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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
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traciones. gran parte de ellas a color y otras tantas en medio tono. además
de una serie de planos de edificios. Pero un libro así no se puede lograr sin
contar con fotografías de primer orden y en este aspecto merecen una calurosa
felicitación los fotógrafos Walter Reuter. Enrique Franco Torrijos. Hans Ritter
y Armando Salas Portugal. El diseño del libro es excelente, si bien la tipo-
grafía de la cubierta y de la portada no satisface a un gusto clásico, aunque
está "a la moda". La realización de los planos corresponde al arquitecto Pablo
Arancón G. y a Carlos Fiscal P. G., Y el cuadro cronológico cultural al arqui·
tecto Miguel Messmacher. El libro fue preciosamente impreso en Italia por
Arnoldo Mondadori Editare, Officine Grafiche, Verona. La coordinación cro-
nológica de las ilustraciones e índice general de las mismas, con sucintas y
oportunas informaciones. fue una de las colaboraciones de Xavier Moyssén,
pues además, es suyo el ensayo sobre El Arte Neoclásico.
Los editores pueden estar satisfechos, pues han logrado una obra espléndida,
desde todos puntos de vista, cuya documentación gráfica no tiene paralelo
por su amplitud, calidad y novedad, y cuyos textos son de gran interés. El
arte de la Nueva España se despliega esplendoroso. desde el siglo XVI hasta
principios del XIX. Obras conocidas parecen nuevas por la forma de presen-
tarlas, pero, además. hay muchas que por primera vez se reproducen. Si el
legado cultural y artístico prehispánico es maravilloso y original, no le va en
zaga el de la Nueva España, que inevitablemente sentimos más cercano a
nosotros.
Francisco de la Maza, reconocida autoridad en el campo del Arte Colonial,
presenta un atractivo panorama del Arte Colonial en México, desde el siglo
XVI hasta el neoclásico, apuntando su desarrollo y aquí y allí los ejemplos
sobresalientes. con la erudición y conocimientos que tiene.
Una interesante interpretación del arte del siglo XVI es la que desarrolla
Felipe Pardinas, al que llama "mesoamericano", tomando el término acuñado
por Kirchhoff para el área cultural prehispánica de la América Media. El
ensayo de Pardinas muestra, con justicia y novedad, cierta continuación de la
cultura indígena en el arte -o las artes- del siglo XVI, y afirma que no puede
estudiarse y comprenderse el primer periodo de la Nueva España sin considerar
la cultura que venía desde remotos siglos. Señala algunos problemas para ta]
comprensión y puntos de contacto entre las dos culturas y religiones. Adelante
se ocupa en los monasterios, como "ciudades monacales del siglo XVI", en la
escultura, la pintura -incluyendo los códices postcortesianos-. la música,
la poesía y el teatro. Termina insistiendo en la transformación de la cultura
mesoamericana (indígena) y en la persistencia de una tradición que dio sen-
tido al arte del siglo XVI.
Del barroco europeo al barroco mexicano es el tema tratado por Juan de la
Encina. Principia por señalar para el estudio dos métodos: por obras carac-
terísticas de un periodo estilístico, o por localización geográfica de los monu.
mentas; pero, en verdad, sigue un poco más el primero que el segundo. A
continuación se ocupa en los caracteres especificas del barroco. a partir de
Burckhardt y de WOelfflin. y esboza una teoría que continúa en el barroco
occidental y en el español, con excelente erudición, para llegar al barroco en
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que forman una gran parte del patrimonio cultural, histórico y artístico de
!\féxico
.J. F.
Hace ya tiempo que el tema de los biombos mexicanos necesitaba ser estudiado,
tanto por su valor artístico e histórico cuanto por ser muebles que tuvieron
una función importante en la vida social y doméstica de la Nueva España.
Por fortuna se ocuparon en él dos investigadoras de nuestra cultura, las señoras
Teresa Castelló Iturbide -quien ha publicado estudios sobre indumentaria
indígena- y Marita Martínez del Río de Redo_ El resultado de sus investi·
gaciones ha aparecido en una excelente edición, organizada por el historiador
.J orge Gurría Lacroix, del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Veintidós ilustraciones en blanco y negro y diez y ocho láminas a color ilustran
el interesante texto.
En verdad el tema no había sido tratado antes con semejante amplitud.
Cierto es que alguna consideración le dieron en sus obras Manuel Romero
de Terreros y Manuel Toussaint. Por su parte Salvador Moreno dio a conocer
el biombo del siglo XVIII del Conde de Bustillo, que se conserva en Sevilla,
España (Anales I.LE. 28, 1959), del que se reproduce a color un bello frag-
mento en el libro que reseñamos (Lámina 1). También José Rojas Card·
dueñas publicó por primera vez el biombo del siglo XVIII con escenas del
Quijote (Presencias de don Quijote en las artes de México. U.E. Estudios y
Fuentes del Arte en México, XXVI, UNAM, 1968) que aCLUalmp-nte pertenece
al Banco Nacional de México; de él se reproduce un fragmento a color en el
libro que ocupa nuestra atención (Lámina XVIII).
No menos de treinta y seis biombos quedan incluidos en este trabajo, de
los cuales unos siete se encuentran en España y uno en Francia. La investi-
gación de las señoras Castelló y Redo es notable, si bien, claro está, no
pretende ser exhaustiva; han dado a conocer muchos biombos que se conservan
en España y en México, e incluyen otros conocidos pero que no habian sido
estudiados.
Si se atiende primero a las ilustraciones se despliega ante la vista una serie
de maravillas pictóricas, con gran encanto por su ingenuidad y agudo sentido
decorativo, además del interés que tienen los variados temas.
Con verdadera erudición las autoras introducen al lector al tema a través
de la historia de los biombos, desde su origen oriental, su aceptación en
Europa a fines del siglo XVI, y en la Nueva España, a donde llegaban en la
famosa Nao de China, vía el Pacífico y Acapulco. En adelante el texto está
organizado por temas especiales, ya sea por los asuntos representados, por el
uso o por las técnicas empleadas. Pero lo interesante es que cada uno de los
lS1
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apartados se inicia con introducciones, en las que con talento y gusto se recrean
los ambientes en que se encontraban los biombos y se dan una serie de noticias
e informaciones históricas que además de hacer interesante la lectura sitúan
los biombos en sus propias circunstancias y contextos.
Cuando se habla de los "Biombos de cama", se entera el lector que las
camas de "cabecera" aparecieron en el siglo XVIII. Los "biombos de rodastrado"
completaban la riqueza de muebles y objetos de arte en los salones. La Con-
quista aparece como tema en varios biombos, y antes de considerar el mag-
nifico biombo con incrustaciones de nácar del Museo del Virreinato, en
Tepozotlán. se dedica un capítulo a las tablas con incrustaciones de ese
material. La Ciudad de México, el Palacio de los Virreyes, la entrada de
Felipe V en Madrid, las escenas de caza y las galantes. los paisajes con escenas
costumbristas y los temas literarios, son otros tantos temas del mayor interés
representados en los biombos. algunos de los cuales muestran influencia orien·
tal. También había biombos con temas misticos para conventos y otros. en
fin, que ilustran proverbios.
Al final del texto se incluye un amplio capitulo sobre la laca, sus diferentes
materiales y técnicas y la que se produjo -o se produce- en varias regiones
del país.
Así, la excelencia del texto se completa con las láminas a. color. buenas por
lo general, y las ilustraciones de medio tono, y el todo compone una magnífica
y novedosa monografía que viene a ocupar un sitio bien interesante en la
historia de nuestro arte colonial. por 10 que es de felicitar a las autoras y
, al Instituto que ha puesto en manos de los estudiosos y del público en general
unas imágenes de la vida novohispana de lo más atractivas.
J. F.
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u otros autores y que hasta la fecha se desconocían. (J. M. Q., Op. cit., p. 11.)
En e[euo, hace ya varios años que José Miguel Quintana hizo tal hallazgo y
por fin. tras una espera que a los enterados del asunto nos parecía dilatada,
hoy lo felicitamos y nos felicitamos de tener este libro entre las manos, con las
den páginas del estudio preliminar de José Miguel, y las otras doscientas
p{¡ginas más que contienen los 92 "anexos", pronósticos, lunarios, almanaque ...
(lue se reparten así: de fray Felipe Castro. 1; de Gabriel López de Bonilla, 8;
de Juan Ruiz, 11; de Martín de Córdoba, 5; de Nicolás de Matta, 1; ue Juan de
Saucedo, 3; de Feliciano Ruiz, 1; de José Salmerón de Castro y Escobar, 6;
de Antonio de Aguilar Cantú, 12; de Juan de Avilés Ramírez, 9; de José
Campos. 3; de Mario Antonio de Gamboa y Ryaño, 1: de Carlos de Sigiiema
y Góngora, 27; otros documentos, 4.
He querido dar esa nómina para que, sobre todo IOfi interesados en la
materia, tengan una idea de quiénes y en qué proporciones dedicaban sus
afanes y tiempo a la elaboración y publicación de lunarios y pronósticos astro-
lógicos en el siglo XVII y, además, para referirme al acervo documental (}ue
este libro al que me refiero, contiene.
Como se ye en esa lista. los escritos de don Carlos de Sigüel17a y Góngora
cubren la tercera parte de los escritos astrológicos de la segunda mitad del
siglo X"H; lo cual no es de extrañar, porque precisamente fue la dncdra
de Astrología, en la Real Universidad de México, una de las más constantes
tareas de tan ocupado y estudio¡,o escritor; cátedra que comprendía, desde
luego. lo que en épocas posteriores se denominó Cosmografía, más las corre-
lativa:. enseñanza y práctica de matemáticas y también. aunque esto último
en (orma rudimentaria, ciertos conocimientos y observaciones que hoy clasifi-
c.amos, unos en la Física y otros en la Meteorología. Todo eso era lo que
integraba la Astrología (digamos en términos actuales "científica") permitida,
como muy claramente lo dijo, una de tantas veces. el auto del Tribunal del
Santo Oficio de 26 de octubre de 1647, autorizando escribir y puhlicar pro-
nú~ticos "solamente en lo tocante a la na\'egación, agricultura y medicina.
juicio de tiempos que proviene necesaria y frecuentemente de causas naturalc'i.
como son eclipses, lluvias, pestes, tiempos serenos o secos ... "; ciencia que se
distinguía de la Astrología Judiciaria, o sea adivinatoria, cancmicamente pro-
hibida ésta por su inferencia con el concepto del libre albedrío humano. la
Providencia Divina, y sus múltiples consecuencias luridicas y teológicas. que
tocaban lo que hoy llamamos la irresponsabilidad, la ¡nimputabilidad y otros
puntos jurídicos similares, más otros muchos teológicos.
;\Iateria es ésta de largo, detenido y detallado examen, que excede a esta
recensión, pero que debe ser tenida muy en consideración pau los estudios.
que un dla vendrán, que nos permitan conocer bien el ambiente cultural de
nue~tro país a través de su historia.
Una breve parte de ese todavía casi ignoto panorama puede verse por csa
ventana a la que podemos asomarnos gracias a la investigación de José Miguel
Quintana.
La única falla en el libro que reseño es que, por desgracia, tiene no pocas
erratas (en páginas 15, 29, 31, 71, 77, 96, 130, 197. 214, 219 et alia). ¿Cómo
es posible que una edición de "Bibliófilos", limitada a 374 ejemplares nume-
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rados, es decir un libro para dilectos especialistas de corto tiraje, cuidado por
dos personas que se supone expertas (y cuyos nombres, para su vergüenza,
aparecen en el colofón), cómo pueden justificarse descuidos tales?
POr lo demás, es evidente que esas censurables fallas técnicas en nada em-
pañan un estudio tan erudito y tan digno de elogio, y una publicación docu-
mental tan útil, que todo eso hay y se cumple en este volumen de La Astro-
logía en la Nueva España, que agradecemos a don 10sé Miguel Quintana.
1. R. G.
Este libro en su tipo de breve manual de historia del arte americano, ofrece al
público un vívido panorama -erudito e inspirado- que transmite a través de sus
páginas el entusiasmo que ha impulsado al autor para llevar al cabo su tarea. A esta
cualidad del texto -salpicado además de anécdotas personales e históricas- debe-
mos añadir que está escrito en un lenguaje claro y fácil y que ofrece además el
recurso de muchas magníficas ilustraciones, escogidas con evidente deseo de mostrar
objetos y aspectos novedosos. Es sin duda esta obra, una estupenda síntesis del arte
americano, desde los Estados Unidos hasta Brasil, abarcando todas las manifestacio-
nes artísticas posibles: arquitectura, pintura, escultura, orfebrería, cerámica, tejidos,
con explicaciones de las razones históricas más importantes que detenninaron las
circunstancias peculiares de las diferentes épocas, para poder situar mejor las obras
de arte.
El trabajo está dividido en dos partes principales: la época antigua, que compren-
de el arte anterior a la llegada de los españoles, con cinco apartados para las
distintas artes y la época colonial, con seis apartados. Al final encontramos un
capítulo dedicado a establecer ciertas comparaciones con el arte filipino que resulta
de gran utilidad. Para cumplir con tan enorme tarea de síntesis y evaluar al mismo
tiempo la producción artística dentro de una secuencia cronológica, el autor optó
por examinar ejemplos claves dentro de cada etapa, logrando un panorama apretado
pero claro y sobre todo, revelador de la importancia de dichos periodos del arte
americano.
En la presentación del desarrollo artístico de la primera etapa tenemos una peque-
fía crítica que hacer. El estudio comienza con la arquitectura precolombina .de los
olmecas y sigue con Teotihuacán, luego con los toltecas y los aztecas, postergando
las zonas arqueológicas de Tajfn, Xochicalco y Monte AIMn, que comprenden
etapas muy anteriores al advenimiento de los toltecas, y que por muchas raZones
étnicas y artísticas están conectadas mayormente con la corriente olmeca, que los
toltecas y aztecas que ya pertenecen a la corriente migratoria más reciente, de habla
náhuatI. Lo más importante de esta primera etapa. según nuestro juicio, son las
relaciones formales que el autor señala entre las obras mesoamericanas y andinas.
Un ejemplo e. el comentario que hace acerca de la semejanza que presentan las
columnas lisas de piedra, de la zona arqueológica de San Agustín en Colombia,
que recuerdan algunas construcciones olmecas de La Venta. La presentación de esta
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