La Iglesia Triunfante Errores Modernos 1 - Ascencio

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) .'

*. - Vi?
I

LA IGLESIA TRIUNFANTE

DE

LOS ERRORES DEL SIGLO.

ARGUMENTOS DE LA FILOSOFIA

Y RAZONES DE LA DISCIPLINA,

POR EL DOCTOR

D. JUAN ANTONIO ASENSIO Y SANTA MARIA,


del Gremio y Claustro de la Real Universidad de Toledo, y Cura
propio de la Iglesia parroquial de la villa de Alberite, Diócesis
de Calahorra.

TOMO I.

MADRID:
IMPRENTA m E. AGUADO , Bajada de Santa Crui.

i8a5.
AL RE Y

NUESTRO SEÑOR

DON FERNANDO VIL

SEÑOR:

Sii la fundada esperanza del Autor de esta Obra


en vuestra bondad no alentase su cobardía, , ja
más se hubiera determinado á acercarse á los
R. P. de M. con un homenage tan pequeño;
pero siendo público y notorio que gradúa el valor
de los sacrificios por las circunstancias de los tiem.
pos , no duda conocerá la rectitud de sus intencio
nes , y que cuando las negras plumas de los im
píos se esfuerzan en provocar á los hombres á fal
tar á sus respetos, y á olvidarse de sus obligacio
nes, animándolos á derribar los ¿iltares y los Tro
nos , no dejará de apreciar cuanto se dirija á de-
fender estos sagrados derechos conforme á las dis
posiciones del cielo.
2 al es el objeto de la Obra titulada : La Igle
sia Triunfante de los errores del Siglo , ó Argu
mentos de la Filosofía y razones de la Discipli
na * que á V. M. se dedica como á un ilustre Pro
tector de la Religion , y amoroso Padre de sus
pueblos , cuyos desvelos se ordenan á proteger los
cultos de Dios , y á procurar la felicidad de sus
vasallos , que únicamente podrán conseguir vivien
do sumisos, y prestándose dóciles á las disposicio
nes de las supremas Potestades , á quienes el Al
tísimo confió la autoridad , y encargó el gobierno
de los hombres.
No se oculta á V. M. que las malas doctrinas
son el origen de las revoluciones , y que si las ar
mas se han cubierto de gloria reprimiendo y des
truyendo el orgullo y soberbia de los impíos , res
tituyendo con sus generosos triunfos á T^i M. el
poder, d la Iglesia su esplendor , y á los mor
tales la tranquilidad , á las plumas corresponde
aprovecharse de estos preciosos momentos para
desengañar ú los hombres , y desterrar de la so
ciedad para siempre los locos y desorganizados
principios de un sistema destructor , que tantas
lágrimas y sangre han hecho verter á la huma
nidad.
Estos son los deseos de V. M. como lo acredi
tan los sabios reglamentos promulgados para la
instruccion pública , desterrando de las Escuelas
los libros impíos , que emponzoñan á la indiscreta
é incauta juventud , y esmerándose en que cultiven
las ciencias en obras acreditadas , que por sólidos
principios ilustren sus entendimientos y arreglen
sus corazones , para que algun dia sirvan con glo
ria á la Iglesia y al Estado.
La historia referiendo los felices resultados
de estas sabias disposiciones , tributará los justos
elogios debidos á la generosidad de un Monarca
poderoso, que despues de haber vencido y desarma
do á unos vasallos rebeldes , olvidando sus agra
vios , les convida con el perdon , y les proporciona
los medios para sacarlos de sus errores , embaí-
nando la espada de la justicia ; cuyos heroicos pro
cederes exaltan la Real clemencia , y estimulan al
corazon mas ingrato á arrepentirse de sus extra
víos , para hacerse acreedor á su misericordia.
Estas generosas ansias , Señor , tan confor
mes á las necesidades del tiempo , y á las impor
tantes obligaciones de reunir al rededor de vuestro
Real Trono á todos los hijos de esta gran Nacion,
son tambien los nobles sentimientos de un Minis
tro, aunque indignoi de un Dios de paz , para iwo_
caros por Protector de una Obra , que dirigiendo,
se á destruir los impíos y anárquicos principios
propalados en estos últimos tiempos de desorden,
lleva el objeto de desengañar á los seducidos , pa
ra que en adelante sean respetuosos cristianos y
afieles vasallos.
Dios guarde á fr. M. muchos años. Alberite

y junio 10 de 1825.

SEÑOR:

Á L. R. P. de V. M. su mas humilde Capellán


PRÓLOGO.

Cuando en 1 82.1 empecé á escribir éstos tratados,


lo hacia para mí solo , sin pensar saliesen al públi
co ; y ciertamente la amistad me es deudora de este
sacrificio. No llevaba otro objeto por entonces, ar
reglándome á las circunstancias, que estampar los
principios de la verdadera doctrina contra las fal
sas máximas del siglo , y ponerlas en orden , por si
me hallaba en ocasion de hablar y combatir los er
rores , facilitar á las gentes el desengaño. Encontrán
dome algunos amigos en esta honesta .ocupacion, me
propusieron imprimirlos en Francia ; pero me negué
hasta completar la obra , lo que sin dificultad hu
biera verificado tiempo hace , si una enfermedad gra
vísima no hubiese afligido á mi naturaleza por es
pacio de dos años.
No me glorío, amado lector, de ofrecer nada
nuevo á tu consideracion en esta obra , pues cuan
to en ella veas , está escrito y únicamente ten
drás la ventaja de encontrar en estos dos volúmenes
lo que te costaría mucho trabajo buscar en diferen
tes autores de diversos tiempos , y de distintas na
ciones, sin que nada tenga de estraño haya tomado
este partido ; pues asi como el sistema liberal es un
conjunto de las máximas y principios de los filóso
fos y hereges de todos los siglos, es preciso valer-
nos de las razones victoriosas con que los han com
batido los escritores católicos, y que reproduzcamos
las mismas pruebas cuando nos presentan los mismos
argumentos.
Me hago cargo se ha escrito mucho y bríeno
cn estos tiltimos tiempos contra el sistema innova
dor para preservar á los hombres de su venenoso con
tagio ; considero que la esperiencia de tres años de
calamidades ha desengañado á una gran parte de lo
que deben esperar de estos falsps reformadores , cu
yos planes conspiran á destruir la Iglesia , y arrui
nar las naciones, fundando en sus escombros su de
cantada é imaginaria felicidad; pero con lodo eso con
fio y espero merecerá esta pequeña obra tu aprobacion,
por seguir un rumbo diferente de todas las demas , que
no incomoda al sabio y puede aprovechar al igno
rante; pues en un diálogo entre un Conde y un Clé
rigo se presentan los mayores argumentos de que se
han valido los ljberales, para proceder contra la Igle
sia, y se dan las pruebas mas convincentes y claras
para desengañar á los mortales de la injusticia é im
piedad de estos nuevos y desconocidos principios.
Como hasta ahora no he visto se haya propues
to escritor alguno este método , lo juzgo no solo nue
vo, sino tambien útil. Muchos han seguido este nue
vo sistema por pura malicia ; pero muchos mas por
ignorancia, á los que es preciso poner los medios pa
ra sacarlos de sus errores. Faltos de conocimientos
de las ciencias exactas, se han dejado deslumhrar
de las razones capciosas de los reformadores , y han
seguido su partido, c/eyendo era el mejor, sin que
baste á corrvencerlos ver al Sacerdocio y al Imperio.
armados para destruirlos. Atrincherados en sus ma
las doctrinas, y escudados con razones especiosas, atri
buyen la proscripcion del sistema al poder de la fuer
za, y no al de la verdad : por mas que se les habla,
no se desengañan; y creo no se conseguirá el triun
fo ínterin no se haga ver la falsedad de los princi
(V)
píos del sistema liberal de un módó sencillo y cla
ro , como el único arbitrio^ para rendir al entendi
miento, variar la opinion, y empeñar á los hombres
á defender. la verdad Contra toda innovacion.
, . Este es el objeto de esta obra ; y si no satisfago
los deseos del público, por lo menos estaré contento
cou mostrarla senda verdadera del desengaño , y que
otras plumas mas sábias se empeñen en llevar al ca-
bo,este plan de felicidad, que á gritos reclaman la
Religiou y la sociedad. Estoy convencido de mi in
suficiencia , y de que mis desvelos no pueden llenar los
deseos:, pero hago lo que puedo, y manifiesto sin re
bozo cuanto 4ie podido alcanzar sobre este asunto en
beneficio de la humanidad.
Ninguna obra elemental se presenta en el siste
ma del dia que contenga toda su doctrina; sus má
ximas estan derramadas en sus libelos infamatorios;
bus dos eges principales son pelear contra la Religion
y el Trono ; pero sus ataques se dan de un modo
irregular; de consiguiente ha sido preciso leerlos, oír
los y conciliarios para presentar los argumentos por
boca del Conde. .
Al principio de esta obra pensé solo presentar la
verdad sin copiar las autoridades , ^porque siempre
las citas enervan el estilo y molestan al lector; pero
reflexionando despues que los liberales cou una im
pudencia sin igual falsifican las doctrinas, y alteran
los hechos para alucinar á las gentes, por consejo
de hombres sábios copio las palabras de los escrito
res sagrados , lomadas de sus obras originales , y en
los Concilios he consultado á las colecciones mas acre
ditadas, habiendo. hecho lo mismo en la Historia ecle
siástica y profana, cuyos lugares anotados puede con
poco trabajo cualquiera lector examinar, y desenga
fiarse de la verdad de los sucesos , para no dejarse
sorprender de falsas y capciosas relaciones.
En este examen logrará tambien la ventaja de
conocer á esta nueva casta de gentes que se presen
tan á reformar al mundo ; y que desmintiendo sus
aserciones el texto sagrado, las decisiones de los Con
cilios, y los autores todos eclesiásticos y profanos, vie
nen á ser ó ignorantes , ó públicos falsarios : cono
cerá que sus grandes luces solo tienen de admirable
el arte de mentir, pues por lo demas, sus errores son
envejecidos, propuestos cien veces por los hereges, y
respondidos otras tantas por los católicos } conocerá
que lejos de ser sus doctrinas parto de su brillante
ingenio, son unos meros copiantes de los errores de
todos los siglos condenados por la Iglesia , cuyas cen
suras callan maliciosamente, para hacer mas potable
el veneno ; conocerá que siguiendo estas máximas tie
nen por maestros á todos los hereges y hombres mas
perversos del universo , cuyas memorias se conser
van en los anales de la historia con horror, para es
carmiento de los hombres, como los marineros con
servan la de los escollos del mar para evitar el nau
fragio ; pues todo es necesario en estos calamitosos tiem
pos, en que los enemigos del Altar y del Trono pro
vocan á la juventud indiscreta y presumida á to
mar partido en sus banderas , como en las de unos
protectores de la justicia , y unos hijos de la sabi
duría. •«.
Sí , la juventud debe avergonzarse de seguir á
unos hombres sin principios , sin literatura , vocin
gleros, sin vergüenza, sin mas saber que una memo
ria rutinera de errores proscriptos, de innovaciones
ridiculas, y de planes desconocidos en el curso de
los siglos , para satisfacer á sus ambiciosas miras. EL
tiempo desengañará á estos jóvenes insensatos, que los
monstruos liberales solo les han enseñado el camino
del error , y llorarán sus estravios cuando conozcan
que sus planes son frutos de imaginaciones exaltadas,
y no producciones de entendimientos maduros ; cuan
do lleguen á conocer que han empleado la flor de sus
años en cultivar el pernicioso árbol de la libertad,
que jamas producirá frutos, i Oh si llegan á consul
tar sus opiniones en las obras acreditadas , que con
este fin se les citan! ¡cuánta deberá ser su confusion
por haberse dejado sorprender de anuncios de •fal
sos profetas, por haber puesto su confianza en hom
bres de tan mala fe, y por haberse comprometido á de
fender locos proyectos que harán poco honor siempre
á su juicio! Su desengaño entonces se convertirá en
furor , se avergonzarán de haberse apellidado discí
pulos de tan infames maestros, y si posible les fuera
borrarían del número de sus dias los que han a'sis-
tido á sus escuelas.
En el Clérigo , defensor de la justicia y de la
verdad, presento un hombre sencillo, instruido en
la historia sagrada y profana , amante de la disci
plina , que conoce bien á fondo las máximas de los
liberales, sus intenciones y sus proyectos, el cual ma
nifiesta con prudencia y sin rebozo las fuentes impu
ras en donde han bebido estas doctrinas , y los im
potentes esfuerzos de los filósofos y hereges en todos
los tiempos para llevarlos á ejecucion. En él se ve
una imagen viva del Clero sensato español , y que no
han sido el error , el fanatismo , el interes ni otras
pasiones bajas, como han propalado los sistemáticos,
las que le Impelieron á declararse desde los princi
pios contra la Constitucion , sino la sabiduría , el con
vencimiento y el amor á Dios y al Rey, desprecian
(VIH)
do los filos de las espadas „ sufriendo con resigna
cion los insultos y los despojos , y no temiendo la ex
patriacion , los destierros ni la muerte , mantenién
dose y trabajando sin cesar en mantener la Religion
en los pueblos , ínterin los soldados de la fé se cria
ban y resistían á la fuerza con la fuerza. El tiempo
confirmó sus pensamientos , y manifestó el respeto
con que debió mirarse su opinion.
Efectivamente, no puede negarse al Clero espa
ñol sus grandes conocimientos en todas las ciencias,
ni que convencido de los vicios del nuevo sistema
pronosticó su abolicion en su mismo establecimiento.
Su oposicion á la Religion, al Rey y á las leyes, le
hacian conocer la imposibilidad de grangearse. el
amor de un pueblo cristiano por educacion , realista
por naturaleza , y celoso de sus instituciones. La his
toria , refiriendo los sucesos de los tiempos , le ma
nifestaba los generosos esfuerzos de los espafioles por
estos preciosos objetos , manteniendo crueles guerras
á costa de su sangre con una constancia sin ejemplo.
El Clero recordaba estos hechos memorables , y con
sultando á estos oráculos profetizaba el resultado in
feliz de los planes de reforma; pero no obstante este
convencimiento, por el pronto sacrificó sus luces á su
obediencia ; juró la nueva Constitucion , cumplien
do las órdenes del Monarca , y dejó correr las co
sas satisfecho de que el pueblo, deslumhrado con fe
mentidas esperanzas, abriría algun dia los ojos, y
conociendo el. engaño se alarmaría contra sus autores.
No tardó mucho el tiempo en hacer patentes sus
predicciones; conforme los reformadores iban cor
riendo el velo á sus misterios, escitaban* el odio en
-el pueblo; cada decreto les grangeaba nuevos ene
migos ; la desesperacion se aumentaba en los cora
sones con las injustas disposiciones del gobierno con
tra la Iglesia y contra el Rey. El Clero , para evitar
un choque violento y sus sangrientos resultados, tomó
el medio de hablar á sus gobernantes por medio de
enérgicas y respetuosas representaciones, para hacerles
desistir de sus descabellados planes; pero estos hom
bres desvanecidos con el triunfo de la instalacion , le
jos de agradecer el desengaño-, despreciaron sus con
sejos , y apoderándose el furor de sus cerebcos, de
cretaron destierros, y ejecutaron otras violencias con
tra los beneméritos ministros con profundo sentimien
to de toda la nacion , viéndose el Clero precisado en
tan críticas circunstancias á sufrir , callar , y esperar
á pie quieto y con rostro sereno el trágico fin de las
nuevas instituciones , cuyo resultado era indudable,
bien meditadas las tropelías del gobierno y las re
pugnancias del pueblo.
He procurado , para hacer menos pesado el diá
logo entre el Clérigo y el Conde, mezclar algunos su
cesos de la historia del* tiempo , tanto por hacer ma
nifiestos los malvados planes é injustos medios de los
liberales para completar su obra , como por el enla
ce y encuentro de los interlocutores , huyendo del ti
rano imperio , y poniéndose á cubierto de las violen
tas persecuciones movidas por los sistemáticos para
comprometer , ahuyentar y castigar á todos los hom
bres de bien.
En fin, la violencia, la injusticia y los crueles ata
ques á la Religion y clases distinguidas , han sido
siempre los distintivos de los tiranos. ¡Ojalá que en
la presente obra encuentren los ilusos y alucinados
motivos de desengaño, y que traten de aprovecharse
de la clemencia del Monarca m olvidar sus deli
rios, sirviéndoles de escarmiento! No hay reino fe-
xom. i. 2
]iz desunido; y en el dia mas que nunca interesa la
reconciliacion- para curar las heridas causadas á la
patria por los revolucionarios. El valor verdadero
siempre ha sido generoso ; nunca se ha vengado en
los vencidos: dispuestos estamos los españoles á ol-•
vidar sqs ofensas si se muestran arrepentidos. Tal es
nuestro carácter nacional , y nuestra profesion nos
empeña á rogar á Dios por nuestros hermanos estra-
viados•¿ á pedirle con instancias los traiga á verda
dero conocimiento , y los ilumine con sus luce6, para
que con una conducta ejemplar reparen los agravios
causados á Dios y al Rey , á la Iglesia y al Estado.
Vale.
CARTA PRIMERA.

^Kierido Antonio: Tu carta en contestacion á la mia


me ha servido de un gran consuelo, y su contenido me
ha sido sumamente agradable: criados en los mismos
principios, educados en las mismas escuelas, y compa
ñeros inseparables desde nuestra niñez , siempre me per
suadí que en las actuales circunstancias seguiríamos unas
mismas máximas, y que estaríamos conformes en las
opiniones. El amor á la Religion y al Rey, que con tan
to cuidado procuraron nuestros padres imprimir en los
tiernos corazones de sus hijos, proporcionándonos en la
edad adulta buenos maestros para fortificarnos en estos
generosos deberes, sobre los cuales versa la conducta
del hombre, no han podido obscurecerlos las terribles
borrascas de este desgraciado siglo: todos los días de mi
vida tendré presente el gran beneficio del cielo en ha^-
berme dado unos padres que con tanta exactitud cui
daron de mi educacion ; pues á ellos soy deudor acoso
lo de la vida , sino tambien de mis cortos conocimien
tos, qué en la presente época me han librado de las des
gracias comunes, y preservado de las perniciosas máxi
mas , que tanto estrago han causado en la actual genera-
'clon: ¡ojalá sirvan los sucesos pasados de escarmiento
para lo venidero , y que jamas se repitan unas esíena*
que despues de haber corrompido los corazones, y de'ha-
ber roto los lazos de la ley , ha estado expuesto el mun
do á inundarse de sangre! Mucho me alegro que conozcas
y confieses esta verdad, pues este tambien es mi modo de
pensar, y desearia fuese el de todos los mortales: tal ha
sido el placer de mi corazon al recibo de tu apreciable
*

carta, y únicamente siento no poder satisfacer tu curio


sidad como deseo, en informarte de la historia de mis
acontecimientos en estos tres últimos años de anarquía
y de desorden , en que se han visto perseguidos todos los
hombres de bien; pero en el supuesto de que tanto te in
teresas en ello, y persuadido de que disimularás mis de¿-
fectos, pasando por alto todos aquellos sucesos mas comu
nes, y que han sido generalmente conocidos, por no can
sarte con relaciones fastidiosas por repetidas, te referiré
lo mas notable y que te pueda ser util; pero advirtiendo
que no debes esperar en esta correspondencia peregrinos
sucesos que diviertan la imaginacion ;' y así empiezo.
Concluida la carrera de nuestros estudios te acorda
rás me retiré á Madrid , en donde vivia en compañía de
-mi viuda madre, y á su benéfica sombra crecia, forman
do sus delicias y oyendo sus instrucciones. No quiero de
tenerme á manifestarte su maternal cariño, por aprove
char el tiempo para descubrirte otras prendas mas be
llas de su sensible corazon; discreta en estremo dirigia
.todos sus cuidados á fomentar las preciosas semillas de
la virtud, que con anticipacion y en la mas tierna edad
habia sembrado en mi alma. No se cansaba de encar
garme la caridad con los pobres, la compasion con los
desvalidos, la dulzura en el trato de las gentes, la ge
nerosidad en las ocasiones, y todas aquellas cualidades
que hermosean al hombre social , y que deben resplan
decer con mayor brillo en aquellos sugetos á quienes el
ci<áp ha enriquecido con sus dones , y que por su naci
miento parece los coloca sobre los demas mortales co
mo unos modelos para arreglar sus operaciones. Pero so
bre todo, el respeto y amor á la Religion y á sus minis
tros eran sus principales encargos; y tanto para su cum
plimiento como para conducirme con honor, y preservar-
ime de la corrupcion del mundo, mantenia en mi com
pañía á un venerable Sacerdote.
Estas eran nuestras ocupaciones, y por mi madre
se disponía enviarme á los pueblos en donde estaban si
tuadas nuestras posesiones , proponiéndose en este viage
el objeto de instruirme en el gobierno de la hacienda, y
viendo los penosos trabajos de los colonos , inspirarme
i
f3
sentimientos de piedad á favor de su miseria. Quería
viese por mis propiü ojos las penalidades de estos infe
lices , que con el sudor de su frente regaban las tierras
para servir los manjares de mi mesa , para que compa-
dlcido de sus sacrificios me animase á socorrerlos en sus
necesidades , y jamas los tratase con dureza. No se can
saba de persuadirme que si el cielo me habia tratado
con mayor misericordia haciéndome nacer en el esplen
dor y la opulencia , no era para mirar con desprecio á
los demas mortales, sino para asistirlos y consolarlos
en sus aflicciones, pues todos somos hijos de un mismo
Padre, y fabricados de una misma masa, y en realidad
unos meros depositarios de los bienes, con la precisa, obli
gacion de socorrer las necesidades, segun las positivas y
terminantes palabras de Dios, Autor de todo lo criado.
Estos eran los preciosos encargos y repetidas instruccio
nes asi de mi madre como del Clérigo j pero cuando se
trataba de llevar á egecucion estos pensamientos, llegó '
la noticia á la corte en principios de i 820 de la rebe
lion militar de la Isla de Leon, proclamando la Consti
tucion española proscripta , la cual paralizó nuestros
proyectos, y nos hizo quedar de espectativa hasta ver
sus resultados.
No quiero cansar tu paciencia en referirte los ma
nejos ocultos, las intrigas y^iolencias de los patronos de
la Constitucion para lograr su intento: no hubo medio
ratero ni género de vil seduccion que no se emplease
para ganar á la plebe y á la tropa; todos los malvados
conspiraron á este fín % y por influjo de secretas y cri
minales relaciones se derramaba por todas partes el oro,
las promesas y' el engaño , con el objeto de aumentar sus
partidarios y arrastrar por la fuerza á sus miras á los
hombres buenos , ú obligarlos á sucumbir : llamaron en
su auxilio á las sectas que volaron á su socorro, y to
das ellas aprontaron y reunieron sus fuerzas para plan
tar en el suelo español el pernicioso árbol de la libertad,
con la esperanza de abrigarse á su sombra, y declarar
bajo de sus ramos una guerra mortal á los Tronos y á
los Altares, Aquel empeño original é innato de destruir
se unas á otras desapareció por aquel tiempo, olvidaron
14
sus rencores, no hicieron caso de sus desavenencias, hi
cieron treguas, formaron alianzas,%e trataban con fran
queza , y se comunicaban como amigos , escluyendo úni
camente de sus confianzas á los hombres mas virtuosos
y á los mas fieles vasallos ; para abreviar, en fin, los^e-
volucionarios alborotaron á la corte , y penetrando la
intriga hasta el interior del Real Palacio , entre los so
bresaltos, amenazas y sentimientos, se obligó al Rey á
jurar la Constitucion; aquella Constitucion perniciosa,
que hacia pocos años en plena libertad , y despues de un
profundo examen habia proscripto como contraria á su
Real soberanía, opuesta á la felicidad de sus pueblos, y
cenagoso semillero de principios anárquicos. Tal fue el
primero y efímero triunfo de la impiedad.
Al ocurrir estos sucesos y en aquel pronto, confieso
que no conocí toda la malicia del nuevo sistema de gobier
no ; y si la esperiencia y los consejos no me la hubieran
hecho palpable, acaso ahora aun no conocerla el desen
gaño. Es verdad que observaba una tristeza general desde
los principios en los semblantes de las gentes virtuosas,
y un silencio profundo en todas las conversaciones sobre
este asunto, que por ser nuevo parece debia ocupar las
lenguas de todos los hombres sensatos, y solas estas re
flexiones ponían á mi entendimiento en duda de las ca
careadas ventajas del nuev^sistema ; pero nunca pensé
hiciesen brotar el trastorno general del gobierno y me
nos de la guerra civil. Esta era una falta de mi edad;
nunca el hombre tiene menos prevision que cuando so
pla con mas fuerza el fuego de sus pasiones ; en süs flo
ridos años está: mas expuesto al error, porque la juven
tud inexperta y precipitada es, por lo regular, presumida
y altanera: mi madre y el Capellan que mas á fondo co¡> «
nocian las inclinaciones del hombre , abrazaron los me
dios de alejarme del peligro, haciéndome conocer las lo
cas esperanzas de los nuevos reforrfiadores.
Con este fin versaban conversaciones en casa ; unas
veces Jeyendo los papeles públicos advertíamos que la li
bertad de imprenta decretada para hacer lucir á los gran
des ingenios que habian de iluminar al mundo con sus
luces, solo daba de sí producciones asquerosas contra. lo
mas santo y respetable conocido entre Jos hombres: aque
llas inmundas plumas únicamente se empleaban en lle
nar á la Religion de insultos , en desacreditar á sus Mi
nistros, en burlarse de la devocion, y en desterrar de
la tierra el culto del Señor, si les hubiese sido posible:
al hablar de los Reyes, dirigian sus esfuerzos á pin
tarlos como unos monstruos, tiranos de los mortales,
con los cuales era preciso concluir por bien de la huma
nidad, ponderando como unos héroes aquellos alevosos
que atentaron contra sus vida^ y lavaron sus sacrilegas
manos en su sangre: al hablar de la Grandeva no se leian
sino .calumnias atroces, tanto sobre sus personas como
sus haciendas , tratándolos de injustos y usurpadores del
Estado , provocando á la multitud á la venganza y al
despojo : en fin, todas sus producciones no eran otra cosa
que libelos infamatorios, conspirando mas ó menos, con
un terrible empeño, á encender la guerra civil en la in-4
feliz España , é inundar de sangre tanto los campos como
las poblaciones: por medios tan viles y groseros, ¿ cómo
era posible pudiera persuadirse ningun hombre reflexiva
que estas brillantes antorchas habian descubierto el se
creto de hacer felices á las naciones ?
Otras reflexionando sobre el giro de los negocios, con
siderábamos que aunque los escritos perniciosos fuesen
pensamientos parciales , desahogos imprudentes de hom
bres descontentos del anterior gobierno, era preciso la
mentarnos de la inaccion de las autoridades en cortar
este desorden, y que incautamente se dejase beber al
pueblo las emponzoñadas máximas envueltas en algunos
chistes chocarreros y sales picantes; pero luego nos con
vencimos de que los publicistas trabajaban en preparar
el terreno, para plantar los nuevos decretos, y que sus
ideas adelantadas serian los elementos para fabricar las
nuevas leyes; de consiguiente lejos de castigar á estos
hombres perniciosos, corruptores de la moral y procla-
madores de la indecencia, vimos con harto dolor de nues
tro corazon.se les elevaba á los primeros empleos.
Efectivamente á sombra de la ley promulgada que
para asegurar la Constitucion era preciso valerse de hom
ares identificados con el sistema, echaron á rodar de«sus
Í6
destinos á la mayor parte de los sugetos , de que hasta
entonces se habia servido el Estado, sin consideracion á sus
profundos conocimientos ni á los muchos años que con
honor y fidelidad habian desempeñado sus funciones. El
mérito lo formaba solo el ser constitucional; de modo
que para ser acomodado, era preciso, con la pluma ó
con la espada acreditar ser un revolucionario. Estableci
dos estos principios no tardó en poblarse la magistratu
ra de hombres ambiciosos , la Real Hacienda de públi
cos estafadores, y las armas de gefes militares inmorales
é indecentes', retirados los mas de ellos del servicio, por
que ni tenian instruccion en tiempo de paz para gober
nar los cuerpos, ni conocimientos en tiempo de guer
ra para economizar la sangre. Estos primeros pasos des
conceptuaron á los liberales para con todos los hombres
sensatos; y ¿ cómo era posible persuadir á ninguno que la
salud del pueblo se habia de labrar por manos tan cri
minales ?
Pero sobre todo cuando acabaron de confirmarse nues
tros recelos; cuando cayeron á tierra nuestras esperan
zas , fue despues de la reunion de las Cortes: en este ca
careado Congreso se advirtió desde los primeros dias que
solo se respiraba impiedad, venganza y sangre: la mayor
parte de los diputados iniciados en los principios irreli
giosos, sin mas ilustracion que las máximas inmorales
de los libelistas chocarreros, llenos de satisfaccion y or
gullo, se sentaron en el santuario designado para las leyes.
Es claro y positivo que los altos puestos no dan ciencia,
pero sí presuncion ; y aunque confieren honores y distin
ciones, no los dotes necesarios para desempeñar con acier
to sus grandes y anexas obligaciones. ¡O debilidad, de
nuestra naturaleza ! Pues apesar de estos conocimientos,
la mayor parte de los mortales elevados á un destino su
perior de repente, y sin pasar por los grados inferiores
que por experiencia les haga conocer el peso de sus ocu
paciones, suelen ensoberbecerse, cegándolos su vanidad
hasta precipitarse en muchos errores. Asi sucedió á los di
putados satisfechos de sí mismos, y sin separarse un ápi
ce de los principios de sus doctrineros , con una animosi
dad imponderable, sin dudar en cosa alguna, y dando á su
autoridad una estension sin límites , empezaron á decre
tar , sin reparar en nada, lo mismo sobre las cosas ecle
siásticas, que sobre las civiles : allí jamás se disputó acer
ca de la facultad sobre la materia ; jamás sobre la jus
ticia; jamás sobre la conveniencia: se exponía la propo
sicion ya decretada, antes de discutida; se pasaba á una
comision para deslumbrar la parcialidad; se pronuncia
ban algunos discursos parto de los convencionistas de
Francia ; se aprobaba y pasaba á la sancion del Monar
ca , para autorizar con el real sello, los frutos de la ig
norancia.
No bien se juntaron las Córtes, cuando merecieron
el general desprecio: tan públicos eran sus desórdenes,
que su reunion mas ofrecía el triste espectáculo de una
algaravía, ó una junta de gentes desarregladas y sia
modales, que la reunion de un respetuoso Congreso na
cional : todos hablaban á un tiempo , y cada uno el len-
guage de sus pasiones; de modo que un diputado pedia
se tratase sobre la hacienda, otro sobr% la milicia , otro
sobre la marina , otro sobre la reforma de la Iglesia en
una misma sesion. Todos como soberanos reclamaban
la. preferencia de sus proposiciones ; y como si fuesen
umversalmente sabios, todos hablaban sobre la materia
con un tono decisivo y altisonante: el militar en los
asuntos eclesiásticos, el ecclesiástico en los militares; el
jurisconsulto en los de medicina , y el médico en los dé
diplomacia, consultando á las galerías sobre su aproba
cion. Tales eran en concepto del Congreso las luces del
siglo XIX, que para decretar lo conveniente á una nacion
compuesta de muchos millones de almas , no eran ne
cesarios ni estadios adelantados, ni grandes conocimien
tos, ni profundas meditaciones. ¡O romanos! Venid al
Congreso español, y aprendereis á dictar leyes sin cansar
vuestras cabezas en penosos estudios ni laboriosas inves
tigaciones.
No tardó mucho tiempo en verse los resultados de
estas filantrópicas ideas de los muchos legisladores , pues
corr sus nuevas y disparatadas providencias desconcer
taron el Estado, y como era regular llenaron de con
fusion á la nacion ; perdieron las leyes su imperio , las
tom. x. 3
antiguas por abolidas , y las modernas por no tener
aceptacion. Todas las clases del reino se hallaban re
sentidas ; solo los llamados padres de la patria tenian
cerrados los ojos, para no ver el descontento general,
"viviendo satisfechos de sus personas: el Estado corría
precipitadamente á su ruina, y la altanería de los man
darines ningun recurso permitia al desengaño: las ex
posiciones mas reverentes para advertir al Congreso los
"perjuicios que pddiaii acarrear el establecimiento de al
gunos decretos indicados en- los publicistas, dieron mar
gen á la injusta persecucion y destierro de muchos su-
getos. Con estas violencias impusieron silencio á los hom
bres honrados , único recurso para enmendar sus yerros.
¡Desgraciada la nacion donde falten los consejos, pues
desde aquel momento triunfará el error en todas sus dis
posiciones, y los males se -fomentarán , cuanto mas se
'aumenten sus leyes!
Pero es preciso advertir que se apoderó el desconten
to hasta de los principales - agentes del sistema. Aquella
bella union se deshizo, y tanto en el Congreso como en
el Gobierno reinaba la mayor confusion y desconfian
za : la Constitucion , capa de todos los errores , madri
guera de todas las maldades, y fruto de las meditacio
nes de los enemigos del Altar y del Trono, era seme
jante á una hidra de muchas cabezas , aspirando cada
secta á dominar á las demas. Anilleros , masones , co
muneros todos protegian á sus prosélitos , hasta llegar á
declararse una guerra campal de empleos : el Estado
no tenia suficientes destinos para acomodarlos á todos,
ni las inmensas posesiones , despojos de la Iglesia , ni
las exorbitantes contribuciones impuestas al pueblo, ni
los ruinosos empréstitos tomados sobre la nacion , eran
suficientes para saciar su desmesurada codicia. El dra
gon constitucional siempre estaba con hambre , la que
nunca apagaba , apesar de estar espuestos todos los re
cursos públicos á su imponderable rapacidad. Entre
unos y otros reñian, y se desacreditaban por quién ha*
bia disfrutado , ó habia de disfrutar los destinos mas
lucrativos. Este es el infalible resultado de la coliga
cion de los malos, y de este modo concluyen siempre
i9
las amistades formadas por las desordenadas pasiones.
Por estos acontecimientos era fácil conocer , que un
gobierno tan violento y desconcertado no podia subsistir
largo tiempo. El imperio no se establece sobre los cora
zones de los súbditos , sino protegiendo á la virtud ; ni
se fortifica, sino afianzando el cumplimiento de las leyes.
Los decretos de las Córtes habian ofendido á muchos; el
desorden crecia con el abandono de la justicia , y era de
esperar fuese la desolacion el resultado infalible de un
reino dividido. El Congreso conoció el peligro , y para
remediarlo cometió otro mayor error, mandando crear
pna milicia local voluntaria, en la que se alistaron los
mas exaltados constitucionales. Como el vicio estaba en
la ley, cuanto mas se protegia, se aumentaba mas el
desorden ; así sucedió : dueña de las armas la gente mas
inqjoral, su voluntad era la ley de gobierno en todos
los pueblos ; los buenos sufrían sus estorsiones , sin tener
reclamacion; el honor, vida y hacienda del pacífico ciu
dadano todo estaba á su disposicion; de modo que á quien
ellos condenaban , ninguno lo absolvía : en fin, con esta
disparatada providencia echaron el sello á los males ; los
derechos de la justicia cedieron desde entonces al poder
de la fuerza, y hasta las mismas autoridades se vieron
en la precision de contemplar á los alborotadores para
poder egercer sus funciones. ' '. /
En este triste y lamentable estado de la España los
males y las desgracias de los infelices habitantes se au
mentaban cada dia mas; de manera que cuantos no eran
voluntarios , eran para los sistemáticos sospechosos ; no
habia medio, era preciso, ó alistarse en sus banderas inr
mundas, ó esponerse á sus insultos; y para evitar este terri
ble compromiso , fue cuando se meditó en casa salirme
fuera de la Corte con algun pretesto honroso. La sangre
hervia en mis venas por vengar tantos ultrages hechos á
la Religion y al Rey; pero estos nobles sentimientos eran
arriesgados, no solo por dejar á mi madre y demas fami
lia espuestos á sufrir las insolencias y vejaciones de la
faccion, sino tambien impracticables; pues criado en el
regalo y la abundancia, era imposible tolerar los impon
derables trabajos del egército realista sin esponer mi exis
20
tencia. Era público y notorio que estos hombres dignos
de mejor suerte no tenian otros cuarteles que las encum
bradas alturas de los Pirineos, ni otros lechos que el du
ro suelo cubierto por lo comun de nieve ; desnudos, des
calzos y desprovistos de todo, empezaron la lucha mas
terrible, mas gloriosa y desigual que puede imaginarse;
y de que la historia ofrece pocos egemplos, ó para de
mostrar el alto grado de tiranía que obligó á los hombres
á abrazar partidos tan desesperados, ó para alabar el he
roísmo de algunos que con un valor increíble se arroja
ron á los peligros, y despreciaron la muerte, por cum
plir con sus deberes; pero esto no es concedido á todos,
y no estando acostumbrado á este género de vida, era
de temer se diese mi naturaleza por sentida ; y si así su
cedía, serviría de embarazo y no de provecho en el egér-
cito, pues era preciso ó seguir sus violentas marchamó
caer en^rnanos de los enemigos y ser víctima de su ru-
ror exaltado. . ' i . ' i i.*'.... ' .- .~it:r.
i Estas justas reflexiones reprimieron los fuegos de mi
patriotismo, y me obligaron á no tomar este partido; en
el ínterin las persecuciones seguían, y mi apatía en no
alistarme empezaba á infundir recelos en los revolucio
narios. Esta era nuestra crítica situacion, cuando de di
versas partes nos avisaron los administradores se nega
ban los colonos á pagar las rentas de nuestras posesiones
á pretesto de los decretos de Cortes, si no se manifesta
ban los títulos de pertenencia. Este mal fue sin duda un
escelente arbitrio para salir de este evidente compro
miso; pues con este motivo y alguna atencion con que
algunos sugetos del gobierno miraban á mi madre por
antiguos favores recibidos, nos fue fácil conseguir licen
cia para echarme fuera de la Corte , bajo el pretesto ' "'
de pasar á varios puntos del reino á mostrar los títulos,
y obligar á pagar las rentas, evitando de este modo rui
nosos pleitos entre los propietarios y «ios colonos: por es
te tiempo los papeles públicos estrangeros hablaban ya
con demasiada claridad del estado de fermentacion en que
se hallaba la Europa con respecto á los sucesos de Espa
ña ; y por lo que pudiese resultar en adelante, se dispu
so dirigirme á la Navarra, que por ser una provincia li-
21
mitrófe con la Francia , me ofrecia una indudable se
guridad su territorio, caso de perseguirme el gobierno
español.
En el año de 1822 emprendí mi viage gozoso por sa
lir del laberinto de la Corte, y tínicamente desconsola
do por la separacion de mi madre. Dos sirvientes de nues
tra mayor confianza formaban todo mi acompañamien
to, porque me proponía vivir incógnito, en donde quie
ra me estableciese: hice las jornadas con precipitacion,
y en pocos dias llegué al sitio de mi destino; arreglé mis
negocios muy en breve , como podia desear, por me
dio de los administradores, únicas personas á quienes me
di á conocer; y como el objeto de este viage se dirigía
mas á ponerme á cubierto de la faccion que á cobro de
intereses , me establecí en un pueblo pequeño de pobres
y bien intencionados labradores en casa de un adminis
trador, declarado enemigo del sistema: en este sitio casi
despoblado pasaba los dias, procurando el administrador
correr los pueblos comarcanos, y con mucho disimulo
recoger y traerme las noticias del estado de la nacion, i
« A poco tiempo conocí me hallaba en una provin
cia volcanizada contra la Constitucion : que sus habi
tantes amantes de su Religion, de su Rey y de sus fue
ros, "estaban enteramente decididos á defender estos pre
ciosos objetos á costa de su sangre: que á pesar de las
apretantes órdenes del gobierno , y sin miedo alguno á
sus infames agentes, en su seno se criaban y fomentaban
aquellos brillantes y animosos militares, que el cielo te
nia destinados para librar á su pueblo de la cautividad.
No me hallaba de contento, ni me cansaba de admirar
aquellos hombres valerosos , renuevos de aquellos anti
guos españoles que asombraron al mundo con sus glorio
sas hazañas; y veia en ellos unos hijos dignos de tales
padres, herederos de su fidelidad, dispuestos á perder sus
vidas en defensa de su Religion , de su Rey y de sus le
yes. Tanto heroismo no podia ocultarse largo tiempo , y
como era de esperar, llamó la atencion del gobierno re
volucionario, que para sofocar en su origen esta santa
insurreccion , destinaron egércitos aguerridos á aquella
•hermosa provincia.
22
Los soldados de la fé sostuvieron siempre con valor,
aunque no siempre con fortuna, los ataques desiguales. A
pesar de las vicisitudes de la guerra, sus filas iban en
aumento; cada soldado perdido era reemplazado con otros
nuevos voluntarios; de modo que aqui podia decirse con
propiedad que la sangre derramada por causa de la jus
ticia, era una semilla fecunda que producia muchos de
fensores: espresion arrogante, pero cierta, de un sabio en
otro tiempo sobre el aumento del cristianismo, no obstan
te el empeño de los tiranos en esterminarlo. En fin tanto
esta provincia como las demas de España en donde se
levantó el grito de defensa de la mas justa de las causas,
podrá gloriarse de haber eriado hijos dotados de un he
roísmo singular ; y las naciones todas del universo es pre
ciso los contemplen con admiracion, y los tomen por mo
delo para sofocar la hidra de las revoluciones que in
tenten levantar cabeza para turbar á la Religion y á la
sociedad.
. Pero siguiendo mi relacion, es preciso confesar que
una guerra siempre es fatal á la humanidad, devora á
los hombres y á las plantas ; los reinos mas florecientes
se debilitan y se acaban, y mucho mas si en su terri
torio sufren el golpe de las batallas. Efectivamente asi
-sucedió; lft Navarra victoriosa quedó destrozada; su
valor hubiera llamado la atencion de cualquiera guer
rero moderado; pero como la tiranía es siempre tan ce
losa de sus intereses, nunca aprecia las virtudes; asi pues
los egércitos encargados de su conquista que tenian la
imprudencia de cantar la victoria, antes de entrar en el
combate, viéndose desairados con los sucesos, llevaban
el pais á fuego y sangre. El gobierno declaró á la pro
vincia en estado de guerra ; los libelistas clamaban por
su desolacion , y alentada la licencia del soldado con es
tas provocaciones, volvia sus armas contra los inermes
habitantes; de modo que robos, insultos y muertes, estas
eran las noticias diarias de todas partes. Por el contra
rio el egército de la fé se grangeaba cada dia mas con su
noble conducta la estimacion de todos; respetuosos sus
soldados con el Clero, corteses y atentos con todas las
clases del Estado, reservaban su valor para destruir el or
23
güilo de sus enemigos ; y así se veía que el pueblo ama
ba á los realistas, cuanto detestaba los liberales; entina
palabra, se veia clara y positivamente que mas victorias
íian alcanzado en todos tiempos la moderacion y la pru
dencia que no el rigor y la fuerza.
Este era el estado de aquella provincia, estos mis en
tretenimientos, y estas las consideraciones sobre las cir
cunstancias del dia , de las que me prometía felices re
sultados, aunque no dejaba de conocer pasaría largo tiem
po, y serian necesarios grandes sacrificios para conseguir,
y completar por estos medios la grandiosa obra de la re
dencion de España. Asi pensaba , y en esto me divertía,
cuando un dia el administrador se me presentó triste y
macilento insinuando] que habían ocupado las tropas cons
titucionales el pueblo donde su hermano se hallaba cura
párroco despues de algunas horas de fuego, cuyo parade
ro ignoraba , pues furiosos por la resistencia de los rea
listas , y no pudiendo saciar en ellos su cólera , habían
vuelto sus venganzas contra el pueblo , y despues de .ha
ber cometido muchos escesos en los infelices habitantes,
se habían dirigido á Pamplona, llevando presos algunos
clérigos y principales vecinos, entre los cuales ni iba su
hermano, ni se hallaba en la parroquia , segun le avisa
ba un amigo testigo de todo, por cuya razon temia fue
se muerto. Asi concluyó su relacion saltándole las lágri
mas ; y yo en realidad sorprendido con esta fatal noti
cia , ofuscado mi entendimiento y alborotado mi cora
zon , me hallé en aquel pronto sin arbitrio para discur
rir, medio alguno, y sin palabras para consolar á aquel
hombre afligido y acreedor á mi estimacion por sus des
velos en obsequiarme y servirme.^
TaLfue mi sorpresa en aquellos primeros momentos;
pero pasado algun tiempo le pedí la carta escrita por su
amigo, la leí, y me cercioré de que su contenido conve
nía en un todo con su relacion, y en su vista me ocur
rió el llamar a.l mozo portador que confirmó lo mismo;
pero que se inclinaba á creer no fuese muerto, pues en
tal caso se hubiera hallado entre los cadáveres que en
aquel mismo dia se estaban recogiendo. Esta razon me
hizo fuerza , y alentó mi espíritu , y dirigiéndome al
24
administrador, le consolé , le animé á tener esperanzas
de la suerte de su hermano, y le persuadí á practicar
diligencias para averiguar su paradero. Tranquilizado al
gun tanto su espíritu con mis reflexiones , y pareciéndo-
le adecuado mi pensamiento, en aquel momento se dis
puso enviar hombres de confianza al pueblo de su desti
no, al egército realista y á Pamplona , á tomar noticias,
como por seguro de que en alguna de las tres partes no
• dejaría de encontrarse , ó cuando menos darían razon de
su existencia.
Egecutado asi, desde la salida de los propios hasta su
vuelta estuve impaciente, y se me figuraba corría el tiem
po á pasos mas pausadas; tales eran mis deseos de sacar
de angustias, y abreviar los sentimientos de aquella hon
rada familia que no tenia hora de consuelo desde la fa
tal noticia. Por fin se cumplieron mis deseos, mis desve
los no fueron en vano; los propios llegaron, y nos hicie
ron saber que el día de la batalla no se hallaba en su
parroquia, á causa de haber sido llamado por su Obispo;
esto anunció el remitido al pueblo, y el de Pamplona
llegado poco despues conducía una carta del mismo Clé
rigo, en la que insinuaba á su hermano que habiendo lle
gado á aquella capital el dia anterior á la batalla dada
er» su parroquia, llamado por su prelado, el gefe polí
tico le habia mandado comparecer en su presencia, y des
pues de haber multado al pueblo, y dado libertad á los
demas presos, dejó á él solo, señalándole la ciudad por
cárcel ; que segun habia llegado á entender en virtud del
decreto del Gobierno para remover de su destino á todo
párraco sospechoso , parece se trataba de separarle del
suyo ; que el Obispo § quien lo habia insinuado , vién
dose comprometido en un lance tan apurado, habia res
pondido que sin acreditar justo motivo no podia despo
jarle del título canónico; pero que insistiendo el gefe en
llevar adelante su empeño, se trataba de formarle causa,
y si esto llegaba á verificarse, como no dudaba, iría lar
ga su residencia en aquella ciudad; por cuyo motivo su-
plicaba á su hermano se llegase lo antes posible para
ver si saliendo á la fianza de su persona, podia conseguir
retirarse á su casa , único arbitrio para librarse de la
' • 25
prision , y "sobre el que los amigos le daban alguna es
peranza.
"Con estas noticias al siguiente dia se puso en camino
el administrador, á quien entregué, cartas de recomenda
cion para algunos amigos que conservaba en Pamplona,
interesándolos para conseguir la libertad del Clérigo, y
encargándoles el silencio de qpi existencia en Navarra.
Efectivamente cumplieron con exactitud su encargo, pues
por su influjo cedió el gefe de su rigor; Se contentó con
formar la causa; dió libertad al preso bajo la fiaaza de
su hermano, y ofició al alcalde diese todos los meses
euenta á Pamplona ^le la conducta observada por el Clé
rigo, pues en aquella villa confinaba su residencia, ínterin
se formaba y fallaba el proceso. " ..'..*•«'. • n'.
Vueltos á casa los dos hermanos, se renovóla alegría '
en aquella honrada familia, su placer era extremado, asi
como demasiados sus sentimientos en* los primeros mo
mentos de este lance tan pesado; á mis recomendacio
nes atribuian su libertad, y si realmente me servian con
sumo gusto como á un amo fomentador de sus intereses,
desde aquel entonces redoblaron sus esfuerzos, mirándo
me como á su protector y bienhechor: yo sentía tambien
un gran placer en haber empleado con fruto mi influen
cia en favorecer á una gente agradecida , y redimir de
mano de sus crueles enemigos á un ministro de los al
tares, realista decidido ; y mucho mas se aumentó mi re
gocijo cuando con el tiempo llegué á conocer el sobre
saliente mérito de aquel bello eclesiástico. Tu lo observa
rás en el "discurso de mis cartas; mis rudas relaciones te
informarán de su discrecion, de su virtud y de su patrio
tismo, teniendo entendido que á estas hermosas prendas
reunía en sumo grado la humildad , la prudencia y la
afabilidad. Te aseguro que lo amarás, sin conocerlo, y
que lo admirarás, sin oirlo; y si asi no fuese, créeme, se
rá porque mi tosca pluma no acertará á dibujarlo.
Efectivamente en el encuentro de este Clérigo hallé
una piedra preciosa, con la cual el cielo remedió mis
necesidades, y satisfizo todos mis deseos; nunca me can
saré de darle gracias por 'este importante beneficio; pues
en aquella triste soledad, solo podía apetecer una com-
tom. i. 4
26
pañía amable con quien poder comunicar mis pensamien
tos, franquearle mi corazon, y conversar algunos ratos
sobre los asuntos del dia para hacer mas dulce el tie'm-
po, y suavizar en algun modo las^penas de mi retiro,
habiendo sido trasladado de repente de las delicias de la
Corte á una triste casa de campo •, en donde me encon
traba solo, y ceñido todo trato á conversar con tos
cos é ignorantes labradores , cuyos cuidados y limitados
conocimientos solo se estendian á sus rústicas ocupacio-r
nes. Este para mí era el mayor sentimiento, me acorda
ba mucho de la sociedad de Madrid y del trato fino y
político de los cortesanos; pero con la venida de este ecle
siástico olvidé todos estos recuerdos, pues ademas de que
su conversacion era amable é instructiva, ofrecía á mi
' alma otras delicias de superior órden ; ilustró mi. en
tendimiento con los conocimiento* mas importantes para
formar un juicio cabal de los sucesos del siglo; sus dulces
palabras penetraban hasta lo íntimo de mi alma; sus con
sejos sensatos me hacían suaves los mas amargos traba
jos ; ta alegría se renovó en mi corazon con este feliz en
cuentro; con su compañía nada echaba de menos,.y si
he de decir verdad , la soledad me parecía mas aprecia*
ble que la Corte. ' ,. .
En aquellos primeros dias no tuve por oportuno mo
lestar su atencion con serias conversaciones, los dejé cor
rer en ios placenteros y familiares desahogos; quise dar
lugar ásu descanso, y que aquel corazon se descargase de
sus sentimientos; pero luego observé iba la calma suce*
díendo á la alegría, y recobrando su imperiosa Serenidad*
Hallándonos solos un dia, y versando la conversacion so
bre el aspecto de su causa, segun aviso de Pamplona, pues
parece el gefe tomaba con demasiado empeño desposesio-
narle del curato, le hice saber que .todos m.isj esfuerzos se
habían dirigido á sacarle de la prision que pór lo: domas»
no concibiese ningun cuidado aun cuando; se decretase el
despojo de su destino, pues el cielo me habia dotado de
suficientes bienes de fortuna, y no podía.; darles mejor
destino» rque. emplearlos en¡ proteger a ja iíjofeneja ¿ .y. .en
socorrer & la infelicidad ; ;que su subsistencia y ja deisui
familia, corría á mi cuidado, y queen lo sucesivo se ase-
27
güraria de un modo estable, por hallarme patrono de mu
chas fundaciones pias que en el día no podia presentarle
por no contravenir á la ley del gobierno, y que hallán
dose algunas vacantes, pensaba encargarle su administra-
. cion, para que emplease sus frutos en los fines destinados
por los fundadores, pues á mí no me hacían falta, ni que
ría de ningun modo lucrarme á costa de defraudar sus re
ligiosas intenciones.
-. El Clérigo contestó manifestando su agradecimiento de
un modo el mas franco y espresivo por mi generosidad
con su familia que tantos favores tenia recibidos de mi
casa, sin añadir otros nuevos;, aceptó el encargo de las
fundaciones pias que ponia á su cuidado , ofreciendo in
formarse de las cargas de cada una para destinar sus pro
ductos á su cumplimiento, aplaudiendo sobre este asunto
mis disposiciones, como arregladas á.la ley, pues la vo
luntad de los fundadores no fue dejarme usufructuario de
estos bienes, sino solamente honrarme con las distincio
nes del canon, haciéndome patrono, y que tuviese enten
dido que si el gobierno en el día me impedia la presenta
cion, de ningun modo me relevaba de satisfacer otras
cargas, y hacer de mi parte lo posible para llevar á ege-
cucion las disposiciones de los fundadores; que con este
objeto daria orden de recolectar los productos para dar->
les un destino análogo al fin de estas instituciones , y cuan
do no se pudiesen cumplir , siendo bienes destinados á la
Religion , podrían muy bien emplearse en cosas sagradas
con el parecer y permiso de los ordinarios locales, en cu-i •
ya distribucion no dudaba convendrían por ser santa y
laudable , hasta tanto que las circunstancias permitiesen
hacer las presentaciones. Por lo que á mí corresponde, dijo,
siento mi despojo, porque aprecio el honor de mi carácter;
gero si el cielo lo quiere así, es preciso conformarme con
las órdenes del cielo. ♦
No creo, le respondí, deba V. formar grandes á#h-,
timientos por su despojo, por ser estos efectos de una re-.
volucion, cuyos tiros es público y notorio se dirigen con
tra el Clero. Todo el mundo sabe le persiguen los siste
máticos, porque no aprecian la Religion; y verse ultra
jado por esta causa, no es descrédito, es fidelidad, es.ho
28
ñor. Estamos viendo á muchos Arzobispos , Obispos y de-
mas personas constituidas en la mas alta gerarquía des
pojados de sus destinos, y aun desterrados de la nacion,
por resistirse' con valentía á los decretos de los filósofos
contra la Iglesia, y el pueblo español sensible á las perse-: i
euciones de sus pastores, lejos de dar crédito á las calum
nias atroces que sus enemigos levantan para desacredi
tarlos , toman á millares las armas para defender la Re
ligion de sus padres, y para repeler con la fuerza las in
justas vejaciones causadas á los Ministros de los altares;
en una palabra , claman por su restauracion, y es preci
so que hasta el mismo Conginso se estremezca al bir
sus voces.
No son, señor Conde, mis procederes la causa de mis
pesares; mi conciencia me da testimonio de haber llena
do en esta ocasion, mis deberes; pero siento este despojo,
porque -no todos los hombres son discretos, ni todos son
eapaces de formar juicios exactos; la mayor parte se go
bierna por los hechos , y vive de la opinion de los otros;
son sencillos, y los enemigos del Altar y del Tronose pro
curan aprovechar de estas disposiciones de la multitud,
y usan para seducirlos de las armas de Maquiavelo; des
acreditan á los sugetos levantando calumnias sobre su
conducta i pues aunque no las crean, consiguen introdu
cir las sospechas en los corazones para hacer desconfiar
de sus consejos , preparando de este modo el terreno pa
ra conseguir sus fines. Han visto y se han desengañado que
• es preciso adoptar este medio, para que prendan y den
íruto sus errores; de otro modo mientras el pueblo es
pañol oiga las voces de sus pastores, le es imposible ar4
rastrar á la multitud á su partido, aun cuando se empe
ñen en halagar sus pasiones. No, jamás gustarán los fru-
tissu amargos del árbol de la libertad, ni se fijarámen le5
yei sus%úximas detestables; he aqui porque se persigue
á ' ros eclesiásticos , porque se trata de hacerlos aborre
cibles; se empeñan en apagar estas lámparas del santua-"
rio, para dejar á obscuras al 'pueblo, y en las tinieblas
atacarlo y despeñarlo. . . i 1
- Conozco, le dije, la fuerza de vuestro discurso, y
eonvengo ser esta la causa del odio y delas persecucio-.
29
nes del Clero , y aun sí decirse puede', he advertido en
esta parte mayor malicia, pues para lograr sus fines, aco
modan su lenguage á la capacidad de los sugetos; de mo
do que para desacreditarle con la gente vulgar le impu
tan delitos groseros, y por el contrario para con los sen
satos le infaman con otros defectos. Asi pues no pudiendo
desmentir las claras virtudes de algunos eclesiásticos
espatriados, por no convenir con sus ideas, atribuyen sus
malas opiniones á los malos libros en que "han hecho sus
estudios: aseguran con gran satisfaccion que quien conoz
ca el ascendiente de la primera educacion sobre el cora
zon del hombre, no se maravillará que persuadidos dela
justicia de sus principios, abominen de cualquiera otra
doctrina; la- reputemnueva, desconocida y aun impía, si
versa sobre asuntos religiosos, y que sufran por este mo
tivo con la mayor resignacion y serenidad de alma des
tierros y otros castigos , hasta llegar á ser mártires de
sus opiniones: satisfechos de que cumplen con un deber
sagrado , pues* á este lamentable estado los conduce su
fanatismo, aseguran que si estos ilustres varones hubie
sen tenido la felicidad de frecuentar las escuelas cincuen
ta años despues, cuando con mas libertad se han desen
vuelto las materias eclesiásticas , y se han conocido me
jor los límites del Sacerdocio y del Imperio, otras serian
sus opiniones; no dudarían de las facultades de la auto
ridad civil , ni reputarían por impíos unos decretos^diri-
gidos á reformar la Iglesia. Estos son sus pensamientos,
este su propio lenguage; pero á mí no me sorprende ni
me maravilla; sé que toctos los hereges han tomado el
pomposo título de reformadores; ninguno ha manifesta
do llevaba la idea de. destruir la creencia; todos han ocul
tado sus intenciones , y en lo sucesivo se han descubierto
sus maliciosos planes por. sus perversas obras; y siendo
esto público y notorio, ¿á quién podrán los Kberales des
lumhrar con esta brillante paradoxa? r ' o .
•A ninguno ciertamente, dijo el Clérigo, la Religion
encarga el respeto y la veneracion á los Ministros de Dios,
y por los liberales se les calumnia, se -les persigue, se les
espatría'y de todos modos se les ultraja,, acreditando pú
blicamente proceden con. impiedad, contra un precepto
30
sagrado, cuya desvergüenza es conocida del mas ignoran
te cristiano. Los tiranos durante las persecuciones crue
les de la Iglesia no hicieron mas, ni se portaron de otro
modo con el Clero, y si sola la relacion de estos atenta
dos espanta, y hace se conserve la memoria detestable
de sus nombres de generacion en generacion, ¿qué impre
sion no harán en los corazones cristianos estos procederes
impíos que se egecutan á la vista de todas las gentes ?
Dicen, señor, que los malos libros son la causa de
«us malas opiniones, y que si hubiesen estudiado algunos
años despues, otros serian sus pensamientos ; pero en rea
lidad no entiendo esto , porque si ellos mismos confiesan
que son los eclesiásticos los hombres mas instruidos de la
nacion, los mas dedicados al estudio, y para hablar en su
propio lenguage, encanecidos con el polvo de los libros,
¿no es-una cosa estraña que para defender sus máximas,
y despreciar su resistencia á sus principios, intenten per
suadir que no han leído á esos autores modernos que tanta
amplitud conceden á la autoridad civil sobre* las cosas ecle
siásticas ? ¿ No es una contradiccion que siendo tan lite^
ratos y tantos, dejen de leer esos libros? Cuando no fuese
por otra cosa que por ser un asunto peregrino y propio
de su ministerio , origen de tantas altercaciones entre el
Sacerdocio y el Imperio desde el principio del cristianis
mo, ¿no era regular dedicar algunos momentos para in
formarse á fondo de esta doctrina chocante, ya para se*
guirla, ó ya para impugnar sus fundamentos? •
Se dice que si hubieran hecho sus carreras cincuenta
años despues, otras serian sus opiniones ; ¿pero no hay
acaso en la Iglesia de Dios eclesiásticos de todas las* eda
des que han seguido los estudios despues de escritas esas
prodigiosas obras? Qué ¿en el dia no se hallan desem
peñando las cátedras mas brillantes de las universidades
y colegios de España eclesiásticos del estado secular y re
gular? ¿Pues cómo estos literatos se resienten de estas
innovaciones, y abominan de estas reformas? Es increí
ble, señor, que todos estos hombres ignoren estas nuevas
obras : aunque no fuese mas que para presentarse en las pú
blicas conferencias , responder á los argumentos , ins
truir á sus discípulos, y preservarlos de las malas doctri

lias, es preciso que con cuidado las examinen y lean.
Pero á esto se dice: las desprecian por preocupacion
y miras particulares, y esta es' otra falsedad: ¿pues qué
en la Iglesia de España no hay eclesiásticos despreocu
pados? Esas almas grandes que con tanto heroismo abra
zan la espatriacion , los destierros y todo género de ma
les, antes de consentir en esas nuevas doctrinas, y de ad
mitir en sus Iglesias esas decantadas reformas, ¿deberán
reputarse pof .preocupados? Esos ilustres varones cuyo
valor en desafiar á la persecucion y á la muerte acredita
que nada apetecen del mundo, y que miran con desprecio
las cosas de la tierra, ¿se ha de creer tienen miras particu
lares? ¿Qué interés, qué privilegios,, qué esperanzas pue
den mover á «nos hombres que en el último plazo de su
vida, cuando desfallecidos ya,, su avanzada edad les ha
hecho perder el gusto á todas las cosas i cuando ya sus
continuas meditaciones son los años eternos, renuncian
voluntariamente á sus honores, á sus haciendas, á sus ren
tas y aun.á su sangre, sin sacar de España otra cosa que
sus años y sus trabajos? ¡O señor! Estas consideraciones
son muy obvias , para que deje de conocerlas cualquier
hombre reflexivo , por mas que la malignidad de los so
fistas se empeñe en obscurecerlas ; V. mismo conoce la
injusticia de estas imputaciones, y asi es escusado can- .
sarme mas. Perdone.V. si mi exaltacion me ha hecho es
ceder los límites de la urbanidad en esta conversacion:
sentina .en realidad haberle incomodado; pero espero se
hará cargo de las críticas circunstancias de la Iglesia, pues
confieso que mi espíritu pierde su tranquilidad al oir tan
bajas imputaciones y falsas calumnias como se profieren
contra los ministros de la .Religion; contra aquellos que
el mismo Dios dice: el que os desprecia, me desprecia:
Qui vos spernit , me spernit.. ' •: j . ;
Estoy tan lejos,, le contesté, de haberme incomoda
do* qu#me alegro de haber provocado la conversacion; he
oído con sumo placer sus discursos; me hacen fuerza, y
me alegraría se dilatasen por *nas tiempo; pero me hago
cargo de su estadoj, y estando tan frescos los agravios no
quisiera renovar sus sentimientos* revolviendo estas me
morias; pero si nO le fuese molesto, me alegraría que en
32
sus ratos desocupados hablásemos de estos asuntos, y di
simulase mis impertinentes preguntas como producciones
d£ unos deseos eficaces de instruirme en estas materias,
que ciertamente son el objeto de las conversaciones del
dia, pues en esta contradiccion de opiniones, y que á la
fuerza se trata de erigirlas en leyes, importa mucho á
todo hombre tener conocimientos exactos para no dejar
se sorprender de falsas teorías: por mi parte ofrezco es
poner con franqueza todos los principios sobfe la refor'ma
de la Iglesia que he leido en los filósofos, y que han cho
cado con mis cortas luces , ya sea porque se resisten á mi
razon , ó porque yo no los entiendo ; asimismo ofrezco
presentarlos con todo el impulso, energía y fuerza de que
es susceptible mi limitado entendimiento, para imitar en
lo posible el espíritu de los reformadores del siglo ; en fin,
ofrezco observar método al proponer mis dudas para evi
tar confusion mezclando materias, como tambien no mos
trarme terco en las opiniones, ni hacer una resistencia
criminal á la razon, pues si 4a conozco, gustoso me ren
diré acreditando erí esta sumision no llevo otro objeto que
buscar la verdad en tanta .contradiccion de opiniones.
V. puede conocer la justicia de mis deseos, y creo no se
niegue á satisfacerlos , respondiendo con toda libertad á
cualquiera de mis argumentos, y mostrándome sin rebo
zo la doctrina verdadera en cualquiera materia que se
trate para ver el desengaño, pues á esto aspiro, y esta
será mi mayor complacencia.
El Clérigo respondió con mucha moderacion sentia
infinito no hallarse dotado de los conocimientos necesa
rios para complacerme; pues aunque conocía toda la ini
quidad del sistema , no tenia satisfaccion de responder á
todos los argumentos: que para admitir este desafio era
necesaria mucha confianza y profundas meditaciones so
bre Ja reforma , las que le faltaban, y temía que una res
puesta mal dada á un argumento, fuese mas un¿Pconfir-
macion del error que un verdadero desengaño: que otros
hombres habia de superiores luces que podrían satisfacer
me, por estar mas acostumbrados á entrar en disputas
con los sistemáticos, mas bien informados en sus malas
;artes , y mas bien instruidos en las ciencias políticas y
religiosas: que recibiese sus espresiones como un desenga
ño de su ignorancia, y como un lenguage propio de su in
genuidad; en fin, que •si no aceptaba entrar, en disputa
literaria por falta de capacidad, ofrecia darme una prue
ba de su estimacion y aprecio contestando cuanto alcan
zase á mis dificultades , siempre que se limitasen estas á,
puntos eclesiásticos, y bajo la condicion de que si sus.
respuestas no bastafafan para, mi desengaño, suspendie
se el juicio hasta consultar con hombres sábios sobre la
materia. -,
A esto le contesté no se estendia á mas mi solicitud,
que á proponer algunas objeciones sobre la disciplina ecle
siástica, como puntos controvertidos por los liberales del
día, para lo cual le juzgaba suficientemente instruido; que
si le hacia aquella propuesta^ era porque se resistían á mi
razon T aunque por otro lado no dejaban de hacerme al
guna fuerza sus argumentos;- de consiguiente con él creía
tendría mas libertad para desenvolver estos principios,
y mas satisfacción para contradecir á sus respuestas , ó *
confesarme rendido si convencían á mi razon : en una pa
labra, que estaba satisfecho de la iniquidad del sistema
y de sus injustos procederes contra la Iglesia ; pero que
esto era por principios generales, no por conocimientos
particulares en cada una de las materias; pues aunque
en globo se me resistían sus doctrinas , muchas veces me
embarazaban sus razones, y aunque algunos escritores se
habian propuesto la defensa de la verdad contra el actual
sistema, ninguno se habia tomado el trabajo de propo
nerse sus argumentos para resolverlos, y destruir el pres
tigio de sus capciosos sofismas. . . .. ; *. .
El Clérigo dijo: no habia duda que todos los argu
mentos de los filósofos del dia estaban respondidos por
los autores católicos, desenvueltas sus paradoxas, y ma
nifestada la impiedad de los falsos sofismas, con que ha
bían intentado deslumhrar al siglo ; pero que era verdad
se hallaban estas defensas de la Religion esparcidas en
diferentes y voluminosas obras , difícil de leerlas sino los
hombres dedicados al estudio profundo de las ciencias; y
que aunque carecía de muchos de estos sábios y útiles
conocimientos, ya me habia asegurado no se negaría á
tom. i. 5
34 •
manifestarme todas aquellas razones que estuviesen á su
alcance, y que desde luego creia me serian de algun pro
vecho para darme á conocer los intentos de los nuevos
reformadores de estos últimos tiempos; pero que tuviese
entendido no oiría 'de su boca- doctrinas peregrinas, ni
discursos elocuentes, sino razones generales y comunes en
cada una de las materias, pero ciertas y seguras; y en fin,
que era preciso me hiciese cargo de la importancia de es
tas conversaciones, y que no sería estraño se viese mu
chas veces embarazado para responder, y en tal caso es
peraba disimulase su tardanza, con cuyas advertencias
dejaba á mi disposicion dar principio , cuando lo juzga
se conveniente.
Asi concluyó esta dulce y satisfactoria conversacion^
retirándose el Clérigo, como ya te he insinuado, deján
dome admirado de su discrecion y de sus virtudes: de
lo cual te desengañarás por mis siguientes cartas, pues
en ellas conforme á tu encargo, te iré informando deto-
" das las conferencias que tuve con este btien EclesiásticoJ
pero te advierto, que aunque al fin de cada una procu
raba escribir la relacion de toda la disputa, perdía mu
chas especies útiles, y tal vez necesarias, y mucho mas
de* su elocuencia; pues en esto me hacia suma ventaja, y
me es imposible imitarle* no obstante puedes estar satis
fecho de que en los principios fundamentales no hay' nin
guna alteracion ; su doctrina es la mia ; te la escribo con
forme la aprendí de sus labios, y aunque desnuda de los
brillantes adornos de la elegancia, espero, como me ase
guras , recibirás mis cartas con placer , y las leerás con
ansia. A Dios, amigo, él te conserve en su santa gracia..

1, .. , I,
ti

CARTA II.

uerido Antonio : En mi anterior carta te manifesté


el gran mérito del Eclesiástico que. el cielo me habia pro
porcionado para instruirme en aquella soledad, y puedes
creerme que cuanto mas lo trataba, admiraba mas su
prudencia y sus talentos; hablaba poco, y lo hacia con mu
cha circunspeccion y conforme la necesidad lo exigía. En
los primeros dias creí fuesen .sus sentimientos y el respe-*
, to la causa de.su silencio; pero no tardé mucho tiempo
en convencerme de que era un hombre meditador, que
trabajaba incesantemente en sujetar su lengua á su enten
dimiento, y así de su boca no salian sino palabras dulces
y sazonadas. Desde luego me persuadí que aquel hombre
, era un depósito de grandes conocimientos ; pero que era
' preciso provocarlo á hablar para obligarle á manifestar
los, pues de otro modo los mantendría ocultos. Tales eran
su política y su discrecion, y convencido de esta verdad^
deseoso de oirle y confiado en su noble y generoso carác-.
ter, me determiné un dia á preguntarle por la causa de
sus persecuciones , pues aunque me habia informado de
sus trabajos, no de los motivos; á lo que me contestó di
ciendo: muchas veces, señor, me ha ocurrido referirlas
estando solos para divertir en algun modo el tiempo; pe-*
ro siempre me ha detenido la consideracion de que rela.r
ciones agenas y desagradables de sucesos desgraciados, pop
$o regular son tan molestas á cuantos las oyen sin interés»
eomo sensibles á los sugetos amigos, á quienes se refieren;
pero en el supuesto de que V. me lo manda, voy á obe
decerle, .i''- '» 'i n., '•' .. '¿ .o... / :
*
36
Quince años hacia, señor, me hallaba cura en mi par
roquia, cuando se juró en i$¿0 la Constitucion española
fabricada en Í8Í2, y empiezo desde esta época, porque
hasta entonces viví tranquilo y sosegado, desempeñando
las sagradas funciones de mi^ministerio á gusto y conten
to de mis superiores y de mis fieles. No quiero detenerme
á referir el mal recibimiento que este pernicioso código
tuvo de todos los hombres sensatos, y particularmente del
Clero, asi en la Corte como en las provincias , previen
do con anticipacion todos los males que en lo sucesivo ha
confirmado el tiempo, aunque por entonces callaron por
no chocar con un pueblo alucinado con la novedad, y; en
gañado con fementidas felicidades. Este fue mi proceder
siguiendo las huellas de otros hombres mas sabios; pero
siempre esperando en que el tiempo desengañaría á la mul
titud , y no dudando que si entonces celebraban con tan
tos regocijos su instalacion, algun dia llegaría que desea
ría destrozarla con sus propias manos. Los pensamientos
de los hombres sensatos no fueron errados; aun no babia
corrido un año ¿ 'cuando empezaron á armarse partidas de
descontentos aspirando á derribar el nuevo sistema, y pi
diendo la restaOracion de nuestras antiguas leyes. El go
bierno se apresuró con gente armada á sofocar en su ori
gen esta insurreccion , y en uno de los encuentros que unas
tropas con otras tuvieron en el campo de mi parroquia,
quedó por muerto un soldado , y concluida la accion la
justicia se apresuró á recogerlo, como era regular; y á
prevencion se me mandó tambien á mí acompañarla pa
ra administrarte los auxilios cristianos en caso necesario.
Marchamos en efecto, y á corta distancia del pueblo
encontramos á un militar tendido en el suelo , cubierto
de heridas, y revolcado en su propia sangre, que por su
buen porte, aunque no tenia insignia alguna, nos pare
ció ser oficial: registrado por los físicos se halló con vi-i
da', y nopudiendo hablar, se le administraron los socorros
espirituales, y se condujo al pueblo para ponerle encurá.
Sus heridas no eran mortales, y á beneficio de algunos me
dicamentos vinoá pocas horas á conocimiento, y nos ma
nifestó que al ruido de los tVQS> su.cabjillfj se-habja des-*
bocado, y arrojándolo en tierra, llegaron los enernigosV
37
que creyéndole muerto, y ansiosos de perseguir á sus com
pañeros, le dejaron, contsntándose de paso con darle al
gunas estocadas que sufrió sin dar señal de sentimiento:
que habiéndose alejado los contrarios, hizo esfuerzos pa
ra levantarse, y no siéndole posible, de allí á poco rato
. con el derrame de sangre habia perdido el conocimiento:
que era un oficial de honor que habia abandonado á su
familia, y dejado las comodidades de su casa por defen
der la Religion santa de Jesucristo, al Rey y á la na
cion, y que por la misericordia de Dios nos suplicaba
no usásemos con él de benignidad, curándolo de unas glo
riosas heridas, para entregarlo á sus enemigos, y hacerle
morir afrentosamente en un cadalso. Tanto la justicia co
mo yo le aseguramos que nuestras vidas respondían de la
suya ; que viviese sin miedo sobre este, asunto, y procu
rase tranquilizarse , seguro de que no le faltaría ningun
socorro necesario. El hombre intentó espresar su agrade
cimiento, pero no.se le permitió por entonces, haciéndo
le ver necesitaba de quietud y de sosiego para recuperar
su salud.
• Con los socorros del arte y el buen régimen se vió en
pocos dias fuera de peligro , y sus heridas empezaron á
cicatrizarse. Su corazon rebosaba de placer "conforme iba
recobrando las fuerzas: se advertía en su conversacion
bastante discrecion y sensatez, y por«iuestra parte pro
curábamos templar sus fuegos marciales con los consejos
dela prudencia, hasta, completar su convalecencia, la que
por todos medios se' trataba de acelerar para evitar un
compromiso , si las autoridades constitucionales llegaban
á tener noticia de su existencia en la parroquia. Estos
-eran nuestros temores, y aunque procurábamos ocultar
los, por no atormentar su espíritu con melancólicas ideas,
no dejaba de penetrar nuestros recelos, y de conocer tan
to su peligro como el nuestro; pero disimulaba sus senti
mientos , y los escondía en el centro de su corazon , ma
nifestándose á nuestros ojos siempre alegre , jocoso y lle
no de espresion y agradecimiento por los favores re
cibidos.
En una de estas conversaciones nos hizo saber que era
,uo capitan del egército en actual servicio cuando se su
38
blevaron las tropas en la Isla de Leon: que algunos regi
mientos existentes en la provincia de Galicia, siguiendo
el egemplo de los revolucionarios, proclamaron la Cons
titucion con el fin de obligar al Rey á jurarla : que estos
infieles militares oficiaron á su cuerpo, convidando á los
oficiales á hacer lo mismo para conseguir su empeño; pe
ro que su Coronel con dictamen de los demas, respondió
con entereza: "Que habia jurado obediencia al Monarca y
no faltaria jamás á la fé del juramento en proclamar una
ley justa y espontáneamente proscripta por el Soberano
hacia seis años, y que mientras no se le mandase por real
órden, se mantendria en este pensamiento, y emplearia
su fuerza en destruirla, cumpliendo de este modo las su
periores disposiciones:" que efectivamente se mantuvieron
muchos dias sobre, las armas, esperando ser atacados por
los rebeldes; pero como la perfidia cuanto tiene de inso
lente, tiene tambien de cobarde, sin duda no se atrevie
ron ; y en este estado de cosas, habiendo llegado una ór-
• den de su lvlagestad mandando á todos los cuerpos mili-#
tares jurar la Constitucion, se prestaron sumisos á su cum
plimiento; así giró este suceso: pero como era regular,
quedando el triunfo por los rebeldes , nuestra noble re
sistencia á sus ojos se habia de juzgar por un horrendo
crimen, y observando miraban los demas cuerpos con des
confianza al batallon, de comun acuerdo todos los oficia
les , cada uno de por sí fue pidiendo su correspondiente
despacho de retiro, bajo cualquier pretesto, los que fue
ron inmediatamente concedidos por los mandarines por
alejarnos del servicio.
Creímos desde luego dar con esto el paso mas ade
cuado para tranquilizar á los sistemáticos, dejándolos due
ños del mando de las armas, quitándoles todo recelo de
sospechar sobre nuestra conducta; pero nos engañamos,
porque esta prudente determinacion no fue suficiente pa
ra hacerlos deponer sus sospechas, ni para libertarnos de
sus persecuciones. Nuestra fidelidad se juzgó un delito, y
el retiro del servicio militar como un arbitrio para intri
gar en las provincias; el Gobierno nos miraba como á
hombres desafectos al nuevo sistema; las autoridades ce
laban nuestra conducta, y nos seguían de cercalos pasos,
39
y sus groseros agentes nos insultaban en donde quiera nos
encontraban ; de modo que en ninguna parte estábamos
seguros parece solo se trataba de apurar nuestra pa
ciencia, y de ponernos en la precision de abrazar un par
tido desesperado para morir con honor ó asegurar nues
tras vidas. Esta era mi situacion y la de todos mis com
pañeros; y despues me he desengañado ser tambien la da
todos los hombres de bien: puedo asegurar que ningun
otro delito cometí que me hiciese acreedor á estos rigo
res , y que dispersos todos los amigos vivíamos sin rela
ciones, sufriendo unos mismos tormentos. Por fin se aca
bó mi sufrimiento, y despues de bien aconsejado me era
lícito tomar las armas para pelear contra un sistema qua
perseguía á la virtud , ultrajaba á la Religion, esclaviza
ba al Rey, privándole de sus legítimos derechos, desmo
ralizaba y confundía todas las clases del Estado, abracé
este partido fatigoso y desesperado, con ánimo resuelto
de sacrificar mi vida en defensa de estos deberes sagra
dos, ó de acabar con esta faccion impía que se ha alza
do con el mando contra la voluntad del Monarca para
atormentar á todos sus vasallos.
Estos fueron los motivos de mi rompimiento, y es
tos son mis empeños ; mi espada se ha desenvainado por
la justicia, y mi causa es sin duda la de la mayor y mas
sana parte de la nacion española : no me faltan compa
ñeros ni tampoco proteccion ; hasta en las mismas ban
deras constitucionales cuento con un gran partido , pues
los regimientos se hallan como los pueblos divididos en
opinion ; y muchos , muchos , deseando ocasion para de
clararse contra el sistema. Es verdad que ha procurado
el Gobierno evitar este peligro, colocando á la cabeza de
los cuerpos militares hombres decididos y de toda su con
fianza, pero su ineptitud y sus vicios los hacen aborre
cibles. Una gran parte de la antigua, instruida y bene
mérita oficialidad se halla ofendida en sds ascensos , y
obligada á obedecer las disparatadas é irritantes órdenes
de gefes sin principios en la táctica miKtar, sin política
para hacerse amables de sus subalternos, y puestas en sus
manos las vidas de millares de soldados que á cada paso
las comprometen con sus desaciertos:* he aqui, dijo,. la
40
causa de mis esperanzas , y descubierto el secreto miste
rioso de mi valor para presentarme á hacer frente con
soldados visonos y mal equipados á egércitos aguerridos
y bien provistos. • ,
En estas circunstancias , y cuando ya iba cicatrizan
do sus heridas y recobrando sus fuerzas , se vió un dia
acercarse al pueblo sin haber precedido aviso una por
cion de soldados ; en un principio se sobresaltaron todos,
presumiendo no fuesen constitucionales y se apoderasen
del oficial poniéndonos en un compromiso ; pero adelan
tándose una partida salimos de este cuidado : era la di
vision realista que los días anteriores se habia batido con
tanto valor en aquellos campos , y sentidos de la pérdida
del oficial venian á tomar noticias si era muerto ó pri
sionero; pues no habiendo comparecido en el intermedio,
tenian grandes recelos de su suerte. Difícil es pintar la ale
gría de aquellos esforzados militares al saber conservaba
su vida y su libertad por los cuidados y esmero de los fie
les habitantes del pueblo. Difícil el gozo del oficial al
abrazarse con sus compañeros de armas : su valiente co
razon que no temia á sus enemigos, se derretia en lágri
mas de ternura al ver aquellos hombres resueltos á reco
brar su libertad á precio de su sangre, ó á perder sus vi
das por vengar su muerte. Al pronto sufocaron sus acen
tos , y no pudo esplicar sus sentimientos ; por fin rompió
el silencio i y mirando con temara, dijo: ¡estas genero
sas resoluciones solo las inspira el heroismof sola la amis
tad fundada en la virtud es capaz de sacrificios tan no
bles! Serenándose luego un poco, y volviéndose á sus con>
pañeros, les habló de está manera: amigos, compañeros,
aprecio vuestros sois acreedores á mi mas alta estima
cion, pero siento no poder recibir mi corazon gime
de dolor en este terrible compromiso Sufocaré mis con
gojas : mi cuerpo se hubiera desangrado en el campo^ de
batalla ; allí sin duda hubiera espirado, si la humanidad
de estos hombres no me hubiera favorecido ; me han so
corrido, me han• curado, me han cuidado con esmero,
á ellos debo mi vida. ¿ Y será justo marche yo con vos
otros dejándolos espuestos al furor de los enemigos? Es
toy en mi sano juicio, amigos, no deliro, vosotros como
yo conoceis los peligros que amenazan á este inerme pue
blo , y que esti^acto de vir&ud de socorrer á un infeliz
cubierto de heridas , reconocido jf recomendado por to
das las naciones civilizadas es un delito para el gobierno
Qspañol, que no halla suficientes penas para castigarlo.
i Y seré yo tan inconsiderado qae los dejg espuestos á sus
venganzas? Esto sería buscar mi vida en su muerte : mi
corazon no es tan ingrato : asi volveros, amigos, por doijr
de habeis venido: llevad con vosotros las prendas gene
rosas y paternales de mi afecto en premio de vuestro he
roísmo ; pero no os empeñeis en rescatarme , dejando á
mis bienhechores en un evidente compromiso.
Este discurso pronunciado con entereza y magestad
dejó á todos sorprendidos, y mirándose unos á otros, to-;
dos callaban; por fin el alcalde tomó la palabra dicien-."
do : señor, jamas hubiéramos tratado de curaros de vues
tras heridas para entregaros al sacrificio; asi lo asegura
mos el primer dia , y estamos resueltos á no desmentir
nos. Si vuestros compañeros no hubieran llegado en esta
ocasion, d¿ otro modo se pensaba poneros en salvo; pero
en el supuesto se presenta esta coyuntura tan favorable,
nos servida de un gran sentimiento no aprovecharla , y.
aun recibiéramos este procedffr como un desprecio de
nuestros generosos esfuerzos. Nosotros nada tememos,,
porgue en nátla hemos ofendido al gobierno ejerciendo la
caridad : todo hombre tiene derecho á conservar su vida,
y todos obligacion á socojrerlo en su necesidad ¿strema:
cumplimos este deber sagrado en recoger y curar á V.,
haciendo en esto lo que exigen la humanidad y la Reli
gion, lo que acostumbra á hacerle aun entre egércitos
contrarios con los huidos; así nunca deberá juzgarse por
un delito: y si lo contrario sucede, si las autoridades
constitucionales nos emplazan por esta causa, responde
remos gustosos: no estamos arrepentidos de haber proce
dido asi, por estar seguros de haber seguido los principios
de la justicia; y tenecKmtendido que nunca consentire
mos en sacrificar su vida por la tiranía y malicia de sus
enemigos. Asi pues, señor, disponed la marcha cuando
gusteis, siempre que en vuestra salud no haya peligro. En
estos términos se esplicó el alcalde , y habiendo hecho im-
TOM. I. 6
42
presion en los ánimos estas razones , resolvieron partir
despues de unos dias por consejo de los icos , llevando
consigo al enfermo. .
En este estado se hallaban las cosas cuando recibí ór-
den del Obispo para pasar inmediatamente á Pamplona á
tratar asuntos concernientes al Clero., como individuo de
la junta diocesana. A pocas horas de haber llegado á aque
lla ciudad fui testigo de la salida de las tropas constitu
cionales camino de mi parroquia, y á los dos dias tuve
noticias se habian batido con valor los realistas, pero que
á pesar de llevar lo mejor de la accion , se aprovecharon
de las sombras de la noche para retirarse, llevándose al
oficial : que á la mañana siguiente algunas abalizadas de
los constitucionales entraron en la poblacion , saquearon
algunas casas, tomaron algunos, presos , y la desampara
ron temerosos volviesen á la carga los realistas: última
mente regresaron á Pamplona con bajas considerables de
muertos y prisioneros , bramando de cólera por el mal
suceso.
Al siguiente dia desde la prevencion fueron los presos
conducidos á la presencia del Gefe Político, y noticioso
de hallarme en Pamplona, me mandó tambien comparecer.
Nos hizo cargos en su propio lenguage de haber favoreci
do á un traidor de la nacion, de no haberle conducido pre
so á la capital para que en un pújplico cadahalso hubrcra
espiado sus delitos : nos trató de malos patriotas, de encu
bridores de ladrones y facciosos,, con otras mil injurias y
desvergüenzas. A todo se le contestó con la mayor modera
cion: se le hizo ver no se habia cometido ningun delito, ñi
perjudicado nada á la patria- en socorrer á un desgraciado:
que aunque hubiese sido reo de las mayores maldades, tenia
derecho á vivir : que el conducirlo á la capital hubiera'
sido una imprudencia , pues por castigar á un culpado se
hubiera espuesto la vida de muchos inocentes ; y tanto el
pacta social como la razon dictas en circunstancias se
mejantes, que los indefensos, sin perjudicar á los derechos
de la comunidad, conserven su existencia partiendo en los
peligros y obedeciendo á la fuerza dominante , y que el
mismo egéreito espedicionario podia informar si era po
sible al, puebla evitar las venganzas , bien consideradas
43
las fuerzas de los contrarios. A estas consideraciones no
tuvo respuesta el.Gefe ; y despues de exigir una multa
para dar libertad á los presos, se dirigió á'm'í, maJIenó
de improperios, imputando al Clero. las desgracias de
la nacion , y por último tomó el partido de separarme
de mi destino , y por razon de los empeños se copvino
en formarme ¿ausa como á un párroco sospechoso. Es
tos, dijo, son todos los motivos de mi persecucion, de
los cuales no estoy arrepentido aunque tenga que sufrir
algunos trabajos. . ~
Entonces tomé la palabra para consolarle, y le dige:
no hay duda asiste la justicia al pueblo en este honrado
proceder, y aun es.mas de estrañar se estrellase el Gefe
contra V. en un negocio de esta naturaleza , por ser un
asunto político encargado á las autoridades civiles, y de
consiguiente fuera de su inspeccion ; pero, amigo, es pre
ciso conocer que en todos los acontecimientos del mundo
siempre paga el mas débil , y como los liberales aborre
cen al Clero por creerlo autor de la sublevacion , no es
de maravillar lo hayan envuelto en la comun persecu
cion. Mas adelanto» es regular sea otra cosa * por lo me
nos yo espero mude esto de semblante aun. siguiendo el
sistema , constitucional , y particularmente los Párrocos
conseguirán mayor estimacion y ventajas en llevando á
ejecucionftl plan formado por las Cortes para el arreglo
del Clero en las Iglesias de España , ya porque se trata
de elevarlos á la alta consideracion á que es acreedora su
clase laboriosa ; ya tambien porque siendo menos los Clé
rigos, serán mas necesarios* y de consiguiente mas apre-
ciables. Mucho tiempo hacia estaba indicada esta refor
ma , siempre apetecida y siempre malograda ; por fin
creo llegó el dia de verificarse.
¡ ..El Clérigo contestó: no puedo asegurar si el Clero exi
gia este remedio , aunque no dudo qecesitan reforma to
das las clases del Estado ; pero lo que puedo afirmar es,
que" todos los hombres sensatos miran á ese ponderado
plan cpmo disparatada, como impracticable , como erra
do en sus cálculos , como el único medio de llevar á efec
to las perversas ideas de los^ilósofos en sujetar la Iglesia
al imperio; 'como un arbitrio para sublevar unas contra
+4
otras las clases del Clero; cómo un designio meditado
para .minorar el sacerdocio, y librar de estos estorbos á
los resélleos de las sectas, á fin de que con mayor liber
tad y mas fruto puedan sembrar la cizaña perniciosa de
sus errores en el hermoso campo español ; como una usur
pacion escandalosa de la jurisdiccion eclesiástka por la
autoridad civil ; en una palabra, como nn atentado pú
blico contra los derechos del santuario. . '
. . No se tengan, Señor, por exageradas estas espresio-
n« ; porque si los Soberanos del mundo no pueden pro?-
hibir el libre egercicio de la Religion católica en sus es-
.tados, es claro que ¿ampoco tienen facultades para limi
tar sus egercicios. La tasa de los Ministros de los altares
sería un impedimento para propagar la creencia,. y tan
to sus preceptos como su divino influjo estañan sujetos al
.arbitrio caprichoso de los Príncipes del siglo. Esto es cla*-
,ramente opuesto á los Ministros de una Religion que con
.igual libertad condena los escesos de todos los hombres,
sin dejarae sorprender ni de los andrajos del miserable,
-ni del resplandor de los poderosos , á unos Ministros en
cargados ¿fe manifestar sus testimonios en presencia de
los Reyes. Jesus no quiso depender en el cumplimiento de
, su mision de los Prínciffcs de Israel, y enviaba á sus dis
cípulos por el mundo á ejercer su ministerio sin el con
sentimiento dé los Emperadores ; sin ofrecerlífcotra cosa
;de las potestades del siglo sino persecuciones y sangre: en
una palabra, la Religion tiene encargados para cuidar del
culto bajo la responsabilidad de sus almas , y á éstos cor-
. responde reconocer las necesidades espirituales , ?y. crear
los. ministros necesarios para dar el pasto religioso á los
fieles. , ' ;
A esto contesté : no creo sea' un asunto tan ageno de
los Soberanos del mundo el arreglo del Clero , pues como
.padres de los pueblos deben cuidar de los destinos 4e; sus
subditos para que haya una justa proporcion en todas :1 as
.clases d#la sociedad, como sucede en el cuerporhiunano,
.que' no todo es ojos, pies ñi.braflfcs, sino que tqdos los
.miembros estan discretamente distribuidos ; y tambien
spbrque en .el pueblo de Israel se hizo esta justa distribiF-
ciou , pues entre todas las tribus sola la dejjfcví quedó
• 4$
destinada á servir en los tabernáculos, es decir, de doce
uno;. y si de estos se rebajan'las mugeres, niños imper
fectos y demas escluidos por la ley , apenas resultará un
ministro por quinientas almas, cuyo cálculo debe'servir
de regla á los políticos para regular el Clero de cualquie
ra nacion.
No ignoro, señor, respondió el Clérigo, que los Re
yes tienen preciosos encargos del cielo para arreglar y
gobernar á los pueblos puestos á su cufelado en todo lo
político y temporal, que gozan del derecho de proteccion
en los asuntos eclesiásticos, y del de arreglo é investiga
cion ó examen en aquellos dec/etos de policía ó discipli
na esterior. Con arreglo -á esto* principios haría la au
toridad civil un gran servicio á la Iglesia manifestando
á los Obispos el censo de la jfcblacion para que creasen
los ministros necesarios, y los distribuyesen con justa pro
porcion. Este era el modo de refdrmar en algunas provin
cias la mucha abundancia de ministros que dan margen
á la ociosidad, y el único medro de proveer los necesa
rios en otras, en donde es grande, la escasez. Pero el arre
glo del Clero , el numerar los ministros , no es ni debe
ser objeto de la ley de un Monarca: por ser un asunto
puramente eclesiástico, pertenece á la substancia de la R#'
.tigion , cuyo conocimiento sujetó el divino Fundador no
.á la potestad de los Césares , sino á la de los pastores de
.la Iglesia. . " ~" ' .i
No e«traré en investigar si el cálculo fojrmado sobre
el pueblo de Israel de quinientas almas por un ministro
es arreglado» ni menos si Jaste número' de la ley antigua
es aplicable a la ley de gracia, porque es un apunto p&-
culiar de los Obispos conocer las necesidades para crear
los necesarios; pero no omitiré una observacion sobre la
dificultad propuesta de la ley antigua, á saber; qué segun
• el 'testó. sagrado ODibs por sí mismo eligió á la familia de
-Aaron f*) para Servir en los; tabernáculos , sin conta;
para este asunto con los Príncipes de Israel, ó por mejé;
— * . . s ' ' .',

i..(*y j^b.^Nuraer; cap. 3. v. 10. Aaron aúrera et fi'lios «jirs cotistitiíes


super cultum Sacerdotii-Eiteiíiua^uiaU auJtüsttanduni aoceserit, morietqr.
46 •
decir, negándoles absolutamente toda facultad para nom
brar á otros sacerdotes, amenazando con pena de muerte
á los transgresores. Así se reservó Dios la eleccion de sus
ministros en el antiguo Testamento, Cu/a admirable dis
posicion no se halla revocada en el Evangelio; y si así
no es, citen los filósofos una página sagrada en don
de se confiera á los Soberanos del mundo esta preciosa
atribucion.
( No negaré hubo tie*mpo en que los Emperadores cris
tianos, defensores declarados dé la Religion, prohibieron
ordenar á los militares, á los curiales, á los administra
dores de cargas públicas,^ á otros varios que en el mi
nisterio santo buscaban*asilo para no dar satisfaccion de
jsu. conducta á la autoridad civil con un notable perjui
cio del Estado; prohibiciones que fueron reformadas ó
anuladas por reclamacion de los Sumos Pontífices al Tro
no como contrarias á ¿a libre vocacion del hombre se
gun las inspiraciones del cielo , siempre que se' hallasen
.en estos sugetos los requisitos necesarios para aspirar á
las órdenes; pero aunen tiempo de su fuerza y vigor ja
más se prohibió á los Obispos ordenar de las demas cla
ses los ministros necesarios para dar el pasto espiritual.
♦Jn decreto de esta especie , limitando las facultades de
los comisionados del cielo para conservar el culto, se hu-
.biera mirado como un atentado horrendo contra las dis
posiciones de Dios, y hubiera sido reclamado y despre-
• ciado por los padres de la Religion, como en ©tro tiem
po fueron las órdenes promulgadas por los tiranos.
Aquí repliqué , no hablaba de limitaciones aisladas, ni
de las injustas leyes dictadas contra la Religion en tiem
po de las persecuciones, sino de órdenes generales y des
pues de dada la paz á la Iglesia, sancionadas por religio
sísimos. Monarcas. El ^ran Constantino decretó el núme
ro de ministros en Constantinopla; Garlos II y Cárlos III
lo arreglaron en Valencia y Ceuta, hechos positivos ci
tados por los diputados de las Cortes de España en la dis
cusion del nuevo plan para el Clero , y por ninguno des
mentidos, que prueban bien 'claramente las facultades de
los Príncipes sobre este asunto, y que no es ageno desus
. atribuciones fijar el número en las naciones» . ', *
47
El Clérigo respondió: sin meternos, señor Conde, á
escudriñar estos hechos, y suponiendo sean ciertos, ha
blando de Constantino, es preciso distinguir los tiempos
para poder hablar. con acierto; es preciso hacernos car
go que á egemplo de Julio Cesar acostumbraron sus su
cesores á llevar reunido ál imperio el título del Sumo Pon- '
tincado^ título con el cual disponían los Emperadores á
su arbitrio en tiempo del paganismo de la Religion y del
Estado ; título que la política juzgó oportuno conservar,
aun despues de reconocido el culto católico, ínterin la
idolatría mantuvo alguna fuerza en el imperio para evi
tar losñnconvenientes que la division de estos poderes po
dría acarrear al Estado , hasta que por último el empe
rador Graciano renunció á la sagrada investidura. Es ver*
dad que el título del Sumo Pontificado ninguna facultad
conferia á los Emperadores sobre los cristianos er? asun
tos de Religion; pero no' obstante fue motivo paira que
en aTgunas ocasiones se mezclasen en negocios peculiares
de la Iglesia, ó porque se dejasen llevar de un celo indis
creto por falsas sugestiones, y estendieron sus disposicio
nes mas allá de sus facultades , de lo que existen bastan
tes egemplos , y que los pastores, se vieron obligados por
entonces á disimular, hasta que presentándose mejor épo
ca vindicaron sus derechos; ó porque asi lo exigían las
circunstancias de aquellos calamitosos tiempos, lo que pue
de servir de respuesta al hecho de Constantino.
En orden al arreglo del Clero en Valencia y Ceuta
que se alega, decretado por Cárlos II y Carlos III, sea en-
horabuería así ; no dudamos de su religiosidad ; pero la
virtud mas sólida y las mas santas intenciones ¿Jktan
acaso exentas de una sorpresa? ¿Cuántos gloriosos Monar
cas, declaradoSi abiertamente protectores de la Iglesia, la
usurparon sus derechos, creyendo reformar los abusos del
santuario ? Pero aun discurriendo por reglas de una sana
crítica , ¿ qué prueban unos hechos aislados contra la his»
toria general de tantos siglos? Si estos Monarcas españo
les fueron sábios y religiosos, ¿no lo fueron igualmente
los Teodosios, los Marcianos, los Cárlo-Magnos,"los Lui
ses, los Alonsos y los Fernandos, con otros muchos que la
posteridad admira como modelos. de política , como ver
48
daderos padres de sus pueblos, y cuya memoria se honra
gozando algunos de ellos de pública adoracion en los al
tares? ¿Y será posible que estos ilustres Príncipes, auto
res de tantas leyes á favor de la Religion y del' Estado,
ignorasen sus facultades para decretar el' número de mi-
• nistros? Digan los filósofos cuanto quieran; atribuyan su
moderacion y su silencio como la de todos los R^res del
mundo, esceptuando los tiranos, á ignorancia, debilidad
y supersticion ; que la imparcialidad haciendo justicia,
despreciará estas vagas voces como unos verdaderos dic-
"terios, como unos miserables efugios dá» entendimiento?
pequeños para defender una mala causa. ,
.. Volví á. replicar: penetro, señor Clérigo, todo el pe
so de estas razortes, y convengo en que el proceder de los
tres referidos Monarcas en iguales circunstancias no tie
ne ningun valor contra el órden. observado de tantos mi
llares de Emperadores y Reyes en el discurso de. tantos si
glos, y que es mas fácil creer erraron los precitados? que
no todos los demas. Pero ¿abemos considerar que la me
morable distincioti dé la jurisdiccion eclesiástica en inter
na y esterna, es fruto de estos últimos tiempos, y sin me
ternos por ahora á esplanarlas poderosas razones con que
algunos sábios impugnan esta distincion, nos viene muy
al caso para averiguar este asunto , porque si la enume
racion del Clero pertenece á la jurisdiccion interna ó ane
ja al sacerdocio conferida por Jesucristo»á los Apóstoles,
y en su nombre á sus sucesores para el régimen del cuer
po místico , es claro que solo deben intervenir en ella los
pastores de la Iglesia ; per© si pertenece á la jurisdiccion
estaba, ó aquella de que la Iglesia goza en el imperio
por cesion de los Monarcas en obsequio de la Religion,
entonces no hay duda , corresponde á los Príncipes secu
lares prefijar el número de ministros del santuaria con ar
reglo á la poblacion. . .
• El Clérigo respondió: es evidente, señor, que la dis
tincion de la jurisdiccion eclesiástica en jjferna y ester
na es la piedra de escándalo en donde han tropezado los
filósofos, la aldaba de todos los hereges, y su mala inteli
gencia y aplicacion en estas materias el origen de todos
los errores.. Pero dejando esto á un lado, y concretando-
*9
Uos á la dificultad espuesta , no hay duda deque sí la enu
meracion de los Sacerdotes necesarios para dar el pasto
espiritual, pertenece á la jurisdiccion interna , esto es, á
la substancia de la Religion , la autoridad civil no puede
mezclarse en este asunto sin despojar á la Iglesia de una
potestad conferida por el mismo Dios , Sin usurparle una
jurisdiccion espresamente encargada por Jesus en la en
trega de las llaves , y sin hacerse reos los Soberanos de
un gran crimen en este sacrilego atentado. En fin, señor,
por fortuna abundan las pruebas para acreditar, que tan
to la eleccion como la institucion y enumeracion del Cle
ro , ha sido y se ha reputado desde su origen una atribu
cion propia de la Religion , que siempre han desempeñar
do y desempeñan los Pastores de la Iglesia en cumplimien-
to de las órdenes del cielo.
Ya hemos visto arriba que en la ley antigua el mismo
Dios designó á los hijos de Aaron para servir en los ta
bernáculos, amenazando con pena de muerte á otro cual
quiera que contra sus órdenes se atreviese á ingerirse en
el ministerio santo. Asi , pues , que segun el sagrado tes
to la tierra se tragó vivos á Coré , Dathan y Abiron por
haberse sublevado contra Moisés y Aaron para usurpar
les el imperio y el Sacerdocio (*). Tal fue el castigo
de los prevaricadores en cumplimiento de la palabra de
Dios
A esto le interrumpí diciendo : no es mucho , señor
Clérigo, castigase Dios en la ley antigua á los transgresores
de su santa ley , en el supuesto señaló espresamente esta
pena á este pecado; pero la ley de gracia no se estableció con
estos rigores: en ninguna parte del nuevo Testamento cons
ta que Jesus reservase para su Iglesia la enumeracion de
los Ministros del culto , y sabemos que los preceptos de
la ley antigua cesaron con la promulgacion del Evange
lio ; de consiguiente el egemplo de Coré y sus compañe
ros para nuestros tiempos nada prueba.
El Clérigo dijo : es verdad , señor , que los preceptos

(*) Lib. Numer. cap. 16. v. 31. et 32. Confestim igitur, ut cessavit
loqui , dirupta est terra sub pedibus eorum : et aperiens os suum, devori-
vit illos cum tabernaculis suis , et universa substantiá eorum.
TOM. I. 7
50
legales del antiguo Testamento cesaron con la promul
gacion del Evangelio , pero no los morales ; asi , pues,
si cesó la familia de Aaron de funcionar en el santuario
por haber sido una disposicion legal de la antigua ley,
y por lo tanto abolida por Jesucristo, la eleccion de Mi
nistros como precepto moral subsiste en la ley de gracia
depositada por el divino Redentor en su Iglesia, como una
alta y esencial prerogativa de su Religion , que de nin
gun modo quiso conferir á los Príncipes del siglo. En prue
ba de esta verdad , sabemos positivamente que él por sí
mismo hizo la eleccion de los Apóstoles , y que estos si
guieron su egemplo en lo sucesivo. EL testo sagrado no
deja duda alguna sobreeste asunto, en el supuesto que es
te fue el lenguage de San Pedro al colegio apostólico cuán
do se trató de elegir á uno que reemplazase á Judas en el
ministerio sagrado. "Conviene, dijo, hermanos, cumplir
»la Escritura santa que predijo el Espíritu Santo por bo-
»ca de David acerca de Judas , que fue el gefe de aque
jólos que prendieron .á Jesus." Escrito está en el libro de
los Salmos: "Quede desierta su morada, no haya quien la
"habite, otro reciba su Obispado (*)." Aqui se ve , que la
nueva ley confirma lo dispuesto en la ley antigua , y que
si entonces Dios designó los ministros para servir en el
tabernáculo , hoy los Pastores hacen la eleccion por dis
posicion de Jesucristo; en una palabra , alli se refiere lo
que aqui se cumple; y el Apóstol de Jesucristo no hace
otra cosa que llevar á ejecucion lo anunciado por el Pro
feta de Dios.
No dudemos, señor, de que tanto en la ley antigua
como en la de gracia la eleccion y enumeracion del Cle
ro es un negocio propio y privativo de la Religion. Sí,
ya he insinuado que Jesus eligió á los Apóstoles , y cla
ramente el Evangelio manifiesta el llamamiento de Pedro,
de Andrés, de Juan, de Santiago y de los demas (**) iri-

(*) Act. Apost. cap. 1. v. 16. et 20. Viri fratres, oportet implen scri-
pturam, quani prasdixit Spiritus Sanctus per os David , de Juda, qui fuit
dux eorum, qui comprehenderunt Jesum. Scriptum estenim in libro Psal-
morum: Fiat commoratio eorum deserta , et non sit qui inhabitet in ea,
et Episcopatum ejus accipiat alter.
(**) Marc. cap. 3. v. 13. et seq. Et ascendens in montera vocavit ad
Si
dividuos sin ningun concepto ni estimacion en el mundo,
y sin recomendacion alguna de parte de la autoridad ci
vil; los unos infelices pescadores (*), los otros tende
ros (**) , y todos de unas familias obscuras y desprecia
bles á la vista de la gente ; pero apreciables á sus divinos
ojos, y dignos de entregarles el gobierno de su Iglesia sin
esceptuar al traidor Judas; y el testo sagrado ninguna men
cion hace obtuviese Jesus permiso del gobierno de Israel.
Sí, como ya he insinuado, en las Actas de los Após
toles consta espresamente que habiendo prevaricado y
muerto el pérfido Judas , sin pedir ningun permiso á la
sinagoga Pedro, Príncipe de los Apóstoles, congregó á
los discípulos, y despues de haberles hablado con aquel
zelo , uncion y acierto propio del gefe de la Iglesia sobre
el cumplimiento de las santas Escrituras, propusieron dos
para elegir uno que ocupase el lugar de Judas , y recayó
la suerte sobre Matías (***). Aqui los Apóstoles propu
sieron , y Dios hizo la eleccion.
Si leemos los encargos de san Pablo á Tito, despues de
dejarlo en Creta para corregir lo que hallase digno de en
mienda, le recuerda su deber sobre el cumplimiento de
la ley en la eleccion de Ministros con estas memorables
palabras : constituye ó establece en toda la ciudad Pres
bíteros con arreglo á mis disposiciones (****). Adviérta-
>
seTíuos voluit ipse: et veneruntad eum. Et fecit ut essent duodecim cum
¡lio; et ut mitteret eos praedicare Et imposuit Simoni nomen Petrus,
et jacobus Zebedsei, et Joannem fratrem Jacobi , et imposuit eis nomina *
Boanerges, quod est, Filii tronitrui : et Andraeam, et Philippum, et Barto-
lomaeum , et Mathaeum , et Thomam, et Jacobum Alphaei, et Thaddaeum,
et Simonem Cananacum , et Judatn Iscariotem , qui et tradidit iUum.
(*) Math. cap. 4. v. 18. Vidit dúos fratres Simonem..... et Andraeam
fratrem ejus, mittentes rete in mare (erant enim piscatores).
(**) Luc. cap. 5. v. 27. et 28. Et post h¡ec exiit , et vidit publica-
num nomine Levi , sedentem ad Telonium, et ait illi: sequere me. Et
relictis omnibus , surgens secutus est eutrí..
Act. Apost. cap. 1. v. 24. et seq. Et orantes dixerunt : Tu, Do
mine, qui corda nosti omnium, ostende, quem elegeris ex his duobus unum,
accipere ltycum ministerii hujus et Apostolatus, de quo praevaricatus est Ju
das, ut abiret in locum snum. Et dederunt sortes eis, et caecidit sors su-
per Mathiam , et annumeratus est cum undecim Apostolis.
D¡v. Paul. Epist. 1. ad Tit. cap. 1. v. 5. Hujus rei gratia re-
liqui te Craetae , ut ea, quae desunt , corrigas, et constituas per civitates
praesby teros , sicut et ego disposui tibi.
52
se aquí que le manda elegir ministros cori arreglo á sus
encargos, y no segun las órdenes de la autoridad" civil.
Si se consulta en fin á la Historia Sagrada y eclesiás
tica , vemos á los Apóstoles todos en cumplimiento de
•los mandatos de su divino Maestro , quien confiesa se le
habia dado toda la potestad en el cielo y en la tierra , y
que los enviaba á predicar á todas las gentes, á bautizar
las en el nombre del Padre , del Hijo y del Espíritu San
to , á enseñarlas á guardar sus santos preceptos , ofrecién
doles estar con ellos hasta la consumacion de los siglos (*).
Diseminados por el mundo anuncian el Evangelio, eligeri
y ordenan Obispos y Sacerdotes en todas las naciones r á
quienes dejan depositarios de la jurisdiccion conferida
por Jesucristo , herederos de su doctrina , de su zelo y de
su sangre.
Aqui , señor , cantan los hechos : Jesus enseña á sus
Discípulos con las obras lo que deben practicar ; los Após
toles siguen su egemplo; y los Pastores, sucesores en el
ministerio santo, hacen en este asunto lo que con sus ojos
han visto, lo que con sus manos han tocado, y lo que
para su instrucción se halla escrito en los libros sagrados.
En esta constante tradicion se funda la posesion de la ',
Iglesia pn la eleccion y numeracion de los Ministros; trae
s,u origen de las palabras y obras del mismo Dios hom
bre, y de los hechos de tos Apóstoles, que por una cade
na no interrumpida ha llegado hasta nosotros , y se pet-
petuará hasta el fin de los siglos; nada ha usurpado, na
da ha recibido en este asunto de los Príncipes del mundo;
antes bien , asi el divino Redentor como sus Apóstoles y
todos los Pastores , durante el tiempo de las persecucio
nes contra su voluntad y sus leyes , ordenaron los Minis
tros necesarios para el culto , sin dudar jamas de sus fa
cultades. .. ,
No creo , señor , se pueda poner tacha alguna á estos

(*) MAh. cap. 28. v. 18. et seq. Data est mihi omnis potestas ir> coelo
et in terra. Euntes ergo docete omnes gentes: baptizantes eos in nomine
Patris, et Filii, et Spiritus Sancti : docentes eos servare omnia qinecum-
que mandavi vobis : et ego vobiscum uro omnibus diebus usque ad consum-
mationem saeculi.
53
sagrados documentos estando escritos por el mismo dedo
de Dios j y los católicos podemos desafiar sin miedo á
los filósofos y á cuantos defienden la descabellada opinion
de que pertenece la enumeracion del Clero á la autoridad
civil , á que manifiesten por la Historia sagrada ó profa
na un testo en que Jesus, sus Apóstoles ó Pastores suce
sores hayan pedido en algun tiempo este permiso á la sina
goga ó á los Emperadores ; ó á que acrediten el Monar
ca dispensador del privilegio de crear ministros á,la Igle-
. sia ; libre esta, lo verifiquen : cuando se les puede hacer
ver á ellos en muchos lugares una multitud de edictos,
leyes y prohibiciones de parte de los Emperadores, pros
cribiendo el egercicio de la Religion cristiana, oponién
dose á su propagacion , y tratándose por los medios mas
cruefcs é mhumanos de su esterminio ; cuyas disposicio
nes impenales, como dictadas sin autoridad, por ser un
asunto ageno de sus facultades , despreciaron siempre los
Pastores de la Iglesia sin detenerse jamas en crear los
ministros para el culto , por ser esta la órden del cielo.
Efectivamente, señor, asi lo dispuso Dios, y asi lo
cumplieron; de otro modo habiendo sido su divino Fun
dador y sus discípulos las primeras víctimas de las per
secuciones que desde su origen se levantaron contra esta
santa Religion , ¿ cómo era posible se hubiesen cumplido
los sagrados oráculos de propagarse hasta los estremos de
la tierra , y de permanecer hasta la consumacion de los
siglos? Si Jesus hubiese consultado su mision con los pode
rosos del mundo; si hubiese necesitado su consentimiento
para elegir á los Apóstoles; si estos no hubieran tenido
facultades' para predicar el Evangelio y crear ministros
contra la voluntad dela sinagoga, ó les hubiese sido pre
ciso contemplar al gusto y política de los Césares, jamás
se hubiera logrado el grande objeto de la redencion de los
hombres; la Religion hubiera concluido con la vida de su
Autor , y nunca hubiera logrado salir.de los estrechos lí
mites del reino de la Judea.
Porque ¿quién ignora el furor del gobierno de Israel
para saciar su cólera en la sangre del inocente Jesus? ¿Quién
no conoce por la historia los medios crueles empleados por
espacio de tres siglos para acabar con sus discípulos, im
54
pedir sus progresos y sofocar la Religion en su cuna? ¿A
qué provincia se dirigieron estos heroicos enviados que
no hallasen las mismas contradicciones, y que no regasen
con su sangre el teatro de su mision ? En Roma , capital
del Universo, se fraguaban las órdenes, y se comunicaban
á todo el imperio para perseguir y castigar á los cristianos,
siendo en todas partes el objeto principal de sus iras los
Obispos y los Sacerdotes; pero á pesar de esta cruel perse
cucion an que perdieron la vida los confesores mas ilustres
á los filos de la espada del furibundo paganismo; esta divi- .
na Religion cada dia se propagaba mas, y hacia nuevas
' conquistas; de modo que en el pueblo, en el senado, en la
milicia y hasta en los palacios mismos de los Empera
dores, sus enemigos encarnizados, tenia prosélitos; en nin- *
guna provincia faltaron jamás ministros que celebftsen
los divinos oficios; que administrasen los santos Sacramen
to»; que consolasen á los perseguidos en sus aflicciones, y
que alentasen su fé hasta en los mismos suplicios.
Sí, esta ha sido la conducta de la Iglesia en diez y nue
ve siglos acerca de la eleccion de ministros , leccion que
la dejó el divino Redentor , aquél Dios hombre , dueño
absoluto de los corazones que enseñaba á sus discípulos con
su egemplo el deber de los cristianos para con los Reyes,
siendo el primero en cumplir sus órdenes; sí, así obraron
los Apóstoles para dejar sucesores en el ministerio santo,
aquellos hombres tan fieles en cumplir los encargos , y
seguir los pasos de su maestro, no cansándose jamás de
recomendar la obediencia á las autoridades supremas co
mo un precepto positivo , siempre que no mandasen co
sas contra la ley santa de Dios; sí, así procedieron los pri
meros pastores, aquellos hombres ilustres y tan sábios en
el conocimiento de las órdenes del cielo, que sin ningun
rebozo en presencia de los Reyes y Emperadores confe
saban su profesion, asegurando eran los cristianos sus mas
fieles subditos, los más prontos en cumplir sus órdenes, y
los mas bien dispuestos á sacrificar sus fortunas, y á per
der sus vidas para sostener la gloria y el esplendor de su
corona; sí, jamás se detuvieron en crear los ministros ne
cesarios contra las órdenes espresas de los supremos go
bernantes; perdiendo por esta causa sus vidas en los mar-*
5*
tirios: ¿qué prueba mas evidente puede alegarse para con
vencer á todo hombre sensato que tanto la eleccion como
la enumeracion del Clero es propia de los principales pas
tores de la Religion, en la que no deben intervenir los
Príncipes del siglo ?
Entonces le dige: no hay duda de que las razones es
puestas son tan fuertes y convincentes, que no admiten
réplica, ni dejan duda alguna de pertenecer el arreglo del
Clero al conocimiento de la Iglesia j pero como hasta en
las cosas mas santas puede haber sus abusos , y su dema
siado aumento perjudica á la poblacion, de aqui provie
nen los clamores de algunos sábios. Unos se quejan del
número prodigioso de clérigos asi seculares, como regu
lares en la nacion española, y de los pocos ocupados en
el egercicio activo: otros aseguran que si prontamente no
se corta este abuso, llegará tiempo en que los pastores
sean mas que las ovejas; los sacerdotes mas que los fie
les , y los obreros mas que las cepas ; otros en fin , para
atajar este mal, y que el Clero en España no esceda á
la poblacion, provocan al gobierno á prohibir algunos es
tudios' de gramática latina, como los semilleros de los cu
ras y de los frailes, á levantar la edad para recibir los
mayores órdenes y la profesion religiosa.... tales son los
pensamientos y espresiones de Navarrete, Sandoval, Jo-
vellanos, y otros escritores católicos.
El, Clérigo contesto: es positivo se esplican en estos
términos los mencionados y algunos otros sugetos , y sin
tratar ahora de averiguar, si fundan en justicia sus cla
mores, por no ser de nuestra inspeccion el remedio, sino
de los que han de responder de las almas ante el tribu
nal de un Dios terrible ; lo que se puede asegurar es que
todos estos políticos hablan de la reforma del Clero, no
para que el Monarca Heve su arreglo á egecucion, sino
para que como padre de los pueblos lo esponga á la Silla
Apostólica, y el Sumo Pontífice oyendo sus clamores, y
tomando los conocimientos necesarios de los Obispos es
pañoles, determine lo oportuno sobre este asunto, pues
sin su consentimiento nada puede hacerse. Este es su pro
pio lenguage, y en este concepto se deben recibir sus es
presiones, pues solo de. este modo pudieron hablar finos
S6
hombres religiosos y convencidos de que pertenece á la
substancia de la Religion la eleccion y numeracion del
Clero , por lo cual el Rey tiene el derecho 4e represen
tar y reclamar, y la autoridad eclesiástica el de disponer
y determinar. Si se examinan sus obras, se verá no se
producen en otro sentido, ni es
Aquí le interrumpí, diciendo: si los sábios precitados
hablasen en este concepto ; si los Soberanos no tuviesen
mas derecho que el de reclamacion sobre el arreglo y nu
meracion del Clero, en ninguna nacion religiosa se hu
biera por ley civil dado esta disposicion , y aun cuando
se hubiese cometido este esceso , lo hubieran reprobado
los padres de la Religion ; en esto no hay duda, y en es
te supuesto ahí tenemos á la Francia que en los primeros
momentos de su revolucion decretó el destierro y ester-
minio del Clero; este sin dificultad fue un decreto dic
tado en medio de. las pasiones exaltadas, sin oir á la ra
zon; pero habiéndose apoderado el político Guerrero del
mando , y llevando el objeto de ganar á su favor las vo
luntades de todos los subditos del imperio, formó un con
cordato con la Silla Apostólica , en que estableció cierto
námero de Obispos y Sacerdotes, aunque no los suficien
tes para dar el pasto espiritual á la nacion francesa, vis
to y aprobado por Pio VI. Este es un hecho positivo y
público, ocurrido en estos tiempos; de consiguiente aquí
tenemos un egemplar del arreglo y enumeracion dgl Cle
ro hecho por un Soberano, y aplaudido por un Pontífice
bien instruido en la estension de sus derechos.
Jamás, señor, contestó el Clérigo, podrán justificarse
los escesos de una revolucion, ni sus violentos decretos
son capaces en ningun tiempo para formar derecho. La
Iglesia lloró la proscripcion del Clero de Francia, y la
persecucion de los fieles en un reino desolado á todo co
razon sensible le ha hecho derramar muchas lágrimas de
dolor. Nada prueba en nuestro caso la impiedad de los
revolucionarios, y la prudencia del Santo Padre en aque
llas críticas circunstancias fue plausible, pues sus justas
reclamaciones hubieran sido despreciadas en los momen
tos de exaltacion; y conociendo este infalible resultado,
esperó á que con el tiempo calmasen las pasiones, y efec
Í7
tivamente viendo que el guerrero entronizado le ofrecía
un concordato como impaso político para asegi»rar la1 co
rona , el Sumo Pontífice se aprovechó de esta feliz co
yuntura ; pues sin ánimo de perjudicar al verdadero Mo
narca en sus derechos, hiflló medio para resucitar el cul
to público católico en una nacion, que aunque por enton
ces estraviada, habia tenido la dicha de ser Madre de tan
tos Santos. Aceptó el concordato con el fin de consolar á
muchos cristianos afligidos y ocultos por temor de las per
secuciones con la presencia de algunos ministros que ad
ministrasen los Sacramentos, y sostuviesen la fé en los
pueblos, hasta que Dios mejorase su suerte, acordándose
de sus misericordias. No eran los suficientes, pero era me
jor hubiese algunos que ninguno: era preciso capitular con
las circunstancias para sacar partido; considerar era la
revolucion obra de los enemigos del Altar y del Trono;
hacerse cargo que aun existían franceses religiosos dig
nos de toda consideracion, y acreedores á la compasion
de la Iglesia, para no abandonarlos al furor de sus ene
migos; era en fin contemplar el estado lastimoso de aque
lla• desgraciada nacion esclava de unos hijos espúreos , y
ceder en algun modo á sus usos , sin aprobar sus abusos;
pero esta prudente condescendencia del Sumo Pontífice, ni
la injusta limitacion hecha en el Clero por el Tirano deí
trono , en ningun tiempo ^s capaz de debilitar loídere-
chos del santuario. . •.. ' "M.-£
i Pero fue esta acaso la opinion de los franceses, an
tes que los revolucionarios manchasen sus sacrilegas ma
nos en la sangre de sus Reyes, y se apoderasen del go
bierno, envolviendo en una sima de males aquella flore
ciente nacion? ¿Pensaron de este modo mientras la sa
biduría presidia sus consejos, mereciendo el justo elogio de
ser el pais de las ciencias y el teatro de la Religion ? No,
señor Conde, noj si se recorren los anales de la hiitoria
de la Francia; si se examinan sus códigos, no se hallará
ley algurth provocando á estos escesos: en cualquiera otra
época se hubiera reputado esta disposicion como un aten
tado impío contra el libre egercicio del culto. En aquella
hei'óica nacion, celosa siempre de sus derechos, se hallan,
si, documentos auténticos de la sabiduría y firmeza con
tom. i. 8
n
que el Qeró Gallean© defendió las libertades de su Iglew
sia contra las solicitudes de Roma, limitándose en buen,
santiáo á prerogatwas esternas se hallan, sí, ese.ritos pre*-.
ciosos de los fiscales., procuradores y abogados deá reino¿
que sin faltar al í respeto debiduá.la Religion, con una
energía imponderable, defendieron en muchas ocasiones
las regalías de la nacion contra los decretos y rescriptos
Pontificios sobre puntos de disciplina esterior. Se. hallan,
sí, testimonios verídicos de cuando;. aquel, brUlántei Clero
ylestados de la nacion reunidos: dictaban las leyes civiles.,
presidiéndolos su Soberano, y las pertenecientes á la Igle
sia los Obispos separados, semejantes á las grandes jun
tas de Castilla; pero no se hallará una providencia dic.-
tadja par.ü fluex por una ley ci vil se regulase y numerase
ftli QetQ. coo. arreglo á la poblacion/ ¡Su silencio en este
punto 'era el resultado de su evidente convencimiento ; rio
podia ocultarse á sus profundos conocimientos, que era un
asunto perteneciente á la Iglesia por espresa orden de Dios,
el que^ra imposible tdcarsin ofender gravemente.. á la
Religion: esté juicio, focará siempre, toda persona ra
cional., haciéndose cargo que jamás hombres mas sabios
han tomado la pluma para defender las reales prerogati-
vas, ni jamás nacion alguna ha sostenido con tanto te
son ,sus derechos?' pues jüí aiirar m^sriqúaáestjosr.'áltimos
tiempos.', -es preejsoi .respetar á un Rey conio Luis XIV^
á un sábio como Bosuet.
¿Pero qué tenemos que recurrir á naciones estrange-
ras, ni-salir de nuestra nacion para ¡convencernos dees.i
ta verdad? ¿ No. ha tenidp la España ea todos tiempos
varones ilustres y .discretos^ euyos; ingenios se pueden conW
parar cotii los primeros del Universo? ¿No ha tenido: va-^
rones sábios, capaces. de discernir los límites del Sacer-*
docio y del Imperio, y dotados desuna firmeza ¡admira-*
\?\er ¡tyie quando h^-.llegado el ca^Oj^ han sabiáooOhplear
sus plumas, en , defender los¡ derechos del So^eranto. contra
ia&í; solicitudes de los romanos?j ¿No se criaro» en este1'
hermoso suelo los Isidoros, los Leandros, los Fulgencios'
y otros muchos antes de la irtu.ppianide losmoros? ¿Mas;
adelante np he/no$j tenisfo lá^ofl-Agtrn.res ,í Mala hete C¡n*l
íiqs, á lpsJ$«t^,}áMi^aví^r.4bbs iyí 0i»Qsv.3mriasá Eh V>
8 .1 MuT '
59
pólítico ¿no han florecido los Cisneros, Flondablancasy
Campomanes....? Ni en las obras.de estos sábios, Meo
los primeros Concilios , ni en los Cánones de. las» é potas
posteriores j f se da^ acaso al Rey facultad de numerar al
Clero ? En ninguna. parte se halla semejante pensamien
to: su .silencio condenala opinion del dia, mejor que
cuantas razones se puedan alegar, pues acredita que ja
más se ha disputádo á la Iglesia este derecho, háSta que
las cavilaciones de las sectas han producido éste ingemOr
so arbitrio para despojarla de su autoridad , y poner lí
mites á sus progresos. " . ..'av ;.. •
Por otro lado, ¿podrá ninguno presumir que las Cór-
tes del diay compues&is«dé gentes de' todas clases sin exam
inen ni discernimiento, tienen mas bonocimientos y ma
yores luces que las grandes Juntas.de Castilla en donde
se reunían la sabiduría y el honor del Clero, de la Gran
deza y deV pueblo español bajo la presidencia de su Rey?
i Qué paralelo hay entre la. algaravía, acaloramiento y
precipitacion con .que se tratan los negocios* en las Cor
tes revolucionarias, y la sensatez, consideracion y dis
cernimiento con que se meditaban y decidían los asun
tos en las respetuosas y moderadas juntas antiguas? ¿Qué
hombre de sano juicio en un asunto de esta especie d%- .
rá la preferencia á cuatro libelistas chócarreros é inmo
rales contra el dictámen de tantos sábios, autores de tan
tas obras que justamente les han merecido el aplauso ge
neral , reputándolos por maestros^de la moral y de la po
lítica, que han ^cabado sus dias, y agotado sus ingenios
en el estudip de las ciencias y en defensa de la verdad?
¡O Señor! El hombre mas estúpido no se equivoca para
abrazar partido en este paralelo, por poco que discurra;
y asi no es de maravillar sigan la opinion del dia, ó gen
tes muy ignorantes , ó gentes muy corrompidas.
En fin, señor, concluyamos esta conversacion, asen
tando por un principio indudable que son dos potestades
distintas el Sacerdocio y el Imperio, cuyos límites de
cada una estan marcados por el mismo Dios; que los Mo
narcas no pueden mezclarse en el régimen de la Iglesia,
sin esceder sus facultades, y contravenir á esta divina
disposicion, como afirman todos los santos Padres, y lo
60
confiesan claramente, entre otros muchos Príncipes, Va-
lenüniano , Marciano y Jusjiniano; y que no pueden pro
pasarse á decretar y numerar los ministros del culto, sin
usurpar á la Iglesia un acto de verdadera jurisdiccion,
de cuya piadosa Madre son hijos para obedecer, no ge-
fes para «mandar. Este es el órden establecido , y el que
exige la naturaleza de las cosas, sin que á los Príncipes
-pueda •jamás servir de pretesto para introducirse en el
gobierno del santuario el cuidado de su imperio; porqué
la Religion y la república son dos cosas diferentes, diri
gidas á distintos fines, y que mutuamente deben auxi
liarse, no usurparse sus derechos para hacer á los hom
bres Mices: en una- palabra, lo% Reyes como' cristianos
son subditos de los- Obispos, los Obispos comoi ciudada
nos spn subditos de los Reyes. ; r•
. Así concluyó esta conversacion, en la cual te con
fieso quedé aturdido de haber oído tantas verdades , y
avivó en mí los cáeseos de aprovecharme de lá compa
ñía de este*buen Eclesiástico para instruirme en' estos
asuntos; por mi siguiente te informaré de lo ocurrido en
la inmediata conferencia , y por ahora solo te advierto,
que para proceder con mayor claridad y evitar repeticio-
, i^Sy te escribiré este Diálogo bajo de nuestros propios tí
tulos Qérigo y Conde, y asj distinguirás mejor los in-
terlocutoresv A Dios, amigo.*
6<

CARTA III.

1 • .. '

'uerido Antonio: tú mismo hecho cargo de mi antefe


rior v conocerás el gran mérito del Eclesiástico , que papa
mi consuelo me habia preparado el cielo en circunstancia*
tan terribles, pues sin dificultad era el único que podía de
sear para disimular mi destierro de la corte , y pasar los
dias dulcemente en aquella triste soledad. Si sus modales
y su juicio llamaron mi atencion desde los primeros d¿as,
£n la segunda conversacion arrebató mi corazon en tales
términos, que ya no le miraba como á un amigo y aun
compañero en las persecuciones , sino como á un maestro
que el Altísimo me habia proporcionado para instruirme
y no dejarme sorprender de los errores del siglo. No me*
cansaba de admirar la equidad de sus principios , sus vas
tos conocimientos, su profunda instruccion aun en las má
ximas de la filosofía, y su facilidad para desembarazarse y
destruir unos argumentos á mi parecer indisolubles antes de
pirle. Tanto me embelesaban y hechizaban sus palabras, y
tan convencido quedé de sus discursos, que deseaba provor
car otra nueva conversacion, perotemia molestarle. ..'•.
En estas reflexiones pasé una gran parte de la noche , y
$ la mañana siguiente me ocurrió ponerme á escribir la
conversacion, del dia anterior para conservarla en mi; me
moria. Como lo pensé, asi lo hice ; yeñ esta operacion
me hallaba cuando el Clérigo entró á visitarme, y cre
yéndome ocupado en alguna otra cosa, intentó retirarse;
pero le detuve manifestándole el objeto de mi entreteni
miento, y aun le precisé con instancias á leer lo escrito,
por si merecia su aprobacion, hallándose conforme. con
sus principios, lo que verificó con algun rubor por re
sistirse á su humildad , y no dejé de advertir sé sonro
seaba su rostro siempFe que se trataba de sus respuestas;
por fin confesó íbamos conformes en la doctrina , y en
carecidamente, me suplicó borrase en mis papeles su nom
bre, y usase en el diálogo de la palabra. Clérigo y Conde,
en lo cual le di gusto , penetrando su pensamiento , pues
conocia pedia esto por si en alguna ocasion manifestaba
estas ' memorias á algun amigo , evitar la admiracion y
los aplausos, y no llamar de ningun modo sobre sí la aten
cion de los mortales. A esto le obligaba su moderacion,
que deseaba ser útil á los hombres , y despreciaba lo£
justos elogios debidos á sus talentos , renunciando etí'.$d-
do tiempo ála gloria de autor, sin cansarse de repetjr que
nada tenia que no. habia recibido ; y de consiguiente que
no debia emplear sus limitados conocimientos en fomen
tar su vanidad , sino en ser útil á sus semejantes , y en
defender los intereses del Padre de las luces, dispensador
dí^oda gracia segun su voluntad. Con estas reflexiones
cerré ¡mi boca.para no replicarle sobre este asunto , y div
inos principio á la conferencia siguiente en estos términos:
i Conde. No quiero nos cansemos en tratar la fanfar
rona disputa, sj el Papa es sobre el Concilio general , ó
el:Concilio es sobre el Papa, en la cual los ingenios han
agotado en valde su ciencia ; pues no habiendo la Iglesia
decidido sobre este asunto , ni estando conformes los au
tores católicos en su modo de pensar, nos basta creer y
confesar , que tanto el Papa como el Concilio general le
gítimamente congregado, son autoridades legítimas , á
quien debemos obedecer en asuntos de Religion. Pero co
mo en las .materias eclesiásticas es imposible dar un paso
sin tacar con la jurisdiccion, y esta, segun la variedad de
opiniones , <es un duende que no es fácil averiguar el lugac
de fiuiigfsidejacia^ pues. unos piensan la depositó el divino
Redentor en j€í Pojitífice.v otaros ien los Obispos, .y' otros
en la comunidad de;los¡ ,fieles ; desearía oir su opinion so
bre este asunto por. ser un punto cardinal , y acaso el orí-
gen de. todas, las dificultades: porque si el Pontífice tiene
la divina jurisdiccion , es preciso obedecerle en las dispo
siciones eclesiásticas* y si no la.tiene, hay nmchl$ittiO ade*
, 63
Untado para entablar cualquiera reforma sin consultará
Roma. ' i ..
Clérigo. Efectivamente,, señor,, esta es la i disputa del
dia la mas principal, y la .que cada 'tino interpreta á su
modo para sostener su sistema, y llevar adelante sus pen/*
samientos. Pero dejando á un lado el modo de pensar de
los filósofos del dia, ó por mejor decir de,los hereges, y
concretándonos á los católicos , tanto lo^queí-cOniceden
combólos: que niegan la superioridad del P»pai;eobFtí el
Concilio , y aun su falibilidad ó infalibilidad ^ convieneia
en que el Sumo Pontífice es el vicario de Jesucristo émía
tierra , cabeza ¿risible de su Iglesia, Padre común de k>l
fieles:,, centro de la unidad , y superior # <los' demas Obis¿
pos eh grado, y dignidad. Todos corffiesan como* iin doga
nía de nuestra santa. Religion-, que en aquellas palabras
de Jesus á Pedro: "Apacienta mis corderos, apacienta mí*
ovejas (*) : tú eres Pedro, y sobre esta.piedra edificaré mi
Iglesia (**): todo lo que ligares sobre , la tierra será li'gaM
go en el cielo , y lo que desatareis, será suelto ," le
confirió, á este amadoi discípulo: la plenitud de la jurisik"
cion, y toda la autoridad correspondiente para dirigir, or
denar , gobernar y mandar cuanto juzgase necesario y
conveniente para sostener, el divino culto sbbre4a'iíiei<rai
y conducir áf -los. fióm bies: por- eL camióo delá saíva*1<&íi
al puerto de la seguridad , único objeta de'los- áacrífiííios
del Dios hombre. Todos en fin confiesan , ,que babieridb
Jesus fij;ido los límites de este divinó plan enila eórísua
snacion de los; siglos;, y 'áiendp Pedirá mo«jali^TW4#ti&'¡|
sus sucesores de ias^ mismas ;femtlradc9urTailesisbn'ílíi*c\>éti
dades consignadas en las ¿arítás: Escifiáieásy- retonoddííi
de todos los Padres , confirmadas ds fe en i muchos (£ofl^
cilios , y confesadas por toda la Iglesia.
• Condr. Na niego se concedió á san Pedro la plenitud"

.• . •• ¡í"l (' .1. . "".|'.f 'l!


c •(I*) Joarw. cap. 21.¿v¿ Id. et 17. Pasee agnos mees. Pasee oves , meas.
(* *) Math. cap. 16. v. 18. Et ego dico tibj, quia tu es PetruSj;itit
super hanc petram adificabo Ecclesiam meam. •'. ' • .' " • ", (***)
(***) Math. id. v. 19. Quodcumque ligaveris super terrarii', 'jBHt'dt*
gstuoi eí dn coeiU, et qijodCttmque wlveris super terram, eríf
calis. .• vi-í ' ; i- ' ,!'i.i9qs>a ;v
de orden y jurisdiccion; pero creo, y es opinion corrien
te ,' que confirió Jesus á los demas Apóstoles las mismas
facultades, habiéndolos ordenado Obispos antes de su glo
riosa Ascension á los 'cielos; y en tal caso no hay duda
gpzan de iguales prerogativas sus sucesores.
Clérigo. Es verdad, señor, se dudó por algunos ante
riormente , y que ya es opinion comun que el Señor con
firió á todos los Apóstoles la potestad de orden y de ju
risdiccion; pues á todos dijo: "Id por el mundo á predicar
el Evangelio á toda criatura (.*)." A todos dijo: "Asi como
mi Padre meénvióámí, yo os envio á vosotros (**)." A
todos dijo: "Yo rogaré al Padre , y os envjará al Espíritu
Santo (***) ;" y ciertamente todos fueron iluminados y
enriquecidos con el don de lenguas , y la potestad de ha
cer milagros en la venida de este divino Espíritu (****).
Este es el contenido del sagrado testo ; y parece concur
ría una poderosa razon de economía en Jesus para ador
nar á estos dignos operarios con todas las facultades-ne
cesarias para cumplir el divino plan , esplicar las eter
nas verdades, establecer Iglesias en todas partes, cuidar
de la disciplina, y arreglar las obligaciones entre los Pas
tores y las ovejas ; pues destinados á diversas y largas dis
tancias , era difícil y aun casi imposible muchas veces la
comunicacion y el desempeño de los deberes, si no hubie
ran tenido propia y absoluta autoridad. Pero estas gran
des prerogativas solo fueron personales , que concluyeron
con la muerte de los Apóstoles , y aun durante su vida
toa ^ibordinacion á Pedro, su Príncipe y gefe, segun los
testos arriba citados, y segun aquellas memorables pala
bras que .le dirigió Jesus: "Pedro, yo he rogado por tí pa
ra que no falte tu fé , tú alguna vez confirma en ella á

IlhI- , 1 ;' " : ~ : : r-


(*) . .Marc £a4>..£n^3^-li.JEt dixit eis: Emites. ijLmundum.jiniversuoi,
praedicate Evangelium omni creaturae.
(**) Joahn. cap. 20. v. 21. Sicut misit me Pacer, et ego mitro
vos. 'm
(***) Joann. cap. 14. y, 16. Et ego rogabo Patrem , et alium Para-
clytum dabit vobis. .
i., (**?*) Acft Apost. cap. 2. v. 4. Et tepleti sunt orones Spiriiu San-
cto, et coeperunt loqui varita linguis. , ^>
65
tus hermanos (*)." Amorosas palabras que no dejan du
da alguna de la superioridad de Pedro sobre los demas
Apóstoles ; por cuíya razon el Papa Inocencio X condenó
en 29 de enero de 16+7 como herética la siguiente pro
posicion: san Pedro y san Pablo fueron dos Príncipes en
todo iguales , y sin subordinacion ni sujecion alguna de
san Pablo á san Pedro , ni en cuanto á la' potestad supre
ma, ni en cuanto al régimen de la Iglesia. (**) V: '{
: Pero limitándonos- á tratar de la plenitud de la potese
tad y jurisdiccion del Pontífice Romano como sucesor de
san Pedro, el sentir de todos los Santos Padres conviene
en un todo con el testo sagrado: citaré algunos, y omi
tiré muchos por no ser molesto para probar esta asercion:
San Juan Crisóstomo esplicando aquellas memorables pa-*
labras de Pedro á Jesus, tú sabes que te amo, dice: de
jando el Señor á los demas Apóstoles, se dirige á Pedro,
que era el órgano de los discípulos, el Príncipe y cabeza
del colegio ; la ingénua confesion de su amor le hace ol
vidarse del crimen de su negacion , le encomienda la pre
sidencia de sus hermanos , le encarga acredite en su go
bierno el cariño que le profesa , y la vida que le ofrece
le manda darla por sus ovejas (***). San Gerónimo escri
biendo al Papa san Dámaso, le dice : Yo siguiendo á Cris
to, con nadie tengo comunión sino con vuestra Beatitud*
esto es , con la Cátedra de san Pedro ; pues me consta}
que sobre aquella piedra está edificada la Iglesia : qué

(*) Luc. cap. 22. V. 32. Ego autem rogavi pro te , ut npn deficiat ÍT-
des tua : et tu aliquando conversus confirma fratres tuos. i í. .. .
(**) Bibliotec. Ferrari Proposiciones damnatae toro. 7. Sanctus Petras,
et Sanctus Paulus sunt dúo Ecclesiae Principes, qui unicum efficiunc... Vel
sunt dúo Ecclesiae Pastores , ac Presides, qui unum caput constituunt. Ita
explicatum ut ponat omnimodam aequalitatem inter Sanctum Petrum , et
Sanctum Paulum sine subordinatione , et subjectione Sancti PauJi ad San
ctum Petrum in potestate suprema, et regimine universalis Ecclesiae, haere-
ticam censuit, et declaravit. '
(***) Div. Crysost. homil. 87. Quid tándem aliis omissis de his dumta-
xat Petrum affatur? Os erat Apostolorum, et Prjnceps, et vértex ipsius coe-
tus tanquam negationis oblivisceretur fratrutn curam ei commissit; ñe
que negationis meminit , ñeque exprobat; tantúm dicit. Si amas me, fra-
trum curam suscipias; et fuam in omnibus diíectionem ostendisti, et qua
delector, nunc ostende , et animam quam pro me positurum dixisti , hanc
pro ovibus meis trade. ' ' • : * • u.
TOM. I. 9
66
cualquiera que comiere el Cordero fuera de esta casa, es
profano: que quien no se salva en esta arca de Noé pe
recerá en' el Diluvio No conozco á Vidal, despre
cio á Melecio, ignoro á Paulino, el que no recoge .con
tigo, disipai; es decir, el que no es de Cristo es del An-f
ticristo (*).
San. Bernardo en su libro de Consideracion al Papa
Eugenio, le dice: ¿Quién eres tú? El gran Sacerdote ¿ el
Sumo, Pontífice , el Príncipe de los Obispos, aquel á quien
se entregaron las llaves y se confiaron las ovejas: hay¿ es
verdad , otros porteros en él cielo y otros Pastores del re
baño; pero tú eres tanto mas glorioso, cuanto que here
daste un nombre mas eseelente: cada uno de ellos tiene
señalado su propio rebaño; á tí estan encargados todos,
un Pastor, una grey; así no solamente eres Pastor de las
ovejas , sino tambien de los Pastores : no me digas lo
pruebe, pues mi asercion se funda en las palabras del mis
mo Dios: porque 2 á quién, no solo de los Obispos, sino
aun dé las Apóstoles, han sido encargadas todas las ove
jas tan absoluta é indiferentemente como á tí? "Si me
amas, Pedro, apacienta mis ovejas." ¿Cuáles? ¿Las de
aquel pueblo, de esta ciudad, ó aquel reino ? Mis ovejas,
dice, no designa ninguna; luego las señala todas, porque
riada se esceptua donde nada se distingue...;.. Aquéllos han
sido llamados en parte del cuidado, tu en la plenitud de
la potestad. La autoridad de aquéllos tiene señalados cier
tos límites, la tuya se estiende á todas partes, y aun so
bre aquellos que recibieron poder sobre los demas. ¿Aca
so no puedes tú, habiendo motivo , cerrar el cielo al Obis
po, deponerle y entregarle á Satanás ? Tu privilegio está
apoyado asi en las llaves qué te se entregaron i como en
las ovejas que te se encomendaron (**). En el mismo sen-

"(*) Div.Hieronym.adDamas.de hipostasib. Ego nullum primum, nisi


Christum sequensbeatitudini tuae, idest Cathedrae Petricommunipne consor-
tior, supet illam petram Ecclesiam aedificatam scio. Quicuraque extra han©
domutn agnum comederit, profanus est; si quis in hac arca Noe non fueri.t,
peribit in diluvio.... Non novi Vitalem, Maeletium respuo, ignoro Paulinum.
Quicumque tecum non colligit, spargit: qui, Chrj^ti non est, Antichristi est.
(**) Div. Bernard. lib. 2. de Consider. Quis est? Sacados magnus, Sum
aros Pontifex: Tu Princeps Episcoporum.... Tu es cui, ídayes.tira,dtt», cui
C a i. :
67
tido se esplican todos los autores católicos , particular
mente santo* Tomás, el Cardenal Torquemada, Molina
y otros varios , los unos asegurando tiene el Sumo Pon
tífice la plenitud de la potestad como el rey en su reino^
y que los Obispos se toman para parte del cuidado, como
los jueces y gobernadores en cada una de las ciudades;
los otros que los Apóstoles recibieron la potestad de or
den y jurisdiccion de Cristo , y los Obispos del Sumo Pon
tífice; y todos que la jurisdiccion eclesiástica reside en el
Papa , y de él se deriva tanto en el fuero interno como
en el esterno á los demas Pregados ; asegurando alguno de
ellos que de esto no debe dudar ningun católico.
En fin, señor , esta ha sido la opinion de todos los
siglos desde el origen del cristianismo en todos los estre*
mos de la tierra. Así pensaron los Crisóstomos , los Ba
silios, los Naziancenos é Hilarios en el Oriente; los Ci
prianos, los Agustinos, los Gerónimos, Gregorios, Am
brosios, Leones é Isidoros en el Occidente; todos, como
Se puede ver en sus obras , reconocen la suprema potes
tad de jurisdiccion en los sucesores de san Pedro ; todos
la confiesan y publican como vinculada á la Silla Apostó
lica por divina disposicion. Así se halla confirmada esta
verdad como un dogma de nuestra santa Religion en
muchos Concilios generales, como el Calcedonense , el
Lateranense , el Lugdunense , el Florentino y Tridenti-
no; siendo todos los demas convocados , presididos y con
firmadas sus actas por los Sumos Pontífices , recibiendo

. I '
Oves creditae sunt. Sunt quidem , et alii coeli janitores , et gregum Pasco-
res, sed tu tanto gloriosius, quanjp et differentius utrumque prae caeteris
nomen haereditasti. Habent i 11i sibi asignatos greges , singuli singulos, tibi
universi crediti, uní unus. Nec modo ovium , sed et pastorum tu omnium
pastor. Unde \S probem quaeris? Ex verbo Domini. Cui enim non dico
Episcoporum, sed etiam Apostolorum, sic absolute, et i nd ¡serete tibi com-
misas sunt oves ? Si me amas, Petre, pasee oves meas. Quas? Oves meas in-
quit. Cui non planum designasse aíiquas, sed asignasse omnes? Nihil ex-
cipitur, ubi distinguitur nihil Alii in partem sollicitudinis , tu in pleni-
tudinem potestatis vocatus est. Aliorum potestas certis arctatur limitibus,
tua extenditur et in ipsos qui potestatem super alios acceperunt. Nonne si
causa extiterit , tu Episcopo coelum claudere , tu ipsum ab Episcopato de-
ponere, etiam et tradere Satanae potes? Stat ergo inconcassum privilegium
tibi tara in datis clavibus , quani in ovibus commendatis.
168
de este modo la apostolica sancion , en reconocimiento
de la plenitud de la potestad. En los mismos términos se
esplican los Papas Anaeleto, Vigilio, Agaton, Gelasio y
.otros. En los mismos nuestras sábias leyes españolas, re*
conociendo y confesando la superioridad y mayoría del
Apostólico ó Papa sobre los demas Obispos , como puede
verse en las Partidas. En fin, señor, si vamos á esplanar
las autoridades de todos , es necesario mucho tiempo , y
si se han de escribir , ocupar volúmenes enteros. ,
i,. Conde. Está muy bien piensen los referidos escritores
de este modo , y que esta sea generalmente la opinion de
los siglos ; y si mas se quiere , alabaré siempre el juicio
de aquellos que sobre el peso de tanta autoridad apoyan
•su pensamiento. Pero otros sábios siguen otro rumbo;
piensan reside la potestad de jurisdiccion en el comun de
los fieles, porque allí la depositó el divino Salvador en la
entrega de las llaves : así se juzga en el dia , y la opinion
no es de ayer, pues se halla apoyada en gravísimos fun
damentos. En la antigüedad los negocios eclesiásticos se
trataban y resolvian , no solo por el Pontífice y los Obis
pos, sino tambien por los Presbíteros y legos; en fin, es
ta opinion tiene á su favor dos antorchas de la Iglesia,
á un Tertuliano y á un san Agustín.
Clérigo. No Se me oculta , señor , piensan algunos au
tores católicos entregó Jesus las llaves á la Iglesia y á
los Prelados ; á la Iglesia como en depósito , y á los Pre
gados para su uso : pero sin entrar á examinar el valor
de esta opinion, sirva de gobierno, que los filósofos que
aparentan adherirse '"a"ella tienen diversa tendencia, lle
van el objeto de anular la autoridad de todos los Con
cilios , por no haber asistido» á ellos todos los fieles , y
de echar por tierra los decretos de todos los Pontífices,
por no haber exigido el consentimiento de todos los
cristianos para promulgarlos. Este es un disparate , in
digno de combatirse ; pues si la jurisdiccion eclesiástica
no puede ejercerse sin la reunion: y consentimiento de
toda la Iglesia, desde luego puede reputarse por nula y
aérea , porque jamas los cristianos de todo el mundo po
drán reunirse y convenirse: los, testos 'sagrados sobre la
g'erarquía de la Iglesia son de ningun valor > y la sociedad
69
cristiana quedó sin gobernante ; es decir, que el objeto
de esta descabellada opinion es despojar al Pontífice y á
los Obispos de la jurisdiccion conferida por Jesucristo,
.haciéndonos unos miserables pedantes de la disposicion
de los fieles: en una palabra-, lleva la tendencia de que
los subditos deben gobernar á los Príncipes , no los Prín
cipes á los subditos. ¡ Infeliz congregacion donde se adop
ten estos principios, pues sin dificultad será reducida ála
anarquía y al desorden!
Pero para no dejar nada por tocar y responder al tes
timonio de los Padres precitados, es preciso considerar no
debe juzgarse de la opinion de un autor por una espresion
aislada, 6Íno por el contenido de sus obras. Esta es la re
gla de la crítica , y con atencion á ella no es necesario
.hacer muchos esfuerzos para formar un juicio cabal del
modo de pensar de estos dos grandes escritores acerca de
la plenitud de la potestad y jurisdiccion del Sumo Pontí
fice sobre todos los demas pastores y fieles. Tertuliano es
cribiendo contra las heregías con su acostumbrado la
conismo, dice: todas las cosas se deben reducir á los prin
cipios ; de suerte que siendo tantas todas las Iglesias se
comprenden en una sola primera Apostólica de donde
salen todas las demas (*•). San AgustiTi esponiendo el tes-
jo alimenta mis ovejas, se esplica así: No le encomienda
otra cosa que alimentar á sus ovejas.... Sea el oficio del
amor cuidar de mi rebaño , como fue el juicio del temor
negar al Pastor.... Ninguna otra cosa quiso decirle, al pre
guntarle si le amaba, y al encargarle el gobierno de sus
ovejas, sino que cuidase de alimentarlas: Guárdalas co
mo mías , no como tuyas ; cuida de mi gloria , no de la
tuya; en esto se interesan mis lucros, no los tuyos (**).
Esta misma verdad confiesa en muchos lugares, y parti
cularmente en su carta' del Concilio Milevitano al Papa
Inocencio I, en donde 'despues de darle Cuenta del estado

(*) Tert. cap. 20. de Proscription. Omne genus ad originem suum cen-
seatur necesse est, itaque tantae totseque Ecclesiae una est illa ab Apostolis
prima , ex qua orones.
(**) Div. Agust. tract. 123. in Joann. Nec aliud toties commendat Pe-
tro , quam suas oves pasci Sit amoris officium pascere Dominicum gre
de la Iglesia de Africa, le suplica: que como cabeza de la
Iglesia se digne estender su paternal solicitud á favor de
los hijos de Jesucristo (*). Examínese y léase con aten
cion, y se verá por su sumision y obediencia cuál fue
la conducta y opinion de este Santo sobre la plenitud de
la potestad de jurisdiccion del Sucesor de san Pedro: se
verá....
Conde. Basta, conozco la equidad de la regla de la
crítica para juzgar de la opinion de un escritor, y detesto
el plan malicioso de los filósofos en fijar la jurisdiccion
eclesiástica en el comun de los fieles para anular la auto
ridad de los Concilios, y atar las manos á los pastores.
No creo sí pueda exigir mas; pero aun me quedan mis
recelos sobre la plenitud de la potestad del Sumo Pontí
fice , y mis dudas nacen de un hecho ruidoso y positivo.
Ninguno ignora la acalorada disputa en Africa sobre la
rebautizacion , y todos saben la firmeza y el calor de san
Cipriano en resistirse á las insinuaciones del Papa san Es
teban. Esto acredita que el Obispo de Cartago no mira
ba como cierta la plenitud de la jurisdiccion del Papa;
pues si así hubiera sido, un hombre dotado de ciencia,
virtud y celo, que sin disputa puede entrar en paralelo*con
los personages mas'ilustres de la Iglesia, no hubiera ma
nifestado una oposicion tan terca , y en sí misma crimi»
nal á la autoridad legítima , y gustoso hubiera sacrifica
do sus luces á su obediencia. •
Clérigo . No podemos negar , señor, esta ruidosa dis
puta, ni tampoco disimular se escedió san Cipriano contra
el Papa ; pero sí aseguraremos fue por un error de su en
tendimiento, y no por una mala disposicion de su volun
tad : juzgó la disputa de disciplina , no de creencia , y

gem , si fuit timoris judicium , negare pastofem Nata quid est aliud,
si diligis me, pasee oves meas: quam si diceretur , si me diligis, non te
pascere cogita , sed ovas m%¿s; sicut meas pasee, non sicut tuas ; gloriam
meam in eis qusere, non tuam ; dominium meum, non tuumí lucra mea,
non tua.
(*) Div. Agust. Epist. 98. in Concil. Milevit. Innocent. I. Quia te Do-
minus gratis suas precipuas muñere in Sede Apostolica colocavit magnis
periculis infirmorum raembrorum Christi pastoralem diligentiam quaesumus
adhibgre dignexis.
71
pensando defendía los decretos de la Iglesia, faltó á la
obediencia resistiéndose á la suprema autoridad. El mis
mo san Agustin vituperando su esceso, disculpa su celo
ante la Divina Misericordia, asegurando reparó su falta
con el martirio. Estas son sus memorables palabras. Si san
Cipriano se escedió en la disputa de la rebautizacion con
el Papa san Esteban, se debe considerar como una man
cha que empañó el candor de su alma; pero que se ocul
tó bajo los pechos de la caridad, ó que se lavó con la
sangre del martirio (*).
Este juicio formó el Aguila de los ingenios sobre el
proceder de san Cipriano, de aquella firme columna de la
Iglesia, de aquella brillante antorcha de su siglo, de aquel
hombre grande de la antigüedad que consagró en su vida
con su pluma, y rubricó en su muerte con su sangre las
eternas verdades. Ni la fueiza de las razones, ni la per
suasiva elocuencia de los discursos detuvieron al Santo
para condenar al Santo; debió deponer su opinion á la
voz del Pastor comun de los fieles, encargado de alimen
tar á los corderos y á las ovejas ; debió rendirse y sacri
ficar sus luces al dictámen del encargado por Dios de con
firmar á sus hermanos en la fé. El tiempo en lo sucesivo
acreditó el deber de la obediencia; se examinó la disputa
en los Concisos; se aplaudieron las razones del Papa, y
se condenó la rebautizacion. Así concluyó el error ; pero
aunque el Espíritu Santo apagó las disensiones entre los
pastores bien intencionados, á quienes un celo indiscreto
hizo traspasar los límites de la modeFacion ; el funesto
egemplo de la insubordinacion aun sirve de pretesto y
apoyo á algunos hijos espúreos de la Iglesia para provo
car á los Obispos á la inobediencia al Papa, con el fin de

' ' * t ' '.I'1 ( 1 ' ' ' j 1' r , t¡


, (*) Div. August. ad Vincent. Epist. 48. Porro autem Cyprianus aut non
sensit omnino , quod eum sensisse recicatis , aut haec postea correxit in re
gula veritatis , aut hunc quasi naevum animi sui candidissimi cooperuit ube-
re charitatis, dum unitatem Ecclesiae toto orbe crescentis, et copiosis-
sime deffendir, et perseverantissime retinuit vinculum pacis. Scriptum est
enim Chantas operuit multkudinem peccatomm. Accedit hunc etiam, quod
tanquam sarmentum fructuosissimum , si quod in eo fuerat emeridandum,
purgavit falce passionis, , i. , tl ', '¿ :'1¡ • 1

72
trastornar el orden para sostener sus imaginarios derechos.
Para convencer de su mala fé á cuantos así piensan^
no hay sino leer las obras de san Cipriano, y se verá que
lejos de ser un hijo rebelde, fue uno de los confesores mas
ilustres de la Iglesia; la exaltacion y el celo pudieron eclip
sar algun tanto sus luces en el asunto de la rehautizacion,
pero su conducta y su doctrina son los mas seguros ga
rantes de su obediencia y opinion acerca de la Silla Apos*
tólica. No hay sino leer su carta al Papa Cornelio sobre
algunos impíos que se hacían á la vela para Roma , con
el fin de eludir las sentencias pronunciadas por los Obispos
contra sus errores, y allí se verá un evidentee testimo
nio de haber sido toda su vida un Pastor avanzado en el
campo de Israel, ocupado continuamente en defender los
intereses de Dios contra las intentonas de sus enemigos;
en instruir á los Sumos Pontífices de las astucias de los
hereges , y de las justas censuras contra sus falsas doctri
nas; y en fin, en prevenirlos de todo para evitar ser sor
prendidos en sus operaciones.
Efectivamente miró siempre á la Cátedra de san Pe
dro como á la Iglesia principal y fuente de la unidad sa
cerdotal , Estampando estos pensamientos en sus escritos
para inspirar en todo tiempo á los mortales estos religion
sos sentimientos. Su doctrina no admite duda , pues ha
blando sobre aquellas evangélicas palabras de Jesus: "Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia :" y
aquellas "Alimenta mis ovejas" se esplica en estos térmi
nos: Que ninguno puede gloriarse de pertenecer á la Igle
sia, resistiéndose y desobedeciendo á la Cátedra de Pe
dro, sobre la cual está fundada la Iglesia: que de su union
proviene el influjo feliz de la santidad de las Iglesias par.
ticulares , recibido de la Romana , el cual lo compara á
los rayos del sol ; que si uno se intercepta > queda en ti
nieblas el terreno que iluminaba ; ó con las ramas de un
árbol que cortada una, se seca; ó con los riachuelos de
una fuente que estraviados, esterilizan lo que juntos fe
cundaban: que cualquiera que s^ aparta de su comunion,
se junta á una adúltera; que jamás alcanzará los premios
de Cristo el que desampara la Iglesia de Cristo, pues se
debe reputar por ageno , profano y enemigo ; y que ja-
73
más podrá tener á Dios por Padre , el que no tenga á la
Iglesia por Madre (*).
Conde. No sé cómo es esto ; no puedo .negarme á la
fuerza de la autoridad y de la razon, pues tant« la con
ducta como la doctrina de san Cipriano veo desmienten
la suposicion de su modo de pensar sobre la plenitud de
la potestad del Sumo Pontífice , aunque por un error pu
do resistirse á su ifrlperio en el asunto de la rebautiza-
cion ; pero pensar ignoran los sábios de estos tiempos es
tos sucesos y esta doctrina, no es creible, y menos su
poniendo su instruccion propasarse á propagar estos prin
cipios, estando espuestos á ser desmentidos : seguramente
yo no comprendo sus ideas, ó no esplano bien sus pensa
mientos , y me alegrarla oir á V. hablar con algunos de
ellos, y entonces veríamos si con tanta facilidad se des
embarazaba de sus argumentos.
Clérigo. He tenido, señor, el honor de conocer y tra
tar algunos de estos sugetos, y en ciertas ocasiones les he
oido propalar esos mismos principios, les he dado las
mismas razones , y ó no me han contestado , ó han va
riado de conversacion al instante ;• estos han sido siem
pre sus procederes , y no dudo qtie aunque hayan huido
fie hacer frente á la verdad, por ser irresistible, entre
sus amigos habrán procurado debilitar su fuerza ridicu
lizando mi persona; tratándome de fanático, mentecato,
y con otros djpterios que si nada en realidad prueban, son
suficientes para introducir la desconfianza, y mantener sus
prosélitos á su devocion, armas reprobadas por la ra
zón, y diestramente manejadas por los discípulos de Ma-
quiavelo.
1 •
(*) Div. Oyprian. de unitate Eccles. Qui» Ecclesiae renititur, et resi-
stit, qui Cathedram Petri , super quam fundata est Ecclesia, deserit, in
Ecclesia se esse . confidit ? Ecclesia una est Avelle radium solis k
corpore , divisionem lucís unitas non capit. Ab arbore frange ramum, fru-
ctus germinare non poterit. A fonte praecide rivum, praecisus arescic. Sic et
Ecclesia Dei luce perfusa per orbem totum radios suos prorrigit.... Quis
quís ab Ecclesia segregatus adulteras jungitur Nec preveniet ad praemia.
Christi, qui relinquit Ecclesiam Christi. Alienus est, profanus est^hostis
est. Habere jam non potese Deura Patrem , qui Ecclesiam non habsc
Mntrem.
TOM I. iO
74
Asimismo confieso he leido algunas de sus obras, y
por su conversacion observo las ha meditado V. con re
flexion , ha penetrado su fondo, y esplica con energía sus
pensamientos; en términos, que ellos mismos empeñados
no lo harian mejor ; por cuya razon , y por estar conven
cido de sus rectas intenciones , y. desear su desengaño, me
alegraré no omita objecion alguna , pues así se lo su
plico, ofreciéndole por mi parte no* darme por ofendido,
y satisfacer sus dudas en cuanto alcancen mis cortas lu
ces ; no ya 'como un entretenimiento, sino como una
precisa obligacion de mi ministerio en convencer á un
sugeto , que por su alta gerarquía puede hallarse compro
metido á instruir á sus domésticos, ó en conversaciones
particulares á combatir perniciosas máximas. En fin, se
ñor , me alegrarla adquiriese V. conocimientos tan exac
tos de la disciplina de la Iglesia, como los ha tomado de
la ciencia liberal, para qqe emplease su rectitud en pro
teger la Religion como el primer deber del hombre pa
ra con Dios , y como un ciudadano ilustre , que por su
alto puesto pugde su opinion influir mucho en las públi
cas costumbres. •
Conde. Doy á V. las mas espresivas gracias por sus
generosos sentimientos , aunque conozco vive muy equi
vocado en orden á la alta idea que ha formado de mi
persona ; pero dejando á un lado esta conversacion, va
mos adelante con nuestras objeciones. Convengamos en
que los Sumos Pontífices se hallan adornados de toda la
jurisdiccion necesaria para desempeñar las funciones reli.r
giosas , pues así consta espresamente en las sagradas le
tras , opinion constante de la Iglesia , y dictamen de los
santos Padres ; pero habiendo declarado Jesus no se di
rigía su venida á destruir los derechos del imperio, es claro
que la autoridad de los Papas solo es espiritual y mental,
es decir, para instruir y sacramentar; así se esplican los
filósofos, y su contesto parece conviene con el sagrado
testo, cuando dijo espresamente Jesus á sus Apóstoles: wId, .
predicad y bautizad;" pero en ninguna parte consta les con
cediese facultad para hacer reglamentos de disciplina es-
tenor , por ser propio de las autoridades civiles; de con
siguiente , si alguna ejerce la Iglesia , es por beneficio de '
• ».
75
los Monarcas de la tierra ; y disfrutándola por cesion de
su voluntad, y no por derecho divino, pueden lo» Reyes,
cuando quieran y les convenga , revocarlas como un atri
buto de su soberanía.
Clérigo. Este, señor, en realidad es el lenguage de los
filósofos- de nuestros dias, este es uno de sus mas fuertes
argumentos en esta materia ; y si D^s no exigiese del
hombre sino los gemidos de un coraron contrito y hu
millado ; si no le pidiese mas para salvarlo que la creen
cia y los actos internos , era preciso confesar tenia esta
objecion mucha fuerza f pero esta brillante oposicion se
desvanece por sí mismdQ y pierde su prestigio luego que
se considera , que el hombre por su constitucion natural
consta .de alma y cuerpo ; que Dios exige de los morta
les el tributo de su entendimiento , y • tambien el de su
corazon (*); es decir, el culto interior y esterior : que en
prueba de esta verdad el mismo Jesus asegura en su Evan
gelio, que> negará ser su hijo delante de su Padre en el cie
lo, al que le niegue por Padre delante .de lo* hombres en
la tierra (**) ; que con este objeto estableció ¿su Iglesia
visible en este mundo , encargó su régimen á los Pasto
res, y los autorizó con espresas facultades para arrojar
fuera de su gremio á cuantos no oyesen su voz (***); que
para conseguir el fin dió preceptos positivos , claros y
terminantes, que obligan á todos los cristianos á apre
ciarlos en lo interior, y á guardarlos en lo esterior; et>
una palabra , está declarado por el Espíritu Santo , que
la fé sin obrases una fé muerta (****) y de ningun pro
vecho; de lo que claramente se infiere, que los preceptos
de la Religion ligan no solamente á las almas, sino tam
bien á los cuerpos. •
Y á la verdad, ¿qué hubiera adelantado Jesus con

(*) Math. cap. 22. v. 27. Diliges Dominum Deum tuum ex toto cor-
de tuo:, efin tota anima tua, et in tota mente tua. ' ' m
(**) Math.. cap. 10. v. 33. Qui autem negaverit flle'coram hominibus,
negabo et ego eum coraro Patre meo, qui in coelis esr.
(***.) Math. cap. 18. v. 17. Si autem Ecclesiajp non audierir, sit tibí
sicat ethnicus, et publicanas.
. Jacob , cap. 2. v. 20. Fides sine operibus mortua es*.
w *
76
crear su Iglesia visible en la tierra , sin órden para go-'
bernarlJN ¿Qué al caso venia organizaría con sabios pre
ceptos, ni establecer la gerarquía sin poder para la eje
cucion? ¿Para qué crear ministros, ni encargarles su
gobierno, sin adornarlos de las facultades necesarias pa
ra obligar á los Heles al cumplimiento de sus obligacio
nes, y para castigar á los delincuentes? Con sola la po
testad de instruir y^acramentar, ¿ cómo era posible man
tener el órden esterior en una congregacion compuesta de
tantos millones de hombres? ¿Cómo se habla de hacer pa-.
ra conservar la pureza de la fé f la observancia de los
preceptos , la uniformidad del cÁto , y las prácticas reli
giosas? Qué, ¿á un Dios sabio por esencia podia ocultar
se la infidelidad de sus adoradores, y la necesidad desus
ministros en algunas ocasiones para usar del rigor y del
castigo? Qué % ¿es creible en un Dios justo, que encargan
do á sus ministros este cuerpo, los dotase de talento pa
ra conocer los desórdenes, y les negase el podeepara cor
regirlos? ¡O señor,! Esto sería suponer un Dios sin previ-
sien ¿ ó qfie no aprecia los cultos de l«s' hombres en el
hechó mismo de Haber establecido una Religion, que se
gun la idea de tos filósofos , no tiene autoridad, pi poder
alguno sus ministros para obligar á su cumplimiento, y
que les puede servir mas para divertirse que para santi-
ficarse¿ *" ' '• '.'• '• i • .'; .-nVf i .j
•* í;a autoridad, dicen, viene de los Reyes; pero yo le*
quisiera preguntar, ¿un Dios autor de la soberanía y de
la sociedad, necesita acaso mendigar de sus criaturas fa
cultades para revestir á.sus ministros del poder necesario
en el régimen de su Iglesia? -¿En dónde, ó cuándo Jesus
pidió el consentimiento á las autoridades civiles para es-•
tablecer su Religion? ¿No hemos manifestado ya que pa
ra legitimar su mision , aseguró traia facultades de su Pa
dre , y que con las' mismas enviaba á sus discípulos á pre^
diear por el mundo su Evangelio á toda criatura? ¿No
les dijo con anticipacion, que por esta causa se verían peró
seguidos, maltratados y emplazados en los regios tribuna
les , pero que no temiesen , que allí mismo les asistiría su
espíritu ? Pues si ft un hecho positivo y constante que los
Emperadores en su origen persiguieron á la Refig^en ca-
77
tólica , y que por esta causa inundaron al mundo de
sangre , ¿á que nos vienen diciendo que la jurisdiccion es
terna de los Pastores para gobernar la Iglesia fue conce
dida por los Reyes? La historia de todos los tiempos y
de todos los países manifiesta cuál fue la conducta de los
Príncipes en el origen del cristianismo ; que todos, mas ó
menos, léjos de proteger á esta Religion santa, y de dis
pensar favores á sus ministro?, suspiraban por beberles la
* sangre ; que por muchos siglos fueron los jrionarcas jstis
mayores enemigos, hasta que el poder.de Dios triunfó
del poder de los hombres , y la cruz esmaltó las coronas
de los Reyes.
No puede negarse que la conversion de los Monarcas
á la fé de Jesucristo <dió al culto público de la Religion ca-•
tólica un grande esplendor ;,s£i conquista sirvió para la
Iglesia de mucha gloria, y ios altos privilegios y preroga-•
tivas que la concedieron los Príncipes, la llenaron en la
sociedad de honor y veneracion. Autorizando á los tri-»
bunales eclesiásticos para entender en las causas, libraron
á los ministros del Santuario; de comparecer ante los' jue
ces legos ordinarios; y dando á sus subditos facultactpara
recurrir en sus pleitos á los Obispos,' y que sus decisiones
ó arreglos pasasen por sentencias decisivas sin reclama
cion , dieron un evidente testimonio .de la sabiduría y
virtudes de los primeros Pastores. Pero todas estas con
cesiones no pasaban del hóraór y respeto debidos á la Re
ligion , y de dar á sus subditos üri egcmplo de la estima
cion y aprecio con que ellos la miraban, y tocios debian
mirarla interiormente; por lo demas, y prescindiendo de
la mayor solemnidad y. publicidad de sus,, cultos religio
sos, beneficios tambienjdebidos al conocimiento y rcligu*-
sidadde los Príncipes, la Iglesia ninguna. facultad recibió
dela soberanía civii; la misma autoridad gozaban los Pas
tores en el régimen del cuerpo místico cuando los Reyes
eran gentiles , que cuando se hicieron cristianos. En el
tiempo de las. persecuciones y contra las órdenes dela
tiranía , la Iglesia se gobernaba interior y esteriormentej
las leyes se establecían y comunicaban por los medios au
torizados en las críticás circunstancias para su cumpli
miento-; los. fieles obedecían ? los Obispos como á pa
78
drcs de la Religion, y á los Reyes como á señores det
Imperio.
En prueba de esta verdad, y de que el régimen de la
Iglesia fue anterior á la conversion de los Príncipes, si se
examina la historia de los tres primeros siglos, cuando la
Religion cristiana no gozaba de representacion alguna en
el Imperio, ni podia alegar á su favor el beneficio de las
leyes, hallaremos muchos reglamentos de disciplina este
rtor para goberno de la dilatada grey; se hallan las cua
lidades necesarias de los que intenten aspirar al ministe
rio santo, y se designan las funciones anejas y correspon
dientes á cada uno de los órdenes para su desempeño ; se
hallan sobre la recoleccion de las limosnas, el modo de
distribuirlas , y aun reclamaciones hechas por no verifi
carlo segun los medios establecidos; se hallan sobre la par
ticipacion de los santos Sacramentos, asistencia á los di
vinos óficios, observancia de las fiestas y abstinencia en
Jos ayunos; se hallan las penas rigorosas impuestas con
tra los libelistas, ó. á los que entregaban los libros sagra
dos á los perseguidores; se hallan sobre las penitencias
públicas; contra los transgresores de las leyes santas, y
modo de reconciliar los penitentes; se hallan.... pero, se
ñor, es escusado cansarnos en el supuesto de que las Epís
tolas de san Pablo, las Actas de los Apóstoles, la Histo-
toria eclesiástica y otros muchos documentos de la an
tigüedad confirman esta; verdad, sin que los filósofos mas
rancios se hayan atrevido á contradecirla, ni hayan po
dido probar jamás que la Iglesia para decretar estos re
glamentos de disciplina esterior é interior, necesitó de la
autoridad, consentimiento ó aprobacion de los Príncipes
del siglo, pues todo lo ordenó y Sancionó con la potestad
recibida del cielo.
Conde. Es positivo que las cartas de san Pablo á Ti
to y Timoteo estan llenas de las virtudes que deben ador
nar á los elegidos para Obispos; que en otras muchas del
mismo y en las Actas de los Apóstoles se hacé mérito de
las limosnas recolectadas; que en san Justino mártir, san
Gerónimo, san Agustín y otros muchos me acuerdo ha*.
ber leido sobre la asistencia de los fieles á. los divinos ofi
cios, sobrela frecuencia de la Comunion y diversas eos
tambres de las Iglesias de Roma y España. Casi todos
los Santos Padres de la antigüedad hacen espresion de las
penas establecidas por los pecados, nociones que aunque
conservaba en la memoria , jamás me ocurrió podrian
formar una prueba incontrastable sobre la potestad de la
Iglesia en establecer leyes; pero ahúra conozco, no hay
duda , que no gozando en aquellos calamitosos tiempos
del favor de lus Emperadores, no disfrutaba desus pri
vilegios; y así todo cuanto disponía y mandaba, era en
virtud de las facultades recibidas del cielo. Esto es claro;
pero nunca se apea mi duda que trae su origen de las
espresiones del mismo disto ; es decir , de la inteligen
cia de estos dos sagrados testos: "Alimenta mis ovejas: mí
reino no es de este mundo." En el primero encargando á
Pedro alimentar á sus ovejas, parece le encomienda todo
el gobierno de su Iglesia para disponer, mandar, dirigir
y ordenar. En el segundo, asegurando que su reino no es
de este mundo, parece respeta en los Monarcas del siglo
la suprema autoridad ; y de consiguiente que sin su con
sentimiento nada esterno pueden disponer ni decretar los
Pastores de la Iglesia , por ser un atributo propio de los
Soberanos el hacer leyes y .reglamentos. .¿
Clérigo., Esta, señor , es la aldaba de todos los here-
ges, ó por mejor decir, este es el único arbitrio que ha
descubierto su brillante ingenio para colorear su rebelion
contra los Pontífices^ y buscar un asilo en. la proteccion
de los Reyes; con todo eso es preciso confesar no ha de
jado de producir sus efectos, pues desvanecidos algunos
Monarcas con tan altas prerogativa» en donde ha cundi
do este error, disponen á su libertad de la disciplina, y
miran con indiferencia el dogma, consiguiendo deteste
modo los heresiarcas sacudir el yugo de la fé á las som
bras de sus altos protectores, que sostienen sus locos des
varios por dominar en la Iglesia; así han logrado despre
ciar y salir del paternal y suave imperio de los Pontífi
ces , y han venido á caer en la dura y (^prichosa escla
vitud de los Reyes qué protegen la libertad de sus cultos,
varían de secta, ó los espelen de sus'estados cuando les
acomoda. Resultado inevitable de su temeraria empresa,
pues en los Congresos eclesiásticos hay permanencia en la
80
doctrina, porque una voz divina dirige sus decretos, y
en los gabinetes de los Príncipes se esperimenta la velei
dad, porque la política humana dicta las leyes con arre
glo á sus intereses.
Pero viniendo á los sagrados testos, objeto de su duda,
es preciso fijar la atencion en la crítica, y hacernos car
go es una de sus reglas que cuando un legislador promul
ga dos órdenes al pareceE contradictorias, dejándolas en
su fuerza y vigor, se debe conciliar su contenido, y creer
firmemente habló en aquel sentido, pues á. no ser un loco,
no se puede pensar quiso á un mismo tiempo mandar y
prohibir ; destruir y edificar. Asimismo es . tambien regla
de la crítica que la conciliacion debe hacerse mirando á
la intencion del legislador al dictar las referidas leyes,
pues de otro modo mas sería trabajar en destruir sus pen
samientos, que seguir los límites de la interpretacion. Con
arreglo á estos principios intentar conciliar los sagrados
testos: "Alimenta mis ovejas: Mi reino no es de este mun
do:" limitando las facultades de los ministros á lo espiri
tual y mental, y atribuyendo á los Monarcas una auto
ridad absoluta sobre todo lo demas eclesiástico ó político,
sería proceder claramente contra las intenciones del Di
vino Redentor , y tirar á destruir enteramente su plan.
Examínense las santas Escrituras, y se verá se dirigieron
los designios del Dios hombre á establecer en la tierra una
Iglesia visible é independiente de fes potestades civiles,
con cuyo consentimiento no contó ni para plantarla , ni
para regirla, ni para propagarla. Su santidad, sus milagros
y su heróica moral» fueron los anuncios trias seguros de
cumplimiento de su mision prometida y esperada por mas
de «uatro mil años; sus sagrados preceptos únicamente
merecieron la sancion del cielo por mil prodigios obra
dos ; su propagacion rápida por todo el Universo contra
las ordenes del imperio, y su existencia á pesar de las con
tinuas y crueles persecuciones que en el espacio de diez*
y nueve siglos (£n muerto mas de diez y siete millones
de mártires, segun el cálculo formado por los autores ecle
siásticos, sin que el furor de sus enemigos, entre quienes
se han contado los señores del mundo, hayan podido im
pedir sus progresos, lo cual acredita evidentemente la sos
tiene el Altísimp con su brazo Omnipotente , sin necesi
tar de los esfuerzos de los Reyes, ni de la prudencia de
sus consejos para establecerse propagarse y conservarse.
Efectivamente esta divina Religion en nada perjudica
á sus intereses, ni en nada está sujeta á su imperio: si tie
ne muchos actos estemos, es porque su divino Autor tu
vo la bondad de acomodarse al genio del hombre en el
establecimiento de su Religion; esto es , porque se propff-
so conducirle por la práctica de las cosas visibles aleono-
cimiento de las invisibles , haciéndose cargo consta de '
alma y cuerpo , y que sus sentidos son los órganos* por
donde recibe sus internas impresiones. Así pues negar á
Jos Pastores de la Iglesia la facultad de arreglar cuanto per
tenece al culto estertor, es privarles de una potestad im-;
prescindible y necesaria con que los adornó el cielo, para
consumar el plan de la «santificacion de los hombres con
arreglo á las intenciones de, Jesucristo ; en una palabra,
es atarles las mános*para cumplir los encargos.de Dios.;. .
Entendamos pues, cuando se habla dé la jurisdiccion
espiritual no puede ni debe entenderse por el acto ester-
no que se egerce , sino por el fin á que se dirige ; esta es
la verdadera regla, y no hay otra para juzgar con acier
to. Porque hablando en propiedad, toda accion visible es¡
esterna; pero se juzga espiritual, si se ordena á conseguir
bienes eternos; pues segun la constitucion natural del hom
bre se rozan precisamente en la carrera de esta vida mor
tal las cosas de la tierra con las del cielo. Este es el or
den y los principios en que Dios estableció su Religion,
compuso sus Sacramentos de elementos sensibles y de efec
tos invisibles, es decir: en el bautismo se lava el cuerpo
con agua, y se limpia el alma con la gracia; y así en to
dos los demas, sin que ninguno se atreva á negar soit
cosas espirituales; del mismo modo«. , ¡ ?.J ^? i \AÍ
Conde. No se hable de esas cosas , porqué en orden
á Sacramentos todos saben, y á no ser tos desatinados 'he-
reges ninguno niega que encargó Jesus á los Apóstoles ad
ministrarlos , sin que el sagrado texto deje duda alguna
sobre este asunto. Se trata de jurisdiccion acerca de la
disciplina ésterna para estábfecér leyes y ordenar regla
mentos; y se duda si pertenece á la autoridad eclesiásti-
TOM. I. 11
ca ó á la civil ; pues es claro que si á Pedro le encomen
dó Jesus el gobierno de su Iglesia, sabemos tambien que
los Reyes reinan por Dios, y estan encargados de regir
los pueblos.
Clérigo, Ya iba á hablar, señor, sobre este mismo
asunto, y con este objeto he espuesto las reglas de la crí-
tica para la inteligencia de las leyes al parecer contra
dictorias; asimismo he manifestado la complicacion en es
te mundo de los bienes de la tierra con los del cielo, con
ánimo de hacer ver que segun el plan establecido por Dios,
es imposible puedan los Pastores de la Iglesia poner en
uso sus facultades internas, sin valersé de los medios es
temos. En prueba de esta Verdad, y dejando á un lado
lo correspondiente á los Sacramentos , Jesus para cuidar
de la santidad del templo, tomó el látigo para arrojar á
los vendedores y compradores ncwjbstante estar autoriza
dos , ó cuando menos permitidos por la autoridad civil,
para#facititar lo necesario para los sacrificios (*). San Pa
blo para Cumptil? cón la- órden evangélica de castigar á '
los pecadores pertinaces que no oyesen la voz de la Igle
sia, prohibió a los fieles de Cori;ito la comunicacion po
lítica con el incestuoso {** ). En fin , señor , son innu
merables los hechos consignados en la Historia divina y
eclesiástica que claramente manifiestan á los ministros de
la Religion revestidos de toda la jurisdiccion esterna es
piritual para dirigir los asuntos religiosos , egercida mu
chas veces en los mismos Monarcas y contra lo dispues
to por sus leyes. .
Así se han entendido siempre los testos sagradosr los
Reyes á quienes se concede el Imperio, ninguna potestad"
tienen en la Religion;, y a los Pastores á quienes se encar
ga disponer lo conveniente en la Religion, ninguna auto
ridad se les concede en la sociedad. Tal ha sido su con-

(*) Luc. cap. 19. v. 45. y 45. Et íngresus íií temptem, ceepit ejicere
vencientes ín üta^ et ementes ; dicensillis: scriptum est : Quia domus mea,
domus pratioflis est. ,'-*,:;;; ¡ -.. .,• , . •• .
'<**). Div. Paul, ad Corínt.ií. cap..£. . V. 5, Tradere fiujusmodi Sata-
use in interitum carriis,' ut Spiritüs' salvias' sit in die Domihi nostri Jesia
Christi. -•• '.' ' .i' " ^- '!- - - -• ¿'
Ü . .; i
ducta desde el prirrápio del cristianismo, arreglando^sus
operaciones á las le^s. Las santas Escrituras testifican
que Jesus se sujetó á pagar las contribuciones al Ce
sar ( * ). Los Apóstol» se sometieron en lo civil á los go
biernos de diversos paises en donde habitaron , y san Pa
blo reclamó á su favor la ley imperial como ciudadano ro
mano (**). En los tres primeros siglos los cristianos acre
ditaron su obediencia á las leyes en todas las ocasiones,
en que las órdenes de los Emperadores no comprometían
á la Religion, pues en tal caso con el mismo valor con
que exponían ¿us vidas, y derramaban su sangre en de
fensa de sus personas, respondían : estaban comprometidos
con el cielo,. y que primero debian servir á Dios que á
los hombres ; en fin, despues de dada la ^>az á la Iglesia,
el tiempo ha manifestado cual ha sido la sumision delos
cristianos á los Reyes, *la veneracion y respeto con que
han mirado á sus personas conforme á los encargos de las
santas Escrituras, presentándose voluntarios tanto á los
sacrificios personales, como pecuniarios, y llevando la voz
y la palma entre todos los subditos de los estados. Estos
han sido sus procederes en todos los ángulos de la tierra
aun bajo el imperio de los mayores tiranos, que,sedientos
de su sangre, los buscaban para perderlos; pero sabiendo
al mismo tiempo que no concedió Dios á los Reyes po
testad alguna sobre su Iglesia , ni hallando en la historia
de los Apóstoles , ni de los cristianos de los primeros si
glos decretos de las autoridades civiles, ni sobre la fé, ni
sdbre la disciplina: si en alguna ocasion les han intima
do leyes sobre estos asuntos , siempre se han negado á
obedecer; nunca les faltó ánimo , ni disposicion pa-ra res
ponder Con respeto y energía, respetase el imperio los de
rechos de la Iglesia , como la Iglesia respetaba los del
imperio. 0
Me parece, señor, he dicho lo suficiente para demos-

(*) Math. cap. 17 v. 26. Ut non autem scandalicemus eos; vade ad


mare , et mirte hamum, et eum piscem, qui primus ascenderit , tolle, et
■perto ore ejus, invenies stajererrt, ¡Hura sumens, da eis pro me, et te.
(.**) Act. Apost. cap. 25. r. 12. Caesarem appellasti ? Ad Csesa-
tem ibis. ' • 1
*
84
tr^T la Religion y la república tienen diferentes g&.
fes con facultades demarcadas porwl mismo Dios, y que
el orden proviene de mantenerse cada uno dentro de sus
límites. El conocimiento de estas verdades produce la paz
y la armonía asi en la Iglesia como en el Estado, y cuan
tas veces la ambicion de algunas de las autoridades ha
salido á decretar fuera de sus términos, ha tenido la hu
manidad infelices resultados. No parece sino que Dios al
i esmaltar las tiaras y las coronas con el sello de la divi
nidad, para infundir en los corazones de sus súbditos el
amor, la veneracion y el respeto amenaza negarles sus lu
ces para castigar su osadía, si los Pastores se entrometen
á arreglarlas cosas del mundo, ó los Príncipes los nego
cios eclesiásticas. Jamas los Soberanos con sus leyes han
conseguido apaciguar las disensiones de los fieles, ni re
formar los. abusos del santuario.» Tristes egemplos de. es
ta verdad serán siempre los religiosos Príncipes Constan
tino y Justiniano que de un mocb el mas glorioso emplea
ron su poder en proteger á la Iglesia, y apenas un celo
indiscraío los condujo á meter la mano en asuntos pro
pios de la Religion, y á tomar parte en las disputas de
la fé, citando con su proteccion y edictos alborotaron la
grey de Jesucristo que intentaban favorecer. ¡Ojalá se tu
vieran siempre presentes estos y otros infelices egemplos
que nos. refiere la historia! ¡Ojalá nunca se olvidasen los
notables perjuicios originados ájas almas, y aun la sangre
derramada por las crueles disensiones entre el Sacerdocio
y el imperio para evitar estas trágicas escenas, y que ta-
da autoridad por el bien de sus súbditos midiese su mando
con la vara de sus facultades! ~\ • . ;.
' Conde. No me son desconocidas las historias de estos
dos grandes Emperadores , ni los alborotos causados por
sus edictos, con el laudable objeto de tranquilizar á Iqs
.fieles en las disputas de la doctrina 5 y aunque me hago
cargo es tarde, y no faltará ocasion para hablar de es-
' tas materias; nunca creí fuese Trn atentado contra la Re
ligion emplear los Príncipes su poder, y meter la mano
en los negocios eclesiásticos, cuando en esto no hacen mas
-qüe favorecer el' culto de Diqs con la potestad que re
ciben de Dios.
. .;, r; '
8?
Clérigo. Una cosa es proteger, y otra disponer. Los
Reyes y los Pastores reciben la potestad de Dios, aqué
llos para gobernar á la república y éstos para gobernar
la Iglesia ; de consiguiente los Pastores deben obedecer á
los Reyes en los negocios temporales, y los Reyes á los
Pastores en los asuntos espirituales, pues á esto y no a
mas, como ya tengo insinuado, se estiende su autoridad;
en el supuesto de que en este mismo sentido hablan todos
los Santos Padres, cuyas memorables palabras no permite
el tiempo relacionar, y así únicamente me limitaré á re
ferir las de santo Tomás por ser claras y terminantes so
bre este asunto. Los Reyes, dice, ninguna potestad tie
nen en las cosas espirituales, pues no reciben las llaves del
reino del cielo ; en las temporales todo lo pueden , cuya
autoridad les viene de Dios, como afirma el Apóstol. En
la Uncion santa ningun orden sagrado se les confiere, y
únicamente esta ceremonia nos da á entender la escelen-
cia de la potestad conferida por Cristo, para que rei
nen en el pueblo cristiano haj© el jmperio de Cristo (*).
No puede el Santo producirse con mayor claridad;
confiesa reciben toda la potestad de Dios sobre las cosas
temporales los Príncipes; pero ninguna en las espirituales:
se hace cargo que la Uncion sagrada no es ningun sacra
mento que les confiera autoridad para gobernar la Iglesia,
sino una santa ceremonia que haga conocer á los hombres
el alto origen. de la potestad de los Reyes, y á los Reyes
los límites de su potestad, haciéndose cargo que si reinan
sobrelos cristianos son súbditos de Cristo. Así pues repito,
nada me resta decir sobre «ste asunto, pues cualquiera
que considere el plan trazado por la Divina Providencia
para gobernar al mundo , .conocerá con facilidad no de
ben confundirse la Religion y la sociedad.
Así dijo; y se retiró el Clérigo, y yo quedé sepultado

(*) Div. Thom. qusest. 29. art. 3. Ad secundum dicendum; quod Re


ges non habent aliquam potestatem in spiritualibus, et ideo cJavem regni
coelestis non accipiunt ; sed solum in. temporalibus, quae etiam nonnisi a
Deo esse potest , ut pacer, ad. Romanos , cap. 13. Nec per unctionem in
aliquo sacro ordineconsecrantur : sed excellentiam potestatisipsorum áChri-
sto descenderé significatur, ut ipsi sub Christo in populo christiano regnent.
86
en un mar de profundas reflexiones, pues cuanto mas me
ditaba las autoridades y razones espuestas, mas me con
vencía de la potestad de la Iglesia para dirigir los asuntos
religiSsos. El testo sagr.ado estaba espreso y terminante,
las opiniones de los Santos Padres conformes en la inte
ligencia de la suprema autoridad del Romano Pontífice
conferida por Jesucristo sin que los sábios reformado
res de estos últimos tiempos que han tomado por empeño
desmentirla, hayan podido hasta ahora alegar á su favor
sino alguna espresion aislada, ó algun esceso cometido
en el fervor de su celo, que bien examinadas sus obras,
estan en contradiccion con sus verdaderos sentimientos. En
esto no hay duda; las reglas de la crítica bien considera
das estan conformes en la inteligencia de los testos sagra
dos con los nobles atributos de Ta Divinidad; y sin faltar
á sus respetos, y violentar la razon, no era posible des
conocer la genuina interpretacion espuesta por el Cléri
go , ni negar que las cabilaciones arbitrarias de los filó
sofos sedirigian á inutilizar, y paralizar las disposiciones
del Hombre-Dios, armando una guerra cruel entre los
Reyes y los Pastores con un notable perjuicio de la Reli
gion y de la sociedad. En fin, admirado y cansado de re
flexionar sobre este asunto , me puse á escribir la confe
rencia del dia, y á recordar nuevos argumentos para pre
sentarlos en los dias siguientes, de cuyos resultados te iré
poco, á poco informando. A Dios, amigo.
87

CARTA IV.

uerido Antonio: en esta ocasion y otras muchas.pa-• •


Q , ,1
saron algunos dias sin conferencias por ocupaciones par
ticulares del Clérigo , cuyo tiempo procuraba aprovechar
para hacer mis apuntaciones sobre las disputas anterio
res, pues de otro modo me hubiera sidor imposible re
cordarlas para ponerlas en orden ; pero no entiendas eri
este un tiempo perdido, porque muchos ratos nos juntába
mos , y su conversacion era siempre un campo ameno de
principios apreciables , tan instructiva y necesaria para
manejarse el hombre en los sucesos de la vida , que era
lástima no aprovecharlos; note los ocultaré, particular
mente algunos de ellos, que hacen relacion á e.stas mate
rias , y por ellos juzgarás los profundos conocimientos de
este bello Clérigo, no.solo en las ciencias eclesiásticas, sino
tambien en el sistema del dia , y en los resortes del co
razon humano. No seré molesto en mis relaciones, pues
solo te referiré la substancia, evitando cuanto pueda dis
traernos del orden ofrecido y entablado en estas cartas.
En uno de estos dias se habló sobre las' disputas ahte^ •
riores, y de aquí tomó ocasion para informarme de'que
las objeciones propuestas por los filósofos de i este siglo
no eran producciones de sus ingenios , como se presumía,
sino de otros antiguos enemigos de la Religion , propues
tas y deshechas muchas veces por los escritores católicos,
cuyas respuestas se ocultaban con toda maYicía para re
producir los errores , y que causasen los mismos efectos.^
que hacia muchos siglos pretendía la heregta reducir to-
88
do el culto al interior , y que con este objeto graduaba
de supersticiones todas las prácticas estejiorqs de devo-?
ciones inútiles, introducidas en la Religion mas por ar
tificios de los ministros , que por mandamiento del divi
no Redentor. Pero que era preciso no dejarse sorprende*
de los planes alhagüeños de estos falsos profetas cubier
tos con la capa de la piedad ; pues aunque es una verdad
constante que no se honra á Dios con los labios, si no se le
ama interiormente , era necesario advertir , que los cen
sores del culto esterior llevan otros fines solapados ; ape
lan al corazon en hablando de piedad, porque no tenien
do el hombre cristales en el pecho, le será muy fácil ocul
tar sus errores, y en caso de ser reconvenidos, negarlos
. ó tergiversarlos; y tambien porque siendo inútiles segun
sus ideas las prácticas religiosas esteriorcs , es por consi
guiente ociosa la jurisdiccion eclesiástica esterna , y solo
Dios conforme á esta doctrina puede ser juez de los hom
bres , pues en la tierra sería imposible conocerlos para
juzgarlos. .•i rr: .->. .. • -. ..!..-:
.. . Este solapado plan, decia, interesa á todos los ene
migos de la Religion, pues por él se inutiliza la autoridad
de la Iglesia que condena sus errores ; se justifican las im-I
piedades,, se embotan sus censuras, no queda juicio infa"
lible para distinguir las doctrinas falsas de las verdaderas,
y se quita, hasta la infamia de los vicios reprobados por
la ley santa de Dios. Sí , á esto se aspira , porque esto es
loque mas incomoda de; la Religion.,Si no exigiese mas de
los hombres que la creencia de los misterios , y lasubor~r
dinacion de la razon á la fé , si no tuviese preceptos pa
ra sujetar las pasiones , y refrenar los ímpetus fogosos y
desordenados del corazon ; todos estos innovadores renun-
, ciarían; á sus. pretensiones ; la Religion sería santa y dig
na de ser adorada : de Jos mortales : pufSínoi hay duda de'
que la corrupcion de:las Costumbres, y no las verdades
abstractas , han sido siempre el origen de la incredulidad,
así como la soberna y- ta libertad el fundamento de las
heregías; siempre hap íprecedido segun la historia las mas
infames pa'siüftee aKoackwento' de las sectas; y sus ge-
fes para hacerse respetar y obedecer de sus falucinados
discípulos , se han visto precisados á invocar á su favor»
89
y revestirse de una autoridad supuesta que ellos niegan
y reprueban en la Iglesia. 5 *
Efectivamente no son las luces ni los gran*— „
cimientos , sino las pasiones y los vicios mas groseros
los que forman los filósofos de nuestros dias. Sus ponde
rados talentos nada tienen de admirables; toda su gran
ciencia sobre la Religion se reduce á unas dudas anti
guas y vulgares , propuestas y respondidas cien veces , y
Jioy desenterradas de los sepulcros por el cuidado do la
filosofía para servir de proverbio , no á la gente ilustra
da y sensata, sinoá la mas soez é ignorante, que pasan
de unos á otros sin entenderlas ni examinadas; unas du
das aprendidas sin ser capaces de formad*, repetidas co
mo oidas por una tradicion de impiedad y de ignoran
cia. Estos son los celebrados y desvanecidos ingenios de
este siglo ;' y en realidad hombres de cortos y superficia
les 'entendimientos, ceñidos á servir de trompetas de la
irreligion , á quienes sus corrompidas costumbres estimu
lan á sacudir el yugo de toda ley; enemigos declarados
de la virtud , de la moderacion y de la tranquilidad, cu
yos principios anárquicos é impíos han podido sorprender
únicamente á los hombres ignorantes, viciosos y novele
ros , pero no á los sabios , prudentes y arreglados ; en una
palabra, su prodigioso sistema no tendda tantos apasio
nados si no favoreciese tanto á las pasiones.
Esta fue nuestra conversacion , y en estas reflexiones
encontraba mucha exactitud aplicándolas á los resultados:
observaba la desmoralizacion de esta nacion religiosa des
de la instalacion del sistema liberal. Los misterios mas
sagrados y sublimes servian de conversacion familiar á
las gentes mas ignorantes , que apenas sabian lo necesario
para salvarse; los ministros del Altar, padres de las cien
cias, y oráculos en otros tiempos de los pueblos, se mi
raban con desprecio y se insultaban públicamente ; y la
devocion y prácticas religiosas , patrimonio de los espa
ñoles , eran el escarnio y la mofa de los nuevos reforma
dores. Observaba, que los derechos de igualdad y liber
tad mal entendidos , habian confundido todas las clases,
roto la dependencia entre los subditos y superiores, y des
truido el imperio de las leyes, llenando á la sociedad de
TOM. I. 12
desorden. Observaba, que las virtudes estaban sin premio,
los delir01, :'1JPunes ', Ia ferocidad habia sucedido á la
luiiira, la altanería á la moderacion, y el libertinage á
la modestia : de modo que todo llevaba impreso el carác
ter de la impiedad y de la anarquía, siendo las autorida
des en las' poblaciones unos merps testigos de los desórde
nes , si no eran unos protectores declarados de los revol
tosos. Muchos dé estos males los atribuía á las circuns
tancias críticas de la nacion; pero observaba con dolor,
que los escritos incendiarios fomentaban la relajacion y
la animosidad de los partidos , y que la licencia en el
hablar hacia al pueblo participante de estos mismos vi
cios. Estos erarf mis pensamientos, hasta que un día, des
ocupado para el Clérigo, nos juntamos, y nuestra confe
rencia empezó en la forma siguiente : • •
Conde. Me hizo fuerza la razon en la anterior dispu
ta , y creo firmemente sea la genuina interpretacion de
los sagrados textos la espuesta por V. ; pues exigiendo
Dios. del hombre el culto interior y esterior por constar.
de alma y cuerpo , es lo regular é indudable que á la au
toridad á quien encargó el régimen de su Iglesia , la re
vistiese de la potestad necesaria para ordenar lo conve
niente, y obligar á su cumplimiento. Asimismo me con
fieso convencido tambien de la razon, que la jurisdic
cion, ecle ¡iástica no está dividida, ni cabe pensar' que
un Dios infinitamente sábio cayese en el error de entre
gar á los Pontífices la potestad interna, y á los Reyes la
esterna en asuntos de Religion, entregando su Iglesia á
los partidos, y envolviendo á los fieles en una confusion^
sin saber á quien obedecer en casos de contradiccion. En
una palabra, conozco que es preciso que toda la jurisdic
ción sobre el culto, sea de cualquiera especie, r esida en la
Iglesia; pero V. asegura está radicada únicamente en el
Sumo Pontífice, y en esto ya discordamos, pues á mí me
parece lo está en todos los Obispos. Me he hecho caigo
de la doctrina de algunos autores catolicos para probar
su asercion , y aunque su autoridad es de mucho peso, no
me convence; pues otros muchos modernos defienden lo
contrario, y sin diíicuítad bien fundado; pues en toda la
antigüedad se encuentran documentos que acrediten ha-
•X .tú. ^
9i
yan los Pontífices egercido esa autoridad soberana sobre
todas las demas Iglesias. Sin otra razon ya se hace muy
sospechoso ese imperio universal del Pontífice Romano,
y entre los críticos ya se tiene por una cosa segura, trae
su origen de las falsas decretales , y sus progresos se de
ben á la ignorancia de los siglos medios ; hasta esta épo
ca desgraciada los Obispos gobernaban sus respectivas
Iglesias con las mismas facultades que los Sumos Pontífi
ces la de Roma. La historia lo asegura , y los sínodos pro
vinciales claramente lo manifiestan; de consiguiente, si
los Reyes no tienen potestad para arreglar la disciplina
de la Iglesia, por lo menos tienen derecho á reclamar se
ordene por los Obispos en sus. respectivas naciones , co
mo soberanos establecidos por Dios , y encargados del
buen régimen de sus estados. Esta sería una providencia
acertada y conveniente para la pronta espedicion de los
negocios de sus subditos, y para evitar la estraccion de
inmensas cantidades de dinero para Roma con empobre
cimiento de sus dominios.
Clérigo. Esta , señor , es la cantinela de todos los fi
lósofos de estos últimos tiempos, con la cual provocan á
los Reyes á substraerse de los Pontífices; pero advierto, que
su objecion abraza diversos puntos , que sin confundir
nos , no es posible responderlos. En primer lugar dice, que
los Pontífices no usaron de la jurisdiccion universal has
ta los siglos medios; que antes de las falsas decretales ca
da Obispo gobernaba su Iglesia con las mismas facultades
que los Papas la romana; debiendo esta variacion sus pro
gresos á la ignorancia de los tiempos: yá no ser así,
desde el origen del cristianismo hubieran los Pontífices
estendido su potestad á todas las Iglesias del mundo , y se
hallarían documentos en la antigüedad de haber ejercido
este imperio.
En segundo lugar asegura , que siendo de derecho di
vino , ó radicada la jurisdiccion en los Obispos para go
bernar cada uno su Iglesia , y hallándose en el dia vin
culada en los Sumos Pontífices por desidia , ignorancia ó
incapacidad de sus antecesores, ó porque los Pontífices
Romanos se aprovecharon de la calamidad y circunstan
cias de los tiempos . para estender su poder , y despojar
de sus legítimas facultades á los demas Pastores , pueden
los actuales Obispos reclamar sus derechos como anejos
á su destino por disposicion de Dios, en los que la omi
sion ó renuncia de los antiguos en nada les debe per
judicar.
En tercer lugar afirma, que los Reyes atendiendo al
pronto despacho^ y á las inmensas cantidades de dinero,
que todos los años salen para Roma de sus estados por Ja
evacuacion de los negocios eclesiásticos de sus subditos; co
mo encargados por Dios del gobierno de sus dominios, y de
la prosperidad de sus pueblos, tienen un derecho legítimo
é indisputable á reclamar y mandar se arregle la discipli
na eclesiástica en las naciones, del modo mas convenien
te para conseguir estos laudables fines. Estas en suma creo
sean las principales dificultades contenidas en la anterior
objecion , y las que
Conde. Sí señor, las mismas, y no hay mas; las pro
ponía reunidas por ahorrar tiempo , y que de una vez las
hubiera respondido; pero en el supuesto interesa ála cla
ridad esponerlas separadas, me alegro mucho piense V.
de este modo, y asi tíos entenderemos mejor; y demos
principio por la primera dificultad, que está concebida
en estos términos: los Pontífices romanos no usaron de
la jurisdiccion universal hasta los siglos medios; antes de
las falsas decretales cada Obispo gobernaba su Iglesia
con las mismas facultades que los Pontífices la romana,
y únicamente debieron los progresos de su imperio á la
ignorancia de los tiempos, de otro modo se hallarian en
la antigüedad documentos de haber ejercido esta general
jurisdiccion en las demas Iglesias del orbe católico.
Clérigo. Estamos conformes ; y antes de responder á
lesta dificultad , quisiera se hiciese V. cargo de dos impor
tantes advertencias: primera, que en la remota antigüe
dad de la Iglesia era muy diferente la constitucion y or
den de los estados ; que la comunicacion entre los reinos
se hallaba mas interrumpida por el poco comercio de unas
naciones á otras , y crueles guerras de tantos tiranos, ju
díos , gentiles y mahometanos ; de modo, que muchas
cartas de Roma se pasaba un año para recibirlas en Es
paña, y aun en los asuntos graves se acostumbraba á des
pachar con la correspondencia' á un eclesiástico de honor
y de probidad. Segunda , que de la antigüedad eclesiásti
ca , ya por la falta de imprenta, ya por las persecuciones
violentas contra los cristianos, ya por otros sucesos pos
teriormente ocurridos, nos faltan muchos documentos úti
les para informarnos de los acontecimientos de los tiem
pos y de las opiniones de cada siglo ; de manera , que si
los tuviésemos en la mano, nos ahorraríamos de muchas
dudas, y de no pocas disputas ; pero no por eso desconfio
de responder victoriosamente á la objecion; pues aunque no
se amontonan las pruebas, se encuentran las suficientes
para hacer callar álos filósofos, y confundir á los enemi
gos de la Iglesia sobre la disciplina de la antigüedad.
. Esto supuesto , no hay duda que antes de la época de
la ignorancia , los Sumos Pontífices ejercieron la jurisdic
cion universal en todas las Iglesias del mundo, y que sus
órdenes fueron obedecidas tanto sobre el dogma, como
sobre la disciplina general y particular en todas las pro
vincias. Todos los Concilios generales del Oriente y Oc
cidente de los siete primeros siglos, fueron congregados y
presididos por los Sumos Pontífices ó sus Legados , y sus
' actas examinadas y aprobadas por la Silla Apostólica; sin
cuyos requisitos sus decretos no gozaban de la prerogati-
va de ley ó precepto para su cumplimiento en la Iglesia
universal. ¿Qué español ignora fue el Concilio de Nicea,
primero general , presidido por el grande Osio, Obispo de
Córdoba, á nombre del Papa san Silvestre? ¿Quién ig
nora fue el Concilio primero de Constantinopla , y se
gundo general , hallándose Augusto, el gran Teodosio , y
ocupando la Silla Apostólica san Dámaso, los dos ilustres
hijos de la heroica nacion española? Pero ¿á dónde voy?
Las glorias de mi adorada patria me arrebatan: perdone
V. si me he distraído; mi honor y mi zelo se exaltan al
contemplar se abrigan en este hermoso suelo los mons
truos que ponen en duda esta verdad , cuando los españo
les han sido los primeros en reconocerla , y cuando los
Obispos de todo el mundo cristiano en ser presididos por
los Sumos Pontífices ó sus enviados , en sujetar los cáno
nes establecidos á la sancion de su beatitud, y en reco
nocer solamente por leyes eclesiásticas positivas genera
94
les las aprobadas por su Santidad , reputando por nulas
y de ningun valor las que no merezcan su aprobacion,
confiesan y dan un verdadero testimonio de que miran al
sucesor de san Pedro como á la suprema autoridad de la
Iglesia y superior á todos los demas en orden y jurisdic
ción , sin cuyo consentimiento con respecto á la fé y á
la disciplina nada puede hacerse ni(^ecretarse.
Efectivamente, señor, es una ley general eclesiástica,
que ningun Concilio sin autoridad del Romano Pontífice
puede congregarse, y si se congrega será nulo, y de ningun
valor todas sus disposiciones. Asi es que habiendo decreta
do el primer Concilio de Constantinopla por segunda, des
pues de la Romana, la Silla de .esta ciudad imperial, este
canon no fue aprobado por el Sumo Pontífice, por ser con
tra lo establecido en regla eclesiástica de las patriarcalds
de Alejandría, Antioquía y Jerusalen; y á pesar de tener
á su favor los Obispos á los Emperadores , quedó sin efec-
-to esta determinacion , hasta que, como dice Inocencio III,
-fue aprobado, ó por mejor decir , concedido por la Silla
Apostólica por el bien de la paz y de la tranquilidad (*).
Asi es que en el segundo Concilio de Nicea , y séptimo
general, en la sesion sexta, hablando sobre el culto de las
-imágenes, y contra el decreto del Concilio de Constan
tinopla congregado en 754, condena á dicho Sínodo por
nulo é ilegítimo, por no haber intervenido el consenti
miento ni la autorizacion, ni aprobacion del Papa. ¿Có
mo se entiende, decían los Padres de Nicea, dar e*l nom
bre de Concilio Ecuménico á esa asamblea constantino-
politana, no habiendo concurrido á ella ni personalmen
te, ni por sus legados, ni aun por escrito el* Papa Obis
po de Roma , cabeza de la Iglesia? ¿Dónde está el con
sentimiento de toda la Iglesia , faltando la cabeza y los
principales miembros los Patriarcas de Alejandría y An-

(*) Cap. 23. de Privilegiis. Antiqua Patriarchaliurh Sedium privilegia re


novantes sancta universali Synodo approbante, sancimus , ut post Roma-
nam Ecclesiam (quae disponerle Domino, super omnes alfas ordinaria: po-
. testatis obtinet principatum, urpote mater, universorum;Christi fidelium
et magistra) ConStantinopolitana primum, Alexandrina secundüm, Anthio-
chena tertium, Hierosolymitána quartum obtine'at, servata cuilibet propria
<i ígnitate. .. .,./.•. . / . • U
9$
tioquía para reputarse Concilio general? (*) En estos
términos se produce el séptimo Concilio general, al que
segun los críticjs subscribieron trescientos y cinco Obis
pos orientales, cuyas ¿tetas fueron reconocidas por todo
el Qjeidente ; es decir, que fue esta una decision general
en orden á la suprema autoridad del Sumo Pontífice , y
jurisdiccion universal de los Obispos, á tá que nada se
puede añadir, habiendo sido declarada, confirmada y
aplaudida por todo el orbe católico.
Esta, señor, ha sido la opinion constante de los siglos
en orden á la universal y suprema autoridad del Pontífi
ce Romano sobre todas las Iglesias; y en prueba de ello,
ademas de los Concilios precitados del Oriente, citaré
algunos de los mas notables del Occidente , no menos nu
merosos ni menos ingénuos en confesar la misma verdad
en diferentes épocas , y diversas regiones. En el siglo IV
se nos presenta el Concilio Sardicense, congregado en
tiempo de san Julio Papa , y presidido por el gran Osio,
al que segun san Atanasio, al principio de su Apología,
asistieron trescientos Obispos católicos, y se hicieron vein
te y un cánones , y en el séptimo permite á cualquiera
Obispo condenado por el Concilio apelar á Roma , si se
cree inocente; y si el Papa le oye, y tiene por justa la ape
lacion , nombrará nuevos jueces para que sea nuevamen
te examinada la causa , escribiendo á los Obispos de la
provincia y de la inmediata, para que la verdad no se
defraude (**). En fin del siglo IV se nos prescita el Con
cilio I de Toledo congregado para condenarla heregía
j' ' '. '
(*) Conc. Nic. 2. gener. act. 6. Quod non fuerit vera Synodus sub
Leone celebrata, quoniam non habuit coeperarium, uc haec, quae nuricice-
lebratur, Romanum Pontificem, nec illius Sacerdotes, nec per vicarios, nec
per provinciales litteras, quemadmodum fieri in Synodis debet. Quin etiam
nec concO'dantes sibi habuit Orientis Patriarchas Aiexandrinum , Antio'-
chenum, et urbis sanctae Summos Pontífice?.
(**) Conc. Sardicens. cap. 7. Osius Episcopus dixit: PJacuit autem;
ut si Episcopus aecusatus fuerit, et judicaverint congregan Episcopi re-
gionis ipsius , et de gradu suo ejecerunt; si appellaverit, qui dejectus est,
et confugeritad Episcopum Romanae Ecclesix , et voluerit se audiri ; si
justum putaverit, ut renovetur judicium, vel discussionis examen scribe-
re his Episcopis dignetur, qui ¡n finítima et propinqua provincia sunt, ut
ipsi. diiigemer omnino requiranr, et justa fidem veritatis definiant... Placet.
de los priscilianistas , y arreglar varios puntos de discipli
na: y habiendo su decision escitado un cisma en España,
los Padres recurrieron al Papa, y san Inocencio I, que en
tonces ocupaba la Silla de Roma , contestó aproban
do la decision del Concilio , vituperando la conducta de
los desertores de la unidad, y reformando muchos abu
sos en las ordenaciones ; siendo este eT contenido de los
seis, capítulos de su memorable carta XXIV á los Obispos
congregados en el Sínodo de Toledo (*). En el siglo $ sin
hacer conmemoracion de otros de la África, se nos pre
senta el Concilio de Cartago , escribiendo á Roma para
informar al Papa de la condenacion de Pelagio y de Cc*-
lestio por no abjurar sus errores, y en el mismo tiempo
el Concilio Milevitano hizo lo mismo á nombre de todos
los Padres, suplicando, sellase este juicio con su autori
dad; y el Papa Inocencio 1 contestó en su carta XXV (**)
al Concilio de Cartago , y al Milevitano en la XXVI, con-
ürmando las actas de los Concilios , separando de la co
munion á Pelagio y á Celestio , alabando el celo de los
Obispos en su condenación, y alegrándose consulten en
las cosas arduas á la Silla apostólica como centro de la
unidad, Madre de todas las Iglesias de la cristiandad, su
perior en jurisdiccion, y costumbre de todo el orbe católico
de recurrir y consultarla en las grandes neesidades (***).

(*) Episi^24. Innocent. I. cap. 1. ct sequent. Innocentius- universis


Episcopis i^Toletana Synodo constitutis.... in Domino sakitem. Saepe
me et nimium cum teneret me cura solicitum, super dissensionis schismate
Ecclesiarum, quod malura per Hispanias latius in dies separationis gradu
incedere fama proloquitur, necessarium tempus emersir, quo non possit e-
mendatio Mnta diferri, et deberet congrua medicina provideri.
(**) Epist. 25. Innocent. I. ad Conc. Carthagin. Quare sequeotes tari
mala, jam damnare novimus, quam probare laudanda. Vel id vero, quod
.Pacrum instituta Sacerdotal! cuscodiences officio non censetis esse calcan-
-da, quod ifü non humana, sed divina decrevére sententiá, ut quidquid
de disjunctis, reniotisque Provinciis ageretur , non prius ducerent finien-
dum, nisi ad hujus Sedis notitiam perveniret: ubi tota hujusauctoritate justa,
•qua• fuerit firmaretur pronuntiatio , indeque caeterae Ecclesiae, vel ut de
natali suo fonte aqux cuneta; procederent, et per diversas totius mundi
regionis puri capitis incorrupta; manarent, quid prjecipere , quos ablue-
re , quos vehit in ca>no inemundabili sordidatos mundis digna corporibus
unda vitaret. Gratulor igitur....
.i . (***) Epist. 26. Imioceat. I. ad Conc. Milevü. Diligentererga (et coa-
97
Omito citar otros Concilios, en donde los Obispos reu
nidos en diferentes provincias, confiesan las mismas ver
dades , recurren y consultan á la Silla Apostólica en sus
dudas, y envian eclesiásticos de conocida virtud y cien
cia para informar al Padre comun de los fieles de las ne
cesidades y apuros de los cristianos, y que les favorezca
con sus instrucciones para reparar los quebrantos de la
fé y de la disciplina, recibiendo sus contestaciones con los
mayores elogios, veneracion y respeto, sirviendo de nor
ma sus órdenes y disposiciones para ulteriores decretos;
pues numerar todos estos recursos y reconocimientos de
la suprema potestad hechos en todos los siglos, sería can
sar ta paciencia, sin adelantar otra cosa mas, que au
mentar los testimonios de esta doctrina , sin ser necesa
rio, en el supuesto de ser suficientes los referidos congre
gados antes de darse á luz las falsas decretales para de
mostrar la opinion general en todos los tiempos sobre la
universal jurisdiccion del Sumo Pontífice; y pasemos á
otras pruebas.
Conde. No hay necesidad de alegar mas Concilios,
porque suficientemente queda probado por el testimonio
de la sabiduría de todo el mundo, reunida en los santos
Congresos espuestos, ni otras pruebas pueden añadir na
da á esta verdad confesada y reconocida'; ,pero no obs
tante me alegraré oirias para convencerme mas y mas de
la ignorancia ó malicia de los enemigos de la Iglesiá/por-
que me admira ¿cómo estos hombres preciados de sábios
se determinan á negar lo que la historia misma publica?
I Cómo se atreven á censurar der usurpacion una superio
ridad apoyada en diez y nueve siglos., á la que la virtud,
• ' '.'•'•/'.• í ;: ' f • *• c \' " ' . ,Ul í

grue apostolico consultis honore, honori inquaiii ¡Ilius, quae praeter illa,
quae sunc extrinsecus,'sollicitudo manet flmuium Ecclesiarum, super.an-
xiis rebus , quae sit tenenda sentencia, antiqu» scilicet regulas formam se-
cuti, quam tato semper ab Orbe mecum nostis essa servatam. Verum
haec missa facio } ñeque in hoc credo latere prudentíam. Quid etiam a-
Ctione firmatis, nisi scientes, quod per omnes provincias de apostolico fon-
te patentibu* responsa semper emanant? Praesertim quoties fidei ratio ven-
tilatur , arbitror omnes fratres, et Episcopos nostros nonnisi ad Petrum,
id est sui nominis , et honoris auctoren» referre deberé, veiuc nunc rstu-
lit vestra dilectio. 1 , .'.'.• / .
TOM. I. 13
98
la ciencia y el poder de toda la-antigüedad han humillado
su cabeza, y tributado sus respetos? Estoy enteramente
aturdido; atribuir su doctrina á su malicia, sería suponer
una imprudencia original para mentir tan á cara descu
bierta; atribuirla á su ignorancia, no parece regular en
unos honíbres literatos, y que acreditan serlo en otras
materias, y aun estan dotados de bastante despejo natu
ral ; pero los documentos citados no dejan duda , son sin
tacha , y en tales ansiedades y sin renuneiar á las prue
bas ofrecidas, desearla saber los fundamentos de los filó
sofos en esta opinion arriesgada.
Clérigo. Los indiqué, señor, al principio de su obje
cion, y no hay inconveniente en repetir son la malicia
y la ignorancia ; los filósofos y los hereges convienen en-
la usurpacion , y únicamente se diferencian un poco en
la época. Los sabios de nuestros dias señalan el imperio
universal del Pontífice en la irrupcion de los árabes. Lu-
tero en su malvado libro titulado: el Papado establecido
en Roma por el diablo, la atribuye á la barbarie del Em
perador Focas, el cual habiendo aterrado á sus subditos
con sus crueldades, para estender y asegurar mas su au
toridad , dió el título de Obispo universal al Papa Boni
facio III, prohibiendo á los Patriarcas de Constantinopla'
nombrarse en adelante Ecuménicos, con cuya providen
cia los Pontífices que hasta ia muerte de san Gregorio
se ñafian limitado á gobernar su diócesis, empezaron por
todas partes á estender su jurisdiccion. Aquí se ve su dis
crepancia en el tiempo, y su uniformidad en las causas,
pues habiendo asesinado Focas á Mauricio; y usurpado el
imperio en 602, y .;habiéndose verificado la irrupcion en
712, se diferencian en un siglo, y convienen en Ibs pen
samientos Lutero y los nuevos sabios españoles. Los Con
cilios arriba citados con fechas anteriores desmienten la
opinion de unos y otros, pues por ellos hemos visto ejer
cer á los Pontífices Romanos en todo el orbe católico
y antes de las mencionadas épocas la plenitud de la
jurisdiccion ; no obstante, aún se averiguará mas su
malicia ó ignorancia produciendo otros documentos.
En primer lugar se nos presentan los recursos hechos
á Roma , y por fortuna la carta 68 de san Cipriano nos
ha conservado la memoria del hecho ruidoso de Basíli-
des y Marcial, Obispos españoles, á mediados del siglo III,
depuestos de sus sillas por haber cometido el delito hor
rendo de libelático, y acaso otros mas graves, por con
servar sus vidas , y electos para ocupar su lugar Felix y
Sabino. Recurrieron los depuestos á Roma para sorpren
der al Papa con engaños y mentiras; y noticiosos los Obis
pos y pueblos de Leon y. Asturias, consultaron á san Ci
priano para gobernarse en caso de ser engañado el Pon
tífice ; y responde recordándoles el decreto del Papa san
Cornelio, en el cual manda no sean repuestos en el eger-
cicio de su orden , los que cometen delitos graves , aun
cuando se arrepientan y hagan penitencia. No niega el
recurso al Papa, pero exige el cumplimiento de los an
teriores decretos pontificios. Así pues, el Concilio Carta
ginés congregado en 25+ declaró justamente condenados
á Basílides y Marcial, y rectamente ordenados á Felix y
Sabino, sin consideracion al rescripto favorable de Basí
lides obtenido del Papa san Esteban; pues no sirve, dice
san Cipriano en su carta escrita á nombre del Concilio,
sino de hacer á Basílides mas- criminal por haberle sor
prendido; pues si le hubiese informado de la verdad, no
le hubiera mandado volver á su orden contra lo anterior
mente decretado (* ). . , ,

(*) Epist. 68. Divi Cyprian. Cum in unum convenissemus legimus lit-
teras vestras, fratres dilectissirai , quas ad nos per Felicem et Sabinum
Coepiscopos nostros pro fidei vestrae integritace ,• et pro Dei timore fe-
cistis, significantes Basilidem et Marcjalem libellis idolatrías roaculatos,
et nefandos facinorum conscientia vinctos Episcopatum gerere, et Sa-
cerdotium Dei administrare non oportere.... Nec rescindere ordinationem
jure praefactam potest, quod Basilides post crimina sua detecta, et con-
scientiam etiam propria confessione nudatam Romam pergers, Stefanum
collegam nostrum longe posimm et rei gestae, ac veritatis ignarum fefellit,
ut exambiret reponi injuste in Episcopatum, de quo fuerat jure depositus.
Hoc eo pertinet , -ut Basilides non tam abolita sint, quam cumulata deli-
cta, ut ad superiora peccata ejus etiam fallacis, et circümventionis crimen
acceserit.... Cum alia multa delicta sint et graviora , quibus Basilides ec
Martialis implicati tenentur, manifestum est hujusmodi homines nec Ec-
clesiaeChristi posse praeesse, nec Deo sacrifícia oferre debere^ máxime cutí
jampridie.... Cornelius collega noster.... decrevit: hujusmodi homines ad
poenitentiam quidem agendam posse admitti ab ordinatione Cleri atque
sacerdotal! honore prohiben.
iOO
Conde. Me acuerdo haber leído en la Historia eclesiás
tica, que habiendo sido depuesto por herege un Patriarca
de Antioquía en dos Concilios, se obstinó en permanecer
en el Palacio episcopal á pesar de su condenacion, y ha
biéndose quejado los Obispos al Emperador Aurelio, man
dó se adjudicase el palacio de la disputa al Obispo de An
tioquía reconocido por el Pontífice de Roma.
Clérigo. Efectivamente este memorable suceso llama
la atencion de todos los autores eclesiásticos, como una
cierta y preciosa prueba de la preeminencia del Obispo
de Roma sobre todos los demas Pastores, y de Ja obliga
cion de todas las demas Iglesias de comunicar con la que
era conocida hasta de ios mismos paganos como centro
de la union católica. Pudo ocurrir este suceso por los años
de 270. Pablo de Samosata, Patriarca de Antioquía,
habia sido condenado en el primero y segundo Concilios
de aquella ciudad en 264, y 269 por seguir una doctrina
semejante á la de Sabelio : protegido por Zenobia, Reina
de Palmira , despreció su condenacion, y se mantuvo en
su silla ; pero habiendo sido derrotada Cenobia en una ba
talla por el Emperador Aurelio , fue arrojado Pablo de
Samosata de la patriarcal , y puesto en su lugar Domno
I , mandando el Emperador se le adjudicase el palacio
episcopal como Obispo reconocido por el Pontífice roma
no; sobre lo cual hablando Natal Alejandro en su His
toria eclesiástica, dice: Que el Emperador Aurelio invi
tado por los Obispos católicos, con ser un pagano, dió una
sentencia tan justa como pudo darla un Emperador cris
tiano, mandando entregar el palacio patriarcal al Obispo
de Antioquía reconocido por el Pontífice romano (*).
En segundo lugar se nos presentan las consultas tan
to sobre la fé, como sobre la disciplina de todo el mun
do cristiano hechas á los Pontífices romanos. Hicmerio,
'
* * *i
(*) Natal Alexand. Hist. eccles. tom. 4. art. 8. paragraf. 3. in fin;
Verum cum e domo episcopali egredi nollet proscriptus hsereticus; Au-
relianus Imperator á cathoiicis Episcopis interpellatus, Etnicus Jicet, tam
justara in ea causa sententiam dixit, quam proferre potuisset christianus
Imperator. lis domuiu tradi jussit, quibus Itali christiauae Religionis An-
tistes et Episcopus Romanus scriberet concedendam.
401
Obispo de Tarragona , consultó al Papa san Dámaso so
bre varios puntos de disciplina , cuya carta llegó á la Si
lla Apostólica cuando ya habia fallecido, y su sucesor
san Siricio le contestó en 10 de febrero del año de 385 en
quince capítulos que en realidad son otros tantos puntos
de disposiciones eclesiásticas, pues le habla de no rebau
tizar á los ardanos; que no se confiera el Bautismo sino
en los dias de Pascua y Pentecostés ; que no es lícito re
cibir á la esposa de otro en matrimonio ; que deben ser
separados de la Comunion católica los apóstatas, como
tambien los que no cumplen la penitencia impuesta; sobre
los monges y vírgenes que no guardan sus votos ; sobre la
continencia de los clérigos, y sobre otras cosas que pue
den verse en la misma respuesta (*,). Y aunque esta es
la primera en la coleccion de las cartas de los Papas, asé-
guran los autores no es la primera que se escribió por los
Pontífices , fundados en que san Gerónimo dice en una
de sus Epístolas, estaba ocupado ayudando á san Dáma
so en las consultas que le hacían de Oriente y Occidente.
En el Concilio IV de Toledo y Cánon V se inserta
como suprema resolucion y decreto de la Silla Apostóli
ca la respuesta del Papa san Gregorio á su amigo san
Leandro, Arzobispo de Sevilla sobre omitir en el Bautis
mo la trina inmersion (**). Ademas de esta son innume
rables las cartas de este gran Pontífice á todo el orbe ca
tólico, ya respondiendo, ya mandando, ya resolviendo
sobre muchos asuntos de fé y de disciplina.
En fin, para no cansarnos en un asunto indudable,
haremos conmemoracion del Concilio general de Calec

ed) Epist. 1. Siritii Papae. Siritius Hictnerio Tarraconensi Episcopo


salutem....
. ; Conc. Toletan. 4. can. S. Gregorius primus consultus á Leandro
Episcopo hispano definivit, scilicet ut si trina, sive simpla immersione fue-
rit infans baptizatus , censeatur baptizatus , quia ¡n illa trina immersione
triduanas sepulturas sacramenta significamus, ut dum tertio infans ab aquis
educitur, resurrectio triduani temporis exprimitur, etiam et Trinitas de-
signatur. In simpla immersione unitas substantiae in Trinitate datur intel-
ligi. Nec tamen haereticis videamus consentire (qui tertio mergunt) dum
eorum morem servantes, cautum est, ne in Hispania fíat Saptismus nisi
in una immersione. ... ".. t.. ...
.102
donia que nos manifiesta ser la misma opinion la de la
Grecia "compuesta de mas de quinientos Obispos todos
orientales, escepto los legados del Papa, cuyos cánones
fueron reconocidos por todo el Occidente. Allí se leyó la
carta del Papa san Leon á san Flaviano , Patriarca de
Constantinopla, sobre su apelacion por haber sido depues
to en el conciliábulo de Efeso, presidido por Dioscoro en
449 , siendo la verdad condenada , la he regía aplaudida,
y atropellados los legados Pontificios. Esta memorable
carta sirvió de fundamento y regla para las santas deci
siones en el referido Congreso de Calcedonia , y despues
de merecer los mayores elogios, en la segunda, sesion cla
maronlos Padres: esta es la fé de nuestros mayores: Pe
dro ha hablado por la boca de Leon: los Apóstoles asilo
han enseñado: todos lo creemos así, y el que no lo crea,
anatema (*).
Si fuesen necesarios, señor, mas testimonios para acre
ditar la opinion del Oriente y Occidente sobre la juris
diccion universal del Papa egercida en todas las Iglesias
en los siete primeros siglos, es decir, antes del reinado
de Focas, como afirman los hereges; de la irrupcion de los
árabes, como aseguran los filósofos, y de la produccion de
las falsas decretales, como piensan los preciados de críti
cos, podrian amontonarse; podrían alegarse para confun
dirlos las muchas cartas y bulas espedidas por los Sumos
Pontífices en el mencionado tiempo para zanjar las gran
des disputas, nacidas entre los Obispos; para condenar
las heregías; para establecer la fé, y arreglar la discipli
na; pues apenas habrá habido un asunto ruidoso en la Igle
sia que no haya sido llevado á la Silla Apostólica, deci
dido por los Sumos Pontífices, siendo sus decisiones el sím
bolo de la paz entre los fieles.
Conde. Déjese V. de decir mas, que son tan firmes y
decisivas las pruebas dadas, que es preciso confesar ó que
en el Sumo Pontífice residen facultades para gobernar la
Iglesia, ó caer en el delirio de juzgar á toda la antigiie-

(*) Conc. Calcedonens. act• 2. Haec patmm fides : hasc Apostolorum


fides: omnes ita credimus: anathema qui ica non credidit : Petrus per Leo
nera locutus est : Apostoli ¡ta crediderunt. .. •i ,
dad por estúpida é ignorante, que sin dificultad sería el
mayor desatino. Porque ¿cómo es posible pensar, sin ha
ber perdido la razon, que desde san Gregorio el Grande
todos los Papas han sido unos usurpadores de los dere
chos de los Obispos? ¿Unos hombres tan virtuosos, que
muchos de ellos gozan d.l culto público en los altares, y
tan celosos de la gloria de Ja Iglesia , que por defender
sus inmunidades y sus cultos han sufrido las mas terribles
persecuciones ? ¿ És creíble hayan caído en esta flaqueza,
y que la hayan sostenido hasta su muerte? Pero aun su
poniendo no hubiesen conocido su yerro, cosa inconcebi
ble en hombres tan sabios, y que no hubiese malicia de
parte de su voluntad, ¿han faltado en ningun tiempo Obis
pos dotados de ciencia, valor y libertad para hacer frente
á la tiranía? Entre tantos gloriosos confesores, pródigos da
su sangre, ¿no ha habido siquiera uno con suficientes luces
en tantos siglos para conocer sus derechos, y con bastan
te espíritu para decir á los Papas: conteneos dentro da
vuestros límites? Pero aun cuando así hubiera sido, y que
cada Obispo por separado hubiera temido levantar el gri
to, ¿pudo en tantos Concilios faltar á todos valor para
reclamar sus facultades , y condenar á los. Papas por : dó
ranos de su autoridad? Estas reflexiones hechas á mis so
las, fortifican mi corazon para no dejarme sorprender
de las novedades del dia, y condenar y reprobar las fal
sas doctrinas de los filósofos en esta materia.
Clérigo. Pero á estas bellas consideraciones^ señor, se
podia anadir, que muchos Pontífices, no solo despues, si
no tambien antes de san Gregorio el Grande , dieron re
glamentos de disciplina á las Iglesias de todo el mundo,
y fueron sin repugnancia recibidos de los Obispos; tales
fueron las mencionadas de san Siricia.y san Leon; taleis
las decisiones de los Concilios Calcedonense, Constanti*
nopolitano , Sardicense , Cartaginés Toletano y otros,
permitiendo y declarando las apelaciones á Roma como
legítimas; consultando sus dudas á la Silla Apostólica,
venerando y respetando sus respuestas como emanadas de
la suprema autoridad. Se podia añadir , que lejos los Con-*
cilios de juzgar á ningun Pontífice por tirano de los dere
chos episcopales , han condenado á cuantos bajo de estos
104
pretestos se han substraído de su obediencia , como pue
den servir de egemplo los hereges y cismáticos de todos
los tiempos. .'" r: - ,•.:'(.•
En efecto , se ha visto muchas veces en los Concilios
suplicar los Padres la renovacion de algun cánon deroga
do; se ha oido pedir con instancias se amplíen mas las
facultades de los Obispos por convenir así para atajar los
abusos , para evitar las dilaciones de los juicios á Roma,
y contener prontamente los progresos .del mal ; pero to
do con la mayor sumision, manifestando sus súplicas, su
ninguna autoridad para tomarse estas facultades, aun cuan
do las creyesen ventajosas. Convencidos los Obispos de que
gobiernan la Iglesia por disposicion del Espíritu Santo, y
bajo la direccion del Pontífice , á quien Jesus: encargó
apacentar á su rebaño, y confirmar á sus hermanos en
la fé, como ya tenemos insinuado, nunca se han creído
autorizados para variar sus órdenes ; y únicamente se li
mitan á esponer la necesidad , para que con arreglo á ella
se demarquen sus facultades.
El Concilio de Basilea , que despues de disuelto por
Eugenio IV , pretendió estender sus facultades mas allá
de la moderacion, ninguna de las naciones católicas re
conoció por legítimas sus sesiones celebradas despues de
la retirada de los legados del Papa. El Concilio de Cons
tancia , que con tanta ansia habia manifestado sus de
seos de reformar la disciplina , no se determinó á verifi
carlo despues de haberlo cerrado Martino V en. 4418. En
el Concilio de Trento, noticiosos los Padres de que las
últimas heregías habian tomado pretesto para separarse
de la Iglesia católica de la demasiada profusion de los
Romanos , pidieron y se les concedió arreglar un tratado
de disciplina despues de un capítulo de fé ortodoxa ; pe
ro luego se palpó el desengaño: pues aunque así se veri
ficó , y se convidó á los disidentes á presentarse en el san-r-
to congreso , se mantuvieron en sus errores , y se nega
ron á volver á la obediencia. He hablado , señor , de es
tos Concilios, porque el de Constancia y Basilea son los
mas favoritos de los sabios de nuestros tiempos ; y el de
Trento, sin dificultad, el que mas ha ampliado las facul
tades de los Obispos : de modo , que nada se dejó en ellos
10Í
por decir, nada por esponer; los Padres manifestaron
con toda libertad los abusos, pidieron sin rebozo la es-
tension de sus derechos , en cuanto lo juzgaron conve
niente para contener los progresos del mal : se examina
ron con calma los asuntos,,se disputó con toda franque
za, y se decidió con toda consideracion: en ellos quedó
la fé triunfante, el error confundido, la disciplina arre
glada , y la autoridad del Sumo Pontífice en la plenitud
de su potestad. '
- ! ¡O señor! Cualquiera que reflexione sobre las pala
bras de Jesus á Pedro, y los preciosos encargos sobre el
régimen de su Iglesia , y direccion de sus hermanos , mi
rará con mucha consideracion los decretos de los Sumos
Pontífices en asunto de Religion; se hará cargo de que
.el espíritu de Dios preside en suá consejos ; y que en vio-"
tud de la divina promesa de asistirle, no le permitirá yer
re al trazar los planes para conseguir la salvacion de los
fieles. Podrá, como hombre, en alguna ocasion abusar de
su sagrada autoridad en materias no concernientes á las
eternas verdades, porque la tiara no le despoja de su na
turaleza; pero esto en un cristiano le servirá de motivo
para rogar á Dios no le niegue sus luces , y aun ;si se
quiere, para advertirle lo conveniente con la moderacion,
prudencia y. respeto debido al vicario de Jesucristo, ca
beza visible de su Iglesia, y Padre comun de los cristia
nos , como san Bernardo lo hacia con el Papa Eugenio
en sus libros, de consideracion ; pero nunca para negar
le la obediencia , ni tratar de tiranta y usurpacion su
divina potestad; rutinero y privativo lenguage de los
hereges. '"• . V. ' :'•.'«" ..>
Conde, Estoy conforme con este modo de pensar, pues
conozco se sublevan los hereges contra los Papas por sa- .
cudir el yugo que los oprime , y la autoridad que impide
progresar á sus errores ; así no hablemos mas de este asun
to. Pero me ocurre la duda, que el Patriarca de Cons-
tantinopla goza en el. Oriente de las mismas facultades
que el Pontífice romano en el Occidente ; y de aqui re-
, sulta, ó que la Iglesia griega eS" diferente de la latina, ó
si es una misma , reconoce dos iguales cabezas : no quie
ro defir coa esto , que Jesus 'crió en su Iglesia un mons-
TOM. X. 14
406
truo sobre la tierra , ni tampoco me desentiendo del im
perio de los Pontífices romanos en los asuntos eclesiásti
cos de la Grecia , y particularmente jamás olvidaré la
confesion hecha por los Obispos orientales en el Conci
lio de Calcedonia sobre la suprema autoridad de los ro
manos Pontífices, y los elogios tributados á la carta de
san Leon; pero si Anatolio tuvo esta consideracion, veo
á otros Patriarcas disputar á los Pontífices la preferen
cia ; y esto aseguro no lo entiendo.
. Clérigo. Señor, la Iglesia del Oriente y Occidente to
da es una : un Dios , una fé y un bautismo , dice san Pa
blo ( * ) ; de consiguiente, es claro que una Iglesia , una
sola cabeza; y que el Pontífice romano es el vicario de
Jesucristo en la tierra como sucesor de san Pedro, á quien
.todos estamos obligados á obedecer: dogma de fé católi
ca, conocido y confesado en Oriente y Occidente sin con
tradiccion alguna por espacio de muchos siglos, hasta que
el enemigo comun de los hombres sembró la cizaña en la
Iglesia. Es verdad gozan de diversa disciplina en algunos
puntos las Iglesias griega y latina, pero su fé es una mis
ma ; y por esta razon cuando los Obispos griegos han
pretestado su desunion en la diversidad de algunas prác
ticas religiosas , los Pontífices romanos no han dudado
-en contestar mientras respetaron el dogma : que supues
to en lo esencial iban conformes , en lo demas cada Igle
sia siga la disciplina heredada de sus santos Padres, pues
si aquéllos de este modo lograron complacer á Dios, y
alcanzar una corona de gloria inmortal, la misma palma
les espera á cuantos sigan sus huellas. . .
Es verdad que algunos Patriarcas de Constantinopla
han disputado la preferencia á los Pontífices romanos,
y aun el mismo Anatolio, en el Concilio de Calcedonia,
aprovechándose de la ausencia de los legados del Papa,
formó el* cánon veinte y ocho , sometiendo á su jurisdic
cion á las Iglesias de Tracia, Asia y del Ponto , y las
demas prerogativas de que gozaba la Iglesia Romana , el

(*) Div. Paul, ad Ephesios.¿ap. 4. v. 5. Unus Dominus, una fides,


'UDum baptisma. -.'"• ' •' ' .M'13 . ' ^ .. .. ' j . o¡
Í07
cual mandado leer por los legados del Papa no fue apro
bado (*). Es verdad se halla hace siglos separada la Igle
sia del Oriente de la del Occidente; pero esto es por un
hecho de desobediencia, y no por un derecho de autori
dad, que los Patriarcas tengan para gobernar con inde
pendencia aquella hermosa parte del mundo , usurpando
la jurisdiccion á los romanos Pontífices. Este es. el justo
concepto que siempre se ha formado, y debe formarse de
la separacion de la Iglesia griega de la latina, cisma enve
jecido y tenaz, que se ha resistido á entrar en la comunion
católica á pesar de los generosos esfuerzos de los Sumos
Pontífices ; cuya desobediencia ha castigado el cielo, en
tregando aquel hermoso suelo al imperio de los infieles
mas bárbaros y groseros que se conocen en la Europa.
Sí , el orgullo y la altivez de los griegos , que injus
tamente despreciaron sujetarse al dulce y suavt; yugo de
los vicarios de Jesucristo, se hallan hoy en la mayor hu
millacion y abatimiento , sufriendo la dura , penosa y
degradante esclavitud de los mahometanos , hombres en
realidad fieros, déspotas é inhumanos. Sin duda pudieron
ser sus pecados muy grandes , cuando el cielo los casti
gó con tanto rigor, cuando permite profanen estos bár
baros la cuna del nacimiento de Jesus, el pais de su mo
rada, el teatro 'de sus trabajos, y fa tierra salpicada con r
su sangre. i
Pero señor, hablando por principios, y. dejando á un .i
lado el órden divino en la gerarquía de las personas ecle
siásticas de Obispos, Sacerdotes y demas Ministros. que
espresa el santo Concilio de Trento, la preeminencia' de
los Patriarcas, como de los Primados, Metropolitanos y .

i ..: . ••• . .. • ' • •• ,U / ¡ .í. •:r.'' í'ti: (' '. :j


.(*) . Conc. Calced. in fin. Luculentius Episcopus Sedis Apostolicas Vi» ,
carius dixit: Sedes Apostolica nobis praesent&us. humiljari non debet, gt ;
ideo quseeumque ín perjudicium Canonum, vel regularu'm/exterria d¡e ge-'
sta sunt nobis absentibas, sublimitatem vestram petimus, ut circumduci ju-
• beatis, sin alias contradictio nostra hisgestis ¡Bhaereat, ttt.nom.itmrs^.qntrd.
Apostolico viro universalis Ecclesiae Papae deferre debeamus , ut ipse aat
de suae Sedis injuria, aut de Canonum. eversione possit ferré seatetitiam.
Episcopus Sebasto dixit: Omnes . ia sententia vestrae Magnificenti* na- .
nemus. ..... •, ¡rt • ' • . o.n
108 9 l
otros , trae íu 'origen de la Iglesia. Esta piadosa madre
creó sus destinos , arregló sus funciones , y demarcó sus
territorios segun juzgó conveniente para el mayor deco
ro y mejor desempeño de las sagradas funciones. Ningu
no de ellos puede alegar otro principio, á todos se les pue
de señalar la fecha de su naciente representacion , sin es-
ceptuar á la misma patriarcal de Constantinopla , empi
nada so.bre las demas: pues como hemos dicho, fue crea
da en el segundo Concilio general, y primero de esta ciu- •
dad en el año de 381, cuya sancion del romano Pontí
fice no recibió en muchos tiempos (*). De consiguiente,
si su constitucion y establecimiento es eclesiástico, no
hay duda , que todos ellos, incluso el referido Patriarca, l
estan sujetos al sucesor de san Pedro, como á suprema 1
cabeza de la Iglesia, porque ni los cánones eclesiásticos
pueden disponer nada contra lo contenido en las santas '
Escrituras, ni el hombre trastornar el orden divino; así
es evidente y que: los, Sumos Pontífices pueden privar á los
mencioríados Patriarcas de las altas prérogativas conce
didas , del mismo modo que se las pudieron conceder, si
fuese necesario, para el buen gobierno de los fieles ;'pues"
como vicarios de Cristo no pudieron renunciar , ni re
nunciaron perpetuamente á sus derechos con perjucib del
mismo .Cristo, xii diviflir su autoridad , debilitando sus
facultades para desempeñar dignamente sus encargos en .
el régimen universal de su Iglesia.
. rAsí , señor, mientras Bicencio, hoy Constantinopla,
se conservó en la clase de ciudades regulares, sus Obis
pos. Filadelfo, Eugenio, Rufino y Metrofano no gozaron
consideracion alguna preferente á los demas Obispos , ó
por mejor decir, eran sufragáneos del Metropolitano de
Heracles en Tracia ; y aun despues del decreto del segun- .
do Concilio general , y primero de Constantinopla , en
que se decretaron los honores de segunda .silla después de
la Romana, pero sin jurisdiccion alguna ; aun despues del

JlJ 3éqi Id ¡.•":'«!'•..'.' \ >.. •'• .... . . .


(*)' P.onc. Ccrtistantinopol. 1. cari: 5. Coéstantjitop'ólftán* Civitatis ",
EpiseopúVn habere oportet pritmtus hoirorem post Romanara Episco'pum,
propcer qiiod sic nova Roma. ,•'4' :9a
Concilio de Calcedonia , en que se la dió potestad sobre
las Iglesias de Tracia , Asia y el Ponto , cuyos dos de
cretos , como hemos referido, sufrieron tantas contra
diciones; aun despues, en fin,"dersú reconocimiento y dé-'
claracion de Patriarcal, primera del Oriente, y segunda
en honor y jurisdiccion despues de la Romana , cuantos
la ocuparon antes y despues, dotados de heroicas virtu
des , y desnudos de la ambicion, comd Sán Gregorio Nar
aianceno, 'san Juan Cíisóstomo, san FIa^iárijó',: MenriaS,'
Tarasio, san Ignacio y otros , jamás dudaton en obede
cer al romano Pontífice, como al sucesor de san Pedro,
padre comun de todos los fieles, y pastor universal pOrr
divina disposicion. '• ";' 'J'/ i/S
y' Está , señor, es k -historia dé esa famosa Igíesiá pa^
triarcal de Constantinóplá ¿ que desdé ^sü creacion ha'l
causado tanto ruido en el mundo j esté es su origen, y :
estos sus progresos. En lo sucesivo el poder imperial de
esta brillante ciudad, las continuas guerras entre el Orierí^'
te y Occidente , y la multitud de partidarios dé diferén^"'
tes heregías, nacidas en aquel- hermoso suelov'atizardh*-
el fuego de la discordia , y ofrecian las coyunturas masr
favorables á cualquier Patriarca turbulento y ambicioso
para revelarse y rtegar la obediencia á Roma. No se ocul
tó esta fatal disposicion 'á( los ojos dé los Sumos Póntí- '
fices, pues desde los principios conocieron el 'peligro^ y'
por cinco siglos pudó su prüáeneiá contener el rompi- '
miento, cediendo en todo lo posible sin perjudicar al de
recho divino en la suprema autoridad por mantehet ' la '
union; y á pesar de'- hallarie" nachas j veces en isircunstan-* '
cias muy críticas para desplegar su energía, y contener
laT ambiciosas; pre'télisToñeTde los Ubispós orientales, siem
pre lo hicieron con mucha moderacion , valiéndose úni
camente del poder, y echando mano de la fuerza en los
cáísos'a^üradós.": - ana ^^'•0,í, '' ."'t 3 '"}lu''s
.. Talqs .fueron los romanos Pontífices san Félix III, san
Gelasio. y san Martin contrarios Patriarcas Acacio, Ser
gio, Pirro, Paulo y otros hereges, condenando su memo
ria , deponiendo algunos de' ellos de su silla , y separán
dolo^,..de.'la comunion católica j. cuyos'.decretos y justas
proscripciones fueron reconocidas y confirmadas en el'
Concilio I de Letran (*), y posteriormente, como pueden
verse hasta en el mismo Oriente , en el de Constantino-
pja, VI general , sin resistencia alguna, por estar ple
namente convencidos los Padres griegos, tanto de sus
errores , como de la suprema autoridad de los romanos
Pontífices sobre los Patriarcas.
No quiero hacer mérito , ni detenerme á referir los
esfuerzos de los Sumos Pontífices Pelagip.II y Gregorio el
Grande, para reprimir la altanería y ambicion de Juan
el Ayunador, .para obligarle á dejar el pomposo título de
Patriarca ecuménico , y paso á otras pruebas mas deci^
sivas para los filósofos de nuestros tiempos : tal es la car
ta escrita por Focio al Papa Nicolao I, dándole parte de
su elevacion á la Silla patriarcal de Constantinopla, y la
precaucion de este Pontífice en su. reconocimiento hasta
averiguar la verdad del hecho. Su acertada disposicion
en suspender su juicio, pues así pudo en lo sucesivo in
formarse de la injusta espulsion de san Ignacio por el
usurpador Focio , su carta escrita al Clero de Constan
tinopla contra esta impiedad, de. la cual se hace espresa
relacion en la sesion séptima del VIII Concilio gene
ral , y de su deposicion y condenacion (**) , por haber
sido ordenado contra lo dispuesto, en las yantas reglas y
decretes Pontificios ; arrancado de repente, de la curia y
cargos seculares, y colocado, en la Silla patriarcal, vivien
do su legítimo Pastor, por hombres cismáticos y depues
tos. Este es un hecho evidente, que no deja duda alguna
de la autoridad suprema de los Pontífices romanos sobre
la primera Silla patriarcal del Oriente, y por consiguien-

. (*) Cono Lateran. i. can. 17. Sergium Constantinopolitanum, et ejus


succesores Pirrum, et Paulum, et oninia impia eorum scripta anathgmati-
zamus, et eos qu¡ nobiscuin consonantes non respuunt, et anathematizanc ,
praedictos haereticos , eo .umque senpta. , '., "1 .>
(**) Conc. Constantinop. 8. art. IV Ánathematisamus étiam'Ph'pdum,
qui contra sacras regulas , et Sanctorum Pontificum veneranda decreta re
pente de curiali administratione, saecularique miliria (superstite Ignatio Pa-
triarcha) in Constantinopblitaná est persuasione, immo tyrannice á quibus-
dam schismaticis, vel anathematicis , at depositis institutus Eccle'sia
Sancta Synodus dixit : Omnibus placet libellus k Sancta Romana Ecclesia '
expositus. •• '.•'''» í I'. ' ¡ .vc íu
iil
te sobre.todos los demas Prelados , reconocido y confir
mado por los Obispos de la iglesia griega , y en presencia
de la magestad imperial ; todos interesados en colocar á
Constantinopla sobre Roma , y á su Patriarca sobre el
Pontífice , si en este asunto hubiese tenido lugar , y lo
hubiese permitido el contenido claro y terminante del
texto sagrado.
Conde. Sí . Focio me abstengo de hacer una consi
deracion hasta otro dia, temiendo se dilate demasiado la
conversacion, haciéndome cargo va ya larga, y que es
hora de dejarla para que V. tenga tiempo de desocupar
se de sus rezos y diarias ocupaciones. El Clérigo se dió
por satisfecho de esta digresion, y se convino en oir mis
objeciones el primer dia que se presentase ocasion ; con
esto se retiró , y yo tomé la pluma para poner en orden
esta conferencia, y lo verifiqué en los términos relacio
nados. A Dios, amigo. ' "
H2

ir
.. I i. u
f.. .. r i.
1 .-j'l., CARTA V.

uerido Antonio: puede .ser estrapesep, mis cartas que


.gaste tiempo en ponerte las autoridades, f y :á la verdad
que yo tambien pensé en los principios evitarlas, hacién
dome cargo de que siempre distraen, y fatigan al lector,
y enervan , disecan y cortan el hilo á los razonamientos;
pero hay ocasiones inevitables que hacen preciso su uso,
y particularmente en este tiempo, en que una raza im
pía de hombres hablan con un tono magistral, asentando
las máximas mas detestables , poniendo en duda los prin
cipios mas sagrados, y llegando á poner en disputa hasta
las verdades eternas. Este fue el motivo de mandarme
el Clérigo un dia leer las conferencias anteriores, y obli
garme á anotar los lugares, y hasta las mismas palabras
del testo sagrado , Santos Padres , Concilios y escritores
católicos de donde habia sacado las noticias de so doc
trina para si gastaba leerlas, y tomar una instruccion
mas sólida y estensa de estas materias, tanto porque po
dría hallarme en alguna ocasion en necesidad de contra
decir las detestables máximas sembradas en estos últimos
tiempos , como tambien porque nuestras conferencias ha
bían tomado un carácter demasiado sério, y así la doc
trina de la Religion como los preceptos de la disciplina
se fundaban sobre hechos y decretos positivos y termi
nantes que para probar era necesario citar, presentando
en la autoridad la verdad desnuda, y esforzando su be
lleza en su divino origen con el testimonio de las sagradas
letras y pública confesion de los hombres en todas las gs-
aeraciones, como al contrario el error nacido en los tiem
pos , hijo abortivo de padres infames é inmorales , ape
nas es necesario otra cosa que conocer su principio inmun
do , y sus intrigantes progresos para aborrecerlos.
• ' Estas razones para mí de tanto peso me obligaron á
anotar mis apuntaciones con las autoridades correspon
dientes , y las mismas que me estimulan á copiártelas en
mis cartas; pues aunque para mí sea un trabajo mas mo
lesto, y para tí en la lectura mas impertinente, lleva la
ventaja de que á poca costa puedes consultar á los origi
nales , desengañarte por tus propios ojos; y si te acomo
da, tomar unos conocimientos mas estensos sobre estas
materias. Por lo demas, y con ánimo de hacerte mis car
tas mas agradables, las omitiría, y procuraré evitarlas en
todo aquello que no sea necesario apoyar los hechos en
la doctrina, para hacer callará estos nuevos reformado
res de la Iglesia y el Estado, haciendo manifiesto al mundo
su ignorancia y su perfidia, para que conociendo á donde
se dirigen sus destructores é inicuos planes, se avergüen-
cen de tener por maestros á unos hombres tan pérfidos y
detestables, y abominen de su doctrina. Esto supuesto voy
á copiarte la conferencia siguiente á la anterior que prin
cipió en esta forma.
Conde. Ayer iba á decir que Focio formó el plan pa
ra separar á la Iglesia griega de la latina en el siglo IX, y
que Miguel Cerulario lo llevó á egecucion en el siglo XI;
pero que Focio, hombre de un ingenio tan vasto, de un.
espíritu cultivado, y el sábio mas profundo de su tiempo,
llegase á caer en tales contradicciones, de noticiar su ele
vacion al Patriarcado al Pontífice Romano, y aun des
pues de su disposicion y la muerte de san Ignacio , soli
citar su restablecimiento, interesando al Emperador Ba
silio con el Papa Juan VIII para su admision; cuando por
otro lado tenia meditado disputar la primacía á los Ro
manos Pontífices en aquella hermosa parte del mundo,
concebidos y aun manifestados los motivos? del rompi
miento; me admira, y á la verdad no entiendo como pu
do abrazar partidos tan opuestos un hombre dotado de
tan grandes talentos. r
Clérigo. No se puede dudar, señor , de los elevados
TOM. I. 15
talentos de Focio, ni poner en disputa sus vastos cono
cimientos. Todos sin hacerle favor le pintan como el sa
bio de su 'siglo, y sus obras manifiestan se hallaba ador
nado de las mas bellas disposiciones y gracias- para ha
ber hecho un brillante papel en la Iglesia, y aun ponerse
al nivel , y entrar en paralelo con los mas célebres per-
sonages de los anteriores siglos; este es un justo tributo
debido á su ingenio y erudicion; pero no podemos negar
que la ambicion, la crueldad, la hipocresía y otros in
fames vicios que reinaban en su corazon, le hicieron usar
mal de sus talentos; de modo que si su nombre se con
serva con honor en la historia literaria, aparece lleno de
oprobio en los fastos de la Religion. Así pues , al mismo
tiempo que se presenta como un hombre estudioso, como
un filósofo erudito, como un escritor célebre, como un
sábio del mejor gusto y como un crítico juicioso, es pre
ciso mirarle como á un hombre perverso, como á un sa
crilego y como á un malvado sin honor y sin vergüenza,
convencido de los escesos mas criminales, y arrojado con
ignominia del puesto mas sublime á donde se habia ele
vado á fuerza de delitos. ¡ Aun llora la Religion sus aten
tados: y la discordia sembrada por su pluma entre la Igle
sia de Oriente y Occidente, aun no ha podido cdnciliarse
despues de tantos siglos! '
No desplegaria, señor, mis labios para hablar de un
hombre, cuyos talentos y crimines han ocupado las plu
mas de tantos escritores sábios; pero como no es posible
hacer conmemoracion de la separacion de la Iglesia grie-
"ga de la latina , sin delinear el carácter de su gefe para
conocer la injusticia del cisma, lo haré en los términos
mas sucintos. Considero se halla la vida de Focio esten
dida en todas las Historias eclesiásticas como uno de los
sucesos mas importantes del siglo IX ; y esto mismo me
dispensará de entrar en pormenores; pues si V. desea ins
truirse mas á fondo, puede con facilidad hacerlo, leyen
do cualquiera de ellos, así únicamente me detendré en
referirlo concerniente á nuestro asunto, fundando mis
relaciones en las cartas de Nicolao I y de Adriano II á
los Emperadores Miguel y Basilio ; al Clero de Cons*-
taritinopla ; al mismo Eóeibyy al Concilio de dicha ciu
f r*
dad VIII general, relatadas en sus mismas sesiones en pre
sencia de los mismos criminales, y confirmadas por todos
los Padres, cuyos documentos merecen la aprobacion, y
carecen de toda sospecha, no solo por el alto principio
de donde emanan, sino tambien por haber intervenido en
este santo Congreso con los legados del Papa los Obispos
y principales personages de la Grecia.
Sin .hacer grandes esfuerzos , se puede conocer por la
historia que fue la pasion dominante de Focio-la ambi
cion , á la que hacia servir sus grandes luces y sus vastos
conocimientos. Sí, la ambicion, y por complacerla se ele
vó sobre la Silla Patriarcal de Constantinopla viviendo
su propio pastor Ignacio, recibiendo en seis dias todos los
órdenes, y haciéndose consagrar por un Obispo depuesto
por sus delitos, sin reparar, y atropellando todas las re
glas canónicas, y despreciando las protestas mas legítimas
y solemnes de los Prelados mas respetables. Estos fueron
los primeros pasos de Focio en su elevacion al Patriarca
do, cuyos delitoj para desfigurarlos y sostenerse en el al
to puesto usurpado , empeñaron en lo sucesivo á su inge
nio á discurrir y cometer otras tantas maldades.
Sus primeras miras se dirigieron á Roma , empeñan
do al Emperador Miguel á escribir, y él tambien escribió
al Papa Nicolao I, noticiándole su elevacion al Patriar
cado por voluntaria renuncia de Ignacio, y contra su pro
pia voluntad: que los Obispos, el Clero y el Emperador
habian puesto los ojos en él para remediar las necesidades
de la Iglesia, y hacer frente á los enemigos de la Religion,
como en otro tiempo Teodosio lo verificó con Nectario;
la Emperatriz Irene con Tarasio, y la Iglesia de Milan
con san Ambrosio: qu» cerrados en estos piadosos senti
mientos del servicio del Señor, no habian escuchado sus
razones ni sus reverentes súplicas , y que cubierto de lá
grimas y lleno de dolor , habia consentido en recibir la
imposicion de manos: que en fin por su parte ofrecía em
plear sus débiles fuerzas en obsequio de la Religion: y en
prueba de ser así , y conociendo tenia muchos partida
rios la heregía de los Iconoclastas, exigía el bien de la
Iglesia congregar un nuevo Concilio en el Oriente para
estirpar los restos de aquella peligrosa secta, y esperaba
remitiese legados con sus órdenes, y revestidos con su au
toridad para dar mas valor á las santas decisiones. Esta
capciosa y seductora carta no llenó las intenciones de
Focio, porque el Papa Nicolao, sábio y zeloso de los in
tereses de la Religion, reservó y se detuvo en decidir so
bre su elevacion á la Iglesia Patriarcal, basta informarse
de la verdad, y por entonces se contentó con enviar los
legados con sus órdenes para la congregacion del Concilio.
ínterin sucedía esto en Roma , no se descuidaba Fo
cio en Consjantinopla en usar de todos los medios ima
ginables para asegurar su silla. Trabajaba sin cesar en con
templar á unos , y castigar á otros Obispos del Oriente
para hacer callar las quejas sobre la usurpacion, y ga
narlos á su partido por los alhagos, ó aterrarlos por las per
secuciones ; pero sobre todo se encarnizó contra san Ig
nacio, egecutando las mayores crueldades, y haciéndole
sufrir los mas malos tratamientos. Asombra leer el esta
do miserable y de abatimiento á que el odio implacable
de Focio redujo al hijo del Emperador R«ngobeo, al Pa
triarca justamente venerado, al primer Prelado de la Igle
sia griega; y la constancia y firmeza que este ilustre per
seguido manifestó en sus destierros , en sus insultos y en
sus atropellamientos, sin querer renunciar nunca de su
Silla, sin aflojar jamás de sus santos propósitos, á pesar
del empeño obstinado de su adversario. Este era el esta
do de la Grecia, cuando los legados del Papa llegaron á
Constantinopla, á quienes se trató con igual crueldad has
ta doblar su resistencia.
El corazon de Focio ardia en vivos deseos de consu
mar su usurpacion; y poco satisfecho de la respuesta del
Papa Nicolao, meditaba nuevos arbitrios para justificar
sus delitos. Juntó el Concilio en Constantinopla; descon
fiado de la renuncia de Ignacio, le hizo comparecer en
aquella injusta asamblea , y con testigos falsos y seduci
dos probo habia sido consagrado sin ningun decreto de
eleccion ; y sin otras formalidades se pronunció senten
cia de deposicion, se le despojó ignominiosamente de las
vestiduras , y se confirmó á su rival en la intrusion. Así
Concluyó esta escena escandalosa que Focio y sus colegas
tuvieron valor de numerar entre los Concilios, y que jus
117
tamente condenaron los Pontífices Nicolao y Adriáno com
parando este desconcertado congreso á los conciliábulos
Ariminenseen tiempo de Constancio, y fifesino congre
gado por Dióscoro, como puede verse en su carta leida
en el Concilio VIH general, en la que manda quemar to
dos los egemplares (*).
El Papa Nicolao, bien informado de cuanto pasaba en
el Oriente, juntó un Concilio en la Iglesia de Letran, en
donde condenó todo lo obrado en el Concilio de Cons-
tantinopla, reconoció á Ignacio por verdadero Patriarca,
depuso á Focio, le escomulgó y le privó de todas las fun
ciones clericales. Escribió al Emperador Miguel y á Fo
cio en los términos mas fuertes, desaprobando su usur
pacion contra lo dispuesto en los Cánones, y que jamás
consentiria en la deposicion de Ignacio. En estas precio
sas cartas relatadas en la sesion cuarta del mencionado
Concilio de Constantinopla , y particularmente en la di
rigida á Focio , se toma el trabajo de responder á sus ar
gumentos, y de destruir en regla los parálelos, de compa
rar su elevacion á la Silla patriarcal con la de Nectario,
siendo aun catecúmeno , y consagrado Obispo á presen
cia del II Concilio general, como el único hombre digno
ele ocupar' aquel brillante puesto para hacer frente á los
enemigos de la Iglesia y defender la disciplina ; ni con la
eleccion de Tarasio, siendo aun lego, elegido contra su
voluntad para la misma patriarcal, corrio un verdadero
defensor del culto de las imágenes ; ni menos con la de
san Ambrosio, antorcha brillante de la Iglesia , llamado

(*) Epist. Adriani IT. ad Basilium Imperatorem lect. in act. 1. Con-


stantinop. Concil. 8. general. Volumus per vestrse pietatis industriam Con-
stantinopoli numerosum celebrare Concilium, cu¡ nostri missi Presidentes,
et culparum personarumque differencias liquido cognoscentes (juxta quod
in mandatis acceperunt) singulorum libere discretiones exercear: in qiio
sacrato coetu execrandi vanitatis Concilii, quod ^versus hanc Sedem a-
ctum est, cuneta decernimus exemplaria á possessoribus suis ablata contem-
plantibus cunctis igne cremari , nec superesse apud quemlibet ex hiu o-
mnibus, saltem unum jota, vel unum apicem, nisi totius Clericatus, immo
totius nominis christiani (anathemate perculsus) carere volueric. Non enim
tam detestandum collegium nisi Ariminensi sub Cocsrantio, vel Ephesino
& Dioscoro congregato, latrocinium comparandum decernimus.
m
al sacerdocio por divino instinto, siendo aun catecúme
no , y promovido á la dignidad episcopal por continuos
grados (*).. * ; ''.
Las actas del Concilló de Letran, y estas Cartas di
fundidas por todo el mundo, daban un claro testimonio
de la usurpacion del falso Patriarca , de su deposicion y
de su injusticia : le delineaban cotí sus propios caracté-
res,y llamaban la atencion de todo corazon sensible á,
favor del perseguido Ignacio. Pero todos estos golpes mor
tales descargados sobre la reputacion de Foeio, ni la gran
de impresion recibida en los ánimos de los fieles y reli
giosos pastores para abandonar al usurpador , fueron bas
tantes para abatir su corazon. Su entendimiento fecundo
en arbitrios le, sugirió el medio de forjar las actas de un
Concilio celebrado en Constantinopla, con las firmas, fin
gidas de su mano, de muchos Obispos, la de los Empe
radores y los tres Patriarcas de la Iglesia griega, y otras
muchas, en el cual se examinaron las acusaciones hechas
contra el Papa Nicolao; y aprobadas, se le depone de su
Silla por sus; errores. y delitos, remitiendo esta fábula al
Occidente para desacreditarle, y sublevar á los fieles con
tra un Pontífice condenado por un Concilio , é indigno
de ocupar la Silla Apostólica. En el Oriente , en donde
se sabia no se habia celebrado tal Concilio, no podia

(*) Epist. Nicolai I. ad Photiutn lect. in act. 4. Constantinop. Con-


cil. 8. gener. Temeré et imprudenter ad tanti honoris culmen ascendere
prxsumpsisti , assumens tibí quasi a sanctissimo viro Nectario occasionem,
quem sancta Synodus non ob aliud ad sacerdotalem eligere, atque ordi-
nare ex falcale wdme voltrit dignitatem, utsi quia magnae necessitatis con-
tritione anxiebatur, eo quod in Constantinopolitana Ecclesia nullus Cleri-
corum invenir! poterat qui pessime haereseos nimbosa calígine non fuerat
impeditus De Tarasii quidem promotione, qui similiter ex laicali coetu
ad Patriarchatus culmen promotus est, quem et vos quasi in auctoritate
vestrae defensionis assumere vultis , si sanctam (quse apud vos tempore
sanctissimi viri Adriani Papse celebrata est) Synodum diligentius scrutatí
fueritis, invenietis quid i* eadem sanctissimus vir consultus decrevit, etquod
dum ejus consecrationis reprehendere tactus, et maerorem se pro tam prae-
sumptiva factione minime suscinere profiteretur... Beatissimum quoque Am-
brosium splendidissimam lucernam Ecclesiae , qui ex catechumeno (divino
praesagio) ad Episcopatus per continuos gradus promotus est dignitatem,
cur nobis pro vestro tutamine opponitis? Qui non istinctu hominis, sed di
vina vocatione per rairaculorum prodigia electus est?
ii9
correr esta ficcion ; y para alborotar á esta parte del
mundo,, echó mano de las preocupaciones de los grifos
contra los latinos, y para este fin dirigió una carta cir
cular á los Patriarcas y demas Prelados, denunciandolos
errores de que suponía infestados al Papa y Obispos del
Occidente.
Hasta aqui puede decirse habia sido Focio dichoso en
sus delitos, si puede haber jamas dicha en el crimen; pe
ro con la caida de Miguel del trono se cambió su suerte.
El Emperador Basilio, su sucesor, que conocía á fondo
al usurpador , sus intrigas y manejos diabólicos , dió ór-
den para arrojarlo de la Silla patriarcal , y en una asam
blea de Obispos congregada para este efecto, fue Ignacio
llamado, y reconocido por el legítimo pastor, puesto en
posesion de su dignidad, honores y jurisdiccion, y suspen
dido Focio y sus parciales de las sagradas funciones, lle
vando en esto á ejecucion la sentencia del Papa Nicolao.
Así concluyó la^urpacion y calmaron las violencias; y
para remediar tantos males causados, el verdadero Pa
triarca y el Emperador escribieron al romano Pontífice
sobre la necesidad de convocar un Concilio ecuménico
para reparar tantos desórdenes. Adriano II, sucesor de
Nicolao en la cátedra de san Pedro , convino en ello , y
dispuso fuese la causa de Focio examinada y juzgada en
Constantinopla, como el teatro de sus maldades y el ta
ller de sus imposturas ; para lo cual remitió sus legados,
que fueron recibidos en la Grecia con los honores debi
dos á los representantes de la cabeza de la Iglesia, y ocu
paron en el Concilio su puesto_ correspondiente , al que
asistieron el Patriarca , el Emperador , sus hijos y cien
to y dos Obispos.
En este santo Concilio, como dejo insinuado, se ocu
paron sus primeras sesiones en leer las cartas de los Su
mos Pontífices sobre la conducta de Focio, en averiguar
sus crímenes; é informados los Padres de tanta impiedad,
injusticia y desvergüenza , celebraron las acertadas dis
posiciones del Pontífice romano á favor del inocente Ig
nacio y contra el usurpador , y mandaron compareciese
.ante el Concilio. Esto verificado, se negó Focio á satis
facer á los cargos, y preguntas de los legados, y afectan-
«120
' do imitar á Jesucristo delante de Sanhédrln , únicamen-
te«profirió este impío estas lacónicas palabras : "Aunque
callo. Dios oye mis voces (*)." Este silencio , nacido tan-
, to de desprecio como de obstinacion , indignó á los Par
ares, les obligó á hacer leer las cartas del Pontífice, en
las cuales se demostraba no habia cesado de reprobar su
ordenacion la Iglesia romana, y lo mismo hicieron ver
habia sucedido en las Iglesias del Oriente , en cuya vista
declaró el Concilio á Focio por un intruso digno de ana
tema; y únicamente si daba pruebas de un sincero ar
repentimiento sería perdonado, esto es , recibido en la
comunion como un simple fiel.
i Se conminó á Focio y á sus secuaces á comparecer en
el Concilio para hacerle saber esta determinacion; yes-
te malvado hipócrita se presentó en la asamblea apoya
do en un cayado como un signo de la dignidad episcopal,
de la que pretendia estar siempre revestido; y los Padres,
conociendo su astucia, le hicieron deja$ el báculo pasto
ral (**). Se le intimó presentase la acta de su arrepen
timiento , pero se negó á verificarlo , y respondió á los
legados de la manera mas injuriosa ; se emplearon de
parte de los Padres las persuasiones y los argumentos mas
fuertes para convencerle, pero todo fue en vano ; pues
tanto Focio como los Obispos de su partido permanecie
ron en su error : en fin , el Concilio convencido de los
crímenes y pertinacia de Focio , condenó, ó por mejor
decir, renovó ó confirmó la condenacion hecha anterior
mente por los Papas, tanto por su usurpacion de la silla

(*) Conc. Constantínop. 8. gener. act. 5. Vocetn meam, etiam me ta


cente, Deusaudit. Presidentes Synodi diserunt: Per silentium non effugies
manifestiorem damnationem Nos ergo non novara aliquod, vel recens
judicium judicabimus, aut introducemus ,, sed vetus ex multo tempore ju*-
.dicatum a beatissimo Papa Nicolao: firmatum autem a sanctissimo Papa
Adriano, et nos non possumus eommoveri á paternis definitlonibus et le-
gibus. Quem ergo nec Sedes nostra Apostolica , nec Sedes receperunt O-
rientalium , quis de estero (christianus esse volens) ulterius suscipiet? Sed
talem conatum objicimus et anathematizamus.... Sancta et universalis Sy-
nodus exclamavit: Recipiemus haec omnia , valde quippe sunt discreta et
congrua ecclesiasticis regulis , et legibus.
(**) Id. Act. 7. Baculus signum est dignitatis pastoralis, quod hic ha-
• bere nullatenus debet, quia lupus est, non pastor.,'^.. u.^ ' ,1 ., i. . .
421
patriarcal , como por sus delitos y calumnias contra el
romano Pontífice (*).
Así se arreglaron las cosas en este santo , venerable,
sábio y solemne congreso, protegiendo á la inocencia,
condenando á la maldad, y restituyendo á la disciplina
eclesiástica su fuerza y esplendor. Efectivamente, Ignacio
fue restituido á su Silla , en donde permaneció hasta su
muerte; y.Focio se retiró á un monasterio, no con. áni
mo abatido por sus desgracias , sino con el fin de buscar
en su ingenio arbitrios para mejorar su suerte. Cualquier
sugeto pundonoroso hubiera deseado huir de la vista de
los mortales al considerar la publicidad de sus crímenes,
y la ignominia de sus despojos para ocultar su infamia
y evitar su vergüenza; pero este hombre vil y estraor-
dinario sostenia toda la serenidad de su espíritu en me
dio de sus aflicciones , y parece solo recordaba su caida
para emplear todas sus fuerzas en recobrar sus honores.
Su ambicion desmedida é ingeniosa no se acobardó por
ver conjurado contra sí todo el poder del Sacerdocio y
del Imperio , y condenados públicamente sus escesos en
Oriente y Occidente. Ocultando sus sentimientos y des
pechos en el centro de su corazon , únicamente se ocupa
ba en sostener su partido, escitando la compasion con la
relacion de sus desgracias, y en ganarse la voluntad de
los principales agentes de su deposicion, desvelándose por *
averiguar su gusto y contemplar sus flaquezas.
Las esperanzas de este hombre perverso correspondie
ron á sus esfuerzos, y por medio del artificio y de la im
postura consiguió volver á la gracia del Emperador. Su
astucia le sugirió el arbitrio de componer una genealogía,
por la cual hacia descender á Basilio de los personages
mas ilustres de la Grecia , siendo en la realidad de una
familia obscura, cuya idea le hacia vivir consentimien
to. Elevada esta noticia al Emperador ,4a vanidad le

(*) Id. Can. 6. Anathematizamus Photium. Primó propter nequissimam


invasionem Ecclesiae Constantinopolitanae cum alüs malis operibus suis.
Secundo, propter inventionem falsorum Vicariorum. Terrio, propter Con-
cilium vanitatis, quod celebrare tentavit. Quartó, propter crimina, quae
falso contra sanctissimum Papam Nicolaum in suo conciliabulo proposuit.
TOM. I. 16
122
deslumhró para no corocer el engaño, 'encargando la tra
duccion de su propia lengua al impostor que lo sirvió con
exactitud y esmero, y premió sus talentos olvidándose
de sus delitos. Vuelto á la corte , la proteccion imperial
y sus servicios le pusieron luego en estado de valimiento,
y de ganarle nuevos amigos. En este estado se hallaban
las cosas cuando murió Ignacio , y con el favor de Basi
lio le fue fácil á Focio volverse á sentar en la silla pa
triarcal de donde habia sido derribado. El Papa Juan IX,
Sucesor de Adriano en la Silla de Roma , condescendió
con la súplica del Emperador , y por el bien de la paz,
reconoció á Focio por Patriarca de Constantinopla, bajo
de ciertas condiciones que el malvado no quiso cumplir.
Por lo regular las desgracias suelen ser una leccion de
moderacion y de prudencia para reprimir en adelante el
ímpetu de las pasiones ; pero en Focio no fue así : pues
recobrando segunda vez el poder, conservó en su memo
ria sus pasados trabajos para vengarse de sus contrarios:
en fin, este hombre, juguete de la fortuna, tan pronto ele
vado como depuesto , ya aplaudido , ya vituperado , no
gozó tranquilo el fruto de sus maquinaciones y malda
des ; y el Papa , informado de estos nuevos delitos , se
vió precisado á condenarle.
Su nueva caida estaba prevista, si le llegaba á fal
tar el apoyo del Emperador. Así fue; muerto Basilio, su
hijo y su sucesor en el trono Leon VI, contra quien
en vida de su padre habia entrado en una conjuracion
para privarle de la corona, persuadido de que no habría
paz en la Iglesia, mientras un Patriarca de aquel carác
ter sedicioso ocupase la Silla de Constantinopla , mandó
reunir y publicar todos los crímenes y maldades de Fo
cio; le arrojó del palacio episcopal; le desterró y mandó
cerrar en un monasterio en Armenia , en donde murió.
Esta es la historia de Focio, autor del cisma y oráculo de
los griegos, para sostenerse en la separacion de la Iglesia
romana ; de aquel hombre que reunió los mayores co
nocimientos y los mayores escesos: ni su nacimiento ilus
tre, ni su vasto ingenio , ni su inmensa erudicion , ni su
alta dignidad bastaron para contenerle; el orgullo, la am
bicion y la impiedad eclipsaron sus glorias, y fueron la
*2j
causa de todos sus delitos; de modo que parece solo apre
ciaba sus grandes talentos y los ricos dones recibidos de
su Criador para servirá sus pasiones.
Conde. He oido con gusto esta historia, y creo no fue
Miguel Cerulario hombre tan instruido como Focio, ni
de tanta disposicion , pero tuvo la suficiente para consu
mar el plan de la separacion ; de modo que estas son las
dos antorchas de los cismáticos griegos, el uno por la cien
cia , y el otro por la egecucion.
Clérigo. Sí señor ; pero si no puede entrar en paralelo
Miguel Cerulario con Focio en orden á los talentos y la
erudicion, se le igualaba en ambicioso y emprendedor.
Elevado Miguel á la Silla Patriarcal de Constantinopla,
pensó en sacudir el yugo de la Iglesia Romana, separan
do al Oriente del Occidente, y para conseguirlo trató de
resucitar las especies sembradas por Focio acerca de los
errores de los latinos que despues de dos siglos aun hu
meaban en los corazones de los griegos. Con esta idea em
pezó este malvado su ataque , dirigiendo á su nombre y
al de Leon, Obispo de Acrida una carta al Papa llena de
quejas sobre lás diversas prácticas de la Iglesia del Occi-
cidente en usar del pan acimo en el sacrificio de la Misa,
ayunos del sábado en Cuaresma, y demas acusaciones he
chas por Focio. El Sumo Pontífice conoció al instante las
funestas resultas y las miras sediciosas de estos crimina
les , si prontamente no se aplicaba un eficaz remedio , y
no se descuidó en tomar las providencias oportunas para
cortar el mal en su origen. Escribió sin detenerse al Pa
triarca, haciéndole ver la injusticia y sutileza de sus acu
saciones; se tomó el trabajo de responder á cada uno de
sus artículos, manifestándole' la estraña pretension de los
griegos en intentar despues de tantos siglos enseñar á la
Iglesia Romana el modo de celebrar la memoria del sa
crificio de Jesucristo, la observancia de los ayunos, y las
ceremonias del culto divino ; y concluia persuadiéndole
usase de la misma consideracion é indulgencia con los
latinos de Constantinopla que usaba él en Roma con los
griegos, dejándolos en plena libertad de seguir los usos
del Oriente en sus Iglesias allí establecidas.
Pero ni esta carta, ni otra segunda escrita por el mis
mo Pontífice León IX , ni las refutaciones hechas por el
Cardenal Humberto, legado de su Santidad, que obligaron
á retractarse al monge Nicetas, agente de Miguel para
entablar la separacion, ni los deseos del Emperador Cons
tantino Monomaco para conservar la union entre las dos
Iglesias, bastaron para convencer al Patriarca; obstinado
en llevar adelante el cisma, se negó á ver y á tratar con
los legados remitidos por el Papa para arreglar este ne
gocio; lo cual obligó al Cardenal Humberto á pronunciar
sentencia de escomunion en la Iglesia de Santa Sofía con
tra Miguel Cerulario , Leon Acrida y sus aliados como
simoniacos, hereges y cismáticos en 19 de julio del año
de 10 5 4.. Pero lejos el Patriarca de ceder al golpe del ana
tema, ni de sentir la separacion de la comunion de la Si
lla Apostólica , bramando de cólera , se vengó éscomul-
gando á los legados, y promoviendo una sedicion contra
el Emperador , por haber protegido su vida contra sus
maquinaciones.
Pero ni aun esto fue suficiente para tranquilizar á Mi
guel; su genio inquieto y turbulento le habian adquirido
demasiada autoridad en la corte, y ensoberbecido con es
te poder, y confiado en la habilidad de sus enredos, que
ría hacerse dueño de las gracias del Imperio. Isaac Con-
meno, esforzado capitan y diestro político que ocupaba
el Trono, no era hombre para dividir el mando con Ce
rulario , y tratando seguramente de enfrenar su altane
ría , tuvo la avilantez de amenazarle le costa ría poco
derribarlo del alto puesto á donde lo habia ensalzado.
Esta osadía irritó al Emperador ; lo hizo prender y en
cerrar en un monasterio, hasta juntar un Concilio para
deponerlo i pero murió en su destierro sin llegar á este
caso. Así acabó sus dias Miguel Cerulario, hombre infa
me y revoltoso, semejante en su fin á su maestro Focio,
cuyas huellas siguió sin perder paso, logrando sepultar en
un cisma horroroso á su patria por su desmesurada am
bicion. No he salido, señor, en la pintura de estos dos
hombres perversos del cuadro con que estan dibujados en
la historia, ni creo me haya escedido.
Conde. No señor, lo mismo tengo yo leido en los au
tores eclesiásticos, al tratar de la separacion de la Ig le
Í2S
sia griega de la latina ; y estoy convencido de que no es
el cisma de los griegos obra de la justicia y de la razon,
sino de la ambicion y otros vicios. Es claro que en Focio
prevalecieron sus pasiones sobre sus talentos en el nego
cio del Patriarcado, y me parece que nunca hubiera tra
tado de separar á la Iglesia griega de la latina, si el Pa
pa Nicolao cerrando los ojos á los deberes de la justicia,,
y despreciando los clamores dela inocencia, hubiese aplau
dido las infames persecuciones de san Ignacio y recono
cido al usurpador. No hay duda, y la historia misma pu
blica de que sus resentimientos contra Roma empezaron
con su deposicion; y si en su segunda elevacion á la Silla
Patriarcal llevó adelante sus pensamientos, fue porque el
Papa Juan VIH le exigió la confesion y absolucion de sus
delitos 'en el público Concilio, reconociéndole con esta
precisa condicion; pues de otro modo me persuado le hu
biera costado muy poco prestar la debida obediencia al
Romano Pontífice, y haber callado ó desmentido los prin-r
cipios sembrados para la separacion. Asimismo veo en Mi
guel Cerulario, egecutor del plan, otro hombre no tan
sábio ni instruido ; pero si cabe tan ambicioso, turbulen
to y encaprichado , que con la misma altanería negó la
obediencia al Papa que se reveló contra los Soberanos;
en una palabra, veo en él un genio inquieto y soberbio,
deseoso de disponer á su arbitrio de la Iglesia y del Estado.
Pero yo me asombro al considerar ¿cómo la Grecia,
madre de los ingenios y de las letras, ha tomado por maes
tros de la Religion á unos hombres tan inmorales? ¿Cómo
no conocieron que Focio y. Gerulario losestraviaban de
la senda trazada por sus antiguos Padres, que sin ceder
les nada en ciencia y talento, les escedian mucho en vir
tud y moderacion? ¿Cómo no se penetraron de que las
pasiones y no la sabiduría trabajaban en el. cisma? ¿No
eran bien públicas sus persecuciones contra san Ignacio,
sus insolencias en los congresos y sus imposturas en los
escritos? ¿Quién pudo ignorar su condenacion en los Con
cilios , sus revoluciones en el imperio, y los destierros y
encerramientos decretados por los Soberanos de Constan-
tinopla para sujetar á estas indómitas fieras, y librar de
sus planes sanguinarios á la Iglesia y al Estado? ¿Y estos
126
hombres revoltosos públicamente castigados por sus crí
menes é infamias son los doctores y maestros de los grie
gos en su separacion ? Aun cuando la historia lo publica,
casi no podria creerlo si no lo palpase por mis propios ojos;
solamente en unos espíritus preocupados pudo el error
hacer tantos progresos; y solo la ignorancia arraigada en
aquel hermoso suelo puede perpetuar un cisma tan espan
toso. ¡O Dios! ¡Cuánto ciegan las pasiones á los hombres!
Si algun dia los griegos abren los ojos , es de esperar que
conociendo la locura de su empresa, detesten la memoria
de estos dos impíos Patriarcas que han sepultado á su pa
tria en tantos males, y que se apresuren á prestar la de
bida obediencia al Romano Pontífice como á Vicario de
Jesucristo en la tierra y cabeza de su Iglesia. Dia feliz y
deseado por todos los occidentales que se celebrará con
mil alegrias,y ellos se desengañarán de nuestros sinceros
votos, y esperimentarán con el tiempo que no los que
remos por esclavos sino por hermanos.
- Clérigo. Así es, señor; pero aun se admira mas su per
tinacia en el error , cuando se examinan con atencion los
motivos propuestos por las cabezas del cisma ; pprque si
el uso del pan acimo en el sacrificio de la Misa, la omi
sion de la primera semana de Cuaresma, el ayuno del sá
bado y el celibato de los clérigos , todas eran prácticas
observadas muchos siglos hacia por la Iglesia Romana;
respetadas de los Crisóstomos , Basilios y demas griegos;
reconocidas y veneradas en los Concilios generales y par
ticulares, en donde reunida la sabiduría, virtud y celo
de todo el mundo cristiano, ninguno habia tenido atre
vimiento ni imprudencia de graduar por un error estas
costumbres y usos heredados de los Santos Padres. Si es
sobre la procesión del Espíritu Santo, del Padre y del Hi
jo, es un dogma apoyado en la antigua fé de toda la Igle
sia, y mas particularmente en el Occidente por la pala
bra Filióque añadida despues de largo tiempo , y sin re
clamacion alguna al símbolo de Nicea y de Constantino-
pla. Estas son todas las quejas de los infames Patriarcas
Focio y Cerulario, á las cuales ya se tiene, como se ha
dicho, respondido; pero es fatalidad humana que rara
vez el espíritu de partido interesado en mantener una re-
<27
volucion, rinde su cabeza á la verdad victoriosa, ni re
trocede de sus intentos.
En muchas ocasiones se ha tratado y procurado ve
rificar la union , haciendo para este fin esfuerzos terribles
los Pontífices y los Emperadores ; pero siempre el cisma
se ha mostrado inflexible á los mas eficaces remedios. Pres
cindiendo de otras ocasiones en el Concilio de Florencia
se arreglaron las cosas á satisfaccion del Papa Eugenio
IV , del Emperador Juan Peleologo II , del Patriarca de
Constantinopla José, de los Obispos del Oriente y Oc
cidente, de muchos Abades y otros ilustres personages.
Allí se examinaron y ventilaron separadamente cdh toda
calma y circunspeccion los puntos de la discordia; se acla
raron las dudas acerca de la fé sobre, la palaba Filióque^
y se esplicaron los motivos de las diferentes prácticas re
ligiosas en las dos Iglesias, dejando á cada una en pose
sion dela disciplina heredada de sus santos Padres: y ar
regladas las cosas á satisfaccion de los interesados de las
dos partes se firmaron por todos , como se puede ver en
sus actas, cuya relacion omito, por no ser largo, estrac-
tando únicamente la confesion ingenua hecha por el Pa
triarca José en la hora de su muerte, acaecida en Flo
rencia , manifestando y asegurando á los orientales que
muere conformándose con la fé de la Iglesia Romana,
obedeciendo al Romano Pontífice como á Vicario de Je
sucristo, y creyendo hay un purgatorio para las almas;
dando en esto un público testimonio del convencimiento
detestas verdades, de su consentimiento en todo lo tra
tado y definido en las sesiones ; pues asistiendo á todas
ellas, falleció en la noche anterior á la última (*). , '

(*) Conc. Florentin. confes. Patriarch. Cotistantinop. Joseph , misera-


tione divina Constantinopolis et nova; Roma: Archiepiscopus, et aecume-
nicus Patriarcha, quoniam ad extremum vita; perveni , idcirco pro meo
muñere dilectis filiis benignitate Dei meam sententiam his litteris palam
facio. Nam quae Domini nostri Jesu Christi CathoJica et Apostolica Ec-
«lesia Romana; veteris sentiat , ac celebret omnia, me queque sentiré,
credereque profiteor , ac ipsis plurimum acquiesco. Beatissimum Patrum
Patrem ac Summum Pontificem Romaeque veteris Papam Domini nostri
Jesu Christi Vicarium esse concedere, arque animarum Purgatorium esse
son inficior. Datum Florentiae 8. Junü anno 1439.
Í2S
- - Arregladas así las cosas, vuelven el Emperador, Obis
pos y demas personages á Constantinopla gozosos y llenos
de júbilo con las actas del Concilio; y cuando esperaban
ser recibidos en triunfo por haber concluido á fuerza de
trabajos, desvelos y fatigas una union tan deseada y ven
tajosa para los griegos, dejándolos en el uso y práctica de
su disciplina , y llevando las mejores esperanzas en las
ofertas de los occidentales de reunir todas las fuerzas de
la cristiandad para alejar de las puertas de Constantino
pla á lo? mahometanos , el Clero y pueblo se alborotan;
reprueban el decreto formado de union ; se niegan á ad
mitir en el ministerio eclesiástico á los autores de la con
cordia , despues de haber trabajado tanto; se miran como
apóstatas^ traidores y enemigos de la Religion y de la pa-
-tria ; huyen de su comunion , y se les llena de injurias.
Ninguna consideracion hacen los revoltosos sobre la pru
dencia , ciencia y tino con que fueron examinados y re
probados los principios cismáticos por los hombres mas
sábios y virtuosos del Oriente en presencia del Sumo Pon
tífice y de los Prelados mas respetables del Occidente. Nin
gun respeto manifiestan álaMagestad Imperial, qu£ per
fectamente instruida en todos los puntos de la separacion,
habia tomado una parte activa en la controversia, y con
vencida de la razon, habia estampado su real firma en el
decreto de union. Ningun cuidado les aflige por los males
públicos: ni la presencia de los enemigos les atemoriza;
ni el interés de la nacion les hace aflojar nada de su odio
contra los latinos ; el canon cruge en rededor de la ciudgd;
las murallas se derrivan; los mahometanos se acercan, y
los cismáticos mas aprecian á un turbante que á un ca
pelo; y como no esten sujetos al Pontífice Romano, nada
se les da en ser dominados por los sultanes. A este en
durecimiento condujo el fanatismo á estos hombres fe
roces, y la ciudad de Constantinopla, floreciente por tan
tos siglos , cayó en poder de los mahometanos en 29 de
mayo de 1453. . ...
Este asunto, señor, exigía una larga esplanacion por
su importancia é influencia , porque gozando los patriar
cas de Constantinopla de mas altas prerogativas que nin
gun otro Prelado en la Iglesia, griega, y. latina., y habiea
129
do estado subordinados á los Pontífices Romanos antes y
despues do- los siglos de la ignorancia , no se puede poner
en dudá la obediencia de los demas Obispos de la cristian
dad debida á los sucesores de san Pedro. Este ha sido el
motivo de mi detencion, y queda probado en su esencia
ser las pasiones el único origen de la separacion de los
griegos. Efectivamente los hereges han influido en gran
manera en el cisma de esta Iglesia, y.enja esclavitud de
su patria. Todas lasi sectas de cismáticos esparcidas pon
él Oriente como' los ab'tsinas, coptos, ármenlos, ja^bi**
tas y demas , todas ellas estan infestadas de los errores
delos eutiquianos, nestorianos y otros. Esta casta de gen-*
tes sostiene la division que principió y consumaron la am-.
bicion y otras pasiones infames, como regularmente su
cede á todas las obras de tinieblas; pues como á aquellos
desgraciados hijos que son triste fruto del delito de sus pa
dres , basta recordarles su origen para llenarlos de con
fusion; así sucede en el cisma y esclavitud de la Grecia.
¡Ojalá los Monarcas mediten sobre este asunto, y lleguen
á convencerse de que no tienen en sus estados vasallos
mas sospechosos que los apóstatas de la Religion!
Conde. Esta es una indudable verdad; pues hemos vis
to á Focio y Cerulario revelarse contra los Papas y cons
pirar contra sus Príncipes, por cuyo motivo murieron en
los destierros. Sabemos tambien que Voltaire , Rousseau
y los demas filósofos pintan á los Reyes como á unos ti
ranos de los hombres , y los convidan á lavar sus manos
en su sangre, y que no los dibujan con los mejores co
lores Lutero, Calvino y demas comparsa. En estos* dias
los liberales usan del mismo lenguagé, y me acuerdo ha
ber leido en un pequeño libro titulado: Principios del de
recho público, y traducido á nuestro idioma en esta re
volucion, esta asercion impía. WE1 derecho de los Reyes e¿
el derecho de la fuerza, y como, la fuerzarno da justicia,
en hallando ocasion los subditos deben revelarse contra
los Reyes." Esto en realidad es tocar á rebato, y de con
siguiente siendo estos los principios de los enemigos de la
Religion , poca dificultad puede haber en creer son ellos
mismos los revoltosos en los Estados.
Clérigo. El nombre, señor, de hereges y filósofos en
tom.' x. 17
. •
nuestros días son sinónimos; todos "conspiran á un fin, y
dirigen sus ataques contra el Pontífice y contra los Reyes,
y unidamente se diferenciaaen que unos atacan á la Re-
ligioin'para derribar los itronés^ yt otros atacan á los tro
nos parai proscribir 'la' Religion. Esté ha sido el verdadero
carádter. de todas las revoluciones* así se han manifestado
en el Imperio de Constantinopla, en Inglaterra, en Fran
cia i, ¡en España,; en Portugal y en el Piamohte: en todas
ellas sus ¡principales agentes,1 aunxuando*usen de otro len-
guage,,i. em el fondo i de su corazón ni quieren Religion ni
Rey ; sus deseos son quitar estas trabas para vivir á gus
to de sus pasiones^ por eso declaman con tanto calor con
tratos ministros de Dios y contra el poder de los Sobe
ranos jr.suí objeto es' denigrarlos, y calumniarlos para ha
cerlos odiosos al pueblo, ínterin sus logias proscriptas por
la ley y el eárion disponen y preparan los destierros y
los cadahalsos. "¡ : '. ''. .
.3.1 .No dudemos, señor, que las sectas, hijas de la rebelion,
son enemigas declaradas de la paz; que en sus tenebrosas
juntas: donde. se t?rata' de minar los fundámentos de laféj
no se pierde de vista trastornar los derechos del Trono,
y así se ha visto siempre que á las inquietudes de la Igle
sia , han venido á suceder los alborotos de los estados; co'
mo de las revoluciones de los reinos la corrupcion de las
costumbres. Esta ha sido en todos tiempos la política de
los irreligiosos constantemente seguida y demostrada ea
nuestra revolucion por esos filósofos liberales; su plan es
uniforme y consecuente lo mismo en lo eclesiástico, que
en lo profano; en todas partes se proclama la soberanía
en el pueblo, y la jurisdiccion religiosa en la universalidad
de los fieles; se pone al Rey como á un ciudadano de
distincion, y al Sumo Pontífice se le titula Obispo de Ro*
ma superior en honor á los. demas., pero con iguales fa-
cultades;.'sirt!inas antecedentes por estos principios se deja.
conocer .que el' objeto de los liberales. filósofos és déstruir
las cabezas de la Iglesia y del lrriperio, hacer á todos igua
les, é introducir la anarquía, y el desórden, sublevando á
los Obispos contra el Pontífice, y a los pueblos contra los
Reyes. ¡Ojalá, señor* me Jehgañase .en mis conceptosl Pero
nuestras conferencias air^dhárán que mis aserciones no
13Í
son temerarias, y en cada una de las materias se verá
que sus opiniones llevan envuelto el gérmendel cisma, d&
la discordia: y de-la destruccion, y que sus máximas to
das son contra 16 establecido por Dios, y: ios principios
recocidos por la sociedad. ..i'•i
En fin, señor, me parece he probado con documentos
auténticos la autoridad del Romano Pontífice sobre to
das las Iglesias del rfnundoy y que he hecho ver está. er»
posesión de la universal jurisdiccion desde . tos primeros
siglos defc cristianismo: que el encargo de Jesus i Pedro, y
no las falsas decretales , concedió á la Silla Apostólica
estas altas prerogati vas, que lejos los Sumos Pontífices de
haber aumentado su poder eri los siglos de la ignorancia,
como suponen y afirman los filósofos y los hereges, en
aquella infeliz época se verificó el cisma en el Oriente, y
posteriormente en algunos estados del Occidente. Sí, en
lugar de estender los Papas su autoridad con- la calami
dad de ios tiempos, una gran .parte del mundo cristiano
se reveló contra su imperio; esto es público y notorio, y
de aqui sale una consecuencia cierta y contraria á la aser
cion de los impíos ; esto es que la ignorancia ha sido en
todos tiempos tan perjudicial á la Religion como favora
ble á la heregía ; su iniquidad se oculta en sus negras y
obscuras sombras, y en medio de sus tinieblas es como
se alimentan y progresan sus errores.: : ; ' ; ,
Entonces yo conociendo que era ya hora de retirarse
el Clérigo, dige : nuestra conversacion sobrela Grecia
concluyó, pues estoy convencido que el cisma del Oriente
.es efecto de una rebelion injusta , promovida por Ja am
bicion de los Patriarcas^ y sostenida por la sutileza ¡de
los hereges, procurando aprovecharse unos; y otros: de la
a version de los á los latinos para lograr sus intén
tos. Sobre las demas Iglesias de 'la cristiand'aá que vivén
Jtn la católica union, reservo para otro dia hacer algunas
reflexiones , como tambien sobre la asercion de que el
proclamar la potestad omnímoda de los Obispos, es tra
tar de introducir en la Iglesia la anarquía y el desorden,
como en las naciones suponer la soberanía en los pueblos,
porque' eri este paralelo me parece hay mucha similitud;
últimamente todo se andará en' el supuesto de que tene-
432
mos tiempo, y no hay otra cosa en que ocuparnos, ni
divertirnos en esta soledad. Este fue el fin de nuestra,con
ferencia; el Clérigo se retiró, y yo quedé Como acostum
braba recordando la conversacion para hacer mis apun^
taciones. La historia de Focio no me sorprendió, porque
tenia noticias adelantadas , y siempre admiré su ingenio
y su erudicion; pero nunca habia meditado sobre los ter
ribles estragos causados por el cisma, y ahora me ma
ravillaba cómo era su memoria tan grata á sus paisanos,
habiendo este impío sembrado tanta iniquidad en su suelo
patrio. Jamás el mundo vió hombre de ingenio mas bri
llante, ni de corazon mas perverso; pero sobre todo me
asombraba de que durase el prestigig tanto tiempo; me
hacia cargo de las razones del Clérigo sobre la influencia
y empeño de las sectas en mantener la separacion, pues
solamente estando rotos los lazos de la unidad podian ger
minar y prosperar en aquel hermoso pais ; reflexionaba
que en un campo inculto , cuanto de, mejor calidad es la
tierra, se cria mayor abundancia de maleza, contribuyen
do su misma bondad á fomentar y robustecer aun á las
plantas mas nocivas; así, me decia á mí mismo, sucede á
los griegos caídos en el error : la perspicacia de sus inge
nios siempre busca y halla nuevos motivos para perpetuar
,el cisma y permanecer en sus errores. Cuando todo el
mundo se lamenta . de su obcecacion y llora su esclavi
tud, ellos solos parece no tienen ojos ni corazon para ver
y sentir sus males; ciegos en sus estravíos, é indiferentes
á su desgraciada suerte, nada se les da vivir sin libertad,
con tal que logren permanecer en la separacion : su odio
á los latinos prevalece contra su repugnancia á los moros,
y mas quieren ser esclavos de los sultanes, que hijos pre
dilectos de los Romanos Pontífices. ¡O ceguedad humana!
A tales delirios conducen las pasiones á los hombres, pues
muchas veces se les ve olvidarse de su ser y de su alta
dignidad, por sostener los caprichos mas delincuentes.
Nunca tendrán motivo para quejarsele los occidenta
les; la Iglesia y el Imperio les han ofrecido en todos tiempos
•su proteccion; solo han buscado y esperado su consenti
miento y su voluntad para determinar sus sacrificios á fa-
\'or de su libertad; (ion una generosidad sin igual han
condescendido en todas sus pretensiones, exigiendo solo de
ellos su reconocimiento al deber de la ley, y sin querer otra
cosa sus libertadores que la gloria de haberlos redimido*
Testigos de esta verdad serán siempre los esfuerzos de los
Pontífices y de los Reyes en aprontar las brillantes "y nu
merosas cruzadas destinadas á arrojar á los bárbaros del
suelo patrio de Jesucristo , en las cuales se alistaron los
personages mas ilustres de esta parte del mundo, y se
ocuparon en predicarla los hombres mas eminentes en
ciencia y santidad. Pero ni las contemplaciones de los
Pontífices, ni la autoridad de los Patriarcas, ni el poder
de los Emperadores , nada ha sido hasta ahora capaz de
doblar la cerviz de los griegos , ni de ganar su corazon:
encanecidos en el cismJÍ y endurecidos con el transcurso
de los" siglos , en todos tiempos se han mostrado inflexi7
bles á las caricias y á los favores , y han preferido la po
sesion de sus errores al triunfo de su independencia. y 4
los intereses de la Religion. Este es el proceder de todos
los hereges: declamando contra los abusos, ofreciendo
reforma , y aparentando zelo por la gloria de Dios, des
truyen su imperio sobre los corazones ; no aspiran sino á
establecer y propagar sus locos caprichos; á ganar prosé
litos para satisfacer sus deseos , aunque para este fin sea
preciso arruinar á la Iglesia , y sepultar bajo sus ruinas
el valor de las naciones. Así sucedió en los griegos á la
vuelta del Emperador y de los demas enviSHos al Con
cilio de Florencia : el furioso ardor del cisma les hizo ol
vidarse hasta de su misma existencia; miraron conriu-
diferencia tanto su suerte como las glorias del Imperio, y
cayeron en la esclavitud mas vergonzosa para vivir afli
gidos y sobresaltados bajo la espada de sus enemigos.
Sí , sí, me decia á mí mismo, tiene razon el Clérigo;
los desertores de la Iglesia han sido siempre los primeros
alborotadores de los pueblos; los que se revelan contra la
Religion, con facilidad se arman contra los Reyes; si obe
decen á sus órdenes es por el temor del castigo; no miran
en ellos la imagen de Dios sobre la tierra , ni á su auto
ridad como emanada del cielo, sino como obra de los hom
bres. Su propio lenguage manifiesta á las claras sus pen
samientos : para ellos el origen, mas sagrado del Imperio
. m
es el consentimiento de las naciones; y como no es tan
fácil en el transcurso de los siglos presentar este título,
ni tan seguro el que empezasen á reinar por disposicion
de los pueblos: de aqui proviene atribuir los filósofos del
dia la potestad de los Monarcas al derecho de la fuerza,
cuyo pesado yugo provocan á los subditos á sacudir en
hallando ocasion oportuna , juzgando por un heroísmo
pelear contra los Reyes, á quienes á boca llena llaman
tiranos ; los provocan á tomar las armas , para redimir
á los hombres de esta esclavitud vergonzosa segun su es-
presion , y restituirles aquella decantada y fantástica li
bertad , madre prostituta de todos los errores y sedicio
nes, pues -con ella se acabó la dependencia y se acabó la
sociedad, porque es imposible hafefla donde no hay sub
ditos ni superiores.
Hasta este dia memorable no habia conocido la ma
licia de este pernicioso plan : advertia , sí, que se esfor
zaban los filósofos en defender que los Reyes reinaban, no
solo para los pueblos segun la corriente doctrina, sino
por los pueblos , y que sus facultades traían su origen de
las leyes ; pero nunca creí se dirigían con este capcioso
lenguage á persuadir que su autoridad era puramente hu
mana; de consiguiente, que las naciones podían á su an
tojo limitar su poder, derribarlos del trono, citarlos á
juicio, juzgar sus operaciones % y castigar sus escesos por
el abuso desmando como en otro cualquiera particular.
Entonces recordé lo ocurrido en la asamblea de Francia
con el malogrado Luis XVI , y observé llevaba la mis
ma tendencia la Constitucion española en sujetar al Rey
al tribunal de las Cortes , coartando toda su autoridad
á lá sancion; es decir, á confirmar sus disposiciones ; es
decir, que el pueblo dicta las leyes al Rey, no el Rey al
pueblo. A' esto conspiran los filósofos , y conseguido este
triunfo se acabó la potestad del cielo; el cetro solo tie
ne. garantías' humanas; -su origen proviene de la sociedad;
sus facultades y su existencia penden de la voluntad de
sus subditos. , .
:¡0 Dios! esclamaba: si llegarán estos impíos á facis-
-nar á los hombres con estos capciosos y maliciosos prin
cipios j si veremos renovarse en la fiel España estas saa
# 435
grientas escenas': no permita el cielo, pero lo temo: la
multitud es ignorante ; los hombres impíos se han agre
gado á su partido; los libelistas exageran el placer de la- '
varse las manos en la sangre de los Reyes ; en los teatros
se representa á Bruto como á un héroe singular clavan
do el puñal en el pecho del César en medio del Senado;
y estas doctrinas y egemplos funestos causan su sensacion
en el pueblo: los que antes no se atrevían á acercarse al
real Palacio sino llenos de respeto para tener el consuelo
de ver con sus ojos al Monarca, complacerse de su exis
tencia , y llenarlo de bendiciones y aplausos , hoy le
aguardan en las calles y sitios públicos para insultarte'á
cara descubierta : le llenan de baldones y le apedrean siti
respetar su dignidad ni su sagrada persona. Estos son loí
estragos de la mala doctrina , estas las ventajas de esa
ciencia decantada , y estos los efectos de esa cacareada
Constitucion , protectora de la libertad. Los hombres se
olvidan de Sus deberes ; los filósofos tienen prosélitos ; loá
malos egemplos y las malas conversaciones corrompen las
buenas costumbres; la impiedad es contagiosa. Per0
no hay que temer; Dios está por medio: la nacionespa^
ñola tiene dadas suficientes pruebas de fidelidad y amor
á su Religion y á su Rey para pensar se arroje á estos
escesos.
En estas consideraciones pasé el resto de aquel dia,
las cuales afligieron en gran manera mi corazon con es
tos funestos presentimientos ; pero confiaba mucho en la
buena índole y generoso carácter de los españoles, de cu
ya fidelidad á los Reyes tenian dadas tantas pruebas en
todos los tiempos ; y sobre todo, en la divina Providen
cia, que si aflige á los justos no los desamparará, que aun
que en la nacion española se habia descubierto mucha
maldad, tambien se conservaban hombres virtuosos á toda
prueba , dignos de llamar la atencion del cielo , y cuyos
clamores y trabajos subian hasta el trono del Eterno, im
plorando sus misericordias á favor de sus escogidos. Esto
me hacia esperar que los dias malos se abreviarian, y
que tal vez pasaria pronto el tiempo de las pruebas , y
nos veríamos libres de la tribulacion quizá antes de lo
que pensábamos; pues mirando el Señor desde la venta
136 '
na del cielo los sucesos de la tierra, nunca permite ven
gan sobre los hombres mas trabajos que los que puedan
• sobrellevar sus fuerzas.
Aunque tranquilizado algun tanto mi corazon con es
tos cristianos pensamientos , conocí no me hallaba en
disposicion por entonces de trabajar en los apuntes de la
conferencia del dia ; me recogí á descansar, pero pasé la
noche en inquietud , pues hasta en el mismo sueño se me
presentaron imágenes tristes y melancólicas , venciendo
La fuerza de la fantasía los consuelos piadosos de la fé
como no podia hacer uso de la razon. No obstante, en
la mañana siguiente di principio á mis ordinarios traba
jos , maravillándome de la multitud de documentos de
la antigüedad , que no dejaban duda alguna sobre la uni
versal jurisdiccion del romano Pontífice ejercida en todas
las Iglesias del mundo cristiano , reconocida y confesada
por los Santos Padres en el curso de los siglos , y antes de
salir á luz las falsas decretales ; documentos que los filó-
sos del dia procurarán ocultar maliciosamente para sor
prender á las gentes con sus impías doctrinas. Pero ami
go mio, voy ya largo para entrar en estas reflexiones, y
hazte cargo necesito descanso. A Dios, amigo.

- .
Í37

CARTA VI.
i * ...*,. ', * .i

A^/ueridó Antonio: Al siguiente día tomó el Clérigo la


palabra para manifestarme que habiendo observado ayer
me habia hecho alguna impresion la asercion de que los
filósofos llevaban la idea de trastornar la Iglesia y el Es
tado por los mismos medios, esto es, sublevando á los sub
ditos contra los superiores; y. corno ;laucon versacion ver
saba sobre las facultades de los Obispos para que advir*
tiese fundaba sus pensamientos sobre los principios cató
licos, y desterrar cualquiera idea parcial, creía oportuno,
aiffces de empezar á proponerlas dificultadas^ laclarar so
bre este asunto su doctrina como propia' de: ía. materia j
cuya breve esposicion ni perdería nada en oiría, ni sería
un estorbo para seguir la conferencia. . r; . . i
No puede negarse, prosiguió, que las facultades de
los Obispos son de derecho divino, pues el texto sagrado
•está espreso sobre este asunto: San? Pabló asegura querei
Espíritu Santo los puso para regirla Iglesia. d^Dios^ que
Jesus adquirió á costa de su sangre (•*). Las palabras son
tan terminantes, que no dan lugar á dudar, y de consi
guiente la Iglesia hablando acerca de ,estq manifestó su
juicio de un modo claro y decisivo, pues sin -alegar, "otros
documentos, y fundándose: en las mismas espfesionés del
ApóstJJ el santo Concilio de • Trento declára positíva-
»

, (*) Aéto Apostol, cap. 20. v. 28. Attendite vobis et universo gregi,
in quo vos Spirirus Sanctus pOsuit Episcopos regere Ecclesiam Dei, quam
adquisivic sanguino too. .. ..¿i : n, ;i ', .c... -J
TOM. I. • Í8
i 38
mente: que los Obispos son los sucesor de los Apósto
les, pertenecientes á este orden de la gerarquía, encarga
dos por el Espíritu Santo d» gobernar la Iglesia (*).
Pero los filósofos de nuestros dias interpretando las
cosas ásu antojo, .infieren de las X3alabr.as del texto sagra
do que los Obispos, en virtud de esta divina facultad, pue
den y deben gobernar sus Iglesias con independencia del
Sumo Pontífice, y este es el error; pues seguramente el
entender las sagradas palabras ren este sentido tan estenso,
es pretender estab^cer una doctrina opuesta á lo deter
minado por Dios, y á lo reconocido, declarado y confe
sado por nuestra Madre la Iglesia. En las conversaciones
antecedentes dijo demostrado por la^agrada Escritura,
por el testimonio de Tos .saritas Bádr^ yi decision; de lós
Concilios como una verdad de fe católica^ la primacía y
Suprema autoridad del Romanó Pontífice sobre toda la
Iglesia como sucesor der san Pedro, á quien Jesus elevó
sóbrenlos (demas Apóstoles., le. encargó la presidencia» de
«us henbafiosyiy^le'iembleciró poc sur Vicario en la tieiV
¥¿j. boní©'así lo íhaai eárffesada y \6' confiesan en el Orien
te y Occidente todos los santos Congresos, y últimamen
te en el de Florencia ("**)J '
' Por otro lado en esta divina disposicion se fundadla
lünion y eí óídeñ de este cuerpo' místico;, pues si así' no
fuese, si. nb hubiese un Superior determinado por el mis
mo Jesucristo para regentar en su ausencia; si cada Obis
po eñ su diócesis fuese un arbitro para disponer á su vo
luntad, su Iglesia sería una sociedad sin gobernante, ó co-
faio. ya' hemos insinuado, un monstruo de muchas cabe-

I ';":'.'.' . t ., • '. ' . .


(*) Conc. Trident. ses. 23. cap.. 4. Proinde sancta Synodus declarat
praeter caeteros ecclesiasticos gradus ', Episcopos , qui in Apostolorum lo-
ídm successerunt , ad .himfc hfefarchicum ordinem práecipue pertiriere ; et
p»3ttos,;aicüt' ¡í}em. Apostclus aít, S íjpiritu Sancto regere Ecclesiam Dei.
I tTD..í .iC»ne,-flptent{ ;^pf'17/ jDpffiniriius sanctam Apostolipam Sedera
et Romaiiurri Rontificem.in universo orbe tenere primatum, et ^um Pon-
tificem roman úm successorem esse peaü Petri, Principis ÁpoáJR>rum, et
Vicariuft Christi, totiusque Ecclesiae caput, et omnium christianorutn Pa-
trem , et Doctorem eKistere, et ipsi in beato Petro pascendi^jegendi. et
gubemandi unlvérsaT.eWEccle^&m á. Dorílinb' ndstPo jesa GhrWo plenam
•petastafem tradrtarñ esse.,.qüefiiadWbíium.e{¡Bin gestis Concilioíum oecu-
meaicoruín , et ¡n sacris canonibus continetur. .om sú.í^.i.. liv ' ' , .,c
ÍÍ9
zas , pues siendo- todos iguales en la autoridad, se dispu
tarían el mande , se introducirían infaliblemente la con*
-fusion y la guerra en el santuario de la paz. Á esto- asi
-piran los filósofos, y con este objeto estienden sus libe
ralidades hasta las parroquias para redimir no solo á los
Obispos de la dependencia del Pontífice, sino tambien á
los curas de la de los Obispos. •
Sí, aseguran que son los párrocos de derecho divino;
.asercion impía y. justamente proscripta tanto por .la San
ta Sede, como por el diocesano (*) ; pues lleva la tenden
cia de destruir la autoridad de. los Obispos, de confundir
y aboliría gerarquía^ y de provocar á un cisma general,
habiendo en la Iglesia tantas cabezas independientes co
mo- parroquias. Este es el pensar de los filósofos, fundan
do siempre sus planes en espresiones comunes para deslum
hrar á los incautos. No se puede negar que las funciones
sacerdotales son de derecho divino, si se mira á la potes
tad de consagrar las especies, la de absolver de los pe
cados, y otras facultades concedidas á los ministros en la
^recepcion de las órdenes; pero es necesario distinguir en
tre la potestad conferida por Dios en el sagrado carácter,
„y el uso de esta potestad sujeta á disposicion de la Igle
sia. A los Obispos, Príncipes encargados de su régimen, per
tenece juzgar de la actitud , y determinar los ministros
necesarios para el desempeño de estas santas funciones.
Convencidos de esta verdad, y no pudiendo cumplir per
sonalmente todas sus atenciones, desde el origen del cris
tianismo conforme se fundaba» Iglesias, se, iban estable
ciendo Sacerdotes que diesen el pasto espiritual á los fie
les , primero en las campiñas distantes , y luego en las
grandes poblaciones; pero estos Sacerdotes que egercian las
divinas funciones, siempre lo haciancon orden y depen
dencia de los Obispos. *
.';Aunque por muchos siglos el estado de los párrocos
fue amovible, sujeto á la voluntad de los Obispos para
,ponerlos y mudarlos ; sus Importantes s¡írvicios llamaron
.' . ': -•
—-» , —— '

(?) Tratado .históriíb canónico de los Párrocos, condenado por la san


ta Sede, é limo. Sr. Obispo de Calahorra, en 2¿) de mayo de 1824.
1+0
en lo sucesivo la atencion de la Iglesia para ordenarlos y
Ajarlos; se estableció la permanencia perpetua de su des
tino, quitando la amobilidad; se les autorizó por el cá-
non para ciertos asuntos y casos determinados con juris-
. diccion propia; se fijaron sus límites, se arreglaron sus
funciones , y se formó un cuerpo de pastores de segundo
ófden , que bajo la inspeccion y dependencia de los Obis
pos , cuidasen y velasen sobre ciertas porciones del reba
ño; de modo que tanto la jurisdiccion que egercen , como
la representacion que gozan , es puramente de derecho
eclesiástico; pues ni en la gerarquía divina se hace espre-
sion de ellos , reputándolos por unosi meros Sacerdotes; ni
hasta jel VIH y IX siglo consta en la historia gozasen de
alguna distincion, aunque su• origen se pierde en la obs
curidad de los tiempos. , ;
i Efectivamente en las sagradas letras, prosiguió, en nin
guna parte se nombra á esta clase benemérita. En el Conr
cilio de Trento en la sesion 23 al referir la gerarquía por
el órden divino, nombra Obispos, Presbíteros y ministros
pero no Párrocos (*). En el Canon 7 de la misma sesion»
espresamente se anatematiza al que dijere: «ío son los
Obispos superiores á los Presbíteros (**). He aquí los fun-,
damgntos de mi asercion que no dan lugar á dudar ser la
institucion de los párrocos de puro derecho eclesiástico,
siendo una cavilacion arbitraria de los filósofos el supo
nerlos sucesores de los Discípulos , como á los Obispos de
los Apóstoles. Así dijo, y calló el Clérigo; y yo aprove
chándome de §u silencio, fe insinué que habia tenido sumo
gusto en oirle, pero no por sincerarme, pues nunca dudé
hablase apoyado en grandes fundamentos ; que sus mas
ligeras espresiones eran para mí de mucho peso, porque
estaba persuadido no se abrían sus labios para manifes
tar sus opiniones, sino despues de bien rumiadas en su
entendimiento: que no recibiese mis palabras como hijas

(*) Coocil. Trident. ses. 23. c*n. 6. Si quis dixerit,.in Ecclesia catho-
}ica non esse hierarchiam divina- ord+natione institutam , quae consta» ex
Episcopis, Presby^eris , et Ministris; anachema sit.
- (**J Conc. Trident; Can. 7'. SI quis dixerit Efiscopos non esse P*es-
byteris superiores.»..- anithem» -sit - w • • - . .z::A a fv—•l.' tJ,
141
de una baja adulacion, sirio como un testimonio del apre
cio de sus discursos, y que si muchas veces formaba du
das en las conferencias , mas era con el fin de provocar
le á hablar para instruirme, que por desconfiar de la ver-
;dad. Así concluyó esta conversacion, y principió el orden
pendiente del día anterior en esta forma.
Conde. Concretándonos al mundo cristiano, existente
en la católica union, es innegable egercen los Pontífices
mas autoridad sobre estas Iglesias , que en los antiguos
tiempos, pues vemos despachar solo en Roma ahora cier
tos asuntos que antes dé" los siglos de la ignorancia los evar-
cuaban los Obispos ; tales son las confirmaciones ó elec
ciones de los. mismos Obispos, los impedimentos de ma
trimonios y otros de que hacen relacion los Concilios de
aquellos tiempos. Esta es la razon en que los filósofos
fundan sus pensamientos, de que estendieron los Papas
por todas las Iglesias la universal jurisdiccion protegidos
de#a ignorancia. Si son atribuciones propias de los Pon-
-tífices ó^de los Obispos , esta es toda la disputa ; por mi
parte confieso soy incapaz de juzgar de la justicia ó in
justicia del despojo; y únicamente puedo asegurar por lo
que tengo leido sobre estas materias, que siendo cierta la
variacion, el derecho de los Pontífices á la meditacion de
la* filosofía se hace muy sospechoso j y á la verdad pare
jee con algun fundamento, porque si eran atribuciones
propias de la Silla Apostólica, ¿cómo no las pusieron en
xiso en los siete ú ocho primeros siglos ?
Clérigo. Esta objecion, señor, como otras anteriores,
-abraza diversos puntos , á los que para evitar confusion,
^responderé por su órden. En primer lugar debo decir : que
dejo probado ejercieron los romanos Pontífices la supre
ma y universal jurisdiccion en los siete n/imeros* siglos,
tanto en Oriente como en Occidente no solo sobre los
Obispos, sino tambien sobr*e los Patriarcas y demas Pre
lados colocados en las primeras sillas y q^ie gozaban de
mayor autoridad : dejo pAbado por las opiniones y los
hechos de los hombres mas grandes de la antigüedad en
•ciencia y virtud, como los Crisóstomos, T-lavios, Gre
gorios, Ciprianos, Ambrosios, Agustinos y otros la su
prema autoridad del romano Pontífice sobre todas las
<4B .
Iglesias: dejo probado en el naciente estado del cisma,
señalando su época y las causas de su sublevacion , que
mientras consultaron sus gefes á las sagradas letras, y
siguieron el partido de la razon , vivieron sumisos á los
• Tomanos Pontífices ; y que únicamente se substrajeron de
su obediencia olvidándose de sus deberes , y por medio dp
la revolucion para lisongear con su desvanecida autoridad
á sus pasiones. Solo con esto dejo respondido á su obje
cion , y la victoria en la disputa queda á mi favor , ín
terin no se desmientan las autoridades alegadas , y se fal
sifiquen los hechos espuestos por Ta historia.
En segundo lugar debo decir : que aun cuando los ro
manos Pontífices en los siete primeros siglos no hubiesen
ejercido, la jurisdiccion universal, no por eso podia ni
.debia asegurarse que no la tenian, porque una cosa es po
seerla y otra el usarla: sobre obtenerla na» hablemos en
el supuesto de que queda probado en las anteriores con-,
versaciones por autoridad divina, testimonio de los «Pa
dres y confesion de los Concilios , que la depos^ el di
vino Redentor en Pedro y sus sucesores para el gobierno
de su Iglesia , y que este es un dogma de fé católicá : so
bre usarla, debemos tener entendido, que la autoridad
se esplica, se desplega y se pone en ejecucion mas ó menos
segun lo exigen las circunstancias , los tiempos , los lu
gares y las ocasiones, consultando á las necesidades de la
Iglesia, al decoro del culto, á los intereses de la Religion,
y á la felicidad de los fieles. Si en los siglos precitados
no la desplegaron , ó no la pusieron en uso , sería por
que no la necesitaron , ó porque no lo juzgaron conve-
nientei Si posteriormente la egercen con mas amplitud,,
será porque lo tengan por mas oportuno para gloria de
Dios y bien d^ los hombres : en una palabra , la autori-
, dad y el poder, así como los talentos y las fuerzas, no
se ejercen y manifiestan sino cuando la necesidad y«las
circunstancíaselo exigen , aun cuando se tengan ó po
sean , antes bien únicamentefte debe echar mano del po
der y del imperio, cuando los subditos,, quebrantando
sus deberes , no bastan á contenerlos el consejo y la pru
dencia ; de consiguiente, mientras los filósofos no des
mientan los encargos hechos por Jesucristo á los Sumos
Í43
Pontífices en nombre de Pedro para gobernar su Iglesia,
no les pueden negar las facultades de disponer, regir y
-mandar cuanto juzguen conveniente en todas las edades
•y en todas las regiones.- • ••• ' ? , -- .
En tercer lugar se dice , que los romanos Pontífices
-desplegaron su jurisdiccion universal en los siglos medios
á favor de la ignorancia de aquellos calamitosos tiempos';
•y este sin dificultad es Un miserable y ridículo recurso
para convencerá la razon: es intentar obscurecer y des
mentir la historia con improperios y desvergüenzas:.'es
en una palabra suponer, que la suprema autoridad del
Papa trae su origen de la ignorancia del mundo, de la
.barbarie y del error, y se sostiene por la tiranía y el po
der ;. criminales é impías aserciones, y débiles argumen¿
tos para impugnar la verdad , pero muy propios y co
munes en gente atolondrada é insolente.
Es verdad que fueron los siglos medios ignorantes y
bárbaros por la decadencia de las ciencias poco cultivaf-
das , por la relajacion general de las costumbres e.ri. los
estados , y por las turbulencias de los reinos continuamen
te ocupados, ya entre sí mismos, ya unos con otros en
guerras crueles ; pero no lo fueron por haber- creído en
los Sumos Pontífices una plena jurisdiccion sobre toda la
Iglesia' para regirla y gobernar^. En esto no se aparta
ron de la fé de sus Padres ; creyeron sin añadir ni qui
tar lo que habian creid^los an^iores siglos de luces é
ilustracion ; ni la ignorancia , ni la corrupcion , ni , las
turbulencias del tiempo , coyunturas las mas á propósito
para la rebelion y el cisma , no^uidieron borrar este dog
ma de la Religion grabado en sus corazones por el buril
de la f4, reponocido y confesado desde san Pedro hasta
el últimó^PontíficeT Eclesiásticos y legos en aquella infe
liz época se encenagaron en los vicios mas groseros , y
mancharon con ellos el candor de sus, almas: su altivez
protegida de la obscuridad de sus entendimientos inundó
de sangre al universo : las nieblas sombrías de la igno
rancia eclipsaron las luces , y Jbrtaron ^1 paso á las
ciencias; stendo de admirar, que decidiendo en aquel
tiempo la fuerza , y no la razon de los derechos del hom
bre , siempre siguieron el testimonio de su conciencia sb
144
. bre la autoridad soberana del romano Pontífice para pres
tar sus respetos al Padre comun de los fieles , y doblar su
cabeza al Vicario de Jesucristo. Solo en las Iglesias pro
testantes, solo en esos espíritus revoltosos es en. donde se
encuentra esa hinchada ciencia de resistirse abiertamen
te al Espíritu Santo negando los dogmas de nuestra san
ta Religion. .
En cuarto lugar es evidente, que fueron los siglos
medios siglos de ignorancia por la irrupcion de los sar
racenos , por las continuas guerras, por el poco cultivo
de las ciencias , y por haber entregado á las llamas los
mas célebres monumentos literarios ; pero aun en estos
tiempos calamitosos no faltaron hombres, sabios en ma
terias de Religion. En prueba de esta verdad , si exami
namos la historia, encontramos en el siglo VIII al sa
pientísimo Beda, al Presbítero Beato, al célebre Alcui*
no y á' otros , que emplearon sus plumas en conservar la
pureza de la fé contra los hereges Felix , Obispo de Ur-f
gel, y Elipando, Arzobispo de Toledo: en el IX ademas
de las escuelas establecidas en Francia por Cario Mag
no , y en Inglaterra por Alfredo se nos presentan Hinc-
maro, Obispo de Rems; Anastasio, el Bibliotecario; san
Eulogio, electo Arzobispo de Sevilla; Juan el Hispalense,
traductor de la Biblia en lengua arábiga, y otros varios. En
el X, acaso el mas ignorante de todos, se nos presentan un
Silvestre II, un Floduq^Io , unJtatier, Obispo de Vero-
na, un Salvo, Abad del monasterio.de Alvelda, y otros.
En el XI empezando ya á desenrollarse los entendimien
tos , se nos presentan di Cardenal Humberto , de quien
ya hemos hablado en el cisma de la Grecia , san Ansel
mo , san Pedro Damiano , el Beato Lanfranco, y Otros;
pero sobre todo , los árabes en España* fueron cultos y sá-
bios, no solamente en las ciencias del Alcoran, Astrono
mía y Medicina , sino tambien en las de legislacion y
Religion, como lo acreditan las públicas academias de
Toledo, Córdoba y Sevilla, á donde concurrían á ins
truirse gentei de todafpartes , y así lo acreditan los his
toriadores , y convencen la coleccion de cánones de aque
llos tiempos. ,
. * En quinto lugar es verdad que en el siglo IX salieron
Í45
á luz las falsas decretales bajo el supuesto nombre de Isi
doro Mercator , asentando en ellas que no podían los Sí
nodos provinciales deponer á ningun Obispo sin consul
tar á la Silla Romana , ni celebrarse ningun Concilio sin
el consentimiento del Sumo Pontífice ; doctrinas nuevas
y hasta entonces desconocidas, probando su asercion con
varios decretos fingidos de Papas desde san Clemente has
ta sa% Silvestre: es verdad que causaron estos principios
mucho ruido , y aun alborotaron á todo el mundo cris
tiano , por ser contra la práctica establecida en los siglos,
contra lo dispuesto en las reglas canónicas , y apoyadas
en unos documentos ignorados de todos los sábios : es ver
dad , que no obstante el carácter de novedad de esta doc
trina , y la repugnancia de la mayor parte de los Prela
dos, fueron recibidas en muchas provincias, aunque no
en todas ; pues en el Oriente no tuvieron entrada , y la
Iglesia de España no los reconoció en los cuatro siglos
árabes, como lo testifican las antiguas colecciones de cá
nones de esta nacion: en fin , si las falsas decretales y
el decreto posterior de Graciano pudieron descubrir cam
po á los Sumos Pontífices para dirigir los asuntos ecle
siásticos en aquellos calamitosos tiempos de ignorancia y
de desorden , nunca pudieron ni debieron servir de regla
para la definicion de los asuntos , por no estar reconoci
dos los documentos alegados en la disciplina práctica, ni
gozar sus autores de potestad alguna para dar valor de
leyes á sus pensamientos particulares.
En sexto lugar, mal recibidas las falsas decretales por
Jos sábios, y general trastorno de la disciplina; y averi
guado el fingimiento en los siglos posteriores , empezaron
1 impugnarse estas nuevas doctrinas como Contrarias á
la práctica de los siglos en el conocimiento de los Pon
tífices en varios negocios , antes sujetos á la deposicion
délos Obispos, pero por diferentes rumbos. Los hereges
tratan á los Papas de usurpadores de los derechos de los
Obispos por las falsas decretales á sombra de la ignoran
cia , buscando en este pretesto un motivo para negarles
la obediencia , y resistirse á reconocer la suprema auto
ridad encargada por Dios á Pedro para regir la Iglesia,
disponer la disciplina , y variarla con arreglo á las cir-
TOM. I. 19
•Í46
cunstanciás, negando en esto un dogma de fe católica,
reconocido y confesado en todos los tiempos ; de modo,
que bajo la apariencia de un falso zelo por mantener el
esplendor de la disciplina, minan el fundamento princi
pal de la Religion , despreciando al vicario de Jesucris
to en la tierra , y quitándole la potestad de ordenarla y
establecerla : asi pues
: Conde. No hablemos del modo de pensar de lo? here*
ges : dejemos á un lado el lenguage impío de esos hom
bres, que lo mismo censuran á los Pontífices romanos en
orden á la disciplina, que se quejan de los Concilios en
las esplicaciones y decisiones de la doctrina para descu
brir y condenar sus errores: sus improperios contra la
Iglesia descubren demasiado el ódio con que la miran, y
su tenacidad en mantener sus delirios el desprecio de sus
decretos : en su concepto no ha habido un Concilio legí
timamente congregado desde los tiempos apostólicos , ni
un Papa contenido en los límites de sus facultades des
pues de san Pedro; todos á sus ojos son -unos usurpado
res, todos unos tiranos : así se producen, porque así con
vine para perpetuar sus errores ; es decir , que su len
guage se acomoda á su política para mantener sus prosé
litos á su devocion con la aversion á la Silla Apostólica.
Opiniones de hombres de esta especie no se deben citar,
se deben mirar con desprecio al verlos tan inconsecuen
tes ; pues al mismo tiempo que nada perdonan á la Igle
sia católica, todo lo sufren de las sectas protestantes ; na
cen unas heregías de otras, se establecen nuevos dogmas
.en la creencia, nuevos preceptos de gobierno esterior en
teramente contradictorios á los reconocidos por las otras
comuniones, con tal que sean disidentes; se les deja se
guir, se les tolera; únicamente, hay guerra perpetua de
clarada contra los católicos , apostólicos , romanos. Este
encono^ esta mala fé y, esta injusticia son demasiado
conocidas para sorprender á ningun hombre sensato no
obcecado en sus pasiones ; y así dejemos á estos hijos de
la mentira en sus locos pensamientos , y limitémonos á
hablar de las opiniones de los católicos sobre la autoridad
de los Sumos Pontífices :desde el tiempo de las. falsas dé*
cretales., . • lo.' j.Luv v i n '.u :í -m' -ib
i0
Clérigo. Está muy bien; y á seguir iba esa misma iiea,
despues de haber manifestado las opiniones de los here-
ges, cuando he sido interrumpido. Al salir á luz la obra
de Isidoro Mercator los católicos se sorprendieron , no
porque en los Pontífices romanos faltase auto: idad para
variar la disciplina con arreglo á las circunstancias, sino
por ignorar estuviese variado por los documentos alega
dos en la obra espúrea : esta era la controversia del tiem
po y la resistencia de los sabios ; pero aunque manifesta
ban amor á la disciplina vigente, y vivos deseos de sos
tener los derechos de los Obispos, les faltó en los prin
cipios instruccion y crítica para conocer la impostura, y
la sorpresa sufocó los buenos pensamientos. Algunos no
recibieron la nueva doctrina como los españoles , y otros
como los franceses en la controversia de Cárlos el Calva
y Luis II sobre la Lorena, se resistieron á obedecerá los
Pontífices por ser un asunto puramente temporal , ageno
de su conocimiento é inaudito en su reino decidir los Pa
pas las disputas de los Reyes ; pero en lo sucesivo ,' así
estos como los demas Obispos, cedieron y humillaron sus
cabezas á las decisiones de Roma con arreglo á lo dispues
to en las falsas decretales; no porque estuviesen decreta
dos los puntos espuestos por Mercator , sino porque los
Pontífices podían decretarlos, y era un crimen resistirse
á sus órdenes cuando mandaban obedecer, fundando su
derecho , ya fuese ó no fuese conforme á la doctrina es
púrea , pero sin apoyar en ella sus decretos : en una pa
labra, varió la disciplina por las falsas decretales i pero
se obedecian los decretos de Roma, no»porque el impos
tor lo prescribia, sino porque los Pontífices lo mandaban.
Si hubiera sido, señor, mas útilá la Iglesia gozar los
Obispos de sus antiguas prerogativas, es una cosa dema
siado profunda para mis cortos conocimientos : oigo á los
sábios lamentarse de aquella fatal ocurrencia , que esten
dió el Imperio de Roma por toda la redondez de la tier
ra : los oigo declamar contra Pero todo esto no pasa
de lamentos y quejas; en fin, se reduce á discurrir si la
. Iglesia hubiera estado mas bien gobernada con la discipli
na antigua que con la- moderna ; pero ninguno pone en
duda la autoridad de los Sumos Pontífices para variarla.
*48
Así es que las Decretales de Gregorio IX , apesar de
tacharlas los sabios salpicadas de estos mismos principios,
fueron recibidas sin contradiccion alguna en todas las
Iglesias, por venir sancionadas de la suprema y legítima
autoridad. Así es que las causas llamadas mayores, cu
yo conocimiento se declaró pertenecer á Roma , todas
han sido cedidas por los Obispos , ya juntos ya separa
dos, por insinuaciones á decretos positivos de los Pontí
fices , sin que por esto se hayan reputado ni condenado
por tiranos , ni usurpadores de los derechos episcopales.
Estos dicterios y calumnias solo se encuentran en los con
ciliábulos y obras de los hereges ; en los santos congresos
en donde el espirito de Dios ilumina los entendimientos,
tales como los de Letran , Constancia , Basilea , Floren
cia y Trento , posteriores á las falsas decretales ; solo se
ve á los Padres condenar los errores , declamar con li-
— bertad contra los vicios, decretar vigorosos cánones pa
ra la reforma de las costumbres, y con consentimiento
de la Silla Apostólica ampliar ó disminuir las facultades.
¡O Señor! Si no fuese por el temor de detenernos de
masiado en un asunto indudable, si no fuese por moles
tar su paciencia, y el tiempo lo permitiese, ¡cuántas oca
siones , cuántos egemplos de clamores de los Padres en
materia de disciplina sobre ampliar mas sus facultades
para obrar y no concederse podrían citarse! Apenas se
halla un Concilio en donde no se encuentren súplicas de
los Obispos para este efecto , que han sido satisfechas ó
reprobadas segun exigían el interés general de la Religion,
el bien público de ki Iglesia, y el esplendor de la disciplina.
Si se abren los Concilios de Constancia y de Basilea, de los
cuales ya se habló dias pasados, se verá cuáles fueron los
deseos de los Padres, y en qué parte sola fueron cumplidos:
si se examina el santo Concilio, de Trento , se verá el
empeño de los Obispos sobre la estension de su potestad
coartada conforme la antigua disciplina en varios asun
tos : la elocuencia y sabiduría de los Padres españoles bri
lla en estas reverentes súplicas: nada dejaron por decir
los Sotos, los Covarrubias, los Bartolomés de los Márti
res, los Guerreros y otros; y aunque en parte fueron
atendidas y satisfechas , no en todo , porque no. se juzgó
449
conveniente : y apesar de eso no apelaron al poder de los
Soberanos para vindicar sus derechos , porque estaban
convencidos de que era atribucion propia del romano
Pontífice ampliarlos ó disminuirlos.
Por otro lado , señor , debemos ser prudentes y justos
en nuestros pensamientos; debemos creer que los Sumos
Pontífices no se movieron á limitar los derechos de los
Obispos en aquellos desgraciados tiempos , ni por los fal
sos documentos alegados por un vil impostor , ni porque
la ignorancia de los tiempos les presentase una ocasion
oportuna y favorable para engrandecer su Imperio , co
mo aseguran los filósofos y los hereges, esos hijos ingra
tos del Padre comun de los fieles: nosotros no tenemos
ideas tan bajas y^poco honoríficas de los vicarios de Je
sucristo, de los sucesores de tantos Santos como han ocu
pado la Silla 'Apostólica , y les han dejado trillado el ca
mino para desempeñar contgloria el gobierno de la Jgle-
sia. Sí, dejemos á eso* hijos impuros engolfarse en estos
infames conceptos para colorear sus rebeliones, levantan
do calumnias á las personas mas sagradas y respetables
que conoce el mundo, mientras que nosotros mas pru
dentes y sensatos arreglamos nuestros pensamientos á su'
alta consideracion y á la divina comision encargada á su
desempeño; pensemos, y no nos avergoncemos de con
fesar , que cuando así lo hicieron motivos justos ocurri
rían , porque de otro modo es increíble sacrificasen á su
ambicion el bien de la Iglesia : que se valiesen de su au
toridad para satisfacer á sus intereses, ni que sin graví
simas causas hiciesen en la disciplina una mutacion tan
sensible y general , coartando en todos los Obispos unas
facultades que por tantos siglos habían disfrutado.
Efectivamente aunque supongo grandes y justos mo
tivos en los Sumos Pontífices para una variacion tan asom
brosa en la disciplina, no es mi ánimo entrar en el exa
men y relacion de estas causas; pero no. omitiré refe
rir dos hechos muy ruidosos ocurridos uno en el Orien
te, y otro en el Occidente, que manifiestan bien clara
mente la esclavitud de los Obispos á los Reyes en aquellos
infelices siglos, y el abuso que hacian de sus facultades,
sirviendo en ocasiones para autorizar susescesos, En el
<50
siglo VIII i no nos refiere la Historia eclesiástica el repu
dio escandaloso de la Emperatriz María verificado por
Constantino V, Emperador del Oriente, por casarse con
la dama Teodora, cuyo matrimonio se celebró en 795 y
viniendo su prima consorte contra el dictamen del Patriar
ca Tarasio y demas cabezas del Clero, defensores de la
inocencia de Marta? ¿No nos refiere que en una junta ó*
conciliábulo tenido en Constantinopla en 809 una porcion
de Obispos subordinados, ó bajos aduladores de la Mages-
tad Imperial, tuvieron la avilantez de declarar por vá
lido este matrimonio, escomulgando á san Platon, á san
Teodoro Studita y á su hermano José, Arzobispo de Te-
salónica, porque lo miraban como un adulterio (*)? ¿No
encontramos en el siglo X el ruidoso «spudio que el Em
perador Lotario hizo de su Esposa Thietberga por ca
sarse, y satisfacer su impura pasion con la dama Gual-
dradj , y á pesar de las reclamaciones de la desgraciada
Emperatriz á la Silla Apostólica, ó instrucciones comu
nicadas por el Papa Nicolao I para proteger á la inocen
cia , y condenar el culpado en el conciliábulo de Aquis-
gran no le fue concedida licencia para repudiar á su le
gítima Esposa, y casarse con la concubina; y en el de Met,
á donde fue remitido el examen de la causa por el Papa,
confirmada la iniquidad; por cuyo motivo depuso en Ro
ma en 864. á los Obispos asistentes, y condenó este últi
mo conciliábulo remitiendo un nuevo legado para obli
gar al Emperador á dejar á Gualdrada , y á tomar á
Thietberga (**) ? Tal era la dependencia y subordinacion

(*) Ducreux Histor. Eclesiást. siglo IX. cap. 9. y Cronología delos


Concilios, año de 809.
(*) Caus. 31. quaest. 2. cap. 4. Lotarius Rex profitetur Gualdradam se
a patre accepisse Praeterea vos scire volo , quia praefacta Tietbeiga
Apostolicam Sedem bis , et ter appelavic, et se á prsefato glorioso Rege
quaesta est injuste fuisse dejeccam, et vi coactam falsum contra se compo-
suisse piaculum. Nam eo tempore ad Apostolicam Sedera libellum appe-
lationis suae missit , in quo non quidem adhuc confessaro, sed ut contra se
falsum diceret crimen cogi sese innotuit: insuper subjungens: quod si arri-
plius compulsa fuerit, scitote non veritatis , sed timore mortis , et eva-
dendi studio (quia aliter non possum) quod voluerint dicam. Vos tamen
memores estote mei, hsec vobis insinuantis. Unde vobis praecipimus, ut cura
eadem Tietberga ad convictam Synodum, sicut statuimus, advenent , cau-
iSl
de los Obispos á los Reyes en los siglos medios, como lo
acreditan los dos referidos hechos. 0
- . '. Ahora bien ; por sabia y prudente que fuese la ley de
los Sínodos diocesanos en su establecimiento , en donde
se hacian las elecciones y confirmaciones de los Obispos,
se dispepsaban los impedimentos del matrimonio, y.tam-
.bien muchas de las causas hoy reservadas á la Silla Apos
tólica ; por ventajosas que fuesen las amplias facultades
;de los Obispos para la pronta espedicion de los negocios,
¿qué utilidad podia esperar la Iglesia estando esclaviza?-
.dos por los Reyes l Si en los precitados conciliábulos sin
•citar otros ruidosos y escandalosos hechos , ya se vió el
abuso de la potestad de estos- hombres que por; debilidad,
• -malicia ó ignorancia emplearon sus facultades en auto
rizar los delitos de los Soberanos del mundo, ¿ por qué no
debia darse por el pie á una ley que consagraba estos es*
cesos ? Me hago cargo de la exactitud de muchos Obispos
en el cumplimiento de las obligaciones de su santo minis;-
terio; del celo, prudencia y sabiduría de los sínodos provin
ciales y diocesanos en el arreglo de la disciplina eclesiás
tica , de sus saludables disposiciones para la reforma de
las costumbres, de sus ventajas para el conocimiento de
los vicios y pronta egecucion de los remedios; y aunque
la mayor parte de ellos se produjese de este modo para
justificar el proceder de los Pontífices en reservarse estas
facultades, era suficiente causa el abuso de uno ú otro en
el poder para precaver el escándalo en los fieles, y mucho
mas chocando con personas de tan alta gerarquía, en que
podia comprometerse la tranquilidad de la Iglesia y del
Estado. ; .,:.f ;.< •,„'.. ..*.:.'? vJi
Conde. Ciertamente exigian estos peligros grandes pre
cauciones^ porque cualquiera desavenencia con las cabe
zas principales podia haber acarreado consecuencias muy
funestas^ y no djdo que en lo sucesivo se pudo aumentar

sarh ejus diligenti examine tractetis: et si ei objicitur , quod illa se crit


men aiiquod admisisse confessa fuisset; et contra illa violentiam se pertu-
Usse pioclamaverit, vel si inimicos judices iüi aibi-testata.£ae£kT-tnnc illud

renovetis judicium secundum ae^uitatis normana ut justitiae mole non oppri-
matur.
ÍJ2
macho el ascendiente de los Reyes sobre los Obispos , y
de consiguiente su poderosa influencia en los sínodos. Ve
mos en el siglo X por la historia al Emperador Othon in
troducirse en el Santuario á juzgar la conducta del Papa
Juan XII, deponerlo en un conciliábulo en Roma, y elegir
un Anti-papa en su lugar en 96+. Vemos en el. siglo XI
al Rey Enrique IV deponer en el conciliábulo de Worms
al Papa Gregorio Vil por causa de las investiduras, y ele
gir á otro Anti-papa en su lugar en 1076, encontrando
uno y otro Monarca subditos Obispos que siguiesen su par
tido, y autorizasen sus escesos. Es verdad que de estos dos
Pontífices á Juan le atribuían muchos delitos, y á Gre
gorio mucbo acaloramiento. . ^
Clérigo. Sin separarnos , señor , de nuestra conversa- *
cion, no entraré á averiguar la conducta del Papa Juan;
pero sí aseguraré como cosa asentada en la historia, que
conociendo su ilegítima deposicion y los atropellos del Em
perador, el Anti-papa Leon fue desterrado por los roma
nos, y restituido Juan á su Silla como legítimo Pontífice,
en cuyo alto puesto murió (*). Sobre el Pontífice Grego
rio, ademas de haberse canonizado, hasta sus mayores
enemigos reconocen y confiesan sus heroicas virtudes; su
eiencia y actividad en el desempeño de sus funciones; fue
sin duda en el concepto de todos uno de los mas grandes
y famosos varones que ocuparon la Silla Pontificia : si se
escedió en algunos casos, su genio rígido y celoso contra
los vicios debe servirle de disculpa en las circunstancias
depravadas de aquellos tiempos. Los criminales procede
res y crueles persecuciones contra este buen Pontífice del
Rey Enrique, jamás podrán justificarse; se mirarán con
horror en todos tiempos por cuantos conserven ideas re
ligiosas. Su reclamacion sobre las investiduras tfue la mas
justa y fundada en las reglas canónicas, despues que^sta
ceremonia puramente civil da entregar los Soberanos á
los Obispos y Abades el báculo y el anillo para ponerlos
en posesion de los feudos donados á las Iglesias y monas
terios degeneró, haciéndose árbitros de las prelacias ecle-
.i
(*) Clare histor. de Florez, siglo X. .• .-,;
1*3
siásticas, confiriéndolas á sugetos indignos, y aun para
venderlas. La soberbia del Rey por esta causa se estrelló
contra el celo del Santo Pontífice, y no pudiendo vencer
su constancia, usó de las mayores violencias é impías ven
ganzas; pero al fin pidió la absolucion , y se le concedió;
y este infeliz Rey murió perseguido y destronado por su
hijo; justo castigo del cielo por haber perseguido y tra
tado de destronar al Santo Padre, Vicario de Jesucris
to (*). En fin, estos eran siglos desbarbarte y de cor
rupcion, y los Sumos Pontífices se vieron precisados á re
servar á sí muchos asuntos para mantener el vigor de la
disciplina, y evitar compromisos á los Obispos.
Conde. Me hago cargo de las circunstancias ocurridas
que sin dificultad pudieron dar justos motivos á los Pontífi
ces para las reservas; y no dudo sea este un asunto propio
de sus altas facultades, al ver no hay en la historia re
clamacion alguna de parte de los Prelados, viniendo á ser
su cesion y su silencio una prueba , aunque negativa, de
cisiva, de que únicamente desempeñaban estas funciones
en comision por la Silla Apostólica ; pero esta pudo ser la
opinion de entonces , y en el dia. se piensa de otro modo;
se asegura son originales los derechos de los Obispos, y
si asi es, si son anejos á la orden episcopal por derecho di
vino, por ningun acontecimiento humano pueden los Ro
manos Pontífices despojarlos de unas prerogativas conce
didas por el cielo, ni ellos, mismos renunciarlas con per-
, -juicio de su estado, y sin ser traidores á su ministerio.
Clérigo. Ciertamente, señor , se comprenden en esta
objecion todas las dificultades de esta materia, y aunque
ya tengo respondido, y dada una completa satisfaccion
en el discurso preliminar de esta misma conferencia, no
•dejaré de esponer nuevas razones, ó por m.jjor dxir, de
aclarar mas las espuestas por ser el apoyo ó punto car
dinal en que los filósofos ponen su mayor confianza para
declamar por la plenitud de la jurisdiccion de los Obis
pos. En este supuesto recordemos la distincion ya dada
anteriormente de la potestad de órden y potestad de ju-

i* , *. . * . , o, • ...
- (*) Clave iisfor. de Florez, siglo XI.
TOM. I. 20
risdiccion. No puede negarse se confieren en el orden epis
copal por derecho divino todas las facultades necesarias
para gobernar la Iglesia; pero tampoco se puede negar
que la Iglesia , esto es , que el Sumo Pontífice como ca
beza de la Iglesia debe arraglar el egercicio de estas fa^-
cultades para mantener el orden en las funciones espi
rituales.
Efectivamente sabemos por la historia que en unos
tiempos fueron mas ámplios , y en otros mas limitados,
segun lo han exigido las circunstancias; por egemplo, ha
llamos épocas como en la de los Apóstoles y*tus inmedia
tos sucesores que todo el mundo era la diócesis de un Obis
pó para egercer las sagradas funciones sin distincion de lu
gares ni de personas; y vemos posteriormente en otras que
se demarca el territorio, y se señalan los subditos ácada
Pastor, fuera de los cuales les está prohibido* usar de su
potestad. Hallamos épocas en que los Obispos entendieron
-en todas las causas llamadas mayores, y que despues se
^reservaron por justos motivos á la Silla Apostólica. Hoy
mismo sabemos gozan de mayores facultades, los que mar
chan á propagar la Religion á tierra de infieles, por lo di
fícil de mantener las relaciones con Roma, que los que
existen entrelos católicos; loque creo deber ser una prue
ba concluyente y decisiva, de que si los Obispos reciben
-la potestad del cielo , su uso y egercicio está sujeto al Vi
cario de Jesucristo en la tierra. . .. , .
Esta subordinacion de los Obispos al Romano Pontí- •
fice nada tiene de injuriosa ni de degradante, y lejos de
oponerse á las divinas disposiciones , es en un: todo con
forme á las intenciones del sabio Fundador que con tanto
acierto trazó el plan de su Iglesia. Quitad por un momento
esta dependencia, y en el instante caerá la Comunion ca
tólica en la misma confusion que las comuniones foras
teras. No hay medio, i la. gerarquía,* origen de la superio
ridád y de la subordinacion, mantiene por la obedien
cia el orden, la union y conformidad. Los mismos Obis
pos reconociendo por superior al Pontífice en el uso de
su jurisdicción, tienen por subditos á los eclesiásticos in-
'feriores.' Con arreglo » estos principios "ninguno duda que
un Clérigo ^n el órden sacerdotal, como y# tengo ma-
155
nifestado, y efectivamente se espresa con palabras termi
nantes en la sagrada inauguracion, recibe la potestad de
consagrar las especies, y atar y desatar á los penitentes;
y no obstante se halU inhibido de egercer estas funciones
por disposicion de la Iglesia, ínterin* el ordinario del ter
ritorio no lo esponfc , concediéndole facultad para eger-
cerlas: ¿y se dirá por esto que los Obispos son unos tira
nos de los derechos sacerdotales, y que proceden contra
lo dispuesto en el orden divino? No por cierto: á ningu
no le ha ocurrido..,.
Conde. Yo encuentro en estos dos casos muchísima di
ferencia , y esplicaré mis dudas. Los Obispos reciben la
potestad del Espíritu Santo para regir la Iglesia , es de
cir; tío solo la potestad espiritual interna, sino la' comi
sion y encargo de gobernar ester namente la Iglesia; 'pues
la voz régimen así lo demuestra, conforme las terminan
tes palabras arriba citadas dal Apóstol, sin 'dejar rastro
de duda. Los presbíteros aunque reciben en el orden sa
cerdotal la facultad de consagrar las especies y absolver
de los pecados, ningun encargo tienen de Dios para lle
varlos á egecucion en las sagradas letras; y afí no es mu
cho los haya sujetado la Iglesia en el uso de las referidas
facultades á los Obispos para trabajar con orden; en una
palabra, los Obispos no solo tienen la potestad espresa, sino
tambien el uso de la potestad espresa en las santas Escri
turas. He oido sus razones, y por este motivo, aunque me
hacen fuerza , no me' satisfacen , porque no sé que haya
en la tierra poder para anular, ni interrumpir el uso de
estas facultades tan solemfltmente concedidas por el cie
lo; así me inclino á creer son originarios los derechos, de
los Obispos, sin estar sujetos á restriccion alguna, y que
deben disfrutarlos como lo verificaron en la antigüedad.
Clérigo. Es verdad, señor, que el encargo del Espí*
ritu Santo á los Obispos de regir la Iglesia, es terminan*
te, absoluto y confesado por todos como un dogma de
fé. Pero ¿no son tambien terminantes y positivas las pa
labras de Jesus á Pedro: "Apacienta mis ovejas: todo lo
que ates y desates , será atado y desatado: Yo rogaré por
ttaiv'y tú confirma á tus hermanos en la fé?" ¿ No es tam
bién un dogma de fé católica que le dió por estas precio
156
sas palabras la preeminencia sobre los demas Apóstoles,
le estableció por su Vicario, y le encargó el gobierno de
su Iglesia? Si el Sumo Pontífice no fuese superior a los de-
mas Obispos i no era escusado encargarle apacentar á
los corderos y á las ovejas , es decir , á los fieles y á los
Pastores? Si no estaban sujetos á su jurisdiccion, ¿á qué
era el mandarle atar y desatar sin distincion de personas?
Si no estaban obligados á obedecerle, ¿á qué era enco
mendarle confirmarlos en la fé? ¡ Ay señor! Si se siguiese
esta doctrina, los encargos de Jesus á Pedro y en su nom
bre á sus sucesores serian de ningun valor, y la superio
ridad del Sumo Pontífice sobVe los demas Obispos nomi
nal sin pingun imperio; en una palabra, por cumplir con
un encargo del divino Redentor, dejaríamos de cumplir
ciento, ó por miejor decir, echaríamos por tierra t¿do
el plan de su Religion. ... •: ' '
Para evitar, señor, estos estragos, es preciso recor
dar las reglas de. la crítica' anteriormente manifestadas,
y. procurar conciliar los testos al parecer, opuestos segun
las intenciones de Jesucristo. Siguiendo estas ¡reglas, é [ilu
minada por^pl Espíritu Santo la Iglesia ha creído y Con
fesado en todos tiempos que los Obispos reciben la po
testad para gobernar de Dios; pero con dependencia del
Sumo Pontífice, su Vicario, encargado del régimen ge
neral. Así ha interpretado los textos sagrados, concillan-:
do su sentido como consta de todos los santos Cohgresos,
y testimonio de los Padres arriba éspresados, y aun se
podían alegar otros huevos si fuera necesario. Es unjdog-
tna de fé reconocido y confes*do en Oriente y Occiden
te, y han sido separados de la católica comunion como
hereges y cismáticos cuantos han tenido; la avilantez 'é
impiedad de negarlo; se les ha reputado como desertores
de la fé., como conspiradoras contra las intencioné? del
divirio Redentor, y .como, revolucionarios para envolver
á la Iglesia; en da confusion» laberinto y desó.r,dfen de las
sectas protestantes en la creencia y disciplina; -pues este
nó otro sería :él ;resultado , si cada Obispo, en su dió
cesis fuese urY g&Eb independiente Con absolutas facultades.
-ií : Sí seneirg soól originarios; Jos derechpss delos Obispos*
•silesj». se.foma'pórqiiá Decían -déí jtoismo Crista^
i 57
de consiguiente van anejos al orden episcopal ; pero si se
quieren llamar originarios, dando á entender con esta es-
presion que ninguna autoridad en la tierra tiene poder pa
ra coartarlos ni modificarlos , es una mala inteligencia ó
una falsa suposicion. Confesada la verdad de que el Su
mo Pontífice es el Vicario de Jesucristo y cabeza de' su
Iglesia, lo que no se puede negar sin contradecir al Es
píritu Santo, y negar la te católica, es preciso convenir
que le revistió de toda la autoridad necesaria para des
empeñar este precioso encargo, para dirigir, ordenar y
arreglarlas funciones no solo del comun.de los fieles, sino
tambien de los Prelados para cumplir su mision en la tier
ra : que le. confirió la competente potestad para corregir,
y castigar, ampliar ó disminuir las facultades de todos
los subalternos segun las necesidades ; en fin, que, envia
á los Obispos y demas ministros á trabajar en el. campo.
de su Iglesia bajo la direccion de su Vicario en la tierra.
Porque suponer, señor, en el Sumo Pontífice una.su-,
prema autoridad sin poder para mandar, ; ni dispondría/
conveniente, y sin jurisdiccion alguna, para absolver y cas
tigar no solo, á los fieles, sino.tambien á los Pastores , es
un pensamiento loco, impío y repugnante á la sabiduría,
omnipotencia y bondad de nuestro Diosj es suponer que
Jesucristo ha dejado para gobernar. su Iglesia á un Vi.ca-,
rio desnudo de toda potestad, á un simulacro vano, á un.,
representante ocioso, á un testigo de los abusos sin por.
der para remediarlos, ó porque no tuVo facultades, ó por
que le faltó la prevision ; en una palabra, ei-£ontr.adecic
á las. palabras evangélicas,, y. á las solemnes declaraciqnvs
de la Iglesia ; pues el santo ^Concilio de Trento hablando
de las reservas, claramente confiesa, que 1os Sumos Pon
tífices, en virtud de la suprema autoridad conferida para
gobernarla, pudieron reservar algunas causas de las mas
graves á su juicio particular (.*). ' ' \-
Se alega sobre este asunto que los Obispos usaron con
»30S0iVJl IÍIEUoX'IJ KIip ' UiliJilnJ Ca 1210 »f;K'~.vf.v liií '.'S*) . ei..cOn cBOll.Ei
' :, m oi ' t¡ i M ' ' i . '' . ' ¡' .
.: •'•» :e.nt . r' ¡ c . ~ " ' ' v ¡'. '. ..' 4 ' ' n i"*.S
i (í):.£pnc. Tridente sesw 14. 'cap* X .Unde merito Pontífices Maxími
pro summa potestate sibi in Ecclesia universa tradtrny eatrsiS aJitíüaá crí4
roinum gtávibreEisuoi'pbitiéiaat pécuíiau judicio ses«i.vare..^r J l' '" '")
158
mas amplitud dé sus derechos en la antigüedad , y esto
generalmente hablando no es tan cierto, porque si en al
gunos negocios tuvieron mas libertad para obrar, en otros
tenian mucha menos ; despues de los tiempos apostólicos,
y antes de las falsas decretales , sabemos que tenian los
Obispos obligacion de dar dos veces al año cuenta al Con
cilio patriarcal del gobierno de su diócesis , y sufrir su
correccion, y hoy cumplen con informar de su estado -por
escrito cada cinco ú ocho años al Sumo Pontífice segun
la costumbre, en lo. que nada se coarta su libertad (*).
Sabemos que antiguamente los Obispos sufrían la terrible
autoridad de los metropolitanos en toda su estension, es-
ceptuando muy pocas cosas, y hoy libres de esta dejacion
solo egercen los metropolitanos jurisdiccion en las ape
laciones forenses; pero sin facultad para disponer cosa al
guna en las diócesis de sus sufragáneos , ni alterar el or
den en lo gubernativo, pues todo queda á su disposi
cion. .(**). Sabemos hubo tiempos en que los Obispos tu
vieron que sufrir el insoportable yugó de un ecónomo, en
cuyas manos estaban las rentas de su diócesis , con el que
debia contar para la distribucion y gobierno:, y hoy libre*
de estas trabas puede á su arbitrio disponer de ellas (***).•
Sabemos hubo, tiempos en que los Obispos en su respec-.
tiva' diócesis reconocieron la autoridad de un arcediano,
á quien estaba encargado la presentacion y examen de los
ordenandos, y hoy pende solo de su voluntad el juzgar de
su aptitud para ascenderlos al santo ministerio (****).

(*)'! Co'nc; Cálcedonens. Can'. 8. Statuit haec sanota Synodus secufcdurri


regulas Patrum , bis in uno convenire per síngalas Provincias Episcopos,
ubi singula, quae emerserjnt , corrigantur,, • - fí'ÍJV ''' ' ; ' '•
(**) Cono Anthiochep. Can. 9, Per singulas regiones Episcopos con-,
venic nosse Metropolitanum Episcopum , sollicitudinem totius Provincias
gerere. Propter quod ad Metropolitanum orrines undique, qui negotia vi-
dentur habere concurrant. Und,e placult,, eum et honore pnscellere , eC
nihil amplius praeter «rnj cafteros Episcopos agere , secundum antiq^am á'
Patríbus nostris regulám constituram, "nisi eá tantum, quaé ad'Suárb Bíaece-
sim pertinent , possessionesque subjectas.
(***) Conc. Galeedosetts. -Can t 25. Plaeuk omnem- Eeelesiam hafeen-
tem Episcopum habere ceconomum de Clero proprio, qui gubernet Eccle-
siae res curo arbitrio, sui Episcopi , »t non sine testimonio sit gubernatio
ipsarum rerum ecclesiasticarura. '.;,. . . ";i . i • • c-.q
(****) Cap. 9. Extra de officio Archidiaconi. Nec fuit sufficienter pro.
1 59
Estos hechos históricos acreditan, no solo que sus facul
tades son mas amplias en estos tiempos., sino tambien '
que su jurisdiccion, aunque divina en su origen,. ha. esta
do sujeta en su uso á limitaciones aun en esas épocas tan
proclamadas de libertad, no porque los Pontífices se apro
vechasen de la ignorancia y calamidades de los tiempos
para esclavizarlos, como afirman los filósofos y hereges,
sino por disposicion de la Iglesiar para mantener la disci
plina decretada en los Concilios. . ../
• . Así dijo el Clérigo y se retiró; pero de allí á un mo
mento volvió en compañía de un propio que mi madre
dirigía personalmente á mí, ya porque las cartas no la
satisfacían, ya porque no habiendo confianza en los con
reos para escribir, era' preciso de otro modo omitir, en
la correspondencia todo lo perteneciente á los asuntos del
dia. Con este objeto y con anticipada prevencion se ha
bía dispuesto que este hombre bajo el pretesto de comer
ciar, fuese y viniese de Madrid á Navarra, y nos comu
nicase de palabra las noticias mas importantes. Efectiva
mente nos hizo saber el trágico suceso y cruel asesinato
del Capellan de honor don Matías Vinuesa en la cárcel de
la Corona de la Corte, atropellando las guardias, y vio-
.lando todos los derechos de la justicia y de la huma
nidad con un ciudadano distinguido que vivia bajoja sal
vaguardia de las leyes, habiendo juzgado su causa el Tri
bunal competente: que Madrid se hallaba atemorizado con
un hecho tan atroz que horrorizaría á la nacion, y se haría
increíble á los demas reinos, no haberse egecutado tan
públicamente y á ciencia cierta de todos los Embajado
res estrangeros : que muchos miles de alborotadores se ha
bían reunido para verificar este acto criminal, y. otros
acaso, si no hubiesen contenido su furor las tropas, cor
riendo las calles armados, amenazando á las vidas de cuan
tos no eran de su partido con gritos y alaridos espanto- *
sos: que fue un dia de amargura, de terror y sobresalto

bátum, quod Cancellarius ex oficio suo exerceat spiritualia memorata, cum


ea potestas de jure communi ad Archidiaconi spectare officium represen
tare videlicec ordinandos Episcopo , et illos examinare.
Í60
.para todos los habitantes pacíficos de la Corte, y mucho
'mas para los que estaban señalados por adictos al Rey,
.pues sobrecogidos de temor, y esperando por momentos
la muerte, se cerraron en sus casas con sus familias: que
en fin, sin otra desgracia se sosegó, dispersándose el tu
multo, y sin haber ocurrido otra novedad hasta su salida,
ni tomádose providencia alguna para castigar á los culpa-
-dos, por lo cual se presumia habia sido aquella sedicion
movida por agentes principales del sistema, y cuando me
nos el gobierno se daba por satisfecho de la egecucion, en
el supuesto de mirarla con indiferencia.
La relacion de este hecho atroz nos horrorizó tanto
al Clérigo oorno á 'mí; la sangre se heló en mis venas, y
utr temblor general se apoderó tle todos mis miembros;
de modo que por un ratome hallé en el estado de un hom
bre que dispertado de un sueño espantoso, se halla en aque
llos primeros momentos poseido de las imágenes vivas que
han herido con vehemencia su fantasía, sin poder hacer
uso de su razon y de sus miembros: tal era mi estado;
en aquel pronto me parece estaba viendo al infeliz Vi-
nuesa bañado en su propia sangre á los pies de sus ene
migos, recibiendo insultos y golpes crueles, sin poder re-
•tirar de mí esta idea espantosa, hasta que el Clérigo vien
do ea mi rostro pintado con vivos colores el sobresalto,
tomó la palabra , y para consolarme dijo : que ¡aunque
esta muerte criminal le horrorizaba, no le sorprendía,
i considerando la conducta de los sistemáticos , y el odio
, con que miraban á Vinuesa, por haber sido el conductas
.á Valencia de la representacion de los llamados persas,
" hecha al Rey para anular la Constitucion á su regreso de
Francia en 18 Í4; muerte desgraciada y que acaso alcan
zaría al general Elío , por haber cumplido sus deberes,
•poniendo á su disposicion el egército^para que ocupase el
.Si^lioenla plenitud de sus derechos. Con estas considera
ciones me serené algun tanto, y desde luego recordé qüe
á todos los agentes de la proscripcion de la Constitucion
4os miraban los sistemáticos como á los autores de su des
gracia, y trataban ó de acabarlos, ó de ahuyentarlos de
' la nacion,
En seguida el Clérigo hizo otras reflexiones sensatas é
instructivas sobre el estado desventurado de un pueblo
que sacude el imperio de las leyes por vivir á su liber
tad: el desórden, decia, ocupa el lugar de la justicia; la
fuerza, el capricho y las pasiones deciden de la suerte de
los hombres; la propiedad y seguridad no son sino vo
ces vagas que gusta el oirías, pero no se guardan ni se
respetan; las autoridades son vanos simulacros, de los cua
les se burlan los subditos cuando les acomoda ; los tribu
nales solo sirven para favorecer al poderoso; el hombre
de bien se ve abatido, y el criminal ensalzado; de mo
do que ninguna proteccion tiene la inocencia, y la razon
se ve despreciada ; que por lo regular estos eran los pasos
que conducian á las naciones á la guerra civil y á la anar
quía, pues el desorden concluía con el sufrimiento, y la
desesperacion obligaba á los hombres á tomar las armas
para defender con la fuerza sus mas preciosos derechos,
y redimir sus vejaciones.
Este, prosiguió, es el verdadero cuadro de la España,
pues por sostener su partido los liberales, cometen todo
género de escesos, y el gobierno lo disimula por tener-•
los á su devocion, humillar y destruir las clases privile
giadas; sí, á esto se dirigen sus esfuerzos, por juzgarlos
sus verdaderos enemigos, y para quienes habia cerrado las
puertas á toda reclamacion : que los servicios prestados
anteriormente á la patria, eran á sus ojos unos verdade
ros delitos ; los premios y distinciones concedidos por es
ta causa, no tenian ningun mérito, juzgando su existen
cia perjudicial á la nacion: que estos procederes tendrían
sin dificultad infelices resultados, pues mas era tomar me
dios para destruir, que para arraigar el sistema: que los
ofendidos eran cada dia en mayor número , y que una
persecucion tan violenta acabaría prontamente con la pa
ciencia de los hombres honrados, y no dejándolos disfru
tar en el seno de sus familias de sus legítimos derechos,
abrazarían el desesperado partido de repeler la fuerza con
la fuerza, como el último recurso para derrocar á ur» go
bierno' tirano.
En este sentido habló el Clérigo , cuyas sabias refle
xiones, por mas esfuerzos que hice , no pude recopilar
bien por no haberlas óido con ánimo tranquilo; pero es-
tom. x. 2i
tos en suma fneron sus principios polítkos , y aunque en
lo sucesivo tenia meditado ampliar esta conversacion,
los sucesos ocurridos no me dieron lugar para verificar
lo, "pues apenas tuve tiempo para proponerle mis du
das sobre los asuntos eclesiásticos. Esta fue una lástima,
y cada dia siento mas esta falta, pues en su compañía
hubiera conseguido instruirme de todo, y sus consejos
hubieran sido mis lecciones cotidianas; pero, amigo,
cjnformimonos con las disposiciones de Dios, á quien de
veras suplico te conserve en su santa gracia.
• Í63

•CARTA VIL

C^Xierido Antonio: Te harás cargo por las razones es


puestas en mi carta anterior, me restaba muy poco que
decir en la conferencia de este dia sobre la plenitud de
los derechos episcopales, pues habia propuesto los argu
mentos mas terribles que sirven de apoyo á los defenso
res de esta opinion , y los habia visto reducidos á polvo
y á nada , como me habia sucedido en las demas mate
rias : con todo eso , y con el objeto de deponer todas mis
dudas , recorrí la memoria para hacer presente en esta
conversacion las demas razones restantes de los nuevos
reformadores ; y habiendo llegado el Clérigo, empezamos
en esta forma: •<«?-
Conde. Sin embargo de que apenas la última respues
ta deja lugar para esponer nuevas reflexiones , pu?s en
ella veo la inteligencia de los sagrados textos sobre la au
toridad de los Obispos, esplicada en su verdadero senti
do por el infalible intérprete la Iglesia con arreglo á las
intenciones de Jesucristo , sujeta y dependiente induda
blemente de los Sumos Pontífices en cuanto al uso , co
mo tambien que'ha sido esta la opinion constante en el
curso de los siglos, pues hasta la mas remota antigüedad
se encuentran auténticos documentos , jmplianft ó coar
tando sus facultades segun lo exigian las circunstancias,
ya en unas cosas ya en otras , sin darse jamas por ofen
didos, ni presumir se perjudicaba en nada de esto á la
potestad que recibieron del cielo; constándome asimismo
que fue su autoridad protegida en el santo Concilio de
Trento , tanto que Felipe II , Rey de España , dijo á su
vuelta á los Obispos: fuisteis curas, y habeis venido Pa
pas; cuya augusta espresion manifiesta la sinrazon de
algunos sugetos que por el raro prurito de censurarlo to
do, suponen envilecida la dignidad episcopal, porque pa
ra entender en ciertas causas exentas , se les dio el títu
lo de delegados de la Silla Apostólica , sin considerar que
fue esta espresion un arbitrio para partir en la disputa
sin complacer á los hereges de aquellos tiempos , que su
ponen en los Obispos unas facultades imaginarias para
gobernar la Iglesia, atizando de este modo el fuego dela
discordia contra Roma; porque aun en estos casos de de
legacion obran como ordinarios sin estar precisados á
dar razon de sus procederes al Sumo Pontífice : no obs
tante esta ingénua confesion de mi convencimiento, voy
á proponer una dificultad fundada en un hecho positivo,
y es la siguiente : Con motivo de la muerte de Pio VI, 1
liemos visto en estos últimos tiempos á algunos Obispos
españoles usar de la plenitud de la potestad de la juris
diccion en las reservas , y particularmente en las dispen
sas matrimoniales ; y aunque muchos se negaron á obrar
' de este modo, encontrando unos y otros" aplausos y cen
suras, lo cierto y claro es, que electo Pio VII Pontífice,
ni castigó á los Obispos dispensadores , ni dió por nulas
las dispensas ; lo que me parece no hubiera dejado de ha
cer si hubiesen carecido de facultades.
CTérigo. Para responder, señor, á esta dificultad, es
preciso recordar los principios asentados en las anterio
res conferencias , y ellos mismos desvanecerán todas las
dudas que ha podido originar este estraordinario suceso.
Acordémonos de las espresiones del Apóstol , que espre-
samente asegura, puso el Espíritu Santo á los Obispos pa
ra regir la Iglesia , y que con arreglo á estas terminan
tes palabras, hemos convenido en estas infalibles ver
dades ; que las facultades de los Obispos son de derecho
divino , pero su uso sujeto á ser regulado por el Sumo
Pontífice, vicario de Jesucristo en.la tierra. Hagámonos
cargo que de este principio nace naturalmente otro re
conocido y confesado por todos los teótogos y canonistas
católicos, á saber: que cuando estan interrumpidas las
165
relaciones con Roma , y no es posible recurrir al Sumo
Pontífice, siendo el asunto reservado de disciplina ecle
siástica , y urgiendo la dispensa , pueden los Obispos, ve
rificarla con Stfs propios subditos en virtud de las divinas
facultades recibidas; pues no pudiéndose observar el ór-
den establecido , se deben del modo posible socorrer las
necesidades; porque la disciplina no se opone á la cari
dad , y tan lejos está de ser esto contra las disposiciones
de la Iglesia , que es proceder con arreglo á sus intencio
nes santas: teniendo entendido que decretó las reservas
sin perjuicio del pasto espiritual para la salud de los fie
les, no para su perdicion, ni para presentarles obstácu
los insuperables en la peregrinacion de esta vida mortal;
sino para conseguir las gracias espirituales. ' ;
Supuestos estos indudables principios, consideremos
que el Real decreto de 5 de septiembre de 4799 comuni
cado á los Obispos españoles, no versaba sobre sus facul
tades para dispensar, sino para hacerles presente, que en
el concepto del Soberano habia llegado un caso estraor-
dinario y de verdadera necesidad para poner en uso sus
facultades. El Rey , pensando iria larga la eleccion del
" Sumo Pontífice despues de la muerte de Pio VI por el es
tado revolucionario de la Europa , y por hallarse la ma
yor parte de los Cardenales presos o fugitivos , y Roma
ocupada por las tropas del tirano Napoleon, invitaba a
los Prelados á usar del lleno de sus facultades para pro*,
porcionar remedios espirituales á las necesidades de sus
subditos. Algunos pocos Obispos creyeron debian coope
rar á un objeto tan laudable; y que para juzgar de la
necesidad procedían con prudencia en arreglarse á la opi
nion del Monarca, que con conocimientos mas exactos
del estado político de las naciones, podia mas bien for
mar juicio de la prontitud ó tardanza de la eleccion de
Sumo Pontífice en circunstancias tan borrascosas : y bajo
este concepto , y con el santo fin de evitar perjuicios en
la dilacion de las súplicas , se determinaron desde aquel
momento, y pusieron en uso sus facultades. Otros, y
fueron los mas, respetando el Real decreto suspendieron
su cumplimiento, confiando en que la misericordia de
Dios dispondría de modo las cosas , que tuviese pronta
466
mente Pastor su Iglesia ; asegurando al mismo tiempo
pondrían en uso sus facultades , si sus esperanzas se dilata
ban Jargo tiempo. Esto en substancia contienen las res
puestas dadas por los Obispos al famoso jfr referido de
cretó, de las cuales tengo vistas algunas , y regularmen
te todas se conservarán originales en los archivos de la
nacion. . .
No quiero, señor, molestar su atencion con empezar
á examinar las facultades; del Nuncio. apostólico en sede
vacante, entre cojpo ilustre personage y el ministro de
Estado hubo sérias contestaciones, ni tampoco detenerme
á referir los diversos modos de pensar de los individuos
españoles sobre la justicia del Real decreto y rectitud del
proceder de los Obispos, dejando á.Cada uno abundaren
su sentido. A nosotros para satisfacer nuestro empeño,
nos basta saber, que así los Obispos dispensadores, como
los que suspendieron el dispensar , acreditaron reconocer
la suprema potestad del Sumo Pontífice, y confesaron no
tener autoridad para entender en las reservas y dispen
sas en los casos ordinarios, estando el despacho corrien
te en Roma en el hecho mismo de fundar su habilitacion
en la horfandad y necesidad. Nos basta saber que si á*
unos la caridad obligó á desplegar sus facultades para so
correr á los fieles , y á los otros la esperanza en la divi
na misericordia los animó á reservarse por el respeto á
los cánones , ninguno de ellos manifestó procedía impul
sado del espíritu de rebelion , ni en sus escritos , ni en
el abuso de su autoridad , como se infiere del profundo
silencio de los Sumos Pontífices en orden á estos procede
res. Unos y otros hablaron fundados en motivos lauda
bles , y en vista de esto es preciso confesar en obsequio
de la verdad , que los Obispos pudieron errar como hom
bres , poniendo ó dejando de poner en uso sus faculta
des; pero dieron una prueba evidente de. la rectitud de
sus intenciones , recogiendo sus derechos, y ciñendo su
autoridad á los límites demarcados en la1 vigente disci
plina apenas hubo noticia de la eleccion del romano
Pontífice.
• ' Conde. Se han disipado mis dudas sobre este asunto:
me hago cargo del recto proceder de los Obispos espa
Í67 .
ñoles ; pues si en aquel tiempo usaron de sus facultades,
no fue animados del espíritu del cisma , sino impulsados
de la caridad' por socorrer las necesidades espirituales de
los> fieles, fundados en la asercion del Monarca, que ob
servando el estado de las naciones , no era fácil calcular
tan pronto la eleccion de Sumo Pontífice : así ya no me
maravillo que informado el Santo Padre de su inocen
cia r nada haya providenciado sobre estos procederes. . i
Clérigo. No es, señor, de nuestra inspeccion el ave
riguar quiénes merecen la preferencia, si los Obispos que
dispensaron, ó los que no dispensaron; pues sería una im
prudencia de hombres particulares manifestar su juicio
«obre un asunto que la Iglesia lo. reserva. Unos y otros
procedieron con sana intencion, y el* candor salva sus ei>
rores , aun cuando los hubiese j-en el supuesto de que no
se ofendió con sus dispensas al depósito sagrado de la fé.
Las reservas de impedimentos matrimoniales son de de
recho eclesiástico v que obliga su observancia em el curso
'ordinario de laá cosas ; pero en los Janees estraórdinarios
4á salvacion dé los hombres es la suprema ley de la re>
4igion. Si los Obispos en aquellas terribles circunstancias
juzgaron de necesidad usar «n estas cosas de sus faculta
des , el Real decreto los hacia disculpables:,; nó porque,
les diese autoridad alguna , sino porque les , manifestaba
la imposibilidad de la' eleccion del romano ! Pontífice en
tre tantos alborotos y dispersion de los Cardenales , por
•cuya razon los invitaba á socorrer á los .fieles para evi.r
tar sus daños espirituales. . .. , .: ;¡í\ • ¡..Ju.umsi cí
Pero aqui, señor, me ocurre una reflexion que rio la
tengo por inútil, en el supuesto que nos conduce, como por
la mano, al centro de la dificultad de esta misma conferen
cia. Si en el asunto de las reservas ya vemos la divergen
cia de opiniones de los Obispos, y 'su poca .conformidad
para.usar de sus facultades , ¿ qué hubiera sido si se hu
biese entrado en el exa'men de cada uno de los impedi
mentos y dé las causas , y mucho mas, si los suplicantes
eran de diferentes diócesis? No hay duda de qiíb unos
Obispos hubieran concebidalo que otros. hubieran repro-
'fead^^.y de aquí se habia de haber seguido.;precisamente
eí descontento de los fieles, la duda sobre ia legitimidad
<6S
de algunos matrimonios, la turbacion de las conciencias,
y la confusion de la Iglesia , sin haber á dónde apelar en
sus disputas , porque yzdos eran iguales en autoridad y
facultades , sin querer ceder unos Obispos á otros. Si»es-
to infaliblemente hubiera pasado en asuntos comunes, y
triviales de disciplina , ¿qué hubiera sido en las gran
des dificultades dela creencia? No se diga que esta estri
ba en decisiones terminantes y positivas, y que sobre es
te asunto no se convidaba á desplegar su autoridad ; por
que ademas de nacer cada dia nuevos errores , que es pre
ciso condenar , y dudas nuevas que aclarar , unas disen
siones hubieran llamado á otras , sin haber quien pusie
ra paz en el santuario , ni quien acaudillase á los fieles en
4a unidad , estando* en discordia los Pastores. Én una
palabra , en el instante mismo que se declarase en los
Obispos la plenitud de la potestad, se veria despedazarse
la Iglesia de Jesucristo por sus propias facultades,
i No son , señor , estos temores de un corazon apocado,
sino juicios razonables y prudentes , fundados en la espe-
riencia de las mismas cosas. En el corto intervalo de seis
meses que medió de la comunicacion del Real decreto has
ta la eleccion del Sumo Pontífice , no se puede negar fue
grande la agitacion de los espíritus , y violento el choque
de las pasiones. Los Padres de la Religion llegaron á ser
el objeto de las conversaciones del pueblo , y cada uno
medía sus .facultades con la vara de sus deseos por escri
to y de palabra ; y hasta en la cátedra del Espíritu San
to se censuraban sus procederes , graduando á unos de
pusilánimes y de ignorantes , y á otros de impíos y de te
merarios. Así se pensaba , así se hablaba y así se escri
bia, ínterin en la práctica jugaban las pasiones para su
bordinar su autoridad al valimiento y al poder ; siendo
público y notorio , que por no condescender con una sú
plica irregular, se vió un Obispo respetable salir de la
cdfrte desterrado (*) , logrando sorprender para la conse
cucion^de este decreto á la religiosidad de Carlos IV por

.• . t ,!,'.. i " ' , " " "
(*) D. José Saenz de Santa María, Obispo de Segovia, y gobernador
del Arzobispado de Toledo, j. ;¿i t .. . - . " ... „.. .j
/
0 Í69
el conducto de uri valido inconsiderado. Eh fin^ bastan
estas ligeras insinuaciones para conocer cuáles hubieran
sido los resultados de la Religion en España, si la decan
tada plenitud de los dereehós de los Obispos se hubiera
llevado á ejecucion. .a ' »,¡
Conde. En realidad veo , que si á cada Obispo se le
concediese una plena potestad para gobernar su diócesis,
vendría á ser la Iglesia un campo de partidos, una senti
na de disputas, y un manantial de disensiones : veo, que
la disciplina sería disforme , y con el tiempo lo vendría
á ser tambien la creencia, porque unas desavenencias
acarrearían otras, siendo tantos los jueces absolutos, cuan-
tos fuesen los Obispos independientes: veo, que es un
plan concertado y sagaz, cubierto con el velo de la pie
dad , para derrocar á la autoridad del romano Pontífice,
y destruida la cabeza , introducir el desorden en la Igle
sia , y la disension entre los fieles : veo en fin , que si se
concede á los Obispos la plenitud de la autoridad, se aca
bó la armonía, y que la Religion en su pureza sufrirá
grandes quebrantos : así hablo , porque así pienso , con
vencido de la razon.
Clérigo. Pero, señor, aun se presentan otras razones
% poderosísimas de utilidad, conveniencia y necesidad , que
convencen del ningun fundamento con que se quiere de-,
fender el uso pleno de los derechos episcopales , las cuá
les espondré ligeramente, porque creo no le desagradará
escucharlas. No ignoramos ha habido y hay en todos
tiempos Obispos sin valor para resistir a las importuni
dades de los suplicantes, á los atractivos de la amistad,
ilos vínculos de la sangre, y al influjo de los poderosos
- del mundo; y si leemos la historia, nos desengañaremos
de las muchas veces que se ha visto comprometido el vi
gor de ia : disciplina por estas causas, y las muchas que
el poder y ¡el, valimiento se han burlado del celo y au
toridad de los . Pastores , quedando impunes los delitos.
No ignoramos ha habido y hay Obispos en la edad de
crépita , que no pudiendo por sí mismos gobernar su dió
cesis, viven entregados á un familiar, que á su arbi
trio y voluntad manda y dispone ; y aun cuando Ip eje
cute con arreglo á los sagrados cánoi^s, no es la inten-
tom. i. 22
i? O «
cion dé la Iglesia que sus santas y sabias leyes esten á la
disposicion de un hombre particular , á quien ella no ha
confiado su gobierno, y hasta los misinos súbditos reci
ben con repugnancia sus órdenes. No ignoramos que el:
gobierno de toda la diócesis, segun la presente disciplina,
está encargado al Obispo, á un provisor y un secretario,
suficientes para dar curso á los negocios comunes con ar
reglo á los cánones y á las inmemoriales costumbres ; pe
ro muy pocos , y ¡acaso muy desiguales en fíl saber, para
llevar á ejecucion los grandes, planes de la plenitud de la
jurisdiccion , no teniendo mas juntas , mas congregacio
nes , ni mas consultores. No iguoramos la poca corres
pondencia de los Obispos .entre sí mismos, para comuni
carse los asuntos ^ da gobierno y: direccion de las diócesis,
y la grande dificultad de reunirse cuando no pueden salir
de su territorio sin licencia del gobierno ; y aun cuando
se reuniesen^el tino y pulso para usar de sus facultades
para decidir y providenciar en ciertos asuntos en las ac
tuales circunstarfcias, por no perjudicar á los derechos de
la Corona; es decir, que la presente disciplina varia én
gran manera de la antigua , por haberse concedido en
muchas naciones por la Silla Apostólica á la real auto
ridad, por el derecho de proteccion una multitud de pri-i ,
vilegios sobre la Iglesia , que coarta la libertad y facúl-
tades de los Pastores, para disponer y decretar en algu
nas cosas sin intervencion de los Reyes. En fin, señor,
por estas razones y otras se puede fácilmente conocer,
que ni la autoridad de los Obispos es* tan amplia como
se quiere suponer, ni se les puede conceder con tanta
seguridad , por no esponer la Iglesia á choques y perjui
cios muy notables.
Pero todos estos inconvenientes y dificultades cesan
y se desvanecen cifrándonos á la instruccion del.dognía,
y siguiendo las huellasr<deÍa^antigSedad j porque en ma
teria de Religion no 'hay duda; que fas' O íniónes mas
rancias son las mejores. Supongamos el uso de la juris
diccion de los Obispos sujeto al Sumo Pontífice , como á
vicario de Jesucristo encargado del gobierno de su Igle^'
si.a , ya tenemos á: um superior' 'para manténer ti. orden,
arreglar la disciplina, cuidar ^elpií observartela > mánté-
m
ner á cada uno en los límites de su esfera , componer las
diferencias, dar impulso y direccion á los trabajos, sos
tener la pureza de la fé , resolver las dudas de los fieles,
y cuidar de todos modos como Juez y Padre de la gloria
de Dios y de la salvacion de los hombres : objetos prin
cipales de su mision , y de los cuales ha de responder an
te el eterno y terrible tribunal de Dios hombre. Celo-
cado el Pontífice en la cumbre del santo monte , tiene
la ventaja de poseer conocimientos mas exactos de las ne
cesidades generales , y del. estado de caridad de los fie
les , para dictar las providencias oportunas , tanto sobre
las ovejas como sobre los Pastores : tiene la ventaja, de
que feconocido y venerado como el representante de
Cristo en la tierra, y cabeza de su Iglesia , los Reyes
y poderosos se creen obligados á obedecer y respetar
sus órdenes en asuntos de Religion , y no se desdoran en
recurrir á él por sus dispensas, ni aun recibir de su ma
no la penitencia de sus pecados , sin darse por ofendi
dos del rigor de los castigos , como en muchas ocasio
nes refiere la historia , resignándose á su disposicion con
admirable humildad , que tal vez no lo harían , ó les
costaría mas trabajo , si estas providencias emanasen de
los Obispos sus subditos : tiene la ventaja de mante
ner á su lado aquellas sabias congregaciones de teólogos
y canonistas , que han sido , son y serán la admiracion,
así de los católicos como de los protestantes, para con
sultar y resolver las dudas que se le dirigen de todas par
tes , siendo los empleos de estos tribunales las escalas
para ascender á las altas dignidades : tiene la ventaja de
tener á aquellos prodigiosos archivos en donde se con
servan los monumentos mas preciosos de la mas remota
antigüedad , en donde se guardan los tratados mas sábios
de todos los tiempos sobre cada una de las materias , en
donde se encuentran las resoluciones de las consultas he
chas á la santa Silla en todos los siglos y en todos los paí
ses ; estos archivos estan á la custodia de hombres litera
tos , versados en las ciencias , para informar al Pontífice
en cada punto de lo tratado y resuelto anteriormente,
•prestándole todas las luces para el acierto de la decision;
de modo, que es muy dificultoso errar en ningun caso. Tal
172
es la gravedad , escrupulosidad y orden con que en Roma
se tratan los negocios , y para este fin se tienen á la vis
ta todas las leyes , decisiones y constituciones de los san
dios Padres; y si así no fuese , caeria en error y confusion
la Iglesia, se olvidaría lo antiguo, y se obraría sin regla.
En prueba de esta verdad léase en los autores sobre
el establecimiento de la dataría y penitencia, tribunales
destinados á las dispensas y á las gracias; el orden y sa
biduría con que allí se tratan las materias, forman una
alta idea del sábio gobierno del Sumo Pontífice , y del
acierto con que deben salir estas concesiones : léase sobre
la congregacion llamada de Ritos en donde se trata de las
ceremonias del culto público , de los libros para q\ie se
honre á Dios segun su espíritu, y ¡no se introduzca la
supersticion, y de la canonización de los Santos, cuyo ne-
• 'gocio se ha llevado, segun los críticos, hasta el ultimo
grado de perfeccion que puede caber entre los hombres:
léase sobre la congregacion del Concilio de Trente , es
tablecida para mantener la disciplina , y resolver las du
das de los decretos: léase sobre la congregacion de los
Obispos y regulares que tienen por objeto decidir sobre
sus consultas , arreglar sus derechos , y componer sus des-
.avenencias : léase sobre la congregacion de Propaganda
ffide Pero ¿ para qué cansarme? Basta saber que estos
son otros tantos tribunales, compuestos de hombres sa
bios, perfectamente instruidos en las materias, pues en
ellos hacen su carrera , subiendo de grado en grado co
mo por una escala ; y que en ellos se ventilan y acriso
lan los negocios antes de subir al conocimiento y supre
ma determinacion de su Santidad. . ,
Solo estas consideraciones, señor, que no merecen ni
aun reputarse por un pequeño bosquejo , ó una débil som
bra de la "sabiduría , prudencia y madurez que preside
en aquellos ilustres consejos, ó congregaciones de la. ca
pital del mundo cristiano , han hecho á todo hombre de
sano juicio mirar con respeto y veneracion las decisiones
de Roma , despreciar á sus calumniadores , y creer firme
mente que no hay en parte alguna tribunales mas sábios,
mas respetables , ni mas bien organizados para mantener
la religion de Jesucristo , ni es posible pudiesen tenerlos,
473
ni conservarlos los Obispos particulares por grandes que
fuesen sus desvelo» La cadena de la tradicion les facilita
los medios de sostener el órden , y resolver con acierto
todas las dudas , prestándoles todas las luces necesarias;
los pone en ocasion de instruirse de lo pasado , y de pre
venirse para lo venidero ; los previene para no dejarse
sorprender de las malas artes y sutilezas de los hombres,
y cierra la puerta al error; pues en aquellas santas con
gregaciones está delineado con todos sus caractéres , y
-apenas le ven, por disfrazado que se presente, le conocen
y le niegan la entrada. En fin, Señor, prescindiendo de
las divinas promesas , segun la opinion general , se ha
llan en tal planta y tal grado de perfeccion los consejos
pontificios , que admira y asombra al hombre menos re
flexivo , y hasta sus mayores enemigos no hallan voces
para ponderarlos. , : .. ; •
Conde. Estoy persuadido de esta verdad, ya porque
así lo afirman todos los escritores, tributando á los ro
manos los mayores elogios,- ya. porque' mis propias refle-
-xiones me inclinan á pensar de este modo, pues conside
ro que sus archivos son unos almacenes de los mas pre
ciosos monumentos y producciones literarias de todos los
tiempos, distribuidos con el mejor órden, custodiados con
el mayor esmero , y manejados por inteligentes en cada
.una de las materias que procuran por su honor conser
var su mérito; me hago cargo que despues de examinar
en cualquier negocio los tratados mas sabios, las opinio
nes, leyes y decisiones de toda la antigüedad, se discuten
y ventilan en las congregaciones entre los hombres mas
instruidos de todo el universo, y que despues de todas es
tas prevenciones pasa últimamente á la aprobacion del Su
mo Pontífice, por lo regular igualmente sábio y literato,
que con todos esos conocimientos decídelos asuntos. Pro
cediendo así, es muy difícil errar en ningun caso, y no
me maravillo de que prescindiendo de lo religioso, aun
en lo político se miren en las naciones los juicios de Ro
ma con tanta consideracion , ni me admiro aseguréfrüos
santos Padres que nunca ha tenido entrada en el error en
aquella santa ciudad, pues por mas disfraces que use, pa
rece como imposible no le conozcan unos 4 otros dq tan
17+
tos hombres de luces, como componen aquellas ilustres
congregaciones, en donde se examinan con todo esmero
y cuidado todas las doctrinas, y se juzga de todas las opi
niones. En fin, sabemos que.los conocimientos delOs mi
nistros del Sacro Colegio siempre han correspondido á los
espinosos encargos de su desempeño , y por mas que los
hereges desaten sus impías lenguas en atroces calumnias
para desacreditar sus justas censuras, como nunca los he
mos visto olvidarse de la gloria de la Religion por fomen
tar sus propios intereses, la razon no solamente despre
cia, si no que mira con horror sus detracciones.
Clérigo. Efectivamente, señor, las desvergüenzas le
jos de agradar ni convencer á un hombre sensato, le in
comodan, le prueban la falta de razones en un sugeto des
comedido para defender su causa; le obligan á formar un
bajo concepto de su persona; en una palabra, las calum
nias é improperios á las luces de la razon son erupciones
de un corazon corrompido, como el vómito á los. ojos del
.discreto médico indicaciones seguras de la enfermedad del
estómago. Así sucede con los hereges: sus injuriosas de
clamaciones contra la Silla Apostólica manifiestan las ne
gras pasiones de estos hombres detestables, son un claro
indicio de su abominable impiedad con que ofenden á los
oidos piadosos. Con tantos improperios como han vomi
tado sus mordaces y desenfrenadas lenguas, y con tantas
calumnias como han forjado en sus impuros escritos, le
jos de conseguir hasta ahora justificar su conducta , solo
han logrado hacer públicas sus desarregladas costumbres;
hacer manifiesto al. mundo su loco empeño en destruir la
Religion y el Trono, á que los impelen sus desvarios, y
hacer ver á todos que estan infestados de los mismos vi
cios que aquellos antiguos malvados de infame memoria
que únicamente han vivido para castigo y mortificacion
de los 'demas hombres. Hable la esperiencia; los hemos
oido declamar fuertemente contra el imperio de Roma,
y pintar á los Sumos Pontífices como á unos tiranos de los
múltales, porque condenan las máximas impías, y por
que declaran fuera de la católica comunion á los pertina
ces en sus errores, y que se niegan á seguir la doctrina
de la Iglesia; y al mismo tiempo hemos visto á estos des-
<75
compuestos vocingleros ardiendo en las mas vivas llamas
de ambicion y orgullo erigirse por sí mismos, y sin mi
sion alguna, en gefes de sus sectas, dominar á sus proséli
tos con un imponderable despotismo j y no solo arrojar
de su comunion, sino perseguir de muerte á cuantos no sé
conforman con su modo de pensar. Los hemos oido le
vantar el grito contra las moderadas exacciones de Ro
ma, y calumniar del modo mas petulante, grosero y au
daz á los empleados de la Corte Pontificia, lamentarse
de que consumían el patrimonio de Jesucristo y de los
pobres en mantener el lujo y la profusion de sus destino^
y hemos visto á estos mismos reformadores en las nacio
nes que desgraciadamente se han entregado á su discre—;
cion seducidos por sus falsos consejos, despojar con la ma-f
yor crueldad é impiedad á las Iglesias católicas pará'én-^
riquecer sus sectas, y satisfacer su avaricia; y á estos
austéros ministros del culto protestante envueltos en los
vicios mus groseros, á imitacion de sus criminales gefes
que arrojaron la sotana y el hábito de su santa profesion,
por contraér matrimonio, y vivir en el comercio ilíci- ;
to de las mugeres. Estas son sus declamadas reformas, y
estas sus lamentosas quejas, con las cuales descubren sus '.
impuros labios los deseos amargos de sus corrompidos co- 1
razones. Demostrado está que son la mentira, la injustí- ;
cia y la disolucion las divisas de todas las sectas , cuyos '
vicios procuran con falsa hipocresía y demasiada desver
güenza imputar á la Silla Apostólica, pues tratando de
envolverla en su misma deshonra, sellan los innovadores5 '
con estas calumnias su última perfidia. ' '. 'eiv-
: -Efectivamente, señor, todas las conjuraciones de es
tos infelices y últimos tiempos, se dirigen contra los Al-
* tares y los Tronos , á los cuales se trata de zaherir , ca
lumniar y desacreditar de todos modos para hacer á los;
pueblos perderles el respeto, y por este título despojar-:
los de toda proteccion , es positivo que los malvados é
impíos de toda la Europa estan en comunicación por el
pernicioso conducto de las logias, minando los Estados,
y así se ven en diversos puntos 'saltar chispazos de rebe
lion, shí que 'sea impedimento las largas distancias para
proceder bajo unas mismas máximas; se trabaja- activa-
476
mente en la mina pata haberla reventar, y sí prontamen
te no se aplican eficaces remedios, estallará indefectible
mente la revolucion general , y entonces la guerra civil
y la anarquía inundarán de sangre á las naciones, siendo
las primeras víctimas de esta catástrofe los Reyes, el Cle
ro y la Nobleza. Este gran plan , fruto de las profundas
meditaciones de los filósofos, se sigue en union con los
hereges. En Federico , Rey de Prusia, fundaron grandes
esperanzas de poder bajo sus auspicios llevar á egecucion
sus proyectos; pero este filósofo coronado aunque se unió
c#n ellos para hacer la guerra á la Iglesia ; en orden al
Tronose apartó de su dictamen, manifestando sin rebo
zo al principio de sus obras como un principio cierto que
el gobierno de uno solo era el mejor. En seguida las pu
sieron en Napoleon, Emperador de los franceses; pero es
te carcelero impío del Romano Pontífice, tirano de sus
súbditos y usurpador de los reinos, les pegó tambien pe
tardo, porque habiendo empuñado el cetro, pensó mas en
engrandecer su imperio, y en coronar á su familia, que
en proteger sus libertades, y en favorecer sus empeños.
Ultimamente han reunido sus fuerzas en España para plan
tar y sostener la Constitucion como destructora de la so
beranía delos Reyes y asilo de los enemigos de los Alta-"
res,, proponiéndose el fin de estenderla á todas partes, de
establecerla en todos los Estados, y con este objeto des
de aquí se dirigen los tiros contra todos los potentados,
y se remiten los combustibles para incendiar todas las
naciones por medio de los venerables hermanos emisarios,.,
de las logias. B\.
¡Ah señor! Los Sumos Pontífices bien instruidos en las
perversas tramas y criminales manejos de estos impíos/
bien cerciorados de sus miras y perversas intenciones, y .•
conociendo el origen del mal, han privado y condenado
las, asociaciones secretas con varios decretos como sospe
chosas y perjudiciales á la Religion y al Estado. Los so
beranos, de Europa desengañados y escarmentados dees-
tas maquinaciones, habiendo visto la suerte infeliz de al
gunos Monarcas, á quienes los malvados han logrado sor
prender , despojándolos de su autoridad y convencidos del [
riesgo que corren los Tronos , mientras exista esta raza
477 .
impía de hombres han formado alianza, y unido sus
fuerzas para destruir los revolucionarios, evitar las cons
piraciones, y restituir su imperio á los Reyes despojados.
Para cortar los vuelos é impedir sus progresos á la hidra
de la revolucion se' han formado reglamentos políticos,
prohibiendo y esterminando las logias en los Estados ba
jo cualquiera denominacion, con los cuales se ha conse
guido en cierto modo salir al encuentro del genio del mal,
y contener sus revoluciones ; pero este fuego impuro y
desolador , aunque está amortiguado, no está estinguído,
y se alimentará en secreto, ínterin no se apuren los ma
los principios; en una palabra, para esterminar de raiz
'esta perversa y nociva semilla, el medio mas á propósito
en donde no haya inconvenientes , es restablecer la Inqui
sicion religiosa.
Conde. Esta asercion no me parece tan segura, con
vengo sí en que los filósofos y los hereges reunidos ma
quinan contra los Tronos y los Altares; tampoco tengo
duda en que sus principios revolucionarios pululan en
toda la Europa, y tambien que por medio de las logias
mantienen todas sus comunicaciones : que necesitan adop
tarse medidas muy enérgicas y vigorosas para mantener
la paz en los pueblos, y esterminar á esta canalla albo
rotadora, destruyendo las asociaciones secretas y los con
ciliábulos detestables, en donde se fraguan sus. maquina
ciones; pero que la Inquisicion religiosa sea un remedio
suficiente para salir al encuentro de este gran mal, no lo
tengo por tan seguro, pues hemos visto estallar la revo
lucion en España á pesar de hallarse establecida.
Clérigo% En España, señor, jamás las sectas hubieran
conseguido establecerse, si.no hubieran logrado aboliria
Inquisicion. La sublevacion de la Isla fue mas, y se dejje
juzgar mas por obra de la cobardía y seduccion de un$s
gefes infames, por no cruzar los mares, y medir sus es
padas con los revoltosos de la América, que de los esfuer
zos de los filósofos. En aquel tiempo aun no se habian es
tablecido en el suelo español las logias, como públicamen
te se sabe por los papeles ocupados á los tribunales.de la
Inquisicion por el Gobierno, á cuya vigilancia no ée hu
bieran ocultado, si hubiesen existido, ni aun» sus per.ver-
tom. i. '23
178
sos agentes se determinaron á catequizar á las gentespor
no ser descubiertos y castigados. Así es, y si en lo suce
sivo se descubrieron los filósofos y los hereges; si les ofre
cieron sus servicios para consumar la obra ; si tomaron
Jas riendas del gobierno; si bajo sus "auspicios se forma
ron y abrieron las logias tomando modelos estrangeros,
fue porque los revolucionarios de la Isla los llamaron en
su socorro , ó porque se vieron precisados á ponerse en
sus, manos , y entregarse á su partido para lograr sus fi
nes*, y conseguir de este modo evitar ei castigo merecido:
en una palabra , se cree generalmente que la rebelion de
los militares de la Isla no fue fruto de la filosofía, aun
que la filosofía supo aprovecharse de los favorables mo
mentos de la rebelion para coger sus frutos, y poner en
planta sus intentos.
Conde. Tampoco dudo esto, pues segun la opinion ge
neral la rebelion de los soldados de la Isla mas se atribu
ye á la cobardía, que á la impiedad; pero provenga de
lo que quiera, me parece que aun es mas ventajosa para
impedir las revoluciones la policía civil adoptada en casi
todos los estados de la Europa, que la Inquisicion religiosa.
Clérigo. Errais, señor, errais; porque si bien se me
dita, la Inquisicion religiosa para este efecto hace muchas
ventajas á la policía de las naciones; porque no solo cas
tiga á los revoltosos, sino que se previenen con ella las
mismas revoluciones, y se anticipa á su formacion, pros
cribiendo las malas doctrinas que las inspiran., y la cir
culacion de malos libros que corrompen los corazones;
hace en este asunto lo que un diestro jardinero arrancan
do en su nacimiento de raiz las malas plant*^ para im
pedir se infeste todo el terrano de nocivas semillas que
(¿espues de propagarse, le costaría mucho trabajo el lim
piarlo, ó lo que un diestro facultativo que se apresura á
cortar un dedo gangrenado por no verse despues en la
precisioií de cortar toda la mano. Estos son los oficios
del Tribunal Santo de la Inquisicion, perseguir y desarrai
gar los malos principios , y sofocar las malas doctrinas
en su origen .para que no germinen ni pululen los impíos.
Así, señor, cuando todas las naciones han tenido que
llorar los estravíos de. algunos de sus hijos, y que soste
i Í79
néf guerras crueles Contra los hereges y filósofos, para man
tener su existencia contra sus temerarios é impíos inten
tos, cuando con las armas en la mano se han visto pre
cisados á reprimir su soberbia y orillo que trataba de
abolir la Religion del estado, la España ha estado exen
ta dé estas plagas y desgracias; no ha derramado en mu
chos siglos ni una sola gota de sangre de sus atoados hi
jos, ni ha tenido que asolar sus hermosas provincias con
la ocupacion de numerosos y aguerridos egércitos; la pu-r
reza de su fé y la uniformidad de religiosos sentimientos
han mantenido la paz, y la obediencia entre sus subdi
tos, mejor que la fuerza y el rigor. ¿Y á quién sino al
Tribunal Santo de la Inquisicion somos deudores de estos
preciosos beneficios? Efecpvrfmente desvelándose en ave
riguar, y esterminar él error, apenas lo divisaba , na le
permitía ni daba lugar i infestar al cuerpo de la nacion:
conforme nacían las malas opiniones, procuraba sufocar
las antes que tuviesen tiempo de ganar prosélitos, maquU
nar ni producir revoluciones. Pero la policía en otros rei
nos miraba en su origen con indiferencia la aparicion y
establecimiento de las sectas, y pareciéndole no ofendían
á la sociedad las doctrinas contra la Religion, las deja
ban crecer y propagarse, hasta que tomando fuerzas, se
quitaban la máscara, y alborotaban al Estado, y enton
ces ya era imposible destruirlas; y ¿un para contenerlas
á raya de la ley , era necesario inmensos sacrificios: en
una palabra , era preciso apagar este fuego alquitran i
fuerza de sangre. ';<..„ . . u ..;;tiü'li .i a¿\ ;,• un:
; • : Se aventaja, señor, la Inquisicion religiosa á la ;poli-'
cía de las naciones, en ser un tribunal mantenido á sus
propias éspensas, es decir, de sus propios fondos singra-
vámen del Estado; de consiguiente mas libre de los vai
venes de la fortuna, mas independiente para obrar por,
la disposicion de sus leyes y establecimiento da sus mi
nistros,, pues los mismos que.decretan la prision de los:
reos, son los jueces para pronunciar las sentencias, des
pues de oidos sus descargos. Cuando la policía ademas de
estar espuesta á sufrir las indigencias del gobierno y las
alteraciones y variaciones del ministerio, es tambien mas.
gravosa por pesaran , subsisteacia sobre sus subditos, y me
f8'0>
nos egecütiva, pues aunque averigua los "delitos, y apa-:
siona á los reos, no los absuelve ni los condena, sino qué
los entrega á los tribunales competentes para juzgarlos;;
que ya por instruirse, ya por no conformarse con lo obra-
do, ya por otras muchas causas como son distintos jue-
ees, pueden muy bien sufrir notables retrasos, y aun que-"
dar sin malicia muchos crímenes impunes,
i r-Se aventaja en fin la Inquisicion religiosa á la policía,
de las naciones en la calidad de los jueces, por ser todos-
ellos eclesiásticos, por lo general sabios, de conocida vir-;
tud y probidad, en donde ni el valimiento, ni el poder,
ni el soborno, ni la intriga es creíble tengan entrada; su
sagrado carácter cierra la puerta á toda sospecha para que
las pasiones puedan influir contra la ley . Cuando en la
policía no todos los ministros -tendrán los conocimientos
necesarios, por no haber estatuto determinado de litera
tura para fla eleccion; y aunque esten adornados de pren
das estimables, como es creíble para velar sobre la sa
lud del Estado, es positivo que el celo y el honor por sí
solos, no son suficientes para poner en giro los. negocios
en los juicios contenciosos.- >; ' ;
- Conde. No pueden negarse estas ventajas de la Inqui
sicion religiosa sobre el establecimiento de la policía de
las naciones, pues por mas' esmero que haya en los Mo
narcas para la eleccion de jueces , nunca podrán igualar
á4os ministros del Santo Oficio, tanto por su carácter, como
por su ciencia y demás cualidades marcadas en el regla
mento de este tribunal, como asimismo por su independen
cia en el Obrar, pueá por'él tenor/ de las leyes arreglan los
procesos, y dan sus decisiones; siendo tambien de estimar
en las presentes circunstancias de penuria , vivir de sus
propias rentas; pero á pesar de todo esto sabemos odian,
y repugnan á la Inquisicion, la mayor parte delas nacio
nes de Europa, y frio la quieren en sus Estados vijqzgán-:
dola por un tribunal cruel , inhumano, sanguinario y ir*
religioso, y por poco conforme al espíritu del Evangelio.
Clérigo. Es verdad, señor , que algunos estrangerosy
nacionales mal intencionados han ¿achadoá la Inquisicion
de: Crüel; pero es<0 acredita ;ciiando menos que no la co
nocen,! pues en éste íutbuhal santo; es ?evidente* .que solo;
m
se castiga á los impenitentes é incorregibles. Si se acer
casen á examinarlo, verían que es un juzgado de miseri
cordia en donde solo se exige ef conocimiento y arrepen
timiento de los errores para alcanzar el perdon, en don
de solo se aspira por medio de penitencias saludables á
hacer de hombres perdidos buenos cristianos, buenos par
dres, buenos esposos y buenos ciudadanos. ,
Es verdad que la han censurado de un tribunal in
humano; pero esta es otra calumnia, pues á ninguno sé
aprisiona sin haber practicado las. diligencias en secreto
mas esquisitas en la averiguacion de los delitos; y aunque
en' alguna ocasion puedan los jueces errar como hombres,
que seran las menos, por dirigir sus operaciones el can-i
dor y la sabiduría, á ninguno se condena sin primero oíd
sus defensas, y emplear todos los medios para conven*
cérle de sus errores, suplicarte la abjuracion para conser
varle la vida: de modo que si muere, puede decirse es
porque no quiere vivir arrepintiéndose. En fin, ni debe
atribuirse; á: 'crueldad leluprohábi ti á los, delincuentes la eo«
munioacion, pues esto se hace para evitas el contagio, poc
ser reos de alta traicion divina, como asá-titmbien se ve
rifica con los enemigos ddl Trono y delincuentes en co
sas muy graves; siendo en tal caso .preciso confesar que•
adolecenjdel ;mismeoaahaqae^iüo£ proceder, d& este ma-^
doi ios tribunales civiles; , rijeiíj oL■ rn i^ií /i i:';;o,riupriI
í.'.Es verdad que la han censurado de un tribunal sáw•
guinario, pero tambien sin razon, Para convencerse de
esta falsedad, compárense los delincuentes castigados por
el' Sa^to^Oficio ¡en el largo;cur$oAda su permanencia eb
Espacia , cobtei vidas saerificaáas•íer^ Francia en; estosilúfc
timos años por guerras religioriarias contrarios luteranos
j ealtinistas , y despues poc los alborotos causados por
los filósofos; y se verá que fue una falsa compasion, una
injusta ■misericordia'^rdonacJií loK; primeros propalado*
res dé IpS' áaiso^i-ptincipios^' potiqtid ha sido preciso <desb
pues castigarlos á roblares^ perdiendo3 la;\vida^íínuchcá
inocentes; ' '/r.u' . •.-> . v • . • •*.;. » . ? n- -y<- 'v.\ : ?
uh En fin, es verdad que se le ha calumniado de irreli
gioso, - y. rde un tribunal ¡¿poco• conforma al- espíritu.. del
Eva.ngelio % ggíO estai es/otr» asercijaaiimpíá^í-pQes'ade^
Í82
mas de que sus primeros fundadores gozan de culto pú
blico en los altares; ademas de que Dios castiga á los- pe
cadores ; ademas de que fa legislacion de las naciones es
tablece penas corporales contra los reos de lesa Magestad
divina, cuya generalidad en diversos paises y en distintas
Religiones acredita ser su respeto de. derecho natural; ade
mas de todo esto los insultos y pecados públicos contra
la Religion son tambien contra la sociedad , porque tur
ban su reposo , y proceden contra sus leyes , pues única
mente los reconoce por sus miembros con la precisa obli
gacion de profesar y respetar la Religion del estado , y
en este concepto á la sociedad corresponde castigar estos
ultrages , y por esta razon gozan los ministros de la In
quisicion, para desempeñar las funciones de su ministerio
de Pontificia y Real autoridad. ' n y \
i Pero" quiénes son, señor, los que tanto se quejan de
la vigilancia de la Inquisicion religiosa para investigar y
averiguar la conducta de los hombres impíos ? Estos in
novadores, que en cada poblacion: del reino han establea
cido una logia con el espionagé mas .bien pagado , para
examinar y cerciorarse hasta de los pensamientos de los
hombres honrados , graduando .por delitos los mas exe
crables sus opiniones políticas, si no se conforman con
su modo de pensar. ¿Quiénes; son los; que censuran á la
Inquisicion religiosa de tirana, por no pexmitirjla cir*
colacion de los libros impíos, atribuyendo á esta causa
el atraso de las luces? Esos mismos que en el dia per
siguen á los escritores de la verdad , y proscriben sus
obras, que los amenazan con multas , desiiafios y; ca-s
dahalsos; y los castigan, si no les, obligan á callar. ¿Quié
nes son los que critican á la Inquisicion religiosa de cruel
y sanguinaria porque castiga á los impíos pertinaces en
sus errores? Esos mismos tiranos de la inocencia, y ene
migos declarados de: la*, virtud , qucpersiguen á la fideli
dad, y se vengan en los inermes, que; asaltan ios palacios
de los Obispos y las pobres casas dedos Sacerdotes para
saciarse en su sangre , sin que su furor respete asilo nin
guno, ni permita defensa, ni* se ciña á las decisiones de
los tribunales establecidos asesinando á cuantos sus lo-;
gias juzgan delincuentes. ¡ Ala señar i no hay paralelo ea
Í9S*
este asunto; si se considera el número de víctimas ino
centes sacrificadas sin formacion,, alguna de causa en es
tos tres años de Constitucion, ó revolucion, se verá que
esceden en mucho número á los impíos castigados confe
sos, y averiguados sus delitos en tres siglos de perma
nencia de Ja Inquisicion religiosa en España.
Por otro lado, señor, si tendemos la vista por la Eu
ropa, encontraremos que las sectas han hecho todos sus
progresos en las naciones en donde no existe este santo
tribunal. Sus terribles esfuerzos para abolirle en España,
y su criminal empeño en desacreditarle, despues de des
truido , da bien á conocer los malos ojos con que le mi
ran. Este triunfo conseguido en la Península, se ha cele-^
'brado por los settarios de todo el mundo del modo mas
plausible , .como una de sus mayores victorias; y efecti
vamente sin su abolicion nunca hubieran conseguido sem
brar en' esta católica nacion tanta multitud de doctrinas,
y hacer odiosa á la Religion y al Rey. ¡ODios! ¡Qué
hombre reflexivo no se asombrará al ver este general
trastorno! ¡Quién lo meditará......!
Conde. No hay que molestarse; estas consideraciones
son para mí de mucha importancia , y la misma expe
riencia aleja de mi entendimiento toda razon de duda.
No ha habido hasta ahora plan de policía en el mundo,
que haya mantenido tan pura la Religion del estado en
parte alguna como la Inquisicion en España ; ninguno con
menores gastos , ninguno con mayor ahorro de sangre,
ninguno con mayor sosiego: de aquí infiero que es el tri
bunal mas sábk) , el mas ventajoso para purgar á los rei
nos de impías doctrinas, restituir la tranquilidad, resta
blecer los buenos principios, asegurar la Religion y los
tronos , y concluir con los revoltosos. Así me producía
cuando avisaron al Clérigo se habia apeado un forastero
preguntando por él, y marchó á recibirlo; pero lo en
contró luego que salió de mi cuarto. -
Este era un Sacerdote íntimo amigo y condiscípulo del
Clérigo, segun me informaron , familiar del Obispo de
N..... Apenas se vieron, sin saludarse, y á las dulces es
presiones de mi amigo ^ mi compañero, se abrazaron es-
irechameate ; y así permanecieron largo rato , anudadas
Í8+
sus gargantas con los afectos que ocuparon sus corazones,
manifestando algunas ¿ágrimas asomadas á sus ojos el
placer sensible de tan feliz encuentro. Yo permanecia in
móvil , contemplando aquella tierna escena sin hablar pa
labra, hasta que levantando la vista el forastero, me sa
ludó , diciendo: Señor, perdone V. : el encuentro de este
antiguo amigo me ha arrebatado de alegría , sin darme
iugar á advertir que habia alguno en su compañía. Así
se esplicó con palabras interrumpidas y exaltadas ; y al
momento , volviéndose otra vez al Clérigo , le dijo : sí,
amigo, sí, yo ya, sé la historia de tus trajbajos, pero no
tú lamia; vengo fugitivo, huyendo delas manos de esos
globos carniceros; me persiguen: defiendo la causa de Dios
y de los hombres, voy Al pronunciar estas espresio
nes , volvió á fijar en mi sus ojos , y enmudeció. Él Clé
rigo se aprovechó de aquellos momentos dé serenidad
para desprenderse de sus brazos ; y advirtiendo sus rece*
los, le dijo:, sosiégate, y no temas, vamos al cuarto ; y
entrando en un aposento el mas próximo , prosiguió: vi
ve sin cuidado , que este caballero'es de nuestras mismas
opiniones , y por esta causa se halla retirado en esta cor
ta poblacion , esperando se disipe esta terrible tormenta
para volver á sus hogares ; asi se lo aseguré yo , persua
diéndole á tranquilizarse.
Pasado un rato , y calmada la agitacion , nos hizo sa
ber que el Obispo su señor se habia visto precisado á de
jar su diócesis por causa de las persecuciones : que sabia
se hallaba refugiado en Francia gozando de estimacion en
el pueblo , y apreciado del gobierno : qu» habia costado
mucho trabajo á sus familiares obligarle á abrazar aquel
partido, el único medio para conservar su vida, pues es
taba resuelto á morir entre sus feligreses: que conven
cido ya de la necesidad de fugarse, despues de haber ar*
reglado las cosas, y dado las disposiciones convenientes
para la direccion de la diócesis , nombrando á él y á su
compañero don Manuel gobernadores, y caso de no poder
cumplir su encargo, autorizando á todos los vicarios fo
ráneos con las- facultades necesarias en sus propias de
marcaciones, pudo fugarse, una tarde saliendo de paseo
camino de Francia, teniendo para este efecto todas las
185
cosas preparadas : que corrida la voz de la ausencia del
Prelado, el Gefe Político se enfureció terriblemente con
tra los familiares tratándolos del modo mas indecente,
embargando los enseres de palacio, y secuestrando las ren
tas : que desde entonces habia rasgado el velo que cimbria
su política , y procedía abiertamente y sin ningun mira
miento contra el Clero , siendo el principal objeto de sus
iras los gobernadores: que habían sufrido mucho por no
abandonar su destino , hasta que últimamente se trató
de aprisionarlos , y en efecto se verificó; pero que el car
celero compadecido de su suerte , y deseando pasarse á
las banderas reales , los sacó una noche de la prision, y
á poca distancia de la ciudad se encontraron con una
partida del egército de la fé , que estaba de inteligencia
esperando este suceso : que los recibieron con mil aga
sajos , ofreciéndoles toda seguridad : que en fin, los siguie
ron por algunos dias; pero que observando la rapidez de
sus movimientos , y no estando acostumbrado á aquella
especie de vida agitada, habiendo empezado él á adolecer,
con permiso del comandante se retiraba á reparar su sa
lud al seno de su familia.
Concluida esta relacion habló el Clérigo , manifestan
do sus sentimientos por las persecuciones del Obispo , á
quien delineó como á un Prelado recomendable por sus
virtudes é ilustracion , asegurando, que con su ausencia
se privaba á los fieles de un Padre amoroso , á la Iglesia
de una firme columna , y al Estado de una gran lumbre
ra : consoló y animó á su amigo en sus trabajos , le per
suadió á vivir tranquilo , pues no debía tener ningun re
celo , y le obligó á recogerse temprano para descansar, y
que al otro dia hablarian de estos asuntos , en el supues
to que no había otro entretenimiento en aquella soledad.
Efectivamente así lo hizo. .• . '
Pero antes de retirarse , y en la misma despedida, le
preguntó el Clérigo por las cosas de la guerra , y contes
tó, no habia en el dia noticia particular; pero que sabia de
positivo se disponía la division de Navarra á marchar pa
ra Aragon , y aun acaso á proximarse á Cataluña , con
el objeto de llamar la atencion del egército constitucio
nal , que en gran número á las órdenes de Mina habia car-
TOM. i. 24
i 86
gado sobre el Baron de Eroles : que los batallones se iban
organizando , y que de Francia los surtian de armas, mu
niciones y vestuarios: que el cordon de Francia se habia
reforzado con nuevos regimientos: que segun los papeles
púb^cos estrangeros las naciones estaban resueltas á abo
lir la Constitucion española como indecorosa , y diame-
tralmente opuesta á la soberanía y al esplendor de los
tronos ; pero que trataban de arreglar este negocio por la
diplomacia antes de usar de la fuerza de las armas, y que
con este fin habian enviado embajadas á las Córtes, deter
minada la santa Alianza, y con órdenes absolutas, si no
convenian en la propuesta, á declarar la guerra : última
mente , que esto era ya una cosa pública y positiva , de
la que ninguno dudaba, aunque el Gobierno español pro
curaba ocultarla. " ' :'•' '' * . •
. Nos hizo tambien saber que los realistas le habian
tratado con mucha consideracion ; que en su compañía
nada le habia faltado : que tenia mucho, mucho que agra
decer desde el oficial de mas gráduacion hasta el último
soldado: que ya habíamos esperimentado su buen proce
der con todos , pero particularmente era de advertir con
el Clero, pues los gefes se esmeraban en informar á sus
súbditos se hacia la guerra á los liberales como i enemi
gos de Dios y de los hombres, no á 4a nacion , y de con
siguiente que debian portarse como unos honrados mili
tares , defensores de estos sagrados deberes, titulándose
por esto realistas y defensores de la fé : que el mas mí-
•nimo esceso causado por cualquier individuo del egército
se castigaba con todo rigor : que el dinero corría entre
ellos con bastante abundancia: que nada les faltaba, pe
ro que sufrian muchos trabajos en las continuas marchas,
pues no teniendo aun suficientes fuerzas para sostener el
ca,mpo, y siendo sus únicas fortalezas y cuarteles. los mon
tes y rocas escarpadas,: vi vian en un continuo movimien
to y en una penosa agitacion ; pero que espetaba mejo
rarse mucho su suerte dentro de poco tiempo por la regla
de la disciplina y aumento progresivo de sus filas , pues
cada dia habia mayor desercion en el egército constitu-
'cionali. o" cb-r.v: ¡ :.\.v^r, ' ' ' n.y.íl '.. < :, :/ .
, vTánto el Clérigo como yo tuvimos un gran placer en
4SV
oír estas noticias , pero sentíamos la partida de la division
á Aragon por el desamparo de la provincia : temíamos se
aprovechasen de su ausencia los liberales para ejercer sus
venganzas: conocíamos tambien su carácter, y sabíamos
que el Gobierno en cierto modo autorizaba sus escesos,
ó por lo menos no los castigaba : todo era temible; el pa
triotismo se habia manifestado con demasiado ardor en
Navarra , pues apenas habia una familia que no contase
con algun individuo en el egército realista , de los cuales
hacia responsables la ley á los padres y parientes mas cer
canos : orden cruel , pero efectiva , y que con todo rigor
se llevaba á ejecucion, como si todo hombre no fuese li
bre para abrazar partido , ó hubiese algun asomo de jus
ticia para condenar á los padres de los delitos personales
de los hijos , hallándose fuera de la patria potestad. Con
todo eso la guerra , como hija de la inhumanidad , tiene
disposiciones crueles, y mas las civiles, en donde por lo
regular dominando el frenesí y la venganza no se respe
tan los principios de derecho público ; lo cierto es , que
gemian en las cárceles los parientes mas cercanos de los
soldados , y que la inocencia entre cadenas pagaba por el
valor y por los triunfos ganados en los combates; cada
derrota sufrida por los constitucionales era una nueva per
secucion para sus familias , y por esto temíamos una suer
te infeliz en esta retirada, pues quedábamos á su discre-¿
cion sin tener ningun obstáculo para cumplir en todas sus
partes sus proyectos criminales.
Estas eran nuestras consideraciones luego que se retiró
el forastero; pero los sucesos no correspondieron á nuestras
infaustas predicciones, de lo que nos alegramos, pues de allí
á pocos dias tuvimos noticias que las tropas constituciona
les acantonadas en Navarra, adonde se trasladó la guerra,
marchaban á Aragon en seguimiento de los realistas, dejan
do únicamente la guarnicion de Pamplona, cuya salida mo
lestaba á algunas partidas sueltas , que con toda prevision
dejaron nuestros generales para proteger á los pueblos ; de
consiguiente, los parientes de los soldados de la fé, durante
esta ausencia, no sintieron violentas persecuciones; el reino
descargado del peso de los egércitos respiraba en una apaci
ble calma ; el entusiasmo contra la Constitucion se pro
m
pagaba cada día mas; el amor á la Religion, al Rey y
á las leyes se hacia tanto mas estenso , cuanto mayor era
el empeño del Gobierno en llevar adelante sus tiranas dis
posiciones : en fin , escepto alguno* hijos espúreos , olvi
dados de la felicidad de su provincia , é ingratos á los fa
vores de sus antepasados, que á esfuerzo de su valor, con
siguieron estas gracias , y lograron- perpetuarlas en sus des
cendientes , todos los demas eran realistas por decision;
y apesar de los riesgos y peligros aconsejaban y provoca^
ban á sus hijos á tomar las armas para defender la causa
sagrada.
Últimamente, retirándose el Clérigo, y quedándome
solo , me puse á recordar las materias tratadas en la con
ferencia del dia para escribirlas con órden; y este fue para
mí otro nuevo motivo de asombro al considerar tanta be
lleza de pensamientos , tantas noticias para mí nuevas,
tantas razones para convencerme y acabar de persuadir
me de la sutileza , mala fé y fútiles principios de los nue
vos reformadores; desde luego reputaba su sistema por
un engaño manifiesto y por crasa ignorancia sus grandes
conocimientos. Este era mi juicio en aquellos momentos,
pronunciado por mi razon, despues de un examen crítico
y reflexivo sobre los fundamentos de su doctrina , y creo
tú serás de esta misma opinion al concluir de examinar
las respuestas del Clérigo: este concepto me debes, y tal
vez desearás salgan al público para que todos participen
de este desengaño , y en adelante no se dejen sorprender
de falsas teorías y fementidas felicidades. ¡Ojalá así suce
da , para que por estos medios se establezca el reino de
Dios , y gocen de su paz los hombres ! A Dios , amigo.
189

CARTA VIÍ'I^ '

ii > .".ir: •.•: .

Q;.' . . ..• ' .1


uerido Antonio: Al siguiente día el Clérigo y yo pa
samos á visitar al forastero á su habitacion ; le hallamos
vestido, alegre y contento; para entonces el Clérigo ya
me habia informado de su instruccion y bellas prendas,
y en la conversacion de aquella mañana me confirmé ser
así, pues sin embargo de no haberse tratado materias pro
fundas, en sus espresiones manifestaba la claridad de su
entendimiento y su fina política; en esta vista los dos ami
gos no trataron de otra cosa que de sus antiguas y afec
tuosas relaciones; el placer y la confianza se mostraba en
sus preguntas sueltas y atropelladas acerca de sus cono
cidos, y en la relación- de los acontecimientos de su juven
tud; por este estilo el Clérigo divertía al forastero , apar
tando de su memoria recuerdos tristes y dolorosos que
atormentasen su espíritu , y preparándole de este modo
para interesarle en nuestras conferencias el tiempo de su
residencia , pues tenia formado un gran concepto de ais
luces, y juzgaba no serian inútiles sus reflexiones.
Así seguimos algunos dias, hasta que advirtiendo el
Clérigo su serenidad y su calma, hizo en una ocasion caer
la conversacion sobre el Obispo, su señor , y le manifes
tó se hallaba deseoso de saber las causas que habian mo
tivado sus persecuciones, hasta obligarle á abandonar su
diócesis; pues no dudaba hubiesen sido muy violentas pa
ra precisarle á tomar este partido, teniendo tan acredi
tado su celo por la Religion y su amor á los fieles, y por
que sabia le veneraban como á ua verdadero Pastor, y
<i9sO
le estimaban como á un verdadero Padre. El forastero
le oyó esta relacion con tranquilidad, y le ofreció satis
facerle tomando las cosas desde los principios , y procu
rando ceñirse lo posible para no ser molesto, y dió prin
cipio en la forma 'siguiente ; rjT íj" / ' )
El Obispo, mi"señor, como' todos los demas hombres
sensatos juró la Constitucion española con la mayor pron
titud y sumision por la orden del Rey, penetrado del ma
yor dolor y sentimiento, porque no ignoraba llevaba en
vuelto este pernicioso código el gérmen de la discordia,
y los combustibles para abrasar á la Iglesia y al Estado.
No obstante estos presentimientos, y despues de haber
dado el testimonio de su obediencia como fiel vasallo, en
cargó á sus familiares el mas profundo silencio sobre las
disposiciones ;del Gobierno; circuló la orden de S. M. pa
ra su observancia, y exhortó al Clero al cumplimiento de
s.us sagradas funciones. El Obispo en el concepto de to
dos era sagaz, prudente y discreto , y ciertamente en es
ta ocasion acreditó serlo; conocía á fondo el amor de los
españoleá áilá, Religion , al Rey y á las leyes , y que la
Constitucion pleiteaba abiertamente Contra estos precio
sos objetos; y no dudaba que aunque al pronto la nove
dad y las fementidas felicidades arrebatasen los corazo
nes, llegarla el di a del desengaño y el entusiasmo popu
lar se convertida en un odio mortal contra los autores
del destructor sistema. •v ;-.iD o''Vj ,;*< <'
Con este previo conocimiento dejó correr los prime
ros momentos de exaltacion ; dió lugar á que el tiempo
acreditase el vicio de la ley en el nuevo órden.de cosas¿
por no aventurar sus preciosas y fundadas reflexiones al
delirio del ciego y furioso fanatismo, y que se persua-:
diese el ignorante pueblo no se oponian á su prosperidad
las clases privilegiadas,* como se lo intentaban persuadir
los nuevos reformadores : todo era temible en aquel lan-
ce* y las:mas justas y prudentes razones contra! el siste
ma constitucional, estando los ánimos tan acalorados, hu>
bieran comprometido por entonces la suerte del Clero,
y acaso la existencia de la Real Familia. Así se resolvió
arreglar su conducta , ínterin no viese perjudicados los
intereses de Dios por la disposicion. .de. las. leyes, esperanj
Í9i
do llegase la calma para correr el velo á los misterios li
berales, hacer entender y conocer al pueblo sus verda
deras intenciones, y precaverlo del mortífero veneno.
Siguió de este modo algun tiempo sin otra novedad
que la observacion y reserva de los sistemáticos como lo
practicaban con todo lo demas del Clero. En este inter
medio se presentaron algunas ocasiones para reclamar so
bre algunas órdenes dirigidas contra la inmunidad y Ií•-
bertad de la Iglesia ¿ y io mismo contra los libelistas im
píos, corruptores de la moral pública en sus escritos, los
que procuró combatir; y para remediar este grave mal,
dirigió al Gobierno representaciones enérgicas y respetuo
sas que fueron desatendidas sin producir ningun efectd¿
.y que se procuraban ocultar sin darlas a\* público: adef
inas de esto se esmeraba con sus exhortaciones en mante*
ner entre los fieles la fé , la esperanza y el órden , cuyos
saludables arbitrios escitaban el odio en sus enemigos que
aspiraban á ahuyentar ,y; acabar con el Pastor para dis*
persar y devorar la grey. : r - v\r ? :< i '.' v i ,n
Con este objeto se vomitaron muchas tempestades
contra el venerable Obispo en los papeles públicos; se in
sultó con el mayor descaro á su respetable ancianidad. Su
celo, su prüdehcia' y su sabiduría á los ojos de los .nuevos'
reformadores- títatí prendas abominables, chocheces de su
vejez , furores del fanatismo y síntomas perversos contra
el sistema; se forjaron mil calumnias sobre su conducta,
se echó mano de las amenazas, y no se perdonó me'dio
para probar su paciencia, hacerle odioso sü destino , y
precisarle á ausentarse; pero conociendo el fin dé SHsLpefi
seguidores, y cuanto interesaba su presencia en su Iglesia,
presentó este hombre virtuoso, un corazon invencible á
todos los ataques, destruyendo las falsas imputaciones de
sus enemigos con las virtudes mas relevantes, sirviendo
de refugio y de consuelo á todos los perseguidos por cau
sa de la justicia, semejante á aquel árbol del Evangelio,
cuyas frondosas ramas estan destinadas para servir de
asilo á los pájaros del cielo.
Este era el estado de las cosas, cuando un dia el Obis
po se halló con un oficio del gefe, quejándose amargamen
te de que habiendo tenido ocasion de leer la circular de
192
S. S. lima, á los Párrocos en cumplimiento de la orden
del Gobierno para predicar y esplicar á los fieles en los
dias festivos la Constitucion de la Monarquía española,
observaba mandaba egecutarlo sobre ciertos y determi
nados puntos, como la obediencia á las autoridades, la ob
servancia de las leyes , modo de entender la libertad y
otros; lo que le obligaba á reclamar el cumplimiento exac
to de los demas artículos segun la disposicion del Gobier
no, y aun á sospechar de su poca adhesion al sistema,
porque en realidad señalar unos, y callar otros, es cum
plir con la ley á medias, y dar margen á pensar sobre el
juicio poco favorable de S. S. lima, acerca de los demas
artículos no espresados. La intencion del Gobierno es ins
truir á los ciudadanos en los elementos de la Constitucion,
en la justicia de sus principios, y en el conocimiento y ven
tajas de sus derechos, para infundir amor al nuevo siste
ma, y horror al despotismo ; para lo cual bien considera
do, no es menos esencial informar á los ciudadan5s del
poder de los superiores para prestarles la obediencia, que
en sus altas prerogativas para defender sus derechos con
tra el abuso del poder de los superiores.
M El Obispo conoció á donde se dirigian las miras del
gefe, y que regularmente de este oficio tomaría motivo
para formarle causa; pero á pesar de eso no se detuvo en
contestar que era positivo habia en su circular señalado á
los Párrocos ciertos y determinados puntos para instruir
á los fieles en el cumplimiento de la orden del Gobierno;
pero que en esta designacion no habia ningun crimen á
¡os ojos de la ley, pues siendo de su inspeccion aplicar los
mas prontos y eficaces remedios á los vicios mas peligro
sos, reputaba por el mayor mal de la sociedad la insubor
dinacion á las autoridades, y la mala inteligencia de los
españoles sobre los derechos de libertad é igualdad, cuyos
desórdenes, si no se atajaban prontamente , eran inútiles
las demas leyes, y sepultarían á la nacion en una espan
tosa sima de calamidades. Es verdad, proseguia, que no
encargo instruir á los fieles en los elementos de la Cons
titucion , y no tengo inconveniente en manifestar, lo he
omitido con toda prevision, no por declararme inobe
diente á las leyes, sino porque ni el pueblo en general es
m
susceptible de estos conocimientos, ni la mayor parte de
los Párrocos se hallan en disposicion tte desenvolver es
tos principios como agenos de su facultad, ni son mate
rias propias del pulpito. A los gabinetes se debe dejar el
cuidado de ventilar los asuntos políticos, y al tiempo acre-
Sitar si las naevas instituciones son útiles ó perjudiciales,
pues en la cátedra del Espíritu Santo solo se deben pro
nunciar verdades indefectibles sin meterse á juzgar de la
justicia ó utilidad de los sistemas civiles que son el pro
blema de los políticos.
En esta respuesta se espresaba demasiado la opinion
del Obispo sobre los principios constitucionales, y como
era de esperar, no fue del agrado del ge fe; pero aun no
se juzgó suficiente cuerpo de delito p*ara formar causa á
un Prelado respetable y amado de sus fieles. Se le ofició
segunda vez , pidiendo aclarase el sentido obscuro de las
últimas palabras contenidas en su respuesta, pues aunque
parece se esplicaba S. S. lima, en términos de poner en
duda la conocida justicia y la verdadera utilidad de los
elementos de la Constitucion, no podia el gefe persuadír
selo de un hombre en su opinion de esclarecido entendi
miento, y de coaocimientos tan profundos.en la litera
tura; y caso de ser así, esperaba mudase de parecer por
no tener el dolor de verse precisado á dar parte al go
bierno, y que se espusiese á sufrir el rigor de las leyes,
pues verdaderamente lo estimaba por sus bellas prendas
personales tanto mas temibles, cuanto mas relevantes por
los terribles estragos que podria originar su modo de pen
sar en un pueblo en donde con justa razon gozaba de un
gran concepto : que reflexionase en fin sobre este asunto,
y sobre su obligacion en dar á sus subditos egemplo de
obediencia á las órdenes del gobierno , y de ser fiel á sus
juramentos, teniendo entendido suspendía da/ parte ai mi
nisterio , hasta tanto qüe le informase de su última re
solucion. ~ ... "i . ,•
El Obispo contestó segunda vez; que como miembro
de la nacion española habia jurado observar y hacer ob
servar las leyes, ert cuanto fuesen compatibles con los de
beres de su sagrado ministerio, y que en su concepto cüm-
plia su obligacion encargando á los Párrocos instruir á
tom. z. 25
i 94*
los fieles en las verdades eternas : que este creia fuese el
verdadero espíriA de la orden del Gobierno, y no el pre
dicar sobre la conveniencia ó desconveniencia del nuevo
sistema, por no ser el pulpito un lugar á propósito para
tratar estas materias, y mucho menos estando la opinion
dividida; pues el hablar de este asunto, sería exasperar
los ánimos, y fomentar la discordia, siendo el partido mas
prudente en circunstancias tan críticas limitarse el Cle
ro á obedecer las leyes para mantener el orden: que á es
to únicamente estaban reducidas sus atribuciones, y e&-
tos eran sus deberes en cumplimiento del juramento pres
tada sobre la Constitucion : que el Rey solo exigió de los
españoles un juramento promisorio, y de observarla como
una ley del Estadoí»pero no asertorio de la justicia de sus
principios ni de la utilidad de la nacion ; pues de otro
modo hubiera habido sus dificultades para prestarlo por
muchos, inclusos los mismos diputados de Córtes, por no
ser en su concepto alguno de sus artículos muy conformes
tanto á la justicia como á la conveniencia: que sentía ver
se en la precision de hablar de este modo; pero que el
pacto social solo exigía de los individuos de la naciones
la obediencia á las leyes, no el amor oí la opinion, y
que en él supuesto que cumplía con ellas, na creia come
ter ningun delito en usar de la libertad del derecho para
manifestar su modo de pensar.
Esta contestacion tambien desagradó al gefe, y he
cha pública, los exaltados sistemáticos redoblaron los im
properios contra el Obispo; le insultaban donde quiera
lo encontraban, y hasta en su mismo palacio le dirigian
amenazas. Estos insolentes procederes y noticias adelan
tadas de que se trataba en el Gobierno de espatriarlo, y
ocupar sus temporalidades, le obligaron á abandonar su
diócesis con ^onsejo de hombres sábios. Mucho costó al
Prelado abrazar este partido, pero se convenció era el
único, consultando á su propia seguridad: que su presen
cia solo serviría para aumentar cada día mas el odio de
sus enemigos, y espónerle á mayores trabajos. Al fin con,
Jas lágrimas en.los ojos, y dando la bendicion á su pue
blo, marchó dejándonos envueltos en un amargo sentimien
to, por ser sixlolorosa ausencia tan penosa á su ancianidad.

\
Así concluyó el forastero, y el Clérigo le dió las mal
espresivas gracias por su franca y breve relacion , afir
mando que esta sería la suerte de ta mayor parte ó de
todoá los Obispos de España ,• a quienes los liberales mi
raban como á unos enemigos declarados del nuevo siste-
ma. Así pienso., dijo, y creo no me engaño; pero Dios
cuidará de su viña ; es sufrido porque es poderoso, y aun
que permite estas tribulaciones, espero no dejará la des
trocen enteramente las fieras; pero dejando á un lado pre
dicciones melancólicas ; supuesto, ¿eñot Conde , que ya
está informado mi amigo de nuestras inocentes y lauda-'
bles ocupaciones en esta soledad, he de estimar no se re
traiga de hacer sobre esta relacion aquellas consideracio
nes que le ocurran, pues así divertiremos la conversacion
estos dias, y mi compañero no se negará á ilustrarnos con
sus luces para el mejor conocimiento de las materias que
se lleguen á tratar, para lo cual espero se obre con toda
franqueza y libertad. Tanto el forastero como yo ofre
cimos hacerlo así , sin guardar etiqueta, y hablando con
toda familiaridad. En seguida tomé líf palabra, ydige: .
Conde. Estoy loco con las contradicciones que obser
vo; se afirma en la Constitucion que la Religion católi
ca, apostólica, romana es la única verdadera, y la na
cion ofrece protegerla con leyes justas y sábias, y por
otro lado veo unas violentas persecuciones con los mi
nistros de esta Religion; de modo que aquí las promesas
y las obras estan en una indudable contradicíon; el Go
bierno culpa de estas estorsiones al Clero, y el Clero se
queja contra el Gobierno por sus disparatados decretos
contra la Iglesia: quien lleva la razon, no sé; si fuesen
negocios políticos , daria la preferencia al Gobierno; pe.T
ro siendo asuntos religiosos me inclino á favor del Clero.
Clérigo. Estas reflexiones, señor, son las mas justas
y mas propias que saltan al momento á la imaginacion
de cualquiera hombre sensato. Las ideas de la Religion
impresas en el corazon del hombre infunden respeto y
veneracion á favor de los ministros que desempeñan el
culto de la Divinidad ; este es un principio general y po
sitivo. Yerran muchas naciones en el conocimiento del
verdadero Dios > como los gentiles, mahometanos y otros
puchos lo conocen , y se apartan en el modo de dirigir
le el culto; pero todas respetan á sus ministros, y los es
cuchan en asuntos de Religion como los únicos intérpre
tes de sus oráculos , depositarios de la doctrina y maes
tros de la creencia; siendo por decirlo así sus mismos
Sacerdotes la causa desus errores. Así ha pasado siempre
si se consulta la historia de todos los tiempos y de todos
los pueblos, pues no ha habido nacion sin Religion ver
dadera ó falsa, ni Religion sin ministros, á quien los de-
mas hombres han mirado como á los intérpretes de la,
voluntad divina, y como álos directores de los mortales
para complacer á los dioses. Solo el presente siglo con sus
luces ha descubierto el secreto hasta ahora ignorado: que
Dios quiere en materia de Religion que el pueblo gobier
ne á los Sacerdotes, no los Sacerdotes al pueblo; en el su
puesto de que aspiran á que la Iglesia, reciba la doctrina,
y el régimen del Gobierno, no el Gobierno de la Iglesia:
y sin mas consideracion, sin mas que esta disparatada
providencia, se puede asegurar que desprecian la Religion
que dicen que confiesan. ;. . , ; . , ;
_• ¡Ah Señor! No es su intento protegerla con leyes jus
tas y sabias, como propalan y afirman en su código fun
damental; para conocer el valor de esta asercion, es pre
ciso considerar se han tomado los elementos de la Cons
titucion española de los escritores mas impíos, enemigos
declarados de Dios y de los Reyes; y solo saber esto, bas
ta para no dejarse sorprender de alhagüeñas y fementidas
palabras. Efectivamente todo el objeto de los innovado
res es llevar á egecucion sus tenebrosos planes consuman
do la ruina de los Tronos y de los Altares; á esto aspi
ran, y en la formacion de ese artificioso código, fruto
de sus maliciosas meditaciones, se propone la reunion de
lps libertinos de todo el Universo. No hay una secta á
quien no ofrezcan su proteccion; en sus liberales institu
ciones todos encuentran asilo, pues su fecundo ingenio sé
ha esmerado en formar una legislacion, cuyos artículos
fundamentales ofrecen á la interpretacion una puerta fal
sa para completar sus designios; á ninguno dejan descon
tento*, y favorecen á todos. En fin, señor, si he de decía
is ¿jñ¿modo de pensar sobre este asunto vel; ^áriíeulo 12
w Í97
y sus pomposas promesas en declarar la Religion católi
ca por la .verdadera, por la única del Estado, y ofrecer
la nacion protegerla con sus leves, fio es sino un velo
para ocultar á los católicos los pérfidos misterios de los
corifeos de la impiedad, hasta reunir la suficiente fuerza.
para avasallar y destruir al Clero y á los Reyes, únicos
objetos de su odio y de su desprecio. : T \
El Forastero dijo : tu pensamiento es el de todos los
hombres sensatos, formado desde su origen sobre esa lla
mada divina Constitucion, como antes he dicho, y el tiem.
po va confirmando sus presentimientos. Aun no se ha com
pletado la obra: al paso que prosperan las sectas se llevan :
á ..ejecucion los proyectos; tenemos al Monarca despojado'
de sus legítimos derechos, á la Iglesia empobrecida, las cos
tumbres en una completa libertad, en su fuerza las per
secuciones del Clero, y á todas las gentes honradas en un
infame vasallage: de modo, quedolo los impíos y libertinos
viven y son protegidos. Este es el verdadero cuadro de la
España en el nuevo órden de cosas, este el feliz resulta
do de redimir y libertar al Rey de' la esclavitud delos"i
ministros, á los Obispos de las vejaciones de Roma , y dos
justos y sinceros d96eos de elevar al Clero á su grado y
esplendor. El Rey , los Obispos y el Clero estan en el dia
pendientes y á la. discrecion de hombres infieles é impíos;
en:sus tenebrosas logias se regulan sus derechos, se pres-^
cribe' la doctrina, se dicta la 'moral : en una palabra , se
dispone á su voluntad y antojo de todo lo sagrado y de
lo profano. Tal es nuestro estado; y si estos innovadores
dominan* aun se verán en España mayores desgracias : su .
gobierno será infaliblemente, un desórden, su felicidad una ;
desolacion , y su Religion una algaravía de monstruosas
herégías, un templo abierto para todas las sectas, eh don
de el infiel, el judío y el cismático encontrarán la puerta
franca para establecer sus cultos, y únicamente se perse
guirá de muerte á los católicos. ri.. r. í; "l hu >o'ú¡. ¡n ír.'l
'. Conde: No dejo de conocer que hay much^xactitud :
en estos principios: no ignoro que se han toruno los ele
mentos de la Constitucion del pacto social de Rousseau,
y: que el Gobierno se dirige por las mismas ideas y máxi
mas de.Montesquieu y. demas filósofos, los cuales solo res
'198 w
piran impiedad y libertad; pera no sé como pneden in
tentar reunir las sectas, siendo sus principios diame-
tralmente opuestos, jorque. entre ellos no puede haber paz,
y: precisamente se han de alborotar. Este ha sido su inde
fectible resultado en .todas las«dades desdé el origen del !
cristianismo :. las heregtas siempre, han: dirigido sus tiros
contra la Iglesia; pero ha sido tan grande la oposicion de
unas á otras, que se han tirado al degüello y han pelea
do para destruirse tanto , que los Padres de la Iglesia co
mo san Agustiri y otros, para combatir sus errorei, han:
echado muchas veces mano de las obras de estos hijos es
púreos , y se han valido de sus razones para confundirlos:
en una palabra, es casi inevitable el rompimiento en los
procederes en donde reina la desunion .de principios.
.. Clérigo. rCiertamente, señor, siempro ha sucedido así:
siempre se ha visto una guerra campal entre las heregías,
naciendo en las sectas sus mas fieros enemigos, y su amis
tad no es de esperar sea jamás permanente, porque sus
reuniones no las forma el amor, sino, el interés. En el dia
todas las sectas se manifiestan muy satisfechas , y unen
sus fuerzas para pelear contra las autoridades supremas,
á quienes miran como á sus comunes y' mortales enemi
gos: para lograr su destruccion se han olvidado de sus
propias desavenencias , callan sus pretendidos derechos, \
no se acuerdan ddí porvenir y sino de sacudir y desterrar ,
de la tierra la potestad deja Iglesia y el .imperio de los
Reyes , para vivir en una plena libertad sin Religion y
sin Rey ; pero algun dia las reclamaciones romperán esta
preciosa liga , y veremos á los que hoy pelean como her- ¡
manos, reñir como enemigos para dividir, la presa si lie- '
gan á dominar. ."'"j r¡¡ r.''...H i:< y, f rci:r.ío?..b
El Forastero dijo: es claro y positivo que caminan los
hereges y los filósofos á un fin, ó como ellos dicen , se
han entendido la lengua , esto es, que aunque por diferen- •
tes medios todos llevan un objeto,. es decir, pelear con
tra las autoridades supremas: este ha sido el resultado de
las profun^p meditaciones de los francmasones , logran
do con esta política conciliar los diversos partidos, y los
intereses de sectas diametralmente opuestas : todas oyen
su voz, y trabajan por sus consejos: á cada uno comu-
Í99
nican sus propios misterios, y dirigen sus operaciones: es
voz ya comun que existe en Madrid el grande Oriente, ó*
sea el consejo ó junta en donde se forman los planes re^-
volucionarios para toda la Península , y se distribuyen á
las sectas los papeles de comedia , que cada una debe re
presentar en tste teatro , para perfeccionar la tragedia:
de modo, que los francmasones son los principales acto
res , y los comuneros; carbonarios y demas designados con
otros epitetos sus agentes. Este plan astuto y sagaz lleva
la ventaja, sobre cuantos hasta ahora se han inventado,
de reunir á todos los enemigos de la Iglesia y del Estado
la libertad de usar cada uno de sus propias armas, y en-
-sangrentarlasen las potestades á su; estilo, seguro de ha
llar proteccion en las ddmas séctas ,; la facilidad de comu
nicar sus pensamientos, y;costear sus dispendios por me
dio de^s logias, y la impunidad de todos sus delitos rei
nando Slistema liberal. Estas ventajas y seguridades son
un aliciente para estimular á un corazon corrompido á lo
cas empresas y á la propagacion de sus errores, porque
ya saben que sean de cualquiera especie han de ser bien
recibidos, y que no les faltarán defensores. Así se advier
te que son sus ataques varios y disformes , sin orden ni
sistema fijo, y que solo convidan y conspiran todos á que
se revelen los subditos contra los superiores. : i
Conde. No tengo duda de que son los fines de los filó
sofos en lo político despojar al Rey de su soberanía , su
jetándolo á un tribunal popular como son las Córtes; pe
ro sobre lo religioso, aunque ya con este señor Clérigo
he hablado en las anteriores conversaciones acerca de es
te asunto , no me parece se sigue un plan uniforme por
los liberales , por lo cual voy á proponer una dificultad
que me ocurre^ y en ella se verá la diferencia de estos
ataques. En el nuevo sistema se trata de que los Obispos
gobiernen sus Iglesias segun las facultades que recibieron
del mismo Dios: se trata de colocarlos sobre las alturas
del santo Monte, propio lugar de su destino, para ilus
trar á los hombres: se trata de delatar sus manos para
que puedan obrar con mas libertad: en fin, se trata de
ensanchar y engrandecer las facultades de los Obispos, co
mo de limitar y abatir la autoridad del Rey ; de consi-
200
guíente entre estas dos cosas no hay pariedad,'y bien re-
•flexionado, hallamos que silos liberales intentan revolu
cionar al Estado, se empeñan en proteger á la Religion.
Clérigo. Así , señor , se propala , pero no así se cum
ple ; y prescindiendo de que la Constitucion conspira con
tra los Reyes , como ya tengo insinuado anteriormente, »
se sigue el mismo plan para revolucionar la Iglesia , que
•se han propuesto para el Estado; y aun diré mas, que por
ser mas astuto debe ser mas temible. Se trata de engran
decer á los Obispos, pero con el fin de degradar al Sumo
Pontífice : se trata de elevarlos á su grado y esplendor,
reintegrándolos en sus derechos llamados originarios, pe
ro con el objeto de debilitar y destruir la potestad ecle
siástica. En efecto , si se piensa llevan en este plan la idea
de hacer florecer á la Religion católica , teniendo en ca
da diócesis un Prelado lleno de autoridad par^aplicar
prontos remedios para cortar los progresos del nw, y con
todos los arbitrios para fomentar el bien se yerra ; sus
fines no son estos, y aunque así lo digan, no se debe dar
crédito á sus palabras. Su verdadero objeto está conocido;
y hablando con claridad , se dirigen á desvanecer á los
Obispos con el aliciente de estas imaginarias prerogativas,
á persuadirlos que son unos absolutos gobernadores de sus
Iglesias en asuntos religiosos , para estimularlos á negar la
obediencia á Roma, á despreciar sus órdenes , y á envol
ver por este estilo á toda la cristiandad en un horroroso
cisma, armando una cruel guerra entre el Sumo Pontífice y
los Obispos; y si esto lograsen, cantarian sin dificultad el
triunfo, la unidad se desharía, y el resultado de las desave
nencias sería la destruccion del culto. Estas son sus miras, y
aquí han fijado sus ojos: la exaltacion de los derechos episco
pales se dirige á destruir la primacía de los^apas ; plan as
tuto y repugnante á las disposiciones de Dios, por cuyo mo
tivo se condenó esta doctrina últimamente establecida en
el falso Concilio de Pistoya.
Sí , señor , escarmentados los filósofos y hereges de sus
pasadas derrotas , de háber sido confundidos cuantas ve-»
ees han atacado á la Religion de frente, desengañados de
que la Iglesia ha vencido y triunfado de sus enemigos por
espacio de diez y nueve siglos, han abrazado el medio de
2o í;
hacer la guerra, armando unos ministros cont ra otros pa
ra debilitar sus fuerzas con la desunion. Hast a ahora han
peleado abiertamente , ó negando su autoridad , ó conma-
diciendo su doctrina ; pero en el dia han mudado de rum
bo, ensalzando la potestad de los subditos para destruir
la del gefe; es decir, que para revolucionar á los Obis
pos contra el'Sumo Pontífice, les aseguran ser sus dere
chos iguales , y les ofrecen su proteccion para librarlos
de la esclavitud de Roma; esto es, que para revolucio
nar al Clero contra los Obispos les aseguran son los cu
ras de derecho divino, é independientes de los diocesanos
en el gobierno de sus parroquias , á los cuales los tienen
indignamente avasallados' y privados de s.us facultades;
y que para revolucionar á la plebe contra el Clero no se
descuidan en informarla, que Jesucristo depositó la ju
risdiccion en toda la Iglesia , la fual se ha abrogado el sa
cerdocio en perjuicio de los fieles , para que lejos de res
petarlos y obedecerlos como á depositarios de las llaves,
•y padres de la fé, los miren y desprecien:. como á unos
• usurpadores de la autoridad sagrada , y como á tíranos 'de
Jos cristianos. Establecidos estos principios se completó en
la Iglesia la anarquía, se concluyó la gerarquía , y con ella
la subordinacion; pues no habiendo idependencia del pue
blo al Clero , ni del Clero á los Obispos!,, ni dé los Obis
pos al Pontífice, los maestros de la doctrina y dela mo
ral, serán los filósofos y los*hereges, disponiendo á su ar
bitrio de toda la Religion. Esto, señor, es cuanto he di
cho , ó cuanto he querido decir en nuestras anteriores
-conversaciones. f c-- • h rríj , Vví h / • :.l
!.: Conde. Ahora lo entiendo, y no dudo que si los libe
rales ejecutasen este plan , echarían á tierra el edificio de
la Religion; pero no hemos llegado á este caso, ni pienso
traten lleguemos, pues ademas de dejar á los Pastores* el
libre egercicio de'sui funciones públicamente se confiei-
-sa son los padres ¡de la fé,4os maestros de la doctrina, los
directores de ios fieles , y hasta- ahora no hemos visto en
cósa substancial que hayan sus disposiciones desmentido
á sus palabras; • . rB'/.J . . ". ...
\, Clérigo. Ojalá', señor $ fuese asú; pero es la desgracia
que no observamos 4Dtra cosa que hechos positivos desmin-
tom. z. # 26

(
' 202
tiendo sus palabras : claramente se está viendo caminan á
la ejecucion de sus planes con un lenguage seductor, y sem
blando la cizaña, vociferando proteger á la Religión. Por
este estilo, y bajo el pretesto de resucitar la moral pura',
ofrecen. al pueblo cristiano el veneno en una. copa dorada.
'Cuando el error se presentaba á cara descubierta, su ne
gro y feo rostro espantaba á los fieles; bastaba verle tí
oirle para aborrecerle ; pero en el dia, cubriéndose con la
.máscara de la verdad, es difícil distinguirle, y por eso sus
estragos son mas temibles. Si hoy estos impíos se presen
tasen negando la existencia de Dios , la divinidad á Je
sucristo, la pureza á Maria Santísima, y otras verdades
de este jaez, el pueblo cristiano los detestaría ; no se
rian necesarias instrucciones para sostenerlos en la fé;
.cada uno de por sí sería un acérrimo defensor de la
verdad ; sin ser batidos serian sus autores confundidos;
pero como • • '•' ' . .J. '. ,
El Forastero dijo: tomo la palabra interrumpiéndote,
.porque habiéndome hallado. al frente de; los negocios o>-
• mo gobérnador del obispado en este corto espacio de tiem- "
po,4a esperieneia me ha instruido en las tramas de los
liberales , y el poco caso y confianza que debe haberse de
sus palabras , por lo cual me hallo en disposicion de sa
tisfacer; al señor Conde en sus dudas á costa de meños tra*-
bajo y con mayores yentajas , no valiéndome para este
fin de cavilosas teorías, sino* de hechos positivos y doc
trinas prácticas, i.; •
Se dice, señor*, que son los Obispos los Padres .dela
fé , y si levantan el grito contra tantas disposiciones és*-
.candalosas , como cada dia se imprimen , al momento el
respeto fingido se convierte en un manifiesto desprecio;
solo se les oye y se les escucha para insultarlos con las mas
negras villanías; se les trata de ignorantes, fanáticos, rc¿-
.mancistas, y ningun caso se hace: de sus santos consejos
y'salúdables amonestaciones, y, esto á la vista del gobier»
no, de ese protector jacarero de la dignidad episcopal;
Se dice que son Jps Obispos los jueces de la fé , y se ¡ les
ata las manos y cierra la boca, para que no declamen y
corten el curso á tantos libros impíos comó corren pot la
nacion entre' toda casta de gentes, en los, cuales no hay
203
una verdad católica libre de sus ataques, porque no ha
habido ni hay una heregía que no circule, y se haya ma
nifestado con toda libertad en esta desorganizada nacion.
Se dice que son los Obispos los padres de la' Religion y
los depositarios de la doctrina , y al mismo tiempo se les
precisa á usar de catecismos de fé para la instruccion y
la enseñanza pública de los libros mas insolentes, atrevi
dos y corrompidos en las escuelas, seminarias y univer
sidades, compuestos por doctores inmundos para estravíar
á la juventud, y ganar prosélitos en aquella edad sin dis
cernimiento, en la que todo se cree, porque no se entien
de. Estas cátedras de pestilencia se levantan en España
para ilustrarla, y las ocupan hombres soberbios, orgullo
sos y presumidos de que ellos solos tienen el don de sabi.*
duría'y de consejo; y si algun Obispo levanta la voz pa
ra desengañar á los fieles , y preservarlos del mortal tó
sigo, se le persigue como á un infractor de la ley de la
libertad ; se le insulta como á un ignorante, y se le casti-1
ga ó se le destierra como á ud* malhechor. ' r.ü. w ..l'.....íi
- Se dice que son los Obispos los maestros de la doctri
na , y se les coarta toda la libertad y se ponen trabas á
su zelo, para que no declamen contra la corrupcion de
costumbres, contra el desprecio general de los preceptos
de Dios y de la Iglesia , y contra el total abandono de las
obligaciones mas esenciales que sé observa en fina gran
parte de los fieles. Echese una ojeada rápida sobre la na
cion , y se. verán los estragos causados por la inmoralidad
de tres años á esta parte. Las supremas autoridades insul
tadas á cara descubierta , las mofas y burlas sobre la Re-1
figion en su auge, los ministros del altar perseguidos, las'
tradiciones mas respetables , y la doctrina apoyada en
los testimonios mas solemnes y constantes despreciadas,,
las leyes patrias abandonadas, los predicadores de la in
moralidad protegidos , y los hombres de bien precisados á
callar. Este es el verdadero estado de la España , de esta
nacion blasonada de católica , sin tener mas libertad los
ungidos del Señor que para llorar en secreto las miserias
de su pueblo , como el úríico<nedio de mantenerse en su
Iglesia , consolando con su "presencia k. los fieles ; pues de
otro modo dañan margen á su espatriacion ó destierro^
. 304.
y se seguiriati; mayores males dejando su rebaño á discre
cion de sus enemigos.
. Se dice que tienen los Obispos una plena autoridad, para
gobernar su diócesis, yJos vemos sin facultad para dispo
ner , ordenar y mandar cosa alguna. Sus tribunales no se
distinguen de otro cualquiera civil, ni son mas que. unos
meros egecutores del Gobierno : todo se ha substraído de
su potestad* y conocimiento : los mismos órdenes sagra
dos, anejos por derecho divino á su autoridad, no estan
confiados á su disposicion y examen : se les prohibe orde
nar á los ministros necesarios : se les coarta y aprisiona
en la colacion aun de aquellos beneficios , llamados por
la ley civil de primera necesidad, obligándolos á conferir,
no á los mas dignos segun el espíritu dejos, sagrados cá
nones, sino á los iniciados en los principios anárquicos,
á los adictos á la Constitucion para instruir á los fieles en
la doctrina : revolucionaria, á los secularizados por capri
cho y sin. causa legítima, infieles á sus votos, que no han
sabido cumplir los empeñis, de su profesion religiosa : en
fin, á 'cuantos tengan el gran mérito de haber sido traido
res á la Iglesia en sus costumbres, manejos, consejos y
doctrinas , .estos son los recomendados por el Gobierno,
• y esta toda la autoridad de los Obispos en la eleccion de
los ministros; ''•i.'.• ? !• i.;.•.- \ !••,•;• j
Se d*e que lo pueden todo los Obispos en su dióce
sis en materia de disciplina , y observamos que sufre la
disciplina diariamente alteraciones de todos, menos de los
Obispos, no siendo en el dia sino unos testigos inútiles
de la ruina del Clero, de la seduccion y depravacion de
las costumbres del pueblo, sin poder nivtener libertad
para aplicar el menor remedio, bajo el pretesto de pur
gar á la Iglesia del moral malo y corrompido de los pasa
dos siglos, bajo el pretesto de ilustrar al Clero y al pue
blo , y de sacarlos de la ignorancia y estupidez en que los
suponen sepultados: se habla con el mayor descaro, y del
modo mas indecente de todo lo mas santo y respetáble
conocido en la Religion católica , y se desacredita por to
dos medios la moral cristiaaa. A cara descubierta insul
tan á la creencia, se burlan de la devocion, se abando
nan los confesonarios , la sagrada mesa. está; desierta, los
205
ayunos desterrados; y los días festivos destinados á llorar
las culpas de la semana, se, hallan convertidos en dias de
diversion , si no son de disolución. A la sombra de estas
doctrinas los vicios crecen , los males se multiplican , y
ofrecen motivos á las cabezas ligeras para presumir, que
tanto la fé como la moral de Jesucristo no son sino una
impostura y una invencion del Clero para engañar á los
hombres. Estos son los milagros , estas las transformado-»
nes prodigiosas , estos los grandes beneficios hechos á la
humanidad por esos nuevos sábios con su beneficencia y
sus luces. Los Obispos lloran estos estragos sin poderlos
remediar; y si alguna vez se quejan, ó predican contra
el desórden, se sufocan sus voces, y se les tapa la boca
con las amenazas , injurias , sarcasmos y desvergüenzas,
-. ! Se dice que tienen toda la autoridad y jurisdicción los
Obispos en su dió.cesis , y que se trata de reintegrarlos en '
sus derechos originarios , y al mismo tiempo vemos que
solo se buscan arbitrios para despojarlos de sus faculta
des , y se abrazan medios para vilipendiarlos. Al Clero se
le imputa el atraso de las luces, el poco adelantamiento,
de las artes , la miseria del pueblo español , los supuestos
desaciertos del Gobierno en lo pasado por su poderoso in-
flujo, la desavenencia de opiniones en lo presente, el mal
espíritu contra el sistema de innovacion, el armamento
de los realistas, la sangre derramada en esta guerra, y
todo lo atribuyen al vil interés de gozar de sus rentas y
mantener su esplendor. El Gobierno escucha estas calftm-
nias propaladas por las indecentes y asalariadas plumas
de las logias , y en lugar de poner freno á esta licencia
escandalosa, se muestra no solo indiferente, sino satisfe
cho , protegiendo la libertad de imprenta en donde se fra
guan estos insultos é infames producciones ; lo que hace
sospechar que caminan todos al mismo fin de desacredi
tar, al Clero , á esta ilustre corporacion que entiende y
detesta sus inicuas tramas, por cuyo motivo es preciso
infamarle con el pueblo , para que desconfie de sus con
sejos , y cerrar de este modo la puerta del desengaño.
Se dice que tratan de colocar á los Obispos en su al
ta dignidad , en la cumbre del santo Monte , propio lu
gar, de su destino, y de .restituir al Clero á su alto gra
206
do y esphsíkJor , distribuyendo las rentas á proporcion de
los trabajos ; y vemos que solose procura empobrecerlos y
quitarles los medios de subsistencia. Sus fincas se entre
gan al vampiro del crédito público, que se chupa la subs
tancia sin lucro alguno de la nacion. Las capellanías pros
criptas, y mandadas repartir sus fincas entre los parien
tes del fundador. Los diezmos y las primicia«reducidas á
Wa mitad por- una ley de estado, sin distinguirla de una con
tribucion civil, dando en esto á los fieles un funesto egem-
plo para aumentar los fraudes, y formar ideas poco de
corosas de lo sagrado de este precepto, pues les hacen pre
sumir que son los eclesiásticos unos funcionarios públicos,
y no unos ministros de la Religion. Los religiosos , esas
piedras preciosas del santuario, arrojados de sus conven
tos, despojados de sus haciendas, privados de pedir li-
' mosnas , y muchos de ellos echados á rodar por el mun
do con indecencia de su estado, bajo unas dotaciones ci
viles sin garantía alguna , generosamente ofrecidas para
nunca ser pagadas. A este glorioso estado y esplendor han
.elevado á la Religion estos nuevos regeneradores con sus
decantadas y sabias disposiciones, no alcanzando á ningu
na Iglesia las rentas para cubrir los gastos del culto y*ma-
nutencion de los ministros , gloriándose de esto porque de
sean verlos mendigar para celebrar sus triunfos. A esto
aspiran , y todos sus planes se dirigen á sepultarlos en la
miseria, y abatirlos en el desprecio, para hacerles perder
la Wfluencia y desacreditarlos en público, pues nunca ha
tenido valimiento gente pobre y dispersa.
Con tan claros y evidentes testimonios, \z quién po-.
drán persuadir que tratan de restituir á los Obispos á sus
originarios derechos, de reintegrarlos en sus antiguas pre-
rogativas, y de proteger la Religion? ¿No son estos pro
cederes mas propios para insultar y burlarse de sus perso
nas, teniéndolos por taq viles, que hayan de ocultar y
disimular la veudad ; ó por tan necios é ignorantes, que
se han de dejar sorprender y alucinar de alhagíieñas y fe
mentidas esperanzas? No, señor, los Obispos tienen mas
luces de las que la filosofía quisiera, y teme 'tanto á sus
conocimientos como á sus virtudes.. Conocen se dirige el
plañ entablado á destruir k" Iglesia , porque su doctrina
2<T7
^ disciplina enfrenan la libertad de Densaf y obrar, .y
quita'n toda esperanza de justificar á las pasiones. Cono
cen que se han propuesto el plan meditado de no seguir el
estille los antiguos é incautos hereges de impugnar abier
tamente la doctrina y disciplina católica , por cuyo mo
tivo fueron luego conocidos y abominados , sino entablar
«n ataque mas encubierto, y por lo mismo mas traidor,
mas solapado , minando los fundamentos de la Iglesia pa
ra sepultarla entre sus ruinas, ocultando sus malas inten
ciones con las palabras mas santas, y las ofertas mas hi
pócritas , con el fin de aparecer á los ojos de los ignoran
tes y mal instruidos como unos justos y celosos reforma-
•dores , y no se persuadan ni crean que se trata de des- "
•truir la Religion de Jesucristo. Conocen que han abraza
do este plan como el medio mas fácil para conseguir su in
tento , sacando á los Obispos de la obediencia del roma
no Pontífice con el dulce y engañoso atractivo de aumen
tar su autoridad.; pero realmente para destruirlos y des
pojarlos de la que ejercen, reduciéndolos en sus diócesis
á unas meras estatuas. Conocen que han pensado conse
guir de este modo sus- fines, echando mano de todas las"
falsas y sutiles doctrinas para conmover las pasiones mas
vehementes y delicada's del hombre, y que todas cons
piran á la ruina del gobierno eclesiástico. Conocen que se
trata de dejar una Iglesia sin cabeza , sin autoridad , .sin
órden y disciplina para franquear de este modo la en
trada en España á todas la sectas , decretar la libertad
del cuitó, conservando el dictado de católicos, y evitan
do la infamia de los hereges. He aquí, señor , las celo
sas reformas de nuestro siglo: he aquí sin rodeos y sin
disfraces revelados los misterios de iniquidad de estos nue
vos sabios.
r i .Nada abulto , nada exagero , sus obras destruyen sus
palabras; testigos somos de su inmoralidad y de sus pro
cederes; hablen los hechos. ¿Qué importa protesten es^
.tos nuevos profetas intenciones sanas si obran mal ? Si no
es su intento destruir la Iglesia, ¿por qué se abrazan
Jos medios conducentes á este fin? Porque nos digan que
no son sus fines acabarla , sino de reformarla , ¿los fui
mos de creer? Lo m.ismo decian Wiclef y Hus; del mis
208
mo lenguagS usaron Lútero, Calvino y demas herege^;
pero á todos estos zelosos innovadores se podia contestar:
jquereis vosotros una verdadera reforma? Reformaos á
• vosotros mismos, reformad vuestro entendimiento rin
diendo sus luces á la humildad del Evangelio ; reformad
vuestro corazon , arrojando.de su centro las desordenadas
pasiones para arreglar vuestros procederes á los preceptos
católicos; reformen los cristianos todos sus costumbres,
y no traten de reformar la fé , y vereis á la Iglesia re<-
formada. Este era el lenguage de un Prelado ilustre en
su contestacion al Obispo de Pistoya sobre los derechos
originarios tratados en el dislocado y condenado Conci-
• lio de aquella ciudad, de cuyas reflexiones he creido opor
tuno hacer uso, por haberse reproducido en nuestra Es
paña estos desconcertados principios ; esperando que si
han tenMo la paciencia de oírme , la tendrán de perdo-
.narme.^r
Entonces le respondí; que lejos de incomodarme, le
habia oido con sumo gusto, y le daba las mas espresivas
graeias por- el favor de haberse tomado el trabajo dere-
" ferirme unas consideraciones tan instructivas, tan pre
ciosas, tan justas y razonables : que podia asegurarle que
estas y las damas reflexiones anteriores habian disipado
todas las dudas de mi entendimiento sobre la discreta y
celosa resistencia de los Obispos á la reforma de los in?-
novadores: que conocía en fin que no se dirigían á otra
cosa que á deslumhrarlos con los derechos originarios pa
ra envolverlos en un. cisma; pero que su discrecion ha
bia sabido burlarse, y salvar el lazo armado. Así que ya
no hablaria mas de la dependencia de los Obispos al Ro
mano Pontífice, por ser un asunto decidido y demostra
do por la fé y por la razon, y que únicamente limitaría
mis reflexiones á indagar el poder de los Reyes en ma
terias de disciplina eclesiástica ; esto es, averiguar si re
siden facultades en el Soberano para mandar á los Obis
pos despachen en España estos asuntos, como se verifica,
en Roma por ahorrar tiempo y dispendios.
';. El Clérigo contestó: que conservaba en su poder el es-
•critó, de cuyas reflexiones habia hecho uso el Forastero, y
que me lo franquearía, pues era digno de leerse á no ser
209
que por motivo de sus persecuciones se le hubiese estra-
viado. Efectivamtnte fue á buscarle , e inmediatamente
-volvió, y me entregó un folleto de pocas hojas, ^dvirtién*
dome creía era;la. contestacion del Arzobispo de Florencia
al Obispo de Pistoya j como había insinuado su compa
ñero contra los falsos principios de la jurisdiccion- abso
luta y derechos originarios de los Obispos para gobernar,
-sus .diócesis ¿on toda;independe¡nbia, establecidos en aquel
falso y condenado Concilio: que en él vería las podero-L
sas razones del Arzobispo para resistir las locas y teme
rarias pretensiones de los innovadores que bajo el pretes-
to de ensalzar la dignidad de los Obispos, solo trataban
de hollarla y destruirla ; en fin, que aunque no lo nece
sitase paira mi desengaño, siempre me -serviría para con
firmarme en la verdadera doctrina, y acabar de conocer
á donde se dirigían los meditados planes de los filósofos.
Efectivamente, despues de retirarse los Clérigos, me
puse á leer el papel mencionado, y tanto me gustó su lec
tura , que no le dejé de las manos hasta concluirle. Esta*
ba escrito con magestad y elocuencia, y apoyado en ra
zones tan sólidas, que prestaban al lector al mismo tiem
po deleite y convencimiento. El Forastero hizo una rela
cion exacta de sus reflexiones, y en la materia parece no
se podia decir mas para conocer claramente que los filó
sofos fundados en las doctrinas de los hereges, pero va
riando su plan de ataque contra la Iglesia, habian toma
do el partido de introducir la discordia en el Santuario,
rebelando á los Obispos contra el Pontífice con el álha-
giieño pretesto de proteger' sus derechos; pero que en rea
lidad solo trataban de destruir la union , envolviéhdo-
' los en un cisma, haciendo á la Iglesia un monstruo de
muchas cabezas. El Arzobispo, bien penetrado de los pla
nes filosóficos y ' perfectamente instruido étt las' verdades,
fundamentales de ;la' Rel^ionv fflaniftst8bía: sin rebozo á
su corresponsal sU'feb&pretónsibri; y se maravillaba qué
siendo tan celoso de los derechos originarios, no hubiese
llegado á entender que el objeto de los reformadores no
era el dé aumentar su autoridad, sino el de despojarle
de sus facultades : que fijase su consideración en los Obis
pos entregados á; su partido, y los veria atadas las ma-
tom. i. 27
nos para juzgar de la doctrina; prohibir los libros escan
dalosos; proscribir máximas; arregla»al Clero secular y
regular, y llevar á efecto la disciplina, sobre lo cual no
quiero molestar, supuesto que en las anteriores reflexiones
se ha hecho de su contenido una verdadera narracion; y si
esto no te satisface, concluida la relacion, de mi empeño
de informarte de las ocurrencias de este tiempo, te re
mitiré una copia legal del referido papel, de la que sa
qué, cuando me la franqueó el Clérigo.
Pero, amigo mio, aunque pasaba los dias alegres en
aquel destierro, aunque me tenia por dichoso en verme
libre de los laberintos de la Córte, haciéndoseme dulce
por esta causa aquella triste soledad , no por eso creas
que me faltaban sentimientos; pues la vida del hombre
es un tegido de placeres y de amarguras sin poderlo re
mediar; ya te he manifestado con cuánta ansia y gusto
habia tomado y leido el papel, pues no sosegué hasta con
cluirlo , tragármelo, y si posible me hubiera sido, lo hu
biera impreso en mi memoria; tanta era mi complacen
cia en el logro de este precioso escrito. ¡ Qué ageno es
taba yo de pensar entonces en ninguna desgracia! Aun
le tenia en mis manos, y su gran mérito ocupaba todos
mis pensamientos, sin acordarme de nada, cuando el ad
ministrador me entregó una carta recibida por el correo
de Madrid inclusa en otra suya, pues este era otro de los
medios para relacionarme con mi madre, para que por
los sobres no se hiciese notorio eHugar de mi situacion.
Rompí con ansia el nema,. como ordinariamente. me
sucedia con todas las cartas de mi madre: solo al ver su
letra ya me palpitaba el corazon; la leí apresuradamente,
pero me quedé mortal cuando en su breve y compendio
so contenido me hacia saber su grande aflicción y pena
por hallarse accidentado de perlesía el Clérigo que tenia
destinado para mi instruccion y acompañamiento , y que
quedó en casa á mi salida de Madrid , sin dar otras se
ñales de vida* hacia dos dias, que una lenta respiracion.
Es muerto, esclamé, mi maestro; es muerto:; y, reclinan
do la cabeza en mi mano, recostándome sobre lá mesa,
sin sibeí lo qu# me pasaba, me qüedé pensativo^ una des->
consolada congoja se apodera dé mi corazon , y una an
mi
sia apresurádá atosigó mi" pecho; mis miembros se para
lizaron; mi lengua enmudeció; mi cuerpo se cubrió de un
sudor frio; mis sentidos se turbaron , .y; una nube negra
se puso delante de mis ojos, yJcaíi en tina .especie<de des
mayo,' hasta qüe-eliseritiimiento reprinbido rompió sus di
ques, y se desfogó por un torrente de lágrimas. í.
No es regular me durase esta paralisis mucho tiem
po^ porque luego que- volvi en mí, se me presentaron los
primeros objetos 't09ldVí^'Glérigos; á quienes el adminis
trador advirtiendo en mi semblante el sobresalto y la tur>
bacion, marchó á avisar la novedad, y vinieron acelera
dos á mi cuarto, segun despues me informaron. Por; mis
palabras aceleradas y ^acentos mal pronunciados entre mis
sollozos comprendieron 'la.causa' de mivafliccion¿ y sin con
testarme por entonces nadaymepersuadieron á acostarme^
y despues de descansar un rato, despertándome los vi allí
siempre fijos juntamente con-el médico del pueblo. Vién-
dome sereno, quise hacer relacion de mi indisposicion por
causa de un sentimiento que me habia sorprendido sin
estar suficientemente preparado, y el médico contestó;iíó"
habia cuidado alguno, pues era un ataque del momento;
pero que era preciso dejar por entonces esta conversa
cion, pues estaodoel corazon sensiblej era temible' se re
pitiesen las congojas, si se recordaban Íos: tristes recuer
dos que anteriormente las habian motivado. Efectiva^-1
mente despues de tomado un ligero alimento volví á des
cansar, y á la mañana siguiente ya me hallaba vestido
cuando volvieron á visitarme los Clérigos. • .'- ;- -í- '
Entonces les relacioné el hecho de mi indisposicion, -
por haber perdido á un compañero y maestro desde mi '
tierna edad, á quien era deudor no solo de su Cariño, sí-'-
no tambien de mis cortos conocimientos , pues Se habia
esmerado en ilustrarme con sus grandes luces , y en en
señarme á hacer uso de la ¡razon, á cuyos agasajos y vir- T
tbtdes tributaba aquellos generosos sentimientos y afectos
de.mi corazon. Los dos amigos oyeron atentos mi relacion;
y tomando el Clérigo la palabra, dijo: Yo me alegro, se- ;
ñor, de ser testigo de vuestros pesares, pues ellos me dan
un testimonio evidente , de que estais dotado de un co
razon generoso; pero en semejantes casos la razon debe
2Í2
regular los sentimientos, es decir, que la Religion no con
dena las lágrimas en los entierros; pues sabemos por las
sagradas letras que David lloró la muerte de Absalonj
Jesus sobre el sepulcro de Lázaro; María Santísima; al
pie de la Cruz, y los primeros Discípulos sobre el Pro-i
to-mártir Esteban; pero condena los escesivos llantos y
la poca conformidad con las disposiciones del cielo; y así
espero cesarán vuestros pesares,. y que aplicareis los re
medios cristianos á los desconsuelos ,; haciéndoos cargo que
bastantes lágrimas habeis tributado á su memoria : que las
congojas nada aprovechan al difunto, y si son con esce
so , pueden perjudicar mucho á vuestra vida : que en fin
es preciso considerar que vuestro maestro pertenecía á
Dios y no á vos, y que no era regular se le privase de
los consuelos eternos por contemplar á vuestro gusto. Es-i
tas son las consideraciones que obligan á los cristianos á
consolarse en sus aflicciones ; y espero sirvan para tran
quilizaros en vuestra pena , considerando que las amista
des de, los hombres se forman siu perjuicio de los dere
chos de Dios. . L¿íi: L 7 ."hnsViyi al . •, •
Estas palabras fueron una espada de dos filos que pe
netró hasta lo íntimo de mi corazon, proponiéndome en
adelante moderar los escesos de mi doloc; y con conse
jo de los dos Clérigos di orden para que en aquella par
roquia se celebrasen algunos oficios por el alma de mi
maestro y compañero ; distribuyendo al mismo tiempo
una buena porcion de misas entre los Sacerdotes de aque
llos contornos, con el fin de aliviar sus penas, y tributar
este obsequio en su muerte, al que tantos desvelos y cui
dados se habia tomado en su vida por instruirme y ar
reglarme. No lo dudes, acreedor era á mi agradecimiento,
y su memoria me será siempre agradable, y echaré de me
nos sus consejos en todos mis acontecimientos; pues lo
respetaba como á maestro, y Jo amaba como á padre.
Aun ahora mismo sus dulces recuerdos escitan mis «olio- :
zos , y me veo precisado á dejar la pluma para aplacar
mis sentimientos. A Díqs, amigo.
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y 3 r! ;y} aUSft fwp iiionDiei":q cfo í?2tíl ¡s ?oo

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r rvi J'-/!'• i.;, b *.? ^ f í"-" J-'"\f r: <"-3\< o ff'I cl.frt:' vfi
. .. ., , , . r . . .,n ^+.,¿1 .... • :? • . .-, •• . •; .;: ,.: ¿
: *. . . • , .' \ \f " 'l i".; . ( . ..i .'.' 'j . . i i. .
Q\.-.V,- :, J, x .. : 1 ,c ! , : '¿ i !.-í.2
uerido Antonioi? Al-' siguiente día loi dos Clérigos ;mel
sorprendieron en mi habitacion entretenidos^» mis ordi- ;
narias ocupaciones, y con este motivo ¿1 Forastero á ins
tancia mia examinó algunas notas con una rápida ojeada; 5
y despues de haberlas aprobado , y alabado'- los desvelos'
pór mi instrucxfioh,' íios suplicó rao^nterfampiásemos ritíes- '
tras tareas , pues se alegraría de cirnos, y tomaría una '•
parte activa en las conferencias durante su permanencia 1
en lo que alcanzasen sus cortos talentos. Le di las mas
espresivas gracias, , y rogué nos ilustrase con sus luces,
asegurándole * idev que úS embargo que conocía la ihcer-
tidumbre de los principios liberales con ánimo de provo
car la conversacion, procuraría esforzar los argumentos
todo lo posible : que aquel dia estaba, como ya tenia in
sinuado en la anterior conferencia > destinado para tra
tar del poder de los Reyes sobre el arreglo de la discipli
na esterior eclesiástica en sus estados, dejando ilesa la ju
risdicción interna para gobernar" la Iglesia en el Sumo
Pontífice , la que desempeñaba por sí y por medio de los
Obispos ; asunto tratado anteriormente , concluido y asen
tado como un artículo de fé católica, y que si les pare
cía , daria principio por algunas observaciones sobre la
autoridad del Rey sobre el pueblo, tan desfigurada y con
trovertida en estos últimos tiempos por las sutiles cavi
laciones de. la filosofía, pues creía serian útiles para fijar
y uniformar las ideas, y darle en los asuntos eclesiásti- ,
eos el lugar de preferencia que debe ocupar la cabeza del
Estado. Convenidos en esto, comencé en esta forma.
Conde. Es claro y positivo que en el sistema actual no
se mira al Rey sino como á un ciudadano distinguido, ó
como á un gefe del Estada, elevado á esta alta clase por
voluntad de ¡la nacion ; .de .consiguionte dependiente de sus
caprichos, y sujeto á sus variaciones. Tal es la opinion
de los filósofos , y con arreglo á estos principios para de
bilitar su imperio, cortar su libertad., y juzgar sus ope
raciones , se han dividido los poderes del Estado , se han
inventado las cortes populares , y se deja de observacion
á la diputacion permanente. Este modo de pensar no me
acomoda, porque lo juzgo destructor de la soberanía, que
segun yo entiendo, le es aneja por todo derecho para go.?J
bernar ái$t hombres, y spior conspira á hacer á los Re.*'
yesi esclavos de Hbs pueblos. H ¡rr¡ i • \/ ' '! 'j
Clérigo. Los Reyes , señor , reinan por Dios, y la po
testad para gobernar la reciben, no de los hombres, sino
del cielo .(*). Este es el lenguage de las santas ¡Escrituras,
lo mismo en él antiguo queden el nuevo Testamento. Oid,
Reyes, y entended dice la, Sabiduría; aprended, jueces; de?
todos los estremos de la tierra , habeis recibido del Altí
simo la potestad y la autoridad para gobernar, y os exi
girá estrecha cuenta de vuestras obras (**). No hay po
testad sino de Dios ». .clama san Pablo, y las que son por.
Dios son ordenadas (f**). Plir . estos y otros 4nnumera-¡
bles sagrados textos se ve claramente que esta es la opi
nion de todos los tiempos , y tambien la de todos los Iu-:
gares ; pues como asegura el Eclesiástico., en todas las na
ciones puso Dios un refctor para, .su^obierno (****p it.t

(*) Prov. cap. 8. v. 16. Per me Reges regnant, per me Principes im-
perant , et potentes decernunt justitiam.
(**) Sap. cap. 6. v. 2. et,4. Auditeergo, Reges, et intelligiteí diser
te, Judices finiiim terrae. Quoniam data'est á Domino potestas vobis, et
virtu5 ab Altissimo , qui interrogabit opera vestVa , et cogitationes scru- '
tabitur.
(***) Div. Paul. ad. Rom. cap. 13, v. 1. Non esr potestas nisi a Deo,
qjae aatem sunt , á Deo cap.
ordinatae sunt. In unamquamqufe gentem .prse-
• (****) gedestast.' 1?;' vPl4..
posuisi.R.ectoíeia..*:' í; ¿vi uj tihi.b v c ' i c;.í v. nr c.iii'U %
su
Efectivamente !o mismo los santos Padres'que la Igle
sia congregada en los Concilios han confesado siempre
como una doctrina comun y verdadera, que los que rei
nan sobre los demas mortales deben estar persuadidos de
que reciben el reino, no de los hambres, sino de Dios. El
Concilio de Toledo VI, congregado en 638 , despues de
hacer relacion y remitirse á los anteriores , se produce en
estos términos : protestamos delante de Dios y de los co-¿
ros de los Angeles , delante de los Profetas , Apóstoles y
Mártires, delante de la Iglesia católica y congregacioqpde
todos los fieles cristianas; y mandamos que ninguno sea
osado , ni intente quitar la vida al Rey , ni al Príncipe,
ni les priven del gobierno de sus reinost, ni les usurpen nin
guna de sus tierras, ni defienda, ni proteja., ni dé auxi
lio á ninguna sedicion ni conjuracion. Si alguno temera
riamente quebrantase esta ley , quede sin remedio conde
nado en la presencia de Dios (*). El Concilio de París
congregado en los años de 829 se esplica con estas me
morables palabras: no crean los Reyes reciben la monar
quía de sus progenitores , sino de aquel que dice mio es
el consejo y la equidad; mía es la prudencia y la forta
leza..,.. No, no la astucia, no los deseos, ni la fuerza de
los hombres , sino la divina Providencia confiere y esta
blece los Imperios (*.*).; ' .. ' :'.•, '. .J

. (*) Cotic. Tolet. 6". cap. 18. Jam quidem in antecedenti universali Sy-
Bodo pro salute nostrorum Principum constar, esse consultum ; sed Jibet
iterare bona sancita, et digna auctoritate muñire salubricer ordinátá. Ideo-
q'ue contextamur coram Deo, et omni ordine Angelorum; coram Prophe-
tarum atque Apostolorum, vel omnium Martyrum coris \ coram EccJesise
Catholicae , et christianorum coetis, ut nemo intentet in interitum Regis,
ñeque vitam Principis atrectetj nemo eum regni gubernaculis privet, ne
mo tyrannica prssumptione apicem regni sibi usurpetj nemo quoJibet raa-
chinamento in ejus adversicate, sive conjurátorum manu associet. Quod si
in qüidpiam horum quisqqam nostrum temerario ausu praesunror extite-
rit anathemate Divino perculsus absque ullo remedii loco habeatur con-
demnatus aeterno judicio.
(**) Conc. Parisiens. cap. 4. Nemo Regum a progenitoribus regnunr
sibi administrar!, sed á Deo veraciter, atque humiliter credere debet dari,
qui' dicir,- meum esrconsilium , et aeqaitas, mea est prudentia et fortí-
tudo Constat ergo quia non astu, non voto, ñeque brachio fortitudinis
human*, sed virtute, fauno et occulto dispensationis divinae , et regnum
confertum terrenum.
216
Conde. Estoy conforme en esta doctrina de que los Re
yes reciben la potestad para gobernar del cielo; pero con
sideremos la reciben no para destruir, sino para edificar:
de consiguiente debemos respetar su potestad cuando usan
de ella para los fines que Dios se la confirió ; pero si en
lugar de usar de ella para hacer bien, la emplean en obrar
mal; si en vez de proteger á los hombres, tratan de des
truirlos, Dios en tal caso no manda obedecer, porque no
puede desmentir los principios de su justicia, ni conferir
su%preciosos atributos á las criaturas para emplearlos en
ofender al Criador, destruyendo las hechuras de sus ma
nos, y empleando su poder sus comisionados en proceder
abiertamente contra sus intenciones : en una palabra , si
el Rey es buejio y manda bien , le debemos obedecer y
respetar como á un representante de Dios en la tierra;
pero si es malo, y manda mal, ni le debemos honrar co
mo á un ministro de Dios, ni como á depositario de su
poder para gobernar á los hombres, y así por ningun res
peto hay obligacion de obedecerle.
; Clérigo. La bondad , señor , ó maldad de los Sobera
nos puede recaer sobre sus personas; pero no sobre su au
toridad ; de modo que hay una notable diferencia entre
la potestad recibida de Dios, y el abuso hecho por el hom
bre de esta potestad. Nosotros los cristianos resDetamos
siempre en el Príncipe la potestad como recibida^lel cie
lo, aunque muchas veces nos incomoden sus procederes
en el desarreglo de su gobierno ; de consiguiente sea bue
no ó sea malo, justo ó injusto, nos creemos obligados á
obedecerle, adorando los decretos de la divina Providen
cia que por los pecados de su pueblo permite muchas ve
ces reinen Reyes hipócritas (*). Este es el modo de pen
sar de los católicos, porque este es el lenguagede las san
tas Escrituras, como tambien el de la Iglesia, encargan
do la obediencia sin atender á sus obras. Los Príncipes
son malos en algunas ocasiones , dice el Concilio de Pa
rís del año de 640, porque Dios así lo permite paracas-
' 1 ' i, ¡ 11 ■

(*) Job cap. 34. v. 30. Qui regnare facit hominem hypocritam propter
peccata populi. ,
2iZ
tigár los pecados: de su pueblo ( *). He MfgílxitakanjQpxn
que de todos modos los amamos , obedecemos y respeta*
mos, porque sabemos son ministros de Dios; si buenos,
para nuestra gloria y felicidad, si malos, para nuestra
enmienda y correccion. ¿ , riu: (»ri ; . 't:.j'ú.ti¡ n.l. r
Muchos egempios, señor, se podían citar ;desde el prin-;
cipió del mundo en el curso de los siglos en prueba de es
ta, verdad^ pero'me limitaré á recordar las persecuciones*
memorables de un i Rey injusto contra , un súbdito inocen
te, sin que sus inicuos procederes le hiciesen nunca fal
tar á su amor y su respeta Traigamos á la memoria el
odio de Saúl contra David, y sus intentos contra'.su vida?
y si examinamos el texto sagrado , vemos á este ilustre
perseguido huir y ocultarse por evitar su cólera; pero nun.
ca rebelarse contra su Soberano ; se le presenta ocasion
en «na cueva de quitarle da;OTda j ¡pero se ^qníiertefooni-
siderando que es su Rey y ungido del Señor, y se con
tenta con cortarle un pedazo del manto que luego se lo
presenta para darle un testimonio de su amor y su res
peto (^.). i Admirable egemplo de veneracion de ünxSúfcr{
dito panaaan Soberano, sobreseí cual escribiendo san Aguí-
tin á los Obispos doriatistas, les decía: Respetó rDavid.á
Saul su Rey, su perseguidor, un malvado de costumbres'per-
versas, pero tenia la santa uncion del Sacramento de Dios,
qué nada pierde en los hombres malos íéiiwjusjto*,^**)^
Eriieste sentído: seesplica San Agustín, y del mismo. mo*í
do de pensar son los demas Santos Padres^ reconociendo
conforme á la sagrada Escritura una santidad inherente é
inseparable del real carácter que no puede borrarse por
-ü../'Q.iq ?cj 'J; . ' a¡ y., mí n j¿muoft
< •(*). Coiíc. P^rijiens. cap. ó^Üt enim lsidorus expo'nic, fraséente Peo,'
talenvreitor'ettí populi suscipririit , q^ualéra1 pro peceáto maerentor1. ' •
' '(*) Lib. 4. Rogum cap. 24. v. 11. et 12. Ecce hodie viderunt ocuü
tui, quod tradideric te Dominus in maní» mea in spelunca: ec cogitavt, 115
occjdexent te , sed. pepe.reit tibi oculus meus, dixi enini : non extendam
marium meam in DÓmiri/im meum t'qúivíiTistus Domíni ese Quin' potiusl
Pater^nii, Vid¿i et cognosde oram'chlamydis tuse..... tiolloi extendere nía-
num' meam in te; . tr.; ':tohwñ. V , í,,{ .-[. L'..'^-'/íoq
, (***) í>¡*» Aügust. Epist. 162. Episcopis Donatisu Tojerat David
Saulem persecutorem , sceleratis rooribus ooelestia «iesérentem, magicit
a'rtjbus inferna quasrentem, occisum vindicát, Christum etiam Domini pro
veer Sacramentara. vénerandae unctionis appelJac. : c \v¡ -1
TGtó. 1. . / • 28
2181
Bingun delito, por cuyó%iotiVo David respetó á Saul vi
vo, y le vengó muerto. t . '' i
En estos graves fundamentos y en estas poderosas ra-r
zones se.funflala obediencia y el amor de los cristianos
á los Príncipes; no miran á sus personas, sino á su re.»
presentacion para tributarles sus respetos; sean buenos ó
malos siempre son unos comisionados del cielo para re-
^¡ir á los pueblos, á quienes es preciso obedecer, ínterin
ocupen este destino, relejando á cargo del Altísimo tomar
residencia. de sus:procedere'sj si abusan.de sus facultades;
Persuadidos de esta. verdad miran como/un atentado no
contra el¡ Rey, sino contra Dios¿ en desempeño de su co
mision rebelarse contra. sus órdenes, despreciar su auto
ridad, ó conspirar de Cualquiera ¿modo para derrivarlos
del tronOvi'E^vSiírídr'JSeí ríservá para sí el juicio de sus
opetaeionesj y el castigar1 con 'rigor sus escesos: salir de
estos límites es contravenir á uno de los preceptos mas
importantes de la Religion; decisivo y terminante en las sa
gradas letras; consagrado con el egemplo. de Jesucristo, de
los. Apóstoles y^^ .rcb los/cristianos íde todos los tiempos que,
siempre se han gloriado eri serlos súbditos. mas fieles de
las naciones, siguiendo las; huellas de su Divino Maestro.
Efectivamente no tiene la sociedad garantía mas pre
ciosa que estos principios sagrados de la Religion; si los
súbditos no son obligados á observarlas órdenes. del Sor-
berano; .si su juicio' debe decidir de" su obediencia , nin"
gúna seguridad ni solidez tiene su imperio , porque nin
guna ley se promulgó á gusto de todos ; ningun criminal
se juzga acreedor á los tormentos ; ningun premio es su-r
ficiente . para remunerar los servicios; ninguna providen
cia se. dicta favorable ánodos los .individuos de la .comu
nidad; de consiguiente los descontentos por Cualquiera de
estas causas tomarian pretesto para. graduar al Príncipe
de injusto, para despreciar sus leyes, para negarle la obe
diencia, y si se_ quiere, para despojarle de la Corona. Es
tos serian los resultados .i^íaljbles. en las naciones ;>risi. la
potestad de los Reyes se.fund«e en su justicia y si el
pueblo fuese el censor de sus operaciones. El capricho y
no la, razon^decidiria de los derechos de Dios en el nom
bramiento de los rectores v y. .las disposiciones del cielo
219
en órden á la potestad estarían marcadas en la voluutad
delos subditos.' .;.'.. !• , ;. ¡ ••: •: L ' .0. '. :.
Ademas de esto los mayores contrarios de los Reyes
siempre son los hombres mas perversos de las naciones;
abominan de su autoridad , y detestan de sus leyes ; en
su concepto ningun superior es bueno, todos son injustos
' y tiranos en sus providencias. Este es su propio lengua-
ge, y los motivos son bien conocidos, porque castigan sus
vicios, y enfrenan sus pasiones; todo lo que no sea vivir
sin Dios, sin Rey y sin ley, les incomoda, y si posible
les fuera , acabarían con todas las potestades de la tierv
ra. Consideremos que estos serian sin dificultad los acu
sadores y jueces de los Reyes, y veamos si puede entrar
en el cálculo de ningun entendimiento racional sujetar la
suerte de los Príncipes, cabezas del Estado, á manos tan
criminales, nique Dios haya dispuesto que sus represen
tantes en la tierra sometan su autoridad al juicio y vo
luntad de estos hombres perversos. En fin, es preciso hor
rorizarse solo en pensar que los ungidos del Señor son de
peor calidad que los demas mortales, cuando para gra
duar sus acciones se les ponen por jueces á los hombres
mas perversos é inmorales. j.J . - v* *.
Conde. No hablo de los Reyes de Israel colocados por
la mano de Dios en el solio, pues justos ó injustos ínterin
los conservó en este destino , fue preciso obedecer ; mis
dudas son sobre los Soberanos de los demas estados, cuya,
exaltacion y autoridad trae su origen de la voluntad de
las naciones; creo se deben respetar y cumplir sus órde-
nes^ si gobiernan bien; pero nó si abusan del poder con-i
ferido por la sociedad, ni es de presumir hable con ellos
el texto sagrado.
Clérigo. Cuando las Escrituras santas, hablan de los
Reyes, no distinguen entre los justos y los impíos; cons-
titui4Q^MonarcasA del cielo emana su poder, aunque de
su voluntad pende el buen ó mal uso de su autoridad, re
servando el Señor á su juicio sus procederes para el pre
mio ó el castigo (*)• Así pues lo mismo afirma el libro:

'. (*) Sap. cap. 6. v. 6. Horrende et cito' apparebic vobis , quoniam ju-
dicium durissimum his , qui prxsunc , fiec
de los Reyes qué eligió Dios á David, Rey de Israel'(*):
que Daniel asegura le dió á Nabucodonosor el imperio
de Babilonia (**); lo' mismo dice Salomon en el Parali-
pomenon : que lo constituyó Príncipe sobre su pueblo (***):
que confiesa Esdras de Ciro, Soberano de los persas, que
le entregó el dominio de todas las naciones E;«
fin, señor, es una verdad tan generalmente conocida y
confesada por todos que no hay un Príncipe, ni Sobera
no en todo el universo sea cristiano ó herege, cismático
ó pagano, gentil ó mahometano que no se gloríe y titule
Rey por la gracia de Dios, por cuyas razones particu
larmente los cristianos respetamos, veneramos y obede
cemos á Jos Monarcas como á unos representantes del Al
tísimo, en quienes reverbera un rasgo de su poder, mi
rando como impíos, falsos, sediciosos y repugnantes á la
razon todos los sistemas contrarios. . • .
- Forastero. No hay en esto la menor duda, y aun aña
do que los cristianos de todos los tiempos han vivido
sumisos aun á los Monarcas impíos, porque así lo encar
gó y enseñó su divino Maestro: Dad al Cesar, les decia,
lo que es del Cesar, y á Dios lo que es de .Dios (*****).
Pero sobre todo se admira la obediencia y la confesion
ingenua del sagrado Redentor acerca de la potestad de los
Soberanos, y de sus ministros encargados de egercer sii
autoridad, cuando Pilatos, gobernador de la Judea en nom
bre del Emperador Tiberio, reconviniéndole por -no res- .
ponder á sus acusadores, le dice: ¿ignoras que tengo po
testad para crucificarte, y para librarte? A lo que con la
mayor sumision Jesus contestó al tirano: No tendrías con-

! (*) L!b. 2. Regum cap. !7. v. 8. Hsec dicit Dominus eíejcituum:


Ego tul i te de pascuis sequentém greges, ut esses duX. super populum
meum Israel. . * % . ( \ ,"',•;,
(**) Daniel cap. 2. v. 37. Tu Rex Regum es, et Deus cceli^ eí regrium^
et fortitudinem , et imperium dedit tibi. • ",' ' .i • i -
(***) Paralipom. 2. cap. i. v. 9. Tu enim fecisti me Regem super pc~
pulum toum multura.. i. i,\ .
Esdras cap. 1. v.'2. Ha•c dicit Cirus Rex Persarum: Omniare-
gna. terrae dedit mihi -Domiou< Dm .cceM .
(*♦***) Math. cap, 22. v. 18. Reddite ergo qu* sunt Cassaris, Carsaríj
et qu* sunt Dei, Deo.
• 221
tra- mí potestad alg\ina, si no te se hubiese dado de ar
riba (*). Este mismo egemplo siguieron los Apóstoles, y
sus Epístolas estan llenas de instrucciones de esta especie:
Someteos, dice san Redro, á toda humana criatura por
Dios; ya sea al Rey, ya á*los gobernadores, sus enviados,
para castigar los malos , y proteger á los buenos, porque
esta es la voluntad de Dios para hacer con*vuestro egem
plo callar á la ignorancia de los hombres imprudentes (**).
Es preciso, dice san Pablo, estar subditos al Rey, no so
lo por temor del castigo, sino por un deber de la con
ciencia (***). , •
En estas cristalinas fuentes bebieron los primeros fie
les aquella prodigiosa doctrina que con tanto asombro
practicaron en tiempo de las persecuciones, viviendo su
misos á los Emperadores gentiles en todo lo político, no
obstante su crueldad y fiereza en teñir sus espadas en su
sangre , cuyos memorables egemplos han procurado los
Santos Padres transmitir á la posteridad en sus escritos
para instruccion de los cristianos. Aunque el Emperador
Juliano, dice san Ambrosio, fue apóstata, tenia en sus
egércitos soldados cristianos que cuando les mandaba po
nerse en campaña, le obedecian sin repugnancia; pero
si les mandaba ir á pelear contra los cristianos, entonces
reconocían al Emperador del cielo (****). El Empera
dor Juliano, dice san Agustín, fue* un infiel» un apóstata,'
un impío : los soldados de la fé sirvieron á este Empera-
*. • . *,*,** •••j

- (*) Joann.' cap. 19. v. 10. et 11. Mihi non*loquér¡s? 'nescis, quia po-
testatem habeo crucifigere te, ec potestatem habeo dimittere te? Respon-
dit Jesús: Non haberes potestatem-adversus me ullam, nisi tibi datum es-
set desuper. • . . '
(**) Epist. 1. Div. Petricap. 2. v. 13. etseq. Subjecti igitur estote 6-
*mni human* creaturse propter Deum ; sive Regi quasi praecellenti , sive
Ducibus tanq'uám ab" eo rñTssís ád vindictam malefactoruni , laudéis vero
bonorum, quia sic est voluntas Dei , ut benefacientes obmutescere faciatis
ímprudentium hominum ignorantiam. ._• ,,n -•
(***) Div. Paul, ad Román, cap. 13. v. i. Ideo necessitate subditi
estote , non solum propter iram , sed etiam propter conscientiam.
(***.*) Ca^s. 1L quaest. 3. cap. 94. Julianus Imperator, quamvis esset
apostata, habuit tatpen sub se christianos milites, quibus cum dicebat, pro-;
ducite qpieix^ pro defensione Reipublicae, obediebant ei.,Cum.a,utem dicerqt,
cis, producite arma i'n christianos, tune cognosceba.it Imperatorem cueli.
222 *
dor infiel: cuando se trataba de cosaf concernientes ála
Religion: cuando Juliano les mandaba incensará los ído
los, respondían con valor que solo adoraban al Dios ver
dadero, y se negaban á complacerle: cuando los enviaba
á la guerra, ó les encargaba pelear contra alguna nacion,
al momento obedecían: distinguían al Señor eterno, y al
Señor temporal, y vivían sumisos al Emperador de la
tierra, por cumplir las órdenes del Emperador del cie
lo (*). En los mismos términos se esplican san Justino
mártir, Tertuliano y demas apologistas de la Religion, sin
que hasta ahora se haya probado sedicion alguna movi
da por los cristianos para repeler las injustas persecucio
nes; fuerzas. tenían para defenderse; pero lo mismo el pío
Sacerdote, que el intrépido militar, á egemplo de su maes
tro se sometian gustosos á la obediencia de las leyes ; ni
la injusticia, ni la altanería, ni la ingratitud de aquellos
á quienes tambien habían servido. sacrificando sus bie
nes , y espuesto sus vidas por defender su imperio, bor
ró jamás de sus corazones el amor á sus Soberanos; y con
admiracion de los mismos paganos, al tiempo de derramar
su sangre en medio de los cadahalsos, y bajo de los fi
los de la cruel espada , se les veia rogar á Dios por sus
enemigos. , .
Habían aprendido de los Apóstoles que se debían res
petar las autoridades por Dios aun en las personas de los
malos, y el cumplimiento de este sagrado precepto era
de suma importancia para los discípulos de Cristo. Cual-
quiérá que"recuerde éVsacríficio de la Legion Thabeá¡ se
asombrará al considerar el valor de aquellos ilustres mi
litares en la guerra, y la sumisión y fidelidad á los pre
ceptos de su Religion y á las órdenes del Emperador. Eran
mas de cuatro mil hombres; acababan de vencer á sus
, . ....^>, » . \ *
;
(*) Gaas..3ii. qWsr. 3. cap. ftá. Julianos extitit infidelis Imperator.
Nonne extitit apostata, iniquus idolatra? Milites christiani servierunt Im
peratori infideli. Ubi veniebant ad causam Christi,' non agnoscebant nisi
illum, qui ¡n ccelo extat. Quando volebat, ut idola colerent , et thurifics-
rent , prseponebant illi Deum. Quando autetn dicebat, prtdircite aciem;
ite contra illam gentem, statim obediebant. Distinguebanf Dominum aster-
num á Dominó témporali, et tamen subditi erant proptér Dominum «ter-
num, etiam Domino (enxporali. • . • •' ' ''' i' '-' ' 1
223
^gnemigos, y de libertar al egército imperial de una der-.
*rota afrentosa; les mandan sacrificar á los dioses, y es-
ros valerosos soldados se niegan á esta impiedad ; se les
amenaza con la muerte , y sin embargo de que se hallan
en disposicion de defenderse con las armas, y vender ca
ras sus vidas, no se resisten, sufren con resignacion el
martirio, y quieren antes morir, que ser infieles á su So
berana y traidores á su Religion. Esta ha sido siempre
la conducta de los cristianos, modelos, en todas las nacio
nes de obediencia, de modestia y de caridad hasta con
sus mismos enemigos ; pues saben que deben ser sumisos
á los Príncipes, bien sean justos y arreglados, bien sean
díscolos (*); y que no es lícito atentar contra su vida
aun cuando mandasen con un gobierno tirano .(**). ¿: v
Tal es la doctrina de Dios y de la Iglesia; y aun se
podría decir, es tambien la de los liberales españoles, sí
en su código fundamental se hubiesen1 limitado á declarar
á la Real Persona sagrada é inviolable ; pero en el mis
mo hecho de asentar que reside la soberanía. r en el pue
blo, ¿ssbaratan esta asercion; manifiestán"clarárñente;go.4
za eiRey de estos atributos por una gracia de.Ja nacion»
no por disposicion del cielo ; y esto en realidad no con
viene ya con lo contenido en el sagrado texto , ni con el
eomun sentir de los Padres, ni con ..la. general inteligen-*
cia de loe cristianos , pues pertenezca áJeuálquiera la elec*
cibn de los Reyes, ó traigan su orígen.seguri la diversi-»
dad de opiniones de Dios y de los hombres; no.se. puede
negar, que establecido su Imperio, y sentado ya en su
trono, la potestad de mandar la recibe^deríEtóósy no
de los hombres, com* claramente hemos visto lo ma
nifiestan las santas Escrituras, 'sin hacer distincion en
tre el Monarca fiel y el infiel; entre el ungido por los

. (*) Episr. 1. Div. Petricap. 2. v. 18. Serví subditi estote. QiiinS tempe
re Dorninis, non tantum bonis, et modestis , sed .etiam discolis^. ' ¡': i.
(**) Conc. Constantiens. ses. 15. Qailibet tyrannus potest, et debet,
licite et meritorie occidi per quemcumque vasallum suum vel subditum
Sancta Synodus declarat , et definit hujusmodi doctrinam erroneam esse
in fide, et moribus, ipsamque tanquam haereticam, scandalosam^. et ad
fraudes...... reprobat , et condemnat. . ; ¡ '. . ' ?>, = .'. Lns: su to" i¡ , .
Profetas , 6 él alzado por si rfrismo córflas armas en 1&
mano estando en pacífica posesion % entre el justo ni el in?
justo: así pues el justo David lo mismo castigó al ani^
lecita, que acabó de matar á Saul, que á los asesinos de
Isboseth (*). i :•„' i.i
Sí, señor, esta es la tendencia de ese pernicioso có
digo j este su objeto .en la division de los poderes , .limi
tando las facultades de la real autoridad hasta recibir las
leyes, de quien las. deben obedecer; sistema monstruoso,
que concede á los vasallos mayor potestad que á los Re
yes: sistema impío, que únicamente aspira á introducir
la anarquía y el desórden , y á revolucionar á los súbdi
tos contra los superiores. No, no, nunca en esta católi
ca nacion hubiera tenido entrada ; jamás los españoles la
hubieran recibidoi, si el Rey no la hubiera sancionado.
Pero ¿á dqnde me lleva mi imaginacion? Perdonen VV;
si. me he estraviado, ó si por seguir el rumbo de mis sen
timientos .he abusado de su bondad; mi fin no ha sido in
terrumpir^ la, conversacion , y únicamente me propuse en
los principios hablar dé la autoridad del Rey en la ^nter-!
vencion de los asuntos eclesiásticos; pero rnu...u.,/: ;..s
Conde. No se se ha estraviado V. , ni nos ha incomo
dado ; antes bien tengo un gran placer en haber tocado
esta materia; pues hasta aquí habia juzgado á la Cons
titucion por injusta, por deber su establecimiento á una
rebelion ; ahora veo lo es tambien por ser un atentado
contra la real autoridad; porque ademas de ser induda
ble que reside la potestad para gobernar en los Reyes y
no en los pueblos , en España milita la razon del juramen
to prestado anteriormente al Monarca de gobernarlos ab*
solutamente ,¡ ó segun las leyes de la nacion ; pero deje
mos esto , y vamos á nuestro caso. Si los Reyes estan des
tinados por Dios para gobernar á los hombres , no hay

(*) Lib. 2. Regum cap. 4.' et sequent. Vivit Dominus , qui eruit áhi-
mam meam de omni angustia' quoniam eu.m qui annuntiaverat mihi, et di*
xerat: Mottuus esc Saul^ qui putabat se prospera nuntiare , tenui, et oc-
cidi eum in Siceleg, eui oportebat mercedem dare pro nuntio. Quanto ma-
gis nunc , cum homines impü interfecerunt virum innoxium in domo sua,
super lectum suum, non quseram sanguinem ejus de manu vestra, et aufe-
ram vos de terra? Praecipit ¡taque David pueris suis, et interfecerunt «os.
221 ,
duda de que deben procurar su felicidad, asíen las cosas
temporales como en las espirituales , pues á estos les obli
gan los timbres gloriosos de padres de las naciones y pro
tectores de la Religion : esplanaré mi pensamiento. Res
peto en la Iglesia toda su potestad, dejo á los Pastores el
libre egercicio de sus facultades, tampoco hablo sobre
asuntos concernientes á la substancia de la Religion; mi
discurso únicamente se dirige á tratar de puntos eclesiás
ticos en la disciplina esterior , y de negocios desempeña
dos en otros tiempos por los Obispos , sobre los cuales los
Reyes deben procurar el ahorro de gastos y pronto des
pacho, y por el bien de sus subditos pueden y deben man
dar se despachen en sus Estados por los Obispos estas co-;
sas ; pues ademas de interesar á la- piedad de los fieles te
ner los socorros espirituales en donde sufren las necesida
des, y sin ir á mendigarlos á tierras lejanas á costa de gran
des dispendios , ningun precepto divino manda á las otras
naciones enriquecer á los romanos.. .
Clérigo. Esta objecion, señor, aunque tomada de las
oficinas liberales , distingae la potestad espiritual de la
temporal, y únicamente atribuye á los Soberanos, como
encargados por Dios del gobierno de sus pueblos , facul
tad para disponer á favor de sus subditos de las cosas es
ternas eclesiásticas, ó por mejor decir, les atribuye po
der á los Obispos para despachar los asuntos reservados
á la curia romana. Este es un error , pues en las conver
saciones antecedentes he demostrado , que si los monar
cas son cabezas de las naciones, son solo miembros, de
la Religion; he hecho ver, que si los Obispos reciben la
potestad del cielo para regir la Iglesia, el egercicio de es
ta potestad es dependiente del romant) Pontífice ; así creo
escusado detenerme á impugnar esta dificultad , supuesto
queda deshecha en las autoridades y razones precitadas;
siendo ademas claro y evidente, que si los Reyes no
tienen autoridad para dispensar en estas cosas , mal
podrán conferirla ni delegarla en los Obispos para que
dispensen.
. : Asimismo al hablar de las necesidades de los fieles , y
sus perjuicios en recurrir á Roma á mendigar las dispen
sas , hubiera deseado las hubiese individualizado para res-
tom. i. 29
• 2125
ponder en regla á cada una en particular ; pues en los
decretos eclesiásticos, aun los mas leves, cuanto mas se
examinan, mas se admira la equidad y la justicia de sus
disposiciones. Apesar de esto , si en la espresion general
te llaman necesidades las reservas hechas al Sumo Pon
tífice delas causas llamadas mayores, ya sobre' este pun
to se ha hablado, indicado y manifestado las razones y
motivos de esta acertada providencia. Si se llaman per
juicios los recursos eclesiásticos por el gran incomodo de
llevarlos á Roma , en el dia se halla cortado este incon
veniente , pues por los Concordatos formados entre el Sa
cerdocio y el Imperio estan en España autorizados los
tribunales de la cámara de Castilla y de la Rota para
oír y finalizar los pleitos sin salir del reino. Si esto se di
ce por la provision de las prebendas eclesiásticas, todas
ó casi todas las llamadas menores estan á cargo del Rey,
de los diocesanos ó cabildos eclesiásticos. Si se habla de
asuntos espirituales, en el Nuncio Apostólico, Arzobis
pos , Obispos y demas Prelados residen grandes facul
tades en los casos ordinarios ,' y mayores en los de ur
gente necesidad, y de difícil recyrso á Roma por tácita
concesion y voluntad presunta de su Santidad para socor
rer y consolar á los fieles : de modo , que no hay ni pue
de haber un verdadero apuro á que no pueda aplicarse en
la nacion el mas pronto y eficaz remedio, pues con to
da esta prevision se procedió á las reservas.
Conde. Estoy informado y conforme con todo lo es
puesto , pues sobre los recursos y provisiones así consta
en los concordatos; sobre los pecados el Concilio de Tren-
•to destruye las reservas , ó por mejor decir , las supone
destruidas en los casos apurados ; sobre los impedimentos
de matrimonio Benedicto XIV en su Sínodo diocesano
manifiesta bien las facultades de los Obispos para dispen
sar en los casos ocultos de difícil recurso á la Silla Apos
tólica. Así no hablemos de necesidades espirituales , pues
convengo no pueden los fieles sufrir ningun perjuicio por
tener facilitados todos los remedios: de consiguiente, li
mitemos la conversacion , y ciñámonos á tratar de los
desembolsos pecuniarios ; esto es , si por la estraccion de
dinero á Roma tienen derecho los Reyes para mandar á
227
los Obispos usar de sus plenas facultades en los asuntos
eclesiásticos como en otro tiempo los egercieron.
Clérigo. En efecto esta es la segunda causa contenida
en la referida objecion , bien cacareada particularmente
en estos últimos tiempos por los enemigos de la Iglesia,
pero bien sin fundamento; no obstante los filósofos del
dia han tomado su defensa sin examinar las razones , y
repitiendo las quejas piden á los Gobiernos la abolicion
de estos tributos ; porque usando de su lenguage la sangre
de la naciones son . las riquezas que Se deben conservar
para la salud de los pueblos. Pero antes de entrar á des
envolver esta miserable paradoja , para poder responder
con acierto, sin andar vagando por otros principios, y
no gastar el tiempo en esplan'ar verdades de todos cono
cidas , quisiera preguntar : ¿ tienen los fieles obligacion á
mantener á los ministros que dan el pasto espiritual ?
Conde. Sí, señor, por derecho divino y natural, esto
no admite duda; pues está espreso que el operario es dig
no de su estipendio; que debe comer del altar el que sir
ve al altar ; y que debemos dar los alimentos temporales
á los que nos dan las cosas espirituales ; asi consta en el
Evangelio y en las epístolas de san Pablo.
. Clérigo. Bien se ha espuesto la doctrina , y bien fun
da su opinion ; i pero estan igualmente los fieles obligados
á mantener á los Obispos.
Conde. No hay duda, porque son los Sacerdotes supe
riores, los encargados por Dios del régimen de la Iglesia,
los que llevan el cuidado general en las diócesis, como los
Clérigos inferiores en las parroquias; en una palabra , dan
el pasto espiritual, así á los Sacerdotes como á los legos.
Clérigo. Vamos conformes ; pues no hay duda de que
fundan los Obispos el derecho de su manutencion, como
los Sacerdotes, en los mismos textos sagrados: y acerca
del Sumo Pontífice ¿ hay obligacion á darle los alimentos?
Conde. Indudablemente; es el principal y comun Pas
tor de los fieles, vicario de Jesucristo, y cabeza de su
Iglesia. Me acuerdo haber leido en los santos libros , que
en la antigua ley contribuía al Sumo Pontífice la tribu de-
Leví con la décima parte de las décimas recibidas de las
demas tribus. En la ley de gracia sabemos positivamen-
228
te, que san Pedro, como los démas Apóstoles , sé man
tenía del depósito de las limosnas ofrecidas por los pri
meros cristianos i funda'dos en estos 'egemplos , en todos
tiempos los alimentos del Sumo Pontífice se han reputa*
do siempre por la primera y principál atencion del pa
trimonio de la Iglesia. • :.
Clérigo. Ciertamente así es; pues siendo el Sumo Pon
tífice la cabeza, y los demas fieles los miembros de la Igle
sia , así como el Pontífice tiene obligacion á conservar y
gobernar á los rieles , los fieles tienen la de mantener y
conservar al Pontífice. ¿Pero tienen obligacion de contri
buirle con lo necesario para cumplir los divinos encargos
de llevar la fe hasta los estremos de la tierra , y?de con
firmar en ella á sus hermanos? . . .
Conde. Tampoco tengo duda en conceder esto; porque
pesando los gastos de la Religion sobre todos los fieles, se
gun la orden del cielo, deben contribuir al Pontífice con
lo necesario, tanto para conservar la fé entre los cristia
nos, como para propagar el Evangelio entre los infieles;
del mismo modo que los vasallos, no solamente deben con
tribuir para mantener al Principe, sino tambien para los
gastos originados en el gobierno del reino. Todo esto es
corriente, y así tengo entendido se practica ; pues de cuan
to dinero sale de España para Roma de gracias y dispen
sas, el Pontífice nada recibe, y todo se destina á mantener
á los agentes de aquellos sabios tribunales para el gobierno
de la Iglesia en todo el Orbe; y así tambien tengo entendi
do se ha contestado por el Sumo Pontífice á las Cortes de
España sobre el proyecto decretado de dar cierta y de
terminada, cantidad de dinero á Roma cada un año, y
que las dispensas' se despachasen de valde , diciendo que
el Sumo Pontífice nada recibe , ni quiere de la espresada
cantidad; pero que paguen los gastos de despacho en las
Oficinas romanas, pues su Santidad ninguna obligacion
tiene á mantener á sus espensas á los oficiales para eva
cuar los negocios españoles ; así lo he oido , no lo asegu
ro, aunque positivamente sé que van y no vienen las dis
pensas de Roma. . • \ ••.,••.')• r . . . .>
i.. forastero. Tomo con franqueza la palabra para cor-
toborar esta doctrina con el testimonio de unsábio y cé
229
lebré escritor que tengo leído. El Cardenal de Luca, pro
fundo canonista, y perfectamente instruido en la curia,
romana, en cuyos tribunales hizo su carrera, asegura que
cuanto se paga por dispensas matrimoniales , y componen
das, se pasa cada mes al Monte de Piedad, y allí se en
trega al limosnero y á otras personas en cantidades arre
gladas para distribuir limosnas en Roma ; para pagar á
los ministros de la Penitenciaria, c,uyo tribunal nada re»
cibe;poriSu despacho1; para subvenir á los gastos de los' co
legios establecidos .fuera de aquella ciudad para la con-i
servacion de la fé católica y otras obras piadosas. Que
cuanto se paga por bulas de Obispados, beneficios y otras
cosas correspondientes ala Dataría y Cancelaría entra en
la tesoreria de la Cámara apostólica con exacta razon y
cuenta para invertirlo en los gastos ocasionados al. Sumo
Pontífice, como Padre comun y cabeza de la Iglesia en el
gobierno espiritual de todo el mundo católico. Asegura
tambien, que tanto unos como otros productos son tari
cortos para, cubrir tan importantes y estensas atenciones,
que la Cámara apostólica se ve precisada á suplir inmen
sos gastos para desempeñar estos deberes ; advirtiendo á
cuantos quieran desengañarse por sus propios ojos pue
den recurrir á Roma , y .en el Monte Pio registrar los li
bros de entrada y salida de todas estas partidas que estan
espuestas al público, y los franquean á todos los que gus
tan examinarlos. Asegura en fin verán allí los concurren
tes , y se desengañarán ,' que el Sumo Pontífice nada toma
de estas cantidades, ni para su sustento , ni para su ser-
\ vicio , manteniéndose únicamente de los productos de su
estado temporal. . • .i'.'/. . .— ¡ . • : • ' .,
Conde. Eche V. á andar: eso es mas; pues si esto es
cierto, si las cuentas se manifiestan á cualquiera que gus
te verlas',' sitios libros estan :espuestos al público provo
cando á la curiosidad , si los productos de estas concesio
nes y gracias se emplean. en objetos tan preciosos , titiles
y necesarios , que sin ellos no podemos pasar , ¿ de qué se
quejan los filósofos? Aquí no hay arbitrio: si por estos
metfáoi* indirectos no concurre la España á los gastos del
Sumo Pontífice, es preciso .lo haga por tributos y con
tribuciones; gravosas pára cumplir las evangélicas obliga
230
ciones. Pero sobre todo me maravillo de sus infundadas
quejas , sabiendo que cuanto se envia á Roma no es para
enriquecer ásus habitantes, sino para nuestro propio ser
vicio , para nuestro provecho , para facilitarnos las gra
cias que intentamos alcanzar ; en una palabra , no sé que
admirar mas , si la discrecion y desprendimiento del Su
mo Pontífice , ó la malicia ó ignorancia de estos innova
dores en censurar el pago de unas deudas tan sagradas.
Clérigo. Asentado el principio, señor, que los fieles
tienen obligacion á mantener al Sumo Pontífice como á
cabeza de la Iglesia, y á suministrarle lo necesario para
su gobierno, que no puede negarse sin contradecir al tex
to sagrado, á la opinion de los Santos Padres, y á la prác
tica inalterable de todos los tiempos, es preciso convenir
en que las remesas de dinero hechas áRoma son las mas
legítimas y las mas sagradas que se conocen entre los hom
bres. No, no son estas contribuciones invenciones del vil
interés, ni medios rateros de una política falaz para hu
millar á los fieles, y sepultarlos en la miseria, ni un de
testable precio de las gracias espirituales como han que
rido graduarlas los enemigos de la Religion para sembrar
el cisma, separando á los subditos de la obediencia del
Romano Pontífice con un notable , perjuicio de sus almas,
son sí unas piadosas limosnas exigidas á la caridad, ó por'
mejor decir, parte de ellas es libre todo cristiano en pagar
las, absteniéndose de hacer estas solicitudes, y destina
das á cubrir las atenciones mas importantes y sagradas'
en cumplimiento de las órdenes del cielo; y si lo corres
pondiente á las Bulas quiere reputarse por una contribu
cion forzosa, sea en norabuena así, pues siempre sacare
mos en cuenta que es un tributo eclesiástico, y nada tiene
de estraño concurra la Iglesia de España con alguna parte
de sus propias rentas á mantener la cabeza de la Iglesia,
y los tribunales y ministros indispensables, para la espe-
dicioh de los negocios generales/ : . . .. ' ) •';•' ." -
Sih separarnos de estos principios, y para conocerla
injusticia de las quejas de los nuevos reformadores sobre
el dinero enviado á Roma, echemos una rápida ojeada;
meditemos aunque no sea sino por alto las grandes y pre
cisas relaciones que esta Corte del cristianismo necesita
23 í
mantener con todas las demas cortes de los reinos , Igle
sias y pueblos del universo, en unas para conservar, en
otras para defender, y en otras para propagar la luz del
•Evangelio. Consideremos que por las sugestiones del es
píritu maligno, enemigo declarado del género humano, se
vé la corte de Roma casi en una continua guerra ya con
unos, ya con otros y á veces con todos juntos; guerra de
soladora y perpetua, pues sin mas que recordar los prin
cipales acontecimientos de los últimos siglos, á saber, los
incendios de Lutero, de Calvino y de sus consortes, par
tos del infierno para arrancar la Religion. católica de los
pueblos; las turbulencias de los jansenistas tan malos ó
peores como aquellos; las alteraciones y novedades cau
sadas por unos y otros en Inglaterra , en Francia y en
Alemania, y los nuevos proyectos, empresas, conciliábu
los y sucesos parciales ocurridos en casi todas las nacio
nes; solo estas cosas forman una partida asombrosa de
gastos para la Silla Apostólica; pues ha sido indispensa
ble examinar , contestar y controvertir las falsas doctri
nas; mantener enviados y legaciones, y remitir oficios é
instrucciones á todas partes.
Ademas de esto consideremos cuanto necesita la Silla
Apostólica gastar para criar y mantener tanto número
de empleados de luces y conocimientos, sábios en todo gé
nero de ciencias que no se forman en el dia, ni se sostie
nen de valde, siendo por decirlo así aquellás ilustres es
cuelas los únicos arsenales de la Religion de donde se sa
can las armas para combatir en lucha eterna contra los
enemigos de la Iglesia. Consideremos cuánto necesita pa
ra criar , conservar y tener en accion á tantos agentes y
operarios, congregaciones, colegios y seminarios, no so
lo para su servicio, sino para el de toda la cristiandad;
cuánto necesita para mantener la correspondencia y tra
tados ; cuánto para despachar correos á tantas partes y
tantas cortes; cuánto para responder á tantas consultas,
entender, ventilar, dirigir y resolver tanto género de ne
gocios eclesiásticos ; pues es evidente , y no hay duda que
la mayor parte, ó todas las cuestiones mas grandes y rui
dosas en cualquiera materia ocurridas en el universo, se
dirigen á Roma como al centro de la sabiduría; y á esto
2Í2
añadamos cuanto necesita para el despacho ordinario ó
espedicion de los negocios en el supremo gobierno ecle
siástico en su curso regular.' r: v . ,'. ^ . i. . ..
-, ; Pero omitiendo otras muchas cosas, hagámonos cara
go de los inmensos y necesarios gasr^ del ramo de las
misiones, esto es, de lo que la Silla Apostólica gasta anual
mente en la propagacion de la fé jen la China, en Asia
y demas partes del mundo , cuyos trabajos dirige la sa
grada congregacion de Propaganda, los cuales son conti
nuos y frecuentes ante el Pontífice. Hagámonos cargo de
que para desempeñar dignamente este asunto, y para lle
gar á formar operarios útiles que puedan trabajar con
aprovechamiento entre gente de diferentes climas , cos
tumbres é. idiomas, es precisio criar,' educar y mantener
jóvenes chinos, armenios,- coptos y de otras naciones pa
ra enviarlos á sus paises, y proveerles de muchas cosas
indispensables, para que puedan verificar su mision, ne
gocio vasto y de la mayor consideracion.
. .. Solo, señor, estas imperfectas reflexiones son capa
ces. de aturdir y llenar de espanto á todo hombre impar
cial y reflexivo sobre los inmensos gastos de la Corte ro
mana en beneficio de todas las Iglesias católicas ; por lo
mjnos en mí causan este efecto, y es preciso lo causen
mayor en los que tienen conocimientos mas exactos pa
ra formar ideas mas arregladas. Preciso será se cubran de
llanto y de dolor, al ver la inconsideracion, la ruindad
y la bajeza de estos declamadores impíos sobre el pago de
deudas tan sagradas. Preciso será se lamenten y lloren la
desvergüenza y atrevimiento de los émulos y enemigos
de la Religion, al ver se trata con sueños, errores y fá
bulas absurdas de desacreditar los santos, laudables y he
roicos procederes de la Silla Apostólica. Sus calumnias
llevan los depravados intentos de revelar á los fieles con
tra el Gefe de la Iglesia; de persuadirles los empobrece
Roma para animarlos á declararle la guerra; suponen que
si logran esto, el Sumo Pontífice perderá la influencia en
las naciones católicas , y carecerá de medios para pro
pagar el Evangelio en los reinos infieles.
Sí señor, este es su plan> y no hay miedo en decla
rarlo; plan cubierto con la máscara de la piedad, y con
233
el Veló especioso de la prosperidad de las naciones, en la
cual los filósofos y hereges con una malicia refinada apa
rentan interesarse. Se figuran que sin estos socorros ó con
tribuciones de los reinos católicos el pequeño estado ro
mano pobre y menesteroso, no produciría lo suficiente pa
ra soportar los grandes gastos que precisamente acarrea
el gobierno de la Iglesia universal: que cesarían las mi
siones en los páises remotos: que las sábias congregacio
nes y colegios de la capital del cristianismo se disolverian
por sí mismos, por no poderse mantener : que los Nun
cios Apostólicos, centinelas de la casa de Israel en las
cortes estrangeras, desaparecerían de los reinos: que los
santos Concilios jamás podrían juntarse para condenar
sus errores; tratan, en fin, de destruir el esplendor y mag
nificencia dela córte del Sumo Pontífice; de cercarle por
hambre, porque así se figuran verle despreciado y aba
tido. Aquí se dirigen sus miras, y para esto se ponderan
y se exageran fuera de la razón y de la verdad las can
tidades exigidas para Roma; pues sabemos positivamen
te no llega su importe á cubrir la décima parte de los .
gastos necesarios para las públicas necesidades. ".:
Efectivamente por los últimos concordatos celebra
dos entre la Córte romana y la de España se han mode
rado estos tributos hasta una cantidad tan reducida, que
á no prohibirla enteramente , casi no admite mayor re
baja. Este es el verdadero estado de las cosas, y sobre ello
cantan los arreglos aprobados y confirmados por las dos
supremas potestades del Sacerdocio y del Imperio. Exa
mínenlos quien quiera cerciorarse, pues los encontrará es-
planados en cualquiera historia eclesiástica, y en su vis
ta podrá decir, si se podrá dar contribucion mas mode
lada para objeto mas importante , podrá juzgar si en es
tos tratados se llevó la mira de enriquecer á los romanos,
ó de facilitar á los subditos dé las naciones católicas el
cumplimiento de una obligacion tan sagrada por los me
dios menos gravosos. Las causas de estas exacciones es-
tan suficientemente justificadas; en los Concilios de Cons
tancia y de Basilea se.trató de esta materia , y nada se
adelantó; en el de Trento se resucitó esta misma cues
tion, y conocida su legitimidad, se dejaron correr como
tom. i. 30
23+
estaban. Es evidente se Jiallan sellados con la aprobacion
general de los principales personages de la Iglesia y del
Estado; solo esta poderosa circunstancia era bastante pa
ra hacer callar á los vocingleros de estos tiempos, si su
encono contra el Romano Pontífice se aplacase y diesen
lugar á la reflexion. En fin , señor , hablo de este modo,
porque prescindiendo de la mala intencion de estos decla
madores, y habiendo examinado con cuidado sus prin
cipios, he visto que aun los. mas moderados fundan sus
quejas de la estraccion de dinero para Roma en razones
de economía , sin hacerse cargo de que si los Monarcas
estan precisados á mirar por los intereses de sus súbdi
tos, esto se entiende y debe entenderse sin perjuicio de
que sus súbditos cumplan sus obligaciones con la Religion;
y siendo uno de los primeros deberes de los cristianos man
tener al Sumo Pontífice como padre comun de los fieles,
y proveerle de lo necesario para el gobierno general ecle
siástico , y estando destinados estos tributos ó limosnas
enviados á Roma para cubrir estos sagrados objetos; ne
gar su estraccion el Monarca sería hacerse reo de un gran
crimen, sería proceder abiertamente contra la Religion,
é impedir á sus súbditos el cumplimiento de sus obli
gaciones, j
Conde. Bien veo es preciso desconfiar de todos los pla
nes propuestos por los filósofos de este siglo, pues hasta
los mas moderados en la apariencia, llevan envuelto el
veneno mas activo. Confieso que nunca presumí tanta ma
licia: pero me desengaño que por todos estilos hacen una
guerra cruel á la Religion, y que bajo»el título de refor
ma caminan á minar sus principales cimientos; bueno es
conocerlos para despreciarlos. Estoy convencido de que los
Monarcas no pueden impedir las estracciones de dinero'
á Roma; es decir, de aquellas estracciones que tienen por
objeto la manutencion del Sumó Pontífice , y proveer lo
necesario para el gobierno general de la Iglesia, porque
esto sería impedir á los súbditos el cumplimiento de los
deberes impuestos'por Dios; pero me parece bien pueden
los Reyes en virtud de sus facultadles procurarse hiciesen
estas contribuciones de un modo mas suave, menos sen
sible y menos gravoso. '¡ . ' . • ;' .. ¡ v .s
235
Clérigo. Si las exacciones de Roma estan, señor, mar
cadas con el sello de la justicia , lo estan tambien con el
de la suavidad, porque no se nombrarán otras menos gra
vosas , de mas fácil pago, ni mas voluntarias* estan ar
regladas de tal modo, que la mayor parte de los españo
les cumplen con este deber sagrado, y llenan su obliga
cion sin desprenderse de un maravedí, y muchos de los
.que contribuyen, es por un efecto de su propia voluntad;
esto es claro, y á poco que reflexionemos sobre este asun
to, nos convenceremos de la verdad.
Todas las contribuciones de España para Roma pue
den reducirse á las bulas de los Obispos y á las dispensas
de los impedimentos matrimoniales , ó' por lo menos es
tas son las principales , y sobre las que mas se ha decla
mado por los nuevos reformadores en estos últimos tiem
pos. El pago de las bulas, como antes tengo indicado,
puede y debe reputarse por una contribucion eclesiástica
que recae sobre los Obispos con proporcion á Ja renta de
su Silla ; pues de este modo está arreglado su costo, y es
visto que de esta contribucion estan libres todos los de-
mas ciudadanos , y aun mirado con rigor , hasta el mis
mo contribuyente apenas hace sino un adelanto , del cual
se subsana y reintegra en lo sucesivo de los productos de
su Obispado ; en una palabra , esta contribucion pesa so
bre la Iglesia, pues por sus rentas se arregla, y de sus
rentas se paga.
En orden á las exacciones de las dispensas aun hay
mayor arbitrariedad ; todos son libres para abrazar esta
do , á ninguno se compele al matrimonio ; la ley fija los
límites de la prohibicion , fuera de los cuales nada se exi
ge por contraer , y únicamente son contribuyentes los que
por su propia voluntad quieren casarse dentro de los gra
dos inhibidos; pero aun de estos si son pobres, si una
fragilidad oculta dió margen á su empeño , y la publicó
dad compromete su honor, y el impedimento es oculto,
recurriendo en secreto á la Penitenciaría nada pagan , ó
hallan una baja considerable de los derechos en la conce
sion de la gracia en los tribunales competentes ; en fin,
repito que el pago de estos tributos mas debe reputarse
por unas piadosas limosnas , ingenios de la caridad , pa
ra cubrir las obligaciones mas sagradas , que por unas
contribuciones forzosas para mantener el fausto de los
romanos, lenguage propio de los liberales, tomado de los
hereges. •
Entonces , conociendo que era ya hora de dejar la con
versacion , dige : que si me habian admirado la justicia
de estas exacciones, y la santidad de su desYmo, no me
asombrába menos la discreta invencion de la recauda
cion , pues en mi concepto nada tenían de gravosas , ni
aun para el particular contribuyente, en el supuesto de
que las dispensas el que las buscaba las pagaba por su pro
pia voluntad , y las de las bulas en la asignacion de las
rentas eclesiásticas aseguraba su reintegro, logrando por
ellas su posesion : que sobre este asunto no hablada mas,
y que únicamente en otra ocasion examinaríamos si los
clampres de los nuevos reformadores se fundaban mas en
justicia por los perjuicios originados á los estados en el
envio del dinero á Roma, sobre los cuales presentaría
algunas de sus reflexiones , con el fin de averiguar si re
sidían facultades en los Príncipes, no para impedir del to
do la estraccion, sino para reformarla, consultando á la
necesidad de las naciones.
Retirados los Clérigos me quedé un rato suspenso, me
ditando á mis solas sobre la sabiduría y prudencia de los
decretos de la Iglesia; y admirado del acierto, discrecion,
desinterés y prevision de todos ellos, me maravillaba, có
mo hubiese quien se atreviese á censurarlos : no podía
concebir cómo los liberales, preciados de literatos é ins
truidos, ignoraban estas cosas; y cómo sabiéndolas se de
terminaban á contradecirlas , pudiendo ser tan fácilmen
te desmentidos : conocia la justa razon de los hombres
sabios y arreglados en detestar este sistema, que única
mente podía deslumhrar y hacer progresos entre los igno
rantes y corrompidos. Estas eran mis reflexiones , las que
me vi precisado á interrumpir para ocuparme én mis or
dinarias tareas, y prevenirme para lo sucesivo, pues mi
honor estaba comprometido por mi palabra en llevar ade
lante estas conferencias , á cuyos trabajos me conducían
sin violencia los deseos de instruirme, y quizá muchas
veces lo hacia con demasiada impaciencia por mi natu
237
ral fogosidad que los Clérigos advertian ; pero disimu
laban , conociendo mi temperamento y mis puras inten
ciones.
Tampoco quiero ocultarte , que apesar de las razones
convincentes , no dejaba mi amor propio en algunas oca
siones de darse por ofendido, al ver la serenidad é indi
ferencia con que aquellos dos Clérigos oian los argumen
tos á mi parecer fuertes é indisolubles , y en el calor de
la disputa hizo esfuerzos mi vanidad para confundirlos y
sofocarlos : ahora conozco , y siento mis escesos , y no sé
como alguna vez me sufrieron con paciencia ; pero ja
más noté novedad en sus semblantes: mis espresiones du
ras y acaloradas siempre fueron respondidas con palabras
dulces y amorosas como de unos hombres que aspiraban
á combatir el error y á ganar mi corazon: estos eran sus
procederes como el mejor medio para desengañarme ; y
efectivamente lo consiguieron , y tributaré á su memoria
eterno agradecimiento. A Dios , amigo.

FIN DEL TOMO I.


239

INDICE

DE LAS COSAS MAS NOTABLES

CONTENIDAS EN EL TOMO I.

CARTA PRIMERA.
Consejos recibidos por el Conde de su madre.
Reflexiones del Conde sobre el sistema constitucional.
Salida del Conde de Madrid, y observaciones hechas en
Navarra sobre el espíritu de aquellos habitantes en las
innovaciones.
Reunion del Conde con el Clérigo , y primera conversacion
sobre los asuntos del tiempo.
CARTA II.
Relacion de las persecuciones del Clérigo.
Conversacion entre el Conde y el Clérigo sobre la autori
dad á quien pertenece la eleccion y numeracion del Clero.
Argumentos y respuestas sobre este asunto fundadas en la
naturaleza de las cosas, en el egemplo de Jesucristo, de
los Apóstoles y constante tradicion de la Iglesia.
Solucion á la proscripcion del Clero de Francia por los re
volucionariós.
CARTA III.
Argumentos y respuestas sobre la autoridad del Sumo
Pontífice y de los Obispos para dirigir y ordenar los
asuntos de Religion.
¡Verdadera inteligencia de algunas espresiones de los San
tos Padres propuestas por los filósofos para despojar
al Sumo Pontífice de la suprema autoridad eclesiástica.
240
Solucion á la disputa de san Cipriano con el Papa san Es
teban.
Conciliacion de los sagrados textos al parecer contradic
toriós sobre la autoridad de la Iglesia.
... CARTA IV.
Discurso sobre la doctrina y pretension de los hereges acer
ca de las prácticas estertores de la Reí igión.
Argumentos y respuestas sobre la universal jurisdiccion
del Romano Pontífice egercida en todas las Iglesias del
mundo en todos los siglos del cristianismo.
Sorpresa del Conde al oir la multitud y diversidad de do
cumentos de la antigüedad que prueban la superioridad
del Papa sobre todas las Iglesias.
Solucion á las dudas fundadas en la grande autoridad del
Patriarca de Constantinopla.
CARTA V.
Historia de Focio.
Historia de Miguel Cerularto.
Admiracion del Conde acerca de la obcecacion de los grie
gos en seguir para el cisma á estos dos hombres per
versos.
Puntos de discordia de los griegos , arreglo hecho en el
Concilio de Florencia , obstinacion de los cismáticos y
pérdida de Constantinopla.
Se hace ver que los enemigos de la Religion son los indi
viduos mas temibles de los estados*
CARTA vi.
La gerarquia eclesiástica segun el orden divino.
Respuesta á las dudas propuestas sobre despacharse aho
ra en Roma ciertos asuntos que anteriormente se eva
cuaban por los Obispos:
Causas de la variacion de la disciplina eclesiástica en los
siglos medios.
Nuevas dudas sobre los derechos originariós de los Obis
pos para el régimen de la Iglesia, é inteligencia de los
sagrados textos.
241
CARTA VII.
Solucion á una nueva objecion acerca de la plenitud de los
derechos de los Obispos fundada en un hecho particular.
Infalibles resultados de disensiones y cismas si cada Obis
po se concediese la plenitud de la potestad.
La Inquisicion religiosa es el mejor Tribunal para con
tener á los revolucionarios , y sus ventajas sobre la po
licía de las naciones.
Respuesta á las calumnias levantadas al Tribunal de la
Inquisicion , haciendo ver es un juzgado de bondad , mi
sericordia y sabiduría.
Union del Forastero al Clérigo y al Conde'
CARTA ' VIII.
Relacion del Forastero sobre las persecuciones del Obispo
su señor.
Reflexiones sobre las persecuciones del Clero, y reunion de
todas las sectas para pelear contra las autoridades.
Dudas del Conde sobre que los sistemáticos tratan de aba
tir á la potestad de los Reyes , y se empeñan en ensal
zar la autoridad de los Obispos.
Sentimientos del Conde por la muerte de su Maestro.
CARTA IX.
La potestad de los Reyes no viene de los hombres, sino de
Dios.
Respuesta á los argumentos propuestos manifestando que •
la bondad ó maldad de los Soberanos puede recaer so
bre sus personas , pero no sobre su autoridad.
Egemplo de Jesucristo , de los Apóstoles y cristianos de
todos los tiempos obedeciendo á los Emperadores gentiles
sus perseguidores.
Falsa suposicion de que si los Reyes tienen potestad del
cielo para gobernar á los hombres, deben hacerlo no so
lo en las cosas temporales , sino tambien en las espiri
tuales. ,
Obligacion de todos los hombres en mantener al Sumo Pon
tífice y á su gobierno , por lo cual los Reyes no pueden
242
impedirá sus subditos el cumplimiento de este deber sa
grado en virtud de sus facultades,
inversion que se hace del dinero remitido a Roma ; justi
cia y voluntariedad de estas contribuciónes.

ERRATAS.

rde. Lín. phe. Líaie.


17. 37. de los muchos de los nuevos
45. 23. pertenece á la substancia perteneciente á la substancia
58. 3. esternas se hallan esternas. Se hallan
62. 20. cerré mi boca cerro mi boca
113. 31. de su disposicion de su deposicion
126. 36. Romanae veteris Romana veteris
131. 39. me parece hay me parece no hay
136. 19. procurarán ocultar procuran ocultar
140. 29. por sincerarme por sincerarse
144. 37. y así lo acreditan y así lo confiesan
153. 22. son originales son originarios -
155. 22. de la potestad espresa en las de la potestad en las santas
santas Escrituras Escrituras
158. 7. Concilio patriarcal Concilio provincial
166. 30. y otros hablaron y oíros obraron
167. 38. hubieran concebido hubieran concedido
173. 38. entrada en el error entrada el error
214. 9. contar su libertad. coartar su libertad.
i

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