Fantasma y Sexuación-Florencia Dasen
Fantasma y Sexuación-Florencia Dasen
Fantasma y Sexuación-Florencia Dasen
Hay una temprana escritura del deseo masculino y del de una mujer en Lacan
que está en el Informe sobre Daniel Lagache de 1960, -Miller se ocupa de ella
en De mujeres y semblantes-: la fórmula del deseo en el hombre es Φ (a), y
del lado femenino es A/ (ϕ), o sea la función del falo imaginario. Esto guarda
su relación con lo que Lacan desarrollará luego con la logificación de los
cuantificadores en relación a la función fálica en Aún, pero ya en este texto
anticipa la incidencia de ese Otro barrado en la relación al deseo en la mujer,
que no está del lado masculino. Del lado masculino lo que hay es algo que
tiene que ver con dos funciones fundamentales del objeto a, que son el objeto
causa del deseo y el objeto plus de gozar. Podemos agregar la condición
famosa y tan conocida, que Eric Laurent dice que se presenta con cierta
extrañeza, la condición del fetiche -es cierto que hablamos de cosas como si
fueran simples y son bastante extrañas-: la condición fetichista como recorte
perverso del objeto en relación al deseo masculino, que es eso a lo que una
mujer viene a poder dar cuerpo en relación a esa condición de goce, en
relación a la causa de deseo para un hombre. Una mujer encarna el fetiche de
otro cuerpo.
Todo eso es dicho así efectivamente, como si funcionara tan bien, sobre todo
en estas épocas donde lo que prima no es el cortejo de los hombres y la
distinción de la mascarada femenina, a la que voy a tratar de darle todo su
valor porque se lo da Lacan.
El Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, se ocupa de la
categoría del semblante como semblante de nada, de lo que no podría tomar
forma: esa es la categoría del semblante, que recupera la idea de que hay algo
que no va a tener representación jamás en el lenguaje. Eso mismo es el falo,
eso mismo es también algo de la función del objeto, del que podemos tener
distintas formas de representación de imágenes para cada uno, pero en rigor,
eso no tiene representación en el lenguaje como tal: no hay inscripción en el
lenguaje de la significación sexual, el referente está perdido. Esto produce que
haya una relación al falo como semblante, respecto de la cual hay que
posicionarse en la famosa dialéctica del ser y del tener. Esto Lacan lo
trabajaba como lógica atributiva en relación al falo –no es la lógica de los
cuantificadores de Aún-, en el año 58, pero aquí les estoy hablando del año 72,
De un discurso que no fuera del semblante, con la expectativa de que haya
algo, en relación a esta cuestión de hombre y mujer, que vaya más allá del
semblante -por supuesto va a significar lo que no puede no pasar por el
complejo de castración tanto para él como para ella-. Lacan dice allí algo que
me interesa especialmente: ¨el mundo que hay entre la sexualidad y lo que
Freud denuncia sobre las relaciones que el inconsciente revela, para los
hombres la muchacha es el falo y es lo que los castra, para las mujeres el
muchacho es la misma cosa, el falo, y esto es lo que las castra también porque
ellas solo consiguen un pene y que es fallido.¨ Y agrega: ¨para el hombre en
esta relación la mujer es precisamente la hora de la verdad¨. ¿Qué es la hora de
la verdad? la función de la verdad se sostiene del semblante y se supone que
hay algo de esto que es un obstáculo para el varón. Soportar poder lograr que
el falo devenga un semblante y por eso mismo poder hacer mejor uso de él. Se
supone que para una mujer esto es más sencillo, que ella está advertida que los
fetiches con los que engaña para causar el deseo del hombre y él se deja
engañar, son semblante, los capta como tales. Es a esa coalescencia del goce,
entre el falo y el semblante a lo que Lacan llama la prueba que un hombre
tiene que pasar a la hora de encontrarse con una mujer, esa prueba tiene que
pasarla en el orden del deseo.
Me parece que eso hay que ponerlo en relación con lo que Lacan dirá más
adelante: que hay algo que ella siente pero que nada sabe o puede decir al
respecto. Los hombres, como agentes de la función fálica hablan de las
mujeres, dicen cosas sobre las mujeres, a las mujeres incluso las difaman,
hacen todo eso que es posible de decir sobre el goce de ellos en relación a las
mujeres por la vía de la palabra precisamente, y eso es el goce fálico. Las
mujeres, y entonces entro mínimamente en algo de Aún, justamente,
participan plenamente de la función fálica pero, no-toda ahí. Las
consecuencias del no-toda fálica para ella que Lacan elabora en Aún como la
distribución de las posiciones sexuadas del lado izquierdo y del lado derecho
que no coincide con hombres y mujeres. Hay una elección a hacer respecto de
lo que es justamente la función del lado de la excepción y del todo, y la
posición respecto de hacer lugar a ese no-todo fálico y lo que viene al lugar de
lo que viene a ser un goce suplementario más allá del falo, de eso justamente
es de lo que no da cuenta el fantasma. El fantasma va del lado izquierdo de las
fórmulas al derecho, la flecha del sujeto del lado izquierdo al objeto a del lado
derecho en la parte de abajo de las fórmulas. Y lo que también me parece
importante agregar como fundamental de Aún es, que, si bien Lacan ya por
supuesto decía que la mujer no existe, antes de Aún no había quedado
ubicado, creo, realmente como un significante que falta en lo simbólico, que
hay una forclusión en ese lugar. Al estar el significante que represente a una
mujer forcluído ya no se trata de ella referido a él y él a ella, ya se trata de un
punto de un sexo respecto de sí. Pero lo voy a decir mejor: la forclusión de un
significante que represente a La mujer produce como consecuencia la
posibilidad de lo que viene a suplir ese agujero en lo simbólico, el significante
idóneo, no como otro sexo refiriéndolo al hombre sino como sexo uno sin
otro, falta en el inconsciente, es una falta del orden de lo forclusivo con
consecuencias por supuesto clínicas enormes respecto de las posiciones
femeninas para arreglárselas con el modo de subjetivar de algún modo la
inexistencia para cada una de un significante que la represente, y qué
versiones se va a dar cada una, una por una, respecto de la feminidad para ella
y de las valencias fálicas del deseo de las que es deseable que siempre esté en
relación.
Por qué decía la cuestión de la mascarada: esto se junta un poco con algo de lo
que traía Jorge. En Televisión, página 566 de los ¨Otros Escritos¨, cuando
Lacan se ocupa de la fórmula de la inexistencia de la excepción, o sea de la
fórmula de arriba a la derecha, dice, “de ahí que una mujer, puesto que de más
que de una no se puede hablar, una mujer solo encuentra a el hombre en la
psicosis”. Luego se ocupa del significante del Otro barrado, de la que ella
tiene una incidencia directa, y eso es lo que marca justamente la función de la
posibilidad del extravío en ella, pero a su vez, también la lucidez de que no
hay Otro del Otro. Porque a veces solamente se suele destacar que ese es el
punto de locura, pero no locas del todo. Ahí es donde hay esta capacidad de
versiones de invención y de saber, que no hay última palabra respecto del
goce, en eso ella está favorecida, a condición, claro, de que pueda tener un
trabajo sobre cómo hacer lugar a la función del límite, porque, que no esté el
límite fálico para ella como lo está en el hombre no quiere decir que no lo
haya. A eso viene por supuesto toda la cuestión de la hipótesis de la
compacidad con los conjuntos, ahí en relación a la función de lo finito, que
algo no pueda saberse no quiere decir que no pueda localizarse, etc., etc. Y
cuando se ocupa acá de las no-locas del todo, dice: ¨es incluso por eso por lo
que no son todas, es decir no-locas del todo, no para nada locas, acomodaticias
más bien hasta tal punto de que no hay límites a las concesiones que cada una
pueda hacer para un hombre, de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”.
Después viene la fórmula del fantasma y aquí Lacan dice: ¨ella se presta más
bien a la perversión que considero que es la del hombre. Lo que la conduce a
la mascarada conocida y que no es la mentira que unos ingratos apegados a el
hombre le imputan, más bien es el por si acaso del prepararse para que el
fantasma del hombre en ella encuentre su hora de verdad. No es excesivo
puesto que la verdad es mujer ya por no ser toda, no toda a decirse en todo
caso¨. Esto es lo que me parece que es interesante destacar de algo que
también es una categoría muy antigua inventada por Joan Riviere y que Lacan
justamente recupera con su replanteo y transformación como antecedente del
semblante. Y, ¿por qué decía que quería de algún modo destacar la función de
la mascarada? Cuando falla la posibilidad de algo de la función de la
mascarada estamos más cerca de que ahí haya algo que tiene que ver con un
lugar más de ¨toda¨, no poder hacer con ese límite, lo que reúne la función de
la mascarada con la verdad no toda. Después Lacan va a hablar como el acto
sexual no alcanza para poder decir de qué sexo es cada uno, el acto sexual no
identifica sexualmente a una mujer, si bien lo exige con aires de sexo…Y
Lacan concluye que en el amor no es el sentido el que cuenta sino el signo.
Hace falta el signo de amor, las palabras de amor, etc., pero la función de la
mascarada como un modo de saber hacer con el límite me parece que vale la
pena rescatarlo.
La dirección de las Jornadas decía que uno tenía que venir a decir lo que uno
no sabe, nada de esto se puede decir que uno lo sabe: la verdad, que el
psicoanálisis es muy difícil. Hay que seguir por la pregunta de qué es lo que
da cuerpo al goce. Entonces, da cuerpo al goce el falo. Eric Laurent, J-A
Miller, van a situar otra cosa que también da cuerpo al goce, que no es el falo,
que es la laminilla. El mito de la laminilla a partir del Seminario 11 y su
articulación con LOM en El reverso de la biopolítica por parte de Eric y en el
Seminario La angustia lacaniana de J-A Miller, hay una articulación muy
interesante de ruptura de la dialéctica del ser y del tener, justamente porque un
verdadero deseo de hombre angustia al sujeto femenino.