La Iglesia Triunfante Errores Modernos 1 - Ascencio
La Iglesia Triunfante Errores Modernos 1 - Ascencio
La Iglesia Triunfante Errores Modernos 1 - Ascencio
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) .'
*. - Vi?
I
•
LA IGLESIA TRIUNFANTE
DE
ARGUMENTOS DE LA FILOSOFIA
Y RAZONES DE LA DISCIPLINA,
POR EL DOCTOR
TOMO I.
MADRID:
IMPRENTA m E. AGUADO , Bajada de Santa Crui.
i8a5.
AL RE Y
NUESTRO SEÑOR
SEÑOR:
y junio 10 de 1825.
SEÑOR:
1, .. , I,
ti
CARTA II.
(*) Lib. Numer. cap. 16. v. 31. et 32. Confestim igitur, ut cessavit
loqui , dirupta est terra sub pedibus eorum : et aperiens os suum, devori-
vit illos cum tabernaculis suis , et universa substantiá eorum.
TOM. I. 7
50
legales del antiguo Testamento cesaron con la promul
gacion del Evangelio , pero no los morales ; asi , pues,
si cesó la familia de Aaron de funcionar en el santuario
por haber sido una disposicion legal de la antigua ley,
y por lo tanto abolida por Jesucristo, la eleccion de Mi
nistros como precepto moral subsiste en la ley de gracia
depositada por el divino Redentor en su Iglesia, como una
alta y esencial prerogativa de su Religion , que de nin
gun modo quiso conferir á los Príncipes del siglo. En prue
ba de esta verdad , sabemos positivamente que él por sí
mismo hizo la eleccion de los Apóstoles , y que estos si
guieron su egemplo en lo sucesivo. EL testo sagrado no
deja duda alguna sobreeste asunto, en el supuesto que es
te fue el lenguage de San Pedro al colegio apostólico cuán
do se trató de elegir á uno que reemplazase á Judas en el
ministerio sagrado. "Conviene, dijo, hermanos, cumplir
»la Escritura santa que predijo el Espíritu Santo por bo-
»ca de David acerca de Judas , que fue el gefe de aque
jólos que prendieron .á Jesus." Escrito está en el libro de
los Salmos: "Quede desierta su morada, no haya quien la
"habite, otro reciba su Obispado (*)." Aqui se ve , que la
nueva ley confirma lo dispuesto en la ley antigua , y que
si entonces Dios designó los ministros para servir en el
tabernáculo , hoy los Pastores hacen la eleccion por dis
posicion de Jesucristo; en una palabra , alli se refiere lo
que aqui se cumple; y el Apóstol de Jesucristo no hace
otra cosa que llevar á ejecucion lo anunciado por el Pro
feta de Dios.
No dudemos, señor, de que tanto en la ley antigua
como en la de gracia la eleccion y enumeracion del Cle
ro es un negocio propio y privativo de la Religion. Sí,
ya he insinuado que Jesus eligió á los Apóstoles , y cla
ramente el Evangelio manifiesta el llamamiento de Pedro,
de Andrés, de Juan, de Santiago y de los demas (**) iri-
(*) Act. Apost. cap. 1. v. 16. et 20. Viri fratres, oportet implen scri-
pturam, quani prasdixit Spiritus Sanctus per os David , de Juda, qui fuit
dux eorum, qui comprehenderunt Jesum. Scriptum estenim in libro Psal-
morum: Fiat commoratio eorum deserta , et non sit qui inhabitet in ea,
et Episcopatum ejus accipiat alter.
(**) Marc. cap. 3. v. 13. et seq. Et ascendens in montera vocavit ad
Si
dividuos sin ningun concepto ni estimacion en el mundo,
y sin recomendacion alguna de parte de la autoridad ci
vil; los unos infelices pescadores (*), los otros tende
ros (**) , y todos de unas familias obscuras y desprecia
bles á la vista de la gente ; pero apreciables á sus divinos
ojos, y dignos de entregarles el gobierno de su Iglesia sin
esceptuar al traidor Judas; y el testo sagrado ninguna men
cion hace obtuviese Jesus permiso del gobierno de Israel.
Sí, como ya he insinuado, en las Actas de los Após
toles consta espresamente que habiendo prevaricado y
muerto el pérfido Judas , sin pedir ningun permiso á la
sinagoga Pedro, Príncipe de los Apóstoles, congregó á
los discípulos, y despues de haberles hablado con aquel
zelo , uncion y acierto propio del gefe de la Iglesia sobre
el cumplimiento de las santas Escrituras, propusieron dos
para elegir uno que ocupase el lugar de Judas , y recayó
la suerte sobre Matías (***). Aqui los Apóstoles propu
sieron , y Dios hizo la eleccion.
Si leemos los encargos de san Pablo á Tito, despues de
dejarlo en Creta para corregir lo que hallase digno de en
mienda, le recuerda su deber sobre el cumplimiento de
la ley en la eleccion de Ministros con estas memorables
palabras : constituye ó establece en toda la ciudad Pres
bíteros con arreglo á mis disposiciones (****). Adviérta-
>
seTíuos voluit ipse: et veneruntad eum. Et fecit ut essent duodecim cum
¡lio; et ut mitteret eos praedicare Et imposuit Simoni nomen Petrus,
et jacobus Zebedsei, et Joannem fratrem Jacobi , et imposuit eis nomina *
Boanerges, quod est, Filii tronitrui : et Andraeam, et Philippum, et Barto-
lomaeum , et Mathaeum , et Thomam, et Jacobum Alphaei, et Thaddaeum,
et Simonem Cananacum , et Judatn Iscariotem , qui et tradidit iUum.
(*) Math. cap. 4. v. 18. Vidit dúos fratres Simonem..... et Andraeam
fratrem ejus, mittentes rete in mare (erant enim piscatores).
(**) Luc. cap. 5. v. 27. et 28. Et post h¡ec exiit , et vidit publica-
num nomine Levi , sedentem ad Telonium, et ait illi: sequere me. Et
relictis omnibus , surgens secutus est eutrí..
Act. Apost. cap. 1. v. 24. et seq. Et orantes dixerunt : Tu, Do
mine, qui corda nosti omnium, ostende, quem elegeris ex his duobus unum,
accipere ltycum ministerii hujus et Apostolatus, de quo praevaricatus est Ju
das, ut abiret in locum snum. Et dederunt sortes eis, et caecidit sors su-
per Mathiam , et annumeratus est cum undecim Apostolis.
D¡v. Paul. Epist. 1. ad Tit. cap. 1. v. 5. Hujus rei gratia re-
liqui te Craetae , ut ea, quae desunt , corrigas, et constituas per civitates
praesby teros , sicut et ego disposui tibi.
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se aquí que le manda elegir ministros cori arreglo á sus
encargos, y no segun las órdenes de la autoridad" civil.
Si se consulta en fin á la Historia Sagrada y eclesiás
tica , vemos á los Apóstoles todos en cumplimiento de
•los mandatos de su divino Maestro , quien confiesa se le
habia dado toda la potestad en el cielo y en la tierra , y
que los enviaba á predicar á todas las gentes, á bautizar
las en el nombre del Padre , del Hijo y del Espíritu San
to , á enseñarlas á guardar sus santos preceptos , ofrecién
doles estar con ellos hasta la consumacion de los siglos (*).
Diseminados por el mundo anuncian el Evangelio, eligeri
y ordenan Obispos y Sacerdotes en todas las naciones r á
quienes dejan depositarios de la jurisdiccion conferida
por Jesucristo , herederos de su doctrina , de su zelo y de
su sangre.
Aqui , señor , cantan los hechos : Jesus enseña á sus
Discípulos con las obras lo que deben practicar ; los Após
toles siguen su egemplo; y los Pastores, sucesores en el
ministerio santo, hacen en este asunto lo que con sus ojos
han visto, lo que con sus manos han tocado, y lo que
para su instrucción se halla escrito en los libros sagrados.
En esta constante tradicion se funda la posesion de la ',
Iglesia pn la eleccion y numeracion de los Ministros; trae
s,u origen de las palabras y obras del mismo Dios hom
bre, y de los hechos de tos Apóstoles, que por una cade
na no interrumpida ha llegado hasta nosotros , y se pet-
petuará hasta el fin de los siglos; nada ha usurpado, na
da ha recibido en este asunto de los Príncipes del mundo;
antes bien , asi el divino Redentor como sus Apóstoles y
todos los Pastores , durante el tiempo de las persecucio
nes contra su voluntad y sus leyes , ordenaron los Minis
tros necesarios para el culto , sin dudar jamas de sus fa
cultades. .. ,
No creo , señor , se pueda poner tacha alguna á estos
(*) MAh. cap. 28. v. 18. et seq. Data est mihi omnis potestas ir> coelo
et in terra. Euntes ergo docete omnes gentes: baptizantes eos in nomine
Patris, et Filii, et Spiritus Sancti : docentes eos servare omnia qinecum-
que mandavi vobis : et ego vobiscum uro omnibus diebus usque ad consum-
mationem saeculi.
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sagrados documentos estando escritos por el mismo dedo
de Dios j y los católicos podemos desafiar sin miedo á
los filósofos y á cuantos defienden la descabellada opinion
de que pertenece la enumeracion del Clero á la autoridad
civil , á que manifiesten por la Historia sagrada ó profa
na un testo en que Jesus, sus Apóstoles ó Pastores suce
sores hayan pedido en algun tiempo este permiso á la sina
goga ó á los Emperadores ; ó á que acrediten el Monar
ca dispensador del privilegio de crear ministros á,la Igle-
. sia ; libre esta, lo verifiquen : cuando se les puede hacer
ver á ellos en muchos lugares una multitud de edictos,
leyes y prohibiciones de parte de los Emperadores, pros
cribiendo el egercicio de la Religion cristiana, oponién
dose á su propagacion , y tratándose por los medios mas
cruefcs é mhumanos de su esterminio ; cuyas disposicio
nes impenales, como dictadas sin autoridad, por ser un
asunto ageno de sus facultades , despreciaron siempre los
Pastores de la Iglesia sin detenerse jamas en crear los
ministros para el culto , por ser esta la órden del cielo.
Efectivamente, señor, asi lo dispuso Dios, y asi lo
cumplieron; de otro modo habiendo sido su divino Fun
dador y sus discípulos las primeras víctimas de las per
secuciones que desde su origen se levantaron contra esta
santa Religion , ¿ cómo era posible se hubiesen cumplido
los sagrados oráculos de propagarse hasta los estremos de
la tierra , y de permanecer hasta la consumacion de los
siglos? Si Jesus hubiese consultado su mision con los pode
rosos del mundo; si hubiese necesitado su consentimiento
para elegir á los Apóstoles; si estos no hubieran tenido
facultades' para predicar el Evangelio y crear ministros
contra la voluntad dela sinagoga, ó les hubiese sido pre
ciso contemplar al gusto y política de los Césares, jamás
se hubiera logrado el grande objeto de la redencion de los
hombres; la Religion hubiera concluido con la vida de su
Autor , y nunca hubiera logrado salir.de los estrechos lí
mites del reino de la Judea.
Porque ¿quién ignora el furor del gobierno de Israel
para saciar su cólera en la sangre del inocente Jesus? ¿Quién
no conoce por la historia los medios crueles empleados por
espacio de tres siglos para acabar con sus discípulos, im
54
pedir sus progresos y sofocar la Religion en su cuna? ¿A
qué provincia se dirigieron estos heroicos enviados que
no hallasen las mismas contradicciones, y que no regasen
con su sangre el teatro de su mision ? En Roma , capital
del Universo, se fraguaban las órdenes, y se comunicaban
á todo el imperio para perseguir y castigar á los cristianos,
siendo en todas partes el objeto principal de sus iras los
Obispos y los Sacerdotes; pero á pesar de esta cruel perse
cucion an que perdieron la vida los confesores mas ilustres
á los filos de la espada del furibundo paganismo; esta divi- .
na Religion cada dia se propagaba mas, y hacia nuevas
' conquistas; de modo que en el pueblo, en el senado, en la
milicia y hasta en los palacios mismos de los Empera
dores, sus enemigos encarnizados, tenia prosélitos; en nin- *
guna provincia faltaron jamás ministros que celebftsen
los divinos oficios; que administrasen los santos Sacramen
to»; que consolasen á los perseguidos en sus aflicciones, y
que alentasen su fé hasta en los mismos suplicios.
Sí, esta ha sido la conducta de la Iglesia en diez y nue
ve siglos acerca de la eleccion de ministros , leccion que
la dejó el divino Redentor , aquél Dios hombre , dueño
absoluto de los corazones que enseñaba á sus discípulos con
su egemplo el deber de los cristianos para con los Reyes,
siendo el primero en cumplir sus órdenes; sí, así obraron
los Apóstoles para dejar sucesores en el ministerio santo,
aquellos hombres tan fieles en cumplir los encargos , y
seguir los pasos de su maestro, no cansándose jamás de
recomendar la obediencia á las autoridades supremas co
mo un precepto positivo , siempre que no mandasen co
sas contra la ley santa de Dios; sí, así procedieron los pri
meros pastores, aquellos hombres ilustres y tan sábios en
el conocimiento de las órdenes del cielo, que sin ningun
rebozo en presencia de los Reyes y Emperadores confe
saban su profesion, asegurando eran los cristianos sus mas
fieles subditos, los más prontos en cumplir sus órdenes, y
los mas bien dispuestos á sacrificar sus fortunas, y á per
der sus vidas para sostener la gloria y el esplendor de su
corona; sí, jamás se detuvieron en crear los ministros ne
cesarios contra las órdenes espresas de los supremos go
bernantes; perdiendo por esta causa sus vidas en los mar-*
5*
tirios: ¿qué prueba mas evidente puede alegarse para con
vencer á todo hombre sensato que tanto la eleccion como
la enumeracion del Clero es propia de los principales pas
tores de la Religion, en la que no deben intervenir los
Príncipes del siglo ?
Entonces le dige: no hay duda de que las razones es
puestas son tan fuertes y convincentes, que no admiten
réplica, ni dejan duda alguna de pertenecer el arreglo del
Clero al conocimiento de la Iglesia j pero como hasta en
las cosas mas santas puede haber sus abusos , y su dema
siado aumento perjudica á la poblacion, de aqui provie
nen los clamores de algunos sábios. Unos se quejan del
número prodigioso de clérigos asi seculares, como regu
lares en la nacion española, y de los pocos ocupados en
el egercicio activo: otros aseguran que si prontamente no
se corta este abuso, llegará tiempo en que los pastores
sean mas que las ovejas; los sacerdotes mas que los fie
les , y los obreros mas que las cepas ; otros en fin , para
atajar este mal, y que el Clero en España no esceda á
la poblacion, provocan al gobierno á prohibir algunos es
tudios' de gramática latina, como los semilleros de los cu
ras y de los frailes, á levantar la edad para recibir los
mayores órdenes y la profesion religiosa.... tales son los
pensamientos y espresiones de Navarrete, Sandoval, Jo-
vellanos, y otros escritores católicos.
El, Clérigo contesto: es positivo se esplican en estos
términos los mencionados y algunos otros sugetos , y sin
tratar ahora de averiguar, si fundan en justicia sus cla
mores, por no ser de nuestra inspeccion el remedio, sino
de los que han de responder de las almas ante el tribu
nal de un Dios terrible ; lo que se puede asegurar es que
todos estos políticos hablan de la reforma del Clero, no
para que el Monarca Heve su arreglo á egecucion, sino
para que como padre de los pueblos lo esponga á la Silla
Apostólica, y el Sumo Pontífice oyendo sus clamores, y
tomando los conocimientos necesarios de los Obispos es
pañoles, determine lo oportuno sobre este asunto, pues
sin su consentimiento nada puede hacerse. Este es su pro
pio lenguage, y en este concepto se deben recibir sus es
presiones, pues solo de. este modo pudieron hablar finos
S6
hombres religiosos y convencidos de que pertenece á la
substancia de la Religion la eleccion y numeracion del
Clero , por lo cual el Rey tiene el derecho 4e represen
tar y reclamar, y la autoridad eclesiástica el de disponer
y determinar. Si se examinan sus obras, se verá no se
producen en otro sentido, ni es
Aquí le interrumpí, diciendo: si los sábios precitados
hablasen en este concepto ; si los Soberanos no tuviesen
mas derecho que el de reclamacion sobre el arreglo y nu
meracion del Clero, en ninguna nacion religiosa se hu
biera por ley civil dado esta disposicion , y aun cuando
se hubiese cometido este esceso , lo hubieran reprobado
los padres de la Religion ; en esto no hay duda, y en es
te supuesto ahí tenemos á la Francia que en los primeros
momentos de su revolucion decretó el destierro y ester-
minio del Clero; este sin dificultad fue un decreto dic
tado en medio de. las pasiones exaltadas, sin oir á la ra
zon; pero habiéndose apoderado el político Guerrero del
mando , y llevando el objeto de ganar á su favor las vo
luntades de todos los subditos del imperio, formó un con
cordato con la Silla Apostólica , en que estableció cierto
námero de Obispos y Sacerdotes, aunque no los suficien
tes para dar el pasto espiritual á la nacion francesa, vis
to y aprobado por Pio VI. Este es un hecho positivo y
público, ocurrido en estos tiempos; de consiguiente aquí
tenemos un egemplar del arreglo y enumeracion dgl Cle
ro hecho por un Soberano, y aplaudido por un Pontífice
bien instruido en la estension de sus derechos.
Jamás, señor, contestó el Clérigo, podrán justificarse
los escesos de una revolucion, ni sus violentos decretos
son capaces en ningun tiempo para formar derecho. La
Iglesia lloró la proscripcion del Clero de Francia, y la
persecucion de los fieles en un reino desolado á todo co
razon sensible le ha hecho derramar muchas lágrimas de
dolor. Nada prueba en nuestro caso la impiedad de los
revolucionarios, y la prudencia del Santo Padre en aque
llas críticas circunstancias fue plausible, pues sus justas
reclamaciones hubieran sido despreciadas en los momen
tos de exaltacion; y conociendo este infalible resultado,
esperó á que con el tiempo calmasen las pasiones, y efec
Í7
tivamente viendo que el guerrero entronizado le ofrecía
un concordato como impaso político para asegi»rar la1 co
rona , el Sumo Pontífice se aprovechó de esta feliz co
yuntura ; pues sin ánimo de perjudicar al verdadero Mo
narca en sus derechos, hiflló medio para resucitar el cul
to público católico en una nacion, que aunque por enton
ces estraviada, habia tenido la dicha de ser Madre de tan
tos Santos. Aceptó el concordato con el fin de consolar á
muchos cristianos afligidos y ocultos por temor de las per
secuciones con la presencia de algunos ministros que ad
ministrasen los Sacramentos, y sostuviesen la fé en los
pueblos, hasta que Dios mejorase su suerte, acordándose
de sus misericordias. No eran los suficientes, pero era me
jor hubiese algunos que ninguno: era preciso capitular con
las circunstancias para sacar partido; considerar era la
revolucion obra de los enemigos del Altar y del Trono;
hacerse cargo que aun existían franceses religiosos dig
nos de toda consideracion, y acreedores á la compasion
de la Iglesia, para no abandonarlos al furor de sus ene
migos; era en fin contemplar el estado lastimoso de aque
lla• desgraciada nacion esclava de unos hijos espúreos , y
ceder en algun modo á sus usos , sin aprobar sus abusos;
pero esta prudente condescendencia del Sumo Pontífice, ni
la injusta limitacion hecha en el Clero por el Tirano deí
trono , en ningun tiempo ^s capaz de debilitar loídere-
chos del santuario. . •.. ' "M.-£
i Pero fue esta acaso la opinion de los franceses, an
tes que los revolucionarios manchasen sus sacrilegas ma
nos en la sangre de sus Reyes, y se apoderasen del go
bierno, envolviendo en una sima de males aquella flore
ciente nacion? ¿Pensaron de este modo mientras la sa
biduría presidia sus consejos, mereciendo el justo elogio de
ser el pais de las ciencias y el teatro de la Religion ? No,
señor Conde, noj si se recorren los anales de la hiitoria
de la Francia; si se examinan sus códigos, no se hallará
ley algurth provocando á estos escesos: en cualquiera otra
época se hubiera reputado esta disposicion como un aten
tado impío contra el libre egercicio del culto. En aquella
hei'óica nacion, celosa siempre de sus derechos, se hallan,
si, documentos auténticos de la sabiduría y firmeza con
tom. i. 8
n
que el Qeró Gallean© defendió las libertades de su Iglew
sia contra las solicitudes de Roma, limitándose en buen,
santiáo á prerogatwas esternas se hallan, sí, ese.ritos pre*-.
ciosos de los fiscales., procuradores y abogados deá reino¿
que sin faltar al í respeto debiduá.la Religion, con una
energía imponderable, defendieron en muchas ocasiones
las regalías de la nacion contra los decretos y rescriptos
Pontificios sobre puntos de disciplina esterior. Se. hallan,
sí, testimonios verídicos de cuando;. aquel, brUlántei Clero
ylestados de la nacion reunidos: dictaban las leyes civiles.,
presidiéndolos su Soberano, y las pertenecientes á la Igle
sia los Obispos separados, semejantes á las grandes jun
tas de Castilla; pero no se hallará una providencia dic.-
tadja par.ü fluex por una ley ci vil se regulase y numerase
ftli QetQ. coo. arreglo á la poblacion/ ¡Su silencio en este
punto 'era el resultado de su evidente convencimiento ; rio
podia ocultarse á sus profundos conocimientos, que era un
asunto perteneciente á la Iglesia por espresa orden de Dios,
el que^ra imposible tdcarsin ofender gravemente.. á la
Religion: esté juicio, focará siempre, toda persona ra
cional., haciéndose cargo que jamás hombres mas sabios
han tomado la pluma para defender las reales prerogati-
vas, ni jamás nacion alguna ha sostenido con tanto te
son ,sus derechos?' pues jüí aiirar m^sriqúaáestjosr.'áltimos
tiempos.', -es preejsoi .respetar á un Rey conio Luis XIV^
á un sábio como Bosuet.
¿Pero qué tenemos que recurrir á naciones estrange-
ras, ni-salir de nuestra nacion para ¡convencernos dees.i
ta verdad? ¿ No. ha tenidp la España ea todos tiempos
varones ilustres y .discretos^ euyos; ingenios se pueden conW
parar cotii los primeros del Universo? ¿No ha tenido: va-^
rones sábios, capaces. de discernir los límites del Sacer-*
docio y del Imperio, y dotados desuna firmeza ¡admira-*
\?\er ¡tyie quando h^-.llegado el ca^Oj^ han sabiáooOhplear
sus plumas, en , defender los¡ derechos del So^eranto. contra
ia&í; solicitudes de los romanos?j ¿No se criaro» en este1'
hermoso suelo los Isidoros, los Leandros, los Fulgencios'
y otros muchos antes de la irtu.ppianide losmoros? ¿Mas;
adelante np he/no$j tenisfo lá^ofl-Agtrn.res ,í Mala hete C¡n*l
íiqs, á lpsJ$«t^,}áMi^aví^r.4bbs iyí 0i»Qsv.3mriasá Eh V>
8 .1 MuT '
59
pólítico ¿no han florecido los Cisneros, Flondablancasy
Campomanes....? Ni en las obras.de estos sábios, Meo
los primeros Concilios , ni en los Cánones de. las» é potas
posteriores j f se da^ acaso al Rey facultad de numerar al
Clero ? En ninguna. parte se halla semejante pensamien
to: su .silencio condenala opinion del dia, mejor que
cuantas razones se puedan alegar, pues acredita que ja
más se ha disputádo á la Iglesia este derecho, háSta que
las cavilaciones de las sectas han producido éste ingemOr
so arbitrio para despojarla de su autoridad , y poner lí
mites á sus progresos. " . ..'av ;.. •
Por otro lado, ¿podrá ninguno presumir que las Cór-
tes del diay compues&is«dé gentes de' todas clases sin exam
inen ni discernimiento, tienen mas bonocimientos y ma
yores luces que las grandes Juntas.de Castilla en donde
se reunían la sabiduría y el honor del Clero, de la Gran
deza y deV pueblo español bajo la presidencia de su Rey?
i Qué paralelo hay entre la. algaravía, acaloramiento y
precipitacion con .que se tratan los negocios* en las Cor
tes revolucionarias, y la sensatez, consideracion y dis
cernimiento con que se meditaban y decidían los asun
tos en las respetuosas y moderadas juntas antiguas? ¿Qué
hombre de sano juicio en un asunto de esta especie d%- .
rá la preferencia á cuatro libelistas chócarreros é inmo
rales contra el dictámen de tantos sábios, autores de tan
tas obras que justamente les han merecido el aplauso ge
neral , reputándolos por maestros^de la moral y de la po
lítica, que han ^cabado sus dias, y agotado sus ingenios
en el estudip de las ciencias y en defensa de la verdad?
¡O Señor! El hombre mas estúpido no se equivoca para
abrazar partido en este paralelo, por poco que discurra;
y asi no es de maravillar sigan la opinion del dia, ó gen
tes muy ignorantes , ó gentes muy corrompidas.
En fin, señor, concluyamos esta conversacion, asen
tando por un principio indudable que son dos potestades
distintas el Sacerdocio y el Imperio, cuyos límites de
cada una estan marcados por el mismo Dios; que los Mo
narcas no pueden mezclarse en el régimen de la Iglesia,
sin esceder sus facultades, y contravenir á esta divina
disposicion, como afirman todos los santos Padres, y lo
60
confiesan claramente, entre otros muchos Príncipes, Va-
lenüniano , Marciano y Jusjiniano; y que no pueden pro
pasarse á decretar y numerar los ministros del culto, sin
usurpar á la Iglesia un acto de verdadera jurisdiccion,
de cuya piadosa Madre son hijos para obedecer, no ge-
fes para «mandar. Este es el órden establecido , y el que
exige la naturaleza de las cosas, sin que á los Príncipes
-pueda •jamás servir de pretesto para introducirse en el
gobierno del santuario el cuidado de su imperio; porqué
la Religion y la república son dos cosas diferentes, diri
gidas á distintos fines, y que mutuamente deben auxi
liarse, no usurparse sus derechos para hacer á los hom
bres Mices: en una- palabra, lo% Reyes como' cristianos
son subditos de los- Obispos, los Obispos comoi ciudada
nos spn subditos de los Reyes. ; r•
. Así concluyó esta conversacion, en la cual te con
fieso quedé aturdido de haber oído tantas verdades , y
avivó en mí los cáeseos de aprovecharme de lá compa
ñía de este*buen Eclesiástico para instruirme en' estos
asuntos; por mi siguiente te informaré de lo ocurrido en
la inmediata conferencia , y por ahora solo te advierto,
que para proceder con mayor claridad y evitar repeticio-
, i^Sy te escribiré este Diálogo bajo de nuestros propios tí
tulos Qérigo y Conde, y asj distinguirás mejor los in-
terlocutoresv A Dios, amigo.*
6<
CARTA III.
1 • .. '
(*) Luc. cap. 22. V. 32. Ego autem rogavi pro te , ut npn deficiat ÍT-
des tua : et tu aliquando conversus confirma fratres tuos. i í. .. .
(**) Bibliotec. Ferrari Proposiciones damnatae toro. 7. Sanctus Petras,
et Sanctus Paulus sunt dúo Ecclesiae Principes, qui unicum efficiunc... Vel
sunt dúo Ecclesiae Pastores , ac Presides, qui unum caput constituunt. Ita
explicatum ut ponat omnimodam aequalitatem inter Sanctum Petrum , et
Sanctum Paulum sine subordinatione , et subjectione Sancti PauJi ad San
ctum Petrum in potestate suprema, et regimine universalis Ecclesiae, haere-
ticam censuit, et declaravit. '
(***) Div. Crysost. homil. 87. Quid tándem aliis omissis de his dumta-
xat Petrum affatur? Os erat Apostolorum, et Prjnceps, et vértex ipsius coe-
tus tanquam negationis oblivisceretur fratrutn curam ei commissit; ñe
que negationis meminit , ñeque exprobat; tantúm dicit. Si amas me, fra-
trum curam suscipias; et fuam in omnibus diíectionem ostendisti, et qua
delector, nunc ostende , et animam quam pro me positurum dixisti , hanc
pro ovibus meis trade. ' ' • : * • u.
TOM. I. 9
66
cualquiera que comiere el Cordero fuera de esta casa, es
profano: que quien no se salva en esta arca de Noé pe
recerá en' el Diluvio No conozco á Vidal, despre
cio á Melecio, ignoro á Paulino, el que no recoge .con
tigo, disipai; es decir, el que no es de Cristo es del An-f
ticristo (*).
San. Bernardo en su libro de Consideracion al Papa
Eugenio, le dice: ¿Quién eres tú? El gran Sacerdote ¿ el
Sumo, Pontífice , el Príncipe de los Obispos, aquel á quien
se entregaron las llaves y se confiaron las ovejas: hay¿ es
verdad , otros porteros en él cielo y otros Pastores del re
baño; pero tú eres tanto mas glorioso, cuanto que here
daste un nombre mas eseelente: cada uno de ellos tiene
señalado su propio rebaño; á tí estan encargados todos,
un Pastor, una grey; así no solamente eres Pastor de las
ovejas , sino tambien de los Pastores : no me digas lo
pruebe, pues mi asercion se funda en las palabras del mis
mo Dios: porque 2 á quién, no solo de los Obispos, sino
aun dé las Apóstoles, han sido encargadas todas las ove
jas tan absoluta é indiferentemente como á tí? "Si me
amas, Pedro, apacienta mis ovejas." ¿Cuáles? ¿Las de
aquel pueblo, de esta ciudad, ó aquel reino ? Mis ovejas,
dice, no designa ninguna; luego las señala todas, porque
riada se esceptua donde nada se distingue...;.. Aquéllos han
sido llamados en parte del cuidado, tu en la plenitud de
la potestad. La autoridad de aquéllos tiene señalados cier
tos límites, la tuya se estiende á todas partes, y aun so
bre aquellos que recibieron poder sobre los demas. ¿Aca
so no puedes tú, habiendo motivo , cerrar el cielo al Obis
po, deponerle y entregarle á Satanás ? Tu privilegio está
apoyado asi en las llaves qué te se entregaron i como en
las ovejas que te se encomendaron (**). En el mismo sen-
. I '
Oves creditae sunt. Sunt quidem , et alii coeli janitores , et gregum Pasco-
res, sed tu tanto gloriosius, quanjp et differentius utrumque prae caeteris
nomen haereditasti. Habent i 11i sibi asignatos greges , singuli singulos, tibi
universi crediti, uní unus. Nec modo ovium , sed et pastorum tu omnium
pastor. Unde \S probem quaeris? Ex verbo Domini. Cui enim non dico
Episcoporum, sed etiam Apostolorum, sic absolute, et i nd ¡serete tibi com-
misas sunt oves ? Si me amas, Petre, pasee oves meas. Quas? Oves meas in-
quit. Cui non planum designasse aíiquas, sed asignasse omnes? Nihil ex-
cipitur, ubi distinguitur nihil Alii in partem sollicitudinis , tu in pleni-
tudinem potestatis vocatus est. Aliorum potestas certis arctatur limitibus,
tua extenditur et in ipsos qui potestatem super alios acceperunt. Nonne si
causa extiterit , tu Episcopo coelum claudere , tu ipsum ab Episcopato de-
ponere, etiam et tradere Satanae potes? Stat ergo inconcassum privilegium
tibi tara in datis clavibus , quani in ovibus commendatis.
168
de este modo la apostolica sancion , en reconocimiento
de la plenitud de la potestad. En los mismos términos se
esplican los Papas Anaeleto, Vigilio, Agaton, Gelasio y
.otros. En los mismos nuestras sábias leyes españolas, re*
conociendo y confesando la superioridad y mayoría del
Apostólico ó Papa sobre los demas Obispos , como puede
verse en las Partidas. En fin, señor, si vamos á esplanar
las autoridades de todos , es necesario mucho tiempo , y
si se han de escribir , ocupar volúmenes enteros. ,
i,. Conde. Está muy bien piensen los referidos escritores
de este modo , y que esta sea generalmente la opinion de
los siglos ; y si mas se quiere , alabaré siempre el juicio
de aquellos que sobre el peso de tanta autoridad apoyan
•su pensamiento. Pero otros sábios siguen otro rumbo;
piensan reside la potestad de jurisdiccion en el comun de
los fieles, porque allí la depositó el divino Salvador en la
entrega de las llaves : así se juzga en el dia , y la opinion
no es de ayer, pues se halla apoyada en gravísimos fun
damentos. En la antigüedad los negocios eclesiásticos se
trataban y resolvian , no solo por el Pontífice y los Obis
pos, sino tambien por los Presbíteros y legos; en fin, es
ta opinion tiene á su favor dos antorchas de la Iglesia,
á un Tertuliano y á un san Agustín.
Clérigo. No Se me oculta , señor , piensan algunos au
tores católicos entregó Jesus las llaves á la Iglesia y á
los Prelados ; á la Iglesia como en depósito , y á los Pre
gados para su uso : pero sin entrar á examinar el valor
de esta opinion, sirva de gobierno, que los filósofos que
aparentan adherirse '"a"ella tienen diversa tendencia, lle
van el objeto de anular la autoridad de todos los Con
cilios , por no haber asistido» á ellos todos los fieles , y
de echar por tierra los decretos de todos los Pontífices,
por no haber exigido el consentimiento de todos los
cristianos para promulgarlos. Este es un disparate , in
digno de combatirse ; pues si la jurisdiccion eclesiástica
no puede ejercerse sin la reunion: y consentimiento de
toda la Iglesia, desde luego puede reputarse por nula y
aérea , porque jamas los cristianos de todo el mundo po
drán reunirse y convenirse: los, testos 'sagrados sobre la
g'erarquía de la Iglesia son de ningun valor > y la sociedad
69
cristiana quedó sin gobernante ; es decir, que el objeto
de esta descabellada opinion es despojar al Pontífice y á
los Obispos de la jurisdiccion conferida por Jesucristo,
.haciéndonos unos miserables pedantes de la disposicion
de los fieles: en una palabra-, lleva la tendencia de que
los subditos deben gobernar á los Príncipes , no los Prín
cipes á los subditos. ¡ Infeliz congregacion donde se adop
ten estos principios, pues sin dificultad será reducida ála
anarquía y al desorden!
Pero para no dejar nada por tocar y responder al tes
timonio de los Padres precitados, es preciso considerar no
debe juzgarse de la opinion de un autor por una espresion
aislada, 6Íno por el contenido de sus obras. Esta es la re
gla de la crítica , y con atencion á ella no es necesario
.hacer muchos esfuerzos para formar un juicio cabal del
modo de pensar de estos dos grandes escritores acerca de
la plenitud de la potestad y jurisdiccion del Sumo Pontí
fice sobre todos los demas pastores y fieles. Tertuliano es
cribiendo contra las heregías con su acostumbrado la
conismo, dice: todas las cosas se deben reducir á los prin
cipios ; de suerte que siendo tantas todas las Iglesias se
comprenden en una sola primera Apostólica de donde
salen todas las demas (*•). San AgustiTi esponiendo el tes-
jo alimenta mis ovejas, se esplica así: No le encomienda
otra cosa que alimentar á sus ovejas.... Sea el oficio del
amor cuidar de mi rebaño , como fue el juicio del temor
negar al Pastor.... Ninguna otra cosa quiso decirle, al pre
guntarle si le amaba, y al encargarle el gobierno de sus
ovejas, sino que cuidase de alimentarlas: Guárdalas co
mo mías , no como tuyas ; cuida de mi gloria , no de la
tuya; en esto se interesan mis lucros, no los tuyos (**).
Esta misma verdad confiesa en muchos lugares, y parti
cularmente en su carta' del Concilio Milevitano al Papa
Inocencio I, en donde 'despues de darle Cuenta del estado
(*) Tert. cap. 20. de Proscription. Omne genus ad originem suum cen-
seatur necesse est, itaque tantae totseque Ecclesiae una est illa ab Apostolis
prima , ex qua orones.
(**) Div. Agust. tract. 123. in Joann. Nec aliud toties commendat Pe-
tro , quam suas oves pasci Sit amoris officium pascere Dominicum gre
de la Iglesia de Africa, le suplica: que como cabeza de la
Iglesia se digne estender su paternal solicitud á favor de
los hijos de Jesucristo (*). Examínese y léase con aten
cion, y se verá por su sumision y obediencia cuál fue
la conducta y opinion de este Santo sobre la plenitud de
la potestad de jurisdiccion del Sucesor de san Pedro: se
verá....
Conde. Basta, conozco la equidad de la regla de la
crítica para juzgar de la opinion de un escritor, y detesto
el plan malicioso de los filósofos en fijar la jurisdiccion
eclesiástica en el comun de los fieles para anular la auto
ridad de los Concilios, y atar las manos á los pastores.
No creo sí pueda exigir mas; pero aun me quedan mis
recelos sobre la plenitud de la potestad del Sumo Pontí
fice , y mis dudas nacen de un hecho ruidoso y positivo.
Ninguno ignora la acalorada disputa en Africa sobre la
rebautizacion , y todos saben la firmeza y el calor de san
Cipriano en resistirse á las insinuaciones del Papa san Es
teban. Esto acredita que el Obispo de Cartago no mira
ba como cierta la plenitud de la jurisdiccion del Papa;
pues si así hubiera sido, un hombre dotado de ciencia,
virtud y celo, que sin disputa puede entrar en paralelo*con
los personages mas'ilustres de la Iglesia, no hubiera ma
nifestado una oposicion tan terca , y en sí misma crimi»
nal á la autoridad legítima , y gustoso hubiera sacrifica
do sus luces á su obediencia. •
Clérigo . No podemos negar , señor, esta ruidosa dis
puta, ni tampoco disimular se escedió san Cipriano contra
el Papa ; pero sí aseguraremos fue por un error de su en
tendimiento, y no por una mala disposicion de su volun
tad : juzgó la disputa de disciplina , no de creencia , y
gem , si fuit timoris judicium , negare pastofem Nata quid est aliud,
si diligis me, pasee oves meas: quam si diceretur , si me diligis, non te
pascere cogita , sed ovas m%¿s; sicut meas pasee, non sicut tuas ; gloriam
meam in eis qusere, non tuam ; dominium meum, non tuumí lucra mea,
non tua.
(*) Div. Agust. Epist. 98. in Concil. Milevit. Innocent. I. Quia te Do-
minus gratis suas precipuas muñere in Sede Apostolica colocavit magnis
periculis infirmorum raembrorum Christi pastoralem diligentiam quaesumus
adhibgre dignexis.
71
pensando defendía los decretos de la Iglesia, faltó á la
obediencia resistiéndose á la suprema autoridad. El mis
mo san Agustin vituperando su esceso, disculpa su celo
ante la Divina Misericordia, asegurando reparó su falta
con el martirio. Estas son sus memorables palabras. Si san
Cipriano se escedió en la disputa de la rebautizacion con
el Papa san Esteban, se debe considerar como una man
cha que empañó el candor de su alma; pero que se ocul
tó bajo los pechos de la caridad, ó que se lavó con la
sangre del martirio (*).
Este juicio formó el Aguila de los ingenios sobre el
proceder de san Cipriano, de aquella firme columna de la
Iglesia, de aquella brillante antorcha de su siglo, de aquel
hombre grande de la antigüedad que consagró en su vida
con su pluma, y rubricó en su muerte con su sangre las
eternas verdades. Ni la fueiza de las razones, ni la per
suasiva elocuencia de los discursos detuvieron al Santo
para condenar al Santo; debió deponer su opinion á la
voz del Pastor comun de los fieles, encargado de alimen
tar á los corderos y á las ovejas ; debió rendirse y sacri
ficar sus luces al dictámen del encargado por Dios de con
firmar á sus hermanos en la fé. El tiempo en lo sucesivo
acreditó el deber de la obediencia; se examinó la disputa
en los Concisos; se aplaudieron las razones del Papa, y
se condenó la rebautizacion. Así concluyó el error ; pero
aunque el Espíritu Santo apagó las disensiones entre los
pastores bien intencionados, á quienes un celo indiscreto
hizo traspasar los límites de la modeFacion ; el funesto
egemplo de la insubordinacion aun sirve de pretesto y
apoyo á algunos hijos espúreos de la Iglesia para provo
car á los Obispos á la inobediencia al Papa, con el fin de
(*) Math. cap. 22. v. 27. Diliges Dominum Deum tuum ex toto cor-
de tuo:, efin tota anima tua, et in tota mente tua. ' ' m
(**) Math.. cap. 10. v. 33. Qui autem negaverit flle'coram hominibus,
negabo et ego eum coraro Patre meo, qui in coelis esr.
(***.) Math. cap. 18. v. 17. Si autem Ecclesiajp non audierir, sit tibí
sicat ethnicus, et publicanas.
. Jacob , cap. 2. v. 20. Fides sine operibus mortua es*.
w *
76
crear su Iglesia visible en la tierra , sin órden para go-'
bernarlJN ¿Qué al caso venia organizaría con sabios pre
ceptos, ni establecer la gerarquía sin poder para la eje
cucion? ¿Para qué crear ministros, ni encargarles su
gobierno, sin adornarlos de las facultades necesarias pa
ra obligar á los Heles al cumplimiento de sus obligacio
nes, y para castigar á los delincuentes? Con sola la po
testad de instruir y^acramentar, ¿ cómo era posible man
tener el órden esterior en una congregacion compuesta de
tantos millones de hombres? ¿Cómo se habla de hacer pa-.
ra conservar la pureza de la fé f la observancia de los
preceptos , la uniformidad del cÁto , y las prácticas reli
giosas? Qué, ¿á un Dios sabio por esencia podia ocultar
se la infidelidad de sus adoradores, y la necesidad desus
ministros en algunas ocasiones para usar del rigor y del
castigo? Qué % ¿es creible en un Dios justo, que encargan
do á sus ministros este cuerpo, los dotase de talento pa
ra conocer los desórdenes, y les negase el podeepara cor
regirlos? ¡O señor,! Esto sería suponer un Dios sin previ-
sien ¿ ó qfie no aprecia los cultos de l«s' hombres en el
hechó mismo de Haber establecido una Religion, que se
gun la idea de tos filósofos , no tiene autoridad, pi poder
alguno sus ministros para obligar á su cumplimiento, y
que les puede servir mas para divertirse que para santi-
ficarse¿ *" ' '• '.'• '• i • .'; .-nVf i .j
•* í;a autoridad, dicen, viene de los Reyes; pero yo le*
quisiera preguntar, ¿un Dios autor de la soberanía y de
la sociedad, necesita acaso mendigar de sus criaturas fa
cultades para revestir á.sus ministros del poder necesario
en el régimen de su Iglesia? -¿En dónde, ó cuándo Jesus
pidió el consentimiento á las autoridades civiles para es-•
tablecer su Religion? ¿No hemos manifestado ya que pa
ra legitimar su mision , aseguró traia facultades de su Pa
dre , y que con las' mismas enviaba á sus discípulos á pre^
diear por el mundo su Evangelio á toda criatura? ¿No
les dijo con anticipacion, que por esta causa se verían peró
seguidos, maltratados y emplazados en los regios tribuna
les , pero que no temiesen , que allí mismo les asistiría su
espíritu ? Pues si ft un hecho positivo y constante que los
Emperadores en su origen persiguieron á la Refig^en ca-
77
tólica , y que por esta causa inundaron al mundo de
sangre , ¿á que nos vienen diciendo que la jurisdiccion es
terna de los Pastores para gobernar la Iglesia fue conce
dida por los Reyes? La historia de todos los tiempos y
de todos los países manifiesta cuál fue la conducta de los
Príncipes en el origen del cristianismo ; que todos, mas ó
menos, léjos de proteger á esta Religion santa, y de dis
pensar favores á sus ministro?, suspiraban por beberles la
* sangre ; que por muchos siglos fueron los jrionarcas jstis
mayores enemigos, hasta que el poder.de Dios triunfó
del poder de los hombres , y la cruz esmaltó las coronas
de los Reyes.
No puede negarse que la conversion de los Monarcas
á la fé de Jesucristo <dió al culto público de la Religion ca-•
tólica un grande esplendor ;,s£i conquista sirvió para la
Iglesia de mucha gloria, y ios altos privilegios y preroga-•
tivas que la concedieron los Príncipes, la llenaron en la
sociedad de honor y veneracion. Autorizando á los tri-»
bunales eclesiásticos para entender en las causas, libraron
á los ministros del Santuario; de comparecer ante los' jue
ces legos ordinarios; y dando á sus subditos facultactpara
recurrir en sus pleitos á los Obispos,' y que sus decisiones
ó arreglos pasasen por sentencias decisivas sin reclama
cion , dieron un evidente testimonio .de la sabiduría y
virtudes de los primeros Pastores. Pero todas estas con
cesiones no pasaban del hóraór y respeto debidos á la Re
ligion , y de dar á sus subditos üri egcmplo de la estima
cion y aprecio con que ellos la miraban, y tocios debian
mirarla interiormente; por lo demas, y prescindiendo de
la mayor solemnidad y. publicidad de sus,, cultos religio
sos, beneficios tambienjdebidos al conocimiento y rcligu*-
sidadde los Príncipes, la Iglesia ninguna. facultad recibió
dela soberanía civii; la misma autoridad gozaban los Pas
tores en el régimen del cuerpo místico cuando los Reyes
eran gentiles , que cuando se hicieron cristianos. En el
tiempo de las. persecuciones y contra las órdenes dela
tiranía , la Iglesia se gobernaba interior y esteriormentej
las leyes se establecían y comunicaban por los medios au
torizados en las críticás circunstancias para su cumpli
miento-; los. fieles obedecían ? los Obispos como á pa
78
drcs de la Religion, y á los Reyes como á señores det
Imperio.
En prueba de esta verdad, y de que el régimen de la
Iglesia fue anterior á la conversion de los Príncipes, si se
examina la historia de los tres primeros siglos, cuando la
Religion cristiana no gozaba de representacion alguna en
el Imperio, ni podia alegar á su favor el beneficio de las
leyes, hallaremos muchos reglamentos de disciplina este
rtor para goberno de la dilatada grey; se hallan las cua
lidades necesarias de los que intenten aspirar al ministe
rio santo, y se designan las funciones anejas y correspon
dientes á cada uno de los órdenes para su desempeño ; se
hallan sobre la recoleccion de las limosnas, el modo de
distribuirlas , y aun reclamaciones hechas por no verifi
carlo segun los medios establecidos; se hallan sobre la par
ticipacion de los santos Sacramentos, asistencia á los di
vinos óficios, observancia de las fiestas y abstinencia en
Jos ayunos; se hallan las penas rigorosas impuestas con
tra los libelistas, ó. á los que entregaban los libros sagra
dos á los perseguidores; se hallan sobre las penitencias
públicas; contra los transgresores de las leyes santas, y
modo de reconciliar los penitentes; se hallan.... pero, se
ñor, es escusado cansarnos en el supuesto de que las Epís
tolas de san Pablo, las Actas de los Apóstoles, la Histo-
toria eclesiástica y otros muchos documentos de la an
tigüedad confirman esta; verdad, sin que los filósofos mas
rancios se hayan atrevido á contradecirla, ni hayan po
dido probar jamás que la Iglesia para decretar estos re
glamentos de disciplina esterior é interior, necesitó de la
autoridad, consentimiento ó aprobacion de los Príncipes
del siglo, pues todo lo ordenó y Sancionó con la potestad
recibida del cielo.
Conde. Es positivo que las cartas de san Pablo á Ti
to y Timoteo estan llenas de las virtudes que deben ador
nar á los elegidos para Obispos; que en otras muchas del
mismo y en las Actas de los Apóstoles se hacé mérito de
las limosnas recolectadas; que en san Justino mártir, san
Gerónimo, san Agustín y otros muchos me acuerdo ha*.
ber leido sobre la asistencia de los fieles á. los divinos ofi
cios, sobrela frecuencia de la Comunion y diversas eos
tambres de las Iglesias de Roma y España. Casi todos
los Santos Padres de la antigüedad hacen espresion de las
penas establecidas por los pecados, nociones que aunque
conservaba en la memoria , jamás me ocurrió podrian
formar una prueba incontrastable sobre la potestad de la
Iglesia en establecer leyes; pero ahúra conozco, no hay
duda , que no gozando en aquellos calamitosos tiempos
del favor de lus Emperadores, no disfrutaba desus pri
vilegios; y así todo cuanto disponía y mandaba, era en
virtud de las facultades recibidas del cielo. Esto es claro;
pero nunca se apea mi duda que trae su origen de las
espresiones del mismo disto ; es decir , de la inteligen
cia de estos dos sagrados testos: "Alimenta mis ovejas: mí
reino no es de este mundo." En el primero encargando á
Pedro alimentar á sus ovejas, parece le encomienda todo
el gobierno de su Iglesia para disponer, mandar, dirigir
y ordenar. En el segundo, asegurando que su reino no es
de este mundo, parece respeta en los Monarcas del siglo
la suprema autoridad ; y de consiguiente que sin su con
sentimiento nada esterno pueden disponer ni decretar los
Pastores de la Iglesia , por ser un atributo propio de los
Soberanos el hacer leyes y .reglamentos. .¿
Clérigo., Esta, señor , es la aldaba de todos los here-
ges, ó por mejor decir, este es el único arbitrio que ha
descubierto su brillante ingenio para colorear su rebelion
contra los Pontífices^ y buscar un asilo en. la proteccion
de los Reyes; con todo eso es preciso confesar no ha de
jado de producir sus efectos, pues desvanecidos algunos
Monarcas con tan altas prerogativa» en donde ha cundi
do este error, disponen á su libertad de la disciplina, y
miran con indiferencia el dogma, consiguiendo deteste
modo los heresiarcas sacudir el yugo de la fé á las som
bras de sus altos protectores, que sostienen sus locos des
varios por dominar en la Iglesia; así han logrado despre
ciar y salir del paternal y suave imperio de los Pontífi
ces , y han venido á caer en la dura y (^prichosa escla
vitud de los Reyes qué protegen la libertad de sus cultos,
varían de secta, ó los espelen de sus'estados cuando les
acomoda. Resultado inevitable de su temeraria empresa,
pues en los Congresos eclesiásticos hay permanencia en la
80
doctrina, porque una voz divina dirige sus decretos, y
en los gabinetes de los Príncipes se esperimenta la velei
dad, porque la política humana dicta las leyes con arre
glo á sus intereses.
Pero viniendo á los sagrados testos, objeto de su duda,
es preciso fijar la atencion en la crítica, y hacernos car
go es una de sus reglas que cuando un legislador promul
ga dos órdenes al pareceE contradictorias, dejándolas en
su fuerza y vigor, se debe conciliar su contenido, y creer
firmemente habló en aquel sentido, pues á. no ser un loco,
no se puede pensar quiso á un mismo tiempo mandar y
prohibir ; destruir y edificar. Asimismo es . tambien regla
de la crítica que la conciliacion debe hacerse mirando á
la intencion del legislador al dictar las referidas leyes,
pues de otro modo mas sería trabajar en destruir sus pen
samientos, que seguir los límites de la interpretacion. Con
arreglo á estos principios intentar conciliar los sagrados
testos: "Alimenta mis ovejas: Mi reino no es de este mun
do:" limitando las facultades de los ministros á lo espiri
tual y mental, y atribuyendo á los Monarcas una auto
ridad absoluta sobre todo lo demas eclesiástico ó político,
sería proceder claramente contra las intenciones del Di
vino Redentor , y tirar á destruir enteramente su plan.
Examínense las santas Escrituras, y se verá se dirigieron
los designios del Dios hombre á establecer en la tierra una
Iglesia visible é independiente de fes potestades civiles,
con cuyo consentimiento no contó ni para plantarla , ni
para regirla, ni para propagarla. Su santidad, sus milagros
y su heróica moral» fueron los anuncios trias seguros de
cumplimiento de su mision prometida y esperada por mas
de «uatro mil años; sus sagrados preceptos únicamente
merecieron la sancion del cielo por mil prodigios obra
dos ; su propagacion rápida por todo el Universo contra
las ordenes del imperio, y su existencia á pesar de las con
tinuas y crueles persecuciones que en el espacio de diez*
y nueve siglos (£n muerto mas de diez y siete millones
de mártires, segun el cálculo formado por los autores ecle
siásticos, sin que el furor de sus enemigos, entre quienes
se han contado los señores del mundo, hayan podido im
pedir sus progresos, lo cual acredita evidentemente la sos
tiene el Altísimp con su brazo Omnipotente , sin necesi
tar de los esfuerzos de los Reyes, ni de la prudencia de
sus consejos para establecerse propagarse y conservarse.
Efectivamente esta divina Religion en nada perjudica
á sus intereses, ni en nada está sujeta á su imperio: si tie
ne muchos actos estemos, es porque su divino Autor tu
vo la bondad de acomodarse al genio del hombre en el
establecimiento de su Religion; esto es , porque se propff-
so conducirle por la práctica de las cosas visibles aleono-
cimiento de las invisibles , haciéndose cargo consta de '
alma y cuerpo , y que sus sentidos son los órganos* por
donde recibe sus internas impresiones. Así pues negar á
Jos Pastores de la Iglesia la facultad de arreglar cuanto per
tenece al culto estertor, es privarles de una potestad im-;
prescindible y necesaria con que los adornó el cielo, para
consumar el plan de la «santificacion de los hombres con
arreglo á las intenciones de, Jesucristo ; en una palabra,
es atarles las mános*para cumplir los encargos.de Dios.;. .
Entendamos pues, cuando se habla dé la jurisdiccion
espiritual no puede ni debe entenderse por el acto ester-
no que se egerce , sino por el fin á que se dirige ; esta es
la verdadera regla, y no hay otra para juzgar con acier
to. Porque hablando en propiedad, toda accion visible es¡
esterna; pero se juzga espiritual, si se ordena á conseguir
bienes eternos; pues segun la constitucion natural del hom
bre se rozan precisamente en la carrera de esta vida mor
tal las cosas de la tierra con las del cielo. Este es el or
den y los principios en que Dios estableció su Religion,
compuso sus Sacramentos de elementos sensibles y de efec
tos invisibles, es decir: en el bautismo se lava el cuerpo
con agua, y se limpia el alma con la gracia; y así en to
dos los demas, sin que ninguno se atreva á negar soit
cosas espirituales; del mismo modo«. , ¡ ?.J ^? i \AÍ
Conde. No se hable de esas cosas , porqué en orden
á Sacramentos todos saben, y á no ser tos desatinados 'he-
reges ninguno niega que encargó Jesus á los Apóstoles ad
ministrarlos , sin que el sagrado texto deje duda alguna
sobre este asunto. Se trata de jurisdiccion acerca de la
disciplina ésterna para estábfecér leyes y ordenar regla
mentos; y se duda si pertenece á la autoridad eclesiásti-
TOM. I. 11
ca ó á la civil ; pues es claro que si á Pedro le encomen
dó Jesus el gobierno de su Iglesia, sabemos tambien que
los Reyes reinan por Dios, y estan encargados de regir
los pueblos.
Clérigo, Ya iba á hablar, señor, sobre este mismo
asunto, y con este objeto he espuesto las reglas de la crí-
tica para la inteligencia de las leyes al parecer contra
dictorias; asimismo he manifestado la complicacion en es
te mundo de los bienes de la tierra con los del cielo, con
ánimo de hacer ver que segun el plan establecido por Dios,
es imposible puedan los Pastores de la Iglesia poner en
uso sus facultades internas, sin valersé de los medios es
temos. En prueba de esta Verdad, y dejando á un lado
lo correspondiente á los Sacramentos , Jesus para cuidar
de la santidad del templo, tomó el látigo para arrojar á
los vendedores y compradores ncwjbstante estar autoriza
dos , ó cuando menos permitidos por la autoridad civil,
para#facititar lo necesario para los sacrificios (*). San Pa
blo para Cumptil? cón la- órden evangélica de castigar á '
los pecadores pertinaces que no oyesen la voz de la Igle
sia, prohibió a los fieles de Cori;ito la comunicacion po
lítica con el incestuoso {** ). En fin , señor , son innu
merables los hechos consignados en la Historia divina y
eclesiástica que claramente manifiestan á los ministros de
la Religion revestidos de toda la jurisdiccion esterna es
piritual para dirigir los asuntos religiosos , egercida mu
chas veces en los mismos Monarcas y contra lo dispues
to por sus leyes. .
Así se han entendido siempre los testos sagradosr los
Reyes á quienes se concede el Imperio, ninguna potestad"
tienen en la Religion;, y a los Pastores á quienes se encar
ga disponer lo conveniente en la Religion, ninguna auto
ridad se les concede en la sociedad. Tal ha sido su con-
(*) Luc. cap. 19. v. 45. y 45. Et íngresus íií temptem, ceepit ejicere
vencientes ín üta^ et ementes ; dicensillis: scriptum est : Quia domus mea,
domus pratioflis est. ,'-*,:;;; ¡ -.. .,• , . •• .
'<**). Div. Paul, ad Corínt.ií. cap..£. . V. 5, Tradere fiujusmodi Sata-
use in interitum carriis,' ut Spiritüs' salvias' sit in die Domihi nostri Jesia
Christi. -•• '.' ' .i' " ^- '!- - - -• ¿'
Ü . .; i
ducta desde el prirrápio del cristianismo, arreglando^sus
operaciones á las le^s. Las santas Escrituras testifican
que Jesus se sujetó á pagar las contribuciones al Ce
sar ( * ). Los Apóstol» se sometieron en lo civil á los go
biernos de diversos paises en donde habitaron , y san Pa
blo reclamó á su favor la ley imperial como ciudadano ro
mano (**). En los tres primeros siglos los cristianos acre
ditaron su obediencia á las leyes en todas las ocasiones,
en que las órdenes de los Emperadores no comprometían
á la Religion, pues en tal caso con el mismo valor con
que exponían ¿us vidas, y derramaban su sangre en de
fensa de sus personas, respondían : estaban comprometidos
con el cielo,. y que primero debian servir á Dios que á
los hombres ; en fin, despues de dada la ^>az á la Iglesia,
el tiempo ha manifestado cual ha sido la sumision delos
cristianos á los Reyes, *la veneracion y respeto con que
han mirado á sus personas conforme á los encargos de las
santas Escrituras, presentándose voluntarios tanto á los
sacrificios personales, como pecuniarios, y llevando la voz
y la palma entre todos los subditos de los estados. Estos
han sido sus procederes en todos los ángulos de la tierra
aun bajo el imperio de los mayores tiranos, que,sedientos
de su sangre, los buscaban para perderlos; pero sabiendo
al mismo tiempo que no concedió Dios á los Reyes po
testad alguna sobre su Iglesia , ni hallando en la historia
de los Apóstoles , ni de los cristianos de los primeros si
glos decretos de las autoridades civiles, ni sobre la fé, ni
sdbre la disciplina: si en alguna ocasion les han intima
do leyes sobre estos asuntos , siempre se han negado á
obedecer; nunca les faltó ánimo , ni disposicion pa-ra res
ponder Con respeto y energía, respetase el imperio los de
rechos de la Iglesia , como la Iglesia respetaba los del
imperio. 0
Me parece, señor, he dicho lo suficiente para demos-
CARTA IV.
grue apostolico consultis honore, honori inquaiii ¡Ilius, quae praeter illa,
quae sunc extrinsecus,'sollicitudo manet flmuium Ecclesiarum, super.an-
xiis rebus , quae sit tenenda sentencia, antiqu» scilicet regulas formam se-
cuti, quam tato semper ab Orbe mecum nostis essa servatam. Verum
haec missa facio } ñeque in hoc credo latere prudentíam. Quid etiam a-
Ctione firmatis, nisi scientes, quod per omnes provincias de apostolico fon-
te patentibu* responsa semper emanant? Praesertim quoties fidei ratio ven-
tilatur , arbitror omnes fratres, et Episcopos nostros nonnisi ad Petrum,
id est sui nominis , et honoris auctoren» referre deberé, veiuc nunc rstu-
lit vestra dilectio. 1 , .'.'.• / .
TOM. I. 13
98
la ciencia y el poder de toda la-antigüedad han humillado
su cabeza, y tributado sus respetos? Estoy enteramente
aturdido; atribuir su doctrina á su malicia, sería suponer
una imprudencia original para mentir tan á cara descu
bierta; atribuirla á su ignorancia, no parece regular en
unos honíbres literatos, y que acreditan serlo en otras
materias, y aun estan dotados de bastante despejo natu
ral ; pero los documentos citados no dejan duda , son sin
tacha , y en tales ansiedades y sin renuneiar á las prue
bas ofrecidas, desearla saber los fundamentos de los filó
sofos en esta opinion arriesgada.
Clérigo. Los indiqué, señor, al principio de su obje
cion, y no hay inconveniente en repetir son la malicia
y la ignorancia ; los filósofos y los hereges convienen en-
la usurpacion , y únicamente se diferencian un poco en
la época. Los sabios de nuestros dias señalan el imperio
universal del Pontífice en la irrupcion de los árabes. Lu-
tero en su malvado libro titulado: el Papado establecido
en Roma por el diablo, la atribuye á la barbarie del Em
perador Focas, el cual habiendo aterrado á sus subditos
con sus crueldades, para estender y asegurar mas su au
toridad , dió el título de Obispo universal al Papa Boni
facio III, prohibiendo á los Patriarcas de Constantinopla'
nombrarse en adelante Ecuménicos, con cuya providen
cia los Pontífices que hasta ia muerte de san Gregorio
se ñafian limitado á gobernar su diócesis, empezaron por
todas partes á estender su jurisdiccion. Aquí se ve su dis
crepancia en el tiempo, y su uniformidad en las causas,
pues habiendo asesinado Focas á Mauricio; y usurpado el
imperio en 602, y .;habiéndose verificado la irrupcion en
712, se diferencian en un siglo, y convienen en Ibs pen
samientos Lutero y los nuevos sabios españoles. Los Con
cilios arriba citados con fechas anteriores desmienten la
opinion de unos y otros, pues por ellos hemos visto ejer
cer á los Pontífices Romanos en todo el orbe católico
y antes de las mencionadas épocas la plenitud de la
jurisdiccion ; no obstante, aún se averiguará mas su
malicia ó ignorancia produciendo otros documentos.
En primer lugar se nos presentan los recursos hechos
á Roma , y por fortuna la carta 68 de san Cipriano nos
ha conservado la memoria del hecho ruidoso de Basíli-
des y Marcial, Obispos españoles, á mediados del siglo III,
depuestos de sus sillas por haber cometido el delito hor
rendo de libelático, y acaso otros mas graves, por con
servar sus vidas , y electos para ocupar su lugar Felix y
Sabino. Recurrieron los depuestos á Roma para sorpren
der al Papa con engaños y mentiras; y noticiosos los Obis
pos y pueblos de Leon y. Asturias, consultaron á san Ci
priano para gobernarse en caso de ser engañado el Pon
tífice ; y responde recordándoles el decreto del Papa san
Cornelio, en el cual manda no sean repuestos en el eger-
cicio de su orden , los que cometen delitos graves , aun
cuando se arrepientan y hagan penitencia. No niega el
recurso al Papa, pero exige el cumplimiento de los an
teriores decretos pontificios. Así pues, el Concilio Carta
ginés congregado en 25+ declaró justamente condenados
á Basílides y Marcial, y rectamente ordenados á Felix y
Sabino, sin consideracion al rescripto favorable de Basí
lides obtenido del Papa san Esteban; pues no sirve, dice
san Cipriano en su carta escrita á nombre del Concilio,
sino de hacer á Basílides mas- criminal por haberle sor
prendido; pues si le hubiese informado de la verdad, no
le hubiera mandado volver á su orden contra lo anterior
mente decretado (* ). . , ,
(*) Epist. 68. Divi Cyprian. Cum in unum convenissemus legimus lit-
teras vestras, fratres dilectissirai , quas ad nos per Felicem et Sabinum
Coepiscopos nostros pro fidei vestrae integritace ,• et pro Dei timore fe-
cistis, significantes Basilidem et Marcjalem libellis idolatrías roaculatos,
et nefandos facinorum conscientia vinctos Episcopatum gerere, et Sa-
cerdotium Dei administrare non oportere.... Nec rescindere ordinationem
jure praefactam potest, quod Basilides post crimina sua detecta, et con-
scientiam etiam propria confessione nudatam Romam pergers, Stefanum
collegam nostrum longe posimm et rei gestae, ac veritatis ignarum fefellit,
ut exambiret reponi injuste in Episcopatum, de quo fuerat jure depositus.
Hoc eo pertinet , -ut Basilides non tam abolita sint, quam cumulata deli-
cta, ut ad superiora peccata ejus etiam fallacis, et circümventionis crimen
acceserit.... Cum alia multa delicta sint et graviora , quibus Basilides ec
Martialis implicati tenentur, manifestum est hujusmodi homines nec Ec-
clesiaeChristi posse praeesse, nec Deo sacrifícia oferre debere^ máxime cutí
jampridie.... Cornelius collega noster.... decrevit: hujusmodi homines ad
poenitentiam quidem agendam posse admitti ab ordinatione Cleri atque
sacerdotal! honore prohiben.
iOO
Conde. Me acuerdo haber leído en la Historia eclesiás
tica, que habiendo sido depuesto por herege un Patriarca
de Antioquía en dos Concilios, se obstinó en permanecer
en el Palacio episcopal á pesar de su condenacion, y ha
biéndose quejado los Obispos al Emperador Aurelio, man
dó se adjudicase el palacio de la disputa al Obispo de An
tioquía reconocido por el Pontífice de Roma.
Clérigo. Efectivamente este memorable suceso llama
la atencion de todos los autores eclesiásticos, como una
cierta y preciosa prueba de la preeminencia del Obispo
de Roma sobre todos los demas Pastores, y de Ja obliga
cion de todas las demas Iglesias de comunicar con la que
era conocida hasta de ios mismos paganos como centro
de la union católica. Pudo ocurrir este suceso por los años
de 270. Pablo de Samosata, Patriarca de Antioquía,
habia sido condenado en el primero y segundo Concilios
de aquella ciudad en 264, y 269 por seguir una doctrina
semejante á la de Sabelio : protegido por Zenobia, Reina
de Palmira , despreció su condenacion, y se mantuvo en
su silla ; pero habiendo sido derrotada Cenobia en una ba
talla por el Emperador Aurelio , fue arrojado Pablo de
Samosata de la patriarcal , y puesto en su lugar Domno
I , mandando el Emperador se le adjudicase el palacio
episcopal como Obispo reconocido por el Pontífice roma
no; sobre lo cual hablando Natal Alejandro en su His
toria eclesiástica, dice: Que el Emperador Aurelio invi
tado por los Obispos católicos, con ser un pagano, dió una
sentencia tan justa como pudo darla un Emperador cris
tiano, mandando entregar el palacio patriarcal al Obispo
de Antioquía reconocido por el Pontífice romano (*).
En segundo lugar se nos presentan las consultas tan
to sobre la fé, como sobre la disciplina de todo el mun
do cristiano hechas á los Pontífices romanos. Hicmerio,
'
* * *i
(*) Natal Alexand. Hist. eccles. tom. 4. art. 8. paragraf. 3. in fin;
Verum cum e domo episcopali egredi nollet proscriptus hsereticus; Au-
relianus Imperator á cathoiicis Episcopis interpellatus, Etnicus Jicet, tam
justara in ea causa sententiam dixit, quam proferre potuisset christianus
Imperator. lis domuiu tradi jussit, quibus Itali christiauae Religionis An-
tistes et Episcopus Romanus scriberet concedendam.
401
Obispo de Tarragona , consultó al Papa san Dámaso so
bre varios puntos de disciplina , cuya carta llegó á la Si
lla Apostólica cuando ya habia fallecido, y su sucesor
san Siricio le contestó en 10 de febrero del año de 385 en
quince capítulos que en realidad son otros tantos puntos
de disposiciones eclesiásticas, pues le habla de no rebau
tizar á los ardanos; que no se confiera el Bautismo sino
en los dias de Pascua y Pentecostés ; que no es lícito re
cibir á la esposa de otro en matrimonio ; que deben ser
separados de la Comunion católica los apóstatas, como
tambien los que no cumplen la penitencia impuesta; sobre
los monges y vírgenes que no guardan sus votos ; sobre la
continencia de los clérigos, y sobre otras cosas que pue
den verse en la misma respuesta (*,). Y aunque esta es
la primera en la coleccion de las cartas de los Papas, asé-
guran los autores no es la primera que se escribió por los
Pontífices , fundados en que san Gerónimo dice en una
de sus Epístolas, estaba ocupado ayudando á san Dáma
so en las consultas que le hacían de Oriente y Occidente.
En el Concilio IV de Toledo y Cánon V se inserta
como suprema resolucion y decreto de la Silla Apostóli
ca la respuesta del Papa san Gregorio á su amigo san
Leandro, Arzobispo de Sevilla sobre omitir en el Bautis
mo la trina inmersion (**). Ademas de esta son innume
rables las cartas de este gran Pontífice á todo el orbe ca
tólico, ya respondiendo, ya mandando, ya resolviendo
sobre muchos asuntos de fé y de disciplina.
En fin, para no cansarnos en un asunto indudable,
haremos conmemoracion del Concilio general de Calec
ir
.. I i. u
f.. .. r i.
1 .-j'l., CARTA V.
- .
Í37
CARTA VI.
i * ...*,. ', * .i
, (*) Aéto Apostol, cap. 20. v. 28. Attendite vobis et universo gregi,
in quo vos Spirirus Sanctus pOsuit Episcopos regere Ecclesiam Dei, quam
adquisivic sanguino too. .. ..¿i : n, ;i ', .c... -J
TOM. I. • Í8
i 38
mente: que los Obispos son los sucesor de los Apósto
les, pertenecientes á este orden de la gerarquía, encarga
dos por el Espíritu Santo d» gobernar la Iglesia (*).
Pero los filósofos de nuestros dias interpretando las
cosas ásu antojo, .infieren de las X3alabr.as del texto sagra
do que los Obispos, en virtud de esta divina facultad, pue
den y deben gobernar sus Iglesias con independencia del
Sumo Pontífice, y este es el error; pues seguramente el
entender las sagradas palabras ren este sentido tan estenso,
es pretender estab^cer una doctrina opuesta á lo deter
minado por Dios, y á lo reconocido, declarado y confe
sado por nuestra Madre la Iglesia. En las conversaciones
antecedentes dijo demostrado por la^agrada Escritura,
por el testimonio de Tos .saritas Bádr^ yi decision; de lós
Concilios como una verdad de fe católica^ la primacía y
Suprema autoridad del Romanó Pontífice sobre toda la
Iglesia como sucesor der san Pedro, á quien Jesus elevó
sóbrenlos (demas Apóstoles., le. encargó la presidencia» de
«us henbafiosyiy^le'iembleciró poc sur Vicario en la tieiV
¥¿j. boní©'así lo íhaai eárffesada y \6' confiesan en el Orien
te y Occidente todos los santos Congresos, y últimamen
te en el de Florencia ("**)J '
' Por otro lado en esta divina disposicion se fundadla
lünion y eí óídeñ de este cuerpo' místico;, pues si así' no
fuese, si. nb hubiese un Superior determinado por el mis
mo Jesucristo para regentar en su ausencia; si cada Obis
po eñ su diócesis fuese un arbitro para disponer á su vo
luntad, su Iglesia sería una sociedad sin gobernante, ó co-
faio. ya' hemos insinuado, un monstruo de muchas cabe-
(*) Coocil. Trident. ses. 23. c*n. 6. Si quis dixerit,.in Ecclesia catho-
}ica non esse hierarchiam divina- ord+natione institutam , quae consta» ex
Episcopis, Presby^eris , et Ministris; anachema sit.
- (**J Conc. Trident; Can. 7'. SI quis dixerit Efiscopos non esse P*es-
byteris superiores.»..- anithem» -sit - w • • - . .z::A a fv—•l.' tJ,
141
de una baja adulacion, sirio como un testimonio del apre
cio de sus discursos, y que si muchas veces formaba du
das en las conferencias , mas era con el fin de provocar
le á hablar para instruirme, que por desconfiar de la ver-
;dad. Así concluyó esta conversacion, y principió el orden
pendiente del día anterior en esta forma.
Conde. Concretándonos al mundo cristiano, existente
en la católica union, es innegable egercen los Pontífices
mas autoridad sobre estas Iglesias , que en los antiguos
tiempos, pues vemos despachar solo en Roma ahora cier
tos asuntos que antes dé" los siglos de la ignorancia los evar-
cuaban los Obispos ; tales son las confirmaciones ó elec
ciones de los. mismos Obispos, los impedimentos de ma
trimonios y otros de que hacen relacion los Concilios de
aquellos tiempos. Esta es la razon en que los filósofos
fundan sus pensamientos, de que estendieron los Papas
por todas las Iglesias la universal jurisdiccion protegidos
de#a ignorancia. Si son atribuciones propias de los Pon-
-tífices ó^de los Obispos , esta es toda la disputa ; por mi
parte confieso soy incapaz de juzgar de la justicia ó in
justicia del despojo; y únicamente puedo asegurar por lo
que tengo leido sobre estas materias, que siendo cierta la
variacion, el derecho de los Pontífices á la meditacion de
la* filosofía se hace muy sospechoso j y á la verdad pare
jee con algun fundamento, porque si eran atribuciones
propias de la Silla Apostólica, ¿cómo no las pusieron en
xiso en los siete ú ocho primeros siglos ?
Clérigo. Esta objecion, señor, como otras anteriores,
-abraza diversos puntos , á los que para evitar confusion,
^responderé por su órden. En primer lugar debo decir : que
dejo probado ejercieron los romanos Pontífices la supre
ma y universal jurisdiccion en los siete n/imeros* siglos,
tanto en Oriente como en Occidente no solo sobre los
Obispos, sino tambien sobr*e los Patriarcas y demas Pre
lados colocados en las primeras sillas y q^ie gozaban de
mayor autoridad : dejo pAbado por las opiniones y los
hechos de los hombres mas grandes de la antigüedad en
•ciencia y virtud, como los Crisóstomos, T-lavios, Gre
gorios, Ciprianos, Ambrosios, Agustinos y otros la su
prema autoridad del romano Pontífice sobre todas las
<4B .
Iglesias: dejo probado en el naciente estado del cisma,
señalando su época y las causas de su sublevacion , que
mientras consultaron sus gefes á las sagradas letras, y
siguieron el partido de la razon , vivieron sumisos á los
• Tomanos Pontífices ; y que únicamente se substrajeron de
su obediencia olvidándose de sus deberes , y por medio dp
la revolucion para lisongear con su desvanecida autoridad
á sus pasiones. Solo con esto dejo respondido á su obje
cion , y la victoria en la disputa queda á mi favor , ín
terin no se desmientan las autoridades alegadas , y se fal
sifiquen los hechos espuestos por Ta historia.
En segundo lugar debo decir : que aun cuando los ro
manos Pontífices en los siete primeros siglos no hubiesen
ejercido, la jurisdiccion universal, no por eso podia ni
.debia asegurarse que no la tenian, porque una cosa es po
seerla y otra el usarla: sobre obtenerla na» hablemos en
el supuesto de que queda probado en las anteriores con-,
versaciones por autoridad divina, testimonio de los «Pa
dres y confesion de los Concilios , que la depos^ el di
vino Redentor en Pedro y sus sucesores para el gobierno
de su Iglesia , y que este es un dogma de fé católicá : so
bre usarla, debemos tener entendido, que la autoridad
se esplica, se desplega y se pone en ejecucion mas ó menos
segun lo exigen las circunstancias , los tiempos , los lu
gares y las ocasiones, consultando á las necesidades de la
Iglesia, al decoro del culto, á los intereses de la Religion,
y á la felicidad de los fieles. Si en los siglos precitados
no la desplegaron , ó no la pusieron en uso , sería por
que no la necesitaron , ó porque no lo juzgaron conve-
nientei Si posteriormente la egercen con mas amplitud,,
será porque lo tengan por mas oportuno para gloria de
Dios y bien d^ los hombres : en una palabra , la autori-
, dad y el poder, así como los talentos y las fuerzas, no
se ejercen y manifiestan sino cuando la necesidad y«las
circunstancíaselo exigen , aun cuando se tengan ó po
sean , antes bien únicamentefte debe echar mano del po
der y del imperio, cuando los subditos,, quebrantando
sus deberes , no bastan á contenerlos el consejo y la pru
dencia ; de consiguiente, mientras los filósofos no des
mientan los encargos hechos por Jesucristo á los Sumos
Í43
Pontífices en nombre de Pedro para gobernar su Iglesia,
no les pueden negar las facultades de disponer, regir y
-mandar cuanto juzguen conveniente en todas las edades
•y en todas las regiones.- • ••• ' ? , -- .
En tercer lugar se dice , que los romanos Pontífices
-desplegaron su jurisdiccion universal en los siglos medios
á favor de la ignorancia de aquellos calamitosos tiempos';
•y este sin dificultad es Un miserable y ridículo recurso
para convencerá la razon: es intentar obscurecer y des
mentir la historia con improperios y desvergüenzas:.'es
en una palabra suponer, que la suprema autoridad del
Papa trae su origen de la ignorancia del mundo, de la
.barbarie y del error, y se sostiene por la tiranía y el po
der ;. criminales é impías aserciones, y débiles argumen¿
tos para impugnar la verdad , pero muy propios y co
munes en gente atolondrada é insolente.
Es verdad que fueron los siglos medios ignorantes y
bárbaros por la decadencia de las ciencias poco cultivaf-
das , por la relajacion general de las costumbres e.ri. los
estados , y por las turbulencias de los reinos continuamen
te ocupados, ya entre sí mismos, ya unos con otros en
guerras crueles ; pero no lo fueron por haber- creído en
los Sumos Pontífices una plena jurisdiccion sobre toda la
Iglesia' para regirla y gobernar^. En esto no se aparta
ron de la fé de sus Padres ; creyeron sin añadir ni qui
tar lo que habian creid^los an^iores siglos de luces é
ilustracion ; ni la ignorancia , ni la corrupcion , ni , las
turbulencias del tiempo , coyunturas las mas á propósito
para la rebelion y el cisma , no^uidieron borrar este dog
ma de la Religion grabado en sus corazones por el buril
de la f4, reponocido y confesado desde san Pedro hasta
el últimó^PontíficeT Eclesiásticos y legos en aquella infe
liz época se encenagaron en los vicios mas groseros , y
mancharon con ellos el candor de sus, almas: su altivez
protegida de la obscuridad de sus entendimientos inundó
de sangre al universo : las nieblas sombrías de la igno
rancia eclipsaron las luces , y Jbrtaron ^1 paso á las
ciencias; stendo de admirar, que decidiendo en aquel
tiempo la fuerza , y no la razon de los derechos del hom
bre , siempre siguieron el testimonio de su conciencia sb
144
. bre la autoridad soberana del romano Pontífice para pres
tar sus respetos al Padre comun de los fieles , y doblar su
cabeza al Vicario de Jesucristo. Solo en las Iglesias pro
testantes, solo en esos espíritus revoltosos es en. donde se
encuentra esa hinchada ciencia de resistirse abiertamen
te al Espíritu Santo negando los dogmas de nuestra san
ta Religion. .
En cuarto lugar es evidente, que fueron los siglos
medios siglos de ignorancia por la irrupcion de los sar
racenos , por las continuas guerras, por el poco cultivo
de las ciencias , y por haber entregado á las llamas los
mas célebres monumentos literarios ; pero aun en estos
tiempos calamitosos no faltaron hombres, sabios en ma
terias de Religion. En prueba de esta verdad , si exami
namos la historia, encontramos en el siglo VIII al sa
pientísimo Beda, al Presbítero Beato, al célebre Alcui*
no y á' otros , que emplearon sus plumas en conservar la
pureza de la fé contra los hereges Felix , Obispo de Ur-f
gel, y Elipando, Arzobispo de Toledo: en el IX ademas
de las escuelas establecidas en Francia por Cario Mag
no , y en Inglaterra por Alfredo se nos presentan Hinc-
maro, Obispo de Rems; Anastasio, el Bibliotecario; san
Eulogio, electo Arzobispo de Sevilla; Juan el Hispalense,
traductor de la Biblia en lengua arábiga, y otros varios. En
el X, acaso el mas ignorante de todos, se nos presentan un
Silvestre II, un Floduq^Io , unJtatier, Obispo de Vero-
na, un Salvo, Abad del monasterio.de Alvelda, y otros.
En el XI empezando ya á desenrollarse los entendimien
tos , se nos presentan di Cardenal Humberto , de quien
ya hemos hablado en el cisma de la Grecia , san Ansel
mo , san Pedro Damiano , el Beato Lanfranco, y Otros;
pero sobre todo , los árabes en España* fueron cultos y sá-
bios, no solamente en las ciencias del Alcoran, Astrono
mía y Medicina , sino tambien en las de legislacion y
Religion, como lo acreditan las públicas academias de
Toledo, Córdoba y Sevilla, á donde concurrían á ins
truirse gentei de todafpartes , y así lo acreditan los his
toriadores , y convencen la coleccion de cánones de aque
llos tiempos. ,
. * En quinto lugar es verdad que en el siglo IX salieron
Í45
á luz las falsas decretales bajo el supuesto nombre de Isi
doro Mercator , asentando en ellas que no podían los Sí
nodos provinciales deponer á ningun Obispo sin consul
tar á la Silla Romana , ni celebrarse ningun Concilio sin
el consentimiento del Sumo Pontífice ; doctrinas nuevas
y hasta entonces desconocidas, probando su asercion con
varios decretos fingidos de Papas desde san Clemente has
ta sa% Silvestre: es verdad que causaron estos principios
mucho ruido , y aun alborotaron á todo el mundo cris
tiano , por ser contra la práctica establecida en los siglos,
contra lo dispuesto en las reglas canónicas , y apoyadas
en unos documentos ignorados de todos los sábios : es ver
dad , que no obstante el carácter de novedad de esta doc
trina , y la repugnancia de la mayor parte de los Prela
dos, fueron recibidas en muchas provincias, aunque no
en todas ; pues en el Oriente no tuvieron entrada , y la
Iglesia de España no los reconoció en los cuatro siglos
árabes, como lo testifican las antiguas colecciones de cá
nones de esta nacion: en fin , si las falsas decretales y
el decreto posterior de Graciano pudieron descubrir cam
po á los Sumos Pontífices para dirigir los asuntos ecle
siásticos en aquellos calamitosos tiempos de ignorancia y
de desorden , nunca pudieron ni debieron servir de regla
para la definicion de los asuntos , por no estar reconoci
dos los documentos alegados en la disciplina práctica, ni
gozar sus autores de potestad alguna para dar valor de
leyes á sus pensamientos particulares.
En sexto lugar, mal recibidas las falsas decretales por
Jos sábios, y general trastorno de la disciplina; y averi
guado el fingimiento en los siglos posteriores , empezaron
1 impugnarse estas nuevas doctrinas como Contrarias á
la práctica de los siglos en el conocimiento de los Pon
tífices en varios negocios , antes sujetos á la deposicion
délos Obispos, pero por diferentes rumbos. Los hereges
tratan á los Papas de usurpadores de los derechos de los
Obispos por las falsas decretales á sombra de la ignoran
cia , buscando en este pretesto un motivo para negarles
la obediencia , y resistirse á reconocer la suprema auto
ridad encargada por Dios á Pedro para regir la Iglesia,
disponer la disciplina , y variarla con arreglo á las cir-
TOM. I. 19
•Í46
cunstanciás, negando en esto un dogma de fe católica,
reconocido y confesado en todos los tiempos ; de modo,
que bajo la apariencia de un falso zelo por mantener el
esplendor de la disciplina, minan el fundamento princi
pal de la Religion , despreciando al vicario de Jesucris
to en la tierra , y quitándole la potestad de ordenarla y
establecerla : asi pues
: Conde. No hablemos del modo de pensar de lo? here*
ges : dejemos á un lado el lenguage impío de esos hom
bres, que lo mismo censuran á los Pontífices romanos en
orden á la disciplina, que se quejan de los Concilios en
las esplicaciones y decisiones de la doctrina para descu
brir y condenar sus errores: sus improperios contra la
Iglesia descubren demasiado el ódio con que la miran, y
su tenacidad en mantener sus delirios el desprecio de sus
decretos : en su concepto no ha habido un Concilio legí
timamente congregado desde los tiempos apostólicos , ni
un Papa contenido en los límites de sus facultades des
pues de san Pedro; todos á sus ojos son -unos usurpado
res, todos unos tiranos : así se producen, porque así con
vine para perpetuar sus errores ; es decir , que su len
guage se acomoda á su política para mantener sus prosé
litos á su devocion con la aversion á la Silla Apostólica.
Opiniones de hombres de esta especie no se deben citar,
se deben mirar con desprecio al verlos tan inconsecuen
tes ; pues al mismo tiempo que nada perdonan á la Igle
sia católica, todo lo sufren de las sectas protestantes ; na
cen unas heregías de otras, se establecen nuevos dogmas
.en la creencia, nuevos preceptos de gobierno esterior en
teramente contradictorios á los reconocidos por las otras
comuniones, con tal que sean disidentes; se les deja se
guir, se les tolera; únicamente, hay guerra perpetua de
clarada contra los católicos , apostólicos , romanos. Este
encono^ esta mala fé y, esta injusticia son demasiado
conocidas para sorprender á ningun hombre sensato no
obcecado en sus pasiones ; y así dejemos á estos hijos de
la mentira en sus locos pensamientos , y limitémonos á
hablar de las opiniones de los católicos sobre la autoridad
de los Sumos Pontífices :desde el tiempo de las. falsas dé*
cretales., . • lo.' j.Luv v i n '.u :í -m' -ib
i0
Clérigo. Está muy bien; y á seguir iba esa misma iiea,
despues de haber manifestado las opiniones de los here-
ges, cuando he sido interrumpido. Al salir á luz la obra
de Isidoro Mercator los católicos se sorprendieron , no
porque en los Pontífices romanos faltase auto: idad para
variar la disciplina con arreglo á las circunstancias, sino
por ignorar estuviese variado por los documentos alega
dos en la obra espúrea : esta era la controversia del tiem
po y la resistencia de los sabios ; pero aunque manifesta
ban amor á la disciplina vigente, y vivos deseos de sos
tener los derechos de los Obispos, les faltó en los prin
cipios instruccion y crítica para conocer la impostura, y
la sorpresa sufocó los buenos pensamientos. Algunos no
recibieron la nueva doctrina como los españoles , y otros
como los franceses en la controversia de Cárlos el Calva
y Luis II sobre la Lorena, se resistieron á obedecerá los
Pontífices por ser un asunto puramente temporal , ageno
de su conocimiento é inaudito en su reino decidir los Pa
pas las disputas de los Reyes ; pero en lo sucesivo ,' así
estos como los demas Obispos, cedieron y humillaron sus
cabezas á las decisiones de Roma con arreglo á lo dispues
to en las falsas decretales; no porque estuviesen decreta
dos los puntos espuestos por Mercator , sino porque los
Pontífices podían decretarlos, y era un crimen resistirse
á sus órdenes cuando mandaban obedecer, fundando su
derecho , ya fuese ó no fuese conforme á la doctrina es
púrea , pero sin apoyar en ella sus decretos : en una pa
labra, varió la disciplina por las falsas decretales i pero
se obedecian los decretos de Roma, no»porque el impos
tor lo prescribia, sino porque los Pontífices lo mandaban.
Si hubiera sido, señor, mas útilá la Iglesia gozar los
Obispos de sus antiguas prerogativas, es una cosa dema
siado profunda para mis cortos conocimientos : oigo á los
sábios lamentarse de aquella fatal ocurrencia , que esten
dió el Imperio de Roma por toda la redondez de la tier
ra : los oigo declamar contra Pero todo esto no pasa
de lamentos y quejas; en fin, se reduce á discurrir si la
. Iglesia hubiera estado mas bien gobernada con la discipli
na antigua que con la- moderna ; pero ninguno pone en
duda la autoridad de los Sumos Pontífices para variarla.
*48
Así es que las Decretales de Gregorio IX , apesar de
tacharlas los sabios salpicadas de estos mismos principios,
fueron recibidas sin contradiccion alguna en todas las
Iglesias, por venir sancionadas de la suprema y legítima
autoridad. Así es que las causas llamadas mayores, cu
yo conocimiento se declaró pertenecer á Roma , todas
han sido cedidas por los Obispos , ya juntos ya separa
dos, por insinuaciones á decretos positivos de los Pontí
fices , sin que por esto se hayan reputado ni condenado
por tiranos , ni usurpadores de los derechos episcopales.
Estos dicterios y calumnias solo se encuentran en los con
ciliábulos y obras de los hereges ; en los santos congresos
en donde el espirito de Dios ilumina los entendimientos,
tales como los de Letran , Constancia , Basilea , Floren
cia y Trento , posteriores á las falsas decretales ; solo se
ve á los Padres condenar los errores , declamar con li-
— bertad contra los vicios, decretar vigorosos cánones pa
ra la reforma de las costumbres, y con consentimiento
de la Silla Apostólica ampliar ó disminuir las facultades.
¡O Señor! Si no fuese por el temor de detenernos de
masiado en un asunto indudable, si no fuese por moles
tar su paciencia, y el tiempo lo permitiese, ¡cuántas oca
siones , cuántos egemplos de clamores de los Padres en
materia de disciplina sobre ampliar mas sus facultades
para obrar y no concederse podrían citarse! Apenas se
halla un Concilio en donde no se encuentren súplicas de
los Obispos para este efecto , que han sido satisfechas ó
reprobadas segun exigían el interés general de la Religion,
el bien público de ki Iglesia, y el esplendor de la disciplina.
Si se abren los Concilios de Constancia y de Basilea, de los
cuales ya se habló dias pasados, se verá cuáles fueron los
deseos de los Padres, y en qué parte sola fueron cumplidos:
si se examina el santo Concilio, de Trento , se verá el
empeño de los Obispos sobre la estension de su potestad
coartada conforme la antigua disciplina en varios asun
tos : la elocuencia y sabiduría de los Padres españoles bri
lla en estas reverentes súplicas: nada dejaron por decir
los Sotos, los Covarrubias, los Bartolomés de los Márti
res, los Guerreros y otros; y aunque en parte fueron
atendidas y satisfechas , no en todo , porque no. se juzgó
449
conveniente : y apesar de eso no apelaron al poder de los
Soberanos para vindicar sus derechos , porque estaban
convencidos de que era atribucion propia del romano
Pontífice ampliarlos ó disminuirlos.
Por otro lado , señor , debemos ser prudentes y justos
en nuestros pensamientos; debemos creer que los Sumos
Pontífices no se movieron á limitar los derechos de los
Obispos en aquellos desgraciados tiempos , ni por los fal
sos documentos alegados por un vil impostor , ni porque
la ignorancia de los tiempos les presentase una ocasion
oportuna y favorable para engrandecer su Imperio , co
mo aseguran los filósofos y los hereges, esos hijos ingra
tos del Padre comun de los fieles: nosotros no tenemos
ideas tan bajas y^poco honoríficas de los vicarios de Je
sucristo, de los sucesores de tantos Santos como han ocu
pado la Silla 'Apostólica , y les han dejado trillado el ca
mino para desempeñar contgloria el gobierno de la Jgle-
sia. Sí, dejemos á eso* hijos impuros engolfarse en estos
infames conceptos para colorear sus rebeliones, levantan
do calumnias á las personas mas sagradas y respetables
que conoce el mundo, mientras que nosotros mas pru
dentes y sensatos arreglamos nuestros pensamientos á su'
alta consideracion y á la divina comision encargada á su
desempeño; pensemos, y no nos avergoncemos de con
fesar , que cuando así lo hicieron motivos justos ocurri
rían , porque de otro modo es increíble sacrificasen á su
ambicion el bien de la Iglesia : que se valiesen de su au
toridad para satisfacer á sus intereses, ni que sin graví
simas causas hiciesen en la disciplina una mutacion tan
sensible y general , coartando en todos los Obispos unas
facultades que por tantos siglos habían disfrutado.
Efectivamente aunque supongo grandes y justos mo
tivos en los Sumos Pontífices para una variacion tan asom
brosa en la disciplina, no es mi ánimo entrar en el exa
men y relacion de estas causas; pero no. omitiré refe
rir dos hechos muy ruidosos ocurridos uno en el Orien
te, y otro en el Occidente, que manifiestan bien clara
mente la esclavitud de los Obispos á los Reyes en aquellos
infelices siglos, y el abuso que hacian de sus facultades,
sirviendo en ocasiones para autorizar susescesos, En el
<50
siglo VIII i no nos refiere la Historia eclesiástica el repu
dio escandaloso de la Emperatriz María verificado por
Constantino V, Emperador del Oriente, por casarse con
la dama Teodora, cuyo matrimonio se celebró en 795 y
viniendo su prima consorte contra el dictamen del Patriar
ca Tarasio y demas cabezas del Clero, defensores de la
inocencia de Marta? ¿No nos refiere que en una junta ó*
conciliábulo tenido en Constantinopla en 809 una porcion
de Obispos subordinados, ó bajos aduladores de la Mages-
tad Imperial, tuvieron la avilantez de declarar por vá
lido este matrimonio, escomulgando á san Platon, á san
Teodoro Studita y á su hermano José, Arzobispo de Te-
salónica, porque lo miraban como un adulterio (*)? ¿No
encontramos en el siglo X el ruidoso «spudio que el Em
perador Lotario hizo de su Esposa Thietberga por ca
sarse, y satisfacer su impura pasion con la dama Gual-
dradj , y á pesar de las reclamaciones de la desgraciada
Emperatriz á la Silla Apostólica, ó instrucciones comu
nicadas por el Papa Nicolao I para proteger á la inocen
cia , y condenar el culpado en el conciliábulo de Aquis-
gran no le fue concedida licencia para repudiar á su le
gítima Esposa, y casarse con la concubina; y en el de Met,
á donde fue remitido el examen de la causa por el Papa,
confirmada la iniquidad; por cuyo motivo depuso en Ro
ma en 864. á los Obispos asistentes, y condenó este últi
mo conciliábulo remitiendo un nuevo legado para obli
gar al Emperador á dejar á Gualdrada , y á tomar á
Thietberga (**) ? Tal era la dependencia y subordinacion
i* , *. . * . , o, • ...
- (*) Clave iisfor. de Florez, siglo XI.
TOM. I. 20
risdiccion. No puede negarse se confieren en el orden epis
copal por derecho divino todas las facultades necesarias
para gobernar la Iglesia; pero tampoco se puede negar
que la Iglesia , esto es , que el Sumo Pontífice como ca
beza de la Iglesia debe arraglar el egercicio de estas fa^-
cultades para mantener el orden en las funciones espi
rituales.
Efectivamente sabemos por la historia que en unos
tiempos fueron mas ámplios , y en otros mas limitados,
segun lo han exigido las circunstancias; por egemplo, ha
llamos épocas como en la de los Apóstoles y*tus inmedia
tos sucesores que todo el mundo era la diócesis de un Obis
pó para egercer las sagradas funciones sin distincion de lu
gares ni de personas; y vemos posteriormente en otras que
se demarca el territorio, y se señalan los subditos ácada
Pastor, fuera de los cuales les está prohibido* usar de su
potestad. Hallamos épocas en que los Obispos entendieron
-en todas las causas llamadas mayores, y que despues se
^reservaron por justos motivos á la Silla Apostólica. Hoy
mismo sabemos gozan de mayores facultades, los que mar
chan á propagar la Religion á tierra de infieles, por lo di
fícil de mantener las relaciones con Roma, que los que
existen entrelos católicos; loque creo deber ser una prue
ba concluyente y decisiva, de que si los Obispos reciben
-la potestad del cielo , su uso y egercicio está sujeto al Vi
cario de Jesucristo en la tierra. . .. , .
Esta subordinacion de los Obispos al Romano Pontí- •
fice nada tiene de injuriosa ni de degradante, y lejos de
oponerse á las divinas disposiciones , es en un: todo con
forme á las intenciones del sabio Fundador que con tanto
acierto trazó el plan de su Iglesia. Quitad por un momento
esta dependencia, y en el instante caerá la Comunion ca
tólica en la misma confusion que las comuniones foras
teras. No hay medio, i la. gerarquía,* origen de la superio
ridád y de la subordinacion, mantiene por la obedien
cia el orden, la union y conformidad. Los mismos Obis
pos reconociendo por superior al Pontífice en el uso de
su jurisdicción, tienen por subditos á los eclesiásticos in-
'feriores.' Con arreglo » estos principios "ninguno duda que
un Clérigo ^n el órden sacerdotal, como y# tengo ma-
155
nifestado, y efectivamente se espresa con palabras termi
nantes en la sagrada inauguracion, recibe la potestad de
consagrar las especies, y atar y desatar á los penitentes;
y no obstante se halU inhibido de egercer estas funciones
por disposicion de la Iglesia, ínterin* el ordinario del ter
ritorio no lo esponfc , concediéndole facultad para eger-
cerlas: ¿y se dirá por esto que los Obispos son unos tira
nos de los derechos sacerdotales, y que proceden contra
lo dispuesto en el orden divino? No por cierto: á ningu
no le ha ocurrido..,.
Conde. Yo encuentro en estos dos casos muchísima di
ferencia , y esplicaré mis dudas. Los Obispos reciben la
potestad del Espíritu Santo para regir la Iglesia , es de
cir; tío solo la potestad espiritual interna, sino la' comi
sion y encargo de gobernar ester namente la Iglesia; 'pues
la voz régimen así lo demuestra, conforme las terminan
tes palabras arriba citadas dal Apóstol, sin 'dejar rastro
de duda. Los presbíteros aunque reciben en el orden sa
cerdotal la facultad de consagrar las especies y absolver
de los pecados, ningun encargo tienen de Dios para lle
varlos á egecucion en las sagradas letras; y afí no es mu
cho los haya sujetado la Iglesia en el uso de las referidas
facultades á los Obispos para trabajar con orden; en una
palabra, los Obispos no solo tienen la potestad espresa, sino
tambien el uso de la potestad espresa en las santas Escri
turas. He oido sus razones, y por este motivo, aunque me
hacen fuerza , no me' satisfacen , porque no sé que haya
en la tierra poder para anular, ni interrumpir el uso de
estas facultades tan solemfltmente concedidas por el cie
lo; así me inclino á creer son originarios los derechos, de
los Obispos, sin estar sujetos á restriccion alguna, y que
deben disfrutarlos como lo verificaron en la antigüedad.
Clérigo. Es verdad, señor, que el encargo del Espí*
ritu Santo á los Obispos de regir la Iglesia, es terminan*
te, absoluto y confesado por todos como un dogma de
fé. Pero ¿no son tambien terminantes y positivas las pa
labras de Jesus á Pedro: "Apacienta mis ovejas: todo lo
que ates y desates , será atado y desatado: Yo rogaré por
ttaiv'y tú confirma á tus hermanos en la fé?" ¿ No es tam
bién un dogma de fé católica que le dió por estas precio
156
sas palabras la preeminencia sobre los demas Apóstoles,
le estableció por su Vicario, y le encargó el gobierno de
su Iglesia? Si el Sumo Pontífice no fuese superior a los de-
mas Obispos i no era escusado encargarle apacentar á
los corderos y á las ovejas , es decir , á los fieles y á los
Pastores? Si no estaban sujetos á su jurisdiccion, ¿á qué
era el mandarle atar y desatar sin distincion de personas?
Si no estaban obligados á obedecerle, ¿á qué era enco
mendarle confirmarlos en la fé? ¡ Ay señor! Si se siguiese
esta doctrina, los encargos de Jesus á Pedro y en su nom
bre á sus sucesores serian de ningun valor, y la superio
ridad del Sumo Pontífice sobVe los demas Obispos nomi
nal sin pingun imperio; en una palabra, por cumplir con
un encargo del divino Redentor, dejaríamos de cumplir
ciento, ó por miejor decir, echaríamos por tierra t¿do
el plan de su Religion. ... •: ' '
Para evitar, señor, estos estragos, es preciso recor
dar las reglas de. la crítica' anteriormente manifestadas,
y. procurar conciliar los testos al parecer, opuestos segun
las intenciones de Jesucristo. Siguiendo estas ¡reglas, é [ilu
minada por^pl Espíritu Santo la Iglesia ha creído y Con
fesado en todos tiempos que los Obispos reciben la po
testad para gobernar de Dios; pero con dependencia del
Sumo Pontífice, su Vicario, encargado del régimen ge
neral. Así ha interpretado los textos sagrados, concillan-:
do su sentido como consta de todos los santos Cohgresos,
y testimonio de los Padres arriba éspresados, y aun se
podían alegar otros huevos si fuera necesario. Es unjdog-
tna de fé reconocido y confes*do en Oriente y Occiden
te, y han sido separados de la católica comunion como
hereges y cismáticos cuantos han tenido; la avilantez 'é
impiedad de negarlo; se les ha reputado como desertores
de la fé., como conspiradoras contra las intencioné? del
divirio Redentor, y .como, revolucionarios para envolver
á la Iglesia; en da confusion» laberinto y desó.r,dfen de las
sectas protestantes en la creencia y disciplina; -pues este
nó otro sería :él ;resultado , si cada Obispo, en su dió
cesis fuese urY g&Eb independiente Con absolutas facultades.
-ií : Sí seneirg soól originarios; Jos derechpss delos Obispos*
•silesj». se.foma'pórqiiá Decían -déí jtoismo Crista^
i 57
de consiguiente van anejos al orden episcopal ; pero si se
quieren llamar originarios, dando á entender con esta es-
presion que ninguna autoridad en la tierra tiene poder pa
ra coartarlos ni modificarlos , es una mala inteligencia ó
una falsa suposicion. Confesada la verdad de que el Su
mo Pontífice es el Vicario de Jesucristo y cabeza de' su
Iglesia, lo que no se puede negar sin contradecir al Es
píritu Santo, y negar la te católica, es preciso convenir
que le revistió de toda la autoridad necesaria para des
empeñar este precioso encargo, para dirigir, ordenar y
arreglarlas funciones no solo del comun.de los fieles, sino
tambien de los Prelados para cumplir su mision en la tier
ra : que le. confirió la competente potestad para corregir,
y castigar, ampliar ó disminuir las facultades de todos
los subalternos segun las necesidades ; en fin, que, envia
á los Obispos y demas ministros á trabajar en el. campo.
de su Iglesia bajo la direccion de su Vicario en la tierra.
Porque suponer, señor, en el Sumo Pontífice una.su-,
prema autoridad sin poder para mandar, ; ni dispondría/
conveniente, y sin jurisdiccion alguna, para absolver y cas
tigar no solo, á los fieles, sino.tambien á los Pastores , es
un pensamiento loco, impío y repugnante á la sabiduría,
omnipotencia y bondad de nuestro Diosj es suponer que
Jesucristo ha dejado para gobernar. su Iglesia á un Vi.ca-,
rio desnudo de toda potestad, á un simulacro vano, á un.,
representante ocioso, á un testigo de los abusos sin por.
der para remediarlos, ó porque no tuVo facultades, ó por
que le faltó la prevision ; en una palabra, ei-£ontr.adecic
á las. palabras evangélicas,, y. á las solemnes declaraciqnvs
de la Iglesia ; pues el santo ^Concilio de Trento hablando
de las reservas, claramente confiesa, que 1os Sumos Pon
tífices, en virtud de la suprema autoridad conferida para
gobernarla, pudieron reservar algunas causas de las mas
graves á su juicio particular (.*). ' ' \-
Se alega sobre este asunto que los Obispos usaron con
»30S0iVJl IÍIEUoX'IJ KIip ' UiliJilnJ Ca 1210 »f;K'~.vf.v liií '.'S*) . ei..cOn cBOll.Ei
' :, m oi ' t¡ i M ' ' i . '' . ' ¡' .
.: •'•» :e.nt . r' ¡ c . ~ " ' ' v ¡'. '. ..' 4 ' ' n i"*.S
i (í):.£pnc. Tridente sesw 14. 'cap* X .Unde merito Pontífices Maxími
pro summa potestate sibi in Ecclesia universa tradtrny eatrsiS aJitíüaá crí4
roinum gtávibreEisuoi'pbitiéiaat pécuíiau judicio ses«i.vare..^r J l' '" '")
158
mas amplitud dé sus derechos en la antigüedad , y esto
generalmente hablando no es tan cierto, porque si en al
gunos negocios tuvieron mas libertad para obrar, en otros
tenian mucha menos ; despues de los tiempos apostólicos,
y antes de las falsas decretales , sabemos que tenian los
Obispos obligacion de dar dos veces al año cuenta al Con
cilio patriarcal del gobierno de su diócesis , y sufrir su
correccion, y hoy cumplen con informar de su estado -por
escrito cada cinco ú ocho años al Sumo Pontífice segun
la costumbre, en lo. que nada se coarta su libertad (*).
Sabemos que antiguamente los Obispos sufrían la terrible
autoridad de los metropolitanos en toda su estension, es-
ceptuando muy pocas cosas, y hoy libres de esta dejacion
solo egercen los metropolitanos jurisdiccion en las ape
laciones forenses; pero sin facultad para disponer cosa al
guna en las diócesis de sus sufragáneos , ni alterar el or
den en lo gubernativo, pues todo queda á su disposi
cion. .(**). Sabemos hubo tiempos en que los Obispos tu
vieron que sufrir el insoportable yugó de un ecónomo, en
cuyas manos estaban las rentas de su diócesis , con el que
debia contar para la distribucion y gobierno:, y hoy libre*
de estas trabas puede á su arbitrio disponer de ellas (***).•
Sabemos hubo, tiempos en que los Obispos en su respec-.
tiva' diócesis reconocieron la autoridad de un arcediano,
á quien estaba encargado la presentacion y examen de los
ordenandos, y hoy pende solo de su voluntad el juzgar de
su aptitud para ascenderlos al santo ministerio (****).
•CARTA VIL
\
Así concluyó el forastero, y el Clérigo le dió las mal
espresivas gracias por su franca y breve relacion , afir
mando que esta sería la suerte de ta mayor parte ó de
todoá los Obispos de España ,• a quienes los liberales mi
raban como á unos enemigos declarados del nuevo siste-
ma. Así pienso., dijo, y creo no me engaño; pero Dios
cuidará de su viña ; es sufrido porque es poderoso, y aun
que permite estas tribulaciones, espero no dejará la des
trocen enteramente las fieras; pero dejando á un lado pre
dicciones melancólicas ; supuesto, ¿eñot Conde , que ya
está informado mi amigo de nuestras inocentes y lauda-'
bles ocupaciones en esta soledad, he de estimar no se re
traiga de hacer sobre esta relacion aquellas consideracio
nes que le ocurran, pues así divertiremos la conversacion
estos dias, y mi compañero no se negará á ilustrarnos con
sus luces para el mejor conocimiento de las materias que
se lleguen á tratar, para lo cual espero se obre con toda
franqueza y libertad. Tanto el forastero como yo ofre
cimos hacerlo así , sin guardar etiqueta, y hablando con
toda familiaridad. En seguida tomé líf palabra, ydige: .
Conde. Estoy loco con las contradicciones que obser
vo; se afirma en la Constitucion que la Religion católi
ca, apostólica, romana es la única verdadera, y la na
cion ofrece protegerla con leyes justas y sábias, y por
otro lado veo unas violentas persecuciones con los mi
nistros de esta Religion; de modo que aquí las promesas
y las obras estan en una indudable contradicíon; el Go
bierno culpa de estas estorsiones al Clero, y el Clero se
queja contra el Gobierno por sus disparatados decretos
contra la Iglesia: quien lleva la razon, no sé; si fuesen
negocios políticos , daria la preferencia al Gobierno; pe.T
ro siendo asuntos religiosos me inclino á favor del Clero.
Clérigo. Estas reflexiones, señor, son las mas justas
y mas propias que saltan al momento á la imaginacion
de cualquiera hombre sensato. Las ideas de la Religion
impresas en el corazon del hombre infunden respeto y
veneracion á favor de los ministros que desempeñan el
culto de la Divinidad ; este es un principio general y po
sitivo. Yerran muchas naciones en el conocimiento del
verdadero Dios > como los gentiles, mahometanos y otros
puchos lo conocen , y se apartan en el modo de dirigir
le el culto; pero todas respetan á sus ministros, y los es
cuchan en asuntos de Religion como los únicos intérpre
tes de sus oráculos , depositarios de la doctrina y maes
tros de la creencia; siendo por decirlo así sus mismos
Sacerdotes la causa desus errores. Así ha pasado siempre
si se consulta la historia de todos los tiempos y de todos
los pueblos, pues no ha habido nacion sin Religion ver
dadera ó falsa, ni Religion sin ministros, á quien los de-
mas hombres han mirado como á los intérpretes de la,
voluntad divina, y como álos directores de los mortales
para complacer á los dioses. Solo el presente siglo con sus
luces ha descubierto el secreto hasta ahora ignorado: que
Dios quiere en materia de Religion que el pueblo gobier
ne á los Sacerdotes, no los Sacerdotes al pueblo; en el su
puesto de que aspiran á que la Iglesia, reciba la doctrina,
y el régimen del Gobierno, no el Gobierno de la Iglesia:
y sin mas consideracion, sin mas que esta disparatada
providencia, se puede asegurar que desprecian la Religion
que dicen que confiesan. ;. . , ; . , ;
_• ¡Ah Señor! No es su intento protegerla con leyes jus
tas y sabias, como propalan y afirman en su código fun
damental; para conocer el valor de esta asercion, es pre
ciso considerar se han tomado los elementos de la Cons
titucion española de los escritores mas impíos, enemigos
declarados de Dios y de los Reyes; y solo saber esto, bas
ta para no dejarse sorprender de alhagüeñas y fementidas
palabras. Efectivamente todo el objeto de los innovado
res es llevar á egecucion sus tenebrosos planes consuman
do la ruina de los Tronos y de los Altares; á esto aspi
ran, y en la formacion de ese artificioso código, fruto
de sus maliciosas meditaciones, se propone la reunion de
lps libertinos de todo el Universo. No hay una secta á
quien no ofrezcan su proteccion; en sus liberales institu
ciones todos encuentran asilo, pues su fecundo ingenio sé
ha esmerado en formar una legislacion, cuyos artículos
fundamentales ofrecen á la interpretacion una puerta fal
sa para completar sus designios; á ninguno dejan descon
tento*, y favorecen á todos. En fin, señor, si he de decía
is ¿jñ¿modo de pensar sobre este asunto vel; ^áriíeulo 12
w Í97
y sus pomposas promesas en declarar la Religion católi
ca por la .verdadera, por la única del Estado, y ofrecer
la nacion protegerla con sus leves, fio es sino un velo
para ocultar á los católicos los pérfidos misterios de los
corifeos de la impiedad, hasta reunir la suficiente fuerza.
para avasallar y destruir al Clero y á los Reyes, únicos
objetos de su odio y de su desprecio. : T \
El Forastero dijo : tu pensamiento es el de todos los
hombres sensatos, formado desde su origen sobre esa lla
mada divina Constitucion, como antes he dicho, y el tiem.
po va confirmando sus presentimientos. Aun no se ha com
pletado la obra: al paso que prosperan las sectas se llevan :
á ..ejecucion los proyectos; tenemos al Monarca despojado'
de sus legítimos derechos, á la Iglesia empobrecida, las cos
tumbres en una completa libertad, en su fuerza las per
secuciones del Clero, y á todas las gentes honradas en un
infame vasallage: de modo, quedolo los impíos y libertinos
viven y son protegidos. Este es el verdadero cuadro de la
España en el nuevo órden de cosas, este el feliz resulta
do de redimir y libertar al Rey de' la esclavitud delos"i
ministros, á los Obispos de las vejaciones de Roma , y dos
justos y sinceros d96eos de elevar al Clero á su grado y
esplendor. El Rey , los Obispos y el Clero estan en el dia
pendientes y á la. discrecion de hombres infieles é impíos;
en:sus tenebrosas logias se regulan sus derechos, se pres-^
cribe' la doctrina, se dicta la 'moral : en una palabra , se
dispone á su voluntad y antojo de todo lo sagrado y de
lo profano. Tal es nuestro estado; y si estos innovadores
dominan* aun se verán en España mayores desgracias : su .
gobierno será infaliblemente, un desórden, su felicidad una ;
desolacion , y su Religion una algaravía de monstruosas
herégías, un templo abierto para todas las sectas, eh don
de el infiel, el judío y el cismático encontrarán la puerta
franca para establecer sus cultos, y únicamente se perse
guirá de muerte á los católicos. ri.. r. í; "l hu >o'ú¡. ¡n ír.'l
'. Conde: No dejo de conocer que hay much^xactitud :
en estos principios: no ignoro que se han toruno los ele
mentos de la Constitucion del pacto social de Rousseau,
y: que el Gobierno se dirige por las mismas ideas y máxi
mas de.Montesquieu y. demas filósofos, los cuales solo res
'198 w
piran impiedad y libertad; pera no sé como pneden in
tentar reunir las sectas, siendo sus principios diame-
tralmente opuestos, jorque. entre ellos no puede haber paz,
y: precisamente se han de alborotar. Este ha sido su inde
fectible resultado en .todas las«dades desdé el origen del !
cristianismo :. las heregtas siempre, han: dirigido sus tiros
contra la Iglesia; pero ha sido tan grande la oposicion de
unas á otras, que se han tirado al degüello y han pelea
do para destruirse tanto , que los Padres de la Iglesia co
mo san Agustiri y otros, para combatir sus errorei, han:
echado muchas veces mano de las obras de estos hijos es
púreos , y se han valido de sus razones para confundirlos:
en una palabra, es casi inevitable el rompimiento en los
procederes en donde reina la desunion .de principios.
.. Clérigo. rCiertamente, señor, siempro ha sucedido así:
siempre se ha visto una guerra campal entre las heregías,
naciendo en las sectas sus mas fieros enemigos, y su amis
tad no es de esperar sea jamás permanente, porque sus
reuniones no las forma el amor, sino, el interés. En el dia
todas las sectas se manifiestan muy satisfechas , y unen
sus fuerzas para pelear contra las autoridades supremas,
á quienes miran como á sus comunes y' mortales enemi
gos: para lograr su destruccion se han olvidado de sus
propias desavenencias , callan sus pretendidos derechos, \
no se acuerdan ddí porvenir y sino de sacudir y desterrar ,
de la tierra la potestad deja Iglesia y el .imperio de los
Reyes , para vivir en una plena libertad sin Religion y
sin Rey ; pero algun dia las reclamaciones romperán esta
preciosa liga , y veremos á los que hoy pelean como her- ¡
manos, reñir como enemigos para dividir, la presa si lie- '
gan á dominar. ."'"j r¡¡ r.''...H i:< y, f rci:r.ío?..b
El Forastero dijo: es claro y positivo que caminan los
hereges y los filósofos á un fin, ó como ellos dicen , se
han entendido la lengua , esto es, que aunque por diferen- •
tes medios todos llevan un objeto,. es decir, pelear con
tra las autoridades supremas: este ha sido el resultado de
las profun^p meditaciones de los francmasones , logran
do con esta política conciliar los diversos partidos, y los
intereses de sectas diametralmente opuestas : todas oyen
su voz, y trabajan por sus consejos: á cada uno comu-
Í99
nican sus propios misterios, y dirigen sus operaciones: es
voz ya comun que existe en Madrid el grande Oriente, ó*
sea el consejo ó junta en donde se forman los planes re^-
volucionarios para toda la Península , y se distribuyen á
las sectas los papeles de comedia , que cada una debe re
presentar en tste teatro , para perfeccionar la tragedia:
de modo, que los francmasones son los principales acto
res , y los comuneros; carbonarios y demas designados con
otros epitetos sus agentes. Este plan astuto y sagaz lleva
la ventaja, sobre cuantos hasta ahora se han inventado,
de reunir á todos los enemigos de la Iglesia y del Estado
la libertad de usar cada uno de sus propias armas, y en-
-sangrentarlasen las potestades á su; estilo, seguro de ha
llar proteccion en las ddmas séctas ,; la facilidad de comu
nicar sus pensamientos, y;costear sus dispendios por me
dio de^s logias, y la impunidad de todos sus delitos rei
nando Slistema liberal. Estas ventajas y seguridades son
un aliciente para estimular á un corazon corrompido á lo
cas empresas y á la propagacion de sus errores, porque
ya saben que sean de cualquiera especie han de ser bien
recibidos, y que no les faltarán defensores. Así se advier
te que son sus ataques varios y disformes , sin orden ni
sistema fijo, y que solo convidan y conspiran todos á que
se revelen los subditos contra los superiores. : i
Conde. No tengo duda de que son los fines de los filó
sofos en lo político despojar al Rey de su soberanía , su
jetándolo á un tribunal popular como son las Córtes; pe
ro sobre lo religioso, aunque ya con este señor Clérigo
he hablado en las anteriores conversaciones acerca de es
te asunto , no me parece se sigue un plan uniforme por
los liberales , por lo cual voy á proponer una dificultad
que me ocurre^ y en ella se verá la diferencia de estos
ataques. En el nuevo sistema se trata de que los Obispos
gobiernen sus Iglesias segun las facultades que recibieron
del mismo Dios: se trata de colocarlos sobre las alturas
del santo Monte, propio lugar de su destino, para ilus
trar á los hombres: se trata de delatar sus manos para
que puedan obrar con mas libertad: en fin, se trata de
ensanchar y engrandecer las facultades de los Obispos, co
mo de limitar y abatir la autoridad del Rey ; de consi-
200
guíente entre estas dos cosas no hay pariedad,'y bien re-
•flexionado, hallamos que silos liberales intentan revolu
cionar al Estado, se empeñan en proteger á la Religion.
Clérigo. Así , señor , se propala , pero no así se cum
ple ; y prescindiendo de que la Constitucion conspira con
tra los Reyes , como ya tengo insinuado anteriormente, »
se sigue el mismo plan para revolucionar la Iglesia , que
•se han propuesto para el Estado; y aun diré mas, que por
ser mas astuto debe ser mas temible. Se trata de engran
decer á los Obispos, pero con el fin de degradar al Sumo
Pontífice : se trata de elevarlos á su grado y esplendor,
reintegrándolos en sus derechos llamados originarios, pe
ro con el objeto de debilitar y destruir la potestad ecle
siástica. En efecto , si se piensa llevan en este plan la idea
de hacer florecer á la Religion católica , teniendo en ca
da diócesis un Prelado lleno de autoridad par^aplicar
prontos remedios para cortar los progresos del nw, y con
todos los arbitrios para fomentar el bien se yerra ; sus
fines no son estos, y aunque así lo digan, no se debe dar
crédito á sus palabras. Su verdadero objeto está conocido;
y hablando con claridad , se dirigen á desvanecer á los
Obispos con el aliciente de estas imaginarias prerogativas,
á persuadirlos que son unos absolutos gobernadores de sus
Iglesias en asuntos religiosos , para estimularlos á negar la
obediencia á Roma, á despreciar sus órdenes , y á envol
ver por este estilo á toda la cristiandad en un horroroso
cisma, armando una cruel guerra entre el Sumo Pontífice y
los Obispos; y si esto lograsen, cantarian sin dificultad el
triunfo, la unidad se desharía, y el resultado de las desave
nencias sería la destruccion del culto. Estas son sus miras, y
aquí han fijado sus ojos: la exaltacion de los derechos episco
pales se dirige á destruir la primacía de los^apas ; plan as
tuto y repugnante á las disposiciones de Dios, por cuyo mo
tivo se condenó esta doctrina últimamente establecida en
el falso Concilio de Pistoya.
Sí , señor , escarmentados los filósofos y hereges de sus
pasadas derrotas , de háber sido confundidos cuantas ve-»
ees han atacado á la Religion de frente, desengañados de
que la Iglesia ha vencido y triunfado de sus enemigos por
espacio de diez y nueve siglos, han abrazado el medio de
2o í;
hacer la guerra, armando unos ministros cont ra otros pa
ra debilitar sus fuerzas con la desunion. Hast a ahora han
peleado abiertamente , ó negando su autoridad , ó conma-
diciendo su doctrina ; pero en el dia han mudado de rum
bo, ensalzando la potestad de los subditos para destruir
la del gefe; es decir, que para revolucionar á los Obis
pos contra el'Sumo Pontífice, les aseguran ser sus dere
chos iguales , y les ofrecen su proteccion para librarlos
de la esclavitud de Roma; esto es, que para revolucio
nar al Clero contra los Obispos les aseguran son los cu
ras de derecho divino, é independientes de los diocesanos
en el gobierno de sus parroquias , á los cuales los tienen
indignamente avasallados' y privados de s.us facultades;
y que para revolucionar á la plebe contra el Clero no se
descuidan en informarla, que Jesucristo depositó la ju
risdiccion en toda la Iglesia , la fual se ha abrogado el sa
cerdocio en perjuicio de los fieles , para que lejos de res
petarlos y obedecerlos como á depositarios de las llaves,
•y padres de la fé, los miren y desprecien:. como á unos
• usurpadores de la autoridad sagrada , y como á tíranos 'de
Jos cristianos. Establecidos estos principios se completó en
la Iglesia la anarquía, se concluyó la gerarquía , y con ella
la subordinacion; pues no habiendo idependencia del pue
blo al Clero , ni del Clero á los Obispos!,, ni dé los Obis
pos al Pontífice, los maestros de la doctrina y dela mo
ral, serán los filósofos y los*hereges, disponiendo á su ar
bitrio de toda la Religion. Esto, señor, es cuanto he di
cho , ó cuanto he querido decir en nuestras anteriores
-conversaciones. f c-- • h rríj , Vví h / • :.l
!.: Conde. Ahora lo entiendo, y no dudo que si los libe
rales ejecutasen este plan , echarían á tierra el edificio de
la Religion; pero no hemos llegado á este caso, ni pienso
traten lleguemos, pues ademas de dejar á los Pastores* el
libre egercicio de'sui funciones públicamente se confiei-
-sa son los padres ¡de la fé,4os maestros de la doctrina, los
directores de ios fieles , y hasta- ahora no hemos visto en
cósa substancial que hayan sus disposiciones desmentido
á sus palabras; • . rB'/.J . . ". ...
\, Clérigo. Ojalá', señor $ fuese asú; pero es la desgracia
que no observamos 4Dtra cosa que hechos positivos desmin-
tom. z. # 26
(
' 202
tiendo sus palabras : claramente se está viendo caminan á
la ejecucion de sus planes con un lenguage seductor, y sem
blando la cizaña, vociferando proteger á la Religión. Por
este estilo, y bajo el pretesto de resucitar la moral pura',
ofrecen. al pueblo cristiano el veneno en una. copa dorada.
'Cuando el error se presentaba á cara descubierta, su ne
gro y feo rostro espantaba á los fieles; bastaba verle tí
oirle para aborrecerle ; pero en el dia, cubriéndose con la
.máscara de la verdad, es difícil distinguirle, y por eso sus
estragos son mas temibles. Si hoy estos impíos se presen
tasen negando la existencia de Dios , la divinidad á Je
sucristo, la pureza á Maria Santísima, y otras verdades
de este jaez, el pueblo cristiano los detestaría ; no se
rian necesarias instrucciones para sostenerlos en la fé;
.cada uno de por sí sería un acérrimo defensor de la
verdad ; sin ser batidos serian sus autores confundidos;
pero como • • '•' ' . .J. '. ,
El Forastero dijo: tomo la palabra interrumpiéndote,
.porque habiéndome hallado. al frente de; los negocios o>-
• mo gobérnador del obispado en este corto espacio de tiem- "
po,4a esperieneia me ha instruido en las tramas de los
liberales , y el poco caso y confianza que debe haberse de
sus palabras , por lo cual me hallo en disposicion de sa
tisfacer; al señor Conde en sus dudas á costa de meños tra*-
bajo y con mayores yentajas , no valiéndome para este
fin de cavilosas teorías, sino* de hechos positivos y doc
trinas prácticas, i.; •
Se dice, señor*, que son los Obispos los Padres .dela
fé , y si levantan el grito contra tantas disposiciones és*-
.candalosas , como cada dia se imprimen , al momento el
respeto fingido se convierte en un manifiesto desprecio;
solo se les oye y se les escucha para insultarlos con las mas
negras villanías; se les trata de ignorantes, fanáticos, rc¿-
.mancistas, y ningun caso se hace: de sus santos consejos
y'salúdables amonestaciones, y, esto á la vista del gobier»
no, de ese protector jacarero de la dignidad episcopal;
Se dice que son Jps Obispos los jueces de la fé , y se ¡ les
ata las manos y cierra la boca, para que no declamen y
corten el curso á tantos libros impíos comó corren pot la
nacion entre' toda casta de gentes, en los, cuales no hay
203
una verdad católica libre de sus ataques, porque no ha
habido ni hay una heregía que no circule, y se haya ma
nifestado con toda libertad en esta desorganizada nacion.
Se dice que son los Obispos los padres de la' Religion y
los depositarios de la doctrina , y al mismo tiempo se les
precisa á usar de catecismos de fé para la instruccion y
la enseñanza pública de los libros mas insolentes, atrevi
dos y corrompidos en las escuelas, seminarias y univer
sidades, compuestos por doctores inmundos para estravíar
á la juventud, y ganar prosélitos en aquella edad sin dis
cernimiento, en la que todo se cree, porque no se entien
de. Estas cátedras de pestilencia se levantan en España
para ilustrarla, y las ocupan hombres soberbios, orgullo
sos y presumidos de que ellos solos tienen el don de sabi.*
duría'y de consejo; y si algun Obispo levanta la voz pa
ra desengañar á los fieles , y preservarlos del mortal tó
sigo, se le persigue como á un infractor de la ley de la
libertad ; se le insulta como á un ignorante, y se le casti-1
ga ó se le destierra como á ud* malhechor. ' r.ü. w ..l'.....íi
- Se dice que son los Obispos los maestros de la doctri
na , y se les coarta toda la libertad y se ponen trabas á
su zelo, para que no declamen contra la corrupcion de
costumbres, contra el desprecio general de los preceptos
de Dios y de la Iglesia , y contra el total abandono de las
obligaciones mas esenciales que sé observa en fina gran
parte de los fieles. Echese una ojeada rápida sobre la na
cion , y se. verán los estragos causados por la inmoralidad
de tres años á esta parte. Las supremas autoridades insul
tadas á cara descubierta , las mofas y burlas sobre la Re-1
figion en su auge, los ministros del altar perseguidos, las'
tradiciones mas respetables , y la doctrina apoyada en
los testimonios mas solemnes y constantes despreciadas,,
las leyes patrias abandonadas, los predicadores de la in
moralidad protegidos , y los hombres de bien precisados á
callar. Este es el verdadero estado de la España , de esta
nacion blasonada de católica , sin tener mas libertad los
ungidos del Señor que para llorar en secreto las miserias
de su pueblo , como el úríico<nedio de mantenerse en su
Iglesia , consolando con su "presencia k. los fieles ; pues de
otro modo dañan margen á su espatriacion ó destierro^
. 304.
y se seguiriati; mayores males dejando su rebaño á discre
cion de sus enemigos.
. Se dice que tienen los Obispos una plena autoridad, para
gobernar su diócesis, yJos vemos sin facultad para dispo
ner , ordenar y mandar cosa alguna. Sus tribunales no se
distinguen de otro cualquiera civil, ni son mas que. unos
meros egecutores del Gobierno : todo se ha substraído de
su potestad* y conocimiento : los mismos órdenes sagra
dos, anejos por derecho divino á su autoridad, no estan
confiados á su disposicion y examen : se les prohibe orde
nar á los ministros necesarios : se les coarta y aprisiona
en la colacion aun de aquellos beneficios , llamados por
la ley civil de primera necesidad, obligándolos á conferir,
no á los mas dignos segun el espíritu dejos, sagrados cá
nones, sino á los iniciados en los principios anárquicos,
á los adictos á la Constitucion para instruir á los fieles en
la doctrina : revolucionaria, á los secularizados por capri
cho y sin. causa legítima, infieles á sus votos, que no han
sabido cumplir los empeñis, de su profesion religiosa : en
fin, á 'cuantos tengan el gran mérito de haber sido traido
res á la Iglesia en sus costumbres, manejos, consejos y
doctrinas , .estos son los recomendados por el Gobierno,
• y esta toda la autoridad de los Obispos en la eleccion de
los ministros; ''•i.'.• ? !• i.;.•.- \ !••,•;• j
Se d*e que lo pueden todo los Obispos en su dióce
sis en materia de disciplina , y observamos que sufre la
disciplina diariamente alteraciones de todos, menos de los
Obispos, no siendo en el dia sino unos testigos inútiles
de la ruina del Clero, de la seduccion y depravacion de
las costumbres del pueblo, sin poder nivtener libertad
para aplicar el menor remedio, bajo el pretesto de pur
gar á la Iglesia del moral malo y corrompido de los pasa
dos siglos, bajo el pretesto de ilustrar al Clero y al pue
blo , y de sacarlos de la ignorancia y estupidez en que los
suponen sepultados: se habla con el mayor descaro, y del
modo mas indecente de todo lo mas santo y respetáble
conocido en la Religion católica , y se desacredita por to
dos medios la moral cristiaaa. A cara descubierta insul
tan á la creencia, se burlan de la devocion, se abando
nan los confesonarios , la sagrada mesa. está; desierta, los
205
ayunos desterrados; y los días festivos destinados á llorar
las culpas de la semana, se, hallan convertidos en dias de
diversion , si no son de disolución. A la sombra de estas
doctrinas los vicios crecen , los males se multiplican , y
ofrecen motivos á las cabezas ligeras para presumir, que
tanto la fé como la moral de Jesucristo no son sino una
impostura y una invencion del Clero para engañar á los
hombres. Estos son los milagros , estas las transformado-»
nes prodigiosas , estos los grandes beneficios hechos á la
humanidad por esos nuevos sábios con su beneficencia y
sus luces. Los Obispos lloran estos estragos sin poderlos
remediar; y si alguna vez se quejan, ó predican contra
el desórden, se sufocan sus voces, y se les tapa la boca
con las amenazas , injurias , sarcasmos y desvergüenzas,
-. ! Se dice que tienen toda la autoridad y jurisdicción los
Obispos en su dió.cesis , y que se trata de reintegrarlos en '
sus derechos originarios , y al mismo tiempo vemos que
solo se buscan arbitrios para despojarlos de sus faculta
des , y se abrazan medios para vilipendiarlos. Al Clero se
le imputa el atraso de las luces, el poco adelantamiento,
de las artes , la miseria del pueblo español , los supuestos
desaciertos del Gobierno en lo pasado por su poderoso in-
flujo, la desavenencia de opiniones en lo presente, el mal
espíritu contra el sistema de innovacion, el armamento
de los realistas, la sangre derramada en esta guerra, y
todo lo atribuyen al vil interés de gozar de sus rentas y
mantener su esplendor. El Gobierno escucha estas calftm-
nias propaladas por las indecentes y asalariadas plumas
de las logias , y en lugar de poner freno á esta licencia
escandalosa, se muestra no solo indiferente, sino satisfe
cho , protegiendo la libertad de imprenta en donde se fra
guan estos insultos é infames producciones ; lo que hace
sospechar que caminan todos al mismo fin de desacredi
tar, al Clero , á esta ilustre corporacion que entiende y
detesta sus inicuas tramas, por cuyo motivo es preciso
infamarle con el pueblo , para que desconfie de sus con
sejos , y cerrar de este modo la puerta del desengaño.
Se dice que tratan de colocar á los Obispos en su al
ta dignidad , en la cumbre del santo Monte , propio lu
gar, de su destino, y de .restituir al Clero á su alto gra
206
do y esphsíkJor , distribuyendo las rentas á proporcion de
los trabajos ; y vemos que solose procura empobrecerlos y
quitarles los medios de subsistencia. Sus fincas se entre
gan al vampiro del crédito público, que se chupa la subs
tancia sin lucro alguno de la nacion. Las capellanías pros
criptas, y mandadas repartir sus fincas entre los parien
tes del fundador. Los diezmos y las primicia«reducidas á
Wa mitad por- una ley de estado, sin distinguirla de una con
tribucion civil, dando en esto á los fieles un funesto egem-
plo para aumentar los fraudes, y formar ideas poco de
corosas de lo sagrado de este precepto, pues les hacen pre
sumir que son los eclesiásticos unos funcionarios públicos,
y no unos ministros de la Religion. Los religiosos , esas
piedras preciosas del santuario, arrojados de sus conven
tos, despojados de sus haciendas, privados de pedir li-
' mosnas , y muchos de ellos echados á rodar por el mun
do con indecencia de su estado, bajo unas dotaciones ci
viles sin garantía alguna , generosamente ofrecidas para
nunca ser pagadas. A este glorioso estado y esplendor han
.elevado á la Religion estos nuevos regeneradores con sus
decantadas y sabias disposiciones, no alcanzando á ningu
na Iglesia las rentas para cubrir los gastos del culto y*ma-
nutencion de los ministros , gloriándose de esto porque de
sean verlos mendigar para celebrar sus triunfos. A esto
aspiran , y todos sus planes se dirigen á sepultarlos en la
miseria, y abatirlos en el desprecio, para hacerles perder
la Wfluencia y desacreditarlos en público, pues nunca ha
tenido valimiento gente pobre y dispersa.
Con tan claros y evidentes testimonios, \z quién po-.
drán persuadir que tratan de restituir á los Obispos á sus
originarios derechos, de reintegrarlos en sus antiguas pre-
rogativas, y de proteger la Religion? ¿No son estos pro
cederes mas propios para insultar y burlarse de sus perso
nas, teniéndolos por taq viles, que hayan de ocultar y
disimular la veudad ; ó por tan necios é ignorantes, que
se han de dejar sorprender y alucinar de alhagíieñas y fe
mentidas esperanzas? No, señor, los Obispos tienen mas
luces de las que la filosofía quisiera, y teme 'tanto á sus
conocimientos como á sus virtudes.. Conocen se dirige el
plañ entablado á destruir k" Iglesia , porque su doctrina
2<T7
^ disciplina enfrenan la libertad de Densaf y obrar, .y
quita'n toda esperanza de justificar á las pasiones. Cono
cen que se han propuesto el plan meditado de no seguir el
estille los antiguos é incautos hereges de impugnar abier
tamente la doctrina y disciplina católica , por cuyo mo
tivo fueron luego conocidos y abominados , sino entablar
«n ataque mas encubierto, y por lo mismo mas traidor,
mas solapado , minando los fundamentos de la Iglesia pa
ra sepultarla entre sus ruinas, ocultando sus malas inten
ciones con las palabras mas santas, y las ofertas mas hi
pócritas , con el fin de aparecer á los ojos de los ignoran
tes y mal instruidos como unos justos y celosos reforma-
•dores , y no se persuadan ni crean que se trata de des- "
•truir la Religion de Jesucristo. Conocen que han abraza
do este plan como el medio mas fácil para conseguir su in
tento , sacando á los Obispos de la obediencia del roma
no Pontífice con el dulce y engañoso atractivo de aumen
tar su autoridad.; pero realmente para destruirlos y des
pojarlos de la que ejercen, reduciéndolos en sus diócesis
á unas meras estatuas. Conocen que han pensado conse
guir de este modo sus- fines, echando mano de todas las"
falsas y sutiles doctrinas para conmover las pasiones mas
vehementes y delicada's del hombre, y que todas cons
piran á la ruina del gobierno eclesiástico. Conocen que se
trata de dejar una Iglesia sin cabeza , sin autoridad , .sin
órden y disciplina para franquear de este modo la en
trada en España á todas la sectas , decretar la libertad
del cuitó, conservando el dictado de católicos, y evitan
do la infamia de los hereges. He aquí, señor , las celo
sas reformas de nuestro siglo: he aquí sin rodeos y sin
disfraces revelados los misterios de iniquidad de estos nue
vos sabios.
r i .Nada abulto , nada exagero , sus obras destruyen sus
palabras; testigos somos de su inmoralidad y de sus pro
cederes; hablen los hechos. ¿Qué importa protesten es^
.tos nuevos profetas intenciones sanas si obran mal ? Si no
es su intento destruir la Iglesia, ¿por qué se abrazan
Jos medios conducentes á este fin? Porque nos digan que
no son sus fines acabarla , sino de reformarla , ¿los fui
mos de creer? Lo m.ismo decian Wiclef y Hus; del mis
208
mo lenguagS usaron Lútero, Calvino y demas herege^;
pero á todos estos zelosos innovadores se podia contestar:
jquereis vosotros una verdadera reforma? Reformaos á
• vosotros mismos, reformad vuestro entendimiento rin
diendo sus luces á la humildad del Evangelio ; reformad
vuestro corazon , arrojando.de su centro las desordenadas
pasiones para arreglar vuestros procederes á los preceptos
católicos; reformen los cristianos todos sus costumbres,
y no traten de reformar la fé , y vereis á la Iglesia re<-
formada. Este era el lenguage de un Prelado ilustre en
su contestacion al Obispo de Pistoya sobre los derechos
originarios tratados en el dislocado y condenado Conci-
• lio de aquella ciudad, de cuyas reflexiones he creido opor
tuno hacer uso, por haberse reproducido en nuestra Es
paña estos desconcertados principios ; esperando que si
han tenMo la paciencia de oírme , la tendrán de perdo-
.narme.^r
Entonces le respondí; que lejos de incomodarme, le
habia oido con sumo gusto, y le daba las mas espresivas
graeias por- el favor de haberse tomado el trabajo dere-
" ferirme unas consideraciones tan instructivas, tan pre
ciosas, tan justas y razonables : que podia asegurarle que
estas y las damas reflexiones anteriores habian disipado
todas las dudas de mi entendimiento sobre la discreta y
celosa resistencia de los Obispos á la reforma de los in?-
novadores: que conocía en fin que no se dirigían á otra
cosa que á deslumhrarlos con los derechos originarios pa
ra envolverlos en un. cisma; pero que su discrecion ha
bia sabido burlarse, y salvar el lazo armado. Así que ya
no hablaria mas de la dependencia de los Obispos al Ro
mano Pontífice, por ser un asunto decidido y demostra
do por la fé y por la razon, y que únicamente limitaría
mis reflexiones á indagar el poder de los Reyes en ma
terias de disciplina eclesiástica ; esto es, averiguar si re
siden facultades en el Soberano para mandar á los Obis
pos despachen en España estos asuntos, como se verifica,
en Roma por ahorrar tiempo y dispendios.
';. El Clérigo contestó: que conservaba en su poder el es-
•critó, de cuyas reflexiones habia hecho uso el Forastero, y
que me lo franquearía, pues era digno de leerse á no ser
209
que por motivo de sus persecuciones se le hubiese estra-
viado. Efectivamtnte fue á buscarle , e inmediatamente
-volvió, y me entregó un folleto de pocas hojas, ^dvirtién*
dome creía era;la. contestacion del Arzobispo de Florencia
al Obispo de Pistoya j como había insinuado su compa
ñero contra los falsos principios de la jurisdiccion- abso
luta y derechos originarios de los Obispos para gobernar,
-sus .diócesis ¿on toda;independe¡nbia, establecidos en aquel
falso y condenado Concilio: que en él vería las podero-L
sas razones del Arzobispo para resistir las locas y teme
rarias pretensiones de los innovadores que bajo el pretes-
to de ensalzar la dignidad de los Obispos, solo trataban
de hollarla y destruirla ; en fin, que aunque no lo nece
sitase paira mi desengaño, siempre me -serviría para con
firmarme en la verdadera doctrina, y acabar de conocer
á donde se dirigían los meditados planes de los filósofos.
Efectivamente, despues de retirarse los Clérigos, me
puse á leer el papel mencionado, y tanto me gustó su lec
tura , que no le dejé de las manos hasta concluirle. Esta*
ba escrito con magestad y elocuencia, y apoyado en ra
zones tan sólidas, que prestaban al lector al mismo tiem
po deleite y convencimiento. El Forastero hizo una rela
cion exacta de sus reflexiones, y en la materia parece no
se podia decir mas para conocer claramente que los filó
sofos fundados en las doctrinas de los hereges, pero va
riando su plan de ataque contra la Iglesia, habian toma
do el partido de introducir la discordia en el Santuario,
rebelando á los Obispos contra el Pontífice con el álha-
giieño pretesto de proteger' sus derechos; pero que en rea
lidad solo trataban de destruir la union , envolviéhdo-
' los en un cisma, haciendo á la Iglesia un monstruo de
muchas cabezas. El Arzobispo, bien penetrado de los pla
nes filosóficos y ' perfectamente instruido étt las' verdades,
fundamentales de ;la' Rel^ionv fflaniftst8bía: sin rebozo á
su corresponsal sU'feb&pretónsibri; y se maravillaba qué
siendo tan celoso de los derechos originarios, no hubiese
llegado á entender que el objeto de los reformadores no
era el dé aumentar su autoridad, sino el de despojarle
de sus facultades : que fijase su consideración en los Obis
pos entregados á; su partido, y los veria atadas las ma-
tom. i. 27
nos para juzgar de la doctrina; prohibir los libros escan
dalosos; proscribir máximas; arregla»al Clero secular y
regular, y llevar á efecto la disciplina, sobre lo cual no
quiero molestar, supuesto que en las anteriores reflexiones
se ha hecho de su contenido una verdadera narracion; y si
esto no te satisface, concluida la relacion, de mi empeño
de informarte de las ocurrencias de este tiempo, te re
mitiré una copia legal del referido papel, de la que sa
qué, cuando me la franqueó el Clérigo.
Pero, amigo mio, aunque pasaba los dias alegres en
aquel destierro, aunque me tenia por dichoso en verme
libre de los laberintos de la Córte, haciéndoseme dulce
por esta causa aquella triste soledad , no por eso creas
que me faltaban sentimientos; pues la vida del hombre
es un tegido de placeres y de amarguras sin poderlo re
mediar; ya te he manifestado con cuánta ansia y gusto
habia tomado y leido el papel, pues no sosegué hasta con
cluirlo , tragármelo, y si posible me hubiera sido, lo hu
biera impreso en mi memoria; tanta era mi complacen
cia en el logro de este precioso escrito. ¡ Qué ageno es
taba yo de pensar entonces en ninguna desgracia! Aun
le tenia en mis manos, y su gran mérito ocupaba todos
mis pensamientos, sin acordarme de nada, cuando el ad
ministrador me entregó una carta recibida por el correo
de Madrid inclusa en otra suya, pues este era otro de los
medios para relacionarme con mi madre, para que por
los sobres no se hiciese notorio eHugar de mi situacion.
Rompí con ansia el nema,. como ordinariamente. me
sucedia con todas las cartas de mi madre: solo al ver su
letra ya me palpitaba el corazon; la leí apresuradamente,
pero me quedé mortal cuando en su breve y compendio
so contenido me hacia saber su grande aflicción y pena
por hallarse accidentado de perlesía el Clérigo que tenia
destinado para mi instruccion y acompañamiento , y que
quedó en casa á mi salida de Madrid , sin dar otras se
ñales de vida* hacia dos dias, que una lenta respiracion.
Es muerto, esclamé, mi maestro; es muerto:; y, reclinan
do la cabeza en mi mano, recostándome sobre lá mesa,
sin sibeí lo qu# me pasaba, me qüedé pensativo^ una des->
consolada congoja se apodera dé mi corazon , y una an
mi
sia apresurádá atosigó mi" pecho; mis miembros se para
lizaron; mi lengua enmudeció; mi cuerpo se cubrió de un
sudor frio; mis sentidos se turbaron , .y; una nube negra
se puso delante de mis ojos, yJcaíi en tina .especie<de des
mayo,' hasta qüe-eliseritiimiento reprinbido rompió sus di
ques, y se desfogó por un torrente de lágrimas. í.
No es regular me durase esta paralisis mucho tiem
po^ porque luego que- volvi en mí, se me presentaron los
primeros objetos 't09ldVí^'Glérigos; á quienes el adminis
trador advirtiendo en mi semblante el sobresalto y la tur>
bacion, marchó á avisar la novedad, y vinieron acelera
dos á mi cuarto, segun despues me informaron. Por; mis
palabras aceleradas y ^acentos mal pronunciados entre mis
sollozos comprendieron 'la.causa' de mivafliccion¿ y sin con
testarme por entonces nadaymepersuadieron á acostarme^
y despues de descansar un rato, despertándome los vi allí
siempre fijos juntamente con-el médico del pueblo. Vién-
dome sereno, quise hacer relacion de mi indisposicion por
causa de un sentimiento que me habia sorprendido sin
estar suficientemente preparado, y el médico contestó;iíó"
habia cuidado alguno, pues era un ataque del momento;
pero que era preciso dejar por entonces esta conversa
cion, pues estaodoel corazon sensiblej era temible' se re
pitiesen las congojas, si se recordaban Íos: tristes recuer
dos que anteriormente las habian motivado. Efectiva^-1
mente despues de tomado un ligero alimento volví á des
cansar, y á la mañana siguiente ya me hallaba vestido
cuando volvieron á visitarme los Clérigos. • .'- ;- -í- '
Entonces les relacioné el hecho de mi indisposicion, -
por haber perdido á un compañero y maestro desde mi '
tierna edad, á quien era deudor no solo de su Cariño, sí-'-
no tambien de mis cortos conocimientos , pues Se habia
esmerado en ilustrarme con sus grandes luces , y en en
señarme á hacer uso de la ¡razon, á cuyos agasajos y vir- T
tbtdes tributaba aquellos generosos sentimientos y afectos
de.mi corazon. Los dos amigos oyeron atentos mi relacion;
y tomando el Clérigo la palabra, dijo: Yo me alegro, se- ;
ñor, de ser testigo de vuestros pesares, pues ellos me dan
un testimonio evidente , de que estais dotado de un co
razon generoso; pero en semejantes casos la razon debe
2Í2
regular los sentimientos, es decir, que la Religion no con
dena las lágrimas en los entierros; pues sabemos por las
sagradas letras que David lloró la muerte de Absalonj
Jesus sobre el sepulcro de Lázaro; María Santísima; al
pie de la Cruz, y los primeros Discípulos sobre el Pro-i
to-mártir Esteban; pero condena los escesivos llantos y
la poca conformidad con las disposiciones del cielo; y así
espero cesarán vuestros pesares,. y que aplicareis los re
medios cristianos á los desconsuelos ,; haciéndoos cargo que
bastantes lágrimas habeis tributado á su memoria : que las
congojas nada aprovechan al difunto, y si son con esce
so , pueden perjudicar mucho á vuestra vida : que en fin
es preciso considerar que vuestro maestro pertenecía á
Dios y no á vos, y que no era regular se le privase de
los consuelos eternos por contemplar á vuestro gusto. Es-i
tas son las consideraciones que obligan á los cristianos á
consolarse en sus aflicciones ; y espero sirvan para tran
quilizaros en vuestra pena , considerando que las amista
des de, los hombres se forman siu perjuicio de los dere
chos de Dios. . L¿íi: L 7 ."hnsViyi al . •, •
Estas palabras fueron una espada de dos filos que pe
netró hasta lo íntimo de mi corazon, proponiéndome en
adelante moderar los escesos de mi doloc; y con conse
jo de los dos Clérigos di orden para que en aquella par
roquia se celebrasen algunos oficios por el alma de mi
maestro y compañero ; distribuyendo al mismo tiempo
una buena porcion de misas entre los Sacerdotes de aque
llos contornos, con el fin de aliviar sus penas, y tributar
este obsequio en su muerte, al que tantos desvelos y cui
dados se habia tomado en su vida por instruirme y ar
reglarme. No lo dudes, acreedor era á mi agradecimiento,
y su memoria me será siempre agradable, y echaré de me
nos sus consejos en todos mis acontecimientos; pues lo
respetaba como á maestro, y Jo amaba como á padre.
Aun ahora mismo sus dulces recuerdos escitan mis «olio- :
zos , y me veo precisado á dejar la pluma para aplacar
mis sentimientos. A Díqs, amigo.
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y 3 r! ;y} aUSft fwp iiionDiei":q cfo í?2tíl ¡s ?oo
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r rvi J'-/!'• i.;, b *.? ^ f í"-" J-'"\f r: <"-3\< o ff'I cl.frt:' vfi
. .. ., , , . r . . .,n ^+.,¿1 .... • :? • . .-, •• . •; .;: ,.: ¿
: *. . . • , .' \ \f " 'l i".; . ( . ..i .'.' 'j . . i i. .
Q\.-.V,- :, J, x .. : 1 ,c ! , : '¿ i !.-í.2
uerido Antonioi? Al-' siguiente día loi dos Clérigos ;mel
sorprendieron en mi habitacion entretenidos^» mis ordi- ;
narias ocupaciones, y con este motivo ¿1 Forastero á ins
tancia mia examinó algunas notas con una rápida ojeada; 5
y despues de haberlas aprobado , y alabado'- los desvelos'
pór mi instrucxfioh,' íios suplicó rao^nterfampiásemos ritíes- '
tras tareas , pues se alegraría de cirnos, y tomaría una '•
parte activa en las conferencias durante su permanencia 1
en lo que alcanzasen sus cortos talentos. Le di las mas
espresivas gracias, , y rogué nos ilustrase con sus luces,
asegurándole * idev que úS embargo que conocía la ihcer-
tidumbre de los principios liberales con ánimo de provo
car la conversacion, procuraría esforzar los argumentos
todo lo posible : que aquel dia estaba, como ya tenia in
sinuado en la anterior conferencia > destinado para tra
tar del poder de los Reyes sobre el arreglo de la discipli
na esterior eclesiástica en sus estados, dejando ilesa la ju
risdicción interna para gobernar" la Iglesia en el Sumo
Pontífice , la que desempeñaba por sí y por medio de los
Obispos ; asunto tratado anteriormente , concluido y asen
tado como un artículo de fé católica, y que si les pare
cía , daria principio por algunas observaciones sobre la
autoridad del Rey sobre el pueblo, tan desfigurada y con
trovertida en estos últimos tiempos por las sutiles cavi
laciones de. la filosofía, pues creía serian útiles para fijar
y uniformar las ideas, y darle en los asuntos eclesiásti- ,
eos el lugar de preferencia que debe ocupar la cabeza del
Estado. Convenidos en esto, comencé en esta forma.
Conde. Es claro y positivo que en el sistema actual no
se mira al Rey sino como á un ciudadano distinguido, ó
como á un gefe del Estada, elevado á esta alta clase por
voluntad de ¡la nacion ; .de .consiguionte dependiente de sus
caprichos, y sujeto á sus variaciones. Tal es la opinion
de los filósofos , y con arreglo á estos principios para de
bilitar su imperio, cortar su libertad., y juzgar sus ope
raciones , se han dividido los poderes del Estado , se han
inventado las cortes populares , y se deja de observacion
á la diputacion permanente. Este modo de pensar no me
acomoda, porque lo juzgo destructor de la soberanía, que
segun yo entiendo, le es aneja por todo derecho para go.?J
bernar ái$t hombres, y spior conspira á hacer á los Re.*'
yesi esclavos de Hbs pueblos. H ¡rr¡ i • \/ ' '! 'j
Clérigo. Los Reyes , señor , reinan por Dios, y la po
testad para gobernar la reciben, no de los hombres, sino
del cielo .(*). Este es el lenguage de las santas ¡Escrituras,
lo mismo en él antiguo queden el nuevo Testamento. Oid,
Reyes, y entended dice la, Sabiduría; aprended, jueces; de?
todos los estremos de la tierra , habeis recibido del Altí
simo la potestad y la autoridad para gobernar, y os exi
girá estrecha cuenta de vuestras obras (**). No hay po
testad sino de Dios ». .clama san Pablo, y las que son por.
Dios son ordenadas (f**). Plir . estos y otros 4nnumera-¡
bles sagrados textos se ve claramente que esta es la opi
nion de todos los tiempos , y tambien la de todos los Iu-:
gares ; pues como asegura el Eclesiástico., en todas las na
ciones puso Dios un refctor para, .su^obierno (****p it.t
(*) Prov. cap. 8. v. 16. Per me Reges regnant, per me Principes im-
perant , et potentes decernunt justitiam.
(**) Sap. cap. 6. v. 2. et,4. Auditeergo, Reges, et intelligiteí diser
te, Judices finiiim terrae. Quoniam data'est á Domino potestas vobis, et
virtu5 ab Altissimo , qui interrogabit opera vestVa , et cogitationes scru- '
tabitur.
(***) Div. Paul. ad. Rom. cap. 13, v. 1. Non esr potestas nisi a Deo,
qjae aatem sunt , á Deo cap.
ordinatae sunt. In unamquamqufe gentem .prse-
• (****) gedestast.' 1?;' vPl4..
posuisi.R.ectoíeia..*:' í; ¿vi uj tihi.b v c ' i c;.í v. nr c.iii'U %
su
Efectivamente !o mismo los santos Padres'que la Igle
sia congregada en los Concilios han confesado siempre
como una doctrina comun y verdadera, que los que rei
nan sobre los demas mortales deben estar persuadidos de
que reciben el reino, no de los hambres, sino de Dios. El
Concilio de Toledo VI, congregado en 638 , despues de
hacer relacion y remitirse á los anteriores , se produce en
estos términos : protestamos delante de Dios y de los co-¿
ros de los Angeles , delante de los Profetas , Apóstoles y
Mártires, delante de la Iglesia católica y congregacioqpde
todos los fieles cristianas; y mandamos que ninguno sea
osado , ni intente quitar la vida al Rey , ni al Príncipe,
ni les priven del gobierno de sus reinost, ni les usurpen nin
guna de sus tierras, ni defienda, ni proteja., ni dé auxi
lio á ninguna sedicion ni conjuracion. Si alguno temera
riamente quebrantase esta ley , quede sin remedio conde
nado en la presencia de Dios (*). El Concilio de París
congregado en los años de 829 se esplica con estas me
morables palabras: no crean los Reyes reciben la monar
quía de sus progenitores , sino de aquel que dice mio es
el consejo y la equidad; mía es la prudencia y la forta
leza..,.. No, no la astucia, no los deseos, ni la fuerza de
los hombres , sino la divina Providencia confiere y esta
blece los Imperios (*.*).; ' .. ' :'.•, '. .J
. (*) Cotic. Tolet. 6". cap. 18. Jam quidem in antecedenti universali Sy-
Bodo pro salute nostrorum Principum constar, esse consultum ; sed Jibet
iterare bona sancita, et digna auctoritate muñire salubricer ordinátá. Ideo-
q'ue contextamur coram Deo, et omni ordine Angelorum; coram Prophe-
tarum atque Apostolorum, vel omnium Martyrum coris \ coram EccJesise
Catholicae , et christianorum coetis, ut nemo intentet in interitum Regis,
ñeque vitam Principis atrectetj nemo eum regni gubernaculis privet, ne
mo tyrannica prssumptione apicem regni sibi usurpetj nemo quoJibet raa-
chinamento in ejus adversicate, sive conjurátorum manu associet. Quod si
in qüidpiam horum quisqqam nostrum temerario ausu praesunror extite-
rit anathemate Divino perculsus absque ullo remedii loco habeatur con-
demnatus aeterno judicio.
(**) Conc. Parisiens. cap. 4. Nemo Regum a progenitoribus regnunr
sibi administrar!, sed á Deo veraciter, atque humiliter credere debet dari,
qui' dicir,- meum esrconsilium , et aeqaitas, mea est prudentia et fortí-
tudo Constat ergo quia non astu, non voto, ñeque brachio fortitudinis
human*, sed virtute, fauno et occulto dispensationis divinae , et regnum
confertum terrenum.
216
Conde. Estoy conforme en esta doctrina de que los Re
yes reciben la potestad para gobernar del cielo; pero con
sideremos la reciben no para destruir, sino para edificar:
de consiguiente debemos respetar su potestad cuando usan
de ella para los fines que Dios se la confirió ; pero si en
lugar de usar de ella para hacer bien, la emplean en obrar
mal; si en vez de proteger á los hombres, tratan de des
truirlos, Dios en tal caso no manda obedecer, porque no
puede desmentir los principios de su justicia, ni conferir
su%preciosos atributos á las criaturas para emplearlos en
ofender al Criador, destruyendo las hechuras de sus ma
nos, y empleando su poder sus comisionados en proceder
abiertamente contra sus intenciones : en una palabra , si
el Rey es buejio y manda bien , le debemos obedecer y
respetar como á un representante de Dios en la tierra;
pero si es malo, y manda mal, ni le debemos honrar co
mo á un ministro de Dios, ni como á depositario de su
poder para gobernar á los hombres, y así por ningun res
peto hay obligacion de obedecerle.
; Clérigo. La bondad , señor , ó maldad de los Sobera
nos puede recaer sobre sus personas; pero no sobre su au
toridad ; de modo que hay una notable diferencia entre
la potestad recibida de Dios, y el abuso hecho por el hom
bre de esta potestad. Nosotros los cristianos resDetamos
siempre en el Príncipe la potestad como recibida^lel cie
lo, aunque muchas veces nos incomoden sus procederes
en el desarreglo de su gobierno ; de consiguiente sea bue
no ó sea malo, justo ó injusto, nos creemos obligados á
obedecerle, adorando los decretos de la divina Providen
cia que por los pecados de su pueblo permite muchas ve
ces reinen Reyes hipócritas (*). Este es el modo de pen
sar de los católicos, porque este es el lenguagede las san
tas Escrituras, como tambien el de la Iglesia, encargan
do la obediencia sin atender á sus obras. Los Príncipes
son malos en algunas ocasiones , dice el Concilio de Pa
rís del año de 640, porque Dios así lo permite paracas-
' 1 ' i, ¡ 11 ■
(*) Job cap. 34. v. 30. Qui regnare facit hominem hypocritam propter
peccata populi. ,
2iZ
tigár los pecados: de su pueblo ( *). He MfgílxitakanjQpxn
que de todos modos los amamos , obedecemos y respeta*
mos, porque sabemos son ministros de Dios; si buenos,
para nuestra gloria y felicidad, si malos, para nuestra
enmienda y correccion. ¿ , riu: (»ri ; . 't:.j'ú.ti¡ n.l. r
Muchos egempios, señor, se podían citar ;desde el prin-;
cipió del mundo en el curso de los siglos en prueba de es
ta, verdad^ pero'me limitaré á recordar las persecuciones*
memorables de un i Rey injusto contra , un súbdito inocen
te, sin que sus inicuos procederes le hiciesen nunca fal
tar á su amor y su respeta Traigamos á la memoria el
odio de Saúl contra David, y sus intentos contra'.su vida?
y si examinamos el texto sagrado , vemos á este ilustre
perseguido huir y ocultarse por evitar su cólera; pero nun.
ca rebelarse contra su Soberano ; se le presenta ocasion
en «na cueva de quitarle da;OTda j ¡pero se ^qníiertefooni-
siderando que es su Rey y ungido del Señor, y se con
tenta con cortarle un pedazo del manto que luego se lo
presenta para darle un testimonio de su amor y su res
peto (^.). i Admirable egemplo de veneracion de ünxSúfcr{
dito panaaan Soberano, sobreseí cual escribiendo san Aguí-
tin á los Obispos doriatistas, les decía: Respetó rDavid.á
Saul su Rey, su perseguidor, un malvado de costumbres'per-
versas, pero tenia la santa uncion del Sacramento de Dios,
qué nada pierde en los hombres malos íéiiwjusjto*,^**)^
Eriieste sentído: seesplica San Agustín, y del mismo. mo*í
do de pensar son los demas Santos Padres^ reconociendo
conforme á la sagrada Escritura una santidad inherente é
inseparable del real carácter que no puede borrarse por
-ü../'Q.iq ?cj 'J; . ' a¡ y., mí n j¿muoft
< •(*). Coiíc. P^rijiens. cap. ó^Üt enim lsidorus expo'nic, fraséente Peo,'
talenvreitor'ettí populi suscipririit , q^ualéra1 pro peceáto maerentor1. ' •
' '(*) Lib. 4. Rogum cap. 24. v. 11. et 12. Ecce hodie viderunt ocuü
tui, quod tradideric te Dominus in maní» mea in spelunca: ec cogitavt, 115
occjdexent te , sed. pepe.reit tibi oculus meus, dixi enini : non extendam
marium meam in DÓmiri/im meum t'qúivíiTistus Domíni ese Quin' potiusl
Pater^nii, Vid¿i et cognosde oram'chlamydis tuse..... tiolloi extendere nía-
num' meam in te; . tr.; ':tohwñ. V , í,,{ .-[. L'..'^-'/íoq
, (***) í>¡*» Aügust. Epist. 162. Episcopis Donatisu Tojerat David
Saulem persecutorem , sceleratis rooribus ooelestia «iesérentem, magicit
a'rtjbus inferna quasrentem, occisum vindicát, Christum etiam Domini pro
veer Sacramentara. vénerandae unctionis appelJac. : c \v¡ -1
TGtó. 1. . / • 28
2181
Bingun delito, por cuyó%iotiVo David respetó á Saul vi
vo, y le vengó muerto. t . '' i
En estos graves fundamentos y en estas poderosas ra-r
zones se.funflala obediencia y el amor de los cristianos
á los Príncipes; no miran á sus personas, sino á su re.»
presentacion para tributarles sus respetos; sean buenos ó
malos siempre son unos comisionados del cielo para re-
^¡ir á los pueblos, á quienes es preciso obedecer, ínterin
ocupen este destino, relejando á cargo del Altísimo tomar
residencia. de sus:procedere'sj si abusan.de sus facultades;
Persuadidos de esta. verdad miran como/un atentado no
contra el¡ Rey, sino contra Dios¿ en desempeño de su co
mision rebelarse contra. sus órdenes, despreciar su auto
ridad, ó conspirar de Cualquiera ¿modo para derrivarlos
del tronOvi'E^vSiírídr'JSeí ríservá para sí el juicio de sus
opetaeionesj y el castigar1 con 'rigor sus escesos: salir de
estos límites es contravenir á uno de los preceptos mas
importantes de la Religion; decisivo y terminante en las sa
gradas letras; consagrado con el egemplo. de Jesucristo, de
los. Apóstoles y^^ .rcb los/cristianos íde todos los tiempos que,
siempre se han gloriado eri serlos súbditos. mas fieles de
las naciones, siguiendo las; huellas de su Divino Maestro.
Efectivamente no tiene la sociedad garantía mas pre
ciosa que estos principios sagrados de la Religion; si los
súbditos no son obligados á observarlas órdenes. del Sor-
berano; .si su juicio' debe decidir de" su obediencia , nin"
gúna seguridad ni solidez tiene su imperio , porque nin
guna ley se promulgó á gusto de todos ; ningun criminal
se juzga acreedor á los tormentos ; ningun premio es su-r
ficiente . para remunerar los servicios; ninguna providen
cia se. dicta favorable ánodos los .individuos de la .comu
nidad; de consiguiente los descontentos por Cualquiera de
estas causas tomarian pretesto para. graduar al Príncipe
de injusto, para despreciar sus leyes, para negarle la obe
diencia, y si se_ quiere, para despojarle de la Corona. Es
tos serian los resultados .i^íaljbles. en las naciones ;>risi. la
potestad de los Reyes se.fund«e en su justicia y si el
pueblo fuese el censor de sus operaciones. El capricho y
no la, razon^decidiria de los derechos de Dios en el nom
bramiento de los rectores v y. .las disposiciones del cielo
219
en órden á la potestad estarían marcadas en la voluutad
delos subditos.' .;.'.. !• , ;. ¡ ••: •: L ' .0. '. :.
Ademas de esto los mayores contrarios de los Reyes
siempre son los hombres mas perversos de las naciones;
abominan de su autoridad , y detestan de sus leyes ; en
su concepto ningun superior es bueno, todos son injustos
' y tiranos en sus providencias. Este es su propio lengua-
ge, y los motivos son bien conocidos, porque castigan sus
vicios, y enfrenan sus pasiones; todo lo que no sea vivir
sin Dios, sin Rey y sin ley, les incomoda, y si posible
les fuera , acabarían con todas las potestades de la tierv
ra. Consideremos que estos serian sin dificultad los acu
sadores y jueces de los Reyes, y veamos si puede entrar
en el cálculo de ningun entendimiento racional sujetar la
suerte de los Príncipes, cabezas del Estado, á manos tan
criminales, nique Dios haya dispuesto que sus represen
tantes en la tierra sometan su autoridad al juicio y vo
luntad de estos hombres perversos. En fin, es preciso hor
rorizarse solo en pensar que los ungidos del Señor son de
peor calidad que los demas mortales, cuando para gra
duar sus acciones se les ponen por jueces á los hombres
mas perversos é inmorales. j.J . - v* *.
Conde. No hablo de los Reyes de Israel colocados por
la mano de Dios en el solio, pues justos ó injustos ínterin
los conservó en este destino , fue preciso obedecer ; mis
dudas son sobre los Soberanos de los demas estados, cuya,
exaltacion y autoridad trae su origen de la voluntad de
las naciones; creo se deben respetar y cumplir sus órde-
nes^ si gobiernan bien; pero nó si abusan del poder con-i
ferido por la sociedad, ni es de presumir hable con ellos
el texto sagrado.
Clérigo. Cuando las Escrituras santas, hablan de los
Reyes, no distinguen entre los justos y los impíos; cons-
titui4Q^MonarcasA del cielo emana su poder, aunque de
su voluntad pende el buen ó mal uso de su autoridad, re
servando el Señor á su juicio sus procederes para el pre
mio ó el castigo (*)• Así pues lo mismo afirma el libro:
'. (*) Sap. cap. 6. v. 6. Horrende et cito' apparebic vobis , quoniam ju-
dicium durissimum his , qui prxsunc , fiec
de los Reyes qué eligió Dios á David, Rey de Israel'(*):
que Daniel asegura le dió á Nabucodonosor el imperio
de Babilonia (**); lo' mismo dice Salomon en el Parali-
pomenon : que lo constituyó Príncipe sobre su pueblo (***):
que confiesa Esdras de Ciro, Soberano de los persas, que
le entregó el dominio de todas las naciones E;«
fin, señor, es una verdad tan generalmente conocida y
confesada por todos que no hay un Príncipe, ni Sobera
no en todo el universo sea cristiano ó herege, cismático
ó pagano, gentil ó mahometano que no se gloríe y titule
Rey por la gracia de Dios, por cuyas razones particu
larmente los cristianos respetamos, veneramos y obede
cemos á Jos Monarcas como á unos representantes del Al
tísimo, en quienes reverbera un rasgo de su poder, mi
rando como impíos, falsos, sediciosos y repugnantes á la
razon todos los sistemas contrarios. . • .
- Forastero. No hay en esto la menor duda, y aun aña
do que los cristianos de todos los tiempos han vivido
sumisos aun á los Monarcas impíos, porque así lo encar
gó y enseñó su divino Maestro: Dad al Cesar, les decia,
lo que es del Cesar, y á Dios lo que es de .Dios (*****).
Pero sobre todo se admira la obediencia y la confesion
ingenua del sagrado Redentor acerca de la potestad de los
Soberanos, y de sus ministros encargados de egercer sii
autoridad, cuando Pilatos, gobernador de la Judea en nom
bre del Emperador Tiberio, reconviniéndole por -no res- .
ponder á sus acusadores, le dice: ¿ignoras que tengo po
testad para crucificarte, y para librarte? A lo que con la
mayor sumision Jesus contestó al tirano: No tendrías con-
- (*) Joann.' cap. 19. v. 10. et 11. Mihi non*loquér¡s? 'nescis, quia po-
testatem habeo crucifigere te, ec potestatem habeo dimittere te? Respon-
dit Jesús: Non haberes potestatem-adversus me ullam, nisi tibi datum es-
set desuper. • . . '
(**) Epist. 1. Div. Petricap. 2. v. 13. etseq. Subjecti igitur estote 6-
*mni human* creaturse propter Deum ; sive Regi quasi praecellenti , sive
Ducibus tanq'uám ab" eo rñTssís ád vindictam malefactoruni , laudéis vero
bonorum, quia sic est voluntas Dei , ut benefacientes obmutescere faciatis
ímprudentium hominum ignorantiam. ._• ,,n -•
(***) Div. Paul, ad Román, cap. 13. v. i. Ideo necessitate subditi
estote , non solum propter iram , sed etiam propter conscientiam.
(***.*) Ca^s. 1L quaest. 3. cap. 94. Julianus Imperator, quamvis esset
apostata, habuit tatpen sub se christianos milites, quibus cum dicebat, pro-;
ducite qpieix^ pro defensione Reipublicae, obediebant ei.,Cum.a,utem dicerqt,
cis, producite arma i'n christianos, tune cognosceba.it Imperatorem cueli.
222 *
dor infiel: cuando se trataba de cosaf concernientes ála
Religion: cuando Juliano les mandaba incensará los ído
los, respondían con valor que solo adoraban al Dios ver
dadero, y se negaban á complacerle: cuando los enviaba
á la guerra, ó les encargaba pelear contra alguna nacion,
al momento obedecían: distinguían al Señor eterno, y al
Señor temporal, y vivían sumisos al Emperador de la
tierra, por cumplir las órdenes del Emperador del cie
lo (*). En los mismos términos se esplican san Justino
mártir, Tertuliano y demas apologistas de la Religion, sin
que hasta ahora se haya probado sedicion alguna movi
da por los cristianos para repeler las injustas persecucio
nes; fuerzas. tenían para defenderse; pero lo mismo el pío
Sacerdote, que el intrépido militar, á egemplo de su maes
tro se sometian gustosos á la obediencia de las leyes ; ni
la injusticia, ni la altanería, ni la ingratitud de aquellos
á quienes tambien habían servido. sacrificando sus bie
nes , y espuesto sus vidas por defender su imperio, bor
ró jamás de sus corazones el amor á sus Soberanos; y con
admiracion de los mismos paganos, al tiempo de derramar
su sangre en medio de los cadahalsos, y bajo de los fi
los de la cruel espada , se les veia rogar á Dios por sus
enemigos. , .
Habían aprendido de los Apóstoles que se debían res
petar las autoridades por Dios aun en las personas de los
malos, y el cumplimiento de este sagrado precepto era
de suma importancia para los discípulos de Cristo. Cual-
quiérá que"recuerde éVsacríficio de la Legion Thabeá¡ se
asombrará al considerar el valor de aquellos ilustres mi
litares en la guerra, y la sumisión y fidelidad á los pre
ceptos de su Religion y á las órdenes del Emperador. Eran
mas de cuatro mil hombres; acababan de vencer á sus
, . ....^>, » . \ *
;
(*) Gaas..3ii. qWsr. 3. cap. ftá. Julianos extitit infidelis Imperator.
Nonne extitit apostata, iniquus idolatra? Milites christiani servierunt Im
peratori infideli. Ubi veniebant ad causam Christi,' non agnoscebant nisi
illum, qui ¡n ccelo extat. Quando volebat, ut idola colerent , et thurifics-
rent , prseponebant illi Deum. Quando autetn dicebat, prtdircite aciem;
ite contra illam gentem, statim obediebant. Distinguebanf Dominum aster-
num á Dominó témporali, et tamen subditi erant proptér Dominum «ter-
num, etiam Domino (enxporali. • . • •' ' ''' i' '-' ' 1
223
^gnemigos, y de libertar al egército imperial de una der-.
*rota afrentosa; les mandan sacrificar á los dioses, y es-
ros valerosos soldados se niegan á esta impiedad ; se les
amenaza con la muerte , y sin embargo de que se hallan
en disposicion de defenderse con las armas, y vender ca
ras sus vidas, no se resisten, sufren con resignacion el
martirio, y quieren antes morir, que ser infieles á su So
berana y traidores á su Religion. Esta ha sido siempre
la conducta de los cristianos, modelos, en todas las nacio
nes de obediencia, de modestia y de caridad hasta con
sus mismos enemigos ; pues saben que deben ser sumisos
á los Príncipes, bien sean justos y arreglados, bien sean
díscolos (*); y que no es lícito atentar contra su vida
aun cuando mandasen con un gobierno tirano .(**). ¿: v
Tal es la doctrina de Dios y de la Iglesia; y aun se
podría decir, es tambien la de los liberales españoles, sí
en su código fundamental se hubiesen1 limitado á declarar
á la Real Persona sagrada é inviolable ; pero en el mis
mo hecho de asentar que reside la soberanía. r en el pue
blo, ¿ssbaratan esta asercion; manifiestán"clarárñente;go.4
za eiRey de estos atributos por una gracia de.Ja nacion»
no por disposicion del cielo ; y esto en realidad no con
viene ya con lo contenido en el sagrado texto , ni con el
eomun sentir de los Padres, ni con ..la. general inteligen-*
cia de loe cristianos , pues pertenezca áJeuálquiera la elec*
cibn de los Reyes, ó traigan su orígen.seguri la diversi-»
dad de opiniones de Dios y de los hombres; no.se. puede
negar, que establecido su Imperio, y sentado ya en su
trono, la potestad de mandar la recibe^deríEtóósy no
de los hombres, com* claramente hemos visto lo ma
nifiestan las santas Escrituras, 'sin hacer distincion en
tre el Monarca fiel y el infiel; entre el ungido por los
. (*) Episr. 1. Div. Petricap. 2. v. 18. Serví subditi estote. QiiinS tempe
re Dorninis, non tantum bonis, et modestis , sed .etiam discolis^. ' ¡': i.
(**) Conc. Constantiens. ses. 15. Qailibet tyrannus potest, et debet,
licite et meritorie occidi per quemcumque vasallum suum vel subditum
Sancta Synodus declarat , et definit hujusmodi doctrinam erroneam esse
in fide, et moribus, ipsamque tanquam haereticam, scandalosam^. et ad
fraudes...... reprobat , et condemnat. . ; ¡ '. . ' ?>, = .'. Lns: su to" i¡ , .
Profetas , 6 él alzado por si rfrismo córflas armas en 1&
mano estando en pacífica posesion % entre el justo ni el in?
justo: así pues el justo David lo mismo castigó al ani^
lecita, que acabó de matar á Saul, que á los asesinos de
Isboseth (*). i :•„' i.i
Sí, señor, esta es la tendencia de ese pernicioso có
digo j este su objeto .en la division de los poderes , .limi
tando las facultades de la real autoridad hasta recibir las
leyes, de quien las. deben obedecer; sistema monstruoso,
que concede á los vasallos mayor potestad que á los Re
yes: sistema impío, que únicamente aspira á introducir
la anarquía y el desórden , y á revolucionar á los súbdi
tos contra los superiores. No, no, nunca en esta católi
ca nacion hubiera tenido entrada ; jamás los españoles la
hubieran recibidoi, si el Rey no la hubiera sancionado.
Pero ¿á dqnde me lleva mi imaginacion? Perdonen VV;
si. me he estraviado, ó si por seguir el rumbo de mis sen
timientos .he abusado de su bondad; mi fin no ha sido in
terrumpir^ la, conversacion , y únicamente me propuse en
los principios hablar dé la autoridad del Rey en la ^nter-!
vencion de los asuntos eclesiásticos; pero rnu...u.,/: ;..s
Conde. No se se ha estraviado V. , ni nos ha incomo
dado ; antes bien tengo un gran placer en haber tocado
esta materia; pues hasta aquí habia juzgado á la Cons
titucion por injusta, por deber su establecimiento á una
rebelion ; ahora veo lo es tambien por ser un atentado
contra la real autoridad; porque ademas de ser induda
ble que reside la potestad para gobernar en los Reyes y
no en los pueblos , en España milita la razon del juramen
to prestado anteriormente al Monarca de gobernarlos ab*
solutamente ,¡ ó segun las leyes de la nacion ; pero deje
mos esto , y vamos á nuestro caso. Si los Reyes estan des
tinados por Dios para gobernar á los hombres , no hay
(*) Lib. 2. Regum cap. 4.' et sequent. Vivit Dominus , qui eruit áhi-
mam meam de omni angustia' quoniam eu.m qui annuntiaverat mihi, et di*
xerat: Mottuus esc Saul^ qui putabat se prospera nuntiare , tenui, et oc-
cidi eum in Siceleg, eui oportebat mercedem dare pro nuntio. Quanto ma-
gis nunc , cum homines impü interfecerunt virum innoxium in domo sua,
super lectum suum, non quseram sanguinem ejus de manu vestra, et aufe-
ram vos de terra? Praecipit ¡taque David pueris suis, et interfecerunt «os.
221 ,
duda de que deben procurar su felicidad, asíen las cosas
temporales como en las espirituales , pues á estos les obli
gan los timbres gloriosos de padres de las naciones y pro
tectores de la Religion : esplanaré mi pensamiento. Res
peto en la Iglesia toda su potestad, dejo á los Pastores el
libre egercicio de sus facultades, tampoco hablo sobre
asuntos concernientes á la substancia de la Religion; mi
discurso únicamente se dirige á tratar de puntos eclesiás
ticos en la disciplina esterior , y de negocios desempeña
dos en otros tiempos por los Obispos , sobre los cuales los
Reyes deben procurar el ahorro de gastos y pronto des
pacho, y por el bien de sus subditos pueden y deben man
dar se despachen en sus Estados por los Obispos estas co-;
sas ; pues ademas de interesar á la- piedad de los fieles te
ner los socorros espirituales en donde sufren las necesida
des, y sin ir á mendigarlos á tierras lejanas á costa de gran
des dispendios , ningun precepto divino manda á las otras
naciones enriquecer á los romanos.. .
Clérigo. Esta objecion, señor, aunque tomada de las
oficinas liberales , distingae la potestad espiritual de la
temporal, y únicamente atribuye á los Soberanos, como
encargados por Dios del gobierno de sus pueblos , facul
tad para disponer á favor de sus subditos de las cosas es
ternas eclesiásticas, ó por mejor decir, les atribuye po
der á los Obispos para despachar los asuntos reservados
á la curia romana. Este es un error , pues en las conver
saciones antecedentes he demostrado , que si los monar
cas son cabezas de las naciones, son solo miembros, de
la Religion; he hecho ver, que si los Obispos reciben la
potestad del cielo para regir la Iglesia, el egercicio de es
ta potestad es dependiente del romant) Pontífice ; así creo
escusado detenerme á impugnar esta dificultad , supuesto
queda deshecha en las autoridades y razones precitadas;
siendo ademas claro y evidente, que si los Reyes no
tienen autoridad para dispensar en estas cosas , mal
podrán conferirla ni delegarla en los Obispos para que
dispensen.
. : Asimismo al hablar de las necesidades de los fieles , y
sus perjuicios en recurrir á Roma á mendigar las dispen
sas , hubiera deseado las hubiese individualizado para res-
tom. i. 29
• 2125
ponder en regla á cada una en particular ; pues en los
decretos eclesiásticos, aun los mas leves, cuanto mas se
examinan, mas se admira la equidad y la justicia de sus
disposiciones. Apesar de esto , si en la espresion general
te llaman necesidades las reservas hechas al Sumo Pon
tífice delas causas llamadas mayores, ya sobre' este pun
to se ha hablado, indicado y manifestado las razones y
motivos de esta acertada providencia. Si se llaman per
juicios los recursos eclesiásticos por el gran incomodo de
llevarlos á Roma , en el dia se halla cortado este incon
veniente , pues por los Concordatos formados entre el Sa
cerdocio y el Imperio estan en España autorizados los
tribunales de la cámara de Castilla y de la Rota para
oír y finalizar los pleitos sin salir del reino. Si esto se di
ce por la provision de las prebendas eclesiásticas, todas
ó casi todas las llamadas menores estan á cargo del Rey,
de los diocesanos ó cabildos eclesiásticos. Si se habla de
asuntos espirituales, en el Nuncio Apostólico, Arzobis
pos , Obispos y demas Prelados residen grandes facul
tades en los casos ordinarios ,' y mayores en los de ur
gente necesidad, y de difícil recyrso á Roma por tácita
concesion y voluntad presunta de su Santidad para socor
rer y consolar á los fieles : de modo , que no hay ni pue
de haber un verdadero apuro á que no pueda aplicarse en
la nacion el mas pronto y eficaz remedio, pues con to
da esta prevision se procedió á las reservas.
Conde. Estoy informado y conforme con todo lo es
puesto , pues sobre los recursos y provisiones así consta
en los concordatos; sobre los pecados el Concilio de Tren-
•to destruye las reservas , ó por mejor decir , las supone
destruidas en los casos apurados ; sobre los impedimentos
de matrimonio Benedicto XIV en su Sínodo diocesano
manifiesta bien las facultades de los Obispos para dispen
sar en los casos ocultos de difícil recurso á la Silla Apos
tólica. Así no hablemos de necesidades espirituales , pues
convengo no pueden los fieles sufrir ningun perjuicio por
tener facilitados todos los remedios: de consiguiente, li
mitemos la conversacion , y ciñámonos á tratar de los
desembolsos pecuniarios ; esto es , si por la estraccion de
dinero á Roma tienen derecho los Reyes para mandar á
227
los Obispos usar de sus plenas facultades en los asuntos
eclesiásticos como en otro tiempo los egercieron.
Clérigo. En efecto esta es la segunda causa contenida
en la referida objecion , bien cacareada particularmente
en estos últimos tiempos por los enemigos de la Iglesia,
pero bien sin fundamento; no obstante los filósofos del
dia han tomado su defensa sin examinar las razones , y
repitiendo las quejas piden á los Gobiernos la abolicion
de estos tributos ; porque usando de su lenguage la sangre
de la naciones son . las riquezas que Se deben conservar
para la salud de los pueblos. Pero antes de entrar á des
envolver esta miserable paradoja , para poder responder
con acierto, sin andar vagando por otros principios, y
no gastar el tiempo en esplan'ar verdades de todos cono
cidas , quisiera preguntar : ¿ tienen los fieles obligacion á
mantener á los ministros que dan el pasto espiritual ?
Conde. Sí, señor, por derecho divino y natural, esto
no admite duda; pues está espreso que el operario es dig
no de su estipendio; que debe comer del altar el que sir
ve al altar ; y que debemos dar los alimentos temporales
á los que nos dan las cosas espirituales ; asi consta en el
Evangelio y en las epístolas de san Pablo.
. Clérigo. Bien se ha espuesto la doctrina , y bien fun
da su opinion ; i pero estan igualmente los fieles obligados
á mantener á los Obispos.
Conde. No hay duda, porque son los Sacerdotes supe
riores, los encargados por Dios del régimen de la Iglesia,
los que llevan el cuidado general en las diócesis, como los
Clérigos inferiores en las parroquias; en una palabra , dan
el pasto espiritual, así á los Sacerdotes como á los legos.
Clérigo. Vamos conformes ; pues no hay duda de que
fundan los Obispos el derecho de su manutencion, como
los Sacerdotes, en los mismos textos sagrados: y acerca
del Sumo Pontífice ¿ hay obligacion á darle los alimentos?
Conde. Indudablemente; es el principal y comun Pas
tor de los fieles, vicario de Jesucristo, y cabeza de su
Iglesia. Me acuerdo haber leido en los santos libros , que
en la antigua ley contribuía al Sumo Pontífice la tribu de-
Leví con la décima parte de las décimas recibidas de las
demas tribus. En la ley de gracia sabemos positivamen-
228
te, que san Pedro, como los démas Apóstoles , sé man
tenía del depósito de las limosnas ofrecidas por los pri
meros cristianos i funda'dos en estos 'egemplos , en todos
tiempos los alimentos del Sumo Pontífice se han reputa*
do siempre por la primera y principál atencion del pa
trimonio de la Iglesia. • :.
Clérigo. Ciertamente así es; pues siendo el Sumo Pon
tífice la cabeza, y los demas fieles los miembros de la Igle
sia , así como el Pontífice tiene obligacion á conservar y
gobernar á los rieles , los fieles tienen la de mantener y
conservar al Pontífice. ¿Pero tienen obligacion de contri
buirle con lo necesario para cumplir los divinos encargos
de llevar la fe hasta los estremos de la tierra , y?de con
firmar en ella á sus hermanos? . . .
Conde. Tampoco tengo duda en conceder esto; porque
pesando los gastos de la Religion sobre todos los fieles, se
gun la orden del cielo, deben contribuir al Pontífice con
lo necesario, tanto para conservar la fé entre los cristia
nos, como para propagar el Evangelio entre los infieles;
del mismo modo que los vasallos, no solamente deben con
tribuir para mantener al Principe, sino tambien para los
gastos originados en el gobierno del reino. Todo esto es
corriente, y así tengo entendido se practica ; pues de cuan
to dinero sale de España para Roma de gracias y dispen
sas, el Pontífice nada recibe, y todo se destina á mantener
á los agentes de aquellos sabios tribunales para el gobierno
de la Iglesia en todo el Orbe; y así tambien tengo entendi
do se ha contestado por el Sumo Pontífice á las Cortes de
España sobre el proyecto decretado de dar cierta y de
terminada, cantidad de dinero á Roma cada un año, y
que las dispensas' se despachasen de valde , diciendo que
el Sumo Pontífice nada recibe , ni quiere de la espresada
cantidad; pero que paguen los gastos de despacho en las
Oficinas romanas, pues su Santidad ninguna obligacion
tiene á mantener á sus espensas á los oficiales para eva
cuar los negocios españoles ; así lo he oido , no lo asegu
ro, aunque positivamente sé que van y no vienen las dis
pensas de Roma. . • \ ••.,••.')• r . . . .>
i.. forastero. Tomo con franqueza la palabra para cor-
toborar esta doctrina con el testimonio de unsábio y cé
229
lebré escritor que tengo leído. El Cardenal de Luca, pro
fundo canonista, y perfectamente instruido en la curia,
romana, en cuyos tribunales hizo su carrera, asegura que
cuanto se paga por dispensas matrimoniales , y componen
das, se pasa cada mes al Monte de Piedad, y allí se en
trega al limosnero y á otras personas en cantidades arre
gladas para distribuir limosnas en Roma ; para pagar á
los ministros de la Penitenciaria, c,uyo tribunal nada re»
cibe;poriSu despacho1; para subvenir á los gastos de los' co
legios establecidos .fuera de aquella ciudad para la con-i
servacion de la fé católica y otras obras piadosas. Que
cuanto se paga por bulas de Obispados, beneficios y otras
cosas correspondientes ala Dataría y Cancelaría entra en
la tesoreria de la Cámara apostólica con exacta razon y
cuenta para invertirlo en los gastos ocasionados al. Sumo
Pontífice, como Padre comun y cabeza de la Iglesia en el
gobierno espiritual de todo el mundo católico. Asegura
tambien, que tanto unos como otros productos son tari
cortos para, cubrir tan importantes y estensas atenciones,
que la Cámara apostólica se ve precisada á suplir inmen
sos gastos para desempeñar estos deberes ; advirtiendo á
cuantos quieran desengañarse por sus propios ojos pue
den recurrir á Roma , y .en el Monte Pio registrar los li
bros de entrada y salida de todas estas partidas que estan
espuestas al público, y los franquean á todos los que gus
tan examinarlos. Asegura en fin verán allí los concurren
tes , y se desengañarán ,' que el Sumo Pontífice nada toma
de estas cantidades, ni para su sustento , ni para su ser-
\ vicio , manteniéndose únicamente de los productos de su
estado temporal. . • .i'.'/. . .— ¡ . • : • ' .,
Conde. Eche V. á andar: eso es mas; pues si esto es
cierto, si las cuentas se manifiestan á cualquiera que gus
te verlas',' sitios libros estan :espuestos al público provo
cando á la curiosidad , si los productos de estas concesio
nes y gracias se emplean. en objetos tan preciosos , titiles
y necesarios , que sin ellos no podemos pasar , ¿ de qué se
quejan los filósofos? Aquí no hay arbitrio: si por estos
metfáoi* indirectos no concurre la España á los gastos del
Sumo Pontífice, es preciso .lo haga por tributos y con
tribuciones; gravosas pára cumplir las evangélicas obliga
230
ciones. Pero sobre todo me maravillo de sus infundadas
quejas , sabiendo que cuanto se envia á Roma no es para
enriquecer ásus habitantes, sino para nuestro propio ser
vicio , para nuestro provecho , para facilitarnos las gra
cias que intentamos alcanzar ; en una palabra , no sé que
admirar mas , si la discrecion y desprendimiento del Su
mo Pontífice , ó la malicia ó ignorancia de estos innova
dores en censurar el pago de unas deudas tan sagradas.
Clérigo. Asentado el principio, señor, que los fieles
tienen obligacion á mantener al Sumo Pontífice como á
cabeza de la Iglesia, y á suministrarle lo necesario para
su gobierno, que no puede negarse sin contradecir al tex
to sagrado, á la opinion de los Santos Padres, y á la prác
tica inalterable de todos los tiempos, es preciso convenir
en que las remesas de dinero hechas áRoma son las mas
legítimas y las mas sagradas que se conocen entre los hom
bres. No, no son estas contribuciones invenciones del vil
interés, ni medios rateros de una política falaz para hu
millar á los fieles, y sepultarlos en la miseria, ni un de
testable precio de las gracias espirituales como han que
rido graduarlas los enemigos de la Religion para sembrar
el cisma, separando á los subditos de la obediencia del
Romano Pontífice con un notable , perjuicio de sus almas,
son sí unas piadosas limosnas exigidas á la caridad, ó por'
mejor decir, parte de ellas es libre todo cristiano en pagar
las, absteniéndose de hacer estas solicitudes, y destina
das á cubrir las atenciones mas importantes y sagradas'
en cumplimiento de las órdenes del cielo; y si lo corres
pondiente á las Bulas quiere reputarse por una contribu
cion forzosa, sea en norabuena así, pues siempre sacare
mos en cuenta que es un tributo eclesiástico, y nada tiene
de estraño concurra la Iglesia de España con alguna parte
de sus propias rentas á mantener la cabeza de la Iglesia,
y los tribunales y ministros indispensables, para la espe-
dicioh de los negocios generales/ : . . .. ' ) •';•' ." -
Sih separarnos de estos principios, y para conocerla
injusticia de las quejas de los nuevos reformadores sobre
el dinero enviado á Roma, echemos una rápida ojeada;
meditemos aunque no sea sino por alto las grandes y pre
cisas relaciones que esta Corte del cristianismo necesita
23 í
mantener con todas las demas cortes de los reinos , Igle
sias y pueblos del universo, en unas para conservar, en
otras para defender, y en otras para propagar la luz del
•Evangelio. Consideremos que por las sugestiones del es
píritu maligno, enemigo declarado del género humano, se
vé la corte de Roma casi en una continua guerra ya con
unos, ya con otros y á veces con todos juntos; guerra de
soladora y perpetua, pues sin mas que recordar los prin
cipales acontecimientos de los últimos siglos, á saber, los
incendios de Lutero, de Calvino y de sus consortes, par
tos del infierno para arrancar la Religion. católica de los
pueblos; las turbulencias de los jansenistas tan malos ó
peores como aquellos; las alteraciones y novedades cau
sadas por unos y otros en Inglaterra , en Francia y en
Alemania, y los nuevos proyectos, empresas, conciliábu
los y sucesos parciales ocurridos en casi todas las nacio
nes; solo estas cosas forman una partida asombrosa de
gastos para la Silla Apostólica; pues ha sido indispensa
ble examinar , contestar y controvertir las falsas doctri
nas; mantener enviados y legaciones, y remitir oficios é
instrucciones á todas partes.
Ademas de esto consideremos cuanto necesita la Silla
Apostólica gastar para criar y mantener tanto número
de empleados de luces y conocimientos, sábios en todo gé
nero de ciencias que no se forman en el dia, ni se sostie
nen de valde, siendo por decirlo así aquellás ilustres es
cuelas los únicos arsenales de la Religion de donde se sa
can las armas para combatir en lucha eterna contra los
enemigos de la Iglesia. Consideremos cuánto necesita pa
ra criar , conservar y tener en accion á tantos agentes y
operarios, congregaciones, colegios y seminarios, no so
lo para su servicio, sino para el de toda la cristiandad;
cuánto necesita para mantener la correspondencia y tra
tados ; cuánto para despachar correos á tantas partes y
tantas cortes; cuánto para responder á tantas consultas,
entender, ventilar, dirigir y resolver tanto género de ne
gocios eclesiásticos ; pues es evidente , y no hay duda que
la mayor parte, ó todas las cuestiones mas grandes y rui
dosas en cualquiera materia ocurridas en el universo, se
dirigen á Roma como al centro de la sabiduría; y á esto
2Í2
añadamos cuanto necesita para el despacho ordinario ó
espedicion de los negocios en el supremo gobierno ecle
siástico en su curso regular.' r: v . ,'. ^ . i. . ..
-, ; Pero omitiendo otras muchas cosas, hagámonos cara
go de los inmensos y necesarios gasr^ del ramo de las
misiones, esto es, de lo que la Silla Apostólica gasta anual
mente en la propagacion de la fé jen la China, en Asia
y demas partes del mundo , cuyos trabajos dirige la sa
grada congregacion de Propaganda, los cuales son conti
nuos y frecuentes ante el Pontífice. Hagámonos cargo de
que para desempeñar dignamente este asunto, y para lle
gar á formar operarios útiles que puedan trabajar con
aprovechamiento entre gente de diferentes climas , cos
tumbres é. idiomas, es precisio criar,' educar y mantener
jóvenes chinos, armenios,- coptos y de otras naciones pa
ra enviarlos á sus paises, y proveerles de muchas cosas
indispensables, para que puedan verificar su mision, ne
gocio vasto y de la mayor consideracion.
. .. Solo, señor, estas imperfectas reflexiones son capa
ces. de aturdir y llenar de espanto á todo hombre impar
cial y reflexivo sobre los inmensos gastos de la Corte ro
mana en beneficio de todas las Iglesias católicas ; por lo
mjnos en mí causan este efecto, y es preciso lo causen
mayor en los que tienen conocimientos mas exactos pa
ra formar ideas mas arregladas. Preciso será se cubran de
llanto y de dolor, al ver la inconsideracion, la ruindad
y la bajeza de estos declamadores impíos sobre el pago de
deudas tan sagradas. Preciso será se lamenten y lloren la
desvergüenza y atrevimiento de los émulos y enemigos
de la Religion, al ver se trata con sueños, errores y fá
bulas absurdas de desacreditar los santos, laudables y he
roicos procederes de la Silla Apostólica. Sus calumnias
llevan los depravados intentos de revelar á los fieles con
tra el Gefe de la Iglesia; de persuadirles los empobrece
Roma para animarlos á declararle la guerra; suponen que
si logran esto, el Sumo Pontífice perderá la influencia en
las naciones católicas , y carecerá de medios para pro
pagar el Evangelio en los reinos infieles.
Sí señor, este es su plan> y no hay miedo en decla
rarlo; plan cubierto con la máscara de la piedad, y con
233
el Veló especioso de la prosperidad de las naciones, en la
cual los filósofos y hereges con una malicia refinada apa
rentan interesarse. Se figuran que sin estos socorros ó con
tribuciones de los reinos católicos el pequeño estado ro
mano pobre y menesteroso, no produciría lo suficiente pa
ra soportar los grandes gastos que precisamente acarrea
el gobierno de la Iglesia universal: que cesarían las mi
siones en los páises remotos: que las sábias congregacio
nes y colegios de la capital del cristianismo se disolverian
por sí mismos, por no poderse mantener : que los Nun
cios Apostólicos, centinelas de la casa de Israel en las
cortes estrangeras, desaparecerían de los reinos: que los
santos Concilios jamás podrían juntarse para condenar
sus errores; tratan, en fin, de destruir el esplendor y mag
nificencia dela córte del Sumo Pontífice; de cercarle por
hambre, porque así se figuran verle despreciado y aba
tido. Aquí se dirigen sus miras, y para esto se ponderan
y se exageran fuera de la razón y de la verdad las can
tidades exigidas para Roma; pues sabemos positivamen
te no llega su importe á cubrir la décima parte de los .
gastos necesarios para las públicas necesidades. ".:
Efectivamente por los últimos concordatos celebra
dos entre la Córte romana y la de España se han mode
rado estos tributos hasta una cantidad tan reducida, que
á no prohibirla enteramente , casi no admite mayor re
baja. Este es el verdadero estado de las cosas, y sobre ello
cantan los arreglos aprobados y confirmados por las dos
supremas potestades del Sacerdocio y del Imperio. Exa
mínenlos quien quiera cerciorarse, pues los encontrará es-
planados en cualquiera historia eclesiástica, y en su vis
ta podrá decir, si se podrá dar contribucion mas mode
lada para objeto mas importante , podrá juzgar si en es
tos tratados se llevó la mira de enriquecer á los romanos,
ó de facilitar á los subditos dé las naciones católicas el
cumplimiento de una obligacion tan sagrada por los me
dios menos gravosos. Las causas de estas exacciones es-
tan suficientemente justificadas; en los Concilios de Cons
tancia y de Basilea se.trató de esta materia , y nada se
adelantó; en el de Trento se resucitó esta misma cues
tion, y conocida su legitimidad, se dejaron correr como
tom. i. 30
23+
estaban. Es evidente se Jiallan sellados con la aprobacion
general de los principales personages de la Iglesia y del
Estado; solo esta poderosa circunstancia era bastante pa
ra hacer callar á los vocingleros de estos tiempos, si su
encono contra el Romano Pontífice se aplacase y diesen
lugar á la reflexion. En fin , señor , hablo de este modo,
porque prescindiendo de la mala intencion de estos decla
madores, y habiendo examinado con cuidado sus prin
cipios, he visto que aun los. mas moderados fundan sus
quejas de la estraccion de dinero para Roma en razones
de economía , sin hacerse cargo de que si los Monarcas
estan precisados á mirar por los intereses de sus súbdi
tos, esto se entiende y debe entenderse sin perjuicio de
que sus súbditos cumplan sus obligaciones con la Religion;
y siendo uno de los primeros deberes de los cristianos man
tener al Sumo Pontífice como padre comun de los fieles,
y proveerle de lo necesario para el gobierno general ecle
siástico , y estando destinados estos tributos ó limosnas
enviados á Roma para cubrir estos sagrados objetos; ne
gar su estraccion el Monarca sería hacerse reo de un gran
crimen, sería proceder abiertamente contra la Religion,
é impedir á sus súbditos el cumplimiento de sus obli
gaciones, j
Conde. Bien veo es preciso desconfiar de todos los pla
nes propuestos por los filósofos de este siglo, pues hasta
los mas moderados en la apariencia, llevan envuelto el
veneno mas activo. Confieso que nunca presumí tanta ma
licia: pero me desengaño que por todos estilos hacen una
guerra cruel á la Religion, y que bajo»el título de refor
ma caminan á minar sus principales cimientos; bueno es
conocerlos para despreciarlos. Estoy convencido de que los
Monarcas no pueden impedir las estracciones de dinero'
á Roma; es decir, de aquellas estracciones que tienen por
objeto la manutencion del Sumó Pontífice , y proveer lo
necesario para el gobierno general de la Iglesia, porque
esto sería impedir á los súbditos el cumplimiento de los
deberes impuestos'por Dios; pero me parece bien pueden
los Reyes en virtud de sus facultadles procurarse hiciesen
estas contribuciones de un modo mas suave, menos sen
sible y menos gravoso. '¡ . ' . • ;' .. ¡ v .s
235
Clérigo. Si las exacciones de Roma estan, señor, mar
cadas con el sello de la justicia , lo estan tambien con el
de la suavidad, porque no se nombrarán otras menos gra
vosas , de mas fácil pago, ni mas voluntarias* estan ar
regladas de tal modo, que la mayor parte de los españo
les cumplen con este deber sagrado, y llenan su obliga
cion sin desprenderse de un maravedí, y muchos de los
.que contribuyen, es por un efecto de su propia voluntad;
esto es claro, y á poco que reflexionemos sobre este asun
to, nos convenceremos de la verdad.
Todas las contribuciones de España para Roma pue
den reducirse á las bulas de los Obispos y á las dispensas
de los impedimentos matrimoniales , ó' por lo menos es
tas son las principales , y sobre las que mas se ha decla
mado por los nuevos reformadores en estos últimos tiem
pos. El pago de las bulas, como antes tengo indicado,
puede y debe reputarse por una contribucion eclesiástica
que recae sobre los Obispos con proporcion á Ja renta de
su Silla ; pues de este modo está arreglado su costo, y es
visto que de esta contribucion estan libres todos los de-
mas ciudadanos , y aun mirado con rigor , hasta el mis
mo contribuyente apenas hace sino un adelanto , del cual
se subsana y reintegra en lo sucesivo de los productos de
su Obispado ; en una palabra , esta contribucion pesa so
bre la Iglesia, pues por sus rentas se arregla, y de sus
rentas se paga.
En orden á las exacciones de las dispensas aun hay
mayor arbitrariedad ; todos son libres para abrazar esta
do , á ninguno se compele al matrimonio ; la ley fija los
límites de la prohibicion , fuera de los cuales nada se exi
ge por contraer , y únicamente son contribuyentes los que
por su propia voluntad quieren casarse dentro de los gra
dos inhibidos; pero aun de estos si son pobres, si una
fragilidad oculta dió margen á su empeño , y la publicó
dad compromete su honor, y el impedimento es oculto,
recurriendo en secreto á la Penitenciaría nada pagan , ó
hallan una baja considerable de los derechos en la conce
sion de la gracia en los tribunales competentes ; en fin,
repito que el pago de estos tributos mas debe reputarse
por unas piadosas limosnas , ingenios de la caridad , pa
ra cubrir las obligaciones mas sagradas , que por unas
contribuciones forzosas para mantener el fausto de los
romanos, lenguage propio de los liberales, tomado de los
hereges. •
Entonces , conociendo que era ya hora de dejar la con
versacion , dige : que si me habian admirado la justicia
de estas exacciones, y la santidad de su desYmo, no me
asombrába menos la discreta invencion de la recauda
cion , pues en mi concepto nada tenían de gravosas , ni
aun para el particular contribuyente, en el supuesto de
que las dispensas el que las buscaba las pagaba por su pro
pia voluntad , y las de las bulas en la asignacion de las
rentas eclesiásticas aseguraba su reintegro, logrando por
ellas su posesion : que sobre este asunto no hablada mas,
y que únicamente en otra ocasion examinaríamos si los
clampres de los nuevos reformadores se fundaban mas en
justicia por los perjuicios originados á los estados en el
envio del dinero á Roma, sobre los cuales presentaría
algunas de sus reflexiones , con el fin de averiguar si re
sidían facultades en los Príncipes, no para impedir del to
do la estraccion, sino para reformarla, consultando á la
necesidad de las naciones.
Retirados los Clérigos me quedé un rato suspenso, me
ditando á mis solas sobre la sabiduría y prudencia de los
decretos de la Iglesia; y admirado del acierto, discrecion,
desinterés y prevision de todos ellos, me maravillaba, có
mo hubiese quien se atreviese á censurarlos : no podía
concebir cómo los liberales, preciados de literatos é ins
truidos, ignoraban estas cosas; y cómo sabiéndolas se de
terminaban á contradecirlas , pudiendo ser tan fácilmen
te desmentidos : conocia la justa razon de los hombres
sabios y arreglados en detestar este sistema, que única
mente podía deslumhrar y hacer progresos entre los igno
rantes y corrompidos. Estas eran mis reflexiones , las que
me vi precisado á interrumpir para ocuparme én mis or
dinarias tareas, y prevenirme para lo sucesivo, pues mi
honor estaba comprometido por mi palabra en llevar ade
lante estas conferencias , á cuyos trabajos me conducían
sin violencia los deseos de instruirme, y quizá muchas
veces lo hacia con demasiada impaciencia por mi natu
237
ral fogosidad que los Clérigos advertian ; pero disimu
laban , conociendo mi temperamento y mis puras inten
ciones.
Tampoco quiero ocultarte , que apesar de las razones
convincentes , no dejaba mi amor propio en algunas oca
siones de darse por ofendido, al ver la serenidad é indi
ferencia con que aquellos dos Clérigos oian los argumen
tos á mi parecer fuertes é indisolubles , y en el calor de
la disputa hizo esfuerzos mi vanidad para confundirlos y
sofocarlos : ahora conozco , y siento mis escesos , y no sé
como alguna vez me sufrieron con paciencia ; pero ja
más noté novedad en sus semblantes: mis espresiones du
ras y acaloradas siempre fueron respondidas con palabras
dulces y amorosas como de unos hombres que aspiraban
á combatir el error y á ganar mi corazon: estos eran sus
procederes como el mejor medio para desengañarme ; y
efectivamente lo consiguieron , y tributaré á su memoria
eterno agradecimiento. A Dios , amigo.
INDICE
CONTENIDAS EN EL TOMO I.
CARTA PRIMERA.
Consejos recibidos por el Conde de su madre.
Reflexiones del Conde sobre el sistema constitucional.
Salida del Conde de Madrid, y observaciones hechas en
Navarra sobre el espíritu de aquellos habitantes en las
innovaciones.
Reunion del Conde con el Clérigo , y primera conversacion
sobre los asuntos del tiempo.
CARTA II.
Relacion de las persecuciones del Clérigo.
Conversacion entre el Conde y el Clérigo sobre la autori
dad á quien pertenece la eleccion y numeracion del Clero.
Argumentos y respuestas sobre este asunto fundadas en la
naturaleza de las cosas, en el egemplo de Jesucristo, de
los Apóstoles y constante tradicion de la Iglesia.
Solucion á la proscripcion del Clero de Francia por los re
volucionariós.
CARTA III.
Argumentos y respuestas sobre la autoridad del Sumo
Pontífice y de los Obispos para dirigir y ordenar los
asuntos de Religion.
¡Verdadera inteligencia de algunas espresiones de los San
tos Padres propuestas por los filósofos para despojar
al Sumo Pontífice de la suprema autoridad eclesiástica.
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Solucion á la disputa de san Cipriano con el Papa san Es
teban.
Conciliacion de los sagrados textos al parecer contradic
toriós sobre la autoridad de la Iglesia.
... CARTA IV.
Discurso sobre la doctrina y pretension de los hereges acer
ca de las prácticas estertores de la Reí igión.
Argumentos y respuestas sobre la universal jurisdiccion
del Romano Pontífice egercida en todas las Iglesias del
mundo en todos los siglos del cristianismo.
Sorpresa del Conde al oir la multitud y diversidad de do
cumentos de la antigüedad que prueban la superioridad
del Papa sobre todas las Iglesias.
Solucion á las dudas fundadas en la grande autoridad del
Patriarca de Constantinopla.
CARTA V.
Historia de Focio.
Historia de Miguel Cerularto.
Admiracion del Conde acerca de la obcecacion de los grie
gos en seguir para el cisma á estos dos hombres per
versos.
Puntos de discordia de los griegos , arreglo hecho en el
Concilio de Florencia , obstinacion de los cismáticos y
pérdida de Constantinopla.
Se hace ver que los enemigos de la Religion son los indi
viduos mas temibles de los estados*
CARTA vi.
La gerarquia eclesiástica segun el orden divino.
Respuesta á las dudas propuestas sobre despacharse aho
ra en Roma ciertos asuntos que anteriormente se eva
cuaban por los Obispos:
Causas de la variacion de la disciplina eclesiástica en los
siglos medios.
Nuevas dudas sobre los derechos originariós de los Obis
pos para el régimen de la Iglesia, é inteligencia de los
sagrados textos.
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CARTA VII.
Solucion á una nueva objecion acerca de la plenitud de los
derechos de los Obispos fundada en un hecho particular.
Infalibles resultados de disensiones y cismas si cada Obis
po se concediese la plenitud de la potestad.
La Inquisicion religiosa es el mejor Tribunal para con
tener á los revolucionarios , y sus ventajas sobre la po
licía de las naciones.
Respuesta á las calumnias levantadas al Tribunal de la
Inquisicion , haciendo ver es un juzgado de bondad , mi
sericordia y sabiduría.
Union del Forastero al Clérigo y al Conde'
CARTA ' VIII.
Relacion del Forastero sobre las persecuciones del Obispo
su señor.
Reflexiones sobre las persecuciones del Clero, y reunion de
todas las sectas para pelear contra las autoridades.
Dudas del Conde sobre que los sistemáticos tratan de aba
tir á la potestad de los Reyes , y se empeñan en ensal
zar la autoridad de los Obispos.
Sentimientos del Conde por la muerte de su Maestro.
CARTA IX.
La potestad de los Reyes no viene de los hombres, sino de
Dios.
Respuesta á los argumentos propuestos manifestando que •
la bondad ó maldad de los Soberanos puede recaer so
bre sus personas , pero no sobre su autoridad.
Egemplo de Jesucristo , de los Apóstoles y cristianos de
todos los tiempos obedeciendo á los Emperadores gentiles
sus perseguidores.
Falsa suposicion de que si los Reyes tienen potestad del
cielo para gobernar á los hombres, deben hacerlo no so
lo en las cosas temporales , sino tambien en las espiri
tuales. ,
Obligacion de todos los hombres en mantener al Sumo Pon
tífice y á su gobierno , por lo cual los Reyes no pueden
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impedirá sus subditos el cumplimiento de este deber sa
grado en virtud de sus facultades,
inversion que se hace del dinero remitido a Roma ; justi
cia y voluntariedad de estas contribuciónes.
ERRATAS.