada, con los gallos, pas la voz a los
suyos:
-Vmonos, muchachos, pues ya viene el da; no
vayan a recordar las cosas y quieran hacernos presos.
-Ni de all ni de ac, mi general. Maracay est
muy lejos y lo mismo Bogot -le dijo, como si se
justificara, el Comisario del pueblo, que tambin
asista al velorio.

128

XI
LOS MATADORES DE GARZAS
Arauca, un pueblo llanero de calles anchas
extendidas en el recodo del ro.
Era el centro de los exilados de Venezuela y de
los aventureros de Colombia. Puros hombres de ambas
naciones, viviendo entre la hermandad de la guerra, las
persecuciones y el trabajo ganadero.
Un da comenz en el mundo el furor de la pluma
de garza.
Las mujeres de Europa, los modistas de Pars, la
codiciaban para adornos y la codicia se vino al llano
donde viven las garzas. Un quintal de plumas vala una
fortuna y la fortuna estaba en los garceros.
Esta noche asaltaremos la laguna de Los Borales,
dijo Humberto Gmez, un coronel bogotano, blanco,
nariz ganchuda y oficial liberal de Uribe-Uribe en la
guerra de los mil das.
Cuando clareaba la madrugada con el lucero
becerrero que alumbra los ordeadores, los hombres
de Humberto Gmez, pintadas las caras de negro con

129

holln del fondo de los calderos, le cayeron por


sorpresa al garcero de Los Borales.
Los celadores del hato y del fisco colombiano,
desperezaban el sueo con los bostezos del amanecer
cuando fueron encaonados.
Con el arrebol de un sol gigante comenzaron los
asaltantes a cargar los enormes sacos de plumas en las
carretas de mula.
Los tiros de escopeta barrieron las aguas del
estero matando las garzas sin distincin, aunque
fueran pichonas, las ms solicitadas por sus plumas
sedosas y frgiles, tan hermosas para los sombreros
de mujeres.
A las 7 de la maana no quedaba un animal vivo
en el estero de los borales. Solamente los cuerpos de
garzas blancas, la chusmita. Garzas azulosas, la
morena. Garzas rosadas, la .paleta. Garzas negras, la
zamurita. Garzas rojo escarlata, la corocora,
coloreaban sobrenadando la superficie verdiazul de las
aguas.
En la orilla, los presos pedan piedad porque
despus que se asaltaba un garcero, nunca se dejaban

130

testigos.
Pero el coronel Humberto tena planes mayores
y por eso los dej vivos.
-A caballo y para Arauca -orden con voz ronca.
Se lavaron el carbn de la cara en las aguas
rosadas por la sangre de las garzas y a las 5 de la
tarde entraba la cabalgata a la plaza principal de
Arauca.
-Prisioneros del Norte -anunci el coronel
Gmez, echando los presos por delante al llegar a la
puerta del cuartel.
Cuando el oficial de guardia, sable en mano, se
le acerc intrigado, le parti la cabeza con el machete
que portaba. Fueron dos tajos en cruz sangrante,
sobre la nuca del hombre.
Al mismo tiempo sus compaeros escudndose
con los presos amarrados, rebasaban la guardia
abrindose paso hacia el patio blanco.
Tomaron el cuartel en media hora y cuando un
silencio de muerte se aposentaba en el enorme patio

131

oyeron unos gritos en la plaza.


Era el comisionado del Arauca, general Escalln,
que con el revlver en la mano, vena hacia la puerta
preguntando qu pasaba.
Desde el zagun le tir el coronel Humberto
Gmez, destrozndole la ingle al anciano.
Lo remat el sargento Velazco despus que un
balazo de Escalln le haba rasgado la blusa.
Desde ese da, Arauca fue de la revolucin.
Los, venezolanos aprovecharon el cambio de
situacin para adquirir armas y ganar adeptos, apoyados por Humberto Gmez.
Prez Delgado fue uno de los ms activos.
Planificando otra invasin se les iban los das recogiendo caballos en los hatos cercanos.
Del hato de Las Margaritas era el zaino
guacharaco que tumb al Mocho Payara cuando se le
barajust corcoveando por la Calle Real de Arauca.
A los das comenzaron las diferencias y los

132

venezolanos quisieron que el coronel Pablo Gil,


suplantara a Humberto Gmez en la jefatura, porque
Gmez cada da daba muestras de las mayores
arbitrariedades.
La zona se transform en un feudo donde todo
se permita. Los hombres de Humberto Gmez
asaltaban, robaban, violaban mujeres cuantas veces
queran, amparados en la revolucin.
Un da agarraron a tres de los oficiales de
Escalln y los guindaron por la quijada en los ganchos
para la carne del mercado de Arauca.
Nadie se atrevi a quitarlos, paralizado de
miedo como estaba el pueblo. .
Despus comenz a hostilizar a quienes no se
hacan sus cmplices y entonces los venezolanos se
venan en las noches para Venezuela, pasando el ro
Arauca y escondindose en los montes.
Humberto Gmez cuando lo supo, se comunic
con Eliseo Araujo, el jefe civil de El Amparo, y cuantos
pasaban la frontera los haca presos Araujo,
quitndoles todo lo que cargaban y mandndoles a dar
cuatro tiros en cualquier sitio del camino.

133

Prez Delgado y todos los dems se fueron


entonces a la sabana.
En las sabanas acamparon hasta que lleg un
batalln de lnea colombiano que derrot al coronel
Gmez y restableci el orden en la zona de Casanare.
Regresaron entonces a la ciuad y pudieron ver la
represin y cmo el general Garca Rojas, jefe del
batalln de lnea, haca herrar a los hombres de
Humberto.
Mand a fabricar una "H" de hierro forjado y se
la pona al rojo vivo en las espaldas para conocerlos si
se fugaban, con slo quitarles la camisa.
Contra los exilados no actu directamente, sino
que pidi instrucciones al gobierno nacional, que por las
presiones de Venezuela y la complicidad inicial de
stos con el alzamiento, los llevara despus a la
crcel.

134

XII
ARGUCIAS DEL PRISIONERO
Por estos tiempos el general Prez Soto,
gobernador de Apure, mand una "sagrada" de 90
hombres, con rdenes de pasar a Colombia y matar a
Maisanta.
Bajo las rdenes de Flix Antonio Delgado y
Jess Canelones, recibieron la inspeccin del general
en el palacio fonsequero.
-Un revlver y 1.000 bolvares para cada uno fue la promesa- adems de 25.000 bolvares para el
matador.
-Tengan cuidado que Maisanta es como el
morrocoy: lo difcil es encontrado -les aconsej al
final.
El coronel colombiano Lessman les dio paso en la
frontera y ese da asaltaron a Maisanta, matndole a
Quinterito, un sobrino suyo, adems de otros de sus
mejores hombres.
Prez Delgado se veng de Lessman tendindole
una emboscada a las fuerzas de lnea que cargaba y
dijo ese da previendo lo que vena:
135

-Desde hoy estamos de malas con nuestra madre


Venezuela y la ta Colombia -hablando siempre en
sentido figurado.
Las cosas se quedaron as tiempo despus,
porque Lessman se amist con los venezolanos y
Maisanta regres al Arauca en aparente tranquilidad
hasta que los sucesos de Humberto Gmez agravaron
la situacin.
A salidas de aguas las informaciones del
gobierno estaban al da y no tardaron desde la
distancia en correrse las noticias.
Debajo del bucare sombro de Las Delicias supo
el general Gmez todo lo que estaba pasando y el
"vamos a tener que tomar medidas, doctor Vivas", se
transform en una orden del gobierno colombiano para
el Intendente de Arauca, dicindole en papel amarillo:
"Srvase enviar a Tunja a buen recaudo, al
general Prez Delgado y todos los otros exilados en
esa jurisdiccin". 3

3 En el Boletn del Archivo Histrico de Mraflores n 73 julio agosto 1972, pgina 231, E.
Gil Borges, le informa a Juan Vicente Gmez que el Ministerio del Exterior recibi de Colombia una
comunicacin participndole estos acontecimientos. Tiene fecha de un 31 de marzo de 1919.

136

Al clarear la maana les lleg la comisin y sin


oponer resistencia se entregaron para ver qu iba a
pasar.
-Mai Santa!, sta s fue grande -pensaba Prez
Delgado, cuando ya iban en fila india por la calle
arenosa y ancha.
En la tarde trajeron otro grupo y esa tarde
misma estuvo amarrado codo a codo con Reducindo
Mrquez y una lnea triste de 22 hombres.
Cayendo la noche, los presos a caballo y
escoltados por un escuadrn del ejrcito colombiano,
hacan su entrada al paradero del hato de Las
Margaritas, entre el alboroto de los perros.
-Adelante los seores -les dijo Juan de Jess
Rodrguez, desde el pretil de su casa.
-Pasaremos aqu la noche, don Juan le grit una
voz desde las filas.
-Qu vaina es esa, Pedro Prez? T tambin
vas preso?
-No lo ves, Juan Rodrguez? Y con una chaqueta
de a medio, de fique del bueno -le contest con irona,

137

refirindose al kilo de mecate con que le amarraban


las manos hacia atrs, cruzndole el pecho, para
terminar con un nudo grueso en las muecas.
Slo para comer les libraron las manos. Y al otro
da, en la madrugada, se fueron de Las Margaritas por
la sabana abierta, haciendo tornasoles con los lebrunos
del da.
Larga cuerda de presos para la crcel nacional
que a los das lleg de Tunja donde estaba el Panntico
de Tunja. Una crcel segura, propicia para ellos,
calificados como peligrosos.
Dos aos pasaron all entre el madrugar a
horario rgido, el rancho que dejaba el estmago vaco
y la amenaza de su deportacin.
Pero en Colombia exista lo que no se conoca en
Venezuela: una prensa libre y los peridicos liberales
de la capital tomaron la defensa de los polticos
venezolanos.
-Entregados a Gmez sera matarlos, es
preferible fusilarlos de una vez, pues as mueren ms
rpido -editorializaba un diario bogotano.

138

En esa forma se salvaron de la entrega a


Venezuela, pero mientras tanto, vegetaban en esa
crcel colombiana a la espera de los acontecimientos.
-Mai Santa!, esto se est haciendo largo Mocho
Payara. Aqu no queda otro camino que picuriarse
pronto y desde hoy no perderemos oportunidad -dijo
un da Prez Delgado.
Una tarde, cuando estaban en el patio cubiertos
por la sombra de un totumo solitario en el medio del
enorme cuadro de tierra polvorienta, el oficial de
guardia con el sable en la mano Y un aire de fastidio en
la cara se les acerc dicindole con cortesa.
-Si quiere un caf general, con gusto se lo
mando de la racin nuestra en la sala de banderas.
-Gracias, capitn. Mal no nos caer en esta
modorra, que duerme a la gente -le contest Maisanta.
-Me est gustando el hombre -le dijo despus al
Mocho Payara, mientras el ordenanza retiraba las
tazas.
No fueron necesarios los cincuenta puales que
le haba venido entregando con tranquilidad pasmosa,

139

encondidos dentro de su sotana, el cura Carvajal,


capelln de la crcel y partidario de la Revolucin, pues
a los das se fugaron silenciosa mente los presos. Esta
vez eran veinticinco, ya que el oficial colombiano
desert y se fue con ellos.
-Qu carajo, mi general; si aqu es lo mismo que
all: el pendejo siempre abajo y los ricos gobernando y
los curas arriba todo el tiempo mandando a los
pendejos. Me voy con usted a las sabanas de Arauca.
La primera vez los cogieron por confiados y
desprevenidos, pero esta vez, ni de vaina, pues yo les
conozco las argucias. Viva la revolucin que es la
misma en Colombia o en Venezuela!, remat con nimo
el capitn Carlos Rubio, aburrido de guardar presos sin
saber por qu.

140

XIII
PATRIA Y REVOLUCION!
Alfredo Franco se exil en Colombia y fund
all el hato de Los Orejanos, cerca de Cravo Norte,
donde los ganados eran baratos y las vacas paran
bastante.
Su casa era el refugio de los exilados
venezolanos. Al poco tiempo tuvo prestigio en toda
la regin colombiana, por la honestidad de su
proceder y la gallarda de su figura.
Desde 1914 hasta 1921 foment la hacienda,
recogiendo fondos para su idea fija: otra invasin a
Venezuela.
En Los Orejanos vivi un tiempo Prez Delgado
como caporal de Sabana alegrando las madrugadas
con su canto de ordeador.
Recoga las madrinas, capaba los toros y
enviaba los novillos para Bogot donde los venda el
general Franco y adquira crditos pecuarios.
Una tarde sali el caporal temprano con el sol
de los venados al escuchar un bramido lejano en la

141

distancia. Lo acompaaba un indio joven montado en


un burro barcino. Se fueron alejando de la casa
buscando el sitio por el bramido lastimero de una
res atormentada por algo que le pasaba. Sern
indios, Juancito? -y preparaba el winchester con
una bala en la recmara.
-No, blanco, eso es culebra.
-Qu vaina es esa, Juancito? La res mordida
por culebra no brama, se muere silenciosa y
rpidamente, muy cerca de donde est la cascabel.
Le tena cario al indiecito que lo acompaaba
sabaneando por entre calcetas y sabanas.
-Pero indio es indio y sabe mucha marramuncia,
pensaba cuando el caballo apresur el paso
aguzando las orejas y el bramido de un toro se
haca ms cercano en el lagunazo de un cao, arremansado en la sabana.
De lejos vieron la res: un torete que se
alargaba en la punta de una cuerda.
Se acercaron apresurados y la cuerda se hizo
negra con manchas amarillas, mariposendole la piel
a una enorme boa tragavenados que tena un maute
agarrado por el belfo y la cola enrollada en un rbol
142

atrayndolo hasta la laguna cuando contraa los


anillos y dejndolo ir hasta la extensin de sus
treinta metros cuando relajaba el cuerpo poderoso.
Se baj Juancito buscando la cola del torete y
Prez Delgado peinilla en mano corri hacia el
cuerpo de la culebra y zas!, la parti en dos de un
machetazo. Entre borbottines de sangre la cabeza
de la boa afloj al toro y el resto del cuerpo
cimbreante se debati en la paja verde de la orilla
del estero.
Pero al volver la cara el caporal vio al maute
embistindole al muchacho y destrozndole con los
cuernos, enfurecido como estaba por la lucha de
varias horas.
Lo recogi en sus brazos despus de descargar
la res varias veces con la cobija roja de los
aguaceros.
Juancito muerto y doblado sobre el burro,
lleg a Los Orejanos con Prez Delgado en el
caballo, halndole de diestro y quejndose de su
suerte y de la impulsividad de su carcter, que lo
llev a actuar, sin pensado mucho, como eran todos
los actos de su vida.

143

-Qu vaina con el torito y lo desagradecido que


fue, mi general, al matar al muchachito que trataba.
de salvado; no le di un tiro con el winchester porque
era de su hierro mi general. Pero ese toro del
carajo se me pareci al pueblo de Venezuela, que se
vuelve contra los que tratan de liberado de quien lo
tiene esclavizado.
-Carajo, mi general; ojal y no sea un presagio
lo que hoy pas aqu.
-Pero presagio o no, yo no sigo de caporal. Me
voy para la guerra de nuevo con usted, o con el que
sea" porque la patria espera alguien que intente de
nuevo.
-No te molestes, Pedro Prez, que hoy lleg
esta correspondencia -le dijo el general Franco, y lo
llam para la sala donde estaba su escritorio.
Es una orden del comit de Nueva York
firmada por el general Ortega Martnez y el doctor
Roberto Vargas.
La gente espera para coordinar con Arvalo
Cedeo un nuevo plan de ataque. No abras el sobre
hasta llegar donde ellos y t llevas a esa reunin mi
representacin personal. Tienes que ir hasta, el

144

Arauca pero nunca por el camino real, te irs por


veredas para evitar el espionaje.
All lejos donde se ve aquel rbol que parece
un paragito est el paso del ro, pero recuerda que
esa selva es tigrosa y por ah tienes que pasar.
-Del otro lado hay una casita. All tendrs un
caballo; el hombre tiene orden de entregrtelo.
Desde aqu hasta all te irs en ese buey que
conoce el camino y es bueno de agua atravesando
los esteros y el ro que est crecido. Adems, ese
bueyes tigrero, se defiende bien del tigre, ha
peleado varias veces con l yeso te ayudar en el
trayecto que es largo, de cinco leguas.
-No tenemos otro camino; por esa va sales en
travesa hasta donde mi compadre Rodrguez en el
hato Las Margaritas; y all cerca, est el
campamento revolucionario arrecostado a una mata
de palmeras en la orilla de un ojo de agua para
mantener la caballada.
Sali ese da como a las cuatro de la tarde ya
las cinco iba ya entrando al monte lejano, donde se
divisaba el rbol en forma de paraguas que
sobresala en la superficie, verde oscuro, verde

145

claro, verde tierno, verde pardo, de la selva que


deba atravesar para llegar al vado del ro.
Eran casi las seis y de pronto comenz la noche
a enmantar la sabana entre grillos y canto de
alcaravanes espantndose en el camino.
Se meti el buey trochador por una pica en el
monte donde escasamente caba, arriba Prez
Delgado agarrado de la reata de la jamuga con el
rifle listo en la mano libre.
Era una res joven y puntuda de cuernos, que
marchaba a paso ligero, pero cuando se adentr en
el monte comenz a pitar de golpe y mirar para
todas partes.
Ms adelante se le aument la inquietud y
corra y corra por la trocha llena de bejucos y
lianas que azotaban la cara del jinete que se
esforzaba en detenerlo. Pero el buey estaba
desbocado y no lo paraba nadie.
-Soo buey, soo buey -le deca Maisanta, pero el
buey pitaba y escarbaba la tierra hmeda y la
hojarasca que la cubra.

146

-Soo buey, Soo buey -y el buey que se mete en


un claro de monte donde los esperaba un tigre
mariposa agachadito en ataque.
Entonces fue cuando el buey se devolvi
embistiendo y el tigre sacndole el cuerpo giraba a
su alrededor entre los pitidos de la res. La
oscuridad era casi total donde slo se filtraban
algunos claros de luna por entre las copas de los
rboles.
Montado sin poder bajarse el catire Maisanta
jineteaba con maestra, sin lograr acomodar el rifle
para disparar en puntera y ya la lucha se haca
violenta.
Slo pudo con el brazo libre tirar lejos el rifle
intil pata una pelea de ese tipo y sacar el revlver
blanco, que no le faltaba en la cintura justo a
tiempo, de hacerle un tiro al tigre que ya saltaba a
la cerviz de la res para desnucarla al instante.
Se bati herido el tigre perdindose entre los
mogotes; y el buey, sin enemigo, se qued un rato
dando vuelta entre pitidos y escarbadas hasta que
se fue tranquilizando y tom de nuevo la trocha.

147

Cuando ya haba vadeado el ro y le quitaba la


jamuga le dijo Maisanta al veguero de la casa que le
ensillaba el caballo:
-Carajo, compaero, qu tronco de buey
tigrero. En los aos que tengo no haba conocido uno
que como ste jams le pierde le cara al tigre. Pa la
casa, buey sardo, que yo ahora sigo a caballo!
Lo despidi dndole con la palma de la mano en
el anca del animal que ya corra buscando el rumbo
del camino, el camino de los tigres.
Cinco das despus se desmontaba Prez
Delgado en Las Margaritas al saludo de Juan
Rodrguez quien burln le deca desde adentro de la
casa
-Adelante Americano, pero qu hiciste la
chaqueta de mecate que usabas cuando pasastes
por esta casa?
-La dej en Tunja, Juan Rodrguez y ahora
vengo a saludarte.
Al da siguiente muy temprano, le dieron el
Alto quin vive!- Patria y Revolucin -contest el
Americano en la entrada del campamento
revolucionario.
148

En el centro sombreado de la mata estaban


varios hombres que se le acercaron: Carmelo Pars,
el jefe nacionalista; Emilio Arvalo, Julio Olvar,
Marcial Azuaje, "Cuello de Pana"; Pedro Fuentes,
"Quijada de Plata".

149

Doctor y general Pars, representante de la oposicin militar y revolucionaria por


la frontera de Arauca, Colombia desde 1913; Jefe del Estado Mayor General de
la Campaa de 1921 y Jefe de la Revolucin Constitucionalista de 1922

150

XIV
EMILIO AREVALO CEDEO
El general Prez Delgado, con correspondencia
urgente y la representacin personal del general
Alfredo Franco en esta reunin -dijo el Americano a
manera de saludo.
-El gusto es mo, general -le dijo el doctor Pars
con fina amabilidad.
Entonces, con gestos lentos, comenz a abrir el
sobre. Despus ley en voz alta las recomendaciones
del comit en el extranjero, pidindole a todos los
jefes que pusieran a la orden del general Emilio
Arvalo Cedeo hombres y provisiones, para atacar a
Ro Negro, territorio donde era seor y dueo el
coronel Toms Funes.
En los mismos comienzos se fue agriando la
discusin, pues el general Julio Olvar dijo con voz
tajante:
-Yo no me sublev en Guasdualito pasndome a
ustedes con las armas y las municiones; y he pasado
aos de penuria en esta soledad para entregar todo mi
armamento cumpliendo una orden, menos voy a

151

ponerme bajo el mando de un hombre, que no tiene ms


credenciales que yo mientras miraba inquisitivo la
figura morena, pequeita, de grandes orejas, bigotico
recortado y cuerpo enteco de Emilio Arvalo Cedeo.
No se le movi un msculo de la cara al hombre
que se alz el 14, siendo telegrafista en Cazada, sino
que, impasible, soport la andanada.
Despus vino el discurso mesurado lleno de
ideas de unin, paz, progreso y calma para mantener el
orden y la justicia de Carmelo Pars, como si estuviera
dando una clase en la Universidad.
Julio Olvar insista en una campaa en conjunt
sobre el Apure que l mismo dirigira con el apoyo de
Maisanta.
Emilio Arvalo habl entonces de la importancia
logstica de irse, utilizando canoas, ro Meta abajo.
Remontar el Orinoco, llegarle silenciosamente al
coronel Toms Funes en San Fernando de Atabapo,
tomar la ciudad y apoderarse de dinero, armas y los
depsitos de balat que "valan un potos" porque
estaban en plena fiebre del caucho luego de la primera
guerra mundial.

152

Discutieron largamente cada uno por su lado,


insistiendo Arvalo en lo que podran hacer cuando
regresaran de Ro Negro con sus lanchas llenas de
armamento y dinero.
Pero los hombres como Julio Olvar y Pedro
Prez Delgado slo queran atacar el Apure, pues San
Fernando estaba ms cerca y contaban con su valor y
el influjo que ejercan sobre la gente, lo cual les haca
pensar que aun con pocos recursos esta vez s tendran
xito.
Mientras los otros hablaban y se prolongaban en
la discusin, Maisanta se vea como dolo de multitudes
tomando pueblos entre aclamaciones.
-Qu carajo, general, con lo que tenemos nos
basta, ataquemos a San Fernando que esta vez no
fallaremos y despus por Calabozo, nos vamos
amadrinando la gente para hacemos fuertes en el llano
y extender la guerra a todo el territorio nacional. Ser
como un cuero seco, cuando lo pisen de un lado se
levantar del otro, como deca Guzmn Blanco.
-No sea bruto Prez Delgado! -le grit el
hombrecito de orejas grandes, levantndose de la
hamaca y acercndosele violentamente, cuando vio que

153

lo dicho por el Americano tena resonancia en la


audiencia.
Se volte Maisanta rojo de rabia y se le fue
encima a Emilio Arvalo, dicindole enfurecido:
-As no, general, a Pedro Prez no lo grita nadie.
Los otros oficiales intervinieron apresurados
para evitar un lance personal.
Entonces el general Arvalo Cedeo se retir al
grupo donde estaba su Estado Mayor y le dijo a
Carmelo Pars:
-Doctor, retire a ese hombre o lo mato ahora
mismo.
-No tan pronto, general; no tan pronto y eso si
puede -le contest el Americano con voz chocante y
burlona.
Esa noche se fueron juntos Julio Olvar y
Maisanta con un escuadrn de Caballera para
acamparse en el Cubarro donde slo vivan los indios.
Al otro da por la maana, comenzaron a cargar

154

las canoas para la expedicin de Ro Negro con Emilio


Arvalo Cedeo de jefe.

155

XV
EL SABOR ROJO DE LA GUERRA
Con Maisanta se fue su antiguo amigo Andrs
Hernndez, quien siempre andaba con l de Secretario
y ayudante, pero cuando estaban en la indiera,
Hernndez comenz a ponerse nervioso.
-Qu hacemos aqu mi general? Yo no soporto
este olor a indio. No le parece que hubiera sido mejor
irnos todos para el Amazonas?
.-No me parece Andrs, yo no me entiendo con
ese hombrecito, que quiere jefiarlo a uno, con tanto
aire de insolencia.
-Pero por la conveniencia de la guerra seor,
debemos unirnos y olvidar rencillas personales.
Es la nica forma de unificar un gran ejrcito
para tumbar a Gmez -insista el joven.
-Mira Andrecito, devulvete t que yo no me
molesto -le dijo Prez Delgado.
-Si t tienes esa conviccin, todava hay tiempo,
ellos estn cargando las canoas justamente - en Monte
156

Picure a la orilla del Casanare. Llvate el caballo y que


tengas suerte.
-Djame tranquilo en esta indiera para pensar
una forma de hacer la guerra sin tener que estar baj
el mando de los patiquines y de los doctores que
siempre quieren andar dando las pautas.
-Deja que la burra coja el nado que en el camino
se enderezan las cargas.
-Vete tranquilo, Andrs Hernndez.
Y Andrs Hernndez al otro da se present en
Monte Picure cuando los hombres desnudos le ponan
toldos a las embarcaciones que se balanceaban
tranquilas en las aguas majestuosas del Casanare que
reciben las del Cravo y se juntan con las del Meta.
-Que hace aqu este oficial de Maisanta -se
preguntaron todos. T eres desertor -le acus el
general Arvalo.
-No general,
acompaados.

yo

recapacit

vengo

para

-Tarde lo hicistes, Andrs Hernndez; ests

157

preso y se te har un juicio porque soldado que


deserta algo trae entre manos.
-Ah vaina, mi general!, ese hombre debe ser el
que manda Prez Soto para matado a usted y acabar
con la expedicin, -dijo Rudecindo Mrquez, el ms
empecinado de todos.
Andrs Hernndez plido,
acusaciones y se deca a s mismo:

escuchaba

las

-Y yo que vine creyendo en la unidad para


encontrarme con esta horrible situacin.
-Amarren a ese hombre -orden
Cedeo. En el camino le haremos juicio.

Arvalo

Brinc Rudecindo Mrquez reducindolo a la


fuerza y junto con dos ms lo amarraron en el tallo
espinoso y redondo de un corozo sabanero.
Se le clavaron las enormes espinas duras como el
acerco en las espaldas a medida que la cuerda iba
apretando alrededor de su cuerpo.
Entonces
insultarlo:

Rudecindo

Mrquez

comenz

158

-Ayudante de Pedro Prez eso es verdad, pero


tambin eres amigo del general Prez Soto, eras
oficial de l antes del alzamiento del "Masparro"
cuando te fuiste con Maisanta. Esta venida tuya tan
espontnea es sumamente sospechosa. T eres espa
del gobierno, de eso no queda la menor duda.
-No hables idioteces Rudecindo Mrquez, que lo
que te domina es el odio.
-T me odias porque soy intelectual, porque s
escribir, leo libros y veo que con brbaros sin ideologa
no puede haber triunfo posible yeso eres t, un
brbaro que slo 'piensa en el balat de Funes sin
importarle nada lo que esta guerra significa.
Pero Reducindo Mrquez estaba bebido y a cada
momento empinaba una botella de cocuy que lo iba
poniendo ms y ms excitado, entre la algaraba de los
hombres
haciendo
preparativos
de
viaje
y
acomodndose en las canoas.
-Cllate la boca, patiqun del carajo o te hago
callar con este cuchillo -le dijo acercndosele
amenazante. Pero cuando vio la cara de Hernndez sin
el miedo que otros acostumbraban ante l, le vino a

159

Rudecindo Mrquez la ola asesina; una ola de odio y


rabia roja que se le subi a los ojos cerrndole la vista
y empujndole la mano en la pualada feroz, dicindole
cada vez:
-Esta por Prez Soto, esta por Juancho Gmez y
esta por Juan Vicente, si de verdad eres un traidor.
A los gritos de asesino! que emita Andrs
Hernndez, corrieron Arvalo Cedeo y los otros
oficiales del grupo.
Pero cuando contuvieron a Rudecindo, el cuerpo
de Andrs Hernndez era una criba agonizante.
-Qu vaina es esa, Reducindo, por qu lo
mataste as? -le dijo Emilio Arvalo mientras lo
agarraban por los brazos.
-Yo no s general, de golpe vi colorado y no pude
contener el deseo de acabar con ese hombre.
-Qu vaina tener que comenzar esta campaa
con un muerto a cuestas -coment Arvalo Cedeo
cuando suba al tabln para abordar la canoa que se
desliz silenciosa por el cauce quieto del Casanare al
impulso de los palanqueros y en procesin con trece

160

ms y trescientos hombres adentro, en busca de


Toms Funes en la selva del Amazonas.
Ni siquiera enterraron el cuerpo de Andrs
Hernndez que se sec al sol en la pata del corozo.

161

XVI
SENTENCIA DE MUERTE PARA FUNES
Desde la confluencia con el Cravo, por el
Casanare y luego ro Meta abajo, se fueron las canoas
para remontar despus el Orinoco. Cuatro bogas en
cada una, oyndose en la distancia el bum-bum-bum
como un inmenso tambor de agua golpeado por los
remos a ritmo acompasado.
Un mes duraron en la travesa acampando en los
playones, comiendo carne salada, maoco de yuca brava
y topocho tierno, nica provisin que llevaban.
A veces pescaban bagres, bocachicos o
cachamas con las tarrayas de los apureos, otras veces
arponeaban en la oscuridad de los pozos profundos o
cazaban en las riberas de la selva tramada, paujils o
dantas salvajes.
Y segua la monotona del camino. Adelante los
palanqueros con callos en los hombros de tanto afincar
la palanca y detrs los canaletes dndole el rumbo a las
canoas.
Cuando pasaban por un pueblo lo hacan a media
noche, todos silenciosos y acostados en el fondo de la
embarcacin, usando las palancas de vez en cuando sin
162

chapotear el agua, para que no se oyeran.


En esa forma se burlaban de los puestos de
vigilancia en algunos puertos del ro.
Un da capturaron unas balandras cargadas de
balat propiedad de Funes y les dejaron varadas a
orilla de ro pero bajo, custodia, en territorio
colombiano.
Al mes, llegaron a los raudales donde las piedras
no permitan el paso. En los hombros de los trescientos
expedicionarios pasaron las catorce barcas, aunque a
veces eran remolcadas con mecates desde las orillas
del ro cuando el agua daba fondo.
En unos das ms estuvieron cerca de San
Fernando de Atabapo, fueron 27 das de viaje.
-Por all es la pica, nica va para llegar de
sorpresa -les avis Joaqun Palencia, el baqueano.
Pero para llegarle a la boca de la pica haba que
atravesar una laguna de agua arremansada -donde los
borales y el fondo llano detenan las canoas que se
varaban en algunos sitios sin poder avanzar.

163

-Los que sepan nadar que se desnuden -orden


Arvalo; y se desnudaron cien hombres.
Eran dos cuadras de nado entre pozos y bancos
de arena.
-Nosotros nos tiramos adelante -dijeron los
hermanos Larrarte, pensando que los caimanes al
principio se asustaran con el ruido y despus se
fueron lanzando de veinte en veinte hombres mientras
las canoas con menos peso avanzaban detrs vadeando
los arenales.
De los den hombres faltaron diez al llegar a la
otra orilla porque los caimanes; los tembladores y las
rayas tartaguitas no se espantaron como se esperaba y
entre encalambrados por las descargas elctricas de
los tembladores, desesperados por la punzada de la
tartaguita y agotados por el cansancio, fueron presa
de los caimanes o rematados por los caribes, diez
hombres que no aparecieron nunca.
Pero logr pasar el batalln cuando el sol de los
venados tea de anaranjado el paisaje a eso de las
cinco de la tarde.
Por el monte y con los machetes fueron abriendo

164

la pica de Titi que les permita el paso entre el follaje


tramado de un caaveral amargo, que no dejaba ver el
cielo para saber la hora.
Con gran esfuerzo y con temor de que oyeran el
golpe de las hachas, iban cortando rboles que servan
de puente para vadear los tremedales de arenas
movedizas. As fueron avanzando lentamente hasta que
a las cuatro de la madrugada de un veintisiete de
enero de 1921 menude un gallo en una casa de San
Fernando de Atabapo y su canto rasg el silencio.
-Ya llegamos -dijo un oficial.
-Todava falta -replic el baqueano-, y bajo un
invierno con granizada, muy raro en esa zona, fueron
entrando con el agua hasta las nalgas.
Reventaron en una de las calles del pueblo y en
pelotones de veinticinco hombres fueron saliendo en
carrera, ponindole un cerco a la ciudad de slo cuatro
manzanas.
Lo fueron cerrando ms y ms despus de seis
horas de pelea, hasta rodear la casa grande de palma
real en la esquina de la plaza, donde viva Toms Funes
y era su Cuartel General.

165

Nunca esper Funes ataque tan relancino.


Pas un da y no podan tomar el cuartel por las
ventanas se defenda la gente de Funes con decisin y
valenta. El que se asomaba fuera del tronco de los
eucaliptos de la plaza, caa herido o muerto por los
disparos que venan de la casa.
Al siguiente da descubrieron el can y las latas
de petrleo. Estaban en una de las viviendas cercanas,
que hicieron desalojar de sus defensores. Pero el
can slo tena plvora y careca de balas de plomo;
por eso Emilio Arvalo lo hizo cargar con lo que
encontr.
Lo rellenaron con piedras, hierro viejo y hasta
latas de sardinas y entonces descargaron el primer
caonazo contra las paredes de bahareque del cuartel,
abriendo un enorme boquete por donde no pudieron
entrar debido a los vivos fuegos del enemigo.
Despus regaron el petrleo alrededor de la
casa y apuntaron de nuevo el can amenazando en voz
alta:
-Coronel Funes, s no se rinde lo quemamos con

166

todo y casa.
Cuando Funes vio que tenan razn, grit desde
adentro en tono conciliador:
-Espere general Arvalo le vaya mandar un
oficial!
Al rato sali un hombre, portando en la mano un
palo largo, en cuya punta, tremolaba la bandera blanca
del parlamento.
Lo recibi "Cuello de Pana" en el medio de la
calle conducindolo hasta la plaza donde lo escucharon
en crculo.
-Esta es la proposicin de mi coronel -dijo el
hombre a quien no se le notaba el temor en la cara-. Si
'respetan la vida de l y los oficiales, les entrega el
parque, el dinero y todos los depsitos de balat que
estn dentro. Si no aceptan la capitulacin,
resistiremos hasta morir y quemen la casa, pero todo
se quemar con ella.
Deliberaron largo rato hasta que aceptaron el
pacto y entonces Emilio Arvalo conferenci con
Toms Funes y suspendieron los fuegos.

167

Despus firmaron lo convenido, pero cuando


Funes fue a darle la mano, Arvalo se la dej
extendida dicindole con ampulosidad:
-Todas las aguas de los ros y los mares no sern
suficientes para lavar el crimen de sus manos -y le dio
la espalda caminando apresurado entre los aplausos de
sus hombres.
Ese da por la maana ordenaron un registro
general del pueblo, buscando sobre todo al "Picure" y
"El Avispa", los dos ms grandes asesinos que tena
Toms Funes, quienes se escaparon silenciosos sin que
nadie se diera cuenta.
Comenzaron los hombres a buscar casa por casa,
hasta que de una de ellas, blanca, de zcalo azul, sali
Marcial Azuaje Cuello de pana, avisndole a sus
compaeros que all estaba escondido un parque, en un
cuarto de deposito.
Sacaron debajo de unos sacos de balata
arrumados, una brazada de fusiles que pusieron en la
plaza.
Traigan al coronel Funes orden Emilio Arvalo.

168

Y trajeron al hombre de piel cetrina, cara de


indio, quien dijo que no eran armas suyas.
-Que si son deca Cuello de Pana y que no
son negaba Funes-. Pero de todos modos lo acusaron
de incumplir lo pactado, quedando el trato sin efecto.
Desde ese mismo momento Toms Funes y se
ayudante Luciano Lpez fueron encerrados en un
calabozo en espera de un Consejo de Guerra. 4
En la noche el guardin Cincinato Larrarte le
pregunto como quien no quiere la cosa:
-Coronel yo soy de Barinas, paisano de Roseliano
Herrera, dgame la verdad, usted lo mat?
Lo miro profundamente el coronel y le contest
sin vacilar:

mo.

-Bscalo en la targa y si est all ese muerto es

4 Luciano Lpez estaba en comisin fuera de San Fernando cuando asaltaron el pueblo. Musi
levanti, compadre suyo y amigo de Funes, se ofreci para buscarlo despus de la capitulacin.
Cuando lleg con el se haba roto el pacto y Luciano Lpez fue para la crcel.
Das antes Luciano Lpez haba encontrado gente extraa cerca de la Pica del Titi. Era la
vanguardia de la revolucin, pero como se retiraron apresuradamente crey que eran
merodeadores sin importancia y as se lo dijo a Toms Funes.

169

As supo Larrarte que la tabla cuadrada de


balat blanco con cuatrocientos veinte nombres
escritos en tinta negra, era la targa que llamaba
Toms Funes y donde anotaba los enemigos que hacan
desaparecer.
Estaba colgada en su oficina y nadie sabia su
significado. En la tercera fila apareca el nombre y la
fecha del asesinato de Roseliano Herrera, su amigo de
infancia en Barinas, quien se haba perdido buscando
fortuna con el caucho en las espesuras de Ro Negro.
Hay que liquidar a este hombre por asuntos de
moral pblica dijeron los invasores, despus que
comenzaron a escuchar las historias de la gente.
-Usted no tiene idea general Arvalo de las
tropelas cometidas por ese hombre -le deca un
comerciante. Sabe como fue lo del gobernador?
Y el relato se alargaba mientras sigui el testigo
contando el suceso.
-Ya haban comido y estaban durmiendo, usted
sabe como es esto de caliente y da sueo temprano.
Fue un 8 de mayo de 1913.
Por eso este le permiti salir en comisin y quedarse slo con poca gente, dando muestras de
imprevisin pues en su oficina encontraron los revolucionarios correspondencia de Prez Soto
avisndole que para all iba Emilio Arvalo.

170

-El general Roberto Pulido dorma en una hamaca


colgada en el cuarto.
-En la puerta, la guardia de seis hombres
tambin dormitaban en la boca de los fusiles, sentados
tres de cada lado en dos bancos largos paralelos.
-Se fueron viniendo los asaltantes en grupos de
tres en tres hasta coincidir en la puerta y entonces
rosn el machete y el tiro de revolver.
-Le cayeron encima a los guardias matndolos de
inmediato, pues lo cogieron desprevenidos.
-Al general Pulido lo tir el propio Funes desde
lejos y lo remat en la hamaca Balbino Ruiz a
machetazos. Era un chinchorro de Moriche que dejaba
colar la sangre para encharcar el piso. Sentado se
defendi Pulido con el winchester disparando varios
tiros antes de caer fulminado.
-A la seora doa Beln Bald que estaba en
Maipures, le lleg Manuel Gonzlez y en la propia cama
grande, la violent el murgano, pues era muy bonita y
por eso no la perdonaron los otros.
-La dejaron en la cama desnuda y soporosa,

171

sangrando y magullada en cada parte del cuerpo.


-Musi Levanti, el italiano compadre de Luciano
Lpez, la protegi despus pero la mujer se dio cuenta
que musi Levanti tambin la quera para l y se tiro
desesperada a las aguas del ro de donde no volvi a
salir.
-Despus todo fue ms horrible todava.
Armaron ms gente y comenzaron a recorrer el pueblo
y mataron a todo aquel que era amigo de Roberto
Pulido, hasta el hijo del gobernador todava
adolescente, lo mat Manuel Gonzlez:
-Cada empleado uno por uno, en su casa, en los
mogotes, hasta en el horno de la cocina donde estaba
escondido el jefe civil. Metieron el fusil por la boca del
horno y comenzaron a vaciado dentro. Lo difcil fue
sacar al muerto despus que se puso rgido.
-A partir de ese da slo Funes venda balat y
slo Funes compraba al precio que l quera.
-A partir de ese da slo Funes venda balat y
slo Funes compraba al precio que l quera.
5 Jacinto Lara, Manuel Mara Bald, Juan Capechi, los hermanos Alberto, Juan Federico y
Antonio Espinoza. El doctor Baldomero Bentez, Pedro Valera, Enrique Delepiani y el negro
Soublette espaldero de Pulido, son algunos nombres de los ms conocidos que murieron esa
vez entre centenares de personas que Juego completaron la lista.

172

-Luciano Lpez, El Avispa, El Picure, Manuel


Gonzlez y sus cuadrillas, vigilaban todos los caminos e
imponan el terror que haca a todos obedecer.
-Pero les lleg su sbado -interrumpa otroprimero, porque nunca creyeron que entrara nadie por
ese caaveral de terreno anegadizo y despus, ustedes
llegaron tan callados que jams pens Toms Funes en
un ataque.
Y se hacan largas y ms largas las informaciones, que cada quien quera dar con ms detalles.
Estaba Funes acostumbrado a correr los
forasteros y enviados de Gmez, quien al fin, se
conform con dejado de jefe absoluto aceptndole su
cacicazgo para mantener el Amazonas. Pelear a Toms
Funes era una empresa grande que no vala la pena el
esfuerzo.6

En la tarde despus de escuchar a casi todo el


pueblo, se reunieron los oficiales a discutir para
castigarlo.
6 Despus del asesinato de. Pulido, Gmez envi al general Abelardo Gorrochotegui a encargarse de
la Gobernacin. Lleg desarmado a San Fernando de Atabapo y se encarg del gobierno, pero no
soport mucho tiempo la tirantez de la situacin y regres a Caracas. Despus, Juan Vicente Gmez
por primera y nica vez en su vida acept un hecho cumplido y dej el asunto como estaba. Toms
Funes fue entonces el gobernador.

173

San Fernando de Atabapo, lugar donde mataron a Funes

Hubo la proposicin de dejado libre con sus


armas junto con Luciano Lpez y provocarlos en la calle
para matados a tiros aparentando un lance personal. A
esto se opuso el general Fermn Toro y todos lo
apoyaron en la solucin definitiva, de que se hiciera un
juicio con Tribunal de Guerra y Defensor de Oficio,
para condenarlos a muerte con todas las de la ley.
As lo hicieron esa tarde en la sala grande de la
casa.

174

Al otro da por la maana, les leyeron la


sentencia, formaron una parada militar y sin cura que
los confesara ni venda que les cubriera los ojos,
fusilaron a Toms Funes y a su oficial Luciano Lpez en
la plaza de San Fernando de Atabapo, sin que soltaran
un gemido ni pidieran piedad a nadie, a pesar de que el
capitn Marcos Porras tard bastante para dar la
orden de fuego despus que el pelotn? apuntaba con
sus fusiles, varios de ellos en manos de hijos de las
vctimas de Funes que pidieron participar en el acto.
Eran las 9 de la maana de un 30 de enero de 1921,
cuando ya el sol comenzaba a calentar.
REVOLUCION CONSTITUCIONAL. En San Fernando de Atabapo, capital del
Territorio Federal, a los treinta das del mes de enero de mil novecientos
veinticinco, por orden del Jefe de las Fuerzas Expedicionarias de la Revolucin
Constitucional de las fronteras de Casanare y Arauca, quien en primer lugar
sugiri se reunieran los suscritos y directores de la misma imponerse a Toms
Funes y Luciano Lpez, responsables directos de todos los crmenes que se han
cometido desde hace ocho aos en este Territorio; procedi a la votacin
obtenindose como resultado, que todos unnimemente manifestaron en estar de
acuerdo en que los dos criminales ya nombrados deba imponrseles la pena de
muerte en la plaza pblica de esta ciudad, una hora despus de terminada la
deliberacin, en presencia de toda la fuerza y del elemento cvico de esta ciudad.
Terminado este acto se procedi en seguida a practicar la ejecucin de los ya
nombrados Funes y Lpez, los cuales fueron ejecutados por un Pelotn de la
fuerza al mando del capitn Marcos Porras y bajo la inmediata inspeccin del
Instructor General de las fuerzas, capitn Elas Aponte Hernndez. Los suscritos
ponemos de manifiesto de la manera ms formal y categrica que somos los
responsables directos de este acto de justicia que hemos llevado a cabo en
nombre de la Revolucin Constitucionalista que representamos en este Territorio,
en nombre de la vindicta pblica que clamaba por el castigo de los dos clebres
culpables y en nombre de la libertad del Territorio Federal Amazonas que gema
bajo el peso aterrador de la tirana de Toms Funes. As lo hacemos constar
solemnemente y lo firmarnos satisfechos de que hemos consumado un acto de alta

175

moralidad pblica.
El Jefe de las Fuerzas, (f.) E. AREVALO CEDEO; el Segundo Jefe, (f.) Luis F.
Hernndez; (f.) e! Jefe de Estado Mayor Generar, (f.) Fermn Toro; el Sub-Jefe
de Estado Mayor General, (f) Asisclo Ramrez; (f.) Marcial Azuaje c.; (f.)
Francisco Teodoro Rodrguez c.; (f.) R. Arria Ruiz; (f.) Napolen Manuitt; (f.)
Cornelio Olivares; (f.) Lino H. Luzarde; (f.) Pedro Cachutt; (f.) Isaas Bello; (l.) A.
J. Delgado Gmez; (f.) Francisco Melin Rojas; (f.) R. Ballesteros Silva; (f.)
Alejandro Pacheco; (f.) Bernardo .S. Vallinete; (f) Polidoro Cuervo; (f.) E. Apunte
H.; (f.) Marcos Porras; (f.) A. Riobueno Ruiz; Miguel Mirabal A.; (f.) Julio Delgado;
(f.) Manuel M. Mirabal Yanabe; (f.) Carlos A. Rubio R.; (f.) Cincinato Larralde; (f.)
Angel Domingo Ojeda; (f.) Sixto Perico; (f.) Benjamn Colmenares.
SAN FERNANDO DE ATABAPO, 27 de enero de 1921 Seor General
AlFREDO FRANCO
Sus manos.
Estimado amigo:
En mi propio nombre y en e! de todos mis compaeros de armas le doy mi ms
cordial abrazo de felicitacin porque ya hemos libertado al Territorio Federal
Amazonas.
No puedo escribirle ms largo por el momento. Impngase de la carta
que hoy le escribo al doctor Pars y que es tambin para usted.
Dmele un abrazo al amigo Pedro Machado y que se imponga de todo esto
con gran placer, lo mismo todos los buenos amigos de esa frontera.
Haga que mi Alocucin se publique lo ms extensamente posible.
Lo abraza su amigo afectsimo,
E. AREVALO CEDEO

176

XVII
BRUJERIAS CON PIAPOCO
Durante el tiempo que pas Arvalo en San
Fernando de Atabapo, se fue acomodando en la indiera
"Maisanta" Prez Delgado.
Colgaba su hamaca en una enramada con catorce
compaeros ms. El capitn de los indios les daba
muestras de aprecio, y tambin de miedo por las armas
de fuego que no lo desamparaban.
A los das se fueron los otros a las sabanas de
Las Margaritas y se qued el Americano acompaado
por el Mocho Payara.
-Vyanse tranquilos muchachos que cuando
llegue la hora les avisar con Payara y el sitio de
reunin ser la Mata de las Palmeras. Esperare mas, a
ver que pasa con los que se fueron a Ro Negro -les
dijo como despedida. Mientras tanto yo me quedo aqu,
con esta indiada esperando los acontecimientos.
Un da estando acostado en el chinchorro con la
vista fija en la distancia, se le acerc el cacique de la
tribu.
-Blanco triste porque no tiene guerra, blanco no
177

es hombre de paz, blanco debe hacer algo porque


hombre que no habla se vuelve loco.
-Es verdad, cuao; de golpe me quedo con el
pensamiento entre dormido y despierto y por eso me
ves tan callado, pero como eres mi amigo, permanecer
con ustedes donde no me buscarn nunca.
-Blanco puede quedarse todo el tiempo que
quiera con Indio Bravo. Indio Bravo admira a Maisanta
porque Maisanta ser bravo, ms bravo, que toro recin
capado en una mata.
Se sonri Prez Delgado con la comparacin del
indio y sigui en el tedio de la espera.
Ms tarde se le acerc de nuevo el capitn de la
tribu, acompaado esta vez de una muchacha joven,
vestida de zaraza colorada de la cintura para abajo.
Como acostumbraban vestirse cuando conseguan tela
roja; cambiada por chinchorros de moriche a un turco
de Bogot, que vena con sus cachivaches haciendo
negocios de permuta.
-Blanco triste no gustar capitn, capitn regala
pollona a general Maisanta para que le la vida y volver
risa a su cara.

178

Desde ese da Candelaria fue la mujer de


Maisanta.
Candelaria era una indiecita joven que pas con
l tres meses Y silenciosamente se dejaba amar
mirndolo intensamente con sus ojos negros y
brillantes como venado asustado.
Solcita le serva en todo hacindolo sentirse un
hombre en su casa.
-Ahora s me envain yo con Candelaria, le estoy
poniendo cario a la india -le dijo un da al Mocho
Payara, mientras abrevaban los caballos en el Cao del
Cubarro que bordeaba el campamento.
-Tngale cuidado jefe, mire que as se ha perda
mucho hombre, porque de aqu no sale nunca. Eso le
pas a un doctor de Bogot que se qued para siempre
viviendo con estos indios.
-Avspese jefe, mire que d indio sabe brujeras
y esa vaina es peligrosa.
-Dicen que el que toma polvo de pico de piapoco
se muere aqu. No se vaya a dejar echar los polvos en

179

la comida, mire que esa india es bellaca.


-Candelaria, qu es el piapoco? -le pregunt esa
tarde Maisanta, y Candelaria sorprendida le ense el
follaje frondoso de un rbol donde en la rama ms alta,
se posaba un pjaro negro con pico amarillo y largo, al
tiempo que le deca:
-Mi blanco siempre se acordar de Candelaria
cuando oiga cantar piapoco, piapoco, piapoco.
-Ah carajo, Mocho Payara, t tenias razn
porque ya conoc el piapoco.
-Recuerda lo que te dije cuando estbamos en El
Viento.
-Vete y revisa la "burrita y su jamuga" que son
las armas enterradas al cuidado de Montes de Oca.
Scalas que lleg la hora y renete conmigo de hoy en
Cinco das en la mata de las palmeras. De paso, avisa a
la gente que tenemos parque y municiones para ciento
cincuenta hombres y que los espero all para formar la
tropa.
Esa noche se fue Payara y a los tres das se sali
de la indiera Pedro Prez Delgado, sin saber a ciencia

180

cierta si le haban dado polvos de pico de piapoco


tostado.
Al despedirse, Candelaria le dijo:
-Blanco volver, blanco volver conocer hijo que
dej metido barriga de Candelaria.
-Qu vaina, Candelaria, gurdamelo para cuando
vuelva y no tendr que buscado mucho porque seguro
que saca el ojo como el mo y por el ojo lo encontrar
aunque se esconda entre la gente.
Cuando caa la tarde pasando Cao de Cajaro y el
caballo chapoteando remontaba la barraca, oy sobre
su cabeza, en el copo de una mora, el canto triste del
piapoco, piapoco, piapoco. Entonces Maisanta comenz
a pensar en la india Candelaria, apretndosele el
corazn y Menndosele de tristeza el alma.
En ese momento pens de nuevo en que a lo
mejor s le dieron los polvos con poder brujo y le dio
con los talones a los ijares del caballo y se perdi, en
el banco de sabana.

181

XVIII
EL TUERTO VARGAS
En el amplio saln del hato Las Margaritas,
estaban dos hombres: uno alto, delgado, moreno, con la
piel quemada de sol y un ojo blanco y sin visin: el
doctor Roberto Vargas, a quien le decan "el tuerto".
El otro, blanco, delgado, pequeo, cerrado de
barba y afeitado al rap, ojos negros brillantes y pelo
liso peinado hacia atrs: el Dr. Carmelo Pars.
Los
dos
eran
universitarios
y
jefes
revolucionarios y los dos con el mximo ttulo de la
poca: doctor y general. As encontr de nuevo Pedro
Prez Delgado a quienes eran los jefes de la
Revolucin.
Carmelo Pars era un mdico de Maracaibo, con
veintids hatos en Colombia vendidos todos, para el
gasto, de la guerra.
Roberto Vargas, un ingeniero de Parapara de
Ortiz, haba dado tambin todo lo suyo y segua en el
exilio con el antojo tendido hacia la patria.

182

Capitn Hilarin Larralte La Palma, cuyas narraciones son el alma de este


libro

183

Ellos tenan el dinero y de ellos era el comando y


ese da cuando entraron Pedro Prez Delgado, Roque
Puerta, Julio Olvar, Pedro Fuentes; "Quijada de Plata"
y doce ms, saban que la guerra segua pero bajo la
jefatura de estos dos.
Al otro da se comenzaron a notar las
divergencias, cuando uno de los hombres de Maisanta,
el capitn Hilarin Larrarte, un barins ojos rayados y
medio catire, se coma el almuerzo en una concha de
terecay.
Haba comentado Larrarte, que el general Julio
Olvar haba querido fusilar a un soldado porque se
rob una panela de dulce y que hubiera sido un
asesinato matar a un hombre hambriento.
Cuando Olvar lo supo, le reclam en el almuerzo
con voz de rabia y desprecio.
-S es verdad mi general, eso no nos gust a, los
oficiales, porque este no es un campamento del tirano,
sino de hombres libres. Pero no haba terminado de
hablar, cuando Olvar lo encaon y la bala del ocho y
medio le quemaba la camisa hirindole d refiln.

184

Salt Maisanta, sable en mano y amonest


fuertemente a Olvar, dicindole con energa:
-De una vez general, dividamos el Campamento y
sabremos quien se impone: si usted con sus mtodos, o
los que piensan tan bonito como el capitn Larrarte.
Eche pa'lante, general.
Con la sorpresa del incidente, inesperado,
intervino presuroso el tuerto Vargas.
Despus que el suceso se subsan, Larrarte le
dijo a Olvar:
-Mi general, a pesar de 10 sucedido no tengo
inconveniente en seguir siendo su amigo, el enemigo de
hoy, puede ser el amigo del maana.
Y Olvar le contest:
-Queden por testigos los presentes que por
primera vez doy satisfacciones a un hombre.
Entonces alegr el momento Maisanta, cuando
con la risa en la cara le dijo a los presentes con voz
aflautada y fuerte:

185

-As s, seores, la burrita va cogiendo el nado y


cada quien va sabiendo lo que quiere.

186

XIX
UNA PLAZA SEMBRADA DE BUCARES
A sabiendas de que se reuniran con Arvalo
Cedeo, invadieron a Venezuela y comenzaron a
concentrarse en Caicara con el ejrcito triunfador de
Ro Negro. 8
En junio de 1921, estaban todos en ese pueblo
con calles rectas de polvo blanco como la cal. Se
juntaron en su totalidad con la tropa de Arvalo
Cedeo, que regresaba con fusiles nuevos, municiones y
dinero de los depsitos de Toms Funes. Las fajas en
la cintura de los oficiales estaban repletas de
morocotas.
All estaban los jefes revolucionarios doctores
Roberto Vargas y Carmelo Pars.
Esa tarde se saludaron de nuevo y tambin se
pusieron de acuerdo Emilio Arvalo y Pedro Prez
Delgado.
-Ir con usted, general, en el destino que me
ordene el Estado Mayor.
8 Antes se haban entrevistado con Arvalo en Puerto Carreo, Roberto Vargas, Carmelo Pars y
Pedro Prez Delgado, segn se deduce en la pgina 127 del Libro de Mis Luchas, de Emilio Arvalo,
editado en Caracas, Tipografa Americana, ao 1936.

187

-A su mando va la mejor tropa de infantera,


general Prez. Puede escogerla usted mismo, pues se
ha decidido que ir por la Manga en el ataque a
Guasdualito. Y el general Pedro Fuentes por el
chinquero en lnea recta -le respondi Emilio Arvalo.
Esos eran precisamente los puntos ms difciles
en el ataque de esa ciudad.
Pedro Fuentes "Quijada de Plata", era otro de
los mejores oficiales de la revolucin. Un tiro le parti
una vez el maxilar inferior. Herido se fue a Bogot,
donde le suturaron la mandbula con alambres de plata.
Cuando regres todos le decan "Quijada de
Plata", que sigui usando como nombre de guerra, y
pas a ser legendario en el llano.
En la noche discutieron los oficiales, pues no
todos estaban de acuerdo en atacar a Guasdualito,
porque San Fernando era ms fcil.
Al final de la larga reunin se impusieron el
doctor Roberto Vargas, comandante general; su
segundo, Carmelo Pars, Jefe de Estado Mayor y Emilio
Arvalo Cedeo, Jefe de la Divisin "Ro Negro".

188

Al otro da por la maana sali el ejrcito para


Guasdualito, pasando por Cabruta, en lneas paralelas
de hombres por la llanura inmensa.
Mil doscientos hombres armados con fusiles
nuevos y formando un ejrcito anrquicamente
vestido, pero disciplinado con la esperanza.
Unos usaban el sombrero borsalino, ala ancha y
botas altas de cordn en los pies. Otros andaban en
alpargatas con sombreros de cogollos y franelas
remendadas.
Los oficiales con faja ancha y revlver en la
funda y el soldado a veces descalzo usando por
zapatos, el callo grueso formado en la planta de los
pies de tanto caminar sin proteccin.
Los jefes montaban buenos caballos lujosamente
enjaezados a la manera colombiana: Las sillas con
pellones multicolores y los aperos de talabartera fina,
Falsetas de cerda blanca y negra y charnela s de plata
en las riendas.

9 Esta organizacin trajo graves divergencias en la oficialidad. de Arvalo, que le propona


no aceptar la imposicin de Vargas, quien haba sido nombrado Jefe Superior por el
Comit Revolucionario del exterior. El Libro de Mis Luchas, pgs. 128 y siguientes.

189

"Maisanta" Prez Delgado con el pelo de guama


de borlita y la peinilla terciada al pecho por la banda
amarilla, usaba botas y puos de cuero negro
apretndole las piernas. Una blusa blanca abierta en la
cintura mostraba la faja de cuero negro con bordados
rojos y amarillos. Alrededor del cuello llevaba un
pauelo para defenderse del polvo en las caminatas.
Era de color azul apretado por un anillo "ua de pavo",
adornado con un rub en montura de oro puro.
Calcinaba el sol cuando entre sus destellos
apareci el mdano de Las Cenizas, sus arenas
despedan mariposas brillantes entre los pajonales
raquticos.
Sobre el resplandor esperaba el batalln con
que el doctor Hernn Febres Cordero y el general
Tovar Daz defendan al gobierno.
Lo atacaron al toque de corneta de 1 y 14, el
cual ordenaba fuego y adelante en los horizontes
abiertos.
Avanzaron los batallones encerrando a Febres
Cordero.
Le tena el paso cortado el coronel Francisco

190

Teodoro Rodrguez, llamado "El Peln" por los suyos,


cuando rasg la sabana el clarinazo de 1 y 13 mandando
a cesar los fuegos.
El Peln obedeci disciplinadamente salindose
por un flanco la gente del gobierno ante los ojos
incrdulos del ejrcito revolucionario',
-Ah carajo, si no me acordaba que Febres
Cordero es Mochero viejo, compaero de Vargas coment Maisanta tragndose el resentimiento.
Se perdieron en La Ceniza grandes cantidades
de municiones y armamento, pues muchos se
desertaron desmoralizados por el rumor de que todo
fue a prepsito.
-Pero desmoralizados y con la sospecha
carcomindoles el cuerpo siguieron avanzando para
Guasdualito, dejando el rumbo de San Fernando para
donde habran seguido si hubiesen triunfado ese da.

10 Roberto Vargas se defiende de estas sospechas en su contra en una carta pblica para los
otros jefes, que aparece en el Boletn del Archivo Histrico de Mraflores, pgina 218, volumen
33, ao 1964. En ella dice que orden detener los fuegos porque eran las 3 de la tarde y la
noche cercana hubiera impedido la persecucin al derrotar al enemigo. Adems los pertrechos
que eran trados en carretas de bueyes pesadas y lentas haban tardado en llegar corrindose
e! peligro de quedar sin balas en e! medio de! combate. Esta carta muestra el estado de
descomposicin del mando revolucionario por las intrigas entre los propios jefes.

191

Ese era el abigarrado grupo de hombres que


atacaran a Guasdualito, cuando el 18 de junio en la
tarde acamp en las afueras de la ciudad; organizndose esa noche el ataque que el 19 por la maana
11
comenz a ser realidad.
A las seis iz la bandera ese domingo en el
cuartel del pueblo el sargento Castor Antonio Prez.
Un zamuro se pos en el asta momentos despus y ese
fue el primer augurio de muerte.
Ya huele a muerto -coment un soldado del
gobierno con un dejo de tristeza.
Los soldados de Prez Delgado se metieron por
la Manga.
Trescientos hombres con fusiles nuevos y
peinilla al cinto para el remate.
-Arza arriba gente! -les dijo Maisanta al canto
de los gallos de esa madrugada.
-El ataque lo dirijo yo en persona, por el medio
de la Manga y despus por la calle. Y t, Mocho Payara,
te quedas con veinte hombres de los mos en la
retaguardia.
11 Segn Arvalo Cedeo (ob. Cit.) este suceso ocurri el 21 de junio a las 8 de la maana.

192

-Ustedes no pelean hasta llegar al Cuartel. Van


machete en mano empujndome los rezagados.
-Y esta es una orden -dijo levantando la voz:
-El que se devuelva, as sea yo mismo, por
cobarde o porque le entra el miedo de golpe, primero
plan con l y si se resiste, me le cortan la cabeza.
Ese era el Pelotn Sagrado "Aramendi" que
usaba el Americano en todos sus combates.
La retaguardia tena siempre la misin ms
difcil.
As lo pregonaba Prez Delgado con orgullo y
fanfarronera:
-Mai Santa! "cada hombre mo vale por veinte
de los de Juan Vicente Gmez".
En ese grupo selecto era en el que ms confiaba
el Americano y ellos no lo abandonaban nunca.
Venezolano o colombiano pero para ser
"sagrado'" de Maisanta, -se necesitaban tres cosas:

193

LA SAGRADA DE MAISANTA Para ser sagrado de MAISANTAsolo


se necesitaban tres cosas: no conocer el miedo, ser jinete de primera y
no darle asco las cargas a machete.

No conocer el miedo, ser jinete de primera y no


darle asco las cargas al machete.
Se baj Maisanta del caballo cuando no ms
comenzaron los tiros y lo amarr en un totumo que
serva de horcn a un caizo, en la primera casa de la
calle larga y por ah se fue metiendo, pasando por
dentro de la Manga de encerrar el ganado, en la
cercana del matadero.
Disparaban sincrnicamente los hombres de
infantera en grupos de cinco soldados y el Americano

194

con ellos animndoles con sus gritos:


-"Viva la Revolucin. Mai Santa, muchachos!, que
son bastantes. Pa'lante muchachos que la muerte
espera".
As fueron convergiendo hasta el atrincheramiento del batalln Tchira.
Un batalln de tropas de lnea que haba llegado
desde San Cristbal, atravesando la selva de San
Camilo por los caminos ganaderos, estaba al mando' de
los coroneles Benicio Jimnez y Antonio Paredes
Pulgar, comandante de la guarnicin de Guasdualito,
quien se fue hasta la Manga para defenderla en
persona.
Con las ventanas, los caizos y los portales, se
fueron protegiendo los hombres, peto en avanzado
permanente, hasta que como saetas vengadoras le
cayeron a las trincheras. Con las bayonetas caladas y
rematando con el machete, derrotaron esa maana al
batalln tachirense.
Ms de cuatrocientos muertos quedaron
espatarrados en la calle cuando el sol calentaba.

195

Casi en la esquina de la plaza mataron al coronel


Cincinato Larrate La Palma, un barins revolucionario,
hijo de un oficial de Ezequiel Zamora que tambin se
llamaba Cincinato Y hermano de Hilarin, presente en
el asalto.
Y en la otra esquina, cuando se asomaba a la
cabeza de su gente, le volaron el pecho al doctor
Ricardo Arria Ruiz, un mdico y general que comandaba
otro batalln.
El francotirador Pedro Becerra, corneta de
rdenes del gobierno, se jact a gritos de que con ste
eran tres los jefes que haba tumbado ese da.
Mai Santa!, que nos matan a la flor de los
oficiales grito lleno de rabia el Americano, despus
que, por el repliegue de los pocos que quedaban del
Batalln Tchira, llegaba con su gente a la otra esquina
del cuartel.
All fue donde vio al barbero, un barberito
colombiano, que le cortaba el pelo en Guasdualito
cuando eran tiempos de paz.
-Camarita, cmo le va? -le grit Prez Delgado.

196

-Aqu, mi general, vindole su pelea le contest


el hombre detrs de la ventana.
-Ah carajo, compaero -y no le dan ganas de
probar o acaso sta no es su guerra?
-Si la es, mi general y le apuesto una botella de
ron a que si me da un fusil, llego a la puerta del cuartel
primero que ustedes.
-Va de apuesta, Pedro Snchez -y le entreg el
fusil y cien tiros al hombre que sala ya decidido, por la
puerta de la barbera.
Avanzaron todos los soldados en una masa
compacta a travs de la plaza sembrada de enormes
bucares floreados de rojo y protegindose con los
troncos cuando el fuego los raleaba.
Pero "Maisanta" y el barbero no se protegieron
nunca. A cuerpo limpio siguieron adelante hasta que
llegaron a la puerta del cuartel que marc primero en
la carrera, el barberito colombiano con el filo de su
machete.
-Mal Santa!, camarita, yo crea que no
llegbamos, pero ganastes la botella que con mucho

197

gusto compartir contigo, porque no te crea tan


hombre. Con cinco mil como t, yo estara en el
Capitolio -le dijo Maisanta soltando la carcajada.
Despus sigui el fuego cruzado con el cuartel
principal donde se haban refugiado los defensores.
All estaba tambin el general Jess Antonio Ramrez,
el mismo de Puerto de Nutrias, quien se defenda
encerrado con la gente que le quedaba. Los hombres de
la revolucin estaban tan cerca de las puertas y
ventanas, que lo insultaban desde la plaza a viva voz.
-Lea la carta capitn -dijo Arvalo.
Y el capitn Hilarin Larrarte La Palma ley una
carta en voz alta donde el general Ramrez le ofreca a
Emilio Arvalo entregarle el cuartel y pasarse a la
revolucin cuando invadiera de nuevo.
Al terminar la lectura habl Maisanta:
Qu carajo importa una traicin ms si en este
pas todos lo hacen. Pero Roberto Vargas no se dio
cuenta del sentido de estas palabras.

198

XX
SOLO VEINTIDOS HOMBRES
SILENCIOSOS
Se insultaron entre las descargas de fusilera
hasta la tarde temprano cuando comenzaron a izar en
el balastre, de la ventana del cuartel, una bandera
blanca que fue recibida con gritos de alegra.
Se hizo un silencio profundo en todas las calles
del pueblo, las puertas cerradas de las casas
comenzaron a entreabrirse chirreantes y caras
asustadas se asomaron por precaucin.
Dos viejas arrastraron por un solar el cuerpo
sangrante del doctor Ricardo Arria Ruiz. A travesaron
un topochal umbroso y lo metieron en un corredor.
Dos hombres se llevaron en silla de mano a
"Quijada de Plata" muy herido y lo acostaron en una
cama de catre cuyo fondo de lona blanca se manch de
rojo encendido.
En las calles y perturbando el silencio slo se
oan los lamentos de los heridos:
Ay mi madre, agua, agua por el amor de Dios!
199

As pasaron tres das de pelea encarnizada.


An era de da, al tercero, cuando se abrieron
las enormes hojas del portn del cuartel y el general
Benicio Jimnez recibi en el zagun al general
Francisco Parra Pacheco, en representacin de el
tuerto Vargas y Carmelo Pars.
Emilio Arvalo con el Estado Mayor esperaba en
el medio de la calle.
Regres Parra Pacheco con un papel firmado
donde los jefes Antonio Paredes Pulgar, Ramrez,
Ramn Pea y Benicio Jimnez se comprometan a
entregarse por la maana.
Cuando se reuni el grupo de nuevo y caminaron
hacia la otra esquina pasaron al lado del cadver con la
cara al sol del capitn Cincinato Larrarte.
A su lado lo contemplaba Maisanta con los ojos
rojos de llanto y rabia.
-General por qu esperar? Si se van a rendir
que sea ahora mismo y si no, demos el asalto final en la
noche mientras la oscuridad nos favorece.

200

-Mai Santa!, doctor Vargas, si tenemos el


pjaro en la jaula aprovechemos para agarrado.
-Ya firmamos una capitulacin, cuyo efecto
comenzar maana yeso no se discute general Prez le contest el tuerto Vargas con voz fra y cortante
que no dejaba tiempo a rplicas.
Sigui el grupo hacia la casa que le serva de
jefatura de operaciones y se qued slo Maisanta
parado en el medio de cuatrocientos muertos que
estaban esparcidos en la plaza y sus alrededores, como
preguntndose a s mismo, si valdra la pena tanta
muerte.
A las doce de la noche se toc silencio con la
corneta entristecida y slo se oa el traquear
alejndose de las carretas con los muertos y slo se
vean los candiles en los portales de las casas, donde
cuidaban los heridos.
-En la madrugada se oy el golpe apresurado de
un caballo y un hombre se baj jadeante en la casa del
Estado Mayor.
-A una legua de aqu viene tropa del gobierno,
no son menos de quinientos hombres!

201

-Deben ser las fuerzas del Estado Zamora, pues


aparecieron por ese rumbo.
La cornea toc alerta con sonidos impacientes,
que despus fue retirada cuando los jefes deliberaron
y decidieron dejar el pueblo para no caer entre dos
fuegos.
En la maana se retiraron los revolucionarios por
el camino del Amparo, mientras por el camino de
Zamora entraba el general Slvano Uzctegui con el
batalln de refuerzo.
De lejos, como a una cuadra, se reconocieron
Hilarin Larrart y Juvenal Balestrini, cada uno en un
bando distinto y a pesar de todo se saludaron
alborozados, pues se haban criado juntos en Obispos
de Barinas.
Mientras se decida abandonar a Guasdualito, el
Americano permaneci callado con los ojos
relampaguendole por la rabia contenida.
Despus que hablaron todos, dijo ton voz cada
vez ms alta:
-Seores, si se los dije anoche, el pjaro ya

202

estaba enjaulado y ahora volar de nuevo. Si


hubiramos atacado de inmediato, hoy seramos
dueos del cuartel y con el parque y las municiones
hubiramos derrotado a Uzctegui.
Y encolerizndose ms cuando vio que todos
salan sin contestarle, se arrodill en la calle solitaria
de Guasdualito viendo con mirada fija a los que se iban,
y para que nadie dejara de odo lanz su maldicin:
-Maldita sean los doctores y todo aquel que
aprovecha la guerra para ver si llega arriba a costillas
de los de abajo!
Y besando el suelo de la calle arenosa jur ante
sus atnitos oficiales que lo esperaban respetuosos:
-Juro que no dar un paso ms al lado de estos
carajos, que cuando hay que jugrsela toda como
corresponde a los hombres completos, comienzan con
la conversadera.
Se retir por calle contraria, seguido de su
escuadrn sagrado de slo veintids hombres buscando
el rumbo de Elorza, en la frontera con Colombia.
Caminaron

esa

tarde

leguas

leguas

sin

203

pronunciar una palabra. Guasdualito qued atrs y


sigui llamndose Periquera como si fuera recuerdo
perenne por la que se arm esa vez.

204

XXI
LA MORDIDA DE LA CULEBRA
A los dos das lleg el doctor Hernn Febres
Cordero, gobernador de Apure, con las fuerzas del
gobierno y por travesa apareci Vincencio Prez Soto
con el Batalln "La Flor del Orinoco" y quien haba
pasado de la Gobernacin de Apure a la de Bolvar.
Vincencio Prez Soto era una mezcla de hombre
de accin con gestos caballerescos y cierta inclinacin
a la cultura.
Cuando estaba en San Fernando cultivaba la
poesa.
En los salones del hotel D'Anelo se reuna con
los poetas y recitaba entre los brindis.
Diego Crdoba, Leonte Olivo, el poeta Muoz, el
poeta Trujillo y muchos ms asistan, a su tertulia. Una
tarde se incorpor un joven flaco y plido que se
llamaba Andrs Eloy Blanco y quien tena la ciudad
como crcel por ser rebelde contra Gmez.
A pesar de esto, Prez Soto lo invitaba y en las
noches de luna clara daban serenatas en San Fernando.
205

Hasta la irona de Andrs Eloy Blanco se la


perdonaba el Presidente, como sucedi una vez cuando
estaban bebiendo ron y Andrs le pregunt:
-General, cul es el ron ms malo? -y ante la
negativa de Prez Soto, le dijo el poeta con sarcasmo:
-El "Ron Pedrique", general. Prez.
Se refera al Secretario de Gobierno, quien no
vea con buenos ojos la presencia de un enemigo en las
reuniones del hotel D'Anelo.
Vincencio Prez Soto se senta bien con los
hombres de intelecto, pero esa condicin era
contradictoria con su carcter primitivo.
Por eso cometa actos de barbarie como la vez
que invit a una ternera a los mendigos de San
Fernando en la orilla de Puerto Miranda.
Iban las canoas en el medio del ro crecido
cuando las voltearon por sorpresa.
-Se ahogaron los mendigos verdaderos y
enfermos, porque los falsos y sanos, salieron nadando

206

y fueron para la crcel por engaar al pblico


-deca despus Vincencio Prez Soto entre
carcajadas.
Esa tarde despus que se reuni con Febres
Cordero, en la persecucin de los derrotados de
Guasdualito, no haban caminado mucho por la ribera
del ro cuando agarraron a un tuerto, oficial de "Cuello
de Pana" en la Isla de Indabaro.
El tuerto, a pesar de los planazos que le
rasgaban la espalda, se neg a confesar donde estaba
su jefe.
Entonces le puso Vincencio Prez Soto un fusil
en la mano a Jos Antonio, un muchacho hijo suyo, para
que aprendiera a matar un hombre.
El muchacho de catorce aos se neg a disparar
y le dijo entre sollozos:
-As rendido no, pap; que lo maten los soldados.
Cuando yo mate el primer hombre tiene que ser
peleando.
Se qued silencioso el general Prez Soto
durante el resto de la tarde.

207

Al llegar a Elorza, Febres Cordero, quien haba


sido nacionalista y viejo amigo de Alfredo Franco, le
dio garantas a este general prometindole la vida y la
ciudad de San Fernando como crcel, bajo su propia
custodia.
Acept el general Franco, quien se haba venido
con su gente pasando el Arauca por el paso Clarinetero
y haba llegado tarde al asalto de Guasdualito.
Bajo la proteccin de Febres Cordero sigui
Franco para San Fernando, basado en la capitulacin
que no fue aceptada por los dems.
Para Colombia se fueron desguasando el ro
Arauca, los doctores Roberto Vargas y Carmelo Pars,
junto con el general Emilio Arvalo y todo el resto de,
la tropa con el desaliento del fracaso.
Por las sabanas del Apure Maisanta y sus veinte
hombres siguieron a salto de mata; que es como decir
acosados como animales de cacera en tiempos de
Semana Santa.
A los das recibi Prez Delgado un recado de
parte del general Febres Cordero, ofrecindole
garantas para que se entrevistara con l. El
208

intermediario para el arreglo fue Alfredo Franco, el


mismo que por primera vez le meti la guerra en el
cuerpo.
Se vino el Americano hasta un fundo cercano,
pero se mantuvo a la expectativa para ver si cumpla lo
ofrecido.
No fue detenido ni l ni ninguno de sus oficiales
y entonces se dedicaron a la compra de ganado para la
venta a los comerciantes del Tchira.
Cuando el doctor Hernn Febres se encontr
esa tarde con l en el paradero del fundo, le dijo con
hidalgua:
General, conserve su revlver, que un hombre de
sus condiciones no puede andar desarmado.
-Gracias, doctor Febres; mientras usted nos
cumpla la promesa nosotros nos quedamos en estos
medios dedicados al trabajo honrado le contest
Maisanta, mirando fijamente en los ojos al Mocho
Payara, que se mova inquieto como si desconfiara
temprano.
Febres
Cordero
saba
que
slo
as,
permitindoles que vivieran en el territorio

209

venezolano, podra pacificar el Apure.


Pero la orden de Gmez fue muy clara y precisa:
-Como usted quiera, doctor, pero no los pierda
de vista, mire que en cualquier momento le sueltan la
mordida como las culebras bravas.
Un domingo por la maana se desenroll de
nuevo la culebra brava de la guerra.
El general Parra Pacheco con sus ochenta aos a
cuestas, invadi de nuevo y atacaba a San Fernando
12
antes de que clareara el da.
Era un 12 de mayo de 1922.
El coronel Waldino Arriaga montado en Una mula
castaa, arremeta con su gente buscando la Casa de
Gobierno donde estaba el Presidente y cuando lleg a
El Caito en las calles de San Fernando, lo partieron de
un balazo.

12 El jefe superior de esta invasin era el doctor y general Carmelo Pars. Andaba tambin el
general Fermn Toro. Parra Pacheco era el alma y el tctico en el ataque, recomendando siempre
su clebre consejo de viejo guerrillero: "No

210

Era un 12 de mayo de 1922.


El coronel Waldino Arriaga montado en una mula
castaa, arremeta con su gente buscando la Casa de
Gobierno donde estaba el Presidente y cuando lleg a
El Caito en las calles de San Fernando, lo partieron de
un balazo.
Al medioda se retir el general Parra por los
caminos de Zamora y a los das estaba atacando a
Nutrias donde le dispersaron la gente.
En una de las entradas de Ciudad de Nutrias, en
la pata de un samn, qued herido de muerte el coronel
Pablo Tamayo, un tocuyano valiente a quien slo
detenan las balas.
Se retiraron los dems, y se qued el anciano
general Parra, porque su estado fsico era tan malo que
no poda seguir huyendo.

se dejen matar intilmente. Cuando estn copados retrense a tiempo para encontrarse
despus en un sitio previamente seleccionado. Prisioneros para La Rotunda, nunca!
Esta invasin fue liquidada despus de la retirada de Nutrias en la derrota de Los Galpagos en
tierras del Gurico.
Pars cay prisionero en Oriente.
Toro capitul ante e! general Teodoro Velzquez en Manapire. El capitn Fide! Betancourt
sigui los consejos de Parra Pacheco y se escap una noche. "A La Rotunda, nunca!", repite el
viejo capitn cuando termina su narracin.

211

La fiebre y la disentera lo tenan postrado en


una cama.
As pas varios das escondindose de casa en
casa, hasta que entr a Nutrias el coronel Zabuln
Crespo, con los refuerzos del gobierno y alguien le dijo
dnde estaba el enfermo. 13
Dentro de un escaparate lo tenan escondido ese
da y de all sacaron al anciano veterano de cincuenta
aos de guerra.
Con fanfarrias, cohetes, vivas y un gran desfile
de empleados, recibieron en Barinas al pelotn que
traa preso al general Parra Pacheco.
El viejito enteco, flaco y blanco con una chivita
alargada, casi se caa de la mula. Lo destrua la
disentera, el cansancio y sus ochenta aos de guerra.
-Viva Gmez -gritaban todos-. Viva Gmez coreaban las mujeres.

13 Esto le vali al general Carlos Jordn Falcn la reivindicacin ante el general Gmez. Desde
.la derrota en Nutrias estaba retirado en su hato. Al saberse el ataque recibi rdenes de
incorporarse al ejrcito del gobierno, con la jerarqua de su rango. Jordn y el general Slvano
de Jess Uzctegui eran los jefes del coronel Crespo, cuando ste hizo prisionero al general
"Francisco Parra Pacheco.

212

En el calabozo de La Lechuza le pusieron un par


de grillos.
Se imaginaban los carceleros que le estaban
poniendo grillos a un hombre para que no huyera como
si tuviera fuerzas para escapar quien ya se estaba
muriendo.
Prez delgado andaba sabaneando con su gente
cuando atacaron a San Fernando y al llegar a la casa se
encontr con la noticia que no dej de sorprenderlo.
Al otro da fue mandado a buscar por el propio
doctor Febres Cordero. Estaba en el bao desnudo
cuando lleg la comisin.
El chingo Cordero, un primo del Presidente, al
darse cuenta que el hombre estaba indefenso, decidi
acabar con la comedia aprovechando la oportunidad.
Lo encaonaron desde lejos sin darle tiempo a
coger la faja donde brillaba el revlver, colgada en la
horqueta de un guanbano en la barranca del cao.

14 El amigo Enrique Medina Febres, nieto del general Isilio Febres Cordero, Presidente de
Barinas para la poca, nos afirma que Parra Pacheco no muri en Barinas. Sobrevivi a la
crcel y muri despus en Caracas donde l lo conoci. Adems da fe de que por su
ancianidad fue tratado con toda consideracin durante su prisin.

213

Y lo llevaron preso ante el doctor Hernn, quien


se justific diciendo que se rompa el pacto porque
"Maisanta" estaba comprometido con el general Parra
Pacheco y no le avis al gobierno el ataque a San
Fernando.
-"Mai Santa", doctor Febres, esa vaina s que no.
Yo me acog a sus garantas y he cumplido mi
compromiso.
-Nunca supe que iban a invadir de nuevo, pero si
lo hubiese sabida, jams lo habra denunciado porque
los hombres como yo no terminan en traidores.
Desde ese momento lo pasaron a un calabozo de
la crcel de San Fernando de Apure, con un par de
grillos de sesenta libras remachados en los pies.
Al otro da por la maana se present el Mocho
Payara ante la guarnicin del cuartel, entregndose
como preso voluntario para no abandonar a su general.

214

El Vapor Alianza (1917). Uno igual era El Masparro, en donde se


sublev Maisanta y El Amparo, donde lo llevaron prisionero para
Ciudad Bolvar, aos despus

215

XXII
CARIBE PECHO COLORADO
De San Fernando de Apure lo enviaron a Ciudad
Bolvar.
Viaj el preso con fuerte escolta en el vapor
"Amparo"'- un barquito casi igual al "Masparro", en el
que asalt a Puerto de Nutrias."
Por la ventana del camarote vea chapalear la
gran rueda que al moverse en el agua, haca avanzar la
embarcacin y pasaban fugaces los inmensos paisajes
de sus hazaas en donde dej la leyenda. Nunca ms
los volvera a ver.
Cuando desembarc en Ciudad Bolvar y mir el
malecn vio al general Vincencio Prez Soto
esperndolo impaciente.
Conociendo Prez Delgado la fama de su enemigo
estir el cuerpo con altivez y le dijo desde lejos:
-"!Maisanta"!, me cogi el catarro sin pauelo.

15 Fue un 6 de junio de 1922, segn telegrama fechado ese da, de Hernn Febres Cordero,
para Juan Vicente Gmez, donde le participaba el hecho. (Boletn Archivo, Histrico de Miraflores, pg23, nm. 60, junio 1969).

216

-No se preocupe, general, que bajo mi gobierno


tendr todas las consideraciones -le contest a. Prez
Soto acercndose sonriente, pues en el fondo oscuro
de su alma guerrera admiraba a los valientes.
En la crcel de Ciudad Bolvar no fue maltratado
"Maisanta" y fue pblico y notorio el gesto de
Vincencio Prez Soto, al intervenir ante Gmez para
que no lo mandaran a Puerto Cabello, de donde no se
regresaba vivo.
No era compasin lo que senta Prez Soto, era
un dejo de simpata por la figura alegre, carismtica y
valiente de Pedro Prez Delgado, un hombre de cuerpo
entero como no nacer otro hombre para recordado en
la: canta sabanera.
Nada consigui el Presidente de Bolvar, pues la
decisin de Gmez ya estaba tomada.
Se lo llevaron una maana por la va del Gurico,
para entrar a Maracay, pues el general Juan Vicente
Gmez dese conocerlo en persona.
A la rueda de ulicos, en la vaquera de Las
Delicias, llevaron a "Maisanta".

217

-Mai Santa!, cmo hay de gente, qu cara de


hombre tiene el viejo -se deca el Americano cuando se
acercaba.
-Anj, conque t eres Prez Delgado al que
llaman "Maisanta". Hasta aqu te 'llegaron tus cuentos.
As quera verte. Con que" t fuiste el del asalto de
"Los Cochinos"? Buen asalto, no cabe duda.
-Me dijeron que tambin te llaman el "Caribe de
los Llanos", -le dijo el viejo mientras se apretaba los
guantes.
Lo mir Prez Delgado con sus grandes ojos
como pozos revueltos y le contest con la picarda que
nunca le abandon:
-Mai Santa, mi general, si lo ser el "caribe
pecho amarillo" que se come los pescaditos del ro,
porque el "pecho colorado" que se come a todos los
otros, ese es usted, mi general.
Fue imperceptible la orden para que retiraran al
preso directamente al Castillo de Puerto Cabello,
donde lleg ese da cuando ya entraba la noche para
pasar largos aos de calabozo oscuro y sofocante
antes que la muerte lo liberara.

218

XXIII
CARCEL DE NOCHE NEGRA
Se debata en el calor pegajoso y salado del
calabozo.
El sudor se le confunda con la ptina salobre de
las paredes de calicanto mezcladas con sal.
La oscuridad, partida por un rayo de luz redondo
que se filtraba a travs de la claraboya, dejaba
entrever el cuerpo largo del hombre, tendido y
vertical a la barra negra de los grillos que lo fijaban a
la tierra.
El sopor se le acrecentaba con la fiebre que lo
quemaba y la sed tremenda, apergaminndole la boca.
La lengua larga y seca, como de culebra brava,
sala de vez en cuando y lama los labios partidos.
La cara larga y afilada como un cuchillo, el pecho
hundido y el abdomen abombado sobre unas piernas
delgadas donde la piel dibujaba los huesos.
Le bailaban los tobillos en el arco de los grillos.
En el piso enladrillado, estaba reluciente y
219

seboso el sitio donde se acostaba el hombre; el aire


ola a deyecciones mezcladas con vaho de cuerpo sucio.
Varios das llevaba con el sopor cuando comenz
a delirar y a soar con sus hazaas.
Se vea cinco aos atrs la tarde que entr a la
crcel y el carcelero quiso planeado.
-No me toques, carajo; que a los hombres de mis
condiciones se les respeta -y el hombre no levant la
peinilla al influjo de su voz.
Se vea en La Carmelera, retirndose perseguido
y contndole despus los cuentos al bachiller Cordero
en Sabaneta.
-"La revolucin, chico, hay que tener coraje y
cabeza para ser revolucionario. Nunca perder la fe y
jams pactar por arriba, carajo". Pero esas son
pendejadas, a este pas no le interesan esas cosas.
Aqu hay mucho real -y se le iba el pensamiento al
catire que se mora.
Se vea hablando con Valentn Prez, aquel
general que conoci en Apure y a quien mataron
peleando contra Gabaldn.

220

16

Vena de Mxico el general Valetn Prez y le


haba contado ese da el por qu de su hombro cado:
"Eso fue un tiro cuando yo era oficial de la revolucin".
Y cmo se haba admirado "Maisanta", al conocer
un hombre que haba peleado en los comienzos de la
revolucin mexicana.
Recordaba despus las vainas de los apureos,
quienes desde el primer momento apodaron al general
Valentn Prez como "El Espaletao". Espaletao por el
hombro cado con la escpula saliente que lo hada
caminar agachado de un lado como si fuera a coger
vuelo.
Entonces se le iba la mente buscando los
recuerdos sobre los cuentos de Mxico y la toma de
grandes ciudades. Ah!, Y la aoranza de la artillera de
la divisin del norte que nombraban los peridicos.

16 Para 1909 Apure era un Estado autnomo. El candidato de ms opcin para ganar las
elecciones a Presidente de Estado era el general Ignacio Avendao. Cuando Gmez tom. el
poder de la Repblica nombr al general y doctor Jos de Jess Gabaldn, Presidente de
Apure, quien se present con un batalln y acab con las elecciones. Uno de los alzados fue
Valentn Prez, quien pas la frontera colombiana y muri en la batalla de los Corrales de Guasdualito.
"Diriga la pelea con un chaparrito en la mano, como si fuera Director de orquesta", nos cont
Hilarin Larrarte, quien "cargaba el tubo de latn con la correspondencia de la revolucin,
colgado en el pescuezo", segn sus propias palabras. Ese da muri tambin el coronel Pedro
Len Arroyo, segundo en el comando de las fuerzas del gobierno.

221

-Dganme esa vaina, si l hubiera tenido caones,


como se los ofreci una vez el "tuerto" Vargas.
Carjo!, Maisanta no se le hubiera quedado atrs a ese
tal Francisco Villa y al otro Emiliano Zapata, de
quienes tanto se hablaba entonces.
Bonita la vaina esa de que en Mxico, Zapata
reparti la tierra a los soldados campesinos.
Pero cuando l un da les cont la historia a los
doctores, carajo!, arrugaron la cara y cambiaron la
conversacin.
Desfilaron por su mente las hileras de muertos
en Guasdualito, comandados por el capitn Cincinato
Larrarte.
Y le atormentaba el cerebro, martillado por un
terrible dolor punzante, el pitar intermitente de la
sirena del vapor "Masparro" remontando el Apure.
Y segua entre la vigilia y el sueo deshilvanando
su vida de ilusiones, fracasos y sacrificios. Todo por
algo mejor que su mente nunca pudo precisar.
Solamente senta odio y frustracin porque se
daba cuenta con su clara inteligencia de que todo lo

222

que haba hecho, no tena una orientacin definida y las


cosas se quedaban iguales cuando terminaba el asalto.
El odio lo carcoma al verse tirado all con un par
de grillos, murindose de mengua, mientras los otros
se fueron sin exponerse mucho.
El abdomen se le distenda ms y ms cuando
caa la tarde.
Perforados los intestinos por las miles de
partculas de vidrio molido que cada da venan en la
comida.
Era una accin lenta y corrosiva que ocasionaba
con el tiempo una terrible enteritis que llevaba a la
muerte, con una peritonitis final que ningn mdico
hubiera curado.
Esa era la condena de los presos peligrosos en
tiempos de Juan Vicente Gmez.
En la noche estaba agonizando, y al fin consigui
el Mocho Payara que lo dejaran entrar al calabozo.
Abri sus ojos amarillos como la miel de las
aricas, que ya perdan el brillo de la vida y se qued

223

mirando a Payara como si no lo hubiera visto nunca.


Despus se fue pasando las manos por el
abdomen abultado, buscando algo en la franela
manchada de vmito, hasta que tembloroso, agarr el
escapulario cosido en la pechera.
Recogiendo fuerzas de quin sabe dnde, lo
arranc de un tirn y mirando a su oficial, dijo con
clara voz venciendo la agona:
-Mai Santa! Virgen del Socorro, puede ms
Gmez. Esta vez tampoco ganamos.
Y lanz con rabia la medalla de plata y el
escapulario de felpa, contra la pared carcomida.
Minutos
Delgado.

despus

mora

"Maisanta"

Prez

Silencioso Y llorando, l que no haba llorado


nunca, sali el Mocho Payara para contar la ltima
historia del Americano, que se reg por el llano como
17
gara sabanera en una tarde de mayo.

17 Pedro Prez Delgado segn nuestras indagaciones naci en Ospino en 1875. A los seis aos lo
mandaron a estudiar al Estado Lara. . A los diecisis aos se incorpor a la guerra. Muri en el
Castillo Libertador en el ao 1929, siendo comandante del mismo el general Dvila.

224

MAISANTA

(Corrido de caballera)
Al maestro Antonio Jos Sotillo.
Unos lo llaman "Mai Santa"
y otros El Americano".
Americano lo mientan
porque es buenmozo y catire:
entre bayo y alazano.
Sali de La Chiricoa
con cuarenta de a caballo,
rumbeando hacia Menoreo
va Pedro Prez Delgado.
En fila india, por la oscura sabana,
meciendo el ro en chinchorros de canta,
va la guerrilla revolucionaria.
Con el cogollo, la manta;
cobija con pelo e guama,
cuarenta y cinco y canana.
Nube de tabaco y nube,
relincho y susto de garza.
madrugadita de leche
bajo la noche ordeada.
Llanero alzado, ronda de riesgo velante,
fila india, caballera lenta y larga,
tajo vivo y negro,
dimetro de dolor en la circunferencia de la sabana.

225

Caballo pobre; el arns de cabuya,


la montura, un cuero de res,
el estribo de soga
entre los dedos del pie.
Llanero alzado: Canto, silencio y canto,
el guerrillero va adelante, cantando.
Rumbo de asombros, los cuarenta caballos
cabalga al frente Pedro Prez Delgado.
Unos le dicen Maisanta
y otros El Americano.
No hay quien le pique adelante,
no hay quien le aguante la carga,
no hay guerrillero en los llanos
que le eche la colcha al agua.
Catire con dientes de oro
y con espuelas de plata,
bueno de cola y de soga,
bueno de tripa y de capa,
escapulario cosido,
con una virgen pintada;
pelo e ` guama con borlita
flequillo en las alpargatas,
y al hombro la manta azul
con la vuelta colorada.
Y ahora le contar
por qu lo llaman Mai Santa.
Cuando pelea Pedro Prez Delgado,
en el momento de trabar la pelea,

226

antes de que salga de la funda el machete,


arma los aires con su grito de guerra
y as, en la carga, va gritando el guerrero:
-Mai Santa, Virgen del Socorro de Valencia!...
madre Santa dice la gente,
pero Maisanta dice Mai Santa
y las maneras de los hombres
los hombres deben respetarlas.
Y a Pedro Prez Delgado
no tiene madre ni patria,
ni un retrato de la madre
ni un retrato de la patria.
Pero tiene el corazn
como tapiz de sabana
y junta Madre con Virgen
y junta Virgen con Patria
y en la Virgen del Socorro
de Valencia las retrata
y cuando va a la pelea
pone a las tres en el anca.
El Socorro de Valencia
la llaman los que la llaman,
Valencia, la del Socorro,
Valencia de las naranjas.
Cuando el plomo est cerrado
y es pareja la batalla
y unos van que a que te mato
y otros que a que no me matas,
hay un momento de pronto

227

en que se arrugan las almas;


destilan leche de miedo
los pechos de la sabana;
de los turbios horizontes
brotan muertes ensilladas.
Vienen cuarenta jinetes
con muertes desenvainadas.
Con un rumor de joropo
viene llegando la carga;
tendido en el paraulato
un jinete la comanda
y al llegar el enemigo
en los estribos se alza;
tiene la melena rubia,
entre baya y alazana,
y un grito que es un machete
con filo, punta y tarama
y es Pedro Prez delgado
que va gritando: -Mai Santa!...
El grito del guerrillero
se lo sabe la sabana.
No hay quien no lo haya escuchado
en la noche o la maana.
Corre, corre, corre el ro
hasta que la suda el agua
y grita:
-Corre, Laguna,
que est cargando Maisanta
y la Virgen del Socorro
viene sentada en el anca,

228

con espinas de limn


y palabras de naranjas
Y ya sabe, compaeros,
por qu le dicen Maisanta.
La Virgen del guerrillero
tiene mucho de Mai Santa,
buena de lazo y de silla,
buena de tierra y de agua.
Desde el siglo diez y seis
se la trajeron de Espaa
para su rumbo llanero,
navegante y navegada.
Porque se perdi en el mar
como jinete en sabana.
Cuando de Espaa lleg
al puerto de Borburata,
Valencia se fue al camino,
Valencia se fue a la playa.
Pero todos se asombraron
en cuanto abrieron la caja,
porque en lugar de la Virgen
del Socorro, que esperaban,
se encontr una Dolorosa c
con sus espinas clavadas,
con espinas de limn
y palabras de naranjas.
Como en los rumbos del llano
se perdieron las dos cajas;

229

la valenciana al Callao,
la limea a Borburata.
Del Per pidieron cambio
pero Virgen no se cambia.
Y lleg el siglo diez y ocho
y lleg la falta de agua.
Valencia tena sed
y los cerros eran ascuas.
Antonio Diez Madroero,
el Obispo de Caracas,
lleg con todas sus gentes
al cerro de Guacamaya.
-Hazme una nube! -le dijoMadre de Dios, Madre Santa!
Y de los pies del Obispo
se zaf una cinta de agua.
Cayeron en Periquera
los hijos de la sabana;
muri Rosario Pabn,
all va Quij de Plata;
va de raspa y escotera
la gente de Cuello e Pana;
con Arvalo Cedeo
los llanos cierran la marcha
y en un caballito ciego,
ciego casi, el Tuerto Vargas.
Cayeron en San Fernando

230

los hijos de la sabana,


con dos balazos del diablo
llevan a Waldino Arriaga.
Y Pedro Prez Delgado
viene preso de Biruaca.
-El catarro sin pauelo
me agarr -dice Maisanta.
Y la Virgen del Socorro
de Valencia, desmontada,
con espinas de limn
dice cosas de naranja.
(Est en la crcel Pedro Prez Delgado;
cabalga grillos de setenta quien cabalg caballos.
-Mai Santa, qu chiquito se nos ha puesto el llano!
Puerto Cabello, caballo de los rumbos enredados:
el que marchaba hacia la costa,
el que marchaba hacia las sierras,
el que marchaba hacia los llanos,
todos estbamos all,
todos habamos llegado.)
El guerrillero tiene hambre,
tiene sed El Americano
Se va muriendo entre dos muertes;
canto, silencio y canto;
se va muriendo entre dos cargas,
se va muriendo entre dos ranchos;
tiende la voz en las crines
del morir entresoado;
la sed lo lleva tendido,
tendido en el paraulato.
Maisanta se est muriendo

231

Madre Santa, envenenado.


Cont mil altoquienvives,
hasta que izaron las dianas;
la sed le pone palmares
en el mirar de sabana.
Ya Pedro Prez Delgado
no tiene madre ni patria,
ni un retrato de la madre,
ni un retrato de la patria;
lo surcan madres con sed,
lo cruzan patrias tostadas.
Pero siente el paraulato
metido entre las batatas
y empina su viejo grito
en los estribos del alma.
y su grito es un machete
con filo, punta y tarama
y es Pedro Prez Delgado
que va gritando: -Mai Santa!
El grito del guerrillero
sobre la muerte resbala
y salta del calabozo
y navega y desembarca
y se encabrita en los riscos
del cerro de Guacamaya.
Toda la sed de la tierra
va en una fuga espantada;
la Laguna de Valencia
se esconde bajo su falda;
corre, corre, corre el ro,

232

hasta que le suda el agua


y grita:
-Corre, Laguna
que est cargando Maisanta
y la Virgen del Socorro
viene sentada en el anca
con espinas de limn
y palabras de naranjas!
Y ya sabe, compaero,
cmo se muri Maisanta.
Andrs Eloy Blanco.

233

GLOSARIO
ALEBRESTARSE: Ponerse altanero o irrespetuoso.
BACHI: Apelativo carioso por bachiller.
BARCINO: Animal gris o marrn con vetas negras.
BORALES: Planta trepadora que cubre las aguas
arremansadas.
BRAGAO: Hombre muy valiente.
CACHAMA: Pescado de ro.
CALCETAS: Claros de sabanas entre la selva.
CAMARA: Sinnimo de camarada o compaero.
CARAMO: Arboles arrancados por las crecientes y que
permanecen en el lecho de un ro.
CHOCOZUELA: Sinnimo de la rtula, hueso mvil de
la rodilla.
CHUTO: Con la cola recortada.
ENMOGOTADO: Persona escondida dentro de una
porcin muy tupida del bosque.
FIQUE: Fibra de sisal.
GUASDUAS: El tallo del bamb.
GUATE: Nombre que se le da en Barinas a la gente de
los Andes. Este apelativo en algunos casos incluye a los
colombianos.
JIPIJAPA: Sombrero blanco de anchas alas parecido a
los llamados corrientemente "de Panam.
LEBRUNAS: Reses de color crema.
LEBRUN0S DEL DIA: Primer crepsculo de la maana.
234

MAPORA: Enormes palmeras de tallo redondo.


MARRAMUNSIA: Malos hbitos.
MAUTE: Toro joven de 1 a 2 aos.
PELICANAS: Reses negras con apariencia de pelo
canoso.
PELO DE GUAM: Sombrero de terciopelo amarillento
intenso como el pelo del fruto del guamo.
PESA: Sitio donde se distribuye esta carne.
PESERO: Hombre que mata y vende ganado vacuno o
porcino.
PICURIARSE: Sinnimo de escaparse.
PINTAMONEAR: Sinnimo de coquetear.
RUSIO MOSQUEADO: Caballo blanco con pequeas
pintas negras o marrones.
SARDAS: Reses negras manchadas difusamente de
blanco.
SUELTA: Pedazo de soga con dos lazos en los
extremos por donde se introducen dos patas del
caballo para que no pueda caminar lejos.
TABLETAS: Trozos cuadrados de azcar y coco o
dulce de panela y coco rallado.
TARTAGUITA: Raya pequea de terrible punzada
cuando se la molesta.
TERECAY: Pequea tortuga, similar al galpago y
autctona del llano.
TOECO: Persona consentida o de mucha confianza.
TOPOCHO: Especie de pltano ms pequeo y de sabor

235

diferente.
TOTUMO: Arbusto cuyo fruto es la tapara.
TUCO: Pedazo de extremidad que resta de alguna cosa
luego de ser cortada por cualquier motivo.
ZAINO GUACHARACO: Caballo marrn oscuro, casi
negro.

236

JUICIOS

"Maisanta viene a ser, sin duda, uno de esos pocos libros que
llegan a nuestras manos y se leen de un solo tirn, no slo por
reflejar sus pginas con dramtica fidelidad lo que fue la vida
de los llanos a los comienzos del presente siglo, sino por el
relato continuo de hechos tan inverosmiles por su temeridad y
arrojo, como la enseanza que trae de lo que vale la
experiencia y la zamarrera que utiliz el general Pez, por
aquellos mismos predios" .

Guillermo Jos Schaell, Diario El Universal, Caracas.

"Habr que leer pues este libro para conocer lo mucho de


nuestra historia reciente, que est enredada en los mil
caminos que hubo de andar Maisanta. Y debern leerlo sobre
todo los jvenes. Los que de uno y otro modo son los
herederos legtimos por la pureza de los ideales de este
Maisanta que, sin conocer los azares de las ideologas, fue sin
embargo, a su vez, el heredero de Ezequiel Zamora y de
todos quienes en nuestro pasado lucharon contra las injusticias
y las exacciones".

GANMA, Diario El Nacional, Caracas.

"Pero Maisanta es algo ms: Jos Len Tapia ha recogido la

237

historia de Prez Delgado de las mismas fuentes donde


todava se encuentra y la ha transcrito en el libro, casi en la
misma forma. A su vez el libro es un rico filn para el
trabajo de los narradores que se interesan por hacer
literatura partiendo de nosotros mismos, inspirndose en
nuestros temas, problemas y dramas. Maisanta servir para
buscar y llegar al meollo de lo que somos".

R. J. Lovera De Sola, Diario El Nacional, Caracas.

"Mdico de profesin, cirujano de cada da, pero con devocin


por la historia, aporta ahora Jos Len Tapia, captulos de la
historia, justamente menos estudiada, de la ltima dcada del
siglo XIX y primeros del actual. Al biografiar un personaje de
la lucha armada contra las autocracias y tiranas, nos da Jos
Len Tapia un vvido cuadro de un aspecto cardinal de la
historia nacional de dcadas atrs".

Pascual Venegas Filardo, Diario El Universal, Caracas.

"Jos Len Tapia es un mdico de extraordinaria calidad


humana que se ha dedicado a recoger leyendas y a reconstruir
la vida de algunos personajes venezolanos. En cada pueblo del
llano reconstruye un episodio; cada anciano le comunica una
vivencia personal. Una sabana, un ro, una casa, una calle,
guarda vinculacin con el personaje que ama la libertad en su
sentido ms elemental, con una vaga concepcin de pueblo, con
un rechazo natural a la autoridad opresora".

238

Jos Vicente Rangel, Diario Ultimas Noticias, Caracas.

"Libro de entraables testimonios: porque incorpora


definitivamente a Maisanta como caudillo en la prosapia
histrica. Porque vuelve a consagrar a su autor, Jos Len
Tapia, como escritor de enjundia e investigador de mritos
sobresalientes. Y porque, en resumen, concurre a darle
jerarqua a los valores de la provincia. Y en l y con l a
quienes, llano adentro o cordillera arriba, solemos dejar
tambin de vez en cuando la aseveracin de nuestra palabra".

Elio Jerez Valero, Diario Vanguardia, San Cristbal.

"El libro del doctor Jos Len Tapia, Maisanta, El ltimo


hombre a caballo, es una reivindicacin y una leccin para que
los venezolanos no olviden. Es tambin bsqueda interesante
en los venezolanos del pueblo que se est abriendo paso en la
literatura testimonial de nuestro pas".

Luis Beltrn Prieto Figueroa, Diario El Nacional, Caracas.

"Con Maisanta da gusto ver que en las tierras llaneras la


literatura y la historia no estn naciendo de los cafs
sofisticados de los "snobs" que andan "in", sino de los
hombres patriotas que andan afuera en las tierras del pueblo,
de los hombres de mano dura y de las mujeres que paran
Maisantas.

239

Martn Cayaunare, Diario Ultimas Noticias, Caracas.

"Es fascinante la historia de Maisanta. Una herencia tal vez


de barbarie y salvajismo, pero tambin de valor y espritu de
lucha para enfrentarse a las dificultades. Y en todo caso, una
herencia que, nos guste o no, es la nuestra".

Juana de Avila, Revista Elite, Caracas.

"El choque psicolgico producido por la lectura de este libro


del mdico barins Jos Len Tapia, nos lleva al balance de
una poca de un idealismo donde los fracasos se sucedieron
por la anarqua de los mismos autores. Como los antiguos
relatos, el libro tiene una moraleja y uno se pregunta si a
tantos sacrificios de aquellos hombres sin cultura, henchidos
por la leyenda de un destino mejor, les habr' llegado la hora
del reconocimiento".

Oscar Rojas Jimnez, Diario El Universal, Caracas.

240

Quiero expresar mi agradecimiento a los distinguidos amigos, Ral


Blonval Lpez, Luciano Valero, Manuel Malaver, Humberto Febres, Jos
Rivas Rivas, Jos Esteban Ruiz Guevara, Alexis Mrquez Rodrguez,
Nstor Tablante, Vctor Len Guevara, Jos Manuel Franco, Orlando
Araujo, Ramn J. Velsquez, Jos Giacopini Zrraga, Angel Prez Prez,
Carlos Julio Gonzlez y Federico Brito Figueroa.

241

CRDITOS
Este libro fue digitalizado por el CENTRO REGIONAL DE
TECNOLOGA EDUCATIVA (C.R.T.E), por medio del Departamento de
Informtica Integral entes adscritos a la Secretara Ejecutiva de
Educacin del Estado Barinas

Equipo Tcnico:
Produccin:

Lcda. Rosala Soto

Coordinacin: Ing. Jess Leal


Diagramacin y montaje:
T.E. Mara Araque
Ing. Daniela Briceo
T.S.U. Anglica Vielma

Barinas, Septiembre de 2006

242

INDICE

El Autor y su Obra
Por Jos Giacopini Zrraga
Dedicatoria ...
Entre Zamora y Maisanta
Advertencia .
Introduccin.
I
VIVA EL MOCHO HERNANDEZ!....................................................
II
ESE MUERTO ES JOAQUIN CRESPO...
III
COMO ES ESO DE REVOLUCION?...............................................
IV
HOMBRE DE A CABALLO..
V
PAREN ESA MUSICA!........................................................................
VI
MIEL EN TAPARAS.
VII
SOLAMENTE REVOLUCIONARIO.
VIII UNA CALMA INQUIETANTE..
IX
LA LUMBRE DE LOS MACHETES.
X
VELORIO CON MUERTO AJENO.
XI
LOS MATADORES DE GARZA
XII
ARGUCIAS DEL PRISIONERO..
XIII PATRIA Y REVOLUCION!
XIV
EMILIO AREVALO CEDEO..
XV
EL SABOR ROJO DE LA GUERRA..
XVI
SENTENCIA DE MUERTE PARA FUNES...
XVII BRUJERIAS CON PIAPOCO....
XVIII EL TUERTO VARGAS...
XIX
UNA PLAZA SEMBRADA DE BUCARES..
XX
SOLO VEINTIDOS HOMBRES SILENCIOSOS....
XXI
LA MORDIDA DE LA CULEBRA..

02
08
09
15
19
26
32
46
55
63
67
81
109
115
123
129
135
141
151
156
162
177
182
187
199
205

243

XXII
CARIBE PECHO COLORADO...
XXIII CARCEL DE LA NOCHE NEGRA.
MAISANTA (Corrido de Caballera) Por Andrs Eloy Blanco.
GLOSARIO.
JUICIOS
CREDITOS..

216
219
225
234
237
242

244

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