Caballos de La Pampa en La Poesia de Marechal
Caballos de La Pampa en La Poesia de Marechal
Caballos de La Pampa en La Poesia de Marechal
DE MARECHAL
POR
EL AMBIENTE
S
E dan frecuentemente en los poetas determinadas preferencias,
cuyo origen hay que buscarlo en el medio ambiente o en pro-
fundas e ineludibles inclinaciones del corazón. Dichas prefe-
rencias pueden ser de dos órdenes : vital o teórico . Las ex-
periencias de orden vital son la consecuencia necesaria e inmediata
de nuestro paso por la vida y en ellas viene a apoyarse en definitiva
toda posición teórica que haya de tener alguna raigambre . Las
inclinaciones del corazón no se sabe nunca bien a qué secretas razo-
nes obedecen, pero lo cierto es que existen y que influyen, acaso con
más fuerza que nada, en la obra de escritores y poetas .
No le bastó a Ricardo Gúiraldes el haber vivido la vida de la
pampa argentina ; le fué necesaria su larga estancia en el extranjero
para que la nostalgia de la llanura y los recuerdos de la infancia fue-
sen cuajando en una decantada visión, que le llevó a conseguir su mag
nífico Don Segundo Sombra. Don Segundo no es, ya lo dice su nom-
bre, el primero, el protagonista . El primero es él, Güiraldes en per-
sona, soñándose protagonista . Protagonista cuyos deseos van refleján-
dose en una sombra que queda en segundo término : Don Segundo.
Por eso el libro de Güiràldes es fundamentalmente la proyección de
una dimensión humana sobre la pampa.
También Leopoldo Marechal ha proyectado sobre la pampa su
dimensión humana ; también se ha sentido atraído y envuelto por
ella, por esa pampa interminable que con tal fuerza se apodera de
las almas de quienes la viven. Pero hay que vivirla intensamente . Hay
que irla guardando día a día en los ojos y en el sueño para que
reviva y fructifique en la obra de un poeta.
La pampa es larga, inmensa, no tiene otra medida que su lon-
gitud y su profundidad. Por eso no llegan a comprenderla ni el que
la atraviesa demasiado a prisa-en tren o en automóvil-, ni el que
la atraviesa demasiado despacio, a pie, el «linyera». El linyera está
demasiado dominado por la pampa, pegado a ella ; es como si fuera
un elemento integrante de la misma, pero sin la amplitud suficiente
de movimientos para abarcarla y comprenderla, sin la atalaya del
caballo que le dé la pequeña libertad y dominio que eso significa .
Quien la surca veloz se desliza, como el viajero de un gran trans-
atlántico sobre el mar, a demasiada distancia, sin tomar contacto ni
cobrar intimidad con ella . Y lo mismo que al mar no se le siente
más que en las pequeñas barcas de pescadores, así à la pampa no
es posible sentirla en toda su intensidad más que a caballo, desde el
caballo. El animal de la pampa, en cuyo galope se abarca la distarn-
cia, pero cuyas patas, firmemente unidas a tierra, han de ser guia-
das directamente por la mano del hombre. Un hombre que sobre la
abierta y verde llanura se siente tan parte integrante de la misma
como el ombú o los sauces, a cuya sombra halla cobijo y descanso
su soledad.
Si todo poeta lírico es, casi por definición, un solitario cuya ori-
ginalidad estriba en la manera de contrastar el mundo con su soledad,
el poeta de la pampa, el solitario en la soledad, llega a lo que no
llega ningún otro solitario : a amar la tierra en que habita . Se ha
hermanado con la llanura y la necesita para vivir. Cielo, tierra v
aire son los solitarios amigos que le rodean . Alegres y acogedores en
las horas de calma y placidez . Pero cuando en la pampa se desatan
los elementos de una naturaleza enfurecida, el hombre se encuentra
inerme y desvalido ante el fuerte pampero, los cangrejales tràício-
neros o el río desbordado . Más tarde, cuando todo vuelve a su cauce
y por el aire se extiende un fuerte olor a tierra mojada, el hombre
de la pampa recobra poco a poco su medida .
Pero no puede recobrarse plenamente esa medida sin el caballo,
Es el caballo el que evita que quede a merced de los elementos o de
las fieras, el que le da fuerzas para llegar a los ríos, medios para
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dominarla tropilla o la vacada que son su vida . Por eso no es de ex-
trañar que en la poesía de Marechal, hombre de la llanura, con la
pampa en el corazón y el caballo en el recuerdo-ya sea el salvaje y
duro mestizo criollo o el mítico centauro del sueño-, el noble bruto
cobre tal importancia que se destaque de una manera incuestionable .
Vamos, pues, a seguir' al poeta Marechal al filo de una rienda que
refrena o alienta el galope de su imaginación por la llanura .
EL CABALLO
Para ello no se necesitan más que dos cosas : unos muslos hechos
a sentir el lomo, a formar cuerpo con él, y unas manos que, apoyadas
en las tablas del cuello o sujetas a las rizadas crines, ofrezcan el pre-
ciso soporte a la carrera
Pero es, más que al caballo real, al centauro-el caballo del size-
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ño-, al que quisiera cabalgar por la pampa,de sus amores ; y eso no
es «ni difícil ni fácil» . . .
Es como alborotar
las melenas del aire,
pisoteando silencios
y alarmando paisajes .
No bien me vi jinete
del animal insigne
y me prendí al revuelto
matorral de sus crines,
se oyó un trueno de patas
musicales.
La trotadora bestia
fue dolor en el arco
y armonía en las cuerdas.
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También descubre ese conocimiento cuando traza el diseño de
un caballo alertado
Si es otro tu elemento,
galoparé contigo
la ruta que frecuentan.
los caballos marinos ;
o el sendero del aire,
donde tiene dominio,
ya la pluma del úngel,
ya la garra del grifo.
Pero si te inclinara
mi voz, nuestro destino
sería Buenos Aires.
la durmiente del río.
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EL HOMBRE
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armonice y taña las cuatro cuerdas del caballo, los «cuatro sonidos
en guerra que forman el potro salvaje» . Con ligeras variantes nos
repite dos veces «cuatro elementos», cuatro sonidos» . Aún precisa
más el símil musical, trayendo a colación la guitarra ; el instrumenta
que no falta en ninguna «pulpería» y con el que gauchos y paya-
dores se acompañan para entonar sus «cielitos», sus «vidalitas» y
sus contrapuntos
Y la benevolencia,
corno una flor de sal, en tu mirada
se abre para nosotros, domador.,
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IV
LA TIERRA
A la provincia de oro,
¿quién nos arrimará?
Ni potros de la tierra
ni caballos del mar.
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Así vienes, amigo sin fronteras,
así te vemos eta el Sur.
Un horizonte despejado
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integrante'de ella. Hasta que el paso del tiempo les haga, i y ahora ya
sin retorno posible!, barro eterno a ellos mismos
LA EXPRESION
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circundan el arte de la pelea a caballo, interviene en la proyección
metafórica . El pecho es «abroquelada soledad», soledad defendida
por un broquel. Broquel o escudo con que protegerse de las temibles
lanzas enemigas, esas lanzas cimbreantes y magníficas que son las
cañas tacuaras . Y del mismo modo que nos volverá a hablar de un
«escalofrío de broqueles», en otro sitio nos dirá de la amada Sophía
que es
como si le tirase
las riendas al instinto .
Es la estación florida
y es la guitarra verde.
En un extremo,
su adiós temprano una guitarra llora- .
Y atento- a la fogosa
primavera del himno.
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Nos encontramos también con expresiones como «cascos impa-
cientes» o con que una nave es briosa cual un corcel .
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Centro del mediodía y de la tierra
galopas . ..
Ya me negó el caballo
su equitación y viaje .
Ya en su rojo mediodía
la rosa entraba, de suerte
que se la llevó en la grupa
de su caballo la muerte .
Pero Màrechal no se conforma con esto ; bien está que la muerte
se lleve a la grupa de su caballo todas sus demás presas, pero no a él.
Cuando la frontera que separa la vida de la muerte se abra para él,
Marechal, como buen jinete, querrá tener un caballo de muerte de
su exclusiva propiedad para dar el último galope