Odriozola 2

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A
r
DDCUMBNTOS HISTOBIGOS

DEL PEBU
t

m LAS EPOCAS DEL COLONIAJE

DESPUES DE LA CONQUISTA

Y DE LA INDEPENDENCIA HASTA LA PRESENTE.

Colectados y arreglados por el Coronel de Caballería de Ejército


fundador de la Independencia

MANUEL LE ODRIOZOLA.

TOMO SEGUNDO.

IMPRENTA DEL ESTADO, CALLE DE LA RIFA NÚM. 58.


»
KARVAÍD tolLEGE LISSAHr
BY EXCHAN6E
ADVERTENCIA.

Cuando publiqué el anuncio de las materias que contendría es


te segundo tomo, me propuse dar á luz solo la parte militar de la
Memoria del Yvrey Abascal, por cuanto abrazaba la guerra de
nuestra sagrada Independencia; pero habiendo reflexionado des-
. pues, que procediendo asi, nmtilaba el cuerpo de un escrito de su
ma importancia, como redactado por el escla/recido literato Dr.
D. Hipólito JInanue, he determinado insertar integro dicho es
crito, que sin duda alguna será del agrado de los lectores, ya se
atienda á su contenido, 6 ála recomendacion de ser impreso por
primera vez.

Lima y Enero 15 de 1864.

*=Manue,¿ de
1
Relacion del excmo. señor virey del Perú D. José Abas-
cal Y SOUSA, TENIENTE GENERAL DE LOS REALES EJERCI
TOS, MARQUES DE LA CONCORDIA ESPAÑOLA, CABALLERO
GRAN CRUZ DE CARLOS III, GRAN CRUZ AMERICANA DE ISA
BEL LA CATÓLICA, Y DE LA MILITAR DE SANTIAGO, PRESEN
TADA A SU SUCESOR EL EXCMO. SEÑOR D. JOAQUIN DE LA
PEZUELA.—AÑO DE 1816.

Jamás tuvo la obra que presento por objeto hacer osten


tacion de un lenguaje elevado y correcto que no poseo, ni mu
cho menos exajerar el estado en que encontré este Gobierno
y los diversos acaecimientos de este tiempo, para que así re
salte mas el mérito que he contraido en sostenerlo y adelan
tarlo: pues en unp y otro, nada creo haber hecho que no sea
propio de las extensas obligaciones en que me costituí acep
tando la pesada carga del mando superior de un reyno tan di
latado. Al principio la idea fué solo reducida á formar unos
sencillos extractos de las providencias que he expedido con
motivo de los alborotos en las provincias vecinas á este virey
nato, ajustados á los numerosos y muy abultados expedientes,
que con este motivo se han seguido, y existen en la secretaría
pero con tal exactitud que acaso en lo que consiste el verdade
ro y único mérito de esta pieza. Despues fué preciso que les
precediera la noticia mas imparcial del fundamento de estas
alteraciones, como conducente para el juicio recto y fundado
que debe formarse de la justicia de los procedimientos de este
Gobierno en materia tan delicada.
Se ha escrito, se ha dicho tanto sobre estos particulares, que
mi delicado pundonor se ha visto necesitado, á dar una rela
cion tan menuda como fastidiosa de los acaecimientos y mis
II
disposiciones para que por ella y por los documentos á que sa
refiere. pueda juzgarse con la propia inparcialidad con que se
han expuesto. Los que hayan de leer estos estractos hallarán
en cado paso un monumento de la pacífica conducta del Vi-
rey, de los mas sanos consejos y de los covencimientos mas
claros de la imposibilidad de realizar sus ideas, al propio tiem
po que tendrán que admirar la obstinacion de los conmovidos,
su solidez, y la mas atrevida arrogancia y desenfreno; moti
vos todos que unidos al desprecio de las leyes, que tienen por
objeto la salud de los pueblos, han hecho indispensable recu-
rir á la fuerza y el uso de las armas inescusable. Por último,
se hace mencion de las mas notables ocurrencias; viniendo á
componer el todo la relacion de mi gobierno, con algunas ad
vertencias que podrán ser en adelante útiles á la conservacion
de estos dominios, y al bien y prosperidad general de la
patria.
Si las tristísimas circunstancias de la América del Sur, ata
cadas unas veces por enemigos exteriores, y conmovidas otras
interiormente en varios puntos, han presentado un campo in
menso al Virey del Perú para práticar grandes servicios, auxi
liando los unos, sujetando los otros, y manteniendo por último
su territorio en la tranquilidad asombrosa, que todo el mundo
vé con admiracion; debe repulirse esta ocasion por la mas
desgraciada para estos paises, por lo que han tenido que sufrir,
y aun para el mimso gobernador, que pudiendo emplear sus
miras, su poder y sus talentos en realizar ideas beneficiosas, ha
tenido que convertir sus esfuerzos en los de severidad y cas
tigo, no solo para refrenar el orgullo de los que han sublevado
los pueblos, sino para libertar á estos mismos de la tiránica
opresion, de los que bajo las mas engañosas apariencias, les
propinaban enveneno mortal de su esclavitud en la copa de
oro de una imaginada emancipacion.
Es evidente que para consegirla han empleado los sofismas
mas ridiculos, atribuyendo los vicios de los gobernantes del
antiguo regimen, á defectos de la Constitucion de nuestro Go
bierno; invectivas atroces, las mas groseras imputaciones á los
gobernadores. y cuanto puede sujerir á la imaginacion mas
exaltada, los engaños de la arteria, otro tauto se ha puesto
en planta en perjuicio de la interesante union de esta con Espa
ña Europea. El congreso de sábios á quien fue confiada la for
macion del nuevo código constitucional cree y confiesa
que habiendo aumentado á la antigua solo travas á la arbi
trariedad, nada tuvieron que reformar á los fundamentos de
esta, dejando perfectamente arreglado el cuerpo política de
una moderada monarquía. Por consiguiente los que no la
adoptan; no la admiten, no la iuran, ni la obedecen, no han
m
siao impelíaos por m comun, sino por la particular conveniencia
y no la buena fé, sino el reprobado egoísmo es el que ha diri-
jido sus acciones, apartándose del común sentir de los pueblos.
Aun pudiera decirse mas; pero esto sobra, para convencer,
que la guerra de América ha sido movida por el interés indi
vidual, aumentada despues por los incautos acostumbrados
á ver las cosas por la superficie, por los indigentes que toman
el partido de la guerra como un medio de adquirir la' subsis
tencia; y finalmente por la muchedumbre ciega siempre y fá
cil de llevar al precipicio.
La ribalidad entre los hombres tan antigua como el mundo,
pasó á hacerse comun á las familias, y despues de pueblo á
pueblo, de provincia á provincia y de nacion á nacion, des
de que propagándose el género humano se fueron constitu
yendo separadamente en distintas sociedades, por lo pue se
contrarían al parecer entre sí sus intereses, por los celos ó por
la emulacion de los unos con los otros. Bien sea, pues, por es
tos principios ó por el de la memoria del odioso sistema colo
nial porque han sido regidos, ó por los vicios de la adminis
tracion de nuestro antiguo régime; la rivalidad entre los españo
les de este pais ylospeninsulares,es tan cierta como inveterada
y en proporcion á la que se observa entre las demas provincias
de la monarquía tan grande como la distancia que los separa. Es
ta ha sido la piedra de escándalo, sobre la cual se han echado
los cimientos á la crnel revolucion que devora los pueblos de
la América, y la que conviene destruir, para que no se repi
tan atentados, que ó sostenidos con mas calor ó auxiliados
por los émulos de las glorias de la Nacion Española, pueda
llega alguna vez á tener efecto la desunion de una sola fami
lia. Conocido el principio parece que no será difícil armar con los
medios que han de remediar el malí pero sobre todos ellos en
tiendo yo,que ninguno es tan urgente, ni puede ser mas eficaz
que el de dar ocupacion entre otros que no la tienen, á la clase
mas menesterosa, cual es la de los mestizos qne escluida de
los empleos por la ley sin el beneficio de tierras que han dis
frutado los originarios, sin arbitrio de que los han privado, el
abatimiento del precio de sus tejidos por el contrabando; cuan
do no sea la insurreccion el delito á que han de acogerse pava
vivir, serán otros sus crímenes perjudiciales á la sociedad y al
orden que en ella se requiere. Este es en mi entender el obje
to que debe ocupar la séria atencion del Gobierno, removien
do los obstáculos que se opusieren á tan interesante fin, y aun
facilitando los medios de que el patrimonio de los pobres, que
son sus brazos, se empleen con utilidad comun. Aunque indirec
tamente estas han sido las miras y principal atencion de mi
Gobierno, allanándoles la senda de su felicidad y protegiendo
IV
los demas ramos de necesaria aplicacion al trabajo de los
naturales.
Como el objeto principal de la ley que impone á los Vireyes
la obligacion de extender las relaciones de su Gobierno, no sea
el de saber la historia de sus hec hos particulares, sino instruir
se de las observaciones que sobre el reino hubiesen hecho en
cada ramo, para dejar trazado en ellas el sendero por el cual
deban encaminarse las providencias sucesivas para su mayor
prosperidad; he juzgado oportuno, apartándome del método
comunmente observado por mis predecesores en las suyas,
abrazar todos los estremos conducentes á aquel propósito con
la mayor claridad y concision posibles, sin dejar de estender
me en otros, segun la entidad y las circunstancias con que se
han presentado para dar lugar al cierto de las conjeturas.
Apesar de esta consideracion que no me ha desamparado en
ei acto de formarla, no dudo haber incurrido en algunas faltas;
pero tambien debo contar con la indulgencia que merece la
obra, por el buen celo que me ha determinado á emprenderla
y porque escrita en el mismo tiempo, en que han incurrido las
mas graves y extraordinarias novedades de la América desde
su descubrimiento, hacen disimulable la nota de difuso ó de
menos expresivo en algunos artículos de los que comprende.
Mi entrada en esta capital se verificó el 26 de Julio de 1806,
despues de un viaje de 1,300 leguas por tierra, desde la villa
de la Laguna en el Brasil, cuya circunstancia me dió á cono
cer con anticipacion una parte muy considerable del territorio
que venia á mandar, su local situacion, el carácter y costum
bres de sus naturales, y finalmente me hizo capaz de sus mas
precisas y urgentes necesidades para poder hablar de todo, y
de una manera que no es fácil ejecutarlo, cuando se procede
por relaciones.
A nada deberé atribuir mejor el éxito de mis deliberaciones
en el cúmulo de tantas y tan nuevas ocurrencias, como á este
feliz accidente ; porque advertido de la común índole de sus
moradores, dóciles y obedientes, ha contribuido su conocimien
to á que mi Gobierno sea tan suave y benigno, como el que re
quieren unas almas dotadas de este temple. Alguna vez, sin
embargo, conviene manifestar al que manda, que no carece de
energía para coníener el desorden y mantener el sosiego, que
no La dejudo de sentir amagos de turbacion por la conducta
de los forasteros fáciles y dispuestos á conmoverse. Con todo,
mi natural propension á decidir sin estrépito ni violencia en
los casos en que puede obraise en favor de la tranquilidad sin
hacer uso de remedios cáusticos, me ha obligado á elegir con
preferencia el camino de la blandura, como se verá en el pro
greso de esta exposicion.
ADMINISTRACION DE JUSTICIA

y breve noticia de los Cuerpos y Tribunales de la Capital.

En la direccion del Gobierno de las dilatadas provincias que


componen el Vireynato del Perú, no ha debido considerarse el
mayor mérito de los que lo han servido. La buena índole y
disposiciones de sus naturales, su obediencia y fidelidad, la su
mision de los Cabildos, y el respeto que se ha conservado siem
pre á la primera autoridad, representándole con moderacion
las necesidades de los cuerpos para su alivio ó pronto remedio;
nacido todo esto de la falta de comunicacion con extrangeros
con quienes puede decirse que no han tenido relaciones hasta
estos últimos tiempos; todo formando un conjunto de las mas
apetecibles cualidades para que su réjimen haya sido el mas
fácil tranquilo y sosegado; dejando al jefe uu campo espacioso
y libre para otras atenciones puramente útiles, en cuyos pla
nes benéficos y su realizacion se halla la recompensa. Pero
esta agradable perspectiva desaparece á vista de los intermi
nables recursos que diariamente se le dirijen de dentro y fuera
de la capital, y que hacen su despacho mas laborioso y pesado
que cuantos juzgados ordinarios hay en ella.
Un vicio de tal naturaleza, tan arraigado en estas gentes que
creen no alcanzar justicia si no empiezan sus demandas en el
Gobierno y que ha sido el asunto de las quejas de mis antece
sores, por la molestia que les ha causado; lo hubiera querido
cortar desde luego por el embarazo que causan y por la pér
dida del tiempo que debe emplearse en objetos de mas consi
deracion4; pero ciertos miramientos para con el mismo público
' * L_2—
me ha obligado á pasar por tan notable incomodidad y afan,
sin hacer novedad en una costumbre abusiva, y que toca en
perjudicial. Lejos de esto, la audiencia ha sido franca para to
dos y en todos los momentos en que la han pedido y aun in
terrumpido las mas graves atenciones del servicio, la he pres
tado sin distincion de clase hasta la ínfima de esclavos que or
dinariamente se presentan contra sus amos con la sangre y las
heridas que han recibido en el castigo, para animar su justicia
y mover con su amparo y sus lágrimas la compasion del que
ha de administrarla.
Centenares de estas causas se han pasado á los jueces res
pectivos para su sustanciacion y determinacion, y se han rete
nido otras que por su gravedad, he resuelto con parecer del
Asesor general, ó con dictámen del Acuerdo si el caso ha
querido asegurar por este medio las resultas de su juicio como
previenen las leyes, tanto en materia de justicia y gubernati*
vas.
Consiguiente al aumento de milicias y su fuero ha sido tam
bien la multiplicacion de causas de sus individuos, que se han
despachado sin intermicion ni retardo por esta Capitanía ge
neral con su Auditor de Guerra, del mismo modo que las com
petencias entre los jueces territoriales y comandancias milita
res, cuidando de sostener en sus goces á las personas privile
giadas, y de que no se abuse de una gracia que es concedida
solo á cierta clase de militares, por la naturaleza de sus em-
pléos, ó la de los cuerpos en que sirven.
Agrégase á esta succesiva y molesta ocupacion la que trae
la contestacion pronta de correos en el preciso término de dos
ó tres dias que solo se detienen en la capital, y parten á todos
los lugares del Eeyno; y para fuera de él á otros con cuyos je
fes en las circunstancias, ha sido preciso mantener una corres
pondencia mas estrecha y repetida con las provincias de Gua
yaquil, Quijos, Maynas y Puno, recientemente agregadas á es
te mando; y por último la celebracion de juntas que á mas de
las ordinarias de ordenanza se han repetido otras con ocasion
de las novedades ocurrentes para tratar los asuntos relativos
á la defensa, las de tribunales para las de hacienda, y las pre
paratorias y de provincia nuevamente erigidas por la Consti
tucion Política de la monarquía, y decretos de las Cortes ge
nerales extraordinarias de la Nacion. No parece posible divi
dir la atencion á tantos objetos, ni menos parece creible que
hayan podido evacuarse tan felizmente todos, á pesar de los
estorbos apuntados y del que particularmente coincide en este
reyno, que á la morosa y descuidada ejecucion de lo que se
manda, á punto de ser menos embarazosas las resoluciones que
el cumplimiento de ellas, pues aunque haya Ministros y cópia
—3—
de subalternos á quien encargarlos, ellos corren la peor suerte
si por desgracia el tropel de otros negocios hace que el Virey
los pierda de vista ó de su memoria.

CABILDOS.

Uno de los instrumentos de que ordinariamente se vale el Go


bierno en otras partes con el mejor suceso son los Cabildos. Sus
miembros sacados en esta ciudad de la mejor porcion, que es la
nobleza, han cumplido con el deber de verdaderos padres de la
Patria. A mi ingreso en este Gobierno eran todos perpetuos, y
sus varas vendibles ó enagenables, eran servidas por personas
condecoradas por su nacimiento y heredados servicios. Consi
guiente á estos principios es conocido el fruto que en todos
tiempos han sacado mis predecesores; y aun yo mismo de su
fidelidad, amor al Soberano y á la patria madre, de donde traen
su origen de las mas ilustres conocidas casas y familias, satis
fechos con el desempeño de esta primera obligacion no hau
sido los mas solícitos en conservar y adelantar las rentas de
propios de la ciudad, con que no hay duda podria tener mayor
recomendacion en edificios, paseos públicos y otros estableci
mientos útiles, y el mas recomendable y necesario de policía,
salubridad de que tanto necesita su extendida poblacion. Sus7
alcaldes elegidos por el mismo Cabildo y de la propia clase de
nobles, cumplían con igual exactitud el oficio de jueces del
pueblo, con arreglo á las leyes, asesorados con letrados nom
brados por el mismo Cabildo.
Estas elecciones en las ciudades del Eeyno fueron ocasion
de ruidosas competencias y del mayor embarazo para los Vi-
reyes é Intendentes, á quienes incumbia la facultad de apro
barlos ; pero pasado el calor de las diputas en los primeros me
ses inmediatos al de la eleccion, calmaban estas con la misma
facilidad, para renacer con las nuevas elecciones.
La Constitucion varió enteramente el plan de estos estable
cimientos, reduciéndolos á electivos, con cuyo motivo el del
cumplimiento y observancia de sus nuevas atribuciones y an
tiguas prerogativas, de que han sentido desprenderse, ha sido
mucho lo que han dado que hacer á este Gobierno pricipal-
mente en maferia de judicaturas. Sugeto á la ley y á los re-
glamertos, he proveido en estos casos lo que corresponde al sos
ten de la autoridad, conteniéndolos en sus verdaderos límites, y
principalmente atendiendo á la conservacion del orden público
y su beneficio mis providencias, como se esplicaráu en el ar
tículo de policía, han tenido el carácter de energía que couvie
—4—
ne que las acompañe, pues no de otro modo puede alcanzarse
por los enlaces y arbitrios de que se valen para deslnmbrar al
Virey, y obtener por medios indirectos y á la sombra de celo
del bien comun, la particular conveniencia del que maneja es
tos negocios ó el espíritu de partido y de cuerpo.
Bajo de estos datos constantes es preciso que la atencion
del Gobierno no se distraiga de tan recomendables objetos, ex
tendiéndola si fuese posible á la recaudacion de las entradas
de propios y su inversion. Esta atribucion es hoy propia de
las diputaciones de provincias, pero no por eso deja de ser del
conocimiento é intervencion de los Vireyes, ni sería bien deja
se de serlo un punto que tanta identidad y consonancia guarda
con las gubernativas,cuales son los de policía, de sal abridad,segu-
ridad y comodidad de sus habitantes, y otros no menos importan
tes al servicio y causa pública. Hoy se cobran estas rentas por
el tesorero nombrado por el Cabildo, y los libramientos de este
cuerpo son documentos legítimos que comprueban las parti
das de la cuenta anual que debe presentar á la Diputacion
Provincial, para que con su visto bueno se proceda á su exa
men y aprobacion.
La misma Constitucion que detesta la multiplicidad de jue
ces, ha desnudado á este cuerpo del privativo conocimiento que
por leyes ó cédulas anteriores tenia á su cargo en algunas ma
terias, reduciéndolos todos, excepto el militar y el eclesiástico, el
de hacienda ptíblica y los del Consulado y Mineria, al preciso
conocimiento de los jueces de letras que deben de serlo en
primera instancia despues de la conciliacion que deben inten- -
tar los alcaldes entre las partes; de modo que segun estos
principios, los Ayuntamientos son hoy unos meros auxiliares
del Gobierno para los abastos, policía y conservacion del ór-
den y de la sana moral de los pueblos, y unos celadores para
que los establecimientos de piedad y beneficencia cumplan
como deben sus respectivos institutos, con imediata depen
dencia y subordinacion á las diputaciones y gefes qué lag pre
siden y á los Vireyes, que en tanto que estas autoridades sub
sistan como hasta hoy, con la plenitud de facultades con que
fueran establecidas.

EEGALIAS.

Las qüe coresponden á la primera magistratura son ademas


de los propios del Patronato muchas de las de mayor considera
cion é importancia. Los tratadistas que de intento las han
compilado, nada dejan ignorar al que desea tener un conoci
miento exacto de ellas; y su trabajo aplaudido con tanta razon
por los sábios, me excusa del que necesitaría emprender si me
eontrajese á deslindarlas. Con el trascurso del tiempo y de los
sucesos han sentido alguna alteracion y decadencia de lo que
fueron. Mas sea cual fuere el estado de ellas, mi sentir es que
de las que subsisten hasta aquí no es árbitro el Virey á dis
pensarlas ni aun en sus ceremonias, porque lo que parece in-
dferente suele ser de la mayor influencia en los negocios por
la novedad que hace en el público la mas pequeña innovacion
ó alteracion en las preeminencias del que manda, y finalmente
porque no son propias, sino del Monarca á quien representan.

EECUESOS DE FUEEZA.

Uno de los casos en que ha solido en tiempos anteriores eje


cutarse con conocida utilidad, es en los recursos que se nom
bran de fuerza, porque aunque esto corresponde á las Audien
cias del territorio, los casos que sa presentan de esta natura
leza, suelen acompañarse de tales circunstancias que hacen
precisa la intervencion de la primera autoridad, ya para con
tener el abuso que hacen los eclesiásticos de sus limitadas fa
cultades, ya para presentar á los eclesiásticos contra quienes
se ejercita la mision y real amparo que les conceden las leyes.
GOBIERNO POLITICO Y ECONOMICO DEL REYNO.

El Vireynato del Perú despues de las últimas desmembra


ciones y nuevas agregaciones que se le han hecho de algunas
provincias, tiene por límites al N". la provincia de Guayaquil;
el desierto de Atacames al S.; al E. las ferasísimas montañas
de los Andes ; y al O. el mar Pacífico ; comprendiendo en todo
su territorio desde los 32 minutos al N. de la equinocial hasta
los 25° 10 minutos de latitud meridional ; y entre los 63° 56
minutos y 70° 18 mn. de longitud del meridiano de Cádiz, .le
guas K S. y 126 E. O. por donde mas.
En un pais de tanta extension, cortado frecuentemente por
rios caudalosos, por elevadas cordilleras, por páramos, por as
perísimas sierras, y lo que es mas casi desierto, no es extraño
que se halle sin caminos, sin puertos, ni canales, y en cierto
modo sin comodidad alguna. Pero si lo es mucho, que al cabo
de 30 años, poco mas ó menos que cuenta el establecimiento
de Intendentes, y la sábia ordenanza que los gobierna, no solo
no se hayan abierto comunicaciones de un pueblo ó de una
provincia á otra; que en las largas distancias y despoblados
no se haya proveído alguna choza que sirva de alivio y des
canso al traficante, y dé seguridad á sus intereses; y que final
mente no se haya proporcionado á estos habitantes una edu
cacion conveniente, y dádoles el conocimiento de las artes mas
necesarias; sino lo que es mas doloroso y sensible, que se ha
ya dejado perder por una culpable omision y descuido, todo lo
que habían adelantado los primeros descubridores, y los mis
mos naturales trabajado en cada uno de estos ramos. De los
últimos no quedan ya mas que unos miserables vestigios de
los caminos que antiguamente tenia el reyno; uno ú otro
puente de Crisnojas en los rios mas principales; y de los pri
meros solo la memoria de los mas útiles aunque pequeños es
tablecimientos, 6 la constancia en los archivos de lo que en
beneficio comun ha mandado ejecutar en todos tiempos, el pa
ternal amor de los soberanos españoles.
Al viajar por estos países, no puede menos que causar asom
bro las dificultades que presenta la naturaleza á cada paso, y
los pocos exfuerzos que se han hecho para suavizarla. Las cau
cas de este atrazo no pueden ser otras, que las trabas á que se
les ha sujetado para esclarecer la necesidad de las obras, y las
lentas fórmulas de los expedientes para buscar arbitrios, y re
solver su ejecucion en los tribunales; pero sean estas ú otras,
los efectos han sido contrarios al objeto de aquellas ordenan
zas, y al espíritu de beneficencia que guió la mente del Mo
narca, al dictar tan sábias como útiles providencias.
Los fondos conocidos por el nombre de bienes de comunidad
que ha debido tener cada pueblo, están destinados, entre otros
fines de pública utilidad, al de conservar los caminos, reparar
los puentes, y mantener escuelas de primeras letras en cada
cabecera de repartimiento, á que ha debido concurrir tambien
la caja general de censos de indios; pero por una irreparable des
gracia se han empleado en otros tiempos, y acaso no muy dis
tantes del presente, en otros muy diversos, menos importantes
á la causa comun. Una ligera idea sobre tan ventajosos esta
blecimientos, de cuya noticia es preciso creer que carecieron
nuestros escritores públicos, hubiera bastado para destruir la
injuriosa nota, que han esparcido contra nuestro Gobierno,
acerca de la estudiada rusticidad y barbárie, en que dicen los
extrangeros, y algunos desnaturalizados españoles se ha pro
curado mantener á estos naturales; y aun para hacer la apolo
gía de los soberanos de España la mas completa.
A pesar pues de todo, el actual estado del reyno es deplo
rable, ydigno de que la consideracion del Gobiarno recaiga
sobre esta importante materia; para remover los embarazos
que han entorpesido hasta ahora los laudables designios de la
soberanía. Tanto en las costas como en la sierras se transita
por veredas incómodas ó peligrosas, por puentes poco seguros
y durables, donde los hay, y aun del recíproco que deben im
partirse unos pueblos á otros, para gozar de los beneficios de
la sociedad. 1
Habiendo tocado . por propia experiencia todos estos defec
tos en el dilatado viaje que hice por• tierra desde Buenos Ay-
res, hasta entrar en esta ciudad, mis deseos fueron constante
mente dirigidos á reparar los unos, perfeccionar los otros y
hacer nuevos establecimientos segun su mayor importancia y
necesidad; y con efecto, en el poco tiempo que pudo permitir
la tranquilidad de la América, aplicar el influjo del Gobierno
á este punto, mande ampliar y mejorar el paso del camino de
Asia en la provincia de Cañete, que por su inmediacion á la
capital y uso frecuente, demandaba esta preferencia.
El del Callao por donde transitan diariamente centenares
de bestias y carros, como por este punto se hace la mayor par
te del comercio de esta capital, lo hice limpiar varias veces
de las muchas piedras que lo tenían en estado de no transitarse
tomando por atajos con peijuicio de los hacendados, y aun de
la brevedad y precio de los acarreos. En. una ni en otra obra
se ha invertido nada del Erario, y en el último id de los fondos
de los pueblos. Mayores hubieran sido las ventajas que hubie
ra conseguido el reyno en este artíeido, sino se hubieran an
tepuesto atenciones de primer órden y de mayor urgencia, co
mo son las de alborotos de las provincias del Alto Perú que
debia remediar.
En muchos pueblos, y aun en algunas ciudades se advierte
tambien la falta de un edificio proporcionado para casas consis
toriales que son las que dan ordinariamente la regla á los veci
nos en materias de construccion, y su ejemplo les habría indu
cido á edificar casas en lugar de las chosas en que generalmente
habitan. Pero en lo que debe fijarse la mayor consideracion, es en
la falta de cárceles para resguardo de los reos,de cuidado, y ar
bitrios para proporcionarles su alimento. Sin ellas puede infe
rirse cual pueda ser el respeto de los jueces, y cual el resulta
do de la administracion de justicia. Hable sino la misma expe
riencia en repetidos ejemplares de haber escalado y forzado las
débiles prisiones que los contenían, y otros en q e se les ha ex
traído casi sin violencia por sus mismos cómplices, ó rela
cionados con solo quebrantar una mala cerradura.
Otros artículos hay que promover en beneficio de la agri
cultura y de las artes; pero esta será obra del tiempo, y de
tiempos mas felices, en que libre el Gobierno de los cuidados
que han agitado el mio, pueda convertirse enteramente al
bien y prosperidad general del Eeyuo. Sin embargo, para que
no se crea que me he contentado con saber mis obligaciones sin
tentar los medios de practicarla, acompaño con el Núm. mode
los que se han circulado, de las razones y estados, con cuyo
conocimiento debió formarse la balanza general de su comer
cio, y cuyas miras quedaron paralizadas, cuando el huracan de
las revoluciones de la América se desató para trastornar los pla
nes que trabajaba para su ilustracion y adelantamiento en pun
tos de economía política. Mi genial aplicacion á este genero
de estudio, me facilitó en Guadalajara hacer conocer aquel rey-
no, los frutos y efectos peculiares de aquel suelo, y los de la
industria de sus habitantes, para adelantamiento del comercio,
proporcionándqle al mismo tiempo las mayores ventajas en los
trasportes por medio de calzadas y puentes que mandé construir
en la costa de Tepie y San Blas, para allanar la comunicacion
con la capital y el puerto, y para mayor comodidad de sus ex
tracciones. Esto mismo me propuse ejecutar en el Perú; pero
que la ambicion de los insurgentes ha dejado sin efecto, sien
do entre los irreparables gravísimos daños que ha causado al
Estado su conducta, el que sienten estas provincias por falta
de tan importantes auxilios.
Por lo expuesto se colije que el estado político y económico del
—9—
reyno del Perú, está tan atrasado como si saliese ahora de las ma
nos de la naturaleza, que muchas de sus necesidades no pueden ser
remediadas porque dependen del clima, de su falta de poblacion y
de otras que demandan facultades menos limitadas que las de los
Gobernadores, pues que aunque hay otras que están desde luego al
alcance de ellas, requieren una actividad y unos conocimientos poco
comunes para pulsarlas y ponerlas en ejecucion. La visita general
del reino que tantas veces me ha ocurrido, como útil y conveniente
á este y otros fines igualmente importantes al servicio del Eey, que
á la causa pública, es en mi opinion necesarísima y muy provecho
sa, si lleva por objeto^dar de que vivir á los mestizos, que, carecien
do del beneficio de tierras, que gozan los originarios aunque preca
riamente, se entregan á los vicios y viven en la holgazanería á costa
del que trabaja.
La desocupacion, vicio contra el cual se habla con general clamor,
en ninguna parte se ha dejado conocer mas sensiblemente por sus
efectos que en este continente, y en las actuales turbulencias de él.
Jamás los misioneros del Eio de la Plata pudieron haber pensado
encontrar tantos prosélitos, si á los defectos insinuados, no se hu
biese complicado tambien el del contrabando que haciendo mas ba
ratos en su mercado los efectos de algodon que los tejidos que lla
man tocuyo, y á cuya única ocupacion estaban dedicados, no hubie
se quitado á los mestizos este modo de adquirir lo mas preciso para
sus otras necesidades. Es una regla general, y una verdad práctica,
que el tiempo de los grandes delitos ha sido siempre el de la mayor
pobreza; á la pérdida de cosechas es consiguiente siempre el aumen
to de malhechores, y esto se entiende aun en los pueblos bien cons
tituidos y mejor gobernados. Es preciso, pues, remover esta haraga
nería de los mestizos, que es la que sin duda alguna ha contribuido
tanto á mantener el fuego de la insurreccion de las provincias des
Alto Perú, considerando el ocio en que están como la fuente de lol
mas atroces delitos. Ocupados ellos y allanados los caminos para el
trasporte de sus frutos y efectos, sostituirá la abundancia á la es
casez, y la honradez á los crimines.
Así como vaiia el clima de frio que es en las sierras, á ardiente
en las costas, del mismo modo son distintos los defectos que hay que
correjir en estas. Los terrenos productivos se hallan repartidos en
manos de grandes propietarios que para su cultivo los trabajan con
negros africanos, quedando muy pocos á los naturales, que por esta
razon han disfrutado como exclusiva, aunque no sin pension alguna
la ocupacion de la pesca. El mayor valor de estos fundos consiste en
el número de esclavos, y consumiéndose estos con el excesivo traba
jo y malos alimentos, de muy ricos y poderosos hacendados vienen
á quedar en la clase de indigentes, cuando no tienen medios de re
poner esos brazos en tiempo oportuno, para continuar la labor de
sus terrenos propios.
Eepito, sin embargo, por muy grave y delicada la solucion del
HISTORIA—2
—10—
problema de si será ó no útil la continuacion del permiso de intro
ducir africanos en América, por los gravísimos reparos que de una
y otra parte se ofrecen ya en contra, ya en favor de los intereses del
estado y de los particulares. En este concepto y en el de que este
punto no pueda dejar de arreglarse por las Cortes Generales por su
entidad y correspondencia con el sistema general, escnso aventurar
una opinion que por otra parte necesita fundarse en un discurso de
mayor estension, lo cual es fuera del propósito de este papel. Mas
sería tambien no cumplir con el objeto que en él me propuse si en
teramente silenciara un negocio de tanto bulto, y que tanto ha de
influir en las fortunas, y en la suerte de los individuos del pais que
he gobernado.
Los terrenos, aunque quebrados en la sierra y cortados por are
nales en la costa, son vastísimos en comparacion del pequeño nú
mero de hombres que los pueblan. Sus producciones son así mismo
varias, segun la naturaleza de los diferentes climas, y en el cambio
de los unos por los otros hallarían los cultivadores mayor facilidad
de vivir, cuando sus relaciones se acerquen por medio de puentes y
caminos. En la misma proporcion se aumentarían los matrimonios,
y el fruto de ellos aplicado al trabajo en un orden regular, debe pro
ducir tantos habitantes cuantos es capaz de mantener el Perú en to
da la estension de su territorio, en lugar del millon y medio, poco
mas ó menos en que hoy se computa el todo de su poblacion.
El escollo en que se tropieza generalmente para la ejecucion de
estas obras, es la falta de fondos para costearlas, calculando el valor
de ellas en todo; pero esto es una dificultad de muy poco momento,
pues al principio, bastarán solo unas veredas seguras y nnos puen
tes 'provisionales, constriudos con la mayor economía, que el tiem
po con mayores proporciones hará mas cómodos y firmes. Los pue
blos han tenido la obligacion de asistir personalmente á estos repa
ros y la han cumplido, cuando la indolencia de los jueces no ha de
jado de reconvenirlos para hacer este sei-vicio á la causa pública; de
manera que por estos principios viene á quedar reducida á menos
que nada la quimérica fantasma de las erogaciones con que se ha si
mulado, lo que en buen sentido se llama negligencia, abandono y
punible descuido de sus obligaciones; á no ser que se quiera tam
bien que hayan tenido parte aun en esto las pesadas formulas y la
lentitud de los tribunales. Es verdad que este ha sido el mayor obs
táculo y la roca en que han venido á estrellarse los mas útiles pro
yectos de beneficencia, pero esto se entiende de aquellos, para cuya
ejecucion se necesitaban grandes gastos, y en ninguna manera de
los,urgentes y que podian hacerse sin costo alguno.
A beneficio de estas mejoras en los caminos, se trasportarán á
mayores distancias los frutos peculiares de un suelo á otro, y el me
nor precio de las conducciones aumentará los consumos, no solo de
los terrenos que ahora se hallan en cultivo, sino de otros muchos que
en el dia son eriazos por falta de esportacion. Ni las tierras reparti
—lí
elas á los originarios del pais han sido tan productivas como pudie
ran serlo, pues dificultándose á estos su trasporte, las cosechas se
han limitado en lo general, al preciso consumo de sus familias. Hoy,
ptíes, que esas mismas tierras vuelven por derecho de reversion al
Estado, por la estincion del ramo de tributos, es un medio que se
presenta oportunísimo, para colocar infinitas familias de mestizos
redimiéndolos de la miseria en que han vivido, y de la mala reputa
cion que se han granjeado por falta de toda ocupacion.
La única que se les conocía en las provincias donde mas
abundan, ha sido la de sus tejidos de algodon, cuyo precio vili
pendiado por el contrabando, como queda dicho, les ha quitado el
recurso de aliviar sus necesidades por un camino honesto y prove
choso. De que resulta que cuando se trata de mejorar el reino y la
condicion de sus habitantes, es preciso que entren estos como los ori
ginarios al disfrute de iguales beneficios de qüe han estado exclui
dos por la ley, así como de los empleos y cargos.
La esplotacion y beneficio de los minerales es otra fuente inagota
ble de recursos para la ocupacion de los hombres. El copioso nú
mero y la riqueza de ellas, suficiente para emplear casi toda la masa
de la poblacion, debe reemplazar las faltas que deja la agricultura y
sus subalternas en un reino que por la localidad de él, hace que se
consideren como sus principales frutos el oro y la plata que se ex
traen de las entrañas de la tierra. Con este conocimiento y el del
íntimo enlace que tiene con el comercio, me han debido los mineros
una singular consideracion, y he dado al tribunal privativo de este
cuerpo toda la proteccion y amparo que han permitido las circuns-
taucias, aunque con el desconsuelo de no ser esta toda la que requie
re una profesion tan importante, y de la que depende la principal
riqueza y felicidad del Estado.
La pobreza de los que ordinariamente abrazan la carrera de las
minas, sü falta de luces y conocimiento para dirigir las labores y su
beneficio, son otros tantos obstáculos que han impedido su adelanta
miento y progreso. Siendo esto indubitablemente así, como lo testifi
ca la esperiencia, es preciso confesar, que no habiendo logrado remo
verse hasta el dia, la minería ha carecido del amparo y justa pro
teccion, que ha debido prestársele segun su importancia y nece
sidad.
El Gobierno vigilante de España la conoció muy de antemano y
trató de remediarla en el establecimiento del tribunal, y la comision
conferida al Baron de Nordenflick, para enseñar por principios la
ciencia de conocer los metales y el arte de beneficiarlos, sin perdo
nar medios hasta conseguir el fin; pero reducido todo á disputas y
contestaciones sobre lo menos importante, esto es sobre beneficios, se
han formado tan gruesos volúmenes, que ya es imposible divisarla
verdad entre tantas sombras que la ofuscan, viniendo á triunfar por
este medio, la costumbre sobre lo mas sábiamente dispuesto y la
ignorancia sobre los conocimientos científicos de la profesión, Medio
—12—
millon de pesos impoitarán cuando menos las impensas en suel
dos y gastos de la comision, fuera de otros tantos ó mas que ha con
sumido el tribunal en los propios destinos, y nada se ha adelantado
hasta hoy en ningun ramo de los que abraza la carrera. Los der
rumbes de minas, la opilacion de otras, la miseria de los mineros,
todo á un tiempo pública, cuan imperioso es el poder de la costum
bre, acompañado de la ignorancia, y cuan inútiles los medios de des
cubrir la verdad en los expedientes que promueve el capricho, el in
terés y amor á sus antiguos usos, y alguna vez la justicia y el de
seo del acierto-
Mas entre tantas certidumbres y dudas como ofrece la fuerza de
los raciocinios con que se combaten las opiniones, en la presente no
habrá quien se atreva á negar la ceguedad de nuestros mineros, pa
ra conocer las partes heterogéneas con que se hallan combinados los
metales, distinguiéndolos solo por los nombres de frios y calientes,
con que la práctica ciega les ha enseñado el uso de varios 7nagistra-
les; aplicados sin mas principios, ni otra regla que la que puede lla
marse instinto Menos podrá decirse que dirigen con arte la explo
tacion de las minas, cuando repetidos derrumbes de ellas, ocasiona
dos por falta de la debida fortificacion, les ha atraido la ruina de
sus intereses, dejando bajo de ellas las labores y sus endeudados ope
rarios. Finalmente, sería el mayor error querer persuadir que no
necesitan mas luces ni conocimientos, que los que actualmente po
seen, unos profesores que no hacen caso de los auxilios de la maqui
naria para el desagüe de sus minas y otras operaciones de sus Inge
nios y Buitrones á fin de ahorrar el coste de los jornales, cuya falta
lamentan con clamor incesante.
Las interminables disputas con la comision del Baron; las que
han sucitado los mineros entre sí sobre intereses, los sueldos y
gastos de aquella y de este; algunas habilitaciones dadas, en corta
cantidad y sin los seguros correspondientes; tal ha sido el término
que han tenido las providencias del Gobierno, dirijidas á fomentar
la minería de este reino, y tal la inversion de sus fondos. Toda la
economía del tribunal ocupada únicamente de ahorrar los sueldos de
la comision, ha conseguido al fin dispersar á sus individuos, vinién
dose á quedar el cuerpo tan pobre y escaso de fortuna y de noticia
en materias de su profesion, como era antes, y ademas recargado con
la contribucion de un real en marco, que son los fondos aplicados á
su subsistencia.
Por mas que se fatigue el discurso en buscar medios para fomen
tar como conviene este ramo, no pueden ser de otra clase que la de
los erogatorios; es decir, los mas impracticables mientras subsista el
presente estado de las cosas de América; mas destruido este incon
veniente como no puede dejar de serlo, los benéficos influjos del
Gobierno deberán fijarse, en hacer cumplir y observar cuanto pró
vidamente está prescripto en la ordenanza de minería de Nueva
España, adaptada de orden del Bey en este Perú. Su actual de
—13—
cadencia y mala situacion nacida de los abusos y -defectos que
se han indicado, piden imperiosamente esta providencia, y con
mas urgencia siguiendo el orden con que se han expuesto en los
tres principales puntos que siguen, y en cuya ejecucion veo cifrada
la próspera felicidad futura del reino.
Primero será el establecimiento de un colegio de mineralogía en
que se enseñe el conocimiento científico de los metales, la geome
tría y arquitectura subterránea, la hidráulica, la maquinaria, la me-
talurjia, la química, el diseño; y aun las artes de carpintería, herre
ría y albañilería en la parte que el ejercicio de las minas necesita de
sus auxilios. Segundo, la habilitacion de los mineros de los fondos
del mismo tribunal, cuya economía en los gastos, mayor seguridad
en los suplementos que se hagan con oportunidad, aumentará sus
entradas, y harán la fuerza del banco, poderosa para emprender ma-
yores obras á beneficio del cuerpo. Tercero y último: la formacion
de un nuevo reglamento de policía que arregle las tareas de los ope
rarios y su pronta satisfaccion en plata y mano propia. Este es un
punto de los mas recomendados por las leyes; pero por desgracia en
el tiempo de la servilidad de los indios el menos obedecido, y á mi ver
no por otro principio que el de la pobreza de los dueños de minas. Su
puesto lo cual no es de admirar que falten trabajadores y jornaleros
en las minas, pues todos quieren ver el fruto de su sudor y de sus
fatigas, y esto mismo dá la preferencia á este punto para su arreglo.
Ademas, juzgo que sería de la mayor importancia, para animar
este cuerpo, que á imitacion de lo que practican otras naciones mi
neras se estableciese en la nuestra una carrera honorífica que sirva
de estímulo para que abracen muchos la profesion, y para empeñar
á otros en seguirla; pues como las utilidades de ella son inciertas, es
necesario que haya una compensacion que no lo sea. Las riquezas
pueden encontrarse; pero esta posibilidad no es suficiente atractivo
cuando despues de halladas pueden disiparse, como en efecto suce
de en mayores empresas de eventual suceso. De aquí es que los que
tienen una fortuna ya hecha, desestimen una ocupacion que puede
producir la ruina de ella y de su buen nombre; lo cual quedaría pre
cavido en cierto modo, cuando al cabo de sus años empleados hon
radamente en tan útil destino sin nota de mala versacion, les espe
rase un premio seguro á sus fatigas y á los descubrimientos útiles
que hubieren hecho en ella.
El agente indispensable para el beneficio de los metales y mayor
extraccion del oro y la plata consiste en el azogue, pues ignorándo
se hasta ahora la práctica de conseguirlo por fundicion, es de abso
luta necesidad la provision abundante de aquel ingrediente, sin cu
yo auxilio las minas vendrían enteramente á inutilizarse. Las noti
cias mas autorizadas de haberse conseguido en Méjico el método de
fundir con el auxilio de la Sal Nutron, conocida allí con el nombre
de Teguesginte, empeñó á muchos en hacer repetidos ensayos 6
pruebas, teniendo á la vista las instrucciones y reglas que prescribe
—14—
la obra de Gamboa publicada en aquel reino; pero todas las tenta
tivas han sido vanas, y sin efecto los mejores deseos y la aplicacion
de algunos individuos del cuerpo.
Todo conspira á persuadir la necesidad del azogue; y la falta del
de Almaden con motivo de la guerra, fué un cuidado que durante
ella, y aun despues no pudo desampararme. Ha venido á repeti
das instancias mias considerable porcion do este específico, que dis
tribuido con la mayor economía, ha sido suficiente para el consumo
de los minerales del reino. Sin embargo del recelo de que su falta
pudiese suspender el corriente de las minas, aun en medio de las ma
yores angustias por falta de numerario, he tenido que desprender
me de una parte de aquel con que debia contar, para invertirlo en la
compra de los pocos quintales que puede producir la de Huancave-
lica en el estado de derrumbe en que se halla, hasta que tocando
por último término el de la imposibilidad, ha tenido que cesar esta
negociacion con harto sentimiento, por el atraso que ha padecido y
padece el gremio de sus beneficiadores, mayor sin comparacion que
el de los mineros de plata y oro, pues como queda dicho, á estos no
les ha faltado del todo el auxilio de este ingrediente, y á menos
precio que lo han tenido en otros tiempos.
Entre tanto que el beneficio de los metales no consiga hacerse por
fundicion, ningun objeto de este Gobierno puede ser mayor que el
de reparar la única mina de azogues del reino, que es la de Huan-
cavelica cuando lo permita el tiempo, poniendo en corriente sus ri
cas y abundantes labores para salvar de la última ruina que amaga á
la minería cualquiera infeliz contingencia, que impida hacer pasar
del continente de Europa el que se necesita anualmente; pues la mas
corta suspension de su giro ocasionaría la mas irreparable desgracia
en la distraccion de sus operarios y otros consiguientes males de
igual magnitud.
Para precaverlos era necesario recurrir á uno de dos arbitrios que
por impracticables ó peligrosos no han debido tener por ahora lugar
ni en el pensamiento. Uno es el descubrimiento de nuevas vetas de
aquel metal, y el otro habilitar la misma mina de Huancavelica:
mas tocándose en el primero los inconvenientes de su incertidum-
bre, gastos ingentes y aventurados, hacían mas prudente fijarse en
el segundo, no menos dificultoso en las circunstancias, por carecer
el Erario y el tribunal de fondos con que costearlos. La misma difi
cultad subsistirá por algun tiempo, hasta que restablecidas las co
sas á su antiguo estado, las'minas y comercio á su mayor esplendor,
faciliten los medios de reparar la alhaja mas apreciable del Estado
en este nuevo mundo. Segun el cálculo prudencial que formó el
Baron de Nordeuflieht con inspeccion de ella, está computado en
dos millones de pesos, cuya suma si hoy es espantosa por nuestras
indigencias, despues parecerá exigua cuando los adelantamientos de
este ramo y el del comercio, hagan llegar este reyno á su mayor opu
lencia.
—15—
Restablecer el comercio paralizado en toda la estension del ví-
reinato con tan extraordinarias novedades, y desprenderlo de las
trabas y embarazos con que ha estado ligado, es otro punto que no
interesa menos á la felicidad de él y del Estado. Puede considerarse
en dos maneras, el terrestre que se practicaren las provincias del in
terior con efectos de Europa y su cambio en frutos de exportacion;
y el que ellas hacen entre sí con los efectos de su industria y sus
propios frutos; y el marítimo á cuyos objetos son los sobrantes de
los productos de cada provincia exportado por mar para otras de
dentro y fuera del vireinato, y el de efectos venidos de Europa y su
retorno en caudales y frutos á la Península. Ambos son capaces de
mayores aumentos, que los que habría conseguido en los últimos
tiempos anteriores á las presentes revoluciones de la América; pero
el primero jamás podrá incrementarse sin que se allanen antes los
caminos para que el costo de las conducciones no recrezca el va
lor de los géneros de consumo de los pueblos, y el de los fru
tos y efectos de su suelo que hayan de exportarse á mas grandes dis
tancias. Ya está dicho que en la imposibilidad de emprenderlos hoy
con solidez y firmeza por falta de caudales, que deban invertirse en
tan saludable objeto, es menester que la suplan la actividad de los
propios pueblos, que no rehusan absolutamente la obligacion y el
celo de los jueces encargados de su conservacion.
El segundo, esto es el marítimo, sufre ademas de este, otros in
convenientes de superior orden, que toca al Gobierno supremo faci
litar, pues suponiendo que las inalterables reglas que rijen hasta hoy,
su giro han sido dictadas con aquella combinacion y cálculo que
eonviene á la masa general del comercio, es forzoso que el particu
lar padezca ciertas limitaciones de que resulte el adelantamiento de
aquel. La materia es agena de mi profesion, y por tanto no debe es-
trañarse que no hable con la propiedad de conocimientos y estension
de luces que requiere su importancia; mas no por eso dejaré de ex
poner con franqueza lo que me parece haber contribuido á su aba
timiento, y los medios de sacarlo de tan abyecto estado al de su
mayor prosperidad.
Hablaré primero del de cabotaje ó costanero, que^aunque invir-
tiendo menores principales, por su mas rápida circulacion es el que
adeuda mas considerables derechos á la renta pública. Algunos de
los ñutos y efectos, con que se practica están desde luego esentos de
toda contribucion; pero hay otros que están sujetos á su pago en mas
ó menos cantidad segun ha parecido convenir al fomento de la agri
cultura, ó de la industria de las provincias. Mas este no puede re
putarse el mal todas las veces que las utilidades que rinde, las su
fre y permite. Si lo fuese, sería un mal necesario, cuando no hay
otra medida comun que regle las exacciones para mantener el esta
do, que el de los consumos, en que cada individuo se limita ó á su
voluntad, ó al estado de su fortuna. Lo que se presenta difícil en la
práctica es la determinacion del cuanto, para que la suma de dere
—16—
chos no absuelva en poco tiempo el capital, y de esta manera reba
jándose los consumos por el mayor valor de las especies comercia
bles, lo sean por consiguiente las rentas del Estado.
Las quejas de los comerciantes á que yo mismo he provocado de
seoso de instruirme de ellas para su remedio, claman por la rebaja
del 38 y J por ciento que pagan en cada viaje redondo de estos cos
taneros; y ála verdad, que la solicitud no parece destemplada si se
atiende á que vencidos tres en cada año los derechos, han absorvido
enteramente el capital con mas un 15 por ciento que podrá ser que
en muchos no cubra el total desus ganancias. Aun parece mas du
ra la ley á vista y comparacion del ojo que solo se cobra en Guaya
quil, pues solo las cargas deben siempre repartirse en igualdad para
que no se haga insoportable su peso. Si la equidad y la justicia
obraron de concierto para hacer esta gracia en fomento de la agri
cultura ó industria de aquella provincia estando las demas igual
mente atrasadas en otros ramos y necesidades del propio fomento,
es claro el derecho que les asiste pasa ser atendidas de un mismo
modo, y que por la propia consideracion se escusen las cuotas en
todos los puertos del vireinato.
No es menos clamorosa la voz del comercio contra el sistema co
nocido é introducido por el Gobierno para arreglar las navegaciones
de la marina mercante, y contra el método que observan las adua
nas de los puertos para el despacho de las embarcaciones. Las visi
tas de puerto y las fórmulas á que por reglamento están precisados
los resguardos, son unas providencias de precaucion contra el fraude
y mala fe, advertida en algunos negociantes, que un Gobierno pró-
bido no ha podido menos que adoptar para precaver como es justo
los efectos del dolo y sus mas temibles consecuencias. Pero en tanto
serán buenos y adaptables los medios, en cuanto no produzcan otros
males mas graves que los que se quieren remediar.
Las visitas de buques, el reconocimiento -de sus velas y jarcias, y
todo cuanto conduce á asegurar su estado marinero y el éxito do
los viajes, si se ejecuta prontamente y bajo de aquellas reglas que
dicta la prudencia, cuando no estén comprendidos los casos en las
ordenanzas que rigen este punto, ignoro cual sea el entorpecimien
to que pueda causar á los buques esta prévia diligencia, ni como
ella pueda retardar, incomodar ó perjudicar á los mercantes en la
pronta marcha de sus expediciones. He dicho con mucho estudio
que los reconocimientos sean practicados con celeridad y con aquella
prudencia que conviene en los casos no indicados por ordenanza, co
mo lo ha ejecutado la actual Comandancia de este Apostadero, por
que sería ciertamente ridiculo precisar á uua embarcacion que no se
separa jamás de la costa á llevar á su bordo dos ó tres pilotos,
otros tantos juegos de velas y lo demas que se juzga indispensable
para viajes mayores ó de travesía. En tal caso á todos los inconve
nientes apuntados se seguirían otros no menos ciertos cuales son los
mayores gastos que tendrían que emprender, y consiguiente encare
—17—
cimiento de los fletes. De que se infiere que no las formalidades sino
el modo en que se expiden, pudo haber sido oneroso en algun tiem
po al comercio.
El exámen que se ha hecho de la anterior providencia guarda tal
analogía ó por mejor decir tal identidad con el de resguardo, que
juzgo escusado detenerme en probar la necesidad de su subsistencia,
á lo menos mientras que una serie de años y de hechos no presente
á los hombres convencidos de la utilidad que atrae consigo la hon
radez, que detestan el medio sórdido de enriquecerse por el contra
bando, y que han sostituido á esta pasion, el espíritu público que
hace grandes las naciones. Mucho puede contribuir á este gran pa
so la promulgacion de una ley que fije la escusacion de derechos,
con alguna rebaja y bajo un solo nombre en todos los puertos, pues
siendo estos y los fletes moderados, falta el cebo de las grandes uti
lidades que es el que fomenta el comercio ilícito.
En el supuesto de que el comercio no es otra cosa que el cambio
de unos por otros frutos, que su valor no puede fijarse de otro modo
que por la razon en que están la superabundancia de los unos con la
escasez ó necesidad de los otros; y que el oro y plata por el aprecio
que le ha merecido la comun estimacion, es la única de las produc
ciones con que puede nivelarse la de las cosas y facilitar los contra
tos; por necesaria consecuencia de todo, resulta que el del Perú ce
ñido á unos limitados artículos y en corta cantidad por carecer de
fábricas, de terrenos y de brazos para adelantar su agricultura ó in
dustria, necesita mayor cantidad de estos metales para equilibrar con
ellos el valor de lo que recibe, ó una libertad proporciona da para
llevar sus frutos al mercado en que su reputacion sea mas grande, y
menor la de los géneros y efectos que ha de retornar su consumo.
El establecimiento de fábricas y su adelantamiento hasta el grado
de perfeccion que requieren para su espendio es una obra tan difí
cil como la del aumento de su poblacion, y la de preparar los desier
tos de que abunda hasta ponerlos en estado de cultivo. Por mejor
decir, todo ello es un imposible moral, que no cederá sino á costa de
un infatigable desvelo, de una aplicacion incesante, y el triunfo de tan
heroicas virtudes podrá conseguirlo, mas al cabo de muchos años.
El segundo estremo de la proposicion aun es mas escabroso que el
primero, porque como anuncié al principio de este artículo entiendo
que las restricciones que han sufrido este y otros particulares, se ha
llan del modo enlazadas con la conveniencia de la masa general del
comercio que lo que aparezca como daño necesario en individuo sea
tal vez un bien positivo en comun. El público comerciante descono
ce estas teorías, porque su cálculo está ceñido precisamente á la pe
queña órbita por donde giren sus intereses; pero el Gobierno aquí
encaminó muy cortas ideas sobre este punto no puede dejar de pe
netrarse de la entidad de estas reflexiones, [1] y de 61 debe esperarse

[1] Este período está algo confuso.


—18—
que con mejores conocimientos y amor sin predileccion fijando la
opinion de los mas ilustrados señale al comercio los límites hasta
donde deba .cstenderse una libertad útil y bien entendida.
La que no ofrece duda en mis opiniones, es la de los puertos na
cionales y á todos los frutos y efectos de sus provincias, pues aun
que no falten obstáculos que oponer á su conexion, son de mucha
menor monta que los que quedan expuestos, y muy compatible esta
resolucion con la libertad de las máximas de nuestro actual Grobier-
noy con la amplitud con que ha concedido dedicar los brazos y los
campos á todo género de producciones sin ninguna limitacion. Cuan
do por este medio no consiga atraerse las riquezas del extranjero, es
probable que estrechará cuando menos los canales por donde ha
corrido la nuestra á su poder. Así serán los españoles dueños de mas
cantidad de frutos, y menor lo que haya que cubrir con nu
merario.
Pero en tanto que la agricultura, la industria y las artes no lle
guen á ocupar en el Perú el lugar que se requiere para formar una
balanza de contraposicion en el comercio, es absolutamente indis
pensable el oro y la plata, ó lo que es lo mismo que su principal
ocupacion sea la esplotacion de las minas de uno y otro metal, en
mayor ó menor cantidad, segun el aumento ó decadencia de sus fru
tos y el valor que ellos merezcan. A este fin es preciso buscarles sa
lida, porque sin ella, á mas de que la rendicion de los minerales nun
ca sería bastante, vendrían á su última ruina la industria y los fru
tos de la naciente agricultura que hoy tiene.
La estancacion de ellos, y no la pérdida de sus intereses en las
últimas guerras, es la dolencia del comercio del Perú. Detenidos los
frutos por muchos años con gastos de almacenaje y detrimento de
su calidad, al mismo paso que se le ha extraído por Buenos Ayres,
Chile, Panamá y Montevideo, lo que ni perjudica en cajas, ni baja
por antiguo de estimacion, he aquí la verdadera causa de sus atra
sos y amagar por momentos á un desplome general del edificio.
Por algun tiempo corrió sin trabas este ruinoso modo de comer
ciar; y aunque advertido se estableció con dictámen de la junta de
tribunales de esta capital la imposicion de derechos de círculos á las
mercancías introducidas por aquellos parajes, como los gastos de
estas expediciones y principalmente las que se hacen desde Jamai
ca, son exiguos en comparacion de los que se causan en nuestros bu
ques para venir desde Cadiz, donde tambien han pagado el mismo
derecho, ningun fruto puede sacarse de esta disposicion que fuese
favorable al comercio. Si los gobernadores del Istmo y del Eio de
la Platahubiesen sido mas cautos para escuchar las proposiciones, al
parecer ventajosas, de aquellos comerciantes; ni les habrían concedi
do un permiso prohibido por las leyes, ni habrian alucinado al Go
bierno con sus informes, ni finalmente hubieran dejado de percibir
los abundantes socorros quo en todo tiempo se les ha suministrado,
desde este mando.
—19—
El mismo daño ha causado el contrabando en la estension de cos
tas de toda esta América, de manera que no alcanzando ya la mone
da, ni las pastas, producto de los minerales, á satisfacer el importe
de las mercaderías ha hecho desaparecer las bajillas y hasta las es
pecies mas pequeñas de plata y oro del servicio de las casas. Sus
consecuencias mas terribles que el mal mismo han sido la diminu
cion en los giros interiores y exteriores, la ruina de la naciente in
dustria del reino y por último la inaccion de los minerales, á quie
nes ha faltado el momento necesario para conservarse en el estado
pasivo en que se hallaban.
Semejante cúmulo de desgracias interminable parece que estaba
reservado para el angustiado tiempo de mi arribo á este reyno y á
su mando. La complicacion y extraordinaria violencia de los males,
pedian remedios de igual naturaleza que no han cabido en los lími
tes de las facultades que poco á poco se han ido restringiendo á los
Vireyes. La interceptacion de la correspondencia con nuestra Cor
te, de donde debian nacer las resoluciones por los impedimentos de
la guerra, y despues por las disenciones de la América, el trastorno
de nuestro Gobierno, y la súbita y repetida mudanza de sus repre
sentantes; los gobiernos inmediatos que lejos de conocer la causa y
propender al remedio del mal, no tomaban en sus disposiciones otras
medidas que las que debian agravarlo; hacían tanto mas difícil ó
imposible su cura; aumentándose por último los cuidados en la mis
ma proporcion, ó mayor que se disminuían las entradas. Esta mis
ma fué la época de la estincion del tributo, ramo el mas pingüe de
los que formaban antes el fondo comun de real hacienda. Entonces
era cuando con mas necesidad¡yjusticia se pedian los auxilios debidos
á las urgencias de la madre patria oprimida: y finalmente fué este el
tiempo en que la hacha revolucionaria haciendo los mayores estra
gos en las provincias vecinas á este vireinato, preciaron á un jefe á
tomar medidas de defensa en favor de los pueblos cuya proteccion le
estaba encomendada.
No es esta una digresion voluntaria, sino una interesante y ne
cesarísima idea de aquellas circunstancias para hacer ver la impo
sibilidad de recurrir á las comunes reglas de perseguir al contra
bando y al contrabandista, pues no pudiendo habilitarse guarda
costas, ni aumentar los resguardos sin tener de donde hacer tan
grandes impensas como uno y otro demandaban, era un imposible
para el Gobierno poner tales precauciones, aun cuando estuviese de
cidido por el sistema de invertir en empleados casi todo cuanto pro
duce la clase laboriosa y útil del Estado. Sin embargo, en cuanto
la época de tanto infortunio ha podido permitir, no han dejado de
tentarse los medios para impedir el desorden. El celo de los jueces
encargados de las provincias y partidos ha sido sin cesar estimulado
por este Gobierno en diferentes ocasiones; se han aplicado y distri
buido de diverso modo los resguardos, y en fin hasta el soldado y
el oficial han sido ocupados por mí en el Ministerio de Guardas;
—20—
pero todo con poco ó ningun suceso, porque el mal se halla en la
raíz, y allí es preciso acudir con el remedio.
La rebaja de derechos hasta igualarlos en todo este distrito, con
una sola denominacion para evitar complicaciones, molestias y gas
tos, en la multiplicidad de los empleados que los administran, y la
libertad reglada á toda la estension de la monarquía sin excepcion
de frutos, ni efectos de su industria y agricultura, es todo cuanto por
ahora sin peligro puede concederse al comercio para su fomento.
Pero para que este pueda ser un beneficio cierto, y producir desde
el principio los efectos que de él deben esperarse, es necesario cerrar
antes la puerta á toda comunicacion con las colonias extranjeras, de
donde se han surtido y surtirán en adelante con menos capital; es
verdad, pero de efectos excluidos del comercio de Europa, y solo á
propósito para el contrabando por su calidad, averiados ó adiciona
dos. El consumidor, sin duda, no repara ni examina estas cualida
des: solo atiende á la comodidad del precio, y con este motivo pre
ferirá siempre el mas barato. Esta misma preferencia baria correr
los caudales por aquel lado dejando al reino en la propia obstruc
cion que padece con sus frutos.
La libertad indefinida á que el comercio y otros muchos aspiran,
no puede ni debe tener cabida hasta que nuestra marina mercante
no se halle en estado de disputar á la extranjera la comodidad de
los trasportes. El riesgo que correrá la nacion en acceder á semejan
te solicitud, lo concibo muy grande, porque bien pronto vendrian á
ser poseedores exclusivamente de este ramo de industria, á poner de
consiguiente la ley dura de su voluntad á los frutos; reduciéndonos
á una vergonzosa dependencia ó esclavitud; y el pabellon español,
el primero hasta aquí en las mas arduas y peligrosas empresas, tan
to militares como de especulacion, no se verá mas tremolar en alta
mar, haciéndonos perder á un tiempo nuestros intereses y nuestra
reputacion.
La Nacion Española no puede dejar de ser marítima sin renunciar
antes la integridad de las provincias que la componen. Esta podero
sa consideracion me obliga á creer que el Gobierno, lejos de dar un
golpe tan decisivo á nuestra marina y á nuestra existencia, prestará
la ateneion que debe á este punto de vista político para favorecerle
y auxiliarle, haciendo que las relaciones se acerquen por medio del
comercio no interrumpido de unas con otras, y con la amplitud con
siguiente á las liberales máximas que ha manifestado.
En nada puede perjudicar esta útil y necesaria providencia al de
recho de igualdad concedido á las provincias ultramarinas, aun to
mada en la parte restrictiva, pues en el bien y conveniencia general
está comprendido el particular; y esto es lo único que la América
haría por sí sola, consultando sus propios intereses.
AGRICULTURA.

Cuando se trata del comercio de un pais es porque se supone que


tiene artículos con que verificarlos; y con efecto, no puede haber al
guno poblado en el mundo que no produzca materias superabun
dantes que poder permutar por las que le hacen falta con ventaja re
cíproca. La tierra es la madre fecunda de todas, pero es preciso que
el hombre la riegue con su sudor y la obligue con su fatiga á retornár
selas en la cantidad que las necesita, y es lo que se llama agricultu
ra. En esta clase se comprenden el cultivo de los campos, la cria de
ganados, la caza, la pesca y la minería. El mismo trabajo aplicado
á perfeccionar esas primeras materias, y el arte de beneficiarlas se
dice industria.
Supuesto lo cual contrayéndome al asunto de la presente materia
por el orden en que quedan divididos los artículos, y recordando en
este lugar cuanto anteriormente se ha expuesto, no podrá dejar de
convenirse en las pocas aptitudes que tiene para aspirar- á la mas
floreciente agricultura, un reino cuya superficie se halla ocupada
por la cordillera general que la divide, y otros muchos ramos que
nacen de ella y siguen en distintas direcciones, formando valles y
quebradas por donde cruzan otros tantos rios, cuyo origen es la nie
ve eterna que cubre las cúspides de sus elevados cerros. Lo restante
son arenales numerosos y áridos donde no alcanza á regarlos el cau
dal de aguas que en forma de torrentes se precipitan al mar, cuando-
ó por falta de brazos ó de inteligencia ño ha podido dárseles un cur
so mas benéfico y provechoso.
La elevacion del terreno hace demasiado aterido su clima en al
gunos parajes, y tanto por esto como por la espantosa peñalería de
las sierras, poco ó nada produce por lo regular, queñando solo cul
tivables los valles y las quebradas que unas son templadas, y otrad
ardientísinias segun su profundidad. Por esta razon, aunque no es
útil toda la superficie del reino podrá serlo una gran parte que no
lo es boj', para lo cual lo que importa son brazos útiles y una eco
nómica aplicacion al cultivo de ciertos frutos análogos al clima y á
la naturaleza de los terrenos.
Las costas y sus valles como las quebradas de lo interior, son tan
al propósito para las siembras de trigo, maíces y otras semillas y le
gumbres, para el plantío de viñas, olivares, caña, algodon, y aun el
lino y cáñamo, como lo son los mas de los lugares que no son mine
rales, para las crias de ganado de toda especie. Én muchas provin-
cías pueden cultivarse y beneficiarse los mejores tintes como el añil
y la grana, fuera de otras producciones que los naturales usan para
el mismo fin que el tiempo y su conocimiento harán mas apreciables
por medio del comercio.
Sería enteramente desconocida la caza en este reino si la lana do
las vicuñas por su estimacion no les indujese á buscarlas en los pa
rajes mas destemplados en que habitan, y si la necesidad de los car
neros que llaman de la tierra huanacos y llamas, no les precisara á
solicitarlos con empeño para emplearlos en la carga de pesos livia
nos y de poco volúmen; pero con mas seguridad que en otras cua
lesquiera bestias de las que suelen aplicarse al mismo objeto. El ar
tículo de lanas de vicuña está sujeto á los inconvenientes que todos
los demas de la produccion de estas provincias, por lo que es forzo-
so inculcar en la necesidad de los caminos y otros que desostruyan
los canales del comercio para que su exportacion sea en mayor can
tidad, y con el valor y estimacion que merece este fruto, por su apre-
eiable y esquisita calidad.
Tampoco se conoce la pesca en los lagos, y solo se dedican los na
turales á ella en falta de sus cosechas, ó para un alivio pronta
de sus mas urgentes necesidades, en cuyo caso se aplican mejor á
recojer los huevosde la pajarería; y al pescado solo cuando el interés
de una buena venta estimula poca codicia, y la inaccion á que están
acostumbrados. Los ríos es casi nada lo que ofrecen en este punto,
y así es tambien nuty rara la ocasion de que la soliciten eu ellos.
Pero si es poca y de mala calidad la pesca en los parajes arriba ci
tados, como es preciso creerlo por el desafecto con que miran los unos
este género de ocupacion y la ninguna diligencia que se hace por los
otros para consumirlo, la abundancia de diversos y esquisitos pes
cados en la costa debetia suplir aquella deficiencia.
Los pueblos citados en la costa que no tienen ordinariamente
tierras, se ocupan en este ejercicio exclusivo para ellos hasta ahora,
aunque con la gravosa condicion de asistir con su trabajo personal a
las obras públicas siempre que se les necesite, y llame para ellas,
mas esta abundancia y ese peligro no les ha hecho tan felices como
debieran serlo. Unas pocas horas de trabajo y sin separarse de tier
ra con muy malos aperos, es bastante para que consigan todo lo ne
cesarlo para su consumo y para el abasto de las ciudades, villas ó
pueblos inmediatos de mayor número de vecindario de la misma cos
ta. Esto mismo prueba basta la evidencia que la falta de camino»
para llevarlo á mas largas distancias en las sierras, ha sido y es el
obstáculo que ha tenido su adelantamiento. Nadie ignora la utili
dad y conveniencia que resulta de protejer este ramo en los Esta
dos. A él se debe el aumento de la marinería, y estos débiles princi
pios subieron en otro tiempo, los que boy son la basa mas sólida de
la reputacion que gozan las naciones que tanto figuran en el mundo
por su riqueza y por su poder. Sin datos suficientes será aventurado
el cálculo de lo que ha producido á la nacion inglesa desde el año
de 1790, época fatal de su concesion, el permiso de hacer la pesca
de ballenas en estas mares. La diversidad de portes en estas embar
caciones destinadas á estas negociaciones, el precio varío al efecto
segun su mayor ó menor concurrencia, y íos gastos de las expedicio-
nes,'son los precisos que debian tenerse presentes para deducir la su
ma de riquezas en efectivo, de que se han aprovechado á nuestra
vista; pero no pudiendo bajar de 30 ó 40, tanto ingleses como de los
Estados Unidos, las que hacen anualmente su carga de espermas,
aceites y pieles de lobo, y su valor ínfimo es de 100,000 $ cada una;
y resulta la enorme cantidad de cuatro millones de pesos en favor de
su industria. Mas no es este lado por donde deba verse nuestro per
juicio, todas las veces que nuestra nacion la ha dejado abandona
da al arbitrio del mas laborioso y activo emprendedor de estas fa
tigas.
Á la sombra de este permiso se han abierto y frecuentado nues
tros puertos y calas, que han sido despues otros tantos veneros ó
conductos, por donde el contrabando se ha aumentado excesivamente
con conocido detrimento de nuestro comercio é intereses del Esta
do; han arruinado los tejidos del pais; y extraído sus caudales ch
plata y oro, de que producido sin duda su innaccion, su miseria y
en los pueblos mas distantes el horrendo crimen de la sedicion. Pe
ro si fué grande este error hablando en economía, aun es mucho ma
yor en política; porque dando campo abierto á los extranjeros para
fomentar su marina, la nuestra será tanto menor, cuanto las otras
se adelanten y engrandezcan.
Inconvenientes de tal magnitud no ban podido oscurecerse ni aufl
al régimen antiguo, que un medio de sus disipaciones procuró alen
tar estas empresas, concediendo el establecimiento de compañías na
cionales, para la pesca de ballena en estas mares; pero como los ar
bitrios han sido siempre de inferior fuerza á la de las barreras que
hay que superar, estas disposiciones no ban tenido ni debido tener
otro objeto que en el papel, ó para servir de mérito á los que de
cuando en cuando las promueven. Cuando el Gobierno y los jefes
que lo representan no están de acuerdo en sus determinaciones para
lograr un fin de los que se proponen á beneficio comun, lejos de ser
útiles sus providencias suelen ocasionar la ruina de los mas diligen
—24—
tes y aplicados al trabajo, do que hay por desgracia ejemplares fu
nestos en esta misma capital. Y si es dolorosa la suerte de un indi
viduo de esta clase, inducido con su familia á la mendicidad, mu
cho mas deberá serlo por el desaliento y desconfianza que infunde
un espectáculo tan tierno, causando por la conducta contradictoria
que han observado los jefes de unas provincias dependientes de un
mismo Gobierno.
La materia es de las mas graves, y que por si sola requiere ser
tratada separadamente en un artículo de mayor ostension, para de
mostrar la utilidad y los perjuicios que positiva y negativamante re
sultarían del entable de este ramo de comercio, comprendiendo en
él los medios, que debian adoptar para su fomento. Las libertades
y exenciones de derechos son desde luego medios adecuados y opor
tunos de adelantar la agricultura y la industria de las provincias,
peor esto se entiende en aquellos artículos conocidos, y de necesaria
comun aplicacion, no do los desconocidos, y cuya inteligencia es de
igual naturaleza. Es necesario que estos ensayos (digamoslo así) de
una nueva profesion, y que por lo mismo no puede rendir grandes
utilidades en sus principios, tengan en los compensativos á otro gé
nero de estímulo y de fomento que sirva de vehículo que los ade
lante y haga llegar á su entera perfeccion. Con este designio con
currí por mi parte con una accion de dos mil pesos para facilitar
una empresa de semejante mal suceso que la anterior originada de
iguales principios. Mayor difusion en este lugar sería confundir los
objetos, que alguna vez libre de los cuidados que hoy me oprimen
para gobernar un reyno de tanta estension y con las estrañas ocur
rencias del presente tiempo, serán tratados de intento, formando un
reglamento peculiar para las pesquerías del Pacífico, en el concepto
de que las buenas imaginables disposiciones que concurren de nues
tra parte, para verificarlas con ventajas que otra nacion alguna del
mundo; prometen fundada esperanza de hacernos dueños exclusi
vos de ella, y alejar por este medio indirecto la ocasion de que el
contrabando que los extrangeros hacen en la costa, acabe de arrui
nar nuestro comercio.
Tratando de la ocupacion que útilmente puede darse á una gran
parte de los naturales de este reyno, se ha dicho ya cuanto convie
ne al estado actual de la minería y medios de hacerla prosperar.
Considerada ahora como un ramo de agricultura, es forzoso repetir
la recomendacion de su importancia. Ella sostiene un número con
siderable de operarios, fomenta la agricultura, favorece las artes,
aumenta la poblacion, y el beneficio y preparacion de los metales,
dá al comercio materias para estenderse con crecidas y multiplica
das ventajas á la renta pública. Esta verdad la demuestran eviden
temente varios reynos y regiones montuosas en que por lo prodigo-
so del terreno y la destemplanza del clima, el cultivo de los campos,
es ocupacion ingrata é insuficiente para proveer á la mas escasa sub
sistencia del que los labra. Pero esta falta queda superabundante
—25—
mente compensada, cuando la naturaleza presenta en los áridos
cerros criaderos de metales, como son el oro, plata, platina, azogue,
cobre, fierro, plomo, zinc, bismut, antimonio, arsénico, cobalto, ni-
cbel, manganesia y otros fósiles, como el espe ó brea, fuera de la
multitud de sales magistrales y otros efectos utilísimos para las ar
tes cuya enumeracion sería tan copiosa, como la de los países que
deben su existencia de los establecimientos de minas y de su arre
glado laborío.
Las del Perú, son en crecido número de toda especie, y su rique
za inagotable; supuesto lo cual, no ocurre fundamento alguno para
dudar que el ejercicio de minería sea el primero y principal que
ocupe la atencion del Gobierno para fomentarlo segun conviene. Sus
necesidades como se ha indicado antes, en lugar citado, son en dos
maneras, inteligencia de parte de los mineros y fomentos en cauda
les para las obras que necesitan emprender: lo demas es accesorio.
Para lo primero es indispensable el establecimiento del colegio
en los términos que se ha propuesto, pues ignorando la geometría
y arquitectura subterráneas, no pueden conocer las distintas posi
ciones de los coitos y de los minerales, ni el arte de ademar y de
fortificar las minas. No tienen principios para fabricar ingenios y
construir máquinas simples y compuestas, hornos de calcinacion y
fundicion &a. Y por último, aunque como so pretende nada les que
da por saber en el arto de beneficiar los metales por la falta de prin
cipios de la docimástica, no puedeu ensayar, conocer y clasificar sus
especies, y le son absolutamente desconocidas la física, la química,
la hidraulica, el derecho y policía de las minas y el manejo de sus
intereses.
Los caudales que necesita la minería invertir en estas obras, si se
diríjen con las luces que debe prestarles el conocimiento de las es
presadas ciencias, podrán ser mayores que los que han consumido
hasta aquí; pero serán tambien mas útiles y con la satisfaccion de
que erogados por una sola vez, han asegurado de un modo perma
nente la posesion de una rica mina y su disfrute por muchos años.
Cuando á sujetos dotados de tales aptitudes, les acompañen las cua
lidades de laboriosidad y honradez para no disipar las habilitacio
nes que exhibieron entonces, hallarán con los fondos del comer
ciante, y aun del propietario particular recursos que ahora no tienen
por su descrédito, y prosperarán fondos considerables del mismo
tribunal para mas empresas.
Tambien se ha expuesto la impotencia del cuerpo para poder
costear aun hasta los del establecimiento del colegio; pero esta falta
podria tambien repararse, habilitando una docena de jóvenes exper
tos y de buenas disposiciones para que viajen y se detengan el tiem
po necesario en los de Europa, hasta recibir la educacion conve
niente, y por los mas célebres é importantes minerales, tomando
conocimiento y observando lo que hallen allí de mas notable, para
que á su vuelta puedan adaptar y emplear las nociones en teórica y
HISTORIA—3
—26—
practica, adquiridas sobre el trabajo de las minas, beneficio de loa
metales y su fundicion. Este pensamiento estuvo á punto do propo
nerse al tribunal y aun de verificarlo, remitiéndolos al reino de Mé
jico, en donde el arte babia hecbo los mayores progresos, cuando
aparecieron las turbulencias de él, y cortaron el vuelo de unas ideas
tan provechosas y útiles á la profesion y al Estado.
De todas ellas pudieron haberse realizado las mas principales y
las mas necesarias en el tiempo de mi mando; pero el estado defi
ciente en que hallé los fondos del tribunal, las nuevas urgencias que
se le han aumentado para subvenir á las necesidades de la Penín
sula y á los gastos del ejército, do este reino, con motivo do las di-
senciones de los vireinatos confinantes, han hecho imposible prestar
la atencion á este objeto, cual requiere su estado y el convenci
miento de sus importancias. Quiero decir que por estas razones no
se han emprendido obras nuevas de interés comun al gremio de mi
neros; pero se han continuado á costado los mayores esfuerzos las
que estaban ya comenzadas, como la del socabon de Pasco para el
desagüe de sus minas, y en particular se han dado las providencias
de auxilio que el tribunal ha reclamado, para mantener en corriente
el laboréo de todas las que se hallaban en actual trabajo.
Finalmente, persuadido do la utilidad de las máquinas do vapor
para el desagüe de las opiladas, promoví su entable por su cualidad
de aspirante é impulsante, aprovechándome do la ocasion de un in
teligente que con reconocimiento del estado del cerro de Yaurico-
cha, opinó ser al propósito y do fácil y conveniente uso á situacion
facilitándole recomendaciones para su mas pronta habilitacion y re
greso de Inglaterra, adonde partió con las medidas tomadas al inten
to de fundir y arreglar con esta proporcion las indicadas máquinas.
So espera este sujeto y con su arribo, sino la reforma de la minería,
á lo menos una convalescencia del reino y de los minerales inunda
dos, que por lo regular son los mas abundantes do metales y de ley
mas poderosa.
Mientras que el actual estado de las cosas de la América nó per
mita desembarazar la aplicacion que forzosamente se hadado á dis
tintos fondos para el principal objeto do la guerra, será conveniente
que el celo de los jueces se dedique á la mejora de caminos y fábrica
de puentes^ para comunicarse los pueblos y las provincias unas con
otras. De esta suerte, de los cinco artículos en que está dividido el
ramo de agricultura, recibirán los tres primeros el fomento que vi
gorosamente necesitan, cuyo beneficio es tan trascendental á los dos
últimos, y aun á la industria del 2>ais, y cuando una época tan fe
liz lo restituya todo al sosiego que debe disfrutar, ya se hallará
vencido este inconveniente que se opone á su prosperidad.
INDUSTRIA.

La industria comprendo á mas de las artes y oficios mecánicos,


todo género de manufacturas que dividiré en las de lujo de expor
tacion, de comercio interior y de establecida primera necesidad. En
esta y en las demas capitales de provincia, es donde siguiendo la
regla general se hallan establecidas las primeras; pero en número
irregular y muy desproporcionado al de las demas clases, sin orde
nanzas en la mayor parte, ó lo que es lo mismo sin observancia don
de las hay, como sucede en esta ciudad. Por esta razon y lo que se
guidamente se dirá, el jornal de un artista, ó mecánico desigual,
tambien á sus pequeñas necesidades, ie basta para vivir en el ocio,
y en los vicios dos y tres dias de los seis útiles en cada semana. La
reforma de semejantes abusos es entre las atribuciones de los cabil
dos la mas principal, asi como promover el fomento que debo pres
társeles para la mayor comodidad de los vecinos. Mas el error ó
convencimiento general de que, ni las unas, ni las otras pueden ser
nunca objeto de las esperanzas del Perú, de aquí es que no se ha
yan cultivado ni proporcionádole medios para su adelantamiento.
El abandono que se ha hecho últimamente de las primeras en
manos de la mujer de color, desaplicadas por lo comun y viciosas,
sin sujecion en el tiempo de su aprendizaje á los maestros, y estos
sin mas luces que para manejar torpemente el compas y la escua
dra, sin herramientas propias, sin ideas del dibujo, ni ejemplares á
la vista para la imitacion; todo esto supone hallarse en el mayor
abatimiento y oscuridad las artes; sin embargo á esfuerzos delgénio
de esos mismos hombres, se ven aunque rara vez algunas obras de
tal manera perfectas y acabadas, que es preciso atribuir á su autor ó
autores aquellos requisitos indispensables de que carecen por lo re
gular.
—28—
Como un efecto preciso de .la necesidad de subsistir, se han man
tenido los oficios mecánicos á costa de los vecinos, bien que envuel
tos en el mismo desgreño y desorden. El cuidado que debe ponerse
en la formacion de ordenanzas para cada uno do los gremios, prin
cipalmente en la parte respectiva á la educacion de la juventud, y
el celo de que se cumplan, harán mas felices á los artesanos y á los
que los sostienen.
Las manufacturas del reyno tuvieron una época mas floreciente
antes de expedirse el real decreto de 1778 ó de libre comercio por el
que es mas conocido. Hecha abstraccion de los efectos de lujo, que no
se conocen, los toscos tejidos de algodon y lana surtían para el co
mun vestuario de los pueblos de todo 61, y exportaban su sobrante
en considerable porcion al reyno de Chile. Despues de aquella fe
cha, empezaron á descaecer los de lana, por la mejor calidad y bara
tura de los paños ordinarios españoles, -y últimamente los de algo-
don por el contrabando; de suerte que, no teniendo salida han veni
do á arruinarse á un tiempo las estancias y obrajes, que cosechaban
las primeras materias y disponían los tejidos. Las resultas funestas
que esto ha ocasionado se han repetido en varios parajes de esta
misma relacion, ya para hacer ver la ociosidad en que se hallan mu
chos pueblos, ya para manifestar los perjuicios de este comercio
originados del contrabando; y estando indicados tambien allí los me
dios de ocurrir á ambos inconvenientes, será escusado inculcarlos
para recomendar de nuevo lo mas esencial que consiste, en la cons
truccion de puentes y la mejora de los caminos, mediante los cuales
puedan extraerse las propias lanas y algodones en rama, ámenos pre
cio que el que hoy tienen por los crecidos trasportes, hasta ponerlos
en estado de embarque.
Estos nuevos artículos de exportacion, agregados á la quina, pro
duccion de las montañas de este reyno, al cacao de Guayaquil que
tambien lo es, por la agregacion que de esta provincia acaba de ha
cerse á este vireynato, y otros por la prolija investigacion del comer
ciante ó su codicia adelantare, como son resinas, gomas, bálsamos y
drogas medicinales, formarán una balanza de contraposicion mas
ventajosa al comercio de el y á sus habitantes; para lo cual es nece
sario tener presente la bien sabida máxima, que así como la ociosi
dad es madre de la miseria, del mismo modo el trabajo y mil ocu
paciones de los hombres, es la única fuente donde debe ocurrirse á
buscar su verdadera felicidad.
GOBIERNO ECLESIASTICO ¥ PATRONATO.

Aunque el estado eclesiástico tiene sus prelados y superiores res


pectivos á quienes por los Cánones corresponde el conocimiento de
las causas'de sus miembros, los Vireyes como encargados del Go
bierno de la República en general, están obligados á intervenir en
todos los casos en que el abuso de su estendido fuero asome el me
nor peligro al sosiego y tranquilidad pública; y como vice-patro-
uos en estos dominios, pueden y deben ejercitar la jurisdiccion que
les compete, á lo menos por via de proteccion y amparo. Los casos
que se presentan de una y otra especie, aunque singulares, no son
raros, porque nada es mas frecuente que los recursos de los propios
eclesiásticos, para establecer su autoridad ó para sustraerse de cual
quiera expresion, ó del rigor y de la severidad de las penas á que se
han hecho acreedores por sus faltas.
Este es un punto de los mas delicados y graves que pueden ofre
cerse, pues como nunca queden satisfechos con lo que se dispone pa
ra su bien particular, es ocasion para que alcen el clamor quejándo
se los unos del desamparo en que se les deja, siendo súbditos de una
misma soberanía, y los otros suponiendo hallarse violada la inmuni
dad eclesiástica. A la sombra de las exenciones que les asegura su
estado, usan de una libertad peligrosa, y con ella se dá el mas per
nicioso ejemplo á los seculares. La prudencia en tales estremos dic-
tá los medios de conciliacion, que deben intentarse con preferencia
para cortar el contajio oportunamente, é impedir que el mal ejem
plo socave los cimientos de la moderacion y de la obediencia en
—30—
qtte estriba el buen orden, el sosiego y la tranquilidad de los pue
blos.
A mas de estos casos en que se anexa la facultad de determinar
en causa de eclesiásticos, disfruta el Virey la autoridad concedida
por la Santa Sede á los Soberanos españoles, para ejercer el patro
nato en todas las iglesias de América, en que su fervoroso celo en
edificarlas y dotarlas con suficiente número de ministros idóneas, ha
hecho un servicio muy recomendable á la Iglesia Romana, El atri
buido á nuestros monarcas en América de un modo tan amplio, y
sin ejemplar entre los demas soberanos que lo gozan, se halla fun
dado ademas en el extraordinario mérito de su descubrimiento y re
duccion al católico culto de tantas y de tan numerosas naciones que
la pueblan. Las bulas de su concesion deslindan las circunstancias
que constituyen este patronato, el mas justo y firme, extendiendo su»
facultades á las que corresponden á los legados de la Silla Apostóli
ca con el honorífico título de sus Vicarios.
Por ellas hacen propios los diezmos, y la alta prerogativa de pre
sentar los prelados, pastores y maestros que han de servir las igle
sias, y aunque todo esto se entiende con la calidad de edificarlas, no
poreso están exentos los unos ni los otros de concurrir por su parte á
la misma fábrica, segun las decisiones de los concilios. No obstante lo
cual, la generosidad de los reyes católicos, digna de ser recomendada
en esto lugar, para que así resplandezca la piedad y el mas generoso
desprendimiento de estos bienes, como para manifestar el cumplido
desempeño de una confianza de los sumos Pontífices, la mas bien
correspondida desde la época del descubrimiento de este nuevo or
be hasta el presente, no ha habido ereccion, ó restablecimiento en
que su munificencia no haya suplido los gastos á que no han podi
do alcanzar las rentas decimales. La mantencion de sacerdotes mi
sioneros, el establecimiento y subsistencia de los colegios de Propa
ganda, los seminarios, escuelas públicas y gratuitas. la construccion
y reedificacion de las iglesias, catedrales y parroquiales, los hospita
les, y finalmente cuantos establecimientos de piedad y de beneficen
cia se hallan establecidos en la dilatada estension de tan grandes pro
vincias, todas son obras á que ha concurrido la poderosa mano de
los Eeyes con el todo ó parte de sus erogaciones.
En todo lo dicho se han invertido, fuera de los diezmos, inmensas
sumas que correspondian á las rentas del Estado, á que deben aña
dirse las pensiones y limosnas de muchas viudas de beneméritos é
insolventes familias militares, reducidas con sus hijos á la indigen
cia y la mendicidad; pero donde se hace mas detenible el desvelo de
nuestros monarcas por conservar el honroso cargo del Patronato,
es en la liberalidad y franca mano con que se han abierto las tesore
rías para rentar á los Obispos, Prevendados y Curas, cuando el pro
ducto de diezmos redonado á las iglesias, no se ha considerado sufi
ciente, ó no ha podido sufragar á la congrua decente sustentacion
del Altar y sus Ministros. Otro mérito no inferior aparece del es-
—31—
mero can que se ha procurado que estos sean de la mas acendrada
virtud, y dotados do un amor y celo propios para adelantar y pro
pagar la luz del Evangelio; y con efecto, es extraordinaria la míes
que el ardiente espíritu de los misioneros auxiliado por los Eeyes
ha recojido en el dilatado campo de la América, posponiendo por
este servicio de la iglesia, cualesquiera otros por grandes é interesan
tes que hayan podido ser á la causa pública.
La presentacion de los Obispos ha estado reservada á S. M., así
por la alta dignidad de su cargo, como porque delaeleccion de suge-
tos aparentes para el de apacentar, depende el concierto y orden es
tablecido para el gobierno de los eclesiásticos segun el de sus gerar-
quías, y la mejor armonía entre las dos jurisdicciones. De ordinario
las controversias que han solido suscitarse entre ambas potestades
son ademas de muy embarazosas, del mayor peligro, por la poca
templanza con que suelen tratarse estas materias, y porque ar
rastrando la mayor parte de los sentimientos del pueblo, este se
mueve fácilmente á las esforzadas voces de los eclesiásticos con el
protesto de ser causa de religion, y en defensa de los derechos de la
iglesia. Si este peligro se corre en todos los países en donde la reli
gion católica se halla consolidada, debe reputarse por mayor y de-
mas graves trascendencias en la América, cu,vas tiernas plantas se
marchitarían con el huracan de las discordias, causando un daño ir
reparable, ó á la reverencia del Estado Sacerdotal, ó al respeto que
se debe á las leyes y á sus magistrados. Pero felizmente estas des
gracias han sido hasta ahora desconocidas, mediante la nunca bien
ponderada eficacia con que se han solicitado pastores templados, pa
cíficos y amantes de su rebaño.
Para las canongías se ha guardado el misino método, excepto las
que se llaman de oficio, las cuales en fomento de la literatura se
proveen por oposicion rigorosa entre los pretendientes á la vacante;
de los cuales concluidos sus exámenes, se elijen tres por votos del
Prelado y Cabildo. Esta propuesta con los autos del concurso se
remiten por mano del Virey como vice-patron con el informe corres
pondiente al mérito de cada uno de sus individuos. Las otras son
conocidas por de merced, aunque esta se efectúe siempre en perso
nas cuyos servicios literarios ó en la misma carrera eclesiástica los
hace dignos de ocupar estos lugaies. Sobre el modo de fijarselos
edictos de convocatoria para las primeras, nombramiento de un Asis
tente Real que á nombre del Virey concurra á los actos con que se
ha de justificar su suficiencia, y mayor idoneidad de los opositores
y demas diligencias hasta la de dar cuenta; están dadas reglas en
cédulas de 20 de Junio de 1756, 6 de Octubre de 17G3 y 23 de Oc
tubre de 1765, cuya inviolable observancia ha sido mi principal es
tudio y atencion. La de 9 de Julio del mismo año de 1765 prescri
be igualmente los requisitos que deben concurrir en las personas
elegidas para desempeñar la confianza de asistentes; de manera que
es punto que no necesita de reforma, porque en las disposiciones de
—32—
S. M. quedan concillados todos los medios y absueltas todas las di
ficultades que pudieran ocurrir en la justa provision de estas plazas
eclesiásticas.
En los primeros años inmediatos á los de la conquista, era S. M.
quien por si mismo hacia eleccion de los sugetos que con título de
doctrineros debian servir en calidad de párrocos; pero ad virtiendo
loque podia perjudicar la distancia á la conversion de los neófitos y
al pasto espiritual de los ya reducidos, depositó esta regalía en sus
Vireyes constituyéndolos sus Vice-Pa tronos, siendo el primero de
los que desempeñó esta confianza el Excmo. Señor D. Francisco de
Toledo, y despues de él todos los demas Gobernadores de Audien
cias en sus respectivos territorios.
Descando el Bey en la creacion de Intendentes dar una investidura
correspondiente á la naturaleza de estos empleos y á la de las obli
gaciones que fiaban su desempeño, declaró pertenecerles el ejercicio
del Patronato en sus departamentos, segun el artículo 6.° de sus or
denanzas; pero advirtiendo al propio tiempo que esta alta distincion,
esta prerogativa que tanto aprecio les ha merecido, y de la cual,
considerándola como un título de poder y de grandeza hereditarias,
inseparables de la soberanía, solo se han desprendido en casos de la
mas urgente necesidad para depositarla en el empleo mas distin
guido de los de la monarquía, cuales son sus Vireyes, ha vuelto á re-
jir la antigua disposicion poniéndola otra vez en manos de los pro
pios Vireyes y Presidentes, que por una larga experiencia se ha
bian acreditado de escrupulosos en su administracion.
El examen de la idoneidad de los opositores para estos beneficios
corresponde al Prelado Diocesano conforme al Concilio de Trento;
pero los edictos de convocatoria no pueden fijarse sin el acuerdo de
el Patron, quien en los casos de sede vacante debe nombrar un asis
tente que concurra al examen sinodal. Verificado este acto, y esten
didas las propuestas en ternas de sujetos hábiles, es arbitro el vice-
patron á elegir de los tres el que le parezca mas á propósito para el
ministerio; mas en esto se ha procedido y se debe proceder siempre
con tal circunspeccion, que no ofenda á la dignidad, ni desaire sus
nóminas, por los fundamentos de que me encargaré en su lugar, aun
que tal vez no carezca de ejemplares la resolucion de estas nóminas
y aun la de pedir los autos del concurso para su reconocimiento.
A este derecho es consiguiente el de la aprobacion de permutas
¿e unos beneficios por otros, en cuyos casos los dignos de mayor
precaucion, son las que han acostumbrado hacerse de doctrinas por
capellanías, pues que siendo de superior esfera las obligaciones de
un párroco, es menester que las aptitudes lo sean igualmente, cuya
incertidumbre proviene de la falta de exámenes, y á cuya prueba
no se sujetan los permutantes. El perjuicio sería entonces de los fe
ligreses á quienes se defraudaría de un pastor útil dándole otro que
no lo fuese tanto como á la cura de almas conviene. No sucede así,
cuando la permuta es entre dos párrocos con iguales pruebas de su
—33—
ficiencia; pero es necesario que para concederla preceda justifica
cion de causas y el informe de su prelado respectivo, para que no pa
dezca perjuicio la instruccion civil y cristiana que deban dar á su
feligresía.
Corresponde finalmente al Vice-Patron la desmembracion y agre
gacion de pueblos de unas en otras doctrinas y la division cómoda
de ellas para que así sean mejor servidas y puntualmente asistidas,
designando la congrua que en tiempos anteriores percibieron los sa
cerdotes á quienes encomendaban con el nombre de sínodo, asignada
del ramo de tributos hasta el dia de su estincion, por resultas de la
cual permanecen incongruos y sin arbitrio para indemnizarlos de
esta ful ta. De esta única contribucion impuesta á los naturales en
reconocimiento del -vasallaje, no solo se pagaban á los doctrínel os ó
curas, sino que tambien sufría la carga y gravámenes correspon
dientes para dotar con salarios competentes á los corregidores, jus
ticias mayores de las provincias que hoy se nombran partidos, los
de sus caciques, letrados, protectores, maestros de escuela y otros
aun mas interesantes, como es el fomento de hospitales en todo lo
que se invirtió la mayor parte, quedando al Soberano un corto re
siduo para los demas gastos ordinarios del reino.
Los diezmos, aunque su satisfaccion es de derecho divino positi
vo y humano, el cobro y oblacion de los de la América pertenece á
S. M. por la donacion que de ellos le fué hecha por los fundamentos
y motivos antes espuestos. En esta virtud, no obstante haberlos
redonado el Soberano en parte á las iglesias, y en parte á otras
atenciones de suma piedad, los remates se han verificado del mismo
modo que los demas ramos de hacienda pública, dando autoridad á
los ministros de ellas para intervenir en tales actos como partícipes
en la gruesa, formando con los de el Eey la junta unida de este ra
mo. La gruesa de él aunque pudiera ser mas pingüe, y ascender á
casi otro tanto de la importancia, no lo ha sido á causa de que los
originarios del Perú privilegiados en todo, aunque sujetos á su pa
go no los han satisfecho, sino de la veintena de sus frutos y cose
chas, en lugar de la décima que pagan los demas españoles.
Considerados, pues, como una de las rentas de la nacion, estaba
reservado para su oportuno lugar tratar de su monto é inversion;
pero siendo muy propio de este dar la idea que conviene de las re
glas que se han observado hasta el dia en su distribucion, se dará
por ahora el complemento del valor decimal de este Arzobispado
en el último quinquenio, para deducir un año comun con sus res
pectivas aplicaciones entre los partícipes, dejando para entonces lo
que corresponde á los tres novenos que entran en tesorería á formar
parte do sus fondos, cuya operaciones la siguiente:
—34—

1810 187,693
1811 186.019 01
-■i
Años de.-* 1812 179,110 Año común 184,830 5.
| 1813 182,567
[1814 188,762

Total 924,152

DISTEIBUCION GENERAL.

Por Real Cédula de 26 de Diciembre de 1804, obe


decida y mandada cumplir por ese Superior Gobierno
en decreto de 5 de Noviembre de 805, se mandó
deducir de toda la gruesa anualmente un noveno, des
tinado á la consolidacion de vales reales, libre de to
do gasto y salario y corresponde á dicho año comun.... 20,547 6 \
Del líquido despues de rebajado dicho noveno se
saca 1 por ciento, por equivalente de la segunda casa
mayor diezmera, que son los escusados de que habla
la ley 22, tít. 16, lib. 1.° de Indias, y están destina
dos á la fábrica de la Catedral..... 1,642 6 \
De lo que queda se saca la mitad y ,
se hacen dos partes iguales que son la /
4» Arzobispal 40,660 f 8l>d^u
4* Capitular para el Cabildo 40,660 >

De la otra mitad se hacen nueve par


tes y son las siguientes:
2 Novenos para S. M. libres de todo
srasto 18,071 1
4 Novenos beneficíales 36,142 2
\\ Noveno para fábrica de iglesias 13,553 2 \
\\ Noveno para hospitales 13,553 2 \

9 Novenos. 81,320 81,320


Pesos 184,833 5

Tal es la distribucion general de la gruesa conforme á las leyes


22 y 23, tít. 16, lib. 1.° de Indias y Eeal Cédula arriba citada. Ca
da uno de los espresados partícipes, exceptuado el noveno de conso
lidacion escusado, y novenos reales, todos los demas pagan los sa
larios, costas generales y particulares que les son respectivas segun
por menor se demuestra en los cuadrantes generales. Hechas las de
ducciones correspondientes del importe de la cuarta capitular, lo
—35—
que queda se llama primer residuo. Hechas las respectivas á los
cuatro novenos beneficíales, el sobrante es el segundo residuo que se
une al primero y forma la masa que se distribuye entre los preben
dados, conforme á las partes señaladas en la ereccion de la iglesia,
que son 159 al deanato: 130 á cada una de las cuatro dignidades:
100 á cada una de las diez canongías: 70 á cada una de las seis ra
ciones enteras; y 35 á cada una de las seis medias raciones.
La mitra ademas de la pension de 1200 pesos para la real orden
de Carlos III tiene la de 2,000 ps. para la universidad de Salaman
ca, en virtud de real cédula de 13 de Julio de 1807.
Las prebendas pagan entre todas la pension de 1800 pesos á la
real orden de Carlos III, y se les descuenta el 3 por ciento del ha
ber de cada una para el colegio Seminario de Santo Toribio, en vir
tud de la ley 8', tít. 24, lib. 1.° del nuevo Código de las Indias, in
serta para su cumplimiento en real cédula de 1.° de Junio de 1779.
Suplicada por este Cabildo, y pendiente la real determinacion, que
da en el ínterin depositado jen tesorería de la mesa capitular el
importe, y mandado continuar en esa clase por real cédula de 25
de Febrero de 1804, hasta que practicadas aquí las diligencias pre
venidas en dicha real cédula se remitan con informe de este supe
rior Gobierno.

PATRONATO.

En el ejercicio do este Patronato he procurado llenar con el ma


yor escrúpulo los deberes de tan delicado encargo. El tiempo ha sido
de calamidad, y por lo mismo poco á propósito para intentar reformas,
sin esponer la autoridad á los descomedimientos de los Ministros
del Altar. Sin tocar en este odioso extremo, se ha visto en todas las
provincias y reinos conmovidos la parte activa que han tomado en
los alborotos; y aunque los desórdenes y los vicios en todo tiempo,
lugar y circunstancias, claman por remedio; este principio santo y
justo tiene sus límites, y nunca puede obrarse con suceso sin opor
tunidad.

CLERO SECULAE.

En el clero secular de este Arzobispado y especialmente entre los


párrocos, hay personas de probidad y luces, que el celo del Prelado
anterior de esta Iglesia y no menor vigilancia del presente, han pro
veído para la cura de almas y pasto espiritual de los naturales. A
influjo de este contiuuo cuidado se ha logrado extirpar la prodigiosa
suma de recursos y de quejas, que en otros tiempos se interponían
con tanta frecuencia como escándalo por los feligreses contra sus «
pastores, cuya conducta mas arreglada, ha contribuido en alguna
—SG-
parte á mantener la tranquilidad de los pueblos. Si el cumplimien
to de las obligaciones de tan pesado cargo por el que se sujetan á
padecer intemperies, incomodidades, la faltado sociedad y desampa
ro que no es posible evitar en la triste situacion de sus pueblos, loa
hace dignos de la estimacion y aprecio del Gobierno; su mérito apa
rece mas grande practicándolo incongruos por la taita de sínodos
ciue se les pagaba de la estinguida contribucion de tributos. Ellos
son los que por la inmediacion y frecuente trato de los naturales,
por su carácter ó imperio religioso están mas aptos ádar ideas rela
tivas á sus necesidades, propensiones y genio, para que por este me
dio pueda el Gobierno dirigir las providencias mas obvias á su acre
centamiento 6 ilustracion.
Hasta ahora no se ha hecho valer como debia la confianza y respe
to del Ministerio de párrocos á miras políticas y económicas; siendo
á mi ver lo que mas conviene que á las instrucciones cristianas acom
pañen tambien las lecciones útiles, de los que les conviene á sus in
tereses y á lo que son obligados como vasallos.
Para que semejante género de educacion pueda lograrse, es preciso
que cuando el fervor de los tiempos primitivos se halla tan amorti
guado, las ventajas y medros temporales reemplacen su carencia, sin
cuyo aliciente parece imposible que pretendan abrazar una carrera
tan amarga y laboriosa, personas de honor y de conocimientos, en
cuya fidelidad pueda descansarse para contener I03 repentinos y de
sordenados movimientos de unos hombres que casi no distinguen el
bien del mal por falta de luces.
El inconveniente que pudiera resultar de que con el aumento do
atribuciones atentasen los curas abrogarse las facultades de la juris
diccion real ordinaria, extendiendo su fuero á mas del que les compe
te, está muy distante de verificarse; porque ademas de que por esta
disposicion solo se les encarga la parte instructiva de sus feligreses,
debe suponerse la vigilancia de los jueces en este punto, para mante
ner dentro de los limites que prescriben las leyes y los cánones, el
ejercicio de ambas jurisdicciones; y en cuanto á prerogativas las que
tiene autorizadas el estilo.
La del virey para impedir que se traspasasen por los propios jue
ces, los que corresponden á la inmunidad eclesiástica y al fuero, ve
nerándose los lugares de asilo en el ;modo que prescriben los Bre
ves Pontificios y Cédulas Eeales sobre el señalamiento de Iglesias;
forma con que deben extraerse del sagrado los reos que á él se aco-
jen; y de seguirles sus causas miéntras que el Tribunal compe
tente declara el valor del acto, debe ser tambien muy solícita y
atenta, á fin de evitar el escándalo que se sigue de tales competen
cias y el calor con que suelen empeñarse algunos eclesiásticos en su
defensa. Esta atencion y este resisto al Estado y á los Prelados, y
el urbano y decoroso tratamiento que me han merecido pública y
privadamente, ha tenido tal influencia en lo restante del vireinato,
que no hay un caso que poder citar de aquellos con que se han lie
—37—
nado páginas enteras en las relaciones de mis antecesores, gozándo
se el placer de la dnlce serenidad que ocasiona la paz y buena armo
nía entre ambas potestades, que es la que se ha observado principal
mente en el Arzobispado.
Una visita general del Reyno me hubiera puesto en estado de ni
velar con este los demas sufrraganeos; pero la importancia y grave
dad de los suoesos en todo el tiempo de mi mando han ocupado mi
atencion, do manera que ha sido preciso deferida á tiempos mas se
renos y ceder á otros gefes el honor que les resultaría de perfeccionar
la obra.

REGULAE.

Las órdenes religiosas son á mi juicio las que mas necesitan de re


forma. No puede dudarse que se encuentran en ellas verdaderos re
ligiosos; pero de los varios expedientes que se han seguido en este
Gobierno y Patronato, lo que puede deducirse es que casi no existe
ni en idea el espíritu de sus fundadores. Yo no sé como cumplan
los demas votos á que los ligó su profesion religiosa, los que que
brantando con tanto escándalo el de obediencia á sus respectivos su
periores, han hecho de ello alarde en los Tribunales. Algo parece
haber reformado en las costumbres relajadas cielos frailes las visitas
que para este objeto y á instancias del Soberano se decretaron pol
los Generales delas Religiones; pero lo mas verosímil es que dismi
nuidas las rentas de los conventos, por el abuso que de ellas han he
cho sus provinciales y otras causas inevitables, reducidos á solo dos
curatos los que antes tenia cada orden, ha reducido tambien el núme
ro de los que abrasaban la carrera por miras particulares. Sea de es-
tolo que fuere, el escandaloso empeño de sus capítulos provinciales
está en razon de las conveniencias que promete y conforme al estado
de fortuna en que se halla la administracion de sus fondos. Ocupa
dos todos en sus manejos, y de las utilidades que pueda rendirles,
se desatienden con mucha facilidad las obligaciones claustrales, el es
píritu y fervor de la disciplina se amortigua y desaparece causando
una confusion entre la pobreza monástica de los que obedecen con el
fausto y opulencia del que manda.
De aquí nacen las enemistades, los odios y rencores que no cabien
do en los estrechos límites de sus celdas, aparecen en lo público
con síntomas muy fatales, por el mal ejemplo que causan sus intem
pestivos y mal fundados recursos. Estos casos son los tínicos en que
se advierte el sacrificio que hacen con la mayor profusion de las ren
tas de los conventos basta ponerse en estado de no poder cumplir
con la asistencia de los subditos, que se ven precisados á abandonar
su clausura y á buscar los medios de subsistir, sin escluir los mas re
probados: entre los que de esta naturaleza se han presentado en el
—38—
tiempo de mi mando mas peligrosos son los de los Padres agonizan
tes de la Buenamuerte, y en ellos como en todos los demas, repito,
que he procurado llenar escrupulosamente los deberes del Patronato
de un modo conforme á las leyes, cortando con decoro y energia, el
mal donde ha aparecido con síntomas perjudiciales á la quietud pú
blica.
Para todo lo conducente á este fin he encontrado dispuesta la vo
luntad del Excmo. 6 Ilustriaimo Sr. Arzobispo, D. Bartolomé de
las Horas; y en las ocurrencias en que me ha parecido conveniente
he oido con sumo placer sus consejos llenos de piedad, sabiduría y
prudencia, convencido de que la union y total conformidad de opi
niones entre las dos Potestades Eeal y Eclesiástica, hacen el mas fir
me apoyo y baluarte de un Gobierno, así como la desunion y discor
dia serian capaces de producir males incalculables y las mas ruino
sas consecuencias.

MONASTEEIOS GRANDES.

Rebajado considerablemente el número de religiosos en los con


ventos que se denominan grandes en esta ciudad por la pobreza á
que han venido sus rentas, y por la reforma de los últimos Prelados
de esta Santa Iglesia, ha sido poco lo que han dado que hacer á este
Gobierno. Aun debe esperarse que en lo sucesivo sea ménos, así
por la razon indicada, como por la vigilancia, suavidad y acierto con
que el actual procura mantener en arreglo la disciplina y obser
vancia de bus respectivos institutos.

MONASTERIOS RECOLETOS.

Los recoletos merecen por su indigencia, austeridad y virtud, la


estimacion del Gobierno. Ellos se conservan con el mismo fervor y
religiosidad de costumbres de su primitivo establecimiento, á pesar
de la corrupcion de los tiempos y de la suma pobreza en que están
muchos por la mala fé de los administradores de sus bienes.

ESTABLECIMIENTOS PIADOSOS.

Tiene esta capital muchas y bastantemente ricas fundaciones pia


dosas, que. hacen un monumento eterno de la piedad desus habitan
tes. La mayor parte de ellas con la extincion del Tribunal del San
to Oficio se hallan hoy bajo inmediata proteccion del Gobierno, á
qu-en para su establecimiento y fomento han debido sumas cuantio
—39—
sas. Seria de desear lo estuviesen igualmente todas, para que la auto
ridad pública pudiese hacerlas servir á beneficio comun y del estado
en general, con cuyo motivo hablaré de unas y otras.

HOSPITALES.

Los hospitales son en número considerable, y la dotacion de sus


camas mas que suficiente al de la poblacion. Por la natural vicisi
tud de los tiempos, defecto.? de la antigua administracion y otras al
teraciones, como la falta del tributo, en cuyo ramo eran agraciados
muchos de ellos, han decaído sus rentas ocasionando un déficit á pus
entradas, que el celo de los últimos mayordomos ha logrado suplir con
su diligencia y la mas reglada economía. A su caridad y continua
vigilancia se deben desde luego estas mejoras y ventajas; pero es
muy doloroso que no hayan podido alcanzar á remediar el abandono
en que se halla, el régimen y método curativo por lo respectivo á mé
dicos, cirujanos y demas oficiales de este ramo; vicio que dependo
de las constituciones sobro que se hallan fundados y de la arhitra-
riedad de las hermandades de los hospitales.
Eeunidos en una sola casa proporcionaría desde luego ciertos
ahorros que podrían destinarse á su mas cómoda subsistencia; pero
esos edificios soberbios mas sirven en mi concepto para hacer osten
tacion del que los construyó, que para asilo de la humanidad en sus
dolencias." Lo que corresponde hacer en beneficio de estas casa? es,
que siendo los lugares que algunas de ellas ocupan los principales de
la ciudad, convendría quizá variarlos á otros mas distantes y ventila
dos con utilidad del vecindario yde los propios enfermos. De estos,
porque siendo mas valioso el terreno cuanto mas inmediato al cen
tro de la poblacion, lograrían construiren los que dejan, fincas apre-
ciables que les producirían cuantiosas rentas para sus necesidades; y
del vecindario, porque se libertaría de los males que necesariamente
deben ocasionar los miasmas que exhalan los enfermos, y la corrup
cion de las medicinas, consiguiéndose tambien sacarlos de la estre
chez á que se hallan reducidos.
La misma razon obra, aunque con mayor fuerza, respecto de los
conventos grandes de monjas. El gran terreno que ocupan, si antes
era proporcionado á las personas que cada uno contenia, reducido hoy
su número á monos de las dos terceras partes, deberían ceder con
utilidad propia á lo menos la mitad á los vecinos. Segun el padron
ó censo del año de 1700 mandado formar por el Excmo. Señor Con
de de la Monelova las personas que vivían dentro de clausura en el
Monasterio de la Conexión ascendian á 1041. Cotéjese este prodi
gioso número con las 260 que resultan del que se formó el año de
1700 de orden del Excmo. Señor Frey D. Francisco Gil, y se verá
son hoy unos desiertos dentro de la misma poblacion, y que un ter
—40—
reno que por su baila localidad debia ser muy productivo, se baila
sin rendir provecho alguno.
No es este el único inconveniente que debe remediar el Gobierno:
ocupando dos ó mas manzanas estos edificios, impiden el tráfico por
una3 calles que deberían abrirse para mayor comodidad del público
laborioso; es un notorio embarazo para el aseo de la ciudad, y en las
noches se hacen intransitables estos lugares por la inmundicia y es
combros que se arrojan en ellos, como por la absoluta falta de alum
brado, cometiéndose á la sombra de sus elevados cercos todo género
de excesos los mas criminosos. Si no el todo, á lo menos una gran
parte de estos desórdenes se han evitado mediante las providencias
continuas que se han dado y de que me encargaré en el artículo cor
respondiente á la policía.

COLEGIOS.

De los colegios que hallé á mi arribo á esta ciudad, uno es el Se


minario Conciliar de Santo Toribio, su fundador, y otro el Convicto
rio de San Carlos, en que se educa la mayor parte de los jóvenes do
conveniencias del Eeyno. El método de estudios que en ambos so
observa, ha sido bien diferente, y la ventaja fué muy conocida en fa
vor de este por el cuidado y atencion que han puesto los Vireyes en
proporcionarles Eectores y Maestros de los mas aplicados, y que han
hecho profesion de las ciencias que en él se enseñan, al mismo tiem
po que todos los auxilios que se han considerado necesarios para su
adelantamiento.
Para no defraudar á nadie del mérito que le pertenece debe confe
sarse que la vigilancia del actual Rector del Seminario, Obispo elec
to de Huamanga, Dr. D. José de Silva, ha mejorado no solo la parte
económica interior do su colegio, sino variando enteramente el plan
de estudios lo constituye en un estado el mas floreciente que acaso
no tuvo jamas desde su ereccion. La sujecion y el cuidado que se tie
ne en el aprovechamiento do los jóvenes hace que hoy despierte al
de San Carlos su antiguo crédito y el número de los colegiales. Con
este motivo le ha sido preciso ensanchar sus aulas y aumentar las ha
bitaciones; y no obstante que con la falta de sínodos de los curas cu
yo tres por ciento se pagaba al Seminario; sus remesas han dismi
nuido sus arbitrios y economía, han sufragado á estos nuevos gastos
sin gravamen del público. Si la dedicacion y fomento que debe el
Seminario á este digno Prelado, su último Eector, la hubiese mere
cido tambien á sus antecesores, es fuera de duda que habrían sido
mayores los progresos de sus naturales en el conocimiento de la luz
evangélica, punto el mas recomendado por nuestros Soberanos, á que
pudieran haber añadido el cuidado de inspirarles amor al trabajo y
otras instrucciones y virtudes sociales de que carecen. Visto por es
te lado el establecimiento de los Seminarios es importantísimo, y no
—41—
descansaría mi celo si no se hiciese de ellos esta encarecida recomen
dacion para que logren la especial y eficaz proteccion que se les
debe.
Faltaba uno de Medicina y Cirujía cuyas facultades, por negli
gencia, estaban en las castas. Por esta culpable omision de los ve
cinos, vinieron á quedar privadas muchas familias de la honrada
subsistencia que podia rendirles emplear á sus hijos en el ejercicio
de una ú otra profesion) siendo lo mas doloroso, que por el escaso
número de las gentes de color que se dedicaba á ellas, carecía de fa
cultativos el Reyno, y el Gobieerno no tenia de donde sacarlos para
la asistencia de los enfermos de Maynas, de la Plaza de Ohiloé y las
de Juan Fernandez y Valdivia, que eran obligacion de este Vireyna-
to proporcionar al Eeyno de Chile. Las mas numerosas poblaciones
de este y sus mas ricos minerales en que por razon del trabajo duro,
continuo y expuesto, son mas necesarios los médicos, se resentían de
la misma falta, y los muchos hospitales construidos á expensas de la
soberanía para la asistencia y curacion de los naturales, se hacían
inútiles por la insuficiencia de los religiosos á cuyo cargo estaba la
curacion de los enfermos; no siendo posible suplirse la ignorancia
con la caridad, ni la falta de luces en materias de Medicina con los
mejores sentimientos de piedad. Cuanto se ha dicho hasta aquí
contrayéndome al territorio de mimando, es extensivo álos demas que
forman la extension de la América Meridional, constándome por ex
periencia propia, en las muchas leguas que de ella tengo andadas, y
por relacion de los profesores de vacuna, quienes á su tránsito por
muchos lugares de consideracion, por el número de sus vecinos y de
sus riquezas, no han encontrado personas aptas y dispuestas á quien
encomendar la conservacion del importante fluido que á tanta costa
como trabajos hizo pasar á estas distancias la beneficencia de nues
tros Soberanos.
La consideracion de estos males que serían eternos, si alguna vez
no se intentase destruirlos, me obligó á plantear un colegio para las
expresadas facultades y sus auxiliares; y aunque á primera vista pa
recía ardua y muy difícil la empresa de conseguirlo, por los gastos
que debían emprenderse en un tiempo y en unas circunstancias en
que el dinero y los recursos se agotaban, con la misma facilidad ha
lló mi deseo medios y arbitrios, que sin ser onerosos al público ni al
erario, han podido sufragar á la fábrica material del edificio cons
truido en lugar aparente, cómodo y espacioso, á la subsistencia
de alumnos, cuya enseñanza corre á cargo de maestros de
los mas aprovechados que encontré en esta ciudad, dotados con ren
tas subsidiarias, para que pudiendo subsistir de ellas, trabajen con
empeño sobre el adelantamiento de los jóvenes distribuidos en
aulas en que se dictan las Matemáticas pura y mixta, Física esperi-
mental y la Química, la Historia natural, la Medicina y Cirujía,
teórica y practica; las Lenguas y el Dibujo, y últimamente hasta la
Taquigrafía.
HISTORIA—4
—42—
Los beneficios que en adelante reportará la humanidad de tan útil
establecimiento, son de tal magnitud, que no necesitan otra especifi-*
cacion que la suscinta que se ha dado en este capítulo. Cuando es
tas tiernas plantas, que ahora se cultivan á esfuerzos de tan conside
rables trabajos, empiecen á difundirse por el Eeyno; cuando sus ta
lentos, ayudados por las luces que ahora se les comunican, hayan de
desplegarse en cada uno de los ramos de su genial aplicacion con su
mo provecho de los intereses del Perú y del Estado, entonces serán
mayores y mas conocidas las ventajas que se preparan á la felicidad
futura de un Eeyno que por sU conocida lealtad se ha hecho digno
de la consideracion del Soberano y de los que lo representan.
El cuadro sinóptico que se acompaña firmado por el Protomédico*
del Eeyno Dr. D. Hipólito Unanue, acredita la inteligencia y los
conocimientos de este benemérito profesor que dotado de un ardiente
celo y amor á la Literatura, se ha prestado con desinteres y laudable
empeño á todo cuanto ha tenido relacion con el establecimiento.
Su fábrica encargada al presbítero D. Matías Maestro, ocupa el
frente y ángulo de la plazuela de Santa Ana que está unido al hos
pital de San Andres y ha importado 74,941 $ 4 rs. inclusos 2414 de
varios utensilios de imprenta, máquinas do Física principales y ré
ditos del terreno en que se halla el edificio. Sin embargo del costo
que ordinariamente tienen las obras en esta ciudad, esta corta sumar
ha sido suficiente para hacerla una de las mas firmes y vistosas que
tiene la poblacion.
Malograda la esperanza de adquirir fondos suficientes para la fá--
brica material, dotacion de maestros y vCcas &-a. por las turbulencias
de los Vireynatos de Santa Fé y Buenos Ayrcs, á cuyos puntos se
dirijieron circulares, del mismo modo que á todo el Eeyno, anuncian
do el establecimiento y su importancia, fué preciso ceñirse única
mente á los arbitrios mas fáciles de dentro de esta misma capital.
Los de consideracion han sido en esta manera:
De varios particulares 17,197 3
El Excmo. Sr. Arzobispo para una veca.... 6,000 "
El Señor Alava para dos idem 10,000 " j• 79,668
El Señor Querejazu en parte de otra 1,300 "
De ventas de materiales del antiguo edificio. 3,478 1
De alquileres de las tiendas accesorias 2,222 4
Su inversion se ha ejecutado como parece de las prolijas
cuentas que ha rendido el presbítero encomendado de la
ejecucion de la obra, cuyo resúmen es como sigue:
Pago de réditos de los principales del sitio
que ocupa la fábrica 18,600
Invertidos en materiales, peones y maestros
de albañilería y carpintería 53,742 74,756
En la compra de varios utensilios de im
prenta, máquinas, estantes, &a 2,414
4,912
—43—
Este alcance se ha invertido en la compra del sitio y maestros que
deben encerrar el Jardin Botánico como se verá en el artículo de la
construccion del panteon, los cuales deben cargarse en esta, porque
siendo destinado este lugar ál estudio de los jóvenes, puedan adqui
rir los conocimientos prácticos que requiere el ejercicio de la facultad
en el ramo vegetal.
De esta manera se concluyó en lo material el edificio del Colegio,
con la advertencia de que ascendiendo á mayor suma la construccion
del refectorio, sala de Historia Natural, librería y otros menudos que
no se comprenden en la cuenta, estas se han facilitado con los ar
bitrios y ahorros que el Dr. Unanue me ha proporcionado mediante la
diligencia y empeño con que ha propendido á la plantificacion. En
cuanto á la dotacion de maestros, se han erigido las cátedras mas ne
cesarias^ como la de Clínica cuyo salario de 600 pesos anuales paga
el Ayuntamiento, escusándolos de otro destino ménos necesario áque
estaban aplicados; igualmente se le aplicaron 500 pesos del anfitea
tro de Anatomía, conocida mejora y ventajas en la enseñanza de es
te ramo; y finalmente las cátedras de medicina y matemáticas de
la real Universidad^ que por falta de concurrencia de estudiantes en
ella, están casi inútiles y solo se consideraban como premio en la
carrera literaria de los que las obtenían, se determinó pasasen á ha
cerse cargo de las respectivas aulas con mucho provecho de la juven
tud y adelantamiento de las ciencias de su enseñanza. Finalmente
se le dieron Constituciones, y empezando los estudios al mismo tiem
po que la fábrica, han dado sus alumnos repetidas y muy lucidas
pruebas de su aprovechamiento, en los exámenes que han dado pú
blicamente en e3ta Universidad. En tan corto tiempo se han forma
do hábiles profesores que se distinguen en las matemáticas, anato
mía, historia natural, cultivándose sucesivamente en otros ramos
de suma utilidad para el servicio de esta capital y remo, de la clase
de hombres blancos mas necesitados que otra alguna de este fo
mento.
El tiempo que preside á todas ias cosas y es el mas recto é impar-
cíal juez de los acaecimientos, señalará el lugar que merece ocupar
en la historia de nuestros dias al colegio de San Fernando.
GOBIERNO MILITAR.

Como los accidentes poco favorables de la guerra que mantenía


nuestro Gobierno con la Gran Bretaña, forman una misma época
con la de mi traslacion de la presidencia de Guadalajara al vireinato
de Buenos Aires y á este del Perú, sin haber tomado posesion de
aquel, será conducente dar una ojeada rápida sobre el estado á que
habian llegado las hostilidades en Europa, y la necesidad absoluta
en que se hallaban los ingleses, segun mis conjeturas, de estenderlas
ál a América, para resarcirse de los inmensos gastos de un arma
mento tan considerable como el que mantenian, y obstruccion en
que se hallaba su comercio, que «s el alma de su agigantado poder
marítimo.
Desengañados nuestros enemigos en aquel tiempo y hoy íntimos
aliados nuestros, por conveniencias recíprocas, de las pocas ventajas
que podría producirles el ceñirse únicamente á la guerra en Euro
pa, como lo han experimentado en la inutilidad de las tentativas
contra el Ferrol, Vigo y Cádiz, era indispensable que convirtieran
sus miras contra la desarmada América, objeto siempre de la co
dicia de los extranjeros.
Este cálculo que no podia dejar de ser exacto, me indujo á per
suadir al Gobernador y al Comandante de ingenieros de Montevi
deo, como así mismo, al Virey de Buenos Aires, á mi paso por aquel
distrito, la necesidad de aumentar sus fuerzas, íeparar las fortifica
ciones de la primera, despejar el recinto exterior hasta el alcance de
—45—
cañon de punto en blanco cuando menos, de la multitud de casas
que se habían permitido fabricar en él; clavar y poner terraplenes á
las cortinas de ambos portones; profundarles un foso y resguardar
cada una con su revellín y un puente levadizo, con otras prevencio
nes de urgentísima necesidad para la defensa, suspendiendo á fin de
atorrar gastos, la de una obra costosísima que se estaba practican
do inútil para la defensa, sin otra ventaja que la de una porcion de
almacenes, debajo del terraplen de este famoso murallon, sin objeto
por su frente dominado y enfilado desde la altura inmediata á la
plaza que llamanjdel Cordon y es en donde precisamente se debe
construir la fortificacion de Montevideo para hacerla respetable, y
extender su poblacion que lo necesita imperiosamente, cuando las
circunstancias lo permitan.
Al Virey le hice ver el abandono en que estaba el fuerte de San
ta Teresa, fronterizo al campo neutral de los dominios portugués y
español; el cuidado que se debia tener en la isla de G-orriti y posi
cion de Maldonado, igualmente descuidadas; la poquísima fuerza
militar que existia en aquella capital, su atrasada disciplina y or
ganizacion; que convenid aumentar el tren de artillería volante y su
instruccion; construir algunas baterías en los surjideros de la costa,
poniendo especial cuidado en el de la encenada de Barragan; así
mismo, le instruí del modo de pensar que habia observado en los
portugueses á mi paso por el Eio Janeiro, Santa Catalina y Eio
Grande, como tambien de las fuerzas que habia visto en dichos pun
tos y las que por noticias pudé inferir que conservaban en la bahia
de Todos Santos, Matagroso y otros parajes; haciéndole ver al pro
pio tiempo, lo expuesto que estaba á ser atacado, si los enemigos
conseguían buen éxito en el cabo de Buena Esperanza, para donde
se habían dirijido con una respetable expedicion; cuya noticia la
anticipé al Sr. Sobremonte desde el Janeiro, por haberme confiado
el Virey del Brasil, que dichas fuerzas habian entrado en la bahia
de Todos Santos para reponerse de víveres y aguada.
La celeridad de mi viajo por tierra hasta esta capital, no dio
tiempo á la extension de mayores ideas, en que no podia tener mas
parte que el influjo y mi buen deseo. Poseido de las mismas, luego
que llegué á ella sin tomar el reposo necesario á la fatiga de mas de
mil trescientas leguas de camino, recorrí por mí mismo y me enteré
del estado de las fortificaciones y de la plaza del Callao y fuertes
adyacentes, y habiéndolo encontrado en disposicion de poder ser
tomada con facilidad por medio de un ataque brusco, acordé con el
Director de Ingenieros las obrasque debían ejecutarse, hasta ponerla
á cubierto de un golpe de mano y en estado de una vigorosa resisten
cia. Las noticias que siguieron al mes de mi llegada de haberse
echado los enemigos sobre la ciudad de Buenos Aires, ratificaron el
concepto que tenia formado acerca de que la América debería ser el
teatro de la guerra, y no obstante de los activos y eficaces esfuerzos
con que traté de auxiliar inmediatamente al Eio de la Plata, como
—46—
roas largamente se ha especificado en su oportuno lugar, me dedU
qué á examinar sin demora los puntos fortificados y íortificables de
esta plaza de la del Callao, y alrededores de ambas y costas laterales,
El muro que circunda esta capital se hallaba extraordinariamente
descuidado, de modo que había parajes por donde se podia entrar y
salir á caballo, sin terraplen las cortinas y baluartes y los parapetos
casi arruinados.
Para ponerlo, pues, en el estado de defensa de que es suceptible,
se necesitaban grandes gastos; pero estas que parecían ser, y lo eran
en efecto el mayor y vínico inconveniente que se ofrecia á la ejecu
cion, cedieron por fin al arbitrio de repartir entre los cabildos, tri
bunales y personas particulares, los treinta y tres baluartes de que
consta el recinto de la plaza, menos la parte que baña el rio. Todos
admitieron gustosos y con un entusiasmo patriótico digno de la
mayor alabanza, la carga que se les imponía, por la sagacidad y
prudencia con que se verificó el reparto; teniendo consideracion á
sus fondos y á lo que cada uno debia ejecutar y costo que podia te
ner; con lo cual y mi personal asistencia al trabajo, se logró con ex
traordinaria celeridad, ver concluidas las obras en poco mas de cua
tro meses, desde que se dió principio á ellas hasta su total finaliza
cion; las cuales han consistido en reparar las brechas, boquetes y
parapetos de que vá hecha mencion; en ensanchar el paso de las
cortinas de un baluarte á otro; formar terraplenes en las caras y
flancos de cada uno de estos, para el uso de mediana artillería; cons
truir plataformas para colocarla á barbeta en los tres ángulos sa
lientes, y edificar rampas suaves para subir y bajar con comodidad á
ellos la tropa y artillería.
Para que esta pudiese correr libremente de un punto á otro, se
practicó un camino espacioso por todo el recinto interior, habiendo
necesidad de construir al efecto varios puentesillos ó alcantarillas, y
separar crecidos montones de basura y tierra. Así mismo, por la parte
exterior se le quitó otra cantidad inmensa de las mismas especies ar
rojadas por la muralla, que en algunos parajes servían de rampa para
subirá ella sin ninguna dificultad; de cuyas resultas quedó toda á
una altura, y formando en partes un foso de doce ó catorce varas de
ancho. En la parte del rio se construyó una porcion de muralla,
continuando la del baluarte de Monserrat ; cuya obra no pudiendo
repartirse á particulares, se hizo á costa de algunos donativos vo
luntarios, que ascendieron á siete mil pesos; y se resolvieronlos
puntos del resto de dicha parte que no tiene muralla, en que se de
be colocar artillería, en el caso de que los enemigos intenten pasar
el rio para atacar la plaza; á cuyo fin se practicaron tambien algu
nos escarpes para dificultar en lo posible el acceso-
La plaza solo tenia un almacen endeble y muy deteriorado para
repuesto de pólvora, municiones y pertrechos de artillería, fuera de
los principales situados á competente distancia de ella; cuyos efec
tos, en caso, de un próximo ataque debían ser encerrados en el recin
—47—
to; y no siendo razonable colocarlos todos" en~un solo punto, tanto
por la dificultad do sus trasportes para proveer los que fueren ata
cados, como porque en caso de un accidente desgraciado de voladu
ra nos quedaríamos destituidos de defensa, ademas de reparar como
era indispensable dicho almacen, hice construir otros en las golas
de dos baluartes, proporcionando las distancias de un modo que pu
diesen surtir con brevedad de municiones á cualquiera de los puntos
que fuesen atacados.
Aunque el recinto de esta plaza parece á primera vista que presta
poco ó ningun recurso para su defensa, por carecer en lo absoluto
de obras exteriores que le cubran, y no tener su muralla una altu
ra proporcionada, por lo que está expuesta á una escalada ó golpe
de mano, disfruta sin embargo de algunas propiedades dignas de
aprecio, que pueden estimular á un jefe á encerrarse en ella; pues
no puede ser bloqueada por la vasta extension de su recinto, y ser
casi imposible que ningun enemigo conduzca á esta inmensa distan*-
eia competante número de tropa para efectuarlo; de lo que resulta
serle imposible impedir los socorros que le vengan por mar ó por
tierra, ni la retirada de la guarnicion en caso de hallarse obligada á
evacuarla. Por otra parte, haciendo retirar á la sierra los ganados
de toda especie, despues de haber encerrado en la plaza un compe
tente número, lo mismo que todos los víveres que se pueda, alejan
do los demas, le será indispensable á los enemigos el proveerse de
subsistencias desde lamar, y aun cuando les viniesen por ella, cada
conduccion nasta su campo les sería muy costosa en pérdidas de
hombres por los ataques de nuestra gente, que se debe conservar en
campaña, segun se dirá mas adelante. El muro y su parapeto son de
adove que es otra ventaja, pues aquel tiene cuatro varas de ancho,
y este la mitad; y como la bala de á 24 solo penetra una sin des^
componer mas de lo que ocupa su circunferencia, consumirían su
pólvora antes de conseguir abrir brecha; en cuyas circunstancias les
sería preciso acudir á la mina, que deberían empezar á larga distan
cia á costa de mucho tiempo y trabajo, por lo deleznable del terreno.
Tambien me contraje á cubrir otros puntos igualmente necesa
rios para la conservacion del pais, y siendo el principal la atencion
al puerto del Callao, mandé construir brevemente aquellas obras
que habia juzgado de absoluta necesidad para la defensa de su pla
za, de las cuales las mas urgentes eran formar á aquella puentes le
vadizos en ambas puertas que se construyeron sin demora. Se^hizo
en cada una un semi-exágono con un foso de ocho varas de ancho
y tres y un pié de profundidad su muro y contra escarpa, parapeto,
bangueta y estacada, con su rastrillo aspillerado ; de manera que
aun cuando no hubiese tropas para defender la plaza de armas, y
flanquear el glasis de los frentes de las caras de los baluartes colate
rales, estaba la puerta á cubierto con la tropa encerrada ea el
tambor.
La muralla solo tenia diez y ocho pies de altura hasta el cordon,
—48—
y para dársela mas regular, mandé construir en el foso, á distan
cia de tres varas de aquella una cuñeta de diez pies de profundidad
paralela á la magistral, y un plano inclinado desde el muro á esta,
con el fin de dificultar á los enemigos, en caso de un ataque brus-
co, la seguridad de las escalas y obligarles á que estas fuesen de
mayor longitud, En la misma se colocó una fuerte estacada verti
cal de tres y media varas de altura en todas las distancias de los
tres frentes atacables; la cual dificultaría el arrimo á la muralla,
por estar defendida cuando menos por tres cañones de cada flanco
de los tres baluartes, y no ser posible romperla sin colocar para el
efecto algunas piezas sobre la contraescarpa, cuya detencion ocasio
naría una enorme pérdida á los enemigos que lo intentasen. Aun
que con esta obra se dificultaba lo bastante un golpe de mano, dis
taba mucho de las que la plaza necesitaba, y así luef '' que los in
gleses fueron desalojados de este continente por la defensa de Bue
nos Aires y reconquista de Montevideo, dispuse un realce sólido de
diez pies de elevacion y dos de cimiento á todo el recinto; y del
conjunto de tierras y cascajo que resultó de esta considerable obra y
de la regularizacion del foso, se construyó, delante de las tres corti
nas de los fuertes atacables, una tenaza que defiende el camino cu
bierto y dificulta la bajada del foso, dejando en pié y bien reparada
la estacada de que vá hecha mencion. Como la plaza no tenia un
edificio competente para parque de artillería, pues la ramada en
que se custodiaban los enseres de este ramo, era poco segura por su
debilidad y deterioro, mandé construir un grande almacen de con
siderable capacidad, en que todos los artículos del ramo se hallan
colocados con aseo y separacion, libres do robos y pudriciones.
Con la rebaja del foso, se ha logrado que la humedad de él no al
cance, como antes sucedia, al único almacen á prueba para víveres
que tenia la plaza, por cuya razon era totalmente inútil ; y como su
capacidad no es la suficiente, he mandado construir otro debajo del
terraplen, con los cuales queda la plaza surtida de estos dos edifi
cios de primera necesidad para la defensa. Por la misma razon hice
construir un algivo capaz de contener agua para dos mil hombres
en cuatro meses; pues aunque no se puede llenar con la de lluvia
en este pais, se puede trasportar á él en tiempo oportuno, cuando la
necesidad lo exija, desde la aguada que sirve de provision al pueblo
y á las embarcaciones de la bahía, para que no suceda el tenerla que
conservar en pipas, expuestas á quebrantos de la pudricion de las
basijas, y de los estragos del fuego de los enemigos.
Para que los bajeles de guerra y mercantes hagan con ahorro en
los gastos sus aguadas, hice construir un acueducto desde la caja al
muelle, en donde cuatro copiosos caños proporcionan llenar las ba
sijas dentro de las mismas lanchas que los deban conducir á sus
bordos.
En dos de los baluartes de la plaza encontré construido en el
centro de cada uno un torreon circular totolmente inútil para la
—49—
fortificacion, por los ridiculos remates que le pusieron para adorno,
los cuales hice demoler, y en la plaza que quedó libre, construir ba
terías de costa para seis cañones de á 24 que aumentan la defensa,
.Ademas de lo dicho,¡necesita la plaza con Ja mayor urgencia, para
ponerla en el estado de defensa que corresponde, la construccion de
dos revellines y una contra-guardia que cubran las cortinas y el ba
luarte intermedio de los dos frentes atacables. Así mismo necesita
realzarse la contra-escarpa para que quede al nivel que debe tener
todo el foso, y formarle camino cubierto, regularizando el glasís, co»
mo tambien alojamiento á prueba de mil quinientos hombres y pa
bellones para la oficialidad con la precaucion y seguridad convenien
te para el descanso de los que no se hallen de guardia ó reten.
Todas estas obras no alcanzarán á defender la plaza hasta el tér
mino de una enérgica resistencia, sin que antes se demuela hasta
los fundamentos el pueblo, que la condescendencia é ignorancia
permitieron edificar, ocupando por una parte la situacion que debe
tener uno de los revellines indicados, y por otra hasta el sitio por
donde debe correr el camino cubierto que mira al mar. A mi llega
da quise emprender esta demolicion; pero fueron tantos los clamo
res de aquel vecindario y del comercio de esta plaza, por los costo
sos almacenes que tienen allí para depósito de sus efectos de in
troduccion y extraccion, haciéndome presente la enorme pérdida
que acababan de sufrir por el apresamiento de las cuatro fragatas de
guerra en que remitían ingentes caudales, y que mi providencia los
acabaría de arruinar, que tuve que ceder á la necesidad de no au
mentar sus conocidos atrasos hasta que las circunstancias me obli
gasen á poner en práctica dicho proyecto, el cual no deben perder
de vista mis sucesores.
El modo de realizarlo sin oposicion, sin queja?, comprendo que
será haciendo un canal de suficiente capacidad para que naveguen
por 61 las lanchas cargadas desde el muelle al óvalo de Bellavista,
practicando en este una dársena, en donde por medio de cabrias se
hiciesen todas las cargas y descargas, prohibiendo en lo absoluto que
nadie se embarcase en el muelle, sino precisamente en dicha dárse
na; por lo cual por conveniencia propia, todo vecino é interesado
en las casas y almacenes los trasportarían á Bellavista; de que re
sultaría fuera de la mayor proximidad á Lima, que aquel pueblo
creciese considerablemente en un aire mas puro y sano que el del
Callao, libre de las catástrofes que este ha padecido por los temblo
res, y en un terreno suceptible de establecimiento de jardines y
huertas que lo hiciesen delicioso. Se debe igualmente tener presen
te, que para la comunicacion de Lima con el Callao, siempre que es
tén amenazados de enemigos ambos puntos ó uno de ellos, conven
drá disponer la hospedería de la legua ó la casa inmediata, para
contener una guarnicion de cien infantes y veinte caballos que la
protejan, aspilíando sus paredes de casas y corrales, y haciendo en
ellas alguna obra defensable.
—50—
En los dos fuertes de San Miguel y San Rafael, colaterales á la
plaza, no contemplo necesaria ninguna obra de consideracion, pues
tienen sus fuegos á la ruar que ayudan á la defensa de la plaza que
por aquella parte es bien respetable, con la abundancia que tiene
de parrillas para enrojecer las balas, y por la de tierra estar defen
didos del modo de que son susceptibles.
Hecho cargo de las obras que para su defensa se necesitaban eje
cutar en esta capital y la plaza del Callao, segun va hecha relacion,
verificadas algunas de las mas necesarias, y dispuesto el dar princi
pio á otras fin pérdida de tiempo, pasé con los comandantes de in
genieros, artillería y marina y jefes del Eeal de Lima á reconocer la
costa del Sur del Callao. A las dos leguas y media de distancia está
el puerteeito que llaman de la Chira; y considerándole propio para
hacer un desembarco, determiné dos baterías, cada una de dos caño
nes de á 8, en la« puntas que le forman avanzadas al mar; que cam
pasen 300 infantes y 50 caballos con 2 cañones de á 4 de batalla en el
terreno masá propósito de la inmediacion,'manteniendo una avanza
da de 50 hombres, rctrhicherada en la arena de aquella playa. La que
continúa hacia Lurin, conserva constantemente bastante resaca; pero
sin embargo, un enemigo resuelto puede desembarcar en un tiempo,
en que la mar esté menos agitada; razon porque siempre que se ob
serve, que se acerca convoy de embarcaciones, debe acudir hacia
aquella parte la tropa del campamento, presentando el mayor frente
posible para infundirles respeto, interin llegan de la capital los re
fuerzos que se tengan por conveniente. En los Chorrillos hay otra
pequeña playa; pero no es creible que intenten por ahí cosa ningu
na los enemigos, por su poca extension y lo demasiado ágria que es
su subida, ni en toda la distancia que media hasta el Callao por los
bajos que la circundan, y la dificultad de subir el fronton que corre
por toda ella.
Concluido este reconocimiento, pasé á practicar el de la costa del
Norte con el mismo acompañamiento que llevé á la del Sur. Desde
el fuerte de San Eafael, hasta donde desemboca el rio Chillón, son
como 3 leguas de distancia de costa de resaca, tan fuerte como la
del Sur, pero mas acantilada, y por consiguiente menos difícil para
hacer un desembarco, como que presencié el arribo á ella de una ca
noa. La primera operacion que dehe hacerse para contenerle, despues
de ocupar los montes de arbustos mas elovados y propios para una
resistencia, de los que circundan á corta distancia toda la playa, es
soltar el agua de las acequias de las haciendas inmediatas, para
que esparcida por toda la campaña, impida el tránsito de la artille
ría, municiones y tropa de los enemigos, teniendo hechos con antici
pacion, caminos estrechos para la retirada de los nuestros en caso de
ser forzados, los cuales deben inutilizarse al paso que los vayan de
jando; en cuya operacion, practicada en regla, se ganará tiempo para
que lleguen tropas de la capital á sostener las que se defiendan.
A cuatro ó cinco leguas de la desembocadura del rio Chillon, do
—Si
tiando una punta, se encuentra el puerto de Lancon, distante seis
leguas de esta capital en el camino real de Chancay, el cual ofrece
la mayor comodidad para hacer un desembarco ; pero siendo obra de
mucha consideracion, costo y tiempo el ponerla á cubierto de este
caso, por la grande extension de su playa, es necesario ceñirse á de
fender los difíciles pasos que tienen que atravesar los enemigos pa
ra llegar á Lima. El terreno desde dicho puerto al punto de Pie
dras gordas, que dista como legua y media, es todo arenoso costeando
unos montes elevados y escabrosos por su derecha, en los que se
pueden colocar en diferentes situaciones, partidas de guerrillas que
incomoden la columna enemiga, haciéndola separar del camino, para
que con el rodeo retarde su marcha, dando tiempo á que la tropa
que salga de Lima, avance todo lo posible para aprovecharse de las
ventajas con que convida dicho paso de las Piedras gordas.
Avanzado de él como tiro y medio de fusil, hay un cerro de pie.,
dra, que, con el que se ha dicho, forma un callejon bastante ancho por
donde vá el camino, en donde colocando dos ó cuatro piezas y un
batallon que las defienda, otra tanta fuerza en el monte de la parto
opuesta, y otra igual al comedio de la subida de Piedras gordas,
puede detenerse mucho tiempo la marcha de los enemigos, espe
cialmente poniendo dos ó roas escuadrones en una ensenada muy
llana y capaz, formada por la cordillera de montes que viene desdo
Lancon; cuya tropa montada ocultamente, saliendo de rebato contra
la columna enemiga en buena dcasion, puede causarlejmucha pérdi
da de gente, haciéndoles pasar un dia muy amargo, careciendo co
mo carecerían de-agua; pues en todo aquel trozo dei camino no pue
den tener otra mas que la que saquen de los buques, teniendo de an
temano encargado á los indios de Lancon, que inmediatamente que
vean acercarse al puerto algun convoy, cieguen los pozos de poca
profundidad que les proveen del agua gorda y salitrosa que consu
men. Forzados los puentes antedichos, el punto que resta de Pie
dras gordas es muy defensable, teniendo las fuerzas competentes
para cubrir las ventajas que presenta su localidad.
El morro de Oopacabana es otro punto defensable, cuando haya
sido preciso desalojar el de Piedras gordas, por estar circundado de
pantanos que se pueden aumentar rompiendo la direccion de las
acequias que proveen de riego á las haciendas inmediatas. Así mis
mo lo es el portachuelo de Tamboica, desde cuyas dos elevaciones
puede hacer muy buen efecto la artillería de montaña ó batalla pa
ra dificultar el paso del rio Chillon; lo propio en otros puntos con
tinuados hasta el arrabal de Grina, desde cuyas casas y tapias de
huertas se puede hacer bastante daño á los enemigos, habiendo to
mado con anticipacion 'la precaucion de aspillarlas. Disputada la
marcha á los invasores del modo que vá relacionado, es indispensa
ble que cuando lleguen á tener que forzar el paso del rio de esta
ciudad, hayan dismmuido mucho de fuerza y dado tiempo para ha
cer hornillos con que hacer volar uno ó dos arcos del puente, y es
—52—
tablecer baterías para contenerlos y rechazarlos con esta arma y la
infantería que debe pro tejerla, como así mismo por los ataques de
la caballería y tropa ligera, que se ha de mantener siempre en la
campaña para incomodar al enemigo y cortar los convoyes que le
vengan de la parte del mar.
Al Sub-Inspector de ingenieros le di la comision de pasar en
persona á reconocer el paraje de la Sierra por donde poderse retirar
con mas seguridad en caso de verme obligado á evacuar la ciudad;
cuyo resultado fué la eleccion del de Santa Elena y San Mateo, y
5>ara este caso tenia dispuesto el modo de trasportar allí los cauda-
es de la haeienda pública, los archivos, armas, municiones y artille
ría sobrante, con un destacamento que custodiase estos interesantí
simos renglones, los cuales son fáciles de conducir anticipadamente,
como tenia dispuesto, á pesar de lo fragoso del camino que presenta
varios puntos de defensa casi inatacables; de cuya suerte en todo
caso conservaría tranquilo el interior de las provincias, tomando
por lo que respecta á la de la costa las precauciones que fuere dic
tando el orden de los sucesos.
Si los enemigos, con la proteccion de la superioridad de los fuegos
de sus embarcaciones mayores y menores, llegasen á realizar el de
sembarco en algun punto de la costa iomediata al Callao, y que en
trase en el plan de sus operaciones el atacar aquella plaza, antes
que esta capital, provista de víveres y agua como debe estar, lo me
nos para tres meses, y guarnecida, como igualmente sus fuertes, con
la fuerza que se le detalla, toda la que quede sobrante á, excepcion
de la precisa para conservar la tranquilidad de esta gran poblacion,
se dedicará á incomodarlos por todos los medios posibles, atacándo
los en su línea de contravalacion que estará precisado á construir,
impidiéndole el proporcionarse subsistencia alguna del país, y cor
tarles el agua , distrayéndola de las acequias de riego de las hacien
das inmediatas, de cuyas filtraciones se consigue.
Este es puntualmente el plan de defensa que me habia propuesto,
el cual relaciono aquí, para que mis sucesores tomen de él la parte
ó el todo que les adapte.

La fuerza con que contaba era la siguiente:

El Real de Lima reforzado con 800 hombres de


los regimientos de milicias de las provincias. . 2,200
Artillería , 300
Batallon del Número 1,500
Idem de Pardos 1,400
Idem de Morenos 600
Idem de los regimiontos de Milicias de las pro
vincias mas cercanas 1,500

Total de artillería é infantería 7,500


—53—

Dragones de Lima. . .'. . . 600


Escuadron de Carabaillo. . 150
Id. de Chancay y Huaura . 100 \ Total de cab. 1,080
Id. de Pardos 150
Id. de Morenos 80

Fuerza total . , 8,580

La que debia distribuirse del modo que se demuestra al frente.

AMILLER INFANT. CABALLEE.

Plaza del Callao y sus fuertes


colaterales , . 100 1,600 30
Puerto de la Chira 24 300 50
— 100 20
— 100 20
Distribucion total. . . . 124 2,100 120
Fuerza del frente .... 300 7,200 1,080

176 5,100 960

Nota.—Ademas de la fuerza referida, se contaba con un batallon


del Comercio constante poco mas ó menos de 800 plazas, del cual
y de un cuerpo imaginario que se llamaba de la Nobleza, se ha rea
lizado posteriormente el regimiento de la Concordia Española del
Perú de mas de 1,000 plazas.

AETTLEEIA.

Una arma tan ventajosa, tan útil y tan necesaria en los ejércitos,
como la artillería, se hallaba en este reino, al tiempo de posesionar
me yo de su mando, en el mayor abatimiento y oscuridad. Hasta el
año de 805 en que vino el actual Sub-Inspector D. Joaquín de la
Pezuela á establecer la nueva constitucion de su cuerpo, 92 plazas,
en una sola compañía veterana, era la total fuerza que tenia, sobre
el pié de inválidos sin instruccion, sin disciplina y un estrecho alo
—54—
jamiento que les proporcionaban unas celdas de el colegio delos De
samparados.
Las reales órdenes que prevenían el 'nuevo establecimiento,eran
terminantísimas; pero mi antecesor, embarazado con los encargos de
otras que recomendaban la economía en los gastos del Erario, y
por una natural oposicion á cosas nuevas sin examen de su impor
tancia, remitió por muebo tiempo prestar los auxilios que pedia con
instancia Pt-zuela para llenar los objetos de su comision. Por fruto
de la mas activa diligencia; alcanzó que ge le autorizase para la for
macion de la brigada, con las limitaciones de que no pasase su fuer
za de la mitad de su dotacion, y otras de manera que en el dia en
que le sucedi en el mando, tenia este cuerpo 200 plazas con 16
caballos todos encerrados con duplicada estrechez 6 incomodidad en
el mismo colegio, por no haberse prestado en ningun modo á fran
quearle cuartel alguno, aun habiéndolos desocupados entonces en
esta capital.
Penctrab> yo de la entidad y urgencia de llevar adelante basta su
perfeccion el establecimiento, previne á Pezuela que obrase con li
bertad en los puntos relativos á su comision, franqueándole al mis
mo tiempo los auxilios necesarios para su mas pronto desempeño,
en cuya consecuencia se han aumentado las fuerzas de esta brigada
en las sucesivas revistas, hasta completar el número de 342 plazas
entre montadas y de á pié con 50 caballos para las atenciones del
reino, fuera de 52 con sus respectivos cabos y sargentos de la dota
cion de la plaza de Uhiloé. Con arreglo á este aumento, fué forzoso
dar mayor ensanche á las oprimidas tropas, facilitándoles un cuar
tel para mayor comodidad de ella, y de los caballos en sitio conve
niente y espacioso, en el ctlal sucesivamente se han ido reuniendo
como deben estar, los almacenes de pertrechos en lugar de las rama
das en que antes se custodiaban. Los operarios de la maestranza, an
tes reducidos á tres viejos é inútiles. que trabajaban en la plaza del
Callao, se reunieron en este mismo punto, aumentándolos ó rempla-
zándolos Con 16 oficiales activos y de inteligencia, conforme la nece
sidad lo ha pedido. Con igual fundamento se trasladó el taller de
armería de Una pieza lóbrega del palacio á un obrador que se cons
truyó dentro de los muros del propio cuartel, maestranza y almace
nes de pertrechoSj con la doble ventaja de que trabajen con mas am
plitud los 24 armeros de su dotación, y precaver del riesgo que ame
nazaba con sus dos fraguas los archivos de los papeles de Secretaría,
Tribunal de Cuentas, Audiencia y cajas todas inmediatas á aquella
oficina y al depósito de armas blancas y de chispa y algunas muni
ciones expuestas tambien á un daño irreparable.
Consecutivamente se levantó una batería para instituir á los re
clutas en los ejercicios de plaza, y á poco despues la fundicion de
cañones y municiones, con una alta cerca que resguarda y asegura.
todos los útiles y todos los oficios de este ramo. Por manera que hoy
se halla bajo de un solo edificio aseado, y hermoso un cuartel y un
- 55—
parque do artillería con todo lo necesario para expedirse el cuerpo
en sus obligaciones sin que necesite el soidado salir de él para cum
plir con los deberes de cristiano en los dias de precepto y aun en los
de cada año, pues se ha provisto de una pequeña.- pero vistosa capi
lla para ambos efectos, y que sirve tambien para hacer los sufragios
á los individuos del cuerpo que falleceíl.
El valor de todas estas obras que en proporcion á sus atenciones
y modo de fabricar no tiene semejante ni en América ni en Europa,
y que segun un cálculo moderado asciende á 120,000 pesos, solo ha
costado 11,968 pesos, inclusas en estas sumas las maderas que el
Eey tenia depositadas y sin uso en los almacenes de la plaza del
Callao. Los 108,000 pesos que resultan de diferencia entre el valor
de la obra y sus gastos, son el ahorro que se ha debido á la econo
mía del Sub-Inspector buscando entre los arbitrios de ocupar con
una corta gratificacion á los artilleros do oficio y á los prisioneros
ingleses, que hallándose en número de sesenta bajo la custodia de
la brigada, se ocuparon voluntariamente y del mismo modo en los
trabajos y en las obras.
Una mal entendida economía de mi antecesor, puso en manos de
campaneros ignorantes la fundicion de artillería, pagándoles por
contrata dos y medio reales por libra de hechura en cañon, y 30 ps.
cada quintal de metralla y 20 el balerío despues de darles planté
Has, terrajas, mazos, barrenas y todo lo demás necesario para el tra
bajo. A todo esto fué necesario sujetarse por no tener el cuerpo don
de poderlo ejecutar con menos gasto y mayor perfeccion como suce
de en el dia con su nuevo parque habilitado de todos los artículos
de fundición y en que se trabaja por la mitad de aquel costo, y con
imponderables ventajas en su perfeccion.
De las 55 piezas y 500 quintales de bala y metralla mandadas
fundir en tiempo del Sr. Marqués de Avilés, se hallaba concluida la
mayor liarte á mi ingreso en este vireinato, concluyéndose y au
mentándose inmediatamente despues, hasta el número de 80 de las .
primeras que se consideraron precisas en aquel tiempo. Multiplicá
ronse luego las atenciones del Gobierno de Lima con las revolucio
nes de los reinos confinantes, hubo necesidad de poner en el Alto
Perú un ejército contra los insurgentes de Buenos Aires ;: en Cuenca
una division auxiliar contra los de Quito; reforzar á Guayaquil y
otros puntos del interior; conservar en la capital una dotacion de
un tren de artillería de 40 piezas para su seguridad; y un depósito
de armas, municiones y demás artículos de guerra, para auxiliar en
caso necesario los puntos indicados; y á todo ello ha surtido el par
que de artillería con pronta y abundante provision. Solo en los tres
años últimos han salido de este nuevo establecimiento . 52 cañones
del calibre de á4 con sus carruajes y municiones correspondientes,'
y los restantes artículos de armas de chispa y blancas, cartuchería
para ellas, fornituras, tiendas de campaña, &a. sm contar con cuan
to anteriormente han sido socorridos Buenos Aires, Chile, Concep-
clon, Valdivia, cuando los ingleses ocupaban un punto del conti
nente, y despues al mismo Montevideo para auxiliarlo contra los
revolucionarios de Buenos Aires.
Si el parque de artillería y lo concerniente á é1 se hubiera mante
nido en el estado á que mi antecesor quiso reducirlo. ¿Cuál hubie
ra sido la suerte de estas provincias y aun de toda la Amórica del
Sur? No pretendo deprimir el mérito del Marqués, haciendo pre
sente su tenaz resistencia al establecimiento para- encarecer el de
mi prevision auxiliándolo, pues ni él, yo, ni nadie pudo preveer las
alteraciones que han nacido despues en América; mas debiendo jus
tificar el motivo de este gasto, no puedo dejar de repetir, como al
principio de este artículo, que en el aspecto de una guerra tan des
tructora y sin términos cual agitaba entonces á la Europa, estaba
indicada la necesidad de cubrir estos puntos para precaverla de to
do insulto ó tentativa, á que era muy regular se dirigiesen con la es
peranza de algun resarcimiento.
Otro importante artículo anexo á este ramo, es el de la fabrica de
pólvora establecida en esta capital. Hallábase el edificio en la mi
tad de la obra cuando me hice cargo del vireinato, por el incendio
que padeció la anterior; y los asentistas á cuya costa se reedificaba
desmayados del trabajo por los muchos gastos que habian impendi
do, y los que tenían que continuar hasta su conclusion. El Sub
inspector de artillería representó con enérgicas instancias la necesi
dad de esta municion, y como medio único de obtenerla, que el Eey
diese la mano á los obligados hasta ponerse en estado de cumplir
sus contratas, pues no de otra manera se podría conseguir en menos
tiempo y en toda la cantidad que se necesitaba para el servicio de
armas, de caza y minas. Con efecto era así, y en este concepto man
dé se les adelantasen, previos los requisitos que asegurasen al Erario
la cantidad de 60,000 pesos, con los que continuó y se concluyó con
toda perfeccion la obra en el término de diez meses bajo las reglas y
documentos que el mismo Pezuela les ministraba para el reparti
miento de las oficinas.
Con estos auxilios ha logrado verse la fábrica tan bien estableci
da que acaso no habrá otra mejor en todos los dominios españoles,
y la calidad de la pólvora que elavora de tan superior calidad, que
probada aquí y en Cádiz ha excedido su potencia á cuantas con
ella se han comparado, así nacionales, como extranjeras. Hasta me
diados del año de 812 habian entregado los asentitas 15,079 quínte
les de esta municion, de los cuales 8,000 se han remitido á nuestra
Península para socorrer la urgencia que de ella so esperimentaba, y
en esta sola cantidad estoy persuadido que ha logrado mas de la que
habrá recibido de todas las demas partes de ambas Américas á don
de es regular la haya pedido con igual motivo. Demas de esto ha
fabricado tambien la pólvora de caza y minas, que ha sido menester
en el vireinato del Perú; se ha enviado 900 quintales á Montevi
deo, fuera de 3,000 con que se ha auxiliado á Buenos Aires y
—57—
Chile cuando eran mas felices que en el dia, en que los efectos de sü
revolucion los devora, y á Guayaquil, Cuenca, el Alto Perú y otros
puntos que han tenido ahundante y oportuna provision de la nueva
fábrica.
En tan considerables socorros como los que se han ministrado á
todas partes, y en la mejora de su calidad es vista la importancia
del establecimiento, y las ventajas que se han reportado en este so
lo ramo mediante los conocimientos y actividad del Sub-Inspector
que ha trabajado en igual con los oficiales de su brigada hasta de-1
jarlo en el estado de perfeccion á que ha llegado.

historia—5
LIBERTAD DE IMPRENTAS,

Como primer magistrado del Eeino, y depositario de la autoridad


de las leyes, he debido ser y he sido exactísimo en obedecerlas, y el
mas vigilante en hacerlas guardar y cumplir para la felicidad de to
dos y bien comun á que se dirijen. La de la libertad de imprentas,
comunicada á este Gobierno en orden de 11 de Noviembre de 18l6
que conspira á la ilustracion de los pueblos, apenas fué recibida co
mo promulgada en toda la comprension de este Vireinato; encargán
dome muy particularmente de promoverla, como debe colegirse de
mi constante propension acreditada en ejemplares de favorecer las
ciencias. Ni la calamidad de los tiempos, ni las multiplicadas ocu
paciones del Gobierno que llamaban la atencion á diferentes objetos
todos grandes y todos urgentes, han servido de embarazo á mis de
seos, ni entorpecido los resortes que debían ponerse en movimiento
para conseguirla-.
El restablecimiento del Colegio del Príncipe y de las aulas y es
cuelas gratuitas, que corrían en esta ciudad al cargo de los Jesuitas
expatriados; la ereccion del Colegio de San Fernando, para la ense
ñanza de la Medicina, que abraza tambien las de otras ciencias prác
ticas y expeculativas, hacen la prueba mas terminante de mi amor
á las letras, y la de mi decidida voluntad de que se difundan prove
chosamente las luces por las clases mas recomendables del Estado.
De todo esto se ha dado ya razon en otro lugar, así como de las
cuantiosas erogaciones que ha sido necesario impender en el edificio,
dotaciones para maestros y alumnos de Veca, Librería, Instrumen
tos, Jardin Botánico, Laboratorios, y otras oficinas tan necesarias
como costosas, y que hacían parecer temeraria y aun extemporánea
la empresa. Ahora se hace preciso repetir la misma indicacion- de
—59—
ellas, para acreditar que no podia echar sobre mi tantos y tan consi
derables cuidados, sin una decidida voluntad de extender los cono-1
cimientos y la ilustracion.
Mas, como encargado tambien de la pacífica conservacion de este
Eeino, no podia sin faltar á esta esencial parte de mis obligaciones,
dejar correr á la sombra de la misma libertad discursos vehementes,
que pudiesen turbar el sosiego que tan felizmente y á costa de una
vigilancia continua, se ha gozado en el territorio de mi respon
sabilidad.
Los primeros escritos que de esta naturaleza aparecieron en Lima,
fueron los que publicó D. Gaspar Eico, y el Mariscal de Campo D.
Manuel Villalta. Los del primero, no respiran otra cosa que el mas
torpe desahogo desus pasiones, y la venganza contra los jueces que
habian intervenido en sus ruidosas causas con la casa de los Cinco
Gremios de Madrid sobre intereses; y los del segundo, las mas amar
gas quejas contra el Gobierno por la postergacion que supone haber
sufrido en sus ascensos. Prescindiendo de la justicia con que ambos
podian intentar su desagravio, porque ni es de mi actual intento di
fundirme en este punto, que acaso podría desempeñar con muy ob
vias y solidisimas razones, que hicieran ver lo contrario, ni estoy en
obligacion de responder á unas acusaciones que no se dirijen contra
mis providencias. Lo Unico que en semejantes casos debia yo exami
nar, eran los términos en que estaban concebidas y expuestas aque-
lias quejas, para prevenir en tiempo las fatales resultas que podian
originarse á la quietud pública de un modo de producirse tan irre
gular y peligroso,
Con efecto, el papel de Rico aunque lleno de invectivas contra
los magistrados, no me pareció contener un veneno tan mortal, acti
vo y peligroso como el de Villalta, en que grosera y muy impolítica
mente se b acia resaltar el motivo de los celos de los americanos con
tra el Gobierno, por no haber sido atendidos como los europeos en la
distribucion de los empleos y premios Como este fundamento ha si
do la causa principal de que se han valido los insurgentes, para alu
cinar y arrastrar la multitud de los pueblos de su partido; no era
prudente dejar correr la seduccion, al mismo tiempo qile se emplea^
ban tantas vigilias en impedir que se comunicasen de fuera las pro
pias ideas de subversion. Consideradas de esta naturaleza las de Vi
llalta, mandé recoger sus escritos previas las calificaciones del Tribu
nal de Censura de la Provincia, que opinó ser un abuso de la liber
tad concedida á la Nacion, cuya suerte no tuvieron los de Rico.
Pero este hombre peligroso, haciéndose despues patrono y protec
tor de un periódico que se dió á luz con el título del Peruano, insul
tó no solo á los particulares con quienes tenia algun resentimiento,
sino que llevó audazmente su pluma contra los Gobernadores en to
dos los casos de mayor importancia, siendo su genio atraviliario, el
mayor de los cuidados de este mando. De manera que denunciados
muchos números, ó por los sugetos á quienes comprendia, ó por per
—60—
gonas á cuyo celo se hacían sospechosas las miras de Rico, fué nece
sario usar del mismo medio que para con los de Villalta, que están
indicados en el Eeglamento de Imprentas. Las censuras- de alguno»
de sus números exigian del Poder Ejecutivo la providencia de reco
gerlos, ó como libelos infamatorios, ó como subversivos del orden,
por cuya razon se practicó así, mas sin estrépito y con la sagacidad
y prudencia que demandaban las circunstancias.
Mas altivo Eico con estas consideraciones, debidas al tiempo y no
á su persona, tuvo el arrojo de continuar sus excesos en el Peruano,
y de proteger con el mayor desacato otro nuevo periódico titulado su
Satélite, papel el mas incendiario y subversivo que ha salido de las
prensas de esta ciudad, el cual tambien mandé recoger bajo las mis
mas formalidades y requisitos que prescribe el reglamento con que
escandalosamente alentaba y procuraba una conspiracion general.
Entonces llegué á convencerme íntimamente de la inutilidad de los
medios de sugetar á Rico y otros como él, así como de la necesidad
de corregirlo para apagar en tiempo hábil, la fatal hacha dela revo
lucion que irremediablemente iba á poner en combustion á este tran
quilo pais; mas no quise ejecutarlo por mí como podia, sino con dic
tamen del Acuerdo, á cuyos Ministros manifesté el clamoT de los Go
bernadores para cortar el pernicioso abuso que les daba la capital,
y sin cuya providencia dijeron no poder responder de la quietud de-
la tierra.
Con motivo tan poderoso, era precisa que mi tolerancia se apurase,
para tomar la determinacion correspondiente á cortar en tiempo opor
tuno, el cáncer que amagaba al territorio de mi responsabilidad pol
la conducta de Rico. Llevé el expediente al Acuerdo, acompañado
de los demas antecedentes que obraban en este Gobierno de queja»
particulares, á quienes ofendia con su arrojada, pluma, con las califi
caciones que la Junta de Censura habia hecho de sus papeles, y no
dudando á presencia de todo, que la de Rico en este reino era perju
dicial al sosiego público y particulares, prestó llanamente el Tribu
nal su dictámen, para que se Te exportase bajo partida de registro,
como lo TerifiqUé, embarcándolo por la vía de Panamá y con destino
al puerto de Cádiz, y á disposicion del Gobierno. Medida oportuní
sima con la que se consiguió ver restablecido el órden, la moderacion
y la decencia en los papeles públicos. El Gobierno libre de un censor
estrafalario de sus providencias, pudo contraerse con todo su esfuerzo
á continuar las afanosas tareas del mando en todos los ramos que lo
componen, y aun promover la aplicacion y conocimientos de personas
de notorias luces yjuícío, para que en otro papel, intitulado verdade
ro Peruano, de JJ. Gaspar Rico, continuase la ilustracion pública, la
propagacion de las máximas mas importantes á la sana moral, con
forme al espíritu del Gobierno y del Evangelio.
Despues de esta providencia que aun hasta hoy juzgo oportunísi
ma, y 4 la que en opinion mas comun se debe no ver encendido este
íeino con el fuego comun que devora los demas de esta América,
—61—
han aparecido otros papeles particulares ó periódicos, en que la mo
deracion y respeto á las autoridades, ha dado materia á la ocupacion
de sus autores y á los que los leian, honesto entretenimiento, auxilio
para el manejo doméstico de los ciudadanos, y para el giro de sus in
tereses, y cuando mas alguna atingencia para advertir el descuido
de ciertos empleados públicos, ó los excesos de estos y de los parti
culares. Cuando por sentirse ofendidos de estas expresiones han de
nunciado los unos y I03 otros tales escritos, se les ha hecho justicia
arreglándome en el modo de impartirla, á lo que previenen los pita
dos reglamentos; siendo muy denotar que en cuantos han ocurrido
de esta naturaleza no podrá citarse uno en que las partes^iayan que
dado agraviadas ó disgustadas, á lo ménos de las determmaciones
del Gobierno.
Los espantosos sucesos de la Nacion francesa que traen en agita
cion, de un polo á otro toda la tierra, han precisado en política á pu
blicar noticias seguras con que desvanecer las nulas, apócrifas y mal
intencionadas que han procurado difundir nuestros enemigos, ya en
ese, ya en este continente. Para ambos fines he trabajado por mi
mismo en mantener una Gaceta de Gobierno extractando lo mejor
de los papeles de esta clase publicados en otras partes, y dando ofi
cialmente los partes y demas interesantes y auténticos avisos, del es
tado de nuestros ejércitos á imitacion en todo de la que se publica
en nuestra Corte. Un Gobierno que se conduce por estos principios
de probidad y rectitud de todo saca partido, y cuando la crisis aven
turada en que se ha hallado la Monarquía, la irreligion y el fanatis
mo han socabado los cimientos de ella para trastornar el orden, la
Gaceta de Gobierno de Lima ha sido la barrera fuerte que ha deteni
do y aun trastornado los planes de seduccion y del engaño.
ENTRADA DE LOS INGLESES EN BUENOS AIRES.

A poco mas de un mes de haber tomado posesion del mando de es


te Vireinato, cuando me hallaba enteramente dedicado á dictar pro
videncias para su seguridad, por el estado descuidado de defensa en
que lo encontré, y precaver del modo posible las miras hostiles de
los ingleses nuestros enemigos entonces, objeto interesantísimo á su
ambicion por la fama de sus ricos minerales; cuando con el mayor
dolor recorría los almacenes, depósitos y parques de Artillería, abso
lutamente desprovistos y faltos de armas, municiones y artículos pa
ra la guerra; cuando visitaba la plaza y fuertes colaterales del Ca
llao, que carecían de las obras y tropa mas necesarias para su conser
vacion; daba providencias para acopios, echaba los fundamentos á
la fábrica de Pólvora, determinaba y aumentaba las guarniciones,
con parte de los Eegimientos de Milicias de esta capital y de los
creados en las provincias interiores; cuando meditaba, trazaba y cal
culaba los planes para la fundicion de artillería, construccion del
cuartel para la brigada de esta arma, su obrador y todo cuanto ha
sido preciso para hacerla llegar al grado de perfeccion y respetable
estado en que se halla; establecía depósitos, á ciertas distancias, en
los puntos mas seguros y proporcionados de la misma costa; y final
mente, cuando mejoraba el establecimiento de las partidas veteranas
parala disciplina de sus milicias; entonces me sorprendió la noticia
de haberse apoderado de la capital de Buenos Aires el General Car-
Berresford con el corto número de dos mil hombres de tropas inglesas.
Arrebatado mi celo, con tan sensible noticia, contesté á esos
avisos, ofreciendo á todos y á cada uno en particular, de los
Jefes que me la comunicaron, mi mejor disposicion para auxiliarlos
en sus respectivos distritos, á pesar de la distancia, con cuanto
necesitasen y se hallase al alcance de mis facultades. Incesantemente
—63—
previne á los Gobernadores de este distrito el acontecimiento, y las
precauciones que debian tomar para evitarlo en nuestro territorio, y
con mas especialidad al de Chiíoé cuya posicion á barlovento de to
do este reino, y el de Chile, lo hacia mas codiciable á los enemigos,
para extender desde allí con mas facilidad, sus miras de ambicion y
de conquista. Ofrecí é todos, socorros de toda especie, é hice aprontar
en el mismo dia un buque de guerra para conducir á la citada isla
de Chiloé, punto de mi primera atencion y cuidado, un capitan, yun
subalterno, con los sargentos, cabos y soldados que pareciesen mas
á propósito de este regimiento veterano, con los pertrechos que de
signarían los comandantes de marina, artillería é ingenieros, á quie
nes pedi noticias para librar en consecuencia las órdenes oportunas
ásu verificacion, adelantando este aviso por el reino de Chile para
no perder momentos en asunto de tanta gravedad y trascendencia.
Al mismo tiempo que me ocupaba de estas disposiciones, procuré
tambien inflamar los ánimos de estos naturales, y mover los resortes
de su honor, interes y amor al soberano, para disponerlos á tma glo
riosa defensa. A este fin recordé algunos hechos memorables que
acreditaban el valor de sus progenitores, para que sin demora pasa
sen á alistarse en los cuerpos de milicias de sus respectivas clases.
Tomadas estas previas medidas de seguridad, convoqué una Junta
de Guerra, á la que la luce presente como tambien mi designio de
pasar la cordillera de Chile, no obstante lo avanzado de la estacion,
con solos 500 hombres de todas armas, municiones y dinero, para
que agregándose á ellos las tropas que pudieran reclutarse en Chile,
seguir en posta hasta Buenos Aires y restituir al dominio de S. M.
aquella capital, volviendo por el honor de sus reales armas. Aunque
no pareció á la Junta conveniente mi separacion de este reino, por
considerar absolutamente necesaria mi presencia, para continuar las
providencias que con el mayor acierto se estaban librando, convinie
ron en los domas puntos que propuse en ella. Pero insistiendo con
firmeza en mi propósito, lo participé al Virey Marqués de Sobre-
monte asegurándole lo verificaría á la mayor brevedad, si los cuida
dos de este mando no me ligaban del todo á él; y que en tal caso
nombraría un jefe de inteligencia, crédito y valor, y de mi total con
fianza para el desempeño de cuanto se le quisiese confiar, que lo era
el actual Brigadier Sub-Inspector de Artillería D. Joaquín de laPe-
zuela, con el que caminarían sin dudalos auxilios que deberían estar ya
en camino, si me los hubiese pedido en detall, ó al menos instruido-
me de él, del suceso como lo había esperado de dia en dia para dis
poner sobre datos seguros los envíos; añadiendo por último ,mis re
flexiones fundadas en el conocimiento que adquirí del territorio á
mi tránsito por él, sobre el de los sugetos, cuyo crédito de buenos
oficiales le facilitaría sacar provecho de su servicio, y otras adver
tencias generales que podian conducir al intento de restaurar la pér-
dida de aquella importante plaza.
Entre tanto, seguía yo precautoriamente librando mi disposicion
—64—
de seguridad y de defensa de esta capital y puerto del Callao y sus
inmediaciones, y para ello, despues de haber limpiado los fozos, le
vantado puentes, y construido unos tarnboretes en lo interior de
la plaza principal, tuve tambien que demoler los inútiles caballetes
que tenia, tanto por no poder resistir artillería de grueso calibre,
como por considerar sumamente perjudiciales sus ruinas en caso de
ataque á la propia guarnicion. Eeparé las murallas de esta ciudad,
sin costo del Erario, limpiándolas interior y esteriormente, forman
do en cada baluarte una pequeña plaza de armas, y á distancias
competentes los repuestos de pólvora para el servicio de las baterías,
y por último formé un corto ejército, dividido en dos cantones, para
disciplinar, foguear é instruir en el servicio de campaña á su oficia-*
lidad y tropa en dos divisiones que mandé situar, la una en las in
mediaciones del pueblo de Bellavista, y la otra en las del Chorrillo.
Oprimido con el peso de tantos cuidados y fatigas, que se hacían
cada vez mayores, con la consideracion de no poder mandar oportu
namente los socorros que deseaba á Buenos Aires, por la incertidum»
bre de sus verdaderas urgencias, lo cual podría malograr quizá la
próxima estacion del invierno, y cuando estaban ya invertidos mas
de 50,000 $ en gastos de la expedicion, recibi por extraordinario la
plausible noticia de la recuperacion de dicha capital el 12 de Agos
to, accion debida al talento y disposiciones del valeroso capitan de
navio D. Santiago Liniers. Pero como los enemigos se conservasen
en el mismo Eio de la Plata, con considerables fuerzas y ánimo al
parecer de atacar segunda vez la plaza y la de Montevideo, no obs
tante los oficios del Marqués de Sobremonte, que opinaba no ser
necesarios otros refuerzos, ni mas auxilios que los de numerario,
mandé seguidamente que á los 100,000 $ que estaban en camino
por la vía del Cuzco, se aumentasen 200,000 $> mas, de los produc
tos de la caja de dicha ciudad, y de las de Arequipa y Puno, á pesar
de las estrecheses de este erario, y por la de Chile remití 1800 quin
tales de pólvora, 200,000 cartuchos de fusil, 200 quintales balas de
plomo para idem, otros 200 dichos en pasta y 3,000 espadas de ca-
callería, cuyas remesas calculadas por valor de 121,000 y mas pesos,
Unidos á los 50,000 de la expedicion, y los 300,000 librados contra
las referidas cajas, ascienden en todo los auxilios hasta aquella fecha,
á 470,000 $ que pudieron llegar con felicidad y emplearse última*
mente en la gloriosa defensa de la capital de Buenos Ayres. Mas no
solo fué el resultado que calificó de prudente y reflexivo este envío,
pues hallándose este en camino y próximo á llegar á su destino el
aviso de su remision, recibi el oficio del comandante D. Santiago Li*
niers, en que haciendo ver la carencia de estos artículos, y Jas apura
das circunstancias en que se hallaba con la proximidad de los enemi
gos, me pedia el auxilio de tan precisos agentes para la guerra. Ellos
llegaron con tan feliz oportunidad, que sirvieron para resistir el ata
que de los enemigos, y produjo por consecuencia la libertad de la
plaza de Montevideo, tomada poco ántes por asalto, á pesar de su
—65—
honorífica resistencia, como se dirá despues. Mi contestacion no fue
otra, que la de comunicarle los socorros que la prevision me habia he
cho poner mucho antes en camino, á que añadiría los nuevos artícu
los que solicitaba en su carta; pero con el sentimiento de no poder
lo verificar con armas de fuego por la escasez de ellas en estos rea
les almacenes.
No tardó el Marqués en conocer la falta de cálculo, en su antece
dente, pues con fecha 22 de Noviembre, transcribiendo la que dice
ascrita á este Gobierno en 22 del antecedente insta por la remision
de caudales, y añade la nueva solicitud de armas de fuego y blancas,
cuya contestacion consiguiente á mis providencias, lo era tambien
con la dada en la misma fecha al comandante Liniers, y le ofrecí
de nueyo con mayor expresion, que no obstante el estado de escasea
en que me hallaba, y las inprescindibles atenciones de este mando, le
socorrería, como lo habia hecho hasta entonces, con pólvora, armas
blancas y dinero con todo lo demas que pudiera conducir á su defen
sa, indicándose para ello sus necesidades y medios de poderlo ejecu
tar, en inteligencia de que nada omitiría en tan inportante materia,
estando seguro como lo estaba del perjuicio que podría seguirse con
la detencion de los enemigos en aquel punto, á la integridad de los
dominios del Rey en este Oceano Pacífico.
Los enemigos que como queda dicho se mantenían en el Rio muy
superiores en numero de buques y hombres, atacaron diferentes ve-
ees la plaza de Montevideo; pero su enérgica resistencia tuvo al fin
que ceder, á la superioridad y al asalto que se les dió en la noche díl
2 de Febrero de ,807, .escalando el Cabo del Sur por no haber podi
do recibir el reefuerzo con que marchaba el comandante Liniers en
su socorro. Por esta nueya desgracia, el clamor se aumentaba en de
manda de auxilios, de gente, armas y dinero, y esto en circunstan
cias de hallaime empeñado en cubrir las plazas de Chiloé, Panamá y
otros interesantes lugares de Ja costa, formaba un cuadro melancólico
de mi situacion, y el mayor contraste de deseos para acudir con las
fuerzas disponibles de este mando, á donde la necesidad las exijiese
con mayor imperio. La presencia de los enemigos, el deseo de hacer un
servicio de consideracion al Soberano, y lo que me daba que discur
rir la ausencia del Yirey, el Marqués de Sobremonte, de la capital,
viniendo por diferentes manos á las mias, todas las peticiones sin ha
blarme jamas sino indirectamente ó por incidencia, del Jefe Supre
mo del reino, despertaron mis ideas á cerca de presentarme en aque
lla plaza y me obligaron á manifestar en contestacion al Regente
de aquella Audiencia estos recelos. *
(*) Con efecto, ellos no fueron infundados, pues la primera carta que «ie dirijiú
aquel General á correo seguido, insta y ruega por mi presencia en aquella plaza, no
solo para defenderle de los enemigos, sino para contener los progresos de la convulsion
que habia padecido el 6 de Febrero, deponiendo tumultuariamente el 17 la primera au
toridad del reino, apoderándose de su persona, y ocupando su correspondencia. Hasta
ese estado de ultraje y vilipendio llego la dignidad, después de haberla obligado á que
.delegase *iis primeras facultades eu la Audiencia, y el mando militar en el Coman danta
—6C—
Los cuantiosos gastos que so erogaban sin cesar en este reino, y
los que se impendian igualmente para atender á Buenos Aires, Chi
le, Chiloé, Panamá y otros diferentes puntos como queda dicho,
empobrecían esta real hacienda ó la imposibilitaban para subvenir
íí sus naturales y mas precisas obligaciones, principalmente cuando
debían recelarse mayores para lo sucesivo. Con esto, y las reiteradas
peticiones que por diversos conductos se me dirigían desde Buenos
Aires, fué imposible dejar de recurrir al arbitrio de colectar un do
nativo voluntario; y publicado en todo el vireinato un bando para el
efecto, contesté así al Cabildo la carta escrita al intento, haciéndole
ver mis sacrificios por su conservacion, y el nuevo medio que abra
zaba para comunicarlos, manifestándole al mismo tiempo, la mons
truosa deformidad que notaba eu aquel Gobierno desorganizado, y
falto de la unidad á que conspiran las santas leyes de la monarquía,
y la conveniencia de obrar subordinados á mi solo poder, que reune
la fuerza y las luces, para evitar las desgracias y calamidades que
eran consiguientes , siempre que se apartasen de tan saludables
principios. Las sumas colectadas por razon de donativo, produjeron
124,000 pesos, que agregadas á los anteriores envíos de numerario
hacen ascender en su totalidad á cerca de 700,000 pesos, cuya pro
digiosa cantidad asombra si se atiende al estado en que se halla
ban estas tesorerías, y á los gastos que tuvo que impender de nue
vo con las notician que se recibieron de Buenos Aires comunicadas
por el americano Berimgham sobre ataque de estas costos.
En estado de cosas, me comunicó el Marqués de Sobremonte, la
pérdida de Montevideo, desde la villa de Guadalupe á donde se ha
bía retirado con los restos del ejército que¿habia formado, para reunir
cuanta gente le fué posible, y mantener como él se esplica estos do
minios á S M.
Seguidamente el tribunal de la Eeal Audiencia, me participa ha
ber tomado el 12 de Febrero del mismo año, posesion del gobierno
de aquellas provincias, á consecuencia de lo resuelto en junta gene
ral, por la cual sehabia exonerado de esto empleo al Virey propie
tario: y este horrible y criminal atentado contra la Magostad repre
sentada por el Virey, origen de las desgracias que afligen hoy aquel
miserable pais, hubiera decidido entonces de la suerte de Buenos
Aires, si la que la favorecía no hubiese deparado en la persona del
Sr. Comandante Liniers que sostituyó al Virey en el mando de las
armas, la mas firme é impenetrable barrera contra las empresas de
los ingleses.
Efectivamente consagrado todo al servicio del Bey y á la defensa
de la patria, el nuevo jefe formó de los ciudadanos un cuerpo de
tropas respetable, y puesto á su frente, partió á detener la marcha
de los 10,000 hombres que al mando.del General Vvitelocke de-
Oencnil D. Santiago Linter?. Como esta nueva y~mas lamentable ocurrencia demanda-
lia urgentes remedio?, resolví tratarla con el Real Acuerdo en expediente separado en
une se nublará conmasesíensionen f.u oportuno lugar.
—67—
Bembarcaron el 28 de Junio en la ensenada para atacar la plaza.
El éxito, en los primeros ataques,fué en algunos puntos como de
bia recelarse, visorio, dudoso; pero encerrados despues en el recinto
de la plaza, defendidos por las obras que se hicieron oportunamen
te en ella, bien armados y municionados, y sobre todo alentados con
el ejemplo y disposiciones activan del jefe, consiguieron el 5 de Ju
lio el mas insigne triunfo y la mas completa victoria sobre los ene
migos, muy superiores en número" y disciplina, de la que resultó la
libertad de la plaza de.Montevideo segun se ha expuesto. Mi gozo, al
recibo de esta noticia, se trasmitió á todo este pueblo; y el cuerpo
que lo representa, animado de mis mismos sentimientos, despues do
haber concurrido á los actos de gracias y regocijos acostunbrados,
manifestó con generosidad su reeooocimiento, á los defensores de la
capital de Buenos Aires, y en especial á ¡>u jefe, prohijando al me
nor de sus hijos, á quien asignó una pension de 000 pesos anuales
que deberá gozar, hasta que tomando carrera pueda imitar las vir
tudes de su buen padre; de todo lo que tuve por conveniente instruir
íi los jefes y cuerpos de aquella capital, para que les constase la
cordial inteligencia y recíproco interés que tomaron en sus glorias.
Y resultándome á mí la mayor, de haber concurrido como auxiliar
á una accion verdaderamente memorable, y digna de los mas enca
recidos elogios: conservaré unido á este extracto, como un monumen
to de su apreciable memoria, los documentosllue su gratitud, amor
al Bey y á la patria dictó, dándome repetidas gracias por mis ince
santes desvelos y eficaz conato, en proporcionarles los auxilios con
que pudiesen hacer brillante sus acciones, y librarse de la opresion
que ya les habia empezado á hacer sentir el enemigo.
Los triunfos adquiridos en Buenos Aires sobre el enemigo, no
me hicieron olvidar su situacion de pobreza: asi para que pudieran
sostenerse, las tropas puestas á sueldo, y atender á las viudas de sus
defensores remití el estado de lo colectado por donativo al Señor
Kegente, á fin de que procurasen los medios de trasladar los últimos
resios existentes en esta tesorería con aquel destino, anticipando mis
providencias á sus solicitudes en cuanto estaba de mi parte, dili
genciando personalmente los ingresos como acreditan mis interpo
siciones con este consulado, y los posteriores envíos de pólvora he
chos á la misma plaza.
Eesultando de todo, que si la suerte ó mis mayores obligaciones
en este reino, me privaron de la gloria personal que pude haber ad
quirido en los triunfos de Buenos Aires, no fueron por lo menos es
tos motivos poderosos para hacerme vivir en la inaccion é indolencia,
como parece de los documentos que relaciona este extracto, en que
se atribuye la mayor parte del éxito feliz de nuestras armas á mis
cuantiosos y oportunas auxilios de municiones, armas y dinero.
UNIVERSIDAD.

De todas las universidades establecidas en América, es la de San


Marcos de esta capital la mas antigua; única entre las de la parte
meridional que distinta el título de Estudio General, y que goza
de los mismos privilegios y exenciones que la de Salamanca. Su
creacion es del año de 1551 en virtud de cédula expedida por el Sr.
D. Felipe II con rentas muy cortas, pero que se ampliaron despues
de las vacantes de encomiendas de varias provincias, para dotacion
de catedráticos, ministros y oficiales, hasta la cantidad de 13,000
pesos por el Virey D. Francisco de Toledo, atribuyendo á sus rec
tores la jurisdiccion propia en. materias de la escuela, con facultad
directiva, y coercitiva, sobre los miembros de ella, á quien así mis
mo dió ella estatutos para su gobierno y mayor estabilidad. La de
cadencia de las encomiendas por la que se empezó á sentir en la po
blacion, ocasionó en las rentas de la Universidad tan sensible rebaja,
que fué preciso situársela en ramo mas seguro, y en aquella canti
dad que demandaba por entonces el establecimiento; lo cual repre
sentado á S. M. por el Sr. Marqués de Montes Claros, su liberalidad
y magnificencia se extendió á aumentar la asignacion basta 14,906
pesos, que hoy disfruta, señalada en los novenos decimales de las
iglesias de Lima, Trujillo, Cuzco, Quito, Charcas, Paz, Huamanga
y Arequipa.
Ademas de esta entrada fija y permanente, cuenta en el dia
1,140 pesos que deben reputarse de la misma seguridad, como pro
cedidos de las fincas ó censos de que le han hecho donacion ó mer
ced algunos particulares; y finalmente es la tercera clase de sus in
—69—
gresos los eventuales, que procede ele la venta de indultos 6 conten-*
tas, propinas y otras gratificaciones, que debiendo percibir de Ios-
grados los doctores y maestros, al presente los tienen cedidos á la
escuela.
Los 16.000 pesos que componen Ips dos primeras, están destina
dos para salarios de catedráticos y gastos comunes del cuerpo, y 1*
última se halla consignada álas del culto y al pago de crecida can
tidad de pesos que reconoce á interés, cuyo descubierto trae el anti
guo origen de las excesivas erogaciones hechas con motivo de los
recibimientos de los Excmos. Señores Vireyes, vice-patronos de la
escuela, donatives hechos al Estado y otras limosnas que, es-
cusadas como pudieron y debieron serlo, rebajarían hoy la suma de
87,000 pesos á que asciende sU espantosa deuda. La total extincion
de ella, la he juzgado difícil y del todo imposible, sino se suprimen
los gastos de recibimientos, como con este motivo y convencimiento,-
dispuse se ejecutase el mio, por la única consideracion de redimir al
cuerpo del apuro en que se hallaba para verificarlo, y del nuevo gra
vamen que habrían tenido que imponerse, continuando la antigua y
abusiva costumbre de impender sus rentas de un modo tan perju
dicial á sus propios intereses.
La enseñanza pública ha sufrido en el número de maestros y su
aplicacion, las alteraciones consiguientes á la renta que había de in
vertirse en este objeto. A poco ó nada conduce la noticia de los que
fueron creados primitivamente para el intento de esta relacion. Las
nuevas cátedras que se han erigido, y las que han convenido que va
ríen de institucion, llegan hoy á diez y siete, en las que jamás se ha
invertido nada en lo asignado en las noventa; pues de las primeras,
unas tienen señalamiento en la hacienda pífblica, otras en los propios
del Ayuntamiento, otras se hallan indotadas hasta el dia, y las otras
se sirven con un a propia renta, variado solo el nombre¡y su aplicacion.
Hasta el número de 38 que son hoy en todo, las demas que restan
corresponden á las religiones, y se hallan dotadas por ellas mismas.
Unos y otros, han debido concurrir á las aulas á dictar y expli
car las materias de su cargo á los escolares, por el orden qüe habia
de designar el Hector con acuerdo de los mismos maestros, como se
observaba en los tiempos inmediatos á la fundacion de la Acade
mia; pero inevitables accidentes, que es como se me ha infirmado á
cerca de esta obligacion, no desempeñada, han precisado á variarlo»
sin perjuicio de ia pública enseñanza. Cuanto en-el particular se
diga, ó pueda decirse, no es otra cosa, ni puede dársele otro lugar,
ni títulos quejel de escusas con que no satisfacen el cargo que les re
sulta de percibir un salario á que no se hacen acreedores con asistir
á las pocas conferencias que cada maestro tiene que presidir en el
año escolar; de que resulta que los cursos de los colegios particula
res se consideren como si fuesen adquiridos en las aulas de las es
cuelas para obtener los grados mayores y menores, justificada su
idoneidad por las actuaciones que pide como pruebas de suficiencia
—70—
la constitucion, presididas por los maestros dela facultad á que per
tenece.
La provision de las cátedras, se efectúa en riguroso concurso de
opositores, sorteándose en el dia anterior los puntos que deben expo
nen- de memoria por el termino de una y media, ó una hora dentro
del angustiado término de solas 24. Prueba es esta con que no.solo so
acredita el aprovechamiento anteriormente recibido, sino tambien la
aplicacion y anticipado estudio de las materias, sobre que ha de re
caer la suerte y decidir la del pretendiente. La disertacion ó discur
so que debo esplanar. el testo ó capítulo/comprende tambien la ma
yor y mas amena erudicion que las adorna; y sobre él, sufren otra
media hora de actuacion, satisfaciendo los reparos ú objeciones de dos
de los coopositores á la misma cátedra; y finalmente esta se discierne
por el claustro de doctores y maestros, al que se reune mayor m-lme*
ro de sufragios ó do votos, conforme á la facultad que para ello le
es conferida.
Estos catedráticos que lo son solo en el nombre, por falta de
ejercicio como queda dicho, debieron aplicarse á la instruccion
de la juventud , hasta donde lo permitiese la estrechez de las
aulas ó en sus casas particulares, como lo han practicado muy po
cos á quienes el honor ó el testimonio de su conciencia indujo á
satisfacer su cargo en el modo posible, y que no habiéndolo hecho,
conlo es constante, han defraudado á la escuela de los fondos, y á la
juventud de esta ciudad de la educacion que eran obligados á dar
le con perjuicio del Estado, y del crédito que en tiempos anterio
res llegó á disfrutar la Universidad.
Un título de justicia, como el que queda expresado el amor á este
público, y un deseo eficacísimo de su alivio en todos ramos, me pre
cisó á tomar algunas providencias en lo relativo á la reforma de la
escuela. Tal debe considerarse la aplicacion de los maestros ó cate
dráticos de medicina, los de matemáticas y de artes, á la enseñanza-
en el colegio de S. Fernando, como en el capítulo coirespondiente se
ha dado ya razon, pero para que nunca dejen de ofrecerse dificultades
al que manda aun en el mas benéfico y provechoso, como resulta de
esta disposicion, no han faltado entrelos mismos maestros, algunos
que representen contra ella, apoyandose en los privilegios de la
Universidad para llevar sin trabajo la asignacion que con cargo de
enseñarle está hecha.
La qite hoy disfrutan, menor que la primitiva, es á la verdad in
suficiente para mantenerse con decoro, atender con ella á las necesi
dades de sus familias, siendo por tanto necesario que busquen arbi
trios con que cubrirlas en el ejercicio y práctica de sus respectivas
profesiones; mas este es un daño de difícil reparo en las circunstan
cias, y que solo podrá proporcionarlo el tiempo y la mas económica
distribucion del fondo de eventuales ingresos, encargando á los Eec
tores y Claustro, la prudencia y circunspeccion que debe merecerles
un asunto del cual depende su honor y su crédito, la subsistencia
—71—
de la escuela, y la ilustracion de los jóvenes de todo el reino, pues
siendo hoy tantos, tan graves y tan urgentes los objetos en que de-
he invertirse la renta pública, y aun los ramos agenos de vacantes,
mayores y menores aplicables á este destino : y probablemente debien
do serlo por algun tiempo, será menos prudente ocuparse con esta
esperanza remota, que aplicar el remedio cierto, aunque lento, que
se presenta la economía de sus rentas. El estado actual de la Uni
versidad de San Marcos de Lima, y el de otras muchas corporacio
nes y establecimientos piadosos que hay en ella, acredita ser mas di
fícil conservar que erigir, y que por esta razon son muy raras las
que han correspondido al noble designio de su institucion, y á las
benéficas miras con que el Soberano les ha dispensado sus gracias,
auxilio y poderosa proteccion.
Cuando haciéndose ineficaces todas estas disposiciones, es necesa
rio reparar su mal estado, por otras nuevas que se solicitan, el arbi
trio es recurrir á la formacion de expedientes que á mas de la mo
rosidad con que giran, nunca llevan el camino recto para descubrir
con sencillez el origen de sus atrazos, y proponer con franqueza los
medios mas fáciles de la restauracion, ordinariamente se convierte
esta diligencia en un choque de contradictorias opiniones, en que la
enemistado el capricho, halla un campo abierto para satisfacerse y
nunca ó rara vez so encamina el deseado término de esclarecer la
verdad, para aplicar el oportuno remedio. Por esta razon obviando
pasos inútiles, y con la atencion fija en el adelantamiento del cole
gio de San Fernando, cuyo principal objeto es el estudio de la fa
cultad mas necesaria é importante para el hombre, en una ciudad
populosa y enfermiza, en que convenía crear profesores Lábiles para
su asistencia, me resolví á hacer la aplicacion de las cátedras, á fin
de que su enseñanza produjera el beneficio que S. M. se propuso ha
cer á estos vasallos en la creacion de ellas. Tambien tuve presente
que este debería ser un medio para empeñar á los jóvenes en el es
tudio de unafacultad, abandonada en manos de la última plebe, sin
aplicacion y sin el fomento que requiere, y que no era posible ad
quiriesen fuera, sin maestros, sin método, sin instrumentos y sin
práctica en las operaciones, todo lo cual conciba el plan de estudios
que especifica el lugar poco antes citado.
Ademas, la económica aplicacion de los catedráticos ó mas bien
de las cátedras de los colegios, no es sin ejemplar como se verificó
con los de Digesto, la del maestro de las sentencias y mas de artes
en tiempos anteriores al convictorio de San Carlos, con menos pode
rosos motivos que los que concurren en los de S. Fernando. Los in
convenientes serían los mismos; pero es regular que la aprobacion
que mereció esta providencia, esté fundada en reflexiones tan obvias,
como justas. Causa la mayor admiracion que hombres literatos, en
quienes debe suponerse el mayor amor á las ciencias, y el mayor in
terés en la propagacion de las luces, sean los primeros que obstru
yan los medios de conseguirla; pero esto prueba que la emulacion
—72—
cntre ellos, es un sistema, á cuya pasion miserable se sacrifica de or
dinario el éxito de las mejores empresas.
A pesar de tan obstinada contradiccion, he tenido la gloria de
presentar, puede decirse de improviso, el mas lucido plantel de jó
venes educados en el nuevo colegio, que alguna vez serán el ornato
y las delicias de la academia, el sosten de sus familias, y el auxi
lio en las últimas necesidades que siente la naturaleza, fin unico y
precioso que me propuse en su ereccion y fomento.
Pero al fin de no perder el carácter de impartir, que me he
propuesto conservar en esta relacion, será bien que no omita el jus
to elogio que debe hacerse de los miembros de esta Aeademia. En
los tiempos pasados y aun en los presentes.
PANTEON GENERAL.

Como entre las causas que necesariamente influyen Jen las


enfermedades, consideré que ninguna debia obrar con mas efi
cacia en esta ciudad que la práctica de hacerse los entierros en
en las iglesias, y atendiendo que la ereccion de un Campo
Santo general, á mas de ser del mayor interés de sus vecinos,
libertándolos de aquellas contingencias, estaba recomendada
por S. M. en repetidas cédulas, (1) quise instruirme del motivo
ó motivos que babian entorpecido el cumplimiento de una de
terminacion tan sábia y saludable. Con el expediente á la vis
ta quedé satisfecho de que aquellos no habian sido otros que
los que nacen del error de la preocupacion ó la costumbre, ó
lo que parece insuperable las mas veces de la falta de recursos
para emprender la obra. Supuesto lo cual preparado á comba
tir los unos, desterrar los otros y finalmente á proporcionar lo
queparecia mas dificultoso; resolví ponerlo en prática sin cos
to del erario, ni el menor gravámen del público. Desde aquel
mismo instante, apartando de mi aquel volumoso expediente, so
licité terreno espacioso, ventilado y conforme á las mejores re
glas, el mas á propósito para su plantificacion. Trazóse el plan
del edificio que aprobado por mí en todas sus partes y distri
buciones, se puso inmediatamente por obra, sin mas fondos
que el inalterable buen deseo de hacer efectivas las órdenes
del Soberano, y de mirar por la conservacion de la salud de este
benemérito vecindario. El influjo de la autoridad, mi personal
asistencia, la economía de los gastos, y la viveza en la ejecu
cion, fueron los móviles de un momento que puede competir
con los mejores de Europa en suntuosidad y grandeza, sirvien
do á Un mismo tiempo de ornato á lá capital de un reino como
el Perú y del mayor beneficio á la salud de sus habitantes.

(1) 9 de Diciembre de 86 — 3 de Abril de 87 — 27 de Marzo de 89—30 de


Julio de 803 — y 15 de Mayo de 804.
Historia—6
Quedaba aun lo principal que era destruir el error y la preo
cupacion de las gentes, que cubierta con el aparato de piedad
y religion la hacia mas robusta; y lo que las enfermedades y
la muerte no habían logrado desimpresionar, lo alcanzó la per
suasion de mis discursos y el ejemplo de conducir con la ma
yor solemnidad y pompa fúnebre á ese mismo lugar las ceni
zas del Excmo. ó IUmo. señor D. Juan Domingo de la Regue
ra, dignísimo Azobispo de esta ciudad. Un acto religioso prac
ticado con todo el decoro y magnificencia que el caso requería,
acabó de desterrar las impresiones del fanatismo en el pueblo,
que hoy conoce y confiesa, lleno de reconocimiento, el inesti
mable beneficio de hallarse libre de la eomipcion de los cadá
veres, y con los propios sentimientos admira la salud en el ve
cindario, el aseo y prosperidad de sus templos.
La obra encargada al P. D. Matías Maestro, eclesiástico re
comendable por sus virtudes y talentos, empezó el 23 de Abril
de 807 y los fondos que sirvieron, son: A saber
$ 17,699 4 De cuatro corridas de toros en la plaza mayor
que cedió el Excmo Cabildo.
3,653 De varios donativos graciosos que vinieron de
fuera.
68,500 Dejvarios principales impixestos á censo, sobre la
imsma obra.
3,891 Importe de 283 nichos y 5 osarios enagenados á
varíos cuerpos y particulares, despues de asig
nados 297 á las comunidades y otros cuerpos,
quedando para el servicio del público 1021 de
adultos, 192 de párvulos.
Los gastos impendidos en el todo de la obra, ca-
& 93 743 4 pillas, colecturía, carrozas, esclavos, muías.
' &., ascendieron segun parece de sus cuentas a
$ 106,908 6
Y no habiéndose acopiado mas
fondos que los 93,743 4

Eesultó el descubierto de $ 13,165 2

De esta cantidad pertenecen al ar


quitecto 7,198 7
Y lo restante á los fondos destina
dos al colegio de S. Fernando 5,966 3

Eebájanse de estos últimos 1,070 pesos que quedaron líqui


dos despues de todos gastos en los primeros diez y nueve me
ses de. su administracion, y queda reducido el descubierto á
12,095 pesos 2 reales en esta manera:
—75—
Lo que pertenece al arquitecto son. . 7,198 7
Lo del de San Fernando 4,896 3

$ 12,095 2

Como pertenecientes á la obra del colegio de San Fernando


de que ya se ha tratado, deben computarse los 3000 $ que ha
tenido do costo el cerco del jardin botánico de que se dá una
cuenta instruida en las del Campo Santo en que se acredita
que el descubierto es solo por los 2,095 pesos arriba expre
sados.
Disminuido en los años posteriores el número de entierros,
han bajado considerablemente sus entradas, de modo que á
penas cubre sus gastos ordinarios con muy corta diferencia; de
aquí es que no ha podido verificarse la idea con toda la exten
sion que se había concebido de beneficiar al público, quitando
la pension de paramentos fúnebres que hoy grava considera
blemente á las familias, que con el tiempo y una buena admi
nistracion podrá conseguirse.
Los arbitrios para extinguir esta deuda consisten principal
mente en la enajenacion de 234 nichos que están destinados á
familias privilegiadas, de que no han usado basta ahora con
fiados quizás, en que con el tiempo volveran á ocupar sus bó
vedas en las iglesias donde las tenían; pero desengañados de
que no puede tener efecto, entre otros motivos porque el pue
blo ha abierto los ójos, y conocido el interes verdadero que
reporta en su salud, tendrán al fin que abrazar este partido,
de que hoy no los retrae la preocupacion sino la economía, y
esta cede por lo general á la singularidad y á la mayor osten
tacion de las casas.
Varias descripciones se han hecho del terreno y de esta obra
suntuosa, pero la mas sencilla y propia, la que demuestra su
bella situacion, solidez y buen gusto, su distribucion, aseo y
ornato, es la que se acompaña al fin de esta exposicion.
Tambien va adjunto el reglamento provisional que con
acuerdo del Iltruo. Prelado de esta Santa Iglesia, se formó pa
ra gobierno de este nuevo establecimiento, en que se prescri
ben las reglas para sus empleados, y las que por su parte de
berá observar el público. En todo he atendido con preferente
cuidado proporcionar á este el mayor alivio, y procurado des
terrar perniciosos abusos, para que ni el pueblo sufra perjui
cios, ni se malquiste la- buena opinion del Cementerio.
Huyendo de la comun manía de dar un aire misterioso á los
asuntos de defícil expedicion, y de encarecer el mérito que se ,
adquiere con su acierto, no sé como deberé yo tratar el mas
grave y mejor desempeñado de cuantos han ocurrido en el bor
rascoso tiempo de mi mando en este reino. Hablo de la pro
clamacion de nuestro legítimo monarca el Sr. D. Fernando VII
por la abdicacion que en él hizo el Sr. D. Carlos IV, su padre,
de la corona y del trono.
Obstruidos los conductos de la correspondencia de Europa
con el impedimento de la guerra con la Nacion Británica y los
funestos combates de nuestras escuadras, se pasaban muchos
meses sin adquirir en estos remotos dominios, noticia alguna
directa relativa al estado y situacion política de nuestra Pe
nínsula, y mucho menos en materias de oficio. Por la misma
razon eran confusas, inexactas y equívocas, las que se tenían
de la memorable causa del Escorial, la de los antecedentes y
consiguientes á la abdicacion del Sr. D. Carlos IV, y se igno
raba finalmente el desenvolvimiento de aquella farsa, cuyo
término vino á ser el de la exaltacion del desgraciado príncipe
de Asturias á la corona de sus padres, y el principio de la glo
riosa época de la libertad de los españoles.
En este estado, pues, de oscuridad llegaron á esta capital
las órdenes y cédulas expedidas en la forma de estilo, para la
proclamacion del joven Soberano, y cuando en virtud de mis
órdenes todo se disponía ya á ejecutarlo, con la solemnidad
que siempre se ha acostumbrado, sorprendieron el acto nuevos
oficios, nuevas órdenes y cédulas, recomendando eficazmente
el ^reconocimiento del intruso regente Joaquín Murat, nombra
do desde Boyona para lugar teniente General del reino por el
—77—
Eey padre, quien se decia haber reasumido el mando, que la
fuerza y la violencia habian arrancado de sus manos. Dio la
última mano á este tejido de imposturas y falsedades la remm-
cia del sucesor en favor de su mismo padre, con otras tenebro
sas operaciones propias del usurpador, cuya notoriedad escusa^
ria la molestia de traerlas á consideracion, sino fuesen necesa
rias para hacer ver los embarazos en que puso esta maniobra á
los "gobernadores para tomar la mejor y la mas justa de las de
terminaciones. Porque aunque al traves de tan espesas nieblas,
siempre se dejaba traslucir la desrazonable proscripcion del
príncipe heredero; ella venia encubierta con el aparato de su
propia renuncia, fundada en el bien de sus vasallos, auxiliada
con las órdenes y cartas de nuestros mas acreditados Ministros
del Superior Consejo de Indias y con reales cédulas.
No obstante lo cual, y que el dia 1? de Diciembre, señalado
inmediatamente despues que se recibieron las primeras cédu
las para la augusta ceremonia de la proclamacion de Feman
do, era escaso tiempo para proporcionar las solemnidades, con
que este fidelísimo Cabildo y pueblo se disponia á ejecutarla,
segun es costumbre ; convoqué inmediatamente para acuerdo
extraordinario y seguidamente á una junta general en que hi
ce presente las nuevas circunstancias gravísimas de que ins
truían los documentos recibidos por expreso de Buenos Aires
en el dia anterior. Con vista de ellas se acordo unánimemente
adelantar el acto, tanto en esta capital, como en todo el virey-
nato, y con efecto se señaló el 13 de Octubre para esta ciudad,
sin embargo de que la estrechez del término no daba lugar á la
precisa decencia, y al decoro con que en otras circunstancias
debia ejecutarse. A este fin se libraron las mas estrechas y eje
cutivas órdenes á los ftibunales y cuerpos que debian concur
rir á solemnizarlo, y se public'ó en el mismo dia por bando, cu
yos ejemplares se circularon para su cumplimiento á todas las
autoridades y jefes del distrito.
Omítense los demas pasos consiguientes á esta resolucion,
porque no conteniendo nada de particular, se haria sumamen
te molesta y enojosa su lectura. Pero lo que no puede, ni debe
mi moderacion pasar en silencio, es el eficaz esfuerzo con que
por un secreto iñfpulso de mi corazon, arrostrando las dificul
tades de una ciega incertidumbre, alumbré á la junta el cami
no seguro que debia conducirnos al mas alto honor de procla
mar y jurar al mejor Soberano del mundo, digno de serlo en
España, el suspirado Fernando. Apartándomele aquellas len
tas fórmulas á que son inclinados por educacion y por principio,
los Ministros que forman los tribunales, les di el hilo para sa
lir del laberinto de contradictorias disposiciones en que nos ha
llamos sumergidos.
—78—
Esta intempestiva ocurrencia nos privó á todos de hacer
una ostentosa demostracion de nuestra fidelidad, anticipándo
se casi dos meses al término que estaba proscripto para la jura;
pero aunque careció de aquellos accidentes, ella se verificó en
el corazon de estos habitantes el dia señalado de un modo mil
veces mas augusto y mas sagrado, mas sincero y mas cordial
que han visto los siglos, y de una manera que jamás podrán
conseguir los déspotas, por grande que sea el poder de sus nu
merosos ejércitos, y por mas que se apure la elocuencia en
ponderar los aplausos finjidos de la turba de los aduladores que
los rodean. El paso se hacia dificil por las espaciosas calles de
la carrera, segun era él concurso, y pude observar por mí mis
mo en los semblantes de los concurrentes, las lágrimas de ter
nura y de placer que acompañaron este acto religioso. Pene
trado yo de los propios sentimientos, enajenado con la mas
dulce satisfaccion, al ver los que animaban este generoso pue
blo, no tengo dificultad en confesar que mezclé mis lágrimas
con las suyas, reputando este dia memorable por el mas gran
de y venturoso de los de mi vida.
Varíos oficios y cartas particulares que se recibieron despues
de distintos gobiernos de América y de la propia Península,
disiparon la oscuridad del horizonte para anunciamos la he-
róica resolucion de que cada provincia de por sí, y de un mo
do incomprensible, al mismo tiempo todas habiau formado pa
ra defender su independencia y vengar los ultrajes hechos por
el ambicioso Bonaparte al Eey y á la Nacion Española. Todo
lo cual ha comprobado -él acierto y feliz desempeñe del mas
delicado negocio, que con dificultad pueda presentarse en mu
chos años de mando en un gobierno. Mi constante adhesion y
suma deferencia al Gobierno Supremo, representante de la so
beranía, en todas las vicisitudes y alteraciones que ha sufrido,
ha mantenido este reino en la mas asombrosa tranquilidad que
el mundo admira, en medio de los embates que ha padecido y
padece en los demás puntos de la América. Con esto solo habia
llenado el objeto de mis altas obligaciones ; pero mi ardiente
fidelidad, interés y amor por la causa santa del Eey y de la Pa
tria, me han impelido y determinado á llevar mis providencias
mas adelante á donde la necesidad las ha exijMo mas imperio
samente en tiempo de serenidad, y con doble razon en estos de
trastorno y de calamidad, para refrenar la ambicion y el orgu
llo de algunos insensatos, que persuadidos de la impunidad de
sus crímenes, en la desgracia de la España, han agusado el pu
ñal para emplearlo en las entrañas de su misma madre, como
se verá en el curso de esta exposicion.
PUBLICACION Y JURA DE LA CONSTITUCION.

Uno de los sucesos de mayor importancia y gravedad que


pueden acontecer á una Eepública, es el arreglo ó reforma de
sus leyes. Todas las clases del Estado á su impulso, perciben
sensiblemente sus efectos, y se conmueven por el orden y ar
monía que guardan entre sí las partes con el todo á quienes
corresponde. Y cuando por esta razon ha sido mirado en todo
evento, y en todos lugares este punto con la mas detenida cir
cunspeccion y cuidado, para prevenir las resultas de una alte
racion popular, puede inferirse los que debió originarme la
publicacion y jura de nuestra sábia y liberal constitucion.
Por ella no solo se reponen á los antiguos españoles en sus
primitivos derechos, sino que se les amplían con la mayor ex
tension, siendo llamados al propio tiempo al ejercicio de unos
y otros los desendientes de aquellos nacidos en estos dominios,
y los originarios de la España Americana, considerada ya co
mo una parte integrante de la monarquía. Segun la misma
la soberanía reside en la nacion, representada en Cortes por
sus Diputados, y el nombramiento de estos corresponde á los
ciudadanos, asi como la eleccion de sugetos para el gobierno
económico interior, que es propio de los Cabildos.
Una teoría tan fácil y sencilla no es, sin embargo, alimento
propio para el comun de los pueblos, que todo lo terjiversa y
acomoda á su pequeña inteligencia, de que han nacido los ab
surdos mas graves, y que no solo el vulgo ignorante, sino per
sonas en quienes se supone alguna ilustracion, hayan abrazado
y sostenido aquí y en otras partes como un axioma, la para
doja de la soberanía del pueblo.
—80—
Por estos principios generales, y el conocimiento particular
deKGstado de los gobiernos confinantes, no podia dejar de re
putar grande y peligrosa la obra de establecer la Constitucion,
mas con todo no debi decretar su cumplimiento el mismo dia
de su recibo establecido, pues la junta preparatoria que dispo
ne su peculiar reglamento para calcular la poblacion, base so
bre la cual debían determinarse las personas y el número de
los que debían de componer las asambleas primarias, y las de-
mas hasta la de los electores de partido, se ejecutó todo con
la mayor celeridad aun en medio de las dificultades que opo
nía á la exactitud la falta de un censo general, y á la poücia
la diversidad de las castas.
Las solemnidades que precedieron á la publicacion y jura
del nuevo Código, correspondieron perfectamente en todo á la
grandeza de su objeto, y tanto por parte del Gobierno, como
del Excmo. Cabildo y vecindario, se hicieron poderosos esfuer
zos para hacerla decorosa y magnífica. En los dias sucesivos
la juró el Virey en el Acuerdo, y las corporaciones en sus res
pectivos tribunales y oficinas, y por último los ciudadanos to
dos en sus parroquias respectivas con júbilo universal é inex
plicable.
' Para todos y cada uno de estos actos se publicaron los cor
respondientes bandos, y se pasaron los oficios, órdenes é ins
trucciones convenientes, con presencia de las que se recibieron
de la Corte para el mismo efecto, las cuales se circularon á los
Gobiernos de toda la comprehension de este mando para uni
forme cumplimiento.
A las demostraciones de júbilo se siguieron despues las con
vocatorias para los actos positivos, con que se restituyen á los
ciudadanos sus facultades y derechos, en dias y horas señala
das para elegir el nuevo Cabildo ó Ayuntamiento Constitucio
nal y los Diputados que debían servir en la provincia y repre
sentarlos en las Cortes.
Las enemistades y los odios corrieron á rienda suelta, á la
par con la rivalidad entre europeos y patricios. La intriga de
los partidos se dejó conocer mas claramente en unas que otras
parroquias; pero en todas ellas se logró al fin, concluir la dili
gencia sin los peligros que ordinariamente traen en sí seme
jantes actos populares.
No omití es verdad, providencia alguna desaquellas que por
una prudente cautela estaba obligado á tomar con anticipa
cion, y tambien lo es que no tuve noticia de que se hubiesen
cometido excesos, por los cuales debiesen ser corregidos sus
autores, pues en tal caso,^ la prudencia se habría calificado de
debilidad, ó inducídoles á cometer violencias ó crímenes.
Finalmente me presenté en las últimas asambleas, y la fir-
_ —81—
meza de mi carácter, (lió á estas últimas el que no habían te
nido las primarias, por falta quizá de energía en los jefes polí
ticos que las presidieron. Mas no por esto podrá decirse, que
fueron menos libres estas que aquellas, ni que el Virey coartó
en ninguna manera la voluntad de los electores, que á su vez
eligieron, en la primera el Ayuntamiento Constitucional de
esta ciudad, y despues en la segunda los Diputados de Cortes
y el de provincia.
Lo mismo que por lo respectivo á esta capital queda dicho,
se ha observado tambien en las demas provincias y partidos
del reino, conforme á lo dispuesto por la junta preparatoria de
esta ciudad, y prevenciones particulares de este Gobierno. En
las mas populosas se han notado iguales abusos, que se han
cortado con la misma prudencia, capacidad y arte; de modo
que ha embarazado se cometan otros mas enormes, para cuyo
castigo hubiera sido necesario emplear la severidad ó el rigor.
Todas sus residías no han pasado de quejas y recursos sin tér
mino, á todos los cuales se ha dado expedicion y pronta salida
en los términos indicados.
Puedo lisongearme, de que en ningun punto de los de la
América, y puede ser, que ni aun en los de la Península mis
ma, haya podido vereficarse un establecimiento de tanta mon
ta con menos inconvenientes, con mas celeridad, ni mayores
aplausos del público, atendidas las diversas circunstancias de
unos y de otros. El éxito de no haber padecido contraste al
guno el sosiego y quietud de los pueblos, está acreditando la
oportunidad de las medidas, para hacer tan extraordinaria no
vedad en el Gobierno, y las aclamaciones con que han recibi
do este ensayo de su libertad política, es una prueba de que los
habitantes de este reino no son insensibles al bien que les con
cede la nueva Constitucion de la Monarquía Española, ni des
conocidos á la mano conductora, que los ha guiado con tanto
acierto y fidelidad en los primeros pasos de su felicidad civiL
TRASLACION DE LA FAMILIA REAL DE
PORTUGAL AL BRASIL.

Los anales de la América Meridional preseutan como uno


de los acontecimientos mas notables, y acaso como el mas pe
ligroso á su existencia política, el de la imprevista traslacion
de la real familia de Portugal á sus Estados del Brasil. Este
solo suceso sin antecedente, órden, ni prevencion alguna, por
parte de nuestro Soberano, y en tiempos tan inmediatos al de
las mayores empresas de su aliada la Inglaterra contra estas
posesiones, dan una idea bastantemente clara del apuro de
sus gobernadores, para hacer variar el aspecto pacífico de estas
regiones, y estar al reparo y á la defensa contra las asechan
zas de una nacion, émula perpetua de nuestras glorias y com
pañera inseparable de la que sin cesar ha aspirado á la pose
sion de nuestras riquezas.
Mas aun cuando una mutacion feliz en los sucesos de Euro
pa, poniendo término á la guerra que la devora, nos hubiese
libertado de tener que sostenerla en América, otro genero de
guerra poco menos funesta que es la del contrabando, por to
da la dilatada extension de las fronteras, á mas del que siem
pre se ha hecho por otros canales, hubiera acabado de destruir
nuestro debilitado comercio. Uno de estos dos estrenios era
inevitable, y cada uno de ellos á su vez presenta inconvenien
tes gravísimos, y responsabilidades de superior órden, que la
extraordinaria cadena de los sucesos acaecidos con posteriori
dad, ha suspendido por ahora en sus efectos.
Aun al menos versado en materias de política, bastará tener
una lijera idea de las facultades limitadas de los gobernadores,
para conocer la incidiosa que condujo los pasos del Ministro de
Eelaciones Exteriores de Portugal D. Eodrigo de Sousa Con-
tiño; cuando á los pocos meses de su establecimiento en elJa-
neiro, entabló por medio del Gobernador del Eio Grande y del
Brigadier D. Joaquín Javier Conrado, proposiciones para que
una convencion tácita ó expresa del Virrey de Buenos Ayres,
facilitase continuar y extender el recíproco comercio entre , los
habitantes de aquellas provincias y los vasallos portugueses,
en la forma que se habia practicado hasta entonces con ban
deras simuladas y con el nombre de especulacion.
—83—
El aparente motivo que se buscaba para un rompimiento
era este, aunque al mismo tiempo se ponia por obra, y por me
dio de una alevosa carta del mismo Ministro, dirijida al Cabil
do de Buenos Aires, el inicuo designio, sujerido acaso por los
ingleses, de sublevar los ánimos de aquellos habitantes. En
ella se intentaba descreditar nuestra Constitucion política,
ponderar el abandono de estos establecimientos, la decadencia
ó aniquilacion de nuestra monarquía, por su ciega adhesion á
los intereses de la Francia; y por último, convidaba á aquel
Virreynato á que se sometiese á la proteccion del Príncipe Be-
gente, bajo la promesa de conservar sus privilegios, no esta
blecer nuevos impuestos, asegurarle un comercio íntegro y li
bre de todas trabas, y libertar aquellas provincias de los efec
tos de la venganza de sus aliados los ingleses, exponiendo por
conclusion: que cuando fuesen desatendidas tan amigables
proposiciones, producidas con el humano objeto de evitar efu
sion de sangre. S. A. R. se vería obligado á obrar de concierto
con su poderosa aliada la Inglaterrr, y con los fuertes medios
que la Providencia habia depositado en sus manos.
La contestacion que dio el Ayuntamieuto de acuerdo con el
Virey, y los arbitrios estudiados de este para detener al briga
dier Conrado en Montevideo, de un modo decoroso á su perso
na y represantacion, entorpeció el progreso de una negociacion
que debia terminar, ó con un rompimiento abierto de guerra, ó
con la mas funesta desvastacion de nuestros intereses. Eu es
ta época se recibieron en América las primeras noticias de la
ocupacion de la España por las tropas francesas, quitándose el
Emperador la máscara de amigo con que habia logrado enga
ñarla, y las de la heroica resolucion de los españoles para opo
nerse á la pérfida usurpacion del monstruo de la Europa. De
este modo, haciéndose comunes los intereses de ambas nacio
nes, fué preciso que variase el plan de los proyectos combina
dos en aquel gabinete, con precisa inteligencia de los ingleses
en ellos.
La junta de Sevilla, negociando un armisticio para entablar
la alianza, que felizmente se concluyó despues entre las tres
paciones, afianzó en toda perfeccion esté negocio, suspendió
por entonces las miras que podian haberse concebido contra la
América Española; pero nunca ha dejado de trabajarse, aun
que de diversa manera sobre su aniquilacion y su ruina.
El Almirante Sir Sidney Smith^ue á las fuerzas respetables
de una escuadra, unia la mayar sagacidad é inteligencia en
materias políticas, redobló entonces sus fuerzas para plantifi
car en Buenos Aires el comercio inglés, que todas vinieron á
estrellarse en la incontrastable roca de la fidelidad del Virey,
que era en aquella sazon D. Santiago Liniers. Pero relebado
—84—
poco despues este por D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, que
aunque con los mismos sentimientos, carecia de práctica y de
conocimientos del pais, llegaron á conseguir el intento, sor
prendiéndolo y alucinándolo con la noticia de que venia una
grande escuadra francesa con tropas de desembarco, para in
vadir la América del Sur. Como para ponerse á cubierto de
estas tentativas, era preciso mantener algunas fuerzas arma
das, no ménos que para atender los movimientos de cuatro ó
seis mil hombres que los portugueses habian arrimado hácia
Eio Grande, bailándose sin numerario para mantenerlas, le hi
cieron creer que el comercio inglés era el único recurso que
podia salvarle, y el que debía poner en obra sus dilaciones.
Con efecto, logrado este paso, adelantaron sus negociaciones
hasta hacerse de una parte del rio inmediato á la capital para
fondeadero de sus buques, y comprar ó construir casas y alma
cenes dentro de ella, con un tribunal mercantil que tanto daño
ha inferido al comercio nacional, como se dirá en otra parte.
No fueron tan felices los medios que para el mismo fin se
habia propuesto el gabinete del Brasil en el distrirto de mi
mando. Al mes de haberse hecho la proclamacion en esta ca
pital, se inundó esta y otras muchas ciudades del reino, de
cartas escritas á nombre de la Infanta Doña Carlota Joaquina,
Begenta de Portugal ; animando á este Gobierno, Audiencia
Arzobispo y Obispos, Cabildos y muchos particulares á man
tener la obediencia á su padre, desentendiéndose de la abdica
cion que habia hecho en el primogénito. Despues de otro mes
de esto, llegó al Callao una fragata inglesa mercante con car
gamento, por el valor de cerca de un millon de pesos, cuyo
sobrecargo venia provisto con el título de Correo de Gabinete
de S. A. B., y una carta muy espresiva de recomendacion pa
ra que se le permitiese vender cuanto traía, y dando á enten
der que vendría dentro de poco el Infante D. Pedro á mandar
este reino en nombre del señor D. Carlos IV. Traia así mismo
una muy capciosa carta del Almirante Smith, para que permi
tiese aquí un comercio directo con su nacion, en atencion á
las íntimas relaciones adquiridas últimamente por la alianza
celebrada con la nuestra ; y finalmente, otra de D. Fernando
José de Portugal, Secretario de S. A. B. la Señora Princesa
del Brasil; recomendando ambos asuntos, á pretesto de la
amistad que habíamos contraído en el Janeiro, donde él man
daba como Virey, á mi paso para este destino.
M todo el aparato que envolvían estos documentos y noti
cias, ni el estado imperativo de que usaba la Infanta, fueron
bastantes á determinarme á conceder el permiso que el sobre
cargo pedia con instancias muy vivas para el desembarco de
sus efectos. Por el contrario escusado con las leyes, repelí co
—85—
mo era debido la solicitud, contestando con respeto y energía
las cartasen que casi se me interpelaba á quebrantarlas; y apro
vechando esta oportunidad de indicarle mis obligaciones, hice
presente á la Señora Infanta que nunca podian ser mayores
las de un subdito fiel y celoso por los intereses de su amo, que
en la ausencia de este, como acontecía en el caso presente, en
que Fernando VII que lo era mío, y á quien legítimamente
habíamos jurado, no podia reconocer mientras viviese, otra
autoridad que la suya, sin hacerme responsable del mayor
crimen.
Terco el sobrecargo, repitió sus instancias acompañadas con
ofrecimientos, y despreciado todo por mí recurrió á la altane
ría y amenazas inglesas que yo repelí con la entereza españo
la, mandándole conducir á su bordo de grado ó por fuerza.
Perdida la esperanza de obtener por medio alguno la licencia
de este gobierno, apeló á la Audiencia desde el lugar en que
se mantuvo oculto ; y este tribunal que fué tan débil para ad
mitir el recurso del extranjero, lo fué mucho mas en pedirme
los autos hasta por tercera; pero negados constantemente por
mí, por ser un asunto gubernativo, y como juez de extranjero
privativo de mis facultades, tuvo á bien retirarse á su buque
á donde le envié un pasaporte para regresar al Janeiro, man
dando que ningun corsario español le incomodase, siempre
que se le'^ncontrara en derrota para su destino, que era cuan
to pedia hacer en obsequio de las recomendaciones de S. A.,
pues solo por el hecho de haber recalado á un puerto de estos
mares, debió ser apresado segun nuestras leyes, fundadas en
tratados de paz los mas auténticos; pero que se le apresase ca
so de hallársele en nuestras costas ó en demanda de ellas. Con
todo fué necesario que dos lanchas cañoneras se pusiesen á su
costado para hacerle salir, como lo ejecutó al fin si dar lugar á
emplear la fuerza. La experiencia adquirida en este negocio
que tanto me habia dado que hacer, me sirvió para no permitir
bajar á tierra individuo alguno, de la tripulacion de otro bu
que de la propia nacion que arribó al Callao muy pocos dias
despues de la salida de aquella.
Tal fué el resultado de las primeras especulaciones mercan
tiles del Gobierno Portugués en este vireinato, en que una se
vera observancia de las leyes, ha destruido la idea que pudie
ron concebir como probable de establecer su comercio y de ex
tenderle despues á mayores empresas.
ALBOROTOS DE QUITO

Al extender la relacion ó extracto de las providencias que se


han librado por este Gobierno para sosegar los alborotos de las
provincias limítrofes, se ha hecho preciso ocurrir hasta su orí-
gen, comoque el vicioso fundamento de ellos hace la justifica
cion de tales procedimientos. Ahora se ejecutaría lo mismo
con respecto á los de Quito, con sujecion en lo sustancial, á lo
que ministran los expedientes formados en el particular, y con
la protesta de que si en algo me desviase de aquellos docu
mentos, no alterará de ningun modo los hechos, y solo será en
aquella parte á que obligue la mayor ilustracion, valiéndome
de las noticias ó informes mas imparciales, adquiridos por con
ductos seguros y de sujetos de recomendable crítica y vera
cidad.
Se ha asentado anteriormente que las semillas de indepen
dencia se habían esparcido en Bueuos Aires, por muchos aven
tureros de que se inundaron sus provincias á la entrada de los
ingleses en el Eio de la Plata, que esta halagüeña esperanza
sedujo y dispuso los ánimos de muchos incautos y ambiciosos,
y que la conducta, en todo uniforme, que se ha observado por
los revoltosos en todas partes, es una fuerte presuncion para
creer, que el proyecto que nació en Buenos Aires, se hizo des
pues extensivo á todo el continente; pero que apesar de todo,
jamás hubiera pasado, á mi ver, de la clase de simples pro
yectos, si aquella capital no hubiese alentado á los demás pue
blos con su ejemplo de insubordinacion y falta de respeto á
las autoridades, y si las desgracias de la Península no les hu
biese persuadido, que podia verificarse todo sin la menor con
tradiccion. ,
Una cosa sola ha quedado por decirse, que aunque no dismi
nuye la gravedad de la culpa en los autores de los movimien
tos de la América, á lo menos hace menos odiosa y abomina
ble la conducta de los pueblos seducidos. La verdad debe pre
valecer siempre; no hay respeto ni consideracion alguna que
no ceda á la obligacion que tenemos los hombres de bien de
profesarla, y la posteridad me acusaría con razon de la nota de
parcial y aun de mal patriota, si no la expusiese con todo el
horror y execracion que se merece por los incalculables males
que ha causado en todos sentidos á la patria. Cualquiera en
—87—
tenderá que hablo de las suversivas proclamas publicadas á
nombre del Gobierno Supremo dirijidas á los americanos, no
con otro objeto al parecer, que el de avivar la rivalidad invete
rada entre estos y los españoles auropeos, exaltando y ponde
rando los motivos de su celo con expresiones tan vivas y tan
enérgicas, que ha conducido como irresistiblemente á tomar
las armas á muchos que en las primeras alteraciones, ó habian
sido meros espectadores, ó quizá de los mas leales defensores
de la causa del Eey. "No son ya, dice, los mismos que ántes
enoorbados bajo un yugo mas duro, mientras mas distantes es
tabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados
por la codicia y destruidos por la ignorancia." No necesitaban
mas los corifeos de la revolucion para aprovecharse de este
idioma, y hacerlo servir á sus designios; pero tuvieron mas,
que hicieron valer á sus ambiciosos fines. El mismo papel
combate injuriosamente á las autoridades, y sembrando una
inquieta desconfianza, tan injusta como poca merecida de los
gobernadores de la América, ya los denigra con el infame títu
lo de mandatarios nulos del antiguo poder, ya los presenta co
mo autores de todos los males, de todos los abusos y de todas
las estorsiones que habian sufrido los pueblos para malquistar
su reputacion y trastornar el sistema del orden político, .esta-
blecido mas ha de 300 años en estos dominios. Otros varios
papeles igualmente incendiarios, abortos del frenesí ó de la
malignidad, se recibieron en aquel tiempo, conspirantes todos
á destruir la opinion pública y la confianza del Gobierno, los
que propagados rápidamente por todos los ángulos de la Amé
rica por los agentes de la suversion, surtieron el efecto de con
mover y decidir á los que no de otra manera hubieran tomado
tauta parte en la ultima alteracion de las provincias.
La de Quito, que por la ilustracion y nobleza de que se jac
ta, parecía la menos dispuesta á corromperse, fué de las que
mas se adelantaron á abrazar la quimera y á echar sobre sí
un borron, que tanto la degrada y oscurece. Los nobles enga
ñados por sus pretendidos sabios, y ellos mismos ignorantes de
cuanto se requiere, para que una revolucion pueda llamarse
feliz, no echaron de ver el miserable estado de su poblacion, su
falta de industria y comercio, sin ningunas relaciones exterio
res; y finalmente, no conocieron que su estremada pobreza los
hacia incapaces de aspirar á tan grandes proyectos.
Desde el año de 1773 han sido varias las revoluciones de es
te pais imbécil, que con solo los amagos de llevar á él las armas
quedaron sofocados; pero no mudó la condicion de algunos de
sus vecinos, pues en el año de 1790, cuando todo el mundo
abominaba el regicidio y demas atroces crímenes de los fran
ceses, exhibieron de nuevo una muestra bien clara de su mala
t —88—
disposicion, en una conspiracion que se fraguaba contra el Go
bierno; pero advertida en tiempo oportuno la trama, se cortó
el hilo á sus procechmientos con la prision de sus autores, que
al fin vinieron á gozar de la mas perjudicial impunidad. Las
mismas ideas volvieron á renacer luego que se hicieron noto
rios los cuidados que agitaban la Península, por la violenta
ocupacion (pie hicieron de ella los ejércitos de Bonaparte; y
aunque el Gobierno del Excmo. señor Conde Euiz de Castilla,
logró tener conocimiento de ellos, antes db realizarse el plan
que se meditaba y aprehender á la mayor parte de los promo
vedores del desiguio, ellos volvieron á gozar de la propia im
punidad ó por falta de pruebas del delito, ó por demasiada in
dulgencia de los majistrados, ó por otras causas que no ha sido
posible investigar. Lo cierto es que abusando de la clemencia
con que se han indultado las penas correspondientes á tan
execrable delito, solo sirvieron estas causas y estas prisiones
para hacerlos mas cautos y dirigir con mas tino sus operacio
nes en lo sucesivo.
Con efecto, los mismos sujetos, acompañados dé algunos in
dividuos de la plebe, en una nocturna asamblea, dispusieron á
su antojo de las autoridades y de la suerte" del pueblo, decre
tando la deposicion y arresto del Presidente y magistrados de
la Audiencia, y de los empleados de primer orden; y constitu
yéndose visiblemente arbitros de los destinos de toda la Ame
rica, establecieron una Junta con el título de Soberana, de la
que habian de ser subalternas las potestades de las demás pro
vincias. Al romper el dia siguiente, despues de corrompida la
tropa por el soborano, se anunció la conspiracion estrepitosa
mente y se puso en obra á un mismo tiempo el plan trazado
en la noche precedente sobre estos principios. Despáchanse in-
mediatamenfe órdenes circulares á todas las gobernaciones
circunvecinas, para el reconocimiento de las nuevas autorida
des, erigidas con los coloridos comunes de la disolucion del
Gobierno Supremo, y el de conservar eu toda su integridad los
dominios del desgraciado y ausente soberano el señor D. Fer
nando VII. Se abrieron las arcas de la tesoreria á gastos exor
bitantes ; se crearon empleos con grandes dotaciones, aumen
tando el número de tropas, y finalmente se emplearon todas
aquellas artes é intrigas de que se valen ordinariamente los in-
surj entes, para atraer á su partido á los que dominados de la
ambicion ó de la codicia, están dispuestos á saciar estas pasio
nes sin reparar en los medios.
Mas como no hallasen ni en los gobernadores ni en los cabildos de
Panamá, P asto, Barbacoas, Popayan, Cuenca, Guayaquil y Loja
personas del temple q' necesitaban para llevar adelante la empre
sa de conmover á los pueblos,yántes bien recibieron la masjusta
—89—
repulsa á sus promesas, al mismo tiempo que estos últimos interpe
laban el poder de este Gobierno, para con sus auxilios, mantener en
la debida obediencia y fidelidad al Bey, sus respectivos territorios,
se vieron precisados á recurrir al arbitrio de las amenazas de una so
nada fuerza. Con esto, los Gobernadores y sus Cabildos duplicaron sus
avisos y repitieron nuevas instancias en solicitud de auxilios, por
expresos y comisionados que despacharon para ponerse en estado de
repelerlas, y mediante á que las noticias comunicadas en el conflicto,
carecían del pormenor de las ocurrencias, previne, en acuerdo de es
ta Audiencia, que sin pérdida de tiempo se me informase de ellas,
de sus autores, del designio, del número de tropas de que podian
disponer ; su armamento y calidad, y la de su artillería y municio
nes, y que en el ínterin que á todo se proveía con estos precisos co
nocimientos, acordasen entre sí los jefes, los medios mas seguros pa
ra impedir la propagacion del desorden, disponiendo que ademas de
los auxilios que mútuamente debían impartirse, los de Guayaquil y
Cuenca marchasen de la primera á esta última, como mas abierta é
indefensa, doscientos hombres armados y otros tantos fusiles con
veinte mil cartuchos, y veintiocho mil pesos en dinero, para su en
tretenimiento ; que en la de Guayaquil se pusiesen algunas tropas
b sueldo, inclusa una compañía de milicias do artillería, para que
fuesen en ese tiempo instruyéndose en el mango de esta arma, y po
niéndose en disposicion de obrar segun los ulteriores procedimientos
de los conspirados.
Por aquel mismo tiempo se esperaba que tocáse en Paita ó en al
gun otro punto de la jurisdiccion de Guayaquil, el Mariscal de Cam
po D. Toribio Montes, que venia destinado á esta Sub-inspeccion
General, y aprovechando esta oportunidad, determiné confiarle la
comision de investigar los mismos puntos, y la de que con su influ
jo y la autoridad de la misma comision, propendiera á restablecer
el orden de la provincia de Quito, concertando, si fuese posible, los
medios con el Presidente y Audiencia del territorio, con la presteza
que piden siempre estos movimientos, sin omitir algunos de cuantos
juzgare prudentemente necesarios ; pero prefiriendo en todo caso la
persuacion y convencimientos á la fuerza que seria doloroso emplear
contra nuestros compatriotas, la mayor parte arrastrados por la se
dicion de unos pocos discolos y mal avenidos en el orden y buen go
bierno. Para todo esto y demas diligencias anteriormente encargadas á
los Gobernadores, y que él debia cumplir mediante su comision, hasta
dejar perfectamente sosegada y en arreglo la provincia, juzgué pre
ciso instruirle de mis disposiciones tomadas hasta aquella fecha, do
cuyos resultados habia de dar cuenta á este Vireinato igualmente
que al de Santa Fé, á cuyo territorio pertenecía. Como en el orden
de nuestra legislacion están establecidas las apelaciones de los juz
gados inferiores á las Audiencias y Gobiernos Superiores, hallándo
se estas autoridades deprimidas en Quito y suplantadas otras ilegí
timas, cuyo conocimiento en los juicios ocasionaría una nulidad in-
historia—7
—90—
Sanable, con sumo detrimento de los intereses de las provincias fie
les; con esta atencion, la de no alterar la disposicion de las leyes, y
la de no privar á los vecinos del consuelo que aquellas les conceden,
me vi precisado á adherir á la instancia, que el Cabildo de Cuenca,,
por medio de su comisionado instauró para agregarse al territorio
de esta Audiencia, ínterin subsistiesen aquellos embarazos ó resol
viese otra cosa el Virey de aquel reino, á quien se lo participé con
este objeto. El estado de bloqueo que decretó contra la provincia, y
en que era preciso mantenerla para su mas fiel reduccion, hacía muy
urgente esta determinacion, aun cuando no concurriesen los demas
fundamentos que quedan indicados. En fin, procuró que se introdu
jesen algunos ejemplares de mi proclama del 17 de Setiembre, en
que poniendo á toda luz la falsedad de los fundamentos en que ha
bían querido hacer consistir la necesidad de variar la forma tío Go
bierno, traté de convencer á los pueblos de la mala fé con que un
número corto de sediciosos les inducían á padecer privaciones aun
de lo mas necesario para la vida. Hice ver en la misma la impoten
cia de conservarse en aquel estado por su conocida debilidad y falta
de recursos, cuyos males empezados á sentir en el bloqueo, debia pre
sagiarles otros mayores que serian llorados sin remedio, cuando al
acercarse los jefes y tropas del Eey que debian seguir luego, se vie
sen en la necesidad de obrar contra ellos; y para alentarlos á la mas
pronta reconciliacion, recomendé el honor del soldado fiel y obedien
te á sus jefes, los cuales, recibidos con la paz y fraternidad á que
aspiraba, escusaria la amarga suerte de tener que recurrir á los reme
dios violentos de la fuerza, y les facilitaría el perdon del jefe princi
pal de aquel reino, como me lo prometía y era de esperar de su ar
repentimiento, y de la acreditada bondad de aquel Virey.
Mas considerando que el mayor riesgo en materias de esta natu
raleza, consiste en la tardanza ; hallándose aun pendientes las noti
cias pedidas á los Gobernadores, mandé aprontar en aquellos mismos
dias, una expedicion compuesta de cuatrocientos hombres que, al
mando del Teniente Coronel D. Manuel Arredondo, salieron inme
diatamente de este puerto del Callao, bien armados y municionados,
con su correspondiente tren de Artillería y repuestos, y veinte mil
pesos en dinero, á desembarcar en el rio de Guayaquil. Mis órdenes,
á que debia arreglarse, eran terminantemente las mismas que tenia
ya dadas; añadiendo solo al jefe de estas tropas, la de proceder en
todo con acuerdo del Gobernador de la plaza, á cuyas órdenes debia
ponerse á su llegada, y la de encargarse con particularidad, de la
instruccion y disciplina, para que obrando con prontitud y acierto,
pudiese regresar, cesados los motivos de su permanencia. Por la par
te de Loja hice adelantar trescientos fusiles, de los que existían en
los depósitos de Trujillo, Lambayeque y Piura, con orden al jefe de
aquella provincia, para que "avisase de este auxilio al de Cuenca, y á
este y al de Guayaquil, para que interin se combinaban las operacio
nes de ataque, (si fuese necesario) con el Virey de Santa Fé ó Go
—91—
bernador do Popayan, pusiesen su mayor conato en hacer subsistir
en el mas estricto bloqueo la provincia sublevada, mediante la dili
gencia propia y la de los oficiales de mayor confianza, que ocuparen
los puntos de Santa Elena, Babahoyo, puerto de Canrondelet y
otros, al propio tiempo que ejecute igual diligencia por el Gobierno
de Maynas, para asegurar el presidio de Loreto, é impedir la comu
nicacion de los amotinados, con las demas provincias de lo interior
de este reino por el rio Marañon, y los de Ñapo, Curabay y Pu-
tumayo.
Las demas providencias de precaucion que el caso requería, fue
ron expedidas al mismo tiempo para impedir cualquiera tentativa á
que podian dirijirse por las vías de hecho, no obstante que por ellas
debiau ser menos terribles que por las vias del artificio. Cuatrocien
tos hombres y dos cañones bien colocados, me pareció ser lo suficien
te para contenerlos por la parte de Guayaquil, á cuyo Gobernador
repetí constantemente el ensayo de hacer los últimos esfuerzos para
una reconciliacion, y el de introducir en la misma capital copias de
mi proclama, en que alteradas las amenazas con las reflexiones, les
abría el camino de alcanzar mi indulto y el olvido de sus crímenes,
considerándolos como un estravío de sir razon. Ni era posible proce
der de otro manera, quien como yo se hallase precisado á escusar los
gastos de un armamento y expedicion, en tiempo en que las urgen
cias de la monarquía, eran las mas apuradas para recobrar en Euro
pa sus derechos y la libertad de la Nacion.
Efectivamente, la flaqueza de los sediciosos ocurrió, segun lo ha
bia yo meditado, á sus ordinarios arbitrios de seducir y corromper
por comisionados las provincias inmediatas, y las mas distantes por
manifiestos ingeniosos, proclamas y discursos llenos de suspicacia y
sofistería, que este Gobierno siempre vigilante supo eludir, ó rete
niendo los pieglos de la correspondencia que inducían alguna sospe
cha, para su reconocimiento en presencia de los interesados, ántes
de proceder á su entrega, ó cortándola enteramente, segun las ocur
rencias, cuya providencia, por justa y necesaria que la concebi, no
quise determinar sino con el acuerdo de justicia, por su delicadeza y
entidad. Asegurada con esta determinacion la tranquilidad de las
provincias del Sur que forman el cañon de la de Cuenca, por el que
se comunica este reino con aquel, y los partidos que descienden á la
de Guayaquil , y reducidos, por medio del bloqueo, á las mayores ne
cesidades, era ya tiempo urgentísimo de aprovechar momentos y ciar
principio á su sujecion por una guerra filosófica.
Con este objeto, perdidas la esperanza del arribo de Montes, ó di
ficultándose mas bien esta, previne al Gobernador de Guayaquil,
que sin esperar los retardados movimientos de Popayan, ni dar lu
gar á mayores preparativos á los insurgentes, se dispusiese á suje
tarla por la fuerza, cuando las reflexiones y convencimientos hubie
sen sido del todo desatendidos ó despreciados. Conviene hacer en
este lugar, la observacion de que ni en esta ni en las anteriores ór
—92—
denes diríjícTas á este Gobernador, D. Bartolomé Cucalon, le indiqué
terminantemente la do salir de su gobierno, para mandar la expe
dicion contra Quito, limitándome á declarar solamente, que en el
caso de resolverse á partir con este objeto, se pusiesen á sus órdenes,
tanto la division de tropas auxiliares de este reino, como las de la
provincia de Cuenca; y esto por consideracion á lo resuelto por el
Presidente, de aquel que lo babia llamado expresamente en su auxi
lio, autorizándolo con todas sus facultades, no obstante la diferen
cia en los grados, y acaso otras circunstancias en que podia ser do
mas utilidad, poner el mando en el Coronel Aimericb, Gobernador
de Cuenca, por sus acreditados conocimientos en la guerra. Sea co
mo fuere, yo me empeñé en sostener las disposiciones del Conde, in
teresándome á favor de ella, el bien de la paz y el servicio militar pa
ra sofocar los clamores de este oficial y de Arredondo, de un modo
airoso á sus personas y graduaciones.
Cuando todo se disponía para un formal y doble ataque por am
bas partes á un tiempo, de las tropas de Guayaquil y Cuenca, cu
yo resultado babia de serme en todo caso doloroso, expedi nueva
y mas enérgica proclama al pueblo de Quito y su provincia, á fin
de que desengañados sus habitantes, de la conducta que con ellos
observaba la gavilla de insurgentes, hiciesen caer sobre ellos el vi
gor de las armas y de las leyes, salvándose ellos á sí mismos, del
castigo- y de la nota de infames que les atribuían los primeros. Y
por último, dirigiéndome á los mismos, di, con parecer del acuerdo,
contestacion á su oficio, proponiéndoles el fácil, sencillo y único
medio do hacer cesar los males que la irreflexion babia atraído so
bre aquella provincia, á lo que con un deseo verdaderamente pa
ternal y afectuoso, deseaba sacar de tan lastimoso estado ; me
dio únicamente reducido á que se aboliese incesantemente la nula y
ridicula Junta allí establecida, sin facultades ni necesidad alguna
de deponer las armas que se habían levantado contra las legítimas au
toridades. Keponer estas al ejercicio de sus funciones; y admitir por
corto tiempo la guarnicion de cuatrocientos soldados, mandados por
un oficial de mi confianza, por su carácter generoso y amable, sin
otro objeto que el de asegurarse del restablecimiento del orden, pro-
tejer la seguridad y propiedades, y retirarse luego que tan benéficos
designios hubiesen sido completamente evacuados, á satisfaccion de
los jefes legítimos y del público, á cuyos intereses bien entendidos,
terminaban en un todo mis disposiciones; ratificando, por conclusion
mi oferta de interponer mi mediacion con el jefe del reino, para que
indultase y tratase con aquella piedad que es compatible con la jus
ticia, á los que incautamente se habían dejado arrastrar á cometer
el atentado. Estos oficios y proclamas fueron dirijidas, por medio
del Gobernador de Guayaquil, á los demas del reino sus confinantes,
con encargo de hacerlos pasar rápidamente á su destino, y una
instruccion en que recomendando eficazmente los medios de pruden
cia y tino que debían reglar sus primeras operaciones, detallaba
—93—
tambien los de acometerles con el menor detrimento posible de aque
llas desgraciadas provincias, por la consideracion con que un Go
bierno justo debo tratar á los individuos de que son parte, y por
principios de humanidad aunque no lo fuesen.
La expedicion llegó felizmente al rio de Guayaquil al propio tiem
po que mis anteriores oficios, y dado pronto curso á todo, se resol
vió en Junta de Guerra celebrada en aquella plaza, que saliese Ar
redondo á ocupar la provincia de Ambato, amenazada por los rebel
des, á esperar en ella las resultas de las proposiciones que en aque
llas se les hacia ; quedando con el resto de tropas «1 Gobernador,
para el caso de no ser conforme la respuesta, á lo que en toda ra
zon y justicia debía aguardarse.
Así se verificó por Guayaquil de parte de Arredondo, y por Ai-
merich de la de Cuenca, que concurrieron casi simultáneamente al
citado punto de Ambato; y sea por la fuerza de mis primeros oficios
y convencimientos que en ellos se les hicieron, ó por el natural en-
cojimiento y timidez á los rebelados, ó por el que les causó el estré
pito de las armas, que ya estaban encamino, el efecto fué la inme
diata reposicion del Excmo. Sr. Castilla al mando de la provincia;
bien que bajo de una capitulacion escandalosa, que como ha asegu
rado despues, le precisaron á firmar. En ella se obligaba á mantener
en sus propios destinos á los mas principales autores de la conspira
cion, separando los ministros y empleados que designa ; conservar
una fuerza armada que podia llamarse de insurgentes, por ser la mis
ma que en aquella triste crisis habia cooperado al trastorno de los
fundamentos del Gobierno legítimo ; y comprometer su palabra de
honor, para no proceder contra alguno en causa de la revolucion,
todo conforme á las instrucciones que dijo haber recibido del Virey
de aquel reino. Seria cansarse en vano, buscar una frase que expli
case como conviene, el caráter del General Castilla, cuando su trato
personal desmentía la inconsecuencia de que abundan sus oficios con
el Comandante Arredondo. La coaccion y la violencia de los faccio
sos, pudo haberlo obligado a suscribir los írritos artículos de una ca
pitulacion tan degradante, como aquella á que le sujetaron á nom
bre del pueblo ; por el mismo motivo debe suponérsele precisado á
sostener con empeño, como medidas de prudencia y do utilidad de
la provincia, la conservacion de aquellas tropas infieles, que á nadie
le constaba mas bien que lo eran, cuando fué sorprendido y custodiado
en una vergonzosa prision por ellas y por sus oficiales ; todo esto y
mucho mas puede creerse del estado miserable en que se hallaba,
mas que en los momentos de reposicion al mando, cuando se hallaba
con tropas que en su número y disciplina eran capaces de aterrar
toda la provincia y de infundir la sólida confianza al mas debil,
sosteniendo lo mismo por escrito que de palabra en las conferen
cias secretas que se le facilitaron, por medio de oficiales comisiona
dos y con el Comandante Arredondo, que se hallaba en las inmedia
ciones de la misma ciudad, la subsistencia de unas tropas y de unos
—94—
individuos criminales, que hubiese ordenado y aun compelidoal Go-
bernadorde Cuenca, bajo de apercibimiento de responsabilidades ima
ginarias, á regresar con las tropas auxiliares con que pasaba á socor-
rerlo, es lo que no cabe en imaginacion alguna, y lo que no puede
en ninguna manera explicarse.
Arredondo puesto en Tacunga, insistió en el desarme á los faccio
sos y entrega de los pertrechos, y por sus duplicadas instancias lle
gó á conseguir la total deposicion de las armas y apoderarse del par
que de Artillería y almacenes de repuestos que Labia en la ciudad,
mediante lo cual entró despues en ella sin la menor efusion de sangre
ni alteracion del vecindario, acabando de reponer al Presidente en
toda la plenitud de sus facultades, y libertarlo de aquellas travas á
que lo habia ligado con el mayor atrevimiento, la gavilla delos amo
tinados. Antes de ocupar los cuarteles destinados á las tropas de la
expedicion, pasó el jefe, con arreglo á mis instrucciones, á ponerse á
las órdenes del que lo era de la provincia, que toda ella no respira
ba ya mas que una perfecta tranquilidad, y en especial los fieles mo
radores que hallaron en este auxilio el consuelo y seguridad de que
habian carecido en los cuatro meses de desorganizacion. Aimerich,
aunque con las mas terminantes órdenes del Presidente, para reti
rarse, dudó por algun tiempo para ejecutarlo, receloso y desconfiado,
de que estos mismos oficios fuesen producidos por los revoluciona
rios, cuyas intrigas le eran bien conocidas, mas al fin tuvo que cum
plirlas, asegurando, por cuantos conductos pudo, de la plena liber
tad del Presidente en el mando, y que no habia intervenido la me
nor coaccion al tiempo de expedirlas. En realidad, el no se habia
engañado, pues si se dá crédito á algunas relaciones, aunque de fé
dudosa, los mismos revoltosos habian persuadido al Conde, que la
comision dada por este Gobierno á Aimerich, se extendia á posesio
narse de la Presidencia, á lo que prestó todo su ascenso por invero
símil y poco razonable que ella aparece. Nadie puso por entonces la
consideracion en este punto, cuyas trascendencias se verían mas ade
lante.
Abierta la comunicacion con las provincias del Norte hasta Sania
Fé, pudo entonces penetrar la noticia de las disposiciones de aquel
Virey, relativas al auxilio do ciento veinte hombres con que deter
minó socorrer á las autoridades de Quito, y el éxito de la expedicion
dirijida por los quiteños al Norte de aquella provincia, cuyo resulta
do fué tan desgraciado para ellos, como feliz y ventajoso al pueblo
fiel y animoso de Pasto, logrando batirlos completamente, con pér
dida de toda la gente de la expedicion y do la Artillería con que de
sigualmente tuvieron que sostener tres diferentes ataques. Por ma
nera que decididas las provincias todas, contra los proyectes de in
novacion de la capital, y asegurada ella con las tropas de esta y la
de Santa Fé que llegaron despues, nada parecía de temer de su
mala fé ni ele los impotentes esfuerzos de los corifeos de la indepen
dencia.
—95—
Cuaado las cosas se hallaban en ese estado de tranquilidad y de
sosiego, marchó el Gobernador de Guayaquil Cucalon, con el apara
to de una numerosa escolta y comitiva de oficiales, inútil por el nin
gun objeto á que se dirijía, y perjudicial por los considerables gastos
á que daba ocasion, por el estrépito que causó su presencia, intem
pestiva, y finalmente por las alteraciones y molestas competencias,
que sobre honores, mando y destino de las tropas, tuvo que sostener
en aquellas críticas circunstancias. Por estas y otras consideraciones
de mayor entidad, resolvió este Acuerdo, á donde llevé por voto
consultivo el expediente, se restituyese aquel jefe al mando de su
provincia, estrañando como era justo, la precipitacion de su salida,
no obstante las instrucciones del Conde y mis órdenes, pues ellas va
riaban, en el hecho mismo de haber variado el aspecto de la insur
reccion de la ciudad, y hallarse esta guarnecida con las tropas de es
te Vireinato, á las órdenes de un oficial como Arredondo, cuyos co
nocimientos, rectitud y probidad, están acreditados suficientemente
con el mas exacto y fiel desempeño de la comision á que le habia
destinado.
Las órdenes expedidas en consecuencia de la determinacion del
acuerdo sobre el regreso de Cucalon á su provincia, caminaron á un
mismo tiempo con la aprobacion que me habia merecido la pruden
te conducta de Arredondo, dándole á nombre del Key las expresivas
gracias á que se habian hecho acreedor él y su tropa, por el distin
guido servicio que le habian rendido tan oportunamente ; y al Con
de, manifestándole mi satisfaccion por el sustancial feliz éxito de
unos sucesos que habian aquietado su espíritu, sin embargo de qua
para ejemplo de los demas pueblos de la América, mayor lustre de
las armas del Eey, y decoro de las autoridades, hubiera sido mas
conveniente estrechar á los insurgentes hasta someterse, sin ningu
na restriccion, puesto que para conseguirlo sin tropiezo, sobraban
los medios y recursos con que yo habia cuidado de auxiliarle con la
mayor diligencia. No creí que debia inculcar mas sobre este punto,
cuando en cualquiera manera ya se hallaba ó debia suponerlo ente
ramente evacuado, y cuando la principal razon de haber obrado en
aquellos términos, so fundaba en las determinaciones del Virey de
Santa Fé que habia recibido, y á las cuales dijo haberse sujetado
enteramente.
Pero sea obrando por sí ó por las órdenes de su jefe, como asienta,
diré lo que me parece á cerca de la capitulacion del señor Castilla,
en la junta subversiva de aquel Eeino. El primerreparo que se ofrece
en este punto, es la ningunarepresentacion que ella tenia para estipu
lar condiciones con el jefe legítimo, y que el oiría y convenir en su
subsistencia, fué una aprobacion del tumulto, autorizándola con su
confirmacion, el cual debe reputarse un nuevo crimen, y mas escan
daloso que el primero. Tampoco es conforme al carácter de un Go
bierno justo y equitativo como el nuestro, la política rastrera é in
digna de ampliar, como lo hizo, el indulto á toda clase de personas
—96—
y de reos, y de no inquietar á nadie en causa de la revolucion, con
ánimo de no cumplir la palabra de honor y protestas de la mayor se
guridad con que le ofrecía, principalmente cuando no debia igno
rar ni ignoraba la pusilanimidad de sus provincianos, la proximidad
de los auxilios poderosos que para sojuzgarlos, estaban ya en camino
mediante la actividad de mis disposiciones, y sobre todo cuando crée
y confiesa tener conocimiento de ser bien pocos los autores de la
conspiracion. Está bien que en las causas de estado, ni el mismo
Príncipe tiene facultad para absolver á los cabezas principales de un
movimiento. Convengo en que Quito necesitaba, como arriba se ha
expuesto, de un ejemplar castigo, para extinguir el germen de in
surreccion que tantas veces se ha suscitado, por la impunidad de
que han gozado sus criminales autores; pero todo esto debió tenerse
presente para no ser tan extensiva la gracia del indulto, y una vez
hecha por las razones que apunta, que siempre son de poco monto,
debió proceder con mas templanza y mayor cordura al arresto de
los delincuentes. El mismo Virey, respondiendo á mis oficios de me
diacion, ofreció que se les miraría con toda la indulgencia que fuese
compatible con la justicia, y este racional y prudente modo de obrar
en las circunstancias, era verdaderamente opuesto á los términos en
que el Conde procedió á los ocho dias despues de la entrada de Ar
redondo y sus tropas en la ciudad. Las cárceles y los calabozos se
llenaron de estos delincuentes, fuera de los muchos que andaban
prófugos y ocultos en sus propias haciendas y lugares inmediatos, en
asecho de las providencias que el Gobierno expedia. Mas, lo que
acaba de poner el sello á tanto desacierto, fué la sustanciacion, de la
causa, cuyos cómplices que pasaron en los primeros dias de sesenta,
se siguió, bajo de una sola cuerda, dificultándose los pasos y entor
peciendolos de manera, que en el año de sustanciacion tuvo
lugar el interes de familia y otros para que tomaran parte en la
suerte do los malaventurados prisioneros que, con las puertas abier
tas á toda comunicacion, á juegos, banquetes y recreos, les fuese
permitido procurar su salvacion aun á costa de otro nuevo delito.
Estando, en estas perezosas diligencias, llegaron al nuevo reino
de Granada, los comisionados régios, y entre ellos el destinado para
Quito, precedidos todos por aquellos papeles y proclamas de que se
ha dado razon al principio y anunciadose ellos mismos con la propia
inconsideracion, con la ponderacion de superiores facultades á Ja de
los gobiernos ya desacreditados ; motivos todos que unidos á aque
llos escritos, sirvieron para inflamar de nuevo á los conspirados, y
para decidir contra las autoridades legítimas, á los que hasta enton
ces las habian mirado con todo el respeto y consideracion de las le
yes. Se repartieron con el mayor secreto las armas, que hasta enton
ces no se habian cuidado de recojer de los particulares ; y señalado
el mismo dia 10 de Agosto, aniversario do la primera revolucion,
hubo de variarse improvisamente esta disposicion para el dos. asal
tando los cuarteles y ocupando los demas puestos de guardia á un
—97—
mismo tiempo. Al principio todo se ejecutó conforme á sus planes,
pero introduciéndose á poco despues la contusion propia en todos los
movimientos populares, pudo recobrarse la guardia de prevencion
de las tropas auxiliares de este reino, y puestas sobre las armas y
dirijidas por sus oficiales, llegaron á imponer en el pueblo el respe
to que les es debido. Algunos desórdenes es preciso que se hubiesen
cometido basta reponer el órden ; pero estos jamas deben creerse ta
les y tan grandes como el pueblo quiteño los abultó y ponderó con
el fin de alejarlos del pais, y quitar este inconveniente que ellos ofre
cían para conseguir su empresa.
Al dia siguiente, despues de este nuevo movimiento, se convoca
ron los barrios á una junta general que autorizó el Presidente, y en
ella se resolvió, por todos los vocales representantes del pueblo, la
evacuacion de la ciudad por las tropas de Arredondo, sostituyéndo-
las los doscientos cuarenta hombres que acababan de llegar de auxi
lio de Panamá y estaban mandados detener en las inmediaciones.
Sorprendido el Presidente para este convenio, con la próxima llegad»
del Comisionado Eegio y sus ponderadas facultades, no advirtió el
riesgo que se preparaba en una determinacion tan estraña y violen
to, sin que sea digna del menor aprecio la acostumbrada salida de
la coaccion, pues si no era respetada su autoridad con los seiscientos
hombres de tropas fieles y de valor acreditado en el mismo dia 2;
mucho menos podría serlo con solo los doscientos cuarenta de Pana
má, que tambien estaban en disposicion de haber aumentado breve
mente aquella fuerza. Tocio esto confirma ó la mala inteligencia de
algunas personas que tenian ascendiente con el Conde, ó su total
ineptitud para desempeñar el mando en las muy difíciles circunstan
cias que nos rodeaban á los Gobernadores. Cuanto se propuso en
aquella junto, otro tonto se determinó y ejecutó sobre tabla, y estas
condescendencias, como la falta en cumplirlas, dando un ánimo des
conocido hasta esta época á los provincianos, ha fomentado su escan
dalosa separacion del Gobierno legítimo, y dado ocasion á los asesi
natos y crímenes mas atroces que se van á exponer.
Arredondo y sus tropas salieron en cumplimiento de las órdenes
del Presidente de aquella ciudad, dejándola con la pequeña y mala
guarnicion de los de Santo Fé ; y aunque seguidamente entraron en
ella los de Panamá, muy pronto se les obligó á evacuarla, á protes
to de la desconfianza del pueblo, representada por el Comisionado
Regio, ó mas bien por su disposicion, pues ostentando unas facul
tades del Gobierno que nunca manifestó, se hizo del partido popular
y puso al Presidente en la mas afrentosa dependencia. Del mismo
pueblo se formaron nuevas tropas, nombrándose él mismo el Co
mandante ; y como hijo del fugitivo Marqués de Selva Alegre, Pre
sidente que habia sido de la misma junta, lo nizo comparecer para
entregarle de nuevo el mando de la provincia. De todos estos pasos
progresivos, carecía de noticias este Gobierno, que solo tuvo á la vista
el aviso del Conde en que se daba cuenta do la restitucion de las tro
—98— _
pas auxiliares do este Vireinato, suponiéndola propia y sin ninguna
intervencion del pueblo ; en cuya confianza previne su reembarco y
regreso á esta capital, mas como por noticias estrajudiciales y las de
oficio de Guayaquil, hubiese llegado á entender el empeño con que
ese procuraban armas y municiones para Quito ; debiendo por otra
parte recelar de la conducta poco clara que seguia el Comisionado,
mandé suspender aquella orden, y que al pretesto de la dificultad de su
trasporte, permaneciesen en la provincia de Guayaquil, en observa
cion de los movimientos de Quito. Las de Panamá, que como queda
dicho, fueron tambien despedidas de la guarnicion, se mandaron de
tener en Guaranda, bajo las apariencias de falta de cuarteles y víve
res en la ciudad de Guayaquil, y en realidad para sostener aquel
importante paso para lo interior del reino.
Desembarazados los quiteños de toda fuerza exterior que pudiera
contenerlos. empezaron de nuevo y con mayor escándalo los excesos,
sostenidos con la representacion del Presidente, que lo era tambien
de la junta. Los reos prófugos volvieron con toda confianza á la ciu
dad, y los que de ellos se hallaban presos, quedaron absueltos de to
do cargo y responsabilidad, por la amnistia general que concedió la
junta a los delincuentes de toda clase de delitos. Volvieron á for
marse las tropas de los rebelados, armándolas con todas las que pu
dieron retener con astucia á la salida de las auxiliares de Lima y
Panamá, y en este estado, á la verdad mas crítico que hasta entón
eos, habían llegado las cosas ; se recibieron órdenes del Gobierno
para que el jefe de escuadra, D. Joaquín de Molina, pasase á relevar
al Conde del mando de la provincia. El Acuerdo, á quien consulté
en aquella ocasion, instruido del expediente en que por oficio de los
gobernadores de Guayaquil y Cuenca, Illmo. Obispo de aquella ciu
dad, de los Cabildos de ambas, y de varios particulares, contaban
las novedades introducidas en el Gobierno de Quito par el Comisio
nado y de los fundamentos con que estas legítimas autoridades tra
taban de resistirlas, principalmente la de someterse, como aquel in
tentaba, al reconocimiento de la ilegal junta, dió la mas cayal apro
bacion á los procedimientos de dichos Jefes y Ayuntamientos, como
contrarias al espíritu de las leyes, ádos establecimientos justos y la
tranquilidad del Vireinato á que pertenecía la provincia de Guaya
quil, por la absoluta agregacion que estaba hecha muy de antemano
á este mando ; y resultando así mismo del propio expediente, la no
toria subversion y desórdenes fomentados no solo en Quito, con la
llegada del Comisionado, sino tambien en todos los puntosde su trán
sito, desde la capital de Santa Fé, fueron de parecer se le previnie
ra suspender toda comunicacion que no fuese acompañada de la cor
respondiente participacion de sus instrucciones. Ultimamente, opi
naron que por lo relativo á Cuenca, podría contestarse á su Gober
nador, que hallándose próximo el nuevo Presidente Molina, á nave
gar al puerto de Guayaquil, acordase con él todo lo relativo al me
jor servicio, y que al efecto se le prestasen á este las noticias y auxi
—99—
lios conducentes, como al de la celeridad de su viago. Conforme en
todo con el auto del acuerdo, se libraron con extraordinaria celeri
dad, las órdenes que correspondian á su cumplimiento, activando y
adelantando su envío, á la marcha de Molina, para prevenir la exi-
jencia del Comisionado y las resultas que el menor atraso en recibirlas
pudiera influir en el trastorno que se pretendia hacer del Gobierno.
En el preciso tiempo que tardaron en llegar estas disposiciones, el
intruso de Quito habia nombrado ya las suyas, para apoderarse de
los asientos de Ambato, Guaranda y Villa de Eiobamba, poniendo
en estos puntos jueces y administradores adictos ala causa de rebe
lion, obligando con esto á emigrar á los legítimos, con abandono de
sus empleos y de los intereses que estaban á su cargo, de cuyas ocur
rencias, así como de los oficios y contestaciones que últimamente se
recibieron del Gobernador de Cuenca y Junta de Quito, intentando
probar su legitimidad, se liasaron todas al nuevo Presidente, para
que le sirviese de gobierno, conforme á lo determinado en cinco
acuerdos 'mandados celebrar, con vista de los partes citados y el del
Gobierno de Popayan, á cerca de las conmociones que empezaban á
sentirse en la de Pasto, por influencia de la provincia de Quito, que
no perdia tiempo ni medios para hacerse obedecer en el territorio de
la presidencia y fuera de él.
Mas no pudo conseguirlo en el todo, como se lo habia propuesto,
por la anticipacion con que se recibieron mis órdenes arriba expues
tas, para detener el curso á las ideas ambiciosas con que el Comi
sionado y la Junta aspiraban á ocupar las provincias. Con efecto, á
la llegada del Presidente Molina al rio de Guayaquil, nada tuvo
que disponer para la seguridad de Guaranda, por haberío ya practi
cado el Gobernador de aquella plaza, mandando retener en la capi
tal del asiento, las tropas auxiliares de Panamá, que volvían de re
greso de su expedicion, por mandato de la Junta.
De este modo Molina empezó desde el dia siguiente de su llega
da á Guayaquil, á tomar noticias del estado de Quito, de la situa
cion de las tropas de este Vireinato y las de Cuenca ; y arregladas
sus disposiciones al tenor de lo acordado en una Junta de Guerra,
que celebró allí sobre estos particulares, para todo lo cual halló
prontos y abundantes auxilios en aquel Gobierno, segun se le habia
ordenado, se resolvió á esperar allí la contestacion á los oficios que
habia anticipado desde esta ciudad al Presidente y demas corpora
ciones legítimas de la de Quito, sobre su recepcion en el mando. Es
tas, de acuerdo con la Junta, afectando dudas, evadiéndose de dar
respuestas categóricas á las insinuaciones y precisos oficios del Pre
sidente electo, y buscando arbitrios de qué formar quejas contra el
Gobernador de Cuenca, por la dilacion en reconocer su autoridad
ilegítima, en cuyos actos hacían firmar al Conde, su atencion y cona
tos eran dirijidos, segun se decía, á aumentar el número de sus tro
pas, reponer el armamento y ganar por la sugecion á los inocentes
é incautos moradores de las provincias vecinas.
—100—
El tiempo justificó muy breve estas relaciones con documentos feha
cientes, que puestos en consideracion de la Junta de Guerra, que repi
tió el nuevo Presidente en el mismo Guayaquil, con otras noticias ex-
trajudiciales que diariamente se recibian de algunos fieles vecinos, in
formaban contestemente el estado de insurreccion de la capital de aquel
reino y sus inmediatas provincias cohonestada con la Comision del Con
sejo de Eegencia; con la condicional obediencia que habian prestado á
dicho Supremo Consejo, pero descubierta por el abuso de las facul
tades del Comisionado, por la insultante é ilegal forma de su jura
mento ; por la declarada proteccion á los antiguos enemigos dei Eey
colocados al frente de la nueva J unta, en el hecho de desconocer
las autoridades, en el mas atroz de prepararse á recibir y aun hos
tilizar con las armas en la mano á los legítimos jefes, y finalmente,
en el último atentado que se cometía en la persona del Conde, man
teniéndolo en una paliativa prision, para autorizar con su presencia
y su firma los mas escandalosos excesos.
Crímenes tan notorios y tan justificados, pedian desdo luego, el
anas pronto ejemplar castigo contra los que lo cometían, pero para
mayor y mas victoriosa prueba de la circunspeccion y teuqdanza con
-que han obrado los jefes de las armas del Eey, el Presidente Moli
na ocurrió al arbitrio de nombrar un Comisionado que con creden
ciales y documentos de la mayor fé. pasase á informarles de las mas
sinceras intenciones, con que habia dirijido sus providencias para po
sesionarse del mando, restablecer el orden y la paz alteradas en aquel
reino ; y finalmente, para esclarecer las dudas simuladas con que
se hacia interminable la correspondencia que habia entablado, y re
ducirlo todo á una negociacion y ajuste amistoso, con otros convenci
mientos de su propia autoridad y bien entendido interes de los ve
cinos.
Mas como por las seguras noticias que habia adquirido, no podia
'dudar do las hostiles disposiciones de los quiteños, del acopio y con
duccion que hacian de armas y demas artículos para la guerra, y de
los' progresos que hacia su incesante seduccion por cartas y procla
mas, mandó suspender interinamente la correspondencia, y el giro
de esta con las provincias fieles, hasta las resultas de la Comision,
disponiéndose, entre tanto, ó para marchar á viva fuerza si se le
oponia alguna resistencia, ó con solo una guarnicion que conside
raba precisa en la capital, proporcionada al número de sus vecinos,
'complicados la mayor parto en los alborotos, sin excluir á la misma
tropa, caso de no haberla.
De todo me instruían las cartas documentadas del Presidente Mo
lina, como de la escasez de tropas y falta de dinero para mantener
las, haciendo los mas grandes esfuerzos para que se le socorrieso"des-
de este Gobierno ; y cuando las circunstancias notorias del reino,
sus muchas atenciones y mi constante deseo de apurar los arbitrios
'de sagacidad y de prudencia para reconciliar los ánimos, daban á mi
¡autoridad toda la que podia apetecerse, para una deliberacion con
—101—
forme á estos principios, determiné llevarlo todo al Acuerdo, cuyos
vocales y yo, con mi espontánea conformidad, pasase á Cuenca á es
perar allí las resultas de su comisionado, á quien repetiría, como al
Conde Euiz de Castilla, los oficios que en toda prudencia y política
graduase convenir al restablecimiento de la buena armenia de la pro
vincia de Quito ; prefiriendo siempre los términos de dulzura y de
sagacidad, á los de las armas. Y aunque instruido Molina desde su
partida, de ser estas mis intenciones, y de los grandes apuros en que
me constituíala necesidad de atender á todos los puntos conmovido»
con las erogaciones crecidisimas, para repeler la agresion de Bue
nos Aires, tuve que repetirle uno y otro, á fin de que compesase sus
disposiciones con las mias, y se valiese del sufrimiento y de los me
dios que le sugiriese su prudencia, para restablecer el orden de su
provincia, antes que llevar la desolacion y la guerra, para posesio
narse de su empleo en la capital. Ni la avanzada estacion de aguas
por aquella, hubiera permitido estos socorros, aun cuando hubiera
estado en proporcion do hacerlos, pues con ellos nada otra cosa se ha
bría avanzado que poner una fuerza en Guayaquil, que no pudien-
do obrar en los rigores de la estacion, consumiese un caudal que no>
habia de donde sacarlo ; fuera de estar muy conocido mi ánimo á re
ducirlos mas por la fuerza del raciocinio, que por la de las armas.
En consecuencia de esto, previne al Gobernador de Guayaquil,
que guarneciese los términos de su provincia, con las tropas vetera
nas y de milicias, sin hacer novedad en el tráfico y comercio de fru
tos y efectos de necesidad, guardando de este modo, con prudente
precaucion el territorio de un insulto, y disponiendo los ánimos á
admitir la reconciliacion que se deseaba. Es muy recomendable el
contenido del tercer cuaderno de actuaciones, por las cuales se ve que
si nada se omitió de cuanto podia contribuir á la conciliacion de
opiniones, á la union reciproca de las voluntades, con la mas consu
mada sagacidad de parte de los jefes y autoridades legítimas, tam
poco hubo arbitrio, por inconsecuente y reprobado que fuese de que
no se hubiese servido la mala fé del comisionado, y de la ilegal jun
ta para frustrar la negociacion. Ellos mismos no se entendian entre
sí, ni podian sin caer en un cúmulo de contradicciones, de errores
groseros y de las mas absurdas proposiciones, sostener la correspon
dencia con que el Presidente electo convencía la legitimidad de su
nombramiento, la ilegalidad de la Junta, y la necesidad de destruir
un Gobierno que ademas de ilegítimo, era conocidamente perjudicial
y gravoso al interes del pueblo, á cuyo beneficio se decia haberse es
tablecido. Fatigados al fin, y no convencidos con la fuerza de las
reflexiones con que se combatían sus sofismas por Molina, estrecha
dos por el sitio á que los reducía la reforzada guarnicion de Guran-
da, y temerosos de ser acometidos á un mismo tiempo por este pun
to y el de Cuenca, por donde cada dia se aumentaba la fuerza y los
preparativos, no so les ofreció otro que el mas miserable recurso de
poner en manos del pueblo la autoridad, y por este simulado medio
—102—
y los asesinatos mas atroces ejecutados en las personas de D. Felipe
Fuentes, Oidor de aquella Audiencia, y del Administrador de Cor
reos D. José Vergara, obtener el retiro de las tropas, que con vivas
ancias solicitaban. Añadieron por último á sus atroces crímenes, el
inaudito de arrestar al comisionado del electo Presidente, y amedren
tándolo con la muerte, hacerlo concurrir con el influjo de sus cartas
al logro de las propias solicitudes.
Un atentado sin ejemplar aun entre naciones bárbaras, irritó
los ánimos en Guayaquil y principalmente á la maestranza de
su Astillero, que se creia ofendida en la persona de su jefe, como ca
pitan de puerto que era el Comisionado, de tal modo, que á una voz
pasaron á ofrecerse al Presidente, con el designio de seguir á Quito,
reclamarlo y aun vengar los ultrages que el pueblo quiteño, sin fé
ni generosidad, le babia inferido. Para calmarlos en algun modo, se
ofreció el Coronel D. Jacinto Bejarano á pasar en toda diligencia á
la capital de Quito, salvar á la persona del Comisionado y aun po
ner en el camino de la razon y de la lealtad al infeliz vecindario,
mediante sus esfuerzos y diligencias. No hubo la mas pequeña difi
cultad en aceptar la propuesta de Bejarano, quien llevó tambien
credenciales que lo autorizaban para concluir la comision malogra
da del Capitan del Puerto, y con estas piezas partió, con las pro
testas de su mejor desempeño, dejando cifrada en ellas la confianza
de ser conseguidos los intentos, y en la mayor espeetacion al ve
cindario.
Por algun tiempo quedó suspensa la correspondencia de oficio en-
- tro ambos Presidentes y el Comisionado. Ni parecía justo continuar
la, cuando ademas de no concluirse nada por ella, lo único que se
adelantaba de su parte era confundir los hechos y la verdad, para
levantar las quejas contraía suspension del giro y comercio, y mas
altamente, contra las disposiciones militares de Guaranda. La pri
mera de estas determinaciones estaba fundada sobre informes que el
Gobierno de Guayaquil tenia de los mismos empleados de rentas á
cerca de la enorme extraccion de varios artículos de necesidad y de
consumo y de otros aplicables solo al uso de la guerra, y la segunda
del conocimiento cierto y seguro de su resolucion de atacar la inte
resante posicion de Guaranda, y de aquí es que conocido el artificio,
ya solo se cuidaba por el Presidente Molina, auxiliado por el Go
bernador de Guayaquil, de sostener el punto de Guaranda, con dia
rios y muy costosos envíos, y por los insurgentes en colectar gentes
para atacarlo, habiéndose puesto en marcha para ejecutarlo hasta la
villa de Riobamba.
En estas circunstancias llegó Bejarano á dicha villa, y despues de
una conferencia con el Comandante de dichas tropas y Comisiona
do Regio de .Quito, regresó incontinenti al campamento que man
daba Arredondo en Guaranda, y ponderando á este las fuerzas qui
teñas, su superior armamento, y la próxima resolucion en que esta
ban de atacarle por tres puntos diversos que cortaban su retirada.
—103—
despues de algunas Juntas, se resolvió abandonar su situacion, por
las poderosísimas razones que se tuvieron presentes en el acto de ce
lebrarse la última conferencia con sus oficiales.
La capital de este asiento, situada en el camino real que conduce
á las Bodegas de Babahoyo y rio de Guayaquil, hacían interesante
su posicion, no solo para embarazar el comercio, sino para auxiliar
desde allí la expedicion que al mismo tiempo debió haber salido de
Cuenca, á las órdenes de su Gobernador D. Melchor de Aimerich ;
pero habiéndose dificultado esta por la inconsiderada política con que
se hicieron regresar sus tropas desde Ambato, en el año antecedente,
segun se ha apuntado, la ocupacion de Guaranda no debió reputar
se por tan interesante para solo los objetos del comercio, ántes bien
perjudicial por niuycostosa, principalmente cuando no faltaban otros
medios mas económicos para conseguir el mismo fin. Añádase á es
to el corto número de hombres do que Arredondo podia disponer
por entónces, por la baja que le ocasionaba á los cuerpos la dureza
de aquel clima á que no estaban acostumbrados sus soldados, lo cual
le impedia mantener las alturas que dominan al pueblo, y quedar
se al propio tiempo con una fuerza competente para resistir el
ataque que esperaba con fuerzas triples del enemigo, y lo que es
mas, la improporcion para sostenerse por sí, como se explica Molina
en su oficio dirijido al Gobernador de Cuenca, hablando de estos
particulares. Tal y tan apurada era la suerte de Arredondo, en aque
llos momentos en que se resolvió la evacuacion de Guaranda, que
á pesar de los esfuerzos de su oficialidad y tropa, y las del celoso
corregidor del asiento, no pudo encontrar bagages para hacer en
orden su retirada. Así es que ella se ejecutó en desorden, dejando
inutilizados la mayor parte de los pertrechos, desbarrancada la ar
tillería, y sembrados por la aspereza de los caminos y montañas, los
equipages de los mismos oficiales.
Por lo dicho podrá colegirse el efecto que produjo en mi ánimo
tan no esperada ocurrencia, que ademas de trastornar todos los pla
nes y medidas de reducir aqnel pais, me ponia en el mayor conflicto
para reponer las pérdidas que con ellas se habian experimentado.
El Tribunal de la Audiencia, con cuyo acuerdo habia procedido en
todas mis deliberaciones, estaba instruido del espíritu que me habia
guiado, y del término á que se habian encaminado desde el princi
pio mis providencias, con cuyo motivo hice pasar á él las relacio
nes de este desgraciado suceso, con mas los nuevos oficios del Presi
dente Molina y Obispo de Cuenca, en solicitud de auxilios de dine
ro y tropa y consulta del Gobernador de Guayaquil, á cercade man
tener interceptados el comercio y comunicacion con la provincia re
belada.
Seguramente el Acuerdo no pudo ménos que sorprenderse, al ver
que no obstante haber salido Molina de Guayaquil, como yo lo ha
bia procurado con el mayor disimulo, mantenía todavía influencia
bastante en aquel Gobierno, para que no se abriese la comunicacion
—104—
política y comercial de ambas provincias. Tampoco pudo dejar de
serlo en vista de las solicitudes de un jefe instruido de las circuns
tancias en que dejaba á este Gobierno en su reciente partida de esta
capital, instase por unos artículos cuya imposibilidad no podia ig
norar.
En consideración, pues, á todo y á lo representado por D. Ma
nuel Arredondo, el Acuerdo fué de dictamen so probase á este
la evacuacion de Gruaranda, por los fundamentos que legítimamen
te le habian obligado á ejecutarla ; que al Presidente Molina se le
hiciesen de nuevo presente las multiplicadas graves atenciones de
este Gobierno, que le impedian hacerle los socorros que pedia para
que tomase las providencias mas útiles y convenientes, entre las cua
les era una abrir el tráfico de ciertos efectos y frutos de no sospe
chosa aplicacion, y de consiguiente, la correspondencia particular,
bajo de ciertas prudentes medidas que se habian dictado para Poto
sí., segun se le habia prevenido en Diciembre del año precedente, y
finalmente, que al Gobernador de Guayaquil, se comunicase esta de
terminacion para su cumplimiento, previniéndole ademas, que man
tuviese en la plaza la tropa necesaria para la conservacion de ella y
defensa de la provincia. La pronta expedicion de estos oficios, acre
dita mi total conformidad con el parecer del Acuerdo, persuadido el
Tribunal y yo igualmente, de no ser aun tiempo apropósito para
obrar con la fuerza contra la provincia de Quito, tanto por no ha
berse apurado suficientemente, y con la dulzura que correspondia,
los medios de reducirla, como por las dificultades que se tocaban en
hacer un armamento cual Molina apetecía, era indispensable insis
tir en que tuviesen cumplido efecto las disposiciones é instrucciones
bajo las cuales Molina habia partido de la capital de este Vireynato,
Léjos de haberse arreglado á ellas este jefe, no pudo resistir al
atropellamiento que creyó hecho a su dignidad, en la detencion y
arresto de su Comisionado, y con mas ardor del que deben tener los
hombres encargados de una negociacion política, como debe supo
nerse á Molina, en estas circunstancias pasó á fulminar al Presiden
ta Castilla, á la Junta y Comisionado Eégio de la provincia de Qui
to, las mas terribles amenazas de entrar en ella á sangre y fuego, co
mo en pais enemigo; amenazas ridiculas, porque segun su mismo dic
tamen no podian tener efecto, por hallarse desarmado ; amenazas
importunas, que provocaron la desesperacion del pueblo, en térmi
nos de resolverse á invadir el territorio de Guaranda, con tan grande
descalabro de nuestra parte, y despues la misma provincia de Cuen
ca, sin atencion á hallarse pendiente la entablada negociacion por
medio de sus comisionados, y amenazas en fin, que no hubo necesi
dad de emplear, como comprueba el regreso de Bejarano con el Co
misionado de Molina, aun despues de este suceso.
Para reponer las pérdidas que habia ocasionado el atropella
miento de las providencias de Molina, á la defensa de la pro
vincia de Gnayaquil, fué preciso dirijir á su Gobernador la Ar
—105—
tillería, municiones y demas pertrechos de guerra que reclamaba
en repetidas representaciones, las que en concepto de justas, dispu
se su remision en la primera oportunidad, para asegurar el territo
rio, manteniéndolo en un estado capaz de imponer respeto á los in
surgentes, y de evitar cualquiera agresion á que sin duda hubiera
dado lugar, si lo hubieran considerado indefenso, y á ñn de que con
sus sobrantes pudiese tambien ser auxiliada la provincia de Cuenca,
conforme al encargo de lasjeyes.
La pobreza del Erario no era, desde aquel angustiado tiempo, el
Vínico objeto de mis grandes cuidados. Ocupada toda mi atencion
de los auxilios de armas que debia dar al ejército del Alto Perú, en
donde el riesgo era mas eminente: en la suspensa accion de Huaqui,
los socorros que se suministraban eran con proporcion á la necesidad
casi diariamente aumentada, como en su lugar queda expuesto. Mas
no por esto fué desatendida la situacion de Cuenca, como podia
creerse, por los clamores incesantes de Molina y sus intempestivas
protestas. El Acuerdo, adonde volví á llevar el expediente, con las
últimas reclamaciones de Molina, no hizo cargo de los cuantiosos
auxilios de tropa, armas, utensilios y dinero que habia facilitado es
te gobierno, no solo á las provincias de la jurisdiccion de Quito, sino
tambien á las demas que se hallaban en iguales circuntancias, hacien
do un esfuerzo extraordinario para cumplir con el tenor de las leyes,
y declaró arregladas al tenor de ellas, la denegacion que debia ha
cérsele de cuanto solicitaba, á medida de su antojo y en términos
impracticables. Advirtió el mismo Tribunal, con vista de documen
tos, la falta de cumplimiento á las providencias expedidas en su
acuerdo, cuyas prudentes medidas de suavidad y de dulzura, si se
hubiesen adoptado, escusando las intimaciones y proclamas de aspe
reza y de rigor, apropósito solo para exasperar los ánimos y endu
recerlos en sus crímenes, era presumible los hubiera reducido á la
razon y habrian evitado las perjudiciales últimas ocurrencias de aquel
reino. Ultimamente, le pareció que debian remitirse á dicho nuevo
Presidente, ejemplares del indulto general concedido por las Cortes
de la Nacion, para que conformando á este sus disposiciones, tratase
con benignidad, considerados los movimientos no como crimen, si
no como un error de concepto, y que se diese cuenta de todo á la
Eegencia. Aunque este dictamen del Acuerdo y sobre todo la no
toria escasez del Erario, ponían a cubierto mis responsabilidades en
la denegacion de los auxilios pedidos con tanta repeticion por Moli
na ; sin embargo, siendo en mi opinion mas temibles las desavenen
cias de los jefes, que la misma guerra, aunque no conforme con el
parecer del Tribunal, ordené al mismo tiempo al Gobernador de
Guayaquil, prestase á Cuenca todo el dinero con que se hallasen sus
cajas, y que no fuera de absoluta nesesidad, para las preferentes
atenciones del servicio de aquella provincia, haciendo pasar en cali
dad de auxilios, las tropas veteranas que habian salido de esta capi
tal para destacamento, y la antecedente expedicion de Quito, y en
histokia—7
—106'—
iguales términos todo cuanto del repuesto de armas, municiones J
otros efectos de guerra, se Labia cuidado de reemplazar á aquella,
desde esta plaza.
Por una necesaria consecuencia de los desórdenes de la capital do
aquel víreinato y de la de Quito, el Gobernador de Popayan padecía
las mismas inquietudes y convulsiones, basta rebelársele enteramen
te las ciudades de Cali, Buga, Cartago, Fanfermo y Toro, que ar
madas y de acuerdo unas con otras, hacian los mayores esfuerzos pa
ra trastornar la unidad del Gobierno en las de la Plata y Neyva y
aun en la misma de Popayan; cuyo jefe, ademas del cuidado de cus
todiar los caudales existentes en la provincia, le oprimía el de impe
dir la seduccion con que procuraban corromper el aliciente de la li
bertad, el crecido número de cuadrillas de esclavos de las jurisdic
ciones de Iscuardi y Micay y sus minerales, comprendidos desde el
rio Dacuy hasta Tumaco, para todo lo cual pedia tambien auxilio
de tropas y armas. En una palabra, las conmociones eran generales
en todos los lugares de esta América, y las iustancias implorando el
favor y auxilios de este vireiuato, por ser ya el unico punto tranquilo,
á lo ménos de donde pudiesen esperarse tales socorros. La continua
extraccion de ellos, de unos cortos almacenes, y su remision al mis
mo tiempo para todas partes, como repetidamente se ha expuesto,
no puede mirarse sin admiracion, cuando á mí mismo me causa el
mayor asombro ; pero debiendo al fin agotarse los depósitos de don
de sale mucho sin tener entradas, no siendo tampoco prudente dejar
este gobierno sin lo necesario para su defensa, consulté al propio
Acuerdo las circunstancias de Popayan, exponiéndole el estado de
aquella provincia. Trayendo el Tribunal á su consideracion los an
tecedentes que obraban en lo relativo á auxilios prestados al vírei
nato de Santa Fé, fué de dictamen que podrían conformarse mis
providencias con las que tenían dictadas al nuevo Presidente, á fa
vor de la tranquilidad de Quito, por no ser en ninguna manera po
sible adelantar un paso mas sobre lo que hasta entonces se habia
practicado. Esta fué la contestacion que se dió al Gobernador de
Guayaquil, para que le sirviese de norma en sus operaciones, y para
que pudiese contestar al de Popayan, en oportunidad á sus reclama
ciones.
El orden que he procurado observar en la narracion de estos su
cesos, me precisa, aun contra mi voluntad, absolver á Cuenca, en
donde Molina, auxiliado con cuanto en las estrecheces de este reino
pudo permitir, esperaba á los enemigos. Los expedientes que sirven
de guia para la formacion de estos extractos, y algunas otras cartas
particulares que allí se recibieron, arrojan tan amarga sustancia
contra el nuevo Presidente, por su caprichoso modo de obrar, por su
génio demasiado irritable, y finalmente por sus propios conocimien
tos políticos y militares, que yo quería muy bien escusarlos, para
que no se arguya en ningun tiempo á pasion ó venganza, por las in
crepaciones que frecuentemente ha hecho á este Gobierno, quejan
—Í07—
dose de la falta de auxilios, que dice no habérsele impartido la fiel
relacion de los sucesos. Como no escribo para denigrar á nadie, si
solo para exponer sencillamente los hechos y la justificacion de los
procedimientos de este mando, escusaré cuanto pueda ofender el
nombre de un General que ha tenido tan poco tino en sus providen
cias, cuanto se ha desviado de mis consejos y los de este Acuerdo,
como queda manifestado arriba, con la mayor imparcialidad.
Desembarazados los quiteños delas tropas de Guayaquil, manda
das adelantar irreflexivamente en su territorio, y alentados con este
buccso, pusieron libremente sus miras contra Cuenca, á donde Mo
lina se hallaba lleno de aprensiones por la fuerza de los enemigos que
creia irresistible, como por la seduccion, que suponía general en los
recintos de la ciudad provincia de Cuenca. En este estado, sin con
sulta de persona alguna, y contando por nada las fuerzas con que el
Brigadier D. Melchor tíe Aimerich, Gobernador de aquel distrito,
ocupaba un paso preciso y ventajoso, en número casi igual al de los
insurgentes, desestimando las recomendables cualidades de este ex
celente oficial, resolvió secretamente abandonar aquel puesto, antes
de tener noticia alguna del resultado, bueno ó malo, que debió es
perar de la suerte de Aimerich y sus tropas que estaban al frente de
la de los insurgentes. En la noche antes lo habia ejecutado tambien
el Obispo de aquella diócesis, y todos cuantos pudieron llegar á en
tender la secreta determinacion del jefe de la provincia, aunque igno
rando el fundamento que debian suponer de la mayor gravedad, y
tomada con los mas seguros datos, y de la derrota de Aimerich, ó
de la mala disposicion de los vecinos.
Ni uno ni otro ha podido justificar Molina, pues el pueblo, por sí
solo, sin el apoyo de las autoridades que lo habian desamparado,
formó la heroica resolucion de defenderse, y pidiendo un Cabildo
abierto á que asistió el capellan del Presidente, por haber quedado
recojiendo parte del equipage, acordaron hacer regresar la comitiva
de Molina, resueltos á morir en defensa de la causa del Eey. Mas de
dos mil almas de todos sexos fueron á ejecutar la resolucion del Ca
bildo, á distancia de legua y media de la ciudad, á la hacienda don
de él se hallaba refugiado, esperando los restos de su equipage y fa
milia, y esta noble accion de ese generoso pueblo, destruye cuanto
en razon de su desconfianza habia escrito y hablado hasta entonces
su jefe. La misma resolucion de este pueblo verdaderamente grande
y heroico, en cuyo elogio siempre vendrían cortos los encarecimien
tos, llegó al estremo de presentarse en masa delante del enemigo,
sin mas armas que sus brazos, llevando al Gobernador Aimerich las
provisiones que tenían en sus casas para mantenimiento del ejército,
y este entusiasmo sin ejemplo del vecindario, desconcertó enteramen
te las medidas del revolucionario, y le obligó á dejar el puesto, sin
haberse hecho una descarga, un solo tiro de parte á parte. Juzgue-
se pues por estos hechos, si Cuenca ha merecido la nota atribuida á
su fidelidad, y si el concepto de las tropas de los innovadores del go
—108—
bierno es ó no superior en número y armas á las de Aimerích, como
ha querido figurársele. Si no lo eran, como necesariamente ha de
convenirse, diga el mismo Presidente de donde hubo estos auxilios,
sino del vireinato de mi mando, y desde luego el carácter que se
quiera a las reclamaciones, protestas, requerimientos y domas que se
advirte en la monstruosa correspondencia de" este jefe. Despues
de todo esto, se le continuaron los mismos embarazos y aun en nú
mero, sin embargo de no haber mejorado la constitucion á que esta
ba reducido, y es otra prueba de que escusando toda personalidad,
el mismo objeto que se ha tenido presente ha sido el del servicio, á
favor del cual se han dispuesto los envíos aun sin recibir sus peti
ciones.
Con estos mismos socorros caminaron los oficios acordados para
los señores Conde Euiz de Castilla, Molina y Gobernador de Popa-
yan, acompañándoles el Peal Decreto de instalacion de Cortes, y
ejemplares de indulto general, expedidos en favor de los disidentes de
América, y aunque como refiere en su contestacion el Conde, ya los
habia recibido en derechura do la Corte, nada produjo esta medi
da política. Por el contrario, cada vez mas audaces acometie
ron al Gobernador de Popayan en el puente de Palacé, á dos leguas
distante de aquella ciudad, con tan ventajoso número de armas,
que tuvo que cederles la ciudad, y retirarse á la provincia de
Pasto, cuya noticia impartida por Molina, reiteraba con este moti
vo sus instancias para nuevos socorros. Eepito, que como jamas con
testé como podia á estos oficios, lo mandé llevar al Acuerdo, y el
dictamen de este, y mi conforme resolucion fueron, que no siendo
posible en el momento prestar auxilio alguno, debia esperarse el
menor desahogo pura poderlo verificar, sin perjuicio de la propia
defensa de este reino.
Tambien por la parte de Guayaquil, y por el parage nombrado el
Pozuelo, empezaron sus hostilidades, apresando con cincuenta hom
bres, una partida de cinco dragones apostados en aquel lugar, con
el único objeto de evitar desórdenes, con lo que fué preciso que se
-cubriesen unos puntos y se reforzasen otros, para precaver la repe
ticion de iguales contingencias. Mas, como seguidamente me infor
mase de los nuevos refuerzos de tropa que agolpaban los insurgentes
■en Guaranda, y el que consiguientemente le habia sido forzoso hacer
para seguridad de las bodegas de Babahoyo, repitiéndose esto mis
mo, y con mayores encarecimientos por Molina, el suceso del Gober
nador de Popayan en el puente de Palacé, mandé repetir nuevo
Acuerdo; y sus Ministros con presencia de todo opinaron, se repitie
se orden para abrir la comunicacion y comercio de ambas provin
cias, retirándose las tropas que por nuestra parte se habían situado en
las Bodegas, luego que las de Quito hubiesen evacuado tambien á
Guaranda, para que estas no perturbasen por alguna inconsidera
cion la correspondencia y tráfico que deseaba aquel gobierno man
tener espedito.
—109—
Pero descubriéndose por estos ejemplares la solapada conducta de
los quiteños, y su ciega obstinacion no solo en perseverar en su sis
tema, sino en el de seducir y corromper otros pueblos, acometiendo
con la fuerza, á donde la persuasion no alcanzaba, fué forzoso doblar
los esfuerzos para auxiliar con nuevos y mas considerables repuestos
á Guayaquil y Cuenca, á que inducia con mas fuerte razon, el cla
mor del Gobernador y Cabildo, emigrados de Popayan á Pasto, en
donde no se consideraban seguros por el justo recelo de que cargasen
sobre esta provincia combinadamente las tropas de Quito, con las
de Santa I1 é y las del valle de Neira. Abrigaba este proyecto de las
tropas revolucionarias, la esperanza de apoderarse de los caudales
que tenia consigo el Gobernador, y con el despojo de esta tesorería,
mantenerse por mas tiempo en sus depravados intentos. Así, interesa
ba mucho poner en la costa de Barbacoas, un buque que con compe
tente fuerza, pudiese recibir cincuenta mil pesos que habían salido ya
de.Pasto para este destino, ó el todo, si una feliz casualidad proporcio
naba trasportarlo a) mismo lugar. Por otra parte, el Presidente Mo
lina, no conformándose con la resolucion del último Acuerdo, consi
guiente á todos los demas anteriormente celebrados, hizo presente las
reflexiones que le ocurrían por no creer medios suficientes para resta
blecer el órden en la provincia, los propuestos por el Tribunal y adop
tados por mí, con la sana intencion de evitar por aquel lado, otra
guerra civil tan ominosa como la en que me habían empeñado los
revoltosos de Buenos Aires.
Todos estos documentos que llevé yo mismo al Acuerdo, produ
jeron la aprobacion de las disposiciones del Gobernador de Guaya
quil, en lo relativo al armamento y carena do una lancha cañonera
de las de aquel rio, y su remision pronta al Gobernador de Popayan,
con las tropas y armas que fuese preciso, ser incompatible con su
propia defensa ; que en los mismos términos se auxiliase á Cuenca y
que finalmente se escribiese de nuevo al señor Castilla, haciéndole
presente que la determinacion de este Gobierno, para abrir el comer
cio recíproco entre Guayaquil y su provincia, permitiendo libre el uso
de la correspondencia epistolar de ambas, estaba librada en el con
cepto de que ella sola seria suficiente á restablecer la buena armonia
que justamente se habia reclamado por la de Quito ; pero de ningu
na suerte para que las tropas de esta atacasen á las demas fieles, co
mo las de Popayan y Pasto, y mucho ménos para que se abusase de
este medio, introduciendo en todas papeles sediciosos y opuestos á la
tranquilidad que ellas gozaban, cuyas equitativas condiciones, debia
por su parte aquel Gobierno, hacer que tuviesen la mas religiosa ob
servancia, pues cualquier infraccion que en ellas se notase, autoriza
ría á este Gobierno y sus dependientes para hacer volver las cosas al
estado incomunicable en que ántes habían estado.
Unas y otras providencias repetidamente comunicadas, al Gober
nador de Guayaquil y Presidente Molina, para mantener las relacio
nes políticas y comerciales de este y aquel reino, no llegaron á tener
—110-
efecto, porque aunque el gobierno revolucionario de Quito parecía pro
pender de buena fé á su establecimiento, las operaciones desmentían
cuanto se hallaba escrito de su parte en este particular ; no dejando
duda que sus protestas eran simuladas, y su intencion la mas pérfida,
para aprovecharse de la franqueza y generosidad con que se
les concedia; y sorprender al menordescuido la vigilancia de los Go
bernadores, bajo cuyos interesantes respetos reclamaron ambos jefes
de esta determinacion con reiteradas y encarecidas súplicas. En la
propia oportunidad, el de Guayaquil me participó el acuerdo de una
Junta de Guerra celebrada en aquella plaza, á instancias del Presi
dente Molina, con el objeto de hacer una escursion hasta Guaranda,
al mismo tiempo que este por su parte lo verificaría por los confines
de su territorio, divirtiendo hácñi estos dos estrenios la fuerza de los
enemigos. Proposicion fué esta que halló en el Gobernador el mejor
apoyo, igualmente que en su J unta de Guerra, por cuanto allana
das por los insurgentes de Quito y Santa Fé, las provincias de Po-
payan y otras, era de muy probable conjetura invadiesen la de Gua
yaquil, por su parte mas débil, cual es la del Norte, aliviando tam
bien de esta manera la opresion que sufría la de Pasto, ya que no
era posible auxiliarla de otro modo por su localidad y falta de bu
ques en disposicion de ejecutarlo con la celeridad que convenia.
Todo se vió en el Acuerdo con mi asistencia, y resolvió aprobar al
Gobernador de Guayaquil sus providencias, mandando continuasen
suspensas las que anteriormente se le habian dirijido, en cuanto al
comercio y correspondencia, por los motivos nuevamente alegados ;
y previniéndole que en el caso de haberse determinado la salida de la
expedicion combinada con el Presidente Molina, fuese bajo las modifi
caciones que yo mismo hice presente en el acto de conferenciar esta
materia para no aventurar el decoro de las armas del Eey, y para
embarazar que una desgracia no diese nuevo aliento á los insurgen
tes y los pusiese en estado de emprender mayores tentativas.
Cuando con arreglo á esta resolucion me hallaba dictando las ór
denes é instrucciones para el Gobernador y Presidente, llegó á mis
manos, por expreso del General del Alto Peni, la noticia del com
pleto triunfo que habia reportado sobre el de los porteños ; noticia
que como siempre habia anhelado, me ponía en actitud de poder
atender con mas desahogo á la seguridad de Guayaquil y Cuenca, y
aun á la pacificacion de los alborotos de Quito y demas provincias
que por aquel lado se hallaban en insurreccion. Sin embargo, mién-
tras que con el armamento remitido anteriormente y que de nuevo
enviaba con estas órdenes, se disponía una respetable fuerza que ase
gurase con probabilidades, el éxito de la expedicion, previne á am
bos jefes no dejasen de la mano la obra de reducirlos con la dulzura
y sagacidad que siempre les habia recomendado, y les ofrecí conti
nuar ó extender mi amparo, no solo por esos puntos, sino tambien
por el de Carondelet ó Tula, para protejer las operaciones militares
del Gobernador de Popayan, y favorecer la extraccion de los cauda-

':
—Hi
les que este tenia en su poder, para emplearlos en aquellos mismos
gastos, por la imposibilidad absoluta en que me hallaba de poderlo
verificar con los de este Vireinato, por los inmensos que hacia el ejér
cito del Perú Alto,
Por esta providencia y su oportunidad, se descubre bien claramen
te, tanto mis pacificas y humanas intenciones para con los unos,
cuanto mi disposicion y buenos deseos para atender á los otros; no
solo por cumplir con la obligacion que me prescriben las leyes en se
mejantes casos, sino movido del grande interés y mayor utilidad de
ios pueblos, con el restablecimiento de las autoridades legítimas, y
la cesacion de los niales que les ocasionaba el nuevo arbitrario mo
do de gobernarlos, introducido por los jefes de la revolucion, cuya
mala fé y conducta descubierta por üos no alucinados, ó que se ha
llaban libres de la opresion, íes obligaba á buscar la proteccion del
Rey y de sus Ministros, en las repetidas interpelaciones que hacían
al efecto. Descúbrese tambien para mayor satisfaccion mia, que no
he prodigado á los G obemadores los medios de que pudieran valerse
para mandar una- guerra imprudente, entre los vasallos del Rey, ami
gos y relacionados, pues cuando los he facilitado, han sido acompa
ñados del consejo, paia obrar con lenidad y prudencia ; y finalmen
te -se descubre que si esos mismos auxilios no han sido impartidos
en el acto, y en toda la extension con que los deseaban, ba sido por
los notorios atrasos de este Gobierno, y la imposibilidad de atender
á un mismo tiempo á todo, en circunstancias de que obstruido el
comercio y extinguido el tributo, si se hacia [difícil cubrir los ordi
narios gastos del tiempo de paz, era del todo imposible emprender
los para la formacion de un ejército de tres mil hombres, que el se
ñor Molina juzgaba indispensable para entrar en Quito.
La Junta de esta ciudad recibió entonces la aprobacion del Go
bierno Supremo, mediante los informes que con obrepcion y subrep
cion le habia dirijido el comisionado, y hecho firmar violentamente
al Conde ; y cuando la política y sagacidad de la Eegencia daba este
ipaso en favor de la reconciliacion, presentándoles la Providencia el
arbitrio de disculpar sus yerros, condescendiendo en la instalacion
de ella, bajo las justas y necesarias restricciones que se explicarán
donde corresponda, la mala fé de los revolucionarios, la hacia servir
á sus intentos de corromper con la mas engañosa astucia á los pro
vincianos de Popayan.
Estos miserables alucinados, creyendo ver en el Gobernador de la
provincia y demas que no favorecían sus ideas, unos verdaderos in
fractores de la ley, y las disposiciones del Gobierno Supremo, au
mentaron el número, y volvieron con mas ímpetu sus armas contra
las pocas tropas que guarnecían Pasto, defendiendo la justa causa, y
fueron dispersados en el sitio de Guayaquil.
La repeticion de semejantes atentados, me decidieron al fin á pen
sar seriamente en ellos, y á tratar de su remedio. Entonces por la
primera vez, trayendo á la vista los estados de armas, municiones y
—112—
pertrechos, que sucesivamente habia remitido al punto de Guaya
quil, formé el plan con que debía atacárseles, dividiendo la fuerza
entre esta provincia y la de Cuenca, por cuya parte únicamente,
debía en mi concepto, obrarse militarmente supuestas las ventajas
y superioridad que por documentos y noticias circunstanciadas que
tenia presentes, resultaban en favor del ejército formado en esta Vil-
tima provincia; órdenes preventivas, generales y particulares, para
cualquier caso de los ocurrentes en la campaña, compren casi el
todo de la dilatada instruccion que comuniqué á los jefes, terminan
do con los avisos de remitir por la via de Trujillo, treinta mil pesos
en dinero, que era el mayor esfuerzo que podia esperarse, quedán
dome el desconsuelo de no tener con que pagar la guarnicion de esta
ciudad, en el mes entrante, ni la marina, á la que se debian hasta
aquella fecha cinco meses ; y finalmente tan falto de recursos, que
me hacia temer próxima la quiebra de este Erario.
Las noticias de la derrota del Gobernador de Popayan en Pasto,
se • repetían por conducto del de Guayaquil, con la de las incursio
nes que hacían las tropas quiteñas por todo el territorio, con cuyo
motivo, á falta de laslanchas cañoneras que mandé poner en la costa
de Tumaco, por uo haber dado lugar el tiempo á su carena, y del
bergantín de comercio, el Cantabro, que armado por el Illmo. Sr.
Obispo de Cuenca, habia hecho pocos dias antes, aun sin fruto, la
propia diligencia ; salió un barco pequeño nombrado el Silencio en
su auxilio, y en la mayor diligencia del rio de Guayaquil, al mismo
tiempo que pasaron de la misma plaza las tropas con que debia au
mentarse en Cuenca la fuerza de Molina. Tambien se me comuni
caron en la propia ocasion, los oficios con que mañosamente se habia
dirijido la Junta de Quito á los Cabildos de las provincias fieles pa
ra que se le reconociese en clase de Superior Gubernativa, y aunque
todos ellos contestaron vigorosamente, y con la mas abierta repulsa
á sus proposiciones, contrarias todas al tenor de lo expresamente con
cedido por el Gobierno Supremo, y con especialidad en aquella par
te que restrinjia las facultades de las Juntas, sugetándolas al reco
cimiento de las legítimas autoridades, á quienes debia respetar y
auxiliar para mantener el orden, sin embarazarles en sus funciones,
las hice notorias á aquellos cuerpos para su gobierno, y á efecto de
que no fuesen sorprendidas, como en efecto lo intentaron.
Conviene advertir, que á mas de las limitaciones con que la Ee
gencia del Eeino se sirvió aprobar, ó mas bien se vió precisada á con
descender con el establecimiento delas Juntas, por los fundamentos
que falsamente se habían atribuido á los de su creacion, no omitió
la prudente cautela de comunicármela, para que los términos de
aquella providencia pudiesen nivelarse con las que tenia noticia ex
pedia yo, con el saludable intento de la pacificacion de la América.
En esta virtud, el paso mas obvio me pareció dirijirme al propio
Gobierno de Quito, con copia de una y otra orden, con el objeto de
instruirme de lo que en él se hubiese acordado para su cumplimien
—lis
to. Mas como en la contestacion firmada por el Conde, advirtiese la
falta de puntualidad é instruccion con que debió hacerlo la misma
Junta, llevé el expediente al Acuerdo, cuyos Ministros fueron de pa
recer se repitiese nueva orden al señor Presidente Castilla, para que
respondiese categóricamente á mi anterior oficio, áfin de evitar sinies
tras interpretaciones perjudiciales al servicio y á la tranquilidad de
los mismos pueblos. Así lo ejecuté en el acto, avisando á todos los je
fes de aquella provincia y á la Eegencia, del estado de estos n egocios.
La goleta Silencio regresó al puerto de su salida en este tiempo,
desde el de Tumaco, trayendo la correspondencia del Gobernador de
Popayan, y cantidad de pastas de oro y plata para su amonedacion en
esta capital. La verídica relacion que hace de los sucesos, aunque
varia en el modo con que las habian esparcido los insurgentes, para
alterar ó alucinar, está conforme en la sustancia, pues confirma la
pérdida de las acciones arriba citadas, quedando por resultas ele ellas
en un estrecho bloqueo, la ciudad de Pasto por Norte y Sur; care
ciendo de sal y otros artículos principales, que no podia el Goberna
dor ministrarle desde Barbacoas, por falta de gente y armas, y pol
la propia razon era presumible la rindiesen ó se entregasen con pér
dida de los caudales del Rey, armas y municiones que habia en ella.
Semejantes conflictos, y los comprometimientos en que el Goberna
dor se vió, siempre que trataba de salvar los intereses de la Tesore
ría, no le permitieron hacer un envío de consideracion. Asi es que
el valor de las pastas remitidas en el bergantin Silencio, apenas se
pudo calcular antes de su ensaye y amonedacion, que ascendiese á
poco mas de setenta mil pesos.
En vista de estas noticias, estando ya concluida la carena de la
lancha cañonera Justicia, salió de Guayaquil para la costa de Es
meraldas, como lo habia yo dispuesto, á las órdenes del Alferez de
Navio D. Eamon Pardo, con dos cañones do montaña, un cabo y
cuatro soldados artilleros, y nueve mil pesos sellados, fuera de las
armas de su dotacion. Seguidamente dió la vela la goleta Silencio,
conduciendo víveres por la escasez que se experimentaba, de resul
tas de estar cortada la comunicacion de Pasto ; y en ella fueron tam
bien, en calidad de auxilio, veinticuatro fusiles con sus correspon
dientes correages, y algunos soldados que unidos al armamento de
la cañonera y de la goleta Eayo, que acababa de emprender viage
para el mismo destino, conduciendo víveres y treinta fusiles mas pa
ra la provincia de Micay, pudiese servir todo á la defensa de aquel
punto, con lo demas que el Gobernador hubiese recojido en todos
los términos invadidos de su jurisdiccion : y por último, salieron pa
ra Cuenca el Sarjente Mayor D. Antonio del Valle, con un piquete
de tropa veterana á que se habian de reunir los pardos de esta capi
tal, remitidos anteriormente, y otros cinco piquetes mas de las mili
cias de Guayaquil, con armas, municiones, pertrechos y demas úti
les de guerra existentes en dicha plaza, y á los cuales se seguirían
despues todos los que consignados para el mismo Cuenca, se habian
—114—
embarazado en este puerto en la fragata mercante nombrada Pre
ciosa.
La generosidad y franqueza de estos envíos, léjos do calmar las so
licitudes, avivaban mas la voz del Presidente Molina, agitando mi
espíritu siempre alterado, en términos de no dejarme un momento
de reposo y de descanso, á las fatigas que debia ocasionarme la ca
lamidad delos tiempos, y la atencion fija en cada uno de los puntos
por donde los revoltosos invadian mi territorio. Mi triste situacion
representada en las contestaciones, ó no era creida, ó aunque lo fue
se se desestimaba para salvar cada uno sus responsabilidades á costa
del bonor y crédito del que con tantos desvelos procuraba, como yo,
anticipar á sus representaciones el socorro de sus necesidades. Una
negativa fundada en las poderosísimas notorias indigencias del Era
rio, y falta de recursos, por haberlos agotado ya todos, agravia los
ánimos, y sus resultas me eran mas temibles que la de la misma guer
ra. Hombres, armas y dinero, eralo que se me pedia de todas partes;
en una palabra todo, porque con nada se contaba, despues de las
continuas remesas que se les hacian, y ya era llegado el triste caso de
no tener de donde sacarlos sin conocido riesgo del territorio de mi
mando.
Sin embargo de tan amarga situacion, para alentará Molina, dis
puse partiesen con destino á sus tropas, el Teniente Coronel D. Ale
jandro Ecegar y el Capitan de Ingenieros D. Miguel Atero ; y le
ofrecí remitir, si fuese posible basta doscientos hombres de los de
esta capital, con otros tantos fusiles de los del antiguo y casi inútil
armamento existente en los almacenes de esta capital, á cuyo desig
nio se quedaban trabajando con empeño en el obrador de la artille
ría, con lo que y el caudal amonedado de Popayan, que hacia regre
sar prontamente, esperaba le dejasen persuadido de no poder hacer
mas en su favor en medio de las muchas atenciones y cuidados de
que estaba rodeado. En cuyo supuesto era regular socorriera á Po
payan, y procurar sacar el mejor partido posible por los medios que
su prudencia, sagacidad y tino le dictasen, sin mantenerse de espe
ranzas lejanas inverificables, ya por el cíimulo de nuevas y mas ex
traordinarias circunstancias, como las que cada dia se presentaban.
Con efecto, se embarcaron los doscientos fusiles, tomándolos de los
del armamento de estas milicias, siendo esto todo lo que por enton
ces pudo ejecutarse en el término de tan cortos dias : y aunque con
esta conducta no logré acallar los importunos clamores con que se
me mortificaba, á lo ménos pude. conseguir que en medio de las pe
ticiones confesase Molina que mis esfuerzos habian sido superiores á
las circunstancias; y yo añado que aun á lo que en razon y en justi
cia debieron extenderse sus esperanzas.
En este intérvalo, es de suponer cuales serian los esfuerzos de los
quiteños para oponer una resistencia conveniente, á la que por nues
tra parte se intentase para sugetarlos, siguiesen en las correrias en
que estaban empeñados por el lado del Norte, por donde eran mas
—115—
fuertes ; y los nuevos crímenes á que les daba causa la lenidad y
blandura con que se les procuraba atraer, atribuyéndolas quizá á de
bilidad y cobardia. Así consta: —la independencia se publicó en la
capital con regocijos públicos, y solemnes tiestas ; ganadas por la
seduccion las primeras provincias de Popayan, y por fuerza las úl
timas, aumentaron el número de los facciosos, y derramándose por
varias avenidas en la costa, acometieron los partidos de Isguande,
Micay y estero de Tapajé, para posesionarse del rio Patia, y cortar
la comunicacion de Tumaco, estrechando el bloqueo de Barbacoas.
Los engaños, mas poderosos que sus armas, lograron corromper esta
última ciudad ; y en la imposibilidad de evitar el intento del enemi
go, determinó el Gobernador desampararla, llevándose consigo vein
titres soldados del regimiento de Santa Fé que tenia á sus órdenes
la cañonera, un falucho particular y dos canoas al rio de Isasande.
Perdidas estas fuerzas siguió retirándose por la costa, y desde ella
al Gobierno de Guayaquil, y á esta ciudad, con algunos vecinos que
quisieron ó pudieron emigrar de aquel.
Sustancialmente es esta la relacion de los decantados triunfos de
los quiteños, en la provincia de Popayan hasta los últimos términos
de ella, por la ciudad de Barbacoas, cuyo Cabildo representó á este
Gobierno y al de Cuenca, su estado de opresion en demanda de au
xilio de fuerzas para repelerlos y establecer el legítimo Gobierno.
El Gobernador, de quien me informé sobre el particular, opinaba
por una formal expedicion á la costa, comprendida entre el cabo de
San Francisco y bahía de San Buenaventura; mas no siendo tiempo
á propósito, ni habiendo lugar de emprenderlo, por los motivos tantas
veces expuesto, esto es, la pobreza y falta de arbitrios y de recursos pa
ra costearla, lo puse todo en noticia del Sr. D. Toribio Montes, nueva
mente provisto por la Eegencia para la Presidencia de aquel Keino,
al mismo tiempo que los oficios del Gobernador de Guayaquil, con
noticia de los nuevos socorros de armas, municiones y dinero remiti
dos por él á Cuenca, y del estado en que se hallaba aquella provin
cia.
Ensoberbecidos los quiteños con los triunfos de tantas victorias,
conseguidas sobre los miserables pueblos desarmados de la provincia
de Popayan, no dudaron dirijir sus armas por este, lado del Norte
contra la de Cuenca. Precedidas del papel mas abominable y seduc
tor se pusieron en camino, resueltos á darla un formal ataque.
Las hostilidades empezaron de su parte desde Paredones, lugar á
donde se hallaba situada la avanzada de Áimerich, la cual cediendo
á la superioridad, tuvo que replegarse á las alturas de Llam, en las
inmediaciones del pueblo de Cañas. El enemigo le siguió hasta este
punto, en que fueron oportunamente llegando los refuerzos, y en es
ta disposicion, aunque disponian algunos movimientos, con el objeto
de incomodar á las tropas de Cuenca, la serenidad de estas les im
puso, que no osaron en ocho dias emprender accion alguna contra
ellas, que solo mudaban de posicion, segun la que observaban á los
—110—
enemigos. Pero tratando estos al fin de cortar la division reforzada
de Valle, ó atacai la de Aimerich, en esta dudosa operacion, consiguió
el r rimero ocupar el pié del ceno de Atai, flanqueando por la izquier
da al enemigo que llenaba la cuchilla de Llabasi. Entonces rompió
Valle un fuego vivo y sostenido, empeñándolos en la accion por
aquel lado, y eu cuyo tiempo Aimerich, á la vista, pudo socorrerlo
con trescientos hombres. Empeñado el ataque, tuvieron que soste
nerlo por una y otra parte tres horas y media que se regulaba inde
cisa la accion : mas habiendo cesado Valle sus fuegos por falta de
municiones, cesó tambien los del enemigo, que se retiro lugo á sus
tiendas, y al amanecer del dia siguiente desaparecieron, dejando en
el lugar que habían ocupado, diez y siete piezas de cañon, y otras
armas y pertrechos, con mucha parte del equipage que fué entrega
do á la tropa é indios amigos, que servían sin sueldo en la campaña.
La fatiga de la tropa, expuesta al descubierto en diez dias con sus
noches consecutivas ; la falta de víveres y otras necesidades, no dió
lugar á perseguir en su retirada á los insurgentes como correspondia
para acabar de deshacerlos. Las partidas destinadas á este efecto,
llegaron solo hasta el mismo punto -de Paredones, trayendo los des
pojos que hallaron en el camino, y la noticia de haber sido comple
to el triunfo de la victoria. Si este paso se hubiese dado en los tér
minos que yo se lo habia encargado á Molina en la instruccion de
que se ha dado antes razon, el honor de hacerles deponer las ar
mas, y el de la pacificacion de aquel territorio hubiera sido entera
mente suyo ; mas esto estaba reservado para el que con mas activi
dad y mejores disposiciones, estaba en esto mismo tiempo de poner
se expedito para marchar desde esta ciudad á la de Guayaquil.
El señor D. Toribio Montes personalmente, y con el influjo de mi
autoridad, que le -franquié sin reserva, agenció el número de tropas
voluntarias que quisieron pasar á-serviren el ejército de expedicion
contra la capital de Quito : del mismo modo el caudal necesario pa
ra que aquel Gobernador acordase las operaciones y empresas mili
tares que pudiesen ofrecerse en la misma provincia ó fuera de ella,
partió á su destino, despues de haber tratado y conferenciado con la
mayor extension, cuanto pareció conducir al deseado término de
nuestros comunes deseos.
La época que basta entonces habia presentado nn regular aspec
to álos negocios de Quito, fué el nombramiento del señor Montes pa
ra su Presidencia, porque reuniendo á sus acreditados conocimientos
militares, su extraordinaria eficacia y mayor docilidad, me prome
tía el mejor éxito en sus empresas y libertarme de los cuidados que
hasta este tiempo me habia ocasionado. La detencion en Guayaquil
fué solo por el preciso tiempo en que pudieron reunirse las fuerzas
del pequeño ejército que habia hecho organizar en aquella provin
cia, y recibidas las contestaciones á los oficios, llenos de amistosas
proposiciones, sin efecto alguno, emprendió por las bodegas de Ba-
bahoyo, su marcha hasta el pueblo de San Miguel, punto fuerte por
— 117—
naturaleza y defendido por el aire; allí batió completamente á los in
surgentes, tomándoles la artillería, bagajes y municiones, y poniéndo
los enderrotada fuga. Persiguiólos con solo su division, hasta las in
mediaciones de Mocha, á donde hechos fuertes, se presentaron con
mayor audacia á una segunda accion, y en ella fué de tal modo bati
da su arrogancia, que se vieron precisados á encerrarse en la capital y
centro de la insurreccion.
El intrepido ejército dirijido por Montes continuó su marcha has
ta las inmediaciones de dicha ciudad, desde la cual le dirijieron va
rios ataques, que sostuvo con la mayor bizarria, siempre con escar
miento de los revolucionarios, arrojándolos con mucha pérdida de
los puntos eminentes en que se iban colocando, basta ponerse delan
te de la poblacion. Volvió á exhortarlo desde este punto con ofreci
mientos sinceros de admitirlos á reconciliacion ; pero su pertinaz em
peño en sostenerse, dió margen á que entrase á viva fuerza en la ciu
dad, la cual encontró saqueada por los insurgentes, que por diferen
tes puntos fueron á reconcentrarse en la villa de Ibarra, veinte le
guas al Norte distante de Quito. Sin darles lugar á que tomasen
aliento y nuevas medidas para defenderse, les persiguió vivamente
una expedicion, á las órdenes del Coronel D. Juan Samano, y las
atacó dentro de la misma villa, disipando enteramente las últimas
reliquias de sus desechas tropas, cuyos jefes y oficiales huyeron á la
aspereza de las montañas, sin esperanza de reunion.
La provincia de Pasto, situada entre la villa de Ibarra y Popa-
van, que se mantuvo siempre adicta .á la justa causa, habia sido ata
cada por los rebeldes de Caly, Buga y del mismo Popayan ; pero ha
biendo logrado defenderse con entusiasmo, tuvo al fin el consuelo
de poder ser auxiliada por las armas del Éey. Finalmente, las par
tidas de Atacantes, Tumaco y Barbacoas, recobraron su perdida li
bertad y restablecieron en el acto el antiguo Gobierno y sus autori
dades.
Constituido en aquel mando con la plenitud de facultades con que
el Key se lo habia concedido, fué preciso qneen uso de ellas, impusie
se á los delincuentes el condigno castigo que sus atroces crímenes me
recían, pero de tal manera que su clemencia resplandeció mas que
su justicia, con la muerte de unos y la expatriacion de otros. Quito
empezó á gustar de la benéfica influencia del Gobierno legítimo, y
aunque es verdad que en algun tiempo no podrá ser restablecida al
antiguo estado feliz en que se hallaba por los estragos de la desvas—
tacion y de la guerra que ha sufrido; este daño y los domas que de él
se siguen, es el fruto que debe esperarse de la dislocacion y del des
orden, y la culpa propia de los factores de la sedicion.
Esta es la sencilla y fiel relacion que he ofrecido hacer de los albo
rotos de la provincia de Quito, con la de mis afanes y desvelos para
tranquilizarla en cumplimiento de la obligacion que para ello me
imponen las leyes y los encargos del Gobierno. Si pareciera demasia
do escrupulosa la exposicion de la una, tambien se advertirá que he
—118—
corrido con rapidez la mano en la otra, sin detenerme en encarecer
las grandes dificultades que han acarreado los continuos y oportunos
socorros de gentes. armas, municiones y numerario en los cuatro años
ó poco ménos, que han durado con alguna intermision estas altera
ciones, pues no ha sido mi designio justificar las alabanzas que se
me han prodigado, como pacificador de la América del Sur, sino
acreditar el desempeño de mis deberes, el celo por los intereses del
desgraciado monarca, cuya suerte debe interesarnos, y el propio bie
nestar de las provincias conmovidas.
ALBOROTOS DE LA PAZ.

El pernicioso ejemplo de insubordinacion y falta de respeto á las


leyes y alas autoridades, que ofreció la ciudad de Buenos Aires á los
demas pueblos de la comprension del Vireinato, y aun á toda esta Amé
rica, el dia 14 de Agosto de 1806, repetido despues con mayor desacato
el 13 de Enero del siguiente y que produjo la escandalosa independen
cia de la plaza de Montevideo, pro tejida por los mismos revoltosos que
abrigaba la misma capital, como vecinos y como miembros de su Ayun
tamiento, segun la prudente conjetura que ministran las ocurrencias
del dia 1.° de Enero de 1809, son sin duda origen de los movimen-
tos que padecieron despues en la de la Plata, y sucesivamente en
la infeliz ciudad de la Paz. En esta, valiéndose de aquellos mismos
velos con que Montevideo babia logrado encubrir sus designios, es
decir, á pretesto de figuradas y aparentes sombras de sospecha en la
fidelidad del Virey y magistrados -del reino, atribuyéndoles inteli
gencia con el Gobierno portugués, sugeridos por los inquietos áni
mos de Buenos Aires, Montevideo y la Plata, como hay algun fun
damento de presumir, asaltaron la noche del 19 de Julio del mismo
año de 1809, el cuartel de tropas veteranas, sorprendiendo las centi
nelas y apoderándose de las armas que en él se custodiaban. Desde
aquel mismo instante aparecieron los horrores de una insurreccion ;
á la deposicion de los jefes y su destierro, álas emigraciones y aban
dono de sus intereses y familias, sucedieron los asesinatos los ro
bos, y cuanto es consiguiente al trastorno del Gobierno legítimo y
usurpacion de él por un pueblo tumultuado.
Tal era el estado en que se bailaba la Paz, cuando el Intendente
de las provincias de Puno, directamente y por conducto del Presi
—120—
dente interino y Regente de la Audiencia do Cuzco, recurrió á este
Supremo Gobierno, en demanda de auxilios y providencias para re
mediarlo y para su defensa. Por lo pronto, mi contestacion al Pre
sidente Regente, se redujo á aprobar los ofrecimientos que este ha
bía hecho al Intendente de Puno, inmediato confinante con la Paz,
para ayudarle á mantener la tranquilidad de su territorio, é impe
dir trascendiesen á ella las de su vecina ; pero instruido de la tai
ta de oficiales dotados de conocimientos y de lá prudencia y tino
que se requerían para estas empresas, le previne haber nombrado al
Coronel l). Juan Ramírez, que encargado de objeto de tanta im
portancia, partiría con celeridad por aquella via, para que presen
tándose al señor D. José Manuel de Goyeneche, que pasaba á hacer
se cargo en interin, de dicha Presidencia, acordasen el lugar donde
convendría fijarse para contener el desorden y embarazar que este se
trasmitiese de las provincias de Chuquisaca y la Paz á las de este
Vircinato ; con cuyo fin prevenía igualmente se le facilitasen las ar
mas, municiones y pertrechos que se considerasen necesarios, con
mas, doscientos hombres de caballería, cuya instruccion debería em
pezar con anticipacion á los que se unirían, segun mis órdenes ex
pedidas por expreso en aquella misma fecha, cuatrocientos de la
misma arma, de los regimientos de milicias de Arequipa y Puno,
mientras que enterado el Exemo Sr. Virey de las provincias del Eio
de la Plata y el Gobernador de Potosí, encargado por el Gobierno
Superior de la quietud de aquel Eeino, arbitraban ambos los medios
de restablecer en las provincias alteradas de su mando, el sosiego pú
blico, mas que nunca interesante, á las ventajosas circunstancias que
se iban proporcionando á la madre patria, y que por las que ofrecía
el tiempo de calamidad en esta América, esperaba se ejercitaría su
celo en sostener los derechos de nuestro legítimo soberano, sin per
der instantes en participarme cualesquiera ocurrencias que fuesen
dignas de mi conocimiento. Esta misma orden la trasladé al mismo
Presidente Goyeneche, añadiendo, que si creyese conveniente tomar
el mando delas tropas, podría ejecutarlo desde luego, y seguir hasta la
Paz á deshacer el nublado que allí y en la ciudad de Chuquisaca se
habia formado, obrando siempre con la precaucion, tino y pruden
cia que exijian las circunstancias ; que tanto en este caso como en el
de no resolver su partida, esperaba que influiría con sus consejos y
persuasion de las autoridades y vasallos fieles del señor D. Fernando
VII ; que en las providencias que fuesen concernientes á tan delica
da materia, procediese con acuerdo do la Eeal Audiencia del Cuzco,
Gobernadores, Intendentes de Arequipa, Puno, y Potosí; y particu
larmente con el Excmo. Sr. Virey de Buenos Aires, á quien instrui
ría de todo, para que pudiese recibir anticipadamente sus órdenes: y
que finalmente, en el apresto y conduccion de útiles de guerra, reu
nion de tropas y su disciplina, como en la remision de dinero, y cuan
to fuese necesario para la subsistencia de ella, no debían perderse
momentos, todo con el fin de preservar á este reino, del contagio
—121—

que difundido hasta la extremidad del de Buenos Aires, amaga


ba ya en el territorio Arecino de este. Sustancialmente reproduje al
Coronel Ramírez el espíritu de mis disposiciones en general, condu
centes al exacto desempeño de la comision honrosa y de confianza
que me habia merecido, á cuyo propósito debia concertar con el
Presidente interino sus planes, y seguir hasta Puno con la brevedad
que fuese posible ; y que debiendo en cumplimiento de mis órdenes,
haberlo verificado las tropas de Arequipa, y reunídose las de la mis
ma provincia, toda su atencion y conato deberían emplearse en po
nerlas en estado de operar militarmente con acierto en sus casos. En
la misma fecha escribi al Intendente de Arequipa, noticiándole la
causa que habia motivado mis providencias para que luego mandare
aprontar los doscientos hombres, y dándoles sin demora una compe
tente instruccion los hiciese marchar al punto señalado de Puno; y
al Excelentísimo señor Marques de Avilés, detenido hasta entónces
en dicha ciudad, en iguales términos, para que advertido del suceso
de la Paz, y del peligro que ocasionaban estos movimientos, y de mis
saludables intenciones, coadyuvase á ellas, previniendo á los jefes y
personas de su confianza, residentes en uno y otro vireynato, con el
pulso y madurez que habia acreditado en ambos gobiernos cuanto
considerase útil, necesario y conveniente al logro de un objeto de
tanta recomendacion é importancia al servicio del Rey, y la felicidad
de los mismos pueblos, sin extenderme á mas indicaciones ni otros
encargos, por consideracion á su quebrantada salud; pero que espe
raba desde luego sus avisos y las advertencias que debian conducir
me al acierto que deseaba. Con estas determinaciones contesté al
Intendente de Puno, dándole noticia circunstanciada de todo para
su conocimiento, y á efecto de que concurriese por su parte al cum
plimiento de ellas; y asi á él como á los demas jefes de las provincias
expresadas, encargué el mas escrupuloso cuidado y vigilancia para
precaver en sus respetivas jurisdicciones, ocurrencias que pudieran
turbar el sosiego que con tanto ejemplo como gloria de los habitan
tes de este vireynato se conservaba ileso en toda la dilatada extension
del territorio: testimonio que inmortalizaría su bien merecido crédi.
' to de lealdad al soberano, amor y respeto á sus jefes, y de la mas
recomendable sumision y obediencia á las leyes. Con copia de lo
prevenido al Presidente interino del Cuzco, avisé al Presidente de
Potosí estar pronto á los axilios de fuerza armada y otros que ilu
diera necesitar; pero que atendida la distancia que mediaba entre esa
villay la capital de dicha provincia, podría dirijirse en casos de urgente
necesidad á la ciudad de Puno, en donde se hallaría ya con ellos
el Coronel Ramires, oficial que merecía toda mi confianza, por sus
buenos conocimientos y demas cualidades, y finalmente hice al Vi-
rey de Buenos Aires la misma exposicion de mis ideas y providen.
. cias libradas sobre el asunto, en el angustiado término del despa
cho del expreso, para que con este conocimiento arreglase las su
yas al mismo fin de recuperar el orden, y la alterada quietud de sus
provincias.
Por resultas de mis anticipados encargos acerca de la pronta co-
Histoeia—9
—122—
municacion por partes extraordinarios de las ocurrencias, se fueron
recibiendo avisos mas circunstanciados del tumulto de la Paz y sus
progresos. La tea de la revolucion corría por todas partes, hallan
do en los ánimos seducidos de los incautos vecinos, materia apta
para su propagacion. A la deposicion de los primeros magistrados,
siguió la de los empleados en las rentas; y estas fueron ó rebajadas ó
extinguidas á su voluntad para atraer á su partido la muchedum
bre. Formaron una junta en la que solo se trataba de recojer las armas
de los particulares, para constituirse en defensa, y juramentaron á
los europeos residentes en dicha ciudad, sobre guardar fidelidad al
pueblo. Gomo en mis primeras determinaciones estaban indicados
los medios de impedir la comunicacion del fluido revolucionario á
esfe reyno, no tuve que reformarlas con vista delas nuevas noticias
que se iban .adquiriendo; asi las repetí en los mismos términos y
aumenté el número de-tropas para la ocupacion de todos los puntos
de consideracion, con fuerzas proporcionadas al incremento que
fuese apareciendo de armamento por parte de los sublevados; y sin
embargo de que la conducta que ellos observaron desde el principio,
aparecia entodos sus aspectos, sediciosa y digna del mas severo
castigo, deseando apurar todos los recursos de prudencia, antes que
poner en práctica los de la fuerza, ordené que á la llegada del señor
Goyeneche al Cuzco, por donde estaba en marcha, se tratasen en
aciierdo, si convendría oficiar con el Gobierno de la Paz, y propo
ner los medios suaves, templados y pacíficos, sin degenerar en
flaqueza para atrerlos á la union y conformidad de sentimientos,
que convenia á vasallos del señor D. Fernando Vil. ,inquiriendo el
fundamento ó fundamentos que los habia arrastrado á cometer el in
fame crimen de la rebelion, tanto mas reprobable, cuanto que eran los
únicos españoles de la América, que. se separaban de tan sagrada
obligacion. Autorizado asi aquel gefe para dar principio á esta ne
gociacion, le di tambien facultad para proceder seguu minístrase el
mérito de esta correspondencia, teniendo por norte de sus operacio
nes, agotar todos los medios que pudieran sugerir la mas acreditada
prudencia, prefiriendo siempre estos al uso recíproco de las armas,
y triste fin de una guerra civil. Al mismo tiempo que le encargaba
se proporcionase noticias por personas de conocida fidelidad y con
fianza, del designio de los revoltosos, sus cabezas, la conducta que
observaban sus autoridades; si el contagio era ó no general, cuales
sus providencias de ofensa, el armamento que tenia y su calidad;
hice conducir á Puno cantidad de armas de fuego y los - correspon
dientes oficiales de armería, para el cuidado de su aseo y conserva
cion, á fin de que estas disposiciones enérgicas y tomadas con activi
dad, acompañasen dando valor y fuerza á las proposiciones de amis
tad entabladas, y aun á las amenazas, para que unas y otras evitando
la efucion de sangre, causasen todo el efecto que se deseába en bene
ficio de la tranquilidad pública, áetiyo propósito mandé tambien que
se examinasen y detuvieran las personas sospechosas y papeles in
cendiarios, que intentasen hacer pasar, fustramlo lavijilancia de los
gefes.
Despues de esto, el Exmo. 8r. Marqués de Aviles, y Gobernador
—i2a—

Intendente de la fiel ciudad de Arequipa, instruidos por su mayor


inmediacion, de los atentados cometidos en la Paz, y de que la
impunidad de los delitos hacia cada dia mayor el número de- los de
lincuentes, me representaron su lastimoso estado, funestas conse
cuencias que debían recelarse de la pésima conducta de los suble
vados y su impunidad, y finalmente el riesgo que amenazaba 4 las
demas provincias circunvecinas, para que estas consideraciones que
en su sentir y en el de su ilustre cabildo exijian de necesidad no pos
tergar precaucion, diligencia, ni prevencion de cuantas pudiesen co
adyuvar al restablecimiento del orden y felicidad comun, sirviesen de
regla á mis medidas; habiendo por su parte mandado aprontar
hasta el número de 1 ,500 hombres y la artillería que se hallaba en
distintos partidos del distrito de aquella provincia; y abierto un do
nativo volumtario para los indispensables gastos que debiau em
prenderse en su verificacion. La solidez de este discurso tenia en su
apoyo la reflexion de que difiriéndose el remedio, se daba lugar á
la obstinacion del mal, echando cada dia nuevas y mas fuertes rai
ces, que harian despues mas difícil la empresa de su curacion; y por
lo que teniendo tambien presente que cortándose de este modo bre
vemente el cáncer, la real hacienda podría excusar las dispendiosas
erogaciones que causaba el armamento: muy satisfecho de la lealtad
manifestada por el referido ayuntamiento, dispuse que Goyeueche
pasase á ponerse al frente de 3,000 hombres, estableciendo su cuar
tel general en Puno ó Chueuito, con una vanguardia de 500 y los
cañones en el Desaguadero, para que desde este punto, si buena
mente no se redujeren al perdon é indulto que se les ofrecía, marcha
se desde luego con velocidad á deshacerlos con el respetable ejército
que se habia puesto á sus órdenes, para que la superioridad de él
les quitase todo esperanza de defenderse; y á efecto de que nada
faltase á la pronta ejecueion del designio, se libraron las órdenes
correspondientes para la subsistencia de las tropas.

A este punto habían llegado las cosas, cuando el cabildo de la


Paz me dirijió un manifiesto, por el cual y el testimonio de dos car
tas dir-ijidas al Gobernador Intendente de aquella ciudad, la una
del virey del Rio de la Plata y la otra del Intendente de Potosí,
intentaba probar que los alborotos del 16 de Julio, eran el preciso
resultado de la fidelidad, celo y honor del pueblo, movido de las
desconfianzas que inducían el tenor de ambos documentos, de la
secreta inteligencia que habia advertido entre la corte del Janeiro
y gefes de aquel vireynato. Para abultar y dar mas apariencias á
la sombra con que intentaban cubrir su crimen y desórdenes, supo
nían tener á la vista irrefragables justificaciones, de la reunion de
tropas portuguesas^ en los límites de Matogroso y otros puntos de
la provincia de Mojos; de la asistencia del infante D. Antonio en
clase de incógnito, en la capital del vireynato, de la detencion de la
fragata Prueba, de los insultos cometidos contra la persona de D.
Pascual RuizHuidobro, y de la repeticion de espresos desde el Bra
sil á la ciudad de Buenos Ayres; tejido todo de suposiciones falsas
5 incongruas que descubrían á toda luz el interés que la habia
—124—

formado. El mas prudente medio de contestar al cabildo, me pare


ció recordarles las primeras y mas sagradas obligaciones de los pue
blos, que esencialmente consiste en el amor al soberano, el respeto
.4 las lcyjs y sus ininls.ros, j en el cu. l.uloso esurno di conservar el
orden, la tranquilidad y púolico sosiego. Le manifesté' tambien que
oara restablecar aquellos bienes, que su descarreado celo habia hecho
desaparecer de la provincia, habia nombradlo al brigadier D. José
Manuel de Goyeneche con todas las facultades y auxilios que pudie
ran conducirle al logro de tan interesante objeto, que no dudaba seria
conseguido por otros medios que los de la persuasion y convenci
miento, á enyo fin propendería el cuerpo municipal poniendo térmi
no á las perjudiciales inquietudes originadas de la ireflexion y á las
resultas mas fuuestas que podría producir su mal ejemplo. Como la
idea de uniformidad de 'sentimientos, que reinaba en este vireynato
debia ser la de mayor desconsuelo para los amotinados, pasé copia
de aquella respuesta á algunos gefes, para que arreglasen á ella las
contestaciones de iguales oiieios, que tenia noticia haberles diriji-
do el cuerpo municipal de la Paz.

La agitacion de mi espíritu, con la incertidumbre de los medios


que habian de producir la reorganizacion de aquella provincia, era
frecuentemente interceptada con diferentes partes de los jueces ter
ritoriales, recelosos los nnos de padecer el mismo trastorno, y otros,
como el de Apolobarnba, para ponerse á la sombra y proteccion
de este mando, á cuyas solicitudes se acudió con providencias
enérgicas y auxiliadoras, sin alterar los límites de ambos vireynatos,
que deberían ser siempre los mismos, en cuya consecuencia los reos
que se aprehendiesen como autores de los alborotos, previne se
pusiesen á disposicion de aquel superior gobierno para su correc
cion y condigno castigo,

Hasta la llegada del Presidente Goyeneche á la cindad del Cuz


co, el Regente de aquella Audiencia, encargado interinamente
del mando, y del mismo Tribunal, acreditaron en el puntual cum
plimiento de mis órdenes sobre aumento de fuerzas, su celo ade
lantado, su honor al rey y al orden público, todas las que considero
oportunas para mantenerlo en la provincia, En estas circunstancias
llegó Goyeneche al Cuzco, y desde el mismo «lia empezaron á acti
varse las disposiciones militares de armamento disciplina y ocupa
cion de los interesantes puntos de la division de ámbos vireyna
tos.

El nombramiento que la suprema autoridad de la nacion acaba


ba de hacer en el Exmo, señor D. Baltasar Hidalgo de Cisneros
para nuevo Virey de la provincia del Rio de la Plata, desvanecía
enteramente los aparentes y figurados pretestos de la insurrecion de
la Paz, pero la ¡legada de este gefe á la colonia del Sacramento des
de donde avisó al ayuntamiento haberse posecionado del mando, pa"
ra el debido reconocimiento y obediencia de la provincia, ofreció nue
vos obstáculos é inconvenientes al ilegal gobierno.de la Paz, sobre su
reconocimiento, por falta de requisitos acerca de su recibimiento,
y á la sombra de consultar en la simulada duda seiba difiriendo
mas y mas cada día la justa subordinacion á los lejítimos magistra
dos. Sustancialmente fué esta mi contestacion á aquel cuerpo, que di-
rijí á Pertorea y con oficio al Presidente del Cuzco, para que ente
rado de ella y de los medios capciosos con que pretendían sostener
su escandalosa insubordinacion, continuase con mayor actividad y
energia, dando cumplimiento á mis órdenes é instrucciones condi
cionales, relativas á contener el desorden y sofocarlo en su mismo
origen; alterando siempre en sus providencias el rigor con la suavi
dad, segun las circunstancias que no era posible proveer ni pronta
mente remediar en tanta distancia, sobre que libraba en su pruden
te juicio el acierto, no ménos que en la confianza que el nombrarle
me Labia merecido.

La respuesta de este excelentísimo cabildo á igual consulta que le


pasó tambien el de la Paz sobre el mismo asunto, fué conforme en
todo á la que yo le di y á la que recibieron del Cuzco, y no pude de
jar de hacerles entender que eran conocidos sus designios aunque
'ocultos, bajo el velo de una debil duda que no merecía el nombre de
tal; que esta conducta muy agena de los , sentimientos de lealtad al
soberano, de que hacia tanta ostentacion en sus papeles, luego que
fuese desmentida por el respeto debido á las leyes y á los lejitimos
representantes de la soberanía, harían mudar tambien á este cuerpo
la resolucion en que quedaba de no dar oido ni contestacion á sus
oficios.

No fué ménos terminante y enérgica la que el ayuntamiento de


Arequipa dió á los primeros oficios de la Paz, y á proporcion del
riesgo que la mayor inmediacion les ofrecía, sostenido por el Exc.
mo, Sr. Marquez de Aviles y por su celoso gobernador fueron tam
bien activas y vigorosas sus providencias de auxilio y de precau
cion, ya ministrando gente, armas, víveres y dinero para la expedi
cion; ya deteniendo el paso á los papeles sediciosos y diputados del
gobierno revolucionario. Al mismo tiempo recibi por conducto del
gobernador, testimonio de las deposiciones que bajo de juramento
jiicieron varios sujetos emigradas de la provincia y ciudad de la Paz,
en comprobacion del desconcierto y completa insurreccion y anar
quía en que se hallaba, cuyos avisos comunicados con prontitud y
oportunidad á este gobierno, han servido en parte de luz para diri.
jir mis providencias al acierto.

Como medios seguro de conseguirlo representó oportunamente á


la soberanía, con copias de documentos, el estado de aquella desgra
ciada provincia y mis disposiciones para salvarla del miserable esta
do á que estaba reducida, y aunque con el desconsuelo de que la
—Í26—

distancia era un inconveniente insuperable para recibir las órdenes


que necesitaba para obrar en tiempo y oportunidad, no he dejado
por eso abandonado su interés y el de la patria, cuya felicidad y la
de muchos hermanos los vasallos de S. M. en estos dominios, ha si
do el objeto á que terminaban siempre con igual voluntad mis dis
posición 's. Ni para conseguirla fui fiado solo de mis luces, expe
riencia y facultades del empleo, pues en los casos mas graves y de
diíicil resolucion, lo he sometido todo al consejo de este acuerdo,
oyendo sus dictámenes con atenta circunspeccion para deliberar lo
mas conveniente al servicio del rey y bien de sus pueblos ; sin dete
nerme en los trámites de una sustanciacion rigurosa, que entorpe
cen por lo comun, y atrasan el órden de los negocios con detrimento
de su mas pronta expedicion, de la cual ordinariamente depende el
buen ó mal éxito de las determinaciones. Así en el presente que
por su interés y gravedad demandaba la celeridad, y el consejo aten
di á ambos extremos, sacrificando á beneficio del primero, la ritua
lidad de las formas dilatorias de los tribunales, ceñir únicaniente al
apresto de tropas, muuiciones, víveres y demas útiles de guerra y
su direccion; toda mi atencion y cuidados tendian á este fin, ha
ciéndolo pasar en toda dilijencia segun las disposiciones á los pun
tos que demandaban los casos ocurrentes, para lo que era incesante
en repetir las órdenes que debian proporcionarme luz y conocimien
to del estarlo de la insurreccion y de las intenciones de los tumul
tuados.

Por consecuencia de ellas, se recibian á un mismo tiempo avisos


del cumplimiento de las disposiciones militares y se adelantaban
tambien noticias documentadas de los acaecimientos del alboroto
de la Paz, de su total desconcierto ; y su abandono y desorden, ha
cían la mayor justificacion para proceder con la fuerza armada á su
remedio ; pero la mas clara instruccion de cuantas podían presen
tarse en tan críticas circunstancias, es la que ministra el documen
to adquirido por parte del Excelentísimo señor Marques de Avilés.
Descubriéndose por él á toda luz, ser obra de unos pocos malvados
la de la conmocion popular, y que su ciego é inocente pueblo habia
sido reducido y engañado por aquellos discolos, se aseguraba ha
llarse sana y libre do la corrupcion, la mejor y mayor parte de su
vecindario, en cuyo supuesto se proponía como necesario y conve
niente el medio de ocurrir sin dilaciones al mal y cortarlo radical
mente en sus principios. !N"o obstante la seguridad de estos datos,
que parece debian ser suficientes piara no diferir el ataque contra
los revoltosos, como se hallasen aun pendientes y por contestar, los
medios suaves que encargué al presidente y aconsejaba la política
intentar con antelacion á los de la fuerza, faltando aun para este
caso el acuerdo de las autoridades de aquel vireyuato, como se lo
tenia expresamente prevenido al mismo presidente, dispuse se le pa
sasen los mismos avisos, para que la comunicacion de sus noticias
pudiesen servir de norte á sus operaciones.

Cuando este celoso y dilijente gefe se hallaba enteramente dedi_


—127—

cado á cumplir con la mayor exactitud mis órdenes, sobre acuarte


lamiento de tropas, su instruccion y disciplina, ocupaba los puntos
de comunicacion á que concurrieron con la mejor disposicion los
auxilios de los gefes de las demas provincias; seponia en estado de
obrar de acuerdo con los de Buenos Ayres, y dictaba los oficios mas
persuasivos y elocuentes al cabildo de la Paz, para inducirlo á una
amistosa terminacion, disipando sus simuladas sospechas, absol
viendo sus aparentes dudas, y ofreciendo su mediacion con todo gé
nero de sacrificios; no olvidó al concluir su bien meditado oficio, la
insinuacion de que este reyno unido en formal liga, estaba decidido
á sostener con su respetable fuerza, lajusta causa y los principios sa
ludables de la conservacion del órden y respeto á las lejítimas po
testades. Entonces mismo, aprovechándome de las noticias que
comprendian el cúmulo de partes dirijidos á este gobierno por los
jefes de la provincias, sus cabildos y particulares, tuve ocasion para
incluir al ayuntamiento de la Paz la contestacion de un oficio que
estando resuelto á pasarme, segun sus actas recibidas en testimonio
por conducto del gobernador de Arequipá, no habia aun llegado á
mis manos. En esta respuesta procuré esforzar los sólidos funda
mentos de la carta del presidente Goyeneche, congratulándome por
el reconocimiento del nuevo jefe principal del reyno, les manifestó
la grata sensacion que habia producido en mi alma los nobles senti
mientos que manifestaba el vecindario para conservar los lejitimos
derechos de nuestro soberano, y que siendo la desunion y recelo de
los majistrados lo que mas se oponía al espíritu de patriotismo y de
lealtad al monarca desgraciado, por quien debiamos sacrificarnos,
les insinuaba con ruegos depusiesen cualesquiera resentimientos con
tra los jefes lejitimos, sostituyendo la union y total conformidad de
opiniones, que en mi concepto habia reinado siempre, sin mas dife
rencia que la de la desconformidad delos medios. Finalmente les
anticipé las mas espresivas gracias á nombre del rey, porque creia
que adoptando mis sanas y pasificas intenciones darian lugar á que
la historia de estos tiempos llenase sus pájinas con los elogios justa
mente merecidos á la constante fidelidad de esta América, y que
frustrando así las detestables miras de sus enemigos, se harían tam
bien acreedores á las retribuciones y justa reconsideracion del señor
D. Fernando VII, cuando la divina providencia le restituyese al
trono de sus mayores, robado por la atroz perfidia de nuestro natu
ral enemigo.

El favorable aspecto que ofrecía el estado de la Paz, mediante


las úttimas noticias, hubiera decidido á un jefe ménos circunspecto,
y deseoso del bien general, á variar el plan de sus disposiciones, para
que ahorrándose los gastos considerables, á proporcion que habia
sido necesario aumentar el armamento, pudiese servir su importe
para auxilios de la Península: pero el prudente recelo que debe
acompañar al que manda para evitar una sorpresa, decidió la con
testacion que di á Goyeneche, exponiéndole las circunstancias, á
efecto de que su juicioso discernimiento pudiese arbitrar, con presen.
—128—

cia do los acaecimientos sucesivos y de las órdenes ó provenciones


del nuevo virey de aquella provincia, y que en todo caso estuviese
muy á la mira, para impedir todo motivo que pudiese alterar el so
siego que. disfrutaban las de este mando in mediatas á aquel.

Por,el mismo orden contesté al Excmo. Sr. Aviles, y Gobernador


Intendente de Arequipa, aprobando las medidas de precaucion has
ta entonces tomadas en dicha ciudad, con autoridad de ambos jefes
los cuales deberían obrar con acuerdo del Presidente, segun las
órdenes é instruciones que le habian pasado condieionalmente, y
con la debida anticipacion sobre el asunto, á cuyo propósito les fa
cilité á los de Arequipa, de los respuestos y continuas remisiones
que se hacian de armas á la ciudad del Cnzco, el número de las que
pidieron para armamento de sus milicias, y convine en la provi-
cion interina de los empleos que habia vacantes en ellas, como tam
bien en los reemplazos de aquella parte de su oficialidad que se ha
llaba incapaz de hacer un servicio activo, ó por edad ó por achaques.

Con lá mayor impaciencia aguardaba el éxito que debian produ


cir en los ánimos de los sublevados, los alternados medios de dul
zura y zagacidad que á un tiempo mismo se empleaban por los je
fes y- Cabildos de este Vireynato y de los de la fuerza, que en nú
mero muy ventajoso de hombres, armas y disciplina se iba dispo
niendo, de la que ya una parte ocupaba los puntos de comunicacion,
cuando recibí por extraordinario que me hizo el Presidente, las no
ticias que habia adquirido por medio de su correspondencia priva
da. Ya se confesaba en la Paz ese error, y llenos de terror y asom
bro los autores del crimen, con el reposo inalterable de este Virey
nato, y con los preparativos, no se les ofrecía otro medio de seguri
dad que el de la fuga. La parte sana del vecindario, atemorizada
con las amenazas del saqueo y la muerte, no se atrevía á levantar la
voz de la fidelidad, contando con la proximidad de los auxilios de
este mando: se daba por cierta la extincion de la tumultuoria é ile
gal junta de aquella ciudad, de modo que todas ellas hacian un com
plejo de circunstancias de favorabilísimas consecuencias á los inte
reses de S. M. ; se supo en el mismo modo confidencial, el movi
miento de tropas de la capital de Buenos Aires, con destino á las
provincias de Charcas,' cuya retardada diligencia para contener los
alborotos de Chuquisaca y los procedimientos de aquella Audiencia,
era forzoso atribuir á la detencion que habia padecido el nuevo Vi.
rey Cisneros en la Colonia del Sacramento, con notable detrimento
y riesgo de la integridad de la Monarquía en aquella parte de esta
América, cuyas miras se dirijian, con mayor claridad, á la indepen.
cencia; y finalmente anunciaban los propios papeles, que hallándose
el Intendente de Potosí puesto en marcha para detener la fuerza
con que la "Audiencia de Charcas habia decretado su prision., decla
rándolo traidor, tenían aquello en espectacion y se esperaban las re
sultas, siendo estos inconvenientes los que obstruían el curso de las
—129—
operaciones del ejército del Rey, formando en este mando y el mas
poderoso la falta de comunicacion y acuerdo con las autoridades
legítimas de aquel, como lo tenia dispuesto.

No así lo respectivo á este Vireinato, en que los partes y oficios


de los jefes circulaban por las provincias, con la misma velocidad
con que so trasportaban las tropas y todo género de armas, muni
ciones y el dinero que debia ser su subsistencia á pesar de las largas
distancias y de la fragosidad de los caminos. Tambien se iban acer
cando á los puntos de mayor cuidado, los jefes militares que tanto
de esta capital como de la ciudad del Cuzco, habia elejido para estos
destinos, con prévios informes y conocimientos de su aptitud y dis-
posicioues. Ordenado todo del modo que queda expuesto, y prepa
rado á recibir la mas terminante contestacion, ya por la parte de los
amotinados, ya de los jefes naturales de aquel Vireinato, en virtud
de las cuales habia de proceder á ulteriores determinaciones ; firme
en mi resolucion de agotar todos los recursos de sagacidad y dulzu-
ra,ántes que los de la fuerza, para no exasperar los ánimos de aque
llos provincianos, dándoles lugar á que convencidos de la irresisti
ble que les presentaba á la raya del Vireinato, les hiciese implorar
el perdon que francamente se les ofrecía y asegurado de la quietud
y fidelidad inalterables que se disputaba en el territorio de mi res
ponsabilidad, di al desprecio los avisos que se me impartían acerca
de que los conspirados empleaban las miserables armas de la su
gestion para conmover á los indios y á los pueblos y provincias in
mediatas. Lejos de inquietarme una conducta que manifestaba su
debilidad, se hacia mas despreciable á vista de las representaciones
con que la nobleza y vecindario del Cuzco, poseído de los sentimien
tos mas honrosos, se ofrecían á servir con sus personas, armas y bie
nes, al Comandante General Goyeneche, en la empresa gloriosa de
contener los desórdenes ele los insurgentes de la Paz, restaurando á
S. M. la provincia, y á sus fieles vasallos oprimidos por el tiránico
Gobierno establecido en dicha ciudad, el reposo y la seguridad de
que carecían. El entusiasmo y eficaz empeño que acompañó á está
representacion, puso al Comandante en la necesidad de admitir la
oferta de algunos para que siguiesen en su compañía, dando á otros
muchos la orden de presentarse en Puno, para que la multitud no
embarazase la prontiud de las marchas. Dispuesto todo para ejecu
tarla con la mas extraordinaria actividad, arregló los demas puntos
relativos al mando de la provincia, en lo militar y político, y partió
á tomar el mando del ejército reunido en el Desaguadero. El órden,
método y concierto con que se practicaron estas diligencias, mereció
mi arpobacion absoluta, como que nada habia omitido para asegurar
el acierto, no siendo poco lisongera para mi, la idea que estos
primeros pasos me ofrecían de haberla conseguido, en la eleccion
del sujeto que habia de desempeñar tan delicada comision. Mas, á
pesar de la confianza (pie tan justamente me debia el jefe por sus
talentos y actividadad, no ménos que por su dulzura y sagacidad,
#
—130—

angustiado rni ánimo con la representacion de una guerra civil, á


que podría dar lugar la obstinacion y ceguedad de los rebeldes, re
petí con mayor instancia mis encargos, á efecto de que ocupada la
posicion del Desaguadero, con fuerzas capaces de imponerles respe
to, esperase en esta conformidad la orden del Excmo. Sr. Virey de
Buenos Aires, negociando entre tanto, por sí y por medio de un ofi
cial ó persona de su confianza, con las calidades de sagaz, inteligen
te y activo, los medios de una rcconcilicion, cuyo arbitrio le facilita
ría tambien instruirse del estado y manejo de los tumultuados, en
todos ramos; diligencia que, repetida cou cualesquiera pretestos, le
serviría para adquirir nuevas noticias que le pusiesen en aptitud de
juzgar y deliberar conforme á estos conocimientos.

Onno los preparativos y disposiciones militares de este Vireinato


era-L de la mayor consideracion y magnitud, no pudieron dejar de
infundir terror y respeto á los autores de la revolucion de la Paz.
Así pues, apelando á miserables ardides, no por sostener ya el pro
yecto de su independencia, que miraban desbaratado, sino para lo
grar la impunidad de sus delitos, recurrieron á este Gobierno para
que se suspendiesen las operaciones hostiles que suponían estar pre
paradas en Puno, sin orden de esta superioridad, contra la ciudad y
provincia de la Paz, siempre fiel á su soberano, y obediente á las
autoridades que la regiau en su real nombre, como decían acreditar
lo los documentos que acompañaban á su representacion, preten
diendo justificar con ellos el criminal atentado de la separacion de
sus jefes, en la noche del 16 de Julio, dar valor al sumiso y volunta
rio reconocimiento que se habia hecho en solo papeles de la autori
dad del nuevo Virey de aquellas provincias, cuando aun permane
cian en el mayor desorden y mantenían las legítimas, autoridades
separadas de su respectivas funciones y cargos, poniéndose al abrigo,
sombra y proteccion de las providencias extendidas por la Audien
cia de Charcas, complicada en iguales alborotos contra el Presidente
y magistrados de aquella capital ; al mismo tiempo que por declara
ciones, ocupacion de los papeles del comisionado que dirigieron á
Cochabamba y otros instrumentos de igual autenticidad, se descu
bría el oculto designio de fomentar la insurreccion, haciendo procéli-
tos de las provincias de ajena jurisdiccion y procurando por todos
medios, aun lo mas reprovados, empeñar en su indigna causa á los
inocentes originarios del pais vallándose de su misma rusticidad é
ignorancia. *

No abstante tan irrefragables testimonios de la mala fé con que


se conducía el ilegal y revolucionario Gobierno de la Paz, mis órdenes
no sufrieron el menor correctivo, ni variacion en orden a los medios
que debian pulsarse antes de llegar al último estremo de hacernos
mutuamente la guerra con derramamiento de la sangre de vasallos
de un mismo soberano. Por el contrarío, procurando yo mismo enga
ñarme con la lisongera ilusión de que el abarato de las armas hasta
—131—
entonces deseocoeido en el Perú, acompañarlo de la dulzura y ^>er-
snacion, no podría dejar de obrar una tuerte impresion en los ánimos
de sus pacíficos pobladores, aumentaba la fuerza- y daba una irresis
tible al ejercito del Rey, á cuyo jelfe, con ifatigable teson, instruía de
cuantas noticias llegaron á mi conocimiento, para que á su vista y
contando con el talento, juicio y perspectiva que Labia acreditado
en los negocios, me aseguraban que hallaría medios conciliatorios
para restablecer el orden, union y buena armonía de los pueblos que
la habian alterado. A estas recomendables cualidades era presiso fiar
tambien la eleccion de los medios y recursos, como lo ejecuté, para
que mediante ellos y su consumada prudencia, procurase evitar la
efucion de sangre que tanto repugna á. mi corazon, harto sensible ;t
las calamidades que sufrían y que procuraba remediar.

Pero contra mis deseos, y aun contra toda racional esperanza, la


malicia de los autores del alboroto inventaba cada dia nuevos artifi
cios para dilatar el debido reconocimiento á las autoridades, resta
blecimiento del orden y tranquilidad pública, y su ambiciosa temeri
dad abusando de las insinuaciones, oficios, proclamas y ruegos em
pleados simultáneamente por mí y el Comandante Goyeneche, para
facilitarles no solo el perdon, sino el olvido de sus crímenes y restau
racion de su honor y felicidad, sordamente minaba de acuerdo con
os de Chuquisaca, la tranquilidad de las demas provincias leales do
ambos vireinatos. La pequeña parte del erario que Labia escapado
de sa mala administracion y dilapidaciones, se emplaba en estos mis
mos usos y el acopio de municiones y armas, con ánimo resuelto de
prepararse á una obstinada defensa. Las inmensos gastos que oca
sionaba, no solo el pié de este ejército, sino los cuerpos que en calidad
de reserva se mantenían en las ciudades de Arequipa y Cuzco, eran in
soportables y dignos de la mas alta consideracion, en circunstancias
de bailarse en la Península en la mayor y mas justa necesidad de ser
socorrida para sostener los derechos en comun de la monarquía, los
cuales habinn de ser indispensablemente mayores, si se dada Ligará
la proxima estacion de aguas, y á que con este motivo y á favor del
tiempo que procuraban ganar, se hiciesen mas fuertes, y de consi
guiente mas difícil la empresa de su sujecion : razones todas que uni
das á la mas poderosa reflexion que hizo el Intendente de Potosí, en
cargado de la tranquilidad de las provincias interiores del vireinato
de Buenos Aires, acerca de ser infructuosas las diligencias de dulzu
ra en que fraternalmente estabamos empeñados, y de que resultaba
su opinion de ser conven ieutísimo que el Comandante General se
acercase á los altos de la Paz, al propio tiempo que él por su parte
se ponia en movimiento para ejecutar igual designio contra los de
Chuquisaca, forzaron mi compasivo corazon á dictar al fin, en cum
plimiento de mis estrechísimas obligaciones, la severa, única y urgen
te deliberacion de marchar, atacando con energía á los sediciosos sin
oírles representacion ni discurso alguno que no fuese acompañado, al
mismo tiempo, de actos positivos de sumision y respeto á las leyes y
al puntual cumplimiento de sus órdenes, que en virtud de las de esta
—132—
superioridad, debiau ser dirijidas á la reposicion de las autoridades
legítimas, tanto civiles como eclesiasticas, que escandalosamente ha-
bian separado.

Si tan poderosos fundamentos como los que quedan referidos, han


calificado de urgente y necesaria la determinacion de estrechar á los
revoltosos de la Paz y Chuquisaca, las nuevas ocurrencias de la mis
ma especie, suscitadas en Quito, levantando descaradamente el es
tandarte de la Independencia, la corrobora ron, dándole un carácter
de justa y necesaria, y los nuevos gastos á que obligaba la precision
de correjir estos excesos exijian no diferirla un momento. Así, cercio
rado de que por una rápida riavcha había logrado el Comandante Ge
neral situarse en Puno, y establecido sus posiciones con arreglo á la
instruccion que le tenia dada, libré la citada orden contra los insur
gentes de la ciudad de la Paz, bien persuadido que el estruendo solo
de las armas de un ejército, desconocido en estos países por su núme
ro, armamento y disciplina, seria suficiente á poner término á mis
cuidados y á los males que ocasionaba su desorganizacion, previnien
dole así mismo, que de los sucesivos partes que esperaba de sus ope
raciones, instruyese al Exmo Sr. Virey de aquel Peino, cuyas órde
nes observaría cou preferencia á las mias, siempre que las unas difi
riesen de las otras.

La distancia de la capital de Buenos ¿Vires, que como atras queda


dicho, era un inconveniente para concertar las disposiciones, junto
con las dificultades que ofrecia á la comunicacion, la frecuente inter
ceptacion que hacian de la correspondencia las provincias subleva
das, dilató hasta esta época, el recibo de las cartas del jefe superior
de aquel reino, el cual instruido de los primeros movimientos de la
Paz y Chuquisaca, adoptando políticamente los medios de lenidad y
dulzura para contenerlos, habia arreglado á ellos sus determinacio
nes; pero atendida á la naturaleza de los desórdenes que en la pri
mera se habian cometido, y que sus áctos desviados de la subordi
nacion y respeto á las autoridades constituidas, exijian serias provi
dencias para refrenarlos, y evitar el mal ejemplo que podia disemi
narse en las demas provincias, le pónia en precision de instruirme
de todo, contando con mis auxilios para reducirlos por rigor á la ra
zon caso que sus suaves y templados medios, no ltubieecn alcanzado
á reducirlos á sus deveres ; como justamente estas mismas habian
sido las empleadas hasta el dia sin fruto alguno, por parte de los
revolucionarios, cuya obcecada conducta habia producido mis pro
videncias de justicia, esta fué mi contestacion á su primer oficio,
ocompañandole copia de la órden que en aquella fecha pasaba al Co
mandante General Goyeneche para proceder contra la sediciosa ciu
dad de la Paz: la instruí' de la respuesta que había dado al capcioso
oficio que acababa de recibir del Decano de la de Chuquisaca; y le
aseguré por último, que oomo mas inmediato concurriría eficazmente
—133—
á mantener la tranquilidad de ambos territorios con igual interes y
esfuerzo.

En el intérvalo del tiempo necesario para que pudiese llegar á ma


nos del Sr. Goyeneche la antecedente orden Labia recibido ya este
jefe por diputaciones de los cuerpos la contestacion á sus intimacio
nes. Ellas se presentaron conforme á mis esperanzas, acompañadas
de expresiones las mas sumisas y respetuosas; á las que correspon
dió el General con una conducta afable y severa, consecuente á la
cual se arreglaron las determinaciones para el desarme de la ciudad,
que debia ser la base y fundamento que acreditase la buena fé de
sus proposiciones ; y habiendo nombrado un oficial encargado de es
ta comision, regresaron cou él los diputados satisfechos reciproca
mente de las buenas intencionss cou que se dirijia esíe negocio al
bien y felicidad comun. jSTo se habian recibido las resultas de esta
nueva comision cuando por un expreso que transitaba por medio de
estas provincias, dirijido por el Exmo Sr, Vi rey de Buenos Aires y por
algunos emigrados de la misma ciudad, se confirmó la vaga noticia
de hallarse sumergida en la desolacion y horrores de una contra-re
volucion intentada por el pueblo, á pretesto de una faccion de euro
peos que suponía reunida en casa del alcalde del primer voto; pero
el verdadero origen de este nuevo alboroto, estando á lo que resulta
de lít" declaracion del conductor, fué la desconformidad de opiniones
entre los mismos tumultuados, acerca de entregar desarmada, la ciu
dad al ejército del Sr. Goyeneche, ó resistir su entrada, en que el ca
ler de la disputa y alteraciones llegó al punto de hacerse mutuamen
te fuego, del cual fueron miserables victimas diez y siete personas y
mas de cuarenta heridos. Del primer número fueron algunos de los
principales caudillos de la revolucion y contra-revolucion, con la cual,
puesta en total desorden, la plebe, mandada por individuos de ella
misma, saquearon las casas de los vecinos mas principales, y despues
de otros crímenes horribles 5 escandalosos, volvieron á ocupar los
altos cou ánimo de resistir la entrada de las tropas del señor Goye
neche.

Este jefe, con referencia á los últimos sucesos, me instruyó tam


bien de la posicion que ocupaba su ejército, y que aunque el estado
de la Paz demandaba urjentemente la presencia de sus tropas, no po
dia verificarse ántesde siete dias, que consideraba necesario para su
completo arreglo y discipl ina, cualidades indispensables para el buen
éxito de las operaciones del ejército, á cuyo respeto estaba ligada la
suerte de esta America. Todo me pareció arreglado ; y siendo por otra
parte tan corto el tiempo dentro del cual debia realizarlo, antes de
ser recibidos sus oficios, y mucho mas de que pudiese llegar á sus
manos mi orden del 26 de Octubre, reproduje en contestacion la de
estrechar á los rebeldes, persuadido que con sola su presencia habría
restablecido e! orden y sosiego de aquella ciudad, no dudando que
repuestas en ellas las autoridades, sucedería lo mismo en Ohuquisac»,
—134—

con el concurso de las tropas de Buenos Aires, á las órdenet del Ma


riscal de ('ampo D Vicente Nieto, ó ántes, si fuese posible, para ha
cer menores nuestros cuidados, y los dispendiosos gastos, á cuyo in.
t Tesante punto diriji desde entonces con especial anhelo mis pro
videncias, para ponerme en estado de socorrer las necesidades de la
metrópr ii y atender á !a subsistencia de las tropas mandadas á Quito.
A «rovecuando la oportunidad de esta contestacion, la di al Gober
nador de Potosí, encargado de hacer pasar con seguridad la corres
pondencia de la capital de aquel Vireinato, y de comunicarme el es
tado de las provincias, del recibo de documentos de una y otra
especie que me habia remitido, y le hice saber mis últimas delibera
ciones, supuestas las cuales me aseguraba haber conseguido el mas
cumplido y lisonjero término de tantos males (como los que última
mente padecía aquella infeliz poblacion) con la entrada de las tropas
de Goyeneche, á quien volví a prevenir apresurase sus disposiciones
para volar al socoro de aquellos habitantes que devoraba la mas cruel
anarquía, y aunque su proximidad le facilitaba mas los medios de
instruirse del armamento de los insurgentes, no omití en esta como
en las demas ocasiones, comunicarle las que yo adquiría sobre este
punto por diversos conductos los mas seguros y fidedignos. Igual
mente me diriji al Virey con las mismas instrucciones y noticia de
las turbulencias del reino de Quito, por lo que pudiera importar su
conocimiento, no obstante que la distancia hacia casi inútiles estas
diligencias, en tiempo que eran tan preciosos los instantes.

En esta conformidad aguardaba con mortales ansias el resultado


de las operaciones del señor Goyeneche; pero el correo de aquella
ruta, que llegó en esos dias con cartas de Buenos Aires, solo trajo
una de aquel Excmo. jefe con el aviso de la salida de las tropas de
la capital á las órdenes del señor Nieto, que ya constaba en este
mando, y loe ofieios del señor Goyeneche de fecha atrasada, trascri
biendo la contestación del Cabido á sus intimaciones. En ellas se
veia con mayor claridad y justificacion que el pueblo seducido resis
tía las proposiciones benignas que el piadoso caráter del Comandan
te General habia hecho, tanto por escrito comq por la misma voz de
los diputados. Supuesto lo cual, conociendo que el ilegal gobierno de
aquella ciudad, aunque habia variado de manos tiránicas, no de opi
nion y sentimientos, repitió las mismas promesas en un modo mas
enérgico, protestando que' su firmeza para sostener la estabilidad de
sus proposiciones, no seria inferior á la severidad con que castigaría
la conducta de los que reuniesen é indujesen con falsos rumores al
pueblo 4 obrar contra sus verdaderos intereses. Este noble y genero
so proceder del Comandante General, al mismo paso que aumentaba
mis satisfacciones con respecto á la eleccion que de él habia hecho,
me dejaba mas plenamente convencido del arreglo y justificacion con
que habia procedido á expedir mi orden de 26 de Octubre, con pre
vencion de los incidentes, y aun de la mala fó de los revolucionarios,
como se colige del séquito de la correspondencia, que forman los
-
—135—

cuatro vol uuiosos cuadernos del expediente formado para su pacifica


cion.

Llegó por ñu el suspirado momento ó dia, en que recibiendo el Co


mandante por contestacion á las últimas intimaciones las mayores
seguridades de parte de la ciudad, levantó el campo con el mayor orden
para entrar en ella : mas como hubiesen faltado estas con la emigra
cion de los vecinos de probidad y la de ambos cabildos, quedando
todo á discrecion de la plebe ocupada del sanguinario capricho de
pedir las cabezas de aquellos sujetos que indistintamente le acomo
daba, y de atentar contra la vida del Comandante General, para lo
cual reunían las armas, y cuanto estaba á su disposicion, pasando á
formar un campamento en punto dominante dos leguas distante de
la poblacion, resolvió Goyeneche ántes de entrar en ella atacarlos el
24 de Octubre en su misma posicion. La vista del ejército solo bas
tó para ponerlos en fuga, retirándose á lo interior de los Yungas ó
valles : pero perseguidos con el mismo orden, y puesto á su frente en
la madrugada, del 25, rompieronlos iusurjentes un fuego de artillería
contra las tropas del rey, en cuya circunstancia atacándolos con ar
dor y denuedo, -huyeron aquellos abandonando en el campo las armas
y municiones que pudieron salvar de la voladura de un repuesto de
pólvora, que incendiaron en el acto de su fuga. Los muertos que se
hallaron en el campo fueron en tan corto número, que no pasaron de
cuatro, y algunos heridos, en cuya desgracia no se comprendió un
solo soldado del ejército pacificador. Entonces saliendo de los sepul
cros las personas fieles, que habían tomado este asilo para librarse
de los horrores y de la muerte con que se les habían amenazado, se
presentarou al Comandante y su ejército para dar con todas las se
ñales del mas tierno y sincero reconocimiento, las mas espresivas
gracias á sus libertadores. Entre aclamaciones y lágrimas marchó el
ejército en dos divisiones para ocupar la ciudad, destrozada por la
prostitucion y desenfreno en los tres meses que duró la insurreccion,
y no bien la hubo ocupado, cuando por bandos y edictos convocó á
los vecinos prófugos y á los empleados públicos, que poco á poco fueron
restituyéndose los mas á sus hogares en las mismos hábitos de dis
fraz con que habían emigrado los unos, y repuso en -sus respectivos
cargos y empleos á los otros. Con estas providencias de dulzura, y
otras de severidad, que empleaba segun los casos, sustituyo el orden
al trastorno, y á la desolacion la alegría, con que se celebró igual
mente con acciones de gracias, iluminaciones, y regocijos públicos. la
cesacion de los males padecidos y los que amagaba á todo el reino la
continuacion de ellos. Instruido con muy grata complacencia del fe
liz resultado de la expedicion, y de la fuga en que quedaban, inter
nándose por los Yungas ó valles, los protervos revoltosos de aquella
conspiracion, ordené al Comandante General nombrase un destaca
mento para desalojarlo del punto de Lloja, en que se habían hecho
fuertes, prendiendo á los cabezas, y recogiendo el botin, para cas
tigar condignamente sus crímenes y restituir á la real hacienda y
particulares los robos, y usurpaciones que les habían inferido ; y que
desembarazada su atencion de este cuidado, y del de la organizacion
—136—
de los demas puntos que debian consolidar la permanente quietud de
aquel pueblo, especialmente en el ramo militar, conviniendo con el jefe
encargado de la pacificacion de la ciudad de la Plata sobre ios auxi
lios que debia prestarle, podría despedir las tropas sobrantes para no
causar gastos mdebidos á la real hacienda, ni perjuicios á la ocupacion
de los mismos individuos,, en cuyo caso podría retirarse al servicio
de su empleo, como lo tenia anteriormente prevenido. Di al mismo
tiempo las merecidad gracias á todos los individuos de aquellas tro
pas por el servicio que acababan de hacer, y pedi las relaciones de
aquellos que se habian hecho, por su valor y conducto, dignos de la
atencion y recompensas del Soberano, á quien di á los dos dias si
guientes cuenta exacta de estas ocurrencias.

El mismo extraordinario condujo en aquella ocasion cartas de va


rios particulares, jefes y corporaciones, tanto eclesiásticas como se
culares, en que naciendo ver sus horribles padecimientos, originados
del desorden y anarquía, colmaban de elojios y de satisfacciones al
gobierno que tan oportunamente habia aplicado un remedio el mas
proporcionado á la naturaleza del mal, y que habia prevenido sus es
pantosas resultas. En la lacónica contestacion que me debieron to
dos á pesar de las muchas ocupaciones de que estaba rodeado, les
hice ver (pie en mandar aquel ejército en su socorro nada habia he
cho que no estuvisse dentro de la esfera de mi mas estrechas obli
gaciones, tocándome á mi como jefe superior protejer la seguridad y
propiedad de los heles vasallos del rey, y á estos conservar el orden,
por medio de la mas religiosa observancia de las leyes, subordinacion
y respeto á la autoridades legítimas, con que contaba en lo susesivo
para no ver repetidas las funestas desgracias, que con mucho dolor
mío no habia podido precaver, ni remediar con mayor anticipacion.

Es preciso confesar que la dedicacion del Comandante General des


de el momento de su entrada en la Paz se antepuso en muchas oca
siones á mis ordenes; asi antes de que pudiese instruirse de mis pre
venciones relativas al restablecimiento del orden público, estaban ya
ejecutadas con el mayor acierto. Dividió la ciudad en cuarteles nom
brando jueces de policía, á quienes señaló las instrucciones á que
debian quedar sujetos; y á beneficio de esta providencia, y de las
penas que impuso á los contraventores de sus edictos, se recojieron
muchos efectos, del saquéo ; se deseterraron intereses de la real ha
cienda, y, el armamento que tenían oculto dentro y fuera de la ciudad
la cual se fué repoblando de los vecinos honrados que habian emigra
do de ella, y lo mas esencial de. todo, el restablecimiento perfecto de
la sumision y respeto á los majistrados. Habia tambien destacado
una columna de quinientos hombres en persecucion de los prófu
gos que convencidos de la imposibilidad de sostenerse, y temien
do por otra parte el castigo que se les preparaba con su prision
infalible, recurrieron con sumisas cartas á implorar la clemen
cia del jefe de las armas, procurando disminuirlos para inclinar
—137—
á su favor la compasion que no merecían. Un zelo tan extraordina
rio é infatigable por la causa santa del rey, y amor al bien comun,
poco me dejaba que advertirle en estos; por lo que en esta ocasion
me contraje solo á exitarle, aunque no lo necesitaba, por la conclu
sion de las causas de los reos, luego que fuesen aprehendidos,
para que puestos á disposicion del excelentísimo señor virey de Bue
nos Aires, á quien correspondia su conocimiento, las determinase
en justicia, y que hasta tanto no debería regresar al servicio de su
empleo, dejando antes asegurado sobre sólidos fundamentos el go
bierno de la provincia con un destacamento que afianzase para siem
pre cualesquiera resultas contra la soberanía, ó contra la seguridad,
proteccion y amparo de las personas ó intereses individuales.
Con efecto á los pocos dias de expedida la antecedente orden, me
impartió la noticia de quedar ya en prision dos de los reos principa
les, y uno de ellos el que mandaba las armas, sacándolo astuta
mente y con el mayor sijilo de los casi impenetrables desiertos de
Songo; del mismo modo que pensaba ejecutarlo con los demas, pa
ra que reunidos pudiese caer sobre todos ellos el ejemplar castigo á
que se habian hecho acreedores, y que por aviso seguro de que los
reos prófugos se habian reforzado con gente y armas en número su
perior al destacamento remitido en su persecucion habia reforzado
este con cuatrocientos hombres y dos cañones volantes, dando las
instrucciones necesarias para sorprenderlos en la fuga, mediante las
disposiciones con que sabia estaban preparados á ejecutarla. Pero
nada de esto fué necesario, pues habiéndoles acometido el comandan
te de la columna en el punto de Machamarque é Irupana, no obstan
te el continuado fuego de fusil y artillería que le hacian, los acome
tió y puso en completa derrota y dispersion, dejando todas las ar
mas, mas de cien muertos, algunos heridos, y veinte y seis prisione
ros, de cuyo número no pudieron ser en el acto los principales cau
dillos; pero"que esperaba lo serian en breve, segun el ardor y entu
siasmo de los que iban en su alcance. Por esta brillante accion, con
que debían concluir los alborotos de la provincia, mandé dar las
correspondientes gracias al comandante de la expedicion coronel D.
Domingo Tristan y á la oficialidad en nombre del rey, á cuyo sobe
rano reconocimiento elevaría el mérito particular de cada uno, para
que se dignase impartirles las pruebas de que eran dignos por la ac
cion que habian sostenido con tanta gloria de sus reales armas.
La ocupacion de la Paz verificada el 25 de Octubre, esto es, un
dia antes de la fecha de la órden expedida en esta ciudad para el
efecto, ofrece la prueba mas terminante de la buena disposicion y
sentimientos del Comandante General Groyeneche; de manera que so
lo pudieron tener lugar mis advertencias en la parte económica sobre
el despido de las tropas que considerase no necesarias, y la preven
cion de observar las órdenes del virey del Eio de la Plata en el caso
no esperado que llegasen á contrariarse con las mias; y con efecto,
dirijiéndose todas á un designio y, por felicidad, con el mejor acier-
Historia.—10
—138—
ío hasta dondo el tiempo y la distancia podian permitirlo, procuró
la prudencia do aquel jefe combinarlas; autorizando á Goyenecho
con la plenitud de facultades que era necesaria para restablecer al
orden legal la ciudad de la Paz y su partido, para el que nombraba
en ínterin gobernador al comandante fiamirez.
Sosegados en este modo los alborotos de aquella provincia,- y afir
mada su tranquilidad sin mas auxilios que los de este Vireiuato, eí
Comandante consideró bastantes tres mil hombres para mantenerla
en aquel estado, y pasó en su virtud á líceneiar á los demas de que
se componía su ejército, puesto que, ni por la parte de Buenos Ar
res ni por la del señor Nieto, ni por la del gobernador de Potosí, se
pedian algunos para contener los desórdenes de la Plata, que se ha
llaban en su mayor calor. No obstante, previne al Comandante Ge
neral tuviese prontas las tropas, armas y municiones, que por algun
accidente pudieran ser de auxilio necesario y urjente á su nuevo1
Presidente el s--mor Nieto, á quien lo avisaba asi para sus consiguien
tes usos, y precisa satisfaccion que debia causarle un recurso de fuer
za bien organizado y respetable, poco distante de la capital de su
presidencia que, puesta sobre las armas y fortificada, había escan
dalosamente negado la obediencia al jefe superior del reino, mante
niendo en rigurosa prision al excelentísimo señor Pizarro su Presi
dente, y otros que por su buena conducta se habían hecho el .blanco
de las iras de aquella Audiencia, y procuraba hacer de su partido á
las demas con papeles subversivos, y proclamas las mas venenosas y
audaces, aunque sin provecho por la vijilancia de los jefes, y respeto
que infundia en todas las provincias el ejército del Eey. A la verdad,
no puede atribuirse á otro principio el repentino trastorno de aque
lla ciudad; pues á la larga obstinacion con que se negaron á cumplir
tantas, y tan repetidas órdenes del Vireinato, subsiguió con la pre
sencia del señor Nieto en ella,- la mayor deferencia] y respeto á sus
disposiciones, sin haber llegado el caso de emplear un solo tiro con
tra los sediciosos. Con esto, libre el Comandante de este cuidado
pudo entregarse con- todo el empeño de su eficacia á la persecucion
de los cabezas principales que tenia ya en prision, siendo muy pocos,
y de segundo orden, los que fugaron á la ciudad de la Plata y otros
parajes, á donde los reclamaba con infatigable teson para seguir sus
causas en un modo informativo, por no tener para proceder de otro
modo las facultades de aquel gobierno, á quien había consultado so
bre estos puntos; pero no olvidó en medio de tantas atenciones la
que debía prestar á la economía de gastos de real hacienda, y el que?
correspondia al mérito de la oficialidad que servia á sus órdenes para
que lograsen los premios debidos á su honor y tareas. A vuelta del
mismo correo le acompañé los títulos para aquellos ascensos que me-
habia propuesto, interin que recibidas las listas de los beneméritos
que me habia ofrecido, les daba el mas pronto jiro, deseoso de no de
morar al mérito bien adquirido, las justas y . debidas recompensas.
Mandé repetir á todos las gracias á nombre del desgraciado monarca,
—139—
objeto de nuestro amor y ternura, y en especial las di al jefe, digno
de serlo de tan esforzadas tropas, por el acierto de sus determina
ciones, pulsado y prudente manejo de las armas, el que habia pro
ducido resultados á bien poca costa felices, y generalmente satisfac
torios-
Este fué el término que tuvieron los sucesos de una y otra provin
cia en su revolucion, especialmente la de la Paz, la cual sosegada
enteramente, no ofrecia ya á la vista mas que pruebas de sumision y
respeto: mas como la impunidad de los autores de delito tan horren
do, podia ser ocasion de otros nuevos y mayores, y de gastos para la
real hacienda, se mantuvo en la ciudad con solo 1300 hombres espe
rando la contestacion del jefe de aquellas provincias para remitir á
los reos á su disposicion, ó imponerles el castigo correspondiente en
el mismo teatro de sus crímenes, para escarmiento de otros, al mismo
tiempo que se adelantaba en Chuquisaca por el señor Nieto las mis
mas medidas para afirmar la quietud y el orden, á cuyo efecto pro
cedian de comun acuerdo é intelijencia. Estando en este estado, llegó
la orden de Buenos Ayres confiriéndole, con parecer del real acuerdo,
la comision necesaria para la formacion del proceso, averiguacion
del enorme delito de sedicion y sus autores, y finalmente para casti
garlos ejemplarmente segun el mérito que resultase contra cada uno
de los facciosos. Autorizado con esta facultad, pudo haber fulmina
do sus sentencias con arreglo á las leyes: pero la acostumbrada cir
cunspeccion y acierto del Comandante General le determinaron á
consultar al señor Nieto su anuencia para la ejecucion de los reos de
la Paz, puesto que habiendo sido estos seducidos por los de la Plata,
era preciso que guardasen uniformidad y consonancia en las penas.
La contestacion del Presidente de Charcas abrió campo para proce
der con la velocidad que exijia la salud pública, absolviendo los pun
tos de la consulta, y en su virtud pronunció y mandó ejecutar contra
los nueve principales reos la pena de horca, excepto la del cura de Si-
casica, presbitero D. José Antonio de Medina, de que dió cuenta al
Vireinato, quedando el resto de causas de los tumultuarios de segun
da clase ajitándose con la mayor celeridad.
La fidelidad de la misma ciudad de la Paz ofendida, instaba por
este sacrificio debido á su futura seguridad, á la conservacion de su
honor, y de los intereses particulares. Por estos principios, y con
sultando solo á las leyes, el mismo castigo debió recaer sobre otras
muchas personas que directamente se complicaron en la obra de la
revolucion; pero la clemencia del Soberano clamaba igualmente des
de su prision en favor de estos desgraciados. Asi el Comandante Ge
neral eligió para el escarmiento de todos, los mas principales, aque
llos que por una conducta abominable habian empleado todos los
medios que estaban en su poder para pervertir y arrastrar á su infame
causa á los incautos, tímidos é ignorantes. Uno de ellos era, y acaso
el primero, el cura Medina, cuyo fondo de perversidad lo hacia dig
no del mas severo castigo; pero el respeto á su sagrado ministerio y
—140—
á las mismas leyes determinaron á su justificacion á consultar de
nuevo al Vireinato, antes de poner en práctica la ejecucion de su
sentencia contra el eclesiástico.
Finalmente, usando de la misma equidad y prudencia conciliables
con la justicia y con las circunstancias, dió la última sentencia con
tra los reos de segundo orden presentes en las cárceles, y ausentes
para cuando pudiesen ser habidos, fuera de los cuales á todos los
demas indultó á nombre del Eey, con tal que se restituyesen á sus
respectivos bogares dentro de cierto proporcionado término, al cui
dado de sus familias y demas obligaciones, como buenos y fieles va
sallos de S. M. cuya conducta esperaba no desmentiría en lo sucesivo.
Subordinada la Paz, y purgada de los execrables autores de sus
desastres, no necesitaba ya de la presencia del Comandante General
y sus tropas: supuesto lo cual determinó su regreso á la capital del
Cuzco, dejando en ella para seguridad, la guarnicion de cinco compa
ñías, un piquete de caballería, en todo quinientos hombres, con dos
piezas de artillería de la dotacion de su ejército; ademas de las ar
mas de toda especie que habia cojido en diferentes puntos á los in-
surjentes, con considerable porcion de municiones á las órdenes de su
nuevo gobernador el coronel D. Juan Tlamirez, cuyo bien merecido
concepto hacia el fundamento de mi mas sólida esperanza acerca de
que el reposo de la Paz, conseguido á tanta costa y desvelos, no vol
vería á padecer la menor turbacion, ni detrimento alguno los sagra
dos derechos del Soberano, é intereses de sus fieles y amados vasallos.
Atento yo á ambos deberes, y compadecido de la infeliz situacion
á que reduce los pueblos el desorden y la anarquía, no pude detener
los impulsos de mi corazon, arrebatado del deseo de sofocarla en su
oríjen. El amor y gratitud á un monarca jeneroso y desgraciado, y
el deseo de conservar felices á sus pueblos ha sido el móvil de mis
acciones, no las alabanzas con que los primeros tribunales, jefes y
cabildos han manifestado, á proporcion de su interés, la aprobacion
y reconocimiento que les han merecido la actividad de mis providen
cias y la voluntad con que, sin reserva de gastos, ni otro jénero de
fatiga, he propendido á mantener dentro y fuera del territorio que
tengo la honra de mandar, el inestimable bien que resulta del sosie
go y tranquilidad pública, de la sumision y respeto á las leyes, y del
amor y confianza en los majistrados.
DEPOSICION DEL VIREY DE BUENOS AVES,
Marques de Sobremonte, y comisión dada al Marques de Aviles
para hacerse cargo de aquel mando.

La confianza pública que inspiran los talentos, energía y seguri- '


dad del que gobierna y lo dirije todo al bien y felicidad comun, y
el respeto que causa la fuerza armada que está en su mano para con
tener el desorden de los que han de obedecerle, y para hacerse temer
de los enemigos, son los dos resortes morales que puestos oportuna
mente en movimiento, dan el reglado y uniforme que conviene á la
máquina política de la sociedad. Ambos faltaron desgraciadamente
en Buenos Ayres perdiendo su elasticidad íy fuerza, por que á las
repetidas desgracias que padecieron nuestras armas á las órdenes del
Virey Marqués de Sobremonte, desde que los ingleses se apoderaron
de aquella capital, se siguió su ausencia, sostituyendo en el mando
un cuerpo meramente político como la Eeal Audiencia al mismo
tiempo que se hallaban los enemigos á su frente.
A estos principios debe atribuirse la convulsion que .padeció la ca
pital de Buenos Ayres el dia 14 de Agosto de 1806 siguiente al de la
reconquista de aquella plaza, de resultas de un Cabildo abierto cele
brado sin prévio conocimiento del Gobierno, bajo el especioso pre-
testo de afirmar la victoria obtenida sobre el enemigo, pero cuyo ver
dadero espíritu era la deposicion del Virey. Aunque los remedios
paliativos que empleó el Tribunal, y Reverendo Obispo de aquella
—142—
Diocesis pudieron calmar el ardor con que se presentó aquella cri
minal pretension, no consiguieron cortarlo radicalmente, pues el mal
se propagaba y extendía cada dia por todas las partes del cuerpo. /
La pérdida de Montevideo acaecida en la madrugada del 3 de
Febrero del siguiente año de 1807 luego que llegó á Buenos Ayres,
causó una fermentacion general del pueblo, en que las voces tumul
tuarias repetían la reconquista de Montevideo, y la deposicion del
Virey, sin que ya fuesen bastantes los remedios aplicados anterior
mente para contenerlo. En suma, la debilidad del Gobierno tuvo que
ceder el 17 á la violencia del pueblo armado, y convocada una junta
general se decretó en ella la escandalosa é inaudita separacion del
Marqués; y sus altas facultades fueron divididas entre la Audiencia
y el Comandante General D. Santiago Liniers, cuyos créditos adqui
ridos en la reconquista, su popularidad y franqueza bacian amable
su persona, y adornada esta de las cualidades apetecibles para el
mando de ias armas.
La del Virey quedó asegurada en el convento de la Eecoleta, cu
briendose este último atentado con la.espresion de ser interina aque
lla providencia hasta las resultas de S. M., á quien se daria cuenta
del acontecimiento.
Asi me lo participaron las nuevas autoridades, y en particular el
Tribunal de la Eeal Audiencia, suplicándome que en las angustias y
tribulacion en que se hallaba, riesgos y peligros á que estaba expues
to el Eeino, y lo que es mas careciendo de recursos para salvarlo no
podia dejar de tocar el último, que era darme pai te de estas ocurren
cias, para que penetrado de la necesidad extendiese mis miras hácía
aquel pais, y le prestase la proteccion que demandaba su calamitoso
estado; y que aunque mi presencia seguramente serenaría aquella
tempestad, sin embargo no se atrevía á rogarme que me presentase
en la capital donde se habia formado, por la consideracion de que
mis atenciones podrían impedirlo, pero que á lo menos no escusa-
ba reiterar sus mas encarecidas instancias para que no lo perdie
se de vista con mis auxilios y providencias, é instruyese de todo
á S. M.
Estos avisos confirmaron mis sospechas, acerca del desconcierto de
aquel Gobierno, como lo habia ya traslucido por la correspondencia
de oficio, y despertaron de nuevo mis antiguas ideas, de trasladarme
sin demora á aquel punto á poner término á tanto mal, y evitar los
que amagaban por parte del enemigo. Como el asunto era de la
maydr gravedad y trascendencia, quise ponerlo en noticia de este
Acuerdo, quien desde luego manifestó en su dictámen no ser posible
mi separacion de este mando, arbitrando el medio de conferir esta co
mision al Marqués de Avilés, mi antecesor en este Vireinato, que
tambien lo habia sido de las provincias del Eio de la Plata para am
bos fines. Conforme con este parecer se lo comuniqué á dicho Gene
ral, ofreciéndole librar las órdenes correspondientes á los majístrados
y jefes de ambos reinos, y proveerle de armas, dinero, gente y cuanto
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nao expusiese hallarse conducente al mas seguro desempeño de la
«comision. En contestacion hizo presente varias dificultades que
le ocurrían en la ejecucion, de las que debian en su concepto preve
nirse paraescusar nuevos y mayores excesos de un pueblo, tumultua
do, y visto todo en acuerdo con su asistencia, solo se tuvo por conve
niente aumentar á la primera providencia los oficios al Tribunal de
la Audiencia de Buenos Ayres, noticiándole la ruta que elegía el
jefe nuevamente, nombrado, para que le dirijiese sus avisos sobre la
disposicion que manifestasen los cuerpos y el pueblo acerca de su
recepcion, á fin de no comprometer la alta representacion de su ca
rácter. Me conformó igualmente con el voto consultivo; y libradas
en consecuencia, de comun acuerdo con el Marqués, la contestacion á
la Eeal Audiencia de Buenos Ayres, y las órdenes oportunas á los
gobernadores y subdelegados del tránsito, y al Presidente del Cuzco,
para que le allanasen cuanto necesitase en las respectivas jurisdiccio
nes de armas, municiones, gente, víveres y dinero, como habia pro
puesto; le facilité asi mismo á su solicitud y propuesta los oficiales
subalternos que deseaba llevar en su compañía, para dirijir las tro
pas, y darles la instruccion que fuese posible en la urjencia y segu
ridad del viaje que iba á emprender por la ruta de Arequipa hasta
la villa de Puno, segun las contestaciones delos gobiernos, y jus
ticias de este distrito, ofreciendo cumplir exactamente lo prevenido
acerca del particular: la respuesta del Tribunal de Buenos Ayres,
con sus documentos comprensivos del auto expedido con vista del
citado oficio de 29 de Abril, cartas reservadas, y las contestaciones del
Comandante General y Cabildo de aquella ciudad, para inquirir las
disposiciones del pueblo, y su parecer en orden á la entrada del Mar
qués en la capital para ejercer en toda la plenitud de sus facultades
el empleo de Virey. El Comandante expone sencillamente serle
muy satisfactoria mi resolucion, la cual suponía debia serlo en igual
grado para el Tribunal, atentas las superiores ventajosas cualidades
y conocimientos militares, que concurrían en la persona del Marqués
de Avilés, dando mayor fuerza á la expresion con la de que mi de
terminacion en este particular, despues de no haber cesado de pres
tar toda clase de socorros á aquellas provincias, habia coronado
dignamente la obra.
El Ayuntamiento discordó enteramente en su parecer. Se hace
cargo de las apuradas circunstancias de aquellas provincias, y las de
su capital, las cuales exijian un jefe activo, diligente, capaz de obrar
por sí, experto y pronto para impartir los auxilios correspondientes á
su defensa, y sostener los derechos del Monarca, cuyos requisitos pa
recían incompatibles con la edad avanzada y achaques del Marqués.
Por el contrario, el Excmo. Sr. Virey actual de Lima, continúa,
ese digno jefe de que nos privó la suerte reviste cuantas cualidades
son imaginables para el desempeño de tan grave cargo, y no se ad
vierte una que ofrezca obstáculos para asegurar con su presencia la
defensa de estos dominios. Sus desvelos para conseguirla son bien
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notorios y plausibles. Sus deseos los tiene manifestados con mucha
anticipacion y V. A. los indica con bastante claridad. Si la combi
nacion de otras atenciones ha podido retraerlo de poner en ejecucion
esos sus loables deseos, parece que el eminente riesgo á que nos ve
mos expuestos, excitará sin duda su celo para dar de mano á cua
lesquiera otras de menos cuidado, y'ocurrir á la mayor necesidad.
El Cabildo se persuade que el Sr. Abascal, en quien hemos observa
do las mas activas disposiciones para contribuir á la defensa de este
continente, cuando llegue á comprender los estrechos apuros á que
nos reducen los acontecimientos de la guerra, y se le haga entender
que para nuestra seguridad se considera precisa su personal asisten
cia, al momento se pondrá en marcha y correrá presuroso á nuestro
auxilio y defensa. Y concluye: Dígnese V. A. ponerlo en planta
sin pérdida de instantes, comunicando al Excmo. Sr. Abascal los es
trechos apuros en que nos hallamos, la necesidad que tenemos de un
jefe de sus circuntancias, y la confianza que ha de inspirar en todos
su personal presencia.
El Tribunal con vista de dichas contestaciones determinó trasla
dármelas todas para mi conocimiento, no obstante que con la misma
fecha se dirijia en derechura un oficio suplicatorio al Excmo Sr.
Avilés, á efecto de que continuase su marcha con direccion á la capital;
incluyéndole apertori as las órdenes necesarias para los jefes del tránsi
to de aquel territorio, á fin de que se le reconociese, obedeciese y respe
tase como Jefe Supremo del Eeino, dándome por último las 'debidas
gracias por esta pronta providencia, por mis celosos esfuerzos en servi
cio del Rey, y suplicándome se las continuase como requería el esta
do de indigencia de aquellas provincias, á cuyo fin se me daria cuen
ta de todo. Este oficio fué contestado en la forma de estilo. Mas como
por el mismo correo ocurriese- á mí el expresado Sr. Marqués con las
mismas dificultades que le ofrecía la carta de la Audiencia sobre su
admision, y el medio que le parecia indirecto de expedir las auxilia-
torias, le diese lugar á sospechar alguna repugnancia acerca de su re
conocimiento las habia dirijido á sus destinos, y quedaba esperando
en Arequipa sus contestaciones para resolver con prudencia la par
tida. Mi contestacion se encargó de desvanecerle sus recelos hacién
dole presente que no obstante sus observaciones que tenia á la vista,
el interés del servicio del Eey, y el que su persona podia rendirle
en aquella ocasion, me obligaban á dejar en su mano la deliberacion
que conceptuase mas justa y conveniente, contrapesadas estas y
aquellas razones; acompañando un estado del producido de donati
vos para las urjencias de aquel reino, y razon de las medidas adop
tadas para su remision, y de lo que por la propia razon se fuere su
cesivamente colectando, para que dispusiese el modo mas fácil,
pronto y seguro de hacerlo llegar á su destino.
Poco tiempo despues las noticias que se fueron recibiendo de la
capital acerca del estado y circunstancias del vecindario, y su incli
nacion al Comandante General, por las brillantes acciones á que los
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habia conducido; me precisaron á convertir las miras á este reino y
al de Chile, que por resultas de la capitulacion celebrada en Bue
nos Ayres, los consideraba mas expuestos á una tentativa de los ene
migos: en cuyo supuesto le previne podia suspender su marcha fijan
do su residencia en el lugar que mas le acomodare; que hiciese re
gresar la oficialidad que sacó de esta plaza si no le hiciese notable
falta, sin alterarlo menor en cuanto á lo que sobre el destino de cau
dales le tenia prevenido. A los tres dias de expedida esta orden re
cibí carta del Tribunal de aquella Audiencia avisándome que en
cumplimiento de real orden de 23 de Octubre de 1806, que acababa
de recibir, en que S. M. previene el orden y sucesion del mando en
Gobiernos y Presidencias, habia dado posesion de la de aquel Tri
bunal al Brigadier D. Santiago Liniers, cuya noticia repetida por
conducto del mismo Excmo. Sr. Marqués de Avilés, puso término
á este negocio, aunque no á mis cuidados, con respecto al que debia
causarme un ejemplar de tan pésimo ejemplo, y de peores conse
cuencias para toda esta América, como dolorosamente ha acreditado
la experiencia de los últimos sucesos de dicha ciudad de Buenos Ay
res, y otras, aunque interviniendo siempre en todas las mismas cau
sas que en la primera.
ALBOROTOS DE LA CIUDAD DE LA PLATA.

Viciados, los resortes del Gobierno en Buenos Ayres, como se ba


manifestado tratando del estado de aquella Capital en el acto de la
deposicion del Virey Marqués de Sobremonte, era consiguiente que
su próxima disolucion se hiciese sentir en todos los extremos del
Vireynato. Ese mismo estado de debilidad por su parte, y el
preponderante del pueblo armado y seducido por algunos aventu
reros de que se inundaron las provincias, con la primera entra
da de los ingleses, junto con las desgracias que empezaba á pade
cer la Península, hicieron nacer la zízaña de una quimérica inde
pendencia, y propagarse en términos que parecia llegado el caso
de no poderse impedir su fatal cosecha. La sujestion crecia y se
adelantaba en proporcion que se disminuían al Gobierno los re
cursos para reprimir la audacia de los proyectos, hasta conseguir
que alucinados algunos de los majistrados depositarios de las le
yes, hayan sido conspiradores y cómplices de un mismo delito. Un
interés quizá mayor, que es el que nace de las rivalidades per
sonales, y muy funesta para los p\ieblos, si se sostienen entre je
fes y personas de superior orden y graduacion, pudo tambien haber
sido causa parcial para acelerarlos alborotos de la ciudad de la Pla
ta, de que va á tratarse con sujecion á los documentos que han po
dido adquirirse acerca de estas desgraciadas ocurrencias, y los que
forman el expediente seguido en esta superioridad, con motivo de
los auxilios impartidos para su sosiego, y el de la Paz; ambos de
aquella jurisdiccion, é igualmente complicados en la subversion y
trastorno del Gobierno legítimo en estos dominios, y delas sábias le
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yes que los han regido por mas de trescientos años con universal ad
miracion y asombro.
Todas estas circunstancias que sin duda concurrieron en la ciudad
de la Plata, abrían un campo inmenso á los inquietos para aprove
charse de ellas, y girar sus artefactos sin traba ni temor que los con
tuviese; y como ningun pretesto podia tener las apariencias que el
de Montevideo, cuya conducta habia sido elogiada y premiada por
el Gobierno, no tuvieron necesidad de aventurarse á buscar en su
ofuscada imaginacion otros menos especiosos para . cubrir el pro
yecto de su soñada independencia, ni menos al propósito para aluci
nar y arrastrar al incauto pueblo á sus designios. Asi dando cada
dia mayor bulto á las sospechas contra el Gobierno, la cuales se pro
curaban difundir con estudio en el público, procedieron á denunciar
al Presidente como cómplice de las maquinaciones que se atribuían
al Gobierno Superior de Buenos Ayres para entregar estas posesio
nes al de Portugal, ante el Tribunal de aquella Eeal Audiencia, cu
yos ministros resentidos, engañados, ó menos acordados, resolvieron
deponer la primera autoridad, en acuerdo celebrado el 25 de Mayo
de ]809. Providencia escandalosa y sin ejemplar, basta que el suce
so de Buenos Ayres dió la norma para cometer igual crimen en la
de la Plata.
Para ello precedieron cabildos extraordinai i >s, acuerdos clandes
tinos y pesquisas secretas, no solo contra la conducta del Excmo. Sr.
Virey D. Santiago Liniers, y Presidente D. Ramon García Pizarrosa
del muy E. Arzobispo D. Benito María Moxo, y Comisionado de la
Junta de Sevilla D. José Manuel de Goyenec he, acerca de la inteli
gencia que secretamente mantenían con el gabinete del Brasil, sino
que mezclando tambien á estas calumnias la de hallarse el gobierno
empleado en la formacion de sumarias contra vecinos principales,
su destierro y proscripcion para malquistarlo con el pueblo, y dispo
ner con tan maligno influjo los ánimos á que cooperasen en el hor
rendo delito de la sedicion. Preparados en esta manera y dispuestos
á dar el decisivo golpe al Presidente, en la noche del mismo dia 25,
se antepuso el Jefe á su ejecucion, mandó arrestar las personas de
algunos ministros y cabildantes que se habian apersonado con mas
descaro en estas maniobras, en cuyo acto noticiosos unos y otros de
las providencias, procuraron eludirla con la fuga; de suerte que solo
pudo tener efecto en unos de sus individuos de la última clase; pero
como el pueblo estaba ya dispuesto al tumulto ocurrió en tropel á
la casa del ilustrísimo Arzobispo, y desde esta á la de la Presidencia
en solicitud de la libertad de los presos, para lo cual se interpuso la
dignidad del prelado; y conseguida, aun instaban por las de los de-
mas que estando ocultos suponían hallarse detenidos por orden del
Gobierno, y principalmente clamaban por el Fiscal, al que con ma
yor empeño se dirijian las solicitudes del pueblo, buscándolo ya en
casas particulares, á donde creían hallarse secretamente capturado,
ya en el cuartel, y ya en la casa misma del Presidente, en la cual se
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suscitó por último, la especie de haber sido muerto por el fuego que
la guardia habia hecho al tumulto. Con este motivo, aunque el
Presidente consiguió bajo de juramento no tener preso á aquel mi
nistro ni noticia alguna de su paradero, ofreciendo responder de la
seguridad de su persona; solo contestó por el pueblo con el mayor
descomedimiento é insultos, pasando de esta pretension á la de que
se les entregase la del Presidente como traidor ó al menos se le qui
tasen las armas, cuya proposicion admitida por el Acuerdo que so
habin juntado en la casa del Eejente pasó á intimársele sin demora.
Bien resistió el Sr. Pizarro obedecerla al principio, tanto por la nin
guna autoridad de que procedia, como por no dejar al pueblo ex
puesto á su ruina en el ardor de la convulsion que padecía, pero al
fin tuvo que ceder á los ruegos y persuasiones de los que le acompa
ñaban, conviniendo en la entrega de la artillería que tenia dentro
de su casa para calmar el bullicio como se le protestó; mas como na
da se habia conseguido sin la prision del Jefe, redoblaron sus ins
tancias por ella, y la obtuvieron del Tribunal con la misma facilidad
que la de la entrega de las armas.
Hasta por tercera vez repugnó el Sr. Pizarro hacer la dimision del
mando á que le forzaban las providencias del Acuerdo; mas hallán
dose solo y abandonado ya de los pocos que basta entonces le habian
hecho compañia, instado por la renuucia del cargo, bajo la salvaguar
dia prometida por el propio Acuerdo de asegurarse la quietud públi
ca, y la vida del mismo Presidente que se hallaba expuesta á gran
peligro, y sobre todo desarmado, no pudo impedir la usurpacion que
la Audiencia hizo del Gobierno , abrogándose sus facultades. El 26
fué despedida la tropa, haciendo pasar las armas de sus manos á la
de la plebe, y el 27 fué conducido el Sr. Pizarro como reo de Estado
á la estrechez de una prision ignominiosa, con el mas vituperable
ultraje á su persona, dignidad y carácter, dándose principio al su
mario contra el anciano Jefe acusado. De esta manera se consumó
en la ciudad de la Plata el atentado de la deposicion del Sr. Presi
dente de su Eeal Audiencia y entre aclamaciones del pueblo por el
Sr. D. Fernando VII, sus estados se minaban y se atrepellaban de
un modo vergonzoso los sagrados derechos del Monarca infeliz en
la persona de su representante, escudados con el falso pretesto de
aparentes sospechas contra él, y contra los mas autorizados Jefes y
Prelados del reino.
Las medidas que el Sr. Pizarro tomó para ahogar en su nacimien
to esta conjuracion, como tan obvias y prudentes no hubieran dejado
de producir el deseado efecto, si hubiesen sido practicadas con par
ticularidad y secreto, pues la prision de los facciosos no pudo reali-
zarse por demasiado tarde, ni los auxilios que pidió al Gobernador
Intendente de Potosí, pudieron llegar hasta dos dias despues de la
consumacion de el delito. El Intendente marchó desde luego en toda
diligencia al socorro de la autoridad del Presidente, pero hallándolo
ya depuesto, y el Gobierno en manos de la Audiencia, tuvo orden de
—149—
ella para hacer retroceder las tropas, como lo verificó, persuadido de*
la buena fé que debia suponer en unos ministros del itey, y por tan
tos títulos obligados á mantener el orden y conservar ilesos los in
tereses sagrados de la soberanía. Con todo no omitió el paso que le
pareció prudente de entrar en la ciudad para acordar con los minis
tros los medios de conciliar la tranquilidad de las provincias con el
sosten de las autoridades, y convenidos en comunicarse mutuamente
las disposiciones importantes á tan laudable objeto, regresó en - este
concepto lleno de la mayor satisfaccion á la villa capital de su pro
vincia.
Despues de este solemne convenio entre el Gobernador y Ministro»
del Tribunal, continuaban estos con el mayor ardor sus preparativo»
de armas y acopio de municiones en cantidad considerable, y esta
extraña conducta al mismo paso qiie sorprendió al Gobernador, cau
só la mayor inquietud y sobresalto en los ánimos de los fieles veci
nos de la villa, recelosos del término que podian tener contra ellos
tales medidas; en cuyas circunstancias habiéndose recibido órdenes
del Vireynato, noticioso ya de los primeros movimientos del dia 25
de Mayo en que se mandaba al Intendente reunir una fuerza com
petente, y ocurrir con ella á mantener el sosiego y autoridad real ít
donde quiera que pudiese padecer alguna alteracion obedeciendo las-
providencias de la Audiencia de Charcas, en tanto que no fuesen
contrarias á su Superior Gobierno, se dirijió aquel con una y con
otra noticia al Tribunal, para que en su intelijencia, y contando con
la tropas que estaban á sus órdenes y pudieran necesitarse en cual
quier evento, hiciese suspender como inútil y perjudicial todo pre
parativo de armamento y de fuerza. El armamento de esta hecho en
Potosí, conforme á lo que indicaba la orden del Virey, sirvió de
fundamento al Tribunal para contestar al Intendente su oficio, ne
gándose al desarme del vecindario, por cuanto esto receloso de la
inexactitud de los informes que se habrían hecho á la superioridad
contra sus procedimientos hacian imposible cualquiera innovacion,
sin grave riesgo y detrimento de la misma tranquilidad que se pro
curaba y encargaba mantener, hasta recibir la contestacion del Jefe
del reino á la verídica y circunstanciada relacion de lo ocurrido en el
citado dia 25 de Mayo. Prontamente satisfizo el Gobernador este
recelo, manifestando no haber adelantado cosa alguna en razon de
preparativos,excepto el acopio de una corta cantidad de pólvora que
habia necesitado para doctrinar las tropas de milicias de la villa, no
obstante el poderoso empeño con que sus vecinos reclamaban estas
medidas. Pero que hallándose actualmente amenazado con un motín
de la plebe, al mismo tiempo que informado del escandaloso movi
miento ocurrido en la Paz el 16 de Julio, con todas las circunstan
cias de una completa insurreccion, se habia visto necesitado á tomar
las providencias de precaucion que le anunciaba para proceder contra
los amotinados, segun las resultas del oficio que para sosegarlos ha
bia dirijido á aquel Cabildo. Pidió igualmente al Tribunal los.
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Socorros que pudiera proporcionarla en armas y tropas, y uno cie
los ministros para la judicial indagacion de los alborotos del pue
blo, invitando siempre y procurando la total union y conformi-
dad de ideas de las autoridades, mas que nunca interesante en
la actualidad y presento estado de aquellas provínolas, sobre cu
yos particulares y modo franco de obrar, que manifestaba, es
peraba el dictamen y consejos sabios y juiciosos del Tribunal.
Este desentendiéndose de lo estipulado con el Gobernador, de la
religiosidad y buena fe con que él lo cumplía por su parte en la ma
nifestacion de sus ideas, de las prudentes y obvias reflexiones que
hacian demostrable la necesidad de ocurrir al inminente mal que
amenazaba; y de la sagacidad con que consultaba aquellas necesa
rias y convenientes disposiciones; solo se ciñó á paralizarlas en el to
do, haciendo descansar sus responsabilidades sobre las medidas que
el Tribunal suponía haber tomado con conocimiento del asunto de
la Paz y domas provincias, cuya opinion no dudó manifestar era la
de obrar siempre con la mas detenida meditacion, y adoptar con
preferencia los medios suaves á los violentos y estrepitosos ¡ No es
difícil traslucir los intentos de los ministros de la Plata parar esta
estudiada contestacion. Los fundamentos de la revolución de la Paz
y sus excesos eran los mismos que los de aquella, y no podian sin
contrariarse, resolverse á castigar un crimen del cual debian supo
nerse ellos los principales autores, como mas claramente se verá
despues.
Penetrado de esta verdad el Gobernador, y estimulado al propio
tiempo de su fidelidad qile del cumplimiento de las obligaciones á
que lo ligaban estrechamente la comision del Virey, y las apuradas
circunstancias de ambas provincias, se resolvió á pasar su tercera
carta á la Audiencia l>or medio de su Juez semanero: en ella depo
niendo las atenciones y respetos de política consideracion, con que
habia procedido en las anteriores, hizo ver la inobservancia de los
Ministros al comprometimiento bajo del cual habia partido de la
ciudad de la Plata, sobre acordar con anticipacion y combinar las
providencias concernientes á restablecer el órden y tranquilidad pu
blica,; reconviniéndoles igualmente por la falta de contestacion á los
mas esenciales puntos contenidos en las dos antecedentes,por las pro
videncias de armamento que se hacia de órden del mismo Tribunal
dentro y fuera de la ciudad, con total desprecio de sus sinceros ofre
cimientos; y finalmente que no siéndole posible prescindir del aten
tado nuevamente cometido en la Paz sobre iguales increibles calum
nias, cuya impunidad consideraba de perjudicial trascendencia á
todo el reino, era llegado el caso indispensable de marchar con la
fuerza á sostener la autoridad de las leyes y de las autoridades, con
tra los insultos y vejaciones de un pueblo tumultuado; cuya opinion
onia de manifiesto al Acuerdo para proceder consecuente en un to-
0 á lo convenido con sus ministros, y para que convencidos estos
-151-
Uo solo Je la inutilidad de los medios que se habian propüésfo, sirio
de su positiva ineficacia, lo que habia dado lugar á que el contajio
se extendiese hasta la Paz, siendo ya de temer se hiciese general en
las demas provincias, prestase su influjo y autoridad á la verificacion
de tan justas como leales ideas; para lo que previamente juzgaba
necesaria la entrega del Presidente, por quien responderla para la»
resultas de la causa, que ya debia suponer concluida, y en manos del
Excmo. Sr. Virey del reino para su resolucion. La esforzada solici
tud del Gobernador Intendente de Potosí tenia por fundamento el
riesgo que corría la vida del anciano Presidente, en los combates fre
cuentes de 1» insurreccion del populacho de la Plata, como lo anun-
ciaban diariamente las cartas y los prófugos que salían de aquella
ciudad; pero los oidores ciegos y entregados al furor de la venganza
ó del capricho contra eljefe^ negando el estado de insurreccion de la
ciudad, rehusaron la entrega del prisionero con Unetas invectivas,
que llamaban delitos calificados en la traicion de hacer pasar á ex-1
traño dominio estos reinos; criminalidad en que implicaron con igual
voluntariedad al Gobernador por las íntimas relaciones que se ueciá
mantener con el Sr. Liniers, como lo hubieran hecho con todo aquel
jefe que hubiese intentado en aquellas circunstancias oponerse á sus
torcidos fines, y á calmar el fuego de la insurreccion que fomentaron
sobre tales indicios; procedieron á acusar como traidor al Intendente,
á deducirle cargos por los excesos y desacatos contra el Tribunal; y
finalmente' á declararlo por usurpador 'de las facultades del Gobierno,
valiéndose para ello de la primera orden del nuevo Virey D. Balta-
sar Hidalgo de Cisneros, que instruido en la colonia de lo ocurrido
en la ciudad de la Plata el 25 de Mayo, habia resuelto que la Au
diencia continuase en el ejercicio y funciones del Gobierno, por lai
dimision que se suponía haber hecho el Presidente. Conseeutivamert*
te se libraron provisiones al Intendente de Potosí conminándolo pa
ra qüe en el caso de no contener sus procedimientos, se le declararía
por traidor al Rey y perturbador del público sosiego; y á los demas
pueblos para que ninguno le obedeciese ni prestase auxilios ni coope
rase en algtm modo á sns miras agresoras; y reclamando á los emi-
grados de aquella ciudad como desertores de sus empleos y sediciosos^
se hacia entender por todas partes ser el Tribunal el línieo jefe y
legítimamente encargado del mando de la provincia. No es menes
ter incubar mucho en estas materias para conocer qite la necesidad y
no la voluntad dictó aquella orden del Virey, en que mas que nadá
recomienda á los ministros de la Audiencia la vijilancia para mante
ner el orden en el pueblo, bajo las apariencias de quedar satisfecho do
su fidelidad, y de la justicia de sus quejas para atraerlos de este mo
do al verdadero camino de la razon; pero es preciso confesar que no
alcanzó el remedio, por que incapaces de ser persuadidos, no sirvió ú,
otro fin que al de alentarlos á clamar é invectivar con mayor arrojo
' contra los mas fieles acreditados ministros del Rey y de la religion.
Bien es verdad que es- preciso confesar tambien, que al Gobierno de
-152—
Buenos Ayrea en el estado violento en que se hallaba, por falta de
fuerzas y de recursos, no le quedaba otro para ocurrir al riesgo que
ofrecia la alteracion de unas provincias conmovidas y tan .distantes
de la capital.
Tanto de la exactitud de estas ocurrencias como de las resolucio
nes expedidas por aquel Superior Gobierno para detener el torrente
de males que anunciaban, careció esta superioridad basta el 8 de
Agosto en que llegaron á un mismo tiempo los partes del Regente
del Cuzco, y Gobernador Intendente de Puno, sobre el alboroto ocur
rido en la Paz. Entonces se recibió tambien el primer oficio del
Virey de aquellas provincias, en que sin referencia á otros sucesos
que los del 25 de Mayo, ni la menor idea de las providencias que
exponía haber librado con voto del Acuerdo, terminaba únicamente
sus solicitudes á que por este mando se estuviese á la mira de las
resultas para facilitar todos los auxilios que fuesen posibles para
mantener el sosiego interior de estos dominios. No obstante esta res
triccion, como los partes referentes á la Paz indicaban con mas clari
dad el desconcierto de las ideas de los amotinados, asentándose ha
ber sido trascendentales del de Chuquisaca, y los que por la mayor
inmediacion con este Vireynato demandaban mas prontos y eficaces
remedios para preservarlo, deliberé sin pérdida de tiempo cuanto me
pareció oportuno á ponerme en estado, no solo de defensa contra
cualquiera agresion de las que podian intentarse por los unos contra
el territorio de mi mando, como con mayor extension se dirá en su
respectivo lugar, sino en un pié respetable de fuerza, capaz de escar
mentar á los otros y poner á todos en la debida sumision y respeto á
las leyes y legítimas autoridades.
Para verificarlo con acierto, participé al Virey sin demora mis me
didas, con copia de las órdenes expedidas en el mismo momento, y
me puse en comunicacion libre y expedita con el Gobernador de Po
tosí, dándole igual aviso de todo, y ofreciéndole el auxilio de fuerza
armada que pudiese necesitar, facilitándosela en la línea divisoria de
ambos territorios, á donde la habia mandado acantonar para que la
distancia no entorpeciese los pasos en un asunto que debia caminar
con la mayor celeridad, y evitar el peligro que en los de esta natu
raleza ofrece la demora.
El primer buen efecto de estas disposiciones, fué la inteligencia
que el Gobernador de Potosí encargado de la quietud de aquellas
provincias, me ministró en contestacion acerca de los sucesos de la
Plata, cuya larga exposicion queda hecha; la que como era regular
debia proporcionar las luces necesarias para proceder contra el mo
tín de la Paz, uno en sustancia con el de la Plata, de donde se deri
vaba; y cuyo feliz resultado en la una, influyó tan considerablemente
en la otra.
La misma carta del Gobernador, y documentos con que la instru
ye, demuestra la complicidad de los ministros de la Plata para con
mover como ella á la de la Paz, y villa de Potosí á cuyo propósito
—153—
lio solo habian empleado las notorias violentas providencias
indicadas y otros ocultos medios contra las autoridades, sino
que deponiendo toda consideracion, se protegían en el Tribu
nal los atentados que se ejecutaban en todas partes ; se des-
quisiaban los principios del órden, fomentando la insubordi
nacion de los súbditos, y llegaron por fin al extremo de librar
repetidas circulares, provisiones y cartas, contra la representa
cion del Intendente y sus comisiones, declarando traidor á él,
y conminando á los que le obedeciesen, con la misma infaman
te declaracion, impedir con la fuerza el cumplimiento de sus
disposiciones, y finalmente servir el mismo Tribunal de escudo
á los inobedientes, y aquella ciudad de efugio y asilo propio
al desorden.
Tal era el estado de aquellas provincias, y tales las amargu
ras y conflictos de sus gobernadores, cuando se recibieron en
ellas mis primeros oficios y con ellos la noticia de las provi
dencias relativas á sostener la autoridad de las leyes, y sin
embargo de que la circunstanciada relacion de los hechos au
torizaban el uso del poder, no perdia jamás de vista el siste
ma de reducirlos por la persuacion, aunque para que ésta fue
se atendida como correspondia, necesitaba presentarse acom
pañada de la fuerza de un ejército respetable, á las órdenes de
mi delegado el señor Presidente interino del Cuzco, Brigadier
D. José Manuel Goyeneche, con las competentes instrucciones
del modo y forma con que debia obrar. Mas no por esto deja
ba de influir, apurando las frases de la mas sana moral políti
ca, insistiendo y procurando cortar las disenciones, y reponer
á su antiguo estado la buena armonía, principalmente entre
sugetes constituidos en mando, como que esta era la fuente de
los males que suponía ceder á las providencias saludables del
nuevo jefe del vireinato; y con la llegada del señor Meto, úl
timamente nombrado para la Presidencia, y repetí por último al
Gobernador el acuerdo de sus deliberaciones, con las del se
ñor Presidente Goyeneche, á quien se advertía de todo lo con
veniente al intento, y de cuya buena disposicion no menos que
de su fuerza, me prometí alcanzar el sosiego en las provincias
y la amistad de sus gefes.
Así sucedió en efecto, porque á los cuatro meses de silencio
de aquella audiencia, se apareció su primer oficio á esta supe
rioridad, en que por medio de la súplica se procuraba distraer
mi atencion del objeto á que la habia dirigido, llamando hostil
el sistema que solo tenia por objeto restaurar el órden, ponien
do en las manos del que habia de hacer la reforma de los abu^
sos el respeto de las armas. Para llevar adelante sus miras, no
omitieron presentarme como muy funesto el resultado de la
Historia—11.
—154—
introduccion de las tropas de este en aquel Vireynato, pronos
ticando la necesaria combustion general de los pueblos, cuan
do de seguirse el plan pacífico del tribunal que se decia adop
tado por el señor Cisneros, no podia menos que alcanzarse la
quietud de ellos sin su destruccion. Este .capcioso modo de
discurrir, induce á persuadir un sistema el mas cruel de deso
lacion y de muerte; pero todo queda desvanecido á la vista
de esta exposicion y de los documentos con cuya presencia se
ha formado. En todos y en cada uno de ellos está de manifiesto
que, si se mandaron hacer los oportunos preparativos de arma
mento, con mayor y mas decidido empeño y voluntad, se pro
ponían los medios para una reconciliacion y amistosa compo
sicion de sus desórdenes, á pesar de que ellos manifestaban en
iguales diligencias, para armarse y disponerse a una obstinada
defensa, no obstante la diferencia y muy sensible que se ad
vierte, entre fomentar un tumulto, como lo intentaban por su
parte los Ministros, y el de remediarlos por la mia, aun cuando
no mediaran los recelos del torcido fin á que podian encami
narse.
Como esta carta no pudo llegar á mis manos hasta el 24 de
Octubre, es decir, época en que ya se hallaban muy avanzadas
las diligencias de negociar la paz, con los revoltosos de la ciu
dad de este nombre, y el ejército en disposicion de obrar con
forme al resultado de dichas negociaciones, pude haberla dado
al desprecio; pero lejos de eso, la contestacion que me mereció,
confirma mis humanos sentimientos. Despues de ponerles de
manifiesto las posteriores faltas en que habia incurrido el tri
bunal, desobedeciendo las órdenes del nuevo Virey, acerca de
la soltura del Presidente Pizarro, de la remision de su causa,
y las de los demas comprendidos en ella por los sucesos del 25
de Mayo, que no se persiguiese, procesase, ni arrestase á per
sona alguna; y que se repusiesen las cosas al estado que tenían
antes de aquel dia, hasta la llegada del señor D. Vicente Me
to, á cuyo celo, experiencia, pulso y conocimientos, estaba en
comendado el restablecimiento del orden y tranquilidad del
territorio, no tuve inconveniente en rogar al Tribunal y á sus
ministros, volviesen en sí, dando cumplimiento, como eran
obligados á las indicadas órdenes, que con. tanto escándalo co
mo perjuicio del Eey y del público se habian desatendido, sin
dar lugar á que las armas que estaban dispuestas para hacer
entrar en razon á la ciudad de la Paz, se convirtiesen contra
esa para auxiliar con energía las providencias desairadas del
Virey de aquellas provincias.
Esta enérgica contestacion, la entrada victoriosa de las tro
pas de Goyeneche en la Paz, y la proximidad de las de Bue
nos Aires á las órdenes del nuevo Presidente el señor Nieto re
—155—
dujeron al fin á los Ministros de la Audiencia de la Plata, á
todo cuanto la razon y las súplicas que con rebaja de mi alta
dignidad les propuso, no habian alcanzado; pero desengañados
de no poder resistir al torrente de las armas diestramente ma
nejadas por las tropas de este Vireinato, como lo estuvieron
siempre de la mala causa que habian sostenido por espacio de
siete meses con notable escándalo y mal ejemplo del reino en
tero, y con el mas doloroso quebranto del erario, tuvieron que
ceder induciendo al pueblo al recibimiento del nuevo jefe, que
solo y sin mas aparato que el de los aplausos y alegría del
mismo pueblo, entró en la ciudad el 24 de Diciembre del mis
mo año, restituyendo con su presencia la serenidad y el sosie
go de que habian carecido, para cnya conservacion era preciso
dedicarse á purgar, como lo hizo, de los principales sediciosos.
Una noticia tan interesante para el bien y felicidad del Esta
do, no hubiera cabido en los estrechos límites de mi sensible
corazon, considerándome el autor de la dulce serenidad que
debia disfrutar aquel reino ; pero el origen del mal estaba en
Buenos Aires.
REVOLUCION DE BUENOS AIRES.

Que el mal se hallaba concentrado en Buenos Aires, es una


proposicion que no necesita mas pruebas que las dadas basta
aquí. Poseido el pueblo de la quimera de una feücidad futura
que babia de disfrutarse con solo la simple declaracion de una
impracticable independencia; no perdia jamás los medios de
conseguirla, aprovechándose de las circunstancias que el tiem
po y los accidentes fueron presentanndo con oportunidad, para
el logro de su intento. La primera y acaso la mas deplorable
de todas, fué la deposicion del marques de Sobremonte, por
que descubriéndose por este hecho la insuficiencia del poder
del Gobierno, no solo envaneció al pueblo para repetirlo, sino
que con él dió la mas funesta leccion á los demás del vfreina-
to para atentar en iguales términos contra la soberanía, y
que en los accesos de la convulsion, se hayan vulnerado loe
respetables simulacros de ella, con escarnio de sus caracteriza
das personas, del modo mas cruel y bárbaro.
Las nuevas autoridades que sostituyeron al marques, sin de^
jar de ser lejítimas, no estaban exentas de los defectos de que
adolecen por lo comun los gobiernos revolucionarios, por cuanT
to erigidas sobre el vicioso fundamento de la deposicion del
Virey por el pueblo, dió márgen á que éste en su impunidad,
se creyese autorizado, ó poderoso, al menos para tales innova*
eiones, y por consiguiente superior á la autoridad misma. Las
circunstancias poco favorables de tener un enemigo formida
ble á la vista, eran desde luego muy críticas para imponer loa
—158—
condignos castigos al autor ó autores de la insurreccion, y mu
cho mas si se atiende á la necesidad que habia de armar esos
mismos brazos criminales para la defensa; pero llámese como
quiera, ella no era otra cosa que una verdadera debilidad del
gobierno que lo mantenía en una simulada dependencia del
pueblo, tal que el mayor encarecimiento vendría corto á vista
de las irregulares contratas con que se establecieron los cuer
pos de milicias de aquel vecindario.
Pero, por defectuosos que hayan sido los fundamentos de es
ta nueva tropa, ella produjo los mejores efectos, pues rechaza
dos y batidos completamente los invasores, fué fruto de su glo
riosa resistencia la recuperacion de la importante plaza de Mon
tevideo. Las noticias de este feliz suceso, por el que, libres de
enemigos, ponia á las anteriores de Buenos Aires en estado de
convertir sus miras al Gobierno interior; la de la posesion que
se habia dado recientemente del mando á D. Santiago Liniers
por real órden, que determina de su sucesion en caso de vacan
te, y linalmente la precision de atender yo á este reino y el de
Chile, adonde era de recelar que los ingleses tratasen de repa
rar sus pérdidas, me obligaron á suspender las activas provi
dencias que me hallaba actualmente expidiendo, para consti
tuir en aquel empleo al Excelentísimo señor Marques de Avi-
lés, como mas largamente queda dicho en el capítulo corres
pondiente. Pero la imprevista traslacion de la real familia de
Portugal á sus estados americanos, é meidencias de que se ha
blará en su oportuno lugar, distrageron la principal atencion de
aquel celoso Virey á otros objetos, y cuando quiso ó pudo con
traerse al remedio para obrar en toda la plenitud de faculta
des del mando del vireinato, que habia merecido interinamen
te al Soberano, ya fué difícil la cura, tanto por lo inveterado del
mal, como porque es evidente que las nobles cualidades que
recomendaban en particular al señor Liniers, no son siempre
las que convienen á un Jefe Superibr, que por principios de
política debe ser circunspecto, reservado, y aun severo á las ve
ces.
En esta crisis la mas fatal y desgraciada para Buenos Aires,
fué ocupada la España por el amigo mas pérfido de la Nacion.
Los planes de este usurpador estaban trazados, y debian ejecu
tarse á un tiempo en la Península que en las Américas españo
las, para que privada aquella del auxilio de éstas, fuese mas se
guro el éxito de la odiosa empresa que habia meditado de os-
cl avisarla. El Conde de Sassenagfué el emisario destinado por
el maligno emperador, con órdenes é instrucciones que por ser
frances el señor Liniers, suponía debian de ser favorecidas y
auxiliadas en esta América, pero este jefe leal y cauto, burló
prodigiosamente. las esperanzas del comisionado, dando en la
—159—
juüta con que le recibió la nías irrefragable prueba de su amor
y consecuencia á su segunda patria la España, que lo habia
prohijado, y elevado mediante su mérito, á uno de los mas al
tos y distinguidos empleos de la monarquia. Abiertos los plie
gos á presencia de la Junta, y oido el discurso que traia el Con
de preparado al intento de su mision, se le hizo regresar inme
diatamente á Montevideo, con la debida seguridad, y sin co
municacion alguna: siendo aun mas prodigioso que cuando se
ignoraba en el todo el modo de pensar de los españoles, este
jefe que solo era por adopcion, hubiese despreciado las enun
ciativas que contenian las órdenes de nuestros ministros acer
ca del avenimiento de la Nacion á reconocer el intruso Gobier
no, y que coincidiendo sin la menor discrepancia con los ver
daderos sentimientos de los fieles vasallos del señor D. Fer
nando VII, hubiese mandado acelerar el acto de su proclama
cion en aquella capital.
Entonces mismo, hombres infatuados de su mérito, y de quie
nes importa al Gobierno desconfiar como de sus mayores enemi
gos, fueron los primeros que por particul ares resentimi entos inten
taron repetir con el señor Liniers, la misma escandalosa trági
ca escena que con el marqués de Sobremonte; y hallando la
enemistad obstácidos á su empresa, en la inclinacion y amor
de las tropas, que aquel jefe habia sabido granjearse con las
brillantes acciones á que las habia conducido, no ménos que por
su innegable dulzura, sagacidad y buen trato, formó una liga
con la emulacion, y atrincherándose en Montevideo, se dispa
raron de este lugar los primeros tiros contra la fidelidad del
Virey interino, acusándolo ante el Acuerdo para su deposicion.
El fuego de las disenciones domésticas cundia en Buenos Ai
res, y su llama abrazadora resplandecía en Montevideo; no hu
bo diligencia que no se practicase en beneficio de la paz, ni
persuacion que no se emplease para calmar el ardor de unos es
candalos que pronosticaban la ruina del Continente; pero to
do fué vano haciéndose dudosas las promesas del Virey, inúti
les las- propuestas para su acomodamiento ventajoso al Estado
y á los partidarios; porque necesitando el de Montevideo apro
vecharse de la demora, esperaba alcanzar la victoria con una
declaracion del Gobierno Supremo, adonde habia dirigido igua
les acusaciones que á la Audiencia, contra el Virey; sin des
cuidar por esto de ganar en Buenos Aires el partido del Cabil
do y algunos cuerpos de tropa á su devocion.
El Virey contaba tener á la suya la mayor parte de estas que
componían los patricios, y para asegurar el acierto en la próxi
ma eleccion de oficios consejiles para el año de 809, puso estas
sobre las armas, excluyendo los cuerpos europeos, los cuales,
se decia, habían de ser seguidamente desarmados, y hé aquí lo
—160—
que segun las mas imparciales relaciones, ocasionó la sedicion
del dia primero del año, cuyas resultas quedaron precabidas
por las anticipadas disposiciones del Jefe, y totalmente descon
certadas las ideas de la formacion de una Junta gubernativa
de aquel reino, á que conspiraba el partido contrario al Virey.
Las providencias enérgicas que este empleó en aquel instante,
aterraron desde luego á sus enemigos en Buenos Aires, pero
Montevideo se conservó siempre en el mismo estado de insu
bordinacion á la capital y á sü jefe. Desármanse los cuerpos
europeos en efecto, y este desaire por una parte, y por otra el
abuso que ordinariamente se hace de los triunfos, exasperaron
los ánimos, y despertaron la casi extinguida emulacion entre
europeos y patricios, que sujetos entre tanto por la política del
Virey hasta ciertos límites, no les quedaba otra esperanza que
la de que el Gobierno Supremo á quien habian dirijido mutua
mente sus respectivas quejas, pusiese un venturoso término á
sus diferencias, y á las calamidades que por una necesaria con
secuencia debian nacer del estado violento en que se hallaban.
Informado el Gobierno que residia entonces en la Junta Su
prema central, de estas disenciones, creyó que el único remedio
que en ellas cabia, era la separacion del señor Liniers, nombran
do para su relevo al Excelentísimo señor D. Baltazar Hidalgo
de Cisneros; y cuando este pudo ser suficiente, proveyó tam
bien la sub-inspeccion general de las tropas del Vireinato en el
señor D. Javier Elío, jefe del partido contrario al Virey, elo
giando y premiando la conducta de Montevideo, y olvidando
el mérito de los que habian sostenido la autoridad y represen
tacion del Gobierno Superior del reino, el dia primero del año;
lo cual unido á los propios motivos que poco há quedan indica
dos, es regular hubiesen avivado el celo de los patricios en quie
nes estaba depositada, y constituía por su mayor número la
principal parte de la fuerza. Asi terminaron estas diferencias
con desventajas de las prerogativas del empleo del Virey; y así
era preciso que se dispusiese el órden de los sucesos, para que
no quedára impune un crimen que por su gravedad demanda
ba una justicia inexorable, y un poder superior al de los hom
bres para su escarmiento.
Aun no se habia posesionado el señor Cisneros del mando,
cuando su atencion era frecuentemente agitada con los alboro
tos de Chuquisaca y la Paz; de manera que sus primeras pro
videncias sobre estos particulares, deben suponerse imperfectas
por falta de conocimientos locales, y aun de las personas á cu
ya relacion era preciso deferir para instruirse de las circunstan
cias, las mas por interesadas en abreviar la destruccion del Go
bierno, y las otras apasionadas y resentidas del de su antece
sor. Era esta una de las mas favorables coyunturas que podian
—Í6Í—
apetecer los autores de la independencia, y con efecto, sus me-
didas estaban tomadas para aprovecharse de ellas en el mo
mento que un revés de fortuna hiciese padecer nuestros ejérci
tos en la Península. Así se verificó, porque esparcida en Bue
nos Aires la noticia de la ocupacion de Sevilla por las tropas
francesas, y la disolucion de la Junta Suprema central, en una
tumultuaria que se convocó el 18 y se formó el 22 de Mayo,
acordaron la deposicion del Virey, refundiendo sus facultades
en una que titularon Superior Gubernativa de aquel reino,
compuesta del Cabildo, en defecto de la Central, como si al
mismo tiempo y con la propia autenticidad no se hubiese ase
gurado la Instalacion del nuevo Consejo de Eejencia, en quien
habia recaido legítimamente el Gobierno de la Nacion; y con
este motivo héchose inútiles, y aun perjudiciales los medios con
que intentando cubrir el reprobado designio de su independen
cia, procuraban establecerla bajo el solapado y especioso título
de libertar al pueblo de los desórdenes de la anarquía, y el de
conservar y proteger los derechos de S. M. el señor D. Fernan
do VII y de sus legítimos sucesores á estos dominios.
Tan efímera fué la suerte de esta primera Junta, cuya presi
dencia se habia conferido al Virey, que se pasaron tres dias sin
que se viese alterada en todos sus vocales, y erijida otra aun
que con el mismo título de provisional, hasta la congregacion
de la general de las provincias del Eio de la Plata. Sustancial-
mente eran estos los fundamentos con que se habia formado ya
la de Quito, de que se ha dado razon en su lugar; y la misma
concordancia y uniformidad de ideas que se advierte entre los
revoltosos en tiempo y circunstancias dá lugar á formar la mas
cabal, de que el espíritu de insurreccion formando un vértice
de las opiniones, habia procurado corromperlas desde un extre
mo al otro del continente: salvando de este general naufragio
uno ú otro punto de él, y la vasta extension de este vireinato
del Perú, ó por buena índole de sus habitantes ó por lá vigi*
lancia de los gobiernos, ó flnabnente por uno y por otro, pues
nunca falta en todas partes genios inquieto», mal contentos con
su suerte, noveleros, incautos y fáciles de seducir.
La nueva junta, compuesta toda ella de faccionarios, aplicó
desde luego sus conatos, no á la convocatoria que parece tener
por objeto la circular de 27 del mismo mes, sino á desacreditar
la legitimidad del gobierno nacional, atribuyéndole entre otros
defectos el de haber sido erijido en medio del tumulto y con
vulsiones de la Península, inmediatamente despues de la emi
gracion de la central y á la sombra de auxilio y proteccion que
dispensaba á las provincias interiores; para la libre eleccion de
sus miembros ó diputados, dispuso una expedicion de quinien-
HlSTORIA—12
—162—
tos hombres que habian de sojuzgarlas. Antes de que pudieran
realizarse sus ideas se recibieron en la traidora Córdova, avisos
de estos alborotos, cuyo gobierno por conducto del de Potosí
cuidó de impartírmelo, aunque en un modo indigesto y confu
so, manifestando ambos de conformidad la opinion de resistir
las innovaciones del pueblo de Buenos Aires contra las autori
dades, para lo cual este último anunciaba como preciso el pen
samiento de poner aquellas provincias bajo los auspicios de es
te mando; y sobre todo me pidió el auxilio de algunas armas.
Por mi contestacion se infiere con bastante claridad que si me
asombraban los excesos de los insurgentes de aquella capital,
no me era del todo nueva la idea de sus crímenes, por la aten
cion que me habian debido siempre los irregulares pasos con
que se habian conducido los negocios en aquel gobierno. En
consecuencia de esto y sin embargo de que la imperfecta relacion
que se me hacia de la sublevacion venia desnuda de compro
bantes, mandé remitir trescientos fusiles con sus correajes, y
cien mil cartuchos á la villa de Potosí, desde la ciudad del Cuz
co, á donde al recibo de mis órdenes debia suponer individuali
zadas las circunstancias de lo que hasta entonces no era mas
que un embrion. Al mismo tiempo mandé aprontar cuatro ca
ñones volantes con sus carruajes para que marchasen inmedia
tamente al propip destino, escoltados con sesenta soldados de
infantería, veinte de caballería y otros tantos artilleros; asegu
rando á los gobernadores de la carrera y hasta al mismo virey,
que estando seguros de mi resolucion de sostener los derechos
del señor D. Fernando VII, legítimamente representados por el
mismo Consejo de Eegencia, podian estarlo igualmente de que
los auxiliaría para cumplir religiosamente el juramento que á
ellos nos ligaba, con todo cuanto estuviese de mi parte y debia
esperarse del valor y fidelidad de los habitantes del distrito 4e
mi mando.
Con poca intermision de dias me instruyó el presidente de
Charcas, con documentos, el atentado de los porteños y de las
providencias que habia expedido para cortar el contagio á que
estaban expuestas las provincias de su mando, las cuales como
me lo suplicaba, habia resuelto, con voto de aquel Acuerdo, se
pusiesen bajo de mi proteccion y abrigo. Lo mismo hicieron
por su parte algunos de los jefes de las cuatro que forman el
Alto Perú y el de Córdova, sus Cabildos, y el Eeverendo Ar
zobispo de aquella Diócesis, con otras varias cartas particula
res, implorando en todas ellas la reunion á este vireinato como
lo habian estado antes de la creacion de nquel; pedian al pro
pio tiempo los socorros que urgentemente demandaban sus ne
cesidades y las amenazas del ilegal gobierno de Buenos Ai
res. Como esta declaracion que tenia ^'su apoyo la total con-
_163—
eentracion del poder que constituye la fuerza y la opinion, se
contrariaba con la delicadeza de mis sentimientos á fin de sin
cerarla de las siniestras impresiones de ambicion con que pu
dieran evitarla los émulos del gobierno, la libré al maduro
examen y reflexion de una junta extraordinaria, en la que pues
tas á la vista las indicadas piezas, y conferenciados los puntos
con la mayor detencion, fueron de uniforme dictamen en cuan
to á la agregacion de las provincias, que esta debia hacerse in
terinamente; y en tanto que restablecido el orden en Buenos
Aires era repuesto al servicio de su empleo el Excmo. Señor de
puesto, ú otro que fuese nombrado por la Soberanía, para que
de ese modo no quedasen abandonados á la suerte de los de
rechos del Soberano, ni los fieles vasallos de S. M. careciesen
del consuelo á que aspiraban; y en cuanto á los socorros que
habían de ministrárseles, tambien se resolvió que podría ejecu
tarse, á cuyo fin propusiesen y pidiesen los jefes todo cuanto
considerasen necesario y cupiese en la esfera de la posibilidad.
Antes que todo me pareció prudente anunciar esta novedad
al público por medio de solemne bando, cuyas cópias circula
ron en todo el territorio de mi mando, no solo por su entidad
sino con el principal y doble objeto de instruir á sus habitan
tes los débiles fundamentos sobre que intentaba hacer su cons
titucion un gobierno revolucionario compuesto de.hombres os
curos y abatidos, sin carácter y llenos de todos los vicios, cu
yas calidades no pudiendo dejar de ser bien conocidas de las
provincias nuevamente agregadas por su inmediacion, habia
producido su violenta separacion y la mas viva solicitud para
incorporarse al feliz pacífico é ilustrado vireinato del Perú, á
cuya fidelidad nunca bastantemente alabada deseaban agre
garse para hacer una causa comun, repeler las sugestiones y la
fuerza con que intentaban destruir el respeto á las autoridades
y á las leyes, tan importantes á sus propios intereses como á
los sagrados derechos del mejor monarca del miuido. Comba
tiendo así los inmorales y subversivos papeles, con que los se
diciosos porteños procuraban desacreditar al gobierno legíti
mo, instruía yo á estos habitantes de la debilidad del suyo é
inflamaba su espíritu para que diesen á un total desprecio, las
inicuas armas de la sugestion, con que en defecto de fuerzas
intentaban hacer la guerra. Previne tambien al señor Presi
dente de Charcas, recojiese de los intendentes noticias de lo
que cada uno pudiese necesitar para su seguridad, y conduci
do por la experiencia de los sucesos de la Paz, de lo perjudicial
y gravoso que era dilatar la conclusion de un negocio, el que de
todos modos solo habían de terminarle las armas, ordené igual
mente se dispusiesen á marchar contra los insurgentes; enten
diéndose con el señor presidente del Cuzco á efecto de que se
—104—
le suministrasen de allí los socorros de armas, municiones y
pertrechos que se habian remitido anteriormente, y los que yo
cuidaría de mandar despues á este con su noticia.
Hallábase á la sazon en Córdova el señor Liniers, segun no
ticias, con ánimo de pasar á la villa de Potosí, y aprovechan
do de esta oportunidad me pareció que era lo mas á propósito
de valerme de sus conocimientos y demas cualidades para am
parar y defender aquellas provincias, en cuyo supuesto encar
gué al señor Meto que conferenciase con este general y con el
gobernador de Potosí el plan ofensivo y defensivo que conven
dría adoptar. Mi opinion era que de ninguna manera se aban-
donáran las provincias de Córdova y Salta, y que reuniendo
en este punto sus propias fuerzas y las que pudiesen juntarse
á la mayor brevedad de la presidencia de Chuquisaca, Cocha-
bamba y Potosí y de los gobiernos del Paraguay y Misiones,
todas ellas compondrían un número muy suficiente para re
chazar los quinientos hombres que la junta habia decretado
internar en ellas. El único reparo de falta de armas de fuego
con que podría objetarse el pensamiento, quedó prevenido y
satisfecho á la vez, pues como de Jujuy á Buenos Aires de-
bian ser las operaciones de caballería armada con lanzas, ma
chetes ó espadas cuando solo la infantería en los bosques,
donde no podría operar aquella, no resultaba el menor emba
razo en la ejecucion del proyecto.
Tomáronse las resoluciones de cortar el comercio y corres
pondencia pública, giro de caudales y demas conducentes pa
ra estrecharlos á la mayor pobreza entre la capital y sus pam
pas, sin que se permitiese otra comunicacion que la de los con
fidentes que habia dentro de la plaza y debian encargarse de
ministrar noticias seguras de su estado y del de Europa que
viniesen por aquella vía. Para la ejecucion de todo se libraron
las órdenes conducentes, dando al mismo tiempo las mas ex
presivas gracias á los jefes, prelados, cuerpos, y particulares,
por la ardiente fidelidad que habian manifestado, de cuyo mé
rito daría cuenta á S. M., y ies aseguré que contasen, como de
bian con los socorros de este mando, como consecuencia de los
vivos deseos que me animaban en su favor y de la justa causa
que habian abrazado. En iguales términos me expresé con los
demas jefes, corporaciones, y sujetos de las mismas provincias,
que lo ejecutaron despues, reuniendo y alentando en esta ma
nera los ánimos fieles y con efecto alcancé por este medio la
grata complacencia de ver las enérgicas y vaüentes repulsas
que por toda contestacion se daban á las primeras insinuacio
nes de la junta.
Falsificada la salida del señor Liniers de Córdova para el
Alto Peni, fué necesario variar tambien el plan de operacio
1

—165—
nes que habia formalizado bajo de aquel supuesto; y eu esta
virtud dispuse que bien en la Plata ó en la villa de Potosí se
formase un ejército de mil y quinientos hombres inclusos los
quinientos mandados marchar al Desaguadero con artillería y
municiones, los que se hallaban sobre las armas en dicha ciu
dad y los que de pronto podrían sacarse de Oruro, Potosí, Co-
chabamba y los demas regimientos de milicias de aquel dis
trito, todos los que reunidos deberían dirijirse al punto ó des
tino que pareciese mas conveniente, quedando ademas ciento
ó ciento cincuenta hombres de guarnicion en cada capital, pa
ra asegurar la tranquilidad interior y tener de que echar mano
en el caso de que fuese preciso auxiliar con alguna parte á Sal
ta, Córdova, Santa Fé de Corrientes, ó el Paraguay, lo cual
mantendría en estado de bloqueo á los insurgentes ; pero re
poniendo siempre igual número al que sacase para que de este
modo unas providencias no destruyesen el objeto de las otras.
Para que la asamblea de este ejército de observacion pudiera
realizarse sin embarazo, si á los conocimientos teóricos y prác
ticos del señor Meto, no se ofrecían inconvenientes de superior
orden, le propuse remitir un oficial de entera satisfaccion y con
fianza y á mas de los trescientos fusiles mandados á Potosí, y las
armas de los quinientos hombres del desaguadero, hice caminar
desde luego parte de dos mil espadas de caballería, dos mil mo
harras y quinientas pistolas, que no obstante no haberse reci
bido las razones pedidas á los jefes de aquel vireinato contem
plaba podría ser de utilidad y conveniencia la anticipacion de
su envío. Suspendiendo solo la abundante provision que po
dría hacerle de la esquisita pólvora que se trabaja en esta fá
brica, porque la hallaría en toda la cantidad que podia apete
cer en el Cuzco y de cuyo reemplazo me encargaría para que
nunca faltase una municion tan necesaría y medios de conse
guirla con facilidad y con menos demora.
Como hasta entonces solo se sabia en esta capital, por lo
respectivo al gobierno de Montevideo, haber disentido de las
opiniones del de Buenos Aires, ignorándose absolutamente el
estado de fuerza con que pudiese contar para resistir y aun
obrar activamente contra las de la capital, á fin de alentarlo y
ponerlo en un mismo interés, le comuniqué en los propios tér
minos la resolucion porque quedaban agregadas á este virei
nato las provincias interiores, manifestándoles mi disposicion
pronta á socorrer los puntos fieles, para obligar por este cami
no á los descarriados á entrar en el de la razon sin efusion de
la sangre española que debería economizarse para caso que
fuera necesario verterla con mas honra y utilidbd, por último
me dirijí á nuestro embajador cerca del príncipe regente del
Brasil, dándole una completa aunque suscinta idea de todas
—16C—
estas ocurrencias para que con su conocimiento estuviese en
aptitud de salir al encuentro de las determinaciones de aque
lla corte, que por un equivocado concepto podian perjudicar el
sistema de fidelidad y al de la integridad de la monarquía en
esta América, y para que implorase del mismo gobierno y del
almirante inglés su proteccion para ambos efectos, como lo
exijia de justicia la amistad y estrecha alianza de las tres gran
des naciones, de cuya union y perfecta inteligencia debia re
sultar la libertad de la Europa.
A poco mas de un mes me encaminó la junta su primer ofi
cio en solicitud de auxilios consistentes en armas y caudales
para repeler las fuerzas con que el gobierno portugués decia
haber ocupado parte del territorio español por la ribera del
Juarey, y dando á esta pretension el lugar que le correspon
día, segun las circunstancias y extraordinaria conducta de los
innovadores, no me mereció otra respuesta que el mas franco y
generoso ofrecimiento, siempre que arepentidos de sus irregu
lares anteriores procedimientos, acreditasen con la reposicion
de las autoridades haber detestado los yerros cometidos en su
deposicion. Pero antes de pasar adelante conviene echar rápi
damente la vista por la vasta provincia de Cochabamba una
de las mas pobladas y fértiles del territorio que abraza la pre
sidencia de Charcas, su presidente el señor Meto, cuidadoso
acaso por estas mismas razones, de que el fuego de la insur
reccion hiciese presa en ella antes que en otra alguna de las
de su jurisdiccion, preventivamente comisionó al canónigo de
Charcas D. Matías Terrazas, con el objeto de que pasase á ins
truir á aquel gobierno y sus habitantes, si lo consideraba ne
cesario de las ocurrencias de Buenos Aires, exortando y ani
mando al vecindario á mantener el órden y conservar la mas
estrecha union con la capital, observando la disposicion de sus
habitantes y la sensacion que debian darla cumplimiento. Fi
nalmente no olvida la queja del retardo de los fusiles que ha-
bia pedido al Cuzco sin hacerse cargo de que el embarazo que
ofrecian las distancias para recibirse prontamente las noticias
habia de ser mayor para la conduccion de los útiles de guerra.
No obstante todo esto, y que conforme á los partes del Pre
sidente del Cuzco, debia considerar próximos á entrar en la
Paz los primeros quinientos hombres cuyo mando habia con
ferido á Eamirez, con cuarenta mil cartuchos de fusil y cua
trocientos de metralla, que tras de estos debia de marchar otro
igual número que se hallaba ya reunido en el Desaguadero á
las órdenes del Teniente Coronel D. Mariano Camprero, y que
con la mayor presteza se iba acopiando cantidad de armas y
municiones para un repuesto considerable en la capital de la
provincia de Puno; la consideracion del objeto lastimoso á que
—167—
se dirijian, considerando de otro modo inevitable los daños dd
una guerra que deseaba escusar, me sugerió al pensamiento la
idea de dirijirme rl Jefe de las tropas Porteñas con la mas per
suasiva carta para que desistiese del temerario empeño que iba
á convertir estas regiones de paz en el teatro mas sangriento y
lastimoso de la guerra, y para lograrlo mejor no dejé de pulsar
los demas resortes del honor é interés que podrían reportarle una
accion que recomendaría al gobierno supremo, como se lo pro
testé con el mayor empeño y bajo el juramento de mi pala
bra.
Como de las armas de los revolucionarios son las mas temi
bles las de la sugestion y del engaño, ya he dicho en otro lugar
la atencion que me debia en este punto para evitar que aluci
nados los incautos se dejasen seducir y envolver de sus manio
bras, estando muy á la mira de estorbar el paso á sus papeles
sediciosos. Con efecto, en esta misma oportunidad, se recojie-
ron ejemplares de la mas inferne produccion que aquellos per
versos tuvieron la audacia de atribuir á nuestro embajador en
los Estados Unidos que contradije tambien por medio de la
prensa, en una enérgica y conveniente proclama, avisando de
ello á dicho ministro para el mismo fin, como lo verificó des
pues.
Tranquilizado de algun modo mi espiritó, esperando el fru
to de las continuas disposiciones, que conforme á las ocurren
cias dictaba para detener el progreso de los nuevos conquista
dores del Eio de la Plata, vino á turbar este triste y angustia
do resposo, el inesperado accidente de la insurreccion de la pro
vincia de Cochabamba, que por las razones y motivos que atrás
quedan impuestos, debia causarme el mayor recelo y descon
fianza. El Intendente de la Paz, los Presidentes del Cuzco y
Chuquisaca, y el mismo Jefe de la provincia que habia profli
gado de ella, me pintaron este suceso en el modo que lo pre
sentaba á su ánimo la entidad del caso y sus conflictos ; pro
poniendo los arbitrios que la necesidad y sus buenos deseos
pudo sugerirle en aquellos desgraciados momentos. Seria difi-
cil empeño bosquejar fielmente el cuadro1 de mi situacion con
tan terrible noticia. Ella por sí sola era muy suficiente para
abatir el ánimo mas sereno; pero el "contraste de las ideas, la
insuperable dificultad de las distancias, el recelo de hallarse
contaminadas las tropas de aquel vireinato á las órdenes del
señor Meto, del contagio general de aquel reino, y sobre todo,
las disensiones que se dejaban ya traslucir entre los dos prin
cipales jefes, á euyas autoridades era preciso confiar el éxito
de la pacificacion del territorio, é impedir el paso á las delin
cuentes tropas de Buenos Aires, reagrababan las dificultades,
y aumentaban á un término casi indefinido mis cuidados.
—168—
A presencia de todo, y convencido de que el tiempo que sé
emplea en estériles reflexiones se pierde, y que lo que con
viene es obrar aprovechando instantes en casos de esta natu
raleza, criando un nuevo ánimo superior á las adversidades,
cité para el dia siguiente á una junta de guerra, en que po
niendo de manifiesto los nuevos avisos que acababa de recibir,
reflexioné sobre ellos, y los remedios que demandaban aque
llas ocurrencias. Instruida la junta de los puntos que abraza
ban aquellos oficios, y discutidos en la forma conveniente, se
resolvió que bis fuerzas de aquella parte, se reconsentrasen en
Potosí retirándolas de Tupiza; que se repitiesen y ratificasen
al señor Nieto las facultades anteriormente conferidas para
disponer en todo con arreglo á las circunstancias, dándole una
completa instruccion para organizar un ejército de confianza,
armado con los fusiles y demas armas que se le habian remi
tido desde el Cuzco, y los que sucesivamente iria recibiendo,
basta hacerse de uno capaz de sostener algun punto sin poder
ser desalojado de él; para lo cual se continuaría dando á la
tropa la instruccion conveniente, pero que si se viese Taresisa-
do á evacuar á Potosí, cuya desgracia no era de esperar, me
diante las diligencias expuestas, podría replegarse en buen or
den á la Paz, cuyas tropas mandadas por Pamirez avanzarían
á protejer este movimiento, y que reunidos en esta forma con
acuerdo del mismo Kamirez, podría resolverse y determinar el
punto en que debian hacerse fuertes, sostenidos por el ejército
del Desaguadero mandado por el Presidente Goyeneche. Se
le dieron tümbien las órdenes convenientes para inutilizar los
utencilios para la elavoracion de moneda, y que se ejecutase
lo mismo con el azogue, cobre, y el armamento que no pudie
se salvarse á un tiempo con el caudal de Eeal Hacienda y de
particulares. Eestaban aun lo mas grave que era conciliar los
ánimos de los jefes entre sí, y al intento se me encargó por la
junta recomendar al señor Nieto lo mucho que interezaría aí
servicio caminar en todo con acuerdo y consulta del Intenden
te Sanz, y á Goyeneche con mas sagacidad que palabras, des
pues de darle las correspondientes gracias por el esmero y
prontitud con que se distinguía siempre su celo en cumplir
con la mayor eficácia y actividad las órdenes de este gobier
no; y que debiendo esperar que continuase en el mismo modo
atenta las circunstancias no era de ninguna manera posible ni
conveniente acceder á su relevo como habia solicitado. En cu
yo supuesto dejando asegurado el mando del Cuzco, partiese
cuando le pareciese bien al ejército, cuya vanguardia en nú
mero respetable debia mantener en la Paz, sin avanzar con el
grueso de él, sino en casó muy preciso, previo el acuerdo con
Meto para emprender cualesquiera operaciones como las eir
—169—
cunstancias exijian de rigurosa necesidad. Por último, cons
tando tambien la determinacion que Eamirez habia tomado
para detener la columna de quinientos hombses que á las ór
denes de D. Fermín de Piérola, y el armamento que marchaba
para Potosí, por el riesgo que corría uno y otro de ser inter
ceptado por los Cochabambinos, se le aprobó esta prudente re
solucion, mandando que las armas retrocediesen al Desagua
dero para poder armar ese mayor número de bombres hasta
donde alcanzasen ; repitiendo constantemente á Goyeneche la
i facultad de alterar ó variar el plan de esta disposicion segun
las ocurrencias.
A correo seguido me participó de este jefe bailarse ya en mar
cha, y con direccion á Puno por diferentes puntos, cuatro mil
hombres del ejército formado con parte de las milicias y tropas
veteranas de este Vireinato, y la primera division de su parte;
celeridad extraordinaria que constituyendo en seguridad el
territorio de mi mando, hace una parte muy principal del mé
rito del encargado de su organizacion y de su mando. Pero no
siendo este mi único cuidado, antes bien creyendo que debia
ocuparme el de amparar las provincias cuya voluntaria sumi
sion y nuevo reconocimiento á mis órdenes acreditaba su fide
lidad y el derecho que tenían de ser socorridas en el mismo
grado que éstas, tanto para libertarlas de la debastacion de las
tropas Porteñas, como de los atentados de los revolucionarios
y forajidos que habian empezado á levantar la cabeza en d u
ro, á imitacion de la de Cochabamba, cuyo castigo y sujecion
aunque urgente, y modo de practicarlo no podia determinarse
desde aquí por los motivos tantas veces repetidos en esta ex
posicion, consternaba sobre manera mi espíritu, subiendo este
pesar á mas alto punto, al ver las contestaciones y oficios que
ya de una ya de otra parte, acreditaban no obrar con la armo
nía siempre conveniente, y mas debida en aquellos momentos,
entre los que han de mandar las armas. La misma discordan
cia advertí entre el Cabildo de Arequipa y su Gobernador á
resultas de las providencias con que este magistrado activaba
el embio de tropas, dejando como se esplicaban los municipa
les, acefalas las costas, y la Provincia sin la competente guar
nicion ; pero una sola carta en términos de política, no sok)
desvaneció sus temores, sino que aumentando el entusiasmo,
hizo que aquel cuerpo contribuyese, con mayor esfuerzo á co
lectar y remitir .el contingente señalado á aquella provincia,
con lo cuaí y las providencias expedidas, á consecuencia de
las juntas ultimamente celebradas, logré que calmasen tam
bien las fastidiosísimas ocurrencias entre los comandantes, bas
tantes por sí solas á desconcertar las medidas adoptadas ba*~
Historia —13
—170—
ta el dia, y á exponer una y otras provincias á una combustion
general.
A favor de estas propias providencias se consiguió igualmen
te dar un nuevo aliento y esfuerzo al ánimo de Mito, como lo
manifiestan sus oficios escritos con posteridad, anunciando los
mas felices sucesos por la oportunidad de los auxilios y dispo
siciones de este gobierno activamente ejecutadas por el Presi
dente del Cuzco, é Intendente de la Paz ; y lo que para mí era
de mayor y mas completa satisfaccion, por la dualidad con
que indicaba prestarse al acuerdo de sus o] »eraciones con los
jefes experimentados y prácticos de aquellos pueblos, y conque
de mi orden habian pasado de este Vireinato con el mando de
las tropas auxiliares.
La estacion de aguas y el mal estado de las de la expedicion
de Buenos Ayres, alejaban la idea de tener que combatirlas
por entónces, por lo cual las miras estaban principalmente con
vertidas á sujetar la provincia de Oruro y Cochabamba por Ea-
mirez, mientras que el punto de Tupiza, cuya guarnicion man
dada por Córdova, era aumentada,con los auxilios de Potosí y
de este Vireinato á las órdenes del Conde de casa Eeal de Mo
neda y del Teniente Coronel D. Narciso Basagoytia. Por últi
mo, puso el sello á mi confianza la próxima salida de Goyene-
che con el resto de tropas del Cuzco, su maestranza y parque;
dejando en el mejor pié de arreglo y quietud la capital y pro
vincias de su dependencia. Del crecido número de tropas, su
provicion y rápido movimiento, trasporte de armas, muni
ciones y demas útiles para la guerra por lugares casi desiertos
los unos, y todos ellos desprovistos de lo necesario para pres
tar su ayuda, se pueden colegir los embarazos de este gobier
no, que empleado siempre en preveer las necesidades para so
correrlas, haciéndolas pasar á largas distancias con la mayor
oportunidad y presteza. Pero todo al fin se consiguió vencien
do obstáculos insuperables al parecer, con la diligencia y es
fuerzos de los Cabildos, Magistrados, y Jueces territoriales, que
quedarían ciertamente defraudados de su mérito, pasando en
silencio el que contrageron con tan oportunos auxilios.
Tanto por estas razones como por la de hallarse ya Eamirez
en camino para Oruro con todas Jas fuerzas de su division, no
me causó la mas fuerte impresion el aviso reservado del In
tendente de la Paz de hallarse las insurgentes tropas de Bue
nos Ayres en los puntos conocidos por las cuevas y Cangrejos,
y 1 de haberse replegado las abanzadas de nuestro cuerpo
principal de Tupiza á las órdenes de Córdova hácia Santiago
de Ootagaita, por su ventajosa situacion, porque cou este mo
vimiento se daba lugar á la llegada de Kamirez, en quien ha
la de recaer necesariamente el mando en jefe de todas, y mas
—171—
principalmente cuando la cópia de las disposiciones de Nieto
comumcadas á Eamirez sobre el particular, me eran repetidas
por él mismo, y por mano de Goyeneche. Jefes todos de confian
za, y superabundan temente autorizados para obrar con propor
cion á las contingencias y á las necesidades que de ellas nacen.
En esta virtud aun con vista de las insinuaciones y tentativas
■ de los Cochabambinos contra la quietud de la Paz de que su
cesivamente se me instruía por el Intendente, nada me queda
ba que bacer sino repetir incansablemente las obUgaciones de
celar la tranquilidad de sus provincias con la mayor constan
cia y la de mantenerse estrechamente ligados en comunicacion,
y mas estrecha conformidad entre unos y otros, para que en
esta manera fuesen mas expeditos y prontos los auxilios con
que mutuamente habían de socorrerse en sus casos.
Pendiente el éxito de esta accion, que segun los últimos par
tes de la Paz, debía ya mirarse con mas serio aspecto por el
crecido número á que ascendian los revoltosos de Cochabam-
ba, su armamento y correrías en la de Oruro, y términos de la
de la Paz, lo que babia de producir mayores inconvenientes á
la empresa de Ramírez para penetrar por ellas hasta donde le
llamaba el Presidente Meto, llegó á mis manos la relacion de
los horrorosos atentados que se cometían en todo el pais de
acuerdo con la junta revolucionaria de Buenos Ayres; del mo
do con que se preparaban á invadir el territorio fiel, y final
mente la circunstanciada noticia de haber pasado por las ar
mas, á cincuenta y ocho leguas distante de Córdova, á su go
bernador Concha, y otros jefes y empleados dignos de la ma
yor estimacion ; y lo que parece acaso increíble en lo venidero
al mismo D. Santiago Liniers, aquel que tantas veces expuso
sú vida á los peligros por la salvacion de ese propio suelo, que
para mayor ignominia de sus habitantes, quedará permanente
mente teñido con la sangre del héroe de aquellas provincias.
Acaecimiento tan bárbaro é inesperado, internó desde luego
toda mi sensibilidad y ternura; pero no menores cuidados agi
taban mi espíritu en aquel funesto correo. El espíritu de dis
cordia que con tanto empeño habia procurado abatir, habia
empezado á germinar entre los magistrados y jefes de la Paz,
cuyas mismas quejas se me dirigían á un mismo tiempo por
falta de oportunos auxilios. El Coronel Eamírez instado por la
necesidad y repetidas órdenes de Nieto, deseaba poner en mo
vimiento su division para salvar los caudales existentes en la
provincia de Oruro, y volar al auxilio de la que estaba en Co-
tagaita á las órdenes de Córdova. El Intendente y Cabildo de
la Paz recelosos de las correrías que hacían en su misma pro
vincia los de la de Cochabamba no querían deshacerse del res
to de tropas que guarnecía la ciudad, y acaso este mismo mo
—172—
tivo influyó para no impartir á Kaniirez el auxilio de ínulas
que habia pedido como necesarias para emprender su marcha.
Ningun peligro podia ser mayor ni de peores consecuencias
que el de la desunion; así sin pérdida de instante procuré pre
venirlo, atajando suavemente el cáncer por medio de los tem
plados oficios con que contesté á los suyos, empleando á un
mismo tiempo la sagacidad y el arte : pero aquellas fastidiosas
ocurrencias absorviendo el precioso tiempo que debió emplear
se en obras, últimamente dió lugar á que acometiesen los Co-
chabambinos la avanzada de Kamirez situada en el Tambo de
Aroma y á las órdenes de Piérola. El número superior de los
enemigos no fué inconveniente para marchar denodadamente
hácia ellos y rompiendo un fuego graneado sobre la columna
de un mil hombres, causó tal estrago en sus líneas que los pu
so en precipitada fuga. Dos divisiones de los mismos insurgen
tes de Cochabamba, al ver el desorden de su centro, intentaron
envolver por derecha é izquierda á Piérola, cuyo designio frus
tró el teson de sus guerrillas manteniendo el punto á pesar
del fuego enfilado con que los incomodaba por la derecha una
batería de cuatro á seis cañones; como hora y media duró la ac
cion sostenida buenamente por nuestras tropas, contra un nú
mero tan desigual, pues sola su caballería pasaba de cuatro
mil, mas cerrando la noche, determinó el comandante abando
nar el campo replegándose al pueblo de Sicasica, que seducido
por los rebeldes lo recibieron con las armas en la mano, cuyo
nuevo é inesperado accidente lo obligó á seguir hasta Calamar-
ca. Hasta por tercera vez intentaron los enemigos cortar la re
tirada de nuestras tropas, y que no pudiendo conseguirlo las
persiguieron hasta las inmediaciones de Viacha, donde como
queda expuesto se hallaba Kamirez situado con las fuerzas de
su division. Aunque nuestra pérdida no consistió mas que en
tres hombres, y la de los insurgentes no pudo bajar de tres
cientos, la infidencia de unos pueblos y la poca seguridad y con
fianza que ofrecían otros, precisó á tomar en Junta de guerra
la deliberacion de replegar al Desaguadero la total fuerza del
ejército de este virreynato, destruyendo el conocido plan que
para mantener la comunicacion con Potosí y la Plata, habia
determinado otra junta de guerra celebrada anteriormente en
el cuartel general de Puno.
Los precisos términos á que estaba reducido el parte de Pié-
rola y el inmediato sometimiento de la Paz al gobierno interi
no de Buenos Ayres dieron mas fuerza á la sospecha que des
de luego no habian infuudido contra la conducta del Inten
dente y su cabildo, las dificultades con que habian entorpeci
do los auxilios de Eamírez, y el temor que pretestaban á la
fuerza de los Oochabambinos. Bajo de estos supuestos no du
—173—
dé mandar (prévio el dictamen de este acuerdo y junta de guer
ra), á Goyeneche que el cuerpo de tres mil hombres que debia
ponerse á las órdenes de Eamírez abanzase á la villa de Churo
para reducir a su provincia y la de la Paz, y evitar que desde
estos puntos penetrase el desorden y trastorno, á las costas de
este vireynato objeto de mi atencion y preferente cuidado. A
esto daba tambien lugar el contenido de varias cai tas particu
lares que me incluyó en aquella fecha el Comandante Goyene
che escritas desde Cotagaita con la plausible y lisongera noti
cia de haber sido batido completamente en aquel punto el ejér
cito revelde de la capital de aquel vireynato, para mantener
como convenia abierta y segura la comunicacion con el de
Nieto.
Pero desgraciadamente unas y otras noticias se falsificaron
poco despues. Los documentos con que se instruían los últi
mos partes de aquellas acciones, acreditaban haberse perdido
en la de Aroma todas las municiones y armas del destacamen
to de Piérola mediante la fuga precipitada que emprendió poí
no poder detener el ímpetu de la numerosa caballería de Co-
chabamba. El incauto Córdova deslumhrado con las aparentes
ventajas que creyó haber reportado de sus primeras escaramu-
sas en Cotagaita, no advirtió el lazo que por este medio se le
tendia para llevarlo hasta Suipachr», á los atrincheramientos
del enemigo, desde donde á su placer hicieron un destrozo
completo de nuestras mal dirijidas tropas. Esparcido el rumor
de estos desastres con la ponderacion que se acostumbra en
casos semejantes, produjo aun mas funestas consecuencias.
Noticioso y asombrado el señor Meto de la derrota de D. José
de Córdova, dió orden en el campamento en que se hallaba
para que procurasen sus individuos salvarse en el modo posi
ble, lo que se ejecutó en la mayor confusion y desorden aban
donando el armamento entero de aquella desgraciada expedi
cion. Semejante improvisa providencia, pudo ser flaqueza de
un espíritu debilitado con la edad; pero tambien pudo ser y es
mas verosímil efecto de la precipitacion é inesperiencia de Cór
dova, funesto manantial de los males succesivos. Las ciuda
des de la Paz y Chuquisaca, como tambien la villa de Potosí,
adictos por amor ó por temor á los intereses de la junta revo
lucionaria, se declararon inmediatamente por ella, desarman
do las cortas guarniciones que Meto les había dejado y se
apoderaron del numerario existente en sus tesorerías. En su
ma, todo eran pérdidas, dislocacion y desórden en aquel infe
liz territorio dueños del cual los furibundos insurgentes no hu
bo género de depredaciones y de atentados que no cometieron
en los vienes y personas de los fieles vasallos del Rey. El an
ciano Moto y su Mayor General Córdova, errantes por los des
—174—
poblados fueron sorprendidos por los insurgentes y llevados
con escolta á las cárceles públicas de la villa de Potosí, donde
sufrieron el último suplicio en union del intendente D. Fran
cisco de Paula Sauz, de quien con tanta verdad como justicia
podria hacerse el cumplido elojio que merece su mérito y la
memoria que ha dejado inmanente de sus apreciables cualida-
des personales.
Con todos estos documento" que ponian en claro los des
graciados sucesos de nuestras armas en el distrito del Virey-
nato de Buenos Ayres; teniendo tambien á la vístalos oficios
del Cabildo de ía Plata con proposiciones para que se suspen
diesen todas las hostilidades de una y otra parte, y se respeta
se por ambos ejércitos la línea divisoria de ambos mandos, en
las que provisionalmente habia convenido Goyeneche ; convo
qué nuevo Acuerdo, en que de uniforme dictamen, se resolvió
la total evacuacion de aquellas provincias y la concentracion
de todas nuestras fuerzas por aquella parte en el Desaguade
ro, aumentándose estas hasta donde se considerasen suficien
tes para poner á cubierto el territorio de este mando de cual
quiera invasion ó tentativa que pudiera alterar su admirable
tranquilidad, y el buen orden que en él se conservaba. Con
los mismos cité para nueva Junta de Guerra en esta plaza, la
que instruida de haber vanado totalmente las circunstancias
segun los últimos partes, opinó como necesario mantenerse á
la defensiva para no exponer á nuevos infortunios las armas
del Rey, lo que podria ocasionar quizá, mayores y mas graves
inconvenientes al sosiego que felizmente se advertía hasta en-
tónces en el territorio de mi responsabilidad, á cuyo objeto
preferente debian aplicarse los recursos de la política apoya
dos por los de la fuerza, y porque pareció juiciosa la conducta
del Comandante General Goyeneche abrazando ambos extre
mos en la contestacion que dió al Cabildo de la Plata; se apro
bó ésta, mandando que se repitiesen la misma con solo la ad
vertencia de que en el comercio, que no se impedia, se cuida
se de precaver la introduccion de personas sospechosas y pa
peles incendiarios. Se fijaron como límites no solo el punto
del Desaguadero, sino toda la línea de demarcacion en que son
comprendidos el estrecho de Tiguinaque, los pasos de Lareca-
ja y Omasuyos ta. el partido de Huancané de la Intendencia
de Puno, y los que descienden á la costa por los de Arica ó
Moquegua del distrito de la de Arequipa, y que en aquellos
que pareciese al Comandante General se construyeran fortifi
caciones de campaña, á cuyo propósito se le mandase un ofi
cial facultativo que las dirigiese. Así mismo pareció á la Jun
ta hacer al comandante otras prevenciones generales y parti
culares conducentes todas al importante designio de la defen
sa, que trasladé sin pérdida de tiempo á su conocimiento para
que al tenor de ellas arreglase sus operaciones segun las cir
cunstancias, pues para las extraordinarias que podian ocurrir
no omití jamás refrendar la facultad anteriormente concedida
de obrar con plena libertad, cuya confianza era consiguiente
al concepto que me habia merecido al decidirme en la eleccion
de su persona para el mando del ejército y árduas comisiones
á él anexas. . ' .'
A las autoridades y jefes militares de las provincias limítro
fes, hice las prevenciones que el caso requería para' que por
defecto de vigilancia no se propagase en sus territorios el con
tagio de la rebelion. Di órdenes para el auxilio de los disper
sos y su destino á reforzar el ejército del señor Goyeneche re
ducido en aquellas circunstancias á solo de observacion, el
cual procuré al mismo tiempo reforzar con nuevos auxilios,
tanto del Cuzco y Arequipa, á costa de infinitos desvelos, co
mo desde esta capital; de manera que solicitudes del General
eran prevenidas de ante mano y sus necesidades socorridas
con anticipacion.
Esta es la série de las providencias tomadas, y las que debie
ron tomarse en aquella coyuntura, no obstante que conocido
el designio de los porteños bácia su libertad é independencia,
exijía otras de distinta naturaleza para reprimirlo. El volun
tario reconocimiento que babian manifestado aquellas provin
cias impetrando con activa solicitud por sus cabildos y gober
nadores, la proteccion de este gobierno, contra la violencia de
la junta revolucionaria, demandaba tambien un esfuerzo ex
traordinario para libertarlas de la tiranía de sus opresores, y
restablecer la tranquilidad y el órden, como lo habia ejecutado
el año anterior en las ciudades dela Paz y Chuquisaca, por re
clamacion del gobierno superior de ellas impelido del cumpli
miento de las leyes, y de la mejora del propio bienestar de
aquellos habitantes, no de la ambicion de mando como torpe
mente han esparcido los injuriosos papeles de la junta y sus
secuaces. Jamás tuvieron parte en mis decisiones los dicterios
y groseras calumnias con que sin cesar han increpado los mas
sinceros procedimientos de mi lealtad; y la prueba victoriosa
que ofrece una conducta constantemente nivelada por aque
llos principios, se hallará en una misma oportunidad en que
insultada mi alta representacion y autoridad, con las mas ne
gras imposturas, elejí el partido de la moderacion para satis
facer los maliciosos cargos, y contestar á los que sin ninguno
lejítima, se atrevían á censurar mis operaciones; en las mismas
órdenes libradas al Comandante General para que mantenién
dose en' el Desaguadero como línea de demarcacion ó divisoria
de ámbos virematos, guardase por su parte acerca de la sus
—176—
pension de hostilidades las reglas que ellos observasen por la
suya, como atras queda expuesto ; y finalmente, aprobando al
mismo jefe el laudable propósito de intentar primero los me
dios suaves de una amistosa reconciliacion haciendo uso de la
fuerza de la'política, antes que la de las armas.
Así, una prudente cautela y una vijilancia continua ocupa
ron el lugar del castigo que merecía su delito; y la venganza
á que provocaba el lenguaje libre y audaz de los caudillos de
la revolucion, dirijido á malquistar las autoridades de este Eey-
no para complicarlo en sus crímenes, y convertirlo despues en
un teatro lastimoso de sus depredaciones y excesos.
Bien conocida era la nulidad esencial del tratado, celebrado
por falta de representacion lejítima de parte de la junta; pe
ro fué necesario ceder á la necesidad y aprovecharme de las
circunstancias para resarcir las pérdidas de nuestras armas en
Zuipacha y Aroma, y organizar en este tiempo uno capaz de
imponer la ley á los revolucionarios. Con esta mira, las pro
videncias que siguieron á aquella capitulacion, tuvieron por ob
jeto, detener el cmso de los papeles subversivos y proclamas
que sin rubor ni remordimiento procuraban esparcir en este dis
trito, y el de aumentar con repetidos envíos de armas, ni uní- .
ciones, pertrechos, dinero, tropas y oficialidad de toda^ armas, ^
el ejército de observacion del señor Goyeneche, referir el por
menor de unas y otras aunque seria muy propio de este lugar,
seria tambien hacer interminable la exposicion de las pri
meras, y duplicado el trabajo de las segundas, cuando en el re
sumen general que se acompaña, está comprendida la totali
dad de los socorros con la distincion y claridad que corresponde,
como igualmente la de los crecidos gastos que se han empren
dido con este motivo, si bien á costa de grandes apuros, pero
que han contribuido á formar un ejército bien provisto y dis
ciplinado el mas respetable de los que ha visto el Perú. Pero
volvamos á asir la cadena de los sucesos siguiendo el curso de
estos extractos, que bien pronto nos conducirán á la mas me
morable accion que fijó la suerte, y la época de la libertad civil
de este vireinato, y de las provincias que componen el alto Perú.
Esta se suponía inevitable y considerándola decisiva de los
destinos de ambos vireinatos habia atraido sobre sí la atencion
de todos los habitantes de este vasto continente, objeto verda
deramente grande y del mayor interés, tanto para los que se
guían el partido de la justa causa, como para los enemigos de
ella. Estas eran las circunstancias en que el Comandante Ge
neral y presidente interino de la Beal Audiencia del Cuzco re
pitió por segunda vez la súplica para que le fuese admitida la
dimision de ambos cargos; fundándose en la propension que
que habian descubierto los soldados de su ejército, y muchos
—177—
de los oficiales subalternos al crimen de la desercion; en los
rápidos progresos que hacia en los ánimos la seduccion y en
gaños de los traidores y otras graves causas, para cuyo reme
dio en vano habia agotado los recursos de la severidad, los sa
crificios del caudal de la tesorería, las promesas y otros arbi
trios de consumada sagacidad y prudencia. La entidad de los
puntos contenidos en la representacion, me obligó á tratarla
en una junta político militar que convoqué al efecto, como in
dicaba desearlo el mismo Goyeneche, y considerados todos co
mo las resultas que podia acarrear cualquiera alteracion de
mando en el estado de aquel ejército, de unánime sentir, se de
cretó no ser admisible, por entónces, la dimision que de él hacia
el señor Goyeneche, á lo menos hasta recibir su contestacion ;
á lo que de oficio y confidencial debería yo exponerle sobre el
particular; y que para atender á los demas puntos de la pro
pia representacion se aumentase como estaba mandado el ejér
cito aunque fuese con tropas de esta capital, valiéndose para
tan urjente necesidad de todos los medios conciliables para la
mas pronta verificacion de lo dispuesto. Así se efectuó desde
luego, dirigiendo por la vía de Arica el refuerzo de esta guar
nicion; mas conociendo yo que entre los motivos legítimamen
te alegados ninguno podría ser de mayor peso, ó acaso el úni-
co segun el delicado pundonor del general, que el reciente nom
bramiento que acababa de hacer el Supremo Gobierno en el
Brigadier D. Bartolomé Cucalon para la presidencia, cuya in
terinidad estaba en Goyeneche, determiné continuarle en ella
suspendiendo el cumplimiento de los reales despachos por la
muy obvia y i>rudente consideracion de que limitado el gene
ral á solo el mando del ejército en aquellas criticas circunstan
cias, la desersion se aumentaría á lo infinito viéndolo desnudo
de autoridad, de facultades para poderlos perseguir hasta sus
propios hogares, ó hacerlo dependiente de los magistrados y
jueces territoriales para este y los demas artículos propios y de
necesidad pára la subsistencia de las tropas.
Aunque ni los oficios, ni su contestacion se hallan en el ex
pediente, es constante que de ese modo quedó cortada aquella
desagradabilísima ocurrencia, como lo manifiestan los sucesivos
partes en que daba cuenta de las tentativas de los rebeldes
para atacar nuestros destacamentos, avanzadas, y descubier
tas con infraccion de las estipulaciones; la conducta que se
habia observado de nuestra parte, y las órdenes é instruccio
nes que con este motivo y el de la seduccion en que trabajaba,
é igualmente para desconcertar nuestras tropas, habia expedi
do á los comandantes de vanguardia con el objeto de hacer
respetar su fuerza é impedir que la mala semilla cundiese en
Historia— 14
—178—
nuestro campamento y provincias. Tambien instruían sus par
tes el estado en que por noticias que le ministraban sus confi
dentes se hallaban las provincias del Alto Perú sojuzgadas por
el ejército de Buenos Ayres; de los movimientos de este para
la ocupacion de ciertos puntos, del armamento qne recibia, de
sus disposiciones para el acopio de armas y construccion de
otras acciones indicantes de un próximo rompimiento, y final
mente con remision de tres gazetas de la capital, me participa
la llegada del Mariscal de campo D. Javier Elio, al Eio de la
Plata, electo Virey y Capitan General de sus provincias, cuya
noticia era concordante con las recibidas de Montevideo, por
el Eeino de Chile, aumentándose por esta via la notable cir
cunstancia de haber traido el nuevo gefe de aquel reino tropas
de desembarco y órdenes del gobierno para reducirlo por la
fuerza siempre que no alcanzasen los medios que el paternal
indulto en aquella misma zazon.
Con presencia de irnos y otros antecedentes, mandé citar de
nuevo á la misma junta y discurriendo sobre cada uno de ellos,
no hubo vocal que no se persuadiese de lajusticia con que debia
procederse á las operaciones militares del ejército del Desa
guadero, ya por la mala fó manifestada, de parte de los insur
gentes, ya por que en este supuesto, y en el de hallarse acome
tidos de la misma capital, interesaba sobre manera aprovechar
los instantes favorables en que debian ser desechos sin espe
ranza de reunion, y ya finalmente, porque los inmensos gastos
que ocasionaba el armamento, impedian atender otros puntos
de la América igualmente conmovidos, y socorrer las gravísi
mas necesidades de la Península. Así se resolvió bajo de las
condicionales qne asegurasen en todo tiempo nuestra buena fé,
de haberse desatendido los beneficios del indulto, ó la de te
ner el general en gefe noticia segura de hallarse el señor Elio
en posesion de la capital, suspendiendo darse terminante y ab
soluta esta providencia con vista del resultado de una junta
de guerra que se mandó celebrar con el mayor secreto en el
campamento, sobre si convendría ónó dar á los insurgentes el
ataque á que habia estado provocando su mala fó, en el que
brantamiento de las estipulaciones, y de los estados circunstan
ciados de la fuerza con que se hallaba el ejército, el de su ar
mamento y disciplina, «pues aunque de todo se tenían las me
jores noticias en lo extrajudicial, era preciso tenerlas de oficio
para que sobre estos fundamentos recayese como era debido
la resolucion.
^ Excusaría exponer las insidencias que produjo esta ligera re
convencion con el mismo gusto que otras digresiones con que
á cada paso ha sido necesario cortar el hilo del principal asun
to, mas no debiendo separarme un punto de lo que consta
—179—
obrado en los expedientes, como he protestado antecedente
mente, es forzoso hacerme cargo de ellas, para que se vea tam
bien cuanto ha tenido que trabajar el virey para prevenir los
disgustos que el mas leve motivo, ó una nimia delicadeza ha
solido producir con inminente riesgo del servicio. Ello es que
una indicacion tan moderada é inescusable dio mérito á una
vehemente queja del señor Goyeneche acompañada de nuevas
instancias para que se le nombrase succesor en sus cargos, á
cuya solicitud no podia ni debia acceder yó entre otros funda
mentos por la confianza que suponia en aquellas tropas para
con el gefe que las habia conducido con tanto acierto en la
próxima campaña, por las grandes posibilidades de su casa que
podia servir con suplementos en caso apurado de la tesorería ;
y finalmente, porque la circunstancia de ver al frente de los
intereses y á la defensa de la causa de la ilacion un militar pa
tricio, hiciese ver á los menos cautos y seducidos por los in
surgentes, la justicia con que se protejia sin ofensa de los de
rechos de la América la union de estos y aquellos vasallos to
dos de un mismo soberano, individuos de una sola nacion y
cuyos intereses debian ser comunes. Como un indicante del
descontento del ejército y sus oficialas, puede mirarse la renun
cia que seguidamente hizo de sus cargos el mayor general de
él D. Pio Tristan, acreditando los fundados recelos que me
asistieron sobre este punto, para decidirme á no hacer la me
nor innovacion sobre el mando del ejército y de la provincia
confiados á Goyeneche; el cual no obstante sus quejas y re
nuncias, cumplió con remitir en detalle los documentos que se
le habian exijido.
De ellos aparece que aunque nuestras fuerzas ascendian á
6,517 hombres de todas armas perfectamente instruidos y dis
ciplinados, número igual ó superior al de los enemigos, á fa
vor de estos obraban las ventajas de una caballería mas nu
merosa y mejor montada que la nuestra; la de su artillería, la
de su armamento con concepto al aumento que habian recibi
do con los despojos de Suipacha y Aroma, y los de las gnarni-
ciones que habian desarmado. Supuesto lo cual y en conside
racion al deficiente estado de la tesorería de nuestro ejército,
no se consideraba conveniente atacarles, á lo menos mientras
se esperaban las resultas del indulto, y la propicia y próxima
estacion de cosechas en que probablemente habian de desertar
conforme á la costumbre de los Oochabambinos del ejército.
Demuéstrase así mismo en el acta de aquella junta, la situa
cion de nuestras tropas, en el punto del Desaguadero y figu
rando hipotéticamente los casos en que el enemigo podia in
tentar un acometimiento parcial ó general, por uno ó por mu
chos puntos, se propone con la mayor inteligencia para cada
—180—
uno distinto plan de operaciones á favor del cual y de la co
nocida ventajosa localidad que ocupaban, hacían probable su
derrota; concluyen con que á la primera noticia de la toma de
Buenos Ayres por el señor Elio comunicada por los espías que
el general tenia pagados y esparcidos en el territorio enemigo,
tomaría el ejército sin pérdida de tiempo las correspondientes
medidas, y baria los movimientos ofensivos que conviniesen
sobre el de los insurgentes.
Con estos documentos y otros que en la misma fecha incluyó
el comandante general, repetí la junta eu esta ciudad, la cual
instruida de todo y satisfecho al mismo tiempo de los procedi
mientos del gefe, como de su inteligencia y patriotismo apro
bó en todo sus determinaciones, y por tanto no se adhirió á las
instancias que promovía para ser relevado del mando del ejér
cito, como ni tampoco yo, al generoso desprendimiento que hizo
de las gratificaciones peculiares á su empleo.
Mientras que observándose por el comandante general el
mas religioso cumplimiento de los tratados debia disfrutarse
una inalterable tranquilidad en el ejército y provincias, lama-
la fé de los insugentes no» dejaba de quebrantarlos, incitando
los pacíficos pueblos del Perú, insultando nuestros puntos mas
abanzados, y promoviendo artículos impertinentes con el úni
co fin de venir á las manos en una accion general. A esto úl
timo contestó siempre Goyeneche con la moderacion que es
propia de su carácter, y para lo primero se hicieron en el mis
mo modo las reclamaciones de justicia,, sin omitir en ocasion
alguna la diligencia de establecer una paz permanente me
diante la aceptacion y reconocimiento de las últimas delibe
raciones del soberano representado en su consejo de Eejencia.
Pero la obstinacion y el capricho presidian en sus juntas, y
conforme á estas pasiones, y sin respeto ni consideracion al em
peño de la palabra, sus operaciones militares se encaminaban á
una sorpresa; el tratamiento de los fieles vecinos de Potosí era el
mas inhumano y vergonzoso, y las contestaciones cada vez
atrevidas é insultantes al honor del ejército; con total despre
cia del indulto y resoluciones soberanas de las cortes, se atre
ve á proponer por principio de paz la revolucion general del
Perú. Apurado el sufrimiento del gefe del ejército con insul
tos tan graves, con tan repetidos ultrajes hechos á su persona,
al ejército, alPerú,y auná la misma Soberanía, acordó en jun
ta de guerra, que esperando el último refuerzo que debia reci
birse de esta capital, dentro de ocho días, marchase con pres
teza á ocupar el punto de Huaqui desde donde por última re
quisicion se convidaría á la fuerza armada y pueblos someti
dos á la j untapor medio un manifiesto que justificase las cau
—181—
sas de esta detenninaeion' á seguir el camino de la razon, y
abrazar el limitado indulto de las cortes.
A este punto habian llegado las cosas, y el general espera
ba solo mi aprobacion para ponerse en movimiento, cuando
este Cabildo instruido de las once proposiciones hechas en las
cortes por los diputados de América, y deseoso de evitar la
sangrienta accion que se preparaba lleno de entuciasmo, y de
un amor verdaderamente paternal hácia los pueblos, intentó
mediar y negociar por enérgicos y muy elocuentes discursos
una paz estable y sincera, persuadiendo álos vocales de la jun
ta y á todos los cabildos de aquel vireinato,del bien y felicidad
que el nuevo gobierno trabajaba en preparar á los españoles
en América. El fruto de esta mediacion conocí siempre que
habia de ser ninguno, como que nada era admisible que no fue
se conforme á sus ideas. "No obstante, me presté á ella y á las
insinuaciones del ayuntamiento, para añadir á cada paso un
nuevo testimonio de que no aspiraba á su destruccion, sino á
su arrepentimiento. En efecto, los limites de lo que en pruden
cia era imposible esperar.
Valiéndose de esta ocasion el pérfido caudillo de las tropas
revolucionarias, vomitó en la contestacion que dió al Cabildo
todo el veneno que abrigaba su corrompido corazon. Presen
tar bajo el aspecto mas indecoroso y abominable al gobierno
lejítimo, y con las atribuciones mas injustas á las autoridades
y gefes de este Reyno, al mismo tiempo que dar al suyo el mas
seductivo para debilitar la constancia é inalterable fidelidad
del vireinato de mi mando: tal fué el objeto que se propuso al
dictar tan honrosos papeles, en que ademas ponderandp sus
fuerzas y sus recursos, amenazaba en obrar contra estos pue
blos siempre que no se desidiesen, con independencia de los
gobernadores, á abrazar el partido de la insurreccion con el
nombre que ellos le han dado de la libertad de la América.
Para hacer lugar y tiempo para recibir esta última decision,
propuso bajo las mismas simulaciones, y con el hipócrita pre-
testo de evitar la efusion de sangre de sus propios hermanos;
la tregua de cuarenta dias improrogables con que sorprendió
la sinceridad de Coyeneche arrancándole, por este astuto me
dio, una capitulacion cuyos puntos arreglados en una junta ge
neral que hizo en su campamento, fueron ratificados por am
bas partes, para observarse interin se recibia mi aprobacion.
El general me la pasó en extraordinario al mismo tiempo que
al cabildo, la contestacion de sus oficios, y conociendo yo con
la junta político militar de esta capital pofc estos documentos
el verdadero designio de los insurgentes, de aprovecharse del
tiempo y del menor descuido para emplearlo en corromper á
las provincias fieles atacándolas como en efecto sucedía en
—182—
aquella misma fecha por las avenidas que descienden al valle,
de Arica y Tacna de la provincia de Arequipa, se dió por nula
la tregua, no obstante las razones poderosas que el comandan
te general y su junta habian tenido en consideracion para otor
garle*!, cuya órden comuniqué inmediatamente á Goyeneche
añadiendo, por via de instruccion, las prevenciones de no per
der el momento que se presentase favorable, para atacar y ba
tir al enemigo, ni emprender operacion cuyo feliz resultado
no fuese de prudente probabilidad.
Hasta esta época, estando como se ha dicho obstruidos los
caminos de la correspondencia con Montevideo, no solo se ha-
bian podido convinar y concertar los planes de este y aquel
ejército, sino que ni aun se tenia noticia de oficio de la llegada
de Elio al Eio de la Plata, y de los medios con' que podia con
tar para hacer ofensivamente la guerra á la capital, cuyo co
nocimiento hubiera sido siempre de la mayor importancia. Las
cartas particulares habian desde luego anunciado el arribo de
este jefe con tropa armada de la Península, pero todo esto lo
desvaneció su carta en que dando aviso de su arribo á Monte
video pedia á este gobierno con la mayor eficácia se le remi
tiesen armas de fuego y blancas; con mas un socorro de tres
cientos mil pesos al menos en numerario. Es ocioso exajerar
el estado á qne estaba reducida la tesorería con tan exorbitan
tes gastos causados por necesidad desde mi ingreso al mando,
ya con unos y ya con otros motivos de defensa á cual mas ur
gentes, y con los auxilos dados á la Metrópoli. En igual esta
do se hallaban los almacenes y depositos de armas, con los con
tinuos embios y armamento de expediciones para diversos pun
tos como queda relacionado ; constituyéndome todo en imposi
bilidad de auxiliar á la plaza de Montevideo como solicitaba
el Virey, pero la mayor dificultad consistía en falta de buque,
para aquel destino pues á tenerlo á lo menos le hubiera socorrido
con alguua cantidad de armas blancas y de pólvora como poco
antes lo habia ejecutado en la fragata de comercio la Eesalu-
cion con trescientos mil pesos, y algunos quintales de la propia
municion, á solicitud del gobierno y ayuntamiento de la plaza.
A esto se redujo la contestacion que di al oficio, aventurán
dola en un buque de comercio que salia en aquella sazon de es
te punto del Callao, para el de Cadiz, y á la contingencia de en
contrar en aquella altura algun otro á quien fiar su direccion,
acompañándoles cópias ó impresos que manifestaban las dis
posiciones últimas tomadas con vista del estado de nuestro ejér
cito del de el enemigo, y cuanto podia importar á su conocimien
to para arreglo de sus providencias. Pero volvamos la aten
cion al Desaguadero y sus inmediaciones en donde los insurgen
tes sin esperar segun queda expueto el resultado de la tregua
propuesta, empezaron á agolpar fuerzas considerables en los
puntos de Laja, Tiaguanaco, San Andres y Jesus de Machaca,
con cuyo motivo el general puso un destacamento en el esme
ro de los caminos de la costa nombrado Puacoma para evitar
por ese lado una sorpresa de los Cochabambinos. Estos en nú
mero muy considerable sorprendiendo la abanzada de dicho
pueblo se introdugéron en él, causando extragos á los vecinos,
y arrollando los veinte y cinco hombres que únicamente pudo
reunir su comandante en razon de que una parte se hallaba
en otro punto llamado Guacullani, y los restantes pastando
la caballada, apesar del corto número, el comandante hizo una
oposicion vigorosa pero al fin tuvo que ceder despues de ha
ber perdido cuatro hombres, quedando prisioneros cuarenta y
uno, y perdida la mayor parte de las armas, caballos y montu
ras. En vano reclamó el comandante general su restitucion á
falta de subordinacion é indiciplina de tumultuarias tropas ni
atendia á las reclamaciones, ni obedecía las órdenes del que las
mandaba y dirijia.
No obstante insultos graves reagravados con la infraccion de
las mas recientes estipulaciones, el general usando siempre de
moderacion y de prudencia, reencargó solo la mayor vigilancia
en los puestos, poniedo en consejo de guerra al oficial que man
daba el de Puisacoma para castigarle segun la culpa que con
tra él resultase.
Mas, insolentes las tropas revolucionarias con un manejo tan-
equitativo y relijioso se abanzaron hasta dos leguas del cam
pamento, y atacando las escuchas de caballería con descargas
de fusil, fué necesario contestarles con el fuego de pistolas de
que estaban armados.
Eotas pues las estipulaciones del pacto con este hecho, y las
frecuentes alarmas falsas que daban á nuestros puestos, dispu
so el general la salida de cuatro cientos hombres de infanteria
y cincuenta caballos á las órdenes de Eamirez, á buscar al ene
migo en Machaca, donde se travo una escaramuza de guerrilla
á la arma blanca, y fuego graneado sostenido con órden por
el enemigo. El resultado de esta pequeña accion fué escarmen
tado con la muerte de su capitan y solo doce hombres, por ha
berse puesto en fuga los demas, dejando en el campo algunos
oficiales, pistolas y otras varias especies. Nuestra pérdida única
mente consistió en seis hombres entremuertos y extraviados, se
gun el parte de Eamirez, dado en el acto de la accion, cuya res
puesta del general fué la órden de que regresase dejando el
campo en seguridad y quietud.
Doce dias [tasaron de esta accion que el enemigo empleó en
en combinar y prepararse á un ataque general, con todas sus
tropas divididas en tres secciones que ocupaban los puntos de
Huaqui, Casa y Machaca, llamando la atencion de las nuestras
por el frente y flanco derecho, interin cine por un puente que
habían hechado al rio del Desaguadero por la parte de Ma-
chaca intentaba con una columna de tres mil caballos acome
terlos por la retaguardia. Advertido Goyeneohe, por seguro
conducto de este plan, y por sus movimientos, determinó ade
lantar el ataque y deshacer el proyecto que debía realizarse á
las 24 horas, dejando al coronel Lombera con la division de su
mando para guardar la derecha del Desaguadero, pasó el puen
te principal de este rio con todo el ejército, que dividió luego
en dos secciones la de la derecha (pie puso á las órdenes de
Eamírez y la de la izquierda á las suyas, marchando los prime
ros al pueblo de Machaca, y los segundos al de Huaqui."
Ya el enemigo advertido de la aproximacion de Goyeneche
habia salido de Huaqui con quince piezas de artillería y dos
mil hombres de infantería y caballería, tomando una posicion
casi inespugnable que favorecía un morro flanqueado por la
laguna y montes inaccesibles y elevados. En esta disposicion
fueron acercándose las tropas de Goyeneche hasta ponerse á
tiro de canon, que sufrieron constante por espacio de horas, sin
contestar á sus descargas, hasta que viendo los insurgentes la
tenaz disposicion de las nuestras, que se adelantaban hasta po
nerse bajo de sus fuegos, dispusieron cargarlas con un grue
so de caballería que fué tres veces intentada y otras tantas re
sistida. Cuando Goyeneche logró situarse en paraje convenien
te, dió órden á su mayor general para tomar las alturas de su
derecha que flanqueaban al enemigo para atacarlos desespera
damente y á un tiempo por este y por el frente. Conocida por
este oficial la importando del movimiento, se habia adelanta
do á ejecutarlo con toda su division, dejando solo un batallon
para las avenidas del camino. Visto por Goyeneche el movi
miento rápido á que se dirijia su mayor general, destacó tres
compañías para que avanzasen por el frente dispersas, cargan
do él con toda la fuerza de su columna por la izquierda, como
pudo permitir la lengua de tierra que formaba la laguna; lo
mismo que ejecutó Tristan por las alturas de la derecha con
un fuego tan activo que puso en fuga al enemigo tan precipi
tadamente, que dejó en el mismo campo toda la artillería, 280
cajones de municiones, y 6 cargas de botica. El mismo desor
den obligó al general á perseguirlos hasta entrar en el mismo
pueblo de Huaqui desamparado de los insurgentes. Tomó po
sesion de él y de los almacenes bien provistos de víveres, mu
niciones y de sus hospitales.
Eamírez en la misma jornada habia, adelantado las dos par
tidas de guerrillas que iban á la cabeza de su columna desti
nada á Machaca, y estas tuvieron un lijero tiroteo con la aban
—185—
zada enemiga de 200 caballos que á la primera descarga par
tieron á escape á incorporarse con el gran trozo que se descu
brió á la vista, marchando en batalla apoyada por la derecha
con los montes, y por la izquierda que forman los llanos con
una numerosa caballería. Inmediatamente desplegó Eamirez
su columna por la derecha, reservando únicamente un batallon
de retaguardia para ocurrir con esta especie de reserba á don-
dfe la necesidad lo exigiese. Asi continuó su marcha8 hasta que
llegando al alcance de los fuegos, rompió el enemigo el suyo
desde una batería colocada en un cerro y sostenida por 150
fusileros, que desde que pudieron empezaron á hacerlo, con el
mayor acierto y daño de nuestra tropa. La caballería enemiga
superior en su clase, y cuatriplicada en el número se mantuvo
en inaccion, y la nuestra por consiguiente en observacion de
los movimientos de aquellos.
Elfuego de losobuses que tenían los insurjentes en el centro*
de 1 a batalla, el de sus baterías y la interesante lluvia de gran adas
de mano fué tan recio, que casi puso en desórden las tropas
de Eamirez, pero reanimando este sus fuerzas, y cobrando nue
vo aliento con las guerrillas de la columna de Goyeneehe#que
asomaron en tan oportuno lance por las alturas de la izquierda,
no tardó en decidirse la accion á favor de nuestras armas, des
pues de seis horas de un obstinado combate. Los insurjentes
huyeron dejando por este lado ira obus, una culebrina y cua
tro cañones con muchas tiendas y municiones de toda especie.
Dueño Eamirez del campo enemigo, y cuando pensaba dar un
descanso á su fatigada tropa, la caballería cochabambina, en nú
mero de dos mil quinientos repasó el Eio del Desaguadero, é
intentó asaltar nuestro campo delante del cual se presentó
haciendo fuego con dos cañones; pero desengañado de que su
socorro era fuera de tiempo, y sus tentativas inútiles, por la
vijilancia de Eamirez, y la vizarría de sus tropas en contestar
sin detencion á sus fuegos, tuvo que retirarse avergonzado de
la empresa.
Incesantemente me impartió el general la noticia de este
feliz suceso, que fué recibida y celebrada en esta capital co
mo precursora de la amable paz, y de la tranquilidad de am
bos vireynatos. Le di prontamente como correspondia, á tan
gloriosa accion, las gracias mas expresivas á nombre del Eey,
del Congreso Soberano de Cortes, y de la mia; mandando que
se hiciese pública esta demostracion, de mi reconocimiento al
frente de los batallones de su recomendable ejército, mientras
que instruido particularmente del mérito de cada uno de sus
individuos, podia difundirme en mayores gracias y en la distri
bucion de premios segun sus grados. Pero no pude diferir has-
Historia—15
—18(Í—
ta entonces unapruebade mi gratitud respectiva obsequiándoles
las correspondientes divisas, y al primero el sable de mi uso. De
todo informé como era debido al Soberano, recomendando á los
beneméritos de una campaña tan gloriosa y tan interesante,
por las felices y útiles consecuencias que de ella debian deri
varse á su servicio, bien y felicidad comun, para que recayese
la aprobacion de todas, asi como yo la habia prestado provin
cial á cuantas expidió el general sobre el campo de batalla.
A su tiempo cumplió Goyeneche con su obligacion y mis
encargos, remitiendo listas circunstanciadas de los oficiales y
. demas individuos acreedores, y yó por la mia librando á todos
los títulos interinos, que despues se han confirmado por la So
beranía, sin que se haya visto queja de agravio de tan nume
roso cuerpo, cuyo resultado no he considerado menos feliz, que
el de la campaña, por acreditarse de este modo tanto la su
ficiencia del jefe, como la justicia en la distribucion de los
premios.
Tal fué la decisiva suerte venturosa de nuetras tropas en
Huaqui, en que derrotados completamente los árabes del Eio
de ]#, Plata, vagaban sin esperanza de reposicion, y llenos de
ignominia y de espanto, no podian hallar asilo en aquellos pro
pios pueblos, en que poco antes habían ejercitado sus tira
nías. El general Goyeneche variando á las fatigas horrorosas
de la guerra, otras mas tiernas, empleó su elocuente pluma en
manifiestos y proclamas llenas de patriotismo y amor á la cau
sa pública, y del estado que fueron escuchadas v bien recibi
das en las provincias que componen el alto Perú; y la noticia
de la sagacidad é inteligencia conque eran tratados los prisio
neros, y todos aquellos que de buena íé buscaban su patrocinio
y clemencia, acabó de decidirlos para abrazar la justa causa, y
reposicion de las autoridades á su antiguo orden y respeto. La
primera que exhibió este testimonio, fué la de la Paz por el ór
gano de su gobernador y ayirntanriento, llamándole con ins
tancia para que á su paso para la villa de Oruro, á donde se
dirigía al total exterminio de los restos del vencido ejército, en
trase á enjugar las lágrimas que el despotismo á sus fieles ve
cinos, oprimidos por el vigor y por fuerza ; con estas prome-
zas y la seguridad de sus ruegos, entró desde luego en ella á la
cabeza de mil quinientos granaderos, y en los pocos dias de su
detencion, dejó en él todo arreglado, los ramos de la pública ad
ministracion con general contento satisfaccion y aplauso de
sus habitantes.
A todo contribuyó el intendente Pristan con entusiasmo, aña
diendo otros servicios de la mayor importancia, que en concep
to del general no hacían dudosa la conducta fiel de aquel magis
trado, y aunque ni esta, ni otras pruebas dadas posteriormente,
—187—
han sido capaces de disipar las sospechas á que dió ocasion
con semejante manejo, ellas quedarán siempre envueltas en el
claro y oscuro con que se diseñan las acciones de los hombres.
Sea por cual haya sido su conducta, el comandante general le
continuó en el mando de la provincia, y yó aprobé como corres
pondia su disposicion, igualmente que sus operaciones milita
res, y el prudente político y compasivo sistema, que habia adop
tado con todas las demas clases, como que en este punto han
coincidido siempre mis intenciones con las suyas.
Al de la Paz siguió el destrozado ayuntamiento de Oruro
con unas eficaces instancias, si puede ser para (pie acelerando el
general la marcha de sus tropas, pusiese aquella huerfana villa y
provincia, á cubierto de los riesgos y peligros de que estaba
amenazada por algunas partidas errantes de Cochabamba, que
habian servido de auxiliares al criminal ejército de Buenos Ay-
res y reliquias de este. En menos tiempo ejecutó lo mismo que
en la Paz, y dejando en esta de Oruro y su provincia, restable
cida la tranquilidad, volvió hacia Cochabamba su atencion y sus
armas.
Agotados todos los recursos de política, para reconciliar á
la provincia de Cochabamba, que no contestaba de otro modo á
los oficios del general que con arrogancias é insultos, fué pre
ciso usar ya de la fuerza para sujetarla, descubierta que fué
por irrefragables documentos, la mala fé de su cabildo y
gobierno, apoyado cou el abultado poder de su numerosa po
blacion, y de la inaccesibilidad de los valles por donde debian pe
netrar nuestras armas, mas todo se allanaba al entuciasino del
ejército vencedor, una marcha fatigosa por despeñaderos y
montañas escabrosas, con frecuentes cortaduras, y la ocupacion
de las eminencias, lo puso en el lugar de Cruces, punto domi
nante del valle de este nombre. Desde allí descendió Ramírez,
comandante de la vanguardia, y seguidamente el general con
la division del centro, hasta las cercanias del pueblo de Sipir
sipe, no pudiendo verificarlo la retaguardia con tanta oportuni
dad por la aspereza de los caminos. No obstante lo cual, habien
do los enemigos roto sus fuegos desde las lomadas inmedia
tas al pueblo, y aproximándose en estos momentos la noche,
dispuso Goyeueche un ataque general al arma blanca, para
apoderarse de la poblacion, y proporcionar alguna seguridad
á sus tropas; con efecto, lo verificó así, pero como los enemigos
se situaban en otra posicion mas ventajosa y dominante, fué
preciso sin embargo de su crecido número, y del fuerte apoyo
que le prestaba el rio. Anímala acometerles por el centro, á cu
yo movimiento desplegaron en dos gruesas columnas con el
proyecto de cortar nuestra retaguardia; empresa (pie fué tan
pronto meditada como desvanecida, por la rapidez con (pie el
—188—'
ejército de Goyeneche puesto en tres divisiones, cargó por am
bos lados con extraordinario ímpetu y ardor, causando la ma
yor confusion en sus líneas, á que se siguió luego su total dis
persion, y fuga que pudieron seguir favorecidas con la sombra
de la noche. Toda su artillería consistente en ocho piezas de
bronce de varios calibres, con otros despojos de la accion que
daron en el campo de batalla, con un número bastantemente
considerable de muertos, heridos y prisioneros.
Mas á proporcion que las armas del Bey se habian ido desvian
do del punto de la Paz y partidos inmediatos, los revoltosos de Oo-
chabamba y emigrados de la misma ciudad, fomentaron en el de
Pacages una general conspiracion de indios, que se extendió
despues al de Larecaja y Omasuyos, y en número muy consi
derable cayeron sobre la ciudad abrazando los pueblos del
tránsito. Esta noticia que prontamente me fué comunicada,
aunque con bastante ponderacion, por todos los jefes militares
y políticos de las provincias confinantes, era de gran conside--
racion por cuanto interceptados los caminos y la corresponden
cia con el ejército, no podia saberse el estado de sus operacio
nes, ni menos sus necesidades, para atenderlas con oportunidad,
siendo lo mas doloroso en aquellas circunstancias, la pérdida
de algunos artículos de necesidad, que por inconsideracion de
los jueces territoriales, se aventuraron á remitir con poca 'segu
ridad, y cayeron desde luego en manos de los amotinados. Así
me pareció lo mas obvio en semejante conflicto, asegurar el
parque del Desaguadero mientras que con arbitrios reforzaba
su guarnicion, en términos de poder obrar contra la multitud
opresora de la ciudad de la Paz, y limpiar los caminos, uno de
ellos fué, que activando el alistamiento de indios en las provin
cias del Cuzco^ marchasen con el auxilio de tropas armadas de
fusil y artillería, al mando del fiel casique D. Mateo Pumaca-
hua hasta el Desaguadero, donde se aumentaría su fuerza y
y hallaría la instruccion que de todo podría ministrarle su co
mandante D. Pedro Benavente, para facilitarle por veredas ex
traviadas la comunicacion interceptada del ejército. La ma
yor angustia consistía en la falta de armas, tanto para la nue
va expedicion cuanto para las provincias, cuyos jefes recelo
sos de una irrupcion de los indios, las pedian con incesante
y aun inconsiderado clamor, y no pudiendo remitirles desde
esta capital, así por su escaso número en almacenes, como ya
queda dicho, como por la necesaria demora que habia de expe
rimentarse eu su transporte. Bajo de estos supuestos en las ór
denes circulares que expedi incitando el celo de los jefes para
su mútuo auxilio con la proyectada expedicion, me encargué
muy particularmente de desvanecer sus temores con solidicí-
mas reflexiones, y avivando la confianza que siempre debia
—189—
tenerse en el cuerpo respetable de tropas, que á las órdenes
del señor Goyeneche, y con el refuerzo de Pumacahua no po-
dia ni debia esperarse otra cosa, que la pronta pacificacion y
castigo de una muchedumbre, que aunque numerosa, carecía de
armas y disciplina, y que en todo evento podría ocurrirse al ar
bitrio de recoger las armas de fuego del vecindario, con aquella
cautela y sagacidad conveniente para no hacer odiosa la dili-
jencia.
Desvanecidos en algun modo los temores de los jefes, solo se
trataba de agolpar el mayor número de hombres armados, en
el Desaguadero, para la defensa y seguridad de este Vireinato.
El fuego se comunicó hasta los últimos pueblos que estan del
otro lado del mismo rio y sus vertientes hacía la costa, de mo
do que estuvo en riesgo de haber caido en sus manos, uno aca
so el de mas cosideracion, de los muchos socorros de numera
rio y efectos con que frecuentemente se auxiliaba al ejército
por aquella parte.
Ya en aquella sazon se tenia alguna idea de la entrada del
ejército en Cochabamba, pero acompañado de otros .des
graciados sucesos, que se suponían al mismo ejército desnu
dos de comprobantes y de probabilidad, era preciso des
preciarlas y atender solo al principal refuerzo del Desagua
dero, con el objeto ú objetos indicados. Y aunque ratificada
la primera, por avisos directos del general, y por consecuencia
recuperada la comunicacion, se opinaba inútil la expedicion. Yo
insistí siempre en la salida de Pumacahua, para acabar de di
sipar con este auxilio, las hordas de ladrones y discolos que
andaban alborotando y robando á los pueblos, y quizá para ha
cer levantar el sitio de la Paz, si Lombera no lo hubiese ya veri
ficado como era opinion comun, mediante lo cual se pu
sieron en camino desde el Cuzco 3, 500 hombres con órden de
acelerar sus marchas tomando por el atajo de los cerros, pues,
los mismos que antes opinaron por su inutilidad, fueron los pri
meros en solicitar su remision con mayores y mas vivas ins
tancias. Dió mérito á esta novedad, la aproximacion de los in
surgentes al pueblo de Tiquina, y el arrojo del segundo co
mandante de este, que se atrevió á pasar la laguna con solo
cuarenta hombres y una pieza, para batir un número infinita
mente inferior, quedando por resultas treinta y cuatro hombres
en el campo, incluso el que los mandaba, y los enemigos due
ños de sus armas y del punto resguardado con otra pieza. Ac
cion heroica, pero que desaprobé por cortar en tiempo el mal
ejemplo que pudiera producir la repeticion de actos tan incon
siderados, con detrimento de la disciplina y del servicio como lo
fué éste, pues aunque se recuperó el punto á los cuatro dias de su
—190—
pérdida no lo pudieron ser las di >s piezas de artillería que los
revoltosos retiraron luego luego de aquel lugar.
Con doble motivo que este, reprendi al intendente de Pu
no, quien acaso por un efecto de su celo, se precipitó á deli
berar en una junta de guerra extemporánea que formó, la ex
pedicion de mil hombres á las órdenes del comandante D. Pe
dro Benavente para auxiliar á la Paz, que se suponía cada vez
mas estrechado por el cerco que sufría. El paso no pudo ser
mas aventurado ni anti-militar, porque considerado este pun
to como dependiente del ejército para las órdenes de su gene
ral, no debió decidirse á hacer movimiento alguno sin su pre
vio mandato ó consentimiento expreso; por que estando situa
do con competentes fuerzas para mantener el pimto, no estaba
en las facultades del comandante, y mucho menos en las del
intendente variar esta disposicion, por que ascendiendo el nú
mero de los que asediaban la Paz, segun las mejores noticias,
á mas de nueve mil armados, quizá con las armas que habian
arrojado y ocultado los Porteños en la accion de Huaqui, era
improporcionada la fuerza de que podia disponer Benavente
para la empresa; y Analmente por que interceptados los ca
minos, no era posible combinar esta division sus operaciones con
la de Lombera, situada en las proximidades ó dentro de la villa
de Oruro. Por todos fundamentos, fuese cual pudiese ser el éxito,
no pude dejar de desaprobarlo en todas sus partes recordando
los funestos efectos del de Siúpacha, y el resientísimo de Ti-
quina, de cuyos resultados se reciente hasta el dia el erario y
el crédito de nuestras armas. Pero como quizá no sería fácil
hacer retroceder la expedicion de la distancia en que debia
hallarse, dispuse reforzar el Desaguadero haciendo redoblar sus
marchas al coronel Pumacahua para que colocado en este
puesto, con un cuerpo de observacion en sus alturas, estuviese
hábil á replegar con prontitud todas sus fuerzas en el puente
de dicho rio si la necesidad exijiese.
Para la mejor inteligencia <íe esta exposicion de mis provi
dencias, no es útil pero sí necesaria la digresion que es forzoso
hacer, acerca de la creacion de estos cuerpos, de naturales manda
dos extinguir muy de antemano por reales órdenes expresas, y
por las que prohiben el aumento de nuevos cuerpos de tropas
de milicias en el distrito de este Vireinato. Ya se' ha expesi-
ficado el imponderable trabajo con que reuniendo las milicias
de las provincias del Cuzco, Arequipa y Puno, habia logrado
formarse un pié de ejécito que en número y disciplina no ha
bia visto hasta entonces el Perú. Queda expuesto asi mismo,
el destino que se dió á esta fuerza para sujetar las provincias
del alto Perú, quedando solo lo muy preciso para las guarni
ciones interiores, y la línea de demarcacion de este reino con
—191— .
el de Buenos Ayres, fuera de otras atenciones á que se acudia
desde esta capital para Guayaquil y Quito, y últim amente
queda demostrada Una superviniente necesidad de socorrer á la
P,az, y de abrir la comunicacion con nuestro ejército. Esto su
puesto y asegurado de la antigua y muy ardiente fidelidad del
easique de Chincheros D. Mateo Pumacahua, y de la de Azán-
garo D. Manuel Choqueguanca acreditadas en la revelion que
padecieron las provincias del Cuzco, en el año setecientos ochen
ta, no dudé admitir sus ofrecimientos por servir en esta librán
doles los correspondientes títulos de oficiales para estimular su
celo al cumplimiento de los deberes, y dándoles las banderas
que habían solicitado, y en la propia conformidad se ha hecho
en otras provincias, cuyo necesario auxilio al ejército, ha sido
la regla para la creacion de nuevos cuerpos de milicias ó resta-
blecimento de los que estaban mandados extinguir.
El auxilio de estos naturales, y el que se recibió de las otras
provincias de Arequipa y Puno, sofocaron enteramente la in
surreccion de los pueblos confinantes al Desaguadero, y dejó
libre por aquella parte el tránsito .hasta Potosí, en tanto que
Benavente, abanzando hácia la Paz llevaba delante de sí á los
amotinados, que de ninguna manera-osaban detener su marcha,
ni librar accion alguna grande ni pequeña. Pero llegando al
cerro nomfrrado Lloco-lloco cuyas alturas dominantes estaban
ocupadas por los insurgentes, se manifestaron estos dispuestos
á defender el paso, arrojando primero gran cantidad de piedras
y con algun fuego de fusilería y de cañon, con las piezas obte
nidas en la accion de Tiquina, hacían del todo difícil la empresa
de pasar adelante ni atras, por haberles cerrado la retaguardia.
En tan desesperado caso, dividió Benavente sus fuerzas en dos
*alas, y con desprecio del enemigo, emprendió tomar ambas
eminencias, y lo consiguió en electo, imponiéndoles con su de
nuedo, tal terror que todos desampararon los mejores puntos,
donde se situó con todas sus tropas y equipajes, y el auxilio
de caudales que con el mayor arrojo y de propia autoridad dis
puso pasar al ejército.
Al dia siguiente levantó su campo, y sin perder de vista á
los insurgentes, cuyo número se aumentaba en proporcion de
sus marchas. En todas ellas fué hostilizado con inundaciones
de piedras, y acometido en varios puntos hasta llegar á los al
tos de la Paz, circundado siempre de enemigos, y este que fué
el mas obstinado y sostenido de los ataques, que tuvo que su
frir esta division, fué la primera luz y consuelo de los asediados
Pazeños, que empesaron á recibir algunos auxilios de los pue
blos que se rendian implorando el perdon de sus delitos. En
los dias de su detencion en los altos, tuvo tambien que soste
ner algunas acciones contra los que le acometían, ó acometían
—192—
la ciudad, hasta que apareciendo la division de Lombera por
el camino de Potosí, sostenida por esta de Benavente entró en
ella, y con el respeto de ambas quedó enteramente disipado el
cerco; en varias dispuestas de acuerdo de ambos comandante^,
y en que con igual felicidad, fueron muchos los triunfos que se
conseguían, logrando desarmar á los unos, castigarlos ó perdo
narlos segun las disposiciones de arrepentimiento que manifes
taban. Lombera quedó en este punto para atender á su segu
ridad, y quietud de los pueblos, y Benavente pasó á ocupar los
que median desde Laja al Desaguadero, con arreglo á las dis
posiciones del General.
Ya Pumaeahua que por orden del mismo Goyeneche habia
tambien partido del Desaguadero, ocupaba el pueblo de Sica-
sica despues de haber pacificado los pueblos del tránsito y cir
cunvecinos desde el Desaguadero hasta Oruro, de modo que
no dejaba el menor cuidado al General, la conservacion de es
tas provincias, no habiendo permitido la distancia entrará Pu
maeahua en la accion de Sipisipe para que fué llamado; mas
no por esto dejaron de ser atendidos sus servicios, por lo que
contribuyó su presencia al sosiego de los partidos de Pacages,
Sieasica y . otros, como al designio principal del socorro de la
Paz, dejando expeditas las demas divisiones del ejército, y en
disposicion de continuar sus operaciones, para cuya relacion
es necesario volver atras desde el punto de Sipisipe en que lo
dejamos victorioso.
Desecha la gavilla de Cochabambinos en el modo que queda
expuesto anteriormente, el paso quedaba franco hasta la capi
tal de la provincia, á donde se dirijió sin descanso el coman
dante general, siendo interrumpido en su marcha por las dipu
taciones de los cuerpos que salieron á pedirle la paz, yla cesa-*
cion de los males de la guerra. El comandante prestándose á
todas sus proposiciones, porque las suponía de buena fé, entró
á los tres dias de la accion en la villa, y colocado en los balco
nes de la casa consistorial, dió al vecindario las pruebas mas
inequívocas de su benevolencia, sinceridad y deseos de una
perfecta reconciliacion; habló al pueblo para desimpresionar
lo de los errores y engaños en que lo habian tenido, obsequián
dole los prisioneros, arrojando porcion de monedas, y admi
tiendo en su ejército un cuerpo de caballería de la propia pro
vincia con su jefe y comandante, á quien como á todos com
prendió el indulto que habia ofrecido, y que á la verdad no
merecía su obstinada ceguedad y capricho; generosidad con
que excediendo los límites de sus facultades, quizo ganarla vo
luntad y el corazon de los provincianos, mas bien que hacerse
temer por los suplicios.
En pocos dias dejó arreglados los puntos de administracion
—193—
en la provincia, reponiendo las autoridades, ó depositando
los empleos de mando en personas de conocida fidelidad, amor
al rey y adictos á la justa causa, y en quienes ademas de estas
circunstancias, concurrían tambien las de probidad, madurez,
influencia y claro discernimiento, para afirmar la pública tran
quilidad. El acierto de estas determinaciones, mereció mi ab
soluta aprobacion, excepto en el nombramiento de intendente,
puesto que hallándose ya en esta capital, el nombrado por el
Gobierno para este destino, no era posible omitir sin graves
causas el debido cumplimiento á las órdenes soberanas, que así
lo disponian. Tambien aprobé las propuestas para ascensos en
el ejército, y tanto de estos interinos nombramientos, como de
las disposiciones anteriores, informé á S. M., como repetida
mente lo he practicado para su mas perfecta inteligencia en
estas materias, y para obtener la confirmacion correspondiente.
La noticia del triunfo de nuestras armas en Sipisipe, y la de
la clemencia de su general, deshicieron enteramente las espe
ranzas, que los revolucionarios tenian en el poder de Cocha-
bamba, dispuse los ánimos de los que residian en la Plata y
Potosí, á admitir sus piadosas proposiciones, dió lugar igual
mente á que con la fuga de los mas protervos, pudiesen levan
tar el cuello los fieles oprimidos por la fuerza, y dejó en fin li
bertad á los cabildos para implorar la humanidad del general,
en favor de ambos vecindarios. Este, aprovechando tan feliz
coyuntura, se puso en camino para la villa de Potosí, y nombró
al teniente coronel D. Mariano Campero con competente guar
nicion, para entrar en un mismo dia que él, en la ciudad de la
Plata, como lo verificaron ambos, con general contento y satis
faccion de uno y otro pueblo ; recogiendo de los lugares á don
de huyeron y se mantenían ocultos, los magistrados y jueces,
cuya reposicion decretó. No fué en Potosí y la Plata menos
generoso en perdonar á los seducidos, pues no ejecutó castigo
alguno, sino que ocupado enteramente en reformar los abusos
introducidos por el ilegal gobierno, dejó en breve tiempo en
tablado el sistema, y se dispuso á partir á la Plata donde sus
moradores deseaban su presencia para consolidar el buen ór-
den y abrir de nuevo el proscripto Tribunal de la Audiencia.
Mas como en los partidos de Pacajes y Omasuyos, Sicasica
y sus inmediaciones, quedasen algunos criminales que con el
influjo del poder ó de sus empleos, turbaban el sosiego de los
naturales causando en algunos de estos puntos los mayores
estragos, y aun interceptando la correspondencia con este virei-
nato, ordenó el coronel Lombera á quien habia dejado á cator
ce leguas de la Paz, marchase con mil quinientos hombres á
deshacer aquel nublado, para cuyo efecto hizo salir tambien de
Historia— 1(>
—194—
Oruro al coronel Astete con su division á protejer las opera
ciones del primero, al mismo tiempo que él se dirijió por la
provincia de Chayanta á la villa de Potosí. Con efecto Lom-
bera por sí solo, ciunplió con exactitud su encargo, disipando
las convulsiones de Sicasica, y Astete partió á Cochabamba
por donde tambien quedaban que destruir algunos fracmentos
de inquietud, y para estar á la mira del partido de Ayopaya
que en la propia conformidad adoptaban el sistema de insur
reccion. Estas multiplicadas atenciones del ejército, y la.nece-
sidad de no disminuir su fuerza para estar al reparo de los
movimientos del enemigo concentrado con las reliquias de sus
tropas en Salta, precisaron al general al alistamiento de cuatro
cientos hombres mas, á cuyo armamento proveyó en parte con
algunos fusiles que se iban descubriendo enterrados en los pue
blos, y en parte con los que hizo pasar del parque del Desa
guadero. Estas y otras providencias con las del descubrimien
to y recojo de los caudales, y efectos de las oficinas y casa de
moneda, que la precipitacion de la fuga delos insurjentes habia
hecho escapar de su rapacidad, ocupaban el tiempo y la medi
tacion del general, cuando el cabildo de Tarija consecuente á
su voluntario reconocimiento á las cortes generales de la nacion,
le remitió impresos, y papeles que acreditaban los apuros de
Buenos Ayres, por la aproximacion de tropas portugues as auxi
liares, y el arribo de dos mil hombres (pie se suponía haber lle
gado de Europa á Montevideo. Con presencia pues de esto, y
de otras noticias de la desorganizacion, debilidad y division en
que se juzgaba la capital, dispuso Goyeneche la pronta mar
cha de una division de su ejército, para que á las órdenes del
teniente coronel Barreda pasase á Tupiza á reunirse con los
trescientos que allí se hallaban, y la instruccion de que aban
zase al enemigo, siempre que las incidencias ofreciesen la me
nor oportunidad para este movimiento, que bien dirijido podia
introducir la confusion y el desorden, en las indisciplinadas
tropas del enemigo.
Entre tanto, una nueva conjuracion fomentada en los valles
de Elisa y Tarata por los prófugos de la ciudad de la Paz, y de
Cochabamba, se iba extendiendo en toda esta provincia y las
de Sicasica hasta apoderarse de la Villa, desde la cual proyec
taban sorprender y posesionarse de la de Oruro. El pensamien
to se puso por obra, con mayor celeridad de lo que podia pre
sumirse, pero con la misma tocaron el desengaño, pues la cor
ta guarnicion que allí se hallaba, á las órdenes de D. Indalecio
Gonzalez de Socasa, auxiliado por el vecindario, castigó el ar
rojo y temeridad de los revoltosos, que huyeron despavoridos
y dispersos sin orden y sin jefes, dejando sus pocas armas de
fuego en el campo. La cortedad de la guarnicion de Oruro, y
—195—
la próxima estacion de aguas, no permitió ni á Socasa ni al ge
neral perseguir á los facciosos como hubiera sido de desear,
hasta disiparlos enteramente entrando en Cochabamba, y cas
tigando con severidad á los cabezas, todas las veces que su ma
la fé y proterbia, hacian demostrable la inutilidad de los me
dios templados que la política del general habia creido sufi
cientes para someterlos. En tales circunstancias, solo se trató
de poner expeditos los caminos y la comunicacion con este vir
reinato, suspendiendo adelantar mayor número de tropas hacia
Jujuí y Salta, tanto por razon de la proximidad de las aguas,
como por no subdividir las fuerzas del ejército, mayormente
cuando el fuego de Cochabamba, y el casi comun contagio C
que adolecían algunas provincias, detenia su paso para estar
al reparo para contenerlas. Ocupando el ejército del Perú los
principales puntos de Chuquisaca, Potosí, Oruro y la Paz, era
fácil ocurrir desde ellos á cualquiera otro donde apareciese la
menor inquietud, y proporcionaba igualmente la mejor como
didad para hacer seguir al ejército hasta Jujuí, siempre que
los negocios de Buenos Ayres alterados y en continuos embates
anunciasen como en un barómetro, el momento feliz de imba
dirlos con suceso ; y en esta disposicion, aunque las tribus er
rantes interceptaban los correos, y ejercitaban otros actos de
hostilidad, como robos y asesinatos, en los indefensos transeun
tes, nada podian emprender de consideracion contra las armas
del rey ni contra los pueblos; pero mis continuas advertencias,
y la pronta ejecucion de ellas por el general Goyeneche, ase
guraron la carrera y la comunicacion con este virreinato, que
era cuanto en aquellas circunstancias podia emprenderse.
No satisfechos mis deseos con estas pasivas providencias,
habia intentado hacer un esfuerzo para perseguir unos ladro
nes que tantas molestias debian causar así á los vecinos de los
pueblos, como á los pacíficos traginantes ; y á fin de no aventu
rar en estas accicsies la pérdida de nuestras tropas ó su menos
cabo, determiné se examinase en junta de guerra, si convendría
ó nó formar una expedicion hasta la misma villa de Cochabam
ba centro de la rebelion ; pero ya tenia anticipado este paso
Goyeneche, y estaba resuelto con el mas maduro acuerdo sus
penderla hasta mejor tiempo, por las dificultades que ofrecía
el paso, por los caudalosos ríos que circundan los valles de
aquella provincia, con rápida corriente en esta estacion; por
evitar que la comun enfermedad de tercianas, cansase algun
estrago en las tropas ; y sobre todo, porque esta detencion que
era favorable para la recomposicion del armamento que se ha
llaba ya deteriorado por el continuo servicio, lo era igualmen
te para dar algun descanso á la fatiga de las marchas del ejér
cito.
—196—
Otro inconveniente, y acaso el mayor para embarazar estos
movimientos, era la situaeion del corto ejército de la capital
de Buenos Ayres, en la posta de Cangrejos, que aunque com
puesto solo de quinientos hombres de gente colecticia, era pre
ciso atender con preferencia por la audácia de sus proyectos.
Supuesto lo cual, mi resolucion fué que permaneciendo los co
roneles Pumacahua y Benavente en Sicasica con sus divisio
nes, Astete con la suya en Chayanta para contener las inquie
tudes que habian aparecido por aquella parte: Lomberaenla
de Oruro; y las que guarnecian los puntos de Laja, Potosí y
la- Plata, pasase el teniente coronel D. José Francisco Moya
con dos compañías de caballería á ocupar á Llaucacoto, y el
coronel Picoaga con quinientos hombres á unirse en Tupiza
con la division de Barrera, para arrojar de la posision de Can
grejos á los insurjentes que la ocupaban, persiguiéndolos si
fuese factible hasta posesionarse nuestras tropas de las gar
gantas precisas de Jujuí y Salta; de cuya manera todos los ob
jetos eran atendidos é igualmente asegurados contra nuevas
tentativas de los enemigos, tanto interiores como exteriores.
El éxito calificó de acertadas y prudentes estas medidas,
pues habiéndose adelantado los porteños hasta Moxo, tuvie
ron que retirarse inmediatamente de él con la llegada de Bar
rera, pero sin haber sostenido accion alguna. Del mismo modo
los revoltosos de la provincia de Mizque, que con increible
atrevimiento se adelantaban hasta las inmediaciones de la Pla
ta cortando el comercio, la introduccion de víveres en la ciu
dad, fueron completamente batidos y escarmentados por el pre
sidente de aquella audiencia, Brigadier D. Juan Eamirez, en
Huata donde habian formado su campo. La agitacion de una
marcha fatigosísima, no permitió á nuestras tropas perseguir
con empeño á los que huían, asi dispuso Bamirez suspenderla
en Guampaya para dar algun descanzo á sus soldados, y reha
ciendo sus fuerzas emprenderla de nuevo por los caminos que
brados á Moxotoro, y de allí á Yamparaes, por recelarse mu
cho de la tranquilidad de este partido, cuya conservacion era
de suma importancia por la localidad de su situacion.
Las últimas noticias de Buenos Ayres, convenían en la ma
yor parte con las antecedentemente adquiridas, relativas al
total desconcierto de las ideas de la junta, adelantándose la
de la ocupasion de aquella capital por las tropas del señor Elio;
y aunque desde luego carecían de los requisitos para prestar
entero ascenso á las exposiciones, lo indudable era segun la
declaracion de un transeunte, y de la comparacion de ella con
varias cartas particulares, que las fuerzas de los porteños, si
tuadas en Jujuí y Salta, constaban de muy corto número, de
mala calidad, sin armamentos ni recursos, mediante lo cual el
—197---
General dispuso que marchase al punto de Tupiza el coronel
D. José García de Santiago, con una division de quinientos
hombres, para aumentar la fuerza de Picoaga y Barrera, con
órdenes para que este jefe ordenase acerca de su reunion y
operaciones, lo que pareciese mas propio y útil en las circuns
tancias. El espíritu de mis instrucciones era este mismo; así á
lo dispuesto por Goyeneche, nada tuve que añadir que sea de
consideracion ; pero si creí necesario extenderme en reflexio
nar sobre la conducta del Marques de Valle de Toxo, cuyo
manejo indeciso, me habia sido sospechoso desde los princi
pios de la revolucion. La conducta de este vecino, de calidad
y poderoso, si no habia podido calificarse de criminal hasta en
tonces, suponiendo efecto de la fuerza, los auxilios que impar
tió á los insurgentes siempre que los reclamaron de sus ha
ciendas, á lo menos debia reputarse un egoísmo consumado,
puesto que no tomó como correspondia desde el principio él
temperamento de decidirse abiertamente por uno de los dos
partidos; pero su última proposicion, relativa á colocar en el
mando de estos dominios una texta coronada, me pareció ser
á un mismo tiempo la mas atrebida, escandalosa é infiel, y
acaso la mas capciosa que pudo discurrirse, alarmar la fideli
dad de los pueblos tranquilos, y hacer odioso en todas partes
el ejército de este vireynato. La razon de mas peso en que in
tentaba hacer consistir la necesidad de adoptar su ridiculo ar
bitrio, consistía en los temores de una dominacion extrange-
ra, que siendo el mismo de que se habian valido los revolucio
narios de todas partes, era un comprobante de la mala fé del
Marques, suficiente para proceder contra su persona judicial
mente. Sin embargo de todo, anhelando siempre á sacar las
mayores ventajas en favor de la causa del Eey, sin detrimento
de la fortuna de sus vasallos, me contraje solo á estas obser
vaciones por lo que pudiese influir el conocimiento de ellas en
los pasos del general. No dudando que si á los mil hombres
con que calculaba á Picoaga situado en Yavi se le juntasen
los quinientos que habian salido para Tupiza, era una fuerza
mas que suficiente para ahuyentar al enemigo de Jujuí y Sal
ta, previne á Goyeneche lo dispusiese así, siempre que no se
viese precisado á alterar esta disposicion por nuevas noticias
que hubiese adquirido de haberse reforzado con tropas de Bue
nos Ayres, lo que no era de esperar, pues asegurados los pun
tos interiores en el modo con que lo habia dispuesto por mis
antecedentes órdenes, poco ó nada podia temerse por esta par
te que no fuese prontamente remediado con escarmiento de
los revoltosos de Cochabamba.
Verdaderamente que á tan larga distancia no podia dispo
nerse con mas acierto, pues aunque los cochabambinos insul
—198—
tacon el puesto de Moya en las inmediaciones de Llancacoto
la respetable fuerza inmediata de Lombera en Oruro, nada les
dejaba adelantar por esta parte, no obstante lo cual, receloso
Goyeneche, por la falta de noticias de esta corta division, ha-
bia reforzádola con otra á las órdenes del Conde de Casa Eeal.
de Moneda, para abrir la comunicacion con Lombera y Aste-
te, y el paso para trasportar las municiones de que dejó care
cer la expedicion de Suipacba.
Aunque lleno de sentimiento por esta inevitable demora, tu
ve la satisfaccion de ver ya en camino el mayor general Tris-
tan que con nueva division pasaba á reforzar á Picoaga que
lleno de gloria por la resistencia que poco antes habia hecho,
al ataque de los insurjentes en las orillas del mismo rio de Sui
pacha, esperaba únicamente los refuerzos con que debia per
seguirlos. Con efecto, á los cinco dias de esta accion, llegó
Tristan al campamento de Picoaga, no tanto á socorrer cuanto
á admirar el esfuerzo y energía de aquellas bizarras tropas en
la accion del rio de Suipacha, qúe obligó á los enemigos á
abandonar el campamento de Nazareno que ocupaban con un
número muy superior de hombres y armas.
Cuando á costa de tantos y de tan imponderados esfuerzos,
para sofocar el fuego de la conspiracion de las provincias, y es
trechar á los insurgentes de la capital á la necesidad de una
composicion debian esperarse los mejores resultados, llegaron
extrajudicialmente á esta ciudad, las capitulaciones que el se
ñor don Javier de Blio celebró sin acuerdo de este gobierno, ni
previa noticia, como parecía regular, del general que mandaba
las tropas del Eey en las provincias del alto Perú. Tratado fué
este por su importunidad, y falta de aquellos requisitos, que me
obligó á considerarlo apócrifo, y como de los muchos artificios
de que siempre se valen los jefes de una insurreccion, ó para
hacer llegar á reponer sus necesidades, ó para alucinar con
fantásticas ideas de superioridad la multitud que siempre es
ignorante, y para hacer decidir por su partido á los mas cau
tos. En este concepto las fuerzas del señor Goyenecha se
mantuvieron ocupando los mismos puntos, con el cuidado que
se deja, concebir, pues siendo cierto como lo fue, el ajuste con
el señor Elio, era muy probable agolpasen por esta parte, un
ejército cuya superioridad arrollase el dividido del señor Go
yeneche, y cuando no malograse las bien meditadas esperan
zas de reducirlos á los estrechos límites de sus pampas. Algu
nas refleciones podrían hacerse sobre aquella capitulacion, pero
ni son propias de este lugar, ni me considero con toda la ins
truccion que conviene parajuzgar deasuntode tanta gravedad y
autorizado por el gefe que mandaba las tropas aliadas del Portu
gal en la banda oriental del Rio de la Plata. Lo que sí no puede
—190—
omitirse en ninguna manera, es la cruel situacion á que que
daron expuestas las provincias y las armas, que á costa de
tantos riesgos y fatigas, de tantas erogaciones y cuidados, los
habían restablecido al orden y obediencia al soberano.
Todas estas consideraciones y la que de los fondos de este
consumido erario, no podian sufragar á la costosa subsistencia
del ejército para el tiempo indeterminado de la capitulacion,
angustiaban mi espíritu atormentado con las impensas echas
para contener la alteracion de los partidos de Huanuco, de que
hablaré despues, y con los frecuentes y cuantiosos pedidos que
áun tiempo y de todas partes se me hacían con fastidioso y aun
insultante empeño de los gefes, los cuales solo veían sus necesi da-
des, sin hacerse cargo de las mias en circunstancias de que obs
truido el comercio habían disminuido las entradas que este
proporciona á su giro, y que extinguido el tributo que an
tes pagaban los naturales, y hacían la principal parte de los
fondos públicos, habia ocasionado un déficit para los gastos
comunes y ordinarios del reino.
En esta extremidad de cosas, me pasó el mismo Goyeneche
copias de las últimas Gacetas de Buenos Ayres, por las que,
no obstante la negociacion concluida entre el virey Elio y
aquel gobierno, se traslucían no solo nuevas dificultades para
el cumplimiento del tratado, siendo entre ellas la de mayor
aprecio la que el generál Portugues, D. Diego Sousa, oponía á
la evacuacion del pais por sus tropas, antes de haberlo ejecu
tado los revolucionarios, sino que se disponían á nuevas hosti
lidades de parte á parte. Muy satisfactorio hubiera sido este
incidente, si no lo hubiesen acompañado los aciagos partes de
las sorpresas que habían experimentado de los insurgentes, al
gunas partidas del ejército real, y de la desercion continua y
muy considerable que se iba experimentando en el ejército.
A lentados los soldados con la blandura ó casi impunidad con
que se mira á los principios este crimen por parte de los jefes,
forzados de las circunstancias, fué acrecentado el número de
los desertores, en términos que pasaron á hacerse ilusorias las
suaves providencias del general, tanto como su severidad. M
tampoco era posible usar esta en toda la extension, y con la
energía que corresponde á tan feo delito, pues la falta de ar
mas y dinero para levantar tropas que los persiguiesen, frus
traba esta medida necesaria y propia en todas circunstancias.
Fué pues preciso acudir á medios políticos, para conseguir el fin
de contenerlos, y al intento proclamé á los pueblos, recordan
do las pruebas de su valor, fidelidad y amor á la patria, tan
tas veces senalados por los gloriosos triunfos y victorias con
seguidas sobre los enemigos del orden, alentaba su constancia
en los trabajos para merecer la eterna fama de que se habían
—200—
hecho dignos; los crecidos alcances que teniau en tesorería, el
topo de tierras que se les ofreció á perpetuidad, el uso del es
cudo honorífico que les habia concedido, las prerogativas que
se les asignarían al fin de la campaña, y sobre todo, la alta con
sideracion con que serian mirados para siempre los beneméri
tos defensores de la patria, y de los derechos del monarca mas
generoso del mundo.
Débil é insuficiente hubiera sido este remedio, si al mismo
tiempo no se aplicaba otro mas eficaz, qite curando radical
mente el vicio de la desercion, previniese tambien los estragos
que padecia la tropa por los insultos de las numerosas parti
das de Cochabambinos, que infestaban el territorio. Este me
pareció ser el mejor, y quizá el único, á dar ocupacion á las mis
mas tropas, atacando á los insurgentes en los puntos mas ade
cuados, como ya lo tenia anteriormente dispuesto, para que
exterminados hasta los menores vestigios de revolucion en las
cuatro provincias, pudiera obrarse en toda libertad contra los
porteños, y para que este empleo del soldado lo alejase de co
meter aquel crimen, y otros que acarrea la inaccion. Los avisos
del general que rara vez se lograban obtener, por la intercepta
cion de los caminos, me persuadian cada vez mas de la nece
sidad de adoptar esta medida, mas bien que la del nuevo envio
de tropas á que me estimulaba sin cesar, y al que no podia
prestarme sin caer en la nota de imprudencia, por la falta de
caudales para mantener aun las que tenia á sus órdenes. Fii-me
pues en este concepto, me propuse no alterarlas, reiterándolas
en los mismos términos en todas ocasiones, y por cuantos me
proporcionaba la ocasion de repetirlas.
El general persuadido al fin de la utilidad y necesidad de
este plan, nombró dos divisiones, que al mando deD. José Ma
riano Peralta, y Conde de Casa Éeal de Moneda, en dos accio
nes sostenidas por los rebeldes de Chayanta y Porco, en las
inmediaciones del pueblo de Ucuri, quedaron completamente
batidos y derrotados, huyendo muchos de ellos á refugiarse en
la infiel provincia y villa de Cochabamba, centro de la rebe
lion, y una de las cuatro que forman el alto Perú. De este mo
do quedaron libres los caminos, Ínterin que la formal expedi
cion que debia hacerse hasta la misma capital de la provincia,
punto á que conspiraban mis disposiciones y órdenes de oficio
y confidenciales, acaba de deshacer ese nublado, y dejar expe
ditos los recursos que debian emplearse contra los de Buenos
Ayres, los cuales aunque con fuerzas muy débiles sojuzgaban
sin embargo el miserable vecindario de las ciudades de Salta
y Jujuí. Una inesperada casualidad confirmó al general de es
tos cálculos formados á presencia de las noticias que se pro
porcionaban por diversos conductos, acerca del estado de la
—201—
«apital del vireinato, y de sus apuros para sostener el proyec
to de su soñada independencia, y cuya coyuntura era la mas
feliz que podia imaginarse, para que obrándose con actividad
tanto por la parte de Montevideo como por la nuestra, queda
sen desvanecidas como el humo las esperanzas que el delirio
de sus imaginaciones exaltadas les habia hecho concebir como
reales.
El señor D. Gazpar Vigodet, ascendido á la primera autori
dad del reino, aprovechando la oportunidad del tratado pen
diente con la junta revolucionaria, hizo pasar un comerciante
desde la plaza de Montevideo hasta el cuartel general de Po
tosí, con expreso encargo de hacer saber al general, el verdade
ro estado de la negociacion, con lo demas que advirtiese en su
tránsito por el reino. Las indisposiciones del encargado de es
ta diligencia, retardaron su cumplimiento; mas con todo siem
pre llegaron sus noticias á tiempo de poderse aprovechar de
ellas, y constando de su declaracion hallarse en las últimas
agonías el miserable ejército de los revoltosos, al mismo tiem
po que el florido de las armas del Eey en la banda Oriental,
compuesto de dos mil hombres escojidos y bien armados, con
el auxilio de una respetable marina, y mas de ocho mil portu
gueses, situados en la costa de Maldonado y Pando en las ri
beras de Uruguay, á donde tambien se contaban cerca de mil
españoles en el arroyo de la China con las mejores esperanzas
de obtener mayores socorros, tanto de la Península como de
Portugal; me pareció tiempo inescusable de adelantar una
fuerza competente para castigar el perjurio de los cochabam-
binos que por una constante experiencia me habian hecho co
nocer que no se darían á otro partido. Por todas estas razones,
y para no darles lugar á reponerse de las pérdidas que habian
experimentado resientemente en las acciones dadas en Ucurí,
por el Conde de Casa Eeal de Moneda, y Peralta en Irupana,
por Armentia y Condorchinoca por Lombera y Socasa, debían
acelerarselas operaciones con mas que probable éxito todas las
veces que con la fuga que los porteños habian hecho de Salta y
Jujuí, segun la declaracion del comerciante arriba citado, ha
brían perdido la esperanza de su auxilio, y necesariamente los
habia de inducir á tomar un temperamento racional y justo.
Para que nada faltase, ni que pudiese retardar el cumpli
miento de esta determinacion, habia cuidado de enviar antici
padamente por la via de Tacna, considerable cantidad de mu
niciones, y destinados los productos y fondos de las tesorerías
de este vireinato mas cercanas á aquel, fuera de aquellas par
tidas que como repetidamente se ha expuesto, han caminado
desde esta capital para el mismo efecto : añadiendo en esta
Historia—17
—202—
misma orden la instruccion que debiu observarse en precau
cion de la incidiosa conducta de los rebelados, y otras no me
nos importantes para la economía de los gastos, y la mas có
moda subsistencia del ejército, y de los delincuentes que apren
diesen con las armas en la mano contra las tropas del rey; y
por último otras advertencias sobre el estado político de la
plaza de Montevideo, y campaña de Buenos Ayres, para que
todo junto ilustrase al general, y pudiese servir de base á sus
deliberaciones en todo lámplias, excepto.la de conceder capi
tulacion alguna, ni admitir proposiciones que no contuviesen
la expresa condicion de someterse absolutamente á las cortes
generales y extraordinarias de la nacion, pero con calidad de
interina basta alcanzar mi aprobacion, por exijirlo así la pérfi
da conducta de los innovadores enemigos del gobierno y de la
quietud de las provincias.
Con efecto, las necesidades del ejército revolucionario desti
nado al Perú, y las agonías del de la capital del Rio de la Pla
ta, obligaron á aquel á evacuar las ciudades de Jujuí y Salta,
á las cuales les fué intimada la rendicion por el mayor general
jefe de la vanguardia de nuestro ejército; y una salida de Lom-
bera desde Oruro en que quedaron escarmentados de los in
sultos que hacían á esta villa los cochabarnbinos, presentaba
un aspecto mas favorable á la empresa, de su entera sugecion
con anuncios de quedar restablecidas la tranquilidad y el so
siego interior de las provincias de una manera mas sólida y
permanente. Tambien los revolucionarios de Ohayanta, que
hostigados por los Cochabarnbinos, habian osadamente llevado
sus violencias hasta las goteras de la ciudad de la Plata, su
frieron el castigo que merecía su atrevimiento, por una division
que á las órdenes del coronel D. Juan de Imas, se puso en ca
mino desde el cuartel general de Potosí, y dirijiéndose por los
pueblos de Tacobamba y Pitantora, habia logrado reprimir el
orgullo de los faciosos, no quedando mas obstáculo que ven
cer, ni mas impedimento á la felicidad conniu, que la continuas
perfidia de Cochabamba, que confiada en su numerosa pobla
cion, y mas altamente en la aspereza de los caminos por don
de era preciso dirijirse á someterla les aseguraba la perpetui
dad é impunidad de sus crímenes.
Ordenadas en esta manera las cosas, y asegurado Goyene-
che de la fuga de los Porteños hasta el pueblo de Yatasco, esto
es cincuenta y dos leguas mas adelante de Jujuí, dejó en Sui-
pacha á su mayor general Tristau, con mas de dos mil hom
bres competentemente armado y pertrechado, en observacion
de los movimientos de estos y de los partidos de Chichas y Ta-
rija, y dispuso su marcha hacia Cochabamba, con ánimo de
castigar su infidencia, dejando una competente guarnicion en
—203—
ella para marchar luego á reunirse con la division de vanguar
dia, y situar su cuartel general en, el rio del Pasage. Apenas
habrá ocurrido caso en todo el tiempo de estas turbulencias en
que con tanta satisfaccion haya visto los partes y oficios del
general Goyeneche, como que ya veia puesto en ejecucion el
plan mas necesario y mas adaptable á las circunstancias y al
interés de la causa santa que defendiamos, como se lo expuse
en contestacion ; mas para que nunca dejase de haber motivo
que agitase mi espíritu aun en medio de las satisfacciones, tuve
en esta la mas dolorosa angustia al ver las clamorosas súplicas
que se me hacian por el general, en demanda de auxilios pe
cuniarios para el pago de sus tropas, y las cuantiosas eroga
ciones que ocasionaban sus marchas ya á unos y ya á otros
puntos, á donde el fuego de la insurreccion volvia á renacer.
Mi situacion era aun mas melancólica que la que representa
ba el mismo general, pues á la propia escaces y falta de fondos
en que nos hallábamos ambos, se anadian mis obligaciones pa
ra atender á los gastos ordinarios y extraordinarios de todo un
Eeyno. Ya estaban apurados muy de ante mano los arbitrios
de donativos y prestamos con que esta capital, y todo el virei-
nato habia concurrido con generosidad al auxilio de la Penín
sula y sosten del ejército. La interrupcion del comercio, la po
breza de la minería de este reyno, la falta de Sínodos á los cu
ras, y las rebajas á los sueldos de los empleados de todas
clases no ofrecía la menor esperanza de alcanzarlos en toda la
extension de mis necesidades, cuya extremidad no es posible
bosquejar; en tal conflicto me vi precisado á indicar el justo'
medio de poner en contribucion á los pueblos que se fuesen
sujetando por la fuerza. Medio á la verdad doloroso, pero in
dispensable en semejante apuro, y que no carecía de fundamen
to para hacer recaer este gasto sobre los mismos que habian
dado ocasion al armamento, no obstante lo cual, y «pie la con
ducta pérfida y perjura de aquellos facciosos, no era en ningu
na manera acreedora á consideracion alguna, jamás hubiera
intentado poner por obra el proyecto, á tener otro mas tem
plado para sacar al ejército y su general de las fatigas que lo
rodeaban. Siendo en mi sentir el sufrimiento de estos traba
jos el que ha sellado las glorias adquiridas en defenza de los
derechos de la soberanía y de las leyes. Ni podia dejar de ocur
rirse á este temperamento por violento que pueda parecer, an
tes que consentir en la retirada, como proponía Goyeneche,
que ademas de ser muy vergonzosa, destruía el fruto de sus
mismas tareas, y echaba por tierra lo adelantado con tanto afan,
como gastos de la real hacienda, aun cuando se contasen por
pada la vida y fortunas de los vecinos honrados de aquellas^
nrovincias, expuestas con la evacuacion á los efectos del resen
—204—
timiento de los revolucionarios. Sin embargo dejé siempre al
arbitrio del general, adaptar ó nó este pensamiento, siempre
que llegase á meditar otro menos gravoso, capaz de sacarlo de
las sozobras en que se hallaba, y cuya sola idea me ocasiona
ba el mayor tormento.
A pesar pues de las dificultades, al parecer insuperables de la
tacion y de los caminos, y de la oposicion de casi todos los
partidos sublevados, se ejecutó la salida contra los cochabam-
binos y chayantinos. Un grueso considerable del ejército mar
chó sobre el pueblo de Chayanta, á sojuzgar estos obstinados
secuaces de los primeros, en convinada operacion con las tro
pas de revuelta que procedente de la Paz estaba ya en cami
no por Palca grande. La division de Lombera por el de Tapa-
cari con tres mil hombres; el general por el de Misque; la de
Huisí situado en la Laguna por Valle grande; y la del coronel
Alvarez de Sotomayor por Santa Cruz de la Sierra. La deses
peracion y el despecho de que estaban poseidos los insurgen
tes, no dió lugar á que les impusiese el respeto debido el nú
mero, organizacion y disiplina de un cuerpo tan considerable
de tropas, ni oidos á la clemencia con que el general los con
vidaba á una reconsiliacion, verdaderamente paternal, cada
vez mas audáces respondian con insultos, á las proposiciones
amistosas con que se procuraba llamarlos á partido, antes que
tocar en su exterminio. Aprovechados discípulos de los Por
teños tuvieron el arrojo de adelantar al general una diputa
cion al pueblo de Pocona á consertar condiciones que por irri
tantes y escandalosas fué preciso desechar, mandando en con-
secuecia acelerar las marchas de la convinada expedicion. A
vista del peligro, restauraron nuevas y mas moderadas solici
tudes, en otra segunda diputacion, cuyos artículos examinados
por los Ministros de la audiencia de la Plata, que seguían al
ejército, Conde de Valle Hermoso y D. Pedro Vicente Cañete
se hallaron dignos de ser atendidos por la piedad del general,
á nombre del cual se contestaron quedar admitidas sus propo
siciones, y la ciudad y provincia de Cochabamba, bajo la pro
teccion del Eey. En esta inteligencia, marchó el general y
sus tropas á ocuparla, cuando inesperadamente el estrépi
to del cañon y de la fusilería que ocupaba la entrada por el
monte de San Sebastian, dió á conocerá Goyeneche la falcedad
de sus promesas, y la desesparacion con que se disponían á la
mas temeraria de las defensas. Entonces ganando momentos y
dando las disposiciones necesarias para asegurar el crecido
bagage, la caja militar, el parque y sobre todo, la retirada, se
puso en movimiento la division del general, disponiéndose á
atacar el elevado cerro de San Sebastian, lo cual se ejecutó
con admirable bizarría de la tropa dividida en tres trozos, y
—205—
con un denuedo sin ejemplo, abanzó sostenida por ocho
piezas de artillería de á caballo al asalto del punto que quedó
por nosotros en dos horas desde intentarlo hasta conseguirlo.
Imas, comandante de las guerrillas, Eamirez con un cuerpo de
cuatrocientos caballos, Peralta y Carasas con la poca tropa
que tenia á sus órdenes, disiparon por derecha é izquierda á
los que intentaban al principio acometer al cuerpo principal,
y luego persiguieron á los que desesperados de su loca em
presa intentaban de cualquier modo la fuga.
Hasta aquí el valor de las tropas obró de concierto con la pe
ricia de los gefes y oficiales que habían dirijido la accion; pe
ro entrando estas como un torrente en la villa, llenas de ardor
y de venganza se entregaron al saqueo de las casas destrui
das y aniquiladas, por otro saqueo que la plebe había ejecuta
do la noche antes en la misma villa. Es preciso que estos ac
tos de violencia jamás experimentados en estas regiones de
paz, se hayan mirado con un horror inexplicable, cuando no
hay pluma que acierte á describirlos. El estrépito de las ar
mas general por todas las calles y plazas, el clamor de las in
felices mugeres, niños y ancianos huyendo despavoridos de sus
propios hermanos sin encontrar asilo; el destrozo y dilapidacion
de sus bienes, el incendio fortuitamente acaecido en uno de los
principales cuarteles de la ciudad, presenta un espectáculo
horrible bastante para enternecer al mas insencible y frio es
pectador de las desgracias de sus semejantes: mas ¡ qué ejém-
plo al mismo tiempo para los hombres que aman el desórden,
y para los que se dejan engañar con el hipócrita pretesto de
amor á la patria! Separemos pues la vista de un objeto á cu
ya memoria no he podido economizar mis lágrimas de compar
cion y ternura, y separémosla tambien de los suplicios y des
tierros á que fueronjustamente condenados los autores de tantos
desastres para emplearla en el agradable cuadro que ofrece la
prudencia del general perdonando é indultando millares de víc
timas que pudieron ó debieron ser de la hipocresía, y de la am
bicion de unos pocos insensatos; reunió en sus casas y restitu
yó al cuidado de sus familias los muchos dispersos y fugitivos
que las habían abandonado; repobló los deciertos campos, res
tableció las manufacturas, y obligó con su persuacion á los ar
tesanos y traficantes á dar nueva vida á las artes y al comer-,
eio paralizado en siete meses de anarquía. ¡Qué diferiecia! Un
gobierno revolucionario todo lo destruye, por que no hay pro
piedad ni seguridad en él. Un gobierno fundado sobre estos
principios, y administrado por gefes de honor y de confianza,
todo lo anima y le dá un nuevo ser y haec la felicdad de los
pueblos.
Aun resta que decir sobre el honor y entusiasmo con que se
—206—
portó el ejército en esta campan Todas las divisiones de él,
cumplieron con el honor y bizarría que son propias de las ar
mas del Bey, emulándose unas á otras en valor y disciplina se
gun se explica el general, sin olvidar la division del coronel
Huid que aunque no le aconpañó á la entrada de Cochaban-
ba, acaso fué porque tuvo mayores y mas difíciles empeños que
vencer hasta posesionarse de la ciudad de Valle grande des
pues de dos acciones en que salió victorioso. En consecuencia
de sus informes di como era debido las correspondientes gra
cias á nombre del Eey á todos los individuos que lo compo-
nian, ofreciéndoles como lo cumplí en efecto, ponerlo en no
ticia del gobierno supremo para las recompensas á que se ha-
bian hecho acredores de justicia.
Evacuadas las diligencias que debian afianzar la seguridad
de la provincia, como era la reposicion de sus magistrados, y
una competente guarnicion, emprendió el general súbitamente
su marcha hasta la Plata á reparar los desórdenes que los in
surgentes del Valle de Clipsa cometían por aquel lado. En es
ta jornada resplandeció igualmente su inteligencia militar, su
política, su justicia y su clemencia. Lo mismo ejecutó á su
paso por la ciudad de la Plata y pueblos de la ruta por donde
fué recibiendo los partes de los gefes destinados á la gloriosa
empresa de la sugecion de las provincias en términos que ella
hizo mudar enteramente de aspecto al reino agitado con la
incertidumbre de la suerte de las armas tenazmente levanta
das por los revoltosos, y que felizmente abatidas en dis
tintos puntos cuya prolija relacion haría interminable este
papel, prometían desde entonces la inmutable tranquilidad
á que han quedado reducidas hasta el dia.

Entre los perjuicios que me irrogó el embargo j cerradura de la impren


ta en que se trabajaba esta obra ahora dos años, he sufrido la irreparable
pérdida do la terminacion de esta memoria; pero esta falta será subsanada
con la publicacion delos documentos oficiales, que pongo á los lectores al
corriente de los sucesos de nuestra historia.
El Editor.
Oficio del excelentísimo señor virey del Perú D. José
Fernando Abascal y Sousa, á los señores intendentes,
gobernadores, é ildstrísimos señores obispos DEL VI-
reinato, sobre la ereccion y establecimiento de un
colegio de medicina en esta ciudad y real escuela
de Lima. (1.)

Desde el momento en que supe que por la bondad del Eey,


que Dios guarde, estaba promovido á este vireinato del Perú ;
ha ocupado mi corazon un deseo constante y sincero de hacer
todo el bien que estuviese en mis manos, á sus recomendables
moradores. Así, aunque mi ingreso en esta capital fué en cir
cunstancias en que invadida la ciudad de Buenos Ayres por
las armas británicas, y amenazada esta metrópoli y los puer
tos de su dependencia por las mismas, pedia toda mi atencion
el socorer á la primera, y el poner en un estado respetable de
defensa á la segunda, al mismo tiempo que se desempeñaba
favorablemente uno y otro bajo los auspicios divinos, procu
raba yo mejorar la policía de esta capital. Hallábase, á mi in
greso, toda cubierta de inundaciones, pantanos y estercoleros
y sus iglesias respirando un hedor intolerable: todo lo cual
formaba un manantial pestilente, que la hacia muy enfermiza
principalmente en otoño. Por estas causas se hallaba expues-
[1] Véase la página 42 de la relacion del Gobierno del virey Abascal que
p ntecede.
—208—
ta su poblacion á quedar arruinada, siempre que faltasen las
continuas colonias que de la Europa y del Alto Perú han re
emplazado hasta ahora la presente y no bien observada des
truccion de sus habitantes. Para remediar un tan grade mal, se
han puesto en aseo las calles en Lima, se ha dado curso libre y
expedito á sus aguas, y se está concluyendo á extramuros de
ella un suntuoso y bien arreglado cementerio, á donde se con
duzcan los cadáveres, y quede Ubre de las exhalaciones podri
das que hacian tan graves daños á sus vivientes.
Pero acaso hay un mal mayor, como que comprende á es
ta metrópoli y á toda la América del Sur, y que yo observé, no
sin dolor ni asombro, en mi viage de Buenos Ayres á Lima. Este
es el estado de abandono en que se halla en este reino la Medi
cina y sus ciencias auxiliares. De manera que la mayor parte de
sus habitantes viven en peor estado que el de pura naturaleza:
siendo mejor por esta parte la condicion de aquellas tribus
errantes que no gozan de los beneficios de la sociedad: porque
en estas, la naturaleza, acompañada de la dieta y de pocos re
medios, ejecuta con libertad los esfuerzos posibles para salvar
los de sus enfermedades; pero en el Perú se sufren todas las des
gracias que puede traer consigo en la curacion de ellas el enga
ño, el atrevimiento, la ignorancia y la codicia. Así por todas
partes se reciben quejas, no solamente de los partidos, sino
tambien de las capitales de las Intendencias: de las cuales se
solicita con ansia se les auxilie con buenos profesores. Pero
¿dónde se hallarán estos, pues que en la capital que debe pro
veer de ellos, no hay instruccion organizada que los forme? En
tregados casi á sí mismos los jóvenes que profesan estas nobles
facultades, no pueden avanzar, sino á costa de muchas penas
unidas á grandes talentos. Lo cual no siendo fácil encontrarse
reunido en los hombres; es consecuencia necesaria que sean
muy raros los que puedan aprovechar por este medio en la di
fícil carrera de la Medicina.
Por estas razones, y movido de las pinturas lastimosas que
se me hacen del abandono de los infelices indios, y demas
moradores del Perú, en sus enfermedades; no ménos que de la
despoblacion que sufre el reyno por esta causa, con menosca-
cabo de los intereses del Eey: como igualmente de las sólidas
reflexiones que en sus diversas representaciones ha hecho el Dr.
D. Hipólito Unanue, á quien he nombrado Proto-Médico gene
ral del Perú, por faÚecimiento de su antecesor el Dr. D. Juan
de Aguirre; estoy persuadido á que no podría hacer mayor
bien á este imperio en el tiempo de mi gobierno, que erigiendo
un Colegio en que se enseñe fundamentalmente la Medicina
con sus ciencias auxiliares: es decir, que se establezca aquella
enseñanza que siendo hoy la mas favorecida en Europa, por
—209—
ser amiga y compañera de la salud del hombre y de sus inte
reses, no se encuentra absolutamente en estos reynos. El Co
legio debe surtirse de catedráticos y maestros, bajo cuya con
ducta se enseñen la Geometría, y Astronomía: la Física experi
mental: la Anatomía: la Fisiología, la Patología, médica y qui
rúrgica sobre los enfermos: las operaciones de esta, así sobre los •
enfermos, como sobre los cadáveres; el arte de partear: la Bo
tánica, el dibujo, la Química y la farmácia. De manera que
segun el camino que abracen los jóvenes en los tres ramos
principales de la facultad, conviene á saber, Medicina, Ciru
gía y Farmacia; así ha de ser la mayor ó menor instruccion
que se les dé en las ciencias auxiliares, conforme á la mas ó
menos relacion que tengan con el objeto á cuyo cabal desempe
ño se destinan.
Por este medio se conseguirá que cada seis ó siete ¡jpos se
esparzan por el Perú colonias de literatos, de quienes deben
esperarse los frutos siguientes. Primero: la mejor asistencia
de los enfermos en general. Segundo: el ordenar y mejorar la
de los hospitales en particular. Tercero: el proveer cuando mé-
nos, de un buen cirujano los asientos de minas, y los pueblos
cabezas de Partido, para que sean asistidos todos los infelices, que
hoy yacen sin auxilio despues de consumir su sangre por noso
tros desentrañando la tierra. Con el mismo objeto podrán irse
formando pequeños hospitales, donde aquellos tengan una
cama, y un pedazo de carne, con que reparar sus fuerzas
abatidas. Y para que en lo venidero no suceda lo que se observa
ahora con dolor de la humanidad, esto es, que varios pequeños
hospitales han sido cerrados; y ocupados siis bienes por algu
nos vecinos con gravísimo cargo de sus conciencias; el Cole
gio de Lima será un centro de reunion, á donde anualmente
remitan de todas las enfermerías sus profesores un estado de
los enfermos que en ellas se han curado, las observaciones que
se han hecho, la asistencia que allí ha habido: firmado todo
bajo juramento por el profesor á cuyo cargo se hallase, y rati
ficado en la misma forma por el párroco, alcalde, ó diputados
del lugar. El Colegio informará á esta superioridad, conforme-
á lo que ministrasen los estados referidos, para que tome las
providencias oportunas. Y en \m asunto tan delicado, por el me
nor fraude en que sea sorprendido alguno que tenga inter
vencion en él, será removido del empleo que ejerc iese.
Cuarto: la reunion de las observaciones de que se ha hecho
mencion, servirá para que se escriba una Médicina adaptada
á estos naturales, y á los climas en que viven. Quinto: los pro
fesores que por sus destinos deben incubar mas en la Botánica
y en la Química serán de sumo provecho á los intereses del
Historia—18 ■ 1

-
—210—
Perú: los primeros en el descubrimiento de nuevas plan
tas útiles á la Medicina, ó al Comercio; los segundos, en el aná
lisis de estas mismas, y del inmenso número de minerales que
posee este rico imperio. La Geografía alcanzará esclareci
mientos que no le es posible obtener de otro modo. Y cuando
. el Colegio llegue á estado de publicar los trabajos de sus indi
viduos derramados por la América del Sur; sus anales serán
los mas preciosos del orbe literario.
Para la consecucion de tan benéfico y glorioso fin, es nece
sario buscar fondos, L. ° para el edificio material del Colegio
y surtido de instrumentos que necesita: 2. c para los salarios
de los maestros que fian de enseñar: 3. ° para la dotacion
de un determinado número de becas, á fin de que nunca falte
suficiente número de jóvenes á c uienes instruir.
En cuanto á lo primero, he mandado elegir para la ereccion
del Colegio, el ángulo del real hospital de San Andres, que cae
á la plazuela del real y general de Santa Ana, comprándose allí
unas casas y agregándose algunos sitios contiguos del primero,
con lo cual se forma una área espaciosa, para dar al Colegio toda
la comodidad posible. Este sitio es el mas proporcionado que
podia idearse para un establecimiento, pues además de quedar
situado el Colegio entre esos dos grandes hospitales, estando
unido al uno, que es de españoles, y distando del otro, propio
de indios, solo el ancho de una calle; tiene inmediatos el de
San Bartolomé de negros, y el de la Caridad de mugeres es
pañolas: y no hay mucha distancia al Jardin Botánico, que ac
tualmente se forma de mi orden. Por consiguiente, en tan
grandes y diferentes enfermerías, pueden los estudiantes ver y
comparar los males de las diversas castas que forman la pobla
cion del Perú, y aprender á curarlas con acierto.
Se procederá inmediatamente á la fábrica del Colegio, á
cargo del Licenciado D. Matías Maestro á quien tengo nom
brado por director de ella, en atencion á su inteligencia, acti
vidad, honor y demas circunstancias que hacen tan recomen
dable, y lítil su persona á esta capital. En ella se empieará el
dinero que le tengo destinado, valiéndome de varios recursos,
sin el menor gravámen del público. No obstante como los
precisos costos han de ser muy crecidos, espero que V. S. co
municando su celo por el bien de los pueblos que gobierna, á
las personas acaudaladas de ellos, los exite á que den por una
vez, aquello que buenamente gusten, para la conclusion del
Colegio designado: en lo cual deben mirar el interés que
resulta á cada uno. En la gaceta se publicará la- lista de los
hombres generosos, á quienes deben quedar reconocidas todas
las clases de moradores, que componen la sociedad general de
esta parte del nuevo mundo.
—211—
En cuanto á lo segundo, que mira á la renta de los profeso
res, estoy entendiendo en el modo de hacerlo sin gravar al
público, y de manera que pudiendo subsistir con ellas, traba
jen con empeño, y no abandonen, como hasta ahora, la instruc
cion médica, por falta de competente dotacion.
Pero en cuanto á lo tercero , que consiste en la dotacion de
becas, esta debe correr de cuenta de las capitales é intenden- *
dencias, en aquella parte que ceda en su propio bien. Quiero
decir, que cada Intendencia deberá, conforme á los fondos
que pueda reunir, dotar un número determinado de becas,
que ocupen sus propios hijos, los cuales, luego que hayan con
cluido sus estudios, regresen á su patria, para recompensar á
ésta el beneficio que les ha hecho.
Una de las constituciones del Colegio prevendrá, que los
niños que se hayan de remitir á esta capital, sean de natales
decentes y de buena educacion: que esten instruidos en Arit
mética: que entiendanla lengua latina, y hayan estudiado
de la Filosofía, cuando menos, la Lógica: que han de ser pues
tos en esta capital, á costa del pueblo que los remita : que por
la enseñanza y alimentos de cada uno, se han de pagar dos
cientos pesos del fondo público «pio se. destinase al costo de
becas, si es que tienen padres, ó patrones que les ministren
una moderada decencia, y una corta asignacion semanal para
su bolsillo : las cuales se individualizarán en las constitucio
nes. Pero si fuesen tan desvalidos, que careciesen del último
recurso, en este caso, los fondos públicos abonarán cien pesos
mas al Colegio; por manera, que en lugar de doscientos pesos
se pagarán trescientos anuales, para que corra de cuenta de
los administradores y maestros del Colegio la enseñanza, sub
sistencia y vestido de estos hijos de la beneficencia y piedad
pública.
Cada Intendencia, ú obispado, si la primera no lo sufriese,
deberá esforzarse á costear, á lo ménos, seis becas, para
que cada dos años se remitan dos jóvenes al curso, que ha
de completarse en seis: y así estén los primeros acabando,
miéntras otros principian, y se hallan los segundos en el me
dio de la carrera: y de este modo haya siempre un número
competente para formar médicos, cirujanos y farmacéuticos
bien instruidos en sus respectivos ramos, á fin de que las ca
pitales, que deben socorrer á los pueblos de sus dependencias
se vean completamente asistidas.
Para proporcionar estos fondos públicos, cada ciudad, villa
y pueblo grande de las Intendencias y Gobiernos, podrá concur
rir con alguna parte de sus propios. Se podran igualmente
aplicar algunos sobrantes de hospitales bien rentados, y de
otras obras piadosas, ó cualesquiera establecimiento que pao
—212—
da considerarse coadyuven al objeto propuesto. Si en alguna
universidad ó colegio se encontrase haber alguna cátedra ren
tada para la enseñanza de la Medicina ; esta deberá suprimir
se, y aplicarse su dotacion al fondo de becas del Colegio de
esta facultad en Lima, puesto que S. M. por cédula expedida
en 12 de Julio de 1807, manda con altísima prudencia, que en
• todas las universidades en que, por falta de teatros é instn>
raentos, no pueda esta enseñarse cual conviene, cesen las cá-
ledras de su profesion. Cuya providencia es ciertamente muy
saludable, porque semejantes cátedras solo pueden formar
irnos jóvenes nutridos con teorías que hagan pagar caramen
te á los enfermos los sueños y. extravíos de que está imbuida
su imagmacion.

Cuando todos estos recursos falten, debe apelarse á las subs


criciones públicas. Por este medio, la Inglaterra recoje, pa
ra el alivio de los enfermos, y de otros miserables, rentas tan
copiosas, que algunos hacen subir su monto á doce millones de
pesos anuales, y otros á diez y nueve y medio.

Con este objeto, toda comunidad ó particular que goce de


propiedades ó rentas, ó que tenga giro lucrativo, debe concur
rir anualmente con una pequeña cantidad, que agregada á
otras, hará una suma considerable, sin gravar á ninguno en
particular.

Para colectar estas limosnas, se formarán en cada cabeza


de Obispado dos juntas, con el título de caridad y beneficen
cia pública: la una eclesiástica, y la otra secular. La primera se
rá presidida por U. S. L, Señor Obispo: y se compondrá de
cuatro individuos; dos del cabildo eclesiástico, y dos del clero:
de los cuales se mudará anualmente la mitad. La segunda
será presidida por U. S. , Señor Intendente: y constará igual
mente, como la otra, de cuatro vocales; dos del ayuntamien
to, y dos de los vecinos honrados: de los cuales igualmente se
mudará en cada año la mitad; para que así todos participen
del honor y trabajo de hacer bien.

Estas juntas por medio de sus diputados en las provincias,


colectarán lo que ofrecieron los de ámbos estados eclesiástico
y secular, que respectivamente les pertenecieren. Luego que
haya fondo, y conforme á él se arreglen las becas que pueda
soportar; lo publicará la junta en la capital, y en las villas á
ella sujetas; para que puedan ocurrir todos los jóvenes que
hayan estudiado Gramática latina y Filosofía, segun lo arriba
expuesto: y á pluralidad de votos se eligirá el que se juzgare
mas aparente. Bien que los hijos de personas acomodadas, que
puedan sufragar lo preciso para costearles las pensiones del
Colegio, no serán admitidos á partir del pan de los -pobres, y
privarlos de él; pues (pie en el Colegio se admitirán tambien
pensionarios, que conforme al plan para las becas dotadas,
costeen las suyas.

Cada junta remitirá anualmente á esta Superioridad una ra


zon del ingreso, estado y gasto de sus fondos, con el nombre
de las personas que sufragan, y la cantidad en que cada una
de ellas lo ejecuta; para que,,por medio de la prensa, comuni
que al público la justa inversion de sus limosnas, y merezcan
su aprecio las personas generosas.

V. S. con su alto discernimiento adoptará las demas reglas


que creyese oportunas para la consecucion del fin que aquí se
indica. ¿Y cuál otro puede ser ni mas noble, ni mas digno de
un prelado, de un juez, de un ciudadano, que sacar de la mi
seria criaturas indigentes, que bien educadas, serán el apoyo
de sus pobres padres, el tronco de una nueva familia, el alivio
y consuelo de los enfermos, los amigos mas útiles y necesa
rios, en todos los males que tiran á destruir nuestra existen
cia? Y desenvolviéndose en un gran teatro estos talentos que
iban á perecer sin cultivo; ¿cuántos llegarán á un alto grado
de sabiduría, que los haga luz y precioso ornamento de su pa
tria!

Al lado del espíritu de encono y rencor, que agita y arruina


con la guerra al género humano en estos tiempos calamitosos,
ha querido la divina providencia se reanime el de filantropía
ó amor fraternal, para consolarnos en alguna manera de las
desgracias que lloramos. Así se ha visto en nuestros dias, em
plearse sábios virtuosos en viajar por las cárceles para mejorar
la suerte de los presos, y hacer mas tolerables y útiles sus ca
denas. Otros con igual fin han visitado los presidios : y la Amé
rica del Norte debe gloriarse de que naciese en su suelo Ben
jamín Conde de Eunfort, que empleando sus talentos y su co
razon en minorar la adversidad de los soldados, de los pordio
seros y de otras muchísimas clases de indigentes, en la Bavie-
ra, ha puesto excelentes modelos para ser imitados por las de-
mas naciones de la Europa. Los moradores del Perú, cuya fran
queza y liberalidad son conocidas en todos los países á donde
ha llegado su nombre, darán tambien, por los medios propues
tos, el ejemplo mas noble de hacer felices á los niños nacidos
en pobreza: aumentar por su medio una poblacion honrada:
introducir el órden, la carídad, la dulzura y la ciencia en los
—214—
hospitales, mudando estos sombríos palacios del dolor y de la
muerte, en albergues risueños de la salud: en una palabra,
ilustrar al Perú y consolar, y beneficiar á todas las clases de
gentes que le habitan, en las circunstancias mas dolorosas que
rodean al hombre, cuales son las enfermedades.
Dios nuestro Señor guarde á V. S. muchos años.

Lima, y Marzo 31 de 1808.


Descripcion del cementerio general mandado erigir
en la ciudad de llma por el excmo. señor p. josé
Fernando de Abascal y Sous Vireya, y Capitán Ge
neral del Perú. (1)

En el sitio mas elevado, á sotavento de la ciudad, en que la


nueva portada de Maravillas dá salida para la provincia de
Huarochirí, á distancia de 030 varas á la izquierda, se ha deja
do un camino de á pié paralelo al comun, que se extiende 375
varas sobre 10 de ancho. Las primeras 185, destinadas para el
Jardin Botánico, formarán su cerco alternado de rejas de bron
ce en el cuadro de 150 varas, que comprenden las clases divi
didas en la forma mas armoniosa, y clara para la instruccion,
en cuyo pormenor se hará ver lo singular que tiene, respecto
de los que hasta ahora se han plantificado.
En el punto en que termina el jardin, sigue su línea 190 va
ras del frente del Campo Santo, aplicado á dos jardines para
los Cap ellanes, con 50 varas de fondo hasta la fachada : esta
porcion la cercan 34 verjas alternadas de 5 en 5 varas por pi
lares, que guardan uniformidad con las pilastras, y jarrones
del costoso muro del cementerio. En medio de l: s dos jardi
nes tiene la entrada por una puerta de rejas, que anuncia el
objeto del edificio con esta inscripcion:

[1] Véase la página 75 de dicha relacion.


—216—

BENEFICENCIA CON LOS VIVOS Y LOS MUERTOS.

La sencillez y belleza de la fachada, reune de tal modo la


magestad con la gracia, que al paso que es melancólico su
destino, es atractivo para estimular á su ingreso: este, empe
zando por una ancha calle de cipreces, se dirije al átrio de la
capilla, elevado sobre tres gradas estendidas hasta los ángu
los salientes de las dos salas de los capellanes, que resultan
de los dos ochavos laterales al frente de 10 varas de la puerta
principal; en cuyo muro enmuadillado, se eleva 12 varas un
cuerpo magnífico de arquitectura jónica, sostenido de 4 pilas
tras, por el gusto de los templos antiguos, de que no se apar
ta toda la obra en lo posible. Sobre el sotavaneo de las pilas
tras descansan recostadas las dos estátuas de Adan y Eva, que
manifiestan vivamente en su accion, el dolor y vergüenza, que
les oprime por las consecuencias de su pecado ; mas como en
esta desgracia universal no deba omitirse la felicidad, de que
fué causa su culpa, pues nos mereció tal Eedentor, oportuna
mente se ha colocado en su medio un escudo alegórico á su
victoria, y se ha dedicado este templo al triunfador de la
MUERTE.
Sigue el sotavanco por los otros tres frentes, y cuatro ocha
vos, dejando en sus 8 ángulos otros tantos braserillos del in
cienso que le tributamos; y retirando su techo inclinado hasta
la cúpula, forma otros tantos tableros vertientes revestidos de
pizarra artificial muy armoniosa.
La cúpula, de 9 varas de diámetro, presenta en sus ocho
frentes otras tantas ventanas grandes con vidrios, cuyo cuer
po guarnece una cornisa, que siguiendo el estilo del inferior,
cierra su cubierta con los mismos tableros empizarrados hasta
la cúspide, que remata en un pirámide; todo tan acertado,
que puede ponerse entre los edificios de mejor gusto.
Al resto de la fachada hasta 90 varas, acompañan por mitad
las habitaciones de los capellanes, y sirvientes, con dos corre
dores de columnas paradas toscanas entre el salido de las dos
salas, y el de dos portadas de pilastras, y fajas del mismo or
den, con frontispicios, y dos urnas de remate. La de la izquier
da entra á la division de los señores Arzobispos, y la de la de
recha á los señores Vireyes.
Finaliza este frente, retirándose á buscar el cerc odel cam
—217—
po santo, en que presenta dos rejas, que miran á sus calles,
con dos ochavos de otras mayores, mas adornados y dos pe
queñas puertas para el almacen y corral.
El Interior de la capilla, es, como se ha dicho, por el estilo de
los templos antiguos: tiene 16 varas de claro, y las 8 de su cen
tro forman el presbiterio ochavado sobre tres gradas, en cuyos
ángulos se elevan ocho columnas jónicas de mármol blanco
flnjido, que reciben el techo del contorno, con un azafate cor
rido. La abertura de la cúpula está revestida de su cornisa, y
de las ocho ventanas adornadas con discrecion y belleza: cier
ra la figura un azafate, y deja un techo raso de 6 varas con la
pintura, que recomienda bien el talento de su autor D. José
Pozo: representa en su contorno un sotavanco, como término
del edificio, para mostrar á cielo abierto, con la invencion mas
grata y expresiva, la entrada triunfante á la gloria de los bien
aventurados Santo Toribio, Santa Eosa y San Francisco So
lano: fruto, que esta cuidad presenta á Dios para nuestro es
tímulo y proteccion. Hácia el medio del cuadro se mira á
nuestro señor jesu-cristo, que los recibe, y el resto se ve
poblado de ángeles, tbdo con escorzo natural y científico, co
lorido, hermoso y bien templado.
OcUpa el centro del presbiterio el altar de cuatro frentes,
sobre cuya mesa está colocado el autor de la vida en el se
pulcro. Es un golpe acertado de arquitectura en todas sus par
tes, muy enriquecido de adorno y jaspes, que no le embarazan
su bello perfil.
El frente opuesto á la puerta principal, y que mira á la mi
tad del cementerio, tiene una fachada sencilla de fajas, que
reciben la cornisa, y encima de su graciosa puerta se vé una
lápida de mucho gusto, en que se leen las palabras de San Pa
blo á los Filipenses, C. 3. V. 22, que dicen así : esperamos al
SALVADOR NUESTRO SEÑOR JESU-CRISTO, EL CUAL REFOR
MARA NUESTRO CUERPO ABATIDO, PARA HACERLO COXFORME
1 su cuerpo glorioso: domina su medio sobre el sotavanco
la "Esperanza cristiana, representada en una matrona bellísi
ma, apoyada sobre la ancla con el libro de los Evangelios
abierto, y la vista fija en el Cielo de donde aguarda su felici
dad.
Los otros dos frentes de la capilla se abanzan con sus puer
tas hasta los ángulos salientes por dos rompientes de mucho
acierto, que dilatan la capilla hasta 30 varas, y dan salida á
los entierros privilegiados: los del lado de la Epístola dedica
dos á Santo Toribio, tienen á la izquierda una urna del mejor
gusto en su perfil y adorno, que ha de contener las cenizas del
Excmo. é Illo. señor La-Reguera, último Arzobispo finado de
Historia—19
—218—
esta Santa Iglesia, y primero que debe honrar el cementerio;
para que sigan la línea sus dignos sucesores. Al lado derecho
se halla una division de 60 nichos en tres filas para las digni
dades eclesiásticas y clero: sigue otra de 99 para religiosos,
por clases, y abre el trente por su medio á un cuadro de 54
nichos, para las religiosas y beaterios: hácia el fondo del ce
menterio continúan 144 nichos por cada lado para religiosos
legos, cofradias y hermandades, todo bien distribuido, y ador
nado ; de forma que los medios y ángulos de todas las divisio
nes quedan cerrados de rejas con mucha armonía y uniformi
dad.
La puerta del lado del Evangelio, ó de Santa Rosa, dirije
en el mismo orden á la, division de personas distinguidas : á la
mano derecha irán sepulcros de los señores Vireyes, y á la iz
quierda están los tramos de nichos de Eeal Audiencia, Excrno.
Cabildo y títulos de Castilla.
De los cuatro ochavos, que tiene la Capilla, se denotan tres
de ellos con puertas fingidas en la parte interior, correspon
den los del frente á las salas de los capellanes, por las que se
comunica el grueso del muro aplicado á dos archivos, y los
otros dos, el uno es la sacristía y el otro manejado por el ce
menterio, sirve de depósito para los cadáveres de hospitales
mientras hayan de enterrarse.
Esta porcion ó mitad del cementerio dedicado á los nichos,
es dos varas mas elevada que su parte inferior de sepulturas,
á que desciende por tres calles : y la del medio, que sale de la
capilla, tiene á su laclo dos jardines cuadrados con mas de mil
nichos en 16 divisiones, que unen 16 rejas por sus medios, y
ángulos con igual número de sembrados, cuyas veredas diri-
jen al medio del cuadro en que están los grandes osarios : así,
presentan por todas partes la vista mas armoniosa y ménos
ofensiva á quien quisiere caminar todo el cementerio, sin en
trar á los entierros; pues determinados los tránsitos por los
respaldos de los nichos, adornados de pilastras con bellas ma
cetas de flores, se disfraza el objeto á que sirven. •
La calle principal, que divide estos'dos 'cuadros, está pobla
da de elevados cipreces, trasplantados con dos líneas de yer
bas aromáticas á sus costados: es de 20 varas de ancho, y á las
80 termina en un angelorio situado en el medio del cemente
rio. Esta es una de las piezas mas armoniosas, cuya vista en
riquece todo el edificio: su formacion: consiste en 4 frentes;, de
á 48 nichos pequeños, en 4 órdenes, y 4 rejas que cierran sus
esquinas : el osario de 8 varas de diámetro en el centro del cua-
/ dro, es la base de un obelisco, que se eleva hasta 16 varas con
suma sencillez y gracia, rodeado de un terraplen: desciende
por do* rampa* á ia parte inferior, dejando á sus lados dos
—219—
jardines medianos entre dos calles anchas, y esi la misma for
ma se dirijen al respaldo del cementerio, en cuyo medio hay
una portada toscana del mismo estilo que las dos de la facha
da principal.
Esta parte inferior sigue con cercos pequeños el mismo or
den de las divisiones de los nichos, para que sus calles guar
den rectitud y armonía : todas terminan en 14 rejas de venti
lacion, en cuyo frente se ha de colocar una estatua del salva
dos en actitud que nos recuerde los pasos de su via sacra : así
resultan interceptados dos entierros de adultos de á 1800 se
pulturas con sus osarios, 4 de á 900 y 4 menores para párbu-
los, que se alternarán por años.
La idea de este edificio, su bella situacion, solidéz y buen
gusto de su ornato, la celeridad de su ereccion en término de
un año; el arreglo de sus ordenanzas, las precauciones y de
coro con que sirve á su intento, eo,j notable economía del pú
blico y sin pensionarle, hacen singular su establecimiento en
todas sus partes, y acreditan que todo lo ha dirijido la Divina '
Providencia para conservar el aseo de sus templos, en cuya
refaccion y adorno ha consumido esta ciudad mas de un m'llon
de pesos en los últimos doce años.
Una de las cualidades que recomiendan este establecimien
to, es la ereccion del almacén de auxilios para el transporte de
los cadáveres, situado en el Martinete ; pues facilita los recur
sos oportunos por hallarse á la mitad del camino, siendo trán
sito mas inmediato y menos frecuentado del vecindario; que
proporciona la salida de ios carros fúnebres por fuera de ia
muralla, cuyo paso se ha hecho mas cómodo que el de la calle
de Maravillas.
Pero sobre todo, el intento de que la contribucion do los en
tierros en nicho, sufrague para redimir "al público ' de 'la exor
bitante gabela de los paramentos fúnebres, tomando el campo
santo la pension de mantener á los encarcelados, con la reba
ja de dos tercias partes ó mas del alquiler de aquellos, nos lia
rá mirár el cementerio como un monumento que nos recuerde
en telo tiempo la época feliz fin que se restituyó el decoro á
los templos, la policía á la ciudad, la propia sepultura á los ca
dáveres de los fieles, y el consuelo a las familias desoladas,
que no tendrán en lo sucesivo, el dolor de tolerar en las mas
tristes circunstancias la dura ley, que penaba tan inconsidera
damente á los que salian de la vida.
Por esto un filósofo cristiano, absorto en la contemplacion
de los bienes, que de tan piadosa ereccion resultan, á la reli
gion, á la patria y humanidad, fijando los ojos en este gran
edificio, levantado sobre las que han de ser tumba de los muer
tos, convirtiéndose á su benéfico autor, exclamó: ilustre Abas
—220—
cal, acelera la conclusion de este suntuoso cementerio, que la
religion, la humanidad y el amor al dulce pueblo que rijes, te
han obligado á emprender, lío sean mas nuestros templos y
hospitales los palacios de la muerte. En el Santuario del Dios
vivo, solo se sienta el olor agradable del incienso; y el del bál
samo salutífero en las casas de piedad.
A la sombra de los álamos y cipreces, y entre los fragantes
mirtos y romeros, reposarán aquí nuestros despojos, haciendo
gratas las mansiones, hasta ahora funestas de los muertos.
Aquí, las rosas y jazmines, enredarán sus raices con los hue
sos del virtuoso; cubrirá la alta palma las cenizas del guerre
ro, y vosotros encendidos y amables lirios crecereis sobre los
sepulcros de los sábios. Las plantas fecundadas por el polvo
humano, recuperarán en primavera la lozanía perdida en el
invierno; retoñarán las flores, que ya habian muerto, y esta
magestuosa escena anunciará, que esperan aquí tambien nues
tros humillados cuerpos su resurreccion y su vida.
Reglamento provisional acordado por el Excmo. señor
D. José Fernando de Abascal y Sousa, Virey y Capi
tán General del Perú, con el Illmo. señor D. D. Bar^
tolomé María de las Heras, Dignísimo Arzobispo de
esta Santa Iglesa; para la apertura del cementerio
general de esta ciudad, conforme a lo ordenado por
s. m. en reales cédulas de 9 de diciembre de 1786 y
3 de abril de 787. (1)

EL COLECTOR DEL CAMPO SANTO.

CAPITULO I

Celará de que todas las iglesias de esta capital empiecen á


cerrar sus bóvedas, sepulturas, osarios y demas lugares de en
tierro de su circuito desde el dia inmediato á la bendicion so
lemne ó apertura del Cementerio General, y lo verifiquen
el término de quince dias, contados desde primero de Junio
próximo, inhabilitando estos enterratorios de modo, que no
vuelvan á servir, ni quede señal de su entrada con lápida se
pulcral ni cosa que lo denote; exceptuándose únicamente los
sepulcros de personas venerables por el concepto de santidad,

[1] Véase la página 75 de dicha relacion.


—222—
de los cuales nos pasará razou, par:: determinar lo convenien
te á su custodia, y en su consecuei.aia, nodarán sepultura á
cuerpo alg uno desde dicho dia, bajo la multa de cincuenta pe
sos, y las demas de nuestro arbitrio ; quedando al del Eeal Pro-
tomedicato el prevenir las precauciones de infeccion, é impe
dir se hagan excavaciones en los calvarios, sin que precedan
las licencias debidas.

II.

Franqueará á las personas distinguidas, cofradias ó herman


dades, los nichos que quisieren tomar en las respectivas divi
siones del campo santo, cuya propiedad se les concederá, con
tribuyendo de contado el costo de los que eligiesen á razon de
doce pesos ; advirtiendo, que al acto de ocuparse cada uno, ha
de satisfacer la casa mortuoria dos pesos por la conduccion del
cadá ver, y diez por la colocacion en el nicho, cuya pension será
uniforme á todos.

III.

A las comunidades y personas privilegiadas en el sitio, dará


tantos boletos impresos y numerados, cuantos nichos les per
tenecieren, para que á su tiempo escriban" en ellos el nombre
del difunto á quien ha de servir cada uno: así evitarán la mo
lestia de dirigir persona que los franquee, y el costo de poner
cerraduras á los nichos, con deformidad y ofensa de la fiel ad
ministracion ; por lo que se prohiben, como así mismo, el ador
narlos coi' trofeos, epitáflos y toda singularidad que exceda
de un escudo sencillo con el título de pertenencia, escrito en
la parte superior con que se distinguirán.

IV.

Así mismo podrán costear osarios particulares, los dueños


de los nichos privilegiados, mas será dentro de sus límites; sin
variar la forma comun, cuya puerta ó tapa colocada en el pa
vimento, será de bronce de media vara en cuadro; y su llave
la conservarán hasta el tiempo de la evacuacion de sus entier
ros, en qua ocurrirán á renovar los boletos para seguir el
¡nis^ii órden.
-223—

El clero y comunidades religiosas, tendrán gratuitamente la


propiedad de sus nichos ya destinados, y no mas por ser suficien
tes; pero guardarán el órdeu prevenido en los boletos, para
evitar cualesquiera equivocacion ó fraude; y al fallecimiento
de sus individuos avisarán al colector, remitiendo dicho bole
to con el nombre del cadáver, firmado del Prelado local, y la
contribucion de dos pesos por la conduccion con diez mas los
eclesiásticos seculares pudientes por el nicho.

VI.

No podrá el colector dar propiedad de nicho á otras perso


nas sino á las que por patronato tuviesen sepultara separada
en las iglesias, y á los títulos de Castilla, que la pidieren en
su respectiva division. , ,

VJL

Los que no tuviesen propiedad de nicho, ni accion á los de


privilegio y quisiesen ser sepultados en una de las dos divi
siones del apostolado, mandarán satisfacer al colector diez pe
sos, para que lo anote en el boleto parroquial ántes de la con
duccion del cadáver, siguiendo el número del últimamente
ocupado, para que por ningun pretesto se pierda su ilacion ;
pues en conservarla consiste el buen orden, y que se verifique
la total aniquilacion de los cuerpos.

VIII.

Lo mismo deberá entenderse respecto de los párbulos, cuyo


entierro quisiesen hacer en los nichos del Angelorio; con la
diferencia de que solo contribuirán cinco pesos, y dos por la
conduccion; pero si por eleccion de las familias privilegiadas
224
los sepultasen en sus nichos de adultos, en tal caso, pagarán
como si lo fuesen.

IX.

No se permitirá que á la evacuacion de los nichos se extrai


gan por los interesados los ataudes ni cajas que sirvieren á los
cadáveres; ni tendrá derecho á ellas persona alguna, sino que
como propias del campo santo las beneficiará en auxilio de los
que no las tuviesen, ó no quisieren costear nuevas.

Depositará en cada Parroquia los boletos impresos, que se


consideren bastantes para aquel año, numerándolos ántes, y
previniendo á los señores Párrocos y Curas Castrenses, escri
ban en cada uno por su orden, el nombre del cadáver que re
miten al Campo Santo, la Iglesia ú Hospital donde debe reci
birlo ei Presbitero conductor; el dia del fallecimiento, con ex
presion de sexo, calidad ó casta; si es párbulo ó forastero, cu
yo documento autorizado con la rúbrica del Cura, entregarán
a la casa mortuoria, encargando que sin pérdida de tiempo lo
presenten en el almacen del Campo Santo, situado en el Mar
tinete, donde satisfarán al colector la cantidad de dos pesos
por conduccion y sepultura.

XI.

Será de cargo del colector tener preparados los carros fúne


bres de Parroquias á las seis de la mañana, y los de hospitales
á las seis de la tarde, con los boletos parroquiales, y de propiedad
de nicho, que aquel dia ocurriesen, y los entregará al. Presbí
tero conductor, para que con ellos pase á recibir los cuerpos,
como se dirá en su instruccion.

XII.

Igualmente será uno de los principales cuidados del colec


tor, conservar con el mayor aseo los carruajes del campo san
—225—
to, y todo lo anexo á su servicio, para que este sea el mas de
coroso y grato que permita, como ahora se ha procurado pre
parar sin omitir gasto; y en su consecuencia, se prohibe abso
lutamente, que cadáver alguno pueda ser trasportado en otras
ruedas, ni con mas acompañamiento que el Presbítero conduc
tor en la forma y tiempo, que se dirá en el artículo 1? del ex
presado presbítero.

Historia—20

*
!

'
AL PUBLICO

AETICULO I.

Se previene, que la primera traslacion de los cadáveres en


público ó secreto, deberá hacerse como hasta ahora, desde la casa
mortuoria á la propia Parroquia ó á otra Iglesia, si en ella haya
de celebrarse misa de cuerpo presente: previniendo á los do
lientes, que siendo en secreto, y en carruaje acudan al alma
cen del Campo Santo por la calesa dispuesta á este fin con la
contribucion de dos pesos, y se prohibe la conduccion directa
al campo santo, como indecorosa y expuesta á causar perjui
cios, por cuyo medio se asegura, que en los libros parroquiales
no se omita la constancia del fallecimiento, que no se defrau
den sus derechos : que las comunidades no carezcan de este
alivio á su indigencia; que no se abrigue un asesinato con la
celeridad del entierro, y que no se altere el sagrado rito.

II.

Será obligacion de las Iglesias, donde se celebren exequias,


el evacuarlas desde las 6 á las 8 de la mañana precisamente,
aunque sea dividiendo estas funciones en sus capillas separa
—228—
das cuando no pudiesen en una por ocurrir varios muertos; y
si á la hora prefijada no se hubiesen expedido, autorizamos al
Presbítero conductor para que con los sirvientes que lleva, ex
traiga los cadáveres desde la tumba ó donde se hallasen, y nos
dé parte de la resistencia si la hubiere, para cortar el abuso,
por convenir así al mejor órden del campo santo, al de las mis
mas comunidades y al bien público.

III.

La conduccion de los que muriesen en hospital, se hará di


rectamente al Campo Santo en el carro destinado á ellos al to
que de oracion; y cuando el cúmulo de cadáveres no permita
todo su trasporte por entonces, volverá el carro á las seis de
la mañana siguiente, llevando siempre las cajas prevenidas
para la mayor decencia y precaucion de los cuerpos.

IV.

Todos los entierros deberán hacerse el dia siguiente al falle


cimiento, constando este con seguridad, pero de ningun modo
antes ; ni se postergarán sin causa, en cuyo caso luego que se
advierta la corrupcion, se clavará el ataud aunque sea ántes
de la exportacion á la iglesia, conforme á lo prevenido en el
capítulo 2? de las Eeales Ordenanzas de 15 de Noviembre de
1796, respectivas á la policía de la salud pública, cuya diligen
cia se hará con todos despues de finalizadas las exequias, siem
pre que se haya de sepultar en nicho, pero nunca se enterrarán
con ataud en las humaciones.

V.

Los cuerpos que se destinen á cualquiera de los nichos de


párbulos ó adultos, será condicion precisa que lleven ataud, y
escrito su nombre en la cubierta, para evitar equivocaciones y
conciliar el aseo.

VI.

Se declara que el derecho de conduccion deberá ser privüe-

v
giado á todo otro parroquial, porque en él se comprende la se
pultura, pero no se franqueará nicho á quien no hubiese satis
fecho el derecho de cruz, lo cual notarán los señores párrocos
en los boletos.

VII.

Los hermanos de la caridad proveerán sobre la conduccion


de los ajusticiados, hasta colocarlos en las sepulturas preveni
das para ellos en el Campo Santo, sin que l>or motivo alguno
se varíe este órden, ni se les conceda nicho.

VIII.

Cuando ocurra el fallecimiento de alguna persona, cuyo con


cepto de virtud merezca distinguirse en el sepulcro, se nos
consultará por nuestro Provisor y Vicario General, para orde
nar entonces lo conveniente, segum la ley 1? del tít. 3? libro 1?
del nuevo Código.

IX.

Si por falta de noticia no hubiese ocurrido el Presbitero con


ductor á recibir el cadáver en su debido tiempo, será obliga
cion de la iglesia ú hospital donde se hallase, el prevenir sin
dilacion al colector, bajo la multa que se impondrá á quien
debió dar este aviso, con respecto á la demora culpable en omi
tirlo.
»
EL PRESBITERO CONDUCTOR.

CAPITULO I.

Deberá presentarse en el almacen del Martinete á las seis


de la mañana en ropa talar, donde recibirá del colector los bo
letos, y por ellos se impondrá de las iglesias donde ha de ocur-
sacándolos con los sirvientes; pre
senciará su colocacion en el carro fúnebre, y cerrará con lla
ve. Verificada la ocupacion de los lugares que admite, ó com
pleto el número de los muertos, que aquel dia se han de con
ducir, mandará al cochero que por las calles mas escusadas se
dirija á la de la Barranca á paso moderado, y con la mayor
compostura, pero sin ceder la cera que tomase á otro carruaje
que la ocupe, pues así lo exije la insignia de «$► que domina a
carro, y el respeto que todos debemos tener á los cuerpos, qv
'a iglesia acaba de honrar como templos del Espíritu Santo
—232—

II.

Siguiendo su curso hasta el Martinete, entrará al patio del al


macen, siempre que ocurra remudar midas ú otro accidente,
que no pueda remediarse con decencia, y tomando el camino
por fuera de la muralla, entrará en el de Maravillas é impedi
rá le acompañen otros carruajes.

III.

Llegado á la puerta principal del Campo Santo, pondrá en


manos del primer capellan los boletos que recibió del colector,
identificándolos con los respectivos cadáveres que conduce.

A las cinco y media de la tarde en el invierno, y á las seis


en el verano, se presentará en el mismo almacen para sacar el
carro de hospitales, donde recojerá los cuerpos, cuyo falleci-
cimiento haya certificado el capellan de semana, ó enfermero
mayor; y no permitirá que por motivo alguno se demoren, lo
que si sucede por ocultacion^ á pretesto de proporcionarles mas
sufragios, nos dará parte para su remedio.

Si no pudieron ser conducidos en aquella noche los cadáve^


res de hospitales, se repetirá su trasporte á las seis de la ma
ñana siguiente, como se previno en el capítulo 3? del público.

-., . V I.

Cuando alguna iglesia no hubiese evacuado las exequias á


las ocho de la mañana, aunque sea con motivo de tener el cuer
po honores militares, lo extraherá de donde se hallase sin opo
sicion, y se harán aquellos en la. misa posteriormente.
—233—

VIL

No recibirá cadáver que no haya reconocido Parroquia, ni


tenga boleto del colector, excepto los párbulos expuestos en las
iglesias, las que deberán avisar ó trasladarlos á donde deba
ocurrir el carro funebre en aquel dia.

Historla.—21
\
CAPELLANES,

CAPITULO I

El primer Capellan deberá recibir del Presbitero conductor


los boletos y cadáveres en la puerta de la capilla, acompañado
del segundo capellan, sacristan y sirvientes, á quienes instrui
rá de la clase de sepultura de cada uno, estando colocados aque
llos sobre las gradas del altar, con dos velas encendidas en él,
ínterin se proceda á su entierro sin pérdida de tiempo.

II.

Será tambien de su cargo, reservar los boletos en su órden,


S. hacer el asiento en el manual ó diario, que luego pasará al
libro de Parroquias, á fin de que haya la debida constancia.
—236—

III.

Asi mismo confrontará todos los meses sus asientos diarios


con los del colector, y los boletos con los libros parroquiales,
cuya operacion autorizará con su rúbrica.

IV.

La conservacion y método de boletos y libros en el archivo,


será uno de los principales cargos de su empleo, sin permitir
esta confianza en los casos precisos á otro que el segundo ca
pellan ; pero ambos estarán impedidos de extraer estos docu
mentos ni dar fé de muerte, por ser privativo de los párrocos.

V.

El segundo capellan á la hora de recibir los cuerpos de par


roquias, se presentará en la puerta de la capilla con capa pluvial,
acompañado del sacristan en sobrepelliz, que le ofrecerá el hi
sopo, rociará los cuerpos con agua bendita, é instruido del lu
gar del entierro de cada uno, los hará conducir por las puertas
respectivas á él, acompañándolos alternativamente, de modo
que presencie la sepultacion de todos, entonando a cada uno
el oficio que previene el ritual romano para este caso.

VI.

En la sala de su habitacion fijará en la pared cada año, las


tablas, que segun el modelo señalan los nichos, y su pertenen
cia, para que siguiendo el orden de su ocupacion, se conserve
la identidad del número con los boletos, y se verifique la ma
yor antigüedad en la evacuacion.

VII.

Esta no se hará hasta que no se hallen todos lds nichos cer


rados, en cuyo caso presenciará la apertura de los que hayan
de ocuparse, y la traslacion de los despojos al osarío respecti
vo^ sin confiar la llave de estos ni de los cementerios á perso
na alguna.

VIII.

Igualmente celarán del aseo y moderacion con que deben


portarse los sirvientes del Campo Santo en estos aétos, y de
que al tiempo de recibir y sepultar los cuerpos, no se presea-
ten sin el traje dedicado á este fin, ni los conduzcan de otro
modo, que cargados en el féretro.

IX.

Los cadáveres de hospitales que llegasen por la noche, se re


cibirán por ambos capellanes, y quedarán an sus cajas cerra
das en la pieza del depósito, de la que recojerá la llave el se
gundo capellan. A las seis de la mañana siguiente, les dará
sepultura en los mismos términos que se han dicho, advirtíen-
do, que empezando este año por la primera division de sota
vento, no pasará á la siguiente hasta el próximo, y entonces
se cerrará su entrada con el mismo pretil ; de forma, que alter
nando' por años las otras divisiones, puedan descansar los ca
dáveres ocho años sin ser movidos; practicando lo mismo con
los cuatro entierros de párbulos.

X.

Procurarán celebrar á hora fija los (fes festivos, llamando


con campana, y cumplido el cargo particular de misas, que ca
da uno tuviese, y con las asignadas por la Real Congregacion
de Nuestra Señora de la O, aplicarán los dias vacos á benefir
cio de las almas, cuyos cuerpos yacen en aquel lugar santo:
entendiéndose este cargo personal, y no expedible por ot*p sa
cerdote, que no tenga oficio en la casa, pues solo á estos se les
concede poder celebrar en la capilla, y de ninguna suerte á
otros, aunque lo quieran hacer por devocion.

XI.

Tampoco les será permitido, poner por sí ni permitir deman


da de ánimas, ni otro petitorio devoto, desde la portada de
Discurso que dirije á su grey el Illmo. señor Dr. D.
Bartolomé Maria de Heras; dignísimo Arzobispo de
esta metrópoli con motivo de la apertura y bendi
cion solemne del cementerio general erigido en esta
CAPITAL.

En una época de las mas críticas, y complicadas para esta


capital, se ha podido emprender y llevar á su término un Ce
menterio general ó Campo santo, cuya fábrica por su exten
sion bello órden, solidéz y decencia, no tiene que envidiar á
las mejores de Europa. Los Templos, y la salud pública van
á lograr un inestimable beneficio, cuyas ventajas descubrirá
cabalmente el tiempo, y calculará con exactitud la posteridad.
Esta empres?, que en las circunstancias se habria juzgado in
superable para otros génios, ha venido á ser fácil y expedible
para el esclarecido celo del Excmo. señor Virey, que agita sus
providencias á medida del interés público, y de las intenciones
régias bien expresas en diferentes reales cédulas, circuladas á
esta América.
Pero lo que mas ocupa mi imaginacion, y exita mis grandes
deseos, es su grata aceptacion, que aunque nueva para nues
—241—
tro público, ha sido la primitiva de nuestra nacion, la antigua
de la iglesia, la práctica racional loable y santa, la amada por
nuestros soberanos, y la proclamada en todos los siglos. Por
lo que vivamente exórto á todos mis párrocos, prelados regu
lares y capellanes de monasterios ó iglesias menores, que di
fundan entre los fieles estos sentimientos, aprovechándose de
la cópia inmensa de memorias, que presenta la Historia Santa,
la Eclesiástica y la Política.
Por ellas es incontestable, que en el dilatado espacio de dos
mil y quinientos años, que cuenta la ley natural, no se advier
te un solo sepulcro en el interior de las poblaciones. El prime
ro que menciona la Escritura es el de Sara, muger de Abra-
ham en el campo Ephron, que se hizo célebre por la exhuma
cion de Abraham, Isaac y Jacob con sus tres esposas, Sara,
Eebeca y Lia. (1)
Lo fué igualmente otro situado en el campo Hebron, que
vino á ser el asiento comun de los Patriarcas, y donde segun
la opinion comun, reposa nuestro primer padre Adan. (2) En
la misma forma aparecen situados en el campo los demas, que
recuerda la Escritura, y los historiadores profanos.
Esta costumbre adquirió mayor vigor en la ley escrita, que
duró mil y quinientos años: declarando uno de sus preceptos
por inmundo á todo el que tocava algun cadáver, hueso hu
manó, ó sepulcro, y asignando al infractor la pena capital: el
grave recelo de contraer esa impureza y el amor á la vida, em
peñaron á los hebreos en alejar los muertos de los vivos (3).
Las gratas, los bosques y montes, fueron el depósito de los
cadáveres de sus patriarcas, profetas, sumos sacerdotes y sus
héroes mas ilustres (4). Solo el panteon de loa reyes de Ju-
dea inmediato al de David, erigido en las entrañas del monte
Sion, vino á situarse en un ángulo de Jerusalen ; pero hallán
dose lejos del centro de la poblacion, y colocados sus cadáve
res en túmulos de mármol bien cubiertos, no se exponia el
cumplimiento de la ley, ni perjudicaba á la salud pública (5).
Asi es induvitable, que los osarios comunes de aquella nacion
se hallaban fuera de poblado. Jerusalen los tenia en el valle
Cedron, y las otras ciudades los formaban en sus campos in
mediatos, que la Escritura titula Sepulcros del vulgo ( 6 ).
(1) Genes. cap. 2" , v. 17, 19. Calmet dissert. de fun. et sepnlt. haebreo-
rum.
¡2] Gen. cap. 47, v. 30, cap. 49, v. 30, cap. 50. Calmet, Diccion, sac. scrip.
v. Hebron.
3] Numer. cap. 19, v. 11.
4] Hieronimus in epitaphio Paulai.
5] Reg. lib. 3, cap. 2. v. 10, 11, 14. Calmet in expesit. v. 10.
"6J Jerem. cap. 26, v. 23. Reg. lib. 4, cap. ,\ G.
Historia—22
—242—
Instituida nuestra santa iglesia antes que en parte alguna
en Judéa, Galiléa y Samaría, adopta desde su origen esa prác
tica del pueblo judaico. En nuestro Salvador vemos el ejem
plo, cuyo cuepo colocó Aritmatea, persona muy distinguida
de Judéa, en el mismo sepulcro que tenia destinado para sí,
cerca del Calvario ( 7 ) . Difundida despues la iglesia por el
imperio romano, respeta sus leyes y costumbres, que separa
ban los cadáveres de las pablaciones y templos con no menos
rigor que los hebreos, con respecto á la salud pública, y á la
santidad da los lugares dedicados al culto de sus dioses. La
ley de las. doce tablas concebida en estos términos : Twminem
mortuum in urbe, ne sepelito, neve uríto, fué refrendada muchas
veces á todas las ciudades y municipios de aquel Imperio, por
particulares constituciones y rescriptos de sus emperadores ( 8 ).
Las vias públicas de Eoma se hicieron bien célebres por las
sepulturas de los Apóstoles y algunas familias ilustres, como
tambien fueron muy conocidos por enterratorios comunes di
ferentes pozos ó cisternas.

Esta fué la costumbre universal del cristianismo en los tres


primeros siglos, sin eximir de ella aun á los prelados y á los
santos mártires, como lo contestan sus actas y anales (9).
Por el grande y justo interés que se tenia en la preciosa con
servacion de sus reliquias, se arbitró colocarlos en las Cata
cumbas separadamente del resto de los fieles, ó con un ropaje
purpurado, que los distinguiese del comun, ó en algunas he
redades de los campos vecinos, que dieron origen al gran nú
mero de los cementerios, que circulan á Roma ^ 10). De esta
manera fueron sepultados los treinta y tres supremos pontífi
ces anteriores á la paz del gran Constantino, que á la superior
dignidad de la Iglesia, agregaron la del martirio ; y esta prác
tica siguió á todos sus sucesores hasta la mitad del siglo V,
donde se comprenden muchos varones santos, como se prueba
por el libro de los romanos pontífices (11). Y hallándose cer
rados los templos y ciudades para esos campeones esclareci
dos ¿cuanto mas no estarían para el comun de los fieles? Si
para las primeras personas de la gerarquía del Santuario eran
dignos sepulcros los cementerios del campo, ¿quien se atreve
ría á mirarlos con desprecio, ó anhelar otros distintivos?
Todo el respeto, atencion y gratitud al incomparable Cons

[7] Joan. cap. 19, v 38, 41. Math. cap. 27, v. 60.
[8] Cicer. de leg. lib. 2. Manhar. De re antiquaria Graecorum Roman et
German, t. II n. 117.
(9) Fleuri: De disciplina Populli Dei cap. 21.
(10) Damas, in Crónica, et Burius in vita P. Anacleti, et v. colobium,
(11) Baron: ad annos 352, 367, 398, 417, i23, 440.
—243—
tantino, apenas bastó para concederle sepultura en el pórtico
del templo de los Apóstoles San Pedro y San Pablo de Cons-
tantinopla, que él mismo habia costeado. Su hijo Constancio,
que le sucede en el Imperio, miró como especial gracia poder
colocar sus cenizas en el atrio del Pescador. Así los pórticos
de dicho templo vinieron á ser el panteon de los Emperado
res del Oriente, y de su augusta familia por mas de un siglo,
como tambien de los Obispos de Oonstantinopla ( 12 ) .
Este ejemplo forma la nueva disciplina por aquel tiempo
de sepultar en los pórticos de las Basílicas á toda persona
ilustre, ó por dignidad, ó virtud, ó por servicios á la iglesia.
Se construían espaciosos y con arcos fuera de los templos á lo
largo, bien conocidos por el nombre de Exedras (13). Y exi-
tado el comun por este ejemplo, aspiró á cementerios inme
diatos á las iglesias, con el objeto piadoso de lograr algun
fruto en la proximidad á las reliquias de los santos ( 14 ) .
Teodosio el magno publica su famosa constitucion de 381,
contra este desórden . No solo prohibe sepulcros dentro de los
templos y ciudades, sino aun manda extraer fuera á todo ca
dáver: Omnia quae supra terram urnis clausa, vel sarcoplmgis,
corpora detineantur, extra urbem delata ponantur. Y esta ley
dió origen dos siglos despues á la otra de Justiniano en el
Código: Nemo Apostolorum et Martirum sedem humanáis earpo-
ribus existimet, esse concesam (15).
Eoma y Constantinopla principales iglesias del cristianismo
miraron estas leyes con el mayor respeto; mas el abuso, á ma
nera de un torrente, se pricipitó por las iglesias particulares,
señaladamente de Africa. Viendo colocarse en el templo las
reliquias de los mártires, admiten fácilmente á los varones
santos, despues se franquean á la dignidad, y ultimamente á
los beneficios que la piedad y el orgullo de los fieles erogaban
ampliamente.
Pero en todos tiempos las almas esclarecidas combaten es
ta relajacion y sus pretextos. Los santos padres están confor
mes con San Agustín, quien á solicitud de San Paulino Obis
po de ífola; emplea su gran doctrina y admirables talentos
en el libro intitulado Cura pro mortuis para persuadir que la
santidad del lugar no aprovecha al cadáver pecador, porque
no expía sus culpas, ni lo profano del lugar perjudica al cadá
ver justo ; pues sus carnes devoradas por animales, incendia
das ó arrojadas á las aguas, se han de reunir y suscitar inte-

(12) Chrisoat. homil. 26. secunda ad Corinth.


(13)Gothof, in 1, 6, Cod. Theod. tit. 17 de sepulc. viol.
(14) Murat. tom. 2. Anedot. disquis 3.
(15) L. 6. Cod. TheodoH. tit. 17 de sepulc, viol. L. 2. Cod. Justin. de sa
cros. Ecclea.
—244— »
gramente á la voz del Autor Omnipotente. que las formó de
la nada. Asi concluye, que toda la distincion y grandeza de
los funerales es consuelo de vivos, no sufrajio de difuntos:
Vívorum sunt qualíacumque solMia, non adjutoría mortuorum.
El Papa San Gregorio adelanta el pensamiento, diciendo : que
todas estas exterioridades ó accidentes, lejos de aprovechar al
que muere en pecado, le serán de mayor condenacion, pues
añade á sus culpas la presuncion y temeridad de que igual
mente será juzgado. Y en confirmacion de este propósito,
acota con varios castigos terribilísimos del Cielo, sucedidos en
sus dias contra, los que por esa vanidad culpable mandaron
sepultarse en el templo (16).
En los mismos tiempos del abuso, la iglesia siempre aboga
por la instauracion de su primitiva y santa disciplina. Casi
no hay Synodo del siglo IX, tan fecundo en estas Asambleas
Eclesiásticas, que no combata y reforme la relajacion comun.
Son bien terminantes las decretales de Gregorio el grande y
las capitulares de Cario Magno, cuya puntual observancia
ejecutoriaron con su personal ejemplo los Prelados de aquella
época, y las personas insignes en piedad y alto caracter, cui
dando vivamente de er sepultados en cementerios y no en
iglesias (17). ,
Nuestra España fué sin duda la noble porcion del cristia
nismo mas celosa de la austeridad y pureza primitiva. El Con
cilio primero de Braga, Metrópoli entonces de Galicia, cele
brado en el año de 561 prohibiendo severamente toda exhu
macion de cadáveres en sus Basílicas, dice: "Si hasta ahora
" conservan nuestras ciudades en toda su firmeza el privilegio
" de no enterrar dentro de sus muros cueípo alguno, cuanto
" más dignas son de esta exencion las Basílicas, por reveren
cia á los Santos Mártires (18)!"
Los mas autorizados monumentos de inscripciones, lápidas
y panteones, demuestran que nuestras, iglesias se mantuvie
ron cerradas por doce siglos, aun para las personas de los re
yes: asunto que desempeña eruditamente el informe de la
Eeal Academia de historia al Supremo Consejo de Castilla
sobre esta materia, indicando los sepulcros Eégios, que se dis
tinguen en Leon, Asturias y Aragon.
Formado en el siglo inmediato el Código de las partidas
por el señor Alonso XI, cuando ya habia cundido la relaja
cion á nuestra península, previene los .cementerios p. ra el en
terramiento comun, exceptuando únicamente á pocas perso-
(16) Gregor. lib. 4. Dialog. cap. 50 2o 51 .
(17) Gonz. lib. 3. Decret. tit. 28. de sepiút. cap. 1. Thomasin lib. 1. part.
3. cap. 68.
(18) Can. 18.
—245—
nas privilegiadas. Estas son palabras en la ley 4 tit. 13 pavt.
1. "Elos Obispos deben señalarlos cementerios en las iglesias
"que tuvieren por bien que haya sepulturas: de manera, que
" las iglesias Catedrales ó Conventuales haigan cada una de
"ellas cuarenta pasadas á cada parte por cementerio, y
" las parroquiales treinta, pero esto se debe entender de esta
"manera; si fueren fundadas en tales lugares que no se lo
"embarguen castillos ó Casas que esten muy cerca de ellas:"
Y en la ley XI del mismo título y partida dice así: "Soterrar
" no deben ninguno en la iglesia, si non á personas ciertas que
" son nombradas en esta ley, asi como á los reyes, é á las rey-
" nas é sus hijos, é á los obispos, é á los priores, é á los maestros
" é á los comendadores que son prelados de las órdenes é de las
" iglesias conventuales, é á los Eicos omes, é los omes honrados
" que hiciesen iglesias de nuevo, ó monasterios, ó escojiesen en
" ellas sepulturas, ó á todo ome que fuese clérigo ó lego que
" lo mereciese por santidad de buena vida ó de buenas obras.
" E si alguno otro soterrasen dentro de la iglesia, si non los que
" sobre dichos son en esta ley debelos el obispo sacar ende
En todo tiempo han sido constantes las Constituciones Epis
copales, los decretos conciliares y reclamos de toda especie en
la iglesia contra el abuso, cuyos documentos acreditan su es
píritu y uniforme modo de pensar. Si no han podido detener á
la piedad indiscreta y á la va nidad mundana, han sido unos mu
ros contra la prescripcion, que nunca podrá alejarse en per
juicio de la santa disciplina.
No solo se han empleado las consideraciones espirituales y
divinas, que ofrece el verdadero carácter de una casa del Se
ñor, donde solo debe percibirse la suavidad de los inciensos y
aromas ofrecidos, y no el ambiente fétido de los cadáveres,
sino tambien las temporales y humanas de la salud pública.
Se ha advertido, que un aire cargado de emanaciones cada
véricas, lleve la semilla y fermento de todas las fiebres pútri
das y enfermedades malignas. Que introducido por la respi
racion en los pulmones, que son lis partes mas susceptibles de
toda impresion morbífica, es apto para propinar la muerte, y no
para conservar la vida. Y que por tanto, se convierte en te
mible y odiosa la grata y útil mansion en los templos. Si los
muebles y alhajas, por el contacto de un cuerpo enfermo, oca
sionan un uso peligroso y acaso mortal; ¿cuál no inducirá un
aire conductor de las exhalaciones del cuerpo corrompido?
Los sábios físicos del siglo, contraidos á esclarecer esta ver
dad, ministran un crecido número de estragos, y sucesos es
pantosos que han ocasionado la apertura de los sepulcros.
Nuestra edad atenta á las reflexiones propuestas, adopta
con prontitud y complacencia, la ereccion general de ce
—246—
menterios en distancia de la poblacion. Principia el ejemplo
por la corte de Viena, pasa á la Prusia, continúa á la de Fran
cia, Suecia, Dinamarca, Florencia, Modena, y otras muchas de
Europa, y sobre todo á nuestros benéficos monarcas, quienes
erijen dos panteones magníficos, uno en el sitio del Pardo y
dtro en el de San Ildefonso, que han ido sucesivamente conti
nuando las principales ciudades de la Península.
Esta capital veneradora de sus soberanos, dotada de supe
riores luces, y poseida de la verdadera devocion, con muy po
co exfuerzo depondrá las preocupaciones conservadoras acia
gas de la perniciosa práctica, en que ha vivido, y comprende
rá fácilmente, que la piedad y devocion para con los santos
que la estimulan á anhelar las sepulturas en las iglesias, lejos
de disminuirse, ántes se aumentan abdicando los fieles esa
práctica por reverencia á los mismos santos, y por restituir á
sus templos la pureza y hermosura, que les usurpa el fetor de
los cadáveres. Se convencerá de la dignidad y excelencia de
los cementerios, santificados por la iglesia para sepultura de
sus hijos con especiales bendiciones por las que se pide
al Señor, que aquel lugar sea consagrado; que conceda á los
difuntos, que allí estuvieren, el reposo y descanso eterno: que
los libre de las incursiones de los espíritus malos; que en el
dia terrible del juicio general les dé una resureccion gloriosa.
Los hebreos miraban con grande respeto los cementerios, y
los titulaban Domus viventiun, la casa de los vivos, para ex
presar la fé de la inmortalidad de las almas. (19) Nosotros
con mas razon debemos ocuparnos del mismo sentimiento,
acercarnos á ellos con mas esperanza, y reputarlos con la pri
mitiva iglesia por depósitos dignos aun de los primeros Prela
dos, y Santos mártires. Se comprenderá finalmente, que no se
reprueba el deseo de sepultarse en un lugar santo y consagra
do, ni tampoco la pompa fúnebre que ha sido permitida. (20)
Lo primero es pio, religioso, y muy conforme á lo que pra eti
caron los Patriarcas, que murieron en Ejipto, mandando con
ducir sus cuerpos á la tierra de promision, que miraban como
una tierra que habia de santificarse con la vida y muerte del
Hijo de Dios hecho hombre. Este sentimiento ha sido recono
cido aun entre los pueblos gentiles ; y es una sábia reflexion
de San Agustín; que si pertenece á la Religion, sepultar los
muertos, no puede menos que pertenecer á la misma, el que
esto sea en un lugar digno. (21) Pero este deseo religioso y
pio, queda plenamente satisfecho en los cementerios, que no

(19) Calmet dissert. cit.


(20) Fleuri disciplina Populi Dei cap. 21.
("21) Cura pro mortuis cap. 4.
—247—
solo son lugar bendito y consagrado, como el templo, sino el
mas propio y deputado por la iglesia para este fin. Lo segun
do es una práctica autorizada por la razon, costumbre y pie
dad; y juntamente recomendada por los Santos PP., pues en
ella se dá gloria á Dios, honra á los difuntos y consuelo á los
vivos; anunciando estos altos fines el aparato sério y mages-
tuoso de un clero respetable, comunidades edificantes, hachas
encendidas, clamores de campanas, salmos devotos, y oracio
nes santas, motivos por que recomiendan los Santos PP. la
solemnidad devota de las exequias.
El mismo Jesu- Crispo autorizó y honró con su presencia y
milagros este ceremonial, cuando vivió entre los hombres, de
lo que es buena prueba la resureccion del hijo de la viuda afli
gida, al tiempo que con pompa era conducido á sepultarse (22).
Del entierro de la Santísima Virgen consta su gran solemni
dad con luces, flores, palmas, imnos y cánticos (23). Poste
riormente recuerdan el mismo uso los santos padres detenién
dose á describir y elogiar sus circunstancias: Dic mihi, pre
gunta San Juan Orisóstomo, iquet sibi volunt infimere lampa-
des istte Jestivee f Quid etiam Mmni? Norme, ut Deiui glarifice-
must ¿Pro cua re dic Presbíteros voeas et psalentes? ¿Norme,
u t consolationem recipias? ^Norme, ut honores defunctum (24).
Y un historiador antiguo refiere las mismas ceremonias y
aparato en el entierro de Daniel Estilita, sin embargo de ha
ber sido sepultado al pie de su columna (25). Con que la prác
tica del Campo Santo no puede ni debe alterar el religioso
ceremonial de exequias, que tanto recomiendan las conside
raciones antecedentes.
Espero en nuestro pueblo ilustrado y virtuoso, se convenza
pronta y generalmente de las verdades propuestas, advirtien
do, que el móvil del nuevo establecimiento es por una parte
la reverencia, decoro y hermosura de los templos, y por otra
la salud pública; en una palabra la Beligion y el Estado.

(22) Luc. cap. 7.


23] Dionis. de divin. nomin.
24] Homil. 4 in Epist. ad hasbreos.
25] Mftthafrastes in vita Sanet,
Eelacion de la apertura y solemne bendicion del nue
vo CAMPO-SANTO DE ESTA CIUDAD DE LlMA, QUE SE VERI
FICÓ EL DIA 31 DE MAYO DE 1808.

Parece, que la Divina Providencia habia reservado la erec


cion del nuevo Campo Santo en esta ciudad para una época,
en que felizmente lograse, sin contradiccion, ni obstáculos su
mas pronta ejecucion.
La Real Cédula de 27 de Marzo de 1789, dirigida á este fin;
el expediente formado sobre ella, otras Eeales Cédulas de 30
de Julio de 1803, y 15 de Mayo de 1804, reproduciendo nue
vamente el mismo encargo, no habian hecho otra cosa en la
diuturnidad de diez y ocho años, sino acumular un fárrago
abultado de papeles sin decision : todo se hallaba suspenso, y
casi olvidado, hasta que llegó el ínclito jefe, que tan gloriosa
mente nos gobierna, el Excmo. señor D. José Fernando Abas-
cal y Sousa.
Esta es en realidad la época feliz de Lima: el principio só
lido del buen orden político y económico, para la salud y be
neficio público de todos su ramos: (1) el tiempo favorable de
poner en accion y energía los medios mas eficaces y oportu
nos, para la defensa contra nuestros orgullosos y fieros ene
migos, perturbadores de todo el glovo: (2) y últimamente, el
dia claro, para desvanecer esas tiebias y vapores, que exita el
—249—
infeliz entusiasmo, y aquella opinion, que por falsos princi
pios se atreve á combatirlo todo, por ignorarlo todo. Desgra
ciada suerte, que suelen sufrir varios expedientes, que sugeri
dos por el buen celo, y el mejor patriotismo, los llega á sofo
car el enorme peso de una- sustanciacion importuna, que los
desvia de su punto céntrico.
Alguna dolencia de estas padecería, á caso, el expediente
del Cementerio general de esta ciudad, pues tardó tanto tiem
po en resolverse la ejecucion de tan repetidas disposiciones
de S. M. á beneficio de aquel eficaz recurso, que han adopta
do ya todas las naciones cultas de la Europa para la salud y
precaucion de los pueblos. Pero á un gobernador sábio y po
lítico, nada le ofusca; pues distingue el bien del mal; da
pronto y eficaz cumplimiento á las órdenes del soberano ; y
no se detiene por algun obstáculo, cuando trata de llevar á
su fin un establecimiento benéfico.
A pocos dias de haber tomado S. E. este mando: en el mis
mo momento y circunstancias que le agitaban los mayores
cuidados del Estado, y le rodeaban tantos objetos de entidad,
relativos al mejor orden económico de la ciudad y gobierno
basto del Perú, reparó que faltaba un Campo Santo en esta
metrópoli: averiguó que habia corrido un expediente; y sin
embarazarse, á examinar en él, otra cosa, que la voluntad del
soberano, dirigida al arreglo de una policía religiosa, determi
nó al punto su ereccion ; formó el plan ; facilitó arbitrios con
que empezar sin gravamen público, ni del erario : proporcionó
terreno espacioso y adecuado; se le ofreció con aquella fran
queza que le es característica un hábil arquitecto, cuyo mérito
es bien conocido en la ciudad, por su ilustracion y virtudes
evangélicas: y finalmente, se vió el principio y término de es
ta grande obra sin una tira de papel, ni expediente, que
anunciase esta resolucion.
Todo esto nos hace ver, que solo la buena direccion y espí
ritu esclarido de un grande hombre puede dar nuevo ser á
una república y un reyno, cuando es dotado del difícil y glo
rioso arte de gobernar. Asi hemos visto, que desde que prin
cipió esta obra, no cesó la vigilancia del Excmo. señor Virey,
en atenderla, y que siguiese su curso sin escasez ni interrup
cion. Sus continuos cuidados en éste basto gobierno, no le
han impedido destinar varios dias de la semana para presen
ciar los trabajos, é influir del modo mas activo á su mejor de
coracion. De este modo el nuevo Cementerio, deseripto exac
tamente en otro papel impreso, y que puede acaso, aventajar
á los mejores de Europa, ha podido concluirse en el corto es
pacio de un año; lo (pie dá una prueba constante del empeño
HlsSTOlilA—-2o
—250—
y sumo exfuerzo que ha obrado eu ello, para mayor admira
cion de todos.
Acordado todo por S. E. desde el principio, con el dignísimo
é Illmo. señor Arzobispo Dr. D. Bartolomé de Heras, qne tan
to vela por el bien espiritual y temporal de los fieles, se pene
tró al vivo de iguales sentimientos, cooperando propicio y fran
co á tan recomendable empresa en la parte que le correspon
dia; y ultimamente se encargó de exortar á su Grey con un
discurso pastoral lleno de erudiccion y energía, que tambien
corre impreso, para persuadirle que la ereccion de este nuevo
Cementerio general es conforme al espíritu y práctica primi
tiva de la iglesia.
Esta instrucción fervorosa penetró sensiblemente el corazon
de todos: desvaneció la preocupacion de los ignorantes, des
terró la opinion fomentada por una piedad mal entendida,
destruyó las falsas ideas que había sugerido el parcial interés
de la práctica anterior, para desacreditar el Cementerio gene
ral : y por último, todo el pueblo se conmovió, adoptó en su
corazon las nuevas luces, que disiparon las tinieblas, y cono
ció el inestimable bien que se preparaba: todos en general
bendicen al Dios de las misericordias, y aplauden sin cesar la
mano benéfica que las conduce.
Concluido este recomendable edificio, se destinó el 31 de
Mayo último, para su apertura y solemne bendicion. El pue
blo se puso en movimiento aquel dia, acelerándose á ver un
nuevo acto singular en sus circunstancias: los ánünos iban
inflamados de aquel anhelo y entusiasmo, que exitan iguales
motivos. La curiosidad y el placer se interesaban por la pers
pectiva ideal de los objetos, que iban á presentarse. Porque
efectivamente la suntuosidad y elegancia de este Cementerio
general, que se babia de manifestar concluido en aquel dia: el
aparato de todas las disposiciones eclesiásticas para su públi
ca y solemne bendicion, preparaban la expectacion y el deseo
para gozar un dia agradable y lisongero; todo anunciaba un
placer puro sin contradiccion.
Pero ha! ¡que ajenos estaban los espectadores, de que el
propio momento de su anhelo presentase otro espectáculo muy
diverso! ¡Que se hallase en aquel sitio el contrapeso á su ale
gría por el impulso de otra sensacion irresistible!
Descubrió este dia deseado el nuevo edificio: se abren todas
sus puertas ¿y qué es lo que presenta? Un templo al que su
misma simplicidad majestuosa es el mas propio adorno, y en
cuyo centro está un altar que sostiene sobre su mesa la ima
gen del Hombre Dios en el sepulcro. Espectáculo siempre
grande, siempre consolador y siempre nuevo: pues aunque el
haber pasado por la muerte nuestro redentor Jesu-Christo nos
—251—
prueba la necesidad de morir, el haber triunfado de ella por
su resurreccion, nos consuela con la que hemos de tener: y al
paso que fijamos la consideracion en nuestra caducidad, se
eleva vuestro espíritu pov la esperanza de una vida que no
muere.
El interior del edificio uo presentó otros objetos en sus de
partamentos sino el triste recuerdo de la muerte. Sus divisio
nes solo manifestaban el lecho preparado á cada uno, para que
descanse un dia su yerto cuerpo y se convierta en polvo. El ac
to de consagrar y bendecir este Cementerio; sus humildes pe
ro augustas ceremonias y preces, todo anunció y preparó el
indispensable recuerdo de nuestro inmortal destino.
Siguió inmediatamente el aparato fúnebre y religioso con
que se trasladaron las cenizas de aquel último prelado ejemplar
que lloramos, para que fueran el primer depósito que honrase
este Campo Santo en el mausoleo que se les habia preparado ; y
este espectáculo dió vivamente á conocer el triste fin de las
glorias de esta vida.
En los semblantes de los concurrentes se hallaban dibujados
os nobles y relijiosos afectos de que estaban tocados sus cora
zones; y en un mudo, pero elocuente lenguaje, parece que de
cían: reunidos aquí los despojos de la muerte, producirán en
las almas cristianas una mocion poderosa para exitar el re
cuerdo de nuestro inevitable fin ; y mientras exista este mo
numento subsistirá la memoria del excelso gobernador, que
separando á los vivos de los muertos, proveyó á cerca de la
salud de los unos, del honor debido á los otros, y restituyó á
los templos su esplendor primitivo.
Generoso Abascal; tu elojio no puede hacerse cumplidamen
te, porque aun no se han experimentado en toda su estension
los bienes, que con tal obra nos ha traído tu mano benéfica..
Cada siglo, cada dia, cada hora, cada instante se aumentará
tu lustre; porque á medida que corra el tiempo, crecerá tu
memoria apoyada en un fundamento tan benéfico á la huma-
nidadad, que respetarán los siglos: asi -cuando fenezca el re
cuerdo de esos hombres, que señalaron el paso de su vida con
virtudes mas bulliciosas, que sólidas, mas aparentes, que rea
les, permanecerá tu nombre no solo ileso, sino venerado; y to
das las generaciones irán tegléndote á competencia una guir
nalda de flores inmarcesibles, que cuidará de cultivar la grati
tud: y el panteon, depósito de la muerte, será uno de los pri
meros monumentos de tu inmortalidad merecida.
La vigilancia del Excmo. señor Virey, habia prevenido to
das las disposiciones necesarias y oportunas para evitar el de-
sórden del vulgo que ocasionan semejantes concurrencias nu
merosas. Mandó que desde la madrugada de ese dia se acor
—252—
donasen diferentes piquetes de caballería en todo el camino, que
corre desde la portada de Maravillas hasta' el estremo del fren
te del Cementerio, para que no consintiesen gente de á caballo,
ni que los carruajes se detuviesen en parte alguna de aquel
trecho; que tampoco pasara, ni se consintiera á ningun ven
dedor de comestibles ni licores, para evitar el motivo que oca
sionan semejantes alicitivos al desorden y bulla en un lugar y
dia, que por todas sus sérias circunstancias debia desterrar es
tos excesos. El interior de la capila y cementerio, lo guarnecían
diferentes piquetes de granaderos y fusileros del Tejimiento
real de Lima, para que contuviesen el bullicio é incomodidad
que podia ocacionarse á las santas y solemnes ceremonias .de
la bendicion ; por lo que no se permitió entrada a ningun ple
beyo sino á personas distinguidas.
Como la capilla del comenterio, aunque magnífica en su
idea y arquitectura, está reducida á la precisa extension que
corresponde á su mero destino en aquel lugar, se procuró co
locar asientos bien ordenados en todas sus testeras y ángiüos
interiores para todas las personas mas caracterizadas, de mo
do que pudiera quedar libre el tránsito de toda la circunfe
rencia que media hasta las columnas que sostienen la cúpula
y separan el presbisterio. En los atrios exteriores de la espal
da y los costados de derecha é izquierda se pusieron toldos
muy decentes y asientos para mayor desahogo y comodidad
de la concurrencia.
A las ocho de la mañana llegó el Excmo. señor Virey, á
quien en todo el tiempo de la funcion acompañaron varios se
ñores ministros de la Eeal Audiencia, Tribunal de Cuentas, el
Excmo. Cabildo y otros Tribunales, sin ceremonia ni etiqueta,
segun habia dispuesto la prudente consideracion de S. E. para
mejor desahogo de aquel estrecho recinto; y solo se colocó su
sitialfen el atrio de la puerta que sale al panteon del clero.
Desde el momento en que llegó el Excmo. señor Virey, y
en todo el curso de esta función solemne, se le advirtió en su
semblante^aquel tierno gozo y contento, que no podia encu
brir su jeneroso corazon, viendo tan felizmente realizado el
fruto de su celo y continuo esmero en 'a pronta conclusion
de una obra tan grande como tan benéfica á la salud pública.
Inmediatamente llegó el Illmo. señor Arzobispo acompaña
do de las dignidades eclesiásticas; y habiéndose revestido de
pontifical, empezó á celebrar la solemne bendicion. Dió prin
cipio por la de la capilla; siguió despues la del cementerio con
toda la extension y orden de las sagradas ceremonias dispues
tas por el pontifical romano: dirigiéndose primeramente á la
cruz colocada á este efecto en el centro; y alternativamente á
las otras cuatro situadas á los estrenaos lineales á la primera.
- —253—
Asistieron á este acto los curas de las parroquias, la clerecía y
diferentes religiosos de todas comunidades segun lo habia or
denado S. S. Illma.
1 Concluida la bendicion se desnudó S. S. Illuia. de la vesti
dura pontifical, quedándose en la sacristía de la capilla, en
que para mejor comodidad se le puso el sitial para precidir la
solemne misa que cantó inmediatamente el señor Dr. D. Fran
cisco Javier de Echagüe, canónigo penitenciario de esta san
ta iglesia Catedral.
Cuando la plebe y las personas menos sensatas é ilustradas
se ven en posesion de una práctica, y mas siendo eclesiástica,
si se hace conveniente variar aquel sistema, ninguna reflexion
filosófica, moral, ni política alcanza á desvanecer su preo
cupacion, y es necesario ocurrir á algun acto material, para
que la persuacion y el convencimiento entre por los sentidos.
Por esta razon, en los nuevos cementerios generales se ha ar
bitrado colocar primeramente el cadáver ó huesos de alguna
persona venerable ó de alta jerarquía. Con esta consideracion
el Excmo. señor Virey ó Illmo. señor Arzobispo, acordaron se
exhumasen- del panteon de esta santa iglesia Catedral los hue
sos del Excmo. é Illmo. señor Dr. D. Juan Domingo de la
Eeguera, nuestro último amado prelado, que falleció el 8 de
Marzo de 1805; pues estando tan reciente la memoria de las
virtudes ejemplares de este celoso pastor, que tanto habia an
helado por el establecimiento del campo santo, segun lo ha
bia manifestado en los informes hechos á S. M. y oficios diri
gidos á este superior gobierno en 21 de Noviembre de 1789, y
4 de Febrero de 1790; seria este acto un testimonio nada
equívoco del religioso aprecio y veneracion, que debia darse
al que nuevamente se habia erigido.
Se determinó que esta traslacion se efectuase con toda la
solemnidad y decoro fúnebre que era consiguiente ; pero sien
do sumamente larga la distancia desde la Catedral hasta el
nuevo cementerio,- fué acordado que el cadáver se condujese
ocultamente desde la noche anterir en coche, acompañado de
dos eclesiásticos y un notario que se habían comisionado, has
ta la capilla del Santo Cristo de las Maravillas, que está con
tigua á la portada, y que se dejara colocado en el túmulo que
allí se habia preparado.
Al dia siguiente á las nueve de la mañana, asistió á dicha
capilla el venerable cabildo eclesiástico, á cantar la vigilia y
misa de difuntos que celebró el señor canónigo teologal Dr.
D. Ignacio Mier. Acabado este solemne funeral y combinado
el tiempo en que pudiera estar conchuda la bendicion del
campo santo se cargó la caja por seis sacerdotes: iba cubierta
de un rico paño nuevo de terciopelo morado, guarnecido de
—254—
franjas de oro, hecho á este fin: llevaba encima las insignias
arquiepiscopales, y de la distinguid; t gran cruz de Carlos III.
Se dirigió al cementerio general con el acompañamiento del
preste, venerable cabildo eclesiástico, clerecía comunidades
religiosas, cruces de las parroquias y música de la Catedral,
Llegada esta pompa fúnebre al cementerio, el Illmo. señor
Arzobispo vestido de la capa magna morada, salió á recibir el
cadáver á la puerta de la capilla, con las dignidades eclesiás
ticas, que le habían asistido: igualmente salió el Excmo señor
Virey con todos los señores ministros y demas personas dis
tinguidas : y puesta la caja sobre el presbiterio, delante del
altar, se entonó el responso, y concluido se dirigió el acompa
ñamiento al panteon del clero, en que estaba el magnífico se
pulcro construido al difunto prelado: y quedando colocado en
él, se puso sobre su lápida el siguiente
EPITAFIO.

El Excmo. é Illmo. señor D. D. Juan Domingo González

de la Eeguera, dignísimo Arzobispo de Lima:

protector de la virtud y de las letras:

vivió colmado de honores; mas ninguno de ellos

dominó su corazon,

íntegro, vigilante, religioso, obró justicia, celó

la disciplina, promovió el culto, decoró

el santuario,

falleció 1 los 85 años de edad, y 24 de su arzobispado,

el dia 8 de marzo de 1805.

amor y gratitud,

trasladaron sus cenizas a este primer monumento

en 31 de mayo de 1808.
—250—
Toda esta solemne funcion, que duró desde las ocho y me
dia de la mañana hasta las once, se realizó con el mejor deco
ro, comodidad y magnificencia, debidos alas correspondientes
y bien meditadas disposiciones que se habian tomado.
Inmediatamente que se retiraron el Bxcmo. señor Virey, é
Illmo. señor Arzobispo, se mandó dar entrada franca á todo
el pueblo, cuya concurrencia fué muy numerosa por todo el
dia: y el siguiente 1? de Junio se empezaron á trasladar los
difuntos que hubo en esta ciudad, en los decentes carros fúne
bres que se hicieron, segun y en los términos que previene el
reglamento impreso de este nuevo cementerio general.
Concluye esta relacion, trasladando lq que sobre todo lo di
cho produjo aquel dia un sabio de esta ciudad en la siguiente

OCTAVA.

Este augusto lugar, que hoy nos destina


Quien de los vivos la salud mejora,
Envolviendo su mano en polvo y ruina
Los triunfos de la parca vengadora;
Es padron en que el genio predomina,
Y de loor coronado, eterno mora
El nombre de Abascax, que halló la suerte
De vivir inmortal de todo es muerte.
NOTAS.

(i)

Seria increíble si no se palpara todo lo que ha propendido y


conseguido el incesante esmero del Excmo. señor Virey, para
establecer el mejor beneficio público y seguridad de esta ciu
dad, en menos de dos años, que cuenta en/este gobierno.
El primer objeto á que inmediatamente puso toda su aten
cion, fué el de extinguir la inmundicia, pestilencia é incomo
didad en que se hallaban las calles de esta ciudad: para cuyo
remedio, jamas habian podido alcanzar los medios y arbitrios,
meditados anteriormente; pero los que supo tomar S. E. han
logrado el mas pronto y estable efecto, para que se vea hoy
esta ciudad en su mayor limpieza y decoro.
• Ha formado S. E. un nuevo arreglo bien combinado, para
el mejor establecimiento de serenos, que deben celar la segu
ridad pública en las calles, desde las siete de la noche hasta
las cinco de la mañana, cuyo reglamento, con su nuevo apén
dice corre impreso.
No ha cesado 8. E. de velar en el pronto remedio, mejor or
den y observancia de todos los demas objetos menores concer
niente al bien público, segun sus ocurrencias.
Está actualmente tratando con todo empeño y eficacia, de
Historia—24
—258—
acabar de arreglar el nuevo establecimiento de un colegio ge
neral de medicina y cirugía que ya tiene decretado; y está
formado el plan del edificio que ha de constriürse en el sitio
mas ventajoso y adecuado que corresponde, que es en la pla
zuela de Santa Ana, contiguo al real hospicio de San Andres.
Establecimiento, tanto mas necesario, cuanto era sensible su fal
ta para un beneficio que ha de ser tan interesante á la huma
nidad, no solo por lo respectivo á esta ciudad, sino á todo el
reyno del" Perú.
Del mismo modo ha dado S. E. todas lss disposiciones para
la plantificacion de un jardin botánico, en que ya se está tra
bajando, cuya idea por su plan le hará sumamente recomen
dable v itil.

(II)

Como á fines de Julio del año de 1806, en que entró el


Excmo. señor Virey en esta ciudad, era el tiempo crítico, que
segun los sucesos de Buenos Ayres, y otras noticias nos ame
nazaban por esta parte del Sur iguales invaciones de los in
gleses, procuró S. E. sin pérdida de tiempo, inspeccionar el
estado de fuerzas que habia en esta metrópoli y en todas las
costas: los repuestos en almacenes, el estado de la artilleria,
armamentos y fortalezas del Callao. Como en todo ello en
contró debilidad para tales circunstancias, procuró organizar
prontamente estos objetos y proveer todo lo necesarío.
Mandó revistar todas las tropas veteranas, y de milicias :
dispuso continuas asambleas para su instruccion, especialmen
te á las milicias en diferentes puntos en que succesiva y simulta
neamente se acuartelaron, para que se doctrinasen por los me
jores oficiales veteranos que aquí se hallan, lo que se verificó
pronta y felizmente hasta ponerse dichas tropas en estado de
poder hacer frente al enemigo: en virtud de estos activos re
cursos, el año anterior llegaron á verse acuartelados con paga
corriente de cuenta del Erario 5,700 hombres, que con las de-
mas milicias que podian tomar armas, se hallaba esta ciudad
para su defensa con una fuerza efectiva de ocho á nueve mil
hombres, sin contar con el mayor auxilio, que en caso necesa
rio, podrían ministrar las provincias interiores y de la costa.
A la brigada del real cuerpo de artillería, que se hallaba
malisimamente alojada, se le ha hecho un cuartel muy cómo
do, con caballerizas para su tren volante, capacidad en que
instruir sus reclutas, sala de armería, otra de maestranza y al
macenes para repuestos; de suerte que se puede regular dicho
edificio, como un pequeño parque perfectamente arreglado.
—259—
La perfeccion á que ha llegado la nueva fábrica de pólvora
por medio del constante trabajo y sobresalientes conocimien
tos del señor comandante de artillería D. Joaquín de la Pezue-
la, y su segundo el teniente coronel D. Juan Aznar, no solo
ha provisto estos reales almacenes con la suficiente dotacion
de excelente calidad, sino tambien para socorrer todos los
puntos de esta América meridional, especialmente á Buenos
Ayres en sus mayores conflictos.

En la plaza del real Felipe del Callao, dispuso prontamente


S. E. las obras que se necesitaban indispensablemente para
ponerla en el respetable estado de defensa en que hoy se ha
lla. Mandó asi mismo S. E. colocar dos baterías en el puerto
que llaman de la Chira, junto al pueblo de los Chorrillos, á
efecto de impedir un desembarco al enemigo si le intentase.
Recorrió S. E. la costa de la parte del Norte hasta Alancon, y
dió las correspondientes providencias para igual precaucion
por aquella parte.

Las murallas de esta ciudad, que se construyeron en el año


de 1682 siendo Virey el Excmo. señor Duque de la Palata, ha
bían quedado con la inperfeccion de no tener rellenos sus ba
luartes ni aun formadas rampas. Como esta era por entonces
una obra inverificable, por ser necesario traer inmensa canti
dad de tierra con que hacer estos rellenos, quedó prevenido,
que en lo sucesivo se arrojasen en dichos baluartes todos los
desmontes, escombros y basuras de la ciudad; pero nada de
esto se habia verificado en el espacio de 125 años, porque no
se cuidó de su observancia; y lo peor fué el consentimiento
de que se hubiesen ido arrojando en toda la circunferencia in
terior y exterior de las mismas murallas de tal manera, que
haciendo estas basuras formidables montones, impedian el
tránsito del camino, y en muchos lugares de la parte de afue
ra, superaban ála misma cortina y flancos de los baluartes, y
aun las propias murallas se hallaban sumamente deterioradas
y demolidas por algunos puntos.

Viendo S. E. este grave defecto que hacia inútiles las mu


rallas para la defensa de la ciudad, meditó el medio y arbitrios
con que podia hacer estos reparos en el todo. En circunstan
cias tan urgentes por todos aspectos, no halló otros S. E. que
el auxilio y espíritu generoso que debia esperar de los mismos
moradores de esta ciudad. Se insinuó con sagacidad y pru
dencia, y en el momento se le ofrecieron gratos para costear
toda la obra de los 33 baluartes y refaccion de su respectiva
muralla varios cuerpos ilustres y algunos sujetos particulares
—260—
de esta ciudad, segun se publicó individualmente en la Miner
va Peruana de 29 de Agosto del año anterior de 807 al n. 56 (1)
y fué tanto el generoso empeño que cada uno tomó en esta par
te sin perdonar gasto, que á pocos meses se hallaron perfec
ta y sólidamente acabados todos los baluartes con sus respec
tivos muros de abrigo y rampas, en estado de poder jugar li
bremente la artillería: en cuya obra tan urgente como lauda
ble en todas sus circunstancias, se gastaron sobre 150 mil
pesos.

[i] BANDO.

D. José Fernando de Abascal y Sousa, caballero del


hábito de Santiago,
mariscal de campo de campo de los reales ejércitos,
Virey, Gobernador y Capitán general del Perú;
Superintendente subdelegado de real hacienda,
Presidente de la keal audiencia de Lima &.

Conviniendo al servicio del rey y seguridad de esta ciudad


en las actuales circunstancias poner en estado de defensa, de
que es capaz la muralla que la circunda; á la primera insinua
cion mia, llevados de su ardiente amor al soberano y á la pa
tria, los cuerpos, comunidades religiosas, é individuos parti
culares que se expresan se han encargado del relleno y reedi
ficacion á su costa de todos los baluartes por el orden siguien
te:—El Illmo. señor Arzobispo, su venerable cabildo, clero y
monasterios de monasterios de monjas, tes:—el Excno. Ayun
tamiento, seis:—Eeal Tribunal de la í'é, dos:—idem del Con
sulado, tres:—idem de Minería, dos:—sus jueces, uno:—Real
Universidad, uno:—Convento de Santo Domingo, uno:—idem
de San Agustín, uno:—idem de la Merced, uno:—la compañía
de los gremios mayores de Madrid, uno:—idem de Felipinas,
uno:—los hacendados de las siete leguas en contorno de esta
ciudad, tres:—el Marqués de zelada de la Fuente, uno:—Don
Francisco Vasquez de Ucieda, uno:—Cofradia de Ntra. Sra.
de la O, uno:—y la casa general de censos uno. Aunque no es
de esperar que entre los operarios ni fabricantes de adobes ha
ya ninguno tan olbidado de la causa pública y de sí mismo,
que valido de la urgencia por la prontitud que exige la con
—261— .
clusion de estas obras pretenda subir el precio de su jornal ó
materiales: hace saber que todo peon que rehuse trabijar en
ellas por el estipendio establecido de seis reales, se les obliga
rá á que lo ejecute como faginero en la plaza del Callao por
seis meses, y que los tratantes ó fabricantes de adobes que les
quisieran subir del pjecio corriente pagarán la multa de cin
cuenta pesos, y los que por una obstinacion criminal parasen
sus fábricas para estrechar ó dar la ley en la venta, se les cas
tigará militarmente como corresponde á la gravedad y cuali
dad del delito. Espero que los amos ¿o esclavos jornaleros les
hagan concurrir á dicha obra, bajo la j ista calidad que ya es-
plicada.—Lima y Agosto 29 de 1807.—José Abascal.—Simon
Eávago.
Minerva Peruana, 29 de Agesto de 1807.
I

PANTEON.

Discurso sobre el Cementerio General erigido extramu


ros DE LA CIUDAD DE LlMA. POR EL DR. D. FELIX DEVOTI.

Mas facilmente se alteran y varían las leyes que las costum


bres ; y cuando se mezcla en ellas el mas leve aparato de reli
gion, avasallan al entendimiento, y desprecian la utilidad y el
decoro. La opinion siempre debil en sus principios, movida tal
vez por causas pequeñas, adquiere nuevo vigor con los años,
y bien pronto se comunica de los grandes al pueblo : en aque
llos la introduce la vanidad, y en este la fomenta la natural
propension y furor de imitarlos.
Tal ha sido la suerte del pernicioso abuso de los entierros
practicados en las iglesias, inventado por una falsa piedad, y
sostenido por el orgullo que sobrevive aun mas allá del sepul
cro. Agitado el hombre entre la esperanza y el temor de una
eternidad busca en el templo un asilo : y cuando la irreparable
partida de un esposo ó de un padre siembra en lá desolada
familia la miseria y el espanto; agrava la opinion su barbara
mano, confunde la religion con el lujo, la obligacion con la
vanidad, y convierte á veces el pan de lágrimas en el triste
precio de las fúnebres pompas.
¿ Hasta cuando, vilipendiada asi la razon, no hallará amparo
la humanidad desgraciada, en los dias de su mayor desconsue
—264—
lo I ¿Hasta cuando infestando el ayre que respiramos, profa
naremos la augusta magestad del templo, y rodearán el altar
los tristes restos de nuestra corrupcion y miseria? ¿Este es el
santuario que en testimonio de su gratitud erige la debil mano
del hombre al poderoso autor de la vida? ¿Sobre un fétido
cúmulo de cadáveres quemará el sagrado incienso y ofrecerá
el puro holocausto de su eterna reconciliacion?
Pero ¡ qué pronto sigue el castigo á la irreverencia, y paga
el hombre en su mismo delito la pena que ha merecido ! desar
rollada la corrupcion en fuerza de la humedad, se exalta por
el calor; y acumulada en el sagrado recinto sin conrunicacion
exterior, corrompe su atmósfera y venga asi á la divinidad
agraviada. Consume la respiracion, y apuran las luces el ayre
vital en los dias en que la devocion reune mas crecido número
de fieles en las iglesias, y solo queda su parte mas pesada y
grosera. Alterado en su equilibrio, no halla el pulmon el ne
cesario estímulo al descomponerle; y se introduce en los órga
nos debilitados la fatal semilla de muerte con las venenosas
exalaciones de los cadáveres. ¡ Gran Dios ! Al tiempo mismo "
que nuestros votos claman ante su augusto solio por la conser
vacion, y la vida ¿hallarémos en tu propia morada la destruc
cion ? caiga el espeso velo de la preocupacion, y veremos levan
tarse de esos túmulos la aura mortal que minó sordamente la
salud de la ina . bella porcion de la sociedad, y el funesto prin
cipio de enfermedades que acabaron por fin la esperanza de una
tierna consorte, y arrebataron un padre á su desolada familia.
Almas devotas, vosotras que anhelando la eterna salvacion,
consumís los dias en continuas oraciones ante el altar, mirad,
que de esas tumbas que incautamente pisais, brota el fatal
veneno que devora vuestra debil existencia, cuando la com
postura exterior, y la elevacion del espíritu le facilitan la en
trada en vuestro pecho. Mas no se limita al templo su mortal
influencia: la corrupcion se extiende aun mas allá de los sagra
dos muros, infesta sus inmediaciones, y corriendo cual voraz
llama á la que sirve de pábulo cuanto encuentra en su marcha,
ha desolado á veces las ciudades mas populosas.
Hable la historia; consúltese la experiencia. Mas, ¿para qué
reproducir lo que han apurado otros nías Mices ingenios, y ha
sido repetidas ve ; el tema de las brillantes plumas de Euro
pa y de esta feliz parte del globo, que émula ya de las glorias
de su antigua maestra le compite hoy en patriotismo y buen
gusto? La física lo ha demostrado hasta la evidencia; y ha llo
rado mil veces la medicina sus funestas resultas.
Aborrecen los brutos mismos los despojos de sus semejantes;
la naturaleza se estremece al verse humillada, y avisa con el
fastidioso olor que despiden los cuerpos al disolverse, cuan in
—265—
festas son sus exalaciones. La razon enseñó á las naciones mas
bárbaras á segregar sus muertos de la sociedad. Elevaron los
asirios en vastas llanuras sus mausoleos; los egipcios aunque
mas supersticiosos, fabricaron sus pirámides en arenales ; esco
gieron los hebreos los desiertos para sepulcros; y los griegos,
junto con sus leyes, transmitieron á la antigua lioma la invio
lable costumbre de erigir en los caminos públicos las tumbas
y hogueras. Los vastos cementerios que aun blanquean en la
cumbre de los mas aridos cerros en el Peni, y sus huacas com
prueban la sagacidad de los Incas. Asi lo ha exigido en todo
tiempo la salud pública; asi lo ha dictado el deseo de la propia
conservacion, el respeto debido á las cenizas de nuestros ma
yores, el decoro de las ciudades, y la veneracion de los tem
plos: cuya magestad han temido siempre profanar con sepul
cros aun aquellas naciones que envueltas en la barbarie del
gentilismo, erigian altares á sus torpezas y vicios.
Mas en los siglos de la ñlosofia ilustrados por el evangelio
tanto ha podido la preocupacion y el abuso, que confundiendo
todos los derechos de la razon, del interes personal y de la re
ligion mas augusta, rodea por todas partes al infeliz ciudadano
el funesto depósito de la podredumbre y muerte. ¿ No basta
que esta superficie exterior de la tierra, que el hombre habita,
que sus desvelos adornan y riega con su sudor; esta que sirve
á su alimento, á su comodidad y á su lujo, sea el resultado de
la corrupcion, y el mísero resto de infinitas generaciones que
le han precedido ! ¿No basta que la especie humana traiga con
sigo desde el nacer la semilla infausta que mina su debil com
puesto? ¿Es preciso ademas que reciba de la sociedad, en pago
del bien que esta le proporciona en las opulentas ciudades, un
ayre limitado, ingrato y mortal? No aceleremos con los vene
nosos efluvios de una reciente disolucion el último instante de
una vida demasiado breve; no agravemos la pesada carga de
males que nos^abruman. Arda en el santuario el aromático
incienso, y con el suba solo ante el trono del omnipotente el
suave olor de la oracion y alabanza.
Las terribles persecuciones que suscitó el abismo contra la
iglesia del señor en los primeros siglos de su establecimiento,
obligaron á los primeros cristianos á ocultar en las catacumbas
los cuerpos de sus mártires para substraerlos de la furia de los
paganos. Sus profundas é intrincadas bóvedas les prestaron al
mismo tiempo un asilo para la celebracion de los sagrados
misterios, en aquellos dias de desolacion y espanto. Eayó por
fin la feliz aurora de paz, y restituido el sosiego á la agitada
nave, se estableció por ley, lo (pie habia sido practicado antes
á solo impulso de la necesidad. Las reliquias de los heroicos
Historia—25
—266— 9
defensores del evangelio, que derramaron por la fé gloriosa
mente su sangre, merecieron servir de base al altar. La grati
tud de la iglesia decretó al gran Constantino en el atrio el lu
gar de su entierro. La santidad de los primeros obispos en
aquellos venturosos tiempos de fervor y zelo, les concedió igual
distincion. Se extendió despues á los sacerdotes: y las dona
ciones hechas al templo relajaron por fin la severidad de la
disciplina en favor de los seculares. ¡ Funesto abuso de privi
legios! Tu marcas la decadencia de los imperios. Sí: masres-
peta á la religion : no hay en ella otro distintivo que la virtud.
¿Y dónde estan las cenizas de aquellos que merecieron los
soberbios honores del sepulcro t El tiempo que todo lo iguala,
ha confundido el polvo del poderoso y del pobre. ¿ Quién sabe
donde paran los miserables restos de los Cesares y Alejandros?
Si los guanches de Tenerife y las magnates de Egipto han subs
traido sus cadáveres á la voracidad de los siglos, han conse
guido tan solo cambiar eu irrision el antiguo respeto, y sirven
de cebo á la ociosa curiosidad.
Desaprobó siempre la iglesia esta odiosa costumbre; recla
maron por ella sus mas zelosos ministros, y se multiplicaron
los cánones. Los emperadores revalidaron sucesivamente las
mismas leyes; y Teodocio no contento con mandar extraer de
la ciudad los que de antemano estaban depositados en sus mo
numentos multó en la tercera parte de su patrimonio al que
osase quebrantar lo mandado; Justiniano abolió toda clase de
privilegios: las capitulares de Cario Magno extendieron mas
ampliamente esta misma prohibicion ; y una de nuestras leyes
de partida justifica el motivo de tan necesarios decretos. Mas
¡qué no pueda la preocupacion, é ignorancia! Su imperio es
mas poderoso que la misma autoridad, la razon, y la fuerza.
JSTada es mas justo que el tributarlos últimos honores en tes
timonio de amistad y gratitud á los que otras veces compañe
ros de nuestros placeres y penas, nos arrebató para siempre la
muerte : ni mas propio de la humana naturaleza, que el respe
tar los tristes restos que alvergaron una alma inmortal, que
primeros le hicieron sentir su energía, desplegaron con sus
óiganos sus ideas, y le ayudaron en cierto modo á su perfec
cion. Pero no por llenar este sagrado deber, habremos de res
pirar los venenosos vapores de sus cadáveres, y ultrajar el
decoro del santuario: y no serán las fúnebres pompas un leni
tivo al dolor, mas si un tributo servil á la preocupacion que
agravará el enorme peso del infortunio. Eeligion divina! Tú
que haces de la esperanza una virtud; tú que conviertes en mé
rito las penas mismas inseparables del hombre, y premias el
sufrimiento ; tú sola derramas el bálsamo saludable en las he
—267—
ridas que la naturaleza y la razon, no pueden sin tí suavizar
un instante.
Gozan los cementerios sus fueros y privilegios como las igle
sias: prohiben severamente los cánones con iguales penas el
profanarlos; como ellas, necesitan expiacion si llega á veces á
mancharlos la casualidad ó el delito; sujetos igualmente que
los templos al entredicho, está cerrada su entrada á los que
separa de su gremio la iglesia; y uo solo el derecho canónico,
mas aun nuestras leyes respetan su inmunidad. Este es el sitio
en donde la inevitable ley de la corrupcion que desde el útero
materno persigue al hombre hasta volverle á su primitivo pol
vo, disolverá su debil compuesto sin infestar á los vivos. No
limita la iglesia sus tesoros á la material inhumacion en el
templo.
Penetrada de estas razones las cortes todas de Europa han
desterrado el pernicioso abuso que introdujo una especie de
fanatismo; y han erigido fuera de las ciudades sus cemente
rios. Por esto ha expedido el paternal desvelo de nuestro au
gusto soberano repetidas reales cédulas para que disfrute la
América sus ventajas. La escasez de fondos públicos habia
frustrado hasta ahora tan sabias disposiciones en esta capital :
mas en el dia reanimada por la sagacidad de un jefe filósofo,
fecundo en arbitrios, activo y vigilante, excusa su demora con
la magnificencia del nuevo edificio. .Restituido el decoro á la
ciudad, y la salud á los pueblos, con útiles reglamentos de po
licía, afianzada la pública seguridad con la refaccion de sus
desmoronadas fortificaciones, erige ahora en el nuevo Panteon
un cómodo asilo á los muertos, un lenitivo al dolor, y un pre
servativo á la conservacion de los vivos.
Incalculables eran los males que habia acarreado á este gran
pais el total abandono de su policía. Cubiertas de inmundicia
sus calles, estancadas sus aguas que brindan por si solas la
comodidad y el aseo, infestaban su. clima, y ofreciendo por
todas partes el vergonzoso monumento del descuido y de la
indolencia, invertían en su daño su misma amenidad, y los pri
vilegios con que parece haberle distinguido la naturaleza de
las demas partes del globo. No alteran desechos vientos nues
tros plácidos dias; mas tampoco purifican la atmósfera: no
inundan copiosas lluvias nuestras campiñas; mas no arrastran
la asquerosidad de su suelo ; y si el rayo devastador y el trueno
son desconocidos á su pacífico habitante; nada altera los mor
tales efluvios de un ayre siempre sereuo. De esta manera res
piraba el infeliz ciudadano por entre los engañosos záfiros de
una eterna primavera, disfrazada la muerte en mil aspectos
distintos. Restaurado ahora el orden y la policía que han sido
siempre m los paises cálidos la parte mas esencial de sus ritos
—268—
y ceremonias religiosas, han desaparecido las epidemias que
asolaban ai pueblo, cuando al variar de las estaciones, el repen
tino paso del frio al calor debilitaba nuestra fibra ya lánguida
demasiado y la hacia mas sencible á los venenosos miasmas
que respiraba. Comparado el número de muertos con los ante
riores es muy notable su diferencia. Los profesores médicos,
y el público mismo lo ve, palpa y confiesan. Ahora diez años en
los estados de un entero quinquenio hechos por órden superior,
ascendia el cálculo medio de sus muertos á 2,500 que en su
poblacion de poco mas de 52,000 almas, corresponde á mas de
un 4 por ciento. Excesivo parece á la verdad este cálculo sin
admitir cualquiera causa particular destructora, y solo puede
en algun modo salvarse considerando el crecido número de
forasteros que anualmente fallecen. Esto no obstante no guar
da proporcion la grande diferencia que en el dia se encuentra
en el número de muertos considerablemente menor. Mas cuan
do llegue á completarse el vasto plan de un nuevo colegio mé
dico ya empezado á erigirse desde sus fundamentos, cuya ne
cesidad siente demasiado Lima, y por el que claman indistin
tamente todos los pueblos de este imperio, que cuanto mas
remotos de la capital, tanto mas han sido hasta ahora víctimas
de la ignorancia y del empirismo: aumentará el reyno su po
blacion, y conocerá la extencion toda del bien que le propor
ciona la sabia mano que le gobierna. Hábiles profesores sal
drán de aqui á sus diversas provincias, y salvarán anualmente
la vida á muchos miles de sus habitantes. La cultura, la indus
tria y el buen gusto son siempre en una nacion á proporcion
del número de sus individuos ; y en un pais como este donde
brinda á manos llenas la naturaleza sus tesoros, enriquecién
dose anualmente la sociedad de un crecido número de brazos
útiles que salvará el nuevo y bien concertado estudio de la
medicina progresando rápidamente, vengará la injuria que
hasta ahora han hecho algunos al genio y talentos americanos.
Entre tanto que este grandioso proyecto nos promete la feli
cidad, disfrutará la salud pública en el estreno del nue"> o Cam
po santo infinitas ventajas. En el se disputan la preferencia,
lo suntuoso, la comodidad y el aseo, de suerte que si no excede
su edificio á los mas celebrados de Europa, los iguala. Cons
truido en lugar arenoso y elevado, lejos de todo manantial ; los
vientos que le dominan disiparán sus exalaciones sin infestar
la ciudad; y su vasta extencion de 190 varas sobre 260 de
fondo, ofrece bastante espacio para que perfeccione cómoda
mente el tiempo la'fentera disolucion de los cuerpos antes que
la necesidad llegue á turbar su reposo. Una ancha cerca que
le divide del camino, hace ver desde allí por entre sus rejas el
jardin en cuyo fondo se eleva una majestuosa capilla que sirve
—2fií)—
fie entrada al cementerio. Sn fachada noble y sencilla la acom
pañan por ambos lados dos cómodas hileras de habitaciones
para sus ministros, y rematan en dos grandes puertas que
igualmente conducen al Panteon. En el frontispicio principal
recostados por ambos lados estan los primeros padres del hom
bre. La expresion mas patética y sublime anima estas estatuas,
y fuerza á cierta admiracion que es el privilegio y el verdadero
distintivo de las bellas obras. Adan reclinado sobre el codo
parece absorto entre la meditacion y el dolor; y Eva avergon
zada de su funesta credulidad esconde el rostro, y aparta de sí
la fatal poma que aun conserva en su mano. En el medio, rotos
los trofeos de la muerte, entrelazados con -aureles y palmas,
sirven de basa al siglo augusto de la redencion, y al pie se lee
al triunfador de la MUERTE. Construido el templo en figu
ra octogona presenta cuatro puertas en sus frentes, y de sus
ochavos sobresalen otras tantas piezas para las respectivas ofi
cinas. Sostienen ocho columnas la elevada bóveda, en donde
el feliz ingreso á la gloria de aquellos que adornaron á Lima
con sus virtudes, y hoy veneramos en los altares, está pintada
con aquella energia que caracteriza un pincel correcto y expre
sivo: y está en el centro el túmulo, desde el cual el mismo
autor de la vida enseña al hombre á morir. De aqui se baja
por la izquierda al depósito de los eclesiásticos; lleva la dere
cha á la triste mancion de los opulentos; y por en medio, una
espaciosa y bien compartida alameda de alamos y cipreses di
vide en dos una vasta area hasta la mitad del terreno para la
clase media de la sociedad. Ven mortal orgulloso; sigueme, y
mira tu vanidad confundida. Este es el túmulo del gran pas
tor que aun llora Lima, aquel que fué el explendor del santua
rio, el ejemplo y el amor de su grey. Su virtud solo vela sobre
la estrecha y sencilla urna que le cubre. Está arrimada en lo
exterior de la capilla como en señal de que ahi yace el reedifi
cador zeloso del templo. Sigue esta misma calle en donde es-
tan sobre tres órdenes infinitas bóvedas que inspiran por si
solas un misterioso respeto. Estas las ocuparán las dignidades
primeras de la iglesia; aquellas el clero y las órdenes regulares.
Sigue, y en el ángulo que remata esta calle separadas de las
demas esperan las religiosas el premio de su virginidad. Al do
blar esta esquina estarán las cofradias que erigió la piedad
cristiana y fomentó el celo de sus devotos. Vuelve sobre tus
pasos, y en el lado opuesto encontrarás aun mas viva leccion.
Estas primeras tumbas reducirán al polvo la vanidad y el po
der; aqui dormiran los jefes. Se disipará su explendor como el
humo, á menos que la beneficencia y la humanidad les labren
mas duraderos monumentos en la memoria de los hombres.
Alli la toga se confundirá con la corrupcion. Seguirán los pa
—270—
dres de la patria; y los que el mundo ha distinguido con sus
honores, y con sus dones la fortuna. Mira por uno y otro lado
de esta ancha calle (lue se abre en el medio desde la puerta
principal sobre la cual la esperanza cristiana con el libro de la
ley en la mano expresa en su ademan las ansias de remontarse
al cielo ; mira estos dos grandes claustros en cuyos remates
exalan de trecho en trecho el roníero y la albahaca sus perfu
mes. Entra; mas de mil bóvedas se presentan por todos lados;
aqui el ciudadano pondrá el último término á sus mas sagra
das obligaciones sociales, y aquel hondo pozo en el medio con
fundirá por fin sus heridos huesos. La variedad de las flores y
el verde que hermosean su interior piso, forman un extraño
contraste entre el terror y el agrado, ó inspiran aquella dulce
melancolía que es el verdadero patrimonio del hombre; al mis
mo tiempo que absorviendo el ayre mefítico exalan en cambio
otro mas puro, asi como lo ha dispuesto la benéfica providen
cia en el orden general del universo. Ve allí aquel obelisco que
se señorea en medio del cementerio, rodeado de otro pequeño
claustro que encierra otras muchas bóvedas aunque menores
dispuestas sobre cuatro órdenes: alli esperan el glorioso dia de
su resurreccion los tiernos renuevos de la especie humana,
como un,, flor que en su mismo boton, antes que le robe el
zéfiro sus perfumes, se seca ; asi perecen con su inocencia. Fe
lices los que no conocieron sino las caricias maternas, y dete
niéndose apenas en el umbral de la vida para lavar la hereda
da mancha, se -lanzaron de la cuna al sepulcro, del tiempo á la
eternidad, entre tanto que lloran otros el funesto derecho de
una mas larga existencia. Desde aqui al pie de ese pequeño
escarpe, se registra el sitio destinado para las hmnaciones,
compartido eon igual simetría. El pequeño pueblo, esta porcion
la mas útil y la mas, olvidada de la sociedad, hallará alli el úl
timo asilo á su indigencia. Y desde el pie del obelisco hasta
la opuesta puerta una espaciosa alameda le divide en dos gran
des cuadros que rodeados con pequeñas paredes por todas par
tes dejan aun al rededor de la cerca ámbito bastante para
cuatro grandes áreas, y otras tantas menores en sus ángulos
respectivos, que alternarán por años el orden de los entierros.
¡ Qué de afanes cuesta el destruir los miserables restos del hom
bre ! Solo asi puede eludir de algun modo el inevitable despre
cio que le sigue.
La firmeza y hermosura de la gran cerca que rodea el Cam
po santo; sus bien compartidas pilastras, adornadas en sus
remates de vistosas jarras, y pequeñas pirámides; la anchura
y comodidad de sus calles; la fragancia que exalan las flores
por todas partes ; y el sombrío verdor de los cipreses : hermo
sean en cierto modo este vasto recinto, y presentan la muerte
—271—
bajo su verdadero aspecto, consolador y terrible. Fatigado el
hombre de luchar con la fortuna, la injusticia y los males des
cansa en el sepulcro: la religion disipa su negra sombra: y
cuando estremecido el mundo á la voz del omnipotente pere
cerá el tiempo y la naturaleza; el aquí mas seguro, reanimará
sus áridos miembros; será inmortal como su mismo criador.
Tal es el plan del nuevo cementerio que acaba de construirse;
y si un resto de fanatismo aun preocupa algunos espíritus de
biles, sordos á la voz de la razon y de las leyes, oigan al propio
interes, miren reformados infinitos abusos, y esperen su total
extincion de la actividad del gobierno que la medita y con
cierta. ¡ Cuántas veces libres ya de esa pesada carga que redo
blaba la angustia derramaremos aqui las lágrimas de la natu
raleza, de la amistad, y del amor ! Eodeados de estas tumbas
que nos esperan, el verdor de las plantas, el silencio y la muerte
agitarán nuestro espíritu, se confundirán nuestros suspiros con
el apacible zéfiro que mecerá estos álamos, y al repetirlos el
eco pavoroso y elocuente en las efuciones de nuestro corazon,
cuando el dolor .restituye al hombre su dignidad y ahoga en él
la falsedad y la lisouia, pronunciaremos con entusiasmo el ve
nerado nombre de Abascal, cuyo genio superior y benéfico,
ha proporcionado en el magnífico edificio que servirá de mode
lo á las naciones mas cultas, honra y reposo á los muertos, la
salud y el consuelo á los vivos.
El Rey:

Virrey, Gobernador y Capitan General de las provincias del


Perú, y Presidente de mi real audiencia de Lima.
Con carta de 8 de Julio de 1806, remitió vuestro inmediato
antecesor, Marques de Aviles, una representacion documenta
da de Fray Antonio Diaz, Guardian del convento grande de
San Francisco de esta capital, en que solicita me digne apro
bar el panteon que ha construido en dicho convento, mandan
do que subsista aunque se edifiquen los cementerios fuera del
poblado, segun está mandado por cédula circular de 15 de Ma
yo de 1804. Y habiéndose visto en mi consejo de las indias,
con lo que dijo mi fiscal, he resuelto que por ahora subsista el
referido panteon, hasta que se establezca el cementerio cor
respondiente á la parroquia en que está situado dicho con
vento, y que en este caso se trasladen á él los cadáveres ó hue
sos que existan en el panteon, cerrándose este del todo, sin
que vuelva á tener uso para tal destino. Y os lo participo, á
fin de que dispongais, como os lo mando, se lleve á efecto esta
mi real resolucion;
bajo cuyo supuesto estareis á la mira, y dareis las providen
cias oportunas, para que no vuelva á verificarse otro exceso
igual á este por ninguna comunidad ó particular: procurando
tambien, de acuerdo con ese muy reverendo Arzobispo, que
se establezcan los cementerios mandados construir á extramu
ros de esta ciudad á la mayor brevedad, y sin admitir excusas
ó dilaciones de cualquiera comunidad ó particular por distin
guida que sea.
FechaenSan Ildefonso,á 20de Agosto de 1807.—YoelEey.

Por mandado del rey nuestro señor.—Silvestre Collar.

Señor Virey del Perú.

Historia—26
Lima, 5 de Eneeo.

Habiendo el rey nuestro señor D. Fernando VII, y en su


real nombre la suprema Junta central gubernativa de España
é Indias, aprobado el suntuoso cementerio de esta capital, con
el aprecio y distincion que se ven en la real orden de 6 de Ju
nio del presente año, se hace preciso ampliar su reglamento á
fin de que una obra tan útil á la salud pública, y al decoro de
esta ciudad, pueda servir de modelo á las demas de la monar
quía, segun los deseos de S. M., no solamente por lo magnífico
de su fábrica sino tambien por el réjimen de sus estatutos. En
esta atencion, y considerando que las familias que componen
la primera clase de una capital, desean siempre se conserve á
las cenizas de sus mayores aquella distincion y respeto que se
les tributó mientras vivieron, y que ademas, los que se estre
charon con los lazos de la sangre en esta vida permanezcan
reunidos en un mismo sepúlcro despues de su muerte: que es
ta es una costumbre laudable adoptada por la iglesia, y todas
las naciones: que se fomenta con ella el amor y caridad á las
personas inmediatas: quede este modo dan los padres un buen
ejemplo á sus hijos por el respeto que manifiestan á la memo
ria de sus antepasados; y que justamente, los que por los ser
vicios con que eu algun modo honraron su patria mientras
existieron en esta vida, son muy acreedores á que sus cenizas
conserven alguna distincion en el comun sepulcro ; de acuerdo
con el Illmo. ¡¡eñor Arzobispo de esta Metrópoli, he venido en
mandar, que al anunciado reglamento se añadan las preven
—275—

I.

Que todas las familias ilustres de esta capital que quieran


tener en el cementerio sepulcros privativos para sí y sus des
cendientes, como acontecia antes de la creacion del campo san
to con las bóvedas de las iglesias, ocurran al director para ele
gir tres, seis ó nueve nichos cuando mas, que solo sean ocupa
dos por sus individuos, como se anunció en el capítulo 1? P. 2?
de dicho reglamento; y en esta virtud, podran tambien hacer
si gustaren un osario particular en las seis varas del frente de
su pertenencia.

II.

Que conforme á lo ordenado en la real cédula de 20 de Agos


to de 807, podran trasladar del panteon de San Francisco al
cementerio general los huesos de aquellos deudos que quieran
colocar en los nichos ú osarios, cuya propiedad hayan adquirido.

III.

Que todos aquellos que para sí, ó en obsequio de sus padres


amigos ó de cualquiera otra persona digna de su respeto, de
seen depositar perpetuamente sus cenizas en un sepulcro cer
rado con una lápida en la que se inscriba su nombre, y las prin
cipales virtudes que lo distinguieron, podrá adquirir esta pro
piedad entre los nichos erigidos para los benefactores del cam
po santo, dando aquella limosna que se indicará; advirtiéndo
se que á la hora de la inhumacion del cadáver de una de estas
personas distinguidas, se ha de celebrar en la capilla del ce
menterio por el capellan de turno el incruento sacrificio de la
misa, aplicándoles por ahora este único sufragio, hasta que se
alcancen de su santidad otras gracias.
Pero como de hacerse un continuo uso en la concesion de
este último privilegio, resultaría tal vez que se estrechase de
masiado el cementerio, no dejando el desahogo necesario á las
otras clases que contiene; debe entenderse, que semejante in
dulto solo se franquea con el fin de redimir con sus productos
—276—
los capitales que gravan su fábrica, y rebajar en lo posible las
contribuciones establecidas, á cuyo intento se depositarán las
cantidades que se acopien en poder del tesorero nombrado á
este efecto, y verificado que sea en el todo tan recomendable
objeto besará este permiso, que solo podrá revivir en los casos
de reparar una ruina, extender la fábrica si lo exigiese el au
mento de la poblacion ; ó con el motivo de alguna otra obra
importante á la mejora de este piadoso establecimiento, y al
alivio y salud del noble vecindario de Lima. Y para que con
la posible brevedad, quede distribuido y asegurado en las fa
milias ilustres de esta capital el derecho de sepultar á tal ó tal
sitio, á este ó al otro número de nichos, deberán ocurrir los
interesados al director del cementerio dentro del término pe
rentorio de dos meses, para que se les libre el título impreso
de la propiedad que hayan adquirido, lo mismo que hará con
todas las comunidades religiosas y cuerpos distinguidos res
pecto de los nichos que se les han adjudicado de gracia.
Lima, 30 de Diciembre de 1809.

Abasoal.
V

La voz imparcial de Lima, al Excmo. señor D. José Fer


nando Abascal y Sousa, Virey del Perú, por la fa
brica DEL SUNTUOSO CEMENTERIO, CONCLUIDO EN UN AÑO.

CANCION.

Del Eimac bullicioso


Salid Ninfas, salid, á la ancha orilla,
Y en coro sonoroso,
Entonad himnos á tanta maravilla,
Como á Lima reparte
El mas heroico zelo, el mayor arte.
Alzad, alzad, el grito:
La voz encaminad al suelo hispano,
Y allí en bronces escrito
Eetratad el emporeo peruano,
Ostentando glorioso
La obra del Panteon mas portentoso.
Al pie del solio regio
Poned el plan del edificio santo,
Con que un baron egregio
Cubre á la parca de terror, y espanto;
Quitando á su guadaña
El filo segador de su ira, y saña,

f
Llevad, llevad, el nombre
Del ínclito virey que se desvela
Por la salud del hombre,
Cuya felicidad, y dicha anhela :
Decid con voz festiva:
Viva nuestro virey, Abascal viva.
Describid, pues, la obra
Del modo que podais, no exagerada,
Pues mérito le sobra
Para ser de los sabios admirada.
Sea la voz primera,
Difundir la verdad de esta manera.
Ya del templo sagrado
El infecto miasmo se destierra,
Y de aromas zahumado,
De Dios el culto, y en el incienso cierra:
La atmósfera recibe
Efluvios gratos con que el hombre vive.
Ya las preocupaciones
Ceden el campo, que antes disputaban,
Y sin hallar razones,
Detestan el error con que opinaban:
Que era al difunto impura
Fuera de un templo toda sepultura.
Octagono suntuoso,
Al Triunfador de la muerte consagrado,
En órden magestuoso,
De jonicas colunas sustentado;
Forma el templo divino,
Que muestra de los cielos el camino.
Una urna, tendida
La efigie encierra, del autor supremo:
De aqu íl que dió la vida
Probándonos su amor hasta el extremo :
Del ^ue por nuestra suerte,
Triunfó del enemigo, y de la muerte.
La cupula eminente,
Milagro de la mano mas experta,
Y del pincel valiente
Kepresenta de Dios la gloria abierta ; *
En que el insigne Pozo
La vista colma de fruicion, y gozo.
Abre i a gran portada,
Que el templo hácia el Panteon ofrece paso,
Se ve representada
La historia del triste, é infausto caso,
—279—
Que con horror, y espanto
A Adam, y á Eva hizo llorar tanto.
Dentro del cementerio,
Todo es grandioso, todo es realzado,
Y con gran magisterio
Se han el primor, y el arte concertado,
A publicar lo diestro,
Lo sublime, é inmortal de tal Maestro.
Aquí atropos fiera
En risa cambia su horroroso ceño,
Y con faz placentera,
Entre la rosa, y el clavel risueño,
Eecopila la historia
Del ente racional, su fin, y gloria.
Aquí saca provecho
De la muerte, la salud humana,
Y el polvo mas deshecho,
Mas purifica la region insana:
Aqui la policía
Pone al vivo, y al muerto en armonía.
Aqui longevo dias,
Con decoro, sosiego, y con reposo,
Las cenizas, ya frias,
Esperarán el término espantoso;
En que el terrible juicio
Decretará la vida, ó el suplicio.
O ! tu numen propicio,
Del Perú tutelar, padre, y consuelo,
Con generoso auspicio
Llena de bendiciones este suelo:
Este suelo que Aba soal gobierna
Para la gloria inmortal, memoria eterna.
COLEQIO.

Oficio de nuestro Excmo. señor Viret al Bxcmp. Cabil


do de esta Capital.

Excmo. Señor:

En la respuesta de V. E. á mi oficio de 31 de Marzo de 1808


sobre el establecimiento de un colegio de medicina de esta ca
pital, sigue acreditando el amor que tiene al bien público de
ella, y generosidad en cooperar á su consecucion en cuanto
esta de su parte.
Proponiéndome para esto, ceder á beneficio del enunciado
colegio, seiscientos pesos que por una gracia especial se asig
naron al sarjento mayor de la plaza D. Antonio Cantos, y qui
nientos que en la misma forma se señalaron al capitan de la
comision de capa D. Valerio Gasols, con la calidad de que ha
bían de disfrutarlos los que actualmente poseian una y otra
renta; pero que con su remocion ó fallecimiento podian apli
carse al colegio de medicina, respecto de haber sido aquellas
Historia—27
—282—
concesiones meramente personales, acepto desde luego, la
oferta que de ambas rentas me hace V. Es y las aplico al nue
vo colegio de medicina.
Y en atencion á que la gran necesidad que hay de una cáte
dra de medicina práctica para la fundamental enseñanza de la
medicina, y lo que recomienda semejante establecimiento S.
M. en la ley 12, tit. 10, lib. 8 del nuevo Código de Castilla, me
han obligado á plantificarlo aun sin tener renta fija para su
duracion, valiéndome para su provisional subsistencia, de la
renta de la cátedra de Prima de medicina de esta real univer
sidad, que se halla vacante en el interin se me proporciona
ban arbitrios para dotarla permanentemente, habiendo falle
cido el sarjento mayor de la plaza D. Antonio Cantos, asignó
para renta á esta cátedra que se titulará de Clínica, los seis
cientos pesos que V. E. concedió á la persona de dicho sarjen
to mayor de la plaza, y me ha ofrecido para el colegio. De cu
yo modo queda situada con permanencia y libre el sueldo de
la Prima para que el que la ocupase llene los deberes que le
estan anexos y los que se le agregarán en la instruccion com
pleta que de todos los ramos de la ciencia médica se ha de ha
cer en el colegio.
Y porque el amor y celo con que V. E. mira, no solo al bien
de esta capital, sino aun de toda esta América, merecen se le
dé la gloria de ser solo V. E. quien sostenga el estudio prácti
co de esta enseñanza, y que es la parte mas importante, he
juzgado oportnno que para completar el número de maestros
que en ella se necesitan sin nuevos gravámenes á sus fondos,
se agreguen en la calidad de tales maestros y catedráticos los
dos profesores de vacuna que paga V. E. con el mismo sueldo
que hoy gozan. Pues el nuevo empleo en (pie se les coloca
dándoles mayor lustre y distincion, no les impide en modo al
guno el desempeñar el cargo por el cual se les rentó, antes si
se les hará menos honerosa la vacunacion, y el fluido vacuno
estará menos expuesto á perderse. Lo primero porque el car
go de la enseñanza de las materias que se les asignen se orde
nará de tal modo, que cuando el uno esté ocupado en ella que
de el otro enteramente libre para cuidar de la vacunacion. Lo
segundo porque de los alumnos del colegio tomarán los que
les pareciesen mas oportunos para que les ayuden á recorrer
los niños vacunados que tuviesen en la ciudad, y se les ins
truyan al mismo tiempo en esta operacion y cuidados consi
guientes que exije para lograr su efecto, y en lo que deben es
tar bien instruidos para cuando salgan al servicio de las pro
vincias. Y lo tercero porque en la sala de clínica ó medicina
práctica que ha de señalarse en el real hospital de San An
dres, se designarán dos ó cuatro camas para que sean perpé
—288—
tuamente ocupadas por otros tantos niños vacunados, que ha
llándose á la vista de los catedráticos, pasantes y enfermeros
de esa sala no se rascarán los granos, naciendo la operacion
infructuosa en sí mismo, y exponiendo á perderse el fluido va
cuno, como puede acontecer por el método que se sigue en el
dia, y que hace andar llenos de cuidados á los profesores que
tienen este encargo, temiendo perder por momentos el fluido
vacuno, porque esparcidos los niños vacunados por sus casas
corren el riesgo de destrozarse el grano, y lo hacen frecuente
mente. •
Añadidos á las cantidades y aplicaciones aquí mencionadas
los novecientos pesos que de los fondos de V. B. se deducen
para la subsistencia del teatro anatómico, resulten que en de
sempeño de sus obligaciones por el bien público, aplica la su
ma de tres mil doscientos pesos para que se consiga el logro
de la enseñanza de la medicina y cirujía, tan necesarias á la
salud pública, así de esta capital como de sus provincias. Con
la enunciada suma quedará mejorado el establecimiento del
teatro anatómico, fundada la instruccion práctica de la medi
cina y cirujía, y ademas doradas tres ó cuatro becas para otros
tantos niños pobres de esta capital que quieran aplicarse á la
carrera de la medicina, y que serán designados por V. B. así
los primeros que hayan de agraciarse, como los que sucedie
ren en caso de vacante. Todo lo cual será arreglado en las
constituciones que hayan de regir el colegio de medicina y
que se pasarán á V. E. como tan interesado en su fundacion.
En cuanto á los medios que V. E. me propone, con respecto
á la real univerdad, siendo estala obligada á la enseñanza, no
dudo que adoptando estos ú otros semejantes, ponga expedi
tos y con el sueldo respectivo las cátedras cuyos profesores han
de ir á dar al colegio las lecciones de medicina teórica y de
las otras facultades que deben precederle.
Deseando que todas las aplicaciones que se hagan al cole
gio sean subsistentes á fin de que éste mismo pueda serlo, y
de que empezada la enseñanza no haya de interrumpirse por
la falencia de alguno de los fondos, con los cuales deba contar,
quedó entendiendo en el modo de hacer permanentes aquellos
arbitrios que hubiesen de elegirse entre los demas que V. E.
me propone, y sobre lo que se le instruirá á su debido tiempo.

Dios guarde ájV. E. muchos años.—Lima, y Julio 28 de 1808.

José Abascal.

Al Excmo. Cabildo de esta Capital.


—284—

CONTESTACION.

Excmo. Señor:

El oficio de 28 de Junio próximo pasado, en que V. E. se


ha dignado no solo contestar la propuesta de los arbitrios con
ducentes á la dotacion de cátedras del colegio de medicina,
sino extender con prolijidad todo lo perteneciente á ías apli
caciones, á las cátedras y enseñanza, presentando un plan por
el cual se descubre lo que va á tomar á su cargo este colegio,
y cómo ha de desempeñar sus funciones para que sea efectivo
y general. El beneficio de su establecimiento, ha llenado á es
te cabildo de la mayor satisfaccion y complacencia, tanto por
que la parte que tiene en una empresa, cuyas utilidades se
iran conociendo y disfrutando de dia en dia, como por el acier
to con que V. E. dá ocupacion á los que deben tenerla, y pro
porciona en todo el cumplimiento de las reales intenciones del
soberano. Para cooperar á esto y á cuanto ceda en el benefi
cio público en que son tan constantes los desvelos de V. E. es-
tan siempre prontos los caudales y fondos de propios y arbi
trios; y nunca mas gustoso el cabildo, que cuando los emplea
con utilidad notoria ó indisputable. Tal es lo que logra la asig
nacion de los 3,200 pesos anuales de que V. E. se encarga,
uniendo los 600 pesos ya efectivos por la muerte del sarjento
mayor de la plaza, y los 500 del capitan de la patrulla de en
capados, que lo seran en su respectiva oportunidad, con los mil
doscientos de los dos profesores destinados á la vacunacion, y
los 900 de la cátedra de Anatomía, director y gastos del anfi
teatro.
Si es digna del mayor elogio la deliberacion tomada por V.
E. en órden á asegurar el fluido vacuno, y establecer los me
dios mas propios para cuidar de los jóvenes vacunados, con
decorando con el magisterio del colegio á los dos profesores y
haciéndoles emplear sus talentos é instruccion en la enseñan
za de los alumnos, no lo es menos la de que sin privarse de
renta á la cátedra de prima de medicina, se le prescriba lo que
deba obrar con respecto al colegio, proporcionándose á las de-
mas unos destinos con los cuales tengan el ejercicio de que
carecen, segun lo que resulta del expediente relativo á la real
—285—
Universidad de San Marcos, en que habló este Cabildo repro
duciendo una prolija respuesta, del señor procurador general
y de cuyo progreso y estado no ha vuelto á tener noticia. Se
rán pues, en virtud de la justísima determinacion de V. E. y
de sus acertadas consiguientes providencias, unas cátedras cu
yas rentas se satisfagan lejítimamente por una ocupacion cier
ta y efectiva, que fué el objeto de la fundacion de ella.
Los conocimientos del cabildo, las indagaciones que haga en
los casos que ocurran, y el acuerdo uniforme ó resultante de
la pluralidad de los votos, serán los que obren en la eleccion
de los jóvenes que hayan de ocupar las becas con que V. B.
ha querido señalar su atencion á este cuerpo, que por esto, y
por todo cuanto comprende el citado oficio á que ahora se con
testa, rinde á V. E. las debidas gracias, suplicándole tenga la
bondad de permitir se haga público ese mismo oficio en la
minerva peruana, para que esta ciudad y todo el reino se
instruyan del plan que V. E. ha trazado, y de que cuando aun
no ha sido posible verificar la construccion material del cole
gio, está ya construido en lo formal, y no queda la menor da
da en órden á su perfecto establecimiento, subsistencia y per
petuidad.
Al tesorero de propios y arbitrios, se ha hecho saber el ofi
cio de V. E. para que tenga á su disposicion y órdenes supe
riores los 600 pesos que se pagabsn al sarjento mayor, y que
del mismo modo proceda segun lo que se le comunique por V.
E. acerca de los 400 pesos del capitan de encapados, y de los
1200 de los profesores destinados á la vacunacion, en que to
do lo que se ejecute ha de ser lo que V. E. vaya providencian
do. Para que donde existe la dotacion de esos profesores y
sus nombramientos, conste la aplicacion que V. E. les ha da
do, y lo últimamente dispuesto en cuanto á mantener el fluido
y ejercitar las operaciones de la vacunacion, se ha agregado
testimonio del oficio de V. E. al expediente de su materia.

Dios guarde á V. E. muchos años.

Sala Capitular de Lima, y Julio 8 de 1808.


-

J
Oficio del Ilustre Cabildo de Buenos Aybes
a el de Lima. -

Bxcmo. Señor.

Cada dia nos presenta V. B. nuevos testimonios del grande


interes que ha tomado en las glorias de esta América, en la
conservacion y defensa de estos dominios. La Nacion toda de
berá tributar elogios á ese Bxcmo. ayuntamiento, en quien
brillan á competencia la generosidad, el espíritu de religion,
de fidelidad y de patriotismo : el mas digno de los monarcas se
complacerá cada vez mas en haber condecorado á V. E. con
prerogativas y distinciones tan justamente merecidas; y este
Cabildo por mas que apure los resortes de la gratitud, nunca
podrá manifestarla á medida de sus deseos. Serán eternas en
su memoria las demostraciones con que ha celebrado V. B. el
triunfo de esta ciudad contra las armas británicas, y ocupará
en sus anales un lugar distinguido, ese razgo noble de genero
sidad, con que V. E. ha prohijado al hijo menor de nuestro
genera] el señor D. Santiago Liniers, en los términos que re
sultan de la acta capitular testimoniada. Ella y la carta fueron
inmediatamente puestas en manos del señor general con expre
siones de parte de este cuerpo, cuales correspondian á la insi
—288—
nuacion y súplica de V. B. : dicho señor prorrumpió en voces
propias de su carácter, y significará á V. B. el singular aprecio
que le ha merecido tan extraordinaria demostracion.
Dios guarde á V. E. muchos años. Sala capitular de Buenos
Ayres Octubre 26 de 1807. — Martin de Alzaga. — Estevan
Villanueva. — Manuel Mansilla. — Antonio Pirán. — Ma
nuel Ortiz de Basualdo. — Miguel Fernando de Agüero. —
José Antonio Capdevila. — Juan Bautista de Ituarte. — Be
nito de Iglesias.
Excmo. Cabildo, justicia y regimiento de la capital de Lima.

Contestacion del Exorno. Cabildo de Lima á el de Buenos Ayres.

M. I. O.

Le parecía á este Cabildo que V. S. habia hecho cuanto tenia


que hacer, y que con lo ejecutado, no era posible avanzarse á
mas, ni la capital de Buenos Ayres podia exigir ó esperar de
V. S. otros beneficios que aquellos que ofreciese el curso ordi
nario de las cosas, libre de sus enemigos, y en el estado de
tranquilidad en que se hallaba. Asi discurría, y no con poco
engaño, cuando los papeles públicos y uno que V. S. remitió
junto á su catta de 26 de Setiembre le ponen á la vista unos
nuevos medios de manifestarse, V. S. el padre mas amante,
mas tierno, mas piadoso; y en una palabra el consuelo, el so
corro, el alivio, de la desamparadaviuda, del iníeliz huérfano, del
inválido, y de todos los que en sus pobres casas ó desdichados
albergues no encuentran sino desolacion y miseria. Estos si que
Son perpétuos monumentos de generosidad, y de una inagota
ble fecundidad de arbitrios con que despues de haberse hecho
brillar la religion, la fidelidad, el valor, el patriotismo, y la mas
distinguida detencion al público en la inmortal empresa de la
defensa de Buenos Ayres, y con ella, de toda la América me
ridional que debe reconocer con la mayor gratitud, y respetar
como á su libertadora ó como á la aiitora de su prosperidad en
los presentes calamitosos tiempos á esa heroica ó invensible,
ciudad, á ese ilustre y nunca bien aplaudido vecindario: des
pues de una incesante fatiga de unas erogaciones, gastos, y
desembolsos sin término, emprende V. S. gastar mas, extiende
—289—
su prudente consideracion á todo lo que la demanda, y logra
difundir extraordinariamente su beneficencia : con cuanto gusto
habría trasladado este cabildo á la noticia del soberano esos
posteriores sucesos cuando informó de los anteriores, si hubiese
podido tener los presentes como que verdaderamente son muy
dignos de recomendarse con encarecimiento. No dejará de ha
cerlo en su oportunidad; quedándole la satisfaccion de haberse
cumplido hasta aqui segun ha podido, y de que V. S. le haya
conocido los deseos de concurrir á su desahogo, y al justo elo
gio de sus gloriosas hazañas. Por ahora nada mas hará que
agradecer a V. S. la parte que ha tenido, cumpliendo con la
suplica que le fué hecha, en la aceptacion del señor general
D. Santiago Liniers, con respecto al contenido de la acta capi
tular que se acompañó.
Dios guarde á V. S. muchos años. Sala capitular de Lima y
Diciembre 26 de 1807. Siguen las firmas de los Señores del
Bxcmo. Cabildo.
M. I. Cabildo justicia y regimiento de la capital de Buenos
Ayres.

Oficio del eeñor D. Santiago Liniers al Exorno. Cabildo de Lima.

Excmo. Señor.

Como V. E. desde la reconquista de esta capital conseguida


el año próximo pasado, dió tan repetidas pruebas del grande
interes que tomaba en las glorias de ellas, son consiguientes
las demostraciones de gozo, y acciones de gracias al Todo Po
deroso que se sirve anunciarme en su carta de 26 de Agosto
último, y cuya menuda relacion no he podido leer en los pape
les públicos sin conmocion. V. E. en sus expresiones da bien
á conocer cuanta parte ha tomado en nuestros triunfos: los ha
ensalzado con sus demostraciones y acredita al mismo tiempo
la fidelidad mas acendrada á nuestro amado soberano. A las
públicas y muchas pruebas de su generosidad, añade la que es
para mi tan apreciable de prohijar al menor de mis hijos, y
señalarle una pension con que pueda ser educado hasta la edad
de tomar carrera: distincion que completa mis satisfacciones,
que admito con el mayor aprecio, y que perpetuará mi recono-
Hist oria—28
—290—
cimiento, y la generosidad de V. E. Queda pues como hijo suyo
el menor de los mios á quien haré comprehender desde ahora
el justo aprecio con que debe mirar, y reconocer la distincion
que V. B. le hace y corresponder á ella no solo con gratitud
que es tan debida, sino tambien con unos afectos que hagan ,
conocer todo el valor de aquella. Pora nú es mía demostracion
que aumenta la mia al grado mayor, siendome difícil expresar
todos los sentimientos que han conmovido mi corazon al leer
la acta que V. E. me acompaña, con su citada carta, y que será
eu lo sucesivo uno de los mas apreciables monumentos de la
generosidad y grandeza de la capital del Perú.
Dios guardo á V. E. muchos años. Buenos Ayres 27 de Oc
tubre de l>0f — Excmo. señor?

Santiago Liniers.

P. D. — íío remito ahora á V. E. la f-é de bautismo de mi


hijo D. Tomas, qüe es el que V. E. ha adoptado por suyo, por
que habiendo nacido en Montevideo, y no teniendo yo en mi
poder sino la noticia del dia de su nacimiento, he ocurrido alli
para que se me envie, quedando en dirigirla á V. E. en el pró
ximo correo, autorizada, y legalizada como corresponde.
A la Excma. y muy noble, muy leal, é insigne ciudad de
Lima.

Contestación del Exorno. Cabildo de Lima al señor D. Santiago


Liniersi

Interesado este Cabildo en hacer á V. S. una ligera demos


tracion de su aprecio y gratitud, por lo que han obrado sus
desvelos, su talento, y buena direccion, no solo en la repulsa,
sino en la depresion, y abatimiento del orgulloso enemigo,
una, y otra vez combatido, é ignominiosamente expelido para
gloria y tranqiiilidad de Buenos Ayres, para lá seguridad de
la América meridional, recibe con la mayor complacencia las
expresiones con que V. S. le favorece, y la aceptacion que se
ha servido prestar al prohijamiento hecho de su hijo menor,
cuyo nombre queda ya estampado en los libros; y se archivara
en su oportunidad la partida de bautismo que V. S. Ofrece re
mitir. Df ella hará el debido uso este cabildo dirigiendo sus
—291—
representaciones al soberano, para el ejercicio de su real benig
nidad, segun lo que permita el presente estado del señor D. To
mas Liniers : de quien, ó de V. S. para el caso es constituido
apoderado ahora, y en adelante el señor alcalde ordinario ree
legido D. Antonio Alvarez de Villar por encargo particular de
este Cabildo, cuyas órdenes cumplirá el tesorero administra
dor de propios, entregando la asignacion mensual desde la
fecha deja acta capitular. Si en algo puede servir el Cabildo
á V. S., será de su última satisfaccion manifestar la mayor
prontitud en el cumplimiento de cualquiera orden, ó insinua
cion suya.
Dios guarde á V. S. muchos años. Sala capitular de Lima
y Diciembre 26 de 1807.
Señor general Brigadier de los reales ejércitos D. Santiago
Liniers. (1)
(1) Vease á fojas 67 de la relacion del Virey Abascal.
Lima, 24 de Setiembre.

BANDO. (1)

Don José Fernando de Abasoal y Sousa, Caballero del


abito de Santiago, Mariscal de campo de los eeales
ejércitos, vlrey, gobernador y capitan general del
Perú, Superintendente Sub-delegado de real ha
cienda, Presidente de la real audiencia de Lima &.

Por cuanto el Eey nuestro señor se ha dignado expedir la


real cédula siguiente:

El Eey:

Con fecha de diez y nueve de Marzo próximo pasado, se sir


vió expedir mi augusto padre el real decreto del tenor siguiente :

Como los achaques de que adolesco no me permiten soportar por


mas tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos y me sea pre
ciso para reparar mi salud gozar en clima mas templado de la
tranquilidad de la vida privada, he determinado ; despues dela
mas seria deliberacion, abdicar mi corona en mi heredero y mi
muy caro hijo el Príncipe de Asturias. Por tanto, es mi real vo
luntad, que sea reconocido y obedecido como rey y señor natural
de todos mis reinos y dominios. Y para que este mi real decreto
de Ubre y expontánea abdicacion tenga su exacto y debido cumpli
miento, lo comunicareis al consejo y demás á quienes corresponda.

Dada en Aranjues, á 19 de Marzo de 1808.

Yo bl Eey.
A D. Pedro Cevalloz.

[I | Véase á f. 76 de la memoria del Virey Abatical.


—294—
En consecuencia, tuve á bien expedir otro real decreto con
fecha del siguiente dia veinte del expresado mes de Marzo, por
el que vine en aceptar y acepto en debida forma dicha ab
dicacion y renuncia de la corona, hecha por. el referido rey mi
augusto padre, y mandar se levanten en el reino los pendones
por mí y en mi real nombre, y me tengan desde ahora en ade
lante por su rey y señor natural, ejecutándose todas las cere
monias que se acostumbran en semejantes casos. Publicado en
mi consejo de las Indias, acordó su cumplimiento y expedir
esta mi real cédula, por la cual mando á mis vireyes, presi
dentes, audiencias, gobernadores de las provincias de mis rei
nos de Indias é islas adyacentes, y Filipinas, que respecto á
haber recaido en mi real persona todos los reinos, estados y se
ñoríos pertenecientes á la corona de España, en que se inclu
yen los de Indias, y hallándome en la posesion, propiedad y
gobierno de ellos, disponga publicar el contenido de esta mi
real cédula con la solemnidad que en semejantes casos se hu
biere acostumbrado, p ira que llegue á noticia de aquellos mis
amados vasallos, y me reconozcan por su lejítimo rey y señor
natural, obedeciendo mis reales órdenes, y las que en nombre
mio les dieren dichos mis vireyes, presidentes, audiencias, go
bernadores y demas (á quienes he habilitado para continuar
en sus respectivos destinos por otro real decreto) en todo lo
perteneciente al buen réjimen, conservacion y aumento de los
expresados dominios de indias, á fin de que se mantengan con
la quietud y buena administracion de justicia que conviene al
servicio de Dios y mio. Así mismo mando á los consejos, jus
ticias y Tejimientos, caballeros, escuderos, oficiales y hombres
buenos de las ciudades y villas de dichos mis reinos de indias,
que luego que reciban esta mi real cédula, alcen pendones en
mi real nombre con el de D. Fernando Séptimo, y hagan las de-
mas solemnidades y demostraciones que en semejantes easos
se requieren, acreditando el amor y fidelidad que siempre han
manifestado al real servicio de los señores reyes mis predece
sores, lo cual espero continuarán en adelante, teniendo por
cierto que atenderé con particular cuidado á todo lo que les
tocare para hacerlas merced en lo que fuere justo y agracia-
ble, manteniéndolas en paz y en justicia. Teniendo presente
que en los mencionados mis reinos y provincias de indias, se
halla el necesario papel sellado para el consumo de algun tiem
po, he resuelto que las expresadas mis audiencias den las pro
videncias correspondientes para que en el que se hallare en el
distrito de cada una, se ponga la subscripcion siguiente: Val
ga para el reynado de S. M. el señor D. Fernando Séptimo, ru
bricada del oidor comisario del papel sellado, quien deberá co
municar la órden correspondiente á las demas partes que con
—296—
venga, para que tenga puntual cumplimiento. Y últimamen
te mando á dichos mis vireyes y gobernadores, capitanes ge
nerales, que en mi real nombre participen mi exaltacion al tro
no á todos los títulos de Castilla que residan en los distritos de
sus respectivos mandos, para su inteligencia y satisfaccion, Y
del recibo de este despacho, y de lo que en virtud se ejecuta
re, se me dará puntual aviso.
Fecho en Madrid, 10 de Abril de 1808.
Yo el Bey.

Por mandado del rey nuestro señor.—Silvestre Collar,

Por tanto mando se publique por bando inmediatamente á


usanza de guerra, y con toda la solemnidad respectiva, fiján
dose los correspondientes ejemplares en los sitios públicos y
acostumbrados de esta ciudad, plaza y puerto del Callao, pa
ra que llegue á noticia de todos; á cuyo fin se imprimirán al
mismo tiempo competente número de copias, y se remitirán
con los oficios oportunos á la real audiencia, al Illmo. señor
Arzobispo, •• Excmo. Cabildo para su inteligencia y su gobier
no, dirigiéndose tambien las que se consideren necesarias á
los limos. señores Obispos, gobernadores, intendentes del dis
trito de este vireynato, para que cada uno en la parte que le
compete cuide su puntual cumplimiento, avisándome á su tiem
po de haberlo así verificado. Dése de todo cuenta á S. M., co
mo así mismo de las sucesivas providencias que deben librarse.
Iiima, Setiembre 23 de 1808. . ,

José Abascal.

Simon Hámago,
Es cópia de su original. —

Simon Rávago.
Madrid 13 de Mayo.

Fidelísimos españoles.

Vosotros habeis obedecido con lealtad la mas exacta por


espacio de 20 años al augusto monarca de las Bspañas, imi
tando siempre á vuestros mayores; habeis correspondido á su
amor paternal, y acompañado al consejo en el justo sentimien
to que manifestó á S. M. por su abdicacion en el dia siguiente
de ella. Si hemos publicado la exaltacion de su sucesor, fué
únicamente por obedecer sus soberanos preceptos. Le hubie
ramos prestado sus largos años la misma obediencia y fideli
dad, si hubieramos comprendido que su abdicacion, y renuncia
de la corona, no fué acompañada de la expontánea libertad
necesaria.
Desde que el señor D. Carlos IV, dió á conocer que esta ab
dicacion habia sido violenta, y que se consideraba con la ple
nitud de su derecho para reasumir la corona, la junta de go
bierno, el consejo de Castilla, y la nacion entera quedaron'
pendientes de la decision de un asunto de tanta gravedad; y
el consejo ha visto con detenido examen los documentos en
que se ha fundado el arbitro poderoso elegido por esta deter
minacion: los mas principales se copian á continuacion, y en
el juicio que ha formado el consejo está seguro de que no se
ha desviado de lo que hubiera opinado el mismo augusto inte-
Historia—29
—298—
resado, si otras circunstancias menos complicadas hubieran
permitido este concierto. Desgracia ha sido ciertamente que
ya no se halla verificado esta union de los padres de sus pue
blos ; pero desgracia que será menos sensible para su benéfico
corazon, ya que por resultado se presentan esperanzas alha-
güeñas para lo venidero, y que bien pronto llegará á caminar
la nacion con pasos seguros á su mayor felicidad y prosperidad.
Empiezan á realizarse estas esperanzas, puesto que el rey
ha nombrado para su lugar teniente en el gobierno de estos
reynos á un principe, que sin otro interes que el de la España,
acreditado ya con las atenciones benéficas y continuas en el
mando de su ejército, se dedica con empeño y medios los mas
oportunos á cuanto puede contribuir á su gloria y felicidad.
La junta de gobierno, intimamente asociada á todos los sen
timientos del consejo, ha considerado bajo del mismo aspecto
la crisis de los sucesos anteriores; y en la determinacion adop
tada por la sabiduría del tribunal, y á que suscribe éntera-
mente, juzga cumplidos los decretos irrevocables de la provi
dencia que jamas abandona á un pueblo religioso, amante
de sus soberanos y de las leyes que le gobiernan.
Los documentos principales que se citan, y habia tenido pre
sentes el consejo en el pleno celebrado el 6 de este mes, con
asistencia de los excelentísimos señores vocales de la junta de
gobierno marques Caballero, bailio Fr. D. Francisco Gil, y
D. Gonzalo Ofarril, son los siguientes;

Protesta.

" Protesto y declaro que todo lo que manifiesto en mi decreto


del 19 de Marzo, abdicando la corona en mi hijo, fué forzado,
por precaver mayores males, y la efusion de sangre de mis
queridos vasallos, por tanto de ningun valor.

Yo EL REY.
Araujuez y Marzo 21 de 1808."
—299—

Carta remitiendo la protesta al emperador y rey.

"Hermano y señor:

V. M. sabrá ya con sentimiento el suceso de Aranjuez y sus


resultas: y no dejará de ver sin algun tanto de interes á un
rey, que forzado á abdicar la corona, se echa en los brazos de
un gran monarca su aliado, poniéndose en todo y por todo á
su disposicion, pues que el es el único que puede hacer su dicha,
la de toda su familia, y la de sus fieles y amados vasallos:
Heme visto obligado á abdicar; pero seguro en el dia y lleno
de confianza en la magnanimidad y genio del grande hombre,
que siempre se ha manifestado mi amigo, he tomado la reso
lucion de dejar á su arbitrio lo que se sirviese hacer de noso
tros, mi suerte, la de la reyna: : : : Dirijo á V. M. I. y E. una
protesta contra el acontecimiento de Aranjuez y contra mi
abdicacion. Me pongo y confio enteramente en el corazon y
amistad de V. M. I. Con esto ruego á Dios que os mantenga
en su santa y digna guardia. — Hermano y señor. — De V.
M. I. y E. su afectísimo hermano y amigo. —

Carlos."

Reiteracion de la protesta dirigida al señor infante


D. Antonio.

"Muy amado hermano:

En 19 del mes pasado he confiado á mi hijo un decreto de


abdicacior : : : : En el mismo dia extendi una protesta solemne
contra el decreto dado en medio del tumulto, y forzado por
las críticas circunstancias. : : : Hoy que la quietud está resta
blecida: que mi protesta ha llegado á las manos de mi augusto
amigo y fiel aliado el emperador de los franceses y rey de Ita
lia, que es notorio que mi hijo no ha podido lograr le reconozca
bajo este título : : : declaro solemnemente que el acto de abdi
—300—
cacion que firmé el dia 19 del pasado mes de Marzo es nulo en,
todas sus partes: y por eso quiero que hagais conocer á todos
mis pueblos, que su buen rey, amante de sus vasallos, quiere
consagrar lo que le queda de vida en trabajar para hacerlos
dichosos. Confirmo provisionalmente en sus empleos de la
junta actual de gobierno á los individuos que la componen, y
todos los empleados civiles y militares que han sido nombra
dos desde el 19 del mes de Marzo último. Pienso en salir luego
al encuentro de mi augusto aliado el emperador de los france
ses y rey de Italia; despues de lo cual transmitiré mis últimas
órdenes á la junta.

San Lorenzo á 17 de Abril de 1808.


Yo EL REY.
A la junta superior de gobierno."

Carta de S. M. el emperador de los franceses y rey de


Italia á S. A. E. el principe de Asturias.

"Hermano mio:

He recibido la carta de V. A. E. Ya se habrá convencido por


los papeles del rey su padre del afecto que siempre le he teni
do : en las presentes circunstancias. V. A. me permitirá le ha
ble con franqueza y lealtad. Yo esperaba en llegando á Madrid
de inclinar á mi ilustre amigo á que hiciese en sus dominios
algunas reformas necesarias, y que diese alguna satisfaccion á
la opinion pública. Separar de los negocios al principe de la
Paz, me parecia una cosa precisa para su felicidad y la de sus
pueblos. Los sucesos del Norte han retardado mi viaje. Las
ocurrencias de Aranjuez han sobrevenido. No me constituyo
juez de lo que ha sucedido, ni de la conducta del principe de
la Paz ; pero lo que no ignoro es, que nunca deben los reyes
acostumbrar sus vasallos á derramar la sangre haciéndose jus
ticia por si mismos. Ruego á Dios que V. A. E. no lo experi
mente jamas. No seria conforme al interes de la España que
se persiguiese á un principe que ha emparentado con una prin
cesa real, y que tanto tiempo ha gobernado el reyno. Ya no
tiene mas amigos. V. A. E. no los tendrá tampoco, si algun
dia dejase de ser dichoso. Los pueblos aprovechan las ocasio
—301—
nes de vengarse de los respectos que nos tributan : : : No po
deis juzgar al principe de la Paz : sus delitos, si se le imputa
sen, deben sepultarse en los derechos del trono. Muchas veces
he manifestado mi deseo de que se separase de los negocios al
principe de la Paz: sino he hecho mas instancias, ha sido con
motivo de la amistad del rey Carlos, apartando la vista de las
flaquezas de su afeccion. ¡ O miserable humanidad, debilidad
y error: tal es nuestra divisa! Mas todo esto se puede consi-
liar; que el principe de la Paz sea desterrado de España, y le
ofrezco asilo en Francia. En cuanto á la abdicacion de Car
los IV, ha tenido efecto en el momento que mis ejércitos ocu
paban la España; y la Europa y la posteridad llegarían á creer
que yo he mandado tantas tropas con el solo objeto de derribar
del trono á mi aliado y mi amigo. Como soberano vecino debo
enterarme de lo ocurrido, antes de reconocer esta abdicacion.
Deseo pues conferenciar con V. A. E. sobre este particular. La
circunspeccion que he guardado hasta ahora sobre estos asun
tos, debe convenceros del apoyo que hallareis en mí, si jamas
las facciones, de cualquiera clase que fueren, le perturbasen en
su trono. Cuando el rey Carlos me participó los sucesos del
mes de Octubre próximo pasado, me cansaron el mayor senti
miento, y me lisonjeo de haber contribuido por mis insinuacio
nes á su exito : : : : V. A. R. debe recelarse de las consecuen
cias de las emociones populares: pero no conducirían sino á la
ruina de la España : : : V. A. E. conoce todo lo interior de mi
corazon : puede ver que me hallo combatido por varias ideas
que necesitan fijarse. Podeis quedar seguro que en todo caso
me conducireis con vos lo mismo que he hecho con el rey vues
tro padre: estad persuadido de mi deseo de conciliario todo, y
de encontrar ocasiones de daros pruebas de mi afecto y perfecta
estimacion. Con lo que ruego á Dios que os tenga, hermano
mio, en su santa y digna guardia.

Firmado. — Napoeobn.

Posteriormente con fecha de 7 y 8 se han pasado al consejo


real la manifestacion, carta, real decreto, y órden que siguen:
—302—

Real manifestacion.

Españoles y amados vasallos: hombres pérfidos se ocupan


en perderos, y quisieran daros armas para que las empleaseis
contra las tropas francesas, anhelando reciprocamente excita
ros contra ellas, y á ellas contra vosotros. 4 Cuál seria el resul
tado de tan siniestras intenciones ? No otro sin duda que el
saqueo de toda la España, y desdichas de toda especie.
Todavia se hallan en agitacion los animos facciosos, que
tanto me han hecho padecer; y en circunstancias tan impor
tantes como críticas, me hallo ocupado en entenderme con mi
aliado el emperador de los franceses sobre cuanto dice relacion
con vuestra felicidad. Mas precaveos de dar oidos á sus ene
migos: los que os sugieren ideas contra la Francia, estan se
dientos de vuestra sangre, y son ó enemigos de nuestra nacion,
ó agentes de la Inglaterra: si los escuchais, acarreareis la pér
dida de vuestras colonias, la division de vuestras provincias,
y una serie de turbulencias é infortunios para vuestra patria.
Españoles, confiad en mi experiencia: y prestad obediencia
á la autoridad que debo al Todo Poderoso y á mis padres. Se
guid mi ejemplo, y persuadios de que solo la amistad del grande
emperador de los franceses, nuestro aliado, puede salvar la Es
paña y labrar su prosperidad.
Dado en Bayona, en el palacio imperial, llamado del gobier
no, á 4 de Mayo de 1808.
Yo EL REY.

Carta de remision del real decreto á S. A. I. y E.

"Mi señor hermano:

La ausencia y mis enfermedades, no permitiéndome dedicar


me por entero á los cuidados infatigables que exigen el go
bierno de mis estados, la tranquilidad de mi reyno, y la con
servacion de mi corona, he pensado que nada podia hacer
—303—
mejor que nombrar un lugar teniente, que revestido de la auto
ridad suprema que tengo de Dios y de mis antepasados, go
bierne y rija por mi y en mi nombre todas las provincias de la
España.
En su consecuencia, y habiendo de ántemano consultado el
bien de mis pueblos, y el deseo de salvar la monarquía del pre
cipicio en que los malvados y los enemigos del reposo del con
tinente la iban á sumergir : penetrado ljor otra parte de las
virtudes eminentes de que V. A. I. y E. nos ha dado tantas
pruebas, y de los grandes servicios que nos ha hecho; he re
suelto, con acuerdo y satisfaccion de mi fiel y grande aliado
el emperador y rey, nombrar á V. A. I. y E. por mi lugar te
niente general por el decreto que acabo de expedir á la junta
de gobierno, y acompaño : suplicandoos, ó principe, tengais á
bien pasárselo, y aceptar este nombramiento, que dará la tran-
qmlidad á mi alma.
Sobre lo que ruego á Dios, mi señor hermano, que os tenga
en su santa y digna guardia.
Fecho en Bayona á 4 de Mayo de 1808.
Señor mi hermano. — De V. A. I. y E. el muy afecto her
mano.
Carlos."

A LA JUNTA SUPEEMA DE GOBIEBNO.

Nombramiento de teniente general del reyno al


serenisimo señor oran duque de berg.

" Habiendo tenido por conveniente el dar la misma direccion


á todas las fuerzas de mi reyno, con el objeto de conservar la
seguridad de las propiedades y la tranquilidad pública contra
los enemigos, ya sea del interior, ya del exterior, he creido
para llenar este objeto deber nombrar teniente general del
reyno á nuestro amado hermano el gran duque de Berg, que
manda al mismo tiempo las tropas de nuestro aliado el empe
rador de los franceses.
"Por tanto, mandamos al nuestro supremo consejo de Cas
tilla, y demas consejos, chancillerias, audiencias y justicias del
reyno, vireyes, capitanes generales, gobernadores de nuestras
provincias y plazas, le presten obediencia, y ejecuten y hagan
ejecutar sus órdenes y providencias; siendo esta nuestra volun
—304—
tad, como tambien la de que como teniente general del reyno
presida la junta de gobierno.
Tendreislo entendida para el debido cumplimiento de esta
mi soberana determinacion.
Dado en Bayona en el palacio imperial, llamado el gobierno,
á 4 de Mayo de 1808.
YO EL REY."

Orden de remision del real decreto y manifestacion.

"Bustrisimo señor:

El serenísimo señor gran duque de Berg, me ha mandado


rimitir al consejo, como lo hago, el real decreto adjunto del
señor rey Carlos IV, expedido en Bayona en el palacio impe
rial, llamado el gobierno, á 4 de este mes, en que S. M. se ha
servido nombrar teniente general del reyno á S. A. I. y E. el
expresado señor gran duque, para que el mismo consejo lo
tenga entendido, lo cumpla, y circule con la mayor brevedad
al propio fin.
"Eemito igualmente al consejo de órden del mencionado
señor gran duque la manifestacion adjunta del mismo señor
rey D. Carlos IV, en que exhorta á sus vasallos á obedecer sus
providencias para salvar la España, y labrar su prosperidad, y
para precaver sus turbulencias é infortunios, para que el con
sejo tambien publique y circule dicha manifestacion. — Dios
guarde á V. I. muchos años.

Palacio, 7 de Mayo de 1808.

Sebastian Piñuela, señor decano del consejo."

Visto todo en el pleno, celebrado en este dia con asistencia


de dos señores vocales de la suprema junta de gobierno, el
excelentísimo señor D. Gonzalo O-Earril, y el ilustrisimo señor
D. Benardo Iriarte, nombrados al efecto por S. A. I. y E. el
cerenísimo señor gran duque de Berg; y habiéndose conferen-
siado el asunto, y oido en voz á los señores fiscales ha acordado
se guarde y cumpla el real decreto y manifestacion insertos, y
qué se comunique á todos los capitanes generales, presidentes
—305—
y regentes de las cnancillerías y audiencias, gobernadores,
corregidores, intendentes y justicias ordinarias: á los M. EE.
Arzobispos, EE. Obispos, y prelados eclesiásticos seculares y
regulares del reyno, para que lo tengan entendido, cumplan y
cuiden de su exacta observancia, obedeciendo y haciendo que
se obedezcan las órdenes y determinaciones de S. A. I. y E.
que se sirviere dar, como tal lugar teniente general del reyno,
sin contravenirlo, ni permitir su contravencion en manera al
guna.

Madrid, 8 de Mayo de 1808. — Está rubricado.

Con fecha 10 de Mayo ha comunicado el excelentísimo señor


D. Sebastian Piñuela al ilustrísimo S. D. Arias Mon, decano
del consejo y cámara, la real órden, cuyo tenor, y el de los
documentos que en ella se expresan, es el siguiente:
"Ilustrísimo señor: remito á V. I., de órden del Serenísimo
señor gran duque de Berg, lugar teniente general del reyno,
el adjunto decreto del señor D. Fernando VII, dirigido á la
suprema junta de gobierno, el cual comprende una carta que
dicho señor escribió á su augusto padre, haciendo en su favor
la renuncia de su corona, y la revocacion de los poderes dados
á dicha junta de gobierno, encargando á esta muy particular
mente que preste obediencia al referido señor su augusto padre.
"Igualmente remito á V. I. la carta que el mismo señor
D. Fernando VII escribió á S. M. I. y E. el emperador de los
franceses, relativa al mismo asunto, á fin de que todo se publi
que, imprima y circule por el consejo inmediatamente."

"En este dia he entregado una mi amado padre con


cebida en los terminos siguientes : — Señor — Mi venerado
padre y señor. — Para dar á V. M. una prueba de mi amor, de
mi obediencia y de mi sumision, y para acceder á los deseos
que V. M. me ha manifestado reiteradas veces, renuncio mi
corona en favor de V. M., deseando que V. M. pueda gozarla
por muchos años. Eecomiendo á V. M. las personas que me
han servido desde el 19 de Marzo. Confio en las seguridades
que V. M. me ha dado sobre este particular. — Dios guarde á
V. M. felices y dilatados años. — Bayona 6 de Mayo de
1808. — Señor. — A. L. E. P. de V. M. su mas humilde hijo. —
Fernando. — En virtud de esta renuncia de la corona, que he
hecho en favor de mi amado padre, revoco los poderes que ha
bia otorgado á la junta de gobierno antes de mi salida dé Ma
drid para el despacho de los negocios graves y urgentes que
pudiesen ocurrir durante mi ausencia. La junta obedecerá las
Historia—80
—306—
órdenes y mandatos de nuestro muy amado padre y soberano,
y las hará ejecutar en los reynos. Debo antes de concluir dar
gracias á los individuos de la junta, á las autoridades recono
cidas, y á toda la nacion por los servicios que me han prestado,"
y recomendarlas que se reunan de todo corazon á mi amado
padre el rey D. Carlos, y al emperador Napoleon, cuyo poder
y amistad pueden mas que otra cosa alguna conservar, el pri
mer bien de las Españas; á saber, su independencia, y la inte
gridad de su territorio. Eecomiendo asi mismo que no os dejeis
seducir por las asechanzas de nuestros eternos enemigos, de
vivir unidos entre vosotros, y con nuestros aliados, y de evitar
la efusion de sangre, y las desgracias que sin esto serian el
resultado de las circunstancias actuales, si os dejaseis arrastrar
por el espíritu de alucinamiento y de desunion. Tendráse en
tendido en la junta para los efectos convenientes, y se comu
nicará á quienes corresponda.
Fernando.
En Bayona á 6 de Mayo de 1808.

Al infante D. Antonio."

Cauta á S. M. el Emperador de los Franceses.

"Señor mi hermano :

Tengo el honor de pasar á V. M. cópia de la carta que me


he propuesto remitir al Eey mi augusto padre, en Ja cual ha
go abdicacion de la corona de España en favor de S. M. con
forme al deseo que me ha manifestado hoy á presencia de V.
M. I. y E.
"Euego á V. M. I. y E. que tome bajo su poderosa protec
cion mi persona, la de mi hermano el infante D. Carlos, y ga
rantir á todos aquellos que me han seguido, la seguridad de
sus personas y la conservacion de sus propiedades.
"En esta confianza, niego á V. M. 1. y E. que acepte la se
guridad de la alta consideracion &. &.
De V. M. I. y E. su hermano.

Firmado.—Fernan do.

Bayona, 5 de Mayo de 1808."


—307—
Publicado todo en el consejo pleno, ha acordado su cumpli
miento, y que se comunique á los capitanes generales, presi
dentes y regentes de las cancillerías y audiencias, gobernado
res, corregidores, intendentes y .justicias ordinarias; álosM.
BE. Arzobispos, EE. Obispos y Prelados eclesiásticos, secula
res y regulares del reyno, para que lo tengan entendido, cum
plan y cuiden de su exacta observancia.

Madrid, 10 de Mayo de 1808.

D> Bartolomé Muñoz.

Con esta misma fecha se ha expedido una real provision del


consejo, en que con motivo del real decreto en que se nombra
al Serenísimo señor Gran Duque de Berg, por lugar-teniente
general del Eeyno, y de la confirmación en sus destinos con
cedida por S. A. I. y E. á los ministros de todos los tribuna
les, se encarga la buena y pronta administracion de justicia,
habilitándose el papel sellado, poniendo esta nota: Valga por
el gobierno del lugar-teniente general del Eeyno.

Del mismo Madrid 17 de Mato.

Se han presentado por el órden siguiente á tributar sus ho


menages al Serenísimo señor Duque de Berg, lugar teniente
general del Eeyno:

Día 9.

Los generales, los cuerpos de casa real, guardias de cortes,


españolas y valonas, la guarnicion de Madrid, infantería, ca
ballería, inválidos y ayudantes de la plaza, los reales cuerpos
e artillería é i :r:5?"c~.
—308^-

Dia 10.

Los grandes de España, el consejo de Castilla, el consejo de


la inquisicion, el consejo de las indias, el consejo de órdenes,
el consejo de hacienda, la villa de Madrid con su correjidor, la
Secretaría de Estado, la de Gracia y Justicia, la de Guerra, la
de Marina, la de Hacienda de España é Indias, la Asamblea
de la orden de Carlos III, presidida por el Patriarca, la clase
de mayordomos de semana, la clase de gentiles hombres de
casa y boca, las oficinas de contralor y grefier, con todos sus
dependientes, la junta central, el cuerpo de marina, el intro
ductor de embajadores.

Dia 11.

La Provincia de San José (güitos), el cabildo de San Isidro,


los ayudas de cámaras, la capilla real, el seminario de nobles,
los médicos de cámara, la superintendencia de juros, la secre
taría de la real cámara y estampillas de S. M.
A medio dia fueron introducidos en las formas de estilo á
la audiencia de S. A. I. E. los miembros del cuerpo diplomá
tico residente en Madrid ; á saber, el Nuncio Apostólico, Mon
señor Gravina, el Encargado de Negocios de Paris Mr. Belloc,
el encargado de Negocios de Viena, Mr. Grennote, el Encar
gado de Negocios de Dresde, Mr. Perseh, el Encargado de Ne
gocios de los Estados Unidos, Mr. Erving, el Ministro Pleni
potenciario de-Petersburgo, Baron de Strogonoff, el de Milan,
el mismo á<d Francia, el Ministro Plenipotenciario de la
Haya, Mr. Ver-Huell, el de las ciudades asiáticas, el mismo
de Viena, con carácter de ministro residente.

Dia 12.

El caballerizo mayor con todos los caballerizos de campo,


contador y oficiales de la veeduría, el ballestero mayor y de-
mas ballesteros, los pajes del rey y directores, los directores
—309—
de la lotería, las secretarías de encomiendas de los infantes,
los Obispos de Albarracin, Nicaragua y Paraguay, la cámara
de Castilla, las secretarías de los patronatos.

Dia 14.

El cuerpo de la direccion de Filipinas, cuatro superiores re


ligiosos, en nombre de todas las comunidades, el general y su
periores de las escuelas pias, el cuerpo de capilla real, los mon
teros de cámara, los músicos de cámara, lo njíes de cámara y
saleta, los dependientes de la limera, los dependientes de la
tapicería, los gefes de cocina, los gefes de ramillete y veedores
de viandas, los escuderos de la real casa, los ayudas de orato
rio de SS. MM. y AA. D. Mariano Maella pintor de cámara, el
director de la real fábrica de tapices y sus hijos, los porteros
de damas, la real biblioteca.
Madrid 20 de Mayo.

El Eet, el Príncipe de Asturias, y SS. AA. los infantes


D. Carlos y D: Antonio, dan renunciado la corona, y
SUS DERECHOS Á ELLA, COMO CONSTA POR LOS DOCUMENTOS
QUE SIGUEN.

" He tenido á bien dar á mis amados vasallos la última prue


ba de mi paternal amor. Su felicidad, la tranquilidad, prospe
ridad, conservacion é integridad de los dominios que la divina
providencia tenia puestos bajo mi gobierno, han sido durante
mi reinado los únicos objetos de mis constantes desvelos. Cuan
tas providencias y medidas se han tomado desde mi exaltacion
al trono de mis augustos mayores, todas se han dirijido á tan
justo fin, y no han podido dirijirse á otro. Hoy, en las extraor
dinarias circunstancias en que se me ha puesto, y me veo, mi
conciencia, mi honor y el buen nombre que debo dejar á la
posteridad, exijen imperiosamente de mí que el último acto de
mi soberanía únicamente se encamine al expresado fin; á sa
ber, á la tranquilidad, prosperidad, seguridad é integridad de
—312—
la monarquía, de cuyo trono me separo á la mayor felicidad
de mis vasallos de ambos emisferios.
"Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido á
mi aliado y caro amigo el emperador de los franceses, todos
mis derechos sobre España é Indias, habiendo pactado que la
corona de las Españas é Indias, ha de ser siempre indepen
diente é íntegra, cual ha sido y ha estado bajo mi soberanía, y
tambien que nuestra sagrada religion ha de ser no solamente
la dominante en España, sino tambien la única que ha de ob
servarse en todos los dominios de esta monarquía. Tendreislo
entendido, y así lo comunicareis á los demas consejos, á los
tribunales del reyno, gefes de las provincias tanto militares co
mo civiles y eclesiásticas, y á todas las justicias de mis pue
blos, á fin de que este último acto de mi soberanía sea notorio
á todos en mis dominios de España é Indias, y de que concur
rais y concurran á que se lleven á debido efecto las disposicio
nes de mi caro amigo el emperador Napoleon, dirijidas á con
servar la paz, amistad y union entre la Francia y España, evi
tando desórdenes y movimientos populares, cuyos efectos son
siempre el estrago, la desolacion de las familias, y la ruina de
todos.
Dado en Bayona, en el Palacio imperial llamado del gobier
no á 8 de Mayo de 1806.

Yo el Rey.

Al Gobernador interino de mi consejo de Castilla."

"Don Fernando, Príncipe de Asturias, y los infantes D. Oár-


los y D. Antonio, agradecidos al amor y á la felicidad constan
te que les han manifestado todos sus españoles, los ven con el
mayor dolor en el dia sumergidos en la confusion, y amenaza
dos de resultas de esta de las mayores calamidades; y cono
ciendo que esto nace en la mayor parte de ellos de la ignoran
cia en que estan, así de las causas de la conducta que SS. AA.
han observado hasta ahora, como de los planes que para la fe
licidad de su patria estan ya trazados, no pueden menos de
procurar darles el saludable desengaño que necesitan para no
estorbar su ejecucion, y al mismo tiempo el mas claro testimo
nio del afecto que les profesan.
"No pueden en consecuencia dejar de manifestarles, que las
—313—
circunstancias con que el príncipe, por la abdicacion del rey
su padre, tomó las riendas del gobierno, estando muchas pro
vincias del reyno, y todas las plazas fronteras ocupadas poi
un gran número de tropas frances, y mas de 600,000 hombres de
la misma nacion situados en la corte y sus inmediaciones, co
mo muchos datos que otras personas no podian tener, les per
suadieron que rodeados de escollos, no tenían mas arbitrio que
el de escojer entre varios partidos el que produjese menos ma
les, y eligieron como tal el de ir á Bayona.
"Llegados á Bayona SS. AA. ER. se encontró impensada
mente el príncipe, entonces rey, con la novedad de que el rey
su padre habia protestado contra su abdicacion, pretendiendo
no haber sido voluntaria. No habiendo admitido la corona si
no en la buena fé de que lo hubiese sido, apenas se aseguró de
la existencia de dicha protesta, cuando su respeto filial le hizo
volver la corona: y poco despues el rey su padre la renunció
en su nombre, y en el de toda su dinastía, á favor del empera
dor de los franceses, para que este, atendiendo al bien de la
nacion, eligiese la persona y dinastía que hubiesen de ocupar
lo en adelante.
" En este estado de cosas, considerando SS. AA. ER. la si
tuacion en que se hallan las críticas circunstancias en que se
ve la España, y que en ellas todo esfuerzo de sus habitantes
en favor de sus derechos será no solo inútil, sino funesto, pues
solo servirá para derramar rios de sangre, asegurar la pérdida,
cuando menos, de una gran parte de sus provincias, y la de to
das sus colonias ultramarinas; haciéndose cargo por otra par
te, de que será un remedio eficasísimo para evitar estos males
el adherir cada uno de SS. AA. de por sí, en cuanto esté de su
parte, á la cesion de sus derechos á aquel trono, hecha ya por
el rey su padre; reflexionando igualmente que el expresado
emperador de los franceses se obliga én este supuesto á con
servar la absoluta independencia y la integridad dela monar
quía española, como de todas sus colonias ultramarinas, sin
reservarse ni desmembrar la menor parte de sus dominios, i';
mantener la unidad de la religion católica, las propiedades,
las leyes y usos, lo que asegura para muchos tiempos, y de un
modo incontrastable, el poder y la prosperidad de la nacion es
pañola, creen SS. VA. RE. dar la mayor muestra de su gene
rosidad, del amor que le profesan, y del agradecimiento con
que corresponden al afecto que le han debido, sacrificando cuan
to está de su partí;, sus intereses propios y personales en bene
ficio suyo, y adhiriendo para esto, como han adherido por un
convenio particular, á la cesion de sus derechos al trono: ab
solviendo á los españoles de sus obligaciones en esta parte, y
Historia—31
—314—
oxortándoles, como lo hacen, á que miren por los intereses co
munes de la patria, manteniéndose tranquilos, esperando su
felicidad de las sabias disposiciones y del poder del emperador
Napoleon, y que prontos á conformarse con ellas, crean que
darán á su principe y ambos infantes el mayor testimonio de
su lealtad, así como 88. AA. EE. se lo dan de su paternal ca
riño, cediendo todos sus derechos y olvidando sus propios in
tereses por hacerla dichosa, que es el único objeto de sus de
seos.
Burdeos, 12 de Mayo de 1808.

Yo el Principe.— Carlos.—Antonio.
Protesta de la renuncia de Fernando VII, hecha en seis
horas de término que se le señalaron por la jünta
de Bayona, incluida en una carta anónima de la mis
ma CIUDAD, RECIBIDA POR EL CORREO DE 4 JUNIO CON FE
CHA 20 DE MAYO, CUTO EXTRACTO CON LA ANTERIOR RE
NUNCIA SE PUBLICÓ EN LA GAZETA MINISTERIAL DE SEVI
LLA DEL SÁBADO 11 DE JUNIO DE 1808 EN EL ARTÍCULO BA
YONA 11 de Mayo.

Puesto que el emperador me asegura que el pueblo de Ma


drid está dividido en bandos siendo el de mi padre el superior
al mio, habiendo muerto el dia2 en un ataque de 11000 perso
nas, y pidiendo que renuncie en mi padre la corona, pues de
lo contrario pasarán á cuchillo á mis parciales, he venido en
hacer la renuncia que nunca habia pensado, para lo que no
'hay causa, como sabe el emperador; y aunque todo lo que me
asegura es dudoso para mí, hago la renuncia por evitar la efu
sion de sangre; protestando (pie será nula y de ningun valor
siendo falsos los datos (pie se alegan, de todo lo cual pongo
por testigo á nuestro Dios y al pueblo francés. Protesto así mismo
contra la renuncia del principado de Asturias, que me reservo
para siempre, esperando en la Providencia que volveré al tro
no de España para hacerla feliz: asi puas recomiendo á toda
mi nacion que se esfuerce en sostener los derechos de su reli
gion y su independencia contra el enemigo comun, que nadie
conoció mejor que mis amados vasallos, cuando públicamente
me aconsejaron no me fiase d; la siin dada amistad dfd gobier
no francés.
MANIFIESTO.

Amados españoles:

Habiendo efectuado su comision el encargado del pueblo, y


á quien conferí facultades para tratar personalmente con el
general Eosilly sobre las circunstancias del dia, paso á adver
tiros de su resultado.
Este individuo me La enterado muy pormenor de sus confe
rencias con dicho general, y lo mas esencial es, que puesto
que aun no hay un rompinüoiito formal, no debe hacerse alte
racion sobre el tratamiento qne hasta aquí se ha observado
con los individuos de la nacion francesa, hasta tanto que de
libere Napoleon sobre la peticion que se le hace de entregar
nos á nuestro muy augusto soberano Fekxándo VII,: gene
ralmente lo pide la nacion ofreciendo su sangre por la defensa
de esta causa, exponiéndole que á efectuar la entrega de dicho
soberano, se le dará libre salida á las embarcaciones de su im
perio que están surtas en esta bahia.
Nada debemos temer de esta escuadra, muy al contrario,
con la variacion de posicion que ha hecho la nuestra los tene
mos encerrados de modo que será nuestra siempre que se nie
guen á la proposicion razonable que se ha hecho.
En este entender, queridos compatriotas mios, no os encar
go mas que la subordinacion hácia el jefe que elijais, pues des
—318—
de ahora hago dimision de mi emple si no me considerais apto
para mandaros: pero si renovais la eleccion, y me dejais en el
puesto que ocupo, yo solo he de mandar, nadie me ha de impo
ner condiciones, y ninguno ha de solicitar acciones arriesgadas
qne solo contribuirían al desmembramiento de la nacion, y á
frustrar en parte el plan vasto, de que ya os he anunciado; pero
si aun sois capaces de recelar la menor intriga á favor de esta
corta porcion de navios franceses que tanto os preocupa, re
flexionad que ya hemos levantado el grito de no obedecer á
mas soberano que Fernando VII, y que ningun contraste po
drá separarnos de esta obligacion ; y por otro lado sabed que
por saciar vuestra ira contra 'los individuos que componen la
tripulacion de dichos navios, vais á perder irremisiblemente
los veinte y cinco mil hombres vuestros compatriotas, que es-
tan en el norte, y lo mas de todo á exponer la vichi de nuestro
soberano Fernando VII, que está en peor situacion que di
chos cortos navios, y cuya vida nos es tan preciosa, puesto que
por él vamos á pelear.
Por tanto no deis lugar á cabilaciones, y estad ciertos que
si sois de España, yo de España no me separo. Morir ó vencer
es mi mote, ¡ que en vuestros pechos no resuene otro !
Cádiz, 30 de Mayo de 1808

MORIA.
Extracto del juicio y sentencia pronunciada en la
gausa mandada seguir al príncipe de asturias por
resolucion de su padre el eey carlos iv.

No se*ha publicado todavía el resultado de la causa formada


eu el Escorial, sin embargo de lo que previene el decreto de
30 de Octubre, del año pasado; y deseando el Eey nuestro se
ñor que todos sus vasallos se instruyan de los procedimientos
contra su real Persona, varios criados suyos, y otros sugetos
que intervinieron en las ocurrencias de ella, ha mandado hacer
un breve resumen, de su contenido, segun resulta de ella mis
ma, hallada entre los papeles del Príncipe de la Paz, y es como
se sigue.,
En el 28 de Octubre próximo pasado entregó el Eey padre
al marques Caballero, secretario del despacho universal de
Gracia y Justicia., unos papeles que dijo habia encontrado en
tre los del serenísimo señor Príncipe de Asturias, nuestro
Eey y señor actual. Son un cuadernillo con doce hojas y algo
mas, escritas todas por S. M.; otro papel con cinco hojas y me
dia, escritas tambien de su letra; una carta con fecha de Tala-
vera á 28 de Mayo, de letra desconocida y sin firma; una clave,
y sus reglas para escribir en ciña; medio pliego con números,
cifras y nombres, y una esquela sin tirma.
El cuadernillo de las doce hojas es una representacion redu
—320—
pida a manifestar con el mayor respeto al Bey padre toda la
vida y extravíos bien notorios de D. Manuel Godoy, príncipe
de la Paz. En él se cuenta desde su nacimiento, sus hechos,
fortuna, orgullo y despotismo; y pedia S. M. á su augusto pa
dre se dignase salir á una batida, en la que á su presencia se
informase, llamando á los sugetos que mereciesen su mayor con
fianza, ó á los primeros que la casualidad le presentase, sobre
los sucesos que le declaraba, y por este medio se desengañaría,
conociendo la verdad de cuanto contenia aquel papel: que de-
bia separarle de su lado, confinándole, y á toda su familia,
donde tuviese por conveniente; y que con solo esta medida de
pura precaucion debia estar seguro de que sus pueblos mani
festarían cuanto le amaban, y aclamarían con el mayor júbilo
sus providencias. Hay otras muchas ideas muy conducentes á
este intento y al bien de la nacion, que se omiten, por bastar
lo dicho para formar juicio de su contenido; pero no debe pa
sarse en silencio que Yogaba al Bey su padre que si no adop
taba el medio que le proponía, no le descubriese, por los ries
gos á que quedaba expuesta su vida.
El papel escrito en cinco hojas se dirigía principalmente á
tratar bajo nombres supuestos el modo de resistir un enlace
que se le propuso, y de ningun modo convenia por las relacio
nes y las circunstancias del dia.
l¡a carta con fecha de Talavera es de D. Juan Escoiquiz,
canónigo y dignidad de la iglesia de Toledo, y maestro que
fué de S. M., contestándole á varias preguntas que le habia
hecho: la cifra y clave eran de las que se valían para escribirse
en algunas ocasiones sobre estos mismos asuntos: y finalmente
la esquela era de un criado que habia sido de S. M. anterior
mente; pero que no tiene la menor conexion cOn los puntos
que se procedia.
Al dia siguiente 29 de Octubre, como á las seis y media de
la noche, fueron convocados en el Cuarto del Bey padre, los
secretarios del despacho universal y el gobernador interino del
consejo; y habiéndose presentado S. M ., que actualmente rey-
na, fué preguntado por el contenido de los papeles, y de resul
tas conducido por su augusto padre á su cuarto, en el que lo
dejó arrestado, sin otra comunicacion que los nuevos gentiles
hombres y ayudas de cámara; pues en aquella misma noche se
mandó prender á toda su servidumbre.
En el dia 30 entregó el Bey padre al marques Caballero el
decreto que con aquella fecha se expidió y publicó por todo el
reyno, tratando de traidor al Bey nuestro señor, y á los que le
auxiliaban: este decreto, segun han certificado de órden de
S. M. cuatro secretarios suyos y oficiales de las secretarías de
gracia y justicia y guerra, resulta ser de Ierra de D. Manuel
^321—
Godoy, príncipe de la Paz, que á la sazon se hallaba en Madrid;
mas no obra original en el proceso, porque se entregó á S. M.
luego que se copió para mandarlo publicar.
En el mismo dia 30, viéndose S. M. reynante arrestado y
sin comunicacion, le pareció conveniente manifestar lo queha-
bia hecho hasta entónces por el bien de la patria, y salir de la
opresion en que se hallaba; y por ante el marques Caballero en
el dicho dia y otros siguientes declaró ios deseos que tenia de
hacer feliz la España enlazándose con una princesa de Fran
cia; los pasos que espontánea y libremente á este fin habia
dado; cuanto habia intentado para desengañar á sus augustos
padres, y hacerles conocer los perjuicios que les ocasionaba la
absoluta confianza en D. Manuel Godoy : que temiendo que
este se apoderase de las armas y del reyno, si fallecia S. M.
cuando en el año anterior estubo tan gravemente enfermo, ha
bía dado al duque del Infantado un decreto todo de su puño,
con fecha en blanco y sello negro, autorizándole para que to
mase, luego que muriese su augusto padre, el mando de las
armas de Castilla la nueva.
Despues de esto pasó ei príncipe de la Paz ai Escorial; y
habiendo ido al cuarto de S. M. reynante, le presentó escrita
tma carta para que la copiase, en la que pedia perdon á su
augusta padre: lo que asi ejecutó, por no poderse excusar á
prestarle esta prueba de su filial obediencia y respeto, ponien
do igualmente otra para su augusta madre, que ambas se inser
taron en el decreto de 5 de Noviembre, que de letra del mismo
D. Manuel Godoy, príncipe de la Paz, se entregó al marques
Caballero, de lo que han certificado tambien dichos oficiales
secretarios de S. M.
El haber recibido el referido decreto el duque del Infantado,
y el haber prestado á S. M. reynante algunas cantidades para
gastos muy precisos, son los únicos delitos por que se ha pro
cesado y acusado á un vasallo tan distinguido, y benemérito,
asi como los de D. Juan Escoiquiz ser autor de los dos prime
ros papeles escritos de mano de S. M., y suya la carta fecha en
Talavera, con algunos otros pasos que le sugería la lealtad y
el amor á favor de su real discípulo.
Los gentiles hombres marques de Ayerbe, conde de Orgaz,
y D. Juan Manuel de Villena no han tenido mas parte en este
negocio que sirvir á su amo en lo que creían bien inocente: se
ha intentado complicar en esta causa al duque de San Carlos,
conde de Bornos, y á D. Pedro Giraldo; pero no ha podido
verificarse.
De las declar iciones tomadas á estos sugetos, y otros que ha
sido preciso examinar, resultó que una do las causas impulsivas
IIistoría—32
—322—
para tomar medidas de precaucion, y ú fin de desenganar aí
Bey padre, fué haber propuesto 3). Diego Godoy, duque de
Almodovar del Campo, al brigadier 1). Tomas de Jauregui,
coronel de regimiento de Pavía, que era preciso mudar de di
nastía por el fatal estado de la salud del Rey, y otras razones
que resultan. De este exceso, ni él, ni D. Luis de Viguri, inten
dente que fué de la Habana, que promovía, segun se dice, la
misma especie, se ban purgado todavía, sin embargo de las
declaraciones y careos que entonces se practicaron:
Para la formacion de la causa nombró el Bey padre en 6 de
Noviembre una junta compuesta de D. Arias Antonio Mon,
decano gobernador interino del consejo real, D. Sebastian de
Torres, y D. Domingo Fernandez Campoiuanes, ministros del
propio consejo, y para que hiciese de secretario al alcalde de
corte D. Benito Arias de Prada. Concluida la sumaria nombró
para fiscal al mas antiguo del propio consejo D. Simon de Vie-
gas; y para sentenciarla, despues de haber observado todos
los trámites y solemnidades de derecho, ademas de los tres que
formaban la junta, á otros ocho, que son D. Gonzalo José de
Vilches, D. Antonio Villanucva, D. Antonio Gonzalez Yebra,
el marques de Casa García, D. Andres Lasauca, D. Antonio
Alvarez Contreras, D. Miguel Alfonso Villagomez, del propio
consejo, y D. Eugenio Manuel Alvarez Caballero, que fué fiscal
del de Ordenes.
El fiscal de la causa D. Simon de Viegas pidió en su acusa
cion la pena que la ley impone á los traidores contra D. Juan
Escoiquiz y el duque del Infantado, y otras extraordinarias
contra el marques de Ayerbe, conde de Orgaz y oíros presos;
pero los once jueces, viendo que nada resultaba contra ellos,
ni demas á quienes se había procesado por un delito tan atroz
como el que se expresa en los decretos de 30 de Octubre y 5
de Noviembre, por no haber ni aun la mas mínima sospecha,
ni el mas leve indicio de que se hubiese querido atentar á la
vida y trono de S. M., de unánime consentimiento acordaron,
decretaron y firmaron la sentencia, que copiada, como tambien
la carta misiva, dicen así:

SENTENCIA.

"En el real sitio de S. Lorenzo á 25 de Enero de 1808, el


ilustrísimo señor D. Arias Antonio Mon, decano gobernador
—323—,
interino del consejo; los ilustrísimos señores D. Gonzalo José
de Vilches, D. Antonio Villanneva, D. Antonio Gonzalez Ye-
bra, y los señores marques d¿ Casa G arcía, D. Eugenio Manuel
Alvarez Caballero, ü. Sebastian de Torres, D Domingo Fer
nandez Campomanes, D. Andres Lasauca, D. Antonio A.varez
de Contreras, y 1). Miguel Alfonso Villagomez, ministros del
consejo real, nombrados por S. M. para sentenciar la caus i for
mada contra los que se hallan presos con motivo de las ocur
rencias con el Príncipe nuestro señor: visto el proceso, con la
acusacion puesta por el señor fiscal mas antiguo del mismo
tribunal D. Simon de Viegas, nombrado al afecto por real orden
de 30 de Noviembre último; en la que pretende se imponga á
D. Juan Escoiquiz, arcediano de Alcaraz, dignidad de la igle
sia de Toledo, y al duque del Infantado, la pena de traidores
que señala la ley de partida, y otras extraordinarias por infide
lidad en el ejercicio de sus empleos y destinos, al conde de Or-
gaz, marques de Ayerbe, Andres Oasaüa, D. José Gonzalez
Manrique, Pedro Collado y Fernando Selgas, casilleres los dos
últimos eon destino al cuarto de S. A. real, presos todos por
esta causa, y lo pedido y expuesto por ellos en sus respectivas
defensas y exposiciones, dijeron que debian de declarar y de
clararon no haberse probado por parte del señor fiscal los deli
tos comprehendidos en su citada acusacion; y en su consecuen
cia que debian de absolver y absolvieron libremente de ella á,
los referidos D. Juan Escoiquiz, duque del Infantado, conde
de Orgaz, marques de Ayerbe, Andres Casaña, D. José Gon
zalez Manrique, Pedro Collado y Fernando Selgas, mandán
dolos poner en libertad : igualmente á D. Juan Manuel de Vi-
llena, D. Pedro Giraldo de Chavez, conde de Bornos, y Manuel
Eibero, presos tambien, aunque no comprehendidos en la refe
rida acusacion fiscal, por no resultar culpa contra ellos: decla
rando asi mismo que la prision que unos y otros han padecido
no pueda ni deba perjudicarles ahora ni en tiempo alguno á
la buena opinion y fama de que gozaban, ni para continuar en
sus respectivos empleos y ocupaciones, y obtener las demas
gracias á que la inalterable justicia y clemencia de S. M. los
estime acreedores en lo sucesivo: y ordenaron, que en cumpli
miento de lo mandado por el real decreto de 30 de Octubre de
1807, se imprima y circule esta sentencia, para que conste ha
berse desvanecido por las posteriores actuaciones judiciales los
fundamentos que ocasionaron las providencias que en dicho
real decreto y el de 5 de Noviembre siguiente se expresaron.
Póngase en noticia de S. M. esta sentencia, para que, si mere
ciese su real aprobacion, pueda llevarse á efecto ; y asi lo acor
daron y firmaron. — D. Arias Mon. — D. Gonzalo José de
Vilohes.— D. Antonio Villanueva. — D. Antonio Gonzalez
—32i—
Yebra. — El marques de Casa Garcia. — D. Eugenio Manuel
Alvarez Caballero. — D. Sebastian de Torres. — D. Domingo
Fernandez de Campomanes. — D. Andres Lasauca. — D. An
tonio Alvarez de Contreras. — D. Miguel Alfonso Villago-
mes."

REMISION DE LA SENTENCIA.

Señor.

El decano del consejo. — Paso á las reales manos de V. M.


la causa original formada contra los presos, con motivo de las
ocurrencias con el Príncipe de Asturias, y la sentencia acor
dada y firmada por los ministros que V. M. se sirvió nombrar
para sentenciarla, y que de unánime consentimiento ban esti
mado ajustada á ley, despues de baberse instruido á toda su
satisfaccion de cuanto contiene; á fin de que en su vista se
digne V. M. resolver lo que sea de su soberano agrado,

San Lorenzo, 26 de Enero de 1808,


Manifiesto ó declaracion de los principales hechos que
han motivado la creacion de esta junta suprema de
Sevilla, que en nombre del Sr. Fernando VII gobier
na LOS REYNOS DE SEVILLA, CÓRDOBA, GRANADA, JAEN,
provincias de Extremadura, Castilla la nueva y de-
mas QUE VAYAN SACUDIENDO EL YUGO DEL EMPERADOR DE
LOS FRANCESES.

La España descansaba en su propia grandeza conservada


por tantos siglos, y contaba con la alianza y fuerzas de la
Francia. Luego que hizo la paz con ésta en 1795, abrazó sus
intereses, y la entregó navios, dinero, tropa y cuantos auxi
lios quizo exigir. Hasta los propios reyes de España parecían
como feudatarios de la Francia; y á esta union con España
puede decirse debe la Francia sus triunfos y sus progresos.
Entre tanto dominaba sobre la España con imperio absolu
to y despótico el perverso Godoy, que abusando de la excesi
va bondad de nuestro rey Carlos IV, se apropió en 18 años de
favor, los bienes de la corona, los intereses de los particulares,
los empleos públicos, que distribuía infamemente, todos los
títulos, los honores, y hasta el tratamiento de alteza, con las
dignidades de generalisimo y almirante, y con derechos au
mentados á inmensas y escandalosas cantidades que echaban
al colmo á nuestra miseria.
—320—
Oomo parece que aspiraba al trono real, y le servia de es
torbo para esto el príncipe de Asturias D. Fernando, acome
tió derechamente á su sagrada persona. Le atribuyó conspira
ciones contra su angusto padre, y bajo este pretexto lo hizo
arrestar, y se expidió la horrible circular de 30 de Octubre
de 1807, y la propiamente ridicula de 5 de Noviembre siguien
te. Los pueblos vieron una y otra con espanto : no le dieron fé
alguna, y el consejo de Castilla llamado al conocimiento de
esta causa declaró unánime, inocente al príncipe de xlsturias.
El rey padre no se conformó con esta providencia, é hizo
castigar con dureza á los pretendidos cómplices del príncipe
de Asturias. Bastaba al pueblo español el nombre de su rey
para obedecer y sufrir con silencio ; duró así hasta el mes de
Marzo de este año de 1808, en que el peligro del mismo rey y
de la patria convirtieron su paciencia en furor.
Habia precedido, que los reyes de Portugal se habian visto
obligados á abandonar á Europa, pasar á América y mandar á
sus vasallos no hiciesen resistencia con las armas al ejército
francés, que entraba en su territorio. Tanta moderacion no
templó ni calmó la ambicion de Napoleon. Sus tropas se apo
deraron de Portugal, é hicieron en él estragos, que estreme-
sen la humanidad. Agregó Napoleon á su imperio este reyno,
y le impuso contribuciones tan duras, euales no hubiera sufri
do del mas feroz conquistador.
España vió en este ejemplo," que si sus reyes la abandona
ban padecería la misma suerte que Portugal; ademas que ni
el nombre español, ni el amor que tiene a sus reyes, ni otras
mil razones podian permitir el que viesen los españoles con
indiferencia el trastorno de sus leyes fundamentales, y la ani
quilacion de su monarquía, la mas gloriosa de toda la tierra.
Habian entrado ya en este tiempo los ejércitos franceses en
España, se habian apoderado de sus principales fortalezas, y
habian llegado cerca de Madrid, protestando que nada venían
á mudar, que solo se trataba de la ejecucion de un proyecto
vasto contra la Inglaterra, y que su intento era hacernos feli
ces.
A esta sazon pues, se publica, y aun se dan pruebas de que
los reyes padres y toda la real familia abandonan la capital,
pasan á Andalucía, y en buques ingleses viajan á las Améri-
cas. Estas voces irritan al pueblo extremadamente, contra D.
Manuel Godoy, único y solo autor de este abandono. Las tro
pas de toda la casa real, las demas del ejército, y todos los ve
cinos honrados s ; unen en Aranjuez para impedir su ejecucion,
y la impiden. El infame privado excita su justo enojo, y debe
la vida a la generosidad del príncipe de Asturias. El rey Car
los renuncia la corona, y remite al consejo el instrumento mas
—32f—
auténtico de esta libre abdicacion. En sucesos tan extraordi
narios no se derrama una gota de sangre en Aranjuez: tal es
la lealtad inaudita del pueblo español.
En Madrid bizo el consejo publicar la abdicacion de Carlos
IV, y proclamar por rey á su hijo mayor y príncipe jurado de
Asturias el señor D. Fernando VII. El pueblo de la capital, y
el de toda la nacion recibió esta noticia con un júbilo de que
no hay ejemplo, y protestó su amor, su obediencia, y su fide
lidad a su nuevo rey, con una union, con un ardor, y con de
mostraciones tan nuevas, que son desconocidas en la historia
aun de la fidelísima nacion española. Los ejércitos franceses-
no pudieron dejar de ver atónitos tan estraños sucesos, y el
incendio mismo de los muebles de algunas casas sospechosas
de Madrid, se ejecutó con tal orden, con tanta atencion á que
no padeciese el público, y tan sin derramamiento de sangre,
que puede decirse que solo la nacion española es capaz de se
mejantes mbamientos en un tumulto popular.
Todos creyeron que los franceses se unirían con los españo
les, para celebrar el feliz acaecimiento de haber impedido que
sus reyes abandonasen á España, y se embarcasen en la es
cuadra inglesa. ¡Pero cual fué su admiracion, cuando vieron
que este mismo suceso que debia ser tan agradable á los fran
ceses, fué el pretexto que abrazaron para perseguirnos, des
truir nuestros reyes, acabar con la monarquía, y cometer hor
rores de que la historia no habla ni puede hablar! Se han
multiplicado estos, tanto que será muy difícil por no decir
imposible, poner algun órden en la relacion de los que vamos
á indicar.
Fué lo primero entrar el ejército francés en Madrid, fijar
artillería en varios sitios públicos, y usar del inferio, como
no lo hubiera hecho ningun monarca de Epaña: seguían en
tretanto las aclamaciones de Fernando VII; pero Carlos IV,
engañado tantas veces, hacia su protesta de la abdicacion an
terior: la envía á Bayona á Napoleon I, y ponía su suerte en
manos de éste.
Fernando VII salió en persona á recibir al mismo Napoleon
que habia prometido y hecho publicar por el duque de Berg,
que venia á España, señalando á esta venida cuatro dias de
término. Fernando VII envió delante de sí á su hermano el
infante D. Carlos, que no encontrando á Napoleon se entró en
Francia. Siguióle el rey Fernando hasta Victoria, y en esta
ciudad el pueblo, á quien su corazon tierno y leal le hacia pre
sagiar el triste destino que le esperaba en Francia, le impidió
el salir, cortó los tirantes al coche, y gritó que no se entrega
se á Napoleon. El rey confiado en su propia generosidad y en
la grandeza de su alma, se hizo sordo á estos clamores: conti
--328—
nuo su viaje, y entró cu Bayona á abrazar á Napoleon, que íó
Labia llamado á sí con mil caricias y seguridades fingidas,
dándole en sus cartas el tratamiento de rey de España.
Antes de seguir, volvamos á Madrid, y á ios horribles he
chos de que fué espectador. Fernando VII habia creado una
junta suprema de Gobierno, cuyos miembros señaló, y por
presidente á su tió el infante D. Antonio. Era preciso destruir
esta junta, y consumar los proyectos de iniquidad que estaban
tramados : para esto se hizo salir de Madrid, y pasar á Fran
cia á la familia real sin exceptuar aquellos infantes que por
su tierna edad parecia debian inspirar alguna compasion. El
pueblo de Madrid se enñu'eció á vista de este hecho, y el ejér
cito frances tomó de aquí pretexto para entrar armado, y con
artillería el 2 de Mayo, pelear rabiosamente con aquel pobre
pueblo, y cometer en él una carniceria que ahora mismo hace
temblar su memoria. El débil gobierno español, oprimido por
el duque de Berg, despues de haber prohibido á las tropas es
pañolas que saliesen á ayudar á sus hermanos, se presentó en
público en la calle de Madrid y á su vista dejó el pueblo las
armas y calmó todo su furor.
Esta obediencia, este respeto propio del pueblo español, en
Vez de aplacar irritó al ferosísimo Murat, y bajo el pretexto
de que llevaban los del pueblo armas, con todo que no se lo
proh'bió esto sino por una ley. posterior, los hizo arcabucear á
sangre fria. Padecieron pues la muerte sacerdotes, solo por
llevar un corta plumas; artesanos por navajas ó instrumentos
de sus oficios, y toda clase de gentes por el puro antojo de un
ejército furioso, sin honor, sin religion y sin consideraciones.
Despues se obligó á salir para Bayona al infante D. An'o-
nio. Habia señalado Fernando VII los vocales de la junta de
gobierno, y nadie podia agregar otros; no obstante el extran-
gero Murat, no tuvo rubor de obligar á estos vocales á que en
su presencia misma lo eligiesen presidente, circunstancia que
basta sola para convencer la horrible violencia con que se pro
cedia; sin embargo firmaron este decreto, y lo publicaron to
dos los vocales de la junta. ¡Qué vasallos! ¡Qué españoles!
Se pretendia entretanto por los franceses formar un partido
en Madrid y en el Eeyno, por Carlos IV, y se valían de procla
mas capciosas y otros medios indecentes, pero nada pudieron
conseguir. Los autores de estas tramas quedaron sin castigo,
pero la nacion, la Europa, el mundo todo, han visto que los
franceses han faltado á la verdad descaradamente, cuando han
publicado que en España hay divisiones y partidos. No los hay,
y para perpetua ignominia de los que han esparcido lo contrario
la nacion entera grita que no desea, no ama, no es de otro rey
quo del señor Femando VIL
—329—
Pareció al fin en el consejo de Castilla la protesta de Carlos
IV, enviado por Napoleon a Murat, y este tribunal dominado
de un terror, que será su eterna deshonra, decidió que Fer
nando el VII no era rey de España, y si Carlos IV por la nu
lidad de su abdicacion. ¡Qué reflexiones se presentan de tro
pel aqui, cuando se considera que el consejo es el primer tri
bunal de Justicia del reyno, y sus ministros, los ministros de
las leyes. ¡Pero continuemos!
Por haber Carlos IV reasumido la corona, entró otra vez en
la potestad de elegir gobernador del reyno, y afectado el espí
ritu y lenguaje frances hasta en las palabras, señaló para este
empleo con el nombre de lugar teniente á Murat, ó sea el du
que de Berg. Hasta aquí parecía que se habian guardado las
formas, pero muy breve se acabó hasta la apariencia de ellas.
En 4 de Mayo se declaró rey en Bayona á Carlos IV, quien
decía que quería consagrar los últimos dias de su vida al go
bierno y felicidad de sus vasayos. Pues en el dia 8 del mismo
Mayo se olvidó el rey Carlos de todo esto, y renunció la coro
na de España en favor del emperador Napoleon, con facultad
expresa de que éste la pudiese poner en quien quisiese á su
voluntad. ¡Qué contradiciones! ¡Qué insensatez!
La monarquía de España no era de Carlos IV, ni éste la te
nia por sí mismo, sino por derecho de la sangre, segun nues
tras leyes condimentales; y el mismo Carlos IV acababa de
sentarlo, y decirlo en la reasuncion del reyno. ¿Con qué auto
ridad, con qué derecho enagena la corona de España, y trata
á los españoles como rebaños de animales, que pacen en los
campos! ¿Con qué poder priva de la monarquía á sus hijos y
descendientes, y á todos los herederos de ella por el nacimien
to y por la sangre?
Será ciertamente una prueba auténtica de ceguedad espesí
sima á que conduce la ambicion, el que Napoleon, con su pon
derado talento no haya conocido estas verdades y haya echado
sobre sí la infamia eterna de haber recibido la monarquía es
pañola, de quien ningun derecho, ningun poder tenia para dar
sela. Y la misma nulidad habría, si lograse sus infames desig
nios de poner por rey de España á su hermano Jose Napo
leon, pues ni este, ni Napoleon I, pueden ser, ni serán reyes de
España, sino por el derecho de la sangre que no tiene, ó por
eleccion unánime de los españoles,que jamas la harán, y sépanlo
así desde ahora para siempre.
Se quisieron autorizar estas violencias con el nombre y fir
ma de Fernando VII, y para ello se publicó primeramente su
renuncia á favor de Carlos IV su padre, y despues otra segun
da á favor de Napoleon, la que firmaron violentamente Fer-
Historia—33
—330—
naudo su hermano, el infante D. Carlos y su tio el infante I).
Antonio. Hay motivos gravísimos para presumir que estas
dos renuncias son supuestas, pero dado que sean verdaderas,
en ellas mismas está evidente la violencia con que se han he
leno y su entera nulidad. En 4 de Mayo reasumió el trono Car-
Sos IV, y con fecha del 6 aparece la renuncia de Fernando VIL
ri Carlos IV podia por sí mismo reasumir el trono, ¿á qué la
cenuncia de Fernando VII? Si esta renuncia era del todo ne
cesaria ¿con qué autoridad reasumió antes de ella Carlos IV el
rono?
El mismo argumento y aun mas fuerte hay en la renuncia
del señorío de España en Napoleon. Carlos IV la hizo en S de
Mayo y Fernando VII en 12. No fué pues válida la de Carlos
IV en 8 j>orque faltaba la de Fernando VII, y si fué válida
¿para qué se elegía esta otra?
En una y en otra la violencia que se ha hecho á todos, es,
manifiesta, y que no tiene ejemplar. Fernando el VI 1, fué
tratado luego que entró en Francia con un desprecio que no
podia imaginarse. Está rodeado de guardias francesas: se le
ha separado de los de su comitiva. Se le ha reducido á un es
tado miserable, y aun se le ha amenazado con la pérdida de
la vida. Lo mas extraño es, que Napoleon I con toda esta ig
nominia no ha conseguido su fin. Despues de Fernando VII,
su hermano el infante D. Carlos, toda su real familia y su des
cendencia, quedan con un derecho inviolable al trono de Es
paña.
Causará admiracion á la posteridad, que el consejo mismo
de Castilla se haya prestado á tantas y tan horribles usurpacio
nes, y las haya autorizado con su nombre, el cual ha engañado
á algunos pocos reflexivos. Es mas claro que la luz, que el con
sejo de Castilla no tiene poder alguno para mudar la dinastía
reinante, y trastornar las leyes fundamentales en el orden de
la sucesion. Las consecuencias horribles de habérsele obliga
do á abrogarse este poder que no tiene han traido males gra
vísimos á la nacion entera.
Ha sido pues de toda necesidad, el que para el remedio de
ellos se haya creado la Junta suprema de gobierno de Sevilla,
á instancias del pueblo, y que en uso de sus facultades se ha
ya declarado independiente, haya desobedecido al consejo y
junta superior, haya cortado toda comunicacion con Madrid,
haya levantado ejércitos, y hedióles caminar á pelear con los
lVanceses. Dios ha hechado su santa bendicion sobre nosotros,
y nuestras puras intenciones. Desde el 23 de Mayo al 27 toda
a nacion se ha levantado en masa á proclamar á su rey, y de-
tender á su patria. Se han elegido capitanes generales y jefes
del ejército. Se han organizado estos, . los pueblos corren con
—331—
ardor á las armas, y las clases y cuerpos pudientes hacen abun
dantes donativos.
Andalucía estaba acometida por un ejército francés, en el
momento mismo en que levantó la voz por su religion, por su
rey y por su patria; y en menos de quince dias le tenemos ya
cercado y no podrá escapar ó de una rendicion ó de una reti
rada vergonzosa. La escuadra francesa, surta en Cádiz, acaba
de arribar su bandera, y entregarse á nosotros á discrecion.
Las provincias de España van reconociendo en esta suprema
junta el fiel depósito de la real autoridad y ei centro de la union
sin el cual nos expondríamos á guerras interiores ó civiles
(pie arruinarían del todo nuestra santa causa.
Hemos tratado un armisticio con los ingleses, tenemos li
bre comunicacion con ellos. Nos han ofrecido y dado muchos
auxilios, y esperamos otros mayores. Se ha desembarcado par
te de sus tropas, y pelea ya en algunos de nuestros puntos:
estan en Cádiz prontos á embarcarse tres enviados nuestros
al rey de la Gran Bretaña, que tratarán y ajustarán sin duda
una paz durable y ventajosa con la nacion inglesa. Portugal
está conmovido y pronto á sacudir su vergonzoso yugo.
Las Américas tan leales á su rey como la España europea,
no pueden dejar de unirse á ella en causa tan justa. Uno mis
mo será el esfuerzo de ambas por su rey, por sus leyes, por su
patria y por su religion. Amenazan ademas á las Américas si
no se reunen, los mismos males que ha sufrido la Europa, la
destruccion de la monarquía, el trastorno de su gobierno y de
sus leyes, la licencia horrible de las costumbres, los robos, ase
sinatos, la persecucion de los sacerdotes, la violacion de los
templos, de las vírgenes consagradas á Dios, la extincion casi
total del culto y de la religion; en suma, la esclavitud mas
bárbara y vergonzosa, bajo el yugo de un usurpador que no
conoce ni piedad, ni justicia, ni aun señal alguna de rubor.
Burlaremos sus iras reunidas la España y las Américas es
pañolas. Esta junta suprema cuidará de todo con un celo in
fatigable. Las Américas las sostendrán con cuanto abunda su
fértil suelo tan privilegiado por la naturaleza, enviando inme
diatamente los caudales reales, y cuanto puedan adquirirse por
donativos patrióticos de los cuerpos, comunidades, prelados y
particulares. El comercio volverá á florecer con la libertad de
la navegacion, y con los favores y gracias oportunas que le
dispensa á esta junta suprema, de que pueden estar verdade
ramente reunidos en la defensa de la religion, del rey y de la
patria.
Keal palacio del Alcázar de Sevilla, á 17 dias del mes de Ju
nio del año de 1S0S. —Francisco de Saavedra, Presidente.—El
Arzobispo de Laodisea, Coadministrador de esta Diócesis.—
—332—
Fabian de Miranda y Sierra.—Francisco Cienfuegos.—Vicente
Horre.—Francisco Diaz Bermudez.—Juan Fernando Aguirre.
—El Conde de Tilli.—El Marques de Grañina.—El Marques
de las Torres.—Andres de Minano y las Casas.—Antonio Zam-
brano Carrillo de Albornoz.—Andres de Coca.—José de Che
ca.—Eusebio Berrera.—Adrian Jacome.—Antonio Zambrano.
—Manuel Peroso.—José Morales Gallego.—Victor Sonet.—
Celedonio Alonso.—Manuel Gil.—José Bamirez.

Por mandado de^S. A. S.

Juan Bautista Pardo.


Secretario.
Manuel Manria Aguilar.
Secretario.
AUTO DEL REAL ACUERDO DE LIMA.

En la ciudad de los Beyes del Perú, en ocho de Octubre de


mil ochocientos ocho: estando en acuerdo extraordinario el
Excmo. señor D. José Fernando de Abascal y Sousa, caballe
ro de la órden de Santiago, Mariscal de campo de los reales
ejércitos, Virey, Gobernadoi y Capitan General de estos Rey-
nos y provincias del Perú, Presidente de la real audiencia de
esta capital y Superintendente general de real hacienda; y los
señores Marques de San Juan Nepomuceno del órden de Cár-
los III, del consejo de S. M. honorario con antigüedad en el
supremo de las indias; D. Manuel Garcia de la Plata, D. Juan
del Pino Manrique; D. Fernando Cuadrado y Valdenebro, de
la misma órden de Carlos III,; D. Francisco Javier Moreno;
D. Manuel María del Valle, D. Tomas Ignacio Paloraeque, del
órden de San Juan; y D. D. José Baquíjano, de la Carlos III,
Bejente y oidores de dicha real audiencia, á que tambien con
currieron los señores Fiscales D. José Pareja y D. Miguel Ey-
zaguirre: se abrió un pliego cuyo rótulo era su alteza imperial
y real el gran Duque Berg, Teniente general del reyno, al
Presidente y oidores de la audiencia de Lima; y reconocido,
se halló contener una renuncia de nuestro monarca el señor D.
Fernando VII, en su amado padre el señor D. Carlos IV, con
su nombramiento al expresado duque de teniente general del
3r>4
reyno, mandando que se le renozca x'or tal, y sin efecto, la ab
dicacion de la corona Armada el diez y nueve del último Mar
zo; y vistos al mismo tiempo los despachos dirijidosal Excmo.
señor Virey por los secretarios de estado y junta suprema de
Madrid; las cartas del Excmo. señor Virey de Buenos Ayres,
y del comisionado do la junta creada en la ciudad de Sevilla,
reflexionados lo* indudables hechos que resultan de estos do
cumentos, y que evidentemente manifiestan las nulidades,
coaccion y violencia con que se ha procedido en las protestas,
renuncias y cesiones, dictadas por el fraude, el engaño, y la
perfidia en la junta celebrada en Bayona : que la falta de li
bertad á que se redujo, y en que se halla nuestro amado sobe
rano el señor D. Fernando VII, destruye el valor de todo acto,
á que en semejante triste situacion podría condescender suge-
neroso y noble deseo de evitar mayores males á sus fieles va
sallos: á que la inviolabilidad de las leyes fundamentales de
la monarquía ponen á nuestro soberano en la feliz impotencia
de alterarlas: que la succesipn al trono es la mas principal y
solemne, como que en ello estriba el respeto á la santa reli
gion de nuestros padres, la tranquilidad de los pueblos, y la
prosperidad de la patria; que como se esplican los antiguos y
venerables códigos de la nacion, este sagiado derecho no pue
de adquirirse sino por heredamiento ó eleccion, estando obli
gado el que lo ocupa á trasmitirlo íntegro y sin diminucion á
sus sucesores: que de estos incontestables principios es dedu
cido el comun axioma de ser los reyes siempre menores, esto
es, el no poder ejecut ar pactos, ni convenciones que perjudi
quen al bien de los que gobiernan : que la autoridad en las mo
narquías no es jamás arbitraria, sino arreglada por las primor
diales constituciones de su organizacion; y que su trastorno é
inobservancia es una accion que no puede ser . legítimamente
ordenada por el que manda, ni inocentemente ejecutada por el
que obedece, siendo estrecha obligacion en todas las clases de
los ciudadanos el no cumplir los preceptos ilegales, y mucho
mas en los que por su dignidad y empleos deben posponer sus
intereses particulares, despreciando los motivos mas alhagüe-
ños con (pie se pretende seducir la rectitud de sus corazones,
escuchando solo al honor y la justicia, virtudes características
de la nacion española: que la sumision á semejantes órdenes
seria la prueba mas auténtica de una baja cobardia, y su eje
cucion una criminal complicidad en la execrable traicion del
tirano que oprime á la Francia; y la falta de obediencia á las
que se acaban de leer la mas sensible demostracion de respeto,
amor y fidelidad á sn único y lejítimo soberano el señor D.
Fernando Vil, de comun acuerdo y uniforme dictamen, resol
vieron se oroceda á su pública proclamacion en el dio 1,3 del
presente mes, que se halla anteriormente señalado, protestan
do como protestan no reconocer ningun otro monarca, ni do
minacion extrangera, renovando como renuevan el juramento
de fidelidad á la augusta casa de Borbon por el órden succesi-
vo de sus llamamientos, como derivados en ella por una série
no interrumpida en la real sangre del ilustre D. Pelayo, basta
el señor D. Felipe V, quienes por su valor y constancia supie
ron sostenerlos: el primero contra el poder reunido de las tro
pas africanas, y el segundo contra los esfuerzos obstinados de
la Europa, combinada, y trasmitidos en nuestro desgraciado
soberano por la abdicacion libre y voluntaria del señor D.Car
los IV, siendo estos los inalterables sentimientos del fidelísimo
reyno del Perú, de que no pueden separarlo los impulsos mas
activos del temor ó la esperanza. — Diez rúbricas de su S. E. y
demas señores.—Bancos.
JUNTAS EXTKAOEDINAEIAS DE LIMA,

En la ciudad de los Eeyes del Perú en 8 de Octubre de 1808:


convocados por el Excmo. señor D. José Fernando de Abas-
cal, Virey, Gobernador y Capitan General de estos reynos, y
juntos en una de las habitaciones de su palacio el M. E. Arzo
bispo D. Bartolomé Maria de l?s Heras, y los señores Marques
de San Juan Nepomuceno, D. Juan del Pino Manrique, D.
Fernando Cuadrado, D. Francisco Javier Moreno, D. Manuel
Maria del Valle, D. Tomas Palomeque, D. José Baquíjano, D.
José Pareja y D. Miguel Eyzaguirre, rejente, oidores y fiscales
de esta real audiencia, D. Antonio Alvarez del Villar, mar
ques de Casa Calderon, conde de Monte Mar, D. Francisco
Arias de Saavedra, D. Tomas Vallejo, alcaldes, alferez real,
rejidor y procurador general del excelentísimo ayuntamiento,
se hicieron presentes por su excelencia, los avisos que acaba
ba de recibir por el extraordinario llegado de Buenos Ayres,
para tratar de lo que deberia ejecutarse, á fin de consultarlo
mas conveniente al servicio de Dios, del rey y de la patria; y
despues do leidos é inteligenciados los señores concurrentes,
se acordó do unánime consentimiento, entre otras cosas, se
procediese sin demora á la proclamacion de nuestro rey y se*'
Historia—M
ñor D. Fernando VII, el dia señalado en acuerdo tenido al in
tento en el de ayer, y que respecto á que consiguiente á él se
han expedido las providencias oportunas, se añada ahora al
ezcelentísimo Cabildo, señores gobernadores intendentes, al
M. E. Arzobispo, y 11. Obispo, que en lugar de las fiestas acos
tumbradas en tiempos mas serenos y felices, se sostituyan ro
gativas al altísimo por la libertad de. nuestro rey y señor y
real familia, y por el acierto y felicidad de la monarquía es
pañola, hasta nuevas órdenes de la metrópoli que dirijan y
aseguren las operaciones y providencias de este superior go
bierno, siempre celoso de la prosperidad y conservacion de es
tos vastos dominios, y subscrita esta determinacion por S. E.
y demas señores, resolvieron se una al respectivo expediente
para la debida constancia.

En la ciudad de los reyes del Perú, en cinco de Noviembre


de mil ochocientos ocho, convocados por el Excmo. señor I).
José Fernando Abascal, Virey, Gobernador y Capitan Gene
ral de estos reynos, y juntos en una de las habitaciones de su
palacio el muy Reverendo Arzobispo el señor D. Bartolomé
María de las lleras, I). Manuel García de la Plata, D. Juan
del Pino Manrique, D. Fernando Cuadrado y Baldenebro, 1).
Domingo Arnaiz, 1). Francisco Javier Moreno, D. Manuel Ma
ría del Valle, D. Tomas P.iiomeque, D. José Baquíjano y D.
José Pareja, regentes, oidores y fiscal do esta audiencia; Mar
ques de Casa Calderon, D. Antonio Alvares del Villar, Conde
de Monteblanco, D. José Antonio de ligarte, Conde de Vela-
yos, Marques de Casa Dávila, D. Antonio Elizalde, D. Fran
cisco Alvarado, I). Ignacio Orné, 1). Javier Maria Aguirre, D.
Miguel Oyague, D. Francisco Arias de Saavedra, D. José Va
lentín Huidobro, D. Joaquín Manuel Cobos y D.Manuel Agus
tín de la Torre, Alcaldes, Alguacil mayor, Pejidores y Procu
rador general del excelentísimo ayuntamiento: se expuso por
S. E. que en la junta celebrada el dia ocho del próximo pasa
do mes de Octubre, se hicieron presentes los documentos, car
tas y proclama que se le habian diríjalo, por los secretarios de
estado y junta suprema de Madrid, y por el excelentísimo se
ñor I). Santiago Liniers, Virey, Gobernador y Capitan Gene
ral del Rio de la Plata, y por el señor Brigadier 1). José Ma
nuel Goyeneche; comisionado de la junta suprema organizada
en la ciudad de Sevilla, cuya lectura ponía ' de manifiesto la
faerza y energía en que se hallaban todas las provincias de
—339—
España, electrizadas del mas justo encono y . rdiente furor en
el momento que les fué comunicada la atroz perfidia con que
el tirano de la Europa consiguió apoderarse de la sagrada per
sona de nuestro amado soberano el señor D. Fernando VII y
de su real familia, atrayéndola á la ciudad de Bayona, por la
astucia y el engaño, y en la seguridad que ofrecian á su noble
generoso y honrado corazon, las repetidas expresiones de inti
ma union, sincera cordialidad é inalterable alianza, cuya vio
lacion, ultrajando los deberes mas recomendables de los dere
chos naturales, público y de gentes, necesitaban á la nacion á
vengar la injuria hecha á su augusto soberano, y á la dignidad
de su gloria y decoro, declarándose á guerra al autor de tan
execrable atentado, como lo practicó la expresada junta de Se
villa en el dia 6 del último Junio; y aunque por la adhesion
con que se prestó con entera uniformidad en la anterior junta
del dia ocho á tan leales sentimientos, y por las posteriores
providencias relativas a este objeto, estábamos en guerra abier
ta con el iníiel Napoleon, y con las naciones, pueblos y perso
nas que fomenten, apoyen y auxilien sus detestables designios,
parecía conveniente para evitar toda equivocacion sobre los
que deben considerarse por enemigos y cómplices de ese agra
vio, se publicase en la forma, y con la solemnidad de estilo, y
reflexionado todo lo expuesto: resolvieron de comun acuerdo
se proceda inmediatamente por S. E. á ordenar se verifique
dicha publicacion en el modo acostumbrado, haciéndose saber
por bando en esta capital, y demas provincias y partidos del
vireynato, para que se hallen inteligenciados todos sus habi
tantes de estar en verdadero estado de guerra por mar y tierra
con el emperador Napoleon y sus secuaces, debiéndose obrar
hóstilmente, con los partidarios de sus abominables designios
por todo el tiempo que no se separen de su obediencia y sumi
sion : no debiendo por lo tanto comprenderse los individuos do
la nacion francesa domiciliados y establecidos en este reyno,
siempre que presten juramento de lidelidad á nuestra monar
quía y sus leyes, como evidente prueba de detestar la persona
y política del i'eroz corso. Conformándose así esta resolucion
con la promulgada por la junta suprema de Sevilla y la depar
tamental de Cadiz y con la humanidad generosa del carácter
español, igualmente valeroso y temible por inagotables recur
sos que prodiga el amor y fidelidad de sus naturales, siempre
respetados por todas las naciones, y lo rubricaron.
BANDO.

D. José Fernando de Abascal y Sousa, caballero del


hábito de Santiago, mariscal de campo de los reales
ejércitos, Virey, Gobernador y Capitán general del
Perú; Presidente de la real audiencia de Lima, Supe
rintendente SUBDELEGADO DE REAL HACIENDA &.

Por cuanto nuestro augusto soberano el señor D. Fernan


do VII, y en su real nombre la suprema junta de gobierno de
España é Indias, establecida en la ciudad de Sevilla, conforme
con los mismos sentimientos de fidelidad con toda la nacion,
en fecha de 6 de Junio del presente año, ha declarado la guer
ra al emperador de Francia Napoleon I, y á su ejemplo la ex
traordinaria celebrada en esta capital el dia ocho del próximo
pasado mes de Octubre, adhiriendo con entera uniformidad á
esa generosa resolucion, expidió las providencias relativas á
manifestar hallarnos en guerra abierta con las naciones, pue
blos y personas que, cómplices en la detestable perfidia del^ti-
rano de la Europa, auxilien por su obediencia union ó alianza,
los execrables designios que ha manifestado, por la violenta re
tencion de la sagrada persona de nuestro amado monarca y
real familia; y en la posterior convocada el dia cinco deljpre-
sente mes, se acordó con igual unanimidad de dictámenes, se
-342—
publicase en la forma de estilo, á lia de que se eviten equivo
caciones sobre los que deban ser tratados hostilmente por mar
y tierra como á enemigos de la nacion; precaviéndose las in
jurias, ultrages y molestias que uo deben sufrir, I03 que aun
que nacidos en el territorio de Francia, detestan y abominan
la persona y atentados del opresor de su patria, estando pron
tos á prestar el juramento de fidelidad á nuestra monarquia y
su respetable legislacion ; todo lo que seria conveniente se hi
ciese saber en esta capital y se circulase á las de las provincias
y partidos del vireynato.
Por tanto, y en puntual cumplimiento de lo prevenido en
ella, como tambien para que llegue a noticia de todos los ha
bitantes de este reyno, y sirva á cada uno de gobierno en la
parte que le corresponde; ordeno y mando se publique por
bando á usanza de guerra en esta capital y puerto del Callao,
fijándoselos correspondientes ejemplares en los sitios públicos
y acostumbrados, y que para que se ejecute lo propio eu las
capitales de provincia y partidos del distrito de este vireynato,
se remitirá por circular á los gobernadores, intendentes y de-
mas jefes de esta comprension.
Dado en la ciudad de Lima, á ocho de Noviembre de mil
ochocientos ocho.—
José Abascal.—Simón Bávago.

Es copia.—Simon Rávago.
DECLARACION DE GUERRA AL EMPERADOR
DE LA FRANCIA NAPOLEON I.

FERNANDO EL VII, Eey BE ESPAÑA Y DE LAS INDIAS, Y EN


SU NOMBRE DA SUPREMA JUNTA DE AMBAS.

La Francia ó mas bien su Emperador Napoleon I ha violado


con España los pactos mas sagrados : le ha arrebatado sns Mo
narcas, y ha obligado a estos á abdicaciones y renuncias vio
lentas y nulas manifiestamente: se ha hecho con la misma
violencia dar el Señorío de España para 1q que nadie tiene
poder: ha declarado que ha elegido Rey de España, atentado
el mas horrible de que habla la histeria: ha hecho entrar sus
ejércitos en España, apoderádose de sus fortalezas y capital, y
esparcídolos en ella, y han cometido con los españoles todo
género de asesinatos de robos, y crueldades inauditas; y para
todo esto se ha valido no de la fuerza de las armas, sino del
pretexto de nuestra felicidad, de ingratitud la mas enorme á
los servicios que la Nacion Española le ha hecho, de la amis
tad en que estábamos, del engaño, de la traicion, de la perfi
—344—
dia mas horrible, tales que no se leen haberlas cometido nin
guna Nacion, ningun Monarca, por ambiciosos y bárbaros que
hayan sido, con ningun Eey ni pueblo del mundo. Ha decla
rado ultimamente que va á trastornar la monarquia, y sus le
yes fundamentales, y amenaza la ruina de nuestra Santa Eeli
gion Católica, que desde el gran Eecaredo hemos jurado, y
conservamos los españoles, y nos ha forzado á que para el
remedio único de tan graves males, los manifestemos á toda
la Europa, y le declaremos la guerra.
Por tanto, en nombre de nuestro Eey Fernando el VII, y de
toda la Nacion Española declaramos la guerra por tierra y
mar al Emperador Napoleon I, y á la Francia mientras estó
bajo su dominacion y yugo tirano, y mandamos á todos los
españoles obren con aquellos hostilmente, y les hagan todo el
daño posible, segun las leyes de la guerra, y se embarguen
todos los buques franceses surtos en nuestros puertos, y todas
las propiedades, pertenencias, y derechos, que en cualquiera
parte de España se hallen, y sean de aquel gobierno, ó de cual
quiera individuo de aquella Nacion, Mandamos asi mismo que
ningun embarazo ni molestia se haga á la Nacion Inglesa, ni
á su gobierno, ni á sus buqus, propiedades y derechos, sean
de aquel ó de cualquiera individuo de esta Nacion, y declara
mos que hemos abierto, y tenemos franca y libre comunicacion
con la Inglaterra, y que con ella hemos contratado y tenemos
armisticio, y esperamos se concluirá con una paz duradera y
estable.
Protestamos ademas, que no dejaremos las armas de la mano
hasta que el Emperador Napoleon I, restituya á España á
nuestro Eey y Señor Fernando VII, y las demas Personas
Eeales, y respete los derechos Sagrados de la Nacion, que ha
violado, y su libertad, integridad, é independencia. Y para
inteligencia y cumplimiento de la Nacion Española, manda
mos publicar esta solemne declaracion, que se imprima, fije, y
circule á todos los pueblos y provincias de España, y á las
Américas, y se haga notoria á la Europa, al Africa, y Asia.
Dado en el Eeal Palacio del Alcazar de Sevilla. — Junio seis
de mil ochocientos y ocho.
Por disposicion de la Suprema Junta de Gobierno.

Juan Bautista Pardo.


Secretario.
Manuel Maria Aguila».
Secretario.
BANDd.

D. José Fernando de Abascal y Sousa, Caballero del


Habito de Santiago, Mariscal de Campo de los Rea-
les Ejércitos, Vire y, Gobernador y Capitán General
del Perú, Presidente de la Real Audiencia de Lima,
Superintendente Subdelegado de Real Hacienda etc.

Por cuanto está resucito y señalado en esta capital el dia 13


del presente mes para la proclamacion de nuestro Rey y Señor
D. Fernando VII con la solemnidad y asistencia acostumbra
das. Por tanto mando se publique por bando á usanza de
guerra, á fin de que instruidos todos sus fieles habitantes, pre
paren y desenvuelvan el gozo que encierran en sus leales cora
zones, con las demostraciones que les sugiera el amor que con
entusiasmo manifiestan á su real persona, la víspera, dia de la
ceremonia, y siguiente, con iluminaciones y demas actos de
celebridad pública, y accion de gracias el segundo dia en que
cumple años su S. M. Concluido este acto de alegría, en lugar
de las fiestas acostumbradas en semejantes casos seguirá un
novenario solemne y muy religioso de rogativas públicas pi
diendo al Altísimo por ía salud y libertad del Rey y su real
familia, triunfo de nuestras armas, y prosperidad de la monar
quía.
Porque no sucedan en la ceremonia de la proclamacion las
desgracias que ocasiona el alboroto de caballos con la confu
sion, se prohibe disparar cohetes á dos cuadras de las calles de
la comitiva del Real Pendon, asi mismo poner nubes y toda
otra cosa que espante los caballos.
Lima y Octubre 10 de 1808.
José Abasoal,-
Simón Eávago.
Historia—."."r
PROCLAMA.

Desde que los valerosos militares de Fernando el Católico,


y Carlos V trasplantaron con su sangre al Nuevo Mundo las
virtudes de Castilla, prendieron estas, y brotaron felizmente en
el fértil suelo del Perú, sobresaliendo con especialidad el amor,
lealtad, y generosidad para sus augustos soberanos. Asi muy
desde los -principios de la conquista se celebró la coronacion
del señor Felipe II por una de sus provincias, con una magni
ficencia y profusion, de las cuales no se encuentran ejemplos
en las memorias de los otros pueblos de la tierra. Al mismo
monarca, que pidió un donativo para subvenir á los crecidos
gastos de las guerras que sostuvo, sirvieron las matronas de
otra, despojándose de las joyas del arreo de sus personas con tal
grandeza de animo, que apenas se baila vestigio de_ella entre
las acciones memorables de la república romana.
Estas nobles y excelentes cualidades de los moradores del
Perú, lejos de disminuirse, han crecido con la sucesion de los
siglos, habiendo yo mismo presenciado sus efeetosen el tiempo
que tengo el honor de mandarlos. Pero es llegada la ocasion
'de que se desenvuelvan enérgicamente tan nobles prerogati
Ta#, Tpresentáudos© dignas de sí mismas.
La España ha ofrecido á los ojos de la América la historia
de los acaecimientos extraordinarios, que la obligan á tomar
las armas, y á exhortar á sus hijos y descendientes que la habi
tan y poseen, á concurrir con sus hermanos para vengar su
Príncipe, su honor y su gloria profundamente vulnerados.
Justa, fiel y valerosa, jamas pudo creer que se abusaría de
sus virtudes, para pretender humillarla, despojándola del Prín
cipe á quien ella colocaba en su trono, y sometiéndola á con-r
descendencias propias de un pueblo enervado y servil, pero no
de aquella nacion, á quien respetó el imperio romano, que á
su turno dominó la Europa, y que es la Señora del Nuevo
Mundo. Aliada con el Emperador de los- franceses, ha permi
tido, por observar la santidad de sus pactos, que se arruine su
vasto y floreciente comercio de América, quedando muchas de
sus familias de uno y otro continente en una eterna indigen
cia, lágrimas y desconsuelo.
Empeñada en coronarlo del triunfo por las manos de Neptu-
no, como lo habia sido por las de Marte, combatió nuestra es
cuadra en el cabo de Trafalgar, con un ardor y constancia in
finitamente mayores, que las humilladas naves en cuyo auxilio
y por cuyo honor peleaba. Las mejores de nuestras tropas han
abandonado sus hogares, su patria, sus amigos, y sus padres,
para ir á las heladas regiones del Norte á sostener sus preten
siones, ó vengar sus insultos personales.
Bajo de una conducta tan noble y generosa, no podia nunca
nuestro amado Soberano desconfiar de las intenciones de Na^
poleon. Ni hay quien habiendo leido las vidas de los capitanes
insignes, creyese que el vencedor de Marengo, AusterÜte y
Jena vendría á mancillar sus laureles á las orillas del mar de
Cantabria, hollando las promesas, y rompiendo los lazos de la
union y gratitud con su fiel y generosa amiga. Asi. nuestro
Príncipe, educado en la virtud, en la hombría de bien, y dota
do de aquella magnanimidad que caracteriza al español, no
temió dejar su imperio-, pasar al de su aliado, y reposar tran
quilo en su justicia, pundonor y ainistad.
Pero por uno de aquellos atentados incomprehensibles, y de
que solo es capaz el corazon humano embriagado y sediento
de dominios, se le ordena bajar del trono, á que acababan de
ascenderlo sus virtudes, sus derechos, y la voz unánime de sus
pueblos. Y como si estos no fuesen dignos, ni aun de ser con
sultados sobre sus propios intereses, se les quiere sujetar á un
Príncipe extraño, cuya autoridad no serviría en España, sino
para consumir sus moradores, arrastrándolos á lejanas conquis
tas, devastar y reducir á la última indigencia nuestras ricas
pelonías, á fin de que subviniesen á los gastos de una potencia,
que vacilando todavía, le es preciso mantener y pagar bien
caro crecidos ejércitos, para los cuales no encuentra ya recur
sos en la Europa asolada y sin comercio.
Asi es que nuestra monarquía se halla en uno de los mayo
res peligros, en que se ha visto desde su existencia. El Prínci
pe arrancado del trono, la nacion ultrajada, la religion, las
leyes, la patria al borde del precipicio. No hay otro recurso
para salvarlas, que ocurrir á las armas, y fiar eu la proteccion
del Dios de los ejércitos, que no permitirá se pisen sin castigo
los preceptos, que ha grabado en el corazon de los hombres
para la observancia de la justicia, y los pactos sacrosantos que
sirven de base á la subsistencia de las sociedades humanas.
Nuestros padres, nuestros hermanos, y parientes las tienen
ya en las manos, y nosotros correriamos á pelear á su lado, si
un mar inmenso no nos cortase el paso. Pero hay otros sacri
ficios no menos necesarios que el manejo de la espada: son
estos el de ministrar auxilios para el costo de los gastos incal
culables de la guerra; y en esto es en lo que nosotros podemos
servir á nuestra nacion y Príncipe, y que desde luego no dudo
lo ejecutareis, mis muy amados súbditos, con aquella franqueza
vuestra, con la liberalidad de vuestros mayores.
En semejantes circunstancias la necesidad obliga á imponer
contribuciones proporcionadas á las urgencias del estado, y
facultades de cada uno de los individuos que lo componen.
Pero agraviaría yo la noble generosidad peruana si adoptase
este medio: agraviaría el encendido amor y lealtad que profesa
á nuestro amable Soberano el Señor Fernando VII.
Cada uno procura traer consigo su imágen, como una pren
da que quiere y estima su corazon. Pues, hombres leales y
generosos: matronas virtuosas y magnificas: vasallos queridos
de Fernando VII. . . .el amable original de ese retrato que
llevais adornado de brillantes piedras y soberbios plumages,
desposeido de la grandeza y dignidad propias á vuestro Em
perador y Rey, yace humillado en una obscura prision, desde
la cual os manifiesta las cadenas, que ha preterido por ser vues
tro Eey y padre, al trono y libertad que se le ofrecían en ex
traños paises.
Nosotros no podemos oír escena tan trágica y lastimosa, sin
que sean atravesados nuestros corazones con el mas penetrante
y acerbo dardo de cuantos pueden herirle en el dolor y la des
gracia.. Asi valientes españoles y americanos, mientras ellos
palpiten dentro del pecho: mientras corra por nuestras venas
la sangre de los inmortales campeones que se sepultaron bajo
las ruinas de Numancia y Saguuto, por la libertad de la patria:
mientras circulen los espíritus de los que con tanto valor y
gloria han defendido y defienden la América española, nues
tras haciendas, y nuestras vidas serán sacrificadas al bien ine¡5
—350-
íimable de poseer á Fernando VII. La monarquía bajo de s"ti
dulce imperio, adquirirá órden, explendor y riquezas, cimen
tándose en la justicia y en el tierno reconocimiento con que
recordará este Príncipe los esfuerzos singulares de sus pueblos,
por restaurarle la libertad y conservarle el cetro.
Este es el voto unánime de todas las provincias de nuestra»
dos Américas. En los oficios que me han dirigido sus dignos
jefes anuncian llenos de placer y júbilo, que domina un solo
espíritu, que es única la voz que se pye: esta es la de procla
mar y tener á Fernando VII por su Monarca y Soberano.
¡Dichoso Príncipe, cuya adversidad le ha manifestado reynaba
en los corazones de sus inumerables vasallos, recibiendo de
ellos el testimonio de amor mas general, sincero, y expresivo,
de cuantos ha disfrutado otro alguno sobre la tierra !
De estos mismos preciosos sentimientos ha emanado, qué
ántes de insinuacion alguna mia, se han apresurado muchos
individuos del noble vecindario de esta capital á ofrecer cuan
tiosos donativos, que he mandado se reciban en estas reales
cajas, y se formen listas circunstanciadas, como tambien de los
que sigan haciéndose, para que impresas en la Minerva, quede
este monumento glorioso á la Patria, y este noble ejemplar á
la imitacion de la posteridad.
Será deber mio muy particular y muy grato á mi corazon,
instruir á S. M. de la lealtad de tan recomendables vasallos,
y de las relevantísimas pruebas que han dado y continúan
dando de su acendrado amor á su Eeal Persona.

Lima, y Octubre 18 de 1808.


'José Abasoalt.
PROCLAMA.

D. José Fernando db Abascal y Sousa, Caballero del


Habito de Santiago, Mariscal de Campo de los Eea-
les ejeecitos, vlrey, gobernador y capitan general
del Perú, Presidente de la Eeal Audiencia de Lima^
Superintendente Sub- delegado de Eeal Hacienda
etc.

Peruanos: en medio de los melancólicos dias que han pasa--


do, teneis no pequeña parte en la gloriosa satisfaccion de haber
presentado el espectáculo mas augusto, la armonia mas subli
me que se ha visto jamas sobre la tierra. Unánimes con la
madre España, todas las naciones que componen nuestras
colonias, desde el fondo de las Californias hasta la isla de Chi-
loé, y desde el Missisipi al Paraná, aunque tan? diversas en
genio, lenguaje y costumbres, han levantado hasta el cielo sus
clamores unísonos. Al continuo ruego de mas de veinte millo
nes de hombres, el l}ios del universo se ha dignado dirigirnos
sus ojos apacibles, para volverlos despues llenos de su terrible
ira contra el pérfido monarca de la Francia, sus infames saté
lites, y sus asesinas legiones. Ha llegado ya el momento de la
venganza, y el miserable Napoleón, y la nacion que le ha su
frido, han colmado la medida de sus abominaciones, y toéarí
ya el término fatal señalado para la expiacion de tantos crí
menes.
Las aguas del Ebro y Guadalquivir corren ya teñidas de
sangre enemiga. Esos exércitos de raposas, que simulando
amistad, se introdujeron en la madre patria, estan ya disipa
dos, y sus feroces capitanes cargan las cadenas que les preparó
su atroz barbarie ; y aun se nos dice, que el inhumano corso
tuvo que huir tan vergonzosa como precipitadamente. No, no
consolidará la ceniza de tantos cadáveres, sobre que está cimen
tado su inmundo trono, con las lágrimas de los fieles é intré
pidos españoles. El dulce canto de nuestras primeras victorias
ha llegado ya á las regiones mas remotas; y con la próxima
esperanza de ver al bien amado Ferítando en medio de sus
inmensos dominios, se aviva el fuego de nuestros corazones,
nuestro valor se fortifica, y no hay sacrificio que nos parezca
grande, por lograr tanta ventura.
Cuando en las tierras de la madre España, no hay uno solo
de vuestros padres y hermanos que no ofrezca gustoso sus
haciendas, su vida, y todo su ser: cuando los mismos ingleses
nos franquean desinteresadamente sus escuadras señoras de
los mares, sus armas, sus personas y caudales ¿quién ha de
imaginarse que respire uno solo -de vosotros, que gozando las
delicias de este suelo bienhadado, se excuse á contribuir con
cuanto le sea posible á la causa comun de todos los reyes, los
pueblos y los hombres ?
Os aseguro que mi corazon se conmovió, cuando advertí que
vuestra generosidad habia prevenido mi primera proclama, y
si ahora os dirijo esta segunda, no me hagak el agravio de
creer que desconfio de vuestra franqueza: todo lo contrario;
pues al contemplarme puesto por la divina providencia á la
cabeza de un pueblo tan fiel, tan generoso y lleno de amoroso
entusiasmo, hácia nuestro legítimo soberano, me tengo por el
iefe mas afortunado: no llevo en esto otro objeto que haceros
presente, que el buque que ha de transportar nuestras ofren
das, le considero divisando ya nuestras riveras. Apresuraos
pues á completarlas: que los dignos enviados para conducirlas,
vean vuestra generosa anticipacion, y refieran á nuestros her
manos de Europa el impaciente ardor que teníais por su lle
gada.
Habitantes de todas clases y sexos: la pequeña moneda del
pobre es tan apreciable como las cuantiosas exhibiciones del
ciudadano opulento. No temais ofrecerla en el altar de la pa
tria: con ella adquirireis la inefable gloria de presentar á los
siglos futuros otra armonía mas sublime y otro espectáculo
mas mágestuoso, que el que os dibujé al principio. El universo
—353—
de rodillas, da gracias al Dios de los ejércitos, porque eligió á
la España para exterminar al monstruo que tantas injurias ha
hecho á esa religion santa, que en todas sus regiones ha de
propagarse; la destinó á restablecer en la famosa Roma la silla
de San Pedro arrojada de su sitio; á devolver los tronos á sus
legítimos reyes, y vengar, en fin, los derechos de la humanidad
tan vilmente ultrajados. ¡ Qué timbre ! ¡ Qué blason será enton
ces nombrarse español y descender de españoles !
Sí, Peruanos; vosotros, y toda la série de vuestras genera
ciones, repitiendo el nombre del excelso Ferítando vii, disfru
tareis esa imponderable felicidad, que durará hasta que el To
do-poderoso aniquile la tierra con todos los imperios y los
tronos.

Lima, 29 de Noviembre de 1808.


José Abascal.

Histoiua—36
i
Oracion pronunciada por el Dr. D. Justo Figuerola X
NOMBRE DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS EN EL BE
SAMANOS del 14 de Octubre de 1808, teniendo en cele
bridad DEL CUMPLE AÑOS DE FERNANDO VII Y DE SU
PROCLAMACION HECHA EL DIA ANTERIOR.

j Qué proclamacion ! Que jura, Excmo. Señor, tan augusta,


y solemne! Los suspiros, lágrimas, y sollozos que interrumpen
los vivas: la pálida tristeza en cada semblante sofocando el
placer de tan alta, y tierna ceremonia: el fuego sagrado, que
arde en nuestros pechos, mas activo que el que anima el cañon,
y mortero: la ira honrosa inextinguible hasta no repararla
infame traicion cometida contra el amado Monarca: el vilipen
dio de una Potencia la mas noble, y religiosa, que ó lava sus
afrentas, ó muere, porque jamas respira la deshonra: tantos
títulos para el sacrificio de nuestras vidas, y de todo lo nues
tro, todo, todo pregona del modo mas auténtico que Fernan
do vn tiene un trono inamovible en el corazon del último
americano, y que las desgracias de su Eeal Persona y Familia
dan nuevo pábulo á nuestro amor, y lealtad. Los ministros del
Señor y representantes del Soberano, militares y sabios, nobles
y plebeyos, ancianos, jóvenes, mugeres y niños, todos estan
heridos en lo mas vivo de la honra, y han jurado no colocar
sus nombres en otros padrones que en los de la muerte, 6 el
—356—
triunfo. ¡Americanos! Compatriotas! Jefe, digno descendiente
de los ilustres Adalides Godos, que conducidos por Pelayo,
sacudieron el yugo sarraceno, acordaos que circula en vuestras
venas la sangre generosa y noble de los Héroes que abrieron
paso al Evangelio en este Nuevo Mundo, y de los que derro
taron al Galo en Eoncésvalles, Pavia, y San-Quintin : mirad
la injuria hecha á nuestro Monarca, y reputacion nacional: aun
estan abiertas las heridas, y por todas ellas con voz muda y
elocuente claman venganza los Manes respetables de los Esla
vas, y Carvajales, esa sangre preciosa, que contuvo el ímpetu
del torrente precipitado contra las potestades legítimas: así,
no solo debeis jurar una lealtad eterna á nuestro Soberano,
sino un odio implacable al tirano opresor de la libertad de las
naciones, que tiene el descaro de apellidarse protector de ellas.
O Fernando! O Eey nuestro! O España! O Españoles! O!
Quien comera á los campos de batalla, para en vuestra com
pañía cubrirse, ó con el esmalte de la sangre, ó con el laurel
inmarcesible de la victoria! Pero pues nos impide el Oceano
este vuelo natural, no cesaremos un punto de tener las manos
levantadas háeia el Dios de los ejércitos, para que bendiga los
vuestros, que son suyos, ni de abrir en vuestro obsequio, no
solamente los senos de nuestros montes de oro y plata, sino
los de nuestros corazones, que palpitan, y palpitarán pendien
tes de vuestra suerte. Arrancad, arrancad á nuestro amado
Monarca, al sobrino de San Hermenegildo, al nieto del Cató
lico Recaredo, San Luis y San Fernando, ah! qué nombres! de
las garras de ese monstruo, que cubre de vergüenza á la huma
nidad, y principalmente al pueblo sin carácter, que ha logrado
violentar, y seducir. No sufrais, no consintais en manera algu
na, que el santo y brillante cetro de la Hespéria, y las Améri-
cas sea empuñado por unas manos acostumbradas á obrar los
crímenes con la tranquilidad mas impudente. Pelead valerosos
hijos de los Rodrigos, Oórdovas, Toledos, Leyvas, Austrias, y
Santacruces: la victoria ha de seguir la justicia de vuestra
eausa. Y si acaso por algunos instantes prevaleciesen contra
vosotros en algunos reencuentros esas falanges de asesinos
mercenarios, no vacileis un punto entre la rendicion, ó la
muerte : elegid esta, pues no somos culpados por no vivir, pero
sí por no conservar hasta el postrer aliento el honor heredado
de nuestros padres, y las glorias de la Patria. Ah ! No se diga,
que en nuestros tiempos emigró de la hija de Sion su majes
tuosa hermosura! ¿Qué corazon patriótico podrá sobrevivir á
tal desdicha ? O subsista la Monarquía en toda su dignidad, ó
perezca con su explendor de un solo golpe nuestro nombre, y
memoria. Mas no temais tal desgracia: á la hora presente ya
habeis triunfado. Sí: ya escucho resonar con placer los dulces,
—357—
y fervorosos cánticos de la victoria : y ya veo, ah! qué espec
táculo! veo sentado sobre el trono de Athaulfo al amable re
nuevo, al Príncipe objeto de nuestro dolor y ternura. Vedle,
cual contempla un hijo en cada vasallo! Oual le arrebatan el
amor y lealtad de sus pueblos! Y cual se olvida de sus desgra
cias, y aun de sí mismo, por ocuparse unicamente de ellos ! Ved
le, vedle como derrama, cual padre tierno, la copa sagrada, y
abundante de sus reales beneficencias, Pueblos venturosos de
la Iberia, amada madre nuestra, no olvideis en esos raptos de
vuestro santo júbilo á la generosa, noble y leal América: repre
sentadle, que vuestro amor no fia sido mas fervoroso (pie el
nuestro, y que aun la vida nos es odiosa sin su amable y pa
ternal imperio. Dure este por mas tiempo que la memoria de
los delitos de Napoleon. O ! Derrame el cielo sus gracia^ sobre
el deseado Fernando! Segun la inmensidad de nuestro amor
cuéntense sus años : y desde la altura de su solio vea que se
succeden respetando su existencia. Señálese cada momento de
su preciosa vida por virtudes augustas que brillen á la par de
las de sus excelsos progenitores : y sea tal la prosperidad de la
España bajo su largo reynado, que olviden los venideros esta
época de tanta amargura y afliccion. Ah Excmo. Señor! Con
lágrimas y sangre escribanse estos votos generales de la Amé
rica, y particulares de esta Escuela (pie represento, y ofrece á
los pies del trono sus plumas y sus vidas en este dia, dia el
mas augusto que numeran nuestros anales, despues de aquel
para siempre memorable, (pie vio enarbolar en estas regiones
bienhadadas los triunfantes pendones de Juana y Carlos V.
EXPRESION LEAL Y AFECTUOSA DE ATONTAMIENTO DE LlMA;
CON MOTIVO DE LA SOLEMNE PROCLAMACION DE NUESTRO
Católico Monarca el señor D. Fernando VII.

Habitantes de la Capital del Perú: vuestros deseos se han


cumplido. Anhelabais con ansia la solemne proclamacion de
nuestro amado Monarca, el señor D. Fernando VII, desde el
momento mismo en que las noticias públicas anuncian que la
mas detestable y vergonzosa perfidia intenta despojarle de su
trono. La tarda del 13 á la voz del insigne y esclarecido jeíé
que nos rige, siguieron las aclamaciones del júbilo, expresan
dose tambien los afectos del corazon por el ler guaje elocuente
de las lágrimas: lágrimas que motiva la ternura, pero no el
desaliento. El palacio de San Clout se estremecerá, desde sus
fundamentos por la incontrastable £delidad de estas remotas
provincias, separadas de la Metrópoli por un inmenso Oceano,
é igualmente unas de otras por distancias poco conocidas en
los Beynos de Europa. Uno es el eco en todas e as. Nuestro
Bey es Fernando: es hereditaria la corona; y la pri i.ogenitura,
por la solemne y espontánea abdicacion de su padre le ha es
tablecido y sancionado como tal. La Nacion le ha reconocido,
no tumultuariamente, sino por principios. El tirano, insaciable
—360—
Napoleon, despues de haber á su arbitrio variado el estado
político de Europa, desmembrando y erigiendo Reynos, des
tronando en otros sin respetar lo mas sagrado, menos por
ideas políticas, y nuevas relaciones que podría exigir la forma
actual de los gobiernos, que por un desenfreno de pasiones;
simulando amistad é interes, exigiendo grandes sacrificios
que debilitaban el poder de la Nacioní en lo que se compla
cía, sin excitarse al reconocimiento que habría producido una
alianza eterna en otro carácter; medita la subversion de nues
tro trono. Especiosos pretextos disfrazan su infamia, y la alma
inocente de Fernando es sorprendida: se entrega amistosa
mente á los brazos del enemigo de la religion y la naturaleza;
y el 5 de Mayo es descubierto en Bayona el misterio de
la iniquidad. ¡O negra traicion! El mundo se horroriza.
¡Bayona! que se borre este nombre en las cartas geográfi
cas, y un desierto espantoso cubra tu antigua poblacion. La
España se arma del magestuoso ropage del heroísmo que la
ligereza francesa, por la adhesion á su exterior, habia desfigu
rado. Las provincias se penetran en la unidad de sentimientos.
Aquí un esforzado general convoca los ejércitos, y dirige los
planes: allí los mismos habitantes; y en Sevilla se erige una
junta, la suprema de la nacion, autorizada por las circunstan
cias y las leyes, que á nombre de Fernando, y contrapuesta á
la que se tituló de gobierno en Madrid, sostenida con la fuerza,
rige al presente la Nacion. Vuestro esfuerzo, generosos espa
ñoles, restituirá á Fernando, y conservará indemnes y expedi
tos los derechos de la antigua regia casa de Borbon á los Eeynos
de España. La América se acerca á su metrópoli : es una mis
ma: igual en sentimientos, y pronta á sufrir el último exter
minio, antes que subyugarse ai Alienígena. La distancia no
podrá tal vez hacer oportuna la transmigracion para multipli
ca:- en el campo de batalla los brazos de los combatientes;
pero estas posesiones serán defendidas: y su precioso fruto, el
oro y plata, se transportará aun con dispendio de fortunas pri
vadas para «ostener la guerra santa.
Lima Capital del Perú, presidida del-Excmo. Señor D. José
Fernando de Abascal y Sousa, á quien t4 cielo benigno, puso
á su frente en estas circunstancias, representada por un ayun
tamiento muy distinguido en su fidelidad, y honorificado por
la munificencia de sus soberanos, se gloría de hacer esta pú
blica manifestacion; y muy distante el Cabildo de dirigir pro
clama que la excite, pues se congratula á si mismo de las feli
ces disposiciones de sus habitantes, cree haber ^satisfecho sus
deberes con esta produccion.
Sala Capitular de Lima, y Octubre 15 de 1808. — El Mar
ques de Casa Calderon. — Antonio Alvarez de Villar. — El
—361—
Conde de Monte Mar. — José Antonio de Ugarte. — Tomas
de Vallejo. — El Marques de Casa Dávila. — Antonio de Eli-
zalde. — Francisco Alvarado. — D. Ignacio de Orúe y Miro
nes. — Javier Maria de Aguirre. —José Valentin Huydobro. —
Tomas Muñoz. — Diego Miguel Bravo de Eivero. — Manuel
Agustín de la Torre y Tagle. — El Conde de Villar de Fuente.

Historia—37
I
PROCLAMA

DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOB VIREY DEL PEKÚ.

Habitantes del Perú: vuestro virey os habla y tiene derecho


de esperar le escucheis con la atencion que exigen de justicia
el reconocimiento y la confianza. Cuando las naciones de Eu
ropa gimen desoladas por el infernal espíritu de agitacion que
recorre la tierra: cuando las provincias de América que nos
rodean principian á sufrir los dolorosos estragos de una ciega
anarquía; el Perú reposa sin zozobra en el seno delicioso de
la quietud y tranquilidad.
Para conservarlo en esta feliz situacion, no han sido enerva
dos mis desvelos por la variedad de. las circunstancias que con
tanta rapidez se suceden, ni por los acontecimientos prosperos
ó desgraciados de la madre patria, en la terrible lucha que con
sublime heroismo sostienen nuestros hermanos.
Casi á un mismo tiempo que se nos comunica el escarmiento
de los franceses en las Andalucías y sus considerables perdidas
en Extremadura, Castilla, y Cataluña, se nos avisa la obstina
cion y em presas de los facciosos del Eio de la Plata inconse
cuentes e n sus principios, y tenaces en su descarrio.
—364—
Por el expreso llegado en la tarde del dia de ayer me parti
cipa el gobernador intendente de Potosi, que la tropa que el
respetable general D. Santiago Iiniers tenia preparada en
Córdova del Tucuman, para oponerse á los proyectos hostiles
de los insurgentes de Buenos Ayres contra las provincias inte
riores, seducida por algunos traidores de aquella ciudad de
quienes ni remotamente se podia esperar semejante perfidia,
habia cometido el inaudito horrible atentado de pasarse á los
insurgentes, dejando caer en sus manos la persona de su gene
ral y otras igualmente dignas de mejor suerte, al tiempo mis
mo en que los revolucionarios estaban para retirarse desistiendo
de la empresa.
Los mas crueles é inhumanos, los mas feroces canibales no
hubieran vilipendiado con mayor atrocidad á un gefe benemé
rito por su pericia, valor, y lealtad; y que tanta gloria ha con-
ciliado á Buenos Ayres en la restauracion de la capital y des
pues en su defensa; pero el desenfreno y orgullo de las pasiones,
no conoce barrera alguna en sus excesos: la sagrada persona
del limo, señor Obispo ha sido igualmente el objeto de los ul
trajes, que meditan continuar en los incautos pueblos que lle
guen á implicarse en sus pérfidos designios.
Para precaverlos solicitan aquellos gefes auxilios de armas
y utensilios: todos los que pueden franquearse sin quedar des
guarnecidos en nuestra propia defensa, se han facilitado pron
tamente; pero la distancia á que han de conducirse y las ocul
tas seducciones de los insurgentes pueden retardar ó tal vez
inutilizar su apetecido efecto; mas en este aciago caso nada
teneis que temer: vuestro virey solicito de vuestra felicidad,
todo lo ha previsto y calculado : vivid imperturbables en esa
seguridad sin dar oido alagueño á discursos dictados por la
efervescencia del carácter, el ímpetu de la irreflexion, ó la ma
lignidad de los deseos: despreciad en prospectiva de un mejor
estar, engañoso pretexto de toda tirania; recordando que no
hay abusos igual á la violencia de las leyes é insubordinacion
á las autoridades, ni mal que sea comparable á los desórdenes
que acarrea ese desastre ; pues aun cuando se considerase por
remedio, el seria detestable por causar mayor extrago que la
misma enfermedad: Abominandum remedii genus: deberi salu~
tem morbo. Publico Siro.

Lima y Setiembre 14 de 1810,


Abasoal. (1)

[1] Vease á fojas 171 de la memoria del Vírey Abaseal.


DESPEDIDA DEL VIREY ABASOAL.

Ha llegado el dia, eu que dignándose S. M. (que Dios guar


de) atender á las reiteradas súplicas que le tenia hechas, para
que se sirviese relevarme del mando de este reino, me hallo
próximo á partir para la Corte de Madrid, y tener la alta hon
ra de besar su real mano, dándole las últimas pruebas de mi
íntima adhesion y celo por el esplendor de su corona. Mas sin
embargo de tan dichoso momento que espero, no puedo dejar
de significar á V. que el noble orgullo de que me siento agita
do, se halla mezclado con el justo sentimiento de separarme
de en medio de un pueblo que tanto ha contribuido con su as-
cendrada lealtad y heroica conducta á multiplicar mis satis
facciones, y las glorias de la Nacion Española en este conti
nente. Mi existencia y mi renombre han estado identificados
con la existencia y el renombre de todo este vireinato; y así
como tendrá este siempre el primer lugar entre los pueblos de
la América por su firme y distinguido comportamiento en los
diez años de mi atribulado gobierno, nadie puede disputarme
la grata sensacion que experimento al recordar que he estado
"constituido por la Providencia á su cabeza, empleando mis
incesantes desvelos y afanes en conservarle libre de los estra
gos de la discordia. Dios ha querido que no hayan sido in
fructuosos mis conatos; pero es preciso confesar con la since
ridad que rae caracteriza, que la bella índole de estos habitan
tes ha concurrido en mucha parte á realizar mis esfuerzos, sin
precisarme á desnudar mi espada, sino contra los que arras
trados de la seduccion han venido de otras tierras con el vano
intento de turbar el profundo sosiego de (pie hemos disfruta
do, y los que siguiendo tan funestos ejemplos han encendido
entre nosotros mismos la pavorosa tea de la rebelion y del de
sorden. Mi corazon se conmueve al contemplar la sangre que
se vertió para apagarla; pero logrado el escarmiento de los
criminales, el desengaño y la enmienda de los alucinados, la
proteccion y recompensa de los virtuosos: y en una palabra,
restablecido el suave imperio de nuestras leyes, creo que no
se volverá á escuchar en este territorio el ronco estruendo de
las armas, y los descompasados gritos de la independencia.
Yo habria querido terminar en toda la extension posible es
ta obra que me ha costado las fatigas y desvelos que son no
torios: y seguramente, á no hallarme agoviado con el peso de
tan continuado trabajo, y deteriorada mi constitucion física, sin
duda por la intensa contraccion de ánimo en que he vivido:
i qué otra recompensa podia colmar mi ambicion, que ver des
de las márgenes del Eio de la Plata hasta el itsmo de Panamá
reposar en paz y fraternal contento á los que se hallaban antes
armados unos contra otros, sin adelantar mas que su extermi
nio y su deshonra? Pero otro es el jefe elegido interinamente
por el Monarca para llevar él al cabo la total tranquilidad de
estas regiones: y su voz es la que debe escuchar V. en ade
lante para ver logrado el grande objeto porque hasta ahora he
trabajado. Así mientras verificola entrega de este mando al
Teniente General D. Joaquín de la Pezuela, (pie es el llama
do á esta confianza por sus conocimientos de este pais y dis
tinguidas calidades militares y políticas, y me preparo á em
barcar á mi destino, ruego á V. que continuando en los mis
mos sentimientos de subordinacion y honor que me ha cons
tantemente acreditado, me comunique todas las luces que pue
da aun necesitar para emplearme cerca del trono de nuestro
adorado soberano, en la felicidad y engrandecimiento de estas
provincias, tan dignas del real aprecio, como lo serán mientras
yo viva de mi consideracion y mi ternura.
Dios guarde á V. muchos años.

Lima, y Mayo 31 de 1816

JEl Marques de la Concordia.


El coronel D. Tobibio de Acebal, secretario de este
vlreynato, poe sí y á nombre de la seceetabía de cl-
mara, contesta al oeicio de despedida que con fecha
31 de Mayo de 1816, le ciecttló el Excmo. señor Mar
ques DE LA CONCOREIA, VIRREY, GOBERNADOR Y CAPITAN
General del Perú.

Excmo. Señor:

Cuatro años ha que merecí por mi honroso destino, la su


perior confianza de V. E. en los negocios del gobierno ; y tam
bien cuatro años que observo con asombro las prodigiosas ap
titudes de V. E. para la alta representacion que tan gloriosa
mente ha sostenido. Por -la inmediacion á su persona en que
me puso mi deber, he presenciado mas de cerca los pasos que
ha dado V. E. en el camino del honor, hasta llegar al eminen
te grado de heroismo en que hoy le vemos. ¿ Quién mejor que
yo señor excelentísimo, podrá testificar la expedicion y madu
rez de consejo, el discernimiento y la sagacidad maravillosa
con que ha sabido V. E. enseñorearse de la ciencia difícil de
mandar, en medio de las circunstancias mas complicadas y ca-
—368—
lamitosas? Yo he visto aparecer en estos reinos las situaciones
mas ominosas y funestas para la pública tranquilidad; pero
tambien he visto que V. E. templando sabiamente las fuerzas
del poder, segun lo han exijido la intrepidez ó la debilidad de
las pasiones, y con una entereza y espiritu á quien jamás de
tienen las dificultades, ni arredran ó embarazan los peligros,
ha tenido siempre á la mano las precauciones y remedios pa
ra evitar ó correjir los males. Así ha logrado V. E. no solo
mantener, consolidar ó restablecer el orden en las provincias
de su mando, y en todas las demas que ha reducido y pacifi
cado su providencia infatigable; sino tambien ganarse aquella
aceptacion universal, de que le rinde al fin de su gobierno
tantos y tan relevantes testimonios la voz del reconocimiento.
Pero no satisfecho V. E. con haber procurado de tantos modos
el esplendor y la seguridad de estas regiones, y deseando aun
proporcionarles desde la Metrópoli nuevas y mayores venta
jas, por una moderacion que solo puede ser igual á su mereci
miento, se humana V. E. hasta pedirnos luces y conocimientos
para realizarlas: como si hubiese que añadir á las que han su
ministrado á V. E. su propia observacion y sus grandes talen
tos, ó como si alguno de sus súbditos pudiera lisonjearse de
remontar su vuelo hasta la altura donde ha llegado V. E. en
este punto, y nivelarse con su gloria. Parta pues V. E. á di
fundir esas luces y conocimientos en esfera mas vasta, mani
festando en la copia y actividad de sus influjos á favor de las
Américas, toda la predileccion que le merecen estos afortuna
dos y preciosos dominios. Parta V. E. á continuar en mejor
teatro su lustrosa carrera, seguro de que vivirá perpetuamen
te en la veneracion y ternura de los habitantes de Lima, por
aquella indeleble y vivísima impresion que siempre dejan en
el alma las acciones sublimes del héroe. Parta V. E. bajo las
alas protectoras del Anjel tutelar de las Américas, mientras
nos consolamos del duelo y amargura en que nos deja su par
tida, con la dulce satisfaccion de que á la sombra de sus lau
reles, y á la vista del Monarca mas justo, va V. E. á disfrutar
en paz profunda y duradera, aquellas sensaciones deliciosas que
sin cesar experimentan los genios superiores, despues que han
ocupado su existencia en beneficio de la humanidad.
Dios guarde á V. E. muchos años.
Lima, 4 de Jubo de 1816.

Excmo. Señor

Toribio de, Acebal.

Excmo. señor Marques de la Concordia, Virey del Perú.


La Real Congregacion del Oratorio, por medio de su
Preposito el P. D. Carlos Pedemonte y Talavera, da
LA SIGUIENTE CONTESTACION AL OFICIO DE DESPEDIDA QUE
LE DIRIJIÓ EL EXCMO. SEÑOR MARQUES DE LA CnNCORDIA,
Viret del Perú, con pecha de 31 de Marzo dk 1816.

Bxcmo. Señor:

Por su honroso oficio de 31 del pasado se ha servido V. E.


anunciarme la proximidad de su partida á besar la real mano,
encargarme la firmeza en los sentimientos de subordinacion y
honor que tengo acreditados, y pedirme suministre á V. E.
las luces de que pueda aun necesitar para promover cerca del
trono la felicidad de estas provincias.
Confieso á V. B. que este exceso de urbanidad y de mode
racion, desconocido hasta aquí de todos sus predecesores, ha
tenido paralizada mi pluma, y fatigado mi ánimo con el tro
pel de ideas que se me han agolpado para dar una digna con
testacion al oficio de V. E. Su tierna despedida aviva en mí el
justo sentimiento que comenzó á advertirse en todas las cla
ses del estado, desde que V. E. anunció por la primera vez que
terminaba su gobierno. Su amoroso reencargo de la subordi
nacion, fidelidad y honor en que me he sostenido, aunque por
no necesario pudiera en otras circunstancias parecerme inju-
Historia—38
—370—
rioso; en la presente me es demasiado lisonjero, y descubre al
mismo tiempo con que sutil penetracion y delicado tino se ha
conducido V. E. en esta época calamitosa en que parece que
la Providencia ha querido revelarle el casi impenetrable se
creto de establecer un gobierno apacible en la turbulencia ge
neral de un vasto continente. Si, señor excelentísimo: V. E.
ciertamente no habría creido bastante esta dulce y tierna in
sinuacion para cimentar en nosotros la fidelidad, si su alto dis
cernimiento no hubiese llegado á comprender que mandaba
unos corazones mas dóciles á las voces suaves y amorosas de
un jefe, que á los horrores militares de un conquistador. ¡ Qué
felices son los pueblos cuando su gobernador, deseoso de su
bien, se aplica á estudiar su carácter, y descubrir los resortes
morales que deben dar á esa máquina pública un movimiento
ordenado, regular y armonioso ! Esta debe ser la gloria mas
sólida de V. E. como ha sido para nosotros el precioso oríjen
de esa felicidad que los desgraciados pueblos nuestros veci
nos contemplan con envidia. Y ¿quién sabe si bajo la inme-
dicta direccion de V. E. se habría oportunamente sofocado.
Mas nó es tiempo de formar deseos inútiles, ni de hacer re
cuerdos que á V. E. mismo arrancan tiernas lágrimas. Ta que
no ha sido dado á V. E. preservarlos de las desgracias pa
sadas, quiere ocuparse todo en su felicidad futura: y á este fin
solicita de mí las luces correspondientes. \ Qué rasgo de mo
deracion en V. E. y que motivo en nosotros para un eterno re
conocimiento! Sí, eterno será, señor excelentísimo. Pero ¿qué
luces podré yo euministrar á V. E. que no se hallen en V. E.
mismo? Presente V. E. al amable Fernando la historía im
parcial de sus dos gobiernos eñ América: y de su vida sola,
sin mas advertencia ni mas luces, sabrá concluir que para ha
cer felices todas las provincias de este continente, no se nece
sita mas que colocar un Abaseal al frente de cada una.
Nuestro Señor guarde á VE. muchos años.
Eeal Congregacion, y Junio 18 de 1816.

Excmo. Señor.

Carlos Pedemonte y Talavera.

Excmo. Señor Marques de la Concordia, Virey, Gobernador y


Capitan General de este Beyno.
Correspondencia secreta de la familia Eeal de Espa
ña : en Marzo y Abril de 1808.

Carta del rey Carlos IY al emperador Napoleon.

Mi señor hermano:

Ya hace mucho tiempo que el principe de la Paz me dirigia


instancias reiteradas para obtener la dimision de sus empleos
de generalísimo y almirante. Me he prestado á sus deseos con
cediéndole esta dimision ; pero como no me es posible olvidar
los servicios que me ha hecho, y particularmente el de haber
cooperado á mis deseos constantes é invariables de mantener
la alianza y amistad íntima que me une á V. M. I. y E., con
servaré á este príncipe mi estimacion.
Bien persuadido de que nada será mas agradable á mis va
sallos, ni mas conveniente para realizar los designios impor
tantes de nuestra alianza, que el encargarme yo mismo del
mando de mis ejércitos de tierra y de mar, he tomado esta
resolucion, y me apresuro á dar parte de ella á V. M. I. y E.;
considerando que verá en esta comunicacion una nueva prueba
de mi adhesion á su persona, y de mis constantes deseo s de
—372—
mantener las relaciones íntimas que me unen á V. M. L y E.
con aquella fidelidad que me caracteriza, y de que V. M. tiene
las pruebas mas solemnes y reiteradas.
La continuacion de los dolores reumáticos que me impide
de algunos dias á esta parte el uso de mi mano derecha me
priva del placer de escribir de propio puño á V. M. Soy con
los sentimientos de la mas perfecta estimacion y afecto mas
sincero. De V. M. I y E. buen hermano.
Cáelos.
En Aranjuez á 18 de Marzo de 1808.

Carta del rey Carlos IT al emperador Napoleon.

Mi señor hermano:

Hallándose mi salud cada dia mas quebrantada, he creido


necesario para restablecerla ir á buscar un clima mas dulce
que este, retirandome de los negocios de mi reyno. En conse
cuencia he juzgado conveniente para la felicidad de mis pue
blos abdicar la corona en favor de mi muy amado hijo el prín
cipe de Asturias. Los lazos que unen nuestros dos reynos y la
estimacion tan particular que siempre he tenido á la persona
de V. M I. y E. me hacen esperar que no podrá menos de
aplaudir esta medida, tanto mas cuanto los sentimientos de
estimacion y de mi afecto á V. M. I. y E. que he procurado
inspirar á mi hijo se han grabado tan profundamente en su
corazon, que estoy seguro del cuidado que pondrá en estrechar
mas y mas la íntima alianza que ha mucho tiempo une los dos
estados. Me apresuro á participarlo á V. M. I. y E. renován
dole con esta ocasion las seguridades de mi sincero afecto y
los votos que no cesaré de hacer por la prosperidad de V. M.
I. y E. y de toda su augusta familia.
Soy con estos sentimientos de V. M. I. y E. buen hermano.

Carlos.
En Aranjuez á 20 de Marzo de 1808.
Nota de mano de la reyna Luisa, muger de Garlos IY, entregada
al gran duque de Berg por su hija la reyna María Luisa.

"No quisieramos ni el rey ni yo ser importunos ni fastidiosos


al gran duque, que tiene tanto que hacer; pero no tenemos
tampoco ni otro amigo ni otro apoyo que él y el emperador,
en quienes esperamos todos cuatro, el rey, nuestro íntimo
amigo, eomo tambien del gran duque, el pobre principe de la
Paz, mi hija Luisa y yo. Esta nos ha escrito ayer noche lo que
el gran duque le habia dicho, que nos ha penetrado y llenado
de reconocimiento y de consuelo, esperándolo todo de estas
dos sagradas é incomparables personas, el gran duque, y el
emperador; pero nosotros no queremos dejarle ignorar nada
de cuanto sabemos, á pesar de que nadie nos dice nada, ni
aun responde á las cosas que preguntamos, ni aun á las mas
precisas para nosotros; pero nada de todo esto nos interesa
sino la buena suerte de nuestro único é inocente amigo el
principe de la Paz, el amigo del gran duque, como el mismo
exclamaba en su prision, en medio de aquellos tratamientos
horribles que le daban. Llamaba siempre su amigo al gran
duque, aun antes de haber sobrevenido esta conspiracion. Si
yo tuviese, decia, la felicidad de que se hallase aqui, si el gran
duque estuviese cerca, nosotros no tendríamos nada que temer.
El deseaba su arribo, teniendo una satisfaccion en que quisie
se aceptar su casa para alojarse en ella, y tenia regalos que
hacerle. En fin no pensaba sino en este momento y despues ir
al encuentro del emperador, é ir al encuentro del gran duque
con todo el apresuramiento imaginable: nosotros tememos
siempre que le maten ó envenenen, si conocen que se trata de
salvarle. ¿No se podrían tomar algunos medios antes de toda
resolucion? Que el gran duque hiciese ir sus tropas sin decir
á que, y entrar donde está.aste pobre principe de la Paz, y sin
dar un momento de tiempo para que le tiren algun pistoletazo,
ni hacer nada, separar su guardia actual ( que no tiene ni otra
gloria ni otro deseo que el de matarle, no queriendo que viva)
y que se quede alli la del gran duque, mandando absoluta
mente ¡por sus órdenes; porque mientras esté en manos de es
tos traidores indignos y á las órdenes de mi hijo, esté seguro
el gran duque de que le matarán. Por Dios, nos atrevemos á
pedirle que nos lo conceda, porque no estando fuera de esas
—374—
manos sanguinarias, si, de esos guardias de corps, de mi
hijo y de esos malvados lados debemos siempre temblar por
su vida, aunque el gran duque y el emperador le quieran sal
var; no les darán tiempo para ello. Por Dios rogamos al gran
duque que tome sus medidas para hacer lo que le pedimos,
porque si se pierde tiempo, su vida no está segura; persuadase
que estaría mas seguro en manos de leones y de tigres encar
nizados. Mi hijo estuvo ayer despues de comer encerrado con
Infantado, Escoiquiz, (este cura malvado), y San Carlos, el
mas maligno de todos; lo que nos hace temblar; estuvieron
alli desde la una y media hasta las tres y media. El gentil
hombre que va con mi hijo (1) Carlos es primo de San Carlos;
tiene talento y bastante instruccion; pero es un americano
malvado, muy enemigo nuestro, lo mismo que San Carlos, los
cuales han recibido todo lo que son del rey mi marido, y á ins
tancias del pobre principe de la Paz, de quien se decian pa
rientes. Todos los que van con mi hijo Carlos son de la misma
intriga y muy propios para hacer todo el mal posible y presen
tar con los colores mas veridicos la mas horrorosa falsedad.
Euego al gran duque que perdone mis garabatos y si no escribo
bien, porque me olvido algunas veces de ciertas palabras ó
frases en frances, pues hablo siempre español de cuarenta y
dos años á esta parte, habiendo venido aqui á casarme de trece
años y medio, y aunque hablo frances no es corrientemente,
pero el gran duque comprenderá bien y sabrá corregir los de
fectos de la lengua.

Nota eserita de mano de la reyna de España y entregada al gran


duque de Berg por la reyna Mwria Luisa, su hija.

El rey mi marido que me hace escribir, no pudiendo hacerlo


á causa de los dolores é hinchazon que tiene en la mano dere
cha, desearía saber si el gran duque de Berg querrá tomar á
su cargo y hacer todos sus esfuerzos con el emperador para
asegurar la vida del principe de la Paz, y que fuese asistido
de algunos criados ó capellanes. Si el gran duque pudiese ir
á verle, ó á lo menos consolarle, puesto que tiene en él todas
( 1 ) El gentil hombre^ue acompañó al señor infante D. Carlos en su viage
á Bayona es el marques de Feria. Iban tambien con S. A. en calidad de
secretarios D. Pedro Macanaz y D. Pascual Vallejo.
—375—
sus esperanzas, siendo su grande amigo. Todo lo espera de él
y del emperador, de quien siempre ha sido muy afecto. Que
el gran duque consiga del emperador que se dé al rey mi ma
rido, á mi y al principe de la Paz con que vivir juntos todos
tres en un parage bueno para nuestra salud, sin mando ni in
trigas : no las tendremos ciertamente. El emperador es genero
so, es un héroe; siempre ha sostenido á sus fieles aliados y á los
que son perseguidos. Nadie lo es mas que nosotros tres y ¿por
qué ? porque siempre hemos sido sus fieles aliados. De mi hijo
no podemos esperar jamas sino miserias y persecuciones. Se
ha comenzado á forjar y se continua todo lo que se puede ha
cer mas criminal á los ojos del público y del emperador mismo,
á este inocente amigo y apasionado á los franceses, al gran
duque y al emperador; el pobre principe de la Paz! Que no
crea nada; ellos tienen la fuerza y todos los medios para pre
sentar como verdadero lo que es falso.
El rey y yo deseamos ver y hablar al gran duque y darle el
mismo la protesta que tiene en su poder. Estamos muy agra
decidos á estas tropas que nos ha enviado y á todas las señales
que nos da de su amistad. Que esté bien persuadido de la que
le hemos tenido siempre y tenemos; que estamos en sus manos
y las del emperador, y que nos hallamos muy persuadidos de
que nos concederá lo que le pedimos, que son todos nuestros
deseos, estando en manos de un tan grande y generoso mo
narca y héroe.

Ca/rta de la regina de Etrwria Maria Luisa al gran duque de


Berg. (En italiano).

Señor y hermano mio:

He recibido en este momento al ayudante comandante el


cual me ha dado vuestra carta, en la que veo con mucho pesar
que mis padres no podrán tener el placer de veros, cosa que
tanto deseaban, confiando solamente en vos que podreis con
tribuir á su tranquilidad. Lo mismo el pobre principe de la
Paz, que lleno de heridas y golpes esta penando en la prision
y siempre invocando el terrible momento de su muerte. No se
acuerda sino de su amigo el duque de Berg: dice que es el
amigo en quien confia su salvacion. Mis padres y yo hemos
hablado con vuestro comandante ayudante, y él os lo dirá todo.
—376—
Yo solo confio en vuestra amistad que me salvareis, á mis pa
dres y al pobre preso. No tengo mas tiempo: en vos confio.
Mi padre pone dos líneas en esta misma carta, y yo soy de
corazon vuestra afectísima hermana y amiga.

Maeia Luisa.
Aranjuez 22 de Marzo de 1808.

Carta del rey Carlos al gran duque de Berg. ( En italiano ).

Señor y hermano mio carísimo :

Habiendo hablado á vuestro comandante ayudante, é infor


mado de todo lo acaecido, os ruego que me hagais el favor de
dar parte al emperador, suplicándole de la mia que haga cuan
to pueda para libertar al pobre principe de la Paz que padece
solo por ser amigo de la Francia, y que nos deje ir con él á
doude convenga mejor á"mi salud. El Lunes salimos por aho
ra para Badajoz: espero que antes que nos vamos, si absoluta
mente no nos podeis ver, á lo menos me respondais, porque
solo confio en vos y el emperador, y mientras tanto soy vues
tro afectísimo hermano y amigo de todo corazon.

Carlos.

Carta de la reyna Luisa al duque Berg.

Señor y amado hermano mio:

No tengo ningun amigo sino V. A. I. El rey mi amado es


poso os escribe pidiendo vuestra amistad: solamente en vos y
en vuestra amistad confiamos. Mi marido y yo nos unimos
para pediros que nos deis la prueba mas fuerte de la amistad
que nos teueis, haciendo que el emperador conozca nuestra sin
cera amistad, como tambien el afecto que le hemos tenido
siempre, igualmente que á vos y á los franceses. El pobre
principe de la Paz que se halla preso y herido por ser nuestro
amigo y que os es enteramente adicto como tambien á toda la
—377—
Francia, se halla asi por esto, y por haber deseado aqui vues
tras tropas é igualmente por ser nuestro único amigo. Deseaba
y debia ir á ver á V. A. I. y actualmente no cesa de nombrar
y desear á V. A. I. y al emperador. Consíganos V. A. I. que
podamos acabar nuestros dias tranquilos, en un parage conve
niente á la salud del rey, que esta delicada como la mia, con
nuestro único amigo, el amigo de V. A. I. el pobre principe de
la Paz, para acabar nuestra vida tranquilamente. Mi hija será
mi intérprete, si yo no tengo la satisfaccion de poder conocer
y hablar á V. A. I. ¿No podría hacer V. A. I. todos sus esfuer
zos para vernos? aunque no fuese mas que un instante de no
che, de dia, ó como quisiese. El ayudante comandante de Y.
A. I. le contará todo lo que le hemos dicho. Espero qtte V. A.
I. nos conseguirá lo que deseamos y pedimos, y que V. A. I.
perdone mis borrones y olvido de darle la Alteza, porque no se
donde estoy, y crea no es por faltarle pues le aseguro de toda
mi amistad. r
Euego á Dios que tenga á V. A. I. en su santa y digna
guardia. — Vuestra afectísima.
Luisa.

Nota escrita de mano de la reyna Luisa, y entregada al gran


duque de Berg por la reyna Maria Luisa, su hija.

Habiendo recibido ayer un papel de un mahones, que queria


tener una audiencia secreta conmigo, despues que el rey mi
marido se hubiese acostado, en que me daría grandes luces
sobre todo lo que ocurre: el queria que yo le diese, (yo sola)
seis ú ocho millones, pidiéndolos prestados á la compañía de
Filipinas para hacer una contra revolucion y libertar al prin
cipe de la Paz, y contra los franceses: al punto el rey y yo le
hicimos poner preso sin comunicacion, donde estará hasta que
se sepa la verdad de todo. Creemos que este es un emisario de
los Ingleses que queria perdernos, porque el rey y el principe
de la Paz han sido y son siempre los línicos amigos de los fran
ceses, del emperador y sobre todo del gran duque, y de nin
gun modo de los ingleses nuestros enemigos naturales. Cree
mos que seria muy necesario que el gran duque hiciese asegu
rar al pobre principe de la Paz, que ha sido siempre y es amigo
del gran duque, de quien y del emperador esperaba todo su
Historia—39
—378—
asilo, como habia escrito por Izquierdo tambien al gran duque
y al mismo emperador; pero yo no se y aun creo que no ha sido
entregada la carta y quizá ha sido devuelta. Seria preciso que
sacase de las manos de sus guardias de corps y de las tropas
de mi lujo al pobre principe de la Paz su amigo, por que le
matarán ó envenenarán y dirán que ha muerto de sus heridas ;
y despues que el gran duque le tenga en seguridad (pues no
lo estará jamas, si permanece alguno de estos malvados á su
lado) que tome medidas un poco fuertes, porque sin esto van
á aumentarse las intrigas sobre todo contra el pobre amigo
del gran duque y contra mi, y el rey mi marido no está muy
seguro.
Mi hijo hizo llamar al hijo de Yiergol oficial de la secretaria
de estado y relaciones extrangeras: mi hijo le vió en su cuarto,
estando presente Infantado y todos los ministros. ¿Qué hay de
nuevo en el Sitio? ¿y el rey? ¿qué hay? El respondió la ver
dad: nada de nuevo: el rey sale muy poco y la reyna nada: no
ven á nadie, y hacen arreglar una habitacion por si el gran
duque y el emperador vienen. Le dieron órden para volverse
aqui al lado de su padre, hasta que se vaya, porque es uno que
tiene el cuidado de nuestras cuentas, como tesorero. A todos
los que nos siguen los llaman los desertores. Veo que traman
alguna cosa fuerte contra nosotros: estamos en grande riesgo.
Infantado y el ministro, ( 1 ) son muy malvados, mas todavía
que los otros. Creo que estamos expuestos el rey y yo, y el po
bre principe de la Paz. Creo que no quieren que veamos al
gran duque ni al emperador, y que nuestra vida no está ente
ramente segura, si el gran duque no toma algunas medidas
que contengan las abominables intenciones de estos malvados,
porque mi hijo se deja arrastrar voluntariamente á todo lo que
es contra, 6 un mal para su padre y para el principe de la Paz.
Hemos tenido esta noticia despues de la partida del edecan:
el cura Escoiquiz es tambien de los mas malvados.

Nota escrita ne mano de la\reyna Luisa, y entregada al gran


duque da Berg.

Enviamos la respuesta de mi hijo á la carta que el rey mi


marido le escribió antes" de ayer, y cuya copia fué remitida

(1) Caballero.
—379—
ayer al gran duque: uo estamos couteutos de ella, ni de sumar,
nera de explicarse; pero el gran duque tendrá la bondad y
amistad de arreglarlo todo, y de hacer que el emperador nos
salve felizmente á todos tres, al rey mi marido, al pobre prin
cipe de la Paz su amigo y á mi: que esté bien persuadido, y
que lo haga conocer tambien al emperador que nuestra suerte
depende de él, pues estamos en sus manos, y que si no tiene
la generosidad, grandeza de alma y amistad por nosotros tres,
que hemos sido siempre sus buenos y fleles aliados, amigos, y
afectos, nuestra suerte será de las mas desgraciadas. Nos han
dicho que mi hijo Carlos va á partir pronto y aun mañana,
para ir á recibir al emperador, y que si no le encuentra irá
hasta Paris: él nos lo oculta: no quieren que el rey y yo lo se
pamos, lo que nos hace temer alguna mala idea; porque mi
hijo Fernando no se separa un momento de sus hermanos y
tio, y los corrompe absolutamente con promesas y atractivos
que engañan á los jóvenes, sobre todo no teniendo experiencia;
que el gran duque procure y haga que el emperador no sea
engañado por falsedades aparentes, pues tienen"y buscan to
dos los medios para hacer que parezcan verdaderas: mi hijo
no es al presente afecto á los franceses, y cuando crea tener
necesidad de ellos, lo aparentará: yo tiemblo si el gran duque,
de quien lo esperamos todo, no hace todos sus esfuerzos para
que el emperador tome nuestra causa como suya: de ningun
modo dudamos que la amistad del gran duque sostendrá y sal
vará á su amigo, y nos le dejará cerca de nosotros acabar jun
tos en nuestro rincon tranquilamente nuestros dias: estamos
seguros de que el gran duque tomará todos los medios y todas
las medidas para que sea conducido el pobre principe de la
Paz, su amigo y nuestro, á un parage cerca de Francia, donde
no esté á riesgo de que le maten, y esté mas en disposicion de
ser trasportado y libertado de las manos sangrientas de sus
enemigos. Deseamos mucho que el gran duque envie alguna
persona que pueda informar á fondo de todo al emperador,
para que le hallen prevenido de las falsedades que se traman
aqui dia y noche contra nosotros y el pobre principe de la Paz,
cuya suerte preferimos á la nuestra misma: pero esas dos pis
tolas cargadas para matarle nos hacen temblar, y esta es órden
dada seguramente por mi hijo, lo que hace conocer su corazon;
porque yo creo que no se hace jamas un atentado semejante,
aunque íuese el mayor malvado, y creed que no lo es. En fin
el gran duque y el emperador son los que únicamente salvarán
á él y á nosotros; porque si no se le salva y no nos le entregan
pereceremos el rey mi esposo y yo: creemos si le perdonan
la vida le encerrarán en una cruel prision, en donde tendrá
, una muerte civil; y asi por Dios que el gran duque y el empe
—380—
rador le salven enteramente y le dejen acabar sus dias con los
nuestros donde quieran.
Se sabe tambien que mi hijo teme mucho al pueblo ; y los
guardias de corps son siempre sus consejeros y tiranos.

Nota escrita de mano de la reyna Luisa, y entregada al gran


duque de Berg

: Habiendo visto la gazeta extraordinaria (1) que habla sola


mente de haber hallado entre los papeles del pobre principe de
la Paz la causa del Escorial, está llena de falsedades; el rey
guardaba esta causa en su bufete, y se la dió al pobre principe
de la Paz para que la entregase al gran duque, a fin de que la
presentase al emperador de parte del rey mi marido ; pero como
está escrita por el ministro de guerra y justicia, (2) y firmada
por mi hijo, mudarán y escribirán lo que quieran, como si fuese
verdadero, y todos los qUe estan empleados harán cuanto les
mande mi hijo y todos los demas. Si el gran duque no tiene
la bondad y humanidad de hacer que el emperador mande que
esta causa no se siga y prontamente, al pobre amigo del gran
duque, del emperador de los franceses, del rey y mio van á
hacerle cortar la cabeza en público, y despues á mi, pues asi
lo dicen; y temo mucho que no den tiempo á la respuesta y
resolucion del emperador. Ellos prometerán pero precipitarán
la ejecucion para que á la llegada de la resolucion del empe
rador no puedan salvarlos, estando ya decapitados. El rey mi
marído y yo no podemos ver con indiferencia este horrible
atentado contra su íntimo amigo y del gran duque, del empe
rador y de los franceses: no hay ninguna duda en esto. Las
declaraciones que mi hijo hizo entonces no se dicen, y si se
dicen no serán lo que fueron. Acusan á este pobre principe de
la Paz de atentado contra la vida y el trono de mi hijo: esto
es falso, y es todo lo contrario. No hacen mas que acriminar
en todo á este inocente pobre principe de la Paz, nuestro co
mun y único amigo para inflamar mas al público y persuadirle
que es necesarío hacerle todas las infamias posibles. Despues
vendrán á mi, porque querian hacerle á él primero la causa:
(1) Es la gazeta extraordinaria de 31 de Marzo, cuyo contenido se comu
nicó á todas las autoridades del reyno en circular de 8 de Abril.
(2) Caballero.
—381—
por lo cual si el gran duque pudiese decir á mi hijo que se sus
penda toda causa y papeles hasta que el emperador venga ó
mande; y al mismo tiempo que el gran duque tome la persona
de su pobre amigo bajo sus órdenes, separar las guardias que
tiene y poner alli de las suyas ó impedir que le maten ; por que
esto es lo que quieren, infamándole y al rey mi marido y á mí,
á quienes dicen que es necesario formarnos causa, y que se nos
haga dar cuenta de todo lo que hemos hecho. Mi hijo es de
muy mal corazon; su carácter es sangriento; jamas ha amado
á su padre ni á mí. Sus consejeros son sanguinarios : no se
complacen sino en hacer infelices, y para ellos no hay padre
ni madre. Quieren hacernos todo el mal posible, pero el rey y
yo tenemos mas interes en salvar la vida y el honor de su ino
cente amigo que la nuestra misma. Mi hijo es enemigo de los
franceses, aunque diga lo contrario. Temo que haga algun
atentado contra ellos. El pueblo está ganado con dinero y le
inflaman contra el pobre principe de la Paz, contra el rey mi
marido y contra mí, porque somos aliados de los franceses y
porque les hemos hecho venir. Ellos tienen á su cabeza á mi
hijo, aunque procura ganar al emperador, al gran duque y á
los franceses, para dar su golpe mas seguro. Ayer noche diji
mos al general que manda las tropas del gran duque que noso
tros somos aliados de los franceses, y que nuestras tropas irán
siempre unidas á las suyas, se entiende las que tenemos aqui,
porque de las otras no podemos disponer, y aun de estas igno
ramos las órdenes que mi hijo les habrá dado; pero nosotros nos
pondríamos á su cabeza para que nos obedeciesen, esto es, para
estar con los franceses.

Carta de la reyna de Etrwria Maria Luisa, al gran duque de


Berg. (En italiano).

Hermano mio y señor :

Mi madre me envia esta carta para qite os la entregue y


para que la conserveis : amado mio no nos abandoneis por ca
ridad, todos esperamos en vos solo. Dadme el consuelo de ir
á ver á mi madre y á mi padre; respondedme alguna cosa con
—382—
soladora y no os olvideis de una amiga que os ama de corazon,
vuestra afectísima hermana y amiga.

María Luisa.
Madrid 26 de Marzo de 1808.

P. I). — Estoy mala en la cama con un poco de calentura y


por esto no me vereis fuera de casa.

Carta inclusa en la precedente.

Mi querida hija:

Di al gran duque de Berg la situacion del rey mi marido, la


mia y la del pobre principe de la Paz.
Mi hijo Fernando estaba al frente de la conjuracion, las tro
pas estaban ganadas por él, hizo sacar una luz de su cuarto á
una de sus ventanas, señal que hizo comenzar la explosion.
En este mismo instante los guardias y personas que estaban
al frente de esta revolucion hicieron tirar dos fusilazos que
acusaron haber sido tirados (lo que no es cierto) por la^guar-
dia del principe de la Paz. En el mismo instante los guardias
y la infantería española y walona se hallaron sobre las armas
y aqui, sin ninguna érden de sus primeros jefes: los mismos
guardias llamaban á todo el pueblo y le llevaban á donde que
rían. Mi hijo á quien el rey y yo llamamos para decirle que el
rey su padre se hallaba incomodado de sus dolores y no podia
asomarse á la ventana y que él lo hiciese en su nombre para
tranquilizar al pueblo, me respondió con mucha firmeza que
no lo haría porque en el momento que se presentase comenza
ría el fuego, y no quiso asomarse. A la mañana siguiente le
preguntamos si podría hacer cesar el tumulto y tranquilizarlos:
nos dijo que lo haría al momento, que enviaría á buscar á los
segundos jefes de los guardias de corps, guardias españolas y
walonas, y que enviaría igualmente a alguno de sus criados
para decir al pueblo y á las tropas que estuviesen tranquilos,
que enviaría tambien á Madrid para que las personas llamadas
para venir á aumentar esta revolucion, como ya habían venido
muchas, no viniesen y que las haría volver. Cuando habia dado
sus órdenes, en el mismo momento se descubrió al pobre prin
—383—
cipe de la Paz. El rey envió á buscar á su hijo y le hizo ir al
encuentro de este desgraciado principe, víctima por ser nues
tro amigo y amigo de los franceses, y sobre todo del gran du
que. Fué allá y mandó que no le tocasen, y fué á verle al
cuartel de los guardias de corps, habiéndoselo mandado su pa
dre, y le dijo con tanta autoridad como si fuese el rey, yo te
perdono la vida. El principe de la Paz, á pesar de sus grandes
heridas, le dió gracias, y le preguntó si era ya rey, porque
como se pensaba en esto, pues el rey, el principe de la Paz y
yo pensabamos, despues de haber visto al emperador, arreglar
todo y tambien el matrimonio y hacer la abdicacion en mi hijo,
él le respondió, no todavia, pero será muy pronto : mi hiio man
daba en todo, sin serlo y sin saber si lo seria. Las órdenes que
el rey mi marido daba no eran obedecidas; en todo mi hijo ha
cia y hablaba como rey. Ademas debia haber el 19, dia en que
fué la abdicacion, un tumulto mas fuerte que el primero contra
la vida del rey mi marido y la mia, lo que nos obligó á hacer
este acto: desde el momento de la abdicacion mi hijo hizo, con
desprecio de su padre, todo lo que un rey hace, sin tener la
menor consideracion por nosotros. Llamó en el mismo mo
mento á todas las personas que estaban en la cama, y que no
habian sido nuestros fieles vasallos y amigos ; hace todo lo que
puede para afligir al rey su padre: nos estrecha para que par
tamos; nos ha señalado Badajoz; nos deja sin ninguna consi
deracion, muy contento de ser lo que es, y de que nos mar
chemos.
No queria que ni aun se pensase en el pobre principe de la
Paz : él está con guardias que tienen órden de no responderle
nada absolutamente, habiéndole tratado con la mayor inhu
manidad. Mi hijo ha hecho esta conspiracion para destronar al
rey su padre; nuestras vidas han estado muy poco seguras; la
del pobre principe de la Paz no lo está de ningun modo. El
rey mi marído y yo esperamos del gran duque que lo hará todo
por nosotros, que siempre hemos sido los fieles aliados del em
perador, grandes amigos del gran duque. El pobre principe de
la Paz lo es y lo ha sido siempre ¡si pudiese hablar! y aun es
tando como está no hace sino exclamar por su grande amigo
el gran duque nosotros le pedimos que le salve, que nos salve,
y que nos le deje cerca de nosotros para siempre, para acabar
tranquilamente nuestros dias juntos, porque queremos acabar
los con quietud en un clima mas dulce y retirado, sin intrigas,
sin mando, pero con honor, tanto el rey mi marído y yo, como
el principe de la Paz, que procuraba siempre saber de mi hijo
por todas partes; pero mi hijo, que no tiene ningun caracter y
mucho menos franco, no le ha querido jamas, declarando siem
pre la guerra del mismo modo que al rey su padre y á mí. Su
—384—
ambicion es fuerte, mira á sus padres, como si no lo fueran ;
¿qué liará por los demas? Desearíamos que el grau duque pu
diese, vernos y que pudiese tambien ver á su amigo que padece
por que lo es y ha sido siempre de los franceses y del empera
dor. Todo lo esperamos de 61 y le recomendamos tambien ámi
pobre bija María Luisa, á (míen no ama su hermano. Nosotros
no partimos y confiamos enteramente en él.

Nota escrita de mano de la rei/na de España y entregada al gran


duque de Berg en 27 de Marzo.

Nada sabe mi hijo : es necesario al contrario qne ignore todos


nuestros pasos. Su caracter es falso nada le afecta, es insensi
ble, nada inclinado á la clemencia. Le manejan malos sugetos,
y la ambicion que le domina le precipitará: promete pero no
siempre hace lo que promete. Yo creo qne el gran duque debe
tomar medidas para impedir que maten al pobre principe de
la Paz, porque los guardias de corps han dicho que le matarían
antes que permitir que le separen de sus manos, aunque el
gran duque ó el emperador lo mande: estan rabiosos contra él,
contra el rey y contra mi : inflaman á todo el pueblo, á todo el
mimdo y á mi hijo tambien que es todo suyo. Nosotros esta
mos en manos del gran duque y del emperador y le rogamos
que tenga la complacencia de venir á vernos, y de haeer de
modo que lo mas pronto posible, el pobre principe de la Paz
esté en seguridad, y que nos conceda lo que ya le hemos dicho
y suplicado. El embajador (1) es el todo de mi hijo, lo que me
hace temblar, porque este (de mi hijo es de quien hablo) no
ama ni al gran duque ni al emperador, ni quiere mas que el
despotismo. Persuádase el gran duque que esto no es por ven
ganza ni por resentirme de los tratamientos que nos han hecho,
porque no deseamos sino la tranquilidad, la del gran duque y
del emperador. Estamos enteramente en manos del gran duque;
deseamos verle y que conozca todo el peso que damos á su au
gusta persona, á sus tropas, pues no queremos otras, y á todo
lo que le pertenece.
[1] Mr. de Beauhariiois, cuñado de la ex-emperatriz Josefina.
üarta de la reyna de Btrwria Mario, Luisa, al gran duque d*
Berg. (En italiano).

Señor y hermano mio:

Mi madre me envia un plieguecito, y yo os remito la carta


que he escrito para el emperador. Os ruego hagais que le lle
gue pronto, y al mismo tiempo que me recomendeis mucho á
S. M. Os suplico que me deis palabra de ir mañaua ó despues
de mañana a Aranjuez. Queredme bien, como yo á vos, y soy
de todo corazon, vuestra afectísima hermana y amiga.

Maria Luisa.
Madrid 29 de Marzo de 1808.

Nota de mano de la reyna de Hispana.

No quisieramos ser importunos al gran duque. El rey me


hace tomar la pluma para decir al gran duque que seria del
caso que escribiese al emperador para que este escribiese ó en
viase órdenes con fuerza á mi hijo ó al gobierno, á fin de que
nos dejasen tranquilos al rey, á mi y al principe de la Paz,
hasta que venga el emperador: en fin el gran duque y el em
perador sabrán tomar medidas para que mientras llega él ó
sus órdenes no seamos víctimas-

Historia—*4©
—380 -

Carta de la rey na de Etruria María Luisa, al gran duque de


Berg. (En italiano).

Madrid 30 de Marzo de 1808.

Mi señor y hermano :

Os incluyo una carta que jni madre os envia. Os ruego que


me digais si vuestra guardia ó tropa ha ido á custodiar al prin
cipe de la Paz. Deseo saber como está y que le parece á vues
tro medico: respondedme al instante. Creo que uno de estos
dias iré á hacer una visita á mi madre, pero para volver aqui
por la tarde temprano. Id vos cuanto antes, porque vos solo
podeis ser nuestro defensor. Os ruego que me respondais al
instante y soy de todo corazon, vuestra afectísima hermana y
amiga.
Mama Luisa.

Nota inclusa en la carta preceden te.

Si el gran duque no procura que el emperador dé sus órde


nes prontamente para impedir los progresos que hacen las in
trigas contra el rey mi marido, contra su amigo el principe de
la Paz, contra mi y tambien contra mi hija Luisa, de ninguna
manera estamos en seguridad: todos los malvados se reunen
en Madrid en torno de mi hijo á quien creen como oráculo; y
como no es muy inclinado á la magnanimidad ni clemencia se
puede temer cualquiera cosa de ellos. Yo tiemblo y el rey mi
marido tambien de que mi hijo vea el emperador antes que no
haya resuelto y dado sus órdenes, porque le presentarán tan
tas falsedades, que á lo menos el emperador podrá dudar de
la verdad; y asi rogamos al gran duque que haga ver al em
perador que estamos en todo absolutamente en sus manos, y
que nos de la tranqiulidad á mi marido, á mi y al principe de
la Paz dejando á este cerca de nosotros para acabar nuestros
—387—
dias tranquilamente en un pais en donde nuestra salud pueda
sostenerse: los tres no haremos sombra alguna.
Eogamos con el mayor interes que el gran duque tenga la
complacencia de hacernos dar diariamente noticias de nuestro
comun amigo el principe de la Paz, porque lo ignoramos todo
y en todo. (Todo este papel lo he heclw escribir á la reyna, por
que yo no puedo escribir mucho á causa de mis dolores).

(Jarlos.

El rey mi marido ha escrito esta línea y media, y la ha fir


mado para que se conozca que es él quien ha escrito.

Carta del Eey Carlos al gran Duque de Berg.—( En italiano.)

Señor y hermano carísimo:

Por el pliego que incluyo verá V. A. I. y E. cuanto nos in


teresamos por la salud del príncipe de la Paz, que la deseo aun
mas que la mia. Cuanto se dice en la gaceta extraordinaria
sobre la causa del Escorial está cuasi todo acomodado á su
manera, y no se habla de la declaracion hecha expontánea-
mente por él, (1) que creo seguramente que la cambiarán,
porque está escrita de letra de Caballero, y firmada de mi hi
jo. Si V. A. I. y E. no toma con sumo calor el hacer que la
causa no vaya adelante hasta la venida del emperador, temo
mucho que cuando llegue ya le hayan hecho sufrir la muerte.
Solo confiamos en el amor que V. A. I. y E. nos tiene á los
tres, y en la alianza del emperador y su amistad. Espero que
V. A. I. y E. se servirá darme una respuesta consoladora, pa
ra que pueda tranquilizarse mi espíritu, y que dará parte al
emperador de esta carta mia; descansando siempre en su amis
tad y generosidad. Perdonareis que esta carta vaya tan mal
escrita, pero la causa son mis dolores; y con esto, señor y her-
(X) Quierc.decir hecha por « hijo Femando.
—388—
mano carísimo, ruego á Dios os tenga en su santa y digna
guarda.
Señor hermano carísimo, de V. A. L y E. vuestro afectísimo
hermano y amigo.
Carlos.
Aranjuez, 1? de Abril de 1808.

Carta de la Beyna al gran duque de Berg, unida á la precedente.

Mi señor hermano:

Junto mis sentimientos con los del rey mi marido, rogando


á V. A. I. y E. que tenga á bien hacer lo que le'suplicamos al
momento, y esperando que su bondad, amistad y humanidad
hará y tomará la buena causa de su intimo é infeliz amigo^el
pobre principe de la Paz, y la nuestra que está unida á la su
ya, para hacer que cese y se suspenda todo hasta que la ge
nerosidad y grandeza de alma; sin igual del emperador nos
salve á todos tres, y haga que acabemos nuestros" dias juntos
tranquilamente y en reposo. No espero menos del emperador
y de V. A. I. y E., quien nos concederá esta única"gracfa que
deseamos.
Y con esto ruego á Dios que tenga á V. A. I. y E. en su
santa y digna gracia.
Mi señor hermano, de V. A. I. y E. su muy afecta amiga y
hermana.
I1ÜI8A.

Carta del Rey Carlos y de la Reyna Luisa al gran duque de


Berg, aojo el mismo pliego.

i Señor y hermano mio carísimo:

Debiendo ir por sus neg ocios á Madrid D. Joaquín Manuel


—389—
de Villena, mi gentil hombre de cámara y el mas fiel servidor
mio, le he encargado que pase á ver á V. A. I. y E., y asegu
rarle de mi reconocimiento por el interés que toma en todo lo
que me pertenece, como tambien en la causa de ese inocente
principe de la Paz. Podeis fiaros de este sujeto, que yo estoy
bien seguro de él. No me extiendo mas por mis dolores, y mi
muger pone mas al claro aquí bajo el asunto de que se trata.
En el caso que este caballero no pueda ir á vuestra casa por
lio dar sospecha, mi hija os enviará esta carta.
Perdonad tantas incomodidades; y con esto ruego á Dio»
tenga á V. A. I. y E. bajo su santa y digna guarda.
Señor y hermano mio carísimo, de V. A^ I. y E. su afectísi
mo hermano y amigo.
Carlos.
Aranjuez, 3 de Abril de 1808.

Nota, de la Reyiia España.

Señor y hermano mio:

El viage tan repentino de mi hijo Carlos, que es mañana,


nos hace temblar; las personas que le acompañan son malig
nas; el secreto inviolable, que le hacen observar con nosotros,
nos pone en la mayor inquietud, temiendo que le harán llevar
papeles llenos de falsedades contrahechas é inventadas. El
principe de la Paz no hacia ni escribia nada sin que el rey mi
marido y yo lo supiesemos y viésemos; y podemos asegurar
que no tiene ningun crimen, ni nada contra nadie; tampoco
contra mi hijo, todo lo coutrar'o, y tampoco contra el gran du
que, el emperador y los frances-s. La carta que escribió de
propio puño para el gran duque y para el emperador, que ha
blaba de matrimonio y de pedir un asilo al emperador, creo
que ase malvado Izquierdo ó no la ha entregado ó la ha de
vuelto. El principe de la Paz estaba desengañado de su mal»
dad, ó á lo menos dudaba de su sinceridad. Los er emigos del
pobre principe de la Paz, amigo muy afecto de V. A. L y E»
harán ver con los colores mas patentes y verídicos lo que no
es cierto; tienen mucha destreza pava esto, y todos los que es
tán empleados son nuestros enemigos comunes, i V. A. I. y E,
no jjodría enviar alguna persona que llegase antes qué mí W*
—390—
jo Carlos, y previniese al emperador de todo, enterándole de la
verdad y de la impostura de nuestros enemigos? Mi hijo tiene
veinte años, sin conocimiento de mundo ni experiencia : los
que van con él y los demas le habrian instruido bien de todo.
¡ Si V. A. I. y E. tuviese á bien tomar todas las medidas y ade
lantarse á nuestros enemigos ! Hay mucho que temer. Mi hi
jo hace todo lo posible para que no veamos al emperador, y
nosotros queremos verle, como tambien á V. A. I. y E. en quien
hemos depositado toda nuestra confianza y seguridad para los
tres, y en el emperador.
Con lo que ruego á Dios que tenga á V. A. I. y E. en su san
ta y digna guarda.
Señor hermano mio, de V. A. I. y E. su afectísima hermana
y amiga,
Luisa.

Primera carta del 8 de Abril de la Meyna Luisa al Gran Duqur,


d« Berg.

Señor y hermano mio :

El Eey ro puede escribir por esta** bastante incomodado de


su mano. Luego que ha leido la carta de V. A. I. y E. y ha
sabido por ella que V. A. L y E. le dejaba la eleccion de mar
char mañana u otro dia, como todo estaba pronto y una parte
de sus criados ha salido ya, para no dar que pensar á tantos
interpretes malignos é impostores, se ha decidido á salir de
aquí mañana á la una, como lo habia dicho ya, y para estar
mas en disposicion de ir al encuentro del emperador, pues aquí
no lo estamos. Tenemos la mayor satisfaccion en saber la lle
gada á Bayona del emperador, á quien aguardamos aquí con
impaciencia, y esperamos que V. A. I. y E. nos dirá cuando y
á donde debemos ir. Estamos impacientes el rey y yo por ver
á V. A. I. y E. Deseamos mucho este momento, y muy con
tentos de que nos haya hecho decir que vendrá dentro de dos
dias á vernos, repetimos nuestras mismas súplicas, y confiamos
enteramente en su amistad,
—39Í—
Con esto ruego á Dios que tenga á V. A. I. y K. en su santa
.y digna guarda.
Señor y hermano mio, de V. A. L y R. su afectísima herma
na y amiga.
Luisa.
Aranjuez, 8 de Abril de 1808.

Segunda carta del mismo dia, de la misma al mismo,

Señor y hermano mio:

No quisieramos ocupar los instantes de V. A. I. R. pero no


teniendo otro apoyo, es necesario lo sepa todo. Hemos pensa
do enviar á V. A. la carta que el rey ha recibido de su h:jo
Fernando en respuesta á la que le escribió ayer mañana, di-
ciéndole que marchábamos el lunes. Estas proposiciones me
parecen un poco fuera del caso ; y siguiendo siempre la misma
idea, le ha escrito el rey hace un momento que nos ibamos con
menos familia, y con nadie mas en nuestro servicio, que las
plazas necesarias, quedándose los demas aquí: que la semana
santa la pasaríamos en el Escorial, y que no podía decir los
dias que se detendría allí : que en cuanto á los guardias de
corps, que aunque no fuesen, nada importaba. Nosotros no
los quisieramos, y sí ver á nuestro pobre principe de la Paz
fuera de ellos. Ayer tarde me advirtieron (aunque lo dudo)
que estuviésemos con cuidado, porque querían mover aqui ca
morra, que la noche pasada todo estaría aquí tranquilo, pero
que la que viene no estaba segura. No lo creemos, pero es ne
cesario estar prevenidos, y lo hemos advertido al general Wa-
tier. Los guardias son los que todo lo hacen y obligan á mi
hijo á hacer lo que quieren, del mismo modo que esos malva
dos entes que son muy sanguinarios, t obre todo el cura Escoi-
quiz. Por Dios que V. A. nos liberte á todos tres é igualmente
á mi pobre hija Luisa, que padece por la misma razon que nues
tro pobre comun amigo el principe de la Paz y nosotros, por-'
que somos amigo" de V. A. I. K., de los franceses y del empe
rador. Mi hijo Fernando, cuando estuvo aquí, habló con bas
tante desprecio de las tropas francesas que estaban en Madrid;
lo que dá á conocer que no las quiere. Se nos ha asegurado
que los carabineros son como todos los demas; y que los qu#
—392—
estan aquí cerca de nosotros, como el capitan de guardias de
corps (1) que está aquí, no hacen sino descubrir todo lo que
pueden para avisarlo á mi hijo.
Si el emperador nos enviase á decir el paraje en que gusta
ría vernos, nos daría mucho contento, y pedimos á V. A. que
haga que el emperador nos envie lo mas pronto posible fuera
de España al rey mi marído, á nuestro amigo el principe de la
Paz, á mí y tambien á mi pobre hija; pero sobre todo á los
tres, lo mas pronto posible, sin lo cual no estamos en seguri
dad. Salve V. A, I. á su amigo y muy pronto: nosotros esta
mos, sobre todo él, en el mayor peligro. Deseamos su seguri
dad antes que la nuestra, lo que no dudamos de V. A. y del
emperador; y con esto &. &.
Luisa,

Aranjuez, 8 de Abril de 1808.

Carta de la Reyna Luisa al Gran Duque de, Berg.

Mi señor hermanos

El reconocimiento en nosotros será eterno hácia V. M. I. y


E. dándole un millon de gracias por la seguridad que nos dá
de que au amigo y el nuestro el pobre principe de la Paz esta
rá libre dentro de tres dias. Él gozo que V. A. I. y E. nos cau
sa con una tan deseada noticia (que el rey y yo tendremos
oculto para conservar un secreto inviolable y tan necesario)
nos reanima; y así como nunca hemos dudado de la amistad
de V. A. I. y E., no debe dudar V. A. un momento de la nues
tra: siempre se la hemos tenido, lo mismo que este pobre ami
go de V. A. I. y E. Su crimen es haber sido tan afecto al em
perador y á los franceses, porque mi hijo no lo es, aunque quie
re parecerlo, y su ambicion desmedida le arrastra á seguir los
consejos de todos sus Infames consejeros, que ha colocado al
presente en los puestos mas elevados. Tenga V. A. I. y R. la
bondad de decirnos cuando deberemos ir á ver al emperador y
en que paraje, pues lo deseamos mucho, y que V. A. I. y H.
no olvide á mi pobre hija Luisa.
[1] Era el Marque» d« Valpamao/
—39á—
liamos gracias tambien á V. A. I. y R. por habernos envia
do aquí al general Watier, que se ha conducido muy bien.
El rey mi marido quisiera ciertamente escribir á V. A. I. y
fe. pero le es absolutamente imposible por tener tanto dolor
en la mano derecha que le ha quitado el sueño esta última
noche. Sabmos de aquí á la una para ir al Escorial, á donde
llegaremos á cosa de las ocho de la noche. Eogamos de nuevo
á v . A. I. y E. que dé la direccion á sus tropas para que liber
ten á sü amigo de todos los pueblos y tropas que están contra
él y contra nosotros, á fin de que no le maten, y que procuren
salvarle, porque no estando entre las guardias de V. A, I. y E.
no estará enteramente seguro, ni libre de qug le maten. De
seamos ardientemente ver á V. A. I. y E, siendo todos suyos.
Con esto ruego á Dios que tenga á v. A. I. y E. en su santa
y digna guarda.
Señdr y hermano mio, de V. A. I. y E. su afectísima herma
na y amiga.
LüISAi
Aranjnez, 9 de Abril de 1808.

Carta de la Reyna Luisa aí Gran Duque de Scrff,

Señor y hermano mio :

La caita qüe V. A. I. y E. nos ha escrito y que hemos reci


bido hoy muy temprano me tranquiliza. Estamos en manos
del emperador y de V. A. I. y E. No debemos temer nada el
rey mi marido^ nuestro comun amigo ni yo: todo lo espera
mos del emperador que decidirá prontamente de nuestra suer
te: gozamos ya del mayor placer y consuelo en tener mañana
el momento tan deseado de ver y poder hablar á V. A. I. y E.
Este será para nosotros un momento muy feliz, lo mismo que
el de ver al emperador: y mientras esto sucede, rogamos de
nuevo á V. A. I. y E. se sirva hacer de modo que libre de las
horrorosas manos en que está á sü amigo el principe de la, Paz,
de manera que esté en seguridad y qüe no le maten, ni le ha
gan ninguna cosa, porque esos malvados y falsos ministros que
hay ahora, harán todo cuanto les sea posible para adelantarse
á la llegada del emperador; Mi hijo habrá partido ya, y vá pft«
Historia.—41
—394—
ra hacer ver al emperador todo lo contrario de lo que es cierto.,
Tendrán tantos datos y falsedades, que presentaran con apa
riencia de verdaderas, que á no haber estado tan bien instrui
do por V. A. I. y E. podrían hacerle dudar. Mi hijo ha dejado
todas las facultades para mandar y tomar todas las determi
naciones en todo como él mismo, al infante D. Antonio su tio,
que es muy limitado en talento é ingenio, pero sanguinario é
inclinado á que nos hagan á nosotros tres y á mi hija Luisa,
todo el mal posible; y aunque debe obrar con los ministros,
este ministerio se compone de toda la faccion tan detestable
que ha ocasionado toda esta revolucion, y que de ningun mo
do es afecto á los franceses, como ni mi hijo Fernando, apesar
de todo lo que ha puesto en la gaceta de ayer. ( 1 ) El temor
que tiene al emperador es lo que le hace hablar así. Me atrevo
á decir tambien á V. A. I. y E. que el embajador es todo en
teramente de mi hijo, y de ese malvado hipócrita el cura Es-
coiquiz, que han hecho y harán lo que no es imaginable para
ganar á V. A. I. y E. y sobre todo al emperador. Prevenid
bien á S. M. ántes que mi hijo le vea. Como este marcha hoy,
y el rey tiene la mano tan hinchada, no ha escrito la carta que
mi hijo le pedia, y asi no lleva ninguna, y el rey no puede es
cribir al presente de su puño á V. A. I. y E. por la misma cau
sa, lo que le es muy sensible, porque nosotros no tenemos otro
amigo, ni otra contianza que en V. A. I. y E. y en el empera
dor, de quien lo esperamos todo. Estad bien persuadido del
grande afecto que tenemos á V. A. I. y E. y tanta confianza
como seguridad.
Con esto ruego á Dios que tenga á V. A. I. y E. en su santa
y digna guarda.
Señor y hermano mio, de V. A. I. y E. su afectísima herma
na y amiga.
Luisa.

Carta de la Eeyna Luisa al Qran Duque de Berg,

Señor y hermano mio :

Son las diez cuando recibimos una carta de mi hijo Fernan-


(1) Habla sin duda de la Gaceta de 8 de Abril que contenia la real orden-
de Fernando VII, despidiéndose para Burgos, donde pensaba encontrar al
emperador Napoleon, y dejando el gobierno al infante D, Antonio con los
ministros:
—395-,
do, que el rey mi marido envia á V. A. I. para que vea lo que
contiene y nos diga lo que debemos hacer. Ni el rey ni yo
quisieramos dar este paso, que nos ha sorprendido infinito, y
que creemos no nos conviene absolutamente. El rey no ha res
pondido ; ha mandado se diga que estaba ya acostado, para no
responder á semejante carta, pero esto ha sido pretesto. Si V.
A. I. tuviese á bien respondernos, porque, mientras tan
to, nada escribiremos. Pero mañana en la tarde será preciso
ejecutarlo; y así tened la bondad de decirnos lo que debemos
hacer. Estamos tambien con la satisfaccion de no tener guar
dias de corps, ni guardias de infantería en el Escorial, solamen
te los carabineros; y estaremos en medio de vuestras tropas
con seguridad, no como aquí con las otras, que ya no las ten
dremos mas. No escribiremos la carta que se nos pide, á me
nos que no nos fuercen á ello, como á la abdicacion; contra la
que hizo el rey la protesta que envió á V. A. I. ; pero lo que
escribe mi hijo es falso, ó si es cierto, nos hace temer al rey mi
marido y á mí, si podrán haber presentado al emperador un
millon de falsedades, con los mas bellos colores, haciendo da
ño á nosotros dos y al pobre principe de la Paz, amigo de V.
A. I. y admirador muy afecto del emperador. Pero como esta
mos enteramente en manos del emperador y de V. A. I. que
damos tranquilos, y no tememos á ningun enemigo con tales
amigos y protectores.
Con esto &. &.
Luisa.
9 de Abril de 1808.

Carta d,e Fernando VII á su padre, inclusa en la precedente.

Padre mio:

El General Savary acaba de separarse de mí; estoy muy sa


tisfecho de él, como de la buena armonía que reina entre el
emperador y yo, y por la buena fé que me ha manifestado. Por
esta causa me parece que es justo que V. M me dé una carta
para el emperador, en la cual le felicite por su arribo, y le ase
gure que yo tengo por él los mismos sentimientos que V. M.
-396—
le ha demostrado. Asi que si V. M. lo juzga conveniente, uift
la enviará desde luego, porque marcharé despues de mañana,
y he dado orden de que los tiros que debían servir é VV,
MM. vuelvan atras.

Vuestro mas humilde hijo.


JTERNANDQ.
Madrid,r§ de Mayo del808.

Otra carta de S. M. la Meyna Luisa al frran Duque de Bergl


del mismo dia.

Señor y hermano mio:

Estamos penetrados de gratitud por el modo con que V. A-


nos ha enviado sus tropas, y como nos han acompañado con
Ja mayor atencion y cuidado. Damos también gracias á V. A.
por las tropas que nos conserva aquí, Hemos dicho al general
Budet que cuide un poco y haga rondar dia y noche á sus tro*
pas; porque nos hemps hallado en este sitio con una compa
ñía de guardias españolas y walonas, lo que nos ha sorprendi
do. V. A. nos ha dado á conocer en todo, su amistad, de la
que jamás habíamos dudado, y estamos bien persuadidos e]
rey y yo, de que nos sacará de todo, lo mismo que á su amigo
el principe de la Paz, y que el emperador nos protejerá y hará
felices á sus tres tan aliados y amigos, como afectos. Espera^
mos con la mayor impaciencia tener la satisfaccion de ver á
V. A. y al emperador. Estamos aquí mas en disposicion de ir
á su encuentro. Nuestro viage ha sido muy feliz; no podiader
jar de serlo, estando tan bien acompañados. En los lugares
por donde hemos pasado nos han aclamado mas que antes.
Esperamos con anhelo la respuesta de V. A. á la carta que le
hemos escrito esta mañana, y no queremos incomodarle mas?
ni quitarle un tiempo tan precioso, hallándose tan ocupado,
Oon esto ruego á Dios, &. &.
Luisa..

En el Escorial, el 9 de Abril de 1808 por 1a «oche.


Carta de Fernando VII al Emperador Napoleón.

Señor mi hermano:

Elevado al trono por la abdicacion libre y expontánea de


mi augusto padre, no be podido ver sin un verdadero pesar que
S. A. f. el Gran Duque de Berg, como tambien el embajador
de V. M. I. y K. no hayan creído deber felicitarme como sobe
rano de España, mientras que los representantes de otras cor
tes, con las cuales no tengo tan Íntimos y apreciables enlaces,
se han apresurado á hacerlo ; no pudiendo atribuir la causa si-
ño á falta de órdenes positivas de V. M., quien me permitirá
exponerle con toda la sinceridad de mi corazon, que, desde los
primeros momentos de mi reinado, no he cesado de dar á V.
M* 1. y E. los testimonios mas señalados y menos equívocos
de mi lealtad y adhesion á su persona: que el objeto de primer
orden ha sido hacer volver al ejército de Portugal las tropas
que se habían separado ya de él para acercarse á Madrid: que
mis primeros cuidados han tenido por objeto la provision, el
alojamiento y los utensilios de sus tropas, á pesar de la estre^
ma penuria en que he hallado mi erario, y los pocos recursos
que ofrecían las provincias en que se han detenido; y que no
he vacilado un momento en dar á V- M. la mayor prueba de
confiauza, haciendo salir á mis tropas de mi capital para recU
bir en ella una parte de su ejército. He procurado igualmente
por las cartas que he dirijido á V. M. convencerle, cuanto me
ha sido posible, del deseo que siempre me ha animado de psr
trechar de una manera indisoluble, para la felicidad de mi pue->
blo, los lazos de amis ad y de alianza que existían entre V. M,
I. y mi augusto padre. Con estas mismas miras he enviado ceiv
ca de V. M. una diputacion de tres grandes de mi reino, para
ir al encuentro de V. M-, al instante que supe su intencion de.
venir á España; y para manifestarle de una manera todavía
mas solemne mi alta consideracion por su augusta persona, no
he tardado en hacer partir con igual objeto á mi muy amada
hermano el infante D. Carlos, que hace ya algunos dias que
llegó á Bayona. Me atrevo á lisonjearme de que Y. M; habrá
reconocido ett todos estos pasos mis verdaderos sentfoaietttos,
Á esta sencilla exposición de los hechos^ me permitirá V\ M\
Hiludii ia exprettíon de los vivos pesares que experi|»eíito, vie^
—398—
dome privado de sus caitas, sobre todo, despues de la respues
ta tranca y leal que di á la pregunta que el general Savary vi
no á hacerme en Madrid en nombre de V. M. Este general me
aseguró que V. M. solamente deseaba saber si mi exaltacion
al trono podría ocasionar alguna mudanza en las relaciones
políticas de nuestros estados. Yo le respondi reiterando lo que
habia tenido el honor de manifestar por escrito á V. M., y me
he prestado voluntariamente al convite que el mismo general
me hizo, de salir á recibir á V. M. para anticiparme la satis
faccion de conocerle personalmente, tanto mas cuanto yo ha
bia manifestado á V. M. mis intenciones en esta parte. En su
consecuencia he llegado á mi ciudad de Victoria, apesar de
los cuidados indispensables de un nuevo reinado, que hubieran
exijido mi residencia en el centro de mis estados.
Euego pues con instancia á V. M. I. y R. se sirva hacer ce
sar la situacion penosa á que estoy reducido por su silencio, y
disipar con una respuesta favorable las vivas inquietudes que
una incertidumbre demasiado larga podría ocasionar á mis fie
les vasallos.
Con esto ruego á Dios os tenga en su santa y digna guarda.

De V. M. I. y E. su bueu hermano.
Fernando.

Victoria, 14 de Abril de 1808.

Carta del Emperador Napoleon á Fernando YII desde Bayona,


en 16 de Abril de 1808.

Hermano mio:

He recibido la carta de V. A. E. Ya se habrá convencido V.


A. por los papeles que ha visto el rey su padre del interés que
siempre le he manifestado. V. A. me permitirá que en las cir
cunstancias actuales le hable con franqueza y lealtad.
Yo pensaba, en llegando á Madrid, inclinar á mi ilustre ami
go á hacer algunas reformas necesarias en sus estados, yá dar
alguna satisfaccion á la opinion pública. La separacion del
—399—
principe de la Paz me parecía necesaria para su felicidad y la
de sus vasallos. Los negocios del ííorte han retardo mi viaje:
los acontecimientos do Aranjuez han sobrevenido. Yo no me
constituyo juez de lo que ha sucedido, ni de la conducta del
principe de la Paz ; pero sé muy bien que es peligroso para los
reyes acostumbrar á los pueblos á derramar la sangre y hacei^
se justicia por sí mismo. Ruego á Dios que V. A. R. no lo ex
perimente algun dia por si mismo. No es conforme al interés
de España que se haga daño á un principe que se ha casado
con una princesa de sangre real, y que ha gobernado el reyno
tanto tiempo. Ya no tiene amigos. V. A. E. no los tendrá tam
poco, si algun dia llega á ser desgraciado. Los pueblos se ven
gan con gusto de los homenajes que nos tributan. Ademas ¿có
mo formarse causa al principe de la Paz sin hacérsela á la reyna
y al rey vuestro padre f Esta causa alimen tará los ódios y pasio
nes sediciosas, y el resultado será funesto para vuestra corona.
Y. A. R. no tiene á ella mas derechos que los que le ha trasmitido
su madre. Si el proceso la deshonra, V. A. R. destruye con eso
sus derechos. Cierre Y. A. los oídos á consejos débiles y pérfidos.
V. A. no tiene derecho para juzgar al principe de la Paz. Sus
delitos, se le imputan, desaparecen en los derechos del trono.
Varias veces he manifestado deseos de que el principe de la
Paz fuese separado de los negocios: mi amistad al rey Car
los me ha estimulado muchas veces á callar, apartando la vis
ta de las debilidades de su afeccion. ¡ Qué miserables somos
los hombres ! debilidad y error, tal es nuestra divisa. Pero todo
puede conciliarse. Que el principe de la Paz sea desterrado de
España, y yo le ofrezco un asilo en Francia.
En cuanto á la abdicacion de Carlos IV, ha tenido efecto en
un momento en que mis ejércitos ocupaban á España, y á los
ojos de Europa y de la posteridad parecia que yo no habia en
viado tantas tropas sino para precipitar del trono á mi aliado
y amigo. Como soberano vecino me es lícito querer enterarme
de lo ocurrido, antes de reconocer esta abdicacion. Lo digo á
Y. A. E., á los españoles y al mundo entero: si la abdicacion del
rey Carlos es expontánea, y no ha sido forzado á ella por la in
surreccion y motín de Aranjuez, no tengo dificultad en admitirla,
ni en reconocer á Y. A. E. como rey de España. Deseo pues con
ferenciar con Y. A. sobre este particular. La circunspeccion que
de un mes á esta parte he guardado sobre estos asuntos debe
serle mas garante del apoyo que hallará en mí, si alguna vez
las facciones de cualquiera clase llegasen á inquietrale en su
trono. Cuando el rey Carlos me participó el acontecimiento,
del me de Octubre último, tuve el mayor sentimiento, y
creo haber contribuido con mis insinuaciones al buen éxito del
asunto del Escorial. Y. A. R. no estaba exm to de faltas : basta pw
—400—
ra prueba la carta que irte escribió y que constantemente he queri
do ignorar. En siendo rey sabrá cuan sagrados son los derechos
del trono: cualquiera paso de un principe hereditario con un so
berano extrangero es criminal. (1) V. A. 14. debe desconfiar de
los extravíos y conmociones populares: podrá cometerse algun
asesinato sobre mis soldados divididos, pero el resultado seria
la mina de España. He visto con sentimiento que se han espar
cido en Madrid unas cartas del capitán general de Cataluña, y
procurado exaltar las cabezas. V. A. EL, conoce ya todo mi mo
do de pensar, y vé que me hallo combatido de diversas ideas
que necesitan fijarse; pero puede estar seguro que en todo ca
so me conduciré con V. A. como con el rey su padre.
Esté V. A. persuadido de mi deseo de conciliario todo, y de
hallar ocasiones en que poder darle pruebas de mi afecto y
perfecta estimacion.
Con esto ruego á Dios hermano niio, que os tenga en su san-1
ta y digna guarda.

Napoleon,

Bayona, lfi de Abril de 1808.

Carta de Fernando VII al Emperador Napoleotii

Señor mi hermano í

Üon la mayor satisfaccion acabo de recibir la carta que V.


M. I. y E. ha tenido á bien hacerme entregar por el general
Savary, con fecha 16. La confianza que V. M. me inspira, y el
deseo que tengo de convencerle que el rey mi padre ha hecho
la abdicacion en mi favor expontáueamente, me ha decidido á
pasar inmediatamente á Bayona. Me propongo pues salir ma-

(l) En la traduccion de esta carta que publicó en su manifiesto de 1 0


de Setiembre de 1803 el señor Cevallos, pone aquí esta cláusula: "El matri
monio de una priucesa francesa con V: A: B: le juzgo conforme á loe inte
reses de mis pueblos, y «obre todo como una circunstancia que me uniría
con nuevos vínculos á una casa, á quien no tengo sino moti vos de alabar
flmáe que «ubi al trono."
—401—
ñana para ir á dormir á Irun, y pasado mañana iré á la casa
de campo de Marrac, en donde V. M. se halla al presente.
Soy con los sentimientos de la mas alta estimacion y el afec
to mas sincero, de V. M. I. y B. su buen hermano.

Fernando.
Victoria, 18 de Abril de 1808.

Carta de Fernando VII al Emperador Napoleon.

Señor mi hermano:

En consecuencia de lo que tuve el honor de escribir á V. M.


I. y E. con fecha de ayer, acabo de llegar á Irun y me propon
go salir mañana á las ocho de ella para tener la satisfaccion
de conocer á V. M. I. y E. en la casa de Marrac, lo que anhelo
hace mucho tiempo, eu caso de que V. M. se sirvapermitírmelo.
Entre tanto soy con los sentimientos del mas alto aprecio y
consideracion, de V. M. I. y E. su buen hermano.

Fernando.
Irun, 19 de Abril de 1808.

Carta del Bey Carlos IV al Emperador.

Señor y mi hermano :

Agoviado de dolores reumáticos, que me han cogido las ma


nos y las rodillas, estaña en el colmo del infortunio, si la espe
ranza de ver dentro de pocos dias á V. M. I. y E. no aliviase
Historia—42
—402— ,
todos mis males. No puedo tener la pluma en la mano, y pido
mil perdones á V. M. I. si el apresuramiento que me hace te
ner un dulce placer en recordarme de sus generosas bondades,
me obliga á servirme de la mano de un secretario para escri
bir á V. M. I. y E.
La reyna escribe tambien á V. M. I. y E. y yo le ruego se
sirva admitir nuestros comunes sentimientos de amor y con
fianza en su persona. Yo encuentro en su proteccion un bál
samo para las llagas con que mi corazon está traspasado; y
me lisonjeo anticipadamente de que el momento de verme en
brazos de V. M. I. y E. será uno de los mas felices de mi vida,
como tambien el primero que despues de lo que ha sucedido,
lucirá con una pura claridad sobre mi existencia. ¡ Ojalá que
mis votos sean cumplidos !
Con esto ruego á Dios, señor y mi hermano, que tenga á V.
M. I. en su santa y digna guarda
Mi señor hermano de V. M. I. y E. su mas fiel amigo y alia
do.
Carlos.
Aranda 25 de Abril de 1808.

Carta de la Meyna Luisa al Emperador.

Señor y mi hermano:

Me hubiera apresurado á escribir á V. M. I. y E. si la mala


posicion en que hemos emprendido nuestro viaje no se hubiese
opuesto á ello. Llegamos en este momento á Aranda. El rey
se halla en un estado terrible, habiéndole atacado fuertemen
te los dolores reumáticos las manos y las rodillas; pero á pesar
de esto, ansiamos tanto el feliz momento de hecharnos en los
brazos de V. M. I. y E., cuya grandeza y generosidad es supe
rior á las espresiones de nuestro reconocimiento, que ya nos
parece tardamos mucho en llegar á Bayona; pero por desgra
cíalas disposiciones no corresponden á nuestros ardientes de
seos, habiéndonos dejado el viaje de mi hijo sin tiros ni nada
de cuanto necesitaríamos con urjencia.
Quiera el cielo, mi señor normano, que el momento de nues
—403—
tra entrevista sea tan interesante á V. M. I. y E., como lo será
para sus dignos y mas fieles amigos. Nosotros estamos ya se
renos: nada hay en el mundo que pueda ser comparado á la
estrema y dulce confianza que nos lleva á poner nuestra suer
te bajo la omnipotente proteccion y salvaguardia de V. M. I.
y E., cuya inmutacion de su mas fiel amigo y aliado, desde la
época desgraciada de las ocurrencias inauditas de Aranjuez.
Pluguiese á Dios que las tropas de V. M. I. y E. hubiesen
llegado antes : ellas hubieran protegido la lejitimidad de los
derechos, pero el cielo nos reservaba estas calamidades, y sus
iras nos han aterrado por falta de apoyo y de medios para sos
tenernos. Ignoro el dia que llegaremos á Bayona, porque si la
indisposicion del rey lo permite, tenemos el mayor deseo de
doblar nuestras jornadas. Lo que puedo asegurar á V. M. I. y
E. es que volaríamos á sus brazos ; tanta impaciencia tenemos
de estrechar en ellos los dulces lazos de alianza y amistad.
Con esto ruego á Dios que tenga á V. M. I. y E. en su san
ta y digna guarda.

Mi señor hermano, de V. M. I. y E. su afectísima hermana.

Luisa.

Aranda, 25 de Abril de 1808.


t

V
Documentos que prueban la ingeatitud de
Fernando VII.

N9 I.— "Carta del señor Berthemey, oficial del Estado Ma


yor, comandante del Castillo de Valengay, fecha el 6 de Abril
de 1810, en que avisa la prision en el castillo, de una persona
que se nombra él Baron de Kolly, [Irlandes] y ministro de S.
M. B. cerca del, principe Fernando, en calidad de rey de Espa
ña.»
En esta carta dice Berthemey que el principe le habló en es
tos términos:—
"Los ingleses han hecho mucho daño á la Nacion Españo
la. Todavia continúan derramando sangre á mi nombre. Los
"ministros ingleses, engañados con la falsa idea de que estoy
"detenido aquí por fuerza, me han propuesto medios de huir.
"Me han enviado un hombre, que, con pretexto de vender al-
"gunos artefactos, se ofreció á entregarme una carta de S. M.
"el Eey de Inglaterra."
n? ii.— oópia de ota carta del principe fernando 1 mr.
Berthemey, Gobernador del Palacio de Valencey,
fecha en 6 de abril del mismo año, avisandole
la conducta de kolly

"Habiéndose introducido aquí una persona desconocida, con


pretexto de trabajar de tornero, se ha atrevido en seguida á
proponer al señor Amézaga, nuestro primer caballerizo é in
tendente, sacarme de Valengay, entregarme algunas cartas
que trae,— en una palabra, llevar á cabo el proyecto y plan de
esta horrible empresa."
"Nuestro honor, nuestro reposo, la buena opinion debida á
nuestros principios, todo se hubiera visto comprometido, si el
señor Amézaga no se hallara al frénte de nuestra servidumbre
y si no hubiera dado en esta ocasion peligrosa una nueva prue--
ba de su fidelidad inviolable hácia S, M. el emperador y rey,
y hácia mí. Este oficial, cuyo primer paso fué informaros del
proyecto dicho, me dió cuenta inmediatamente despues."
"Deseo vivamente informaros por mí mismo de que estoy
impuesto en el asunto, y tener esta ocasion de manifestar de
nuevo mi inviolable fidelidad al emperador Napoleon, el hor
ror que siento respecto á este infernal proyecto, cuyos autores
y fautores deseo que sean castigados segun merecen."
"Eecibid los sentimientos de estimacion de nuestro afecto.

Firmado.—El principe Fernando."


N? III. — CÓPIA DEL INTERROGATORIO DE KOLLY EN EL
DESPACHO DE POLICÍA GENERAL.

En 8 de Abril de 1810 fué conducido al ministro general de


policía un hombre arrestado en Valengay, en el 6 de dicho mes,
que fué preguntado como sigue:
P. — i Cual és vuestro nombre, apellido, edad, patria, pro
fesion y domicilio!
E. — Carlos Leopoldo, Baron de Kolly, de edad de 32 años,
nacido en Irlanda, Ministro de S. M. el Eey Jorge III, al prin
cipe de Asturias Femado VII.
P. — ¿A quién os dirijísteis en Lóndres/para proponer y ha
cer admitir el proyecto que os ha traido á Francia?
E. — A su alteza real el duque de Kent, quien lo puso en
noticia del rey su padre. Todo lo demas fué diriiido por el
marques de Wellesley.
P. — | Qué medios se pusieron á vuestra disposicion para
ejecutar la empresa?
E. — Se me dió: — 1? Una carta credencial para quitar to
da duda respecto de mi persona y mi mision al principe Fer
nando. 2? Dos cartas del rey de Inglaterra al principe, que se
han hallado entre mis papeles. 3? Pasaportes fingidos, itine
rarios, órdenes de los ministros de marina y de guerra, estam
pillas,' sellos, firmas de los oficiales del departamento de la se
cretaría de Estado : aprehendido todo ello al tiempo de pren
derme; lo cual llevaba conmigo para convencer al principe de
los medios que estaban á mi disposicion. 4? Por lo que hace á
—408— -
los fondos necesarios para la empresa, tenia como doscientos
mil francos, — y por lo que pudiera ofrecerse, una letra abierta
sobre la casa de Maensoff y Clanoy, de Londres: finalmente,
los navios que fuesen necesarios; á saber, el Incomparable de
74 cañones, Dedaigneuse de 50, la goleta Piquante y un bergan
tín. — Esta escuadra, con proviciones para cinco meses, espe
ra mi vuelta sobre la costa de Quiberon.
Habilitado de esta manera, despues de haberme despedido
del rey y de su ministro en 24 de Enero, salí de Londres el 26
para Plymouth con el comodoro Dockburn, á quien se habia
confiado el mando de la escuadra. Mr. Alberto de St. Bonhel,
á quien habia comunicado mi plan, se quedó en Londres para
recojer los pasaportes, itinerarios, estampillas, sellos. &. que
se habian mandado entregar. La salida de Mr. de St. Bonnel
se detubo por indisposicion del marques de Wellesley; no se
me reunió hasta fines de Febrero, y nos hicimos á la vela al
gunos dias despues. Yo desembarqué en Quiberon el 9 de Mar
zo en la noche.
P. — i Qué precauciones tomasteis al saltar en tierra para
ocultar los documentos concernientes al objeto de vuestro
viaje?
E. — Metí en mi baston la credencial de que he hablado:
las dos cartas de S. M. el rey de Inglaterra venían ocultas en
el forro de mi casaca: parte de los diamantes estaban cosidos
en el cuello de mi sobretodo, y en la pretina de mis calzones.
Mr. de St. Bonnel trajo lo demas oculto del mismo modo, y
tambien en su corbata.
P. — ¿Teníais alguna comunicacion establecida en Valen-
gay antes de vuestra salida de Inglaterra para Francia?
B. — Nin una.
P. — ¿A dónde os dirijísteis despues de desembarcar?
E. — A París. Caminé con el auxilio de uno de los itinera
rios, que me habian dado en Inglaterra, y el cual llenó yo mis
mo.
P. — Estublsteis mucho tiempo en París?
E. — Me detuve en vender los diamantes que me dió el mar
ques de Wellesley. Compré un caballo y un calesín á Mr. de
Convert, que vive en el Hotel cPAnglaterre en la calle desfilies
de St. Thomas. . Mr. de St. Bonnel compró dos caballos á perso
nas de cuyos nombres no me acuerdo. Debia comprar uno de
Franconina y otro de la princesa de Carignan, despues que yo
salí para Valengay.
P. — ¿Cómo lograsteis entrada en el palacio de Yalengay?
E. — Con pretexto de vender algunas cosas curiosas. Espe
raba lograr ocasion, de este modo, de entregar al principe las
caitas que se me habian confiado, manifestarle mi plan y obte
—409—
ner su consentimiento. Solo pude hablar con el infante D. An
tonio, y con el intendente. El principe Fernando rehnsó ver
me y oirme. En verdad que por el modo extraordinario con
que se recibieron mis proposiciones tengo razones para creer qtie
esteprincipe dió parte, al gobernador de palacio, y en conéeeuencia
de esto fui preso.
P. — ¿ Qué medios teníais preparados para conducir al prin
cipe Fernando á la costa, en caso que consintiera en ello?
E. — El objeto de mi primer viage á Valencay era imponer
al principe en mi plan; y si lo admitía, determinar con él cuan
do habia de volver á sacarlo. Despues de esto debia ir á la
costa á avisar al comandante de mi escuadra del'dia conveni
do. De alli hubiera vuelto á Paris á disponer los hombres y
caballos necesarios para los apostaderos en el camino. En la
noche del dia señalado el principe debia escapar de SU cuarto,
y con el auxilio de los tiros apostados hubiera estado muy le
jos de Valencay, antes de que pudieran echarle de menos.
P. — i A dónde pensabais llevar al principe despues de estar
á bordo?
E. — La intencion del marques de Wellesley era que fuese
á España. El duque de Kent estaba porque se llevara á Gi-
braltar. Pero este plan me disgustaba, porque en verdad era
mandarlo preso. Yo pensaba proponer que eligiese, y llevarlo
á donde fuera su gusto, porque sabia yo que el capitan Cock-
burn tenia órden de seguir las mias.
P. — ¿Qué personas pensábais emplear?
B. — Mr. de St. Bonnel era el único que sabia mis designios.
No quise buscar á nadie para ayudarme en la ejecucion, hasta
saber la determinacion del principe. Siempre hubiera emplea
do á muy pocos.
P. — ¿Conocéis las cercanias de Valencay, y el pais que te
níais que atravesar?
E. — Nada absolutamente ; pero compré algunos excelentes
mapas cuando llegué á Paris, los cuales me hubieran dirigido
sin dificultad.
P. — ¿Qué os movió á formar este proyecto?
E. — El parecerme muy honroso.
P. — ¿Conocéis este paquete?
E. — Lo conozco. Contiene los documentos, estampillas, se
llos, y demas cosas, que he dicho, y que se me hallaron al
tiempo de prenderme. .
(Firmado) — Kolly.

N? IV. — Es una carta de Carlos IV, dirigida al rey de In


glaterra en 1802, dándole cuenta del casamiento del principe
Historia—43
—410—
de Asturias. Fué entregada á Kolly con una nota marginal
del marques de Wellesley, para que le sirviese de credencial
para el principe Fernando. Al respaldo de la carta habia escrito
el marques de Wellesley, de su mano, lo siguiente : —
"El infrascrito principal Secretario de Estado de S. M. B.
para el departamento de negocios extrangeros, declara que esta
carta es verdaderamente la misma que S. M. 0. Carlos IV diri
gió á S. M. B. Jorge III, con motivo de casamiento del prin
cipe de Asturias, actualmente rey Fernando Vil. — Este do
cumento auténtico se confia á las personas, que tendrán la
honra de presentarlo á S. M. 0. Fernando Vil, para atestiguar
bu embajada.
Wellesley.
Downing Street, 25 de Febrero de 1810.
N? V. — Carta del rey Jorge III, firmada de su mano,
al principe Fernando, y confiada 1 Kolly.

"Sir, mi hermano:

"Por mucho tiempo he deseado una ocasion de mandará


V. M. una carta firmada de mi mano, en que manifestára el
vivo interes, y profundo sentimiento que he tenido desde que
V. M. fué árrancado de su reyno y de sus leales vasallos. No
obstante la violencia y crueldad, con que el usurpador del tro
no de España oprime á aquella Nacion, debe ser de mucho
consuelo para V. M. el saber que vuestro pueblo conserva su
lealtad y amor á la persona de su legítimo Soberano, y que
España hace continuos esfuerzos para sostener los derechos de
V. M. y restablecer los derechos de la monarquía. Los recur
sos de mi reyno, mis escuadras, y ejércitos se emplearán en
ayudar á los subditos de V. M. en esta gran causa; y mi alia
do, el principe regente de Portugal, ha contribuido tambien á
ella con todo el celo y perseverancia de un fiel amigo. — Solo
falta á los fieles subditos de V. M., igualmente que á sus alia
dos, la presencia de V. M. en España, donde inspirará una
nueva energía."
"Por tanto, exijo de V. M. con toda la franqueza de la alian
za y amistad, que me une á sus intereses, que piense los me
dios mas prudentes y eficaces de escapar de las indignidades
que experimenta, y de presentarse en medio de un pueblo,
unánime en sus deseos de la gloria y dicha «le V. M. — Inclu
—412—
yo una copia de las credenciales que mi ministro en España ha
de presentar á la Junta Central, que alli gobierna en nombre
y por la autoridad de V. M."
"Euego á V. M. que esté seguro de mi sincera amistad, y
del verdadero afecto con que soy,
En el Palacio de la Eeyna. — Londres 31 de Euero de 1810.

Señor mi hermano. — Vuestro digno hermano.

(Firmado ) — Jorg-ü E.

Por mandado del rey. — Wellesley.

N? VI. — Es una copia de una carta de Jorge III al prin


cipe Fernando, con copia de los plenos poderes dados á Hen-
rique Wellesley.
N? VIL — Es una carta de Mr. Berthemy, en que se descri
ben los regocijos hechos en el Palacio de Valengay el 1? de
Abril en honor del casamiento del emperador. En este dia los
principes españoles no perdieron ocasion alguna de manifestar
su contento. Asistieron á la capilla del palacio, y al acabarse
el Te Deum, el principe Fernando fué el primero á gritar: / Vi
va el emperador ! ¡ Viva la emperatriz ! — Los brindis despues
de la comida fueron: el principe Fernando: "A nuestros au
gustos soberanos Napoleon el grande, y Maria Luisa, su au
gusta esposa." — El infante D. Carlos: "A las dos familias
imperiales y reales de Francia y Austria." — El infante D. An
tonio: "A la feliz union de Napoleon el grande, y Maria Lui
sa." — De ocho á nueve mil luces adornaron aquella noche el
palacio y parque de Valencay.
El N? VIII es la carta de Fernando á Berthemy, manifes
tando su ansia de ser hijo adoptivo de Bouaparte, y el siguiente
discurso que la reyna Maria Luisa dirigió á su hijo en Bayona
en una junta, compuesta de ella, de Fernando, del infante D.
Carlos, de los grandes de España que se hallaban en Bayona,
y de los secretarios de Estado M. Champagny y D. Pedro La
brador, — presidida por Bouaparte y por Carlos IV.
"Hijo inicuo, vil, y traidor: nada me causa tanto horror co
mo tu vista ; tu eres el mayor enemigo de las personas que yo
mas aprecio. Tú has meditado la muerte del rey tu padre, y has
osado formar un partido para quitarle la vida. Tú lograste ha
cer una conspiracion para asesinar al principe de la Paz, cuya
lealtad y celo ha sabido defendernos contra tus infames pro
yectos, y los de los viles cómplices que cooperabau contigo.
Tú has procurado disgustarnos con el emperador, y desacredi
tarnos con toda la nacion, forjando patrañas á tu antojo. — Ya
—413—
es forzoso confesarlo: tu eres hijo mio, pero no eres hijo del rey;
y sin embargo de no tener otro derecho á la corona, has pretendi
do arrancárnosla por los medios mas atroces; pero para frustrar
tus inicuos designios consiento, y pido al emperador, que sea
árbitro entre nosotros ; sí, el emperador, en cuyo favor renun
ciamos, y cedemos todos nuestros derechos con exclusion de
toda nuestra familia. — Le exijo unicamente, que te castigue
á tí, y tus asociados, conforme á vuestros delitos, y bajo esta
única condicion le cedemos la nacion." (1) — Carlos IV no se
dió por ofendido de esta declaracion de la reyna, su esposa.
Fernando, solo respondió á semejante agravio con un copioso
llanto. — Es muy extraño que D. Pedro Cevallos en su mani
fiesto, si se interesaba en el honor de Fernando, no suprimiese
en el discurso de la reyna aquella circunstancia tan degradante
á ella, á Carlos IV, y á Fernando VII; pues si éLno lo hubiera
publicado, ciertamente la Posteridad carecería de una noticia
tan escandalosa, y que ya ha empezado á perjudicar fuertemente
á su amo, de quien se dice fiel vasallo. ¡Hipócrita! ¿Cómo, si
quería tanto á Fernando, entra en el servicio de José, y se
atreve á escribir desde Bayona en 8 de Junio de 1808 á D. Eu
genio Bardají y Azara: "he tenido el honor de presentarme al
rey (José I), que llegó ayer de Ñápales: he formado el concep
to de que su presencia, su bondad, y la nobleza de su corazon,
que se descubre á primera vista, bastarán, sin ejércitos, á cal
mar esas provincias?" — He dicho que aquella noticia ha em
pezado á perjudicar fuertemente á su amo, porque la Eepública
del rio de la Plata, en su Manifiesto, se ha valido ya de ella,
entre otras cosas, para cohonestar su levantamiento contra la
autoridad de Fernando VII, á quien por ironía solo se dá el
título de El hijo de Maria Luisa, es decir, hijo adúltero.
(1) V. Introduccion para la historia de la revolucion de España: por D.
Alvaro Florez Estrada, p. 177. — Londres, 1810.

FTN DEL TOMO SEGUNDO.


INDICE

DEL SEGUNDO TOMO.

PÁGINAS.

Advertencia del Editor »


Eelacion del Virrey del Perú D. José Fernando Abas-
cal á su sucesor D. Joaquín de la Pezuela— Intro
duccion. , I
Administracion de Justicia y breve noticia de los Cuer
pos y Tribunales de la capital 1
Cabildos 3
Eegalías 4
Eecursos de Fuerza 5
Gobierno Político y Economico del Eeyno 6
Agricultura 21
Industria 27
Gobierno Eclesiastico y Patronato 29
Distribucion General 34
Patronato 35
Clero Secular —
Eegular 37
—416—
pIgutas.

Monasterios grandes 38
Monasterios Eecoletos —
Establecimientos piadosos —
Hospitales 39
Colegios 40
Gobierno Militar 44
Artillería 53
Libertad de Imprentas 58
Entrada de los Ingleses en Buenos Ayres 62
Universidad 68
Panteon general 73
Proclamacion de Fernando VII 76
Publicacion y jura de la Constitucion 79
Traslacion de la familia real de Portugal al Brasil 82
Alborotos de Quito 89
Alborotos de la Paz 119
Deposicion del Virrey de Buenos Ayres Marqués de So-
bremonte, y comision dada al Marqués de Aviles
para hacerse cargo de aquel mando 141
Alborotos de la ciudad de la Plata 146
Eevolucion de Buenos Ayres 157
Oficio del Virrey Abascal á los Intendentes Gobernado
res, y Señores Obispos del Virreynato sobre la erec
cion de un Colegio de Medicina en esta ciudad y
Beal Escuela de Lima 207
Descripcion del cementerio general, mandado erigir en
la Ciudad de Lima por el Virrey del Perú D. Fer
nando Abascal 215
Reglamento provisional acordado por el Virrey Abascal
y el señor Arzobispo Las Heras en la apertura del
cementerio general de esta ciudad conforme á lo or
denado por reales Cédulas de 9 de Diciembre de
1786 y 3 de Abril de 1787 221
Discurso que dirije á su grey el Señor Arzobispo de es
ta Metrópoli con motivo de la apertura y bendicion
solemne del cementerro general erigido en esta ca
pital 240
Relacion de la apertura y solemne bendicion del nuevo
Campo-Santo de esta ciudad de Lima que se veri
ficó el 31 de de Mayo de 1808 248
Bando del Virrey Abascal avisando que los cuerpos, co
munidades religiosas, é individuos que se expresan
se han encargado á la primera insimiaoion suya del
reyeno y reedificacion, á su costa, de todos los ba
—417—
PÁGINAS.

luartes de la muralla de esta ciudad para ponerlas


en estado de defensa 260
Discurso sobre el cementerio general por el Dr. D. Fe
lix Devoti 263
Eeal Cédula fechada en San Ildefonso á 20 de Agosto
de 1807 ordenando al Virrey del Perú que de acuer^
do con el E. Arzobispo de esta Diócesis se establez
can los cementerios mandados construir á extramu
ros de esta Ciudad & 273
Decreto del Virrey Abascal participando que á nombre
del Eey ha aprobado la Junta central gubernativa
de España el suntuoso cementerio de esta Capital
y que en su virtud manda que al reglamento, que
dictó se añadan las prevenciones que en seguida in
dica 374
La voz imparcial de Lima al Virrey Abascal por la fá
brica del suntuoso cementerio, concluido en un año
— Cancion 277
Oficio del Virrey al Cabildo de esta Capital aceptando
en contestacion el ofrecimionto de ceder á benefi
cio del Colegio de Medicina 600 pesos que por una
gracia especial se asignaron al Sargento Mayor de
la plaza D. Antonio Cantos, y 500 que en la misma
forma se señalaron al Capitan de capa D. Valerio
Gazols 281
Contestacion del Cabildo á la comunicacion anterior. . . 284
Oficio del Ilustre Cabildo de Buenos Ayres á el de Lima
participándole que la acta Capitular testimoniada
en la que consta que este ayuntamiento prohijaba
al hijo menor del General D. Santiago Liniers como
una memoria de gratitud por el triunfo que consi
guió contra las armas Británicas en esa Ciudad de
Buenos Ayres, fué puesta junto con la carta que la
acompaña en manos de dicho General 287
Contestacion del Cabildo de Lima á el de Buenos Ayres 288
Oficio del señor Liniers al Cabildo de Lima 289
Contestacion del Cabildo de Lima al Sr. D. Santiago
Liners 290
Bando del Virrey Abascal trascribiendo la Eeal Cédula
en la que se incerta el decreto rógio por el que el
Monarca Carlos IV abdica la corona en su hijo el
Principe de Asturias. En consecuencia el favoreci
do acepta y ordena que lo juren por tal Monarca de
España y las Indias con el nombre de Fernando
—418—
PÁGINAS.

Vil, y el Virrey lo publica á usanza de guerra para


que llegue á noticia de todos 293
Protesta de Carlos IV declarando que todo lo que ma
nifiesta su decreto de -19 de Marzo abdicando la co
rona
tengaen sude
hijo fué forzado,
por ningun valor y que ■.por lo tanto se 298
Carta remitiendo la protesta al Emperador y Eey de
Francia — Napoleon 299
Eeiteracion de la protesta dirijida al Infante D. Antonio
Carta del Emperador de los Franceses ai Principe de
Asturias 300
Eeal Manifestacion 302
Carta de remision del real decreto á S. A. I. y E
A la Junta Suprema de Gobierno. — Nombramiento de
Teniente general del reino al serenísimo duque de
Berg 303
Orden de remision del real decreto y manifestacion 304
Carta al Emperador de los Franceses 306
El Eey, el Principe de Asturias, y los infantes D. Car
los y D. Antonio han renunciado la corona y sus
derechos á ella como consta por los documentos que
siguen 311
Protesta de la renuncia de Fernando VII hecha en seis
horas de término que se le señalaron por la Junta
de Bayona 315
Manifiesto 317
Extracto del juicio y sentencia pronunciada en la causa
mandada seguir al Principe de Asturias por resolu
cion de su padre el Eey Carlos IV 319
Remision de la sentencia 324
Manifiesto ó declaracion de los principales hechos que
motiva la creacion de la Junta Suprema de Sevilla
que en nombre de Fernando "VII gobierna los reinos
libres y los demas que vayan sacudiendo el yugo del
Emperador de los Franceses 325
Auto del Real acuerdo de Lima 333
Juntas Extraordinarias de Lima 338
Bando del Virrey del Perú Abascal participando á la
Nacion que la Suprema Junta de Gobierno de Es
paña é Indias establecida en Sevilla, á nombre de
Fernando VII ha declarado la guerra al Emperador
de Francia Napoleon 1? — y á su ejemplo la extra
ordinaria celebrada en esta Capital se adhiere á esa
resolucion 342
—419—
PÁGINAS.

Declaracion de guerra al Emperador de la Francia Na-


poleon 1? por la Suprema Junta de Gobierno de
Sevilla 343
Bando del Virrey del Perú Abascal anunciando el dia
designado para la proclamacion en esta capital del
Pey Fernando VII 345
Proclama del Virrey del Perú pidiendo á los habitantes
de la Nacion un donativo voluntario para emplear
lo en los costos de la guerra que sostiene España
para libertarse de sus tiranos opresores 34
Otra proclama del mismo Virrey Abascal sobre la mis
ma solicitud que la anterior 351
Oracion pronunciada por el Dr. D. Justo Figuerola en
el besamanos del 14 de Octubre de 1808 en celebri
dad del cumple años de Fernando VII y de su pro
clamacion hecha el dia anterior 356
Expresion leal y afectuosa del Ayuntamiento de Lima
con motivo de la proclamacion de Fernando VII. . 359
Proclama del Virrey del Perú Abascal participando á la
Nacion que las tropas que obedecian al General de
las realistas D. Santiago Liniers «e pasaron á los
Insurgentes 363
Despedida del Virrey del Perú Abascal 365
Contestacion del Secretario del Virreynato D. Toribio
Acebal 367
La Peal Congregacion del Oratorio por medio de su Pre
pósito el P. I). 0. Pedemonte y Talabera contesta
al oficio de despedida al Virrey Abascal 369
Correspondencia secreta de la familia Peal de España
en Marzo y Abril de 1808
Carta del Pey Carlos IV al Emperador Napoleon 371
Carta del Pey Carlos IV al Emperador Napoleon 372
Nota de la Peyna Luisa, muger de Carlos IV entregada
al gran Duque de Berg por su hija la Peyna Maria
Luisa 373
Nota escrita de mano de la Peyna de España y entrega
da al gran duque de Berg por la Peyna Maria Lui
sa, su hija 374
Carta de la Peyna de Etraria Maria Luisa al gran du
que de Berg ( En italiano ) 375
Carta del Pey Carlos al gran duque de Berg ( En italiano) 376
Carta de la Peyna Luisa al Duque de Berg
Nota escrita de mano de la Peyna Luisa y entregada
al gran duque de Berg por la liejna Maria Luisa
—420—
PÁGINAS.

fui hija 377


Nota escrita de mano de la Eeyna Luisa y entregada al
gran duque de Berg - 378
Nota escrita de mano de la Eeyna Luisa, y entregada al
gran duque de Berg 380
Carta de la reyna de Etruria Maria Luisa, al gran du
que de Berg (En italiano 381
Carta in clusa en la precedente 382
Nota escrita de mano de la Eeyna de España y entrega
da al gran duque de Berg en 27 de Marzo 384
Carta de la Eeyna de Etruria Maria Luisa, al gran du
que de Berg (En italiano) 385
Nota de mano dela Eeyna de España
Carta de la Eeyna de Etruria Maria Luisa, al gran du
que de Berg (En italiano) 386
Nota inclusa en la carta precedente
Carta del Eey Carlos al gran Duque de Berg (En ita
liano) 387
Carta de la Eeyna al gran duque de Berg unida á la
precedente 388
Carta del Eey Carlosy de la Eeyna Luisa al gran duque
de Berg, baio el mismo pliego —
Nota de la Eeyna de España 389
Primera carta del 8 de Abril de la Eeyna Luisa al gran
duque de Berg 390
Segunda carta del mismo dia, de la misma al mismo. . . 391
Carta de la Eeyna Luisa al gran duque de Berg 392
Carta de la Eeyna Luisa al gran dsque de Berg 393
Carta de la Eeyna Luisa al gran duque de Berg 394
Carta de Fernando 7? á su padre, inclusa en la preceden
te. 395
Otra carta de S. M. la Eeyna Luisa al gran duque de
Berg del mismo dia 396
Carta de Fernando 7? al Emperador Napoleon 397
Carta del Emperador Napoleon á Fernando 7? desde
Bayona en 16 de Abril de 1808 398
Carta de Fernando 7? al Emperador Napoleon 400
Carta de Fernando 7? al Emperador Napoleon 401
Carta del Eey Carlos IV al Emperador
Carta de la Eeyna Luisa al Emperador 402
Documentos que prueban la ingratitud de Fernando 7?
N. 1 — Carta del S. Berthemey oficial del Estado Mayor;
Comandante del Castillo de Valengay, fecha 6 de
Abril de 1810 405
—421—
pIginas.

N. 2— Cópia de una carta del principe Fernando á


Mr. Berthemey Gobernador del Palacio del Valen-
cay fecha en 6 de Abril del mismo año, avisándole
la conducta de Kolly 406
N. 3 — Copia del interrogatorio de Kolly en el despacho
de policía general 407
N. 4 — Carta de Carlos IV dirigida al rey de Inglaterra
en 1802 dándole cuenta del casamiento del princi
pe de Asturias 409
N". 5 — Carta del Eey Jorje III, firmada de su mano al
Principe Fernando, y confiada á Kolly 411
N". 6 — Es una copia de una carta de Jorge III, al Prin
cipe Fernando, con cópia de los plenos poderes da
dos á Enrrique Wellesley 412
N. 7 — Carta de Mr. Berthemey, en que se describen los
regocijos hechos en el Palacio de Valencey el 1? de
Abril en honor del casamiento del Emperador —.
N. 8 — Carta de Fernando VII á Berthemy manifestando
su ansia de ser hijo adoptivo de Bonaqarte, y el si
guiente discurso que la Eeyna Maria Luisa dírijió á su
hijo en Bayona en una junta compuesta de ella, de
Fernando, del infante f>. Carlos, de los grandes de
España que se hallaban en Bayona, y de los Secre
tarios de Estado M. Champagni, y D. Pedro Labra
dor — Presidida por Bonaparte y por Carlos IV 412

FIK.

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