La Teoría Política de Platón y Aristóteles
La Teoría Política de Platón y Aristóteles
La Teoría Política de Platón y Aristóteles
Platón nos expone su teoría política, - que será revisada en el Político y en Las Leyes -, en
la República
El tema, - qué es la justicia -, se plantea, pues, en el libro primero, ofreciéndose diversas
soluciones, según la opinión de los hombres buenos, la de los sofistas, etc., encargándose
Sócrates, como es habitual en los diálogos platónicos , de demostrar las insuficiencias de
las definiciones de justicia aportadas. Se plantea entonces la necesidad de encontrar un
método que permita llegar a esa definición de un modo más preciso.
Sócrates recalca la necesidad de que la virtud, en este caso la justicia, sea común al hombre
y a la ciudad; podríamos buscarla por lo tanto en uno y en otra; pero dada la mayor magnitud
de la ciudad deberá estar la justicia inscrita en ella con caracteres más gruesos que en el
individuo y, por lo tanto, más fáciles de encontrar.
Pero como no hay ninguna ciudad conocida de la que realmente podamos decir que es
justa, Sócrates propone la creación de una ciudad ideal: siendo una sociedad perfecta no
podrá carecer de ninguna perfección y deberemos encontrar en ella la justicia.
La sociedad ideal
¿Cómo tendría que ser una sociedad ideal? Dado que la sociedad debe existir para
satisfacer las necesidades de los hombres, y que éstos no son independientes unos de
otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer fin que debe garantizar toda sociedad
es un fin económico. Los hombres tienen diferentes capacidades y habilidades, siendo
preferible que cada uno desarrolle las que posee por naturaleza, lo que introduce la división
del trabajo en la organización de la sociedad. En una ciudad ideal deberán existir, por lo
tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores, herreros, etc., de modo
que todas las necesidades básicas que de garantizadas, posee una ciudad ideal no puede
faltar de nada.
Sin embargo, continúa Sócrates, una sociedad que sólo atendiera las necesidades
materiales básicas sería una sociedad demasiado dura, pues el hombre necesita también
satisfacer otras tendencias de su naturaleza relacionadas con el arte, la poesía, la diversión
en general, etc.. El fin de la ciudad, que comienza siendo estrictamente económico, no se
limita a la producción de bienes, sino que se encamina más bien a hacer posible una vida
feliz para el hombre.
A medida que la sociedad aumenta en número de ciudadanos, los recursos necesitan ser
ampliados, lo que puede dar lugar a la conquista de territorios vecinos para satisfacer las
necesidades de todos, conduciendo a la guerra; pero si seguimos el mismo principio de
división del trabajo tendrá que haber especialistas en la guerra, que sean los encargados
exclusivamente de las actividades bélicas, a los que Sócrates llamará guardianes de la
ciudad.
Falta todavía, pues, algo en esta ciudad ideal: determinar quiénes serán los encargados de
gobernarla. A la clase de los artesanos y de los guardianes hemos de añadir una tercera
clase, la de los gobernantes. Éstos serán elegidos de entre los mejores de los guardianes,
que serán llamados desde entonces "auxiliares", reservando el término de guardianes para
la clase de los gobernantes.
Ética
Al igual que ocurre con los otros aspectos de su filosofía la ética no es objeto de un tratado
específico en el que se aborde el tema sistemáticamente. El hecho de que muchos de los
diálogos platónicos comiencen con alguna interrogación acerca de la virtud en general, o
de determinadas virtudes en particular, muestra claramente, sin embargo, que el interés por
el análisis del comportamiento humano no es algo accidental en Platón. Como hemos visto
en su concepción de la ciudad ideal, el objetivo de la vida del hombre no puede reducirse a
la satisfacción de sus necesidades materiales; más allá de éstas, el hombre debe ser objeto
de un desarrollo completo de su personalidad, de acuerdo con las partes más elevadas de
su alma, la irascible y la racional, con el fin de alcanzar una felicidad identificada con la
armonía de su vida.
Justicia y ética
Si la justicia en la ciudad reside en que cada clase social haga lo que debe hacer, la justicia
en el hombre residirá también en que cada parte del alma haga lo que debe. Ello implica
que la vida buena para el hombre es una vida en la que se atiendan las necesidades
"materiales" y "espirituales". Como vimos anteriormente la idea de que el hombre debe dar
las espaldas a todo lo que signifique materia o tenga algo que ver con la corporeidad,
defendida en el Fedón, no será mantenida en los diálogos posteriores, en los que el alma
deja de ser considerada como una entidad simple y enfrentada al cuerpo, y pasa a ser
considerada como una entidad en la que podemos distinguir tres partes diferenciadas que
permiten explicar, entre otras cosas, los conflictos psicológicos de la vida del hombre, las
distintas tendencias que configuran su naturaleza. El conocimiento y la satisfacción de las
necesidades intelectuales deben ir acompañados de salud, moderación en el disfrute de los
bienes materiales, etc., lo que pone de manifiesto hasta qué punto la idea de que Platón
rechaza de un modo absoluto lo corporal es injustificada. En el Banquete, por ejemplo,
podemos observar cómo a través del Eros Platón concibe el ascenso hacia las Ideas
partiendo del amor a la belleza que observamos en las cosas sensibles, luego a la belleza
en el ser humano, hasta alcanzar la contemplación de la Belleza en sí, que se identifica con
el Bien del que nos habla en la República y que representaría el grado superior de
conocimiento.
El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica de la
virtud. Pero ¿qué es la virtud?. Platón acepta fundamentalmente la identificación socrática
entre virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone una perversión de la naturaleza
humana; por su propia naturaleza el hombre busca el bien para sí, pero si desconoce el
bien puede tomar como bueno, erróneamente, cualquier cosa y, en consecuencia, actuar
incorrectamente; la falta de virtud es equivalente, pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce
la Idea de Bien puede actuar correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos
dice Platón en la República, al terminar la exposición y análisis del mito de la caverna.
Cuando alguien elige una actuación que es manifiestamente mala lo hace, según Platón,
creyendo que el tipo de conducta elegida es buena, ya que nadie opta por el mal a
sabiendas y adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia, la capacidad de
reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los medios de que dispone
para alcanzarlo. La dependencia con respecto al intelectualismo socrático es clara en la
reflexión ética de Platón.
En la República nos habla Platón de cuatro virtudes principales: la sabiduría, el coraje o
fortaleza de ánimo, la templanza y la justicia. Como hemos visto, establece una
correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas partes del alma y las clases
sociales de la ciudad ideal. La parte más elevada del alma, la parte racional, posee como
virtud propia la sabiduría; pero la justicia, la virtud general que consiste en que cada parte
del alma cumpla su propia la función, estableciendo la correspondiente armonía en el
hombre, impone los límites o la proporción en que cada una de las virtudes ha de
desarrollarse en el hombre. El hecho de que Platón tenga una concepción absoluta del Bien
hace que la función de la parte racional del alma siga siendo fundamental en la organización
de la vida práctica del hombre, de su vida moral.
Más que el diseño de lo que debería ser una sociedad perfecta o justa, lo que le interesa a
Aristóteles es determinar las características del espacio social en el que se ha de desarrollar
la vida del hombre.
Respecto al origen y constitución de la sociedad mantendrá, al igual que Platón, la teoría
de la "sociabilidad natural" del hombre. El hombre es un animal social (zóon politikon), es
decir, un ser que necesita de los otros de su especie para sobrevivir; no es posible pensar
que el individuo sea anterior a la sociedad, que la sociedad sea el resultado de una
convención establecida entre individuos que vivían independientemente unos de otros en
estado natural: "La ciudad es asimismo por naturaleza anterior a la familia y a cada uno de
nosotros". El todo, argumenta Aristóteles, es anterior a las partes; destruido lo corporal, nos
dice, no habrá "ni pie ni mano a no ser en sentido equívoco"; el ejemplo que toma como
referencia sugiere una interpretación organicista de lo social, en la que se recalca la
dependencia del individuo con respecto a la sociedad.
Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el individuo
no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con él todo político en la misma
relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. El que sea incapaz de entrar
en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella,
no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios. (Aristóteles, Política, libro
1,1)
El núcleo originario de la comunidad social o política es la familia. Las necesidades
naturales de los hombres, las necesidades reproductivas que llevan al apareamiento, por
ejemplo, llevan a la configuración de este pequeño grupo social que será la base de
organizaciones más amplias como la aldea y la ciudad: "La familia es así la comunidad
establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días". Las pequeñas
asociaciones de grupos familiares dan lugar a surgimiento de la aldea; y la asociación de
aldeas da lugar a la constitución de la ciudad: "de aquí que toda ciudad exista por
naturaleza, no de otro modo que las primeras comunidades, puesto que es ella el fin de las
demás". Aristóteles utiliza también el argumento del lenguaje para reforzar su interpretación
de la sociabilidad natural del hombre: a diferencia de otros animales el hombre dispone del
lenguaje, un instrumento de comunicación, por ejemplo, que requiere necesariamente del
otro para poder ejercitarse; sería absurdo que la naturaleza nos hubiera dotado de algo
superfluo; y sería difícilmente explicable el fenómeno lingüístico si partiéramos de la
concepción de la anterioridad del individuo respecto a la sociedad.
El por qué sea el hombre un animal político, más aún que las abejas y todo otro animal
gregario, es evidente. La naturaleza - según hemos dicho - no hace nada en vano; ahora
bien, el hombre es entre los animales el único que tiene palabra. (Aristóteles, Política, libro
1, 1)
Aristóteles, como Platón, considera que el fin de la sociedad y del Estado es garantizar el
bien supremo de los hombres, su vida moral e intelectual; la realización de la vida moral
tiene lugar en la sociedad, por lo que el fin de la sociedad, y del Estado por consiguiente,
ha de ser garantizarla. De ahí que tanto uno como otro consideren injusto todo Estado que
se olvide de este fin supremo y que vele más por sus propios intereses que por los de la
sociedad en su conjunto. De ahí también la necesidad de que un Estado sea capaz de
establecer leyes justas, es decir, leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin.
Las relaciones que se establecen entre los individuos en una sociedad son, pues, relaciones
naturales. Aristóteles estudia esas "leyes" de las relaciones entre los individuos tanto en la
comunidad doméstica, la familia, como en el conjunto de la sociedad, deteniéndose también
en el análisis de la actividad económica familiar, del comercio y del dinero.
Así, respecto a la comunidad doméstica, considera naturales las relaciones hombre-mujer,
padres-hijos y amo-esclavos; de esa naturalidad se deduce la preeminencia del hombre
sobre la mujer en el seno de la familia, la de los padres sobre los hijos y la del amo sobre
los esclavos; en este sentido no hace más que reflejar las condiciones reales de la sociedad
ateniense de la época, limitándose a sancionarla, apoyándose en una elaboración teórica
de carácter esencialista, hoy ya completamente obsoleta: resulta inadmisible en la
actualidad la consideración de la esclavitud como un estado natural de algunos hombres,
tanto como la consideración negativa y subsidiaria de la mujer. Respecto a la actividad
económica considera que hay una forma natural de enriquecimiento derivada de las
actividades tradicionales de pastoreo, pesca, caza y agricultura, estableciendo sus dudas
acerca de que sea una actividad natural el trueque, a menos que sea para satisfacer una
necesidad. El uso del dinero como forma de enriquecimiento es considerado "no natural",
criticando especialmente el aumento del dinero mediante el préstamo con interés.
En el estudio de las diversas Constituciones de las ciudades-estado de su época nos
propone una teoría de las formas de gobierno basada en una clasificación que toma como
referencia si el gobierno procura el interés común o busca su propio interés. Cada una de
estas clases se divide a su vez en tres formas de gobierno, o tres tipos de constitución: las
buenas constituciones y las malas o desviadas. Las consideradas buenas formas de
gobierno son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia (Politeia); las consideradas
malas, y que representan la degeneración de aquellas son la Tiranía, la Oligarquía y la
Democracia extrema o (Demagogia). La Monarquía, el gobierno del más noble con la
aceptación del pueblo y el respeto de las leyes, se opone a la Tiranía, donde uno se hace
con el poder violentamente y gobierna sin respetar las leyes; La Aristocracia, el gobierno
de los mejores y de mejor linaje, se opone a la Oligarquía, el gobierno de los más ricos; La
Democracia o Politeia, el gobierno de todos según las leyes establecidas, se opone a la
Demagogia, el gobierno de todos sin respeto de las leyes, donde prevalece la demagogia
sobre el interés común.