Orígenes Del Pueblo Egipcio
Orígenes Del Pueblo Egipcio
Orígenes Del Pueblo Egipcio
Los orígenes de la antigua civilización egipcia, que muchos consideran como una de las fuentes de la cultura occidental, no
se pueden establecer con certeza. Los testimonios arqueológicos sugieren que los primitivos habitantes del valle del Nilo
estuvieron bajo la influencia de las culturas del Próximo Oriente, pero el grado de esta influencia está por determinar.
Tanto la descripción del desarrollo de la civilización egipcia, como los intentos de identificar sus fundamentos intelectuales,
son en gran parte una serie de conjeturas basadas en los descubrimientos arqueológicos de los restos de ruinas, tumbas y
monumentos, la mayoría de los cuales contienen muestras muy valiosas de la cultura antigua. Las inscripciones en jeroglíficos,
por ejemplo, han proporcionado datos de extrema importancia.
La base para el estudio del periodo dinástico de la historia egipcia, entre la primera dinastía y el periodo de los tolomeos,
reside en el Aegyptiaca de Manetón, un sacerdote tolemaico del siglo III a.C., que organizó una lista de reyes dividida en 30
dinastías.
Ver: PSU: Historia y Ciencias Sociales; Pregunta 55
Existe un acuerdo general sobre las divisiones de la historia egipcia, hasta la conquista de Alejandro III el Magno, en los
imperios antiguo, medio y nuevo con periodos intermedios, seguidos por los periodos tardío y de los tolomeos, fijado
cronológica y genealógicamente gracias a los nuevos hallazgos y el uso creciente de sofisticados métodos de datación.
Prehistoria
Hace unos 60.000 años, el río Nilo comenzó las inundaciones anuales de los terrenos de su cuenca, dejando tras de sí un
fértil suelo aluvial. Las áreas cercanas a la llanura de inundación permitieron garantizar los recursos alimentarios y el agua
Con el tiempo, los cambios climáticos, que comprendían periodos de aridez, permitieron afianzar el asentamiento humano en
el valle del Nilo. Desde el periodo calcolítico (edad del cobre, que comienza hacia el 4000 a.C.), hasta comienzos del Imperio
Antiguo, la población se extendió por una gran área.
En el séptimo milenio a.C., Egipto contaba con unas condiciones medioambientales apropiadas para la ocupación humana.
Se han encontrado evidencias de asentamientos desde ese tiempo en las áreas del sur o Alto Egipto; restos de ocupación
similares se han descubierto en los emplazamientos nubios (actualmente Sudán).
Se han encontrado bastantes fragmentos de cerámica en las tumbas del Alto Egipto desde el cuarto milenio a.C. (en el periodo
predinástico) que permiten establecer una secuencia de datación relativa. El periodo predinástico, que finaliza con la
unificación de Egipto en un único reino, se subdivide por lo general en tres fases, cada una de ellas se refiere a los yacimientos
en los cuales se encontraron sus materiales arqueológicos: badariense, amratiense (Nayada I) y geerziense (Nayada II y III).
Los yacimientos del norte (desde el 5500 a.C.) han proporcionado material para establecer una datación arqueológica de cierta
continuidad pero no ofrece una cronología larga como las encontradas en el sur.
Las fuentes arqueológicas muestran el nacimiento, hacia el final del periodo geerziense (3200 a.C.), de una fuerza política
dominante que se convirtió en el elemento de consolidación del primer reino unificado del antiguo Egipto.
El jeroglífico más antiguo que se conoce data de este periodo; pronto los nombres de los soberanos empezaron a aparecer
en los monumentos. Tras la finalización del reinado de Narmer (3100 a.C.), siguieron la I y II Dinastías (3100-2755 a.C.), con
al menos 17 reyes. Algunas de las grandes estructuras funerarias (predecesoras de las pirámides) se construyeron en Sakkara
y Abidos durante la existencia de estas dos dinastías.
El Imperio Antiguo
El Imperio Antiguo (2755-2255 a.C.) comprende desde la III hasta la VI Dinastías. La capital estaba en el norte, en Menfis, y
los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. La religión desempeñó un papel
importante, como queda registrado en la mitología egipcia; de hecho, el gobierno había evolucionado hacia un sistema
teocrático, en donde el faraón era considerado un dios en la tierra, por lo que gozaba de un poder absoluto.
La edad de oro
La III Dinastía fue la primera de las ubicadas en Menfis, y su segundo soberano, Zoser o Djoser (2737-2717 a.C.), reforzó la
unidad nacional al unir los símbolos del norte y sur en su construcción funeraria en Sakkara. En general, la III Dinastía marcó
el principio de la edad de oro de una nueva y vigorosa cultura.
La IV Dinastía se inició con el faraón Snefru, entre cuyos proyectos de edificación se encontraban las primeras pirámides en
Dahshur (al sur de Sakkara). Snefru, el rey guerrero del cual quedan extensos documentos, realizó campañas en Nubia, Libia
y el Sinaí.
El desarrollo del comercio y la minería trajo la prosperidad al reino. Snefru fue sucedido por su hijo Keops, que erigió la Gran
Pirámide en Gizeh. Aunque se conoce poco de su reinado, aquel monumento no sólo atestigua su poder sino que también
indica la complejidad que la burocracia había alcanzado. Redjedef, hijo de Keops (reinó en 2613-2603 a.C.), introdujo una
divinidad asociada al elemento solar (Ra o Re) en el título real y en el panteón religioso. Kefrén, otro hijo de Keops, sucedió a
su hermano en el trono y construyó su complejo funerario en Gizeh.
Otro miembro de la dinastía fue Mikerinos (reinó en 2578-2553 a.C.); conocido por haber erigido la más pequeña de las tres
grandes pirámides de Gizeh.
En la IV Dinastía, la civilización egipcia alcanzó la cumbre de su desarrollo y este alto nivel se mantuvo durante la V y VI
Dinastías. El esplendor manifestado en las pirámides se extendió a numerosos ámbitos del conocimiento como arquitectura,
escultura, pintura, navegación, artes menores y astronomía; los astrónomos de Menfis establecieron un calendario de 365
días.
Los médicos del Imperio Antiguo también mostraron un extraordinario conocimiento de fisiología, cirugía, el sistema circulatorio
humano y el uso de antisépticos.
El Imperio Medio
Sin un gobierno centralizado, la burocracia no era efectiva, ya que se impuso la atomización del poder. El arte egipcio se hizo
más local, y no se construyó ningún complejo funerario destacado. La religión también se democratizó cuando las clases
inferiores reclamaron privilegios que previamente estaban reservados sólo a la realeza. Por ejemplo, podían usar fragmentos
extraídos de los Textos de las Pirámides en las paredes de sus ataúdes o tumbas.
Reunificación
Aunque el Imperio Medio (2134-1784 a.C.) se data englobando la XI Dinastía, comienza propiamente con la reunificación del
territorio por Mentuhotep II (reinó en 2061-2010 a.C.).
Los primeros soberanos de la dinastía intentaron extender su control desde Tebas hacia el norte y el sur a la vez, iniciando un
proceso de reunificación que Mentuhotep completó, después del 2047 a.C. Mentuhotep gobernó durante más de 50 años, y a
pesar de rebeliones esporádicas, mantuvo la estabilidad y el control en todo el reino. Reemplazó algunos nomarcas y limitó el
poder de los nomos, que todavía era considerable. Tebas fue su capital, y su templo funerario en Dayr al-Bahari incorporó
elementos tradicionales y religiosos; la tumba se separó del templo y no hubo pirámide.
El reinado del primer faraón de la XII Dinastía, Amenemes I, fue pacífico. Estableció una capital cerca de Menfis y, al igual que
Mentuhotep, frenó las pretensiones tebanas y favoreció la unidad nacional.
Sin embargo, al importante dios tebano Amón se le otorgó más importancia que a otras divinidades. Amenemes exigió la
lealtad de los nomarcas, reorganizó la burocracia y formó un cuerpo de escribas y administradores.
La literatura fue predominantemente propagandística y estaba diseñada para fortalecer la imagen del faraón como "buen
pastor" más que como un dios inaccesible. Durante los últimos diez años de su reinado, Amenemes reinó con su hijo como
co-regente. La historia de Sinuhé, una obra literaria escrita en el Imperio Nuevo, da a entender que el rey fue asesinado.
Los sucesores de Amenemes continuaron su programa. Su hijo, Sesostris I (reinó entre 1962-1928 a.C.) erigió fortalezas por
toda Nubia y estableció relaciones comerciales con el extranjero. Envió gobernadores a Palestina y Siria, y luchó contra los
libios en el oeste. Sesostris II, (reinó en 1895-1878 a.C.), comenzó el saneamiento de Fayún. Su sucesor, Sesostris III (reinó
entre 1878-1843 a.C.), construyó un canal en la primera catarata del Nilo, formó un ejército permanente (que utilizó en su
campaña contra los nubios) y edificó nuevas fortalezas en la frontera meridional. Dividió administrativamente Egipto en tres
unidades geográficas, cada una controlada por un oficial bajo la supervisión de un visir y no reconoció a ninguno de los nobles
provinciales. Amenemes III continuó la política de sus predecesores y amplió la reforma sobre la propiedad de la tierra.
Los reyes tebanos iniciaron un enérgico renacimiento de la cultura. La arquitectura, el arte y joyería del periodo revelan una
extraordinaria delicadeza de diseño, y la época se considera la edad de oro de la literatura egipcia.
El Imperio Nuevo
Con la unificación del territorio egipcio y la fundación de la XVIII Dinastía por Amosis I, comenzó el Imperio Nuevo (1570-
1070 a.C.). Amosis restableció los límites, los objetivos y la burocracia del Imperio Medio, y reactivó su programa de
aprovechamiento de la tierra. Mantuvo el equilibrio de poder entre los nomarcas y él mismo con el apoyo del ejército. La
importancia de la mujer en el Imperio Nuevo se ilustró por los altos títulos y la destacada posición de las esposas y madres de
los faraones.
El Periodo Ramesida
El fundador de la XIX Dinastía, Ramsés I (reinó en 1293-1291 a.C.) había servido durante el reinado de su predecesor como
visir y jefe del ejército. Gobernó sólo dos años y fue sucedido por su hijo Seti I (reinó en 1291-1279 a.C.); dirigió campañas
militares contra Siria, Palestina, los libios y los hititas. Seti construyó un santuario en Abidos; al igual que su padre, favoreció
la capitalidad del delta, instalando su centro cerca de Tanis.
Le sucedió su hijo Ramsés II que reinó durante 67 años. Fue responsable de la mayor parte de las construcciones en Luxor y
Karnak, al construir el Ramesseum (su templo funerario en Tebas), los templos esculpidos en la roca en Abu Simbel y los
santuarios en Abidos y Menfis. Tras las campañas militares contra los hititas, Ramsés hizo un tratado con ellos y se casó con
una princesa hitita. Su hijo Meneptah (reinó entre 1212-1202 a.C.) derrotó a los denominados pueblos del mar, los invasores
provenientes del mar Egeo que asolaron el Próximo Oriente en el siglo XIII a.C., hechos narrados en un texto esculpido en
una estela donde figura la primera mención escrita conocida del pueblo de Israel. Los posteriores soberanos tuvieron que
hacer frente a los levantamientos constantes de las poblaciones sometidas por Egipto.
El segundo soberano de la XX Dinastía, Ramsés III, hizo grabar sus numerosas victorias militares en las paredes de su
complejo funerario en Medinet Habu, cerca de Tebas. Tras su muerte, el Imperio Nuevo decayó a causa del creciente poder
de los sacerdotes de Amón y del ejército.
Baja época
Los faraones incluidos desde la XXV hasta la XXXI Dinastías gobernaron Egipto durante lo que se conoce como Baja época.
Los cusitas gobernaron desde el 767 a.C. hasta que fueron derrotados por los asirios en el 671 a.C. Se restablecieron los
soberanos egipcios a comienzos de la XXVI Dinastía por Psamético I.
El resurgir de nuevos logros culturales, reminiscencia de épocas anteriores, alcanzó su plenitud con la XXVI Dinastía. Cuando
el último faraón egipcio fue derrotado por Cambises II en el 525 a.C., el país cayó bajo dominio persa durante la XXVII Dinastía.
Egipto reafirmó su independencia con las XXVIII y XXIX Dinastías, pero la XXX Dinastía fue la última de soberanos egipcios.
La XXXI Dinastía, que no se menciona en la cronología de Manetón, representó el periodo de la segunda dominación persa.