El Colibri Como Simbolo de La Sexualidad
El Colibri Como Simbolo de La Sexualidad
El Colibri Como Simbolo de La Sexualidad
Resumen: El artículo estudia al colibrí como símbolo de la masculinidad entre los antiguos
nahuas a partir de varios ejes de investigación: 1) Quetzalcoatl como mentor del autosacrificio
muestra a los hombres que la sangre proveniente del pene posee la fuerza fecundadora masculina;
en tanto, el dios disfrazado de colibrí estaría indicando dicha potencia; 2) Huitzilopochtli
como colibrí encarnaba el alma de los guerreros muertos en el campo de batalla. Por ello,
en el pensamiento nahua estas aves eran los pares opuestos y complementarios de las mujeres
muertas en parto. Esta idea tiene su origen en el paralelismo de la guerra con el proceso de parto
y muerte por parto; 3) El colibrí libando a la flor es una expresión metafórica para el acto sexual.
La flor es la representación de la sexualidad femenina debido a que sus pétalos simbolizan la vulva,
en tanto, el colibrí es símbolo de la sexualidad masculina y, específicamente, del pene; 4) El uso
del ave como amuleto para el cortejo durante la época colonial y siglos posteriores puede deberse
a su vínculo con el sol como potencia masculina. Así, el ave es el aspecto fecundante del sol.
1 La elaboración de este artículo fue posible gracias al apoyo que me otorgó la Coordinación de Huma-
nidades de la UNAM, en el marco del programa de Becas Posdoctorales en la UNAM. Deseo agradecer
a Guilhem Olivier sus puntuales sugerencias a la versión preliminar de este texto. Mucho agradezco los co-
mentarios de los dictaminadores anónimos que ayudaron a mejorar la versión final del presente trabajo.
Hay una avecitas en esta tierra que son muy pequenitas, que parecen más moscardo-
nes que aves. Hay muchas maneras dellas. Tienen el pico chiquito, negro y delgadito,
así como aguja […] Come o mantiénese del rocío de las flores, como las abejas. Es
muy ligero; voela como saeta. Es de color pardillo. Renuévase cada año, en el tiempo
del invierno: coélganse de los árboles por el pico; allí colgados se secan y se les caye
la pluma; cuando el árbol torna a reverdecer, él torna a revivir, y tórnale a nacer la plu-
ma; y cuando comienza a tronar para lluver, entonces despierta y se voele y resucitan.
2 Greenewalt ha señalado (1960: 11) que el padre Bernabé Cobo escribió en 1653 en su Historia del Nue-
vo Mundo que el despertar de los colibríes era usado como una evidencia por los jesuitas mexicanos en su
explicación del misterio de la Resurrección a los Indios. En este mismo sentido, el hecho de que Huitzilo-
pochtli nació sin la intervención de un padre establece un paralelismo con Jesucristo, lo cual también fue
empleado por los frailes durante la evangelización.
EL AUTOSACRIFICIO Y QUETZALCOATL
Debido a la forma de su pico, esta ave fue la imagen de las espinas sacrificiales (Hunt
1977: 69). Un colibrí está esculpido en un punzón olmeca de jadeíta (Fig. 1). Las plumas,
las alas y la cola del pájaro están incisas sobre la piedra cilíndrica. El pico del ave es re-
presentado en la larga punta del punzón. Este artefacto utilizado para el autosacrificio
ilustra la relación del colibrí con este rito.
Fig. 1 Perforador de jadeíta con un colibrí inciso en la superficie. © Dumbarton Oaks, Pre-Columbian
Collection, Washington, DC. Cortesía de Dumbarton Oaks.
Fig. 2 Ocho aspectos de Quetzalcoatl extraen corazones del cuerpo del dios
Nanahuatzin. El noveno Quetzalcoatl se presenta vestido en traje de colibrí y extrae
sangre del corazón central. Códice Borgia (1976: lám. 40).
librí, él se muestra en esta postura a diferencia de los otros ocho que están agachados.
Con su cuchillo abre el corazón que se encuentra dentro del disco solar, lo cual difiere
con la extracción de corazón que llevan a cabo los otros personajes.
Comparten los conceptos de renacimiento y sexualidad tanto el colibrí como el dios
Xolotl Nanahuatzin. Aguirre Beltrán explica que “Xolotl Nanahuatzin, el mellizo sifi lí-
tico, que según los viejos anales se arrojó al fuego para convertirse en Sol y al que se re-
presenta con manos y pies contrahechos, úlceras y escurrimiento en los ojos” (1992: 50),
a quien cometía excesos sexuales le mandaba bubas.
El síntoma del “mal de bubas”, nanahuatl, era el crecimiento e inflamación de los gan-
glios, particularmente los de las ingles, lo cual es indicador de padecimientos como la sí-
filis (Viesca 2008: 48). De hecho, se creía que el colibrí tenía un efecto preventivo sobre
esta enfermedad: “el que los come nunca tendrá bubas”, pero si se abusaba del ave como
alimento causaba esterilidad (Sahagún 2002 III: 1005; Seler 1980 II: 55).
Ahora bien, al centro de la lámina 44 del Borgia (Fig. 3) se encuentra la diosa Xochi-
quetzal acostada de espaldas. Tiene un disco con rayos sobre su abdomen, el cual se en-
cuentra rodeado por un círculo de color rojo que remata en chalchihuites blancos. Dentro
del disco se encuentra un corazón del que nace una planta multicolor cuyas ramas terminan
en flores, sobre esta posa Quetzalcoatl disfrazado de colibrí (Fig. 4). En la parte superior
baja un murciélago en un río de sangre que tiene flores y chalchihuites. El animal carga
un corazón y es rodeado por cuatro colibríes que buscan chuparlo. De acuerdo con Seler
(1980 II: 55) la lámina podría simbolizar el renacimiento del dios. Anders, Jansen y Re-
yes (1993: 234, n. 20) y Boone (2007: 204) equiparan este episodio con el mito registrado
en el Códice Magliabechiano (1970: f. 61v) sobre la creación de las flores3. En este se relata
que el semen, producto de la masturbación de Quetzalcoatl, se transformó en un mur-
ciélago encargado de cortar un pedazo de la vulva de la diosa Xochiquetzal. Los dioses
lavaron esta porción y de ella nacieron las flores apestosas. Luego, el animal llevó estas
flores al Mictlan y las lavó otra vez, y de esta agua salieron flores olorosas.
Graulich (1990: 205) y Baquedano y Graulich (1993: 169-170) interpretan este relato
como los orígenes de la menstruación, pues el murciélago arranca una parte de la vulva
de Xochiquetzal; y basándose en Alain Ichon (1973), comparan el menstruo con las flo-
res. De hecho, iconográficamente existe un fuerte vínculo entre la sangre y las flores.
La sangre se llamaba también chalchihuatl, “agua preciosa”, con este nombre se enfatizaba
su gran aprecio. En las representaciones de la sangre que encontramos en los códices el fluido
sanguíneo termina con círculos de color verde (chalchihuites), los cuales indican la precio-
sidad de la misma (Batalla 1994: 48). En otras ocasiones, en lugar de chalchihuites, los cho-
rros de sangre terminan en flores, así la lectura iconográfica se mantiene (Batalla 1994: 49).
Debido a que la sangre era el alimento predilecto de los dioses se le representaba
de manera gráfica como una piedra preciosa o como una flor. Volviendo al mito, se ob-
serva una equivalencia entre las flores y la sangre: las flores apestosas son el menstruo;
en tanto, las flores olorosas considero que remiten a lo bello de la sexualidad femeni-
na. Esta última connotación –flores-sexualidad femenina– será abordada más adelante.
En el relato se advierte el poder genésico del semen, como en otros registros en don-
de destacan las propiedades fecundantes de otros fluidos del miembro varonil como
la orina y la sangre proveniente del pene, los cuales constituyen equivalencias simbóli-
cas del líquido seminal. Ejemplo del primero lo encontramos en un bajorrelieve del edi-
ficio de Las Columnas de El Tajín, en el cual está representado un personaje orinando
sobre una planta que ha florecido al ser regada por el orín (Ladrón de Guevara 2006: 61);
y del segundo, en el dintel 17 del edificio 21 de Yaxchilán (Miller y Martin 2004: 106).
Cabe destacar la profusión de elementos genésicos en esta segunda lámina: flores, co-
libríes, sangre, chalchihuites. Debido a esto, estamos ante un pasaje que representa tanto
la fecundidad femenina como la masculina, a saber, la potencia genésica de las mujeres
simbolizada en la sangre menstrual, y la potencia fertilizadora varonil encarnada en los co-
libríes y en el mismo dios Quetzalcoatl. Esta idea la encuentro nuevamente en la representa-
ción del ciclo de Quetzalcoatl4 en los códices Tudela (2002: láms. 42r, 43r), Magliabechiano
(1970: láms. 61r-62r) e Ixtlilxochitl (1996: láms. 103r-103v). En sus láminas se observa que
del tocado del dios sobresale un hueso del que penden unas bolas de plumón y al final se
encuentra una flor5. Un colibrí inserta su pico en ella, expresión pictórica para el coito6.
El colibrí tiene una presencia importante en la religión mexica y está vinculado con su
dios tutelar y su identidad más preciada: la guerra. No es fortuito que 16 esqueletos de co-
libríes fueran encontrados en el lado sur del Templo Mayor, los cuales formaron parte
de una ofrenda preparada para el dios de la guerra (Boletín del INAH, 28.11.2008). Como
señalé al inicio, Huitzilopochtli era la imagen del sol del sur, es decir, del astro durante
su periodo ascendente (del sur al norte) que corresponde con el equinoccio de primave-
ra y el solsticio de verano en el hemisferio norte, así el dios y su nahual, el colibrí, esta-
ban vinculados con estas dos estaciones (Hunt 1977: 61).
De acuerdo con Limón y Battcock (2013: 175), el colibrí representó al dios solar en la tie-
rra, mientras que el águila era la imagen del sol en el cielo y el zopilote su expresión en el in-
framundo. Igualmente, entre los mayas el ave era una manifestación del sol en la tierra
e imagen de los guerreros muertos, así como de los sacrificados (Libro de Chilam Balam
de Chumayel 1980: 245; Cantares de Dzitbalché 1980: 357; Garza 1995: 59).
7 Los colibríes presentan una gran diversidad de especies en México. En este país existen entre 57 a 65 es-
pecies de estas aves (Torres y Navarro 2000: 5).
8 De acuerdo con Castañeda (2009: 87), el Códice Azcatitlan es un documento que probablemente se elaboró en la se-
gunda mitad del siglo XVII y, por tanto, debe tomarse con reservas. Sin embargo, en la primera parte de la pere-
grinación su contenido se encuentra estrechamente emparentado con la Tira de la Peregrinación, el Códice Au-
bin, la Crónica Mexicayotl, la Tercera relación de Chimalpahin y Torquemada (Códice Azcatitlan 1995: 43-44, n. 9).
9 Auh in aoc qujximati in cexiuh, in oxiuh in çan cemanquj in jnnecujltonol, in jnnetlamachtli, in qujchi-
china nepapan xuchitl, in aiectli in paqujlizxuchitl, in ahaujalizxuchitl, in jpan mjctiuj, in qujcolitiuj in te-
pilhoan in queleujtiuj (CF VI: 13).
Fig. 6 Coito metafórico entre un colibrí y una mujer muerta de primer parto. Códice Laud (1966: lám. 30).
por la boca y se volvía bizco (CF I: 19, 72; IV: 81). En contraste, los varones regresaban
a la Tierra como colibríes y mariposas para libar el néctar de las flores, como se expuso
anteriormente (CF III: 49).
Este pensamiento se resume en la lámina 30 del Códice Laud (Fig. 6)10. En ella se
observa a un colibrí que desciende y toca la boca de una mujer embarazada. La mujer
está sentada en un atado de leña, como respaldo tiene una piedra de sacrificio (techcatl).
Los techcatl tenían en general la forma de un cubo, un cono trunco o de un pilar. En va-
rias ocasiones aparecen “adornados con un lazo de papel de amate que era el papel de sa-
crificio, de ofrenda” (Beyer 1918: 41; Fig. 7).
Fig. 7 Techcatl representados en la Tira de la Peregrinación (2007: lám. XVII, detalle) y Códice Borgia
(1976: láms. 15, 26, 33, detalles). Dibujo de Miriam López.
10 Brotherston interpreta esta lámina como parte de una serie de ocho divididas en dos grupos las cuales
refieren al nacimiento. El primer grupo abarca las láminas 25 a 28 y su secuencia es mala. Las pinturas son
interpretadas como una concepción fallida y estéril. El segundo grupo incluye las láminas 29 a 32 y el ciclo
es bueno. El conjunto es descrito en los siguientes términos “el poder de Mictlantecutli se ve atemperado
por el de la Mujer Tejedora, que sostiene la hebra de la vida […] Aquí la mujer logra de inmediato portar
al niño [lám. 29], y su vientre redondo es besado por el colibrí dorado, que reduce los dolores del par-
to [lám. 30]; el cordón umbilical no está enroscado, y la placenta es enterrada adecuadamente [lám. 31],
el amamantamiento no excluye la excitación sexual […], y a la madre y al niño se les llevan como ofrendas
leña y comida [lám. 32]” (1997: 104-106).
11 Comunicación personal de Guilhem Olivier, 23 de agosto de 2013.
Corona Núñez (Códice Laud 1964: 376) la describe como una mujer que murió de par-
to y la equipara justamente con los guerreros que murieron en batalla. Anders y Jansen
(1994: 167) destacan la imagen de Mictlantecuhtli, quien muestra su poder sobre el embarazo.
Por todo lo anterior, puede decirse que en la escena se representa a una mujer muer-
ta de primer parto que se convertirá en mocihuaquetzqui. Su estado de preñez, el colibrí
como símbolo bélico, el atado de leña, la piedra sacrificial, su peinado y el dios Mictlan-
tecuhtli que acompaña el cuadro confirman esta identificación. A la par, considero que
muestra los modelos sexuales masculinos y femeninos como contrapartes de una misma
idea: las mujeres muertas de parto son lo mismo que los guerreros muertos en el campo
de batalla. Además, la imagen ilustra de manera bella un coito metafórico entre el coli-
brí y la mujer.
COLIBRÍ, CHUPA-FLOR
El acto de libar la miel de las flores realizado por el colibrí simboliza la unión sexual.
En otros registros, la flor también es símbolo de la sexualidad femenina. Recordemos
que de la vulva de Xochiquetzal nacieron las flores (Códice Magliabechiano 1970: f. 61v;
Códice Ixtlilxochitl 1996: f. 103v). También se utiliza la alegoría de las flores para indicar
una transgresión sexual (Códice Telleriano-Remensis 1964: XXII, f. 18v; Códice Vatica-
no A 1964: XLIII, f. 27v).
La flor es representación de la sexualidad femenina debido a que sus pétalos simbo-
lizan la vulva, vulva que es penetrada por el colibrí, símbolo de la sexualidad masculina.
El ave es el complemento del concepto de la flor, aunque también la mariposa es contra-
parte de la flor, tanto el colibrí como la mariposa posan sobre la flor abierta y chupan su
miel. En los códices del denominado Grupo Magliabechiano (Códice Tudela 2002: ff. 35r,
42r, 43r; Códice Magliabechiano 1970: ff. 53r, 61r, 62r; Códice Ixtlilxochitl 1996: ff. 103r, 103v)
se ilustra al colibrí colgando de una corola abierta en la que introduce su pico (cf. Seler
1980 II: 76), como mencioné anteriormente.
La diosa de las flores, de la sexualidad y del amor era Xochiquetzal. Fue ella quien
tuvo el primer acto sexual y el primer parto (Quezada 1996: 28]. Muñoz Camargo nos
dice que era la “diosa del bien querer” (1998: 166). En el mito existen diversas historias que
la vinculan con las relaciones ilícitas (cf. Durán 2002 II: 23; Ruiz de Alarcón 1987: 221).
En otro contexto, las imágenes de las prostitutas son sugerentes respecto al vínculo
en el imaginario indígena de las flores con la sexualidad. En el Códice Florentino ellas son
representadas con un ramillete de flores en la mano y el adorno de su huipilli también
se encuentra compuesto de flores (cf. Sahagún 1979 III: f. 39v). Sin duda, las ahuianime
eran en el pensamiento nahua el sector más fuertemente relacionado con la sexualidad.
Algunas flores estaban claramente asociadas con lo sexual. De acuerdo con Torque-
mada (1975 III: 129), estas se utilizaban para conseguir “su mal deseo carnal” con la per-
sona que les agradaba. Igualmente en el Códice Carolino (1967: 38) se menciona esta
utilidad. El texto dice que Moctezuma Xocoyotzin se ungía con el perfume de la poyo-
matli cuando danzaba en público para conquistar a las mujeres que presenciaban el bai-
le. Esta misma flor se menciona en los textos de las prostitutas como un recurso para
atraer a los hombres (López Austin 1996 I: 349).
Los escritos del siglo XVI refieren la existencia de flores a las que, en la creencia po-
pular, se les atribuían poderes para causar algunas enfermedades en los órganos sexuales.
Por ejemplo, la cuetlaxochitl (Euphorbia pulcherrima) en el caso de las mujeres y la omixo-
chitl (Polyanthes tuberosa) en el caso de los varones (cf. Sahagún 1969: 65). Finalmente,
tenemos a la teccizuacalxochitl o tetlaxincaxochitl, “flor adulterina”, de la que se cuenta
que las concubinas de Moctezuma la utilizaban a manera de “miembro viril para pro-
curarse el placer sexual contra las leyes naturales y por falta de varón” (CF XI: 209; Her-
nández 1959 I: 390).
Ahora bien, he expuesto algunos ejemplos que aclaran las connotaciones de las flores
en relación con la sexualidad, por una parte transgresora, y por otra, refuerzan la idea
de que la sexualidad es algo bello y placentero. En la poesía se compara a las mujeres
y su sexualidad con las flores: “Tú, madre, oh mujer dulce y sabrosa, preciosa flor perfu-
mada” (tinan oo huelica cihuatl cacahuaizquixochitl; Garibay 2000 I: 17). El verso alude
a la disposición de la mujer interpelada, a dar placer a quien se lo solicita. Las prostitutas
eran nombradas en algunas ocasiones como “mujer de amores” o “mujer que da placer”
(cf. Pomar 2000: 183; Relaciones geográficas del siglo XVI: México 1986: 215).
Como he mencionado, el colibrí era la contraparte masculina de la flor. Estas aves
eran los teyolia de los guerreros muertos en el campo de batalla. En el par de opuestos
guerra-sexualidad, el colibrí corresponde al primer concepto y la flor al segundo. Los dio-
ses relacionados con esta idea son Huitzilopochtli y Xochiquetzal.
Michel Graulich (2001) y Patrick Saurin (2002) advirtieron que la fiesta de Atamal-
cualiztli, llevada a cabo cada ocho años, era una reactualización de la unión de Xochi-
quetzal con Piltzintecuhtli y el posterior nacimiento de Cinteotl (Hystoyre du Mechique
2002: 155). Esta celebración en los Primeros Memoriales (Sahagún 1997: f. 254r) ha sido
vinculada con una descripción de una danza provista por fray Diego Durán (2002 II: 200).
En esta se narra que el baile se llevaba a cabo en el altar principal del templo de Huitzi-
lopochtli, en el que se hacía una casa de flores y se elaboraban unos árboles a mano lle-
nos de flores olorosas adonde sentaban a la diosa Xochiquetzal.
Unos jóvenes bailaban disfrazados como pájaros y mariposas que escalaban los ár-
boles y chupaban el néctar de las flores. Más adelante, salían unos dioses que con sus
cerbatanas tiraban a los pájaros (a los hombres disfrazados) que andaban en los árboles.
Luego los sentaban junto a la diosa.
Los Primeros Memoriales muestran a la diosa tejiendo, su telar está atado a un árbol
florido lleno de pájaros. Un grupo de dioses se aproxima encabezado por Tezcatlipoca.
En la descripción se dice que los participantes están vestidos como pájaros y mariposas,
pero también como otros insectos (cf. Graulich 2001: 361). De esta manera, vemos cómo
en la descripción de la fiesta y en la lámina abundan flores, pájaros y, probablemente, se
representa la unión de los dioses.
De la Garza (1995: 59) relaciona el nombre dado al colibrí en los Libros del Chilam Ba-
lam (Pizlimtec o Piltec) con Piltzintecuhtli, el Sol joven entre los nahuas. El dios llamado
Pizlimtec se dice que era el padre del propio Sol de la época actual. Narra el libro de Chu-
mayel respecto a la profecía para un Katún 11 Ahau:
SEXUALIDAD Y AMOR
Noemí Quezada (1996: 97, 100) encuentra en 1650 la primera denuncia contra una india
que conocía las propiedades del huitzitzilin. Los indígenas eran quienes tenían el con-
trol de la producción y distribución de los colibríes como objetos mágicos, pero todos
los grupos coloniales conocían la práctica y la usaban: español, mestizo, mulato y negro.
La utilización del ave seguía instrucciones precisas: se escogía el sexo del ave contra-
rio al de la persona que realizaba la consulta. Así, para una mujer se ocupaba un macho
y para un hombre una hembra. En su preparación se utilizaba sal, pero se cuidaba de no
estropear sus plumas que eran lo más preciado del animal. Después de disecarlo le co-
locaban en el pecho hierbas mágicas y lo envolvían con hilo de seda de todos los colores.
Terminaban el adorno con perlas, corales y otras piedras. Su uso más frecuente era ha-
cerlo un amuleto envuelto en una tela o bolsa. Los nidos y los huevos del pájaro también
se consideraban cargados con virtudes mágicas (Quezada 1996: 101-102).
Las mujeres solían colgárselo en el pecho. Quezada (1996: 102, nota 98) considera que
ello podía evocar el mito del nacimiento de Huitzilopochtli, cuando su madre Coatlicue
se puso en el seno un plumón y quedó preñada con tal hecho. En tanto, Thompson (1975:
444) señala que el plumón en el embarazo de Coatlicue bien pudo haber estado además
constituido por plumas de colibrí, en el contexto de los mitos actuales.
Braakhuis (2001, 2005) fue el primero en destacar un conjunto de narraciones de gran
antigüedad y ampliamente difundidas en Mesoamérica que relatan la historia de un hom-
bre que se transforma en colibrí para seducir a una joven en contra de la voluntad de su
padre o su madre. Después de varios incidentes surge de su unión el maíz o el sol y la luna.
A este grupo de episodios los denominó “mitos del colibrí”.
Los mopanes de Belice narran que el Señor Kin, con el fin de poseer a una joven,
le pidió a un colibrí su piel. Una vez transformado fue a la casa de la joven, el abue-
lo de la muchacha gruñó y el ave cayó al suelo. La mujer lo recogió y lo revivió al darle
chocolate y maíz. Esa noche lo llevó a su recámara. Al despertar, encontró a un hombre
con ella (cf. Thompson 1930: 129).
Los kekchíes relatan que el sol para impresionar a una mujer de la que estaba enamora-
do se convirtió en colibrí. El abuelo de la joven le disparó con su cerbatana. Ella se lo llevó
a su habitación donde se reanimó. En la noche volvió a tomar figura humana y la per-
suadió de que se fugara con él. Después, ella fue la luna (cf. Thompson 1975: 435-436).
Por su parte, los cakchiqueles dicen que el anciano Mataktaní tenía dos hijas. Una
de ellas capturó un colibrí que adquirió figura humana y se volvió su amante. Todas
las noches, al ponerse el sol, iba a estar con ella. El padre los oyó platicar, pero ella negó
que tuviera un hombre en su cuarto. Thompson (1975: 438) destaca que no se menciona
que sea el sol, pero puede ser inferido a partir del dato de que él se une a la muchacha
después de la puesta de sol, al acabar su jornada.
Un episodio nahua de la Sierra Norte de Puebla indica que un colibrí picó a una niña
tzitzimitl, pero en lugar de embarazarla, tomó un poco de su sangre, la mezcló con la suya
y la puso en un lugar cercano a un manantial. Allí creció una planta que produjo una
fruta que tenía sangre. Una pareja vieja de tsitsimimej cortó la fruta y la arrojó al agua,
donde después encontraron a un bebé Sentiopil, el hijo del maíz (cf. Pury-Toumi 1997:
148; Segre 1990: 173-174). Chinchilla (2010: 52) destaca que el chupar la sangre de la niña
es un hábito alimenticio propio de los mosquitos más que de los colibríes. De esta ma-
nera, el colibrí en algunas versiones es intercambiable con el mosquito. El mismo autor
(2010: 52-55) observa que episodios con esta variante se encuentran en vasos pintados
del Clásico Maya (K7433, K1339), donde se muestra cómo el insecto pica el busto de una
muchacha.
En la gran mayoría de los relatos el pájaro retomó su forma humana en la noche,
pero la relación sexual rara vez es mencionada. En algunas crónicas se indica que, para
calmar al inquieto pájaro o para revivirlo, la joven lo puso dentro de su blusa, entre sus
senos, y, en consecuencia, quedó embarazada. En la versión mixe de Oaxaca se dice que
el travieso pájaro picó el pezón de la muchacha, con lo cual la preñó (cf. Miller 1956: 76).
De la unión del colibrí con la mujer nacieron el sol y la luna.
En la región del Soconusco, Chiapas, se cuenta que Dios le propuso matrimonio
a una bella niña, pero fue rechazado. Él volvió transformado en un pájaro, pero la niña
le pegó con un palo. Al darse cuenta de que lo había matado buscó revivirlo poniéndose-
lo en el pecho, entonces el pájaro le mordió los pezones, con lo cual quedó embarazada.
Sus hijos fueron unos gemelos que se convirtieron en el sol y la luna (cf. Navarrete 1966).
En esta región se encontró una efigie Tohil Plumbate que muestra al pájaro picando
el pecho de una mujer. Ella parece que sufre porque quiere quitarse al agresor (cf. Chin-
chilla 2010: 51; Fig. 8). Igualmente, en el friso de Chichén Itzá antes mencionado, pare-
ce que el colibrí está picando el pecho de una mujer que sale de una flor. En este caso,
la flor-mujer es el objeto de deseo propio de los colibríes (cf. Chinchilla 2010: 52; Fig. 9).
Fig. 8 Un colibrí pica el pecho de una mujer que sale de una flor, friso en el Templo Inferior de los Jaguares
en Chichén Itzá. Dibujo cortesía de Oswaldo Chinchilla.
Fig. 9 Efigie Tohil Plumbate. Colección privada. Ciudad de Guatemala. Fotografía cortesía de Oswaldo Chinchilla.
Entre los otomíes, Granberg (1970: 102) reporta que una niña que quiere encantar
a un niño tomará un colibrí muerto, lo vestirá con ropas de niño y lo usará. Asimismo,
si un niño quiere ser valiente con una niña usará un colibrí muerto, práctica también
conocida entre los nahuas de Tecospa, pueblo de la delegación Milpa Alta (cf. Madsen
1960: 228).
Cabe añadir que Noemí Quezada (1996: 100) considera al pájaro un símbolo fáli-
co debido a su cuerpo alargado y a su cabeza ligeramente inflada. De hecho, en época
prehispánica se le llamaba al miembro viril tototl, “pájaro” (cf. Molina 2004 [1]: f. 85r),
lo cual refuerza la metáfora sexual de que el ave corresponde al pene y las flores refie-
ren a la vulva.
Para los Desana en Colombia, el colibrí es “el pene del Sol”, su miel representa la fuer-
za fertilizante del padre Sol (cf. Reichel-Dolmatoff 1971: 194-95). De acuerdo con Ben-
son (1989: 4), la expresión “el colibrí está chupando miel” se emplea para aludir al coito:
el colibrí es el pene, la miel es el semen.
CONCLUSIONES
Por otra parte, enfaticé el claro paralelismo entre el parto y la guerra, analogía que,
al ser los mexicas una sociedad guerrera, guía buena parte de las atribuciones y ámbitos
de la acción social. Así, las cihuateteo son contrapartes de los colibríes.
Un interés central del estudio fue enfatizar que la acción del colibrí de libar la flor es
metáfora para el acto sexual. De este modo, la relación del ave con la conquista sexual
puede deberse a su vínculo con el sol como potencia masculina.
El examen de los distintos registros mostró que el colibrí se ostenta como un símbo-
lo notable de la sexualidad masculina entre los mexicas, pero también en otras culturas.
BIBLIOGRAFÍA
Códice Tudela (2002) Códice Tudela. Edición facsimilar. Volumen de estudio de Juan
José Batalla Rosado. Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deportes – Agen-
cia Española de Cooperación Internacional – Testimonio Compañía Editorial.
Códice Vaticano A (1964) “Códice Vaticano Latino A 3738”. En: Lord Kingsborough
(ed.) Antigüedades de México. Vol. III. México, Secretaría de Hacienda y Crédito
Público: 1-314.
Craine, Eugene R. y Reindorp, Reginald C. (1979) The Codex Perez and The Chilam
Balam of Maní. Norman, University of Oklahoma Press.
Chinchilla Mazariegos, Oswaldo (2010) “Of Birds and Insects: The Hummingbird
Myth in Ancient Mesoamerica”. Ancient Mesoamerica (Cambridge University
Press). 21: 45-61.
Durán, fray Diego (2002) Historia de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme.
Ed. de Rosa Camelo y José Rubén Romero. 2 vols. México, CONACULTA.
Edmonson, Munro S. (1982) The Ancient Future of the Itza, The Book of Chilam Balam
of Tizimin. Austin, University of Texas Press.
Garibay K., Ángel María (1995) Veinte himnos sacros de los nahuas. México, IIH-UNAM.
----- (2000) Poesía Náhuatl. Cantares mexicanos. Manuscrito de la Biblioteca Nacional
de México. Tomos I, III. México, IIH-UNAM.
Garza, Mercedes de la (1995) Aves sagradas de los mayas. México, FFyL-UNAM – CEM/
IIF-UNAM.
Granberg, Wilbur (1970) People of the Maguey. New York, Praeger.
Graulich, Michel (1990) Mitos y rituales del México antiguo. Madrid, Colegio Univer-
sitario de Ediciones Istmo.
----- (2001) “Atamalcualiztli: Fiesta azteca del nacimiento de Cintéotl-Venus”. Estudios
de Cultura Náhuatl (IIH-UNAM). 32: 359-370.
Greenewalt, Crawford H. (1960) Hummingbirds. New York, Double day.
Guiteras Holmes, Calixta (1996) Los peligros del alma. Visión del mundo de un tzo-
tzil. México, FCE.
Hernández, Francisco (1959) Obras completas. Historia Natural de la Nueva España.
Tomo II, vol. I. México, UNAM.
Hunt, Eva (1977) The Transformation of the Hummingbird. Cultural Roots of a Zinacan-
tecan Mythical Poem. Ithaca – London, Cornell University Press.
Hystoyre du Mechique (2002) “Histoyre du Mechique”. En: Rafael Tena (ed.) Mitos
e historias de los antiguos nahuas. México, CONACULTA: 113-166.
Ichon, Alain (1973) La religión de los totonacas de la Sierra. México, Instituto Nacional
Indigenista – Secretaría de Educación Pública.
Ladrón de Guevara, Sara (2006) Hombres y dioses de El Tajín. Xalapa, Gobierno del Es-
tado de Veracruz.
Leeuwen-van Koppen, Siny van (1990) “The Cihuateteo in a Dual Organisational Con-
text”. En: Rudolf van Zantwijk, Rob de Ridder y Edwin Braakhuis (eds.) Meso-
american Dualism, Symposium of the 46th International Congress of Americanists.
Amsterdam 1988, Utrecht: 63-73.
Leyenda de los Soles (2002) “Leyenda de los Soles”. En: Rafael Tena (ed.) Mitos e his-
torias de los antiguos nahuas. Rafael Tena (ed.) México, CONACULTA: 167-206.