Reflexión

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 42

"No son los más fuertes de la especie los que sobreviven,

ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y

adaptados a los cambios"

Charles Darwin

El origen de las especies, 1962

(Rojas Marcos, L., 2011, p.59)

1
Resumen

Las investigaciones sobre resiliencia han cambiado la forma de percibir al ser


humano: se pasó de un modelo de riesgo a un modelo de prevención y promoción basado
en sus potencialidades y recursos. Para poder desarrollarlos, es necesario el
reconocimiento y estímulo de interacciones permanentes del niño con el entorno
familiar y social. Las personas son actores y fuentes de las adaptaciones resilientes,
en tanto que las familias, escuelas, comunidades y servicios sociales son el escenario de
promoción de resiliencia, propiciando su despliegue. Es responsabilidad de estos actores
sociales asegurar los recursos necesarios para que el niño pueda desarrollarse
plenamente.

El presente trabajo resalta la importancia de la promoción de resiliencia en la


infancia y brinda estrategias concretas (propuestas por diversos autores) para favorecerla.
Estas estrategias buscan promover ventajas y aspectos positivos del sujeto, reducir el
riesgo o las fuentes de estrés y promover procesos de desarrollo humano además del
tratamiento de enfermedades.

2
Introducción

La temática abordada en el presente trabajp será la promoción de resiliencia en la


infancia, considerando a la misma de vital importancia para lograr un desarrollo sano en el
niño. La resiliencia es la capacidad que tiene los seres humanos para hacerle frente a la
adversidad, superarla y salir fortalecidos de ella. No es una característica innata del
individuo, sino que se desarrolla en la interacción de este con su medio. Muchos autores
hacen hincapié en la importancia de su fomento desde la infancia, lo cual puede ser
propiciado de diversas maneras. Es aquí donde las distintas estrategias de promoción
entran en juego.

La elección del tema se vio motivada por un interés personal acerca de las formas
de abordaje en psicología, que proponen una mirada no tradicional sobre el ser humano
frente a la adversidad. Esta mirada, se centra en las fortalezas y aspectos positivos del
individuo como su autoestima, creatividad, sentido del humor y vínculos positivos; en lugar
de centrarse en sus problemas y aspectos menos sanos.

El propósito de este trabajo es: brindar información acerca de la resiliencia,


remarcando la importancia de su desarrollo temprano en el niño; generar conciencia sobre
la importancia de su promoción; remarcar el carácter de responsabilidad social que tiene su
desarrollo, para que entre todos generemos espacios propicios para favorecerlo; exponer
estrategias específicas para su promoción desde etapas muy tempranas en el desarrollo,
propuestas por diversos autores; y exponer distintos ámbitos desde los cuales se puede
trabajar para la promoción de resiliencia.

3
Resiliencia

Desarrollo del concepto

Para poder estructurar el aparato psíquico, el niño debe atravesar un proceso


gradual de aceptación de la realidad y lograr tolerar la frustración que esto conlleva. Esta
tarea nunca queda concluida, ya que ningún ser humano puede librarse de la tensión de
vincular la realidad interna con la realidad exterior, y el alivio de esta tensión lo brinda una
zona intermedia de experiencias que no es objeto de ataques: la cultura, las artes, la
religión, entre otras. Esta zona, al vincular el espacio interior del sujeto con el exterior,
permite la construcción de subjetividad. Constituye un espacio transicional y de interjuego
subjetivo, donde se va construyendo lo que posteriormente se llamó resiliencia.

Según Infante, "El enfoque de la resiliencia surge a partir de los esfuerzos por
entender las causas y la evolución de la psicopatología". Junto con este concepto, surgió
una primera generación de investigadores, a principios de los setenta. Estos investigadores
estaban interesados en descubrir los factores de riesgo y de resiliencia que influían en el
desarrollo de niños que se adaptan de manera positiva, a pesar de vivir en condiciones de
adversidad. Se formularon la siguiente pregunta: "¿entre los niños que viven en riesgo
social, qué distingue a aquellos niños que se adaptan positivamente de aquellos niños que
no se adaptan a la sociedad?"
El estudio epidemiológico y longitudinal realizado en 1992 por Emmy Warner y Ruth
Smith, en Kauai (Hawai), denominado "Overcoming the Odds: High-Risk children from Birth
to Adulthood" constituyó un hito de esta primera generación. Se estudió la vida de 505
individuos durante treinta y dos años, desde su período prenatal (1955) hasta su adultez.
Esta población atravesó múltiples situaciones de riesgo a lo largo de su vida: pobreza
extrema, maltrato, abuso, alcoholismo, disolución de los vínculos familiares, etc. A pesar
de esto, muchos de ellos lograban sobreponerse a las adversidades y desarrollaban
potencialidades para reconstruir su vida.

A través de esta investigación, se pretendía identificar en un grupo de personas que vivían


en similares condiciones de adversidad, los factores que diferenciaban a aquellos que se
adaptaban de manera positiva a la sociedad, de aquellos que tomaban conductas de
riesgo. Buscaban identificar las características de la población que sostenía su
desarrollo de manera exitosa, denominando estas características como "pilares de
resiliencia".

4
Muchos de los investigadores de esta generación se vinculaban al modelo triádico
de resiliencia, que consiste en organizar los factores de riesgo y factores resilientes en tres
grupos: los atributos individuales, los aspectos de la familia y las características de los
ambientes sociales de los que estos individuos forman parte. En el desarrollo histórico de
dicha generación, se comienza a ampliar el foco de la investigación. Al comienzo el interés
estaba puesto en el estudio de las cualidades personales que permitían superar la
adversidad, como la autoestima y la autonomía; y de allí se desplazó hacia el estudio de los
factores externos al individuo, como ser el nivel socioeconómico, la estructura familiar y la
presencia de un adulto cercano.

La segunda generación de investigadores, comenzó a mediados de los noventa y


tomó el concepto de resiliencia en dos aspectos: la noción de proceso, que sugiere la
dinámica entre factores de riesgo y de resiliencia, los cuales posibilitan al individuo superar
la adversidad; y la búsqueda de modelos para promover la resiliencia de forma efectiva a
través de programas sociales. Estos investigadores se preguntaban: "¿Cuáles son los
procesos asociados a una adaptación positiva, dado que la persona ha vivido o vive en
condiciones de adversidad?". En esta segunda generación, el foco de investigación retoma
el interés de la primera, ya que pretende conocer cuáles son los factores que están
presentes en aquellos individuos que se encuentran en alto riesgo social y que sin embargo
se adaptan positivamente a la sociedad. A esto le agregan el estudio de la dinámica entre
factores que están en la base de la adaptación resiliente.
La mayoría de los investigadores que pertenecieron a esta generación se
vinculaban con el modelo ecológico-transicional de resiliencia. Este modelo está basado en
el modelo ecológico de Bronfenbrenner y refiere a la noción de resiliencia en donde el
individuo se encuentra inmerso en una ecología determinada por diferentes niveles que
interactúan entre sí, influenciando su desarrollo de manera directa. Dichos niveles son: el
individual, familiar, comunitario, vinculado a los servicios sociales, cultural y el vinculado a
los valores sociales. Esta generación se plantea como desafío identificar los procesos que
se encuentran en la base de la adaptación resiliente, permitiendo avanzar en la teoría y en
la investigación, así como diseñar estrategias que se dirijan a promover resiliencia y calidad
de vida.

5
Es posible reconocer dos investigadores pioneros en la noción dinámica de la
resiliencia: Michael Rutter (1991) y Edith Grotberg (1995). Michael Rutter, propuso el
concepto de "mecanismos protectores", y consideraba a la resiliencia como:

una respuesta global en la que se ponen en juego los mecanismos de protección, entendiendo por
estos no la valencia contraria a los factores de riesgo, sino aquella dinámica que permite al
individuo salir fortalecido de la adversidad en cada situación específica y respetando las cara}—
cterísticas personales. (Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N., 2004, p. 34).

Edith Grotberg, formuló el concepto que está detrás del Proyecto Internacional de
Resiliencia (PIR). En este estudio, la investigadora establece que la resiliencia requiere de
la interacción de factores que provienen de tres niveles distintos: el soporte social (yo
tengo), las habilidades (yo puedo) y la fortaleza interna (yo soy y yo estoy). Si bien organiza
los factores de resiliencia de una forma triádica nuevamente, añaden como elemento
fundamental la dinámica de interacción entre los mismos.
Como autores más recientes que pertenecieron a esta generación, es posible citar a
Luthar y Cushing, Masten, Kaplan y Benard (1999). Estos entendían la resiliencia como "un
proceso dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una
relación recíproca que permite a la persona adaptarse a pesar de la adversidad" (Melillo,
A., Suárez Ojeda, E. N., 2004, p. 34).

Como se planteó anteriormente, existieron distintos momentos en el estudio de la


resiliencia a lo largo de la historia, así como distintas definiciones. Se destaca la adoptada
por Luthar y cols. (2000) siendo esta la que más representa a la segunda generación de
investigadores. Luthar considera que la resiliencia es "un proceso dinámico que tiene como
resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad" (Melillo, A., Suárez
Ojeda, E. N., 2004, p. 35). Esta definición, marca tres componentes que deben estar
presentes en el concepto de resiliencia: la noción de adversidad, trauma, riesgo, o
amenaza al desarrollo humano; la adaptación positiva o superación de la adversidad y el
proceso que considera la dinámica entre mecanismos emocionales, cognitivos y
socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano.
El término adversidad, puede representar un conjunto de factores de riesgo, tales
como vivir en la pobreza, o una situación específica de vida, como la muerte de un ser
querido. El concepto de resiliencia demanda que el individuo logre una adaptación positiva
a pesar de esta o haber estado expuesto a una situación de adversidad, como las
nombradas anteriormente. La adaptación, puede ser considerada positiva cuando el
individuo ha logrado alcanzar ciertas expectativas sociales asociadas a una etapa del
desarrollo o cando no se han encontrado signos de desajustes. En tales casos, si la

6
adaptación positiva se logra a pesar de la adversidad, es posible pensar que se ha logrado
una adaptación resiliente. Y finalmente el proceso, es posible observarlo cuando la
adaptación resiliente se encuentra en función de la interacción dinámica entre diversos
factores de riesgo y factores resilientes. De esta manera se descarta la concepción de
resiliencia como una cualidad personal y se fortalece la idea de que la adaptación positiva
no le atañe únicamente a la persona. Por ejemplo si pensamos en un niño, tanto la familia,
como la escuela, la comunidad y la sociedad deben encargarse de proporcionar recursos
para que este pueda desarrollarse plenamente.

Otras investigaciones y estudios que aportaron al desarrollo del concepto de


resiliencia fueron: Michel Rutter (1991) quien estudia la dinámica de la resiliencia en
"Resilience: Some Conceptual Considerations" donde desarrolla la importancia de los
mecanismos protectores. Posteriormente, Edith Grotberg (1995) en "The International
Resilience Proyect: Promoting Resilience in Children" estudiará la dinámica de interacción
de dichos factores protectores.
Wolin S. J. y Wolin, S. (1993) "The Resilient Self: How Survivors of Troubled
Families Rise Above Adversity" analizan de manera critica los modelos que consideran al
sobreviviente como una víctima y creen importante pasar de un "modelo de daño" a un
"modelo de desafío". Siguiendo esta línea de pensamiento, Stefan Vanistendael y Jacques
Lecomte (1994, 1995, 2003) en "La felicidad es posible" analizan los procesos de desarrollo
de la resiliencia en la infancia y consideran que la mirada científica en las ciencias
humanas se ha avocado al estudio de los factores de riesgo de una manera mucho más
profunda que a los factores que favorecen el bienestar.
Estos autores consideran que la resiliencia es una construcción y la comparan con
una pequeña casa:

El suelo sobre el que se construye está representado por las necesidades materiales elementales,
como la comida y los servicios básicos. Los cimientos son las redes de contactos informales, la
familia, los amigos, los vecinos, compañeros de escuela y compañeros de trabajo. En la planta
baja se sitúa la capacidad de encontrar el sentido a los acontecimientos y a la vida, el primer piso
lo ocupan varias habitaciones comunicadas entre sí, donde se sitúan la autoestima, las aptitudes
personales, las competencias y también el humor. Por último, el desván y el techo representan las
nuevas experiencias a descubrir. (Klesse, E., Menoni, T, 2008, p.40).

María Angélica Kotliarnco y Aldo Melillo junto con Elbio Néstor Suárez Ojeda,
se dedican al análisis de los factores que promueven la resiliencia, poniendo énfasis
en el desarrollo de las potencialidades más que en las carencias.

7
Kotliarnco (1998) En "Estado de Arte en Resiliencia", estudia distintos conceptos
vinculados a la resiliencia, especialmente los procesos de vulnerabilidad y protección.
Analiza los factores que promueven la resiliencia, considerando la importancia de
completar los conocimientos que se desprenden de las investigaciones, para el diseño de
políticas sociales.
Melillo y Suárez Ojeda (2001) realizan un compilado denominado "Resiliencia:
descubriendo las propias fortalezas" en donde relacionan los estudios sobre resiliencia con
la promoción de salud, enfatizando en el desarrollo de las potencialidades. Posteriormente,
Melillo (2002) cuestiona el concepto de "adaptación social positiva" como enlazado al de
resiliencia en "Sobre la necesidad de especificar otro pilar de la resiliencia".
Finalmente, el aporte de Boris Cyrulnik (1999, 2001, 2003) neuropsiquiatra francés,
quien incorpora el concepto de oxímoron en su análisis. Este término hacer referencia a
"una figura retórica que consiste en reunir dos términos antinómicos: a través de esta figura
se expresa la condensación de una antítesis. El oxímoron nos muestra como el cielo y el
infierno son parte del proceso de la resiliencia." (Klesse, E., Menoni, T, 2008, p.39)

Concepciones y características

La palabra resiliencia proviene del término en latín "resalire", que significa "saltar
hacia arriba, saltar" y "volver a saltar", "recomenzar". En inglés "resilience" es utilizado en la
ingeniería civil, especialmente en metalurgia, refiriéndose a la capacidad que tienen
determinados materiales, que luego de haber estado sometidos a grandes presiones son
capaces de recuperar su forma natural. Las ciencias sociales han tomado esta metáfora
para describir ciertos fenómenos observados en personas que, a pesar de vivir en
condiciones de adversidad, son igualmente capaces de desarrollar conductas que les
permitan tener una buena calidad de vida.
Desde el punto de vista de la psicología, varias definiciones destacan dos polos
fundamentales en el concepto de resiliencia: la resistencia a los traumas y lo que se
considera como una dinámica existencial. Este aspecto dinámico es muy importante, varios
autores insisten en que no se trata de un estado, sino de un proceso y una dinámica. A este
respecto, Boris Cyrulnik (1989) utiliza la imagen de un tejido que se está formando, para
demostrar que la resiliencia se teje y se entrelaza con varios elementos. (Martínez Torralba,
I., Vásquez Bronfman, A. 2006)

10
Silva, G. (1999) expone sus cuatro propiedades: puede ser fomentada, se funda en
la interacción entre la persona y el medio, no es una capacidad absoluta ni estable, es una
capacidad universal.

La naturaleza de la resiliencia es dinámica, puede variar en el tiempo y con las circunstancias. Es


el resultado de un equilibrio entre factores protectores, factores de riesgo y personalidad del ser
humano. No es un estado definido y estable, es un camino de crecimiento. (...) La resiliencia está
por construirse, para ser inventada por cada uno, en función de sí mismo y de su contexto. (De
Pedro Sotelo, F., Muñoz Garrido, V., 2005, p.113)

Kotliarenko (1997) realiza un resumen de los contenidos que diversos autores le


dan al concepto de resiliencia. Entre ellos se encuentran, Luthar y Zingler (1991) quienes
consideran a la resiliencia como la "historia de adaptación exitosa en el individuo que se ha
visto expuesto a factores biológicos de riesgo o eventos de la vida estresantes; además
implica la expectativa de continuar con una baja susceptibilidad a futuros estresores"
(Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N., 2004, p.85). Grotberg (1995) agrega que la resiliencia es
una capacidad humana y universal para enfrentar las adversidades de la vida, superarlas y
ser transformados por ellas. Considera que es parte del proceso evolutivo y debe ser
promovida desde la niñez. Suárez (1995) va más allá y plantea que la resiliencia remite a la
combinación de ciertos factores que permiten a un ser humano afrontar y superar los
problemas y adversidades de la vida.
Las diferentes definiciones que recoge Kotliarenko, enfatizan particularidades del
sujeto resiliente, entre las que se pueden destacar: adaptabilidad, baja susceptibilidad,
enfrentamiento efectivo, conductas vitales positivas, temperamento especial y habilidades
cognitivas. Todas ellas se despliegan frente a situaciones vitales adversas, permitiéndole al
sujeto atravesarlas y superarlas. En estas definiciones, también se destacan dos elementos
cruciales: la resiliencia se produce en función de procesos sociales e intrapsíquicos; y no
se nace resiliente, sino que depende del proceso interactivo del sujeto con otros seres
humanos.

Es en esta interacción del individuo con el medio y con otros seres humanos, donde
se va forjando su propia subjetividad. En un individuo que ha atravesado una situación de
adversidad o traumática, se produce una herida y queda escindido. Esto es lo que Boris
Cyrulnik (2009) denomina "oxímoron" del sujeto resiliente. Como se mencionó
anteriormente, un oxímoron es una figura de la retórica que significa la unión de dos
contrarios que producen algo distinto. Cyrulnik utiliza este término para plantear que un
sujeto que vive una situación de este tipo, queda dividido entre una parte herida, que sufre
y una parte la cual con la ayuda de un otro que se acercan en dicha situación de

11
adversidad, posibilita que el sujeto vaya acumulando desde el lado sano y continúe la vida
con la mayor cuota de normalidad posible. Siempre queda un cicatriz, pero la zona
resiliente prospera y se desarrolla con el auxilio de un otro, de esta manera la adversidad o
el trauma son superados. (Altamann de Litvan, M., Bauer, M., Corti, A., González, E.,
Sassón, E., Weigensberg de Perkal, A., 2007)

Según Suárez Ojeda (1997) los sujetos resilientes poseen determinadas


características, a las que denominó pilares de resiliencia, y son las que permiten especificar
su subjetividad. (Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N., 2004)
Entre estas características se encuentra la autoestima, considerada la base de
todos los pilares. La autoestima se desarrolla desde la primera infancia, y está ligada al
reconocimiento, el amor que recibe el sujeto y que va produciendo un yo seguro y
consistente, al desarrollo de las relaciones afectivas primarias y todas las que le preceden.
Otro de los pilares es la creatividad, que se comienza a desarrollar con el juego infantil.
Este constituye el comienzo y la base de la creatividad, permitiendo el desarrollo cognitivo y
todo lo que surge después desde ese lugar. La capacidad de relacionarse, es otro de los
pilares. Es importante que el sujeto no esté bloqueado a nuevos vínculos, ya que de esta
manera es muy difícil que vaya sanando las heridas que provienen de otros vínculos
negativos que haya tenido en su vida.
El humor también es un pilar, es un recurso humano muy importante que garantiza
la relación con otros y el poder superar situaciones penosas. Permite constituir vínculos
que cuestionan una visión única de la realidad, "interpela aquellos fenómenos naturalizados
por la vida cotidiana y promueve en el sujeto una mirada activa y profunda, cuestionadora
de la autoridad" (Klese, E. 2008, p.44). La moralidad, refiere al sentimiento de querer para
los demás el mismo bienestar que uno quiere para sí mismo, tener ciertos sentido de
valores y otorgar un lugar legítimo al otro. La independencia, que consiste en poder poner
límites a situaciones adversas teniendo los elementos necesarios para juzgar dicha
situación. Otro pilar es la capacidad de iniciativa, constituye un elemento para poder
atenerse a nuevos desafíos y cumplirlos. La introspección, es la capacidad de realizarse
una pregunta sobre uno mismo y poder responderla de manera honesta. Y finalmente la
capacidad de pensamiento crítico. (Altmann de Litvan, M., Bauer, M., Corti, A., Gonzalez,
E., Sassón, E., Weigensberg de Perkal, A., 2007)
Wolin, S. J. y Wolin, S. (1993) denominan "resiliencias" a estas características
internas presentes en los sujetos. Coinciden con Suárez Ojeda en la presencia de iniciativa,
independencia, introspección, capacidad de relacionarse, humor, creatividad y moralidad;
dejando de lado el autoestima y la capacidad de pensamiento crítico. Los autores
consideran que los individuos pueden desarrollar estas resiliencias internas, las cuales

12
podrían servirle como una suerte de "salvavidas" para superar la adversidad. Agregan que
una sola de esta características puede bastar como impulso para superar los desafíos de
un medio disfuncional, y que frecuentemente se desarrollan resiliencias adicionales a partir
de este único punto inicial.

No siempre es posible asociar las carencias que puede tener un individuo, con
incompetencia para actuar frente a determinadas situaciones; el mismo puede ser y hacer,
independientemente de la situación adversa en la que nazca y viva. Una vez que se tuvo
en cuenta esto, los estudiosos del tema trataron de buscar factores que pudieran proteger a
los seres humanos más allá de los efectos negativos que pudiera lograr la adversidad, con
el propósito de estimularlos una vez detectados. (Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N., 2004)
Fue Henderson Grotberg (199) quién identificó factores resilientes y los organizó en
cuatro categorías: "yo tengo" (apoyo), "yo soy" y "yo estoy" (refiere al desarrollo de la
fortaleza intrapsíquica), "yo puedo" (remite a la adquisición de habilidades interpersonales y
de resolución de conflictos).

Yo tengo: personas del entorno en quienes confío y que me quieren incondicionalmente,


personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o problemas, personas que
me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder, personas que quieren
que aprenda a desenvolverme solo, personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro
o cuando necesito aprender.
Yo soy: una persona por la que otros sienten aprecio y cariño, feliz cuando hago algo bueno para
los demás y les demuestro mi afecto, respetuoso de mi mismo y del prójimo.
Yo estoy: dispuesto a responsabilizarme de mis actos, seguro de que todo saldrá bien.
Yo puedo: hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan, buscar la manera de resolver los
problemas, controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien, buscar el
momento apropiado para hablar con alguien o actuar, encontrar alguien que me ayude cuando lo
necesito (Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N., 2004, p.22)

Las conductas resilientes requieren de la presencia e interacción dinámica de estos


factores, los cuales van cambiando en las distintas etapas del desarrollo. Las situaciones
de adversidad nunca son estáticas, sino que van cambiando y de esta manera requieren
cambios en las conductas resilientes. Estas conductas exige prepararse, vivir y aprender de
las experiencias de adversidad.

Greco, C., Morelato, G., Ison, M. (sin año) consideran que experimentar emociones
positivas forma parte fundamental de los factores resilientes a la hora de enfrentar una
situación de adversidad y agregan que este tipo de emociones funciona como recurso
necesario para el desarrollo del proceso resiliente. Los autores se basan en aportes de

13
Tugade, Fredrickson y Barreto (2004) quienes afirman que las emociones positivas
participan en las estrategias de regulación de las experiencias negativas, estresantes o
adversas. Agregan que dichas emociones produce una ampliación cognitiva y conductual
que propicia un estilo de afrontamiento adaptativo.

El afrontamiento según Beristain (2004)

Incluye tanto pensamientos y emociones como conductas de resolución de problemas. La gente


puede tratar de enfrentar los problemas pensando en planes para solucionarlos, minimizarlo o
buscarle significado, etc. A escala emocional, las personas pueden compartir sus experiencias,
relajarse, suprimir los sentimientos, etc. El afrontamiento conductual se refiere a lo que la gente
hace para enfrentar el problema, como la búsqueda de información o apoyo material, la pasividad,
etc. Estas tres categorías son complementarias. (p. 74)

Según Averill, J. (1980) una emoción es positiva cuando: el sentimiento que provoca
se percibe como agradable, el objeto de la emoción se valora como bueno y cuando la
conducta que se realiza mientras se experimenta esa emoción se evalúa de manera
favorable y las consecuencias de la emoción son beneficiosas.
Fredrickson (1998) nombra cuatro tipos de emociones positivas: alegría, interés,
amor y satisfacción. Pereyra agrega la esperanza, Seligman (2003) el optimismo y
Blázquez (2002) la serenidad. Csiksentmihalyi (1998) nombra el "flow" que podría
traducirse como "flujo de conciencia". Esto se define como el estado en que la persona está
absorta en una actividad que le provoca placer y disfrute, perdiendo la noción del tiempo y
experimentando satisfacción. (Greco, C., Morelato, G., Ison, M., sin año)

De acuerdo con Fredrickson (1998) las emociones positivas promueven estrategias


cognitivas específicas, aumentan los recursos intelectuales facilitando niveles altos de
rendimiento académico, una mejora del entendimiento de las situaciones complejas y un
alto ajuste psicológico.
La autora nombra tres factores al experimentar emociones positivas: ampliación,
construcción y transformación. Explica que estas emociones amplia el pensamiento y las
tendencias de acción. Provocan sobre todo cambios en la actividad cognitiva, los cuales
pueden producir cambios en la actividad física; esto favorece la construcción y
fortalecimiento de recursos personales. El fortalecimiento y ampliación del pensamiento
posibilita una transformación de la persona: se vuelve más creativa, amplía sus
conocimientos de sí misma y de las situaciones, se torna más resistente a las dificultades y
socialmente más integrada. De esta manera produce un "espiral ascendente" que lleva a

14
experimentar nuevas emociones positivas y optimizar la salud y bienestar. (Greco, C.,
Morelato, G., Ison, M., sin año)
Folkeman y Moskowitz (2000) afirman que otorgarles un significado positivo a los
acontecimientos de la vida cotidiana y tener un estilo de afrontamiento enfocado en el
problema contribuiría a generar emociones positivas cuando se experimentan situaciones
adversas en la vida. Tugade, Fredrickson y Barret (2004) resaltan la implicancia que tienen
los efectos de las emociones positivas para que el individuo sea capaz de regular sus
experiencias negativas, las cuales afectarían su salud física y mental. Las emociones
positivas amplían el repertorio de acción y pensamiento ejerciendo un rol reparador frente a
una situación que genera emociones negativas. (Greco, C., Morelato, G., Ison, M., sin año)

Resiliencia en la infancia

Al hablar de resiliencia en la infancia, es importante observar la vinculación que


tiene el desarrollo de la misma con las competencias parentales. Estas competencias,
según establecen Barudy, J. y Marquebreucq, A. P. (2006) están compuestas por las
capacidades y las habilidades parentales. Las capacidades parentales engloban los
componentes fundamentales de la parentalida: la capacidad para vincularse, la inteligencia
emocional, la empatía, las creencias y los modelos de cuidados y la capacidad para utilizar
los recursos comunitarios. Las habilidades parentales constituyen los recursos
emocionales, cognitivos y comportamentales de los padres, que le permiten tener
respuestas adecuadas y pertinentes a las necesidades de sus hijos a lo largo de su
desarrollo.
En el entorno inmediato que facilita el desarrollo, se encuentran los padres en
primer lugar, especialmente la madre. En 1980 el equipo interdisciplinario del Centro
Internacional de I'Enfance de Bélgica publicó los resultados de un estudio longitudinal
sobre el desarrollo infantil donde se evidenció la importancia de la competencia materna.
Se demostró como en condiciones socioeconómicas similares y mayormente precarias, los
hijos de determinadas familias tuvieron un desarrollo, un crecimiento y resultados escolares
superiores a los de los niños de otras en condiciones similares. La diferencia entre estas
familias se daba en las cualidades maternas sobre intercambios afectivos y relacionales
con sus hijos, sus capacidades educativas y la organización de la vida familiar. Estas
madres eran competentes y resilientes. (Barudy, J., Dantagnan, M., 2005)

15
Siguiendo con esto, Barudy (2005) observó como los estudios sobre el desarrollo
infantil se conectan con el mundo del desarrollo de habilidades y conocimientos en los que
los niños van adquiriendo competencias hasta que alcanzan la madurez.

Muchas de las capacidades de los niños son potenciales; para que se desarrollen
no solo deben de estar acompañadas de los nutrientes necesarios, sino también del
reconocimiento y el estímulo de las interacciones permanentes con los padres y los demás
miembros del entorno familiar y social. Todas estas interacciones deben desarrollarse en un
clima de afectividad, para lo cual el autor cree fundamental la utilización de buenos tratos.
(Barudy, J., Dantagnan, M., 2005)
Los buenos tratos hacia los niños debería ser el objetivo fundamental de los adultos
de la familia y toda la comunidad, siendo esta la forma más segura y eficaz de garantizar la
salud y el bienestar físico, psicológico y social. Son una producción humana, no son ni
puramente individuales ni familiares, sino el resultado del esfuerzo conjunto de la sociedad.
El bienestar de los niños que resulta de la utilización de los buenos tratos es la
consecuencia de un proceso social complejo en donde intervienen cuatro factores: los
recursos y las capacidades de los padres, las necesidades de los niños, las fuentes de
resiliencia de todas las personas implicadas en el proceso y los recursos comunitarios. Los
buenos tratos siempre deben de estar basados en el respeto del niño como sujeto con
derechos y necesidades propias. (Barudy, J., Marquebreucq, A.P., 2006)
Dantagnan, M. (2005) considera que uno de los principales requisitos para asegurar
el buen trato es que el vínculo entre padres e hijos sea sano. La posibilidad de que estas
relaciones sean sanas depende en gran medida de como se produjeron los procesos de
apego. El apego es entendido por la autora como:

El vínculo que se establece entre el niño y sus progenitores a través de un proceso relacional que
para la cría es primeramente sensorial durante la vida intrauterina (reconocimiento del olor, la voz
y el tacto de los progenitores), pero que apenas ocurrido el nacimiento, rápidamente se impregna
según la reacción afectiva del adulto, que puede ser positiva o negativa según los contextos y las
experiencias de vida (...) de la madre y secundariamente del padre (Barudy, J., Dantagnan, M.,
2005, p.165).

Si el apego es sano, genera sentimientos de seguridad en el niño, permitiéndole


evocar sentimientos de pertenencia a una relación en la que se sienten aceptados y en
confianza. De esta manera el niño podrá sentir placer por explorar su entorno,
construyendo de a poco su propia red psico-socio-afectiva.
Asimismo, el apego es elemental para el establecimiento de la seguridad de base: a
partir de este el niño logrará ser una persona capaz de vincularse y aprender en la relación

16
con el otro. La calidad del apego influirá en la vida futura del niño en aspectos vitales como
el desarrollo de su empatía, la modulación de sus impulsos y deseos, la construcción de un
sentimiento de pertenencia y el desarrollo de sus capacidades de dar y recibir. Un apego
sano y seguro posibilitará la formación de una consciencia ética y el desarrollo de
habilidades para sobrellevar situaciones emocionales difíciles. (Barudy, J., Dantagnan, M.,
2005). De esta manera, el apego seguro puede ser la primera vía de desarrollo y
promoción de resiliencia en el niño, sentando las bases y abriendo camino a un desarrollo
saludable.

"Es en el encuentro, en las relaciones afectivas significativas que se tejen las


posibilidades del desarrollo de las potencialidades resilientes" (Klesse, E., Menoni, T. 2008,
p.134). Para que estas se desarrollen, es fundamental que ante situaciones adversas el
individuo tenga la posibilidad de mantener relaciones significativas y afectivas con algún
miembro de su familia o de su entorno, quien le brinde apoyo, amparo y sostén.
Melillo, A. (2007) platea la idea de "el otro significante" refiriéndose a esa persona
que logra que se desarrollen las fortalezas y potencialidades de un sujeto. Estas personas
tienen determinadas características que son esenciales para lograr ese desarrollo:
presencia, es necesario una presencia auténtica, que la persona realmente desee estar
allí, comprometida afectivamente y de una forma empática, teniendo la capacidad de
ponerse en el lugar del otro; ser suficientemente bueno, tomando un término de
Winnicott, quien hablaba del ambiente bueno, facilitador, agregando el término
"suficientemente" que alude a que nunca debe de ser tan bueno de tal manera que no le dé
lugar al sujeto para que realice su propio desarrollo.
Es necesario amar incondicionalmente para lograr un desarrollo resiliente de niños y
adolescentes.

(...) la aproximación afectiva, amorosa, es la que da la posibilidad de la empatía, del miramiento, y


del reconocimiento real del otro, del ser humano que tenemos delante. Estimular y gratificar
afectivamente, ayudar y también confrontarlo, con sus actitudes negativas, con las cosas que
puede estar haciendo mal. (Altamann de Litvan, M. 2007, p.67)

Por otro lado, Cyrulnik (1989) plantea la existencia de un "tutor de resiliencia


invisible". Es una persona que generan entusiasmo en el individuo, una nueva confianza en
sí mismo, una sensación de sentirse aceptado y valorado. En muchas ocasiones no se
percibe la influencia beneficiosa de este tutor.
Entre ellos no se establece este tipo de lazo abiertamente, pero por alguna razón
este tutor de resiliencia entra en contacto con el individuo, que es quien tiene la necesidad
de dicha relación. Se produce empatía, un vínculo de confianza, un estímulo que permite

17
que esa persona se desarrolle en otra dimensión. Por lo general este tutor aporta un tipo de
conocimiento específico, aunque puede también aportar solamente un interés revalorizador,
la sensación de que es capaz de crear algo nuevo que puede enriquecerlo como persona.
Este lazo puede ser ocasional, un encuentro particularmente estimulante, o puede darse
también una relación que se instale en el tiempo. De cualquier manera, este lazo ayuda a
que se desarrolle en el individuo un potencial que hasta ese momento no había sido
valorado, o que no había tenido oportunidad de desarrollarse, y permite así crear otra
identidad.

Martinez Torralba, I. y Vásquez Bronfman, A. (2006) exponen dos casos en donde


es posible observar la acción beneficiosa del tutor de resiliencia invisible. El primero caso
es el de Adela, una niña sorda de nacimiento perteneciente a un familia humilde en la cual
los roles de género eran bastante rígidos. Fue escolarizada en una escuela común de su
barrio, en donde le costó bastante hacerse aceptar y tener amigos. Su compañero de
banco en clase era un niño que jugaba al fútbol durante los recreos y Adela lo admiraba
mucho. Como la niña era muy rápida corriendo, fue respaldada por su compañero y
comenzó a jugar al fútbol en los recreos con otros niños en la escuela. Rompiendo las
reglas de género que se le habían impuesto, logró hacerse aceptar por su entusiasmo y
sus capacidades; de esta manera dejó de ser "la sordita" para convertirse en "la niña que
jugaba al fútbol". El rol de su compañero de banco efectivamente fue el de "tutor de
resiliencia invisible" aunque la escuela como institución ni siquiera lo percibió.
El segundo caso es el de Gloria, también una chica sorda de nacimiento,
perteneciente a un medio intelectual y cuyos padres se ocupan mucho de ella. Estos
decidieron contratar un estudiante para que le diera clases particulares. Al principio Gloria
se negaba a realizar el trabajo que el estudiante le proponía, por lo cual terminó
estableciendo un pacto con ella: como el chico estudiaba fotografía, se comprometió a
mostrarle sus fotos y a explicarle como las hacía, si es que ella se comprometía a hacer
sus tareas con él. Para Gloria este acuerdo le mostró el mundo de la fotografía y de la
compresión estética de las técnicas, por lo cual decidió estudiar también fotografía. De esta
manera, el estudiante fue de modo temporal un "tutor de resiliencia" para Gloria, durante
mucho tiempo invisible por los padres, quienes estaban muy centrados en su rendimiento
escolar.
Benard (1991) concibe a los niños resilientes como

Individuos socialmente competentes, poseedores de habilidades para la vida tales como el


pensamiento crítico, la capacidad de resolver problemas y de tomar la iniciativa (...) son firmes en
sus propósitos y tienen una visión positiva de su propio futuro: tienen intereses especiales, metas

18
y motivación para salir adelante en la escuela y en la vida. (Henderson, H., Milstein, M.M, 2005, p.
27).

Autores como Rutter (1992) y Osborn (1993) introducen el papel del temperamento
del niño y sus atributos personales en el proceso de resiliencia, interactuando junto con el
amiente familiar, social y cultural. Sin embargo, se adhieren a la idea de que no puede
pensarse la resiliencia como una característica con la que los niños nacen o que adquieren
en algún momento de su desarrollo, sino que se trata de un proceso interactivo entre ellos y
su medio.

Silva, G. (1999) considera que hablar de resiliencia en la infancia supone: que el


niño se encuentre inmerso en una o varias situaciones de riesgo (violencia familiar o social,
enfermedad mental de los padres, abandono, pobreza crónica), que pueda enfrentar este
riesgo sin ser dañado por sus influencias negativas, y lograr desarrollarse positivamente a
pesar de ello. Para lograr este cometido, deben estar presente en el niño ciertos factores
que funcionen como herramientas para poder superar la situación traumática que se vea
forzados a enfrentar.
La autora toma algunos de los pilares de resiliencia planteados por Suárez Ojeda:
autoestima, capacidad de relacionarse, creatividad, como indicadores de resiliencia en los
niños, y agrega la capacidad de disfrutar de las experiencias vividas, el niño es capaz
de jugar y divertirse, reír, estar contento. Puede disfrutar de emociones positiva y
proyectarse de manera optimista hacia el futuro. Curiosidad para conocer, expresada a
través del interés por conocer el mundo, por explorar, iniciativa por descubrir. Se puede
observar a través del rendimiento escolar adecuado, el niño puede progresar en el
aprendizaje y le agrada hacerlo, a pesar de que se le pueden presentar dificultades. Su
comportamiento muestra que es capaz de realizar las tareas que se esperan según su
edad y su medio sociocultural. Conoce las normas que se espera que cumpla y lo hace. Es
un niño que tiene una salud física aceptable.

Henderson N. y Milstein, M. (2005) denominan "factores protectores" en el niño, a


los pilares de resiliencia nombrados anteriormente y los definen como "características de la
persona o del ambiente que mitigan el impacto negativo de las situaciones y condiciones
estresantes" (p. 27). Estos autores agregan la existencia de factores ambientales, haciendo
referencia a lo externo, a las características del entorno del sujeto: su familia, escuela,
comunidad y grupos de pares que ayudan a fomentar resiliencia.
A los factores protectores internos ya propuestos por Silva y Suárez Ojeda, le
agrega la automotivación, la capacidad para el aprendizaje y conexión con él, flexibilidad,

19
visión positiva del futuro personal y control interno. Como factores protectores ambientales
los autores nombran el promover vínculos estrechos, valorar y alentar la educación,
emplear un estilo de interacción cálido y no crítico, satisfacer necesidades básicas de
vivienda, salud, atención y recreación, fomentar el desarrollo de valores prosociales y
estrategias de convivencia, apreciar los talentos específicos de cada niño.

Intervenirdesdeelmodeloderesiliencia:

Prevención y promoción

Infante, F. (1997) observa que las investigaciones sobre resiliencia han cambiado la
forma de percibir al ser humano: se pasó de un modelo de riesgo basado en las
necesidades y la enfermedad, a un modelo de prevención y promoción basado en las
potencialidades y los recursos que el ser humano posee en sí mismo y a su alrededor. Un
individuo ya no es visto como alguien que solo "crece" y se "enferma", sino que además es
capaz de buscar sus propios recursos y salir fortalecido de la adversidad.
Masten (2001) agrega que concretamente en el plano de las intervenciones
psicosociales, el modelo de resiliencia ha cambiado la naturaleza de los marcos
conceptuales, las metas, las estrategias y las evaluaciones. (Melillo, A., Suárez Ojeda, E.
N., 2004)
Según Wolin (1995) Este modelo transforma la actitud mental, la forma de ver y
pensar respecto a los niños, por parte de las personas que trabajan en la promoción del
bienestar social, porque centra su atención y su esfuerzo en identificar y fortalecer los
factores protectores, más que en los factores de riesgo (De Pedro Sotelo, F., Muñoz
Garrido, V., 2005)

De Pedro Sotelo, F. y Muñoz Garrido, V. (2005) establecen que la prevención


cosiste en desarrollar en los niños el descubrimiento de sus cualidades y potencialidades,
con el objetivo de impulsar su realización personal y activar en ellos su capacidad de
resiliencia.
Su función consiste tanto en evitar o minimizar la gravedad de posibles secuelas
producidas por situaciones adversas, como en impedir la repetición de las mismas en
situaciones similares.

20
Los autores creen que considerando la ecología humana como fuente de recursos y
posibilidades para un desarrollo sano, la promoción de resiliencia se vuelve una
responsabilidad compartida por todos los profesionales de las distintas disciplinas y niveles
de influencia relacionados con el niño.
Los objetivos de este tipo de intervención son: promoción de adaptación positiva al
medio y prevención de problemas específicos o síntomas.
Las estrategias buscan promover ventajas y aspectos positivos del sujeto, reducir el
riesgo o las fuentes de estrés y promover procesos de desarrollo humano además del
tratamiento de enfermedades. (Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N., 2004)

"Es importante un cambio de perspectiva (...) no dirigirnos al niño como una víctima
potencial, sino como persona que tiene recursos para desarrollar su propia resiliencia y que
además puede volverse un recurso para otros" (De Pedro Sotelo, F., Muñoz Garrido, V.,
2005)

Estrategias de promoción de resiliencia en la infancia

Según Higgins (1994) la mayoría de las características asociadas a la resiliencia


pueden ser aprendidas. (Henderson, N., Milstein, M., 2005). Rutter (1993) agrega que el
aprendizaje de estas características implica exitosas combinaciones entre el niño y su
medio, siendo la resiliencia un proceso que se construye vincularmente con otras personas
y con el contexto social del niño. (Llobet, V., 2005)
De esta manera, Llobet (2005) considera que las personas son actores y fuentes de
las adaptaciones resilientes, en tanto que las familias, escuelas, comunidades y servicios
sociales son el escenario de promoción de resiliencia, propiciando el despliegue y
proveyendo los factores protectores.

Silva (1999) establece que para poder trabajar en el fomento de los componentes
de resiliencia, es indispensable tomar en cuenta el contexto social y cultural de los niños
con los cuales se va a trabajar. La cultura del medio donde crece el niño marca sus valores,
sus creencias, sus gustos, la forma en que se divierte, lo que le causa miedo; el modo
específico de ver el mundo. Es fundamental considerar también la etapa del desarrollo en
la que se encuentra el niño; ya que la presencia de los componentes de resiliencia
dependerá de ello.

21
La autora nombra algunos de los componentes que están relacionados con el niño y
generan resiliencia: autoestima, autonomía, cooperación, curiosidad por conocer,
creatividad, sentido del humor, capacidad de expresar y manejar emociones. Algunos de
estos se condicen con los pilares de resiliencia nombrados por Suárez Ojeda (1997) y las
"resiliencias" que proponen Wolin, S. J. y Wolin, S. (1993). Brevemente expone una serie
de estrategias con el fin de guiar en el desarrollo de dichos componentes y así ayudar en la
promoción de resiliencia.
Existen dos fuentes para fomentar la autoestima en el niño: los vínculos
interpersonales y los logros junto con su reconocimiento. Las relaciones cálidas que
proporcionan interés y aceptación incondicional, generan en el niño el sentimiento de valía
y de ser querido. Algunos componentes de este vínculo son: interés positivo por educar,
compartir actividades juntos, acompañar, cuidar.
Todos los niños se ponen metas a lo largo de su desarrollo y cada logro demanda
reconocimiento. Que la alegría de la meta cumplida sea compartida por la familia genera
confianza en el niño y la seguridad necesaria para seguir adelante. Silva propone ofrecer
experiencias para promover su autoestima, permitiéndole probar, intenta, ensayar, lograr y
recibir reconocimiento por ello. Facilitarle al niño un camino de logros, por un lado
conociendo y aceptando su temperamento y características personales, y por otro,
sabiendo de qué es capaz y cuáles son sus limitaciones, conociendo sus aptitudes,
preferencias y habilidades. Este doble conocimiento es fundamental para marcar
expectativas y metas realistas con respecto al niño. Los niños bien ubicados tienen más
posibilidades de cosechar logros.
Para fomentar la autonomía, el adulto debe alentar al niño a intentar nuevas
experiencias acordes con su madurez neurobiológica y física. Si hay una sobreprotección,
se le impide que desarrolle esta capacidad y su autoestima se ve perjudicada. Si hay una
sobreexigencia, y se espera que el niño realice tareas para las cuales no está preparado, lo
frustran. Es importante brindarle la oportunidad de descubrir la autosuficiencia; cuando el
niño experimente un problema importante o frustración, es necesario dejar que explore y
encuentre sus propias soluciones. Para estimularlos, los adultos pueden delegarle
responsabilidades acordes a su edad y orientarlos en la resolución de los retos planteados.
Los niños comienzan a cooperar desde pequeños en varias actividades,
dependiendo de las posibilidades personales y del nivel de desarrollo que haya alcanzado.
Es importante que se le exprese el reconocimiento por su ayuda y es necesario alentarlo
constantemente para que coopere, inicialmente en tareas sencillas, permitiendo conocer
sus posibilidades y mostrarles que se confía en ellos.
La curiosidad por conocer es una característica propia de los niños que son más
resilientes, ya que implica iniciativa personal, una posición activa frente a lo desconocido y

22
afán por descubrir. La curiosidad puede ser estimulada ofreciéndole experiencias al niño
que lo lleven a explorar, como juegos de escondite y búsqueda, juegos de observación,
planteándole preguntas motivadoras, invitando al niño a vivenciar nuevas experiencias,
organizar paseos a lugares desconocidos por el niño.
La creatividad ocurre de manera espontánea y en ella influye el estado de ánimo
del niño, su disposición y sus experiencias. Para estimularla, se necesita de un medio rico y
estimulante para la imaginación, un clima de libertad, abierto y de confianza que le permita
al niño vivir numerosas experiencias.
En sentido del humor, permite relajar situaciones tensas. La forma de fomentarlo
es a través del ejemplo, mostrando como de experiencias desagradables se puede obtener
una respuesta saludable que termine siendo constructiva. Así, el niño se va apropiando de
esta forma de reaccionar, pudiendo aplicarlo en otras situaciones similares.
De esta misma manera, la autora propone estimular el pensamiento positivo; a
través del ejemplo de los adultos quienes pueden transmitirle esa actitud y practicarla
constantemente. Los niños son muy sensibles a lo que oyen y a lo que ven, si perciben una
actitud optimista asumirán esa actitud como modelo.
Para fomentar la capacidad de expresar y manejar las emociones, es necesario
facilitarle al niño un ambiente amigable, en donde se exprese amor, aprobación, aceptación
y respeto. Si se le proporcionan este apoyo emocional, su capacidad para demostrar
sentimientos positivos crece, convirtiéndose en personas sociables que aprueban, aceptan
y respetan a los demás. Los niños que no reciben el soporte emocional necesario, pueden
desarrollar sentimientos de envidia, hostilidad y resentimiento.
Para lograr todo esto, es fundamental comenzar por la aceptación del niño como
persona, con sus aspectos positivos y negativos, expresándole que se lo quiere y respeta.
Preocuparse de manera genuina, responsabilizándose por sus necesidades, protegiéndolo
y cuidándolo. Esto puede demostrarse ayudándolo en sus tareas, jugando con él o
compartiendo una charla. Silva considera importante concentrarse en los aspectos valiosos
del niño, en lo que ha logrado y en sus virtudes, ayudándolo a sentirse aceptado como
persona. (Silva, 1999).

Como bien nombra la autora anteriormente, para fomentar el desarrollo de


resiliencia es fundamental considerar la etapa evolutiva en la que se encuentra el niño. Por
tal motivo, Silva (1999) planteó estrategias concretas para cada una de estas etapas.
Durante la infancia (0-24 meses) el apoyo a la persistencia del niños es
fundamental. El bebé interactúa con el mundo a través de los sentidos y los movimientos
de su cuerpo: gatear, pararse, lograr sentarse, caminar. Siempre que sea necesario, es
importante animarlo a intentar cumplir con su objetivo, mostrarle alegría cuando logra

23
avanzar y aliento cuando fracasa. Ayudar al bebé a tomar una postura activa frente a los
obstáculos genera resiliencia. Para desarrollar la creatividad, es importante brindar al niño
la posibilidad de descubrir la flexibilidad en el uso de los objetos y los juguetes. Por
ejemplo, proporcionarle objetos que puedan ser usados de varias formas le permite
comprender que existen distintas maneras de aplicar los recursos con los que cuenta. En el
desarrollo de la resiliencia, es importante que el niño aprenda a discriminar personas y
situaciones para seleccionar las respuestas más adecuadas para cada momento. El juego
de las escondidas es adecuado; le permite al bebé elaborar en el desarrollo emocional
procesos psicológicos muy importantes como la vivencia de que aquello que se separa de
él y desaparece de su vista, sigue existiendo y puede recuperarlo. Esto le da fortaleza
emocional y lo prepara para ser independiente y seguro.
Para la etapa de la niñez (2 años en adelante) la autora propone una serie de
actividades a realizar con el niño que auspician de promotoras de resiliencia. La primera de
ellas es otorgarle al niño el cuidado de un ser vivo, darle una planta o una mascota para
cuidar, estimulando el compromiso, responsabilidad, autoeficiencia, intercambio positivo de
afecto y el sentimiento de que es alguien que aporta a la vida. Otra estrategia que propone
es la creación artística, que permite al niño la posibilidad de crear y ser valorado por ello.
Es fundamental que esto se desarrolle en un clima de aceptación y libertad. La narración
de cuentos también es una estrategia, de ellos se puede extraer modelos de respuestas
resilientes a través de sus personajes. Los cuentos por lo general narran historias de
personajes que tiene problemas y dificultades, pero logran resolverlos convirtiéndose en
héroes. Estos héroes tienen características personales resilientes: son activos, persisten
hasta lograr sus metas, utilizan de manera inteligente los recursos que tiene a su alcance;
leer historias de personajes que poseen estas características puede ayudar al niño a
desarrollarlas en él a través del ejemplo.
El teatro y la utilización de títeres son medios fundamentales que permiten la
expresión de las emociones. En el caso de los títeres, al ser un "otro" el que cobra vida, el
niño le atribuye una serie de vivencias personales al personaje, que por sí mismo no se
atrevería a aceptar. Este juego tiene la ventaja de esconder a quien lo maneja, facilitando
de esta manera la expresión. En cuanto al teatro, asumir diversos personajes y vivir a
través de ellos diferentes experiencias, posibilita el desarrollo de la empatía, la autoestima,
la seguridad personal y las habilidades expresivas. El poner en juego el propio cuerpo
como instrumento posibilita vivenciar distintos roles y emociones, logrando en el niño el
desarrollo de confianza en sí mismos y habilidades para relacionarse.
Finalmente, es importante utilizar juguetes o juegos que lo ayuden de manera lúdica
a resolver problemas o superar dificultades, auspiciando como entrenamiento inofensivo
que prepare al pequeño para enfrentar posteriormente obstáculos o situaciones análogas.

24
Como bien menciona Llobet (2005) la escuela es uno de los escenarios propicios
para la promoción de resiliencia. Henderson, N. y Milstein, M. (2005) consideran que es un
ambiente clave para que los individuos desarrollen la capacidad de sobreponerse a la
adversidad, logren adaptarse a las presiones y problemas que enfrentan y adquieran los
componentes sociales, académicos y vocacionales necesarios para salir adelante en la
vida. De Pedro Sotelo, F. y Muñoz Garrido, V. (2005) agregan que la escuela posibilita al
niño encontrar un espacio de libertad y creatividad favoreciendo la construcción de su
resiliencia frente a situaciones adversas.

A través del estudio de varias investigaciones, surgieron seis puntos relevantes que
muestran como las escuelas pueden aportar factores protectores ambientales y las
condiciones para fomentar los factores protectores personales nombrados anteriormente.
Estos conforman una estrategia de seis pasas con el fin de promover la resiliencia en las
escuelas. Los primeros tres pasos están destinados a mitigar el efecto del riesgo en la vida
del niño: enriquecer los vínculos, fijar límites claros y firmes y enseñar habilidades para la
vida. Los tres pasos siguientes tienen como objetivo construir resiliencia: brindar afecto y
apoyo, establecer y transmitir expectativas elevadas y brindar oportunidades de
participación significativa. (Henderson, N., Milstein, M., 2005)

Para mitigar el efecto del riesgo, enriquecer los vínculos es fundamental, implica
fortalecer las relaciones entre los individuos y cualquier persona o actividad social. Esto se
basa en pruebas que indican que los niños con fuertes vínculos positivos presentan menos
conductas de riesgo que aquellos que carecen de ellos. Existen varias formas de
incrementar el vínculo en las escuelas; uno de ellos es proponiendo a los niños varias
actividades antes, durante y después del horario escolar. Henderson y Milstein (2005)
consideran fundamental que se les ofrezca arte, música, teatro, todo tipo de deportes,
tareas de servicios comunitarios y clubes de diversas clases.
En un nivel más profundo, los autores consideran que las organizaciones tienen
culturas y un sistema de creencias firmemente arraigado basado en la historia, la tradición
y los valores. Moldear el clima y la cultura de la escuela es un medio importante para
promover la resiliencia. Para ello el personal, los alumnos y sus familias deben promover
valores compartidos, destacar aspectos de la historia de la escuela que concuerden con
esto e instaurar rituales y ceremonias para celebrar las conductas deseadas.
Otra forma de mitigar el efecto del riesgo es fijando límites claros y firmes, lo que
consiste en elaborar e implementar políticas y procedimientos escolares que sean
coherentes y expliciten las expectativas de conductas. Es importante que los alumnos
tenga participación en la determinación de estos límites, que constituyen normas de

25
conductas y procedimientos para cumplirlas, incluyendo las consecuencias por no hacerlo.
Los límites deben basarse en una actitud afectuosa en vez de punitiva, deben ser claros y
consensuados respecto a la conducta académica y social para que los alumnos tengan la
seguridad de saber qué es lo que se espera de ellos.
Los autores consideran también que enseñar habilidades para la vida constituye
una buena estrategia para mitigar los efectos del riesgo. Estas habilidades incluyen la
cooperación, resolución de conflictos, estrategias de resistencia y asertividad, destrezas
comunicacionales, habilidades para resolver problemas y tomar decisiones y un buen
manejo del estrés. Uno de los modos de enseñar habilidades para la vida en las escuelas
es a través del método de enseñanza basado en el aprendizaje cooperativo, que incorpore
de manera natural las habilidades para llevarse bien con los demás, trabajar en equito,
expresar las propias opiniones, fijar metas y tomar decisiones. Los alumnos identifican las
habilidades que les pueden ser útiles para resolver problemas en el futuro y luego las
aprenden. Los grupos de pares son los mejores mensajeros de las estrategias de
prevención e intervención.

Las escuelas constructoras de resiliencia promueven la conexión entre el


aprendizaje institucional e individual, el cambio y la eficacia. Supervisan sus ambientes y
responden con creatividad y de manera positiva a los desafíos que se le presentan. En este
proceso, ofrecen a los miembros de la comunidad escolar el desarrollo de las habilidades
mencionadas anteriormente. (De Pedro Sotelo, F. y Muñoz Garrido, V., 2005)

Una vez aplicados los pasos para mitigar el efecto de riesgo, siguen los pasos
destinados a la construcción de resiliencia. El primero de ellos es brindar afecto y apoyo,
que implica la proporción de respaldo y aliento incondicional. Warner y Smith (1992)
plantean que es casi imposible superar la adversidad sin afecto, el cual no tiene que venir
únicamente de la familia biológica del sujeto, sino que también lo brindan los docentes,
vecinos, los pares y hasta las mascotas (Henderson, N., Milstein, M., 2005). En el ámbito
escolar, este afecto y apoyo que se brindan deben expresarse a través de conductas
concretas como tomar en cuenta a todos los alumnos, saber sus nombres, estimular a los
reticentes, investigar e intervenir cuando alguno de ellos enfrenta circunstancias difíciles.
El segundo paso para la construcción de resiliencia en la escuela es establecer y
transmitir expectativas elevadas. Además de elevadas, estas expectativas deben ser
realistas para actuar como motivadores eficaces. La forma en que la escuela puede
intervenir para lograr este cometido es fomentando la convicción generalizada de que el
éxito es posible e instando a todos a participar del proceso para alcanzarlo. En este
proceso, los alumnos mejoraran la imagen que tienen de sí mismos y estarán más

26
dispuestos a asumir los riesgos que sean necesarios para tener éxito. Las estrategias
concretas que se podrían aplicar son: alentar a los niños a que elaboren planes de
crecimiento indicando claramente los resultados esperados; supervisar periódicamente y
proporcionar retroalimentación positiva y correctiva; brindar momentos de aprendizaje
cooperativo que lleven a prestar y recibir ayuda; celebrar los logros; crear asociaciones de
apoyo mutuo con la comunidad.
Finalmente, los autores proponen brindar oportunidades de participación
significativa. Esta estrategia significa otorgar a los alumnos, su familia y el personal
escolar una gran cuota de responsabilidad por lo que ocurre en la escuela, brindándoles la
oportunidad de resolver problemas, tomar decisiones, planificar, fijarse metas y ayudar a
otros. Henderson y Milstein (2005) consideran que la base de este paso es contemplar a
los alumnos como recursos y no como objetos o problemas pasivos. Proponen encontrar
oportunidades de brindar mayor participación a los alumnos, por ejemplo a través de
programas entre pares, servicios comunitarios, actividades antes, durante y después del
horario escolar y aplicando estrategias de enseñanza participativa.

Hawkins (1992) afirma que la aplicación de estos seis pasos en combinación, ha


dado como resultado en los alumnos una concepción más positiva de sí mismos, un mayor
apego a la escuela, un mayor compromiso con las reglas, descensos significativos en
conductas delictivas, consumo de drogas y suspensiones. De esta manera, se ha
constatado que estos pasos son factores cruciales para fortalecer la resiliencia (Henderson,
N., Milstein, M., 2005).
Estos pasos, según De Pedro Sotelo, F. y Muñoz Garrido, V. (2005) tienen
implicaciones fundamentales para la educación y las políticas de infancia. Confirman la
importancia y la pertinencia de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del
Niño, en la que se encuentran los elementos base de la resiliencia: el respeto al niño, su
persona e integridad; la protección del niño contra diversos riesgos y peligros; la prevención
de amenazas contra la salud y la integridad; la participación del niño, respeto a su palabra y
la valoración de su opinión.

Alchourrón de Paladini, M. y Daverio, P. A. (2004) presentan un ejemplo de


promoción de resiliencia en la escuela, a través del proyecto para la Escuela Pública
Experimental Desconcentrada Nº 1. "Maestra Rosenda Quiroga". Esta escuela está
ubicada en la ciudad de La Punta, a 30 km de la ciudad de San Luis, Argentina.
En el proyecto se trabajó con alumnos de 7º y 8º grado. Su mayor propósitos
consistía en que cada integrante de la escuela sintiera que había un lugar para él y que
más allá de su historia escolar previa, allí se lo respetaba por el hecho de ser quien es. La

27
conducta es interpretada como una manifestación de la persona; en base a esto se
elaboró en forma conjunta con docentes y alumnos lo que sería el código de convivencia.

El proyecto de trabajo se dividió en tres momentos. El primero estaba vinculado con


el aprendizaje teórico del concepto resiliencia, su historia, características y pilares. El
objetivo era que el alumno se apropie del concepto y lo pueda relacionarlo con situaciones
de la vida real. Una forma de facilitar el aprendizaje fue a través de los ejemplos, sirviendo
como modelos a imitar. Como resultado, se observó que los alumnos fueron capaces de
incorporar el concepto, demostrando interés y preocupación por los temas planteados.

El segundo momento, se relacionó con la adquisición de herramientas personales


para el desarrollo de relaciones interpersonales positivas y la autorrealización. Como eje de
esta etapa, se tomaron aportes de Edith Grotberg (1998) y lo que ella denominó "factores
de resiliencia". La propuesta consistía en que cada alumno pudiera ir "rellenando" con sus
aprendizajes cada uno de los pilares. Se comenzó por realizar un diagnóstico de cada pilar,
en lo cual cobraron un rol fundamental los ejercicios de introspección. Se pudo observar
que los alumnos tenían escasos recursos para resolver conflictos relacionados con la
comunicación (entre pares y/o con la familia), cierta dificultad para hacer amigos, y en
elevado porcentaje, falta de control sobre la propia ira.
Como primer paso se trabajó el "yo soy", tomando en cuenta el concepto de
adolescencia, sus características y los cambios físicos, psicológicos, emocionales y
sociales que ocurren. El objetivo era que comprendieran las características normales de la
etapa que estaban atravesando, muchos de ellos recién entrando en ella. Se puedo
trabajar este tema de manera transversal con los contenidos de ciencias naturales, lengua,
ética y formación ciudadana.
El "yo estoy" se dividió en dos: el "estoy" físico, es decir, el espacio y medio
ambiente en el cual se mueven y el "estoy" relacionado con los estados de ánimo. Para el
primero se trabajó la necesidad de generar un sentido de pertenencia, trabajando el
concepto de identidad como noción principal. Para los estados de ánimo se utilizó
nuevamente la técnica de introspección, permitiendo que los alumnos identifiquen los
distintos estados de ánimo y los relacionaran con situaciones, pensamientos y creencias.
El "yo puedo" y "yo tengo" se relacionaron con las estrategias y herramientas para
el desenvolvimiento personal e interpersonal de los alumnos. Para trabajar esto, se
implementaron una serie de talleres, con el propósito de fortalecer y promover estrategias y
habilidades que posibilitaran enfrentar los "no puedo" y los "no tengo". Las temáticas
abordadas fueron: autofortalecimiento de la autoestima, comunicación asertiva, resolución
de conflictos y manejo de la ira.

28
El conocimiento de los distintos estilos de comunicación (pasivo, agresivo, asertivo)
junto con el conocimiento de los derechos (ser tratado con respeto, cambiar de opinión,
decir no sin sentir culpa) posibilitó que los estudiantes comenzaran a traer ejemplos de la
vida cotidiana, muchos de ellos relacionados con conflictos familiares y con la pertenencia
o no al grupo de pares. Al trabajar estos conceptos, aparecieron los "yo puedo" y "yo
tengo": "Ahora puedo hacer amigos"; "Puedo habar con mis padres porque tengo las
herramientas para hacerlos"; "tengo mis derechos personales y los puedo hacer respetar"
(Alchourrón de Paladini, M. y Daverio, P. A., 2004, p. 280). Los logros obtenidos en este
segundo momento fueron: mayor autoestima en los adolescentes y cambio de algunos
pensamientos y creencias utilizando la noción de resiliencia como modelo.

En el tercer momento, se prepararon proyectos grupales relacionados con la


promoción de salud. La propuesta de trabajo consistía en la realización de proyectos para
crear talleres con otros alumnos, a partir de conceptos tales como salud, promoción,
bienestar, prevención, entre otros. Esto se pudo realizar de forma parcial, debido a que los
tiempos escolares no pudieron ser optimizados para que los alumnos pudieran llevar a
cabo dichos talleres.

Estrategias de promoción de resiliencia en la adversidad

Hasta aquí se han mencionado estrategias de promoción de resiliencia, que apuntan


a brindar herramientas para que el niño sea capaz de enfrentar situaciones adversas en el
futuro. Pero, ¿cómo actuar cuando la situación adversa ya ha ocurrido? Leo Wolmer (2012)
comenta estrategias de intervención pos-desastre dentro del ámbito escolar, basadas en la
intervención de los maestros.

El autor observa que ante un catástrofe masiva, los niños no concurren al psicólogo
o psiquiatra en busca de ayuda, sino que van al médico, con el propósito de ponerle fin al
malestar físico que los aqueja (dolores de cabeza, de estómago, sentimiento de debilidad,
entre otros). En estas situaciones es necesario que los profesionales vayan hacia el niño.
La escuela es un lugar óptimo para la intervención: el niño concurre a diario lo cual
permite realizar un seguimiento constate, actuar rápidamente ante cualquier necesidad.
Asimismo, es un el escenario donde emergen muchos síntomas (dificultades de
concentración, de aprendizaje, problemas de conducta). (Dedeoglu, C., Laor, N., Siev, J.,
Wolmer, L., Yazgan, Y., 2005).

29
Existen pocos profesionales capacitados para llevar a cabo la tarea en comparación
con la cantidad de niños que sufren estrés pos traumático. Por tal motivo, se necesita la
ayuda de un mediador clínico, que según Wolmer (2012) sería el maestro. Estos son vistos
como modelos tanto por los niños como por sus padres: están siempre presentes, pueden
brindar apoyo, pueden identificar a los alumnos que necesitan un tipo de intervención más
concreta.
Aparecen muchas veces, según comenta el autor, resistencias por parte de los
maestros a generar una alianza de trabajo con el equipo. Esto se debe a que también ellos
están traumatizados; viven en el mismo lugar que los niños, las mismas situaciones y ven
las mismas imágenes día a día. Se hace necesario entonces proporcionar apoyo
psicológico también a los docentes. (Dedeoglu, C., Laor, N., Siev, J., Wolmer, L., Yazgan,
Y., 2005)
Todo esto llevó a comprender que se debía desarrollar un método para superar las
resistencias de los maestros. Estas son tres: la primera "¿Por qué hay que intervenir?" se
les explica a los docentes los conocimientos que se tienen sobre las dificultades que puede
enfrentar un niño luego de vivenciar un desastre: estrés, depresión, angustia, fobia. En este
momento, los maestros comprenden que hay que intervenir. Pero se preguntan "¿Por qué
en la escuela?"; aquí aparece la segunda resistencia. Se les comenta lo importante del
marco escolar para que los niños puedan recibir ayuda sin que se les ponga una etiqueta
psiquiátrica, y la importancia de su intervención como mediadores clínicos. Emerge la
tercera resistencia "¿Por qué yo?". Los maestros consideran que no pueden asumir ese rol
puesto que no están capacitados, por tanto se hace necesario explicarles y ayudarlos.

El primer paso es trabajar con sus propias memorias y vivencias traumáticas, para
que puedan elaborarlas. Luego se los ayuda a realizar el pasaje de maestros a
educadores. Para esto se les plantea la consigna de revisar su vida y recordar una o dos
personas que tuvieron un incidencia significativa, que generaron una transformación
positiva y los hicieron ser quienes son hoy; influyeron en su forma de ver el mundo y sus
elecciones. No solo pensar en el nombre de la persona, sino describirla; porque fue tan
importante para ellos, como se comportaban y como reaccionaban frente a distintas
situaciones.
Las frases más comunes según Wolmer (2012) son: "siempre estuvo a mi lado
cuando lo necesite", "se interesaba por mí en forma personal", "me desafiaba con
preguntas sin dar respuesta", "era exigente pero confiaba en mi capacidad de afrontar
problemas". Para el autor, estas frases constituyen la definición exacta de liderazgo de
transformación. Este posee cuatro componentes: influencia idealizada, consideración
individualizada, estimulación intelectual y liderazgo inspiracional.

30
La influencia idealizada refiere a tener sentido de visión y misión; ganarse la
confianza, respeto y seguridad; obtener el esfuerzo extra requerido de los seguidores para
lograr niveles óptimos de desarrollo y desempeño. Con consideración individualizada, se
concentran en delimitar las capacidades y necesidades de los seguidores, atendiendo a
ellas individualmente. Delegan, entrenan, aconsejan y proveen retroalimentación para el
desarrollo personal. Elevan el nivel de seguridad para adquirir mayor sentido de
responsabilidad. Mediante estimulación intelectual se promueve activamente una nueva
mirada a viejos problemas. Se fomenta la creatividad y pone énfasis en un re-pensamiento
y exanimación de suposiciones que subyacen a los problemas. Desarrollan seguidores que
enfrentan los problemas mediante perspectivas únicas e innovadoras. En el liderazgo
inspiracional, los lideres dan ánimo, aumentan el entusiasmo y optimismo, y comunican sus
visiones de futuro realizables, con fluidez y seguridad. Proveen visión, la cual estimula la
energía para lograr altos niveles de desempeño y desarrollo.
Así, estos líderes en los cuales se pretende transformar a los maestros, son
capaces de transmitir una visión de esperanza. En el momento que advierten que las
personas que influyeron en su vida actuaron de esta manera, comprenden que ellos deben
comportarse igual para ayudar a sus alumnos. De esta manera su rol de educadores se
vuelve más claro y se produce la apertura necesaria para participar del proyecto propuesto
por Wolmer.

Para trabajar con los niños se utiliza un modelo proyectivo. Se leen una serie de
cartas, escritas por un niño imaginario llamado Adam que tiene su misma edad. Este niño
les va contando sus experiencias, poniendo en palabras lo que los alumnos están viviendo.
Les ofrece una serie de herramientas a través de lo que él hace en su clase imaginaria y
los ayuda a verbalizar, integrar y procesar esas experiencias. Esto permite también una
discusión a nivel grupal junto con la maestra. Hay un diario en donde cada uno va
integrando sus experiencias personales, contando lo que vivió y aprendió con sus propias
palabras, dibujos y forma de expresión.

Frente al terremoto ocurrido en Turquía en 1999, Wolmer y su equipo decidieron


realizar una intervención post-desastre, llevando a las escuelas su "Programa de
Reactivación Escolar". Este constó de ocho encuentros de dos horas de duración cada
uno, que se llevaron a cabo dos veces por semana. En estas sesiones se trabajó con la
carta de Adam, la cual fue utilizada para la presentación de cada tema de sesión y se
realizaron actividades grupales entorno al mismo. Se proporcionó educación psicológica y
se trabajó en: afrontamiento de pensamientos intrusivos, duelo por la ciudad en ruinas,
control de sensaciones corporales, aprendizaje sobre los terremotos, sueños

31
postraumáticos, preparación para terremotos futuros, reacciones familiares, pérdida y
emociones relacionadas con la muerte, extracción lecciones para la vida y planificación del
futuro.
Se realizó durante tres años un seguimiento de los niños que participaron de este
programa, con el objetivo de observar lo que acontecía luego del trabajo realizado por los
maestros para fortalecerlos y desarrollar su resiliencia. Se comparó a este grupo de niños
con otro grupo que no había participado del programa, pero que había compartido el mismo
lugar (grupo de control). A nivel de síntomas, no notaron mucha diferencia entre los niños
participantes y los del grupo de control. Sin embargo, en lo que refiere a su funcionamiento
y adaptación (comportamiento en su casa y en la escuela, relacionamiento con otros, etc.)
los niños participantes demostraron un nivel muy superior frente a aquellos que no
participaron.

Luego de esta intervención, Wolmer junto con su equipo pretendió adaptar e


implementar el programa en escuelas de Israel, denominándolo "Programa de resiliencia".
El objetivo era pasar de un modelo de "trauma" a un modelo de "resiliencia" y ayudar a
desarrollarla en el ámbito escolar.
Para comprender como se podría enseñar resiliencia en un establecimiento escolar,
en donde lo que prima es la enseñanza curricular, se definieron algunos elementos y fueron
transformados en herramientas concretas. Se puntualizo lo que una maestra puede
enseñar en una clase no solo en las sesiones de trabajo, sino en el día a día durante todo
el año, ya que en estos establecimientos se dan situaciones de estrés a diario.

Se decidió trabajar con el afecto: procesar el estrés, miedo, ira, tristeza, culpa y
vergüenza; crecimiento y desarrollo después de desastres y traumas; aspectos
interpersonales. Con la conducta: control sobre las imágenes; flexibilidad de la atención;
equilibrio fisiológico; respiración lenta; relajación muscular; imaginación guiada. Y con la
cognición: psico educación; evitación; errores de pensamiento; pensamientos positivos.
Integrar esto a las características de la resiliencia para poder desarrollarlas: visión
positiva del mundo, capacidad de enfocar, pensamiento flexible, flexibilidad social, ser
organizado, ser proactivo.
Una visión positiva del mundo, requiere mostrar seguridad en uno mismo
basándose en la visión de la vida como compleja, pero llena de oportunidades. Según
Wolmer (2012) es fundamental desarrollar un self positivo, sentirse una persona valiosa,
capaz, que puede influir en el medio ambiente y en los sucesos de la vida.
Para promoverla, el autor propone distintas actividades que los maestros pueden
realizar con los niños. Una de ellas consiste en poner dentro de un globo las sensaciones

32
feas que se tienen en el momento: envidia, tristeza, agresión. Una vez que todos tengan
sus globos listos, la maestra exclama "¡ahora!" y los globos se sueltan. El "enano amigo" es
otra de las propuestas. Cada niño tiene uno, al cual le debe dar forma, color y nombre. Este
enano cumple una función muy importante: es un amigo; lo acompaña a la hora de
enfrentarse a una situación compleja y siempre tiene las respuestas correctas. De esta
manera, a través de este personaje en forma proyectiva, el niño va buscando respuestas y
se dice a sí mismo lo que de otra manera no se animaría. Otra actividad que se puede
realizar es crear una cajita en donde los niños van "guardando" las cosas buenas que le
acontecen, sus experiencias positivas.
Capacidad de enfocar es otra de las características. Tener un sentido, un propósito
y un enfoque en la vida es una ventaja, porque cuando las metas y prioridades son claras
es más fácil volver a la rutina luego de una interrupción importante.
Los niños piensan que no es posible dejar de pensar en los problemas, para ello se
les sugiere que tomen ese pensamiento del cual les cuesta tanto desprenderse y les
parece imposible alejar y lo coloquen en el centro de una imagen sin perderlo de vista. El
ejercicio se llama "Zoom" y consiste en que el maestro comience a pasar una serie de
imágenes que en forma progresiva van agrandando el entorno y alejando el centro en
donde los niños habían ubicado el problema. A medida que estas imágenes van pasando,
el niño deja de estar focalizado en el problema porque ya no lo ve. Así se le demuestra de
forma lúdica que puede dejar de estar pendiente del problema y emplear ese tiempo en
divertirse y jugar.
El pensamiento flexible es fundamental en el programa propuesto por Wolmer.
Permite encontrar formas creativas y efectivas para cumplir los objetivos, así como hacerle
frente a situaciones de ambigüedad, lo cual es esencial para la capacidad de recuperación.
Una de las técnicas que el autor implementa para trabajar la flexibilidad es
enseñarle a los niños a identificar errores cognitivos y corregirlos. Por ejemplo cuando
dicen "es imposible que pase el examen"; en este momento se le sugiere que se hagan dos
preguntas: ¿es cierto? ¿Hay una mejor manera de expresar el pensamiento?. Se insta a
poner un signo de interrogación al final de la oración, para preguntarse el hecho en vez de
afirmarlo y posteriormente buscar una mejor manera de describir lo que se siente al
respecto, agregándole una instrucción a la acción: "¿es imposible que pase el examen ?",
"No, no es imposible. A veces siento como que... pero si estudio en forma responsable es
muy probable que lo pase".
Se busca transformar un hecho "estoy seguro" en un sentimiento "siento que" y
cambiar las certezas por posibilidades "puede ser", lo cual significa que otras posibilidades
también son válidas. De esta manera, los maestros pueden ayudar a sus alumnos a
identificar palabras totales como "siempre", "nunca" y "debería" y a cambiarlas por otras

33
más realistas, permitiéndole al niño tener un pensamiento más flexible y apto para
enfrentarse a situaciones de estrés.
Es importante explicarle a los niños cual es la relación entre el pensamiento, el
afecto y la conducta. Un pensamiento negativo como "es imposible que pase el examen"
automáticamente genera afectos: impotencia, tristeza, autoestima baja. Este afecto influye
en la conducta: se estudiar menos concentrado, se pone menos interés y esfuerzo y de
esta manera es más probable no salve el examen. Si este pensamiento se cambia y
comienza la cadena con "es probable que si estudio de manera responsable tenga éxito en
el examen", el niño estará más optimista, se esforzará más y posiblemente pase el
examen.
La utilización del humor también es fundamental; la posibilidad de transformar una
situación de estrés en una situación humorística. Se pone énfasis en la creación del humor,
que posibilita ver una situación desde un ángulo totalmente diferente. Para Wolmer (2012)
el humor es el mecanismo de defensa más importante y eficaz que hay y es muy
contagioso.
Otra característica es la flexibilidad social. Las personas resilientes son capaces
de generar empatía, tienen fuertes lazos sociales en quienes pueden confiar, pueden
formar y mantener relaciones íntimas y reconocen la forma en cómo las habilidades de
otras personas pueden complementarse con las suyas. En el caso de los niños, otro
indicador de flexibilidad socia es la capacidad de adoptar figuras parentales cuando sus
padres no están presentes y en tal caso los maestros se convertirían en dichas figuras. Por
este motivo su intervención se vuelve tan importante.
La capacidad de organización, otra característica, le permite a la persona
encontrar el orden en el caos y avanzar más allá del pensamiento, ir a la acción. Para esto,
el control es fundamental. Es la capacidad de estar alerta pero también de liberar y dejar ir
cuando sea necesario. Ese es el verdadero control: poder cambiar el foco de atención y
controlar las imágenes. Un ejercicio que puede realizar la maestra con aquellos niños que
tienen imágenes recurrentes debidas a la vivencia de una situación de estrés, es pedirles
que imaginen una televisión y pongan allí la imagen. De esta manera, el niños tiene control
sobre ella, puede cambiar de canal, ponerla en blanco y negro, achicarla, hacerla
desaparecer o apagarla. También se puede trabajar con la voz interior, que es "amiga y
enemiga". Lo que Wolmer (2012) plantea enseñarle a los niños a hablarse a sí mismo como
si le estuvieran hablando a su mejor amigo, no enemigo. Esto a través del cuidado de las
palabras que se emplean, usando connotaciones positivas.
Otra forma de tener control es a través de la fisonomía del cuerpo, siendo este el
primero que reacciona ante una situación de estrés. Las maestras pueden enseñar
ejercicios de respiración diafragmática y abdominal y relajación muscular. Con los niños

34
más pequeños se trabaja con burbujas de jabón; cuando se intenta formarlas se respira de
forma muy delicada y así se comienza a aprender y trabajar las técnicas.
Otro ejercicio es aprender a controlar las interpretaciones: "crisis o desafío", "crítica
u oportunidad de aprendizaje", "culpa o responsabilidad". Si se es "culpable" de la
situación, no se puede hacer nada al respecto, solo autoagresión, en cambio si se es
"responsable", se puede asumir, arreglar y cambiar la situación. Hay más de una
posibilidad a la hora de interpretar y eso tiene efectos totalmente distintos a nivel
psicológico. Depende de la reacción, del como se llama a los hechos.
La última característica es ser proactivo: actuar de manera decisiva frente a la
incertidumbre, en lugar de reaccionar posteriormente ante las circunstancias.

Como resultado de este programa, se observó una mejora en los niños, en los
docentes y en la relación entre ellos. Se produjo un cambio en la identidad del maestro, la
visión que tenían de sí mismos, su capacidad de manejar las relaciones, su empatía,
tolerancia y cooperación en el ambiente. Aumentó su seguridad a la hora de enfrentar
situaciones de angustia, mejorando su capacidad de contención hacia los alumnos y los
padres. Aceptaron el rol de ser fuentes de inspiración en la escuela ante situaciones de
estrés, motivar a los alumnos más difíciles y gestionar el aula en momentos complicados.

Luego de la segunda guerra del Líbano, que tuvo lugar en el año 2006, nuevamente
se realizaron intervenciones en las escuelas utilizando el programa propuesto por Wolmer.
Se comparó el grupo de niños participantes con el grupo de control, obteniendo como
resultado un 50% menos de nivel pos trauma en el grupo de participantes que en el de
control. La idea que surgió en efecto, fue implementar dicho programa de forma preventiva
y no únicamente luego de una catástrofe. El objetivo se convirtió en promover herramientas
de resiliencia en las escuelas para enfrentar situaciones de estrés diario y así poder
generalizar luego a situaciones más complejas
Así fue que Hamiel, D., Laor, N., y Wolmer, L. realizaron el primer estudio avocado a
investigar los efectos de una intervención universal de los maestros, como estrategia de
prevención antes de la exposición. El mismo se llevó a cabo con estudiantes israelíes,
antes de los ataques que tuvieron lugar durante la Operación Cast Lead (2008-2009).
Los resultados evidenciaron una diferencia significativa en cuanto a síntomas
postraumáticos, estrés y humor entre los niños participantes y los del grupo de control. Se
demostró que a través de esta intervención es posible lograr el objetivo antes propuesto.

Se diseñó un protocolo de intervención universal y preventivo. El mismo consta de


consta de catorce módulos, cada uno de ellos tiene una duración de 45 minutos y se dictan

35
con frecuencia semanal. Los consejeros escolares reciben una capacitación de veinte
horas y supervisación dos veces por semana. Todos los maestros son capacitados con
cuatro horas de entrenamiento básico y encuentros semanales de supervisación. Se lo
denominó "Programa de Habilidades para la Vida"; con él se pretende romper con las
clases estructuradas agregando debates con los estudiantes sobre sus experiencias de
desarrollo, identidad, sexualidad, situaciones de riesgo y situaciones de vida en general. El
proceso de implementación del programa comienza con reuniones con el director de la
escuela y los maestros para construir una alianza de trabajo y asegurar los recursos
necesarios. Los niños son animados a compartir y ejercitar las habilidades de afrontamiento
aprendidas en la escuela, con sus familias.

En la primera sesión se trabaja a través de la psicoeducación y se propone un


contrato de respeto y confidencialidad. Se denomina "Introduciendo y procesando
experiencias positivas". En ella, se utiliza la carta de Adam para introducir el tema de la
sesión, se realiza una demostración por parte de los maestros sobre como procesar
experiencias positivas, se propone a los alumnos trabajar sus propias experiencias en
grupo y compartir los ejemplos en clase y finalmente, escribir la experiencia vivida en su
diario personal.
Las sesiones que van desde la dos a la cinco se centran en la identificación de las
emociones, el trabajo a través de experiencias positivas y negativas, y la identificación y
equilibrio de tensiones corporales. En la primera de estas sesiones: "Respiración lenta
usando burbujas de jabón", se enseñan ejercicios para manejar el estrés y recuperar el
control. En la sesión número tres: "Respirando y procesando experiencias desagradables"
se trabaja con los "globos emocionales" para procesar estas experiencias. En la sesión
número cuatro: "Tensión adaptativa y desadaptativa" se implementa el "test del brazo" para
identificar tensiones desadaptativas, se trabaja la reacción de "lucha o huída" para evaluar
cómo se experimentan y procesan las experiencias. La quinta sesión: "Corrigiendo
pensamientos negativos" se centra en la identificación de estos pensamientos y la
corrección a través de la utilización de la técnica "el modelo de tres pasos".
Las sesiones seis y siete, se centran en cómo y cuándo actuar desde adentro
(equilibrio interno, control de miedos) y desde afuera (afrontamiento real, control de riesgos
y desafíos). En la sesión número seis: "Un lugar seguro: aprontando al amigo enano" se
crea a este amigo. En la siguiente: "Relajación muscular progresiva" se enseñan ejercicios
de relajación muscular, se introduce el juego "Simón dice" a través de la carta de Adam, y
se realiza una actividad con globos y termómetros para medir el estrés.
La octava sesión: "La bolsa de experiencias positivas del tío Harry", se centra en la
identificación y el equilibrio de pensamientos negativos. En esta sesión se trabaja con los

36
pensamientos positivos, instando a los niños a "coleccionarlos en la bolsa". También se
desarrolla un ejercicio de imaginación guiada utilizando esta imagen.
La sesión número nueve: "El poder de la comunicación: escucha y cooperación
activa", destaca el poder de las experiencias positivas. En ella se insta a los niños a debatir
sobre el poder de la cooperación.
En la décima sesión: "Toma de perspectiva, distanciamiento y humor" se trabaja el
humor como factor fundamental para el afrontamiento y distintas formas de controlar la
atención. Se implementa el ejercicio "Zoom", el cual utiliza imágenes para aprender a tener
perspectiva y tomar distancia, ejercicios de humor, yoga y meditación a través de la risa.
La sesión número once: "Practicando e integrando técnicas de afrontamiento" se
centra en la utilización de imágenes para mejorar la capacidad para tomar decisiones, la
sensación de equilibrio interno y la integración de habilidades de afrontamiento. Se practica
todo lo aprendido en sesiones anteriores.
"Violencia: conexión entre estrés, tención y agresión" es el nombre de la sesión
número doce. Aquí se trabajan las estrategias de afrontamiento a través de la
comunicación interpersonal, empática y asertiva. Las actividades consisten en visualizar los
signos que indican reacciones inefectivas frente a situaciones de ira e identificar el signo
que mejor los describe cuando están enojados. Los maestros brindan sugerencias sobre
modos alternativos de reacción ente estas situaciones.
La sesión trece: "Un ejercicio de equilibrio integrado y SMBIA", se concentra en el
procesamiento emocional y la regulación de las emociones fuertes. Se enseña la técnica
"cinco pasos para una reacción efectiva". Estos son: parar, muscular, respirar, imaginar,
actuar. En inglés estos pasos se resumen en la sigla SMBIA.
La última sesión: "Conclusión: el poder del grupo", hace hincapié en dicho poder y la
creación de una visión para el futuro. Se realiza un de resumen lo aprendido en las
sesiones, se trabajan los cambios positivos que pueden derivar de una crisis y finalmente
los globos se liberan a modo de cierre y despedida.
En cada una de las sesiones se practican las técnicas aprendidas en la anterior, se
implementa la carta de Adam como introducción al tema y se le propone a los niños escribir
sobre la experiencia en su diario personal.

37
Reflexiones

La resiliencia es un proceso y como tal, es importante que se comience a desarrollar


lo más temprano posible en el niño. Para ello, debe contemplarse la responsabilidad social
y política en su promoción, en donde la participación de los padres, la comunidad,
investigadores, políticos y quienes diseñan e implementan programas psicosociales, se
vuelve fundamental.
Es primordial el accionar de los investigadores para seguir construyendo teoría y
evidencia sobre la resiliencia: sus factores, beneficios y posibles contradicciones. A su vez,
estas investigaciones sirven como marco para la creación de programas psicosociales, que
pueden ser aprobados y difundidos por quienes tienen responsabilidad en las direcciones
políticas y a partir de los cuales familias y comunidades pueden informarse, actuar y verse
beneficiadas.
Todo esto está enmarcado dentro de una cultura, que determina el accionar. Es
importante reflexionar previamente a la realización de los programas y su aplicación,
acerca de la cultura en la que se está inmerso. Esto tiene como propósito un mayor
conocimiento del medio para que los mismos puedan ajustarse a la realidad y posibilidades
de cada cultura; que sean realistas con sus propuestas y sus objetivos.

Muchas personas desconocen el término resiliencia y su significado. Quienes lo


conocen, en su mayoría consideran que es una característica innata del sujeto y que no es
posible "adquirirla" ya que corresponde a lo que Rutter (1992) y Osborn (1993) denominan
"temperamento".
Considero que el primer paso para la promoción de resiliencia es brindar
información a la población sobre su significado, las ventajas de un desarrollo temprano y
técnicas para su promoción. Los encargados de llevar a cabo esta tarea podrían ser los
profesionales que acompañen el crecimiento del niño a lo largo de su desarrollo: médicos,
psicólogos, maestros, educadores, entre otros. Espacios como hospitales, jardines de
infantes, guarderías, escuelas y plazas serían lugares propicios para desplegar actividades
con el fin de informar y concientizar.

Posibles estrategias sería: realizar folletos de fácil lectura y material multimedia con
videos explicativos, ambos accesibles a la población en los establecimientos antes
mencionados. Realizar charlas informativas presentando distintos aspectos de la
resiliencia, con la participación de un equipo multidisciplinario para lograr un abordaje

38
integral. Desarrollar actividades didácticas como talleres, en donde se trabajen de forma
dinámica y lúdica distintas temáticas utilizando distintas técnicas. Estos talleres pueden
realizarse con padres, niños y padres junto con sus hijos.
Los talleres con padres, podrían centrarse en el abordaje de las características
propias de las etapas evolutivas por las que atraviesan sus hijos a lo largo de su desarrollo
y como acompañarlos en cada una de ellas. El objetivo principal sería favorecer la
construcción de un vínculo sano.
En los talleres con padres e hijos, se podría fomentar un mayor conocimiento entre
ellos a través del tiempo compartido y el aprendizaje juntos. Se pueden implementar
técnicas a través de las cuales se les explique la importancia de establecer un vínculo
sano.
Los talleres con niños pueden centrarse en el fortalecimiento del vínculo entre
pares. Este es muy importante puesto que la relación con un otro puede aportarle nuevas
concepciones de la vida a través de las distintas historias de cada uno y sus distintas
personalidades. El niño puede aprender a través del ejemplo de otros niños y a través del
juego con ellos. Por tanto, promover la integración entre compañeros mediante actividades
tales como: jornadas de deportes, juegos, taller literario, pintura, teatro, danza, entre otros;
se vuelve fundamental.

39
Conclusiones

El concepto resiliencia ha ido evolucionando a lo largo de su historia, pasando de


ser considerada como un atributo o característica personal que poseen algunos sujetos, a
verse como un proceso en el cual el contexto donde se desarrollan tiene un rol
fundamental. Al no ser considerada como algo definitivo e innato, se abre camino a la
posibilidad de intervención para propiciar su desarrollo.
Se ha comprobado que no solo la intervención luego de un hecho adverso tiene
buenos resultado para reducir síntomas o estrés postraumático, sino que intervenir a través
de un enfoque preventivo ayuda no solamente a superar el hecho, sino que posibilita
atravesarlo de un modo menos traumático y readaptarse de manera positiva al medio más
rápido.
Este tipo de intervención le proporciona al individuo una serie de herramientas que
le servirán a la hora de enfrentar no solo eventos traumáticos, sino también situaciones de
la vida cotidiana. Contar con estas herramientas le brinda seguridad y confianza en sí
mismo para poder resolverlas.

Quedó demostrado a través del aporte de varios autores la importancia de su


desarrollo temprano y la incidencia de la familia y del medio social y cultural en esta tarea.
Estos aportan no solo las herramientas necesarias para su despliegue sino el contexto en
donde serán aprehendidas. Si se trata de incentivar el desarrollo de recursos y potenciales
que posee el niño, un clima armonioso en donde prime el buen trato se vuelve fundamental.
También se ha evidenciado como el apego cumple un rol central al proporcionar la
seguridad de base que el niño necesita para adquirir nuevas herramientas en el futuro.
Experimentar emociones positivas demostró ser una instrumento muy importante
frente a la adversidad, proporcionándole al individuo un estilo de afrontamiento adaptativo,
así como ayudándolo en la regulación de emociones negativas, ampliando sus recursos
intelectuales y mejorando el entendimiento de situaciones complejas.

Las técnicas propuestas por los diversos autores son de fácil comprensión y
aplicación; requieren sobre todo disponibilidad, responsabilidad y compromiso por parte de
los adultos que acompañen al niño. Se basan en el juego y el buen trato, por tanto pueden
ser desarrolladas por cualquier adulto, sin importar su nivel académico o los recursos
socioeconómicos.

40
La escuela ha demostrado ser uno de los ambientes más propicios para la
implementación de programas y técnicas en los niños. Tanto las que buscan mitigar los
efectos del riesgo como las que apuntan a la construcción de resiliencia han tenido efectos
positivos. Asimismo, se evidenció que el enfoque de resiliencia se puede emplear dentro
del establecimiento para abordar diversas situaciones: luego de una catástrofe, el pasaje
de una etapa evolutiva a otra, entre otras. No solo el trabajo a través de técnicas tiene
efectos revalorizadores en los niños, también la presencia de un otro dispuesto a ayudarlos
a descubrir y desarrollar sus potenciales.

Finalmente, el desarrollo de la resiliencia es una responsabilidad social, nos


compete a todos ser mediadores e instrumentos para propiciar su desarrollo. Para hacer
más abarcativa esta tarea, sería oportuno que el estado interviniera implementando
políticas sociales que contribuyan a su promoción. Los ámbitos en donde se podrían
implementar son: jardines de infantes, guarderías, centros caif, centros barriales, escuelas,
hospitales, clubes deportivos, entre otros. Dichas políticas implicarían el trabajo en equipo
de diversos profesionales, como ser médicos, educadores, maestros, artistas, psicólogos,
sociólogos y personas vinculadas al deporte, para que de esta manera se le proporcione al
niño todo lo que una sociedad como tal debería brindar para su desarrollo.

41
Referencias bibliográficas

Altmann de Litvan, M., Bauer, M., Corti, A., Gonzalez, E., Sassón, E., Weigensberg de
Perkal, A. (copiladores) (2007) Resiliencia y vida cotidiana. Montevideo: Psicolibros.

Barudy, J., Dantagnan, M. (2005) Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y
resiliencia. Barcelona: Gedisa

Barudy, J., Marquebreucq, A. P. (2006) Hijas e hijos de madres resilientes. Traumas


infantiles en situaciones extremas: violencia de género, guerra, genocidio, persecución y
exilio. Barcelona: Gedisa

Beristain, M. (2004) Reconstruir el tejido social: un enfoque crítico de la ayuda humanitaria.


Barcelona: Icaria

Brooks, R., Goldstein, S. (2004) Como lograr el equilibrio, la seguridad y la fuerza interior
necesaria para vivir en paz. Barcelona: Paidós.

Cyrulnik, B. (2003) El murmullo de los fantasmas. volver a la vida después de un trauma.


Barcelona: Gedisa.

Cyrulnik, B. (2009) Autobiografía de un espantapájaros. Testimonios de resiliencia: el


retorno a la vida. Barcelona: Gedisa

Dedeoglu, C., Laor, N., Siev, J., Wolmer, L., Yazgan, Y. (2005) Teacher- mediated
intervention after disaster: a controlled three-years follow-up of children's functioing. Malden,
USA. Journal of Child Psychology and Psychiatry.

De Pedro Sotelo, F., Muñoz Garrido, V. (2005) Educar para la resiliencia. Un cambio de
mirada en la prevención de situaciones de riesgo social. Madrid. Revista Complutense de
Educación. Vol. 16 Núm. 1. Disponible en:
http://revistas.ucm.es/index.php/RCED/article/viewFile/RCED0505120107A/16059

42
Greco, C., Morelato, G., Ison, M. (sin año) Emociones Positivas: Una herramienta
psicológica para promocionar el proceso de resiliencia infantil. Argentina: Psicodebate 7.
Psicología, Cultura y Sociedad. Disponible en:
http://www.palermo.edu/cienciassociales/publicaciones/pdf/Psico7/7Psico%2006.pdf

Hamiel, D., Laor,, N., Wolmer, L. (2011) Preventing Children's Posttraumatic Stress After
Disaster With Teacher-Based Intervention: A Controlled Study. Journal of the American
Academy Of Child and Adolescent Psychiatry. Vol. 50 Núm. 4

Henderson, N., Milstein, M.M. (2005) Resiliencia en la escuela. Buenos Aires: Paidós

Klesse, E., Menoni, T. (2008) Construyendo alternativas al dolor. Reflexiones sobre


Resiliencia. Casabó - Cerro de Montevideo. Montevideo: Psicolibros.

Martínez Torralba, I., Vásquez Bronfman, A. (2006) La resiliencia invisible. Infancia,


inclusión social y tutores de vida. Barcelona: Gedisa.

Melillo, A., Suárez Ojeda, E. N. (2004) Resiliencia, descubriendo las propias fortalezas.
Lanús: Paidós.

Melillo, A., Rodríguez, D., Suárez Ojeda, E. N., (2004) Resiliencia y subetividad. Los ciclos
de la vida. Buenos Aires: Paidós.

Laor, N., Spirman, S., Wiener, Z., Wolmer, L. (2003) Facing War, Terrorism and disaster:
Toward a Child-Oriented Comprehensive Emergency Care System. Child and Adolescent
Psychiatric Clinics of North America.

Llobet, V. (2005) La promoción de la resiliencia con niños y adolescentes. Entre la


vulnerabilidad y la exclusión. Herramientas para la transformación. Buenos Aires: Noveduc.

Rojas Marcos, L. (2011) Superar la adversidad. El poder de la resiliencia. Madrid: Grupo


Planeta; Booket colección.

Silva, G. (1999) Resiliencia y violencia política en niños. Bueno Aires. Colección Salud
Comunitaria, serie Resiliencia. Fundación Bernard Van Lee, Universidad Nacional de Lanús.

43
Material audiovisual:

Wolmer, L. (2012) Conferencia: "Desarrollo de la resiliencia en niños para afrontar


situaciones de estrés". Montevideo, Facultad de Psicología UdelaR. Asuntos Públicos.
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=1pW-Zfaoj1o
https://www.youtube.com/watch?v=iWeUUlsPaA8

44

También podría gustarte