Filosofia Medieval
Filosofia Medieval
Filosofia Medieval
Los primeros siglos se balancean hacia lo revelador o sea hacia la fe, el dogma (aquello
que acepto sin discusión.) La razón no era tomada en cuenta.
Al avanzar se equilibra y se dan contra pesos, mas tarde se termina por balancearse
hacia la razón.
Edad media:
La alta Edad Media fue un periodo de supervivencia para los descendientes del
Imperio Romano. Los siglos V y VI son caracterizados por las invasiones barbaros.
(barbaros en Grecia eran los que balbuceaban y no sabían griego)
El nivel de vida era critico, existía pobreza extrema y las consecuencias
amenazaban a la población mundial dando lugar a grandes extensiones de
desertificación o junglas propicias para fieras depredadoras o aventureros sin ley que
rodeaban las comunidades mal protegidas.
Los barbaros fueron entrando al territorio romano como trabajadores.
La producción era escasa para la alimentación, falta de viviendas y ropas.
Eran comunidades pequeñas sin ninguna autoridad, tribus nómadas de poca
organización social. Necesitaban lideres que los condujeran.
Entonces surge a necesidad de protección un servicio de protección pagado de
fondos de los protegidos. Esta protección armada se institucionaliza y jerarquiza y se
monopoliza la vigilancia y la defensa del poblado. Se organizan jerárquicamente bajo
la disciplina de un rey autónomo que tenia como propósito defender el territorio ante
ataques.
El ser humano siempre ha estado en búsqueda de un ente extra sensible.
Para las civilizaciones anteriores (griegas y romanas), esta predisposición
estuvo controlada por la organización colectiva, en la Edad Media se exacerbo hasta
convertirse en una obsesión.
Cultura grecorromana: Transición que existió con muchos sabios que huyeron
a Persia, Mesopotamia, razón por la cual en occidente llegan los conocimientos de
Platón.
Los estoicos no coinciden con Platón en el mundo –separado- de las ideas, así
como de Aristóteles de una esencia universal (ousía) en el seno de las cosas.
Tampoco están de acuerdo con los principios filosóficos básicos tales como:
forma, materia, sustancia, entre otros.
Se desentiende de la metafísica, aunque para ser consecuentes con su
premisa materialista admiten cosas menos verosímiles que las formas y las
esencias; así a la realidad que admiten le adjudican naturaleza material:
Dios y el alma, las virtudes, los sentimientos, el movimiento, tienen para ellos
un ser corporal.
La realidad universal es para el estoico, objeto de la física (materia), pero sin mayor
valor; solo sirve de paso previo a la ética.
La materia está penetrada por un halito divino en la forma física del fuego, de
modo que Dios es alma y razón del mundo. El universo y sus efectos son
necesarios y fatales, nada está orientado por el azar y la casualidad. La
libertad existe en apariencia o ilusión. Todo está programado mediante las
semillas razonables implantadas con las que Dios vivifica el mundo.
El ser humano debe adaptarse ante lo que de suyo es inexorable.
Una enfermedad irreversible, por ejemplo, es necesario admitirla como impuesta por
el destino y con dignidad; estoicamente.
Esta sería la actitud del sabio, quien es el que actúa con consciencia de su
destino. La ética (una vez disuelta la metafísica) pasa a ser una doctrina de
actuar sabiamente. Es inclinación a lo práctico, sin especulaciones.
Para el ser humano el valor supremo radica en vivir conforme a la naturaleza,
ya que lo que sucede es lo único que podría suceder, nada es evitable. Creer lo
contrario es de necios.
En el mundo físico, al ser humano solo le queda el dominio de su propia
interioridad, su libertad interior. Distinguir lo que depende de nosotros de lo
externo. Ante la fatalidad universal, Zenon de Citium recomienda refugiarnos
en nosotros mismos y vivir en consecuencia, con elegancia ante lo
inconmovible.
Esta libertad se refiere a las dos esclavitudes que puede vivir el ser humano:
Las pasiones y las cosas externas causan dolor por su desmesura y conducen
al menosprecio de sí mismo.
El sabio domina esas pasiones al no desear nada (apatía estoica) que se logra
con austeridad y ascetismo.
Las cosas exteriores no deben perturbarnos, el sabio las controla con serenidad y
autarquía: practicando la imperturbabilidad nos convertimos en sabios.
El estoico es orgulloso y desprecia al vulgo que corre tras las cosas que desea, o se
mueve como autómata al servicio de las pasiones. Solo mediante la autarquía el
sabio se identifica con el ser verdadero e inmutable.
EL EPICUREÍSMO
Por la misma época de la escuela del Pórtico – Stoa, Epicuro fundó otra en Atenas en el
propio jardín de su casa, donde se le denomina la escuela del jardín.
Si el estoicismo evoca ascetismo, el epicureísmo sugiere refinamiento en el
placer.
Ambas escuelas se manifiestan contrarias entidades metafísicas de Platón y
Aristóteles. Lo cual significa que solo admiten la realidad material y sensible.
Epicuro se limita al plano cosmológico o físico. Ahora bien, no es que las cosas
deban ser concebidas de una naturaleza material, sino que no existe otra
realidad que la conformada por átomos o partículas, que sometidas a una
causalidad necesaria, producen lo que hay (Demócrito).
Quienes creen que actuamos en un mundo planificado según un proyecto
inteligente y suponemos que al participar lo hacemos en vista de un fin y
libremente, se equivocan, eso es una ilusión. El mundo es una estructura de
átomos sometidas a leyes necesarias, como pueden ser los cambios
climáticos.
Esta relación presentada por Epicuro conlleva al problema de la actitud que debe
adoptar el humano ante ese acontecer necesario.
La (lo) física es para este filósofo la antesala (igual que para los estoicos) de la
ética. La ética son normas de comportamiento para el ordenamiento de la
conducta. Esto significa adoptarse a esas normas, es decir, ajustarse a ellas:
esto es, la libertad (poner en juego).
Este enfoque materialista se refleja en la manera de entender el orden moral de
la naturaleza humana, una lucha contra los grandes temores del ser humano.
La virtud es el placer, entendido como una ausencia de dolor. Hay muchos
placeres, la tarea es jerarquizarlos mediante una reflexiva ataraxia o supresión
del deseo.
Toda nuestra actividad cotidiana es en la búsqueda instantánea o a futuro de placer.
Todo es un medio, para obtener el placer, que es el fin.
Los dioses para Epicuro tienen una vida feliz en el Olimpo sin la menor
preocupación por los seres humanos, el alma desaparece al disolverse con la
muerte. La muerte tampoco debe temerse, porque mientras vivimos no está
presente, y cuando morimos, ya no estamos nosotros.
El hedonismo es aquella doctrina ética que establece el placer (hedoné) como
valor supremo.
De manera que enfrentar una ética que de por sí debe de objetivar el placer,
hacer de él algo objetivo y norma para todos los seres humanos.
CÍNICOS (DIÓGENES):
Cuando Diógenes de Sinope murió (413-323 a.C.), los atenienses le dedicaron un
monumento: una columna sobre la cual reposaba un perro, símbolo del regreso a la
naturaleza o mejor, a la autenticidad a la vida de la que el filósofo fue profeta y
testimonio.
Despreciaba los placeres, impulsaba al completo dominio del propio cuerpo,
predicaba la anulación de las pasiones y de cualquier tipo de sociedad estable,
requiriendo un dominio físico y una indomable tenacidad.
Diógenes fue el primero que entendió la sabiduría como el rechazo a la vida ordinaria.
Con una túnica y una taza, orgulloso de su pobreza, vagaba mendigando por las
ciudades de Grecia, predicando el ascetismo, el retorno a la vida natural, el
abandono de toda actividad intelectual y el desprecio a las comodidades.
Esta actitud considerada por muchos atenienses como límite con la locura, era
en cambio rica en consejos, de manera que terminaron por aceptar a aquel
filósofo que vivía en un barril, comía y hacía sus necesidades delante de todo el
mundo sin importarle el lugar tal y como lo cuenta Diógenes Laercio en su
obra La vida de Filósofos.
EL ESCEPTICISMO
El escepticismo es un movimiento filosófico iniciado por Pirrón de Elis, General de
Alejandro Magno. Pirrón presenció en sus conquistas de la India a los filósofos
gimnsofistas, literalmente aquellos que alcanzaban la sabiduría con el cuerpo y que
hoy día conocemos como maestros del yoga.
El escepticismo sostiene la imposibilidad de alcanzar cualquier juicio
universal e indiscutible.
En efecto, la falta de certeza universal que envuelve la naturaleza del mundo y del
humano, es imposible afirmar ninguna proposición sin que sea al mismo tiempo
posible encontrar pruebas de la existencia de una propuesta contraria.
De ahí se concluye que el único comportamiento correcto que el filósofo puede
asumir es el de no tener opiniones, esto es, la suspensión de todo discurso
afirmativo.
Los escépticos mantenían esta posición para referirse a la duda, a la necesaria
suspensión de cada uno de los juicios que caracterizaban su pensamiento: ni
aceptar ni rechazar.
Un procedimiento destructivo cuya conclusión es la aphasia, esto es, el
silencio.
PLOTINO
Plotino nació en Licópolis (Egipto), y estudió filosofía en la escuela neoplatónica de
Ammonio Saccas, en Alejandría. Para conocer con más profundidad las filosofías
orientales, a la edad de treinta y nueve años siguió a las tropas romanas en una
expedición a Persia.
Al igual que el filósofo Pirrón, tuvo ocasión de conocer las doctrinas de los
maestros indios, de los que quedó profundamente impresionado. Finalmente
se estableció en Roma, donde fundó su propia escuela.
Plotino fundó una nueva ciudad en Campania. Se trataba de una comunidad
libre, gobernada por filósofos según los principios de la República de
Platón. El proyecto de Platonópolis, sin embargo, fracasó a causa de las
conjuras urdidas por los cortesanos de palacio.
El neoplatonismo de Plotino pretende resurgir el pensamiento de Platón, ampliado y
completado en ciertos puntos que el maestro dejó inéditos o inacabados.
Pero, en realidad, se mueve ya en un mundo cultural completamente distinto:
parte de una visión religiosa del problema metafísico y se inclina a
soluciones panteístas y místicas, cosas todas ajenas al verdadero
platonismo.
Plotino es, en realidad, un pensador original que prolonga la línea de los
grandes pensadores de la filosofía.
El panteísmo es un sistema filosófico de quienes creen que la totalidad del universo
es el único Dios.
El neoplatonismo es panteísta (no hay distinción entre Dios y el mundo) y opuesto al
material: la cosa sensible es un reflejo, una sombra de la auténtica realidad, que es la
suprasensible o inteligible.
Es la primera filosofía griega que piensa al mundo como producido (por
influencia del cristianismo primitivo y del judaísmo) y no solo como ordenado
por la divinidad.
Pero Dios no hace el mundo de la nada, cosa que un griego no podría pensar,
sino de sí mismo en cuando que Uno por emanación (desprender de sí,
origen y principio de algo de cuya sustancia se participa.
Como los primeros filósofos, empieza Plotino por buscar la realidad originaria
(arkhé) que está en el fondo de todos los cambios.
Esta había sido para Platón la idea de bien, sol que ilumina a las demás ideas.
Pero Plotino, por imperativo de su época, concibe ese principio de un modo
religioso.
Será para él un algo divino, a lo que llama el Uno, y de lo tiene una concepción
muy especial.
Cuéntase de un faquir indio que solía permanecer a orillas del Ganges en actitud
meditativa, haciendo constantemente con su mano el signo de negar.
Alguien averiguó lo que estaba haciendo en tan extraña actitud: el faquir
estaba pensando en Dios.
Para el faquir, Dios no era materia, ni espíritu, ni sustancia, ni accidente, ni esencia, ni
existencia, ni siquiera ser; de Dios nada se podía afirmar porque está por encima de
todos nuestros conceptos; de aquí que nuestro pensamiento acerca de Dios no
pueda ser más que una continua negación y un superar cuanto de él pueda
pensarse.
Esta es la idea que de la realidad originaria posee Plotino: del Uno no puede
darse más que conceptos negativos; su mismo nombre de Uno también es
negativo, porque indina no más que negación de pluralidad y de partes.
Solo una cosa cabe decir del Uno según Plotino: que es causación constante,
principio activo y causa de cuanto existe.
Pero esta cualidad no la ejerce el Uno como el Dios de Aristóteles, moviendo desde
fuera la cadena de las causas, ni como el Dios del cristianismo, que crea de la nada un
mundo distinto de Él; el Uno es causa de las cosas por emanación (desprenderse,
desprender de sí, proceder, originarse) o extravasación de su propio ser.
Como realidad plena, se expande por íntima necesidad, pero sin perder
nada de su plenitud ni de su simplicidad.
Como los rayos brotan del sol sin menoscabo de su realidad y producen una luz
y calor cada vez más débiles según se alejan de su origen, así el Uno produce
las cosas más reales de su propio ser en estratos cada vez más
imperfectos a medida que de él se separan.
Estos estratos de ser son los que Plotino llama las causaciones cósmicas, que son,
por parte de este orden, el espíritu, el alma, las cosas singulares y la materia.
El espíritu es una especie de imagen o duplicación del Uno, que Plotino
concibe como el conjunto de las ideas que Platón suponía en el cielo empíreo.
Al emanar el Uno fuera de sí, su ser se descompone en irradiaciones
múltiples. Estas son las ideas o realidad inteligibles.
La fuerza expansiva y creadora del Uno, descompuesta primero en la multiplicidad
de las ideas, produce después las almas, que son la segunda de las causaciones
cósmicas.
El alma, como el Uno, es pura energía, actividad.
Las almas por una de sus caras miran a las ideas y las poseen de cierta manera,
pero por la otra observan la materia.
Ello hace que el alma imprima, por medio de los conceptos (imágenes de las
ideas), una forma a la materia, dando lugar de este modo a las cosas concretas
materiales, que poseen todavía un débil reflejo del espíritu.
Las cosas concretas son así el tercer grado de las causaciones cósmicas.
La materia por fin, el último grado de esta jerarquía del ser, es lo ajeno al
espíritu, algo informe, origen del mal y de la fealdad, principio ciego y opaco de
negación, de limitación.
Algo semejante al vacío que rodea al ser y le sirve de fondo. Algo que origina,
por el enfriamiento y la distancia, la imperfección y la debilidad de las cosas.
C AUSACIONES CÓSMICAS
E L ESPÍRITU El conjunto de las ideas que Platón suponía en el cielo empíreo.
L AS ALMAS Por una de sus caras, miran a las ideas y las poseen de cierta
manera, pero por la otra observan la materia.
C OSAS CONCRETAS Lo concreto, lo individual.
Es lo ajeno al espíritu, algo informe, origen del mal y de la
L A MATERIA fealdad, algo que origina la imperfección y la debilidad de las
cosas
Este proceso degenerativo de las causas, que desde el Uno desciende a la materia, se
completa, según Plotino, con otro de sentido inverso que asciende desde la materia,
siguiendo la tendencia de los seres, hasta la eterna simplicidad del Uno.
Cada grado de las cosas depende del anterior
en cuanto a su origen, pero también en
cuanto a su finalidad, pues a él aspiran todas
las fuerzas según su propia naturaleza.
El mundo tiene impresa en su ser una
tendencia, que es, en definitiva, un retorno a
la plenitud del Uno.
Así, los seres materiales, concretos, poseen unas tendencias que les impulsan hacia
la imitación de la idea o tipo específico que ha servido para su formación.
El alma, que por su cara superior está en contacto con el mundo inteligible del
espíritu, puede elevarse, por una purificación ascética (virtud), hasta la pura
contemplación ideal, y de aquí a la unión mística con el Uno.
Esta elevación puede realizarla el alma por tres vías diferentes: el ascetismo,
que brota del amor y mata la tendencia material; la filosofía, que hace ver en
las cosas concretas (imitación), las ideas eternas; y el arte, que realiza en la
materia la belleza imperecedera del espíritu.
Interrogantes que plantea la filosofía de Plotino:
Cómo debe ser pensado Dios.
Qué podemos afirmar de la divinidad
En franca polémica con el cristianismo, Plotino subraya enérgicamente el
carácter de trascendencia que debe atribuirse a Dios.
Ninguna cualidad humana puede asumirse como característica de la divinidad,
ni siquiera las positivas como el amor o la justicia.
Dios es una realidad tan diversa a la nuestra que debemos excluir cualquier
posibilidad de comprensión.
De Dios solo se puede decir que es Uno, ya que la multiplicidad parece ser
una peculiaridad exclusiva del mundo terrenal.
Cómo pudo haberse producido el mundo.
Cómo fue posible la creación.
Mediante la doctrina de la emanación, Plotino excluye cualquier
responsabilidad divina en el proceso generador del mundo.
Este no sería un acto de libre creación, como sostienen los cristianos, sino que
la realidad material sería el resultado de un proceso automático de irradiación.
Así como un perfume nace (emana) de una flor, el mundo emana de Dios.
Cómo debemos considerar el mundo material en el que vivimos
El arte y el amor por la belleza, ¿pueden considerar instrumentos de la elevación
espiritual?
El arte posee la capacidad de expresar las ideas de manera concreta. En ellas, el
esplendor de lo inteligible pasa a lo sensible.
La música, la más inmaterial de las artes, tiene el poder de reproducir con
sonidos el principio mismo de la armonía. A través de la creación y del disfrute
del arte, así como viviendo las experiencias del amor y de la filosofía, el alma
pone en marcha un proceso de purificación y emprende el camino de regreso a
la divinidad.
E N RESUMEN :
Los primeros siglos de nuestra era presentan un panorama cultural y filosófico
abigarrado y confuso.
Poco a poco se va constituyendo una cultura filosófica ecléctica, con elementos
estoicos, platónicos y pitagóricos, que se mezclan con concepciones mítico-religiosas
de origen oriental, con elementos de la cultura hebrea, y finalmente con las ideas
desarrolladas en los círculos cristianos.
El sustrato básico de este conglomerado de ideas tiene un origen platónico: la
separación entre el mundo sensible y el mundo ideal o inteligible.
A partir de él se producen todos los intentos de recuperar la unidad, que
generalmente deriva en teorías de carácter filosófico-religioso, como es el caso del
gnosticismo.
El núcleo de la teoría filosófica de Plotino es su concepción del Uno como realidad
suprema suprasensible, indeterminada e infalible, y de la emanación como mecanismo
de explicación de la génesis de la realidad a partir el Uno.
En efecto el Uno se despliega en una segunda realidad (o hipóstasis), que es a la
vez el Ser, la Inteligencia y el Mundo inteligible (la realidad múltiple) y en una
tercera, el Alma, que puede conocer la realidad y ascender místicamente al
Uno.
Junto con estos tres aspectos de la realidad suprasensible, está también la
materia, que se concibe como negatividad y es el origen del mal.
Filosofía Cristiana:
Pronto se dio cuenta San Agustín de que el principio del mal no puede
ponerse en el mismo nivel que el del bien, porque el mal es una realidad un
defecto o falta en el ser, un ser que es bueno en si, y solo puede haber un
Dios que es el principio del ser.
Así, cansado de estas vagas especulaciones, fue a dar en la Academia Nueva, que
se le presentaba al menos cargada de tradición filosófica y de profundidad.
El que duda, sabe que duda, y posee con ello una certeza.
La intima percepción de su propia existencia, esto es, del espíritu que
busca incansable la verdad, es la experiencia fundamental que supera el
escepticismo abandonándolo por antinatural e ilógico.
El alma y Dios (conocido así a través de la vida del espíritu) son los dos polos
fundamentales entre los que se mueve el pensamiento agustiniano.
Frente a ambas intimas y cordiales realidades, poco cuenta para San Agustin lo
demás; el mundo exterior le sirve solo para descubrir en el los rastros de
Dios, las rationes seminales gérmenes de actividad y de vida, que animan a las
cosas fueron depositadas por Dios en todo cuanto existe.
E L FILOSOFAR EN LA FE
Plotino modificó la manera de pensar de Agustín, ofreciéndole unas nuevas categorías
que rompieron los esquemas de su materialismo y su concepción maniquea de la
realidad sustancial del mal, con lo que todo el universo y el hombre se le aparecieron
con una nueva luz.
Sin embargo, la conversión y la recepción de la fe de Cristo y su Iglesia también
cambiaron el modo de vivir de Agustín y le abrieron nuevos horizontes en su misma
forma de pensar.
El cristianismo es religión, no filosofía; pero al cristianismo le faltaba algo, y
ese algo fue la filosofía.
La fe se transformó en sustancia de vida y pensamiento, con lo que se convierte no
solo en horizonte de vida, sino también de pensamiento.
Agustín, a su vez, estimulado por la fe, adquirió una nueva talla y una nueva esencia.
Nacía el filosofar por la fe, nacía la filosofía cristiana, ampliamente anticipada por
los Padres griegos, pero que solo en Agustín llega a su perfecta maduración.
La conversión, junto con la consiguiente conquista de la fe, es por tanto el eje
entorno al cual gira todo el pensamiento agustiniano y la vía de acceso para su
entendimiento pleno.
Sin embargo, es importante comprender que no se trata de una forma de
fideísmo.
Agustín se encuentra muy lejos del fideísmo (tendencia teológica que
disminuye la capacidad de la razón para conocer las verdades religiosas) que
siempre representa una forma de irracionalismo. La fe no sustituye a la
inteligencia y tampoco la elimina; al contrario, la fe estimula y promueve
la inteligencia.
Fe y razón: el problema del equilibrio entre fe y razón es constante en el
pensamiento medieval.
La fe es un modo de pensar convenido, por esto, si no hubiese pensamiento,
no existiría la fe. Y de manera análoga, por su parta la inteligencia no
elimina la fe, sino que la refuerza y, en cierto modo, la aclara. En definitiva,
fe y razón son complementarias.
“Si no tenéis fe, no podréis entender” (lee Agustín en Isaías o en la versión griega
de los Setenta) a lo que corresponde en Agustín la afirmación tajante: la
inteligencia es “recompensa de la fe”.
Tal es la postura de Agustín, que asumió a partir de su primera obra de
Casiciaco, “Contra los Académicos”, que constituye la clave más auténtica de su
filosofar: el humano mira lo verdadero, no solo con la fe sino también con
la inteligencia.
El descubrimiento de la persona y la metafísica de la interioridad.
Agustín no plantea el problema del hombre en abstracto, o sea, el problema de
la esencia del ser humano en general.
Plantea el problema más concreto del yo, del hombre como individuo
irrepetible, como persona, como individuo autónomo, podríamos decir
utilizando una terminología posterior.
En este sentido, su problema de su “yo” y de su persona se convierten en
paradigmáticos: “yo mismo me había convertido en un gran problema (magna
quaestio) para mí, no comprendo todo lo que soy”. Agustín, como persona, se
transforma en protagonista de su filosofía, es al mismo tiempo observador y
observado.
Agustín como inventor el yo. Es importante señalar que la concepción de
persona es distinta en la filosofía que en el ámbito jurídico.
Una comparación con el filósofo griego que más aprecia y que está más cercano a él
nos mostrará la gran novedad de este planteamiento.
Plotino, aunque predica la necesidad de retirarnos al interior de nosotros
mismos, apartándonos de las cosas exteriores, para hallar en nuestra alma la
verdad, habla del alma y de la interioridad del ser humano en abstracto, o
mejor dicho, en su general, despojando con todo rigor al alma de su
individualidad e ignorando la cuestión concreta de la personalidad.
En su propia obra, Plotino jamás habló de sí mismo y tampoco quiso hablar de
este tema a sus amigos. Porfirio relata: “Plotino […] mostraba el aspecto de
alguien que se avergüenza de estar en su cuerpo. En virtud de dicha posición
general, manifestaba recato en hablar de su nacimiento, de sus padres, de su
patria”. Su cuerpo –decía- era un simulacro.
Plotino quería la generalidad, no la individualización.
Por lo contrario, Agustín habla continuamente de sí mismo y Las Confesiones
constituyen precisamente su obra maestra.
En ellas no solo se habla con amplitud de sus padres, su patria, las personas
queridas para él, sino que saca a la luz hasta los lugares más recónditos de su
ánimo y las tensiones más íntimas de su voluntad. La intimidad es para
Agustín la Voluntad.
Es precisamente en las tensiones y en los desgarramientos más íntimos de su
voluntad, enfrentada con la voluntad de Dios, donde Agustín descubre el “yo”,
la personalidad, en un sentido inédito: “cuando me hallaba deliberando sobre el
servir sin más al Señor mi Dios, como había decidido hacía un instante, era yo
quien no quería: era precisamente yo el que ni quería del todo, ni lo
rechazaba del todo. Porque luchaba conmigo mismo y yo mismo me
atormentaba […]”.
Por dentro, todos tenemos un padre regañón, un niño travieso y un adulto, que el
adulto actúa como un mediador.
Nos encontramos muy lejos ya del intelectualismo griego, que solo había dejado un
sitio muy reducido a la voluntad.
La problemática religiosa, el enfrentamiento de la voluntad humana con la
voluntad divina, es lo que nos lleva por tanto al descubrimiento del yo
como persona.
En realidad, Agustín apela todavía a fórmulas griegas para definir al hombre y,
en particular, a aquella fórmula de origen socrático, que el Alcibíades de Platón
hizo famosa, según la cual el hombre es “una alma que se sirve de un
cuerpo”.
No obstante, la noción del alma y del cuerpo asumen un nuevo significado para
Agustín, debido al concepto de creación, al dogma de la “resurrección” y
sobre todo al dogma de la encarnación de Cristo.
El cuerpo se convierte en algo mucho más importante que aquel “vano
simulacro” del que se avergonzaba Plotino.
Dios como ente metafísico, no la creencia (para clases de filosofía).
La materia, el cuerpo es la cárcel del alma.
Entender que Dios se vuelve carne, es complicado.
La novedad reside, en especial, en el hecho de que para Agustín “el hombre interior
es imagen de Dios y de la Trinidad”.
Y la problemática de la Trinidad –que se centra sobre las tres personas y sobre
su unidad sustancial y, por tanto, sobre la específica temática de la persona-
iba a cambiar de modo radical la concepción del yo, el cual, “en la medida en
que refleja las tres personas de la Trinidad y su unidad, se convierte él mismo en
persona”.
Agustín encuentra en el hombre toda una serie de tríadas, que reflejan la
Trinidad de modos diversos, y en el vértice se encuentra la tríada ser, conocer,
amar, que refleja las tres personas de la Trinidad y su estructura una y trina.
Dios, pues, se refleja en el alma. Y “alma” y “Dios” son los pilares de pilares de la
filosofía cristiana de Agustín. Se encuentra a Dios no al investigar sobre el
mundo, sino ahondando en el alma.
No busques fuera de ti; entra en ti mismo; la verdad se encuentra en el interior del
alma humana; y si hallas que tu naturaleza es mudable, trasciéndete también a ti
mismo. Ten en cuenta que al trascenderte tú mismo, trasciendes el alma que razona, de
modo que el término de trascendencia debe ser el principio donde se enciende la luz
misma del raciocinio. En efecto, el razonador no puede llegar a otro lugar sino a la
verdad. La verdad no es algo que se construya poco a poco, a medida que avanza el
razonamiento; constituye, en cambio, un término prefijado, una meta en la que
uno se detiene después de haber razonado. En ese punto, un perfecto acuerdo final
sirve de conclusión a todo converge con él. Persuádete de que tú no eres la verdad:
esta no se busca a sí mismo; eres tú, algo distinto de ella, el que la busca –con el
afecto del alma, por supuesto, y no en el espacio sensible-: cuando ha llegado a ella, el
hombre interior se uno con su propio huésped interno en un transporte de la felicidad
suprema y espiritual.
Analicemos con más detenimiento cómo llega el ser humano a la verdad.
La argumentación más conocida es la que aparece en el pasaje citado en el
parágrafo precedente, que Agustín presenta a través de múltiples y diversas
formulaciones.
La duda escéptica se invierte a sí misma y, en el momento mismo en que
pretende negar la verdad, la reafirma: sifallor sun; si dudo, precisamente
para poder dudar, existo y estoy seguro de que pienso.
Con esta argumentación Agustín se anticipa sin duda a las teorías del tiempo de
Kant y al cartesiano cogito, ergo sum, y aunque sus objetivos específicos son
diferentes a los de Descartes.
Agustín interpreta así el proceso cognoscitivo:
a. La sensación, como había enseñado Plotino, no es una inclinación que el alma
padece, los objetos sensoriales excitan sus sentidos.
Ese contacto con el cuerpo no se le escapa al alma, que reacciona sacando de su
propio interior aquella representación del objeto, llamada sensación. Por lo tanto,
en la sensación el alma está activa.
b. Pero la sensación solo es el primer escalón de la conciencia.
En efecto, el alma muestra su espontaneidad y su autonomía con respecto a las
cosas corpóreas, dado que las juzga con la razón, y las juzga basándose en
criterios que contienen un plus en relación con los objetos corpóreos.
Los objetos son mudables e imperfectos, mientras que los criterios de
acuerdo con los que el alma juzga son inmutables y perfectos.
Esto se hace especialmente evidente cuando juzgamos los objetos sensibles en
función de conceptos matemáticos o geométricos, o estéticos, o bien cuando
juzgamos las acciones en función de parámetros éticos.
Los conceptos matemáticos-geométricos que aplicamos a los objetos son necesarios,
inmutables y eternos, mientras que los objetos son contingentes, mudables y
corruptibles; lo mismo es válido para los conceptos de unidad y de proporción, que
aplicamos a los objetos cuando los valoramos estéticamente.
c. Surge entonces el problema acerca de dónde llegan al alma estos criterios
de conocimiento (necesarios, inmutables y eternos), con los que juzga las
cosas y que son superiores a las cosas.
El alma no os fabrica, porque el alma –aunque sea superior a los objetos físicos-
es mudable, mientras que aquellos criterios son inmutables y necesarios.
Por tanto es preciso concluir que por encima de nuestra mente hay una ley que
se llama verdad, y no hay duda de que existe una naturaleza inmutable,
superior al alma humana.
El intelecto humano, en consecuencia, se encuentra con la verdad en cuanto
“objeto” superior a él, y juzga a través de esa verdad, pero es asimismo juzgado por
ella.
La verdad es la medida de todas las cosas y el intelecto mismo es “medido”
con respecto a ella.
d. Esta verdad que captamos mediante el puro intelecto está constituida por las
ideas, que son rationes intelligibiles incorporalesque rationes, las supremas
realidades inteligibles.
Agustín sabe muy bien que el término idea, en su sentido técnico, fue introducido
por Platón y que la teoría de las ideas es algo típicamente platónico.
Sin embargo, está convencido de que los filósofos anteriores también habían
poseído un cierto conocimiento del tema, porque el valor de las ideas es de tal
clase que nadie puede ser filósofo si no tiene conocimiento de ellas. Las ideas,
afirma Agustín, son el parámetro (modelo) conforme al que han sido hechas
todas las cosas.
Iluminación: la doctrina agustiniana de la iluminación sustituye a la doctrina
platónica de la anamnesis o reminiscencia.
Para Platón, las almas humanas contemplaron las ideas antes de encarnarse en
los cuerpos, y luego se acuerdan de ellas en la experiencia concreta.
Para Agustín, en cambio, la suprema Verdad de Dios es una especie de luz
que ilumina la mente humana en el acto del conocimiento, permitiéndole
captar ideas, entendidas como verdades eternas e inteligibles que se
hallan en la misma mente divina.
Agustín rectifica a Platón en dos puntos:
1. Convierte las ideas en pensamientos de Dios (como ya habían hecho de una
manera distinta Filón, el platonismo medio, Plotino y los Padres griegos);
2. Rechaza la doctrina de la reminiscencia o, mejor dicho, la replantea ex novo.
Hay que advertir que Agustín transforma la doctrina de la reminiscencia
en la doctrina de la iluminación. Dicha transformación se imponía en el
contexto general del creacionismo, que se halla en la base de la filosofía
agustiniana.
Nuestra alma estuvo en el mundo de las ideas, el mundo perfecto antes de ingresar en
el cuerpo y olvidar; a medida que conozco, recuerdo lo que veía en el mundo de las
Ideas. La doctrina agustiniana es la doctrina platónica transformada de acuerdo con el
creacionismo.
La analogía de la luz es algo que Platón ya había utilizado en la República y que
se combina con la luz de la que hablan las Sagradas Escrituras.
Al igual que Dios, que es puro ser, participa su ser a las demás cosas
mediante la creación, del mismo modo Él –en cuanto verdad- participa a
las mentes la capacidad de conocer la verdad, produciendo una impronta
metafísica de la verdad misma en las mentes.
Hay que reseñar un último punto. Agustín insiste en el hecho de que solo la mens, la
parte más elevada del alma, llega al conocimiento de las ideas.
Para esta visión “no todas y cada una de las almas son idóneas, sino solo
aquella que sea santa y pura, la que tiene una mirada santa, pura y serena, con la
que intenta ver las ideas, de un modo que resulte similar a las ideas
mismas”.
Se trata del antiguo tema de la purificación y de la asimilación a lo divino
como condición de acceso a la verdad, que habían desarrollado los platónicos
sobre todo y que Agustín se enriquece con los valores evangélicos posteriores.
La voluntad buena y la pureza del corazón: “la pureza de alma se convierte en
condición necesaria para la visión de la verdad, además de ser imprescindible
para gozar de ella”.
Recordemos a Pedro Grases: la abstracción es la capacidad mediante la cual el
entendimiento extrae la forma, lo universal de las cosas individuales concretas o
elimina lo material. Mediante este proceso se forman los conceptos a partir de la
experiencia sensible.
Comentario acerca de la Iluminación:
Las ideas eternas e inmutables que hallamos en nuestro propio espíritu
proceden de Dios, que nos ilumina con su luz divina (Agustín-Iluminismo).
Ahora bien, esta iluminación no es sobrenatural, sino que pertenece a cada
ser humano. Así desarrolla Agustín una metafísica de la luz:
Por la luz creada conocemos las cosas corpóreas;
Por la luz de la razón las verdades naturales;
Y por la luz de la gracia las verdades reveladas.
“La verdadera luz es Dios, antorcha que enciende los espíritus”. Así continúa Agustín la
teoría de la luz de Platón y de los neoplatónicos.
Gian Battista Vivo: “En el fondo, conocer algo completamente supone saber hacerlo, y
por eso la naturaleza solo la puede conocer Dios, que es su autor. El ser humano, en
cambio, solo puede tener ideas limitadas y abstractas de los sucesos naturales o de sí
mismo, pues nada de eso es obra suya, pero en cambio comprende perfectamente las
matemáticas, porque las ha inventado él”.
Dios:
Cuando el ser humano ha alcanzado la verdad, ¿ha llegado también a Dios, o
bien Dios se halla por encima de la verdad? Agustín considera que la noción de
verdad admite múltiples significados.
Cuando la entiende en su significado más fuerte, como la verdad suprema,
coincide con Dios y con la segunda persona de la trinidad: “comprende,
pues […] oh alma, […] si puedes, que Dios es verdad”.
Por consiguiente, “la demostración de la existencia de la certeza y de la verdad
coincide con la demostración de la existencia de Dios”.
Todas las pruebas que brinda Agustín de la existencia de Dios, se reducen en
última instancia al esquema de las argumentaciones antes expuestas: primero
se pasa desde la exterioridad de las cosas a la interioridad del alma
humana y, luego, desde la verdad que está presente en el alma hasta el
principio de toda verdad, que es precisamente Dios.
La idea de perfección platónica, para Agustín es el pensamiento de Dios; me
ilumino al pensar a Dios y conozco su idea.
Acto puro, dios no tiene potencialidad. No se va a convertir en nada, él es la
conversión.
Sin embargo, en Agustín se encuentran también otros tipos de pruebas, que vale la
pena aclarar:
1. Recordemos la prueba muy conocida para los griegos en la que analizando los
rasgos de la perfección del mundo, se asciende hasta su artífice.
2. La conocida con el nombre de concensus Gentium, ya presente en los
pensadores de la antigüedad pagana: “toda la especie humana confiesa que
Dios es creador del mundo”.
3. Remite a los diversos grados del bien, desde los cuales se asciende hasta el
primer y supremo bien, que es Dios.
Agustín no demuestra a Dios, como por ejemplo lo demuestra Aristóteles, con un
propósito puramente intelectual, para explicar el cosmos.
Lo hace para gozar de Dios (Frui Deo) para colmar el vacío de su alma
(Agustín), para poner fin a la inquietud de su corazón, para ser feliz.
La felicidad verdadera existe solo en la otra vida y no es posible en esta,
contrariamente a lo que pensaba Plotino.
Sin embargo, sobre esta tierra podemos tener una pálida imagen de aquella
felicidad. En efecto, resulta muy significativo que Agustín en Las Confesiones
emplee al vocabulario de las Enéadas para describir el momento de éxtasis que
alcanzó en Ostia, al contemplar a Dios en compañía de su madre, Mónica.
Ser, verdad, bien (amor) son los atributos esenciales de Dios, según Agustín.
Ya hemos hablado del segundo y del tercero. Agustin ilustra el primero
uniendo la ontología griega a la revelacion biblica.
Los griegos habian dicho que Dios es el ser supremo (la sustancia primera), en
la Biblia Dios dice que si: “Soy el que soy”. Dios, precisamente en cuanto ser
supremo, al crear las cosas las hace participes del ser, pero no del Ser sumo que
es ÉL, si no de un ser con diferentes grados en la escala jerarquica.
Es evidente que, para Agustin, al ser humano le resulta imposible definir la
naturaleza de Dios, y que en cierto sentido nos es mas facil saber lo que
Dios no es, que lo que es: “Cuando se trata de Dios, el pensamiento es mas
verdadero que la palabra, y la realidad de Dios mas verdadera que el
pensamiento”
Los mismos atributos negativos (y todos los demas atributos positivos. Ser, verdad, y
amor, que se pueden afirmar de Dios) hay que entenderlos no como cualidades de un
sujeto, sino como coincidentes con su esencia misma.
Es mejor aun que afirmemos de Dios atributos positivos, negando lo negativo
de la finitud categorial que acompaña a éstos. Dios es todo lo que se encuentra
en la creación, pero sin los limites que hay en ésta, resumido en el atributo
de la inmutabilidad y expresado mediante la formula con la que Él mismo se
designó: “Yo soy el que soy”
SAN AGUSTÍN
L A T RINIDAD
Obra: La Trinidad (399-419).
Este Dios, que es “el que es”, para Agustín, es esencialmente La Trinidad, y a este
tema le dedica uno de sus libros más ambiciosos, que en diversos aspectos se ha
impuesto como su obra maestra doctrinal. Hay que destacar en especial tres núcleos
de esta obra.
a. El concepto base sobre el que construye toda su interpretación es la identidad
sustancial de las tres personas.
Para expresar conceptualmente la Trinidad, los griegos hablaron de una esencia y
tres sustancias; en cambio, los latinos hablan de una esencia o sustancia y tres
personas, porque en latín “esencia” y “sustancia” son dos términos sinónimos.
Pese a la diferencia terminológica, unos y otros pretendían decir lo mismo: que
Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen una igualdad sustancial y no son
jerárquicamente diferenciadas. Por consiguiente, en términos absolutos, Dios es
tanto el Padre, como el Hijo, como el Espíritu Santo: son inseparables en el ser y
actúan inseparablemente.
Al no haber pues, diferencia ontológica y jerárquica, ni diferencia de funciones, la
igualdad absoluta de las tres personas implica que la Trinidad misma es el único Dios
verdadero.
b. Agustín lleva a cabo la distinción de las personas basándose en el concepto de
relación.
Esto significa que cada una de las tres personas es distinta de las otras, pero que no
es ontológicamente diferente. El Padre tiene al Hijo, pero no es el Hijo, y el Hijo tiene
al Padre, pero no es el Padre; y lo mismo se repite en el Espíritu Santo.
En resumen, estos atributos no pertenecen a la dimensión del ser y de la sustancia,
sino a la de la relación.
Pero no por ello se reducen a la condición de meros accidentes. Los accidentes son
atributos mutables (Cualidad: verde, macizo; cantidad: relaciones mayor o menor
que; lugares; tiempos; posiciones: posturas; estados: calzado; acciones: golpear;
afecciones: quemado) mientras que el tipo de relación que caracteriza a las tres
personas de la Trinidad es inmutable y se sitúa en la dimensión de la eternidad.
En la doctrina trinitaria agustiniana hay un tercer punto fundamental: las analogías
triádicas que Agustín descubre en lo creado y que, en las cosas y en el ser humano
exterior no son más que simples vestigios de la Trinidad, en el alma humana se
convierten en auténtica imagen de la misma Trinidad, como hemos constatado
antes.
Entre las numerosísimas tríadas existentes, recordemos dos.
Todas las cosas creadas manifiestan:
1. Unidad.
2. Forma.
Orden o regularidad… tanto de las cosas corpóreas como de las almas
incorpóreas.
Puesto que desde las obras nosotros nos remontamos a su creador, que es Dios uno y
trino, podemos considerar que estos tres caracteres son vestigios que la Trinidad dejó
en su obra.
Análogamente, a un nivel más elevado, la mente humana es imagen de la Trinidad,
porque también ella es una y trina, en la medida que es mente, y como tal se conoce
y se ama. Por tanto, la mente, su conocimiento y su amor son tres cosas, y estas tres
cosas no son más que una y, cuando son perfectas, coinciden.
En la selección de las analogías trinitarias existentes en el alma humana reside
una de las mayores novedades de Agustín sobre este tema.
El conocimiento del ser humano y el conocimiento de Dios uno y trino se
iluminan recíprocamente, de forma casi bidireccional, en una manera
admirable, y realizan a la perfección el proyecto del filosofar agustiniano:
conocer a Dios y a la propia alma, a Dios a través del ama, y al alma, a
través de Dios.
L A DOCTRINA DE LA CRE ACIÓN
El problema metafísico sobre el que más se habían esforzado los antiguos era el
de la procedencia de lo múltiple desde lo Uno: ¿por qué y cómo, de lo Uno (o de
algunas realidades originarias) han surgido los muchos? ¿Por qué, y cómo, del ser
que no puede no ser nació también el devenir, implica el paso del ser al no-ser, y
viceversa?
Ninguno de los filósofos antiguos, al plantear este problema, había llegado al concepto
de creación que, como sabemos, es de origen bíblico. Los platónicos fueron los
filósofos que llegaron a las posturas menos distantes del creacionismo. No obstante,
siguió siendo bastante notable aún la separación entre sus doctrinas y el creacionismo
bíblico. Platón, en el Timeo, había introducido al demiurgo.
Sin embargo, la actividad del demiurgo –aunque era racional, libre y se hallaba
motivada por la causa del bien- resulta gravemente limitada, tanto por encima
como por debajo.
Por encima del demiurgo existe el mundo de las ideas, que lo trascienden y él
toma como modelo; por debajo, en cambio, se halla la chora o materia informe,
eterna como las ideas y como el propio demiurgo.
La obra del demiurgo es una obra de fabricación y no de creación, porque
supone como preexistente e independiente aquello que emplea para construir
el mundo. Plotino, en cambio, había deducido del Uno tanto las ideas como la
materia misma.
La solución creacionista –que para Agustín es, al mismo tiempo, verdad de fe y
verdad de razón- resulta de una claridad ejemplar.
La creación de las cosas se produce “de la nada” (ex nihilo), esto es, no de la
sustancia de Dios y tampoco de algo preexistente. En efecto, según Agustín
una realidad puede proceder de otra por tres vías:
a. Por generación, y en este caso se deriva de la sustancia misma del
generador, como el hijo deriva del padre, y constituye algo idéntico al que lo
engendra;
b. Por fabricación, y en tal caso, la cosa fabricada procede de algo que
preexistía fuera del que la fabrica (de una materia), como ocurre en todas
las cosas que produce el hombre;
c. Por creación de la nada absoluta, esto es, ni de la propia sustancia ni
de una sustancia exterior.
El ser humano sabe generar (los hijos) y sabe producir (los artefactos, pero no sabe
crear, porque es un ser finito. Dios genera de su propia sustancia al Hijo que, como
tal, es idéntico al Padre…pero crea el cosmos de la nada.
Existe pues una enorme diferencia entre generación y creación, porque la
creación supone, a diferencia de la generación, llegar a ser por una donación de
ser por parte del que crea lo que no era en absoluto.
Y dicha acción es un don divino gratuito, motivado por la libre voluntad y la
bondad de Dios (natural inclinación a hacer el bien) y su infinito poder.
E L TIEMPO
Dios, al crear de la nada el mundo, creó junto con el mundo el tiempo mismo.
En efecto, el tiempo se halla vinculado estructuralmente al movimiento;
sin embargo, no existe movimiento antes del mundo, sino solo con el
mundo.
Esta tesis ya había sido anticipada por Platón en el Timeo (de forma casi
literal) y lo único que hace Agustín es fundamentarla y explicarla mejor.
“Antes del mundo” no había un “antes temporal”, porque no había tiempo,
había en cambio (sería preciso decir más bien hay) la eternidad, que es como
un infinito presente atemporal (sin una sucesión de “antes” y “después”).
L A DOCTRINA DE LAS ID EAS Y DE LAS RAZONES SEMINALES
Las ideas realizan una función esencial en la creación. En Platón eran modelos
o prototipos absolutos, por fuera y por encima de la mente del demiurgo.
Ahora, como hemos dicho días atrás, se convierten en pensamiento de Dios o
también en el verbo de Dios.
Agustín declara que la teoría de las ideas es un principio absolutamente
fundamental e irrenunciable, porque se halla intrínsecamente conectada con la
doctrina de la creación.
En efecto, Dios crea el mundo según su razón, luego crea todas las cosas según
un modelo que Él mismo produce como pensamiento suyo, y las ideas son
justamente estos pensamientos-modelos de Dios, y como tales son la
verdadera realidad, eternas e inmutables, y por participación de estas ideas
existen todas las cosas.
Para explicar la creación, además de la teoría de las ideas, Agustín utiliza la teoría de
las razones seminales, elaborada por los estoicos y más tarde retomada y
replanteada en clave metafísica por Plotino.
La creación del mundo acontece de una manera simultánea. Dios no crea,
sin embargo, la totalidad de las cosas posibles de una manera ya actualizada,
sino que introduce en lo creado las simientes o gérmenes de todas las cosas
posibles, que más adelante en el transcurso del tiempo se irán
desarrollando de forma gradual, en diversos modos y con la ayuda de
distintas circunstancias.
En conclusión: Dios, junto con la materia, creó de manera virtual todas sus
posibles actualizaciones, infundiendo en ellas las razones seminales de todas las
cosas.
La evolución del mundo en el transcurso del tiempo no es más que la
actualización y la plasmación de dichas razones seminales y, por tanto, una
prolongación de la acción creadora de Dios.
El Ser humano ha sido creado como animal racional y ocupa el vertice en el
mundo sensible. Como ya hemos comprobado, su alma es una imagen de
Dios-Trinidad. Es inmortal.
Las pruebas de la inmortalidad del alma proceden en parte de Platon y en parte
constituyen tambien una profundicacion agustiniana, como por ejemplo la prueba
basada en la autoconciencia, que deduce que esta la simplicidad y la
espiritualidad del alma, y por lo mismo, su incorruptibilidad.
Tambien cabe mencionar la prueba que infiiere la inmortalidad del alma de la
presencia en esta de la Verdad eterna “Si muriese el alma, tambien moriria la
Verdad”.
Agustin no se define acerca del problema relativo al modo en que se generan
las almas individuales; si es que Dios crea directamente cada alma o bien si las
creó todas en Adán y desde Adán se van “transmitiendo” a traves de los
progenitores.
Agustin parece haber mostrado simpatia por una solucion “traducianista” de
este ultimo tipo, aunque entendida a nivel espiritual, lo cual en su opinion
explicaria mejor la transmision del pecado original. Pero no excluyó la
solución de la creación directa.
“Etapa de la expresion genetica en la que se sintetiza una proteina a parrtir dela
informacion genetivs vonyrmplada en el ADN mensajero mediante el codigo
genetico”
Severino Boecio nació en Roma en el 480, (S. IX). De muy joven viajó a Atenas,
donde adquirió el conocimiento de la lengua y la filosofía griega.
Por su formación, espíritu y mentalidad, a Boecio (muerto en 525) le
corresponde el titulo de ultimo pensador de la antigüedad.
Ya su discípulo Casidoro (480-570), aunque de cultura e interés parecidos a su
maestro, no participa de la misma mentalidad.
El mal y la libertad están explicados en el libro tercero, cuando afirma que uno, el
bien y el Dios son la misma cosa. Ahora bien, si el mundo esta gobernado por Dios
¿Por qué existe el mal?
El conocimiento divino es simultaneo, tanto del pasado como del futuro. Por
tanto “si queremos valorar con exactitud la pre-visión con la que Dios reconoce
todas las cosas, debemos de considerar adecuadamente que no se trata de una
preciencia de cosas proyectadas en el futuro, sino de un conocimiento presente
inacabable. Por eso no se llama pre-videncia, sino providencia”
Es decir, los acontecimientos futuros se hallan presente en Dios y están presentes en
el modo en que ocurre. Por tanto, los seres humanos que dependen del libre
albedrio están presente de manera contingente.
Casiodoro:
La Regla de San Benito, integrada por 73 capítulos, establecía unos principios muy
claros tanto en lo relativo a la organización de la vida en los monasterios como en
lo concerniente a la actividad de los monjes (ora et labora).
La dirección de los monasterios corresponderá al abad, el cual, aunque elegido
por los propios monjes, gozaría de una autoridad absoluta.
Los monjes harían voto de castidad, de pobreza y de obediencia.
La Regla, imponía a sus monjes un trabajo manual moderado, junto con la oración y la
lectura de la Sagrada Escritura, que estaba orientada a la recitación en el coro.
La segunda, trata de las siete artes liberales, un manual que componía el trívium y el
quadrivium, y equivalía a los estudios de enseñanza media y correspondía a lo
que se llama letras (humanidades) y ciencias.
Casiodoro caracteriza las tres artes del trívium como ciencias sermocionales
(sermo-palabra) por considerar que su objeto común es la reflexión sobre el
lenguaje: la gramática, la retorica y la lógica; y las cuatro del quadrivium como
ciencias reales, aritmética astronomía, geometría y música.
Esta estructuración del saber profrano fue el motivo de que el saber
filosófico real, el que tiene por objeto la realidad como la Física y la
Matemática, tardarse en entrar al servicio de la ciencia sagrada.
No así, la dialéctica, como arte de la forma de pensar, que asume la lógica
aristotélica, dando a los planteamientos filosóficos contextos lógicos.
De su magna obra De divisione naturae, 5 libros escritos en forma de diálogo con sus
discípulos podemos deducir el…
Autoconocimiento divino: Eriúgena o Erigena, sostiene que, ya que una
argumentación correcta no puede conducir a una conclusión falsa, es imposible
concebir que la razón entre en contradicción con la revelación divina, pues
en realidad ambas, partiendo de su validez incuestionable, no son más que dos
caminos independientes que conducen a una misma verdad.
1 La naturaleza que no ha sido Dios como principio de todas las cosas: Un Dios
creada y crea. increado y creador de todas las cosas. Dios no es
cognoscible porque es perfecto. Engendra desde la
eternidad su propio logos o sabiduría.
2 La naturaleza que ha sido creada El Verbo: Es el logos que abarca las causas
y crea. primordiales o arquetipos de todas las cosas.
Modelos, formas que expresan la voluntad de Dios.
3 La naturaleza que ha sido creada El mundo sensible, creado por el Verbo: Es el
y que no crea. mundo creado en el espacio y tiempo.
4 La naturaleza que no ha sido Dios como el fin ultimo de todas las cosas: Dios
creada y que no crea. en cuanto al termino final. Al final de los últimos
tiempos la naturaleza se identifica con Dios.
En realidad, lo que se propone es demostrad desde la razón la validez del dogma
cristiano, algo que por otro lado no dejó de inquietar a las autoridades de la época, ya
que en caso contrario de que su demostración fuera correcta, hacia innecesario todo
recurso a la fe o a la revelación.
Eriúgena parte de los postulados del neoplatonismo de acuerdo con la más
pura tradición agustiniana, pero en realidad alcanza un mayor rigor más sólido
que el obispo de Hipona y sus razonamientos se basan sobre una base
intelectual e ideológica de mayor profundidad.
Uno de sus principales argumentos sostiene que ya que no se puede conocer
a Dios en el mismo sentido en que se puede llegar a conocer un objeto de
la realidad, es imposible que el propio Dios pueda conocerse a sí mismo y
entender su propia naturaleza.
De hecho, es algo similar a lo que bastante siglos más tarde sostendrá Kant, para
quien ningún ser consciente –no solo Dios, sino también cualquier ser humano- puede
llegar al conocimiento absoluto de sí mismo.
Juan Escoto Eriúgena es el único filósofo occidental que lleva a cabo un
planteamiento sistemático sobre los principales postulados filosóficos
conocidos por aquella época en el largo período de seis siglos que media entre
San Agustín y Boecio, por un lado, y Anselmo, en el silgo XI, por otro.
No obstante, a partir de este Anselmo suceden una serie de sucesivos e ilustres
pensadores: Abelardo (Siglo XII), Roger Bacon y Tomás de Aquino (Siglo XIII),
Juan Duns Escoto y, por último Guillermo de Ockham, que marca el final del
período medieval.
MONACATO INGLÉS
En las islas británicas en esta época de transición se desarrollaban dos mundos
culturales distintos.
Por una parte, el mundo céltico cristianizado, a mediados del siglo V, por San
Patricio, galo-romano formado en los monasterios que habían generado una
cultura no romanizada.
Por otro, los pueblos anglo-sajones, que habían dominado la Britania
romanizada, convertida al cristianismo por San Agustín de Canterbury, a
principios del siglo VII. Los dos mundos culturales que se habían formado por
razas diferentes, vivían enfrentados y su rivalidad continuó durante siglos.
Lo que se denomina renacimiento irlandés fue el fruto de la asunción, por
parte del mundo céltico no romanizado convertido al cristianismo, de la
cultura clásica griega-latina, que llegó con los misioneros.
Beda el Venerable
San Beda el Venerable fue el representante más destacado del mundo del ámbito
romanizado. Los primitivos habitantes de las islas, los bretones, que, a pesar de las
invasiones de los anglos y sajones totalmente paganos, habían conservado su fe,
asistidos por los obispos francos, como San Germán.
Beda permaneció casi toda su vida en los monasterios benedictinos, escribió
una enciclopedia y preparó monografías sobre las artes liberales, obra de gran
importancia para la unificación en definitiva de los anglos, sajones,
normandos y celtas, que en el siglo V, se habían replegado en Gales e
Irlanda, ante las invasiones.
Por otra parte, inculcó en el mundo anglosajón el ideal de un saber
sistemático y universal.
Le sucedió Alcuino, el impulsor del llamado Renacimiento Carolingio.
El imperio carolingio fue un construcción política efímera, producto de la voluntad
universalista de la Iglesia y de la ambición de una dinastía, pero no es menos
cierto que los clérigos que inspiraron a Carlomagno y a sus sucesores dieron al
Imperio un barniz cultural uniforme, una primera cultura europea occidental de
lengua latina. En los scriptoria monacales se transcribían manuscritos de autores
clásicos y del cristianismo y se renovaba el arte de la miniatura.
Numerosos hombres de letras elaboraron una gran producción historiográfica
y literaria, el cristianismo se extendió hacia el norte y el este de Europa. Del
mismo modo se produjo una transformación de estructuras económicas y
sociales, traducida en una reforma administrativa y en la desarticulación del
sistema del esclavismo, además de un renacimiento artístico, puente entre la
Antigüedad y los tiempos modernos.
ETAPA PALATINA
La Etapa Palatina (El Renacimiento Carolingio).
El movimiento cultural de los monasterios de Irlanda e Inglaterra, el isidoriano en
España, que quedó cortado por la invasión musulmana, y el espíritu de Casiodoro,
que subsistía en Italia, en el monasterio de Monte Casino, germinó en Francia, y
produjo un importante movimiento cultural, el Renacimiento Carolingio,
Carlomagno, ya antes de ser coronado emperador, el 25 de diciembre de 800, se
había esforzado en dar vida a la cultura.
Renace la cultura en un mundo donde no había institucionalidad ni
intelectualidad.
Unifica el idioma culto, puesto que se utiliza el latín.
Hablamos de cultura, pero restringimos su concepto a una faceta de la misma, la
cultura que se nos ha transmitido por letra escrita, lo que quiere decir la cultura de
una reducida minoría.
En la Alta Edad Media, la mayor parte de la población era iletrada.
La palabra tenía en aquella sociedad un papel muy destacado, lo que en parte
se explica por el hecho de que la mayoría desconociera la escritura, incluidos
muchos nobles guerreros. El acceso a la escritura quedaba prácticamente
limitado a los clérigos.
Por lo que el uso de la lengua latina asistimos, a partir del siglo V, a un
fenómeno aparentemente contradictorio. El latín no era solo la lengua de la
Iglesia católica, sino al mismo tiempo fue un idioma cultivado por los
círculos intelectuales en sus escrituras originales.
Este propósito obedecía, al ideal restaurador el antiguo régimen. Carlomagno,
aspiraba a una política de carácter universal, nada fácil en momentos de la expansión
del Islam, quería también poner en práctica una política de mecenas.
Igual que Constantino, quería proteger a la Iglesia, que debido a su ignorancia
del latín, el clero, no podía desempeñar adecuadamente sus funciones. Era
necesario reeducarlo en los estudios literarios para mejorar el servicio a
Dios.
A Carlomagno, también le interesaba el nivel cultural y administrativo de sus
funcionarios para organizar el inmenso imperio.
Carlomagno creó en Aquisgrán una especie de academia literaria, donde se
leían los clásicos y se componían obras latinas. También fundó una escuela
palatina con maestros irlandeses, pisanos y visigodos. Sin embargo, el gran
inspirador de la escuela fue el anglosajón Alcuino.
Las escuelas ya no existian en los monasterios benedictinos, gracias a la
incorporcacion a la obra de Casiodoro.
Las escuelas monacales acostumbraban a ser dobles. Una, la schola interior,
destinada a los monjes, y otra, la schola exterior, a la que podian asistir los
seglares.
Tambien existian escuelas catedralicias o capitulares, sobre todo en la Galia
romanizada, donde los obispos tenian una mayor influencia, porque habia
perurado, aunque modestamente, la vida urbana.
En este ambiente se desarrollaron las actividades de los llamados escolasticos,
que a la larga dieron lugar a las universidades.
Alcuino de York
Carlomagno le encargo la organización de una biblioteca en su palacio de
Aquisgrán, como encargado de la escuela palatina cumplió funciones de un
actual ministro de educación.
Identifica a la filosofía con las artes liberales del trivium y el quatrivium que se
ordenan a la teología para interpretar las Sagradas Escrituras.
Su profundo sentido cristiano no le impide valorar los bienes creados. Por el
contrario, le lleva a no despreciarlos, por lo mismo no deben despreciarse los
filósofos paganos. Elaboro la primera antropología de la Edad Media.
El empuje dado a la cultura desde la corte avivo el interés en la búsqueda de nuevos
textos, con vistas al enriquecimiento de las menguadas bibliotecas de la época.
Las noticias sobre las bibliotecas monásticas o episcopales de la segunda mitad
del siglo IX o de la decima centuria, tanto de las tierras francas como italianas y
germanas, revelan el importante paso dado, sobre todo en la adquisición de
obras de autores clásicos.
La minúscula carolingia por otra parte, fue un eficaz instrumento para la
transcripción de los textos en los talleres monacales o episcopales.
Los Universales
La controversia de los universales fue un problema filosófico central en el que se
entrecruzaban temas lógicos, antropológicos, metafísicos y de metafísica del
conocimiento.
El Sacro Imperio Romano Germánico junto con el papado que, en este siglo, se
occidentaliza decisivamente, desvinculándose del Imperio Romano de
Bizancio y asumiendo la reforma de Cluny, contribuyo a la constitución ya
definitiva de la cultura medieval.
Cluny:
Cluny, suponía, el punto de partida de una reforma del monacato benedictino.
El trabajo manual, importante en la regla del fundador, quedaba prácticamente
abandonado, potenciando en cambio la dedicación de los monjes al oficio
divino y, en general, al cultivo del espíritu.
Pero había mas: el nuevo monasterio quedaba desligado de cualquier
autoridad laica o eclesiástica, dependiendo directamente del pontífice, en
adelante se fortifica la política unificadora de los pontífices.
El año 910 tuvo lugar la fundación de la abadía de Cluny, iniciativa del duque
Guillermo de Aquitania.
Con la reforma el trabajo manual quedaba prácticamente abandonado y el
monasterio desligado de cualquier autoridad laica o eclesiástica.
Documento fundacional.
“Nos ha placido también hacer constar que en esta acta que, desde hoy, dichos
monjes no estarán sometidos al yugo de ningún poder terrestre, ni nuestro no de
nuestros parientes, ni de la grandeza regia…”
Este carácter centralizador, y la relación directa con los papas, convirtió a los
cluniacenses, en instrumento para llevar adelante la política pacificadora de
los pontífices. Se convirtieron a su vez en impulsadores de la actividad
intelectual.
LA ESCOLÁSTICA
LOS REALISTAS
Eriúgena
Juan Escoto, llamado Erigena (por Erin, denominación celta de su patria, Irlanda),
vivió entre 810 y 877 (S. IX) y enseñó en París (en la escuela palatina de Carlos el
Calvo).
Se le ha llamado el Padre de la Escolástica, así como el “Carlomagno de la
filosofía escolástica”. El símil viene a decir que, del mismo modo que
Carlomagno, justo al comienzo de la Edad Media, por la fuerza de su genio,
realizó la unificación medieval de la monarquía universal y la jerarquía
universal, de un modo ejemplar para los siglos posteriores, así como también
Escoto Erigena, justo al comienzo de la Escolástica, concibió en una visión
total muchas cosas que las generaciones posteriores solo volverían a elaborar
en lentos progresos.
Escoto Eriúgena es el primero en quien encontramos la frase, fundamental para toda
la escolástica, de que la verdadera religión es también la verdadera filosofía y, a la
inversa, el postulado resultante de ella, que de cualquier duda frente a la religión
puede y debe ser rebatida a la vez por la filosofía.
En lo que se refiere a los universales, Eriúgena es claramente un realista, y con
ello, seguidor de la concepción de que, durante el predominio del platonismo
en la baja Edad Media, pasaba por ser la piedra de todo de la verdadera
convicción escolástica.
Si, a pesar de ello, Eriúgena fue condenado más tarde por la Iglesia, la razón no
está aquí, sino en otras dos peculiaridades de su doctrina.
Guillermo de Champeaux
El realismo recibió un marcado de cuño de Guillero de Champeaux, que vivió entre
1070 y 1121, es decir, inmediatamente después de San Anselmo. Llegó hasta el punto
de afirmar que al concepto de género universal, y solo a él, le corresponde una
sustancia real.
Para Guillermo, la esencia universal de la especie (y del género) constituye toda la
sustancia del individuo, de tal modo que este no tiene como propio más que la
modificación de la sustancia común.
Según esta tesis, los individuos singulares, Pedro y Sócrates, se distinguen el
uno del otro por ciertos accidentes o peculiaridades variables, pero
poseen en común la misma realidad idéntica, que es el universal de hombre.
Por ejemplo, en Pedro y en Sócrates, la singularidad vendría de las formas
sobreañadidas.
La realidad de los individuos singulares se reduce a simples modificaciones
accidentales de la esencia universal.
Es decir, cuando decimos “Sócrates es un ser humano”, del Sócrates que está delante
de nosotros solo es real su humanidad.
La “socratidad”, esto es, el ser-Sócrates, lo particular, la marca individual de la
sustancia universal “Ser humano” en esta persona, es solo algo adicional, sin
importancia, es accidental.
Según él, la “humanidad” seguirá existiendo como sustancia universal incluso
si no existiera un solo ser humano individual.
“Lo blanco” como una sustancia existiría incluso si ni hubiera una sola cosa
blanca, y así con los demás conceptos.
EL NOMINALISMO
El nominalismo, que a la mayoría de las personas de hoy día les podrá parecer más
evidente a primera vista, está representado en la Escolástica temprana por Roscelino
de Compiégne.
Roscelino
Roscelino de Compiégne vivió aproximadamente de los años 1050 a 1120; el cual dice
que la realidad cosiste (únicamente) en las meras cosas individuales.
Los conceptos universales son nombres que los seres humanos inventan,
denominaciones en las cuales reunimos cosas individuales parecidas por sus
cualidades comunes.
Es decir, partiendo del hecho de que solo la realidad es individual, parece ser
que enseñaba que los universales son puros nombres (nominalismo), sonidos o
emisiones de voces (flatus vocis) a los que no corresponde ninguna realidad.
No hay “lo blanco” como lo universal; una cosa así es absurda; solo hay
objetos blancos concretos. No hay la “humanidad”, sino solo seres
humanos, etcétera.
Por sí misma, esta doctrina (nominalismo) no tenía por qué entrar enseguida en una
irreconciliable contradicción con la Iglesia, pero…
Según su tesis, todo lo real es necesariamente universal y el hecho de
identificar persona con sustancia, refiriéndose a Dios, desliza en el campo
teológico al defender en la trinidad el triteísmo: si en Dios los nombres diversos
no indican realidades diversas, sino la misma y única simplísima realidad, la
persona no significa otra cosa que sustancia; y si las personas son diversas es
evidente que también lo son las sustancias de la trinidad. Según él, la
divinidad, común a las tres personas, no podían existir sino multiplicaciones en
diversas sustancias y personas.
Es decir, aplicando sus principios nominalistas a la Santísima Trinidad,
explicaba que, en la fórmula –establecida desde el siglo IV- de una sola
sustancia divina en tres personas, la sustancia una era solo la síntesis,
realizada por el espíritu humano (como ocurre con todos los conceptos
universales), y ya habitual en el modo de hablar de la Iglesia, de las tres
personas divinas que existen.
No habría ya, entonces, un Dios trinitario, sino tres personas, tres dioses. Esta
consecuencia resultaba intolerable para la Iglesia.
Seguramente, hay muchos que son nominalistas y cristianos creyentes. En
aquel tiempo, esto parecía imposible, el conflicto fue que Roscelino, con la
estrecha unión que había entonces entre filosofía y teología, divulgó sus
principios nominalistas sobre la Santísima Trinidad.
Esta derrota de Roscelino hizo que, durante mucho tiempo, fuera imposible
defender públicamente un nominalismo consecuente, el autor fue acusado
de herejía, se retractó por miedo a ser linchado en Reims, pero al salir de la
ciudad defendió nuevamente su tesis.
LA SOLUCIÓN PROVISIONAL
Abelardo
Pedro Abelardo nacido en 1079, no lejos de Nantes, Francia; ha pasado a la historia,
casi más que por filósofo o maestro de la Iglesia, por su amor a Eloísa, la más bella
sobrina de un canónico de París, de cuya casa la raptó y la llevó a Bretaña
(supuestamente, los sobrinos del canónico de París, hizo que le cortaran los testículos
a Abelardo debido a que Eloísa quedó encinta de él).
Después de la horrible venganza del tío que, una noche, hizo castrar a
Abelardo, pasó este el resto de su vida en monasterios y ermitas.
La correspondencia posterior de ambos amantes (Eloísa también ingresada en
un convento) es una de las mayores obras de literatura universal.
Varios escritos de Abelardo fueron condenados por la Iglesia como herejías, a
instancias, sobretodo de su acérrimo enemigo, el místico francés Bellido de
Clairvaux.
Abelardo murió en 1142, en un convento cerca de Chalón, de camino hacia
Roma, donde quería apelar ante el papa.
Sus restos fueron inhumados siete siglos más tarde, junto a los de Eloísa, en el
cementerio parisiense de Père Lachaise.
También en Abelardo, la relación entre razón y fe ocupa un lugar decisivo. En su
autobiografía escribe:
Resolví hacer primero comprensible el fundamento de nuestra fe por los
principios de la razón humana. Con este fin, escribí un tratado, De la Unidad y
de la Trinidad Divinas, para uso de mis alumnos, que demandaban
fundamentos racionales y no querían oír solo palabras, sino también poder
pensar algo con ellas.
Opinaban que era vano decir muchas palabras con las que no es posible pensar
nada; resulta imposible creer lo que previamente no se ha comprendido; y
es ridículo que alguien intente predicar algo que ni él ni sus oyentes pueden
captar con el entendimiento; eso serían los lazarillos ciegos de los que habla el
Señor.
Frente al credo ut intelligam de San Anselmo, se ha formulado por ello, como principio
de Abelardo la frase: Inrelligo ut credam, “conozco para creer”.
En su ética, cuyo principal escrito lleva el antiguo título griego de Conócete a ti
mismo, Abelardo no le da importancia a las obras, actuaciones, sino a la
convicción interior de la que estas surgen.
La importancia de este gran escolástico francés se debe, sobre todo, a su
tratamiento del problema de los universales. De estudiante, Abelardo había
escuchado tanto al nominalista Roscelino como al realista Guillermo de
Champeaux. De este modo, había conocido en sus orígenes las dos opiniones
enfrentadas. En su propia posición, intentará liberarse de los aspectos
unilaterales de ambas.
La fórmula de los realistas era universalia ante res: los universales están antes que
las cosas (individuales). La fórmula de los nominalistas era universalia post res: los
universales van después de las cosas.
La fórmula de Abelardo fue universalia in rebus: los universales están en las cosas.
Es decir, resulta absurdo afirmar (como lo hacía Guillermo) que lo real es la
“humanidad” y no los seres humanos, la “caballidad” y no los caballos. No se
puede descuidar la encarnación de los universales en las cosas y las diferencias
individuales, como si fueran algo inesencial.
Pero es igualmente falso decir (como Roscelino) que solo lo individual (lo
correcto) es real y esencial, y que los conceptos universales son meros
nombres.
Pues al concepto universal le corresponde, una igualdad real de ser; los humanos
no solo se llaman humanos en virtud de ciertas cualidades comunes, sino que el
concepto de ser humano le corresponde una realidad con igual rango de lo universal-
humano, presente en todos los seres humanos. Desde luego, este universal existe solo
en cada uno de los hombres, y no fuera de ellos. De ahí universalia in rebus (o, in re).
El que esta concepción de Abelardo compromete dos opciones inconciliables, en la
cual se contemplan juntos los contrarios en un plano superior, lo demuestra el modo
en que engloba las dos otras fórmula es en su doctrina: en la realidad que nos rodea,
los universales son solo en las cosas.
Para Dios, están antes de las cosas, es decir, como los arquetipos de lo creado
en su mente divina.
Para los seres humanos, están, de hecho, después de las cosas, o sea, como
conceptos que tenemos que abstraer de la coincidencia de las cosas.
Mahoma
Mahoma (de) nació en la Meca, entre 570-580. Pertenecía a la tribu de Qurays,
encargada del santuario de esta ciudad.
Un aerolito caído del cielo, la piedra negra de la Kaaba, se había convertido
en el centro de peregrinaciones de toda la península de Arabia.
Huérfano desde su niñez, fue pastor. En su juventud, fue jefe de caravanas de
comerciantes, lo que le permitió conocer las diversas tribus dispersas e
igualmente las religiones judía y cristiana.
Se casó con Khadiya, mujer viuda y rica.
Alrededor de los 30 años, empezó su predicación como profeta, se le había aparecido
el ángel Gabriel en la cueva del Monte Hira.
Encontró la oposición de los quraysíes y tuvo que marcharse de la Meca. Huyó
el 15 de julio de622 (“hégira”), fecha en que empieza la era de los musulmanes,
que se rige por un calendario lunar.
Fue recibido en la ciudad rival de Yatrib. Mahoma le cambió el nombre por
Medina (Medinat-an-Nabi), ciudad del profeta.
Después de una guerra encarnizada entre ambas ciudades, Mahoma con las
tribus que había conseguido unificar, estableciendo una comunidad política-
religiosa –Umma- de carácter supratribal; conquistó la Meca en 629 y, junto
con ella, casi la sumisión de toda la península Arábiga. Murió en 632.
La nueva doctrina de Mahoma tenía un fondo preislámico, basado en tradiciones de
las tribus árabes y también de las doctrinas judías y cristinas, conocidas
indirectamente.
Además, los árabes ya habían sido catequizados por monjes nestorianos y
monofisitas. Vivían de algún modo el cristianismo; creían en un solo Dios,
creador y remunerador, practicaban la oración, el ayuno y la limosna.
El Corán, el libro sagrado y código de leyes dictado por Mahoma a lo largo de
veinte años, pero también tiene este carácter el libro de la Sunna, que describe
dichos, hechos y tradiciones del profeta.
Se consideraba, en el Corán, al judaísmo y al cristianismo como revelaciones de
Dios, y por tanto, a Moisés y a Jesucristo como profetas, pero fueron
anulados por la revelación que Dios había hecho al profeta por excelencia que,
en este caso, es Mahoma.
En el mundo cristiano, las creencias del “Islam”, fueron considerados como resultado
de la asimilación de elementos muy diversos y extraños, aunque no se advertirían sino
desde un penetrante análisis.
San Juan Damasceno catalogaba al Islam como una herejía cristiana, en la
que se suprimían todos los dogmas que expresan misterios sobrenaturales,
como la Trinidad, la Encarnación, la divinidad de Jesucristo y los Sacramentos.
Las prácticas rituales esenciales, que prescribía el Corán a los musulmanes o
fieles, era la oración cinco veces al día, al alba, al mediodía, al atardeces,
recién puesto el sol, y ya a la noche, con el rostro hacia la Meca; las abluciones
purificadoras con agua; la oración en común los viernes; el ayuno del mes de
Ramadán; las limosnas y la peregrinación al santuario de la Kaaba, en la Meca.
Después se incorporó como práctica ritual la guerra santa (Yihad), obligación
ocasional, entendida modernamente como lucha y social para la mejora del
individuo y de la sociedad.
A Mahoma le sucedió su suegro Abú Bakr, como “califa o vicario del profeta”. Su
sucesor Omar inició las conquistas, con éxito en Persia, dividida por las luchas entre el
clero mazdeísta y los cristianos nestorianos.
Para Nestorio monje de Antioquía, en Cristo había dos naturalezas: la humana
y la divina; también eran dos personas, correspondientes a esas naturalezas, es
decir, el hijo de maría no era Hijo de Dios. concepción dualista de Cristo
condenada en el Concilio de Éfeso.
También Omar en sus conquistas tuvo éxito en Siria y Egipto, aprovechando
los enfrentamientos entre campesinos y católicos.
En Jerusalén, los judíos que estaban hostigados por los bizantinos, aceptaron
a los musulmanes como libertadores.
En once años, Medina se había convertido en la capital de un gran Imperio. La
rapidez de la extensión del Islam, además del motivo religioso, se explicaba
también porque los musulmanes no destruían las culturas que sometían; se
limitaban a superponer la propia y al cobro de un impuesto personal (Yizía) al
no islamizado.
Al morir Omar, se enfrentaron los dos yernos del profeta, Otmán y Alí, este último fue
asesinado. Dando comienzo así a la dinastía de los Omeya, con capital en Damasco.
Los Omeyas llegaron en sus conquistas al Atlántico y, en 711, iniciaron la
ocupación de España (Península Ibérica).
Sin embargo, el Islam quedó dividido en dos sectas, que pervivieron a través
de los siglos. Los chiíes (legitimistas), enemigos de los Omeyas, y los jarichíes
(rebeldes) que los defendían. La guerra civil fue consumiendo a los Omeyas,
hasta ocupar el poder una nueva dinastía, los Abbasíes, que duró cinco siglos
hasta que fueron derrotados por los mongoles, entonces, el ímpetu de la
cultura musulmana quedó paralizado. no llegaron a occidente (frenados por
Carlos Martel) ni pudieron llegar a China, que construyeron The Great Wall.
Uno de los Omeyas, Abd al-Rahmán, huyó a España y fundó el Califato de
Córdova (755). En 1031, cayó por la invasión de los almorávides, que
procedían del Senegal. Les sucedió otra dinastía berebere, los almohades,
procedentes de Marruecos. Los del Califato de Córdova serían los jarichíes.
En esta historia de intentos de renovación del primitivo puritanismo (chiíes), la
reacción religiosa se enfrenta a la filosofía, por considerarla como una tentación
que corrompe la fe en Dios proclamada por Mahoma. Igualmente entendían el dogma
cristiano de la Trinidad como una contaminación politeísta de la filosofía griega y el de
la Encarnación como idolatría.
Mahoma desequilibra nuevamente la balanza entre fe y razón, haciendo que lo
revelado por el islam tenga más peso que la razón.
La filosofía griega, transmitida por la cultura musulmana al Occidente cristiano, no
fue conocida por los musulmanes de un modo directo, les llegó por los monjes
nestorianos.
Gracias a los nestorianos sirios, recibió el legado de la cultura griega, en
versiones árabes, que hicieron posible el rápido desarrollo de la cultura
islámica. Los nestorianos se interesaron especialmente por Aristóteles.
Pero, obras neoplatónicas (Proclo) fueron tomadas por aristotélicas. También
el mundo cristiano conoció la Isasogoge, de Porfirio, con más de 500
comentarios en árabe.
Con la filosofía griega nació la teología musulmana, o el Kalam, que significa
el arte de discutir, se inició en Damasco y se desarrolló después en Bagdad y
Basora.
Al principio, los cautivadores del Kalam se dedicaron a la casuística interpretativa del
Corán. Trataban principalmente los temas de la predestinación, el libre albedrío y los
atributos divinos.
Después surgió la primera escuela, de los mutazilíes (disidentes) que se
apartó de las interpretaciones literarias y rigurosas.
El mutazalismo representaba la reacción de la cultura siria contra el
antropomorfismo y liberalismo del Corán. Acudían a una interpretación libre
racionalista.
Como reacción, sus adversarios recurren también a la misma filosofía para
defender la ortodoxia.
Su actitud era totalmente distinta a la postura escolástica occidental, no
llevaban a colocar la filosofía al servicio del Corán.
Los conocimientos que los persas y asirios llegan de Alejandría pasan
posteriormente a Toledo para ser traducidas al castellano.
Al-Kindi
La primera gran figura de la filosofía árabe fue Abu Yu-suf Yaqub ibn Ishaq (h. 796-
874), llamado corrientemente Al-Kindi. Vivió en Basora y Bagdad, protegido por los
califas abasíes.
Se le atribuyen más de doscientas cincuenta obras. En Toledo, se tradujeron al
latín sus obras siguientes: De intellectu et intelecto, De somno et visione y De
quinqué essentiis.
Al-Kindi, que perteneció al grupo de los mutazilíes, adquirió un saber
enciclopédico, en el que las matemáticas quedaban como el saber
fundamental, desde el que se podía dar la razón de la esencia de la
realidad y su devenir.
Creó una teodicea (teología natural) en la que se daba una demostración de la
existencia de Dios, a partir de la contingencia de las criaturas, ya que estas reclaman
un ser necesario, creador y ordenador del universo. En el Líber de quinqué essentiis,
desde un sincretismo platónico aristotélico, que será característico de la filosofía
semítica, trata los siguientes temas:
La materia.
La forma.
El lugar.
El movimiento.
El tiempo.
También introduce, en la filosofía del mundo semítico, la temática del entendimiento
agente y el entendimiento posible.
Al-Kindi cree que, para Platón y Aristóteles (De anima) existen cuatro entendimientos
y habla del espíritu como de aquello con lo que el alma (inmaterial y sensible)
piensa.
El entendimiento agente, siempre en acto, substancia espiritual separada, que
produce las formas inteligibles (puro conocimiento que puede ser entendido
sin intervención de los sentidos).
El entendimiento pasivo o potencial (receptivo) capaz de ser actuado
(motivado) por los inteligibles, que provienen del anterior (entendimiento
agente) y que es propio de cada hombre.
El entendimiento adquirido que pasa de la potencia al acto, que es el mismo
entendimiento pasivo de cada alma humana, cuando recibe a los inteligibles.
El entendimiento demostrativo, que conserva lo adquirido y lo transmite a
otros por demostración.
-Kindi, en resumen, defiende la creación del mundo por Dios a partir de la nada,
basándose en argumentos platónicos, y desarrolla una primera versión de la teoría
del intelecto; con la distinción entre el intelecto agente, de carácter divino, que
posee las formas inteligibles de las cosas y el intelecto humano, que está en
potencia y que pasa de la potencia al acto por influencia del intelecto agente.
Mahoma Al-Kindi
Demuestra la existencia de Dios mediante la
Monoteísmo.
contingencia de las criaturas.
Formula un sincretismo platónico-
Moisés y Jesús anulados como profetas.
aristotélico.
Plantea:
Entendimiento agente.
Entendimiento potencial.
Se suprimían todos los milagros.
Entendimiento que pasa de la
potencia al acto.
Entendimiento demostrativo.
Desde las matemáticas se podía dar razón de
Guerra Santa.
la esencia de la realidad y de su devenir.
Al Farabi
Otra gran figura de Bagdad fue Abu Nasr Muhammad ben Tarjan ben Uzlag, Alfarabi
(h. 870-950), es el primero de los grandes comentaristas musulmanes de Aristóteles
y de Porfirio, el famoso discípulo de Plotino.
Natural de Farab (Turquestán persa), poseedor de un saber enciclopédico,
profundamente religioso, pertenecía al grupo de los sufitas.
El sufismo había aparecido en el año 800, por influencia de los monjes cristianos
del Islam. Imitaba la vida ascética cristiana, para llegar al éxtasis y a la unión con
Dios.
Quienes (hermanos de la pureza) a partir de fondo neoplatónico y
racionalista, asumían distintas religiones y filosofías, desde la fe en el Corán
hasta el mazdeísmo, y desde elementos aristotélicos hasta hindúes.
Su doctrina estaba contenida en una especie de enciclopedia de cincuenta
tratados, que abarcaban todas las ramas del saber. Su fondo doctrinal era un
proceso emanantista circular, descendente y ascendente, según el esquema
neoplatónico.
También
Además de sus comentarios a varias obras de Aristóteles, desarrolló la Lógica
Aristotélica, construyó la teoría de demostración y elaboró una doctrina del
conocimiento, en sus tratados De ortu scientiarum y De Intellectu et intellibili. En su
obra Libro de la concordancia entre las opiniones de los sabios, el divino Platón y
Aristóteles, ofreció un sincretismo entre los dos grandes sistemas antiguos, el
platónico y el aristotélico.
Pudo hacerlo por tomar como obra autentica la Teología de Aristóteles,
tratado neoplatónico de autor desconocido. Su interpretación armonizadora le
legó a los otros pensadores musulmanes. No se desprendieron de ella hasta
que Averroes comenzó la depuración del aristotelismo de las
contaminaciones neoplatónicas.
Al-Farabi escribió también obras de ciencias ocultas. No sería extraño que hubiera
sufrido la influencia de los Hermanos de la Pureza, secta secreta, que apareció en
Basora en el siglo X.
Se cree que una de las ideas esotéricas de los Hermanos de la Pureza contenida en el
tratado cincuenta y dos, que no se conoce por su carácter secreto, era que la filosofía
no solo sirve para interpretar y confirmar la fe religiosa, sino también para
modificarla y así perfeccionarla. Debe notarse que esta concepción de la filosofía
aparecerá en los momentos más importantes de la filosofía musulmana.
La metafísica de Al-Farabi representa el primer intento de interpretar
filosóficamente el Corán.
De Dios-Uno proceden por emanación diez inteligencias. La última es el
entendimiento activo (agente) que no solo suministra los inteligibles a los
entendimientos de los hombres, sino que también introduce las formas
corpóreas en la materia terrestre.
Sobre esta última no deja claro si es eterna o también es producida por el
entendimiento agente, (sustancias que produce las formas inteligibles) que
en el Corán aparece como el ángel Gabriel.
En resumen: Al Farabi fue el primer filósofo musulmán que intentó la síntesis de
Platón y Aristóteles referida.
Utiliza por primera vez la distinción entre esencia y existencia para concebir
a Dios como el ser necesario (cuya existencia pertenece a su esencia) y explica
el mundo como el resultado de una emanación de carácter neoplatónico a
partir de Dios.
Distingue diez emanaciones, cada una de las cuales es una inteligencia, que a su
vez identifica con el motor de un de las esferas astrales del sistema
cosmológico aristotélico.
La décima inteligencia corresponde al mundo sublunar y es el intelecto
agente, que hace posible el entendimiento humano.
Avicena
Abu Alí Hosain Ibn Abdalláh Ibn Sina (980-1037), conocido por Avicena, nació en
Afsana, en el Turquestán persa. Junto con Averroes, es el pensador semítico que
ejerció mayor influencia en la cultura occidental. En su juventud, recibió
conocimientos enciclopédicos. Fue muy pronto un médico famoso. Uno de sus libros
Canon de la Medicina (Al-Qanun fi Tibb), fue una obra clásica.
Su obra literaria fue muy vasta. Se le atribuyen cerca de doscientos títulos. Los más
importantes son La curación (Al-Schifa), enciclopedia de dieciocho volúmenes y La
Salvación (Al-Nayat) compendio de la anterior.
La Metafísica de Avicena fue muy famosa entre los medievales (no sigue la
sistematización de Aristóteles) y marcó la historia de la filosofía del mundo
occidental.
La influencia de Avicena se dio especialmente en el ámbito del aristotelismo. Al
insertar en el platonismo la Lógica y la Metafísica de Aristóteles, inició lo que
se ha llamado el esencialismo occidental.
Avicena descubrió que lo que se predica de los singulares es la esencia
absolutamente, un contenido inteligible unitario y coherente, indiferente a la
singularidad o a la universalidad abstracta.
La universalidad la adquieren las esencias como un accidente por estar en el
entendimiento, igual que la esencia que está en los concretos singulares adquiere el de
la singularidad. La universalidad, objeto de estudio de la lógica, no es, por tanto,
conocida directamente, sino por un acto de reflexión.
Lo primero que conoce el entendimiento es el ente, en cuanto es el aspecto
bajo el cual se alcanza todo lo entendido (lo comprehendido).
Por ello, el concepto de ente está implicado en todos los demás conceptos y
todos se resuelven en él. El estudio del ente es objeto de la Metafísica.
En resumen: la metafísica de Avicena supone que todo ser que existe, existe
necesariamente, pero hay una distinción entre ser necesario para sí, es decir, aquel
cuya causa de existir está en sí mismo, Dios, y ser necesario para otro, cuya causa de
existir depende de otro.
La creación es efecto necesario del propio pensamiento de Dios que se piensa a
sí mismo donde surge la Inteligencia Primera.
A partir de ella, se suceden de las inteligencias hasta la décima, de ella emanan
las almas de los hombres.
Las inteligencias se identifican con ángeles o almas celestes. La décima es la
que produce el conocimiento en el intelecto humano que no tiene capacidad
para abstraer las formas a partir de los datos sensibles, sino que las recibe del
intelecto agente por iluminación.
Al-Farabi Avicena
Desarrolla la logística de Aristóteles con ideas
Insertó en el platonismo la lógica y la
neoplatónicas que solo descontamina
metafísica aristotélica.
Averroes.
La esencia es un contenido inteligible unitario
Su fondo doctrinal era un proceso
y coherente. Lo primero que conoce el
emanantista (panteísmo) con actitudes
entendimiento es el ente, por ello está
neopitagóricas y de los gnósticos.
implicado en todos los demás conceptos.
La Metafísica es la ciencia del ente en
Primer intento de interpretar filosóficamente cuanto ente. Lo que se entiende propiamente
el Corán. del ente es la esencia. Debe distinguirse la
esencia de la existencia.
Algazel
Abu-Hamid Mohammed Ibn Mohammed al-Gazzali, Al-gazel (1058-1111), personifica
la reacción religiosa musulmana contra la filsofía. Nació en Gazal, en la Persia
oriental. Estudió en diversas ciudades, después de una crisis de escepticismo, que le
llevó a dudar de todo, y una vez superada, empezó a estudiar. Se desengañó del Kalam
(teología musulmana) y del aristotelismo y se refugió en la fe.
Escribió dos obras contra la filosofía: Maqasid al-falasifa (Las tendencias de los
filósofos) y Tahafut al-falasifa (Destrucción de los filósofos). Fue profesor en Bagdad,
se inició en el sufismo, realizó varios viajes y escribió muchas obras espirituales.
La crítica de Algazel se dirigió contra Alfarabi, Avicena y, sobre todo,
Aristóteles.
Admitía la existencia de las ciencias de la naturaleza y de las matemáticas,
pero, en cambio, era escéptico respecto a la metafísica. Su ámbito debe ser el
propio de la fe.
Sus doctrinas místicas y morales revelan que Algazel era profundamente
religioso. Proclamaba la absoluta omnipotencia y libertad de Dios, que ha
creado el mundo libremente, en el tiempo y como ha querido. Desde su
actitud de exclusividad religiosa, critica la filosofía, que conoce muy bien, con
varios argumentos sobre el escaso valor de las doctrinas racionales sobre
Dios, sobre su existencia y sus atributos.
Argumentando contra los filósofos, que niegan la existencia de milagros, por la
necesidad de las causas naturales, critica la misma noción de causa (causalidad) y
la explica como una costumbre adquirida al relacionar cosas que se realizan
siempre de una manera sucesiva (Hume).
Todas sus críticas están al servicio de la religión. Algazel es un teólogo que,
desde una fe intransigente, juzga muy duramente la filosofía, porque cree
que tiende a la autonomía y a no aceptar la sumisión a Dios.
En realidad, expresaba la actitud más auténtica de los fieles (musulmanes). Con
sus ataques, y por las condiciones políticas y culturales de decadencia, se
terminó la filosofía musulmana oriental.
Península de Arabia
Situada en la parte suroeste del Asia y limitada por el desierto de Siria al norte, el
Golfo Pérsico al este, el Mar Rojo al oeste y el Golfo de Adén al sur. Comprende dos
subregiones: la del Hedjaz al norte y la del Yemen al sur.
Entre la faja costera y la meseta fundaron los árabes sus dos ciudades principales, una
mercantil, Yatrib, llamada posteriormente como Medina y otra capital con rango de
capital religiosa, llamada La Meca.
Avicebrón
Salomón Ibn Gabirol (h. 1020-1060), conocido en el Occidente latino con el nombre de
Avicebrón, Avicembrón o Avencebrol, nació el Málaga, oriundo de una familia
cordobesa; vivió en Zaragoza con no pocas dificultades, teniendo que huir después a
Valencia, donde murió.
Avicebrón concibió del mundo como emanación, no cuestionó al Dios personal
y creador. La tesis filosófica del judío español consiste en el deber fundamental
del hombre de aspirar al conocimiento del mundo, al autoconocimiento de
sí y, mediante ello, al conocimiento de Dios, ya que el ser humano habría
sido creado para este fin.
En esta visión, el ser humano aparece como una realidad privilegiada de la
naturaleza, como un microcosmos.
Maimónides
Rabbi Moses ben Maimún (1135-1204), Maimónides nació en Córdoba. Tuvo
excelentes maestros hebreos y musulmanes.
Conquistada la ciudad por los almohadones, su familia simuló su conversión al
Islam. Sin embargo, la intransigencia frente al judaísmo y a la filosofía le
obligaron a emigrar con toda su familia. En Alejandría fundó una escuela de
filosofía. Después de viajar por varios países, se estableció en Egipto. Se dedicó
con su hermano al comercio de piedras preciosas. Después de arruinarse, se
dedicó al ejercicio de la medicina.
El sultán Saladino le nombró médico de su corte. Fue el jefe de la comunidad
judía en Egipto. Murió en Alejandría.
Su obra principal es la Guía de perplejos, se dirige a aquellos judíos cultos que
perdieron la fe por el estudio de la filosofía griega y andan errantes
(perplejos). Solo con el estudio se puede recobrar la fe, al analizar la Biblia por
medio de una interpretación figurada (relación de semejanza entre cosas
distintas) de los pasajes en cuestión.
El pensamiento filosófico-teológico de Maimónides se desarrolla dentro de la
dialéctica entre las auctoritas y la ratio, entre fe y racionalidad, entre filosofía y
teología.
Él es un creyente y está convencido de la importancia de la doctrina revelada y
de la tradición ortodoxa, pero no puede sustraerse la importancia racional
de la ciencia y de la filosofía de Aristóteles, que conoció vía Al-Farabi, Avicena
y en parte, Averroes.
Él trató de comprender y armonizar simultáneamente la verdad revelada con
el principio racional con la ayuda de la dialéctica de la filosofía. La
vinculación entre religión y filosofía produjo un gran impacto en el judaísmo.
Recibió fuertes críticas desde los ambientes más conservadores, pero él solía
responder que Dios nos ha puesto “los ojos delante y no detrás”.
No es que los espiritus cultos de aquella sociedad esencialmente cristiana temiera por
la de en si, que profesaban de todo corazón, sin sombra de duda ni temor a estar
errados; pero la aparición de una obra como la de Aristóteles, que invadiría todos los
ordenes de la cultura, aficionando a los hombres al saber profano y que al parecer, se
desviaba profundamente del credo cristiano hasta negar la inmortalidad del alma,
podría representar para la cristiandad el peligro de una gran heterodoxia o de un
apartamiento cultural de la fe que podría prolongarse durante siglo, con el
consiguiente daño para las almas.
Y este era el temor y la gran ansiedad dominante en aquella Europa que veía ya
a algunos espíritus conagiaos de lo que se llamo averroísmo latino (el
aristotelismo de Averroes). Que. Desde un punto de vista religioso, constituía
una grave herejía.
La institución salvadora broto en la mente de un joven estudiante de la universidad de
Paris, el que habría de ser Santo Tomas de Aquino: el Aristóteles verdadero, esto es,
depurado de elementos extraño, no solo era conciliable con el Cristianismo, sino que
lo era mucho mas fácil que el propio platonismo.
Santo Tomas era hijo de los condes de Aquino, una de las familias mas nobles de Italia
central. Vivió solo 49 años, pero al cabo de ellos dejo realizada una obra
verdaderamente gigantesca, sistematizada en la Summa Theologica, que pretendió ser
una síntesis del saber filosófico y teológico.
Puede considerarse a Santo Tomas como uno de los mas altos ejemplos
humanos de constancia y de esfuerzo heroico en el cumplimiento de un
designio, de fidelidad a una vocación por encima de todas las dificultades y
desalientos.
Para realizar su idea fundamental hubo que vencer Santo Tomas la oposición,
primero de sus padres, que lo destinaban al ejercicio de las armas; la posterior
oposición de la familia que había transigido con su ingreso en la abadía de
Monte casino en el designio de verlo abad de la misma a que profesase en la
nueva Orden de Santo Domingo, hacia la que se sintió llamado por su
dedicación a la vida intelectual; la dificultad misma de adquirir los materiales
auténticos sobre los que trabajar; la oposición, en fin, del ambiente a su
genuina elección.
Todas fueron superadas por la voluntad de hierro de este fraile humilde, que nos
pintan siempre concentrado y taciturno, con la pluma en la mano, entregado en
cuerpo y alma a una obra que había de deparar a la filosofía uno de los mas grandes
sistemas de la historia y la cristiandad la salvación de un peligro y el impulso para su
mas grande época.
Por eso fue consagrado Santo Tomas como patrono del estudioso y del intelectual
cristiano.
Pero hay todavía un medio superior para un conocimiento mas alto, que es tan
desconocido para el ser humano como el conocimiento instintivo para el animal.
Es lo que llaman los teólogos la luz de gloria, en la que podría verse a Dios en
su ser mismo y comprender los ministros como la Trinidad, la Encamación, la
Eucarística, relativos al ser y al obrar de Dios.
Esta luz de gloria podría brillar para nosotros en la vida paradisiaca por una
gratuita donación o gracia divina que eleve nuestra naturaleza a ese medio
superior, pero no pertenece a nuestra naturaleza.
Por eso tales verdades son para nosotros misterios (no irracionales, sino
suprarracionales) y objeto, no de la filosofía, sino de la teología revelada.
Según esta doctrina, la filosofía deja de ser una mera aclaradora sierva de la teología
(ancilla theologioe), para convertirse en ciencia autónoma con un objeto propio y
distinto.
Con esta teoría fundamenta Santo Tomas la solución media y ortodoxa sobre la
cuestión de nuestro conocimiento de Dios, que se halla entre los dos extremos
heréticos que se conocen por agnosticismo y ontologismo.
Santo Tomas establece que son 5 las vías por las cuales se puede demostrar la
existencia de Dios.
Las cuatro primeras tienen un fondo común, por lo que nos limitaremos a una
de ellas: es evidente que algo existe; pero todo lo que existe requiere una causa,
porque nada es causa de si mismo.
Podría pensarse en una cadena infinita de causas, pero esto es insostenible,
porque si la seria es infinita quiere decir que no hay una primera causa, y si no
hay una primera causa no existe entonces una segunda ni una tercera.
Luego, si algo existe debe tener una causa primera, ser necesario, que es lo que
llamamos Dios.
Pues bien, el mundo en que habitamos es una estructura infinitamente mas compleja y
bien dispuesta que la composición del rompecabezas; el mas diminuto ser vivo
contiene una perfección tal que no puede el humano sonar con construir un
organismo semejante.
Es pues, preciso admitir una inteligencia soberana que dio el ser y el orden a
todo este inmenso Universo.
Dijimos que este argumento no es metafísicamente concluyente, porque no
puede negarse que una posibilidad entre las infinitas posibles es esa en que las
piezas del rompecabezas formen una pagina de la Biblia: no hay en ello
imposibilidad metafísica, pero si imposibilidad practica, de tal forma que nadie
podría admitirlo como, según Tomas, nadie podría concebir a este mundo
como formado al azar.
Pero el Dios a cuyo conocimiento cierto llega Santo Tomas a través de esas vías no es
el Dios meramente filosófico de Aristóteles, primer motor inmóvil, acto puto que
mueve sin personalidad ni providencia (presciencia) a las cosas de este mundo, sino
que se trata del Dios concreto, personal y vivo del Cristianismo.
Utiliza para esto la teoría (que ya vimos de Aristóteles) de la analogía del ser con la
que, sin romper el vinculo por relación entre Dios y las cosas creadas, afirma su
radical diferenciación; y también la composición, en los seres creados, de esencia y
existencia, que en Dios coinciden de acuerdo con la definición mosaica de soy el que
soy.
Este ser diferente del mundo, causa y principio de cuanto existe, es el Dios
personal, providente y amoroso del Cristianismo.
El mundo fue creado libremente por Dios de la nada y tuvo un comienzo en (con) el
tiempo.
Como pensaba Aristóteles, los únicos seres realmente existentes en la
naturaleza son las sustancias o cosas concretas, singulares que se componen de
materia y forma.
La materia es causa de su individualización y la forma, de sus perfecciones
generales o especificas.
N el conocimiento intelectual se ilumina la forma, que es el universal de las
cosas, y se engendra en el sujeto la idea o concepto, que es el universal en la
mente.
De aquí se deduce la solución que Santo Tomas da al problema de los universales, que
se conoce con el nombre de realismo moderado y, que puede considerarse como la
ultima y definitiva palabra de esta controversia en la edad media.
El más grande de los escolásticos, auténtico genio metafísico y uno de los más
grandes pensadores de todos los tiempos, Tomás de Aquino elabora un sistema
de saber de índole más aristotélica que platónico-agustiniana, admirable por
su transparencia lógica y la orgánica conexión de sus partes.
Italiano por parte de su padre, Landolfo –conde de Aquino- y normando por
parte de madre, Teodora. Nació en Rocca-secca (Lacio meridional), en 1221.
Recibió su primera educación en la abadía de Monte casino, adonde fue
llevado con la esperanza de que contribuyese a la honra de su estirpe.
En efecto, el abad de Monte casino era un poderoso señor feudal. Sin embargo,
debido a las continuas guerras entre el Papa y el Emperador, la abadía pronto
se vio reducida a un estado de abandono desolador y triste decadencia. En
consecuencia, prosiguió sus estudios en Nápoles, en la universidad que
había sido recientemente fundada por Federico II.
En Nápoles entró en contacto con la orden dominica, muchos de sus miembros se
habían dedicado al estudio y a la enseñanza universitaria.
Decidió ingresar en la orden, atraído por esta nueva forma de vida religiosa,
abierta a las nuevas realidades sociales, que tomaba parte en el debate cultural
y que se hallaba exenta de intereses mundanos. Su decisión fue firme e
irrevocable, a pesar de la oposición que su familia le manifestó de modos
diversos.
Su familia quería que él fuera clérigo. Él decide meterse a dominico, una orden
mendicante; un noble no podía vivir en una orden mendicante, su familia lo
evitó a toda costa. Su madre “perdió a ese hijo”, es decir, Tomás.
Entre 1248 y 1252 fue discípulo de Alberto Magno en Colonia, donde mostró su
talento especulativo muy rápidamente. Invitado por su maestro a exponer su punto de
vista sobre una quaestio discutida, Tomás –que era llamado el “buey mudo” por su
talante reservado y silencioso- expuso el problema con tanta profundidad y claridad
que hizo que Alberto exclamase: “Este, al que llamamos buey mudo, mugirá tan fuerte
que se hará oír en todo el mundo”.
Cuando en 1452 el maestro general de la orden dominica pidió un joven bachiller (hoy
se le llamaría un profesor ayudante o adjunto) para que iniciase su carrera académica
en la Universidad de París, Alberto no vaciló en señalar a Tomás.
Tomás enseñó en París desde 1252 hasta 1254 como baccalaureis biblicus y
desde 1254 hasta 1256 como baccalaureus sententiarius. Aunque no nos
hallegado ningún texto de sus enseñanzas bíblicas, de sus comentarios a las
Sentencias de Pedro Lombardo, se conserva el monumental Scriptum in libros
quattuor sententiarum.
Asimismo, pertenecen a este período los opúsculos De ente et essentia, De
principas naturae, en los que Tomás expone los principios metafísicos
generales que servirán de inspiración a sus posteriores reflexiones.
Una vez superados los obstáculos puestos por los “maestros seculares”, se les otorgó
junto a San Buenaventura el título de magister en teología y obtuvo la cátedra de
París, donde enseñó desde 1256 hasta 1259. A estos años se remontan las Questiones
disputatae de veritate, el Comentario al De Trinitate de Boecio, y la Summa contra los
gentiles.
Después de este período parisiense, Tomás peregrinó por las principales
universidades europeas. Pertenecen al período las Quaestiones disputatae de
potentia, el Cometario al De divinis nominibus del Pseudo-Dionisio, el
Compendium theologiae y el De substantiis separatis.
Llamado a París por segunda vez, para combatir a los antiaristotélicos y a los
averroístas, cuyo caudillo era Siger de Brabante, escribe el De aeternitate
mundi y el De unitate intellectus contra averroístas, y se dedica a la redacción de
su principal obra, la Summa theologiae, que había iniciado en su etapa romana
y de Viterbo, continuada en París y luego en Nápoles, pero inconclusa.
Su salud iba decayendo. Su fiel amigo y secretario, Reginaldo de Piperno, que le
exhortaba a terminar su obra, le expresó: Raynalde, non possum, quia omnia quae
scripsi videntur mihi paleage (“Reginaldo, no puedo, porque todo cuanto he escrito me
parece una necedad”). Y, ante la insistencia de Reginaldo, repitió: videntur mihi
paleae respect eorum quae vidi et reveíala sunt mihi (“Me parece una necedad en
relación a las cosas que he visto y que me han sido reveladas”), lo cual da a entender
el sentido de limitación y casi de vaciedad que tenía su propia obra para un
hombre profundamente religioso como Tomás, ante el misterio de la muerte y la
esperanza del encuentro con Dios.
Tomás escribe en la Summa contra gentiles, a propósito de las verdades que hacen
referencia a Dios: “Existen algunas verdades que superan todos los poderes de la
razón humana, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Hay otras verdades a las que se
puede llegar a través de la razón natural, por ejemplo, que Dios existe, que Dios es
uno, y otras semejantes”.
En otras obras, Tomás expone al mismo tiempo verdades naturales y verdades
sobrenaturales, pero en este caso los tres primeros libros están dedicados a las
verdades que considera accesibles a la razón.
La Ontología
La esencia es el “qué es” de una cosa, pero solo es potencia de ser: únicamente en
Dios potencia y existencia coinciden; en el mundo y en el hombre no existe
correspondencia entre potencia de ser y existencia real.
Por este motivo, solo Dios es necesario (posee en propiedad el acto de ser): el
mundo, en cambio, es contingente, porque posee el ser solo por
participación.
En Tomás, el acto de ser es superior a la esencia, hasta el punto de que su
filosofía puede considerarse una metafísica del ser.
El problema dominante es, pues, establecer qué es el ser (y no qué es la
esencia), o bien por qué existe el ser y no la nada. La solución pertenece al
ámbito del misterio, y al ser humano le corresponde asombrarse cada vez que
todo lo que existe exista, porque sería más lógico que no existiera. (es mas
fácil no existir que existir).
Distinto es el discurso sobre los modos del ser que son, para nuestro filósofo,
las diez categorías.
Todo ente contiene en sí lo uno, lo verdadero y lo bueno (los llamados
trascendentales del ser), por lo que puede decirse que el ser es uno, verdadero y
bueno.
Decir que el ser es uno significa afirmar que es intrínsecamente no
contradictorio; pero también en este caso la unidad se expresa de Dios, y del
ser humano solo por analogía. En efecto, Dios es verdaderamente simple, en
cambio el ser humano es una unidad por composición (esencia + actus essendi).
Lo verdadero es un trascendental del ente en el sentido de que todo ente es
inteligible.
Pero este puede decirse en dos sentidos: por un lado, para afirmar que existe
una verdad ontológica (todo ente es verdadero porque se adecúa al
intelecto divino que lo piensa) y, por otro, para afirmar que existe una
verdad lógica que es la adecuación de nuestra mente humana al objeto.
La verdad de un ente depende del grado de ser que posee; en este sentido,
Dios, que es sumo ente, es también suma verdad.
Por último, todo lo que es, es también bueno porque es fruto de la bondad
difusiva de Dios. A la luz de esto, Dios se presenta como sumo Bien.
Trascendentales:
Por eso, decir lo uno, lo verdadero y lo bueno son los trascendentales del ser, es lo
mismo que decir que el ser es uno, verdadero y bueno.
Aunque no se la puede calificar de tesis central, lo cierto es que esta tesis es la que
sirve para calificar de cristiana a la metafísica de Tomás.
Todo lo que es –todo ente- es bueno, porque es fruto y manifestación de toda
bondad suprema y libremente difusiva de Dios.
Al igual que una idea musical no puede expresarse a través de un único sonido,
dada la riqueza de aquella y la pobreza de este, del mismo modo la bondad
suprema de Dios no pudo revelarse a través de una sola criatura.
El mundo, con sus infinitas maravillas, es un primer intento de expresar esta
bondad.
Todas las cosas, pues, tanto individualmente como en su conjunto, son buenas,
porque tienen determinado grado de ser y de perfección.
El cristiano no puede ser pesimista. Es, de manera radical, optimista el
asombro admirado ante lo creado refleja una actitud aún más radical, propia de
quien se siente participe de la bondad de Dios y orgulloso de descubrir esa
dependencia, que exalta y no humilla.
Todo ente es bueno porque todo ente es a su modo una perfección, pero al
mismo tiempo, todo ente es bueno porque es objeto de una voluntad o, más en
general, de un apetito o de un deseo, la bondad implica el deseo de dicha
perfección.
Las cosas son buenas en cuanto han sido queridas por Dios de una forma
fundamentalmente: Dios crea amando; son queridas por el hombre de forma
derivada: el hombre ama las cosas porque son buenas.
Desde la perspectiva del bien en cuanto algo es deseado por nosotros, Tomás
distingue entre:
El bien honesto, que es el bien deseado por sí mismo;
El bien útil, que es deseado como medio para alcanzar otro bien; y,
El bien deleitable, que es el bien deseado por el placer que ofrece.
Lex aeterna
La Lex aeterna es el plano racional de Dios, el orden del universo.
Ahora bien, este orden es en parte desconocido y en parte conocido para el
hombre: la parte conocida es la ley natural, cuya esencia puede reducirse a la
siguiente máxima: “hay que hacer el bien y evitar el mal, y el bien es lo que tiende
a la conservación y el mal a la destrucción”.
Estrechamente ligada a la ley natural está la ley humana, esto es, el derecho
positivo establecido por el hombre.
Este deriva de la ley natural de dos modos: o por deducción (y tenemos el ius
Gentium) o por especificación (y entonces tenemos el ius civile).
Por ejemplo, forma parte del ius getium (derecho de gente) la prohibición del
homicidio, mientras que formaría parte del ius civile la sanción que hay que
imponer al homicida.
El libre arbitrio
El ser humano, para Tomas, es naturaleza racional, capaz de conocer: ratio est
potissima hominis natura. Precisamente esta es la concepción del hombre que
encontramos en la base de la ética y de la política del Aquinate.
Antes que nada el hombre conoce el fin hacia el cual todas las cosas
tienden por naturaleza, conoce un orden de las cosas, cuya cima está
ocupada por Dios como Bien supremo. Indudablemente, si el intelecto pudiese
ofrecer la visión beatífica de Dios, la voluntad humana no podría quererla.
Pero, aquí en nuestro mundo, esto no es posible.
Durante la vida terrena el intelecto solo conoce el bien y el mal de las cosas y
acciones que no son de Dios y, en consecuencia, la voluntad es libre de
quererlas o no quererlas. Este es el sentido de la fórmula ratio causa
libertatis.
En el libre arbitrio, en la libertad humana (en absoluto menoscabada por la
presciencia de Dios, que prevé lo necesario y lo que será libre, es decir, debido
exclusivamente a la libertad humana), Tomás ve la raíz del mal, concebido –al
igual que Agustín- como carencia de bien.
“El hombre, por su propia naturaleza, posee libre arbitrio: no está determinado hacia
un fin, se dirige libremente hacia un fin”.
Y al igual que existe en él un habitus natural que le sirve para captar los
principios del conocimiento, también hay siempre en él una disposición o
habitus natural –la sindéresis- que lo lleva a comprender aquellos
principios que guían las buenas acciones.
Comprender, sin embargo, no significa actuar. Y el hombre, precisamente
porque es libre, peca cuando se aleja deliberadamente e infringe aquellas
leyes universales que la razón le da a conocer y la ley que Dios le revela.