Antropologia Medica. Historia y Teoria PDF
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Artículos
I Nelson R. Orringer
Resumen
Esta introducción a la antropología médica de Laín sigue su méto-
do cognoscitivo de anteponer la historia a la teoría de un problema médico: pri-
mero, contextualiza su antropología médica en la crisis de fundamentos científi-
cos de principios del siglo XX; después, expone las doctrinas principales de esa an-
tropología: el ser humano es inquietud existencial, la salud una empresa, la enfer-
medad un proyecto del enfermo, y la relación médico-enfermo una coautoría amis-
tosa de un estilo de vida que sana.
Palabras clave
Antropología médica. Medicina psicosomática. Pedro Laín Entralgo.
Abstract
This introduction to Laín’s medical anthropology is divided into its
historical contextualization and the synthetic exposition of its essential theories, in ac-
cordance with the pattern followed in his main works. His medical anthropology,
based on a vision of man as existential restlessness, emerges from the early twentieth-
century crisis of scientific bases, views health as an enterprise, sickness as a project
of the patient, and the doctor-patient relationship as a friendly co-authorship of a
healing lifestyle.
Nelson R. Orringer
Key words
Medical Anthropology. Psychosomatic Medicine. Pedro Laín Entralgo.
I. Historia
Pedro Laín Entralgo, c. 1945 (cortesía de la familia Laín-
Martínez). Laín concibe la antropología
médica como el conocimiento
científico y metafísico del hombre “en tanto que sujeto sano, enfermable, enfermo, sa-
nable y mortal” (AMC XXXI). La ciencia alude a la ciencia humana y natural que verte-
bra esa antropología; y la metafísica, a la filosofía de la realidad (humana) que la fun-
damenta. En cuanto científica, la antropología médica de Laín emerge de una concreta
coyuntura histórica de la ciencia. En medicina, el positivismo naturalista de la segun-
da mitad del siglo XIX estudiaba la enfermedad humana desde presupuestos y métodos
utilizados en el laboratorio y en el análisis de la materia cósmica (HC II, 684). Laín re-
conoce los progresos que el naturalismo logró en la lucha contra la enfermedad, pero
encuentra que tal postura científica dio lugar en la década de 1890 a una rebelión de
los enfermos europeos. Durante la Revolución Industrial, el estrés social se intensificó
hasta un grado insoportable para el individuo, incapaz —piensa Laín— de tolerar la
tensión de todos los días a causa de una crisis histórica que le había privado de un
sistema de creencias firmes (RME 220–21; MA 158–59). Surgió la necesidad de huma-
nizar la medicina.
La presión sobre el paciente aumenta con la Primera Guerra Mundial (1914–18), pro-
ducida por la crisis de las creencias. En Austria y Alemania, filósofos y médicos aplican
la antropología filosófica a la medicina. El cuidado de los heridos en la guerra conciencia
a varias escuelas de médicos de la necesidad de reformar la medicina de raíz. Percátanse
del excesivo naturalismo que ha angostado el horizonte de la medicina positivista deci-
monónica porque reconocen la necesidad de responder no sólo a los desórdenes fisiológi-
cos del enfermo, sino también a sus exigencias personales. Así, bajo el rótulo antropología
médica surge una forma holística de la medicina en la Europa central una década antes
del nacimiento en Estados Unidos del movimiento mejor conocido de la medicina psico-
somática. El antropólogo médico Laín se encuentra expuesto a ambas corrientes.
Su antropología médica, fruto de una crisis en las ciencias, queda siempre referida a
ella. En sus Investigaciones lógicas (1900–01), el lógico, matemático y filósofo Edmund
Husserl (1859–1938) analiza las bases tradicionales de la lógica, fundamento de las de-
más ciencias. En 1905 Albert Einstein, con su teoría de la relatividad especial, cues-
tiona las premisas más firmes de la física de Newton. Ningún camino de la lógica lleva
por necesidad a los principios de una teoría, sino que muchas valen por igual y sólo
consideraciones prácticas justifican la hegemonía de una con respecto a las otras. Por
ende, si a finales del siglo XIX las matemáticas se encontraban subordinadas a la lógica
tradicional, L. E. J. Brouwer sostenía la imposibilidad de aplicar la vieja ley lógica ter-
tium exclusum a los objetos de las matemáticas. Las matemáticas, pues, se autonomi-
zaron e independizaron de la lógica, inventando sus propias leyes (Weyl 155, 528, nota
1). Las teorías de los reflejos propuestas por Pavlov y las doctrinas de Hering sobre la
percepción lumínica mantienen la independencia de la fisiología ante la física (Ortega,
VII: 305-06). Y los médicos de comienzos del siglo XX declaran la independencia de la
clínica frente al laboratorio.
En medicina Laín recalca cuatro grandes tendencias de la época contemporánea, que
para él se extiende de 1918 hasta la fecha: la extrema tecnificación de los instrumentos
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médicos, la colectivización del cuidado médico en casi todo el mundo, la medicina pre-
ventiva y —lo que más concierne a su propia evolución intelectual— la incursión del
personalismo en la patología (La medicina actual: MA 35). En los años 1920, la biblio-
grafía médica publicada en alemán muestra una clara oposición a la impersonalidad del
positivismo dominante en la segunda mitad del siglo XIX (Gracia 1974: 298). Los títulos
de libros y artículos médicos aluden a la crisis de fundamentos presente en todas las
ciencias. Identificada la crisis, los autores proponen nuevas ciencias médicas o para-
médicas para remediarla, y entre ellas la sociología médica, la introducción a la medi-
cina y la antropología médica.
Esta última ciencia arranca de un libro titulado sencillamente Medizinische Anthro-
pologie (1929), del urólogo vienés Oswald Schwarz, apodado el “urósofo” por sus colegas
por su introducción a menudo forzada de la filosofía en la medicina (HC II: 609). Con
todo, en un ejemplar de su libro muy manejado por Laín, Schwarz parte de la insegu-
ridad de muchos médicos de su tiempo frente a la crisis de los fundamentos en todas
las ciencias. En física el determinismo ha cedido ante el probabilismo. En biología la
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ciar el examen de las neurosis orgánicas en cuanto símbolo de la persona como un todo
con un problema íntimo. Pero a la vez exige Schwarz una disciplina mental omnímoda,
que sintetice diversas tendencias nuevas de conocimiento: la fenomenología de los sig-
nos y de la comprensión propuesta por Husserl; la psicobiología de Hans Driesch, la
psicología Gestalt (Gestaltpsychologie) y la fisiopatología de Ludolf von Krehl. Tal sínte-
sis de teorías ayudaría a independizar y autonomizar la medicina frente a las demás
ciencias (HC II, 525). Pero Laín entrevé los límites del Círculo de Viena, que, afectado
por Freud, enfoca sólo a las neurosis orgánicas.
Resta a la Escuela de Heidelberg, a juicio de Laín, extender la “mentalidad antropo-
patológica” a todas las enfermedades. El prestigioso catedrático de Patología y Terapia
Especial, Ludolf von Krehl (1861-1937) de Heidelberg, poco a poco evoluciona desde la
fisiopatología a la medicina de la persona individual. En su célebre conferencia de Leip-
zig de 1928, Forma de enfermedad y personalidad, influyente en Laín, dice seguir ba-
sando su pensamiento en el fundamento de sus maestros, la ciencia natural. Pero se
cree obligado a ponerse al día en medicina, definiendo la nueva tendencia como “la in-
cursión de la personalidad del enfermo en la problemática del médico como objeto de
estudio y valoración” (1926, 6). Con Schwarz, anhela una ciencia médica autónoma con
el problema del individuo hecho objeto de estudio. Mas, siendo un pensador en crisis,
no avanza resuelto en el sentido que indica, sino que vacila entre su viejo exclusivismo
naturalista y la previsión asistemática de un personalismo futuro (Kütemeyer 33 y 35).
Laín le ve como a un Moisés de la medicina, capaz de avistar a su vejez la tierra pro-
metida desde lejos, pero no de entrar en ella (HC II 534).
Los discípulos más destacados de Von Krehl, Richard Siebeck (1883–1965) y Viktor
von Weizsäcker (1886–1957), integran con Von Krehl la Escuela de Heidelberg, que se
mueve hacia la medicina antropológica. Siebeck, sucesor de Von Krehl en la cátedra,
avanza más allá del maestro hacia esa medicina, mientras que Von Weizsäcker entra de
lleno en ella con audacia y empaque intelectual (HR II: 624-27). Como Von Krehl, Sie-
beck acentúa la sensación de vivir en la crisis cultural de Occidente, y encuentra que lo
mismo que las demás ciencias modernas, la medicina tiene que arrostrar cuestiones de
urgencia. Médicos prestigiosos sienten aversión y a veces hostilidad hacia la medicina
exclusivamente naturalista. Aumenta la charlatanería en medicina. Todo apunta a la
imposibilidad de ver al enfermo sólo a través de las leyes de la física y de la química, y
a la necesidad de percibirle como a un organismo vivo con una constitución particular,
con cuerpo y espíritu, con personalidad sumida en un ambiente concreto y con rela-
ciones sociales, a veces, conflictivas (Siebeck 1936: 2).
Siebeck sigue a Von Krehl en su idea de que los descubrimientos psiquiátricos de
Freud podrían ayudar a curar en el ámbito de la medicina interna. Equipara la his-
toria clínica del enfermo a la historia de una vida. Los síntomas pueden adquirir sen-
tido dentro de un marco biográfico (Siebeck 1949: 37-38). Impresiona a Laín la idea
de Siebeck de que el enfermo no sólo tiene su enfermedad; él y su destino personal
la hacen. La historia clínica, pues, no debe aspirar a diagnosticar la enfermedad, sino
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sus investigaciones desde 1940. Teoría quiere decir doctrina de antropología. Se repite
el binomio de teoría e historia en los títulos de múltiples libros suyos: Medicina e His-
toria (1941), la reelaboración de la tesis doctoral; Estudios de Historia de la Medicina y
Antropología Médica (1943); La historia clínica, subtitulada, Historia y teoría del relato
patográfico (1950); Introducción histórica al estudio de la patología psicosomática (1950),
condensación de toda la historia de la medicina con su finalidad en la antropología
médica, y librito después reeditado con el título antropológico-médico Enfermedad y pe-
cado (1961). El acoplamiento de historia y teoría en la arquitectura de los textos médi-
cos de Laín continúa hasta el fin de los años 80, cuando se publica El cuerpo humano.
Teoría actual (1989), síntesis histórica y antropológica de los paradigmas científicos de
nuestro cuerpo, forjados por médicos desde la Antigüedad clásica (Galeno) hasta la ac-
tualidad (A. Benninghoff, H. Braus). Narrada la historia de la antropología médica de
Laín, entremos ahora en la teoría que la compone.
II. Teoría
Toda la historiografía médica de Laín desemboca en su antropología médica, síntesis
teórica de las principales filosofías de la medicina de Occidente. Su obra capital, Antro-
pología médica para clínicos, recapitula las partes teóricas de todos sus textos médicos es-
critos a partir de 1941. La estructura del libro se explica en función de sus ideas ya ex-
puestas. Como antropólogos médicos filosóficos de todos los tiempos, pretende humani-
zar la medicina. De ahí la estructura tripartita de la Antropología médica para clínicos, con
una primera parte dedicada a la realidad del hombre; una segunda, a salud y enferme-
dad, binomio analizado como una problemática de antropología filosófica, y, por último,
una tercera parte, el acto médico y sus horizontes, una consideración antropológica de la
relación médico-enfermo. El punto de partida en la persona humana, realidad del hom-
bre, se remonta a Scheler, que fundamenta toda la medicina en la antropología filosófi-
ca, y a la Escuela de Heidelberg, que, orientada por Scheler y los médicos vieneses pos-
freudianos, redacta historias clínicas fundadas en la biografía personal del enfermo. Al
pasar de la meditación de la persona a la consideración de la persona sana y de la enfer-
ma, Laín imita a Von Weizsäcker, que ha sostenido que “la salud tiene algo que ver con
la verdad, la enfermedad algo que ver con la no verdad” (1935: 24). Menos sibilino, Laín
mantiene que el médico persigue la verdad del enfermo, con la recuperación vista como
la vuelta de éste a ser el individuo que realmente es: o el proyecto de vida en que tomó
parte antes de enfermar, o el programa vital que le permiten practicar la enfermedad
crónica o la neurosis (HC II, 613-14). En rigor, la tercera parte del libro principal de Laín
es consecuente con las dos anteriores. Si Von Krehl negó la existencia de las enfermeda-
des para afirmar la de los enfermos, Laín recalca con Von Weizsäcker la relación médi-
co-enfermo en sus dimensiones afectivas, cognoscitivas, operativas, éticas y sociales.
Sin embargo, Laín busca actualizar su antropología médica. Sigue por ello a Zubiri en
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orgánicas […] que integran la realidad del hombre”, entendiendo por tales estructuras
las operativas, las impulsivas, las signitivas, etcétera, ya enumeradas.
La segunda división de la Antropología médica para clínicos se centra en definiciones
sintéticas de salud y enfermedad. Deseoso de estar científicamente al día, Laín recha-
za por utópica la concepción de la salud propuesta en la Constitución de 1946 de la Or-
ganización Mundial de la Salud (estado de perfecto bienestar físico, mental y social, y
no sólo la ausencia de enfermedad), y la sustituye por la suya: la salud, meta del en-
fermo y del médico, es “la capacidad de ordenado centramiento de una persona tras ha-
berse entregado al máximo descentramiento psicoorgánico que exija la realización de la
vida, cuando esa persona se propone alcanzar la cima de sus propias posibilidades:
esfuerzos intelectuales, artísticos y deportivos, actos geniales o heroicos” (DM 282).
¿Qué impide gozar de la salud? Evidentemente, la enfermedad, pero entendida de
un modo personalista: toda enfermedad humana, según Laín, tiene un componente,
por trivial que sea, de plan o proyecto. Es una “cuasi-creación”: cuasi- porque sólo la
creación divina es creación verdadera (Zubiri); y creación sólo relativa, porque toda en-
fermedad está impuesta hasta cierto punto por el azar o la situación (HC 2: 71-70). Lue-
go, el personalista Laín concibe la enfermedad como un “modo aflictivo y anómalo del
vivir personal, reactivo a una alteración del cuerpo psicoorgánicamente determinada;
alteración por obra de la cual padecen las funciones y acciones vitales del individuo […]
y reacción en cuya virtud el enfermo vuelve al estado de salud […], muere, o queda en
deficiencia vital permanente” (AMC 224).
Si la enfermedad constituye un modo de vivir personal, creación del enfermo, la re-
lación médico-enfermo, en el caso óptimo, consiste en una coautoría, una dualidad co-
auxiliar, encaminada hacia la recuperación de la salud psicoorgánica (AMC 350). El mé-
dico muestra creatividad al intentar co-ejecutar con el enfermo sus estados psíquicos
y por medio de un tratamiento que invente posibilidades para un futuro productivo; y
el enfermo crea mediante la apropiación de su condición, la personalización libre de
su enfermedad. En esta colaboración, médico y enfermo devienen coautores del he-
cho-evento que es la enfermedad.
Concebida la antropología médica como la ciencia del ser humano en cuanto sano,
enfermable, enfermo, curable y mortal, la medicina siempre ha intentado disminuir la
zona de la enfermabilidad, y convertir lo que fue el rígido límite de la muerte en elásti-
co horizonte. De ahí la definición más vigorosa que nos ofrece Laín de la medicina: es
el “arte de ir ganando terreno a la muerte” (AMC 465). Aboga por la humanización de
la muerte con la razón antropológica-médica, favoreciendo la adaptación del médico a
la actitud particular de cada paciente ante su mortalidad. También celebra la mejora
médica de la naturaleza humana, previniendo la enfermedad y aumentando el potencial
biológico del individuo. La actualidad médica, que tanto ha preocupado a Laín, incluye
la prevención general o específica de la enfermedad, la eugenesia y la eufenesia, la ci-
rugía correctiva prenatal y la ingeniería genética (AMC 455).
En rigor, todo el esfuerzo antropológico de Laín se debe a una voluntad de actuali-
Nelson R. Orringer
Bibliografía
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Nelson R. Orringer
Carta inédita de Laín Entralgo. Con varios proyectos científicos en marcha, el último Laín se esfuer-
za por vencer la inercia, consciente de haber realizado ya mucho. De hecho, no clausura en 1995 sus
meditaciones sobre el cuerpo humano como autor, agente y actor de la propia conducta. Tal visión,
iniciada con El cuerpo humano. Teoría actual (1989), genera toda una serie de monografías sobre
la somatología antes y después de Alma, cuerpo, persona (1995), cuyo “monismo dinamicista” se ex-
plica por el abandono del dualismo cristiano alma-cuerpo del Laín anterior a 1989, y también por la
superación del monismo materialista con ayuda de la metafísica dinámica de Zubiri. De acuerdo con
esta concepción, el hombre es su cuerpo, una estructura dinámica que siente, intelige y quiere por sí
misma, y que es nueva y única en la evolución cósmica. Laín escribe contra los “hilemorfistas” (=el
neotomismo corriente) y John Eckles, dualista a pesar suyo, y contra orteguianos (Marías y los orte-
guianos ortodoxos). El Ortega de Laín es precursor del “dinamicista” Zubiri y de su propia somatolo-
gía. Laín termina la carta mencionando algunos proyectos que llevará a cabo y otros que no. Su cur-
so como profesor emérito (“Teatro y vida”) programado para el primer trimestre de 1995, generará un
libro ese mismo año. Pero dejará en el tintero libros sobre las visiones del cuerpo humano en el Re-
nacimiento, la Ilustración, el romanticismo y el positivismo, aunque se pueden encontrar esbozos de
los mismos en obras suyas publicadas.