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ESPAÑOL-LITERATURA
Décimo grado
Este libro forma parte del conjunto de trabajos dirigidos al Perfeccionamiento Continuo del
Sistema Nacional de Educación en la Educación General Politécnica y Laboral. Ha sido elabora-
do por un colectivo de autores integrado por metodólogos, maestros, profesores y especialistas, y
revisado por la subcomisión correspondiente de la Comisión Nacional Permanente para la
Revisión de Planes, Programas y Textos de Estudio del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas
del Ministerio de Educación.
ISBN 978-959-13-0612-8
Al alumno
Panorama histórico-literario
Autor y obra
Se ofrecen los datos más significativos sobre el autor estudiado y sus obras,
en especial, acerca de la creación de la obra objeto de estudio.
Consolidación general
Interésate en saber
Esta sección final tiene como objetivo ampliar tu cultura general con infor-
maciones, en especial, de la actualidad; recomendaciones de lecturas extraclase y
datos curiosos e interesantes, que, ojalá te motiven a investigar en la prensa y en
diversas fuentes.
El libro termina con un glosario de nombres de personalidades y lugares cita-
dos en los distintos capítulos, para brindarte mayor información sobre ellos.
Como ves, este texto no está destinado a la simple memorización, sino que
apelando a tu inteligencia e interés te invita a la reflexión y al análisis, unido, por
supuesto, al disfrute de obras valiosas de la literatura universal.
Nada complacería más a tu profesor y al colectivo de autores, que encuentres
en él un auxiliar placentero y efectivo para el estudio de la lengua y la literatura.
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Introducción
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Cruz. Estas obras fueron escritas hace mucho tiempo y en lugares distantes de
nuestro país, sin embargo, comprobarás cuando las conozcas, que aún hoy, al
leerlas, nos conmueven y nos enseñan, lo que permite disfrutarlas, por eso
pertenecen a la literatura universal y forman parte del patrimonio cultural de la
humanidad.
La literatura universal
Para que puedas comprender mejor las obras que estudiarás en preuniversitario,
conviene precisar diferentes aspectos en torno a lo que se conoce como literatura
universal.
En las etapas tempranas del desarrollo de los pueblos, los territorios habitados
por los distintos hombres se encontraban muy aislados entre sí debido al poco
desarrollo de los medios de comunicación. Los hábitos y costumbres surgidos en la
lucha por la subsistencia y frente a la naturaleza, eran particulares para cada grupo
humano. Al surgir el arte, el modo de vida se reflejó en las diferentes manifesta-
ciones; de manera que los rasgos propios de las literaturas de los distintos pueblos
están condicionados por las características de su vida social y por su idiosincrasia.
Sabiamente, Martí dijo al respecto: “… la literatura no es más que la expresión y
forma de la vida de un pueblo,” (…)1
Como podrás suponer, en esas remotas épocas, aún no se hablaba de literatura
universal. Al continuar su avance la historia de la humanidad, llega, a mediados del
siglo XVII, el período de las revoluciones burguesas y a partir de entonces, surgen las
naciones, la comunidad y la interrelación entre ellas. La literatura, como parte de la
cultura nacional, no es ajena a este intercambio entre los distintos pueblos. Empiezan
a estudiarse las literaturas de las distintas naciones, sus etapas, sus semejanzas y
diferencias; se exaltan además las obras y autores más importantes de las literaturas
nacionales. Surgen así en el siglo XIX, al unísono, los términos “literatura nacional”
y “literatura universal”.
Ambos términos no se excluyen; antes bien, se complementan. Carlos Marx y
Federico Engels, al analizar el nuevo carácter de las relaciones económicas en el ca-
pitalismo expresaron: (…) “La producción intelectual de una nación se convierte en
patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de
día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma
una literatura universal.”2
Como ves, no se trata de una suma mecánica de las distintas literaturas, sino de
incorporar al patrimonio de toda la humanidad, sus más altas creaciones y sus
aportes fundamentales. Piensa: ¿Qué puede ser lo universal en el terreno artístico?
Únicamente lo que es válido para todos los hombres. Al analizar las creaciones indi-
viduales de los distintos pueblos se puso de manifiesto que había determinados va-
lores: sentimientos, ideas, gustos, comunes a todos, en cualquier época y en
cualquier lugar del mundo, precisamente porque el contenido de esas obras es
1
José Martí: Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 8, p. 338.
2
Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras Escogidas, Editorial
Progreso, Moscú, [s. a.], p. 36.
2
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humano. Recuerda lo que has estudiado y conoces sobre Martí; ¿crees que las ideas
de independencia, justicia social y hermandad entre los hombres que se aprecian en
sus obras son válidas solo para los cubanos? Por supuesto que no. Valen para los
hombres de cualquier latitud. Pero además, la belleza de su expresión, el hábil mane-
jo de la lengua española que hace Martí, ¿no pueden ser gustados más allá de nues-
tras fronteras? Estamos en presencia de un autor universal. No hay otro modo de lle-
gar a lo universal que a través de lo nacional, porque toda obra literaria refleja,
independientemente de la voluntad de su autor, las circunstancias en que este cono-
ció al hombre y al mundo.
Por esto, en la Tesis sobre la cultura artística y literaria aprobada por el Primer
Congreso de nuestro Partido Comunista se enuncia: “Toda expresión artística ver-
dadera tiende a universalizarse. Nacida de una circunstancia social peculiar, vincu-
lada a una tradición nacional, en la misma medida en que expresa una realidad
entrañablemente humana, no es ajena al hombre en latitud alguna.” (…)1
¿Te sientes ya preparado para responder la pregunta que da título a este capítulo?
Para ello debes tener presente lo que aparece a continuación.
Consolidación general
1. Explica brevemente qué entiendes por literatura nacional.
2. Investiga en el diccionario el significado de la palabra universal. Busca el sustan-
tivo primitivo del cual ella procede y forma una familia de palabras.
3. Haz un sumario del artículo que acabas de leer.
4. Escribe un párrafo en que definas el concepto de literatura universal. Revísalo
cuidadosamente.
5. Compara el concepto de literatura universal que acabas de aprender con el de li-
teratura nacional que ya conocías.
1
“Sobre la cultura artística y literaria”, en Tesis y Resoluciones, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1978, p. 472.
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Pasatiempo instructivo
Puzzle
N
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s
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Fidel Castro: Nada podrá detener la marcha de la Historia, Editora Política, La Habana, 1985, p. 83.
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Interésate en saber
El notable escritor y profesor cubano Roberto Fernández Retamar, en una entrevista
que le hizo la revista Revolución y Cultura, editada en La Habana (enero de 1988, p. 7),
considera entre los libros más entretenidos de todos los tiempos a la Ilíada,
El Quijote. Durante el curso ten presente este criterio de Fernández Retamar para
que lo reafirmes o lo refutes, después que hayas estudiado estas obras.
Como debes saber, el Centro Histórico de la Habana Vieja fue declarado por la
UNESCO en 1982, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esto significa que un
conjunto arquitectónico del pueblo cubano, por sus valores históricos y artísticos
debe ser valorado y conservado como perteneciente a toda la humanidad. Aquí tienes
otra muestra de lo que alcanza la categoría de universal. Otros lugares del mundo
también han recibido esta distinción, trata de conocer cuáles son.
5
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Introducción
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básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cier-
to punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre. Hace muchos
centenares de miles de años, en una época aún no establecida definitivamente, de
aquel período del desarrollo de la Tierra que los geólogos denominan terciario,
probablemente a fines de este período, vivía en algún lugar de la zona tropical (…)
una raza de monos antropomorfos extraordinariamente desarrollada. (…)
Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que
las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies,
estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el
suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisi-
vo para el tránsito del mono al hombre.
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(…) Con cada nuevo progreso, el domino sobre la naturaleza, que comenzara
por el desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del
hombre, haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas
propiedades hasta entonces desconocidas. Por otra parte, el desarrollo del tra-
bajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta, y al
mostrar así las ventajas de esta actividad conjunta para cada individuo, tenía
que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad.
En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron
necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creó el órgano: la
laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero firme-
mente, mediante modulaciones que producían a su vez modulaciones más per-
fectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un
sonido articulado tras otro.
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Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímu-
los principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando
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Actividades
1. ¿Conoces el significado de las palabras geólogo, terciaria, antropomorfo? Si te
ofrecen dudas apóyate en el contexto o en el diccionario.
a) Investiga en cada caso, si son palabras primitivas, derivadas, simples, com-
puestas.
b) De cada una escribe otras tres palabras que correspondan a sus familias.
2. Estas son ideas esenciales del fragmento de Engels:
La necesidad de comunicación entre los hombres primitivos dio origen al len-
guaje.
El trabajo es la condición fundamental de la vida humana.
El trabajo y el lenguaje resultaron esenciales para la formación del cerebro
humano.
La posición erecta fue un paso decisivo para el tránsito del mono al hombre.
a) Ordénalas teniendo en cuenta la secuencia del fragmento.
b) Comenta cada una de ellas.
3. En el segundo párrafo del texto de Engels aparece la palabra Tierra.
a) Explica por qué en este caso se ha escrito con mayúscula. Busca en lo leído hasta
aquí, dos ejemplos que ilustren diferentes usos de la mayúscula.
b) Escribe una familia de no menos de seis palabras con el vocablo tierra.
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Como has podido apreciar estas actividades artísticas de origen común, tenían
una función práctica y utilitaria, pues estaban vinculadas al trabajo colectivo que los
hombres primitivos realizaban, por tanto tenían un carácter social. Con ellas apare-
cen algunos elementos esenciales del arte como son los gestos, el ritmo, la
entonación, la melodía, el énfasis.
Debes fijar bien la siguiente idea, muy importante para comprender el origen de
la creación artística:
Actividades
1. Por estudios anteriores conoces a qué llamamos contexto. Explica el significado
del término albores atendiendo al contexto en que se encuentra.
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Canciones de trabajo
CANCIÓN CAMPESINA
(Estonia)
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CONDUCIENDO EL ARADO
(China)
Primer arador: Padre del cielo. Haz que todo crezca; el hombre es la más noble de
todas las criaturas.
Coro de tiradores: Yo soy un hombre. ¡Qué feliz de serlo!
Segundo arador: Entre los hombres hay varones y mujeres.
El varón es más noble.
Coro de tiradores: Yo soy un varón. ¡Qué feliz de serlo!
Tercer arador: Unos varones son fuertes y otros son débiles.
El más fuerte es el más noble.
Coro de tiradores: Yo soy fuerte. ¡Qué feliz de serlo!
Todos los tiradores: Padre del cielo, haz que todo crezca.
Que a cada cual se le dé lo mejor y más noble.
Coro de tiradores: ¡Gracias al Padre del cielo! ¡Gracias al dios de la tierra!
CANTO DE REMEROS
(Nueva Zelanda)
¡Tirad!
¡Ciad!*
¡Guardad el compás!
¡Ciad!
¡Parad! ¡Remad con fuerza!
¡Remad, remad hacia allá!
¡Adelante, adelante!
¡Hacia Waipa, adelante!
¡Tirad!
* Ciad: Forma imperativa del verbo ciar que en marinería significa remar hacia atrás. (N. del A.)
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Proverbios
¿Qué observas de común en todos ellos? Fíjate que los tres son frases más o
menos breves, pero cargadas de un profundo sentido. Los distintos términos con los
que se designan —pensamientos, refranes, proverbios, entre otros—, el diccionario
los presenta como sinónimos, pero tú bien sabes que es difícil encontrar sinónimos
exactos. A los que presentan temas elevados, por lo general los llamamos pen-
samientos, máximas, sentencias, aforismos, mientras que a los anónimos y popu-
lares les decimos refranes o proverbios.
De todos ellos los proverbios son los más antiguos, pues tienen su origen, al igual
que las canciones de trabajo y los mitos, en la comunidad primitiva. Ellos sintetizan
en frases breves, profundas meditaciones como resultado de la experiencia vivida, y
siempre encierran una enseñanza. Por todo esto muchos los califican como joyas de
la sabiduría popular, y conservan su vigencia.
La selección de proverbios, pertenecientes a las antiguas comunidades africanas
y sumerias que aparecen a continuación, te pueden ayudar a comprender mejor su
valor.
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Actividades
1. Comenta con tus compañeros los puntos siguientes y escribe las conclusiones en
tu libreta.
a) ¿A qué llamamos poesía primitiva?
b) Las características de dicha poesía.
c) Los temas que abordaba.
2. Participa en el análisis colectivo de una de las canciones, bajo la dirección del pro-
fesor.
3. Observa las formas verbales que aparecen en el poema “Canto de remeros”.
a) ¿Cuál es el modo predominante?
b) ¿A qué obedece el empleo de dicho modo?
4. Analiza en forma independiente una de las canciones de trabajo que aparecen en
este texto y que no se haya estudiado en clase. Para ello debes tener en cuenta los
elementos de contenido y forma que presente y aplicar los conocimientos que sobre
el análisis ya posees.
5. Practica la lectura expresiva de los poemas.
6. Participa en la lectura coral de la canción que oriente tu profesor.
7. Relee los tres pensamientos y refranes que aparecen en la página anterior:
a) Interpreta y comenta su vigencia.
b) Analízalos gramaticalmente.
c) Observa la ortografía de la palabra instruido y explica por qué no lleva tilde.
8. Mediante un dictado explicativo di las dificultades ortográficas de las palabras
que se te indiquen.
Con este contenido solo pretendemos ofrecerte una sencilla información sobre el
florecimiento de la literatura en las primeras sociedades divididas en clases y la for-
mación de los primeros estados esclavistas, los que, como bien sabes, suceden a la
comunidad primitiva.
Estas nuevas sociedades surgen en el Antiguo Oriente; en la literatura se desta-
can, entre otras, la egipcia, la mesopotámica, la india, la hebrea.
Por tus estudios anteriores conoces que la literatura es un reflejo artístico de la
realidad. Martí decía: “Cada estado social trae su expresión a la literatura, de tal
modo, que por las diversas fases de ella pudiera contarse la historia de los pueblos,
con más verdad que por sus cronicones y sus décadas.” (…)1
Las literaturas antiguas orientales nos permiten conocer las características de
esas civilizaciones, tanto en lo que se refiere a la estructura y organización de esos
Estados, como en lo que atañe a los valores religiosos, humanos y estéticos que sus-
tentaban, tan ricos y valederos que se han insertado en el pensamiento y en la cul-
tura universal.
1
José Martí: Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1975, t. 13, p. 134.
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ESPOSA
1. Yo rosa del campo, y azucena de los valles.
ESPOSO
2. Como azucena entre espinas, así mi
amiga entre las hijas.
ESPOSA
3. Cual el manzano entre los árboles
silvestres, así mi amado entre los hijos.
A la sombra del que desee, sentéme; y su
fruta dulce a mi garganta.
4. Metióme en la cámara del vino, la
bandera suya, en mi amor.
5. Esforzadme, rodeadme de vasos de
vino, cercadme de manzanas, que
enferma estoy de amor.
6. La izquierda suya debajo de mi cabeza,
y su derecha me abrazará.
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Actividades
1. Localiza en un mapamundi los pueblos del Antiguo Oriente citados en el epígrafe
“Referencias a las antiguas literaturas orientales.”
2. Interpreta y comenta con tus compañeros el pensamiento martiano que aparece en
el epígrafe citado anteriormente.
3. Haz un sumario que comprenda las ideas esenciales de ese epígrafe.
4. Investiga en un diccionario literario o en otra fuente que te indique tu profesor,
sobre alguna de las obras famosas del Antiguo Oriente. Expresa oralmente el resul-
tado de tu investigación apoyándote en un breve informe escrito.
Consolidación general
1. ¿Recuerdas quién expresó la frase “El trabajo ha creado al propio hombre”?
a) Expón lo que conozcas acerca de este autor.
b) Fundamenta la frase.
2. Argumenta por qué se dice que la poesía, la danza y la música nacieron juntas.
3. Redacta un párrafo donde expreses cuál es tu manifestación artística preferida.
4. Copia con tu mejor letra, proverbios y pensamientos que te interesen. Memorízalos
para que puedas emplearlos cuando convenga.
5. Resume en un cuadro sinóptico los asuntos gramaticales ejercitados en este capí-
tulo. Ejemplifica cada uno mediante ejercicios tomados de un texto o elaborados
por ti.
6. Prepara tu exposición o tus preguntas para intervenir en un panel sobre el con-
tenido de los capítulos 1 y 2.
Pasatiempo instructivo
Usa el razonamiento y tus conocimientos:
Como ya estudiaste algunas canciones de trabajo, con un poco de interés y pacien-
cia, lograrás llenar correctamente un cuadro como este que harás en tu libreta. Para
ello te damos los datos imprescindibles que debes leer cuidadosamente.
Identifica cada canción y completa los datos que sobre ellas se te piden.
a) La canción 1 habla del trabajo, pero no presenta solista ni tiene carácter mítico o
religioso.
b) La canción 2 usa el recurso literario llamado reiteración, pero su tema no se
refiere a la leña, ni usa como recurso literario la interjección.
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c) La canción 3 tiene relación con la tierra, pero no con el bosque ni con el mar.
¿Te gustó? Tú también puedes crear entretenimientos como este que al mismo tiem-
po te ayudarán a ejercitar el razonamiento y a consolidar los conocimientos.
¡Prueba!
Interésate en saber
Las máximas, aforismos, sentencias de nuestros más brillantes pensadores, así
como el refranero popular, forman un rico legado cultural. En este capítulo has
conocido unos pocos, por lo que debes enriquecer su conocimiento, preguntando
a las personas mayores o investigando en libros como, por ejemplo, El saber y el
cantar de Juan sin nada, de Samuel Feijóo, destacado investigador villaclareño de
nuestro folclor.
En casi todos los museos cubanos existen muestras de las comunidades primi-
tivas, especialmente de las que poblaron nuestro país, encontradas en excavaciones
arqueológicas. Por las ruinas descubiertas en México, Centroamérica, Perú, Cuba,
podemos conocer cómo vivieron los hombres primitivos, sus costumbres, los obje-
tos y herramientas que usaban, en fin, el grado de desarrollo que alcanzaron.
También de las antiguas civilizaciones orientales hay muestras en algunos de
nuestros museos. Es muy apreciada la Sala Egipcia del Museo de Bellas Artes en
Ciudad de La Habana. Si tienes oportunidad no dejes de visitar los museos que te
sean accesibles e interesarte por todo lo que ellos poseen sobre las más antiguas
comunidades; puedes informarte también, leyendo en la prensa, lo que sobre este
asunto se publica con alguna regularidad.
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Los objetivos de dicha expedición se relacionan con lo que has estudiado en este
capítulo, en especial en lo que se refiere al modo de vivir de algunas comu-
nidades primitivas que aún subsisten en nuestra América.
Para encauzar tus inquietudes en este sentido, infórmate si existe en tu localidad
algún grupo de la Sociedad Espeleológica de nuestro país, de la que fue fundador
el Doctor Antonio Núñez Jiménez, jefe de la expedición “En canoa del Amazonas
al Caribe”.
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Introducción
Alguna vez habrás oído decir para referirse a la belleza de una mujer que “es una
Venus” o expresar de un joven bien parecido, que “es un Adonis”. ¿Y qué dirías si
supieras que estas y otras muchas frases que aún usamos, se originaron en Grecia
hace más de dos mil años?
En grados anteriores conociste las características de las civilizaciones del
Mediterráneo y qué factores condicionaron el surgimiento de notables culturas en
Grecia y Roma. El estudio de la epopeya griega Ilíada, un monumento de la lite-
ratura universal, no solo te permitirá apreciar sus valores, sino también un grandioso
cuadro de la vida de este pueblo.
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ticas que cultivaron ambos pueblos: la escultura. Observa estas ilustraciones en las
que podrás admirar la belleza de estas obras. No debe escapar a tu apreciación que
lo que inspira a los artistas griegos es el hombre y qué lo reflejaron en ellas como un
ser dotado de perfección ideal.
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El Partenón, templo dedicado a la diosa Palas Atenea, aún hoy impresionada por
la armonía de sus líneas y proporciones.
Fig. 10 El Partenón
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Fig. 11 El Coliseo
De lo tratado hasta aquí debes tener muy en cuenta las siguientes ideas:
La mitología grecolatina
No es de extrañar que te preguntes por qué los griegos han dejado tan brillante
huella a través de los siglos. Quizás la mayor contribución de esta cultura a la
humanidad es el haber situado al hombre como centro de todas sus creaciones.
¿Cómo llegaron entonces los griegos a descubrirse a sí mismos, en los oscuros
tiempos en que se formaban como pueblo?
Al concebir el mundo y sus relaciones, los hombres de Grecia, como todos los
pueblos de la Antigüedad, recurrieron a su imaginación para explicarse todo aquello
que no podían responder de otra manera, porque, como puedes suponer, los
conocimientos que ahora llamaríamos científicos estaban en embrión, envueltos en
la maraña de un pensamiento confuso.
Se llama mito a ese intento de explicarse las relaciones del hombre con la
naturaleza y consigo mismo, mediante la imaginación.
Los griegos, que se sentían tan orgullosos de ser humanos, se daban a sí mis-
mos el epíteto de “hombres de voz articulada”, esto te recordará lo que aprendiste
en el segundo capítulo de este libro. Cuando tuvieron necesidad de explicarse el
comienzo del mundo y las fuerzas que lo rigen, crearon su religión y sus mitos.
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Lo hicieron a imagen del hombre, esto es que personificaron las fuerzas de la na-
turaleza en dioses de figura humana, pero mucho más grandes, más bellos y
poderosos, y por supuesto, inmortales.
Sobre esta base construyeron un maravilloso mundo imaginario que explicaba el
origen del universo, las dinastías o familias de dioses, sus rencillas y sus guerras, las
deidades mayores y las menores, y las relaciones entre los dioses y los hombres.
Porque ¡imagínate! los dioses —y las diosas— eran tan semejantes a los seres
humanos que podían hacer el amor con estos y tener descendencia; estos hijos de los
inmortales con los “efímeros”, que así llamaban a los hombres, fueron los semi-
dioses o héroes mayores, algunos de los cuales conocerás en la Ilíada, de Homero.
La mitología clásica grecolatina nos ha legado mitos que mantienen una validez
permanente por su belleza poética. Merecen citarse entre estos, el mito del titán
Prometeo, benefactor de la humanidad, que robó a los dioses —a Zeus— el fuego,
para aliviar la vida de los hombres y sufrió por amor a estos un desmesurado
castigo.
La belleza de los mitos grecolatinos es tal que la literatura y el arte de todos los
tiempos han continuado bebiendo en esta fuente durante casi veinticinco siglos. La
persistencia de estos mitos se manifiesta hasta en frases que los aluden. Este es el
caso de expresiones tales como: “allí ardió Troya”, “la manzana de la discordia”,
“ese fue su talón de Aquiles”, tu profesor te explicará el significado de estas frases.
Para facilitar tu comprensión del texto de la Ilíada, de Homero, así como para
que puedas apreciar la presencia de la mitología grecolatina en la literatura y el arte
posteriores a este período, te ofrecemos el siguiente cuadro, en el que aparecen los
principales dioses del panteón grecolatino:
Fig. 12 Zeus
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Fig. 13 Afrodita
Actividades
1. Busca en el diccionario el significado de las palabras: minuciosa, panteón,
caduceo.
a) Observa y explica las dificultades ortográficas que presenta cada uno de estos
vocablos.
b) Escribe una oración en que emplees dos de las palabras.
2. Lee esta oración: “En la antigüedad de los pueblos floreció en las riberas del
inquieto Mediterráneo, la cultura grecolatina”.
a) ¿Qué pueblos fueron sus creadores? Explica de acuerdo con lo estudiado, cuál
fue el maestro y cuál, el discípulo.
b) Observa que en la oración dada, el sustantivo Mediterráneo está precedido del
adjetivo inquieto. ¿Por qué crees se califica así a este mar? Ten en cuenta tus
conocimientos de Geografía e Historia.
3. ¿Qué diferencia presenta la escultura romana en relación con la griega?
4. Redacta un párrafo en el que caracterices a la mitología clásica. Realiza la
autorrevisión.
5. Analiza, mediante el dictado selectivo de un fragmento relacionado con el tema,
las dificultades ortográficas que el texto presente (uso de letras, acentuación y pun-
tuación).
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El clasicismo
¿Qué significa para ti lo clásico? ¿Por qué crees que se da el calificativo de clási-
co a una obra literaria como Don Quijote de la Mancha, a una película de Charles
Chaplin o a un cuadro de Picasso?
Consultemos un diccionario para comprobar tu respuesta. Observa las acep-
ciones que se ofrecen del vocablo:
Clásico: “Dícese del autor o de la obra que se tiene como modelo digno de
imitación en arte o en literatura./ Principal o notable en algún concepto./
Perteneciente a la literatura o el arte de la Antigüedad griega o romana y
a los que los han imitado en los tiempos modernos./ Partidario del clasi-
cismo.”
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El género épico encontró su más alta expresión en la epopeya, cuyos rasgos esen-
ciales analizarás más detalladamente cuando estudies la Ilíada.
La lírica tuvo grandes creadores, así como muchas variantes, de las que la elegía,
la oda y las canciones figuran entre las más conocidas. Como un breve ejemplo de
lo que constituyó la lírica griega te ofrecemos estos versos de Anacreonte, que
pertenecen a un poema al que dio por título: “El Amor”.
Cuando la media noche se acercaba
y el signo de la Osa se volvía
…………………………………………
cuando los hombres en el blando lecho
yacían, del trabajo fatigados,
el Amor a mi puerta cauteloso
llegóse, golpeando las aldabas.
………………………………………….
El género dramático griego llevó a su más alta expresión dos manifestaciones
supremas: la tragedia y la comedia, ambas de gran valor.
Entre los grandes trágicos griegos, forman parte del legado artístico que hemos
recibido, las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides. En la comedia el maestro indis-
cutible es Aristófanes, cuya obra de penetrante sentido humorístico, no está exenta
de profundidad al tratar temas serios.
¿No has escuchado con frecuencia expresiones como estas “La Guerra de los
Diez Años fue una verdadera epopeya”? Esta palabra está empleada para expresar el
heroísmo, el sentido de sacrificio, la valentía y audacia de nuestros mambises.
Igualmente habrás apreciado que se habla de “la epopeya de un pueblo por alcanzar
su liberación”, o de un personaje histórico decir que “es un héroe de epopeya”.
Este sentido del vocablo está estrechamente vinculado con su significación lite-
raria, pues la epopeya es una de las formas iniciales del género épico que ya cono-
ces, y, por tanto es una narración. Se distingue de otras formas épicas —relato, no-
vela, cuento— por abordar siempre temas heroicos, expresados en tono elevado y
grandioso y que son de interés para todo un pueblo. Generalmente, su contenido es
en gran parte, mitológico o fantástico y suele tener un personaje central siempre
triunfador.
La epopeya griega presenta héroes que pueden ser mortales o semidioses, es
decir, hijos de un ser mortal y un dios o diosa.
El héroe homérico representa los valores morales, sociales, militares y las acti-
tudes propias de una aristocracia guerrera. Ejemplo de héroe homérico es Aquiles,
el protagonista de la Ilíada.
Para el estudio de esta obra te será muy necesario comprender bien el concepto
de héroe, así como el de epopeya. Recuerda que la epopeya se caracteriza por:
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Pertenecer a la épica.
Tener carácter heroico.
Emplear un tono grandilocuente.
Mostrar acontecimientos del pueblo.
Ser, en gran medida, fantástica o mitológica.
Actividades
1. Expresa con tus propias palabras por qué las antiguas literaturas de Grecia y Roma
se consideran clásicas.
2. Escribe oraciones en las que ejemplifiques las distintas acepciones del término
clásico que aparecen en el epígrafe La literatura clásica griega.
3. ¿Por qué se denomina clásicos del marxismo leninismo a Marx, Engels y Lenin?
4. ¿Has conocido otras obras del género épico? Nómbralas. ¿Por qué la epopeya
pertenece al género épico?
5. Observa la palabra semidiós que aparece en esta parte del texto. Te habrás dado
cuenta de que tiene un prefijo latino. Escribe cinco palabras con prefijos o pseudo-
prefijos griegos y anota al lado su significado.
Ilíada, de Homero
El autor
Observa en todos sus detalles esta reproducción del busto de Homero que se
encuentra en el Museo Nacional de Nápoles, Italia. ¿Qué impresión te causa?
La figura literaria de este poeta griego es una de las más legendarias y antiguas;
Homero ha sido considerado como símbolo de la grandeza y el esplendor de la
epopeya helénica. Se sabe que distintas ciudades griegas —Quíos, Esmirna, entre
otras— se han disputado el privilegio de ser la cuna de su nacimiento. También su
ceguera pertenece a la leyenda.
Durante mucho tiempo se discutió acerca de si Homero era o no el autor de los
dos grandes poemas épicos: la Ilíada y la Odisea. A estas discusiones se le llamó por
críticos e historiadores de la literatura la “cuestión homérica”.
Con respecto a este asunto, nuestro José Martí en su artículo titulado “La Ilíada
de Homero”, comienza diciendo:
Hace dos mil quinientos años era ya famoso en Grecia el poema de la Ilíada.
Unos dicen que lo compuso Homero, el poeta ciego de la barba de rizos, que an-
daba de pueblo en pueblo cantando sus versos al compás de la lira, como hacían
los aedas de entonces. Otros dicen que no hubo Homero, sino que el poema lo
fueron componiendo diferentes cantores. (…)1
1
José Martí: Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, t. 18, p. 326.
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Fig. 14 Homero
La obra
Las letras griegas se distinguen, fundamentalmente por iniciarse con dos obras
modelos: la Ilíada y la Odisea, las epopeyas de Homero que fueron creadas alrede-
dor del siglo IX a.n.e., en el llamado período homérico.
En la difusión de los poemas épicos desempeñaron un importantísimo papel los
aedas y rapsodas, poetas primitivos que componían narraciones heroicas y que iban
de pueblo en pueblo cantando los poemas homéricos y otras poesías de carácter míti-
co y heroico.
La época reflejada en la Ilíada ofrece un cuadro de la Grecia arcaica. Sin embar-
go, no debes pensar que se trataba de una nación política y socialmente cohesiona-
da, sino que estaba entonces dividida en muchas tribus independientes que vivían en
lo que más tarde serían Micenas, Argos, Atenas, Esparta. Es importante que llegues
a precisar bien la diferencia que existe entre la época a la que se refiere el poeta en
su obra y a la suya propia, es decir, en la que vive y escribe su obra.
La epopeya Ilíada es un grandioso poema distribuido en veinticuatro cantos o
rapsodias, aunque ciertamente esta estructura no se la dio Homero, sino que es el
resultado del análisis y restauración del poema por parte de los estudiosos de la ciu-
dad de Alejandría, en los finales de la cultura clásica griega.
En un diccionario literario refiriéndose al tema y argumento de la epopeya Ilíada
se expresa:
(…) La Ilíada no relata, como parece desprenderse del título, la guerra del Ilión,
sino sólo un episodio de ella, la cólera, (…) de Aquiles. Y su acción se desarrolla
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Actividades
1. ¿Conoces el significado de las voces: legendaria, privilegio, lira? Si te ofrecen
dudas usa el diccionario para resolverlas.
1
Diccionario literario, Montaner y Simón, S.A., Barcelona, 1967, t. VI, p. 127.
* Aqueos: Pueblos que habitaron la Antigua Grecia.
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CANTO PRIMERO
Peste. Cólera
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos
males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes
hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus— desde que
se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
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¿Cuál de los dioses promovió entre ellos contienda para que pelearan? El hijo de
Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres
parecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando re-
dimir a su hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso
rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de áureo cetro, en
la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pue-
blos, así les suplicaba:
CRISES ¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpi-
cos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la
patria. Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus,
a Apolo, el que hiere de lejos.
Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se admitiera
el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el acuerdo, le des-
pidió de mal modo y con altaneras voces:
AGAMENÓN No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora
demores tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizás no te valgan el cetro y
las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi
casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho.
Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más sano y salvo.
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio por la
orilla del estruendoso mar; y mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano
Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera:
CRISES ¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, e
imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gra-
cioso templo o quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúm-
pleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!
Así dijo rogando. Oyóle Febo Apolo, e irritado en su corazón, descendió de las cum-
bres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron
sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba parecido a la noche.
Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha, y el arco de plata dio un terrible chasquido.
Al principio el dios disparaba contra los mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió
sus amargas saetas a los hombres, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres.
Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo,
Aquiles convocó al pueblo al ágora; se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los
níveos brazos, que se interesaba por los dánaos, a quienes veía morir. Acudieron
éstos y, una vez reunidos, Aquiles, el de los pies ligeros, se levantó y dijo:
AQUILES ¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás, yendo otra vez errantes, si
escapamos de la muerte; pues si no, la guerra y la peste unidas acabarán con los
aqueos. Mas, ea, consultemos a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños
—pues también el sueño procede de Zeus—, para que nos diga por qué se irritó
tanto Febo Apolo: si está quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, y si
quemando en su obsequio grasa de corderos y de cabras escogidas, querrá
librarnos de la peste.
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Cuando así hubo hablado, se sentó. Levantóse entre ellos Calcante Testórida, el
mejor de los augures —conocía lo presente, lo futuro y lo pasado, y había guiado las
naves aqueas hasta Ilión por medio del arte adivinatorio que le diera Febo Apolo—,
y benévolo les arengó diciendo:
CALCANTE ¡Oh Aquiles, caro a Zeus! Mándasme explicar la cólera de Apolo, del dios
que hiere de lejos. Pues bien, hablaré; pero antes declara y jura que estás pronto
a defenderme de palabra y de obra, pues temo irritar a un varón que goza de gran
poder entre los argivos todos y es obedecido por los aqueos. Un rey es más
poderoso que el inferior contra quien se enoja; y si bien en el mismo día refrena
su ira, guarda luego rencor hasta que logra ejecutarlo en el pecho de aquél. Dime,
pues, si me salvarás.
Y contestándole, Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo:
AQUILES Manifiesta, deponiendo todo temor, el vaticinio que sabes; pues, ¡por Apolo,
caro a Zeus, a quien tú, Calcante, invocas siempre que revelas oráculos a los
dánaos!, ninguno de ellos pondrá en ti sus pesadas manos, cerca de las cóncavas
naves, mientras yo viva y vea la luz acá en la tierra, aunque hablares de Agamenón
que al presente se jacta de ser en mucho el más poderoso de todos los aqueos.
Entonces cobró ánimo y dijo el eximio vate:
CALCANTE No está el dios quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, sino a
causa del ultraje que Agamenón ha inferido al sacerdote, a quien no devolvió la
hija ni admitió el rescate. Por esto el que hiere de lejos nos causó males y todavía
nos causará otros. Y no librará a los dánaos de la odiosa peste, hasta que sea resti-
tuida a su padre, sin premio ni rescate, la joven de ojos vivos, y llevemos a Crisa
una sagrada hecatombe. Cuando así le hayamos aplacado, renacerá nuestra es-
peranza.
Dichas estas palabras, se sentó. Levantóse al punto el poderoso héroe Agamenón
Atrida, afligido, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al
relumbrante fuego; y encarando a Calcante la torva vista, exclamó:
AGAMENÓN ¡Adivino de males! Jamás me has anunciado nada grato. Siempre te com-
places en profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Y ahora,
vaticinando ante los dánaos afirmas que el que hiere de lejos les envía calami-
dades, porque no quise admitir el espléndido rescate de la joven Criseida, a quien
anhelaba tener en mi casa. La prefiero, ciertamente, a Clitemnestra, mi legítima
esposa, porque no le es inferior ni en el talle, ni en el natural, ni en inteligencia,
ni en destreza. Pero, aún así y todo, consiento en devolverla, si esto es lo mejor;
quiero que el pueblo se salve, no que perezca. Pero preparadme pronto otra re-
compensa, para que no sea yo el único argivo que sin ella se quede; lo cual no
parecería decoroso. Ved todos que se va a otra parte la que me había correspondido.
Replicóle enseguida el celerípede divino Aquiles:
AQUILES ¡Atrida gloriosísimo, el más codicioso de todos! ¿Cómo pueden darte otra
recompensa los magnánimos aqueos? No sabemos que existan en parte alguna
cosas de la comunidad, pues las del saqueo de las ciudades están repartidas, y no
es conveniente obligar a los hombres a que nuevamente las junten. Entrega ahora
esa joven al dios, y los aqueos te pagaremos el triple o el cuádruple, si Zeus nos
permite algún día tomar la bien murada ciudad de Troya.
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vino Atenea del cielo: envióla Hera, la diosa de los níveos brazos, que amaba cor-
dialmente a entrambos y por ellos se interesaba. Púsose detrás del Pelida y le tiró
de la blonda cabellera, apareciéndose a él tan sólo; de los demás, ninguno la veía.
Aquiles, sorprendido, volvióse y al instante conoció a Palas Atenea, cuyos ojos cen-
telleaban de un modo terrible. Y hablando con ella, pronunció estas aladas palabras:
AQUILES ¿Por qué nuevamente, oh hija de Zeus, que lleva la égida, has venido?
¿Acaso para presenciar el ultraje que me infiere Agamenón Atrida? Pues te diré
lo que me figuro que va a ocurrir: Por su insolencia perderá pronto la vida.
Díjole a su vez Atenea, la diosa de ojos de lechuza:
ATENEA Vengo del cielo para apaciguar tu cólera, si obedecieres; y me envía Hera,
la diosa de los níveos brazos, que os ama cordialmente a entrambos y por
vosotros se interesa. Ea, cesa de disputar, no desenvaines la espada e injúriale de
palabra como te parezca. Lo que voy a decir se cumplirá: Por este ultraje se te
ofrecerán un día triples y espléndidos presentes. Domínate y obedécenos.
Y, contestándole, Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo:
AQUILES Preciso es, oh diosa, hacer lo que mandáis, aunque el corazón esté muy irrita-
do. Proceder así es lo mejor. Quien a los dioses obedece, es por ellos muy atendido.
Dijo; y puesta la robusta mano en el argénteo puño, envainó la enorme espada y
no desobedeció la orden de Atenea. La diosa regresó al Olimpo, al palacio en que
mora Zeus, que lleva la égida, entre las demás deidades.
El Pelida, no amainando en su cólera, denostó nuevamente al Atrida con inju-
riosas voces:
AQUILES ¡Ebrioso, que tienes ojos de perro y corazón de ciervo! Jamás te atreviste a
tomar las armas con la gente del pueblo para combatir, ni a ponerte en emboscada
con los más valientes aqueos: ambas cosas te parecen la muerte. Es, sin duda,
mucho mejor arrebatar los dones, en el vasto campamento de los aqueos, a quien
te contradiga. Rey devorador de tu pueblo, porque mandas a hombres abyectos…;
en otro caso, Atrida, éste fuera tu último ultraje. Otra cosa voy a decirte y sobre ella
prestaré un gran juramento: Sí, por este cetro que ya no producirá hojas ni ramos,
pues dejó el tronco en la montaña; ni reverdecerá, porque el bronce lo despojó de
las hojas y de la corteza, y ahora lo empuñan los aqueos que administran justicia y
guardan las leyes de Zeus (grande será para ti este juramento): algún día los aque-
os todos echarán de menos a Aquiles, y tú, aunque te aflijas, no podrás socorrerles
cuando muchos sucumban y perezcan a manos de Héctor, matador de hombres.
Entonces desgarrarás tu corazón, pesaroso por no haber honrado al mejor de los
aqueos.
Así dijo el Pelida; y tirando a tierra el cetro tachonado con clavos de oro, tomó
asiento. El Atrida, en el opuesto lado, iba enfureciéndose. Pero levantóse Néstor,
suave en el hablar, elocuente orador de los pilios, de cuya boca las palabras fluían
más dulces que la miel —había visto perecer dos generaciones de hombres de voz
articulada que nacieron y se criaron con él en la divina Pilos y reinaba sobre la ter-
cera—, y benévolo les arengó diciendo:
NÉSTOR ¡Oh dioses! ¡Qué motivo de pesar tan grande le ha llegado a la tierra aquea!
Alegraríanse Príamo y sus hijos, y regocijaríanse los demás troyanos en su
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corazón, si oyeran las palabras con que disputáis vosotros, los primeros de los
dánaos así en el consejo como en el combate. Pero dejaos convencer, ya que
ambos sois más jóvenes que yo. En otro tiempo traté con hombres aún más
esforzados que vosotros, y jamás me desdeñaron. No he visto todavía ni veré
hombres como Pirítoo, Driante, pastor de pueblos, Ceneo, Exadio, Polifemo,
igual a un dios, y Teseo Egida, que parecía un inmortal. Criáronse éstos, los más
fuertes de los hombres; muy fuertes eran y con otros muy fuertes combatieron:
con los montaraces centauros, a quienes exterminaron de un modo estupendo. Y
yo estuve en su compañía —habiendo acudido desde Pilos, desde lejos, desde esa
apartada tierra, porque ellos mismos me llamaron— y combatí según mis fuerzas.
Con tales hombres no pelearía ninguno de los mortales que hoy pueblan la tierra;
no obstante lo cual, seguían mis consejos y escuchaban mis palabras. Prestadme
también vosotros obediencia que es lo mejor que podéis hacer. Ni tú, aunque seas
valiente, le quites la joven, sino déjasela, puesto que se la dieron en recompensa
los magnánimos aqueos; ni tú, Pelida, quieras altercar de igual a igual con el rey,
pues jamás obtuvo honra como la suya ningún otro soberano que usara cetro y a
quien Zeus diera gloria. Si tú eres más esforzado, es porque una diosa te dio a luz;
pero éste es más poderoso, porque reina sobre mayor número de hombres. Atrida,
apacigua tu cólera; yo te suplico que depongas la ira contra Aquiles, que es para
todos los aqueos un fuerte antemural en el pernicioso combate.
Y, contestándole, el rey Agamenón le dijo:
AGAMENÓN Sí, anciano, oportuno es cuanto acabas de decir. Pero este hombre quiere
sobreponerse a todos los demás; a todos quiere dominar, a todos gobernar, a
todos dar órdenes que alguien, creo, se negará a obedecer. Si los sempiternos
dioses le hicieron belicoso, ¿le permiten por esto proferir injurias?
Interrumpiéndole, exclamó el divino Aquiles:
AQUILES Cobarde y vil podría llamárseme si cediera en todo lo que dices; manda a
otros, no me des órdenes, pues yo no pienso ya obedecerte. Otra cosa te diré que
fijarás en la memoria: No he de combatir con estas manos por la joven, ni conti-
go, no con otro alguno, pues al fin me quitáis lo que me disteis; pero de lo demás
que tengo junto a mi negra y veloz embarcación, nada podrías llevarte tomándo-
los contra mi voluntad. Y si no, ea, inténtalo, para que éstos se enteren también;
y presto tu negruzca sangre brotará en torno de mi lanza.
Después de altercar así con encontradas razones, se levantaron y disolvieron el
ágora que cerca de las naves aqueas se celebraba. Fuese el Pelida hacia sus tiendas
y sus bien proporcionados bajeles con el Menetíada y otros amigos; y el Atrida echó
al mar una velera nave, escogió veinte remeros, cargó las víctimas de la hecatombe
para el dios, y conduciendo a Criseida, la de hermosas mejillas, la embarcó también;
fue capitán el ingenioso Odiseo.
……………………………………………………………………………………
El hijo de Peleo y descendiente de Zeus, Aquiles el de los pies ligeros, seguía irri-
tado en las veleras naves, y ni frecuentaba el ágora donde los varones cobran fama,
ni cooperaba en la guerra; sino que consumía su corazón, permaneciendo en las
naves, y echaba de menos la gritería y el combate.
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cuando te place. Mas ahora mucho recela mi corazón que te haya seducido
Tetis, la de argénteos pies, hija del anciano del mar. Al amanecer el día sentóse
cerca de ti y abrazó tus rodillas; y pienso que le habrás prometido, asintiendo,
honrar a Aquiles y causar gran matanza junto a las naves aqueas.
Y contestándole, Zeus, que amontona las nubes, le dijo:
ZEUS ¡Ah, desdichada! Siempre sospechas y de ti no me oculto. Nada, espero, podrás
conseguir sino alejarte de mi corazón; lo cual todavía te será más duro. Si es cier-
to lo que sospechas, así debe de serme grato. Pero, siéntate en silencio y obedece
mis palabras. No sea que no te valgan cuantos dioses hay en el Olimpo, acercán-
dose a ti, cuando te ponga encima mis invictas manos.
Así dijo. Temió Hera veneranda, la de ojos de novilla, y refrenando el coraje, sen-
tóse en silencio. Indignáronse en el palacio de Zeus los dioses celestiales. Y
Hefestos, el ilustre artífice, comenzó a arengarles para consolar a su madre Hera, la
de los níveos brazos:
HEFESTOS Funesto e insoportable será lo que ocurra, si vosotros disputáis así por los
mortales y promovéis alboroto entre los dioses; ni siquiera en el banquete se ha-
llará placer alguno, porque prevalece lo peor. Yo aconsejo a mi madre, aunque ya
ella tiene juicio, que obsequie al padre querido, a Zeus, para que no vuelva a
reñirla y a turbarnos el festín. Pues si el Olímpico fulminador quiere echarnos del
asiento… nos aventaja mucho en poder. Pero halágale con palabras cariñosas y
enseguida el Olímpico nos será propicio.
De este modo habló, y tomando una copa de doble asa, ofrecióla a su madre,
diciendo:
HEFESTOS Sufre, madre mía, y sopórtalo todo aunque estés afligida; que a ti, tan querida,
no te vean mis ojos apaleada, sin que pueda socorrerte, porque es difícil contrarrestar
al Olímpico. Ya otra vez que quise defenderte me asió por el pie y me arrojó de los
divinos umbrales. Todo el día fui rodando y a la puesta del sol caí en Lemnos. Un
poco de vida me quedaba y los sinties me recogieron tan pronto como hube caído.
Así dijo. Sonrióse Hera, la diosa de los níveos brazos; y sonriente aún, tomó la
copa que su hijo le presentaba. Hefestos se puso a escanciar dulce néctar para las
otras deidades, sacándolo de la crátera; y una risa inextinguible se alzó entre los
bienaventurados dioses viendo con qué afán les servía en el palacio.
Todo el día, hasta la puesta del sol, celebraron el festín; y nadie careció de su
respectiva porción, ni faltó la hermosa cítara que tañía Apolo, ni las Musas que con
linda voz cantaban alternando.
Mas, cuando la fúlgida luz del sol llegó al ocaso, los dioses fueron a recogerse a
sus respectivos palacios que había construido Hefestos, el ilustre cojo de ambos pies,
con sabia inteligencia. Zeus olímpico, fulminador, se encaminó al lecho donde acos-
tumbraba dormir cuando el sueño le vencía. Subió y acostóse; y a su lado descansó
Hera, la de áureo trono.
El Canto I, como podrás apreciar, nos entrega ya los antecedentes necesarios para
seguir la lectura e interpretación del resto de la obra. Personajes, cruentas batallas, con-
ceptos del honor y la amistad, diversas expresiones del amor, son muchos de los com-
ponentes del desarrollo argumental, que hace de la lectura de la Ilíada una experiencia
de disfrute y conocimiento; se trata de una obra prominente de la literatura universal.
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Observa cómo inicia Homero el poema. Por cierto, debes conocer que toda obra
comienza de una manera especial, en este caso no es más que una invocación a la
diosa de la inspiración:
“Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles.”
Habrás notado que el poeta concibe que la diosa canta por él, lo que te da un ele-
mento importante de las ideas que los griegos tenían acerca de la creación artística,
muy relacionadas con sus concepciones religiosas.
Homero presenta, de inmediato, al personaje central de la epopeya. ¿Cuál crees
que sea y por qué lo piensas? En primer lugar, narra las causas y consecuencias
funestas que provoca el dios Apolo entre las filas aqueas. Así, ya los dioses partici-
pan, desde el inicio, en las acciones humanas. A continuación siguen un grupo de
episodios que se suceden del mismo modo que se enlazan las escenas de una pelícu-
la: las súplicas que el sacerdote Crises dirige a Agamenón para que le devuelva a su
hija Criseida, la negativa del Atrida, los ruegos que Crises dirige a Apolo para que
castigue a los aqueos, el episodio del adivino Calcante, la determinación de
Agamenón, de que a cambio de la devolución de Criseida, se le entregue a Briseida
que pertenece al botín de Aquiles; la furia del Pelida ante la decisión de Agamenón,
las discusiones entre los jefes aqueos, hasta culminar en la retirada de Aquiles de los
combates y la petición que este hace a su madre, la diosa Tetis…
Ya en este Canto, el poeta inicia el desarrollo del argumento; la caracterización
de héroes como Aquiles, Agamenón y Néstor, y refleja algunos elementos de la
sociedad griega.
¿Qué observas en relación con las formas elocutivas presentes en los fragmen-
tos?
El carácter narrativo, propio de la épica, predomina en el Canto, pero se com-
bina sabiamente con las descripciones, y los diálogos. Es interesante que nos
planteemos por qué Homero recurre con frecuencia al diálogo. Relee, el que estable-
cen Aquiles y Agamenón. ¿Hubiera tenido el mismo efecto si lo que se dicen los per-
sonajes estuviese narrado por el autor? Naturalmente, el efecto hubiese sido menor.
El diálogo permite hacer más vívida la tensión emocional, propias del antagonismo
entre ambos personajes, cuyo estado de ira se ejemplifica en estas palabras de
Aquiles dirigidas a Agamenón:
(…) te seguimos a ti, grandísimo insolente, para daros el gusto de vengaros de
los troyanos a Menelao y a ti, ojos de perro. (…)
Agamenón no es menos expresivo en este sentido cuando le responde a
Aquiles:
(…) Me eres más odioso que ningún otro de los reyes, alumnos de Zeus, porque
siempre te han gustado las riñas, luchas y peleas. (…)
Asimismo, en el diálogo que sostienen los dioses en el Olimpo se aprecia un tono
hostil, especialmente en las palabras que se intercambian Zeus y Hera.
Analicemos ahora otros recursos del lenguaje literario que emplea Homero en
este Canto.
Los epítetos son abundantes, no solo en este Canto, sino en toda la obra. Estos
aparecen como adjetivos o frases adjetivas referidas siempre a un sustantivo. Se
caracteriza porque expresa una cualidad que el autor siente como propia e inse-
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parable del sustantivo. Así encontramos en este canto epítetos como los si-
guientes: “Aquiles, el de los pies ligeros”, “Apolo, el que hiere de lejos”, “el divi-
no Aquiles”, “Hera, la diosa de níveos brazos”, “sus amargas saetas” y otros
muchos.
Observa el efecto que causa anteponer el adjetivo al sustantivo, no solo para el
análisis, sino para incorporarlo a tu propia expresión.
Debes observar que en el poema a un mismo personaje puede ser atribuido más
de un epíteto, o que un mismo epíteto es aplicado a más de un personaje, aunque este
último empleo es menos frecuente.
De los símiles, puede decirse lo mismo en cuanto a intención artística y técnica
narrativa. La belleza que hace explícita la comparación de una cosa con otra se ma-
nifiesta en un símil como el que sigue referido a Apolo: “Iba parecido a la noche”.
Decir que Apolo iba como la noche embellece poéticamente este pasaje, a la vez
que da una impresión del terrible enojo del dios y las desgracias funestas que les
esperan a las filas aqueas. La noche es, obviamente, oscura, negra y por supuesto, el
color negro está directamente relacionado con la muerte.
En resumen, en este primer canto, el poeta combina sabiamente la narración y el
diálogo, las palabras violentas y las palabras hermosas, las disputas entre los héroes
y las rencillas entre los dioses; sentimos que los hechos que se avecinan son aún más
terribles y grandiosos que lo que cuenta este inicio de la epopeya, y es como si nos
abriera sus grandes puertas.
Ahora que ya conoces este canto realiza la lectura expresiva de los fragmentos
que te oriente el profesor.
A partir de este momento estudiarás otros cantos o rapsodias, para lo cual te ofre-
cemos ejercicios y actividades.
Lee el Canto segundo.
Si fueras a relatar a otro compañero el argumento de este Canto, ¿qué ideas ten-
drías en cuenta? Escríbelo en forma resumida.
Trata de explicar la razón por la que se repiten las palabras del mensaje. Verás
que este recurso de la reiteración o repetición aparece con frecuencia.
¿Qué rasgo del modo de pensar de los griegos se evidencia en la disputa que tiene
lugar entre los dioses del Olimpo?
Ahora, detente en el llamado “episodio de Tersites”. ¿Quién es este hombre?
¿Cómo lo describe el autor? ¿Cuáles son sus criterios?
¿Qué piensan de él sus compañeros de armas?
Compara a Tersites con algunos de los héroes aqueos: Odiseo, Agamenón,
Aquiles, en cuanto a apariencia física y a cualidades morales.
¿Cuál es la intención de Homero al hacernos rechazar a este personaje? ¿De parte
de quién está el poeta? ¿Por qué?
Practica en clase la lectura dramatizada de uno de los pasajes estudiados.
Evalúala.
El Canto Sexto de la Ilíada te permitirá conocer los sentimientos y costumbres
de los troyanos en su ciudad sitiada. Lee más de una vez, si es necesario, la despe-
dida de Héctor y Andrómaca, para que aprecies:
La belleza de la escena.
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Relata brevemente lo que ocurre, al mismo tiempo, entre los dioses en el Olimpo.
¿Qué opinas de la decisión que toma el anciano rey Príamo, inspirado por los dio-
ses? ¿Con qué adjetivos la calificarías? Busca por lo menos tres y compáralos con
los que han encontrado tus compañeros.
Lee el siguiente fragmento de este Canto:
(…) La aurora de azafranado velo se esparcía por toda la tierra, cuando ellos,
gimiendo y lamentándose guiaban los corceles hacia la ciudad, y les seguían las
mulas con el cadáver. Ningún hombre ni mujer de hermosa cintura los vio llegar
antes que Casandra, semejante a la áurea Afrodita; pues, subiendo a Pérgamo, dis-
tinguió el carro y en él a su padre y al heraldo, pregonero de la ciudad, y vio detrás
a Héctor, tendido en un lecho que las mulas conducían. Enseguida prorrumpió en
sollozos y fue clamando por toda la ciudad: (…)
a) Interpreta la expresión destacada.
b) Identifica el recurso literario que en ella se aprecia.
c) Delimita las oraciones primera y última. Compáralas en cuanto al tono.
d) Analiza gramaticalmente la última oración.
LA ILÍADA DE HOMERO
Hace dos mil quinientos años era ya famoso en Grecia el poema de la Ilíada.
Unos dicen que lo compuso Homero, el poeta ciego de la barba de rizos, que anda-
ba de pueblo en pueblo cantando sus versos al compás de la lira, como hacían los
aedas de entonces. Otros dicen que no hubo Homero, sino que el poema lo fueron
componiendo diferentes cantores. Pero no parece que pueda haber trabajo de muchos
en un poema donde no cambia el modo de hablar, ni el de pensar, ni el de hacer los
versos, y donde desde el principio hasta el fin se ve tan claro el carácter de cada per-
sona que puede decirse quién es por lo que dice o hace, sin necesidad de verle el
nombre. Ni es fácil que un mismo pueblo tenga muchos poetas que compongan los
versos con tanto sentido y música como los de la Ilíada, sin palabras que falten o
sobren; ni que todos los diferentes cantores tuvieran el juicio y grandeza de los can-
tos de Homero, donde parece que es un padre el que habla.
En la Ilíada no se cuenta toda la guerra de treinta años de Grecia contra Ilión,
que era como le decían entonces a Troya; sino lo que pasó en la guerra cuando los
griegos estaban todavía en la llanura asaltando a la ciudad amurallada, y se
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pelearon por celos los dos griegos famosos, Agamenón y Aquiles. A Agamenón le
llamaban el Rey de los Hombres, y era como un rey mayor, que tenía más mando
y poder que todos los demás que vinieron de Grecia a pelear contra Troya, cuando
el hijo del rey troyano, del viejo Príamo, le robó la mujer a Menelao, que estaba de
rey en uno de los pueblos de Grecia, y era hermano de Agamenón. Aquiles era el
más valiente de todos los reyes griegos, y hombre amable y culto, que cantaba en
la lira las historias de los héroes, y se hacía querer de las mismas esclavas que le
tocaban de botín cuando se repartían los prisioneros después de sus victorias. Por
una prisionera fue la disputa de los reyes, porque Agamenón se resistía a devolver
al sacerdote troyano Crises su hija Criseis, como decía el sacerdote griego Calcas
que se debía devolver, para que se calmase en el Olimpo, que era el cielo de
entonces, la furia de Apolo, el dios del Sol, que estaba enojado con los griegos
porque Agamenón tenía cautiva a la hija de un sacerdote: y Aquiles, que no le tenía
miedo a Agamenón, se levantó entre todos los demás, y dijo que se debía hacer lo
que Calcas quería, para que se acabase la peste de calor que estaba matando en
montones a los griegos, y era tanta que no se veía el cielo nunca claro, por el humo
de las piras en que quemaban los cadáveres. Agamenón dijo que devolvería a
Criseis, si Aquiles le daba a Briseis, la cautiva que él tenía en su tienda. Y Aquiles
le dijo a Agamenón “borracho de ojos de perro y corazón de venado”, y sacó la
espada de puño de plata para matarlo delante de los reyes; pero la diosa Minerva,
que estaba invisible a su lado, le sujetó la mano, cuando tenía la espada a medio
sacar. Y Aquiles echó al suelo su cetro de oro, y se sentó, y dijo que no pelearía
más a favor de los griegos con sus bravos mirmidones, y que se iba a su tienda.
Así empezó la cólera de Aquiles, que es lo que cuenta la Ilíada desde que se
enojó en esa disputa, hasta que el corazón se le enfureció cuando los troyanos le
mataron a su amigo Patroclo, y salió a pelear otra vez contra Troya, que estaba
quemándoles los barcos a los griegos y los tenía casi vencidos. No más que con dar
Aquiles una voz desde el muro, se echaba atrás el ejército de Troya, como la ola
cuando la empuja una corriente contraria de viento, y les temblaban las rodillas a
los caballos troyanos. El poema entero está escrito para contar lo que sucedió a los
griegos desde que Aquiles se dio por ofendido: —la disputa de los reyes, —el con-
sejo de los dioses del Olimpo, en que deciden los dioses que los troyanos venzan
a los griegos, en castigo de la ofensa de Agamenón a Aquiles, —el combate de
Paris, hijo de Príamo, con Menelao, el esposo de Helena, —la tregua que hubo
entre los dos ejércitos, y el modo con que el arquero troyano Pandaro la rompió con
su flechazo a Menelao, —la batalla del primer día, en que el valentísimo Diomedes
tuvo casi muerto a Eneas de una pedrada, —la visita de Héctor, el héroe de Troya,
a su esposa Andrómaca, que lo veía pelear desde el muro, —la batalla del segun-
do día, en que Diomedes huye en su carro de pelear, perseguido por Héctor vence-
dor, —la embajada que le mandan los griegos a Aquiles, para que vuelva a ayu-
darlos en los combates, porque desde que él no pelea están ganando los troyanos,
—la batalla de los barcos, en que ni el mismo Ajax puede defender las naves grie-
gas del asalto, hasta que Aquiles consiente en que Patroclo pelee con su armadura,
—la muerte de Patroclo, —la vuelta de Aquiles al combate, con la armadura nueva
que le hizo el dios Vulcano, —el desafío de Aquiles y Héctor, —la muerte de
Héctor, —y las súplicas con que su padre Príamo logra que Aquiles le devuelva
el cadáver, para quemarlo en Troya en la pira de honor, y guardar los huesos
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blancos en una caja de oro. Así se enojó Aquiles, y ésos fueron los sucesos de la
guerra, hasta que se le acabó el enojo.
A Aquiles no lo pinta el poema como hijo de hombre, sino de la diosa del mar,
de la diosa Tetis. Y eso no es muy extraño, porque todavía hoy dicen los reyes que el
derecho de mandar en los pueblos les viene de Dios, que es lo que llaman “el dere-
cho divino de los reyes”, y no es más que una idea vieja de aquellos tiempos de
pelea, en que los pueblos eran nuevos y no sabían vivir en paz, como viven en el
cielo las estrellas, que todas tienen luz aunque son muchas, y cada una brilla aunque
tenga al lado otra. Los griegos creían, como los hebreos y como otros muchos pue-
blos, que ellos eran la nación favorecida por el creador del mundo, y los únicos hijos
del cielo en la tierra. Y como los hombres son soberbios, y no quieren confesar que
otro hombre sea más fuerte o más inteligente que ellos, cuando había un hombre
fuerte o inteligente que se hacía rey por su poder, decían que era hijo de los dioses.
Y los reyes se alegraban de que los pueblos creyesen esto; y los sacerdotes decían
que era verdad, para que los reyes les estuvieran agradecidos y los ayudaran. Y así
mandaban juntos los sacerdotes y los reyes.
Cada rey tenía en el Olimpo sus parientes, y era hijo, o sobrino, o nieto de un
dios, que bajaba del cielo a protegerlo o a castigarlo, según les llevara a los sacer-
dotes de su templo muchos regalos o pocos; y el sacerdote decía que el dios estaba
enojado cuando el regalo era pobre, o que estaba contento, cuando le habían regala-
do mucha miel y muchas ovejas. Así se ve en la Ilíada, que hay como dos historias
en el poema, una en la tierra, y en el cielo otra; y que los dioses del cielo son como
una familia, sólo que no hablan como personas bien criadas, sino que se pelean y se
dicen injurias, lo mismo que los hombres en el mundo. Siempre estaba Júpiter, el rey
de los dioses, sin saber qué hacer; porque su hijo Apolo quería proteger a los tro-
yanos, y su mujer Juno a los griegos, lo mismo que su otra hija Minerva; y había en
las comidas del cielo grandísimas peleas, y Júpiter le decía a Juno que lo iba a pasar
mal sino se callaba enseguida, y Vulcano, el cojo, el sabio del Olimpo, se reía de los
chistes y maldades de Apolo, el de pelo colorado, que era el dios travieso. Y los dio-
ses subían y bajaban, a llevar y traer a Júpiter los recados de los troyanos y los grie-
gos; o peleaban sin que se les viera en los carros de sus héroes favorecidos; o se lleva-
ban en brazos por las nubes a su héroe para que no lo acabase de matar el vencedor,
con la ayuda del dios contrario. Minerva toma la figura del viejo Néstor, que habla-
ba dulce como la miel, y aconseja a Agamenón que ataque a Troya. Venus desata el
casco de Paris cuando el enemigo Menelao lo va arrastrando del casco por la tierra:
y se lleva a Paris por el aire. Venus también se lleva a Eneas, vencido por Diomedes,
en sus brazos blancos. En una escaramuza va Minerva guiando el carro de pelear del
griego, y Apolo viene contra ella, guiando el carro troyano. Otra vez, cuando por
engaño de Minerva dispara Pandaro su arco contra Menelao, la flecha terrible le
entró poco a Menelao en la carne, porque Minerva la apartó al caer, como cuando
una madre le espanta a su hijo de la cara una mosca. En la Ilíada están juntos siem-
pre los dioses y los hombres, como padres e hijos. Y en el cielo suceden las cosas lo
mismo que en la tierra; como que son los hombres los que inventan los dioses a su
semejanza, y cada pueblo imagina un cielo diferente, con divinidades que viven y
piensan lo mismo que el pueblo que las ha creado y las adora en los templos: porque
el hombre se ve pequeño ante la naturaleza que lo crea y lo mata, y siente la necesi-
dad de creer en algo poderoso, y de rogarle, para que lo trate bien en el mundo, y
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para que no le quite la vida. El cielo de los griegos era tan parecido a Grecia, que
Júpiter mismo es como un rey de reyes, y una especie de Agamenón, que puede más
que los otros, pero no hace todo lo que quiere, sino ha de oírlos y contentarlos, como
tuvo que hacer Agamenón con Aquiles. En la Ilíada, aunque no lo parece, hay mucha
filosofía, y mucha ciencia, y mucha política, y se enseña a los hombres, como sin
querer, que los dioses no son en realidad más que poesías de la imaginación, y que
los países no se pueden gobernar por el capricho de un tirano, sino por el acuerdo y
respeto de los hombres principales que el pueblo escoge para explicar el modo con
que quiere que lo gobiernen
Pero lo hermoso de la Ilíada es aquella manera con que pinta el mundo, como si
lo viera el hombre por primera vez, y corriese de un lado para otro llorando de amor,
con los brazos levantados, preguntándole al cielo quién puede tanto, y dónde está el
creador, y cómo compuso y mantuvo tantas maravillas. Y otra hermosura de la Ilíada
es el modo de decir las cosas, sin esas palabras fanfarronas que los poetas usan
porque les suenan bien; sino con palabras muy pocas y fuertes, como cuando Júpiter
consintió en que los griegos perdieran algunas batallas, hasta que se arrepintiesen de
la ofensa que le habían hecho a Aquiles, y “cuando dijo que sí, tembló el Olimpo”.
No busca Homero las comparaciones en las cosas que no se ven, sino en las que se
ven: de modo que lo que él cuenta no se olvida, porque es como si se lo hubiera
tenido delante de los ojos. Aquellos eran tiempos de pelear, en que cada hombre iba
de soldado a defender a su país o salía por ambición o por celos a atacar a los veci-
nos; y como no había libros entonces, ni teatros, la diversión era oír al aeda que
cantaba en la lira las peleas de los dioses y las batallas de los hombres; y el aeda
tenía que hacer reír con las maldades de Apolo y Vulcano, para que no se le cansase
la gente del canto serio; y les hablaba de lo que la gente oía con interés, que eran las
historias de los héroes y las relaciones de las batallas, en que el aeda decía cosas de
médico y de político, para que el pueblo hallase gusto y provecho en oírlo, y diera
buena paga y fama al cantor que le enseñaba en sus versos el modo de gobernarse y
de curarse. Otra cosa que entre los griegos gustaba mucho era la oratoria, y se tenía
como hijo de un dios al que hablaba bien, o hacía llorar o entender a los hombres.
Por eso hay en la Ilíada tantas descripciones de combates, y tantas curas de heridas,
y tantas arengas.
Todo lo que se sabe de los primeros tiempos de los griegos, está en la Ilíada.
Llamaban rapsodas en Grecia a los cantores que iban de pueblo en pueblo, cantan-
do la Ilíada y la Odisea, que es otro poema donde Homero cuenta la vuelta de
Ulises. Y más poemas parece que compuso Homero, pero otros dicen que ésos no
son suyos, aunque el griego Herodoto, que recogió todas las historias de su tiempo,
trae noticias de ellos, y muchos versos sueltos, en la vida de Homero que escribió,
que es la mejor de las ocho que hay escritas, sin que se sepa de cierto si Herodoto
la escribió de veras, o si no la contó muy de prisa y sin pensar, como solía él
escribir.
Se siente uno como gigante, o como si estuviera en la cumbre de un monte, con el
mar sin fin a los pies, cuando lee aquellos versos de la Ilíada, que parecen de letras de
piedra. En inglés hay muy buenas traducciones, y el que sepa inglés debe leer la Ilíada
de Chapman, o la de Dodsley, o la de Landor, que tienen más de Homero que la de
Pope, que es la más elegante. El que sepa alemán, lea la de Wolff que es como leer el
griego mismo. El que no sepa francés, apréndalo enseguida, para que goce de toda la
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hermosura de aquellos tiempos en la traducción de Leconte de Lisle, que hace los ver-
sos a la antigua, como si fueran de mármol. En castellano, mejor es no leer la traduc-
ción que hay, que es de Hermosilla; porque las palabras de la Ilíada están allí, pero no
el fuego, el movimiento, la majestad, la divinidad a veces, del poema en que parece
que se ve amanecer el mundo, —en que los hombres caen como los robles o como los
pinos, —en que el guerrero Ajax defiende a lanzazos su barco de los troyanos más
valientes, —en que Héctor de una pedrada echa abajo la puerta de una fortaleza, —en
que los dos caballos inmortales, Xantos y Balios, lloran de dolor cuando ven muerto
a su amo Patroclo, —y las diosas amigas, Juno y Minerva, vienen del cielo en un carro
que de cada vuelta de rueda atraviesa tanto espacio como el que un hombre sentado
en un monte ve, desde su silla de roca, hasta donde el cielo se junta con el mar.
Cada cuadro de la Ilíada es una escena como ésas. Cuando los reyes miedosos
dejan solo a Aquiles en su disputa con Agamenón, Aquiles va a llorar a la orilla del
mar, donde están desde hace diez años los barcos de los cien mil griegos que atacan
a Troya: y la diosa Tetis sale a oírlo, como una bruma que se va levantando de las
olas. Tetis sube al cielo, y Júpiter le promete, aunque se enoje Juno, que los troyanos
vencerán a los griegos hasta que los reyes se arrepientan de la ofensa a Aquiles.
Grandes guerreros hay entre los griegos: Ulises, que era tan alto que andaba entre
los demás hombres como un macho entre el rebaño de carneros; Ajax, con el escu-
do de ocho capas, siete de cuero y una de bronce; Diomedes, que entra en la pelea
resplandeciente, devastando como un león hambriento en un rebaño: —pero mien-
tras Aquiles esté ofendido, los vencedores serán los guerreros de Troya: Héctor, el
hijo de Príamo; Eneas, el hijo de la diosa Venus; Sarpedón, el más valiente de los
reyes que vino a ayudar a Troya, el que subió al cielo en brazos del Sueño y de la
Muerte, a que lo besase en la frente su padre Júpiter, cuando lo mató Patroclo de un
lanzazo. Los dos ejércitos se acercan a pelear: los griegos, callados, escudo contra
escudo; los troyanos dando voces, como ovejas que vienen balando por sus cabritos.
Paris desafía a Menelao, y luego se vuelve atrás; pero la misma hermosísima Helena
le llama cobarde, y Paris, el príncipe bello que enamora a las mujeres, consiente en
pelear, carro a carro, contra Menelao, con lanza, espada y escudo: vienen los heral-
dos, y echan suertes con dos piedras en un casco, para ver quién disparará primero
su lanza. Paris tira el primero, pero Menelao se lo lleva arrastrando, cuando Venus le
desata el casco de la barba, y desaparece con Paris en las nubes. Luego es la tregua;
hasta que Minerva, vestida como el hijo del troyano Antenor, le aconseja con
alevosía a Pandaro que dispare la flecha contra Menelao, la flecha del arco enorme
de dos cuernos y la juntura de oro, para que los troyanos queden ante el mundo por
traidores, y sea más fácil la victoria de los griegos, los protegidos de Minerva.
Dispara Pandaro la flecha: Agamenón va de tienda en tienda levantando a los reyes:
entonces es la gran pelea en que Diomedes hiere al mismo dios Marte, que sube al
cielo con gritos terribles en una nube de trueno, como cuando sopla el viento del sur;
entonces es la hermosa entrevista de Héctor y Andrómaca, cuando el niño no quiere
abrazar a Héctor porque le tiene miedo al casco de plumas, y luego juega con el
casco, mientras Héctor le dice a Andrómaca que cuide de las cosas de la casa, cuan-
do él vuelva a pelear. Al otro día Héctor y Ajax pelean como jabalíes salvajes hasta
que el cielo se oscurece: pelean con piedras cuando ya no tienen lanza ni espada: los
heraldos los vienen a separar, y Héctor le regala su espada de puño fino a Ajax, y
Ajax le regala a Héctor un cinturón de púrpura.
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Esa noche hay banquete entre los griegos, con vinos de miel y bueyes asados; y
Diomedes y Ulises entran solos en el campo enemigo a espiar lo que prepara Troya,
y vuelven, manchados de sangre, con los caballos y el carro del rey tracio. Al
amanecer, la batalla es en el murallón que han levantado los griegos en la playa
frente a sus buques. Los troyanos han vencido a los griegos en el llano. Ha habido
cien batallas sobre los cuerpos de los héroes muertos. Ulises defiende el cuerpo de
Diomedes con su escudo, y los troyanos le caen encima como los perros al jabalí.
Desde los muros disparan sus lanzas los reyes griegos contra Héctor victorioso, que
ataca por todas partes. Caen los bravos, los de Troya y los de Grecia, como los pinos
a los hachazos del leñador. Héctor va de una puerta a otra, como león que tiene ham-
bre. Levanta una piedra de punta que dos hombres no podían levantar, echa abajo la
puerta mayor, y corre por sobre los muertos a asaltar los barcos. Cada troyano lleva
una antorcha, para incendiar las naves griegas: Ajax, cansado de matar, ya no puede
resistir el ataque en la proa de su barco, y dispara de atrás, de la borda: ya el cielo
se enrojece con el resplandor de las llamas. Y Aquiles no ayuda todavía a los grie-
gos: no atiende a lo que le dicen los embajadores de Agamenón: no embraza el escu-
do de oro, no se cuelga del hombro la espada, no salta con los pies ligeros en el
carro, no empuña la lanza que ningún hombre podía levantar, la lanza Pelea. Pero le
ruega su amigo Patroclo, y consiente en vestirlo con su armadura, y dejarlo ir a
pelear. A la vista de las armas de Aquiles, a la vista de los mirmidones, que entran
en la batalla apretados como las piedras de un muro, se echan atrás los troyanos
miedosos. Patroclo se mete entre ellos, y les mata nueve héroes de cada vuelta del
carro. El gran Sarpedón le sale al camino, y con la lanza le atraviesa Patroclo las
sienes. Pero olvidó Patroclo el encargo de Aquiles, de que no se llegase muy cerca
de los muros. Apolo invencible lo espera al pie de los muros, se le sube al carro, lo
aturde de un golpe en la cabeza, echa al suelo el casco de Aquiles, que no había toca-
do el suelo jamás, le rompe la lanza a Patroclo, y le abre el coselete, para que lo hiera
Héctor. Cayó Patroclo, y los caballos divinos lloraron. Cuando Aquiles vio muerto a
su amigo, se echó por la tierra, se llenó de arena la cabeza y el rostro, se mesaba a
grandes gritos la melena amarilla. Y cuando le trajeron a Patroclo en un ataúd, lloró
Aquiles. Subió al cielo su madre, para que Vulcano le hiciera un escudo nuevo, con
el dibujo de la tierra y el cielo, y el mar y el sol, y la luna y todos los astros, y una
ciudad en paz y otra en guerra, y un viñedo cuando están recogiendo la uva madu-
ra, y un niño cantando en un arpa, y una boyada que va a arar, y danzas y músicas
de pastores, y alrededor, como un río, el mar: y le hizo un coselete que lucía como
el fuego, y un casco con la visera de oro. Cuando salió al muro a dar las tres voces,
los troyanos se echaron en tres oleadas contra la ciudad, los caballos rompían con las
ancas el carro espantados, y morían hombres y brutos en la confusión, no más que
de ver sobre el muro a Aquiles, con una llama sobre la cabeza que resplandecía como
el sol de otoño. Ya Agamenón se ha arrepentido, ya el consejo de reyes le ha man-
dado regalos preciosos a Aquiles, ya le han devuelto a Briseis, que llora al ver muer-
to a Patroclo, porque fue amable y bueno.
Al otro día, al salir el sol, la gente de Troya, como langostas que escapan del
incendio, entra aterrada en el río, huyendo de Aquiles, que mata lo mismo que siega
la hoz, y de una vuelta del carro se lleva a doce cautivos. Tropieza con Héctor pero
no pueden pelear, porque los dioses les echan de lado las lanzas. En el río
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era Aquiles como un gran delfín, y los troyanos se despedazaban al huirle, como
los peces. De los muros le ruega a Héctor su padre viejo que no pelee con Aquiles:
se lo ruega su madre. Aquiles llega: Héctor huye: tres veces le dan vuelta a Troya
en los carros. Todo Troya está en los muros, el padre mesándose con las dos manos
la barba; la madre con los brazos tendidos, llorando y suplicando. Se para Héctor,
y le habla a Aquiles antes de pelear, para que no se lleve su cuerpo muerto si lo
vence. Aquiles quiere el cuerpo de Héctor, para quemarlo en los funerales de su
amigo Patroclo. Pelean. Minerva está con Aquiles: le dirige los golpes: le trae la
lanza, sin que nadie la vea: Héctor, sin lanza ya, arremete contra Aquiles como
águila que baja del cielo, con las garras tendidas, sobre un cadáver: Aquiles le va
encima, con la cabeza baja, y la lanza Pelea brillándole en la mano como la estre-
lla de la tarde. Por el cuello le mete la lanza a Héctor, que cae muerto, pidiendo a
Aquiles que dé su cadáver a Troya. Desde los muros han visto la pelea el padre y
la madre. Los griegos vienen sobre el muerto, y lo lancean, y lo vuelven con los
pies de un lado a otro, y se burlan. Aquiles manda que le agujereen los tobillos, y
metan por los agujeros dos tiras de cuero: y se lo lleva en el carro, arrastrando.
Y entonces levantaron con leños una gran pira para quemar el cuerpo de Patroclo.
A Patroclo lo llevaron a la pira en procesión, y cada guerrero se cortó un guedejo de
sus cabellos, y lo puso sobre el cadáver; y mataron en sacrificio cuatro caballos de
guerra y dos perros; y Aquiles mató con su mano los doce prisioneros y los echó a
la pira: y el cadáver de Héctor lo dejaron a un lado, como un perro muerto: y que-
maron a Patroclo, enfriaron con vino las cenizas, y las pusieron en una urna de oro.
Sobre la urna echaron tierra, hasta que fue como un monte. Y Aquiles amarraba cada
mañana por los pies a su carro a Héctor, y le daba vuelta al monte tres veces. Pero a
Héctor no se le lastimaba el cuerpo, ni se le acababa la hermosura, porque desde el
Olimpo cuidaban de él Venus y Apolo.
Y entonces fue la fiesta de los funerales, que duró doce días: primero una carrera
con los carros de pelear, que ganó Diomedes; luego una pelea a puñetazos entre dos,
hasta que quedó uno como muerto; después una lucha a cuerpo desnudo, de Ulises
con Ajax; y la corrida de a pie, que ganó Ulises; y un combate con escudo y lanza;
y otro de flechas, para ver quién era el mejor flechero; y otro de lanceadores, para
ver quién tiraba más lejos la lanza.
Y una noche, de repente, Aquiles oyó ruido en su tienda; y vio que era Príamo,
el padre de Héctor, que había venido sin que lo vieran, con el dios Mercurio,
—Príamo, el de la cabeza blanca y la barba blanca,— Príamo, que se le arrodilló a
los pies, y le besó las manos muchas veces, y le pedía llorando el cadáver de Héctor.
Y Aquiles se levantó, y con sus brazos alzó del suelo a Príamo; y mandó que bañaran
de ungüentos olorosos el cadáver de Héctor, y que lo vistiesen con una de las túni-
cas del gran tesoro que le traía de regalo Príamo; y por la noche comió carne y bebió
vino con Príamo, que se fue a acostar por primera vez, porque tenía los ojos pesa-
dos. Pero Mercurio le dijo que no debía dormir entre los enemigos, y se lo llevó otra
vez a Troya sin que los vieran los griegos.
Y hubo paz doce días, para que los troyanos le hicieran el funeral a Héctor. Iba
el pueblo detrás, cuando llegó Príamo con él; y Príamo los injuriaba por cobardes,
que habían dejado matar a su hijo; y las mujeres lloraban, y los poetas iban can-
tando, hasta que entraron en la casa, y lo pusieron en su cama de dormir.
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Actividades
La siguiente guía te puede ayudar a realizar su análisis.
1. ¿Qué posición defiende Martí con respecto a la llamada “cuestión homérica”?
Cita las palabras del texto con las que el autor argumenta su criterio.
2. Delimita la primera oración del artículo. Analízala.
3. ¿A qué canto del poema se hace referencia en el segundo párrafo?
4. ¿Qué se dice de la religión griega y su presencia en el poema?
5. Subraya las formas verbales que empleaste en tu redacción; analízalas y clasifí-
calas en regulares o irregulares.
6. Extrae del artículo de Martí:
a) Tres sustantivos comunes y tres propios cuyos significados te ofrezcan dudas o
desconozcas.
b) Tres adjetivos aplicados a los héroes homéricos. Explica su significado. Auxíliate
del diccionario si lo consideras necesario.
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Actividades
1. Haz un sumario que comprenda las cuestiones esenciales de este asunto.
2. Busca en el diccionario uno de estos términos: heleno, helenismo o helenista.
Relaciónalo con la expresión “itálicos helenizados” que aparece en este acápite.
3. Comenta en tu equipo o aula, los fragmentos de “De la Naturaleza de las cosas”,
leídos en clase.
Consolidación general
1. ¿A cuál de los mitos griegos a que se hace referencia en este capítulo, refuta el
poeta latino Lucrecio en el fragmento titulado “Descubrimiento del fuego”?
2. Relaciona uno de los rasgos del concepto clasicismo con alguna característica
sobresaliente de la Ilíada.
3. Argumenta con dos razones la expresión La literatura griega sigue siendo mode-
lo. Si lo necesitas relee la información que se te ofrece en el epígrafe 3.2.
4. Resume mediante un cuadro sinóptico, los géneros literarios que se cultivaron en
la literatura clásica griega. No olvides ubicar correctamente a la epopeya.
5. Selecciona uno de los héroes de la Ilíada que te haya impresionado para que lo
caracterices y lo enjuicies.
6. Narra uno de los pasajes de la obra en que se manifieste:
a) La amistad entre Aquiles y Patroclo.
b) El amor conyugal entre Héctor y Andrómaca.
c) El amor paternal de Príamo ante el cadáver de Héctor.
7. Demuestra lo que sabes sobre el epíteto:
a) Homero en la Ilíada usa con frecuencia el epíteto. Menciona dos que le aplique
a Aquiles y dos a Héctor.
b) Redacta dos oraciones en las que emplees epítetos referidos a tus vivencias.
8. Elabora un esquema que resuma los asuntos gramaticales repasados durante el
estudio de la Ilíada.
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Pasatiempo instructivo
Crucigrama silábico
Puedes completar este crucigrama horizontal, con términos relacionados con la
Ilíada, divididos en sílabas.
1 2
3 4
5 6
7 8
9 10
11 12
13 14 15
16 17
1. Una de las formas iniciales del género épico que aborda temas heroicos.
2. Autor de las epopeyas de la Antigüedad clásica griega.
3. Explicación mediante la imaginación, de las relaciones del hombre con la natu-
raleza y consigo mismo.
4. Dios de las artes. Apolo en la mitología latina.
5. Período literario y artístico en que predominan, entre otras características, el equi-
librio y la proporción de las formas.
6. Personaje al que daban el sobrenombre de “el de los pies ligeros”.
7. Característica del lenguaje usado en la epopeya.
8. Anciano rey que suplica le devuelvan el cadáver de su hijo.
9. Sobrenombre que se le daba a uno de los personajes de la obra, hijo de la diosa
Tetis.
10. Jefe de los héroes griegos que sitiaron Troya.
11. Recurso literario consistente en el uso de adjetivos que expresan cualidades que
son características propias del sustantivo.
12. Personaje que en la obra representa al pueblo.
13. El más valiente de los jefes troyanos.
14. Monte de la Grecia antigua que según la leyenda era la residencia de los
dioses.
15. Nombre que también se daba a la ciudad Ilión.
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Interésate en saber
¿Conocías que en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Ciudad de La Habana, exis-
ten dos salas dedicadas, una al arte griego y la otra al arte romano? En ellas se exhibe
la colección Lagunillas, una de las más valiosas y completas de América. Cuando te sea
posible no pierdas la oportunidad de visitarlas y observar, especialmente, la variedad de
vasos griegos, en algunos de los cuales aparecen ilustradas escenas de la Ilíada.
Seguramente has visto actuar al Ballet Nacional de Cuba en el teatro o por tele-
visión. Siempre que puedas trata de verlo porque es una de las mejores compañías
de ballet en el mundo, lo que es motivo de orgullo para los cubanos.
El ballet incluye en su repertorio obras clásicas de valor universal, entre ellas, inter-
preta con gran fidelidad y belleza una antigua tragedia griega de Sófocles.
¿Recuerdas que se trata de un autor citado en este capítulo? Este ballet, al igual que
la obra, se basa en una leyenda de origen griego. Investiga cuál es el nombre del ballet
y cuál es el personaje protagónico.
Ulises
Todo estaba en regla:
me ausenté los años necesarios;
afronté cíclopes y cantos de sirenas;
regresé
y me reconoció el viejo
y fiel perro,
pero tú, oh ingrata, tú, que no has leído a Homero,
ni una puntada diste siquiera sobre el tapiz;
y ahora te encuentro
cargada de hijos (medios hermanos de mi Telémaco)
llorando
porque acaba de dejarte
el primer pretendiente que llegó a tu puerta
no bien hube partido
hacia Troya.
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Introducción
Y para que tu estudio resulte exitoso, debes recordar lo que ya conociste sobre el
régimen feudal, que fue la formación económico-social que caracterizó al
Medioevo.
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Leerás y analizarás fragmentos del Poema de Mío Cid, obra representativa del pro-
ceso de formación de nuestra lengua y literatura. También podrás disfrutar y hasta
reír con los admirables cuentos del Decamerón, que ya anunciaba una nueva época.
Además, con estas obras ampliarás conocimientos sobre el género épico.
La época
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¿Qué ideas tenían de sí mismos y del mundo que los rodeaba los hombres del
Medioevo? Ellos concibieron el mundo tal como se lo inculcó la Iglesia y tal como
convenía al sistema feudal. La vida era considerada como un simple tránsito hacia
otra posterior a la muerte, que podría ser de castigo o de goce de la gloria, en depen-
dencia de haber cumplido las exigencias morales y sociales que imponían los dog-
mas de la Iglesia, los cuales eran de mayor obligatoriedad para los siervos que para
los señores feudales.
A diferencia de los griegos, que como has visto en la Ilíada, concebían a sus
dioses con defectos y virtudes, a imagen y semejanza de ellos mismos, la Iglesia
concentró en el dios cristiano todas las virtudes y poderes. Como supondrás, esto
determinó que todas las acciones del hombre en el Medioevo estuvieran dirigi-
das a hacerse digno de la misericordia de este ser supremo al que no podía
igualarse.
Debes saber pues, que el hombre medieval común se consideraba como un ser
indefenso, cuya única esperanza era la salvación de su alma. La antigua expresión
“la vida es un valle de lágrimas”, sintetiza el modo de pensar del hombre medieval.
Claro está, con el devenir histórico-social, estas concepciones se fueron modifican-
do. En los cuentos de Boccaccio podrás apreciar esos cambios.
La expresión literaria medieval, lenta y difícil en sus inicios, produjo, sin embar-
go, verdaderos monumentos literarios como el Cantar de Mío Cid, La Divina
Comedia y el Decamerón, dos de los cuales estudiarás en este capítulo.
Las primeras manifestaciones literarias del Medioevo, se encuentran entre los
siglos X y XI cuando la evolución de las llamadas lenguas vulgares —muchas de ellas
desgajadas del viejo latín— posibilitaron expresar la vida y los sentimientos de
aquellos hombres. Esta literatura muestra como características comunes el
tratamiento del tema religioso y del tema del heroísmo medieval.
Los géneros literarios fundamentales encuentran su voz en el período medieval y
dentro de la épica se destacan los cantares de gesta y los cuentos. Los primeros abren
dignamente este singular período y los cuentos anuncian de forma magistral que el
Medioevo se acerca a su fin.
Reafirma las ideas esenciales que se han expuesto en este punto del capítulo.
Actividades
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estilo gótico
muros gruesos y
pesadas columnas
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Estructura
El poema está dividido en tres cantares, el primero lleva como título, Destierro
del Cid; el segundo, Las bodas de las hijas del Cid y el tercero, La afrenta de
Corpes. Estas tres partes integran su argumento, en el cual predominan las hazañas
heroicas de Rodrigo Díaz de Vivar y están pletóricas de incidentes: cruentas bata-
llas, conductas generosas y conductas infames, intrigas palaciegas que se alternan
con episodios de gran emoción familiar y hasta incidentes de fuerza cómica, además
de mostrar toda esa época en sus complejidades, actitudes humanas y costumbres
que hoy nos parecen sorprendentes. El desconocido poeta nos lleva, desde las más
emocionantes escenas bélicas hasta sosegadas escenas de gran expresividad afecti-
va. ¿Verdad que no exageramos si afirmamos que la obra, en su conjunto, nos
recuerda a una película o novela de aventuras de nuestro siglo?
Argumento
Ruy Díaz de Vivar, destacado caballero, es desterrado de Castilla por la mal-
querencia del rey; marcha a tierra de moros (que así llamaban los españoles a los
árabes), donde conquista laureles y botines de guerra y consigue apoderarse de la
importante ciudad de Valencia. Los cobardes y traidores infantes de Carrión, que han
conseguido contraer matrimonio con las hijas del Cid (nombradas Doña Elvira y
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Doña Sol), las azotan y las abandonan en el robledo de Corpes, para vengarse de las
burlas que los guerreros del Cid les dedicaron por su falta de valor. El Cid pide, y
obtiene, la justicia del rey, y sus partidarios desafían a los traidores.
Lenguaje
Actividades
1. Comenta con tus compañeros o en tu equipo los siguientes puntos. Escribe las
conclusiones a que arriben para que lo informes en clase.
¿Cuáles son los rasgos característicos de la Edad Media española?
¿Por qué los cantares de gesta pertenecen al género épico?
2. Localiza en el diccionario los siguientes vocablos:
encomiástico malquerencia
botín palaciegos
implicar laureles
a) Construye oraciones simples de mediana extensión, con tres de las palabras
dadas.
b) Coloca en la columna que corresponda, según su clasificación como parte de la
oración, las palabras que seleccionaste.
3. Resume mediante un cuadro sinóptico los datos significativos que se te han ofre-
cido sobre el poema.
1 (EL CID CONVOCA A SUS VASALLOS; ESTOS SE DESTIERRAN CON ÉL. –ADIÓS DEL CID A
VIVAR)
Envió por sus parientes y vasallos, y díjoles como el rey le mandaba salir de todas
sus tierras, no dándole de plazo más que nueve días, y que quería saber de ellos
quiénes querían ir con él y quiénes querían quedarse.
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77 (RECUENTO DE LA GENTE DEL CID. —ÉSTE DISPONE NUEVO PRESENTE PARA EL REY)
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104 (…) — PERDÓN SOLEMNE DADO POR EL REY AL CID. —CONVITES. —EL REY PIDE AL CID
SUS HIJAS PARA LOS INFANTES. —EL CID CONFÍA SUS HIJAS AL REY Y ÉSTE LAS CASA.
—LAS VISTAS ACABAN. —REGALOS DEL CID A LOS QUE SE DESPIDEN. —EL REY ENTREGA
LOS INFANTES AL CID
……………………………………………………………………..
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111 (PREPARATIVOS DE LAS BODAS. —PRESENTACIÓN DE LOS INFANTES. —MINAYA ENTREGA LAS
ESPOSAS A LOS INFANTES. —BENDICIONES Y MISA. —FIESTAS DURANTE QUINCE DÍAS. —LAS
BODAS ACABAN. —REGALOS A LOS CONVIDADOS. —EL JUGLAR SE DESPIDE DE SUS OYENTES)
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………………………………………………………………
124 (LOS INFANTES DECIDEN AFRENTAR A LAS HIJAS DEL CID. —PIDEN AL CID SUS MUJERES
PARA LLEVARLAS A CARRIÓN. —EL CID ACCEDE. —AJUAR QUE DA A SUS HIJAS. —LOS
INFANTES DISPÓNENSE A MARCHAR. —LAS HIJAS DESPÍDENSE DEL PADRE)
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128 (EL MORO SE TORNA A MOLINA, PRESINTIENDO LA DESGRACIA DE LAS HIJAS DEL CID.
—LOS VIAJEROS ENTRAN EN EL REINO DE CASTILLA. —DUERMEN EN EL ROBLEDO DE COR-
PES. —A LA MAÑANA QUÉDANSE SOLOS LOS INFANTES CON SUS MUJERES Y SE PREPARAN
A MALTRATARLAS. —RUEGOS INÚTILES DE DOÑA SOL. —CRUELDAD DE LOS INFANTES)
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*
Pellizón: Prenda de vestir de gente noble.
**
Ciclatón: Vestidura de lujo usada en la Edad Media.
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Compara la lengua en que se compuso originalmente el Poema de Mío Cid, con una
versión del mismo pasaje hecha en nuestra época. En ambos fragmentos puedes
observar la larga y rica evolución que ha tenido nuestra lengua materna. Ten en cuen-
ta las diferencias más significativas:
a) Mío Cid Ruy Díaz por Burgos entróve,
En sue compaña sessaenta pendones;
exien lo veer mugieres e varones,
burgeses e burgesas, por las finiestras sone,
plorando de los ojos, tanto avien el dolore.
De las sus bocas todos dizían una razóne:
“Dios, qué buen vasallo, si oviese buen señore!”
b) Mío Cid Rodrigo Díaz en Burgos, la villa entró;
hasta sesenta pendones llevaba el Campeador;
salían a verle todos, la mujer como el varón;
a las ventanas la gente burgalesa se asomó
con lágrimas en los ojos ¡que tal era su dolor!
Todas las bocas honradas decían esta razón:
¡Oh Dios y qué buen vasallo, si tuviese buen señor!
De estos vocablos que aparecen en la obra escrita en el español antiguo, escribe su
equivalencia actual:
farina entróve muort finiestra
oviese señore dizían fort
sessaenta plorando mugieres cabeca
Si necesitas ayuda pídela a tu profesor.
Haz una síntesis de los pasajes del Cantar tercero leídos.
¿Qué impresiones te ha causado la lectura y estudio de los fragmentos de este can-
tar de gesta? Argumenta tu respuesta.
Imagina que ante el paso del Cid por la ciudad de Burgos pudieron escucharse expre-
siones como las siguientes:
¡Qué injusticia!
¡Qué gran vasallo!
¡Cuánto dolor!
a) Selecciona la que consideres que refleja mejor la situación que se narra en el
poema.
b) Explica por qué esta expresión es una oración unimembre.
c) Conviértela en oración bimembre.
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Florencia fue la cuna de la literatura italiana, que cerró para las artes la etapa
medieval.
Los escritores más importantes de la Italia de este período fueron Dante, Petrarca
y Boccaccio. Sus obras fundamentales constituyen cumbres de la literatura
universal.
Estos autores fueron no solo artistas excelsos, sino también activos ciudadanos,
pensadores profundos y eruditos.
Boccaccio es de ellos, el que mejor representa la nueva clase social en ascenso: la
burguesía.
Estructura
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En el proemio de su obra, Boccaccio nos sugiere los temas de sus cuentos: (…)
“agradables y ásperas historias de amor y otros afortunados sucesos ocurridos, tanto
en los tiempos modernos como en los antiguos.”(…)1 Su vasta cultura le permitió
encontrar lo sorprendente, sensual, gracioso y pícaro, que tomó de las fuentes
orientales, de los temas clásicos, de la tradición popular italiana y de la propia de su
época. Con estos elementos creó el mundo del Decamerón por donde verás desfilar,
cuando emprendas la divertida lectura de sus cuentos, clérigos, peregrinos, burgue-
ses, piratas, reyes, sultanes, criados, campesinos, poetas y pintores. En fin, hombres
de distintos lugares y procedencia social. En esta galería humana donde no hay
héroes sino pillos, bribones, pícaros, seductores, ingenuos, tontos y apasionados,
reservó un papel destacado a la mujer.
El cuento, género que ya conoces, como forma de la épica que es, se sustenta
básicamente en la narración. Así, en Boccaccio, la maestría narrativa está dada por
su habilidad para manejar la sátira y el humorismo, que son los recursos expresivos
fundamentales de su prosa. Por ello nada escapa de la ingeniosa crítica del autor; se
dice que no deja sano ninguno de los ideales de la época medieval. Sin embargo, el
resultado siempre es regocijante y feliz por comprometida que sea la situación que
se presenta.
Actividades
1. Busca un sinónimo y un antónimo de las palabras proemio y erudito. Auxíliate del
diccionario, si te es necesario.
2. Se ha dicho que en Italia se inicia la desaparición del régimen feudal. Fundamenta
esta afirmación.
3. Haz un cuadro resumen de lo que has conocido sobre Giovanni Boccaccio en este
epígrafe.
4. ¿Por qué Boccaccio dio a su colección de cuentos el nombre de Decamerón?
5. Representa mediante un esquema la estructura del Decamerón. Para ello te puedes
basar en las referencias que se te ofrecen en este epígrafe o en la propia obra que
seguramente encuentres en bibliotecas. Si tuvieras dudas consulta a tu profesor.
DECAMERÓN
La tonsura del palafrenero
Pampinea:
Habéis de saber que Aguilulfo, rey de los longobardos, siguiendo el ejemplo de
sus antepasados, eligió a Pavía como capital del reino, y en ella puso su residencia,
a la que condujo a su esposa Teodolinda, viuda de Autari, que también había reina-
do sobre los longobardos.
La belleza de Teodolinda superaba toda ponderación, y en el mismo grado de su
belleza poseía discreción y honestidad; pero fue muy desafortunada en el amor.
Acaeció una vez, cuando el reino había llegado a su máximo esplendor gracias a la
virtud y buen juicio de Aguilulfo, y los tiempos eran tranquilos, que un palafre-
nero de la reina Teodolinda —hombre de oscuro linaje, pero de ánimo superior
1
Giovanni Boccaccio: Decamerón, Instituto del Libro, La Habana, 1970, t. 1, p. 40.
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abrió desde dentro, tomó la luz para introducirla en la sombría habitación, y él, sin
abrir la boca, entró dentro de las cortinas tendidas, quitóse el abrigo y se acostó
junto a la reina, que dormía apaciblemente.
Sin perder tiempo la estrechó entre sus brazos, y mostrando mal humor, porque
sabía que el rey, en tal estado, guardaba siempre silencio y no gustaba de que los
demás hablaran, sin decir esta boca es mía ni el uno ni la otra, conoció carnalmente
repetidas veces a la reina.
Por último, aunque con gran disgusto, el palafrenero hubo de resignarse a dejar-
la, temiendo que la excesiva demora convirtiera en tristeza su placer. Levantóse,
tomó el manto y la vela y, siempre en silencio, salió de la estancia y volvióse rápi-
damente a su lecho.
Acababa de salir, cuando el rey se dirigió a la habitación de su esposa, que se
quedó asombrada por esta segunda visita marital en tan poco tiempo. Cuando el rey
se hubo acostado y la saludó alegremente, ella, animada por el insólito buen humor
de su marido, dijo:
—¿Qué novedad es la de esta noche, señor? Acabáis de salir de mi alcoba hace
un instante, después de expansionaros más de lo acostumbrado, y ahora volvéis otra
vez. Tened cuidado con lo que hacéis.
Al oír tales palabras, el rey comprendió enseguida que su esposa había sido
engañada por alguna persona que debía parecerse mucho a él en el aspecto y modo
de comportarse; mas, como hombre prudente que era, notando que la reina no se
había dado cuenta del engaño y que nadie podría sospechar lo ocurrido, prefirió
dejar las cosas como estaban. Lo que, a decir verdad, no hubieran hecho tantos
estúpidos maridos que, en ocasiones semejantes, se dedican a aturdir a sus mujeres
con reproches y preguntas interminables: “Yo no he venido antes; entonces, ¿quién
era? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué te ha hecho?” y otras cosas por el estilo, cuya inme-
diata consecuencia, además de maltratar injustamente a la mujer, es suscitar en ella
el deseo de probar de nuevo lo que ya ha experimentado antes. Y mientras con el
silencio el hombre evita, en situaciones como ésta, la vergüenza y el deshonor pro-
pios, en cambio, hablando, da a conocer a los demás su infortunio y se encuentra con
inevitables consecuencias.
Disimulando, pues, el rey con palabras su secreta turbación dijo:
—¿Es que no os parezco lo suficientemente fuerte para venir otra vez y aun una
tercera después de ésta?
—Sin duda alguna —dijo la reina—; pero os ruego que miréis por vuestra salud.
Y el rey:
—Por esta vez —replicó— seguiré vuestro consejo y me iré sin molestaros.
Y con el ánimo turbado por la cólera que le producía la traición del desconoci-
do, tomó su manto, salió de la cámara y decidió descubrir al bellaco, costara lo que
costara, convencido de que debía ser una persona de su casa o que al menos debiera
hallarse a aquella hora en el palacio.
Y tal como lo pensó, lo hizo; tomó una pequeña lámpara y corrió al grande
departamento donde dormían cortesanos y familiares, situado precisamente enci-
ma de las caballerizas reales. “Quien haya hecho tal bellaquería —pensaba el
rey— debe tener todavía muy agitado el corazón y revuelto el pulso.” Y, comen-
zando desde un extremo de la enorme sala, empezó a introducir la mano entre las
sábanas de cada lecho, para examinar si el corazón de cada uno de los que dormían
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latía con fuerza. Todos dormían profundamente, excepto el palafrenero, que, vien-
do que el rey se acercaba, y adivinando la razón de la intempestiva visita noctur-
na, fue presa de un maldito miedo que acentuó los latidos del corazón, ya fuertes
a causa de la reciente fatiga; y tanta fue su agitación que parecía ir a saltársele el
pecho.
“Si el rey se da cuenta —pensó—, estoy perdido”.
Y a punto estuvo de no saber qué hacer para que no lo sorprendiera en tal estado
de emoción. Por fortuna, el rey no venía armado y el palafrenero pudo fingirse
dormido y, sin correr inmediato riesgo, esperar al curso de los acontecimientos.
Después de haber examinado inútilmente las palpitaciones de algunos de los hom-
bres, Aguilulfo llegó al lecho donde dormía el palafrenero y comprobó que el
corazón de éste latía como el de un caballo.
—¡Ya está! —murmuró aliviado.
Pero con el deseo de que nadie supiera lo ocurrido, no quiso hacer rumor alguno
y se conformó con cortar un gran mechón de cabellos —que entonces se llevaban
larguísimos—, con unas tijeras que consigo traía, pensando que al día siguiente
reconocería fácilmente al traidor mediante aquella señal de la tonsura. Y hecho esto,
volvió a su habitación.
El palafrenero, que en vez de dormir había oído y visto todo, con su habitual rapi-
dez repasó enseguida todas las probables razones de la parcial tonsura y no tardó en
comprender que el rey había querido dejarle una señal que lo delataría a la mañana
siguiente. Cavilando una manera de inutilizar la astucia del soberano, el buen hom-
bre tomó por fin una magnífica solución: levantóse del lecho, cogió unas tijeras que
servían para arreglar las crines de los caballos, y poco a poco, yendo de un lado a
otro de la amplia estancia, fue cortando a todos sus compañeros un mechón de pelo
sobre una oreja, en el mismo sitio en que se lo habían cortado a él; después de esta
operación, sin hacer el menor ruido, volvióse al lecho.
A la mañana siguiente, antes de que se abrieran las puertas del palacio, el rey
ordenó que todos los cortesanos y criados se reunieran en su presencia; y cuando
estuvieron delante de él, con las cabezas descubiertas, comenzó a mirar a unos y
otros para descubrir al de la tonsura; pero he aquí que a casi todos les faltaba el
mismo mechón de cabello. Admirado de la nueva astucia, que hacía completamente
inútil la suya, no pudo menos de pensar que la persona que buscaba, aunque fuera
de baja condición, había dado muestras de gran sagacidad. Y comprendiendo que era
imposible descubrirle sin inquietar a toda la corte, ni vengarse sin cubrirse de ridícu-
lo, se convenció de que era mejor amonestar al culpable con una sola palabra y ha-
cerlo entender que su truco había sido descubierto. Por lo que dijo, volviéndose a
todos sus hombres:
—Quien lo hizo una vez, que no vuelva a hacerlo más. Ahora podéis iros.
Otro cualquiera, en su lugar, habría sometido a tortura a aquellos hombres, los
hubiera interrogado y amenazado, con el único resultado de poner en conocimiento
de todos lo que más le interesaba mantener en secreto; y aun en el caso de que lle-
gara a descubrir al malhechor y vengar su injuria, en vez de sacar algún provecho,
habría señalado con el dedo su propia fama y la de su esposa, proponiéndola como
pasto de lenguas maléficas.
Cuantos oyeron la amonestación, quedaron perplejos y maravillados, y comen-
zaron a cavilar qué habría querido decir el rey con semejantes palabras; pero ninguno
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las entendió, excepto aquel a quien iban dirigidas. El cual tuvo buen cuidado, mien-
tras vivió el rey, de no explicar el significado del discurso y de poner de nuevo en
peligro su vida.
El abad de Lunigiana
Dioneo:
Hubo en Lunigiana, lugar de éste no muy lejano, cierto monasterio mucho más
rico en santidad y en monjes en aquella época que en nuestros días. Entre los frailes
que en él habitaban había uno muy joven cuyo vigor y lozanía no habían marchitado
ni ayunos ni vigilia. Una vez, poco después del mediodía y mientras los demás mon-
jes reposaban, nuestro joven comenzó a pasear a solas en torno a la iglesia, que esta-
ba en lugar solitario, y se encontró por casualidad con una bella jovencita que debía
ser hija de algún campesino y andaba por aquellos parajes recogiendo algunas hierbas.
Cuando el joven religioso vio a la muchacha, no pudo dominar un fuerte tirón de
la carne; y acercándose a ella, comenzó a conversar y de una palabra en otra llegaron
a tratarse con simpática intimidad, hasta que el fraile, sin poder contenerse, se la
llevó consigo a la celda, procurando que nadie lo supiera.
Mientras el incauto joven, dominado por la pasión, gozaba de la joven, el abad
del monasterio se levantó de la siesta y salió silenciosamente al pasillo, de manera
que, al cruzar ante la celda del religioso, oyó el rumor que los dos amantes pro-
ducían. Acercóse a la puerta para escuchar y enseguida distinguió la voz de una
mujer, por lo que tuvo un inmediato impulso de entrar a ver qué sucedía. Pero pensó
que sería mejor proceder de otra manera y, vuelto a su habitación, esperó a que el
monje saliera.
El joven, aunque abstraído por el placer que le daba la muchacha, no lo estaba
tanto como para no sospechar que pasaba algo anormal, e incluso oyó el rumor de
pisadas en el dormitorio; levantóse del lecho y miró por una ranura de la puerta, de
modo que pudo ver claramente cómo el abad los espiaba desde fuera.
Sabiendo que nada bueno podía resultar del incidente, empezó a entristecerse en
su ánimo, procurando, con todo, que la jovencita no descubriera su propia congoja;
después meditó rápidamente las diversas soluciones de aquel asunto, buscando con
ansia alguna que le fuese propicia. Y por último le vino a la mente una nueva astu-
cia, que iba muy a propósito con sus intenciones.
Ante todo, hizo un gesto a la muchacha, como para darle a entender que ya había
gozado bastante por aquel día; después, en voz baja, añadió:
—Voy a buscar un medio de que salgas de aquí sin ser vista.
Espera en silencio, hasta que yo vuelva.
Salió de la celda, cerro la puerta con llave, fue directamente a la cámara del abad
y presentóle la llave de la propia según era uso entre los monjes cuando salían por
cualquier causa del convento. Después, con tranquilidad, dijo al prior:
—Micer, esta mañana no pude traer toda la leña que debía, y os pido licencia para
ir al bosque a acarrearla.
El abad, que ardía en deseos de curiosear en la celda del súbdito y comprobar
el pecado cometido por el joven, creyendo que éste nada sabía de su descubri-
miento, mostróse muy satisfecho de la laboriosidad del fraile y le dio permiso para
salir. Una vez que el joven estuvo fuera, el superior comenzó a pensar en la
92
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solución mejor para aquel caso; podía abrir la celda en presencia de los demás
monjes, de manera que todos comprobaran la falta del compañero y no hubiese
motivo de murmuración, llegado el instante del castigo; también podía entrar
primero a solas a ver cómo habían ocurrido las cosas. Y pensando que la mujer
oculta en la celda podría ser de tal calidad que no conviniera exponerla a vergüen-
za de verse ante todos los religiosos, determinóse por la segunda solución de ir a
solas a la celda del pecador y tomar más tarde una decisión. Y como lo pensó, así
lo hizo; fue a la celda, abrió la puerta y volvió a cerrarla detrás de sí.
Al ver entrar al prior, la jovencita se asustó mucho y empezó a llorar de miedo y
vergüenza. Pero el abad, que la veía tan fresca y rozagante, comenzó a sentir los estí-
mulos carnales, aunque fuera de edad más que madura, y con no menor intensidad
que el joven. Por lo que empezó por decir para sí: ¡Bah! ¿Es que no voy a gozar este
placer ya que el disgusto y la tristeza los tengo cada día al alcance de la mano? Nadie
sabe que hay aquí una joven tan hermosa; si yo pudiera convencerla para que con-
sintiese a mis deseos, no habría razón para que me privara de tan fácil deleite.
¿Quién va a saberlo? Nadie.
Y, como suelen decir, “pecado celado medio condonado”. Nunca volverá a pre-
sentárseme una ocasión como ésta. Y creo que es señal de buen juicio aprovechar el
bien cuando el Señor nos lo envía.
Lleno de tales pensamientos, tras haber cambiado la intención que lo trajera a la
celda, acercóse a la jovencita y con gentileza comenzó a consolarla para que no llo-
rase. Después, pasando de un discurso a otro, acabó por manifestarle claramente sus
deseos. La muchacha, que por cierto no era de hierro ni de diamante, cedió fácil-
mente a la voluntad del prior: éste la abrazó y besó una y mil veces y echóse con ella
en el lecho del joven fraile. Mas atendiendo al grave peso de su dignidad y a la tier-
na edad de la joven, se conformó con recostarla sobre su pecho, y así, por un buen
espacio, retozó con ella.
El joven religioso, que había fingido ir al bosque, estaba oculto en el dormitorio
y pudo ver cómo el abad entraba solo en su propia celda, cosa que lo tranquilizó
porque le indicaba que su astucia había surtido efecto. Cuando el abad cerró con
llave la puerta, salió de su escondite, se acercó silenciosamente y por la consabida
ranura vio y oyó cuanto el abad y la joven hicieron y dijeron.
Una vez que el prior del monasterio quedó satisfecho, salió de la celda del fraile,
volvió a cerrar cuidadosamente la puerta y regresó a su cámara. Al poco tiempo oyó
los pasos del monje y, seguro de que estaba de vuelta del bosque, se dispuso a
reprenderlo ásperamente y hacerlo encerrar en la cárcel, con lo que podía disponer
a sus anchas de la preciosa presa. Llamó, pues, al súbdito y con rostro muy enfada-
do le echó en cara su falta y ordenó que lo encarcelaran.
Pero el joven monje respondió con presteza:
—Señor abad, yo llevo tan poco tiempo en la orden de San Benito que no he podi-
do aprender todos los detalles de la regla. Por ejemplo, vos no me habéis enseñado
todavía cómo los frailes deben hacerse oprimir de las mujeres igual que si fueran
ayunos y abstinencias; pero ahora que me lo habéis mostrado, os prometo, si me per-
donáis esta falta, no caer más en ella, sino imitar en todo lo que vos hacéis.
El abad, que no era tonto, comprendió al vuelo no sólo que el joven había sido
más listo que él, sino que sabía de sobra lo que el prior había hecho. Por lo que,
arrepentido de su propia culpa se avergonzó de infligir al monje un castigo que
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Cornudo y apaleado
Filomena:
Hubo en París un caballero florentino que, por salir de su pobreza, se hizo mer-
cader; y tan bien le fue su comercio, que al cabo de cierto tiempo poseía grandes
riquezas. Su esposa le había dado un solo hijo, llamado Lodovico, más inclinado a
la nobleza que a los negocios de su padre, por lo que éste no lo inició en los asuntos
comerciales, sino que lo envió con otros caballeros al servicio del rey de Francia, en
el que aprendió cortesía y otras excelentes cosas.
Un buen día llegaron ciertos caballeros que regresaban del Sepulcro; y mientras
conversaban —como suelen hacer los jóvenes— en presencia de Lodovico acerca de
las bellas mujeres que habían conocido en Francia, Inglaterra y otras partes del
mundo, uno de ellos dijo que, de cuantas conocían, ninguna podría compararse a la
esposa de Egano de Galluzzi de Bolonia, llamada madonna Beatrice. En lo que estu-
vieron concordes cuantos compañeros suyos habían estado con él en Bolonia.
Oyendo estas cosas Lodovico, que todavía era inexperto en lances de amor, sin-
tió tales deseos de conocer a aquella señora, que en su mente ya no albergaba otro
pensamiento. Dispuesto estaba a ir a Bolonia y quedarse allí si la dama consentía en
ello; y para poner por obra su idea, pidió permiso al padre para ir al Sepulcro, lo que
el viejo le concedió de mala gana.
Con el falso nombre de Anichino llegó a Bolonia; y, por disposición de la fortu-
na, al día siguiente encontróse con la mujer en una fiesta, y le pareció mucho más
hermosa de lo que había oído decir; con lo que decidió no volver a salir de Bolonia
si lograba conquistar su amor.
Y cavilando consigo mismo qué medio pondría para su empresa, le pareció que
si lograba colocarse como criado del marido, que tenía muchos, sería fácil llegar a
lo que deseaba ardientemente. Vendió sus caballos, colocó dignamente a sus propios
servidores, recomendándoles que fingieran no conocerlo, y dijo al dueño de la
hostería en que se hospedaba que gustosamente serviría a algún señor de buena
familia, si pudiera encontrarse alguno. A lo que el hostelero contestó:
—Precisamente tienes todo el aspecto de conquistar la simpatía de un noble
caballero de esta tierra llamado Egano, que tiene muchos criados y quiere que todos
tengan la gallarda presencia que tú tienes; de manera que le hablaré de ti.
Y así lo hizo el buen hombre.
Antes de ir a ver a Egano, aconsejó a Anichino que procurara mostrarse lo más
gentil posible con su nuevo señor. Y tan bien lo hizo, que Egano lo retuvo a su ser-
vicio, en el que Anichino pudo ver con frecuencia a la dama; esto animaba al joven
a servir cada vez mejor, lo que fue conquistando de tal manera el ánimo de su dueño,
que éste ya no sabía hacer cosa alguna sin el consejo de Anichino, al que entregó
buena parte del gobierno de su casa.
Cierta vez que Egano fue a cazar y Anichino quedóse en la casa, madonna
Beatrice, que no había notado aún el amor del joven, por más que admirara sus exce-
lentes maneras y su belleza, le rogó que le acompañase en una partida de ajedrez; y
Anichino, que deseaba contentarla, ponía buen cuidado en dejarse vencer
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por la dama, de lo que ésta se alegraba muchísimo. Pero cuando todas las doncellas
de madonna Beatrice hubieron salido y Anichino quedó solo con ella, dejó escapar
un profundo suspiro.
—¿Qué te pasa, Anichino? —preguntó Beatrice, mirándolo—. ¿Sientes tanto que
yo te venza en el juego?
—Madonna —replicó el joven—, otra, y más grave, es la razón de mi suspiro.
—¡Vamos, dímela! —dijo la dama—, dímela, si es cierto que me estimas.
Cuando Anichino oyó que lo conjuraba a hablar por su estima a madonna
Beatrice, a la que amaba sobre todas las demás cosas, suspiró con mayor sentimien-
to que antes, lo que suscitó en la mujer un mayor deseo de saber la causa de aque-
llos suspiros. Entonces dijo Anichino:
—Temo que os enojéis, madonna, si os digo la verdad; o que vos misma lo con-
téis enseguida a otra persona.
—No me ofenderé, Anichino; ni lo diré a nadie, te lo aseguro —dijo Beatrice.
—Ya que así lo prometéis, hablaré —contestó Anichino.
Y casi con lágrimas en los ojos contó quién era y las cosas que había oído acer-
ca de ella; dónde y cómo se había enamorado y por qué había querido servir al mari-
do de madonna Beatrice. Después rogó a la dama que tuviera piedad de él, si era
posible y lo complaciera en tan férvido y secreto deseo. Pero si tal gracia no era de
su agrado, que al menos le permitiese continuar amándola como hasta entonces.
¡Oh singular dulzura de la sangre boloñesa! ¡Cuán encomiable has sido siempre
en semejantes empresas! Nunca fuiste amiga de lágrimas y suspiros vanos, sino que
te rendiste fácilmente a las gratas plegarias y a los deseos amorosos. Nunca se
cansaría mi voz de ensalzarte con las más dignas alabanzas. Mientras hablaba
Anichino, la gentil dama lo miraba fijamente; y dando plena fe a las palabras del
mancebo, concibió tal pasión por aquel amor, que a su vez comenzó a suspirar pro-
fundamente; y al cabo de un rato dijo:
—Anichino, querido mío, ten ánimo, porque puedo asegurarte que ni dones ni
promesas, ni galanterías de caballero alguno de los que hasta ahora me cortejaron
pudieron mover mi espíritu al amor como tú lo has hecho en tan poco tiempo y con
tan sencillas palabras. Soy desde ahora más tuya que mía, porque has conquistado
dignamente mi amor, que podrás gozar esta noche como deseas. Para lo cual, es pre-
ciso que hacia la media noche vengas a mi cámara, cuya puerta dejaré abierta; sabes
a qué lado de la cama duermo; acércate y, si estuviere dormida, despiértame, porque
quiero consolar y satisfacer ese largo deseo. En prueba de lo cual, ahora mismo te
daré un beso por arras.
Y echándole el brazo al cuello, lo besó amorosamente; a lo que Anichino
correspondió con la misma pasión. Después dejó a la dama y fue a ordenar algunas
cosas, esperando con la mayor alegría del mundo a que llegara la noche.
Volvió Egano de pajarear y, después de haber cenado, como se encontraba cansa-
do, se fue a dormir. La mujer dejó abierta la puerta de la estancia, según había
prometido a Anichino, quien, a la hora convenida, entró en la alcoba, y cerrando la
puerta por dentro, se acercó adonde la dama dormía y, poniéndole la mano en el
pecho, notó que estaba despierta. Cuando ella se dio cuenta de la presencia del joven,
tomó su mano con firmeza y, sin soltarla, movióse tanto que despertó a su marido,
al que dijo:
—No quise decirte nada esta noche, porque estabas cansado; pero ahora, por lo
que más quieras, dime a cuál de tus servidores tienes por el mejor y más leal.
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Replicó Egano:
—¿Por qué me preguntas eso? ¿Es que no lo sabes ya? No he tenido ni tengo
criado en el que tanto me fíe y a quien ame como a Anichino. Pero, ¿a santo de qué
viene esa pregunta?
Cuando Anichino vio que su señor estaba despierto y que decía tales cosas, trató
de desasirse de la dama para escapar, temiendo algún engaño de madonna Beatrice;
pero ella lo retenía con tal fuerza que apenas podía moverse. Entretanto, la mujer
contestó a su esposo:
—Te diré el motivo; también yo creía que Anichino era tu más fiel y seguro
criado; pero hoy mismo me ha desengañado, porque en cuanto saliste de caza,
vino a mí y no tuvo vergüenza alguna para pedirme que cediera a sus deseos. Yo,
para no tener que acudir a otras pruebas y que tú pudieras verlo con tus propios
ojos, le contesté que lo haría con gusto y que esta noche bajaría al jardín para
esperarlo al pie del pino. Puedes imaginar que no pienso acudir; pero si quieres
conocer la lealtad de tu servidor, puedes hacerlo fácilmente, con sólo que te pon-
gas algún vestido mío y bajes a esperarlo en mi lugar porque estoy segura de que
vendrá.
—Tengo que verlo —dijo el marido.
Y levantándose en la oscuridad, echóse encima lo mejor que pudo la capa de su
mujer y un velo a la cabeza y bajó al jardín; dirigióse al pino y al pie del árbol se
sentó a esperar la llegada de Anichino.
Cuando sintió que su marido había salido de la estancia, madonna Beatrice se
levantó y cerró la puerta por dentro. Anichino, que entretanto había pasado el mayor
miedo de su vida y se había esforzado mil veces por escapar de la mano de su seño-
ra, maldiciendo de su amor y de la hora en que lo había confiado a la dama, al ver
ahora en qué paraban las cosas creyó ser el hombre más feliz que haya existido; y
cuando Beatrice volvió al lecho, a una señal suya, el joven se desnudó y ambos
gozaron del amor por un buen espacio de tiempo.
Después, cuando la dama pensó que ya habían estado bastante tiempo, lo hizo
salir de la cama y así le dijo:
—Querido mío, ahora debes coger un buen bastón y bajar al jardín; cuando estés
allí, finge que me has citado para tentarme y por ver hasta dónde llega mi virtud; y
como si se tratara de mí, dirás unas cuantas bellaquerías a Egano y lo sacudirás con
el bastón; porque te aseguro que de eso sacaremos buen provecho y placer.
Vistióse Anichino y bajó al jardín, con un buen bastón de sauce silvestre en la
mano; y cuando estuvo cerca del pino y vio a Egano —que se levantaba fingiendo
gran alegría al verlo— comenzó a gritarle:
—¡Ah, mujer malvada! ¿De manera que has venido a la cita, convencida de que
yo consentiría en ofender a mi señor? ¡Maldita seas mil veces!
Y levantando el bastón comenzó a sacudirlo con fuerza. Egano, al oír tales
denuestos y sentir el primer bastonazo, huyó sin decir palabra; y Anichino le seguía
gritando:
—¡Fuera! ¡Mal año te dé Dios, maldita mujer, que mañana lo contaré todo a
vuestro esposo!
Recibidos sus buenos bastonazos, Egano se refugió lo mejor que pudo en la
casa y subió de nuevo a su habitación. La esposa, que estaba aguardando, le pre-
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guntó si en realidad había acudido Anichino a la cita. A lo que dijo el pobre ma-
rido:
—¡Así no hubiera ido! Porque, creyendo que se trataba de ti, ha comenzado a
apalearme, gritándome las mayores bellaquerías que pueden decirse a una
mujerzuela. Ya me extrañaba a mí que un criado tan bueno se atreviese a hacer algo
en ofensa mía; lo más seguro es que como te ve siempre tan contenta y festiva, ha
querido probar tu lealtad.
¡Loado sea Dios! —contestó la mujer—. Porque a mí me ha probado con pa-
labras y a ti con obras; y estoy convencida de que puedes decir que yo soporto con
más paciencia las palabras que tú los hechos. Pero, ya que te ha demostrado tanta
lealtad, creo que debes estimarlo más y concederle nuevos honores.
—Tienes razón —dijo Egano.
Y convencido de esto, creyó desde entonces que tenía la esposa más leal y el más
fiel servidor que hubiera en el mundo. Muchas veces rieron Anichino y madonna
Beatrice al recordar aquel suceso; y en adelante pudieron con mayor facilidad
cumplir sus deseos, mientras Anichino quiso permanecer en Bolonia en casa de
micer Egano.
Consolidación general
1. Señala tres características de la Edad Media española que se ponen de manifiesto
en el Poema de Mío Cid. Compara tu selección con las realizadas por tus com-
pañeros.
2. Compara la concepción de la vida que refleja Boccaccio en sus cuentos con la que
se apreciaba hasta ese momento en la sociedad medieval.
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Pasatiempo instructivo
¡A jugar con las letras!
A E S R T F I O P T D I
V B O C C A C C I O C D
M J I S A C E T Z N X E
I W R O D R I G O S M C
O U R T A L Y U E U C A
C B O N N J I B C R L M
I Y U C T O A J B A U E
D A U I E A U S D A M R
S I B O N Y J D B M A O
F S M E D I O E V O P N
Perdidos en las letras están los nombres de autores, obras, personajes y período
histórico que acabas de estudiar en esta unidad. Búscalos. La referencia que te
damos a continuación puede ayudarte.
Nombre de un período histórico y cultural.
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Interésate en saber
No todos los pueblos alcanzan igual desarrollo al mismo tiempo, ni de la misma
forma. Trata de recordar qué ocurría en América en el orden cultural, mientras los
europeos se encontraban en el Medioevo. Averigua qué fueron el Popol Vuh, Machu
Pichu, Tenochtitlán…
En Las mil y una noches el sultán Schariar, que cada noche se desposaba con una
doncella a la que invariablemente mandaba a ejecutar al día siguiente, interrumpe su
macabra tradición porque la bella Scherezada le narra un entretenido cuento que deja
inconcluso al amanecer. Esto dio lugar a que el cruel personaje aplazara noche tras
noche la ejecución, mientras Scherezada narraba los mil y un cuentos que integran
la colección. Boccaccio emplea un procedimiento similar en el Decamerón. Te ase-
guro verdaderas horas de expansión y deleite si te decides a leer estos fabulosos
cuentos árabes.
¿Cuál es el poeta y narrador que ha cultivado el sabroso humorismo cubano en no-
velas como Juan Quinquín en Pueblo Mocho, que ha sido llevada en repetidas oca-
siones a la televisión y una vez al cine? Leer sus obras te hará recordar la comicidad
de Boccaccio.
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Introducción
“Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi
adarga al brazo.”(…)1
Seguramente has leído o escuchado estas palabras. ¿Recuerdas quién las escribió y
en qué circunstancias?
Sí, es el Che quien nos habla desde el Quijote, el personaje central de la inmortal
novela de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. El Che se
siente como él, caballero andante que lucha contra toda injusticia.
Piensa mucho en esto, lo que sin duda, te ayudará a comprender y valorar mejor este
libro cumbre de las letras españolas, que es El Quijote —así comúnmente se abre-
via su extenso título— escrito en una época de singular esplendor: el Renacimiento.
Por tus estudios de Historia recordarás lo correspondiente a este movimiento, en el
que ahora vas a profundizar en algunos de sus rasgos y conocer la obra cumbre de
las letras españolas, la que todo cubano, por hablar español, debe leer completa, para
apreciar los valores que la han hecho acreedora a ser considerada una de las máxi-
mas creaciones del ingenio humano.
1
Ernesto Che Guevara Obras. 1957-1967, Casa de las Américas, 1970, t. II, p. 693.
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A los hombres que conocían las lenguas clásicas —griego y latín— y que se
dedicaron al estudio de estas culturas se les llamó humanistas.
Reafirma bien estas cuestiones, pues resultan esenciales para conocer el
Renacimiento.
Se aprecian profundos cambios porque determinadas condiciones económicas y
sociales así lo han propiciado.
Una nueva clase surge poderosa y entusiasta: la burguesía la que provoca una
expansión de la vida en todas sus manifestaciones.
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No obstante la admiración que en esa época sentían todos por el latín, las lenguas
nacionales se fueron enriqueciendo. Asimismo, las distintas literaturas alcanzaron un
gran desarrollo y aunque seguían los modelos clásicos iban afirmando, cada vez
más, sus individualidades.
En Italia el dialecto florentino o toscano alcanzó mediante el genio de Dante,
Petrarca y Boccaccio —de quienes se habló en el capítulo anterior— el rango de
lengua literaria, la primera y más perfecta de Europa entre los siglos XIII y XIV. En
España, el castellano, que ya era estudiado por Nebrija, quien escribió la primera
gramática del español, se eleva muy pronto a excepcional altura. El inglés logra su
mayor esplendor con Shakespeare. El francés tuvo poetas y escritores que sentaron
las bases para una rica literatura posterior.
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has oído hablar. En la pintura del siglo XV se destacan nombres muy famosos como
Giotto y Boticelli.
Pero es el siglo XVI el que señala en todas las artes plásticas el momento de la
plenitud. Tres nombres son símbolos del poder creador que alcanzaron los artistas
del Renacimiento: Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarroti y Rafael Sanzio.
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Actividades
1. Elaborar el plan del epígrafe “Una nueva época”. Pon títulos significativos a cada
parte y formula una pregunta o tarea para cada una de ellas. Analiza con tus com-
pañeros en qué coinciden y en qué se diferencian.
2. ¿Cuál fue la característica fundamental de la múltiple y diversa actividad humana
de esta época? Busca la respuesta en lo estudiado hasta aquí y exprésala con tus pa-
labras, tal como la entiendas.
1
C. Marx y F. Engels: “Introducción a la Dialéctica de la Naturaleza”, en Obras escogidas, Editorial Progreso,
Moscú, pp. 355-356.
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Pintura
Escultura
Descubrimientos
geográficos
Otros
5. Ya has leído las palabras que Federico Engels dedicó a la época renacentista y a
sus hombres.
a) Explica por qué llamó titanes a los hombres renacentistas.
b) Comenta la cita.
6. Copia cuidadosamente el siguiente párrafo:
Leonardo da Vinci fue un genio extraordinario. Su inquietud creadora le hacía
llenar cuadernos de bocetos donde recogía las más audaces concepciones científicas.
Practicó la astronomía, la química, la ingeniería militar; pero sus logros perdurables
están en la pintura.
a) Observa bien las palabras que presentan dificultad ortográfica. Explícalas.
b) ¿Cuál es el significado de las palabras boceto, concepciones, perdurables?
Apóyate en el contexto.
El Renacimiento en España
España y Francia fueron los primeros países que entraron en contacto con el
Renacimiento italiano. Desde el siglo XV se disputaron el reino de Nápoles, del sur de
Italia. A causa de estas guerras las huestes españolas y francesas entraron en territo-
rio italiano.
Desde el reinado de los Reyes Católicos, España tuvo en la península italiana un
ejército permanente. A estas tropas perteneció en su momento, el autor que se estu-
diará en este capítulo, el soldado Miguel de Cervantes Saavedra. Además las
antiguas Galia (Francia) e Hispania (España) fueron parte del Imperio Romano y la
cultura latina dejó allí sus poderosas huellas.
El espíritu renovador de un pasado cultural del que también eran herederos, pasó
a los hombres que viajaban como combatientes. Así se fueron difundiendo en
España las ideas humanísticas, los ideales de belleza y perfección, el cultivo de las
artes y de las bellas letras.
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Actividades
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Pero escribe, escribe sin cesar y recibe muy poco a cambio, porque como dijo
Mirta Aguirre era “(…) una pluma que se niega a ponerse en venta y a servir de
instrumento a las tropelías de los todopoderosos de su hora histórica.”1
Publica en 1605 la primera parte del Quijote y en 1615 la segunda, apremiado
por la competencia de un autor apócrifo.
Escribió comedias como El cautivo y El trato de Argel, dramas como Numancia,
las Novelas ejemplares y Los trabajos de Persiles y Segismundo.
Es y será el gran humanista, el artífice de la lengua, que nos legó el más real y
extraordinario de los caballeros andantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha.
Murió el 23 de abril de 1616.
Es posible que ya sepas que El Quijote es una novela, pero no que es la primera
novela moderna. Al estudiarla se completará tu concepto de esta forma genérica, que
constituye, junto a la poesía épica, una de las manifestaciones altas de la literatura
narrativa.
Al leer y analizar la Ilíada, pudiste precisar los rasgos característicos de la
epopeya, como expresión más elevada y compleja de la poesía épica, ahora cono-
cerás la máxima expresión del género épico o narrativo en prosa, la novela.
1
Mirta Aguirre: “Introducción”, en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Instituto Cubano del
Libro, La Habana, 1972, p. X.
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Es Cervantes con su obra cumbre el que lleva la novela a sus máximas posibili-
dades expresivas, aunque existieron antes de El Quijote exponentes más elementales
del género, tales como la novela pastoril, la de caballería y la primera etapa de la
picaresca.
La narrativa puede expresarse tanto en verso como en prosa. ¿Escribiría
Cervantes, a quien le tocó vivir los contrastes de la España imperial y el inicio de su
decadencia un poema épico como el Cantar de Mío Cid o una epopeya como las de
Homero?
Indudablemente que, a nuevos y más complejos tiempos, se requería un nuevo
modo de narrar, más flexible y extenso, que pudiera recoger los múltiples matices
de la realidad, que se hacía cada vez más difícil de interpretar, y por supuesto sería
la prosa y no el verso la forma de lenguaje literario que permitiría reflejar ese mundo
cambiante y diverso.
La novela comparte con otras formas de la narrativa —poesía épica, cuento, rela-
to— la ubicación en tiempo y espacio, la existencia de un sistema de personajes más
o menos amplio, el empleo de todas las formas elocutivas regidas por la narración,
pero difiere en la extensión y, sobre todo, en que abarca más ampliamente el uni-
verso del hombre.
Hasta ahora, los personajes de la épica que has conocido, tienen la talla indis-
cutible de héroes como Aquiles y Héctor. En cambio a Don Quijote se le cuestiona
durante todo el desarrollo de la novela su condición heroica y se le trata como un
pobre hombre. Sin embargo, por sus valores humanos ha sido considerado como uno
de los más grandes héroes literarios.
Otro elemento característico de la novela moderna es la complejidad de su
estructura. Este rasgo se acentúa precisamente a partir de El Quijote.
Características esenciales de la novela:
La novela constituye, junto a la poesía épica, una de las manifestaciones más altas
de la literatura narrativa.
La máxima expresión del género épico en prosa es la novela.
Igual que otras formas de la narrativa —poesía épica, cuento, relato—, el argu-
mento de la novela se ubica en un tiempo y espacio determinados, posee un sis-
tema de personajes generalmente amplio y emplea las distintas formas de elocu-
ción, aunque predomina en ella la narración.
Difiere del cuento y del relato en la extensión, y sobre todo, en que abarca más
ampliamente el universo del hombre.
La novela posee una estructura compleja y la unidad de contenido y forma se ma-
nifiesta con mayor riqueza.
Ya has conocido que desde fines del siglo xv la lengua castellana contaba con una
gramática que definía su estructura.
Los aires renovadores que entraron a la expresión literaria con la poesía de
Garcilazo de la Vega tenían la belleza y suavidad de los versos italianos e iniciaron
la época de esplendor de la lírica española que duraría más de dos siglos.
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Pero habría que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVI para que Miguel de
Cervantes lograra lo mismo con la prosa española, la gran prosa que da vida a los
personajes de la novela, que nos hace ver los paisajes de La Mancha, sentir emo-
ciones y comprender ideas. La lengua de Cervantes sirve como el más flexible y fiel
instrumento, lo mismo para un inflamado discurso de Don Quijote, que para ensar-
tar graciosamente los refranes de Sancho; para describir las menudas ocurrencias
cotidianas o para dar cuerpo verbal a los pasajes de mayor hondura humana.
Ahora, lee detenidamente estos dos ejemplos, preferiblemente en voz alta:
Fue recogido de los cabreros con buen ánimo, y habiendo Sancho, lo mejor que
pudo, acomodado a Rocinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedían de
sí ciertos tasajos de cabra que hirviendo al fuego de un caldero estaban; y aunque
él quisiera en aquel mismo punto ver si estaban en sazón de trasladarlos del caldero
al estómago, lo dejó de hacer porque los cabreros los quitaron del fuego y, tendien-
do por el suelo unas pieles de ovejas, aderezaron con mucha prisa su rústica mesa
y convidaron a los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo que tenían. (…)
(Capítulo XI, Primera parte)
¡Oh, perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo,
meneo dulce de las cantimploras, Tímbreo aquí, Febo allí, tirador acá, médico
acullá, padre de la poesía, inventor de la música! ¡Tú que siempre sabes, y,
aunque lo parece, nunca te pones! A ti digo ¡Oh, sol, con cuya ayuda el hombre
engendra al hombre!, a ti digo que me favorezcas y alumbres la oscuridad de mi
ingenio, para que pueda descurrir, por sus puntos en la narración del gobierno del
gran Sancho Panza; que sin ti, yo me siento tibio, desmazalado y confuso.
(Capítulo XLV, Segunda parte)
Observa y compara en ambos fragmentos, la selección del vocabulario y el uso
de los signos de puntuación, para que aprecies el ritmo y el tono de la prosa.
Seguramente habrás notado en el primer ejemplo que el narrador se refiere a
Sancho, pero conociéndolo tan bien, que casi parece que habla el autor por el escu-
dero; detente en las palabras que se refieren a cosas tan comunes y corrientes como
el olor de los tasajos y las ganas que tenía Sancho de comérselos.
En el segundo caso, debes haber recordado cómo se parece al comienzo de la
Ilíada pues no es otra cosa que una invocación propia de la épica, en la que el no-
velista imita esta forma de iniciar la narración invocando el favor de una deidad, en
este caso Febo Apolo a quien ya viste actuar en la epopeya homérica.
Aprecia el tono elevado, la selección de palabras cultas como antípodas, los
epítetos de gran belleza con los que describe los atributos del dios, lo que demues-
tra la culta clásica que poseía Cervantes.
Más adelante, cuando analices la novela debes tener muy en cuenta el plano del
lenguaje, descubrir y disfrutar sus logros expresivos que son los que permiten llegar
al mensaje, a las ideas que la obra encierra.
Estructura de la novela
Sabes que El Quijote se escribió y publicó en dos partes: la primera en 1605 y la
segunda en 1615. Diez años de distancia tuvieron necesariamente que modificar la
concepción de los personajes y las intenciones del autor.
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Actividades
1. Localiza en el texto las siguientes palabras: cautiverio, ignominia, indeleble, tro-
pelías, apócrifo, artífice.
a) Busca en el diccionario el significado de las que desconozcas. Di qué parte de la
oración es cada una.
b) Selecciona dos de estas palabras y construye oraciones con ellas.
c) Haz una familia de palabras con el término cautiverio.
2. Selecciona tres sucesos significativos de la vida de Cervantes. Argumenta tu
selección.
3. ¿A qué género fundamental pertenece la novela? ¿Por qué?
4. A partir de las características de la novela que se te ofrecen en esta parte del capí-
tulo, elabora por escrito la definición de este concepto.
5. Haz un esquema gráfico que represente la estructura de la novela El Quijote.
Auxíliate del índice de la obra.
6. Basándote en lo leído en la novela y en esta parte del capítulo, conversa con tus
compañeros acerca de cómo concibe Cervantes sus personajes Don Quijote y
Sancho. Elabora preguntas que te servirán de apoyo para la conversación.
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Capítulo I. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de
la Mancha
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco
y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches,
duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura
los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían
sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflas de lo mismo, y
los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa
un ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un
mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera.
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años: era de complexión
recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren
decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna dife-
rencia en los autores que de este caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles
se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento:
basta que en la narración de él no se salga punto de la verdad.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que
eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto,
que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su
hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fane-
gas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así,
llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos; y de todos, ninguno le parecían
tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de
su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando
llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes
hallaba escrito: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi
razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra hermosura”. Y también
cuando leía: “Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estre-
llas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra
grandeza”.
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por enten-
derlas y desentrañarles el sentido, que no se le sacara ni las entendiera el mismo
Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don
Belianís daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le
hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y
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señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de
aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y darle
fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera y aunque
saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto,
graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de
Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía
que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era
don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición
para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en
lo de valentía no le iba en zaga.
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches
leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del
mucho leer se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la
fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pen-
dencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates
imposibles: y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella
máquina de aquellas sonadas invenciones que leía, que para él no había otra historia
más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen
caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de
sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor
estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el
encantado, valiéndose de la industria de Hércules cuando ahogó a Anteo, el hijo de
la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser
de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él sólo era
afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba a bien con Reinaldos de Montalbán,
y más cuando lo veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende
robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia. Diera él,
por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía y aun a su sobri-
na de añadidura.
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que
jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para
el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero
andante e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras,
y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se
ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peli-
gros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya
coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de Trapisonda, y así,
con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sen-
tía, se dio prisa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo fue
limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y
llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un
rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran
falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple, mas a esto suplió
su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con
el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era
fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes
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y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso:
nombre a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás
que a él y a sus cosas había puesto.
Como ya sabes las palabras iniciales de una obra literaria son de suma impor-
tancia. Leélas con detenimiento y realiza las tareas siguientes:
¿Te has percatado de que la novela comienza con un complemento circunstancial de
lugar? ¿Cuál?
¿Por qué crees que el autor no quiere acordarse del nombre del lugar? Confronta tu
criterio con el de tus compañeros.
Ordena la primera oración según la estructura S + P. ¿Es mejor así o tal como la
escribió Cervantes?
¿Qué forma elocutiva predomina en este capítulo? ¿Qué otras aparecen?
Ejemplifícalas con pasajes del texto.
¿Observaste la precisión con que Cervantes retrata al hidalgo manchego?
a) Ordena los elementos de la descripción teniendo en cuenta: edad, rasgos físicos,
cualidades morales y costumbres.
b) Memoriza la descripción de Alonso Quijano.
c) Intenta realizar con tus propias palabras el retrato del Quijote, sustituyendo las
expresiones del texto por otras equivalentes. Por ejemplo, ¿cómo sustituirías “seco
de carnes”?
d) Si eres aficionado al dibujo o a la caricatura, retrátalo por medios gráficos.
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Valora la actitud de Don Quijote cuando se enfrenta a los “gigantes” y les dice:
“—No huyáis, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os
acomete.”
Aprecia cómo Cervantes va llevando la acción en dos planos, el de la realidad externa
y el de la convicción del Quijote de que había gigantes y era necesario combatirlos.
Apóyate en este fragmento del prólogo a la edición cubana de El Quijote de 1972,
en el que aparece el concepto de Quijotismo, para que llegues a conclusiones sobre
este capítulo. Recógelas por escrito cuidando tu caligrafía.
(…) Quijotismo no es engaño sobre el alcance de las propias fuerzas, aunque ese
engaño lo sufriera el Caballero de la Triste Figura; quijotismo no es, tampoco, idea-
lización del pasado e intento de mejorar el mundo pretendiendo retornos a él; qui-
jotismo no es locura, aunque loco estuviera el hidalgo manchego; quijotismo es,
apartando todos los ramajes que envuelven al protagonista de Cervantes, ser lo que
el propio personaje detalla, al marcharse de casa del Caballero del Verde Gabán:
…casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras,
valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos y
finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla.1
Debate en el aula tus criterios y valoraciones de esta aventura.
1
Mirta Aguirre: “Introducción”, en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Instituto Cubano del
Libro, La Habana, 1972, p. VII.
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¿Cuál de estos valores del capítulo te parecen más importantes: ideas expuestas en
él, la calidad de la prosa, la aventura que se cuenta?
Haz la lectura expresiva del discurso de Don Quijote llamado “de la Edad Dorada”.
Atiende la pronunciación y entonación, para lo cual debes comprender muy bien el
sentido del texto.
Emula con tus compañeros a ver quién lo lee mejor.
Capítulo XXII. De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal
de su grado, los llevaban donde no quisieran ir
Relee este capítulo y comenta la impresión general que te ha causado.
¿Cuántos y cuáles adjetivos emplea el novelista para calificar al sustantivo historia?
¿Dónde los pone? ¿Qué efecto crees que causa hacerlo así?
Analiza el diálogo inicial entre Don Quijote y Sancho a la vista de los galeotes.
¿Cuál es la actitud de Don Quijote?
¿Cómo lo expresa?
Después de analizado este capítulo, redacta un párrafo que comience así:
Solo es digno de la libertad y de la vida quien…
Recuerda lo que te hemos dicho sobre el cambio que sufren las aventuras de Don
Quijote en la segunda parte. Ya el caballero no sale a buscarlas, sino que las aven-
turas se las proponen otros: los duques, el Bachiller, que quieren “entrar en el juego”.
En esta segunda parte hay muchos —por no decir todos— capítulos de sumo interés
e importancia, tales como: XVII, XXIII, XXXI, XXXII, XLII, XLV y LXIV.
Veamos ahora la conclusión del capítulo XXXI y el comienzo del XXXII.
Lee al final del Capítulo XXXI las palabras que el eclesiástico dirige a Don Quijote,
y al inicio del Capítulo XXXII, la respuesta que este le da.
¿Qué piensas de las palabras que el eclesiástico dirige a Don Quijote en la mesa de
los duques?
¿Cómo valoras la respuesta del Caballero?
¿Quién de los dos actúa más razonablemente? Argumenta tu respuesta.
¿Consideras que en este pasaje hay una crítica? ¿A quiénes? ¿A qué?
Capítulo LXXIV(final) De cómo Don Quijote cayó malo y del testamento que hizo
y su muerte
Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus
principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y
como la de Don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de
la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba; (…)
Así comienza el capítulo que concluye la obra gigantesca.
¿Qué impresión te causan estas palabras?
¿Por qué crees que Don Quijote cayó enfermo?
¿Te da pesar o alegría que Alonso Quijano haya dejado de ser Don Quijote de la
Mancha? Argumenta tu opinión.
¿Qué piensas de la actitud de Sancho? ¿Cómo la explicarías?
Después de haber leído el capítulo completo, divide su texto en partes lógicas.
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Consolidación general
1. Escribe un diálogo en el que dos o más amigos intercambien impresiones sobre el
Renacimiento.
2. Explica cómo penetró el Renacimiento en España y qué características se aprecian
en él.
3. Elabora un cuadro comparativo de la novela, teniendo en cuenta sus diferencias y
semejanzas con otras formas de la épica, después de haber estudiado el epígrafe co-
rrespondiente en este libro.
4. Selecciona uno o dos párrafos de la novela y analiza las peculiaridades de la prosa
narrativa de Cervantes que se aprecian.
5. En el Capítulo XXV de la primera parte, aparece la siguiente carta de Don Quijote
a Dulcinea del Toboso:
Soberana y alta señora:
El herido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísimo
Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu hermosura me des-
precia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi ahincamiento, mager
que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de
ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación.
¡Oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si
gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con
acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura.
a) ¿Cómo calificarías el amor que Don Quijote siente por Dulcinea?
b) Comenta el lenguaje en que está escrita la carta.
6. Elige un personaje secundario de la obra, caracterízalo, teniendo en cuenta sus
relaciones con Don Quijote.
7. Elabora un esquema o modelo del sistema de personajes de un capítulo de la
novela.
8. Menciona algunos pasajes de la novela que te hayan provocado risa y otros que te
hayan entristecido. ¿Alguno te provocó risa y tristeza a la vez? ¿Cuál?
9. ¿Constituye El Quijote una crítica a las novelas de caballerías, solamente? ¿Por
qué?
* Hogaño: Significa “en esta época” a diferencia de antaño, que es “época anterior”.
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Pasatiempo instructivo
Crucifrase
Ameno y entretenido, solo tienes que seguir la secuencia del abecedario para sacar-
lo. Ejemplos: 1 = A 5 = D 22 = S
6 13 9 24 15 1 16 10 22 15 18
6 22 24 16 21 1 22 8 18
3 1 21 1 3 23 6 21 10 22 23 10 3 18
5 6 13 21 6 16 1 3 10 15 10 6 16 23 18
Interésate en saber
¿Has oído hablar del Capitolio nacional, hoy sede de la Academia de Ciencias de
Cuba? Este edificio constituye una de las más importantes obras arquitectónicas
realizadas en nuestro país en este siglo. Posee un salón llamado “De los pasos per-
didos” de estilo renacimiento italiano, en el que llama poderosamente la atención su
hermoso techo, decorado con pinturas realizadas a mano y laminado en oro, así
como la belleza de sus pisos y columnas que exhiben brillosos mármoles. Si tienes
oportunidad, trata de visitarlo para que admires la belleza de este edificio, magnífi-
camente restaurado por la Revolución.
La universalidad del tema de El Quijote ha inspirado a creadores de todas las
épocas en diferentes manifestaciones artísticas. En nuestro país se ha reflejado
mediante:
El hecho de ser el primer libro editado en la Cuba revolucionaria, por recomen-
dación de nuestro Comandante en Jefe.
Se han erigido monumentos al autor y a los personajes de la novela en distintos
lugares de la Ciudad de La Habana.
El Ballet Nacional de Cuba cuenta en su repertorio con fragmentos de un ballet
inspirado en esta obra.
Se han proyectado en las pantallas de nuestros cines, versiones españolas y
soviéticas de la inmortal novela.
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Fig. 35
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Introducción
¿No te llama la atención que palabras tan opuestas como amor y tragedia aparezcan
relacionadas en el título de este capítulo?
Esta contradicción ya te anuncia lo que será uno de los rasgos distintivos de la obra
que estudiarás. Se trata de una hermosa historia de amor juvenil —la de Romeo y
Julieta— que da nombre a la obra del creador inglés William Shakespeare. Para
que puedas apreciar los grandes valores de esta pieza teatral, ubicada en el contexto
del Renacimiento en Inglaterra, debes apoyarte y releer, si es preciso, lo referente
a la época renacentista que se trata en el capítulo dedicado a la novela de
Cervantes.
Además, podrás aplicar y ampliar tus conocimientos acerca de los géneros literarios
fundamentales, especialmente sobre el dramático y una de sus formas: la tragedia, a
la cual te acercarás no solo como lector, sino como espectador y quizás hasta como
actor.
La belleza de la poesía de Shakespeare te llegará tal y como la sintió, para nuestra
lengua y época, el gran poeta chileno, Pablo Neruda. Esto añade nuevos méritos a
esa joya de la literatura universal que es la tragedia Romeo y Julieta.
El Renacimiento en Inglaterra
La época isabelina
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Actividades
1. Prepárate mediante el estudio individual de esta parte del capítulo para hacer una
exposición oral en clase.
a) Elabora preguntas sobre aquellos asuntos que te ofrezcan dudas o que desees
ampliar.
b) Organiza tu exposición mediante un sumario y no descuides al exponer la co-
rrección y coherencia de tus palabras.
2. Explica por qué el período renacentista inglés se conoce como época isabelina.
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El drama, como creación literaria que es, también puede ser leído, pero para dis-
frutar realmente su lectura y captar su belleza y hondura, debes imaginar que pre-
sencias el espectáculo, con sus actores, luces, vestuario, etc., y prestar mucha aten-
ción a lo que dice cada personaje. En clases aprenderás cómo leer y escenificar una
obra dramática.
El dramaturgo, que así se llama al que crea obras dramáticas, le imprime a su
obra, sus ideas, su cultura, su estilo, del mismo modo que Homero, Boccaccio y
Cervantes, o cualquier otro escritor.
Una forma del género dramático: la tragedia
El género dramático tiene distintas formas; las principales son la tragedia y la
comedia. En ambas hay un elemento común: el conflicto, que como recordarás por
tus estudios anteriores, no es más que el enfrentamiento entre personajes, cuyas acti-
tudes opuestas parten de concepciones diferentes de la vida. La manera como ter-
mina el conflicto es diferente en las dos formas del género dramático.
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El teatro isabelino
Fue en Inglaterra donde se produjo la expresión más importante del género
dramático. Esto ocurrió principalmente durante el reinado de Isabel I; de ahí que se
emplee en muchas ocasiones la expresión de teatro isabelino.
Claro que el surgimiento del teatro renacentista inglés no fue un fenómeno que
careciera de antecedentes. El desarrollo alcanzado por el teatro en la Edad Media se
vio influido por las ideas humanísticas del Renacimiento y por el redescubrimiento
de las obras dramáticas grecolatinas. Así el teatro fue penetrando en el mundo inte-
rior del hombre, es decir, en su psicología; hasta ahora este aspecto había sido olvi-
dado durante el Medioevo; el Renacimiento, permitiría al drama inglés el trazado de
caracteres.
¿Y cuáles fueron las características del teatro inglés del Renacimiento? Pues, la
abundancia de autores dramáticos con una técnica cada vez más depurada en la re-
presentación escénica, que como supondrás significaba el desarrollo no solo de
autores, sino también de actores, escenógrafos, incluso de compañías o grupos de
teatro. Tal auge nos indica, además, la existencia de un público amplio y heterogé-
neo, que asistía con entusiasmo a estos espectáculos. En su aspecto interno se carac-
terizó por no acatar las unidades dramáticas de la Antigüedad y, sobre todo, por la
profundidad psicológica que imprimió a los personajes.
En la consolidación del teatro renacentista inglés confluyeron muchos factores:
las condiciones histórico-sociales en que surgió, la participación de todo el pueblo
en el disfrute del espectáculo escénico y, no por último menos importante, el talen-
to de sus autores, encabezados por William Shakespeare.
De lo tratado hasta aquí debes retener las siguientes ideas esenciales:
El drama es, junto a la épica y la lírica, uno de los tres grandes géneros literarios.
Se caracteriza por ser un texto literario destinado a su representación escénica, es
decir, el teatro. Adopta dos formas fundamentales: la tragedia y la comedia.
La tragedia es una forma dramática en la que el conflicto en que se ven envueltos
los personajes, se resuelve de una manera adversa.
Uno de los países en que el teatro renacentista tuvo su más alta expresión fue
Inglaterra. Este teatro se basó en las ideas humanistas del Renacimiento, en la
difusión de los autores clásicos greco-latinos y en la tradición del drama
medieval.
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Actividades
1. Observa lo que se dice con respecto a los géneros lírico y épico en el siguiente
cuadro. Completa lo que corresponde al género dramático. Ten en cuenta lo que has
estudiado en esta parte del capítulo sobre la participación del autor.
Géneros
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5. Haz una breve redacción en la que te refieras a cómo imaginas el ambiente teatral
de la época isabelina. Intercambia tu redacción con la de otro compañero para su
revisión.
Su obra
La producción dramática de Shakespeare fue muy amplia y variada en sus temas
y motivaciones.
Quizás estarás pensando, ¿cómo un joven de escasa preparación y que solo
había desempeñado empleos menores en el teatro, pudiera llegar a ser tan genial
creador?
1
William Shakespeare: Shakespeare. Tres Tragedias, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1971, p. 81.
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La versión de esta obra de William Shakespeare que vas a leer y estudiar, fue
realizada por uno de los mayores poetas de nuestra América, Pablo Neruda, Premio
Nobel de Literatura en 1971.
Nació este poeta en Chile, en 1904. Publicó una de sus más conocidas obras en
1924, con el título de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, hermosa
colección cuya lectura es apasionante.
Neruda aborda en su poesía el tema amoroso con belleza y vehemencia. Esta
manera de concebir y trasmitir el sentimiento del amor, también se hace palpable
desde los primeros momentos de su traducción de la tragedia, la que fue hecha,
especialmente, para ser llevada a escena por los estudiantes.
Neruda procuró ajustarse, en la mayor medida posible, a la expresión dramáti-
ca y a la poesía de Shakespeare, pero en su versión, también tuvo en cuenta la
tradición poética del español, por lo que su versión constituye un trabajo de
creación.
En su vida y obra Neruda fue un escritor comprometido. Falleció en 1973, en
Chile, cuando el fascismo se enseñoreaba en su patria, por eso los vínculos entre
el poeta y su pueblo son cada vez más hondos.
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Actividades
1. Resume mediante breves enunciados los principales datos biográficos de
Shakespeare.
2. Cita y expresa lo que sepas acerca de los géneros literarios en que este autor se
destacó.
3. Selecciona dos tragedias, además de Romeo y Julieta, estudiada en este capítulo,
y haz las fichas de obras correspondientes.
4. La obra shakespeariana es un compendio de todo lo humano.
a) Explica el significado de la palabra compendio.
b) Expresa tu opinión al respecto.
c) Analiza gramaticalmente la oración.
5. Menciona dos circunstancias de la vida y obra de Neruda que proporcionan gran
valor a su traducción de Romeo y Julieta.
6. Ejercita tu ortografía mediante un dictado selectivo. Sigue las instrucciones que tu
profesor te dé. Autorrevisión.
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ciales para emprender el estudio de esta obra; pero ese dúo de personajes no está
solo; también apreciarás otros seres que con ellos se relacionan, y lo que represen-
tan dentro de ese sistema de personajes, dividido en dos bandos: el de los Montesco
y el de los Capuleto.
Es importante que repares en la estructura de esta obra, la cual está directamente
relacionada con el género a que pertenece y con los caracteres del período renacen-
tista en Inglaterra. Observa la división en actos y escenas, el tratamiento del tema y
las peculiaridades de la traducción de Neruda: la métrica de los versos, y rima y la
inclusión de canciones líricas.
El estudio de obras como Romeo y Julieta, de Shakespeare, y Tartufo de Molière,
que leerás y analizarás posteriormente, exige un tipo de análisis especial, porque
aunque pertenecen por derecho propio a la literatura universal, son ante todo teatro,
es decir, que fueron concebidas para su puesta en escena, como representación viva
de la realidad que reflejan.
En el caso de la obra que estudias en este capítulo, se te invita a realizar su análi-
sis o a complementarlo por medio de un acercamiento a los pasos y procedimientos
que emplearía un grupo de teatro para su montaje:
Lee y analiza colectivamente la obra.
Estudia la época, el ambiente y sus peculiaridades.
Profundiza en las características de los personajes.
Descubre las ideas e intenciones del autor.
Piensa en cómo representar la escena seleccionada con la mayor efectividad.
Para ello, es necesario leer y releer el texto las veces que se requiera. A esta
forma de analizar colectivamente la obra de teatro, los especialistas, o sea, actores,
directores, dramaturgos, etc., le llaman “trabajo de mesa”.
Para dramatizar las escenas seleccionadas de la obra, trata de organizar el aula
del modo más parecido posible a una sala teatro. Tu imaginación y la de tus com-
pañeros, podrá aportar ideas relacionadas con la escenografía, el vestuario, la músi-
ca, la organización de los “actores” en el “escenario”, la elaboración de carteles,
anuncios y otros medios.
Pero lo fundamental es que el texto se conozca suficientemente bien (no es nece-
sario saberlo de memoria) para que la lectura dramatizada, si se hace así, salga con
fluidez y trasmita los matices de emoción y las actitudes de los personajes.
Si fuiste seleccionado como actor, el resto de tus compañeros será tu público.
Otras sugerencias
1. Confecciona un esquema en el que reflejes cómo está estructurada esta obra.
Destaca el momento culminante del conflicto que en ella aparece.
2. En el Acto Primero de Romeo y Julieta, Neruda introduce unos pregones que no
aparecen en la obra original de Shakespeare. Léelos expresivamente y realiza estas
actividades:
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3. Lee el siguiente fragmento tomado de las palabras que el Príncipe dirige a los par-
tidarios de los Montesco y los Capuleto:
PRÍNCIPE: ¡Enemigos de la paz, rebeldes súbditos!
¡Con sangre ciudadana habéis manchado
las espadas! ¿No oís? Hombres no sois,
sino bestias cuyo encono
quiere apagar su fuego con la sangre
de vuestras propias venas.
………………………………………………..
(Acto Primero, Escena Primera)
a) ¿Qué opinión te merece el Príncipe? Extrae del fragmento dos vocativos y expli-
ca cómo están constituidos.
b) De las formas verbales destacadas di el modo, tiempo, número y persona.
c) ¿Por qué crees que Neruda ha empleado en su traducción esas formas del verbo,
aun cuando su uso actual es muy reducido?
4. Busca hacia el final de la Escena Primera del Acto Primero, las palabras que sobre
el amor dice Romeo a su amigo Benvolio y léelas cuidadosamente.
a) Interpreta las palabras que pronuncia Romeo. ¿Piensas tú como él? ¿Por qué?
b) Menciona los recursos expresivos que aparecen en este fragmento.
5. Extrae las ideas esenciales que expresa este parlamento de la Señora Capuleto
refiriéndose a Julieta:
SEÑORA: Piensa en tu matrimonio. Aquí en Verona
más jóvenes que tú, damas de alcurnia,
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9. Extrae del texto versos que por su belleza poética te hayan impresiona-
do hondamente. Cópialos con tu mejor letra y memoriza los que más te
gusten.
10. Participa bajo la orientación del profesor en la representación de la escena
quinta del acto tercero y otras que se seleccionen. Prepárate convenientemente
para hacerlo y para valorar la calidad de la representación.
Consolidación general
1. Basándote en los conocimientos que tienes del género épico, compáralo con el
dramático. Apóyate en los siguientes aspectos: argumento, personajes, forma elocu-
tiva predominante y modo de participación del autor.
2. ¿Por qué los personajes Romeo y Julieta pueden considerarse como símbolo uni-
versal de los amantes?
3. Haz referencia al humanismo renacentista que refleja Romeo y Julieta: puedes
basarte en:
a) La concepción de los personajes protagónicos.
b) El tema.
c) El argumento.
d) Las ideas que puedes inferir de su análisis.
4. De acuerdo con las acepciones que conoces del término “clásico” ¿consideras que
puede aplicársele a Romeo y Julieta? Argumenta tu respuesta.
5. Haz una composición sobre el tema del amor en los jóvenes.
6. El siguiente párrafo fue escrito por la insigne pedagoga Camila Henríquez
Ureña. Léelo con detenimiento para que puedas realizar lo que sobre él se te
pide:
Hacia 1594 produjo Shakespeare una tragedia que puede considerarse entre
las mejores suyas, aunque no tiene aún la profundidad que alcanzarán las
obras de su madurez. Es Romeo y Julieta: una pura tragedia de juventud escri-
ta en versos juveniles e intensos. (…) En esta obra el amor triunfa del odio y
de los prejuicios sociales, pero solo al precio de dos vidas tronchadas. La críti-
ca marxista ve en ella la censura hecha a “un mundo caduco que vierte su
veneno en la vida de la juventud”, el mundo feudal, cuyo derrumbamiento
venía representando Shakespeare a través de sus dramas históricos. Y se esti-
ma que, a pesar de ser una tragedia, su desenlace implica una victoria en cier-
to sentido y por lo tanto expresa el optimismo de los años juveniles de
Shakespeare.1
1
Camila Henríquez Ureña: Shakespeare y el Teatro Isabelino, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1975,
pp. 61-62.
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Pasatiempo instructivo
Repasa algunos de los conocimientos adquiridos hasta este capítulo.
1 S
4 S
5 H
7 N A
8 A
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Interésate en saber
Esta escena corresponde a una película basada en la obra Romeo y Julieta. En
nuestro país, se han exhibido diferentes versiones de esta tragedia, en el cine y en la
televisión.
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Introducción
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Seguramente que estos versos te hacen pensar en el discutido tema de la igualdad del
hombre y la mujer en nuestra sociedad.
Sin embargo, la obra de la que proceden no pertenece a nuestra época. ¡Asómbrate,
fueron escritos hace más de trescientos años por una mujer: Sor Juana Inés de la Cruz!
Trata de imaginar qué posición pudo haber tenido, en aquellos tiempos, una mujer
con semejantes ideas.
Mediante el estudio de uno de los movimientos más complejos, pero atrayentes de la
literatura universal: el Barroco, del que trata este capítulo, analizarás y disfrutarás de
obras de tres autores de habla española y en ellas de las de la excepcional poetisa que
escribió los anteriores versos.
Te resultará muy valioso para la mejor comprensión del capítulo lo que aprendiste
en Historia sobre la época del Barroco y la que le antecede que has conocido en los
capítulos dedicados a Cervantes y a Shakespeare.
Ten en cuenta que como estudiarás obras del género lírico, podrás aplicar recursos
del lenguaje literario, ya estudiado, y conocerás otros que son propios del Barroco.
Esto te permitirá ampliar tus conocimientos sobre la evolución de la lengua, que
enriquecerán tu mundo cultural.
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Fig. 45 Retablo de la
iglesia de Salamanca,
España
1
Mirta Aguirre: “Góngora y el culteranismo”, en Estudios literarios, Editorial Letras Cubanas, La Habana,
1981, p. 160.
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Recuerda que:
A fines del siglo XVI e inicios del XVII se produjeron profundos cambios, sobre
todo en España, que implican el paso del Renacimiento al Barroco.
El Barroco surge estrechamente vinculado a la ideología de la Contrarreforma,
llevada a cabo por la Iglesia católica para oponerse a la Reforma. España se con-
vierte en la cabeza principal de la Contrarreforma.
Actividades
1. Redacta un párrafo en el que emplees algunos de estos vocablos. Repasa lo estu-
diado en el epígrafe Del Renacimiento al Barroco. Auxíliate del diccionario en los
casos necesarios.
Iglesia dogmatismo
baluarte grandiosidad
herejía inquisición
Barroco Contrarreforma
Selecciona una de estas palabras y escribe oraciones empleándolas como núcleo del
sujeto en distintos lugares de la oración.
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Renacimiento Barroco
Actividades
1. Busca en el diccionario las palabras artificiosidad, rebuscamiento y orna-
mentación. ¿Qué parte de la oración son estas palabras? Separa el lexema de los
morfemas y comenta las posibilidades que ofrece el español para la formación de
este tipo de palabra.
2. Explica a qué obedece el trasfondo religioso de la arquitectura, la escultura y la
pintura barrocas.
3. ¿Qué tipo de arte prefieres, el renacentista o el barroco? Expón las razones que
avalen tu selección.
4. Observa en la página siguiente, un detalle de la ornamentación de una iglesia de
México. Imagina que estás ubicado en ese lugar y contemplas con tus propios ojos
esa obra de arte.
¿Qué impresión crees que te produciría? Coméntala con tus compañeros en el
aula.
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En España
Bien pudiera caracterizarse la época en que surge el Barroco en la literatura
española con la célebre frase de Alonso Quijano, que ya analizaste en el capítulo
anterior “en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”. Sin embargo, paradójica-
mente, es en este período, conjuntamente con el renacentista que le antecede, en el
que esta literatura alcanza su mayor esplendor. Esto te explica que se dé el nombre
de Siglo de Oro a la época en que florecen el Renacimiento y el Barroco en España.
Es importante que, para una mejor comprensión del fenómeno del Barroco en las
letras hispanas, tomes en consideración que este estilo, es precedido en España no
solo por escritores de la talla de Cervantes, sino también, por otros autores impor-
tantes como el armonioso poeta Fray Luis de León y ese modelo del lirismo rena-
centista que fue Garcilazo de la Vega.
Y ¿cómo se da en la literatura este tránsito del movimiento renacentista al
barroco?
Al decir de los historiadores de la literatura española el Barroco representó la
ruptura del sentido de la medida y del equilibrio del clasicismo renacentista.
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Por tanto:
Algunos de los recursos expresivos que emplea el estilo barroco te son conoci-
dos, esto facilitará una mejor apreciación de su lenguaje artístico y te permitirá va-
lorar sus indudables méritos.
Observa con ayuda de tu profesor, estos ejemplos de los variados recursos lite-
rarios del Barroco y especialmente los que estudias por primera vez.
Metáforas
nuncio canoro del sol: se refiere al gallo, pues anuncia con su canto la salida del sol.
violín que vuela: pájaro cantor.
inquieta lira: pájaro que canta.
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Hipérbole
Érase un hombre a una nariz pegado…
Hipérbaton
Quevedo responde a las coplas con que lo atacaba Góngora con estos hirientes
versos:
…………………………………………
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talla! y qué decir de las que identifican la frente del monstruo con el orbe y el único
ojo con un gran lucero.
Por otro lado la comprensión del sentido de estos versos requiere un esfuerzo
indudable, así como conocimientos sobre la mitología grecolatina. Si no lo recuer-
das, busca en el capítulo 3, quién era Neptuno.
Como ves, en el Barroco se rompen el equilibrio y la armonía clásica, pero se
logra una expresión literaria de gran fuerza y emotividad. Con tales recursos las
grandes figuras del Barroco español, Góngora y Quevedo, crean obras líricas de
extraordinario valor artístico en las que se muestran las más variadas estructuras
poéticas que van desde las odas, elegías y sonetos hasta las letrillas y romances
populares.
La prosa y el teatro no se quedan a la saga en el momento barroco y encuentran
su mejor expresión con la novela picaresca de Quevedo, en la prosa didáctica de
Gracián, en el teatro del también poeta Lope de Vega y el de Calderón de la Barca,
que cierran el período de los Siglos de Oro.
Como conclusión:
En Hispanoamérica
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Para el gran novelista cubano, considerado también como narrador barroco, esta
es la forma de expresión artística peculiar del hombre hispanoamericano.
Actividades
1. Cuando se habla del movimiento barroco, frecuentemente se emplean los voca-
blos fugacidad, exageración, belleza, artificiosidad, ornamentación…
a) Trata de escribir una caracterización del movimiento barroco empleando el
mayor número posible de estas palabras.
b) Observa cuidadosamente la escritura de estas palabras. Explica lo que ortográfi-
camente es común entre ellas.
2. Forma cuatro parejas con los elementos de estas dos columnas. Se te dan varias
opciones.
dormía siempre de un lado
por no gastar las sábanas
ramillete de plumas metáfora
antítesis
música callada
hipérbole
es hielo abrasador, es fuego helado paradoja
epíteto
Rosa divina, que en gentil cultura
eres con tu fragante sutileza
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.
1
Alejo Carpentier: Ensayos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 27.
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Otro aporte
En su empeño de crear un lenguaje impresionante y elaborado capaz de expresar
no solo belleza, sino de comunicar la agudeza de las ideas, la brillantez del pen-
samiento; los autores barrocos rompen con la sintaxis tradicional y trabajan la
oración con una libertad nunca antes vista.
Si relees los fragmentos barrocos que aparecen en el texto notarás cómo la
oración —casi siempre muy larga—; presenta al sujeto sumamente alejado de su
verbo, lo que como supondrás complicaba extraordinariamente la concordancia; por
otro lado los complementos, adverbios, adjetivos, se disponen de forma arbitraria, de
modo que seguir una idea resulta un verdadero ejercicio mental.
Volvamos a la descripción del gigante Polifemo de la obra antes citada para apre-
ciar esta libertad sintáctica del estilo barroco.
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En estos versos Góngora hace referencia a un detalle o elemento del físico del
gigante que describe. ¿Sabes cuál es?
Claro que el poeta hace alusión a la barba de Polifemo; este sería el sujeto de la
oración, que podría enunciarse en lenguaje corriente, aproximadamente así:
La barba es como un torrente impetuoso de los Pirineos que cae en su pecho,
de cualquier forma aunque trate inútilmente de arreglarla con los dedos de su
mano.
De esta suerte, los escritores barrocos mostraron las inmensas posibilidades
que abría a nuestra lengua el empleo de una sintaxis más libre, dinámica y flexi-
ble.
Actividades
1. ¿Cuáles fueron los grandes aportes de los escritores barrocos al enriquecimiento
de la lengua española?
2. ¿A qué se llama latinismo?
3. ¿Crees que la libertad sintáctica que emplearon los autores barrocos con-
tribuyó al desarrollo de la expresividad de nuestra lengua? Debate este punto en
el aula.
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No vemos el rostro de la bella sino solo los labios tentadores que encierran un
licor más embriagante que el que servía Ganímedes —llamado el garzón de Ida— a
Júpiter, dios supremo del Olimpo. Para crear esta imagen poética, Góngora se apoya
en la mitología grecolatina. Fíjate que es preciso conocer a quien se le llamaba “el
garzón de Ida”. Además, el poeta para mantener la medida del verso acorta la pa-
labra suministra, es decir, usa una licencia poética.
El símil es el recurso literario fundamental de que se vale el poeta para darnos la
idea de los peligros del Amor, que esconde veneno tras la belleza de unos labios.
Para destacar este sentimiento el poeta usa la letra mayúscula.
En la tercera estrofa las rosas constituyen una metáfora de la boca y los adjetivos
aljofaradas y olorosas destacan la apariencia perlada y la fragancia de esos labios
contra los que alerta, pues no son realmente rosas sino como las manzanas que lle-
varon al gigante Tántalo al suplicio. El soneto termina con una nota amarga de ce-
rrado pesimismo.
La idea que desarrolla Góngora en este soneto es la de alertar sobre los peligros
del amor, la presenta de forma explícita en la segunda estrofa a través de un hipér-
baton que comienza: “Amantes, no toquéis si queréis vida, la dulce boca que…”
Lee con detenimiento este soneto de Don Francisco de Quevedo, el que general-
mente se conoce con el nombre de:
Trata de resolver primero las dificultades del lenguaje que presenta el poema.
Para ello:
a) Busca el significado de las palabras desconocidas.
b) Cuando un hipérbaton te impida comprender con claridad la idea, reordena la
oración.
c) Interpreta el sentido de las expresiones figuradas que aparecen.
No obstante estas complejidades del lenguaje, ¿logra el poeta con su fuerza expresi-
va comunicarte su mensaje de amor? Argumenta tu criterio.
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¿De qué habla el poeta en el soneto, de la mujer amada o de los efectos que sobre él
causa la pasión amorosa? Fundamenta la posición que adoptes apoyándote en versos
del poema.
Busca adjetivos para calificar el ritmo del poema, la intensidad que logra y las
reflexiones que hace en el breve espacio del soneto.
¿Por qué piensas que el poeta usa vocablos como esotra y la agua? Debate esto en el aula.
Interpreta los versos siguientes:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.
Busca una hipérbole en el primer terceto.
Comenta el terceto final.
Atiende ahora a la lectura de este soneto amoroso de Sor Juana Inés de la Cruz
llamado:
RETÓRICA DEL LLANTO
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mi cautiverio en tu arena,
bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas.
“Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuestas,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lenguas;
“pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
“Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado,
a nadie matarán penas”.
En esto se descubrieron
de la Religión seis velas,
y el cómitre* mandó usar
al forzado de su fuerza.
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Francisco de Quevedo
ENSEÑA CÓMO TODAS LAS COSAS AVISAN DE LA MUERTE
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A UNA NARIZ
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SÁTIRA FILOSÓFICA
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Consolidación general
1. Explica por qué el arte barroco del siglo XVII refleja la política reaccionaria de la
Iglesia.
2. Participa en un panel en el que puedan tratarse estos temas:
a) Causas del surgimiento del Barroco.
b) El Barroco como continuador de la maestría lograda en el Renacimiento.
c) Peculiaridades del arte Barroco en diferentes manifestaciones.
d) El Barroco ayer y hoy.
Tu profesor te orientará cómo prepararte para realizar esta actividad y sobre el modo
de participar en ella.
3. Lee detenidamente la siguiente estrofa de uno de los sonetos amorosos de
Quevedo:
Por la cumbre de un monte levantado,
mis temerosos pasos triste guío;
por norte llevo solo mi albedrío,
y por mantenimiento mi cuidado.
a) ¿Cuál es el recurso literario propio del estilo barroco, que predomina en estos
versos?
b) Analiza sintácticamente las oraciones gramaticales que componen esta estrofa.
4. ¿Cómo demostrarías que los escritores barrocos contribuyeron al enriquecimien-
to de nuestra lengua?
5. Teniendo en cuenta lo que conoces sobre Cervantes y Quevedo, comenta las si-
guientes palabras de José Martí: “Se ha de llegar por el conocimiento y serenidad
supremos, a la risa de Cervantes, y a la sonrisa de Quevedo”.1
6. Redacta una composición sobre la comparación de dos obras poéticas barrocas.
7. Busca el texto de una canción de amor de la nueva trova o de la tradicional, que a
tu juicio merezca compararse con los poemas barrocos estudiados. Realiza en clase
la exposición oral de este trabajo ante tus compañeros.
Pasatiempo instructivo
Copia en tu libreta el rectángulo cuadriculado que aquí aparece. Si utilizas como
puntos de referencia, las letras situadas en el casillero y escribes las letras que tiene
cada pieza o ficha en el lugar que le corresponde, encontrarás, verticalmente, el
nombre de un movimiento literario estudiado y, horizontalmente, se formarán pa-
labras que nombran características de dicho movimiento.
1
José Martí: Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 21, p. 409.
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B C A T O
R A
R I F I
R
A M N
N T R T
O E N
G C I O N E X N U M
C I O S U S O S O A
R E M I E N E S G E
A N D I A S M O R N
T O S C O A E T
T A L
Interésate en saber
En nuestra arquitectura colonial encontramos huellas del Barroco hispanoameri-
cano. La catedral de La Habana y el Palacio de los Capitanes Generales, situados
ambos en el Centro histórico de la capital, son obras representativas de este estilo.
Es muy probable que en la localidad donde vives o en alguna que visites, exista tam-
bién una construcción con rasgos barrocos. ¿Crees que pudieras identificarla?
Realiza esta sencilla encuesta entre tus amigos y compañeros: Pregúntales qué les
gusta más, la apariencia de la piña o la de la naranja. Cuenta las respuestas.
Relaciona el resultado de tu investigación con lo que has aprendido en este capítu-
lo. Si predominan los que gustan más de la apariencia de la piña, ¡ellos se inclinan
por el estilo barroco!
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La anterior ilustración corresponde a una de las series más famosas del pintor
cubano contemporáneo René Portocarrero. Toda su obra está muy identificada con
nuestro peculiar modo de ser. Además de las floras sobresalen las series temáticas
sobre la ciudad, las catedrales y el carnaval, de este pintor. Seguramente ya habrás
identificado a cuál serie temática pertenece esta reproducción. En tu opinión,
¿pudiera ella incluirse dentro de las obras representativas del estilo barroco his-
panoamericano? Piensa por qué.
Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, incluyó en la colección Todos
los cuentos, editada por la Casa de las Américas, uno titulado “Muerte constante más
allá del amor”.
Trata de leerlo y conocerás por qué García Márquez invierte los términos del
soneto de Quevedo estudiado “Amor constante más allá de la muerte”, para titular
su cuento.
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Introducción
Cuando estudiaste Romeo y Julieta aprendiste que la tragedia era una forma del
género dramático. ¿Lo recuerdas? Pues bien, ahora vas a conocer la otra forma que
corresponde a dicho género: la comedia, y al indiscutible creador de la comedia
moderna: Molière.
La lectura de Tartufo te permitirá comprender, entre otras muchas cosas, lo que es
un tipo literario y cómo el autor, mediante él, hace una crítica mordaz al clero de su
tiempo, por los defectos y vicios que pone al descubierto. Pero seguramente, y eso
será lo mejor, te deleitará mucho la lectura inteligente de una obra de los valores uni-
versales de la comedia de Molière.
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En 1661 muere Mazarino y Luis XIV que ya cuenta 22 años, decide asumir el
poder absoluto. ¿Qué significa esto?, que el rey no delega el mando en ningún
Ministro, lo ejerce sólo él, y esto se resume en la célebre frase: “L’etat c’est moi”, o
sea, “El estado soy yo”.
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El Clasicismo francés
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freno que esto representaba para la labor creadora, indudablemente, el estímulo ofi-
cial y las normas, contribuyeron al desarrollo del mejor Clasicismo, que aunque
breve, dejó su huella imperecedera en la Literatura Universal.
Después de las luchas y el desorden que trajeron la liquidación del feudalismo
y que, como es lógico, tuvo su repercusión en la literatura, se imponía la necesi-
dad de orden, disciplina, predominio de la razón, en todos los aspectos de la vida.
Esto es importante para comprender bien la tendencia que constituyó el Clasi-
cismo.
Otro factor importante, fíjate que hasta le brinda su propio nombre, es la
imitación de los modelos clásicos grecolatinos, considerados por los franceses como
perfectos, pero no se trató de una imitación servil, sino que solo aceptaron de la
Antigüedad, las normas impuestas por la razón del ideal de belleza que sostenían y
todo aquello de valor que pudieron adaptar a su época.
Ya se te ha dicho que la razón era un elemento de gran importancia en el arte y
la literatura clásica francesa. Ella significa un ajuste a la naturaleza humana y a la
verdad, por lo que no permitía los elementos imaginativos. Por otra parte, la razón
determinaba el carácter educativo del arte, demostraba la necesidad de las normas
para poder crear e imponía las reglas del buen gusto.
En fin, la literatura del Clasicismo francés se caracteriza por:
El teatro es, sin dudas, el aporte literario principal del Clasicismo y hasta se
puede decir, que de todo el siglo XVII. También se destaca la narrativa y el ensayo.
En relación con la primera, aparece la novela de análisis psicológico de Madame de
La Fayette. Es lógico que estos géneros prosperen, pues son los que permiten
analizar e imitar la naturaleza humana. La poesía lírica, en cambio, por su propia
esencia, decae notablemente en esta época.
Cuando el régimen absolutista empieza su etapa de decadencia, el Clasicismo
también declina. Al igual que la burguesía se iba por encima del rey, la vida literaria
de París, crecía por sobre Versalles, y los hombres comienzan a pensar que no solo
pueden igualar los valores de la Antigüedad, sino superarlos, pues ya van adquirien-
do la noción del progreso constante del ser humano.
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Actividades
1. Redacta por escrito una síntesis del punto correspondiente a la época en que surge
el Clasicismo francés. Analízala en tu equipo o como indique el profesor.
2. Deduce por el contexto, el significado del término “élite”. Investiga por qué
aparece escrita en forma destacada. Empléala en una oración referida a una situación
propia del Barroco.
3. Busca en el texto del epígrafe. El arte y la literatura en la Francia de Luis XIV,
cinco palabras que presenten cada una de estas grafías: b-v-s-c-z-h-g-j-r(rr).
4. Escribe el texto de un breve fragmento que te dictará tu profesor.
5. Prepárate para participar, al finalizar el estudio de este capítulo, en un semi-
nario sobre el Clasicismo francés. Debes recopilar ahora información sobre estos
asuntos.
Factores que determinaron el surgimiento del Clasicismo en Francia.
Características del Clasicismo francés.
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en el tratamiento de diversos temas relacionados con la vida, sean estos éticos, psi-
cológicos o sociales. La comedia por sus características, es eficaz en la crítica de
costumbres y conductas humanas.
Si lees comedias de autores de distintas épocas, encontrarás que en esta forma del
género dramático, se aprecian matices que pueden despertar desde una leve sonrisa
hasta la mas espontánea carcajada. Cuando estudies Tartufo, analiza qué reacción
provoca en ti.
En la Francia del siglo XVII se cultivó la comedia al mismo tiempo que la trage-
dia. Al igual que esta, la comedia toma elementos fundamentales de la herencia
greco-latina. Su cultivador mayor, Molière, valora las posibilidades de los modelos
clásicos, pero no subestima, sino todo lo contrario, se apoya, en la rica tradición de
la “comedia del arte”, que tuvo sus orígenes en Italia, que se caracterizó por juntar
al texto literario, la frescura de la expresividad popular, la danza y la mímica.
Molière, como verás cuando estudies su vida y obra, y sobre todo, cuando ana-
lices su comedia Tartufo, materializa estas influencias, pero dándoles la peculiaridad
de su visión del mundo, su concepción de la función del teatro —especialmente la
de la comedia— en la sociedad. Así nos encontramos en sus obras el equilibrio entre
lo racional y lo afectivo, conjugados con la savia popular, sanamente alegre y a la
vez agudamente crítica.
Es importante, para que tengas una idea del esplendor alcanzado por el teatro
clásico francés, que conozcas que además de Molière, se destacaron dos autores
trágicos. Son estos Pierre Corneille (1606) y Jean Racine (1639-1699). Con ellos,
la tragedia —y la comedia como se verá más adelante— se propuso resucitar las nor-
mas clásicas propias del teatro greco-latino. Pero estos escritores supieron darle el
sello característico del clasicismo francés, además del aporte de la individualidad
creadora de cada una. Por ejemplo, siendo Corneille y Racine, grandes autores trági-
cos, son diferentes en el tratamiento de los temas y los recursos expresivos de que se
valen.
Sobre Corneille es importante conocer que una de sus obras fundamentales es El
Cid. Este título debe ser familiar para ti. En efecto, se inspira en el personaje central
del Poema del Mío Cid.
Puede decirse que el teatro clásico francés alcanza su esplendor con la obra de
estas tres grandes figuras: Corneille, Racine y Molière.
Actividades
1. Menciona las características fundamentales de la comedia como formas del gé-
nero dramático.
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Cuando a los veintiún años Molière, cuyo verdadero nombre era Juan Bautista
Poquelin, después de realizar estudios humanísticos y de Derecho, anunció que se
dedicaría al teatro, causó un gran disgusto a su padre.
¿Cómo podría el tapicero Poquelin comprender que su hijo, destinado a suceder-
le en el próspero cargo de fabricante de los tapices del rey, se decidiera por la incier-
ta suerte de los escenarios?
Si consideras los difíciles comienzos de Molière como director teatral, que lo lle-
varon, desde la cárcel por deudas hasta el deambular por las provincias, donde no
siempre sonreía el éxito, te será evidente la respuesta. El teatro era la gran pasión de
este hombre.
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Es, sin dudas, Tartufo una de las comedias más gustadas de Molière. La lectura
y análisis de esta pieza teatral no solo te permitirá valorar la universalidad de su
mensaje, sino, además, conocer qué idea tenía este autor sobre la comedia clásica.
Has conocido que en el teatro clásico francés, la comedia debía ajustarse a deter-
minada estructura y seguir determinadas normas, de acuerdo con lo que considera-
ban “clásico”.
Molière tuvo en cuenta estos principios del Clasicismo francés pero los aplicó de
forma natural y creadora. La comedia que estudiarás en este capítulo presenta una
estructura de cinco actos y se ajusta, aunque con cierta flexibilidad, a las tres
unidades dramáticas (lugar, acción, tiempo) que proceden del teatro clásico griego.
De acuerdo con esto, podrás apreciar que en Tartufo la acción se desarrolla en un
solo lugar y que hay un conflicto único, cuyo desarrollo no sobrepasa las veinti-
cuatro horas de un día.
Pero, para Molière, la comedia era mucho más que las normas clásicas. Según el
criterio del gran comediógrafo francés, esta forma del género dramático tenía la
finalidad de presentar los defectos de los hombres de su época. Y la obra Tartufo es
un excelente ejemplo de esta concepción del autor.
Las circunstancias en que vivió Molière le permitieron observar y conocer
hombres de diferentes clases sociales, desde gente sencilla de pueblo, hasta el mismo
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¿Observaste cómo el lenguaje de cada uno revela su modo de ser y su actitud ante
la vida?
Por medio de los personajes y de la comicidad que provocan los contrastes entre
ellos, Molière nos mueve a risa y a reflexión a la vez. Por eso ahora se presenta ante
ti, para que te regocijes, te ayude a pensar y a actuar siempre a favor del bien y la
verdad.
Siguiendo las orientaciones de tu profesor, en tu equipo o en el aula, analizarás,
discutirás y llegarás a conclusiones propias sobre la obra, con respecto a:
a) Estructura y argumento.
b) Sistema de personajes.
c) Peculiaridades del diálogo.
d) Su carácter de comedia.
e) Mensaje y valores de la obra.
Una de las formas más efectivas para realizar el estudio de una obra del género
dramático es la representación de la pieza, o al menos de parte de ella. No es impres-
cindible memorizarla; puedes hacer la lectura dramatizada, según la posibilidad que
se considere más adecuada.
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Consolidación general
1. ¿Qué diferencias encuentras entre la forma de escribir de los autores barrocos y
los del clasicismo francés?
2. Compara la tragedia y la comedia, a partir de lo estudiado en el capítulo 6 y en
este.
3. Elabora una ficha bibliográfica con los datos que se te ofrecen sobre Molière.
4. Demuestra cómo se manifiesta el clasicismo en la comedia estudiada de
Molière.
5. Enjuicia el concepto de moral que se manifiesta en estas palabras del personaje
Tartufo, en la escena V del acto IV: (…) “el mal no consiste nunca sino en el escán-
dalo que promueve. Sí: el escándalo del mundo es lo que produce la ofensa, y no es
pecar, pecar a calladas.”
6. Redacta un párrafo en el que te refieras al oportunismo como actitud ante la vida.
Autorrevísalo; ten en cuenta especialmente el uso que hiciste de los signos de pun-
tuación y la legibilidad de tu letra.
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VALERIO. Acaban de darme, señora, una noticia que ignoraba y es en verdad buena
cosa.
MARIANA. ¿Cuál?
VALERIO. Que casáis con Tartufo.
MARIANA. Cierto es que mi padre se ha puesto entre ceja y ceja ese propósito.
VALERIO. Vuestro padre, señora…
MARIANA. Ha cambiado de miras y acaba de proponerme el asunto.
VALERIO. ¿Cómo? ¿De modo serio?
MARIANA. Seriamente. Está muy inclinado a ese matrimonio.
VALERIO. ¿Y cuál es el designio de vuestro corazón, señora?
MARIANA. No lo sé.
VALERIO. ¡Sincera contestación! ¿No lo sabéis?
MARIANA. No.
VALERIO. ¿No?
MARIANA. ¿Qué me aconsejáis?
VALERIO. Os aconsejo tomar ese esposo.
MARIANA. ¿Me lo aconsejáis?
VALERIO. Sí.
MARIANA. ¿De verdad?
VALERIO. Sin duda la elección es admirable y merece ser aprovechada.
MARIANA. Bien, señor. Me atendré a vuestro consejo.
………………………………………………………………………………………
a) ¿Qué relación existe entre los personajes del diálogo? Apóyate en lo que conoces
de la obra.
b) ¿Cómo calificarías la actitud que los personajes asumen?
c) Selecciona, de entre los sentimientos que a continuación se relacionan, los que se
aprecian detrás de las palabras de cada personaje.
orgullo dolor
indiferencia venganza
amor alegría
desprecio
Demuestra que tu selección es acertada mediante una de las expresiones de los
personajes.
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Pasatiempo instructivo
Crucigrama espiral
44 38 37
1
50
51
61 32
5 60 31
6 56
9 13 14 21 22 27
Si te guías por los números podrás resolver este crucigrama en el que aparecen
elementos de toda la literatura estudiada en el curso.
1 al 6 – Autor de la Ilíada.
5 al 9 – Uno de los protagonistas estudiados de la tragedia de William
Shakespeare.
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Interésate en saber
¿Reconoces al genial cómico que aparece en la ilustración? Seguramente has descu-
bierto que se trata de Charles Chaplin, un verdadero clásico del humor cine-
matográfico. ¿Has visto algunas de sus películas? Interésate por ver filmes como
“Tiempos Modernos”, “El gran dictador” y “La quimera del oro”; así podrás reafir-
mar tus ideas sobre “la seriedad de la risa”.
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Capítulo 1
Dostoievski, Fiodor (1821-1881)
Fue una de las personalidades más complejas entre los grandes escritores rusos
del siglo. En su producción literaria sobresalen novelas como Crimen y castigo,
Los hermanos Karamazov y El idiota.
Hugo, Víctor (1802-1885)
Importantísimo escritor francés del movimiento romántico, que goza de fama
universal. Se destacó como novelista y entre sus obras más conocidas se encuen-
tran Los miserables y El jorobado de Nuestra Señora de París. Como poeta creó
valiosas obras como La leyenda de los siglos.
Rolland, Romain (1866-1944)
Escribió novelas extensas y de gran significación por su carácter progresista,
tales como Juan Cristóbal y El alma encantada, ilustrativas de la literatura
francesa de inicios del siglo xx.
Tolstói, León (1828-1910)
Una de las figuras más grandes del realismo ruso del siglo XIX. Entre sus obras
más importantes, además de La guerra y la paz, se encuentran Ana Karénina,
Resurrección y La sonata a Kreutzer. Ejerció una notable influencia sobre el pen-
samiento cultural europeo.
Capítulo 2
Camerún
Región situada en el Golfo de Guinea (África); actualmente es una república
independiente.
Estonia
Una de las actuales repúblicas de la URSS, situada a orillas del Mar Báltico.
Luz y Caballero, José de la (1800-1862)
Distinguido educador cubano. Contribuyó grandemente a formar la generación
revolucionaria del 1868. Sus aforismos son famosos.
Nueva Zelandia
Grupo de grandes islas de Oceanía.
Capítulo 3
Adonis
Personaje mitológico griego, famoso por su gran belleza física. Por extensión se
le llama “adonis” a un joven bien parecido.
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Alejandría
Puerto de Egipto, a orillas del Mediterráneo. Es la ciudad fundada por Alejandro
Magno, célebre por su faro de 400 pies de alto. Constituyó un importante centro
artístico-literario del Mediterráneo oriental y poseyó la biblioteca más notable de
su tiempo.
Anacreonte (559-478 a.n.e.)
Poeta lírico griego. Compuso cinco libros de himnos, elegías y cantos eróticos.
Sus odas, que resaltan por la delicadeza de su estilo, han ejercido gran influen-
cia en poetas posteriores.
Aristófanes (445-386 a.n.e.)
Comediante griego, nacido en Atenas, cuyas obras son representativas de la
comedia antigua y resultan a menudo sátiras políticas o literarias. Entre sus obras
están Las avispas, Las ranas, Las aves y Las nubes.
Chaplin, Charles (1889-1980)
Genial actor y director cinematográfico inglés. Es el creador del personaje
“Charlot”, muy conocido por todos. Entre sus películas más famosas están
Tiempos modernos, El gran dictador, Candilejas.
Epicuro (341-270 a.n.e.)
Filósofo materialista griego. Influyó notablemente en Tito Lucrecio Caro.
Esquilo (525-456 a.n.e.)
Verdadero creador de la tragedia antigua, con su célebre trilogía: La Orestíada for-
mada por las piezas teatrales Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides.
Eurípides (480-406 a.n.e.)
Poeta trágico griego nacido en Salamina. Entre su abundante producción se
destacan Medea y Andrómaca; sus obras cargadas de acción poseen un profun-
do sentido crítico.
Horacio (65-8 a.n.e.)
Autor de odas, sátiras y epístolas. Su poesía es modelo de moderación y buen
gusto. Influyó en escritores de otras latitudes y épocas.
Lucrecio (98?-55 a.n.e.)
Poeta latino, autor del poema filosófico De la naturaleza de las cosas exposición
didáctica y lírica del sistema de Epicuro. Fue crítico y filósofo.
Nogueras, Luis Rogelio (1944-1985)
Notable escritor cubano, cuya obra se enmarca en los años posteriores al triunfo
revolucionario. Su prematura muerte tronchó una bien definida línea creativa, de
la cual son ejemplos las novelas policíacas Y si muero mañana y libros poéticos
como El último caso del inspector. También colaboró con el ICAIC en la elabo-
ración de guiones cinematográficos.
Octavio Augusto (63-14 a.n.e.)
Emperador romano; su imperio constituyó una de las épocas más brillantes de la
historia de Roma. Protegió a poetas como Horacio, Virgilio y Tito Lucrecio Caro.
Olimpo
Monte de Grecia Antigua. Según la leyenda era la residencia de los dioses.
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Capítulo 6
Chaicovski, Piotr Ilich (1840-1893)
Compositor ruso, autor de óperas, sinfonías y ballets como “Cascanueces” y “El
Lago de los Cisnes”. Es famoso también por sus conciertos para piano y orquesta.
Capítulo 7
Bernini, Juan Lorenzo (1598-1680)
Pintor, escultor y arquitecto, representante del barroco italiano. Autor del Pórtico
de San Pedro, en Roma, y El Éxtasis de Santa Teresa, las que se encuentran entre
sus obras más conocidas.
Calderón de la Barca, Pedro (1600-1681)
Poeta dramático español perteneciente al movimiento barroco. Creó la comedia
filosófica La vida es sueño, en la que plantea el problema del sentido de la vida
humana.
Gracián, Baltasar (1601-1668)
Escritor barroco, nacido en España. Su obra sobresale por su agudeza e ingenio.
Su obra más conocida es la novela alegórica El criticón.
León, Fray Luis de (1527-1591)
Eminente prosista español y uno de los más grandes poetas del Siglo de Oro de
las letras españolas. Entre sus obras más conocidas se encuentran A la vida reti-
rada y Profecía del Tajo.
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