Anales de

Antropologa
36
Volumen
2002

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLGICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO
 Anales de Antropologa
FUNDADOR JUAN COMAS

CONSEJO EDITORIAL
Lyle Campbell, Universidad de Canterbury
Milka Castro, Universidad de Chile
Mercedes Fernndez-Martorell, Universidad de Barcelona
Santiago Genovs, Universidad Nacional Autnoma de Mxico
David Grove, Universidad de Illinois, Universidad de Florida
Jane Hill, Universidad de Arizona
Kenneth Hirth, Universidad Estatal de Pennsylvania
Alfredo Lpez Austin, Universidad Nacional Autnoma de Mxico
Carlos Navarrete, Universidad Nacional Autnoma de Mxico
Claudine Sauvain-Dugerdil, Universidad de Ginebra
Gian Franco De Stefano, Universidad de Roma
Cosimo Zene, Universidad de Londres

E DITORES ASOCIADOS
Ann Cyphers, Universidad Nacional Autnoma de Mxico
Yolanda Lastra, Universidad Nacional Autnoma de Mxico
Rafael Prez-Taylor, Universidad Nacional Autnoma de Mxico
Carlos Serrano Snchez, Universidad Nacional Autnoma de Mxico

E DITORA
Rosa Mara Ramos, Universidad Nacional Autnoma de Mxico

Anales de Antropologa, Vol. 36, 2002, es editada por el Instituto de Investigaciones

Antropolgicas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.
Ciudad Universitaria, 04510, Mxico, D.F. ISSN: 0185-1225. Certificado de licitud
de ttulo (en trmite), Certificado de licitud de contenido (en trmite), reserva al ttulo de
Derechos de Autor 04-2002-111910213800-102.
Se termin de imprimir en julio de 2003, en Compuformas, Paf, S.A. de C.V., Av. Coyoacn
nm. 1031, C.P. 03100, Mxico, D.F. La edicin consta de 500 ejemplares en papel cultural de 90g;
responsable de la obra: Rosa Mara Ramos; su composicin se hizo en el IIA por Martha Elba
Gonzlez y Ada Ligia Torres; en ella se emplearon tipos Tiasco y Futura de 8, 9, 11 y 12 puntos.
Realizaron la correccin Adriana Inchustegui y Mercedes Meja; la edicin estuvo al cuidado de
Ada Ligia Torres y Karla Snchez. Diseo de portada: Francisco Villanueva. Realizacin: Martha
Gonzlez. Fotografa de portada: detalle de huipil de Comalapa, Guatemala. Adquisicin
de ejemplares: librera del Instituto de Investigaciones Antropolgicas, UNAM,
Circuito Exterior s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Mxico, D.F., tel. 5622 9654,
e-mail: libreria@servidor.unam.mx.
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD

Hernn Salas Quintanal

Instituto de Investigaciones Antropolgicas, UNAM

La idea de que se podra definir homo adjudicndole la calidad de sapiens,

es decir, la de un ser razonable y sabio, es una idea poco razonable y poco sabia.
Homo tambin es demens: manifiesta una afectividad extrema, convulsiva,
con pasiones, clera, gritos, cambios bruscos de humor; lleva en s mismo
una fuente permanente de delirio; cree en la bondad de los sacrificios
sangrientos; confiere cuerpo, existencia, poder a mitos y dioses
de su imaginacin. Hay en el ser humano un foco permanente
de ubris, el exceso de los griegos (Morin, 2001).

Resumen: En esta reflexin se discute la idea acerca de que el sujeto est por sobre y fuera
de la realidad, la que se supone objetiva, de tal manera que el proceso de conocimiento
parte de la base de que existe una separacin entre el sujeto y su entorno. La propuesta
aqu desarrollada considera que en la modernidad, el ser humano slo puede emerger
como sujeto en la medida que modela y a la vez es modelado por la realidad y el entorno
con el que interacta. En este proceso interviene el componente fsico y biolgico, su
historia y su contexto social, cultural y emocional, de los cuales se desprenden sus
comportamientos.

Palabras clave: sujeto, realidad, modernidad, conocimiento.

Abstract: In this article I discussed the idea of the subject above an outside reality, which
is assumed objective, such that the process of knowledge adquisition derives from the
baseline that there is a separation between the subject and his surroundings. In the pro-
posal contained herein, I considers that in modern times, a human being only can emerge
as subject when he models and is modeled by the reality and the surrounding in which
he lives, a process in which the physical and biological components, his history and
emotional, social and cultural contexts, operate.

Keywords: subject, reality, modernity, knowledge.

An. Antrop., 36 (2002), 179-193, ISSN: 0185-1225

180 HERNN SALAS QUINTANAL

LA IDEA DE SUJETO EN OCCIDENTE

En el transcurso de nuestra vida como sociedad hemos construido una idea de

sujeto de manera paralela a la historia de cmo los seres humanos se han
concebido a s mismos, proceso que revela la historia de la identidad del ser
humano en Occidente. Qu somos?, quines somos? Son preguntas que por
siempre han obsesionado a la humanidad y que encuentran respuestas par-
ticulares en cada sociedad.
Es la historia de la gnesis de nuestra autoconcepcin como personas. En
cada poca de la experiencia de Occidente, con mayor o menor nfasis, de una
u otra forma, ha existido una dicotoma para entender al ser humano y a la
persona entre: cuerpo, unidad orgnica (somtica), como un agregado de
miembros unidos por articulaciones y dotados de fuerza y vigor; y alma,
psiquismo, interioridad personal, que define a la persona como agente moral,
reflexivo, libre y responsable.
Esta visin dual alude, en parte, a una divisin exagerada y esquemtica
entre la filosofa griega que enfatizaba la exterioridad de la naturaleza hu-
mana, frente a la visin cristiana que enfatiza la interioridad del espritu en
la persona.
Exagerada o no, corresponde a una simplificacin de la contraposicin
entre el pensamiento griego y el cristiano-moderno como apartados estancos e
incompatibles sobre la base de una dicotoma excluyente entre naturaleza y
espritu:

El resultado ser la tesis de que la cultura y la filosofa griegas estn dominadas por la
perspectiva de la naturaleza, de la physis: el hombre griego se concibe a s mismo como
un ser natural, y por tanto, en el pensamiento griego no hay propiamente lugar para la
nocin de sujeto en la medida en que la subjetividad es lo otro que la naturaleza, ya que
comporta interioridad, reflexin, conciencia, autonoma y libertad. La naturaleza es lo
exterior frente a lo interior, lo objetivo frente a lo subjetivo. De ah que el pensamiento
griego sea finalmente caracterizado como naturalismo objetivista frente al espiritualis-
mo subjetivista que se atribuye en exclusiva al Cristianismo y a la Modernidad (Calvo,
1997: 61-62).

Un evolucionismo burdo conducira a pensar que los griegos son la fase

primitiva en un desarrollo hasta nuestra concepcin moderna y madura del
ser humano, sin embargo, aunque los griegos resaltaron el carcter orgnico
del hombre, conformaron una visin diferente, sin una fragmentacin radical
entre cuerpo (naturaleza) y espritu como se fue construyendo en la Mo-
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 181

dernidad.1 En la visin del carcter orgnico del hombre, ellos representaron

atributos que para nosotros especifican lo propiamente humano: interioridad,
conciencia, reflexin, autonoma, deliberacin, decisin, responsabilidad, cul-
pa y libertad.
Los griegos arcaicos tenan una imagen corporal menos integrada a lo
anmico como tiende a serlo la concepcin cristiana, o es que dada su con-
cepcin intramundana de la divinidad en su contexto social, sus teoras acerca
de las motivaciones del ser humano para actuar difieren de las nuestras. Sig-
nifica esto que la visin de los griegos es menos valiosa que la que hoy tenemos
de lo humano? Examinemos esta cuestin.
Los griegos clsicos (los filsofos) plantean el problema en tres esferas:
1. Representacin. Ellos no pusieron en duda la existencia de la realidad
y del mundo externo separado de la persona, como en el pensamiento mo-
derno, que introduce el problema de la objetividad, concepto que ya presume
la existencia de un mundo objetivo, divorciado de la persona a la que se le
confiere la capacidad de ente conocedor de tal exterioridad y por lo tanto
presupone la existencia de un mundo objetivo que nos afecta, que acta cau-
salmente sobre nuestro organismo. Nuestra concepcin de conciencia de la
realidad supone que sta es incapaz de existir por s misma, al margen
de la realidad fsica, punto de convergencia entre el pensamiento griego y el
moderno, que se refiere a la distancia, al hiato entre nuestras representacio-
nes y la realidad que supuestamente representan, es decir la idea de lo mental
frente a lo extramental de Descartes (Calvo, 1997: 64).
2. Auto-conciencia y auto-conocimiento. Para los griegos el intelecto es
de naturaleza tan divina como impersonal y la auto-conciencia est ligada a
la dimensin sensorial y orgnica de los seres humanos, de tal manera que la
sensibilidad, como facultad de auto-conciencia, es conciencia corporal y org-
nica, inherente al cuerpo. En el pensamiento moderno el auto-conocimiento es
epistmico, la racionalidad tiene un carcter introspectivo; y el intelecto emerge
como el imperio de los seres humanos, lo que deviene en comportamiento. En
este proceso reflexivo, como bien seala Humberto Maturana (1997: 11), lo
que explicamos es nuestra experiencia, y explicamos nuestra experiencia con

1
De hecho la concepcin cartesiana del sujeto y de la subjetividad comentada por
Toms Calvo (1997) se vincula con una oposicin excluyente entre lo mental y el mundo
fsico, entre mente y materia, entre alma y cuerpo; y en esta oposicin los actos o hechos
mentales se definen por la conciencia, autoconciencia y por la intimidad, a travs de las cuales
el sujeto conoce de modo inmediato sus actos, estados mentales y experiencias internas.
182 HERNN SALAS QUINTANAL

las coherencias de nuestra experiencia, y al explicar nuestras experiencias cam-

bia nuestra experiencia.
3. Accin. En esta materia existe un elemental acercamiento entre el
pensamiento griego y el moderno: el hombre es el sujeto de la accin, de tal
manera que emerge un individualismo introvertido y reflexivo que se con-
trapone a una exterioridad y objetividad dada por las leyes e instituciones, por
lo tanto el ser humano tiene la cualidad de controlar las representaciones y los
impulsos correspondientes antes de actuar, mediante la reflexin, lugar ocu-
pado por la autonoma y la responsabilidad.
Esta individualidad reflexiva es asumida por la tradicin cristiana hasta
convertirla en la condicin de una autntica personalidad. En esta cultura el
individualismo representa un trnsito del cuidado de s mismo en un sen-
tido poltico y pblico a un carcter ms ntimo, ligado a su propia identidad
por la conciencia o el conocimiento de s, como un ser que confiere valor a la
imagen que tiene de s mismo.
Al cristianismo le debemos la centralidad de la nocin misma de persona
en nuestro esquema conceptual. La categora persona se ha utilizado para en-
tender la realidad divina (padre-hijo-espritu santo). La persona, en tanto ima-
gen de Dios, es la semilla para que esta categora se convierta en la clave de
la comprensin de lo humano.
La persona dentro de la concepcin cristiana tambin establece una dico-
toma entre interno y externo, pero que se manifiesta de una manera diferente
a como lo hacan los griegos. Razonamos y conocemos el mundo exterior, y
vamos descubriendo verdades gracias a un ser superior del cual depende la
fiabilidad de nuestra actividad cognoscitiva. Dios est en el interior del hom-
bre, quien es imagen de la divinidad misma, lo cual tiene profundas consecuen-
cias sobre nuestra concepcin de persona: el hombre adquiere una dignidad
excepcional sobre todas las criaturas del mundo, pero al mismo tiempo queda
sujeto a la absoluta dependencia de Dios.
El cristianismo es el paso a la concepcin moderna de sujeto, aunque no
lo es en s mismo, porque en el cristianismo se concibe al sujeto como un
individuo extra-mundano vinculado con la divinidad, mientras que lo central
en la concepcin moderna es la mundanizacin del sujeto la persona en el
mundo, lo cual tiene sentido en un complejo contexto cultural, religioso y
poltico a partir del siglo XV. Es en esta etapa cuando se plantea la tensin
(dicotoma) entre la influencia de los movimientos intelectuales y polticos
(mundo; exterioridad; cuerpo) y la espiritualidad religiosa (extra-mundo;
interioridad; espritu); entre un amor sensual y natural (exterioridad) y un
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 183

amor celestial e ideal (interioridad), y entre el pecado (exterioridad) y el apego

al misticismo espiritual (interioridad).
La concepcin moderna de sujeto es un individuo mundanizado, inmerso
en movimientos sociales, polticos, intelectuales, en el mundo del erotismo
terrenal, y en el llamado mundo del pecado. La tarea de articular tericamente
todas las nociones de sujeto corresponde a una teora de la subjetividad,
dentro de la cual Toms Calvo (1997) propone un posible orden estableciendo
que individualidad y personalidad ataen al modo de ser del sujeto; interio-
ridad, conciencia y reflexin al modo de conocerse; y autonoma, responsa-
bilidad y libertad al modo de obrar.

EL SUJETO EN LA MODERNIDAD

La modernidad ha estado concentrada en la idea de progreso, idea que ha

servido para interpretar al hombre. La idea de progreso naci en Occidente
y forma parte de la historia de la civilizacin occidental y de la manera en que
los occidentales se han observado a s mismos y a los otros.
La reconstruccin antropolgica de los pueblos, sociedades y civilizaciones
es esencial en la idea de modernidad que tiene como objetivo demostrar la
superioridad de una cultura frente a las otras. Tal como seala Robert Nisbet:

[...] Con la aparicin del cristianismo, que uni el pensamiento judaico con el griego, la
idea de progreso alcanz la forma y el contenido que fueron transmitidos al mundo
moderno: la visin del avance necesario de toda la humanidad en un proceso gradual,
por etapas, que arranc en un remoto pasado primitivo para dirigirse inexorablemente
hacia un lejano y glorioso futuro, de acuerdo con el plan inicial trazado por la Providencia
(Nisbet, 1996: 487).

Como consecuencia de la vigorizacin de la idea de progreso y su vnculo

con los procesos sociales, el conjunto de atributos que le dieron forma a la
nueva idea occidental fueron la humanidad como totalidad, englobando a
todas las razas, el avance acumulativo de la humanidad a lo largo de un tiem-
po nico que abarca a todas las civilizaciones, culturas y pueblos que han exis-
tido y existen, la idea del tiempo como un fluir lineal, y el conflicto como
motor del proceso histrico. De esta manera, el contexto histrico de la idea
de modernidad se enmarca en la vinculacin definitiva de poltica, ciencia y
religin, concepto central en torno al cual se erigieron otras ideas como la li-
bertad, la igualdad y la soberana que dejaban de ser anhelos para convertirse
184 HERNN SALAS QUINTANAL

en objetivos, y origen del sentido moderno de ciencia, la cual fue desplazando

la fe en Dios, volvindose un trmino cada vez ms sagrado.
El individualismo moderno tambin ha sido fragmentado desde el pen-
samiento occidental. En varias corrientes filosficas el sujeto se confunde con
el alma, con la parte divina o, al menos, con algo superior, ya que en l ra-
dica el juicio, la libertad, la voluntad moral, etctera. Considerado desde la
ciencia, se observan determinismos fsicos, biolgicos, sociolgicos y culturales,
donde el sujeto se disuelve. Vivimos esta disyuntiva en funcin de un para-
digma enraizado en nuestra cultura, muy bien expresado por Descartes entre
un mundo relevante al conocimiento objetivo y cientfico, el mundo de los
objetos, exterioridad, cuerpo (ciencias, tcnicas y matemticas); y un mundo
que compete a otro tipo de conocimiento, intuitivo y reflexivo, el mundo de
los sujetos, interioridad, alma, espritu, sensibilidad, filosofa, literatura.
Vivimos dice Edgar Morin (1994) dentro de esa oposicin.
Un excelente ejemplo de lo anterior es el lenguaje, a travs de l hacemos
y fijamos distinciones (Maturana, 1997). Originado en las profundidades del
cerebro y la mente humana, cualquiera que sea su cultura y sociedad, segn
Morin (2001), el ser humano produce dos lenguajes a partir de su lengua. El
lenguaje racional, emprico, prctico, tcnico, que tiende a precisar, denotar,
definir, se basa en la lgica y trata de objetivar aquello de lo que habla, este len-
guaje conduce a un estado que se esfuerza por percibir, razonar y es el que cubre
gran parte de la vida cotidiana; y el lenguaje simblico, mtico, mgico que
utiliza ms bien la connotacin, la analoga, la metfora, el halo de significaciones
que rodean cada palabra, y trata de traducir la verdad de la subjetividad; este
lenguaje conduce a un estado potico, dado por la danza, el culto, las ceremonias.
Esta doble polaridad no era tan exagerada en las sociedades antiguas
donde ambos lenguajes y estados estaban entremezclados; en la vida cotidiana
el trabajo se acompaaba de cantos, ritmos, la plstica expresada en las ma-
nifestaciones rupestres acerca de actividades productivas son una muestra de
ello: expresaban ideas y sentidos; expresaban rituales, ideas mgico-religiosas,
lo mismo que estrategias empricas y prcticas; antes de las cosechas haba
ritos, danzas y cantos rasgos que an mantienen algunas sociedades agrcolas,
rurales y artesanas. En nuestra sociedad, en cambio, y para ello sobraran los
ejemplos si observamos la lnea de produccin en una industria maquiladora
o la fabricacin masiva de alimentos, se ha producido una separacin, una
disyuntiva parafraseando a Morin entre los dos estados: la prosa y la poesa.
Habitualmente en nuestras vidas experimentamos esas dos existencias yuxta-
puestas o mezcladas, separadas y a veces en oposicin, pero siempre articu-
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 185

ladamente, porque el lenguaje humano no responde solamente a necesidades

prcticas y utilitarias, tambin otorga la posibilidad de comunicacin afectiva,
permite decir palabras amables, hablar por hablar y decir cualquier cosa por
el slo placer de compartir con otros.
Desde el siglo XVII esta disociacin se manifiesta entre una cultura que se
ha vuelto cientfica y tcnica y una cultura humanista, literaria, filosfica que
deslig la poesa de la tcnica y la separ de la prosa, pero sigui nutrindo-
se de su fuente que es el pensamiento simblico, mitolgico, mgico. En nues-
tra cultura, la poesa, como la cultura humanista y la subjetividad, se encontr
relegada en el ocio, en la diversin, en los adolescentes, en las mujeres y en
cierto modo se convirti en un elemento inferior respecto a la prosa de la vida,
hasta que en la actualidad ha irrumpido la hiper-prosa (Morin, 2001).
Con base en un modo de vida pecuniario, cronometrado, fragmentado,
compartimentado, atomizado, y un modo de pensar en el cual nicamente los
expertos estn en condiciones para resolver cualquier problema, la irrupcin
de la hiper-prosa es la irrupcin econmico-tecno-burocrtica. Detrs de ello
est la fe en el progreso automtico, esquemtico y medible que estaba ga-
rantizado por la inevitable evolucin histrica.
El problema de esta dicotoma es la tensin en la cual el sujeto se ve atrapado.
Las consecuencias son que el sujeto se ve forzado, dada su condicin de suje-
to de acciones, a asumirse como determinado por la historia, pero a su vez a salirse
de esta determinacin para no quedar reducido a producto histrico y reconocer-
se como constructor social. El contenido del mundo real, como experiencia de
cada hombre, requiere de hacer dialogar lo subjetivo y propio del individuo y
lo que le es externo, se trata de una realidad seducible para establecer un vnculo
continuo individuo-sociedad sin privilegiar la sociedad como un todo, sino en-
contrar los canales comunicativos entre la construccin de la individualidad y su
experiencia social y la sociedad compuesta por esas individualidades.
En la ciencia clsica, la subjetividad aparece como contingencia, fuente
de errores y ruidos, por eso excluy siempre al observador de su observacin
y al pensador que construye conceptos de su concepcin, como si ste se en-
contrara en la sede de la verdad suprema y absoluta. En el siglo XX hemos
observado este proceso en la cientificidad en las ciencias humanas y sociales:
se ha expulsado al sujeto de la psicologa y ha sido reemplazado por estmulos,
respuestas, conductas; de la historia se han eliminado decisiones y persona-
lidades para ver determinismos sociales; en la antropologa se han desdeado
las motivaciones subjetivas e individuales del comportamiento, para ver es-
tructuras en las que no tiene cabida la alteridad.
186 HERNN SALAS QUINTANAL

A partir de la modernidad se concibe la autonoma de la moral y la poltica,

segn la cual el principal deber del ser humano es la fidelidad a la propia
conciencia (interioridad), alejndose de la espiritualidad religiosa y de su con-
cepcin extra-mundana del sujeto (exterioridad). Esta idea contena el peligro
potencial autoritario y totalitario, pero se reafirma este individualismo al pre-
sentar a la sociedad como el resultado de un pacto de individuos preexistentes.
Se trata de un individualismo que est lejos de traer la paz interior a las per-
sonas; el individualismo posee una faz iluminada que es la libertad, la auto-
noma, la responsabilidad; pero tambin tiene una oscura en la atomizacin, la
soledad y la angustia, producto muchas veces de la perturbacin de las rela-
ciones entre nuestras almas, mentes y cuerpos (Morin, 2001).
Sin embargo, es un individuo que racionaliza el mundo, la experiencia y la
tradicin, lo cual deviene como espritu al apropiarse de la tradicin y reco-
nocer su pertenencia a un nosotros, a una colectividad. Pero, qu ocurre con
aquellos que estn fuera de esta tradicin con la cual nos identificamos,
es decir con esos otros que no son parte del nosotros? Los otros no parti-
cipan de nuestra herencia, porque por ellos no ha pasado el (ese) espritu.
La crisis del sujeto en la modernidad deviene cuando la propia tradicin
empieza a vivirse como vieja y agotada, como lo expresan tempranamente las
vanguardias literarias, quienes ven la tradicin de occidente (interna) como
una tradicin decadente, artificiosa e impura. Al mismo tiempo se resalta lo
otro (externo), lo primitivo como aquello que tiene el vigor de lo prstino,
original, autntico, energa natural, que no teme al escndalo, ni a la horca,
ni a las crceles, ni a los manicomios, que no conoce la discriminacin. Hay
una fascinacin por ese primitivo que refleja la libertad frente a las cadenas
que nos imponen nuestras leyes e instituciones; tanto fascina que poco im-
portar su idealizacin y estigmatizacin. Lo vemos como el modelo al cual
parecernos, el salvaje que se esconde en nosotros y que deberamos liberar, el
buen salvaje a quien imitar, natural, armonioso, comunitario, al primitivo
que fuimos y que an seguimos siendo, esa parte maldita de nosotros mismos
cuya verdad intentamos ocultar con el velo de la civilizacin. Pero a quien, sin
embargo, se discrimina porque su diferencia es radical.
En estos casos, la identidad del primitivo se construye como el negativo
de nuestra propia identidad; es lo que no somos, pero que quisiramos ser, o
lo que sospechamos que somos. Cabe preguntarse si podramos dejar de en-
tender al otro a partir de nuestra propia identidad. Al respecto existen dos
posiciones que entran en el debate: lo forzado de una posicin primitivista
empeada en idealizar al otro y que no consigue disimular la nostalgia por
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 187

lo propio, y; desencantarse de lo extico y proponer una relacin dialgica

como una manera de ganar luz sobre la identidad diferenciada del otro y
la propia, a partir de una crtica de nuestra propia identidad, para que pier-
da la pretensin de validez absoluta y universal que termin por conferirle la
modernidad, y establecer un verdadero dilogo, porque finalmente otro
son todos los dems. Esta misma relacin es la que el sujeto intenta establecer
entre lo interior y lo exterior, entre el cuerpo y el espritu, entre la materia y
la mente, entre razn y emocin.
Las consecuencias de esta fragmentacin del sujeto se pueden observar en
la construccin del conocimiento de la realidad que lo rodea. El mundo se
torna cada vez ms complejo en el sentido dado por Morin (2001) de que sus
elementos estn entretejidos. De aqu surge la paradoja de que el indivi-
duo, para conocer y abordar esa complejidad debe acercarse a ella a travs de
sus partes constitutivas, de tal manera que la complejidad, a la vez un todo
sistmico, fragmenta su propio conocimiento y a la vez plantea el problema
de cmo captar esa unidad y totalidad, tomando en cuenta que detrs de la
unidad evidente siempre hay una multiplicidad de componentes comple-
tamente distintos, y es precisamente la asociacin de tan diversos componen-
tes lo que le da coherencia a dicha realidad. El proceso de conocimiento que
pone en prctica el sujeto reside en reconocer lo indeterminado en cuanto a po-
tencialidad del contenido de la realidad, de manera que el razonamiento,
como seala Hugo Zemelman (2000), no se cierre a la posibilidad de que el
devenir pueda asumir distintas realidades de concrecin, y que la razn se
abra para estar en capacidad y en condiciones de confrontarse con lo indito.
Frente a esta situacin, se comienza a denunciar la cultura y sociedad de
masas como proclive a la destruccin del sujeto, se comienza a generar una
identidad totalitaria que uniforma a los individuos. Un sujeto en libertad,
crtico y reflexivo slo tiene sentido como un proyecto, proyecto que desco-
noce cules son los factores que en nuestra sociedad y cultura convierten al
sujeto en objeto: La complejidad cada vez mayor de las formas organizativas
dominantes en la produccin y en la poltica, el aumento de la burocratizacin,
la tirana de la razn instrumental, la economa de los medios, son los ele-
mentos que despojan al individuo de una autntica capacidad de decisin
que, cada vez ms, parece residir slo en organizaciones de carcter imper-
sonal (Sanflix, 1997: 20).
La conciencia de esto no basta para iniciar el programa de subjetivacin del
sujeto. Las propuestas de fundamentacin comunicativa de una razn no ins-
trumental y la bsqueda del progreso colectivo con base en el trabajo coo-
188 HERNN SALAS QUINTANAL

perativo, se sita en las fronteras de la utopa. Esto parece llevarnos a una

conclusin poco animosa, como si viramos desvanecerse nuestra identidad,
nuestra tradicin, pero realistamente podemos sealar que estas son expe-
riencias precarias en tanto se definen por un ideal que est lejos de realizarse.
[...] La cultura occidental termin por prometernos un sujeto libre, reflexi-
vo y crtico, y por ello mismo, respetuoso de la diferencia, e incapaz de utili-
zar sta como coartada para justificar la desigualdad o la falta de fraternidad
(Sanflix, 1997: 20).
El problema subsiste. Nuestra tradicin aparece disfrazada de civiliza-
cin que hasta ahora es la uniformacin que cuando no elimina la diferencia,
tiende a reducirla a alternativas de consumo, a una burocracia cada vez ms
abstracta de la produccin, y a una poltica que mecaniza las relaciones entre
los humanos y las pone fuera del alcance de sus propias decisiones.
El sujeto es el centro unificado de conciencia y auto-conciencia, que se
sita en aquella parte del alma, espritu, mente que rige y controla la vida y
los movimientos que no son meramente orgnicos, sino que proceden del
conocimiento, del deseo y de los impulsos. Nuestra actividad como sujetos,
entonces, se decide entre nuestras representaciones (conocimiento) y los
impulsos correspondientes, sin embargo es caracterstico del ser humano el
poder (capacidad de asentir y no asentir), es decir el poder de controlar las
representaciones y sus impulsos mediante la reflexin que es su espacio de
autonoma, responsabilidad y libertad (Calvo, 1997).
Ante ello pareciera que quedan dos alternativas en la construccin del
sujeto: acercarse a luchar por el cumplimiento de la promesa moderna de ideal
de sujeto que propona su libertad, lo cual significa seguir reconociendo en la
poltica la dimensin privilegiada en que la propia identidad puede realizarse
y mantenerse fiel a un ideal pblico, y el hedonismo, es decir ser consciente
del carcter precario de esa identidad prometida, en que lo nico que cabe es
preservar esa fragilidad que cada uno logra construir en un medio hostil, lo
que significa hallarse uno a s mismo, hacerlo de la manera ms confortable
posible y aumentar la propia capacidad de eleccin, volcada al mundo privado.

LAS POSIBILIDADES DEL SUJETO

La idea central de este planteamiento es el rompimiento con los elementos

dados en el pensamiento para conocer, es decir los conceptos establecidos para
abrirse a posibilidades de nuevas condiciones de cognoscibilidad.
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 189

El argumento de este razonamiento se apoya en la idea de que la realidad

se construye, dado que es una extensin del propio sujeto, de manera que el su-
jeto se coloca ante la necesidad de realidad, que es por una parte imprevisible
en su mutabilidad y que a la vez est siendo constantemente modelada por las
prcticas que construyen sentido (Zemelman, 2000). En este aspecto el indivi-
duo se contextualiza en el devenir social, en la medida que forma parte de la
construccin social de sentido de sus prcticas particulares.
La realidad de cualquier objeto debe considerarse en una doble dimensin:
producto histrico cultural y a la vez ser una potencialidad en tanto producente
de realidades distintas. El problema de conocer debe articular ambas din-
micas, para transitar de lo constituido a lo constituyente (ibidem), es decir
articular lo determinado con lo indeterminado.
Las consecuencias prcticas descansan en la necesidad de partir de un
saber que no slo se refiere a lo concluso y pasado, sino en una actitud crtica
reconstructiva de lo dado, como ocurre con la apreciacin de las tradiciones.
El desafo para el sujeto conocedor consiste en su reconstruccin crtica, lo
que muchas veces se ha denominado una reinvencin o recreacin de tra-
diciones que de ninguna manera se conservan idnticas en el tiempo, es decir
que potencian lo dado por la historia.
Asimismo, la relacin sujeto-objeto se convierte en el objeto mismo del
conocimiento, de tal manera que el sujeto conoce, construye la realidad y a la
vez desarrolla la auto-conciencia. El proceso de conocimiento no puede des-
prender esta doble condicin de necesariedad para avanzar en el conoci-
miento y en la conciencia del hombre de sus relaciones con otros hombres,
otras especies y su entorno. Rescatar al sujeto es hacerlo como constructor de
realidades, de relaciones e interacciones, de modelador de los objetos que
surgen en el proceso de desenvolvimiento histrico.
De aqu surge la idea de que la realidad compleja, con base en la idea
de que es abierta y est en movimiento, conducente al carcter inacabado de
cualquier realidad particular (principio de indeterminacin) y de resultados
posibles, requiere ser abordada por sujetos complejos, abiertos a lo indito y
a captar la mutabilidad de las realidades particulares. Sujetos complejos, en el
sentido de Morin (2001), capaces de religar aquello que aparece desligado, co-
mo un tapiz tejido con hilos extremadamente diversos y de orgenes diferen-
tes; la complejidad del sujeto humano est en la asociacin de componentes
tan diversos que le dan coherencia a su accin, a su forma de conocer y a su vi-
da. Las partes para asociar van desde el componente fsico y biolgico hasta el
mitolgico e imaginario, todos labrados por la cultura.
190 HERNN SALAS QUINTANAL

Como consecuencia de la argumentacin anterior, el retorno del sujeto

para comprender su existencia y necesidad de conocimiento, debe comprender
al menos las siguientes consideraciones:

1. Autonoma-dependencia del sujeto. Es imposible apreciar la autonoma

del sujeto en una visin mecanicista y determinista. La autonoma difiere del
concepto de libertad, que era inmaterial y desligada de las constricciones fsicas;
por el contrario autonoma se vincula con dependencia y sta con autorgani-
zacin como paradoja. El sujeto como sistema abierto que se autorganiza ne-
cesita extraer energa e informacin del exterior, es decir que para ser autnomo
tiene que depender del mundo externo para organizar su comportamiento, e
incluso el sujeto toma del mundo exterior el orden cronolgico, acomoda la
rutina a partir de las estaciones, de la noche y el da, y define el ritmo de acuerdo
con la naturaleza; establece una dependencia biolgica, sociolgica y cultural
de la vida colectiva. Esta autonoma dependiente energtica, informativa y or-
ganizativamente respecto al mundo exterior es lo que Edgar Morin (1994:70)
llama auto-eco-organizacin. Es la relacin sujeto-objeto y sujeto-entorno.
2. El sujeto reflexivo. La capacidad de reflexin del sujeto deviene por un
lado de una biologa, de una capacidad detectada en los genes que equivale a
informacin, memoria y cognicin, y por otro del pensamiento que requiere
una cultura y un lenguaje. Es una reflexin centrada en el sujeto mismo,
situado ste en el centro del mundo como un acto constitutivo de la propia
identidad y realidad. Conceptualizar al sujeto como producente de nuevas
realidades, sujeto enunciador que logra desprenderse de cmo ha sido enun-
ciado (lo dado) y del lugar en el que ha sido abandonado, obliga al sujeto, en
su devenir social e histrico, a distinguir entre lo enunciado y lo que est enun-
cindose; a distinguir en el proceso de conocimiento entre las referencias em-
pricas como lo dado y los requerimientos de la potencialidad como lo que est
dndose, que en conjunto cumplen el requisito de objetividad (Zemelman,
2000).
3. El principio de identidad. Este principio se refiere a s mismo y para
ello hay que hacer referencia al mundo externo, que siempre es constitutivo
de la identidad subjetiva; la respuesta explcita o implcita que da cada uno a
la pregunta por la realidad, determina cmo vivimos nuestra vida, as como
nuestra aceptacin o rechazo de otros seres humanos en la red de sistemas so-
ciales que integramos (Maturana, 1997). De esta manera, el yo da al sujeto
una dimensin de interioridad y unicidad, que lo constituyen dentro de s
como un ser real, original, nico, individuo singular cuya naturaleza autn-
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 191

tica reside enteramente en el secreto de su vida interior, en el centro de una

intimidad a la que nadie puede tener acceso pues se define como conciencia
de s mismo. La ocupacin del sitio central del yo, que se mantiene per-
manente a travs de todas las modificaciones temporales, espaciales, corpo-
rales, y circunstanciales definidas por el humor, la pasin, segn amemos u
odiemos; como la nica manera de establecer la continuidad de la identidad
(Morin, 1994).
La permanencia de la identidad se establece a travs del principio de
inclusin-exclusin. Nadie puede substituirnos, somos irremplazables, nicos,
exclusivos, centrados en el yo, pero esta centralidad va acompaada de la
inclusin, que permite que podamos integrar a nuestra subjetividad a otros
diferentes, a otros sujetos y de esta manera podemos integrar nuestra sub-
jetividad personal en una subjetividad colectiva, en un nosotros, aquellos
que aceptamos que formen parte de ese crculo de inclusin. Aunque se trata
de una dualidad inseparable, muchas veces se produce conflicto con quienes
estamos vinculados subjetivamente. As, el sujeto humano puede oscilar en
un continuo entre el egocentrismo absoluto en donde predomina el sentido de
exclusin y la abnegacin, el sacrificio personal donde predomina la inclu-
sin. De la inclusin deriva el sentido de intercomunicacin con el semejante,
y tambin la paradoja de la incomunicabilidad (exclusin), pero el ser huma-
no tiene la posibilidad, al menos, de comunicar su incomunicabilidad, lo que
hace del fenmeno de la comunicacin un problema mucho ms complejo
(Morin, 1994).
4. La subjetividad. El ser humano posee un aparato neurocerebral (igual
que otros animales) que gobierna a la vez el conocimiento y el comportamien-
to, vinculando ambos, lo que se manifiesta en un nivel de subjetividad, es de-
cir nuestro aparato cerebral se convierte en sujeto cerebral en el momento de
percibir, de representar las decisiones y del comportamiento. La afectividad,
que para muchos es el rasgo constitutivo del sujeto, porque cuando decimos que
algo es subjetivo hacemos alusin a la emocin y a los sentimientos, a algo re-
ferido a lo que es contingente y arbitrario, est estrechamente ligada al desa-
rrollo del sujeto, y unida al desarrollo de la inteligencia. El rasgo afectivo de
la subjetividad es permanente, pero no es el nico que se relaciona con las ca-
ractersticas egocntricas y altruistas del humano.
Un aspecto propio del sujeto humano ligado a la subjetividad es la cultu-
ra, dentro de la cual el lenguaje, como instrumento de objetivacin, permite
al sujeto tomar conciencia de s mismo, y sta es inseparable de la autorre-
ferencia y de la reflexividad. De aqu deviene la libertad. La libertad supone
192 HERNN SALAS QUINTANAL

dos condiciones: la capacidad cerebral, mental, intelectual necesaria para

considerar una situacin y poder establecer sus elecciones; y las condiciones
externas en las cuales estas elecciones son posibles.
Si consideramos la relacin entre sujeto como producto social e histri-
co (sujetado) y sujeto como producente de su realidad (sujeto), entonces no es
posible reducirlo a la condicin de objeto completo y delimitado; de la misma
manera la subjetividad no es un campo definido nicamente en sus mani-
festaciones comportamentales o conductuales, sino en su dinmica constitutiva.
De esta manera, abordar la subjetividad est en funcin de las potencialidades
y modalidades de su desarrollo temporal, siempre distinguiendo al sujeto
entre producto (enunciado) y producente (enunciador) de realidades (Ibez,
1991). En cuanto a la expresin de su subjetividad se le puede observar como
proceso, en distintos recortes de observacin; no se puede agotar en un mo-
mento nico ya que su objetividad consiste en una diversidad de modos de
concrecin de la subjetividad. La subjetividad puede reconocer distintos
planos para manifestarse, tal como pueden serlo la cotidianidad, o las dimen-
siones tiempo-espacio, en los que se evidencia la relacin memoria (tradicin)-
utopa (visin del futuro) (Zemelman, 2000: 106).
Finalmente, en la subjetividad humana est el lugar habitado por las no-
ciones de alma, espritu, nima, y un sentimiento profundo de insuficiencia
que slo pueden llenar otros sujetos. El mejor ejemplo est en el sentimiento
de amor, en el que subyace la idea de que el otro restituye la plenitud de nues-
tra propia alma (Morin, 1994).
Dada la necesidad de su conocimiento, la idea de sujeto supera la cons-
truccin occidental y moderna. Desde las humanidades, esta necesariedad
obliga a observar las observaciones del sujeto y las propias del investigador en
cuya articulacin podemos acceder a ese trozo de realidad que slo sujetos
reflexivos, que valoran su identidad, pueden construir y dar a conocer. Lo que
llegamos a conocer son las posibilidades del sujeto vinculando su individuali-
dad con procesos sociales que su cultura contribuye a disear. As, la comple-
jidad de la realidad, en tanto producto histrico cultural y como producente de
realidades distintas no slo puede aprehenderse sino tambin esperarse.
 LA IDEA DE SUJETO EN LA MODERNIDAD 193

REFERENCIAS

CALVO, T OMS
1997 El sujeto en el pensamiento griego. Vicente Sanflix (ed.) Las identidades
del sujeto, Editorial Pre-textos, Valencia: 59-72.

IBEZ , JESS
1991 El regreso del sujeto. La investigacin social de segundo orden. Editorial
Amerinda, Santiago.

MATURANA , HUMBERTO
1997 La objetividad, un argumento para obligar. Editorial Dolmen, Santiago.

MORIN, EDGAR
1994 La nocin de sujeto. Dora Fried Schnitman (ed.) Nuevos paradigmas,
cultura y subjetividad, Paids, Buenos Aires: 67-90.
2001 Amor, poesa, sabidura. Seix Barral, Barcelona.

NISBET, ROBERT
1996 Historia de la idea de progreso. Gedisa, Barcelona.

SANFLIX, VICENTE
1997 Una introduccin a las identidades del sujeto. Sanflix, Vicente (ed.) Las
identidades del sujeto, Editorial Pre-textos, Valencia: 5-21.

ZEMELMAN, HUGO
2000 Problemas antropolgicos y utpicos del conocimiento. El Colegio de Mxico,
Mxico.