Aquellos 8 Días (S. Tomás) - Santi M. Obiglio

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AQUELLOS 8 DÍAS Señor mío y Dios mío.

Aquellos 8 días, Tomás… Mientras todos tus compañeros habían visto al


Resucitado vos seguías desolado en los tiempos donde la muerte y la cruz
y el fracaso eran la última palabra. 8 días más de oscuridad que los demás
discípulos. 8 días que habrán sido una eternidad. Mientras todos creían,
porque todos habían visto y vos no. Mientras todos, con Jesus, habían
resucitado, y vos no. “¡Cuánta injusticia!” habrás murmurado
interiormente. Tal vez junto a un millar de reproches por no haber
estado, por haberte alejado del grupo, por haberte encerrado en tu
tristeza en vez de sufrir junto a tus hermanos.

Aquellos 8 días, Tomás, te habrán hecho también rumiar el testimonio de


tus hermanos. Te habrán llenado de preguntas, preguntas por la
posibilidad de que no todo termine con la cruz, te que no todo acabe en
la violencia, de que el único fin no sea el de la muerte de Dios, del
hermano, del amor. Esos 8 días de batallas, algunas ganadas, otras
perdidas.

Esos 8 días, tal vez hoy, nos contienen. Entre la cruz de una pandemia que
nos quitó tanta vida, hacia la Resurrección de una salida que la fe nos
promete posible, de una esperanza que cada día, en la escucha de tu
Palabra y en el partir del pan, nos acercamos a buscar; de una caridad que
en cada momento queremos abrazar, para hacer más amorosos estos
días…

Danos tu aguante, Tomás. Danos tu fe, tal vez no espontánea, pero sí


batallada y perseverante. Ayudános, Tomás, a prepararnos en la
alabanza, para que cuando, finalmente, llegue el Resucitado -y su triunfo
sobre el dolor de este tiempo- podamos recibirlo, reconocerlo y alabarlo:
¡Señor mío y Dios mío! Siempre mi Señor, siempre mi Dios, en la
enfermedad y en la salud, en la duda y en la fe, en la cruz y en la vida
resucitada, y en la misión que te sucedió desde aquel octavo día hasta el
último.

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