Tema 42 (Personalizado) - La Épica Medieval
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Obras tan diversas como el Gilgamish, la Ilíada, la Odisea, la Eneida, los Edda
escandinavos, el Cantar de Roland, el Cantar de Mio cid, pero también la poesía
heroica que ha vivido oralmente en las regiones de Ucrania, Bulgaria, el Caúcaso y las
muestras de poesía bélica en Sudán, manifiestan que a pesar de las distancias
geográficas y cronológicas existen entre estas producciones similitudes y paralelismos.
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Así pues, tomando como referencia los cantares de gesta castellanos, podemos
afirmar que, frente al centenar de cantares de gesta franceses, únicamente nos ha
llegado una exigua manifestación. Sin embargo, no podemos negar la existencia de
este tipo de literatura. En efecto, el trabajo de R. Menéndez Pidal es fundamental para
rastrear leyendas épicas en la historiografía medieval desde finales del siglo IX.
Una vez concluida esta breve panorámica sobre los textos que recogen poemas
épicos castellanos, proponemos las etapas de formación de este tipo de poesía, el
segundo punto de nuestro índice.
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En este sentido, no cabe sino preguntarnos ¿cómo puede aparecer un texto tan
complejo como lo es el Cantar de Mio Cid en una sociedad que no tiene a su alcance la
tradición literaria clásica ni utiliza la escritura como medio para la creación artística?
En este contexto debemos conocer que se habría sucedido una primera etapa
de formación no posterior al siglo X y hasta el año 1140, en la que se gestarían una
serie de poemas breves (entre 500-600 versos) hoy desaparecidos en los cuales estaba
presente un fondo histórico importante:
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Finalmente, se produce una cuarta etapa, la decadencia; puesto que sólo
sobreviven aquellos episodios culminantes. A este período pertenece Las mocedades
de don Rodrigo, en la que los elementos fantásticos han sustituido a los históricos.
Como hemos visto en este apartado sobre la formación de los cantares de gesta,
las leyendas las reconocemos en el seno de la historiografía. Es aquí el marco donde
cabe estudiar las características de este tipo de poemas, avanzando de esta manera
hacia el siguiente punto de nuestra exposición.
Con todo, los estudios posteriores revelan las incongruencias de personajes que
no coexistieron, dataciones que no coinciden con el momento en el que se producen
los acontecimientos históricos y otra serie de detalles que nos lleva a concluir que los
autores habían creado un complejo contexto de elementos ficticios; ya que los
criterios de selección de las fuentes de información no eran todo lo rigurosos que
impone la historiografía actual. Tal es así que Menéndez Pidal sustituyó el concepto
“historicista” por el de “verista”.
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Como solución, Menéndez Pidal señaló que debíamos interpretar esta fecha como el
año 1307, creyendo erróneamente que en el espacio tras la segunda C, que marca los
años según el cómputo conocido como “era hispánica”, había otra C. Según el autor,
Per Abbat sería el copista de un poema perdido en el año 1140.
Otros autores han investigado el poema en cuanto a su fecha y autor y discuten los
planteamientos neotradicionalistas de Pidal. Por ejemplo, Ubieto Arteta postula que lo
que Per Abbat hizo en realidad fue refundir y actualizar en el año 1207 un texto del
1140 o puede que anterior. Por otra parte, Russel, duda de que éste fuera originario de
San Esteban de Gormaz, ya que la descripción de esta localidad está justificada con el
culto sepulcral que recibió el Cid en el monasterio de Cardeña. Añade además que el
texto se encuentra amputado y sería la copia de un manuscrito anterior.
Otros datos aporta Colin Smith, que indica que el autor podría ser un jurista de la
época, ya que ofrece demasiados aspectos legales. Además, el poema podría ser del
año de 1207 y habría sido copiado por Per Abbat en el siglo XIV.
En definitiva, lo más acertado sería considerar una solución ecléctica, apuntada por
Jules Horrent: Per Abbat reelaboró y estructuró artística y literariamente unos
materiales que ya existían de forma tosca. En cualquier caso, el texto de 1207 fue
copiado en el siglo XIV, llegando a nosotros esta última versión y es evidente que
procedía de un texto anterior; ya que en el Poema de Almería, escrito entre 1147 y
1157 se menciona la pareja épica Cid-Alvar Fañez.
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Una vez abordado el estudio de su datación y autor, así como la dificultad para
concretar esta información, a continuación estudiamos la estructura del poema,
siguiendo nuestro índice, el segundo apartado dentro del Poema del Cid.
Por lo tanto, a pesar de su estructura en tres cantares son dos las partes en las que
se divide un texto construido sobre el tema de la honra. Ahora bien, y nos adentramos
así en la interpretación del poema como texto literario, el tercer apartado de este
bloque, ¿qué motivo causó su creación?
Para analizar esta cuestión, retomaremos nuestra duda inicial: ¿Es el poema del Cid
un texto histórico? El autor en esta obra redujo a cinco años los sucesos ocurridos en
un período de trece. Por lo tanto, a pesar de su aire verídico, no podemos tomar todo
aquello que se cuenta como histórico.
Por su parte, Julio Rodríguez Puertolas añade que el poema del Cid puede
considerarse literatura propagandística en tres niveles: en el nivel político, dado que
enaltece a Castilla frente a León; en el nivel socioeconómico, en tanto que otorga
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mayor relevancia al pueblo frente a la oligarquía cortesana y en el nivel individual,
debido a que el héroe se halla por encima del núcleo de León, de los nobles y del rey.
Los expertos han sabido encontrar en el poema del Cid otros sentidos literarios.
Por ejemplo, podríamos mencionar la cuestión del antisemitismo en el episodio de
Raquel y Vidas, a través del cual el autor se hace eco del sentir reinante en el ambiente
popular. Por último, el gran Azorín y Gómez de la Serna no se olvidan de señalar los
valores positivos que encarnan el paisaje y el campo frente a la ciudad.
Otro de los puntos que hemos planteado, el cuarto según nuestro índice, es
conocer los personajes que en el poema intervienen. No hay lugar dudas de que la
figura del Cid sobresale entre todas. El acierto del autor ha sido trabajar este personaje
en sus dos facetas, como caballero y como ser humano. El Cid es un caballero, en
efecto, que transmite hombría, lealtad, religiosidad, cortesía, moderación, mesura;
pero también un ser humano humilde, que sopesa sus posibilidades, recuenta sus
ganancias, aparece como padre preocupado y también como esposo amantísimo.
Para completar el estudio del poema de Mio Cid, es apropiado repasar su métrica y
rima, de la que hemos dado alguna información. Como sabemos, el poema constituye
un texto incompleto del cual hemos rescatado 3.730 versos repartidos en 153 tiradas
de muy dispar medida (de 2 a 190 versos) monorrimas y asonantes, más otro verso de
jaculatoria y un problemático explicit, en el que se alude a Per Abbat y se da una fecha.
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hablara familiarmente con el público; frecuente utilización del discurso directo, el uso
de términos con hondo valor poético (cantar de los gallos: amanecer; buscar la honra:
cabalgar). Concluye Dámaso Alonso que el autor es un maestro en otorgar al texto, por
otra parte, dinamismo y variedad, de lugares, de efectos expresivos, de personajes, de
sucesos, que crean expectación y convierten el texto en una obra de arte.
Como conclusión a este tema, podemos apuntar que la figura del Cid no sólo ocupó
un lugar central en esta gran obra maestra sino que su fama amplió el horizonte. En
efecto, bajo el reinado de Alfonso VI empezaron a aparecer textos que narraban sus
proezas, había nacido el ciclo épico del Cid.