El Indio, de La Alegoría A La Realidad PDF
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ALVARO MEDINA
Profesor
Instituto de Investigaciones Estéticas
Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia
Sede Bogotá
E-mail: amedinaa@cable.net.co
El indio: de la alegoría
a la realidad y la estética
ENS,\YOS. !IJSlORI.\ y 1HlRJ,\ 01.1 AIHF , \ "01. IX. N" 9. 2004
MEDINA, ÁLVARO, El indio: de la alegoría a la realidad y la estética. ENSAYOS.
HISTORIA Y TEORÍA DEL ARTE, vol. IX, N°9, 9 fotos, Bogotá D. C., 2004. Universidad
Nacional de Colombia, págs. 83-116.
Title
71ze /tuiian: From A1/egory to Reality andA esthdics
Resumen
Fn las artes de América Latina, los temas del Abstract
indio y de las estéticas indigenas fueron dos pre- In Latín American art. thc topic oflhc lndian and
<ll:upaciones que nacieron separadas y esporá- of lndian aesthetics arousc scparatcly and camc
dh:amcnte se juntaron en el siglo xtx. México y togethcr sporadically in thc 19th ccntury. Méxi-
Perú condujeron el movimiento. al principio con co and Perú werc the lcadcrs ofthc movcmcnt. at
criterios ligados al cuadro de historia implantado firsl, with critcria rclated lo thc histnrical trame
en la academia decimonónica, y luego. ya en el implantcd by thc I<Jh ccntury acadcmy. In thc
siglo xx, con el sentido polftico de reivindicar al 20'h century therc is a political sen se that rcivindi-
indígena e incorporarlo plenamente a la sociedad cates the lndian and incorpomtcs him to contcm-
contemporánea. El proceso evolucionó y desem- porary society. This process cvolvcd and lcd to
hocó en el planteamiento -propio del movimien- the idea -peculiar to thc vanguardist movc-
to vanguardista- de fo~jar un arte esencialmente ment- of forging an csscncially American art
americano basándose en estéticas indigenas. based on indigenous acsthctics.
Entre mediados del siglo xvm y primera mitad del x1x, en Europa floreció el
recurso de representar al continente americano con la figura de una india (a veces de un
indio) de neoclásica belleza, motivo principal de una alegoría cuyos rasgos principales,
repetidos como si fueran atributos, son el tocado de plumas, el carcaj a la espalda y una
lanza o un arco a la mano. En pinturas y litograflas, la colorida y estática figura aparece
en paisajes de paradisiaca abundancia Es el caso de la vistosa alegoría de América que,
entre 1751 y 1753, el veneciano Giovanni Battista Tiépolo pintó al fresco en el techo de
la escalera de la casa episcopal que el arquitecto Balthasar Neumann diseftó y constru-
yó en Wurzburgo, Alemania. En escultura predominan las versiones de porcelana y
bronce en las que el volumen tiende a una serenidad voluptuosa y sensual.
Por estar resuelta en un plano simbólico, la imagen del indio manso se volvió
un arquetipo y llegó a interesar a algunos artistas latinoamericanos del siglo x1x, entre
ellos al colombiano Pedro José Figueroa cuando pintó Bolívar y la América india (c.
1822), óleo de concepción ingenua en el que el Libertador abraza de lado una escultu-
ra alegórica del Nuevo Continente puesta en una mesa. La de Figueroa era una inge-
nuidad que, por su encanto, hoy convence; pero obsérvese que, en lugar de crear su
propia imagen de la América india, el retratista prefirió adoptar la imagen que de
América se tenía en la lejana Europa. El asunto fue trasegado con no menor candor
por el ecuatoriano Ramón Vargas en América y por el escultor francés Louis Rochet,
establecido en Brasil, en el Monumento a Don Pedro 1 ( 1862)1• Expedito e incluso
ligero, pero eficaz, el recurso tenía la ventaja de sintetizar con cortesana elegancia la
originalidad del primitivo habitante de América, paradigma del buen salvaje que J. J.
Rousseau teorizara en El contrato social y Chateaubriand novelara en Ata/a.
La alegoría de la América india se difundió de tal modo que a comienzos del
siglo xx hubo dos escultores del cono sur, el uruguayo Nicanor Blanes y el argentino
Lucio Correa Morales, que recurrieron a ella en monumentos públicos de cierta im-
portancia. Pero una cosa era el indio idealizado y puesto al servicio de una alegoria y
otra, muy distinta, el indio real, empobrecido, discriminado y sufriente. Si en México
y Perú, cunas de las culturas precolombinas más florecientes, es visible el mestizaje
que durante la Colonia se ensayó en las varias ramas de las artes, ya en el siglo XIX
encontramos que la alta sociedad peruana se hispanizó en altísimo grado, al punto en
que "la tradición cultural dominante[ ... ] negaba de plano lo indio desde 1824", como
ha escrito Mirko Lauer. Fue México, entonces, el pais que a escala continental dinamizó
1 Para estas y otras referencias del mismo tenor, ver RooRIGO GUTIÉRREZ VrÑU.w;s, .. Un siglo de
escultura en lberoamérica (1840-1940)", en ROORIOO GUTIEJUU'.Z VrÑUALES y RAMó N GUTIÉRRFZ (coords.),
PiniJira, e~cultura y fotografw en lbei'Ollntérica, ~iglo~ Xl.f y .u, Madrid: Cátedra. 1997, págs. 89-1 S l .
3 MntKO LAUER. ..La pintura indigenista peruana - Una visión desde los aftos 90", en Márgenes,
. ' Cfr. JoaOf ALBEm> MANQ)l~t. .. Presagio de Moctezuma: El mundo indfgena visto al fin de la
Colon11. Monumento en San Hipólito... en .\17/ Coloqtlio lnt~macional de Historia del Arte-Arte, historia
' lderttidad ert Alfliric:a: visiaMs COirtparatiwu, l. l. M~xico: Universidad Nacional Autónoma de
M~llico - Instituto de lnvcstipciones Est~ticM. 1994, pág. 176.
• lbfd., P'l· 177.
' lbkt.• P'l· 178.
• lbld.• P'¡. 177.
ÁLVARO MEDINA 1 El indio: de la alegoría a la realidad y la estética - 89
7
DANIEL SotAVELZON, .. Notas sobre Manuel Vi lar y sus esculturas de Moctezuma y llahuicole", en
DANIEL ScHÁVEUON (comp.), ÚJ polémico del arte nocional en México, México: fondo de Cultura Econó-
mica, 1988, pág. 81 .
• lbid., loe. cit.
' lbid .• pág. 82.
IQ lbid., loe. cil
11 PHJUP BASO, "Avertissemenf', en FJtEDEJUCK CATlfERWOOO, Un monde perdu el retrouvé l~s
la justicia exige presentar un homenaje a los héroes que lucharon contra la conquista
en el siglo XVI, y por la independencia y la refonna en el presente, lo que inclinó el
'"imo de Ud. [el ministro Vicente Riva Palacio) a arreglar lo conducente para que en
dicho paseo se erijan[ ... ] cuatro monumentos dedicados: el primero a Cuauhtemotzin
y a los demás caudillos que en su época se distinguieron en la defensa de la patria;
otro a Hidalgo y demás héroes de la independencia en 1810; otro a Juárez y demás
caudillos de la refonna. y el último a Zaragoza y demás héroes de la segunda indepen-
dencia".
11
Cfr. DANm. SotAV!UON. ..El pabellón de Xochicalco en la Exposición Internacional de Parfs de
116/, en SotAVEI.lCN, ob. cit., pag. 165.
Oo\Nm. SotAvtUON, ..El emano del monumento a Cuauh~ de 1876-187/, en ScHAVEUON.
11
14
VICENTE REYES,"El monumento a Cuauhtémoc", en DANIEl. ScHAVEuoN, ob. cit., pág. 11 S.
•~ JOSE BERNAJilDO Couro, Diálogo sobre la historia de la pintura en México, México: Cien de
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 199S. pág. 68.
92 • IN!iTTTVTO DF. INVESTIGACIONES EsrtncAS/ ENSAYOS 9
en grado superior''. De lo anterior, mucho más adelante, infirió Pesado lo que sigue:
•·Mas sea Jo que fuere de las obras de los indios, ellas nada tienen que hacer con la
pintura que hoy usamos, la cual es toda europea y vino después de la Conquista. Si los
mexicanos pintaban (y en efecto pintaron mucho), ése es un hecho suelto que precedió
al origen del arte entre nosotros; pero que no enlaza con su historia posterior'' 16•
En resumidas cuentas, el arte producido antes de la Conquista no era arte y
carecfa de actualidad. Pero una cosa es la prevención de los teóricos y otra, muy
distinta, la actividad que con el correr del tiempo se va materializando poco a poco,
estableciendo enlaces y vinculos no previstos. Al analizar el gran monumento a
Cuauhtémoc, el de 1887, Vicente Reyes aplaudió el hecho de que en las representa·
ciones de los personajes históricos, plasmados en los relieves del pedestal, los rostros
tuvieran ..los pómulos salientes, la nariz aguilen~ lacio el pelo, y todos los demás
caracteres etnográficos de la raza indigena" 17, o sea el tipo de fidelidad fisonómica
que más tarde iban a explotar los pintores indigenistas latinoamericanos, desde José
Sabogal en Pení y Diego Rivera en México hasta Cecilio Guzmán de Rojas en Bolivia.
Eduardo Kingman en Ecuador y Luis Alberto Acuna en Colombi~ a los que cabe
agregar el trabajo hecho en México por el escultor colombiano Rómulo Rozo.
Pero el aspecto fisiognómico era secundario. Algo mucho más importante se
hizo presente, y fue el imaginativo uso de órdenes arquitectónicos autóctonos, hecho
singular y de considerable alcance histórico si se tiene en cuenta la significación que
tuvo la arquitectura neoclásica en la Europa del siglo XVIII y el impulso que ésta recibió
en el Nuevo Mundo con los diseftos de Thomas JefTerson para el Capitolio de Richmond
( 1785-1789) y la Universidad de Virginia en Charlottesville ( 1817-1826). El pensa·
miento arquitectónico de JefTerson, inspirado en la Roma republican~ dio origen al
federal sty/e, caracterfstico de la ciudad Washington. Si los paradigmas de entonces
se buscaban y hallaban en la antigOedad clásica mediterráne~ sucedió que más tarde,
cuando coman las últimas décadas del siglo XIX, fue enonne el influjo del eclecticis-
mo practicado por Viollet-Je-Duc, que en esencia era eurocentrista pero posefa tal
amplitud de espiritu que estimulaba a imaginar otras experiencias y combinatorias.
Para una cabal comprensión del ecléctico monumento a Cuauhtémoc toca
separar Jos elementos escultóricos de los arquitectónicos. La estatua del héroe, que
corona el conjunto, fue obra de Miguel Norefta; Gabriel Guerra hizo los relieves, y al
ingeniero Francisco M. Jiménez se debe el basamento. Podemos situar a Miguel Norena
y Gabriel Guerra como los antecesores del movimiento indigenista que floreció a
partir de 1919 con los retratos que ese mismo élllo pintó y exhibió en el Cusco José
Sabogal. Norena y Guerra lo fueron incluso en el método que emplearon ----como apli-
cados seguidores de Vilar- para no falsificar detalles de época, asunto que seftaló
Reyes al escribir de los relieves: "Códices, crónicas, trajes, retratos, annas, grabados,
jeroglfficos, todo en fin, se ha consultado para hacer una composición que reproduzca
con exactitud las annas ofensivas y defensivas de los guerreros de Anáhuac'' 18 • Varias
décadas después, Diego Rivera haria exactamente lo mismo para poder idealizar y pin-
tar en sus murales temas históricos prehispánicos, llevando a su ápice al movimiento
indigenista19• En Francisco M. Jiménez, en cambio, podemos distinguir al promotor de
una tendencia cuya esencia se halla en la estética y no en el tema, tal y como lo habían
entendido los mejores exponentes del neoclásico europeo. De allí que, desde el princi-
pio, Jiménez cosechara aplausos y recibiera elogios. El Monumento a Cuauhtémoc
había sido idea suya, y suya era la disposición general del conjunto, que no llegó a ver
porque falleció durante la construcción del mismo.
A Norefta y Guerra encargó Jiménez las tareas de modelar y fundir en bronce la
parte figurativa del proyecto, y él se aplicó a la tarea de estudiar y combinar lo que le
ofrecían los anónimos arquitectos de TuJa, Uxmal, Mitla y Palenque, hecho lo cual
entró a diseftar y disponer columnas, arquitrabes, plintos, comisas, frisos, nichos,
vanos, relieves, grecas, etc. Si a la concepción total se le puede reprochar la presencia
de los leopardos que en los cuatro accesos se alzan vigilantes, acogiéndose a una
simbologfa que hubiera resultado más auténtica y significativa con la representación de
jaguares, el ejemplo que sentó la obra fue tan perfectamente asimilado que el arquitecto
Ramón Agea, responsable de continuar los trabajos tras la muerte del audaz diseftador,
se pennitió, según Reyes, cambiar "la ornamentación de los tableros por haberse creí-
do que el dibujo proyectado por el ingeniero Jiménez, en su composición original (una
especie de cabrillas), más trascendía al clasicismo griego que al arte tolteca, aunque
ese ornato existe en el fuste de una de las bellas columnas encontradas en Tula" 20•
Con la debida perspectiva histórica, Justino Femández consideró que '"el nom-
bre de don Francisco M. Jiménez quedará como el primero que ha sido capaz de
tratar con tino un esti lo que podrfa llamarse 'neoindígena', del cual el monumento a
Cuauhtémoc es la sola obra digna, y que por esa época y aun en décadas recientes se
creyó que abría las posibilidades de una arquitectura genuinamente nacional" 21 • Pero
11
lbfd., pág. 121.
1' BETTY ANN BRoWN, "The Past ldcalized: Diego Riveras's Use of Pre-Columbian lmagery", en
Diego RivercrA Retrospective (catálogo), New York/London: Founders Socicty l>ctroitlnstitutc of Arts
1 W. W. Norton, 1986, páp. 139-ISS.
3'1 REYES, ob. cit., pág. 122.
u JuSTINO FERNANDEz, El arte del siglo XIX en México, México: Universidad Nacional Autónoma
de México, 19S3; comp. con el titulo de "Norefta. Guerra y Jiménez.., en ScHAVEUON, ob. cit. pág. IJS.
94 • INSTITUTO DE INvESnOACJONES EsrtncAS 1 ENSAYOS 9
. " Cfr. PATlKlA M.\INAADC. 71w Elfd ofIM Solon-Art and tire Slalt In tht Early Third Republic,
Cambridge/New Y<rl/Melboume: Cambridge tJnivenily Press. 1993, pégs. 12 y 15.
ÁLVARO MEDINA 1 El indio: de la alegoría a la realidad y la estética- 95
Cuando Karen Ford escribe que en México el indigenismo ufue creado.. porque
se quería imitar uel arte y la arquitectura europeos", menciona la singularidad de una
imitación que contradictoriamente estimuló a los artistas a considerar temas propios
como los que con variada suerte se estaban ensayando en la escultura. En la historia
de la pintura latinoamericana, una obra de primer orden es Habitante de las cordille-
ras, del peruano Francisco Laso. Evaluada por críticos e historiadores como una de
las de más mérito de todo el siglo XIX en América Latina, Habitante fue realizada para
su exhibición en la Exposición Universal de París de J855, de modo que es anterior a
la réplica del templo de Quetzalcóatl de Xochicalco que se vio en la Feria de 1867. Se
trata de un autorretrato en el que Laso aparece vestido como un indio de la zona
surandina del Perú sosteniendo entre las manos una bella escultura de cerámica mochica
que representa a un guerrero cautivo, "referencia a la condición oprimida de Jos
indígenas", como apunta Gustavo Buntinx en profundo y largo ensayo dedicado a
este cuadro26• El título del lienzo deriva del estudio que en 181 OpublicóAiexander von
Humboldt, Atlas pittoresque: vues des cordilleres et monumenls des peuples indigenes
de 1'Amérique. A las uvistas de las cordilleras" del científico Humboldt, el pintor Laso
opuso un habitante de esas mismas cordilleras. ¿Por qué? Escribe Buntinx: "El artista
peruano privilegia y dignifica las presencias caracterizadas de Jos indios, otorgándoles
casi toda la carga espiritual o simbólica que Humboldt reserva para el orden geográfi-
co y natural"27• Y agrega en otra página: '"es como si Laso se hubiera propuesto pintar
el habitante ausente en la imagen europea de las cordilleras consagradas por Humboldt.
Lo que ahora se margina de la representación hasta el punto de desaparecerlo no es al
indio sino al paisaje antes hipostasiado (las vistas, ese ténnino tan elocuente). La
figura humana ocupa un primer plano absoluto. Y en sus manos la arqueologfa ad-
quiere un sentido contemporáneo"21•
Buntinx se referfa a la opresión que subyugaba y marginaba a la población indf-
gena. Aunque la experiencia colonial habfa quedado atrás, en tiempos de Francisco
Laso no había cesado la práctica de someter e incluso esclavizar veladamente a la
población indígena. El racismo era rampante. A manera de ejemplo, y con el propósito
de denunciarlo, Francisco Laso se refirió en un opúsculo irónicamente titulado Agui-
naldo para las señoras del Perú, publicado en 1854, al caso de la nif\a indígena que
prestaba el servicios doméstico en casa pudiente, cuya suerte describió asi con
.26 GuSTAVO BUPmHX. "Del Habitante de las cordilleras al Indio alfarero-Variaciones sobre un
tema de Francisco laso.., en Márgenes, cil, pág. 11.
l' lbid., pág. 2S.
,. fllAHC1sro Luo, Apinaldo para las s'lforcu d,l Pení y otros ensayos, lima: IFE.A 1 Musco de
Ane de lima. 2003. págs. 73-74 (cursivas del autor).
• Cit. por BliNTTNX, ob. ciL, pág. 11 .
" lbld.• pjg. 31.
ÁL VARO ME DINA 1 El indio: de la alegoría a la realidad y la estética - 97
De lo anterior concluye con razón Miró Quesada que Hlo espafiol es claro y
definido, y está de pie -todos los espafioles están parados y en actitud arrogante-,
mientras lo indígena es ficticio, ambiguo, muerto y está arrastrándose, caldo, yacen-
te"11. El autor compartia con Francisco Statsny la opinión según la cual la gran tela de
Montero "impresiona por sus dimensiones realmente gigantescas y por la bizarria de su
reconstrucción histórica, más vinculada a una decoración de ópera de Verdi que a la
realidad arqueológican:u. El velado hispanismo del pintor peruano Luis Montero era el
polo opuesto del indianismo practicado por los mexicanos, inclinados como Francis-
co Laso a reivindicar al aborigen tanto humana como cultural, social, histórica y
políticamente. Como ya lo ha sefialado Gustavo Buntinx, Laso se identificó con los
principios protocivilistas de Manuel Pardo. Su compromiso ideológico lo llevó a re-
nunciar a la pintura y a ser elegido miembro del Congreso Constituyente de 186735,
convirtiéndose en el primer artista latinoamericano al que la pasión por los temas de
su obra plástica arrastró sin remedio a la política activa. Manuel Pardo fue presidente
del Pení de 1872 a 1876. Con su asesinato, su proyecto politico quedó interrumpido
brutalmente.
12 ROBF.RTO MIRO QuEsADA, "los funerales de Atahualpa", en Márgenes, ciL, pág. J 10.
n lbid .• loe. cil
:u FRANCISCO STATSNY, Breve historia del arte en el Perú, Lima: Universo, 1967, pág. S4.
98 • INSTm.JTO DE INVESTIGACIONES EsrtnCAS /ENSAYOS 9
ritual. De alguna manera, las dos pinturas de Obregón son celebratorias, ya que pre-
sentan aspectos positivos de la historia prehispánica
De intención critica son Un episodio de la Conquista ( 1877) de Félix Parra y
La tortura de Cuauhtémoc ( 1893) de Leandro lzaguirre. El cuadro de Parra es como
una ventana abierta en el tiempo que permite presenciar las masacres que los espafto-
les perpetraron contra los indígenas. La violencia de la arremetida conquistadora con-
trasta con el escenario sólido y soberbio en que ocurre el episodio, representación de
un espacio arquitectónico que parece edificado para la eternidad. El otro cuadro men-
cionado, el de lzaguirre, tiene por motivo un Cuauhtémoc al que los conquistadores
torturan quemándole los pies. Como manifestaciones del orgullo nacional herido, la
actitud bienintencionada de tales pinturas tenía su talón de Aquiles en la concepción
estética -de dudoso cufto- que la época propiciaba. Podemos abordar y sopesar
esa concepción a partir de otro cuadro de lzaguirre, La fundación de México ( 1892),
criticado en su momento por no "haber dado a los indios, sin desnaturalizar los rasgos
distintivos de la raza, formas más bellas". Al hacer su comentario de la cita anterior,
Justino Fernández recordó que "se trataba una vez más del idealismo clasicista"-40,
sólo que manejado sin el rigor y el buen criterio de que ya había dado muestra el
ingeniero Francisco M. Jiménez.
Por ser más fantasiosos que los escultores, los pintores acataron la peligrosa
sugerencia de embellecer las representaciones de los indígenas "sin desnaturalizar los
rasgos distintivos de la raza" y establecieron un precedente que la posteridad ha re-
chazado. Con ironía, Fernández escribió de Obregón que su "Xóchitl podría ser una
vestal en Grecia y el 'emperador' un Apolo helenístico". Y precisó más adelante:
romana. La arquitectura es una total invención del artista"42 • Esta última es una alu-
sión a su total falsedad con relación a la edilicia prehispánica que, de habérselo pro-
puesto, el pintor habría podido estudiar y dibujar en los centros ceremoniales que se
conocían en su época.
De la critica anterior no se libró una obra no mencionada hasta ahora, La
deliheracióm del senado T/a'Ccala después de la embajada de Cortés ( 1875) de Rodrigo
Gutiérrez. Celebra esta pintura la resistencia a la invasión española, que simboliza la
figura de Xicotenlcatl, asunto cuya exaltación resultaba pertinente cuando México
acababa de combatir contra tropas europeas para volver a ser una nación libre. Gutiérrez
representó en un vasto recinto, inexistente en los ejemplos de arquitectura precolom-
bina descubiertos hasta hoy, una reunión en la que algo importante se discute con
asistencia de público. El debate "democrático" transcurre bajo la tutela de la portento-
sa escultura que se halla al fondo, a la vista de un público gesticulante situado en el
primer plano, el todo ensombrecido por densa penumbra. Los cuatro "senadores"
indígenas y el atento público de la derecha están en el triángulo de luz que, avanzando
hacia la izquierda como una flecha, baña el conjunto e ilumina el recinto y las mentes.
El acto de debatir ideas se halla atado, en el lienzo de Gutiérrez, a la tradición republi-
cana, a tal punto que el ya citado Moyssén ha escrito que la "postura declamatoria" de
uno de los personajes parece la de "un orador romano"43 •
Como bien puede verse, bastante tenían en común las indígenas italianizadas
del penrano Luis Montero, el hercúleo Tlahuicole del español Manuel Vi lar, el apolíneo
emperador azteca de José María Obregón y el orador indígena romanizado de Rodrigo
Gutiérrez. Por sus temas. las obras que firmaron nos revelan una actitud política, no
una estética pensada desde adentro. Sin dud~ éste es un reproche válido que se puede
matizar diciendo que -pese a sus desvíos- atreverse a pintar indios (aunque poco
auténticos) era un paso adelante si se compara con las bacantes de airecillos europeos
que, para goce del emperador Maximiliano, pintó Santiago Rebull en el Castillo de
Chapultepec. Dicho esto se comprende que, derrotada la invasión franco-austriaca a
México, en adelante se fomentara la celebración de los rasgos que mejor definían la
nacionalidad.
concepciones académicas de mediados del siglo xtx. Toca entonces matizar el entu-
siasmo mesiánico con que uno de sus protagonistas, nada menos que David Alfaro
Si4ueiros, se refirió a los acontecimientos de que fue protagonista. En su voluminosa
autobiografía, cuando habla de la formación artística que recibió de 1911 a 1914,
Siqueiros cuenta que el "aprendizaje seguía más o menos las mismas etapas nonnati-
vas de las épocas de Pelegrín Clavé y Rebull"44 • Según Siqueiros, él y sus condiscípu-
los fueron conscientes de la obsolescencia académica que tenían que padecer a pesar
del cambio de centuria, cuando hacía rato el academicismo había periclitado en Euro-
ra. Actuando en consecuencia, el alumnado exigió actualizar el programa de enseñan-
/a. una de las metas de la huelga estudiantil de 1911. El permanente y casi siempre
insatisfecho inconformismo del Siqueiros revolucionario se retlejó, en el plano estéti-
co. cuando habló de una "curiosa preocupación, más bien subconsciente, por la
rreferencia de modelos de raza indígena" que él y sus condiscípulos empezaron a
sentir. Ese sentimiento, anotó, fue la "respuesta a la costumbre establecida" de con-
tratar "modelos de tipo español". Concluyó diciendo Siqueiros: "Aquello nos dio opor-
tunidad de empezar a acercamos en forma por demás subconsciente. sin teoría prefija
alguna, a las soluciones etnográficas que nos dominarían más tarde"~~. Resulta curio-
so que Siqueiros haya repetido dos veces que su actitud fue subconsciente y que en
la segunda ocasión añadiera que todo ocurrió "sin teoría prefija alguna". Al respecto,
el historiador Olivier Debroise parece contradecirlo en su monogral1a sobre la huelga
4ue en abril de 1911 estalló en San Carlos, cuando escribe lo siguiente:
Con los años, uno de los aportes culturales significativos del Doctor /\ti
fueron sus estudios, consignados en Las artes populares en México ( 1922). puhli-
cados en dos volúmenes de gran rigor y seriedad. En el mismo artículo, Olivicr
Debroise ha recordado la proyección pedagógica de tan particulares y entonces
novedosos estudios: "A ti es sin duda el primero en interesar a ciertos artistas en los
objetos artesanales indígenas como fuente de inspiración plástica al margen de la
u. ÜLJ\'JER IJEBROISE, "La grcve de I'Acadcmic", en /. icrit, Paris: No. 2. janvicr 1983. pág. 56.
J02- JNSTIT! ITO DI' INVESTIGACIONF.S ESTÉTICAS/ ENSAYOS 9
Nuestra labor limpiadora husmeaba por todas partes buscando los olores porfirianos
para arrojarlos ignominiosamente de nuestro establecimiento. Todo lo <¡ue ellos nos
habían dicho tendría que ser comprendido y aplicado precisamente a la inversa. Ellos
adoraban el europelsmo artístico de la colonia española en México, nosotros deberia-
mos execrarlo; ellos decían que el arte prehispánico de México era un arte bárbaro de
idólatras sanguinarios, nosotros deberíamos responder que al lado de ese arte todo lo
demás era basura. Si ellos decían que la belleza era greco-romana, nosotros tendría-
mos que sostener que jamás había existido nada más feo que aquello. Ningún interés
le daban a las razones indígenas de México, como no lo daban a su arte popular: pues
entonces, para nosotros nada había más bello que un indio y nada mác; profundo que
el arte de los indios 51 •
Rtcuerdo bien que las primeras conclusiones teóricas que sacamos (...) fueron
las siguientes: las obras plisticas que han surgido como fruto natural de la misma
geografla en que habitamos nos dan el camino para el encuentro de nosotros mismos
Y parece evidente que la expresión artfstica corresponde más a las circunstancias
¿Cuáles eran las grandes obras plásticas surgidas ..como fruto natural" del
medio geográfico mesoamericano? El autor no las identificó, pero es claro que tenía
en mente las de origen olmec~ teotihuacano, may~ zapoteca, mixteca. tolteca, etc.,
wn las que empezó a familiarizarse durante la guerra civil, sin llegar nunca a ser un
experto en el asunto. Dado su temperamento volcánico, lo guió la intuición más que el
estudio. En una primera etapa de trabajo, a la hora de dibujar los modelos en clase,
Siqueiros se confonnó con la belleza fisica del indígena. En una segunda fase, tras
-.cncer prejuicios gracias a su afortunado contacto intelectual con el Doctor Atl, el
futuro muralista reflexionó sobre la trascendencia estética del arte precolombino.
Esta reflexión lo llevó a sopesar la posibilidad de adaptar a la expresión contemporá-
nea los lenguajes de la América antigu~ tal y corno los artistas italianos del Renaci-
miento habían adoptado y puesto al servicio de necesidades nuevas el arte clásico
mediterráneo, florecido casi veinte siglos antes. Fonnalizar la idea que plantea el prin-
cipio de buscar, identificar y encontrar fuentes de inspiración en el arte indoamericano
fue lo que Siqueiros hizo en Barcelon~ en 1921, cuando redactó y publicó ..Tres
llamamientos de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación
americana•·. En diez atlos exactos, David A lfaro Siqueiros había pasado del balbuceo
a la afirmación autosuficiente. En el mismo lapso, otros artistas pintaron indios, sos-
pechosamente acicalados muchas veces.
El más destacado de esos pintores era Saturnino llerrán, el autor de Nue:tlro.\·
Jio.'ies ( 1916-1918), obra ambicio~ de figuras concebidas, todas, a una escala ma-
yor que el natural. Herrán tuvo un débil continuador en el Xavier Guerrero que en
192 1, en Ciudad de México, expuso figuras indígenas en poses coreográficas algo
excesivas, como las que pueden verse en Hwnanidad y Un i{Uerrero azteca, pinturas
que no fueron bien recibidas por algunos entendidos. debido a que se detectó en ellas
una "influencia francesa que desvía por completo su natural tendencia a la ejecución
fáci l y enérgica" 57 • La influencia que se le reprochaba a Guerrero provenía de una
tardía y mala asimilación del art nouveau, y su solo enunciado era una expresión del
replanteamiento americanista en curso. Saturnino llerrán y Xavier Guerrero ilustra-
han temas indianistas con más voluntad anecdótica que empeno plástico y con má~i
interés en el prurito de cenirse al modelo estético importado que a la honda satisfac-
ción de crear o recrear modelos propios. Se repetía la fracasada experiencia de Luis
Montero, José María Obregón, Félix Parra. Leandro lzaguirre y Rodrigo Gutiérrez en
el siglo x1x, pero con la novedad de que las soluciones art nouveau estaban reempla-
zando las soluciones neoclásicas y academicistas de las generaciones anteriores.
Si comparamos a Saturnino Herrán con sus contemporáneos, éste sobresale
ampliamente porque en Nuestros dioses supo sustraerse al cuadro de historia para
plasmar una imagen sugerente por sus innegables proyecciones simbólicas, simbolismo
que pudo concebir con absoluto rigor gracias a "sus a~os de trabajo en la Inspección
de Monumentos Arqueológicos. cuando todavía la dirigía Leopoldo Batres", época en
que realizó ..excelentes calcas --que todavfa existen- de los murales del Templo de
la Agricultura. cuyos originales desaparecieron poco después, restándonos sólo esas
copias..". En el motivo central de Nuestros dioses, Herrán puso en pie de igualdad los
aportes culturales de Europa y América al integraren una sola figura a la diosa Coatlicue
y al Cristo crucificado, ..dos adoraciones que se funden en una", al decir de Manuel
Toussaint~. De un lado del proyectado trfptico, los espanoles se yerguen senoriales;
del otro consideró pintar indios ..en actitud sumisa, implorante'tóO, de acuerdo con lo
que podemos ver en los precisos y bien acabados dibujos preparatorios. Si los espa~
noles aparecen ricamente vestidos, los indios están semidesnudos, producto, de una
ideologfa que tendfa a subvalorar lo propio, en linea con el peruano Luis Montero. En
contraste. tenemos que una vieja tendencia. dada a embellecer el aspecto exterior y
simple del indígena. era ampliamente satisfecha por Herrán. De allf las siluetas alarga-
das. de lánguidos gestos. que pintó y dibujó, amaneradas y falsas de toda falsedad. en
las que Raquel Ti bol ha visto ..aborfgenes de cuerpos atléticos y gestos de odaliscas''(>'.
En contraste, el sincretismo de la Coatlicue y Cristo era novedoso e incluso afortuna-
do. ya que la diosa azteca es el símbolo de la fertilidad y su figura simboliza, como la
del Redentor agonizante. el ciclo de la vida y la muerte. Con admirable y afortunado
desenfado. elartistalogró combinar iconografias y conceptos, o sea que, parafraseando
a Toussaint. podemos hablar de dos agonías que se funden en una. Se trata. citando a
Tibol. de ..Cristo vuelto a crucificar en el cuerpo de la diosa, que a su vez lo está pa-
riendo''6l, En la composición, Herrán aprovechó incluso que la deidad precolombina
presenta una silueta crucifonne, apropiada a la sfntesis visual que requerfa. Por eso
su intento. aunque inconcluso porque la muerte lo sorprendió cuando ejecutaba su
obra magna. tiene un sitial de honor en la historia.
• 1>.4Ntl. SotAm.zoN. "la ~ dd indiFf~! en Satwnino Herrín··. en SrnAveZON, ob. cit.. pég. 307 .
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" itAQta T~ llulono t:riWT'OI lkl an~ • .tirono ·!poco matkntO .v con~mponiMo. México
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Al lbkJ.• toe. t il
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Recibido Agosto 27 de }()()4 , Acept1do Octuhre 21 de 2004
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