Prueba Comic
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Puntaje Total:
5. Cuando Condorito dijo: “No se preocupe, yo voy a hacer todo por ella”, ¿a qué se
estaba refiriendo?
a) A que realizaría las labores del hogar
b) A que realizaría todo lo posible porque Josefina se mejorará
c) A que lo acompañaría a la cena de la empresa
d) A que lo cuidaría como su hijo
6. Del texto se puede inferir que lo que realmente le importaba al hombre era:
a) El valor de la consulta.
b) La salud de su esposa.
c) Quien haría las labores domésticas.
d) El tiempo que su esposa estaría enferma.
Quiero contarles que el lunes pasado, jugando en los patios del colegio descubrimos entre los
matorrales a cinco gatitos pequeños, dos de ellos con manchas negras y los otros blanquitos como
la nieve.
Cuando los profesores y los padres se enteraron de que durante la semana los estuvimos
alimentando y cuidando, dijeron que los gatitos no podían quedarse con nosotros. Ellos dicen que un
colegio no puede haber animales.
Yo creo que los gatitos deben seguir en nuestro colegio, porque no molestan ni hacen daño a nadie,
y nos hemos organizado por grupos para traer de nuestras casas su alimento. Además, los gatitos
no tienen adónde ir. Si lo echamos, es posible que los atropelle algún auto o que mueran de hambre,
ya que son muy pequeños para sobrevivir solos.
Es mejor que se queden con nosotros. ¿No dicen siempre los mayores que hay que cuidar a los
animales?
Mis compañeros y algunos niños de otros cursos piensan igual que yo.
Creemos que cuando ellos crezcan pueden ser de gran utilidad para el colegio, ya que es sabido que
donde hay gatos no hay ratones.
Estamos seguros de que usted, como director de nuestro colegio, nos permitirá quedarnos con los
gatitos, y nosotros nos comprometemos a cuidarlos.
Se despide agradecido.
Salvador Gómez.
7. El texto que acabas de leer es:
a) Literario
b) No literario
c) Narrativo
d) Fantástico
Llegó en la tarde Pedro Urdemales con sus amigos y comieron y bebieron hasta
quedar tiesos; y cuando llegó la hora de irse, llamó Pedro al dueño de la cocinería y le
preguntó:
—Cuánto le debo, patrón
—y el cocinero le respondió: —Veinte pesos, señor — a lo cual Pedro Urdemales,
dando vuelta su sombrero y mostrándole uno de los cachitos, le dijo:
—Páselos por este cachito. Entonces el cocinero dijo:
—Está bien, señor —hizo un saludo, y sin más se fue.
Al otro día temprano, se dirigió a una tienda y compró toda clase de ropa blanca:
camisas, calzoncillos, pañuelos y demás. Pagó la cuenta y le hizo al comerciante el
mismo encargo que al dueño de la cocinería. Pedro Urdemales se hizo el encontradizo
con sus amigos, anduvo paseando un rato con ellos y después les dijo que lo
acompañaran a comprar un poco de ropa blanca, que necesitaba.
Fueron todos juntos y una vez que pidió lo que en la mañana había comprado y
pagado, y que se lo envolvieron, preguntó cuánto debía:
—Treinta pesos, señor —le dijeron.
—Bueno pues —contestó Pedro Urdemales dando vuelta su sombrero— páselos por
este cachito.
—Está bien, señor —dijo el tendero, hizo un saludo y se fue a atender a otro casero.
A todos los amigos de Urdemales les llamó la atención este modo tan singular de
pagar cuentas, y le preguntaron que cómo era que, con solo dar vuelta el sombrero y
decir “páselos por este cachito”, la cuenta quedaba pagada. Pedro les dijo que el
sombrero era de virtud y que se lo había traído de un país muy lejano un pariente
suyo, que había muerto.
Uno de los amigos, que era rico, le propuso que se lo vendiera; pero él le contestó que
era muy caro y que no lo vendería por nada. Pero tanto lo majadereó, que al fin se lo
vendió por todo el dinero que el amigo llevaba consigo.
Dueño del sombrero este amigo, creyó que iba a hacer lo mismo que Urdemales, pero
le salió la gata capada. Convidó a muchos conocidos a comer a un gran restaurante y
comieron y bebieron de lo mejor. Cuando le trajeron la cuenta, preguntó sin mirarla:
— ¿Cuánto es? —a lo que el mozo contestó:
—Trescientos pesos, señor.
Entonces dio vuelta su sombrero y señalando una de las puntas le dijo al mozo:
—Pásalos por este cachito.
—Le digo, señor, que son trescientos pesos —repuso.
—Y yo te digo que los pases por este cachito.
—No se burle de mí, señor; tiene que darme los trescientos pesos, y si no, llamo a la
policía.
Y fue lo que sucedió, porque como le había dado a Pedro Urdemales todo lo que
llevaba consigo por el sombrero, no pudo pagar y tuvo que ir preso.
14. ¿Cuál fue el primer lugar que visitó Pedro Urdemales y sus amigos?
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