Jesús Sana A Un Leproso

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Jesús sana a un leproso - (Marcos 1:40-45)

(Mr 1:40-45) "Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le


dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de
él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él
hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo:
Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece
por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. Pero
ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera
que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes."

La condición del leproso

En los tiempos de Jesús la lepra era una enfermedad incurable y muy


contagiosa. La persona que llegaba a tenerla quedaba terriblemente
marcada.

La palabra lepra designaba, al menos, tres clases de enfermedad. La


primera era la lepra nodular o tubercular. En las articulaciones se
producían letargia y dolores para aparecer, a continuación, manchas
en la espalda. Luego surgían pequeños nódulos – al principio, rosados
y luego marrones – en las mejillas, nariz, labios y frente. En poco
tiempo, la cara y el cuerpo quedaban destruidos; la voz enronquecía y
el paciente pasaba a ser una masa de úlceras. Al cabo de nueve años
y de un deterioro mental creciente, el leproso moría. El segundo tipo
de lepra era la conocida como anestésica. Sus estadios iniciales eran
semejantes, pero los nervios se veían afectados hasta tal punto que
las quemaduras no ocasionaban dolor al enfermo. Sin embargo, era
bastante común que los pies y las manos acabaran cayéndose. El
paciente podía vivir en ese estado entre veinte y treinta años. La
tercera clase de lepra era una mezcla de los dos tipos mencionados.
En la época de Jesús, la lepra era una enfermedad muy corriente.
Padecer lepra significaba: 1. Sufrir el alejamiento de otros seres
humanos 2. Vivir solo – a lo sumo con otros leprosos – en
descampado. 3. Caminar con ropas desgarradas, cabeza descubierta,
una cobertura sobre el labio superior y gritando: ¡Impuro! ¡Impuro! A
decir verdad, ser leproso equivalía a una muerte en vida. EL
LEPROSO QUE SE ACERCÓ A JESÚS 1. Demostró valor. Podía haberse
llevado más de una pedrada en su intento de acercarse a gentes que
no padecían su terrible enfermedad. Existía un riesgo, pero decidió
enfrentarse con él. 2. Formuló una afirmación. No acudió a Jesús a ver
si tenía suerte y recibía alivio en su dolencia. Por el contrario, afirmó
desde el principio en lo que creía. Creía que Jesús podía curarlo, pero
tenía que querer hacerlo. La respuesta de Jesús fue de una claridad
innegable. 1. Actuó movido por la compasión – un término griego que
indica que las entrañas se conmueven ante la vista de una necesidad
(v. 41). En Jesús no operó, por ejemplo, el deseo de que su acción
ganara adeptos para su grupo o de que llovieran donativos para el
santuario que se crearía en el lugar de la curación. Todo aquello
estaba muy apartado de su ánimo. Actuó porque sintió compasión
hacia aquel hombre. 2. Extendió la mano y tocó al leproso. Podía
haberlo curado con una simple orden verbal como en otras ocasiones,
pero Jesús sabía la importancia de ese contacto para un leproso.
Durante años, quizá décadas, aquel hombre no había percibido
contacto humano alguno. A lo sumo había visto las manos de sus
semejantes como un instrumento para alejarlo de su presencia o
lanzarle piedras. Ahora, Jesús lo devolvía a un mundo del que había
sido expulsado mucho tiempo atrás. 3. Respondió. Jesús habló y habló
al corazón del leproso. No gritó, no lanzó consignas, no leyó una
fórmula de un libro, no le arrojó agua bendita. Simplemente, le dijo
que quería que curara y dio la orden de que quedara limpio. Es curioso
el verbo –kazaridso– que Marcos emplea para describir esa limpieza y
el empleo que tiene a lo largo del Nuevo Testamento, pero de eso
hablaremos otro día. Continuará VALORA EL ARTÍCULO (8)
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COMENTARIOS Si quieres comentar inicia sesión o regístrate Galo
Nómez 31/03/2015 03:17 h 1 0 0 Hoy el equivalente a la lepra
sería el sida. Una enfermedad que a ciertos cristianos les provoca
repulsión -muchas veces dirigida contra quienes la padecen- debido a
su vinculación con las desviaciones sexuales, si bien todos corren el
riesgo de ser contagiados. Sería interesante que algunos creyentes
imitaran a Jesús y en vez de lanzar consignas contra la condición de
"pecadores" de los pacientes, se dedicaran a acogerlos y buscar aliviar
sus males. ESTAS EN: PROTESTANTE DIGITAL - BLOGS - La voz -
Y Jesús tocó al leproso intocable

Leer más:
http://protestantedigital.com/blogs/35751/Y_Jesus_toco_al_leproso_i
ntocable

 Con el desarrollo de la enfermedad, el leproso se convertía en un ser


repulsivo para sí mismo y para los demás. La lepra discurría por diferentes
etapas en las que poco a poco la persona iba perdiendo su aspecto humano.
Los nervios eran afectados y perdían la sensibilidad, los músculos
degeneraban, los tendones se contraían hasta el punto de dejar las manos
como garras, se producían ulceraciones crónicas en los pies y en las manos
seguidas de la progresiva pérdida de los dedos y finalmente de la mano o el
pie enteros.
 Debido a la posibilidad de contagio, el enfermo era separado de su familia y
de toda vida social. Por esta razón, habitualmente eran compañeros de los
muertos y de los endemoniados en las tumbas practicadas en las laderas de
los montes.

 Pero lo que aun era más doloroso, es que la lepra hacía a las personas
ceremonialmente impuras. En algún momento, este hombre habría sido
examinado por un sacerdote y diagnosticado como leproso. Desde entonces
estaba obligado a vivir al margen del pueblo de Dios y excluido de la vida
religiosa de Israel (Lv 13:45-46). Unido a esto estaba la terrible duda que se
generaba en el leproso de si tal vez Dios mismo lo rechazaba.

 Y al tratarse de una enfermedad incurable en esos días y que conducía por


etapas inaplazables a la muerte, se entendía que un leproso era un muerto
en vida. El sumo sacerdote Aarón lo expresó con exactitud cuando intercedió
por su hermana María: era "como un cadáver, cuya carne estaba medio
destruida" (Nm 12:12).

El leproso se acercó a Jesús

Su atrevido acercamiento al Señor, en contra de la Ley y a pesar de la


segura oposición y repugnancia de las gentes, indica que había oído o
visto bastante del poder del Salvador para despertar en él una fe viva.

(Ro 10:17) "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios."

Por otra parte, también es importante notar la actitud de Jesús.


Contrariamente a lo que habría hecho cualquier rabino de su tiempo,
Jesús no se alejó de él, sino que permitió este acercamiento, e
incluso, cuando llegó el momento, también él se acercó al leproso al
punto de tocarle para sanarle.

La actitud del leproso ante Jesús

"Rogándole; e hincada la rodilla": Se presentó ante el Señor con toda


humildad, sabiendo que nada merecía. No tenía nada que ofrecer a
cambio y por lo tanto se acogía a la gracia del Señor.

"Si quieres": No hemos de entender una falta de fe, sino la evidencia


de una actitud de humildad, de dependencia de su gracia. Tenía una
visión maravillosa del poder del Señor, pero aún no conocía su amor y
misericordia.

"Puedes limpiarme": "Limpiar" en lugar de "curar" o "sanar". Esto


indica que la lepra se veía principalmente como causa de impureza,
más que como enfermedad.
La respuesta de Jesús

"Jesús, teniendo misericordia de él": Literalmente, la traducción


debería ser "habiendo sido conmovido dentro de sí" (en sus
"entrañas"). El Señor constantemente tomaba la condición de los
afligidos como una "preocupación muy personal".

"Extendió la mano y le tocó": Una palabra suya habría bastado para


consumar el milagro, como en el caso de los diez leprosos que sanó a
distancia (Lc 17:11-19), pero, en este caso, "extendió la mano y le
tocó". Notemos que el hombre estaba arrodillado delante de Jesús,
por lo tanto, cuando dice que extendió su mano, debemos suponer
también que se inclinó hacia él. Aquí tenemos un gran contraste entre
Cristo y los rabinos. Ellos, por lo general, trataban a los leprosos con
bastante menosprecio, hasta tirándoles piedras para que se alejaran
de ellos. Pero Cristo nunca los rechazó. En este caso, el Señor
permitió que el leproso se acercara, y Él mismo lo tocó.

Fue algo verdaderamente insólito que alguien tocara a un leproso,


pues, legalmente, se hallaba después en la misma condición de
inmundicia ceremonial. ¿Por qué lo hizo el Señor?

 El contacto de la mano del divino Maestro, el primero con un ser humano


sano por mucho tiempo, fue la evidencia concreta de que en Cristo hubo no
sólo el poder sino el querer; de que no sólo era Salvador potente, sino
Amigo amante.

 Pero también porque él era el Siervo de Jehová que habría de "llevar


nuestras enfermedades" y "sufrir nuestros dolores" (Is 53:4).

"Quiero, sé limpio"

La respuesta no tardó en venir, y con palabras de poder y autoridad, a


la vez que de amor y compasión, sanó al leproso.

Y aquí hay algo completamente nuevo en lo que nos tenemos que


detener a meditar. Mientras que los sacerdotes del orden de Leví
podían examinar al leproso y declararlo limpio en el caso de que
hubiera sanado, sin embargo, de ninguna forma podían quitar su
lepra. Por otro lado, el sacerdote sólo declaraba limpio al que había
sido leproso una vez que había realizado el sacrificio correspondiente y
derramado la sangre. Todo esto nos lleva a la conclusión inevitable de
que cuando Jesús pronunció estas palabras estaba asumiendo su
propio sacrificio en la Cruz a favor de los pecadores.

El milagro
"Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel": El
endemoniado fue liberado en forma instantánea (Mr 1:26), la fiebre le
dejó a la suegra de Pedro también en forma instantánea (Mr 1:31).
Ahora, el leproso es sanado en forma inmediata.

"Y quedó limpio": Un gran médico decía que la misión de la medicina


es "algunas veces, curar; a menudo, aliviar, y siempre consolar".
Jesús, como el Médico celestial, lo hizo todo.

Eran muy pocos los casos conocidos de leprosos que hubieran sido
sanados: Naamán el sirio (2 R 5), María, hermana de Moisés (Nm
12:9-15). Pero la temible enfermedad, una verdadera muerte en vida
en aquellos tiempos, tuvo que ceder ante el Príncipe de la Vida.

No hay límites ni al poder ni al amor del Salvador. Si los hombres se


pierden nunca es porque sean demasiado malos o sucios para
salvarse, sino porque no quieren acudir a Cristo que puede salvarlos.

Una prohibición

"Le encargó rigurosamente, y le despidió luego": No es fácil, a primera


vista, entender por qué Cristo despidió con tanta insistencia, casi
vehemencia, al leproso curado, casi podríamos decir "le echó". Y
además esta "amonestación severa" para que no dijera nada a nadie.

¿Por qué le mandó esto el Señor?

 Jesús insistía mucho a aquellos a los que sanaba para que no lo divulgasen,
porque quería evitar que sus obras de misericordia se convirtieran en un
espectáculo barato. Él rehusó convertirse en un mero obrador de milagros y
no quiso aceptar la fama relacionada con sus milagros (Jn 6:26-27).

 La fama era un obstáculo para realizar el ministerio que realmente tenía


importancia. A modo de ilustración podemos recordar la ocasión en que un
grupo de creyentes europeos fueron a un país musulmán de África y se
reunieron con los hermanos perseguidos en aquel lugar, y en medio de su
visita tomaron fotos que más tarde subieron a internet. Sin darse cuenta, y
quizá actuando con buenas intenciones, crearon un serio problema a la obra
del Señor en aquel lugar y a los hermanos.

Jesús y la Ley de Moisés

"Vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés


mandó para testimonio a ellos"

Cuando el leproso sanado fue al templo, los sacerdotes seguramente


tuvieron que acudir a la ley para refrescar la memoria en cuanto a la
clase de sacrificios que debían ofrecerse cuando un leproso era
sanado, pues ya habían transcurrido varios siglos desde que algo así
había ocurrido en Israel.

Pero con todo esto, el Señor quería enseñar algunas cosas esenciales.

 Primeramente, dejó claro que él respetaba la Ley en todas sus partes hasta
que fue cumplida por el Sacrificio que él mismo realizó en la Cruz.

 Pero había otra finalidad más en este mandamiento. El Señor pretendía que
la vida social y religiosa de aquel hombre en Israel fuera completamente
restaurada, y los encargados de hacerlo eran los sacerdotes siguiendo las
instrucciones que marcaba la ley.

 Al mismo tiempo, el hecho de que el leproso sanado se presentará ante el


sacerdote para ser examinado por él, serviría para verificar que la curación
había sido verdadera (Lv 13). Y de esta forma el Señor estaba enviando un
mensaje claro a los sacerdotes acerca de quién era él. Esta era una de las
credenciales que Jesús refirió a Juan el Bautista como evidencia de que él
era el Mesías: (Mt 11:3-5) "...¿Eres tú aquel que había de venir, o
esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan
las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son
limpiados...". Con esta acción estaba manifestando que el Reino de Dios
estaba llegando a ellos.

 Pero incluso en el tipo de sacrificio que se debía ofrecer en esa ocasión había
algo único que anunciaba la obra de Cristo. A diferencia de otros sacrificios,
aquí se requerían dos animales (dos avecillas) en lugar de uno sólo. Una de
las avecillas era muerta y su sangre se derramaba sobre la avecilla que
quedaba viva. Después la avecilla viva era soltada y emprendía su vuelo al
cielo. ¡Qué hermosa ilustración de nuestro Señor Jesucristo que una vez
resucitado conservaba las marcas de su muerte, y ascendía glorioso al cielo!
¡Qué poderoso testimonio tuvo que ser para los sacerdotes cuando
escucharan de su resurrección y ascensión al cielo!

La desobediencia del leproso sanado

"Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho"

¿Por qué no obedeció al Señor después de ser sanado? ¿Llegó


realmente a presentarse al sacerdote?

Suponemos que el hombre tenía el ardiente deseo en su corazón de


contárselo a todo el mundo, y lo hizo. Seguro que mientras lo hacía
alababa al Señor por lo que había hecho con él, pero sin embargo, la
obediencia es la mejor de las alabanzas. Nuestras buenas intenciones
y deseos no justifican nuestras desobediencias. El celo no es sustituto
de la obediencia.
"Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad"

¡Qué irónico! Antes de ser sanado, Cristo podía andar por la ciudad,
pero no el leproso. Ahora que fue sanado, el leproso podía andar por
la ciudad, ¡pero no el Señor!

Y el hecho aun adquiere mayor trascendencia cuando pensamos en el


hecho de que para que el pecador pudiera ser aceptado por Dios,
Jesús mismo tuvo que exclamar en la Cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?" (Mt 27:46).

Preguntas

1. Explique cómo la lepra afectaría a nivel personal, social y espiritual


a alguien que la padeciera en los tiempos de Jesús.

2. ¿Por qué el leproso le dijo a Jesús: "si quieres puedes limpiarme"?


¿Podemos entender que no tenía fe? Razone su respuesta.

3. Explique la actitud de Jesús frente al leproso.

4. ¿Qué diferencias fundamental había entre los sacerdotes en el


templo y Jesús frente a los leprosos?

5. ¿Por qué mandó Jesús al leproso sanado que fuera al templo?

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