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La evolución de la propiedad intelectual


durante los últimos cien años
Rita María Ríos Montufar

La propiedad intelectual ha perdido su


carácter de accesorio para irrumpir de lle-
no en el primer plano de la política eco-
nómica en el mundo. En este escenario, la
propiedad intelectual ha pasado, súbita-
mente, de peón a reina.'
MAURICIO JALIFE

Día con día, la propiedad intelectual está ganando una mayor presencia en el
mundo, no solamente en el aspecto económico, tecnológico y cultural, sino
también jurídico y en la medida que nos demos cuenta de ello, nos dará una
ventaja sustancial no solamente a nivel individual, sino también social con
respecto a los demás y entendamos por los demás a este mundo cada vez
más globalizado, en el que la gran mayoría de los seres humanos tenemos
acceso a una cantidad considerable de información, gracias a medios como
internet, en donde las fronteras han dejado de ser el límite para la protección
de derechos intelectuales; por ende, debemos tomar consciencia del lugar en
el que nos encontramos situados y, a partir de ahí, adoptar las medidas nece-
sarias, a efecto de dar una protección a la creatividad humana más acorde
con la realidad.
En virtud de lo anterior y con motivo del Ciclo de Conferencias en Home-
naje a la Universidad en su Centenario denominado: Cien años de Derecho
Civil en México 1910-010, resulta sumamente importante contar con un pano-
rama general de la propiedad intelectual, independientemente de que única-
mente me aboque a la evolución del Derecho de Autor durante los últimos
cien años y el papel que ha desempeñado el Derecho Civil dentro del mismo.

' JALIFE DAHER, Mauricio, Uso y valor de la Propiedad Intelectual, México, Gasca Sicco,
2004, p. 4.

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CIEN ANOS DE DERECHO CIVIL EN MBXICO. Homenaje a la UNAM por su Centenario

En este sentido,

Por derecho intelectual se entiende el conjunto de normas que regulan las pre-
rrogativas y beneficios que las leyes reconocen y establecen en favor de los auto-
res y de sus causahabientes por la creación de obras artísticas, científicas, indus-
triales y comerciales.
En la medida que las obras apuntan a la satisfacción de sentimientos estéti-
cos o tienen que ver con el campo del conocimiento y de la cultura en general,
las reglas que las protegen integran la propiedad intelectual en un sentido es-
tricto o derechos de autor. Atañen al campo de los derechos de autor las cues-
tiones, reglas, conceptos y principios implicados con los problemas de los crea-
dores intelectuales en su acepción más amplia.
En cambio, si la actividad del intelecto humano se aplica a la búsqueda de
soluciones concretas de problemas específicos en el campo de la industria y del
comercio, o a la selección de medios diferenciadores de establecimientos, mer-
cancías y servicios, entonces los actos son objeto de la propiedad industrial.'

Posteriormente,

En 1846 el presidente Mariano Paredes y Arrillaga ordenó a José Mariano de


Salas promulgar el Reglamento de la Libertad de Imprenta, que puede conside-
rarse el primer ordenamiento legal mexicano en materia de derechos de autor.
En este reglamento se denominó propiedad literaria al derecho de autor, y se
dispuso como derecho vitalicio de los autores la publicación de sus obras, privi-
legio que se extendía a los herederos hasta por 30 años.3

Asimismo y a fin de gozar de los derechos inherentes a la propiedad au-


toral, era necesario su registro obligatorio, para lo cual se requería dos ejem-
plares de la obra, los cuales serían depositados en el Ministerio de Instruc-
ción Pública, remitiéndose uno a la Biblioteca Nacional, mientras que el otro
se quedaría en el archivo del Ministerio.
Cabe aclarar que este tipo de derecho reside, n o en el objeto material en
el que se plasme la obra como resultado d e la actividad inventiva, toda vez
que ésta puede ser reproducida de manera indiscriminada; tal es el caso de
libros, obras musicales y cinematográficas, entre muchos otros; sino e n la
creatividad que se ve reflejada en los mismos. Por ende, el derecho intelec-
tual es u n derecho intangible, esto es, que n o puede ser percibido a través de
los sentidos; sin embargo, existe y por lo mismo se acrecienta su valor con
respecto a los tangibles, al ser más versátil, más dinámico.

RANGELMEDINA,
David, Derecho Intelectual, México, McGraw-Hill, 1998, p. 1.
SERRANOMIGALL~N,
Fernando, Marco Jurídico del Derecho de Autor en México, Méxi-
CO, 2008, PP.32-33.

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Al efecto, los derechos de autor encuentran sus antecedentes legislativos


en La Real Orden de 20 de octubre de 1764, dictada por Carlos 111, que se
considera como la primera disposición española que contuvo los derechos
intelectuales sobre obras literarias; destacando la sucesión de los derechos de
autor, la autorización a un tercero para la reimpresión de una obra literaria,
siempre y cuando el derecho del autor hubiere caído en el dominio público
por falta de renovación del mismo. Además de considerar a la propiedad in-
telectual como una propiedad común.
En la Constitución de Apatzingán de 1814, por su parte, se vio reflejado
un gran avance, en comparación a La Real Orden de 1764, toda vez que, a
diferencia de esta última, no requirió de permiso o censura alguna para la
publicación de una obra.
El Código Civil para el Distrito Federal y Territorios de Tepic y Baja Ca-
lifornia, de 1870 y vigente a partir del lo de junio de 1871, tuvo una clara
influencia del código portugués en materia autoral, reflejándose particular-
mente en el capítulo relativo a la actividad literaria en general.
Este código establece en sus capítulos 11,111, IV V, VI y VI1 del título octavo de
su libro segundo, disposiciones bajo los rubros de la propiedad literaria, de la
propiedad dramática, de la propiedad artística, reglas para declarar la falsifica-
ción, sus penas y otras normas generales.
De acuerdo con el espíritu de la época, el Código Civil de 1870 asimiló la
propiedad literaria a la propiedad común, su vigencia era perpetua y en tal sen-
tido la obra podía enajenarse como se hacía con cualquier pr~piedad.~

Cabe señalar que dentro de los derechos contemplados dentro de dicho


ordenamiento, abarcaba a los derechos de los autores de cartas geográficas,
topográfkas, científicas, arquitectónicas, planos, dibujos y diseños de cual-
quier clase; los arquitectos, pintores, grabadores, litógrafos, fotógrafos, escul-
tores, los músicos y los calígrafos.
De acuerdo con el sentido patrimonialista de la legislación, la falsificación se
tipificó como el uso sin el consentimiento del legítimo propietario para la utili-
zación de la obra, sus penas también fueron de carácter patrimonial, esto es, la
devolución de los ejemplares existentes y el pago de los faltan te^.^

El Código Civil de 1884, por su parte, se destacó por representar el primer


intento de reconocimiento de reserva de derechos en nuestro país y lo más

Ibidem, p. 35.
Idem.

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importante es que fue el primer ordenamiento que distinguió con precisión


la diferencia existente entre la propiedad industrial y el derecho de autor,
además de considerar a los derechos de autor como bienes muebles y hacer
extensivo el registro al traductor y editor.
Un avance más en materia registra1 fue el hecho de que continuaba sien-
do obligatorio el registro de la obra del autor ante el Ministerio de Instruc-
ción Pública, tal y como lo determinó en su momento el Reglamento de la
Libertad de Imprenta de 1846.
Lo anterior, a efecto de hacer valer su derecho, en este nuevo ordena-
miento se eliminó la multa de veinticinco pesos a que eran acreedores aque-
llos autores que no cumplieran con dicha obligación; sin embargo, fue obli-
gatorio asentar en la obra tanto, el nombre del editor, como del traductor, en
su caso. Asimismo, se estableció que al considerarse la propiedad intelectual
como propiedad común, y que en caso de fallecer el autor y los herederos
cedieran sus derechos a un tercero, éste último gozaría de los mismos como
un heredero.
Por otra parte, la Constitución Política de 1917 a diferencia de la de 1814,
fue más precisa al señalar que la manifestación de las ideas no sería motivo
de ninguna inquisición judicial o administrativa, con la única limitante del
respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. Asimismo, se esta-
bleció que no se permitirían monopolios; sin embargo, se concedió el pri-
vilegio exclusivo de explotación por determinado tiempo, a los autores y
artistas, para la reproducción de sus obras y a los que, para el uso exclusivo
de sus inventos, se otorguen a los inventores y perfeccionadores de alguna
mejora.
La razón que subyace como justificación de este trato privilegiado a los dere-
chos de propiedad intelectual es la estimación, universalmente aceptada, de que
la actividad creativa requiere de un estímulo, que se ha convenido consista en el
reconocimiento colectivo del derecho que debe asistir al ente creador, sea en
el ámbito de la cultura o la industria, para explotar de manera exclusiva el obje-
to cread^.^

Recuperando así, en parte o totalmente, el esfuerzo, intelecto e inversión


económica que en su momento le hubiere ocasionado su creación; sin em-
bargo, dicha obra, posteriormente ha de pasar a manos del dominio público
para que pueda ser utilizada por otros autores a fin de generar nuevo cono-
cimiento, de tal manera que repercuta en beneficio de la sociedad.

JALIFE..., op. cit., pp. 27-28.


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El Código Civil de 1928, por su parte, reguló en su Libro 11, Título VIII,
la materia autoral. Entre sus disposiciones fundamentales destacaron:
M 50 años de derecho exclusivo para los autores de libros científicos
(Art. 1181);
M 30 años para autores de obras literarias, cartas g e ~ g r ~ c ya dibujos
s
(Art. 1183);
20 años para los autores de obras dramáticas y musicales (Art. 1185);
bb Protección de 3 días para las noticias (Art. 1184).
H Se introdujo la protección de las reservas de derechos.
M Se mantuvo la diferencia entre propiedad industrial e intelectual, al
modo que hizo el Código Civil de 1884.

Con la declaración hecha en el artículo 1278 de este Código, se inició el debate


sobre la constitucionalidad de la federalización de la materia autoral. Dicho ar-
tículo señaló que las disposiciones referentes al derecho de autor eran federales
y reglamentarias del artículo 28 constitucional en materia de monopolios.'
No obstante sus fallas, este Código Civil tiene como característica que a la
materia se la denominaba "derecho de autor'', rompiendo con la inercia de ante-
riores legislaciones, que la asimilaron al derecho de propiedad; además de que,
basándose en el artículo 28 constitucional, se designa al derecho de autor como
"un privilegio consistente en una norma jurídica que se establece a favor de los
autores para ejercer monopolios sobre sus obra^".^
Las disposiciones anteriores fueron complementadas por el Reglamento
para el Reconocimiento de Derechos Exclusivos de Autor, Traductor o Editor,
publicado en el Diario Oficial de la Federación el 17 de octubre de 1939; éste
enriquecía las disposiciones antes existentes, hacía especial énfasis en que la
protección a los derechos de autor debían referirse necesariamente a una obra
o ~reación.~

En 1945, Jaime Torres Bodet:

...inició una propuesta para transferir los derechos de autor al ámbito de


competencia federal. De hecho México suscribió la Convención Interamerica-
na sobre el Derecho de Autor, celebrada en Washington en junio de 1946.
Ante la necesidad de ajustar la legislación interna a lo pactado internacional-
mente, se dio origen a la primera Ley Federal sobre el Derecho de Autor de
1947, misma que reprodujo lo dispuesto por el Código Civil de 1928 y por el
Reglamento para el Reconocimiento de Derechos Exclusivos de Autor, Traduc-

SERRANO.. ., op. cit., p. 40.


Idem.
Ibidem, p. 41.
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tor o Editor de 1939, aportando innovaciones en lo relativo a los contratos de


ediciÓn.'O
Otro avance de la ley se refiere al derecho que asiste a los ejecutantes, can-
tantes y declamadores, sobre las reproducciones fonéticas de sus actuaciones.
Como puede verse, la disposición es más clara, más moderna y sobre todo, más
precisa que su antecesor Código Civil de 1928."

Por otra parte, "La ley de 1956 continuó el movimiento de perfecciona-


miento de la legislación en la materia, esta vez, por ejemplo, se define con
precisión el derecho d e los artistas intérpretes".12
El periodo de protección de los derechos autorales se extendió, de los veinte
años que señalaba la legislación anterior, a veinticinco años posteriores al dece-
so del autor; se estipulan treinta años de protección para las obras póstumas,
contados a partir de la muerte del autor y treinta años a partir de la primera
publicación de la obra seudónima o anónima, cuyo autor no se diera a conocer
dentro de este término."
El 21 de diciembre de 1963, fueron publicadas reformas y adiciones, que es-
tablecieron conjuntamente los derechos morales y los derechos patrimoniales.
Garantizó, a través de las limitaciones especificas al derecho de autor, el ac-
ceso a los bienes culturales; reguló sucintamente el derecho de ejecución públi-
ca; estableció reglas específicas para el funcionamiento y la administración de
las sociedades de autores; amplió el catálogo de delitos en la materia. Estas re-
formas modificaron el nombre de la legislación por la de "Ley Federal de Dere-
chos de A~tor''.'~

El 11 de enero de 1982, el 17 de julio de 1991 y el 23 de diciembre de 1993,


fueron publicadas reformas y adiciones a la Ley Federal de Derechos de Au-
tor; sin embargo, n o es hasta la d e 1993, que se amplía el término d e protec-
ción de los derechos de autor a favor de sus sucesores, hasta 75 años después
de la muerte del autor.
En 1996 surge la actual Ley Federal del Derecho d e Autor. Dentro de la
misma se establecieron una serie de definiciones respecto d e algunas de las
actividades e instituciones que regula.

Por primera vez en la historia legislativa mexicana, de modo expreso, se adopta


la tradicional división doctrinal de derechos morales y pecuniarios, al desig-

'O Ibidem, p, 43.


" Ibidem, p. 45.
l2 Ibidem, p. 46.
l3 Ibidem, p. 47.
l4 Ibidem, p. 49.
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EVOLUCI6N DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL. Ríos Montufar 45

nar a la fase personal del contenido de derecho moral y a la segunda, como de-
recho patrimonial (artículo l l).
Más adelante, también entre las reglas generales a que se destina el título 11,
dedica el Capítulo 11 rotulándolo de un modo expreso: De los derechos morales.
Con lo cual, nuestro texto legislativo sobre la materia utiliza una terminología
que ya venía siendo común en las leyes de otros países.15

Establece un catálogo de derechos morales. Asimismo, adopta la clasifi-


cación doctrinal de derechos conexos, entre otras.
El 23 de julio de 2003 fue publicado en el Diario Oficial de la Federación,
un decreto por el que se hacen reformas a la Ley Federal del Derecho de Au-
tor, mismas que tuvieron su origen en la Cámara de Senadores, dentro de las
que destacaron: la jurisdicción concurrente, criterios para la reparación de
daño moral y la precisión de éste último. Lo anterior, a efecto de evitar duda
o confusión con respecto al mismo, evitando
...considerar que sólo era procedente una reclamación de daño moral autora1 si
se acreditaba un ataque a los afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida
privada, configuración y aspectos físicos de una persona o en la consideración
que de la misma tienen los demás, en términos del artículo 1916 del Código
Civil Federal; pero no consideraban dafio moral la mera violación al derecho
moral de autor.
Para evitar interpretaciones de este tipo, el Legislador decidió enmendar su
error y definir el daño moral autora1 en el último párrafo del artículo 216 bis,
en los siguientes términos: Para los efectos de este artículo se entiende por daño
moral el que ocasiones la violación a cualquiera de los derechos contemplados en
las fracciones 1, IZ, 111, Z V y VI del articulo 21 de esta ley, es decir, existe daño
moral cuando se viola alguna de las facultades que integran el derecho moral; lo
cual es un acierto tanto desde el punto de vista técnico-autoral, como desde el
punto de vista de claridad legislativa.16

Dentro de las reformas en cuestión, también se incluyó el derecho de


Suite", también conocido como "derecho de persecución o participación:
que no es otra cosa que el derecho por parte, tanto de autores como de cau-
sahabientes, a percibir un beneficio económico, producto de la reventa de su
obra plástica, fotográfica o manuscrito original.
Para concluir, resulta sumamente importante dentro las reformas en

l5Idern.
l6DE LA PARRA TRUJILLO, Eduardo, "Comentarios a las Reformas a la Ley Federal del
Derecho de Autor: Revista de Derecho Privado, nueva época, núm. 8, año 111, mayo-agosto de
2004, p. 99.

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cuestión, destacar el hecho del aumento al plazo en cuanto a la protección


de los derechos pecuniarios para después de la muerte del autor. Anterior-
mente dicho plazo era de 75 años, protección superior a la otorgada por el
Convenio de Berna, suscrito por México y el cual establece una protección
de 50 años post mortem auctoris. Actualmente el plazo es de 100 años pos
mortem auctoris, lo cual en principio, aparentemente beneficia tanto a los
autores como a sus causahabientes, ya que, una vez que ocurra su inevitable
deceso, no dejarán en el desamparo o protección a sus herederos, puesto que
contarán con tiempo más que suficiente para explotar de manera exclusiva
su obra, aún cuando ya no cuenten con la protección física del autor.
Lo anterior genera consecuencias muy negativas. En primer lugar, aunque las
obras mexicanas tengan 100 años post mortem auctoris, quedarán desprotegidas
en el resto del mundo donde se contemplan plazos substancialmente menores,
así que no se puede concluir que la extensión del término en nuestro país bene-
ficia los intereses de los creadores de cultura mexicanos. En segundo lugar, las
obras extranjeras, aunque en el resto del mundo estén en el dominio público,
seguirán protegidas en México por muchos años más, lo cual se traduce en un
encarecimiento de los bienes y servicios culturales en nuestro país, pues la con-
tinuación del monopolio de explotación de las obras implica que los usuarios
deberán seguir pagando derechos de autor al respectivo titular. Esto es un golpe
bajo al acceso a la cultura, pues disfrutar de las mismas obras será más caro en
México que en el resto de los países del mundo, cosa que se agrava tomando en
cuenta la situación económica de los mexicanos y la necesidad de mejorar la
cultura de los habitantes de nuestro país.17

Por consecuencia, resulta muy urgente modificar nuevamente la Ley Fe-


deral del Derecho de Autor en este renglón.

l7 Ibidern, p. 106.
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