Becker Palmer Missio Dei Que Es Un Cristiano Anabautista
Becker Palmer Missio Dei Que Es Un Cristiano Anabautista
Becker Palmer Missio Dei Que Es Un Cristiano Anabautista
César García P.
Quienes ignoran
Los anabautistas del siglo XVI fueron conocidos como radicales por su anhelo de volver a las raíces de la fe cristiana.
Por lo tanto, cuando hablamos de ‘eclesiología radical’ nos referimos a aquella forma de ver y practicar lo que es la
iglesia de acuerdo a sus raíces, de acuerdo a la fe neotestamentaria, la fe del cristianismo primitivo como la entendieron
los primeros movimientos anabautistas. Este escrito busca responder la pregunta que el autor se hizo varios años atrás
al participar de una reunión cristiana: ¿hay alguna diferencia en Latinoamérica entre la eclesiología de los evangélicos y
la anabautista? Frente a las reformas actuales en el culto católico, ¿encontramos diferencias significativas de parte
nuestra?
Hoy por hoy se vive en lo que algunos llaman la ‘aldea global’. La radio, televisión y prensa han venido a ser elementos
de una explosión general de concepciones del mundo. En el caso particular de Latinoamérica se encuentran
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prácticamente todas las cosmovisiones reunidas en la misma plaza. Es común ver en las universidades marxistas
agnósticos, materialistas modernos, postmodernistas, religiosos, ateos y miembros de cualquier otra corriente ideológica.
El mundo actual se encuentra en medio de un relativismo absoluto, en donde no hay normas ni parámetros
determinados, donde se dan verdades y no existe la verdad y donde la tolerancia se confunde con la aceptación de
cualquier idea como válida.
Lamentablemente la fe cristiana no escapa a este proceso. El sincretismo religioso ha penetrado sus diferentes
corrientes. Los cambios en el catolicismo romano y la identificación eclesial con el protestantismo en sus diferentes
vertientes hacen casi imposible definir cuáles son nuestros distintivos anabautistas y cómo dichos elementos pueden
enriquecer a otras iglesias diferentes a la nuestra.
donde el ‘cliente’ escoge a su gusto, entre el abanico de ofertas, la iglesia que más se acomoda a sus necesidades. En
palabras del filósofo francés Gilles Lipovetsky: “se es creyente, pero a la carta, se mantiene tal dogma, se elimina tal
otro, se mezclan los Evangelios con el Corán, el zen o el budismo, la espiritualidad se ha situado en la edad
kaleidoscópica del supermercado y del autoservicio”. Lo anterior nos presiona a ‘copiar’ el culto, las estrategias y la
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metodología que han llevado al ‘éxito’ a otros movimientos cristianos, sin importar que con ello sacrifiquemos nuestros
principios anabautistas.
La tentación de adaptar nuestro concepto y práctica de iglesia a las corrientes de estos tiempos no es nueva. Como
alguien diría, ‘quien no conoce la historia está condenado a repetirla’. Es por eso que estamos llamados a evaluar
nuestra eclesiología, observando qué tienen que decir nuestras raíces anabautistas del siglo XVI para ésta era presente.
Dice José Ortega y Gasset que “cada generación se yergue sobre los hombros de la anterior como los acróbatas en una
vasta pirámide humana”. No ‘reinventemos la rueda’, no hagamos ‘nuevas eclesiologías’. Una mirada retrospectiva nos
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revelará que la riqueza de nuestros hermanos anabautistas del siglo XVI tiene mucho que ofrecer para nuestra fe e
iglesia latinoamericana del siglo XXI. Empecemos entonces haciendo claridad sobre el concepto de los movimientos
radicales respecto a la iglesia.
Cuando definimos iglesia en términos de función observamos dos tendencias. Ambas nos vienen del mundo anglosajón.
La primera de ellas se acercó a Latinoamérica a través del movimiento dispensacionalista. Juan Driver explica cómo
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“para muchos cristianos de esta tradición, la razón de ser de la iglesia prácticamente se limita al anuncio de las buenas
nuevas del evangelio”. La otra tendencia, en contraposición a la anterior concibe a la iglesia como instrumento de
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servicio y cambio en el mundo. Sin embargo, en ambos casos, al enfatizar la función, se le resta importancia a la iglesia
en sí. Como anota Hendrikus Berkhof, teólogo holandés: “Concebir a la iglesia puramente en función de su misión no es
aceptable… La misión de la iglesia se basa en su comunión con su Señor, al igual que en la de los miembros entre sí”. 7
Los anabautistas concebían a la iglesia en términos de anticipo del reino, en lugar de hacerlo en términos funcionales.
Esto se puede observar al analizar los escritos anabautistas que aceptaron un dualismo neotestamentario en que los
valores cristianos se ponen en marcado contraste con los valores del ‘mundo’. Como menciona el Great Article Book of
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Entre el cristiano y el mundo existe una diferencia vasta como la del cielo y la tierra. El
mundo es el mundo, siempre sigue siendo el mundo, se comporta como el mundo y todo
el mundo no es nada sino el mundo. El cristiano, por otro lado, ha sido llamado fuera del
mundo. Él ha sido llamado a nunca conformarse con el mundo, nunca ser un consorte,
nunca andar con la multitud del mundo y nunca llevar su yugo. 9
De manera que, sin olvidar la importancia de la misión evangelizadora y de servicio social, de acuerdo a Driver, “La
iglesia no solo proclama al reino de Dios, sino también es la comunidad del reino, un anticipo (modesto pero
auténtico) del reino [énfasis agregado]”. Por consiguiente nuestra eclesiología debe evidenciar al reino que
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proclamamos, y ha de hacerlo, entre otras cosas, siendo una comunidad bíblica, litúrgica, discipuladora y pacificadora.
Una Comunidad Bíblica
Con una comunidad bíblica nos referimos aquí a la forma como la iglesia anabautista de hoy puede aplicar algunos
principios que sus antepasados del siglo XVI evidenciaron en su acercamiento a las Escrituras. Driver resume estos
principios en el siguiente párrafo:
De lo anterior resaltamos cómo para los anabautistas era fundamental relacionarse con la Biblia de dos maneras:
comunitaria y existencialmente:
En primer lugar, la interpretación bíblica era comunitaria por cuanto, según Driver, “en todos los movimientos de reforma
radical el estudio bíblico en grupo ocupaba un lugar muy importante”. La congregación entera participaba en la
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interpretación bíblica sin invalidar al maestro o profeta, aunque sí limitando el alcance de su función.
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Esta manera de acercarse a las Escrituras dista mucho de algunas iglesias católicas y protestantes latinoamericanas
donde la interpretación de la Biblia descansa en aquel experto que viene ante la congregación a impartir el conocimiento
que Dios ‘le ha otorgado’, y que, por lo tanto, no puede ser cuestionado. Incluso la formalidad con que se presenta la
‘homilía’ o predicación, basada mayormente en patrones de oratoria griega, impide el que la comunidad completa
participe de la interpretación y llegue en conjunto a modelos de aplicación relevantes.
Es imperativo que, como anabautistas, planteemos modelos de predicación que faciliten la participación de la iglesia y la
interacción de todos sus miembros en la interpretación de los Textos Sagrados. ¡Redescubramos la sencillez e
informalidad (y el sacerdocio de todos los creyentes) que nuestros antepasados encontraron en la iglesia del Nuevo
Testamento!
En segundo lugar, la interpretación bíblica era existencial por cuanto los anabautistas formulaban ante el texto bíblico
básicamente dos preguntas: 1) ¿Qué nos dice la Palabra? y 2) ¿Cómo hacemos para obedecerla? Es frecuente 14
escuchar la importancia que algunos protestantes dan a la ‘sana doctrina’ como marca del verdadero creyente. Sin
embargo, el anabautismo da un paso más adelante al afirmar que “la recta interpretación bíblica no es tanto cuestión de
información, sino de arrepentimiento y de estar dispuestos a someternos a Cristo, y a nuestros hermanos y hermanas, en
la comunidad de sus discípulos”.15
Dicho énfasis en la práctica de la Escritura nos lleva hoy a por lo menos una implicación de carácter urgente: la ya
gastada discusión liberalismo versus fundamentalismo en cuanto a la inerrancia de la Escritura, en el contexto
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anabautista, debería estar fuera de lugar. La iglesia radical del siglo XVI no se detuvo a examinar cuales textos debían o
no ser aceptados. Lo importante era más bien cómo ponerlos en práctica:
Esa aceptación de la Escritura en su totalidad y el énfasis en cómo vivirla cotidianamente fue lo que facilitó llegar a una
proclamación de un cristianismo integral. Dicha proclama ha de ser rescatada en nuestra sociedad. Como afirma Pablo
Deiros: “América Latina necesita de una evangelización total, con un Evangelio total, para el ser humano total”.19
Son varias las corrientes cristianas que en Latinoamérica no han sabido llevar un evangelio total para las necesidades
totales del ser humano. Una de estas es la pietista, que ha marcado ampliamente el protestantismo latinoamericano.
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Deiros comenta: “La tendencia pietista ha llevado al subjetivismo y al emocionalismo… [al] desarrollo de códigos morales
legalistas… [a] desmerecer el valor de las tradiciones cristianas”. Sólo un evangelio total nos aparta del subjetivismo, al
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proveernos una base firme sobre la cual juzgar nuestras emociones y nuestro caminar cristiano; sólo un evangelio total
nos libra del legalismo al cuestionar las tradiciones que no tienen fundamento bíblico.
Otra corriente que no se basa en un evangelio total es el fundamentalismo. Este abraza un punto de vista dualista que se
preocupa por la proclamación verbal del evangelio como objetivo único y prioritario. La falsa distinción dualista entre
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materia y espíritu, cuerpo y alma, vida terrenal y vida eterna …ha sido característica de la prédica evangélica de muchas
iglesias. Esto ha llevado a concebir un evangelio ajeno e indiferente a las necesidades inmediatas del ser humano.
Incluso, ha producido un Evangelio inhumano, que negó como herética o mundana toda demanda por justicia
social…” A dicha corriente se ha sumado el ‘pentecostalismo autóctono’, que, con énfasis sobre sanidad, liberación y
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prosperidad, es uno de los fenómenos más notables entre los evangélicos hoy. 25
- Los valores cotidianos y los que se transmiten a través de los medios de comunicación. 28
- La cosmovisión de la sociedad, la ciencia y el arte; los problemas familiares como el machismo, el abuso sexual, el
alcoholismo y la drogadicción. 29
Luego, se nos demanda un pastoreo que discipule al individuo y su entorno familiar (doctrina y consejería bíblica), que
provea para las necesidades de la comunidad (obra social y desarrollo comunitario) y que produzca cambios en el actuar
del hombre (cosmovisión, relación con el medio ambiente e involucramiento político responsable). Recordemos que,
según Karl Müller: “desde sus mismos principios, el evangelio fue ‘evangelio de amor y de prestación de ayuda’, y nadie
pensó jamás en establecer rivalidad entre la proclamación misionera y la ‘presencia del amor’ ”. 31
Por comunidad discipuladora hacemos referencia aquí a la importancia de seguir a Jesús con la conciencia de lo que
Sus demandas implican para nuestra vida y con el entendimiento de los compromisos y privilegios que se adquieren con
la iglesia local una vez se ha decidido hacer parte de la misma. Lamentablemente, estas dos dimensiones se han
perdido en muchas congregaciones en el afán de crecer numéricamente. La evangelización en América Latina ha sido,
según Deiros, “…con un Evangelio de ofertas y no con un Evangelio de discipulado y obediencia”. 32
Es común escuchar a predicadores invitar en términos a veces hedonistas, con un lenguaje ‘antropocéntrico’, a recibir a
Cristo, quien ofrece la realización personal que tanto se busca hoy. Se quieren ver multitudes que pronuncien la ‘oración
de fe’ sin pensar siquiera si cada creyente potencial ha entendido lo que implica seguir a Jesús. Se posee un
evangelismo del tipo ‘confiese y reciba’, ‘repita con migo y sea salvo’. Necesitamos traer al presente las palabras de
anabautistas como Peter Riedman (1542): “La fe no es la ilusión vacía como piensan esos hombres… que cualquiera
puede ser cristiano, viva como viva, si sólo confiesa a Cristo con la boca”.
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Nuestro método evangelístico debe buscar que cada posible creyente tome el tiempo suficiente para entender
claramente las implicaciones de seguir a Jesús. Como Él advierte, “Si alguno de ustedes quiere construir una torre,
¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?” No debemos afanarnos en
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experiencia personal con Dios es fundamental, se requiere formar en el discípulo la concepción bíblica del compromiso
con la nueva ‘familia’ de Dios; formar la importancia de seguir a Jesús en comunidad. Recordemos que la Escritura no
concibe a un cristiano sin el cuerpo, a un creyente a ‘solas’ con Dios. Al respecto Friedmann afirma:
De manera que cada creyente debe entender que el compromiso con Dios implica compromiso con su cuerpo, la iglesia,
y que no se puede ser un verdadero cristiano si no hay la disposición para ayudar a otros y a la vez recibir la ayuda de
otros en la búsqueda de Jesús. Como diría Ulrich Stadler en 1537: “… Si cada miembro no quiere ayudar al otro, la cosa
entera se deshace”. 37
En ciertas ‘Mega-iglesias’ se evidencia la afirmación de Padilla: “… se da por sentado que la meta de la misión es
«salvar almas» y formar iglesias que resultan de la suma de individuos”. Frente a dichos grupos donde no se conoce ni
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siquiera el nombre del hermano que está a mi lado (mucho menos sus necesidades), es necesario rescatar este énfasis
de discipulado comunitario. El hacerlo llevará necesariamente a un resurgir de la disciplina bíblica. La relación ‘discípulo
– disciplina’ en el ámbito morfológico es evidente. Debe serlo también a nivel congregacional.
De acuerdo a Deiros, hoy día “La disciplina eclesiástica es infrecuente, al menos en comparación con décadas atrás
cuando era muy rigurosa”. El entendimiento adecuado de lo que es el discipulado facilitará rescatar la disciplina
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restauradora que se requiere con urgencia. Sin embargo el cómo ha de ser ésta sería tema de otra ponencia. 40
Un factor que ha marcado la historia política y familiar del pueblo latinoamericano es el caudillismo y el autoritarismo. La
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tendencia a seguir un caudillo se ha traducido en términos religiosos en el clericalismo. Driver habla de las funciones
exclusivas de aquel que porta y representa a Dios: “Se espera que el ‘religioso profesional’ bendiga o santifique la vida
social e individual, de alguna manera… Se le llama para que ofrezca oraciones, o bendiciones, en eventos públicos”. El 42
líder religioso posee una cualidad especial que le permite ejercer funciones espirituales que el laico no está llamado a
desempeñar. Como lo enuncia la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, se busca al párroco para consultarlo,
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existiendo conceptos mágicos ligados a la imagen sacerdotal. Lamentablemente esta tendencia también ha penetrado la
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Esta característica es muy visible entre los líderes evangélicos, en pequeña escala en
una iglesia pequeña o en las mega-iglesias de las grandes ciudades; en las burocracias
denominacionales, en las varias organizaciones paraeclesiales, o en otros ministerios. La
concentración y abuso de poder personal entre evangélicos latinos refleja simplemente
su sociedad secular, por lo que la mayoría de ellos no entiende el modelo bíblico del
lider-siervo.
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Bien sea porque se habla en términos de clero o religioso profesional o ministro de tiempo completo, en muchas iglesias
este ‘liderazgo especializado’ se constituye en una ‘gran boca’ que en el culto ‘ministra’ a toda la comunidad siendo casi
imposible el que cada creyente edifique a los otros para ejercer así un verdadero sacerdocio universal. Se trate de un
solo caudillo o un equipo, la constante sigue siendo la misma. Deiros explica: “El individualismo también encuentra
expresión en la comprensión pentecostal de la fe cristiana. En muchas iglesias pentecostales, en la punta de la
estructura eclesiástica se encuentra un grupo de hombres o una personalidad fuerte que domina al grupo”. 46
Mientras que en términos de culto los protestantes chocan en cuanto a mantener una liturgia tradicional con énfasis en
himnos extranjeros o recurrir a música moderna y expresiones más emotivas, los anabautistas podemos proponer hoy un
estilo de reunión más informal y participativa. Leopold Scharnschlager, en 1540 señaló: “… Se debe permitir que uno
hable tras el otro”. Walter Klaassen explica cómo en las reuniones de los anabautistas del siglo XVI “lo que más resalta
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interrumpir respetuosamente y preguntar o expresar un desacuerdo con la enseñanza; volvamos a dar tiempo a los
testimonios, al estudio de la Biblia en grupo, al ejercicio de los diferentes dones, a la oración por peticiones concretas de
diferentes personas, a los comentarios y reflexiones sobre el tema expuesto, a la alabanza participativa y a todo aquello
que facilite las palabras del Apóstol Pablo: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene
salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”.
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De acuerdo a Friedmann, para ser un tipo de iglesia anabautista de acuerdo al siglo XVI serían necesarias dos
características:
1. Que no se hagan distinciones espirituales entre los miembros laicos y los predicadores, porque
todos somos un ‘real sacerdocio’.
2. Que no se hagan distinciones entre el trabajo secular y sagrado, porque toda área de la vida
está en principio santificada y transfigurada dentro de la iglesia. Toda la vida es un gran
servicio a Dios y un rendirse ante Dios.52
Como dice Driver, poner fin al clericalismo tal como existe es, en sí, parte de la obra salvadora de Jesucristo. Lo anterior
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no implica que no existan líderes en la congregación. Driver continúa diciendo: “En la gran diversidad de dones, algunos
caen en la categoría que nosotros llamaríamos de liderazgo, y otros son ayudantes. Pero todos contribuyen al
crecimiento y a la edificación en amor”.54
El trato inadecuado de conflicto al interior del cristianismo es un asunto ya tradicional. Nuestro continente tampoco se ha
librado de la ‘violencia cristiana’. A manera de ejemplo, podemos citar el análisis de Juana B. De Bucana respecto a los
hechos de violencia entre católicos y protestantes en Colombia. Hablar de pacifismo en Latinoamérica nunca pasará de
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moda, y más entre anabautistas. Sin embargo queremos reflexionar aquí sobre lo que, al interior de la iglesia, podría
implicar el ser ‘hacedores de paz’.
Al hacer un vistazo retrospectivo, observamos cómo la visión de cambios sociales que caracterizó a los anabautistas del
siglo XVI buscaba que dichos cambios surgieran desde abajo por medio de la creación voluntaria de una nueva clase de
agrupación social. Se trataba de buscar ‘vivir la paz’ en cada comunidad local antes que llevar dicha experiencia a la
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sociedad que se encontraba ‘fuera de la perfección de Cristo’. Dicho ‘vivir la paz’ al interior de la iglesia tiene que ver
principalmente con la solución de conflictos. Sin embargo Cornelius Dyck nos explica cómo los primeros años de
anabautismo se vieron atacados por divisiones y contiendas de orden doctrinal y rivalidades de tipo personal. Los 57
anabautistas no tuvieron siempre una hoja de vida limpia a la hora de poner en práctica la solución de conflictos.
El tocar el tema de solución de conflictos al interior de nuestras comunidades es de suma importancia hoy, cuando la
mayoría de problemas internos en las congregaciones evidencian muy poco del Dios de amor y paz de las Escrituras.
Por ejemplo, son muchos los equipos de misiones que se han desarmado por conflictos interpersonales. Taylor dice:
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“Las principales causas del RAE [Retorno Anticipado Evitable] se juntan en los aspectos del carácter y la espiritualidad,
las relaciones y el conflicto interpersonal”. Los estudios de Lewis muestran cómo los problemas con los congéneres
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ocupan el sexto lugar de las veinticinco razones que él analiza para el retorno de misioneros.
Menno Simons, en 1535 declaró: “… Si debe instruir en mansedumbre a los que se oponen, ¿cómo es que los puede
destruir?”. La actitud de destrucción que usualmente se critica del Estado a veces se presenta en las diferencias entre
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hermanos. Es entonces cuando debemos enseñar cómo solucionar conflictos dentro del marco bíblico para ser así
comunidades que en verdad anticipen el reino de Cristo.
Además de manejar la solución de conflictos entre hermanos es necesario llevarla al seno mismo de nuestras familias.
Según Gutiérrez de Pineda, “La institución de la familia constituye un campo desde el cual se divisan y dentro del cual se
proyectan todas las instituciones de la comunidad en sus fallas y en sus aciertos. Focaliza más que ninguna las
incidencias del devenir social y cultural patrio y los problemas del morbo social, conformando un punto clave en su
cambio”. Si sabemos ser pacificadores en la forma en que manejamos conflictos al interior de la familia y de nuestras
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congregaciones habremos iniciado un verdadero cambio desde abajo, impactando así nuestra sociedad.
Conclusión
Las corrientes cristianas en Latinoamérica son muchas y muy variadas. Sólo un análisis histórico y teológico nos librará
de entrar en modas, discusiones e influencias ajenas a nuestra tradición anabautista. Necesitamos mantener nuestra
identidad, no porque nos consideremos la única iglesia verdadera, más bien porque podemos enriquecer con nuestros
énfasis a aquellas comunidades cristianas que buscan la práctica de una fe neotestamentaria. Al pensar en una
comunidad bíblica, litúrgica, discipuladora y pacificadora, concluimos aquí con las palabras de Juan Mateos:
los pobres cuya riqueza y cuya seguridad es Dios mismo (Mt. 6:19-21);
sino que todo está unido por el amor (Col. 3:14) y la ayuda mutua (Mt. 5:7);
donde cada uno arrima el hombro a las cargas de los demás (Gál. 6:2),
las cualidades de cada uno se ponen al servicio de todos (Rom. 12:3-8; 1 Cor. 12:4-11; Ef. 4:11-13)
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3 Ibid., p. 171.
4 ORTEGA Y GASSET, José, citado por GONZALEZ, Justo. Historia del Cristianismo. Edición Revisada. Miami: Unilit, 1994. t. 1,
p. 13.
5 DISPENSACIONALISMO: “Tipo de pensamiento religioso que divide el trato de Dios con el mundo en ciertos ‘tiempos’ o
dispensaciones, cada uno caracterizado por deberes y responsabilidades singulares”. (DEIROS, Pablo A. Diccionario
Hispanoamericano de la Misión. Miami: Comibam, 1997. p. 144).
6 DRIVER, Juan. Contra Corriente: Ensayo sobre Eclesiología Radical. 3 ed. Santafé de Bogotá: Clara, 1998. p. VII.
7 BERKHOF, Hendrikus. Christian Faith. Grand Rapids: William Eerdmans, 1986. p. 418.
8 FRIEDMANN, Robert. Teología del Anabautismo: Una Interpretación. Santafé de Bogotá: Clara, 1998. pp. 30-31.
9 Ibid., p. 31.
11 Ibid., p. 5.
12 Ibid., p. 11.
13 Ibid., p. 12.
14 Ibid., p. 8.
15 Ibid., p. 13.
16 LIBERALISMO: “Tipo de teología que afirma la libertad de cuestionar supuestas autoridades o principios de autoridad, y que evita
todo tipo de restricciones o limitaciones intelectuales”. (DEIROS, Pablo A. Diccionario Hispanoamericano de la Misión. Op. cit., p.
258).
17 FUNDAMENTALISMO: “Tendencia … que pone un fuerte énfasis sobre la autoridad y la fuente de autoridad… Su teoría de la
inerrancia como única posibilidad de interpretación de la Biblia lo hace anti-hermenéutico”. (DEIROS, Pablo A. Diccionario
Hispanoamericano de la Misión. Ibid., p. 200).
18 KLAASSEN, Walter (ed). Selecciones Teológicas Anabautistas. Scottdale: Herald Press, 1985. p. 111.
19 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Buenos Aires: Fraternidad Teológica Latinoamericana, 1992.
p. 821.
20 PIETISMO: “Movimiento religioso de los siglos XVII y XVIII en Alemania, que buscaba recuperar la devoción y la vida piadosa de
santidad dentro del protestantismo, que se había tornado rígido y teórico, intelectualista y formalista”. (DEIROS, Pablo A. Diccionario
Hispanoamericano de la Misión. Op. cit., p. 334).
21 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Op. cit., pp. 789-790.
22 Ibid., p. 788.
23 Ibid., p. 822.
24 PENTECOSTALISMO: “Rama del cristianismo que coloca la experiencia personal del Espíritu Santo como señal de la condición de
ser cristiano”. (DEIROS, Pablo A. Diccionario Hispanoamericano de la Misión. Op. cit., p. 331).
25 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Op. cit., p. 798.
26 PADILLA, C. René. Discipulado y misión: compromiso con el Reino de Dios. Buenos Aires: Kairos, 1997. p. 64.
27 RAKE, Gregorio. América Latina: el contexto del ministerio. En: YAMAMORI, Tetsunao; ________ y PADILLA, C. René (eds).
Servir con los pobres en América Latina: modelos de ministerio integral. Buenos Aires: Kairos, 1997. p. 57.
30 Ibid., p. 58.
32 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Op. cit., p. 821.
35 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Op. cit., p. 790.
39 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Op. cit., p. 799.
40 Existe en español excelente material al respecto. Recomendamos aquí el libro de Marlin Jeschke, Disciplina en la Iglesia, publicado
por CLARA en 1992.
41 TAYLOR, William D. y NUÑEZ, Emilio Antonio. Crisis and hope in Latin America: an evangelical perspective. Carlisle, Cumbria,
UK: WEF, 1996. p. 214.
43 YODER, John Howard. El Ministerio de Todos: Creciendo hacia la Plenitud de Cristo. Santafé de Bogotá: Clara, 1995. p. 15.
44 GUTIERREZ DE PINEDA, Virginia. Familia y Cultura en Colombia. Medellín: Universidad de Antioquia, 1996. pp. 390-391.
46 DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo en América Latina. Op. cit., p. 797.
48 Ibid., p. 90.
54 Ibid., p. 55.
55 BUCANA, Juana B. de. La iglesia evangélica en Colombia: una historia. Santafé de Bogotá: WEC International, 1995. pp. 129-164.
57 DYCK, Cornelius J. Introducción a la Historia Menonita: Una Historia Popular de los anabautistas y los Menonitas. Santafé de
Bogotá: Clara, 1996. pp. 123-124.
58 TAYLOR, Guillermo D. Desafío a los inversores: conclusiones e implicaciones. En: ________ (ed). Demasiado valioso para que se
pierda: exploración de las causas y curas del retiro misionero anticipado. Wheaton, IL: WEF, 1997 p. 347.
59 Ibid., p. 337.
60 LEWIS, Jonatán P. Una investigación de las causas y las curas al retorno anticipado. En: TAYLOR, Guillermo D. (ed). Demasiado
valioso para que se pierda: exploración de las causas y curas del retiro misionero anticipado. Wheaton, IL: WEF, 1997. p. 105.
63 MATEOS, Juan. Nuevo Testamento. Edición para Latinoamérica. Madrid: Cristiandad, 1975. p. 41