Leal, Boleros. La Canción Romántica Del Caribe (1930-1960) PDF
Leal, Boleros. La Canción Romántica Del Caribe (1930-1960) PDF
Leal, Boleros. La Canción Romántica Del Caribe (1930-1960) PDF
BOLEROS
Cancin Romntica
Del Caribe
(1e30-1e60)
Durante los ltimos diez aos, tanto en Espaa como en los pases hispanohablantes pertenecientes a la cuenca del Caribe, y aunque a veces en
medio de pullas, de alusiones desdeosas o peyorativas *en su mayora
procedentes de cenculos intelectuales-, el bolero ha sido objeto de una
especie de revival, de un proceso de reintegracin y valorizacin. A travs
de recitales y grabaciones (a cargo de intrpretes como Soledad Bravo,
Alberto Prez, Danny Rivera, Antonieta, Elena Novoa, Pablo Carbonell,
MaraBez, Gilberto Aldars, Pablo Milans, Mirtha Prez,Patricia Gonzlez, Luis Miguel, Mara Teresa Chacn), ese proceso ha alcanzado un
buen nivel de calidad artstica y en ningn caso debemos confundirlo con
la actividad de ciertos epgonos meramente comerciales.
n
Aun antes de 1930, los vnculos tejidos por el amor en los pases de herencia ibrica estuvieron configurados, de un modo alterno y aun simultneo, por esos mismos elementos (devocin o aversin, intrepidez pasional,
pesadumbre, conformidad, nostalgia, sublimacin) cuya presencia adverti-
y el extravo...
Por otra parte, el bolero fue tambin una modalidad potica de uso
comn, al alcance de todos, en sus mejores instantes provista de
ternura, la inocencia
de cierta complejidad o, por lo menos, el de piano y violines, el de instrumentos de viento y de percusin (contrabajo, claves, maracas, bong). por
eso sus letras -y de ah deriva la principal dificultad que se confronta al
seleccionarlas-, escritas "con ms buena intencin que con acierto", eran
apenas, en ltima instancia, esquemas, anazones, estructuras destinadas a
articular y sustentar los compases, el desarrollo de una emocin meldica
y rtmica; por eso las ms persuasivas eran cortas, directas, desprovistas de
artificios y efectos retricos; por eso, en fin, las peores eran las de mayor
presuncin intelectual, las de poesa voluntaria, trasnochada. En efecto, un
vocablo cursi, un trmino extravagante y anacrnico, supuestamente exquisito o refinado, bastaba para adulterar y entorpecer las humildes magias del
bolero, sus leves prodigios.
En tal sentido, los boleros malogrados no fueron los que carecan de
rimas y medidas silbicas -habitualmente asociadas a la poesa de tipo
tradicional-, sino aquellos donde la emocin -lejos de concentrarse y
adelgazarse en pos del balbuceo, la confidencia, el susurro- se ablandaba
o dispersaba debido a alardes conceptuales y descriptivos; donde la letra
-ostentosa, oratoria- procuraba suplantar a la meloda o reducirla a mero
coadyuvante. No hay boleros ms dignos del olvido, pongamos por caso,
que aquellos basados en textos poticos previos, ya suficientemente conocidos. Pero, desde luego, escribir un bolero no implicaba necesariamente la incoherencia y la torpeza literarias que ahora nos obligan a
soslayar piezas que por su msica siguen siendo memorables (en las
precisas ejecuciones piansticas de Noro Morales, por ejemplo), como
Perfume de gardenias, Campanitas de cristal o Malditos celos, para
nombrar tres de un mismo autor -Rafael Hernndez-, por lo dems
justamente famoso, o como la mayora de las que compuso, interpret al
piano y cant Armando Valdespi (Miedo, Alma de mujer, Sola y triste,
Ayer, etc.).
m
Nacido gracias a un progresivo cruce de influencias *en el que participaron de un modo u otro, a lo largo de las primeras dcadas del siglo, la
llamada habanera, la romanza opertica, la cancin-vals, el son, la clave,
el danzn, el fox-trot y aun el blues-, la trayectoria del bolero la inauguraron, por una parte, autores vinculados por formacin y aprendizaje a la
opereta y la zaruuela -como Roig, Grenet y Lecuona-, o al teatro de
variedades y la radio -como Crdenas, Grever, llernndez, Lara y Esparza
Oteo-, durante una poca -la de los aos 30- en que sus intrpretes prin-
Nobile,ManuelS.Acua,XavierCugat,RafaeldePaz'LuisAguirre
Ruiz Armengol) entre
Pinto, Luis Alfonzo Larrin, Chucho Zarzosa y M'
que' si bien numeautores
cuyos ejecutantes y arreglistas fue reclutando
o' tras muchas
mensaje
solo
rosos, estuvieron a a"rido provistos de un
tentativas, dieron en el clavo una sola vez'
excelentes' de
Aun cuando llegaron a componerse algunos' a veces
especial1'950'
de
la
(en
tema rural (en la dcada de f9i0) y ranchero
Cervantes
por
A'
conformado
"nt" uqr"ilos, casi siempre del binomio
y Javier
y n. fr"n,"r, que figurarn "n lot" repertorios de Pedro Infante
por su
internacionai
proyeccin
y
plenitud
ols), el bolero slo- alcanz
naturalezacitadina,esdecir,pottudifusinenvastasagiomeraciones
Mxico' Nueva York
urbanas y de clases medias; sotre todo, La Habana'
,oyo,
lotanto-,lcfueconfiriendointensidadaf.ectiva,madurezartstica,liberlaclnroral.Paraadvertirladiferenciaaesterespecto,bastaequipararlos
la orquesta de
bolcros ingcnuos, silvestrcs, candorosos que populariz
IV
Mientras adquiere cohesin formal, un dominio de sus medios que podemos fechar entre L942 y 1948 -y que representaron internacionalmente,
adems de los ya nombrados, intrpretes como Adelina Garca, Guillermo
Prez (Macucho), Gaby Daltas, Carlos J. Ramrez, Elvira Ros, Ramn
Armengod, Nstor Chaires, Ren Cabel, Chucho Martnez Gil, Nicols
Urcelay, Amparo Montes, Mario Alberto Rodrguez, Bobby Cap, Genaro
Salinas, Eduardo Alexander, Antonio Machn, Salvador Garca, Mara Luisa
y Avelina Landn, Martha Catalina, Chela Campos, Fernando Fernndez,
Julita Ross, Emilio Tuero, Eduardo Lanz, Eva Garza, Toa la Negra, Don
Ares, David Lamas, Elena de Torres, Panchito Riset, Carmen Delia Dipini,
Alfredo Sadel, etc.-, el bolero consigue irradiar y ampliar su alcance geogrfico hasta alcanzar las cumbres andinas, las playas brasileas, las mrgenes del Plata y las urbes cosmopolitas del extremo sur continental -Montevideo, Santiago, Buenos Aires-, donde lleg a rivalizar con el tango (ya
Carlos Gardel haba interpretado cuasi-boleros, como Cuando t no ests,
Por tus ojos negros y Sol tropical; ya Charlo, Cadcamo y Ribero haban
compuesto T, Y desde entonces y Lo que pas, respectivamente), donde
obtuvo algunas de sus piezas ms ilustres (Ansiedad, Una mujer, Vete de
m, Una aventura ms, etc.) y donde promovi no slo a algunos excelentes compositores -con Mario Clavel y Don Fabin a la cabeza-, sino
tambin a ocho, quiz ms, de los que fueron despus sus intrpretes caractersticos: Hugo Romani -seudnimo de Francisco Bianchi-, Fernando
Torres y Gregorio Barrios -ambos de origen espaol-, tr"ro Marini, Ernesto Bonino -italiano de nacimiento-, Alvaro Solani, Chito Galindo, Eduardo Farrel, Aturo y Lucho Gatica. Caractersticos -hay que advertirlomientras mantuvieron, de un modo u otro, estrechas vinculaciones con la
produccin de los pases caribeos, porque muchos de ellos, al cesar dichos lazos, volvieron a su idiosincrasia nativa o, simplemente, enmudecieron, se distanciaron.
Con casi todos ellos, frecuentemente asesorados por msicos procedentes
de agrupaciones sinfnicas (como los argentinos Vctor Schlichter, o Lster,
se
libro
"ut""
i'-itt
(Barcelona,
pnicas, la ascendenia
que digamot'
no nos parece muy evidente
-.^-.^^ ,,
exangues
y *ar4fnres
metforas ey
itg"n"t- yertas
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Al margen
los ves"ornun"t'
populares-'
muy
veces
a
en boleros nada memorables -aunque
ser ms
tigios de unu
"uttu']
digamos,
reconocibles,
a la tercera dcada"
de poca"'
cias en los temas, a refracciones
I l;r.st ahora soslayada por las anfologas poticas, Mara Grever estuvo rkrtatla para cl cjcrcicio lrico puro. Sin embargo, por crecer de toda
VI
Aun siendo extraordinarios, los casos de Mara Grever, Consuelo
Yclzquez o Silvia Rexach, precisamente, nos retienen ante un hecho: el
rlc la identidad entre la mujer criolla y el bolero, el de la ocasin que ste
lc ofreci a aqulla para que pudiera formular sin ambages los hitos de
su sensibilidad, los datos de su emocin sensorial, las instancias de su
af ccto. No en vano, junto a las autoras (entre las cuales debemos recordar
tambin, por lo menos, a las cubanas Cristina Saldrigas, Margarita y
I'.rnestina Lecuona, Isolina Carrillo y Marta Valds; a las puertorriqueas
Ivonne Lastra y Myrta Silva; a las venezolanas Conny Mndez, Vivita
Bravo y Mara Luisa Escobar; a las mexicanas Mara Alma, Mara Paz
Aguil, Graciela Olmos y, sobre todo, Emma Valdelamar), junto a estas
autoras, decimos, parece indispensable referirse igualmente a intrpretes
femeninas en quienes el bolero hall una medida cabal, sus situaciones
lmite, sus epifanas...
Es justo enaltecer, por supuesto, algunas voces varoniles: las de Jos
Mojica y Carlos J. Ramrez, acaso las ms bellas que hayan cantado la
msica romntica popular en lengua espaola; las de Nstor Chaires y
Juan Arvizu, siempre llenas de gracia y donosura, de versatilidad emotiva,
de ingeniosas variantes ldicas o pasionales; las de Eduardo Farrel, Fernando Fernndez, Genaro Salinas y Marco Tulio Maristany, sobre todo
VII
Gaby Daltas, Adelina Garca, Lupita Palomera, Elvira Ros... Estas intrpretes mexicanas actuaron primordialmente en la dcada de 1940 y,
salvo a travs del cine -que, si no siempre sus presencias, a veces acogi sus voces en fondos y doblajes-, viajaron escasamente y desdearon un comercio desmedido. Discretas, distinguidas, las tres primeras
privilegiaron siempre el mensaje meldico sobre el verbal, la textura
emotiva antes que la letra, y tuvieron la suerte de haber sido acompaadas por conjuntos apropiados a su talento, como los de Manuel S.
.'ouo cnrbloma dcl claro esplendor que puede alcanzar cualquier gnero
xrrular gracias al esfuerzo de intrpretes con genio propio.
(ilno es habitual en todo intrprete as, estas damas supieron elegir y
respectivos cancioneros, as como engendrar epgonos, terr' tlcsccnclcncia. A la tendencia meidica que representan las tres primer;rs rcrtcnecieron, entre otras, Teresa del Carmen, Beatriz Egurrola, Chela
('iu)lpos, Aurora Muoz, Chabela Durn, Manolita Arreola, Linda Arce y,
r;olrrc todo, Mara Luisa Landn, cuyo repertorio fue quiz menos exigente
y (luc con el tiempo redujo a nfasis, poignancy, alarde y exceso la prorcrrsi(rn medianamente trgica que fue intrnseca al gnero. Por otra parte,
tlcntro dc la misma lnea de Elvira Ros podramos inscribir en cierto modo
't l;.vir Garza, Avelina Landn, Victoria Crdoba, La ntejicanita, Lupe Silva,
Anrprro Montes y, en menor grado, a la justamente famosa Toa la Negra,
rrur cuando todas ellas -hbridas, cordiales, verstiles, de menor pathosinlundieron cadencias tropicales, un sabor a pueblo, mayor sensualidad y
l;rrrguidez, a repertorios heterclitos, mucho ms flexibles.
vIII
Si cntre tales intrpretes podemos establecer, en general, una estricta
tlclimitacin entre la lnea verbal y la meldica, esta ltima se afianz
,r.'onsiderablemente, desde luego, en los boleros difundidos por agrupacioncs de carcter danzante. Tal acentuacin, por lo dems, dispuso la aparicin del crooner, del vocalista -es decir, de un intrprete lo bastante
prccisamcnte, por algunos de los maestro.s que haban sido sus ejecutantes:
los hermanos Elvira, Miguel Miranda, Gonzlez Pea-, Rafael Muoz
organiz y administr una orquesta estable que desde sus orgenes persigui un objetivo nico de amenizacin bailable, acogiendo por tanto
muchos otros ritmos antillanos entonces en boga: rumbas, guarachas,
congas y, sobre todo, boleros-sones, modalidad anterior o paralela al
rrera interpretativa.
IX
Gracias a su pungente propensin meldica, a su frescura juvenil, los boleros
divulgados por Rafael Muoz y sus coetneos fueron los que ms atrajeron
Alfonso G6mez (El Fay), Myrta Silva, Lucy Figueroa, Tony Pizarro,
Panchito Minguela, Joe Valle, Vitn Avils y Rita Elena. Destaquemos
aqu a tres notables intrpretes femeninas: Ruth Fernndez -contralto de
r,nrlri:r
temas
()rrirrlt:ro, Alday, Cole, Taronji y Echevarra, que fueron como el oxit rro rracicntc en la trayectoria cumplida por el gnero; al verstil Bobby
( ;rlxi tambin gran intrprete-, a quien debemos Poquita
fe, Tesoro,
I'r'tt tronlo y otros boleros famosos; y, por supuesto, a dos maestros de
:rlrrrrrlrntc inspiracin: Pedro Flores
-que nunca tuvo una formacin
urrsical propiamente dicha- y Rafael Hernndez. Poetas populares, a
rnt'rrrrrlo intensos y conmovedores, claramente representativos de una
itliosincrasia nacional; nuevos "monstruos de la naturaleza", adaptadores,
rrrrovadores y precursores en otros ritmos, aunque desiguales
-pues solrrn rasar, sin etapas intermedias, del candor a la afectacin-, Hernndez
y lilorcs dirigieron conjuntos y orquestas. El primero -ms prximo a la
1ie rrialidad- vivi mucho tiempo en Mxico, donde, adems de ser un
lrecucnte proveedor de grandes intrpretes, encontr un diestro colaboi:rtkrr cn Bernardo Sancristbal e influy sobre otros compositores, sin
cxcluir a Agustn Lara, quien siempre consider ejemplares a algunas de
:;rrs piezas.
X
l'rrl como lo conocimos hace cuatro o cinco dcadas, el bolero hispanorrrrrcricano, salvo su acento melanclico, no hered muchos rasgos de aquel
lronrnimo antiguo, de raigambre peninsular, que inspir a Ravel su ms
cclcbrada composicin sinfnica y que, al parecer, la gente comn utilizab:r, tanto en Andaluca como en las ltimas colonias ultramarinas de Esxra, para comentar, en cualquier circunstancia, igual que en el cante
l'lirmcnco, toda clase de sucesos. Forma urbana de msica popular
-o vulgnr, si admitimos las discriminaciones de los musiclogos-, en nuestro
lrolero se fusionaron, sobre todo, expresiones dispares -pero siempre lentas, de compases binarios y tiempos moderados-, vigentes a 1o largo dei
siglo XIX y de las primeras dcadas del KX, que haban ido absorbiendo
influencias del lied, giros itlicos y galos.
XI
De formacin acadmica (romntica, simbolista) y firiacin hispnica (la
de Albniz, Turina, Granados y lsn. dc quien fue discpuro, pero tambin
la de los cupletistas y el "gnero chico"), a las cuales qued adscrita la
primera parte de su trabajo como intrprete y creaclor, ei cubano Ernesto
I-ecuona es, junto a Mara Grcver, la figura que ms ennoblece ai gnero
rn
trrs en su mayora, ctryo ethos -por decirlo as- reflej tambin su inI'lucncia personal: De la Rosa, Surez, Tarraza, Fernndez-Porta, Bergaza,
Collazo, Mulens, Gutirrez, etc. Por otra parte, aun cuando sobre algunos
XII
ff:ffi;:::r.,
laur"riu;
id
s,
nas
a Ie
s,
;, ;;, I
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;,: "Hl:,:";';'
::;ffi;;
;
afines en la dcada de 1950y run
.rpr., entre"o;;::::
las cuales se destacan
las de Hilda Nieves, Emma Royer,
omaa portuondo, Eva Flores, Berta
:
feeling...
Entre los intrpretes masculinos caractersticos en la dcada de 1930,
an deudora del son y del danzn, debemos citar a Joseto Nez, Armando Blancarte, Eusebio Delfn, Burguera, Francisco Fellov, Migucl A.
Ortiz, Pedro Aguil, Antonio Machn y Barbarito Diez. Sobreviviente clc
esa generacin, este ltimo sigue encarnando un estilo impasible, neutro,
carente de afectaciones, con el que ha logrado atravesar indemnc Ia
vorgine de modas exticas y cambios polticos. En una poca ulterior
-las dcadas de 1940 y 1950-- sobresalieron crooners como Carlos Alas
del Casino, Hctor Rivera, Osvaldo,Tito y Eddie Gmez, Virgiiio Gonzlcz,
Osvaldo Planas, Oriando Contreras, Abel Rivero, Willi Cap, Johnny
Lpez, Osvaldo Sirgene, Roberto Esp, Nelo Sosa, Pacho Alonso, Rolanck'
tr-aserie, Alberto Ruiz y Fernando .Aharez, as como personalidadcs clr
relieve singular: Carlos Puebla --el autor de Hablar contigo-, Jos An
tonio Mndez -habitualmente sealado como el principal introductor clc
feeling- y los tres que siguen, fcilmente identificables por la mcsurr
vocal o la elegancia emotiva: Wilfredo Fernndez, Fernando Albucrnc '
el ya nombrado Ren Cabel, sin duda el ms notable de todos los intr
pretes cubanos.
Otros personajes memorables fueron, desde iuego, Panchito Risct
Benny Mor. Inicialmente vinculado a cuartetos de "soneros", Rist
xm
Si Mara Grever y Ernesto Lecuona, entre otros, ennoblecieron los orgenes del bolero, ste slo pudo adquirir la fisonoma que luego le conocimos -tanto en sus intensidades afectivas como en su esquema formalgracias al esfuerzo continuo de Agustn l-ara. En efecto, aun cuando lleg
a componer toda clase de melodas, el periplo vital de este autor mexicano
fue confundindose de manera progresiva con el del bolero mismo, al cual
le aport, como bienes permanentes, muchos rasgos personales: adhesin
las de Musset
renlontarse lejos del idioma espaol, a cancioncillas como
y
esbelta como
fina
tan
gracia
una
a
V.rtoin", pra hallarle precedentes
v
Y hay que
xIv
Lara compuAbundante y diverso -acaso tanto como Rafael Hernndez-'
jotas'
.0 tanrbin pasodobles, valses, rancheras, tangos, fox-trots, rUmbas.y
rcroestasvariantesdesutrabajo,aunqueavecesnotables'sedieronal
boleros'
de
,,,.rg"n, por aadidura, pues Lara fue primordialmente un autor
en su pas
gncro
del
,lctcrminando _como G.uonu- el desarrollo ulterior
jerarqua
que
tuvieron
(lo cual es ya mucho decir si se tiene en cuenta la
todo el
en
imitar
;rlgunos de sus pares), as como ofreciendo modelos a
,,rie hispnico. este respecto, conviene recordar que piezas cono Sueo
dcl
t:ttojiro, Palmeras y San"ta figuran tambin entre las ms antiguas
;inero.
partir de su
La historia del bolero se podra dividir en dos mitades a
no sio
historia'
esa
trabajo, y ste podra ser incso ei captulo clave de
fue
Lara
porque
tambin
,,,. ,u lalidad o su carcter originI, sino
...icrnpre,segnsehadicho,unamanterenclido,fielalosrequerimientos
dentro
vez
,u e-ocin ertica, cuyas peripecias difundi -por primera
y poetas'
psiclogos
del bolero- sin el menor disimulo. Igual que algunos
una
yacer
puede
ella
a
saba que en la mujer y en los lazos que nos unen
atribulos
a
celebrar
tucnte inagotable de cieacin artstica... Dedicados
,1t:
tosdesupareja,acomentarelincesantevaivndesuspasionesamoro-
boleros constituyen un
sas, aun cnsierados como meros testimonios, sus
otros' un relieve
cspcjo cabal del erotismo criollo y tienen, como pocos
antolgico en tal sentido"
en el
Durante tres dcadas, la impronta de Lara fue tan poderosa
de
mismo,
del
levenir del bolero ,"*i.uno que todos los intrprctcs
produccin'
de
su
Ortiz Tirado a Mara Victoria, dependieron en parte
por las
Ilubo muchos, inciuso, quc brillaron como reflcjos de Lara'
cancioncs quc les obsequi o les permiti estrenar, o por haber l mismo
estimulado su lanzamiento en la radio, el music-hall, el cine, el disco.
Atenindonos a los boleros, podemos retener lo mejor de esas interpretaciones a travs de la siguiente aide-mmoire: Ortiz Tirado (en Rosa,
Palmeras), Ren Cabel (en Sueo guajiro), Adelina Garca (en Ven
ac), Elvira Ros (en Janitzio, Noche criolla, Noche de ronda, Santa),
Luis Alvarez (en Otoo, Siempre te vas), Ramn Armengod (en Triste
camino, Frente a frente, Buscndote), Juan Arvizu (en Concha ncar),
Genaro Salinas (en Qu s yo), Eduardo Farrel (en Alma de mi alma),
las Hermanas llernndez (en Dime si me quiere.s), Eduardo Alexander
(en No llores por amor), Gaby Daltas (en Lgrimas de sangre), Eva
Garza (en En revancha), Fernando Torres (en Mrame, Cuando vuelvas),
Antonio Bad (en Tus pupilas, Hasto), Mario Alberto Rodrguez (en
Humo en los ojos), Lupita Palomera (en Cosas que suceden, Cerca),
Victoria Crdoba (en Pecadora), Rebeca (en Azul, So/a), Avelina Landn
(en Limosna), Leo Marini (en Puedes irte de mfi, Julita Ross (en Azor
de ayer), Chelo Flores (en Ya me voy), Hugo Romani (en Tu retrato),
Gregorio Barrios (en Palabras de mujer), Lidia Fernndez (en Nadie),
volvcr sobrc algo ya dicho, y de acuerdo con los resultados que arrojan los florilegios aqu reunidos (preparados, por cierto, con la mayor
anrplitutl posible en cuanto a origen nacional de los textos, pero no,
It(ltt,s!, con toda la informacin requerible), podemos afirmar que la mayrrrrr tlc los maestros del bolero fueron mexicanos.
Ii.n cfecto, si fuera posible establecer que Cuba cre y difundi el
lrolt:r'o, que Puerto Rico -adems de buenos compositores- le propuso
un nucvo estilo orquestal, podramos asegurar tambin que Mxico le
,,,rrlili(r madurez expresiva, sus mejores intrpretes, sus autores ms
rrvcrslles. Este hecho, tanto como a la importancia de la ciudad ca,rl:rl meca de arte y bohemia, desde los tiempos coloniales, para toda
rl ;rrca caribea y centroamericana-, al esplendor del cine azteca -que
.r nrt:nudo solicit sus servicios-, o a una legislacin protectora, hay que
.rlrihuirlo tambin a los antecedentes, a las canteras de la cancin
rrrt'xicana, a una tradicin muy abundante, sin parangn posible con las
rlt'ofros pases en el pasado remoto (para comprobarlo, bastara recordar
.lrorl los repertorios polticos del siglo XIX y de la Revolucin, las
r.rnchcras, los corridos) y
-como lo evidencian los nombres de Serradell,
l'oncc, Del Moral, Lerdo Tejada, Mndez Velsquez, Barcelata, Rosado
Vca, Mediz Bolio, Talavera, Uranga...- slo comparable con la de
('rrba en el pasado inmediato.
xvI
xv
l
I
!
d
2t
28
lrrr nuestros pases, durante la poca de su apogeo,.cualquier cancin ronuirtica buscaba transmutarse en bolero. As, reiteradamente, escuchamos
t'orrro tales a algunos tangos (Pregonera, Volver, Otra noche, Seis das,
Nicbla del Riachuelo, Tiempos viejos, Tristeza marina, Nuestro balance)
y valses argentinos (Pequea), fragmentos de operetas (Cancin de amor
inlio), fox-trots (Polvo de estrellas, Begin the beguine, arreglado por
Mara Grever), canciones country (Camino abajo,basado en South of the
lxrder y admirablemente adaptado por Pedro Flores), francesas (La vida
(n rosa y Si te yas -con letras de Pedro Vargas y Xavier Cugat-, Nada
tued de nuestro amor, Las hojas muertas) y, sobre todo, blues (Again y
Mam'selle -adaptados por Isolina Carrillo-, Slo contigo, Candilejas,
Ilonita, Sobre un arcoiris, Azul, Luces en el puerto). En este proceso de
trasvase y transfusin, particularmente con respecto al blues, desempearon papeles sobresalientes cuatro cantantes mexicanos -Tito Guzar, Luis
Ar.caraz, Pedro Vargas y Chucho Martnez Gil- y uno cubano: Wilfredo
Fernndez.
Por otra parte, ya difundido en Espaa -sobre todo por Antonio Machn,
que haba dirigido el clebre Cuarteto y se haba quedado en Madrid, durante
una gira europea, al iniciarse la Segunda Guerra Mundial-, la vinculacin
del bolero con la msica popular espaola -sobre todo la derivada de la zambra, del cupl, de las buleras-, gracias a los orgenes comunes, a la afinidad
cultural, pudo estrecharse hasta determinar el surgimiento del entonces llamado bolero moruno, que tuvo en Carmelo Larrea (el autor de Dos cruces,
Puente de piedra, Las tres cosas y Camino verde) a un maestro indiscutido,
as como en Ana Mara Gonzlez, Nstor Chaires, Jos Mara Madrid, Zos
chavales de Espaa, Vctor Hugo Ayala, Bobby Cap y Amparo Garrido a
sus ms clebres divulgadores en el rea del Caribe.
\
(,
xvu
Anterior o paralelo al bolero propiamente dicho, como ya lo indicamos
(al contrario del bolero-mambo, artificial y prescindible modalidad ulterior), el bolero-son fue siempre, en la trayectoria del gnero, como lnea
rl, lrrll;r, rrnl cspccia cle trcgua, ya que -por nrantener lazos difrectos con
I ,rrrlr,rro son tonda a borrar todo patetismo en la exultacin de una
xvIII
t ;r virsta difusin que logr alcanzar el bolero, su progresiva conversin
t n lcnrimeno de masas para todo el Caribe, en primer lugar, y el resto de
l;r Arnrica hispnica, un poco ms tarde, se debi, por supuesto, a la
r',rrrrcrcializacin del disco de bakelita grabado en 78 revoluciones por
urirrrrl<r y a los cadavez mayores avances de la radiodifusin. El arraigo
rlclinitivo de estos medios, en las dcadas de 1930 y 1.940, coincidi
rrst:rnrente con la plenitud inicial del gnero. Las grandes emisoras de
('nt()nccs
-XEW (Mxico), PWX, CMQ Y RHC-Cadena Azul (La Haban), Radio Caraces, etc.-, tanto como otras ms o menos importantes en
rlivcrsos pases, adems de haber tenido salas-estudio donde se presentalr:rrr los talentos vivos, permitieron llevar las melodas en boga a los ms
r('rlotos rincones, donde los aficionados solan escucharlas hasta muy
avanzadas las horas nocturnas. La radio fue como la hermana mayor del
t
bolero y no es tan slo una casualidad que la degradacin de ste haya
coincidido precisamente con la de aqulla. Por otra parte, para nuestra
msica popular, la radio dispona de algunas ventajas sobre el teatro,
primero, y la televisin, despus. En primer lugar, daba ms importancia
a la letra y a la msica que a la mise-en-scne, ms a las voces de los
intrpretes que a su presencia fsica o a sus cualidades histrinicas, contribuyendo as a una mayor calidad de las piezas mismas y de las aptitudes interpretativas...
Debido a la generalizacin de su xito, tambin los del bolero fueron
tiempos en que algunas transnacionales de la produccin disquera
-como
RCA Vctor, Columbia Broadcasting System, Brunswick, Decca, Odeny otras empresas pequeas, de sello nacional -como Peerless y Musart
(Mxico), Verne y Seeco (Nueva York) Panart (Cuba), etc.-, se interesaron por artistas populares ya consagrados y, al mismo tiempo, por razones
de mercado, estimularon la aparicin de otros. Esto ltimo ocurri, por
ejemplo, cuando la Oden, desde Buenos Aires, acompandolos con orquestas ms o menos exclusivas (las de Vctor Lster, Fernando f,ecaros,
Don Amrico, Ren Cspito, Eduardo Armani, Feliciano Brunelli, Efran
Orozco, Vlady, Lagna-Fietta y Constantino), hizo fulgir una vasta constelacin de boleristas, procedentes de diversos pases, dentro de la cual figuraron compositores como Clavel, Gubn, Misraki, Molar, Flores, Marfil,
Slater, Mulens, Bahr, Kinleyner y Don Fabin, e intrpretes como Fernan-
l{.r1,rrrrirr,
()lrrrpo Crdenas, Oscar Santana y Lucho Barrios-, que a veces explor.r,)n cl color local o los turbios esplendores de la pesadumbre y la
nu',('nu, cuando no de la "mala vida", el licor, los bajos fondos. En estos
, .r'.,,s, lruchas letras vociferaban infamias, pasiones inicuas, lugares co,rrr('s rlcl rcsentimiento y el despecho que le dieron la vuelta a Amrica
ltlls
,lt
,t
l()-50 ejemplarizaron
ritkrs
xIx
A la radio y al disco
(1
Csar Castro,
trajes
xx
Arrntuo en todas partes hubo siempre pequeos conjuntos vocales, los sextetos
y crrartctos
-tambin conocidos como "soneros"- fueron caractersticos en
l;r nrtisica popular de Cuba y Puerto Rico durante la dcada de 1930, mientrrs los duetos y tros lo fueron en la de Mxico y en el bolero propiamente
rlir'lro *un bolero ms ntimo, ms adecuado a la serenata que al baile- una
rlti.t':rda ms tarde. Generalmente acompaados por orquestas, tales duetos
tslrvicron integrados principalmente por parejas de hombre y mujer, o por
rrricrnbros femeninos de una misma familia, sobresaliendo entre ellos los de
f
Parlilla
I]Ip,^^A^-
J^^
J:^-.'
r
sieron
-ya
rrrlruyri a incrementar esos desniveles cualitativos que su muy larga tra1', r tori:r, vista en conjunto, suele poner en evidencia. Con un repertorio
.rr.rrt ntcmcnte desigual -por demasiado amplio-, aunque siempre incisi,,,,r rcgajoso, este tro tuvo su Edad de Oro mientras lo animaron, en
, t,.('irs sucesivas, Hernando Avils y Johny Albino -quienes promovier,,n,:urtcs o despus, sus propios tros-, pero si ha conseguido sobrevivir,
r' ',t'r cl ms aplaudido e imitado, ha sido gracias a la precisin de sus
,rrrt'ilos y al ncleo original que conformaron dos excelentes autores:
,\llrt't!r Gil -adicionalmente clebre por los delicados preludios de su
r,',tritrlo- y Chucho Navarro.
l\4ris sofisticados
,ll
y propuestas tonales, el
decoro
xxil
xxI
,l, r'lkrs habra prosperado tanto de haber actuado solo. Sin embargo, el
lr r lro tlc que los Panchos cambiaran a menudo su "primera voz" con-
;;;.._
,'\l rrrurgen de los que hemos ido sealando como principales, hubo otros
rrrlt:rJrretes que slo la posteridad podr juzgar desde una perspectiva id-
,r,';r. ccluitativa,
-o
apariciones cinematogrficas.
Semejante al suyo fue tal vez el caso de Carmen peregrino, (a) Toa
la Negra, a quien muchos consideran la mejor intrprete de boreros de
todos los tiempos, cuyo merecido triunfo iniciar pud haberro prolongado e intensificado la amistad que tambin ia uni a su paisano Lara y
el tino con que eligi un repertorio adecuado a sus aptitudes, tanto conlo
su calidez y su simpata, ambas contagiosas e innatas, ms prximas que
las de otras intrpretes al denominador comn, ms accesiblcs
-sobre
todo en sus comienzos- que las de Amparo Montes, Avelina Landn
o
Eva Garza -que fueron menos conocidas-, o que las c1e olga Guilrot,
cuya popularidad s lleg a veces al nivel de la suya.
Al hablar de Leo Marini -seudnimo artstico de Aibcrto vitet Vitali-,
hay que tener en cuenta -adems de la orientacin de (Don) Anrico
(Bellotto) y vctor Lster, de un inmejorabre repertorio, cre los atractivos
derivados del tempie varonil y del ardor pasionar cre su voz juvenil- unas
condiciones profesionales asumidas sin ambages y afianzadas en el tiempo gracias a su adaptabiiidad, aun cuando
-tambin acentuada con ros
aos- su idiosincrasia original, dramtica y enrgica, fuera ocupando el
primer plano de su arte y acercndolo cacia vez ms al tango...
En cuanto a Daniel santos, habra que considcrar una esenvortura
bohemia, un temperamento anrquico y una rebelda social, con rclentes
de "mala vida" -amores, prisiones, drogas, ricorcs- que io hicieron
aparecer, ante los ojos de las mayoras, como paradigma y contertulio
accesible, como protagonista de heroicidades a compartir o imitar. A
ello se aadi -cuando, en su juventud, fue dirigido por peclro Froresuna voz emotiva, fuerte, aguda, verstil, original, con sorpresivas
acentuaciones y prolongaciones voclicas, que, si bicn fue degiadndo-
di
t9+0_,
XxIII
Distante an de grandes corrientes romnticas y bohemias, sin muchas
concentraciones urbanas; entregada por entonces a un proceso de
redescubrimiento telrico y tnico, de autorrevelacin culturai, que
haba
mos figuraron Alfonso Barrios, Trino Finol, Mario Surez, Luisn I-andez,
Rafa Robles y, sobre todo, Lro Rodrguez, dueo de una voz delicada y
frgil, de una diccin clara, tersa, ntima.
Otra figura mayor fue, desde luego, Billo Frmeta, autor de Caracas
vieja y a cuyo magisterio, dentro de su orquesta, se debi el aprendizaje
de intrpretes como Rafa Galindo -de voz gorjeante y aguda, de clidas
modulaciones afectivas-, Miguel Briceo -devoz suave y aterciopelada,
el principal equivalente venezolano de los crooners antillanos de entonces-, Alci Snchez -que populariz piezas de compositores dominicanos, sus coterrneos, como Rafael Landestoy: Pesar, por ejemplo-, Felipe Pirela y Jos Luis Rodrguez -que luego tuvieron audiencias internacionales-, as como el lanzamiento de vaios compositores ya citados.
XXIV
La condicin de autor de boleros fue tanto accidental cuanto artesanal si la
juzgamos en relacin con el trabajo que hoy realiza su presunto heredero,
el fabricante de baladas, caracterizado por la pacotilla serializada, por la
conservapa.rse-partout, deshuesada y desleda, que se acumula y desborda
en forma incesante a travs de contratos comerciales a plazos fijos, con
representantes de dolos prefabricados, y cuya posteridad no excede casi
nunca Ia del ao en que circula. En el bolero, por lo contrario, fueron
numerosos los autores no profesionales -a quienes conocemos tan slo por
una o dos piezas-, que dependieron exactamente de su inspiracin, de sus
circunstancias afectivas, de emociones autnticas, y que, por haber fundado
su produccin artstica en una particular idiosincrasia ertica, sobrevivirn
mucho ms, sin duda, en nuestra memoria colectiva. Aun cuando pongamos
al margen las obras- en cierto modo rescatables como series indivisiblesde los maestros que hemos ido citando a lo largo de estas lneas, el saldo
favorable podra abarcar seiscientas u ochocientas piezas que son otros
tantos momentos de dicha y concentracin expresivas.
Las antologas insertas en este volumen abarcan trescientos textos.
Sin embargo, puestos en el trance de evelar preferencias y apostar solamente a favor de unos cuantos, quisiramos atraer el inters del lector
sobre la ndole ejemplar de estas treinta pequeas obras maestras -o sea,
una dcima parte de la cantidad total-, en su mayora olvidadas o mal
conocidas: Vve esta noche (A. Daz Rivero), Janitzio (A. Lara), Viejo
rincn (G. Curiel) Inolvidable (J. Gutirrez), Conozco a los dos (P.
Valdez Hernndez) Frente al mar (J. M. Sabre Marroqun) Desencuenfro
(M. Clavel) Triste despedida (L R. Balseiro) Por eso no debes (M.
xxv
de msica, baile
i,rlr haber sabido ensamblar algunas formas elementales
de su apogeo'
aos
y 'nesa, para quienes fuimos adolescentes durante los
t.llloleroeraalgosemejanteaunrito,unasuertedeceremonial.Fuentede
de aprender' se
t.icrtos go"", ildi"os, estticos, erticos-, en la edad
y moral para
'onvirti asimismo, gracias a sus textos, en breviario afectivo
rlrrienesdeunmodouotrosolamosescucharlo.sujetocomodanzaauna
el "t danzate"
Durante las veladas sabatinas, el vermouth dominical,
apropiada en
o cualquier otra festividad, por ejemplo, elegir a la muchacha
con tal o
arrancaba
cl preciso instante en que ia orquesta o el tocadiscos
palabras
sin
.,uul bolrro poda bastar para que cualquier apocado revelara
"loslatidosde(su)ardoroso'corazrl'ylacasquivanasupieraaqu
a toda
atcnerse. A los muchachos de 1960 en adelante -acostumbrados
fsicos
tratos
clase de jergas importadas, jadeos mecnicos y extravagantes'
comprender
ms directos- les ebe resultar difcil, por supuesto,
nlucho
fueron a veces las
hasta cul extremo los tmidos y escrupulosos boleros
nicasfrmulasdisponiblesparatrasuntar,ycomunicar'sentimientosyemoanteriores'
ciones erticas a lo largo de dos o tres generaciones
De 1960 en aderanrq-precisamenteXTJa:
er bolero ha retrocedido ya en
Ios gustos juveniles
Vicentico
,"iAai"o.,
xxvII
del pesar
y la desventura,
en parcos emblemas
i"irur,.l
,1,.,
r r('('orr0r el jardn cerrado de la pareja, una pareja -repetimos- perterr.r ir'rrlc a clases medias urbanas.
A srrbicndas de la perversin conceptual que ello implica, trataremos de
rr'.,unrr csos mensajes sin particularizar ninguno, recurriendo ms bien a
rrrr;r t'spccie de diagrama simblico, a una dialctica de la atraccin entre
1,,. scxos que, no obstante haber sido la de una circunstancia histrica
,l, tt'rrninada, representa quizs, tambin, la de todo el eros hispanoamerir .rrro, rn errante, reprimido, sojuzgado, en proceso de formacin, en pos
,k' srr csquiva identidad. Pero antes debemos advertir que el bolero, si bien
,,11i; s[ el saber que cada autor extrajera de su experiencia individual
(r' rr)eluso, como hemos dicho, hubo algunos boleros de contenido tico,
rrr,'lrrf'sico), fue una especie de palimpsesto colectivo, una crnica anninr;r (luc, como es obvio, cifraba juventud e inmadurez, adscribindose por
lo gcncrl a borrascas y desafos atribuibles a formas rudimentarias,
,rirrrigcnias -{omo suelen ser las nuestras-, del impulso amoroso. De al-
liunr manera,
( ':rrrtalapiedra,
desamores y
I
injurias, agradecer -por nfima que parezca- la dicha que depar el azar. Es
f'rccucntc, adems, que el bolero ample su mrito catrtico, purgativo, admiticndo que el amor es un juego de conciencias libres en el cual se apuesta para
g,anar o perder, un juego que abarca placer y dolor, cielo o infiemo, que supone
cl ricsgo y la expiacin, sin que nada ni nadie asegure reciprocidad, compensacin, un nuevo nacimiento...
)o(vlII
Antes de ser formulados -o verificados- los presagios relativos ala aldea global,
a un mundo uniforme, la Amrica hispnica tuvo en el bolero, en su cancin
romntica y bailable, a lo largo de tres dcadas, acaso por ltima vez, el privilegio
de estar a solas con su intimida4 el heraldo de su coran, un espejo de sus
emociones reconditas. Ello fue as, cremos, porque su imrpcin coincidi con
circunstancias histricas determinantes. Destaquemos primero la situacin de aislamiento, marginalidad y olvido en que nos hallbamos respecto a los centros
tradicionales de inadiacin cultural, pues -muy venidos a menos, o acosados por
regmenes totalitarios, refriegas civiles y confrontaciones belicas en aquel temps
du mpris- los grandes pases occidentales --con la posible excepcin de los
Estados Unidos-, aun sin querer, haban cenado sus puertas a Ios perifricos. Por
oha pade, recordemos que el suyo, musicalmente hablando, fue sin embargo un
instante de plenitud local, por cuanto culminaba entonces, de manera satisfactoria, el largo y complejo proceso de fusin entre la ndole "trovadoresca" de
ascendencia hispnica y los hbitos meldicos, tanto como danzantes, derivados
de nuestros dems componentes culfurales. Por ltimo, reconozcamos el vaco
afectivo que neutralizaba en esos aos la expresin cultural hispanoamericana,
pues casi todos nuestros poetas y artistas --entregados a la vanguardia formal, a
una incesante experimentacin, o a preocupaciones sociales y polticas- haban
abandonado a los ingenuos recursos del creador popular, donde se refugiaron, la
representacin de Ia vida privada y cotidiana, la mitificacin de los sentimientos
comunes.
Asi
ANTOLOGIAS