L4933 Campagno La Guerra Antiguo Egipto PDF
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Resumen
Entre los estudios antropolgicos sobre la guerra, la obra de Pierre
Clastres es particularmente significativa. Sus enunciados sobre el modo en
que opera la guerra en las sociedades no estatales permiten reflexionar a
la vez sobre cmo dicha prctica contribuye al sostenimiento del statu quo
autnomo e indiviso de la comunidad no estatal, y cmo la misma prctica
puede en determinadas circunstancias contribuir a instancias radicales de
transformacin social, como seran la emergencia de liderazgos militares y
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marco de las comunidades no estatales como en su relacin con la emergencia y consolidacin de lo estatal en Egipto.
Palabras Clave: Guerra - valle del Nilo - Predinstico - Dinstico Temprano - Pierre Clastres
Abstract
The work of Pierre Clastres is particularly significant among anthropological studies of war. His statements on warfare in non-state societies based
on ethnographic sources emphasize the way war contributes to the maintenance of the autonomy and undivided status of non-state communities.
But they also allow us to reflect on how the same practice can contribute,
in certain circumstances, to radical social transformations, such as those
implied by the emergence of military leaderships or the constitution of new
kinds of social links related to the State.
Many researchers have highlighted the usefulness of these anthropological approaches to the study of ancient societies whose testimonies come
the late Palaeolithic to the Early Dynastic periods (c. 20.000-2700 BC)
offers a privileged context to think about war from a historical and theoretical point of view, since it allows us to assess the effects of war in the context of non-state communities as well as its relation to the emergence and
consolidation of State dynamics in Egypt.
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mainly from the archaeological record. In this sense, the Nile Valley from
I
Desde tiempos remotos, el problema de la guerra ha constituido un tpico discutido desde las ms variadas perspectivas. En la actualidad, su
abordaje ocupa tanto a historiadores como a filsofos, antroplogos, socilogos, arquelogos, especialistas en relaciones internacionales. Semejante
inters por la guerra radica, indudablemente, en la potencia de sus efectos
y en el dramatismo de sus actos, pero tambin en su complejidad, toda vez
que la guerra puede contribuir tanto a conservar como a transformar o a
destruir, y puede estar vinculada tanto a dinmicas sociopolticas de sesgo
estatal (en contextos antiguos o modernos) como no estatal (testimoniadas
en los registros etnogrfico, etnohistrico o arqueolgico). Los estudios del
antroplogo Pierre Clastres han apuntado centralmente al ltimo de dichos
escenarios, es decir, a la guerra en sociedades no estatales (o, en la terminologa del autor, sociedades contra el Estado)1.
El aspecto ms original del pensamiento de Clastres consiste quizs en
su radical oposicin a las aproximaciones evolucionistas y etnocntricas
que tradicionalmente han presentado a las sociedades primitivas como
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incompletas: sin Estado, sin poltica, pero tambin por debajo del horizonte militar. A partir del anlisis de testimonios etnogrficos y etnohistricos
preexistentes, as como de su propio trabajo de campo entre comunidades
1 El presente trabajo incorpora algunas ideas expresadas previamente en Campagno,
M. (2002). De los jefes-parientes a los reyes-dioses. Surgimiento y consolidacin del
Estado en el antiguo Egipto, del Perodo Badariense al Dinstico Temprano, ca. 45002700 a.C. Barcelona: Aula gyptiaca; Campagno, M. (2011). En los umbrales. Intersticios del parentesco y condiciones para el surgimiento del Estado en el valle del Nilo. En
M. Campagno, J. Gallego y C. G. Garca Mac Gaw (Comps.), El Estado en el mediterrneo Antiguo. Egipto, Grecia, Roma. Buenos Aires: Mio y Dvila, (pp. 45-79); Campagno,
M. (2014). Pierre Clastres y el problema del surgimiento del Estado. En M. Campagno
(Ed.), Pierre Clastres y las sociedades antiguas. Buenos Aires: Mio y Dvila, (pp. 201219); Gayubas, A. (2006). Guerra, parentesco y cambio social en las sociedades sin
Estado del valle del Nilo prehistrico. En M. Campagno (Ed.), Estudios sobre parentesco
y Estado en el Antiguo Egipto. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires / Ediciones del
Signo, (pp. 51-73); Gayubas, A. (2014). Pierre Clastres y la guerra en el valle del Nilo preestatal. En M. Campagno (Ed.), Pierre Clastres y las sociedades antiguas. Buenos Aires:
Mio y Dvila, (pp. 143-162).
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tros. Para cada grupo local escriba el antroplogo todos los Otros son
Extranjeros: la figura del Extranjero confirma, para cualquier grupo dado, la
conviccin acerca de su identidad como un Nosotros autnomo. Por lo
tanto, de acuerdo con Clastres, la guerra en sociedades no estatales est
contra el Estado3.
Esta imposibilidad del Estado, enunciada por Clastres en trminos de
una tendencia de la sociedad no estatal a perseverar en su ser indiviso
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mediante hazaas militares cada vez ms riesgosas lo conducira inevitablemente a la muerte (lo que el autor llamaba la desgracia del guerrero
salvaje). En efecto, en condiciones regulares, la lgica de la sociedad no
estatal no habilitara una escisin social tal y el poder poltico seguira
generalizado en la totalidad del cuerpo social. Sin embargo, el propio
Clastres adverta que esa minora militarizada constitua un peligro perma-
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nente para el fundamento indiviso de la sociedad no estatal porque detentara un casi-monopolio de la capacidad militar de la sociedad, de alguna
manera el monopolio de la violencia organizada9. De hecho, en su ltimo
curso, se haba abocado a investigar los efectos sociolgicos que resultan
de la aceleracin de la mquina guerrera, en ciertas circunstancias, en una
sociedad primitiva, lo que podra definir el umbral de la divisin social, del
establecimiento de la jerarqua poltica y, en el horizonte, de la aparicin del
Estado como rgano separado del poder poltico10.
Pero ms all del efecto interno que pudiera tener la guerra como prctica disruptiva de la lgica comunal, merece ser destacado el modo en que
aqulla puede conectar espacios sociales previamente disyuntos. Si las
guerras de ataque y retirada, que son caractersticas de las sociedades no
estatales, contribuyen al sostenimiento del statu quo, otro tipo de guerras,
que pueden emerger en condiciones especficas, pueden generar efectos
diversos. Las guerras de conquista involucran la decisin de los vencedores de apropiarse del territorio y de los recursos de los vencidos. Ello
apunta a la constitucin de un lazo permanente entre sociedades antes
que los vencidos estaran en posicin de no parientes respecto de los vencedores, tal relacin podra sustraerse de la lgica del parentesco vigente
dentro de cada comunidad y sentar las bases para la institucin de otra
lgica social, no basada en los principios de la reciprocidad parental sino
en aquellos de la coercin estatal.
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Estas consideraciones permiten proponer que la guerra debe ser pensada situacionalmente: dependiendo de las circunstancias, la guerra puede
estar vinculada con el sostenimiento de una dinmica social o involucrada
en un proceso de transformacin social. Esto no supone una contradiccin
sino, en todo caso, una tensin que parece ser condicin efectiva de la
guerra: en la dinmica de las sociedades primitivas, la guerra contribuye
al sostenimiento de la autonoma e indivisin de la comunidad de parientes; en el marco del proceso de cambio que conduce de una configuracin
no estatal a otra estatal, la guerra puede promover o acompaar la emergencia de lazos de dominacin poltica; y en las sociedades estatales, la
guerra aparece como una prctica que se asocia exclusivamente al dispositivo estatal, de modo que mientras que su despliegue implica el impacto
de lo estatal hacia afuera, su apropiacin por parte de tal dispositivo consolida la dominacin estatal hacia adentro. Nuestra intencin a lo largo de
las pginas que siguen es la de evaluar estos enunciados en relacin con
la evidencia disponible en una misma regin el valle del Nilo a lo largo
de una extensa secuencia temporal, que abarca el perodo Paleoltico tarCUADERNOS DE MARTE / AO 6, NRO. 8, ENERO-JULIO 2015
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II
Si bien la evidencia de poblacin humana en el valle del Nilo se remonta al Paleoltico temprano11, es a partir de los ltimos milenios del perodo
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Paleoltico cuando los testimonios de diversas actividades socioeconmicas y principalmente funerarias se hacen algo ms visibles, permitiendo
inferir la existencia de grupos cazadores-recolectores que, a partir del VI
milenio a.C., incorporan la ganadera y una agricultura incipiente, para iniciar luego un proceso de cierta sedentarizacin, que se advierte tanto en
los restos de estructuras residenciales como en la constitucin de cementerios aledaos12. Algunos indicios procedentes de estos ltimos (relacionados con ciertos subagrupamientos de tumbas, con analogas entre las
tumbas y las viviendas, as como con la colocacin de ajuares funerarios)
permiten, adems, sospechar la importancia del parentesco como lgica
social dominante13. A partir de los inicios del IV milenio a.C., la disparidad
de los ajuares funerarios, sumada a la presencia de cetros o mazas de
empleo no utilitario y de cierta iconografa que destaca algunos personajes
por sus atuendos o sus gestos, sugiere la existencia de ciertas formas de
diferenciacin social y de liderazgo compatibles con los modelos acerca de
sociedades de jefatura14. En este contexto, qu puede decirse acerca
de la guerra en este largo perodo temporal que incluye desde los grupos
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Los arquelogos suelen proponer una serie de indicadores para identificar patrones de guerra en el registro arqueolgico15. En el valle del Nilo,
la mayora de dichos indicadores se encuentra presente a lo largo de los
perodos considerados16. En primer lugar, se han hallado restos seos con
lesiones y puntas de proyectil incrustadas. El cementerio 117 de Jebel
Sahaba, datado hacia 12.000-10.000 a.C. y asociado a la cultura paleoltica Qadan, contena 59 cadveres de los cuales el 40% tena puntas de
proyectiles de piedra, ya fuera incrustadas en los huesos o bien dispuestas junto a los cadveres, lo cual, sumado a lesiones en crneos y en antebrazos, es usualmente interpretado por los investigadores como un testimonio temprano de guerra17. De an mayor anterioridad, el cadver de un
individuo adulto, de unos 20.000 aos de antigedad, hallado en Wadi
Kubbaniya contaba con dos puntas de proyectil de piedra dispuestas en la
zona del abdomen y una incrustada en el hmero izquierdo, lo que a menudo se considera como indicios de violencia con intencin de asesinato y ha
sido vinculado por algunos investigadores al tipo de conflicto que pudo
haber provocado las muertes de Jebel Sahaba18. Para los perodos NeoCUADERNOS DE MARTE / AO 6, NRO. 8, ENERO-JULIO 2015
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iconogrfica ms tarda (en concreto, las representaciones del lder sometiendo al enemigo que aparecen tempranamente en la Tumba 100 de
Hieracmpolis y que formarn parte, posteriormente, de la imaginera faranica), permiten sugerir el sentido militar de las escenas evocadas24.
Crtica, p. 56; Campagno, M. (2002). De los jefes-parientes a los reyes-dioses, op. cit., pp.
132, 164.
23 Cf. Shaw, I. (1991). Egyptian Warfare and Weapons. Aylesbury: Shire Publications,
p. 31; Campagno, M. (2002). De los jefes-parientes a los reyes-dioses, op. cit., p. 164;
Gilbert, G. P. (2004). Weapons, Warriors and Warfare in Early Egypt, op. cit., pp. 33-72.
24 Los vasos cermicos a los que nos referimos son: el vaso correspondiente a la
tumba U-239 del cementerio U de Abidos, el vaso E3002 de Bruselas, el vaso UC15339
del Petrie Museum de Londres y uno de los vasos de la tumba U-415 de Abidos. Cf.
Gayubas, A. (2014). Pierre Clastres y la guerra en el valle del Nilo preestatal, op. cit, p.
153 (con bibliografa).
23
En suma, las distintas lneas de evidencia, consideradas en su conjunto, constituyen un importante testimonio de la presencia de prcticas de
guerra en el valle del Nilo desde fines del perodo Paleoltico hasta el perodo Predinstico, coincidente con los indicios de sociedades no estatales
organizadas segn parmetros parentales. La inferencia de las razones
puntuales o inmediatas para tales guerras a partir del registro arqueolgico resulta mucho ms difcil25; sin embargo, si nos valemos de analogas
etnogrficas, podemos establecer que las motivaciones plausibles (ya
sean stas venganza, obligaciones familiares, bsqueda de prestigio,
defensa territorial) se basan fundamentalmente en una percepcin mutua
de amenaza entre los grupos que (como registran diversos estudios antropolgicos) hace de cada contacto, una posibilidad para el conflicto. Se
trata, as, de guerras de ataque y retirada que no redundan en cambios significativos en el seno de las comunidades sino que, por el contrario, contribuyen a la autoafirmacin de los grupos de parientes mediante el sostenimiento de la diferencia con aquellos que no lo son. Aun all donde la guerra pudiera instituir liderazgos (algo que de hecho puede ser pensado en
24
III
Durante la fase Nagada II (c. 3600-3300 a.C.) se documentan algunos
cambios significativos en los registros arqueolgico e iconogrfico del valle
del Nilo que permiten proponer la aparicin de un tipo de lgica radicalmente nueva basada en los principios de la coercin estatal. Por un lado,
se testimonia una serie de variaciones demogrficas que, en buena medida, est vinculada con la aparicin de ncleos urbanos. Esto es particularmente perceptible en Hieracmpolis. Aqu se registra un aumento sensible
en el nmero de habitantes a partir de la fase Nagada I, llegando a estimarse que podran haber vivido all entre 5.000 y 10.000 habitantes en la fase
Nagada I y comienzos de Nagada II, lo que sugiere una concentracin que
no parece resultar nicamente del crecimiento vegetativo de la poblacin
preexistente sino del arribo de nuevos grupos27. Promediando la fase
Nagada II, la tendencia demogrfica parece haber involucrado una concentracin poblacional an mayor en torno del rea cultivada. De hecho, el uso
continuado de un probable centro ceremonial (HK29A, de casi 40 metros
de largo, en el que se han hallado restos de animales sacrificados) y la preCUADERNOS DE MARTE / AO 6, NRO. 8, ENERO-JULIO 2015
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rsticas inherentes a las guerras de conquista resultan singularmente compatibles con la lgica expansiva del Estado. As, por ejemplo, las lites que
se constituyeran en ncleos urbanos de varios miles de habitantes como
Hieracmpolis hacia Nagada II, con capacidad para movilizar un grupo
numeroso de seguidores a travs de formas de subordinacin no parentales, estaran en mejores condiciones para someter a las aldeas perifricas
mediante la realizacin de guerras de conquista que las que podran tener
las comunidades aldeanas organizadas en funcin de la lgica del parentesco. A su vez, la obtencin de tributacin de las aldeas vencidas reforza-
30
mente en el proceso39. Pero lo que importa notar aqu es que las caracte-
IV
Nos queda un punto ms en la argumentacin. Qu lugar ocupa la violencia y, en particular, la guerra en el proceso de consolidacin de las dinmicas estatales en el Egipto unificado? Para formular este problema nos
debemos situar en la fase Nagada III (c. 3200-3000 a.C.) y en el perodo
Dinstico Temprano (c. 3000-2700 a.C.). De acuerdo con lo que arrojan los
testimonios conservados, todo parece indicar que hacia comienzos de
Nagada III la regin del Alto Egipto se unifica polticamente bajo la hegeCUADERNOS DE MARTE / AO 6, NRO. 8, ENERO-JULIO 2015
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40 Cf. Wilkinson, T. (1999). Early Dynastic Egypt. London: Routledge, pp. 47-50;
Campagno, M. (2002). De los jefes-parientes a los reyes-dioses, op. cit., pp. 180-183.
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los grupos que integra bajo su dominio. De este modo, no se trata de que
el ejercicio de la violencia con independencia del Estado se haya vuelto
tcnicamente imposible pero aquellos que pretendieran ejercerla se transformaran automticamente en rebeldes. As es, precisamente, como los
representa la iconografa: a fines de la Dinasta II, en el marco del final de
una poca de posibles conflictos polticos, la decoracin de un vaso del rey
41 Dreyer, G. (1998). Umm el-Qaab I: Das prdynastische Knigsgrab U-j und seine
frhen Schriftzeugnisse. Mainz: Philipp von Zabern.
42 Cf. Ciaowicz, K. (2004). Tell el-Farkha 2001 - 2002: Excavations at the Western
Kom. En S. Hendrickx, R. F. Friedman, K. M. Ciaowicz y M. Chodnicki (Eds.), Egypt at
its origins. Studies in memory of Barbara Adams (Proceedings of the International Conference Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt, Krakow, 28th August
1st September 2002). Op. cit., p. 380.
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que el Estado no slo hace la guerra sino que confisca esa posibilidad a
Jasejem presenta a la diosa Nejbet ante el serej del rey, sometiendo con
su garra un anillo con la palabra besh, rebelde43. La consolidacin de una
sociedad estatal implica as la concentracin de la violencia y su confiscacin respecto de grupos otrora autnomos44.
Ahora bien, respecto del mbito externo, los testimonios con que contamos permiten inferir la presencia de prcticas de violencia blica protagonizadas por el Estado egipcio en su relacin con las sociedades al sur,
al oeste y al noreste del territorio egipcio. Tal como afirma Gilbert, el perodo Dinstico Temprano fue un tiempo en el que la guerra estuvo directamente asociada con la existencia del Estado45. Si bien algunos de estos
indicios, en la medida en que corresponden al registro iconogrfico (representaciones de campaas militares, nombres de reyes vinculados con
atributos de fuerza), pueden remitir a un orden simblico antes que a
estrictas referencias histricas, no puede soslayarse el hecho de que una
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puedan ser vinculados con los motivos presentes en la Paleta de las Ciudades correspondiente a la fase anterior, en cuyo reverso se representa una
serie de recintos aparentemente amurallados sobre los cuales ciertas figuras que pudieran caracterizar a dioses o atributos del rey parecen ejercer
alguna accin (probablemente destructora) con unas azadas, y en cuyo
anverso se dispone una serie de animales y plantas asociados al nombre
46 Gilbert, G. P. (2004). Weapons, Warriors and Warfare in Early Egypt, op. cit., p. 111.
47 Al respecto, cf. Campagno, M. (2002). De los jefes-parientes a los reyes-dioses, op.
cit., pp. 217-221 (con bibliografa); Gilbert, G. P. (2004). Weapons, Warriors and Warfare
in Early Egypt, op. cit., pp. 111-113. Cf. tambin Wilkinson, T. (1999). Early Dynastic Egypt,
op. cit., pp. 150-182.
34
48 Cf. Baines, J. (2005-2006). Definiciones tempranas del mundo egipcio y sus alrededores. Revista del Instituto de Historia Antigua Oriental Dr. Abraham Rosenvasser
12/13, pp. 113-116.
49 Respecto del reinado de Den, tambin se dispone de un sello con el motivo del rey
cazando (probablemente a un hipoptamo) junto a una hilera de prisioneros decapitados.
Cf. Mller, V. (2008). Nilpferdjagd und gekpfte Feinde zu zwei Ikonen des
Feindvernichtungsrituals. En E.-M. Engel, V. Mller y U. Hartung (Eds.), Zeichen aus dem
Sand. Streiflichter aus gyptens Geschichte zu Ehren von Gnter Dreyer. Wiesbaden:
Harrassowitz, pp. 477-493.
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ca con serejs (signos que contienen el nombre del rey) de diversos monarcas de la Dinasta I50. Si bien la presencia egipcia en esas regiones, principalmente enfocada a la obtencin de bienes, debi implicar un tipo de
relacin en alguna medida pacfica con las poblaciones extra-egipcias
(algunos asentamientos egipcios en la regin parecen apuntar a cierta convivencia no conflictiva entre egipcios y cananeos), no debe excluirse la
posibilidad de ciertos ncleos con alguna presencia militar egipcia (en particular, Tel Sakan51). Comoquiera que sea, parece claro que durante el
perodo Dinstico Temprano existe una conceptualizacin de las reas
ms all del delta oriental como espacio de extranjeros, enemigos reales o
potenciales con los que se puede intercambiar, convivir o hacer la guerra
pero que no forman parte del mbito propiamente bajo dominio del rey de
las Dos Tierras.
Respecto de los nubios, existen diversos testimonios que sugieren
acciones militares del Estado egipcio. Por una parte, el testimonio arqueolgico ms significativo es el de una fortaleza egipcia erigida en Elefantina
el extremo ms meridional del territorio bajo dominio del rey de las Dos
emprendido las acciones militares hacia el sur. En cuanto a las representaciones iconogrficas, estas incluyen las inscripciones rupestres de
Dyebel Sheik Suleiman, en torno a la segunda catarata del Nilo, en donde
se representa un serej junto a una serie de enemigos derrotados y prisio-
50 Los testimonios de presencia estatal egipcia en el Sina se han expandido recientemente con las evidencias documentadas por Pierre Tallet. Cf. Tallet, P. y Laisney, D.
(2012). Iry-Hor et Narmer au Sud-Sina (Ouadi Ameyra). Un complment la chronologie des expditions minires gyptiennes. Bulletin de lInstitut Franais dArchologie
Orientale 112, pp. 381-398.
51 Cf. Miroschedji, P. de, Sadeq, M., Faltings, D., Boulez, V., Naggiar-Moliner, L.,
Sykes, N. y Tengberg, M. (2001). Les fouilles de Tell es-Sakan (Gaza): Nouvelles donnes sur les contacts gypto-cananens aux IVe - IIIe millnaires . Palorient 27 (2), pp.
75-104.
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parentesco) permitira incursiones ms sistemticas para el abastecimiento pacfico de dichos materiales o bienes (como se constata particularmente en el sur de Palestina), incluyendo la posibilidad de ciertas polticas ms
agresivas. Es razonable pensar, por ejemplo, que all donde se establecieran contactos pacficos se contara igualmente con guarniciones militares
para la proteccin ante posibles asaltos en el recorrido o para hacer frente
a posibles contendientes por la obtencin de dichos bienes53. Esto implicara, a su vez, que all donde hubiera algn grupo poblacional que supusiera un obstculo o un competidor para dicho acceso se recurriera a la
agresin militar (tal sera el caso, por ejemplo, del ncleo estatal de Qustul
en la Baja Nubia). Sin embargo, esta razn por s sola no parece explicar
el fenmeno, tal como sugiere el hecho de que, luego del colapso de
Qustul, las actividades militares egipcias en la Baja Nubia no cesan; del
mismo modo, la presumiblemente escasa capacidad de resistencia de los
grupos libios y asiticos no se condice con las referencias a ataques egipcios sobre dichas poblaciones que ya hemos mencionado.
Un elemento caracterstico del perodo Dinstico Temprano es que, al
53 Cf. Campagno, M. (2002). De los jefes-parientes a los reyes-dioses, op. cit., p. 220;
Gilbert, G. P. (2004). Weapons, Warriors and Warfare in Early Egypt, op. cit., p. 112.
54 Cf. Wilkinson, T. (1999). Early Dynastic Egypt, op. cit., pp. 58-59; Khler, E. Ch.
(2002). History or Ideology? New Reflections on the Narmer Palette and the Nature of
Foreign Relations in Pre- and Early Dynastic Egypt. En E. C. M. van den Brink y T. E. Levy
(Eds.), Egypt and the Levant. Interrelations from the 4th through the early 3rd millennium
BCE. London: Leicester University Press, p. 510.
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mente est implcito en la presumible razn por la cual el Estado expansivo de Nagada III fij sus lmites en Elefantina y en el delta del Nilo y no
extendi ms all su dominio permanente: acaso cierta homogeneidad cultural de los ncleos habitados del Alto y el Bajo Egipto, que se consolid
con anterioridad a la unificacin poltica, haya puesto los cimientos de la
percepcin de una diferencia crtica entre los habitantes del valle y el delta
del Nilo, por un lado, y las poblaciones de las periferias, por el otro, donde
slo los primeros participaban del cosmos que era regido por el rey-dios, y
los segundos eran asimilables a las fuerzas del caos. Esta percepcin, que
se habra consolidado hacia el perodo Dinstico Temprano, pudo determinar, pues, unos modos especficos de intervencin del Estado egipcio (esto
es, del rey) en los territorios perifricos: por un lado, de all fluiran bienes
hacia el centro csmico representado por la corte del rey de las Dos Tierras (extraccin de bienes); por el otro, hacia all se dirigira la accin militar del Estado (represin de los habitantes de las mrgenes, en consonancia con las escenas del rey sometiendo a enemigos que evocan a la vez la
guerra contra el extranjero y la imposicin del orden sobre el caos). Es a
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partir de identificar este carcter csmico de la violencia que se puede afirmar que, por difcil que resulte distinguir si el sentido de las representaciones de enemigos vencidos es blico o ritual, lo que permanece es la caracterizacin que la lite egipcia del perodo hace de las periferias. Lo decisivo, en todo caso, es que el rey-dios se presenta como una figura que
garantiza el orden justo mediante la lucha contra las fuerzas del caos que
amenazan desde los territorios perifricos. La guerra, como prctica, discurso o ritual, aparece as como garanta del orden estatal.
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En el primer apartado de este artculo, mencionamos la paradoja enunciada por Clastres en uno de sus ltimos trabajos: la guerra, garante del
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Referencias bibliogrficas
55 Baines, J. (2005-2006). Definiciones tempranas del mundo egipcio y sus alrededores, op. cit., p. 116.
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