Los Hijos Del Agua PDF
Los Hijos Del Agua PDF
Los Hijos Del Agua PDF
Narrativa
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La Biblioteca de Autores Quindianos
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Susana Henao
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Los hijos del agua
© Susana Henao
Primera edición:
Editorial Planeta
Bogotá, 1995
ISBN 978-958-8593-19-7
ATA. Tibatigua 33
BOSA. Xiety 39
MICA. Tatí 43
MUIHICA. Suegata 53
HISCA. Chuinsúe 59
TA. Pkwakahuin 69
CUHUPCÚA. Zhangué 83
SUHUZA. Sikicha 91
ACA. Turmequé 99
UBCHIHICA. Usathama 113
QUIHICA ATA. Suazagascachía 127
QUIHICA BOSA. Kuni 139
QUIHICA MICA. Sutakone 155
QUIHICA MUIHICA. Suamox 163
QUIHICA HISCA. Chibchigua 181
QUIHICA TA. Guémuy 191
QUIHICA CUHUPCÚA. La llanura grande 213
QUIHICA SUHUZA. Yuruparí 225
QUIHICA ACA. Cajicá 267
GUETA. Erimiri 307
Epílogo 315
Personajes 317
Toponímicos 319
Vocabulario 321
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8
9
10
Los hijos del agua, de Susana Henao:
El retorno al origen
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Susana Henao Montoya nació en Quimbaya (Quindío) en
1954; estudió Tecnología Química y Filosofía en la Universidad
Tecnológica de Pereira. Otra de sus obras que merece mencionarse es
la colección de cuentos Antesala del paraíso y otros cuentos (1993),
donde aparece también “El Tragabalas”. En estos relatos de logro
desigual recoge las vivencias de la gente que ha padecido la violencia
que ha azotado al país en los últimos años. El manejo del lenguaje
vernáculo, la recreación de las situaciones límites que viven algunas
familias de la zona cafetera son excelentes documentos sociales, que
muestran la sensibilidad de la autora y su capacidad de mostrar la
problemática humana sin darnos juicios de valor.
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Obra que ganó el primer concurso de novela del Gran Caldas en
1995.
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El deseo del zipa de Bacatá, Saguanmanchica, de aumentar los
tributos a sus aliados de Zipaquirá, Nemocón, Guatavita, Ubaté y
Hunza creó las discordias y el descontento. Tibatigua, cacique de
Guatavita, envió mensajeros a Ubaté y Hunza en busca de apoyo para
rebelarse en contra de lo que consideraba usura del zipa. Tibatigua
aprovechó la coyuntura de las guerras fronterizas que sostenía el
zipa contra los caribes, pero fracasó y murió en el intento de librar
a su pueblo de los tributos y de alcanzar la gloria que tuvieron en
el pasado, pues Saguanmanchica tenía importantes aliados entre los
grandes señores de Gantina Masca.
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vigencia de las cosmogonías amerindias que han logrado
trascender al presente.
Los recién llegados hicieron pacto con ella [el agua]. Acataron
la fuerza de su voz y la llamaron hermana y la adoraron para que
nunca se fuera, para que velara por ellos, para que los cubriera
y les escuchara los secretos; para que les diera alimento fácil y
puro. Agradecieron también a la luna sus promesas y su presencia
siempre predicha, y a las ranas sus cantos puntuales y a las
hormigas sus caminos habladores y entendieron los mensajes, los
avisos de los buenos y los malos tiempos13.
14
Javier Ocampo López, Mitos colombianos, Bogotá, El Áncora
Editores, 1981, p. 126.
15
Henao, ob. cit., p. 13.
16
Durand, ob. cit., p. 139.
18
engañaban cuando aceptaban el apelativo de hijos del sol. […]
Zhúe se incendió en el resplandor de su dolor y se consumió en la
certeza de que los muiscas sin él no vivirían17.
21
“El matriarcado se reflejó en la organización social chibcha, en
la cual los clanes estaban ligados por línea materna, por lo que
los hombres y las mujeres pertenecían al clan por línea femenina.
Precisamente para la sucesión de los caciques chibchas existía la línea
matrilineal: el Zipa de Bacatá tenía como heredero no su hijo mayor,
sino su sobrino, hijo de la hermana mayor del cacicazgo de Chía;
y primero era cacique de Chía y después Zipa. En la misma forma,
el Zaque de Tunja lo heredaba su sobrino de Ramiriquí”. Ocampo
López, ob. cit., pp. 100-101. Ocampo López también afirma que:
“el matriarcado chibcha tiene raíces profundas en la organización
social primitiva, en la cual las mujeres chibchas alternaban las faenas
agrícolas, con los trabajos de alfarería, hilados, tejidos y la dirección
del hogar”. Ibíd., p. 101.
22
Henao, ob. cit., pp. 67, 68.
21
y el otro es un brujo de origen Chía; sus oficios reflejan las
diferencias de culto y de esferas de acción. Zhangué se ocupa
más de lo divino, de los ritos que se relacionan con los dioses;
Tatí, como aprendiz de brujo, se dedicará más al bienestar del
cuerpo y al control de los espíritus que traen la enfermedad.
23
Ibíd., pp. 38-39.
22
el sistema matrilineal de los seguidores de Chía. Para Zhangué
las querellas y rivalidades de los seres superiores eran augurios
de cambios funestos.
24
Ibíd., p. 113.
23
indispensables para dedicarse al estudio de la naturaleza. Ya
desde su infancia se había mostrado inclinado a la soledad y
a la atenta observación del mundo que lo rodeaba, cualidades
que Sutakone había reconocido pero que desconcertaban a los
padres de Tatí.
25
Ibíd., p. 199.
26
Ibíd., p. 203.
24
Finalmente, los peregrinos logran instalarse en la comu-
nidad de los boreka, “hijos de la trucha”, donde permanecen
por algunos años. Allí, Sutakone inicia su etapa de unión con
los espíritus y de enfrentamiento con sus viejos temores y
debilidades; Tatí se hace adulto, aprende a pescar y a cazar;
acepta los complejos rituales de la comunidad antes de cada
expedición de cacería, porque no se deben despertar los celos
de las deidades que protegen los animales. La caza del venado
—animal sagrado para los muiscas— lo confronta con sus
propios tabúes; pero todas las leyes que rigen ahora su destino
son diferentes, como lo es su nombre boreka, Umusí. Como
miembro activo de la tribu que lo ha acogido, participa de
los ritos de purificación con vomitivos y baños comunales en
el río; sigue las instrucciones del kumú, el guía espiritual, y
acepta los consejos de su amigo Omá; se casa con Diakara, una
pira-tapuya, para evitar de nuevo la amenaza de incesto con
una joven boreka. El temor de Tatí de cometer incesto es un
claro signo de que ha asimilado algunas leyes y aceptado, en
parte, su nuevo entorno cultural. Aprende a elaborar las flautas
para el rito de Yuruparí con las cortezas adecuadas, y a obtener
el sonido apropiado para la poré (de carácter femenino) y para
la pomenó (de carácter masculino). Tatí aprende la historia
desana27, practica las danzas y recita los preceptos religiosos;
no deja de causarle asombro la simpleza de las jerarquías y,
sobre todo:
27
Gerardo Reichel Dolmatoff ha estudiado los sistemas míticos y
simbólicos de los desana del Vaupés. Su trabajo recoge una amplia
y profunda información sobre los sistemas rituales y míticos que ha
servido de referencia para trabajos de antropología y de historia. G.
Reichel Dolmatoff, Desana. Simbolismo de los indios tukano del
Vaupés, Bogotá, Procultura, 1986.
25
esperarlos, el canto de las bestias cuando su constelación aparecía
en el horizonte y el llanto cuando volvía a hundirse en el piso de
abajo28.
28
Henao, ob. cit., p. 222.
26
el maestro, por el contrario, era un viaje de aprendizaje y de
profundización en su conocimiento; confronta su ciencia con
la de los payés y emprende sendas desconocidas a través del
uso ritual del yopo y el yajé. Su interés es alcanzar la cima y
reunirse con los espíritus que controlan el universo. El viaje
a la selva es para el brujo un regreso a los orígenes, desea
morir tranquilo. Irse a los cerros de Waí-maxse, el dueño de los
animales, convertido en colibrí. No quiere morir en Gantina
Masca e ir al centro de la tierra donde no sabe si tendrá una
parcela propia. Cada vez es más distante y su aislamiento
produce desasosiego en Tatí, que no comprende las intenciones
de Sutakone. El viejo zachua no interfiere en la adaptación del
joven, no retarda el proceso con críticas negativas a los payés,
o descalificando sus poderes. Se enfrenta solo a sus enemigos
y mide sus fuerzas ayudado por su experiencia y venciendo
el temor a la muerte —que le llega a través de una serpiente
venenosa, encarnación de un espíritu enemigo—. Tatí, como
heredero del espíritu de su maestro, consume sus huesos
pequeños en un rito de incorporación; entierra a Sutakone con
sus utensilios, vixó y tabaco, y se lleva consigo el poporo, la
diadema de plumas y tres aves del collar de oro de su maestro.
Sólo entonces, emprende el regreso a su tierra en compañía de
su esposa Diakara y de su hijo Erimiri, después de seis años
de exilio. Se siente contento de dejar la selva y sus espíritus
dominantes y difíciles de complacer.
29
Según Lawrence Sullivan, el chamán o brujo se acomoda a los
conflictos espirituales y facilita el control de los apetitos cósmicos
y de los procesos de destrucción que transforman esencialmente
el espíritu. “Estas técnicas aseguran que el paso del chamán de un
dominio a otro sea concreto, una transformación completa de su
condición existencial. Es capaz de acomodarse en los dominios
inaccesibles del universo. El chamán es el mediador ideal entre formas
incompatibles del ser. La familiaridad del especialista con el mundo
espiritual ofrece control, equilibrio y orientación en circunstancias
que desafían la imaginación común. Por eso en Suramérica el chamán
puede actuar como un heraldo que lleva las almas de la vida a la
muerte, como un curandero que regresa las almas perdidas al mundo
de los vivos, y, a veces, como un líder político que interpreta el
encuentro con colonizadores cuya realidad ha sido formada en otras
condiciones de tiempo y espacio”. Lawrence E. Sullivan, Incanchu’s
Drum: An Orientation to Meaning in South American Religions, New
York, MacMillan Publishing Company, 1988, p. 422.
28
El paisaje, los rostros, las costumbres, la vida religiosa, los
nombres, los tabúes, los hábitos alimenticios son testimonio
del cruce cultural. La hibridación y el mestizaje en América
se posibilitan más por la similitud de las civilizaciones que
han entrado en confrontación, que por la diferencia de las
mismas, porque ritos, mitos y sacrificios cumplen una función
de comunicación con lo divino, satisfacen la necesidad
humana de trascender y de crear conexiones con el futuro y
con el pasado. Los momentos de encuentro entre los diferentes
contenidos míticos nos revelan las innegables conexiones
entre las culturas en conflicto; como también, se evidencian
las respuestas y soluciones similares que el ser humano
implementa ante el mismo problema o la misma carencia. Por
tanto, Bochica, Quetzalcóatl o Cristo; Chía, Tonatzin o María,
cumplen funciones similares en los pueblos donde se los ha
reverenciado30.
30
Para Claude Lévi-Strauss el valor mítico del mito es traducible,
lo que a veces no ocurre en otros campos como la poesía, donde
traducir es traicionar, por eso afirma sobre el mito: “No importa
nuestra ignorancia de la lengua y de la cultura del pueblo donde el
mito se originó, un mito siempre es sentido como mito por cualquier
lector en cualquier parte del mundo. Su esencia no está en su estilo,
en su música original, en su sintaxis, sino en la historia que narra. El
mito es lenguaje que funciona en un nivel especialmente alto, donde
el significado logra prácticamente ‘levantarse’ de la base lingüística
donde continúa moviéndose”. Claude Lévi-Strauss, “The Structural
Study of Myth”, en Hazard Adam & Leroy Searle (eds.), Critical
Theory Since 1965, Tallahassee, Florida, State University Press,
1990, pp. 811.
29
comparten los mismos valores y tradiciones. Como dice Zahyra
Camargo: “Henao ‘escarba en la entraña de la cultura muisca’
para encontrar las voces ancestrales que son una parte esencial
de nuestra herencia” y “pone al descubierto la imagen de esos
grupos primitivos con sus vicios y virtudes, con sus ritos de
paz y muerte”31. Las ceremonias y los mitos presentados son
ubicados dentro de las coordenadas cronotópicas y dentro
de la cosmovisión de la comunidad, lo que nos permite una
mejor aprehensión de la cultura y de la funcionalidad de los
diferentes ritos y tabúes, porque éstos estructuran la conducta
y crean parámetros culturales que cohesionan los pueblos, pues
con ellos se identifican, se enfrentan al peligro y a la muerte,
combaten la enfermedad y los conflictos de la vida diaria. Cada
etnia se distingue por rasgos específicos que la separan de las
otras: el uso del yajé, del curare, los ornamentos, los dibujos
rituales, las ceremonias de pasaje, el animal totémico, la lengua
—que se presenta a través de la nominación—, tienen la marca
de cada pueblo. Todos estos fenómenos sociales muestran
las estrategias culturales y los mecanismos de adaptación al
medio, a la vez que nos permiten reconocer parte de nuestras
huellas de identidad.
31
Zahyra Camargo, “Historia cultural en la actual narrativa
quindiana”, en Literatura y Cultura: Narrativa colombiana en el
siglo XX. Diseminación, cambios, desplazamientos. María Mercedes
Jaramillo, Betty Osorio y Ángela Robledo (comps.), Bogotá,
Ministerio de Cultura, 2002, p. 494.
30
Los hijos del agua
31
32
—ATA—
Tibatigua
32
Ver lista de personajes, toponímicos y vocabulario al final del libro.
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mirando desde lejos a Zhangué que era su hermano y no era
porque ya no le dejaban hablarle. No desde que regresó de la
Cuca y vino a vivir al santuario de la laguna. A Tatí pensando
en Chía. Recordándola como cuando llegaba hasta él en las
noches claras y le quitaba el sueño y se lo cambiaba por la
imagen de Zhangué contándole historias de lugares y gentes
que no conocía.
Zhúe trazó sombras cortas, muy suaves en esa mañana, que
sin el arco iris de la muchedumbre habría sido toda azulverde,
y oyó los cantos vueltos gritos altisonantes, alaridos, rugidos,
giros, brazos batientes entre los que llegaba la procesión. Se
recreó en Tibatigua cuando bajó junto a la laguna y caminó sus
pasos sobre un tendido de pieles y mantas. Nunca que su pie
tocara la tierra. Nunca que los ordinarios lo miraran a los ojos.
Lo vio caminar envuelto en su manto negro. Vio a los chuques
echando al fuego trocitos de resina, y al humo perfumado
formar una cortina.
Zhúe desesperaba por no saber lo que ocurría. No podía
tocar la tierra. Había perdido el rayo en la humareda, pero
encontró de nuevo a Zhangué y a otros chuques ayudando a
Suegata a impregnar de miel y aceite el cuerpo desnudo, corto
y ancho, y musculoso y terso de Tibatigua para vestirlo de oro.
Sintió el humo dispersándose, agotándose, elevándose en el
cielo y vio a Tatí atisbando al hombre dorado mientras subía
con Saguanmanchica, Saquara y Gueyta a la balsa cargada
de joyería. A Ybaquén y los demás caminando a otra balsa.
Otra para los chuques. Una procesión sobre el agua, sobre
Sié la diosa fecunda, la diosa de todas las formas y ninguna,
la que los amaba más que nadie, la que siempre estaba. Las
balsas mecidas por el viento, por los cuerpos, por el agua. A
los siervos golpeando el agua sin ruido, haciendo avanzar la
barca. Los cantos enredados en la borusca del monte y los
señores cercanos al centro. A Tatí imaginando al demonio que
habitaba la laguna y el palacio del fondo y los encantamientos
con que amenazaba cuando lo miraban salir. Los chuques y los
guatavitas ofreciendo presentes para aplacar a la serpiente. A
Tatí barruntando el palacio como un gran cercado con muchos
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aposentos y estatuas doradas y caminos de esmeralda y jade
donde las ranas encantadas cantaban sin parar. Creyendo que
la luz de las estrellas colgaba de su techo de agua e irisaba el
suelo atrapada en la pedrería. Zhúe se encandiló en su reflejo
cuando las balsas llegaban al centro. Perdió el gesto de Suegata
al levantar las manos y envolver la muchedumbre. Las voces
todas calladas. El silencio dueño de la tierra y el lago. Los
hombres amando el silencio y el silencio reconfortándolos con
su soplo de esencia.
Zhúe casi se extravió en la pausa, pero recuperó la imagen
de los chuques levantando, uno después del otro, las manos,
y, al conjuro, la naturaleza aquietando al viento y a los
pájaros como un solo aliento contenido. La imagen del agua
mansa, disimulada la avidez, recibiendo uno a uno los tesoros
magníficos de Tibatigua y sus señores. Coqueteos de doncella.
Sabiduría tímida de doncella. Ondeantes ecos de silencio
que la preparaban para sus inmemoriales esponsales con el
nuevo dueño de Guatavita. La imagen de Tibatigua sumergido
completamente en el amoroso refugio que le reclamaba
los pedazos de sol que llevaba encima. Zhúe lo miró salir.
Encendió la piel cobriza y limpia del que era, desde ese
momento, ante los dioses, el cacique ubzaque de Guatavita.
El señor de muchos hombres que le servirían lealmente, que
darían su vida por él si fuera necesario, que jamás le mirarían
el rostro frente a frente, que labrarían sus campos y recogerían
sus cosechas, que trabajarían para hacer mayor su riqueza y
gloria; dueño de un país de agua, de una tierra fecunda. Señor,
también, de los más afamados artesanos del oro en el territorio
muisca.
Zhúe siguió su camino por la suna del cielo; nada
asombraba las balsas que llegaban de nuevo a la orilla ni a
los chuques que vestían el cuerpo de Tibatigua con una
túnica blanca verde roja y negra, y la nariz con un pájaro de
alas extendidas. Siguió a los chuques mientras lo conducían
hasta el templo grande. Se coló por la diminuta ventana y
vio a Saguanmanchica recibiendo del guatavita la promesa
de lealtad a su persona, de servicio al pueblo, de justicia y
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moderación con los cacicazgos vasallos heredados del Temido-
Fuerte antecesor; a Tibatigua coronado ya con alzada corona
ubzaque guatavita; se conmovió de sus ojos que juraban al
zipa lo contrario de lo que prometían sus palabras y abrillantó
la tierra pulida del suelo propiciando que sobre ella hincasen
la rodilla los caciques que lo reconocían por señor. A sus pies
abundaban presentes de oro, mantas, pieles de venado y cargas
de hayo y comestibles.
Zhúe no vio a Tibatigua salir otra vez del templo. No vio
a Chuinsúe venir hacia él con los ojos risueños. Nada más
pudo enrojecer el movimiento pausado de Suegata que tomaba
los brazos de ambos y los volvía incomprensible nudo sobre
los trémulos cuerpos, entregándosela por esposa. Chuinsúe,
dulce y joven, casi una niña, y en verdad como su nombre
decía, un pájaro alegre. Chuinsúe, hija menor de Itake, señor
de Nemocón, dueño del imperio de la sal, uno de los más
estimados regalos de los dioses. Chuinsúe, primer encuentro
amoroso de Tibatigua, porque en los años de internado en
el templo no conoció mujer ni placer alguno de la carne.
Ni siquiera pudo salir del limitado espacio de su reclusión.
Así templó el espíritu y el cuerpo y formó una voluntad
inquebrantable como la chonta y modeló músculos duros
y agilidad de animal de monte para que ningún viviente, ni
hombre ni bestia, lo venciera. Sólo el encierro, el ejercicio y
las privaciones lograban el caudillo precisado por un pueblo
amenazado por tribus invasoras. El ubzaque, el primero en
la batalla, el más valiente entre los valientes, jefe guerrero
y administrador de bienes y de justicia. El hombre más
excepcionalmente hábil y sabio del reino de Sié.
Zhúe no pudo oír el grito de Tibatigua que atronaba —
Quiero a esta mujer Chuinsúe—. No lo oyó repetirlo tres
veces. No escuchó tampoco que ella prometió amar a su
esposo más que a los hijos que con él tuviera y a los hijos más
que a ella misma. Que prometió amarlo mucho, pero menos
que a Bochica. Zhúe sabía que necesitaban solamente esas
palabras que apenas le tocaron el oído, para sellar un pacto
que sobreviviría a la muerte.
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Atisbó, antes de sumergirse en la sombra, una señal del
zipa con la que la fiesta recomenzó; música y palmas y voces
y chicha y bollos de maíz contagiando alegría, engatusando
espíritus. A Nencatacoa viniendo de sus altares a mezclarse
entre el gentío, buscando chicha y música y bailarines para
danzar con ellos. A Tatí obligado a seguir el paso apresurado de
Xiety que ya regresaba al bohío a cuidar a la pequeña Siechoua.
Obligado a correr sin despedirse del padre confundido con los
hombres que conocía y con los que no conocía, con los del
pueblo y con los de otras aldeas, con los jóvenes y con los
viejos, con los poderosos y con los humildes, con todos los
que beberían y cantarían hasta caer rendidos. Para los varones
muiscas iba a ser no sólo una celebración, un homenaje a Sié,
sino también un descanso justo después de muchas jornadas
de duro trabajo.
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—BOSA—
Xiety
42
—MICA—
Tatí
51
52
—MUIHICA—
Suegata
57
58
—HISCA—
Chuinsúe
68
—TA—
Pkwakahuin
81
82
—CUHUPCÚA—
Zhangué
90
—SUHUZA—
Sikicha
98
—ACA—
Turmequé
II
III
111
112
—UBCHIHICA—
Usathama
125
126
—QUIHICA ATA—
Suazagascachía
137
138
—QUIHICA BOSA—
Kuni
II
III
154
—QUIHICA MICA—
Sutakone
161
162
—QUIHICA MUIHICA—
Suamox
II
180
—QUIHICA HISCA—
Chibchigua
189
190
—QUIHICA TA—
Guémuy
212
—QUIHICA CUHUPCÚA—
La llanura grande
223
224
—QUIHICASUHUZA—
Yuruparí
II
248
III
265
266
—QUIHICA ACA—
Cajicá
II
306
—GUETA—
Erimiri
314
Epílogo
316
Personajes
318
Toponímicos
320
Vocabulario
323
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres del Centro de Publicaciones
de la Universidad del Quindío
(Armenia, Colombia)
en el mes de abril de 2011.
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