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Jaime Nubiola
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Agradezco las sugerencias y correcciones de Marian Arribas, Fernando Batista,
Gloria Balderas, Rafael Tomás Caldera, Enrique García-Máiquez, José de León,
Izaskun Martínez y de mi padre Jaume Nubiola.
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1. ¿Cómo leer?
Hay algunos libros que explican cómo leer, pero la mayor parte son
muy aburridos. Recuerdo, por ejemplo, el libro que escribió Charles Van
Doren con Mortimer Adler, ¿Cómo leer un libro?, que sería parodiado al
poco tiempo por uno de sus críticos que publicó con el pseudónimo
Erasmus G. Addlepate ¿Cómo leer dos libros? 3. No lean ese libro de
Adler, pues no dice lo único que —al menos a mí— me parece realmente
importante en materia de lectura y que es lo siguiente: hay que leer por
placer y con placer. Por este motivo, las campañas pedagógicas para
animar a leer han servido de muy poco. Como escribía José Antonio
Marina, "el sistema de enseñanza disuade de leer", pues "una parte
importante de los profesores lee poco". Quien no haya descubierto el
placer de la lectura en su infancia o en la primera juventud tiene que
empezar por ahí, leyendo, leyendo mucho y por placer. No importa que lo
que lea no sean las cumbres de la literatura universal, basta con que
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He utilizado para esta conferencia las ideas y algunos párrafos de la sección 1.5 de
El taller de la filosofía. Una introducción a la escritura filosófica (Eunsa, Pamplona,
1999) y de mi artículo "Leer para vivir", El juglar universitario, nov-dic 2006, p. 13.
3
Frederick A. Stokes, New York, 1940:
http://www.lib.uchicago.edu/e/spcl/excat/ideas3.html
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Hace unos pocos meses leí la novela La elegancia del erizo, uno de
los libros más vendidos el pasado año en Francia, maravillosamente
escrito por Muriel Barbery, una joven profesora de filosofía. Su
protagonista, la señora Michel es la clásica portera de una casa de ricos
de París que, bajo una apariencia vulgar, lleva una rica vida intelectual
inadvertida a todos los vecinos. Un día, un nuevo vecino japonés, el señor
Ozu, descubre la oculta veta intelectual de su portera, pues cuando se
acercó a presentarse se le escapó a la portera la primera línea de Anna
Karennina, "Todas las familias felices se parecen", mientras que el nuevo
vecino japonés completaba la frase con su continuación de que "cada
familia infeliz es infeliz a su propia manera".
Hace falta una peculiar sintonía entre autor y lector, pues un libro
es siempre —en palabras de Andrés Amorós— "un puente entre el alma
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B. Gopegui, "El otro lado de este mundo", Babelia 27 mayo 1995, p. 2.
5
W. Percy, Signposts in a Strange Land, Farrar, Straus & Giroux, New York, 1991, p.
358.
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2. ¿Cuánto leer?
¿En qué orden leer? No hace falta ningún orden. Basta con tener
los libros apilados en un montón o en una lista para irlos leyendo uno
detrás de otro y no tener en danza más de tres o cuatro. Está bien el tener
un plan de lecturas, pero sin obsesionarse, porque se trata de leer sin más
lo que a uno le guste y porque le guste. Al final eso deja un poso, aunque
parezca que uno no se acuerda de casi nada. Yo suelo dar prioridad a los
libros más cortos, eso favorece además la impresión subjetiva de que uno
va progresando en sus lecturas. Otras personas gustan alternar un libro
largo con uno corto.
¿Qué libros leer? Aquellos que nos apetezcan por la razón que sea.
Un buen motivo para leer un libro concreto es que le haya gustado a
alguien a quien apreciemos y nos lo haya recomendado. En este sentido,
me gusta recordar los tres consejos que da el pensador estadounidense
Ralph Waldo Emerson sobre las lecturas: "Las tres reglas prácticas que
tengo para ofrecer son: 1) Nunca leas un libro que no haya aparecido hace
al menos un año. 2) Nunca leas libros que no gocen de crédito. 3) Nunca
leas más que lo que te apetezca".
Una buena razón para leer un libro es la de haber leído antes con
gusto algún otro libro del mismo autor y haber percibido aquella sintonía
de la que hablaba antes. Conforme se leen más libros de un autor, de una
época o de una materia determinada, se gana una mayor familiaridad con
ese entorno que permite incluso disfrutar más, hasta que llega un
momento que sustituimos ese foco de interés por otro totalmente nuevo.
Durante muchos años, haciendo caso a aquel dicho del escritor catalán
Josep Pla de que a partir de los cuarenta años quien sigue leyendo novelas
es un perfecto imbécil, me pasé a la historia, la biografía y el ensayo, pero
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3. ¿Cuándo leer?
"Un día leí un libro y toda mi vida cambió." Con esta maravillosa
frase — quizá la mejor del libro— comienza La vida nueva, la única obra
que he leído del premio Nobel de literatura del 2006, Orhan Pamuk. Un
sólo libro cambió la vida del protagonista de esa novela ambientada en
Turquía, pero muchos libros, leídos con gusto, pueden cambiar también la
nuestra. "Nacemos para saber, —escribió Gracián— y los libros con
fidelidad nos hacen personas". Los libros cambian nuestras vidas porque
ensanchan nuestra imaginación al fundirla con la de sus autores. "La pura
fuerza de la literatura —ha escrito recientemente Antonio Muñoz
Molina— es en sí misma el mejor antídoto contra cualquier dogma, al
afirmar la riqueza, la ambigüedad, lo complicado y lo misterioso de la
vida".
Octavio Paz10— tiene equivalentes en todas las lenguas del mundo. Esta
expresión son sólo dos palabras: Muchas gracias.
10
PAZ, O., "La búsqueda del presente", El Extramundi, I (1995), 151.