Exámen Crítico Del Gobierno Representativo L
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Exámen Crítico Del Gobierno Representativo L
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&A
LICHERO
DEL
GOBIERNO REPRESENTATIVO.
EXAMEN CRITICO
DEL
GOBIERNO REPRESENTATIVO
EN LA SOCIEDAD MODERNA,
de la Compañía de Jesús,
EL PENSAMIENTO ESPAÑOL.
TOMO I.
MADRID : '
IMPRENTA DE EL PENSAMIENTO ESPAÑOL,
callo do Pelajo, núm. 34.
1866.
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
i
6636
PROLOGO.
DEL
GOBIERNO REPRESENTATIVO.
CAPÍTULO PRIMERO.
Ü I.
.
50 PRINCIPIOS TEÓRICOS
otros tales que en el derecho y el deber sólo aciertan á dis
tinguir perpétuo antagonismo, elemento de inacabable guer
ra en que cada hombre contiende con su semejante. Y si hom
bre ha de llamarse el conjunto de las más rabiosas pasiones
que corren por las venas de esta parte animal de nuestra na
turaleza que nos asemeja á los brutos, ¡oh! entonces deudores
y acreedores, seremos otros tantos mastines, que agarrados á
un hueso hacemos crugir los dientes y miramos de reojo á
cualquiera que se acerca á arrebatarnos la presa de la boca.
Pero si somos hombres, es decir, inteligentes; si la inteligen
cia sólo vive de orden, cualquiera que me hace ver el orden,
me pone en atmósfera respirable, y casi me da la vida: ¿y
quién es el hombre probo (pero no de hipócrita probidad) que
no se muestra agradecido á quien le libra de cometer una in
justicia, dado que sea á costa de cualesquiera intereses?.
Cuando mostramos, pues, a un hombre racional el orden
querido por el Creador del universo, le ofrecemos su bien y en
cierto modo encadenamos su voluntad con aquella fuerza que
suele llamarse derecho.
19. Veo, sin embargo, que podeis oponerme una dificultad,
cuya solucion ha de ayudaros á entender mucho mejor la justa,
exacta idea del derecho. —Si el orden querido por el Criador,
podríais decirme, ligase las voluntades humanas, en toda ma
nifestacion del orden se encontrarian obligadas las voluntades.
Y sin embargo, ¡cuántas veces se manifiesta el orden sin que
tu voluntad se sienta en la necesidad de seguirle! Estás escri
biendo, y tus letras presentarian un orden mucho más per
fecto si fuesen trazadas con las proporciones de hábil calígra
fo: ¿te crees obligado á este orden? ¿Tu habitacion estaria más
ordenada si los muebles , los papeles, los libros, todo estu
viese dispuesto con perfecta simetria? Y sin embargo, ¿te crees
obligado á este .orden? Aun en la misma direccion moral de
tus acciones, lanto más admirable es el orden cuanto más su
blime el heroismo; ¿obligaras por eso á todos los hombres á
ser héroes?
20. La objecion es gravísima; y de no haber conocido su
fuerza nació el estoicismo de los que, viendo toda la fuerza
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 51
obligatoria de la virtud en solo su belleza, creyeron que ente
ramente podian separarse las ciencias de la moral y de la feli
cidad. (Dconlologia y Endemonologia.) Pero justamente por
evitar ese escollo os mostraba poco há en el Criador la fuente
suprema de todo orden y todo derecbo no considerándolo so
lamente en cuanto es dador del ser y de la naturaleza, sino
tambien en cuanto es término, ó sea, objeto final de plena y
absoluta felicidad. Si olvidais este término podreis concebir
idea exacta de orden, de obligacion, de derecho; porque todas
estas voces significan direccion de la obra de un punto á otro.
¿Cómo quereis, pues, determinar una direccion, no teniendo
idea sino de un solo punto? Toda direccion es una línea recta,
y toda recta, no infinita, ha de terminarse en dos puntos. La
naturaleza humana, principio del movimiento cuya direccion
buscamos, parte de la mano creadora en un punto determinado
del espacio y el tiempo; pero ¿hácia dónde? Todas las demás
criaturas, obrando por espontánea necesidad, llegan al fin del
Criador sin conocerlo; pero el hombre que obra con voluntad
libre, es menester que lo conozca para que dirija allí sus pasos.
Y en efecto, lo conoce, y á poco que reflexione sobre sí mis
mo, halla en sí una tendencia á felicidad que sea infinita, y
que fuera de lo infinito no puede detenerse ni saciarse jamás.
Sólo, pues, en lo infinito, sólo en Dios puede hallar reposo; y
justamente á este objeto le lleva ineludiblemente, no la necesi
dad espontánea, como á los brutos, sino la necesidad de razon
evidente que la voluntad no puede racionalmente resistir.
Tales la última perfeccion del orden; la obligacion, y por
consiguiente, el derecho: si veis que una accion dada es nece
saria para conseguir tal fin, racionalmente no podeis dejar de
ejecutarla: si veis que es opuesta, no la podeis ejecutar: si veis
que es indiferente, sois libres de hacer lo uno ó lo otro. Y
véase por qué muchos órdenes, aunque cautivan las miradas
del entendimiento, pero obligan á la voluntad: esta vé que tal
orden no es tan necesario en la marcha moral del universo,
que sin él no pueda creerse que el universo es obra de un
Dios sábioy bueno, que sin él no pueda el hombre hallar feli
cidad glorificando al Criador. ..
52 PRINCIPIOS TEÓRICOS
Reduzcamos á brevísimos términos el análisis de la obliga
cion. El elemento constante , irresistible es el deseo indefinido
de felicidad: este deseo lleva al hombre á buscar el objeto úl
timo en que saciarse: este infinito sólo en Dios se encuentra;
para alcanzarlo es preciso seguir los caminos que Dios ha se
ñalado al hombre en el universo. Luego si el hombre quiere,
seguir á la razon debe, tiene necesidad moral de seguir es
tos caminos: y tan poderosa es esta necesidad como irresisti
ble el deseo de felicidad.
21. Hemos, pues, analizado por completo la idea funda-
damental del derecho. Todo derecho es una fuerza moral que
un hombre ejerce sobre otro mostrándole cualquiera verdad;
esta verdad ha de ser práctica , esto es , ha de ser tal, que
mueva á obrar; ha de mover de un modo irresistible que la
razon no pueda negar : el principio irresistible de obrar es
la naturaleza , principio de movimiento impreso en cada ser
por la virtud creadora: ordenadas son las acciones cuando mi
ran al fin de la naturaleza, ó sea, de su Criador : este orden
nos conduce naturalmente á la felicidad: por lo que, quien
mostrándome el orden me enseña mi deber , lejos de dañarme
hostilmente , me ofrece mi felicidad, mi verdadero bien.
22. Esta idea fundamental del derecho merece otras expli
caciones y aplicaciones ; pero antes quiero prevenir cierta ob-
jeccion que á- más de uno podria ofuscar. «Segun tu doc
trina, se me podria objetar, el respeto al derecho no es en
último resultado más que el sentimiento religioso por el cual
nos inclinamos á Dios : de lo que se sigue, que no puede admi
tirse sino por el que conduce á Dios y á El se inclina. Y con
todo eso , ¿no vemos que el respeto al derecho se siente instin
tivamente aun por aquellos que no creen en-Dios , antes bien
le niegan? Resplandece en el orden per sé un no sé qué subli
me é imperioso que impone á las inteligencias la ley y las
fuerza á someterse. »
23. Sin sutilizar mucho en el problema del ateísmo , sin
discutir si realmente es posible en su sentido ordinario esta
horrible doctrina , os responderé francamente que es impo
sible, que es repugnante el ateismo en su significacion rigo
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 53
rosamente filosófica: por lo que no es maravilla si el derecho
impera y hace sentir su ley aun en el que se empeña, bien que
en vano, en negar á Dios. Expliquémonos. ¿Qué quiere decir
filosóficamente negar á Dios? Quiere decir negar el Ser Su
premo, la suprema Causa de todo el universo. Los católicos
conocemos este Ser y Causa supremos en su realidad perso
nificada; conocemos sus primeras obras por el Génesis , sus
revelaciones por los Profetas; su encarnacion y su muerte por
los Evangelios; de modo que para nosotros es, dajadme de
cirlo asi, un personage histórico. Pero la historia con toda su
evidencia no produce en el entendimiento la irresistible nece
sidad de asenso que producen las verdades metafísicas ó ma
temáticas. De aqui que yo me explique cómo algunas cabezas
mal sanas y corazones corrompidos niegan el Dios histórico
delos católicos; ¿pero dónde encontrareis jamas hombre de
seso que pueda decir que no hay una causa del universo , que
no hay en el universo un Ser supremo? El panteista os dirá
que hay un Ser sólo, ñero entonces este será supremo: un
politeísta os dirá que hay millares de ellos ; pero ya sea que
haya uno máximo, ya que su conjunto sea el supremo, ya que
alternen en la supremacía, siempre ha de haber una causa de lo
que en el mundo sucede: siempre, pues, subsiste una sombra
de la idea de Dios, miéntras subsista en el lenguaje el verbo
ser, sin el cual pereceria la inteligencia. ¿Qué maravilla que
subsistiendo esta sombra de la idea de Dios , subsista igual
mente una sombra de respeto al orden? Bien lo sabeis vosotros,
los afectos caminan al amor de las ideas, y á medida que las
unas ilustran la inteligencia, los otros animan el corazon. Y
justamente por eso, aun en los hombres sinceramente católicos
y piadosos, cesa á veces la clara aprension de Dios revelador,
sin que por eso cese el obsequio religioso del derecho: por
que, aunque menos clara y ménos actual , todavía continúa
una confusa aprension del supremo imperante de quien toda ley
se deriva.
24. Fuente real de todo derecho es, pues, el ser supremo
de Dios ; luente del conocimiento de todo derecho , el conoci
miento de Dios mismo ; y á medida que se aumenta en los in
5Í PRINCIPIOS TEÓRICOS
dividuos y en la sociedad , ha de aumentarse y perfeccionarse
en la sociedad y los individuos el conocimiento y la fuerza del
derecho. Por donde se entenderá una importantísima verdad
práctica que no puedo explicar con Ja extension que merece,
pero que no tengo valor de pasar en silencio; y es, que siendo en
la Religion católica perfectisimo el conocimiento, ardiente y efi
caz el amor al Criador, el respeto al derecho y la eficacia de su
imperio en la sociedad católica, han de tener, más que en nin
guna otra , grandisimo incremento : y al contrario , á medida
que en una sociedad van decayendo la idea y el sentimiento
católicos , han de perderse en la misma proporcion el conoci
miento y el respeto del derecho , porque se disminuye el co
nocimiento y el respeto de Dios. Si esto lo confirma la expe
riencia, no hay para qué lo diga: basta considerar cómo
los dos derechos más connaturales del hombre , el derecho de
familia y el de propiedad , son hoy negados por los que niegan
la base misma de toda religion , especialmente la cristiana,
Dios y Jesucristo.
25. Pero si la idea católica es base y perfeccion del dere
cho, comprendereis otra consecuencia que apuntaré de pasa
da. Si la autoridad social es tutora natural de todo derecho,
si su progreso consiste en dar á todos los derechos la mayor
seguridad y espansion posibles, quien reconozca en el Catoli
cismo una idea más completa de Dios, forzosamente ha de
confesar que la autoridad social está obligada á promover en
cuanto pueda el incremento del Catolicismo, puesto que de su
incremento depende en la sociedad el conocimiento más per
fecto de los derechos y su más religiosa observancia. Y esto,
dicho sea de paso; que no es ahora mi propósito entrar en el
campo de las aplicaciones, sino explicar plenamente y como
mejor pueda la idea. . .•
26. Una vez analizada la idea del orden y el derecho, po
dria presentarse una grave objecion, «El orden del universo,
me direis acaso es universal y constante. Si, pues, del orden
universal nace la idea del derecho, todos los hombres deberian
tener los mismos derechos, todos inmutables, inalienables to
dos. Y sin embargo, ¿quién no ve la inmensa variedad y per
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 55
pétua mudanza de los derechos en la sociedad humana?»
A lo que fácilmente se responde, que como el hombre está
compuesto de alma y cuerpo, el derecho que hade guiarle tiene
dos . elementos: uno inmutable y necesario, otro mudable y
contingente. Cuando considerais el derecho en su fuente eterna,
lo contemplais necesario; cuando lo referis á sus términos con
tingentes, lo reconoceis mudable. Ni podia haber derecho sin
la union de ambos extremos, como lo vemos en la humana
sociedad. Teneis derecho, por ejemplo, á ser obedecidos de
.vuestros hijos, servidos por el artesano, pagados por vuestro
deudor; pues cada uno de estos derechos, si bien lo mirais,
nace de una idea de orden inmutable y eterna, y se encarna
en un hecho mudable y contingente. El hijo debe depender
del padre, el trabajo de quien lo paga; lodo préstamo debe
restituirse al mutuante: hé aquí tres ideas universales de or
den, que nacen de la naturaleza misma de lossugetos contem
plados (padre, hijo, artesano, etc.), y donde quiera y siempre
son absolutamente verdaderas. Pero que este sea hijo vuestro,
que aquel trabaje para vosotros, ó que hayais prestado dinero
á 'Vuestro deudor, son hechos puramente accidentales é hipo
téticos que podian suceder de otra manera. Y con todo eso,
sin estos tres hechos, subsistirian lastres ideas de orden por
que son necesarias é inmutables; pero vuestros tres derechos
de padre, señor y acreedor no existirian. Cuando se quiere
sostener un derecho cualquiera entre los hombres, menester
«s siempre apoyarle en dos órdenes de verdades, uno de ver
dades ideales, y de verdades históricas otro: y digo siempre, por
que siendo el hombre esencialmente contingente en su exis
tencia personal, esta existencia y todos sus atributos han de
depender siempre y esencialmente de un hecho que podia no
suceder: sin la verdad ideal , el derecho no es: sin la verdad
histórica el derecho no es vuestro. Si el hijo no está obligado
á obedecer, ningun hijo estará obligado: si este niño no es
hijo vuestro, no tendrá esa obligacion respecto de vosotros.
27. Cierto es que algunas verdades de hecho son tan co
nocidas y patentes, que nadie se toma el trabajo de demostrar
las. ¿Quién, por ejemplo, se tomará el trabajo de probarnos
TOMO II. 5
56 PRINCIPIOS TEÓRICOS
que es hombre? Una vez demostrado que ciertos derechos per
tenecen al hombre en virtud de su naturaleza específica, apli
cais á cada individuo humano todos los derechos que pertene
cen á su naturaleza, presuponiendo el hecho. Mas si el hecho
ofrece duda, será menester que demostreis estos dos elemen
tos que persuaden la voluntad agena: la verdad de idea que le
muestre el orden, y la verdad de hecho que le encarne en la
real. Cuando tengais el concepto claro de estas dos verdades,
y se las mostreis á otro con evidencia, este se verá precisado
á ceder, ó como suele decirse, se sentirá obligado por vuestro
derecho.
28. De lo que deducireis otra observacion digna de nota,
y es que obligacion y derecho presuponen en sus' sujetos inte
ligencia, ó sea razon; y el que carece de razon ó de su uso,
no «tiene ó no usa derechos ni obligaciones. Y seria menester
un gran esfuerzo de fantasía poética' ó de ignorancia, que, si
la cortesía lo permitiese, deberia llamarse bestial, para atri
buir derechos á los brutos y formar sociedades filantrópicas
para que los patrocinasen y reivindicasen. Malo es abusar
bárbaramente de las bestias; pero esto no nace de derechos
suyos, sino de la necesidad nuestra, ó del derecho de nuestros
semejantes. Y dicho esto por incidencia y de pasada, conti
nuemos desenvolviendo las consecuencias de la idea fundamen
tal de derecho que hemos establecido, echando una ojeada
sobre la gradacion de los derechos, ó sea, sobre los varios gra
dos de fuerza que naturalmente descubrimos en ellos?
29. Todo derecho, hemos dicho, toma su fuerza imperati
va de la voluntad del Creador. Pero ¿cómo es que siendo esta
siempre omnipotente, y, segun la razon, irresistible, con todo
eso, nosotros la medimos en ciertas proporciones, conforme á
las cuales decimos que un derecho es más fuerte, otro más
débil, y preferimos el primero al segundo? Echase de ver fácil
mente que la Suprema voluntad ordenadora no influye con
igual fuerza en los órdenes parciales, y en el orden universal
á que todos los demas concurren.- Quiere ciertamente el Cria
dor este orden de fuerzas materiales, físicas, químicas y veje-
tativas; quiere el orden de las estaciones, el alternar de las
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 57
temperaturas, los cambios atmosféricos con que crecen loza
nas las plantas fructíferas y las mieses; pero ¿por qué? Porque
fuesen alimento á los' animales y especialmente al hombre.
Estará, pues, subordinado el incremento de las mieses y las
plantas al bien del hombre y los animales. En el hombre mis
mo el Creador quiere un cuerpo, y para el cuerpo alimentos
y reparos; mas todo esto subordinado á la inteligencia, única
que satisface la gran deuda de glorificar á su Criador. Subor
dinadas al bien de la ¡inteligencia estarán, pues, las leyes que
rigen el sustento del cuerpo, y la obligacion ó el derecho que
puede resultar de los órdenes inferiores, no será igual en
fuerza á los deberes y derechos que resultan del orden supe
rior. Por lo que, si dos derechos de distinto orden chocan, ya
veis con qué principios podeis determinar cuál debe ceder,
cuál prevalecer; y aun anticipadamente podeis reducir á cier
tas fórmulas universales la gradacion de los deberes ó los de
rechos (y en esto precisamente se ocupa la ciencia moral) di
ciendo, por ejemplo, que el derecho de propiedad debe ceder
al derecho de existir, porque los alimentos son para vivir, no
la vida para comer: el derecho de la vida debe ceder á la vir
tud, puesto que es bueno vivir porque se puede vivir hones
tamente, no buena la virtud porque prolongue la vida. Con el
mismo principio podrán examinarse las relaciones del indivi
duo con la sociedad, de una sociedad inferior con otra supe
rior, de la convencional con la natural, deduciendo el valor
respectivo de los derechos; lo cual es de suma importancia en
todas las ciencias morales, como á su tiempo haremos ver con
ejemplos de varias aplicaciones: por ahora no es menester que
entremos en estas particularidades; las generalidades expues
tas bastan á dar la verdadera idea del derecho natural, de su
génesis objetiva, de su fuerza obligatoria, de los grados des
iguales con que la ejerce: idea que hemos prometido compa
rar con la causa que le señalan los unitarios noveles, Jos pro
movedores del racionalismo protestante.
50. Antes de pasar á esta nueva série de ideas, permitid
me que me detenga á explicaros el epíteto natural que más
arriba hemos añadido á la palabra derecho. Tanto se ha abu*
58- PRINCIPIOS TEÓRICOS
sado de esta voz natural , que poco á poco aun personas más
que medianamente instruidas han perdido su verdadero signifi
cado, imaginando que solamente debe 'llamarse natural en el
hombre lo que trae consigo al nacer, ó aquello á que espon
táneamente le lleva su instinto : de donde que para investigar
las leyes de la naturaleza no encuentren mejor oráculo que
consultar que su nativa propension. Si la cólera le estimula
á vengarse, os dicen francamente que la venganza es inspira
cion de la naturaleza; si la voluptuosidad, á la lascivia, derecho
natural es el libertinaje. ¡Estariamos frescos si la naturaleza
hablase por órganos tan desatentados! Sin duda la entendió así
Bentham, cuando se deshizo en invectivas contra tedas las le
yes naturales: tal vez tenia la mira puesta en la vecina escuela
escocesa que quiso encerrar todo el valor de la ley natural en
las inclinaciones instintivas que encubrió bajo el nombre de
sentido moral, y que bien pueden servirnos alguna vez de indi
cios para encontrar la ley de la naturaleza, raciocinando sobre
ellas; pero que nunca bastarán por sí solas para imponer un
vínculo indisoluble de obligacion al hombre racional. El padre
siente ternura por sus hijos; pero ¿nace de esta ternura la
obligacion de educarlos? Si la ternura bastase á obligarle, si
siempre representase una ley de la naturaleza , todo afecto,
toda ternura, aunque fuesen ilegítimos, tendrian el mismo valor,
producirían obligacion idéntica. No es , pues , ley natural la
propension espontánea; sino el deber que resulta dela conve
niencia natural de ciertas acciones para conseguir un determi
nado propósito de la naturaleza. Las inclinaciones os empu
jan, las pasiones os arrastran ; pero la ley propiamente dicha,
solamente os obliga cuando la razon reconoce la conveniencia
de una accion con el orden del Criador.
Si. De otra alucinacion adolecen muchos que sólo llaman
ley natural á la que un individuo humano podria encontrar
en su propia conciencia abandonada á sí misma, sin auxilio de
autoridad , ni consorcio de sociedad , ni direccion de enseñan
za: opinion muy comun entre los filósofos incrédulos del siglo
pasado, no rechazada por algunos católicos, que con el intento
de convencerlos y la esperanza de conseguirlo, alguna vez
DE LOS GOBIERNOS. LIBERALES. 59
admitieron que cada individuo debia estar provisto de tal
fuerza intelectiva que en sí mismo hallara el Código moral
^completo de la naturaleza humana. Lo cual es tan falso, que
evidentemente llega á ser absurdo. ¿Quereis verlo ? Sabido es
que las consecuencias de una proposicion universal nunca
tienen término, siendo siempre posible añadir á la última
proposicion de la serie, otra proposicion (subsumpta, como
dice la lógica) por medio de la cual se deduzca nueva conse
cuencia. Esto que es posible en todas las otras ciencias , no lo
es ménos en la ciencia moral , y por consiguiente , la ciencia
moral natural puede extenderse indefinidamente. Con que si
cada hombre con sus solas fuerzas intelectivas hubiere de co
nocer toda la ley natural, tendria que poseer actualmente toda
la infinita sériede proposiciones que es posible deducir de los
principios naturales , ó á lo ménos, tener tal fuerza de lógica
que pudiese eslabonar toda la inmensa cadena sin dejarse
olvidado un sólo anillo. Y, ¿quién es el Sócrates, el Platon, el
Aristóteles que á tanto se atreva ?
32. No tomamos, pues, la palabra natural, aplicada á la
inteligencia y á la voluntad en el mismo sentido en que se
aplica á las funciones vitales: en este sentido llamamos, aun
que metafisicamente, ley natural, á aquella en virtud de la
cual obra espontáneamente el organismo, como la circulacion
de la sangre, la quilificacion, el movimiento peristáltico, ope
raciones que cada hombre verifica en sí mismo sin ayuda de la
sociedad, ni lecciones de maestro. Pero cuando se trata de co
nocimientos y sentimientos morales que engendran obligacion,
no basta la espontaneidad; como en general no basta á dirigir
la conducta del hombre racional, dado que alguna vez pueda
iniciarle en cierto modo, estimulándole á hacer uso de su
razon.
33. Pero, ¿por qué se ha querido llamar ley natural á esta
ley de que hemos hablado, siendo así que el hombre no se ve
precisado, ni inducido á conocerla, ni seguro de llegarla á co
nocer? Por muchos motivos: en primer lugar, porque puede
demostrarse raciocinando sobre la naturaleza de las cosas, de
modo que, conocida una ley, sea quien quiera el que la enseñe,
60 PRINCIPIOS TEORICOS
siempre podeis observar en el orden de la naturaleza ciertas
relaciones de hecho que hacen conveniente obrar de cierta
■ manera, y disconveniente el modo contrario. Así, por ejem-,
pío, cuando de niño oiste á tus padres encargarte el deber de
la templanza, les obedeciste por natural instinto; pero si hu
bieses querido indagar la razon de este precepto, tu padre te
hubiera podido responder, que tal es la voluntad del Criador,
manifestada por la naturaleza del cuerpo humano, que padece
y deja inútil al hombre para las funciones mentales, cuando el
estómago está sobrecargado: luego la templanza es un deber
natural.
Ya veis cómo la naturaleza objetiva de las cosas demuestra
esta ley, aun prescindiendo del conocimiento que puede tener
de ella el individuo, ó por enseñanza agena, ó por propia ob
servacion: conózcase ó no que el demasiado alimento daña al
cuerpo y al espíritu, no por eso es el hecho ménos verdadero,
ni ménos cierta en sí la ley de la templanza que del hecho re
sulta.
34. Y aquí veis cómo esta ley d« la templanza tambien se
puede llamar natural en otro sentido, esto es, en cuanto la
razon humana puede llegar á ella discurriendo rectamente sin
engañarse jamás: lo cual, aunque en el individuo no es natu
ral (dado que todos los individuos pueden errar en ciertas
deducciones); pero es natural á la razon humana abstracta
mente considerada, porque la razon por si no yerra, por más
que algunas veces yerre el hombre sirviéndose de su razon
particular. El hombre, segun su naturaleza específica, dis
curre rectamente, aunque todo individuo diga á veces algun
despropósito, á la manera que el hombre tiene naturalmente
dos ojos y dos manos, aunque nazcan algunos ciegos ó mancos.
35. Hé aqui, pues, dos razones por las cuales llamamos
natural el derecho, aunque los hombres no nacen con su códi
go en la mano: 1.", porque el derecho natural ordena accio
nes convenientes segun las relaciones naturales de las criatu
ras. 2.", porque esta conveniencia es accesible á la razon hu
mana especifica con las fuerzas naturales, dado que en los in
dividuos no sea el raciocinio tan firme que no yerren alguna
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 61
vez. Hay, fuera de estas, otra tercera razon que más directa
mente desconcierta la arrogancia de los que no quieren admi
tir como natural ley ninguna que por si mismos nola descubran;
que niegan el título de naturales á aquellas leyes que el hom
bre no conoce f>or las solas fuerzas nativas de su inteligencia
aislada é independiente; sin entender que este aislamiento y
esta independencia son cosa muy distinta de la naturaleza del
hombre. Ahora bien: ¿hay nada más extraño que llamar natu
ral á lo que no está conforme con la naturaleza? Tal fué el
sueño ó novela de Emilio de Rousseau, que no llegó á com
prender la admirable propagacion de las inteligencias por me
dio del influjo paterno (1); pero este sueño no ha sido nunca
la naturaleza del hombre: naturaleza del hombre es nacer en
la sociedad, recibir de ella los primeros destellos, de las verda
des inteligibles con el lenguaje; la primera enseñanza de las
facultades todavía incultas con la educacion; el legado de la sa
biduria antigua con la tradicion, y cíen medios materiales
con que se apropia la idea, y las fuerzas del ingenio se multi
plican: en la abundancia de esta herencia social, en esta espe
cie de paraiso terrenal plantado por la mano del Artífice
supremo está puesto el hombre desde que nace, para que traba
jando lo conserve, lo embellezca y lo ensanche. Esta sí que
es naturaleza del hombre, destinado á obrar, nó solo con las
fuerzas individuales, sino tambien con las sociales.
36. Pero cuando demuestro que ningun hombre puede
conocer el derecho natural con las solas fuerzas del individuo
aislado, no ha de entenderse que sigo á los que , perdiéndose
en la exageracion opuesta á la de los sofistas del siglo pasado,
afirman que todo conocimiento moral es para nosotros total y
únicamente don de la tradicion social ó de la religion reve
lada. Una cosa es decir que sin este auxilio nuestros cono
cimientos no madurarian sino tarde, y serian incompletos é
inseguros , y por consiguiente , de ninguna ó poquísima utili
dad; y otra cosa es privar totalmente á la inteligencia humana
SU. .
72 PRINCIPIOS TEÓRICOS
no me lo negareis. ¿Y quién es el hombre de bien que pue
de vivir mucho tiempo con quien siempre quiere la unidad á
su manera?
.49. Réstanos ahora solamente ver qué intentan los que
quieren hacer tina á Italia, una á toda la familia humana, ha
ciéndolas protestantes. Aquí no se necesitan investigaciones
eruditas ni disputas teológicas : si entienden que la unidad so
cial se obtendrá cuando la sociedad sea gobernada por la regla
suprema de la verdad, estamos conformes, y sólo quedará por
decir cuál es el órgano de esta regla. Pero aquí está la dificul
tad : cuando ellos nos hablan de supremacía de la razon, en
tienden justamente que el órgano de la verdad es la razon de
cada hombre, la vuestra , la mia ; y que cada hombre debe
guiarse por su razon. Dígaseme ahora de buena fé: ¿es esta
buena medicina, conveniente para remediar la division y dar
á la sociedad la unidad suspirada? «¡Piense cada cual como
quiera, haga cada cual lo que se le antoje y le parezca, y de
seguro todos estaremos de acuerdo!»
50. Si aceptais esta fórmula podeis ponerla á prueba en se
guida. Imaginaos que está próximo el Carnaval, y empezad á
arreglar con esta fórmula el primer baile y la primera música
en que tomeis parte, y de este modo tendreis un pequeño en
sayo de la futura unidad de Italia, de la futura sociedad huma
nitaria. Publicad el programa: «mañana gran baile en el tea
tro: para que todo vaya en orden hará cada uno las figuras que-
mejor le parezcan; y para que la música vaya acorde, cada
cual ejecutará, con su respectivo instrumento, la pieza que
á su juicio sea de mejor efecto.» ¡Oh! ¡qué magnifica armonía!
La misma precisamente que á la puerta del aristócrata Bussy
tocaron las bacantes de la montaña en cierta solemne cencer
rada: «Rompe la música como un trueno; cada músico toca la
• pieza que le da la gana; el bombo, los chinescos y las trom-
»pas hacen maravillas. Los montañeses que no tienen instru
mentos entonan á voz en grito diversos cantos; la poderosa
»voz de Porniu sobresale hiriendo notas hasta entonces des-
«conocidas; en él todo es accion, lleva el compas con el bas-
»ton , el suelo resuena bajo su pierna de palo; agitanse las
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. ' 73
chachas y esparcen por los aires siniestros resplandores, ilu.
«minando las atroces figuras de los montañeses (1).» He aquí
lo que seria una música donde cada cual entonase á su capri
cho; y he aquí tambien idea exacta de la sociedad gobernada
por el principio protestante. ¿Te escandalizas, caro lector, de
que en materia tan grave me chancee, y tal vez querrás qui
tarme la pluma de la mano porque estoy perdiendo el tiempo
en contestar á semejantes mentecatos? ¡Mas ay, estos mente
catos nos están hablando en tono de oráculo!.... ¡Estos son los
que tan audazmente proclaman que, dando absoluta libertad
al pensamiento, conquistará Italia su unidad! Si_ millares de
italianos lo escuchan con respeto, lo creen cándidamente y lo
propagan con actividad ¿cómo quieres que me calle? Y ha
blando de ello ¿cómo he de tomarlo por lo serio?
51 . Aunque á decir verdad , la extravagancia no es tan
grande como á primera vista parece; ó, por mejor decir , la
extravagancia no está en la proposicion que nos causa risa y
desden, sino en otra más ridicula y más impia , de la cual
lógicamente se deduce la anterior. Para comprender mi pen
samiento, recordad el doble sentido de la frase Supremacía de
la razon: este concepto, hemos dicho, significa un dogma in
negable, si se entiende que la ley suprema de la verdad ha de
gobernar á todos los hombres. Pues , ¿por qué á esta ley su
prema se llama razon? ¿Cuál es la razon á que puede llamar-
so ley suprema de la verdad? Lo hemos dicho: no puede ser
otra que la Razon divina , porque esta solamente es infalible
en el conocer, esta solamente es causa suprema de todo lo
que es verdad. En efecto; si yo presento dos piezas de metal
á un platero para saber si las dos son de oro, y él me res
ponde que la una es de oro verdadero y la otra de oro falso1
el artífice entiende por verdadero el oro que tiene la natura
leza propia de este metal, la cual no es otra que aquella que
la Razon divina le señaló; y por falso, el que no es conforme á
la Razon divina.
\
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 95
méstica, una en la vida religiosa, una en la civil. Solo faltaba
la unidad política, y esta es la que hoy se nos promete por la
reforma que nos invade, acompañada de la inmensa multitud
de riquezas, que ella adora, y de los infinitos medios de pro
duccion que han de germinar, segun dice, bajo sus pasos, así
que llegue á estinguir en los pechos italianos e^ amor exclusivo
del cielo, sustituyéndolo con la inestinguible sed del oro. ¿Qué
os parece de esto , italianos católicos? ¿Habremos hecho un
cambio ventajoso, si por realzar la pátria con progresos mate
riales hemos perdido la esencia de la unidad social?
Sí, con las perlas y los diamantes de la India podremos
adornar acaso el cadáver, sólo el cadáver de una unidad itá
lica, nunca reanimado ya por la gran idea del derecho fundado
en la naturaleza, ó por la eterna justicia gobernadora de los
hombres que desdeñan ser ya sus criaturas.
Este fin alcanzó la mal aconsejada Albion; ¡á este extre
mo se vió reducida por el puñal de los comunistas la socie
dad francesa (1850)! Miradlas á entrambas entre los escesos
sanguinarios de las hordas que las amenazan, alzar sus frené
ticos gritos, y tender sus manos temblorosas al espíritu católico
como su postrera y única esperanza. Y ante espectáculo tan
lastimoso, ante la agitacion germánica, que so pretestode ser
vir ála pátria comun, la amenaza con próxima destruccion:
ante la gangrena universitaria que ya ha llegado á las entra
ñas de la autocracia boreal: y digámoslo de una vez, ante la
universal corrupcion dela sociedad protestante, ¿ha de hallarse
un italiano, han de hallarse quizás miles de italianos que dan
do á su católica madre el abrazo y el beso de Judas, osen pro
meter la unidad si se deja infestar de tan negra ponzoña?
74. ¡Unidad sin espíritu! jUnidad sin orden! ¡Unidad sin
derecho!.... Italianos, escojed: abrid, si os place, la puerta de
los Alpes á esos monstruos: cededles el monopolio de la im
prenta, y con él el absoluto dominio de vuestros pensamien
tos: vended por amor al comercio y á la libertad , vended los
ciudadanos, los criados, los hijos, las esposas, á esa esclavitud
de seducion y de engaño. Más recordad que si trastornar las
opiniones de un pueblo es juego diabólico de un año , vol
96 PRINCIPIOS TEORICOS
verlas á ordenar es empresa costosísima de siglos: y que cuan
do pervertidas las ideas, corrompidas las costumbres, estendida
la maledicencia, afilados los puñales, embriagadas de .avari
cia y de exterminio las turbas, invoqueis para detener la cor
riente revolucionaria, los derechos humanos y la religion ce
lestial, estas palabras que habrán perdido toda fuerza: serán
opiniones vuestras.
CAPÍTULO II.
EL SUFRAGIO .UNIVERSAL.
i
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 115
los pesados instrumentos que me encallecen las manos? Seamos
hermanos, dirian los picapedreros á los escultores; prestadnos
vuestros cinceles para sacar las piedras de la cantera. Seamos
hermanos, repetiria el abaftil, y pediria al miniaturista sus
pinceles para blanquear las paredes.» Tú mismo, amable lec
tor, vendrias con una peseta á nuestra libreria á comprar un
libro, y yo te responderia: «Vaya, vaya; la igualdad del con
trato no lo permite: si quieres un libro dame un libro seme
jante; pero si me das una peseta, te entregaré otra;» y en vano
te empeñarias en demostrarme que el que quiere leer necesita
libros, y el que los vende, dinero: «justicia, justicia, seguiria yo
clamando; igualdad, igualdad.»
95. Si todas estas razones os pareciesen simplezas propias
de estúpidos más que de idiotas, ¿cómo justificareis la aser
ción de aquellos que^creen haber igualado á los ciudadanos
ante la ley por haberles concedido el derecho de depositar una
papeleta igual en la urna? ¡Valiente regalo es el que me haceis!
¡A mí, pobre tonto, el hombre más de bien de cuantos llevan
botas ó sombrero; á mi que me estoy encerrado en casa, igno
rante é ignorado, sin conocer ni electores ni elegibles, me po
neis en la mano una papeleta con la que un intrigante haria
milagros como un cubiletero, miéntras que yo no sabré hacer
mas que despropósitos, dando quizá el voto á alguno que esté
dispuesto á venderme á mi, á mí familia, á mi parentela, á mi
pueblo, á mi provincia, y tal vez á mi pátria, por conseguir
una cartera ó un puñado de oro! Y esto que me sucederia a
mí, notadlo bien, sucedería á otros mil; porque la semilla de
los tontos, ya lo sabeis, es fecundisima.
Digámoslo de una vez : la justicia social está en las pro
porciones y no en la igualdad numérica ; y como la excelencia
de la justicia divina resplandece en la desigualdad de las con
diciones humanas, destruir esta desigualdad sin haber des
truido primero la desigualdad de los séres, es el colmo de la
injusticia humana. Igualad primero el talento en las cabezas,
la fuerza en los brazos, el número en las familias, las ramifica
ciones en los linajes , las influencias en las profesiones, la ex
tension en las relaciones, y despues podreis hablarme de la
/
$ I- ;
NATURALEZA DE LA AUTORIDAD.
§ H.
REALIDAD DE LA AUTORIDAD.
117. Pero bien se deja ver que esta autoridad que por
mi acaba de 'ser explicada, es una autoridad ideal, una enti
dad metafisica, como dirian ias escuelas, una necesidad que
yo percibo con mi propia razon comparando entre sí las dos
ideas: unidad y multitud de libres.
118 ¿Y quién ha de creer que las entidades metafisicas
pueden obrar por si solas en el mundo real? Si yo dijese, por
ejemplo, que la forma orgánica del ojo es tal que mediante
la luz ve los objetos, ¿se seguiria de aquí que existia verda-
'
140 PRINCIPIOS TEÓRICOS
deramente un ojo y una luz proporcionada que producía en
él el acto de ver? De ninguna manera: yo habria alcanzado á
conocer la relacion que existe entre la luz y el ojo, deducien
do de ella la necesidad hipotética de la vision , dado que
existiesen el ojo y la luz; mas para que estos realmente exis
tan, se requiere el hecho de la creacion con todas las sucesi
vas correspondencias que conservan y reproducen los fe
nómenos de la luz y la existencia de los animales.
119. Por la misma manera debemos discurrir acerca de la
autoridad, que hasta ahora hemos esclarecido: es una necesa
ria consecuencia de las dos premisas: unidad social y liber
tad de los individuos. Pero ¿existen estos individuos? ¿existe
esta unidad? Si estos dos términos existen, yo tengo certeza,
por la demostracion del párrafo precedente, de que existe tam
bien la autoridad, no siendo posible unidad social sin autori
dad: y si estos dos términos no existiesen, la autoridad queda
ria reducida á una idea incapaz de obrar en el mundo real.
Cuando los trescientos espartanos cayeron en las Termopilas,
supongamos que Leonidas les hubiese sobrevivido, ¿tendria ya
autoridad de General? No, porque le faltaba multitud á quien
mandar.
120. De aquí se infiere que la autoridad , lo mismo que
cualquier otro derecho, no llega á ser cosa real, capaz de obrar
en el mundo visible, si aquelía idea, aquella necesidad de la
naturaleza no se encarna en algun hecho (1): era un hecho la
existencia de los trescientos, y en virtud de ese hecho la auto
ridad era una cosa real: cesando el hecho, cesaba la auto
ridad.
121 . Pero ¿seria suficiente la existencia de los trescientos
para hacer que Leonidas tuviese el derecho de mandar? Es
claro que no; pues si la existencia de trescientos hombres aso
ciados lleva en si, como consecuencia, la necesidad de una au
toridad que los una y ordene, dicha autoridad podia residir en
cualquier otro de los trescientos. Aunsi supusiéramos un oráculo
(1) Nobis nova reip. forma non est opus, nee á tnajoribus pro-
batam et per manus traditummutabimus. Dioms. Alicark., lib. 2»
al principio, pág. 80. Edit. Francfrfrt. Wecheli, 158C.
154 PRINCIPIOS TEÓRICOS
rad, dijeron: cuando Israel comienza á tener un Rey, celebra
antes un pacto, luego »
¿Luego qué? ¿Querreis, por ventura, deducir la consecuen
cia de que la autoridad no estaba aun personificada en nadie?
¡Ay de vosotros, si asi lo hiciérais; porque tendriais que habé
roslas con un terrible adversario, con Dios mismo que os res
ponderia en persona, diciendo á Samuel: «ese pueblo me ha re
chazado á mí, non enitn te abiecerunt, sed me, ne regnem
super eos!» Hablando en lenguaje moderno, diremos, que esta
fué una revolucion; no una creacion de la autoridad. Reinaba
Dios por órgano de Samuel; el pueblo rechaza á este lugarte
niente; el pueblo quiere abolir la teocracia , quiere un Rey á
la manera de los gentiles: Dios consiente en su protervia; el
mismo Dios elije el Rey, primero por su profeta, y luego por
medio de la suerte que arrojada por el hombre en la urna,
está dirigida por Dios (1). De buena fé, lector amado, ¿vislum
bras aquí una sombra siquiera de sociedad sin autoridad ya
individualizada?
138. Dejemos ya, por lavor, dejemos una vez siquiera de
dar cuerpo á las ideas lógicas, vicio achacado á los antiguos
escolásticos y que con mucha mas razon puede hoy echarse
en cara á ciertos filosofastros, especialmente alemanes. Un
filósofo que discurre debe necesariamente caminar por la via
del tiempo, siendo imposible exponer un raciocinio de un gol
pe y en una sola sílaba, y siendo igualmente imposible al
lector, por perspicacísimo que sea, reducir todas las palabras
y las ideas á una tilde, á un punto indivisible. De aqui nace
que en toda ciencia se proceda gradualmente: en matemáti
cas, por ejemplo, primero, de la línea engendrada por el punto;
despues, de la superficie engendrada por la línea ; luego, del
sólido engendrado por la superficie, etc. Pero ¿quién es tan nécio
que crea que primero ha debido existir un punto matemático,
y que andando, andando dos ó tres dias este punto, se ha
trasformado en línea, y la linea al cabo de una semana en
superficie y así los demas? Pues bien: esto que nadie ha so-
S ni.
POSKEDOR DE LA AUTORIDAD.
§ IV.
LEGITIMIDAD DE LA POSESION.
§ H.
§ 1H.
S iv.
CONCLUSION.
LIBERTAD,
*
282 PRINCIPIOS TEÓRICOS
muy bien el absurdo y por consiguiente la vanidad de la po
lítica que pretende conducir á la sociedad con estos sistemas
fundados enteramente sobre errores así en la teoria como en
la práctica. Podrá subsistir una sociedad que tenga principios
falsos, si le está prohibido el discurso, como la musulmana;
podrá tambien subsistir como la católica si la libertad de dis
currir que goza está fundada en principios verdaderos é incon
cusos. Pero dar á una sociedad principios falsos é inaplicables,
concederle plenísimo derecho de examinarlos, juzgarlos y
aplicarlos, y'pretender despues que sea tan estúpida que crea
en ellos teóricamente, tan desinteresada que no los aplique en
la práctica cuando le tenga cuenta su aplicacion, y tan omni
potente que permanezca en pié á pesar de la aplicacion ruino
sa y contradictoria de tales principios, es pretender que las
cosas no sean como las hizo el Criador, que el hombre carez
ca de razon, que las consecuencias no salgan de los principios,
y que lo imposible sea real. Si todo hombre es independiente,
si esta independencia le ba sido dada para que llegue á ser fe
liz, si la felicidad está en todos y en cada uno de los bienes
terrenos, decir al pueblo: «Tienes derecho, tienes poder para
ser feliz, » y quererle luego enfrenar con la discrecion es un
absurdo tan grande, que no puede durar largo tiempo. Podrá
darse un dia, un mes, un año de transicion en que el hábito
de la antigua docilidad y respeto mantendrá al pueblo con la
boca abierta oyendo las exhortaciones de algunos moderados y
de personas cándidamente buenas; pero el buen hábito se
pierde pronto, singularmente cuando se presenta para ilustrar
y electrizar al pueblo algun Demóstenes de plazuela, que sa
que las consecuencias, esponga las aplicaciones y calcule las
fuerzas de que pueden disponer las muchedumbres. Y enton
ces, quieran ó no quieran los moderados, el pueblo hará ver
que discurre aplicando los principios que en su dia le sugirie
ron los moderados mismos.
Vedlo si no en la práctica: jamás ha podido el partido mode
rado llevar á cima su empresa; jamás ha podido ser consecuen
te con sus principios. Este camino fué ensayado por Alejandro
de Rusia, cuyos últimos años llenó de amargura: lo fué por
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 283
Luis XVIII y Carlos X, quienes despues de haber oscilado in
cesantemente entre concesiones y arrepentimientos,' dejaron
el sólio á la soberanía ciudadana; lo fué por el Rey Ciudadano,
apoyado en los dos políticos más astutos de la Francia modernifc
y la diadema rodó porel fango: lo fué por el desventurado
Cárlos Alberto, y apenas bastó la reiterada derrota y la abdi
cacion para librarlo del predominio republicano. El Ministerio
piamontés continúa hoy el ensayo, chocando á cada paso que
da, ora en el remordimiento de sus principios violados, ora en
el terror de la demagogia irritada; y es fácil prever á dónde
será conducido por esta lucha y contradiccion perpétua. ¿Quer
rá revocar las concesiones hechas al partido irreligioso, para
reconciliarse con los católicos? Serán mayores los ahullidos
de la impiedad. ¿Continuará persiguiendo al catolicismo? Per
derá no sólo el sufragio de todo buen católico, sino el crédito
de moderacion, que tanto le favoreció en el principio, y que no
puede durar en un sistema de persecuciones, especialmente en
la Europa de nuestros dias, donde todos los antiguos persegui
dores vuelven arrepentidos á seguir la bandera de la libertad
/Católica.
334. Hé aquí el estado de contradiccion, hé aquí al mis
mo tiempo el peligro fatal á que conduce este sistema de mo
deracion falsa. Los hombres de bien de este partido no repa
ran, por la razon que ántes indicamos, por aquellos antiguos
principios católicos subsistentes todavía en el pueblo que to
man buenamente por índole de la raza italiana, á la cual es-
* tán pervirtiendo estos moderados hasta acabar por perderla.
De esto leí cabalmente ayer un ejemplo en un artículo de
El Estatuto, cuyos publicistas consuelan á los Principes, á
los gobernantes y á todos los que en Italia tienen algo que
perder con la imposibilidad de que el vulgo italiano llegue á
profesar el comunismo. ¡Ay! que al mismo tiempo me ocur
rió leer que habian sido condenadas por los tribunales en el
Piamonte no sé cuántas publicaciones como inductivas del
comunismo: ¡ay! que mientras El Estatuto nos pondera la mo
deracion del pueblo italiano, todos los diarios, sin esceptuar
los oficiales, deploran la condicion de los Estados italianos
284 PRINCIPIOS TEÓRICOS
asolados por ladrones y por crimenes hasta en los últimos ex
tremos de Saboya: ¡ay! que cuatro ó cinco diarios notoria-
. mente comunistas, penetran con hábito plebeyo por todas las
tiendas y tugurios alterando en el vulgo todas las ideas de fé y
dc^robidad. Si El Estatuto ignora estos hechos, ¿cómo se es
cribe? Y si los conoce y aspira á adormecer al Gobierno en el
borde del precipicio, ¿cómo justifica la propia conciencia?
335. Suelen defenderse los moderados con un ejemplo
que juzgan por insoluble. «La Iglesia, dicen, se ha conteni
do siempre en los límites de la mas escrupulosa modera
cion; y cabalmente por esta razon, combatida siempre de
los partidos extremos, subsiste impasible viéndolos estrellar
se al pié de su roca como las olas de la mar en el escollo. »
Lo cuál es muy cierto ; pero no es ménos falso el supues
to en que se apoya el argumento. Supónese los moderados,
que la moderacion de la Iglesia se parece á la suya , es
decir, que la Iglesia conceda á las pasiones principios fal
sos y que luego les recomiende que los apliquen con so
briedad. Pero nada hay mas falso que esta idea: la pru
dencia de la Iglesia no consiste en ceder los principios,
sino en aplicarlos imparcialmente , obrando de suerte que
el católico comprenda perfectamente y abrace con firme asen
so y con lógica severa la verdad que encierran.
336. Este es cabalmente el segundo método que desde
el principio dije que podia inducir al pueblo á la obser
vancia del orden, dando tal idea de la libertad que la re
presente asociada esencialmente con el orden: no es dificil
comprender la enorme diversidad de entrambos métodos: el
primero dice al pueblo: «Tienes razon, si: la felicidad social
natural está en la libertad, la libertad en no depender de la
ley: pero es necesario ir despacio:» el otro por el contrario:
«Haces mal en sacudir el freno; la felicidad y la libertad es
tán en el orden, y el orden en depender de una' ley» Aho
ra bien, este segundo método es el que me propongo espli-
car ahora con ideas familiares en la segunda parte de este
capítulo.
337. Y pues jne propongo reducir este tratado á ideas fa
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 285
miliares y hasta triviales, me habeis de permitir, caros lecto
res, que os comunique una especie estravagante que cruzó
por mi mente siendo joven, cuando percibia las primeras ema
naciones de las ciencias físicas, y oia explicar las leyes de la
caida de los graves. Mi profesor tomaba entre sus manos una
bolita de marfil y desde lo alto de su cátedra extendia sus de
dos, le dejaba la libertad (era cabalmente la época en que
esta májica voz conmovía millares de fibras del corazon) y la
bola caia. «He aqui, pues, decia yo en mis adentros, cuánto
más fácil es dar la libertad á una bolita de marfil que á estas
benditas gentes! Si con este profesor hiciese la estudiantina
lo que él hace con la bolita; si levantándolo de la cátedra lo
dejasen despues caer eu tierra verticalmente, ¿podria decirse
que de este modo le daban la libertad? No por cierto. Pues
¿porqué al caer de una bola ha de llamarse libertad, y á la
caida de un profesor desnucamiento?» Y casi hubiera querido
quejarme del vocabulario vulgar, acusándola de poca filosofía,
segun el capricho que en aquellos dias estaba en boga entre
semi doctos que hacían la corte al fantasma de la lengua filo
sófica.
338. Hoy a Dios gracias van de capa caida estas vanas
pretensiones, y la naturaleza restituida á su dignidad de maes
tra no quiere ser tenida por charlatana: así que cualquier filó
sofo mediocre al oir el oráculo del comun lenguaje no pre
tende corregirlo á estilo de pedante , más escúchalo como
discípulo ; no le acusa de mentiroso, sino intenta penetrar sus
enigmas.
339. Tomemos nosotros tambien este camino: estudiemos
el enigma natural: ¿cuál es el oráculo contenido en el pro
blema arriba propuesto? ¿Porqué el caer de una bola se lla
ma libertad, y el de un hombre desnucarse? Todos me dirán
que no puede llamarse libertad lo que produce tanto daño
conio seria romperse la nuca : la libertad debe ser un bien,
y el bien debe ser conforme á la naturaleza ; y pues el hom
bre por la naturaleza no tiende á romperse la nuca, no pue
ble llamarse su caida ni bien ni libertad. Cuya respuesta me
parece ciertamente que dá alguna luz á la cuestion; pero no
286 PRINCIPIOS TEÓRICOS
veo todavía que la desate enteramente; porque el hombre que
cae por tierra no hace ciertamente ningun milagro , ánies
es cosa muy natural el caer, tanto que el poeta italiano nos-
echa en cara la gran repugnancia que sentimos hácia este acto
tan natural de dar en tierra.
LIBERTAD DE LA PRENSA.
Es discordia religiosa.
DISCORDIA POLÍTICA.
(1) C. i. pág.348.
TOMO j . 22
328 PRINCIPIOS TEÓRICOS
Constitucion, y uno de los hermanos menores á la república,
y otro, Clérigo, sufra los efectos de la persecucion, y la madre
y hermanas, personas devotas, piadosas, lloren por la Religion-
combatida y por los Obispos desterrados; y decidme si es po
sible en semejante familia aquella intimidad de trato, aquella
suavidad de afectos, aquella comunidad de intereses, aquella
ingenuidad de modales, aquella serenidad de semblantes, que
hacen la alegria de la vida doméstica y son el consuelo de sus
tribulaciones.
396. El desenvolvimiento de la unidad social en todos sus
grados es, pues, resultado necesario en las sociedades refor
madas al uso de la independencia protestante que atribuye &
cada uno con la infalibilidad privada el derecho de publicar
todas las opiniones y de esforzarse en lormar al Gobierno por
este modelo. Los hechos observados en Italia, hechos harto co
munes á todas las sociedades regeneradas desde Chile hasta el
Pireo, confirman con la evidencia histórica la rectitud del ra
ciocinio.
397. Veo sin embargo las tres dificultades principales que
se me podrán oponer: la primera de las cuales sacada de la
ley represiva destinada en todos los Estados bien ordenados
á impedir el desenfreno de la imprenta y los males que de él
se originan á la Religion y á la sociedad; la segunda del hecho
de ciertos Gobiernos, como América é Inglaterra, donde no
vemos tamaños males; y la tercera de la antigüedad de estos
desórdenes que nosotros atribuimos á las sociedades reforma
das por el protestantismo. Expongámoslas una por una mos
trando su respectivo valor y dándoles la oportuna respuesta.
LEY REPRESIVA.
'
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 333
redondas redondas han continuado, las cuadradas pocas y la
pobre sociedad asordada, lastimada, es sorbida por la manga
de una nube de zánganos y abejorucos que oscurece el cielo
y va buscando á tientas una varita mágica que trasforme en
ganaderos á unos cuantos millares ó millones de estos infali-
bles, que hacen sudar las prensas, progresar las luces y tem
blar á los Gobiernos y al orden público.
¿Cómo expresariais este deplorable resultado si se os antojase
reducirlo á una breve formulita? Yo lo reduciria ála siguiente:
«Pues el protestantismo concede á todos la libertad de pen
sar, de necesidad tiene que concederles igualmente el derecho
de hablar libremente: concedida á todos libertad para hablar,
corresponderá á la mayoria el Gobierno de la sociedad: cons
tando la mayoria de gentes que piensan delirios, y quieren
por pasion, una sociedad dominada del principio protestante
debe necesariamente caer en las tinieblas del error y ser agi
tado tumultuariamente por las pasiones: siendo los errores y
las pasiones la raiz del desorden , y el desorden la ruina de
§ IV.
§ VI.
CONCL USION.
§ I.
§11.
$. m.
'$ IV.
§ VI.
§- VIL
#
.
§ VIII.
§ IX.
(1) Ut operaretur.
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 403
de la misma (1): él debió, pues, conforme al designio primiti
vo de la creacion, trasmitir á sus descendientes el tesoro de
las verdades primordiales, acrecentado ya por él con su propio
trabajo, cuya semilla ecbada en la tierra virgen de entendi
mientos no sujetos al sentido ni álas pasiones, hubiera dado un
fruto del ciento tanto.
490. La naturaleza, pues, proponía al hombre en tal esta
do un objeto intelectual, que con las fuerzas recibidas del Cria
dor, conforme á su naturaleza, esencialmente intelectual y
tradicional, ó sea individual y social, habria el hombre cierta
mente obtenido.
491. Nótese aquí de paso la importancia de las influencias
tradicionales y sociales en el conocimiento de la. verdad, para
comprender bien desde el principio el maravilloso designio de
la Sabiduria creadora, en la formacion del hombre, designio
tan malamente desfigurado con las doctrinas protestantes, aun
en las ideas de muchos católicos; pues cuando estos admiten
como axioma que el hombre debe llegar á conocer la verdad
con las fuerzas naturales, reducen estas fuerzas á las puramente
individuales de acuerdo con el funesto individualismo que vi
cia profundamente todas sus doctrinas; como si no fuese igual
mente natural al hombre recibir de los padres la palabra de
verdad y discurrir acerca de ella con la propia inteligencia. De
donde sacan despues muchas y pésimas consecuencias, entre
ellas la presuntuosa é insolente libertad de pensar de que va
mos hablando. No ofrece, pues, dificultad alguna en el estado
de inocencia la proporcion de las fuerzas intelectuales con la
verdad, á que tienden: Dios que crió al hombre para la verdad,
conducíalo segura y derechamente hácia ella, conforme á su
naturaleza: este recibia, de la sociedad íntegra la revelacion
primitiva, y con la inteligencia, no viciada aun por el predo
minio de los sentidos y de la fantasia, cultivaba aquella planta
tan vigorosa.
(i) Ut videret (Ajaos bien eo este videret) quid vocaret ea. Las
palabras que siguen en el sagrado testo demuestran claramente
como conveniebant rebus nomina.
404 PRINCIPIOS TEÓRICOS
492. Pero despues de la culpa el hombre no es ya lo que
fué ,—lo cual, podria deciros, no provino del Criador , que
ciertamente no puso al hombre en la tierra para que pecase:
si pecó, justo es que sufra el castigo: si quiso saber demasia
do, justo es que carezca de lo conveniente; y no es razon
atribuir el desorden penal de la naturaleza á ordenacion del
Criador, sino al voluntario desorden de la culpa.
493. A pesar delo cual la bondad infinita, no usando ente
ramente los derechos de la justicia vindicativa, no dejó al
hombre todo en poder de la ignorancia á que la misma culpa
le hubo reducido. La herencia de la verdad no pereció por
completo con la inocencia, cuya pérdida puso enferma, pero
no destruyó la naturaleza en el hombre: este continuó recor
dando de generacion en generacion las tradiciones del Paraiso,
y en muchas de las antiguas naciones, las depositó en aque
llos Códigos que fueron durante largo tiempo objeto inviola
ble del respeto de los Sofos ó Sacerdotes. Por donde se vé
cómo fué natural á la ciencia nacer del Santuario: si todo sa
ber debe comenzar por una verdad no demostrada (como todo
acto debe proceder de una potencia ya actuada), es evidente
que toda ciencia fué deudora de sus principios á la enseñanza
primitiva , conservada inviolable en los libros sagrados de
aquellas gentes; enseñanza que bien pudo la inteligencia ha
cer suya estudiando sus causas, pero no producirla por sí
misma, á no estar fecundada por la semilla recibida.
Tuvo, pues, el hombre en las tradiciones sagradas un pri
mer elemento de fijeza en la verdad, que trasmitido de fami
lia en familia, resplandeció en los principios como faro en las
tinieblas, con luz tanto más perenne cuanto más firme sub
sistía en el corazon del hombre el respeto á Dios, autor de la
revelacion, y á los progenitores que la escucharon. Si des
pues abandonado de los hombres el respeto debido á esta pa
labra infalible, se disminuyeron proporcionalmente entre sus
hijos las verdades (1), ¿será razón echar la culpa de esta dis-
$. X.
§ XI.
XII.
(1) El mismo Kant, que no fué por cierto el mis sábio de los
filosofos, asegura que toda la creacion material seria inexplicable,
si no se mirase como subordinada á la inteligencia.
(La Religion en los limites de la rason.)
430 PRINCIPIOS TEÓRICOS
nes libres son, pues, el fin último á que se ordeñan todas las
facultades humanas; y la ciencia que perfecciona el entendi
miento, entonces puede llamarse verdaderamente ordenada,,
cuando sirve para dar rectitud á los sentimientos y á las ac
ciones.
533. Luego á las acciones y á los sentimientos deberá or
denarse finalmente una instruccion pública recta, que aspire a
ser completa, y esta tendencia está tan connaturalizada y en
trenada en la enseñanza que no se puede separar de ella, por
más que se empeñen los hombres endivorciarlas: la naturaleza,
que próvidamente juntó á todo deber del hombre racional un
impulso afectivo y una tendencia instintiva, hizo poco ménos
que imposible una enseñanza exclusivamente especulativa.
Aun el profesor de ciencias puramente mecánicas se verá tarde
ó temprano trasladado al orden de las ideas, y un rayo de la
mente creadora surgirá ante sus ojos sorprendidos del seno de
la verdad material: el intérprete qne la ilustra, será arrebata
do á la vista de aquel relámpago, si su corazon no está cor
rompido, ó se sentirá tomado de indignacion si tuviese el cora
zon dañado: el ódio, el furor, ó bien la adoracion y el amor,
son una necesidad para el que enseña, y un medio de traer eu
pos de él álos que aprenden. A'sí la instrucciones una educa
cion por su naturaleza, siendo tan imposible separarlas, como-'
divorciar los pensamientos de los afectos, y los alectos de su
expresion externa.
534. Siendo esto así, ¿quién no ve la imposibilidad de ua
cuerpo docente, compuesto de elementos religiosamente hete
rogéneos? ¿Qué aprovecha al vuko que los profesores estén con
formes en ciertas verdades primeras, muy universales, si en su
aplicacion, que es el fruto final importantísimo de la enseñan
za, están divididos? ¿Si al uno parece justo lo que el otro tiene
por malo? ¿Si éste condena como delito lo que aquel canoniza
como el más sagrado deber? ¿Si el primero venera el Corán co
mo una manifestacion divina, y el segundo lo condena como
un monumento de obscenidad? (1).
$. XIII.
J. XIV.
Conclusion.
Naturalismo.
§. I.
QUÉ ES NATURALISMO.
I
$. H.
\
560. Explicado lo que entiendo por naturalismo , mi pri
mera proposicion es fácil de comprender y casi inútil demos
trarla; porque ¿á quién se le oculta que la razon humana no
puede sin ser dependiente elevarse á un orden sobrenatural?
Con todo, quiero explicarla brevemente, no sea que haya algu
no á quien impida comprenderla la idea de una facultad de
lo sobrenatural, puesta por Gioberti entre las facultades natu
rales del hombre, en virtud de la cual podria decirse á sí
mismo : «¿por qué razon no podria yo, sin depender de otro,
elevarme al orden sobrenatural, teniendo semejante facultad?»
Debo confesar candidamente que mi ruin ingénio no ha po
dido formarse una idea algun tanto clara de lo que aquel filó
sofo entendiera por facultad de lo sobrenatural: pero no creo
necesario que nos metamos en un laberinto cuyo hilo no
tengo en mi mano, pudiendo bastar á mi propósito demostrar
directamente lo que poco antes he afirmado: que lo sobrena
tural es inaccesible á todo el que no quiera conocer depen
dencia. Y esta prueba puede reducirse á una simple esplica-
cíon.
561. ¿Qué se entiende por sobrenatural? Lo que escede
484 PRINCIPIOS TEÓRICOS
las fuerzas de la naturaleza. Pero la voz naturaleza puede apli
carse al hombre y £á todas las cosas criadas y por analogía
auná Dios mismo: las fuerzas vitales son superiores á la na
turaleza del mineral, las sensitivas á la naturaleza del veje-
tai, las racionales á la naturaleza del bruto, la inteleccion pu
ra á la racionalidad de la naturaleza humana, la inteligencia
absoluta é infinita á toda naturaleza limitada. Esto supuesto,
¿crees tú, lector cortés, que una sustancia bruta pueda produ
cir con sus solas fuerzas físico-químicas un vegetal? Te lo nie
ga categóricamente Cuvier: «Formas permanentes que se per
petúan mediante la generacion, distinguen las especies de
los cuerpos vivos, determinan la complicacion de las funcio
nes secundarias de cada uno de ellos, y les señala la parte
que deben representar en el sistema del universo. Estas formas
no se producen ni se mudan.»
Pero sin recurrir á la autoridad, ¿no veis claramente la con
tradiccion de los términos? Si denominamos fuerza vegetativa
la que produte un efecto que no alcanzan á producir las fuer
zas fisico-químicas, es evidente que estas no pueden por su
naturaleza llegar á producir aquel efecto. Si quisiéseis soste
ner como los fisiólogos mecanicos, que pueden llegar á produ
cirlos, tendreis que alterar por esta causa con ellos el diccio
nario, y decir que la diferencia entre la tierra y los vege
tales , no es natural , sino puramente accidental. Pero
mientras se conserva esta diferencia natural, nunca podra
la materia bruta con las solas fuerzas de su naturaleza pro
ducir su vejetal, y cuando lo producen, esto sucede en fuerza
de un. principio superior á la pura naturaleza de la materia
bruta. Esto es lo que cabalmente acontece en la germinacion
y desenvolvimiento del vejetal, que asimilándose por efecto
de su vitalidad las varias sustancias del suelo donde nace,
da al barro de donde absorbe los materiales aquel brillo,
aquella belleza, aquella fragancia , con que te recrea por la
mañana, superiores completamente á las fuerzas del abono y del
agua de que se nutren.
562. Lo que hemos dicho del vegetal puede aplicarse al
animal, cuya retina y cuyas narices impresionadas respectiva
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 485
mente por los purpurinos rayos, ó por las olorosas emana
ciones de una rosa continuarian insensibles como un pergami
no, si la vitalidad sensitiva apoderándose de aquella impresion
producida por las emanaciones ó por el rayo (cuya naturale
za toca investigar á los fisiólogos) no la elevase á la categoria
de sensacion, lo cual no podrían hacer jamás aquellos órga
nos por las solas fuerzas que la rosa excita en ellos.
Lo mismo puede decirse de la sensacion, que no pasa á ser
idea sin la fuerza superior á ella del hombre racional; la cual
apenas ve un ser cualquiera, aunque no hubiese más que él
en el mundo, al instante es movida por una fuerza irresistible
á generalizarlo, y esta fuerza es cabalmente su misma natura
leza suprasensible, á la cual no pueden llegar las fuerzas sen
sitivas.
563. Hé aqui, pues, una idea que hace más inteligible la
necesidad de una dependencia, siempre que un ser cualquiera
haya de ejercitar una operacion sobrenatural. ¡Pues cuánto
más necesario será esta dependencia para el hombre al elevar
se al orden sobrenatural por el Cristianismo! Lo sobrenatural
que antes esplique, al cual van elevándose gradualmente los
varios reinos de la naturaleza, es una serie de grados todos li
mitadisimos; mas cuando la inteligencia criada es elevada por
la idea cristiana al orden de la revelacion y á las potencias de
la gracia, da un paso que participa de lo infinito, pues infinita
es la distancia entre el hombre y Dios.
564. No me detendré coaio quisiera hacerlo el corazon de
un católico á ponderar este infinito tesoro de la amistad di
vina, por no apartar la atencion del punto capital á que se
ordena todo lo discurrido hasta aquí, que juzgo más que sufi
ciente para el asunto que traemos entre manos. Siendo impo
sible á todo sér criado sobrepujar las fuerzas de su naturale
za, siguese que no puede sobrepujarlas sin depender de un
sér superior; y por consiguiente, que siéndole concedida (como
sucede en el hombre) la libertad de no depender, en caso de
usar de semejante libertad, debe recaer necesariamente en la
bajeza de su pura naturaleza, como acontece en la muerte del
animal ó de la planta, cuando los elementos físicos y quí
486 PRINCIPIOS TEÓRICOS
micos ; desamparados de la vitalidad predominante, recobran
sus afinidades primitivas, perdiendo las propiedades de séres
vivos.
Hé aquí, pues, lo que debe suceder en toda sociedad que
quiera regenerarse á la moderna, aceptando el terrible princi
pio de destruccion: soy independiente. Debe encontrarse re
ducida á las verdades que el hombre afirma conforme á su na
turaleza: todo lo que supera las fuerzas de esta naturaleza ra
cional, no deberá tenerse en cuenta por los que acepten este
principio ; y á medida que el principio sea aceptado más
plenamente , habrá de disminuirse toda influencia sobrena
tural.
Por tanto la plena admision del principio, ó sea del espíritu
de independencia, equivale á una plena exclusion de lo sobre
natural en toda la sociedad. La demostracion me parece inne
gable; y así sin ir mas lejos acumulando otras pruebas, entre
mos en el campo de las aplicaciones.
§ III.
J. iv.
«
496 PRINCIPIOS TEÓRICOS .
de la razon de la Iglesia, vehículo é intérprete de la divina,
invierte el aforismo y dice: «tal accion me es revelada como
conforme á la voluntad de Dios, luego infaliblemente me con
ducirá d la felicidad.»
578. Este principio que sena certísimo atendiendo sola
mente al orden de naturaleza, redobla su evidencia, cuando
esta es contemplada en su estado de corrupcion: como quiera
que en este estado, no solo podemos dudar que sea indicio fa
laz nuestro sentimiento de placer ó de dolor, pero tambien sa
bemos por fé que este sentimiento es un juez corrompido; sa
bemos que el entendimiento es tenebroso, la voluntad debili
tada y torcida; ¡con cuánto más motivo debemos conformar
nuestros juicicios con los de la inteligencia y justicia infinitas!
Cuando tienes un pleito en un tribunal cualquiera siempre
puedes dudar del éxito, porque testigos y jueces pueden pre
varicar: cuando haces una observacion astronómica con un te
lescopio nuevo puedes dudar si el instrumento es exacto: y
asi en ambos casos procederás con mucha cautela valiéndote
de todos aquellos medios capaces de inspirarte la apetecida
seguridad. Pero ¿qué harías si no solo supieses que el juez
puede estar corrompido, y el telescopio ser falaz, sino que
ademas estuvieras cierto de que el juez fué comprado por tu
contendiente y de que la inesactitud del telescopio estaba ya
experimentada?
579i Pues este justamente es el caso de todo católico: no
•solo se conoce falible por naturaleza, sino que además sabe
por la revelacion que está corrompido. Di, pues, si pu-
diendo rectificar con los juicios de Dios sus tendencias á la
felicidad y sus juicios acerca del objeto donde puede esperar
reposo, no debe reputarse feliz sometiéndose á tal guia. La de
pendencia es para él no solo un deber, sino un beneficio; y
él la toma como un principio seguro de su conducta con la
certeza infalible de ser conducido á la felicidad. .
580. De aquí una diterencia esencial y aun una oposicion
tambien esencial entre el procedimiento lógico de una so
ciedad católica y el de la protestante; pues mientras este pone
por objeto el placer, ó sea el interés con que se procura,
«
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 497
aquella establece por fin la justicia, de que espera la paz. Si;
un cuerpo deliberante católico en su totalidad mirará lo
que es justo con la certeza de encontrar en este término su
reposo, al paso que la deliberacion guiada del principio de la
reforma mirará al interés y creera haber cumplido con la
justicia, cuando haya asegurado los intereses de la pluralidad.
Este principio de legislacion es cosa hoy ya tan sabida en las
sociedades regeneradas, que seria ridiculo el intento de pro
bar su predominio. Cierto que algunas almas honradas , en
quienes quedan restos de reminiscencia católica , todavía re
petiran la antigua fórmula: la justicia es la suprema ley; pero
jcuantos y cuántos, si les preguntais qué cosa es la justicia,
os dirán que la justicia es lo que es útil á los más! De modo
que la diferencia entre los buenos y los malos en la sociedad
reformada á la moderna usanza , consiste en que el malvado
procura para sí solo el deleite, y el hombre de bien lo procura
á la pluralidad. Por el contrario, en la sociedad católica lo
primero que se delibera no es si tal cosa tiene cuenta á nno
ó á muchos, sino si está conforme con los designios de la vo
luntad creadora y reparadora de la naturaleza humana. En el
espíritu de la reforma tanto el individuo como la sociedad
toman por guia lo que sienten; en el espíritu católico lo que
conocen. Lo primero es esencialmente humano, subjetivo, psi
cológico; lo segundo divino, objetivo, ontológjco.
En estos pocos conceptos se resume la gran diversidad de
los principios que se contraponen mutuamente en las socieda
des que llevan en el lenguaje de los regeneradores modernos
los dos títulos opuestos de progresivas y de retrógradas, títu
los cuya exactitud no ha sido todavía bien comprendida, prin
cipalmente de ciertos católicos cuya ilustracion no corre pare
jas con su bondad.
581. Estos tales se suelen ofender de que los llamen re
trógrados; y para desarmar á sus adversarios condescienden
con sus principios hasta donde esperan llegar sin perder la fé:
aquí suprimen, pues, privilegios, allí cierran conventos , hoy
secularizan el foro, mañana la enseñanza; y luego se glorian
de hallarse en pleno progreso, de seguir !a corriente del si
498 PRINCIPIOS TEÓRICOS
glo, en tanto sin embargo que quede á salvo el Catolicismo.
Almas candidas, ¿no veis que cabalmente por querer que sub
sista el Catolicismo sois verdaderos retrógrados? ¿Qué quiere
decir retroceder y progresar? Progresa el que apoyado con un
pié en terreno firme, mueve el otro hácia el punto á donde
se dirige; mas si por el contrario, lo mueve hácia el punto
que está detrás, es retrógrado, retrocede. Ahora bien, vosotros
los que os llamais católicos por principio (y es sabido que el
principio es el sólo terreno firme en todo discurso) ; volveis
la vista al fin á que mira el católico, á la felicidad revelada, y
luego'.... teniendo el pié firme y los ojos fijos en este término
moveis el otro pié, esto es la consecuencia práctica hácia el
término opuesto. Luego sois retrógrados, retrocedeis. De aquí
cabalmente las perpétuas contradicciones que se muestran en
ciertos Cobiernos, que aunque católicos, están inficionados
del elemanto protestante? los cuales son verdaderamente re
trógrados á los ojos de todas las opiniones ; son retrógrados
para los católicos, porque de vez en cuando protestan; son
retrógrados para los protestantes, porque se detienen en sus
protestas.
582. De aqui tambien aquel perpétuo malestar de estos
Cobiernos contradictorios , combatidos con igual razon de los
católicos, porque no creen todo lo que deben creer; y de los
incrédulos porque no niegan todo lo que ellos niegan. ¿Cuán
do llegará el dia en que los individuos y la sociedad , pronun
ciada francamente la fórmula de su principio , progresarán
con leal franqueza hácia el término á que su principio les
mueve? ¿Cuándo llegará la hora en que todos los pueblos sean
rigorosamente progresistas , los católicos segun el principio
católico, los heterodoxos segun el principio de absoluta inde
pendencia?
585. No lo sé; lo quo sé muy bien es que el principio ca
tólico conduciria á la cumbre de la grandeza , pues levanta al
hombre inmensamente sobre su naluraleza, y el principio pro
testante al abismo de la miseria, pues toma por guia , no la
naturaleza integra, que ya no lo está, sino la corrompida que
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 499
arrastra hácia lo pésimo. Esta verdad, ya evidenciada con las
razones alegadas hasta aqui, brillará todavía con mayor es
plendor, si contemplamos el fin á que tienden las dos socie
dades opuestas y el medio de que se valen, que será el tema de
los capítulos siguientes.
I
CAPITULO IX.
J. I-
§ II.
§ ni. .
CONCLUSION.
§. I.
Demolicion,
íll
DIFICULTAD DE CONSTRUIR.
t i'
S iv.
EPILOGO.
(1) El lector tendrá acaso noticia del dicho irónico .de Voltaire
sobre el libro de Montesquieu De l'Esprit des lois, .al cual llamó
aquel De l'Esprit sur les lois. , ,
(2) Tout serait perdu si le metne corps ecercait les trois
pouvoirs. Lib. X, c. 6.
(3) Mueve ciertamente á compasion el servilismo de estos sa
biondos políticos, que con rara modestia se inciensan unosá otros
teniéndose por flor y nata del génio nacional, supliendo así otro
género de admiración que no pueden obtener, cuando justamente
carecen por completo de aquella originalidad que ennoblece al
menos en apariencia en los entendimientos elevados hasta sus
mismos estravios. No, ni siquiera supieron estos italianísimos ser
grandes en el error, sino frotándose con el polvo de la peluca de
Montesquieu, que á su vez tocó el polvo y la polilla de la Magna
Carta, adoraron estúpidamente un ídolo que no comprendían. Con
todo, no faltaron en Italia, aun entre libres y potentes ingenios,
un Romagnosi, un Rosmini que reprobaron el ídolo gritando á
Italia: «Hé aquí lo que has adorado [Ecce quem colebastt).' Y fu
DE LOS GOBIERNOS LIBERALES. 565
repetir como todavía repiten, que sin division no hay libertad,
no hay legitimidad, no hay Gobierno posible: y á la falsedad
absurda de estas doctrinas, añadieron cual base necesaria,
aquel otro absurdo del pueblo soberano, que en los tiempos
de Montesqjúeu germinaba en los escritos del sofista de Gi
nebra.
670. La falsedad de estas doctrinas ha sido un golpe mor
tal para la doctrina política de los constitucionales, que ha lle
gado á tenerse por falsa, funesta, incapaz de defensa gracias á
los malos abogados que le han caido por su desgracia en
suerte.
Es falsa , y su falsedad ha sido demostrada por los hechos,
como quiera que la sociedad doméstica es ciertamente libre
sin la division de los poderes ; y en cambio muchas sociedades
son á pesar de esta division harto menos libres de lo que fue
ron debajo de los Monarcas.
671. Con los hechos concuerda la teoria demostrándonos
que la libertad es posible aun sin la division de los poderes:
1.° Porque un Gobierno que tenga conciencia (especial
mente siendo católico) respeta la libertad del individuo (1): y
á Dios gracias los Gobiernos que tienen conciencia, no son to
davía imposibles , bien que sean imposibles entre los hombres
gobernantes sin defectos.
2.° Porque siendo imposible un Gobierno que no se reduz-
' CONCLUSION.
PRÓLOGO. . V.
Introduccion, i
I. Necesidad de este examen y su problema.—II. re
suelto en dos sentidos contradictorios.—III. El vicio
de las Constituciones no es esencial.—IV. sino ac
cidental.—V. Su causa es moral y social.—VI. No ya
material.—VII. Simpatias de los reformadores mo
dernos con la irreligion antigua.—VIII. Debemos,
pues, buscar un hecho moral universal que inficione
á la sociedad.—IX. Este hecho es la Reforma.—
X. Qué se entiende aquí por Reforma.—XI? Aun á
juicio de los autores libertinos.—XII. Conviene con
ellos un autor católico.—XIII. De aqui el ateísmo le
gal en los Gobiernos reformados —XIV. Mitigado con
la fórmula: Separacion de la Iglesia del Estado.—
XV. Cuán absurda sea esta doctrina.—XVI. Necedad
impía del Risorgimento.—XVII. Una cosa es separa
cion, otra distincion.—XVIII. Observaciones sobre el
Rey Pontífice.—XIX. La libertad de cultos es escep-
cion, no regla.—XX. Es consecuencia de la hetero-,
doxia social. —XXI. La ^íeteredoxia social es contra
ria á la naturaleza.—XXII. Luego es contradictoria.
—XXIII. y destructora.—XXIV. Prueba histórica.—
XXV. Division de la obra: teorías y aplicaciones.—
XXVI. Bien que puede seguirse de ella.
«
II . . INDICE.
. . ......
PARTE I.