Odriozola 2
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Odriozola 2
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A
r
DDCUMBNTOS HISTOBIGOS
DEL PEBU
t
DESPUES DE LA CONQUISTA
MANUEL LE ODRIOZOLA.
TOMO SEGUNDO.
*=Manue,¿ de
1
Relacion del excmo. señor virey del Perú D. José Abas-
cal Y SOUSA, TENIENTE GENERAL DE LOS REALES EJERCI
TOS, MARQUES DE LA CONCORDIA ESPAÑOLA, CABALLERO
GRAN CRUZ DE CARLOS III, GRAN CRUZ AMERICANA DE ISA
BEL LA CATÓLICA, Y DE LA MILITAR DE SANTIAGO, PRESEN
TADA A SU SUCESOR EL EXCMO. SEÑOR D. JOAQUIN DE LA
PEZUELA.—AÑO DE 1816.
CABILDOS.
EEGALIAS.
EECUESOS DE FUEEZA.
1810 187,693
1811 186.019 01
-■i
Años de.-* 1812 179,110 Año común 184,830 5.
| 1813 182,567
[1814 188,762
Total 924,152
DISTEIBUCION GENERAL.
PATRONATO.
CLERO SECULAE.
REGULAE.
MONASTEEIOS GRANDES.
MONASTERIOS RECOLETOS.
ESTABLECIMIENTOS PIADOSOS.
HOSPITALES.
COLEGIOS.
AETTLEEIA.
Una arma tan ventajosa, tan útil y tan necesaria en los ejércitos,
como la artillería, se hallaba en este reino, al tiempo de posesionar
me yo de su mando, en el mayor abatimiento y oscuridad. Hasta el
año de 805 en que vino el actual Sub-Inspector D. Joaquín de la
Pezuela á establecer la nueva constitucion de su cuerpo, 92 plazas,
en una sola compañía veterana, era la total fuerza que tenia, sobre
el pié de inválidos sin instruccion, sin disciplina y un estrecho alo
—54—
jamiento que les proporcionaban unas celdas de el colegio delos De
samparados.
Las reales órdenes que prevenían el 'nuevo establecimiento,eran
terminantísimas; pero mi antecesor, embarazado con los encargos de
otras que recomendaban la economía en los gastos del Erario, y
por una natural oposicion á cosas nuevas sin examen de su impor
tancia, remitió por muebo tiempo prestar los auxilios que pedia con
instancia Pt-zuela para llenar los objetos de su comision. Por fruto
de la mas activa diligencia; alcanzó que ge le autorizase para la for
macion de la brigada, con las limitaciones de que no pasase su fuer
za de la mitad de su dotacion, y otras de manera que en el dia en
que le sucedi en el mando, tenia este cuerpo 200 plazas con 16
caballos todos encerrados con duplicada estrechez 6 incomodidad en
el mismo colegio, por no haberse prestado en ningun modo á fran
quearle cuartel alguno, aun habiéndolos desocupados entonces en
esta capital.
Penctrab> yo de la entidad y urgencia de llevar adelante basta su
perfeccion el establecimiento, previne á Pezuela que obrase con li
bertad en los puntos relativos á su comision, franqueándole al mis
mo tiempo los auxilios necesarios para su mas pronto desempeño,
en cuya consecuencia se han aumentado las fuerzas de esta brigada
en las sucesivas revistas, hasta completar el número de 342 plazas
entre montadas y de á pié con 50 caballos para las atenciones del
reino, fuera de 52 con sus respectivos cabos y sargentos de la dota
cion de la plaza de Uhiloé. Con arreglo á este aumento, fué forzoso
dar mayor ensanche á las oprimidas tropas, facilitándoles un cuar
tel para mayor comodidad de ella, y de los caballos en sitio conve
niente y espacioso, en el ctlal sucesivamente se han ido reuniendo
como deben estar, los almacenes de pertrechos en lugar de las rama
das en que antes se custodiaban. Los operarios de la maestranza, an
tes reducidos á tres viejos é inútiles. que trabajaban en la plaza del
Callao, se reunieron en este mismo punto, aumentándolos ó rempla-
zándolos Con 16 oficiales activos y de inteligencia, conforme la nece
sidad lo ha pedido. Con igual fundamento se trasladó el taller de
armería de Una pieza lóbrega del palacio á un obrador que se cons
truyó dentro de los muros del propio cuartel, maestranza y almace
nes de pertrechoSj con la doble ventaja de que trabajen con mas am
plitud los 24 armeros de su dotación, y precaver del riesgo que ame
nazaba con sus dos fraguas los archivos de los papeles de Secretaría,
Tribunal de Cuentas, Audiencia y cajas todas inmediatas á aquella
oficina y al depósito de armas blancas y de chispa y algunas muni
ciones expuestas tambien á un daño irreparable.
Consecutivamente se levantó una batería para instituir á los re
clutas en los ejercicios de plaza, y á poco despues la fundicion de
cañones y municiones, con una alta cerca que resguarda y asegura.
todos los útiles y todos los oficios de este ramo. Por manera que hoy
se halla bajo de un solo edificio aseado, y hermoso un cuartel y un
- 55—
parque do artillería con todo lo necesario para expedirse el cuerpo
en sus obligaciones sin que necesite el soidado salir de él para cum
plir con los deberes de cristiano en los dias de precepto y aun en los
de cada año, pues se ha provisto de una pequeña.- pero vistosa capi
lla para ambos efectos, y que sirve tambien para hacer los sufragios
á los individuos del cuerpo que falleceíl.
El valor de todas estas obras que en proporcion á sus atenciones
y modo de fabricar no tiene semejante ni en América ni en Europa,
y que segun un cálculo moderado asciende á 120,000 pesos, solo ha
costado 11,968 pesos, inclusas en estas sumas las maderas que el
Eey tenia depositadas y sin uso en los almacenes de la plaza del
Callao. Los 108,000 pesos que resultan de diferencia entre el valor
de la obra y sus gastos, son el ahorro que se ha debido á la econo
mía del Sub-Inspector buscando entre los arbitrios de ocupar con
una corta gratificacion á los artilleros do oficio y á los prisioneros
ingleses, que hallándose en número de sesenta bajo la custodia de
la brigada, se ocuparon voluntariamente y del mismo modo en los
trabajos y en las obras.
Una mal entendida economía de mi antecesor, puso en manos de
campaneros ignorantes la fundicion de artillería, pagándoles por
contrata dos y medio reales por libra de hechura en cañon, y 30 ps.
cada quintal de metralla y 20 el balerío despues de darles planté
Has, terrajas, mazos, barrenas y todo lo demás necesario para el tra
bajo. A todo esto fué necesario sujetarse por no tener el cuerpo don
de poderlo ejecutar con menos gasto y mayor perfeccion como suce
de en el dia con su nuevo parque habilitado de todos los artículos
de fundición y en que se trabaja por la mitad de aquel costo, y con
imponderables ventajas en su perfeccion.
De las 55 piezas y 500 quintales de bala y metralla mandadas
fundir en tiempo del Sr. Marqués de Avilés, se hallaba concluida la
mayor liarte á mi ingreso en este vireinato, concluyéndose y au
mentándose inmediatamente despues, hasta el número de 80 de las .
primeras que se consideraron precisas en aquel tiempo. Multiplicá
ronse luego las atenciones del Gobierno de Lima con las revolucio
nes de los reinos confinantes, hubo necesidad de poner en el Alto
Perú un ejército contra los insurgentes de Buenos Aires ;: en Cuenca
una division auxiliar contra los de Quito; reforzar á Guayaquil y
otros puntos del interior; conservar en la capital una dotacion de
un tren de artillería de 40 piezas para su seguridad; y un depósito
de armas, municiones y demás artículos de guerra, para auxiliar en
caso necesario los puntos indicados; y á todo ello ha surtido el par
que de artillería con pronta y abundante provision. Solo en los tres
años últimos han salido de este nuevo establecimiento . 52 cañones
del calibre de á4 con sus carruajes y municiones correspondientes,'
y los restantes artículos de armas de chispa y blancas, cartuchería
para ellas, fornituras, tiendas de campaña, &a. sm contar con cuan
to anteriormente han sido socorridos Buenos Aires, Chile, Concep-
clon, Valdivia, cuando los ingleses ocupaban un punto del conti
nente, y despues al mismo Montevideo para auxiliarlo contra los
revolucionarios de Buenos Aires.
Si el parque de artillería y lo concerniente á é1 se hubiera mante
nido en el estado á que mi antecesor quiso reducirlo. ¿Cuál hubie
ra sido la suerte de estas provincias y aun de toda la Amórica del
Sur? No pretendo deprimir el mérito del Marqués, haciendo pre
sente su tenaz resistencia al establecimiento para- encarecer el de
mi prevision auxiliándolo, pues ni él, yo, ni nadie pudo preveer las
alteraciones que han nacido despues en América; mas debiendo jus
tificar el motivo de este gasto, no puedo dejar de repetir, como al
principio de este artículo, que en el aspecto de una guerra tan des
tructora y sin términos cual agitaba entonces á la Europa, estaba
indicada la necesidad de cubrir estos puntos para precaverla de to
do insulto ó tentativa, á que era muy regular se dirigiesen con la es
peranza de algun resarcimiento.
Otro importante artículo anexo á este ramo, es el de la fabrica de
pólvora establecida en esta capital. Hallábase el edificio en la mi
tad de la obra cuando me hice cargo del vireinato, por el incendio
que padeció la anterior; y los asentistas á cuya costa se reedificaba
desmayados del trabajo por los muchos gastos que habian impendi
do, y los que tenían que continuar hasta su conclusion. El Sub
inspector de artillería representó con enérgicas instancias la necesi
dad de esta municion, y como medio único de obtenerla, que el Eey
diese la mano á los obligados hasta ponerse en estado de cumplir
sus contratas, pues no de otra manera se podría conseguir en menos
tiempo y en toda la cantidad que se necesitaba para el servicio de
armas, de caza y minas. Con efecto era así, y en este concepto man
dé se les adelantasen, previos los requisitos que asegurasen al Erario
la cantidad de 60,000 pesos, con los que continuó y se concluyó con
toda perfeccion la obra en el término de diez meses bajo las reglas y
documentos que el mismo Pezuela les ministraba para el reparti
miento de las oficinas.
Con estos auxilios ha logrado verse la fábrica tan bien estableci
da que acaso no habrá otra mejor en todos los dominios españoles,
y la calidad de la pólvora que elavora de tan superior calidad, que
probada aquí y en Cádiz ha excedido su potencia á cuantas con
ella se han comparado, así nacionales, como extranjeras. Hasta me
diados del año de 812 habian entregado los asentitas 15,079 quínte
les de esta municion, de los cuales 8,000 se han remitido á nuestra
Península para socorrer la urgencia que de ella so esperimentaba, y
en esta sola cantidad estoy persuadido que ha logrado mas de la que
habrá recibido de todas las demas partes de ambas Américas á don
de es regular la haya pedido con igual motivo. Demas de esto ha
fabricado tambien la pólvora de caza y minas, que ha sido menester
en el vireinato del Perú; se ha enviado 900 quintales á Montevi
deo, fuera de 3,000 con que se ha auxiliado á Buenos Aires y
—57—
Chile cuando eran mas felices que en el dia, en que los efectos de sü
revolucion los devora, y á Guayaquil, Cuenca, el Alto Perú y otros
puntos que han tenido ahundante y oportuna provision de la nueva
fábrica.
En tan considerables socorros como los que se han ministrado á
todas partes, y en la mejora de su calidad es vista la importancia
del establecimiento, y las ventajas que se han reportado en este so
lo ramo mediante los conocimientos y actividad del Sub-Inspector
que ha trabajado en igual con los oficiales de su brigada hasta de-1
jarlo en el estado de perfeccion á que ha llegado.
historia—5
LIBERTAD DE IMPRENTAS,
$ 12,095 2
':
—Hi
les que este tenia en su poder, para emplearlos en aquellos mismos
gastos, por la imposibilidad absoluta en que me hallaba de poderlo
verificar con los de este Vireinato, por los inmensos que hacia el ejér
cito del Perú Alto,
Por esta providencia y su oportunidad, se descubre bien claramen
te, tanto mis pacificas y humanas intenciones para con los unos,
cuanto mi disposicion y buenos deseos para atender á los otros; no
solo por cumplir con la obligacion que me prescriben las leyes en se
mejantes casos, sino movido del grande interés y mayor utilidad de
ios pueblos, con el restablecimiento de las autoridades legítimas, y
la cesacion de los niales que les ocasionaba el nuevo arbitrario mo
do de gobernarlos, introducido por los jefes de la revolucion, cuya
mala fé y conducta descubierta por üos no alucinados, ó que se ha
llaban libres de la opresion, íes obligaba á buscar la proteccion del
Rey y de sus Ministros, en las repetidas interpelaciones que hacían
al efecto. Descúbrese tambien para mayor satisfaccion mia, que no
he prodigado á los G obemadores los medios de que pudieran valerse
para mandar una- guerra imprudente, entre los vasallos del Rey, ami
gos y relacionados, pues cuando los he facilitado, han sido acompa
ñados del consejo, paia obrar con lenidad y prudencia ; y finalmen
te -se descubre que si esos mismos auxilios no han sido impartidos
en el acto, y en toda la extension con que los deseaban, ba sido por
los notorios atrasos de este Gobierno, y la imposibilidad de atender
á un mismo tiempo á todo, en circunstancias de que obstruido el
comercio y extinguido el tributo, si se hacia [difícil cubrir los ordi
narios gastos del tiempo de paz, era del todo imposible emprender
los para la formacion de un ejército de tres mil hombres, que el se
ñor Molina juzgaba indispensable para entrar en Quito.
La Junta de esta ciudad recibió entonces la aprobacion del Go
bierno Supremo, mediante los informes que con obrepcion y subrep
cion le habia dirijido el comisionado, y hecho firmar violentamente
al Conde ; y cuando la política y sagacidad de la Eegencia daba este
ipaso en favor de la reconciliacion, presentándoles la Providencia el
arbitrio de disculpar sus yerros, condescendiendo en la instalacion
de ella, bajo las justas y necesarias restricciones que se explicarán
donde corresponda, la mala fé de los revolucionarios, la hacia servir
á sus intentos de corromper con la mas engañosa astucia á los pro
vincianos de Popayan.
Estos miserables alucinados, creyendo ver en el Gobernador de la
provincia y demas que no favorecían sus ideas, unos verdaderos in
fractores de la ley, y las disposiciones del Gobierno Supremo, au
mentaron el número, y volvieron con mas ímpetu sus armas contra
las pocas tropas que guarnecían Pasto, defendiendo la justa causa, y
fueron dispersados en el sitio de Guayaquil.
La repeticion de semejantes atentados, me decidieron al fin á pen
sar seriamente en ellos, y á tratar de su remedio. Entonces por la
primera vez, trayendo á la vista los estados de armas, municiones y
—112—
pertrechos, que sucesivamente habia remitido al punto de Guaya
quil, formé el plan con que debía atacárseles, dividiendo la fuerza
entre esta provincia y la de Cuenca, por cuya parte únicamente,
debía en mi concepto, obrarse militarmente supuestas las ventajas
y superioridad que por documentos y noticias circunstanciadas que
tenia presentes, resultaban en favor del ejército formado en esta Vil-
tima provincia; órdenes preventivas, generales y particulares, para
cualquier caso de los ocurrentes en la campaña, compren casi el
todo de la dilatada instruccion que comuniqué á los jefes, terminan
do con los avisos de remitir por la via de Trujillo, treinta mil pesos
en dinero, que era el mayor esfuerzo que podia esperarse, quedán
dome el desconsuelo de no tener con que pagar la guarnicion de esta
ciudad, en el mes entrante, ni la marina, á la que se debian hasta
aquella fecha cinco meses ; y finalmente tan falto de recursos, que
me hacia temer próxima la quiebra de este Erario.
Las noticias de la derrota del Gobernador de Popayan en Pasto,
se • repetían por conducto del de Guayaquil, con la de las incursio
nes que hacían las tropas quiteñas por todo el territorio, con cuyo
motivo, á falta de laslanchas cañoneras que mandé poner en la costa
de Tumaco, por uo haber dado lugar el tiempo á su carena, y del
bergantín de comercio, el Cantabro, que armado por el Illmo. Sr.
Obispo de Cuenca, habia hecho pocos dias antes, aun sin fruto, la
propia diligencia ; salió un barco pequeño nombrado el Silencio en
su auxilio, y en la mayor diligencia del rio de Guayaquil, al mismo
tiempo que pasaron de la misma plaza las tropas con que debia au
mentarse en Cuenca la fuerza de Molina. Tambien se me comuni
caron en la propia ocasion, los oficios con que mañosamente se habia
dirijido la Junta de Quito á los Cabildos de las provincias fieles pa
ra que se le reconociese en clase de Superior Gubernativa, y aunque
todos ellos contestaron vigorosamente, y con la mas abierta repulsa
á sus proposiciones, contrarias todas al tenor de lo expresamente con
cedido por el Gobierno Supremo, y con especialidad en aquella par
te que restrinjia las facultades de las Juntas, sugetándolas al reco
cimiento de las legítimas autoridades, á quienes debia respetar y
auxiliar para mantener el orden, sin embarazarles en sus funciones,
las hice notorias á aquellos cuerpos para su gobierno, y á efecto de
que no fuesen sorprendidas, como en efecto lo intentaron.
Conviene advertir, que á mas de las limitaciones con que la Ee
gencia del Eeino se sirvió aprobar, ó mas bien se vió precisada á con
descender con el establecimiento delas Juntas, por los fundamentos
que falsamente se habían atribuido á los de su creacion, no omitió
la prudente cautela de comunicármela, para que los términos de
aquella providencia pudiesen nivelarse con las que tenia noticia ex
pedia yo, con el saludable intento de la pacificacion de la América.
En esta virtud, el paso mas obvio me pareció dirijirme al propio
Gobierno de Quito, con copia de una y otra orden, con el objeto de
instruirme de lo que en él se hubiese acordado para su cumplimien
—lis
to. Mas como en la contestacion firmada por el Conde, advirtiese la
falta de puntualidad é instruccion con que debió hacerlo la misma
Junta, llevé el expediente al Acuerdo, cuyos Ministros fueron de pa
recer se repitiese nueva orden al señor Presidente Castilla, para que
respondiese categóricamente á mi anterior oficio, áfin de evitar sinies
tras interpretaciones perjudiciales al servicio y á la tranquilidad de
los mismos pueblos. Así lo ejecuté en el acto, avisando á todos los je
fes de aquella provincia y á la Eegencia, del estado de estos n egocios.
La goleta Silencio regresó al puerto de su salida en este tiempo,
desde el de Tumaco, trayendo la correspondencia del Gobernador de
Popayan, y cantidad de pastas de oro y plata para su amonedacion en
esta capital. La verídica relacion que hace de los sucesos, aunque
varia en el modo con que las habian esparcido los insurgentes, para
alterar ó alucinar, está conforme en la sustancia, pues confirma la
pérdida de las acciones arriba citadas, quedando por resultas ele ellas
en un estrecho bloqueo, la ciudad de Pasto por Norte y Sur; care
ciendo de sal y otros artículos principales, que no podia el Goberna
dor ministrarle desde Barbacoas, por falta de gente y armas, y pol
la propia razon era presumible la rindiesen ó se entregasen con pér
dida de los caudales del Rey, armas y municiones que habia en ella.
Semejantes conflictos, y los comprometimientos en que el Goberna
dor se vió, siempre que trataba de salvar los intereses de la Tesore
ría, no le permitieron hacer un envío de consideracion. Asi es que
el valor de las pastas remitidas en el bergantin Silencio, apenas se
pudo calcular antes de su ensaye y amonedacion, que ascendiese á
poco mas de setenta mil pesos.
En vista de estas noticias, estando ya concluida la carena de la
lancha cañonera Justicia, salió de Guayaquil para la costa de Es
meraldas, como lo habia yo dispuesto, á las órdenes del Alferez de
Navio D. Eamon Pardo, con dos cañones do montaña, un cabo y
cuatro soldados artilleros, y nueve mil pesos sellados, fuera de las
armas de su dotacion. Seguidamente dió la vela la goleta Silencio,
conduciendo víveres por la escasez que se experimentaba, de resul
tas de estar cortada la comunicacion de Pasto ; y en ella fueron tam
bien, en calidad de auxilio, veinticuatro fusiles con sus correspon
dientes correages, y algunos soldados que unidos al armamento de
la cañonera y de la goleta Eayo, que acababa de emprender viage
para el mismo destino, conduciendo víveres y treinta fusiles mas pa
ra la provincia de Micay, pudiese servir todo á la defensa de aquel
punto, con lo demas que el Gobernador hubiese recojido en todos
los términos invadidos de su jurisdiccion : y por último, salieron pa
ra Cuenca el Sarjente Mayor D. Antonio del Valle, con un piquete
de tropa veterana á que se habian de reunir los pardos de esta capi
tal, remitidos anteriormente, y otros cinco piquetes mas de las mili
cias de Guayaquil, con armas, municiones, pertrechos y demas úti
les de guerra existentes en dicha plaza, y á los cuales se seguirían
despues todos los que consignados para el mismo Cuenca, se habian
—114—
embarazado en este puerto en la fragata mercante nombrada Pre
ciosa.
La generosidad y franqueza de estos envíos, léjos do calmar las so
licitudes, avivaban mas la voz del Presidente Molina, agitando mi
espíritu siempre alterado, en términos de no dejarme un momento
de reposo y de descanso, á las fatigas que debia ocasionarme la ca
lamidad delos tiempos, y la atencion fija en cada uno de los puntos
por donde los revoltosos invadian mi territorio. Mi triste situacion
representada en las contestaciones, ó no era creida, ó aunque lo fue
se se desestimaba para salvar cada uno sus responsabilidades á costa
del bonor y crédito del que con tantos desvelos procuraba, como yo,
anticipar á sus representaciones el socorro de sus necesidades. Una
negativa fundada en las poderosísimas notorias indigencias del Era
rio, y falta de recursos, por haberlos agotado ya todos, agravia los
ánimos, y sus resultas me eran mas temibles que la de la misma guer
ra. Hombres, armas y dinero, eralo que se me pedia de todas partes;
en una palabra todo, porque con nada se contaba, despues de las
continuas remesas que se les hacian, y ya era llegado el triste caso de
no tener de donde sacarlos sin conocido riesgo del territorio de mi
mando.
Sin embargo de tan amarga situacion, para alentará Molina, dis
puse partiesen con destino á sus tropas, el Teniente Coronel D. Ale
jandro Ecegar y el Capitan de Ingenieros D. Miguel Atero ; y le
ofrecí remitir, si fuese posible basta doscientos hombres de los de
esta capital, con otros tantos fusiles de los del antiguo y casi inútil
armamento existente en los almacenes de esta capital, á cuyo desig
nio se quedaban trabajando con empeño en el obrador de la artille
ría, con lo que y el caudal amonedado de Popayan, que hacia regre
sar prontamente, esperaba le dejasen persuadido de no poder hacer
mas en su favor en medio de las muchas atenciones y cuidados de
que estaba rodeado. En cuyo supuesto era regular socorriera á Po
payan, y procurar sacar el mejor partido posible por los medios que
su prudencia, sagacidad y tino le dictasen, sin mantenerse de espe
ranzas lejanas inverificables, ya por el cíimulo de nuevas y mas ex
traordinarias circunstancias, como las que cada dia se presentaban.
Con efecto, se embarcaron los doscientos fusiles, tomándolos de los
del armamento de estas milicias, siendo esto todo lo que por enton
ces pudo ejecutarse en el término de tan cortos dias : y aunque con
esta conducta no logré acallar los importunos clamores con que se
me mortificaba, á lo ménos pude. conseguir que en medio de las pe
ticiones confesase Molina que mis esfuerzos habian sido superiores á
las circunstancias; y yo añado que aun á lo que en razon y en justi
cia debieron extenderse sus esperanzas.
En este intérvalo, es de suponer cuales serian los esfuerzos de los
quiteños para oponer una resistencia conveniente, á la que por nues
tra parte se intentase para sugetarlos, siguiesen en las correrias en
que estaban empeñados por el lado del Norte, por donde eran mas
—115—
fuertes ; y los nuevos crímenes á que les daba causa la lenidad y
blandura con que se les procuraba atraer, atribuyéndolas quizá á de
bilidad y cobardia. Así consta: —la independencia se publicó en la
capital con regocijos públicos, y solemnes tiestas ; ganadas por la
seduccion las primeras provincias de Popayan, y por fuerza las úl
timas, aumentaron el número de los facciosos, y derramándose por
varias avenidas en la costa, acometieron los partidos de Isguande,
Micay y estero de Tapajé, para posesionarse del rio Patia, y cortar
la comunicacion de Tumaco, estrechando el bloqueo de Barbacoas.
Los engaños, mas poderosos que sus armas, lograron corromper esta
última ciudad ; y en la imposibilidad de evitar el intento del enemi
go, determinó el Gobernador desampararla, llevándose consigo vein
titres soldados del regimiento de Santa Fé que tenia á sus órdenes
la cañonera, un falucho particular y dos canoas al rio de Isasande.
Perdidas estas fuerzas siguió retirándose por la costa, y desde ella
al Gobierno de Guayaquil, y á esta ciudad, con algunos vecinos que
quisieron ó pudieron emigrar de aquel.
Sustancialmente es esta la relacion de los decantados triunfos de
los quiteños, en la provincia de Popayan hasta los últimos términos
de ella, por la ciudad de Barbacoas, cuyo Cabildo representó á este
Gobierno y al de Cuenca, su estado de opresion en demanda de au
xilio de fuerzas para repelerlos y establecer el legítimo Gobierno.
El Gobernador, de quien me informé sobre el particular, opinaba
por una formal expedicion á la costa, comprendida entre el cabo de
San Francisco y bahía de San Buenaventura; mas no siendo tiempo
á propósito, ni habiendo lugar de emprenderlo, por los motivos tantas
veces expuesto, esto es, la pobreza y falta de arbitrios y de recursos pa
ra costearla, lo puse todo en noticia del Sr. D. Toribio Montes, nueva
mente provisto por la Eegencia para la Presidencia de aquel Keino,
al mismo tiempo que los oficios del Gobernador de Guayaquil, con
noticia de los nuevos socorros de armas, municiones y dinero remiti
dos por él á Cuenca, y del estado en que se hallaba aquella provin
cia.
Ensoberbecidos los quiteños con los triunfos de tantas victorias,
conseguidas sobre los miserables pueblos desarmados de la provincia
de Popayan, no dudaron dirijir sus armas por este, lado del Norte
contra la de Cuenca. Precedidas del papel mas abominable y seduc
tor se pusieron en camino, resueltos á darla un formal ataque.
Las hostilidades empezaron de su parte desde Paredones, lugar á
donde se hallaba situada la avanzada de Áimerich, la cual cediendo
á la superioridad, tuvo que replegarse á las alturas de Llam, en las
inmediaciones del pueblo de Cañas. El enemigo le siguió hasta este
punto, en que fueron oportunamente llegando los refuerzos, y en es
ta disposicion, aunque disponian algunos movimientos, con el objeto
de incomodar á las tropas de Cuenca, la serenidad de estas les im
puso, que no osaron en ocho dias emprender accion alguna contra
ellas, que solo mudaban de posicion, segun la que observaban á los
—110—
enemigos. Pero tratando estos al fin de cortar la division reforzada
de Valle, ó atacai la de Aimerich, en esta dudosa operacion, consiguió
el r rimero ocupar el pié del ceno de Atai, flanqueando por la izquier
da al enemigo que llenaba la cuchilla de Llabasi. Entonces rompió
Valle un fuego vivo y sostenido, empeñándolos en la accion por
aquel lado, y eu cuyo tiempo Aimerich, á la vista, pudo socorrerlo
con trescientos hombres. Empeñado el ataque, tuvieron que soste
nerlo por una y otra parte tres horas y media que se regulaba inde
cisa la accion : mas habiendo cesado Valle sus fuegos por falta de
municiones, cesó tambien los del enemigo, que se retiro lugo á sus
tiendas, y al amanecer del dia siguiente desaparecieron, dejando en
el lugar que habían ocupado, diez y siete piezas de cañon, y otras
armas y pertrechos, con mucha parte del equipage que fué entrega
do á la tropa é indios amigos, que servían sin sueldo en la campaña.
La fatiga de la tropa, expuesta al descubierto en diez dias con sus
noches consecutivas ; la falta de víveres y otras necesidades, no dió
lugar á perseguir en su retirada á los insurgentes como correspondia
para acabar de deshacerlos. Las partidas destinadas á este efecto,
llegaron solo hasta el mismo punto -de Paredones, trayendo los des
pojos que hallaron en el camino, y la noticia de haber sido comple
to el triunfo de la victoria. Si este paso se hubiese dado en los tér
minos que yo se lo habia encargado á Molina en la instruccion de
que se ha dado antes razon, el honor de hacerles deponer las ar
mas, y el de la pacificacion de aquel territorio hubiera sido entera
mente suyo ; mas esto estaba reservado para el que con mas activi
dad y mejores disposiciones, estaba en esto mismo tiempo de poner
se expedito para marchar desde esta ciudad á la de Guayaquil.
El señor D. Toribio Montes personalmente, y con el influjo de mi
autoridad, que le -franquié sin reserva, agenció el número de tropas
voluntarias que quisieron pasar á-serviren el ejército de expedicion
contra la capital de Quito : del mismo modo el caudal necesario pa
ra que aquel Gobernador acordase las operaciones y empresas mili
tares que pudiesen ofrecerse en la misma provincia ó fuera de ella,
partió á su destino, despues de haber tratado y conferenciado con la
mayor extension, cuanto pareció conducir al deseado término de
nuestros comunes deseos.
La época que basta entonces habia presentado nn regular aspec
to álos negocios de Quito, fué el nombramiento del señor Montes pa
ra su Presidencia, porque reuniendo á sus acreditados conocimientos
militares, su extraordinaria eficacia y mayor docilidad, me prome
tía el mejor éxito en sus empresas y libertarme de los cuidados que
hasta este tiempo me habia ocasionado. La detencion en Guayaquil
fué solo por el preciso tiempo en que pudieron reunirse las fuerzas
del pequeño ejército que habia hecho organizar en aquella provin
cia, y recibidas las contestaciones á los oficios, llenos de amistosas
proposiciones, sin efecto alguno, emprendió por las bodegas de Ba-
bahoyo, su marcha hasta el pueblo de San Miguel, punto fuerte por
— 117—
naturaleza y defendido por el aire; allí batió completamente á los in
surgentes, tomándoles la artillería, bagajes y municiones, y poniéndo
los enderrotada fuga. Persiguiólos con solo su division, hasta las in
mediaciones de Mocha, á donde hechos fuertes, se presentaron con
mayor audacia á una segunda accion, y en ella fué de tal modo bati
da su arrogancia, que se vieron precisados á encerrarse en la capital y
centro de la insurreccion.
El intrepido ejército dirijido por Montes continuó su marcha has
ta las inmediaciones de dicha ciudad, desde la cual le dirijieron va
rios ataques, que sostuvo con la mayor bizarria, siempre con escar
miento de los revolucionarios, arrojándolos con mucha pérdida de
los puntos eminentes en que se iban colocando, basta ponerse delan
te de la poblacion. Volvió á exhortarlo desde este punto con ofreci
mientos sinceros de admitirlos á reconciliacion ; pero su pertinaz em
peño en sostenerse, dió margen á que entrase á viva fuerza en la ciu
dad, la cual encontró saqueada por los insurgentes, que por diferen
tes puntos fueron á reconcentrarse en la villa de Ibarra, veinte le
guas al Norte distante de Quito. Sin darles lugar á que tomasen
aliento y nuevas medidas para defenderse, les persiguió vivamente
una expedicion, á las órdenes del Coronel D. Juan Samano, y las
atacó dentro de la misma villa, disipando enteramente las últimas
reliquias de sus desechas tropas, cuyos jefes y oficiales huyeron á la
aspereza de las montañas, sin esperanza de reunion.
La provincia de Pasto, situada entre la villa de Ibarra y Popa-
van, que se mantuvo siempre adicta .á la justa causa, habia sido ata
cada por los rebeldes de Caly, Buga y del mismo Popayan ; pero ha
biendo logrado defenderse con entusiasmo, tuvo al fin el consuelo
de poder ser auxiliada por las armas del Éey. Finalmente, las par
tidas de Atacantes, Tumaco y Barbacoas, recobraron su perdida li
bertad y restablecieron en el acto el antiguo Gobierno y sus autori
dades.
Constituido en aquel mando con la plenitud de facultades con que
el Key se lo habia concedido, fué preciso qneen uso de ellas, impusie
se á los delincuentes el condigno castigo que sus atroces crímenes me
recían, pero de tal manera que su clemencia resplandeció mas que
su justicia, con la muerte de unos y la expatriacion de otros. Quito
empezó á gustar de la benéfica influencia del Gobierno legítimo, y
aunque es verdad que en algun tiempo no podrá ser restablecida al
antiguo estado feliz en que se hallaba por los estragos de la desvas—
tacion y de la guerra que ha sufrido; este daño y los domas que de él
se siguen, es el fruto que debe esperarse de la dislocacion y del des
orden, y la culpa propia de los factores de la sedicion.
Esta es la sencilla y fiel relacion que he ofrecido hacer de los albo
rotos de la provincia de Quito, con la de mis afanes y desvelos para
tranquilizarla en cumplimiento de la obligacion que para ello me
imponen las leyes y los encargos del Gobierno. Si pareciera demasia
do escrupulosa la exposicion de la una, tambien se advertirá que he
—118—
corrido con rapidez la mano en la otra, sin detenerme en encarecer
las grandes dificultades que han acarreado los continuos y oportunos
socorros de gentes. armas, municiones y numerario en los cuatro años
ó poco ménos, que han durado con alguna intermision estas altera
ciones, pues no ha sido mi designio justificar las alabanzas que se
me han prodigado, como pacificador de la América del Sur, sino
acreditar el desempeño de mis deberes, el celo por los intereses del
desgraciado monarca, cuya suerte debe interesarnos, y el propio bie
nestar de las provincias conmovidas.
ALBOROTOS DE LA PAZ.
—165—
nes que habia formalizado bajo de aquel supuesto; y eu esta
virtud dispuse que bien en la Plata ó en la villa de Potosí se
formase un ejército de mil y quinientos hombres inclusos los
quinientos mandados marchar al Desaguadero con artillería y
municiones, los que se hallaban sobre las armas en dicha ciu
dad y los que de pronto podrían sacarse de Oruro, Potosí, Co-
chabamba y los demas regimientos de milicias de aquel dis
trito, todos los que reunidos deberían dirijirse al punto ó des
tino que pareciese mas conveniente, quedando ademas ciento
ó ciento cincuenta hombres de guarnicion en cada capital, pa
ra asegurar la tranquilidad interior y tener de que echar mano
en el caso de que fuese preciso auxiliar con alguna parte á Sal
ta, Córdova, Santa Fé de Corrientes, ó el Paraguay, lo cual
mantendría en estado de bloqueo á los insurgentes ; pero re
poniendo siempre igual número al que sacase para que de este
modo unas providencias no destruyesen el objeto de las otras.
Para que la asamblea de este ejército de observacion pudiera
realizarse sin embarazo, si á los conocimientos teóricos y prác
ticos del señor Meto, no se ofrecían inconvenientes de superior
orden, le propuse remitir un oficial de entera satisfaccion y con
fianza y á mas de los trescientos fusiles mandados á Potosí, y las
armas de los quinientos hombres del desaguadero, hice caminar
desde luego parte de dos mil espadas de caballería, dos mil mo
harras y quinientas pistolas, que no obstante no haberse reci
bido las razones pedidas á los jefes de aquel vireinato contem
plaba podría ser de utilidad y conveniencia la anticipacion de
su envío. Suspendiendo solo la abundante provision que po
dría hacerle de la esquisita pólvora que se trabaja en esta fá
brica, porque la hallaría en toda la cantidad que podia apete
cer en el Cuzco y de cuyo reemplazo me encargaría para que
nunca faltase una municion tan necesaría y medios de conse
guirla con facilidad y con menos demora.
Como hasta entonces solo se sabia en esta capital, por lo
respectivo al gobierno de Montevideo, haber disentido de las
opiniones del de Buenos Aires, ignorándose absolutamente el
estado de fuerza con que pudiese contar para resistir y aun
obrar activamente contra las de la capital, á fin de alentarlo y
ponerlo en un mismo interés, le comuniqué en los propios tér
minos la resolucion porque quedaban agregadas á este virei
nato las provincias interiores, manifestándoles mi disposicion
pronta á socorrer los puntos fieles, para obligar por este cami
no á los descarriados á entrar en el de la razon sin efusion de
la sangre española que debería economizarse para caso que
fuera necesario verterla con mas honra y utilidbd, por último
me dirijí á nuestro embajador cerca del príncipe regente del
Brasil, dándole una completa aunque suscinta idea de todas
—16C—
estas ocurrencias para que con su conocimiento estuviese en
aptitud de salir al encuentro de las determinaciones de aque
lla corte, que por un equivocado concepto podian perjudicar el
sistema de fidelidad y al de la integridad de la monarquía en
esta América, y para que implorase del mismo gobierno y del
almirante inglés su proteccion para ambos efectos, como lo
exijia de justicia la amistad y estrecha alianza de las tres gran
des naciones, de cuya union y perfecta inteligencia debia re
sultar la libertad de la Europa.
A poco mas de un mes me encaminó la junta su primer ofi
cio en solicitud de auxilios consistentes en armas y caudales
para repeler las fuerzas con que el gobierno portugués decia
haber ocupado parte del territorio español por la ribera del
Juarey, y dando á esta pretension el lugar que le correspon
día, segun las circunstancias y extraordinaria conducta de los
innovadores, no me mereció otra respuesta que el mas franco y
generoso ofrecimiento, siempre que arepentidos de sus irregu
lares anteriores procedimientos, acreditasen con la reposicion
de las autoridades haber detestado los yerros cometidos en su
deposicion. Pero antes de pasar adelante conviene echar rápi
damente la vista por la vasta provincia de Cochabamba una
de las mas pobladas y fértiles del territorio que abraza la pre
sidencia de Charcas, su presidente el señor Meto, cuidadoso
acaso por estas mismas razones, de que el fuego de la insur
reccion hiciese presa en ella antes que en otra alguna de las
de su jurisdiccion, preventivamente comisionó al canónigo de
Charcas D. Matías Terrazas, con el objeto de que pasase á ins
truir á aquel gobierno y sus habitantes, si lo consideraba ne
cesario de las ocurrencias de Buenos Aires, exortando y ani
mando al vecindario á mantener el órden y conservar la mas
estrecha union con la capital, observando la disposicion de sus
habitantes y la sensacion que debian darla cumplimiento. Fi
nalmente no olvida la queja del retardo de los fusiles que ha-
bia pedido al Cuzco sin hacerse cargo de que el embarazo que
ofrecian las distancias para recibirse prontamente las noticias
habia de ser mayor para la conduccion de los útiles de guerra.
No obstante todo esto, y que conforme á los partes del Pre
sidente del Cuzco, debia considerar próximos á entrar en la
Paz los primeros quinientos hombres cuyo mando habia con
ferido á Eamirez, con cuarenta mil cartuchos de fusil y cua
trocientos de metralla, que tras de estos debia de marchar otro
igual número que se hallaba ya reunido en el Desaguadero á
las órdenes del Teniente Coronel D. Mariano Camprero, y que
con la mayor presteza se iba acopiando cantidad de armas y
municiones para un repuesto considerable en la capital de la
provincia de Puno; la consideracion del objeto lastimoso á que
—167—
se dirijian, considerando de otro modo inevitable los daños dd
una guerra que deseaba escusar, me sugerió al pensamiento la
idea de dirijirme rl Jefe de las tropas Porteñas con la mas per
suasiva carta para que desistiese del temerario empeño que iba
á convertir estas regiones de paz en el teatro mas sangriento y
lastimoso de la guerra, y para lograrlo mejor no dejé de pulsar
los demas resortes del honor é interés que podrían reportarle una
accion que recomendaría al gobierno supremo, como se lo pro
testé con el mayor empeño y bajo el juramento de mi pala
bra.
Como de las armas de los revolucionarios son las mas temi
bles las de la sugestion y del engaño, ya he dicho en otro lugar
la atencion que me debia en este punto para evitar que aluci
nados los incautos se dejasen seducir y envolver de sus manio
bras, estando muy á la mira de estorbar el paso á sus papeles
sediciosos. Con efecto, en esta misma oportunidad, se recojie-
ron ejemplares de la mas inferne produccion que aquellos per
versos tuvieron la audacia de atribuir á nuestro embajador en
los Estados Unidos que contradije tambien por medio de la
prensa, en una enérgica y conveniente proclama, avisando de
ello á dicho ministro para el mismo fin, como lo verificó des
pues.
Tranquilizado de algun modo mi espiritó, esperando el fru
to de las continuas disposiciones, que conforme á las ocurren
cias dictaba para detener el progreso de los nuevos conquista
dores del Eio de la Plata, vino á turbar este triste y angustia
do resposo, el inesperado accidente de la insurreccion de la pro
vincia de Cochabamba, que por las razones y motivos que atrás
quedan impuestos, debia causarme el mayor recelo y descon
fianza. El Intendente de la Paz, los Presidentes del Cuzco y
Chuquisaca, y el mismo Jefe de la provincia que habia profli
gado de ella, me pintaron este suceso en el modo que lo pre
sentaba á su ánimo la entidad del caso y sus conflictos ; pro
poniendo los arbitrios que la necesidad y sus buenos deseos
pudo sugerirle en aquellos desgraciados momentos. Seria difi-
cil empeño bosquejar fielmente el cuadro1 de mi situacion con
tan terrible noticia. Ella por sí sola era muy suficiente para
abatir el ánimo mas sereno; pero el "contraste de las ideas, la
insuperable dificultad de las distancias, el recelo de hallarse
contaminadas las tropas de aquel vireinato á las órdenes del
señor Meto, del contagio general de aquel reino, y sobre todo,
las disensiones que se dejaban ya traslucir entre los dos prin
cipales jefes, á euyas autoridades era preciso confiar el éxito
de la pacificacion del territorio, é impedir el paso á las delin
cuentes tropas de Buenos Aires, reagrababan las dificultades,
y aumentaban á un término casi indefinido mis cuidados.
—168—
A presencia de todo, y convencido de que el tiempo que sé
emplea en estériles reflexiones se pierde, y que lo que con
viene es obrar aprovechando instantes en casos de esta natu
raleza, criando un nuevo ánimo superior á las adversidades,
cité para el dia siguiente á una junta de guerra, en que po
niendo de manifiesto los nuevos avisos que acababa de recibir,
reflexioné sobre ellos, y los remedios que demandaban aque
llas ocurrencias. Instruida la junta de los puntos que abraza
ban aquellos oficios, y discutidos en la forma conveniente, se
resolvió que bis fuerzas de aquella parte, se reconsentrasen en
Potosí retirándolas de Tupiza; que se repitiesen y ratificasen
al señor Nieto las facultades anteriormente conferidas para
disponer en todo con arreglo á las circunstancias, dándole una
completa instruccion para organizar un ejército de confianza,
armado con los fusiles y demas armas que se le habian remi
tido desde el Cuzco, y los que sucesivamente iria recibiendo,
basta hacerse de uno capaz de sostener algun punto sin poder
ser desalojado de él; para lo cual se continuaría dando á la
tropa la instruccion conveniente, pero que si se viese Taresisa-
do á evacuar á Potosí, cuya desgracia no era de esperar, me
diante las diligencias expuestas, podría replegarse en buen or
den á la Paz, cuyas tropas mandadas por Pamirez avanzarían
á protejer este movimiento, y que reunidos en esta forma con
acuerdo del mismo Kamirez, podría resolverse y determinar el
punto en que debian hacerse fuertes, sostenidos por el ejército
del Desaguadero mandado por el Presidente Goyeneche. Se
le dieron tümbien las órdenes convenientes para inutilizar los
utencilios para la elavoracion de moneda, y que se ejecutase
lo mismo con el azogue, cobre, y el armamento que no pudie
se salvarse á un tiempo con el caudal de Eeal Hacienda y de
particulares. Eestaban aun lo mas grave que era conciliar los
ánimos de los jefes entre sí, y al intento se me encargó por la
junta recomendar al señor Nieto lo mucho que interezaría aí
servicio caminar en todo con acuerdo y consulta del Intenden
te Sanz, y á Goyeneche con mas sagacidad que palabras, des
pues de darle las correspondientes gracias por el esmero y
prontitud con que se distinguía siempre su celo en cumplir
con la mayor eficácia y actividad las órdenes de este gobier
no; y que debiendo esperar que continuase en el mismo modo
atenta las circunstancias no era de ninguna manera posible ni
conveniente acceder á su relevo como habia solicitado. En cu
yo supuesto dejando asegurado el mando del Cuzco, partiese
cuando le pareciese bien al ejército, cuya vanguardia en nú
mero respetable debia mantener en la Paz, sin avanzar con el
grueso de él, sino en casó muy preciso, previo el acuerdo con
Meto para emprender cualesquiera operaciones como las eir
—169—
cunstancias exijian de rigurosa necesidad. Por último, cons
tando tambien la determinacion que Eamirez habia tomado
para detener la columna de quinientos hombses que á las ór
denes de D. Fermín de Piérola, y el armamento que marchaba
para Potosí, por el riesgo que corría uno y otro de ser inter
ceptado por los Cochabambinos, se le aprobó esta prudente re
solucion, mandando que las armas retrocediesen al Desagua
dero para poder armar ese mayor número de bombres hasta
donde alcanzasen ; repitiendo constantemente á Goyeneche la
i facultad de alterar ó variar el plan de esta disposicion segun
las ocurrencias.
A correo seguido me participó de este jefe bailarse ya en mar
cha, y con direccion á Puno por diferentes puntos, cuatro mil
hombres del ejército formado con parte de las milicias y tropas
veteranas de este Vireinato, y la primera division de su parte;
celeridad extraordinaria que constituyendo en seguridad el
territorio de mi mando, hace una parte muy principal del mé
rito del encargado de su organizacion y de su mando. Pero no
siendo este mi único cuidado, antes bien creyendo que debia
ocuparme el de amparar las provincias cuya voluntaria sumi
sion y nuevo reconocimiento á mis órdenes acreditaba su fide
lidad y el derecho que tenían de ser socorridas en el mismo
grado que éstas, tanto para libertarlas de la debastacion de las
tropas Porteñas, como de los atentados de los revolucionarios
y forajidos que habian empezado á levantar la cabeza en d u
ro, á imitacion de la de Cochabamba, cuyo castigo y sujecion
aunque urgente, y modo de practicarlo no podia determinarse
desde aquí por los motivos tantas veces repetidos en esta ex
posicion, consternaba sobre manera mi espíritu, subiendo este
pesar á mas alto punto, al ver las contestaciones y oficios que
ya de una ya de otra parte, acreditaban no obrar con la armo
nía siempre conveniente, y mas debida en aquellos momentos,
entre los que han de mandar las armas. La misma discordan
cia advertí entre el Cabildo de Arequipa y su Gobernador á
resultas de las providencias con que este magistrado activaba
el embio de tropas, dejando como se esplicaban los municipa
les, acefalas las costas, y la Provincia sin la competente guar
nicion ; pero una sola carta en términos de política, no sok)
desvaneció sus temores, sino que aumentando el entusiasmo,
hizo que aquel cuerpo contribuyese, con mayor esfuerzo á co
lectar y remitir .el contingente señalado á aquella provincia,
con lo cuaí y las providencias expedidas, á consecuencia de
las juntas ultimamente celebradas, logré que calmasen tam
bien las fastidiosísimas ocurrencias entre los comandantes, bas
tantes por sí solas á desconcertar las medidas adoptadas ba*~
Historia —13
—170—
ta el dia, y á exponer una y otras provincias á una combustion
general.
A favor de estas propias providencias se consiguió igualmen
te dar un nuevo aliento y esfuerzo al ánimo de Mito, como lo
manifiestan sus oficios escritos con posteridad, anunciando los
mas felices sucesos por la oportunidad de los auxilios y dispo
siciones de este gobierno activamente ejecutadas por el Presi
dente del Cuzco, é Intendente de la Paz ; y lo que para mí era
de mayor y mas completa satisfaccion, por la dualidad con
que indicaba prestarse al acuerdo de sus o] »eraciones con los
jefes experimentados y prácticos de aquellos pueblos, y conque
de mi orden habian pasado de este Vireinato con el mando de
las tropas auxiliares.
La estacion de aguas y el mal estado de las de la expedicion
de Buenos Ayres, alejaban la idea de tener que combatirlas
por entónces, por lo cual las miras estaban principalmente con
vertidas á sujetar la provincia de Oruro y Cochabamba por Ea-
mirez, mientras que el punto de Tupiza, cuya guarnicion man
dada por Córdova, era aumentada,con los auxilios de Potosí y
de este Vireinato á las órdenes del Conde de casa Eeal de Mo
neda y del Teniente Coronel D. Narciso Basagoytia. Por últi
mo, puso el sello á mi confianza la próxima salida de Goyene-
che con el resto de tropas del Cuzco, su maestranza y parque;
dejando en el mejor pié de arreglo y quietud la capital y pro
vincias de su dependencia. Del crecido número de tropas, su
provicion y rápido movimiento, trasporte de armas, muni
ciones y demas útiles para la guerra por lugares casi desiertos
los unos, y todos ellos desprovistos de lo necesario para pres
tar su ayuda, se pueden colegir los embarazos de este gobier
no, que empleado siempre en preveer las necesidades para so
correrlas, haciéndolas pasar á largas distancias con la mayor
oportunidad y presteza. Pero todo al fin se consiguió vencien
do obstáculos insuperables al parecer, con la diligencia y es
fuerzos de los Cabildos, Magistrados, y Jueces territoriales, que
quedarían ciertamente defraudados de su mérito, pasando en
silencio el que contrageron con tan oportunos auxilios.
Tanto por estas razones como por la de hallarse ya Eamirez
en camino para Oruro con todas Jas fuerzas de su division, no
me causó la mas fuerte impresion el aviso reservado del In
tendente de la Paz de hallarse las insurgentes tropas de Bue
nos Ayres en los puntos conocidos por las cuevas y Cangrejos,
y 1 de haberse replegado las abanzadas de nuestro cuerpo
principal de Tupiza á las órdenes de Córdova hácia Santiago
de Ootagaita, por su ventajosa situacion, porque cou este mo
vimiento se daba lugar á la llegada de Kamirez, en quien ha
la de recaer necesariamente el mando en jefe de todas, y mas
—171—
principalmente cuando la cópia de las disposiciones de Nieto
comumcadas á Eamirez sobre el particular, me eran repetidas
por él mismo, y por mano de Goyeneche. Jefes todos de confian
za, y superabundan temente autorizados para obrar con propor
cion á las contingencias y á las necesidades que de ellas nacen.
En esta virtud aun con vista de las insinuaciones y tentativas
■ de los Cochabambinos contra la quietud de la Paz de que su
cesivamente se me instruía por el Intendente, nada me queda
ba que bacer sino repetir incansablemente las obUgaciones de
celar la tranquilidad de sus provincias con la mayor constan
cia y la de mantenerse estrechamente ligados en comunicacion,
y mas estrecha conformidad entre unos y otros, para que en
esta manera fuesen mas expeditos y prontos los auxilios con
que mutuamente habían de socorrerse en sus casos.
Pendiente el éxito de esta accion, que segun los últimos par
tes de la Paz, debía ya mirarse con mas serio aspecto por el
crecido número á que ascendian los revoltosos de Cochabam-
ba, su armamento y correrías en la de Oruro, y términos de la
de la Paz, lo que babia de producir mayores inconvenientes á
la empresa de Ramírez para penetrar por ellas hasta donde le
llamaba el Presidente Meto, llegó á mis manos la relacion de
los horrorosos atentados que se cometían en todo el pais de
acuerdo con la junta revolucionaria de Buenos Ayres; del mo
do con que se preparaban á invadir el territorio fiel, y final
mente la circunstanciada noticia de haber pasado por las ar
mas, á cincuenta y ocho leguas distante de Córdova, á su go
bernador Concha, y otros jefes y empleados dignos de la ma
yor estimacion ; y lo que parece acaso increíble en lo venidero
al mismo D. Santiago Liniers, aquel que tantas veces expuso
sú vida á los peligros por la salvacion de ese propio suelo, que
para mayor ignominia de sus habitantes, quedará permanente
mente teñido con la sangre del héroe de aquellas provincias.
Acaecimiento tan bárbaro é inesperado, internó desde luego
toda mi sensibilidad y ternura; pero no menores cuidados agi
taban mi espíritu en aquel funesto correo. El espíritu de dis
cordia que con tanto empeño habia procurado abatir, habia
empezado á germinar entre los magistrados y jefes de la Paz,
cuyas mismas quejas se me dirigían á un mismo tiempo por
falta de oportunos auxilios. El Coronel Eamírez instado por la
necesidad y repetidas órdenes de Nieto, deseaba poner en mo
vimiento su division para salvar los caudales existentes en la
provincia de Oruro, y volar al auxilio de la que estaba en Co-
tagaita á las órdenes de Córdova. El Intendente y Cabildo de
la Paz recelosos de las correrías que hacían en su misma pro
vincia los de la de Cochabamba no querían deshacerse del res
to de tropas que guarnecía la ciudad, y acaso este mismo mo
—172—
tivo influyó para no impartir á Kaniirez el auxilio de ínulas
que habia pedido como necesarias para emprender su marcha.
Ningun peligro podia ser mayor ni de peores consecuencias
que el de la desunion; así sin pérdida de instante procuré pre
venirlo, atajando suavemente el cáncer por medio de los tem
plados oficios con que contesté á los suyos, empleando á un
mismo tiempo la sagacidad y el arte : pero aquellas fastidiosas
ocurrencias absorviendo el precioso tiempo que debió emplear
se en obras, últimamente dió lugar á que acometiesen los Co-
chabambinos la avanzada de Kamirez situada en el Tambo de
Aroma y á las órdenes de Piérola. El número superior de los
enemigos no fué inconveniente para marchar denodadamente
hácia ellos y rompiendo un fuego graneado sobre la columna
de un mil hombres, causó tal estrago en sus líneas que los pu
so en precipitada fuga. Dos divisiones de los mismos insurgen
tes de Cochabamba, al ver el desorden de su centro, intentaron
envolver por derecha é izquierda á Piérola, cuyo designio frus
tró el teson de sus guerrillas manteniendo el punto á pesar
del fuego enfilado con que los incomodaba por la derecha una
batería de cuatro á seis cañones; como hora y media duró la ac
cion sostenida buenamente por nuestras tropas, contra un nú
mero tan desigual, pues sola su caballería pasaba de cuatro
mil, mas cerrando la noche, determinó el comandante abando
nar el campo replegándose al pueblo de Sicasica, que seducido
por los rebeldes lo recibieron con las armas en la mano, cuyo
nuevo é inesperado accidente lo obligó á seguir hasta Calamar-
ca. Hasta por tercera vez intentaron los enemigos cortar la re
tirada de nuestras tropas, y que no pudiendo conseguirlo las
persiguieron hasta las inmediaciones de Viacha, donde como
queda expuesto se hallaba Kamirez situado con las fuerzas de
su division. Aunque nuestra pérdida no consistió mas que en
tres hombres, y la de los insurgentes no pudo bajar de tres
cientos, la infidencia de unos pueblos y la poca seguridad y con
fianza que ofrecían otros, precisó á tomar en Junta de guerra
la deliberacion de replegar al Desaguadero la total fuerza del
ejército de este virreynato, destruyendo el conocido plan que
para mantener la comunicacion con Potosí y la Plata, habia
determinado otra junta de guerra celebrada anteriormente en
el cuartel general de Puno.
Los precisos términos á que estaba reducido el parte de Pié-
rola y el inmediato sometimiento de la Paz al gobierno interi
no de Buenos Ayres dieron mas fuerza á la sospecha que des
de luego no habian infuudido contra la conducta del Inten
dente y su cabildo, las dificultades con que habian entorpeci
do los auxilios de Eamírez, y el temor que pretestaban á la
fuerza de los Oochabambinos. Bajo de estos supuestos no du
—173—
dé mandar (prévio el dictamen de este acuerdo y junta de guer
ra), á Goyeneche que el cuerpo de tres mil hombres que debia
ponerse á las órdenes de Eamírez abanzase á la villa de Churo
para reducir a su provincia y la de la Paz, y evitar que desde
estos puntos penetrase el desorden y trastorno, á las costas de
este vireynato objeto de mi atencion y preferente cuidado. A
esto daba tambien lugar el contenido de varias cai tas particu
lares que me incluyó en aquella fecha el Comandante Goyene
che escritas desde Cotagaita con la plausible y lisongera noti
cia de haber sido batido completamente en aquel punto el ejér
cito revelde de la capital de aquel vireynato, para mantener
como convenia abierta y segura la comunicacion con el de
Nieto.
Pero desgraciadamente unas y otras noticias se falsificaron
poco despues. Los documentos con que se instruían los últi
mos partes de aquellas acciones, acreditaban haberse perdido
en la de Aroma todas las municiones y armas del destacamen
to de Piérola mediante la fuga precipitada que emprendió poí
no poder detener el ímpetu de la numerosa caballería de Co-
chabamba. El incauto Córdova deslumhrado con las aparentes
ventajas que creyó haber reportado de sus primeras escaramu-
sas en Cotagaita, no advirtió el lazo que por este medio se le
tendia para llevarlo hasta Suipachr», á los atrincheramientos
del enemigo, desde donde á su placer hicieron un destrozo
completo de nuestras mal dirijidas tropas. Esparcido el rumor
de estos desastres con la ponderacion que se acostumbra en
casos semejantes, produjo aun mas funestas consecuencias.
Noticioso y asombrado el señor Meto de la derrota de D. José
de Córdova, dió orden en el campamento en que se hallaba
para que procurasen sus individuos salvarse en el modo posi
ble, lo que se ejecutó en la mayor confusion y desorden aban
donando el armamento entero de aquella desgraciada expedi
cion. Semejante improvisa providencia, pudo ser flaqueza de
un espíritu debilitado con la edad; pero tambien pudo ser y es
mas verosímil efecto de la precipitacion é inesperiencia de Cór
dova, funesto manantial de los males succesivos. Las ciuda
des de la Paz y Chuquisaca, como tambien la villa de Potosí,
adictos por amor ó por temor á los intereses de la junta revo
lucionaria, se declararon inmediatamente por ella, desarman
do las cortas guarniciones que Meto les había dejado y se
apoderaron del numerario existente en sus tesorerías. En su
ma, todo eran pérdidas, dislocacion y desórden en aquel infe
liz territorio dueños del cual los furibundos insurgentes no hu
bo género de depredaciones y de atentados que no cometieron
en los vienes y personas de los fieles vasallos del Rey. El an
ciano Moto y su Mayor General Córdova, errantes por los des
—174—
poblados fueron sorprendidos por los insurgentes y llevados
con escolta á las cárceles públicas de la villa de Potosí, donde
sufrieron el último suplicio en union del intendente D. Fran
cisco de Paula Sauz, de quien con tanta verdad como justicia
podria hacerse el cumplido elojio que merece su mérito y la
memoria que ha dejado inmanente de sus apreciables cualida-
des personales.
Con todos estos documento" que ponian en claro los des
graciados sucesos de nuestras armas en el distrito del Virey-
nato de Buenos Ayres; teniendo tambien á la vístalos oficios
del Cabildo de ía Plata con proposiciones para que se suspen
diesen todas las hostilidades de una y otra parte, y se respeta
se por ambos ejércitos la línea divisoria de ambos mandos, en
las que provisionalmente habia convenido Goyeneche ; convo
qué nuevo Acuerdo, en que de uniforme dictamen, se resolvió
la total evacuacion de aquellas provincias y la concentracion
de todas nuestras fuerzas por aquella parte en el Desaguade
ro, aumentándose estas hasta donde se considerasen suficien
tes para poner á cubierto el territorio de este mando de cual
quiera invasion ó tentativa que pudiera alterar su admirable
tranquilidad, y el buen orden que en él se conservaba. Con
los mismos cité para nueva Junta de Guerra en esta plaza, la
que instruida de haber vanado totalmente las circunstancias
segun los últimos partes, opinó como necesario mantenerse á
la defensiva para no exponer á nuevos infortunios las armas
del Rey, lo que podria ocasionar quizá, mayores y mas graves
inconvenientes al sosiego que felizmente se advertía hasta en-
tónces en el territorio de mi responsabilidad, á cuyo objeto
preferente debian aplicarse los recursos de la política apoya
dos por los de la fuerza, y porque pareció juiciosa la conducta
del Comandante General Goyeneche abrazando ambos extre
mos en la contestacion que dió al Cabildo de la Plata; se apro
bó ésta, mandando que se repitiesen la misma con solo la ad
vertencia de que en el comercio, que no se impedia, se cuida
se de precaver la introduccion de personas sospechosas y pa
peles incendiarios. Se fijaron como límites no solo el punto
del Desaguadero, sino toda la línea de demarcacion en que son
comprendidos el estrecho de Tiguinaque, los pasos de Lareca-
ja y Omasuyos ta. el partido de Huancané de la Intendencia
de Puno, y los que descienden á la costa por los de Arica ó
Moquegua del distrito de la de Arequipa, y que en aquellos
que pareciese al Comandante General se construyeran fortifi
caciones de campaña, á cuyo propósito se le mandase un ofi
cial facultativo que las dirigiese. Así mismo pareció á la Jun
ta hacer al comandante otras prevenciones generales y parti
culares conducentes todas al importante designio de la defen
sa, que trasladé sin pérdida de tiempo á su conocimiento para
que al tenor de ellas arreglase sus operaciones segun las cir
cunstancias, pues para las extraordinarias que podian ocurrir
no omití jamás refrendar la facultad anteriormente concedida
de obrar con plena libertad, cuya confianza era consiguiente
al concepto que me habia merecido al decidirme en la eleccion
de su persona para el mando del ejército y árduas comisiones
á él anexas. . ' .'
A las autoridades y jefes militares de las provincias limítro
fes, hice las prevenciones que el caso requería para' que por
defecto de vigilancia no se propagase en sus territorios el con
tagio de la rebelion. Di órdenes para el auxilio de los disper
sos y su destino á reforzar el ejército del señor Goyeneche re
ducido en aquellas circunstancias á solo de observacion, el
cual procuré al mismo tiempo reforzar con nuevos auxilios,
tanto del Cuzco y Arequipa, á costa de infinitos desvelos, co
mo desde esta capital; de manera que solicitudes del General
eran prevenidas de ante mano y sus necesidades socorridas
con anticipacion.
Esta es la série de las providencias tomadas, y las que debie
ron tomarse en aquella coyuntura, no obstante que conocido
el designio de los porteños bácia su libertad é independencia,
exijía otras de distinta naturaleza para reprimirlo. El volun
tario reconocimiento que babian manifestado aquellas provin
cias impetrando con activa solicitud por sus cabildos y gober
nadores, la proteccion de este gobierno, contra la violencia de
la junta revolucionaria, demandaba tambien un esfuerzo ex
traordinario para libertarlas de la tiranía de sus opresores, y
restablecer la tranquilidad y el órden, como lo habia ejecutado
el año anterior en las ciudades dela Paz y Chuquisaca, por re
clamacion del gobierno superior de ellas impelido del cumpli
miento de las leyes, y de la mejora del propio bienestar de
aquellos habitantes, no de la ambicion de mando como torpe
mente han esparcido los injuriosos papeles de la junta y sus
secuaces. Jamás tuvieron parte en mis decisiones los dicterios
y groseras calumnias con que sin cesar han increpado los mas
sinceros procedimientos de mi lealtad; y la prueba victoriosa
que ofrece una conducta constantemente nivelada por aque
llos principios, se hallará en una misma oportunidad en que
insultada mi alta representacion y autoridad, con las mas ne
gras imposturas, elejí el partido de la moderacion para satis
facer los maliciosos cargos, y contestar á los que sin ninguno
lejítima, se atrevían á censurar mis operaciones; en las mismas
órdenes libradas al Comandante General para que mantenién
dose en' el Desaguadero como línea de demarcacion ó divisoria
de ámbos virematos, guardase por su parte acerca de la sus
—176—
pension de hostilidades las reglas que ellos observasen por la
suya, como atras queda expuesto ; y finalmente, aprobando al
mismo jefe el laudable propósito de intentar primero los me
dios suaves de una amistosa reconciliacion haciendo uso de la
fuerza de la'política, antes que la de las armas.
Así, una prudente cautela y una vijilancia continua ocupa
ron el lugar del castigo que merecía su delito; y la venganza
á que provocaba el lenguaje libre y audaz de los caudillos de
la revolucion, dirijido á malquistar las autoridades de este Eey-
no para complicarlo en sus crímenes, y convertirlo despues en
un teatro lastimoso de sus depredaciones y excesos.
Bien conocida era la nulidad esencial del tratado, celebrado
por falta de representacion lejítima de parte de la junta; pe
ro fué necesario ceder á la necesidad y aprovecharme de las
circunstancias para resarcir las pérdidas de nuestras armas en
Zuipacha y Aroma, y organizar en este tiempo uno capaz de
imponer la ley á los revolucionarios. Con esta mira, las pro
videncias que siguieron á aquella capitulacion, tuvieron por ob
jeto, detener el cmso de los papeles subversivos y proclamas
que sin rubor ni remordimiento procuraban esparcir en este dis
trito, y el de aumentar con repetidos envíos de armas, ni uní- .
ciones, pertrechos, dinero, tropas y oficialidad de toda^ armas, ^
el ejército de observacion del señor Goyeneche, referir el por
menor de unas y otras aunque seria muy propio de este lugar,
seria tambien hacer interminable la exposicion de las pri
meras, y duplicado el trabajo de las segundas, cuando en el re
sumen general que se acompaña, está comprendida la totali
dad de los socorros con la distincion y claridad que corresponde,
como igualmente la de los crecidos gastos que se han empren
dido con este motivo, si bien á costa de grandes apuros, pero
que han contribuido á formar un ejército bien provisto y dis
ciplinado el mas respetable de los que ha visto el Perú. Pero
volvamos á asir la cadena de los sucesos siguiendo el curso de
estos extractos, que bien pronto nos conducirán á la mas me
morable accion que fijó la suerte, y la época de la libertad civil
de este vireinato, y de las provincias que componen el alto Perú.
Esta se suponía inevitable y considerándola decisiva de los
destinos de ambos vireinatos habia atraido sobre sí la atencion
de todos los habitantes de este vasto continente, objeto verda
deramente grande y del mayor interés, tanto para los que se
guían el partido de la justa causa, como para los enemigos de
ella. Estas eran las circunstancias en que el Comandante Ge
neral y presidente interino de la Beal Audiencia del Cuzco re
pitió por segunda vez la súplica para que le fuese admitida la
dimision de ambos cargos; fundándose en la propension que
que habian descubierto los soldados de su ejército, y muchos
—177—
de los oficiales subalternos al crimen de la desercion; en los
rápidos progresos que hacia en los ánimos la seduccion y en
gaños de los traidores y otras graves causas, para cuyo reme
dio en vano habia agotado los recursos de la severidad, los sa
crificios del caudal de la tesorería, las promesas y otros arbi
trios de consumada sagacidad y prudencia. La entidad de los
puntos contenidos en la representacion, me obligó á tratarla
en una junta político militar que convoqué al efecto, como in
dicaba desearlo el mismo Goyeneche, y considerados todos co
mo las resultas que podia acarrear cualquiera alteracion de
mando en el estado de aquel ejército, de unánime sentir, se de
cretó no ser admisible, por entónces, la dimision que de él hacia
el señor Goyeneche, á lo menos hasta recibir su contestacion ;
á lo que de oficio y confidencial debería yo exponerle sobre el
particular; y que para atender á los demas puntos de la pro
pia representacion se aumentase como estaba mandado el ejér
cito aunque fuese con tropas de esta capital, valiéndose para
tan urjente necesidad de todos los medios conciliables para la
mas pronta verificacion de lo dispuesto. Así se efectuó desde
luego, dirigiendo por la vía de Arica el refuerzo de esta guar
nicion; mas conociendo yo que entre los motivos legítimamen
te alegados ninguno podría ser de mayor peso, ó acaso el úni-
co segun el delicado pundonor del general, que el reciente nom
bramiento que acababa de hacer el Supremo Gobierno en el
Brigadier D. Bartolomé Cucalon para la presidencia, cuya in
terinidad estaba en Goyeneche, determiné continuarle en ella
suspendiendo el cumplimiento de los reales despachos por la
muy obvia y i>rudente consideracion de que limitado el gene
ral á solo el mando del ejército en aquellas criticas circunstan
cias, la desersion se aumentaría á lo infinito viéndolo desnudo
de autoridad, de facultades para poderlos perseguir hasta sus
propios hogares, ó hacerlo dependiente de los magistrados y
jueces territoriales para este y los demas artículos propios y de
necesidad pára la subsistencia de las tropas.
Aunque ni los oficios, ni su contestacion se hallan en el ex
pediente, es constante que de ese modo quedó cortada aquella
desagradabilísima ocurrencia, como lo manifiestan los sucesivos
partes en que daba cuenta de las tentativas de los rebeldes
para atacar nuestros destacamentos, avanzadas, y descubier
tas con infraccion de las estipulaciones; la conducta que se
habia observado de nuestra parte, y las órdenes é instruccio
nes que con este motivo y el de la seduccion en que trabajaba,
é igualmente para desconcertar nuestras tropas, habia expedi
do á los comandantes de vanguardia con el objeto de hacer
respetar su fuerza é impedir que la mala semilla cundiese en
Historia— 14
—178—
nuestro campamento y provincias. Tambien instruían sus par
tes el estado en que por noticias que le ministraban sus confi
dentes se hallaban las provincias del Alto Perú sojuzgadas por
el ejército de Buenos Ayres; de los movimientos de este para
la ocupacion de ciertos puntos, del armamento qne recibia, de
sus disposiciones para el acopio de armas y construccion de
otras acciones indicantes de un próximo rompimiento, y final
mente con remision de tres gazetas de la capital, me participa
la llegada del Mariscal de campo D. Javier Elio, al Eio de la
Plata, electo Virey y Capitan General de sus provincias, cuya
noticia era concordante con las recibidas de Montevideo, por
el Eeino de Chile, aumentándose por esta via la notable cir
cunstancia de haber traido el nuevo gefe de aquel reino tropas
de desembarco y órdenes del gobierno para reducirlo por la
fuerza siempre que no alcanzasen los medios que el paternal
indulto en aquella misma zazon.
Con presencia de irnos y otros antecedentes, mandé citar de
nuevo á la misma junta y discurriendo sobre cada uno de ellos,
no hubo vocal que no se persuadiese de lajusticia con que debia
procederse á las operaciones militares del ejército del Desa
guadero, ya por la mala fó manifestada, de parte de los insur
gentes, ya por que en este supuesto, y en el de hallarse acome
tidos de la misma capital, interesaba sobre manera aprovechar
los instantes favorables en que debian ser desechos sin espe
ranza de reunion, y ya finalmente, porque los inmensos gastos
que ocasionaba el armamento, impedian atender otros puntos
de la América igualmente conmovidos, y socorrer las gravísi
mas necesidades de la Península. Así se resolvió bajo de las
condicionales qne asegurasen en todo tiempo nuestra buena fé,
de haberse desatendido los beneficios del indulto, ó la de te
ner el general en gefe noticia segura de hallarse el señor Elio
en posesion de la capital, suspendiendo darse terminante y ab
soluta esta providencia con vista del resultado de una junta
de guerra que se mandó celebrar con el mayor secreto en el
campamento, sobre si convendría ónó dar á los insurgentes el
ataque á que habia estado provocando su mala fó, en el que
brantamiento de las estipulaciones, y de los estados circunstan
ciados de la fuerza con que se hallaba el ejército, el de su ar
mamento y disciplina, «pues aunque de todo se tenían las me
jores noticias en lo extrajudicial, era preciso tenerlas de oficio
para que sobre estos fundamentos recayese como era debido
la resolucion.
^ Excusaría exponer las insidencias que produjo esta ligera re
convencion con el mismo gusto que otras digresiones con que
á cada paso ha sido necesario cortar el hilo del principal asun
to, mas no debiendo separarme un punto de lo que consta
—179—
obrado en los expedientes, como he protestado antecedente
mente, es forzoso hacerme cargo de ellas, para que se vea tam
bien cuanto ha tenido que trabajar el virey para prevenir los
disgustos que el mas leve motivo, ó una nimia delicadeza ha
solido producir con inminente riesgo del servicio. Ello es que
una indicacion tan moderada é inescusable dio mérito á una
vehemente queja del señor Goyeneche acompañada de nuevas
instancias para que se le nombrase succesor en sus cargos, á
cuya solicitud no podia ni debia acceder yó entre otros funda
mentos por la confianza que suponia en aquellas tropas para
con el gefe que las habia conducido con tanto acierto en la
próxima campaña, por las grandes posibilidades de su casa que
podia servir con suplementos en caso apurado de la tesorería ;
y finalmente, porque la circunstancia de ver al frente de los
intereses y á la defensa de la causa de la ilacion un militar pa
tricio, hiciese ver á los menos cautos y seducidos por los in
surgentes, la justicia con que se protejia sin ofensa de los de
rechos de la América la union de estos y aquellos vasallos to
dos de un mismo soberano, individuos de una sola nacion y
cuyos intereses debian ser comunes. Como un indicante del
descontento del ejército y sus oficialas, puede mirarse la renun
cia que seguidamente hizo de sus cargos el mayor general de
él D. Pio Tristan, acreditando los fundados recelos que me
asistieron sobre este punto, para decidirme á no hacer la me
nor innovacion sobre el mando del ejército y de la provincia
confiados á Goyeneche; el cual no obstante sus quejas y re
nuncias, cumplió con remitir en detalle los documentos que se
le habian exijido.
De ellos aparece que aunque nuestras fuerzas ascendian á
6,517 hombres de todas armas perfectamente instruidos y dis
ciplinados, número igual ó superior al de los enemigos, á fa
vor de estos obraban las ventajas de una caballería mas nu
merosa y mejor montada que la nuestra; la de su artillería, la
de su armamento con concepto al aumento que habian recibi
do con los despojos de Suipacha y Aroma, y los de las gnarni-
ciones que habian desarmado. Supuesto lo cual y en conside
racion al deficiente estado de la tesorería de nuestro ejército,
no se consideraba conveniente atacarles, á lo menos mientras
se esperaban las resultas del indulto, y la propicia y próxima
estacion de cosechas en que probablemente habian de desertar
conforme á la costumbre de los Oochabambinos del ejército.
Demuéstrase así mismo en el acta de aquella junta, la situa
cion de nuestras tropas, en el punto del Desaguadero y figu
rando hipotéticamente los casos en que el enemigo podia in
tentar un acometimiento parcial ó general, por uno ó por mu
chos puntos, se propone con la mayor inteligencia para cada
—180—
uno distinto plan de operaciones á favor del cual y de la co
nocida ventajosa localidad que ocupaban, hacían probable su
derrota; concluyen con que á la primera noticia de la toma de
Buenos Ayres por el señor Elio comunicada por los espías que
el general tenia pagados y esparcidos en el territorio enemigo,
tomaría el ejército sin pérdida de tiempo las correspondientes
medidas, y baria los movimientos ofensivos que conviniesen
sobre el de los insurgentes.
Con estos documentos y otros que en la misma fecha incluyó
el comandante general, repetí la junta eu esta ciudad, la cual
instruida de todo y satisfecho al mismo tiempo de los procedi
mientos del gefe, como de su inteligencia y patriotismo apro
bó en todo sus determinaciones, y por tanto no se adhirió á las
instancias que promovía para ser relevado del mando del ejér
cito, como ni tampoco yo, al generoso desprendimiento que hizo
de las gratificaciones peculiares á su empleo.
Mientras que observándose por el comandante general el
mas religioso cumplimiento de los tratados debia disfrutarse
una inalterable tranquilidad en el ejército y provincias, lama-
la fé de los insugentes no» dejaba de quebrantarlos, incitando
los pacíficos pueblos del Perú, insultando nuestros puntos mas
abanzados, y promoviendo artículos impertinentes con el úni
co fin de venir á las manos en una accion general. A esto úl
timo contestó siempre Goyeneche con la moderacion que es
propia de su carácter, y para lo primero se hicieron en el mis
mo modo las reclamaciones de justicia,, sin omitir en ocasion
alguna la diligencia de establecer una paz permanente me
diante la aceptacion y reconocimiento de las últimas delibe
raciones del soberano representado en su consejo de Eejencia.
Pero la obstinacion y el capricho presidian en sus juntas, y
conforme á estas pasiones, y sin respeto ni consideracion al em
peño de la palabra, sus operaciones militares se encaminaban á
una sorpresa; el tratamiento de los fieles vecinos de Potosí era el
mas inhumano y vergonzoso, y las contestaciones cada vez
atrevidas é insultantes al honor del ejército; con total despre
cia del indulto y resoluciones soberanas de las cortes, se atre
ve á proponer por principio de paz la revolucion general del
Perú. Apurado el sufrimiento del gefe del ejército con insul
tos tan graves, con tan repetidos ultrajes hechos á su persona,
al ejército, alPerú,y auná la misma Soberanía, acordó en jun
ta de guerra, que esperando el último refuerzo que debia reci
birse de esta capital, dentro de ocho días, marchase con pres
teza á ocupar el punto de Huaqui desde donde por última re
quisicion se convidaría á la fuerza armada y pueblos someti
dos á la j untapor medio un manifiesto que justificase las cau
—181—
sas de esta detenninaeion' á seguir el camino de la razon, y
abrazar el limitado indulto de las cortes.
A este punto habian llegado las cosas, y el general espera
ba solo mi aprobacion para ponerse en movimiento, cuando
este Cabildo instruido de las once proposiciones hechas en las
cortes por los diputados de América, y deseoso de evitar la
sangrienta accion que se preparaba lleno de entuciasmo, y de
un amor verdaderamente paternal hácia los pueblos, intentó
mediar y negociar por enérgicos y muy elocuentes discursos
una paz estable y sincera, persuadiendo álos vocales de la jun
ta y á todos los cabildos de aquel vireinato,del bien y felicidad
que el nuevo gobierno trabajaba en preparar á los españoles
en América. El fruto de esta mediacion conocí siempre que
habia de ser ninguno, como que nada era admisible que no fue
se conforme á sus ideas. "No obstante, me presté á ella y á las
insinuaciones del ayuntamiento, para añadir á cada paso un
nuevo testimonio de que no aspiraba á su destruccion, sino á
su arrepentimiento. En efecto, los limites de lo que en pruden
cia era imposible esperar.
Valiéndose de esta ocasion el pérfido caudillo de las tropas
revolucionarias, vomitó en la contestacion que dió al Cabildo
todo el veneno que abrigaba su corrompido corazon. Presen
tar bajo el aspecto mas indecoroso y abominable al gobierno
lejítimo, y con las atribuciones mas injustas á las autoridades
y gefes de este Reyno, al mismo tiempo que dar al suyo el mas
seductivo para debilitar la constancia é inalterable fidelidad
del vireinato de mi mando: tal fué el objeto que se propuso al
dictar tan honrosos papeles, en que ademas ponderandp sus
fuerzas y sus recursos, amenazaba en obrar contra estos pue
blos siempre que no se desidiesen, con independencia de los
gobernadores, á abrazar el partido de la insurreccion con el
nombre que ellos le han dado de la libertad de la América.
Para hacer lugar y tiempo para recibir esta última decision,
propuso bajo las mismas simulaciones, y con el hipócrita pre-
testo de evitar la efusion de sangre de sus propios hermanos;
la tregua de cuarenta dias improrogables con que sorprendió
la sinceridad de Coyeneche arrancándole, por este astuto me
dio, una capitulacion cuyos puntos arreglados en una junta ge
neral que hizo en su campamento, fueron ratificados por am
bas partes, para observarse interin se recibia mi aprobacion.
El general me la pasó en extraordinario al mismo tiempo que
al cabildo, la contestacion de sus oficios, y conociendo yo con
la junta político militar de esta capital pofc estos documentos
el verdadero designio de los insurgentes, de aprovecharse del
tiempo y del menor descuido para emplearlo en corromper á
las provincias fieles atacándolas como en efecto sucedía en
—182—
aquella misma fecha por las avenidas que descienden al valle,
de Arica y Tacna de la provincia de Arequipa, se dió por nula
la tregua, no obstante las razones poderosas que el comandan
te general y su junta habian tenido en consideracion para otor
garle*!, cuya órden comuniqué inmediatamente á Goyeneche
añadiendo, por via de instruccion, las prevenciones de no per
der el momento que se presentase favorable, para atacar y ba
tir al enemigo, ni emprender operacion cuyo feliz resultado
no fuese de prudente probabilidad.
Hasta esta época, estando como se ha dicho obstruidos los
caminos de la correspondencia con Montevideo, no solo se ha-
bian podido convinar y concertar los planes de este y aquel
ejército, sino que ni aun se tenia noticia de oficio de la llegada
de Elio al Eio de la Plata, y de los medios con' que podia con
tar para hacer ofensivamente la guerra á la capital, cuyo co
nocimiento hubiera sido siempre de la mayor importancia. Las
cartas particulares habian desde luego anunciado el arribo de
este jefe con tropa armada de la Península, pero todo esto lo
desvaneció su carta en que dando aviso de su arribo á Monte
video pedia á este gobierno con la mayor eficácia se le remi
tiesen armas de fuego y blancas; con mas un socorro de tres
cientos mil pesos al menos en numerario. Es ocioso exajerar
el estado á qne estaba reducida la tesorería con tan exorbitan
tes gastos causados por necesidad desde mi ingreso al mando,
ya con unos y ya con otros motivos de defensa á cual mas ur
gentes, y con los auxilos dados á la Metrópoli. En igual esta
do se hallaban los almacenes y depositos de armas, con los con
tinuos embios y armamento de expediciones para diversos pun
tos como queda relacionado ; constituyéndome todo en imposi
bilidad de auxiliar á la plaza de Montevideo como solicitaba
el Virey, pero la mayor dificultad consistía en falta de buque,
para aquel destino pues á tenerlo á lo menos le hubiera socorrido
con alguua cantidad de armas blancas y de pólvora como poco
antes lo habia ejecutado en la fragata de comercio la Eesalu-
cion con trescientos mil pesos, y algunos quintales de la propia
municion, á solicitud del gobierno y ayuntamiento de la plaza.
A esto se redujo la contestacion que di al oficio, aventurán
dola en un buque de comercio que salia en aquella sazon de es
te punto del Callao, para el de Cadiz, y á la contingencia de en
contrar en aquella altura algun otro á quien fiar su direccion,
acompañándoles cópias ó impresos que manifestaban las dis
posiciones últimas tomadas con vista del estado de nuestro ejér
cito del de el enemigo, y cuanto podia importar á su conocimien
to para arreglo de sus providencias. Pero volvamos la aten
cion al Desaguadero y sus inmediaciones en donde los insurgen
tes sin esperar segun queda expueto el resultado de la tregua
propuesta, empezaron á agolpar fuerzas considerables en los
puntos de Laja, Tiaguanaco, San Andres y Jesus de Machaca,
con cuyo motivo el general puso un destacamento en el esme
ro de los caminos de la costa nombrado Puacoma para evitar
por ese lado una sorpresa de los Cochabambinos. Estos en nú
mero muy considerable sorprendiendo la abanzada de dicho
pueblo se introdugéron en él, causando extragos á los vecinos,
y arrollando los veinte y cinco hombres que únicamente pudo
reunir su comandante en razon de que una parte se hallaba
en otro punto llamado Guacullani, y los restantes pastando
la caballada, apesar del corto número, el comandante hizo una
oposicion vigorosa pero al fin tuvo que ceder despues de ha
ber perdido cuatro hombres, quedando prisioneros cuarenta y
uno, y perdida la mayor parte de las armas, caballos y montu
ras. En vano reclamó el comandante general su restitucion á
falta de subordinacion é indiciplina de tumultuarias tropas ni
atendia á las reclamaciones, ni obedecía las órdenes del que las
mandaba y dirijia.
No obstante insultos graves reagravados con la infraccion de
las mas recientes estipulaciones, el general usando siempre de
moderacion y de prudencia, reencargó solo la mayor vigilancia
en los puestos, poniedo en consejo de guerra al oficial que man
daba el de Puisacoma para castigarle segun la culpa que con
tra él resultase.
Mas, insolentes las tropas revolucionarias con un manejo tan-
equitativo y relijioso se abanzaron hasta dos leguas del cam
pamento, y atacando las escuchas de caballería con descargas
de fusil, fué necesario contestarles con el fuego de pistolas de
que estaban armados.
Eotas pues las estipulaciones del pacto con este hecho, y las
frecuentes alarmas falsas que daban á nuestros puestos, dispu
so el general la salida de cuatro cientos hombres de infanteria
y cincuenta caballos á las órdenes de Eamirez, á buscar al ene
migo en Machaca, donde se travo una escaramuza de guerrilla
á la arma blanca, y fuego graneado sostenido con órden por
el enemigo. El resultado de esta pequeña accion fué escarmen
tado con la muerte de su capitan y solo doce hombres, por ha
berse puesto en fuga los demas, dejando en el campo algunos
oficiales, pistolas y otras varias especies. Nuestra pérdida única
mente consistió en seis hombres entremuertos y extraviados, se
gun el parte de Eamirez, dado en el acto de la accion, cuya res
puesta del general fué la órden de que regresase dejando el
campo en seguridad y quietud.
Doce dias [tasaron de esta accion que el enemigo empleó en
en combinar y prepararse á un ataque general, con todas sus
tropas divididas en tres secciones que ocupaban los puntos de
Huaqui, Casa y Machaca, llamando la atencion de las nuestras
por el frente y flanco derecho, interin cine por un puente que
habían hechado al rio del Desaguadero por la parte de Ma-
chaca intentaba con una columna de tres mil caballos acome
terlos por la retaguardia. Advertido Goyeneohe, por seguro
conducto de este plan, y por sus movimientos, determinó ade
lantar el ataque y deshacer el proyecto que debía realizarse á
las 24 horas, dejando al coronel Lombera con la division de su
mando para guardar la derecha del Desaguadero, pasó el puen
te principal de este rio con todo el ejército, que dividió luego
en dos secciones la de la derecha (pie puso á las órdenes de
Eamírez y la de la izquierda á las suyas, marchando los prime
ros al pueblo de Machaca, y los segundos al de Huaqui."
Ya el enemigo advertido de la aproximacion de Goyeneche
habia salido de Huaqui con quince piezas de artillería y dos
mil hombres de infantería y caballería, tomando una posicion
casi inespugnable que favorecía un morro flanqueado por la
laguna y montes inaccesibles y elevados. En esta disposicion
fueron acercándose las tropas de Goyeneche hasta ponerse á
tiro de canon, que sufrieron constante por espacio de horas, sin
contestar á sus descargas, hasta que viendo los insurgentes la
tenaz disposicion de las nuestras, que se adelantaban hasta po
nerse bajo de sus fuegos, dispusieron cargarlas con un grue
so de caballería que fué tres veces intentada y otras tantas re
sistida. Cuando Goyeneche logró situarse en paraje convenien
te, dió órden á su mayor general para tomar las alturas de su
derecha que flanqueaban al enemigo para atacarlos desespera
damente y á un tiempo por este y por el frente. Conocida por
este oficial la importando del movimiento, se habia adelanta
do á ejecutarlo con toda su division, dejando solo un batallon
para las avenidas del camino. Visto por Goyeneche el movi
miento rápido á que se dirijia su mayor general, destacó tres
compañías para que avanzasen por el frente dispersas, cargan
do él con toda la fuerza de su columna por la izquierda, como
pudo permitir la lengua de tierra que formaba la laguna; lo
mismo que ejecutó Tristan por las alturas de la derecha con
un fuego tan activo que puso en fuga al enemigo tan precipi
tadamente, que dejó en el mismo campo toda la artillería, 280
cajones de municiones, y 6 cargas de botica. El mismo desor
den obligó al general á perseguirlos hasta entrar en el mismo
pueblo de Huaqui desamparado de los insurgentes. Tomó po
sesion de él y de los almacenes bien provistos de víveres, mu
niciones y de sus hospitales.
Eamírez en la misma jornada habia, adelantado las dos par
tidas de guerrillas que iban á la cabeza de su columna desti
nada á Machaca, y estas tuvieron un lijero tiroteo con la aban
—185—
zada enemiga de 200 caballos que á la primera descarga par
tieron á escape á incorporarse con el gran trozo que se descu
brió á la vista, marchando en batalla apoyada por la derecha
con los montes, y por la izquierda que forman los llanos con
una numerosa caballería. Inmediatamente desplegó Eamirez
su columna por la derecha, reservando únicamente un batallon
de retaguardia para ocurrir con esta especie de reserba á don-
dfe la necesidad lo exigiese. Asi continuó su marcha8 hasta que
llegando al alcance de los fuegos, rompió el enemigo el suyo
desde una batería colocada en un cerro y sostenida por 150
fusileros, que desde que pudieron empezaron á hacerlo, con el
mayor acierto y daño de nuestra tropa. La caballería enemiga
superior en su clase, y cuatriplicada en el número se mantuvo
en inaccion, y la nuestra por consiguiente en observacion de
los movimientos de aquellos.
Elfuego de losobuses que tenían los insurjentes en el centro*
de 1 a batalla, el de sus baterías y la interesante lluvia de gran adas
de mano fué tan recio, que casi puso en desórden las tropas
de Eamirez, pero reanimando este sus fuerzas, y cobrando nue
vo aliento con las guerrillas de la columna de Goyeneehe#que
asomaron en tan oportuno lance por las alturas de la izquierda,
no tardó en decidirse la accion á favor de nuestras armas, des
pues de seis horas de un obstinado combate. Los insurjentes
huyeron dejando por este lado ira obus, una culebrina y cua
tro cañones con muchas tiendas y municiones de toda especie.
Dueño Eamirez del campo enemigo, y cuando pensaba dar un
descanso á su fatigada tropa, la caballería cochabambina, en nú
mero de dos mil quinientos repasó el Eio del Desaguadero, é
intentó asaltar nuestro campo delante del cual se presentó
haciendo fuego con dos cañones; pero desengañado de que su
socorro era fuera de tiempo, y sus tentativas inútiles, por la
vijilancia de Eamirez, y la vizarría de sus tropas en contestar
sin detencion á sus fuegos, tuvo que retirarse avergonzado de
la empresa.
Incesantemente me impartió el general la noticia de este
feliz suceso, que fué recibida y celebrada en esta capital co
mo precursora de la amable paz, y de la tranquilidad de am
bos vireynatos. Le di prontamente como correspondia, á tan
gloriosa accion, las gracias mas expresivas á nombre del Eey,
del Congreso Soberano de Cortes, y de la mia; mandando que
se hiciese pública esta demostracion, de mi reconocimiento al
frente de los batallones de su recomendable ejército, mientras
que instruido particularmente del mérito de cada uno de sus
individuos, podia difundirme en mayores gracias y en la distri
bucion de premios segun sus grados. Pero no pude diferir has-
Historia—15
—18(Í—
ta entonces unapruebade mi gratitud respectiva obsequiándoles
las correspondientes divisas, y al primero el sable de mi uso. De
todo informé como era debido al Soberano, recomendando á los
beneméritos de una campaña tan gloriosa y tan interesante,
por las felices y útiles consecuencias que de ella debian deri
varse á su servicio, bien y felicidad comun, para que recayese
la aprobacion de todas, asi como yo la habia prestado provin
cial á cuantas expidió el general sobre el campo de batalla.
A su tiempo cumplió Goyeneche con su obligacion y mis
encargos, remitiendo listas circunstanciadas de los oficiales y
. demas individuos acreedores, y yó por la mia librando á todos
los títulos interinos, que despues se han confirmado por la So
beranía, sin que se haya visto queja de agravio de tan nume
roso cuerpo, cuyo resultado no he considerado menos feliz, que
el de la campaña, por acreditarse de este modo tanto la su
ficiencia del jefe, como la justicia en la distribucion de los
premios.
Tal fué la decisiva suerte venturosa de nuetras tropas en
Huaqui, en que derrotados completamente los árabes del Eio
de ]#, Plata, vagaban sin esperanza de reposicion, y llenos de
ignominia y de espanto, no podian hallar asilo en aquellos pro
pios pueblos, en que poco antes habían ejercitado sus tira
nías. El general Goyeneche variando á las fatigas horrorosas
de la guerra, otras mas tiernas, empleó su elocuente pluma en
manifiestos y proclamas llenas de patriotismo y amor á la cau
sa pública, y del estado que fueron escuchadas v bien recibi
das en las provincias que componen el alto Perú; y la noticia
de la sagacidad é inteligencia conque eran tratados los prisio
neros, y todos aquellos que de buena íé buscaban su patrocinio
y clemencia, acabó de decidirlos para abrazar la justa causa, y
reposicion de las autoridades á su antiguo orden y respeto. La
primera que exhibió este testimonio, fué la de la Paz por el ór
gano de su gobernador y ayirntanriento, llamándole con ins
tancia para que á su paso para la villa de Oruro, á donde se
dirigía al total exterminio de los restos del vencido ejército, en
trase á enjugar las lágrimas que el despotismo á sus fieles ve
cinos, oprimidos por el vigor y por fuerza ; con estas prome-
zas y la seguridad de sus ruegos, entró desde luego en ella á la
cabeza de mil quinientos granaderos, y en los pocos dias de su
detencion, dejó en él todo arreglado, los ramos de la pública ad
ministracion con general contento satisfaccion y aplauso de
sus habitantes.
A todo contribuyó el intendente Pristan con entusiasmo, aña
diendo otros servicios de la mayor importancia, que en concep
to del general no hacían dudosa la conducta fiel de aquel magis
trado, y aunque ni esta, ni otras pruebas dadas posteriormente,
—187—
han sido capaces de disipar las sospechas á que dió ocasion
con semejante manejo, ellas quedarán siempre envueltas en el
claro y oscuro con que se diseñan las acciones de los hombres.
Sea por cual haya sido su conducta, el comandante general le
continuó en el mando de la provincia, y yó aprobé como corres
pondia su disposicion, igualmente que sus operaciones milita
res, y el prudente político y compasivo sistema, que habia adop
tado con todas las demas clases, como que en este punto han
coincidido siempre mis intenciones con las suyas.
Al de la Paz siguió el destrozado ayuntamiento de Oruro
con unas eficaces instancias, si puede ser para (pie acelerando el
general la marcha de sus tropas, pusiese aquella huerfana villa y
provincia, á cubierto de los riesgos y peligros de que estaba
amenazada por algunas partidas errantes de Cochabamba, que
habian servido de auxiliares al criminal ejército de Buenos Ay-
res y reliquias de este. En menos tiempo ejecutó lo mismo que
en la Paz, y dejando en esta de Oruro y su provincia, restable
cida la tranquilidad, volvió hacia Cochabamba su atencion y sus
armas.
Agotados todos los recursos de política, para reconciliar á
la provincia de Cochabamba, que no contestaba de otro modo á
los oficios del general que con arrogancias é insultos, fué pre
ciso usar ya de la fuerza para sujetarla, descubierta que fué
por irrefragables documentos, la mala fé de su cabildo y
gobierno, apoyado cou el abultado poder de su numerosa po
blacion, y de la inaccesibilidad de los valles por donde debian pe
netrar nuestras armas, mas todo se allanaba al entuciasino del
ejército vencedor, una marcha fatigosa por despeñaderos y
montañas escabrosas, con frecuentes cortaduras, y la ocupacion
de las eminencias, lo puso en el lugar de Cruces, punto domi
nante del valle de este nombre. Desde allí descendió Ramírez,
comandante de la vanguardia, y seguidamente el general con
la division del centro, hasta las cercanias del pueblo de Sipir
sipe, no pudiendo verificarlo la retaguardia con tanta oportuni
dad por la aspereza de los caminos. No obstante lo cual, habien
do los enemigos roto sus fuegos desde las lomadas inmedia
tas al pueblo, y aproximándose en estos momentos la noche,
dispuso Goyeueche un ataque general al arma blanca, para
apoderarse de la poblacion, y proporcionar alguna seguridad
á sus tropas; con efecto, lo verificó así, pero como los enemigos
se situaban en otra posicion mas ventajosa y dominante, fué
preciso sin embargo de su crecido número, y del fuerte apoyo
que le prestaba el rio. Anímala acometerles por el centro, á cu
yo movimiento desplegaron en dos gruesas columnas con el
proyecto de cortar nuestra retaguardia; empresa (pie fué tan
pronto meditada como desvanecida, por la rapidez con (pie el
—188—'
ejército de Goyeneche puesto en tres divisiones, cargó por am
bos lados con extraordinario ímpetu y ardor, causando la ma
yor confusion en sus líneas, á que se siguió luego su total dis
persion, y fuga que pudieron seguir favorecidas con la sombra
de la noche. Toda su artillería consistente en ocho piezas de
bronce de varios calibres, con otros despojos de la accion que
daron en el campo de batalla, con un número bastantemente
considerable de muertos, heridos y prisioneros.
Mas á proporcion que las armas del Bey se habian ido desvian
do del punto de la Paz y partidos inmediatos, los revoltosos de Oo-
chabamba y emigrados de la misma ciudad, fomentaron en el de
Pacages una general conspiracion de indios, que se extendió
despues al de Larecaja y Omasuyos, y en número muy consi
derable cayeron sobre la ciudad abrazando los pueblos del
tránsito. Esta noticia que prontamente me fué comunicada,
aunque con bastante ponderacion, por todos los jefes militares
y políticos de las provincias confinantes, era de gran conside--
racion por cuanto interceptados los caminos y la corresponden
cia con el ejército, no podia saberse el estado de sus operacio
nes, ni menos sus necesidades, para atenderlas con oportunidad,
siendo lo mas doloroso en aquellas circunstancias, la pérdida
de algunos artículos de necesidad, que por inconsideracion de
los jueces territoriales, se aventuraron á remitir con poca 'segu
ridad, y cayeron desde luego en manos de los amotinados. Así
me pareció lo mas obvio en semejante conflicto, asegurar el
parque del Desaguadero mientras que con arbitrios reforzaba
su guarnicion, en términos de poder obrar contra la multitud
opresora de la ciudad de la Paz, y limpiar los caminos, uno de
ellos fué, que activando el alistamiento de indios en las provin
cias del Cuzco^ marchasen con el auxilio de tropas armadas de
fusil y artillería, al mando del fiel casique D. Mateo Pumaca-
hua hasta el Desaguadero, donde se aumentaría su fuerza y
y hallaría la instruccion que de todo podría ministrarle su co
mandante D. Pedro Benavente, para facilitarle por veredas ex
traviadas la comunicacion interceptada del ejército. La ma
yor angustia consistía en la falta de armas, tanto para la nue
va expedicion cuanto para las provincias, cuyos jefes recelo
sos de una irrupcion de los indios, las pedian con incesante
y aun inconsiderado clamor, y no pudiendo remitirles desde
esta capital, así por su escaso número en almacenes, como ya
queda dicho, como por la necesaria demora que habia de expe
rimentarse eu su transporte. Bajo de estos supuestos en las ór
denes circulares que expedi incitando el celo de los jefes para
su mútuo auxilio con la proyectada expedicion, me encargué
muy particularmente de desvanecer sus temores con solidicí-
mas reflexiones, y avivando la confianza que siempre debia
—189—
tenerse en el cuerpo respetable de tropas, que á las órdenes
del señor Goyeneche, y con el refuerzo de Pumacahua no po-
dia ni debia esperarse otra cosa, que la pronta pacificacion y
castigo de una muchedumbre, que aunque numerosa, carecía de
armas y disciplina, y que en todo evento podría ocurrirse al ar
bitrio de recoger las armas de fuego del vecindario, con aquella
cautela y sagacidad conveniente para no hacer odiosa la dili-
jencia.
Desvanecidos en algun modo los temores de los jefes, solo se
trataba de agolpar el mayor número de hombres armados, en
el Desaguadero, para la defensa y seguridad de este Vireinato.
El fuego se comunicó hasta los últimos pueblos que estan del
otro lado del mismo rio y sus vertientes hacía la costa, de mo
do que estuvo en riesgo de haber caido en sus manos, uno aca
so el de mas cosideracion, de los muchos socorros de numera
rio y efectos con que frecuentemente se auxiliaba al ejército
por aquella parte.
Ya en aquella sazon se tenia alguna idea de la entrada del
ejército en Cochabamba, pero acompañado de otros .des
graciados sucesos, que se suponían al mismo ejército desnu
dos de comprobantes y de probabilidad, era preciso des
preciarlas y atender solo al principal refuerzo del Desagua
dero, con el objeto ú objetos indicados. Y aunque ratificada
la primera, por avisos directos del general, y por consecuencia
recuperada la comunicacion, se opinaba inútil la expedicion. Yo
insistí siempre en la salida de Pumacahua, para acabar de di
sipar con este auxilio, las hordas de ladrones y discolos que
andaban alborotando y robando á los pueblos, y quizá para ha
cer levantar el sitio de la Paz, si Lombera no lo hubiese ya veri
ficado como era opinion comun, mediante lo cual se pu
sieron en camino desde el Cuzco 3, 500 hombres con órden de
acelerar sus marchas tomando por el atajo de los cerros, pues,
los mismos que antes opinaron por su inutilidad, fueron los pri
meros en solicitar su remision con mayores y mas vivas ins
tancias. Dió mérito á esta novedad, la aproximacion de los in
surgentes al pueblo de Tiquina, y el arrojo del segundo co
mandante de este, que se atrevió á pasar la laguna con solo
cuarenta hombres y una pieza, para batir un número infinita
mente inferior, quedando por resultas treinta y cuatro hombres
en el campo, incluso el que los mandaba, y los enemigos due
ños de sus armas y del punto resguardado con otra pieza. Ac
cion heroica, pero que desaprobé por cortar en tiempo el mal
ejemplo que pudiera producir la repeticion de actos tan incon
siderados, con detrimento de la disciplina y del servicio como lo
fué éste, pues aunque se recuperó el punto á los cuatro dias de su
—190—
pérdida no lo pudieron ser las di >s piezas de artillería que los
revoltosos retiraron luego luego de aquel lugar.
Con doble motivo que este, reprendi al intendente de Pu
no, quien acaso por un efecto de su celo, se precipitó á deli
berar en una junta de guerra extemporánea que formó, la ex
pedicion de mil hombres á las órdenes del comandante D. Pe
dro Benavente para auxiliar á la Paz, que se suponía cada vez
mas estrechado por el cerco que sufría. El paso no pudo ser
mas aventurado ni anti-militar, porque considerado este pun
to como dependiente del ejército para las órdenes de su gene
ral, no debió decidirse á hacer movimiento alguno sin su pre
vio mandato ó consentimiento expreso; por que estando situa
do con competentes fuerzas para mantener el pimto, no estaba
en las facultades del comandante, y mucho menos en las del
intendente variar esta disposicion, por que ascendiendo el nú
mero de los que asediaban la Paz, segun las mejores noticias,
á mas de nueve mil armados, quizá con las armas que habian
arrojado y ocultado los Porteños en la accion de Huaqui, era
improporcionada la fuerza de que podia disponer Benavente
para la empresa; y Analmente por que interceptados los ca
minos, no era posible combinar esta division sus operaciones con
la de Lombera, situada en las proximidades ó dentro de la villa
de Oruro. Por todos fundamentos, fuese cual pudiese ser el éxito,
no pude dejar de desaprobarlo en todas sus partes recordando
los funestos efectos del de Siúpacha, y el resientísimo de Ti-
quina, de cuyos resultados se reciente hasta el dia el erario y
el crédito de nuestras armas. Pero como quizá no sería fácil
hacer retroceder la expedicion de la distancia en que debia
hallarse, dispuse reforzar el Desaguadero haciendo redoblar sus
marchas al coronel Pumacahua para que colocado en este
puesto, con un cuerpo de observacion en sus alturas, estuviese
hábil á replegar con prontitud todas sus fuerzas en el puente
de dicho rio si la necesidad exijiese.
Para la mejor inteligencia <íe esta exposicion de mis provi
dencias, no es útil pero sí necesaria la digresion que es forzoso
hacer, acerca de la creacion de estos cuerpos, de naturales manda
dos extinguir muy de antemano por reales órdenes expresas, y
por las que prohiben el aumento de nuevos cuerpos de tropas
de milicias en el distrito de este Vireinato. Ya se' ha expesi-
ficado el imponderable trabajo con que reuniendo las milicias
de las provincias del Cuzco, Arequipa y Puno, habia logrado
formarse un pié de ejécito que en número y disciplina no ha
bia visto hasta entonces el Perú. Queda expuesto asi mismo,
el destino que se dió á esta fuerza para sujetar las provincias
del alto Perú, quedando solo lo muy preciso para las guarni
ciones interiores, y la línea de demarcacion de este reino con
—191— .
el de Buenos Ayres, fuera de otras atenciones á que se acudia
desde esta capital para Guayaquil y Quito, y últim amente
queda demostrada Una superviniente necesidad de socorrer á la
P,az, y de abrir la comunicacion con nuestro ejército. Esto su
puesto y asegurado de la antigua y muy ardiente fidelidad del
easique de Chincheros D. Mateo Pumacahua, y de la de Azán-
garo D. Manuel Choqueguanca acreditadas en la revelion que
padecieron las provincias del Cuzco, en el año setecientos ochen
ta, no dudé admitir sus ofrecimientos por servir en esta librán
doles los correspondientes títulos de oficiales para estimular su
celo al cumplimiento de los deberes, y dándoles las banderas
que habían solicitado, y en la propia conformidad se ha hecho
en otras provincias, cuyo necesario auxilio al ejército, ha sido
la regla para la creacion de nuevos cuerpos de milicias ó resta-
blecimento de los que estaban mandados extinguir.
El auxilio de estos naturales, y el que se recibió de las otras
provincias de Arequipa y Puno, sofocaron enteramente la in
surreccion de los pueblos confinantes al Desaguadero, y dejó
libre por aquella parte el tránsito .hasta Potosí, en tanto que
Benavente, abanzando hácia la Paz llevaba delante de sí á los
amotinados, que de ninguna manera-osaban detener su marcha,
ni librar accion alguna grande ni pequeña. Pero llegando al
cerro nomfrrado Lloco-lloco cuyas alturas dominantes estaban
ocupadas por los insurgentes, se manifestaron estos dispuestos
á defender el paso, arrojando primero gran cantidad de piedras
y con algun fuego de fusilería y de cañon, con las piezas obte
nidas en la accion de Tiquina, hacían del todo difícil la empresa
de pasar adelante ni atras, por haberles cerrado la retaguardia.
En tan desesperado caso, dividió Benavente sus fuerzas en dos
*alas, y con desprecio del enemigo, emprendió tomar ambas
eminencias, y lo consiguió en electo, imponiéndoles con su de
nuedo, tal terror que todos desampararon los mejores puntos,
donde se situó con todas sus tropas y equipajes, y el auxilio
de caudales que con el mayor arrojo y de propia autoridad dis
puso pasar al ejército.
Al dia siguiente levantó su campo, y sin perder de vista á
los insurgentes, cuyo número se aumentaba en proporcion de
sus marchas. En todas ellas fué hostilizado con inundaciones
de piedras, y acometido en varios puntos hasta llegar á los al
tos de la Paz, circundado siempre de enemigos, y este que fué
el mas obstinado y sostenido de los ataques, que tuvo que su
frir esta division, fué la primera luz y consuelo de los asediados
Pazeños, que empesaron á recibir algunos auxilios de los pue
blos que se rendian implorando el perdon de sus delitos. En
los dias de su detencion en los altos, tuvo tambien que soste
ner algunas acciones contra los que le acometían, ó acometían
—192—
la ciudad, hasta que apareciendo la division de Lombera por
el camino de Potosí, sostenida por esta de Benavente entró en
ella, y con el respeto de ambas quedó enteramente disipado el
cerco; en varias dispuestas de acuerdo de ambos comandante^,
y en que con igual felicidad, fueron muchos los triunfos que se
conseguían, logrando desarmar á los unos, castigarlos ó perdo
narlos segun las disposiciones de arrepentimiento que manifes
taban. Lombera quedó en este punto para atender á su segu
ridad, y quietud de los pueblos, y Benavente pasó á ocupar los
que median desde Laja al Desaguadero, con arreglo á las dis
posiciones del General.
Ya Pumaeahua que por orden del mismo Goyeneche habia
tambien partido del Desaguadero, ocupaba el pueblo de Sica-
sica despues de haber pacificado los pueblos del tránsito y cir
cunvecinos desde el Desaguadero hasta Oruro, de modo que
no dejaba el menor cuidado al General, la conservacion de es
tas provincias, no habiendo permitido la distancia entrará Pu
maeahua en la accion de Sipisipe para que fué llamado; mas
no por esto dejaron de ser atendidos sus servicios, por lo que
contribuyó su presencia al sosiego de los partidos de Pacages,
Sieasica y . otros, como al designio principal del socorro de la
Paz, dejando expeditas las demas divisiones del ejército, y en
disposicion de continuar sus operaciones, para cuya relacion
es necesario volver atras desde el punto de Sipisipe en que lo
dejamos victorioso.
Desecha la gavilla de Cochabambinos en el modo que queda
expuesto anteriormente, el paso quedaba franco hasta la capi
tal de la provincia, á donde se dirijió sin descanso el coman
dante general, siendo interrumpido en su marcha por las dipu
taciones de los cuerpos que salieron á pedirle la paz, yla cesa-*
cion de los males de la guerra. El comandante prestándose á
todas sus proposiciones, porque las suponía de buena fé, entró
á los tres dias de la accion en la villa, y colocado en los balco
nes de la casa consistorial, dió al vecindario las pruebas mas
inequívocas de su benevolencia, sinceridad y deseos de una
perfecta reconciliacion; habló al pueblo para desimpresionar
lo de los errores y engaños en que lo habian tenido, obsequián
dole los prisioneros, arrojando porcion de monedas, y admi
tiendo en su ejército un cuerpo de caballería de la propia pro
vincia con su jefe y comandante, á quien como á todos com
prendió el indulto que habia ofrecido, y que á la verdad no
merecía su obstinada ceguedad y capricho; generosidad con
que excediendo los límites de sus facultades, quizo ganarla vo
luntad y el corazon de los provincianos, mas bien que hacerse
temer por los suplicios.
En pocos dias dejó arreglados los puntos de administracion
—193—
en la provincia, reponiendo las autoridades, ó depositando
los empleos de mando en personas de conocida fidelidad, amor
al rey y adictos á la justa causa, y en quienes ademas de estas
circunstancias, concurrían tambien las de probidad, madurez,
influencia y claro discernimiento, para afirmar la pública tran
quilidad. El acierto de estas determinaciones, mereció mi ab
soluta aprobacion, excepto en el nombramiento de intendente,
puesto que hallándose ya en esta capital, el nombrado por el
Gobierno para este destino, no era posible omitir sin graves
causas el debido cumplimiento á las órdenes soberanas, que así
lo disponian. Tambien aprobé las propuestas para ascensos en
el ejército, y tanto de estos interinos nombramientos, como de
las disposiciones anteriores, informé á S. M., como repetida
mente lo he practicado para su mas perfecta inteligencia en
estas materias, y para obtener la confirmacion correspondiente.
La noticia del triunfo de nuestras armas en Sipisipe, y la de
la clemencia de su general, deshicieron enteramente las espe
ranzas, que los revolucionarios tenian en el poder de Cocha-
bamba, dispuse los ánimos de los que residian en la Plata y
Potosí, á admitir sus piadosas proposiciones, dió lugar igual
mente á que con la fuga de los mas protervos, pudiesen levan
tar el cuello los fieles oprimidos por la fuerza, y dejó en fin li
bertad á los cabildos para implorar la humanidad del general,
en favor de ambos vecindarios. Este, aprovechando tan feliz
coyuntura, se puso en camino para la villa de Potosí, y nombró
al teniente coronel D. Mariano Campero con competente guar
nicion, para entrar en un mismo dia que él, en la ciudad de la
Plata, como lo verificaron ambos, con general contento y satis
faccion de uno y otro pueblo ; recogiendo de los lugares á don
de huyeron y se mantenían ocultos, los magistrados y jueces,
cuya reposicion decretó. No fué en Potosí y la Plata menos
generoso en perdonar á los seducidos, pues no ejecutó castigo
alguno, sino que ocupado enteramente en reformar los abusos
introducidos por el ilegal gobierno, dejó en breve tiempo en
tablado el sistema, y se dispuso á partir á la Plata donde sus
moradores deseaban su presencia para consolidar el buen ór-
den y abrir de nuevo el proscripto Tribunal de la Audiencia.
Mas como en los partidos de Pacajes y Omasuyos, Sicasica
y sus inmediaciones, quedasen algunos criminales que con el
influjo del poder ó de sus empleos, turbaban el sosiego de los
naturales causando en algunos de estos puntos los mayores
estragos, y aun interceptando la correspondencia con este virei-
nato, ordenó el coronel Lombera á quien habia dejado á cator
ce leguas de la Paz, marchase con mil quinientos hombres á
deshacer aquel nublado, para cuyo efecto hizo salir tambien de
Historia— 1(>
—194—
Oruro al coronel Astete con su division á protejer las opera
ciones del primero, al mismo tiempo que él se dirijió por la
provincia de Chayanta á la villa de Potosí. Con efecto Lom-
bera por sí solo, ciunplió con exactitud su encargo, disipando
las convulsiones de Sicasica, y Astete partió á Cochabamba
por donde tambien quedaban que destruir algunos fracmentos
de inquietud, y para estar á la mira del partido de Ayopaya
que en la propia conformidad adoptaban el sistema de insur
reccion. Estas multiplicadas atenciones del ejército, y la.nece-
sidad de no disminuir su fuerza para estar al reparo de los
movimientos del enemigo concentrado con las reliquias de sus
tropas en Salta, precisaron al general al alistamiento de cuatro
cientos hombres mas, á cuyo armamento proveyó en parte con
algunos fusiles que se iban descubriendo enterrados en los pue
blos, y en parte con los que hizo pasar del parque del Desa
guadero. Estas y otras providencias con las del descubrimien
to y recojo de los caudales, y efectos de las oficinas y casa de
moneda, que la precipitacion de la fuga delos insurjentes habia
hecho escapar de su rapacidad, ocupaban el tiempo y la medi
tacion del general, cuando el cabildo de Tarija consecuente á
su voluntario reconocimiento á las cortes generales de la nacion,
le remitió impresos, y papeles que acreditaban los apuros de
Buenos Ayres, por la aproximacion de tropas portugues as auxi
liares, y el arribo de dos mil hombres (pie se suponía haber lle
gado de Europa á Montevideo. Con presencia pues de esto, y
de otras noticias de la desorganizacion, debilidad y division en
que se juzgaba la capital, dispuso Goyeneche la pronta mar
cha de una division de su ejército, para que á las órdenes del
teniente coronel Barreda pasase á Tupiza á reunirse con los
trescientos que allí se hallaban, y la instruccion de que aban
zase al enemigo, siempre que las incidencias ofreciesen la me
nor oportunidad para este movimiento, que bien dirijido podia
introducir la confusion y el desorden, en las indisciplinadas
tropas del enemigo.
Entre tanto, una nueva conjuracion fomentada en los valles
de Elisa y Tarata por los prófugos de la ciudad de la Paz, y de
Cochabamba, se iba extendiendo en toda esta provincia y las
de Sicasica hasta apoderarse de la Villa, desde la cual proyec
taban sorprender y posesionarse de la de Oruro. El pensamien
to se puso por obra, con mayor celeridad de lo que podia pre
sumirse, pero con la misma tocaron el desengaño, pues la cor
ta guarnicion que allí se hallaba, á las órdenes de D. Indalecio
Gonzalez de Socasa, auxiliado por el vecindario, castigó el ar
rojo y temeridad de los revoltosos, que huyeron despavoridos
y dispersos sin orden y sin jefes, dejando sus pocas armas de
fuego en el campo. La cortedad de la guarnicion de Oruro, y
—195—
la próxima estacion de aguas, no permitió ni á Socasa ni al ge
neral perseguir á los facciosos como hubiera sido de desear,
hasta disiparlos enteramente entrando en Cochabamba, y cas
tigando con severidad á los cabezas, todas las veces que su ma
la fé y proterbia, hacian demostrable la inutilidad de los me
dios templados que la política del general habia creido sufi
cientes para someterlos. En tales circunstancias, solo se trató
de poner expeditos los caminos y la comunicacion con este vir
reinato, suspendiendo adelantar mayor número de tropas hacia
Jujuí y Salta, tanto por razon de la proximidad de las aguas,
como por no subdividir las fuerzas del ejército, mayormente
cuando el fuego de Cochabamba, y el casi comun contagio C
que adolecían algunas provincias, detenia su paso para estar
al reparo para contenerlas. Ocupando el ejército del Perú los
principales puntos de Chuquisaca, Potosí, Oruro y la Paz, era
fácil ocurrir desde ellos á cualquiera otro donde apareciese la
menor inquietud, y proporcionaba igualmente la mejor como
didad para hacer seguir al ejército hasta Jujuí, siempre que
los negocios de Buenos Ayres alterados y en continuos embates
anunciasen como en un barómetro, el momento feliz de imba
dirlos con suceso ; y en esta disposicion, aunque las tribus er
rantes interceptaban los correos, y ejercitaban otros actos de
hostilidad, como robos y asesinatos, en los indefensos transeun
tes, nada podian emprender de consideracion contra las armas
del rey ni contra los pueblos; pero mis continuas advertencias,
y la pronta ejecucion de ellas por el general Goyeneche, ase
guraron la carrera y la comunicacion con este virreinato, que
era cuanto en aquellas circunstancias podia emprenderse.
No satisfechos mis deseos con estas pasivas providencias,
habia intentado hacer un esfuerzo para perseguir unos ladro
nes que tantas molestias debian causar así á los vecinos de los
pueblos, como á los pacíficos traginantes ; y á fin de no aventu
rar en estas accicsies la pérdida de nuestras tropas ó su menos
cabo, determiné se examinase en junta de guerra, si convendría
ó nó formar una expedicion hasta la misma villa de Cochabam
ba centro de la rebelion ; pero ya tenia anticipado este paso
Goyeneche, y estaba resuelto con el mas maduro acuerdo sus
penderla hasta mejor tiempo, por las dificultades que ofrecía
el paso, por los caudalosos ríos que circundan los valles de
aquella provincia, con rápida corriente en esta estacion; por
evitar que la comun enfermedad de tercianas, cansase algun
estrago en las tropas ; y sobre todo, porque esta detencion que
era favorable para la recomposicion del armamento que se ha
llaba ya deteriorado por el continuo servicio, lo era igualmen
te para dar algun descanso á la fatiga de las marchas del ejér
cito.
—196—
Otro inconveniente, y acaso el mayor para embarazar estos
movimientos, era la situaeion del corto ejército de la capital
de Buenos Ayres, en la posta de Cangrejos, que aunque com
puesto solo de quinientos hombres de gente colecticia, era pre
ciso atender con preferencia por la audácia de sus proyectos.
Supuesto lo cual, mi resolucion fué que permaneciendo los co
roneles Pumacahua y Benavente en Sicasica con sus divisio
nes, Astete con la suya en Chayanta para contener las inquie
tudes que habian aparecido por aquella parte: Lomberaenla
de Oruro; y las que guarnecian los puntos de Laja, Potosí y
la- Plata, pasase el teniente coronel D. José Francisco Moya
con dos compañías de caballería á ocupar á Llaucacoto, y el
coronel Picoaga con quinientos hombres á unirse en Tupiza
con la division de Barrera, para arrojar de la posision de Can
grejos á los insurjentes que la ocupaban, persiguiéndolos si
fuese factible hasta posesionarse nuestras tropas de las gar
gantas precisas de Jujuí y Salta; de cuya manera todos los ob
jetos eran atendidos é igualmente asegurados contra nuevas
tentativas de los enemigos, tanto interiores como exteriores.
El éxito calificó de acertadas y prudentes estas medidas,
pues habiéndose adelantado los porteños hasta Moxo, tuvie
ron que retirarse inmediatamente de él con la llegada de Bar
rera, pero sin haber sostenido accion alguna. Del mismo modo
los revoltosos de la provincia de Mizque, que con increible
atrevimiento se adelantaban hasta las inmediaciones de la Pla
ta cortando el comercio, la introduccion de víveres en la ciu
dad, fueron completamente batidos y escarmentados por el pre
sidente de aquella audiencia, Brigadier D. Juan Eamirez, en
Huata donde habian formado su campo. La agitacion de una
marcha fatigosísima, no permitió á nuestras tropas perseguir
con empeño á los que huían, asi dispuso Bamirez suspenderla
en Guampaya para dar algun descanzo á sus soldados, y reha
ciendo sus fuerzas emprenderla de nuevo por los caminos que
brados á Moxotoro, y de allí á Yamparaes, por recelarse mu
cho de la tranquilidad de este partido, cuya conservacion era
de suma importancia por la localidad de su situacion.
Las últimas noticias de Buenos Ayres, convenían en la ma
yor parte con las antecedentemente adquiridas, relativas al
total desconcierto de las ideas de la junta, adelantándose la
de la ocupasion de aquella capital por las tropas del señor Elio;
y aunque desde luego carecían de los requisitos para prestar
entero ascenso á las exposiciones, lo indudable era segun la
declaracion de un transeunte, y de la comparacion de ella con
varias cartas particulares, que las fuerzas de los porteños, si
tuadas en Jujuí y Salta, constaban de muy corto número, de
mala calidad, sin armamentos ni recursos, mediante lo cual el
—197---
General dispuso que marchase al punto de Tupiza el coronel
D. José García de Santiago, con una division de quinientos
hombres, para aumentar la fuerza de Picoaga y Barrera, con
órdenes para que este jefe ordenase acerca de su reunion y
operaciones, lo que pareciese mas propio y útil en las circuns
tancias. El espíritu de mis instrucciones era este mismo; así á
lo dispuesto por Goyeneche, nada tuve que añadir que sea de
consideracion ; pero si creí necesario extenderme en reflexio
nar sobre la conducta del Marques de Valle de Toxo, cuyo
manejo indeciso, me habia sido sospechoso desde los princi
pios de la revolucion. La conducta de este vecino, de calidad
y poderoso, si no habia podido calificarse de criminal hasta en
tonces, suponiendo efecto de la fuerza, los auxilios que impar
tió á los insurgentes siempre que los reclamaron de sus ha
ciendas, á lo menos debia reputarse un egoísmo consumado,
puesto que no tomó como correspondia desde el principio él
temperamento de decidirse abiertamente por uno de los dos
partidos; pero su última proposicion, relativa á colocar en el
mando de estos dominios una texta coronada, me pareció ser
á un mismo tiempo la mas atrebida, escandalosa é infiel, y
acaso la mas capciosa que pudo discurrirse, alarmar la fideli
dad de los pueblos tranquilos, y hacer odioso en todas partes
el ejército de este vireynato. La razon de mas peso en que in
tentaba hacer consistir la necesidad de adoptar su ridiculo ar
bitrio, consistía en los temores de una dominacion extrange-
ra, que siendo el mismo de que se habian valido los revolucio
narios de todas partes, era un comprobante de la mala fé del
Marques, suficiente para proceder contra su persona judicial
mente. Sin embargo de todo, anhelando siempre á sacar las
mayores ventajas en favor de la causa del Eey, sin detrimento
de la fortuna de sus vasallos, me contraje solo á estas obser
vaciones por lo que pudiese influir el conocimiento de ellas en
los pasos del general. No dudando que si á los mil hombres
con que calculaba á Picoaga situado en Yavi se le juntasen
los quinientos que habian salido para Tupiza, era una fuerza
mas que suficiente para ahuyentar al enemigo de Jujuí y Sal
ta, previne á Goyeneche lo dispusiese así, siempre que no se
viese precisado á alterar esta disposicion por nuevas noticias
que hubiese adquirido de haberse reforzado con tropas de Bue
nos Ayres, lo que no era de esperar, pues asegurados los pun
tos interiores en el modo con que lo habia dispuesto por mis
antecedentes órdenes, poco ó nada podia temerse por esta par
te que no fuese prontamente remediado con escarmiento de
los revoltosos de Cochabamba.
Verdaderamente que á tan larga distancia no podia dispo
nerse con mas acierto, pues aunque los cochabambinos insul
—198—
tacon el puesto de Moya en las inmediaciones de Llancacoto
la respetable fuerza inmediata de Lombera en Oruro, nada les
dejaba adelantar por esta parte, no obstante lo cual, receloso
Goyeneche, por la falta de noticias de esta corta division, ha-
bia reforzádola con otra á las órdenes del Conde de Casa Eeal.
de Moneda, para abrir la comunicacion con Lombera y Aste-
te, y el paso para trasportar las municiones de que dejó care
cer la expedicion de Suipacba.
Aunque lleno de sentimiento por esta inevitable demora, tu
ve la satisfaccion de ver ya en camino el mayor general Tris-
tan que con nueva division pasaba á reforzar á Picoaga que
lleno de gloria por la resistencia que poco antes habia hecho,
al ataque de los insurjentes en las orillas del mismo rio de Sui
pacha, esperaba únicamente los refuerzos con que debia per
seguirlos. Con efecto, á los cinco dias de esta accion, llegó
Tristan al campamento de Picoaga, no tanto á socorrer cuanto
á admirar el esfuerzo y energía de aquellas bizarras tropas en
la accion del rio de Suipacha, qúe obligó á los enemigos á
abandonar el campamento de Nazareno que ocupaban con un
número muy superior de hombres y armas.
Cuando á costa de tantos y de tan imponderados esfuerzos,
para sofocar el fuego de la conspiracion de las provincias, y es
trechar á los insurgentes de la capital á la necesidad de una
composicion debian esperarse los mejores resultados, llegaron
extrajudicialmente á esta ciudad, las capitulaciones que el se
ñor don Javier de Blio celebró sin acuerdo de este gobierno, ni
previa noticia, como parecía regular, del general que mandaba
las tropas del Eey en las provincias del alto Perú. Tratado fué
este por su importunidad, y falta de aquellos requisitos, que me
obligó á considerarlo apócrifo, y como de los muchos artificios
de que siempre se valen los jefes de una insurreccion, ó para
hacer llegar á reponer sus necesidades, ó para alucinar con
fantásticas ideas de superioridad la multitud que siempre es
ignorante, y para hacer decidir por su partido á los mas cau
tos. En este concepto las fuerzas del señor Goyenecha se
mantuvieron ocupando los mismos puntos, con el cuidado que
se deja, concebir, pues siendo cierto como lo fue, el ajuste con
el señor Elio, era muy probable agolpasen por esta parte, un
ejército cuya superioridad arrollase el dividido del señor Go
yeneche, y cuando no malograse las bien meditadas esperan
zas de reducirlos á los estrechos límites de sus pampas. Algu
nas refleciones podrían hacerse sobre aquella capitulacion, pero
ni son propias de este lugar, ni me considero con toda la ins
truccion que conviene parajuzgar deasuntode tanta gravedad y
autorizado por el gefe que mandaba las tropas aliadas del Portu
gal en la banda oriental del Rio de la Plata. Lo que sí no puede
—190—
omitirse en ninguna manera, es la cruel situacion á que que
daron expuestas las provincias y las armas, que á costa de
tantos riesgos y fatigas, de tantas erogaciones y cuidados, los
habían restablecido al orden y obediencia al soberano.
Todas estas consideraciones y la que de los fondos de este
consumido erario, no podian sufragar á la costosa subsistencia
del ejército para el tiempo indeterminado de la capitulacion,
angustiaban mi espíritu atormentado con las impensas echas
para contener la alteracion de los partidos de Huanuco, de que
hablaré despues, y con los frecuentes y cuantiosos pedidos que
áun tiempo y de todas partes se me hacían con fastidioso y aun
insultante empeño de los gefes, los cuales solo veían sus necesi da-
des, sin hacerse cargo de las mias en circunstancias de que obs
truido el comercio habían disminuido las entradas que este
proporciona á su giro, y que extinguido el tributo que an
tes pagaban los naturales, y hacían la principal parte de los
fondos públicos, habia ocasionado un déficit para los gastos
comunes y ordinarios del reino.
En esta extremidad de cosas, me pasó el mismo Goyeneche
copias de las últimas Gacetas de Buenos Ayres, por las que,
no obstante la negociacion concluida entre el virey Elio y
aquel gobierno, se traslucían no solo nuevas dificultades para
el cumplimiento del tratado, siendo entre ellas la de mayor
aprecio la que el generál Portugues, D. Diego Sousa, oponía á
la evacuacion del pais por sus tropas, antes de haberlo ejecu
tado los revolucionarios, sino que se disponían á nuevas hosti
lidades de parte á parte. Muy satisfactorio hubiera sido este
incidente, si no lo hubiesen acompañado los aciagos partes de
las sorpresas que habían experimentado de los insurgentes, al
gunas partidas del ejército real, y de la desercion continua y
muy considerable que se iba experimentando en el ejército.
A lentados los soldados con la blandura ó casi impunidad con
que se mira á los principios este crimen por parte de los jefes,
forzados de las circunstancias, fué acrecentado el número de
los desertores, en términos que pasaron á hacerse ilusorias las
suaves providencias del general, tanto como su severidad. M
tampoco era posible usar esta en toda la extension, y con la
energía que corresponde á tan feo delito, pues la falta de ar
mas y dinero para levantar tropas que los persiguiesen, frus
traba esta medida necesaria y propia en todas circunstancias.
Fué pues preciso acudir á medios políticos, para conseguir el fin
de contenerlos, y al intento proclamé á los pueblos, recordan
do las pruebas de su valor, fidelidad y amor á la patria, tan
tas veces senalados por los gloriosos triunfos y victorias con
seguidas sobre los enemigos del orden, alentaba su constancia
en los trabajos para merecer la eterna fama de que se habían
—200—
hecho dignos; los crecidos alcances que teniau en tesorería, el
topo de tierras que se les ofreció á perpetuidad, el uso del es
cudo honorífico que les habia concedido, las prerogativas que
se les asignarían al fin de la campaña, y sobre todo, la alta con
sideracion con que serian mirados para siempre los beneméri
tos defensores de la patria, y de los derechos del monarca mas
generoso del mundo.
Débil é insuficiente hubiera sido este remedio, si al mismo
tiempo no se aplicaba otro mas eficaz, qite curando radical
mente el vicio de la desercion, previniese tambien los estragos
que padecia la tropa por los insultos de las numerosas parti
das de Cochabambinos, que infestaban el territorio. Este me
pareció ser el mejor, y quizá el único, á dar ocupacion á las mis
mas tropas, atacando á los insurgentes en los puntos mas ade
cuados, como ya lo tenia anteriormente dispuesto, para que
exterminados hasta los menores vestigios de revolucion en las
cuatro provincias, pudiera obrarse en toda libertad contra los
porteños, y para que este empleo del soldado lo alejase de co
meter aquel crimen, y otros que acarrea la inaccion. Los avisos
del general que rara vez se lograban obtener, por la intercepta
cion de los caminos, me persuadian cada vez mas de la nece
sidad de adoptar esta medida, mas bien que la del nuevo envio
de tropas á que me estimulaba sin cesar, y al que no podia
prestarme sin caer en la nota de imprudencia, por la falta de
caudales para mantener aun las que tenia á sus órdenes. Fii-me
pues en este concepto, me propuse no alterarlas, reiterándolas
en los mismos términos en todas ocasiones, y por cuantos me
proporcionaba la ocasion de repetirlas.
El general persuadido al fin de la utilidad y necesidad de
este plan, nombró dos divisiones, que al mando deD. José Ma
riano Peralta, y Conde de Casa Éeal de Moneda, en dos accio
nes sostenidas por los rebeldes de Chayanta y Porco, en las
inmediaciones del pueblo de Ucuri, quedaron completamente
batidos y derrotados, huyendo muchos de ellos á refugiarse en
la infiel provincia y villa de Cochabamba, centro de la rebe
lion, y una de las cuatro que forman el alto Perú. De este mo
do quedaron libres los caminos, Ínterin que la formal expedi
cion que debia hacerse hasta la misma capital de la provincia,
punto á que conspiraban mis disposiciones y órdenes de oficio
y confidenciales, acaba de deshacer ese nublado, y dejar expe
ditos los recursos que debian emplearse contra los de Buenos
Ayres, los cuales aunque con fuerzas muy débiles sojuzgaban
sin embargo el miserable vecindario de las ciudades de Salta
y Jujuí. Una inesperada casualidad confirmó al general de es
tos cálculos formados á presencia de las noticias que se pro
porcionaban por diversos conductos, acerca del estado de la
—201—
«apital del vireinato, y de sus apuros para sostener el proyec
to de su soñada independencia, y cuya coyuntura era la mas
feliz que podia imaginarse, para que obrándose con actividad
tanto por la parte de Montevideo como por la nuestra, queda
sen desvanecidas como el humo las esperanzas que el delirio
de sus imaginaciones exaltadas les habia hecho concebir como
reales.
El señor D. Gazpar Vigodet, ascendido á la primera autori
dad del reino, aprovechando la oportunidad del tratado pen
diente con la junta revolucionaria, hizo pasar un comerciante
desde la plaza de Montevideo hasta el cuartel general de Po
tosí, con expreso encargo de hacer saber al general, el verdade
ro estado de la negociacion, con lo demas que advirtiese en su
tránsito por el reino. Las indisposiciones del encargado de es
ta diligencia, retardaron su cumplimiento; mas con todo siem
pre llegaron sus noticias á tiempo de poderse aprovechar de
ellas, y constando de su declaracion hallarse en las últimas
agonías el miserable ejército de los revoltosos, al mismo tiem
po que el florido de las armas del Eey en la banda Oriental,
compuesto de dos mil hombres escojidos y bien armados, con
el auxilio de una respetable marina, y mas de ocho mil portu
gueses, situados en la costa de Maldonado y Pando en las ri
beras de Uruguay, á donde tambien se contaban cerca de mil
españoles en el arroyo de la China con las mejores esperanzas
de obtener mayores socorros, tanto de la Península como de
Portugal; me pareció tiempo inescusable de adelantar una
fuerza competente para castigar el perjurio de los cochabam-
binos que por una constante experiencia me habian hecho co
nocer que no se darían á otro partido. Por todas estas razones,
y para no darles lugar á reponerse de las pérdidas que habian
experimentado resientemente en las acciones dadas en Ucurí,
por el Conde de Casa Eeal de Moneda, y Peralta en Irupana,
por Armentia y Condorchinoca por Lombera y Socasa, debían
acelerarselas operaciones con mas que probable éxito todas las
veces que con la fuga que los porteños habian hecho de Salta y
Jujuí, segun la declaracion del comerciante arriba citado, ha
brían perdido la esperanza de su auxilio, y necesariamente los
habia de inducir á tomar un temperamento racional y justo.
Para que nada faltase, ni que pudiese retardar el cumpli
miento de esta determinacion, habia cuidado de enviar antici
padamente por la via de Tacna, considerable cantidad de mu
niciones, y destinados los productos y fondos de las tesorerías
de este vireinato mas cercanas á aquel, fuera de aquellas par
tidas que como repetidamente se ha expuesto, han caminado
desde esta capital para el mismo efecto : añadiendo en esta
Historia—17
—202—
misma orden la instruccion que debiu observarse en precau
cion de la incidiosa conducta de los rebelados, y otras no me
nos importantes para la economía de los gastos, y la mas có
moda subsistencia del ejército, y de los delincuentes que apren
diesen con las armas en la mano contra las tropas del rey; y
por último otras advertencias sobre el estado político de la
plaza de Montevideo, y campaña de Buenos Ayres, para que
todo junto ilustrase al general, y pudiese servir de base á sus
deliberaciones en todo lámplias, excepto.la de conceder capi
tulacion alguna, ni admitir proposiciones que no contuviesen
la expresa condicion de someterse absolutamente á las cortes
generales y extraordinarias de la nacion, pero con calidad de
interina basta alcanzar mi aprobacion, por exijirlo así la pérfi
da conducta de los innovadores enemigos del gobierno y de la
quietud de las provincias.
Con efecto, las necesidades del ejército revolucionario desti
nado al Perú, y las agonías del de la capital del Rio de la Pla
ta, obligaron á aquel á evacuar las ciudades de Jujuí y Salta,
á las cuales les fué intimada la rendicion por el mayor general
jefe de la vanguardia de nuestro ejército; y una salida de Lom-
bera desde Oruro en que quedaron escarmentados de los in
sultos que hacían á esta villa los cochabarnbinos, presentaba
un aspecto mas favorable á la empresa, de su entera sugecion
con anuncios de quedar restablecidas la tranquilidad y el so
siego interior de las provincias de una manera mas sólida y
permanente. Tambien los revolucionarios de Ohayanta, que
hostigados por los Cochabarnbinos, habian osadamente llevado
sus violencias hasta las goteras de la ciudad de la Plata, su
frieron el castigo que merecía su atrevimiento, por una division
que á las órdenes del coronel D. Juan de Imas, se puso en ca
mino desde el cuartel general de Potosí, y dirijiéndose por los
pueblos de Tacobamba y Pitantora, habia logrado reprimir el
orgullo de los faciosos, no quedando mas obstáculo que ven
cer, ni mas impedimento á la felicidad conniu, que la continuas
perfidia de Cochabamba, que confiada en su numerosa pobla
cion, y mas altamente en la aspereza de los caminos por don
de era preciso dirijirse á someterla les aseguraba la perpetui
dad é impunidad de sus crímenes.
Ordenadas en esta manera las cosas, y asegurado Goyene-
che de la fuga de los Porteños hasta el pueblo de Yatasco, esto
es cincuenta y dos leguas mas adelante de Jujuí, dejó en Sui-
pacha á su mayor general Tristau, con mas de dos mil hom
bres competentemente armado y pertrechado, en observacion
de los movimientos de estos y de los partidos de Chichas y Ta-
rija, y dispuso su marcha hacia Cochabamba, con ánimo de
castigar su infidencia, dejando una competente guarnicion en
—203—
ella para marchar luego á reunirse con la division de vanguar
dia, y situar su cuartel general en, el rio del Pasage. Apenas
habrá ocurrido caso en todo el tiempo de estas turbulencias en
que con tanta satisfaccion haya visto los partes y oficios del
general Goyeneche, como que ya veia puesto en ejecucion el
plan mas necesario y mas adaptable á las circunstancias y al
interés de la causa santa que defendiamos, como se lo expuse
en contestacion ; mas para que nunca dejase de haber motivo
que agitase mi espíritu aun en medio de las satisfacciones, tuve
en esta la mas dolorosa angustia al ver las clamorosas súplicas
que se me hacian por el general, en demanda de auxilios pe
cuniarios para el pago de sus tropas, y las cuantiosas eroga
ciones que ocasionaban sus marchas ya á unos y ya á otros
puntos, á donde el fuego de la insurreccion volvia á renacer.
Mi situacion era aun mas melancólica que la que representa
ba el mismo general, pues á la propia escaces y falta de fondos
en que nos hallábamos ambos, se anadian mis obligaciones pa
ra atender á los gastos ordinarios y extraordinarios de todo un
Eeyno. Ya estaban apurados muy de ante mano los arbitrios
de donativos y prestamos con que esta capital, y todo el virei-
nato habia concurrido con generosidad al auxilio de la Penín
sula y sosten del ejército. La interrupcion del comercio, la po
breza de la minería de este reyno, la falta de Sínodos á los cu
ras, y las rebajas á los sueldos de los empleados de todas
clases no ofrecía la menor esperanza de alcanzarlos en toda la
extension de mis necesidades, cuya extremidad no es posible
bosquejar; en tal conflicto me vi precisado á indicar el justo'
medio de poner en contribucion á los pueblos que se fuesen
sujetando por la fuerza. Medio á la verdad doloroso, pero in
dispensable en semejante apuro, y que no carecía de fundamen
to para hacer recaer este gasto sobre los mismos que habian
dado ocasion al armamento, no obstante lo cual, y «pie la con
ducta pérfida y perjura de aquellos facciosos, no era en ningu
na manera acreedora á consideracion alguna, jamás hubiera
intentado poner por obra el proyecto, á tener otro mas tem
plado para sacar al ejército y su general de las fatigas que lo
rodeaban. Siendo en mi sentir el sufrimiento de estos traba
jos el que ha sellado las glorias adquiridas en defenza de los
derechos de la soberanía y de las leyes. Ni podia dejar de ocur
rirse á este temperamento por violento que pueda parecer, an
tes que consentir en la retirada, como proponía Goyeneche,
que ademas de ser muy vergonzosa, destruía el fruto de sus
mismas tareas, y echaba por tierra lo adelantado con tanto afan,
como gastos de la real hacienda, aun cuando se contasen por
pada la vida y fortunas de los vecinos honrados de aquellas^
nrovincias, expuestas con la evacuacion á los efectos del resen
—204—
timiento de los revolucionarios. Sin embargo dejé siempre al
arbitrio del general, adaptar ó nó este pensamiento, siempre
que llegase á meditar otro menos gravoso, capaz de sacarlo de
las sozobras en que se hallaba, y cuya sola idea me ocasiona
ba el mayor tormento.
A pesar pues de las dificultades, al parecer insuperables de la
tacion y de los caminos, y de la oposicion de casi todos los
partidos sublevados, se ejecutó la salida contra los cochabam-
binos y chayantinos. Un grueso considerable del ejército mar
chó sobre el pueblo de Chayanta, á sojuzgar estos obstinados
secuaces de los primeros, en convinada operacion con las tro
pas de revuelta que procedente de la Paz estaba ya en cami
no por Palca grande. La division de Lombera por el de Tapa-
cari con tres mil hombres; el general por el de Misque; la de
Huisí situado en la Laguna por Valle grande; y la del coronel
Alvarez de Sotomayor por Santa Cruz de la Sierra. La deses
peracion y el despecho de que estaban poseidos los insurgen
tes, no dió lugar á que les impusiese el respeto debido el nú
mero, organizacion y disiplina de un cuerpo tan considerable
de tropas, ni oidos á la clemencia con que el general los con
vidaba á una reconsiliacion, verdaderamente paternal, cada
vez mas audáces respondian con insultos, á las proposiciones
amistosas con que se procuraba llamarlos á partido, antes que
tocar en su exterminio. Aprovechados discípulos de los Por
teños tuvieron el arrojo de adelantar al general una diputa
cion al pueblo de Pocona á consertar condiciones que por irri
tantes y escandalosas fué preciso desechar, mandando en con-
secuecia acelerar las marchas de la convinada expedicion. A
vista del peligro, restauraron nuevas y mas moderadas solici
tudes, en otra segunda diputacion, cuyos artículos examinados
por los Ministros de la audiencia de la Plata, que seguían al
ejército, Conde de Valle Hermoso y D. Pedro Vicente Cañete
se hallaron dignos de ser atendidos por la piedad del general,
á nombre del cual se contestaron quedar admitidas sus propo
siciones, y la ciudad y provincia de Cochabamba, bajo la pro
teccion del Eey. En esta inteligencia, marchó el general y
sus tropas á ocuparla, cuando inesperadamente el estrépi
to del cañon y de la fusilería que ocupaba la entrada por el
monte de San Sebastian, dió á conocerá Goyeneche la falcedad
de sus promesas, y la desesparacion con que se disponían á la
mas temeraria de las defensas. Entonces ganando momentos y
dando las disposiciones necesarias para asegurar el crecido
bagage, la caja militar, el parque y sobre todo, la retirada, se
puso en movimiento la division del general, disponiéndose á
atacar el elevado cerro de San Sebastian, lo cual se ejecutó
con admirable bizarría de la tropa dividida en tres trozos, y
—205—
con un denuedo sin ejemplo, abanzó sostenida por ocho
piezas de artillería de á caballo al asalto del punto que quedó
por nosotros en dos horas desde intentarlo hasta conseguirlo.
Imas, comandante de las guerrillas, Eamirez con un cuerpo de
cuatrocientos caballos, Peralta y Carasas con la poca tropa
que tenia á sus órdenes, disiparon por derecha é izquierda á
los que intentaban al principio acometer al cuerpo principal,
y luego persiguieron á los que desesperados de su loca em
presa intentaban de cualquier modo la fuga.
Hasta aquí el valor de las tropas obró de concierto con la pe
ricia de los gefes y oficiales que habían dirijido la accion; pe
ro entrando estas como un torrente en la villa, llenas de ardor
y de venganza se entregaron al saqueo de las casas destrui
das y aniquiladas, por otro saqueo que la plebe había ejecuta
do la noche antes en la misma villa. Es preciso que estos ac
tos de violencia jamás experimentados en estas regiones de
paz, se hayan mirado con un horror inexplicable, cuando no
hay pluma que acierte á describirlos. El estrépito de las ar
mas general por todas las calles y plazas, el clamor de las in
felices mugeres, niños y ancianos huyendo despavoridos de sus
propios hermanos sin encontrar asilo; el destrozo y dilapidacion
de sus bienes, el incendio fortuitamente acaecido en uno de los
principales cuarteles de la ciudad, presenta un espectáculo
horrible bastante para enternecer al mas insencible y frio es
pectador de las desgracias de sus semejantes: mas ¡ qué ejém-
plo al mismo tiempo para los hombres que aman el desórden,
y para los que se dejan engañar con el hipócrita pretesto de
amor á la patria! Separemos pues la vista de un objeto á cu
ya memoria no he podido economizar mis lágrimas de compar
cion y ternura, y separémosla tambien de los suplicios y des
tierros á que fueronjustamente condenados los autores de tantos
desastres para emplearla en el agradable cuadro que ofrece la
prudencia del general perdonando é indultando millares de víc
timas que pudieron ó debieron ser de la hipocresía, y de la am
bicion de unos pocos insensatos; reunió en sus casas y restitu
yó al cuidado de sus familias los muchos dispersos y fugitivos
que las habían abandonado; repobló los deciertos campos, res
tableció las manufacturas, y obligó con su persuacion á los ar
tesanos y traficantes á dar nueva vida á las artes y al comer-,
eio paralizado en siete meses de anarquía. ¡Qué diferiecia! Un
gobierno revolucionario todo lo destruye, por que no hay pro
piedad ni seguridad en él. Un gobierno fundado sobre estos
principios, y administrado por gefes de honor y de confianza,
todo lo anima y le dá un nuevo ser y haec la felicdad de los
pueblos.
Aun resta que decir sobre el honor y entusiasmo con que se
—206—
portó el ejército en esta campan Todas las divisiones de él,
cumplieron con el honor y bizarría que son propias de las ar
mas del Bey, emulándose unas á otras en valor y disciplina se
gun se explica el general, sin olvidar la division del coronel
Huid que aunque no le aconpañó á la entrada de Cochaban-
ba, acaso fué porque tuvo mayores y mas difíciles empeños que
vencer hasta posesionarse de la ciudad de Valle grande des
pues de dos acciones en que salió victorioso. En consecuencia
de sus informes di como era debido las correspondientes gra
cias á nombre del Eey á todos los individuos que lo compo-
nian, ofreciéndoles como lo cumplí en efecto, ponerlo en no
ticia del gobierno supremo para las recompensas á que se ha-
bian hecho acredores de justicia.
Evacuadas las diligencias que debian afianzar la seguridad
de la provincia, como era la reposicion de sus magistrados, y
una competente guarnicion, emprendió el general súbitamente
su marcha hasta la Plata á reparar los desórdenes que los in
surgentes del Valle de Clipsa cometían por aquel lado. En es
ta jornada resplandeció igualmente su inteligencia militar, su
política, su justicia y su clemencia. Lo mismo ejecutó á su
paso por la ciudad de la Plata y pueblos de la ruta por donde
fué recibiendo los partes de los gefes destinados á la gloriosa
empresa de la sugecion de las provincias en términos que ella
hizo mudar enteramente de aspecto al reino agitado con la
incertidumbre de la suerte de las armas tenazmente levanta
das por los revoltosos, y que felizmente abatidas en dis
tintos puntos cuya prolija relacion haría interminable este
papel, prometían desde entonces la inmutable tranquilidad
á que han quedado reducidas hasta el dia.
-
—210—
Perú: los primeros en el descubrimiento de nuevas plan
tas útiles á la Medicina, ó al Comercio; los segundos, en el aná
lisis de estas mismas, y del inmenso número de minerales que
posee este rico imperio. La Geografía alcanzará esclareci
mientos que no le es posible obtener de otro modo. Y cuando
. el Colegio llegue á estado de publicar los trabajos de sus indi
viduos derramados por la América del Sur; sus anales serán
los mas preciosos del orbe literario.
Para la consecucion de tan benéfico y glorioso fin, es nece
sario buscar fondos, L. ° para el edificio material del Colegio
y surtido de instrumentos que necesita: 2. c para los salarios
de los maestros que fian de enseñar: 3. ° para la dotacion
de un determinado número de becas, á fin de que nunca falte
suficiente número de jóvenes á c uienes instruir.
En cuanto á lo primero, he mandado elegir para la ereccion
del Colegio, el ángulo del real hospital de San Andres, que cae
á la plazuela del real y general de Santa Ana, comprándose allí
unas casas y agregándose algunos sitios contiguos del primero,
con lo cual se forma una área espaciosa, para dar al Colegio toda
la comodidad posible. Este sitio es el mas proporcionado que
podia idearse para un establecimiento, pues además de quedar
situado el Colegio entre esos dos grandes hospitales, estando
unido al uno, que es de españoles, y distando del otro, propio
de indios, solo el ancho de una calle; tiene inmediatos el de
San Bartolomé de negros, y el de la Caridad de mugeres es
pañolas: y no hay mucha distancia al Jardin Botánico, que ac
tualmente se forma de mi orden. Por consiguiente, en tan
grandes y diferentes enfermerías, pueden los estudiantes ver y
comparar los males de las diversas castas que forman la pobla
cion del Perú, y aprender á curarlas con acierto.
Se procederá inmediatamente á la fábrica del Colegio, á
cargo del Licenciado D. Matías Maestro á quien tengo nom
brado por director de ella, en atencion á su inteligencia, acti
vidad, honor y demas circunstancias que hacen tan recomen
dable, y lítil su persona á esta capital. En ella se empieará el
dinero que le tengo destinado, valiéndome de varios recursos,
sin el menor gravámen del público. No obstante como los
precisos costos han de ser muy crecidos, espero que V. S. co
municando su celo por el bien de los pueblos que gobierna, á
las personas acaudaladas de ellos, los exite á que den por una
vez, aquello que buenamente gusten, para la conclusion del
Colegio designado: en lo cual deben mirar el interés que
resulta á cada uno. En la gaceta se publicará la- lista de los
hombres generosos, á quienes deben quedar reconocidas todas
las clases de moradores, que componen la sociedad general de
esta parte del nuevo mundo.
—211—
En cuanto á lo segundo, que mira á la renta de los profeso
res, estoy entendiendo en el modo de hacerlo sin gravar al
público, y de manera que pudiendo subsistir con ellas, traba
jen con empeño, y no abandonen, como hasta ahora, la instruc
cion médica, por falta de competente dotacion.
Pero en cuanto á lo tercero , que consiste en la dotacion de
becas, esta debe correr de cuenta de las capitales é intenden- *
dencias, en aquella parte que ceda en su propio bien. Quiero
decir, que cada Intendencia deberá, conforme á los fondos
que pueda reunir, dotar un número determinado de becas,
que ocupen sus propios hijos, los cuales, luego que hayan con
cluido sus estudios, regresen á su patria, para recompensar á
ésta el beneficio que les ha hecho.
Una de las constituciones del Colegio prevendrá, que los
niños que se hayan de remitir á esta capital, sean de natales
decentes y de buena educacion: que esten instruidos en Arit
mética: que entiendanla lengua latina, y hayan estudiado
de la Filosofía, cuando menos, la Lógica: que han de ser pues
tos en esta capital, á costa del pueblo que los remita : que por
la enseñanza y alimentos de cada uno, se han de pagar dos
cientos pesos del fondo público «pio se. destinase al costo de
becas, si es que tienen padres, ó patrones que les ministren
una moderada decencia, y una corta asignacion semanal para
su bolsillo : las cuales se individualizarán en las constitucio
nes. Pero si fuesen tan desvalidos, que careciesen del último
recurso, en este caso, los fondos públicos abonarán cien pesos
mas al Colegio; por manera, que en lugar de doscientos pesos
se pagarán trescientos anuales, para que corra de cuenta de
los administradores y maestros del Colegio la enseñanza, sub
sistencia y vestido de estos hijos de la beneficencia y piedad
pública.
Cada Intendencia, ú obispado, si la primera no lo sufriese,
deberá esforzarse á costear, á lo ménos, seis becas, para
que cada dos años se remitan dos jóvenes al curso, que ha
de completarse en seis: y así estén los primeros acabando,
miéntras otros principian, y se hallan los segundos en el me
dio de la carrera: y de este modo haya siempre un número
competente para formar médicos, cirujanos y farmacéuticos
bien instruidos en sus respectivos ramos, á fin de que las ca
pitales, que deben socorrer á los pueblos de sus dependencias
se vean completamente asistidas.
Para proporcionar estos fondos públicos, cada ciudad, villa
y pueblo grande de las Intendencias y Gobiernos, podrá concur
rir con alguna parte de sus propios. Se podran igualmente
aplicar algunos sobrantes de hospitales bien rentados, y de
otras obras piadosas, ó cualesquiera establecimiento que pao
—212—
da considerarse coadyuven al objeto propuesto. Si en alguna
universidad ó colegio se encontrase haber alguna cátedra ren
tada para la enseñanza de la Medicina ; esta deberá suprimir
se, y aplicarse su dotacion al fondo de becas del Colegio de
esta facultad en Lima, puesto que S. M. por cédula expedida
en 12 de Julio de 1807, manda con altísima prudencia, que en
• todas las universidades en que, por falta de teatros é instn>
raentos, no pueda esta enseñarse cual conviene, cesen las cá-
ledras de su profesion. Cuya providencia es ciertamente muy
saludable, porque semejantes cátedras solo pueden formar
irnos jóvenes nutridos con teorías que hagan pagar caramen
te á los enfermos los sueños y. extravíos de que está imbuida
su imagmacion.
CAPITULO I
II.
III.
IV.
VI.
VJL
VIII.
IX.
XI.
XII.
Historia—20
*
!
'
AL PUBLICO
AETICULO I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
v
giado á todo otro parroquial, porque en él se comprende la se
pultura, pero no se franqueará nicho á quien no hubiese satis
fecho el derecho de cruz, lo cual notarán los señores párrocos
en los boletos.
VII.
VIII.
IX.
CAPITULO I.
II.
III.
-., . V I.
VIL
Historla.—21
\
CAPELLANES,
CAPITULO I
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.
XI.
[7] Joan. cap. 19, v 38, 41. Math. cap. 27, v. 60.
[8] Cicer. de leg. lib. 2. Manhar. De re antiquaria Graecorum Roman et
German, t. II n. 117.
(9) Fleuri: De disciplina Populli Dei cap. 21.
(10) Damas, in Crónica, et Burius in vita P. Anacleti, et v. colobium,
(11) Baron: ad annos 352, 367, 398, 417, i23, 440.
—243—
tantino, apenas bastó para concederle sepultura en el pórtico
del templo de los Apóstoles San Pedro y San Pablo de Cons-
tantinopla, que él mismo habia costeado. Su hijo Constancio,
que le sucede en el Imperio, miró como especial gracia poder
colocar sus cenizas en el atrio del Pescador. Así los pórticos
de dicho templo vinieron á ser el panteon de los Emperado
res del Oriente, y de su augusta familia por mas de un siglo,
como tambien de los Obispos de Oonstantinopla ( 12 ) .
Este ejemplo forma la nueva disciplina por aquel tiempo
de sepultar en los pórticos de las Basílicas á toda persona
ilustre, ó por dignidad, ó virtud, ó por servicios á la iglesia.
Se construían espaciosos y con arcos fuera de los templos á lo
largo, bien conocidos por el nombre de Exedras (13). Y exi-
tado el comun por este ejemplo, aspiró á cementerios inme
diatos á las iglesias, con el objeto piadoso de lograr algun
fruto en la proximidad á las reliquias de los santos ( 14 ) .
Teodosio el magno publica su famosa constitucion de 381,
contra este desórden . No solo prohibe sepulcros dentro de los
templos y ciudades, sino aun manda extraer fuera á todo ca
dáver: Omnia quae supra terram urnis clausa, vel sarcoplmgis,
corpora detineantur, extra urbem delata ponantur. Y esta ley
dió origen dos siglos despues á la otra de Justiniano en el
Código: Nemo Apostolorum et Martirum sedem humanáis earpo-
ribus existimet, esse concesam (15).
Eoma y Constantinopla principales iglesias del cristianismo
miraron estas leyes con el mayor respeto; mas el abuso, á ma
nera de un torrente, se pricipitó por las iglesias particulares,
señaladamente de Africa. Viendo colocarse en el templo las
reliquias de los mártires, admiten fácilmente á los varones
santos, despues se franquean á la dignidad, y ultimamente á
los beneficios que la piedad y el orgullo de los fieles erogaban
ampliamente.
Pero en todos tiempos las almas esclarecidas combaten es
ta relajacion y sus pretextos. Los santos padres están confor
mes con San Agustín, quien á solicitud de San Paulino Obis
po de ífola; emplea su gran doctrina y admirables talentos
en el libro intitulado Cura pro mortuis para persuadir que la
santidad del lugar no aprovecha al cadáver pecador, porque
no expía sus culpas, ni lo profano del lugar perjudica al cadá
ver justo ; pues sus carnes devoradas por animales, incendia
das ó arrojadas á las aguas, se han de reunir y suscitar inte-
dominó su corazon,
el santuario,
amor y gratitud,
en 31 de mayo de 1808.
—250—
Toda esta solemne funcion, que duró desde las ocho y me
dia de la mañana hasta las once, se realizó con el mejor deco
ro, comodidad y magnificencia, debidos alas correspondientes
y bien meditadas disposiciones que se habian tomado.
Inmediatamente que se retiraron el Bxcmo. señor Virey, é
Illmo. señor Arzobispo, se mandó dar entrada franca á todo
el pueblo, cuya concurrencia fué muy numerosa por todo el
dia: y el siguiente 1? de Junio se empezaron á trasladar los
difuntos que hubo en esta ciudad, en los decentes carros fúne
bres que se hicieron, segun y en los términos que previene el
reglamento impreso de este nuevo cementerio general.
Concluye esta relacion, trasladando lq que sobre todo lo di
cho produjo aquel dia un sabio de esta ciudad en la siguiente
OCTAVA.
(i)
(II)
[i] BANDO.
PANTEON.
Historia—26
Lima, 5 de Eneeo.
I.
II.
III.
Abasoal.
V
CANCION.
f
Llevad, llevad, el nombre
Del ínclito virey que se desvela
Por la salud del hombre,
Cuya felicidad, y dicha anhela :
Decid con voz festiva:
Viva nuestro virey, Abascal viva.
Describid, pues, la obra
Del modo que podais, no exagerada,
Pues mérito le sobra
Para ser de los sabios admirada.
Sea la voz primera,
Difundir la verdad de esta manera.
Ya del templo sagrado
El infecto miasmo se destierra,
Y de aromas zahumado,
De Dios el culto, y en el incienso cierra:
La atmósfera recibe
Efluvios gratos con que el hombre vive.
Ya las preocupaciones
Ceden el campo, que antes disputaban,
Y sin hallar razones,
Detestan el error con que opinaban:
Que era al difunto impura
Fuera de un templo toda sepultura.
Octagono suntuoso,
Al Triunfador de la muerte consagrado,
En órden magestuoso,
De jonicas colunas sustentado;
Forma el templo divino,
Que muestra de los cielos el camino.
Una urna, tendida
La efigie encierra, del autor supremo:
De aqu íl que dió la vida
Probándonos su amor hasta el extremo :
Del ^ue por nuestra suerte,
Triunfó del enemigo, y de la muerte.
La cupula eminente,
Milagro de la mano mas experta,
Y del pincel valiente
Kepresenta de Dios la gloria abierta ; *
En que el insigne Pozo
La vista colma de fruicion, y gozo.
Abre i a gran portada,
Que el templo hácia el Panteon ofrece paso,
Se ve representada
La historia del triste, é infausto caso,
—279—
Que con horror, y espanto
A Adam, y á Eva hizo llorar tanto.
Dentro del cementerio,
Todo es grandioso, todo es realzado,
Y con gran magisterio
Se han el primor, y el arte concertado,
A publicar lo diestro,
Lo sublime, é inmortal de tal Maestro.
Aquí atropos fiera
En risa cambia su horroroso ceño,
Y con faz placentera,
Entre la rosa, y el clavel risueño,
Eecopila la historia
Del ente racional, su fin, y gloria.
Aquí saca provecho
De la muerte, la salud humana,
Y el polvo mas deshecho,
Mas purifica la region insana:
Aqui la policía
Pone al vivo, y al muerto en armonía.
Aqui longevo dias,
Con decoro, sosiego, y con reposo,
Las cenizas, ya frias,
Esperarán el término espantoso;
En que el terrible juicio
Decretará la vida, ó el suplicio.
O ! tu numen propicio,
Del Perú tutelar, padre, y consuelo,
Con generoso auspicio
Llena de bendiciones este suelo:
Este suelo que Aba soal gobierna
Para la gloria inmortal, memoria eterna.
COLEQIO.
Excmo. Señor:
José Abascal.
CONTESTACION.
Excmo. Señor:
J
Oficio del Ilustre Cabildo de Buenos Aybes
a el de Lima. -
Bxcmo. Señor.
M. I. O.
Excmo. Señor.
Santiago Liniers.
BANDO. (1)
El Eey:
Yo bl Eey.
A D. Pedro Cevalloz.
José Abascal.
Simon Hámago,
Es cópia de su original. —
Simon Rávago.
Madrid 13 de Mayo.
Fidelísimos españoles.
Protesta.
Yo EL REY.
Araujuez y Marzo 21 de 1808."
—299—
"Hermano y señor:
Carlos."
"Hermano mio:
Firmado. — Napoeobn.
Real manifestacion.
"Bustrisimo señor:
Al infante D. Antonio."
"Señor mi hermano :
Firmado.—Fernan do.
Día 9.
Dia 10.
Dia 11.
Dia 12.
Dia 14.
Yo el Rey.
Yo el Principe.— Carlos.—Antonio.
Protesta de la renuncia de Fernando VII, hecha en seis
horas de término que se le señalaron por la jünta
de Bayona, incluida en una carta anónima de la mis
ma CIUDAD, RECIBIDA POR EL CORREO DE 4 JUNIO CON FE
CHA 20 DE MAYO, CUTO EXTRACTO CON LA ANTERIOR RE
NUNCIA SE PUBLICÓ EN LA GAZETA MINISTERIAL DE SEVI
LLA DEL SÁBADO 11 DE JUNIO DE 1808 EN EL ARTÍCULO BA
YONA 11 de Mayo.
Amados españoles:
MORIA.
Extracto del juicio y sentencia pronunciada en la
gausa mandada seguir al príncipe de asturias por
resolucion de su padre el eey carlos iv.
SENTENCIA.
REMISION DE LA SENTENCIA.
Señor.
Es copia.—Simon Rávago.
DECLARACION DE GUERRA AL EMPERADOR
DE LA FRANCIA NAPOLEON I.
Histoiua—36
i
Oracion pronunciada por el Dr. D. Justo Figuerola X
NOMBRE DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS EN EL BE
SAMANOS del 14 de Octubre de 1808, teniendo en cele
bridad DEL CUMPLE AÑOS DE FERNANDO VII Y DE SU
PROCLAMACION HECHA EL DIA ANTERIOR.
Historia—37
I
PROCLAMA
Excmo. Señor:
Excmo. Señor
Bxcmo. Señor:
Excmo. Señor.
Mi señor hermano:
Mi señor hermano:
Carlos.
En Aranjuez á 20 de Marzo de 1808.
Nota de mano de la reyna Luisa, muger de Garlos IY, entregada
al gran duque de Berg por su hija la reyna María Luisa.
Maeia Luisa.
Aranjuez 22 de Marzo de 1808.
Carlos.
(1) Caballero.
—379—
ayer al gran duque: uo estamos couteutos de ella, ni de sumar,
nera de explicarse; pero el gran duque tendrá la bondad y
amistad de arreglarlo todo, y de hacer que el emperador nos
salve felizmente á todos tres, al rey mi marido, al pobre prin
cipe de la Paz su amigo y á mi: que esté bien persuadido, y
que lo haga conocer tambien al emperador que nuestra suerte
depende de él, pues estamos en sus manos, y que si no tiene
la generosidad, grandeza de alma y amistad por nosotros tres,
que hemos sido siempre sus buenos y fleles aliados, amigos, y
afectos, nuestra suerte será de las mas desgraciadas. Nos han
dicho que mi hijo Carlos va á partir pronto y aun mañana,
para ir á recibir al emperador, y que si no le encuentra irá
hasta Paris: él nos lo oculta: no quieren que el rey y yo lo se
pamos, lo que nos hace temer alguna mala idea; porque mi
hijo Fernando no se separa un momento de sus hermanos y
tio, y los corrompe absolutamente con promesas y atractivos
que engañan á los jóvenes, sobre todo no teniendo experiencia;
que el gran duque procure y haga que el emperador no sea
engañado por falsedades aparentes, pues tienen"y buscan to
dos los medios para hacer que parezcan verdaderas: mi hijo
no es al presente afecto á los franceses, y cuando crea tener
necesidad de ellos, lo aparentará: yo tiemblo si el gran duque,
de quien lo esperamos todo, no hace todos sus esfuerzos para
que el emperador tome nuestra causa como suya: de ningun
modo dudamos que la amistad del gran duque sostendrá y sal
vará á su amigo, y nos le dejará cerca de nosotros acabar jun
tos en nuestro rincon tranquilamente nuestros dias: estamos
seguros de que el gran duque tomará todos los medios y todas
las medidas para que sea conducido el pobre principe de la
Paz, su amigo y nuestro, á un parage cerca de Francia, donde
no esté á riesgo de que le maten, y esté mas en disposicion de
ser trasportado y libertado de las manos sangrientas de sus
enemigos. Deseamos mucho que el gran duque envie alguna
persona que pueda informar á fondo de todo al emperador,
para que le hallen prevenido de las falsedades que se traman
aqui dia y noche contra nosotros y el pobre principe de la Paz,
cuya suerte preferimos á la nuestra misma: pero esas dos pis
tolas cargadas para matarle nos hacen temblar, y esta es órden
dada seguramente por mi hijo, lo que hace conocer su corazon;
porque yo creo que no se hace jamas un atentado semejante,
aunque íuese el mayor malvado, y creed que no lo es. En fin
el gran duque y el emperador son los que únicamente salvarán
á él y á nosotros; porque si no se le salva y no nos le entregan
pereceremos el rey mi esposo y yo: creemos si le perdonan
la vida le encerrarán en una cruel prision, en donde tendrá
, una muerte civil; y asi por Dios que el gran duque y el empe
—380—
rador le salven enteramente y le dejen acabar sus dias con los
nuestros donde quieran.
Se sabe tambien que mi hijo teme mucho al pueblo ; y los
guardias de corps son siempre sus consejeros y tiranos.
María Luisa.
Madrid 26 de Marzo de 1808.
Mi querida hija:
Maria Luisa.
Madrid 29 de Marzo de 1808.
Historia—*4©
—380 -
Mi señor y hermano :
(Jarlos.
Mi señor hermano:
Mi señor hermanos
Padre mio:
Señor mi hermano:
De V. M. I. y E. su bueu hermano.
Fernando.
Hermano mio:
Napoleon,
Señor mi hermano í
Fernando.
Victoria, 18 de Abril de 1808.
Señor mi hermano:
Fernando.
Irun, 19 de Abril de 1808.
Señor y mi hermano :
Señor y mi hermano:
Luisa.
V
Documentos que prueban la ingeatitud de
Fernando VII.
"Sir, mi hermano:
(Firmado ) — Jorg-ü E.
PÁGINAS.
Monasterios grandes 38
Monasterios Eecoletos —
Establecimientos piadosos —
Hospitales 39
Colegios 40
Gobierno Militar 44
Artillería 53
Libertad de Imprentas 58
Entrada de los Ingleses en Buenos Ayres 62
Universidad 68
Panteon general 73
Proclamacion de Fernando VII 76
Publicacion y jura de la Constitucion 79
Traslacion de la familia real de Portugal al Brasil 82
Alborotos de Quito 89
Alborotos de la Paz 119
Deposicion del Virrey de Buenos Ayres Marqués de So-
bremonte, y comision dada al Marqués de Aviles
para hacerse cargo de aquel mando 141
Alborotos de la ciudad de la Plata 146
Eevolucion de Buenos Ayres 157
Oficio del Virrey Abascal á los Intendentes Gobernado
res, y Señores Obispos del Virreynato sobre la erec
cion de un Colegio de Medicina en esta ciudad y
Beal Escuela de Lima 207
Descripcion del cementerio general, mandado erigir en
la Ciudad de Lima por el Virrey del Perú D. Fer
nando Abascal 215
Reglamento provisional acordado por el Virrey Abascal
y el señor Arzobispo Las Heras en la apertura del
cementerio general de esta ciudad conforme á lo or
denado por reales Cédulas de 9 de Diciembre de
1786 y 3 de Abril de 1787 221
Discurso que dirije á su grey el Señor Arzobispo de es
ta Metrópoli con motivo de la apertura y bendicion
solemne del cementerro general erigido en esta ca
pital 240
Relacion de la apertura y solemne bendicion del nuevo
Campo-Santo de esta ciudad de Lima que se veri
ficó el 31 de de Mayo de 1808 248
Bando del Virrey Abascal avisando que los cuerpos, co
munidades religiosas, é individuos que se expresan
se han encargado á la primera insimiaoion suya del
reyeno y reedificacion, á su costa, de todos los ba
—417—
PÁGINAS.
FIK.