La Etnolingüística
La Etnolingüística
La Etnolingüística
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Recibido: 19/06//2015
Aceptado: 09/05/2016
Resumen Abstract
La etnolingstica es una disciplina casi Ethnolinguistics is an ignored linguistic
olvidada, tanto en los manuales de lingsti- discipline, both in manuals and in language
ca como en la docencia y en la investigacin research. In this study, the theoretical reflection
sobre el lenguaje. En este estudio se combina on literature sources, combined with the
la reflexin terica sobre varias fuentes biblio- analysis of various linguistic facts, try to show
grficas con el anlisis de diversos hechos lin- a characterization of this discipline, which is
gsticos para intentar mostrar una propuesta defined as the discipline interested in studying
de caracterizacin de esta disciplina, a la que se the influence that culture has on language (in
define como la encargada de estudiar el influjo the system and in his use in communication).
que la cultura ejerce sobre el lenguaje, sea a This definition is completed in two ways.
nivel del sistema o sea en su uso efectivo en la First, placing ethnolinguistics within the
comunicacin. Esta definicin se completa por panorama of general linguistics; for that, it is
dos vas. Primera, ubicando la etnolingstica diferenciated from sociolinguistics and from
dentro del panorama de la lingstica general, linguistic anthropology. Second, showing the
para lo cual se la distingue de la sociolingsti- areas in which the relationship between culture
ca y, sobre todo, de la antropologa lingstica. and language is manifested and reviewing the
Segunda, mostrando los mbitos en que se ma- various issues that this discipline can study.
nifiesta la relacin de la cultura con el lenguaje KEYWORDS: Ethnolinguistics, Linguistic
y haciendo un repaso, no exhaustivo, de los di- Anthropology, Language and Culture, External
versos temas que puede estudiar esta disciplina. Linguistics.
PALABRAS CLAVE: Etnolingstica, An-
tropologa Lingstica, Lenguaje y Cultura, Lin-
gstica Externa.
* Este trabajo se inscribe dentro del proyecto de investigacin Modelos y representaciones metatericas en la
historia de la Lingstica, financiado por el Ministerio de Economa y Competitividad (referencia FFI2012-35802)
Para citar este artculo / To cite this article: Martn Camacho, Jos Carlos (2016). Hacia una
caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la Etnolingstica. ELUA, 30: 181-212.
doi:10.14198/ELUA2016.30.09
1. Introduccin
Como es bien sabido, la lingstica actual suele considerar que sus investigaciones deben
parcelarse segn la dimensin del lenguaje que constituya el foco de su inters, algo que
permite distinguir diversas disciplinas cientficas en funcin de cul sea la faceta del lenguaje
analizada (vid. por ejemplo Lyons, 1984: 29-31; Martn Vide, 1996: 11-17; Fernndez Prez,
1999: 32-42), ya sea en su vertiente de sistema de signos empleado para la comunicacin
(lo que suele denominarse lingstica interna), ya sea en el mbito de las relaciones de
ese sistema con los diferentes aspectos de la vida humana con los que confluye (la llamada
lingstica externa).
De ese modo, mientras que a la lingstica interna se adscriben la fonologa y la fontica,
la morfologa o la sintaxis, en el campo de la externa se han definido y desarrollado disci-
plinas que estudian, entre otras, las relaciones del lenguaje con la sociedad, con la biologa
del ser humano y, para lo que aqu interesa, con la cultura.
Para estudiar esa relacin, innegable, que existe entre el lenguaje y la cultura, se han
propuesto diversas disciplinas: antropologa lingstica, etnografa de la comunicacin, et-
nosemntica, etnolingstica De todas ellas, es la ltima de las citadas la que menos
atencin ha recibido, tanto en s misma como en lo que respecta a su lugar dentro de la
estructura de la propia lingstica.
En ese sentido, este estudio pretende indagar en las posibles vas para alcanzar una
definicin y una caracterizacin global de esta disciplina que permita ubicarla en el mbito
de la lingstica (en el sentido amplio que se ha asumido de lingstica como estudio del
lenguaje en todas sus vertientes o conjunto de las ciencias del lenguaje) y, a partir de ello,
atribuirle un campo de trabajo unitario y delimitado, algo de lo que carece por varios moti-
vos interrelacionados (cfr. ern, 1998: 422-423): primero, porque sus temas de estudio se
encuentran dispersos y repartidos entre otras disciplinas (antropologa, etnografa, sociolo-
ga, semntica, filosofa del lenguaje); segundo, porque sus lmites respecto de esas otras
disciplinas, en especial de la sociolingstica y de la antropologa lingstica (con la que de
hecho se la identifica muy a menudo), no se han establecido con el rigor necesario1. A ello
hay que unir que la etnolingstica puede considerarse el pariente pobre de otras ciencias
del lenguaje2, en especial de la sociolingstica, pues su desarrollo ha sido casi insignificante
en comparacin con el que ha tenido el estudio de la dimensin sociolgica de las lenguas.
Para alcanzar ese objetivo, se partir de las propuestas de definicin que se han formu-
lado de esta disciplina, en especial de aquellas que han intentado darle un marco terico-
conceptual propio y diferenciado de la antropologa lingstica3. A ello se aadirn las
1 Eugenio Coseriu intent, en un artculo programtico al que haremos diversas alusiones en este estudio (Co-
seriu, 1981), distinguir la etnolingstica de esas otras dos disciplinas, pero su propuesta no parece haber tenido
mucha repercusin en la lingstica contempornea (cfr. nota 3).
2 Fernndez y Hachn (1995: 2) llegan a considerar a la etnolingstica la cenicienta de las ciencias del lenguaje.
3 Los intentos de definir la etnolingstica como algo distinto de la antropologa lingstica se reducen, posible-
mente, al artculo de Coseriu citado en la nota 1 y a su desarrollo en la obra de Casado Velarde (1991). Destacables
son tambin los trabajos Etnolingstica (Morant Marco y Daz Rojo, 2005) y Lenguaje y cultura (Morant
Marco, 2005), si bien ambos se limitan a describir, con interesantes ejemplos y reflexiones, temas de estudio de la
disciplina, sin abordar los problemas epistemolgicos de su definicin (algo que se manifiesta explcitamente en
Morant Marco, 2005: 125). Frente a ello, otras propuestas asimilan sin dudar la etnolingstica a la antropologa
lingstica, como es el caso de Cardona (1976), de Fernndez Guizzetti (1957) y de Fernndez y Hachn (1995),
autores estos ltimos que llegan a plantear una equiparacin entre lingstica y etnolingstica (entendida, como
Jos Carlos Martn Camacho 183
reflexiones que han despertado en nosotros la actividad docente desarrollada en torno a esta
materia y la lectura de diversos estudios que, a pesar de no haber sido adscritos necesaria-
mente por sus autores al mbito de la etnolingstica, pueden considerarse prximos a lo
que aqu se intentar delimitar como su campo de trabajo4.
En definitiva, con las reflexiones que siguen se intentar definir y ubicar una disciplina que,
a pesar de estar prxima en sus temas de inters a la antropologa lingstica, puede caracteri-
zarse como distinta de ella. Esta propuesta no pretende descubrir un nuevo campo de estudio
del lenguaje, sino aprovechar aportaciones anteriores y complementarlas con la reflexin per-
sonal con el fin de pergear un marco terico para una disciplina que debe afrontar el estudio
de un aspecto fundamental no anecdtico del lenguaje. Con ello, este esbozo de definicin
pretende convertirse en una llamada de atencin sobre la importancia y beneficio que tiene
trabajar en una disciplina que ha quedado arrinconada por el poder de dos fuerzas que han
centrado el inters de la lingstica contempornea: por lo que respecta al papel del lenguaje
en la vida del ser humano, por la sociolingstica; por lo que se refiere al estudio del lenguaje
como materia cientfica, por el inters dedicado primero a la sintaxis (en especial por parte del
funcionalismo y del generativismo) y, en la actualidad, a la lingstica de la comunicacin
(Gutirrez Ordez, 2002: 84-88), mbito en el que se engloban las disciplinas que mayor
inters despiertan hoy en da (como son la lingstica del texto, la pragmtica, el anlisis de
la conversacin o la sociolingstica) y en el que podra tener cabida la propia etnolingstica.
tanto, es posible afirmar que la etnolingstica surge de dos tradiciones distintas: el idealismo
vossleriano, ajeno a planteamientos antropolgicos; y el estructuralismo (si puede drsele ese
nombre) de Sapir, en el que la conexin entre lingstica y antropologa fue bastante estrecha
(vid. Casado Velarde, 1991: 23). Ello explica que, como ya se ha sealado, a menudo se hayan
identificado etnolingstica y antropologa lingstica o, incluso, se haya llegado a considerar a
la etnolingstica como una disciplina subsidiaria de la antropologa lingstica6. Sin embargo,
como tambin se ha mencionado, uno de los objetivos bsicos de este trabajo es intentar mostrar
que la etnolingstica puede concebirse como una disciplina diferenciada de la antropologa
lingstica (algo que no implica necesariamente asumir los postulados de Vossler).
Como primera va de aproximacin a la definicin de la etnolingstica que se pretende
alcanzar en este estudio, se presentarn las principales definiciones y caracterizaciones que
de ella se han propuesto, sin entrar necesariamente a delimitar entre otras cosas porque
muchos de los autores ni siquiera lo hacen si en esas definiciones se equiparan o no etno-
lingstica y antropologa lingstica o, dicho de otro modo, si esas definiciones entroncan
con una u otra de las dos tradiciones mencionadas7.
Segn afirma Coseriu (1981: 10), la etnolingstica se ha ido desarrollando de forma
fragmentaria y por diferentes vas, a menudo determinadas por los intereses ocasionales
de quienes han querido dedicarse al estudio de las mltiples facetas que ofrece la relacin
entre el lenguaje y la cultura. Consecuencia de ello es que bajo el rtulo de etnolingstica
se han presentado trabajos centrados en objetivos diversos y se han formulado definiciones
en ocasiones bastante divergentes. Haciendo un somero repaso, puede observarse que a la
etnolingstica se le han atribuido campos de estudio o definiciones como las siguientes:
a) En sus orgenes (vid. Coseriu, 1981: 10-11; Fernndez y Hachn, 1995: 1-2), se
asign a la etnolingstica el estudio de las lenguas exticas y, dentro de ellas,
de las lenguas grafas, conceptualizadas como la manifestacin ms representativa
de esta categora fundamentada en planteamientos a todas luces etnocentristas y
acientficos (vid. las interesantes crticas que se hacen de esta propuesta y de sus
implicaciones en el pasaje citado de Fernndez y Hachn as como en Morant
Marco y Daz Rojo, 2005: 2-3). En ese sentido, querer configurar una disciplina
como responsable del estudio de las lenguas exticas supone distinguir una
lingstica verdadera (o legtima), encargada del estudio de las lenguas de
prestigio (que seran, obviamente, las occidentales), y una pseudolingstica (la
propia etnolingstica), cuyo fin sera estudiar las otras lenguas, consideradas
como vehculos de culturas pintorescas y de cosmovisiones ajenas a la lgica y la
objetividad que se les supone a las lenguas occidentales8. No parece pues coherente
tratando la relacin entre lenguaje y cultura en la lingstica moderna.
6 Por ejemplo, en el diccionario de Alcaraz Var y Martnez Linares (2005: s.v. etnolingstica), se afirma que
esta disciplina est a caballo entre la antropologa lingstica y la sociolingstica. De modo similar, Robins (1995:
565-567) conecta etnolingstica y lingstica antropolgica planteando las tareas de la primera como una especie
de concrecin del mbito de trabajo de la segunda.
7 Por otro lado, a la hora de presentar y comentar estas definiciones se obviarn ciertos usos del adjetivo etno-
lingstico que podran inducir a error dado que aluden en realidad a conceptos propios de la sociologa del len-
guaje (cfr. 4). Nos referimos a nociones como las de grupo etnolingstico, vitalidad etnolingstica o actitudes
etnolingsticas (vid. entre otros Giles y Byrne, 1981; Appel y Muysken, 1996: 24; Amors Negre 2014: 107).
8 Huelga decir o al menos creemos que as debera ser que todas las lenguas son iguales, dado que cada
Jos Carlos Martn Camacho 185
Este enfoque queda englobado en la definicin que propondremos, pero supone una
reduccin drstica del campo de estudio de la disciplina, al limitarla a uno solo de
los muchos mbitos en los que se manifiesta la relacin entre lenguaje y cultura.
No obstante, tiene como contrapartida positiva que permite caer en la cuenta de que
ciertas obras que han sido concebidas de forma totalmente ajena a la etnolingstica
pueden aportar a esta datos muy interesantes10.
d) Tambin se ha atribuido a la etnolingstica el estudio de las manifestaciones lin-
gsticas del folklore y de la cultura popular (cfr. Coseriu, 1981: 10; Morant Marco
y Daz Rojo, 2005: 2). Como la anterior, esta propuesta limita considerablemente el
mbito de la disciplina, al convertirla en una especie de rama subsidiaria de la etno-
grafa general y situarla en la rbita de la lnea de trabajo iniciada por la geografa
lingstica (con sus atlas lingsticos y etnogrficos) y por el movimiento Wrter
und Sachen.
Adems, este estudio de la relacin lenguaje-cultura podr enfocarse en cada uno de los
tres planos de la comunicacin lingstica lenguaje, lengua y habla o, en la terminologa
del autor, hablar, lengua y discurso, de modo que habr una etnolingstica del hablar
en general, una etnolingstica de las lenguas y una etnolingstica de los discursos. Y lo
mismo cabe esperar de la etnografa lingstica (Coseriu, 1981: 14).
En definitiva, segn esta propuesta, la etnolingstica sera una ciencia encargada de
estudiar la ntima conexin existente entre lenguaje y cultura desde dos perspectivas, una
dedicada a analizar cmo los hechos lingsticos estn condicionados por la cultura y otra
10 Nos referimos a obras tan significativas como la Historia de la lengua espaola de Lapesa (1981), de la que
pueden extraerse, como se ver ms adelante, numerosos datos de inters para estudios etnolingsticos.
Jos Carlos Martn Camacho 187
interesada por descubrir los datos culturales que reflejan esos mismos hechos, cada una de las
cuales podr observar fenmenos propios del lenguaje en general, de las lenguas concretas o
de los actos de habla efectivamente realizados. Tal es el esquema que, con diversos ejemplos
y explicaciones, desarrolla con gran soltura y claridad Casado Velarde (1991: 49-100).
Creemos que tal planteamiento resulta muy interesante como punto de partida para en-
contrar una definicin adecuada para la etnolingstica de hecho, la que aqu se ofrecer lo
toma como base, pero encontramos en l dos inconvenientes que nos impulsan a proponer
una alternativa:
A pesar de estos puntos discutibles, la propuesta de Coseriu se tomar como base, tal
como ya se ha afirmado, para presentar la definicin de la etnolingstica que queremos
proponer en este trabajo. Segn ella, conceptualizaremos la etnolingstica como la rama de
la lingstica externa que debe analizar cmo la cultura de una comunidad humana influye
en la configuracin y en el uso de la lengua empleada por esa comunidad, de modo que su
objetivo ser emplear el conocimiento de la cultura como recurso para explicar el porqu
de determinados hechos lingsticos tanto del sistema como del uso y, consecuentemente,
encontrar en esos hechos huellas o reflejos de la cultura que subyace a ellos.
Esta propuesta de definicin consta de varias premisas que se irn desarrollando en los
prximos epgrafes:
12 El concepto de normas generales del pensar humano (desarrollado en Coseriu, 1978: 20-21) alude a una serie
de normas que rigen cualquier comunicacin independientemente de la lengua en la que se realice, de modo que
la infraccin de dichas normas conllevar una incongruencia, esto es, una expresin no vlida en ninguna lengua.
Entre dichas normas destacan la no tautologa, la necesidad del enlace apropiado o la no contradiccin que deben
presidir cualquier comunicacin.
Jos Carlos Martn Camacho 189
El desarrollo de estos tres puntos servir para completar la definicin propuesta y, de ese
modo, compensar la simplicidad que podra achacrsele.
13 Consideramos suficientemente conocidos los diccionarios manejados, de ah que obviemos su cita bibliogrfica.
190 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
tos que se contraponen a lo que es la naturaleza en s misma (cfr. Casado Velarde, 1991:
11-12, cuyas ideas asumimos en esta exposicin). Dicho de otra manera, la cultura puede
concibirse como todo aquello que no es naturaleza: para Casado Velarde, la naturaleza es
lo que est dado al ser humano de manera inmediata es decir, sin su intervencin, ya
sea como parte de su ser (su cuerpo y sus rganos, su mente...), ya sea como parte de su
entorno (la tierra, los ros, los seres vivos...); en cambio, la cultura sera el conjunto de los
productos elaborados por el ser humano al actuar, tanto fsica como mentalmente, sobre
esa naturaleza. De este modo, la cultura equivale a lo que tambin se denomina civiliza-
cin material y civilizacin espiritual, pues engloba todos los productos de la actividad
humana, es decir, todo aquello que el ser humano crea, ya sea fsica o mentalmente: por
un lado, productos de la industria y la artesana, instrumentos, herramientas, edificaciones,
obras artsticas (es decir, objetos surgidos de la manipulacin fsica ejercida por el ser
humano sobre las realidades de la naturaleza); por otro, costumbres, creencias, ideologas,
prcticas de interrelacin social y la propia interpretacin de la naturaleza y de la vida
(esto es, ideas procedentes de la reflexin que el ser humano realiza acerca de su entorno
y de s mismo).
En segundo lugar, estas definiciones presentan la cultura como algo concreto y espe-
cfico, asociado a un momento o a un lugar, o, dicho de otra manera, a una comunidad
humana determinada (que es, obviamente, la que ocupa ese lugar o ese momento y crea
los objetos e ideas de la cultura)14. No obstante, es fundamental tener en cuenta (cfr. Mo-
rant Marco y Daz Rojo, 2005: 3-4), que el hecho de que la cultura sea algo compartido
por un grupo humano no implica necesariamente que ese grupo sea el mismo que emplea
una lengua determinada. Ello puede ocurrir en comunidades reducidas y localizadas (las
preferidas de los estudios antropolgicos y etnogrficos tradicionales), pero no se da en
absoluto en el caso de las lenguas con una importante extensin geogrfica, con las cuales
no se relaciona una nica cultura, sino muchas y variadas, tanto por motivos sincrnicos
como por motivos diacrnicos. Sincrnicamente, es obvio que existen, por un lado, cultu-
ras ms amplias que las propias lenguas (por ejemplo, las que podramos llamar cultura
occidental, cultura cristiana o cultura de masas) e intercambios culturales que deter-
minan que elementos de una cultura se transmitan a otra u otras (la interculturalidad); y,
por otro, subculturas y contraculturas15. Diacrnicamente, no hay que olvidar que toda
cultura evoluciona, lo cual determina que se vayan superponiendo estratos o capas de cul-
turas de distintas pocas que, en un momento dado, conviven en mayor o menor medida.
En definitiva, la cultura, entendida como el conjunto de los productos materiales e inma-
teriales que una comunidad humana crea al actuar fsica o mentalmente sobre la naturaleza,
es una realidad que se relaciona con la lengua, pero sin que exista una dependencia biun-
14 Esta es la razn por la que se ha sealado en 2 que el concepto de cultura universal no parece sostenible.
15 Con el trmino subcultura queremos aludir, sin matiz peyorativo (valor que s est presente en las definiciones
que de esta palabra aparecen en el Diccionario de Uso del Espaol y en el Diccionario del Espaol Actual), a las
culturas concretas que conviven dentro de otra ms general. Por ejemplo, y sin entrar en disquisiciones que no
son competencia directa de este trabajo, lo que seran la cultura espaola, la venezolana o la argentina dentro de la
hispana o, en un plano an ms concreto, la cultura andaluza, la castellana o la extremea dentro de la espaola.
En definitiva, con esta palabra se alude al hecho de que aunque todos los hablantes de una lengua puedan compartir
rasgos culturales, existen tambin otras culturas concretas, dispuestas en crculos concntricos que corresponden a
manifestaciones culturales cada vez ms especficas. Por su parte, el trmino contracultura aludira a un tipo muy
concreto de subcultura caracterizado por el deseo de subvertir los valores de la cultura dominante.
Jos Carlos Martn Camacho 191
voca entre ambas, pues una misma lengua puede (o, mejor, suele) tener asociadas diversas
culturas y una misma cultura puede extenderse por ms de una lengua. Este hecho debe ser
tenido muy en cuenta a la hora de abordar un estudio etnolingstico, pero no invalida la
definicin propuesta para la disciplina, sino que, simplemente, la matiza.
Aunque sociedad y cultura forman una simbiosis, no parece difcil separarlas desde un
punto de vista analtico y, por consiguiente, en el estudio de su relacin con el lenguaje16.
Por tanto, parece sencillo, en principio, deslindar la sociolingstica, preocupada por la
dimensin social de los hechos lingsticos, y la etnolingstica, interesada por su vertiente
cultural. Pero la realidad es que esa simbiosis entre sociedad y cultura determina que haya
hechos y fenmenos lingsticos sobre cuya adscripcin a una u otra disciplina podran
suscitarse dudas.
Veremos, a modo de ejemplo, algunos de esos puntos fronterizos:
A la hora de situar a la etnolingstica entre las ciencias del lenguaje, el lmite ms difcil
de establecer, o incluso de admitir para determinados investigadores, es, sin duda, el que
pueda existir entre ella y la antropologa lingstica, pues es obvio que los puntos de con-
tacto entre ambas disciplinas y los temas de inters compartidos son numerosos. De hecho,
como ya se ha comentado, no es infrecuente que estas dos ciencias se identifiquen y que por
ello sus denominaciones se presenten como sinnimas (por ejemplo, en Cardona, 1976: 16).
No obstante, creemos posible proponer argumentos que muestren, cuando menos, que la
etnolingstica, tal como se pretende perfilarla en este estudio, no es idntica a la antropologa
lingstica. Para ello, partiremos de que la antropologa lingstica (cfr. Duranti, 2000: 20-
30, 36-45; Palmer 2000: 31-48) presenta dos lneas de trabajo claramente diferenciadas. Por
un lado, la iniciada por Boas, llamada a veces lingstica boasiana, interesada sobre todo
por analizar cmo los elementos de la lengua, en especial los lxicos y gramaticales, pueden
17 Sobre este concepto, vid. 5.4. La dualidad de la que hablamos se manifiesta en el hecho de que a menudo
los sociolingistas incluyen en sus investigaciones y manuales el tratamiento de la competencia comunicativa (vid.,
por ejemplo, Moreno Fernndez, 1998: 203-206; Garca Marcos, 1999: 284-288)
18 En principio, estos aspectos caen dentro del campo de estudio del llamado anlisis de la conversacin (vid.
por ej. Tusn Valls, 1997: 54-66), pero, como intentaremos justificar (cfr. 4.4 y 5.4), no dejan de ser objeto de
inters para la etnolingstica.
Jos Carlos Martn Camacho 193
reflejar la cosmovisin de la comunidad que emplea esa lengua19. Por otro, la vertiente con-
tempornea, representada por autores como Duranti, que centra su atencin en el estudio de las
interacciones comunicativas como prcticas de interrelacin social condicionadas por factores
culturales propios de cada comunidad humana20. Se trata, pues, de dos lneas de trabajo que,
combinadas, permiten asignar a la antrologa lingstica el estudio de la relacin que estable-
cen tanto el sistema de la lengua como su uso efectivo en la comunicacin con la cultura de
la sociedad correspondiente, algo que viene a coincidir, de forma global, con la definicin
que se ha propuesto en este trabajo para la etnolingstica. Sin embargo, es posible encontrar
diferencias entre ambas propuestas tericas, diferencias que pueden subsumirse en tres:
a) En primer lugar, aunque muchos de los temas que entran en el mbito de la et-
nolingstica pueden ser estudiados por la antropologa lingstica y viceversa, es
posible encontrar temas privativos de cada de ellas (o, al menos, temas que no
parecen ser de inters para la otra disciplina). Por ejemplo, como veremos en 5.1,
la etnolingstica puede encontrar fuentes de datos relevantes para sus objetivos en
elementos lingsticos como los topnimos y los extranjerismos o en el estudio de
las connotaciones y las etimologas de las palabras, lo cual no se encuentra entre los
temas tratados por la antropologa lingstica. Del mismo modo, no parece que a la
etnolingstica le interesen aspectos estudiados por los antroplogos lingistas como
la participacin entendida como la correlacin de los actos comunicativos con la
intervencin de los individuos en la vida de su comunidad (Duranti, 2000: 43-44 y
375-377) o como la relacin entre el bilingismo y el comportamiento sociocultural
de los hablantes (Cardona, 1976: 95-97).
b) Por otro lado, tal como las concebimos aqu, antropologa lingstica y etnolin-
gstica pertenecen a paradigmas tericos diferentes. Como afirma Coseriu (1981:
10) y asumimos en este trabajo, la etnolingstica es una disciplina lingstica, no
etnolgica ni etnogrfica que estudia la variacin del lenguaje y de las lenguas en
relacin con la civilizacin y la cultura. En cambio, siguiendo a Duranti (2000: 22-
23), la antropologa lingstica sera una de las ramas de la antropologa general, que
se interesa por el estudio del lenguaje
a travs del prisma de los intereses antropolgicos, entre los cuales estn: la transmisin y
reproduccin de la cultura, la relacin entre los sistemas culturales y otras formas de orga-
nizacin social, y el papel de las condiciones materiales de existencia en la comprensin
que los individuos tienen del mundo (Duranti, 2000: 23).
19 Concrecin de esta lnea de trabajo sera, a nuestro entender, la llamada etnosemntica, cuyo foco de inters
estara en el estudio de cmo cada lengua estructura lxicamente determinadas parcelas de la realidad mediante
taxonomas condicionadas por la cosmovisin de la comunidad correspondiente (cfr. Palmer, 2000: 40-43). No
obstante, Palmer (2000: 31-48) considera la etnosemntica como una de las corrientes de la antropologa lin-
gstica, junto con la lingstica boasiana y la etnografa de la comunicacin (cfr. nota siguiente).
20 Este planteamiento coincide, grosso modo, con el propuesto por Hymes para la etnografa de la comunicacin,
de ah que ambas propuestas tericas puedan identificarse como una sola disciplina. Prueba de ello es, por ejemplo,
el propio trabajo de Duranti (1992) o la inclusin en el volumen editado por este mismo estudioso en 2001 del c-
lebre artculo de Hymes On Communicative Competence. Cfr. tambin Palmer (2000: 44-48), quien menciona a
Duranti entre los representantes de la etnografa de la comunicacin, la cual, como queda dicho en la nota anterior,
constituye para l una de las ramas de la antropologa lingstica.
194 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
Para alcanzar una adecuada ubicacin de la etnolingstica importa tambin establecer sus
relaciones con la pragmtica, en este caso no porque los lmites entre estas disciplinas no estn
claros, sino porque sus temas de inters confluyen en parte y, de hecho, pueden retroalimentarse.
21 No es este lugar para desarrollar cul puede ser esa metodologa comn a las disciplinas exolingsticas.
Nos remitimos para ello a referencias como Fernndez Prez (1986) o Rotaexte (1990).
Jos Carlos Martn Camacho 195
Si asumimos que la pragmtica se interesa por estudiar el empleo efectivo del lenguaje
y los fenmenos, semnticos y comunicativos, que se derivan de ello (cfr. por ejemplo
Escandell Vidal, 1996: 13-14), es obvio que su campo de estudio coincide en parte con el
de la etnolingstica, dado que esta, como se ha postulado en este trabajo, debe estudiar
cmo la cultura determina la lengua tanto a nivel del sistema como a nivel de su uso en
la comunicacin. Partiendo de ah, no es difcil percibir que el inters de la etnolingstica
por el uso efectivo del lenguaje la pone en contacto con la pragmtica desde el momento
en que muchos de los aspectos que esta estudia tienen una dimensin cultural, algo que a
veces parece pasar desapercibido para los especialistas de esta disciplina22.
Por consiguiente, ser posible establecer entre ambas disciplinas una colaboracin mu-
tua, ya que la etnolingstica podr aprovechar nociones propias de la pragmtica (v. g., acto
de habla, implicatura, acto indirecto, ostensin, frmula de cortesa) para analizarlos a la
luz de la cultura, devolvindole as a esta la constatacin de que esos fenmenos, si bien
pueden ser universales en s mismos, se conforman a menudo de modos distintos segn cada
cultura. Basten un par de ejemplos muy simples:
a) Probablemente todas las lenguas emplean actos de habla indirectos, pero un acto
indirecto que desde nuestro etnocentrismo podra parecernos universal como es el
de usar una estructura oracional interrogativa para proferir una orden (Te importa-
ra guardar silencio?, Por qu no te callas?...), solo se da en ciertas culturas (cfr.
Escandell Vidal, 1996: 73-74).
b) Leech (1983), al presentar su teora sobre la cortesa verbal, distingue distintos tipos
de enunciados segn su grado de cortesa (corteses, indiferentes, conflictivos y des-
corteses) y expone algunos de los recursos que sirven para modificar ese grado de
cortesa, sobre todo en los casos en los que el enunciado se presenta como conflictivo
(actos indirectos, parfrasis, empleo de frmulas especiales). Como es fcil de
entender, el catlogo de actos atribuibles a cada categora difiere de unas sociedades
a otras y, ms en concreto, son especficos de cada cultura tanto el modo en que se
usan los recursos para favorecer la cortesa de los enunciados como muchos de esos
recursos (cfr. Escandell Vidal, 1996: 136-138).
22 Ya en su obra, publicada en lo que podramos considerar los albores de la pragmtica, Cardona (1976: 215)
criticaba el etnocentrismo de los filsofos del lenguaje iniciadores de esta corriente, muy proclives a identificar
como universales fenmenos condicionados por la cultura.
23 Que las presentemos juntas no quiere decir que identifiquemos ambas disciplinas. De hecho, consideramos que
el anlisis de la conversacin es, en cierto modo, una concrecin del anlisis del discurso (cfr. Tusn Valls, 1997:
12-14; Calsamiglia Blancafort y Tusn Valls, 1999: 20-21).
196 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
lengua. Por tanto, la etnolingstica podr analizar muestras reales de discursos (orales
o escritos) para descubrir cmo los gneros discursivos en general y la conversacin en
concreto estn en gran medida mediatizados culturalmente.
En ese sentido, el condicionamiento cultural de la conversacin queda claramente expuesto
en el grueso de la obra de Duranti (2000: esp. 329-374), pues es uno de los focos fundamen-
tales de su investigacin. Respecto de ello, este autor llama la atencin sobre el hecho de que
muchas veces los especialistas en antropologa lingstica han criticado a los analistas de la
conversacin su falta de atencin al contexto histrico y cultural (vid. Duranti, 2000: 356-357).
De modo similar, hay que tener en cuenta cmo muchos gneros narrativos, a pesar de
ser prcticamente universales, tienen conformaciones distintas segn las culturas, como
ocurre por ejemplo con los textos periodsticos, que, a pesar de presentar una tipologa
general compartida de forma casi universal, muestran diversas manifestaciones concretas
y estructuras segn las culturas (cfr. Casado Velarde, 1991: 92).
4.5. Conclusin
(1) A quien madruga Dios le ayuda, A Dios rogando y con el mazo dando, Cada uno en su
casa y Dios en la de todos.
(2) A las primeras de cambio, Estar al quite, Cambiar de tercio, Cortarse la coleta24.
(3) Estar en la picota, Colgar un sambenito, A buenas horas mangas verdes.
Si se comparan estos tres grupos de unidades, es fcil constatar que cualquier hablante
medio de espaol percibira en las de (1) la influencia que la religin cristiana ha tenido
tradicionalmente en la sociedad espaola; en cambio, conocer que las de (2) proceden del
mbito taurino y, por consiguiente, reflejan la importancia que, sobre todo en el pasado, tuvo
esta actividad en la cultura espaola, no est al alcance de todos los usuarios; y, finalmente,
el transfondo cultural de las de (3) solo ser perceptible para personas concretas que, por in-
tereses individuales o simplemente por cultura adquirida, hayan tenido conocimiento de l.
Con esta comparacin, defendemos frente a las afirmaciones de que la lengua refleja la
actualidad de la cultura (Coseriu, 1981: 17; Casado Velarde, 1991: 42-43) y de que en ella
hay elementos del pasado que no representan culturalmente nada (Morant Marco y Daz
Rojo, 2005: 15) que las lenguas contienen numerosos elementos conectados con hechos
culturales pretritos que, a pesar de ser ms o menos opacos para los hablantes, no por ello
24 Todas estas expresiones figuran en Reus Boyd-Swan (2004), donde se dan explicaciones detalladas sobre su
origen y significado.
198 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
El lxico entendido como el repertorio constituido tanto por las palabras como por las
unidades que conforman lo que Coseriu (1977: 113-118) denomin discurso repetido27 es
sin duda el mbito lingstico donde ms directamente se observa la repercusin de la cul-
tura, de ah que sean muchos los aspectos concretos en los que se puede constatar y, por
ende, analizar esa influencia. De ellos, destacaremos:
a) La conformacin del lxico en funcin del entorno circundante. Como bien expli-
can Morant Marco y Daz Rojo (2005: 10-16), el lenguaje es una valiosa gua para
conocer cmo las sociedades se adaptan a su entorno natural, social, material y
sobrenatural, de modo que muchas palabras sern el reflejo de cmo ha conformado
25 Precisamente, en nuestro trabajo de 2005 intentbamos mostrar cmo el investigador de la relacin lenguaje-
cultura no debe olvidar si ese influjo de la cultura sobre los hechos lingsticos es o no visible para los hablantes,
ya que de no hacerlo puede falsear los datos que ofrezca a la comunidad cientfica. Por ejemplo, segn Palmer
(2000: 157-174), la distribucin de los sustantivos de las lenguas bantes en catorce clases en funcin de los
clasificadores a los que se asocian est relacionada con la visin que esta etnia tiene del mundo sobrenatural.
Sin embargo, no es lo mismo explicar el sistema de clasificadores de estas lenguas por la espiritualidad actual
de ese pueblo, que por el influjo de primitivas creencias que han dado lugar a elementos que para los hablantes
no son ms que elecciones gramaticales obligadas. Dicho de otro modo, la afirmacin de Palmer cuya validez
intrnseca no se cuestiona aqu debe ser avalada por un estudio previo que determine si las creencias que han
originado el sistema de clasificacin de las lenguas bantes siguen vigentes en la mente de los hablantes.
26 Incluso, se dan casos llamativos en los que un hecho cultural que influy en el pasado en la lengua pervive
de forma latente. Por ejemplo, Sol y Luna son masculino y femenino por motivos culturales desconocidos para el
hablante actual (por la asociacin con las figuras correspondientes de la mitologa grecolatina, esto es, con Selene
y Febe en el caso de la Luna y con Helio y Apolo en el del Sol), pero muchas veces se siguen concibiendo como
hombre y mujer, como de hecho demuestran los nombres populares que se les dan (Lorenzo y Catalina), canciones
infantiles (como la propia El sol se llama Lorenzo y la luna Catalina) o las formas en que suelen dibujarse estos
astros, y no solo por parte de los nios.
27 Este estudio no necesita abordar el arduo problema que supone determinar el lugar de las unidades del discurso
repetido en la arquitectura de la lengua, de ah que a efectos prcticos y por comodidad terica se equiparen con
las palabras como componentes del lxico, aunque tambin es cierto que esa conexin tiene su fundamento en el
hecho, innegable, de que estas unidades se aprenden y almacenan en el acervo lingstico del mismo modo que el
vocabulario de la lengua (de ah el conocido concepto de lexa acuado por Pottier). Por otro lado, como afirma con
razn Garca-Page (2004: 25-26), el concepto discurso repetido es demasiado abarcador para la investigacin de
la fraseologa y fenmenos afines, pero precisamente esa amplitud evita entrar en complicaciones sobre el estatus
y tipologa de estas unidades que tampoco son de la incumbencia de este trabajo.
Jos Carlos Martn Camacho 199
30 Obviamente, un trabajo de lingstica no es el lugar para debatir cuestiones de este tipo, pero sin duda
es apasionante ver desde la ptica del estudioso del lenguaje cmo la base del problema dejando aparte
cuestiones morales y religiosas de otra ndole es fundamentalmente lingstica: llamar o no matrimonio a la
unin entre personas del mismo sexo sobre todo por lo que esta palabra connota. De hecho, frente al problema
connotativo, parece que la denotacin s puede cambiarse (si aceptramos la ingenua idea de que los diccio-
narios sentencian y regulan el significado denotativo de las palabras): la ltima edicin del DRAE ha aadido
en la entrada matrimonio la acepcin En determinadas legislaciones, unin de dos personas del mismo sexo,
concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e
intereses.
Jos Carlos Martn Camacho 201
f) Los nombres propios como portadores de huellas de la historia cultural (cfr. Cardo-
na, 1976: 133-143; Casado Velarde, 1991: 83-85). Los topnimos y los antropni-
mos muchas veces responden a situaciones culturales histricamente determinadas,
por lo que su estudio puede resultar interesante para conocer o corroborar lo que
se sabe sobre la cultura que rodea o ha rodeado a una lengua. Baste con pensar en
los mltiples topnimos relacionados con la religin catlica que existen en Espaa
(vid. Casado Velarde, 1991: 85) o en la curiosa costumbre que se ha instaurado en
los ltimos aos en nuestro pas de buscar para los recin nacidos nombres lo ms
alejados posible a la tradicin, algo que no deja de ser un ndice de un cambio de
mentalidad de un determinado sector de la poblacin.
g) El tab y el eufemismo (cfr. Cardona, 1976: 143-151), fenmenos ampliamente estu-
diados, tienen una raz cultural obvia, de ah que su estudio pueda ser perfectamente
enfocado desde la etnolingstica, que podr analizar, entre otras cuestiones, qu
realidades y objetos convierte en tab una lengua segn su cultura y a qu mbitos
y referentes culturales recurre para encontrar los correspondientes eufemismos (y
disfemismos).
h) El estudio de las etimologas de las palabras puede servir para descubrir datos intere-
santes de las culturas que han ido asocindose a una lengua, tanto a nivel general (por
ejemplo, la abundancia de arabismos en espaol [Lapesa, 1981: 133-140] demuestra
que la Reconquista no fue una guerra de 800 aos, ya que durante ese periodo de
tiempo hubo entre cristianos y rabes contactos culturales continuados y fructferos),
como a nivel particular, dado que la etimologa de una palabra puede descubrir he-
chos culturales del pasado31.
i) De modo similar, el anlisis de los extranjerismos que recibe una lengua puede
constituir una fuente de conocimiento de las relaciones interculturales que establece
la sociedad que la emplea, tanto a nivel sincrnico como a nivel diacrnico. A nivel
sincrnico, est claro por ejemplo que el espaol como muchas otras lenguas re-
cibe actualmente un incesante caudal de anglicismos, algo que demuestra por s solo
el influjo de las culturas anglosajona y estadounidense sobre la espaola; pero a nivel
ms concreto, puede observarse que en determinados campos se producen influjos de
otras culturas, como sera el caso, v.g., de la francesa en el mbito de la moda (chic,
pasarela, glamour, bisutera) o de la gastronoma (baguette, croissant, bechamel,
paupieta). A nivel diacrnico, basta con investigar en las historias de la lengua
para percibir cmo el nmero y la procedencia de los extranjerismos que ha ido
recibiendo una lengua a lo largo de su historia son un claro ndice de las relaciones
culturales que la sociedad correspondiente ha establecido con otras: en el caso del
espaol, de los galicismos medievales se pas a los italianismos en el Renacimiento
y en el Siglo de Oro; de estos de nuevo a los galicismos en los siglos XVIII y XIX;
y a partir del XIX empez el citado aluvin de anglicismos, trminos que antes
prcticamente no haban entrado en el idioma (cfr. Lapesa, 1984: 199-200, 409-410,
454-460).
31 Vid. los ejemplos mencionados por Casado Velarde (1991: 79-80), quien explica la etimologa de palabras
como linchar o moneda. Cierto es que este estudio individual de la etimologa puede llevar a lo anecdtico (como
de hecho se revela en el propio ttulo del libro de Doval Palabras con historia. Etimologa razonada y anecdtica
de palabras con origen curioso), pero no por ello hay que despreciarlo.
202 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
32 La bibliografa al respecto es abundante. Para nuestras intenciones, basta citar aqu la interesante exposicin
que hace del tema Casado Velarde (1991, 53-57) y la lectura imprescindible de Lucy (1992).
33 No nos detendremos a exponer ejemplos porque ello exigira mucho desarrollo. Invitamos a leer el interesante
libro de Grijelmo, donde se encontrarn suficientes muestras de lo expuesto.
34 Ejemplo paradigmtico de ello es el caso del vino en espaol, concepto que ha originado unidades como A
buen vino, buen tocino; A buen vino, no hay mal bebedor; A nadie le hace dao el vino, si se toma con tino; De las
uvas sale el vino y del vino el desatino y un largo etctera (cfr. la relacin presentada en www.refranerocastellano.
com, donde se registran ms de 250 refranes en los que aparece la palabra).
Jos Carlos Martn Camacho 203
Frente a la profunda influencia que sobre el lxico ejerce la cultura, la que se cumple
sobre la gramtica es de menor calado y, probablemente, se limita a aspectos perifricos
como puede ser, por ejemplo, el gnero35.
Por tal razn, el estudio de esta relacin debe abordarse con sumo cuidado, sin dejarse
llevar por apreciaciones superficiales que induzcan a establecer asociaciones entre gramtica
y cultura que no estn justificadas. Al respecto, J. Tusn (apud Morant Marco y Daz Rojo,
2005: 7) plantea un ejemplo clarificador: sera ingenuo afirmar que son las tres menos
veinticinco y son los dos y treinta y cinco, a pesar de coincidir en su valor referencial,
representan diversas formas de entender el mundo porque el primer enunciado transmite una
especie de interpretacin de la realidad basada en lo futuro y el segundo una interpretacin
basada en lo pasado. En cambio, Bernrdez (2004: 255-259) afirma que el influjo de la
gramtica es mayor de lo que suele afirmarse, algo que ilustra con ejemplos interesantes (la
costumbre de ciertas lenguas de no expresar el agente ms que en casos muy concretos, la
existencia de distintos tipos de pasado en muchas lenguas). No obstante, como l mismo
reconoce, su intencin al presentar estos fenmenos no es afirmar que dependan exclusi-
vamente de factores culturales, ni siquiera principalmente de ellos, ya que en numerosas
lenguas, la gramtica est tan institucionalizada que casi todo est determinado a priori
(dem: 258).
En todo caso, hay aspectos gramaticales en los que el papel de la cultura es innegable.
Se presentarn algunos casos representativos:
35 La afirmacin de que el gnero es un aspecto perifrico de la gramtica se refiere a que su relevancia para la
construccin estructural de los enunciados es solo superficial, como de hecho lo demuestra el que no se encuentre,
desde el punto de vista formal, en muchas de las lenguas del mundo. Obviamente, el gnero puede tener un papel
importante en la lengua y en la interpretacin que esta hace de la realidad, de ah que precisamente sea uno de los
aspectos de la gramtica en los que se observa la influencia de la cultura.
36 No deja de ser llamativo que, si bien las obras normativas sentencian formas como mdica o jueza, se perciba
una resistencia a su uso que no siempre es fcil de explicar. Cierto es que, como seala Casado Velarde (1981:
74), hay algunas razones, indudablemente culturales, que explican tal situacin, entre ellas que en un pasado no
muy remoto el femenino de las profesiones no designara otra cosa que la esposa del (boticaria, coronela). Sin
embargo, a pesar de esas justificaciones siguen existiendo casos de mujeres que rechazan el empleo del femenino
para su profesin por motivos que deberan investigarse con mayor detenimiento, ya que son ndices de situacio-
nes culturales que merece la pena analizar. Nos referimos por ejemplo a la extendida costumbre de colocar en los
carteles identificativos la forma masculina de la profesin a pesar de que sea ejercida por una mujer: Aurora X X,
abogado; administrador de fincas (el ejemplo, mutatis mutandis, es real y lo hemos encontrado en una calle de
nuestra ciudad).
204 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
37 Los clasificadores son morfemas o palabras que, aadidos a un sustantivo o a un sintagma nominal, indican su
pertenencia a una determinada clase en funcin de las caractersticas que se perciben en ellos o de las que se les
atribuyen. En las lenguas en que aparecen, actan de forma sistemtica, de modo que todo sustantivo o sintagma
debe ir acompaado de su clasificador correspondiente (cfr. Marco, 1988: 5-7; Palmer, 2000: 157-158).
38 Esta exposicin no pretende presentar la solucin a un problema que lleva siglos ocupando a los estudiosos
del espaol y a los lingistas en general. La distribucin del gnero en espaol como sucede en las dems len-
guas indoeuropeas que poseen tal categora es bastante desconcertante y arbitraria, por lo que los datos expuestos
deben tomarse como una propuesta de explicacin muy simplificada e interesada solo en resaltar la conexin que
el gnero puede establecer con la cultura.
39 Se ha afirmado que este empleo del gnero para establecer distinciones de tamao se fundamenta en un
planteamiento animstico que atribuira a lo femenino la amplitud, la profundidad y la fecundidad, ausentes en lo
masculino. Sin necesidad de llegar a tal extremo, parece posible considerar que en este caso ha actuado un deter-
minado componente de la visin del mundo que asociara lo grande con lo femenino y lo pequeo con lo mascu-
lino. Obviamente, hay excepciones a esta pauta, como ro / ra, barco / barca (que quizs tengan su explicacin
en cuestiones formales o culturales) y, sobre todo, las parejas rbol / fruto, aunque esta ltima excepcin es ms
sencilla de explicar: en latn los nombres de los rboles solan ser femeninos en -um y los frutos tambin de la
segunda declinacin en -um, neutros, lo cual cuadra con la hiptesis que relaciona el femenino con lo grande y el
masculino con lo pequeo. Sin embargo, en espaol cambi la distribucin por razones formales y etimolgicas: el
paso -um > -o hizo que los rboles tomaran gnero masculino; mientras que los nombres de los frutos, al proceder
del plural en -a, se hicieron femeninos.
Jos Carlos Martn Camacho 205
con deidades masculinas y femeninas, de modo que, por ejemplo, los gneros de
la Tierra, el Sol y la Luna corresponden a divinidades de esos mismos gneros
(Gea y Tellus, Selene y Febe eran diosas y representaban a la tierra y a la luna;
Helio y Apolo eran los dioses del sol).
c) El influjo de la cultura se siente tambin a veces en la morfologa derivativa, dado
que no es infrecuente que determinados afijos aparezcan, o incluso desaparezcan,
por razones culturales. Como es bien sabido, el sufijo -mente surgi en latn tardo
(de donde lleg al espaol y a otras lenguas romances) por el cambio de mentalidad
ocasionado por la expansin del cristianismo, que favoreci la fijacin como mor-
fema de la forma mente que en su origen era parte de una construccin de ablativo.
Del mismo modo, actualmente ha surgido en espaol, o est en vas de aparicin,
un sufijo -ing que, a partir de las muchas palabras del ingls en las que se presenta
y que se han difundido notablemente en la cultura espaola por el fuerte influjo de
la estadounidense (mobbing, spinning, rafting, leasing, doping, renting, lifting), se
asocia ya a bases espaolas para formar palabras de lo ms variado, como puenting
saltar desde un puente sujeto a una cuerda elstica, vending sistema de venta por
medio de mquinas expendedoras, edredoning tener relaciones sexuales debajo
de un edredn, balconing saltar desde un balcn a la piscina, bicing transporte
pblico en bicicleta, aceituning40
d) Finalmente, sera este mbito el que podra acoger los estudios sobre el relativismo
lingstico y su manifestacin en la ya citada hiptesis Sapir-Whorf. Como se ha
mencionado, esta hiptesis ha sido muy estudiada y debatida, por lo que no parece
este el lugar para volver sobre ella. Para nosotros resulta suficiente la adhesin a las
dudas, expresadas por diversos estudiosos (cfr. Casado Velarde, 1991: 55-57), sobre
la posibilidad de que sea la gramtica la que puede influir en la visin del mundo de
los hablantes; ms bien creemos, como se ha mencionado en 5.1, que esa influencia
pueden ejercerla las palabras.
40 Esta forma es el nombre que se le ha dado a una reciente campaa publicitaria, apoyada por el Ministerio de
Agricultura, para promover el consumo de aceitunas aliadas. Ver www.elaceituning.es, donde se da la siguiente
definicin: El aceituning es un nuevo concepto culinario que consiste en enriquecer las aceitunas envasadas que
puedes encontrar en cualquier establecimiento mediante originales alios.
206 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
Semejante es el caso de los rasgos articulatorios y entonativos que caracterizan las hablas
de ciertas subculturas, como la pronunciacin afectada de determinados grupos socioeco-
nmicos o, en el extremo contrario, la intencionalmente descuidada de lo que a finales del
siglo XX se llam habla pasota. Tales lectos son, como se mostrar en 5.5, objeto de
estudio de la etnolingstica, si bien es cierto que podran ser analizados tambin por la
sociolingstica.
La segunda situacin es la que ejemplica el fenmeno del fonosimbolismo. Diversos
autores (por ejemplo, Palmer, 2000: 319-330; Morant Marco y Daz Rojo, 2005: 15-16) han
afirmado que las onomatopeyas y los valores subjetivos que se asocian con determinados
fonemas tienen una raz cultural. As, Morant Marco y Daz Rojo mencionan el caso del
fonema /t/, que tiene valores despectivos (populacho, mamarracho) pero tambin afecti-
vos (Chechu, Nacho), dualidad que demostrara que dichos valores no son intrnsecos al
fonema sino adquiridos por la cultura en contextos concretos. Del mismo modo, Grijelmo
(2000: 37-58) presenta toda una red de asociaciones de muchos de los fonemas espaoles
con diversas nociones o sentimientos; por ejemplo, la vocal /a/ con la blancura y la candidez,
o la consonante /r/ con la energa y la fuerza. La realidad de esas asociaciones entre fonemas
y valores subjetivos parece fuera de duda, pero a nuestro juicio queda por demostrar si estn
determinadas psicolgica o culturalmente, y, si es este ltimo el caso, cules pueden ser las
razones culturales de este tipo de asociaciones.
41 Empleamos discurso en un sentido genrico para aludir a cualquier manifestacin concreta del uso de la
lengua, sea interactiva o no. Por tanto, con esta nocin se engloba lo que segn las corrientes y estudiosos se deno-
minan acto de habla, texto (oral / escrito), conversacin, interaccin comunicativa y, cmo no, discurso.
Jos Carlos Martn Camacho 207
42 Por ejemplo, en el espaol peninsular se observa una clara influencia cultural sobre los saludos, que en pocos
aos han pasado de los tradicionales hola, adis, con Dios, buenos das a frmulas en las que se observa un claro
cambio de mentalidad, como son buenas, hey, vamos, nos vemos, chao Por otro lado, parece estar difundida la
idea de que las frmulas rituales son propias de comunidades para nosotros exticas, en las que es un chamn el
que las emplea para invocar a los espritus; sin embargo, frmulas de este tipo existen tambin en lenguas como
el espaol, donde se emplean (o empleaban), a veces con cierto humor, para los ms variados fines, algo que tras-
luce la influencia que la religin cristiana ha tenido tradicionalmente en la sociedad espaola: para pedir por los
resultados de los exmenes se emplea(ba) el conocido Virgen santa, Virgen pura, que apruebe esta asignatura; y
en esa lnea existen oraciones para encontrar pareja (dirigida a San Antonio de Padua), para alcanzar favores casi
imposibles (a San Judas Tadeo), para conseguir ayuda urgente (a San Expedito), etc. Finalmente, por poner un
ejemplo ms, el campo de los insultos es muy interesante, pues los que se codifican varan mucho de una lengua
a otra y tienen claros valores culturales: v. g., el insulto espaol hijo de puta tiene muchos usos, pues no solo
significa lo que trasmite su valor literal, sino que sirve para insultar a cualquier persona o incluso animal o cosa
que al hablante le enfade especialmente, de modo que no tiene una equivalencia nica en otras lenguas.
43 Sobre cmo influye la cultura en la forma de organizar los intercambios comunicativos, vid. las interesantes
reflexiones de Palmer (2000: 205-223). Por otro lado, aunque no entramos aqu en discusiones tericas al respecto
(cfr. Tusn Valls, 1997: 14-15, 67-72), consideramos la conversacin como un tipo concreto de intercambio comu-
nicativo, ya que hay otras modalidades comunicativas que, a pesar de ser interactivas, no se ajustan a sus pautas
(un debate, una entrevista, un interrogatorio).
208 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
analizando el influjo que la cultura ejerce sobre dos mbitos. Por un lado, sobre la
forma en la que se organiza la conversacin en una determinada cultura, pues aunque
las nociones de turno y de alternancia de turno (y otras adyacentes) seguramente sean
universales, el modo en que se manifiestan en cada cultura puede variar de forma
notable, como bien argumenta Duranti (2000: 329-375)44. Por otro, sobre el catlogo
de formas interactivas no conversacionales propias de cada comunidad, ya que mu-
chas de estas nacern seguramente de prcticas culturales individuales o, al menos,
restringidas a determinados conjuntos de sociedades.
d) Los actos de habla concretos tienen tambin una vertiente cultural, pues aunque
muchos de ellos puedan aparecer de forma (casi) universal, su interpretacin, valor
y forma concreta de manifestarse pueden variar de una cultura a otra. En esa lnea,
sera interesante analizar si los actos de habla que suelen sealarse son universales
en s mismos (se miente en todas lenguas?) y cmo se conforman en funcin de la
cultura (cmo se miente en espaol a diferencia de otras lenguas?)45.
e) Muy relacionado con lo anterior, la etnolingstica puede abordar el estudio de los
actos de habla indirectos, pues hay claros indicios de que su tipologa y los mecanis-
mos que se emplean para activarlos varan de unas comunidades a otras (cfr. lo dicho
en 4.3).
f) Finalmente, puede aludirse a la importancia que tiene el conocimiento del contexto
cultural para la construccin y comprensin de los mensajes concretos. Para comu-
nicarse adecuadamente, tanto emisor como receptor deben conocer las costumbres,
las creencias, los modos de interrelacin social y las formas de entender el mundo
de cada comunidad, dado que ello determina en gran medida qu se dice (o qu no,
bien porque sea tab o inadecuado, bien porque se d por sobreentendido) y cmo
se dice. Unos ejemplos muy simples servirn como ilustracin: qu es tab para los
hablantes de una lengua puede no serlo en absoluto para los de otra; el ofrecimiento
que se hace en espaol de decirle a alguien Toma lo que quieras; ests en tu casa
es muy difcil de comprender para muchos hablantes de otras lenguas; como les es
tambin complicado de entender que en ciertos mbitos y situaciones en Espaa haya
quien se salude con insultos.
44 Entre los aspectos en los que se perciben diferencias culturales cabe destacar el empleo de los recursos que
sirven para guiar los cambios de turno (frmulas lingsticas, uso del silencio, gestos), la duracin prototpica
de los turnos o las consecuencias que acarrea el solapamiento de los turnos.
45 Hemos elegido el ejemplo de la mentira basndonos en la interesante exposicin que hace de ella Palmer
(2000: 231-237).
Jos Carlos Martn Camacho 209
suelen nacer de lo que se suele denominar contracultura, de modo que toda su con-
formacin, desde su lxico a sus unidades de discurso repetido, puede relacionarse
con el influjo que ejerce ese pensamiento opuesto a la cultura dominante (vid. como
ejemplo la exposicin que se presenta del argot juvenil en Casado Velarde, 1991:
101-110).
b) Pero no solo las variedades lingsticas pueden ser estudiadas en su conjunto desde
el enfoque de la etnolingstica. Incluso, se podra abordar, aunque esto sera materia
de una investigacin muy amplia, el estudio etnolingstico de toda una lengua, tanto
desde el punto de vista sincrnico como desde el diacrnico. Desde una perspectiva
sincrnica, habra que delimitar los aspectos ms importantes de la cultura de una
sociedad para ver cmo estos se manifiestan en todos los niveles de esa lengua46.
Desde un enfoque diacrnico, sera interesante analizar cmo los principales cambios
ocurridos en la cultura han ido modificando el aspecto (lxico y en algunos casos
gramatical) de una determinada lengua.
c) Por ltimo, sera posible abordar el estudio de la comunicacin no verbal (cinsica,
proxmica y paralenguaje) desde el punto de vista de la etnolingstica, pues es ob-
vio que los gestos y movimientos, el uso de las distancias, y las vocalizaciones que
acompaan a los actos lingsticos suelen variar de una lengua a otra en funcin de
la cultura subyacente47.
6. Conclusiones
Este artculo ha intentado combinar la reflexin terica sobre diversas fuentes bibliogr-
ficas con el anlisis de muy diversos hechos y datos lingsticos para proponer un esbozo de
caracterizacin global de una disciplina casi olvidada, tanto en los manuales de lingstica
como en la docencia y en la investigacin sobre el lenguaje, a pesar de que, como se ha
procurado mostrar con diversos argumentos y con suficientes ilustraciones, posee un campo
de trabajo propio, concretado en muy variados temas de estudio que se asocian con cada
uno de los niveles lingsticos y que no se limitan a tratar cuestiones puramente anecdticas
o superfluas.
Partiendo de ese presupuesto, se ha definido la etnolingstica como una disciplina in-
teresada por estudiar cmo la cultura entendida en sentido lato como todo aquello que el
ser humano crea al actuar fsica o mentalmente sobre la naturaleza ejerce una indudable
influencia sobre la lengua, tanto al nivel del sistema como al nivel de su uso efectivo en la
comunicacin, influencia que tiene como consecuencia directa que los propios elementos
lingsticos se conviertan en portadores de huellas de esa misma cultura.
Tal definicin podra ser tachada de imprecisa o de ser demasiado general, de ah que se
haya abordado su desarrollo y concrecin por dos vas.
46 Obviamente, este objetivo es muy difcil de alcanzar en el caso de lenguas asociadas a culturas muy diversifi-
cadas, algo que explica que la antropologa lingstica haya abordado estudios de este tipo pero referidos siempre
a lenguas de comunidades restringidas y de cultura uniforme.
47 As lo hacen Cardona (1976: 169-174) y, con algunas alusiones, Morant Marco y Daz Rojo (2005: 16-17).
Como se seala en estas fuentes, aunque algunos gestos o vocalizaciones parecen ser universales, la mayor parte
de ellos se conforman de modos distintos segn las culturas.
210 Hacia una caracterizacin de una disciplina lingstica (casi) olvidada: la etnolingstica
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