Este poema expresa el deseo del autor de regresar al amor y aceptación del Padre después de haberse alejado. En las primeras estrofas, el autor pide que el Padre lo traiga de regreso de un lugar lejano donde no se habla de hijos, que repita su bendición y que cure sus heridas. En las estrofas finales, el Padre acoge al hijo pródigo de vuelta con un abrazo, celebrando que haya regresado a casa.
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Este poema expresa el deseo del autor de regresar al amor y aceptación del Padre después de haberse alejado. En las primeras estrofas, el autor pide que el Padre lo traiga de regreso de un lugar lejano donde no se habla de hijos, que repita su bendición y que cure sus heridas. En las estrofas finales, el Padre acoge al hijo pródigo de vuelta con un abrazo, celebrando que haya regresado a casa.
Este poema expresa el deseo del autor de regresar al amor y aceptación del Padre después de haberse alejado. En las primeras estrofas, el autor pide que el Padre lo traiga de regreso de un lugar lejano donde no se habla de hijos, que repita su bendición y que cure sus heridas. En las estrofas finales, el Padre acoge al hijo pródigo de vuelta con un abrazo, celebrando que haya regresado a casa.
Este poema expresa el deseo del autor de regresar al amor y aceptación del Padre después de haberse alejado. En las primeras estrofas, el autor pide que el Padre lo traiga de regreso de un lugar lejano donde no se habla de hijos, que repita su bendición y que cure sus heridas. En las estrofas finales, el Padre acoge al hijo pródigo de vuelta con un abrazo, celebrando que haya regresado a casa.
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Regreso a las manos del Padre
Padre, necesito tus manos…
necesito que me traigan de un país muy lejano donde nadie habla de hijo, ni te tiende una mano. Necesito que repitan la bendición que he negado y que tu amor sea la herencia que esta vez te reclamo. Necesito que me acerquen lo que fuera he buscado, por creer que no bastaba lo que tenía a tu lado. Necesito escucharlas, diciendo: “¡Al fin, has llegado!”, curando las heridas de mis pies que han tropezado. Necesito sentirlas repasando mi pasado, olvidando las fatigas que causaran mi pecado. Necesito que me digan lo mucho que esperaron y que en silencio en mi escriban: “tu decisión respetamos”. Necesito que pidan que haya fiesta y comamos, porque mi vida, moría, y nueva Vida he encontrado. Necesito que queden para siempre tus manos, recordándome que eres: tú, mi Padre; yo, “tu amado”, y así entonces aprenda el oficio de las manos: hacer sentir “en casa” a todo pródigo hermano.
Pródigos del abrazo del Padre
Hijo, deja que te arrope con mi abrazo,
que así es como hace fiesta mi corazón hecho pedazos. Deja que entorne la puerta con el lazo de mi amor que no sujeta, sino evita los asaltos. Deja que te tenga en mi amplitud ajustado, hasta que libremente entiendas que te dejo a ti tu espacio. Deja que detenga tus palabras de acusado, y aunque no lo comprendas, ponga mi anillo en tu mano. Deja que así sea, como siempre, mi regazo, el lugar donde me cuentes de tus sueños y fracasos. Deja, pues, que pida que el ternero hoy comamos, porque de ti estabas fuera y entre mis brazos te he hallado.